vidas congruentes
Transcripción
vidas congruentes
VIDAS CONGRUENTES PRÓLOGO DE LOS EDITORES _________________________ El lector tiene en sus manos una conjetura, a menos que use atril o sea manco. Se ofrecen aquí, reunidos por vez primera, textos del profesor Poch a menudo citados pero nunca impresos. Tan sólo de uno podemos asegurar que su autor lo consideraba completo y acabado. Su estilo de trabajo, siempre embarcado en varias empresas a la vez, junto a las circunstancias de su desaparición, hacen de esto que hoy damos a la imprenta una reconstrucción probable, de la que trataremos de dar breve razón en este prólogo. * Una bicicleta, símbolo del Progreso a cuya retrógrada mitología tantas pullas dirigiera, acabó con la vida de Karl Kraus. Una camioneta de lencería usada redujo a Roland Barthes al grado cero de la escritura, donde rayas y señales se funden en el continuo negro y mudo del asfalto ¿Es la muerte "última broma de un azar cuyo sentido del humor corre parejo a su tino"? El autor de estas palabras murió en su domicilio de Herrera, a las afueras de San Sebastián, el sábado 11 de Abril de 1998, víspera del Aberri Eguna, al estamparse contra el muro de su escritorio un camión frigorífico que transportaba dos mil ochocientas tortillas y otras tantas raciones de bacalao en tomate, destinadas a la celebración de la identidad nacional vasca. Azar o necesidad, el incendio prosiguió la destrucción que aceite y tomate iniciaran, y que remató la generosa disposición de cuantos se apresuraron a tratar de salvar lo posible entre los escombros, haciendo del trabajo editorial una larga regurgitación de archivos de colegas, anotaciones de alumnos, recuerdos de amigos y fragmentos pringosos de folios y disquetes esparcidos hasta el puerto de Pasajes, cuyo común resultado tiene ante sí, de algún modo, el lector. De las circunstancias de cada texto dará razón una breve nota. El criterio general ha sido preferir la versión más reciente, completada en lo preciso con aquéllas que nos han parecido más elaboradas e inteligibles. Cuando ha sido posible localizar la fuente de alguna cita o referencia se ha incluido entre las demás notas del autor sin otra indicación. Hemos desechado finalmente dos trabajos que no parecen haber rebasado la condición de esquema en que los hallamos. El primero debiera haber versado sobre Otloh de Saint-Emmerdand, magister francés del siglo XI; se trata de unas cuantas notas biográficas y bibliográficas que el estudioso puede reunir con poco esfuerzo. Del segundo, sobre Ulfilas de Tolosa, apenas hay una nota con la cifra 654 entre interrogantes, y referencias a varias páginas de Gilson. Hemos incluido en apéndice un tercer texto sobre el maestro budista Rahasupura, a pesar de las dudas sobre su autoría (vid.infra). Al excluir o postergar esos bosquejos, creemos seguir la misma lógica por la que su autor prefirió concentrarse en los personajes y escenarios que aquí se publican. Como el lector podrá comprobar siempre que siga leyendo, todos son finales de trayecto, decadencias y disgregaciones de una identidad, momentos en los que se impone a las conciencias el problema de la mediación y la unidad posible entre contrarios. Estamos convencidos de que también ahí se expresa la inquietud que durante toda su vida sintió el profesor Poch por su época y su mundo, y su deseo de aportar la experiencia de la historia a la solución de los problemas del presente. Y la primera unidad que pide justificación es la editorial que aquí se da a los textos. Surgidos de momentos bien diversos en su evolución intelectual a lo largo de una década, destacan sin embargo dos rasgos comunes. En primer lugar, el carácter biográfico de todos los estudios, por más que en algún caso lo biográfico se reduzca a unas cuantas anotaciones y en otros parezca hilo conductor en toda la trama. Se trata siempre de presentar vidas, unas vidas separadas en tiempo y espacio que sin embargo comparten algo: la relación con la escritura. La voluntad de durar en signos, sus extravíos, paradojas y triunfos, forman el paisaje de estas figuras que, por lo demás, sólo comparten su ser dispares, y aun disparatadas. Además, hay otro indicio que pudiera hacerlas partes de un mismo proyecto: un prólogo de finales de los años ochenta o comienzos de los noventa que ofrecemos en apéndice al final del texto. Encontrado entre los papeles del profesor, su incierto autor plantea un estudio de la figura retórica del oximoron como espejo del problema general de la mediación, y como preámbulo al mismo, propone un recorrido histórico que coincide en algunas de sus etapas con estudios iniciados más tarde por Poch. No hay modo de saber si el autor de este bosquejo fué el propio Poch, uno de sus alumnos, o 6 alguno de sus colegas en la UPVEHU; tal vez Jose Luis Arántegui, con quien sabemos compartió casa durante un par de años, y cuyo prolijo estilo se asemeja en algún aspecto al de este texto, o acaso el profesor Alfredo Bayón, cuyo trato frecuentó Poch a finales de los ochenta. Precisamente en esos años el profesor Bayón dedicó a la mencionada figura retórica varios cursos, para uno de los cuales se redactó este prólogo, que con independencia de su autor puede considerarse así origen inmediato del proyecto de las "Vidas". *** 6 PREFACIO ________ ¿Cómo juzgar las palabras de alguien que nos fué cercano y hoy se encuentra más allá de cualquier posibilidad de resurrección? Porque a pesar de todo uno nunca está cierto de que la distancia sea ya la requerida para un juicio desapegado. Reny Poch era un personaje de novela. Por desdicha, su novela nunca se escribió. Las novelas nunca se escriben, las escribe alguien. Otro. La suya habría sido una novela intelectual apasionante, la catástrofe del pensamiento arrastrado por la fascinación de las formas sensibles, de las palabras. Leyendo una de estas páginas que nada me dice de repente en un párrafo se me abre una ventana sobre espacios radiantes, planicies ingrávidas y blancas donde flotan fantasmas de los cuerpos, de todos los cuerpos que pudieran haber poblado un mundo. No lo hubo. Nada diré del valor intelectual de estos campos de ruinas, que a mí me atraen por lo que tienen de pecios, de testimonios de pasados naufragios que interesan porque ayudan a imaginar los viajes que fracasaron. Pero sí señalaré una impresión, facilitada por el orden cronológico que los editores casi han respetado. Del primero de esos textos, que hacen ellos apéndice final aunque no tenga yo pruebas ni dudas de su autoría, hasta el último, truncado al parecer involuntariamente, es evidente un movimiento. ¿Progreso? A mí más me parece regresión. Derrumbamiento de un juicio enfermo de trascendencia especular avergonzada. Regreso de un pensamiento convaleciente de más allá que sólo puede ser ya al más acá del mono cotidiano con legañas de horizonte en las pestañas. El trayecto imaginario que concluye en el psiquiátrico de Steinhof comienza en realidad en él: en la locura de la palabrería erudita, pseudocientífica, de las jarcas universitarias que atestan los pasillos de un nunca con ínfulas de siempre. De ahí arranca el giro de esta insensata centrifugadora que quiere arrojar de sí, en la rotación acelerada de la burla, primero la jerga de congreso y seminario, para atreverse luego con las mismísimas raíces de la veneranda lengua madre en esas etimologías que recorren delirantes el "Falófanes", confiándose al azar para volverlo sentido en chispazos repentinos. Ahí el ajuste de cuentas es con la memoria familiar del saber occidental, con 6 el latín y el griego, y no se me hace extraño que sólo a continuación florezca el oasis más bello, para mí, del libro: Abenjamás, punto central de no sabemos qué equilibrio que sólo puede ser, ay, soñado (pues apéndice o miembro siempre falta uno en la morfología de lo cierto). Escapar mediante un juego de espejos que trata de dejar atrapado al intérprete en su interpretación, al lector en su lectura, y escapar de ambos al país sereno y fértil de la vida. Sólo ahí, escurridos los cielos de la lengua, escampa un claro para la poesía. La palabra injustificable, justificada. ¿Y después? Después, que es el antes, el presente al que se van acercando los textos se torna ominosamente lejano, ajeno, inhabitable. Después, la caída de vuelta hacia la escena del ahora y sus pobladores trae a la luz un falsificador. Único disfraz que queda tras aquella fuga fantástica del poeta, cuando sin embargo la presión para declararse alguien, un nombre, no cesa y pasa de opresiva a amenazante. Las "Estampas de una transición" no concluyen en un volatín airoso que saque al actor de la escena del teatro, con escenario y luces y nuestros palmos de narices incluidos: aquí la hoguera, aquí la muerte administrada, aquí la historia vuelve a exigir su imposible satisfacción. Y el texto se rasga en dos registros entre los cuales no queda más paso que unos tenues hilos de equívocas resonancias. Aquí el burlón intenta repetir la maniobra con la historia entera, y encerrar el mundo que el lector -y el escritor mismo- dan por real en la cueva de las ficciones, una más entre las tantas; pero eso no le brinda al nagüal otra habitable. Aquí, el poder que actúa en el mundo se ha agotado, el mundo ha sido cambiado a la medida del deseo, de otro deseo, y sin embargo no alcanza a hogar. Es demasiado tarde. Es en la historia. Donde lo inhumano siempre ha tenido ya lugar. Donde el amor -otro amor- siempre fue ya traicionado y alguien traido al mundo a traición, a tal traición. A tal nombre. Y así desembocamos en el silencio. El silencio de Steinhof al que tres trazos solos desnudan la hondura. Ya no hay erudición, ya no hay lengua madre ni historia patria que burlar para aliviarse. La soledad de un tiempo arrasado en que rueda un corazón repitiendo su trayecto circular como un tranvía. De la especulación más elevada a que alcanza el pensamiento, de los abismos y misterios del Uno hemos caído hasta un montón de ruidos polvorientos. Y sin embargo, en el curso de ese largo derrumbarse el pensamiento en la certeza de su inutilidad, gravedades y pesos han ido cayendo por las 6 bordas de la lengua. Desnuda, aquí ya sólo indica la puerta. Por la que alguien salió. No la anuncia. No convoca. No pretende. Quedó ahí: es inevitable dejar huellas. La palabra inevitable: desde la escandalosa esquiva de la palabra que constituye el corazón del miedo parlero hemos llegado hasta aquí. La palabra inevitable que queda atrás. No, yo no creo que se hayan perdido otros trabajos, que falten etapas de este viaje. Y si así fuera, si se demostrara que el autor había querido seguir hablando, había seguido hablando, tendríamos que reconocer que una vez más el azar ha venido a enmendar sabiamente la plana. *** J.L.A. 6 FALÓFANES DE CEFALEA 6 Respice item quam nil ad nos ante acta vetusta temporis aeterni fuerit Lucrecio I - DE VIA VITAE OPERISQUE1 Lux alexandrina "Luz de Alejandría y guía de descarriados", como le llamara Filemón Megástomos en los albores del siglo IV, "escuercillo tiznado" en opinión de su contemporáneo y rival Minucio Escatón, Falófanes es hoy de nuevo un perfecto desconocido salvo para unos cuantos helenistas recalcitrantes. Como debía de serlo al cruzar por vez primera las puertas de Alejandría en el 220 d.C. para trabajar con algunos de los mejores gramáticos del helenismo. Como debió parecerlo para cruzarlas en sentido inverso en el 231, burlando la persecución de los lictores imperiales. Atrás dejaba una brillante fama de polemista, una sólida obra de gramático y traductor, y preñada a la hija del prefecto, a más de las ideas que al cabo habían de alumbrar un libro singular: el Perì idiotés, conocido en la parte occidental del Imperio como De miseria traductionis, versión latina a cargo del propio Falófanes. Permítasenos comenzar esta exposición desplegando brevemente ante el lector el escenario vital e intelectual de nuestro autor, el mismo que fuera objeto y sujeto de sus desvelos: el Imperio. Transcurren desde Augusto casi dos siglos y medio -235 años hasta el asesinato de Marco Aurelio Severo, por ser estricto- durante los cuales la pax romana se extiende por toda la cuenca del Mediterráneo, que bosteza en arcos triunfales de ciudades amodorradas en lo económico, lo político y lo cultural. Más habituadas a los manejos aptos para el buen provecho de la siesta, son las provincias y en especial las orientales quienes dejan sentir cada vez más su voz mientras le van dando un vuelco a la situación del Estado. Pues ellas eran quienes venían soportando el peso de los órganos imperiales, en particular su bolsa, sin hallar a cambio nada palpable digno de mención. 7 La pobreza generalizada y la consiguiente floración de nuevos ricos, como el Trimalción de Petronio, el convencimiento de que una Roma lejana y cara ahogaba la vida ciudadana, junto con la ineficacia de la administración, son algunas de las fuerzas impulsoras de ese cambio; que viene acompañado por la difusión del cosmopolitismo estoico y las diversas religiones mistéricas, con su énfasis en la comunión universal. El más claro testimonio del proceso es sin embargo la concesión progresivamente acelerada de la ciudadanía romana a amplísimos sectores de población, y a ciudades enteras, hasta la promulgación del edicto de Caracalla (212 d.C.) por el que se concedía a todos los hombres libres del Imperio; lo que no dejaba de ser un mero espaldarazo legal a la transformación del estado-ciudad Roma, dominadora de pueblos, en Estado territorial. Pero los costos del proceso iban siendo demasiado elevados: los numerosos militares y burócratas que lo hacían posible iban aparejados, pecuniariamente hablando, con un gravamen tan irracional que generaba el desinterés de las ciudades por la comunidad imperial. Como exclama Apolonio de Tiana: "Vosotros que poseéis el poder absoluto y decís que sabeis gobernar, ¿cómo es que las ciudades por vuestra causa se ven abocadas a esta miseria que están padeciendo?"2 Entre falsos tullidos, vocear de taumaturgos y presagios y el periódico, puntual estruendo de legiones, entre mármoles que ya acusan la pátina del tiempo y exigen alguna nueva gabela del municipio, languidecen ciudades reducidas a centros de recaudación del agro y el comercio, donde el hastío no halla más modo de matar un tiempo muerto tan inmortal que darle a la lengua sobre estrados y triclinios. Erótica y retórica se erigen en las producciones culturales de la época, revoluciones de viento que revuelven abrazos con Maratón y Roma con do yago, y en el intento de hacer memorables las pieles y tangibles las almas ilustres hacen ropero la memoria, y la palabra, muda. * 7 Las comarcas que se extienden al pie de las montañas al oriente de Alepo, en el curso alto del Eúfrates, sirvieron durante mucho tiempo como puesto avanzado en la lucha contra los reyes de Partia, empeñados en controlar los accesos al Bósforo por el interior. Cabeza de una región de importancia estratégica y económica, la ciudad de Cefalea se ganó no sin dolor su nombre en todo el Asia; en efecto, la comarca fué devastada durante tres años y la propia capital asediada en el 174 d.C. El prolongado cerco sometió a necesidades extremas a sus ciudadanos, que se amontonaban como podían tras sus murallas con hombres, mujeres y animales de todos los contornos. Al fin, tras nueve meses de asedio, el procónsul Claudio Máximo hizo levantar el sitio al rey de Partia, y durante su viaje al Oriente en el 175 el propio emperador Marco Aurelio recompensó a los supervivientes con la ciudadanía romana. Así pues por culpa de los partos la población de la ciudad se redujo drásticamente, pero aumentó enormemente el número de ciudadanos. No es de extrañar su afición a las paradojas y a la retórica en general, que contó en Cefalea con un importante centro. Allí nació en el 182 d.C. Falófanes, hijo de Meneo, como todo hijo de vecino, inscrito en el censo en calidad de ciudadano romano. La región había quedado devastada, pero aun así mantenía un activo foco cultural alimentado por las ciudades costeras del Asia Menor y la vecina Siria, así como por las comunicaciones con Egipto. El joven Falófanes debió de formarse por tanto en la cultura helenística mezclada con fuertes elementos orientales. Filóstrato nos informa en sus Vidas de que Hermógenes y Antíoco entre otros retóricos de fama se establecieron un tiempo en la ciudad, y allí debió de verlos muchas veces el joven Falófanes al acudir al ágora a iniciarse en las artes de la elocuencia. Safi ad-Din al-Urmawi nos informa de que entre sus maestros se contaron "el sofista Nicéboros y el músico y poeta Ciclóstenes de Gela, quien le inició en los secretos de los modos y períodos comunes a todas las artes"3. 7 Habida cuenta de la ambigüedad del término sofista para los musulmanes, cuyo concepto de sabiduría se hallaba hipotecado por la revelación coránica, y de que no hacían con ello sino reduplicar la ambigüedad de los helenistas respecto a quien se ocupaba en "dikas legein kai sofisteuin ta retorika", cabe suponer que Nicéboros no sólo le proporcionara la formación específica del rétor a partir de los progymnasmata de Teón y Aftonio o meletai ya clásicas, como la Monodia por la muerte del huevo o el Elogio de la fiebre cuartana, sino que también le iniciara en los lugares comunes de una educación filosófica esmerada, es decir, el Aristóteles del corpus lógico y la Parva Naturalia, los estoicos en su versión romanizada, con su acento moral al modo de Posidonio y Séneca y su descuido de la lógica proposicional, y partes de Epicuro y Demócrito, vía Lucrecio, sin que haga falta señalar que en la Gran Siria la afición por cultos como el de Mitra o el Cristo, que se extendía por todo el Imperio, debió de ser otro elemento significativo en la formación del joven Falófanes. También debió enseñarle a respirar: técnica de la frase tan imprescindible como la del gesto, o como esas mnemotecnias tan celosamente guardadas que a veces provocaban una acusación de hechicería. En cuanto a Ciclóstenes4, había residido largo tiempo en Roma y conocía a la perfección la cultura latina. A más de enseñarle la lengua e iniciarle así en su género favorito, la sátira, a través de Lucilio y Juvenal, le enseñaría también la restante literatura latina y por supuesto la griega, así como elementos básicos de declamación teatral, música y danza. A lo que hay que sumar el trato con músicos y gentes del teatro, constante de decisiva importancia en la vida de Falófanes, cuyo primer fragmento conocido es precisamente una composición sáfico-anacreóntica con que ganó la corona en las Diasias del 2055. La primera intervención de Falófanes en otros asuntos de interés público se produjo cuando contaba cerca de veinticinco años. De su alegato Contra Hapax nos han llegado sólo referencias indirectas, pero su manejo de la reductio ad absurdum debió de ser tan brillante como para que el gobernador de la plaza, 7 en el informe que anualmente enviaba a Roma, lo considerara digno de mención. Otros comentaristas también, como Elipseo Crasis, entre otros: así, Epanalepsis, como modelo de buen uso de las figuras de dicción en la discusión, en la discusión con Anástrofe de Zeugma sobre la aféresis, Anapitixis, en su Encomio de Repéntesis, o en fin Anapodotón de Sileps concuerdan por igual en el sentido de considerar la pieza modelo de oratoria. Hapax salió absuelto. El primer hito de su biografía forense se establece sin embargo a raíz del proceso contra Pélico, un oscuro sofista nubio al que las autoridades romanas encarcelaron en el 210 por negarse a ofrecer sacrificios al emperador. En realidad sólo se negaba a recitar las fórmulas en latín, algo generalmente admitido en las zonas helenizadas del Imperio pues como él muchos ignoraban esa lengua. Pero además, cosa más infrecuente, quería entender lo que decía, y también fué a tropezar con un gobernador especialmente incompetente, circunstancia que acabó por llevarle ante los tribunales, a Pélico. A Falófanes le encargó la ciudad la defensa del acusado, que no era ciudadano romano. Fue su primera obra en latín, con un despliegue no menos brillante que en griego de recursos oratorios, en particular del hipérbaton, consiguiendo del reo la absolución y el repudio, al mismo tiempo, de éste, de la ciudad y de la administración romana, tachado de inmoral, inoportuno e insultante respectivamente. El caso es que el caso le llevó a reflexionar sobre las relaciones entre la lengua madre, el griego, y la lengua de la patria imperial, y así, a las relaciones entre retórica y realidad. De este proceso data también su fobia u hostilidad hacia el representante en el mismo de los intereses de Roma, Foción o Fotius de Abdera, rétor famoso por su adicción al poder imperial y sus ansias de medro con quien su camino se cruzará en varias ocasiones. A resultas de esta crisis Falófanes abandona Cefalea arruinado y confuso a comienzos de la primavera del 211, semanas después de la muerte de Septimio Severo en York que embute a Caracalla en el manto imperial. Fuentes no del 7 todo fiables como Libanio y Sopón señalan un viaje a la Grecia continental con parada en Atenas; pero en la época era ése lugar obligado en las biografías de todo filósofo o gramático, con independencia de que en efecto muchos eran los estudiantes que viajaban desde todas las provincias del Imperio atraídos por el aura de la antigua metrópolis y los talentos que solían reunirse en su cátedra de Retórica6. De cierto sólo sabemos que tras su partida Falófanes vagó por el Asia Menor durante algunos años. Nos hallamos pues en el final de Roma. Cuando se lanza por vez primera a construir en la tribuna largos períodos en difícil equilibrio de claridad en el significado y voluptuosos entrelazamientos de las formas, el joven retórico se encuentra rodeado por una estructura en la que Roma, bien que aún revestida de su mítica aureola de crepuscular dignidad, al cabo es una más de las ciudades en el gigantesco escenario del Imperio. Lo que sabemos de su vida recuerda en efecto uno de esos mosaicos vueltos hoy piélago de vestigios y archipiélago de enigmas donde cantan las chicharras y hacen futin, diminutas, las hormigas, entre raíces de pinos que ajenas al yambo y al espondeo y al fasto pasado de todo esplendor o grandeza de hombre destrozan con lenta inocencia de seres ajenos al tiempo los blancos enigmas que un día sirvieran de cuna a las diosas, buscando sustento en cantiles agrestes con dedos leñosos de hambre entre latas y grietas del mármol que un día adornara los atrios y alcobas de villas cual gotas de espuma dispersas por toda la rota, o mejor quebrada geografía del mediterráneo imperial, donde impúdicos provincianos pudientes buscaban en los edenes artificiales de la palabra un dócil rumor de fontana que arrullara su paulatino ocaso, olvido y canción, algún bienestar en la sed final de vivir un hoy que la historia, cruel, arrastraba a un olvido tan cierto como los papiros que adornaban sus mansiones con el desleído testimonio de tantos imperios y reyes muertos, en orgías mil y deleites cien, contando hasta diez jugando a coger a quién sabe quién, bajo un cielo solo, éste, fiel testigo, y mudo 7 siempre, de las andanzas de Falófanes que recuerdan en fin a un mosaico salpicado de luces y risas al fondo del mediterráneo, entre ciudades y multitudes fantasmas bulliciosas en foros hoy derruídos entre las cabras. Es entonces cuando Falófanes abandona la retórica en busca de la palabra necesaria. * Según una noticia poco fiable, como todo Prepux, "Falófanes el sofista, como viera que no lograba hacerse una clientela, resolvió irse entre los actores a fin de aprender de ellos los trucos de su arte y mejorar sus discursos". La noticia sólo puede apoyarse en un brevísimo pasaje de Elio Arístides en que éste se burla de quienes ignoran la distinción de los géneros y "revuelven en su olla Demóstenes con Menandro sin saciar sus tripas, como aquel eunuco de Cefalea"7. Por estas y otras fuentes indirectas puede suponerse que Falófanes abandonó Cefalea en torno a los treinta años para vagar por Cilicia, Misia, Bitinia y Paflagonia, mezclado en ocasiones con compañías teatrales, en otras solo, alternando la vida de actor con trabajos que su formación le facilitaba y hoy llamaríamos de secretario para todo: redacción elegante de cartas, educación de hijos de las clases acomodadas, intérprete y traductor... Dejó algún tenue vestigio su paso por Apamea, Pisidia y Meonia, y algunos indicios más sólidos su trabajo de cómico en Larisa; está confirmada por el obispo Priscilo su presencia en Laodicea, Mileto y Éfeso durante los años que van del 213 al 219, así como su partida por mar hacia Alejandría en el mes Antesterión de ese último año8. La sola fuente biográfica para todo ese período es el Etairogenos kai homogenos, escrito años después en Alejandría y tradicionalmente conocido con el erróneo título de Peri heterou9; y aun eso, aceptando la dudosa suposición de que sus peripecias argumentales traduzcan experiencias del autor. Por su estructura formal semeja una extraña mezcla del clásico diálogo platónico con 7 Luciano de Samósata, lo que ha dado lugar a las especulaciones más atrevidas. En cuanto a los episodios que cabe adscribir verosímilmente a la vida de Falófanes, suelen aceptarse el de "la molinera, el asno y el joven actor" (PH27), y el de las matronas que detienen en el circo, arropándolo bajo sus túnicas, a un toro fugado gradas arriba(PH53). Éste último podría hacer concebir, desde luego, que Falófanes trabajaba en Tralles con la compañía del egipcio Repéntesis durante los festejos en honor del legado Minucio, que había marchado al Oriente en el séquito de Caracalla, es decir en 217. Sabemos que los festejos se interrumpieron al conocerse el asesinato del emperador en Carrae. Por tanto, los disturbios que acompañaron la entronización de Macrino y las comunicaciones de la época no habrían permitido que antes del 218 Falófanes pudiera "llevar toda la primavera en Éfeso con la amable Ampélide", como se afirma del protagonista del lance de la bodega (PH 110) 10. Este último merece un breve comentario, habida cuenta de la noticia de Elio Arístides antes citada que sobreentiende pública la condición de castrado de Falófanes. Que se base en una experiencia del autor es cosa que puede suponerse razonablemente. Ahora bien, considerarlo sublimación literaria de su efectiva castración física en Éfeso a manos de marineros ilirios, poco antes de su embarque hacia Alejandría, resulta tan aventurado como considerarlo metafórica exposición de las razones intelectuales que llevaron a Falófanes a perder oficio y nombre, al menos en su mayor parte, para sumirse en un oscuro anonimato11. Lo juicioso es convenir en que algo sucedió en esos años que le llevó a abstenerse de prácticas sexuales habituales en un medio como el del teatro, de proverbial promiscuidad. Esto pudo llamar la atención de sus contemporáneos lo bastante para dar pie a los rumores que recoge Arístides. En cuanto a su interés por las relaciones entre sexo y lengua, bastaría a explicarlo su contacto posterior con el gnosticismo y los cultos de Isis así como con los burdeles alejandrinos, si no se tratara además de un locus communis de la retórica de la época: baste recordar las ironías de Favorino de Arelate sobre su 7 condición de sine testiculis natus en sus diatribas contra Polemón12. Dejaremos pues a un lado las interpretaciones en asuntos tan delicados remitiendo al lector a la bibliografía más o menos pertinente13. * En la Alejandría que encuentra Falófanes en el 220 d.C. se apiña más de un millón de habitantes, a pesar de la visita no muy lejana del emperador Caracalla que hizo cuanto en su mano estuvo por reducir tal densidad de población. Además de su prosperidad comercial, la ciudad goza de un inmenso legado cultural: junto a la conocida Biblioteca y el Museo, auténtica universidad del helenismo con observatorio, anfiteatro de anatomía y jardín botánico junto al río, confluyen allí la obra del judío Filón, la escuela teológica de Panteno, diversas corrientes gnósticas y una pujante floración de teosofías y cultos mistéricos entre los que destaca el de Isis; sin olvidar la filosofía helenística en versiones casi tan numerosas como las del cristianismo. No es de extrañar que recién llegado a una ciudad de semejante ambiente cultural un hombre con el historial de Falófanes hallara pronta ocupación en oficios como la siega del papiro, el raído de pergaminos o la caza del cálamo currens por los juncales, que prosperaban en terreno abonado gracias a la enorme actividad de la Biblioteca. Esos años dejaron huella imborrable en la consideración de los textos como artefactos que aparece en el Perì idiotés. Las noches las disipaba entre actores y poetas, hasta convertirse en personaje proverbial por su afición al vino; como tal aparece en una comedia hoy perdida de Memnón14. En esa época conoció también a la que fué su gran amor, la cortesana Milena de Mitilene. Esta mujer, cuya belleza y cultura fueron famosas en todo el Oriente, se estableció en Alejandría unos años antes de la llegada de Falófanes, y rápidamente logró reunir a su alrededor lo más selecto de la vida cultural de la ciudad. Vivía en una lujosa residencia de las afueras junto al mar, y por los testimonios de admiradores y detractores debió de tratarse de uno de los 7 recintos más bellos de la época, al que numerosos amantes aportaron sus talentos. Así, Escopolón de Samos adornó peristilo y jardines con sus mejores bajorrelieves; Cerdóforo de Agrigento taló viñedos y olivares para adornar a su dueña con fíbulas y zarandajas; y Rudaurico de Vindobona, el citaredo, creó para amenizar sus banquetes algunos de sus más afamados circumversus. Entre los escritores, Cecilio Pontio dejó un caudal de elegías en que lamenta no poder dar curso a sus sentimientos contenidos; y Sexto Crescitus, epitalamios en tono menor sobre la suerte del amante esclavo que sufre y calla al pie del tálamo en que la bella ama a su amo15. También encontramos huellas de aquella pequeña sociedad epicúrea en algunas oscuras diatribas de Pánfilo y Simón de Gaza, presbíteros cristianos que residieron un tiempo en la ciudad. Al parecer, Falófanes conoció a Milena en el curso de sus funciones como proveedor de pergamino, según se desprende de la fantasiosa versión del episodio en un novela milesia contemporánea de los hechos16. Allí, los asistentes a un banquete improvisan una justa literaria, y ante el cortés rechazo de la dama de la casa a señalar un ganador se encuentra la solución de conservar por escrito obras tan memorables sin excepción. Mas la noche está avanzada y en la casa no se encuentra suficiente recado de escribir; se manda traer y tráelo de la distante ciudad un esclavo, en secreto enamorado de la anfitriona, a quien entrega al distribuir los pergaminos uno que contiene sus propios versos de amor. Leídos por ésta, merecen de los congregados el elogio unánime y el laurel, que no obstante vacilan en entregar al conocer la condición de su autor. Por fortuna, éste revela ser un noble de los confines de Partia cautivo en su mocedad, lo que posibilita un feliz desenlace con entrelazamientos sobre el triclinio. Fabulaciones literarias aparte, todo hace creer que el sincero amor y la rendida admiración que Falófanes profesó a Milena hasta su muerte fueron mutuos. El delicado personaje de Ampélide parece inspirado en su figura, así como algunas de las escenas más cálidas del Peri heterou; a ella dedicó diversas 7 composiciones líricas infortunadamente perdidas, y todavía en el Perì idiotés un Falófanes en puertas de la muerte dedica párrafos conmovedores "a esa niña tierna y terrible, la cortesana, cuyo seno dispensa al peregrino el agridulce consuelo del mundo, fugaz e imperecedero" (PI, III, 18). En todo caso es seguro que ella fué quien le puso en contacto con la escuela de traductores, gramáticos y comentadores de Eulogio Doxofobita, fundada en el 212. Se ha demostrado su participación en la elaboración de una gramática hebrea y la traducción de diversos textos; de esa época data también la redacción inicial del Peri heterou y varios opúsculos polémicos. Asímismo parece probado que a través del círculo de Milena conoció al neoplatónico Amonio Saccas, por entonces de regreso de la India, con quien tuvo ocasión de discutir largo y tendido acerca de la dialéctica de las partes y su fusión en el éxtasis del Uno17. La influencia de Milena parece haberle devuelto a Falófanes la confianza precisa para volver al estrado. La llegada a Alejandría en el 223 de su viejo conocido Fotius-Foción, huído de la corte de Heliogábalo tras el asesinato de éste, coincide con el regreso de Falófanes al foro en una serie de intervenciones que culminan en su célebre diatriba Hiper Pantaborou, que le ganó una reputación inusitada en la ciudad. El texto parte de un incidente ocurrido en los confines de Persia entre un virtuoso gymnosofista hindú, es decir bárbaro, y un brutal legionario escita, es decir romano. La barbarie le sirve así de contrapunto para mostrar el doble juego de unos civilizados que saben "llenar su boca vaciándola" (HP 36). El propio Falófanes convirtió el texto en una sátira en latín conocida desde la época como In sacula saeculorum por su comienzo18. Las religiones mistéricas del amor pasan por entonces a ocupar el foco de sus intervenciones públicas. La más conocida es sin duda su Panfilía panfylés, contra el obispo cristiano Clemente, al que acusa de ofrecer como amor gratis dato "la ganga de un Filón ajeno". A diferencia de críticos como Celso, empero, Falófanes identifica al cristianismo con una más de las religiones imperiales, de 7 las que le brinda una maqueta perfecta la experiencia de Heliogábalo reciente en todas las memorias. A partir de la discusión entre cristianos acerca de si traducir sus textos al griego o al latín, el de Falófanes enfrenta el imperium y su derecho con la ecclesia y su amor para mostrar el común error en que ambos encuentran sustento, la confusión de explicatio e implicatio en una summa complicatio sine replicatione. Durante el período final en Alejandría se torna así franco rechazo su cauto acercamiento a las religiones de la communio y su idea del homo viator, de un peregrinaje sin término en el verbo como catolicidad nunca consumada. * La inveterada afición de Falófanes por la vida nocturna fué la causa de su precipitada salida de Alejandría a comienzos del 231. Al parecer la hija del pretor romano, Tulia Vulpia, mostraba un persistente interés por las iniciaciones a oscuras, aunque concurridas, liturgias mistéricas que al igual que nuestro autor frecuentaba, extremo que aquí ya se ha tocado antes. Por ese conducto tan frecuentado estableció contacto con Falófanes, de quien al parecer quedó prendada, y por metaplasmo, preñada. Sin embargo la figura retórica no le pareció convincente al pretor, como soldado, bastante escéptico ante la potencia virtual de la lengua, sobre todo la de un presunto eunuco. De modo que entabló un proceso fundado en la imposibilidad de que su hija acudiera noche tras noche a ciertos lugares de no mediar artes de nigromancia; sobre que no debía de haberle gustado nada el malabarismo desatado por Falófanes en uno de sus escritos técnicos sobre la traducción al griego de "praefectum" como "prostatés"19. El episodio ha hecho recordar a veces a Apuleyo, juzgado en el 170 en Sábrata por idéntica acusación. Aunque ciertas circunstancias coinciden, la figura del autor de las Metamorfosis no puede pese a ellas confundirse con la del 7 cefaleo. Pues en este caso no contamos con un testimonio comparable al De Magia, donde el de Madaura anticipa el camino que lleva a las ciencias de la naturaleza, vía alquimia, al hacer de la magia una física aún inexplorada, y de las presuntas propiedades demoníacas, atributos de la materia aún desconocidos. Argumentación material en que la retórica cumple un mero papel técnico de instrumento con que persuadir de cualidades y relaciones de un objeto, aunque sea uno capaz de alterar las de todos los demás, esto es, la magia. Sabemos que también a Falófanes se le acusó de participar en una sesión de nigromancia en las inmediaciones de la quinta de Milena, en el curso de la cual habría hecho "surgir de entre sus piernas profiriendo palabras extrañas un órgano luminoso y desmesurado que se mantuvo erguido toda la noche, visible en varios kilómetros desde la mar, por toda la costa y en la misma Alejandría, sin extinguirse hasta el amanecer"20. Ese falo deslumbrante habría cegado a Tulia Vulpia e inducido la síncopa coxígea y el metaplasmo mencionados. Ahora bien, los contemporáneos tenían como nosotros constancia de la disgregación de la moral en la época, así como de la tenaz idiosincrasia de los bajos en todas. Tanto en Plinio el Viejo como en Plutarco o Quintiliano se encuentran referencias a erecciones que se prolongaron durante horas21, y el episodio de la cornamentación del emperador Claudio por su esposa Mesalina parece haberse apoyado en un número más que satisfactorio de testimonios directos, así como en un sólido triclinio. Y en cuanto al difundido empleo de afrodisíacos, nada se opone a que alguno de los emplastos al uso en Egipto tuviera una composición fotoquímica que lo hiciera visible en la oscuridad22. De modo que Falófanes también podía haber buscado el apoyo de su experiencia con las plantas que crecen entre los papiros del Nilo y de autores de reconocida autoridad, que sin duda conocía. Habría podido así elaborar con los recursos de su arte una argumentación similar a la de Apuleyo, es decir, que la gigantesca 7 luminiscencia era exageración de unos atributos naturales desconocidos hasta la fecha. Pero el universalismo de la forma contenido en la retórica, capaz de defenderle lo mismo a él que a un Foción-Fotius juzgado poco antes por alfadía y al cabo absuelto, era precisamente lo que Falófanes rechazaba en público y en privado desde hacía mucho. No en vano fué él quien escribió en esa época de las palabras que "bajo el Imperio, el significado es el abuso que velan y contradicen". También se ha sugerido que el proceso habría puesto en claro su controvertida condición de eunuco, y que Falófanes no deseaba que se perdiera el aura de misterio tan coquetona que le rodeaba, ni la bella Milena su reputación profesional, ni el bestia de Lupino Vulpio la última duda respecto a la de su hija, ni las autoridades locales su ilustre rétor, ni el prosaico tribunal, en fin, soportar más retahílas de alejandrinos23. Sea como fuere es el caso que Falófanes evitó toda defensa, y ayudado por su origen y su experiencia teatral logró escapar de Alejandría caracterizado como mujer de parto. Sabemos que hubo de dejar atrás su biblioteca y la mayoría de sus manuscritos, que parcialmente copiados en la escuela de Eulogio llegaron a conocimiento de los estudiosos árabes posteriores. Tenía entonces cincuenta años. Se abre así el último capítulo de la vida de Falófanes, huído a buscar refugio tras las fronteras de una barbarie tan invocada en estrados y triclinios que al fin se ponía en marcha para acudir a la cita: mientras el Imperio se sume en un período de caos que anuncia su desmembramiento, los godos cruzan por vez primera el Danubio, y los emperadores se suceden como fuegos fatuos en el azar de las legiones insurrectas y los sobornos. De él sólo sabemos que anduvo exilado por el Bósforo cimerio, junto a las riberas del Borístenes, para acabar sus días en la pequeña ciudad de Bitinia póntica a los sesenta y dos años de edad, según Onomarco de Andros. Allí debió de redactar el Perì idiotés a partir 7 de notas e ideas parcialmente elaboradas en Alejandría y durante su presumiblemente ajetreada huída hacia su destino final. Podemos permitirnos imaginar su figura menuda arrebujada en un manto pobre de peregrino, algo cargada de hombros, con las huellas de avatares ignorados en la frente, avanzar discreta entre la multitud por las populosas calles de Cefalea, esquivar por un callejón lateral un ruidoso temblor de cimeras que pasan entre los puestos de fruta, devanar las callejuelas del mercado hasta ir a dar, por un recodo apacible, ante una mansión muy blanca; atisbar por sus puertas entornadas el trajín de los esclavos, los niños que pasan corriendo en sus juegos junto a la alberca, la cháchara de las mujeres que se alza desde las cocinas enzarcillada en aromas de aceite, el inmutable alero y junto al ciprés la vieja ventana que permanece, a pesar de todo, abierta; alejarse en silencio y reposar su fatiga sobre las gradas del Foro, donde jóvenes oradores se inician en las artes de la palabra bajo las alas fantasmales de la gloria y los gorriones inadvertidos; alzarse al cabo y alejarse, diminuto de nuevo, entre la muchedumbre que busca la Puerta Antonia para volver del mercado hacia sus aldeas en las montañas, por el camino del Norte, desaparecer. Leve, cargado aún de pluma sólo, para esfumarse mansamente junto al fondo de un mar sin salida en un paulatino desvivirse de renglones: "Entre la producción del absurdo y la reducción a él, sólo un modo de conducirse le queda al hombre cuerdo si ha de ser con sus semejantes, no sin ellos: pasar sin detenerse, mirar sin aferrar, traducirse entre las figuras que le rodean y pasan hasta el punto final. Acaso así le sea dado escapar a esa idiocia, por imposible universal, particularmente cierta, que hoy todo lo invade, hasta el ayer, hasta el siempre"24. * 7 De miseria traductionis Obra sin par en el mundo del helenismo, el primer problema que presenta al estudioso este libro único es que son dos. Tradicionalmente se ha considerado el De miseria traductionis como traducción del propio autor de su obra original, el Perì idiotés, redactada casi por entero antes de su partida de Alejandría. El principal apoyo de esta hipótesis es que el texto griego recurre en abundancia a citas del propio Falófanes y otros autores, en tanto el latino carece prácticamente de toda referencia textual; lo que se debería a que el autor, ya huído, escribía de memoria y sin apoyo de biblioteca ni escrito alguno. Cabe sin embargo considerar tal hipótesis como efecto de un cliché histórico que sitúa lo latino indiscriminadamente después de lo griego. La contraposición entre el austero texto latino, en la mejor tradición de la prosa romana, y el asiánico barroquismo del texto griego es lo bastante acusada como para achacarla antes a un propósito de composición que a azares externos, aunque éstos hubieran podido sugerir inicialmente la idea. Si además consideramos la atención que se presta en ambos textos a las relaciones entre lengua madre y lengua patria, apenas cabe ya duda de que Falófanes quiso mostrar en la forma doble de su obra lo que trataba de decir en su contenido, a saber, la imposibilidad de que un sólo discurso pudiera dar cuenta de ambas, o siquiera decir algo sensato sobre el abismo que las separa. El De Miseria se perdió a comienzos del siglo XIII en el saco del monasterio de Saint Facund-en-Provence, incendiado por tropas almogávares en retirada tras la derrota de Muret. Desapareció así el último manuscrito completo, de cuya existencia se hace mención en varios códices de los siglos XI y XII, así como en un quodlibet de Pedro de Auriol25. En cuanto a la versión griega de la latina, se conoce tradicionalmente a través de los fragmentos reproducidos en la Gramática del hijo bastardo del último emperador de Bizancio, Nicéforos, quien 7 tras llevar a la derrota a sus tropas en la batalla de Sinaia (Rumania) llevó a los jinetes otomanos la suficiente delantera para ganar el monasterio de San Nicolás de Tijain, junto al lago Balatón. Ayudada por la delación de Zoltan de Transilvania la cabeza viajó solita de vuelta a Estambul, que estrenaba nombre, y el manuscrito quedó olvidado en el monasterio junto con su cuerpo y otras pertenencias. Tras vicisitudes que ignoramos el manuscrito llegó a manos de los Habsburgo, quienes lo depositaron en la abadía de Melk. A principios del XVI se realizó una edición parcial en Venecia, de la que sabemos tuvo noticia Juan de Valdés por una observación contenida en su Diálogo de la lengua26, y en 1569 se imprime la edición princeps en Mantua, a cargo de Giacomo Pellinguini. El editor indica en el encomio introductorio que uno de los méritos de Nicéforos es ofrecer como ejemplos de los problemas estudiados "textos de gramáticos y retóricos antiguos de los que nada conocemos sino éstos, como Falfanio de Alejandría (sic), el traductor, o Focio el rétor". Esta última alusión es decisiva porque confirma que Pellinguini desconocía una de las fuentes más importantes con que hoy contamos para reconstruir el texto de Falófanes: el Kitab-al-adwar de Safi ad-Din al-Urmawi (m.en 1294), un tratado de música en una de cuyas secciones se hace extensa mención y cita del "egipcio Alfalún de Alejandría, el primero en tratar como se merecen las cuestiones rítmicas y fonéticas de la palabra"(KA, $3). Como quiera que Fotius-Foción también es extensamente mencionado por Safi, podemos concluir que el Kitab al-Adwar permaneció ignorado de los eruditos europeos hasta los trabajos de Klinger y Tönnen a comienzos del siglo XX27. La singularidad del Perì idiotés comienza a dejarse sentir ya en la disparidad de contextos en que aparecen mencionados autor y texto: ¿música o retórica, traductor o filósofo?28 Falófanes se acerca a la lengua desde posiciones que hacen resaltar la materialidad del signo como objeto de constante perplejidad. Las distinciones entre géneros, entre dimensiones fonéticas, 7 sintácticas, semánticas y pragmáticas, incluso entre significado y referencia, desaparecen en un perspectiva en que el problema capital de la lengua pasa a ser otro: la posibilidad de la idiocia, centro inasible de un universo fragmentario esencialmente multiverso. Dados los saqueos, incendios y otros deberes inexcusables que acompañan la entrada de la barbarie en el curso de la historia, nos es difícil conjeturar la estructura del texto. Pero a fin de cuentas igual nos sucede con quien amamos, que el tiempo hace dudoso el verbo, y pretérito o presente se confunden en una misma palabra titubeante. Y sin embargo recurrimos a arrugas, hijos y otros indicios para reconstruir enunciado el calendario y hacer malabares en busca de un sentido plausible. Otro tanto le pasa al historiador, que no tiene pues de qué quejarse. Es probable que el Perì idiotés estuviese organizado en cuatro secciones principales, con un proemio y una oda final en el estilo más clásico de las improvisaciones oratorias. Del proemio sólo sabemos que estaba dedicado en forma de apóstrofe al idiota perfecto. Falófanes lamentaba que aún hubiera de tardar tanto en venir al mundo su único lector posible, y finalizaba con una exhortación a abandonar en ese mismo punto la lectura por actividades más fructíferas. Salvo el fragmento antes citado y otro dudoso en Eunapio, ningún otro nos ha llegado. Del libro primero sabemos que trataba de la barbarie, del concepto de idioma y la posibilidad de uno universal. De la referencia de Pedro de Auriol se desprende que en la versión latina también se trataba aquí de la traducción, como analogía "spatialiter atque temporaliter". Por la primera ha de entenderse la traducción inter linguas; por traducción "según el tiempo" entiende Falófanes lo que hoy llamaríamos filología, traducción entre dos estadios temporales de una lengua que se supone la misma. A propósito de la traducción en su primer sentido, el habitual, la pugna entre griego y latín introduce la dualidad entre lengua madre y lengua patria: 7 lengua de origen la primera, de destino la segunda, todo curso vital se plantea como traducción -sin término- entre una y otra. A la primera pertenecen los aspectos carnales de la lengua, lo que tiene de tierra y fisis, pero por ello también de constante devenir, lengua de corrupciones y generaciones: en este sentido es "lingua absentiae" y "custodia Manium", guardiana de los rasgos singulares de pueblos, individuos y momentos que no hallen ya o todavía cabida en la "lingua presentiae". Ésta, por contra, es artífice y depositaria del "sensus communis", de los rasgos simplificados pero a cambio compartidos que dan lugar a un mundo simultáneo y un acción proyectada en un tiempo común. La traducción "según el tiempo" revela así ser más amplia y abarcar cualquier forma de transmisión de experiencia: entre pueblos, entre individuos, o entre momentos de una misma alma. Toda forma de conciencia es traducción entre "esto" presente y un "to heteros" que incluye no sólo los interlocutores contemporáneos, sino también los ancestros y la posteridad de una tradición cultural o una memoria individual, "los otros" que uno fué o será, y en general, todo cuanto no aparece en la persona o la cosa según la perfila el orden de la "lingua presentiae". Lo que lleva directamente al libro segundo. Por las referencias de Safi ad-Din podemos inferir que fué ésta la parte de la obra que circuló entre músicos y poetas de Damasco, Fustat y Córdoba en torno al año 1000. El primero de los fragmentos que ahí aparecen citados reza así: "hay más estadios entre dos alfas que entre alfa y omega"(KA,$1). Ello nos muestra el engarce lógico con el libro anterior. Si recordamos la experiencia alejandrina de Falófanes con la fabricación de papiro, tinta y pluma, no es raro que destaque el carácter físico que separa un trazo de otro y la primera alfa de la segunda. No sólo "lo designado" es diferente de una a otra ocasión de uso de un signo, cosa que ya encontramos en la primera sofística, sino que su materialidad establece entre el primer "ejemplar" y el segundo de una palabra la misma distancia que entre dos 7 planetas29. Junto a su faceta de "semáforos" o portador de sentido, Falófanes resalta en el "engramma" o "vestigium", la de "automóvil", forma física irrepetible que goza de su propia animación y movimiento. Hay que señalar el sincretismo grecolatino en el término "auto-móvil", rasgo que veremos repetirse. Pues precisamente por su condición de fisis el movimiento de las formas automóviles salta todas las fronteras lingüísticas según una lógica propia cuya imagen más frecuente es el "burdel de la historia": reverso del universo del verbo imperial donde la verdadera genealogía es un caos de cruzamientos "contra natura", es decir, contra los mapas y diccionarios de la civitas. Por tanto Falófanes habría tratado aquí las cuestiones tocantes a declamación, respiración, gesticulación y memorización de pautas rítmicas que llamaron la atención de los musulmanes como elementos a manejar por una técnica de traducción universal "temporaliter atque spatialiter", entre "presentia et absentia", que constituiría el objeto de la parte III. Descrita en griego como "leithonurgia", liturgia o casa pública, en la versión latina esa técnica aparece como "domus citae", pues su misión es concertar con garantía la cita entre fisis y polis, cuerpos presentes y sentidos ausentes. Su primer ejemplo es la cita retórica, pero la idea de liturgia se va ampliando hasta hacerse "pantáfora" o "ductio superlativa". A la dualidad de aspectos del engrama corresponde su doble vertiente: en cuanto manejo del "vestigium ab arte facto", de ausencias y huellas, la liturgia se define como gramaturgia o evocatio; en cuanto captación de los sentidos de los presentes, como taumaturgia o provocatio. Algunos fragmentos anteriores sugieren que Falófanes acuñó primero en la discusión con los aticistas el concepto de himnosis o fascinatio, que en el PI queda como el tipo de provocatio específico del foro. Este libro III repite la estructura dramática del Peri heterou. Pero los personajes ostentan aquí nombres genéricos, "La Puta", "El Orador" o "El Eunuco". Tres parejas de figuras, o mejor de figura con su contrafigura, organizan el diálogo en el Burdel de la Historia; así, tras la expulsión del Orador 7 mediante una patada del Bárbaro en la posteridad el Eunuco afirma: "Éste no sabía que era bárbaro hasta que se lo llamó aquél en los estrados para matar el aburrimiento; y como por iletrado es literal, lo hará, y ni un hastiado quedará para contarlo" (PI, III, 42). El orador y el bárbaro legionario forman la primera pareja, aunados en la consideración de las palabras como materia prima, ruido y mera cosa. El bárbaro trato de la "lingua mater absentiae" como mera presencia física la convierte en "bisutería para que las cortesanas del tiempo se luzcan en los estrados donde compran y venden favores" (PI, III, 47). La segunda pareja, el Pretor y la Puta, desarrolla la relación entre homo publicus y uxor sive res publica que ya apuntaba la traducción de praefectum (vid supra). Ahora la casa de citas oratorias se crece en escena del mundo, poblado por "corpus verbalis" y "pecunia inscripta" cuyo encuentro ha de concertarse. Esa tercería técnica se hace patente en la tercera pareja, El Pontífice y el Eunuco, en quienes la traductio superlativa se extiende a todos los tiempos y espacios. Desarrollando elementos tanto del Peri heterou como del Panfilía panfylés, Falófanes caracteriza la liturgia como administración de Eros o Caritas: arquetipo del "symbolon", el objeto total cuya forma ha de adoptar cualquier encuentro entre partes para ser con sentido. Se revela así la identidad entre erótica y retórica, dos caras de una misma profesión de amor que se pretende la más antigua del mundo porque los contrarios que lo componen no existirían sin su intervención. Algo que da a entender la Puta cuando a las quejas del Pontífice sobre sus soeces expresiones responde jocosa que "para lo que busca el cliente en esta asamblea (ecclesía), tanto da un sermón de cuatro horas como mis jadeos; sólo que yo gasto menos las clepsidras, y colaboro así a la buena marcha del negocio" (PI, III,4). En esta reconstrucción, por tanto, el texto parte de una dualidad de idiomas concretos para analizar la lengua universal de la retórica y extender luego el análisis a la iuris dictio del Imperio y hasta el Verbo de los misterios. En 7 cada caso refuta igual pretensión de ser una instancia técnica de traducción universal, tercero en la discordia o la concordia que produciría a voluntad con sus recursos. La necesidad del concursus que pese a todo subsiste en la liturgia es la que da paso a la cuarta y última sección, el libro IV en que Falófanes acuña el concepto de idiocia. Por desdicha aquí abundan las lagunas. No es de extrañar si pensamos, primero, que la conservación de un texto depende del concurso de otros que lo hallen interesante, y segundo, que justo de eso se trata en él. Se diría que Falófanes pensaba especialmente en esta sección al redactar el lamento del proemio dedicado a su lector nonato. Sus reflexiones sobre ritmo y eufonía, sobre imperio y culturas o sobre problemas de traducción pueden aprovecharse aisladas como "técnica" en campos diversos, y así ocurrió; aun sus figuraciones teatrales de la historia como burdel, de los mecanismos sexuales de la fascinatio o las afinidades arquetípicas entre puta y pontífice presentan un atractivo morboso para la ignorancia alfabetizada que, pese a los interdictos eclesiales, ha permitido la transmisión del texto, siquiera velada y deformada. El concepto de idiocia en cambio se sustrae a toda utilización, pues es completamente idiota conforme a su propia definición. Parece que tras establecerla el libro IV pasaba a examinar y refutar las pretensiones de cumplirla de las figuras del libro III, hasta ir a desembocar o verse abocado, según nos atengamos a la versión griega o latina, a la idea de "traductio de se ipse" o "seductio", enigmática respuesta a la probada imposibilidad de la idiocia. Ello hace plausible en cualquier caso el paso a la oda final, el "Elogio de la idiocia", del que poco sabemos fuera de un despectivo comentario de Proclo de Naúcratis sobre "frutos dementes de retóricos fracasados, como aquél que, por hallar algún elogio, elogió su idiocia a solas". Cabe añadir que deben rechazarse por infundadas las especulaciones sobre la influencia del "Elogio" en el primer Renacimiento europeo, que deben adscribirse más bien a Luciano u otros 7 autores; hasta donde sabemos, ningún fragmento de esta oda sobrevivió a la caída de Bizancio. *** 7 II.- PERÌ IDIOTÉS El término griego idiotés procede de eitheos, separado o apartado, del que proceden por igual idiosincrasia, idioma e idiota; esto aclara la definición del idiota como aquél que se entiende a sí mismo y por sí mismo aparte de cualquier otro. Cuando el idiota es un colectivo, por ejemplo un pueblo, surge un sentido más familiar de apartamiento, el de idioma, o idiolecto. Aplicado a un individuo, se usaba como el latino dividuo, por lo que paradójicamente se llamaba idiotas al soltero y al separado como "individuos dividuos" o viduos, de donde el castellano viudo. Por fin, en griego tardío la raíz eitheos viene a cruzarse por motivos totalmente formales con eidos, idea; cruzamiento del que nace entre idealista e idiota un parentesco seguramente insospechado. El sentido del término en Falófanes puede empezar a aclararse cotejándolo con el que utiliza en el "De Miseria traductionis" como equivalente latino, a saber, imbecillum. Éste remite a bacillum, vara de mando del lictor, y categoría particular de bacullum, báculo o apoyo en general. El im-becillum por tanto es el que existe y se entiende sin apoyo, aparte y por sí mismo, o sea, el idiota. Por último, la etimología de bacullum nos devuelve al griego bacterion, gancho o cayado, a lo que alude el propio Falófanes cuando afirma que "los recursos de la retórica se han extendido como una epidemia de bacteriones (muletulas o muletillas en la versión latina) que han dejado tullidas y callados palabras y hombres". Pero el juego etimológico, en cuanto traducción temporaliter, es para Falófanes punto de apoyo desde el que elevarse hacia una mayor amplitud de sentidos. Consideremos el uso de bacullum en el siguiente fragmento, probablemente de una diatriba contra el obispo Crescencio: "se creen báculo de grandeza, y un suspiro les separa de no ser sino mínimo vacío (vacullum)"30. Una 7 diferencia física se convierte en metafísica: de la apertura de los labios, del apoyo de la lengua, de eso depende toda la realidad del imbecillum. O tomemos el que fuera ejemplo señero para Falófanes: la cita retórica como locus communis. Ahí la palabra, para cumplirse como tal, requiere una audiencia y una ausencia, que prosaicos vivos e ilustres muertos citados acudan a la cita. Sólo en esa con-vocatio o ecclesia que los reúne ante el estrado pueden las vibraciones físicas de los cuerpos, gestos y sonidos, hacerse con un sentido, pero también, a la inversa, las almas hacerse cuerpos. Pues los significados que el retor maneja no son sino ánimas en pena, "praeteritae animatione inter corporibus, quae sensum sensibus coniuctum perdiderunt"(PI,I,15): animaciones de cuerpos pasados que perdieron su sentido al desaparecer los sentidos en que se realizaban como armonía conjunta. Presentes y ausentes son los báculos del retor, cuya im-becillitas en consecuencia sólo puede asegurarse cuando todos ellos pasen a ser partes de su palabra que ésta conlleve eo ipso, las partes que guarda escondidas pues le aseguran su perpetuación. El aparato verbal pretende así traer la audiencia incorporada; como eso sólo es posible teniéndola sentada, catatónica o muerta pero en todo caso inánime e inmóvil, resulta la paradoja de un verbo que demuestra conllevar los cuerpos con traerlos cuando quiera. Atraída por la tensión de la palabra retórica la crispada audiencia, desposeída de sus sentidos enajenados, sale fuera de sí, se abandona y se deja lista para ser poseída por los sentidos apropiados: "Nulla audientia sine absentia"(PI,I,16). El medio que le falta a la audiencia es la ausencia, expectativa y recuerdo que el retor ofrece conjurar en figura de una tradición lingüística, o spiritus recitatus. Pero la demostración no se completa con ese medio: "nulla absentia sine audientia", concluye el fragmento. Por su parte el spiritus recitatus acudirá a la cita por verse resucitado, pues hacer señas, es "pedir a otro su atención, y todo lo que fué petición quiere repetición"(KA,$7); y por repetirse, se embutirá aunque sea deformándose en los 7 espectadores presentes, y se revestirá con cuerpos cualesquiera, aunque sea con traídos por la fuerza de la palabra retórica. Contraer significados en figuras sensibles, conllevar expectación con traer a la memoria el presente con llevar espectadores a la memoria, el retórico oculta en todo momento el sustento de su discurso, que fagocita como parte de sí al mismo tiempo: "a base de pies quebrados pasa por sabio monipodio sin pasar de pseudópodo inestable, que para sustentarse ha de deglutir sin cesar cuanto le rodea"(KA,$8). El rétor se apoya alternativamente en presentes y ausentes para poder negarlo en cada caso y proclamarse idiotez autosuficiente. Su ejemplo muestra cómo buena parte de las idioteces son apariencia de idiotez, o idiotez fenomenal: imbéciles que requieren el concursus para sostenerse, aunque lo nieguen, ya que lo consiguen negándolo. De esta relación que instaura el espacio de La liturgia ofrecen otros ejemplos diferentes pasajes del PI. De viceimbecillis, sive imbecilli subordinati La imbecilidad no se conforma con abarcar todo el espacio, sino que aspira a englutir también todos los tiempos, lo que sólo es posible transformándolos en espacio, evidentemente: como se ve, el espectáculo de la idiotez se ha de manifestar necesariamente como teatro. Haciendo visible expectativa y recuerdo surge un mágico espacio de tiempo donde presente y representación coinciden: "Acudo, cruzo las puertas, y en las pétreas gradas donde me siento porque me presiento anunciado al poco me resiento, y así, representado, me siento por venir posteridad presente. Siendo nada siento todo en el asiento, siendo todo allí nada siento, ansío ni lamento. Como siempre voy sólo a no ser, por azar, con otros, lo mismo puedo ser Néstor que Tersites, pues ni uno, ni otro, niego en el asiento lo mismo que me afirmo anegado en ríos de llanto por la escena. Y como no me pronuncio, no hay renuncio, me siento 7 anunciado como cualquiera y al acabar allí estoy como todos. Por eso con mucho gusto lo consiento todo en el asiento", replica en el libro III el Bárbaro al Pontífice que le reprocha acudir al teatro y no al templo (KA,$86). Para que el idiota se sustente solo, necesita el apoyo de un público en cualquier circunstancia; por eso está siempre circundado, de muertos cada vez más vivos y vivos cada vez más muertos. Su sustento depende de citar a ambos en sus círculos, de incitarlos a acudir donde al fin "se sumen para consumarse y se suman hasta consumirse", sumidos juntos en una carrera por hacerse a sí mismos todos. En esta faceta la idiotez aparece como acto de habla que se pretende a la vez modelo intemporal de dicción, como palabra que es ley al tiempo: como iuris dictio sin límite. Oficio para el que no hay término determinado, pues su ejercicio es su único determinante. Por eso la vocación de ad vocatus verbum es ejercicio que sólo termina en seguir avanzando hacia el verbo a través de todos los términos sustantivos del mundo, cada vez más ejercitado: "exercitius omnibus terminator"(PI,II, 17). Ahí se apunta así mismo con precisión el uniforme aspecto de la idiocia en su manifestación política, su necesidad de hacer del tiempo un campo de operaciones reversibles donde siempre sean posibles nuevos avances o retiradas, órdenes y disposiciones. Exercitius irrefrenabilis que convierte el Cambio en Estado, un Estado que sólo puede ser el del Movimiento. Por esa razón la idiotez es consustancialmente expansionista, en busca siempre del Imperio universal: cuyas fronteras, "summa imbecillorum, sub limine imbecillitatis"(PI,I,43), se definen como límite de la suma de las idioteces particulares a la deriva, integradas en una universal de uniforme, e irreversible, tendencia al infinito. Una idiocia universal que, por un lado, ya no se apoya en nada porque todo lo posible lo ha fagocitado ya al interior de su frontera real, que, por otro lado, sigue siendo una posibilidad. La reiteración de ese itinerario inacabable presenta también formas intelectuales y religiosas. La idiotez intelectual practica un entrelazamiento 7 peculiar de implicatio y explicatio: ese entrañable anhelo que extraña lo ajeno, principio de toda sabiduría, lleva a desentrañarlo para explicarlo. Pero al implicarse en esa tarea encuentra que cada fragmento explicado produce rápidamente una desbandada de implicaciones en los restantes, lo que exige nuevos despliegues por su parte. Siguiendo así los repliegues incesantes de una realidad inexplicablemente huidiza ante el amoroso intento de explicarla, el filosofós o para-sciente va a parar en movimiento que no puede parar para seguir sustentándose, lo que implica su necesidad de explicación de la realidad y explica su necesidad de implicación en ella, jamás cumplidas. Circunstancia que a la postre le lleva a proclamar su complicación y establecerla como "opera in acto interminabilis, perpetuum mobile dona ferente"(PI,II,9). Pues ella es quien le mantiene, con su incesante vaivén, instituido en anuncio de restitución de la totalidad que restituye de continuo realidad al anuncio. La imbecilidad intelectual, "prostitutio restitutionis in integrum instituto"(PI,II,11), explica e implica la figura del idiota intelectual como proxenetés, embajador entre extraño y entraña que encuentra provecho en todo lo que se apoya, aunque él no se apoya ni sea apoyo; por lo cual también se le identifica en algunos pasajes como eunoukós, el que vigila a un tiempo el lecho y su valor, asentado en el paso entre la orgia o acción y los axeos inevitablemente adyacentes31. En su forma religiosa y moral, por fin, y por principios, la idiotez aparece como continuo desligar lo ligado para poder religarlo en debida o sagrada forma. Pues analizadas en conciencia las faltas se convierten en sobras, desechos de una vez, recuerdos y esperanzas ya pueden proponerse como pasos para reponerse: "propositio repositionis via ad aeternum sacra"(DM,II,8). Suspender el curso del tiempo se torna un recurso para ganar el concurso y su aprobación: pues el objetivo de éste es alcanzar la eternidad sin pérdida de tiempo, ganando tiempo al mismo tiempo. Y como el concurso se presta, lo prometido es deuda, y el pago, su remisión perpetua. Ésta es la razón por la que el idiota ha de ser 7 perpetuamente misionero, con una misión consistente en prometer la remisión en cualquier tierra, remitiéndola a la tierra de promisión; con lo que se desocupa la remisa y puede él proceder a su ocupación en ésta, su misa, y en aquélla, su remesa de promesas. Y por esta razón la idiotez ha de ser universalmente católica, redundando su redondel en el tiempo y en el espacio entre los principios últimos y confines sin fin. Todo lo cual hallará cumplida expresión en la figura del idiota religioso como pontifex. Es ese continuo repaso que se propasa quien da profundidad y hondura a los diversos círculos de iniciados sin fin aún y ya sin principios. El iniciado no encuentra término, pues es precisamente la Palabra lo que busca como fin de trayecto; y las brillantes figuras que la representan nunca encuentran suficiente cuerpo en su doctrina, que por eso ha de conquistar sin fin el de nuevos katekoumenoi. Y así, literalmente inefables, en diversas sectas y secciones de la totalidad se buscan vivos y muertos y corren por recorrer los grados prescritos de la archidiócesis (PI, IV,75), el puente iniciático que atraviesa la idiócesis en su camino hacia la conversión de todo corazón en idiota perfecto. Los ejemplos presentados explican por qué Falófanes deja a la mayor parte de los sedicentes idiotas subsumidos en el "vasto piélago de la anfidiocia", o idiocia a medias. De cuya indefinición acaso sea la mejor definición el aforismo transmitido por Balbino, diácono de Capadocia, cuya interpretación por cierto desvirtúa a Falófanes para hacer de él un cristiano in pectore: "El viceimbécil es muy suyo; lo malo es que los demás también"32. Al mismo tiempo plantean una pregunta insoslayable, a saber, si es que entonces puede existir en el mundo algún imbécil que no lleve un báculo oculto, una idiotez idiota, no pensada ni compensada con apoyo alguno. Pues de demostrarse que hasta el más perfecto imbécil lo tiene, tendría pleno sentido examinar su pretensión de no ser caso sino modelo como caso modelo de la 7 pretensión del viceimbécil común: a saber, ser modelo de virtud por hacer caso a los demás, para poder hacerse caso a sí mismo como modelo. Tras los pasos de Falófanes hurgaremos pues en la figura del presunto idiota perfecto para resolver la duda de que tenga o no báculo absconditus y qué cosa sea, si se apoya o no, y en dónde la esconde para que no se vea. De summa imbecillitas Teniendo en cuenta la definición de idiocia sólo quedan dos figuras mundanas en que parezca viable su realización: las de imperator orator y vates orates. Para el dictador, orator total y puro agente, el mundo es puramente dicho y hecho; la existencia en cuanto desdicha define a los segundos como puros pacientes. Acción pura o pura pasión, rechazan la ambigüedad de vivir en ocasiones para ser vivido a ratos y matar a veces para poder hacerse el muerto otras, doblez que lleva a alternar entre víctima y verdugo para ser alguien en la vida. Por eso ambos intentan ser o bien uno o bien cualquiera: el primero, que no pasa, o el primero que pase. El imperator orator, o tyrannos dramatikós, intenta quedar aparte como autor controlando todo el escenario, ensanchándolo hasta incluir en la Acción del dramma acciones y pasiones, actores y espectadores, y hasta al autor mismo, totalidad erigida sobre un presente, pasado y futuro que ya no son sino miembros suyos. Con ello pretende eliminar todo bacullus convirtiéndolo en parte de sí, en un pie tal que suyo o pedes talis; de ahí su querencia por estatuirse definitivamente, y su identificación con el trípode en que arde el incienso sagrado y otros símbolos trinitarios: pues menos de tres puntos no bastan para sustentar un cuerpo, sino sólo el plano. A menos que se trate de una esfera o bola, en cuyo caso basta un punto, y cualquiera. De ahí que la palabra del vate orate también trate de cumplirse 7 literalmente, es decir, como para-bola, pura bola lanzada junto a cualquiera que en cualquier momento se encuentra en equilibrio sobre cualquier punto, e incluso sin desplazarse puede moverse, sobre sí misma. Lo que implica sin embargo que en el intento de detenerla junto a alguien el mínimo roce baste para lanzarla lejos, girando de nuevo hacia cualquier otra parte. La idiocia del vate persigue el mismo objetivo que la imperial, controlar al público, pero no dictándolo, sino prescindiendo de él: de ser repetido en cualquier otro instante en cualquier otro cuerpo, incluído el que el derecho estatuye como suyo. Su intento no es dictar hasta la fisis en el escenario de su imperio, sino hacer del habla acontecimiento y fisis a la que nada garantice su urbanidad, de modo que no le quepa sombra de tercero o de repetición cuando por azar encuentre quienes la animen con sus propias ausencias, que ella ignora aunque les dé cuerpo. Así pues, del habla saca el vate lo que mete, confundido con el meneo del mundo. Esa idiocia poiética o imbecillitas creativa, que ni procrea significados ni se recrea en ellos, se califica de "barbaridad diminuta" o "inerme"(PI, IV,2); pues al ser el acontecer su propio modelo, en ella se erigen como metáfora del mundo lo mismo el heroico gesto de la madre de Coriolano salvando a Roma para su sino imperial que el pausado echar raíces de los nabos, sin destino mayor que el humilde sopicaldo del labriego. La idiocia imperial, "barbaridad cósmica" o "en armas" (PI,IV,5), trata asímismo de erigir una figura del mundo, pero mediante la expansión del escenario dictado. Empujada por su pretensión de catolicidad la dictadura del imperator es límite en incesante expansión del dicho y hecho, del decir con sentido aunque nunca consentido. Su figura, perfil externo del verbo, se torna exacto vaciado interior de la barbarie, nada importa lo que diga en su interior que no importe a la escena generación y corrupción, orgía y muerte, y viene así a confundirse también con el "gugutata del mundo"(HP,$73), el balbuceo cósmico en que sílabas planetarias, minerales, dinásticas o de regadío se suceden y 7 simultanean sin que ningún semen semantikoi se reproduzca a través de los analogoi, salvo su propio discurrir en vano sobre ellos. Pero, en este caso, no por hacer del acontecer su propio modelo, sino haciéndose modelo de todo acontecer y reduciendo así a los actores a idéntico estatuto que los nabos, e idénticas posibilidades de utilización cotidiana como material fungible para la producción de caca. Ahí trasciende ya por qué ambas figuras son terreno abonado para que no fructifique el intento de consumar la idiocia. La idiocia poiética se agota en las ausencias de los cuerpos, que concita e ilumina pero no puede colmar cuando se le presentan al fin abiertas: no sin cegarlas. La idiocia imperial en cambio choca a ciegas por donde vaya con el cuerpo presente, que desentraña una y otra vez sin encontrar más que más presencia, la de heridas y agujeros, ni más ausencia que la propia, nombre vacío de la escena en que transita todo. Así, mientras uno induce la producción de lo que no se reduce a reproducirse en el vaivén de los tiempos, y hace resplandecer lo que no ase, asegura el otro su producción asiendo todo y reduciendo todo vaivén entre ser y no ser a reproducción del Acto en la Escena: donde todo está y hace en el hecho de su potencia palpable, mas sin hallar en el acto otra cosa que otra cosa a tientas. El Uno, el más significado, no puede alumbrarse a sí mismo, tan sólo reconocerse. Al Otro, a quien por serlo se le abren labios ocultos de ausencia entre las cosas, por lo que tiene de ventura le es negada la certeza: a quien engendra significado no le es posible reconocerlo. Esto, que por así decir está formulado en términos indeterminados más propios de vates orates, puede presentarse también desde el punto de vista del imperator orator, es decir, para que lo entiendan senatus populusque, urbi et orbe, tirios y troyanos. Formulada así, la razón del fracaso de ambas idiocias es que sí se apoyan aún en otra figura: a saber, cada una en la otra. Pero la exposición more imperialis de este delicado punto de sutura requiere, como 7 siempre, un poco más de espacio por nuestra parte, que será tiempo por la suya: de eso se ha de tratar inexcusablemente. * De bacullo imperii "Capaz de prescribirse verbo perfecto necesita soñarse cuerpo X", reza un enigmático fragmento del PI conservado en Fotius-Foción, quien lo aduce precisamente a título de ejemplo de oscuridad a evitar en la expresión33. Para tratar de aclararnos lo mejor será salir a deambular por la civitas y confundirse con los viandantes, tomándolos por ciudadanos. En la civitas universalis la idiocia imperial trata de asegurarse la audiencia de todos los tiempos reunidos en un sólo tropel como res publica en la plaza. Pero Falófanes se pregunta: ¿pueden las fronteras del latín coincidir con las del universo sin apoyarse aún en algo? ¿No es la expresión idioma universal una contradictio in terminus? ¿O será in re? Su afinada respuesta es que toda clase de imperio se basa justamente en imponer la confusión de terminus y res, a fin de manejar ambos términos como convenga y definir ambas cosas según; de modo que las cosas quieran decir, y las palabras joder o matar, pero no acaben de hacerlo sino en el nombre del dictador, verbo encarnado que una y otra vez medie a tiempo como remedio crónico. De ese modo se procede al encierro de la res publica en un corpus incognito de términos privados, en tanto el intimissimum corpus acaba por salir embravecido a la plaza pública: bien como "res pecuniaria" o "bos paganus", bien como "res bramante" o graderío al que dar carrete, bien como "res delenda" de la periódica hecatombe con clarines, o "cornus apaleatus"(DM 66 a, 53; PI,I,71) pero siempre determinada a que se le ponga término a tal cosa y cada cosa vuelva a sus términos. Así, la res publica quiere decir algo, aunque precise 7 intérpretes su mugiente sentir, haruspices, portavoces, retóricos y otros addenda y aditivos a la cosa. Y a la vez, la palabra imperial es término material del mundo que dicta su perfil y los finis terrae, aunque para ello el verbo faciens precise prefectos y fareros. Puestas así las cosas y las palabras, como la cosa es menesterosa y dar término a eso es menester, el imperio es ministerio necesario que precisa términos imprecisos para que las cosas precisas, que realmente se precisan por sí mismas, dejen de precisarse en un término preciso; con ello termina toda privación, pues no queda ya cosa privada, de nada, gracias a ese buen hacer público, que da término así a cosa que no lo tenga: precisamente, el Imperio de confines infinitos. Esa lidia circular de dichos y hechos en amasijo de prodigios se expresa en la definición del Imperio como "televisio kai autopsía"(PI,I,33;DM 9). En lo que toca al imperator, la auto-opsía define un medio esencial de su actividad: el princeps, el que mira por sí mismo, es el único que puede desentrañar los cuerpos particulares para mostrar su sentido común. Pues en su caso, virtual espejo de virtud, mirar por sí mismo significa mirar por todos, lo que define su televisio como providencia, mientras que verse a sí mismo allá donde mire establece la autopsía como modelo de evidencia. Pero como su ojo que ve es al mismo tiempo visto, repartido en arcos y monedas por todos los rincones del Imperio, su vacío perfil es "imago ipsissimi imaginare", escena de toda imagen posible: la televisio es el otro medio esencial del imperio, espacio de realización de lo virtual que completa la conversión de lo real en modelo de virtud. La tele-visio imperial despliega en ser del poder el sucesivo poder-ser de las historias: "el poder mora en el guión"(KA,$63), "dux superlativus" o voz sobre las voces que asegura la trans-ductio universal. Forma modélica de toda acción y dicción posibles, es reedición y predicción continua de sí mismo en todos los sucesos, suspenso presente que ya no descansa en ningún momento pues los anuncia todos, anuncio cumplido con no dejar de serlo. Anuncio de 7 universalidad a las existencias privadas- privadas de acceso a otros-, al mismo tiempo es fascinante insinuación de un encuentro privado con la res pública, nuda potencia abierta y rendida a encarnar las figuras más privadas -privadas de otros que accedan-. El Imperio se establece como marco universal de conversión de la privacidad de los cuerpos en argumento político, y de lo público en un aparte, irrepetible en público, donde los viceimbéciles hacen sus necesidades virtudes; y de nuevo viceversa, de esa virtud necesidad, modelo que los cuerpos han de repetir necesariamente, pues nada vale más que la virtud, y más les vale. Escenificación de la intimidad e intimidación en escena definen como forma de lo político la liturgia, y la obscenidad como su único contenido, eso sí, peremnemente por conquistar: desbocado y mudo afuera de la escena que representan en ella las figuras del bárbaro, la puta, y claro está, el vate. Ello permite a la figura del imperator persistir por sí sola y sin apoyo como promesa de refinamiento de la barbarie en civitas y de expansión de los ciudadanos en aquélla cuando la precisen: anuncio siempre cumplido de que hay otro pero es lo mismo. Tal vaivén con regreso asegurado da su ser al poder, un poder ser sustantivado cuyo sujeto es el verbo, encarnado en el apartado palacio al que sólo se accede a través de salones, capillas, cenáculos y otros conjuntos de adoquines diversamente ilustrados. Así resulta que el presunto imbecillum se apoya en que el todo se aparte para que sea parte, y un aparte, todo; juego de asignar la falta desplazando arbitrariamente un pequeño hueco de silencio que, en verdad, resbala por azar, ajeno en su dictado: el vacullum que disfrazado de bacullum sustenta su idiotez. La esencia del idiota imperial gira en torno a ese vacío mudo, que su texto omnipresente necesita incluir para ser legible. El "corpus X" de ese misterioso aforismo es en primer lugar la barbarie, terra incognita necesaria como troquel del Imperio porque "nulla aequatio sine incognita, nulli equites sine bruto, nulla aequitas sine barbaritate"(PI,III,92). Es también la hora y el día que la carpeta laudatoria de la historia intenta atrapar entre sus antológicas tapas de esencias 7 ordenadas. Es en fin la nuda existencia, la Puta como cuerpo absoluto que ese X califica como "matriculla honoris": matriz diminuta, hasta no ser ni haber sido, que engendra el honor del no nacido. Pues el idiota en funciones de capite mundi no puede ni tener sucesor ni atenerse a precedentes, no puede ser caso, ejemplo ni suceso, lo que sólo es posible si llegara a no suceder ni haber sucedido nunca, a nadie. Lo primero intenta solucionarlo naciendo de nadie, con lo que sí se convertiría verdaderamente en "filius puta de puto suo" (DM,III,2), o hijo de su propio juicio por único ejemplo. A ello alude el término griego "heteró-genos", puesto que todos los demás comparten un origen homogéneo, a saber, siempre ajeno. Sólo el idiota es heterogéneo, por engendrarse a sí mismo en nadie; y por eso puede, autogenós, crear ciudadanos soldados con su uniforme sentido histórico pese a la diversidad de sus orígenes físicos. Mas para engendrarse así necesita asegurarse ese vacullum indiscernible en el que no cabe esperar discernimiento, y trata de acuartelarlo en un terminus privado como res publica, mujer pública o fuerza pública34. Para localizarlo definitivamente agota las existencias desentrañándolas en balde, para que no salpique ni un mínimo atisbo de esa su secreta impotencia, y luego las exhibe en público como testimonio de su potencia omnipresente a la que ninguna ausencia escapa; salvo la suya propia, que por eso necesita repetir su indagación ad nauseam. El asesinato, "argumento esencial del tirano", trata de esconder el hecho de que "el suicidio es su deseo existencial"(PI,IV,97), un suicidio que comienza con el asesinato de los que no son sino él mismo, rediciones de su dicción. El tyrannos dramatikoi ha de eliminar los cuerpos, que no pueden ser sino erratas que deformen su acción o dicción modélica o que, a lo sumo, aspiren a lo sumo, la imitación perfecta; lo que aún es peor, pues a más fidelidad en la versión, mayor sospecha de subversión y larvada suplantación. Ser como él es así mandamiento de ser y valer y el mayor de los delitos, única salvación posible y condenación cierta. En su intento de serse y saberse solo, el 7 conocimiento del que sólo se reconoce a sí mismo en todos gira cada vez más veloz en torno a sí mismo, y al cabo de ese paranoein ha de borrar su propio cuerpo, último testigo de su origen y primer traidor, que delata con la limitación del gesto la impostura de su universalidad. Así, el homicidio es el argumento capital del tirano, que debe demostrar que las existencias dependen necesariamente de su esencia. Frente a lo cual sostiene Falófanes que no hay sino un solo argumento de capitale, cortar por lo sano y separar la esencia literalmente imperial de toda existencia figurada. Entre la tontería de la existencia y la lógica sin réplica no hay paso asegurado, pues "lo que no es tonto, es lógico... mas en el mundo no cabe lo tontológico a no ser que le hagamos sitio"(PI,IV,106). Pero no se trata sólo de no suceder. Sobre todo se trata de no haber sucedido: pues "el recuerdo es su cuerpo de aire, y el olvido la sola daga que puede darle descanso" (PI,IV,119). Sin embargo, al igual que la reputatio filii de puta suo, la damnatio memoriae depende al final de otros, que pueden privar de ella a Calígula pese a todos sus esfuerzos y proponerla para Septimio sólo por Severo. Así, ni como carne ni como palabra impera ese verbo encarnado sobre su origen y fin, diminuto vacullum que se hurta a su poder y revela que, lejos de imbécil, ese idiota total es sólo medio: de un symbolon cuyo envés es justamente el vate orate. De vacullo imperii Como el lector habrá observado, en el primer modelo de idiota perfecto la designación del tipo coincide con una de sus figuras escénicas, el Emperador, de cuyos juegos de poder son versiones más o menos simplificadas juegos idiotas más reducidos: oratorios, familiares, pedagógicos o de alcoba. No sucede lo mismo con vates orates, designación que sólo ocasionalmente coincide con la 7 figura social del vate: situación lógica, pues que su vía a la idiocia consiste en hacer de situaciones y ocasiones su estado, de la metamorfosis generalizada su particular formalidad, y de su indefinición su definición. Por eso, si siempre encontraremos sin problemas en su palacio la figura modelo de la pretensión idiota de ser modelo, ya que en ella es esencial estar universalmente localizado, tendremos en cambio que perseguir las de vates orates, plural hasta en su nombre, por diversas penumbras, disfraces e intersticios. Como bárbaro, cuando traduce e introduce en el estado de los significados la virtualidad de los cuerpos significantes genera el caos más preciso para justificar la imprecisa actividad de precisión del ordenador universal. De ahí la atención prestada por Falófanes a Heliogábalo y Nerón ("orator orate" y "despotés impotens", "destino ejemplar de la trashumancia estabulada"-PI,IV,101-), y en particular a Calígula, "el único que quiso entender literalmente la justicia de los cónsules (aequitas consulorum)" en alusión al nombramiento de su caballo (PI,IV,104;DM,46). Como puta, no tiene nombre sino siempre pseudónimo. Ninguna figura le es ajena, pues en todas puede entrelazar su lengua con la de todos; pero tampoco es ninguna figura la suya, pues sólo poseído es lo que es, hablando con propiedad. Y en cualquiera de ellas es báculo de la imbecilidad autógena, a la que reviste de misterio con sus artes fascinantes y en la que se apoya a su vez para conseguir la recia certidumbre del coño y el garbanzo. La idiocia del vate aspira a reverso del universo gramático en que las huellas versan en un único sentido; su afán de escapar a la condición de versión que impone el tiempo desemboca en un frenesí de versiones instantáneas del instante, o perversiones. Trata así de escapar a toda similitud asimilándose a todo, con lo que al final el virtuoso de la virtualidad total ya no reconoce en efecto semejantes, y sólo puede hablar de sí mismo con el silencio. Un silencio que no obstante difunde sin reconocerlo gracias al logos del imperio: "el vate hace mutis sólo por el foro"(KA,$57). 