prólogo - Amistades Particulares
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prólogo - Amistades Particulares
PRÓLOGO S e dice que Edward Carpenter fue el primer británico que usó sandalias. Esta humilde prenda de calzado, que luego con el tiempo él mismo, junto con su pareja George Merrill, fabricaría en su casa de Millthorpe, fue un regalo de un amigo tras un viaje a la India, y llegaría a convertirse en uno de los signos distintivos de un hombre excepcional, de esos de perfil irrepetible que la humanidad engendra de tarde en tarde, que se caracterizó, entre muchas otras cosas, por su defensa de la vida sencilla. En realidad, no hubo asunto humado que el fuese ajeno. Así, fue escritor, poeta, ensayista, luchador social, nudista, vegetariano, defensor de los animales y de la vida frugal, ambientalista, feminista, rebelde sexual y pionero en la lucha por los derechos de los homosexuales. Aunque no fue el primero en izar la bandera en defensa de aquellos que amaban a los de su mismo sexo1, sus trabajos alcanzaron una difusión muchísimo mayor que los de aquellos que le precedieron en esta lucha, gracias a que fue un personaje influyente en su época, dotado de una muy peculiar personalidad en la que se mezclaba la energía, el arrojo, la habilidad para no hacer enemigos, la inocencia y la apertura a cualquier nueva idea de tipo social o incluso espiritual2. 1 Previamente, en Alemania, país pionero en la lucha por el reconocimiento de los derechos de los homosexuales, habían aparecido las obras de Heinrich Hössli en defensa del amor griego (Eros Die Männerliebe der Griechen, [Eros. El amor entre hombres de los griegos], en dos volúmenes de 1836 y 1838), la de Elisar von Kupffer (Lieblingminne und in der Freundesliebe Weltliteratur [Poesía al amado y al amor entre amigos en la literatura mundial], de 1900) y, las más importantes, de Karl Heinrich Ulrichs (Forschungen über das Rätsel der mannmännlichen Lieb [Estudios sobre el enigma del amor entre hombres], un conjunto de doce ensayos publicados a partir de 1864). Incluso en Inglaterra, el poeta John Addington Symonds, había publicado primero su Problem in Greek Ethics [Un problema de ética griega], de 1883, en la que ensalzaba el amor masculino en la antigua Grecia y, posteriormente, Problem in Modern Ethics [Un problema de ética moderna], de 1891, en la que rechazaba la homofobia imperante en la sociedad victoriana. 2 Tóibín, Colm. Urning, publicado en la revista London Review of Books, vol. 31, Nº 2, del 29 de enero de 2009, pp. 14-16. (Reseña sobre el libro de Sheila Rowbotham Edward 7 Este extraordinario personaje, de quien Tolstoy diría que era un digno heredero de Carlyle y Ruskin, nació el 29 de agosto de 1844 en Brighton (ciudad costera del sur de Inglaterra), en el seno de una acomodada familia burguesa de clase media alta de tradición naval, en la que tanto su padre como sus abuelos fueron marinos (uno de ellos llegó a alcanzar el rango de almirante y combatió contra los navíos de la Francia revolucionaria). Su progenitor, Charles Carpenter (1797-1882), tras retirarse de la armada se dedicó a ejercer la abogacía y, lo que le sería más rentable, a invertir en las nuevas compañías ferroviarias, tanto inglesas como americanas, que por aquel entonces crecían a la velocidad con que circulaban sus trenes. Gracias a esta actividad, en la que cosecharía un éxito importante, su familia se permitía llevar una vida acomodada en una época en la que tal cosa solo resultaba posible para una parte muy pequeña de la población. Edward fue el séptimo de diez hermanos, cuatro muchachos y seis mujeres3, y aunque inicialmente los cuatro varones estudiaron en el Brighton College, sus tres hermanos terminarían por salir del hogar familiar para incorporarse, respectivamente, al servicio colonial, al ejército y a la armada, por lo que él quedó en la casa de Brighton con la compañía única de sus hermanas, la mayor parte de ellas solteras, de las que pronto pudo ver la «trágica vaciedad»4 de sus vidas ociosas, a la espera permanente de un matrimonio que no siempre llegaba. Desde joven dio claras muestras de ser un desclasado, de no encontrar su lugar en medio de la clase privilegiada en la que había nacido, por lo que pronto comenzó a fraguarse en él una especie de rebelión interior, al principio de manera inconsciente, contra la moral y las costumbres de aquella rígida y clasista sociedad decimonónica. Así, en su autobiografía My days and Dreams [Mis días y sueños] publicada en 1916, escribiría: «Solo sabía que odiaba mi entorno. En ocasiones […] recuerdo que llegué a mirar con envidia a los hombres que trabajaban en la carretera usando picos y palas y deseé unirme a ellos. Pero una gran e infranqueable sima nos separaba y antes de poder alcanzar la otra orilla, tenía que pasar por muchos estadios5». Posiblemente aquel malestar por lo que veía a su alrededor se agudizaría al constatar que su sexualidad iba por derroteros diferentes a los de la mayoría, ya que él se sentía atraído por las personas de su mismo sexo, lo que debió confundirlo al principio, para llenarlo luego de frustración, de dolor y de auto-desprecio; algo hasta cierto punto lógico, dados los rígidos códigos morales imperantes, que criminalizaban a las personas que sentían como él. Carpenter: a life of liberty and love). 3 Tsuzuki, Chushichi. Edward Carpenter 1844-1929: Prophet of human fellowship, Cambridge University Press, 1980. 4 Carpenter, Edward. My Days and Dreams, 3ª ed., Londres, Allen & Unwin, 1918, p. 30. 5 Carpenter, Edward. My Days and Dreams, p. 14. 8 Hay que tener presente que hasta 1861 en el Reino Unido se aplicaba la pena de muerte para los llamados crímenes de sodomía, aunque tal pena se aplicaba raramente (las últimas ejecuciones por esta causa se llevaron a cabo en 18356). En ese año de 1861 la ley denominada Offense Against the Person Act sustituye la pena capital por condenas de duración variable a trabajos forzados para los delitos de “indecent assault” (indecencia grave), un crimen tan vago como su nombre. La nueva ley, a pesar de ser más suave que la anterior, fomentó los prejuicios sociales, creando un clima de sospecha que también facilitaba el chantaje, además de generar sentimientos de vergüenza y culpabilidad en los afectados7. En 1885 esta ley se endureció nuevamente añadiéndole la “enmienda Labouchère”, en lo que constituye uno de los casos más infame de legislación antihomosexual, ya que cualquier acto sexual entre hombres, aun realizado en privado, era castigado con gran dureza. Esta enmienda afectó de gran manera la vida de los homosexuales británicos durante todo el siglo siguiente, pues abrió la posibilidad del chantaje y de la delación únicamente a partir de indicios8. Basándose en esta ley sería juzgado y condenado pocos años después Oscar Wilde. En 1864, tras un viaje a Francia donde al parecer mantuvo por primera vez relaciones sexuales en un burdel parisino, Edward Carpenter ingresa en el prestigioso y elitista Trinity College de Cambridge para estudiar teología. Es durante su estancia en la ciudad universitaria cuando, después de leer a Tennyson9 y a Shelley10, descubre, durante las vacaciones de verano de 1868, la poesía de Walt Whitman. El libro Hojas de hierba llegaría a influirle poderosamente, ayudando a fraguar la conciencia de un Carpenter que se identifica plenamente con aquellos cantos a la naturaleza y a los sentimientos de íntima camaradería entre hombres. En ellos vio que el tratamiento que el poeta daba al sexo «coincidía con mis propios sentimientos»11; es decir, en esos versos encontró reflejada su propia homosexualidad. 6 Cook, Matt et al. A gay History of Britain: Love and sex between men since the Middle Ages. Praeger Publishing, 2011. 7 Thain, Manny. Edward Carpenter: red, green and gay. Publicado en el nº 131 de la revista Socialism Today, de septiembre de 2009. (Reseña sobre el libro de Sheila Rowbotham Edward Carpenter: a life of liberty and love). 8 Mira, Alberto. Para entendernos. Diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica, Ediciones de la Tempestad, Barcelona, 1999, p. 340. 