Reportaje Sobre Ciudad Juarez de Nuria Varela
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Reportaje Sobre Ciudad Juarez de Nuria Varela
040-046_CIUDAD JUAREZ 13/5/05 20:06 Página 40 BARBARA VÁZQUEZ SIEMBRA MACABRA interviú 16 de mayo de 2005 Nuria Varela [email protected] Fotos: Ramón Mourelle (Enviados especiales) L a ciudad en la que al diablo le da miedo vivir”, así tituló la primera parte de su novela La frontera el periodista francés Patrick Bard. Ésa es Ciudad Juárez, Estado de Chihuahua, frontera Norte de México con El Paso (Texas, Estados Unidos). Desierto. Frontera en la que se agolpan miles de centroamericanos que llegan al norte soñando con una vida mejor. En Juárez, Estados Unidos está al otro lado del puente, en la calle de enfrente. Elevando la mirada por encima de los tejados de cartón y zinc de las casuchas juarenses se vislumbran los modernos edificios de El Paso. Muchos intentan pasar la frontera –20 millones de mexicanos viven actualmente en Estados Unidos–, otros se quedan a este lado, en una ciudad donde no falta el trabajo. Ciudad Juárez ha aumentado su población en un millón de personas desde 1993. En ese largo viaje hacia otra vida, centenares de mujeres han encontrado la muerte. Nadie sabe exactamente cuántas son las mujeres asesinadas en Juárez, aún menos las desaparecidas. Las cifras bailan en una danza tan siniestra como la extrema violencia que han sufrido las víctimas. Niñas, adolescentes, jóvenes, estudiantes, madres, bailarinas, maquiladoras, prostitutas, periodistas... mujeres, todas mujeres. Secuestradas, violadas, asesinadas, acuchilladas, estranguladas, tiroteadas, mutiladas, torturadas... En 1993, Esther Chávez, en aquel momento una brillante ejecutiva, comenzó a hacer el recuento de las mujeres asesinadas. Un año antes, una mujer fue violada en la cárcel juarense. Es el detonante para que numerosas mujeres se agrupen y creen la asociación 8 de Marzo para ayudarla. Tras ese suceso, son conscientes de los índices de violencia de género que hay en la ciudad. “Comienzo a contar, una a una, las mujeres asesinadas que aparecen en el periódico. Recojo todos los casos que van apareciendo. Mujeres violentadas y asesinadas que aparecen tiradas en las calles”. Así nace el recuento. “Mi lista no tiene validez científica, está hecha sobre la información de prensa, pero de ahí arrancaron todas las investigaciones”, asegura Chávez. Doce años después, oficialmente se re- ▲ 40 ■ La muchacha de la fotografía apareció asesinada el pasado 5 de mayo. Según la policía, tenía alrededor de 18 años. Su cuerpo inerte fue tirado en medio de la calle de una de las colonias más pobres de Ciudad Juárez. Otros dos cadáveres de mujeres habían sido encontrados unas horas antes. Arriba, varias de las mujeres dadas por muertas en los últimos años. El recuento comenzó en 1993, casi por azar, y, desde entonces, la lista de mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez no ha dejado de crecer. Asesinatos que han permanecido impunes. La falta de investigación ha alimentado todas las hipótesis y centrado las sospechas sobre las fuerzas de seguridad y los responsables políticos del Estado de Chihuahua, bien como culpables, bien como encubridores. Ni siquiera las madres de las muchachas asesinadas creen que quienes están en prisión acusados de matar a sus hijas sean los culpables. Las pruebas evidencian confesiones arrancadas con torturas. La impunidad se extiende. www.zetainterviu.com interviú 41 040-046_CIUDAD JUAREZ 13/5/05 20:06 Página 42 ▲ conocen 400 mujeres asesinadas. Trescientas veinticinco tienen nombres y apellidos, 75 cadáveres permanecen aún sin identificar. Alrededor de 140 de las niñas y mujeres asesinadas tenían rasgos comunes y coincidencias en las circunstancias de la muerte: eran jóvenes, bonitas, delgadas, de pelo largo y lacio, pobres, buena parte de ellas, trabajadoras de las maquilas y fueron ejecutadas con extrema violencia. Los cadáveres evidencian que habían sido violadas, la mayoría aparecieron con las manos atadas por la espalda con los cordones de sus propios zapatos o mostraban marcas de esposas, con un seno mutilado y el pezón del otro arrancado a mordiscos... Circunstancias que desataron todo tipo de hipótesis: tráfico de órganos, tráfico de blancas, grabación de vídeos snuff –películas en las que se muestran asesinatos reales–, asesinos en serie, ritos satánicos, bandas juveniles, orgías relacionadas con el narcotráfico... Aún hoy ninguna hipótesis puede ser confirmada ni descartada. En Ciudad Juárez nunca se han investigado los asesinatos de mujeres. Tampoco las desapariciones. Las cifras sobre mujeres desaparecidas son aún más desconcertantes. Oficialmente, se reconocen 33 mujeres desaparecidas. Amnistía Internacional eleva la cifra a 500 y la Comisión Nacional de Derechos Humanos asegura que son 4.500. Las 140 niñas y mujeres asesinadas bajo Cifras de terror y caos ● De las 400 mujeres asesinadas desde 1993, el 16 por ciento tenía menos de 15 años. Un 54,2 por ciento, entre 16 y 35 años. Al 13 por ciento no se les pudo determinar la edad. ● La