7 Ese mutismo en constante mutación es "ex libris et post facio dictio naris emunctatae" (DM,36), dicción tan sagaz que ya no dice esta boca es mía por no tener que reconocer las ajenas. Ignora los presentes en aras de lo que no tiene nombre, aunque firma, y de los ausentes espera estatuas que le inspiran sus suspiros. A cambio de lo que necesita incesantemente afirma que sólo lo que no cesa es necesario, y así fabrica la diversión que precisa el universo del único sin verterse nunca, verso irreversible. Reverso del siempre imperial, se hace eco y se hace hueco disponible para que el aire pase y extienda y avive la dictadura del texto. Y en cuanto pretenden sus símiles asimilar lo que transcurre entre las señas a señas de una identidad universal, se convierte en caricatura del dux superlativus sin más destino que mostrarlas como viator transistor a la admirativa interjección de la barbarie en arcos, orquestas y vanos monumentales, en hora y lugar prescritos. En el DM se encuentra la siguiente afirmación: "nec intrinsecus nec extrinsecus, sed in limine barbaries sedet"(DM,13). La barbarie sólo existe en la frontera, porque más allá los bárbaros no se designan a sí mismos como tales. Falófanes los designa a menudo con un término inhabitual, "viatores": fruto sin duda de su conocimiento de esas lenguas germánicas cuyos hablantes se presentaron en las fronteras del imperio como viajeros "vagamundos", "wandler" que el oído latino convirtió en vándalos. La barbarie no existe tras la frontera, sino en ella. "Barbaries in praepositione, imperius in positione positi sunt"(DM,15): la barbarie surge de una pre-posición que justifica el continuo avance y corrección de las fronteras por parte del Imperio, cuyo límite con la barbarie es su posición injustificada y anticipación continua. Predicciones y presagios de su llegada se tornan pretexto para perpetuar tanto la heroica figura del imperator, en ademán de atravesar los límites del mundo para ir a su encuentro, como su gesto amenazante de cruzarlos para venir a él. Igualmente irrealizable, pues la barbarie también deja 7 de existir más acá de la frontera. En esa complicidad, las figuras del límite se ensanchan en términos territoriales. Sólo así, sin dejar de serlo, la frontera se extiende hasta la capital en un imperio de provincias "que reivindican su provincianismo en refecciones con prefectos"(PI,III,81), en un vindicare que se extiende al tiempo en forma de vindictas: varas de un fascies que era haz, imperativo de verbo, antes de convertirse en indicativo de imperio. La barbarie es pues el precio de introducirse y traducirse a través de la frontera, interminable traducción que convierte su movimiento en estado y permite al Estado ponerse en movimiento. Con ello se revela bacullus y alter ego del ego total, del imbécil imperial, también ausente de Roma vigilando las fronteras de su cuerpo. Si aquélla tarda siglos en subirse a la capital, y éste evita volver al origen de su imperio, es porque su instinto de seres que sólo existen como figuración del límite les advierte del inevitable final que la lógica prepara a la historia en sus principios. Pero también del provecho que pueden sacar de ello, que acaba por arrastrarles: convertir la civitas toda en límite movible, toda morada en limen perpetuamente penetrable, toda privacidad en publicidad. A comenzar por su propia privación de la palabra, su barbarie convertida en signo de lo inefable y portaestandarte de una palabra total, que los incluye en su guardia y su Imperio, que por ellos y en ellos puede soñar desvelar cuerpos a su antojo. A cambio de esas señas de uniforme y exótico Otro, el bárbaro cruza la frontera sin atravesarla, extendiéndola consigo. Como el imperator, el bárbaro "solum in limine casus", sólo es el caso en el límite. La barbarie surge cuando el viajero comienza a hacerse caso a sí mismo, es decir, cuando viene al caso en la declinación del Imperio. Caso sí, pero ¿de qué?: del acaso mismo. Único yerro de su errar, se presenta como caso único de su propio modelo, y su acontecer se convierte en constante acontecimiento, torrente de acciones memorables sin memoria. Y al entrar en la plaza del mercado el acto gratuito se convierte en el más caro, el que no tiene precio aunque lo cobra por darse en formas palpables: 7 el aprecio mismo. La barbarie se estaba esperando a sí misma tras las tapias del Foro con los labios pintados de sangre artificial, naturaleza inasible asequible por un óbolo. La loba de Roma nace en el suburbio, en el límite de la naturaleza que se convierte en marca del acceso y el exceso de la urbe. Puta es palabra que no se dice, anunciada a todos sin pronunciarse ni renunciar por ninguno, prostituta, anuncio. ¿De qué? De que falta algo en cada anuncio, cada signo y cada historia, circunstancia que por arte de insinuación se amalgama en su estancia en Lo que falta. La hetera es singularidad figurada en forma católica e imperial, la heterogeneidad homogeneizada: anuncio de la potencia, mágico hueco en que todo vuelve ya a ser aún posible, reverso y matriz del imperator. Pues gracias a su príncipe modelo los conciudadanos, "similes inter se per similitudinem singularis", conviven en un mismo espacio y tiempo como "simultas in similitudine simulata"(PI,II, 19). La civitas es disfraz de la inevitable rivalidad entre los semejantes, porque la simulada similitud simultánea en una única forma del personare implica conflictos entre las diversas versiones, subversiones que se reclaman originales. Para aliviar la gravedad de ese leve parecido, subalterno y levantisco, el imperio instituye la prostitución, la provocación, el provindicare y la profecía, la constante proposición de reposición de lo nunca visto. "Institutio restitutionis cuius constitutio careret", la prostitución es espacio fronterizo donde los fragmentos que no encuentren sitio en el común universo encuentren como diversión particular su locus communis. Pues así como los ciudadanos sólo en grupo se atreven a la barbarie de irrumpir en Palacio, en la Puta encuentran el valor para conducirse como un hombre como un solo hombre, sin dejar de ser varios. Por eso ella es matriculla honoris y cuna del valor, porque lo da hecho en el acto. Y por eso el "primum praemissum", primera premisa y anuncio de cómo ser alguien en nombre propio, precisa la imprecisión de ese cuerpo "summum summisum", sumidero y 7 resumen del "semen semesum", de todos los de más, de todos los flecos que faltan o sobran del perfil de las personas civiles. El cuerpo prostituído, "postremus par imparis", es la sombra inseparable de ese único Yo en sentido propio, "impariter primus inter pares" (DM 44). Homogeneizada como cosa pública, la singularidad de los cuerpos se convierte en ciego colector del dictado iluminado. Éste, al que nada humano puede permanecer ajeno, se asegura gracias a la indefinida potencia de aquélla que quede circunscrito en el acto lo no inscrito entre sus hechos, sin que así rebase nada el círculo del synbolon imbécil que se pretende. Anuncio de todo lo de más, esa mujer que es cosa pública anuncia por su parte el acceso y el exceso del poder, al siguiente que pase y al pasado, y por eso es para él como él para ella memento mori. Terror y privilegio que el príncipe oculta celosamente, "no hay mejor lugar para esconder algo que la superficie": por eso la superficialidad es la "essentia absente" del Imperio (PI,IV,98). Garantiza su aparición un aparato aparente que lleva incorporados al patrón universal y a la cortesana, al hacedor y su hechura, para ensanchar la línea frontera en traje y escena: el aparato de corte. Escena de los tiempos y espejo del mundo, el ceremonial es esencia de Imperio, superficialidad que insinúa trasfondos y más acás, un Autor que dicta y una Cosa-público dictada, unas figuras de la acción y la pasión que parezcan abrir a los figurines puntos de fuga hacia una idiotez autosuficiente. Superficialidad del medio que con ellos se hace sitio y gana tiempo, escena: así, esos dos presuntos idiotas totales son tan sólo medios del aútentico, el anónimo aparato que se apoya en el ansia de prescindir de todo apoyo para erigirse en idiotez universal. Constatado que no es posible alcanzar la plena idiotez, se sigue que lo idiota es intentarlo. De modo que aparentar imbecilidad no es evento accesorio, sino condición esencial para figurarse alguien, hablando literalmente: no ser uno, ni tampoco nadie, sino alguien. O como afirma el Hiper Pantaborou, "uno y pico, a ser posible de oro" (HP,70). Por eso la inmensa mayoría de los idiotas no 7 intentan serlo del todo, lo que sería auténtica idiotez, sólo lo pretenden, y a poco rascar se les ven los báculos. Y por eso también, paradójicamente, sólo quienes intentan de verdad ser idiotas lo son: pero no como pretenden por haber eliminado su necesidad de bacullum, sino por proclamarla a los cuatro vientos con su empeño en suprimirla, lo que es el mejor modo de quedarse solo como un auténtico imbécil. Hénos pues devueltos al escenario universal de la anfidiocia "donde el tuerto es rey, el que no vuela corre en plumas, y la mayoría se arrastra" (PI III, 67). Presente memorable y modélico a un tiempo, la frontera se amplía en liturgia católica: un imperio de ciudadanos, una iglesia de hermanos, una compañía universal de homólogas personas jurídicas, un límite virtual ensanchado en espacio de representación de la virtud; en cuyo reverso de bambalinas sin embargo se contempla el Burdel del Mundo, donde la pasión física vale como acción política, y lo público es obscena importación de la privacidad al escenario; donde el verbo dado por hecho acaba con el derecho y con el quehacer, donde los cuerpos son argumentos y las palabras matan o elevan al éxtasis rugiente, y entre televisión y autopsia circula un inmóvil torbellino de prodigios, una escatología perpetua en que los fines del mundo se pasean como anuncios por el cuarto de estar ausente. Burdel de la historia en que reina al fin un dicho y hecho omnipresente, omnisciente, total y parcialmente por fin, y por principio, idiota: el imperio del medio imbécil y la idiotez a medias. 7 III.- SPECUS SPECULAE (fragmentos) Como presunta techné de la lengua, la retórica es inseparable del Imperio. Cuando los límites del logos coinciden con los del mundo, su propia inmensidad lo hace inabarcable a los sentidos, y el nexo de las existencias corpóreas con ése su sentido común se torna frágil, pues su bastedad es tal que a veces depende de una sola consonante. De ahí la necesidad de controlar el nexo que los religa: el imperio pretende incorporar en su interior toda la barbarie, y la palabra, todos los azares posibles del gesto y el sonido. Como sola alternativa a la homologación con los objetos mudos, la palabra de la polis se hace objeto de manipulación, buscando en su propia carne fonética y gráfica el placer de una alteridad que no se encuentra, la heterogeneidad de una fisis que se ha tornado nebulosa más allá de los inalcanzables muros de la civitas. En el siglo III d.C., donde la civilización consumada tiene de todo, salvo interlocutores, aqueja al pensamiento el mismo vicio solitario a que parece condenado tras jodernos y postjodernos; esto es lo que confiere al texto de Falófanes sus rasgos más turbadores. Realizada la palabra, el tiempo se torna espacio, y sus posibilidades, provincias diversamente exóticas en que los avatares un día inciertos son ya sólo cicatrices monumentales, elevadas a mayor gloria de lo cierto al borde de las calzadas. Mientras Cómodo asaetea animales salvajes domesticados, retóricos y heteras codifican minuciosamente los azares del gesto, y el tiempo no encuentra para anunciarse más vías que un tartamudeo de hijos y muertos. El torrente de la fisis afluye canalizado al curso de la historia como mero recurso; en ese presente omnipresente la ontología se descompone en filología y escatología, y el jorismos entre existencia y sentido, en orificios que son estéril simulacro, por donde vierten y revierten los desechos de una civilización que ha empezado a nutrirse de sí misma y evacúa el trámite de su generación y corrupción con 7 códigos y codicilos. Implacable lógica de Cronos, cronologías y genealogías facticias señalan que cuando se empiezan a plantear lógicas del tiempo el tiempo de la lógica ha pasado, y que las lógicas modales surgen cuando los modales han dejado de ser razonables. La idea de discurrir sobre los recursos del discurso concurre en el tiempo con el paso de polis a metrópolis, de la medida que mide a metro medido, de la lógica a la tecnología, único modo en que la metrópolis puede ya permitirse el contacto con la fisis: en sí misma y dentro de su recinto, en los espacios de la techné. Jardines y retórica, Epicuro y lógicas modales, heterogeneidad homogeneizada: heteras de lujo en que el sujeto realizado, total, aún quiere jugar al diálogo con lo otro y da entrada a naturalezas vírgenes de alquiler, a bárbaros de mentirijillas en sus naumaquías y comedias. La palabra juega a ser también naturaleza, a dejarse ver y oir en cuerpo presente, como la oirían la selva y el bárbaro para quien sólo es cosa... y acaba realizando la barbarie en el interior de la razón imperial. Los vándalos no encontraron en Roma sino bacanales y justas retóricas, organizaciones espectaculares de ellos mismos: o de como la palabra jugó a hacerse el muerto y se le olvidó la salida. * Como es sabido, las mismas zonas geográficas son cuna de la segunda sofística y de los cultos iniciáticos: Egipto y Asia Menor. Allí, la universalidad del latín se enfrenta a universos culturales y lingüísticos anteriores; en particular, el griego, en el que se formularon las ideas de catolicidad de las que el Imperio se proclama heredero y realización. Con ellos no es posible el sometimiento puro y duro, la tachadura de la romanización a que se ven abocados iberos, galos o celtas sin filtro protector de fantasías de parentesco. Pero entonces ¿qué otra relación cabe entre el todo imperial y sus partes fantaseadas? La respuesta es el sincretismo que caracteriza la Pax romana. Sincretismo no sólo spatialiter, sino ante todo temporaliter; pues las legiones han acabado de 7 ocupar el espacio y la expansión imperial necesita ya la memoria. Sincretismo grecorromano, pero también de un único "griego" a cuyos hablantes separan mil años, los que van de Homero a los heraldos de un helenismo común que profieren arcaísmos arcadios como auténticos ab origenes. Del ático de los helenistas a las catacumbas de los misterios vaga igual esperanza de cancelar las diferencias en una communio universal a través del espacio y el tiempo. El tratamiento retórico de las palabras en sus aspectos sensuales, como cosas, es anverso o reverso del tratamiento de las cosas como palabras, presagios o predicciones con que los misterios hacen del mundo alfabeto de símbolos en que se reúna lo disperso: por ejemplo, ese elástico e indeformable Ye'u-KristhósRedemptor, salvador a la vez de hebreos, griegos y romanos sucesivamente. El éxito de la retórica entre los públicos cultivados del siglo III es parte de la misma reacción que en las clases iletradas, privadas de los medios culturales para tal operación, origina la universalidad literalmente figurada del Verbo en las religiones mistéricas. "La lengua", objeto del saber retórico, ofrece la virtualidad de todo hablar posible cosificada en objeto de virtud, forma palpable e indefinidamente mudable por definición. Como el gemido ensayado o la letanía insensata, los estrados públicos ofrecen sucesiones de palabras cuyo significado es lo de menos, pues su sentido principal es arropar de sentido el mero comunicarse, hacer visible como communio in Verbum un presente común cuya magnitud le ha vuelto inabarcable a los sentidos. * 7 Ius more ture moriturum "Quiebra tu pluma, mísero, y borra tus batallas que tantas vigilias te costaron, tú, que en celda minúscula escribes poemas sublimes para alcanzar a ser digno de la yedra y de una enflaquecida estatua ¡Ya no hay esperanza! El rico avaro ha aprendido a admirarse sólo de los elocuentes, a alabarles tan sólo a ellos, de modo en nada distinto al de los niños que ensalzan al ave de Juno. Y va transcurriendo la edad en que somos capaces de navegar, o empuñar azada o yelmo. Entonces el hastío se apodera del alma y una vejez elocuente pero desamparada se odia a sí misma y a su propia Terpsícore"35 Juvenal expresa el malestar de la vieja Roma ante el auge de la oratoria y las transformaciones que conlleva en la identidad cultural latina, en particular la del derecho en género retórico. No se trata de una mera relación factual, biográfica, entre el oficio de retor y la oratoria forense: en ella se expresa una relación nueva entre tradiciones sin formulación jurídica y una formulación estatal sin tradición, la imperial. Un cambio a resultas del cual la idea latina de "persona" se verá tan alterada como la griega de bárbaro. La expansión imperial pone de manifiesto que la identificación de la persona jurídica con su declaración pública se fundaba en unas suposiciones prácticas compartidas que emergen como objeto de pensamiento y duda a resultas del choque con las de otros pueblos. El acceso virtual de cualquiera al verbo (latino) que fundamenta el personarse, suposición hasta entonces evidente, ha de hacerse visible para germanos, nubios o fenicios. Y eso hará la retórica: hacerlo patente, y patentarlo. La retórica aparece de la mano del cosmopolités, de la ciudadanía universal, como técnica que ofrece a cualquiera manejar memorias con la disponibilidad impersonal de todo alfabeto. Pero usos y costumbres no constan 7 de proposiciones sino de suposiciones, imágenes que sirven de ejemplo; y a diferencia de la iuris dictio, los modelos dejan al usuario un gran margen de traducción a sus necesidades actuales. Como organización técnica de ese proceso de las metáforas que definía a una tradición, la oratoria corresponde a la necesidad imperial de controlar los tiempos una vez culminada la conquista de los espacios. La utilización de citas de los clásicos por el orador le permite a Falófanes advertir que la sensación de participación en una comunidad intemporal no es efecto estético accesorio, sino objetivo esencial de la retórica. La cita es un "abuso del uso de abusar", pues el uso corriente de la lengua ya abusa de las figuras de los ancestros, que saca bastante alteradas de su sueño. Pero la retórica abusa de ese uso al imponerle un ritmo técnico que hace "bailar a los muertos al son que más calienta"(PI,I,38) a cada auditorio, ciudad o pueblo. Al convertir la lenta fusión de cuerpos y almas, la tradición en traducción tecnológica, el retor mata a los muertos dándoles vida artificial, y a los vivos, impidiendo que los azares del habla accedan al reino de los modelos a no ser por la frontera que él regenta. Y el sensu communis del Imperio deja de ser forma de hacer implícita en cada actividad de la república para convertirse en contenido y hecho diferencial que ofrecen a los ciudadanos por las calles profesionales de lo más común, del acceso y el vínculo36. El Imperio liquida la educación como muda inmersión en ejemplos tradicionales y callado regreso al acto presente, como trance personal de enajenación y regreso; en su lugar, se establecen infinidad de "agenda viaticorum" para organizar y acelerar el viaje. Como afirma Falófanes, el verbo que era mneomai, recordar y pretender a un tiempo, se ha vuelto sustantivo contenido de una mnemotechné, lista de imágenes dignas de recordarse y por eso de ser buscadas. En la panoplia de desables objetos memorables que constituye el Imperio, la anamnesis se torna himnosis (vid.infra), y el gobierno de los entendimientos ya no resulta de descifrar el engrama común, se cifra en el 7 programa particular de cada agenda. El encuentro de ancestros y usuarios pasa a trayecto organizado a través de un elenco de símbolos, y el valor modélico del viaje depende desde entonces de las indicaciones del guía: el educere cede el sitio a los duces, educarse, al educador, que es quien indica a los cuerpos en qué almas admirarse. A ello responde la definición falofaniana del Imperio como "televisio atque autopsia". Practicar la auto-opsía es privilegio del imperator, como ya sabemos. Cada súbdito del Imperio, en cambio, ha de ser alternativamente televisado y televidente, pues su origen físico y su sentido universal como ciudadano se hallan en esferas separadas; por eso se le hace preciso un índice que refiera uno a otro para producir su realización en el único escenario de los tiempos. Nótese que el término autopsia es puramente griego, mientras en la tele-visio se reúnen Grecia y Roma en victorioso anacronismo, pasándose el tiempo vencido por el arco del triunfo del Imperio: ante la televisio, cualquier forma de ser y hacer, pasada o futura, se ofrece como hecho contenido en el ucrónico escaparate de símbolos que es el mundo. De ahí que la voz del guía se llame megaphoné en la versión griega, pero sea vox copuli en la latina. Como el alma helénica única, reivindicada por los helenistas, no ha llegado a existir más que televisada por el Imperio, éste es para los griegos voz que llega de todas partes; pero desde la posición de los romanos, como televidentes, es la voz que establece la cópula entre su presente imperial y cualquier otra memoria, principal objeto de pillaje. El Imperio, "anfiteatro de vivos y hemiciclo de muertos", se erige en symbolon redondo y sin fin que ofrece fragmentos de todas las formas de ser habidas y por haber a vidas ávidas de haber vivido, a una "existentia informata in omnibus formis" con vocación de transporte público y arrebato continuo, una masa cuyo único perfil estable es el de su movimiento continuo "en pos de nuevas noticias de otro aceite venafrano, salmonetes de Córcega o yambos de Corinto, cenotafios de una tumba saqueada 7 en Tróade o grabados de la cópula del unicornio etíope, nuevos sones de arcádicas zampoñas, flautas lacedemonias o siringas ibicencas, triclinios como los de Misia, ajorcas como de Craso o leches como de Cleopatra, mil ánimas condensadas para un tiempo disipado que no quiere perder el tiempo y los pierde todos" (PI, I,42). Posibilidades de ser de personas y pueblos se tornan elenco de figuras disponibles de ese "logos megafónico", y el presente común, el Imperio, en co-lección de "katalogós" donde las existencias ojean y ojean esencias y se llevan la más atractiva por la que puedan pujar. Pues la legitimidad imperial ha cambiado su fundamento latino, la "licitudo populis", por "populi licitati", publicidad: "El Imperio es un estrado de subastas donde se trueca licitud por licitación, pues no hay patria que no sacrifique sufijos por un interés más alto"(PI,III,25). * La catolicidad imperial exige que se pueda tratar y hablar con los muertos de cualquiera como con cualquier ciudadano. Tras la cita retórica, el contrato se extiende así "ultra inferiorum flumen" (DM, I,17) y "meta kumás metallaso"(PI, I,45), y sibila mediante el imperio de la ley alcanza más allá de los ríos infernales en polícromas visiones de una televisión que permite lo mismo contratar fantasmas que hacer visible lo ilimitado de la iuris dictio. De ahí que Falofánes califique a rétores y apóstoles de "protheos", en constante transformación para abarcar como "episcopés" o supervisores la eternidad simultánea de la visio beata a base de velocidad técnica en la sucesión de los somata semaforós o cuerpos sensibles: como se puede ver, el tiempo se hace textualmente reversible. La redefinición del personare confunde tradición y condición, genealogía y lógica en simultaneidad tecnológica. Ya no se trata de haber estado presente entre los ausentes, vínculo cuyo reconocimiento no puede darse ya por supuesto. En la civitas universalis el público sustituye a la naturaleza como criterio del natural de hombres y pueblos, y el simulacro reconocido a la 7 filiación. Mientras el Imperio saquea las tumbas del mundo para adornarse el retrete, los advenedizos encargan a técnicos griegos de la palabra genealogías que les hagan descender de los Curios o los Emilios. La cuestión ya no es hacerse un nombre, sino hacerse con él, y los rétores ofrecen sobrados ejemplos de cómo conseguir renombre de segunda mano, y pie, y anatomía, en hemiciclos completos[...] En sus disquisiciones sobre el nombre propio como denominatio originis utiliza [Falófanes] una tajante distinción entre dos modos de significar, surgida seguramente de sus trabajos con el Doxofobita y correspondiente a lo que hoy llamaríamos "referencia" y "significación". Designa al primero de esos modos con el término "kalkeion", o calco, lo que alude a la relación física directa entre troquel y bronce; el segundo, "telesma", talismán, a la acción a distancia, lo que se refiere tanto a la imposición de tributos como a la de un distante significado celeste en un rito de iniciación. En tales términos, lo que el saber retórico ofrece son calcos que funcionen como talismanes, es decir, símbolos: imágenes intercambiables como signos pero inseparables como cicatrices de un pasado, que permitan por tanto el libre intercambio de almas intransferibles[...] [...]la himnosis o fascinatio (PI,I,23; HP, 64 y ss.) designa el efecto de esa reunión: transmitir la presencia de los cuerpos como marca de autenticidad que puede aplicarse o retirarse a voluntad de cualquier significado para convertirlo o no en auténtico calco. Su maestro Ciclóstenes lo esbozó ya en líneas generales en su disertación Perì kimbalós: "Toca un pandero, y los cuadrúpedos harán hexápodos, los mancos dáctilos, y los renacuajos anfíbracos"37. El fragmento se refiere a la costumbre ya anácronica en su época de acompañar la declamación de versos clásicos con címbalos u otros instrumentos, por entender que tal era su forma aútentica, calcada de la Grecia arcaica. Sin embargo Ciclóstenes 7 parece haberse limitado a lamentar la primacía de lo rítmico externo sobre lo significativo en un tono satírico moral, en el que era acreditado especialista. Falófanes, a quien ese género se le daba bastante peor, emplea en cambio ejemplos tomados del foro, lo que dota al concepto de una dimensión foral insospechada para su maestro. Así, en la sección III del PI aparece un rico comerciante ilirio que alardea de su sangre romana y sus ocho apellidos patricios, e incluso se ha hecho fabricar monedas antiguas con efigies de sus ancestros. En alusión a él afirma el Eunuco: "Todo hijo de puta toma su talismán por auténtica calcomanía, frenéticamente asido a lo que no ha sido... y hasta pueblos enteros envidian una lengua que permite ser entendido en todo el mundo y quieren ese esplendor para la suya, que jamás ha ido más allá de la frontera de sus dientes, sin cruzarla. Por eso acusan al presente que se les hace de silenciar una historia que no han escrito; y siempre en un pasado más remoto que el Caúcaso o en las calendas griegas guardan oculto un verbo materno efectivamente más antiguo que cualquier idioma: el baskaino38" (PI,III,99). * [...] retruécano de Falófanes con el viejo adagio pitagórico, "soma sematós sema somatós", para señalar que el cuerpo de los signos se convierte en signo universal del cuerpo. De ahí que en su forma arquetípica, a la que siempre que puede tiende, la himnosis utilice como mensaje del canal no sólo sonidos o incienso, que hacen patentes sentidos parciales, sino una víctima entera que haga el cuerpo presente. En el silencio del sacrificado se cumple esa palabra mágica, que hace realidad sentida para los supervivientes la posibilidad de cualquier comunicación y communio: "Parva imaginatio, quia vides credes; beati qui non viderunt, et crediderunt" (PI, II, 29) 7 Se produce así la fascinante cancelación del tiempo con que Luciano define pedagogía o psicagogía: "Si me sigues, yo te mostraré en primer lugar muchas obras de los antiguos y sus admirables hazañas, explicándote sus palabras y haciéndote sabedor por así decir de todo lo cognoscible (...) Ningún hecho del pasado te será oculto, nada de lo que en el presente deba hacerse, e incluso preverás con mi ayuda el futuro; en una palabra, todo cuanto existe de humano y divino te lo enseñaré en poco tiempo"39. Sin embargo, la discusión con los aticistas en que define el primer tipo de taumaturgia, la himnosis, le permite advertir que tales comuniones intemporales en la palabra esconden siempre algún silenciado cuerpo material a cuya costa se alzan. Como orador bilingüe, Falófanes está especialmente bien situado para detectar en la presunta comunidad intemporal del helenismo la sombra de la materialidad omnipresente del Imperio romano. La oposición de los aticistas al latín es la otra cara de la universalidad de éste, foro católico que el griego fué incapaz de conseguir pero utiliza ahora para pregonar su propia ausencia, de la que le culpa. Y así, la oratoria aticista se da a filigranas más bárbaras que los peores latinismos para evitar que éstos penetren en su purísima lengua madre, de la que sin embargo "vive exhibiéndola en estrados romanos ante públicos de todo el imperio venidos por calzadas que arrancan de Roma" (PI, I, 64) Ese encubrimiento del cuerpo del presente no es resultado accidental sino esencia de toda taumaturgia o provocatio. El complemento necesario de la iuris dictio imperial es la reclamación -en ella y ante ella- de otra identidad carnal y silenciada. En realidad esa otra mitad es otro medio de la idiotez cumplida, pues "intime danaos Roma referens" (PI, II, 21), y Roma, por su parte, encuentra en la ausencia griega sucedáneo de la suya, perdida en el trajín omnipresente de su cetro imperial: "Todo lo dicen en griego, como si a nuestras mujeres no les fuera más vergonzoso ignorar el latín. En griego expresan los temores, las iras, las alegrías, los goces, las preocupaciones; en griego vierten los secretos de su ánimo ¿Algo más? Sí: hacen el amor en griego (...) cada vez que aparece ese 7 lascivo "zoé kai psijé" estás usando en público unos términos que dejaste hace un rato bajo la manta"40. El sincretismo imperial señala pues la conversión de la política en importación y exportación de mores, entre los cuales el ius se convierte en un souvenir del Lacio. Fabrica de recuerdos para ofrecer como presentes, de presentes instantáneamente memorables, la función política se hace figuración de la communio en símbolos que son talismán y calcomanía al tiempo. El saber de la communio substituye a la comunión de los saberes, mientras el espacio de la civitas aparece cada vez más como una balsa a la deriva. En un espacio cotidiano desaparecido en la inmensidad del Imperio, el canal entre lo privado y lo público se hace confesión religiosa o representación retórica, y el derecho muere entre aplausos e incienso: "ius more ture moriturum"(PI, I, 56). * [¿Al señalar?] que la retórica ha convertido "licurgos en taumaturgos" (PI, I,5), la elección de este término griego apunta inequívocamente a que la degeneración del ius no es mera coincidencia con el auge del espectáculo de la Palabra. El término taumaturgia indica que la degeneración de virtud en virtuosismo es inseparable de la degradación del theorein en thauma, de la contemplación en admiración, y que la transformación del foro en teatro va a la par de la conversión de la reflexión en reflejos. La universalidad de la forma es un problema con larga tradición en el pensamiento griego: ¿cómo puede una idea ser universal y al tiempo causar efectos en el mundo, que consta de particulares? Adoptando alguna multiplicada forma sensible con la que no se confunda, de alguna forma. Ahora bien, los tiempos han cambiado el planteamiento del problema. La mathesis universalis correspondía a la dictadura del filósofo platónico porque una dialéctica de ideas la requiere como instrumento ejecutivo en una materia dictada, homogénea y 7 abstracta. La retórica es la dialéctica del Imperio, porque el saber de éste es un saber hacer con formas en que la fisis ya está entretejida al logos en una historia: saber hacer con idiomas, no con ideas. Confrontada de hecho a diversos universos, todos ellos únicos de derecho, el sincretismo imperial ofrece una catolicidad de nuevo tipo, ya no basada en el ser, que en cada pueblo se dice de un modo, sino en la manera de decirlo: una universalidad técnica. Una comunión virtual se convierte en virtuosismo de una técnica que la hace patente como objeto profesional suyo: la virtud. Se trata de un desarrollo de la idea griega de areté, la virtud como "aretéficius" (HP,II, 7) o artificio, arte de articular cualquier materia con significado. Iniciado por los sofistas 500 años antes, en el paso de Atenas a su imperio, el virtuosismo idiomático resurge en esta nueva fundación de la cosmópolis. En la tradición latina halla expresión en el aforismo "in medio virtus": entre significado y existencia, entre los dos miembros en que se sustenta la realidad, se abre la hendidura virtual, y justo ahí, en el medio justo, pone el retor el medio con que cuenta para cubrirla. Con ello altera la relación clásica con ella, lógica, ética y estética, según la cual lo bonito de la verdad es que un cuerpo la encuentre justamente en aquella forma que le corresponda. Con la aparición del rétor, un juego de palabras convierte la justicia en suficiencia, pues una proposición se hará justamente verdadera cuando guste a un número suficiente, es decir, los justos. Salvar el abismo entre el ideal y la carne, lógica y técnica, se convierte en mero problema tecnológico de ajustar el paso; y darlo sobre ese abismo ya no define el valor de una u otra existencia, sino la existencia de una forma universal del valor: utopía tecnológica definida como "extremo idealismo del medio que usa el idealismo para quedarse en el medio y con los medios"(PI III, 54). En una palabra, el problema de tender un puente sobre el jorismos platónico se transforma en problema técnico del pontificado. 7 Conviene corregir la aberración óptica, fruto mayormente de la caverna cinematográfica, que hace del imperator el cargo de máxima universalidad en el Imperio: al contrario, hasta la época de Diocleciano, ya muerto nuestro autor, este cargo seguía formalmente a disposición del Senado. De hecho los vaivenes del mercado imperial a lo largo del siglo III llevan en ocasiones a comprar los votos senatoriales para legitimar la entronización, y es sabido que nadie da nada por nada (salvo acaso Heidegger). La universalidad radica durante el Imperio en el cargo de pontifex maximus, como ya indican el adjetivo y el doble requisito para mantener la ciudadanía imperial: pagar impuestos y sacrificar al pontífice de Roma (otras víctimas, se entiende, aunque el equívoco se diera ya en la época). De ahí el interés del emperador por reunir ambos cargos. La antigua figura de pontifex, que los romanos tomaron en préstamo a los etruscos junto con sus ciudades y mujeres, designa al artifex pontis o pontonero mayor entre dioses y hombres. Pero la paulatina divinización del imperator produce en su figura de pontífice un corrimiento axiológico que reúne puente, abismo y riberas en una sola figura, que Falófanes describe como "pontifex pontifactus". En efecto, en el Imperio "los ciudadanos se desviven por vivir de verdad, lo cual empero siempre sucede más allá de los muros de la ciudad o de la alcoba del vecino". De ahí su necesidad febril de "éxtasis" o "excesus", de salir fuera de sí a la terra incognita del cuerpo o la barbarie, pero igualmente de regreso al logos, "felices de vivir para contarlo, pues contarlo es su forma de vivirlo". La figura del pontifex pontifactus expresa esa nueva forma de universalidad, el vaivén como modo de personarse un ciudadano que "sin trabajo ni descanso que le valga discurre sobre los calendarios buscando un puente, uno que pueda pasar y repasar perpetuamente buscándose a sí mismo en cualquier lado para encontrarse siempre en el otro" (PI, III, 123). En la formulación del De miseria, el pontificado responde a la conversión del "transitus" en "exitus in situ"(DM 47). Como carencias y querencias se entienden también cosa y lugar, sólo que 7 distantes, el presente se vuelve búsqueda del exitus, a la vez exceso de la acción presente y acceso de la pasión ausente. El éxtasis del éxito dispara una redundancia tecnológica en que lenguas y memorias se amontonan en medios con un único fin, el tránsito incesante. Naturalmente inalcanzable, pues todos quieren pasar por el medio inmediatamente. Esa multitud perpetuamente en estado de sitio provisional, en trance continuo, define al Imperio como "estado de transición" obsesionado por las "obras públicas como pasión privada": en especial, los puentes. Ninguna mediación puede ser acción completa: no sin la pasión que la consuma. Para ser verdaderamente católico el pontificado requiere que la pasión consumidora esté siempre accesible en el acto; esto hace necesario que el acceso de la pasión adopte un patrón católicamente reconocible. Cupiditas universalis o panfilía es el término con que designa Falófanes ese canon universal del deseo, que toma figura visible en el pontifex y convierte la relación política en figuración litúrgica del acceso: que ya no significa el valor de acceder otro a uno, sino el hecho de ceder uno a otro el suyo. El problema de acceder se convierte en el de acceder al canon de acceso, Eros o Caritas: lo que, como se puede ver, se multiplica recursivamente casi tan velozmente como los adverbios de un verbo o los abogados de un misterio. Por eso el Imperio desarrolla la reproducibilidad técnica del canon, en respuesta a su necesidad de procesos masivos de canonización que hagan patente el patrón en cada pueblo: "pontifex more standarte anima patentes facit" (DM, III, 54)41. De este modo, la enseña [¿...?] * [El symbolon es un objeto que] los amantes se parten en dos partes al partir; así demuestran hacerse medios de una totalidad virtual, su reunión, que simbolizará fin y valor. Claro que también puede hacerlo el comerciante como comprobante de compraventa, para asegurar igualmente que unas existencias 7 necesitadas lleguen a otras que las necesitan; pero en este caso el símbolo se queda en medio y se perpetúa como forma de toda cita y encuentro. Es obvio que cualquier realidad escindida sirve como symbolon. Sin embargo, la perpetuación del corte supone una inversión sumamente rentable: el símbolo, recuerdo de la necesidad satisfecha, se torna imagen de la satisfacción necesaria, cuya exhibición permite crear necesidad cuando se necesite, y avivar la falta en los presentes reavivando la presencia de lo que falta. El símbolo, que en un perfil de corte junta presencia y ausencia, materializa la sola acción posible a la pasión, la espera. "Homeopatía pura", utiliza el mismo pathos que pretende remediar: a saber, el pathos de la pasión, esa "querencia de querer propia de hartos" que el Eunuco define como mal del "volovolo", o "volo indefinitum", causa y efecto de la producción de "nostalgias en busca de amantes"(III, 69), de simulacros de pasión que constituyen su enfermedad profesional. La tercería del Eunuco, "inter tristiculos duos informis tritumque tertium", se descubre así reverso que completa la primacía del Pontífice: "Numero deus impare gaudet". Pues la dualidad simbólica sólo es posible en un marco sin par, pero otra cosa es que el synbolon quiera además reconocerse y reproducirse. Báculo del pontificado, reverso del símbolo del simbolizar, en el Eunuco toma cuerpo y cobra ánimos el poder de la impotencia que organiza toda historia por no vivir una; él es la forma amorfa del exceso con que las partes tropiezan en su intento de escapar a la forma católica del acceso: formalismo de la informalidad que completa y redondea la información formalizada de los catecismos del Amor en la casa de citas universal, symbolon del mundo que es la sola idiotez completa [...] Una administración de semejantes que no se entienden necesita "producere et provocare" con los recursos del amor profesional la ciudadanía del 7 ciudadano, que incapaz de penetrar la cosa pública puede sin embargo adorarla a distancia, a condición de tener una imagen apropiada en que amarla, y así, amarse por partes interpuestas. La iuris dictio estalla en imágenes de esa catolicidad que subsiste, como la puta o el retor, por no tener cara gracias a tener demasiada: "está mejor situado el que siempre, noche y día, puede componer su rostro según la faz de otro, dispuesto a tirar besos y ensalzar a un amigo que regoldó con elocuencia, o que orinó con brío, o que hizo retumbar el fondo del bacín. Además, para éstos no hay nada sagrado o a salvo de su turpitud: ni la matrona del hogar, ni la hija doncella, ni su prometido aún imberbe, ni el hijo hasta entonces pudoroso. Y si no hay nada de eso, se acuestan con la abuela de su amigo; lo que quieren es conocer los secretos de las casas"42. Confesor o portavoz, de la hendidura entre lo singular y lo común nace un tipo humano característico, "ipse timendus est in publico, ipse in secreto"(PI, III, 18), que se apresura a alquilarla. Hombre-público, siempre él-y-otro al tiempo, el "homo- heteros" ofrece a la realidad cómodas conquistas de virtualidades en lugar y hora fija, y a una cualquiera de éstas, su homologación como "heterós". "Las grandes pasiones nacen cuando los hombres se convencen de que se les ha dejado de lado; en cambio, si creen ser el único poseedor, su deseo por así decir se marchita"43. Naufragados en la nadería de su existencia, entre el temor y el deseo de que el ojo del imperio repare en ellos, sus públicos se apasionan por la inmediatez de la palabra a ellos dirigida precisamente por lo que tiene de oficio. Saben que "Hermógenes habló con igual pasión a los de Esmirna, que sus labios se abrirán mañana temblorosos para otros hombres, y el mismo gemido le estremecerá incontenible por la pérdida del buque de Porción con treinta cerdos"(HP 33). Y otro tanto sucede con Saulo-Pablo, homo-heteros capaz de 7 "amar lo mismo a efesios que a corintios, porqueros o caballeros, gentiles o judíos" (PP $16). Tan prodigioso don de lengua capaz de adaptarse a cualquier cuerpo para hacerle sentir único es lo que excita a los públicos: el simulacro de arrebato del orador les permite dejarse llevar a su vez por la pasión sin dejar de seguir reglas, por una fisis con garantía de urbanidad. Así, si la retórica puede verse en el gran espejo de la política imperial, también cabe hallarla asomada a espejos de mano más coquetos y adecuados a las alcobas que las hediondas calígulas legionarias depositadas ante sus broncíneas puertas. Erótica y retórica son vertientes esdrújulas de una misma crisis aguda del pueblo llano. Atrapados en un presente que se confunde con pasado y futuro en la promesa de un acceso ilimitado, el ser de los ciudadanos no les es conferido más que referidos o proferidos al recuerdo o la promesa por psicagogos o duces: en el Imperio, donde toda forma de ser ya ha sido alcanzada, sólo queda como oportunidad de historia el instante del correrse, que se quisiera perpetuo, de uno a otro de los personajes de un elenco concluso de símbolos. La vertiente privada del sincretismo imperial es ese ansia febril de prolongar ese momento en exitus constante y éxtasis sin término. Erótica y retórica son "posturas de un mismo trabalenguas, el que enreda la lengua de carne y la de aire" (PI, I, 17). No es azar que las mismas zonas sean cuna de la segunda sofística y la novela milesia, misterios del verbo y fascinantes heteras, técnicos y técnicas de un virtuosismo de la lengua al que no importa el género. Apóstoles y retores nacen en lugares que no escriben la historia, y su venganza consiste en situarse más allá de las diferencias que aquélla dejó marcadas, en el reino de un omnipotente verbo hermafrodita que se hace carne dónde y cómo quiere: en la ambigüedad de una palabra que es de carne y de aire al tiempo, en la lengua, se simboliza la ambigüedad de la antigüedad en su agonía. Saber qué y saber a qué, calco y talismán a un tiempo, en persecución de sí otra y no la misma la lengua acaba por detenerse torpe y como pegajosa ante ciertas hendiduras insondables, replegadas entre labios 7 burlones frente a su vana tentativa de engendrarse y saberse que la deja paralizada en autoconciencia: ¿qué es la lengua? Enojosa cuestión que se suele plantear durante el período, final o inicial, de un ciclo, cuando la lengua tropieza con un amargo sabor de imposibilidad. A intervalos más o menos regulares, parece que un goteo de posibilidades no realizadas de un sistema de figuras cuajara en un único corpúsculo, contrafigura de vida no engendrada que se ha de expulsar por labios fantasmales que hablan sangre: un poder haber sido, coagulado, alumbra entonces el ser del poder. En épocas de disipación sólo los cuerpos son argumentos de peso para aliviar una palabra que se agota en busca de sentidos. El destino de Apuleyo de Madaura es un espejo de esa techné rethoriké que lleva al orador ante el tálamo y ante el cadalso44. Apuleyo logra no perder el juicio y permanecer en el frágil territorio del sentido común y el arbitraje público gracias a su habilidad retórica; otros corren distinta suerte, o por las calzadas imperiales escapando de ella, como Falófanes. Eros y thanatos señalan los horizontes entre los que el logos imperial pretende abarcar la totalidad del ser y abrazar su propia potencia hecha cuerpo presente. Entre profecías y refecciones, predicciones y reediciones de heroicos muertos y accesos de pasión pautada por putas, sacerdotes y retores, los azares azarosos y no azarados por las prisas del profesional se sumergen en el refugio carnal de los orígenes. Y en esa mínima gruta de minúscula esperanza tantean las raíces de la voz en la fisis, gemido y garabato, en busca de otro espacio en que abrirse florecidas a otros que no sean el homogéneo to heterós que la técnica imperial pone a su alcance. En busca, de una vez, de otros otros, mientras al otro lado de las fronteras de la ciudad universal hierven los bosques de un rumor confuso que se acerca. "Y por eso hoy es objeto de honor sumo y principal éste que corre rodeado de un enjambre de sacerdotes con túnica de lino y cabeza rapada, como un Anubis, y se ríe del pueblo compungido. Cuando éste se retira, 7 (...) por una monedita, un judío te vende justamente los sueños que deseas. Cuando ha examinado las vísceras palpitantes de una paloma, el adivino de Armenia o de Comagene promete un tierno amante o el copioso testamento de un rico sin hijos (...)porque el oráculo de Delfos ha enmudecido, y atormenta a los humanos una oscuridad total sobre el futuro"45 *** 7 [EPÍLOGO] Por más vueltas que le demos a la redondez del symbolon, nos encontramos ante la imposibilidad de dar con un perfecto imbécil, lo que lleva a preguntarse por qué no cesa entonces la lucha por conseguirlo ¿No es acaso imposible "nec dare nec percipere per bacullum similes nostri", no percibir como apoyo ni dar por báculo a quienes son semejantes símiles y semblanzas nuestras? ¿No es en verdad imposible no forzar ni verse forzado a carne ajena para hacer presentes ausencias propias, y perpetuos viceversas? Al respecto nos ha llegado apenas una expresión, transductio more instantaneo de se ipse, o seductio, que de aceptar la reconstrucción de la obra de Falófanes aquí aventurada permite algunas conjeturas. En primer lugar, que traducir esa expresión como "traducción simultánea" parece un error de traducción. Pues similitud simultánea entre instantes sólo cabe en una televisio que los abarcara todos en una vez. Desechada la posibilidad de la idiocia imperial, mas correcto parece traducir esa traducción more instantaneo como instantánea, o instante: cuya forma de estar es instar ya a su símil porque, al instante, inestá. Si no hay ductio ni dictio superlativa, queda la seductio relativa; si no hay paso entre dos voces cualesquiera que no las haga cualquieras, en cambio cada una alberga virtualmente todos los caminos, hogar de virtud en que todos están instando. Frente al homo viator, que instituye en estado el movimiento de salvación, surge para esfumarse instante la silueta del viator ad hominem, enigma instado a una humanidad que nadie puede asegurarle, sino otros, que nadie puede asegurarle, instantes e instados como él. Queda pues la paradoja de una palabra sin término, tránsito nunca asegurado que es sintaxis, no éxtasis transido al término sacro que define lo infinito demasiado tarde, siempre un instante demasiado tarde. No queda pues sino trance en cada trance que es ola y adiós al tiempo, sino estela confusa que 7 es pañal y mortaja del amar en la tierra, celaje de una cuna de noche y meteoros, trayecto hilvanado a penas de quien sabe que se pierde tras la cara oculta de la Luna: "vano adiós de carmín, sobre un espejo sin bordes, a ese rostro en que lo incierto se asomó por un momento al nosotros". *** 7 ABENJAMÁS para Miren46 Estamos en el siglo V d.H. (XI d.C.), y como se sabe, los sultanes selyucidas acaban de imponer la hegemonía turca sobre el califato de Bagdad. El turco y el persa se afirman como lenguas islámicas, cortando en dos el espacio lingüístico del árabe. Del lado de allá, al Oriente, en centros de la cultura musulmana tan importantes como Isfahán o Hamadán el árabe queda reducido a lengua religiosa, situación que provoca un auténtico fervor recopilador de tradiciones orales, cuentos y repertorios biográficos. Más acá, en Palestina, cae Jerusalén en el 1099 d.C., y los cruzados amenazan centros vitales de la cultura y la memoria islámica; arrojados por las armas, ocuparán su puesto comerciantes catalanes e italianos por todo el mediterráneo. La ortodoxia sunnita se afianza en extensas áreas del Islam, amparada en una voluntad de defensa que parece más justificada que nunca. En el lejano oeste la situación no es mucho mejor. Desde 1032 la situación de los musulmanes peninsulares cambia bruscamente con el desmoronamiento del califato omeya; o como dice la Crónica General, "estonces los moros desmoronáronse, e sin saberse quienes se eran partierónse cada cual a su parte en muy grand desorden...et desta guisa a andudo el regno de Cordoua fastal tiempo que passaron los almorauides dallend mar et fue rey dellos Yucef Abentexefin que cobró todo el regno de Espanna yl ouo" (780, p.466)". Los cristianos recobran partes sustanciales del territorio hispánico, hasta que el integrismo norteafricano ya no vea en Al-Andalus sino un mero colchón fronterizo, y en sus peculiaridades culturales, degeneración urbana reacia a la inexcusable yihad. En medio, como un oasis o un espejismo, se extienden los sesenta años de las taifas. * Entre la Sevilla de Almutamid, el rey poeta, empeñado en poco menos que la reconstrucción del califato bajo su mando, y la minúscula corte de Tortosa, se extienden escenarios de todos los tamaños y clases cuyo solo denominador común parece ser lo pomposo de sus denominaciones. El período de taifas altera también la condición de un tranquilo rincón del califato omeya, que se convierte en frontera avanzada con la cristiandad y eje de la política peninsular. En Sharq al-Andalus, oriente del occidente musulmán, despunta entonces un verdadero cenit de las letras árabes en el ocaso del islam. Como señala un ilustre arabista, al florecimiento de la lírica levantina contribuyen la "fiebre diplomática y cortesana" que la nueva situación desata, la pureza del árabe hablado en el balcón mediterráneo frontero de Siria y 83 Egipto, y por supuesto "lo que la naturaleza valenciana pudo inocular en sus poetas"47. "Las pulgas bailan allí al compás de los mosquitos", aseguraba irritado AlHusri de la Valencia de la época, "la más resplandeciente de las ciudades", según afirmaba uno de los locales, Ibn al-Zaqqaq. Acaso sea descripción más ecuánime la de Ibn Hariq: "si alguien dice que es el lugar donde la vida es cara y diluvian sables y lanzas, respóndele que es un paraíso cuyas colinas cercan dos cosas odiosas, el hambre y la guerra". La Valencia almorávide parece haber sido una ciudad con exceso de población, y aquejada de carencias y carestía crónica, debido a la proximidad de la frontera y el esfuerzo militar. En todo caso, nombres como los de Ibn Jafaya, el poeta de Alcira apodado "el jardinero" por sus magistrales descripciones de la naturaleza, su sobrino al-Zaqqaq, o ar-Rusafi, entre otros, son testimonio de la fertilidad poética de la ciudad y la huerta valenciana, "donde todo instante es alba y el levante en sus cestos viene cargado de dulce frescor". * Abu l-Mutarrif `Abd al-Rahman ibn Hammas al-Quyairí, conocido entre cristianos por Abenjamás, debió de nacer con el último tercio del siglo XI, pues se nos dice que "acababa de posar sus labios en el néctar del matrimonio" cuando se desbordó, arrasando las huertas y el gran puente de la capital, el río Turia, suceso fechado en Octubre de 1088/48148. La familia era oriunda de Córdoba, de donde las turbulencias del último período califal la habían arrastrado hasta la frontera media. Su padre parece haber conservado una pequeña heredad, no lejos de Molina, al trasladarse a Valencia ante la aproximación de la frontera castellana; lo que con certeza conservó fueron buenas relaciones en la zona, en particular en la corte de Albarracín, que resultaron sumamente útiles al joven Abenjamás tras la ocupación de Valencia por el Cid (1094). En efecto, al enumerar los desafueros de éste con los creyentes dice Ibn `Alqama49: "Transcurrido un tiempo desde el martirio de Ibn Yahya, ¡Dios le acoja en su seno!, a oídos del Campeador -¡Dios lo maldiga!- llegaron unas coplas que corrían por la ciudad y con lengua más doble que turbante de beodo (sic) cantaban su arrojo al saquear castillejos y las brillantes circunstancias en que partió de tierras de infieles, su triunfal entrada en Valencia, la gloriosa salida de sus pródigos yernos y los yermos vientres de sus hijas, tan prestamente repoblados. Mandó [el Cid] prender 83 al zalmedina Ibn Fatuh y otros notables, a quienes conminó a revelar el nombre del autor. Mas como sólo un profeta puede decir lo que no sabe, callaron. Acusó luego uno de sus renegados sin mayor fundamento a Ibn Hammas, el alfaquí, a quien sabía criado por la parte de Medina Çelim y entendido en la lengua y los casos de los idólatras. Hubo entonces de refugiarse [Abenjamas] con los Banu Razin, quienes fingieron retenerlo cautivo, aunque secretamente se regocijaban en hacerle recitar ante sus huéspedes, pues el hayib `Abd al-Malik gustaba de rodearse de cantores en las dos lenguas y era amigo de las artes y las ciencias."50 O como dice la Crónica, "et plogole tanto a ese Barrachina como trovaba las fazañas del Cid que non ouiendo huebos dello touol con muchos buenos dones et muy grand guisa por todo el tiempo que y estudo, et el moro gradesciolo con coplas y cantares que preciauan todos, que desde Medina Çelim e Gormaz andauan los oir, e truxamanes pusieron los en romance, e trovaron los juglares"51. Lo cierto es que no hay en la época constancia alguna ni de las coplas, que ningún cronista valenciano pudo o se atrevió a guardar por escrito, ni siquiera de la autoría de Abenjamás, como muestra la cauta expresión utilizada por `Ibn Alqama. La fecha del suceso es incierta, y por tanto también la duración de su estancia en Albarracín52. Tras la conquista almorávide (1103) regresa a Valencia y se instala en una alquería junto al Júcar, no lejos de Qulyair, la actual Cullera. Ibn Jaqan nos informa de que era buen geómetra y jurista, y de que organizó diversas mediciones topógraficas en la comarca de la Ribera, tras las grandes inundaciones de 1088 e igualmente a raíz de los repartos de tierras tras la ocupación almorávide. Dedicado a sus quehaceres y su vida familiar, en la calma de la huerta, muere alrededor del 530/1136, dejando dos viudas y una numerosa descendencia. * Contemporáneo de Almutamid de Sevilla, de Abenguzmán y de Yehuda Ha Leví, Abenjamás es prácticamente desconocido como poeta en una de las épocas más brillantes de ese género en la historia de Al-Andalus. Apenas encontramos referencias a él en autores que fueron sus contemporáneos. Por Ibn Bassam sabemos que "frecuentaba muy poco a los otros hombres de letras, viviendo casi recluido en el campo; unos dicen que por timidez natural, que en él fué siempre excesiva, otros, que por el temor a los hombres que le dejó en el alma la ocupación 83 del Campeador". Sólo en una ocasión consta su presencia en la munia que fuera de Ibn `Abd-al-Aziz, donde se reunía la sociedad literaria. De todas formas, es seguro que conoció a su vecino Ibn Jafaya, "el jardinero" de Alcira, y por tanto es muy probable que a su sobrino Ibn al-Zaqqaq. Asímismo consta que trató a Ibn al-Sid al Batalyawsi tras establecerse éste en la capital hacia el 510/1116. Su escaso círculo ilustrado se completa con la asendereada figura de Abenguzmán, a quien presumiblemente debió de ayudar a subsistir en un par de ocasiones. Su retraimiento de los círculos literarios cortesanos explica igualmente la escasez de noticias acerca de sus obras53 De su poesía nos dice Ibn Jaqan lo siguiente: "Nunca publicó sus versos, y evitaba cuanto podía leerlos ante otro público que sus amigos. Sus poemas parecen a veces prosa medida, pero algunos los encuentran buenos en su llaneza. No le gustaban los alardes de erudición, a tal punto que escribió una maqama para burlarse de quienes los prodigaban". Es segura su autoría de diez poemas completos y algunos versos sueltos, conservados por diversas vías, aunque ignoramos la extensión total que pudo abarcar su producción poética. En cuanto a la calidad de conjunto de la misma, es difícil de evaluar, al no haber ningún Diwan que permita un análisis profundo. Otra cosa es su prosa. Ahí ya hay, completa, una Litera del literato literal, por salvar la aliteración del título original, y que no es otra que la maqama satírica a que alude Ibn Jaqan en la cita anterior. Como matemático y geómetra, se le atribuye un texto sobre la medida del espacio "fundada en lo par y lo impar, que relacionaba con los principios de la generación a la manera de los griegos", aunque esta noticia es sospechosa por proceder del círculo masarrí de Ibn al-`Arif, en Almería, ansioso siempre de autores en que apoyarse y distante del autor; además, ni un solo fragmento de esa obra se ha conservado. Y está, por último, el texto al que Ibn alJatib se refiere como Risala del peregrino descarriado, "confusa epístola alegórica sobre la peregrinación [a la Meca]", que podría ser el mismo que mencionan Ibn Haraut al-Mursí y otras fuentes como Risala de la caravana, y que siguiendo a los orientalistas modernos llamaremos Risala del desierto. * La naturaleza es escenario cuando no materia principal de las composiciones líricas de Abenjamás. Ya los críticos árabes señalaban de los poetas andalusíes "su afición por llevarse la belleza al huerto, a la alberca y el ciprés antes que a la tienda o 83 a palacio". Pero la de Abenjamás es una naturaleza que huye incluso del jardín de la tradición, a los campos y los montes donde vive y trabaja el autor. La obra poética sobrevivida muestra la detallada observación del topógrafo, del hombre que pasa su vida entre las criaturas de la naturaleza y no las reconoce en sus estereotipados signos tradicionales, sino con sus sentidos humanos. Así, la luna que deshilachada se asoma entre los montes y el nublado para contemplar la reconciliación de los amantes es "sonrisa de naranja entre las muelas/ de piedra y las de algodón"; y en una tormenta de verano sobre la costa, "la noche desafiante tiende sus tiendas negras/ ante azules muros de almenas blancas". Esa fidelidad a la naturaleza lo es también, claro está, a los sentidos por ella creados para admirarse: "blando espejo que recorre tus suaves praderas,/ estremecido asciende a tus cumbres tibias,/ se pierde en el vello enzarzado de tus barrancos", el cuerpo encierra las claves de la creación entera. Esa misma sensualidad lírica se manifiesta como sensualismo radical donde se alude al problema del conocimiento, y en especial a los atributos divinos. Ejemplo patente de esa fidelidad a los sentidos nos dan esos versos en que el amante chasqueado regresa "con más dardos en el pecho que espinas en el trasero/ de la chumbera que aun chafada se ríe bajo tu alféizar". Compárese estampa tan poco noble con la del amante de Ibn al-Zaqqaq, que exclama "!Cuántas [veces] llegué a las tiendas de su tribu/ con valor mas buido que mi espada!": se entiende enseguida por qué Ibn Haraut, que tan a gala tiene siempre su refinamiento, cita los versos de Abenjamás como ejemplo de tosquedad andalusí diametralmente opuesta a su ideal de imitación del oriente. Pues se trate de Bagdad o de Alepo, de Abu Nuwas o de Mutannabi, la lírica en árabe tiene ya establecidos casi desde sus comienzos modelos metáforicos prácticamente inmutables. El resultado es que elegancia y estilo estriban en hallar una combinación insólita de un catálogo cerrado de imágenes, las de la poesía beduina, tan familiar a todo hombre culto como ajenos a su experiencia son los objetos nombrados. Pero otro es lo que Abenjamás piensa de la imagen poética: "(...)ídolos pasajeros, no engañan porque no duran ni en manos de nadie tienen lugar ni hora [de aparición], pues las oraciones no los conjuran, los tratados [de retórica] no los enseñan, los imperios no los conquistan ni los muros los retienen. Por eso es casi seguro que sea un farsante quien sigue atando sus cuerdas a las estacas de tu tienda, cuando los dos vivís desde 83 niños tras recios muros de ladrillo, o quien al viento nocturno riza el follaje como cabellera de etíope, sin haber rebasado nunca en su mula el `amal de Quirbiliân [partido judicial de Carcagente]"54 No se trata pues de un ataque personal a su paisano al-Zaqqaq, como se ha querido suponer a veces: ¿cuántos valencianos de la época podían presumir de haber visto una jaima o un oasis? Su rechazo de las figuras tradicionales se debe antes bien a que no expresan lo real sensible, lo presente. Por contra, las imágenes poéticas debieran ser como las nubes: "Allí se abrazan en lechos de aire amantes/ a quienes no da cobijo ningún techo terreno": encuentros que forman su propio espacio, presentes que se regalan en un lecho de voz. En vísperas de la invasión almorávide, esa conciencia de la singularidad del presente se agudiza hasta lo insoportable en todas las facetas de la singular civilización andalusí. Una conciencia que hallamos ya en Abenhazán de Córdoba: "perdóname pues que no traiga a cuento historias de beduinos o de antiguos, pues sus caminos son muy diferentes de los nuestros [...]". A cualquiera que tenga ojos y atienda a su testimonio se le impone por doquier la evidencia de que los andalusíes bien poco tienen que ver con el Hiyaz de los poemas beduinos, ni siquiera con la Ifriquiya islámica. Pero entonces ¿quiénes son?, ¿qué es ser andaluz? "En nuestros días... a resultas de un largo trato, los andaluces se parecen a los Galaliqa en las vestiduras, los emblemas y un gran número de costumbres y maneras de ser que se manifiestan incluso en la pintura de figuras en los muros, los edificios y estancias"55. Claro que esta opinión de un musulmán no dista mucho de la que acerca de los cristianos ibéricos expresa el anónimo redactor francés de la "Chronica Ludovici", "hispaniae christianae gentes per tactu pertinace arabigae gentis indiscernibiles sunt"56. Ni árabes cristianos, ni latinos islámicos, o las dos cosas a un tiempo, la esencia más propia de Al-Andalus es no tenerla, ser frontera: espacio de tránsito y mudanza donde los contrarios coexisten y "dos calendarios son ciertos a un mismo tiempo". Sin techo, sin palacio, sin califa, y pese a ello existente, la impotencia de los poetas para alumbrar nuevas metáforas de ese presente común, su medrosa necesidad de aferrarse a los harapos de las antiguas como a mantos de reyezuelos, 83 dejan de ser mero objeto de sátira literaria para servir como espejo del insostenible presente de las taifas. * El califato reunía dos ámbitos de realidad, historia y profecía, lo profano y lo sacro. Igualmente su expresión cultural, el `adab o ilustración, permitía llegar con un solo lenguaje lo mismo al lado del califa que a los desocupados de las plazas. Esa tensión armónicamente resuelta que caracteriza el esplendor de una cultura encontró expresión literaria en el saj', prosa entreverada con los recursos formales de la poesía: demostración de que la clara exposición de un asunto de Estado no está reñida con su belleza, ni la seriedad de un asunto jurídico con el placer del diálogo, ni la verdad de un pensamiento menoscabada por la belleza de los velos en que se envuelva, y que, en fin, el conocimiento alcanzado según la frase del tiempo tampoco diverge de la imagen eterna de la profecía. Historia y visión profética se empeñan sin embargo en separarse desde que Almanzor inaugura la separación de funciones temporales y espirituales del califato. Y si en la historia se multiplican aceleradamente banderas y signos, hasta convertirla en maraña de alianzas que obliga a afinar el cálculo, el fondo común se abisma invisible en mística inefabilidad. Implacable articulación del silogismo político o inarticulado gemido extático de sus conclusiones, en el máximo esplendor de las taifas a fines del siglo XI el desarrollo de círculos sufíes marca el contrapunto a la difusión de la lógica (Abu Salt) y las primeras síntesis aristotélicas (Ibn Sid, Avempace o Abentofail). Un proceso que desembocará en la obra de Averroes y su controvertida "doble verdad": reconocimiento de una separación ya irremediable que sentencia a muerte al territorio en que la duplicidad y el desplazamiento interminable de sentidos se erigen en institución, y el ta´wil, la interpretación, en código obligado. Ahí, en ese insostenible país del presente, el adab se ha vuelto erudición y el saj' otra metáfora muerta: la de una universalidad que ya no hay, el estilo de un "hombre total" inexistente, el idioma de un espacio imposible. Y así el poeta Ibn Burd ya se siente obligado a desear en el prólogo a su recopilación "que el género de la prosa no se separe del verso, ni se aleje el orden de lo petrificado del orden de lo fluido, para que este libro mío sea tan perfecto como las bodas del día y la noche y la mezcla del agua y el vino". Loables deseos, "como una esposa hermosa y fiel, o un 83 visir inteligente pero incapaz de concebir para sí estado más provechoso, o un cálido verano pródigo en nieves", conviene Abenjamás: "para quien tal ofrece se dijeron las palabras del Libro: pues tales promesas son ídolos durables, en que la cobardía da por hecho lo que quisiera [hacer] y el capricho ofrece a la vista junto lo que al hombre le es dado si acaso alcanzar según el tiempo [es decir, sucesivamente]". También la metáfora califal deja de ser presente sacro en que los contrarios coexisten. Y también sus símbolos, arrastrados en la tumultuosa sucesión de sucesos enfrentados, se convierten en "momias que cabalgan y ganan victorias", en "caballeros a los que el tiempo hurtó a hurtadillas la cimitarra y el cuerpo, dejando sólo blandas vainas que blanden osados nombres usados". Cuando Abenjamás describe así las metáforas muertas de los poetas, no hay que ir muy lejos a buscar su modelo: "Todas las tropas almorávides, magrebíes y saharianas, así como las andaluzas, se habían reunido a las órdenes de este príncipe, al que también se habían incorporado Ta'yid al-Dawla, señor de Lérida; Sayyid al-Dawla, señor de Tortosa; Husam al-Dawla, señor de Santaver, y Nizam al-Dawla, señor de Alpuente, todos los cuales sin embargo habían de desmentir con sus nombres sus sobrenombres"....57 Nombres que desmienten sobrenombres, actos que desmienten palabras a las que sin embargo necesitan para osar realizarse: tal modo de significación encuentra su fórmula quintaesenciada en la ficción jurídica que legitima el poder de cada "malik", o más a menudo "hayib": la de ser delegado, representación de un califa inexistente. Como las jaimas de los poetas, los reyes de taifas son versiones sin original, metáforas sin sentido propio que los propios sentidos conozcan: fragmentos que forman por sí solos un presente y no saben sin embargo darle nombre propio, por lo que recurren, cada vez más en vano, a vanas "armaduras de polvo y aire"58. Califato multiplicado, la milagrosa armonía aparece al alcance de cualquiera como relajada mezcolanza; la imagen se torna fórmula burocrática, y el saj', alfabeto ordinario de lo extraordinario en una vida civil que la retórica de una poesía a sueldo salpica por todas partes de acontecimientos culminantes y reyes sin par. 83 La concepción de la metáfora como "lecho de aire" lleva implícita así la cuestión política más acuciante en todo el islam, la del califato: ¿existe un lugar en que los dispersos fragmentos formen presente común?; ¿se trata de un lugar, o de muchos?; ¿inmóvil o mudable?; ¿cuál es su naturaleza? Pero ese espacio inconcebible, a su vez, no se legitimaba sino como metáfora del "lugar" donde surgen las imágenes de las criaturas, las diversas reuniones de atributos que forman el mundo: como metáfora del metaforizar mismo, figura del acto de creación del mundo. Es en esta perspectiva teológica y política, harto más amplia que la simple querella de antiguos y modernos, en la que hay que situar la actitud de Abenjamás ante la rígida metafórica de la literatura en árabe, y en particular la maqama "del literato literal" que pasamos a exponer. ** En "el literato literal" 59 el hilo argumental es el viaje que emprende en su litera un escribiente pedante, viaje que se promete feliz pero resulta sumamente accidentado. En un ameno paraje se detiene a descansar, y atraido por "los granados corazones de la primavera", los arranca con avidez de la rama de un cerezo, de la que comienza a chorrear sangre casi al mismo tiempo que de su boca; el genio que entre los vapores del humeante charco se alza le recrimina su ansia glotona, y le informa que aquellos dominios son uno de los límites del mundo, y además, suyos. La pena que a continuación le impone denota un sentido del humor que sólo cabe calificar, cuando menos, de peculiar: desde que el pedante se da media vuelta, contempla a su alrededor un país mágico, poblado por un bullicio de metamorfosis constantes a las que no hay ocasión ni tiempo para dar nombre de seres, pues al ir a hacerlo ya lo son. Así, cuando presa de la sed halla una poza, se lanza a la tal "loriga de plata" y se hace un chichón hermoso; la "pálida mariposa del desaliento" en sus labios atrae entonces la gazuza de un vencejo que en vuelo bajo se la lleva en el pico; cuando "la guadaña de plata pasa impasible entre leñosas manos que imploran", una copiosa granizada de támaras y troncos le cae encima, y si bien esa luna podadora le colma de chichones le proporciona con qué invocar "lenguas de ardiente danza" para calentarse la noche, cosa que en efecto hace, aunque la zambra vocinglera de tan cálidos huéspedes no le permita dormir un instante. Más adelante, cuando se acerca el alba, "empapadas fustas golpean a la blanca esclava entre las copas vacías": metáforas habituales para la lluvia, la aurora y las estrellas respectivamente, que al 83 enceguecido protagonista sin embargo le llevan a abalanzarse bastante bebido hacia "el etíope en retirada", es decir la noche, que iba tras lo de la luna es decir del muchacho, para pedirle por favor que le deje a él también manejar sus "látigos de nafta", es decir rayos, con el resultado de que el etíope, irritado, tras fustigarlo lo sodomiza. El hechizo del genio no es otro que la escenificación de las metáforas en sucesiones históricas. Historia que no puede resultar ya sino descabellada sucesión de incongruencias, las de sentidos que mantenía suspensos y unidos la simultaneidad de una visión ajena al tiempo. Desatados por éste, el escenario se brinda ya sin trabas a todos los alardes de virtuosismo, y Abenjamás se lanza a ello sin recato, protegido por su falacia argumental que hace responsable de los mismos al pedante, o en todo caso al genio. Así, durante una noche y un día el sol desenfunda su espada y caen sobre el infeliz poetastro pesadas lonchas de plomo azul que le abollan casco y soporte; las ramas a que tiende su mano famélica se la atraviesan, como cumple a "ubérrimas lanzas", lo que obliga a tal "paloma herida" a buscar "un nido en tu palmera": algo que la dama requerida no le niega, por ser de cintura holgada, si bien aprovecha para intentar freirsela en el acto, previamente desplumada con los dátiles a modo de condimento; ya se ve perdido el infortunado cuando los labios se le entreabren a la viuda en la excitación del triunfo y se descerraja sobre la dulce lid un alud de perlas, o sea que en la noche se le ven los dientes, y se expande por doquier el ardiente siroco de su aliento; por suerte el perlífero diluvio apaga el fuego por percusión en los atabales de la dama, que con el parche al aire clama "¡ciega de amor, para tí lato y palpo, y palpito!", y al poeta, rodando inconsciente, le arrastra hasta un campo de luceros y esmeraldas, lo que al despertar le hace prometerse mejor fortuna. Mas todo se tuerce de nuevo en la taberna en que busca socorro, cuando el posadero toma las esmeraldas por vulgares arrayanes, los luceros por margaritas y a él como es lógico por búcaro, pues se trata de un nasrani que ignora la sublime lengua del profeta y sus sentidos ocultos. Contrito y pobre el florero sobre una mesa, expuesto al esputo y las befas de los clientes, su malquisto reposo se acaba en cuanto resuenan voces árabes en la sala y recomienza la danza de sus metamorfosis, a lo que da pábulo un despabilado santón que le hace pábilo la flor y candil la boca, mientras lo esgrime ilustrando un discurso sobre la verdad. Arde el local, acuden al sofoco de las llamas todos, y el crepitar de tan alígeras lenguas de púrpurea saliva 83 vuelve a su ser al malhadado poeta chorreando lametones de vinazo; el paso de las horas le deja entero como un acerico, cosa normal cuando se trata de "las flechas que lanza el arco incansable" del sol en el horizonte, y así prosigue endemoniada y sin tregua su mudanza, sin otro de firme que su desventura. Un mundo bastante incómodo del que por fortuna viene a sacarlo, cuando al cabo da con ellas, el consejo de sus "columnas inconmovibles", que, menos mal, hablan árabe como corresponde a príncipes antiguos, tienen los dedos tiznados de azul "de tanto tocar el cielo", y se tocan la cabeza con "brasas inextinguibles", es decir, fama, lo que les hace calvos y de continuo irritados por un olor a chamusquina que perciben por doquier sin saber localizarlo. Su consejo, que se mostrará eficaz contra el hechizo del espejo, es decir del arroyo del comienzo, no es otro que "morderse la lengua": cosa que el poetastro hace al cabo no sin que antes "le estrujen el pecho las uñas insaciables de la duda", lo que permite a los príncipes cobrarse el favor con la obtención de un excelente orujo "de lumbre", es decir sangre. Mordida su lengua en toda la literalidad de la metáfora, se detiene el paisaje de la mudanza, y aunque mudo, el poetastro retoma su camino y gana la casa de su amada, que irritada por el retraso le ha dejado por otro. Sin que el enmudecido pueda, como es lógico, explicarle lo acontecido. * La "traslación" de sentido entre dos figuras que define la metáfora es, a su vez, una metáfora, y el espacio de la misma, figurado: el reino del genio. Mas al entrar en contacto con el tiempo histórico, con el poetastro, esa traslación se convierte en literal, en un inacabable correcalles, y la coexistencia simultánea de atributos dispares se dispara en atropellada sucesión de cambios. Esto se aplica en primer término al califato como "espacio" mundano en donde conviven figuras e intereses dispares; pero sobre todo a la palabra que legitimaba esa pretensión suya de marco universal, la palabra divina en la que surgen y coexisten los dispares atributos que forman el mundo. En los pueblos del Libro toda concepción de la metáfora rebasa necesariamente el ámbito de la estética para incidir en la cuestión de la semejanza en su sentido eminente, la semejanza entre las criaturas y el creador. 