9 Alfred Tennyson (1809-1892) fue un famoso poeta inglés, incluso condecorado por la reina, cuya obra más importante e influyente, In memoriam (1849), dedicada a un amigo fallecido, está considerada como uno de los más bellas elegías y aunque no hay pruebas de que entre ellos existiese relación sexual, los fuertes sentimientos que destila el texto bordean la frontera del homoerotismo. 10 Percy B. Shelley (1792-1822) fue otro famoso poeta inglés, defensor del socialismo, del amor libre y del nudismo. En 1925 Carpenter escribió un libro, The Psychology of Poet Shelley, en el que sugiere que este era bisexual, aunque prefería a los hombres. 11 Carpenter, Edward. My Days and Dreams, p. 30. 9 En Cambridge sintió por primera vez el dolor por el amor no correspondido –o aún peor, traicionado–, al enamorarse cándidamente de un muchacho de origen humilde llamado Andrew Beck, a quien acercó inicialmente la pasión común por la poesía. Durante un tiempo mantuvieron una íntima amistad, casi romántica, en la que compartían tardes enteras comentando los poemas que ambos escribían, hablando de poesía e, incluso, pasando juntos las vacaciones. Aquello duró hasta que repentinamente el amigo, alegando que él lo que en realidad deseaba era llevar una vida respetable y hacer carrera académica en la universidad, le anunció que rompía la relación porque quería contraer matrimonio. La carta con la que le comunicó su decisión muestra todo el catálogo de prejuicios victorianos y el férreo y artificioso concepto de la masculinidad imperante en aquella sociedad, según el cual el hombre debía ser duro y hasta brutal, rehuyendo cualquier tipo de sentimiento y ternura. «He cambiado muy profundamente, como reacción contra ti»12, termina diciéndole a un desolado Carpenter aquel muchacho que un día amó la poesía y la ternura, y que terminaría con el tiempo por cumplir su objetivo de convertirse en un respetado catedrático y padre de familia. Cuatro años después de su ingreso en la universidad, fue nombrado lector del Trinity Hall (otro de los colleges principales de Cambridge, muy próximo al Trinity College donde estudió) y, curiosamente, ordenado diácono de la Iglesia Anglicana un año más tarde, por lo que se hizo cargo de la parroquia de St. Edwards, en donde realizaría su labor pastoral con un heterodoxo personaje llamado Frederick Denison Maurice, líder del Movimiento del Socialismo Cristiano, el cual tendría una profunda influencia en las ideas políticas de Edward. No obstante, el joven pronto se dio cuenta de que aquella realidad eclesiástica, en la práctica tan alejada de los pobres y los humildes, lo sumía en un «insuperable sentimiento de falsedad»13, lo que conllevó que un año después, aprovechando un alejamiento temporal de la parroquia debido a alguna dolencia no especificada en sus memorias, abandonase primero la labor eclesiástica y un poco más tarde, también su puesto de lector en la universidad. Fue en esa época, al parecer, cuando se hizo vegetariano y abstemio. Tras abandonar ambas actividades, dejándose llevar por unas inquietudes de tipo social cada vez más fuertes, se unió al University Extension Movement, que tenía como objetivo trasladar la enseñanza superior a las zonas más desfavorecidas de Gran Bretaña; aunque a él le movía un sentimiento diferente al de sus compañeros: estos deseaban salvar, mediante la educación, a los obreros incultos y embrutecidos por el trabajo, mientras que él lo que anhelaba era aprender de ellos a la vez que enseña12 Dilip Kumar Barua. The life and work of E. Carpenter, Sheffield, tesis doctoral, 1966, p. 248. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey en Dos pioneros de la liberación sexual: Edward Carpenter y Havelock Ellis. Cardín, Alberto (traducción). Anagrama, Barcelona, 1970, p. 34. 13 Carpenter, Edward. My Days and Dreams, p. 58. 10 ba. Renegaba de la privilegiada posición de la que gozaba en aquella injusta sociedad victoriana y buscaba crear un vínculo con aquellos miembros de la clase obrera que permitiese un intercambio mutuo de enseñanzas14. Lleno de entusiasmo, llega en 1874 a la ciudad de Leeds, en el norte de Inglaterra. Aquella era entonces una ciudad en rápido crecimiento gracias a la lana y a la industria textil que a partir de ella se había creado, envuelta en una atmósfera muy contaminada –algo que empezó a desarrollar las inquietudes medioambientalistas de Carpenter– y en la que se encontró con unos obreros que parecían no hacer mucho caso a aquellos jóvenes enseñantes venidos de las universidades privadas. Así, en lugar de que sus clases se llenasen de trabajadores deseosos de aprender, se encontró con que los pupitres de sus aulas se ocupaban con las viudas y las hijas de los ricos del lugar que buscaban nuevos entretenimientos que llenasen sus vidas ociosas. Desilusionado por el escaso número de obreros que atraían aquellas clases y cansado de los largos desplazamientos que debía realizar en tren para llegar a los lugares donde se impartían, desencantado, cambió Leeds por Sheffield, una ciudad en medio de una catástrofe medioambiental provocada por las industrias contaminantes, polucionada, cubierta por el hollín, en la que se generaban toneladas de residuos que sin tratar eran vertidos en los ríos y donde el polvo ácido flotaba constantemente en el ambiente. Allí, en medio de aquel lugar malsano, empezó a escribir sobre la pobreza que veía a su alrededor y, también, sobre sus propios sentimientos de desclasado, aquellos que debían ser tan evidentes que años más tarde harían decir al escritor E.M. Forster al hablar de él: «Se trataba realmente de un caso de mala adaptación social. No era feliz en la clase social en que había nacido. […] No se rebeló por un sentimiento de duda o por causar sensación, sino porque verdaderamente quería hacerlo»15. Aquellos escritos sobre la pobreza constituirían la base de su posterior extenso poema whitmaniano Towards Democracy [Hacia la democracia]. En 1877 hace un alto en su labor como enseñante en el University Extension Movement y viaja a Estadios Unidos, donde por fin conoce a su admirado Walt Whitman, con el que durante años había venido cruzando correspondencia, en una de cuyas cartas llega a agradecerle al poeta el haberle dado «un fundamento para el amor entre hombres […] pues usted ha hecho que los hombres no se avergüencen ya de los más nobles instintos de su naturaleza»16. Años después, Gavin Arthur, un adinerado joven americano que conoció a Carpenter cuando contaba ya con ochenta años, 14 Carpenter, Edward. Días con Walt Whitman, con notas sobre su vida y su obra. Cornejo, Pepa (traducción), Señor Lobo Ediciones, Madrid, 2014, A cerca de Edward Carpenter (introducción), p. 13. 15 Forster, E.M. Books talk: The life and Work of E. Carpenter, charla radiofónica del 25 de septiembre de 1944. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 38. 16 Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., pp. 36 y 37. 