"Su programa de lealtad lo está traicionando." Harvard Business
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"Su programa de lealtad lo está traicionando." Harvard Business
Su programa de lealtad lo está traicionando por Joseph C. Nunes y Xavier Drèze Abril 2006 Reimpresión r0604h-e Los programas de lealtad abundan, pero la mayoría de ellos no consigue mucho. Si usted quiere que el suyo dé resultado, he aquí los cinco errores que debe evitar. Su programa de lealtad lo está traicionando por Joseph C. Nunes y Xavier Drèze ¿ Qué es más raro que la lealtad eterna? Al parecer, un programa de lealtad eterno. En los últimos años, hemos visto a empresas de todo tipo poner fin a los programas que habían diseñado para infundir mayor fidelidad entre sus filas de clientes. Subway, la cadena de restaurantes, se desprendió de sus tarjetas Sub Club, que permitían a los comensales obtener un sándwich gratis luego de comprar ocho. En Australia, los supermercados Coles descontinuaron un programa que premiaba a los dueños de acciones de la empresa con descuentos en mercadería que iban de 3% a 7,5%. El fenómeno online eBay calladamente suprimió su programa Anything Points dirigido a clientes estadounidenses. Target al parecer fracasó con su innovadora propuesta que involucraba tarjetas de crédito “inteligentes”. American Airlines y America Online desmantelaron su programa conjunto de lealtad. La lista continúa. Aun cuando se siguen lanzando programas de lealtad a diestra y siniestra, muchos de ellos están siendo abortados, y no con un sentido de misión cumplida. ¿Cómo puede ser esto? En muchos casos, estos programas son creados por especialistas de marketing sumamente competentes en empresas por lo demás exitosas. En la actualidad se reconoce ampliamente que retener a un cliente antiguo es más valioso que ganar uno nuevo. El concepto de premiar a los compradores frecuentes ha estado rondando desde hace al menos 100 años. ¿Qué podría ser tan difícil en un simple programa de lealtad? Tras investigar esta pregunta de diversas maneras durante los últimos años, hemos aprendido que hay muchos aspectos de los programas de lealtad que no son fáciles de acertar. Los desafíos comienzan con la aclaración de los objetivos de negocios, dado que los programas de lealtad pueden generar una Copyright 2006 Harvard Business School Publishing Corporation. All rights reserved. Todos los derechos reservados. 3 S u p ro g ra m a d e l e a l ta d l o e s tá t ra i c i o n a n d o variedad de beneficios. Continúan con el diseño económico de la estructura de premios y con la creación de incentivos lo suficientemente atractivos para modificar los comportamientos, pero no tan generosos como para que erosionen los márgenes. No menos importante, se deben resolver ciertos enigmas propios de la psicología de los consumidores, que pueden hacer que dos premios de igual valor induzcan niveles de compra muy diferentes. Nuestra investigación sugiere que existen patrones en aquello que los programas de lealtad exitosos aciertan y en aquello que los demás fallan. En este artículo, compartiremos lo que hemos aprendido conduciendo nuestros propios estudios y observando programas en la práctica. En conjunto, nuestros hallazgos constituyen un juego de herramientas para diseñar algo positivamente raro: un programa que no se vuelva en su contra. ¿Qué es razonable esperar de un programa de lealtad? Para crear un programa de lealtad exitoso se debe partir definiendo qué se espera conseguir con la iniciativa. Sólo teniendo objetivos de negocios claros se pueden diseñar los mecanismos apropiados y juzgar si están operando eficazmente. Por eso, lo primero es tomar nota de aquello que un programa de lealtad no puede hacer. No puede, en ningún sentido verdadero, crear lealtad. “Lealtad” significa fidelidad. Significa devoción a toda prueba. Cuando se es leal a algo –un concepto, una persona, un producto–, no es tan sólo en las buenas. Se sigue fiel aunque vaya en contra de los propios intereses. Pero esto ciertamente no es algo que se espere en ningún contexto comercial; ya es bastante escaso en el amor como en la guerra. No planteamos este asunto semántico burlonamente ni con un sentido de indignación. Más bien, nuestro punto es que los eufemismos, en especial aquellos tan ampliamente adoptados como “lealtad del cliente”, no hacen más fácil el trabajo de los ejecutivos. Enturbian las aguas y sacan de curso los esfuerzos de marketing. 4 Para aclarar las cosas, entonces, examinemos los cinco objetivos que los programas de lealtad realmente pueden ayudar a cumplir. Evitar que los clientes deserten. En algunos casos, los programas de lealtad crean lo que los expertos llaman barreras a la salida. Es decir, hacen más difícil que un cliente se cambie a un nuevo proveedor. Éste es un objetivo clave en aquellos casos en que los clientes usan típicamente un solo proveedor, como sucede con el servicio de telefonía móvil o con el combustible para la calefacción del hogar. Dada la alta importancia que se otorga al valor de por vida de un cliente, la atención se centra en evitar que las cuentas caigan en manos del enemigo. Vea, por ejemplo, esta recompensa que da Sprint a sus clientes de telefonía de larga distancia: por cada dólar que gastan con Sprint, ganan