Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509
Transcripción
Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509
REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509-535 RESEÑAS Sara Castro-Klarén. The Narrow Pass of Our Nerves: Writing, Coloniality and Postcolonial Theory. Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2011. 529 pp. Esta colección de ensayos de Sara Castro-Klarén ofrece un mapa pionero de las complejidades de la práctica lectora en la contemporaneidad, y demuestra un compromiso sostenido con la investigación interdisciplinaria. Vistos en conjunto, los diecisiete ensayos que constituyen The Narrow Pass of Our Nerves: Writing, Coloniality and Postcolonial Theory (divididos en dos secciones tituladas “Writing Coloniality” y “Debating Post-Colonial Theory”) invitan a desarrollar modos de análisis integrales, basados en la observación meticulosa de las especificidades sociales e históricas bajo las cuales se producen determinados objetos culturales; a la vez, proponen formas igualitarias y políticamente productivas de compartir dichos análisis. Para cumplir con este propósito, Castro-Klarén despliega un extenso conocimiento teórico y filosófico que reflexiona acerca de las corrientes académicas de la actualidad postcolonial, y las tendencias intelectuales que las produjeron, para sugerir posibles avenidas futuras para el campo de los estudios latinoamericanos dentro del ámbito mayor de los estudios culturales. En este contexto, la selección de temas de investigación y las inquietudes teóricas suscitadas resaltan la naturaleza interdisciplinaria de estos estudios, lo cual se revela en la capacidad excepcional de Castro-Klarén de exponer los intersticios históricos, etnográficos y literarios comunes dentro de un vasto panorama de productos culturales hispanoamericanos. El amplio espectro de The Narrow Pass of Our Nerves se evidencia en la selección de los objetos que generan, y que a la vez son formados por el debate colonial y postcolonial. Éstos son los mismos “textos” analizados por Castro-Klarén a lo largo de estos ensayos, pero es importante resaltar la perspectiva abierta que ofrece Castro-Klarén en cuanto a lo que merece un estatus textual en la deliberación (post)colonial. Uno de los casos textuales que examina en el capítulo titulado “Dancing and the Sacred in the Andes: From the Taqui-Oncoy to Rasu Ñiti” es el culto religioso y la danza ritual del Taqui-Oncoy, cuyos practicantes intentaban poner fin al dominio español en el Perú de la época de la colonia. La propuesta de Castro-Klarén del Taqui- 510 RESEÑAS, Nº 76 Oncoy como un sistema semiótico cuya performance ofrece la posibilidad de comunicar mensajes corporalizados entre un público lector disimilar al sobreentendido dentro del discurso occidental provee así un acercamiento a una escritura andina autóctona. De una forma paralela a la tradición escritural occidental, Castro-Klarén demuestra cómo ciertas prácticas corporalizadas toman conciencia de condiciones sociales contemporáneas y hacen visibles tradiciones culturales aún cuando éstas hayan sido suprimidas. Castro-Klarén demuestra cómo la performance de tradiciones corporales también está presente en el relato “La agonía de Rasu Ñiti” de José María Arguedas, lo cual nos pone cara a cara con el vaivén de la colonialidad y la existencia de épocas históricas múltiples y contradictorias, pero todas evocadas por las prácticas vivas de la escritura alternativa de la historia comunal. En este sentido, al cuestionar el mismo concepto de la escritura, Castro-Klarén cuestiona los sistemas del conocimiento occidentales, lo que sirve para problematizar nuestra comprensión de la época de la colonia y nos invita a considerar la empresa de la Conquista desde la perspectiva de los llamados “conquistados”. Por eso, los ensayos de este volumen dialogan de una manera consistente con los estudios subalternos, manifestando cómo el conocimiento precolombino, reprimido en la Conquista, sigue vigente después del enfrentamiento con los conquistadores y sus aparatos de estructuración social. Para ello, Castro-Klarén demuestra cómo intelectuales como el Inca Gar- cilaso y Guamán Poma de Ayala –figuras que reaparecen a lo largo del