11 diría que este le había dicho que durante aquella primera visita a Whitman, había mantenido relaciones sexuales con el viejo poeta17. Tras regresar a Sheffield, Edward se enamora de un muchacho de físico espléndido llamado Joe Potter, al que descubrió ataviado únicamente con un sucinto taparrabos mientras participaba en las carreras pedestres de Sheffield, pero la relación no pudo prosperar debido a que el joven se enroló como maquinista en un barco, por lo que dejaron de verse. A partir de ese momento ya no dejaría de buscar el ideal whitmaniano de la íntima camaradería entre amigos, procurando también la belleza a la vez que la amistad. Así, mantiene relaciones con dos de sus alumnos, un fabricante de guadañas, Albert Fearnehough, un personaje muy meticuloso con su trabajo artesanal, y Charles Fox, un pequeño granjero, filósofo autodidacta, inquieto, rebelde, amante de la vida sencilla y aficionado a la bebida. Este último debió simbolizar para Carpenter el ideal que iba buscando. En aquella época se introduce en los círculos de los movimientos radicales de obreros que comenzaban a establecerse basándose en las ideas socialistas. En ellos se relaciona con hombres y mujeres trabajadores y artesanos que defendían un cambio social que acabase con un sistema capitalista que permitía vivir en la sobreabundancia a las clases poderosas a base de explotar a los humildes. Allí conoce a John Harrison Riley, quien había estado en la Primera Internacional con Carlos Marx y que resultaría de una gran influencia para Carpenter18. El impacto de este personaje unido el ambiente radical que se respiraba en los círculos obreros, fortalece poco a poco su ideología haciendo que esta coincida cada vez más con el socialismo, aunque de una manera un tanto personal, ya que se identificaba con los principios marxistas, pero dotándolos de un componente místico que él buscaba a través de un mayor contacto con la naturaleza. En 1880 se muda a vivir al campo con Albert Fearnehough, con quien ya hemos dicho que mantenía un idilio. Para ese entonces ya tiene completamente asumida su homosexualidad y algún autor llama la atención sobre el hecho de que en aquellos años, tan poco permisivos, «no se sintiese temeroso, ni siquiera tímido, por su homosexualidad; por el contrario, con la ayuda de la poesía de Whitman, encendió en su interior un fuego que le hizo interesarse en todo tipo de libertades y progresos, haciéndolo elocuente, osado y espiritualmente curioso»19. La tranquilidad que le dio el aceptarse tal y como era, unido al contacto con la naturaleza –que significó una auténtica ruptura con el tipo de vida que había llevado hasta entonces– y la lectura del Bhagavad-Gita, el libro sagrado hindú, le hacen experimentar cambios interiores que lo llevarían a adentrase en la redacción de Towards Democracy, su largo poemario en verso y prosa de ins17 Rowbotham, Sheila. Edward Carpenter: A life of Liberty and Love. Londres. Verso, 2008, p. 421. 18 Rowbotham, Sheila. op. cit., p. 67. 19 Tóibín, Colm. op. cit. 12 piración whitmaniana que se publicaría en 188320, del que en los siguientes dos años solo se vendieron 400 copias, y en el que expresa el rechazo y el desprecio que había ido acumulando a lo largo de su vida por la clase privilegiada, con sus falsos valores, a la que él pertenecía. La muerte de su madre en 1880, seguida de la de su padre al año siguiente, le hacen heredar 6.000 libras, lo que le da independencia financiera y le permite abandonar de una vez el University Extention Movement y comprar en 1883 una pequeña granja en medio del campo situada en un lugar llamado Millthorpe, no lejos de Sheffield, a la que se lleva a vivir con él a Albert Fearnehough y a su mujer, pues para ese entonces el muchacho ya se había casado. Se muda allí con la idea de comenzar a vivir de una forma frugal, basada en el trabajo de la tierra y el contacto con la naturaleza, como alternativa a la vida que imponía el capitalismo. Allí cultivarían sus propios productos que luego vendían en el mercado local. En 1884 regresa a Estadios Unidos y se encuentra nuevamente con Walt Whitman. Cuando lo hace tiene ya cuarenta años y el viejo poeta americano de frondosas barbas cuenta ya con 65. Los recuerdos de este encuentro y del primero ocurrido en 1877, los publicaría un par de años más tardes bajo el título Days with Walt Whitman21 [Días con Walt Whitman]. Tras su regreso a Inglaterra se une a grupos socialistas en los que empiezan a concentrase ya no solo obreros, sino también intelectuales. Concretamente se integra en la Sociedad Fabiana, entre cuyos fundadores se encontraba George Bernard Shaw y que sería el germen del Partido Laborista, en el círculo socialista de Sheffield y en The Fellowship of New Life [La Hermandad de la Nueva Vida], en la que coincide con el sexólogo y activista social Havelock Ellis y con su esposa Edith, con los que llegaría a desarrollar una intensa y larga amistad que duraría toda la vida. Los trabajos posteriores de Ellis recogidos en el texto Inversión sexual22, ayudarían a Carpenter a componer algunas partes de su libro El sexo intermedio. La amistad entre ambos se fortalecería a raíz de que Carpenter, según el propio Ellis, «descubriese en mí a un convencido del derecho a la existencia 20 Carpenter, Edward. Towards democracy. A prose-poem by Edward Carpenter, Manchester, John Heywood, 1883. 21 Carpenter, Edward. Days with Walt Whitman : with some notes on his life and work, Londres, George Allen, 1886 Existe una edición en castellano de la editorial Señor Lobo Ediciones, Madrid, 2014, con traducción de Pepa Cornejo. 22 Ellis, Havelock. Studies in the Psychology of Sex. vol. 1. Sexual Inversion, Londres, Watford, University Press, 1897. Existe una antigua edición en castellano: Inversión sexual, Madrid, Hijos de Reus, 1913. J. López Oliván y Ceferino Palencia Tubau (traductores) 13 de los invertidos sexuales y también porque mi esposa23 lo admiraba mucho, más que a cualquier otro hombre»24. Carpenter, a pesar del duro trabajo que llevaba a cabo en su granja de Millthorpe, no abandonó su actividad política, por lo que seguía dando conferencias, participando en reuniones, repartiendo propaganda, siempre muy comprometido con su personal ideario socialista que, cada vez más, deriva hacia posiciones de comunismo libertario y utópico. Su peculiar personalidad, su valentía y su modo de vida, van incrementando su prestigio, hasta el punto de que se convierte en una especie de líder político-espiritual para muchas personas que no solo ven en él al luchador que busca el cambio social, sino al hombre espiritual que simultáneamente busca el cambio interior de las personas. Para Edward Carpenter la lucha política no solo debía buscar acabar con aquella sociedad que permitía la pobreza en medio de la abundancia, mientras la tierra permanecía improductiva, si no que debía conllevar una vida más simple, más armoniosa con la naturaleza y, también, la liberación sexual. Él creía más en el pensamiento libre que en las doctrinas, creía tanto en lo espiritual como en lo material, más en las personas que en la acción política y su discurso ofrecía más interrogantes que respuestas dogmáticas25. Aquella visión de la política y el ejemplo que ofrecía con el tipo de vida que llevaba, atrajo hacia él a muchas personas, incluso a muchos que estaban más interesados en el cambios social y en la lucha sindical, que en la liberación sexual. Aun así, durante toda su vida tuvo que luchar con sus propios correligionarios izquierdistas para hacerles cambiar su percepción sobre la homosexualidad, que era tan rígida y negativa como la de la conservadora sociedad victoriana del momento. En 1886, cuando tenía 42 años, Edward Carpenter conoció a un muchacho de 26 años, de ascendencia holandesa, llamado George Hukin, afilador de profesión, y también integrante del círculo socialista de Sheffield. Este joven llegaría a convertirse en uno de sus más estrechos colaboradores en la lucha política y, tal vez, en la persona de la que se enamoró de manera más profunda. Carpenter no puede dejar de manifestar su atracción por el chico cuando lo describe llegando a las reuniones políticas, después del trabajo, como «una figura con la gorra llena de polvo, de la que escapan luminosos rizos, grandes ojos gris-oscuro, y rostro de facciones holandesas de lágrimas y risas»26. Fue esta una larga relación que 23 La esposa de Ellis era lesbiana, lo que unido a una propuesta que le realizó el poeta John Addington Symonds, lo llevaría a comenzar la investigación que dio lugar a su obra Inversión sexual, tan importante para la posterior lucha por los derechos de los homosexuales. 24 Ellis, Havelock. My life, Londres, William Heinemann, 1940. Existe una edición en castellano: Mi vida, Madrid, Felmar, 1976. García Torres, Belén (traducción). 25 Tóibín, Colm. op. cit. 26 Poema In the Stone-floored workshop, incluido en Towards Democracy, parte IV, p. 419. Citado por Rowbotham, Sheila. op. cit., p.106. 