una milla de viaje que pueden canjear en cualquiera de cinco diferentes aerolíneas. El rival de Sprint, AT&T, que acaba de ser adquirido por SBC, no ofrece un plan de ese tipo. En consecuencia, si todas las demás condiciones permanecen iguales, un miembro de un programa de viajero frecuente de cualquiera de esas cinco aerolíneas preferiría a Sprint como carrier de larga distancia. Un cliente podría permanecer con Sprint incluso si llega a sentirse temporalmente insatisfecho con el servicio, porque el beneficio del millaje se acumula con el tiempo. Si se alejara para volver más adelante, tendría que volver a acumular millas desde cero. Es lo que se conoce como encerrar a un cliente, equivalente a retener a un empleado mediante atractivos beneficios económicos. Obtener una mayor participación en el gasto. En lo que se refiere a bienes y servicios, un cliente generalmente elige a más de un vendedor, y un programa de lealtad puede motivarlo a concentrar sus compras. Esto se aplica a los viajes en avión, crédito, gasolina, provisiones, comidas y bebidas, todas las cuales son compras que se hacen con alta frecuencia y en pequeñas cantidades. La clave radica en dar al cliente un motivo para dirigir una porción mayor de esas transacciones a las manos de un determinado vendedor. Entregar puntos por compras es la manera más común de realizar esto. Amazon.com, por ejemplo, ofrece una tarjeta Visa que premia a los compradores con un punto, equivalente a un centavo, por cada dólar que gastan (tres puntos si el dólar se gasta en Amazon), y que se entrega en un certificado de regalo Amazon de US$ 25 cuando se acumulan 2.500 puntos. Un comprador que de otro modo alternaría entre diferentes tiendas ahora tiene un motivo para preferir Amazon. En efecto, aunque otro vendedor ofreciera un programa similar, existiría un incentivo para hacer todas las compras en un solo lugar porque los certificados se emiten una vez que se alcanza cierto límite. Muchos programas de este tipo se pueden ver en el sector de créditos, y por un buen motivo: en 2004 los 185 millones de portadores de tarjetas de crédito en Estados Unidos tenían un promedio de cuatro tarjetas. Los programas de puntos, por cierto, se usan más allá del mundo de las tarjetas de crédito. Las tiendas minoristas y hoteles, por ejemplo, también las utilizan. Basta con ver el programa Reward Zone de Best Buy y el Preferred Guest de Starwood, favorito de los viajeros de negocios. Si teníamos alguna duda sobre cuán eficazmente el programa podría aumentar la participación en el gasto (share of wallet), ésta quedó disipada por el éxito que logró el minorista de Arizona ABCO al captar más compras de parte de sus clientes que adquirían productos para sus bebés. El Baby Club que ayudamos a lanzar premió a sus miembros con Baby Bucks (o bebé-dólares) por cada compra; 100 Baby Bucks podían cambiarse por un cupón de US$ 10. Al cabo de seis meses, observamos un aumento substancial en la cantidad de transacciones en productos para bebés y en el número promedio de estos artículos por transacción, llegando a un crecimiento neto de 25% en las ventas de productos para bebés. Este incremento no obedeció a una repentina explosión demográfica. Fue simplemente el resultado de que los padres descartaron a la competenharvard business review Su pro grama de lealtad lo está traicio nando cia para así consolidar sus compras para lactantes en ABCO. Sin duda, el Baby Club pudo lograr estos resultados porque fue el primer programa de su tipo en la zona. Para la mayoría de las empresas presentes en mercados competitivos, eso es cuando mucho una ventaja efímera. Pero incluso donde existen programas competidores, es posible triunfar con la estructura de premios adecuada. Específicamente, el programa debería contar con lo que los economistas denominan una estructura de premios convexa, es decir, a mayores niveles de gasto se obtienen premios proporcionalmente mayores. Homebase, la minorista británica de bricolaje, dio con un sistema de dos niveles que parece funcionar: un cliente ahorra un 2% en sus compras al inscribirse en el programa Spend & Save (gaste y ahorre). Luego de desembolsar £400, ahorra un 10% sobre el resto de las compras que realice ese año. Es cuestión de imaginarse el incentivo que esto puede significar para quien gasta en su casa alrededor de £ 800 anuales en productos de bricolaje. Si dividiera sus compras de manera equitativa entre Homebase y uno de sus competidores (gastando £ 400 en cada tienda), recibe de vuelta £ 8 de cada minorista (suponiendo que el competidor tiene un programa similar), con un total de £16 en ahorros. Pero si gasta £ 800 en Homebase, le devuelven £ 48. Impulsar a los clientes a hacer compras adicionales. Hemos descrito situaciones en las que competir por las compras de un cliente es un juego de suma cero. La expectativa es que el cliente comprará una cantidad equis y punto, y el objetivo es captar la porción más grande de esa cantidad. Pero un programa de lealtad no necesita apuntar tan bajo; también puede hacer crecer la demanda, incentivando compras que de otro modo no se habrían hecho. Éste es un efecto corriente en los programas de lealtad con varios nive- les (aquellos que tienen, digamos, niveles Silver, Gold y Platinum), donde cada fase