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LA POSMODERNIDAD: ENTRE LAS DECADAS DE 1960 Y 1980 BERNARDO PINTO DE ALMEIDA TRADUCCION: DISCOBOLE 30 L A Escuelas Y estilos son el resultado de los extensos inventarios de los historiadoresde arte del siglo XIX. p Sin embargo, este inventariarno puede prvlongarseindefinidamente. o En teoria, termina con listas y caWdlogos intachables e irrefutables. S M George Kubler 0 D E R Hoy percibimos c6mo todo nos va alejando -tal vez de forma irremediable- de aquel paradigma cri- N I D A tico e interpretativo basado en la manida expectativa D de que el concepto moderno de ruptura sigue siendo operativo y es susceptible de contribuir a la comprensi6n del proceso interno de la historia, concepto que gui6 el pensamiento y los andlisis de los historiadores de formaci6n rnarxista. Puede que la deconstrucci6n de este paradigma haya sido, en gran parte, una de las mds destacadas caracteristicas del pensamiento elaborado a raiz de la crisis de la Modernidad, suscitando, incluso en autores marxistas como Frederic Jameson, la necesidad de elaborar otros paradigmas que fueran capaces de pensar los procesos de la creaci6n artistica y, Marcel Duchanip: With My Tongue in My en t&rminos generales, la organizaci6n de la cultura, fuera del plano que, desde Manet hasta Pollock, o Cheek, 1959. Collage, yeso, pincely papel montados sabre madera. desde Baudelaire hasta Greenberg, para decirlo de otro modo, se elabor6 como una admirable cons- trucci6n ideol6gica sobre la que se fundament6 un programa est&tico que se tradujo en uno de los mds s6lidos y autoconscientes que han tenido lugar en el arte de Occidente. ARTE Y PARTE El espacio designado como de la Posmodernidad (este no es I1-1gar para profundizar en ]a definici6n de tan complejo y recUrrente t6rmino. puesto que ello trascenderia el prop6sito de esta conferencia) es, en gran medida, el lugar reconocible de on luto por la desaparici6n del paradig- ma moderno, y sobre SLS ceni- A zas podemos reconocer que Ia 0 Modernidad no fue, en toda soI S M extensi6n, on proceso tan puro 0 corno sus mnis expresivos teOricos quisieron creer ni, como tal, D E R estuvo desprovisto de las contradicciones, desvios y diversas N D - tentativas de superaci6n y elabo- A D racidn quc tantas veces generaron divisiones que s61o hoy po- .lack,y'on Pol/ock' Painting in his Studio, c. 1950. East IHampton. demos percibir mejor, y uno de cuyos ejernplos ndas ilustrativos seria, junto a so cuerpo mils ortodoxo, el de ]a persistencia de determinadas corrientes figurativas profundamente ancladas en la tradici6n. Sin embargo, esta reconsideraci6n del paradigma, aun cuando no nos autoriza en absoluto a definir nada tan s6lido coino lo que precedi6, al menos nos conduce -y ello no dejard de ser enriquecedor- a distintos pianos y puntos de partida, e incluso a seguir diversas pistas, a partir de las cuales no resultan tan evidentes las lineas de esa supuesta ruptura, asi como no lo es ]a de la presencia de las vanguardias", sino nais bien la necesidad de considerar lineas de continuidad, aunque internamente movidas por fuerzas de transformaci6n formal, conceptual y expresiva, incluso si pocas &pocas tuvieron -como la nuestra ]a oportunidad de asistir a trans- formaciones y mutaciones de orden cultural y artistico tan extraordinarias y sorprendentes. No obstante, a fin de disipar toda duda, dejernos bien claro desde este momento que hablar aqui, hoy, de ]a crisis de la Modernidad, e incluso de su fin, significa referirmos, por on lado, a la conclusi6n de on proceso con un largo devenir hist6rico -en concreto, el fin de la narrativa moderna, con la caida progresiva de sus mitos fundadores y su transforniacidn en otra condiARTI T PARTE 0P S M 0 Jackson Pollock: Autumn Rhythm: Number 30, 1950. 6leo sobre lienzo, 105 x 207 cm. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. E R N D A D ci6n cultural, social e hist6rica- y, por otro, a lo que ese mismo cambio de situaci6n, que se aceptarfi como punto de partida, supuso en t•rminos de transformaci6n de aquella en un espacio de no-denominaci6n, de forma que aquello a lo que se asiste es, precisamente, a la transformaci6n de un paradigmacultural en otro. Sin embargo, gran parte de esa disgregaci6n, en lo que comporta de fuerza destructiva, la reconocemos tambi&n como un espacio que sirve igualmente de reserva a cuanto hay de reactivo, o incluso de euf6rico nihilismo, en el campo abierto a todos los vientos y que designamos como Posmodernidad. De este modo constatamos que la Posmodernidad prdicticamente s6Io se ha nutrido de la inagotable voracidad deconstrutiva del paradigma de la Modernidad, sin intentar colocar, en lugar de ese coloso (o de ese cadaver), ninguna otra figura de recentramiento hist6rico. Pese a ello, en este momento cabe preguntarnos cudndo y c6mo comenz6, hist6ricamente, la referida crisis del modelo o del paradigma cultural que desencadenaria ese t6rmino de la narrativa moderna, generando el espacio de un luto y ]a consiguiente deconstrucci6n, a la que todavia hoy asistimos, y cuyo vasto y contradictorio horizonte denominamos Posmodemidad, Posmodernismo, Sobremodernidad [en rigor, t6rminos no superponibles, puesto que Posmodernidad no deriva en absoluto de la crisis de la Modernidad; la relaci6n es la inversa] e incluso otros t6rminos que varian ligeramente seg6in las mWiltiples interpretaciones que intentan comprender el proceso cultural que la p6rdida del modelo desencaden6 y que ai:n desencadena en nuestra experiencia de lo est6tico. Y, por lo menos en lo que se refiere a las artes, defender6 que ese t&rmino se podrdi situar alli donde, con Adorno, podriamos afirmar que, despu6s de ARTE Y PARTE Auschwitz, no habria lugar en la cultura para ]a poesia lirica. Actualmente, todavia nos resulta muy compleja la sombria formulaci6n que Adorno aport6 a ]a teoria est6tica, y sus interpretaciones tambi&n han variado en funci6n de conveniencias, no siempre explicitas, de carkcter ideol6gico: ya sea para decretar el fin del arte, cuando no el de 3 la propia creaci6n -es decir, para nutrir un pensamiento nihilista-, ya sea, tal y como L A ocurre con el pensarniento de Arthur Danto, p para sugerir, con arreglo a cierto hegelianis- 0 mo, el advenirniento de un fin de la historia S M del arte; ya sea, incluso, para sefialar una D crisis definitiva de la posibilidad critica, E R dando pie todas estas consideraciones a ]a N I celebraci6n del fin de algo cuya conceptualizaci6n es inds bien compleja y requiere Mark Rothko: Orange and Yellow, 1957. 