14 solo acabaría con la muerte del muchacho en 1917 a la edad de 57 años y que tuvo dos partes: una íntima y pasional; y otra, después del matrimonio del joven y hasta su fallecimiento, de profunda amistad y de camaradería en la lucha política. En su primera parte la pasión de Carpenter fue correspondida por el joven, aunque no estuvo exenta de dolor para Carpenter cuando veía que comenzaba a relacionarse con una muchacha llamada Fannie, con la que terminaría casándose. Un año después de haberse conocido, el muchacho ya le pone sobre aviso: cuando estaban juntos en la cama Hunki le dijo que se había enamorado de aquella mujer y que iban a casarse27. Como es lógico, Carpenter se resintió por el golpe. Durante un cierto tiempo, hasta que se casaron, aceptó compartir el amor del muchacho e incluso se hizo amigo de la chica. Pero tras la boda, todo acabó, a pesar de que el joven le propuso que se fuese a vivir con ellos. Ante la respuesta negativa de Carpenter George le escribió: «No puedo soportar la idea de saberte infeliz y de que yo soy la causa de ello. A veces pienso que no puedo traer otra cosa que la infelicidad, tanto para ti como para Fannie, y en estos momentos me siento tan desgraciado que quisiera morir28». Hunki y Fannie se casarían ese verano, sin que Carter asistiese a la boda (les regaló una cama), pero el muchacho no se resignaba a perder el amor de su antiguo amante, así que el 21 de noviembre de 1887 le escribe en una nueva carta: «Desearía que pudieras dormir con nosotros algunas veces, Ted, pero no sé si Fannie sería capaz de aceptarlo aún, y no creo que pueda presionarla […] Pienso, no obstante, a menudo lo hermoso que sería que los tres pudiésemos amarnos y dormir juntos a veces, sin sentimiento alguno de estar haciendo algo malo29». Al parecer no llegó a producirse el encuentro a tres en aquella cama que Edward les había regalado, pero sí continuó la amistad, tanto con el muchacho como con Fannie; y con la viuda continuaría tras la muerte de él30. Dado el interés que tenía por las filosofías orientales, en 1890 decide emprender un viaje por la India y Ceilán, el cual resultaría decisivo para su pensamiento, pues vino a confirmar su idea de que el cambio social que propugnaba el socialismo no solo debía afectar a la sociedad en su conjunto y en concreto a la economía y a los medios de producción, sino que debía cambiar también el interior y la conciencia de los individuos. 27 Rowbotham, Sheila. op. cit., p.113. Carta de George Hunki a E. Carpenter del 21 de mayo de 1887. Carpenter Collection, Sheffield Libraries. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 89. 29 Carta de George Hunki a E. Carpenter del 21 de noviembre 1887. Carpenter Collection. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 89. 30 Se conserva una bella fotografía que, sin palabras, delataría la intensa relación entre Carpenter, Merrill y Hunki. En ella aparecen los tres, con el líder carismático en el centro, y a su derecha un Hunki posiblemente en la treintena, con barba, al que Carpenter coloca cariñosamente la mano sobre el muslo, mientras Merrill le coloca a él la suya sobre el hombro. 28 15 Significaría, asimismo, su ruptura definitiva con el cristianismo (del que se había venido alejando desde que abandonase su cargo de diácono en Cambridge) y de cualquier tipo de espiritualidad burguesa imperante en la sociedad victoriana. Durante dos años estuvo dedicado al estudio de la meditación oriental. Fue aquel un viaje inusual para un inglés de clase acomodada, pues visitó lugares que casi ningún occidental visitaba: se adentró en bosques y durmió al aire libre entre cocoteros, asistió a las enseñanzas de un gnani (un santón hindú), subió al Adam´s Peak (Ceilan, actual Sri Lanka) y visitó templos hindúes en los que se celebraban festivales nocturnos llenos de erotismo. Sus experiencias en dicho viaje las puso en forma de libro, en 1892, bajo el título de From Adam´s Peak to Elephanta31 [De Adam’s Peak a Elephanta], que causó malestar entre los británicos que vivían en la India y enfado en ciertas esferas por los pasajes en los que apoyaba al nacionalismo indio y criticaba el imperialismo británico y sus valores preñados de sentimientos de superioridad y racismo. El cambio que en él produjo aquel viaje a Asia fue de suficiente importancia como para que, tras su regreso, comenzase a mostrar su rebeldía sexual escribiendo sobre ello, aunque también pudo estar influido por otro hecho trascendental en su biografía: su encuentro con George Merrill, quien sería su pareja para el resto de su vida. Ocurrió en 1891, al poco de regresar de la India, en un viaje en tren en que ambos coincidieron. Aquellas miradas cruzadas en el vagón de un tren entre Sheffield y Totley fue el inicio de una relación amorosa que duraría casi cuarenta años y que culminaría, unos años después, en 1898, cuando Merrill se fue a vivir con él a la granja del Millthorpe. El hecho tardó en producirse porque por aquel entonces Edwrad Carpenter vivía con George Adams y su mujer Lucy (que habían sustituido a los Fearnehough cuando estos se marcharon de la granja), a pesar de lo cual mantenía una relación amorosa con el chico; y serían los celos del muchacho ante aquella nueva relación los que evitaron que esta se trasladara rápidamente a la granja32. Solo pudo hacerlo cuando los Adams se marcharon. De cualquier manera, desde que conoció a Merrill, por vez primera, un Edward Carpenter acercándose ya a la cincuentena, conoció lo que era la plenitud de una relación, tanto en el plano afectivo como en el sexual. George Merrill tenía 26 años, veintidós menos que Edward, cuando se conocieron, y era un joven proletario de Sheffield que había crecido en un ambiente muy humilde, con un padre alcohólico en una familia de once miembros que hoy se calificaría de desestructurada, en la que la madre era el único sostén real, viviendo todos ellos en condiciones de gran promiscuidad y rozando la miseria. El joven Merrill había comenzado a trabajar a la edad de trece años y había ejercido todo un catálogo de oficios, desde cargador a camarero, pasando por empleado de balneario o 31 Carpenter, Edward. From Adam´s Peak to Elephanta: Sketches in Ceylon and India, Londres, Swan Sonnenschein & Co, 1892. 32 Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey op. cit., p. 92. 16 vendedor de enciclopedias. Era un hombre de escasa formación que había crecido ajeno a las enseñanzas de la iglesia, lo que encantaba a Carpenter (una vez que escuchó decir que Jesús había pasado su última noche en Getsemaní, preguntó «¿Con quién?33»), y tenía completamente asumida su homosexualidad sin ningún complejo de culpa. Para cuando se conocieron, ya había tenido numerosas relaciones sexuales, generalmente con hombres mayores y acomodados, de un tipo muy diferentes a las que Carpenter había mantenido en el seno del pequeño grupo socialista de Sheffield. Cuando Merrill se trasladó a la granja de Millthorpe lo hizo oficialmente en calidad de empleado y, de hecho, se dedicó a realizar las tareas domésticas, a la vez que colaboraba con Edward en la fabricación de sandalias. Pero tal cosa no fue bien recibida por muchas de las amistades socialistas y radicales de Carpenter que eran incapaces de aceptar una relación explícitamente homosexual entre dos hombres que convivían como si de un matrimonio se tratase. A esto se unía el hecho de que Merrill parecía carecer de prejuicios y no le importaban las apariencias ni las convenciones sociales, algo que entusiasmaba a Carpenter que veía por primera vez en su compañero a alguien completamente liberado de los prejuicios victorianos. Al poco tiempo, aquellos dos hombres viviendo solos en la granja, unida a la personalidad desinhibida de Merrill, llegó a resultar un espectáculo excesivo para muchas de aquellas viejas amistades, que terminaron por abandonarlo. Si hasta entonces su homosexualidad era conocida en el círculo restringido de sus amigos, ahora se hacía explicita e imposible de ignorar; no dando ni siquiera la oportunidad de simular que se ignoraba. Así pues, la presencia de Merrill en la granja se convirtió en una auténtica conmoción para los admiradores de Carpenter más puritanos, aunque fuesen de izquierdas, a los que, por otra parte, Merrill detestaba. Al joven le importaba poco lo que la gente pudiese opinar de él, sobre todo si dichas opiniones provenían de la gente considerada “respetable”. Le gustaba beber (al parecer terminó siendo alcohólico34), por lo que frecuentaba asiduamente las tabernas. Era muy ingenioso y también tenía buena voz y acostumbraba a cantar canciones de un amplio repertorio lleno de temas populares, muchos de ellos sentimentales. Para algunas personas resultaba un poco obsceno en su vocabulario y actitudes, y probablemente lo sería. Aparte del importante número de antiguos amigos que dejaron de visitar Millthorpe desde que llegó Merrill, su falta de inhibiciones provocaban frecuentemente el escándalo y los comentarios y cuchicheos entre una vecindad muy conservadora que siempre habían aceptado a Carpenter por su prestigio y discreción. A mucha gente en el medio rural en que vivían 33 Carpenter, Edward. Notas manuscritas sobre George Merrill, 5 de marzo de 1913, p. 2. Carpenter Collection. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey op. cit., p. 92. 34 Tsuzuki, Chushichi. op. cit. 17 no le gustaba Merrill, a pesar de los intentos de Edward por defenderlo en cada ocasión en que daba que hablar entre aquellas personas mojigatas. Aunque la mayor parte del trabajo de la casa recaía en George, Carpenter, poniendo en práctica sus ideales de reparto equitativo del trabajo, también compartía las tareas domésticas. Hay un testimonio divertido, de Edith Lees, la esposa de Havelock Ellis que por ser lesbiana veía la relación de aquellos dos hombres valientes con simpatía, que hablando de un día en que visitó la granja de Millthorpe, dice: «Recuerdo haberme reído por dentro una noche en que me senté entre Carpenter y su amigo en un sofá. Uno estaba remendando su camisa y el otro un par de calcetines35». Poco después de conocer a Merill, Edward comenzó a escribirse con el poeta John Addington Symonds (1840-1893), el valiente personaje pionero en la defensa de la homosexualidad en la conservadora sociedad británica del siglo XIX, que ya había publicado dos obras en defensa de esta opción sexual36. Ambos, incapaces de bajar la cabeza asumiendo que su sexualidad era algo pecaminoso o criminal, se preguntaban cómo podían intentar explicar a la sociedad británica su propia homosexualidad, para hacerles ver que no era ni una cosa ni la otra. Dudaban si debían utilizar el ejemplo de la homosexualidad que se dio en la Grecia clásica como una base prestigiosa a partir de la cual demandar tolerancia, o si por el contrario debían recurrir a explicaciones biológicas, psicológicas o médicas, utilizando los cada vez más numerosos estudios sobre la homosexualidad que por entonces estaban apareciendo, sobre todo en Alemania. Carpenter, como luego veremos, decidió utilizar ambas vías en el más ambicioso de sus textos sobre la cuestión, El sexo intermedio, adentrándose con ello en un territorio peligroso y potencialmente explosivo para los tiempos que corrían, pues una cosa era vivir su sexualidad entre las paredes de Millthorpe o dentro de su reducido grupo de íntimos de Sheffield, y otra convertirse en abanderado en la lucha por el reconocimiento de algo que contaba con la reprobación general de la sociedad y que estaba 35 Mrs. Havelock Ellis. Personal impressions of Edward Carpenter, Berkeley, The Free Press Spirit, 1922, p. 11. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 97. 36 Véase nota 1 en este mismo Prólogo p. 7. Hay una suculenta anécdota sobre este poeta, que era homosexual, a pesar de lo cual estaba casado. Es esta: Un tiempo después de leer Hojas de hierba, empezó a mantener correspondencia con Walt Whitman. En la primera carta que le envió le preguntó, sin ambages, por el contenido homosexual de algunos de sus poemas. Cuando le respondió, el poeta americano le decía que sus poemas no hacían referencia a la homosexualidad y, como prueba, le decía que tenía seis hijos, pero claro, aquella respuesta no significó nada para Symonds, ya que él mismo era padre de cuatro hijos. De cualquier forma, la afirmación de Whitman sobre sus seis hijos podría ser falsa, ya que nunca se casó, y nadie –ni siquiera sus hermanos o sus mejores amigos– le conocieron relación con mujer. [Tomado del libro de E.Carpenter Días con Walt Whitman, p. 124 (Edición en español)] 18 tipificado en el código penal. Pero él, convencido de lo acertado de su lucha, se lanzó a la tarea. Así, en 1893 y 1894 escribió cuatro panfletos o pequeños ensayos sobre sexualidad, uno de los cuales, Homogenic Love [Amor homogénico], se refería a la homosexualidad, en el cual ya utilizaba tanto los ejemplos de la antigua Grecia como las modernas investigaciones sexológicas para demostrar que la homosexualidad era algo congénito y más extendido de lo que la gente suponía. De los cuatro, este último tuvo que editarlo él en una edición personal y distribuirlo de la misma manera. Pero entonces se produjo el juicio contra Oscar Wilde. En el año 1895, cuando el escritor se encontraba en la cima de su carrera, se vio arrastrado a una serie de procesos judiciales que escandalizarían a la conservadora sociedad británica del momento y que terminarían por llevarlo a la cárcel, condenado a dieciocho meses de trabajos forzados, por sodomita. Esta sentencia –que buscaba ser ejemplarizante, dada la fama del condenado–, tuvo una gran repercusión social y conllevó un importante recrudecimiento de la intolerancia sexual y de la homofobia en Gran Bretaña, hasta el punto de que muchos homosexuales británicos salieron del país37. Carpenter fue uno de los que, debido a la vida relativamente abierta que llevaba, vio con preocupación aquel suceso, pues sabía que dado el ambiente que se creó con el juicio, él mismo podría ser objeto de acusación parecida. En aquellos momentos en que se incrementaron las delaciones y las acusaciones, fue un misterio el por qué Edward Carpenter no fue acusado y detenido. Aunque, como apunta Colm Tóibín38, posiblemente se deba a la gran diferencia existente entre los casos de Wilde y de Carpenter, ya que este, «a pesar de dejar clara su homosexualidad, había tenido siempre mucho cuidado con quien se juntaba. Una vez fue a un burdel en París, pero no parece que hiciese algo parecido en Inglaterra. Le gustaba dormir con hombres conocidos, de los que le gustaba su compañía; mantuvo relaciones duraderas. No parece que le gustase pagar por mantener relaciones sexuales, ni tampoco relacionarse con personajes que luego pudiesen chantajearlos. […] Tuvo cuidado de mantener en su pueblo buenas relaciones con sus vecinos, incluso con el vicario». Posiblemente fue su forma de ser, tan diferente a la de Wilde, lo que le salvó. De cualquier manera su actividad como rebelde sexual se vio afectada, pues según el mismo reconoce «por el momento un pánico real imperó en todo lo relacionado con el sexo y especialmente, por supuesto, en lo relacionado con el sexo intermedio39». Así, su editor canceló el acuerdo que previamente habían establecido para publicar el nuevo libro de Carpenter Love´s Coming-of-Age [La edad adulta del amor], que había 37 Reed, Christopher (2011). Art and Homosexuality: A History of Ideas. Oxford University Press, 2011; p 97. 38 Tóibín, Colm. op. cit. 39 Carpenter, Edward. My Days and Dreams, p.196. 