población de Juárez es de 1.500.000 habitantes. Ha crecido en un millón desde 1993. El 33 por ciento es menor de 15 años, y el 35 por ciento es población migrante. ● El salario mínimo es de 47,82 pesos; el salario medio, 60 pesos diarios, lo que supone unos ingresos mensuales de poco más de 100 euros. ● Están identificadas 500 pandillas juveniles. ● Entre 315 y 320 maquiladoras están instaladas en Ciudad Juárez. En total, emplean a 220.000 trabajadores, el 52 por ciento son mujeres. Inicialmente las mujeres llegaron a ser el 90 por ciento de la mano de obra. ● El Informe de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en el municipio de Juárez acusa a 50 funcionarios públicos de incurrir en delitos administrativos y/o penales en el transcurso de las investigaciones de los asesinatos. De ellos, 8 son fiscales; 20 agentes del ministerio público; 3 subagentes; 2 jefes de oficina y procesos conciliatorios; 6 agentes de la Policía Judicial, y 11 peritos. CASAS DE EMPEÑO, CLUBES, MOTELES Y MAQUILAS SON LOS ESTABLECI MIENTOS MÁS ABUNDANTES EN CIUDAD JUÁREZ CEMENTERIOS CLANDESTINOS ■ Lote Bravo, Cerro de Cristo Negro, Lomas de Poleo y Cerro Bola son terrenos convertidos en cementerios clandestinos. Pero las osamentas aparecen en cualquier parte. Abajo, vivienda en la que un par albañiles encontraron los restos de una joven –se le calcula entre 15 y 18 años–, el pasado mes de abril mientras realizaban obras de remodelación. La muchacha podría llevar dos años muerta. interviú 16 de mayo de 2005 ■ Sobre estas líneas, el abogado Dante Almaraz, defensor de Víctor Javier García (a la derecha, arriba), condenado a 50 años de prisión por el asesinato de ocho mujeres. Víctor y Gustavo González (derecha) fueron torturados por la policía, según demuestra el informe médico de la prisión. Gustavo y su abogado fueron asesinados en el transcurso del juicio. ▲ 42 CONFESIONES BAJO TORTURA rasgos comunes forman parte de lo que se ha denominado feminicidio sexual sistémico. El resto son víctimas –en palabras de la diputada Marcela Lagarde– “del feminicidio asentado en una cultura de desigualdad en la que la vida de las mujeres no vale nada”. Lagarde define el feminicidio como “el conjunto de violaciones sistemáticas a los derechos humanos de las mujeres que en algunos casos concluye con el asesinato de algunas de las mujeres. Un fenómeno global de violencia que, cuando reúne una serie de circunstancias pone en riesgo de muerte a las mujeres”. Una cultura, la mexicana, que califica como “¡qué padre!” todo lo valioso y usa la expresión “vale madres” para designar aquello que vale menos que nada. Esas circunstancias que ponen en riesgo la vida de las mujeres se dan en Juárez desde antiguo. En los años veinte, la ley seca estadounidense –que prohibía la venta y el consumo de alcohol– arrojó hacia allí a los vecinos del norte, tanto a quienes se saltaban la prohibición como al crimen organizado que controlaba el contrabando de bebida. Cantinas, bares y toda una industria de turismo y ocio se desarrolló entonces en Juárez al mismo ritmo que la prostitución. Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron los militares de la base norteamericana de Bliss, (Texas) quienes pasaban la frontera en busca de lo mismo: alcohol barato y prostitutas. A principio de los años sesenta, el Gobierno mexicano desarrolló el Programa Nacional Fronterizo y el de Industrialización de la Frontera, que supusieron el abandono de las formas de vida tradicionales –cultivo de algodón y pequeño desarrollo industrial de aceites, jabones e hilados– en favor del asentamiento de las maquilas. Hoy, casas de empeño, clubes y moteles son los establecimientos más abundantes en la ciudad. Una herencia que se mezcla con las colonias, barrios paupérrimos donde se hacinan sin apenas servicios básicos los miles de recién llegados. Las maquilas, fábricas en su mayoría propiedad de multinacionales estadounidenses y japonesas, dedicadas al ensamblaje en cadenas de producción mediante mano de obra barata y controlada, sin derechos laborales. Ése es el gancho para instalarse en la zona, la mano de obra y la exención de impuestos. El 90 por ciento de las maquilas está en la frontera méxico-estadounidense, y una tercera parte de ellas, en Ciudad Juárez. En las maquilas es común el empleo de niños y niñas desde los 13 años. Actualmente está prohibido por ley, pero los menores continúan falsificando su acta de nacimiento. Cuando se instalaron, el 99 por ciento de la mano de obra eran mujeres. Las maquilas actuaron como un imán que atrajo a Juárez a muchachas pobres de toda Centroamérica. La mano de obra se organiza en turnos que cubren las 24 horas. La mayoría de las mujeres se mueve en transporte público, cuando lo hay, o simplemente camina, de día y de noche, en una ciudad donde el alumbrado y el asfaltado de las calles son tremendamente deficitarios –sólo una de las 400 mujeres asesinadas tenía un coche en propiedad–. Llegó a haber plantas con 400 trabajadoras y tres trabajadores. Hoy la proporción es de 51 por ciento de mujeres y 49 por ciento de hombres. Coetáneo