supone beneficios adicionales. Los clientes que ya están en el último peldaño para pasar al nivel siguiente –o en peligro de bajar al inferior– con frecuencia incurrirán en gastos extras para asegurar el nivel de más arriba. Citaremos uno de los ejemplos más extremos que hemos presenciado: un amigo nuestro de Los Angeles estaba a 3.000 kilómetros del nivel Premier Executive de United Airlines a sólo unas pocas semanas de que se terminara el 2005. Pidió el vuelo menos costoso que le permitiera calificar, al frío destino de Buffalo, Nueva York, donde permaneció menos de 24 horas antes de regresar. Incluso cuando el programa no cuenta con niveles, un premio de valor puede llevar a los consumidores a acelerar sus compras, lo que puede derivar en un aumento general del consumo. Cuando trabajamos con una cadena de lavado de automóviles en la Costa Oeste, observamos que un programa que ofrecía un lavado gratuito luego de ocho compras llevaba a los automovilistas a limpiar con más frecuencia sus vehículos a medida que se iban acercando a obtener el premio. Este mismo efecto lo han observado otros investigadores que estudian las compras en las cafeterías, y sin duda se puede aplicar también a “pequeños lujos” tales como las sesiones de bronceado y spa. El denominador común es que son bienes y servicios de consumo flexible y que pueden fácilmente elevarse. Una estación de servicio podría, por tanto, crear un programa de premios por el cambio de aceite y registraría un aumento en sus ventas totales; utilizarlo en el cambio de neumáticos para la nieve quizá no tenga el mismo efecto. Entregar una percepción sobre el comportamiento y las preferencias de los clientes. Un beneficio de los programas de lealtad que ha adquirido importancia en la última década es Joseph C. Nunes ([email protected]) es profesor asociado de marketing en Marshall School of Business de University of Southern California, en Los Angeles. Xavier Drèze ([email protected]) es profesor asistente de marketing en Wharton School de University of Pennsylvania, en Filadelfia. abril 2006 su capacidad de entregar información útil sobre los clientes. Esta información puede ayudar a comprender mejor el comportamiento general de compra y permitir al vendedor centrar las promociones en clientes específicos. Tesco, la cadena británica de provisiones, suele mencionarse como ejemplo por su experiencia en el uso de la información que ha recogido de los miembros de su Clubcard. Los portadores de esta tarjeta reciben trimestralmente por correo un folleto con ofertas personalizadas tan esmerado, que Clive Humby, uno de los creadores de Clubcard, reveló el 2004 a la revista Promo que la empresa imprime cerca de 4 millones de variaciones de ofertas personalizadas. A medida que la recolección de información y su almacenamiento se vuelven más fáciles y económicos, presenciamos una proliferación de empresas que ofrecen información de marketing basada en datos de programas de lealtad. Sin embargo, hay que tratar de no exagerar los beneficios de recolectar información sobre las compras de los consumidores. Iniciativas como la de Tesco exigen un equipo dedicado de analistas y cuantiosas inversiones para la gestión y acumulación creciente de los datos. E incluso así, la información sobre los clientes de una empresa, considerada de manera aislada, quizá no entregue nada muy novedoso. Se nos recordó esto cuando trabajamos con Twentieth Century Fox Home Entertainment. A nadie se le ocurriría pensar que quienes compraban películas de X-Men por internet estaban también muy interesados en las películas de Shirley Temple de la década de los treinta. Pero así era, y descubrimos que a los padres fanáticos de películas de acción también les gustaban los filmes de la joven actriz. ¿Cómo podía Fox Home Entertainment determinar cuáles de sus clientes tenían hijos? Sólo al combinar sus propios datos con información comprada a Equifax, un tercer proveedor. El punto es que no basta con reunir datos de un programa de lealtad y esperar que de manera espontánea surjan decisiones efectivas de marketing; hay que tener 5 S u p ro g ra m a d e l ea l ta d l o e s tá t ra i c i o n a n d o un objetivo de marketing en mente y luego buscar la información. Arrojar utilidades. Algunos programas de lealtad pueden incluso funcionar como centros generadores de utilidades. Considere el programa AAdvantage de American Airlines. Aunque la aerolínea acumula miles de millones de dólares en deuda, el programa AAdvantage consigue una pequeña utilidad al vender millas a otras empresas que las usan como premios para sus clientes. Entre los clientes de AAdvantage figuran desde grandes empresas como Citibank hasta otras de menor envergadura como Ariake, restaurante de sushi de Los Angeles. Los consumidores de los cereales para el desayuno Kellogg se vieron recompensados con las millas de American Airlines; el mismo pre- El efecto de un impulso de partida En abril del 2004, realizamos un experimento en un negocio de lavado de automóviles en Los Angeles. La empresa distribuyó 300 tarjetas para completar con estampillas que prometían un lavado gratis después del octavo. Había dos tipos de tarjetas, sin embargo. La tarjeta 1 era una oferta simple de compre ocho y lleve uno gratis. La tarjeta 2, en cambio, se