83 "Y cuatro han de ser sus pies, pues así está escrito, como también que a semejanza suya creó los que vemos en este mundo"60 "Según esto, la voluntad atribuida al Ser primero y la atribuida al hombre se dicen equívocamente, lo mismo que sucede con la ciencia y los otros atributos cuyo modo de ser en el Ser primero no puede ser el mismo que en los seres producidos" 61 ¿Cómo entender lo que se dice de Dios? ¿Cómo va a entenderse la lengua, cuando está aplicada a los atributos divinos? El problema genera una variedad inmensa de posturas en todo el Islam62. Descartados los dos extremos concebibles, a saber, la literalidad absoluta y el carácter alegórico de la totalidad del texto, la cuestión estriba en definir qué partes han de tomarse en sentido literal y a cuáles hay que suponer otro figurado. Se trata pues de definir inequívocamente el objeto del saber interpretativo, o ta'wil: ¿qué ha de entenderse en sentido propio por "figurado"? Tal definición de lo figurado viene a complicarse sin embargo por la prohibición de las figuras materiales que el Corán establece. Pues es obvio que el sentido propio de esa prohibición se refiere a esculturas o pinturas materiales, y sólo figuradamente a las figuras de lenguaje. Pero en ausencia del sentido propio de la figuración, cuyo conocimiento es condenado, ¿cómo definir "lo figurativo" en sentido figurado, es decir, las figuras de lenguaje que han de ser objeto de interpretación en el texto coránico? Una vía es argüir que el sentido propio de la figuración tampoco es la mímesis de cuerpos animados, sino su reproducción: la embarazada, y no el pintor, es quien crea propiamente una figura. Esta solución permite obviar la prohibición coránica de figuraciones pictóricas o literarias, pero las invalida como sentido propio de lo que es sentido figurado, que era el problema. Y además crea otros más graves, pues si se define como sentido propio de la figuración la gestación, ¿significa que han de entenderse figurados aquellos textos que se asemejen a ella? ¿Y en qué: en la hinchazón, en los antojos, en la duración? Es más, ¿significa eso que el corán tiene prohibida la reproducción? También cabe apelar al sentido figurado de esa prohibición coránica de figuras, es decir, a que lo prohibido no es propiamente la figuración del sentido propio ante los sentidos ajenos, sino la apropiación de los sentidos ajenos mediante 83 la propiedad de lo figurado, como en Abenmasarra, o bien lo contrario, como en Alfarabi y Aljaraute. Pero nuestro propósito no era detenernos en los problemas de la exégesis coránica, sino señalar por qué la teología del islam hace de la analogía una cuestión crucial (dicho sea en sentido figurado, naturalmente). Común a tan diversas escuelas hermeneúticas es sin embargo suponer que los diversos significados del texto preexisten a una interpretación que, en consecuencia, sólo los exhuma63. Porque también pudiera pensarse que en la metáfora no hay desplazamiento de algo subsistente entre una figura y otra, a saber, sentido, sino que el sentido lo es siempre de un desplazamiento, en el que primera, segunda o enésima figura son paradas que van definiendo un único plano por el que transitan. Naturalmente, esto es tanto como decir que la supuesta interpretación no encuentra, produce esas figuras de sentido en el texto que recorre, hasta donde alcanza a verse, sin fin alguno. Por eso la caravana avanza a ciegas, sin poder ya retroceder ni anticiparse lo más mínimo a lo por venir. No hay dónde ganar perspectiva en la absoluta llaneza del arenal, no hay previsión ni providencia, no más que la de un camello. Hombres, bestias, mercancías, están ya ahí, irremisiblemente, y avanzan de incidente en incidente sin otro hilo que su caminar. Nada de rumbos, la frontera del tiempo es el presente en este desierto en que el suceso y su narración son estrictamente simultáneos en origen. Aparecidos de noche en mitad de un arenal, no sabemos de dónde vienen, ni dónde están, ya que ignoramos como ellos el nombre del desierto en que se hallan. A eso se refiere la respuesta del guía, "aquí", a la pregunta del comerciante, ¿se puede saber dónde diablos estamos? Porque, en efecto, ¿cómo fijar posiciones, con respecto a qué, en lo que carece de límites? ¿Cómo que carece?: el desierto termina a las puertas de la ciudad santa, y por tanto, está en alguna parte y nosotros también, a saber, extramuros de La Meca. No te indignes, oh sapientísimo alfaquí, responde el poeta tratando de aplacar los ánimos, y echa más leña al fuego. La noche es larga y fría, y nada podemos hacer mejor que atravesarla a lomos de las palabras, que son corceles acostumbrados a caminar entre sombras. * En torno a la hoguera, la conversación adopta la estructura del relato marco en que se van insertando otros. El procedimiento, clásico en la literatura árabe64, tal 83 vez puede reiterarse hasta alcanzar lo infinito; pero aquí, lo que buscan los cuentistas es pasar el tiempo sin pérdida ni extravío, de modo que casi nunca se alejan en sus rodeos más allá del tercer paso, esto es: que personajes contados por otro del relato marco relatan historias cuyos protagonistas, narrados, enmudecen como narradores, poniendo así punto final al guirigay de las voces. Una de las particularidades de esta Risala del desierto es que la voz que sirve de guía se pierde con cierta frecuencia. De manera que bruscamente volvemos a estar sumidos en la inmanencia de un coro de voces entre las que no se sabría qué orden establecer, o qué dirección seguir, pues todos los planos se han vuelto borrosos o se confunden. No obstante lo mejor es orar y aguardar el alba: el sol saldrá por Oriente, gracias sean dadas al Clemente, que lo puso en el cielo para señalar la dirección salvadora de La Meca, insiste el alfaquí. Pero decir La Meca es como decir el lugar del sentido propio, que se convierte así, como quien dice explícitamente, en el verdadero objeto de atención. "El sentido", eso que en la metáfora se supone pasa de un lugar propio al desplazado, ¿es algo sustantivo además de las figuras entre las que se desplaza?, y de ser así, ¿cúal es su lugar natural de residencia? ¿O bien es que cualquier cosa junto a cualquier cosa produce "sentido"? Y ¿dónde buscar entonces una razón de la naturaleza efectiva, de este orden de atributos frente a cualquier otro? ¿Es que según tu doctrina Dios Todopoderoso no podría haber situado la Meca en otra parte?, continúa el guía aprovechando la pausa. Claro, y podría igualmente cambiarla de nuevo a cada momento; pero ¿a qué hacer eso con signos que ya han sido dados?, ¿para echarlo todo a rodar otra vez? Sorprendente anticipación en esta apostilla del poeta del más moderno de los dilemas, ¿Einstein o Mallarmé?; aun si fuere posible, ¿para qué deshacer lo andado por el azar de signos y pasos, si no hay mejor rumbo que ofrecer? Pero el guía no escucha e insiste: de seguir tan estrictamente las palabras que se nos dieron, oh sabio alfaquí, bien pudiera pasarnos como a aquel persa que quiso atrapar su sombra, dice. Conozco muchas historias, pero jamás escuché ésa, interviene el mercader, ¿qué fué lo que le ocurrió? Y el guía cuenta que hubo una vez en la antigua Persia, antes de que la iluminara la verdad del Profeta, bendito sea su nombre, un hombre llamado Yafar que exploró todos los libros, rezó todas las oraciones, calló todos los silencios y ayunó todas las hambres que encontró dicho perfeccionaban al hombre, pero que a pesar de todo no conseguía hacerse con lo que 83 su bárbara religión le señalaba como puerta de la salvación: su sombra. La observó a todas las horas del día y de la noche, al sol y la luna, sobre los cantos de los ríos que corren al mar a solas y entre los pasos de las multitudes que cobijan murallas, solo y con ayuda de ojos ajenos hizo dibujos y comparaciones, urdió planes, tendió trampas, y un día al rayar el alba, cuando creyó conocerla ya en todas sus mudanzas y contornos, el júbilo le puso en pie de un salto, dice, sólo para contemplar una silueta desconocida y burlona que a sus mismos pies nacía para alejarse a poniente hasta perderse de vista. Y que, desesperado, echó a correr por las calles en su persecución, pero que ella se alejaba de él tanto más aprisa cuanto mayor era su afán. Atravesó así la ciudad, causando la burla de los mayores y las risas de los pequeños, y por la puerta de Poniente se alejó campo a través tras la estirada silueta, dejando a sus espaldas comentarios que se fueron apagando en la ciudad con el correr del día; hasta que al atardecer los guardias vieron llegar ante la puerta una figura disparatada y detenerse, sigue el guía, haciendo una pausa dramática. Que no era otra, claro, que la de Yafar, exhausto de seguir fielmente a su sombra por barrancos y breñas, pero que como ella, a su vez, no había hecho sino seguir en su giro al sol, resultó que rodeando la ciudad le condujo al mismo lugar del que había partido, sólo que magullado, arañado y cubierto de barro, aclara. Entonces todos sus discípulos lo abandonaron, pero ya nada le importaba, y dispuesto a morir retírose a las montañas, donde pasó cuarenta días sentado frente al páramo, inmóvil, sin que acudiese a él otra cosa que las gotas de la lluvia que corrían por su rostro en breve trayectorias, describe, hasta que al fin dejó de llover, durante la noche, y llegó el alba. Burlona nació su sombra con un largo bostezo hasta el horizonte, pero él no se movió; el sol trepó como suele por su arco, pero él no se movió; el sol se acercaba al alto doblegando las sombras como suele, y él no se movió.... al cabo alcanzó su cenit, y en ese instante su sombra, vencida, dice, vino a recogerse bajo su cuerpo, y confundida con él, desapareció. Entonces el sabio lo fué verdaderamente por vez primera, y poniéndose en pie bajó a contar a los hombres su verdad, concluye, y hay silencio. Creo que cabe entender esta historia de Yafar que acabamos de oir como parábola del destino del solipsismo; o en términos más acordes con esta caravana medieval, del destino del alma, presa por el cuerpo en la cadena de las causas y los 83 efectos y ante todo del más inmediato de todos, hacer sombra. Hacer sombra es el signo inequívoco de la opacidad de la materia, de su densidad ontológica, de su carácter segundo y derivado respecto a la Palabra que la define, el que todos los pueblos del libro le otorgamos durante siglos, y por el que la tratamos justamente como sombra de la verdadera realidad. Sí, no cabe duda alguna de que aquí nos encontramos frente a una palabra que nos hace sombra. Muy oportuna, esta reflexión del guía iluminado ahí ante las llamas, porque en efecto, esa sombra que el aislado yo persigue por el mundo, su materialidad sombría en el sentido de la cavernaria metáfora platónica, es desde Descartes a Wittgenstein fruto de la reflexión, y no debemos olvidar que la reflexión es en su sentido literal un juego óptico; de modo que, por retomar el hilo argumental en que la amena narración del guía ha venido a interrumpirnos, ese juego de Yafar y su sombra es sin equívoco posible persecución de los sentidos propios tras los figurados como buscan un alma un cuerpo o una ciudad una caravana, o un yo raciocinante un yo raciocinado, o una mente demente los gigantes de tras los molinos. No obstante se puede pensar, a mi juicio, que la historia de un loco en pos de su sombra no represente sino a vosotros mismos, ¿no decís en público los sufíes que en lo que decís falta algo que no podeis enseñar allí, sino que se os ha de seguir con discreción a una de esas casas vuestras, donde enseñareis en batin lo que a medias ocultais en khirqa por la calle...?65 Y así embaucais al incauto con historias que, como sombras alcahuetas, siempre van más allá o se quedan cortas en lo que enseñan y siempre guardan algo que rebuscar, mientras a la bolsa del crédulo le suceda otro tanto. Aclaración innecesaria aunque elocuente ésta del mercader, si puedo decirlo, que si mi práctica con los enfermos no me engaña, el sentido de esta discusión es saber a quién se le confía el poder de decidir que las figuras del texto, por su posición o aspecto, no se valen ni pueden hacerse entender por sí mismas; porque sólo después cabe plantearse interpretar sus rasgos con mejor o peor fortuna, arte y tarifa. O bien, dicho al revés por si no queda claro, lo que estamos discutiendo es qué papel cumple aquí el intérprete, además de molestar, cuando las figuras se bastan por sí solas para dar a conocer su condición, empleo y función (dice el médico66). Ya, pero entonces, ¿esconde o no otro sentido la historia de Yafar? A mi entender, mercader, el guía ha querido decir que así como la sombra escapa al pie 83 que la persigue, la meta de nuestra peregrinación no ocupa sitio que pueda señalarse en los mapas; no es audible ni visible, ni pueden por más que se multipliquen los sentidos alcanzar al sentido; y si lo que siente espera ser sentido, más vale que se siente, ¿te he entendido bien, oh guía? Hasta donde alcanzan las palabras, sí, poeta. La ciudad santa que buscamos es un símbolo, su puerta no está tras de aquella loma ni en muralla alguna, sino que cada cual la lleva consigo donde vaya. ¡Pues estamos listos!, si encima la llevamos encima, ¿para qué queremos al guía? ¿Y de qué te ha de servir a tí, mercader, la puerta sin la llave, la senda sin el pie? ¡Ya estamos otra vez con acertijos! Porque nunca se dijo la verdad en algarabía... No, ni en ninguna otra lengua, guía. Eso es verdad, poeta, se ve que tratas con la pluma y sabes dónde alcanza; pues por alto que vuelen las palabras, jamás alcanzarán las alturas del mih'raj ¿Y es ésa razón para acusarlas? ¿Acaso acusas al vuelo por no ser cielo, al eco por estar hueco y al canto por otro tanto?67 A las palabras les falta su sombra y su mitad, cierto; pero ¿cómo podría llamarse, sino a lo que esté ausente? Y la ausencia de lo llamado en vano, en ese vano en que llamas y amas y arde la voz tarde, ese exceso de ocaso en que la ausencia que es muda y amada discurre inmutable ¿no ocupa en las palabras todo su ser? ¿no son entonces las más perfectas, según dice el Imam: el más vacío es el más próximo a ser colmado? No sé si te entiendo del todo, vate, pues mi entendimiento encuentra, torpe, en tus razonamientos huecos que no alcanza a salvar, ¿palabras que son sombras y son vanos...? acostumbrado a ir paso por paso, a tratar con simples y recetas, la tuya se me hace un tanto oscura. Por su parte la princesa le dice al poeta que debería cuidar con quien discute o acabará también mendigando a cambio de un cuento que nunca alcanzará a consumar; y que ya le está viendo errante por esos mundos, describiendo en parábolas sin fin lo que desea... Si es vuestro deseo, sea, princesa: de seguro conoceis la historia de ese mercader que parte a correr el mundo en busca de una palabra ¿Quién es...?, se vuelve la princesa a quien la llama, curiosa, y juguetona, se acerca y se aleja en engañosos claroscuros. Y el poeta responde con la historia de Nuredín que, pese a las críticas fundadas e infundadas que provoca aquí como es sabido la labor del intérprete, intentaremos traducir aunque se pierdan aliteraciones y rimas internas para los que hablamos romance, porque puede que se trate de uno de los más raros fragmentos de la literatura árabe por su descoyuntada modernidad que se iniciará así en boca del poeta en cuanto se 83 haga el silencio, Nuredín era un próspero mercader establecido finalmente en Basora al que su industria y sus viajes habían proporcionado fortuna y prestigio, comienza, así como dos esposas y un par de hijos que adornaban una casa con numerosa servidumbre y sinnúmero de parientes, porque Dios es justo y no hay hoja sin envés. Una tarde, cuando volvía callejeando del zoco al hogar, sus pasos le llevaron ante el puente de la Victoria, prosigue, y de pronto se encuentra en el laberinto de un barrio desconocido al otro lado del río. Repara en que lleva buen trecho sin cruzarse un ser humano. Oye un quejumbroso suspiro y se adentra por la callejuela. Los muros se estrechan hacia el río, que bate manso la ribera al final de la angosta cuestecilla. Ve la cancela entornada, y entra. Se halla en el más rico palacio que imaginarse pueda. Entre almocárabes y pedrerías, ébano y sedas, sigue el curso del agua por las estancias hasta un umbrío jardín, que entre alfagras y fontezuelas desciende la ladera hacia una gran alberca sobre el río. Al otro lado, siluetas de cúpulas, alminares, aves y cumbres despliegan el crepúsculo por el horizonte. En el ángulo de la alberca más distante del palacio, ante un cenador de aromáticas maderas que el arte ha vuelto bordado vivo de luz y sombras bajo las palmas, sobre blando tapiz reclinada junto al agua está la fuente de tanto suspiro, una hermosa mujer negra que contempla asomada al abismo azul el incorpóreo vagar de los nenúfares. Nuredín le pregunta la razón de su tristeza, y de la rara soledad de tan rico palacio, y la dama empieza así: Yo soy la mediana de las tres hijas del dueño de este palacio, cuya sabiduría inmortal es conocida aún hoy hasta en las riberas del lejano Ganges, y más allá. Pero en sus últimos años la proximidad de la muerte nubló su espíritu, y entregado a cábalas y nigromancias dió en buscar el sortilegio para vencer al tiempo también en carne y hueso, el secreto de la eterna juventud. Una mañana, al rayar el alba, oí deslizarse sus pasos fuera de su alcoba. Advertí a mis hermanas, y temerosas le seguimos por la escalera hacia la azotea. Agazapadas las tres en los últimos peldaños lo observamos desenrollar cuidadosamente su esterilla para la oración, y nos congratulamos; pues es ingenua la juventud, y pensamos: Dios ha puesto fin a su prueba e iluminado el corazón de nuestro padre. Pero de nuevo nos sofocó la aflicción al ver que su rostro se volvía hacia poniente, en la dirección contraria a la que Dios señaló en el cielo con su 83 luminar más excelso, para terminar postrándose no ante la gloria de la creación, sino ante un extraño espejo. Era un marco de bronce como el brocal de un pozo, todo cubierto de signos, que encerraba un vidrio abombado, estirado o retorcido en todas direcciones. Pugnaba yo por retener la incomprensible jaculatoria que recitaba cuando a un mismo tiempo asomaron sobre la azotea los rostros de mis hermanas y a sus espaldas, a ras del barandal, sobrevolando la ciudad desde las cimas de las montañas, los primeros rayos del sol. No sé quién llegó primero al cristal de pronto abierto por donde acababa de entrar mi padre, si la luz o sus aturulladas bocas clamando ¡no nos dejes! Cuando cesó el torbellino desatado sobre la azotea no quedaban allí sino risas de los genios, que aún hoy me rodean en el calor de la noche con algún turbio designio que yo sigo ignorando. Pues donde un nombre debía rematar el hechizo mis hermanas impacientes irrumpieron con una súplica, que se ha cumplido: el resplandor del espejo no nos deja escapar ya ni un momento. Mi padre está esfumado, y nosotras hemos perdido nuestras formas mortales, sin que los genios hayan llegado a saber a quién entregar a cambio el cuerpo de luz que habían traído, en el que habitar por siempre joven como ellos y las hadas en el reino intermedio de Hurqalya. Así, vuelvo aquí cada amanecer y cada ocaso, perceptible a los sentidos humanos mientras brille en el cielo un resplandor sin astro, una luz sin fuente, como este palacio y estos jardines que ves, ilusión suspensa, pendientes todos de un hilo de voz inconcluso entre los mundos. Y así seguiremos mientras no se pronuncie ese nombre que busco en vano, pues no está en mi mano dármelo por todos. ¿Ves esa alberca?... al igual que en ella, cada uno que pruebo se torna en lo contrario, si cuadra a una de mis hermanas irrita a la otra y a mí me deja siempre en el filo. Ni siquiera los genios pueden, atrapados también en este inconcluso hechizo en que moramos. Ellos son, invisibles, quienes atienden el palacio día y noche, quienes te han hecho oir mi perpetuo suspiro, quienes te han guiado hasta mí, para que tú lo halles. ¿Y cómo sabría yo, un pobre mortal..., empezó Nuredín, pero ella le corta al punto. Yo soy la última esperanza: busca pues la última palabra. Recorre hasta el final todos los caminos, vé al cabo de toda las rutas, más, no sé decirte. Hay un silencio, sigue el poeta, entre las sombras. 83 No se diría, señora, tan fácil empresa que no merezca algún obsequio en recompensa, observa cauto Nuredín. Ella se yergue y su desnudez florece entre aromas y cendales, ¡yo soy tu presente!, ¡házlo!, ¡házlo y me tendrás!... dáme un nombre, y por él se plegarán también a tu palabra los encantos más ocultos de mis hermanas, el saber de nuestro padre, cuanto encierra este palacio. Tendrás tesoros sin cuento y placeres que tampoco podrás contar, de tan exhausto. Y nada serán, comparadas con otras que ni sueñas, estas delicias que tus ojos se esfuerzan en vano por ignorar, discretos, entre mis velos, pues como la piedra imán fueron hechas para atraer el fuego de los corazones por los rayos que la vista lanza. Aunque he de advertirte, su voz se hace profunda como la alberca, que si no has regresado antes de un año o vuelves sin lo que te pido tu también te esfumarás, y convertido en aire pasarás a engrosar la hueste de nuestros invisibles criados, sin más destino que ulular por los callejones para atraerme nuevos pretendientes. En tanto habla, Nuredín no logra apartar la vista de lo que gasas y seda pregonan más que velan. Aspira el perfume de los arriates, y el arrullo de esa voz le infunde una somnolienta audacia en que todo parece posible. Finalmente, con un tono que él oye bastante enérgico, la interrumpe para asegurar que no es necesario hablar más, aunque será un placer naturalmente, que él, Nuredín, ha recorrido suficiente mundo para no temer sino a la voluntad de Dios, alabado sea su nombre, y a ninguna otra cosa, y que sea la que sea, si se la exige su dicha puede darse por hecha. Y que si no lo tiene a mal le gustaría disfrutar también de la visión de sus hermanas, siquiera un momento, pues no en balde es mercader y no da más crédito que a sus mejores proveedores de certidumbres, sus ojos, y que asímismo está dispuesto a escuchar cuanto antes las claúsulas de contrato que tales ganancias promete para todas las partes. Afligida por la ausencia que la palabra aviva, la dama negra suspira: por desdicha, la mayor ya ha partido, y la más joven aún no ha llegado; pues cuando ellas están es esta mansión la que deja de estar al alcance de los sentidos mortales. Le ruega entonces que tenga paciencia, y arrojo, y prudencia, y tantas cualidades cuantas pudieran adornar a un príncipe, ya que cualquiera de ellos le envidiaría de culminar su empresa con éxito. Hasta entonces, ay, nada sabría hacer tangibles sus carnes sonrosadas, ni audibles sus canoras voces, ni podría gozar la envidia del sándalo que fluía de sus cabellos, ni las ardientes bocanadas de sus hornos palpitantes... 83 No muy versado en literatura, Nuredín tardó unos instantes en recordar que lo que esta última imagen designaba era usualmente el corazón; eso dió tiempo más que suficiente para que una especie de mágico relincho le hubiera nublado ya la vista y todos los sentidos hasta el común con un velo rojo, a través del cual sintió confuso como que se izara una gran verga de la que aquella cortina de fuego colgara henchida al viento, como un vaivén de ancas gigantescas que le arrojara hasta el cielo estrellado y hasta el fondo de abismos de agua suspensa en lo alto, blanca, como un mazazo de espuma contra una costa de huesos o un estallido de esos con que la isla de la bruma desgarra de repente en labios incandescentes el hielo bajo los pies. Cuando todo amainó, se hallaba a bordo de un navío que surcaba agua desconocidas. Tuvo tiempo sobrado en su travesía para acordarse del acuerdo en todos sus detalles y maldecirlos uno por uno. Lo tuvo mientras abordaba costas habitadas por hombres con tres pies, o algunos más, de ancho, y un redondel de fieltro por toda tapa del cráneo, lo tuvo en las mazmorras de marfil de los reyes negros que montan avestruces y comen carne humana para purgarse, tuvo semanas y meses al pie de las cumbres perpetuamente nevadas de la isla voladora, en el templo de los adoradores del ánsar que todo lo entonan en todos los alfabetos del mundo, cuyos sacerdotes sin embargo tampoco encontraron en sus manuscritos la palabra buscada que dijera aquel todo que cada día era más. Tuvo tiempo de desesperarse y recordar y lamentar y de nuevo embravecerse con el reto, en las más remotas jaimas de los desiertos más distantes y en los vergeles más paradisíacos de las islas de las especias tuvo tiempo. El relato prosigue luego con numerosas aventuras y descripciones en que conforme al gusto árabe se mezcla relato y consejo, máxima moral e informe geográfico. En resumen, lo que dice el poeta es que Nuredin muchas veces cree escuchar esa última palabra. Cierta vez, por ejemplo, piensa hallarla en la ciudad luminosa que surge del horizonte ante su caravana, tachonada de jardines donde brillan todos los colores del mundo, cercada de brisas donde suenan todas las armonías, y extraviado en su persecución por las arenas llega a gustar así el callado sabor de la muerte en los labios secos. Otra vez, en una aldea perdida en mitad del polvo, sentado en el brocal de un pozo para refrescarse las moscas, cree oirla en labios de un rapaz mugriento y costroso que pasa corriendo, pero al seguirlo comprueba que se trata de inarticulados sollozos de su monumental berrinche, y 83 también que ciertos pueblos paganos llevan muy mal que se interrumpa su coyunda por cuestiones lexicográficas. Actitud que ciertamente perdona con alma generosa y porque así lo manda el Profeta, pero sigue sin encontrar lo que buscaba. Al fin, una tarde, el horizonte se oscurece de repente sobre unos cerros bastante mochos, con matojos de hechura corriente, cuando según sus cálculos no falta mucho para que se cumpla el año estipulado. Agotada su esperanza y estrujada su memoria hace meses, no es sino con una indiferencia harto notable en tales circunstancias como, ascendido a la cima de un otero, arroja al suelo de bruces su cuerpo junto a su hatillo, y se asoma al abismo del fin del mundo. No sin cierto sobresalto, del que su alma no se creía capaz a esas alturas, no puede dejar de darse literalmente de narices con un hombre de su misma estatura que hace exactamente lo mismo, asomarse por el borde del mundo desde el lado contrario, en el que también debe de haber realizado un largo viaje a juzgar por lo desastrado de su hatillo que flota contra la arena ¡Pero qué arena!: millones de granos minúsculos y vacíos como negras perlas del revés forman lo que con gusto llamaría el techo de la noche, de no ser por los inequívocos llenos de unas huellas, marcados uno tras otro desde el horizonte hasta los sucísimos pies, pálidos de mugre, del extraño peregrino. Quien, no menos perplejo que él, no aparta de sus ojos aquellos dos puntos blancos que flotan en los sombríos huecos de su rostro. La sorpresa y el temor pronto deja sitio a una sospecha que enseguida pone a prueba, tendiéndole la mano a través de la invisible raya, como hace el otro, asímismo con signos de inteligencia creciente; sin que afortunadamente logren estrechársela, pues en el mismo punto de cruzar la linde sus pulgares brincan repentinamente al lado contrario de sus respectivas manos diestras, seguidos por el resto de los dedos excepto el corazón, que se limita a fruncir de otro modo las arrugas de sus falanges. Otro tanto sucede con las palabras que a continuación se dirigen, y así, con un poco de práctica, hablando o entendiendo del revés se hablan y se entienden, y sentados a la vera de la raya del mundo, Nuredin Alí escucha pacientemente la historia del peregrino de fin a principio. No tendrá apostado su culo en este canto, rezonga rebullendo el mercader, sin duda para romper el largo paréntesis narrativo y devolvernos al fuego de la discusión, pero lo hacen callar la mano de la princesa sobre su brazo, las furibundas 83 miradas de Yafar y la voz del poeta; de modo que tras revolver en las brasas prosigue con la historia que oyó del Oscuro Peregrino Nuredín. Una historia que lo llevó a través de cielos surcados por quillas de espuma y desiertos abovedados de dunas hasta un puerto y una ciudad de cúpulas concavas por las que mana la lluvia hacia las callejuelas, en donde a solas pasean vaciadas siluetas sin más compañía que el rumor constante de las palabras, o entregados a sus asuntos intercambian largas series de silencios por los alargados salientes de los zocos, o avanzan por sinuosos recodos, entre sombras y silencios salpicados de hojas y murmullos, hasta un cenador de penumbra taraceada en madera, al pie de una mastaba de agua en una de cuyas esquinas, erguida y majestuosa, le prometió tesoros y placeres dignos de cuento si lo lograba, le sugirió que partiera a las comarcas por donde despunta la sombra redonda para buscarlas, pues entretanto seguirían convertidas en abultados cuerpos impenetrables porque su padre rezando no había dejado oir cuando los genios les transmitían las primeras palabras del hechizo del tiempo, una mujer blanca bellísima y desnuda que suspiraba mientras él se alejaba ya lleno de curiosidad ante tan extraños palacios hacia la cancela de aire de la entrada, por las calles del zoco, hasta la entrada de una casa bien dotada con numerosa servidumbre y sinnúmero de parientes, porque justo Dios es y nunca sin faz cría árbol envés, a quien dos esposas y de hijos un par así como fortuna y prestigio le habían sido proporcionados por su industria y sus numerosos viajes, establecido en Basora un rico comerciante finalmente era Alí.... A esas alturas ambos habían advertido ya la perfidia de las hermanas, capaces las tres de embrujar al mismo tiempo por mantenerse jóvenes y bellas en su jardín de penumbras. De modo que sin interrumpir el relato y con señas de mutua inteligencia se habían puesto en pie y, en el instante en que el Oscuro Peregrino alcanzaba el nombre de Nuredín, cruzado a un tiempo la raya para fundirse en un largo abrazo. No siendo de un mundo ni del otro, por los atajos del reino de enmedio al instante se hallan de vuelta, como no podía ser menos, entre el día partido y la noche por venir en el jardín de la perpetua penumbra. Ante el cenador vacío, la princesa se vuelve burlona al agua, a la figura que emergiendo del quieto abismo y hundiéndose en él, en medio de su incomprensible borboteo, la mira, blanca, negra, desnuda. Ahora ya sabes qué nombre da al hechizo un fin que es su eterno principio, y el nuestro, ¿verdad, pobre loco? Mi hermana 83 mayor ya va a partir, la menor acaba de llegar, aquí tienes tu recompensa, escucha ese peregrino doble, ¡mírame entera!, ¡mira por un instante a quién has dado tu tiempo que aquí termina!, y del cuerpo de la maga vuelto cristal abombado ora sale ora entra una niña de afilados colmillos, una anciana con cabellera de raíces y olor nauseabundo. ¿Te gustan?, somos tuyas, para siempre, el borboteo es furioso como un hervidero, porque tú pones con tu nombre punto final a nuestra historia en este instante, ¡Nur... edín!, se oyó emerger otra voz doblada doblándola al unísono. Y tan perfectamente encajaron sus sílabas, entre las calladas almenas que reflejaba el silencio, que la superficie de la alberca saltó por todas partes en pedazos de nenúfares y sombras, y preso en el abrazo de dos figuras el fugitivo cuerpo de la maga tornóse tornado de espuma blanca, negra, torbellino que arrastró cenador, tejados y arriates a un vertiginoso embudo gris en cuyo centro una figura de ceniza se desmoronaba esparcida en un clamor de gemidos y aullidos y jadeos de animales en celo o de parto o comidos vivos. Luego el polvo se posó, se apagó el eco por los tejados, y quedó una cuesta rala asomada al río. En mitad, una figura un tanto cansada se dió la vuelta, se sacudió, se encaminó al puente de la Victoria y lo cruzó. En la casa de Nuredin, el comerciante, el pan estaba saliendo del horno cuando llegó. Pronto regresas hoy, esposo, oyó decir a la primera esposa. Como arrayanes se alegran mis ojos porque otro astro se alza para ellos, dijo la segunda esposa. ¿Te acordaste de mi barco?, aullaba un tormento con mocos colgado de su albornoz. ¡Baba, baba!, imploraba o describía otro bulto baboso y chillón. Pareces cansado, así como ojeroso, se inclinó insinuante y solícita entre todas la cara de su madre. Y a fe que debía de estarlo, porque durante dos o tres días la voz le vacilaba ligeramente, trastocaba algunas palabras, confundía los cubiertos de mano, y hasta giraba decidido en el recodo del corredor contra el muro, en vez de tomar el arco de la derecha hacia el patio. Pero enseguida se le pasó, y volvió a llevar los negocios con su habitual mano izquierda y su destreza de siempre; vivió muchos años en aquella casa, gozando de sus riquezas, su jardín y sus esposas, y llevó con honra el nombre de Nuredín Alí hasta su muerte. Y nunca volvió a visitar el barrio al otro lado del río. ¿Y esa historia no quiere decir nada más?, rompe el guía irónico el silencio con la pregunta que todos tenemos en mente. Evidentemente sí, entre otros extremos que por fuerza han de quedar para más adelante, la relación entre el ego socialmente 83 definido por parámetros como profesión, domicilio, esposa, suegra y mocos, y el otro, es decir, los yoes virtuales, las posibles relaciones con el mundo que a cada paso quedan atrás por miríadas, como granos de ese desierto techo; ¿y no es significativa esa omnipresencia de lo hueco, del símbolo de lo femenino? el hueco del tiempo que media entre él y yo, que si se pronuncia apresurado por dar con la última palabra, como Nuredín, los funde a ambos en un abrazo que es elyo, ello, la inconsciencia del presente sin palabra en que se sucumbe ante la maga, aunque por suerte persiste el nombre propio, la referencia, el hilo umbilical del yo histórico tejido de palabras y tiempos ajenos que reaparece en el instante crítico para salvar de la amenazante presencia femenina, de un tiempo que se quiere encarnado, el nombre que siempre quiere decir otro, otra cosa, por ejemplo, no basta a arrojar luz suficiente sobre el nombre de Nuredín su mera apariencia, la de un cliché utilizado en los cuentos de todos los derviches, habría aún que preguntar... Pero la princesa exclama que la historia de Nuredín le parece hermosa tal como está, sobre todo los nenúfares; que ya le gustaría tener algunos en casa; y que además, no cree que quiera decir nada más después de tantas fatigas. Y si quisiera, aquí estamos para escuchar; la noche es nuestra, añade acomodándose junto al fuego la oscura figura de otro peregrino. Ciertamente, aunque la luz sea otro cantar, replica enigmático el guía. ¡Ya estamos!, rezonga el comerciante... Sea como fuere, a mi entender el relato presenta todo el aspecto de una parábola alquímica, como las muchas que es común entre musulmanes estudiar para formarse en el oficio de médico, y más en esta época que no sería descabellado tachar de descreida. No es raro caso, en efecto, también en la cristiandad tenemos muchos ejemplos... Pero estábamos hablando de cómo saber cuándo una figura quiere decir algo, aunque no se valga por sí sola para hacerlo. El problema no es de ayer, pues en cualquier época y lugar se nos plantea a quienes cogemos la pluma un problema similar. Como dice la escritura "quien busca, halla"; pero antes de buscarlos dobles y trasladados, ¿cómo saber cuándo ponerse a buscar simplemente sentido? Si por ejemplo hallamos aquí mismo una flecha en el suelo, ¿cómo sabremos si su punta cayó al azar o señala? Es el mismo caso que si hablando de nosotros mismos y nuestras incertidumbres dijéramos la frase "somos peregrinos perdidos que buscan su ruta en un desierto", ¿tiene ésta un sentido?, ¿habrá que buscarlo en otro? Comparto el parecer de quienes afirman que al final depende de quién lo diga; así que sólo podremos estar seguros de que no es una metáfora porque lo indica el 83 escritor, yo en este caso. O sea, que no estamos perdidos en una alegoría, bufa el comerciante; es un alivio. Tu larga explicación nos ayuda a pasar el tiempo, poeta, pero nos ilumina más la hoguera, musita el alfaquí. Bien, ¿y entonces? Como le ha pasado a Nuredín, héte aquí que tras un largo rodeo, ciertamente entretenido, nos encontramos todos en el mismo punto. Quizás, o quizás no, pues el lugar al que uno vuelve jamás es el que se dejó, y quién sabe en quién habrá convertido el viaje al viajero. ¿Eso es lo que querías decir con tu historia, que no somos los que fuimos los que estamos aquí...? ¡aunque mercader como yo, tú también estás chiflado, Nuredin!... Permítaseme una breve disgresión, al tiempo que resumo cuanto hemos escuchado: el guía pretende que en la renuncia a nombres y actos vendrá a dársenos por sí sola nuestra sombra, es decir, el sentido de nuestra alma y lo que en verdad la sustenta. Y en cuanto al poeta, si es que a pesar de todo algo ha querido decir, como parece, es que el nombre de lo que buscamos lo sabemos desde el principio; en consecuencia, no hay meta real aparte de los otros que podemos llegar a ser nosotros, pero así hemos de fingirlo para ponernos en camino, pues somos perezosos y sin destino fingido no habría viaje. Opiniones harto contrarias, debo decir, a lo que quiere decir lo que nos fué dicho por boca del Profeta, bendito sea (que es lo que quiere decir este enrevesado pasaje del alfaquí en árabe coránico). Ni Yafar ni Nuredín han hecho otra cosa que correr en pos de sombras, pero las sombras son figuras deformadas de algo que propiamente existe. Nuestro viaje tiene un rumbo, La Meca, y si lo hemos perdido lo que hay que hacer es recuperarlo; desviarnos con estas divagaciones más de lo que es justo conceder al descanso y la honesta diversión es correr hacia un seguro extravío; como le ocurrió a los mercaderes que abandonaron su ruta atraídos por las riquezas sin cuento de Jabalqa cuando viajaban a través del gran desierto del Oeste, cargados de oro, marfil y pedrerías sus camellos, y sus corazones con toda la alegría del regreso, tras un año en las inhóspitas regiones que rodean el país de los negros. Al atardecer del tercer día en el desierto, la caravana atravesaba mudos pedregales cuando a lo lejos vieron un hombre que andaba como entre muros invisibles, torcía en ángulo recto y seguía sinuosas callejuelas en mitad de una vacía desolación; y que, oh asombro, comenzaba a elevarse en el aire por peldaños que sus ojos no podían ver. Al poco otra figura le siguió, con el mismísimo gesto de quien llevara en brazos alguna pesada carga que entregaba a un tercero, surgido también del aire o de la arena, 83 hasta que una multitud creciente iba y venía entregada a lo que parecía el trajín cotidiano de una ciudad, sólo que sin ciudad, sin objetos, sin vestidos. Parte de la caravana siguió el criterio de un alfaquí, sigue el alfaquí, según el cual aquella multitud desnuda que iba y venía era obra de genios de la que conviene siempre alejarse, como si no lo supiéramos, comenta una de las hermanas, pero la mayoría hizo caso omiso de sus palabras, y prometiéndose ingentes tesoros de la ciudad siguieron a un andalusí, de oficio tejedor o dicen otros que tintorero, quien llevado por extraña ansia se adentraba cada vez más en el desierto en pos de aquellas siluetas, llamándolas a grandes voces sin obtener respuesta. Y héte aquí que de pronto, cuando la distancia se hizo tan grande que todo aumento resultaba imperceptible, las figuritas frenéticas parecieron dar alcance a la muda fantasmagoría y comenzaron a dispersarse también ellas por huertas y munias que nadie más veía, enarbolando invisibles herramientas para tareas ininteligibles, y a adentrarse por callejuelas, y a doblar esquinas de una kasbah que crecía y se enmarañaba al ritmo de sus pasos. Pues en efecto, tras cada paso que daban en una dirección parecía surgir un muro impalpable pero inquebrantable para quienes venían detrás, que a su vez alzaban con sus pasos nuevas escaleras y pozos y alminares a través de los anteriores, y a su lado, superponiéndose todo en un laberinto creciente que bullía de figuritas, afanosas y felices según toda apariencia tras unas invisibles murallas que bien podían alzarse y llenar el horizonte entero, henchido como una amenaza gris hasta lo alto del cielo. El alfaquí recomendó dar la espalda al diabólico espectáculo y orar. La tormenta de arena duró dos días, y cuando acabó, y alzaron la vista, estaban rodeados de gigantescas dunas y a salvo. Por más que buscaron, no pudieron hallar ni rastro de los perdidos, y prosiguiendo su viaje llegaron en pocos días a Marraquesh, donde contaron lo sucedido a quien les quiso oir. Así lo oí yo de Ibn Fathu de Elvira, que lo oyó de Ibn Dut alMarrakushi, que lo supo de Abd-al-Qadir al-Alyari, cuyo bisabuelo estuvo en la ciudad en aquellos días, loado sea el Altísimo. Así que cuando se desata entre legos la carrera por alcanzar el sentido, no es posible dirigir sin error una caravana hacia la meta. Si se suprime la distancia del relato que despliega el alfaquí, todos los instantes se confunden como le ha ocurrido a Nuredín, y desembocan instantáneamente en el instante, en el presente sagrado que se extiende incontenible por doquier como una charca infinita, para habitar en la cual, si se me excusa la metáfora, no tenemos agallas. 83 En eso la postura del cristiano es distinta, desde luego: para él, el texto canónico es barrera ante el sinfín de lo eterno que del lado de aquí permite a todos hacer tiempo, e ir por partes. ¿Así que el Libro es dique?, dí que es lo que dices tú y los alfaquíes como tú, y que el tiempo así ganado lo apacentais como os place. Ya, y si no, ¿de qué dique?, sino acequia hariais vosotros con que regaros la hacienda, o aun canales navegables de que cobrar más peaje. Está claro: o se pone coto a la intromisión del intérprete, de una voz por todas, o no hay manera de pasarse el tiempo sin perderse. Ya, pero ¿cómo vamos a entendernos si no podemos saber quién está diciendo cuándo, y qué quiere decir quién? A partir de este punto precisamente el islam sunnita que tan bien representa el alfaquí intentará ocupar el papel de intérprete, ajeno a los tiempos que corren y a las encontradas figuras que producen, para que haya de nuevo entre todas una voz autorizada, supervisión que contempla y cañamazo que sustenta las identidades de las figuras y el hueco del fondo, al precio ciertamente de localizarlo entre ellas como una más, la suya por ejemplo. Volveremos así a un mundo más formal y menos voluble, en que cada cosa es cada cual y no hay atajos entre épocas, lugares o nombres, y saldremos del desierto en que atrapados nuestros pasos se suceden como figuras en una inacabable interpretación de quién sabe qué ucrónica imagen... ...en cuanto localicemos La Meca. La Meca es la ciudad del sentido propio que da fin al beduino vagar de la interpretación, acotado desde ese momento en ritual de peregrinaje, paréntesis de azar planeado que la urbanidad se reserva. Tal es a mi juicio el verdadero sentido de la discusión a la que acabamos de asistir. Para el alfaquí el vagar de la profecía ya ha terminado con la chari'at, la ley explícita; por contra para el imam el ciclo de la walayat es eterno, el desvelamiento ha de continuar hasta su eterno final, sin plazo, sin rumbo, sin mapa... pero con guía. De ahí también la anterior discusión del poeta con el representante de ese otro islam peregrino68, según el cual el sentido está en todas direcciones, pues la ciudad de la luz puede hallarse intacta e íntegra desde cualquier punto del desierto del tiempo: el viaje no es en busca de un lugar, sino de una visión... pero no cualquiera, sino la del origen, aquélla cuya autenticidad venga garantizada por el guía. Pues no compraría yo una virgen garantizada, ¿a quién no se le alcanza que, en ciertos asuntos, los procedimientos para eliminar la incertidumbre eliminan también, con toda certeza, lo deseado? Con ello el médico, ciertamente, está 83 metiendo el dedo en la llaga de toda teoría de la metáfora, si se dispensa la equívoca imagen. Traslación y corrimiento de sentidos, el instante extático en que la figura se abandona a sí misma dejándose ir en otra deja entrever el singular espacio desierto de un existir sin parangón ¿Y qué guía podría pretender conocer tal desierto jamás hollado, sino el borde?, dice el mercader69. Sin embargo, el saber esotérico que sobre tan elusivo paisaje se propone no se quiere contemplación, sino realización, no teoría, sino teogogía: introducción al ser primero de los seres con la guía del guía. De todos modos, si la garantía es la repetición de un itinerario, todo lo iniciático que se quiera, ¿por qué no disfrutar de la reiteración mucho más sosegada de la naturaleza material a través de la multiplicidad de sus ejemplares? Total, se adopte la postura que se adopte en la materia, ella siempre habrá estado antes que ellos; de manera que cómo se ordenen entre sí es cosa que la dejará en todo caso indiferente. Tal es el sentido del relato que el médico contará a continuación de esta breve aclaración de posturas; un relato con el que quiere aludir obviamente al problema de los universales, y no sólo en su aspecto epistemológico, sino también en lo que atañe a la ontológica realidad del tiempo y la materia, y por ende al substrato teológico de la cuestión, esto es, por qué las ideas divinas no se quedaron en simplemente pensadas, y a qué la necesidad de argumentar con carne que muere, o lo que es igual, la necesidad o voluntariedad de la creación divina del mundo. Pues a mí esa ciudad tuya, alfaquí, me recuerda a la princesa que jodió por siete, empieza. Era en el Hadramaut y eran los tiempos del paganismo, sigue sin hacer caso de alguna mirada helada, cuando quedó huérfana y dueña de cuantiosos campos, así como de una parte jugosa de la gran presa que le ganaba a aquella tierra el calificativo de feliz. Como no podía ser menos, acudieron los pretendientes como las moscas a alguna de las variadas sustancias que les gustan. Pero cuanto más la acosaban ellos, ella más se les hurtaba, azuzándolos unos contra otros con promesas y otros fardos inexistentes, con los que también se alejaban escaleras abajo tan contentos como si llevaran en brazos sus mismísimos senos desnudos bamboleándose delante de sus narices hasta la esquina, en que el embrujo desaparecía y se veían de nuevo burlados. Al cabo, hartos, unieron sus fuerzas y pusieron sitio a su palacio, jurando no moverse en tanto no se rindiera a alguno. La princesa, temerosa al parecer, propuso a sus pretendientes cambiar la guerra por choques menos cruentos, y celebrar esa misma noche con todos ellos una justa de 83 amor con la siguiente condición, a saber: que aquél que cuerpo a cuerpo y en limpia lid le hiciera lo que aún ningún hombre le hubiera hecho antes, se alzaría vencedor y tendría derecho en adelante a hacer de ella lo que quisiera. Para lo que sólo pedía que jueces imparciales oyeran, vieran y decidieran. Parecióles de perlas a los pretendientes congregados, en número de siete, que en alta voz proclamaron su acuerdo con los términos del desafío. Acércose al ocaso el sol, y en torno al patio de palacio pobláronse almenas y soportales para contemplar el pabellón que se alzaba solitario en el centro. LLegaron gallardos los caballeros, pero ay, ante la muda cortina alzóse pendencia por quien habría de pasar primero. Pues ése, como cayeron en la cuenta, tendría que superar un antes mucho más despoblado, tanto, que de ser verdadera la ansiada virginidad de la princesa le bastaría con alzar la cortina y verla dentro70 para cumplir la condición y dar por finalizado el concurso. Como la princesa había previsto, volaron los puños a las empuñaduras y los más astutos impusieron paz, haciéndoles ver que se trataba de otra artimaña para enfrentarlos. En ese momento se oyó con vencida resignación convincente su voz que desde allí dentro proponía una solución: puesto que a ninguno le era posible que su antes pasara antes de todos los demás antes, y ya que ninguno quería su antes después de otros antes, no había otra solución sino justar todos al tiempo. Mas como ella, ay, pese a todo su deseo que, bajó modosa la voz, era mucho ante la visión de tan garridos pretendientes, era una sola y la única que era, no cabía más solución sino que justaran con los cuerpos de siete de sus esclavas, en los que ella juraba poner toda su alma en contemplar a un mismo tiempo a quienes se negaban a sucederse en distintos, y decidir así con toda imparcialidad el mejor amante. Parecióles justo. Y como no lograran, aunque recelosos, alcanzar a imaginar un nuevo ardid que en ello pudiera esconderse, aceptaron. La princesa mandó llamar a sus esclavas, vinieron, entraron todos y empezaron. Corrían las estrellas y volaban los gemidos como felices aves de algodón sobre la ciudad, y sobre corros de sombras que en torno a rescoldos también aguardaban hablando o callando, a solas o juntas. El día llegó, y extenuados los galanes sobre sus bellos corceles nocturnos no abrieron los ojos sino a un crudo resplandor que los cegaba: se alzaron, y halláronse entre las caídas telas de la tienda a la vista de la ciudad entera que los miraba burlona, curiosa, envidiosa, comparativa o ávida. En pie, la princesa alzó su voz y su figura, y preguntó a todos si 83 veían allí algo que no se le hubiera hecho aún. Hubo un eco y un clamor, ¡el amor, el amor! ¿Y quién, quién de todos ellos me lo ha hecho? Nadie, dijeron todos. Y vosotros, se dirigió a los príncipes, decidme ahora: ¿alguna mujer de las que abrazasteis os excitó nunca a tales proezas como esta noche yo, ausente? Como callaran, concluyó que en consecuencia era ella la triunfadora, y pues podía hacer consigo lo que quisiera, quería seguir viviendo como hasta entonces en paz con sus vecinos, que avergonzados volvieron a sus casas y a sus ciudades a meditar la lección. ¿Y cuál es ésta? Como se puede comprobar, este relato de pretendientes que ahora acaba introduce en la discusión lo que ya habíamos anunciado, esto es, el tema del amor como espacio de mediación: eliminadas las pretensiones de los discursos precedentes, y puesto que al multiplicar los sentidos más allá de sus posibilidades la interpretación desemboca en la pérdida del sentido, queda el desmayo en el cuerpo a cuerpo, es decir, en el mundo material de los singulares del que el médico se quiere hacer aquí claro símbolo. Pero ¿y esa naturaleza que permanece al margen de sus figuraciones, de sus símiles, como si la historia no fuera con ella, inalcanzable para sus sucesiones y sus príncipes? Aunque, sin embargo, la princesa asegura que algo sí le suena la historia, pero que ella la oyó con final distinto y a su juicio más hermoso. ¿Y cuál es, princesa? Y ella responde al guía que lo que oyó fue esto: el séptimo de los pretendientes, tras aceptar el trato y entrar con todos, no quiso tocar a ninguna esclava, y ante su cuerpo desnudo permaneció toda la noche en vela. Interrogados por la mañana pretendientes y esclavas por separado, contaba cada uno y cada una su versión, de cuyo cotejo sacaba el pueblo regocijo no menudo. Mas llegándole el turno a la última, contestó sucinta "perderme", en tanto el pretendiente, no menos lacónico, respondía "guardarla". A lo que la princesa, sin vacilar, le pasó la punta de su velo por los hombros, y él la tomó por esposa... Y a sus siete esclavas como concubinas, naturalmente ¿Hemos de suponer que tambien en semejante historia se esconde algún sentido edificante, al que habría que desnudar antes de sus ropajes... naturalmente? Este descontento del alfaquí ante las desahogadas maneras de la princesa, convengamos, no se aviene muy bien con su fidelidad a otras reliquias arábigas a las que sí considera parte indisoluble del islam; como situar la ciudad de la verdad en Arabia, por ejemplo. Cierto, guía: no guarda igual respeto por las usanzas que cantan los Moallaqat de las nobles damas 83 contemporáneas del Profeta: "ella me eligió entre todos bajo el sol/ y me hizo llegar recado con las estrellas:/ cubierta sólo de una túnica ligera/ me esperaba tras la puerta de su tienda"... pero será que en su amor por la verdad los doctos sólo quieren verla bien guardada, forrada de velos y cortinajes, y a sí mismos forrados con ella.. Lo que no se entiende, desde luego, es por qué forma parte este poeta de una pía caravana cuyo destino es La Meca. No te irrites, alfaquí; se trata de un peregrino de amor, ¿acaso no lo somos todos aquí? Sólo que su amor viaja con él, no es destino que le fije rumbos ni tampoco vagar que de cualquier parte haga destino, convirtiéndose así en su propia y sola meta... es, a lo más, otra voz distinta de la suya a la que espera con paciencia, a la que tiende horizontes entre sus pasos y adereza silencios entre sus voces, por si acaso alguna vez quisiera soñarse en ellos... una voz distinta de la suya y de todas las que han hablado siempre de ella desde lejos, de ella que callaba, de ella que se dejaba anunciar sin cumplirse nunca... Dílo como quieras, princesa, pero a mí lo que me parece tu poeta es un esclavo de las mujeres, y que iría lamiendo las basuras con el cuello en una correa, como los camellos o los mulos de mis caravanas, si al final del ronzal se hallara una blanca mano. Cierto; y no conviene a la virilidad humillarse de tal modo, si no es por estratagema de conquista, que no desdeñó el mismo Profeta, bendito sea, para ganar su ciudad sagrada. La que buscamos avanza entre nosotros y habla entre nuestras palabras, musita el poeta... no se precisan guías, ni conquistadores, ni intérpretes, para hallar en ella nuestras pérdidas y perder viejas victorias que nos atan. Bonita expresión, aun traducida, pero en este punto de la argumentación... ¿qué significa esto? ¿Y esas barbas? ¿Ese harapo? ¿Ese echarse al hombro por la fuerza a la princesa? ** Tenía que interrumpir el diálogo en este preciso momento, cuando estábamos asistiendo al clímax por supuesto verbal de un amor udrí en la mejor tradición arábiga. No en vano su aparición en escena la hace palpando el encontrado bulto de la princesa: tras su irrupción, el tocar va a sustituir aquí al hablar en el registro simbólico, y el objeto de disputa va a desplazarse inequívocamente hacia los atributos y su sustancia, de modo que la cuestión de la meta física desplaza a la 83 hermeneútica, y los sentidos, definitivamente al sentido. No es raro que el recién llegado empiece por echarle mano a la princesa tomándola por material de trabajo; como veremos, ningún discurso podría hacerle ver que no lo es. Pero el poeta la arranca de su brazos y la devuelve al círculo de luz, en el que también queda cercado el huraño personaje, expuesto a nuestra consideración. Pariente del Solitario de Avempace o del Hayyi de Abentofail, este ermitaño es empero diferente. No sabemos si ha nacido del fango o de un huevo, carece de nombre y de cualquier rasgo distintivo, cuanto más de memoria. No hay modo de saber si su presencia en el desierto obedece a un voto, por el que le pregunta en vano el guía, o es forzada proscripción, como insinúa el mercader, abandono de una madre con el corazón más vacío que la de Moisés, como afirma el alfaquí, o en fin accidente inexplicable: simplemente está desde que puede recordar, es decir, un instante cualquiera, aquí, en un desierto que nadie sabe dónde está, pues ¿está en alguna parte lo que carece de límites? Sí: el desierto limita con la ciudad santa y por tanto nos hallamos extramuros de La Meca, adonde nos dirigimos, insiste el alfaquí como si no hubiera oído nada. Lo que yo decía, dice, estáis perdidos: en este desierto se puede llegar a cualquier parte, pero a una es imposible. Y ¿qué pinta aquí? En las horas más tórridas del día ¿no habeis visto, viajeros, desperezarse en el horizonte ondulantes paisajes de alminares y palmeras, de imposibles lagos verticales? ¿No habeis oído llamar fugitivas voces en el viento? Son ecos y fantasmas, son sones y son sombras que evaporadas arranca el calor a los peregrinos que ignorantes unos de otros recorren el arenal. Se alzan ardientes hacia la región etérea, mas a punto de alcanzarla comienza a caer el sol y las arrastra consigo hacia el ocaso. Y en la hora en que una luz sin astro se demora aún sobre el mundo, tras el horizonte cae un rocío infinito de gotas de alma extraviadas que guardan un sabor, un resto de gesto o una mirada, el eco de una palabra o una brizna de amor antiguo, un frescor de torrente, un son de risas y un olor a cordero recién asado. Cuando se entra la helada oscuridad ¿no habeis oído, viajeros, un tintineo lejano? Son millones de cristales que cuajan en la arena, a veces gemas minúsculas que guardan una sílaba sólo o una sonrisa, a veces encabalgados en gigantescos farallones que encierran bajo los astros, en su borroso blancor, el tumulto de todos los atributos que forman un mundo. Y al amanecer, cuando la luz asoma al horizonte e 83 inspecciona palmo a palmo la extensión, el oido atento puede escuchar algún sordo crujido, el ojo volverse raudo a algún destello en la lejanía: afiladas crestas, cantiles cristalinos tras los que se adivinan aún confusas siluetas, la luz choca con ellos, tuerce su rumbo, por un instante vaga perdida en sus laberintos, pero la simple cercanía de su desnudez resplandeciente derrite tales moles confusas en un grácil cimbrear de fantasmas vaporosos, y otra vez se borran en el aire los seres improbables que forjó la noche... En resumen, el ermitaño recoge espejismos helados. De día duerme, y tras el ocaso sale a recorrer la oscuridad en todas direcciones. Cuando tropieza con algo, a tientas arranca una esquirla, una astilla o una placa gigantesca, y arrastra como puede su botín hasta su cueva. Y allí lo amontona en espera del día de juicio en que le será devuelta a cada alma lo que perdió en las arenas, así dice creer. Aunque en esta caravana nadie puede saberlo, esto es lo que nos faltaba en tal reunión de discursos ante el fuego, el trasunto de la más pura empiria baconiana vuelta anacoreta solipsista, el fantasmal correveycoge mediador entre impresiones que se le escapó de entre las manos a David Hume... tercero en discordia en el momento en que la discordia acerca del tercero parecía a punto de zanjarse en favor del amor, cuando la princesa se ha decidido a decir por sí misma, lo que quiere decir resolver el problema del poeta que hace tanto venimos discutiendo. No es extraño pues que haya considerado espejismo a los peregrinos, ni que la curiosidad de éstos se despierte; en especial la de la razón natural, representada por el médico. No en vano se encuentra ante su doble, o más bien su reverso, que como él recoge y ordena las cualidades sensibles del mundo: sólo que arrancadas de las sustancias que fueron sus naturales soportes, destiladas en el matraz de la esfera sublunar, y conservadas en esa otra enigmática quintaesencia del mundo donde todo cabe ¿Nunca la ha encontrado pura? ¿No ha probado a destilarla? El ermitaño responde al médico que ya lo intentó, pero que el torrente de atributos aumentó tan aprisa que a poco perece ahogado y sin aliento en su caverna. Así llegó al convencimiento de que eran infinitos, y cada instante... ¿pero de qué, de quién?: pues es opinión unánime entre los doctos, como recuerda el médico, que no puede haber atributos sin sustancia ¿Qué es entonces esa sustancia cristalina, capaz de todo atributo? Poco entiendo de cuestiones tan elevadas, interviene el mercader, pero encuentro que hay algo que yo conozco mucho, aunque no tanto como quisiera, y 83 que se asemeja como una moneda a otra a lo que estais buscando: el oro. Él se trueca por todo y todo se trueca en él, siempre que se encuentre quien lo acepte, claro está, pues la fe es lo primero como dice el Libro. Sin vanidad digo que he estado en casi todos los países civilizados, he abordado costas desconocidas y visto pueblos que no habían tenido comercio con extranjero, y en todos ellos el oro era codiciado y atesorado como lo más precioso del mundo, seguridad y tiempo. Hasta en el interior de Zanzíbar, en tribus con las que no podíamos cambiar palabra, cambiamos oro blanco por telas de colores; porque aun aquéllos que no tienen donde estamparlo y darle forma, ni nombre ni arca donde guardarlo, tienen al continuo trueque de todas las cosas por la mayor de las divinidades, y la única inmutable en este mundo de mudanza. Excepción hecha del Altísimo, claro está. Y a lo que sabemos de los antiguos, desde el becerro de Moisés para acá en oro han conservado todos los idólatras sus imágenes, tan dispares o aun contradictorias como puedan serlo; que gramo de oro habrá que haya sustentado sin alterarse lo más mínimo los rostros de acérrimos enemigos, del asesino y de la víctima, del águila y la paloma. Pues que dura, antes será sustancia del cielo que terrena, replica el alfaquí. En cambio el comentarista interpreta que ése es precisamente el atributo esencial de la materia prima, el más imperfecto de los seres71: carecer de forma propia y poder por ello plegarse a todas y aspirar a cualquiera... como la arena, apunta el médico. Sí, la arena es extensión innumerable, y en cuanto al cielo, como se sabe, es sede del entendimiento que sabe y de las formas; pero si miramos bien, objeta el poeta, donde se producen los espejismos no es arriba ni es abajo, es en el medio. Mil medios y uno solo entre dos opuestos extremos, compuesto fuiste al modo de mil formas materiales lo que resiste a la pasión asciende a lo alto, lo que a ella se somete a lo bajo desciende72, El espejismo es el lugar de la contingencia, intermedio entre lo necesario y lo imposible, y por ello perfección de los extremos que en él se unen. Por eso mismo, asiente el guía, la única imagen que le cuadraría sería la de aquello que permite cualquier imagen. Eso es, justamente a lo que se refiere nuestra tradición cuando pregunta "Quid est id, quod semper est neque originem habet, et id, quod oritur nec unquam est?"; o traducido, para que nos entendamos aqui, ¿qué es lo que siempre 83 es y no tiene origen, lo que en todo momento se origina sin ser jamás? La luz, está claro, concluye el guía volviéndose al lugar en que sonaron los versos, ¿no dice acaso el valenciano que la luz física es a la forma sensible lo que el intelecto agente respecto de la luz de los inteligibles, y que estos también son por analogía y en cierto aspecto luz?73. Así que finalmente los extremos lo son del medio, y cielo y tierra no designan sino los límites de la luz, entre la forma de tan pura invisible y la materia informe que escapa a la visión. O como diríamos los latinos, en efecto, la intelección no está en las figuras electas sino entre ellas. Ahí estamos, asiente el guía, como una visión más perdida entre visiones: la luz, ése es el auténtico al-fanaa' fii al-tawh'iid, el lugar sin lugar en que tienen lugar los lugares y los tiempos. ¿Y qué es luz?, pregunta el ermitaño volviendo el oido hacia el guía. Sólo en este momento descubrimos que es ciego. Curiosa refutación avant la lettre de Shoravardi. Para este ermitaño no puede haber sofía ni sufismo sobre un objeto que ignora, aunque lo atesore. Cada espejismo es contacto que surge de repente, en nada similar al que le sucede ni a aquél al que sucede, algo a lo que difícilmente cabe pues llamar suceso. Lo único que se sucede, lo que introduce la sombra de la semejanza entre un contacto y otro, es su ciego vagar, pura forma vacía de la captación que remeda en sí la radiante unidad que se le escapa en lo capturado. Ni ascensión por los universales hacia el entendimiento agente, ni avance en la dimensión esotérica de una hieroarjé, no hay tránsito donde éste desaparece en lo transido, no hay luz del saber de la que saber desapareciendo en ella cuando ella desaparece esparcida en iluminaciones que nada tienen de común. No hay sustancia, ni siquiera en la insustancialidad. * Ha llegado pues el momento de que el intérprete pregunte por el sentido de este trayecto ¿Adónde nos ha traído esta caravana de palabras, adónde hemos llegado siguiendo sus figuras y sus figurados sentidos? ¿Es acaso esta desolada inquietud poblada de presencias que nos rodea la ciudad santa? ¿Y cómo llamarla, denominarla, delimitarla?, ¿dónde situar este raro desierto cada vez más protagonista, espacio del espejismo, intermedio lugar de la ilusión, donde estamos? ¿Dónde?.... en el culo del mundo, nos responde desenvuelto el ermitaño. Venerable simbología médica y alquímica bien conocida en esta época, desde luego es en el culo donde separada la sustancia de los atributos, aunque sea poco, sigue el 83 médico, sigue cada cual su curso hacia la generación o la corrupción. Bifurcación terminal y comienzo de un nuevo ciclo, al culo va asociada también la redondez, el círculo que llena las especulaciones de Ibn al-Sid y de la herencia pitagórica y cabalística. Y además, en cuanto nalga, el culo es pura superficialidad, horizonte en que transcurre todo itinerario posible. Extensión que sólo la pretensión de un destino vuelve tiempo, espacio fronterizo de acontecimientos sin patrimonio ni herencia de sentido, de incidentes que no llegan a sucesos pues ni suceden a otro ni son sucedidos, este desierto es la epidermis de devenir del mundo. Y en la inmensidad que media de uno a otro de sus granos, leibniziano infinito de inindiscernibles o inefable vacío espinosiano, ¿qué podría orientar aún la breve sintaxis de nuestros pasos para no sucumbir sin remedio al extravío? Por lo visto, después de haberles oido tanto a todos, en esta caravana nadie sabe responder. Pero el ermitaño, inequívoco anuncio del final, sí. Él conoce, asegura, el camino más corto aunque también el más peligroso para salir de este desierto: arranca del fondo de su caverna, donde amontona toda sensación que alguna vez perdiera algún sentido. De un conjuro promete abrirla ante nosotros para que así cada quien busque su atajo a través del limbo helado, y encuentre de una voz esa dichosa luz que nombra todo el mundo. El acuerdo parece general. Después de todo ¿qué peregrino no ha perdido algo en el camino? Retornar hasta ahí, precisamente ahí, donde nació la pérdida y el descarrío, pondrá de nuevo a cada uno sobre su pista. Una cosa sí es precisa, alcanzar la entrada antes del alba; el ermitaño apremia, la noche corre. Sólo una voz se oirá aún, para retrasar esta vertiginosa marcha entre sombras que tan aprisa escapan, y si no puede ser, al menos para aliviarla, acaso os sea útil oir de mis labios un último cuento, el cuento del rey que se aburría, aunque ¿a quién no arrastrará el entusiasmo? Así que, cuando ese ermitaño ciego promete guiar a la caravana a través de lo que no ve y todos le creen, le es difícil al intérprete resistir la tentación de seguir a esas figuras en sus metamorfosis a lo largo de los tiempos; pues al cabo, ¿no está este figurado desierto de la figuración al margen de todos ellos?, ¿no son el alfaquí el abogado, el burócrata, el gerente, el guía el analista, el comentarista, el hermeneuta, el médico el técnico, el ingeniero, el eficiente ejecutante que nos rodean? ¿No es la boca de esa cueva la que promete restituirnos el tiempo perdido, o al menos un 83 piquito, o una esquina, devolvernos sin más a cada cual a aquel entonces, o ése, o éste? Y el rey enflaquecía del mejor régimen que a tales fines haya inventado médico alguno, a saber, la tristeza crónica, la que a nada cabe achacar sino a la simple visión del tiempo pasando, pasando entre las multitudes de las ciudades o los corros de tejados que se arremolinan medrosos entre las sierras, indiferente e inadvertido, como quien recorre un jardín ajeno y guiado tan sólo por su capricho arranca aquí una rara flor, allá un hierbajo, sin pararse a mirar siquiera. El rey, que era buen creyente, preguntó a los ulemas. En general le recomendaron que tuviera fe, y que sería una prueba, y que en concreto nadie sabía la voluntad del Altísimo. Como lo dijeron muy esmeradamente y con bellas palabras y un ritmo precioso y de mucho mérito de conseguir, el rey se sintió aliviado mientras duró aquel mecerse de acentos y pausas a varias voces. Pero lo mismo que al acabar sus músicos una pieza, invisibles tras las celosías, ni el calor nebuloso del baño ni las pieles blancas o tostadas de sus concubinas podían ahuyentar aquella inquietud, aquella cosa pegajosa y pesada que parecía engullir el aire a grandes tragos para ocupar su lugar, así también apenas el último de los ulemas dejó sus habitaciones reconoció enseguida aquellas pesadas nalgas fofas que se dejaban caer de nuevo sobre la boca de su estómago. ¿Fe? ¿Fe en la fe? ¿En que le vendría fe? ¿Y de dónde? ¿No era precisamente eso lo que echaba en falta, algo en lo que poder creer con la piel de sus dedos y el jadeo de las aletas de su nariz, algo que ver durar, algo en lo que creer más acá del tiempo? Naturalmente el rey no iba a dudar de la presencia, más allá, del Altísimo alabado sea en cuyo nombre las ciudades le entregaban sus mejores lechugas, pechugas y doncellas, sus más briosos adverbios, caballeros y caballos, y su propio nombre multiplicado en piezas de metales cantarinas sobre el mármol de la ceca. Pero había cumplido ya cuarenta años, y cada vez eran menos los instantes en que la remota sombra de una sorpresa asomaba su morro asustadizo en el horizonte. De hecho, hacía muchos meses que el día era uno sólo, repetido desde la saciedad hasta su desembocadura en sí mismo sin más que cambiarle la fecha para no decepcionar a enemigos, recaudadores y cronistas. Mira a su alrededor: en pos del ciego que les guía, nadie la escucha ya salvo el poeta. Indiferente, continúa: de los hombres no esperaba sorpresas hacía mucho, salvo hallar uno que aparentara fielmente lo que fuese. Pero ya había concluido que todos, incluso él mismo, se agotaban mucho antes de cumplir esa tarea, y que gestos 83 y palabras eran llevados de su peso como piedras y torrentes, y como ellos acababan encajando en paisajes tal vez hermosos, tal vez anodinos o terribles, pero desde luego dictados a empellones por circunstancias y no derechamente por un propósito; o lo que es peor aún, por una mezcla confusa de la una y de la otra cosa. En cuanto a las bestias y las plantas y el restante mobiliario de la creación, menos aún podía pedírsele tal pureza. En sus jardines los jardineros seguían cruzando flores y pájaros, sin conseguir otra cosa que pétalos y trinos, diferentes ciertamente de los anteriores en alguno de sus atributos, un par quizás, o hasta media docena ¡Pero qué enorme peso fangoso el de lo mismo, el de ocupar sitio, el de durar y luego no, el de no llegar sino hasta donde otra cosa distinta ocupe sitio, mientras dure, y luego no, qué inmensa masa la de aquellas nalgas blancuzcas que cada mañana se posaban sobre las cúpulas y los limones y las almohadas mojadas de noche, sobre el valle y las montañas y los ríos y las ciudades asomadas a los mares de su reino, de los otros reinos, llenos de ciudades y de ríos y de ventanas asomadas a la extensión inacabable y blancuzca de aquel fango luminoso que lo pringaba todo! El rey está viendo el culo de Dios, dice el ermitaño sin acortar el paso, y a nosotros perdidos en él. Debería salir a mezclarse con las gentes del pueblo, disfrazado como dicen que hace Harum al-Raschid, dice sabiamente Yafar desde su camella. Sí, y esa naúsea del abandono le abandonaría como a Sartre en cuanto le pusiera en un compromiso por diferencias de clase, de lengua, de época o religión en que a los demás nos va la vida. Pero, como si no escuchara consejos ni razones, prosigue la princesa, prosigue ensimismándose hasta el punto en que su sabio visir, conocedor de textos judíos, persas y caldeos, hace pregonar por aldeas y caminos, en zocos y madrasas, que aquél que fuere capaz de sorprender al rey con algo inaudito gozará hasta el fin de su vida de una recompensa nunca vista. El sabio visir era sabio y conocía textos judíos, persas y caldeos, no hay duda. En los meses siguientes acuden a palacio cuantos aventureros, sabios y charlatanes pueda imaginarse. Por el salón de audiencias pasan gentes y lenguas de todo el mundo conocido, acróbatas y derviches, guerreros de fortuna, charlatanes, médicos, comerciantes y pilotos, cantoras y princesas, inocentes chiquillas y bailarinas expertas en todas las artes del placer, aventureros y nobles que le proponen empresas igualmente fabulosas, igualmente desmesuradas, igualmente iguales. Pero ni danzas ni rezos de santones ni pócimas de alquimistas ni esdrújulas de cabalistas ni vaginas contorsionistas ni memorables conquistas logran arrancarle 83 más que un leve gesto de asentimiento de la mano en ese momento dispensada de sostener su barbilla, como si diera la bienvenida a un antiguo conocido a su regreso a la fila de los incidentes, interminable y monótona como el mundo. Poco a poco disminuye la peregrinación de extranjeros, pues por todos los caminos se corre la voz de que el visir ha propuesto una tarea imposible y además ha dicho que nadie verá jamás la recompensa. El rey se retira a un apartado pabellón, rodeado de jardines. Los sirvientes le ven a menudo acodado en el mirador, con la vista perdida en los tejados de la ciudad o más allá en las cumbres nevadas, inmóvil durante horas, viendo caer el sol y resbalar las estrellas hacia quién sabe qué oscuro fondo de la noche. Despacha los asuntos del estado confiándolos de pleno al juicio del visir, que abandona los jardines caviloso entre preocupados consejeros. Por suerte las fronteras están en paz, las armas también callan y los negocios discurren florecientes. Pero ¿cuánto va a durar esto? ¿Adónde nos está conduciendo? ¿Qué sentido tiene seguir en este panorama desolador? Si algo parece claramente indicado en este lance, de todas formas, es callar y no hacer interpretaciones de lo que pasa antes de que pase, y se aleje, y se acabe y sea, concluye el visir. Un día llega a su presencia un mercader. Ha acudido a la ciudad como cada año con su cargamento, y atendido las necesidades de los campos y las mansiones de los nobles y el mismo palacio, pero al califa le ha reservado aquella princesa cautiva, cuya gracia él mismo ha podido comprobar durante las largas noches de la caravana junto al fuego. Pues sus historias, así se lo asegura al visir, ahuyentan los pensamientos sombríos de cualquier ánimo y lo distraen de sí. El visir ha oido ya parecidas palabras demasiadas veces de cuantos deseaban sacar de palacio algún provecho, pero escucha al mercader y atiende a sus peticiones, pues es un viejo proveedor que junto a esclavos y mercaderías nunca deja de traer valiosos informes. Así la cantora, descansada de su largo viaje, ungida y ataviada, le es presentada al rey tres noches más tarde. Al caer el sol comienza el banquete. Abajo las luces tiemblan en la alberca como mariposas medrosas entre los nenúfares, en el mirador las voces vuelan dulces bajo el artesonado y por los arcos se pierden en el profundo azul. El visir observa desde su puesto al rey vaciar su copa, melancólico y callado. Finaliza el banquete, y se acerca la hora de las palabras cuando comienza su relato, velada en el centro del círculo, dice la princesa, Majestad, en la ciudad de Córdoba, en el lejano Occidente, vivía hace tiempo un tejedor que había sido antaño, a decir de los más viejos vecinos, 83 un maestro de su oficio. A tal punto, que insatisfecho con los colores que le ofrecían los tintoreros había comenzado a buscar él mismo los que su imaginación le dictaba. El índigo más álgido y el púrpura más vivo salían de sus tinajas y redomas a las túnicas reales y los tapices de las mezquitas más santas. Hasta de reinos nasraníes habían venido muchas veces comerciantes y legados a buscar entre sus telas y pieles lo que precisaban. En aquellos días, su tienda era un arcoiris adivinado antes de doblar la esquina en el blancor del muro frontero, donde la luz ondulaba como se riza el agua sobre las guijas planas del fondo en los arroyos de la montaña ... ..luego, aún lo recordaba algún viejo del barrio del río, había llegado aquel emisario de palacio: para agasajar al poderoso califa, señor de los creyentes, y celebrar su victoria sobre los rebeldes de las montañas, en el remoto y lluvioso norte, el visir deseaba regalarle un tapiz simpar el día del próximo año nuevo. Y encerrándose en su taller Ahmed preparó sus mezclas, devanó sus hilos, empezó el trabajo, y el tapiz debía de avanzar allá en el fondo de la última trastienda, ¿quién lo sabía... lo que sí sé es que necesitaba mi alfombra para la boda de mi sobrino materno y de eso hace ya mes y medio, pues figúrate yo con lo de mi suegro, al final se lo encargué a Ismail que es caro pero cumple, decían sus clientes que iban dejando de serlo. Pero ¿qué podía hacer el bueno de Ahmed? Sin poderlo remediar, cada color que pasaba por su mente despertaba a su paso una multitud de competidores que también pretendían ocupar su sitio en el mundo. Y la puerta de los dedos era estrecha para tal zambra, donde el morado y el amarillo limón se disputaban a tirones una cola de pájaro o un corro de pétalos en torno a un espejuelo, y se amontonaban y venían más y más y se mezclaban hasta que todo se volvía gris, indiferente y feo. Pronto ni siquiera se le veía ya subir y bajar los dedos indecisos delante de alguna trama, sino sólo entrar y salir del taller a la silla o al revés, sólo para cambiar de idea a medio camino y volverse a sentar a decidir carmesí por esmeralda, sin duda, ahora mismo iba a cambiarlo pero en el camino se cruzaba con un acaso que no podía dejarse ir, claro, más a la derecha, no, hay que pensarlo con calma, viendo pasar la gente a la puerta de su tienda. A alguno, alguna vez, al ver aquel incesante meneo de sus ojos siguiendo los pasos y las figuras del tránsito, se le ocurrió que cuánto se parecía al vaivén de un telar, como si el hilo de su mirada tramase en las covachas de su cabeza los colores de un invisible tapiz. Y es que gente con imaginación nunca falta. Pero la del Ahmed, el tintorero, se había sobrado 83 hacía tiempo. Y así se quedó, con calma, junto a la muralla, hora tras hora, con la mirada perdida en el ir y venir de las gentes por el zoco, a la puerta de su tienda llena de hermosuras sin rematar. Aquel tapiz tenía la culpa. Aquel tapiz que dormía en la última de las trastiendas desde hacía ya meses, detenida una pata gracilísima de camello en el aire sobre un amenazante escorpión, alzada la sedosa claridad de la luna sobre las arenas, ardientes los ojos del cantor clavados en la dama que a su lado, erguida sobre su montura, acaba de interrumpir sus palabras, polvorientos los ropajes del ciego que a un lado los contempla tras haberlos conducido bajo las estrellas hasta aquí, ante ese hueco en cuyos bordes la arena se detiene deshilachada en bolillos y madejas de colores que cuelgan impotentes sobre nada, vacío, sucio serrín del suelo tras el telar. ¿Qué, qué ha querido mostrarles trayéndoles hasta aquí esa figura desharrapada, en cuyo rostro tramaron sus dedos impelidos de irresistible furor esa helada sonrisa? Nada había podido avanzar desde entonces, ni un milímetro. La caravana entera, detenida para la eternidad, contempla el abismo de la impotencia en una penumbra admirablemente suave, entre los grados sutilísimos del color que fingen el peso de los tejidos con perfección inigualable, entre los cuerpos torcidos o erguidos hermosamente fingidos en las ausencias y desvíos de los perfiles de objetos y vestiduras, una bella obra, en fin... e inacabada. Y como si el relato quisiera hacernos sentir la impotencia de todas las figuras del pensamiento, justo en el momento en que nos hallamos ante la conclusión, nos hace aguardar un largo rato aún ante la pormenorizada descripción de un tapiz... la princesa mira a su alrededor, callada, los demás aguardan expectantes, fija la mirada en la muda boca: ¿por dónde va a salir ahora del embrollo? ¿qué podría hacer aún el bueno de Ahmed? Una barrera impalpable como un finísimo vidrio o un velo más tenue aún se interponía insuperable entre él y su obra, paralizaba sus dedos ante el bastidor y desataba de nuevo aquel torbellino inmóvil de incertidumbres. Tan sólo el tiempo corría. Una noche en que no podía dormir, como venía ya siendo costumbre, paseó por la casa y subió y bajó y entró y salió hasta que al cabo se quedó dormido en la azotea, cara a las estrellas. Y tuvo un sueño, hélo aquí: vagaba entre dos setos tupidos y más altos que su cabeza, a manera de un callejón sin escapatoria cuyo final no alcanzaba a ver en ninguno de sus dos sentidos. El cielo era una hendidura 83 radiante entre las masas verdosas, oscuras. Llevaba horas andando, tenía hambre y sed. De pronto veía allá delante, clamorosa, una mancha amarilla. Era una flor. Su aroma carnoso prometía mascarse entre los dientes, reconfortar los músculos, caldear la sangre. Un grito minúsculo temblaba como un hilillo sedoso y rojo en el hueco centro de su corola. Su mano gavilán se detuvo y se alejó mariposa entre sus pasos. La oscura mole verdosa se abría entonces por ensalmo frente a la flor dejando ver otro corredor semejante a aquél en que se hallaba. Convencido de que había sido una señal, se internaba por él. A los pocos pasos brillaban en sendos huecos, como en cálices tallados por un viento inmóvil uno frente a otro entre las hojas prietas, dos flores desconocidas, carmesí la una, turquesa la otra. Seguro de hallarse ante una prueba, les daba la espalda a ambas y se alejaba. Un nuevo corredor vegetal se abría con un susurro a su derecha, a su izquierda otro. Ramilletes de colores más diversos cada vez surgían por todas partes, frenéticas sus manos volaban hambrientas hacia ellas, vacías regresaban a su lado, y deshechas, por el coro trémulo y minúsculo de aquellos hilos de voz perdidos en el laberinto que se multiplicaba, entrecortado a cada paso, impenetrable, insoslayable. Desesperado intentaba arrojarse contra los muros verdes, oscuros, que lo expulsaban al instante. Nunca es noche en el Jardín. Tirado en el suelo se cubría con su capa y rompía a llorar. Notaba un roce en la oscuridad contra su mejilla. Bajo la tela, en la penumbra crecía del polvo mojado una flor diminuta, cuatro pétalos en aspa y cuatro en cruz, de cristal purísimo todos, intactos los del aspa, agrietados en mil añicos los de la cruz. Alzaba del suelo el rostro embarrado, entraba luz. En la corola danzaban ingrávidos todos los colores del mundo en un único fulgor. Con pánico insondable veía empezar a combarse hacia el suelo mustios los cristales, palidecer tal belleza. Sus dedos rozaban el dorado resplandor del tallo, se detenían, lo arrancaban. En pos de la flor el cerco de llanto se alzaba gigante en una corona creciente de llamas heladas, los mudos muros vegetales se desplomaban uno tras otro en nevadas breves de ceniza cristalina. Espuma muerta, quieta, resplandeciente, el horizonte desvelado era mar, a su alrededor, bajo sus pies, en todas direcciones, sin costa a que lanzarse, para siempre inmóvil. Inmóvil extensión resquebrajada en que su cuerpo empezaba a hundirse, confundirse, invisible mosaico, desapareciendo. El filósofo no puede dejar de advertir que, además de aprovechar dramáticamente la pausa en el relato de la princesa, algo significa que sea en este mismo instante cuando la caravana se detiene y nos hallamos al fondo de una 83 hondonada. Y se cree autorizado a expresar su sospecha de que aquí se acaba el tiempo y el reino de la palabra, no sólo la suya, sino aun la más anacrónicamente estructurada, como la de los cuentos que se le han venido contando, dice la princesa. Y se pregunta quien será y que querrá decir, qué quisiera haber dicho mientras pudo ese durmiente que sueña y en el sueño se ahoga, que engulle un sueño sin fondo, sin límites ni costas, ese necesario naúfrago al cabo de todas las andanzas del pensamiento. Pero entretanto se le abre a él y a todos la boca del sueño, del sueño de todas las voces que hablan de voces, prosigue la princesa su relato, sudoroso y agitado el tintorero despierta y se precipita calle abajo a su taller, febriles sus dedos trazan al pie de la duna la boca de una caverna negra como el sueño, y dentro de tal negror el tallo dorado, palpitantes las sienes mezcla sus simples y tiñe sus hebras, y sin descansar ni comer ni interrumpirse un momento anuda uno tras otro todos los hilos pendientes con tantos y tantos otros que es prodigio verlos converger sin enmarañarse hacia una inconcebible corola de tal belleza que hace desfilar a sus espaldas, mudos e inadvertidos, a curiosos vecinos y amigos preocupados, sin que ninguno se atreva a hacerse notar, sobrecogidos, en su ausente frenesí. Así mismo llegan sin sentir el día señalado y el emisario de palacio, y así mismo, mudo e inadvertido para tantos ojos fijos en ese rollo multicolor que a hombros de un esclavo le precede, es conducido ante el visir. Al alba había cantado un ruiseñor, pero una sombra suspensa al acecho en las alturas le había hecho enmudecer, y al jardín todo con él. La noche había sido inquieta y salpicada de pesadillas que las caricias no alcanzaban a enjugar. Un viento desapacible le había azotado la cara al asomarse al mirador, y el río bajaba turbio, y quizás por eso el califa acude inesperadamente en busca de su visir, a quien halla en tan temprana hora erguido y furioso ante un tapiz apenas desenrrollado y dos guardias que tienen asido a un pobre hombre, artesano por las trazas, que ni hace ademán de resistirse. ¿Cómo explicar nada? Ni a sí mismo había podido. Lo había visto, eso era todo, aquella noche. Así mismo haría ahora. Y en tensísimo silencio que su osadía carga de miradas como dardos, sin responder al califa sus dedos dejan partir el hilo que la retiene enrollada, y el tejedor se hace a un lado dejándole solo ante su obra. Este hombre no ha cumplido lo prometido, a pesar de que el tiempo fue mucho y mucho lo que se le adelantó del precio, y aunque es cierto que en esta bolsa lo ha traído intacto, eso no disculpa la afrenta; la obra se promete bella, cierto, pero 83 ¿cómo se atreve a ofrecérosla inacabada? Esa es, poderoso señor, la razón de mi ira, pues no puedo honraros en esta fecha... Calla, y en su silencio el silencio del que calla ante el tapiz resuena como en la boca de una oquedad inmensa. Absorto y sordo a la perla gigante de silencio que crece a su alrededor, que abraza el salón y el palacio, el monte entero y el cielo plomizo que corren veloces sombras, contempla las figuras detenidas en el arenal, y en sus rostros el estupor, el miedo, la codicia, la admiración, todo lo que tan bien conoce. Contempla la flor deslumbradora a la que todas las miradas, las líneas todas de los gestos inminentes y los ropajes blandamente llevan, e invisibles, como se ha de gobernar un pueblo o el rumbo de una vida. Contempla la flor multicolor como la campiña de los tiempos, como el zoco soleado de los siglos y los sueños, los hilos que infinitos, y radiantes, y bellísimos, se precipitan hacia el deshilachado agujero del centro. Como pétalos que arrastran las miradas y al poco arrastrarán indudablemente esos cuerpos tensos, ávidos, hacia el tesoro que aguarda en el fondo, ¿cómo puede dudarlo ese ávido perfil de mercader, de inconfundible parecido a un ave de presa?, ¿cómo va a resistir la curiosidad esa mirada inquisitiva y sagaz, ese inclinada figura que sostiene entre sus dedos nerviosos y finos el caduceo del médico?, y el manto sufí del guía les seguirá, es indudable, y luego esas tres hermanas veladas y nobles, a juzgar por sus aderezos, y todos los demás, el pausado alfaquí con su vara y sus pergaminos y su aire de bonachona suficiencia, y ese extraño ataviado a la persa, con pantalones y casaca ridículamente ceñidos y dos misteriosos cristales ante los ojos, un sabio o un filósofo quizás, y los criados, y los camellos, toda esa inmóvil caravana se precipitará a la caverna, salvo acaso esa princesa detenida con los labios entreabiertos en medio de alguna historia que nadie acabará de escuchar, dice, y correrán los pies por refulgentes pasadizos, y treparán los ojos buscando en vano las claves de bóvedas altísimas, por muros de fulgor donde se apilen, inasibles, detenidas cascadas de formas y colores a primera vista indescifrables, y errarán en la luz perdidos, y vagarán extraviados entre todos los caminos, solos entre cinturas rosas de lejanía de cualquier modo tiradas bajo un peso de ámbar tormentoso, más allá una inmensidad y una ballena ronronearán en la cuna con alas de una mariposa de montes y tornasoladas lunas por diamantes en los ojos del guía creerán aún avanzar en tal lugar sin espacio, abarrotado de sitios, a través de lugares y momentos de todas luces y sabores gaseosos, o pétreos, o bruñidos, y todo convergiendo en angostura hacia el centro, y todo como en pétalos 83 de hielo crecientemente ensimismados, como translúcidas paredes de un vórtice suspenso, sin hueco, sin respiro, cada uno cada vez más invisible a otros y aun a sí mismo, cada vez más abismado, de súbito emergido fugaz silueta sobre desolación estrellada, de pronto ya esfumado sobre otra palidez idéntica de carne abandonada sobre una yerba dulce, o una sábana arrugada, o una trinchera anegada, un brocado de princesa o un turbante de alfaquí titilante aquí o allá, en un ahora o un luego, entre los vaporosos hastíos de monstruosas chimeneas un ojo clínico avizor procurará no perderse nunca, en las inmediaciones de un níveo antebrazo de opalinas agonías se esfumará también sobre un caliginoso ocaso de certidumbres en donde brillará, minúsculo, instante, decidido, el perfil de una barbilla comerciante, y así seguirá todo y entre todo todos, indiscernibles ya y aún ansiosos, cada vez más hundidos entre perfiles y voces, cautivados para siempre sin saber ya dar consigo, hasta desaparecer, puntos en los puntos infinitos de la distancia, dice, pues no de otro modo sorbe la arenosa boca su cristalino tesoro, que no conoce más fuente sino el alma de quienes así le prestan oidos, ojos, y en ansias o recuerdos las figuras de sus ausencias a tan desnuda presencia, tan anónima, tan ciega, así piensa el califa en alta voz, dice, pero nadie escucha ya, todos pendientes de esa boca abierta, ante la que se interpone su espalda inescrutable, los comensales la miran sin atreverse a pestañear, se oye una mosca volar en el salón del trono. Y en este punto crucial, se hace una pregunta insoslayable: ¿por qué? ¿Cómo cabe generosidad en aquél para quien todos somos al fin sólo sombras y fantasmas? ¿No querrá aprovecharse de esas figuras para pasar, inadvertido, el tiempo de puntillas sobre sus perfiles confundidos, perdidos, agonizantes? ¿Y así sin cara, ni nombre, ni memoria, ser? Y aun si así fuera ¿no sucumbiría a la tentación de regresar? ¿No retornaría eternamente a su propia trampa prendido de sus encantos, prendado de sus repliegues, preso de sus ecos y sus recovecos? ¿No será eso lo que está haciendo en este instante suspenso? ¿No es ese eterno infierno de repetición el que vacía esos ojos de toda ilusión? ...