al asentamiento de las maquilas fue el nacimiento del cartel de Juárez, el más poderoso de los carteles mexicanos y uno de los más potentes del mundo. El jefe de jefes del cartel de Juárez es o fue Amado Carrillo Fuentes, narcotraficante apodado El señor de los cielos por la flota de aviones de su propiedad con la que introducía la droga en Estados Unidos. Nadie sabe si está vivo o muerto; oficialmente falleció en 1997 en la camilla de un hospital mientras le hacían una operación estética. Teresa Almada, directora de la asociación civil CASA, que gestiona cinco centros juveniles repartidos por las colonias de Juárez, trabajando www.zetainterviu.com interviú 43 040-046_CIUDAD JUAREZ 13/5/05 20:06 Página 44 Culpables prefabricados l 3 de octubre de 1995, la Procuraduría del Estado de Chihuahua detuvo al egipcio Abdel Latif Sharif Sharif, un químico de 49 años, casi recién llegado de Estados Unidos, con antecedentes por violación y que apenas hablaba ni entendía el castellano. La Policía Judicial del Estado le incriminó por los asesinatos. Los crímenes continuaron, así que se le acusó de dirigir y pagar desde la cárcel a dos bandas detenidas posteriormente, Los Rebeldes y Los Choferes. Aún continúa en prisión. Abril de 1996. Son detenidos ocho presuntos responsables de los crímenes de 17 jóvenes, la banda de Los Rebeldes, encabezada por Sergio Armendáriz, apodado El Diablo. Verano de 1998. Robert Ressler, el agente más famoso del FBI, acude a Juárez por primera vez invitado por las autoridades. Hasta ahora no ha conseguido aclarar ningún asesinato. En 1999 se repite la fórmula y las autoridades presentan a los culpables. Esta vez a la banda se la bautiza con el nombre de Los Choferes o Los Toltecas. Noviembre de 2001. Detienen y torturan a Víctor Javier García Uribe y a Gustavo González. También les inventan un apodo, al primero le llamarán El Cerillo, y al segundo, La Foca. Gustavo González fue asesinado en prisión durante el juicio en el que denunció las torturas, los demás aún están detenidos. Los asesinatos de mujeres continúan. E Pero, además de todas estas características, “el rasgo diferencial de Ciudad Juárez es la impunidad”, asegura Esther Chávez. La diputada Marcela Lagarde destaca que la característica fundamental del feminicidio es que consiste en un crimen de Estado, y en Ciudad Juárez “el Estado no ha garantizado la seguridad de las mujeres y ha favorecido los crímenes. En vez de reconocer que hay un atentado gravísimo y constante contra los derechos humanos de las mujeres, se dedica a buscar chivos expiatorios. Los asesinos, los violadores, son personas con nombres y apellidos, pero el Estado contribuye a esos crímenes con la impunidad. El mensaje que transmite a la sociedad es que la vida de las mujeres no vale nada, que la justicia para las mujeres no existe, que no tenemos derecho de saber quién mato a quién. Ni siquiera las mamás saben si los huesos que les entregaron son de sus hijas”. Un caso emblemático surgió en la mañana del 6 de noviembre de 2001. Un albañil que acudía a su trabajo decidió atajar atravesando un antiguo campo de algodón convertido ya en terreno baldío. Un fuerte olor le hizo mirar hacia un canal de riego donde vio el cuerpo en descomposición de una mujer. Cuando la policía examinó el terreno, encontró dos POBREZA, EXCLUSIÓN Y VIOLENCIA ■ El mercado de Ciudad Juárez (sobre estas líneas) se encuentra en el centro de la ciudad, zona depauperada y peligrosa para las mujeres. Algunas han sido secuestradas allí a plena luz del día. Arriba, a la derecha, una de las cruces rosas en recuerdo de las mujeres asesinadas que pueblan todos los rincones de Juárez. Junto a estas líneas, la paupérrima colonia Valle Dorado, levantada sobre un basurero industrial, sin agua ni electricidad y a cinco kilómetros del transporte público. ÓSCAR MÁYNEZ ESTHER CHÁVEZ ■ Óscar Máynez era el jefe de los forenses de Ciudad Juárez el LA CIUDAD DE LAS MUERTAS 6 de noviembre de 2001, cuando se encontraron ocho cadáveres de mujeres en un campo algodonero. Dimitió de su puesto el 1 de enero de 2002, incapaz de refrendar la actuación de sus superiores. A Esther Chávez se le debe el conocimiento que hoy se tiene sobre los asesinatos en Ciudad Juárez. Ella fue quien comenzó, en 1993, el recuento de las víctimas. “EL 50 POR CIENTO DE LA DROGA QUE ENTRA EN ESTADOS UNIDOS PASA POR ESTA FRONTERA”, ASEGURA UNA GESTORA DE CENTROS JUVENILES ▲ 44 interviú 16 de mayo de 2005 cuerpos más. La primera víctima era una niña de 15 años. Tenía las manos atadas por la espalda. Las otras dos víctimas tenían alrededor de 25 años. Los tres cuerpos estaban desnudos y era presumible la violencia sexual. Todas murieron estranguladas. Óscar Máynez era en aquel momento jefe de los forenses de la ciudad. “Mi equipo y yo estábamos esperando algo así –asegura–. Había muchas niñas desaparecidas. Ya habíamos comenzado a encontrarlas en grupos de dos, pero no nos imaginábamos un cementerio clandestino con ocho cuerpos”. Efectivamente, al día siguiente se amplió la búsqueda y aparecieron otros cinco cadáveres de