tomo– fusionan información “tradicional” del mundo andino, codificada en el quipu, con los nuevos sistemas de conocimiento y creencias traídos por los europeos. Son precisamente estas fusiones las que sirven para remarcar la complejidad del entorno de la post-conquista y hacen posible que CastroKlarén pueda leer la colonialidad latinoamericana contra un discurso eurocéntrico que está, paradójicamente, todavía latente en la teoría subalterna. En el ensayo “Mimicry Revisited: Latin America, Postcolonial Theory, and the Location of Knowledge”, dialogando con el trabajo innovador de los teóricos de la subalternidad en el sur asiático, Castro-Klarén demuestra una consciente auto-reflexividad en su empleo del discurso teórico. Esta conciencia crítica conduce a la reflexión sobre un problema recurrente: “both the claims made generally by postmodern and postcolonial theory for Latin American letters are gestures which simply reinscribe Latin America’s elites’ cultural dependence on outside theorists” (334). Sin embargo, el reconocimiento de Castro-Klarén de esta paradoja neocolonial ofrece una posibilidad de re-pensar el estudio de América Latina desde América Latina. Para este tipo de análisis, Castro-Klarén considera esencial el compromiso con los saberes locales. Esta propuesta asume una relevancia particular cuando es percibida desde la óptica de los estudios literarios en español en las REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA instituciones académicas de los Estados Unidos. En el ensayo “Interrupting the Text of Latin American Literature: Problems of (Mis)Recognition”, Castro-Klarén indaga acerca de la manera en que la academia estadounidense transforma narrativas latinoamericanas heterogéneas en obras de “literatura”, tomando por caso la adopción del testimonio de Rigoberta Menchú como una obligatoria lectura literaria universitaria. Apunta Castro-Klarén que la inclusión de cualquier obra en el canon literario corre el riesgo potencial de divorciar ese texto de sus condiciones históricas de producción, atribuyéndole un estatus canónico para así forzar que el texto cumpla con conceptos foráneos de forma y unidad. Pese a ello, en el caso de Menchú, Castro-Klarén prefiere ver una posibilidad para el avance de los estudios culturales, ya que un texto de esta complejidad requiere un acercamiento socio-histórico más expansivo del que puede ser suscitado por un análisis estético, lo que logra que el lector acoja un paradigma más amplio de herramientas de análisis cultural. Y en el reconocimiento de una necesidad básica del acercamiento interdisciplinario al estudio de América Latina, Castro-Klarén enfatiza la importancia que los estudios latinoamericanos deberían tener en la vida de la academia estadounidense. La totalidad de este volumen muestra lo que los estudios latinoamericanos, entendidos como una práctica interdisciplinaria, pueden hacer para proveer interpretaciones más sofisticadas de América Latina, en contraste con investiga- 511 ciones arraigadas en disciplinas individuales. Por ende, el campo de los estudios latinoamericanos ofrece las condiciones ideales para el avance del proyecto de la descolonización del conocimiento. En los ensayos que constituyen este tomo, Castro-Klarén ofrece modelos ejemplares de esta descolonización del saber y nos muestra las posibilidades de fusión entre las prácticas que conforman el campo de los estudios latinoamericanos. Como nos recuerda a lo largo de The Narrow Pass of Our Nerves, la condición postcolonial no es simplemente una condición de resistencia a fuerzas hegemónicas, sino también de creatividad. Y creatividad es lo que se encuentra en estos ensayos: nuevas formas de romper las barreras que intentarían separar el pasado del presente; formas innovadoras de escuchar las voces que han sido perpetuamente silenciadas; y maneras sugerentes de cuestionar nuestras prácticas en nuestros campos individuales. Por todas estas razones, The Narrow Pass of Our Nerves es un tomo provocador y sugestivo. Matthew Bush Lehigh University Fina García Marruz. ¿De qué, silencio, eres tú silencio? Edición e introducción de Carmen Ruiz Barrionuevo. Selección de Fina García Marruz. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca; Madrid: Patrimonio Nacional, 2011. 