19 escrito con vistas a defenderse de los malentendidos y en las que agrupaba otros escritos anteriores (y que sería finalmente publicado en 1896, aunque eliminando las partes relacionadas con el amor homosexual, que no se incluirían hasta la edición de 1906). No obstante él perseveró y en 1902 publicó una de sus obras fundamentales en defensa de la homosexualidad: Ioläus: An Anthology of Friendship40 [Ioläus: una antología de la amistad], en el que, basándose en un texto similar publicado dos años antes en Alemania por Elisar von Kupffer41, Lieblingminne und in der Freundesliebe Weltliteratur [Poesía al amado y al amor entre amigos en la literatura mundial], recoge textos de todos los tiempos, sobre todo de la Grecia clásica, muchos de ellos traducidos por él mismo, relacionados con el amor entre hombres o la también llamada entonces “amistad romántica” entre varones. Durante mucho tiempo, aunque el libro no habla expresamente de homosexualidad, en Inglaterra fue conocido por los libreros como la “Biblia de los Sodomitas”. Pero a pesar de que consiguió que la atmósfera anti-homosexual que se creó tras el juicio de Wilde no el afectase, a punto estuvo de tener problema con la justicia, a causa de la obsesión de un oscuro personaje irlandés llamado M. D. O’Brien. Así, en otoño del año 1908 cuando Carpenter daba una conferencia en Sheffield, O’Brien le interpeló públicamente preguntándole si no pensaba que el socialismo podía conducir al vicio a los jóvenes que siguiesen sus infames enseñanzas. A partir de ese momento comenzaría una campaña obsesiva contra él en la que no solo lo interpelaba públicamente durante las conferencias y los mítines, sino que enviaba cartas a los periódicos y llegó a publicar un panfleto titulado Socialismo e infamia: el amor homogénico o entre camaradas desvelado. Carta abierta en palabras sencillas para un profeta socialista. A Edward Carpenter, en que aseguraba que sus escritos eran demasiados obscenos para que se publicasen en Inglaterra y lo acusaba de ser seguidor de Whitman y de amenazar a la familia y al matrimonio. Aunque lo que verdaderamente le obsesionaba a aquel personaje era la homosexualidad, a la que califica de «sumidero pútrido» y «vicio odioso, repugnante y socialmente destructivo […] Los abrazos y caricias entre hombres… solo con pensar en práctica tan afeminada lo llena a uno de repugnancia»42. Incluso en su panfleto llegó incluir referencias directas a la vida de pareja que llevaba con Merrill, lo que de acuerdo a la legislación del momento significaba una seria amenaza. Se acostumbró a interrumpir y a insultar públicamente a Carpenter, aunque 40 Carpenter, Edward. Ioläus: An Anthology of Friendship, Londres, Swan Sonnenschein & Co, 1902 41 Elisar von Kupffer (1872-1942) fue un pintor, poeta y dramaturgo alemán, que utilizó el seudónimo de Elisarion en la mayoría de sus escritos y cuya obra que inspiró a Carpenter –una antología de literatura homoerótica de todos las épocas–, fue el primer intento de justificar con argumentos culturales a la homosexualidad. 42 O’Brien M.D. Socialismo e infamia. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 97. 20 este, que tenía una gran facilidad de palabra y muchos recursos, solía quitárselo de encima con facilidad. No obstante llegó a afectarlo, haciendo que se inquietase antes de cada conferencia por el temor de que el oscuro personaje apareciese. Él, de alguna manera, se sentía seguro, pues pensaba que aquel loco tendría pocas evidencias contra él, dada la discreción y cautela que había mostrado siempre en su vida. Y en sus escritos sobre homosexualidad siempre era ambiguo y mezclaba sexualidad y sentimientos y nunca se identificaba él, como autor, como uno de los homosexuales de los que hablaba. Incluso cuando participó en la investigación de Havelock Ellis para su obra Inversión sexual, se encargó de que no pudiese identificársele, camuflado entre las decenas de confesiones o “casos” que Ellis analizaba en su obra43. Aunque él y su entorno imaginaban que lo que O’Brien perseguía era que Carpenter lo demandases por calumnias (en un intento de repetir los procesos que terminaron por llevar a cabo a Wilde a la cárcel), también sabían que mientras no tuviese pruebas contra él, que solo se basase en sus escritos y opiniones, no corría mucho peligro, pues dado que siempre había sido discreto, lo que hacía en su casa quedaba dentro de sus muros, y aunque muchos fuera de su círculo imaginasen lo que allí sucedía, no tenían evidencias. En cambio, las evidencias contra su pareja, George Merrill, eran bien distintas, pues O’Brien aseguraba conocer casos de hombres que se habían sentido acosados por él. Así pensaban también los amigos de Carpenter quienes consideraban que los riegos le venían de la conducta descarada de Merrill. Pero la cosa no llegó a mayores, aunque las acusaciones del fanático continuaron durante un par de años y solo desaparecieron cuando el individuo lo hizo, al ser detenido por alguna infracción y no regresar nunca más por la zona. Desde veinte años atrás, la granja de Millthorpe en la que Carpenter intentaba poner en práctica el tipo de vida que buscaba, con su ritmo tranquilo, el trabajo manual en el huerto, las horas sosegadas escribiendo en una caseta de madera del jardín, los baños de sol desnudos, las audiciones de música y los ratos dedicados a fabricar sandalias –las que “libera43 No obstante, uno de sus biógrafos llegó a identificar, en la obra de Ellis, las declaraciones de Carpenter (que aparecen como anónimas) realizadas cuando tenía 37 años. En ellas se define a sí mismo como homosexual. Son estas: «Mi ideal de amor es el de un hombre fuerte, de mi misma edad o un poco más joven, preferentemente de la clase obrera. Aunque debe tener un carácter fuerte, no tiene que ser necesariamente intelectual. Si lo es, no debe ser demasiado locuaz ni refinado. Cualquier afeminamiento en un hombre, o cualquier cosa que denote estilo falsamente intelectual, me repele inmediatamente… Mi mayor deseo en el amor es la cercanía de los cuerpos y el contacto, como el dormir desnudo con un amigo desnudo… Por temperamento y elección soy un artista amante de todas las cosas bellas, especialmente de las formas del cuerpo masculino». Citado por Tsuzuki, Chushichi. op. cit. 21 ban a los pies de la dictadura de las botas”–, atrajo a mucha gente deseosa de conocer a aquella especie de santón, de líder revolucionario y espiritual, que era tan diferente a todos los demás líderes socialistas. Aunque la llegada de Merrill ahuyentó a muchos de sus amigos de moral estricta, otros muchos continuaron siéndole fieles, como los Fearnehough, Hunki y su mujer Fannie o George Adams y su esposa Lucy, que había permanecido en Millthorpe durante muchos años, hasta que llegó Merrill. A estos amigos se unieron pronto intelectuales como Havelock Ellis y su mujer Edith Lees, la feminista Olive Schreiner o el que sería famoso escritor E.M. Foster, todos los cuales, junto con otros más, terminarían por convertirse en asiduos visitantes y amigos cercanos; y a los que eventualmente se añadía una multitud de personajes anónimos que viajaban hasta Millthorpe para conocerlo. A él le gustaba aquello, pues quería que su granja fuera un lugar de encuentro, aunque nunca deseó que fuese una comuna. En 1908 publica su obra más importante en materia en defensa de los derechos de los homosexuales: The intermdiate sex 44 [El sexo intermedio], en el que recopila otros panfletos anteriores e incluye partes de Love Coming-of-Age y al que le seguiría, en 1914 The intermediate types among primitive folk45 [Los tipos intermedios entre los pueblos primitivos]. Sus publicaciones sobre sexo y matrimonio le hicieron conectar con muchas mujeres luchadoras y radicales, pues no solamente había apoyado con firmeza el derecho al sufragio femenino, sino que en sus escritos y conferencias pedía mayor facilidad para el divorcio, una igualdad real dentro del matrimonio y el cese del reparto del trabajo en función del sexo. Esto atrajo por la granja de Millthorpe a muchas mujeres progresistas y feministas. E.M. Forster, como se ha dicho, también frecuentó la granja de Millthorpe, llegando a convertirse en un amigo cercano («Me acerqué a él como si fuera un salvador», llega a decir46. Fue tras su primera vista en 1913 (Forster tenía ya 34 años y era un escritor de renombre) cuando encontró allí la inspiración para luego escribir su única novela abiertamente gay, Maurice, aunque no la publicaría hasta después de su muerte. Según cuenta el mismo autor, la visión de la vida en la granja, en la que una pareja formada por un hombre cultivado y acomodado, y otro perteneciente a la clase obrera convivían como una pareja en armonía, le sugirió la idea de escribir la historia de su famosa novela. Incluso pudo comprobar el carácter algo descarado de George Merrill, seguramente acostumbrado a esas alturas de intentar sacar provecho de algunas de las muchas visitas que su 44 Carpenter, Edward. The intermediate sex: a study of some transitional types of men & women, Londres, George Allen & Unwin, 1908. 