presentaba como compre diez y reciba una oferta, pero se les dijo a los clientes, como promoción especial, que se les regalaban las primeras dos estampillas. En esencia, el concepto económico de los dos programas era idéntico. La pregunta era si esas dos estampillas, al presentar la tarea como ya empezada en lugar de una que todavía no comenzaba, tendrían efecto en las ventas. El “efecto de progreso asistido”, como lo denominamos, resultó ser considerable. En primer lugar, el total de canjes fue mayor. Aunque sólo 19% de los clientes con la tarjeta 1 se mantenía con el programa y cobraba el premio, 34% de los clientes con la tarjeta 2 lo hicieron. Los clientes que poseían esta segunda tarjeta volvían a un ritmo mayor. El tiempo promedio que pasaba entre cada visita fue de 2,9 días menos que el de un cliente con la tarjeta 1. Por último, descubrimos un interesante efecto que se refleja en los diagramas que presentamos más adelante (que representan sólo a los clientes que consiguieron todas las estampillas y cobraron el lavado gratis): con los dos programas, el tiempo entre una visita y otra se reducía cada vez más a medida que el cliente se acercaba al momento de recibir el premio. Pero el tiempo total fue mucho más corto con la tarjeta 2, porque la cantidad de días que pasaban entre una visita y otra era menor. Para ver detalles sobre este estudio, vea nuestro artículo “The Endowed Progress Effect: How Unwarranted Advancement Increases Future Effort” en la edición de marzo de 2006 del Journal of Consumer Research. mio recibieron los suscriptores de USA Today. En conjunto, las aerolíneas estadounidenses venden cerca de US$ 2.000 millones en millas a más de 22.000 empresas. Éste podría parecer como el logro máximo del programa de lealtad, una táctica disponible sólo para las empresas de mayor renombre y antigüedad. De hecho, fue la función del primer programa amplio: el programa Green Stamps de S&H. Thomas Sperry (la “S” de “S&H”) no creó Green Stamps en 1896 para premiar a clientes de un negocio que fuera propiedad de S&H. El sistema fue concebido como un negocio independiente que vendería estampillas a comerciantes, junto con los álbumes para pegarlas. El único intercambio de S&H con consumidores era a través de centros de canje donde la gente intercambiaba sus estampillas por mercadería. En la actualidad, cualquier empresa con una amplia base de clientes y capacidad ociosa podría considerar un apalancamiento similar de su programa de lealtad. Marriott lo ha hecho con su programa Rewards, que permite a los clientes juntar puntos para una futura estadía en la cadena al comprar en Target, Gap, Land’s End, Macy’s o Best Buy. Pero ciertamente, este tipo de iniciativas, aunque genera ingresos adicionales, también involucra toda la complejidad de operar una empresa separada. Un aspecto crucial es llegar al precio correcto por punto de premio. En el ne- compras con la tarjeta 1 2 1 1 2 3 4 3 5 6 4 7 8 5 9 10 6 11 7 12 13 7 8 12 13 14 8 15 16 semanas compras con la tarjeta 2 2 1 1 2 3 3 4 5 4 6 7 5 8 9 6 10 11 14 15 16 Tiempo transcurrido entre visitas: 2,9 días menos que con la Tarjeta 1 semanas 6 harvard business review Su pro grama de lealtad lo está traicio nando gocio de las aerolíneas, por ejemplo, la milla promedio se vende actualmente en unos dos centavos, aunque su precio es considerablemente más bajo para clientes de altos volúmenes como Citibank. Esto significa que la aerolínea vende el derecho a 25.000 millas por unos US$ 500 en ingresos incrementales. En la mayoría de las empresas, una ecuación como ésta sería desastrosa, pero las aerolíneas son capaces de mantener los costos incrementales reales bastante bajos. Pueden limitar la disponibilidad de los asientos para premios y cuentan con que una cierta porción de las millas no será cobrará. Considerando comidas, bebidas, combustible, procesamiento de reservas, seguro por daños a terceros y otros gastos varios, entregar el premio de 25.000 millas cuesta en realidad menos de US$ 15 en promedio. Hemos esbozado cinco beneficios que una empresa puede obtener con un programa de lealtad, y la conclusión debería ser clara: todo programa tiene que ser creado para servir metas específicas y entre ellas deben definirse las prioridades. No es razonable tener expectativas sobre el diseño de un programa que persigue varios objetivos distintos con la misma intensidad. Más bien, tiene más sentido centrarse en un par y diseñar el programa óptimo para conseguirlos. (Si en el camino le agrega otros beneficios al diseño original, está muy bien, pero sólo si se pueden lograr sin comprometer el desempeño en las áreas clave). La triste realidad, sin embargo, es que muchos programas de lealtad parecen no tener objetivos claros a la vista, como es debido. Los resortes de la lealtad A primera vista, diseñar un programa de lealtad es un ejercicio bastante simple. Debe ser atractivo para los clientes y no demasiado caro. Estos dos lados de la ecuación, sin embargo, son más fáciles de enunciar que verlos hechos. El estudio que realizamos a programas en operación nos indica que son varios los componentes que tienen especial importancia y que son difíciles de diseñar adecuadamente. abril 2006 Divisibilidad de los premios. Primero, hay que lograr un cuidadoso