304 pp. Interrogar lo aparente para hacer despertar sus potencias ocultas, incluso a riesgo de que, a primera 512 RESEÑAS, Nº 76 vista, tal interrogación parezca redundante (cuando no lo es, en absoluto): esta es la cifra poética que se resume en ¿De qué, silencio, eres tú silencio?, el título de la antología de la poesía de Fina García Marruz que ha editado Carmen Ruiz Barrionuevo, y de uno de los poemas de la autora, contenido en el libro Visitaciones (1970). Antes habían aparecido otras antologías de Fina García Marruz [FGM]; cabe mencionar, por ejemplo, Antología poética (México: Fondo de Cultura Económica, 2002), preparada y prologada por Jorge Luis Arcos; El instante raro (Antología poética) (Valencia: Pre-textos, 2010), a cargo de Milena Rodríguez Gutiérrez, también autora del prólogo; y el que es, hasta el momento, el compendio más completo de la poesía de la autora cubana, Obra poética (2 tomos, La Habana: Letras Cubanas, 2008), realizado y prologado por Enrique Saínz. Arcos y Saínz son los dos estudiosos más constantes, no sólo de la poesía de la ganadora del XX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011, sino de Orígenes como grupo y de algunos de sus integrantes (Cintio Vitier, Eliseo Diego…). A Arcos se debe el único libro dedicado íntegramente hasta hoy a la obra de FGM, En torno a la obra poética de Fina García Marruz (La Habana: Ediciones Unión, 1990). Una de las características que hace atractiva y única la antología a cargo de Ruiz Barrionuevo es que los poemas incluidos han sido seleccionados por García Marruz. Es decir, los textos escogidos son, en toda regla y en cada una de sus realizaciones específicas, una declara- ción metapoética por parte de la integrante del grupo origenista. Sería provechoso, a mi juicio, reflexionar sobre las distintas operaciones de selección y postergación, legitimación y olvido, que se visibilizan en un proyecto de esta naturaleza (por ejemplo, la no inclusión de textos de Viaje a Nicaragua [1987], si bien una posible respuesta pase por la coautoría con Cintio Vitier; o sobre la ausencia puntual de determinados textos); pero no es lugar aquí para ello. De cualquier manera, y a grandes rasgos, es visible que ¿De qué, silencio, eres tú silencio?, a la vista del momento en el que se encuentra su vida y su dedicación a la literatura, supone para FGM un autorretrato casi definitivo de su quehacer poético –un gesto autoconsciente con algo de legado y algo de conclusivo–. El libro incluye, como parte de sus paratextos críticos, un prólogo de Ruiz Barrionuevo, en el que la estudiosa lleva a cabo una exégesis de los más importantes poemas de FGM, incluso de aquéllos que no están contenidos en la antología presente. En este prólogo quedan expuestos los principales rasgos que, a juicio de la estudiosa, caracterizan la obra de la poeta cubana. Para ello, Ruiz Barrionuevo dialoga críticamente con algunos de los ensayos sobre FGM, como los de Arcos y Rodríguez Gutiérrez, mencionados antes, y los de Emilio de Armas, Robert Lesman, Katherine M. Hedeen, entre otros. Dentro de esos rasgos, la estudiosa destaca el tema de la pobreza (concepto que para FGM tiene un valor religioso y estético); la memoria; lo religioso ligado al tema de la trascendencia; REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA la atención hacia los seres, objetos y zonas de lo real considerados nimios o minúsculos, no grandiosos, y, sobre todo, lo que podríamos llamar una poética de lo relacional. Es decir, el entendimiento de que “las cosas no se pueden imaginar ‘fuera de su relación con nosotros, fuera de nuestra vida y de nuestra muerte’, porque sólo hay dos cosas ‘absolutamente exteriores a la imagen que de ellas tenemos o nos hacemos: nosotros mismos y Dios’” (Ruiz Barrionuevo 25). Esto apunta a una actitud preponderante en los hablantes líricos de los poemas de FGM: la empatía con el mundo, o la compasión; en otras palabras, un deseo de reducir las distancias que separan al sujeto lírico de lo cognoscible. Las citas internas en este fragmento del prólogo corresponden a “Lo exterior en la poesía”, de la propia FGM, ensayo ampliamente reconocido como uno de los más importantes para comprender la escritura