Cultura de la Mujer Primera Abogada Homenaje de Imparcial La
Transcripción
Cultura de la Mujer Primera Abogada Homenaje de Imparcial La
Cultura de la Mujer Primera Abogada Homenaje de Imparcial La señorita exbachiller Luz Castillo y Díaz Ordaz, recibió el sábado, en la facultad de derecho en occidente, los títulos de abogado y notario público, bajo el estrepitoso aplauso de Quetzaltenango, que ofrece, en su bella hija, el primer caso de un centroamericana, abogada. La virtuosa joven nativa de Xelajú, es hija legítima del señor Antonio Castillo, de Ostuncalco, y señora Adela Díaz Ordaz, mexicana de Oaxaca. Tendrá, según nos informan, veintitrés años de edad. Sus padres de muy amplia posición económica, por manera que, en la señorita Castillo, no fue el móvil de sus largos estudios la necesidad de ganarse el pan, sino otro más noble y de orden moral, su amor por la alta ciencia de la justicia y la simpática emulación de exaltar el nivel de la mujer guatemalteca a la cima de una profesión intelectual que hasta hoy parecía insuperable para ella. De España, conocíamos a la jurista doña Concepción Arenal, tan solo por sus libros admirables: en México tratamos a la licenciada Asunción Sandoval, y, en Quetzaltenango, tuvimos a su tiempo voces de estímulo para que Luz Castillo no se fuera a desanimar en la prosecución de su empresa, tan inusitada en su sexo, como poco favorecida por el medio ambiente. Pero Luz no hubo menester de ajenos apoyos y extraños pareceres. Su resolución estaba íntimamente tomada y para llevarla a la realidad, le sobraba fe de devoción en su vitoria y energía rectilínea para vencer preocupaciones añejas de estúpidas vulgaridades. Fue en las aulas facultativas la única mujer inscrita; pero ante el aire impecable de la virtud consciente, los caballeros alumnos no tuvieron para su colega, sino, el respeto franco de la admiración cariñosa. La vía nueva está franqueada. No dudamos que más de una señorita graduada en ciencias y letras, seguirá el derrotero de la jurisprudencia, bajo el experto ejemplo de la joven quetzalteca. Cómo nos ensancha el alma, ver que el espíritu del siglo ha penetrado ya a la moral del país, en la forma trascendental de elevación para la mujer, sobre la competencia en el trabajo. De profesora, ha llamado siempre la atención por su entusiasmo, tenacidad y fe, con ser, por nuestra desgracia, el profesorado la más ingrata de las carreras en Guatemala. También es quezalteca la primera farmacéutica que en esta ciudad recibió el diploma facultativo, la modesta licenciada Olimpia Altuve, a quien siguieron otras jóvenes en la demanda del propio título. Y pensar que un padre de la patria ha excomulgado en sus frases la inteligencia femenina, por sólo excluirla del voto. A qué atrocidades nos conduce el apasionamiento de partido: puede votar en las ánforas del sufragio político, el zutujil analfabeto, el chuj semidesnudo y el linchador de San Juan Ixcoy, y no pueden, por prohibición tácita, las abogadas, las maestras, las farmacéuticas y las escritoras. He aquí, para la señorita Castillo una tesis digna de ella y sus tendencias de elevación. Esperamos que, siendo en el país la primera sacerdotisa de Themis, procure hacer subir, en la balanza de la diosa, al pobre sexo, desahuciado de capacidades civiles por el egoísmo masculino de los legisladores y, sentenciado al limbo de la nulidad, por la palabra tartamuda de un representativo de su distrito. Defender al inocente, abogar por el precito, extender al futuro el espíritu de la legislación; protestar de abusos, corregir yerros, restablecer el derecho en su integridades ideales, de ahí, el más alto fin del licenciado en leyes. Por cuanto haga Luz Castillo, sobre haber reivindicado la dignidad mental de las guatemaltecas. Guatemala se lo agradece y Astrea se lo recompense.