0/eo sobre lien-o, 231.1 x 180,3 cm. Albrighi-Knox Art Gallerv, una reflexi6n mris profunda. No creo que con dicha afirmaci6n Adorno tuviera la intenci6n de referirse al advenirniento del fin del arte, sino, tal y como 61 mismo intent6 aclarar, aunque de un modo no tan explicito como habriarnos deseado, al fin de un proyecto ut6pico de creencia en las posibilidades de la cultura corno forma de transformaci6n del mundo. Es decir, un proyecto y un concepto de cultura cuyo origen, que radica en la raz6n dial6ctica de la Ilustraci6n, permitirti legitimar precisamente la narrativa moderna. La misma, en 6i1tima instancia, cuya crisis ya fue anunciada en parte con anterioridad, en la feroz duda suscitada por los dadaistas y, posteriormente, por los surrealistas, cuando empezaron a comprender que el manto de la cultura no habia impedido que se iniciara una sangrienta y estfipida guerra que se extendi6 por la prictica totalidad de Europa... No obstante, si esa duda hubiera tenido lugar unas cuantas d&cadas antes, habria sido necesario que se produjera el exterminio programado, y paulatinamente perseguido como objetivo, de los judios, bien por el r6gimen nazi en Alemania, bien por el estalinista en la antigua URSS, para Ilegar a comprender que en el propio espacio de ]a cultura europea. esa confianza ilimitada en la dial6ctica de la raz6n y en la cultura que en ella se fundarnentaba, no bast6 para evitar -y, muy al contrario, cerr6 los ojos a la necesidad, si no de impedir, al menos de limitar- la infinita capacidad de ]a barbaric humana, produci&ndose en los campos como una especie de imprevisto de la historia. ARTE Y PARTE A D 0 S M 0 D R D A D Fluxus: Flux Year Box 2, c. 1968. Cajas de madera con objetos varios, 20,3 x 20,3 x 8,6 cm. Colecci6n Gilbert and Lila Silverman Fluxus, Detroit. Con todo, creo que es a ese momento fundador al que habrd que regresar una y otra vez para Iliegar a comprender, a partir de un dato real, el modo en el que la narrativa moderna lleg6 a un final. Y por qu6, en filtima instancia, la Modemidad no comenZ6, tal y como pretendi6 Greenberg, y otros antes y despu&s que 61, en ese momento estrictamente cultural del descubrimiento formal de un arte autoconsciente de si mismo, sino mucho antes de eso, despu6s de que se comprendiera que una posibilidad de historicidad tenia un lugar intrinseco en el propio proceso creativo, Ilegando incluso a alimentarlo con una especie de fecundo sentido de desarrollo hist6rico, concepto este que recogemos tanto en Diderot como en Stendhal o en Balzac, s6lo por citar algunos ejemplos. ANTE Y PARTE Al comprender, entonces, que la cultura no conllevaba en si misma la garantia de una superaci6n, en el comportamiento humano, de una ilimitada capacidad de barbarie, fue esa creencia en la raz6n la que se abati6, en una extensi6n proporcional al terror que se habia instalado. Al igual que antes, como hemos L visto, no podremos dejar de atribuir A at terror evidenciado en el proceso de la Revoluci6n Francesa la des- 0 confianza en las virtudes de la raz6n que motivaria la aparici6n de la M 0 reacci6n romdintica. ofrE • NR Ese constituy6, entonces, el senti- I do de la advertencia adorniana: que A D ante tal exceso, pas6 a cuestionarse toda la cultura tal y como hasta entonces se habia concebido en Occidente, de modo que resultaria muy Nam June Paik: Zen for Head, 1962. PerformanceLa Monde Young's Composition 1960 #10 to Bob Aorris en la Fluxus InternationaleFestpieleNeuster Musik, Wiesbaden, Alemania. dificil encontrar algdin remedio para tan profunda crisis. Asi son, en realidad, los grandes momentos en los que se muestra la historia, ya que despu6s de ellos nada permanece como lo que habia sido antes, y muy largos son los procesos que definen un campo para la comprensi6n e integraci6n de los traumas que producen. Por consiguiente, a partir de ese momento dari comienzo el fin de la Modernidad y el inicio de su luto, en ese espacio de dificil definici6n cultural que le sigue, y que sencillamente continuar6 designando, puesto que le sucede, como Posmodernidad. Dicho esto, serA necesario preguntarse qu6 fuerzas y qu6 formas tienen lugar en el seno de este proceso; o sea, ,a trav6s de qu& transformaciones se elabora la deconstrucci6n del anterior paradigma? Y si fuera preciso, de paso, reconocer que si esta conciencia hist6rica de un fin asol6 desde una 6poca muy temprana la cultura europea de la posguerra, en el campo americano -que en el mismo periodo bullia todavia fascinada por el descubrimiento euf6rico de las formas sofisticadas de esa cultura, beneficidndose del esplendor del que disfrutaba desde principios de siglo, cuando se revis6 en ]a tradici6n europea-, esa conciencia de un fin, como ARTE Y PARTE L A P 0 S M o E R N D A D (izquierda) Allan Kaprow: Yard, 1961. Instalacidnen el patio trasero de la Martha Jackson Galler, Nueva York. © Robert R. McElroy / Licensed by VAGA, Nueva York. (derecha) Allan Kaprow: Words, 1962. lnstalaci6n en la Smolin Gallery,Nueva York. V Robert R. McElroy / Licensed by VAGA Nueva York. consecuencia tambi&n de que no habia experimentado una devastaci6n igual a la que Europa habia conocido, s6lo tendria lugar mds tarde. Por consiguiente, siendo necesario delimitarle un momento, creo que el surgimiento de las corrientes informalistas en las artes visuales inmediatas a la posguerra sefiala la profunda desconfianza en las virtudes de la forma organizada. Recordemos que el informalismo, que en Portugal encontr6 una figura pionera en Mirio Cesariny, sefialaria en el campo del arte europeo, de la mano de Wols, despu6s de Hartung y de otros, la imagen de un arte que ya s6lo sabia reflejar la angustia de una cultura que dudaba profundamente de si misma. No obstante, la agudizaci6n de esa conciencia no dejaria de seguir avanzando, en una radicalizaci6n cada vez mayor de los presupuestos de un deshacer de la forma, tal y como antes se habia concebido en el contexto de las artes visuales. Esta cuesti6n ya fue abordada, mejor de lo que yo aqui podria desarrollar, por Giulio Carlo Argan. Desde Fontana hasta Burri y Tdpies, como posteriormente desde Rotella hasta Hains, entre otros, el proceso de un arte orientado hacia la ruptura de ARTE Y PARTO sus presupuestos formales y el cuestionamiento de aquellos, conceptuales, en los que pudiera encontrar alg6in fundamento, parece no haber encontrado un fin. Y cuando en la d6cada de los sesenta D! aparecen sefiales, aunque diferenciadas, de una voluntad generalizada de anti-arte, 37 no buscaridn su inspiraci6n ni motivo de L modelizaci6n -a diferencia de lo que pa- A rece que est6 en boga afirrnar- en una su- p puesta energia de las primeras vanguar- 0 S M dias. Por el contrario, 6stas, designadas 0 -en mi opini6n, err6neamente- como neovanguardias, al contrario de las de- D E R mds, optimistas y creyentes en las fuerzas N I del progreso, perfilan mds bien un asomo de duda ilimitada, que encuentra paralelo, A D en 1o que respecta a la literatura y a la fi- losofia, en la angustia casi nihilista de los Andv Warhol: Dick Tracy, 1960. Acrilico sobre lienzo, 200,7 x 114,3 cm. Colecci6n de David Gqejen. existencialistas, al igual que, de otro modo, en