mujeres, apenas a 200 metros de los anteriores. “El hecho conmocionó a la sociedad. El campo está flanqueado por dos avenidas muy transitadas y enfrente del edificio de la Asociación de Maquiladoras, parecía una burla”, señala Máynez. El procurador de Chihuahua, Arturo González, declaró que convocaría la ayu- iputada del PRD, etnóloga y doctora en Antropología, Marcela Lagarde es también una reconocida feminista. En sus trabajos destaca el estudio de la violencia de género y, especialmente, el desarrollo del concepto de feminicidio. “Lo primero que ha hecho esta Comisión ha sido conformar un equipo científico en la Cámara de Diputados para poder interpretar lo que está ocurriendo con una perpectiva integral e investigarlo desde la visión de género. En Juárez hay frontera, maquilas, pobreza, narcotráfico, pero hay que empezar por responder por qué las víctimas de estos crímenes son niñas y mujeres. Y la respuesta está en la situación de enorme desigualdad, en el enorme poder que tienen los hombres sobre las mujeres en México. Esta comisión ha presentado una propuesta de reforma del Código Penal Federal para incorporar los delitos de género: secuestro, desapari- D MARCELA LAGARDE, presidenta de la Comisión Especial para dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana “Nos enfrentamos a un feminicidio” ción forzada, tráfico de personas, prostitución forzada, pornografía forzada, violencia contra las mujeres… y especificamos el delito de feminicidio, que es a lo que nos enfrentamos en Juárez. El feminicidio es el conjunto de violaciones sistemáticas de los derechos humanos de las mujeres que en algunos casos concluye con el asesinato de algunas de las mujeres. Cuando se dan más condiciones de riesgo, las mujeres son asesinadas. En Juárez, además de la condición de género, la condición de clase, favorece el riesgo, o la condición de madre sin marido o la exclusión social. El feminicidio tiene otra característica, es un crimen de Estado. En esa frontera hay todo tipo de tráfico: de personas, de armas, de dinero. Ésos son los poderes fácticos, pero los partidos políticos que han controlado el Estado de Chihuahua, el PRI y el PAN, se han enfrentado a este problema fomentándolo. En vez de reconocer los atentados a los derechos humanos de las mujeres han fabricado asesinos seriales. Les encantan los asesinos seriales. Yo lo que digo es que hay condiciones sociales seriales”. ▲ con 800 jóvenes y 1.200 niños, asegura que el consumo de drogas está generalizado. La heroína se ha sustituido por las drogas sintéticas, las pastillas y la cocaína. “El 50 por ciento de toda la droga que entra en Estados Unidos pasa por esta frontera. Tras el atentado del 11 de septiembre, EE UU endurece los controles y mucha mercancía se comienza a consumir aquí. Además, se necesita usar más gente para meter la droga en cargamentos más pequeños. Eso supone que ha aumentado el narcomenudeo de chavales sin dinero que comienzan a ir en grandes coches, que comienzan a ir armados...”, explica Almada. De hecho, la ciudad está salpicada de tienditas que venden drogas y están protegidas por policías. Cada noche, los agentes hacen la ronda cobrando su parte del negocio. Cultura de la violencia en una ciudad en la que los jóvenes tienen como lema “si la vida no es fácil, al menos que sea rápida”. www.zetainterviu.com interviú 45 040-046_CIUDAD JUAREZ 13/5/05 20:07 Página 46 GUADALUPE MORFÍN, Comisionada para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez “En Juárez ha habido un colapso del Estado de derecho” a seguridad de la comisionada está amenazada desde que fue nombrada Defensora del Pueblo en el Estado de Jalisco, por lo que tanto ella como su familia llevan escolta personal desde 2001. Guadalupe Morfín asegura no tener miedo y reconoce que fue la última de una lista de ocho mujeres a las que el presidente Vicente Fox les ofreció su actual cargo: “Lo acepté por mis bisabuelas, mis abuelas, por mi mamá, mis hermanas, por mi hija, por mis amigas, por el linaje femenino. Hay tareas que no pueden postergarse. No puedo aceptar como mujer, como ciudadana mexicana, que en mi país pasen cosas así. Trabajo para un pacto del Estado mexicano con las mujeres de la República”. A pesar de su voluntad, en total, la Comisión está compuesta por 18 personas –incluidos un chófer y cuatro secretarias– y este año aún no ha recibido ni un peso del presupuesto. “Es cierto, estamos trabajando en condiciones mínimas”, reconoce. Para Morfín, “Ciudad Juárez es un lugar don- L de aún tenemos que remontar el colapso del Estado de derecho que se ha soportado durante varias legislaturas. Juárez evidencia la necesidad de una reforma profunda del sistema de justicia mexicano. Las instituciones de Justicia en Ciudad Juárez y en el Estado de Chihuahua dejaron de funcionar por las actividades de los grupos de delincuencia organizada que corrompieron y generaron impunidad. Así, los inculpados son gente a quien se le ha fabricado el delito con torturas para ofrecer una política de aparentes resultados exprés. Erradicar la delincuencia organizada tiene que ver