ése cuya boca irresistiblemente atrae la mirada del califa que se abisma, se abisma en el silencioso dédalo en que nada guía, dice, con un hilo de voz clara, y la luz bajará acariciando las faldas de las dunas y nada hallará en la hondonada, inescrutable la arena, extintas las brasas, y las huellas solas de una camella que se habrá alejado, bamboleando el trasero mondo, hediondo, divinamente terreno, acaso con una princesa dormida a lomos... Sólo entonces vuelve el califa el rostro y sus ojos húmedos hacia el hombre, al que 83 abraza, y dice: nadie en el mundo ha visto lo que aquí falta, y gracias a tus manos nadie podrá hacerlo jamás. Este hombre ha cumplido en justicia su palabra, y regalado en belleza lo que en silencio se le hurtaba; honrémosle como merece, y guardemos el temor de Aquél que no tiene nombre. Y así fué como Ahmed el tejedor vivió largos años en el favor y en el corazón del califa, y en la dicha de volver a crear como el alba nuevos colores cada uno de los días de su vida. * Algunos comensales alaban la sagacidad de Ahmed, otros la magnanimidad del califa, todos la gracia de la princesa que tan vívidas ha sabido pintar las figuras de su historia, el celo del alfaquí y la vehemencia del poeta, el intérprete importuno y el malicioso doctor. También el rey aplaude, pues estima a su visir y el grande esfuerzo que por él y su reino hace. Pero éste advierte ya en sus ojos la desolación de la noche venidera, desierta de sueños, como un minúsculo pozo insondable en sus pupilas. También la había conocido, ay, hacía ya... muchos años, demasiados quizás: esa desolación que despunta al caer sin un eco sobre las frías losas la voz, el gesto y el ropaje en que extraviarse, la desolación que en los ojos del varón se alza puntual tras el horizonte de un cuerpo de mujer exhausto, dormido, descansando en sí mismo en cualquier lugar del mundo en que se halle. Por eso le sobresalta perdido en sus cavilaciones la voz de la cantora, que solicita permiso para contar a su majestad una nueva historia. La mano del rey asiente breve, y el silencio se tiende de nuevo perplejo entre los últimos comensales, pero aún será mayor toda extrañeza cuando la princesa comience a contar la historia de Ahmed, el tejedor de Córdoba que un día tuvo un sueño. Sólo el respeto impide que los últimos huéspedes abandonen el mirador antes que haya acabado de nuevo la historia de Ahmed, el tintorero de Córdoba, y los viajes que emprendió en busca de una flor. Ya el visir, encolerizado, iba a ordenarle a la cantora que se retirase cuando el rey le detiene con un gesto, e incorporándose a medias se dirige a ella. ¿Sabes aún más historias, cantora? Sí, mi señor; para todas las noches que puedas vivir, y para todas cuantas deseo que vivas, y aun para más, si puede haber número mayor que el de las estrellas del cielo y las arenas de las playas. Cuéntame pues una historia nueva, mi corazón se despierta al escucharte. Y la cantora abrió sus labios y comenzó el relato de los viajes de Ahmed, el cordobés, que cierto día, al caer la tarde, se halla sentado a la puerta de su tienda viendo pasar las gentes y las sandalias de las gentes como una lanzadera invisible cuando... los pasos del visir se alejan sobre la grava y se 83 pierden tras el rumor de la fuente, pensativos. Allá arriba, en el cenador, lámparas y pebeteros se extinguen, y las estrellas en el cielo, pero una voz sigue contando y contando, enhebrando las veces como cuentas en el hilo de una historia sola. A la noche siguiente, el rey hizo llamar a la esclava nueva, desatando en el harén rabias y celos que sólo aplacó el final convencimiento de su locura, cuando mujeres y cortesanos supieron que noche tras noche la cantora contaba al rey una y otra vez la misma, la misma historia. Se siguieron así mil noches, y una, la última, dicen que se oyó una carcajada desde el jardín del rey, y dos risas entrelazadas luego. Lo cierto es que a la mañana siguiente el rey se presentó de buena hora en el salón del trono, mandó llamar a su visir, al que colmó de honores por su fidelidad, y tomó en sus manos las riendas del reino, que gobernó desde entonces con prudencia y justicia día por día como si fuera cada uno a ser el último, tratando a cada uno de sus súbditos como al primero y a sí mismo como a todos. Y la cantora, ahora su primera esposa, le acompañó desde entonces con una historia siempre distinta de noche en noche hasta la noche, la última que a todos nos aguarda, a la que entraron juntos y en silencio. 83 Nota editorial: Junto a los borradores y el texto corregido, en un cartapacio negro cubierto por sus dos caras de caracteres árabes, quedan además los llamados impropiamente fragmentos del jardín, que nadie ha sabido dónde colocar. Las hipótesis han sido muchas. Para unos, se trata del ermitaño que ha conseguido volver a su patria. Para otros, es el poeta superviviente gracias a la princesa que relata para un amigo distante todos los incidentes y relatos anteriores y da término a su carta con una descripción del presente. Hay también quien sostiene que se trata de la descripción de uno de los grandes espejismos, o de un fragmento. Y no falta aun quien los considera parte de una carta con que se enviaba el texto de la Risala del desierto74. Aquí nos limitaremos como final a transcribirlos. "Como manos surcadas de arrugas trazan con bien ganada pausa signos sobre el pergamino, en patios cerrados al mundo, abiertos sólo en rumor de fuentes a lo alto, desde la más recogida estancia de mi corazón escribo." "¡Huída en quietud! ¡Muda victoria!...¡qué inmenso mediodía sobre los siglos!" "¡Suficientes sufíes...! Para extinción en Dios, la hora de la jarira: el viernes por la mañana, los perros llaman, las caballerías protestan, en el corral chillan las aves, los niños pían ladran y relinchan y se alzan las diez mil voces de Babel, y entretanto las mujeres, reposo umbrío y oasis del peregrino, refriegan empujan arrastran y golpean cuanto cuenco cacharro y recipiente pueda haber en una cocina, sin dejar de discutir a voz en cuello de cualquier otro asunto para establecer sus tácitas jerarquías, hasta que los criados rompen igualmente a discutir sobre faenas que no hacen para la galería, donde me hallo, ante el pergamino, meditando en la osadía de empuñar el cálamo para cautivar a la vida". *** 83 ESTAMPAS DE TRANSICIÓN 0.-TRANSIDOS PARA SIEMPRE 1640. Un fantasma recorre Europa, dejándose un jirón en cada punta: la comunidad ecuménica europea, sombra de una iglesia, una aristocracia y una burocracia de toda nación con una lengua común, el latín. La catolicidad imperial habrá de buscarse nuevas sedes. En lo político, el estado nacional se ofrece a religar los individuos; en cuanto al verbo, la matemática se apresta a heredar del latín la universalidad que conviene a la ley, instrumento de la razón combinatoria e incorpórea que sustituye a un Dios Padre soltero y malabarista. Tampoco a esa herencia le faltan pleitos: insatisfechos con la esquelética anatomía que el álgebra asigna a los cuerpos, hay quienes buscan otra lengua universal, la lengua de Adán por vía de correspondencia sensual entre el cuerpo del signo y el de la cosa. Y también aquí se deja sentir el cisma habido en Europa en torno a la Escritura: cuando los ideogramas chinos dan que pensar a la Europa reformada, la del libre examen y multiplicación del texto, otros llevan siglo y medio descifrando jeroglíficos para enseñar a los indios. Pues el vínculo claro y distinto entre la razón y cada razonar no se deja proclamar evidente con igual facilidad en la Francia de Cartesio que en un conglomerado de razas y lenguas esparcido en cuatro continentes. Aquí la transparencia del signo en la intuición se hace opaca, se deja notar. Desde la Ciudad del Sol sobran propuestas de refundar la catolicidad sobre nuevas formas de visibilidad de lo común: la modernidad posible en ese imperio pasa por una nueva imaginería, un nuevo santoral. Acaso lo único que le queda intentar a una catolicidad que se sabe cada vez más particular. Pues a diferencia de los territorios que se le enfrentan, en el imperio sin ocaso la secesión imprescindible ha de ser en el tiempo, no en el espacio; no de otro, sino de sí, de unas señas canónicas largo tiempo mantenidas como identidad. Y donde se busca revisión de una memoria, y no evidencia primera, no se precisa tanto componer el discurso en método de dar pasos cuanto métodos de discurrir entre los dados, que ruedan y vuelven al azar en imágenes ambiguas; y no cabe duda, sino recomposición de lugar, reflexión sin fin de un gusano de espejos donde "el verme de la conciencia" resume el equívoco de toda imaginería entre el ayer y el ahora. No sólo en el alma remordida de Felipe IV, el de los treinta bastardos, se plantea tras la caída de Olivares un examen de conciencia que deshile las imágenes 148 tramadas, separe aúreas Galateas del pestoso Manzanares y devuelva Martes y arcabuces cada cual a su tiempo. Agotados herejes e infieles, la inquisición del gesto evoluciona en investigación del comportamiento, y siguiendo al sospechoso a las moradas interiores descubre un ejercicio interminable, la jineta espiritual de los espejos. Una Compañía previsora patenta un moderno tipo de inquisidor portátil mucho menos costoso, teniendo en cuenta que trae el hereje incorporado: uno mismo. Y entre arrobos y derrotas, entre monjas y truhanes, endeudados o esperanzados pero sin duda transidos, en España se disponen al trance de iniciar la transición, sin brújula por los mapas de un tiempo a la deriva. El historiador, que conoce el final de la historia por el momento -por el momento en que vive- sabe en qué para el examen de conciencia, quién triunfa en esa pugna entre carácter e icono, entre el índice que escoge patrón en el retablo y el cálculo que genera posibilidades. Por eso esa excéntrica península de perfiles desgarrados le ofrece un observatorio privilegiado sobre un imperio planetario cuya lengua común se ha vuelto incomprensible, más objeto que signo, cantada cada fin de semana aunque no se entienda para animar a los parroquianos en ritos de amor, grabada en cintas, prendida o impresa en vestiduras como protección, distinción, o simple parche; por eso el historiador observa interesado su búsqueda imperativa de otros alfabetos que hagan intuir a los particulares de qué tierra, de qué cielo, de qué demonios forman parte en su forma debida, deteniendo para ello si es preciso al mismísimo Verbo en persona, faz, imagen. Porque entre escombros de fantasmas amenazan emerger rompecabezas de otras memorias, mutiladas como una mezquita sin alminar, una pirámide con campanas o una sinagoga con retablo, y entre líneas sobrantes o ausentes se insinúa otro cuerpo seductor y aterrador y esquivo, disperso de océanos y voces, mudable y desconocido pero indudablemente propio, como sólo pueden serlo pérdidas y renuncias, el rostro que no se tuvo y el paso que no se osó, otro cuerpo continente de memorias y esperanzas... a la generación de los sesenta se le ofrece el albur de darle el suyo, y entre fantasmagorías imperiales o el mecánico futuro de repetición de una conciencia insomne, acaso hallar una tangente inaudita hacia otro mundo tercero e inimaginable. 148 otras voces que la imposible que enfila las cuentas incontables. otras voces que se entierran al paso atronador de la verdad para germinar simientes. otros ojos que se abren párpados de cobre, heridas de siglos o instantes que sangran sombras. como instan pacientes dedos minerales a la tierra. otro laberinto de raíces creciéndose salida hacia la luz por donde quiera. otras voces que la imposible historia. otras visiones que la imposible mirada sobre todo. así soñó el nagüal bajo su manta de tierra. en la oscuridad, en el silencio absoluto sin sucesión, en la ceguera absoluta sin extensión, en un revés sin cara, sin otro en los espacios ni en los tiempos, sin semejante ni aun en la memoria. donde nace el mineral. donde los sueños no soñados descienden de la luna y se empapan en la carne de la tierra, y su luz helada se vuelve plata. donde la tierra concibe horas, días y años que al calor del sol se han de hacer humo, perderse en lo alto, de vuelta hacia la cuna. donde más bajo se hunden, en el breve trayecto humano del viaje de los sueños. donde sueña el nagüal bajo su manta de tierra. 148 I.-PERFIL DE CORTE Las revoluciones del XVII admiten muchos objetos como emblema, desde el telescopio al Mayflower, por no hablar de cabezas de hierro y martillos de iconoclasta. Pero el espíritu del capitalismo, ese auténtico fantasma en la máquina, se debe ante todo a la invención de la máquina capaz de conjurarlo en cuerpos perceptibles, aunque diminutos. Más que relojero, es un dios componedor el que forma combinaciones infinitas con unas cuantas reglas. Ahí el monótono cuento del reloj no cuenta, si no es como requisito de un movimiento reducido a desplazamientos; en una caja de imprenta el tiempo no tiene lugar, salvo ése escurridizo que el componedor disimula en su constante tejemaneje: una falta de continuo desplazada para dar lugar al intercambio incesante. Pero mire el lector esas tiras de plomo, lo primero que escoge un niño en el revoltijo: a diferencia de los demás, éstas son iguales por todas partes. No ostentan signos, su utilidad es sujetarlos ante el vértigo de un aparte, o un final, tendiéndose para apoyarlos en los márgenes del cuadro. Vistas en una página de matrices, esas lagunas convierten de inmediato los salientes y recodos de los cuerpos en otra cosa: en paisaje. Especialidad de la cuna submarina del capitalismo, Holanda, el paisaje invierte la percepción aristotélica del mundo haciendo al fondo figura en la que se inscriben, mínimas muescas, los cuerpos. Esa necesidad de incluir la nada de la página entre los tipos del alfabeto nos remite así a otra revolución del XVII, tan hundida en las sombras de la imprenta como para confundirse con ella. "El abrir de las laminas consiste en buen dibuxo, de que los Impressores no necessitan, y la suerte de estamparla es diferente de la nuestra, aunque tambien se llama impression; pero ellos imprimen con torculo, y nosotros con prensa, que es en todo diferetissimo modo. Para las estampas de madera también es menester dibuxo; mas es facultad diferente, aunque su impression es con nuestros mismos instrumentos. Difieren en todo de las laminas, porque en estas lo que imprimen son los fondos, y en las estampas de madera los perfiles, por cuya causa entre la letra de la Imprenta se pone una estampa de madera, y sale impresso todo à un tiempo"75. 148 Así resume el primer tratado impreso sobre la imprenta sus relaciones con los dos tipos principales de grabado, entalladura y calcografía. En el primero lo significativo es el perfil que sobresale, como en el tipo de imprenta con el que se compone abaratando el coste; por eso predomina en libros de mucha ilustración, diagramas técnicos o emblemas, por ejemplo. En la calcografía, lo significativo está en otro plano que el texto, con el que no puede componerse; las figuras, en el fondo, son incisiones que recogen tinta. Una lámina es un sistema de ausencias donde el sentido aparece en lo que falta, y lo que deja sitio es lo que da lugar; una calcografía es la copia de una ausencia, una más entre sus semejantes. El sentido como falta original, he ahí un rasgo de modernidad al parecer inesperada a la sombra de Trento76. * Corralas y procesiones, revolcones del rey con la Calderona y contricciones con la monja de Agreda, apellidos endeudados y abolengos falsificados, hábitos de estameña y arracadas de Lima, aves del paraíso y sermones del infierno, mestizos de los dos mundos, embozados desconocidos y bastardos por reconocer, claroscuro Madrid como un cuadro de Ribera, un párrafo de Quevedo o el humor de Felipe IV, donde los contrarios se suceden a tal velocidad que parecen simultáneos: milagros de la corte donde conviven falsos tullidos y bellezas postizas, mutilados de guerra y cuerpos de alquiler, cuanto más se pierde el mundo más se resarce la impotencia real con aventuras imaginarias en que hay de todo, y a la vez. Claro que la cercanía de la muerte ayuda a reconocer límites y perfiles, y dando ejemplo a sus reinos, antes de partir a la frontera de Cataluña para hacer de rey, Felipe reconoce por una vez a un hijo, el de la Calderona, a quien por cierto se considera adecuado enseñar entre otros el oficio del grabador77. ¿Y cómo no, si la imaginería, en volumen o en plano, procesión o teatro, más o menos propicia al transporte y el arrebato, es cada vez más el único lenguaje en que reconocerse presente, la última esperanza de perfil que le queda a la evanescente corte de los Austrias? En ese Madrid se fechan entre 1645 y 1650 varias estampas de santos78, anónimas, pero presumiblemente obra de la misma mano primeriza que algunas ornamentaciones en volúmenes impresos por Alonso de Paredes, Francisco Martínez y Diego Díaz de la Carrera, tres de los más reconocidos impresores madrileños, así 148 como aquélla en que nos detendremos ahora, la "Z" inicial del capítulo V del tratado de caligrafía de Casanova79. Obra de entalladura, su aspecto recuerda ciertos trabajos de Juan de Vinglés80; la composición empero retiene nuestra atención. Los dos trazos horizontales de la zeta se componen con los bordes del cuadro de manera que la imagen adquiere de inmediato profundidad, a manera de abertura sobre un paisaje; operación rematada con las dos sombras que encubren las jambas de tal ventana. Al tiempo que hacen más fácil el engaño de un más allá, las sombras insinúan la presencia de dos observadores en la posición desde la que se observa. Naturalmente, el trazo oblicuo de la zeta parecería absurdo barrote y traba incomprensible, pero con un fino trazo divergente el artista convierte a ambos en ribazos de un camino visto desde lo alto ¿Qué más se ve?: sombras por los campos, volcanes al fondo. Alargadas sombras que se quiebran en las peñas, se arquean en los troncos o se doblan en la esquina del edificio que asoma por la derecha, acaso prolongación del lugar desde el que se mira. Alargadas sombras que suponemos de ocaso, ¿no estamos asomándonos más allá de la última letra? Y son sombras literales, sombras sin cuerpo con toda certeza, a diferencia de las que les observan desde este lado de la letra final, cuyo origen queda en nuestra incertidumbre. otras visiones que la imposible mirada sobre todo. otras pieles que el redondo fulgor sin cicatrices. otras lejanías que el cero cegador del horizonte. el nagüal se deshace bajo su manta de tierra. atrapado en lava helada de luz, no puede mover los dedos. no puede mover los ojos. no puede mover las aletas de la nariz. ni el aliento puede moverse en el nagüal. sólo la luna sí. la luna alarga sus dedos, la luna hila un cabo del atrapado y navega. navega noches arriba con un cabo de sombra en los dedos. así sueña el nagüal que se deshace bajo su manta de tierra. que atraviesa el hechizado océano de la luna. yerto en muertas cordilleras de ecos. en suspensas olas cicatrices. momias de compás. fantasmas almidonados de la danza cautivos para siempre en los límites de un gesto. bajo su manta de tierra apenas nada ya sino cuencas de calavera y dos dientes con una puerta entreabierta. 148 Realizada para el convento de la Santa Encarnación de Castejón, en Murcia, la figura de San Emigdio, protector contra los terremotos, llena de intercesión el centro de la estampa, la mano izquierda al cielo, la otra abierta hacia las víctimas de la catástrofe. Nadie arriba a la derecha, adonde mira, sólo unas estrellas entre nubarrones que recuerdan la Cruz del Sur; a la izquierda, una Gran Mano lanza un equívoco haz de rayos que por detrás del obispo, o a través suyo, reaparece en la mano derecha del santo, desplegado o refractado hasta cinco puntos donde las figuritas rezan o alzan cruces, a salvo en el corro iluminado. La primera impresión es que al obispo le parte un rayo. Para reinterpretarla conforme a lo que espera, el ojo del creyente se ve arrastrado al fondo mientras encuentra o no algún círculo de escogidos. Acaso ése del ángulo inferior izquierdo, adonde el pulgar del santo desvia casi por reflexión la luz divina sobre un trozo de queso descomunal -a juzgar por los cercanos galeones- que se hunde en un manojo de gusanos ¿o no? No: es una catedral, cariada de raíces, que la selva arrastra a su interior por una hendidura no muy distinta de los mayores labios femeninos; pero ante ella se salvan los creyentes en torno a una cruz florida, imposible decidir si artificial o parte de esa raíz encorvada que surge de abajo y les sostiene a todos lo bastante para alcanzar la luz. A la derecha, del puerto sólo quedan galeones por los aires, tendidas en jirones velas como alas; palmeras de espuma revientan la planta rectilínea de una ciudad colonial, y en un juego de senos cóncavos y convexos, al entrechocar las olas se entrecruzan los restos de las calles en coordenadas de espacios imposibles. Más arriba, una presa revienta entre dos laderas salpicadas aún de acequias y molinos, en la tromba hay figurillas asidas a un redondel luminoso y diminuto como una moneda. Más que los llamativos elementos indianos, sin duda sugeridos por el tema, retengamos la relación de figura y fondo. Se trata de generar ilusión de espacio, piedra de toque de la pericia de quien sólo puede contar con sombras ¿Y qué clase de espacio? La zeta ya nos mostraba la ilusión de un "más allá" invertida para señalar el "más acá", al que también se niega a continuación la realidad. Pues ¿por qué estas sombras del más acá sí habían de tener referente? Y aun así, ¿quién podría acompañarnos en este lugar que por definición se piensa en primera persona? ¿Dónde estamos, entonces, qué nos queda? Una ilusión plana: finalmente plana, he aquí la diferencia. De un detrás a un delante igualmente incorpóreos, las figuras 148 fuerzan al ojo a trayectos que sólo pueden serlo en lo imaginario, cuya anatomía se hace así sensible como cuerpo de la ausencia. En el San Emigdio, la calcografía proporciona a ese movimiento su alfabeto más propio: marcas que son ausencias arrancadas al cobre. Entre figuras sin volumen y un fondo al que no cabe figurarse, se genera el plano de fractura que en el "interior" de una superficie sin volumen expresa la realidad de ésta como límite, único lugar posible de la representación: ese fondo figurado que las artes visuales llaman "fondo", no siendo sino límite de convergencia y frontera con lo inimaginable. Fijémonos en este protector contra la catástrofe: su figura nos remite al punto a ella ¿Cómo sabríamos si no de qué nos libra? ¿Cómo iba un límite a mostrar lo que impide?: el anuncio de salvación nos lleva al desastre. Fijémonos en esa presa que revienta entre dos laderas al fondo del fondo, en el más distante de los círculos: a su alrededor y detrás ya sólo hay sombras, arremolinadas sombras sin salida ahondándose en sí mismas hasta dar... en blanco, blanco de papel, blanco de bosque machacado en donde queda desnuda una sombra de cobre. Consumación de la inminencia perpetua, la catástrofe entra en el cuadro por el fondo: esa presa es la estampa misma, la figuración protectora que revienta y da lugar al atrás mineral e impenetrable que discurre en todos esos torrentes sombríos, arrolladores, confundidos, que no discurren. ¿De qué cuándo, de qué donde surgen los fondos anónimos de patrones y empresas emblemáticas?, ¿de cuánto qué prensado entre el rodillo del tiempo y el horizonte de metal de un planeta ajeno a las marcas que se reparten su superficie? De San Emigdio a San Caralampio, terremotos en tierra incógnita, animales perdidos de la fábula y el sueño por selvas de vértigo, calles de una ciudad entre cumbres por donde filacterias que son serpientes de la Escritura persiguen con su testimonio a un justo del que justo vemos la sombra doblar una esquina al fondo, bajo el gran cerro... fragmentos de un continente imposible cuya geografía no se trama en el espacio ni en el tiempo, sino en su falta, de corte en corte, entre estampa y estampa; fragmentos de un incontinente cuyos átomos no son extensión ni vacío, sino vacantes, vacantes perfiles que allí tienen lugar aunque no ocurran... allí, donde acaba la historia sus renglones como paralelos, y las naves impresas caen por el borde del fin del mundo, o descubren otro nuevo donde errar sin miedo a errar, inconfundible como un nombre propio... 148 ...como Catay, por ejemplo. Incierta empresa tomar un grabado como indicio de un autor ¿Quién es el autor de una estampa?: la respuesta puede complicarse más que una cuestión teológica. Por lo pronto se requieren tres personas distintas para una sola creación verdadera y completa. Uno es quien produce la idea, las figuras y el espacio, en una palabra la composición de lugar; a éste se le llama inventor. El otro opera su encarnación en la hoja en blanco, es el dibujante que alumbra con sus trazos un ejemplar singular. Y el tercero los traslada a una plancha que "abre" con su buril, haciendo posible su difusión universal: éste es el grabador en sentido estricto, el que firma "sculpsit", "excudit" o "fecit". A veces, claro, dos o tres de estas personas coinciden en un solo cuerpo, pero siempre por circunstancias imposibles de deducir de la obra. Otro tanto ocurre con los fondos, que el grabador firmante deja a menudo en manos de sus aprendices, aunque tampoco siempre. De modo que si la mayoría de las calcografías van firmadas no se debe a su consideración como expresión artística de una individualidad, sino a la legislación sobre impresos. Acaso el historiador aún quiera legitimar indirectamente la interpretación por medio del documento externo que demuestre que grabador, firmante e inventor fueron el mismo. Pero, a diferencia del impresor, los grabadores no están sujetos en el XVII a control gremial, por lo que apenas hay registros documentales de su actividad; además las planchas pueden enviarse con poco esfuerzo muy lejos, de manera que ni siquiera los pies de imprenta permiten seguir sus movimientos81; y por fin, ¿qué confianza puede tener el historiador en un documento, aun manuscrito, cuando se trata de un calcógrafo, experto en replicar trazos ajenos? ¿Siguen siendo indicios los indicios ante un profesional de su fabricación? Comprenderemos así que ante el grabado naufraguen documento e interpretación, y sin archivo ni hermeneútica quede el historiador desarbolado y su discurso a la deriva ¿Qué designa entonces la firma de una estampa?: una plancha con marcas, entre ellas la firma. Ardua tarea espera a quien se asome al grabado con mirada inquisitiva en pos de un autor. * 148 II.- EL JARDÍN DE LOS LUGARES Más conocido por la abreviatura latina de su título, Hortus geometricus, el Jardín de la geometría, o de los linajes y fortunas del triángulo, la esfera y otros animalia de ese reino, con la relación de la desgracia y muerte del cono y sus vaticinios sobre el cercano engendramiento del Hordo, obra del polígrafo navarro Francisco Odón Ordóñez, es una "cartilla de geometría para niños y mozos" en la que se utilizan xilografía y calcografía. Por lo cuidado de su edición, el libro constituye una notable excepción en la época82; en parte se encuentra explicación en la dedicatoria a quien corrió con tales gastos, Francisco Sanz de Cortes, banquero aragonés que hizo fortuna por sus relaciones con el poder y fué ennoblecido, dando origen al título, no poco ambiguo, de marqués de Villaverde. Pero es época de transición, y la fortuna domina el tiempo; conversos aragoneses y portugueses compran un pasado con sacar a la corona de su perpetua bancarrota. El interés de un banquero por "las artes de la cantidad y la figura" apenas requiere explicación; en cuanto al contenido, adopta una forma clásica a que las estampas didácticas se amoldan con facilidad, la fábula. Componen la obra siete, cada una con diagramas de entalladura en el texto y su correspondiente calcografía inicial; firmadas por "Silva", entre las más conocidas se cuentan "El crecimiento del número tonto", que sirve de portada a la obra, y "El nacimiento del Hordo", de la fábula que cierra el libro. El Hortus geometricus antecede en seis años al Orbis Pictus de Comenius, que pasa por ser la primera cartilla ilustrada para niños83. La escasa difusión de la obra de Ordóñez (nula en Europa), que propicia tal error, se explica en parte por el tema. Mientras la obra de Comenius reproduce formas sensibles de plantas, animales y artefactos, el de Pamplona se mete de cabeza en una de las polémicas capitales del XVII, la relación entre geometría y álgebra, cuerpo y número. Ilustrar un problema de geometría es, para cuantos siguen a Cartesio y sus coordenadas, pecado de lesa cogitación. Las verdades de razón son diferentes de las verdades geográficas, físicas o botánicas; independiente de toda imagen, la geometría de un ciego de nacimiento y la de un vidente deben ser iguales. El álgebra ofrece la plasmación ideal de esa razón: un lenguaje universal sin figuras que son espúreo sedimento de una historia. La imagen cumple a lo sumo función de ilustración: 148 resolver con figuras las más sencillas ecuaciones agotaría a la imaginación mejor dotada84. No obstante, ésa no es la única concepción posible de las relaciones entre cuerpo y número. El pitagorismo, revivido en el renacimiento, considera animalia a los números y los vincula a diferencias corpóreas -la más popular, la de femenino y masculino, asociada a par e impar-. Aún hoy ciertas expresiones matemáticas son de origen geométrico, y remiten a antiguos sistemas de cálculo por figuras, griegos, egipcios y caldeos; así, el "cuadrado" o el "cubo" de un número. En esta época la terminología matemática atraviesa una fase de remodelación paralela a la que experimenta la matemática misma (que es distinta de aquélla, naturalmente); así por ejemplo se habla de números cuadrados, triangulares, cúbicos, oblongos... o sordos85. Expresiones como "número irracional" no se harán generales hasta algún tiempo después. Conviene recordar esto al lector antes de que se asome al "Crecimiento del número tonto", donde diversos recursos topo-gráficos ofrecen -a manera de quipú andino- todo un sistema de cálculo en que la figura va más allá de lo ilustrativo86, o a la estampa que abre la última fábula, "Nacimiento y andanzas del Hordo". La sinopsis es simple: en el Jardín de Los Lugares, al pie de una enorme montaña que sujeta el horizonte, cada una de Las Cosas tiene lugar y lo da a su vez, de modo que reina la armonía. Pero en el jardín existe un árbol prohibido, el Arbol de las LLaves, cuyas raíces son cuadradas, su tronco piramidal, y sus ramas de piedra se cubren de cifras redondeadas. Al pie del mismo se traba cierto día una feroz disputa genealógica que gira en torno a un triángulo, el cual pretende haber dado lugar a todas las Cosas87; la trifulca se torna revolución, que enseguida genera encono al triángulo hasta el punto en que acaba seccionado de plano por un tajo. En su agonía alcanza a llevarse a los labios uno de los frutos prohibidos, y enuncia una serie de vaticinios misteriosos en forma de parábolas cuyo oscuro lenguaje, hiperbólico y elíptico, ninguno de los sabios alcanza a descifrar excepto en un extremo: el próximo alumbramiento de un monstruo. "Entiéndelo éste dragón de dos cuerpos, unidos por la cabeza sólo; otórgale aquél figura en continua mudanza, y huesos de espejo; asegura otro que nacerá de las aguas en las Islas del Norte, y que será su cuerpo compuesto de muchos otros, engarzados como piezas de reloxes, de modo que 148 sus obras se sigan unas de otras como golpes de batán, y de tal manera podrá navegar por el tiempo como los navegantes caminan por las aguas mirando las estrellas, que no se siguen éstas en sus lugares con mayor fijeza que aquéllas en sus tiempos". Pronto el monte vomita una extensión nuliforme que desciende hacia el jardín; en el huevo que vemos en un rincón de esta lámina 7 la materia eruptada trae al temido monstruo, cuyo nacimiento contemplamos: un pollo escuálido apenas visible sobre el fondo continuo de lava; se diría garabato, pues lo forman unos cuantas líneas enmarañadas "como hilos de títere siempre a medio alzar, cuya trama viscosa nada sostiene(...) Su nombre es el Hordo; apenas nace comienza a perder la color, en que funda su rapiña, pues cuanto más devora más invisible se torna a su presa" El Hordo es una suerte de vampiro, imperceptible en cualquier sentido, que le sobreviene al cuerpo de las cosas y las absorbe; insensiblemente se pone en su lugar y hace sus veces, absortas, una sola. Pues un lugar se ahonda y toma cuerpo a veces, a fuerza de veces, codiciado sustento del Hordo que así crece despacio sin límite de tiempo. Limitada a su vez, la cosa ya no puede ni dar lugar ni ponerse en el de otra, de modo que en vez de pasar se pasa, y cae en un torbellino pocho de colores, olores, dolores y otros restos sin herencia que un invisible aleteo esparce. Pues al no tener lugar no se sucede, asímismo, el cuerpo de vez en vez en vez de ser de una vez por todas, la que tiene lugar en el Hordo. Al cabo el monstruo será vencido y reducido a servidumbre gracias a la aparición de Nombril, un gigantesco ojo vagabundo llegado hasta el fondo del horizonte en busca de su concha, y que mientras tanto, temeroso, se ha vuelto del revés y mira todo desde dentro a través de su propia esfera. Al parecer, no sin secuelas, pues por donde pasa deja un rastro salobre y pegajoso que envuelve "como moco o eco" cualquier Cosa aunque no haya lugar, haciendo sus veces esos hilillos de voz que como un manto van tendiendo a su paso docenas de labios diminutos alineados en sus párpados. A diferencia de las restantes estampas, aquí aparecen diversos episodios "a la vez": lógico, pues la fábula plantea en forma alegórica las relaciones entre espacio, tiempo y "percatación" -el problema del continuo88-. Pero Ordóñez no habla de 148 espacio y tiempo, sino de lugar y vez, y el resultado, claro, no es movimiento numerado sino voces que enumeran. En ese Jardín de los Cuerpos toda vez es vez porque da lugar, y un lugar, porque da la vez a su vez; no ha lugar un espacio en que se dé todo de vez. A diferencia de la matemática de Cartesio, aquí lo que relaciona es (a su vez) relacionado, es relato y cuenta, y no cuenta; vez y voz son indisolubles, pues la intemporalidad de la voz matemática que cuenta se esfuma, convertida en otra que se mueve junto con su paisaje. Al orden de la repetición numerable se opone así el de Nombril, ese caracolojo que hubiese hecho las delicias de algún cenáculo surrealista: el orden de la sustancia como relato y referencia que en su resonancia da lugar a cada cuerpo en el centro del mundo, de uno compuesto por una infinidad de centros. ¿Y qué pinta entonces el dibujante? ¿Qué lugar le queda al grabador ante tales honduras metafísicas? En primer lugar (¿o será en el momento delantero?) parece que se queda sin perspectiva: la estampa recuerda a las páginas ilustradas de los tebeos, de no ser porque aquí el orden del renglón está ausente por completo: ni arriba a la izquierda es el principio, ni abajo a la derecha el final. Acaso fueran mejor símil los pictogramas aztecas y los hieroglifos incaicos. Si una historia es un orden de discurso, a esta estampa le caben a la vez muchas veces, muchos trayectos que dan lugar a dar en lugares diversos cada vez. Cabe así establecer toda clase de transiciones entre veces y lugares que por eso mismo se multiplican y diferencian. A quien busque aún denomirador común, sólo parece quedarle una oportunidad: el cerro, esa silueta en que la curiosidad del erudito reconoce Guayna Potosí, el cerro de la plata del Perú tal como lo divulgaron relatos y grabados. Elección del grabador puramente simbólica, sin duda, ¿no fué de allí de donde se alzó y cayó sobre Europa el dinero moderno, el monstruo de la cantidad que engulle las diferencias? Pero poco significa esa referencia de contenido frente al significado que le confiere su elaboración formal, su posición en la estructura de la estampa. Disimulado en un lugar poco significativo habitualmente -para el hábito del renglón-, al parecer uno cualquiera de la página89, pronto descubre el ojo sin embargo que el cerro puede formar parte de cada una de las escenas dispersas por ella, y de cualquiera: sólo que ahora, si quiere seguir este juego cuya proposición ha descubierto, el ojo ha de intentar reconstruir conscientemente la ilusión en una pluralidad de perspectivas incongruentes entre sí, cuyo intento de realización 148 simultánea conduce rápidamente a una especie de vértigo borroso, y al desmoronamiento de la percepción. Apenas cabe imaginar en un pintor de la época tal recurso a algo que la pintura daba por abandonado desde el renacimiento. Aquí, el grabado retrata al cuerpo como momento, pero no de inercia, sino de historias: de relaciones, como se dice en el castellano de la época. La pintura barroca, llena de cuerpos en suspensión, de ángeles, inmaculadas y titanes que ascienden o se derrumban, le hace preguntarse al espectador cómo tardaron tanto en dar con la ley de la gravedad, pero le aclara por qué tardaron aún más en dar con la idea de historia. Esos cuerpos ingrávidos, camino del cielo o del infierno, flotan en todo caso sustraídos al orden sensible que llamamos mundo físico; ningún pintor de la época pudo ver con sus ojos un modelo sin gravedad. Pero sustraerse así a lo más cotidiano, el peso, exige ser mito o estar muerto, o en trance: el pintor no sabe (aún) cómo poner a levitar una figura en este mundo, cómo sacar fuera de sí el cuerpo sin sacarlo del mundo; tendrá que esperar al cubismo para presentarlo en varias veces a la vez. Parece como si el privilegio de referirlo en el tiempo, profiriéndolo o difiriéndolo hasta sí mismo, le hubiera resultado más accesible al grabado por su contagio del texto. Después de todo (¿o será detrás?), no se anda metido en libros impunemente. * Y si no que se lo pregunten a Silva. A primera vista, la concepción de los cuerpos no parece un tema demasiado picudo desde la perspectiva de la moralidad pública, al menos mientras se entienda geométricamente. Pero la primera vista no es la mirada inquisitiva que quiere saber. La escasez que aqueja a las imprentas hispanas a mediados del XVII genera costumbres como la de aprovechar el papel hasta extremos hoy chocantes; por ejemplo, en las cartillas para dibujantes se mezclan ojos, narices y oídos en cualquier posición por aprovechar la hoja90. Así sucede en las que firma ese mismo Silva en 1653 para Diego Dormer, conocido impresor de Zaragoza; en ellas se apiñan desnudos torsos masculinos, descabezados y sin manos, a quienes la densidad de población obliga a colocar los muñones rodeando cinturas ajenas, o sus muslos truncados a uno y otro lado del cuello sin boca que remata un torso, puesto ahí en forzado escorzo para aprovechar el espacio o el tiempo. 148 Puntualicemos: en la España de Felipe IV el desnudo es tema frecuentado en la pintura. Pero los óleos no se reproducen fácilmente, y las ninfas de Rubens tampoco salen del Retiro para correr de mano en mano. Con todo, el Santo Oficio tampoco puso trabas a un grabado de Juan de Noort que presenta tres desnudos integrales femeninos, o por mejor decir, un desnudo integral tres veces91. Verdad es que en esa portada abundan las filacterias con sentencias latinas; en las láminas de dibujo, la palabra está escandalosamente ausente, y no queda ningún velo de simbolismo que encubra el mutismo de esos cuerpos truncados. Además en Aragón, agotados los moriscos, el vicio nefando ha pasado a manos de la inquisición, y a alguien le parece notar cierto olor a gomorrina en esas planchas; inútil recordarle que si todos los torsos son del mismo sexo es por evitar, justamente, toda insinuación copulativa que pudiera irritar al tribunal. Por no hablar de mezclar torsos machos con animales, o peor aún, con columnas jónicas. El colmo. El 11 de octubre se mandan retirar las estampas de las librerías de Zaragoza. Días más tarde, el visitador Enrique de Aguilar, calificador del tribunal zaragozano, no encuentra "ningún reparo, sino que esa estampa refleja la apretura en que nos hallamos todos, y que más vale ofrecer una impresión así, no habiendo mejor papel en que holgarse"92. ¿Tolerancia? Apenas hay casos de intervención ejecutiva de la inquisición contra una estampa93. Acaso los criterios de propaganda de la fe por la imagen invitan a no espantar más a los escasos grabadores de la península, bastante lo hace ya la crisis económica. Ese mismo octubre se resella la moneda de vellón, para devolverle su valor nominal al año siguiente; y aún es peor en Cataluña, donde el cambio de moneda da lugar a un sinnúmero de negocios turbios con las nuevas acuñaciones falsificadas. La secesión recién concluida, con tal fortuna, por el bastardo regio y nuevo virrey Juan (josé) de Austria invita además a no irritar suspicacias forales con el santo oficio, tradicionales en Aragón desde el asesinato del inquisidor Arbués, luego santo -único caso conocido en que la perseverancia en inquirir llevó a la gloria-. Sin olvidarse por último de los aires frescos de cultura europea que a Zaragoza ha traido Su Serenidad el bastardo, derrochando en ello cantidades asombrosas durante su estancia, ni de que éste, después de todo, también es grabador. De todos modos lo incierto de esa tolerancia queda claro en el hecho de que pese al exculpatorio dictamen inquisitorial, redactado con ciertas prisas para 148 emitirse aún al amparo del tolerante virrey en vísperas de su partida, no volvamos a encontrar desde esas fechas en Aragón estampas con la firma "Silva", aunque sí aparezcan en imprentas catalanas trabajos menores que pudieran ser suyos con la firma "Vilas excudit"94; que incluso se vuelve a encontrar en algunas láminas impresas en Huesca, aunque esto, por descontado, no autoriza a suponer que el grabador volviese a residir en esa ciudad o siquiera en territorio aragonés95. * Desde luego no es el grabador el único que trocea los cuerpos; de sobras lo sabe el inquisidor: todo inquirir se funda en desmembrar primero para reducir después a un patrón adecuado. Pero los del retablo católico ya no son los únicos. En los países protestantes, como se sabe, es la filosofía quien los trocea en cualidades que se suceden con algún orden; ¿y a qué achacarlo? No es sustancia sino combinación lo que las enhebra; propósito y coherencia de la animación dejan de residir en un ánima interna a la sucesión de los sucesos y se mudan en reiteración de un método o mecanismo, según sean ideas o extensiones, pero en todo caso ajeno a lo animado. Relojes, ingenios, autómatas: la paradoja de la expresión encubre la realidad de la enajenación. Las máquinas son autómatas heterómatas, animalia cuya ánima se encuentra permanentemente fuera de sí, cuerpos poseídos por una animación que les es ajena: agitados miembros zombies del moderno cuerpo místico del hombre. Se propone como paradigma de ese universo una tabla vacía (tabula rasa) sobre la que, impresión tras impresión, se suceden combinaciones de caracteres: una caja de imprenta. Ciertamente, también una plancha está formada por un conjunto numerable de trazos; y como el álgebra al geómetra, también le permite al médico "ver con pausa" el movimiento de animales del otro lado del globo, y al ingeniero, "observar detenidamente" el funcionamiento de un ingenio en las minas del Perú. Pero las comillas sobran aquí, pues esa observación detenida ya no es figurada, sino en figuras. Como recordaba Alonso Victor de Paredes, "aunque también se llama impression" la estampa "es en todo diferetissimo modo". Un cuerpo de imprenta puede retirarse; una incisión puede borrarse, pero no desplazarse. Su cuerpo es acontecimiento antes que extensión. Una calcografía entre letras es memoria entre impresiones, a diferencia de una caja de imprenta esta tabula rasa 148 tiene que haber sido arrasada antes ¿Y no guardará ninguna cicatriz propia? ¿En verdad soporta cualquier nueva combinación de marcas? ¿Cuántas veces puede borrarse para empezar de nuevo? Se puede calcular cuántas combinaciones admiten los cuerpos cuando están en la caja; ante una plancha, “nadie sabe aún lo que puede ese cuerpo” de una pieza. * La luna se asoma al agua que cubre el volcán dormido, en los bordes de piedra fría, labios demasiado mordidos demasiado antes, en corro la contemplan las sombras que hace vagar por las selvas y los llanos, las que en el rodar de los tiempos hallaron cuerpo al que seguir y las que aún no, y las que ya lo perdieron, todas por las pendientes, entrelazadas por un clamor silencioso, miembros descuartizados del cuerpo infinito del sueño. Sólo el hombre no está. Sólo el hombre no asiste al fulgor de plata que en cercos de aguas abraza desde lo más hondo negro al blanco de llama fría, las cenizas y los crepúsculos de todas las luces y todos sus mediodías. Sólo el hombre no asiste a la trama sin fin que trenza cada luz en la sombra, cada sombra en la luz. Y el nagüal corre a buscarle, corre a llamarle con pies descalzos por la oscuridad y sus espinas, por el alba y sus promesas corre a buscarle, a llamarle corre por los desiertos del mediodía y entre los vientos helados del altiplano corre sin dar con él, el nagüal sólo sombra, el nagüal que conoce lo que es sufrir que las manos no agarren el tibio siempre del pan, que el hogar frágil del agua se escurra entre labios sin carne, por entrañas de aire, y se vierta estéril de humanidad de nuevo a las raíces. Pero el nagüal no halla al hombre, y la luna deja atrás el círculo del encuentro, y las sombras se retiran a su vez. Y llega el día y quedan solos el hombre ignorante en la mitad del tiempo, y el nagüal vagabundo en su búsqueda, y el mundo indiferente y azul por todas partes. * 148 III.- ZANTOTÁ Tras cuarenta años cumplidos, un régimen llega a su fin. La muerte de Felipe IV en 1665 abre un período de incertidumbre para el que el historiador sólo encuentra una palabra: transición. Y como todo trance, preso entre dos preguntas: ¿de dónde? ¿hacia dónde? Hacia dónde, nadie lo sabe; tan sólo que en 1675 deberá concluirse la Regencia con la coronación de Carlos II. De dónde, apenas comienza a hacerse visible en la distancia de una memoria rasgada. Uno tras otro, Portugal, Cataluña, Andalucía, Aragón, Sicilia, Nápoles y aun Navarra siguen los pasos de las Provincias Unidas, con muy distintas fortunas. Al alzar el vuelo el fantasma imperial aparece un país, Castilla, reducido a los huesos por las pestes, los impuestos, la emigración y las guerras. Y alrededor, territorios que por una u otra causa han permanecido al margen, eclipsados hasta ahora por el ciclo de las flotas, la plata y los créditos de guerra. Si en alguna parte se deja sentir la crisis y las primeras reacciones, es en Sevilla. La ciudad no es la de otros tiempos, la que en el centenario del descubrimiento convertían en escaparate universal las mercancías de todo el mundo y la plata americana. Hoy, tras la prolongada estancia de un sevillano en el poder, el comercio exterior está en manos extranjeras y la administración -ésa desde antes de Olivares- es una pura corrupción que se mantiene en pie tolerando fraudes o involucrándose directamente en sobornos y cohechos. Pese a todo, los contactos con América, Flandes y la Europa del norte, hacen de Sevilla uno de los focos vitales de la península. Con inquisición o sin ella consta que en bibliotecas sevillanas se hallan obras de todos los autores destacados de la época, y otro tanto cabe decir de las bellas artes mediante grabados flamencos. Por otra parte, la peste que a mediados del siglo tiene a la ciudad en prolongada cuarentena pone de manifiesto una admirable capacidad de organización al margen de la administración central. Como en Valencia, en el momento del derrumbamiento de Castilla la periferia aporta las energías que permitirán la reorganización de la Corona intercontinental y el sorprendente desarrollo del siglo XVIII. Buena prueba es la Academia de la Casa Lonja, de sobra conocida en la historia de la pintura96 Pero la academia también ofrece a los grabadores la oportunidad de entrar en contacto con pintores y tallistas en pie de igualdad, como artistas liberales y no artesanos. Ciertamente predomina aún la relación habitual, de 148 que es ejemplo señero la obra de obligada referencia de Fernando de la Torre Farfán97: son pintores quienes idean las láminas y las dibujan, y en algún caso hasta graban, como Juan de las Roelas, Iñigo del Royo y Francisco de Herrera el Viejo. Pero en Matías de Arteaga nos encontramos ya a un grabador de prestigio que es por una parte miembro de la Academia y por otra mantiene estrechas relaciones con la imprenta y la industria editorial98. Figura de transición entre artesanía e industria, el grabador anticipa el moderno lugar del artista. El objeto singular de la artesanía se desmorona en una economía fundada -o mejor, desanclada- en el intercambio a escala planetaria, la que comienza propiamente con los veleros de "esa nación que se encuentra bajo el mar, o encima, o dondequiera oiga plata"99. Y si en el norte ya está claro quiénes comprarán los paisajes de su mundo terreno y su rostro efímero también en efigie, en el mundo católico los límites de lo mundano y lo trascendente que definían papado e imperio se alteran con la pujanza de la monarquía francesa, esa "simpar corona con pares y púrpura asombrosa, como nacida a golpes de un cardenal encima de otro"100. Existencia singular que muestra un valor general, ¿cabe problema más cercano al objeto artístico que una corona particular pero católica? La conciencia de pérdida de la catolicidad mundana, especialmente sensible en Sevilla, contribuye así a modificar el estatuto de las formas tanto o más que las directrices de Trento o los jesuítas. Ciencia e industria desaniman a cualquier cuerpo, forzado a servir a la reproducción de algún patrón si es que quiere alcanzar valor reconocible. Pero separar el ánima de aquel discurrir al que anima conlleva que ha de ser discurrida a su vez; y ¿con qué patrones fabricar patrones? Una solución es multiplicar las jerarquías metodológicas o burocráticas, lo que desemboca en recurso interminable a la recurrencia ¿Cabe intentar, en sentido inverso, que un comportamiento oficie de patrón de sí mismo? Tal es la cuestión, mal llamada arte, de una modernidad impresionante: ¿puede una impresión singular, sin dejar de serlo, hacerse canon? ¿Es posible la canonización universal, libre y directa, del gesto en representante del ánimo general? A mediados de 1665 la joven Academia recibe de una cofradía sevillana el encargo de una imagen de su patrón. Las cofradías, forma de religiosidad muy popular en España, constituyen una forma de organización social paralela a los 148 gremios; éstos organizan el calendario de oficios y acciones, aquéllas, el de pasiones, las necesidades de afiliación y pertenencia. Bajo el patrocinio del santo cuya vida les sirve de ejemplo, los cofrades se juntan para realizar alguna clase particular de obras pías. De aportar leña al quemadero del Santo Oficio sevillano, por ejemplo, se encarga la cofradía de la Zarza; la parrilla en cambio, tan necesitada de mantenimiento, es competencia lógica de la cofradía de los Innumerables. Precisamente, la que le plantea el encarguito a la academia; si bien, como no todo mártir es canonizado, se ha puesto bajo el patrocinio de Todos los Santos. De Málaga a Malagón, la cofradía se extiende y se propone organizar en Sevilla durante la semana santa de 1666 una procesión que no desmerezca de las restantes; pero entonces se enfrenta al problema de su advocación ¿Qué hacer? Un paso por cada santo, inasequible; uno sólo con todos, inimaginable; afrentar a unos y preferir a otros, inaceptable. En tal brete piden ayuda a la academia. El zantotá (o santotem) es la abreviación local del “Sancta sanctorum totidem...” que es encabezamiento del proyecto de Francisco González, grabador, escrito y presentado en su nombre por el abogado Fernando Duque101. La exposición comienza por recordar la exhortación trentina a que el pueblo participe en la comunión de los santos mediante formas sensibles, y luego la evangelización americana que parece conocer en detalle, ya que alude a los catecismos pictográficos y a los cartelones de confesión102. Pero el gran formato usado con las multitudes amerindias no se aviene a las exigencias de coste y visibilidad del paso de una cofradía sevillana ¿Qué hacer? La solución parte de la inmaterialidad que el dogma asegura a los santos hasta el día del juicio, lo que aliviaría enormemente su tarea a los costaleros, que sin duda no llegarán tan lejos, y la composición de la escena a su componedor, ya que así los cuerpos de todos podrían penetrarse unos en otros y caber en unas andas de medidas habituales. Pero sin vivir en la gloria ¿cómo separar figura de sustancia, volumen de peso? González recurre a lo más lógico en la tradición cristiana: que sean de luz. Mediante un sistema de espejos y lentes disimulados en los faroles que rodean el paso, se condensa luz en las parábolas centrales (disfrazadas de hemisferios celestes y terrenos); a través de una lente graduable, el haz atraviesa un espacio oscuro accesible desde abajo donde se encuentran las imágenes grabadas en 148 cristal, y produce finalmente la aparición deseada sobre unos velos, visibles para todos los fieles públicos. Saetas y acompañamiento, banda sonora y zurriagazos más, los habituales. La grabación en discos de cristal no es estrictamente una primicia, aunque sí los procedimientos de González; en el zantotá, cuadraditos de vidrio barnizados con mezclas de resinas y tintas simpáticas se trabajan mediante luz concentrada por lentes a la manera del aguafuerte, dando como resultado delicados claroscuros, "sombra diversamente disuelta en luz, que es la misión de todos los santos". La concepción de la sombra como atributo original de la materia, del que la luz constituye una degradación hasta dar en el blanco, no es desconocida a sus oyentes103; la idea del pictograma era familiar desde hacía un siglo a lectores castellanos104; y otro tanto cabe decir de la linterna mágica, aunque es dudoso si Duque o González la conocían o la reinventaron, de oídas o por su cuenta105. Pero lo principal es que la cuestión crucial sigue sin responder. Porque la cofradía quiere que estén todos en el número, sin falta, cuando los santos estén marchando con su paso por las calles de Sevilla, pero también cuando inmóvil oficie de altar el resto del año en su capilla de la colegiata. Y de lo expuesto se deduce la posibilidad de cambiar de patrón día tras dia con gran facilidad, pero no de mandarlos a paseo a todos de una vez sin perecer aplastado; pues ¿alguien sabe cuántos son todos los santos? Su manera de responder a tal cuestión explica la modernidad de González, así como el rechazo de la academia. ...el hilo que arrastra al nagüal que es el nagüal que sueña que el sueño de la luna le arrastra se enmaraña en garabato que parece cuerpo, y en la ciudad de los tiempos que es todos los tiempos camina sus calles que no llevan, y habita sus casas que no albergan, y duerme sus noches que no sueñan, y nadie le dice y nadie le mira pero arrastra su cola cometa de luna como vergüenza de mono, porque un hilo de luz delata el rastro hasta una calavera pedregosa, de bocas entreabiertas como puertas de besos calvos en los labios del gusano, y se acuchilla y se muerde y se retuerce a escondidas sin poder cortarlo, y sigue febril arrastrándose estela de ascuas de plata viva por las calles que son surcos sin simiente que son arrugas sin piel de la ciudad de los 148 tiempos que son todos los tiempos hechos sueños pedazos, sueños añicos... A un pintor sevillano de 1660 no le iba a sorprender la idea de montar el cuerpo crucificado de un modelo con una santa cabeza de otra procedencia106. Es más, la misma Inquisición practica y exhorta al descuartizamiento en efigie, entre otros orificios, por la autorizadísima boca del pintor Pacheco, patriarca de la pintura sevillana y familiar del Santo Oficio: quien a la hora de retratar desnudos femeninos recomienda "sacar del natural rostros y manos de mujeres honestas y valerse, para lo demás107, de pinturas, estampas y modelos de estatuas". EN cuanto a “lo demás”, no es de extrañar que los cuerpos aparezcan en los cálculos de familiares inquisitivos como restos diversamente acoplables; pero todo tiene su medida, y aunque sea difícil saber cuál, González la lleva demasiado lejos. "De las imágenes que el común consentimiento tiene por mejores, y más pías, y benditas por la santa madre iglesia de cuantas andan por el mundo", propone reproducir un muestrario exhaustivo de "dedos crispados, torsos torturados, ojos arrobados o humildemente abajados o apaciblemente agónicos (...)" sobre diminutas teselas de cristal, almacenadas "a manera de órganos" en un sistema de tubos; a los que, por poder girar cada uno independientemente revolviendo las que contiene, mejor sería llamar bombillos o bombines. Mediante un teclado en el lateral es posible desplazar una red de diez conductos hasta conectarlos a los bombillos seleccionados, extraer un ademán al azar de cada uno de ellos y dejarlo rodar conducto abajo hasta reunirse todos en lo que da nombre al artilugio, el sancta sanctorum: una especie de "carta notómica o esquelecto de un cuerpo humano cualsequier" dividido en diez zonas ensambladas; con idéntico principio pero mayor sencillez, el fondo se selecciona y proyecta aparte108. En su terminología de virtudes y vicios, las reglas de clasificación y combinación de gestos plasmadas en el teclado le ofrecen al fiel un completo sistema del comportamiento, con la posibilidad de confeccionarse e "invocar al punto el patrón del que haya menester para conducirse en el trance en que se encuentre", y todo mediante la simple modificación de conducto. Como se sabe, cada santo apadrina un gremio, un día del calendario y algunos niños. Pero ¿cómo llamar a esos otros santos, hasta ahora ignorados entre las infinitas cohortes celestiales, que el santotem permitirá contemplar por primera vez? El zantotá incorpora a la derecha del teclado una palanca que hace girar de tres 148 a doce ("Ana" a "Nabucodonosor") de una docena de cilindros, más el complementario; cada cilindro lleva las letras del alfabeto latino109 y las cifras del cero al nueve, de modo que al detenerse proporcionen un nombre y una fecha de nacimiento al aparecido; reiterando el proceso se puede, si se desea, obtener una letanía o lema en su advocación. Finalmente, con un costo adicional se puede acoplar un dispositivo que permite extraer el santotem e imprimir reproducciones de la combinación seleccionada sobre tela o papel, mediante un tórculo modificado, para llevársela a casa. El sistema reúne, por tanto, la selección del fiel con la del bombillo; pero sería incurrir en anacronismo inexcusable considerar ésta última puro azar. Como argumenta González por pluma y labios de Duque, lo que hace el zantotá es dar a todos los santos igual oportunidad de aparecerse en el vaivén de las formas visibles. Así, el artilugio resuelve el problema de la cofradía con una original combinación en que todas las virtudes están realmente presentes con una realidad virtualmente inagotable. Lo crucial aquí es que es la misma mano la que puede aparecer alzada, requiriendo iracunda, o discretamente baja retirando un donativo110. Parece que para el grabador la diferencia entre ira y piedad es un ángulo de codo, de la virtud al pecado sólo van grados, y el ánima toda es un surtido de ademanes de los que dispone el fiel usuario "a su albedrío y en abastado montante" ¿Nos hallamos ante un conductista precoz, que se adelanta en un siglo a La Mettrie en sacar las conclusiones del cartesianismo? Pero el cartesianismo no reconoce en “lo humano” diferencia significativa al establecer patrones de movimiento de los cuerpos. Miremos al zantotá: aquí, ese criterio diferencial existe, y recoge la arbitrariedad histórica que el universo mecánico ignora. Recuérdese la selección de los elementos combinatorios a partir de obras “famosas”: es una apreciación humana reconocida como arbitraria, un consenso estético lo que se toma como primera certeza, y precisamente por lo que tiene de arbitraria; arbitrio y arbitraje, artificio y probabilidades definen el campo del conducirse humano, del movimiento de cuerpos históricos. Primera certeza, pero no última; punto de partida, pero no de llegada: no importa partir de los patrones católicos, porque si hacemos caso omiso a la retórica del proyecto, en realidad es claro que es el comportamiento combinatorio actual quien elabora su propio canon. El canonizador de González lanza ráfagas de santos 148 imprevistos, ajenos a toda providencia, lo nunca visto; denominaciones de origen sin otro origen que el originado que las demanda, el original resulta de la copia, y los millones de patrones de comportamientos, de uno sólo, el de patrocinarse. Y al llevar religiosamente al límite la religazón del acto a su modelo, ¿no se convierte en una máquina de desmitificación por exceso? La idea de una única ley de atracción, de un formato único del intercambio de impresiones a que han quedado reducidos los cuerpos, se hace evidente hasta el hartazgo en la persistencia de un mismo patrón de aparición, de cualquier aparición: el aparato. La pompa, la ceremonia, la procesión, marcan el paso, distribuyen el devenir en figuraciones sucesivas. En el paso de Todos los Santos, la procesión se incluye en sí misma como forma de proceder, la forma de aparición aparece en el aparato. El guión inmutable de toda mutación escénica ha de recurrir a alguna imagen para darse a conocer, aunque no precise, por supuesto, darse a conocer para darse el ser. En los reinos del norte, esa imagen va a parar a sellos, banderas y otros signos del naciente estado nacional, sobre todo a la moneda; la figura del cambio, el patrón de patrones, aunque rueda de mano en mano es inmutable para todas, y cambiarla, delito de falsificación tan capital como un pecado. Por contra en el zantotá el respaldo fiduciario del fantasma es justamente su irrepetibilidad, el hecho de que el mismo fiel y nadie más lo ha conjurado personalmente; y precisamente tener la visión -o grabación- que nadie más tiene es lo que le une a los demás como miembro de la cofradía. Por eso es tentador ver en esa mecanización de la personalización el embrión del desarrollo de un imperio imaginario en imperio de la imaginación. Le toca al historiador responder a la cuestión de por qué no iba a ser éste el origen remoto de las proyecciones colectivas que, en el siglo XX, han caracterizado la política de imperio en cualquiera de sus sedes111. ...la ciudad que ha crecido en torno a la mina, sin orden ni concierto salvo acercarse a ella. A ellas: por los contornos se esparcen señales de otros cien intentos de mejor o peor fortuna, dominados por la silueta del cerro, la mina por antonomasia. Por ella se ha acarreado desde muy lejos material para levantar el ayuntamiento, la iglesia, la cárcel y el fuerte, sin hablar de los treinta y seis salones de juego y los innumerables garitos de donde salen trompicando y a puñadas mineros enzarzados en disputas de dinero. La calle está vacía. Sólo un niño indio pasa corriendo de un lado a otro y desaparece. 148 Se oyen disparos. A veces bandas armadas irrumpen por las calles buscando inacabables venganzas. Puede que sean vicuñas, ¿o son vascongados? La oficina del almocherife está vacía, no se ve un alguacil por ninguna parte. Pero la ley se cumplirá, ya ha impuesto sus imágenes en los muros, en las miradas, al final la vieja ley siempre se cumple. En las afueras, las casas y los rostros de los indios siguen barro impasible bajo las nubes; sobre todos, el cerro bosteza por todas sus bocas, qué sueño más viejo, la plata que duerme en sus entrañas. La luna rueda. Sobre la ciudad de los tiempos, de todos los tiempos que son sueños añicos, sueños helados... Por importante que estas cuestiones le parezcan al historiador de las ideas, quizás a los académicos sevillanos les preocupara más otro asunto: ¿no devaluaría las imágenes tal proliferación a manivela? "...como las apariciones mecánicas funcionen y ese lienzo se extienda, los españoles abrirán obrajes para hilar Santa Faz por varas y tendrán quehacer el indio, el mulato y el mestizo y el mundo entero para vestirse cada día de milagro"112. Esa carta de Thomas W.Skipp, librero importador de estampas y pintor aficionado al que los tratados con Inglaterra protegían algo más que a sus contertulios, no parece haber llegado a destino. Mas, por suerte para su autor, no por intervención de la Inquisición, sino por azares de la mar o algún incidente que desconocemos. En cuanto al proyecto del zantotá, no recibirá la aprobación de la academia, convencidos seguramente de que la diócesis de Sevilla jamás aceptaría fabricar semejantes pasos para armar por pasos, y livianos como un lienzo; el encargo quedará en manos de Berruguete, y acabará en un sanjuan. Parece que, rechazado el proyecto, González empieza a trabajar en 1666 para un comerciante del consulado holandés, Pablo Barbosa113, en la protección de documentos financieros mediante combinaciones de filigranas y tintas simpáticas, aplicando procedimientos experimentados en los discos del santotem e investigando otros, entre los que sabemos se hallaron algunas combinaciones de sales de plata114. Por desgracia, a comienzos de 1668 su patrón es discretamente conducido a las oficinas del santo oficio, situación que dificulta el desempeño de las labores propias del mecenazgo, y el grabador debió poner tierra o mar de por medio, a resultas de los turbulentos sucesos de ese año memorable115. 148 * 148 IV.- "LA IMAGINACIÓN, AL PODER..." Los sucesos de Mayo del 68 son un hito para toda una generación. Tras más de doscientos años, la periferia vuelve a intervenir en los asuntos del centro; la extensión sensible del cuerpo político desaloja a una imaginación extraviada en palacios de memoria, pero no ocupa su lugar. Dos personajes y dos modos de utilizar la imagen delimitan así, en la línea que une pasado y porvenir, el preciso punto de inflexión ¿O será un tajo? ¿Corte, o revuelta? ¿Nithard, o el bastardo? Un jesuíta, inquisidor, y valido, resume el poder en la Regencia: un tiempo sin figura real que busca posibilidades en la descomposición de lo sido, en la reinterpretación del gesto que, ceremonial o pesquisa, permita reconstruir acontecimientos memorables mientras el presente del cuerpo se le escapa en todos los sentidos. Nithard, jesuíta inquisidor, lleva la imaginación al poder: al poder haber sido. Juan (josé) de Austria anuncia su llegada al poder ser: la entrada en la imaginería de palacio de apéndices sensibles, pero innegables, del cuerpo real. Un bastardo grabador encarna bastante bien la necesidad de reconocimiento de ese cuerpo periférico que está sustentando a una conciencia desmedrada pero pura, pura como un godo nunca sido, a prueba de inquisición interminable. Son aragoneses, napolitanos, flamencos, pero también comerciantes, banqueros conversos, pilotos renegados, técnicos industriosos, y sobre todo, las Indias: continente de nombre plural y equivocado, continente que el ansia enfundó en el menguado traje de su memoria que ahora, a cada instante, se rasga y se entreabre en el vértigo de lo desconocido. Así, ejercicios espirituales y grabaciones de actualidad se disputan el paso en que se funda toda política, el del sensible particular a patrón general, o viceversa. * a) La cara del mundo Tal como lo concibiera el de Loyola, en el examen de conciencia el lugar del poder (el poder-ser) surge distinto cada vez en cada confrontación singular entre ahora y ayer. La composición de lugar es una composición de una vez, sin que nada tercie en ese medio irrepetible ¿Nada?: bueno, casi nada, una minucia baladí, resto 148 despreciable, siervo de los siervos del verbo: el "érase una vez" que ampara el atrevimiento, la forma universal de dar lugar, el ars inveniendi encarnado en un vacío esqueleto de sucesión: un programa de procesamiento de imágenes de tres semanas donde queda al usuario la completa libertad de meterle lo que quiera, que nada alterará su santa indiferencia. Desde finales del XVI, empero, se introduce la imagen grabada a modo de ayuda, convirtiendo ya abiertamente el ejercicio espiritual en gimnasia pasiva. "Para hallar mayor facilidad en la meditación se pone una imagen que represente el misterio evangélico, y así, antes de empezar la meditación, mirará la imagen y particularmente advertirá lo que en ella hay que advertir, para considerarlo en la meditación mejor y para sacar mayor provecho de ella; porque el oficio que hace la imagen es como dar guisado el manjar que se ha de comer, de manera que no pueda sino comerlo; y de otra manera andará el entendimiento discurriendo y tratando de representar lo que se ha de meditar muy a su costa y trabajo. Y allende de esto, es con más seguridad, porque la imagen está hecha con consideración y muy conforme al Evangelio, y el que medita, con facilidad podrá engañarse tomando una cosa por otra"116. La acción del magín, o imaginación, cede ante el hecho maquinado; la composición de lugar se canoniza en formato de imagen, producto y ya no productor de condiciones factuales (las de la técnica calcográfica de la época), efecto y no inventor de un mundo entre cuyas cadenas causales se ve, por decirlo de una vez por todas, sujeto. Tal conversión del valor de dar un paso en paso de peaje a los valores se hace patente en la Compañía que patenta la escena en que todo se hace patente: la cara de la actualidad pura, que está entre todos los rostros y es ninguno. Erigida en lugar global del intercambio de los sentidos, la Compañía multiplica el centro en una pluralidad imaginaria de sujetos mientras mantiene una sola orden, un solo orden de sucesión: o una dinastía. Si con Nithard pueden alzarse al poder imperial es porque antes han llevado en sí mismos esa multiplicación imaginaria hasta un final que es por doquier, hasta un fin que no es sino la prolongación indefinida del medio. Escuela de mandarines del Imperio del Medio, han practicado el imperialismo interior del masallá permanente y sus catástrofes antes de salir a jugar con bonsais algo más amplios, pongamos China o un planeta, donde 148 igualmente se erigen en custodios del laberinto prohibido que guarda a un sujeto inaccesible, pero garante de la sucesión y el discurso. Obra como si tu acción dependiera exclusivamente de tí: lema de un confucianismo católico, única posibilidad de una iglesia sin Dios capaz de adaptar a cada lugar un texto común pero inalcanzable. Si las compañías comerciales encarnarán en las Indias sajonas el intercambio universal sobre un denominador común al que no cabe señalarle un fin, la cantidad, en el imperio católico otra compañía administrará una denominación de origen común igualmente sin fin, aunque no gratuita: la Compañía por antonomasia, Compañía del entero mundo, anónima Sociedad por acciones en que intenciones y sujetos desaparecen del escenario. Obra como si el resultado de tu acción dependiera exclusivamente de tí, pero recuerda siempre que depende de Dios: he ahí la vía católica a la libre empresa. Solipsismo de imperio realizado, ya sin más tú que el ojo avizor de un sol que no se pone, la conciencia multiplica la sospecha en renovada inquisición, y a cada nueva pregunta se desmorona otra cara del mundo, así sea en la geografía de un continente o en la de un cuerpo, salvo el rostro sin rasgos del que inquiere. Imperio del Medio convertido en fin: ganar tiempo en la espiral infinita que roe los espejos, que corroe al personaje como una llama fría de quemadero portátil. Si los jesuítas son sus administradores ideales es porque el primer roido de silencios ha sido el suyo, su yo descompuesto y con el rostro alterado ante los tribunales interiores de la palabra, culminación del Santo Oficio: el verme de la conciencia, un juego interminable de palabras que confunde al romance de la carne con un latín encarnado en filos y capelos, el juego que le queda a lenguas muertas vivas bajo el imperio de un verbo que no entienden, pero señalan. Pero al margen de otros efectos, esa evolución de los ejercicios incorpora al grabado imágenes más complejas que las simples reproducciones de tallas patronales, puesto que ahora se trata de ofrecer a la contemplación en directo escenas de la vida perdurable. Y al igual que en los sermones, los tormentos del infierno son el tema más escogido, de lejos, aunque purgatorios y glorias tampoco faltan. Pero hay un rincón de la eternidad que rarísima vez aparece; lógico, ya que no lo mencionan los ejercicios ignacianos, y además, sus características parecen hacerlo inaccesible a cualquier imaginación. En efecto, no es lugar compuesto por la memoria colectiva de la iglesia, sino cristalino fruto de especulación teológica sobre los límites: el limbo. 148 es tope deténgase ha escogido usted la colina super josaphatis umbras aflictionis mare asímismo es disponible la opción pausaje para contemplación detenido de la secuencia tócamela otra vez san samuel san, díme que me estanbaiste todos estos sacula saculorum entre los muros que guardan los sueños momia, los tentetiesos gravados de arena y grava de cauces desviados al desierto, en la ciudad de las veces todas las veces que es una más el nagüal ancla menguante del sueño bajo la manta de tierra aun se devana ya apenas hilo de voz entre los sueños pedazos sueños muros sueños helero donde resbalan sin huella derretidos llantos de quitapón por los eternos tormentos de las foquitas b) El canto de un duro Los sucesos de mayo del 68 son un hito para toda una generación. Claro que, como en un hito sólo se puede vivir con harta incomodidad, algo así como la cabra de los gitanos subida a lo más alto al son de una corneta, asistiremos a ellos desde lejos, en un lugar en el que no sucedieran. Entre la península y el atlántico, Portugal es una franja de sierras en descenso, una inminencia peremne, un tránsito suspenso, en una palabra: un movimiento convertido en estado. Coimbra, en algún momento a finales de los sesenta: la independencia es un hecho; un estado nace en el mapa, y otro libro en la imprenta. La obra del jesuíta Martín de Roa Estado de los bienaventurados en el cielo. De los niños en el limbo. De los condenados en el infierno: y de todo este universo después de la resurrección y juicio universal conoce ya varias ediciones en castellano en el momento en que se traduce al portugués, y aún conocerá otras, pero que sepamos, ninguna ilustrada, como ésta117. Ya en las estampas dedicadas a la gloria sorprende la presencia de artefactos, dogmáticamente sostenible pero sumamente inhabitual, si descontamos las liras118; sorprende igualmente la asociación del infierno con el espectáculo, tanto por el contenido como por la forma de expresarlo mediante la propia visibilidad de la estampa119. Pero sorprende ante todo -claro- la portada, donde puede el grabador lucirse y hacerse un nombre, y éste, anónimo, 148 coloca el limbo ¿Y qué es el limbo? Donde van los niños muertos sin bautizar, claro. Pero no sólo. Un pasadizo sin fin, y sin principio. El espejo que surge en la oscuridad sólo muestra a la espalda otro tramo larguísimo, un punto de luz remoto. ¿Pero es un espejo? ¿Es plano o volumen lo que ha alzado esa mano desde lo insondable? No hay suelo, los lados se apoyan en la nada. La mano muestra en su palma un hemisferio en que se confunden atrás y delante, espejo cóncavo y lente. El cristal cimbrea de uno a otra, de pronto surge una esfera completa donde sombras y luces vibran en una oscilación indecidible... y esos huecos entre sus luces parecen las mismas formas que a nuestro alrededor se agazapan en las sombras. Así que es un mágico espejo que revela siluetas demoníacas al acecho. Pero entonces ¿de dónde salen esos huecos blancos que entre ellas de repente hinchan la esfera cristalina de cendales ¿o son túnicas, o alas? Por suerte la historia acude en nuestra ayuda; ni ángeles ni demonios, si aplicamos la perspectiva adecuada reconocemos sombras de letras y cifras, dispuestas en arco por la base de un cilindro de muy escasa altura, que se proyectaran oblicuamente en su interior, desde donde las vemos. Por si al lector, que no tiene por qué conocer ejercicios de contorsionismo imaginario en un túnel, le cuesta hacerse tal composición de lugar, abreviaremos: nos encontramos en el interior de una moneda de canto, a la sombra de su leyenda. Tal portada exige no sólo un conocimiento detallado de técnicas de acuñación, sino también de geometría proyectiva. El lugar en que nos hallamos es el imposible centro de un espacio hiperbólico, "intrínsecamente" desdoblado si ese adverbio tuviera aún aplicación. Frente al habitual frontispicio de las portadas barrocas, éste nos sitúa ya en un umbral que unas perspectivas desmedidas han convertido en paso inacabable, sobre el que ondea un lema como de empresa: "Locum illum et statum medium..." 