45 Carpenter, Edward. The intermediate types among primitive folk, Londres, George Allen & Unwin, 1914. 46 Forster, E.M. Maurice. Editorial Planeta, Barcelona, 1973. Jose Mª Álvarez Flores y Ángela Pérez Gómez (traducción). p. 214. 22 pareja recibía. En la nota final que incluye en la novela, escrita en 1960, el propio autor relata lo siguiente: «George Merrill me tocó el trasero, con suavidad, justo por encima de las nalgas. Tengo la impresión de que tocaba así a la mayoría de la gente47». Luego, cuando regresase a su casa, Forster empezaría a escribir Maurice. Una vez finalizado, envió una copia del manuscrito a Carpenter en agosto de 1914, poco antes de que el autor de Una habitación con vistas o Pasaje a la India fuese destinado a Alejandría durante la Primera Guerra Mundial, en 1915, como voluntario de la Cruz Roja. En esta ciudad también entablaría amistad con uno de los personajes más importantes en la historia de la literatura contemporánea, Constantino Cavafis, y en ella mantendría una de las relaciones amorosas más intensas de su vida con un joven egipcio llamado Mohammed el Adl48. Otro novelista británico en quien también influyó Carpenter fue D.H. Lawrence, el famoso autor, también homosexual, de El amante de lady Chatterley, hasta el punto de que algunos autores sugieren que la mayoría de lo que escribió entre 1912 y 1918 lo hizo «bajo la sombra de Carpenter49», aunque ideológicamente ambos personajes no tuviesen nada que ver el uno con el otro. Según cuenta Sheila Rowbothan, su más prestigiosa biógrafa, Carpenter tuvo una vida sexual activa hasta una edad muy avanzada, fomentada por aquel concepto suyo de libertad que hacía que sus relaciones nunca tuviesen carácter posesivo ni exclusivo, lo que convertía a la suya con Merrill en la de una pareja que hoy día calificaríamos de muy abierta. Seguramente muchas de las personas que pasaron a visitarlo por Millthorpe mantuvieron relaciones con él, sobre todo si se trataba de muchachos jóvenes, a los que gustaba pellizcar en el trasero50. Uno de aquellos jóvenes, a quien ya hemos mencionado, Chester Alan Arthur III (1901-1972), conocido como Gavin Arthur, nieto del 21º presidente de los Estados Unidos, que había viajado hasta Gran Bretaña con el curioso objetivo de hacer un estudio de las actividades homoeró47 Forster, Edward Morgan. Maurice, Penguin, Londres, 1975, p. 217. En la edición en castellano indicada en la nota anterior, el traductor, posiblemente dejándose llevar por su propios prejuicios, traduce el texto indicado (en inglés: “George Merrill touched my backside gently and just above the buttocks”), como “George Merrill tocó mi cadera con ademán educado”. p. 214. 48 Sanrune, Carlos. El deseo y la memoria, una biografía de Constantino Kavafis. Texto incluido en el libro Veinte poemas homoeróticos ilustrados de Constantino Kavafis, Barcelona, In-verso Ediciones de Poesía, 2013, pp. 98 y 99. 49 Tsuzuki, Chushichi. op. cit., p. 150. 50 Davidson, Michael. The World, the Flesh and Myself, Londres, Myflower-Dell, 1966. p. 120. Citado por Rowbotham, Sheila y Weeks, Jefrey. op. cit., p. 139. 23 ticas que se daban entre los luchadores por la independencia de Irlanda (para cuya organización, el Irish Republican Movement, había empezado a trabajar en Nueva York y cuya causa compartía), atraído por la fama de Carpenter, pasó a visitarlo cuando este ya contaba 80 años de edad, en 1924. Cuatro décadas después de aquella visita, Gavin Arthur le contó a Allen Ginsberg (1926-1997), el poeta de la Generación Beat autor del famoso poema Howl [Aullido], sus recuerdos de aquel encuentro: «Su mano se movía entre mis piernas y su lengua estaba en mi ombligo. Y luego cuando cosquilleaba mi ano, justo detrás de mis testículos, y yo ya no podía aguantarme más, su boca se cerró alrededor de mi glande y pude sentir mi joven vitalidad fluir dentro de su vieja boca51». A la mañana siguiente, al parecer, repitieron el encuentro, tras lo cual un solícito Merrill llegó con dos tazas de té y una toalla húmeda para limpiar al viejo rebelde y al joven americano. Este encuentro sexual, unido al que Carpenter mantuvo con Walt Whitman en su primera visita de 1877, hace a Colm Tóibín52 establecer una curiosa correspondencia, dado que Gavin Arthur fue amante de otro de los iconos de la Generación Beat, concretamente de Neal Cassady (1926-1968), el que sería retratado como el personaje Dean Moriarty en la conocida novela de Jack Kerouac On the road53 [En el camino]. Esto hace que, en solo dos saltos –Carpenter y Gavin Arthur– el viejo poeta americano quedase conectado, vía relación sexual, con la Generación Beat, con aquellos muchachos de la generación rebelde e inconformista de los años cincuenta del siglo XX. Para esa fecha Carpenter y Merrill habían abandonado su granja de Millthorpe y se habían trasladado, en 1921, a Guildford, cerca de Londres. Allí continuó el desfile de amigos y de extraños que querían conocerlo, mientras él continuaba escribiendo y apoyando todas las buenas causas para las que se solicitaba su apoyo. El día que cumplió ochenta años recibió decenas de cartas de todos los rincones de Gran Bretaña y de muchos otros lugares del mundo. Entre ellas una que contenía la felicitación de todos los miembros del gobierno del partido Laborista que en aquel momento detentaba el poder, encabezado por su viejo amigo Ramsay McDonald. George Merrill a pesar de ser 22 años menor que su pareja, murió repentinamente en enero de 1928, lo que dejó a Carpenter destrozado. Este lo seguiría trece meses después, pues a raíz de un derrame cerebral moriría el 28 de junio de 1929, a la edad de 84 años. Ambos fueron enterrados en la misma tumba en el cementerio de Guildford. Tras su muerte le rindieron homenajes por todo el país. 51 Rowbothan, Sheila. op. cit., p. 421. Tóibin, Colm. op. cit. 53 Kerouac, Jack. On the road, Viking Press, 1957. Hay varias ediciones en castellano, por ejemplo: En el camino, Barcelona, Anagrama, 2011. Lendínez, Marín (traducción) 52 24 El sexo intermedio Como dice Alberto Mira54, ningún periodo fue tan crucial para la construcción de una voz homosexual como el que va desde la última década del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Fue en ese lapso de tiempo cuando Edward Carpenter escribió El sexo Intermedio. En este libro, el más importante y valiente escrito por él en defensa de la homosexualidad, utiliza una combinación de elementos culturales de la antigua Grecia, de Persia, de Roma, etc. (haciendo uso de la estrategia legitimizadora –tan usada por parte de aquellos pioneros– consistente en la enumeración de pruebas de la aceptación de la homosexualidad por parte de prestigiosas culturas del pasado) y de argumentos científicos basados en las últimas investigaciones sobre el tema, para construir su discurso homófilo, cuando apenas existían precedentes de tal cosa, con el objetivo de buscar la legitimación y la aceptación social. Con aquellos argumentos, profusamente documentados, intentaba demostrar que la homosexualidad se había dado siempre, que era algo congénito y que estaba mucho más extendida de lo que la gente suponía. En el texto no solamente demanda el derecho a existir y a ser reconocidos, sino que sugiere que esta minoría de personas sería, de hecho, superiores por poseer una sensibilidad innata –utiliza el tópico del que el discurso homosexual popular aún no ha conseguido desprenderse– que las hace proclives a las artes; por estar dotadas de la capacidad de entender y leer los sentimientos; por ser fuertes como hombres y sensibles como mujeres, llegando a afirmar que están destinadas a llevar a cabo labores nobles, bellas e importantes para la humanidad, pues asegura que poseen una gran espiritualidad, que haría que les importase más el amor que el dinero –incluso más que el sexo–, afirmación que hoy en día, a la vista de la frivolidad que impera en el mundo gay y todo lo que lo rodea, no pueden dejar de provocarnos la sonrisa. Asimismo en uno de los capítulos del texto solicita, sin explicar cómo se debería poner en práctica tal cosa, el reconociendo y el fomento en las escuelas la “camaradería amorosa” o la “amistad romántica”, es decir, la relación homoerótica, de tipo casi platónico, entre muchachos en la escuela; o, mejor aún, entre un estudiante adulto y otro más joven o un profesor y un alumno. El texto no ha envejecido bien, resultando fallido, además de por su cándido idealismo, porque parte asimismo de un concepto erróneo que lo vicia, al suponer que el homosexual55 pertenece a un “sexo intermedio” 54 Mira, Alberto. Prologo en la edición de Imre: una memoria íntima, de Edward Prime-Stevenson. Madrid, Dos Bigotes, 2014. p. 8. 