con saber renunciar al negocio del lavado del narcotráfico o de otro tipo de dinero ilícito; con dar un testimonio ético desde las altas esferas de la política y que los pasos que vayan dando las autoridades sean respaldados por la sociedad civil. Sobre todo, por las organizaciones empresariales fuertes para hacer un gran pacto social por Ciudad Juárez, por las mujeres, por la legalidad y la legitimidad en el ejercicio del poder”. “ESTE CASO APESTA”, DECLARÓ EL FORENSE DEL CAMPO ALGODONERO MAQUILAS, LAS FÁBRICAS DE LA CODICIA ■ A la derecha, trabajadoras a la puerta de una de las más de trescientas maquilas instaladas en Ciudad Juárez. Las maquilas son empresas de ensamblaje en su mayoría propiedad de multinacionales, exentas del pago de impuestos y donde los derechos de los trabajadores no existen. ▲ da necesaria para encontrar a los culpables. Lo consiguió en una semana. El 8 de noviembre, 48 horas después del hallazgo, un grupo de agentes encapuchados, vestidos de negro y sin insignias, pero en vehículos de la Policía Judicial de Chihuahua, detuvieron a Víctor Javier García Uribe. Su abogado, Dante Almaraz explica que “lo desaparecen durante tres días y le torturan. Le queman el pene y los testículos con descargas eléctricas, le expulsan 10 centímetros de intestino por los golpes y consiguen que firme la confesión e inculpe a un amigo, Gustavo 46 interviú 16 de mayo de 2005 LA CIUDAD DE LAS MUERTAS González”. Nadie creería al abogado Dante Almaraz si no fuera porque las pruebas se esparcen encima de la mesa de su despacho. Papeles oficiales, sellados, en los que el propio médico de la prisión certifica las torturas. Y las fotos, las pruebas que le costaron la vida al aboga- do de Gustavo González. Óscar Máynez declaró en aquel momento: “Este caso apesta”, y dimitió, incapaz de avalar la actuación de sus superiores. Fue el procurador González Rascón quien anunció que los acusados habían confesado y proporcionado el nombre y apellido de las ocho víctimas. El martes 13, exactamente una semana después de haber localizado el cementerio, las autoridades anunciaron el cese de las investigaciones y el abandono de todo rastreo. “Incluso metieron maquinaria pesada para remover el terreno y echar materiales encima”, asegura Máynez. A mediados de diciembre, la fiscalía sólo entregó los cadáveres de Claudia Ivette González y Esmeralda Herrera, el resto quedó pendiente de la prueba de ADN que nunca confirmó las identidades anunciadas. El 5 de febrero, seis agentes judiciales del Estado de Chihuahua asesinaron al abogado de Gustavo González, le acribillaron mientras iba conduciendo y hablando con su padre por un móvil. Durante el juicio, González fue operado dentro de la prisión. Falsificaron su firma autorizando la intervención. Falleció a las pocas horas. Víctor Javier García continúa en prisión con una condena de 50 años por unos asesinatos que nadie en Juárez cree que haya cometido. Próxima semana: Las heroínas de Juárez 084-089_MEXICO 20/5/05 21:23 Página 84 RAMONA MORALES ■ Hace diez años que perdió a su hija. Silvia Elena Rivera Morales tenía 15 años cuando desapareció. El 7 de junio de 1995 fue al colegio y luego a trabajar a una zapatería del centro de Ciudad Juárez, como todos los días. Su madre no la volvió a ver. El cadáver de la muchacha apareció –supuestamente– casi dos meses después. Cuando el forense le pidió a doña Ramona que identificara a su hija, la mujer no pudo hacerlo. Asegura que allí estaba toda la ropa de la joven Silvia, pero la cara de la muchacha ya era una pura calavera. Hace poco más de un mes, el sábado 16 de abril, doña Ramona colocaba una cruz en recuerdo de su hija en el Lote Bravo, el terreno baldío donde apareció el cadáver. HABLAN LAS MADRES DE LAS MUJERES Y NIÑAS ASESINADAS EN LA CIUDAD MEXICANA ´ LAS HEROINAS ´ DE JUAREZ Nuria Varela [email protected] Fotos: Ramón Mourelle (Enviados especiales) Muchachas, niñas, madres, estudiantes, trabajadoras... pero todas mujeres humildes. Los asesinos de las 400 mujeres fallecidas en Ciudad Juárez en la última década gozan de impunidad judicial, pero sus crímenes no han quedado silenciados. Las madres de las fallecidas se enfrentan al dolor y al descrédito con el que las autoridades han pretendido callarlas culpabilizando a las víctimas y acusando a las asociaciones de lucrarse ilícitamente. Son las heroínas de Juárez, mujeres con voz. D 84 interviú 23 de mayo de 2005 aseó, llevó al colegio y se fue al restaurante donde trabajaba de cocinera. Cuando regresó a casa, pasadas ya las cuatro de la tarde, se encontró con la policía. “Me mandaron subir al coche y me fueron preguntando cuántos hijos tenía, en qué trabajaban... Cuando llegamos a un lugar, yo no conozco la ciudad, entramos en un patio y una señora me dijo que tenía que hacer una tarea difícil: identificar el cadáver de Erika. No lo podía creer. Fue cuando me dijeron que la habían encontrada muerta. Yo quise destaparla pero no me dejaron. Sólo me enseñaron su cara”. Doña Elia dejó de trabajar en el restaurante para hacerse cargo de sus nietos, se convirtió en una madre-abuela