el absoluto absurdo expresivo que refleja la p6rdida del sentido, seg6in se puede leer en Beckett, Cioran o lonesco, por citar s6lo algunos ejemplos. Se trata &ste de un motivo propiciado por la voluntad de hacer tabla rasa de las nociones de forma y de est&tica, por no decir del propio concepto de arte. Y si quisi6ramos, pese a todo, insistir en ]a idea de que tat vez habia hallado inspiraci6n en alguna corriente anterior, la 6inica que al respecto podria nombrarse, con arreglo a una verdad razonable, seria la del Dadaismo, ya que s6lo en la afirmaci6n nihilista de &ste podrian tales artistas e intelectuales de la posguerra haber encontrado alg&ln antecedente. Serd, entonces, en este horizonte de ilimitado luto por un arte en agonia, aunque glorificado al mismo tiempo por una voluntad de perpetuaci6n tan desesperada como parad6jica, lograda en un deseo cada vez mayor de crear museos capaces de recordarla en la memoria de todos, donde podremos trazar el advenimiento de una Posmodernidad cargada, no obstante, de fuerzas expresivas contradictorias y de una perturbada conciencia hist6rica y est6tica. Ademdns fue en su interior, y en el de su muy particular contexto, donde comenzaron a apaARTE Y PARTE recer movimientos tales como Fluxus -todavia a finales de la d6cada de 1950 en Europa, sobre todo a partir de Alemania- o el de la Internacional Letrista con las imdgenes laceradas de Asger Jorn y las palabras desencadenadas de sus poetas poco mds que an6nimos. Tambi6n serd en este mismo contexto donde encontraremos el linaje que explicard tanto la acci6n ferozmente ir6nica de Marcel Broadthers 7M como la experimentaci6n de una desmaterializaci6n L p del objeto de arte tal y como preconiza Yves Klein. Y tambi6n serd en este horizonte donde Richard Ha- o milton, apoyado por Duchamp, se propuso elaborar A IS M o los fundamentos de un arte pop en Inglaterra, capaz de Ilevar un imaginario popular al campo de la pro- *E ducci6n artistica en ese nuevo contexto. 0 donde, N tambi6n en Inglaterra, Francis Bacon podria definir iD un programa de desfiguraci6n sistemdtica que lo conduciria a un arte capaz de evocar no s6lo el sin- A D sentido expresado en el rostro del grito, sino el mds profundo absurdo existencial. Ahora bien, lo que no deja de ser curioso es que, mientras tanto, en Estados Unidos, salvo por lo que Ilegaba de las experiencias tambi6n muy radicales de los artistas reunidos en ese pequefio laboratorio que fue el Black Mountain College -donde pontific6 Albers y otros que se habian exiliado de la EuroBarnettNewman: Day One, 1951-52. 6teo sobre lienzo, 335,3 x 127,6 cm. Whitney Museum ofAmerican Art, Nueva York. pa en guerra y que encontrarian en Duchamp una acogida comprensible, dado su pasado dadaista-, el formalismo que el arte europeo habia perdido sigui6 y seguiria encontrando eco, hasta bien entrada la d6- cada de 1960, bajo la batuta de Greenberg, en las explosiones formales del expresionismo abstracto, y ello pese a la profunda duda que ya se dejaba sentir en la pintura de espacios sin fin de Mark Rothko. Sin embargo, cuando intentamos definir el momento en el que se produce esta conciencia de una profunda crisis, y puesto que con anterioridad a esa conciencia todo tenia lugar finicamenARTS Y PARTS 39 L A P 0 S M 0 D E R N D A D Bruce Nauman: Autorretrato como una fuente, 1966-67. Fotografia a colo/; 50 x 60 cm. te en un mero piano expresivo sin un motivo identificable, como si s6lo se vieran de nuevo sus protagonistas en una especie de condici6n de inexplicable angustia pi6nsese, por ejemplo, en el ya referido nihilismo de los existencialistas-, serAi en ]a d6cada de los sesenta cuando, en realidad, lo encontraremos explicitado. Es decir, cuando las artes comienzan a buscar, de diversas formas, pero tanto en Europa como en Estados Unidos, no s6lo las sefiales de un antiarte, o de una desfiguraci6n del arte, sino mAs bien los procesos de cuestionamiento de sus soportes y medios de expresi6n. Por consiguiente, la Posmodernidad se produce -y esa es la hip6tesis que aqui formulariacuando se pasa de la simple constataci6n de la condici6n de p&rdida de un paradigma, es decir, de un estado de perplejidad postraumdtica, por asi decirlo, al proceso de luto. Es decir, a una conciencia activa en la que se perfila la necesidad de una deconstruccidn comprensiva de lo que fue, definiendo sus limites, antes de que resulte posible pensar en una reconstruccifn. ARTE Y PARTE La d6cada de los sesenta fue, en lo que a mi respecta, el momento hist6rico en el que resulta posible identificar el inicio consciente de ese proceso y, como tal, el momento a partir del cual resulta igualmente posible hablar de un PosmoI0 dernidad, significando asi otro espacio cultural en el que se refleja y L A cuestiona la desintegraci6n de lo p o moderno como paradigma. Y bastaria pensar en el surgimiento de la S M 0D cultura pop, en las experiencias del Living Theater, en la antipsiquiatria * de Laing y Cooper, en el cine de -Antonioni SU A D Yves Klein: Anthropom6tries de L'Upoque Bleue, 1960. Perfbrmance en la GalerieInternationaled'Art Contemporain,Paris. y de Godard, por no mencionar a Jonas Mekas, en la m6isica de Albert Ayler y en elfreejazz, en la aparici6n del happening, Ilegado de la mano de los integrantes de Fluxus y extendi6ndose a Estados Unidos gracias a Alan Kaprow y a su grupo, en las prdcticas colectivas de los seguidores de la Internacional Situacionista y en el culminar de este proceso figurdndose en las prdcticas sociales de los estudiantes durante las revueltas de mayo del 68, donde la crisis del marxismo encontr6 su primera sefial, para comprender que habia otra conciencia de la cultura que iba ganando terreno, y que el deseo de definir para ella otro lugar social y nuevas prdcticas, dentro y fuera de las instituciones, pas6 a formar parte del orden del dia. Por consiguiente, serd necesario, en esta via de reflexi6n, que ahora nos preguntemos cudles son las caracteristicas fundamentales de este cambio, para de este modo intentar comprender hasta qu6 punto configuraron lineas de estructuraci6n a cuya continuidad, aunque transformada por las mutaciones que la dindmica social implica, asistimos despu6s, concretamente durante la d6cada de los ochenta, y probablemente todavia hoy. Y asumiremos, pues, que durante esos afios sesenta en Europa y Estados Unidos se estaba configurando otra orientaci6n est6tica y te6rica que cuestionaba, primero y fundamentalmente, el concepto de vanguardia, zarandeado a izquierda y derecha durante mdis de un siglo, constatando su total inoperatividad. En otra ocasi6n ya me referi a c6mo en esta transformaci6n se fueron produciendo ciertas modificaARTE Y PARTE ciones sutiles en pos de otros instrumentos conceptuales capaces de ayudar a buscar un terreno de comnprensi6n para ]a crisis que de este modo se habia desencadenado. Y, de entre varios de ellos propuse como ejemplo lo que entonces defini como la sustituci5n progresivade por los de los conceptos de tiempo 41 41 espacio. Tal y como entonces escri- A bi: "La idea de tiempo, vinculada a p la idea hegeliana de raz6n de la his- 0 toria -seg6in fue entendida por toda la tradici6n del Modernismo-, en ]a M 0 que la obra de arte era considerada it L como algo que se proyectaba en ]a N- N auspiciosa espera de una legitirna- D cidn posterior que la historia pro- A D porcionaria a modo de premio, empieza a ser una concepci6n que poco a poco tiende a disolverse. Warhol dird "En el futuro toda la Yves Klein: Untitled Anthropornetry, 1960. Pigmenlo seco en resina sineica sobre papely lien.o. 194. 