equilibrio en lo que denominaremos “divisibilidad”, o la cantidad de oportunidades de premio y canje que ofrece un programa. Un programa que permite a los miembros canjear los puntos en grupos de 5.000 es dos veces más divisible que aquel que les permite hacerlo en grupos de 10.000. En este tema, suele discrepar la opinión de los encargados del programa con la de los consumidores. Estos últimos prefieren programas altamente divisibles porque brindan más oportunidades de canje y, en consecuencia, disminuyen la posibilidad de perder los premios. Les parece que un programa de baja divisibilidad presenta un umbral tan alto para los premios que los hace desistir de tomarlo. En contraste, a los encargados nos les gusta ofrecer programas muy divisibles porque no son efectivos para encerrar al cliente. Si se pueden canjear 5.000 puntos, ¿por qué molestarse en llegar a acumular 10.000? Como siempre sucede cuando el deseo de la empresa choca con el de los clientes, hay que llegar a un acuerdo mutuo. El nivel correcto de divisibilidad considerará el uso anual proyectado del programa y el nivel de diferenciación de la empresa. Nuestra investigación demuestra que, por ejemplo, en una tienda de abarrotes (alto uso, baja diferenciación) un premio de US$ 50 por cada US$ 500 gastados genera mayor lealtad de los clientes que un premio de US$ 10 por cada US$ 100, o de US$ 100 por cada US$ 1.000 (demasiada y muy poca divisibilidad, respectivamente). Sentido de la oportunidad. La investigación ha demostrado que mientras más tiempo llevan los miembros en un programa de lealtad, más lo usan. En contraste, en los primeros tiempos desde su inscripción, su participación es baja. Como todavía no han avanzado, los premios se ven muy lejanos. Lo que es peor, no tienen mayor idea de cuán fácil será lograr las metas. En vez de perder el interés de un cliente desde la partida, los programas mejor diseñados entregan lo que hemos llamado “progreso asistido”, un empujoncito para poner las cosas en marcha. Aprendimos cuán efectivo puede ser el progreso asistido cuando desarrollamos un experimento en terreno en un servicio de lavado de autos en la ciudad (vea el recuadro “El efecto de un impulso de partida”). Eso sí, hagamos rápidamente una salvedad. Los clientes deben advertir que esa ayuda se la ganaron gracias a su conducta, o la táctica tendrá poco efecto. De hecho, si huele a cinismo, podría producir un efecto negativo. Incluso si el progreso asistido se presenta simplemente como una bonificación de entrada para nuevos miembros del programa, les debería hacer sentir que están participando de una gran oportunidad. Naturaleza de los premios. Los estudios sobre compensación a vendedores profesionales muestran que su respuesta es mejor a incentivos que prometen placer (como vacaciones de lujo y, en décadas pasadas, abrigos de piel) que a incentivos meramente utilitarios (como bonos en efectivo). De igual forma, a los consumidores les encanta que les den algo que no podrían comprar con su propio dinero. Y por eso los programas de lealtad más exitosos por lo general tienen premios más enfocados a entregar placer que a recompensas funcionales. Cuando Maritz Loyalty Marketing, que opera programas de lealtad para varios minoristas, analizó el canje de premios para sus clientes el 2005, detectó que los estadounidenses preferían artículos electrónicos de vanguardia (videojuegos, televisores, equipos de sonido, reproductores de DVD) a artículos para el hogar (electrodomésticos, muebles, cuadros) por un factor de casi dos a uno. Pero el beneficio de ofrecer premios no utilitarios no radica sólo en entusiasmar a las personas con el programa. Al vivenciar la experiencia del premio, las personas generan asociaciones placenteras con la marca. Considere lo que sucedió con un programa británico llamado Nectar. Descubrió que sus miembros juntaban más puntos (dicho de otro modo, gastaban más en tiendas afiliadas al programa) durante el mes inmediatamente posterior al canje de puntos que en cualquier otro mes, y que el efecto era aún mayor cuando 7 S u p ro g ra m a d e l ea l ta d l o e s tá t ra i c i o n a n d o canjeaban los puntos por un premio de placer como la entrada a un parque de diversiones. American Express Incentive Services está muy consciente de este elemento en el diseño de su programa. Divide los premios en dos tipos: persistentes e inconsistentes. Los primeros permanecen en la mente de quien los recibe, reforzando la relación con el proveedor del programa, mientras que los segundos son triviales y tienden a olvidarse rápidamente. ¿Qué cree que es más persistente: el premio utilitario que se asimila con rapidez en la vida cotidiana del que lo recibe, o el premio que rompe con la rutina y que incluso le puede dar el derecho a fanfarronear? Buscando premios más persistentes, American Express lanzó In:Chicago e In:LA, tarjetas especiales que habilitan a los miembros de Chicago o Los Angeles a ganar “cenas, tragos y entretenciones especiales en algunos de los mejores locales de la ciudad”. Expansión de la relación. A veces, el único efecto de un programa del tipo “compre diez y lleve uno gratis” es regalar un producto innecesariamente. Después de todo, un cliente al que le gusta tanto un producto como para comprar de a diez perfectamente