de la autora, pues desde su centro reflexivo emanan buena parte de las concepciones sobre la poesía articuladas en el discurso de la escritora. Igualmente, la obra de FGM tiene como centro de indagación la cuestión de la poesía como conocimiento y así lo ha reconocido Ruiz Barrionuevo. Arcos ha aludido a la “solución unitiva, opuesta a todo dualismo; un conocimiento de lo desconocido a partir de lo conocido… ‘una nueva objetividad’ o ‘una exterioridad mucho más profunda’, basada en una concepción religiosa y trascendente de la realidad” (Ruiz Barrionuevo 25; citas internas de FGM). En este sentido, el discurso poético de la única mu- 513 jer integrante de Orígenes se relaciona estrechamente con los principales núcleos de ideas del grupo, y con las poéticas de la mayoría de sus miembros. Por ejemplo, un poema como “El bello niño”, de Las miradas perdidas (1951), se espejea en “Silente niño” o “Magnolias para Betina”, de Gastón Baquero, en cuya obra es central la figura del inocente –visiones adánicas sobre el niño como alguien especialmente dotado para encontrar la visión trascendente de lo real–. El niño es “un sujeto primigenio, alejado de cualquier automatismo perceptivo; un sujeto de lo fundacional, limpio de convenciones y rituales” (Dorta Sánchez, Walfrido. Gastón Baquero: el testigo y su lámpara. Para un relato de la poesía como conocimiento en Gastón Baquero. La Habana: Ediciones Unión, 2001, 57), cuya relación con el mundo es la que posibilita la poesía como conocimiento. Más relaciones de esta naturaleza podrían trazarse entre la poética de FGM y Baquero. Quisiera volver al prólogo de Ruiz Barrionuevo para observar una cuestión específica. La estudiosa dedica algunas páginas a reflexionar sobre la relación de la obra de FGM con la Revolución cubana; en otras palabras, a hablar sobre la posición de la obra de la poeta en el campo literario cubano y las diferentes valencias que ésta ha tenido, en función de las configuraciones sucesivas de ese campo. En este sentido, Ruiz Barrionuevo alude a que para FGM “comienza [con la Revolución]… una producción marcada por los nuevos tiempos, una época en que los origenistas tuvieron que defender su postura” 514 RESEÑAS, Nº 76 (53). Tal novedad se hace visible, por ejemplo, en esa acentuación de la poética de lo cotidiano que ciertamente está presente en la poesía de la autora de antes de 1959, pero que adquiere resonancias más circunstanciales en las nuevas coordenadas sociales y políticas del país. Es muy arriesgado determinar dónde comienza, en la obra de un/a autor/a, la zona de producción marcada por imperativos políticos de configuración del campo literario, y dónde comienza la zona donde estos imperativos se “naturalizan”, y son leídos en consonancia, como “evolución” inevitable o simbiosis naturalista con los nuevos campos discursivos, es algo muy arriesgado para determinarse. En todo caso, no es pertinente asumir este riesgo de determinación como imposibilidad para conjeturar ciertos hechos. Por ejemplo, el enorme lapso (en términos de producción literaria) de 27 años que va de Visitaciones (1970) a Habana del centro (1997) de FGM, no se debe únicamente a la consabida resistencia a la publicación que caracteriza a la autora. Para provocar ese vacío, incidieron realizaciones y tendencias muy localizadas del campo literario cubano de los años 70 y 80, tema sobre el cual se ha escrito desde diferentes perspectivas, y sobre el cual se podía haber profundizado más en el prólogo de la antología comentada. El aparato crítico del libro se completa con una siempre útil bibliografía de y sobre FGM, recopilada con la colaboración de Catalina García García-Herreros, y una cronología realizada con la colaboración de Ioannis Antzus Ramos. Re- cibiéndonos, en la portada del libro, desde esa “luz verdosa/ de fantasmal marina” (García Marruz 174), el retrato que Fidelio Ponce de León, el pintor cubano, hiciera a la joven poeta y que a su vez da lugar a la composición “El retrato de Ponce”, de Visitaciones. Aguardándonos, como detalle del colofón del volumen, nos espera “El ángel de la jiribilla”, imaginado por José Luis Fariñas, e invocado por Lezama Lima en “Se muestra ahora el ángel de la jiribilla”, un texto de 1959 citado