127 cm. Colecci6n. Museo Ludwig. Colonia. gente serd cMIebre durante 15 minutos". Asi, la idea de tiempo tiende hacia una contracci6n, mientras que la idea de espacio se va expandiendo, concretamente en virtud de la conquista espacial. Ahora se trata, cada vez mds, de afirmar una espacialidad, una idea de espaciamiento. Lo importante pasa a ser ]a consecuci6n de determinados espacios en un momento diminuto de tiempo. El tiempo prolongado de la labor cezanneana se va sustituyendo por el tiempo rdpido de la performance. Pero, tambi6n, el espacio aislado, protegido, edificado, del taller o del museo serid sustituido progresivamente por los espacios diseminados de las galerias, del advertising,de las instalaciones. El Land Art o el Earth Art son caracteristicos de esta espacializaci6n del tiempo, en ]a medida en la que existen en el espacio y su importancia en el tiempo es diminuta, dado que su fijaci6n en ese mismo tiempo -el de la historia- pasard a realizarse en un registro, o en un espacio diferido por naturaleza: el de la fotografia o el del cine." Ahora bien, lo que me gustaria abordar aqui, ahora, es una reflexi6n que, mucho antes de ARTE Y PARTE que se hablara siquiera de la Posmodernidad o del Posmodernismo, respectivamente como condici6n y como espacio cultural de transformaci6n, enunciaba ya algunas de las cuestiones fundamentales de ese 1 cambio de paradigma: L A me refiero, concretamente, a un c6lebre texto de Michael Fried, Art and o s M o D Joseph Beuys: I Like America and America Likes Me, 1974. Rený Block Gallery, Nueva York. objecthood, publicado en 1967 en la revista Artfo- * rum, en el que este gran N critico e historiador, siguiendo a Greenberg, caracterizaba el desvio que el Minimalismo (que 61 simplemente designari como literalismo) aportaba al sentido hist6rico de la Modernidad, desafiando asi, por no decir deshaciendo, su rigor constructivo, asi como la elevada exigencia R 0 A de su programa est6tico ampliamente definido y reconocible como autoconsciente. En ese texto, esencial para la comprensi6n de este proceso, Fried escribiria: "Aqui la cuesti6n que se suscita es: L,qu6 sucede con la objetualidad (objecthood) tal y como es proyectada e hipostasiada por los literalistas, de modo que se convierte, por lo menos a partir de la perspectiva de la reciente pintura moderna, en antiest6tica con relaci6n al arte? La respuesta que quiero proponer es esta: la asunci6n literalista de la objetualidad s6lo conduce a una disputa por un nuevo g6nero de teatro; y el teatro es ahora la negaci6n del arte. La sensibilidad literalista es teatralizada (theatrical) porque, para empezar, esti relacionada con las circunstancias concretas en las que el espectador encuentra el trabajo literalista. (...) En t6rminos mds generales, la presencia del arte literalista, que Greenberg fue el primero en analizar, es bdsicamente la de una cualidad o efecto teatral: una especie de presencia de escenario." Y, mds adelante, en el mismo ensayo: "El arte degenera conforme se aproxima a ]a condici6n del teatro. El teatro es el denominador comfin que aiTna una amplia y aparentemente dispar variedad de actividades, unas con las otras (...)." "Las propias artes se estarian deslizando finalmente hacia una especie de sintesis final, implosiva, cuando, en realidad, las artes consideradas individualmente nunca antes estuvieron tan explicitamente relacionadas con las convenciones que constituyen las respectivas esencias."'2' ARTE Y PARTS L A p o S M 0 D R N A D A D James Lee Bvars: Five in a Dress, 1969. Wide White Space Galler, Antwerp. Blgica. Ahora bien, lo que pretendo afirmar, aunque sin atribuirle ninguna valoraci6n, ya que no me corresponde defender aqui la persistencia de los valores de la Modernidad, es que serd precisamente a partir de este sentido de la teatralidad -diagnosticado primeramente por Friedcomo se construirA el arte del periodo Posmoderno. En efecto, desde la peýforlnance hasta el video, desde las instalaciones hasta el progresivo modo de utilizaci6n de la fotografla como registro de algo que, de otro modo, perderia la demarcaci6n e incluso el recuerdo de haber sido, de su existencia, pero que, en ese registro, a su vez, no s6lo pierde su materialidad, sino, sobre todo, aquello que el mismo Fried design6 como presentness (y que yo traduciria como el sentido de presencia), asistimos a una progresiva desintegraci6n de la centralidad de los media que, para el programa moderno, se habian configurado como esenciales para el proceso de su prdictica mids consciente "'. ARTIE PARTE Curiosamente, una de las voces criticas que mds contribuy6 a fundamentar este cambio de paradigma y a consolidar las grandes transformaciones que se disefiaron bajo su tutela, Rosalind Krauss, tal vez la mds inteligente discipula de Greenberg, en su 61ltima obra, el muy reL A ciente libro sobre lo que design6 otion"', como the post-medium condiparece reconocer que el S M deshacer de la unidad concep- 0 tual que el medium constituia ayud6 a convertir en irreconocible el espacio del arte. Pero de momento, dejemos a un lado estas consideraciones mas margi- D A D nales, puesto que ser6 en esa Robert Rauschenberg: Erased de Kooning Drawing, 1953. Trazos de tintay ldpiz sobre papel en marco de pan de oro. San FranciscoMuseum ofModern Art. C Robert Rauschenberg/Licensed by VAGA, Nueva York. p&rdida de la especificidad de los media, como la propia Krauss extensamente sugiri6, y que despu6s Hal Foster, Craig Owens y otros igualmente constataron, donde se iniciard el contexto de una transformaci6n. Y donde se iniciard, tambi6n, el espacio de experimentaci6n de unos nuevos media que, a su vez, se dejan sobrecargar por signos de teatralidad. Esta transformaci6n me permitird abordar posteriormente la segunda cuesti6n que, en mi opini6n, diferencia radicalmente el contexto posmoderno de aquel del que surgi6 la Modernidad. En todo caso, sin embargo, este claro empleo de los media de expresi6n eminentemente visual o audiovisual, como la fotografia y el cine o, mds tarde, el video, o incluso soportes como el happening,y un poco despu&s la performance, o incluso del complejo que se design6, algo