con 60 años y los ingresos de “lavar y planchar ajeno y barrer patios”, explica. Enterró a su hija y se enfrentó al dolor de la muerte y la infamia: “Erika apareció violada, semidesnuda, descalza, estrangulada ▲ oña Elia se abraza a doña Ramona. Juntas lloran en silencio. El abrazo las sujeta. Hace frío en el descampado. Le llaman el Camino Viejo a San José. Esta mañana de abril, Erika Pérez recibe un modesto homenaje. El domingo 21 de septiembre de 2002, Erika tenía 26 años, un hijo de 10 y una niña de 5. A las dos de la tarde salió de casa, alegre. Apenas llevaba unos días trabajando en una maquila en el turno especial de fin de semana. Era lo que estaba buscando. Podía cuidar a sus hijos y tener un sueldito. Erika vivía con su marido y los pequeños en una barriada que en realidad es periferia de otra. Una de esas colonias que, como el 51 por ciento de la ciudad, no está pavimentada, así que emergencias, recogida de basura, coches de policía y transporte público no son muy frecuentes. Erika no regresó. Fue su madre, doña Elia, quien el lunes levantó a los niños, los www.zetainterviu.com interviú 85 084-089_MEXICO 20/5/05 21:23 Página 86 ▲ JOSEFINA GONZÁLEZ ■ Su hija se llamaba Claudia Ivette y tenía 20 años cuando fue asesinada. El cadáver apareció 26 días después de haber sido secuestrada, en el cementerio clandestino del campo algodonero, junto a los cuerpos de otras siete muchachas. El día que desapareció, Claudia había llegado dos minutos tarde a la maquila donde trabajaba y los guardias no la dejaron entrar. ELIA ESCOBEDO ■ Elia muestra la foto de su hija Erika, asesinada cuando tenía 26 años y dos hijos, un niño de 10 y una niña de 5. Elia tuvo que abandonar su trabajo de cocinera para hacerse cargo de los pequeños. Ahora vive con los ingresos de “lavar y planchar ajeno y barrer patios”, explica. que esperar 72 horas–. Recorrimos la ciudad día y noche, llevábamos fotos y preguntábamos a todos los vendedores callejeros... En esas semanas desaparecieron cuatro muchachas. Las madres nos juntamos y fuimos a ver al gobernador Francisco Barrios. Nos dijo a las cuatro madres que nuestras hijas llevaban doble vida, que nosotras no teníamos ni idea, que eran prostitutas y que por eso las habían desaparecido. Incluso la policía me aseguraba que la víspera habían visto a mi hija bailando hasta la madrugada. Bien sé que es mentira. Yo iba a esperarla todas las noches y bajábamos hasta la casa jugando, riéndonos, bien alegre que era mi hija, era una niña”. Silvia Elena estuvo casi dos meses desaparecida. Nunca la encontró la policía. “Se la topó un señor, dio parte y los judiciales vinieron a buscarme. Sólo me dejaron ir a mí, bajaron a mis hijos del coche y les obligaron a quedarse en la casa. Fui todo el camino sin parar de preguntarles cómo estaba y nada me decían. Cuando llegamos al depósito de cadáveres, fue cuando me enfrenté a la idea de que mi hija estaba muerta. En aquellos años nada sabíamos de los asesinatos de las muchachas. Me enseñaron un cadá- ´ LAS HEROINAS ´ DE JUAREZ ver que tenía la piel seca, acartonada, en su cara no había carne, era pura calavera, sólo su pelo conservaba. Yo vi que ese cadáver tenía los dientes muy chiquitos y mi hija tenía los dientes grandes. Y le dije al forense: «¡Ay, no, ésa no es mi niña». Pero había aparecido toda su ropa, todo con lo que salió mi hija de casa, allá estaban hasta sus zapatos. Como no quise reconocer el cadáver, la policía me dijo que tenían cosas más urgentes que ha- cer que devolverme a casa. No tenía ni un peso, había salido apurada. Caminé y pedí dinero en la calle para regresar. Fueron mis hijos, más tarde, quienes dijeron que sí, que aquel cadáver era mi niña. La policía culpó al egipcio Sharif y nunca más investigaron. Ni siquiera cuando no encontraron ninguna prueba que lo inculpara. De todas formas, lo condenaron por otro asesinato”. Ramona tiene ahora 65 años, su esposo falleció a los tres meses de la desaparición de su hija. “Mi doctora me dice que ya lo deje. Mis hijos también, que descanse, pero yo no siento paz ni tranquilidad”. Ciudad Juárez está regada de cruces. Cruces en memoria de las mujeres y niñas asesinadas. Cruces humildes, de madera, pintadas de rosa y con el nombre de la víctima y la fecha en la que fue encontrado su cuerpo escritos en tinta negra. Homenajes humildes para mujeres humildes. Cruces para evitar el olvido que pretenden las autoridades y buena parte de los comerciantes y vecinos acaudalados de la ciudad. Desde que comenzó el recuento de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez han pasado 12 años, tres gobernadores, cinco procuradores de justicia, seis alcaldes y nueve fiscales especiales. Miles de familias esperan alguna noticia de sus hijas, desaparecidas. Decenas de madres han escuchado frases como las del gobernador Francisco Barrio, del Partido de Acción Nacional (PAN): “Las cifras son las normales. Ellas se lo buscaron. Tenían doble vida”. De su sucesor, Patricio Martínez, del Partido Revolucionario Institucional (PRI): “En mi gobierno no hay muertas”. O del actual, el gobernador