podría volver a comprarlo. Al hacer gratis la undécima compra, la empresa le está dando al comprador habitual un descuento por cantidad (el Sub Club de Subway hacía justamente esto). Más valor para una empresa tiene un programa que amplíe el repertorio de compras del consumidor. Por ejemplo, en lugar de regalar la undécima taza, una cafetería podría hacer que la décima fuera más grande o bien regalar un pastelillo. Además de ser un premio más placentero, esa muestra podría introducir al cliente a un nuevo producto y provocar mayores ventas futuras. Ésta es una razón por la cual las aerolíneas están felices llenando los asientos vacíos de la clase de negocios o de primera clase con miembros que gastan millas de viajero frecuente por avanzar. Le permite al viajero probar una mejor experiencia sin la cual le podría resultar difícil vivir más adelante. De hecho, los planes actuales de 8 Subway son ofrecer a las franquicias un nuevo programa de premios, con una tarjeta magnética que les permita a los clientes canjear premios por galletas y otras cosas. Flexibilidad en las combinaciones de pago. Un programa en el que los consumidores nunca canjean sus puntos sería muy barato de ofrecer. Sin embargo, sería de poco interés para los miembros. Para ser atractivo, el programa tiene que conducir al canje; ahí es cuando los beneficios se vuelven de verdad más evidentes para el consumidor. La clave radica en hacer que el canje tenga el menor costo posible para la empresa. En nuestra investigación, descubrimos que si las empresas permiten a los miembros del programa canjear los puntos en combinación con dinero en efectivo, reducían el “costo psicológico” para los consumidores. En otras palabras, el beneficio percibido por el consumidor puede aumentar sin que se eleve el costo para la empresa. Por ejemplo, detectamos que los consumidores prefieren comprar un pasaje en avión con US$ 250 y un pago extra de 5.000 millas de viajero frecuente que con un pago directo, ya sea de US$ 300 o de 30.000 millas. Una cantidad pequeña de millas parece trivial para el consumidor, dado que la mayoría de los premios por millaje se ven demasiado lejanos. Entonces, utilizar estas formas de pago alternativas en pequeñas cantidades (junto con efectivo) resulta más atractivo que gastar montones de preciadas millas en un vuelo barato. Un pasaje más caro, sin embargo, es otra historia (vea el recuadro “El porqué de las combinaciones de pago”). En términos más simples, las empresas pueden incrementar sus ventas cuando son flexibles en permitir a los clientes la combinación de medios de pago. Errores que hay que evitar Hemos revisado los puntos más sutiles en el diseño de un programa de lealtad, aquellos elementos que cuando se administran bien marcan la diferencia entre los mejores programas y aquellos mediocres o malos. Resulta fácil terminar una investigación así con la idea de que en los detalles está todo. Pero a decir verdad, cuando reflexionamos sobre los programas que resultaron un rotundo fracaso, vemos que los problemas no fueron menores en ningún caso. Los programas de lealtad por lo general fracasan por errores simples. Permítanos entonces ofrecerle cinco consejos básicos. No cree un nuevo commodity. Si su programa en realidad es de descuentos, entonces sólo le está pagando a la gente por comprar y, paradójicamente, está creando mayor deslealtad. Inevitablemente usted se estará dirigiendo al equivalente de una guerra de precios, con maniobras competitivas que sólo generarán paridad y menor rentabilidad en general. Sólo vea lo que hizo United Airlines en agosto pasado cuando intentó robar viajeros inquietos por un paro de mecánicos en Northwest Airlines. En una promoción por correo electrónico, United ofreció a los clientes de ciertas ciudades de la zona CentroOeste una promoción de millajes dobles. Northwest respondió igualando la oferta en los vuelos programados antes de octubre. A mediados de octubre, United anunció que entregaría el doble de millas para los vuelos hasta mediados de diciembre. Todo esto tuvo el efecto opuesto a lo que ambos lados querían, fomentando la compra por precio. Es importante destacar que lo mismo mató a la Green Stamp. Las tiendas comenzaron a intentar superar a las demás ofreciendo el doble de estampillas, luego el triple y terminaron cuadruplicándolas, inflando el valor de la estampilla promedio a cerca de ocho centavos por dólar. Los compradores estaban felices yendo a donde les regalasen más estampillas. Lo que había partido como un mecanismo para premiar a los clientes leales evolucionó a promociones de precios mal escondidas, administradas por proveedores de estampillas. Con el tiempo, los supermercados se aburrieron y comenzaron a ofrecer el beneficio de precios más bajos sin el agregado de estampillas. La idea de ofrecer doble millaje, puntos o créditos resulta atractiva para ganar participación de mercado en el harvard business review Su pro grama de lealtad lo está traicio nando corto plazo. Casi todos los programas de lealtad, desde el Gold Crown Club de Best Western al HHonors de Hilton, y desde American Express Rewards a Visa Extras, en algún momento han aumentado la cantidad de formas alternativas de pago que ofrecen. Pero los ejecutivos de los programas de lealtad deben