arbitrariamente, como multimedia, asi como el de la instalaci6n etc., son espacios (soportes y media) en los que no s6lo se disuelve el sentido de una especificidad, algo tan caracteristico en si mismo de las pricticas y sobre todo de las teorias modernas, sino que, en realidad, vemos ascender algo que es del orden de esa teatralidad y que, tal y como Michael Fried comprendi6 anticipadamente, se cuestionaba en las prdcticas, entonces autodeclaradas vanguardistas, de los j6venes minimalistas. ARTE Y PARTE L A p 0 S M 0 D E R N ID D A D i Vista de/l instalaci(inPriniarv Structures en ei Jewish usewm. Nueva York, 1966. Pero si es cierto que la teatralidad puede ascender e incluso desempefiar un papel dominante en esos nuevos media -no siendo 6ste el espacio apropiado para que yo lo juzgue, y mucho menos establezca su proceso, sino sencillamente para constatarlo-, to que realmente interesa destacar es que esos media aportaron, por su naturaleza, otra modificaci6n fundamental, que ya antes tambi&n procur&definir como aquello que, mAs caracteristicamente, define el contexto te6rico y prdctico del Posmodernismo. Sostendr6, entonces, que dicha modificaci6n se sit6ia junto a Io que referi que pasa del dominio de ]a representaci6n al dominio de la imagen, siendo entonces la imagen, para definirlo brevemente, una representaci6n sin referente. zQu6 pretendo afirmar exactamente? Sencillamente, que, retomando to que Fried conceptualiz6 como la gran p6rdida de ta presentness, que constituia el propio atractivo y que amenazaba de rnuerte a la Modernidad, aquetla es justamente del orden de una densidad tal que la imagen sencillamente jamAs podrd contener. Sabemos bien que ]a Modernidad intent6 precisamente alcanzar el espacio ideal de lo no-representativo. Pero -y creo que esta reflexi6n resultarA bastante relevante aqui-, lo hizo a trav&s ARTE Y PARTE °p o S 0 D E N D A D JasperJohns: Three Flags, 1958. Encatistica sobre lienzo, 78,4 x 115,6 x 12,7 cm. Whitney Museum QI'Art, Nueva York. © JasperJohns /Licensed by VAGA, Nueva York. de ]a conquista y del mantenimiento, en el interior del espacio antes ocupado por la represen- taci6n, de los signos de su vaciamiento. Es decir, de esa irrepresentabilidad que se constituy6, en el interior de la materia, y a trav6s de la experiencia recuperada de lo sublime, como una especie de metafisica: la intensidad de los drippings de Pollock, la ilimitaci6n de un espacio interior en Rothko, el desvanecimiento y la levedad ascensional en Clifford Still o la rigurosa verificaci6n de la exaltaci6n de los comienzos perceptivos en Barnett Newman. Ese fue el sentido de la sublimidad moderna. Ahora bien, aquella teatralidad de la que nos habl6 Fried fue precisamente la que obstruy6 la circulaci6n de este imponderable de lo no-representativo, al reintroducir, en los propios procesos del arte, una dimensi6n grotesca, si bien no exactamente representativa, por lo menos representada, teatral. Y lo que me gustaria ahiadir, entonces, es que a trav6s de esa representatividad se revela, ademds, el motivo aleg6rico (cuesti6n que retomar6 mdis adelante), se ejecuta la arbitrariedad de la imagen, residiendo en su empleo el factor de una diferencia fundamental. En efecto, la presencia de la imagen en el arte actual, al que lleg6 despu6s de la Modernidad, como el linguistic turn de lo conceptual, es precisamente lo que se opone a lo irrepresentable de lo sublime moderno. Y lo que sustituye lapresentness de la que hablaba Fried es otra forARTE Y PARTE L A Sp 0 MS M 0 if D E N A D Frank Stella: Bonin Night Heron, 1976-77. T&wnica mixta sobre a/iminio,251,5 x 318,5 cm. Albright-Knox Art Gallern Bit/luo. ma de la presentificaci6n; en este caso, no de la cosa en si misma, sino de lo que alude a una presencia de lo que, en realidad, no estd alli. Asi, con el registro fotogrdfico de las performances y de los happenings que he mencionado, y con el uso del video, pero tambi&n con la creciente fotogenia de las obras de arte, cuya mediatizaci6n por las revistas de arte constituye un indice fundamental de reconocimiento y valorizaci6n, hasta de mercado, se diluye la necesidad aurdticade la presencia. Por consiguiente, la progresiva ascensi6n de ]a presencia de las imdgenes de las cosas en vez de las propias cosas en el proceso de la Posmodernidad serd lo que conducird a que el arte haya entrado en un piano de alusi6n y de alegoria, como lo llam6 Craig Owens'51, en el que la presencia del propio objeto no constituye el t&rmino esencial de su definici6n. El deslizamiento hacia el puro dominio de la imagen en el campo del arte contempordineo, hecho que parece verificable por todos y cada uno, no exigiendo ninguna demostraci6n especial, da lugar a esta ARTE Y PARTE L A P 0 M D A D Robert Smithson: Spiral Jetty, 1970. Roca, cristales de sal, tierray agua con algas, 457,2 X4,6 m. Great Salt Lake, Utah. C Estate of Robert Smithson / Licensed by VAGA, Nueva York. Photograph cc Gianfranco Gorgona. paradoja que consiste en el hecho de que la divulgaci6n ha adquirido, sino mds, por lo menos tanta importancia como la presencia, quedando ello principalmente ilustrado por la aparente contradicci6n que radica en el hecho de que, por un lado, se practica la site-specificity, pero, por otro, es posible registrarla con medios documentales (]a fotografia y el video, por ejemplo), convirtiendo su documentalizaci6n y, posteriormente, su representaci6n, en acreedora de otra forma de valor, e incluso de una existencia segunda que, pese a reducirse a una imagen, gana una densidad hist6rica y conceptual propia. LQuiere esto decir que el lugar err6neo antes ocupado por el mundo con respecto al arte moderno ahora es ocupado por el propio objeto artistico en relaci6n con su periferia mediditica? Valdria la pena decir 6sto, si 6sta es la conclusi6n que se puede extraer. Ahora bien, en ese aspecto, la imagen, al liberar a su vez al arte de esa dimensi6n y de ese peso de lo sublime moderno (una imagen es simplemente sustituida por otra) tambi&n lo libera hacia un espacio de no-designaci6n (ya que de no especificidad) que parece que puede abrirse a un experimentalismo sin fin. Ademds, es en ese horizonte, en el que el museo reaparece en ARTE Y PARTE 49 L A P 0 S M 0 D E R N I D Walter de M. ria: The Lightning Field, 1971-77. 