Reyes Baeza, también del PRI: “La atención internacional dedicada a los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez está dañando la imagen pública de la ciudad”. Las asociaciones de madres, las ONG, asociaciones civiles, grupos feministas y defensores de derechos humanos han sufrido en la última década hostigamiento, ▲ con las asas de su propio bolso y las autoridades dijeron que había muerto por sobredosis. Así apareció en los periódicos. Nunca se investigó su muerte ni se la consideró víctima de crimen sexual. El caso se cerró diciendo que era prostituta y drogadicta”. Ese mismo lunes se celebraba un congreso en Juárez sobre los asesinatos contra mujeres. Todas las autoridades del Estado de Chihuahua estaban en la ciudad. Actualmente, el Camino Viejo a San José continúa siendo un descampado. Doña Elia nunca había pisado el lugar. Ha tardado casi tres años en coger fuerzas para acercarse y colocar la cruz con el nombre de su hija. Por fin, Erika tiene su homenaje. Un par de horas antes, la pequeña comitiva había celebrado un acto de respeto similar en memoria de Silvia Elena Rivera, la hija de doña Ramona. Nadie sabe si doña Ramona ha tardado diez años en poner la cruz de su hija por falta de valor para ir a Lote Bravo, el terreno baldío donde apareció la pequeña, o porque nunca estuvo segura de que el cuerpo que le entregaron correspondiese a su niña. Silvia tenía 15 años, era la pequeña de la familia, la única mujer entre cuatro hermanos varones. El 7 de junio de 1995 uno de sus hermanos la llevó al colegio. Después de clase, Silvia trabajaba en una zapatería en el centro de la ciudad. “Llegaba a las nueve de la noche y yo iba todas las tardes a esperarla. Ese día no llegó. Esperé y esperé hasta que regresé a la casa, desperté a mi marido y a mis hijos y nos pusimos a buscarla. Al día siguiente, fuimos a la zapatería, al ministerio público a poner la denuncia –no sirvió de nada. Nos dijeron que teníamos DESDE QUE COMENZÓ EL RECUENTO DE ASESINATOS HAN PASADO 12 AÑOS, 3 GOBERNADORES, 5 PROCURADORES Y 9 FISCALES ESPECIALES HOMENAJES HUMILDES ■ Tres momentos del homenaje realizado a las hijas de Ramona Morales y Elia Escobedo (junto a estas líneas) la mañana del sábado 16 de abril. Los hermanos de las muchachas cavan un pequeño agujero en el que enterrar la base de las cruces de madera. A la derecha, los familiares guardan unos minutos de silencio. 86 interviú 23 de mayo de 2005 www.zetainterviu.com interviú 87 084-089_MEXICO 20/5/05 21:23 Página 88 LAS CRUCES, SÍMBOLOS CONTRA EL OLVIDO MARISELA ORTIZ ■ Ocho cruces marcan el ■ Fue maestra de una de las muchachas asesinadas, Alejandra García. Desde la muerte de ésta se organizó la asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa, de la que Marisela es portavoz. cementerio clandestino del campo algodonero donde aparecieron otros tantos cadáveres. En 48 horas se cerraron las investigaciones de ese caso. Buena parte de las abuelas han vuelto a las tareas de madre para hacerse cargo de los hijos de las mujeres asesinadas. La mayoría malvive con pequeños puestitos o realizando tareas domésticas. “«LLEVABAN MINIFALDAS, ¿QUÉ IBAN A ESPERAR?», NOS DIJERON LAS AU TORIDADES”, ASEGURA LA MADRE DE UNA VÍCTIMA ▲ descalificaciones, amenazas e incluso agresiones. La Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua llegaba a declarar en abril de 2003 sobre una de las asociaciones de madres: “El organismo Nuestras Hijas de Regreso a Casa es una agrupación perversa, al estarse lucrando con el dolor de las madres de las mujeres asesinadas”. Nunca han conseguido silenciarlas. La primera asociación de madres que se formó se llamaba significativamente Voces Sin Eco. Otros grupos han seguido su ejemplo. Norma Andrade y Marisela Ortiz son las representantes de Nuestras Hijas de Regreso a Casa. Norma es la madre de Alejandra García, Marisela había sido su maestra durante cuatro años. Alejandra estuvo desaparecida siete días. Salió de su casa el 14 de febrero de 2001 dejando en ella a sus hijos, de 20 y 5 meses. Eran las seis de la mañana y se dirigía a la maquila donde trabajaba. Alejandra fue torturada y violada reiteradamente. Había sido esposada, sufrió quemaduras y tenía trozos de su cuerpo arrancados a mordiscos. Norma tuvo que enfrentar la muerte de su hija y hacerse mamá de sus nietos. Aún hoy, a Norma, a ratos, se le pierde la mirada y su sonrisa habitual se transforma en un gesto duro. La abuela joven, maestra de 44 años, aparenta ser mayor, muy mayor, y sólo saca fuerzas de la indignación: “«Llevaban minifaldas, andan por ahí de noche, ¿qué iban a esperar?». Eso nos decían las autoridades ¿Se lo pueden creer? Mi hija llevaba pantalón y chamarra porque salió de casa a las seis de la mañana, para ir a trabajar, y cuando de- sapareció aún no eran la siete de la tarde. La secuestraron a la vuelta del trabajo y su cadáver apareció delante de la maquila. El Gobierno es responsable de todas estas muertes porque nunca ha investigado ni detenido a los culpables, pero además tardamos años en enterarnos de lo que ocurría. Cuando desapareció, la busqué en los hospitales pensando que igual la habían atropellado. Yo confiaba en encontrarla viva. Lo último que una madre piensa es que a su hija le hayan hecho al- ´ LAS HEROINAS ´ DE JUAREZ ELBA MANCHA ■ Elba, la abuela-mamá, posa junto a sus nietos, los hijos de su hija Rebeca, asesinada y violada el año pasado. Rebeca fue raptada en el centro de la ciudad, donde vivía. 