usarlos para algo más que un mecanismo de pago directo por compras, lo que simplemente no es sostenible en el largo plazo. No premie la deslealtad. Quizás el ejemplo más conocido de un programa que premia a quienes no son leales es la típica tarjeta de supermercado. Más allá de su finalidad de recabar información, el objetivo de estas tarjetas es atraer a los clientes ofreciendo descuentos exclusivos para miembros sobre artículos en promoción. Los compradores que poseen la tarjeta obtienen las mismas ventajas de los cupones sin tener que recortarlos. Sin embargo, como ninguna tienda cobra por la membresía, los compradores rápidamente acumulan tantas tarjetas como existen supermercados locales. Este tipo de programa no premia el comportamiento leal; premia la posesión de una tarjeta. Y a veces ni siquiera eso, porque cuando un cliente ha olvidado su tarjeta o no cuenta con una propia, los serviciales cajeros suelen emplear una tarjeta maestra en su lugar. Por tanto, los ejecutivos deben asegurarse de que sus programas de lealtad sean incentivo-compatibles, diseñados de tal manera que a los clientes les convenga ser leales. El programa debería premiar el uso de la tarjeta a lo largo del tiempo en lugar de una compra determinada, y la magnitud del premio debería discriminar entre los clientes más leales y los menos leales. Por ejemplo, en Chico’s, una cadena de ropa para mujeres, los clientes se convierten en miembros tras gastar US$ 500, lo que les da derecho a descuentos y comunicaciones dirigidas. No premie el volumen por sobre la rentabilidad. Medir la lealtad sólo sobre la base de pautas tan elementales como la cantidad de compras puede ser un camino equivocado. Harrah’s Enterabril 2006 tainment, por ejemplo, hace un seguimiento del tipo de apuestas del público y se centra en los clientes más rentables. Su programa de lealtad reconoce, por ejemplo, que las ruletas tienen una rentabilidad distinta que las máquinas tragamonedas. Así, cuando un cliente reserva una habitación en uno de sus establecimientos, Harrah’s puede generar un precio al momento por la habitación, basado en la disponibilidad de piezas y en la rentabilidad del cliente. Los clientes rentables pueden incluso quedarse gratis, mientras que a otros se les podría cobrar cientos de dólares por la misma habitación o incluso se les podría decir que está todo ocupado. Los programas de viajeros frecuentes están comenzando a copiar el modelo. American Airlines renovó por completo su sistema AAdvantage para hacer un seguimiento de sus miembros de acuerdo con su rentabilidad. El programa sigue con la fórmula convencional de entregarles millajes, pero puede usar el estado de pérdidas y ganancias de un cliente a la hora de tomar otras decisiones respecto de su relación con él. Mantenerse al tanto de la rentabilidad de los clientes es de suma importancia. Las empresas premian la lealtad porque creen que se traduce en utilidades. Al hacer un seguimiento directo de éstas, una empresa puede enfocar sus premios de mejor manera. No regale la tienda. No hay para qué reducir los márgenes de utilidad si un cliente puede quedar satisfecho con un premio que no costó nada. Por ejemplo, United Airlines clasifica el servicio de comida en la primera clase y la clase de negocios de acuerdo a la categoría. A quienes tienen una tarjeta 1K se les pregunta lo que quieren de plato principal antes que a los que tienen tarjetas Premier o Premier Executive. A la aerolínea no le cuesta nada conceder esto, porque las cantidades y tipos de comida que llevan a bordo no varían. Del mismo modo, Citibank no responde las llamadas de servicio al cliente en el orden en que las recibe; más bien, el tiempo de espera está en función de los activos de quien llama. Muchos ejecuti- vos llaman reconocimiento del cliente a este tipo de tratamiento preferencial. Llámelo como usted quiera, lo importante es que premia de manera efectiva a los clientes más valiosos. Incluso si no se puede lograr que los premios para los clientes no tengan costo, muchas veces se pueden reducir los costos. Una manera clásica de lograrlo es entregando cupones en lugar de descuentos directos. Con relación al ejemplo del Baby Club mencionado anteriormente, el descuento de 10% se daba en Baby Bucks que podían canjearse por vales de US$ 10 que a su vez podían canjearse por abarrotes en ABCO. Cuando se les entrevistó, los miembros del club mostraron verdadero entusiasmo por el “descuento de 10%” que recibían. Sin embargo, al analizar el pasivo de la tienda, descubrimos que el bajo índice de canje, sumado al margen de utilidad por las ventas de artículos comprados con cupones, reducía ese pasivo de 10% a sólo 1,72%. No prometa lo que no puede cumplir. Cuando un programa de lealtad promete premiar a los clientes con un tratamiento preferencial (filas más cortas, entrega expedita, números telefónicos sin cobro), debe asegurarse de que los servicios especiales que se entreguen sean mejores que aquellos que están disponibles para los clientes regulares. Esto es especialmente válido cuando para un cliente es fácil comparar los dos niveles de servicio. Si bien quizá les resulte difícil medir el tiempo que otros pasan esperando en el teléfono, es fácil darse cuenta si la fila para los pasajes de primera clase