400 barrasde ace'o inavidahl, 624,8 cm. Dia Center o'the Arts, A Nuiev D York el contexto contempordineo corno instancia acreedora y legitimadora por excelencia, y dado que la cosa del arte como tal cada vez se vuelve mds ausente. De este modo, lo que antes design& como el empleo de /a referencia hist6ricatoniada comno sinple imagen genera., a su vez, un espacio cuya acreditaci6n, por no decir identificaci6n, s6lo requiere la presencia, no de la cosa, sino de aquello que la nombra. Es en este sentido en el que el arte actual necesita cada vez mAs de los dispositivos que to nombran -la revista, el museo, la galeria-, para definirse en una dimensi6n que, con todo, resulte reconocible y contextual. Este proceso tambi&n constituye el origen de aquello que antes design& como un principio generalizado de desmaterializaci6n de la obra de arte y que opera de un modo sutil en sus diversos momentos. Tal y como escribi en otra ocasi6n, "Primero, en el dmbito de la expresi6n, despu6s, en el dmbito de los soportes, finalmente en el imbito de las propias materias. Asi, en vez de los grandes temas, colectivos o individuales, cada vez gana mds peso el factor anecd6tico y el circunstancial. La expresi6n se vuelve principalmente expresiva precisamente de aquello que antes no se habia considerado importante. El sentimiento simple se va sustituyendo por la trama de elaboraci6n compleja, tal y como la pequefia sensaci6n va invadiendo el esARTE Y PARTE L A 0P M 0 D a R N IM D A D Robert Gober: SIT (Leg with Candle), 1991. Cera. tela, madera, piel ypelo humano; 34,3 x 17,8x 95,5 cm. Whitney Museum ofAmerican Art, Nueva York. pacio antafio ocupado por lo sublime, o como los argumentos densos, narrativos, del cine clisico ceden progresivamente su lugar a pequefias an6cdotas delfait-divers cotidiano. Dicho de otro modo, "una idea de sintesis es sustituida progresivamente por una prictica de andlisis." Y de ahi, tambi6n, que "Los artistas ya no se identifiquen en la fidelidad a un estilo, sino que asuman simultdneamente diversos estilos, diversos g6neros, diversas t6cnicas, diversos modos de expresi6n. Casos como los de Sigmar Polke, Gerhard Richter o incluso Bruce Nauman ilustran estas derivas a la perfecci6n. Asumidos estos procesos de sistemditica descodificaci6n interna, los objetos de arte pasan a desmaterializar el propio soporte, que era el filtimo reducto -llam6mosle asi- lingfiistico en el que se podia alojar la organizaci6n de la forma. Fue, ademds, a trav6s de esa sistemrtica mise-en-abime del soporte como el cuerpo pudo realizar su entrada triunfal en el campo de la obra de arte; el cuerpo, no ya como proyecci6n de la re-presentaci6n -tipica referencia de la Modernidad, en eso en que permaneci6 vinculado a la forma clsica-, sino mis bien el cuerpo entendido como la presentaci6n de su evidencia material, que ora interrumpe el flujo desmaterializador de la obra, ora se inscribe en ella como presencia fantasmag6rica de una ausencia. ARTS Y PARTS L A P 0 S M 0 D N D A D Julian Schnabel. The Patients and the Doctors, 1978. 6leo, platosvpegamentosobre madera, 244x 274 x 30,5 cm. Ello se percibe muy bien en la obra de Yves Klein. Al v6rtigo desmaterializador de la representaci6n, que siempre persigui6, se unia la presencia sacralizada de los cuerpos de los modelos cubiertos de tinta azul de sus performances. La obra -la pintura, si es que a6in se podia usar tal t&rmino- seria el resultado de dicha acci6n, s6lo escenificada por el artista, ddndose como una teatralizaci6n o dramatizaci6n del acto artistico. Es el caso tambi&n de Joseph Beuys, cuya obra cada vez se fue haciendo mdis residual, expresi6n sacralizada de su infinita performance en la confusi6n entre arte y vida. Seria tambi&n el caso de Marcel Broadthers o de James Lee Byars. El primero, por la referencia incendiaria a un arte en vias de desaparici6n en su propia ridiculez; el segundo, por la necesidad de ritualizar, cada vez mAs densamente, el vacio dejado por la crisis de la gran manera." ARTE Y PARTE L A P o s M 0 D I Gary Hill: Inasmuch As It Is Always Already Taking Place, 1990. Instalacicn de video Y sonido en The Museum of Modern Art, Nueva York. R N Efectivamente, hoy sabemos que gran parte del arte que se realiz6 en la d6cada de 1960 D A -desde los specific objects de Donald Judd hasta la temdtica mAs general del Minimalismosurge precisamente en este mismo contexto, con una predominancia extraordinaria. Queda por D saber si, cuarenta afios despu6s, todavia debemos atribuirle la misma importancia que entonces, y casi de forma inmediata, le fue dada. Me refiero a que los afios sesenta no se pueden reducir a los de la eclosi6n del Minimalismo. Si son, en efecto, los afios en los que tambi6n se afirm6 el Minimalismo, esa predominancia fue circunstancial, ya que otras experiencias -Joseph Beuys, el Arte Povera, el pop ingl6s, muchas veces olvidado en favor del pop americano, mds tardio, el primer pop americano, el de Jasper Johns y Rauschenberg, las esculturas de Stella-, vistas en retrospectiva, ejercieron mucha mdis influencia en lo que serian despu6s los afios ochenta de la que ejerci6 el Minimalismo. Sobre todo, tambi6n, porque las pokticas determinantes de los afios ochenta, que aparentemente rompieron con ciertas temrticas minimalistas, conceptuales, etc., jamds abandonaron, por si mismas, la continuada presencia de lo que antes he definido como principio de teatralidad. Es en ese sentido, ademrs, en el que Craig Owens, en el ya referido ensayo en torno a lo que design6, siguiendo los pasos de Benjamin, como el impulso aleg6rico, alude a una teatralizaci6n de la imagen en la Posmodernidad. Y asi puede afirmar que "Este impulso deconstrutivo es caracteristico del arte posmoderno en general y debe distinguirse de la tendencia autocritica de la Modemidad." Tambi&n Hal Foster pudo referir que, "para ser visto como tal, laPosmodernidad debe integrar una parada; esta, con los media y con el historicismo, resulta crucial, puesto que sella la Modernidad y da paso al espacio cultural de la Posmodernidad. ARTO Y PARIE A - P 0 S M 0 D E R ~N ~D A Haint Seiimbach: Charm ofTradition, 1985. RTepisa tie madera con phi5stico laiinaco.algod6n v caucho,: zapatillas deportivas de piel, policstei: p/ •jlico)y Icimpura de metal con palas de ciervo: 97x 168v 33 cm. Douglas Crimp y Craig Owens tambi6n sit6an una ruptura similar y, aunque focalizAindola en otros artistas (distintos de los de Krauss) &stos pormenorizan su advenimiento de diversas formas. Si para Krauss. la sefial del Posmodernismo es un campo expandido hacia el arte, para Crimp es un retorno del 'teatro' (del que la Modernidad final hizo un tab6) y para Owens una 'irrupci6n del lenguaje' (tambi6n reprimido)."' Vimos, pues, que el contexto de ]a Posmodernidad s6lo puede comprenderse cuando se entiende corno el diseiio prolongado de un arco cultural cuyas primeras sefiales ernergen en la d&cada de los sesenta (e intent6 arduamente explicar por qu6), configurAindose mejor a lo largo de la d6cada de los setenta y ampliAnndose en ]a de los ochenta, al tiempo que siguieron desarrollAindose hasta nuestros dias, y sin que en ellos se haya encontrado una definici6n tan clara, o tan autoconsciente, como aquella que ]a Modernidad encontr6 para si. En efecto, no hay una sola Posmodernidad, sino varias, pese a que podemos reconocer que en todos ellos hay denoARTE Y PARTE minadores comunes reconocibles y perceptibles; en