Los usos tradicionales del monte
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Los usos tradicionales del monte
Los usos tradicionales del monte Los vecinos de Vallehermoso han mantenido desde siempre una relación muy particular con el monte, como se denomina al bosque. Antes de la llegada de los Europeos, el bosque ya se utilizaba para pastar el ganado, como recurso alimenticio (recolectando frutos y raíces) y como espacio ritual. Con la llegada de los colonizadores el monte sufrió una importante regresión, se rozó para la agricultura, y sus maderas se usaron en las calderas para la caña de azúcar o para ser exportadas. Pero el bosque, con sus límites disminuidos, queda al margen de los grandes proyectos de roturación. La titularidad de los señores de la isla y la carencia de condiciones propicias para nuevos colonizadores impidió su total destrucción. En el siglo XIX, una vez los montes se hicieron públicos, se constató que la conservación de la masa forestal garantizaba el abastecimiento de agua y las materias primas imprescindibles para una economía tradicional. Si nos adentrásemos por los caminos que cruzaban el bosque a mediados del siglo XX, entre los silbidos, los balidos de las cabras y el ladrido de algún perro, podríamos observar la presencia de majadas donde guardar el ganado. Cerca estarían las humildes casas de los pastores, viviendas con techos de rama y muros de piedra, escondidas entre laureles (Laurus azorica) y aceviños. Penetrando en el bosque, caminando entre los barrancos por donde corren los arroyos, podremos ver con cautela una manada de cochinos negros que desbrozan el suelo buscando raíces. Un hombre trabaja sosegadamente un trozo de madera de viñatigo (Persea indica), la «caoba» canaria, le está dando forma, ya en el pueblo y con todas sus herramientas se convertirá en un mueble o quizás, quien sabe, en una puerta. Si fuese una madera de haya (Myrica faya) le serviría para hacer marcos o para las vigas de la casa, e incluso, si es recta y cortada en cuarto menguante, podría ser una magnifica astia que algún pastor cambiaría por un cabrito, y apoyándose en ella descendería velozmente por las agrestes laderas con su siempre fiel perro verdino.La madera más dura, la de palo blanco, le servirá para elaborar objetos más resistentes. Un olor característico inunda ahora el lugar, rodeados de árboles y casi en la penumbra cinco personas trabajan afanosamente, cubren una «hornilla» con tierra, en ella a lo largo del día han ido colocando ordenadamente los troncos de brezo (Erica arborea). Al pequeño montículo de tierra le abren dos huecos, son los respiraderos. Dentro de quince días, cuando los troncos sean carbón, bajarán al pueblo ocultándose de los guardas para que no les requisen la carga, y lo venderán por unas pocas monedas. Aprovecharán esos días para recoger «el cisco» (materia orgánica formada por hojas, tierra y ramas caídas), la cama ideal donde pacerán las vacas en su establos de piedra de las tierras bajas. Hoy toda esa imagen se desvanece, perviviendo sólo en la memoria de los más viejos. El bosque se ha convertido en un espacio recreativo donde se conserva una de las mejores representaciones del monteverde en Canarias. 1/2 Los usos tradicionales del monte {gallery}patrimonio1/monte{/gallery} 2/2