120. El limbo, que etimológicamente designa la orla de un manto, pasa a significar un límite, un intermedio perpetuo entre dos parábolas abiertas hasta lo infinito. Comparemos con otro grabado que muestra la geografía completa de la eternidad, el de Jerónimo Nadal121: resulta chocante que el centro de la tierra y de la estampa lo ocupe el Diablo, y Dios quede en la periferia; pero más aún que, de todos los otros mundos, el más cercano al nuestro resulte ser el limbo. Ese rasgo, allí incidental, se desarrollará aquí a lo largo de toda la serie. Si el infierno sirve a tantos desde Dante para mostrar la cruz de la escena humana y probar el valor del mundo 148 en su contraste, el limbo es aquí canto sin vuelta, o con infinitas, circulación inexorable de una realidad unidimensional sencillamente atestiguada: el canto de un duro. Por el canto de un duro nos vamos quedando, nos estamos yendo, entre vivos y muertos; por el canto de un duro se desliza la hoja del instante entre la cruz universal del ser y la cara que fecha una existencia. Pero ¿puede quedar un canto en el aire, durar un eco? Lugar imposible, ahí está pese a todo el mundo de quienes mueren carentes de voluntad, sin saber discernir entre bien y mal, verdad y falsedad, belleza y fealdad. Y en él se despliegan vestidos vacíos que vagan sin procedencia ni destino por salas atestadas de espejos de Murano, sedas de Manila y platería de Lima, o son asaltados a sablazos en una esquina sin que se altere el paseo que les rodea, o aparecen abrazados como amantes en el mismo armario (estampa V, "Corpora erunt impassibilia, quia deficiet in eis potentia ad patiendum"); en ese mundo se extiende ese grupo familiar de sillones sin orejas, ignorantes de todo gozo o dolor a su alrededor, que de espaldas al abismo en que flotan lejanías, oceános, y más lejos la gloria y el infierno, contemplan inexpresivos un bodegón en su marco ("Ignoti nulla cupido", estampa IX). Habitantes sin volumen de una interioridad que resulta ser reproducción grabada, moneda intercambiable, sus cuerpos que ni sienten ni padecen conflicto son puros lugares de posibilidad, humanidad hipótetica sin atributos pero con muebles, a la que en el mejor de los casos le será dado algún atisbo del Ser, pero sólo "a través del velo y las sombras de sus pensamientos, de sus razonamientos y sus meditaciones humanas", muertos sin llegar a darse nombre122. pero si ni siquiera sé como te llamas, en tus brazos no pasa el tiempo, debo de marcharme, puesto que no me noto, espera una pizca más, muchacho aquí te harás un hombre, apriete con fuerza hasta que oiga un clic, ¿cansancio, tirones, rotura fibrilar?, venid a mí los que estais desamparados, y le atenderemos con nuestros mejores productos, ¿qué le parece fusilamiento en el fuerte? ¿asalto a la trinchera con 20''de declaración prepóstuma? en la ciudad de los tiempos cauces sin río fantasmas del desierto vagan ondas abrasadoras por los aires ¿despedida en la estación, llueve? 148 ¿Hace falta recordar que el limbo no es el purgatorio? El purgatorio es tiempo, tiempo inscrito en la eternidad, intermedio provisional como el cálculo para las verdades o errores matemáticos resultantes: sólo hasta que llegue el juicio a establecer su valor definitivo. Prolongación de la transición que es el mundo, el purgatorio quedará cancelado cuando los valores hayan sido hallados, las restas de las indulgencias finalizadas, y llegadas a su término exacto las obras de los hombres se disuelvan en sus resultados justos. El purgatorio no forma parte propiamente del cuerpo eterno, en el que constituye una suerte de ombligo al revés, un colgajo de tiempo cuyo simétrico no es el limbo, sino el edén: bostezos en que se estira la eternidad mientras empieza y en tanto acaba en mundo, y que al cabo se recogen como escalas enmudecidas en su esfera cerrada en punto. El purgatorio, en fin, designa la sombra de la historia en su sentido. El limbo no. Transición suspensa, sin llegar a eterno, no es historia: lugar de lo que no alcanza a infinito pese a carecer de término, o justamente por ello. Niños sin nombre, existencias sin patrón, no es tampoco sede de "Lo otro". Su unidad es puramente negativa, pues ni su negatividad es uniforme: los inestantes del limbo inestán por azares tan diversos entre sí como de las categorías de azar, premio o castigo. "Locum illum inferorum quem limbi puerorum nomine fideles passim designant (...)"123 Limbo de los niños, pero también limbo de los justos, donde los patriarcas esperan el juicio definitivo... y ¿no es eso tanto como abrir una serie indefinida por su propia naturaleza? "De los hombres que permanecen siempre en un estado semejante al de la primera infancia cabe decir que su suerte será la misma que de las almas de los niños que mueren en la cuna"124 ¿Limbo de los insensatos pues, a añadir a esta geografía de la impasibilidad y la indiferencia? ¿Y cuántas categorías más podrán reconocerse incapaces de diferenciar entre el bien y el mal? Por ejemplo, los paganos actuales, habitantes de aquellas regiones "teóricamente posibles" -dicen los teólogos del imperio sin ocasodonde no hayan llegado los titulares de la buena nueva; es decir, ignorantes del nombre de Dios por razón de espacio, y no de tiempo como los patriarcas ¿Habremos topado pues, en el limbo de los paganos, con el hogar reservado a la moral natural? Sin pena ni gloria: así se dice en castellano de aquellos actos que no pueden 148 declararse ausentes del mapa moral, aunque sean ilocalizables en él. Tradicionalmente se les concedía residencia en comarcas como Babia o las Batuecas, pero los teólogos hilan fino, hablan latín, y le llaman limbo. Tal solución no es del agrado de todos, desde luego. La tradición católica conocía otro modo de zanjar la cuestión, mandando a niños, profetas, paganos despistados e insensatos al infierno: "Qui enim dextra caret sinistram procul dubio incurret", dice Agustín de Hipona125, o a la derecha o a la izquierda, no cabe duda en el medio. Grados, transiciones, claroscuros, sólo difieren lo inexorable. Niños sin nombre, actos sin responsable, obras sin obrero, desde el punto de vista moral estamos ante valores de imposible tasación, excluidos de todo juicio final de su valor por falta de patrón. ¿Cómo van a entrar en el mercado de valores si no hay quien salga fiador de su origen?: "Nula gratia sine sponsor", afirma Tertuliano126. El niño sin patrocinio no tiene gracia, como la obra sin marca, o con marca en blanco; pero no se condenan por sí mismos, sino por dejar en evidencia a la catolicidad del sistema métrico: pues ¿por qué el ajeno a una cuestión ha de verse afectado por sus resultados? ¿por qué el que no juega ha de ocupar, pese a todo, alguna de las posiciones del juego? ¿puede un tablero legislar sobre su margen? "Ego istam quaestionem profundam sentio, et ad ejus fundum rimandum meas vires idoneas non agnosco... Non satis invenio dignam causam: quia non invenio, non quia non est"127 Aunque el entendimiento no alcance razón para ello, aun la naturaleza ajena a la revelación del sentido ha de verse juzgada por él. Compárese con la formulación contemporánea de Cartesio, enfrentado también al problema de esos movimientos de los sentidos que, no siendo claros y distintos, no pueden ser apadrinados por sujeto alguno, recibir nombre ni presentarse al juicio, pero a los que sin embargo tampoco cabe fácilmente negar la condición de animación. Cartesio, en la duda, opta por desterrar esas mociones a la glándula pineal, que ofrece frente al limbo la doble desventaja de ser más fea y más angosta, si cabe; en cambio la tradición agustiniana rechaza cualquier composición de lugar semejante en que pueda darse la cosa aunque sin darse, la cosa ensímismada sin comparecer ante la visión ni el juicio de otro, como hará más tarde el filósofo de Villareal128. Esto hace imposible cualquier canon de usar y tirar, y niega la posibilidad estética de una aparición sin interés 148 ulterior pero interesante: si los purgantes del purgatorio se aparecen es para moverle a uno las entrañas a contricción, así como ángeles o demonios no aparecen sin un fin en las historias sagradas. No hay dato gratis en esta animada circulación, de forma que ese sinfín de movimientos sin nombre que otros llaman cuerpos se esfuma: o aparece en algún sentido, y será ya un acto susceptible de ser llevado a juicio, o no aparece en absoluto, como el lugar de la composición no aparece entre lo compuesto. El limbo es pues el lugar y el momento ¿De qué?: la respuesta falta. No sobra, pues ninguna otra cosa podría ocuparlo sino eso que no hay, responsabilidad. A lo que no se ha dado lugar al no darle la voz la vez, el lugar ni el momento. Inestantes desocupados, el limbo no es tiempo del verbo que dice el ser, sino de otro que el castellano conoce: estar. Estar sin ser -que es siempre referencia-, estar quintainesenciado. Muchas son las cavilaciones a que esto puede conducirnos, y al lector; siga cada cual en buena hora su camino. Por nuestra parte, nos llama la atención soberanamente el que esa portada nos devuelva de improviso a un lugar real: la historia, y en concreto su negociado numismático, nos permite reconocer las marcas de un doble sueldo catalán de los acuñados en Perpiñán hacia 1650, durante el gobierno de Luis XIV en Barcelona. El lugar que ocupamos, espectadores de la peremne transición, es pues el interior de un simpático busto borbónico; esa mano por tanto es nuestra, y ese espejo, inspirado en las bolas donde suelen estar ocupadas las manos de los reyes en la faz de las monedas. Pero ¿tiene este grabador del Portugal recién seccionado alguna relación real con la secesión catalana que quince años antes acabara, con tal fortuna, el bastardo real Juan (josé) de Austria? ¿O sólo querrá aludir a que en cualquier bautizo, de una persona o de un régimen, los padrinos necesitan monedas que arrojar? Y si trabaja para la ceca de Lisboa ¿a qué el anonimato? ¿Desconfianza en la flamante independencia? ¿Alguien cuya condición real le obliga a ocultarse? ¿Temor al Santo Oficio? Pero aunque el historiador inquiera e inquiera, no toda inquisición alcanza lo que persigue; de todas formas, morir en el anonimato no constituye impedimento de peso, pues son las obras las que cuentan al final en el juicio de la historia. * 148 c) La cruz del poder La deposición de Nithard no elimina la imaginación del poder, en sustancia sólo la pone en las manos de un ilustre grabador del que, rarísimo caso, sabemos bastante. De hecho, el primer problema de Juan (josé) de Austria con el poder fue siempre imaginarselo en sus manos, como un cetro o un buril. Antes del nacimiento del heredero, durante una estancia en Aranjuez le presentó al rey un grabado suyo que representaba un matrimonio incestuoso de dioses griegos. Con tema tan familiar, en la época, por su simbolismo, pretendía sugerir a Felipe IV que le casara con la princesa su hermanastra como remedio al problema sucesorio. Y lo consiguió: pero la sugerencia le pareció demasiado osada incluso a un Habsburgo, y el lazo demasiado estrecho; el rey le despidió de su lado, y en la hora de su muerte se negó a verlo, oponiendo un lapidario "es hora de morir" a un "¿qué hay de lo mío?" propiamente inapropiado. Pero ¿es tan insensato confundir la imagen grabada con la real? En la imagen se casan los contrarios sin que supongan distancia insalvable grados geográficos ni de consanguinidad: ¿cómo, si no lo son los siglos? ¿No se confunden mitologías grecorromanas y cristianas en cuadros y poemas? Más tarde le vemos proponerse para el trono de Polonia mediante un plan descabellado de guerras y matrimonios, como en el mejor Calderón. Pero, donde la etiqueta adscribe identidades, ¿qué distingue política y teatro, personaje de persona? ¿No cabrá dar el cambiazo a la sustancia sin modificar los atributos? Juan (josé) es la hostia. Hijo de una actriz real y una majestad de guardarropía, con ceremonia y sin tropas, no es raro que se liaran sus mitades, preso de tal dualidad hasta en el nombre: Juan, ansia de renombre de aquél en quien todos ven al héroe de Lepanto resucitado, al siglo de oro restaurado; y (jose), terror de encerrar cien años en un paréntesis de piel enmudecida. Su historia discurre así, entre la necesidad de darse a conocer y la de ser reconocido, como una necesidad compulsiva de compulsa. Al lado de su hermanastra ocupa en una imagen el lugar patronímico desde el que engendrarse a sí mismo, a un tiempo patrón y copia, renombre inmortal sin perder el nombre: un vulgar pecar de original que es fruto de querer comerse el tiempo. 148 Bastardía de la condición humana que él, se comprende, no puede dejar de considerar asunto propio. En enero del 69 está con gente armada sobre Madrid, fuerza la dimisión y destierro de Nithard, y sin embargo, no da el último paso, no entra por la fuerza en el palacio de su padre, y se retira a Zaragoza con un título insólito, pero irónicamente justo: vicario real. * "La imaginación, al poder a su antojo mudar los tiempos, engaña a quien por tener confiado su rumbo y gobierno...": así comienza uno de los muchos panfletos anónimos que hizo circular Juan (josé) de Austria. Pues en algo sí es el primero: nadie puede disputarle el título de iniciador en España de un género literario llamado a un largo futuro: la opinión pública o género umbral129. Mientras Fernando Valenzuela, paje ascensor venido a ministro, reabre los teatros madrileños por todo programa político, con más visión transforma él la península entera en escenario de una esperada reposición. Cartas y carteles inundan puertas de iglesias y mentideros; les acompaña intermitente la Gazeta de Madrid, que andando el tiempo se convertirá en la publicación más leida del país130, y rematan la terna las grabaciones de sucesos de actualidad. Si la legitimidad de los actos está en la Escritura, escribamos lo que hacemos; y si la fe se da a los sentidos, grabados y no hornacinas harán que el pueblo Tomás crea en milagros, se eche cuenta que está en donde no se cuenta, y asista así indemne a un infierno y una gloria que se están mudando al tiempo, impasible practicante de un moderno ejercicio espiritual de indiferencia. Las grabaciones de actualidad se convierten en instrumento esencial de la política a la moderna. Porque en alguna parte las palabras han de mostrar su poder en los cuerpos: la economía de medios del cristianismo había conseguido que un solo muerto valiera para todos; a la multiplicación protestante de las interpretaciones le sigue la multiplicación del sacrificio que las valide. Desde finales de los sesenta, tras la retirada del bastardo a Zaragoza, irrumpe en la península el ritual de la opinión, verbo sin nombre que argumenta con actos mientras actúa en el mentidero; un comando arranca de la cárcel de Madrid a otro matón a sueldo del vicario131, cuya opinión servirá para que otra hueste secuestre al virrey de Aragón y registre sus papeles: más tarde, cartas abiertas se encargarán de divulgar que el virrey pretendía envenenar al vicario. Debe de ser verdad, porque para irrumpir así en el palacio de un virrey... hechos que justifican palabras, palabras que preparan hechos, el milagro del texto que se encarna a sí mismo se desplaza de las columnas del templo a las de 148 periódicos y tropas o viceversa. En esta política escénica, golpes de efecto crean la causa, vale el gesto que recuerde algún acto de valor por el valor recordado, ¿y no ha de valer la grabación por el gesto? Pregunta ésa por la eficacia de la retórica en absoluto retórica, cuando al fin, en noviembre del 75, va a dar comienzo la transición: conforme al testamento del anterior jefe del estado el príncipe Carlos, mayor de edad, debe ser coronado rey. Por si acaso, su madre nombra a Valenzuela marqués de Villaflores el día de difuntos; broma macabra, o necesaria consecuencia de lo que es esa corte. El día 4 ambos presentan a la firma de Carlos un documento en que acepta prolongar la regencia. Él se niega: secretamente ha mandado llamar de Zaragoza a su hermanastro para que le libre de la tutela de su madre. Al parecer, la España real y la de palacio se disponen a reconocerse: Don Juan de Austria, así le llaman las gentes transidas de entusiasmo cuando aparece con su majestad en la portada del alcázar. Es miércoles 6 de Noviembre, 15 de Brumario de 1675; por desgracia, no se encuentra disponible quien pudiera grabar la escena. vela a la vista y carreras por cubierta bajo unas nubes aborregadas el mascarón se echa encima y un mono rubio en el bauprés con pantalón de mil rayas hace malabares entre drizas, atrás entre las mandíbulas de piedra del puerto la ansiedad mastica un balcón con pañuelo y escupe el resto a escondidas, por dentro, la vista alcanza más que los cañones de costa, más que el catalejo y más que la paloma que suelta un oficial malherido en la popa y se aleja del abordaje hacia la remota ciudad de los sueños hechos añico, sueños piezas inservibles sueños naufragio oscuro corten and rewind on the sail cantando bajo la lluvia de un cielo donde se vuelve, se vuelve, se vuelve menos la pluma todo Que nada ocurre por primera vez no es afirmación nueva; pero a veces la repetición adopta formas clamorosas. El clamor popular que rodea el Alcázar a lo largo de esa decisiva jornada ¿será un eco del que rodeó su venida seis años antes? Ese clamor de presente en tránsito hacia un futuro que restaure glorias pasadas ¿será para él o para su nombre? Así le llamaban también en el 69, don Juan de Austria, el vencedor en mar y en tierra... el que retrocede en el instante del triunfo. 148 “...impassibilia, quia deficiet in eis potentia ad patiendum”... ¿irresponsable, irresoluto, pusilánime, paranoico? Lo que frena al bastardo es la distancia que Platón convirtiera en abismo cósmico y la iglesia católica, menos dada a profundidades arquetípicas, en estigma de humanidad pecada de original: distancia entre la recién nacida existencia y la esencia genérica que sólo se salva en el cuño de un nombre siempre ajeno. Don Juan (josé) de Austria representa el reiterado drama bufo del acontecimiento entre la necesidad de ser reconocido y la de darse a conocer, aplastado por una memoria en la que sólo puede ser resultado de la falta. Hijo de la tierra, le llama la partida de bautismo: de una cuyo mito fundacional es la reconquista, que sólo reúne valor para la conquista al amparo de las armas de repetición de la conciencia, la jaculatoria o la genealogía. Moneda real de cuño imaginario, grabador de imaginarios cuñados reales, aplastado entre ausencias intocables y presencias insoslayables, ninguna figura como el bastardo para una transición. Porque, tras cuarenta años, va a empezar al fin la transición. Tiempo anónimo de hechuras sin patrón, de errabundos sucesos sin patria, intermedio que se ensancha hasta revelarse capaz de todo, un tiempo bastardo hecho por bastardos y para ellos asoma entre los harapos de la limpieza de sangre y la hidalguía. Las líneas de un cuerpo multiforme y disperso que el imperio de la conciencia mantuvo ocultas regresan mutiladas como soldados de viejas guerras en lugares de impronunciable nombre que ya nadie recuerda, deformes como enanos o locos o bufones en las penumbras de palacios enlutados, incomprensibles como jergas de corsarios berberiscos que hubieran sido andaluces, o documentos cifrados de banqueros portugueses que fueron toledanos, o voces quechúas o guaraníes que nunca se escucharon en cátedras ni escaños. Tiempo de mestizos y monedas de vellón, de sangres turbulentas sin prístina pureza gótica salvada en montañas de papel, los reinos en que no se ponía el sol emergen del crepúsculo imperial bañados en una oscuridad distinta, indeciso claroscuro de plata lunar, territorios confusos en que sueños y recuerdos se amalgaman. Y como toda transición delata ésta al texto como impresión de historiador, y a la caja tonta de la historia, que llama transición a cuanto se le escapa entre sus cuerpos. Historia es figuración que quisiera representar la sucesión de las figuras, pero es la sucesión lo que aquí ha tocado fondo. La última eyaculación regia aún vendrá a salvarla, y renqueando, el tiempo solar de faraones y calendarios seguirá su 148 marcha y continuará sus cuentas. Pero entretanto, en esa hora crepuscular de la confusión de lenguas y linajes ya ha venido al mundo el acto consumado... que sin embargo se juzga huérfano de origen y sentido. Materia soñada de otros continentes que no se sabe valer sino amparada en el perfil que la inscriba y la circunde, que no osa hacer ni pedir si no es reproducción y repetición, bastardo es el lugar que reserva al presente la historia, que con él redondea su cuenta y su moneda. Que nada ocurre por primera vez no es afirmación nueva; pero a veces la repetición adopta formas clamorosas. Qué ocurriera aquella tarde entre el rey y su madre es cuestión de disputa entre ellos y entre los historiadores. Pero el jueves 7 de noviembre, 16 de Brumario del 75, Juan (josé) de Austria abandona de nuevo Madrid y vuelve a ser vicario por segunda vez. * 148 V.- 17-B (El 17 de Brumario de Juan (José) de Austria) La Gazeta de Madrid correspondiente a este año de 1677 no ofrece ilustración de la noticia. En las tiendas de los mercaderes de libros se encuentra sin embargo una estampa del prodigioso meteoro: se abalanza desde el ángulo superior izquierdo hacia un paisaje esquilmado, sorprendentemente realista, donde una aldea en ruinas parece constituir el blanco de su trayectoria. Cuando se mira con cierta distancia, como la que ha puesto de por medio la traslación de la Tierra, una inquietante sensación de familiaridad asalta al espectador; esa estrella que se dirige al pueblo, esos pastores y labriegos cadavéricos que huyen de ella, el espanto de la mula y la consunción del buey, todo recuerda a un grotesco belén de naúfragos hambrientos que huyen de alguna buena nueva. Pero no es probable que sus contemporáneos la vean así, pues el estupendo suceso viene a coincidir con la venida de don Juan (josé) de Austria sobre Madrid para alzarse -al fin- con el poder tan largamente perseguido132. "El 17 de Enero aparecióse en varias partes del Reino de Aragón un globo de fuego con cinco saetas o flechas, que se fué deshaciendo como en rayos y con estrépito semejante al de un tiro de artillería"133. Ese mismo día, vaya por Dios, han llegado al monasterio de El Escorial 500 jinetes al mando del joven duque de Medinaceli. Tras exigir la entrega de Fernando Valenzuela y negarse el prior, el día 22 violan el derecho de asilo y se llevan preso al que legalmente es todavía el primer primer ministro de la corona española en toda su historia134. Vienen de Hita, donde acampa el mayor ejército reunido en la península en mucho tiempo, una fuerza de 15.000 hombres. Catalanes y aragoneses forman la mayor parte de esa tropa, mezclados con fuerzas castellanas; lo que no pudo forzar el conde-duque contra Francia se produce por asuntos de política interior. Con la salida de la guarnición de Madrid culmina ese mismo día la revuelta de los nobles, enfurecidos por el ascenso de Valenzuela a la grandeza, y llega a su fin la larga marcha hacia palacio del hijo bastardo de Felipe IV, que en la mañana del 23 de Enero ofrece sus servicios al rey en el Buen Retiro y entra a gobernar España. 148 La estampa viene firmada "D.Acuña", como otras que ya conoce Madrid ilustrando relaciones de sucesos notables: el "monstruo de tres cabezas con un ojo en la cara principal y manos de cerdo hallado en los montes de Villanueva de la Reina", la "Proclamación de Su Santidad el Papa Inocencio XI" o el "Desembarco y muerte del almirante Ruiter tras el combate de Catania"135. Ésta es la otra fuente habitual de ingresos de un grabador, estampas sueltas que venden los libreros o él mismo en su domicilio. En reinos católicos predominan los iconos religiosos, a los que se añaden batallas, catástrofes o monstruos; el retrato, sin embargo, no es género que prospere en España: la burguesía que constituye su clientela natural apenas florece en la península, y eso en la periferia, lejos de la Corte. Parecida suerte corren el paisaje, las reproducciones de edificios y cuadros notables y en general las estampas de contenido laico, incapaces de soportar la competencia de un mercado religioso tan bien establecido. "Desdicha grande para nuestra España, que habiendo en ella edificios tan soberanos y dignos de memoria, así de pinturas como de esculturas y arquitectura, por falta de no haberlos sacado en estampa, quedan á oscuras y sin nombre para las otras naciones; y así no me admiro que toda Italia tenga á esta nación por inútil en estos artes"136. De ahí la importancia para el grabado de las ideas del nuevo primer ministro sobre la propaganda como maquinaria de crédito sustituta de la fe. Este desplazamiento de funciones de la imaginería le abre a la grabación perspectivas inéditas. Buen ejemplo nos ofrece este Diego de Acuña: sea por la calidad de la estampa, sea por alguna otra razón, se incorpora al cerrado círculo de la Gazeta137 en torno al primer ministro, y se hace posible su participación en los dos proyectos que a continuación reseñaremos. * Mientras encuentra ocasión de abordar sus problemas mayores, Juan (josé) procura como buen propagandista hacer visibles sus designios de reforma ¿Y qué mejor que el alumbrado público para anticipar el siglo de las luces? En 1677 el corregidor Francisco de Herrera introduce en Madrid, a instancias del gobierno e 148 imitación de París, una novedad deslumbrante: el alumbrado nocturno, en forma de una farola cada 5 vecinos. El proyecto incluye la colocación en lugares estratégicos de grabados sobre planchas de vidrio coloreadas, de modo que "al tiempo que guían al viandante por las calles dirijan los movimientos de su ánimo con saludables consejos"138. Inicialmente se pensaron para las esquinas de las parroquias, como una mezcla de capilla y vitral; pero finalmente se escogieron lugares de concurrencia popular como el Prado alto, la carrera de San Jerónimo o las gradas de San Felipe. Iluminadas por velones o mechas de aceite, la semejanza de esas imágenes movedizas en la oscuridad con fantasmas y apariciones hizo que los madrileños le dieran al farolito el castizo mote de "velavisión" con que aparecen en la literatura costumbrista de la época139, aunque según los maledicentes se debiera a que pronto los usaron como lugar de citas cuantos suelen pasar las noches en vela. Algunos presentan la imagen del patrón de la calle (Santa Apolonia, Costanilla de los Ángeles), en otros casos, un jeroglífico de su nombre (Puñonrostro, calle del Codo...), y en otros en fin representan las actividades desarrolladas en las casas correspondientes (mesones de la Cava, tiendas de tejidos de la Puerta de Guadalajara). En éstas asistimos a la adaptación moderna de un género genuinamente barroco: la empresa. Durante el siglo XVII se publican en la península al menos veinte libros de empresas140; aproximadamente en la mitad los emblemas propiamente dichos están realizados en madera, por motivos de coste. Por los títulos se observa ya la nota característica de este peculiar "idiolecto iconográfico", el propósito moral; todos ellos tienen por finalidad "mover" los ánimos, sea el lector príncipe o súbdito. Se trata de un lenguaje específico para el manejo de la esfera ética y política, del "conatus", que pronto otros querrán manejar en términos geométricos, demostrativos y no mostrativos. E inseparable del contenido es la forma: una imagen con un lema, comentada luego en una extensión que varía de unos versos breves a una docena de páginas. Destaca en la empresa o emblema una relación entre palabra e imagen por completo ajena a la pintura. La imprenta ha acostumbrado al grabador a la contemplación de las letras como elementos gráficos. Género mestizo donde los haya, ni dibujo ni escritura, la contextura de una imagen de empresa no surge de lo visual, sino de lo textual; es la necesidad de conectar dos significados, no dos formas, la que dicta una relación entre objetos incongruentes "por naturaleza". El espacio en que tal 148 conexión se produce no es desde luego un espacio natural: estamos en el extremo opuesto del otro género barroco por antonomasia. En un paisaje la naturaleza gana la categoría de figura, y se multiplica en la atención a las diferencias; los fondos de las empresas son siempre el mismo, un espacio abstracto que es en verdad tiempo, el discurrir de un discurso cosificado en lugar universal del intercambio entre sentidos. El espacio de la empresa es el expositor universal que supone sentido a cualquier yuxtaposición posible, en donde toda posición es exposición, pues el objeto ha sido ya eo ipso remitido a otro, y reposición, pues otro ocupa de inmediato el lugar. "En los acompañamientos de las bodas de Atenas iba delante de los esposos un niño vestido de hojas espinosas con un canastillo de pan en las manos (...) Con él pudiéramos significar también (si permitieran figuras humanas las empresas) al que nace para ser rey" 141 ¿Por qué no permiten figuras humanas las empresas? Para hacer hablar a las cosas. Como en los teatros de la memoria, éstas aparecen en un espacio sin localización, un tópico figurado: un escaparate sin escapatoria. Los objetos aparecen apartados de las relaciones usuales en la hornacina de lo sagrado; contemplación de las cosas sustraída al tiempo que las convierte en espejos, a partir de los cuales es posible desplegar el universo entero, explicarlo. El objeto es plica, y la empresa replica: diálogo multiplicado a máquina entre cosas que son palabras y palabras que son cosas, adorno gráfico, cintas grabadas ¿No cantan los católicos desde hace años en una lengua que no entienden sus sentimientos más elevados? ¿Cómo no va a ser el verbo objeto decorativo? "Parece burla ver países enteros tomando para dar voz a sus corazones una lengua que no entienden y que repiten como aves de la selva amaestradas"142. No hay figuras humanas a fin de que se oiga a las grabadas. El zoon logon se hace el muerto y surge la objetividad: moral, en este caso. El plano sin rozamiento de Galileo o el vacío perfecto tampoco existen, pero también hablan: en el nuevo latín matemático143. Los objetos de la física matemática son ideales, y eso justamente expresan las empresas, ejemplares ideales, modelos de relaciones transportables, metáforas con plano que son huesos de santo con folleto explicativo del milagro. Por eso la empresa es inhumana: en ella lo humano es lo ausente, el lugar del 148 desplazamiento, lo que las cosas reparten y conforman, de lo que vale como ejemplo iluminador la farola madrileña conocida por "La tapada"144. Bultos pardos contra el muro. El ventanuco debe de dar al puerto, a olor de salazón y burla de gaviotas, la cadena no permite saberlo. En el rincón un saco se esconde para morir tranquilo su hombre. Enfrente se abre una puerta, campos de flores se abalanzan contra el perfil inconfundible de un látigo con sombrero. Asida a una esquirla de carbón otra sombra tras las balas de algodón pinta: entre hileras de lejanía otros hacinan sobre un absurdo carro con chimenea aludes de flores blancas. Nadie alcanza a ver al que graba el testimonio en las paredes del barracón. Por las rejas de los sótanos, por las rendijas de cámaras y gambaras, al pie de las estatuas y los crucifijos de las alcobas, con hebras desperdigadas, con hilvanes olvidados en el revés de la túnica sagrada, con hilos sueltos del tapiz del triunfo va devanando la luna su garabato. Una reata de rostros sin cuerpo asoman de los pliegues de la sombra, desfigurados por el alcohol, el agotamiento o la ira, se dirigen hacia una iglesia, llevan un cuerpo a hombros; en las gradas se apiñan tullidos, ciegos, fragmentos en harapos que va midiendo un pie de rey; entre las columnas del templo se enzarzan cuerpos hechos añicos de luz en torno al único punto iluminado, el cabello de una mujer de repente descubierta en traje de varón... Al menos desde el 68 se vienen poniendo de moda este tipo de imágenes que la Gazeta archiva primero, y luego empieza a encargar regularmente; desde el 77 la Gaceta ordinaria de Madrid, semanal, les dedica un lugar propio. La pelea en torno a la mujer disfrazada ocurrió realmente, en San Felipe el Real, la Nochebuena de 1672; esas procesiones de Semana Santa quedan retratadas con suma fidelidad, de creer al texto que ilustran, Las Tarascas de Madrid145; y en cuanto a la revista de pobres tuvo lugar el 18 de Agosto de 1671, a fin de verificar invalideces y enfermedades para expedir permisos de mendicidad. El hecho de que la administración no sólo recabara la presencia de un grabador, sino que apoyara la impresión de la estampa, deja así patente la mudanza a las Indias interiores que constituyen el horizonte de relanzamiento del Imperio, su nuevo nuevo mundo, y último, por el momento. 148 En 1678 se reedita el segundo volumen de la obra De Indiarum Iure, de Juan de Solórzano Pereira, retirado de la circulación treinta años antes por las presiones del vaticano146. La obra expresa una idea muy querida de antiguo por los monarcas hispanos; como mínimo, desde los tiempos del saco por el que le dieron a Roma cumplido aviso de los límites de su catolicidad: es la doctrina del vicariato apostólico, conforme a la cual "en aquellos estados de las Indias, además de ser el rey en lo temporal en el modo común de la Monarquía es V.M. procurador, patrono y como legado en lo espiritual..."147. Sin llegar a la ruptura anglicana, esa doctrina justifica la voluntad real de reservarse el control de la jerarquía en las Indias; lo que hasta mediados del XVII no significa mucho, pues quien estableció la iglesia indiana, quien mayormente la mantiene y administra, no es el clero regular, sino una serie de organizaciones no gobernadas por la curia, en especial franciscanos148. Pero esas Órdenes No Gloriosas, como las llamará despectivamente el nuncio en 1713 en las conversaciones previas al tratado de Unrecht, atienden no sólo las indias y los esclavos negros en Nueva Granada, sino también a las putas, los huérfanos, la creciente multitud de pobres urbanos desarraigados por las guerras, todos los naúfragos que encuentran malecón y escaparate en esas estampas que mueven a caridad. En este final de siglo no es exagerado hablar de otro nuevo mundo que se extiende desde las rancherías peruanas hasta los mismos sótanos de palacio, un continente marginal cuya población constituye la mayoría de los súbditos del imperio y a la que éste reconoce no ser capaz de atender, aunque siga reclamando su tutela exclusiva. Impotente la administración para otras obras que las pías, la caridad gobierna la transición de la formalidad ceremonial a la informalidad exótica, y se erige en embrión de una reformada administración colonial, la administración del margen. Lugar del acceso y el abandono del presente, donde se pueda asomar sin riesgo y con razones a un más allá profano que no sabe latín o ni siquiera romance, a un futuro que sabe ya inexcusable, el margen es el balcón de la plaza sobre la carne hereje, el motivo honorable del hastío para asomar la nariz a los deseos, y abrasarlos y esparcirlos a los cuatro vientos que quisiera seguir, sueños de rosas en marchitos jardines de papel ¿Qué es el margen? La línea de fuga, la frontera con el primero de los extraños, desterrado al otro lado del mar de plata de los espejos. La rejilla del confesionario, el susurro de lo indecible pese a todo deletreado, el pentecostés perpetuo que teme la decepción más aún que la renuncia. Y en el peor 148 de los casos, las Indias, retaguardia universal del ansia, continente nuevo para viejos contenidos que jamás pensaron en cruzar el mar para venir a presentes: animalitos exóticos, paisajes distantes, pedrería y esquirlas, cascajo de un mundo nuevo para entretener al viejo, el margen es el trance de una transición perpetua. * "...Y porque mientras SM no estuviere libre de la engañosa violencia que padece, sea en la voluntad o en el entendimiento, se debe atribuir cuanto firmare o pronunciare en desaprobación de nuestras operaciones, no á su real voz y mano, sino á la tiranía de aquellos que en vilipendio de esas sacras prendas se las usurpan, para autorizar con ellas sus pérfidos procedimientos, declaramos también que tendremos todo lo dicho por subrepticio, falsificado y procedido, no de la Real y verdadera voluntad de SM, sino de la de sus mayores y más domésticos enemigos"149 Una constante del XVII español es achacar a razones morales la decadencia política: en la grandeza, por anteponer a los valores cristianos los mercantiles; en el monarca, por dejar el gobierno en manos del valido. Tras Olivares, Felipe IV prometió solemnemente no dejar su voluntad en manos ajenas; la complejidad de los asuntos pronto le demostró lo inevitable de una instancia administrativa que entendiera de los hechos, separada de la voluntad real que decidiera en conciencia. Al aceptar esa separación entre política y moral que acaba con la mitología imperial, la institucionalización de la figura de primer ministro es otro signo de transición. Ciertamente forzada por las circunstancias, en la corona Habsburgo puede describirse como aceptación de un nuevo virreinato interior: la distancia entre la voluntad real y sus hechos que inspiró los primeros virreinatos ha dejado de ser geográfica y aparece cada vez más claramente como distancia de representación150. Esta separación entre entendimiento y voluntad, política y moral, calca en efecto la de los medios mecánicos de reproducción: el texto impreso de las pragmáticas regias puede componerlo cualquiera, la firma obliga a recurrir a la calcografía. La multiplicación impresa termina con el aura de la Escritura como huella de Uno. El texto de la ley ya no es grabado en piedra, sino composición reversible; los hechos mundanos, combinatoria de secuencias, y entender de ellas, función delegable en otros cuerpos, los de funcionarios del estado. Vale el valido por el rey, valen sus hechuras, vale la reiteración de la representación a lo largo de la 148 pirámide burocrática que sustituye a la eclesial. Frente al entendimiento de oficio, la voluntad se refugia en la caligrafía, huella de un cuerpo -y no de un tipo-. Aunque tal separación desplace pero no resuelva el misterio de cómo y quién presenta los hechos a la firma, misterio de la encarnación de una voluntad soberana en hechos condicionados. Aunque tampoco en esto sea el primero (se le adelantó Valenzuela), don Juan (josé) sí es el primer primer ministro con oportunidades de gobierno. Sirva así de rúbrica a lo que empezó como figuración de un incesto olímpico el episodio en que el segundo primer ministro de la monarquía, y grabador, comprobado el soberano analfabetismo de su majestad y hermano, a más de dedicar la primera hora de la jornada a leerle la cartilla y ponerle a hacer palotes para que aprenda, decide grabar en el ínterin un sello con la firma de su señor Carlos II, emperador de ambos mundos: el primero, y el segundo. * 148 VI.- EL ENSAYO EN EL ENTENDIMIENTO HUMANO En este capítulo se trata de una forma de grabado creada para eso, tratar. Cobre sustenta las marcas de una calcografía, cobre, unas monedas reales a las que se niega tal nombre; ésa es la otra cara de Eldorado, su cruz cobriza que lleva tiempo circulando bajo denominaciones falsas por Castilla. Singular oficio ése, cuya materia se encuentra a cada instante en todas las manos, o por ser preciso, entre todas ellas; hasta podría decirse que un grabador trabaja con acuñaciones de una sola pieza, o que las gentes hacen tratos con imágenes del gusto general, a pesar de su desgaste. Singular obra de arte, la más reproducida y la menos reproducible de las que pasan por sus manos mostrándoles de qué círculo sin ocaso toman parte aún, aunque sea poca. Porque tras cuarenta años, claro está, va a empezar al fin la transición. Atrás quedan desatendidos memoriales de arbitristas y escándalos económicos de una aristocracia endeudada, que en cerrada competencia corren por los despachos de Madrid. Nacida de la rapiña de tierras islámicas y capitales judíos, la aristocracia castellana tuvo la fortuna de tropezarse un continente cuando se le acabó la península, y la ideología de la reconquista se prolongó en la de conquista, ambas para la fe. Tras las guerras europeas y las riquezas americanas se le descubre un tercer continente que explotar, igualmente fiduciario: el crédito. La fe en la deuda pública se desarrolla en paralelo con la fe en la culpa adánica; y si los padres de Trento definen la historia como tiempo necesario para el pago de una deuda, otro tanto les sucede a los nobles castellanos, fiados de la promesa o juro conforme al cual el verbo se hará carne, pan, vino, y el resto de provisiones y providencias necesarias para su salvación. Todos los mayorazgos principales están hipotecados, todas las familias de la grandeza endeudadas para generaciones, todo el tiempo profano en vela de galeones, pendiente del asentamiento ritual con que conversos flamencos o portugueses sostengan un año más desde Nápoles o Zaragoza la monarquía más católica del mundo. Para resolver cervantinas dudas, no son victorias de armas sino vencimientos de letras los que tienen gentes pendientes de España en el mundo entero, mientras un presente prestado se evapora dejando tras de sí un país de fantasmas que viven de la fe pasada y el crédito por venir. 148 En el otoño de 1678 los problemas se le acumulan al gobierno de Juan (josé) de Austria: la guerra con Francia ha traido nuevos reveses militares; por segundo año consecutivo no llegan las flotas de Indias -ni lo harán al siguiente-; hay peste en Andalucía, y aunque los cordones sanitarios de la Mancha funcionan, el comercio se ve dificultado y hay carestía; de postre, la cosecha se ha perdido. En ese panorama, la paz de Nimega apenas supone un magro alivio. Falto de liquidez para emprender cualquier reforma, el problema monetario se convierte en la primera preocupación del ministro. La situación monetaria de Castilla, en efecto, es única por su dualidad. Herencia del peculiar acceso de Carlos de Gante al trono, entre lo europeo y lo castellano persiste una separación no precisamente espiritual, grabada en la vida económica diaria como dualidad de moneda. De una parte, los reales de plata se utilizan apenas desembarcar de las Indias, y aun antes, para pagar a asentistas y mercaderes europeos. De otra, los maravedíes de vellón, aleaciones de más cobre que plata, sirven para todas las transacciones efectivas en Castilla. Asistimos así a la paradoja de un país en que la duplicidad de valores es ley antes que doblez, como se ve en la unidad de cuenta utilizada por la Corona, el irreal "real de vellón", expresión de la equivalencia entre ambos sistemas que carece de todo referente material. En tal país, donde la fuerza de la fe mueve montañas de calderilla con valores irreales y nombre de reales, todo prodigio parece aún posible, incluso conseguir crédito para el gobierno y sus reformas. En el otoño de 1678 la Imprenta de Castilla saca un título harto conocido entre los estudiosos de las impresiones del XVII: El ensayo en el entendimiento humano, cierto y probable, de la verdad o falsedad de la moneda. Obra del físico napolitano Gianni Locci, o Juan Loqui, que frecuentó el círculo de Juan (josé) de Austria durante su mandato en la ciudad italiana, recuerda por su hechura a libros de metalurgia como el de Alonso Barba donde se exponen con ayuda de grabados los distintos métodos para beneficiar los minerales argentíferos. Pero su contenido responde a un momento distinto en la historia de la plata: la obra contempla brevemente la extracción y refinado tan sólo en cuanto parte de un proceso más amplio, el proceso de conocimiento de la verdad o falsedad de la moneda en circulación. 148 La moneda es una unidad contable; la pasta argentífera, un continuo indiferenciado. En esa diferencia fundó hacienda la necesidad de fundar la ceca del Potosí, pese a tener que trasladar hasta las cumbres andinas a lomos de mulas la maquinaria de acuñación: el número de monedas o lingotes es magnitud discreta y contable, mientras la pasta se escurre escandalosamente entre los dedos desde el momento de la extracción. De esa distinción fiscal parte Loqui, que denomina "propiedad primera, o común" a la que comparten el minero y la corona, o pasta y moneda: el peso; y "propiedades consiguientes, o consegundas" a todas las demás que hacen del peso un peso: forma, color, tamaño o denominación. El sentido de esta distinción se aclara en cuanto consideremos que al autor le interesa la "falsazione" o falsificación. Desde el punto de vista de la emisión de ley, la "propiedad primera" de la pasta está asegurada por hipótesis, constituye una suposición administrativa o postulado de existencia que ni se menciona. Por contra para Loqui, súbdito de un reino que no tiene acceso a las minas americanas, lo conocido son las propiedades consiguientes, mientras las existencias de las sustancias en cuestión constituyen más bien un problema, lo que explica en buena parte el desarrollo de su análisis. ¿Cómo es posible que en Castilla circulen monedas conforme a dos leyes tan diferentes? ¿No ha de ser una de las dos leyes falsa? La respuesta de Loqui resume en una lacónica fórmula la esencia de la moneda: "ser es ser percibida". El cobro, tal es el criterio de verdad para ver qué ley, y en general, para explicar qué propiedad consiguiente ostente la pasta en un momento dado; lo prueba el que un mismo conjunto de propiedades pueda perder todo valor a pesar de su peso en plata -como la moneda castellana durante la sublevación napolitana de Tomás Aniello-, o bien adquirirlo pese a faltar tal metal -lo que es el caso en la falsificación-. Es pues el acto de percepción el que constituye la sustancia monetaria, y no el peso; un poco de pasta basta, como se demuestra en España, para que se perciba casi cualquier cosa pese a haber razones de peso en contra. Con dar un paso más se concluye que aun cuando todo rastro de plata se esfumara del conjunto, de continuar siendo percibido por los perceptores fundándose en una impresión, ya no en su estampación, el conjunto podría aún darse humos de auténtica moneda. Tan humeante conclusión no llega a sacarla Loqui, aunque la insinúe por ejemplo cuando afirma del metal que en la moneda, al contrario que en la espada, "no prueba su valor en qué se funde cuando se desenfunda, sino en la funda" (I, 17); sin 148 embargo, hay razones para pensar que en el círculo más cercano al autor hubo quien sí la sacó, si es que no la traía ya sacada. * En el otoño de 1678 la Inquisición ya no es lo que era. En Castilla menudean los enfrentamientos con la justicia ordinaria por conflictos de competencias, a falta de una "regla fija y clara que evite en adelante semejantes embarazos"151. Fuera de Castilla, choca con las justicias forales de reinos que ahora sostienen la Corona: "todos estos desórdenes que se experimentan en este tribunal en parte resultan de ser de ordinario los inquisidores extranjeros, de otro Principado... que se hallan sin conocimiento del genio de los naturales, de la extensión, costumbres e inclinaciones de las comarcas, de las leyes y estilos de la provincia"152. El tribunal de Zaragoza no tiene con qué pagar los salarios a su personal; en otros lugares no se cumplen penas de prisión por no tener con qué alimentar al preso. En esas condiciones, menudean los sobornos para conseguir que aparezcan o desaparezcan documentos, las hojas de quemados en los libros del tribunal canario o las abundantes falsificaciones en libros de linajes. Y la llegada del bastardo no augura mejorías: ¿no expulsó al anterior inquisidor general, Nithard?, ¿no dispuso el actual, Sarmiento, ejecutar con rapidez inusual a Mallada cuando Mayo del 68? A la vista está que el ministro no tiene prejuicios con la limpieza de sangre, basta ver sus consejeros153; y hasta se dice que pretende abrir a los indios la carrera eclesiástica y la universidad. No, no cabe duda de que entre sus muchos e impresionantes planes está la reforma del santo oficio; en 1678, los consejos de Estado proponen limitarle el uso arbitrario de la excomunión154. Claro que, por otra parte, ¿no nació la inquisición como real brazo ejecutivo independiente de Roma y de los poderes regionales? ¿No fué su condición aduanera, entre la ley sagrada y la profana y administrando las dos al tiempo, la que le permitió acumular poder y ser? Con reajustar hoy la definición del error al desplazamiento de la ley, ningún reformista desearía mejor instrumento: un cuerpo de observación y control del comportamiento sometido a su dictado y no a la escritura divina... sean cuales fueren los planes gubernativos, el santo oficio aún es un poder autónomo que verifica probanza de sangre y RH (Registro de hidalgos) en los terrenos bajo su dominio. Y como todo libro trae portada y toda portada grabador, pero también 148 censura y autorización, y más en una imprenta oficial, el tribunal de corte requiere y recibe del grabador diversos documentos acreditativos de su fe, entre ellos una declaración jurada de "ser verdadero y fiel, todo cuanto asuso queda escrito del mentado grabador Diego de Acuña, que firma pero no escribe", según hace constar el secretario. ¿Acuña?... ¿no tendrá ascendientes portugueses? Caligrafía, firmas y sellos, desde luego, son calcados a los de otros documentos indudablemente en regla; pero ¿no se le pide la probanza precisamente por su oficio de calcar?... sin atascarse en el círculo que él mismo plantea, el tribunal de corte solicita información a Sevilla y Canarias155. * A partir de la duplicidad de la ley aborda Loqui el concepto de falsificación. El primer capítulo es útil para el historiador por mostrar varias formas de falsificación acreditadas en otros documentos de la época. Particular relieve da a aquellas técnicas más aptas a confirmar su tesis, entre las que destaca la consistente en no grabar, sino aprovechar lo grabado, y sustraer la sustancia sin tocarle los atributos más que al rey, figuradamente, limando los falsificadores dos monedas como hemisferios por el ecuador, de modo que tras tomarles la plata les dejen sólo una cruz y una cara muy finas, y que les zurzan luego por delante y por detrás, a las masas cobrizas que hacen de relleno, una y otra, disfrazando toda la operación con lindos cantos de cordoncillo fáciles de reproducir; técnica ésta que por así decir realiza materialmente la loquiana distinción antes citada entre la pasta que da el sustento y las finas películas que se perciben156. Aquí nos interesa la especulación subsecuente sobre el concepto de falsificación: represión que calca impresiones originales en materia nueva. Represión supone una presión original "que ayer fué presente, y hoy, falta" (II, 2), la presión del cuño. Ésta se hace presente en el acto como ex-presión en cuanto se pretende producir alguna impresión. Esa distancia entre cuño y pieza es la que, en rigor, permite el comercio: el celo excesivo, el continuo acoplamiento de uno y otra por asegurar la fidelidad en la reproducción, paralizaría la circulación; pero desatenderlo en demasía, también, porque empuja a la despresión, esto es, a intentos de recrearse 148 el cuño con cualquier pieza que acaban en una pérdida de valor generalizada y represiones de nuevo cuño. Obviamente, con tal análisis no puede haber impresión falsa por sí misma, sino por su expresión, pues sólo respecto a aquella ausencia cabe falsificación. Las expresiones -prosigue Loqui- pueden hacerse presentes en las impresiones de dos modos, "por el modo de las causas o por el de los signos"(II,3). El valor facial o la cara del rey son lo que llama el italiano "disegno", su traductor español designio, y nosotros signo convencional. Otras expresiones se manifiestan en cambio como "insegno" o enseña, por ejemplo la densidad y el color; hoy solemos llamarlos indicios o síntomas, que enseñan o muestran pero no dicen. La falsificación se funda así, según Loqui, en la confusión interesada de enseña y diseño, del orden de las causas con el de los signos. Una vía para evitarlo es la marca de la ceca. Ésta se halla en otro plano: ni enseña ni designa, sino que designa a la enseña como tal, como efecto inintencionado y por tanto válida. A nadie se le escapa que esta clase de metasigno puede a su vez ser falsificado, y evitarlo reiterando el procedimiento con una contramarca, lo que abre una pirámide de instancias confirmatorias sumamente parecida a la arquitectura de un ministerio de doce plantas o la cronología de un psicoanálisis. Y también es evidente que igualmente se acaba por no ver nada en tal galimatías de signos ¿Qué conclusión saca el Ensayo?: que el objetivo del ensayo no ha de ser un signo probado, sino probable, ni el entendimiento humano debe buscar tanto pruebas como probabilidades; de lo contrario, el ensayo reiterado acaba por mermar y destruir lo mismo que intenta probar. Claro que se puede pensar en otras soluciones, pero falsas; con su refutación por apéndice concluye Loqui. Por ejemplo, para evitar la reproducción ilegítima se puede suprimir toda reproducción; ni buena ni mala, cada moneda estaría condenada a ganarse cada vez el reconocimiento del cliente y su reutilización por sus calidades modélicas. Pero naturalmente esto es sólo una especulación; tal regreso al paraíso natural exigiría que ejemplar y original coincidieran, lo que tras el pecado de Adán es dogmáticamente imposible, y que hubiera un solo ejemplar de cada especie, lo que resulta, a la deriva en la deriva de la historia, inimaginable. * 148 Una sombra de mujer vierte su regazo de penumbra deshecho en tormenta sin límites de mar y cielo. Sólo contra el costado de una cuna rompe en cordilleras de olas que la alzan cráter, cuyas faldas caen bordadas de selvas, bullentes de ríos, bestias y aldeas, hasta el borde de un canal ¿o será un puerto?, donde agua de nuevo se pierde en el calmo reflejo del sol. Pero la cuna no avanza, atrás masas informes en mudanza vertiginosa y el viento la impulsan al pronto, del otro lado la piedra, su mismo cuerpo que se hunde en piedra la para, la escora, varada, en un brusco movimiento sobre el remolino en que un momentáneo equilibrio la sustenta. El aliento de la tormenta que no cesa hace ondear por barlovento su imposible casco de blanduras, marcado por un sinfín de bordadas figuras que lo adornan. Pueden ser un tramado elefante sonriente, o acaso gajos de color de una perdido planeta de gracias y torpezas; por aquí parecen el buey y la orquídea, el chopo y el armadillo, por allá se dirían el lorito y el camello, la madreselva y el trigo; y flanqueando el castillo de popa, donde a cubierto la vista se hunde en los sueños, un indio y una llama otean y se buscan al borde de las sombras; y acá, de mascarón, una sirena de nube con remate de turbante y rubí lucero se estira por asomarse al espejo del sol. Si hay otras figuras de verdad a bordo de este arca, no parecen. Tal es la portada del Ensayo. Como se sabe, sol y luna son símbolos universales de oro y plata, y el sextante y la brújula que asoman sobre cubierta, es decir en el presunto lugar del niño, parecen representar la ciencia y la técnica del ensayador. Por lo demás, el simbolismo del contenido puede ser muy discutido157; aquí destacaremos la compleja solución formal que representan las figuras bordadas en los costados del arca-cuna. No es que el barroco no frecuente la representación de la representación (véase una reproducción cualquiera de Las Meninas); en el grabado, sin embargo, la primacía del dibujo sobre el color dificulta alcanzar el grado de confusión de planos adecuado para tales juegos. Repárese en que las figuras bordadas, es decir artificiales, representan al arte, y con ello a la grabación misma, en el centro del asunto como mediador universal. Por una parte -la solar- podemos encontrar sus originales reales triscando por la selva o junto al canal, por abrevar; por otra -la lunar- en las manchas del claroscuro podemos si queremos reconocer la sombra de cualquiera de ellas. Y por si hubiera duda y para remachar la soldadura, las figuras bordadas a buril en la tela del casco producen sombras al aguafuerte en el casco de tela, cosa imposible en figuras artificiales sin relieve real; estructura machihembrada de lo uno y lo otro que se acentúa en proa y popa, donde es la figura 148 más afín a sombras y quimeras, la sirena, la que se asoma al sol, y quienes en realidad se encuentran al sol rayan a popa en sombras. Por lo demás, la estampa ofrece otros méritos formales, como la mezcla de técnicas en la resolución de la línea de choque entre las sombras (aguafuerte) y la luz (buril), mediante esa cordillera de olas en que los trazos entrecruzados del buril sobre el claroscuro de la vertiente opuesta ganan singular relieve y recuerdan motivos ornamentales de orfebrería, como el cordoncillo que en arras o relicarios disimula la soldadura de dos caras distintas, que son aquí los dos campos simbólicos que organizan toda la composición. El equilibrio interno de tal estructura y su adecuación al contenido de estampa y libro la sitúan entre las cumbres de la calcografía española. Completa la portada la firma, contra lo que es habitual disimulada con mucha elegancia en el interior del grabado; concretamente a bordo de la cuna, bajo la borda bordada, de modo que a simple vista las minúsculas letras parecen el nombre de la nave en el centro de la tempestad. La discusión de la tesis, si antaño viva hoy desmoronada, de que “acuña y silva, di ego” no son apellidos sino lema, y así, un emblema la portada entera, no tiene lugar aquí. y en la ciudad de los tiempos que es todos los tiempos el que no es nadie se hace presente y ofrenda a todos en copos de rumor deshilachado, y cada hombre y cada gorrión y cada chimenea asomada a cada esquina de callejón toma su hilo y trama con él océanos relucientes para su quilla de latón y su bandera de trapo, y urde su verano de choperas y risas y ladridos y entreteje sus arrugas de promesas suspendidas blancas sobre la ciudad de los tiempos todos los tiempos nadie se hace presente a todos, luz del sueño superviviente a todas las confusiones, viajera redonda de la noche de las manos, carne esponjada en voz de cada vez sin nombre, el nagüal se sienta y silba y nada suena, no tiene labios para silbar, no tiene culo para sentarse, no tiene aliento ni tiene piedra siquiera, solo una manta de tierra, tendido al filo de romperse, tenso hasta el borde del sueño de los sueños, donde el nunca estira su indiferencia insondable entre dos bostezos de lava helada, recordatorio de arropos y mares mecidos, pastel de calor y siempre entre la piel de la tierra, sobre la piel de la tierra, piel de la tierra, el nagüal en pie se descubre aire 148 y silban montes a su paso que no es él, el peregrino, silban bosques y cañones y responden las jarcias y las rendijas de las buhardillas y las arrugas de pieles calmas en los poyos alzan el contrapunto de la rosa y el párpado que se abre, y como un solo nombre el mundo, pero no el suyo Aunque la inquisición ya no sea lo que fué, su tozudez sigue siendo proverbial. En la primavera de 1679, pese a las circunstancias adversas, la inquisición de corte recibe de Sevilla un añejo expediente del tribunal canario, fechado nada menos que en 1643, que remite enseguida al lector calificador de la Suprema158. El documento, cinco folios de perfecta caligrafía escribanil, es decir casi ilegible, sellados cara y verso, expone los hechos que a continuación extractamos: Con fecha diecinueve de Marzo de 1642 se presentan ante el tribunal canario dos personas, que dicen llamarse Juan Alberto (Jean Albert), francés de nación y de edad de treinta y cinco años, y un criado al que llama Diego, de unos veinte; Albert afirma haber sido conducido por fuerza a Argel, donde ha permanecido cautivo cinco años, haber practicado su religión cristiana en secreto, de lo que exhibe como prueba cédulas de confesión 159, y haber aceptado la circuncisión y el nombre de Mustafá "de boca y no de corazón, por buscar mejor ocasión de escapar", que fué introducirse en el patache inglés en que han llegado a las islas; ambos declaran en "la lengua que dicen de armadores", entienden castellano, y firman pero no escriben. En cuanto a Diego, de verdadero nombre Chabán, "dice que es de Chagüen, tierra de moros, de donde se fué a Melilla, que es una fortaleza del Rey de España hará cosa de siete años, y de allí junto con otros moros resolvió venir a España libremente por servir a un amo por la soldada y libremente, y con un navio francès se fueron para Cádiz"; para el tribunal, como para el lector inquisitivo que pasados tantos años la revisa, es una historia de sobra conocida: apenas cruzaron Gibraltar, el patrón se apresuró a venderlos como esclavos para faenas del campo. Al cabo de un año murió su dueña, y conforme a su testamento el marido, armador de Sanlúcar, lo liberó y lo tuvo en uno de sus barcos durante año y medio; "y que después de aquello, ha andado vagando por el mundo y la mayor parte del tiempo se ha ocupado en ser pescador, y ha servido de marinero, y ha estado y hecho por dos veces la carrera de las indias sirviendo de grumete" hasta que en 1635, a la vuelta del segundo viaje, el Santa Lucía, procedente de Bahía de Todos los Santos con un cargamento de azúcar, fué asaltado por berberiscos de Argel, adonde fue conducido 148 libre como musulmán y lo contrató como criado Mustafá Albert; y que según su viejo deseo ahora "quiere seguirlo a España para servirle libremente y por la soldada", y conocer la ley de los cristianos. El tribunal decide finalmente dejarlos en libertad con absolución de levi para Albert, que ha de pasar un mes en un convento; a mediados de Abril, Chabán consigue el permiso para embarcar hacia Sevilla en uno de los galeones de Tierra Firme que, cobijados en las islas por el temporal, se espera zarpen en una semana. Sin embargo, quince días después amo y criado se hallan de vuelta ante el tribunal. ¿Qué ha ocurrido? La flota se ha topado y capturado la nave de un andaluz de Salé, Alí Guardián, y enviado tripulación y cautivos a las islas; "uno de los cristianos que venian en la dicha tartana, a quien se dio luego libertad porque se supo era cristiano, parece que era sardo, conoció y dió aviso que el dicho Mustafá era renegado, y que por tal era tenido y tratado de todos en Argel, donde el dicho testigo estuvo tres años de su cautiverio". El caso del amo Mustafá es claro, y en su segunda comparecencia admite que en efecto no hacía cinco sino siete años que residía en Argel, al servicio según el escribano de un tal Juan Ruiberche, es decir el flamenco renegado Jan Ruiwertsz, lugarteniente del alcaide de la ciudad, el también renegado mallorquín Miquel Coll alias Murat, y más tarde de su hijo Ferrat. Un flamenco y un francés trabajando para el mallorquín que gobierna Argel, un criado marroquí que va y viene de las indias... tampoco ese trajín suena desconocido en los oídos del lector, familiarizado por sus informaciones con esa "aldea del globo entero en donde, comenzando de las remotas provincias de Europa, hallánse renegados moscovitas, roxos, rojalanos, valacos, búlgaros, polacos, úngaros, bohemios, alemanes, de Dinamarca y Noruega, escoceses, ingleses, irlandeses, flamencos, borgoñones, franceses, navarros, vazcaínos, castellanos, gallegos, portugueses, andaluces, valencianos, aragoneses, catalanes, mallorquines, sardos, corzoz, sicilianos, calabreses, napolitanos, romanos, toscanos, ginoveses, savoyanos, piamonteses, lombardos, venezianoz, esclavones, albaneses, boznos, arnautes, griegos, candiotas, cipriotas, surianos y de Egypto, y aun abexinos del Preste Juan y Indios de las Indias de Portugal, del Brasil y de Nueva España..."160 Así que el tribunal alberga un cierto escepticismo de oficio sobre las conversiones forzosas en Argel que, en el caso de Mustafá, no tardan en confirmar las informaciones; año y medio más tarde, Albert es condenado a remar en las galeras del estrecho. 148 * En el otoño de 1678 por Castilla corren onzas, medias onzas, doblones y escudos de oro, reales de plata con valores de ocho, de cuatro, de uno, de medio, y la auténtica legión del cobre, los maravedíes de vellón "quo hoc etiam tempore, quammis adulterato eo genere atque aereo facto, marevedini semissem vocamus. Cuius valor pro varietate temporum, & ut plus aut minus aeris miscebatur, varius extitit"161; y eso sin atender a denominaciones coloquiales y monedas de otros reinos. Una situación desesperante para los tímidos adelantados de la racionalización. Pero entre intocables huevos forales e idiosincrasias intangibles la inteligencia alcanza a vislumbrar empero algo universal, acaso germen de la renovada catolicidad que pretende: "Praesertim cum commercia impediantur moneta adulterata, neque diuturna respiratio sit sed brevisima novae pecuaniae valore, cum pondere aut bonitate brevi etiam inminuto. Quod omnibus temporibus & apud omnes gentes contigisse observamus"162 Si algo se viene dando acreditadamente lo mismo en Sevilla que en Zaragoza, en Madrid que en Portugal y seguramente aun en Argel y las Indias y en cualquier rincón de un globo que es redondo, es la emisión de signos sin respaldo, para conseguirlo. Tal vez no sea posible encontrar un verbo universal, pero se puede estar seguro de hallar mentirosos en cualquier lengua. La falsificación, he ahí una primera certeza verdaderamente católica, tan clara y distinta como oculta por igual en todo reino y todo tiempo. Y así como entre la multitud de las impresiones no es la más brillante sino la más dudosa quien ofrece a los modernos Arquímedes el primer punto de apoyo para sacar el mundo de quicio, en el tropel resplandeciente de reproducciones orgullosas de su fidelidad acaso la que se adulteró sea la sola en descubrir los misterios de la ley verdadera. Oeso parece rumiar el adúltero bastardo real, vista la situación. * Distinta es la situación del criado de Albert. Nadie le ha acusado de renegado, y no es fácil hacerlo de encubridor, pues nadie tiene por qué conocer la historia de otro y menos si es su amo y señor. Salvo la inquisición. Pero Diego Chabán sabe que el tribunal va a buscar informaciones en Argel, y así, solicita ser oido por segunda vez en Septiembre de 1642. 148 En esta segunda comparecencia reconoce haber hinchado su pasado musulmán, mucho más corto, por miedo a ser tomado por renegado; que como ahora ha visto lo ocurrido con su amo y con qué celo lleva el tribunal sus diligencias, ya no teme decir la verdad y que no le crean; y que ésta es ahora no ser él moro de nacimiento, sino portugués de indias e indio de nación, al que en su lengua llamaban Oyantai, por no haber sido bautizado nunca; que robado por bandeirantes portugueses fue comprado y liberado en Bahía de Todos los Santos por un español que embarcó en el Santa Lucía, y que prometió bautizarlo así que llegaran a Canarias, pero que no llegaron; y que sólo tras el asalto berberisco "por fuerza le retajaron, y en que lloraba le alzaron el dedo y repitió el lailalá y los otros estribillos por ser ése de cantar el modo de apartar el dolor que en su comarca se usa, y creído así de ser todo en remedio suyo"; y más, porque recuerda que le dieron dos dedos de miel para el dolor y unos polvos blancos para cicatrizar; y que de todo ello podrán dar razón, a más del regidor si se lo encontrara, que lo cree dificultoso por tener oido que murió al servicio del pachá de Argel, dos testigos que señala el dicho Diego Chabán Oyantai, "Juan Cruz de Vitiza, cerca de Coroninga" que es como el escribano bautiza con mucho menos alboroto al marinero Jan Kroisz, de Uithuizen, cerca de Groningen, y Pedro Botí, mallorquín, que cree siga cautivo en Salé por no tener hacienda de que rescatarse, ya que el uno remaba y el otro lo sujetaba durante la operación. Nada menos que Santo Tomás le niega licitud al bautismo forzado, y otros teólogos incluso la validez. Pero el bautismo no es circuncisión, ni la buena ley como la falsa; así, aunque esa conversión a musulmán de gentil tuviera poco, o nada, de voluntaria, ¿no dice Matatías que es lícita la circuncisión por fuerza de los hijos de los gentiles?163 Claro que por otra parte la Biblia no es el Corán, ni la circuncisión hebrea la mahometana, como saben y comprueban los médicos del tribunal; pero al fin y al cabo, si entre infieles anda el juego, poco se le da al santo oficio de que el criado venga de uno u otro error a su proclamada intención actual de bautizarse. De modo que en Septiembre de 1642 Oyantai es Chabán, y no hay ni sombra de apóstata de la ley verdadera, sino un legítimo creyente de la falsa. * 148 La ley de la moneda puede soportar falsificaciones, restampillados y cambios en el "premio" de la plata, pero lo que más le daña, como a cualquier sistema de crédito, son las retractaciones. Sin irse a mirar fechas demasiado lejos, Olivares revaluó en Marzo de 1642 para devaluar en Septiembre, y volver a la cotización inicial en Marzo del 43164. El primero que no recuperó el crédito fué el conde-duque; y Juan (josé) de Austria ya no quiere cometer errores por segunda vez. Así, cuando la junta de comercio comienza a considerar la reforma monetaria establece unas normas de procedimiento: las medidas serán secretas para evitar especulaciones y favoritismos, y no admitirán excepciones ni grados165. Pero sobre todo, y sea quien fuere quien las hubiere de administrar -pues el primer ministro se sabe enfermo-, serán irrevocables. * A la tercera va la vencida: en Marzo de 1643 el reo tira la toalla, y comparece ante el tribunal para reconocer algo que lo enfrenta a la ruina más completa: estar bautizado antes que retajado, y así, ser renegado. ¿Por qué? Incertidumbre sobre las declaraciones de Albert, noticia de que el regidor haya sido localizado, quizás, simplemente, cansancio... lo cierto es que eso lo convierte de nuevo en apóstata y lo pone al borde de la hoguera, porque además se ha querido burlar del sacramento del bautismo y repetirlo a sabiendas: "El dicho Chabán dixo ser castellano de indias, y indio de nación, y que en cristiano se llamava Adan de Todos los Santos, hijo de la tierra, natural de Berenguela, cerca de Potosí, en el Perú; y de la misma manera como el lo dixo sin fuerça ni violencia ninguna se notó en los libros; y que es verdad que al principio procuro disimular su nombre y condición, pero fue de haberlo persuadido que facilitaría su reconciliación, por haberlo bautizado enemigos del rey de España". ¿Adán? Pero ¿es eso un nombre cristiano? Nuevas zozobras para el tribunal. Adán Chabán Diego Oyantai declara haber sido bautizado a petición propia durante el abordaje, pues se creía de cierto en trance de muerte, por un pastor inglés que viajaba con ellos. El tribunal comprende urgencia e ignorancia y más en un indio, conforme a la doctrina de Borges166. Pero si se trató de un bautismo puritano, por ejemplo, la iglesia católica no lo considera válido; tendríamos entonces un bautismo voluntario, pero nulo, y una circuncisión involuntaria, pero válida, que dejan al apóstata de nuevo en catequista y a Adán en Chabán, y al hacer del falso cristiano un verdadero infiel lo hacen aceptable a los ojos de la iglesia. Pero ¿y si se trató de 148 un bautismo anglicano, que la santa madre sí da por bueno? Entonces Adán es un fiel cristiano, y por tanto, renegado, el renegado de Todos los Santos. El tribunal canario se enfrenta a un problema de impresión: ¿cómo y cuando imprime carácter el sacramento? Los sacramentos trentinos son liturgias en miniatura, misterios portátiles: una secuencia de gestos y palabras que "simul sunt causae et signa" (S.Tomás, IIª, q.LXII, a.1, ad 1um). Dicho y hecho se anudan en la magia del sacramento, que causa lo que significa "non solum per modum signi, sed etiam per modum causae" (id.): por dictamen conciliar, el bautismo no vale si el oficiante no dice a la vez lo que está haciendo167. Un sacramento hace lo que representa; eso significa anudar el orden de los cuerpos y el de los signos. Y como una de las diferencias características es la reversibilidad del cálculo frente a lo irreversible del acto, la naturaleza jánica del sacramento le permite deshacer los actos por vías de palabra, como en la penitencia, o hacerlos, como en el matrimonio: si la carne se hace verbo, se puede cancelar el tiempo, en una palabra. Pero como por el otro lado el sacramento representa lo que hace, es imprescindible que lo haga exactamente: si el verbo se va a hacer carne, es preciso no confundirse de especie. Por eso el sacramento trentino es válido "ex opere operato", siempre que actos y palabras sigan la secuencia prescrita, o como dicen los padres griegos, el programma, con independencia del operador mientras lo opere correctamente, del mismo modo que produce verdad el método de Cartesio o cuentas correctas el ábaco mecánico de Corponiz. Es una manera de poner al Verbo Perfecto en el mundo pero sin darle a éste la posibilidad de averiarlo: el sacramento no soporta el menor error del usuario, aunque sí cualquier depravación moral, que no afecta a su funcionamiento. Un bautismo que contenga las fórmulas y operaciones imprescindibles es válido aunque lo ejecute un falso sacerdote, o uno verdadero en pecado mortal, o se imponga por la fuerza168. De ahí la importancia del ritual de la administración, y lo prescindible de administrador y usuario; y de ahí la zozobra de un tribunal al que no se le alcanza modo de averiguar qué ocurrió verdaderamente en la cubierta del Santa Lucía el 11 de Marzo de 1636, ni qué valor efectivo tiene el nombre impuesto siete años antes169. * ¿Y qué hacer con una montaña de calderilla con toda clase de valores nominales y ningún efectivo? Retirarla en su totalidad, es iluso; restampillarla, trae a la mente de todos el fraude de Marzo del 36, cuando el conde-duque triplicó el 148 nominal del vellón. Es aquí cuando el ministro grabador, tenga o no que ver con la obra de Juan Loqui, demuestra estar realmente familiarizado con la relación entre original y copia bastarda, y en general, con lo que es una falsificación circulante. Así dispone que el valor nominal no se cancele, sino que se rebaje por bajo del precio del cobre, tan creciente como la demanda y a punto de rebasar al de la plata como las razones retóricas a la causa real. Sentencia condicional, que deja la decisión al interesado; quien tenga razones fehacientes para saber que su valor real no hace honor a su nominal, fundirá el signo para sacar del referente mayor beneficio, la falsa denominación se extinguirá entre las llamas, y la buena se salvará. Pues cuando se abusa de la fe del perceptor llega momento en que los signos no valen la materia en que se imprimen. * ¿Qué hacer entonces con el catecúmeno? Las instrucciones de Trento son claras: "Si quis dixerit verum et rite collatum baptismum iterandu esse illii qui apud infideles fidem Christi negaverit, cum ad paenitentiam convertitur: anathema sit"170. Es decir: administrado conforme a prescripción el bautismo causa efecto por sí solo, y repetir la administración puede ser perjudicial para la salud del alma; manténgase pues fuera del alcance de los niños. Ya que, además de aumentar la confusión, cualquier reimpresión sería nula, cuando no sacrílega por su intención. "Si baptizatus es, ego non baptizo te; sed si non baptizatus, ego baptizo te in nomine pater...."171. En 1643 el tribunal sentencia bautismo condicional; si estás bautizado, no te bautizo; pero si no lo estás, te bautizo. Como súbdito cristiano de su majestad, queda libre y parte para la península ese mismo verano, con el nombre de Diego y los apellidos de los que fueron sus padrinos de oficio (santo), los familiares de la inquisición Sebastián de Acuña y Luis da Silva. Así finaliza el expediente canario en lo tocante al bautismo de Diego de Acuña y Silva, cuya verdadera condición ya no puede ofrecer dudas para el lector: que así se lo participa al tribunal de corte con fecha de catorce de Abril de 1679172. Pero la duda, como la sospecha, es libre e ilimitada. Y lo que sí le sugieren a ulteriores instancias inquisitivas las andanzas de ese cristiano nuevo y veterano grabador por el mapa de las Españas, tal como las trazan fechas y lugares de sus documentos, es otro perfil sorprendente realmente (aunque sólo a medias). Así, con 148 la mayor discreción, expediente, datos y conjeturas son puestos sin tardanza en conocimiento de la Suprema. como un solo nombre el mundo, pero no suyo, y la muerte como un torrente de palomas presas rompió surtidor por las pestañas labradas de vegas y lejanías, y se extendió perezosa y azul sobre los cerros y las chaparras de un país de colores resucitados, y los perfiles fueron sólo jugueteo de benévolos buriles en el patio del misterio aguardando fatigados y gozosos del largo juego la hora de soñar Pero ¿cómo salvará la moneda el tiempo entre la retirada de las falsas viejas y la difusión de la buena nueva? Tiempo anónimo y anómalo, tiempo sin patrón en que pudiera perderse la magnitud de las cosas, y poblarse el mundo de crecidos monstruos y desmesuradas sombras, y desaparecer el transido curso de la historia en el desbordado concurso de medidas sin cuento y cuentos sinnúmero. Y puesto que el poder consiste en saber hacer tiempo, es aquí donde el bastardo lo alcanzará realmente. ¿Porqué el valor va a depender del pedazo de materia real en que se engendra? ¿Porqué confundir el orden de las causas con el de las razones? La razón no es nada si no te la dan, repite a menudo fray Toribio de la Paz, confesor del ministro; el valor de la moneda se lo da el que la percibe, concluye Loqui. Con la supresión del patrón metálico, Juan José de Austria alcanza el poder real por vez primera, que es la del poder: suprimido el referente, el signo puede zarpar sin lastres confiado a la confianza ajena, solo fundamento movedizo e insondable del significado; suprimido el original, el intercambio actual se conoce productivo y se libera al presente de su condición de reproducción. La dualidad que arrastra el bastardo desde su origen, mitad teatral, mitad real, se resuelve con la del mundo real que le rodea. La emisión de los primeros billetes modernos no comienza sin embargo inmediatamente; hacen necesario un aplazamiento el volumen de impresión así como el secreto de su distribución, que debe realizarse en lo posible el mismo día del decreto. Las estampas de crédito, o empresas de fe como las llama el proyecto, designan no sólo una cantidad sino un tipo y cualidad de esfuerzo; no van a ser cincuenta cristóbales lo mismo para un carretero en Córdoba la llana que en Toledo la pina, ni las veinte madalenas de una buscona, en los trópicos de Burgos que en 148 los fríos de Acapulco. Serán parroquias, gremios y cofradías, representantes de la gama completa de necesidades materiales y espirituales, quienes distribuyan y administren estampas de crédito bajo sus respectivas advocaciones, y quienes establezcan en concilio un cepillo de compensación, o patrón total, que fije las equivalencias de valor entre obras buenas o malas mientras dure la transición. Para ello, cada estampa de crédito ostentará atributos de una u otra de las actividades, pasiones o virtudes, que con sus distintas combinaciones permitan ajustar en el pago la apreciación de la obra. Obviamente emparentado con las ideas del zantotá, no sorprenderá hallar entre los legajos del proyecto un par de memoriales de mano de Isaac Barbosa, consultado por la Junta a instancias del ministro. Los resultados históricos del proyecto, de sobra conocidos, excusan su mención; en cuanto a la historia del arte, la estampa de crédito o billete, como lo rebautizaron los franceses tras su adopción, representa la consecución para la obra de arte de un valor autónomo, independiente de un referente cuya circulación ni entra en consideración, y que lejos de sitúar el valor artístico en la singularidad figurada con particular propiedad lo pone en la propiedad particular de cada figuración. A comienzos del verano de 1679, en fin, ayuda a mantener el secreto de la operación otro acontecimiento que viene a acaparar el interés del pueblo, el compromiso matrimonial del rey que se dice inminente; en cuanto al interés de la Junta, debe de estar en la eterna reforma de la moneda, que de fijo tampoco esta vez llegará a nada; y el de Diego de Acuña y Silva, finalmente autorizado a grabar la portada del Ensayo aparecida el otoño anterior, en la página que se le ha encargado grabar en el Cronomundi, proyecto predilecto del primer ministro en que seguramente piensa intervenir en persona. 148 VII.- PLAZA MAYOR En esta imposible historia de intermedio y transición le llega su hora a la historia misma ¿Conoce alguien mayor alcahueta? En su seno vienen a lugar común quienes en vida se mataron por evitarlo, a compartir denominación quienes alzaron patíbulos y quienes murieron en ellos por no reconocerla. Cualquier tercería palidece como moneda gastada ante ese discurso para el que no hay barrera bastante alta, fosa bastante honda ni fuga bastante larga que le impida seguir discurriendo. Desembocadura del sujeto en el océano salival de la divinidad, ese lugar movedizo entre todos los lugares y las veces es el del espectador, sujeto trascendental para quien la existencia se define como asistencia y el acto por omisión; allí donde la no intervención encuentra en lo intangible de cuerpos relatados su excusa perfecta. ¿Será la historia entonces es decir siempre literatura avergonzada, novela de crímenes con trampa porque la cuenta el superviviente? Si en algún momento se le ven las fullerías es en ésos sin epojé ni apogeo alguno, épocas sin época en que un aliento desconocido parece a punto de separar original y calco, la humana incertidumbre del que vive y la intriga expositiva del que escribe. Porque la curiosidad no es angustia, ni el saber del final el sabor de la muerte, y la plaza mayor de la historia se revela coso tramposo en torno a la sola silueta de carne que pisa los verdaderos medios a la hora de la verdad en punto. LLegamos así a lo último en el arte de la grabación, la de actualidad. Hace tiempo que hemos visto aparecer en nuestra historia las grabaciones ilustrativas de sucesos famosos. Las distancias entre suceso e impresión hacen que "instantánea" sea más bien una imagen piadosa para esas imágenes que se ajustan, ante todo, a los estereotipos que sea capaz de manejar su realizador: palmeras para indicar otro mundo, cadáveres para catástrofe, y coches de muchos caballos para fastos de postín. El problema no es meramente estético: ya el cardenal infante escribía al conde duque que "verdaderamente, conde, va gran diferencia en discurrir en las cosas de tan lejos"173; en la estructura del imperio español, esa distancia entre acontecimiento y noticia constituye el primer problema militar y administrativo. Porque ¿se puede saber qué es la actualidad de una vez por todas? El Cronomundi es uno de los proyectos más caros a Juan de Austria: grabar la actualidad memorable a lo largo del reinado, para ofrecerla toda junta a su hermano 148 real cuando se presente la ocasión. Según el proyecto cada página ha de presentar simultáneamente lo que sucede en todo el imperio en un momento determinado; la costumbre de escoger lugares y fechas señaladas pronto convierte sin embargo el proyecto en un periódico, aunque variable, corte en el calendario. Desde que accede al poder, más o menos cada fin de semestre los sucedidos memorables de que tiene noticia la Gazeta se encomiendan a grabadores de prestigio para ir elaborando el archivo del que saldrá la obra. El propio ministro se propone intervenir con dos estampas: una, el abrazo con su hermano en la escalera de palacio el 15 de Brumario del 75, para la primera página dedicada a la coronación; la última, sin decidir por el momento, para la página de actualidad que cierre el álbum. En el verano del 79 la ocasión se perfila para el ministro. Mientras la reforma monetaria se va reduciendo ya a asuntos de detalle, entre los estorbos que aun se le alzan por delante halla uno mayor por envergadura, por lo contrario: la sucesión del rey. Pero a primeros de julio el compromiso es un hecho; la identidad de la elegida y el plazo de un año deciden los últimos retoques del que será fraterno regalo de bodas: tampoco es cuestión de que el buril venga a abrir cicatrices y suspicacias siempre a flor de piel entre los dos reinos, ni los caprichos de la imaginación a alterar el necesario curso de la historia, donde la sucesión es lo primero, ahora que empieza el futuro: porque, como todos sabemos ya, tras cuarenta años, en España, al fin, va a dar comienzo, de una vez, la transición. * "¿Qué fin puede aguardar a un reino que premia malsines, alimenta cuadrillas de ladrones, destierra vasallos, deshonra linajes, ensalza libelos, multiplica ministros, destruye el comercio, ataja la población, ama arbitrios, roba los pueblos, confisca bienes, hace juicios secretos, no oye a las partes, calla a los testigos, vende noblezas, condena nobles, alienta gabelas y arruina el derecho de gentes?"174 Publicación de inmoralidades, sondeos entre vecinos y poblaciones, explotación de memorias familiares, uso público de confesiones obtenidas en privado, rencores particulares que pregonados acaban en imborrables sambenitos... 