Carreta sin Bueyes - Cuento de Mario González Feo
Transcripción
Carreta sin Bueyes - Cuento de Mario González Feo
Carreta sin bueyes Mario González Feo “En una iglesia en reparación, cuando San José no era sino una pobre aldea, tenían almacenada una cantidad de madera de cedro amargo para hacer columnas, altares y aun santos. Esta madera era cortada (en luna menguante, por supuesto, cuando el flujo de la savia está de “vaciante”) de los bosques aledaños que empezaban en Cuesta de Moras, ese barrio actualmente lleno de tiendas. “Una noche, un desalmado de Escazú se vino solapadamente con sus carretas y aprovechando el gran silencio y la gran soledad (los serenos de entonces no llegaban con su chuzo y su linterna tan lejos) se robó esa madera. Con ella fabricó su casa, su galerón, su trapiche y aun le sobró para una banca y una hermosa carreta. Pero San José que es santo puesto al trabajo y ojo avizor a todo lo atingente a maderas, lo vio todo desde su carpintería celestial. “El ladrón listillo enfermó y pronto murió. En aquel entonces no había tanta alcahuetería celestial y menos clerical. Murió sin absolución por el pecado de simonía. Y su castigo fue patente. Una carreta, la fabricada con maderas sagradas, fue condenada a ambular sin bueyes, (¿por qué condenar unos inocentes bueyes?), noche a noche, sin compuertas, con el timón levantado como una proa amenazante, y en su cajón el cadáver tieso del ladrón, con los ojos abiertos y vidriosos, mirando las estrellas. A esta carrera se la oye traquetear por caminos absurdos; el nabo, mal ajustado adrede, chirrea estruendosamente a cada barquinazo. Se la oye lejana, se la oye acercarse, se la oye pasar, pero sólo los muy valientes la han visto”. “María de la Soledad” 1967, pp. 193-194 Fuente: Constantino Láscaris y Guillermo Malavassi. La Carreta Costarricense (San José, Editorial Costa Rica, 1985), p.97.