55 Carpenter renegaba de esta palabra, creada en 1869 por un desconocido médico húngaro de nombre Benkert y que inicialmente no tuvo mucha aceptación, por considerarla “bastarda” ya que filológicamente es una mezcla de términos griegos y latinos. Él proponía homogénico (que no tuvo ninguna aceptación) o uranista, un término este que se utilizaría mucho tiempo durante la última parte del siglo XIX y principios del XX, aunque al final, el que terminaría imponiéndose es el de homosexual, tal vez por su fácil traducción a 25 o “tercer sexo”, concepto tomado de los escritos de Karl Heindrich Ulrichs quien lo había acuñado con la intención de ofrecer una alternativa científica a las denominaciones que hasta entonces se usaban y que tenían connotaciones moralistas y culpabilizadoras56. A pesar de las buenas intenciones de quien creó el término (él mismo homosexual) el concepto es erróneo, pues al contrario de lo que suponía (y que Carpenter y otros asumieron) un hombre gay no es “un alma femenina encerrada en un cuerpo masculino”, ni una mezcla de hombre y mujer. Este error en la denominación y en el concepto conllevaría que “tercer sexo” se transformase con el tiempo en una definición con carácter peyorativo, pues llegó a sugerir algo monstruoso, antinatural, por lo que sería ampliamente utilizado por la medicina popular en la mitad del siglo XX para dar cobertura a toda una teoría homófoba57. De cualquier manera, para su momento resultó un libro muy valiente y avanzado, lleno de material valioso y que jugó un gran papel entre los homosexuales cultos de la época, al ofrecerles herramientas de aceptación, modelos identitarios y una narrativa positiva que les explicaba su manera de sentir diferente, demostrándoles que no estaban solos, convenciéndolos de que no tenían por qué sentirse avergonzados por haber nacido como nacieron, pues en muchos aspectos eran superiores a los hombres “normales”, todo lo cual proporcionó consuelo y tranquilidad a muchos de ellos. Tan importante fue, que el librito estuvo reeditándose constantemente, desde su publicación en 1908, hasta los años cincuenta del siglo pasado. Aunque no todo el mundo lo recibió de igual manera, pues el British Medial Journal lo condenó por su reiteración ad nauseam de «alabanzas y adjetivos laudatorios para criaturas y costumbres que gemelamente se consideran odiosas» y aún fue más lejos al describir la homosexualidad como una «práctica antinatural y criminal58.» La influencia de Edward Carpenter, a través de sus escritos, alcanzó su máxima importancia en la década inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, es decir, hasta 1914. En aquellos años sus obras se tradujeron a todos los idiomas occidentales, e incluso al japonés, aunque donde mayor difusión alcanzaron fue en Alemania, país en el que se llegarían a vender más de 40.000 ejemplares de su libro Love’s Coming-of-Age todos los idiomas occidentales o por la facilidad de entender su significado de atracción por el mismo sexo. Para más detalles sobre el origen de la terminología utilizada, véase el texto, cap. II. 56 “El tercer sexo era una categoría médica según la cual en el homosexual los genitales se encuentra en un cuerpo cuyo cerebro pertenece a otro sexo. […] Al hablar de tercer sexo no se habla de una manera de desear, sino de ser.” Mira, Alberto. Para entendernos. p. 695. 57 Ibíd., p. 695. 58 Citado por Tsuzuki, Chushichi. op. cit. p. 143. 26 publicado en 1902, país en el que había una larga e importante tradición de lucha por los derechos de los homosexuales que había comenzado con Heinrich Hössli, seguido con Ulrichs y otros, e impulsados definitivamente cuando Magnus Hirschfeld fundó su Comité Científico y Humanitario en 1897. Aunque la reedición de sus libros continuaría hasta muy avanzado el siglo XX (El sexo intermedio, como se ha indicado, tuvo su última edición –antes de volver aponerse de moda en el siglo XXI– en 1952, a cargo de la editorial Allen & Unwin), su influencia fue decayendo tras su muerte, tal vez debido a que en el terreno político-social sus ideas siempre habían sido algo confusas (por su permanente intento de mezclar la revolución social con otra interior y espiritual de cada individuo) y a que sus escritos sobre sexualidad quedaron pronto superados por el avance de la psicología –sobre todo con las teorías psicoanalíticas– y la sexología, así como por los cambios en los modos de vida y por la mayor apertura social (aunque no hay que olvidar que la ley que condenó a Oscar Wilde por sodomita estuvo vigente en Inglaterra hasta 1967 y en Escocia hasta 1979, cuando fue definitivamente derogada). Posiblemente, como asegura su biógrafa Sheila Rowbotham, su principal legado lo encontremos hoy en los medioambientalistas y en los activistas que luchan a favor de los derechos humanos o de los animales. Que estas luchas, estas inquietudes sociales hoy tan vivas, las viviese Carpenter hace más de cien años, nos da una idea de lo adelantado que fue al tiempo que le tocó vivir, así como de su grandeza y de la capacidad visionaria de la que estuvo dotado. Por desgracia, en España siempre tuvo escasa influencia. Mientras que sus obras se publicaban con éxito en toda Europa y en Estados Unidos, en nuestro país, hasta donde hemos investigado, nunca llegó a publicarse en aquel momento. Esta anómala situación es difícil de explicar. Podría entenderse que tal cosa sucediese con los escritos sobre sexualidad en un país mojigato como era este –a pesar de los grupos radicales y revolucionarios que aquí, como en toda Europa, surgieron a finales del siglo XIX–, pero sucedió lo mismo con sus escritos políticos. Extrañamente, por estas tierras se le ignoró por completo cuando el resto del mundo se rendía ante su influencia. Es cierto que algunas de sus obras se tradujeron al castellano, pero tal cosa sucedió en Argentina59 y en Chile, no aquí. Para fijar la magnitud del desprecio (o de la ignorancia) de este país para con la obra de Carpenter, basta señalar que, hasta el día en que se escribe este prólogo, en España solamente se ha traducido y publicado una de sus obras, Días con Walt Whitman60, y tal cosa ha sucedido en un momento tan próximo, pero tan alejado de la época en que el autor tuvo 59 Loves´s Coming-of-Age se editó en Argentina al menos en dos ocasiones con los títulos La madurez del Amor (Buenos Aires, Partenón, 1949) y El reinado del amor (Buenos Aires, N. Spinelli, 1930). También se tradujeron algunos panfletos políticos, pero nunca fue traducido, hasta donde sabemos, El sexo intermedio. 60 Véase detalles de la edición española en la nota nº 14 de este mismo prólogo. 27 su mayor influencia, como el año 2014. La segunda de sus obras traducida y publicada en España es, posiblemente, esta que el lector tiene en sus manos, con la que pretendemos corregir, aunque sea con la modestia con que la Editorial Amistades Particulares puede hacerlo, la injusticia histórica que ha significado mantener a este hombre visionario y excepcional ignorado durante por más de cien años. Carlos Sanrune Arcos de Valdevez, agosto de 2015 (a pocos días de cumplirse el 171 aniversario del nacimiento de Edward Carpenter) 28