148 en 1678 el gobierno recorta al Santo Oficio el uso de la excomunión, y de no frenar éste sus excesos, amenaza con poner en manos de otros el derecho de información. ¿O será un velado envite? Porque la inquisición, aun mermada, cuenta simultáneamente con funciones judiciales y carcelarias propias, lo que la convierte en plena época mercantilista en un perfecto monopolio de la culpa: desde la localización de materia prima en los terrenos abonados de la sospecha, pasando por la manufactura, hasta la incineración del excipiente en la hoguera pública. El desplazamiento de la Vulgata a la pragmática regia ya la ha convertido en policía de costumbres, principalmente sexuales, un órgano soñado por cualquier reformista. Y nuevas perspectivas se insinúan en las pragmáticas contra el lujo, los velos bordados o el tabaco, donde moral, legislación y economía se amalgaman en una para prohibir encajes de bolillos u otras maniobras de dificil descripción. Pero ¿cómo forzarla a adoptar la posición que el poder desea? Porque la inquisición ya no es la que era, pero su tozudez sigue siendo proverbial; y si se impone negociar, conviene guardar buenas bazas para el lance oportuno. El informe sobre Acuña solicitado por la Suprema señala que los certificados presentados por ese tal Juan Alberto en las Canarias no fueron comprobados, y que la posterior confirmación del grabador en Coimbra también está falta de confirmación. Sobre lo cual se permite recordar a sus superiores que "no menos habilidad mostraron siempre para las letras los indios, que para los oficios mecánicos. Contrahacen muy al propio las materias que les dan, y si les mudan el maestro, luego ellos mudan la forma de la letra en la del nuevo maestro. En el segundo año que le comenzaron à enseñar, dieron a un muchacho del Cuzco por muestra una bula, y sacóla tan al natural, que la letra que hizo parecia el mismo molde. Puso el primer renglón de letra grande como estaba en la bula, y abajo sacó la firma del comisario y un Jesus con una imágen de Nuestra Señora, con todo tan al propio que no parecia haber diferencia del molde a la que él sacó. Y por cosa notable y primera la llevó un español a Castilla para la mostrar y dar que ver con ella"175. Pero no conviene que un organismo de seguridad invalide públicamente sus propios documentos, y menos cuando conciernen a alguien tan cercano al actual detentador del poder que sus pasos se siguen y confunden durante años por los mapas. Si el grabador y el ministro están tan juntos desde hace tanto, será preciso 148 hilar muy fino. Sin contar con otra autoridad aún mayor que también impide inquirir directamente al cuerpo del delito: la del tiempo transcurrido. Comienza así donde la canaria se detuvo la inquisición actual, fundada en documentos y en la convicción de que ese Silva o Acuña habrá tenido algún otro encuentro con la justicia. Pues no se sale tan fácilmente del círculo de la frontera donde se vive de la raya entre una y otra ley, y el mar entre las tierras, al cabo, es un lugar común como una fórmula escribanil, donde todo acaba por encontrarse, antes o después, en un lado u otro. Le ahorraremos al lector idas y venidas más propias de un legajo o un transbordador. A 2 de Mayo del 79 se pide información a los tribunales de Sevilla, Cartagena de Indias, Zaragoza y Coimbra, así como a los padres franciscanos de Argel176. El 18 de julio llegan de Melilla a la península regulares de la orden de Francisco; no habiendo franco paso alguno, por tener el gobierno acordonada la Mancha para evitar que suba la peste de África, sólo con fecha de 8 de Septiembre dispone el inquisidor de viejos certificados mandados de Argel, cuya caligrafía demuestra la excelente falsificación de los presentados en Canarias en 1643. Pero eso no es nada excepcional entre los retornados, y desde luego más que insuficiente para la magnitud de la trama que el tribunal va reconstruyendo pacientemente en torno al primer ministro; con el que, además, acaso no haya que negociar después de todo. Enfermo de gravedad, y ocupado Su Majestad en el solo pensamiento de su boda, reina la incertidumbre sobre un tiempo suspenso, casi diríamos de transición. Autorícenos el lector una pausa para inquirir, gracias, ¿qué es un documento? ¿Una carta de amor es documento? ¿Una receta de cocina pompeyana? ¿Qué los hace tales? Un valor añadido. Una plusvalía de sentido que es muerte ajena, cuya minuciosa administración recibe el casto apodo de memoria colectiva. Demos vuelta a las estampas: nada, aunque amarillenta. Inquiramos mejor, ¿qué no puede servir jamás de documento?177 ¿Puede alguna palabra dejar de mostrar absolutamente? ¿Existe el Verbo Perfecto y sin tras, legible pero inasible? ¿Sin luz? ¿Sin papel? ¿Sin una cagada de mosca? ¿O, por decir algo, todo ha de querer decir algo más? Claro; es sólo cuestión de pulsar la mancuerda adecuada: "dígalo vuesa merced, no se dé tantos trabajos". Si se hace minuciosamente y con método, aun calderillas y despojos permiten al historiador extraerles algo significativo; un programa de inquisición metódicamente desarrollado 148 siempre permite así reconstruir racionalmente cualquier historia desarrollada a empujones de irracionalidad que no entran en consideración, por falta de plazas; cualquier historia cualquiera, aun la que se oculte tras las más descabaladas andanzas que pensarse pueda, las de un hidalgo manchego extraviado en el tiempo, o un diablo cojillo por los tejados, o las de Diego Oyantai Chabán Adán de Todos los Santos de Acuña y Silva, un indio capturado en la selva, analfabeto pero hábil para calcar, que nunca ha visto dinero porque en el Paraguay, ay, no lo hay, ni aun para los cristianos: ¿cómo no iban a ponerlo malvados renegados de Berbería a fabricar moneda castellana diciéndole que era medalla de gracia y devoción? Ya los holandeses habían acuñado falsos reales para ofender a Su Majestad Católica, y en 1639 Richelieu les ofrece repetir la operación a gran escala, consiguiendo ellos por sus corsarios plata acuñada, pagando él cobre con que rellenarla, e introduciéndola luego por el flanco más desguarnecido de una península en guerra con el norte, desde Argel... ...Richelieu ya hace mucho que está muerto, la guerra aquella se perdió hasta en el tiempo, y muy pronto las monedas van a ser declaradas chatarra sin sentido. Tampoco parece pues haber razón suficiente para seguir inquiriendo a estas alturas por un vulgar falsificador178. Pero es que una meticulosa inquisición cree haber encontrado finalmente, para los Reyes de 1680, una sorpresa que hará aún más atractivo el enlace real entre tantos acontecimientos. Damas y caballeros adornan bailes y cañas, y autos de fe lucidos piden delitos ejemplares; máxime si se está cierto de que habrá en ellos cargos tan principales. Y pocos lo serán tanto como los de ese grabador que durante años ha firmado en un nombre propio apropiado pero falso, por todos los reinos del imperio, documentos que facilitaran la transición fraudulenta de un mundo a otro, de una ley a otra, a cuantos mestizos y bastardos como él parecen no tener ninguna. Porque ya lo dice Sto.Tomás, "es más grave corromper la fe, vida del alma, que alterar la moneda"179. Eso sí que merece escarmiento público, sobre todo ante la posibilidad alarmante de que la falsificación se prolongue hasta la actualidad -es decir, la inquisición en curso-, de que el falsario oculte aún su identidad tras la instancia primera y principal de representación real, y siga escarneciendo la Escritura al reducir a medios sus figuras, aquellas letras con que señala principios y fines del paso por el mundo, cuyas estrecheces empero no autorizan a tomarlo sin más por un estrecho. * 148 "Non plus ultra": tal es el lema de la penúltima página del Cronomundi que preparaba Diego de Acuña en septiembre del año de gracia de 1679, dedicada a la primavera del próximo por venir, que debía finalizar nueve meses después con el nacimiento del heredero, más o menos en Junio del 80, página siguiente y última. Evidentemente estamos ante una falsificación, ínsita en el carácter mismo del proyecto: dado que la grabación de cualquier suceso es un suceso que requiere tiempo, para que el Cronomundi llegue a un final es preciso adelantarse e ir más allá de la actualidad al menos en un lugar, donde se tome por previsión el deseo y se dé lo prescrito por hecho. Por lo que podemos juzgar de los papeles requisados, sólo acabó dibujos y tres o cuatro planchas, sin que hayamos podido conseguir otras impresiones autorizadas a pesar de haber inquirido hasta la fecha en archivos y bibliotecas de ambos continentes. La versión precolombina del lema nacional español circundaba la penúltima página en un banderín o filacteria, ganando así el doble sentido de margen espacial y temporal, lo que aun reforzaba el hecho de aparecer invertido, como visto desde dentro de un escenario desde el cual se asomara la mirada a la memoria; de hecho, después sólo vendría el desenlace en el enlace real, entrada a una época distinta: porque al fin, tras cuarenta años, como esperan ya casi todos, en España se iba a iniciar, con toda certidumbre, la transición. Por eso llama más la atención que en un proyecto de esa naturaleza, y no ya en bocetos sino en planchas, tuvieran cabida errores inadmisibles como fantasía e inexplicables por descuido, si tenemos en cuenta que se trata de sucesos del general conocimiento. Así, en la titulada "El sitio de Viena", donde el incomparable marco de la bella ciudad austríaca aparecía bajo un cometa que no pasará hasta tres años después, o "El descubrimiento de la gravedad", que situaba inconfundiblemente al célebre físico en un paisaje inglés en el momento de la caída de la manzana, a juzgar por los gallardetes de la casa de la moneda visible al fondo, cuando era y es de sobra conocido que Novotone fué genovés, y el jardín, de los Ufizzi180. Dado el ritmo de grabación en la época, tampoco parece explicación la rapidez con que el 27 de Septiembre desaparece de Madrid el presumible inventor de estos dibujos a la vez que el grabador real, respaldo principal de su persona, a resultas de su grave enfermedad. 148 ¿Y en el final? En el final un roce en la sábana del mundo, entretejida de veces, perpetúa incluso en la ternura el terror del espejo. Y volverá a empezar el carrusel del no ser y su reflejo, o viceversa; porque en una balsa desarbolados vuelven el moro y el negro y el indio y el judío a saberse inseres en el desolado espacio que pudo haber sido patria, pétreo animal de rumbos y de espumas, con la nariz en la gloria, con los rizos de roca firmes en la niebla, con el vientre de soles y jazmines y la espalda recostada en las sirenas que le tejieron en nanas de parra y nunca su primer sueño. ¿Y en el final? En el final por la meseta desolada como un altar listo para el eterno holocausto pasan sombras de amantes locas tras el féretro del hermoso que fue imposible, pasan estremecido brazos de molinos peleando con las tapas de hechiceras novelas sin cuerpo, pasan zarcillos de humo como letras de otros alfabetos enroscándose breves en el rastrojo, y el hollín de las hogueras retiñe los bargueños y la piel de momia de ángel se regodea en el interior de su cielo de tela, y el crujido revienta como un hereje frito por la plaza. En el final la península del delirio aún se yergue orgullosa sobre un cuello finísimo de imposibles animales rencontrados, reconquistados, malbaratados en un circo de meninas y bufones. Aun se yergue al otro extremo de un cuello estirado hasta la inminencia, hasta la rotura que devuelva un alud de infinitos puntos grises y azules y gaviotas al caos agitado que balbucea, a la extensión que se tienta para volver a intentarse, encrespada, continente en otras costas. Exprimidos los países del sueño a las espaldas, desatendidas las flautas, y las plumas, y los saltos abismales como un ángel de gozo en los ríos de la carne, desatendida la umbría de muerte madre y el pájaro de luz, los ángeles son solo una cabeza que engorda y revolotea por las esquinas del cuadro oscuro como un cerdo perplejo llamado a dignidad que tropieza con sus límites en el inviable dolor sin labios de las cosas. En el final de su imperio el Verbo se deshizo de la carne y habitó entre nosotros que no éramos sino otros del Nos sacramental que sacramentaba menciones profanas, bandas de honor y otros perfiles del fantasma 148 inevitablemente desleído entre sus dedos de tinta que ensuciaban la cintura de volcanes de la vida. Pero en el fondo de la meseta preparada a troquelar en sus espejos sueños de metal, autómatas semidioses a tornillo, vibró un último nervio al rojo blanco, un minúsculo tirabuzón trenzado de imposibles dimensiones en el cuerpo del monstruo caído, aplastado bajo su inmenso peso planetario: haría falta esperanza en la larga marcha del hambre que comenzaba hasta consumirse, mundo consumado y sin ocaso, lo bastante para poder alzar de nuevo su propio peso de noches. Y el planeta de podredumbre se dejó ir al fin, desparramado en sí mismo como en un oscuro seno donde anidar nada, como un lago de ausencias donde nadar a nunca, a la otra ribera de un círculo cerrado. Pero debajo, bajo el huevo de ausencia necesaria de la muerte, bajo la piel cenicienta un hilo de voz se enterró crisálida a esperarse tiempo mejor. Por las otras geografías corrió caminos polvorientos que despertaban bostezando al dorso del legajo de lo cierto, tendido al viento sólido del cielo mineral voló túneles de voz cabeza abajo, despensándose en abismos blanquinegros de los dedos, entre paredes de voz muerta, vertiginosa, hacia el rojo fulgor del espanto sin salida, el de imposible olvido, el que nunca se apagó en los huecos del latido, en los silencios del carnaval de las sílabas y en las bocas de las calles ardientes y desiertas del mediodía. Y en el final de su vuelo alucinado se hundió, meteoro, en pétalos de ardor helado que alzados alzaron la corola subterránea del recuerdo germinal, en el candente siempre donde siempre se engendró otro ayer para el futuro. "Señalóse el día treinta de Junio en que se celebra la conmemoración de San Pablo, para que en él se celebrara este gran triunfo de la fe catolica y vencimiento de la obstinación judáica, y con esta determinación el excelentísimo señor inquisidor general fue á convidar para que llevase el estandarte a la procesión de la cruz verde, al excelentísimo señor, primer ministro de la monarquía católica..." El 30 de Junio de 1680 se celebra en la Plaza Mayor de Madrid el último gran auto de fe de la España de los Austrias. En primer lugar, claro está, para 148 escarmiento de herejes y edificación de creyentes; pero a estas alturas el vencimiento de la obstinación judaica no hubiera bastado para decidir el desembolso que supone el festival. Es que el rey ha contraido matrimonio el otoño anterior, y conviene que la recién llegada se vaya enterando de lo que le espera. Ciento treinta y dos herejes salen ese día en la procesión, "34 de ellos en estatua, ya muertos ya fugitivos". Un recibimiento espléndido, la reina no tendrá queja de ninguna clase que no pueda oir aquí. Una magnífica ceremonia de que dan testimonio por lo menos un cuadro de Rizzi, el grabado de Gregorio Fosaman y la relación que éste ilustra, escrita por uno de los ayudantes de realización, el alcalde del Olmo181. "Y absortos todos al contemplar por una parte tanta gala, por otra tanta decencia y por otra tan magestuosa auctoridad, empleaban todo el conato en la admiración de ver (...)" Porque en esta plaza, esta tarde, al fin va a tener lugar de una vez el tránsito, la transición definitiva de ese transido tiempo sin nombre que el historiador reduce y bautiza una y otra vez, aterrado y fascinado porque entreacto tan fugaz escape todas las veces aun a la más fina distinción, por ejemplo la que llena de holandas y golillas, de encajes y cambrés su fachada de balcones numerados por categorías, la fechada de una razón ceremonial que hace visible la distinción y palpable la diferencia en cuerpo ajeno, una razón icónica para un mundo de ventanas que se suceden una a otra, sobre otra, junto a otra, una gran plaza que multiplica sus ojos alrededor de una nadería, imposible de contemplar sin embargo por todas partes a la vez, de una vez por todas, salvo acaso para Fosaman, el grabador. Una razón mandarina de corteses verdugos, ejecutivos ejecutantes del texto prescrito y la visión pregrabada, administradores del verbo perfecto que recurren al Índice entre poblaciones reducidas a señalar el patrón de lo que desean en un retablo de iconos. "Verbum perfectum ad conclusas capsas vocat, y el coro y la plaza repitió el estribillo, Word perfect call to the closed files...", traduce para su corte el embajador William Gates. Anticipo de Josafat, escenificación de la única noticia cierta, de la nueva novísima, de la última palabra, porque hoy es el día del triunfo de los signos sobre el cuerpo. Para empezar el reo, deletreado ya miembro a miembro, descoyuntado en sílabas de cruces, bordados y escapularios, anticipadamente enterrado bajo sambenitos y corozas, sale a la calle vestido de Escrituras en lengua 148 imperial, ininteligibles pero hermosas. Para seguir, y rodear en procesión, y colmar la plaza, familiares, órdenes, cofradías y nobles de distintos grados y reglas, expresas en empresas y cifras visibles que transmiten invisibles distinciones y mantienen la memoria de jerarquías inmemoriales. Para acabar, en la plaza y sus contornos, cubriendo gentes y fachadas, tal densidad de marcas de corporaciones familiares o desconocidas que el cuerpo que sustenta el acontecimiento apenas encuentra hueco de tarde en tarde entre tantos anuncios que lo rodean en esta visión a distancia necesariamente parabólica, vuelta alegoría y anuncio constante de otra cosa, porque hoy es el día del triunfo de los signos sobre el cuerpo. "Fué admirable la demostración que hicieron de su catolico celo todas las damas de los dos palacios, mostrándole en el estudio de llevar bordado en sus preciosos vestidos el hábito del santo oficio, y las que no tuvieron tiempo de observar el primor de fineza tan extremada, le recompensaron con llevar esta sagrada insignia en riquísimas veneras" Sobre un estrado, en el centro, dos figuritas dan la espalda al espectador. Están en jaulas, oyendo la palabra que en ellos se ha de cumplir y verse encarnada. No son vírgenes de Belén, sino hilanderas, zapateros, viandantes que escuchan de fuente autorizada su historia y su sentencia. A su derecha, sobre las gradas, grotescas figuras con cucuruchos les seguirán muy pronto, o acaso les han precedido; los rodean clérigos con ornamentos y caballeros con la cruz verde en el pecho, porque esta es la ceremonia del poder de los signos sobre el cuerpo; los contemplan el pueblo y los soldados, los chicos y los grandes desde las gradas que descienden sobre la cruz enlutada y vacía, porque ésta es la ceremonia de los signos que hoy se han de hacer con carne; los contempla desde algún lugar elevado, es de suponer, el ojo que todo lo ve, impasible, a través de la celosía del tiempo y la tinta, por donde no se filtre el humo de las tripas al estallar salpicando de mierda esa cara, sin manos ya para limpiarse, tras la que aún grita uno. Pero eso no está ya en la grabación. * "...empleaban todo el conato en la admiración de ver lo que con palabras no se puede describir" 148 Con perspectiva temporal, se diría que en la ceremonia el lugar es exhaustivamente pensado para reducirlo al Verbo y la Escritura, así sea su extensión la de esta plaza, el mundo o el cuerpo del hereje. Imposible de captar en la sucesión clara y distinta del discurso, queda atrapado por un lenguaje icónico, cuerpo silabeado y escandido -cultamente troceado-, signo visible y encarnado -más o menos chorreante- que el ceremonial hace secuencia, mitad frase reiterable mitad vez irreversible. Una y otra vez sube el reo a su jaula, una y otra vez lee la voz la historia y la sentencia, una y otra vez el tiempo revierte, suspenso, en memorable, perdurable y sagrado sobre la multitud de los cuerpos en movimiento, herejes probados o sospechosos probables. "Fueron muchas y varias las cosas que atendía la curiosidad en tanta y tan diversa multitud de delincuentes; aunque muchos gustaran de verlas trasladadas aquí de verbo ad verbum; con todo, para no profanar el sagrado del secreto [las ofrecemos] reducidas a compendio" Ya no vivimos tiempos oscuros, y el historiador puede ofrecer sin censuras a la curiosidad inquisitiva del lector historias ajenas completas; al menos, todo lo completa que una historia puede llegar a haber sido escrita. Dejemos pues al texto poner voz a la sentencia, una cualquiera, que lee desde su cátedra un dominico a la efigie inmóvil en su jaula: "Diego da Silva, alias Francisco Miguel González, alias Chabán, alias Adan de Todos los Santos, alias Oyantai, alias Diego de Acuña y Silva (que es su propio nombre), natural de la villa imperial de Potosí, vecino de Sevilla y residente en esta corte, de oficio grabador, de edad cincuenta y ocho años, relapso, y pertinaz en la falsificación de escrituras y cosas santas, falsario estafador á mercaderes de la nación, adulterador de la moneda, ofendedor de la honestidad, ausente fugitivo, fué relajado en estatua a la justicia y brazo seglar, con confiscación de bienes (que no tuvo)".... Estamos ante una grabación de actualidad, un auténtico documento, aunque las discordancias entre texto e imagen muevan al historiador a breve comentario ¿A cuál instante de la sucesión de historias y sentencias adscribir la simultaneidad de 148 esta imagen? ¿Por qué a éste? Si prescindimos de intereses particulares, la verdad es que es intercambiable, porque el reo no es impresión de un instante sino expresión de un significado que la ceremonia histórica asigna, y acuña, antes de que silbe entre las brasas. Otro ejemplo: al fondo de las gradas de los condenados, pegando ya a los balcones, aparece una fila de monigotes negros; son los otros condenados en estatua que aguardan su turno. Como en el óleo de Rizzi, los ejemplares del grabado de Fosaman conservados en la Biblioteca Nacional de la antigua capital imperial muestran nueve en total; en todas las demás estampas de bibliotecas suratlánticas falta el segundo desde abajo, como si se lo hubiera tragado el lienzo de fachada que a su espalda separa dos balcones182; pero si damos primacía al relato, como cumple a la historia, son treinta y cuatro los condenados en efigie, así que el número grabado es en todo caso simbólico, y esa falta, insignificante. Asímismo, al referirse al "repartimiento de balcones", del Olmo indica que el número 29 quedó "cerrado por caer sobre el de Su Majestad", y así aparece en negro en el cuadro de Rizzi; sin embargo, en el grabado de Fosaman se advierte una franja vertical más clara junto a una jamba, como entreabierto por alguien que escondido observara desde el interior el espectáculo. Así que el criterio de fidelidad en la grabación, por lo que se ve, no se acopla sin disonancias al tradicional criterio de verdad documental, regido por lo que se muestra. Si fuera la inmediatez de lo visto y no el modo de mostrarlo lo que convierte en documento la grabación, difícilmente podría ésta asegurar que no se le esté escapando inadvertida la historia verdadera entre las líneas, ya que la historia se juega en el modo de asegurar la sucesión y no en los sucesos simultaneados, entre ellos, la grabación misma. Pero dejando a un lado tales salvedades intelectuales, esta grabación constituye en la práctica del historiador un documento acreditado que nos muestra, en su balcón central, a Carlos II presidiendo la ceremonia junto a su flamante esposa, la princesa Carlota de Portugal; detrás, la reina madre Mariana, de nuevo reconciliada con su hijo y con el ocupante de los balcones 32 y 33, "el excelentísimo primer ministro de su majestad, el señor don Juan José de Austria, que en admirable demostración de su católico celo no quiso faltar a este triunfo de la fe con las huellas aún visibles de su larga enfermedad"; las gradas de la izquierda, desde su punto de vista, repletas de condenados herejes, las de la derecha, desde el nuestro, 148 donde sucede exactamente lo mismo; las de la izquierda del espectador, donde una legión de inquisidores se escalonan hasta los pies del gran Sarmiento, que se retuerce incómodo en su asiento de inquisidor general; el frente, ese lugar que le toca al pueblo para participar en la escena histórica, y en el centro, en sus "dos jaulas de verjas de dos pies en cuadro y tres pies y medio de alto, con sus portezuelas por donde pudieren entrar a oir sus causas y sentencias", insignificantes, dos reos cualesquiera. Y por encima de todos, impasibles, las efigies, "vivamente y al natural expresados rostros y exteriores lineamientos". Un grabador de imágenes condenado en efigie; unas efigies que una grabación nos muestra entre otras imágenes ¿Y cómo distinguir unas de otras, en esta plaza gravada de memoria, en este momento memorable sobre el que pesa toda una transición histórica, cuando todos son ejecutados de memoria? Fosaman rellena las efigies de oscura tinta; así, inmóviles y rígidas como cuerpos de imprenta, parecen crecerse por encima de todos, más altas que reyes y notables que llenan la balconada del fondo, por encima de verdugos y víctimas, de la apretada multitud de cabecitas vacías, condenadas efigies, monigotes negros. * La historia concede lugar singular a la figura de Juan José de Austria por su habilidad en desligarse de los asuntos europeos mediante los acuerdos con Francia, Inglaterra y Holanda que desembocan en el célebre tratado de Unrecht (1713); habilidad pareja a la mostrada en implicar a los reinos mediterráneos en la reconstrucción de las relaciones ultramarinas, que permite la sustancial recuperación de la potencia marítima y comercial y, a la larga, la revolución de 1796 y la creación de la Unión del Sur del Atlántico (USA)183. Aunque descuidados durante casi todo el siglo XVIII, sus conceptos económicos reaparecen a través de la Compañía del Jesús de la Plata en los teóricos ilustrados del 96, que los incorporaron a la práctica económica de la flamante Unión184. A partir de la boda real y el nacimiento del heredero se precipita además un proceso de reformas que desemboca en un nuevo modelo político, la política de imagen. Divulgadas con ayuda de grabaciones, las "relaciones informativas" de la corona sustituirán a las lecturas escénicas de la vulgata como esqueleto de la nueva iglesia estatal. La mejor prueba del acierto de esa visión será que, pese a las conmociones provocadas por la ruptura de la USA con el Vaticano, la Comunidad Ecuménica Entrecontinental logre aglutinar aún hoy a tal multitud de pueblos en 148 torno a esas proyecciones litúrgicas, cuyos remotos antepasados fueron farolillos de la noche de Madrid o pasos de cofradía sevillana. Nos separamos aquí radicalmente de la historia que, como se sabe, más al norte, lleva al estado parlamentario; en el caso USA las circunstancias impondrán algo tan ajeno a las Indias anglosajonas como la comunión de visión, el poder del miramiento por encima del parlamento como emisor de racionalidad social. Este auto de fe concluirá pues una historia entendida como reproducción de un logos original, sustituido por la circulación acelerada de patrones visibles de comportamiento, estampas y grabaciones que el pueblo seguirá llamando santos hasta este siglo. Ese modelo de estado requerirá saber en todo momento qué imágenes están siendo vistas, qué letanías oídas; se impondrá así un control de audiencia y de evidencia, convertidas en juez supremo: las inquisitione o encuestaciones generales. Una clave de su éxito estará sin duda en la temprana percepción de las posibilidades de la plática o entrevisión, como sustituto de la confesión, para efectuar un "escrutinio directo y universal de las almas", como lo definirá en 1760, en frase que hará fortuna, el Gran Encuestador Montesquivo. Así, a pesar de los excesos de la segunda mitad del XVIII -la abolición de las "inquesta domiciliaria" y prácticas anejas estará en el programa de los revolucionarios del 96-, la figura del encuestador que el bastardo rescatara para la modernidad seguirá ocupando un lugar cada vez mayor en el aparato de gobierno hasta nuestros días. * Y a la derecha, por encima de todos, la condenada efigie, monigote negro, indio de hacer el muerto en la escena de repetición, en el asalto a la sucesión de los sucesos por una imaginación trucada para entretenerla; mitad de sombras nacida de un escenario lunar, mitad posible del mundo cautivada por el poder del Verbo, imaginada figura sacrificada a la historia para salvarse y seguir su camino por el grabador real. Y a la derecha del rey, en la grada más alta, el que sabe calla. El Gran Encuestador Sarmiento Valladares preside inmutable, como ignorando las consecuencias para los suyos del recién dictado edicto de restitución: apenas quince años después, el regreso de capitales y personas del Magreb forzará a las repúblicas corsarias a negociar la Paz de Tetuán (1692), y al dejar la defensa del tráfico trasatlántico prácticamente a cargo de los andaluces de Salé, le complicará un tanto al Santo Oficio la práctica de tradicionales actividades manuales con sus 148 correligionarios en la península. Habrá que renovarse o morir, porque al fin, guste o no, tras tantos años que ya la cuenta se ha perdido, va a dar comienzo, estamos seguros, la transición. Pero en lo alto de las gradas, más alto que el ministro, el que sabe calla. Ha sido difícil el trato, difícil asegurarse un lugar en la estampa del nuevo mundo que está abriendo por su mano el primer ministro. Pero al final, inquirir da poder sobre la cruz del tiempo, donde cada cual oculta otro que habría podido ser, que aún podría haber sido él; otra figura oscura, condenada, falsaria de la cara que grabada y acuñada se percibe y reconoce por doquier. Sí, ha habido que tratar, ha exigido sacrificios, un pasado por un futuro, pero al fin cada mañana precisa un ayer a su medida. Y en lo alto de las gradas, más alto que el rey presente, el que sabe calla, y contempla lo pasado, lo presente y hasta los más ocultos pensamientos, reductor de cuentas incontables al hilo de la historia universal, católica y global como ese velo que envuelve la cruz verde perpetuamente a punto de despegar como un mongol fiero abajo, muy por debajo de los monigotes que asisten negros, impasibles, condenadas efigies. Y en primera línea, a pie de cadalso, los "inquisidores o encuestadores, como dicen gentes de mal romance, verdaderos ojos, oídos y narices del cuerpo místico": veedores, oidores e inspiradores de una catolicidad en plena transubstanciación, institución celular que explora sus células sin descanso vigilando la fidelidad en la reproducción de posturas y palabras (aunque a veces la confusión resulte inevitable cuando se espía cabeza abajo por las fachadas). Gentes expertas en trepar a los tejados y meter las narices por las chimeneas, acreditados saltabardales que espían por encima de las tapias, por debajo de las puertas, las colchas o las mismísimas sayas de sus convecinos hasta empujarlos al borde del jergón o de la desesperación con la masa inerte pero invisible de su mirada, ¿puede pensarse mejor material para amasar un leviatán que un país de soplones, mirones y sobones preparados para espiarse hasta el último rincón del último de sus miembros en cada uno de los reinos de la esfera, ensalmados con salmos a la espera de comulgar en ese cuerpo místico global cuando se les ofrezca cómodamente deletreado, inquirido y definitivamente tosturrado? Y tras ellos, en apretada falange por el frente, un mar de ceros apiñados, miles de cabecitas sin ojos como pupilas de una monstruosa mirada invertebrada, en una palabra, un público escogido, el público de Dios. 148 Y aún queda un lugar, de perspectiva imposible, simultánea, completa. El grave lugar del que graba gravedad y liviandad, frente y fondo, grava y pala, a la misma distancia ilusoria de la pura asistencia, en su grada imposible que nada sustenta. Composición de lugar que saca al componedor de la plaza en salvo, salvo prodigio de sangre que hable, y mueva las piedras y anime los brazos a alterar un tiempo concluso como un vuelo estampado contra una placa firmada: el lugar de Fosaman. Aquí ha de hacer alto el historiador, pues aquí acaba el documento. Quien prescribe el futuro y quien reseña el pasado, ministros e inquisidores son para él irrevocables, y por tanto, pasado: que es deber suyo preservar hoy para que llegue algún día al lector como estampa fiel de lo sucedido. Lo demás son historias. y una corola de fuego helado se desplegó en el lugar del nagüal y la tierra que lo envolvía se alzó cometa de azar hacia lo más hondo de la noche por las sendas de sueños sin hollar 148 EPÍLOGO: UNA CARTA DICTADA Declaración de Diego de Acuña ante el gobierno de la isla de Curaçao (Firma pero no escribe; el secretario, Alfred Kaaprils; sobreimpreso, sello del tribunal del Santo Oficio de Cartagena de Indias, a 14 de Julio de 1689; a mano, al margen, la fecha 10 de Noviembre de 1683, probablemente de defunción) E dí cu é ha nancí na Perú, e no sá ki ten; e ta kere ku e tin casi setenta aña, y e ta sacá cuenta asina: ku e ta bira jong, prome ku ha murí su [*texto corrupto*] y ku e ta corda ku nan ta llama Isabel, ma ke ta llama Nanué; bini di un kunuku, cerca di un lugá ku nan ta llama Verhela, e taba tin dos o tres yu, promé ku e ha nací [*texto corrupto*] ha llegá conocé ku nan tábata llama Manuel. Depués e ha empeñá na busca plata y pa favorecé su negoshi e ha obligá Nanué a complacé a un inspector di belasting di rey, ku ha hacimi su jú. Di e asunto akí ha llegá conocé ku nan tábata llama Andana como apellido. E ta bisa ku su mamá tábata llamé Oyantai, y ku e no ta corda ku nan ta llamé ku otro nomber, e tempu ku e ha viví en Potosí, ku ta diezdos años. Ku Manuel no ha molestá pa bautisé, wel pronto el ha cansá di Nanué y solamente e tábata ocupá di su mina, ku e no ha lográ añá gran cantidad de plata [¿?] y un hundimiento di e galería e ha kedá derá bajo tera, lo que ha pasá di 8 di september di 1628, como nan ta bisá. Nanué ha kedá sin cantá e canción nan ku semper e ta cantá na su lenga, y promto el ha birá malu y a murí. E ta bisa ku el lubidá palabra nan ma ta corda tur e muzik nan y ku tur su vida e tabata fluit nan den su trabau pa e no lulvidá nan. E ta bisa ku ona ku el a queda só el ha decidí pensa unda e plata ta bai pará, y ki cos tan maravilloso la tábatin na reino éi di manera ku endenan ta biba y murí asína. Como e ha llega tene ku Spaña tábata unda solo ta salí el a tumá caminda pa Spaña por e ríu ku llama Pilcomayo. Acustumbrá na sierras ora di baja e orizonte basjí e taba sintí tantu miedu a manera e a sintí na su llegada na la mar y asina el ha sigui por e selva te hora nan a cuhí presu algún indjan ku nan tábata llamá itatines de un provincia di Paraguay. Nan ha gordé pa nan comé dia di su fiesta di brujería, por motivi ku nan a sacá su pader nan di e Compañía, ma promé ku e día e jesuita nan a llegá ku algún spañió armá di un pueblo ku man tábata llama Villarica. Durante e batalla el a scapá ku e spañe nan ku nan tabata kere pa traha na su kunuku. Ma un de e pader nan di nomber Muntiya (¿Montoya?) a cuhí e a 148 tumá caminda na un lugá ku nan ta llama Los Angeles, den reino di indjan ku pader nan taba tin cerca Brasil. El a bisa ku aquí el ha mirá promé vez un buki ku prentji, el ha gusta tantu ku el ha coge un kreit y el ha cuminzá dibuja riba un tabla; y como e padre Muntiya cu e tabata sabi el ha poné siña cu e ku taba tallá figura riba tabla pa e kerki y el hací un di e siete angell nan di e porta, su promeu trabau di grába. E di ku pader nan tábata prepará pa bautizá ku e otro nan di e lugá ku nan tabatin reuní allí, pero promé ku Pascu ha llegá algún vendedor di esclavos ku portugués nan ta llama malocas, y nan ha kimá tur cos, nan ha mata masjá y mucho más ha murí na caminda den selva. Na Sau Pablo un mestizo ha cumpré, di nomber Caetano Rocha, pa su kunuku, unda el ha cohé fiebre y casi un aña e tabata pa murí. Pa su consuela e tabata dibujá ku un spinja riba blatji duru y e zumo tabata sirvi a mes tempu como ink con lo que e tabata hací un ku tabata parcé sellos pa estampa dorna e vistinan di otra esclavs. Un spañó ha mirá un di e dibujo y el ha sintí interés y Rocha ha provecha vendénan, promé ku e coje fiebre di nobo y e ta corda ku el ha cobrá diezcincu pesos como di un homber ku salud, lo que ta un delito. E spañó tabata llama Diego Hernando Alvaro de Ribera y e tabata un regidó en Tenerife ku tabata regresá cu su mujé cu barica, ku ha tené un ju den e viaje den e barcu. E ju mujer semper ta stop di llorá y e ta quedá drumí semper ku e ta sintí su fluit, lo que algún marinero tabata pensa riba brujería. Pero e regidó ha prometé dilante di tur ku lo e ta bira su padrino día cu su ju també ta bautizá hora nan lo llega na e isla, lo que solo tabata falta dos dia, ku nan ha encontrá barcos de Salé den tera di moro y nan ha cajé nan presu, sin siquiera nan ha pa resistir. E di cu tabata manda e barco un renegado cu nomber Mami el Inglés, lo que ha pasá di cuminza aña 1636. Nan ha vendé na mercado di Salé un andaluz cu nomber Amed, cu idea di poné den un barcu; ma cu la mar tabata poné malu ku ni siquiera e latigazo nan po ha poné riba pia el ha vendí li he na un flamencu renegá, cu tabatá Juan Alberto (cu ta sigur "Jan Albert") y el tabata di un lugá ku nomber Bolduke, (cu ta "s'Herzogenbosch"); moro nan ta llamé "Mustafá". Lo que ha pasá na aña 1636, motivo cu e doño di Mustafá, cu nan ta llamá Morat, ha murí promé cu dos aña, ku ha sucedé aña 1638, cu e no ta lubida. Morat també tabata un renegado di Mayorca, unda nan tabata llama Micol y nan a nombré alcalde di e lugá e rey Piselín, e mes aña di 1638 e rey ha mandé na guera contra moros di tera aden y nunca mas el ha volvé Argel pasobra nan ha maté; después nan ha huí a Salé y después na Canarias /.../185 148 *** 148 LOS CÍRCULOS DE VIENA Nota de los editores _____________________ La desaparición del profesor Poch le impidió dar forma definitiva a estas notas en las que tenía intención de finalizar su ciclo de estudios biográficos. Dados los destrozos, incendio y saqueo que acompañaron la irrupción del transporte patriótico en su casa, es difícil conjeturar la estructura del texto; aunque eso irónicamente le suceda a cada paso, aun el postrero, al historiador, que no debiera pues quejarse. Junto a partes ya redactadas, otras son apenas referencias a archivos físicos o informáticos. El cuerpo principal de anotaciones conservadas ocupa un cuaderno de bolsillo, de lomo encolado, papel rayado sin margen, canto morado, de cincuenta hojas. Asímismo quedan un archivo de ordenador llamado "oto.pre", equivalente a nueve o diez páginas mecanográficas a doble espacio, y un fichero físico con bibliografía y fuentes documentales de la Viena de principios de siglo. Debemos esta información, así como el título y otras valiosas sugerencias, a la profesora Laura Belío, a quien quedamos muy agradecidos.186 256 LOS CÍRCULOS DE VIENA Hijo de Jusep María Berenguer, asentado en Viena a principios de los años 80, y Milena Skiwowa, hija de comerciantes checos de origen judío -Af2 "Molnitz" en bio.dat-. En 1887 se destapa estafa en suministro de paños al ejército; grandes firmas, altos mandos y hasta uno de la familia [¿imperial?]. Pesquisas, a la Moyentüchtige Gmbh., pequeña importadora; entre los socios, el emigrado. Diligencias judiciales: cinco años antes, inscribe apellido germanizado -"Wahringer, Einsch.68-3-WB Aus, 19 de marzo, B.II"- ; eso "acrecentó las sospechas desatadas por las tradicionales relaciones comerciales entre las aljamas catalanas y sus correligionarios de las costas dálmatas desde los tiempos de la venganza catalana" (NFP1187). Además, JM "llegó a tierras de la doble monarquía por causa de sus tendencias federalistas"(NFP), republicanas (W) o anarquistas (vK). "Con tales antecedentes no era de esperar que pusiera punto final a la deshonra con un discreto suicidio"(NFP), como la tradición exige a los locales. Desaparece sin dejar rastro apenas: un sobre en el correo y un hijo en su mujer. El sobre -denunciasdesaparece entre NFP y policía -completar, estaf.pre-. Un implicado, Jakob Falten, "acoge como doncella a la desamparada esposa del prófugo"(vK). Industrial textil, su firma prosigue con diversa fortuna hasta el fin de la guerra (ésa); absorbida por un consorcio alemán en 1925. Los dos hijos mueren en el frente de Galizia, depresión, suicidio en 1923, infructuoso tratamiento psicoanalítico. Esposa Constanza interna en clínica de reposo alemana en Enero de 1916, al morir el mayor- bio.dat,"Falten"-. Otto Wahringer: estudios primarios en la escuela pública de Simmering; [a los] quince años, aprendiz en los talleres de la compañía de tranvías. Sobrevive a la guerra en servicios auxiliares, ferrocarriles y luego grupo de transporte en el frente italiano. 1920, se reincorpora a la compañía de tranvías como conductor. 1921 muere Milena; última voluntad, carta dictada a Otto con trenza de pelo a MoiàBarna; único texto conocido [de Otto Wahringer]. Deja la casa de Simmering, cuarto en la Nibelungengasse, a comienzos de 1922. Durante diez años, conductor de la línea 1 -ASW, Gem.Lohn.,IX a XII, por si acaso XIII; tran.dat-; otoño del 1932, a la línea 2. [...] 256 El siguiente suceso del que queda constancia pública sobreviene el 7 de Enero de 1933. Esa madrugada se le detiene por el atropello a que somete a una prostituta con su tranvía. Todo lo que sabemos de su juicio es que lo perdió: el 16 de Abril queda internado en el psiquiátrico de Steinhof. En 1968 muere en París Evgeni Lejtoroshov, asilado político, a resultas de una piedra mal eliminada, un adoquín arrancado durante los sucesos de Mayo con el que tropezó el 14 de julio. En una entrevista realizada al poco de pasarse a occidente (LM/A, Le Monde 10 de Noviembre de 1956), el psiquiatra afirmaba haberse hecho cargo de Steinhof en el verano del 45; entre sus misiones estaba detectar posibles nazis ocultos entre los asilados. Recordando las muchas dificultades de sus investigaciones menciona "entre otras curiosidades psiquiátricas, los registros fonográficos de un tranviario internado a comienzos de los años treinta"(LM/A,1). Lejtoroshov conservaba sus propias anotaciones sobre lo grabado junto con partes del expediente del caso188. Probablemente por mediación suya algunos fragmentos llegaron a ser discutidos al menos en dos ocasiones en el seminario "Patografía y anfibología" impartido en la facultad de Nanterre por el doctorando Jacques Lacan189, que los consideraba un documento "singular": apreciación discutible, ya que sabemos que a París llegaron más de un disco y menos de la docena, lo que resulta, en cualquier caso, plural. En cuanto al resto de Otto Wahringer, se ignora qué fué de él. Es probable que fuera gaseado en alguno de los campos sitos en territorio austríaco, como muchos otros asilados. No obstante, cabe que aprovechara la confusión de la ocupación soviética para escapar de su encierro y, consecuentemente, de Austria190. [...] -Fechas en Espe.NFP- El comisario Wagner declara que lo detuvo a las dos horas cincuenta minutos de la madrugada. A la una y cuarenta aproximadamente el tranviario había sacado una unidad de las cocheras. Quince minutos después llegaba a Schottentor y comenzaba a dar vueltas y vueltas por el carril de la línea 1 en sentido contrario, "es decir, paralelo al de la dos"(NFP3). A las dos y diez había llegado el aviso a comisaría. A las dos y cuarto el tranviario había atropellado a una prostituta en el cambio de agujas de Franz-Joseph-Kai. Había venido tres años antes con una compañía de variedades, "su pelo moreno y su exotismo le consiguieron promesas de todo tipo"(W5), y se quedó. Encontraron el pelo. La puta era de Soria y se llamaba Esperanza. 256 Si el tranvía le hubiese pasado por encima cabría la hipótesis del accidente. Como había retrocedido para atropellarla una segunda vez se podía hablar de asesinato, pero como luego lo había hecho otras cinco, se lo envió a Steinhof. Allí pudo disfrutar en silencio la visión de la afamada iglesia modernista de Otto Wagner trescientos sesenta y cinco días al año durante doce años, pero no sabemos si lo hizo; la prensa no vuelve a ocuparse de su caso. [...] Todo lo que sabemos de él viene de que perdió el juicio. Antes no hubo nada que contar. Que vivía en una habitación de alquiler de la Nibelungengasse. Que no se le conocían próximos. Que la vista, junto a efectos personales -maquinilla, calzoncillos, reloj- mostró una causa de locura impersonal. Durante diez años fué conductor de la línea 1, que siguiendo la Ringstrasse circunda el primer distrito. [A lo largo del trayecto se despliegan en ciudad a la vista del viajero todos los tiempos, frontis griegos y fachadas renacentistas, ópera y parlamento, quehaceres y padeceres entre anuncios de refrescos y el espadón de Schwarzenberg-nota Schorske, citas.v-]. A finales de 1932 se le traslada repentinamente a la línea 2. De golpe empieza a verlo todo del revés. A seguir oyendo lo mismo. No pudo soportarlo. A raíz de su internamiento, entrevistas; desde 1933, grabadas partes. Sin fecha, sin número de orden, sin acotaciones, [podría ser] un noticiero, un actor declamando, una lectura de un texto de ficción. No sabemos si fueron grabados a lo largo de una década o en una misma tarde. Encerrados a solas con una voz en espacios que sólo su despliegue constituye, carecemos de toda referencia visual, de toda perspectiva: entonces aparecen otros sentidos. Oímos así que el tranviario practicó durante años, inmóvil en su asiento móvil, un juego particular "al que llama tranvía de palabras, o máquina de compensar [gegenüber-denken]", (Lej/St.9). En el espacio visual del conductor, "para toda idea circulante existe otra tal que recorre el mismo círculo infinito en sentido contrario (postulado del un-dos o gran parada sinfín)" (Lej.5); pero en su espacio sonoro, en su invisible cuerpo mecánico, "a espaldas de la mirada cabe lo que nadie se imagina"(Lej/St6). El latir del traquetreo sirve de hipnótica fonética que encola conversaciones y anuncios radiofónicos, discursos de prohombres y ruidos de las cosas en abortos sonoros, que pasan y regresan y se mueven al compás de unas leyes que son compás y no leyes; geometría de un espacio ajeno a lo visual en el que 256 hay radios que salen por la tangente en cualquier punto y senos superiores a cualquier hora, minuto o segundo dado. Donde orbita el oído sin principio ni fin por el cerco de Viena, el que ponen las voces ininteligibles y muchas de bárbaros nuevos encaramados a las nuevas murallas de la ciudad, móviles con troles por el solar de la antigua. Dentro una patria de pesadillas: seres zurcidos de sílabas y ruidos [bestia rubia cita Nietzsche con chirrido de curvas en sintonía de cacao en polvo]; no tienen nombres sino siglas, ni siglos sino segundos en el aire; abreviatura, comprimido, resumen, su prisa sintaxis amalgama ecos en traquetreo al que la nuca de un Conductor mantiene en la ilusión de un rumbo - "lemas.pre": zapatos Bergson-impulso vital-Lebensraumtacón en culo de reo desnudo/UFA, NTSC, NSPD, "kraus" en cit.v-. Dem Camel gehört, von Führern verhört, durch Öhren (?) verführt werden191. [En 1933 acaba un juego y empieza otro, cuya naturaleza queda radicalmente alterada por la aplicación de la máquina: azar reproducible, los pasajeros asaltan virtualmente el lugar del conductor; la historia dedica sus recursos a la reproduccción del delirio] A lo largo de las grabaciones varía el radio fónico de acción de esas criaturas. Al principio se limitan a Viena: salen del anuncio o el noticiario antenas abajo, por los rincones asaltan a viandantes y les roban giros y rasgos para darse a la fuga luego. Otras veces se han extendido ya por todo un país, uniformes negros y planos, como de baquelita, del interior inescrutable que no tienen saca un brazo rígido el impulso a reproducir al unísono, aquí o allá, los mismos lemas de idénticas empresas.[ lemas que devoran carne, desde el simple estribillo hasta el párrafo de prietas filas o campañas completas de propaganda que ocupan el continente [contenido en Steinhof], cruzan los mares y los tiempos en montañas invisibles de aliento congelado, se propagan imparables como una peste de cristal]. Se va tramando así una red de polícromas frases, de párrafos prefabricados que proferidos a una se vuelven graves, cobran cuerpo, aspiran a más, inspiran a más, viven y se alzan en fantasmagóricos bloques de habitación obligatoria -"jolgorio sabatino", lemas.pre- en ciudades enteras de dichos hechos que demandan con avidez sobre quién pronunciarse, lugares comunes ayunos en busca de alguno: incorpóreos, cuentan con incorporarse, cuando deseen, cuerpos cuyas existencias son inagotables; ingrávidos, ligeros, brillantes, consuman la liviandad del ser 256 [mandamiento del "leicht-sein", tomadlo todo "leicht", en particular lo ajeno]. Son anuncios, angelós, ánimas incontables que acuden en bandadas al cuerpo descubierto, estados de ánimo que se posan sobre el mapa del mundo, que se reúnen en un bullente estado de animación total en que sólo desentonan los cuerpos supervivientes - "los bultos"- que entre sonidos ininteligibles en los que nada se hace patente se amontonan, al final de los convoyes de sílabas inacabables, en una suerte de colas de colosal animal desanimado que espera terminar de ser consumido por las bocas insaciables de la última palabra, que se abren en ascuas por muros y tejados [...] Wo Örterwucht wucht, wuchert Wörterwuchs [¿o algo así?] Ist Rasenbann um Nivellungenring gering?,[indudablemente sugerido por el melódico sonido de campanilla que para anunciar la inminente partida hace sonar el Conductor con el mecánico gesto de bajar una falda prieta o ahorcar un preso]192. [...]las notas de E.Lejtoroshov y los psiquiatras de Steinhof transmiten al pesar suyo una historia, una dirección, un sentido: aquél que no lograba encontrar pero halló súbitamente ausente en los raíles de enfrente. Bajo el mismo diluvio de voces de siempre. Una historia sin pies ni cabeza como un anillo imposible de Moebius o de los Nibelungos, los pulmones de la niebla, el aliento del entretodo nada, los habitantes de ese límite cerrado y concluso en sí y para sí en ombligo del mundo y de los tiempos: El Ring. Un mundo de fantasmas en tanto el mundo, lejos, proseguía con sus anillos [órbitas] forzados a espiral por la incertidumbre. Una historia de seres figurados, de lugares impropios, de sentidos trasladados, arrebatados, fruto de encabalgamientos insensatos por las sacudidas del Tranvía; una historia de frases en busca de cuerpos. Todo lo real es oracional, todo lo oracional es real: contracanto del universo hegeliano. Impensables configuraciones sonoras sin embargo se producen y de inmediato se lanzan a tomar cuerpo, cuerpos, fragmentos en que reproducir su amalgama de sílabas y ruidos, de historia y naturaleza. Esos son los seres que crecen y crecen, que huyen veloces por los alambres, que se reúnen, que se organizan en párrafos prietos, asfixiantes, en movimiento, uniforme marea de ecos, uniforme informidad de informados e informantes desatados sobre un 256 continente del delirio que encerrado en Steinhof en el fondo de círculos inaudibles se da pormenorizadamente nombres y fronteras, banderas y dinastías, monedas, avenidas, animales y desdichas, cantos regionales y relatos de angustia en una enloquecida multitud de idiomas que son un único idioma [de ausencias] grabado en la grava entre los raros pasos de alguno por sus jardines. ¿Poesía fonética? ¿Objetos fónicos hallados? ¿Acto gratuito de habla? no: historia. una historia rota entre las notas [de psiquiatras y analistas] que transmiten a su pesar una falta, una quebradura que lo haga trayecto: pero leves los ecos de su pesar se empeñan en cubrirla, sobrepasarla, rodearla, porque en un espacio sonoro no hay dirección, cabe a lo indeciblemente oprimido expansionarse en todos los sentidos, dar con otro con lo que no necesite lindar ni lidiar, ¿a que, pudiendo penetrarse? Resonancias y espacios de frontera infinitamente multiplicada. Fuga de una historia de pesar insoportable, ["de planetas cargados de piedras"], de una maquinaria planetaria cuyo traquetreo de coctelera orbita y orbita una y otra vez que son veces merced a los carteles que cercan el anillo de los tiempos, que encauzan su rodar en noria de paradas de nombres memorables. historia del lugar del Conductor estallado en añicos. del lugar insostenible a no ser a ciegas. a no ser en el sitio del uno: desde el dos todo estalla de repente. desde el anillo de enfrente el lugar del conductor se revela parodia insostenible del aliento que pauta un rodar infinito. parodia de paradas de nombres heroicos dictadas en verdad por aliviarme esta dureza que, el expediente no obstante y mocmoc entonces le dije que impresentable piiii no era para ponerse así, si me disculpa yo tenía uno y me lo quitaron en una mañana, de modo que yo en su lugar, en su lugar insostenible que escucha pero no ve, que pauta a ciegas hasta el día en que un vuelco le ponga a uno en el lugar de otro y se vea, monigote ridículo con ademanes hiératicos tras su cristal. dando vueltas a lo mismo que es lo mismo aunque otro gire en el lugar de uno en otro sentido diametralmente idéntico. historia que crece así en las órbitas negras sin salida de viejos discos de baquelita. desde 1933 el delirio crece y se multiplica en los círculos de repetición del tranviario mientras el mundo gira alrededor, ajeno, en sus propias órbitas. su mirada enturbiada poco importa, su rostro desencajado del horizonte de que le circunda no importa: la verdadera historia crece inasequible, universo de sonido en expansión irrefrenable, voraz. Todo puede ser a la vez, a la voz, en el Gran Tranvía de los mil añicos, ¿a qué privarse?, todo cabe en el Anillo que lo circunda todo. 256 todo menos el conductor del tranvía de enfrente. el insostenible lugar de la visión. desde el que todo se torna pesadilla devastada. atrases de carne calcinada. ayeres de omisión, espaldas de destrucción, estelas sin raíces de un ejército de ecos que no puede detenerse. que no sabe detenerse. que ya, sin piel, no puede detenerse. en esos discos desordenados una voz que no vemos una voz sin cara se extiende y se explaya sin límites ni sentido por el cuerpo del oyente, le perfora los tímpanos de frases agudas como bayonetas que remueven entrañas que aún aullán al tiempo que hablan del mal café que se sirve aquí, en esta gran hermandad en movimiento que es Steinhof [que iba a ser todos/¿qué iba a ser?], le embucha el cráneo arrobado de cabalgatas llameantes en los cielos y muchachas ya meadas en los senos en los suelos, le redobla de adjetivos el corazón detenido, sin juicio, perdido ante una hilera de bocas que se aprestan a pronunciar al unísono sentencia, ¿me da fuego? una voz de endriago de jocoso inquisidor retransmite sus hazañas mientras las cumple, y todo con todo se alza en reino de los mil añicos que son ecos desatados que invaden el continente oyente y las órbitas negras desencajadas desembocan en silencio. Nichtleben ist der derbe Streben193 en esos discos desordenados un delirio crece que se quiere ajeno a la realidad, durante doce años, un mundo insufrible de nada en movimiento crece sí pero no de sí mismo, no de la nada que anonada naderías en las aguas heladas del Onega, si llegas a la otra orilla serás libre, prometido, pum, lástima, tan buen nadador. crece de las palabras dadas por nadie a nadie en los carteles que rodean el anillo de los años de los añicos dados en arriendo, donde desnudas bellezas rubias espolean monigotes con un zapato de finísimo tacón en el culo por los túneles del metro, a metro, el kilómetro final a rastras hasta el disparo estampido pam, estampado del aburrimiento en plena cara del que pasa tras el cristal metido en el traquetreo que no cesa por los túneles de árboles, o sombras de árboles, sobre una tierra que acaso está ya bajo la tierra, que acaso estalla sobre la tierra, que acaso es talla en la tierra de acrobacias fósiles de monumentos a la peste de cristal, al viento momia conjurado por siempre y para siempre en los límites del Anillo. [...] 256 hasta que fin de trayecto el tranvía se paró. [hasta que el tranvia se paró y fué el final de trayecto]. y uno frente al dos el Conductor tampoco fué ya más que un rídiculo monigote, medio cuerpo medio cifra con ruedas tras el cristal, y una vez y otra vez, la misma vez ridícula y numerada de un atropello repetido, la historia que las amuela en sola hostia de metal, la historia del Conductor a la que se hurtan círculos innumerables, grabaciones inalcanzables al grabador, textos inacabables al tejedor, y entre el tranvía número uno y el tranvía número dos el anillo se hunde y se alza, se crece hendidura y altura de espejo ante espejo, de espejo en espejo, sólo que algo irrumpe de plano de otro plano, tajo horizontal de horizonte en horizonte, de cero en cero, ondas en el estanque momia del anillo [en el estanque momia del amor en el anillo], anillos en el anillo esas grabaciones que se hurtan al lector. anillos en el anillo ondas extendiéndose desde el instante [distante como dista del fin del mundo una alberca] en que la mirada del uno y la del dos se entrecruzan sobre el cerco, sobre el fantasma de la muralla [fantasma] hondas negras espirales que se hurtan al lector [su naufragio o desembocadura] justifican la presencia [esa ausencia] del conductor en la ronda del pensamiento. ¿acaso el ridículo monigote [que es uno] cumple otra función que dar lugar a la ausencia [del otro]? hacer sensible su pérdida, cuanto lo siento, póngase en mi lugar, hay una plaza vacía. hay una plaza llena de millones de manos alzadas para asir para ser una ausencia robada. para atrapar congelado el aire. para allanar la morada del acaso en crepúsculo de idolillos de pasillo con ganchillo y agrandarla en oscuras fantasías grabadas en piel de noche total. de órbita cerrada. o hay círculos inasibles que se hurtan así al asir, al ser asido que se fué o se será, al ser pendiente, al ser en trance. o hay anillos que se entrecruzan en el cerco de una pérdida embalsamada, de una falta grabada para permitirse mil excesos en directo. o hay anillos en el anillo que se hurtan a la maquinación de un azar maquinado que autoriza la maquinal sacudida de la coctelera del tiempo hecho añicos para probar a encontrar por azar lo perdido en el mambo animoso de la perdición ajena. la puta muerta era de Soria y de todos y se llamaba Esperanza. mientras hay otro, hay: esperanza en la ronda. de que se delate eco en los ecos el que chapotea ayuno. el resabio regüeldo de revueltas del tranvía gastroenterítico de gemidos y 256 astros. cuando esperanza y esperado se confunden en un mismo traquetreo mecánico y borroso de coxis mineral las distancias se salvan con sangre. un país de confusiones en marcha. la marca oriental. por donde nace el sol de canto como una moneda- donde se pone el sol en la ranura de una noche de alquiler, expendedora de día de mañana. esperanza se llama mi amor. [tralará]. El Conductor que no quiere hacer de su pérdida señas. El Guía que no quiere guiar a nadie a la aventura de buscarlo que juega con ventaja en selva propia. A la ventura trucada que extiende la selva por la historia, la bestia rubia por los túneles traquetreantes del mundo. exploración del fascismo en carne propia. laboratorio de catástrofes. mostruo bien educado. toc toc toc, ¿me abre esa resistencia por favor? escucha, pequeño hombrecito, esa puerta no está cerrada por tí. no es para que no entre tu temible estatura, bonsai de visionario, veedor del imperio, mirón en busca de discóbolo [parábolo, palabra]. es para que algo no salga a campar por sus respetos, por su respeto a lo que se falta que es su falta de respeto a los demás. es para que no salga a entretener el apocalipsis con malabares tu hermano mayor, cotilla. el que desentraña metáforas literalmente. el que instaura en Estado el Movimiento [en letanía la metáfora, en método el vandalismo] el que ordena diván, y dice uno y van otros, prietas las filas, unos y otros al horror. de la disolución final. al preguntar sin principios. (&) las voces se penetran como no pueden los cuerpos [el resto de los cuerpos]. las voces son colores. la voz de todos, blanco ¿de qué arqueros oscuros? desembocadura o naufragio de círculos bien educados, círculos sin salida educadamente hundidos en sí mismos. Heroísmos invertidos: sodomía sólo suya, Agitprop pero tras el muro de la vergüenza de los dientes apretados [agitación, decían los de Steinhof]. Círculos sin salida desembocan educadamente en el final de una cara, en silencio. ¿y en la otra cara del Ring? ¿al otro lado del disco ya mudo del horizonte llanada? Círculos sin salida desembocan educadamente en el verso. En el verbo verso, participio participante del verter. [A esa voz que se hurta a la historia sólo le 256 quedaba ya saltar al poema] La fuga de Steinhof, fuga de la historia y sus reveses, fuga del pensamiento administrador de la muerte, va a dar con el canto entre los dientes, canto en horizonte de huellas que giran y giran y se cierran sobre sí mismas en una cara mientras otra viene creciendo y creciendo en su meng (&) ¿y cómo fué que las calles de ese país se llenaron de anuncios cumplidos? de restos de frases rotundas, de rastros de gestos resueltos, de hilachas de epopeya y tamo de tequieros que maquillan con cenizas de color y de campana rostros pálidos sin indio, moradores de ataúdes con pantalla y altavoz. hierven las aceras de anuncios de perfección que en cuencas de decepción preparan el odio al animal arrugado amedrentado de ojos redondos llenos de sopa de muerte con fideos de quisiera. *** 256 APÉNDICE OXIMORON (¿1989?) "El encuentro finalizó con la pérdida del mismo por parte de todos. Y ya nada pudo enfrentar a los contrarios por causa del resultado". El libro de la desmemoria, trad. de L.M.García Cuando se observa desde la perspectiva que presta la historia -sin interés excesivo- el desarrollo del pensamiento filosófico en los últimos siglos, no pasa inadvertido que cada uno de ellos consideró de igual forma a los anteriores, a saber, últimos. De suerte que los pares de contrarios que los desgarraron en apasionadas luchas se le ofrecen al escribano de turno como posturas sobre un mismo tapete que él es el primero en describir. Podríamos decir que los trata como fonemas, o tal vez cronemas, oposiciones de un mismo código que ellos mostraban sin saberlo y sólo él logra decir ahora; si ya no con hegeliana pretensión de acabamiento, sí de una universalidad provisional comprobable en cualquier pensamiento de lo particular posterior al fin de siglo anterior (así a Marx como a Freud). Por tomar prestada la expresión del "Libro de la desmemoria", la historia entera parece entonces "un tintineo de triángulo cencerro, oculto a veces tras el estruendo de la orquesta, paladino e irónico otras en el fondo de un silencio, pero presente siempre como ese ojo que los mitos de este pueblo sitúan por detrás y debajo de la órbita del mundo". Juego de triángulo en el que, desde la dialéctica platónica al Edipo, desde la Trinidad cristiana al triángulo semántico de Osgood, Badthem y Nulyors, la eterna mirada, y suspensa de amor, del Impar y el Par se pone en movimiento e instaura el tiempo a ojos del tercero, que gracias a su distancia puede ver lo que forman y nombrar lo que ellos meramente son. Un tercero que en términos cinematográficos, esto es de la inscripción del movimiento con o sin responso, no sólo es el guión, sino que vive de esconderlo. Tercero que se entro-mete, que inter-viene como Ver-mittlung ajena que en-ajena e inicia el movimiento del ser al no ser como necesidad, y viceversa de gozo: del guión del nec-essere, emblema de tercería que a un tiempo crea la necesidad en la palabra y promete su satisfacción cuando el verbo se haga carne, o los huevos críen pelo, por retomar la conocida 271 expresión de Freud sobre el final de la latencia como metáfora del destino humano en sus globalidades. La historia es lo que discurre entre el ser y el nec-esser, y cuanto de ahí va sacando. No hay que recordar las reflexiones sobre la ideología como máscara verdadera, el maquillaje neurótico o el desmaquillaje crítico-deconstructivo, pues se suceden cada vez más aprisa desde J.S.Mill -la permanente posibilidad de remodelado sensorial- hasta la actualidad -J.Derrida o M.Astor-. Especialmente interesante a nuestros propósitos es sin embargo la propuesta de Reny Poch en su D´ébauche et esquisse, òu ne cesser pas de passer1, donde el autor del Gamouzin propone una relectura del nec-essere basada en un desplazamiento del guión -del lugar del tercero- que no corresponde sin embargo al que en otros contextos desemboca en la Ex-istenz o la de-centración. Pues el resultado de ese desplazamiento es que "cuanto aparece para la ex-istencia enajenada como amenaza constante de no-ser que define el heidegeriano ser-para-la-muerte, se convierte en algo muy próximo al "ewiges Widerkehren" o revoltijo incansable nietzscheano, en un in-cesante devenir"(p.54). En efecto, el desplazamiento del lugar del guión "convierte el nec-essere en ne-cesser donde la promesa del movimiento se cumple en sí misma, la e se pierde por atenuación final, y la inmanencia se torna trascendencia, superando toda cuestión de procedencia o descendencia en una jubilosa condescendencia consigo otro" (ibid.) Esa idea ya implica que la reunión del uno y el dos basta para montar sin el concurso del tres el un dos tres, la generación de una serie infinita, la implicatio-yexplicatio del Cusano, la simultánea concentración y descentración del triángulo en un punto sin dimensiones y por tanto desmedido, o la zambra tebana a escala Bronston. Así, "tras la derrota del pensamiento con brújula nominal y la ruina de las vanguardias, en el enmudecido escozor de la retaguardia la sola forma de suprimir la tercería es hacerse guión e incluirse en la propia película, convertido cada cual en su propio remedo y remedio" (loc. cit., p.69) Tal será también el tema central en este ensayo: la ausencia de centro. La supresión del nec-esser, uno de cuyos elementos imprescindibles es el espejo, como se sabe. Supresión de su presión de abismo congelado, sí. Pero no al modo de encubiertas teologías lacaninas que perpetúan una vida perra so capa de superarla, 1 Eds. du Micuit, Bordeaux 1985 271 situando el aperreamiento ya en la misma denominación de origen para que así, tras una larga perrería en que el aperreado se emperre por poseer especularmente a la gran perra original, la única, como único, al final la encuentre multiplicada por una máquina de hacer perras que no elimina el espejo, lo quiebra en caleidoscopio194: actividad pontifical que tiende puentes de cristal entre el mundo y el mundo sobre un abismo que abre primero con el filo de la filiación para enfilar luego el hilo que salve del laberinto donde entre ecos huecos se siente el mudo elocuente y el impaciente paciente, con la muerte en los talonarios, a esperar la esperanza. Que extiende sin límites el imperio de lo superficial en apariencias de hondura mientras limita a una la línea de fractura de la visión y la mantiene comunicando permanentemente. Que expande lo impalpable en planicie del presente mientras mantiene ocupados los cuerpos en la imposible erección de una verticalidad que del presentimiento al resentimiento los mezca en la ilusa ilusión de matar el tiempo. Que se multiplica con la división de la unidad y la unión de la divisibilidad invisible, porque es la línea de quebrantamiento jamás quebrada que se regala con el necesser para anunciar un verbo cumplido en carne, una belleza sin artificios y una cubertería de acero inoxidable. No, aquí no se trata de abrir el espejo en soi ni de abarrotarlo para estadio comunal al que se asome, reciclaje cagón, la basilica universalis con cánticos y en tránsito. No es un formalismo de la informalidad alternativa al formol o la mirra de un saber canónico, al órgano riguroso de agitación y propagación de la especie confirmada, o a cualquier otro abismo especular de mediación momificada en pasillo de instancia con falso fondo, de institución interesada sólo en suprimirse a sí misma para reponerse así otra. No es que no quepa quedarse en la luna del espejo cobrando peaje a quienes transitan cosmos en unos u otros sentidos. Pero ni la traducción del mordisco carnívoro a historia ni la escenificación de la historia para naturalezas de baba puede ser más que perpetuación del nec-esser y su insoslayable cortejo de alcahuetas y trujamanes: comisionistas del vaivén que aunque se vista de soi y pour soi, en mónada se queda. Así, el objetivo de estos ensayos será un gran triangular el triangular mismo hasta plegarlo, de puro obtuso o por sobra de agudeza, en una sola línea. Mas no para ponerle un punto final que no haría sino prolongar la serie de puntos finales que la constituyen: los que cada uno pone a cuanto le precedió; sino para escapar 271 por la tangente. Pues al carecer de la misma cualquier recta, sería ya imposible que tal tangente de salida pudiera perpetuarse en camino, verdad ni vida2. Tal es el sentido, evidentemente no el del tacto, de escoger la venerable figura del oximoron. Figura del tercero que entre dos limita sin existir: oximoron de la frontera, por tanto, que escapa por la zaguera. Distinción eunuca que no se reproduce, mediación no profesional sino amateur del amor que muestra el contenido en la forma y el fin en los medios, que es donde se muestra lo que hay que tener y las luces del traje. Oximoron de la Frontera, es decir escalera por la que se sube y después se tira en la cabeza de los profesionales de la trepa. Como se sabe, la figura en cuestión no es sino puesta en operación del principio que los clásicos formulaban “in medio virtus". Éste, que en lo tocante a las piernas es universalmente conocido y practicado de antaño en los mercados de flores del mundo entero, no lo es empero en los terrenos del conocimiento, donde al funcionar éste por bamboleo síncrono o movimiento antitético del concepto, tan sólo los extremos son fácilmente discernibles, siendo difícil atinar en el medio. Tal dificultad origina la figura del tercero que interesa en estos estudios, es decir, en su manifestación como mediador intelectual o palanganero leído, detentador de un presunto saber sobre trayectorias de oscilación o momentos angulares; cuya aparición más característica puede encontrarse por ejemplo en la fenomenología del espíritu de Hegel, asi como en su obra de igual título. El oximoron, por contra, aplica otro gran principio conexo a aquél, a saber, el que recomienda hacer de la necesidad virtud. Y si la virtud está en el medio, hay es donde habrá más necesidad de hacerlo sin que la figura del especialista lo oculte: según el amplio consenso de la experiencia no especializada de la especie, eso sólo es accesible ampliando en lo posible los límites del despatarre necesario. En tal perspectiva, la mayéutica socrática aparece como temprana aplicación del oximoron al movimiento de la mente en busca de la virtud ¿Acaso es otra la postura que requiere el arte del alumbramiento? El ángulo formado por ambas piernas de la naturaleza -contrarios en que se sostiene- en trance de alumbrar la verdad en la historia, queda inevitablemente cerrado en triángulo parental por cualquier figura de experto que allí se ponga. Aunque prometa volverse luego y enseñar el resultado al Si definimos la recta como círculo de radio infinito, tendría tantas tangentes como puntos, pues cada punto sería su propia tangente, o bien una sola, que coincidiría con la recta, lo que nos llevaría a las mismas consecuencias si pudiéramos seguirlo. 2 271 mundo, lo cierto es que sólo él puede mirarle la virtud cara a cara. Como en el Sinaí, en el monte de Venus el amor se hace accesible sólo por partes interpuestas. En Sócrates, la intuición de las virtudes virtuales del oximoron para mostrar la virtud directamente se hace patente en su renuncia a la textualidad, a usar el papel pautado de la historia, en el que resulta imposible no hacer del triángulo toque final, entre ingenuo y excéntrico, pero parte al cabo de todo lo que pretendía resumir. Lástima que esa intuición se hiciera a su vez patente en Platón, quien la inscribió como denominación de origen del amor a la verdad. En Platón la triangulación se clausura en movimiento del filo-sofós, del que ama sin llegar a penetrar en las profundidades de lo que, no obstante, contempla en solitaria teoría. El ejemplo socrático no es inocente, pues desde Nietzsche sabemos que en Platón se origina una de las grandes formas del juego del triángulo. En todo caso, no sólo por esa razón debiera este estudio empezar en tiempos presocráticos. Tanto el "Libro de la Desmemoria", descifrado y traducido por uno de nosotros, como otras fuentes prehelénicas, nos informan del uso que otras culturas hicieron de formas oximorónicas para escapar a la tiranía del un-dos-tres en sistemas de triangulación quizás más rudimentarios pero indudablemente existentes. Por tanto, es sensato recopilar cuanto saber factual sea posible acerca de técnicas y ardides utilizados para forzar ese despatarre mostrador de la virtud como punto de fuga a consumar. En terminología kantiana podríamos decir para acabar con la introducción que, puestos frente a ella, el valor sólo se puede mostrar, sin que los hechos ya hechos nos acerquen por más que se estiren ni un mílimetro a lo que hay que echarle a la cosa en sí para que se cumpla en el acto, a saber, precisamente valor. De ahí que antes de abordar lo oximorónico del actual debate sobre el pensamiento tragicómico -por contenido y forma respectivamente-, o sobre la derrota del pensamiento débil a la deriva, nos sea reconfortante reencontrarnos con una serie de figuras que en el video ut credere de la historia representan, si algo, la fe ciega en el tanteo que anda hablando de oídas como táctica para orientarse en el laberinto de los sentidos. Nos encontraríamos así con el Bodishatva Rahasupura, fundador del budismo Mantahyamika (s.III a.C.), cuyas técnicas de meditación muestran una estructura oximorónica, o el oximoron como figura del discurso práctico. Aquí es el aspecto psicagógico, psicopómpico del oximoron el que destaca con especial claridad, desde 271 la perspectiva de la dualidad realidad-apariencia tan característica de lo hindú. En donde también se debiera hablar del tiempo como lo más socorrido sin socorro195. Luego nos acercaríamos a la obra de Falófanes de Cefalea, rétor helenístico del siglo II d.C., donde hallaremos la patria oficial del oximoron, la retórica, retorcida sobre sí misma para intentar captar el momento de adherencia de la lengua a la anatomía del ser, en el sentido del Adorno de las notas sobre Heidegger y la metafísica de la ranura en la modernidad (Negative Dialektik, II, 3). Desde allí iremos al medievo para hallar el oximoron como vía de apertura del conocimiento a lo divino[196]. Por su parte, el valenciano Abd `al-Rahman al-Mutarrif ibn Hammas al Quyairi, Abenjamás en romance, desarrolla una mística estética en que el choque de los contrarios produce la refrescante ceguera del desierto que multiplica las huellas del peregrino en ilusiones hasta el infinito, hasta que perdido en su propia multiplicidad multiplicada, "atrás sea delante, y ayer mañana, haciendo sin fin todo confín". [Faltan en este bosquejo referencias a los dos últimos estudios aquí recogidos, sobre Diego de Acuña y Silva, el falsificador español de fines del XVII, y Otto Wahringer, el tranviario vienés de los años veinte] Nuestro agradecimiento a Paco, Pepi, Mari Nieves y Sadi, que con sus consejos e incansable esfuerzo hicieron lo posible por hacer imposible este trabajo. *** 271 PENSAMIENTO SIN LOGOS: LOS TIEMPOS ANTERIORES AL VERBO (DUALIDAD Y UNIDAD HINDUES) "El entendimiento sólo afina lo necesario cuando puede tocar contrastes" Valavanda Sinchapartala (432 a.C.) De Schopenhauer a Lennon es recurrente el recurso de Occidente a la sabiduría hindú. La tautología, principio básico del logos occidental, es allí puesta en cuarentena por infecunda. Por descontado hay que matizar esta afirmación, pues la península indostánica ofrece constantes variantes de reflexión en la identidad de lo diverso, que resuelven la cuestión de la unidad en múltiples formas. No es objetivo del presente trabajo exponer las formas de pensamiento que se han sucedido en la India, diversamente emparentadas con opciones religiosas, avatares políticos y otros episodios accidentales del mundo oriental. A título orientativo para el occidental, remitimos a las obras clásicas en este campo197. Aquí nos ceñiremos al uso de formas analógicas de oximoron en las prácticas de meditación, dejando a un lado sus aspectos literarios y forenses, de los que no obstante haremos una breve exposición introductoria. El uso del oximoron como figura retórica es de antaño conocido entre juristas, rapsodas y cronistas de toda la India. Pero en esos ámbitos nunca llega a hacerse camino de liberación, paradigma de un curso de pensamiento por correspondencia, analógica, entre su estructura y la de las grandes antinomias metafísicas: apariencia-realidad, unidad-pluralidad, no ser-ser etcétera, etc. La causa se encuentra en la adhesión de la figura a un cuerpo canónico del que no puede extraerse sin sensible deformación, como bien se muestra en el conocido caso de Sakarlansha (vid supra). Ese rigor de la preceptiva literaria, común a otras culturas asiáticas, se justifica aquí por la separación entre la esfera profana de la apariencia y la esfera sagrada de Brahma. El mundo brahmánico considera tan perfectamente compatible el uso de una lógica de identidad y contradicción en el mundo profano con la postulación de otra 271 distinta en la esfera sacra como, pongamos por caso, un titular de lógica actual explicar la Teoría Indexical de Adscripción Nominal Probabilista de Kripke II con el carácter digital y esencialmente unívoco de su nómina. Este anticipo, por así llamarle, de la interpretación de la teoría de la doble verdad de Averroes por Habermas (como avidez de verdad de la buena) propicia una sensible repugnancia en el seno de las castas al cruce y la hibridación, en el caso dramático, de recursos mitopoiéticos con otros más líricos, y en algún otro veda asímismo el uso de la onomatopeya en la epopeya, pero no la prosopopeya. Podemos decir que el mundo védico requiere el oximoron en la descripción de lo sagrado-real, junto a otras figuras que quebranten ese principio de contradicción organizador, por contra, del mundo profano-aparente. Pero ese uso sagrado está rigurosamente ritualizado, lo que impide que el oximoron se salga de su papel de paradigma de un pensamiento "otro" para desbocarse en éste, uno que sea dualidad sin tercería, pensar mundano con su propia imposibilidad incorporada y coleando. "No hay Dios sin tres", reza la vieja sentencia védica: así sanciona y define el lugar del brahmán, tercero en la discordia del universo aparente al que sin embargo no hay contrario que contradiga sin caer en contradicción o cocodrilos, pues él es el contradecir mismo al que ya no hay forma en la turba de las formas que le induzca a más turbación ni zozobra. Así, es posible encontrar casos de oximoron como adorno del discurso mitopoético desde tiempos arcaicos198. En cambio en la literatura forense su empleo, como es lógico, es raro; pues como sólo inter partes cabe conflicto, en la esencia de la litis está que se tercie algo entre las partes, siempre que no se esté frente a un asunto insondable y lo que se tercie sea finito. Por el contrario el oximoron supone que cada una de las partes se erige eo ipso en la contraria, terciándose cada una de las dos en el tercio de la verdad, lo que daría como producto la definición de la justicia como sextercio; consecuencia ésta que a los juristas hindúes les resultaba más inconcebible aún que al mundo jurídico que se nutre del Derecho Romano, dada la distinta genealogía de la piastra. No obstante, además del "acta de Shantalamuhy" que luego se comentará, algún caso hay que se hizo proverbial, como la sentencia de Raualsutra que utiliza la fórmula "sus pérdidas ganadas a pulso". El mundo de la ley profana desarrolló el principio de identidad desde muy pronto, a resultas de la creciente presión fiscal y la insuficiencia topológica de la geometría hindú para asegurar la pronta localización de los morosos199. A su vez los caminos de liberación cuyo prototipo es el brahmán calcan la lógica de la 271 identificación psicosocial a la que tratan de escapar; en general, sus etapas repiten como posiciones temporales los lugares del sistema en que la identidad se construye como figura. Si no nos dejamos seducir por la lujuriante proliferación de las castas, esas posiciones se reducen a cuatro: brahmán, el que es uno, chatria o guerrero, vaisya o mercader, y sudra, el que tabaja. En todas (pero más en la del sudra) el atman o alma esencial carga a sus espaldas con el jibatman, el personaje o personalidad, como un pesado fardo de acciones. Fuera de esas posiciones psicosociales, sin embargo, tampoco aparece directamente Brahma, sino una naturaleza que no es divinidad sino inhumanidad, que no es lo real sino etapa también del juego de la apariencia. Un juego en que las figuras se van corriendo al ritmo de Maya y Karma. * Literalmente "principio del fin", de ella se podría decir que las apariencias engañan al mismo Dios, esto es, que su vacuidad podría contener la substancia misma de la vida, y que lejos de ser simplemente fenomenal, como se entiende a menudo, su movimiento constante afecta a los nervios, a la estructura metafísica misma del ser que sea. A Maya, pura apariencia, se puede acoplar con una interpretación lograda de la virtud en formas sensibles (así ocurre con los vascos desde el siglo VIII) toda una cosmología moral200. Pues si sus formas cubren el universo hasta agotarlo, ya no hay historia que valga: como es natural, cualquier valor se agota en la repetición; lo real, que es parecer, se convierte en juicio sin fin donde bien o mal parecido significan bueno o malo por ahora, y ya no hay nada que valga la pena, ni en general nada, más allá de unos límites que aparecen en cuanto se dé la iluminación (o se rebase Pancorbo). Rasgarle el velo, a Maya, significa entonces enfrentarse al vacío más vano, y paradójicamente la liberación estaría en el regreso a la interpretación de un papel de jibatman: donde el verdadero ser de Uno ha de cargar con el peso de que quien entre en Maya siempre sea Otro. La casa donde habita, la casa del ser, en realidad sólo existe para irse a dar una vuelta dejándola con uno que nunca es Uno, y cada vez otro; la casa del ser son alrededores y circunstantes. Y el estado de perfección que simboliza el turbante, un interminable rodeo de figuras que, con pelos siempre ajenos en la lengua y ramificaciones lógicas diversa y orgullosamente erguidas, se van sucediendo en torno al agujero en que remata lo con sentido. En tal 271 interpretación, el estado de perfección corresponde al perfil que tiene y contiene y alquila traspasa o vende ese agujero a cualquier posición, dando valor a cualquier cualquiera; un perfil cuya expresión matemática fué la invención del cero y cuya realización social fué el brahman: nulidad realizada, parte total interpuesta en la que se demuestra cualquiera a cualquiera y se alcanza la virtud real. Aquí, la circunferencia o el arco de un umbral se prolonga y perpetúa en corredera, cripta o lugar de iniciación. Sin embargo también cabe entender a Maya como apariencia de "apariencia", en el sentido de que las diferencias, y eso incluye la diferencia entre apariencia y realidad, unidad y diferencia, son precisamente eso, aparentes, maquillaje de máscaras. La hendidura, lugar del tercero universal, pasa entonces a repartirse entre las partes, y desaparece embebida en el fluctuante vaivén del continuo; una vía de interpretación que nos lleva ya a los tiempos budistas. Si la perfección consiste en saldar deudas y descargar en brazos de Maya lo que es su-yo, el jibatman que nació y morirá, esto se puede entender de dos maneras: una, que el verdaderamente vivo es el que le pasa el muerto a otro, y otra, que lo es quien lo resucita. La primera genera al brahman, que en apariencia se ha ido de la apariencia a la realidad pero quedándose en realidad con la realidad de las apariencias como tertium inclusus, que vive de facilitar lo que se produce solo. Esto explica que la lógica implícita en el oximoron, autoeliminación de la dualidad, sucesión con resurrección de los presentes sin partes cesáreas interpuestas -"omnia divisa in partes III”- quede confinada al juego metaformal de la estilística, por si las moscas, pequeñitas, revoltosas, también pudieran evocar solitas todas las cosas. Más tarde o más temprano el jibatman, ese saco ambulante de atributos encontrados, nos acaba conduciendo ante la figura que le proporciona sustento y le permite mantenerse como ilusión de agente responsable de su propio ser, aunque sea gracias a su sucesor: una ilusión no tan ajena al occidente cristiano. Esa figura que le da sustento, donde físico y moral se enredan en abrazo inextricable de cuentas y valores, es Karma. Con ella sí que cualquier cristiano siente ya la diferencia; donde el anónimo vate del Sinparshenanda se dirige resignado a la rueda del destino, "Nadie puede saber cuándo, dónde te vas a detener", ante el loco vaivén de sus formas exclama Lull "¡Anda, para, no puc mès!", descripción en absoluto inmejorable, aunque sucinta, de la cópula divina entre contrarios201. En Karma se 271 encarna, es obvio, una necesidad común a oriente y occidente: que el acto bien hecho obtenga satisfacción y el mal pene purgue y pague por la torpeza de su avidez (avidya). Pero en occidente el acto que une atributos para engendrar identidades es trascendente respecto a ellas, y esa trascendencia de la cópula produce angustia ante la elección: intelectual o práctica, puede engendrar consecuencias moralmente fatales sin que el procedimiento pierda la corrección en ningún momento, ni error o fealdad ofrezcan una señal de estarse condenando para la vida siguiente -y definitiva-. El peculiar sentido moral de Karma, por el contrario, hace que la cópula impropia de un nombre propio con una fidelidad perruna o un gesto airado lleve a ser aire o perro, reencarnación mediante, una y otra vez, con lo que la identidad perfecta del Dios comediante que co-media en todos los papeles se torna carrusel por el infierno y el cielo en un juicio universal instantáneo y multiplicado infinitamente. Esa identificación de naturaleza y virtud hace que se esfume en el acto toda potencia capaz de engendrar estados de cosas diferentes: sólo en la apariencia serán estética es decir moralmente diversos universos. El hombre es ante Karma nadería revestida por Maya evanescente, y mientras siga sometido a la impotencia y el deseo, a la ficción del sujeto activo en el mar de las diferencias, como a sujeto pasivo que es se le seguirá levantando o bajando, de ficción en ficción, sin saber quién le ha metido dónde en qué quién ni por dónde se le va a sacar, impotente para aplacar la necesidad que impulsa el interminable vaivén de Karma. "Hay varios niveles, por debajo y por encima, que puede atravesar (el alma) en el transcurso de su reencarnación, durante períodos de tiempo fascinantemente largos, rozando las más altas variedades del placer y los abismos más hondos del dolor, girando en la rueda del samsara durante miles y millones de años" Por contra, en una introducción tan breve como la nuestra hemos de limitarnos a señalar como podamos que si ontología y axiología son una misma cosa, Esa, la forma que a uno le toca produce eo ipso un juicio de valor que no puede dejar de ser negativo ¿Qué valor puede tener otro que Lo Uno, si siempre será finito? Por eso el brahmanismo hace de la necesidad virtud en sentido pleno: ante una necesidad de límites sin límites, imposible de aplacar, pues visto desde Karma no hay potencia que no se agote en el acto, surge la virtud como virtuosismo y 271 virtualidad. Virtuosismo en la interpretación del jibatman, que suple la ausencia de toda potencia verdadera con el minucioso formalismo de las convenciones, y a falta de otra cosa, Esa, al menos gana tiempo y abre un espacio de virtualidad, única forma de historicidad pensable, que paradójicamente sólo puede ser el tránsito de un tiempo ficticio a un sin tiempo real. La problemática de Uno y Karma, en absoluto agotada por lo que aquí se ha visto, también lleva al final a hablar del tiempo como siempre. Porque entre las partes de Uno que sólo son figuradas, el acto prácticamente se identifica con la cópula lógicamente, y ésta requiere tiempo: cadenas de proposiciones o gestos, instantes o latidos. El tiempo entra en la cosmología brahmánica entre las extremidades de la "y", cópula universal de las particulares, negativo del triángulo, imposible figura del Absoluto tal como es posible verlo desde el interior de la apariencia. El tiempo no se abre aquí en horizonte de incertidumbre de lo fáctico sobre lo moral, sino fugazmente tan sólo para que lo vulva a taponar el siguiente acto en que se realiza la apariencia porque se aparenta lo real. Esto dota de su peculiar estructura cíclica a la Weltanschauung brahmánica, ya que en cada acto se inicia y consume la epifanía del Uno en el Dos en un un dos tres que no adopta, sin embargo, la forma de triángulo porque el tercero ha salido a dar una vuelta; un tercero que no es otro que el mismo tratando de morder una cola que no es sino la suya, la de sus actos que colean, otros, en Karma. Sino que adopta más bien la forma de un círculo cuya persecución infinita e instantáneamente elongada de sí mismo lo convierte por un instante en embudo o cono, antes de desaparecer en un punto de fuga indesmayable, que es el que coge el brahmán pacientemente con las agujas del tiempo. La historicidad por tanto aparece como hendidura fugaz en que la cópula de los aparentemente contrarios desemboca en sujetos que se desvanecen; entonces, es decir nunca siempre, por fin se hacen silencio, o lo que es igual, brahman. Y luego, es decir antes o al menos cuanto antes, vuelta a empezar. ** 271 II.