avanza más rápido que la fila general. Esta comparación es mucho más evidente cuando el cliente espera su equipaje. Al cliente preferencial no le queda más que observar cuántas maletas sin el sello anaranjado o rosado brillante de “prioritario” se entregan antes de que él consiga la suya. Para empeorar las cosas, los clientes no comparan promedio con promedio; comparan extremo con extremo. Es decir, notan la velocidad del servicio sólo cuando no los atienden de inmediato. Nuestra investigación nos dice que, en promedio, las maletas marcadas 9 S u p ro g ra m a d e l ea l ta d l o e s tá t ra i c i o n a n d o El porqué de las combinaciones de pago Algunos programas de lealtad basados en puntos permiten a los clientes combinarlos con efectivo para pagar sus compras. Por ejemplo, una tarifa de Net SAAver publicada en el sitio web de American Airlines permite a los viajeros comprar cualquier pasaje que normalmente cuesta US$ 189 ya sea en US$ 189 o en US$ 39 más 16.000 millas. Para descubrir cómo los consumidores responden a tales precios con pago combinado, les pedimos a los clientes de aerolíneas con experiencia en programas de millaje que se imaginaran un conjunto hipotético de alternativas de precio. Presentamos dos casos, con algunos participantes considerando un pasaje de bajo costo y otros un pasaje de alto costo. En cada caso, a los encuestados se les pidió que eligieran entre alternativas de pago de sólo en millas, sólo en efectivo o una combinación de los dos. Los entrevistados en el caso hipotético de bajo costo podrían pagar un pasaje de US$ 300 (US$ 250 más un cargo extra de US$ 50 por optar a una reserva expedita) con efectivo o con 30.000 millas o con una combinación de, digamos, US$ 250 y 5.000 millas. Los encuestados en el caso hipotético de alto costo podrían pagar por un pasaje de US$ 1.000 y un cargo extra de US$ 50 con US$ 1.050 o con 105.000 millas, o con una combinación de dinero y millas. En términos netamente económicos, todas las alternativas de pago costaban lo mismo. Pero como lo demuestran las tablas, las preferencias terminaron variando en función del costo del pasaje. Para el pasaje económico, la gente prefirió un pago combinado. En el caso del pasaje de mayor costo, prefirieron utilizar un solo método. En nuestro artículo “Used Combined–Currency Prices to Lower Consumers’ Perceived Cost” (Journal of Marketing Research, febrero de 2004), modelamos los valores marginales en millas para los consumidores y sugerimos cómo un establecimiento comercial puede, de acuerdo a ello, optimizar sus métodos de precio. Por ahora, es suficiente señalar que los consumidores prefieren métodos combinados de pago en algunas circunstancias, y que un programa con la flexibilidad para ofrecerlo tendrá más éxito que uno que carece de esa flexibilidad. Escenario de bajo costo Pasaje con valor de US$ 250, más un recargo de US$ 50. ¿Cómo preferiría pagar? Combinación (US$ 50 + 25.000 millas) Combinación (US$ 250 + 5.000 millas) 65% 70% 30% 35% Sólo efectivo (US$ 250 + US$ 50) Sólo millas (25.000 millas + 5.000 millas) Escenario de alto costo Pasaje con valor de US$ 1.000, más un recargo de US$ 50. ¿Cómo preferiría pagar? Combinación (US$ 50 + 100.000 millas) Combinación (US$ 1.000 + 5.000 millas) 21% 30% 70% 79% Sólo efectivo (US$ 1.000 + US$ 50) Sólo millas (100.000 millas + 5.000 millas) como “prioritarias” tienden a salir antes del avión que las otras. Muchos aviones tienen incluso un contenedor especial para este equipaje. Aun así, también detectamos que, con frecuencia, una buena cantidad de maletas no prioritarias se entregan antes de que salga la última maleta prioritaria. Si se entregan demasiadas maletas no prioritarias antes de las que sí lo son, el pasajero preferencial comienza a creer que no se cumplió la promesa de servicio superior. Se debe garantizar que los límites inferiores de un servicio premium nunca den la impresión de ser peores que el servicio normal. Mantener la fe Comenzamos este artículo con una letanía de errores, una muestra de programas de lealtad que fueron abandonados por no cumplir su objetivo. En cierto modo, ésta es la buena noticia, porque muchos otros programas que deberían haberse eliminado todavía se siguen arrastrando. Con todo, los programas de lealtad son ingeniosas herramientas de marketing cuando se diseñan y ejecutan bien. En una amplia variedad de industrias, han comprobado su capacidad para reducir la tasa de deserción, aumentar las ventas y la rentabilidad, y entregar el tipo de conocimiento del cliente que le permite a una empresa brindar servicios de mayor valor. Para estar seguros de si el programa de lealtad de una empresa estará a la altura, hay que partir teniendo claro qué es lo se espera lograr con él. Hay que poner mucha atención a los detalles de su diseño, desde el valor y naturaleza de los premios hasta la forma en que se entregan o se canjean. Quizá más que cualquier cosa, un programa de lealtad depende de una ejecución competente y coherente. Incluso teniendo todo lo anterior, podría ser demasiado esperar lealtad verdadera, pero probablemente la empresa tenga una relación a más largo plazo con clientes más felices. Y eso, a nosotros, nos parece el mejor tipo de ventaja competitiva. Reimpresión R0604H-E 10 harvard business review