88 interviú 23 de mayo de 2005 go de eso. Mi hija trabajaba y estudiaba. Quería ser periodista, le gustaba mucho hacer fotografías”. Por esa razón, Marisela le regaló una cámara fotográfica: “Alejandra era una muchacha especial. Gracias a ella comenzamos proyectos educativos muy interesantes porque era muy emprendedora. De hecho, aún editamos el periódico que ella fundó. Tras su asesinato comenzamos las acciones de protesta. La primera, de cuerpo presente, nos manifestamos con el ataúd de Alejandra. Ya eran ocho años de crímenes, 286 asesinatos y no se conocía gran cosa ni en Juárez ni fuera. Lo poco que se sabía estaba distorsionado por las autoridades”. Norma explica que “nadie se imagina la impotencia que da saber que los asesinos andan por las calles”. La hija de Josefina González se llama- ba Claudia Ivette, tenía 20 años, estaba soltera, vivía con su madre y trabajaba en una maquila. El 10 de octubre de 2001 llegó dos minutos tarde al trabajo. Los guardias no la dejaron entrar. Veintiséis días después de su desaparición las autoridades avisaron a la familia: Claudia Ivette era una de las ocho muchachas que aparecieron asesinadas en el cementerio clandestino del campo algodonero. “Desde la noche de su desaparición comenzamos a buscarla. La policía nos dijo que ellos no empezaban hasta que no hubiesen pasado 72 horas –«ya sabe la cantidad de muchachas que se escapan con sus novios», argumentaron–. Un día que llegamos a casa tras un rastreo vimos la noticia en televisión. Yo no entré a reconocerla, no pude. Fueron mi hija y mi yerno, mi mamá y mi hermana. La reconocieron por el cabello y por un empaste que tenía en una muela. Habían pasado 26 días y era pura osamenta lo que nos entregaron. El fiscal aseguró que estaba así por el sol, por los animales...”. Josefina tiene dudas, sospechas y pocas, muy pocas certezas: “Era la única de mis hijas que estaba soltera. No era desconfiada pero no le gustaba andar sola. Se la llevaron en pleno día. Creo que hasta escogían a sus víctimas. Antes había fotógrafos en todas las maquilas. Iban los viernes, cuando las muchachas cobra■ Norma se ha convertido en símbolo de las madres de Ciudad Juárez que luchan contra la impunidad de los asesinos de sus hijas. Abajo, con sus nietos, que eran dos bebés, de 20 y 5 meses, cuando asesinaron a su mamá, Alejandra García Andrade. NORMA ANDRADE ban. Yo no creo que los guardas de la puerta no viesen nada y no sé por qué no la dejaron entrar, llevaba trabajando allí tres años y lo normal son diez minutos de tolerancia”. Nunca ha habido un sospechoso del asesinato de Rebeca Contreras. Tenía 23 años cuando desapareció, el 10 de marzo de 2004. Dos días después, su cuerpo aparecía tirado en el Cristo Negro. Elba Mancha, la mamá de Rebeca, es una mujer paciente, resignada y asustada. Desde que nacieron sus nietos, los hijos de Rebeca –ahora tienen 8 y 7 años–, ella los ha criado: “Mi hija consumía heroína. Una semana antes de que la mataran bajé al centro a verla, ella vivía allí. Le dio mucha alegría ver a sus hijos. La identificaron mis hijos, yo no quise verla. Me dijeron que estaba muy golpeada”. Elba asegura que nunca han investigado la muerte de su hija. Rebeca apareció violada y estrangulada. “Yo no sé nada. Aún hace 15 días me pusieron un anónimo en la puerta. Decía que si hablaba me quedaba sin la niña”. El año, el 2005, se inició al mismo tiempo en el calendario y en el recuento del terror. En la madrugada del 1 de enero una mujer aparecía en un contenedor. Había sufrido traumatismo craneoencefálico, una puñalada de 10 centímetros, su cara estaba casi destrozada y el cuerpo semidesnudo. Murió a media noche del día 3 de enero. Tres días después fue identificada por su hermana. La víctima era Josefina Contreras, de 38 años de edad y madre de cinco hijos. El 25 de enero otra mujer fue asesinada en Ciudad Juárez. El comunicado oficial indicó que había sufrido cuatro heridas punzocortantes y que había sido degollada. Aparentemente, no había sido asesinada en el lugar en el que fue hallado el cadáver. Dos días después la mujer fue identificada. Era Alejandra Medrano, de 25 años y madre de tres niños de 8, 6 y 4 años. El 12 de marzo se encontró el cadáver de una menor. Había sido violada y estrangulada. La joven estudiaba secundaria y trabajaba en una maquila. La identificó su madre. Se llamaba Coral Arrieta y tenía 17 años. Las autoridades consideran que es el primer crimen sexual del año ya que los otros fueron catalogados como homicidios simples y no han sido atendidos por la Fiscalía Especial. La estrategia, 12 años después, es idéntica: minimizar la tragedia, empequeñecer las cifras y desacreditar a las víctimas. www.zetainterviu.com interviú 89