- LOS ASCETAS DE TANKHARATASSA Y LOS ORÍGENES DEL BUDISMO MANTAHYAMIKA Es claro que el jibatman, presunta sustancia agente en un mundo insustancial, oculta el nudo en que se paraliza una lógica de predicados aplicada a una ontología radicalmente modal. Una confusión que encuentra paralelos didácticos en las exégesis alejandrinas del argumento capital de Carnéades y en la refutación kantiana del argumento ontológico. En el escenario que nos ocupa, la insatisfacción con el virtuosismo brahmánico hizo surgir al pie de la cordillera del Himalaya toda una escuela que se refugió bajo sus faldas a explorar sus propios caminos de virtud: los ascetas de Tankharatassa. Por el viajero sidonio Dionisio Catáfano, miembro del ejército de Alejandro Magno, sabemos que "la mayoría rehúsan toda validez al lenguaje dialógico para aclarar y transmitir el conocimiento, y parece que sostienen la tesis de Cratilo [¿texto corrupto?] sobre la coronilla, en la que meditan durante horas"202. Respecto a sus posturas lógicas, informa Catáfano de que "mantienen una notable opinión sobre la cópula, así como sobre la disyunción o descoyunción que juzgan mera consecuencia de aquélla, teniéndolas por formas en cualquier caso erróneas de conectar atributos", puesto que "los atributos no existen fuera de la atribución", y en otro lugar "no hay atributos si no son atribuidos". Sus técnicas yóguicas giran pues en torno a un "hombre sin atributos" sorprendentemente próximo al de Musil en lo que éste denomina sentido de la posibilidad, y aquéllos, los cuernos del caracol. Un breve fragmento recogido en Plinio el Viejo nos informa de que a resultas de sus prácticas de meditación "no padecen enfermedades y viven más de cien años", a lo que el latino apostilla que "eso no prueba nada sobre sus tesis, pues ellos mismos sostienen que cantidad jamás puede implicar necesariamente cualidad"203. Hay algunos otros fragmentos breves sobre la escuela que no aportan nada aquí204. 1.-El acta de Shantalamuy Para introducir al lector en las difíciles posturas gnoseológicas de los ascetas, daremos un rodeo por el "acta de Shantalamuy", fragmento de un pleito entre propietario y aparcero de un arrozal descubierto en 1926 escarbando en la bodega del palacio del virrey Hillbaten. El texto, datado en 450 a.C., era ya conocido desde antiguo gracias a las discusiones que suscitó otrora en las escuelas lógicas de 271 Madrás, Kurdalabad y Calcuta, en el curso de las cuales parecen haberse desarrollado en suelo indostano las primeras tentativas de lógicas modales o probabilísticas, más rudimentarias que las megáricas o estoicas pero no menos sugerentes205. Pues bien, en el fragmento Hillbaten se encuentra precisamente una de las figuras más citadas por los lógicos hindúes, con la que señalaba la terminología jurídica de la época que la crecida del Brahmaputra no había alcanzado al objeto de la litis: "la vana plenitud de las aguas". No es lugar aquí para exponer el estado de la cuestión entre los investigadores actuales206. Las discusiones que suscitó prueban la extrañeza de sus coetáneos ante el uso profano de figuras reservadas a lo sacro y sus metamorfosis, y acreditan la insatisfacción de algunos sectores con las paradojas del brahmanismo y su toma de conciencia de las posibilidades de las figuras retóricas como paradigmas de otras figuras y posiciones en sentido más literal. 2.-El vértigo del caracol Haciendo balance, la historia diría de la escuela de Tankharatassa que desempeñan en el monto sin piedad de la empresa filósofica un papel de cambio. Su insistencia en la privación constante les lleva a descubir los riesgos de que esa conciencia de una dualidad autosuficiente, en trance de aparición como demuestra el interés por "la vacua plenitud", pueda volver a cosificarse en tercero remendón sin salir de medio, haciendo del fin -que está enmedio- de nuevo remedio. En esa perspectiva se mueve el trabajo de M.Facker y colaboradores (1987), según el cual los ascetas establecen para la interpretación de la "vacua plenitud de las aguas" lo que llama lógica sin predicados ni predicadores207. Según la autora, en Tankharatassa sabían que la lógica de predicados predicada para la apariencia encierra en su estructura axiomática a la altura del Gödell lo que llama "un pseudooximoron, u oximoron de elongación infinita". Recordemos que el giro de Karma no es exactamente circular, sino espiral en que cada sucesiva existencia se acerca al hipotético eje de giro y a la vez se va elevando sobre el plano de partida, la moralidad/materialidad aparente. Si desarrollamos esa trayectoria como volumen, evidentemente obtendríamos la figura de un caracol como los que suelen aparecer en los arrozales tras las crecidas del Brahmaputra, una concha que se eleva y estrecha para rematar, tras un número mayor o menor de giros, en un punto. 271 Justo el que pretende ocupar el intocable, como señala E.Ness en su estudio sobre la espiral y la serpiente en el "Lago de Kundalini" de Sakarlansha208. Vértice de un triángulo al que viene a sumarse la tercera dimensión, volumétrica, de la perfección moral (o si se prefiere, el eje axiológico), de modo que la superficie definida por la horizontal (apariencia-materialidad) y la vertical (abstracción y universalización de la apariencia) se pone además en rotación para generar un cuerpo, Brahma. De tal manera el movimiento triádico no se desarrolla en un plano solo -pongamos por caso la Historia como desarrollo de la Razón-, sino que siempre es al mismo tiempo una de las infinitas posiciones o historias en el círculo de la perfección moral, al que no obstante su tracción va obligando, a su vez, a elevarse hacia la cúspide. En tal "espacio" la identidad de un punto no viene dada como síntesis tercera de dos términos antitéticos coordenados, sino como movimiento de deconstrucción y reconstrucción simultáneas de "infinitantes infinitados", por emplear la expresión de Facker y colaboradores; así se esquivan las antinomias que plantea de siempre al logos la conexión entre la dimensión factual -donde a su vez la síntesis de concepto y empiria quedó resuelta en Kant- y la axiológica, en donde paradigmáticamente el mismo Kant reconoce un tajo insalvable para pegarle una tirita estética. Discontinuidad que en el caracol sería cierta e incierta: cierta, porque nada en la perpendicular del logos puede determinar el punto siguiente en el movimiento frente-fondo, en el volumen moral de la acción; incierta, porque en ese rotar sin certidumbre cada punto genera empero todo un plano perpendicular, una entera Historia posible (compárese con la interpretación de Freud de la filosofía como paranoia, y en particular con el impublicado caso Schrauber, donde se ve cómo el pensamiento enloquece porque le falta un tornillo como el descrito, que se bloquea por falta de práctica en su movimiento hacia la metanoia; y cómo Freud sucumbe a su prurito científico al ofrecer como explicación y remedio a esa corrosión de lo moral su célebre y complejo "tres en uno"209). Hasta aquí todo sería compatible con la posición del brahman sobre la realidad en la que está. Pero en la hipotética cúspide de ese movimiento el arrastre rotatorio de lo moral se queda sin el contrapeso pendular de las formas que le tira hacia abajo de lo que parecen atributos; sin la dualidad que lo convertía en vector angular, de intensidad inversamente proporcional al recorrido, el trabajo moral de erigir la apariencia en perfección pierde de golpe todo rozamiento, y esa erección 271 alcanza en un instante o punto una aceleración infinita al concluir toda resistencia ¿Cómo pensarse identidad, aun vacía, si desaparece el arrastre de lo moral que sustituye a la tirita kantiana? El brahmán, concluye la autora, se muestra finalmente impotente para concebir nada en ese punto final y eso demuestra que su Uno no es Uno, sino medio, ya que el fin es sólo el instrumento. O sea, medio medio. En esa tesitura Facker y (1988) colaboradores apelan a la interpretación que los ascetas de Tankharatassa, antes incluso de la disputa de Benarés, hicieron de la "vacua plenitud"; interpretación cifrada naturalmente en mandalas y posturas de meditación, entre las que destaca la llamada "fuga del caracol". Antes de seguir, expondremos brevemente la metodología empleada por Facker (69) y colaboradores (88) para traducir esas formas sensibles a información textual. Se trata de un modelo de simulación, llevada a cabo con un ordenador invertido y sin acoplamiento de ninguna clase, para acercarse lo más posible a las condiciones de meditación de esa escuela210. Tras un análisis de contenido de las respuestas de la máquina a la instrucción "convierta en información secuencial el icono 'vacua plenitud de las aguas` de acuerdo con los parámetros del sistema T", se procedió a un análisis factorial y un contrabalanceo llevado a cabo por Facker y cada uno de sus colaboradores separadamente, con bloqueo temporal de VC para evitar variables extrañas, y finalmente se procedió a un recluster cross-country o enlace transverso de campos semánticos. No cabría aquí examinar las técnicas ni la fecundidad de esos trabajos; nos limitaremos a comentar brevemente los resultados expuestos por Facker y supervivientes (89). "Vacuamente el acuático colmarse", "en vano hincharse húmedamente" e incluso "el colmo de la vacuidad corriente" son las conversiones de máxima saturación semántica que Facker discute en detalle (IV.3, 4, 5a y 6c). Veamos aquí las dos últimas. Si los atributos sólo existen en la atribución y los modales en la adecuación, no cabe un saber sobre el tiempo que no se sabe de qué estaría pendiente, a falta de todo atributo ajeno; pero sí "modales consentidos", esto es, aquellos puntos del sistema de experiencia -mandala o cuerpo- a los que sólo se accede con ayuda de otro, so pena de romperse la figura en el intento. Si uno quiere realizar sobre la materia corpórea el mandala, ha de dejala hueco en que se acomode hasta que a su vez lo abra y dé; necesario para consumar la obra, todo esfuerzo por abreviar señalándolo no haría sino cegarlo, "en vano hincharse húmedamente para llenar". 271 Ello evoca ciertos lugares oscuros de la lógica hegeliana en torno a la materia como azar necesario en que se insinúan "otras necesidades" inexcusables, aunque inexistentes. En todo caso, una consecuencia es que el asceta renuncia a toda lógica de lo Otro mediante la cual se sueñe demostrar a Otro la necesidad de atribuirle a Uno lo que Uno señala como suyo, su necesidad, lo que no tiene, poniendo en marcha la espiral de la paranoia antes historia ¿Qué queda? Un continuo de modales en que a lo sumo los hay huecos, normalmente donde más a menudo sea presumida una identidad; huecos que aunque parezcan blanco de ausencia no son ajenos al continuo en el que es posible -pero no probable por principiosintroducirse discretamente. O como reza la digitalización de otra figura de Suami Valavanda Sinchapartala, "la probabilidad es probable, pero no se puede probar: hay que probar" Parafraseando a Faker y cola (88), ahí no cabe contradicción sino modificación infinita, estando lo infinito por así decir emparedado en el mismo plano que sus modificaciones. Otro tanto tendríamos que decir del "emparedado sin pan carente de relleno", traducción de un mandala de Nayunara Singusa que presagia el cuchillo de Wittgenstein. En todos esos casos, la figura retórica y la física dejan de serlo por un instante para instar a mirar, apuntar a "algo más" y suprimirse en cuanto se disparan. La dualidad es aquí principio sin fin de significado y de acción que disuelve a la par las preguntas kantianas de qué puedo saber y qué debo hacer en que puedo esperar. Todo un cambio de acento metafísico, pues ¿qué antítesis cabe aún para la lógica antitética? Otra lógica de lo Uno es inconcebible, una lógica de lo Otro, estéril por onanista211. Eso llevaría a desenmascarar todo otro como uno (la astucia del arrozal al dejarse superar por el río para devenir club de polo) o todo uno como otro (el nietzscheano camello-león-niño que las prisas comprimen en camaleoñoño, o la extinta ex-istenz heidegeriana). ¿Qué alternativa pensar a la alternancia y el perpetuo meneo? Acaso ponerlo todo patas arriba para poner las cosas en su sitio al sol, y que el "polvoriento metesaca de las estrellas" del Libro de la Desmemoria212 alcance de tan vertiginoso la inmovilidad en la apariencia para un pensador impensable; que aparente y real, real y virtual, virtual y virtuoso vengan a concordar en un solo de todo el conjunto trinando a dúo consigo otro, a ver si lo consigue, y se escabulla el faquir gracias a un prolongado ejercicio de desprendimiento de sus atributos por la fisura del ente, que él encuentra entre cualesquiera partes, antes de 271 que la pieza quede cerrada por un toque de triángulo, es decir, justo a tiempo, y no antes ni después. 3.- Los cuernos del caracol Por agotar la metafórica de Facker e ilotas (92) ¿no cabría que en el instante culminante, en que lo posible y lo real convergen en el ápice realmente imposible, posiblemente irreal de su concha, el caracol sacara los cuernos al sol? ¿Que se fuera con su música a otra parte? Volvamos al relato de Catáfano: "El mas anciano trepó por una roca como su madre le echó al mundo, haciendo equilibrios sobre una angosta cresta que simbolizaba la virtud. La peña en que se detuvo no tenía más de seis uitos de ancho (aprox. seis palmos), colgada en el vacío y la luz. Allí enfrente, a tres pasos sobre nuestras cabezas en la otra pared del barranco le esperaba una joven cubierta con un fino velo multicolor. Los otros le llamaban Maya, pero no pude saber si era su verdadero nombre o también le daban un sentido iniciático, pues los filósofos -así les llama Catáfano- a quienes pregunté no hicieron sino reirse e indicarme que mirara la escena. Los griegos no lo creerán, pues son gentes dadas a la burla y la impiedad, y ya me pasó así cuando volví al campamento: siguiendo la danza de Maya el filósofo hizo girar su cuerpo sin mover los pies hasta formar una espiral de dos vueltas completas, de manera que entrelazadas las piernas como serpientes de Esculapio las nalgas ya miraban como los pies hacia nosotros [texto corrupto, Diels propone "y a diferencia del vientre"] que nos daba la espalda y la espalda nos daba la cara hasta dar en la cara que miraba sobre nosotros con la mirada vacía [Diels: Entonces la muchacha] le ofreció su virtud a menos de un uito de su órgano atrapado en la espiral de los muslos... -Catáfano introduce una larga disgresión sobre Eleusis que estimamos improcedente y concluye así:- esos recuerdos y esas ideas ocupaban mi espíritu cuando en uno de sus bamboleos el órgano de la muchacha rozó levemente la piel del filósofo, cuyos brazos surgieron de la compacta espiral que formaba y se alzaron al sol en direcciones dispares como los cuernos de un caracol, la danza de la muchacha se aceleró igualmente y en sus giros no parecía ya sino columna multicolor en el hueco entre los brazos del filósofo, al que de repente la erección de su miembro desenroscó con tal violencia que se alzó en el aire no menos de dos uitos, 271 arrastrando a la muchacha y manteniéndose ambos suspendidos en el aire no menos de cien latidos de corazón, sin que en todo ese tiempo llegaran a rozarse. Una paloma salió volando del espacio que les separaba, cayeron mansamente a la roca y desaparecieron. No había ponzoña en el agua, lo único que se me permitió probar en todo el día, pues la saqué de mi odre. Si había algún artificio oculto como en los teatros de Jonia, no lo sé; pero he contado lo que ví aunque mi entendimiento no haya dado aún con la explicación por las primeras causas [Diels: principios]"213. No hay que señalar la analogía entre la concepción de la imagen arriba expuesta y la imagen de la pareja puesta allá arriba ante los ojos perplejos del Logos-Catáfano, que no puede sino sospechar un tercero oculto -la techné, el artificio como código de la historia-. Baste recordar el fragmento conservado del sermón del guindo o del despertar, de Valavanda Sinchapartala: "No habléis de realidad con quien sospecha de la ilusión, pues ése es un iluso que aún cree posible el desengaño. No sostengáis lo que habeis visto, pues se sostiene a sí mismo". En este sentido, Rahasupura no hará sino llevar a sus últimos principios las primeras conclusiones de Tankharatassa, incluyendo sus técnicas de desilusión o, por ser más postmodernos, de tratamiento de la metáfora, que disuelven el mito de un núcleo de verdad en los sentidos figurados de un campo semántico de arroz. Como dirá Rahasupura, "sólo hay un modo de cosechar verdades: si mientes, a su tiempo, en el lugar oportuno". 4.- El laberinto Y esto nos devuelve a la última digitalización de Facker, "el colmo de la vacuidad corriente". Si no hay potencia presunta ni durable, sólo mostrada en el acto, hay que cuidarse muy mucho del virtuosismo, símil y simulacro uniforme de la pluralidad de la virtud, en un sentido cercano al clásico "simio de similia curantur". Pues la lógica de lo uno-mono termina en la paradoja de que siendo todo Uno le falte una sola cosa en todas, la pluralidad de los sentidos que se vierte en tiempo y espacio -estereo-. Así, la digitalizacion de una postura de Singusa asevera que "los monos sólo se preocupan de su semilla"; al Mono todo que le preocupa es su identidad, pero al tener que reproducirla mediante similia, el resultado es necesariamente similar, no idéntico. 271 Esto es casi como decir que en la lógica del Mono la identidad es casi como si fuera, pero no del Todo; que la metáfora, corrupta en símil, acaba en metonimia. Pues al establecerse él como parangón, la dualidad de los sentidos se somete a una meta externa, la propia operación de comparación. Pero entonces mal puede evitarse que reaparezca la historia, en que la hendidura es medio apropiado por la tercería que lo promete remedio. Ya no se da en modo alguno el salto hacia otro que también es a su modo; el símil no afirma otro lo que es, sino, de lo que es, que es otro, al final de la comparación o antes de ella. Es decir, que es como si fuera. Y así pasa de nuevo al dominio de pasados no sucedidos, y así la hendidura de hipótesis abierta en cada uno que es se realiza sin dejar de ser subjuntiva, y así juntarse ya es sólo subjuntarse sub specie ajena, ya no enmedio sino en remedio que conduzca al todo por las partes: la dolorosísima figura de la historia como metonimia. Mas si ninguna forma canónica asegura la comparación, ¿cómo cabe contacto entre las partes en que cada una pierda el sentido y resucite a los sentidos? Perderlo ¿pero dónde? ¿A quién pasar el muerto, si no al otro? Lo que pierde el sentido puede ser porque lo guarde dentro, o porque lo meta fuera. La metáfora, aquí, se entiende en sentido literal: un verterse los sentidos sin garantía de ser con sentido, al final, por otro. Pero esta postura de los ascetas, al desmetaforizar literalmente la metáfora, la cumple. Comparemos con la interpretación en que la metáfora se entiende metafóricamente como metáfora del metaforizar en todo terreno, lo que lleva a su cosificación como máquina ideal de explanaciones, deconstrucciones, y similares. Cuando Sin Katardhinasa afirma que "brahmanes y parias queman igual incienso ante Komosi", diosecilla marimacho y alcahueto del atiborrado panteón brahmánico, alude a que pese a las diferencias en lo imaginado ambos tratan de imaginar con garantías, esto es, de imaginarse cómo se imagina. Ambos buscan una imagen del imaginar mismo, esto es, el símil, "ídolo incapaz capaz de casar por ello a Shiva con Kali". El vacío en que todo acoplamiento cabe se corrompe en esa imposible figura del figurarse, "la metáfora", vana plenitud delimitada en el espacio del templo o de la casta abarrotados, completos y con cacahuetes, esto es, en "vacuidad colmada" o "el colmo de la vacuidad corriente". Donde el flujo potencial de los sentidos se vierte en un "fuera" que no es, claro, sino vacío interior a la sombra del ídolo Komosi. Como el acto para ser con sentido ha de ser consentido, la plena vacuidad del templo asegura a quienquiera el quien con quien sentirlo, y así, aunque quienquiera crea la meta fuera, al creer sin embargo la pone dentro. 271 Y entonces ya es imposible que se alcance, ni con la mayor inteligencia, que dentro sería sólo Komosi quien metiera fuera el quién fuera él fuera quien fuera dentro, y aunque dentro fuera otro por lo que fuera, por que le fuera por lo que no fuera, o bien porque no lo fuera, o bien por que no le fuera que se le fuera por fuera, lo que es seguro es que no se sacaría en cuanto fuera dentro de otro lo que fuera se prometiera dentro, dentro o fuera, allí donde fuera seguiría siendo como si fuera dentro solo, y nadie, nada por más que se metiera sabría sacar otro fuera de lo que fuera a no ser fuera, fuera de lo que no fuera; y como dentro es como si fuera lo mismo fuera que es, aun si se fuera lo que no se es vendría a ser lo mismo que se fuera como si no se fuera lo que se es, pues lo que no es o lo que es lo mismo fuera no podría venir a ser a no ser dentro si no fuera, y dentro no es sino lo que es y no sería si no fuera, con lo que dentro tampoco podría ser sino fuera, o sea, será o fué o era, pero ser lo que se dice ser lo mismo vendría en todos los tiempos a un mismo tiempo a no ser, pues, lo mismo si se es como si no se es, si no se fuera como si se fuera Komosi se es. Lo que nos devuelve a la paradoja parada de un tercero sin pareja que se reproduce en todas: misterio de una casta en que Todo es concebido, Komosi, plena vacuidad que se pretende Acto de la Potencia, donde pasado y futuro se presentan en un imposible hecho, el Hacedor. Pero ya dice Singusa que "La falsa sabiduría se agota en el hecho porque no lo hace en el acto. La verdadera yace en el acto porque ya hace en el lecho". La falsa sabiduría son ecos en los huecos del templo, el birrete o la tambura rotativa del prensamiento: la plena vacuidad, corriente continua que no cesa de ser alternativa, consumida en figurarse otro desde el que figurarse una aútentica figura, en figurarse alguien y con ello otro que no pueda dejar de acudir a verse. Redundancia de unas señas de identidad que señalan que son señas en busca de otro en quien ensañarse, "las gradas del templo de Komosi son infinitas", dice Valavanda. Nada raro, que cuando llegan a encontrarse en "plena vacuidad corriente" estén ya agotados y sin potencia unos sentidos que ya sólo son propios por ser apropiados; que así apropiado nadie logre alzarse imagen ni meta fuera de mí mismo, se de por contento con el desvaído eco, y la meta nimia y sin dolor -sólo con tiempo- le lleve al todo por las partes. Precisamente de la historia así entendida como "caer de la higuera en higo escuchimizado y nimio" pretendía escapar el fundador del budismo Mantahyamika del que pasamos a ocuparnos. 271 * III.-MANTAHYAMIKA: EL CAMINO DE LO RIGUROSAMENTE NECESARIO 1.- El despertar de Rahasupura La identidad de Sivanaranda Paranriassa, de cuya extinción definitiva habría de despuntar el Bodhisatva (más o menos "iluminado" o "perfecto") conocido como Rahasupura, está bastante mal perfilada. Debió nacer en el 347 aC. en la pequeña aldea de Dansopore, a unos noventa kilómetros al noroeste de Delhi, pero ya desde su nacimiento se vió rodeado de señales y presagios de un carácter poco común, pues no lo hizo hasta considerarlo oportuno, lo que habría sucedido durante la estación de las lluvias del 346 aC. Digamos que su madre murió a consecuencia de los esfuerzos del parto; que su padre, funcionario de casta inferior, se trasladó a la siguiente estación con el pequeño y sus cinco o seis hermanos a la corte, donde tendría que parar su familia mientras crecía, y también Sivanaranda; y que allí tendría tiempo para educarse en alguna escuela brahmánica, corretear por los templos y mercados de la ciudad, aburrirse o empezar a buscar un medio de transporte y místico abandono de su identidad. Aunque no obstante, como Paranriassa, se habría de demorar aún bastante tiempo en Delhi, y cabe imaginar que decepcionado ya de las voces que anunciaban, en las diversas vías de liberación, una salida hacia el norte de sus ansias. Si su padre hubiera muerto en el 328 aC., el joven no habría tardado entonces ni un año en abandonar definitivamente Delhi y dedicarse, los diez años siguientes, a peregrinar por monasterios y lugares santos, recibir enseñanzas de los gurús más venerados y formarse en el Vedanta, el Yoga y las doctrinas budistas en proceso de expansión, además de efectuar al menos un viaje lejos de la península indostana. Pues en el Milindapaña cuenta Nagasena que el rey griego Menandro lo interrumpió en sus esfuerzos por expresarse tras un copioso banquete "para convencer al rey de que la reencarnación puede darse sin presencia de un alma real hasta alcanzar al cabo el nirvana, momento en que cortó mi discurso y objetó: pero en tal caso, mi querido Nagasena, tendremos que aceptar la hipótesis de vuestro Paranriassa, cuando discutió con los perros de Sínope la inutilidad de la quietud y del movimiento para alcanzar la sabiduría"214. Así, Paranriassa debía de ser un virtuoso en casi todas las sendas de virtud cuando regresara, hacia finales del siglo IV aC., a la corte de Murtalpindi, para permanecer allí siete años en que medite sobre la confusión de los tiempos y los 271 modos. Su fama habría llevado al rey a elevar un ala entera de palacio para albergarle junto con toda clase de sabios, además de ponerlo al frente del proyecto de escuela regia y de la educación de su heredero. No sin que la prosperidad mundana de Paranriassa desatara los lazos de la intriga a espaldas de la hermosa concubina del rey, su protectora Dalyhkaya, cuya reiterada solicitud de los servicios del maestro, practicados según costumbre docente en sus aposentos, acabara por despertar en palacio tales rumores que llevaran a todos a sacar del hecho evidencias al parecer irrefutables de baldón. Se dice que el proceso lo llevó a un hondo desengaño de la falsedad de las letras y la confusión del entendimiento, y el destierro, a las faldas del Himalaya, donde entró en contacto con los ascetas de Tankharatassa. En cuanto a Dalyhkaya, se habría sumido en una profunda crisis espiritual hasta recluirse en total mutismo en una comunidad budista Mantahyamika, tras abrazar también el cuerpo doctrinal de su fundador. La iluminación de Rahasupura sigue contando como única fuente con las leyendas transmitidas oralmente entre los escasos practicantes del budismo Mantahyamika en la actualidad. Aseguran que entre el 307 y el 304 aC. Paranriassa se retiró al monasterio budista de Marasmauamy, donde alcanzó el despertar al caer de la tarde a la sombra del guindo. Y que tras levantarse abandonó inmediatamente el convento, ya como Bodhisatva Rahasupura, y acabó de empezar su camino. 2.- La discusión de Benarés Con frecuencia se ha querido emparentar a Rahasupura con la escuela de Nagarjuna. Aunque puedan establecerse afinidades entre las escuelas Madhyamika y Mantahyamika, basadas sobre todo en lo equívoco de las palabras, la desconfianza hacia el lenguaje y otros rasgos de escepticismo intelectual, la función asignada a la lengua en la liberación de las formas y el papel del cuerpo en la meditación descansan para Rahasupura sobre bases rotundamente fisiológicas, imputables a su formación en Tankharatassa. Esto explicaría también la consideración del Mantahyamika como mera rama de ese budismo tantas veces traducido tan traidoramente como tantra -en realidad la fonética más adecuada al pali es "tentra"-. Pero habría que ignorar el hecho de que en el tentra el cuerpo es símil y sinónimo del Bodhi, lo que habría de constituir precisamente el punto crucial de la llamada "discusión de Benarés" entre Paranriassa, en vísperas de su despertar, y el famoso rapsoda Sakarlansha215. Según este furibundo defensor de las posturas del tentra, se podría hacer coincidir 271 la potencia con el acto en todas las modalidades, bastaría con que sobrara el tiempo. Según Paranriassa, "hay mahas -magnitudes- que pueden ser muy bien parecidas sin tener por qué ser dobles", esto es, sin que su parecido lo establezca la comparación con cualquier segunda cosa. Penetrarlas una por una en el intento de alcanzar el todo hace aparecer en toda su nimiedad al organon humano del saber, pero al mismo tiempo es el acto de valor que descubre el valor en el acto, o sea, una verdadera homonimia de cada quis quid consigo mismo. Lo otro es ilusión de simionimia, que aun reconociendo su nimiedad pretende mantenerla entre acto y acto sin ver que, aun dejando a un lado los atributos, la mínima prolongación de esa nimiedad ya es ganancia que se debe al hueco ajeno, a la ausencia de otro. Esto es, lo que significa literalmente la metonimia para Sakarlansha: una inversión en tiempo, que gana el todo partiendo de las partes, pero sin moverse de allí. Es lógico que en las técnicas del tentra no se llegue a difundir, sino sólo a confundir antes y después y dentro y fuera, pues que fuera dentro lo que fuera no implicaría que antes fuera después, sino sólo similar, símil y simionimia216. Por contra Paranriassa funda su argumentación en limitar a "lo rigurosamente necesario" la doctrina budista de "la vacua plenitud del correr que se corre a sí mismo" (sun-yatá). En términos más accesibles a un occidental, es la misma discusión que opone la interpretación según la cual la articulación de lo inconsciente sólo es accesible mediante una semántica árborea, enraizada en la trilateralidad edípica como metáfora fundante en que se enfunda toda metonimia posible, a aquella otra que plantea una semiótica rizomática como única vía hermeneútica de mostración de la descentración de los significantes con respecto a un significado que es tan sólo el sueño metonímico de una metáfora que metaforizara el metaforizar mismo en otro y otro metaforizado217. Ésta última tesis se aproxima, es obvio, a la tesis de Nagarjuna cuando afirma que "lo absoluto no es una realidad contrapuesta a otra, lo empírico. Lo absoluto visto a través de las formas mentales (vikalpa) es fenómeno (samsara). Éste, liberado de las formas mentales de segundo grado (nirvikalpa), es lo absoluto."218 Sólo que donde Nagarjuna -y tras él una larga serie de prácticas que llegan hasta el koan japonés- entienden que la lengua que crea la confusión en las partes por querer entenderse éstas literalmente debe ser la misma que las resuelva, y que por tanto esa lengua ha de entenderse en los términos del problema que genera, esto es lingüísticamente, Rahasupura entiende que la lengua que lía y la que deslía han de desligarse para no liar más la manta. De ahí la figura del 271 "vanaprastha nirduhkha", lengua vagabunda en el bosque que detiene la angustia, hito que marca el despertar de Rahasupura. 3.-Mantahyamika (el camino de lo rigurosamente necesario) Lo que era ya el germen de su doctrina se formula aún en su "sermón del peregrino", pronunciado según la tradición al abandonar desterrado el palacio de Murtalpindi: "Nada precisa el amante para reunirse con su amiga, salvo carretera y manta". En el devenir que es la carretera de Delhi al norte, atravesando fértiles recuestos y amenos campos de arroz inundados de caracoles, la manta que es lo que une a los amantes los tapa a la vez que borra sus figuras y apariencias, pero es fácilmente transportable, jamás es ella la que se reproduce, y además no tiene mamporreros con caballo ni eunucos sacristanes conturbantes. Nada de palabras, sino a lo sumo, versos y mantras. Y aun eso porque es como si la lengua tejiera y tramara rítmicamente algo que oculte. Paranriassa ya era partidario de no meter la lengua donde nadie la llama. Y donde los sujetos se desvanecen ¿cómo iban a llamarla? Así pues, si la lengua crea problemas es su problema. No queda sino dejar vagar la lengua huyendo de la lengua por los ensortijados bosques de la apariencia. De ahí que tras su iluminación la práctica de Rahasupura se vuelva algo verdaderamente único, de lo que no se sabría ya cómo encontrar símil en la historia del Logos: pues para liberarse de la apariencia no apareció jamás, y el mamporrero mayor fué degradado para disgusto de la reina. Y lo que es más, liberado por completo de la plena vacuidad de la existencia, en realidad no existió nunca. * 271 NOTAS 271 FALÓFANES DE CEFALEA Redactado en 1992 o 93, este texto se encuentra acabado en dos terceras partes, que el autor llegó a hacer circular en copias limitadas; la tercera sección está formada por fragmentos comprobados pero de ubicación desconocida. 1. Epístola 30, cit. por C.J. de Vogel, Greek Philosophy, vol.III (período helenístico), Leiden 1959, p.37 2. Safi ad-Din, Kitab al-adwar, hrsg. H.Klinger y B.E.Tönnen, Berlín y Munich 1904 (en adelante, KA); p.46. 3. "Un santo varón de cabeza rapada, vestido con túnica de lino, inteligente, que hablaba un griego no muy puro, de elevada estatura, chato, de labios gruesos y piernas algo flacuchas”, según la descripción que de él nos dejara Arígnoto en su diatriba contra Musarión, Reth.Graec. XII, 75 4. En este precioso poema de un ritmo prodigioso, tradicionalmente conocido entre nosotros como Checheché -"pocha chumbera que el hacha anhela" es su comienzo en la traducción canónica de Florentino Llorente, La poética helenística, Daniel Jorro, Madrid, 1925-, el joven autor aprovecha el clásico tema del sueño de Epiménides para mostrar su dominio formal, especialmente en la descripción de los sueños y el contraste con la realidad; en la que Epiménides al despertar encuentra forzadas y mustias su casa, su huerta, y la chumbera de su mujer, vieja y arrugada. 5 Mil en la municipal y cinco mil en la imperial; cfr.A.Vicent y P.Hernot, "Des sources rethoriques",II, Ed.du Midi, Narbonne 1968, p.XXXV. Sobre Libanio y Sopón, pgs.77, 107 y ss. 6. 7. Id.,IX,1923, p.71 (Flavio Prepux, IV); E.Arístides, en Reth.Graec., XII, p.97. En una carta de Herodiano a Priscilo, vid. Feigenhand,L., "Altchristliche Stücke", ed. Unitas Christi, Würtenberg 1923, p.179 8. El error se origina al parecer en una transcripción bizantina del siglo VII, por la evolución fonética del griego que viene a facilitar el juego ya contenido en el propio texto entre "etaira", hetera o compañera, y "eteros", lo otro, lo diverso. No obstante, aquí la seguiremos por ser la denominación mayormente aceptada, en lo sucesivo abreviada "PH". 9. Según relata Melanio (PH 108 y ss.), se trata de un rétorico ambulante a quien la pelirroja Ampélide acoge en un lupanar como aquél en que se produce su propio relato. Tras diversos enredos, la fogosísima y rubia Báquide se lleva al orador a la bodega, de la que horas después éste emerge extenuado, ebrio, exangüe, enfermo y enmudecido: las "imperiales pestilencias" que la noche anterior dejara en Báquide un cuestor galorromano le han provocado una infección que inflama su lengua casi hasta asfixiarle. Los cuidados amorosos de Ampélide salvan su vida, que no su virilidad ni la muda de su voz en una atiplada, inútil para los discursos y "apta sólo para acompañar los tañidos de Ismenodora la beocia en los banquetes de Clonión el sordo" (PH 117) Finalmente el rétor se queda de 10 271 eunuco en el lupanar, donde más adelante tiene ocasión de tomar tajante venganza en el galo, cliente asiduo. Así, "barbarie y retórica se suceden entre unos mismos labios" (PH 125), como comenta Timócrates para quitar hierro a la indignación de Mausolo por el relato. 11.La primera interpretación se encuentra en Albania Grosaise, "Coupure et futur: la décentration de l'homme-phalus aux mistères de la Sibelle", ed.Mardi, Cumas 1989, y Kurt Glied, "Fall des Vögel eins: göttliche Zentrum und Kreis der Zerstreuung in den Mythen des Menschen Flieges", Akten, XXVII Congreso de Socioantropología Aplicada a la Aeronáutica, Peenenmünde 1992; la segunda interpretación en Fernando Gomaraes, "A llapia da morte", R&P eds., Cascais 1980. 12 Filóstrato, op.cit. 76 y ss. La castración es cuestión a la que el hermeneuta no sabría permanecer ajeno, aunque en tales asuntos no quepan sino tanteos a ciegas, pues toda hipótesis se enfrenta en ellos a una paradoja: lo que la apoya es, manifiestamente, una suposición que sin embargo permite que se formulen por otra parte proposiciones atractivas y en principio plausibles. Así, el atractivo de lo propuesto depende de la ausencia de lo supuesto, paradoja ya señalada en el propio helenismo. Cfr. B.P.Reardon, "Courants litteraires grecs des II et IIIe. siècles a.JC.", p.1971, p.245; Luciano de Samósata, "El eunuco y Demonacte" 12-13;Sobre las relaciones entre sexo y oratoria, C.Mannonani, "Castrum et castration: des origines symboliques du miaulement jouxte le chateau dans la literature du Moyen Age", Revue Psychoanalitique DCCXVIII, 45-123, París 1970; C.Appon, "The cut-in and his precedents in the Rhetoric", en "Seven Essays on Burrough's system of literary composition", J.of historical Critics, Pennsylvania U.P., Unuk Valley, 1993; W.Schneider, "Griechischer Abschnitt", Hellax Vlg., Kurzfürchterdame Vlg, Berlín 1967. 13. "La enomaquia", cit. en Libanio, Morapio y Sopón, Rhet.Graec.XXXVI, p.345 y 476, XXIX, p.415; véase también una referencia en el estudio previo a "Dos comedias antiguas, puestas en lengua española y criticadas(...)" del padre Nina, Federico, Haro 1886. 14. 15. Cf.F.LLorente, loc.cit., p.235 El texto es conocido en la bibliografía por "Los huevos de Clonio", a partir del fragmento mejor conservado. Clonio es el marido de la anfitriona, cuyas aficiones estéticas que detesta le han llevado a refugiarse en su granja con las gallinas, donde pasa sus horas tallando cuernos para hacer candiles. Cfr. Reardon, op.cit., 357 y ss. 16. Entre las traducciones figuran textos de Numenio de Apamea y Celso, así como de Basílides, Carpócrates y otros gnósticos; como obra propia, no podemos dejar de recordar el divertido De Originis Sincope y el breve De impotentia traductionis, posible embrión del Perì idiotès que hoy sólo conocemos por una alusión marginal a Doxópatres en Lucio Agrícola; cfr. Reardon, op.cit., cap.15, quien recuerda la influencia de la escuela en Plotino, R.Thorpe y M.Aumont, loc.cit. 17. "In sacula saeculorum velut in imo ventre parva lingua copiosa tempora mutavit..."; del texto griego, así como del "Panfilía panfylés" que se cita a continuación, hay edición española en "Diatribas y sátiras alejandrinas", Gredos, Madrid 1990. 18. 271 En el "Praemissum post facto" sostenía Falófanes que por tratarse "praefectum" del participio de un factitivo, es más, del factitivo por excelencia, al traducir ese cargo al griego debían existir al menos tres formas adjetivales derivadas del "prostatés". Por la primera, pasiva, el "factum praefectum" tendría que ser necesariamente "prostático" al referirse a sus atributos y en general a su ser estatuído. Por la segunda, activa, las personas o cosas en que están recayendo las acciones del "praefectum alias faciens" están siendo "prostatuídas". Y por fin, como atributo de cosas o personas relacionadas permanentemente con él, se impone el calificativo de "prostatutas" para personas y, en el caso de sus cosas, al ser la contracción inevitable, "prostatas". 19. El dato aparece en un comentador de Plinio el Viejo, Abúlides Tefeo, al mencionar las propiedades de ciertas plantas de la ribera del Nilo (Act.Alx.VII, ff.67) 20. Así, Quintiliano, "Nihil enim rerum ipsa natura voluit magnum effingi cito" (De oratore, 2) o Plinio "Numerus horarum comparatur, ubi quaeritur pondus" (Historia Natural, III, 21) 21. Por ejemplo, una acantosebácea que crece en el Alto Nilo, la Priapia ortogonadalis, aún se usa hoy en programas de investigación ya que sus componentes fosfóricos permiten orientarse o seguir un rastro en la más completa oscuridad. Precisamente ésta es una de las plantas mencionadas por Abúlides, vid.nota 22. 22. Nutte, S.von, "Tügender Jugender im Alter", Altstadt 1990, en especial el último capítulo, y Rostand, E. "Epilogue ancien", Bordeaux 1902 23. PI, Proemio; cit. en "Documentos para una doctrina católica de la sexualidad", Joaquín Condón O.P., Ed.Sígueme, Salamanca 1947 24. Al que se alude en el proceso contra Otloh de Saint-Emmerdand, Bib.Nat.París, legajo 17.532; sobre el texto de Pedro de Auriol, S.Shwayder, "Modes of Referring and the Problem of Universals", p.165 y ss, Taikon Press, Tomahawk Cnt., Utah 1961 25. Sobre la edición veneciana, de editor desconocido, está probado que Aldo Manucio la usó como material para su "Dicta notabilia, sive illustriores sententiae ad excolendos mortalium et vitae recte instituendas [etc], Venetiis, ad signum Sepei, MDLXVII". En cuanto a Valdés, vid. Guillermo L.Guitarte, "Nuevas observaciones sobre el diálogo de las lenguas", Filología, XIX, Buenos Aires 1978; la observación, correspondiente a la p.135 de la edición de Cátedra, Madrid 1990, utiliza dos citas de Luciano con igual transcripción y orden que los "Dicta..." de Manucio, lo que permite inferir que tuvieron a la vista la misma fuente. 26. La traducción de Klinger aparece en H.Stumpf,Leipzig 1885; véase asímismo, Klinger,W.,"Das Grundprinzip der altarabischen Qasidah in der musikalischen Form äegyptischer Volkslieder", Ph.D.Dissertation, Univ.Halle 1884; T.Tönnen, "DerBegriff des maqam in Ägypten.Beiträge zur musikgeschichtlichen Forschung", vol.I, Teil II, "Die Überlieferung der helenistichen Musik", Leipzig 1896; ha de mencionarse el "Kitab almusiqa al-kabir", de Abu Nasr Muhammad Ibn Tarhan al-Farabi, Al-Iskandiriya 1954, que dedica una breve mención a nuestro autor en su repaso a los orígenes de la música egipcia. Los fragmentos de la obra procedentes del "Kitab..." se citan KA; los demás, PI, salvo los que pueden adscribirse con certeza al "De miseria...", que aparecen como DM. 27. 271 Un catálogo completo de los textos de Falófanes está aún por realizar.[N de los Eds: Lo más cercano es el de Poch y Bayón, lamentablemente inconcluso por desaparición de uno de sus autores; las notas estenográficas se han publicado en Ed. de Labache, Donibane 1998; a él remiten los números de cada cita]. Hay que mencionar las relaciones de Spürer, W., "Alexandrinische Redekunst", vol.XXVI- "Bibliograpische Verzeichniss", y BottomRose, F., "The spring of Alexandria: a Study on the helenistic Rethorics", a las que remitimos al lector. Se ha de citar también la obra de D'Erlanger, Barón Rodolphe, "Racines de la poésie populaire traditionelle chantée au Proche-Orient arabe", vol.V, Egipto, Librairie Orientaliste Paul Geuthner, París 1948, que si bien omite muchas de las obras mencionadas por los autores anteriores, recoge la totalidad de los textos conocidos sobre declamación teatral, métrica lírica y dramática y gestos en la oratoria. Hay un buen resumen de la investigación sobre Falófanes en B.Albetto y T.A.Artaglia, "Un sécolo d'investigaziones filologica nella rettorica alessandrina", ed. R.Mutti, Firenze 1954, así como en Review of Rhetorics and Political Values XXXII (1986), Univ. of Princeton (Series of Selected Bibliographical Issues). 28. Aquí cabe ese fragmento de resonancia heracliteana citado por Safi, "Nadie escribe dos veces la misma tinta" (y no "con la misma tinta", como traducen Peter Leikan y D.Lancre, "The Classic and the fragments", Fractal XII (1990), p.17). Sobre los aspectos gráficos de la escritura, en especial la jeroglífica, vid.O.K.Hondoro, "On simility between sintoist and hyerogliphic conceptions of graphics", Ashido:Rev. of Comp. Dessign, III, Oku-Nueva York 1991 29. 30. Cit.en Feigenhand,p.186. Algunos intérpretes y copistas han entendido desde antiguo "euné", porqueriza, aunque esto no altera mucho la situación; por razones de concordancia oukós se convertiría en ekós, y el eunekós intelectual pasaría a ser un eco en la corte, es decir, una señal acústica difusa en un establo de cerdos. Ello encaja con el uso de la expresión "homo proporcio" para quien sabe "disponer porciones lógica y racionadamente" (DM, II,16) 31. 32. En Feigenhand, p.269 33.Reth.Graec.,XXVI, p.75 "privates Termin", en la obra imprescindible de M.Arlen y Dietrich Engelblau, "Erotik und Wer Macht: der Begriff des Angriffs und die Frage des Subjekts in der griechischen Dialektik", Friedensverlag, Berlín 1938 34. 35. Juvenal, "Sátiras" VII, Espasa Calpe, Madrid 1965, p.79 "Ingenio vivo, desvergonzada audiencia, parloteo pronto y más torrencial que el de Iseo... díme, ¿quién crees que es un griego? Nos ha traído consigo un hombre útil para todo, gramático, orador, geómetra, pintor, masajista, augur, equilibrista, médico, mago, todo lo conoce un grieguillo hambriento", Juvenal, loc.cit.,III, 29-30 36. 37. Reth.Graec. XLI, 65 En griego, envidiar, encandilarse, quedar fascinado. El adjetivo "bascanos", maledicente o envidioso, sufre alteraciones en el Bajo Imperio, apareciendo formas como 38. 271 "bascanes" o "bascones" cuya utilización como gentilicio sigue siendo muy discutida. Se ha sugerido por ejemplo (Niloseviç, 1991) que "balcanes" pudiera haberse derivado del mismo como corrupción, lo que desde luego coincidiría con el origen ilirio que Falófanes asigna al comerciante; otras hipótesis clásicas al respecto, en Arana y Goiti (1897). 39. Luciano de Samósata, "El sueño, o vida de Luciano", Planeta, Barcelona 1988, p.183 40. Juvenal, loc.cit., VI, p.59 41.[N.de los Eds.: es ésta una nota mecanografiada cuya autoría es dudosa, acaso correspondiente al trabajo de un doctorando sobre Heidegger] Expresado en un lenguaje más accesible, la figura del pontifex pontifactus expresa la conversión de la Ver-mittlung en Er-mittlung: la mediación pasa de actividad pontifical a hecho pontificio, esto es, de media acción a acción completa y consumada. Esto se apreciaba ya en la transformación del diálogo socrático en monólogo diálogico del dictador filósofo, luego imperator. En él el acto ilocucionario, que siempre es medio acto como todo acto a medias, se completa en sí y para sí haciendo que se le incorpore, como accesorio, el receptor fuera de sí, condición lógica de todo interlocutor convertido en locución. Corolario inevitable es que el interlocutor así locutido se deshaga de cuanto interfiera en su ser proferido, es decir lo que se refiera a su cuerpo, que prefiera librarse de ese muerto potencial y se ponga como una fiera hasta que lo confiera a otros, de los que ya sólo sepa por conferencia, precisamente, mediante ese verbo locutor o telephonós teleologós, el que sabe del telele. Ello puede lograrse ya por vía erótica, o jo lines, ya thanática, o vermis in pace, aludiendo en ambos casos al definitivo matar el gusanillo. Por eso afirma Falófanes que el pontificado, "cópula universal entre vivos y muertos", produce "copiosas floraciones y desfloraciones de mártires y putas". 42.Juvenal, 43. loc.cit., III, 30-31 Luciano, Diálogo de las putas,8. "¿De qué os escandalizais, cabezas huecas, mejor dicho, borregos del foro, o más exactamente, buitres togados, por que ahora los jueces trafiquen con sus sentencias (...) cuando un juez campesino designado por el mismo Júpiter ya se dejó comprar por el precio de las bajas pasiones, desbaratando de paso su propia estirpe?" , Apuleyo, El asno de oro, Clásicos para todos, Madrid 1990, p.148 44. 45. Juvenal, loc.cit., VI,p.62 ABENJAMÁS 46. Redactado en 1994 o 95, la dedicatoria confirma las comunicaciones personales según las cuales era éste el único texto que Poch daba por acabado; además, cuadra perfectamente con el carácter de este estudio, el más cercano al escritor entre todos ellos. 47. E.García Gómez; del abultado volumen de ejemplos, destaquemos "la adelfa y la avispa", la famosa qasida de Ibn Zaqqaq. Salvo mención expresa, todas las citas poéticas son traducción propia. 271 48. La noticia se encuentra en la Takmila de Ibn al-Abbar, quien la toma de fuente desconocida a través de un texto puente de al-Qantari. 49. Sobre la identidad del Abenalfarax de la Crónica General (Iª Crónica General, p.578b) e Ibn `Alqama, véase E.Levy-Provençal,"La toma de Valencia por el Cid". El texto está extraído de su "Exposición clara de la calamidad oprobiosa", crónica de la toma de Valencia por el Cid recogida por Ibn `Idari, al-Bayan al-mugrib. 50. `Abd al-Malik ibn Razin, 1058-1102 51. Primera Crónica General, p.586 b 52. Nati Ariel (Quelques mots encore sur le Cantar de Mio Cid, Bulletin Hispanique XC, pp.86-89) niega esa estancia en Albarracín, argumentando que difícilmente hubiera podido permanecer al menos dos años en una corte que pechaba al Campeador alguien que le fuera francamente hostil. Desgraciadamente, la sociedad política de que gozaban los hombres del siglo XI no alcanzaba ni de lejos el canon de estabilidad de un departamento universitario francés; de modo que cualquier corte de taifas, y más aún las minúsculas como la de los Banu Razin, tenía que reservarse siempre alguna carta en la manga en una situación que podía dar un vuelco de la noche a la mañana, y en la que el proscrito de hoy podía ser el visir que mañana enviase el poderoso sultán o el astuto rey de Castilla. Que Abenjamás permaneciese en la corte de Albarracín o de Molina a título de huésped o de prisionero son cosas que pudieron ser verdad simultáneamente, en un momento en que la lógica de Aristóteles y su principio motor, el de no contradicción, se convertían en objeto de gran curiosidad para los intelectuales supervivientes. La supervivencia de los últimos andalusíes, si los habitantes de la frontera lo eran, dependía precisamente de que el intercambio entre ser y no ser para ser lo contrario fuese tan fluido como reversible, de modo que juramentos y traiciones constantes, aceptados como parte de la supervivencia al mismo nivel que la ingesta o la excreción, establecían en la práctica una lógica diferente, más bien dialéctica, en que la doble verdad no significaba sino una redoblada posibilidad de mentir, y así de seguir en la vida, definida por tanto como el "continuo escapar y verterse de un ser en otro a través de una frontera de constante devenir", frase que corresponde a un secretario de cancillería que además escribía obras metafísica, Ibn al-Sid de Badajoz. 53. No aparece en al Humaydi ni en al-Dabbi; Ibn Bachkuwal le menciona como geómetra y jurista, autor también de "algunos cantares populares", y recoge dos zéjeles; Ibn al-Abbar, el valenciano, le hace autor de una maqama "famosa por su exageración del artificio literario" y de "algunos poemas en árabe", precisión que permite suponer conocida su autoría de otros en distinta lengua; en Ibn al-Jatib, en cambio, aparece mencionado indirectamente, a propósito de Ibn al-Sid, como "geómetra dado a especulaciones pitagóricas y místicas que le llevaron a fundar un círculo sufí". 54. cit. por Ibn Jaqan 55. Ibn al-Jatib, Prolegómenos, I, 267, ed. de Beirut 147, de Cairo 128 56. Ch.Lud., Cod.B.N. XII,$4. 57. Ibn al-Qama, p.147. 271 58. Quizás con la única salvedad de Al-Mutamid, el poeta rey de Sevilla, cuya memoria defendió públicamente al menos una vez en la Valencia ya ocupada por los almorávides, de ser cierto lo que afirma Ibn al-Abbar en op. cit. 42, 17 y ss., precisamente por haberse "revestido de coraza y no de pluma para defender reinos de tierra y no de aire". 59. Y a la vez, "literado", o sea también "letrado", para traducir cabalmente el equívoco del original. 60. al-Jowayni, Kitab al-Irshad, Sobre el trono de Dios. 61. Averroes, Gran Comentario, lib.II, 45 62. Una de las razones obvias es la ausencia de una ortodoxia como la que representa la jerarquía eclesiástica en el catolicismo. Así por ejemplo, Averroes sostiene contra Avicena que son análogos el concepto de ente, la noción de causa y la de principio aplicadas a Dios y a las criaturas. [Compendio de Metafísica, trad. Carlos Quirós, Madrid 1919, lib. II, n.1-3, lib.III, n.72, lib.IV, n.36] y en general todo nuestro conocimiento de las cosas divinas[lib.IV, n.48]; la equivocidad, bi-stirak al-ism, señala el límite de antinomias a partir de las cuales es necesario creer (doble verdad). Los mutakallimun por su parte conceden a la analogía un campo más amplio. No faltan chiítas o sufíes sumamente propensos a la visión de otros sentidos que se han ocultado a los sentidos (Al Zaylusi, Ibn Uard), ni por contra literalistas notables por su inquina en zaherir a los partidarios de la interpretación alegórica, (como el zahirí Ibn Hazm). Descartados los extremos concebibles, a saber, univocidad y equivocidad completas, es decir, que todo el texto ha de de entenderse en sentido propio, o bien todo en sentido figurado, queda un abanico de escuelas interpretativas a las que diferencia la amplitud concedida al ta'wil, la hermeneútica sacra. 63. El lugar de esa preexistencia ha de ser, lógicamente, el propio texto, al que se viene a añadir así un más allá que añade a lo llano del texto una profundidad indeterminable a priori, lo que encuentra explicación obvia con sólo aceptarla equivalente a la intención divina. (cita Abentofail) Directamente vinculada a ese supuesto está la introducción en el texto del tiempo profano o real, definido simplemente como aquél en el que la interpretación se produce. En efecto, si entre el literal y el figurado hay un desplazamiento de sentido, eso significa que hay un espacio común en el que tal desplazamiento se efectúa, y en consecuencia, la relación metafórica pasa a entenderse como viaje o trayecto que exige, claro está, un tiempo para hilvanar los dos o más puntos en su discurrir. Pero supongamos ahora por nuestra parte que determinadas circunstancias ahondan la distancia entre lo sacro y lo profano, hasta el punto de proclamarse la incongruencia mutua. La trascendencia absoluta del sentido propio, figurado, respecto a las figuras en que se expresa trae como consecuencia que, de una parte, el sentido propio escape definitivamente a toda posibilidad de figuración, lo que no deja para alcanzarlo sino la vía del éxtasis, o salida del espacio de la figuración: acaso sea posible contemplarlo, pero no figurarlo, acaso mostrarse, pero no decirse. Por otro lado, la desaparición del sentido propio del campo de la figuración hace que en éste todas y cada una de las figuras sirvan como punto de partida para un número de desplazamientos estrictamente indeterminable. [Cabría la tentación de definirlo como infinito menos uno, con lo que la combinatoria sería infinito menos uno entre infinitos puntos tomados de x en x, siendo x 271 un número indeterminado que oscilaría entre dos e infinito. Pero ni aun eso es cierto, puesto que la relación de una figura consigo misma también constituye un trayecto, su trayecto mínimo de sí misma a sí misma: así, es evidente que nada impide a "rosa como la rosa" ser un desplazamiento literariamente tan válido como "rosa como la aurora". Lo que desemboca en consecuencias que no carecen del todo de cierta ironía]. O dicho de otro modo, cada acontecimiento se vuelve objeto de interés como potencial punto de llegada o partida de algún itinerario de sentido. Como ocurrirá en la Europa del siglo XIV d.C., la ruptura del espacio analógico entre las criaturas y el creador desemboca en la eclosión de la mística y de la ciencia; un proceso del todo paralelo a la desaparición de una lengua común sacro-profana, el latín o el árabe, que pasan a quedar recluidos en espacios o tiempos delimitados, y el surgimiento de una pluralidad de lenguas profanas. 64. No es ese el único estereotipo de la tradición literaria que utiliza este texto, al contrario, aparece llamativamente plagado de ellos. Así, se ha llegado a negar la autoría de Abenjamás de esta "Risala del desierto", arguyendo que tan enconado adversario de la imagen retórica no habría escogido un escenario que a él y a su lectores les era desconocido, un desierto de fábula o de tebeo con camellos y dunas. A mi juicio se trata antes de contraste que de inconsecuencia. Ofreciendo un escenario en tan flagrante contradicción con las ideas estéticas que se le conocían, Abenjamás quiere poner de manifiesto algo esencial, y plenamente conforme con ellas. A saber, que el espacio de "la figuración" en general, el de cualquier teoría de la metáfora... sólo puede ser otra figuración retórica. 65. batin, sentido interior u oculto; khirqa, manto sufí. 66. (O sea, lo que venimos señalando, que aquí de lo que se habla es de la autoeliminación del discurso mediador que como la escalera de Wittgenstein o la epojé de Husserl, el terapeuta o el partido guía, se ponen a sí mismos entre paréntesis, voluntariamente. Lo que apenas deja concebir otra alternativa que el diálogo como génesis del orden, concepción asaz rara en el mundo islámico aunque aquí, entre nosotros, sea evidente). 67. Aquí y en lo sucesivo se ha tratado de respetar las aliteraciones del original siempre que ha sido posible. 68. O del naciente sufismo, como muestra la intervención del comerciante. Sobre los puntos de contacto entre chiítas y sufíes, vid. Henri Corbin, "Historia de la filosofía islámica", ed. Trotta 1994. 69. (Es cosa digna de señalar que sea el mercader, y no el poeta, quien expone una de las consecuencias capitales que la doctrina del autor sobre la metáfora conlleva en el plano religioso y existencial. Sin entrar en otras disquisiciones, baste decir que el mercader es el representante por antonomasia del intercambio, del ciclo del mundo en que los atributos se truecan y mudan sin descanso dando origen a la multiplicidad de los seres. Justo por eso, y por su familiaridad con ese trajín del que a diferencia de todo esoterismo él no se excluye, es quien puede apreciar la irreductibilidad de lo original y admitir la necesidad de creer en ello, la fe y la confianza como riesgo del negocio. Con ellos se corta el camino a toda fórmula, esóterica o no, destinada a asegurarlo o hacerlo más probable. Por último, es difícil no identificar en este rasgo del comerciante una sabiduría nacida del 271 contacto con el mundo, como la del topógrafo, lo que añade una luz más entrañable al tono burlón con que se le trata en la hoguera). 70. Hay un juego de palabras con la perífrasis traducida por "virginidad", literalmente "la cortina tras la que nunca ha sido contemplada". 71. (No puede referirse a Averroes, lo que sería un anacronismo, pudiera ser a Ibn al-Sid al-Batalyausi y su Libro de los círculos, cap.1, p.101, trad. Asín Palacios). 72. Jafif, en el original. 73. (Acaso se refiera a Avempace, quien afirma algo parecido en su Risala fi ittisal al`agl bi-l-insan, o Tratado de la unión del intelecto con el hombre) 74. Asín Palacios propone la primera hipótesis, que se trata del regreso del ermitaño al mundo, a su patria, y de escenas en su mansión, mientras que Levy Provençal sugiere que se trata de una carta enviada por un copista de la risala en el mismo legajo, y arguye para ello la flora y fauna que se esbozan en el texto, típicas según él del mediodía francés; de modo que a su juicio nada tiene que ver con el texto original, pues se trata de un carta escrita por otra persona unos ciento cincuenta años después. Otras propuestas, en fin, sugieren que el interior de la cueva del ermitaño se abre sobre un jardín místico, habitual en la literatura sufí, si bien eso no cuadra en exceso con el trajín de cocinas y cuadras retratado, que pudiera simbolizar los negocios mundanos. A nuestro parecer, hay un pasaje que sí ofrece una conexión muy lógica con el texto anterior, el pasaje "sobre la fusión con Dios"; si bien esa conexión se mantiene en el plano del contenido, y argumentalmente no podamos demostrar cómo se llega, ni quién, hasta ese jardín. ESTAMPAS DE TRANSICIÓN 75. Alonso Victor de Paredes, Institución y origen del arte de la imprenta, y reglas generales para los componedores, Sevilla 1674-77, impreso en Madrid en 1680; cap. XI, p.46. Alonso Victor de Paredes es hijo del impresor madrileño Alonso de Paredes, muerto el 5 de Diciembre de 1647; en 1651 aún aparece "en la emprenta junto a la portería de la Compañía" un libro (el de Gabriel Martínez Montero, v.nota 4) con su pie de imprenta, que sigue utilizando su hijo Alonso Victor; después de 1651 éste se traslada a Cerdeña, Nápoles y Sevilla, antes de regresar a Madrid hacia 1678, donde imprime hacia 1680 la "Institución...", el más antiguo tratado impreso sobre composición de textos en imprenta. Murió a comienzos de los años ochenta. Hay una reedición de la "Institución" en El Crotalón, Madrid 1984. Respecto al maestro Alonso de Paredes padre, véase Mercedes Agulló y Cobos, "Noticias de impresores y libreros madrileños de los siglos XVI y XVII", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, I, 1965, 202. 76. "Enseñen diligentemente los obispos que por medio de las historias de los misterios de nuestra redención, expresadas en pinturas y en otras imágenes, se instruye y confirma 271 al pueblo en los artículos de la fe, que deben ser recordados y meditados continuamente y que de todas las imágenes sagradas se saca gran fruto..." Trento, ses.25. 77. Con el miniaturista Eugenio de las Cuevas, que le enseña asímismo dibujo y pintura. 78. San Dámaso, abogado de los perseguidos con falsos testimonios, ent., col.RM-156; Virgen del Sudor, abogada contra la peste, ent., col.BN, Est.51708; San Emigdio, abogado contra los terremotos, cobre, t.dul., h.; San Babiles, abogado de los relajados, cobre, t.dul., h., col.BN, Est.Albert, M-435, H-86 79. Paraíso espiritual de las almas amigas de Dios, de Gabriel Martínez Montero, imp. por Alonso de Paredes en 4º, tasa de 23 de marzo de 1651, Madrid, B.N., R.13.760, Patria del Hijo de Dios, de Gaspar García de la Cruz, imp. por Francisco Martínez, 1642, BN, 357528, iniciales ff.5,9,16; Tratado de caligrafía de José de Casanova, 1650, Ejercicios de la gineta, de Gregorio Tapia y Salcedo, 1643, con grabados de Mª.Eugenia de Beer, ambos impresos por Diego Díaz de la Carrera. 80. Por ejemplo, Aviso de curas, muy provechoso para todos los que exercitan el officio de curar animas, Medina, Pedro de Castro, c.1545, BN, R-17409. 81. En más de una ocasión la escasez de buenos grabadores en la península llevó a traer de lejos profesionales de prestigio, como está documentado por ejemplo en el caso de Alardo de Popma, quien al menos en dos ocasiones, en 1625 y 1631, se desplazó por un encargo hasta Sevilla, que, sin embargo, no era su lugar de residencia. 82. El papel es genovés, importado, apenas hay erratas, los tipos no parecen gastados, y el número y calidad de las estampas sólo tiene parangón en las publicaciones de la Imprenta Real de Madrid. La obra, fechada en 1652, lleva el pie de imprenta de "Herederos de Pedro Lanaja", imprenta relacionada de antiguo con el colegio San Vicente Ferrer donde enseñó Ordóñez entre 1648 y 1663. 83. Orbis sensualium pictus, Nuremberg 1658. Un precedente de ilustraciones didácticas es Reipublicae Christianopolitanae Descriptio, Estrasburgo 1619; es usual remitirse como precedente programático a La ciudad del sol de Tomaso Campanella, en cuyos concéntricos muros aparecen representados los seres todos del mundo para instruir deleitando a sus habitantes. No obstante, es dudoso que ese libro llegara a poder de Ordóñez, dadas las relaciones de Campanella con la censura eclesiástica. Por otro lado, en el mundo hispánico hay ejemplos bastante anteriores de uso didáctico de la ilustración; se trata de las cartillas para indios, a comenzar por el llamado "catecismo azteca" de Fray Pedro de Gante, ¿Méjico 1550?, compuesto con pictogramas. 84. Respecto a la cuestión de las imágenes y el cálculo, véase Hierozoicon... de animalibus sacrae scripturae (1663) de Samuel Bochart y Essay towards a Real Character and a Philosophical Language (1668), de John Wilkins (1614-1672). 85.Se llama así a aquellos que, como la raíz cuadrada de dos, sin dejar de ser números no pueden expresarse en forma de cociente entre dos enteros, o dicho pitagóricamente: que la vibración de una cuerda cuya longitud se exprese por un número así no puede armonizar con las de cuerdas cuya longitud se exprese por números racionales. 271 86. Un segmento rectilíneo de avenida atraviesa oblicuamente del tercer al primer cuadrante, ligeramente por debajo del centro. Los parterres de un laberinto que se extiende en perspectiva de fondo se revelan en el primer término (ángulo inferior derecho) compuestos por cientos de figuras geométricas; es notable la gradación de claroscuros conseguida por ese procedimiento, que técnicamente no es sino punteado irregular. La luz, a nuestra espalda, no arroja sobre los minúsculos poliedros de la gravilla sombra alguna de los paseantes. Estos son cifras arábigas corrientes. En la puerta del pabellón, un 7 corteja en vano a un 8 convexo que le da la espalda y se aleja, más cerca un 6 con cimera sobre un 5 enjaezado con yedras viene hacia nosotros, un venerable 4 caligráfico (abierto por arriba) desatiende a lo demás sentado en banco de mármol y contempla el círculo de un estanque donde flotan ceros nenúfares. En esta progresión elegida como ejemplo, los tamaños reales de las cifras crecen en proporción inversa a sus cuadrados (el 4 mide 49 mms., el 7, 16 mms.), pero es posible establecer bastantes más series entre todos los paseantes; mencionemos esas dos procesiones diminutas que en el fondo de la perspectiva convergen, cada una con su reflejo respectivo y ambos con la otra pareja realimaginaria, en algún punto de la superficie del estanque, justo donde nos impide ver su encuentro el barco a la deriva con su elegante mascarón de proa a modo de "S" alargada en su reflejo. En el tercer cuadrante se sitúa en primer plano la escena principal. En un fortísimo escorzo vemos la coronilla del número tonto, tocado a la berberisca, que está creciendo casi en vertical del borde inferior del cuadro hacia nosotros, frente al abombado horizonte del paisaje. En el interior de su calva se hunde una sucesión de cabecitas más pequeñas, que suponemos son sus pasadas medidas y magnitudes; sobre el conjunto de pozos concéntricos se advierte una sombra curva ¿Y esto? Un examen más atento la revela, proseguida en el follaje del árbol de la esquina derecha, la inconfundible curvatura de la cabeza de un dos: al que, por tanto, ese número incógnito en su crecimiento no alcanzará jamás, pues respecto a la unidad del cuadro es un número trascendente. ¿Qué expresión nos oculta ese cero turbante? ¿Cuánto tiempo lleva esta cifra de persecución sin esperanza? ¿Qué frustrado edén es éste, impedido del pecado original, originar la historia natural de los números? Ahora advertimos que en él árbol algunas de las figuras se parecen sorprendentemente a una manzana, que las sombras espirales del follaje no son azar, y vistas en conjunto pespuntean una silueta serpenteante entre las ramas, apenas diferente de la grieta de luz entre las nubes que discretas llevan todo el tiempo inmóviles sobre el palacete ¿Es esa luz la misma que arroja a la sombra del dos al interior del cuadro? No lo parece, pues la sombra del turbante se proyecta hacia el ángulo inferior izquierdo, en un sentido claramente dispar, formando una franja que divide en tres partes, dos claras, una oscura, la grava de la avenida.. Lo que sí es claro es que nuestra vista acaba de trazar un triángulo -dos árbol-tres nubes- y de vuelta a la mirada de uno que se hunde bajo el turbante. 87. La discusión le permite al autor exponer los tipos de figuras en una clasificación según sus generaciones, que opone a la clasificación sincrónica o lógica fundada en sus propiedades formales; en cuanto a las pretensiones del triángulo, esencialmente se fundan en que tres puntos generan el espacio en todas las geometrías clásicas. Algunos han supuesto aquí una parodia del Libro Verde o registro inquisitorial de linajes, y otros, ironía con el dogma católico, aunque no la inquisición de Zaragoza que nada tuvo que 271 objetar a la publicación. En el texto latino queda más clara la alusión que el árbol supone a Petrus Ramus, primero en proponer como técnica de organización y rememoración de conocimientos los árboles lógicos; la representación tipográfica tradicional de tales diagramas era por medio de llaves, en latín, clavis. Su objetivo era eliminar de las clasificaciones, en beneficio de la dicotomía, categorías transversales fundadas en similitudes y analogías formales, tan caras al renacimiento. Como señala Miqel Fucó en su Pendulació i ondulació (Ed. de Mitjanit, Barcelona 1971, p.75 y ss), analogía y dialogía contornean como sendos labios la hendidura epistemológica del XVII. En esta obra de Ordóñez se muestra con claridad cómo puede la genealogía intentar oficiar de mediador entre la "pendulación" dialógica cara al varón, o la fuerza del sí-no, y la femenina "ondulación" analógica que establece la continuidad cíclica entre posturas, al menos entre todas las que quepa concebir; la genealogía se configura así como continuidad diádica, precisamente, en un intento de "anamorphose universelle des différences non plus differées sur le seul plain d'un espace devenu eo ipso temporel" (Derriba, Jaume, Explanació i demolició, Eds. de Mitjanit, Barcelona 1972). 88. A diferencia de Galileo, Kepler, Novoson o Descartes, Ordóñez intenta expresar en un lenguaje de figuras el problema del continuo, la vinculación entre espacio, tiempo y percepción. El resultado es un mundo compuesto por una infinidad de centros que hace pensar, antes que nada, en otra metafísica de la multiplicidad nacida en el catolicismo barroco, la de Corpóniz. Sin embargo debe de ser rechazada toda relación de Ordóñez con la moderna física relacionista, puesto que no se sostiene. 89. En un rectángulo de 6x10, sus coordenadas exactas son (-2'7, -2). 90. Así en la de José García Hidalgo, o en los grabados de Francisco Fernández para los Diálogos de la pintura de Vicente Carducho, Madrid, Francisco Martínez 1633. 91. El que sirve de frontispicio a la obra jurídica de Jerónimo Altamirano Commentarium in titulum Codicis de filiis officialium qui in bello mortui sunt, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1648. Se trata de las tres figuras que sostienen el escudo, que pueden organizarse como tres momentos de una sola circulación, y por ende, alegoría de pasado, presente y futuro, por ejemplo; muy adecuada a un libro cuyo problema de base es la objetivación de la memoria, en este caso, en pensiones del estado para hijos de militares. 92. AHN, Inq., leg.2323, ref. Ferrer y Rius 93. En 1633, la que representa a la Virgen del Carmen dando escapulario a San Simón Stock; en 1634, de Juan de Noort, "San Benito de rodillas ante San Basilio" (por cuestión de rango). "Y para obviar en parte el grave escándalo y daño no menor que ocasionan las pinturas lascivas: mandamos que ninguna persona sea osada á meter en estos reinos imágenes de pintura, láminas, estatuas, ú otras de escultura, lascivas, ni usar de ellas en lugares públicos de plazas, calles, ó aposentos comunes de las casas. Y asimismo se prohibe a los pintores el pintarlas, y á los demás artífices que no las tallen ni hagan, pena de excomunión mayor latae sententiae, trina canonica monitione praemissa, y de quinientos ducados por tercias partes á gastos del Santo Oficio, jueces y denunciador, y un año de 271 destierro á los pintores y personas particulares, que las entraren en estos reinos, ó contravinieren en algo de lo referido... Asímismo se prohíben las láminas, sellos, medallas, sortijas, y las cuentas, cruces, imágenes, retratos y otras cosas de este género, á que se atribuyen efectos que penden de sóla la voluntad, ó libertad humana, afirmando que sucederán infalible o regularmente" Novissimus librorum prohibitorum et expurgandorum index. Pro Catholicis Hispaniarum Regnis, Philippi IIII. Reg.Cath. Madrid, Diego Díaz, 1640. 94. Para Pedro Guasp, de Mallorca, cabeceras junto con Antonio Bordoy; para Antonio Lacavallería, de Barcelona, iniciales y adornos de sus diccionarios trilingües. 95. Con respecto a este Silva, tan sólo podemos arriesgar conjeturas. En una carta que cita Ceán con otros propósitos (los grabados de su coleción de medallas), el erudito aragonés Juan Vincencio Lastanosa alude a un proyecto referente a los pictogramas de las lenguas indias que juzga inviable por dificultades materiales, aunque "no había de faltar aquí ilustre grabador que abriera muy buenas planchas", por estar familiarizado "de sus ojos con materias semejantes"(arch.Aguilar, leg.1998). Fechada en Junio de 1654, iba dirigida a un franciscano de Roa, fray David de Burgos; según se deduce de la respuesta, fray David había podido ver en Roma la edición del Oedipus aegiptiacus de Kircher (1652-1654) y antes de regresar a Méjico le había propuesto a Lastanosa algún trabajo, cuyos términos concretos desconocemos, sobre los "hieroglifos de los indios a modo de música de los ojos". ¿Puede ser Silva ese ilustre grabador? El adjetivo no parece cuadrarle muy bien (la historia del grabado sólo reseña obras que le sean atribuibles en la corona de Aragón entre 1651 y 1654). Pero si recordamos la estructura del "Nacimiento del Hordo" y el cerro del Potosí, ¿no podemos conjeturar que conociese "de sus ojos" las Indias, al menos el Perú? Cabe que Juan Nogués, el impresor oscense, pusiese a Silva en contacto con Lastanosa a través de Gracián, como hizo con Lorenzo Agüesca. Por otra parte el secretario de Juan (josé) de Austria, Francisco Fabro Bremundán, da cuenta a su patrón en un informe de 1653 de la feliz conclusión "de nuestro asunto con el grabador de Lastanosa"; de qué asunto se trate, es imposible saberlo. Si bien es conocida la afición de Juan José de Austria al grabado, el contexto induce a pensar en asuntos de índole práctica y más bien reservada, ya que de la carta cifrada sólo se conserva una hoja, posiblemente por descuido, en los papeles que fueron del duque de Medinaceli (AHN, Consejos, l.175) 96. Recordemos a Valdés Leal, Murillo, Zurbarán y Alonso Cano, junto a otros menos conocidos como Bernabé de Ayala, Pedro Campolargo o Josefa de Obidos. 97. Fiestas de la Santa Iglesia de Sevilla al culto nuevamente concedido al Rey San Fernando III, de Fernando de la Torre Farfán, impresa en el taller fundado en 1640 por Nicolás Rodríguez pero publicada por su viuda en 1671, fecha de la muerte del impresor. 