concreto, todos los que se refieren a una diferenciaci6n esencial con respecto a la prosecuci6n del paradigma moderno. Incluso si la oposici6n entre las d6cadas de los sesenta y de los ochenta, entre las cuales para algunos se situarian irremediables puntos de L A p o ruptura, habi6ndose argumenta- sM sobre todo a ]a idea de que, mediante el liamado "regreso a la do muchas veces -con arreglo D D a R N I A D Vito Acconci: Following Piece de las series Street Works IV 1969. Performance. pintura" (que tantas veces se presenta como ]a sefial determinante de la segunda, de un modo n clara sefial de la primera) se andlogo a lo que el Minimalismo hacia aparecer como la mds efectu6 una oposici6n a la objetualidad minimalista- tendremos que reconocer que, ante estos dos grandes denominadores -la ascensi6n de la imagen como sustituci6n de la cosa, y la teatralizaci6n del objeto- es mucho mds lo que los aproxima. Porque, en realidad, cuando consideramos esta preeminencia de la imagen sobre la cosa, o mdis bien, y para retomar la formulaci6n consagrada de Fried, de la imagen sobre la presentness, tal y como antes intent& conceptualizarla -dado que la imagen se entiende aqui precisamente como el espacio de vaciamiento de toda la presentness e incluso como su sustituci6n, siempre diferida en un reflejo que se opone a todo lo que en ella era del orden de una esencia-, entonces comprendemos c6mo, mediante la introducci6n progresiva de esa ausencia que toda imagen, por si sola, no s6lo sugiere sino que genera y vehicula, la d6cada de los sesenta, en aquello que mds claramente la caracteriza, tanto en el Minimalismo como en el surgimiento de movimientos como el del Arte Povera o el pop, o incluso en el advenimiento del arte conceptual y de las primeras emergencias del Earth art y del Land art, s6lo podria entenderse como aquella en la que el paradigma de la Modernidad hist6rica o greenbergiana fue cediendo espacio a otro espacio cultural que los afios siguientes acentuarian. Es tambi6n de este modo como la tendencia cada vez mds generalizada hacia la performance, tal y como se fue perfilando a lo largo de toda la d6cada de los setenta, asi como las expeARTI Y PARTI .9 L A p 4 0 S M 0 "E D Li N D Mati,Wullican: S/T, 1986. Cartelesde n.vIon, BahnhofAlexvanderplatz, Berlin, 1995. riencias paralelas del Bodv Art (tomemos como referencia de una y de ]a otra los trabajos de Marina Abramovic o de Orlan) se manifiesta como una progresiva predominancia de ese sentido de la teatralidad, de esa necesidad de "estar alli" que el arte pasa a requerir, y cuya dinica sustituci6n se puede realizar mediante la intervenci6n de la imagen documental, como registro de un haber sido. Ahora bien, lo que pretendo afirmar, antes de concluir, es que incluso en el mds radical sentido de "regreso a la pintura" que definiria en parte la imagen mdis destacada de la primera mitad de la d6cada de los ochenta, ese regreso no fue tanto a ]a pintura en si misma, es decir, a la especificidad de los media, en el sentido moderno del t6rmino, cuyas potencialidades se Ilevarian hasta a] extremo limite de su posibilidad de experimentaci6n, seg6n el dictat del programa moderno, sino mdis bien un regreso a la imagen de la pintura. Es decir, una voluntad de reARTE Y PARTE visitar la pintura en tanto que forma, mds que expresi6n. De hecho, tanto si consideramos los modos del Neoexpresionismo alemdn que dio pie a tan acalorados debates en el contexto americano 7 , como los de la Transvanguardia italiana, o inL A cluso los de una corriente neofigurativa que tenia lugar en el p o arte americano a trav&s de figuraciones violentas tal y como S M 0 D * surge en la pintura de Julian Schnabel, aquello que ineludiiblemente ... S D encontraremos es, repito, mucho m6is del orden de un regreso a una imagen de la A pintura, y a ]a posibilidad de su pastiche y apropiaci6n, que a la pintura en si misma, como forma consagrada susceptible de ser expandida tambi&n desde dentro. Asi, tambi&n, si quisi&ramos Cindy Sherman: S/T, 1992. Fotograqlaa color, 152 x 102 cm. seguir dando ejemplos, tanto si antes tomamos lo que se desprende de obras tan diversas como las de Sherrie Levine, Louise Lawler, o sobre todo de Cindy Sherman, como si nos asomamos a las trdgicas visiones de un Robert Gober, a las imdgenes c6micas de Richard Prince o de Mike Kelly, o incluso si nos queremos aproximar a las obras antropom6rficas de ]a escultura de Juan Muhioz, a las sorprendentes formas de objetualidad de Richard Wentworth o de Haim Steinbach, a los videos de Gary Hill o a las elaboradas construcciones de Reinhard Mucha, siempre de manera inevitable nos encontraremos con un sentido de teatralizaci6n que choca de pleno con la voluntad de irrepresentabilidad de la Modernidad final, y de su extremaci6n en los limites autorizados del soporte. Aqui, al contrario, pero tal como sucedia ya en las obras de dimensiones variables de Beuys, en las performances o en las acumulaciones aleARTE Y PARTS atorias de Vostell, en las peliculas experimentales de Alan Kaprow' o en las imdigenes compuestas de Hamilton y despues de Rauschenberg, to que tiene lugar siempre es del orden de un trabajo sobre las imAgenes. Y si tomamos el caso, en mi L A opini6n probablemente el mids ejemplar de todos, de Cindy p Sherman, tal vez la artista mins 0 radical de la generacidn afianza- M da en la d6cada de los ochenta, 0 s comprobaremos inmediatamente E R en los primeros stills, todavia fechados a finales de la d6cada de N D A los setenta, que nos rerniten siempre, no a una idea de imagen original, sino mrns bien a un orden de referencialidad, basado en imrngenes tantas veces exte- riores al propio arte: desde las citas de Hitchcock y de Fellini, hasta las que nos remiten a las representaciones de la mujer en ]a Nouvelle Vague europea, y en Cindv Sherman. SIT (Mannequin), 1992. Intogrqiia. 172,9. Wifhitnev Museun o• Americ anArl . Nucvua )rk- 114.6 cm. particular la francesa, esas imagenes de imdigenes no hacen otra cosa que apropiarse, como imdgenes de imýgenes, de 1o que antes tuvo lugar en otra escena, tal y corno en obras suyas i-nds recientes se cita a Bellner o incluso a maestros del Renacimiento y, tambi&n, cuando Lawler fotografia detalles de cuadros, o cuando Matt Mullican transporta hacia el interior de sus imdgenes logotipos de procedencia diversa, o Richard Prince retoma ]a imagen mediatizada del Marlboro Man de la publicidad de ]a marca de tabaco. Como Douglas Crimp observ6 en el ya referido ensayo, a prop6sito de Sherman, "nosotros no sabemos lo que esta sucediendo en estas imrigenes (pictures), pero segurarnente sabemos que estdi sucediendo algo y que ese algo es una narrativa de ficci6n. Nunca tomariamos estas fotoARTE Y PARTE p 0 S 0 mm N D A D (izquierda arriba) RichardPrince:S/T (Cowboys), 1980-84. Fotogrqfla, 69 x 102 cm. (detalle). (derecha arriba) Richard Prince: S/T (Cowboys), 1980-86. Fotografia, 76 x 114 cm. (detalle). (izquierda abajo) Richard Prince:S/T (BR I00CO), /!989. 