98. Es miembro de la academia desde 1660 a 1673, siendo secretario en el 66 y cónsul en el 69; su contacto con el mundo editorial le viene principalmente a través de Farfán. Posiblemente a inspiración suya inició una empresa editorial, que resultó un fracaso, de reproducciones grabadas de cuadros famosos, como objeto decorativo o como modelo para pintores. Otros grabadores relacionados con la Academia son Luisa Morales, autora de dos láminas del libro de Farfán, Justino García y Cocho, que estampó notables escenas costumbristas, y Juan Méndez, introductor de González en el círculo académico. 271 99. F.de Quevedo, España defendida y los tiempos de ahora, cap.V, p.587, ed. Felicidad Buendía, Aguilar Madrid 1966 100. ibid., p.586 101. Las actas de la sesión de la academia en que se debatió su proyecto se conservan parcialmente en la RASF (ms.n.358, Sev-Ac); también hay una breve referencia al santotá en Bozal, V., "Ladran luego cabalgamos: kinesis e icono en la literatura barroca", La Balsa de la Medusa, 18, Visor, Madrid 1991). En cuanto a González, el fiscal de la Academia en el año de 1660, Pedro Schutz, menciona la presentación a través del grabador sevillano Juan Méndez "de un tal Francisco González, que al parecer tiene abiertas y dadas a la estampa en los reinos de Aragón, Cataluña y Cerdeña" obras que Schutz ni enumera ni conoce, al parecer. Es probable que se tratara de una visita exploratoria, y que su estancia sevillana no comenzara sino en torno a 1662 (Papeles de la Academia de la Lonja, AMS, leg.76-1, actas). Por una referencia de Alonso de Paredes (vid nota 1), sabemos que éste coincidió en Cerdeña con "el que llaman Francisco González, que abrió los tipos de la lengua arábiga que tuvo Micer Oscar Grossi", y al que "un tiempo dixeron renegado pues parece fué preso con los turcos de Argel, y es notable caso que no sabiendo escribir ni aun leer aquella caligrafía sacara tan buenos tipos"(p.75-76), lo que parece coincidir con el hecho de que exponga su proyecto a través de un tercero; la última noticia disponible sobre González, si es que se trata de la misma persona, la ofrece Ceán, quien informa de que un González grabador "aunque no estuvo entre los que concurrieron al establecimiento de una academia de dibujo en la Casa Lonja de Sevilla el año de 1660, contribuyó a sostenerla hasta el de 1669. Grabó a buril con dibuxo y delicadeza, y practicó indagaciones no poco curiosas sobre el abrir las láminas por la luz, avivada con lentes y espejos" (Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de Bellas Artes en España, 6 vols., Madrid 1800, p.56) 102. Los franciscanos utilizaron primeramente en Méjico grandes pinturas representando los pecados capitales para que el usuario indio señalara el icono de su falta. El procedimiento atendía al gran número de conversiones y a las dificultades de traducción de los misterios del Verbo Perfecto a lenguajes icónicos. 103. Esa idea circula desde el renacimiento, asociada a herejías gnósticas o toleradas especulaciones herméticas a las que acaso no fueran del todo ajenos algunos miembros de la academia y el propio Duque. En concreto, en el expediente inquisitorial abierto a raíz de la denuncia contra el depuesto conde-duque de Olivares en 1645 "por guardar en su biblioteca obras hebreas y heréticas", aparece en el catálogo un ejemplar de Leçons de ténèbres, obra de Girard Desargues (1593-1662) aparecida en 1640 y cuyo texto sólo nos es conocido a través de Abraham Bosse, Manière universelle de M.Desargues pour pratiquer la perspective par petit pied, comme le Geometral. Ensemble les places et proportions des fortes et faibles touches, teintes ou couleurs, París 1649. Autor asímismo de Brouillon project, París 1639, germen de la geometría proyectiva, Desargues hace converger en el citado Leçons de ténèbres geometría proyectiva y pintura en notables reflexiones sobre el concepto de "apariencia" y sobre la naturaleza de luz y materia, a la que asocia como atributo esencial "dar lugar a la sombra". No se menciona ya la obra en ningún otro cátalogo de las colecciones a las que fueron a parar libros del conde-duque. Posteriormente sólo se encuentra una referencia en Mylius, Bibliotheca Anonymorum, I, 914, más de un siglo después; la obra se tiene hoy por perdida, pero es seguro que permaneció en los Alcázares bastante tiempo, y probable que fuera a parar a manos de algún sevillano 271 interesado en tales cuestiones o en hacerla llegar a manos de alguien que lo estuviera (dada la vocación de la ciudad por el comercio y el intercambio). El episodio permite también asegurar, contra lo que se insinúa en ocasiones, que ya por esas fechas los profesionales de la grabación buscaban con cierta asiduidad en Sevilla otro instrumento en la luz del día, y que ello no tiene que deberse necesariamente a contactos posteriores con amantes de las artes de Hermes tan abundantes en la colonia extranjera, en particular ingleses; así, entre los más conocidos, Eduardo Estuqueley, caballero británico residente en Cádiz y Sevilla por asuntos de comercio hasta 1665, tío de William Estuqueley; el capitán Juque, según el escribano de la Compañía de Indias en Sanlúcar, primo de Robert Hooke; y un tal Juan Francisco Borelli, florentino, íntimo que sería del gran físico Novosone. 104. Ante todo a eclesiásticos relacionados con las Indias y eruditos interesados en las lenguas. No así al resto de Europa, que en esa época se interesa por la ingeniosa traducción de Kircher de los jeroglíficos egipcios y por los pictogramas chinos en su búsqueda de "caracteres universales", esto es, de un lenguaje que aunase la posibilidad de recombinación regulada de los caracteres con la vinculación natural, sintomática, entre éstos y lo designado. Baste citar a Erhard Weigel (1625-1699), profesor de la universidad de Jena, autor de una "esfera moral", compuesta con "figuras muy ingeniosas que representan cosas morales" (Puede encontrarse añadida a los Elementos de la jurisprudencia universal, La Haya 1660, obra de Samuel de Pufendorf (1632-1694), discípulo suyo). 105. Se atribuye su invención a Dane; Athanasius Kircher la menciona en el Ars Magna Lucis, 1646. 106. Véase el "Martirio de San Pedro" de Zurbarán, donde el análisis radióscopico muestras hasta seis cabezas superpuestas en esa cabeza bocabajo de la iglesia. 107. Algunas lecturas del manuscrito entienden "de más" (por ejemplo, Verges y Pollock (86), W.Pitt (66), o el ya clásico O.Naninger (1904); con la mayoría de los expertos, lo consideraremos un error de reproducción. 108. Lo decisivo, como se ve, es el sistema plasmado en el teclado. Este consta de tres niveles diferentes, más un panel de registros; cada nivel está formado por teclas blancas con teclas negras sobrepuestas. En cuanto al panel, está dividido en siete grandes zonas, cada cual con su llave, correspondientes a las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales; debajo siguen las virtudes medicinales, astrológicas, botánicas, militares, etc., dispuestas en una suerte de hemiciclo que recuerda a los teatros de la memoria renacentistas; encuadrando a éste se dispone de setenta y seis registros, que corresponden a "caracteres meritorios" y rotulan adjetivos (paciente, juiciosa, vehemente, prudente). La combinación de los registros principales (virtudes) y secundarios (caracteres calificativos) con teclas blancas (intensidades) y negras (modulaciones, por ejemplo, varón o hembra, blanco o negro, vestido o desnudo) y con nivel del teclado (que corresponde grosso modo a las almas inteligible, irascible o concupiscible) modifica posiciones y ángulo de los conductos, parecidos a los canales del actual billar brasileño, acoplando cada uno a uno de los diez bombillos por un extremo, y por el otro a las diez zonas en que el zantote divide el cuerpo humano. 271 109. Duque puntualiza en su exposición que el tambor debería llevar al menos los caracteres de los varios alfabetos en lo que ha habido santos (griego, cirílico, árabe, persa...), e idealmente todos los existentes y pensables, lo que desde el punto de vista técnico no implicaría sino aumentar el diámetro de los tambores y su peso y ajustar los resortes. Pero teniendo en cuenta, añade, la probable parroquia de espectadores de tales visiones parabólicas, el diseño presentado se limita al alfabeto del romance castellano, con curiosas modificaciones que hacen de él un antepasado de la transcripción fonética moderna; por ejemplo, la gráfica alteración gráfica de las eses sordas y las zetas. 110. Así, la misma mano puede aparecer (seleccionada vía "esperanza vehemente" desde el segundo teclado, alma irascible) en una especie de San Bernardo predicando o bien apoyada en la cabeza de un lobo, en la parte baja de algo que recuerda a San Francisco (en este caso seleccionada vía "fortaleza paciente" desde el teclado concupiscible). Pero el artilugio puede dar lugar también a combinaciones a primera vista insólitas, como ésta Santa Choepes extraída por un enfermo de tercianas, o el doble patrón invocado por un veedor de la contaduría real, en el que los atributos permiten reconocer una síntesis de San Tomé y San Dimas aunque el nombre de aparición fuera San Jestinver, o como el beato Etavicilo, un monje con dos cabezas, encapuchada la una, la otra tocada con gorro bicorne al modo de la santa hermandad, y desnudo pero majando el resto de su esqueleto, con sus tres brazos teologales y una tranca, a una parroquia entera que se desbanda como mejor puede (ejemplos que cita Duque). 111. Hay pruebas, por ejemplo, de que el proyecto de González fué conocido al menos de oídas por los organizadores de la evangelización de las Marianas, por entonces recién descubiertas, inspiradores del famoso Catemoto o catecismo móvil que tanto dió que hablar a los japoneses en sus contactos con los jesuítas, y tanto contribuyó al desenlace de las relaciones de la compañía con la administración imperial en China y Japón. Sin embargo, pese a ser Acapulco el punto de contacto de las Indias occidentales con aquellos territorios, no está claro que antes de la independencia del virreinato esas experiencias litúrgicas hubiesen logrado tanta divulgación a través de las misiones de California como para hacerlas responsables del espectacular desarrollo en nuestro siglo de los estudios y talleres de San Silván y Palo Alto, que más parecen atribuibles a las ideas comerciales y técnicas de Pathé, Gaumont o los hermanos Lucini importadas de Francia. 112. En una carta a un destinatario desconocido en Londres, que se encuentra en el Archivo del Museo Canario, c.168, doc.53. 113. Barbosa, un converso portugués de cuyo nombre queda constancia por primera vez en la documentación referida a la conspiración del duque de Medina Sidonia en 1640, fué soplón de poca monta para la organización del Conde-Duque; sus contactos con la comunidad judía en Lisboa y Amsterdam le llevan a subir puestos rápidamente en los últimos tiempos de Olivares. Su caída no debió de pillarle desprevenido, puesto que en Agosto de 1652 aparece en Barcelona, en los primeros contactos secretos con el conseller en cap para la rendición de la ciudad a Juan (José) de Austria. El cambio de patrón le resultó a la perfección, pues al servicio del bastardo anduvo como acompañante de diversas misiones diplomáticas por los países bajos y Nápoles hasta 1660. Así, sabemos que acompaña a su patrón en la entrevista con Luis XIV de Marzo de 1659, y que Mme. de Montpensier lo describe fugazmente como "harto repugnante a la par que repulsivo y 271 sumamente repelente, en suma, desagradable" (Des Lettres, Coquimére, París 1856) Asímismo aparece mencionado en la acusación fiscal contra Antonio de Córdoba y Montemayor, otro de los hombres de la organización ("Querella y acusación fiscal por D.José Beltrán, que lo era del Real, contra Don Antonio de Córdoba y Montemayor sobre diferentes falsedades y mentiras contra la Reina Nª Sª (q.D.g.)y su Gobierno", t.XXXVIII de la Colecc.Vega, fols.61 y ss) 114. Lo más probable es que el conocimiento entre ambos surgiera de un encargo de papeles timbrados a través del impresor Juan Gómez de Blas. A González se le encargó una filigrana especial, que debía servir de garantía para ciertos papeles financieros. Barbosa, según se desprende de la carta de Skipp antes citada, se interesó enseguida por sus investigaciones y le facilitó sus abundantes conocimientos en tintas simpáticas. El grabador no tardó en encontrarles aplicación, pues hay una letra de cambio presentada al cobro en Amberes en Septiembre de 1666 en la que parte de la filigrana, dos de los hilos concretamente, ofrecen muestras inequívocas de haber sido revelados mediante calor con posterioridad a la impresión (Net.NB.Arch.,IX,Ab.5) Esto da explicación asímismo a la incompleta colección de papelillos estampados con líneas intermitentes encontrada entre las hojas de un volumen que perteneció al asentista aragonés Francisco Sanz de Cortes, futuro marqués de Villaverde: nos encontramos ante un symbolon mecánico, un dibujo cuyas dos mitades han de superponerse. Sólo los trazos revelados por calor en un billete permiten completar los fragmentos de la otra media contraseña en una figura reconocible (un ganso en el caso de la letra de Amberes, como ha podido demostrar nuestra colaboradora Bettina Busenrand); en algún caso, es preciso además recurrir a una lente para que un determinado aumento de escala permita la operación. El procedimiento, que se ha de contar entre las anamorfosis tan caras a la pintura arquitectónica barroca, también es obviamente aplicable a textos cifrados. 115. La detención de Barbosa ordenada por Fernando Villegas, fiscal de la inquisición de Córdoba, está en relación con cierta carta manuscrita, y falsificada, que con firma de Juan José de Austria iba dirigida a José Mallada, noble aragonés detenido poco después y ejecutado con excepcional presteza, acusado de intentar asesinar al inquisidor general y valido de la reina regente, el jesuíta Everardo Nithard. El día 4 de Octubre se produce la detención de Barbosa; el 13, en Madrid, es detenido el secretario de Su Serenidad, Mateo Patiño, acusado de conspiración para secuestrar a Nithard; una semana más tarde, el 19 de Octubre, la junta de gobierno vota la detención por instigación al asesinato de Juan (José) de Austria, que escapa y se refugia en Barcelona. Tras una campaña de agitación sin precedentes en España, regresa sobre Madrid en enero del 69, fuerza la salida de Nithard del gobierno y de la península, pero él mismo no llega a tomar el poder y es enviado a Zaragoza. La naturaleza reservada del caso y la pérdida de los archivos de la inquisición de Sevilla hace que el historiador se enfrente a muchos puntos oscuros. Está probado que Barbosa desarrollaba labores de espía y agente de Juan (José) de Austria ¿Por qué iba a falsificar una carta que comprometía a su patrón en un delito de conspiración? ¿Había comprado Nithard sus servicios?: no se explica entonces que el bastardo pusiera su liberación entre las condiciones para resolver la crisis. Aun si no afecta directamente a nuestro asunto, la hipótesis más viable es a nuestro entender la que resume el proverbio, "el lugar más oscuro está debajo de una lámpara": encargando una falsificación buena pero detectable y haciéndola caer en manos de la inquisición, Juan (José) de Austria notable calcógrafo, no se olvide- desviaba las sospechas hacia algún misterioso personaje que intentaba hacerle parecer culpable; o si no, como mínimo, sembraba duda. 271 116. Francisco de Borja, Ejercicios espirituales, prólogo. Imp. del Sagrado Corazón, Bilbao, 1908 Las primeras láminas de que se tenga noticia son las de Jerónimo Nadal; son una serie completa, correspondiente al trayecto completo de los ejercicios (véase nota 48); en 1609 aparecen en Roma las estampas de Zanetti para ejercicios espirituales (se encuentra en la Universidad Pontificia Gregoriana; la ornamentación xilográfica aparece repetida en ediciones de la imprenta el Collegio Romano, p.ej. los ejercicios de 1615) En España, la viñeta del título de la primera edición de los ejercicios (1548) es recogida en Emblemas morales de Don Sebastián de Covarrubias Orozco (1539-1613), imp. en Madrid por Luis Sánchez ("Col suo lume se medesmo cela"). Hay una segunda serie de ejercicios ilustrados completos que aparece en 1663 en Varese, con grabados de cobre muy buenos. Cfr. I.Calveras y C. de Dalmases, Sancti Ignatii de Loyola Exercitia spiritualia (MHSI 100), Roma 1969 117.Sevilla 1624, redds. Gerona 1627, Madrid 1645, 1653; Alcalá 1663, etc. Martín de Roa es autor asímismo de Beneficios del Santo Angel de la Guarda, Córdoba 1632, con una meritoria portada de Godofredo Rila. Por alguna razón que desconocemos, esta edición portuguesa aparece reseñada en E.Weller, Die falschen und fingierten Druckorte, 1863, Zürich; no sabemos a partir de qué fuente, pues no aluden a ella Querard (Les supercheries litteraires devoilées), Kayser (Gelehrten Deutschlands) ni Heinsius; por otra parte Brunet (Manuel du libraire) y Barbier (Dictionnaire des ouvrages anonymes) la atribuyen a Frans van Wyngaerde y le asignan Amberes como verdadero lugar de impresión. 118. Lám.1, "¿Qué gracia tan particular fuera la de uno que pudiera en un dia correr todos los Reynos del mundo, y ver en ellos lo que pasaba?", donde aparece una especie de ángel de relojería con un escudo cóncavo asomado sobre la esfera del mundo; lám.3, "La gravedad del cuerpo no les ha de causar ningún peso, y asi de la misma manera andarán y pararán en el ayre que en el agua y por la tierra, como sobre los Cielos", donde aparecen toda suerte de aparatos similares a animales y plantas; son de destacar el pepino submarino y la grulla hueca, que cargada de bienaventurados atraviesa los aires y se repite en la lám.4, "con mayor facilidad atravesarán los peñascos que una saeta el ayre puro; y lo mismo será para ellos subir de la tierra hasta la Luna, por donde no hay cuerpo solido que embarace el camino, que baxar al centro de la tierra...", en la que igualmente aparece una constante de la mayoría de los dibujos, pasillos atestados por la multitud, en este caso de los buenos; así en la lám.2, "¿Qué quieres, cuerpo mio? Qué deseas, anima mia? Alli hallaréis cuanto querais, alli quanto deseais", texto que ondea en una filacteria sobre una gran caverna llena de figuritas que deambulan entre toda clase de objetos, amontonados bajo los nombres radiantes de sus respectivas categorías que brillan en el aire; y en la final, "¿Quánta será la claridad de aquella Ciudad santa, donde inumerables Santos habitarán? Y si con la vista de cada uno crecerá mas el gozo, con la vista de un numero sin numero, qué medida podrá tener el gozo, que de tan hermoso espectáculo puede resultar?", que figura a vista de pájaro un paseo sumamente parecido al Prado, pero de noche, iluminado por grandes farolas, lleno de paseantes y aparatos de todos los tipos antes citados, y multiplicado una y otra vez hasta el horizonte. Sobre el primer plano de la gloria ondea una cita en latín, "...qua bene beateque vivitur...", que curiosamente no procede a lo que sabemos de ningún texto religioso; la utiliza en el De rege el padre Mariana para describir la vida civil cuya garantía es exigible al monarca por parte de los súbditos. 271 119. Ejercicios, Medit.VI, punto 1º, Primer preámbulo: "composición de lugar, que es aquí ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del infierno". En medio, sólo un fuego. LLama la atención, reza una cinta. Y la llama. Momia de movimiento, esa llama extrañamente rígida es lo inánime en estado puro. Ninguna animación sería capaz de sobrevenirle, sobreponerse, sobrevivirla. Pero ¿y las ánimas? ¿Y los condenados? Esa extensión parece vacía. La apariencia está desierta. Sólo ese fuego sin color, inánime, mudo... ¿mudo? Acerquémonos: apliquemos el ojo al cristal. La siguiente plancha, titulada la esfera del infierno, nos muestra más de cerca un costado de la anterior perspectiva general. Y entonces vemos de una sola vez dónde están las ánimas y de qué está compuesto el fuego del infierno. Cada uno de los minúsculos trazos que forman cada una de las llamas del paisaje infernal está compuesto por docenas de caracteres alfabéticos, latinos, griegos, hebreos y árabes, jeroglíficos egipcios y cifras arábigas reducidas a lo increíble: a lo insensato. El mudo clamor del infierno es un griterío de letras que se extiende hasta donde se pierde la vista, y el sentido. Inmóvil. ¿Inánime? Peor aún: exánime. Letras que tuvieron un sentido, memoria despedazada en cuyos huecos anida el tormento eterno de lo que pudo haber sido: ¿qué son esas minúsculas siluetas que parecen advertirse aún en los círculos de las óes, en los travesaños de las tés y bajo el arco de las omegas? ¿qué, esos vestigios infinitesimales cuando hubiéramos dicho haber llegado al fondo de los fondos de lo imperceptible, del ser como sin ser, como si no se fuera, ni hubiera fuera? ¿Son qué extrañas aves, entre esas alas...: rostros. Al fin hemos hallado las ánimas de los condenados. En los resquicios de un clamor congelado. Absoluta enajenación de lo irreversible, de lo que preso entre los signos no es signo ni podrá ser conjurado jamás, ya más: llamas sin respuesta. Más allá de lo sentido y lo sensible, a no ser por el cristal. El cristal que nos aleja infinitamente en un vértigo de retroceso. El cristal que forma la pared del infierno, una lupa descomunal y sin confines que permite a la vista advertir el inextenso lugar de la condena. Los infinitos rostros de los inestantes condenados, puro lugar de lo malogrado. La inmensa curva de cristal que anuncia "La esfera del infierno", el título del grabado... ante el cual estamos. Contemplando la penúltima y más cruel revelación (o delación) del lugar del infierno, esas esquinas en que las figuras se desdibujan según la fuga de la esfera, inabarcable en su totalidad. ¿Obra del tiempo? Sí: pero no del discurrido. En esas esquinas, estiradas como superficies de una reflexión sin fin, se anticipa el discurrir que separará por siempre el grabado de la visión, en esas esquinas que deforma una perspectiva sin salida está el lugar del espectador: adherido a la piel de cristal de la mirada sin traspasarla jamás. Pues sólo hay un lugar desde el que contemplar sin participar la insalvable enajenación que llamamos el infierno: y esas borrosas alas de cristal, esquinas de una fuga espacial condenada a volver una y otra vez cerrada sobre sí misma, le muestran al espectador la esfera del infierno desde el único lugar en que ello es posible. 120. ... Se trata del comienzo del articulo 26 del Auctorem fidei, de Pio VI, contra jansenistas, que prosigue ...expertem culpae e poenae inter regnum Dei et damnationem eternam. 121. La estampa de Nadal ofrece, en el recuadro superior, la leyenda: "EADEM FERIA" (se refiere al uso en el año litúrgico para la misma festividad); debajo, "Ex inferno interpellat Abrahanum Epulo frustra", y el número 75; y debajo, "Eodem cap. Anno xxxiij. xxxix" . La estampa remite a otras de la serie, y en ella aparece Abraham destacado 271 entre las figuras del limbo de los patriarcas o los justos, y Epulón entre las llamas del infierno. El jesuíta presenta bajo un cielo nuboso un corte de la esfera terrestre, una sucesión de arcos estratificados desde la superficie de la tierra con un horizonte montañoso de fondo: primero aparece una capa ancha de roca y tierra, por la que pululan dos serpientes y emerge otra. Luego, señalado como B, un estrecho recinto en que, sentados en cómodas rocas aparecen cuerpos desnudos solos, en parejas o en grupos, sin perder en ningún momento la vertical del observador (lo que en los laterales lleva a falsear fuertemente el eje de gravedad): la B nos remite al pie a la leyenda "Limbus patrum, ubi Abraham et Lazarus", el primero de los cuales destaca a un tamaño desproporcionado. Debajo, la C designa otro arco similar como "Limbus puerorum, quo nec lux e limbo Patrum, neque ardor ex purgatorio", donde aparece una multitud de ceros que parecen cabezas, o viceversa. Siguen, cada vez más angostos como cumple a una esfera, los arcos ya llameantes del purgatorio y del infierno, donde destaca Epulón, y en el centro de la tierra, el diablo en su trono monoplaza, centro del mundo visible. Es de señalar igualmente la creciente angostura de espacios, inversamente proporcional al número de almas (y cuerpos, no lo olvidemos) que presuntamente han de albergar. 122. "(ut...) in suo ordine non sit otiosus, ne frustra in mundo esse videatur, sed ut excognitione sui et aliarum rerum creatarum auctorem suum et mundi totius illustri modo cognoscant..." (De pecc. et vitiis, disp.IX,sect.VI, Suárez). 123. Pio VI, Auctorem fidei, art.26, contra jansenistas 124. Teófilo G. Corponiz, Nuevos ensayos en el entendimiento del hombre, trad. B.Feijoo, Madrid 1750, p.474 125. Agustín, Serm. 14, de verbis Apost.,Cap. 7 126.En De bautismo, cap.18 127. Agustín, Serm. 14, de verbis Apost.Cap. 7 128. Por lo menos al principio. Como se sabe, las dos primeras críticas de Manuel del Canto trazan una filosofía del límite entre el conocimiento según causas y la acción según fines; muy discutida sigue siendo en cambio el sentido de la tercera, dedicada a la posibilidad de ocupación de ese límite por objetos sensibles pero universales, expresiones empíricas de valor, o en una palabra, sucesos ejemplares: el objeto-sujeto estético, condicionado pero al tiempo expresión de propósito. Ya que lo universal mostrado en esos particulares debe carecer de nombre, pero los particulares nacen forzosamente de una genealogía determinable de condiciones, siendo éstos necesidad y aquello virtud, la discutida solución de Canto es que el límite o línea de fuga estética de los sentidos consiste en hacer de la necesidad virtud, hacer honor (que es virtud) al nombre (que es consecuencia) nombrando innecesariamente lo necesario, dándole nombre a lo dado, es decir, transformando en juego de azar el destino. Aunque sin duda rebasa los límites de este estudio, es el desarrollo de esta idea el que lleva finalmente a plantear a del Canto la posibilidad de jugar sin llegar siquiera a arrojar efectivamente lo dado, tan sólo virtualmente, como hace poco planteara Federico Nieche; con la inevitable consecuencia de dejar que los sucesos se sucedan mientras los jugadores traman entre líneas el sinfín menos uno de historias restantes; eso sí, sin tocar apenas los hechos dados. ¿Es pues la historia un género literario al que sólo distingue la 271 encuadernación en piel? Pregunta equivalente, a escala, a la que aquí nos ocupa: ¿Es el nombre propio un género de seudónimo al que sólo distingue la reiteración? De lo que apenas cabe duda es de que esa discusión, tan reciente en la Liga y Sajonamérica, testimonia el encuentro del programa de la libre interpretación del texto con el problema del texto historia ¿Por qué, de todas las secuencias de condiciones igualmente necesarias, ésta recibe nombre y ser, y no aquéllas? ¿Dónde paran las historias anónimas, los cuentos no contados? ¿Está definitivamente perdida la existencia que alguna vez tuvo lugar, aunque no dicha? De lo que apenas cabe duda es de que cuando el imperio alcanza Babel, y la pirámide metasistémica se cuartea, y a todos amenaza ruina bajo los escombros de jerarquías desplomadas, se muda en historia, que es una pirámide tumbada para que convertida en perspectiva dure más, y se esparza y divierta en el desierto circundante sembrándolo de insinuaciones o recuerdos de sentido, iconos caídos en los que disfraza de exotismo de fronteras coloniales sus propias ruinas. En el limbo, como en lo inconsciente o en unas vacaciones en La Habana, la conciencia autofundada puede regocijarse encontrando fantasmas de ayeres y mañanas embuchados en carne y animados siguiendo sendas a las que ella renunció, disponibles para poder visitarlas desde cualquier momento en que se encuentre en su auténtico automóvil, la actualidad; reservas cronológicas de especies en extinción, a disposición del extintor. 129. Se ha definido como su atributo esencial la transición constante, del suceso privado con interés público al interés público como divertimento privado. Con el tiempo, este carácter liminar o límbico hallará su forma cumplida en las columnas de última página. Vid. mi "Columnata", 1997. 130. La Gaceta de Madrid empieza a publicarse en 1661, dirigida por Francisco Fabro Bremundán. Y desde esa fecha hasta 1680 (?) la imprime Julián de Paredes, "impresor de libros en la plazuela del Ángel",con una prensa a brazo original del inglés Josef Moxon, cuyo libro sobre el arte de imprimir seguirá por pocos años al del hermano de Julián, Alonso. Su primer número se titula "Relación o gaceta de algunos casos particulares así políticos como militares sucedidos en la mayor parte del mundo hasta el fin de diziembre de 1660"; cada número aparece con distinto título. En 1663 aparece otra de las características esenciales de los hechos, dejar de hacerse; en efecto, los reveses en el frente de Portugal del padrino de la publicación, Juan (José) de Austria, recomiendan suspender temporalmente la producción de eventos memorables. 131. Se trata de Antonio de Córdoba y Montemayor, ya citado (nota 116) 132. "De mediana proporción; rostro bueno y agradable; en la música y matemáticas, pintura, lenguas, historia, discreto uso de la elocuencia natural, singular y próspero estilo de la pluma, fue único y admirable. Hizo algunas coplas, y hasta la letra era excelente; en los juegos de pelota, truco y maneo de arcabuz y en la caza, con sumado... Fué gran Príncipe, y fuéralo mucho mayor si a este cúmulo de prendas hubiese agregado la lineralidad en los premios, la magnanimidad en las quejas y la lisura y sinceridad en el trato" ( Menor Edad de Carlos II, en Codoin, vol.LXVII, p.51- Col. Docs.Inéditos para la H.de Esp.,1877; tb. vol.79, 1882) "Con el talento y experiencia a sus órdenes, don Juan figuraba entre los gobernantes mejor dotados de España en el siglo XVII. Notable general y astuto político, contribuyó a la introducción en España del saber científico y fomentó el periodismo. A diferencia de Olivares, ni favoreció el imperialismo exterior ni la imposición de la política 271 castellana en la corona de Aragón. Fué el único hombre público de su época en llegar al poder por aplauso universal, y algunas de las medidas más prometedoras del reinado,como la creación de la Junta de Comercio, van ligadas a su gobierno" (Henry Kamen, La España de Carlos II, p.546) La vida de Juan (José) de Austria y los sucesos aquí descritos se cuentan en todas las historias generales de España y del Imperio. Obras de obligada referencia son las de Maura, Carlos II y su corte, Madrid 1915, o Vida y reinado de Carlos II, Madrid 1942, y H.Kamen, La España de Carlos II, así como alguna otra menor. Hijo de la actriz María Calderón y de Felipe IV, se crió en el campo y recibió una cuidada educación; destaca su afición por el grabado, que conservó toda su vida. En 1647 recibe el encargo de reprimir la sublevación de Palermo, desempeñado con eficiencia, y el título de príncipe de la mar; los dos años siguientes es virrey de Sicilia. En 1650 accede al Consejo de Estado y se le nombra comandante de los ejércitos de Cataluña; el 10 de Octubre de 1652, el conseller en cap rinde Barcelona al que ya es conocido como don Juan de Austria y comparado con el vencedor de Lepanto. En Febrero de 1653 es nombrado virrey de Cataluña. Al acabar los dos años de virreinato es destinado con el mismo cargo a Flandes, de donde regresa en 1659. En 1661 suceden dos acontecimientos de importancia; el primero, que el general siempre invicto por tierra y mar es destinado al frente de Portugal con resultados nuevos; el segundo, que nace un heredero de la corona, hermanastro suyo, que habrá de reinar como Carlos II. El 17 de Septiembre de 1665 muere Felipe IV, tras negarse a recibirle a pesar de sus insistentes demandas. La Regencia ofrece un inesperado marco a las ambiciones políticas de muchos, y entre todos el primero, el segundo Juan de Austria. En 1667 estalla la guerra con Francia y se le autoriza a asistir a Consejos de estado; se le ofrece la comandancia de Flandes, e impone dos condiciones, una de ellas, cambiar la "monstruosa naturaleza del presente gobierno". Se refiere al valimiento del confesor de la regente e inquisidor general, el jesuíta Everardo Nithard. A lo largo de 1668 se descubren dos conspiraciones contra el valido organizadas por él (v.nota 41). En Febrero del 69 Nithard sale de Madrid y en Junio de España; pero don Juan (José), acampado en Torrejón, no se hace con un Madrid desguarnecido y parte para Zaragoza, donde permanece hasta 1677. 133. cit. por Maura, II, p.376 134. Fernando Valenzuela, "el Duende de Palacio", fue ascendiendo por el favor de la regente Mariana hasta ser nombrado marqués en vísperas de la mayoría de Carlos II; para él se creó por vez primera el cargo de "primer ministro" con tal denominación oficial. En Noviembre de 1676 el rey le hirió levemente en una cacería en El Escorial, y en recompensa le nombró grande de España de primera clase, motivo inmediato de la revuelta de los nobles, que dejan de asistir a las ceremonias de la corte. Durante el mes de Diciembre Juan (José) de Austria se suma a la conspiración y pone en marcha desde Aragón su maquinaria propagandística primero y la militar más tarde, hasta llegar a los sucesos de El Escorial. Preso Valenzuela en Consuegra, para arreglar el incidente con el Vaticano se le entrega a la justicia eclesiástica, en tanto la justicia civil quema al parecer la totalidad del expediente. Desterrado por diez años a Cavite, en Filipinas, cumplió su condena, y en 1689 regresó a Méjico, donde aguardó permiso para regresar a España, que no llegó hasta fines de 1691. Murió a resultas de una coz el 7 de Enero de 1692. 135. BN, Ms. 2348, n.25; BN, Ms.2633, n.7; Colecc. de A.Bayón, San Sebastián, n.154-D 136. Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, de Iusepe Martínez, 1675. Léase 271 también lo que dice en 1610 Pedro Antonio Torri a Bartolomé Crescencio: "(...) que todas las naciones menos esta, tienen tal inclinación á grabar en estampas, para que todo el mundo vea lo sutil de sus ingénios, así en obras mayores como menores, y como vos sabeis, en vuestra Roma e Italia han grabado tres y cuatro veces una misma cosa, hasta las piedras viejas, donde por este medio han adquirido grande fama y estimación: bien al contrario de lo que sucede en nuestra España, que si lo que hasta ahora hay obrado se grabara la centésima parte de lo admirable que hay, superara a muchas provincias, así en pintura como en escultura y arquitectura" (cit. en Alfaro, C., Maldita sea su estampa (documentos gráficos para una historia del turismo en el Levante peninsular), Ed.Fomento Municipal, Vandellós 1990, p.VII) * 137. F.Fabro Bremundán entra en contacto con el grabador por mediación de Enrique de Garcíroldán, asímismo grabador, que abrió entre otros conocidos retratos el de Ana Portocarrero, marquesa de la Fuente. Bremundán asistió al menos en dos ocasiones a los banquetes organizados por Juan Herault, señor de Gourville, un notorio espía francés que mimaba a la señora marquesa, por cuyo conducto consiguió toda la información respecto a los frentes del norte de los que el viejo marqués, su esposo, estaba encargado en el Consejo. Según las memorias del francés (Gallimard, 1976, facs.) a esos convites asistió varias veces Acuña, amante durante los años de su estancia madrileña de una criolla hispano-francesa, amiga de la marquesa y ennoblecida por su matrimonio con el repugnante vizconde de Lezame, María de las Nieves d'Harigneau. Para más detalles, véase Vallejo Najera, "Ezequiel de Lezame: su vida" (vol.1 de la obra), y D'Harigneau, M.N., Bajada a los infiernos del abandono y triunfo de amor en la perseverancia, Cartagena de Indias, 1682? 138. AHN, l.1542, Consejos 139. "Y una hostería, que tiene la fortuna en aquella rinconada de la calle de Alcalá donde todo cristiano ve la visión sin milagro ni amparo, vendiendo aloja y limonada es propiamente hostería, porque allí está toda la enemistad y hostilidad nuestra (...) Bautista Remírez del Olivo, Nuevos peligros de Madrid (ed.del Lunar, Jaen 1998, p.154) 140. Citamos los más destacables: 1655-1684, traducciones de Alciato; (1670, Villagrasa, Valencia); 1610, Emblemas morales de Sebastian de Covarrubias, (Luis Sánchez, Madrid); 1660, Idea de un Príncipe Político Christiano representado en cien empresas, Diego de Saavedra Fajardo, (Melchor Nogués, Valencia); 1638, Affectos divinos con emblemas sagrados, Hugo Herman, (Gregorio de Bedoya, Valladolid; trad. de Pedro de Salas; 45 embs. anónimos, 1 dibujado por Francisco Rizi); 1653, Emblemata Regio Politico, de Juan de Solórzano (Madrid García Morras; 2ª ed., Valencia, Nogués, 1658 a 1660, grabs. Juan Felipe Jansen); 1670, L.A.Seneca Ilustrado en blasones políticos, de Juan Baños de Velasco, (Mateo de Espinosa y Arteaga, Madrid, grabs. de Marcos Orozco y Diego de Obregón -inventor de los 4 que graba-)[Título: Gobierno general, moral y político hallado en las figuras más generosa y nobles]; 1677, Memoria, entendimiento y voluntad, Luis Ortiz, (Francisco de Blas, Sevilla). 141. D.Saavedra Fajardo, Empresas políticas, emp.20: "Bonum fallax" 142. Francico de Soto, S.J., Destierro de los malos cantares, con que nuestro Señor se ofende; y 271 para que canten los niños en las calles y escuelas dejando los del mundo por los de Dios, Sevilla 1621, p.35 143. Género específico del barroco, la búsqueda de este lenguaje natural de los procesos morales se suma a las búsquedas del siglo de un nuevo lenguaje universal, cuyo resultado más conocido es el uso de la matemática en la descripción física de los cuerpos. Para una discusión de la idea de una lengua universal, véase el diccionario etimológico teológico de Adrián Koerbagh (1668); Georgius Dalgarno, Ars signorum, vulgo Characteristica universalis et lingua philosophica, 1661; P.Labbé, Grammatica linguae universalis, 1663. Respecto a un lenguaje de cálculo moral universal, véase la Esfera Moral de Erhard Weigel (1625-1699), profesor en 1663 en Univ. Jena, incluida en la edición de Jena de la obra de su discípulo Samuel de Pufendorf (1632-1694) Elementos de la jurisprudencia universal (La Haya 1660). La Esfera Moral contiene "figuras muy ingeniosas que representaban cosas morales", inspirada en la llamada Tabla de Cebes, diálogo sobre virtudes y vicios atribuido a este discípulo de Sócrates. Más en general, respecto a una gramática universal de las imágenes, Artificium perorandi, 1587, Jordanus Brunus(Giordano Bruno) Frankfurt 1612, ed. de Alsted; Simonides redivivus, Adam Bruxius, Leipzig 1610; J.H.Alsted, Methodu admirandorum mathematicorum novem libris exhibens universam mathesis, Herborn 1623, y Clavis artis Lullianae, Estrasburgo 1633; Pharus Scientiarum ibi quidquid ad cognitionem humanm humanitatis asquisibilem pertinet, Sebastián Izquierdo, Leyden 1659; Ars magna sciendi in XII libros digesta, Athanasius Kircher, Amsterdam 1669; T.W.Corponiz: Nova methodus discendae docendaeque jurisprudentia (1667) 144. "La tapada" (BN-Sta.Cruz, Calc.-XVII (doc), r.346), pensada para las tiendas de tejidos de la Puerta de Guadalajara, muestra o mejor oculta una buscona en una pieza de tela andando sola por la calle, rodeada por hombreras, calzas y espadas que parecen seguirla. La imagen dobla aquí la suposición de la mujer, pues se supone que ya nos la suponemos entera dentro: el punto de vista escogido es tan bajo que lo anunciado se nos vuelve nimio e invisible en los pliegues de su anuncio. Así, al forzar la metonimia sale engrandecida la cosa en detrimento de la mujer, reducida a supuesto en su anuncio. 145. 2ª ed. de Francisco Santos,1673 (1ª, 1664, 3ª en Valencia 1694). 146. El primer volumen del De Indianum Iure se imprimió en 1629, y este segundo, en 1639. Al aparecer en 1647 la Política Indiana, el libro III, tomo II, fué censurado "omnino" y "de modo absoluto". El choque entre la Corona y la Congregación Propaganda Fide se cerró por el momento con la orden de retirada del De Indianum Iure, firmada el 25 de Marzo de 1647 por Felipe IV, quien no se privó de expresar su acuerdo con las ideas del autor. 147. Fray Juan de Silva, loc.cit., III; sobre los orígenes y desarrollo de la idea del vicariato real en las indias, véase Juan de Focher, Itinerarium Catholicum, Sevilla 1574; Alonso de la Veracruz, Speculum coniugiorum, Méjico 1566; Luis Miranda, Directorium sive manuale praelatorum regularium, Colonia 1615; Antonio de Remesal, 1619, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, así como los escritos de Fray Jerónimo de Mendieta o Fray Juan de Silva. 271 148. Más detalles en Baudot, G., La vie quotidienne à l'Amerique espagnole... París 1981 ("La vida cotidiana en la América Española...", FCE Méjico 1983); CODOIME, UAM, Méjico 1995, III ("O.N.G: órdenes regulares y clero secular en la evangelización"). 149. Manifiesto de grandes, 15 de Diciembre de 1676 150.En la fórmula francesa de teocracia estatal, los funcionarios sustituyen a los sacerdotes para soldar las leyes a los movimientos regulados de los cuerpos, sujetos en la ley. Ahí la única figura sensorial de ésta se encuentra en el rey-sol, que permite ver y es al tiempo visible, única forma-contenido, acontecimiento-mito que viene a sustituir al calvario. Para todos los demás la ley es texto, lo que implica antes o después la desaparición del caballero modelo en beneficio de la definición regular. Otro es el caso cuando las lengua son muchas, y muchas las que permanecen ajenas a la imprenta o a la escritura misma; cuando la ficción de aplicación simultánea de una misma palabra a todos los puntos del "cuerpo de la nación" es manifiestamente insostenible, pues el proceso de transmisión y aplicación se convierte en objeto y problema por sí mismo. Para el "rey de los dos mundos", todo se decide en ninguno de ellos, sino en el medio: en un limbo oceánico entre un tiempo y otro, un espacio y otro. La materialidad de la palabra y su influencia en la esfera de lo significado es así dolorosamente conocida para los gobernantes de "los dos mundos", cuyas derrotas y crisis de los últimos cincuenta años se deben, esencialmente, al problema que el buen Descartes ha ocultado sin más debajo de la alfombra pineal: la comunicación entre ideas y cuerpos, leyes y súbditos. 151. Plasmados ya en 1669 en esta queja del Consejo de Castilla, o en los enfrentamientos con la chancillería de Granada [AHN Consejos 7194/260] 152. Dietari, 3-I-1677, Barcelona 1967, vol. XXI, pp.321, 323-326. 153. Entre los consejeros de estado se cuentan en 1678 Vicente Gonzaga, el Príncipe de Ligne, Francisco Totavilla; Carlos Manuel de Este es embajador en Londres, y Felipe Arquinto en Viena. 154. "no ay vassallo por más independiente de su potestad que no lo traten como a súbdito inmediato, subordinándole a sus mandatos, censuras, multas, cárceles, y lo que es más, a la nota de estas execuciones. No ay ofensa casual ni leve descomedimiento contra sus domésticos que no le venguen y castiguen como crimen de religión... No les basta eximir las personas y las haciendas de los sus empleados de todas las cargas y contribuciones públicas por más privilegiadas que sean, pero aun las casas de sus havitadores quieren que gocen la inmunidad de no poderse extraher de ellas ningunos reos..." Consulta Magna, redactada por dos miembros de cada consejo de Estado y presentada el 12 de Mayo de 1678 (no 1696, como inexplicablemente reproducen algunos textos). 155. "todas las comisiones referidas las despachó su excelencia por don Antonio Alvarez, secretario de la inquisición de corte, de cámara del señor inquisidor general y de la junta de calificadores del consejo" (AHN, Sec.Inq.,1758) 156. "Ésta es la manera más ingeniosa de falsificar moneda. Para hacer un real de a ocho falso hay que deshacer dos buenos; véase la operación: Se lima un real de á ocho hasta que una de sus superficies quede tan delgada 271 como una hoja de papel; se hace la misma operación con otra moneda igual, cuidando de dejar entera la superficie opuesta, y después se suelda una pieza de cobre entre las dos superficies, de la cual una es el busto y la otra el escudo. El cordoncillo se hace por medio de una máquina. Resulta un real de a ocho dificilísimo de reconocer. La impresión es buena. El sonido casi perfecto. No puuede distinguirse más que por el peso. El monedero falso gana más de los siete octavos de la materia". (Del informe del físico C.Gimbert, v.nota 181) 157. Según Cantalapiedra y otros se trata de una alegoría alquímica similar a las de obras alemanas y bohemias de la época, en la que el matrimonio de oro y plata en una sustancia nueva simboliza el nacimiento del hombre nuevo, la religazón de lo escindido, del varón con la mujer y del individuo con la especie; Matusek y Schmelzen, en cambio, señalan la similitud estructural con ciertos mitos aimaráes, identificando oro y plata como vigilia y sueño, las dos caras de lo real equivalentes a lo apolíneo y dionísiaco niechano (o viceversa) Cfr. Boyle, An Historical account of a degradation of Gold (1678), donde se habla por primera vez del platino; Two Essays concerning the Unsuccessfulness of Experiments (en Certain Physiological Essays 1661, trad. latina 1667) 158. Remite el expediente Antonio Zambrano de Bolaños, de la inquisición de corte, a Juan Cortés Osorio, aunque finalmente el dictamen lo lleve a cabo el jesuíta Andrés Mendo. Lo que queda del expediente se encuentra en AHN, Inq., ns.1758 (1)y 1956(2); otros datos se han reconstruido a partir de documentación del Arch.Dioc.de Sevilla, XC,57 a y 69b (3); fondos del Museo Canario -sin catalogar; caja 16(4)- y British Museum, Sp.-let., c.157 y 158 (5), así como de bibliotecas particulares de Rabat, Xauen y Argel (6). 159. "Nosotros, padres capellanes de los esclavos de esta ciudad de Argel, testificamos que el susodicho Jean Albert, insultado y maltratado, se apartó de nuestra santa fe católica. Pero, tras reconocer la gravedad de su pecado nos pidió ponerle remedio con el fin de retornar a nuestra fe. Por tanto yo, Fray Carlos Angulo, español, de padres castellanos, religioso de la orden de nuestro santo padre Francisco, como el más experimentado, lo he examinado como asunto de gran importancia y he reconocido que su abjuración fué fingida, cosa que nos determinó a entregarle la siguiente carta con el fin de que pudiera pasar sin ser tomado por un faccioso o un espía sino sólo por quien busca el remedio para su alma... Dado en Argel el 4 de Diciembre de 1640. Sellado y firmado por Fray Carlos Angulo, fray Roberto Fernández y Cebrián y Fray Tomás de Moratinos, de la orden de los frailes predicadores" (loc.cit., 1, f.5; 6) 160. Fray Diego de Haedo, Abad de Frómista, de la Orden de San Benito, Topografía e historia general de Argel, Valladolid 1612 161. Juan de Mariana, 1599 Toledo, apud Tomas Guzmán, De ponderibus et mensuris, (base del cap.VIII del De rege); p.145 162. Mariana, op. cit., p.149 163. I Mach, II, 46, 164. 1 marco de plata son 67 reales hasta 1642, pasa a 83 y 3/4 (la de 8 pasa a valer 10); el 15 de setiembre, deflacción: las de doce y ocho maravedís, a dos, las de seis y cuatro, uno, y las de uno, blancas, medio maravedí; se vuelve a la equivalencia anterior en Marzo de 1643. Ese mismo año, Pascal inventa la máquina de calcular. 271 165. Francisco Centani, de la Contaduría Mayor y del Consejo de Hacienda, Memoriales 76, 81, 84 y 85; Madrid 1671; British Library, BL Eg.mss 2.084/3221,342; Arch. del Ministerio de Asuntos Extranjeros, París, Corresp.política, vol.601, f.56; BN, Berlín, Abt.Dip.Korr., dok.17/Sp/654-b. 166. "Sería injusto exigir a los indios una aceptación tan lúcida y firme de la fe como la que cabría esperar de otro convertido cualquiera, excepto del indio, aunque sólo fuera medianamente culto, o procediera de un ambiente social menos corrompido que el de las Indias con anterioridad a la penetración del Evangelio en ellas... El cristianismo no es una religión como para ser enseñada por muchachos, y menos a gentes tan torpes para comprenderlo como los indios" Borges,P. Métodos misionales en la Cristianización de América, Siglo XVI, Madrid 1960, CSIC166. 167. En el siglo XII, Alejandro III dixit: Si quis puerum ter in agua immerserit in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, Amen, et non dixerit: Ego baptizo te in nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti, Amen, non est puer baptizatus (Publicado por Gregorio IX en la primera colección de decretales a mediados del XIII). Y Sto.Tomás: Quia ablutio hominis in aqua propter multa fieri potest, oportet quod determinetur in verbis formae ad quid fiat, quod quidem non fit per hoc quod dicitur: In nomine Patris..., quia omnia in tali nomine facere debemus, ut habetur" Col.III; por fin, el concilio de Florencia: "Non tamen negamus quin et per illa verba: Baptizatur talis servus in nomine Patris, et F. et SS.; vel: Baptizatur manibus meis talis in nomine P. etc. verum perficiatur baptisma". 168. Ilícito, pero válido, tal como aclara el Santo Oficio para su gobierno interno desde el 3 de Marzo de 1633 (AHN, Inq.,724) 169. Pero ¿y el acto sacramental mismo? ¿Puede deshacerse? ¿Puede repetirse? ¿Todas las veces que se da una hostia son la misma vez? ¿Porqué no se bautiza cada hombre cada día, si se bautiza cada día con un nombre? La paradoja campa a sus anchas en la frontera en que el proceso toca al procesador y el tiempo a su medida y patrón. En algunos sacramentos no se soporta repetición más que instalándoles una complicada extensión del significado, como en el matrimonio, en otros, de ninguna manera. Eso quiere decir que estos últimos establecen hitos, hacen tiempo: bautismo, confirmación y sacerdocio. Los tres afectan o alteran el nombre. En el extremo opuesto, penitencia y eucaristía deben repetirse cada cierto tiempo; ambos aluden a lo que queda fuera del nombre propio, a los actos que se borran de una memoria o a la vinculación con el resto del sistema. El sacramento sacerdotal ocupa un plano diferente, como es lógico; Trento le llama sacramento del orden, y de eso se trata precisamente, de una instancia de control del propio sistema. Con él se reproduce el orden mismo, la posibilidad de repetición de actos sacramentales. Por algo se llama seminario el lugar en que se crían. Con los sacramentos trentinos, la frontera entre el sistema y su despliegue, la encarnación del verbo perfecto no es ya un misterio, sino siete y más transportables; las vías de acceso del suceso verbal al valor de Verbo católico, global, se han ampliado pero no desmandado. Nada de libre comercio entre los dos mundos: la Casa de contratación es magnánima, pero no suicida. 170. Trento, De sacramentis in genere. can.11 271 171. Alejandro III, 1159, incluida en Corpus juris por Gregorio IX; habitualmente usada con niños expósitos o recogidos, en caso de "que tras inquisición no se esté cierto de que hayan sido bautizados" 172. AHN., loc.cit. 1 173. Del Cardenal-Infante a Olivares, 9 de Enero de 1637, Archivo de la Casa de Miraflores; cit. Elliot, p.496 174. Política angélica, de Antonio Enríquez Gómez, alias Fernando de Zárate, mercader, que asistió a su propia quema, en 1660, en Sevilla. 175. loc.cit. (2), fol.3. 176. Al tribunal de Cartagena de Indias se le requiere a que inquiera acerca de "un tal Juan Ruiberche o Reberche, natural de Maastricht, flamenco de nación, de oficio la mar, por tener noticia cierta de que pasó a la carrera de Indias, y saber de cosas que tocan a este santo oficio" (loc.cit. (2), f.12; (4),doc.56), así como al tribunal de Mallorca acerca de Pedro Botí, testigo de abono citado en 1643 y al que se sabe liberado recientemente en Argel tras más de treinta años de cautiverio (loc.cit.(3),32;(6),docs.2 y 3), así como de cualquier otro testimonio relativo a Juan Alberto (loc.cit.(5), doc.7/b). 177. Así, el Pope Carlo en la más conocida de sus encíclicas, "De aperta ecclesia et hostis suis" (1970), que tanta influencia ha ejercido en las repúblicas del norte y las indias sajonas. 178."(...) "el cardenal [Richelieu] ha querido aprovechar la perturbación general para falsificar reales de á ocho españoles y ponerlos en circulación en todos los países donde esta moneda es admitida, es decir, en las Antillas, en la parte mayor de las Américas y hasta en las Indias Portuguesas, e incluso en la misma península española (...) V.E. verá por lo que voy á decirle que durante varios años se han fabricado falsos reales de á ocho en Argel a sabiendas del rey Pichelín y sin que haya tomado éste medida alguna para oponerse (...)" [De la Memoria firmada por Jan Albert] Estos hechos, desconocidos hasta el día, están confirmados por otras vías, como prueban los documentos siguientes: *"...Hay cinco especies diferentes de reales de á ocho, falsos o compuestos que he visto, y de los que envío a V.E. muestras. He tenido que cortarlos para poderlos ensayar y conocer la composición. Muy pocos ejemplares he podido conseguir, pues estas falsificaciones se hacen muy secretamente y el fabricante las envía enseguida a quienes se la encargan y explotan fuera del país" [Del informe del físico C.Gimbert; siguen descripciones de procedimientos de falsificación, entre ellas el citado en nota 81] (...)La citada Memoria me ha sido remitida por el autor para hacer de ella un uso conveniente. Añade que habiendo sido enviada asímismo al Ministro en Madrid, éste, en un momento de indignación, resolvió hacer mención de tan gran perjuicio en su manifiesto de guerra, pero el Consejo, por el temor de perjudicar el crédito de la moneda, se ha abstenido, y, por lo tanto, han acordado guardar secreto el asunto y se han contentado con enviar muestras de las monedas falsas á los puertos españoles de América y de las Indias Orientales para impedir la introducción de la moneda falsa. VE decidirá si puede utilizarse este descubrimiento para perjudicar el crédito de los reales de á ocho españoles o dar un golpe sensible al crédito de Francia por tales prácticas de su Hacienda, o ambas cosas. Aparte de que, por descontado, sería moralmente doloroso que 271 el crimen quedase impune y quedase la ventaja para un gobierno falsificador (...)" [Tom Skipp, acompañando el envío a Lisboa de la Memoria firmada por Jan Albert y documentos adjuntos, con fecha de Febrero de 1644( loc.cit.4, doc.15 y 16); con fecha de Septiembre de 1679 el embajador inglés en Madrid William Gates envía correspondencia relacionada con la boda real y añade partes de esos documentos (faltan el peritaje y el comienzo de la carta); ambos actualmente en loc.cit.(5, doc.54/a,b); cit. y frags. en Archs.del FO, Londres, Corresp.política, vol.590, fol.212 y ss.]: "[los documentos] me los hizo llegar alguien que siendo aun muy joven se vió enredado en los hechos que narra, así, de primera mano. Como sabemos, durante las guerras por entonces desatadas la violencia y animosidad fueron extremas, y los ministros de todas las monarquías se creían en el derecho de acudir a todos los medios para defenderse. Ése no es hoy el caso, como sabemos; pero dejo en sus manos decidir si tales secretos lo siguen siendo, o bien puede el público conocimiento de pasados yerros contribuir a prevenir los venideros(...) En tal caso [de publicación] pediré únicamente que el nombre de mi amigo no resulte comprometido con el ministro del Rey de España, con el que actualmente goza de gran favor" [De la carta de William Gates acompañando el envío arriba citado; copia manuscrita de esta carta se encuentra en el expediente presentado por la Suprema al primer ministro, loc.cit. (2),anexo]. 179. Cit. por Mariana, loc.cit. 180. Los emblemas de los gallardetes son en efecto similares a los anteriores a la tercera confederación de Kalmar, los que aparecen en alguno de los medallones recientemente hallados en las excavaciones de las colonias danesas en Villaurania la Nueva (Noiranenborro, al norte de La Florida);vid."Heráldica paleoamericana", M.Asteel, UAM, Méjico 1979 -N.Arjus U.P. 1973-) 181. "Relación histórica/ del/ Auto general de fe/ que se celebró en Madrid este año de 1680 con asistencia del rey N.S. Carlos II, y de las magestades de la Reyna N.S., y la augustísima Reyna Madre, así como de la alteza de su primer ministro y la grandeza de este reino, siendo el inquisidor general el excelentísimo señor D.Diego Sarmiento Valladares (...) Va inserta la estampa de toda la perspectiva del teatro, plaza y balcones/ por José del Olmo/ alcaide y familiar del Santo Oficio, ayuda de la furriela de SM y maestro del Buen Retiro y Villa de Madrid; Madrid 1680; BN, ms,9475. Todas las citas que siguen están tomadas de este texto; puede encontrarse la información oficial en AHN, Inq., lib.735, "Relaciones de causas de fe desde el año de 1665 hasta el de 1692". 182. Tres en la Antigua Calcografía Nacional de Madrid (ns.1063, 1078,3452), dos en la Biblioteca de Ambos Reinos, en Santa Cruz (317a/AI), anteriormente en los Archivos de Indias de Sevilla adonde llegaron durante la capitalidad procedentes de la colección particular de Carlo III, uno en el Archivo Histórico del Oeste, en Buenos Aires (Ext./Pen.,Calc.762) y otro en la Real Biblioteca de Ciencias Morales de La Florida (Sp.A63;mic.182.). El ejemplar más antiguo de los que se conservan en Santa Cruz muestra una suerte de quemadura en el lugar de la figura ausente, cuyo origen no han logrado establecer todas las pruebas efectuadas a instancias nuestras, por las que estamos hondamente agradecidos al conservador real, docto Henrique Fandique. Sin embargo, no hay rastro de la efigie en los demás ejemplares citados, así como tampoco en las copias posteriores de la Biblioteca Virreinal del Río de Oro, Seminario Real de Salta ni 271 Universidad Católica de Legazpia (antiguo Real Seminario Filipino). 183. El nórdico Han Heliote hablaba en 1975 (La España Imperial, p.136) de "segunda fundación del Imperio", e Indiano Castro en 1942 de "encrucijada de los tiempos y filo de la historia" (Suratlan y los suratlantes,p.69). Pues "¿qué es una historia sino el despliegue de las posibilidades de un sistema?" (Jorge Ignacio Jeguel, Ciencia de la lógica, v.3, p.521, Monaco de Baviera, 1826). El éxito de la estrategia de la multiplicidad se manifiesta en primer lugar en lo político con el matrimonio del rey, y tras el nacimiento de su primogénito, también en lo económico. En este sentido general es ciertamente atinado hablar de un "imperio de mestizos", como la despectiva frase del ministro de Luis XIV al conocer los edictos de restitución de 1679 y 1687 (por los que se autorizaba y alentaba el regreso de moriscos y judíos, estableciéndose en el caso de los artesanos e industriales incluso ciertas indemnizaciones aplicables a los gastos de repaertura de instalaciones productivas). Tras la alianza con Portugal (1695) que precede a la unión de 1708, los acuerdos con Marruecos y Berbería recuperan para la navegación el Atlántico sur, y al integrar en las flotas y los beneficios sudamericanos la maquinaria pirata de Salé han de contarse entre los primero factores que llevarán a Gran Bretaña y Holanda a los acuerdos de 1713. La grave enfermedad de JJ en Septiembre de 1679 marca así un rubicón para la historia: a partir de aquí, cede lo prescrito ante la escritura, bastardo reino donde el presente se enfrenta y se amalgama con los tiempos ausentes; la necesidad de ser reconocido es vencida por la molestia de darse a conocer, y el esfuerzo por establecerse triunfa de la obsesión de restablecerse. Esa toma de conciencia señala el verdadero inicio de la recuperación del "reino de los dos mundos", cuyos hitos son de sobra conocidos desde el traslado de la capital a Santa Cruz de Tenerife en 1718 hasta los acuerdos de 1789. Y las medidas de Juan José de Austria, en efecto, no se apartarán ya de esa dirección tras su sorprendente recuperación -que incluso algún historiador llega a achacar a prácticas mágicas-: la tensión con el Vaticano alcanza sus puntos críticos en la supresión de la Congregación de la Fe y la reorganización de la Inq. (1685 y 1691), y la atribución del nombramiento de obispos y cargos a raíz de los acuerdos de unión con Portugal en 1708; sobra decir que la fundación de San Pedro Nuevo en Funchal en 1725 y la proclamación oficial del Vicariato Regio es más una rúbrica que un paso en ese proceso que llevará a la Unión del Sur, remoto embrión de la actual Comunidad Ecuménica Entrecontinental. 184. Pensada como provisional, la organización diversificada en círculos parroquianos de un crédito que al cabo es uno y católico, adelantaba en una peregrina mezcla de pasado y futuro algunas de los rasgos del dinero moderno, en que el crédito que atestigua la estampa no se aplica a cualquier persona ni a cualquier producto, frente a las teorías del valor dominantes en Sajonámerica que le conferían una catolicidad numérica y abstracta. En una palabra, la estampa de crédito anticipa el actual concepto dominante del dinero personalizado a través de cofradías y patronazgos diferenciados, y no cabe duda de que su temprana introducción en la Unión ayudó a la hegemonía comercial de ésta durante el siglo pasado. Al respecto, véase Samuélez, S., El valor del dinero, FCE, Boa Vista 1963; Q.v.Gálbrez, Geldin van yester, Bomgarden, N.Arjus 1975. 185. Dice que nació en el Perú, y no sabe cuánto [-s años] tiene; y cree que tiene casi setenta años, y saca la cuenta así: que era muy joven cuando murió su [¿padre?][...] y que se acuerda que la llamaban Isabel, pero que se llamaba Nanué; venía de una granja cerca 271 de un lugar que se llamaba Verhela [¿Berenguela?] y había tenido dos o tres niños antes que naciera él [¿...?] ha llegado a saber que se llamaba de nombre Manuel. Luego se empeñó en buscar plata y para favorecer su negocio obligó a Nanué a complacer a un veedor de hacienda del rey, que le hizo un hijo. De éso sólo ha llegado a saber que de apellido le llamaban Andana. Y que su madre le llamaba Oyantai, y que no recuerda que le hayan llamado con otro nombre en el tiempo que vivió en Potosí, que fueron doce años. Que Manuel no se ha molestado en hacerle bautizar, pues pronto se cansó de Nanué y sólose ocupaba de su mina, donde no logró encontrar gran cantidad de plata, y un hundimiento de galerías le dejó bajo tierra, lo que pasó el 8 de Septiembre de 1628, como se ha dicho. Nanué dejó de cantar las canciones que cantaba siempre en su lengua, y pronto enfermó y murió. Y que él ha olvidado las palabras pero recuerda la música y toda su vida las ha silbado al trabajar para no olvidarlas. Y que al quedar solo decidió averiguar dónde iba a parar la plata, y qué maravillas en el reino aquél para que vinieran a vivir y morir así. Como se enteró que España quedaba hacia la salida del sol echó a andar por el río que llaman Pilcomayo. Acostumbrado a las sierras, al bajar el horizonte le dió tanto miedo como el que sintió luego cuando llegó al mar, así que siguió por la selva hasta que lo cogieron preso unos indios que llaman itatines de la provincia del Paraguay. Le engordaron para comerlo el día de su fiesta de brujería para celebrar que se había echado a los padres de la Compañía, pero antes de llegar el día los jesuítas llegaron con algunos españoles armados de un pueblo que llamaban Villarica. Durante la batalla escapó y los españoles querían llevarlo a trabajar en sus granjas. Pero uno de los padres, de nombre Muntiya [¿Montoya?] le cogió y le llevó a un lugar que llaman Los Ángeles, en el reino de indios que los padres tenían cerca del Brasil. Y que aquí vió por primera vez un libro con estampas, que le gustó tanto que cogió una tiza y empezó a dibujar encima de una tabla; y omo el padre Muntiya lo supiera, le puso a aprender con los que tallaban las figuras para un retablo de la iglesia, y que hizo uno de los siete ángeles de la puerta, que fué su primer trabajo de grabador. Y que los padres le preparaban para bauizar con otros del luar que estaban allí reunidos, pero antes que la Pascua llegaron vendedores de esclavos que en portugués llaman malocas, y quemaron todo, y mataron muchos, y muchos más murieron en los caminos de la selva. En San Pablo le compró un mestizo de nombre Caetano Rocha para su plantación, donde cogió fiebre y estuvo casi un año a punto de morir. Para consolarse dibujaba con una espina en hojas duras y el zumo le servía de tinta, con lo que hizo una especie de sellos para estampar adornos en los vestidos de otros esclavos. Un español vió un dibujjo y se interesó, y Rocha apovechó para venderlo antes de que le volvieran las fiebres, y recuerda que cobro quince pesos como si fuera un hombre sano, lo que es un delito. Y el español se llamaba Diego Hernando Alvaro de Ribera y era un regidor de Tenerife que volvía con su mujer en estado, que tuvo la niña durante el viaje en el barco. Y la niña siempre paraba de llorar y se quedaba dormida cuando le escuchaba silbar, lo que algún marinero pensó que era brujería. Pero el regidor prometió delante de todos que sería su padrino cuando se bautizara junto con su hija en cuanto llegaran a las islas, para lo que solo faltaban dos días, cuando encontraron barcos de Salé, en tierra de moos, y les cogieron presos sin que pudieran resistir. Y dice que mandaba el barco un renegado de nombre Mami el Inglés, lo que ocurría a principios de 1636. Le vendieron en el mercado de Salé a un andaluz de nombre Ahmed, con ideade ponerle a servir en un barco; pero como el mar le ponía tan enfermo que ni los latigazos le podían tener en pie, le vendió a un flamenco renegado, Juan Alberto -lo que era sin duda Jean Albert- y era de un lugar llamado Bolduque -que 271 es s'Herzogenbosch-; los moros le llamaban Mustafá. Esto pasaba en el año de 1636, porque el dueño de Mustafá, llamado Morat, murió antes de dos años y eso sucedió en 1638, que no se le ha olvidado. Morat también era una renegado de Mallorca, donde le llamaban Micol [Miqel] y le nombró alcaide del lugar el rey Pichelín, y en 1638 le mandó a la guerra con los moros de tierra adentro y no volvió más a Argel, por lo que seguramente le mataron; después huyeron a Salé y a Canarias /.../ 186. Actualmente residente en Univ. de Tarif al Gadí LOS CÍRCULOS DE VIENA 187. Neue Freie Presse, 28-XII, p.13; Poch reunía en un archivo las citas de prensa, agrupadas por publicaciones y numeradas. Las siglas más habituales son NFP, Neue Freie Presse, W, Die Welt, vK,Die verdoppelte Kröne. En los casos en que hemos podido localizar la cita, como éste, la incorporamos en nota. 188. Citadas en adelante "Lej"; cuando las notas de Lejtoroshov se remiten a fuentes de Steinhof, "Lej/St". 189. Nos ha sido imposible localizar la referencia entre los materiales publicados hasta la fecha del seminario lacaniano. 190. Según comunicación personal de L.Belío, entre 1983 y 1988 el profesor Poch realizó no menos de tres viajes a Moià y sus alrededores; ello parece indicar que pensaba en una búsqueda de sus orígenes por parte de Otto. 191. Hemos incluido en lugares que nos han parecido pertinentes cuatro frases alemanas anotadas en una libreta con datos sobre Steinhof. Es muy probable que se trate de transcripciones de los registros fonográficos a que alude el texto; las ambigüedades o errores que contienen, que no obstante hemos respetado, sugieren una transcripción apresurada, sin oportunidad de comprobación o corrección. Una traducción un tanto libre de ésta primera sería: "Cuadra al camello pasar a ser interrogado por el guía, descarriado por el ojo del oído". 192. "Donde se empeñe el ímpetu local, medra la maleza verbal". "¿Se limita la proscripción racial al cuadrilátero de las nivelaciones?". La primera frase juega con Wörter-buch, libro de palabras o diccionario, Wuchs, vegetación, Wucht, violencia o ímpetu, wuchern, proliferar, pero también Wucher, estraperlo; lasegunda, con Strassenbahn, tranvía, y Nibelungenring, el anillo de los Nibelungos; ring, además de anillo o palenque es también ronda, como el Ring de Viena. 193. "Desvivirse es el esfuerzo más crudo". Pero la fonética induce a invertir el orden del grupo "er" en Streben, convirtiéndolo en Sterben, morir: no vivir es el morir más arduo. OXIMORON DE LA FRONTERA 194. Donde la actividad celestinesca del correveidile y oyevaicuenta reintroduce la dualidad en el interior de la frontera de cristal que se pretendía sin dimensiones, siéndolo tan sólo respecto al plano ortogonal del emperramiento emperrado en alcanzarse a través, mientras que se extiende ilimitadamente en la superficie de un espacio y un tiempo que aplana mientras explana. 271 195. La longitud y las dudas sobre su atribución nos han llevado finalmente a excluirlo del cuerpo principal del texto. Sobre su autoría y contenidos, "Sustine et abstine: lo estrictamente necesario y la lógica modal estoica", JL.Arántegui, La Ventana (2), 1989, pp.34-41. 196. Aquí se insertaría lógicamente el siguiente fragmento, antes aludido: "Próximo a los círculos de los lógicos parisinos de fines del siglo XII y principios del XIII, Otloh de Saint Emerdand muestra el influjo de las discusiones suscitadas por Guillermo de Champeaux, Odon de Tournai y Roscelino de Compiègnes en torno al problema de los universales. El oximoron aparece en él como paradigma de coincidencia de contrarios que culminará en la doctrina herética de la vacuidad del mundo como perpetua 'evacuatio Dei` ". Como se ha indicado, el trabajo sobre Otloh no llegó a comenzarse. 197. M.Gruberl, Am schönsten grauen Ganges:Über indischen Ärgniss und Fröhlichkeit, P.Lanyi, Wien 1913; A.Watts, Zen Guay -hay trad. española, "El camino del zen", Edhasa 1977; S.Radhakrisma, Brain as Mine, CUP, Calcuta 1934; Petra Omposi, Della utilizazione sensa senso della linga nella veccia India, IUP, Dark Hill, Indiana 1956; A.K.Coomarasuami, Swaning on the loosed Age, Proust&Cake, Madeleine, New Jersey 1968; S.B.Dasgupta, Tears on the thirty Tea, Twinnings ed., Sindolore, 1945; A.J.Bahm, P.J.Bein y J.K.Vloom, Being as doing a Big Bang, Vulcan Pub.,Bombay 1972, y las obras clásicas sobre la literatura védica del profesor Kurz Kelchenbein, Ueber verdoppelten Schauen im extatischen Anschauungen nach den indischen Weltanschauungen, Rechtlink Verlag, Xauen 1924, Atilio Tremedal y Evaristo William-Palacios, Breve investigación introductoria a las afinidades geoantropológicas entre las escuelas indias de la renuncia y los indios del Paraná, Paraguaya de Clásicos, Asunción 1944 (en especial los capítulos CX a CXL), así como John Ledges y Pateta, No, MIT, Mass.UP., 1967 198. Sean mencionados aquellos versos del Ruyanijab, "¡tengo La Negra encima sin blanca/ luz para apagar un polvo de sombras!", que exclama Vishnú a punto de ser alcanzado por Kali (trad. Rodríguez Porriños, Biblioteca de Autores Paganos, Meco, Madrid 1941); cfr. Z.Zähler, "Retorische Gestalten in vedischen Literatur” Ztsch.f.östliche Filologie (IX), 3, 769 y ss. 199. Cfr. los trabajos clásicos de A.Steuer y O.Limpot, y en castellano, de P.Arias y G.Abela, así como la obra imprescindible de Aradi Videnda, Parias Treasure and topological Theory of Catastrophes, M.Isrich & Sons, Exeter 1988. 200. Al respecto resulta inevitable la obra de O.Mingarigabe Eusko kosmolegia mundu zikinaren kontra, Ed.Ipurzulo, Zugarramurdi 1938, aunque ciertamente dificultada al estar redactada sobre dolmen, lo que hace ineludible desplazarse hasta el lugar de edición. 201. Ars inconveniendi, esc.2; como en ese escolio suelen naufragar exégesis y traducciones, seguimos la de LLom y Muntadas; es accesible el facsímil de Eds. La Gavina, Columbretes 1989. 202. "Katakefaloi anapodós", en Diels, Helenistische Stücke, Bd.XIII, hrsg. von M.Sturb, Steil Vlg., Himmelfussdorf a.E, Dresde 1927, pp.107 y ss. 203. Historia Natural, I, Clásicos Gredos n.206, p.74. 271 204. Así en Parva philosophorum, L.A.Collera, Trillas, Méjico 1982, cap.II, y en Anágenes, o el Chanquete, atribuido al Pseudoaeropagita, aunque recientemente se ha presentado otra interpretación que lo atribuye nada menos que a Narsés, el gran eunuco y mariscal de Justiniano; remitimos a la introducción de la edición crítica bilingüe de Carlos Arente de Argamandijo, eds. Lathapa, s.Clásica n.7, Jerez de la Frontera 1976, pp.123 y ss. 205.Cfr. Aradi Videnda, loc.cit; G.Mehrzahl y G.Marx, "Von Nichts zur Null: die Indische Mathemathik und ihre paradigmatische Verweisung zum Alles", Jahrbuch für exakte Wissenschaften und Handel, Bremen (XII, 3, pp.564 y ss.); sobre megáricos y estoicos, I.F.Nolossd, T.H.E.Newhavit, Capital Arguments and Paradoxes on the Province of Modal Logic, Arnie Hades ed., Little Big Horn 1987 206. El acta está editada en "De silente iuris", Actas del XII Congreso Internacional de Historia Comparada en el Derecho, Begin Pubs., Shatila 1983. Referencias útiles son D.Lagauche, ”Diction aryenne du shij analysée", Revue de Sesa (V), 3, 69 y ss., que estudia detalladamente los problemas de traducción del acta; M.A.Jupon, "Le réfus de la supe(inte)riorité", Bouletin des Champs Freudiens, n.ext.Julio 1975, ed.B.Edullis y M.Ouscaria; W.Brown, Remaking the Indian Unmaking: Alltoy's Sistematic Deconstruction, MacMillan, Londres 1986; Ettore Achillei, Corsi e discorsi deli valori eroici, Eds. Vadoglio, AdisAbebba 1935; P.Parigi, "Morte senza tino", en De silente iuris; K.van Linjeen-Poppe, "Shantalamuye umkeeren", Filologica Neederlandica (III), 1, 23 y ss; Fortunato Luziano y Aldo Chicken-Loos, Shoot up for Ever-Now: The Big One and the No-Contradiction's Axioma, Morgue Pubs., Chicago 1931, así como la obra de Facker citada luego. W.Brown, siguiendo a M.Jupon, señala que en el uso lingüístico de la época "plenitud" no designa un atributo que un sujeto alcance mediante cópula, sino un modal o modalidad a la que pueden adherirse o no infinitos actos, que sólo tendrán algo de sujeto en cuanto puedan sujetarse por algún accidente a ella. Esta figura del sujeto necesariamente accidentado en la cópula coincide con lo que el maestro de Kurdalabad, el célebre geómetra y aritmético Arasumanda Sali, llamaba pérdida de modales, lejano precedente de la teoría de funciones alternas. Según Brown la traducción de "plenitud" a lenguas europeas respeta en las terminaciones "ud", "ude", "heit" una marca de impersonalidad, pero sin embargo sustancializa lo que debiera ser "adecuación de modalidades" o "modales adecuados", y propone la expresión "plenear aguas". No obstante esta traducción hace recaer en el linguocentrismo, pues igual cabría "aguar de pleno", lo esencial de su argumento, como ya planteó la conocida paradoja del mudo de Shitakayanda, un lógico heterodoxo de fines del siglo V aC. La diferencia entre el predicar en la cópula y los modales adecuados se hace palmaria en el número. En la primera sólo habría una plenitud, nunca consumada por el número de los individuos, mientras con modales adecuados la plenitud se colma y vacía de significado a la vez cada vez, perdiéndose el sentido en el mismo instante en que es más sentido; esto encaja con la formulación de la figura "plenitud de plenitudes y sólo plenitud que te vas para no volver, déjala correr", a la que Brown llama "encabalgamiento sucesivo de categoría" y los lógicos de Madrás "las primaveras de búfalo" (cfr. Cody, W., "Indian Mithologics and Rethorics", in Arizona Review of Literature (XLII), 3, p.94 y ss., Phoenix, Arizona) También es claro que atributos que "no existen fuera de la atribución" nada tienen que ver con un organon metafísico que se extiende al menos hasta los atributos divinos de Leibniz, que ciertamente ya empiezan a funcionar como un reloj porque se atribuyen a sí mismos; sólo que a solas y en la penumbra de esas petites perceptions que salpican, como gotitas al sacudirse la ola en la costa, la conciencia. Con los modales adecuados, el 271 centro de gravedad de esa "puesta en relación", o tiempo, deja de ser topos categorial, y abolida la idea de posición, se va corriendo fuera de lugar en cualquier lugar, esto es, a cualquier momento [Sobre las relaciones entre Leibniz y los Vedas, F.Stina, "De l' harmonie établie à l'avance et les essaies de dé-montrer le dépassement du Suprème Horloger aux origines de la pensée digitale", Cahiers du Tictac (LVII), 7, p.78 y ss., Gèneve 1989] Esto podría dar lugar a pensar, ante todo porque es actividad que mantiene el riego cerebral sin esperar la plenitud del Brahmaputra, que ese desplazamiento -del tiempo, no del Brahmaputra- se produce porque plenitud y vacuidad, como cualquier pareja que en occidente se entiende unida gracias a la cópula, representan extremos modales en distinta posición de una jerarquía. A esto apunta la interpretacion, a nuestro juicio superficial como el agua de un arrozal, de E.Achillei: vacuidad y plenitud expresan dos modalidades existenciales entre las que corre el sentido por un desnivel axiológico, ínsito en la desigualdad terminológica. Plenitud, sustantivo, se sitúa por encima de vacuidad, carencia predicada que queda debajo. Esta postura sustituye así la plenitud vacua del Uno por la plena vacuidad de una oscura "casa del ser" a la que basta sacar la lengua que recalama para que se revele equívoca casa de citas donde reside la meta física de occidente desde el principio. P.Parigi apunta al punto débil de Achillei recordando el tradicional carácter simbólico del agua, panta rei heracliteano que fluye, si no con sentido, sí por alguna dirección. Mas no a resultas de nada "pendiente", carencia óntica o desnivel axiológico que instaure tiempo y discurso entre modalidades del Ser -que no se dice de muchos modos, sino que se desdice de todos modos-, sino en una relación históricamente variable construida en interacción comunicativa, esto es, mediante canales regulables con esclusas y ruedas de molino. Según eso los lógicos del siglo V y en especial en Benarés, ciudad sagrada bañada por el eterno fluir del Ganges y punto obligado de parada del viajero, resulta obligada la visita a la parrilla del Ritz, nos encontraríamos con una interpretación que haría de los lógicos de Benarés, ciudad sagrada bañada por el eterno fluir del Ganges y punto obligado en que no se puede dejar la parrilla, donde nos encontraríamos con una interpretación en que los lógicos del eterno fluir del Ganges harían del viajero a mordiscos, más que un refinado primer platonismo, a la postre, un hegelianismo avant la lettre que pondría "el río", "las aguas", el devenir en una palabra como Vermittlungsinbegriff, remozando el juego de palabras de Hegel como mediadoren-el-concepto y a la vez quintaesencia autoproclamada de la mediación. No sólo las críticas de K.van Linjeen-Poppe y D.Lagauche han señalado lo insostenible de esta postura. Con intereses distintos, F.Luziano y A.Chickenlos apuntaron con tino en la escuela pragmática de Chicago a sus inconsistencias, dando en el blanco al menos en dos puntos: primero, las elevadas miras de la metafísica del lenguaje pasan por alto el campo de arroz, objeto de la litis. De no ser por la contradicción, en este caso jurídica, planteada desde un sistema de funcione externo a toda "esencialidad" del lenguaje, en este caso el pali, y en referencia a un "objeto" aceptado como identidad subsistente, y que permite subsistir, por muchos guiones que se barajen nadie habría echado a rodar la película ni habría emergido sentido alguno del desencharcado arrozal de Shantalamuy, ni la nada nadearía por falta de Grund para hacerlo, ni en fin se habría dado esa puesta en relación que ciertos autores suponen dada por una gramática ontológica. Aquí no nos encontraríamos tanto ante un hegelianismo avant la lettre de la patrie como ante un marxismo puesto en pie en la tierra de los parias, bañada por el Ganges milenario y su eterno etcétera de Almanzora a la guitarra. O como afirman Luziano y Chickenlos, el mismo Heráclito del panta rei es el beligerante trinitario del polemós pan patrés, es decir, que el que no hace llorar no mama, y sin la demanda 271 judicial que interpuso el propietario fuera de sí para asegurar para sí las existencias existentes, nada sabríamos hoy del Gefügtsein de la horticultura indostana, para otros existencial universal. Y en segundo lugar, la hipótesis encubierta por la hermenéutica de charca de aquellos autores según éstos es la que llaman éstos "hipótesis del cebollo". En la interpretación de estos autores de la de aquéllos, ésta sería igualmente aplicable al campo en cuestión si no se tratara de un arrozal sino de un cebollar, siendo así que la experiencia demuestra que: a)de tratarse de un cebollar la "vacua plenitud" debiera entenderse "plena vacuidad", pues el exceso de agua arruinaría las cebollas donde haría granar el arroz, y subsecuentemente b)el propietario no habría demandado al cultivador, y éste con una porra no habría pegado a la perra de aquél, y como la guerra es la parra que tapa el origen de las cosas y las cosas del origen, parra sin perra ya no da guerra, lo que engarza con la hipótesis anterior. En una palabra, lo cualitativo no es "lo cualitativo", o por decirlo con Valavanda Sinchapartala, "de ilusión también se vive si es la de otro". 207. "An ominous anonymous: the Tankharatassa's logical corpus", Actas del Madison's Quare Congress, M.Facker et al., Pennsylvania UP., 1989, pp.238 y ss. 208. E.Ness, The dream of Reason: Monsters of Logic and No-Linear Aesthetics, Corkscrew Pub., Aberdeen 1988. 209. Freud, S., GW IX, p.577 y ss; (Bib.Nueva, XI,73 y ss.; Chamorrortu, XII, pp.132 y ss.) Asímismo, sobre movimiento helicoidal y pendular, Elena R. Carrillón, Puntualidad y cita en la obra freudiana, eds.Tatatu, Madrid 1998 210. La simulación se realizó con un Apple BAN-AN Sexium, con un RAM de 740 Gg, driver poliparamétrico y escalar de trees tipo monovial con desviaciones aleatorias, así como monitor especial con turbante acoplado para resistir la elevada presión durante la digitalización de la postura del caracol. 211. C.Clay y M.Alí, "Name's Duality and Identity Crak", Madison's Quare Congress NY 1966; G.Ratter, "De l'inaccesibilité dès moi au toit", Bouletin des Champs Freudiens, eds. B.Edullis y M.Ouscaria, XIX, 2, p.43, París 1987 212. Libro de la Desmemoria, trad. L.M.García, Unicum vlf., Budapest 1992, p.111 213. Diels, loc.cit., p.111 214. Milindapaña, ed. de G.Ardel; D.Anzing pub., Woodbreeze 1967; p. 19 215. P.Omposi, loc. cit., p.87; A.Watts, loc.cit., p.176 y ss.; Revue des littératures d'Orient (IV), 1971, monográfico que contiene contribuciones antiguas y actuales de J.K.Vloom, Nikolas Niotroboulos, P.I.Tyllin y Kurz Verweit; asímismo, desde el punto de vista lógico, F.A.Lusteigen, Drinnen und draussen: ekstatische Zeit als Moment der Vermehrung in den indischen logischen Anschauungen des Kopulierens (der "Streit von Benarés), Auslag Verlag, Entmunden am See 1989. 216. W.McAcken y M.Andrill, The Age of Simility: Mankind in Postmodern, Harper&Raw, NY 1986 217. Así, L.Lacan, en uno de cuyos fragmentos olvidado con demasiada premura al 271 aparecer la figura del "Grand Gardien" se afirma que "si L'On veut d'être analysé, il faut tomber en défaut d'où tombe Outre qu'en tombe jusqu'au fond de l'accour, veuillez sonner la cloche" (Seminario, VII, Apéndice). Igualmente, G.Deleuze en "Empirismo y Subjetividad", p.75: "métaphore est à mesure qu'on y peut aproffondir le falus re-plié, duplié sans se déplier par l'inminence de l'inmanence". 218.Cit. por Watts, Zen Guay, p.76 271