61eo,fibra de vidrio sobre madera. (detalle). (derecha abajo) Richard Prince:The Literatura Rack, 1994. Acrilico, pantallade seda sobre lienzo, 345 x 244 cin. (detalle). graflas como algo distinto de escenificaciones (staged). (...) Funcionan como citas de secuencias de fotogramas que constituyen el flujo narrativo de la pelicula." Es decir, funcionan como imdgenes de imdgenes que hay que perder de vista, dando paso a un diferimiento en el que el original simplemente desaparece. Es este sentido de abolici6n del original (del mito del original y de la originalidad, como lo Ilam6 Krauss) por medio de ]a intermediaci6n simultdnea de la teatralidad y de la presencia de la imagen en el lugar antes ocupado por la presentness, lo que vincula, en altima instancia, el arte de la d6cada de los sesenta con el que emergi6, poco despu6s, en la de los ochenta, y la misma corriente que lo vincula tambi6n con muchos aspectos del arte contempordneo, ya que, en ese sentido, la contemporaneidad no ha abandonado todavia estas dos vertientes cruciales en el deshacer del paradigma modemo, ni tan siquiera si es posible identificar diferencias operativas entre algunas obras actuales y las que las precedieron en esas dos ARTE Y PARTE d&cadas. La idea de una ruptura fundamental entre las d6cadas de los sesenta y de los ochenta se ve, de este modo, profundamente cuestionada, ya que parece que es mucho mdis lo que las vincula, contempladas a cierta distancia, que lo que las oponea Ld;ase al respecto elanmoso e ir(inicoensatlo de Rosalind Krauss. "The originality of the Avant-Garde: a Postmodernist Repetition". posierormentedesarrolladoen una obra independieniey prineratnentepublicado en el n" 18 de la revista October Y retomado tanlhin en Art Atter Modernism. Rethinking representation (en adelante. AAM-RR). org. Brian Rallis, The New Musetun ot/Contemporamy Art. V. Y,Y David R. Godine, ed.. Boston. 1984, pug. 18. Alli escribe esfa impoartantecritica antericana: 'Noii if the very notion of the avant-garde can be seen as a fiaction of the discourse of originalitvthe actualpiactice of vanguardart tends to reieal that 'originatitv is a working assumption that itselfeinerges fiot a grotand of repetition and recurrence. One figure, drawn.fifom avant-garde practice in the vistal art, provides an example. This figure is the grid." Y mns adelante,en la p6g. 29: "In decons1ricting the sister notions of originiand origiinalitV, Post-niodernismestablishes a sc/hisn between itself and the conceptual doinain of the avant-garde, looking back at it firom iacoss a gtlf'that in turn establishes a historical divide. The historicalperiod that the afvant-gardt shared with 11odertissm is over That seenis conobvious fact. WRat makes it inore than a journalistic one is a concep)tion of the discourse that has brought it to a close. This is a comply-of ptiractices, aniong them a deniYthologizing criticistm and a trm/s post-niodernistart, both ffiliei acting not' to void the basic propositionso0Modernisin. to liquid/ate theii exposing their fictious condition. It is thus fritn a strange new perspective that we look back oit the modernist origin and watch it splinteringinto endless replication. L A p 0 s M 0 D E R "' En "Art auid Oblec thood", prinieranientepublicado eni la revista ArtforUm. verano de 1967. v posteriornienteretoinado ent i antologiaArt in Theory 1900-90. (org. Charles Harrisony PinlWood), ed. Blackwellc. O-fbrd. 1992. p6gs. 822 yv siguientes. "'Tal ve el conientariomtas inteligente se deba a este ensavo die Fried a Douglas Crimp. Este critico escrihiria en "Pictures", primeraimentep/iblicado en October n' /8. 1979 y despJuits dc/ AANM-RR. patgs'. 175 Y siguientes: "iWoreover, if we are to agree with Fried (...) then, ue must assume that art too, as an ontologicalcategory, has been pilt in question. What remain arejust nia mioc aesthetic activities but,judgingfiroit their current vitaliti we need no longer regret or wish to reclaint its Frieddid then, the shattered integritY of moderntist painting and sculpture. What then are these new aesthetic activities? Sinp4.v to enumerate a list of meditits that 'painters' and 'sculptors' have increasingl'v turned filt, photographtt, video, pertbriiance ( .. ) The inode that was thus to becoine centplVaty during the seventies was perfbrainnce-and not onlh, that narrowjtic, cef ned activit called peifItinciance art, bitt till those works that were constituted in a situation and for a duration hi the artist or"the spectator or both tfogether: It can he said quite literalli of the art of the seventies that ivou had to he there'." A Voyage in the North Sea. Art in the age of Post-Medium condition, Thatin.s antd Hudson. Londres. 2000. f(. "The Allegorical hnpitse Toward u Theorv of Posttnodernism ", October n" 12, retoinadoen AAM-RR. pugs. 203 y sigiuientes. A propi)sito cie la itiperinanencia) de la nocitn del tienipo en la Posintodernitlad,escribe Owens: "Site-specifie works atre imipermanent, installed in particularlocations for a limited duration, their iniperinaltence providing the ineasurte of'their circumstantialitiy (...) Because of its inipermanence, toreover, the work is frequent'v preservedonlY in photograp/hs. This./fct is crucialfor it suggestsfthe allegoricalpotential of photographsv' Y tinis adelante, en la conehtsi6n de /ste ensovo senzinal. tatnbien escribe: "When Ptstmodernist wtork speaks of itself it is no longer to proclaim its autononin, (like in Modernism) its se/fsitfflictienev. its transcendence;rather it is to narrate its own contingenci. insifficiencii lack of t'anscendence. It tells of'a desire that must be perpetuallv friistrated, tin anibition that mist le per'petuallY dee,fTrred: as such, its deconstructive thrut.st is ailted not on/v against the conteniporifnv intyths thati/nrnish its suibject inattel; but also against the sY'ibolie, totalizing inipulse which characterizes modernist art." En Hal Fostet: "'Re-Post", retoniadoen AAM-RR, p6gs. 189 y sigitientes. 'V&ise el elebre tleto e/c1981 t/e Benfamin Buchloh, "'Figuresof ltthoritv. Ciphers of Regression ". en October it" 16 v retonia•o en AAM-RR. p6gsi. 107 vsiguienteis, asi conit. en el inisito Vo0t1ni7en,. pdgs. 137 3 siguientes, la distantiadai res/Jviesta que Donald Kuspit enuncia en sit ensavo tie 1983: Flak from the 'Radicals': The American Case against Current German Painting. ARTE Y PARTE N 1 D A D COPYRIGHT INFORMATION TITLE: La Posmodernidad: Entre las D%ecadas de 1960 y 1980 SOURCE: Arte Parte no70 Ag/S 2007 The magazine publisher is the copyright holder of this article and it is reproduced with permission. Further reproduction of this article in violation of the copyright is prohibited. To contact the publisher: http://www.arteyparte.com/