en el colofón de la antología. Suelo regresar periódicamente a la poesía de FGM. Una obra que para Arcos “posee, como pocas, el don de la entrevisión. Esa que permite mirar las cosas de la realidad desde una radical extrañeza… [que] nos las devuelve siempre en su irrepetible y, de esta forma, nunca traicionada intimidad” (12), y que para Saínz alberga “una necesidad de saberse y de reconocerse entre las realidades cercanas y distantes… de romper los límites que el ser de las cosas nos impone… una avidez por lo abierto que no encontramos en muchos autores de la poesía cubana, una avidez por lo distante y lo inmenso” (7). Regreso con la poesía de FGM, por poner sólo dos ejemplos, al ansia por fijar lo que huye, desde la dolorosa distancia, de “Una dulce nevada está cayendo” (Las miradas perdidas). Y vuelvo a la desolada, pero a la vez tierna confesión de “Ya yo también estoy entre los otros” (Visitaciones). Podría señalar otros regresos a los que me he visto entregado en la lectura de la poesía de FGM, gracias a ¿De qué, silencio, eres tú silencio? Prefiero por ahora concluir resal- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA tando la agradable novedad que supone un libro como éste, el cual reúne, como decía en otro momento, un excelente aparato crítico, incluido el detenido y eficaz ensayo introductorio de Ruiz Barrionuevo, y, por supuesto, la propia obra de FGM, seleccionada por ella misma para la ocasión. Cualquier empresa editorial de esta naturaleza dedicada a la poesía de la autora cubana, será siempre un gesto bienvenido. Walfrido Dorta Sánchez Graduate Center, City University of New York Judith Podlubne. Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y Silvina Ocampo. Rosario: Beatriz Viterbo-UNR, 2012. 363 pp. Hacia fines de 2009 Judith Podlubne dictó en la Universidad Nacional del Litoral un seminario de posgrado que anticipaba los núcleos centrales de este libro. Allí decía, entre otras cosas, que la teoría literaria importa por la conversación crítica que es capaz de generar. Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y Silvina Ocampo, una de las manifestaciones más elocuentes de la crítica literaria de los últimos años, pone en acción dicha tesis. Se trata de una interlocución con cuatro conjuntos de actores hilvanada por una narrativa comparable a la de Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. En ambos ensayos la densidad del análisis y la cantidad de datos se imbrican de modo tal que incitan al lector a continuar leyendo 515 para saber cómo sigue la historia, cómo se desarrolla el cuento que se cuenta. En primer lugar, interesa destacar los dos espacios en los que el ensayo interviene y que se anticipan en el título. En la primera parte, Podlubne relee el proyecto intelectual de la revista Sur a partir de la interrogación de su moral literaria. Para ello reconstruye las innumerables disputas que, bajo la forma de diferentes manifestaciones, recalaban siempre en el mismo fondo de los supuestos humanistas. Brevemente repaso: la discrepancia de Filippo Marinetti respecto del uso del concepto common reader por Victoria Ocampo durante el Congreso de los Pen Club de 1934, la contienda acerca de los ejes del arte narrativo por venir (un enfrentamiento entre Eduardo Mallea, por un lado, y Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, por el otro, con sus respectivas defensas de los personajes o de la trama en la hechura de la novela), el “desagravio a Borges” cuando El jardín de senderos que se bifurcan no obtiene el Premio Nacional de Literatura correspondiente al periodo 1939-1941, el debate “Moral y literatura” organizado por la revista en 1945, entre otros episodios. Podlubne trabaja exhaustivamente sobre cada una de las piezas de una argumentación que le permite contrafirmar: la nada sencilla revisión de parte de las tesis fundacionales de María Teresa Gramuglio y de John King sobre Sur o la sutil desarticulación de los puntos de mayor consenso crítico sobre sus escritores se logra a partir de un complejo ensamble de datos leídos con finísimo detalle (prueba 516 RESEÑAS, Nº 76 de ello es el arduo trabajo de archivo del que dan cuenta, en especial, las notas al pie y los condensados envíos bibliográficos). Por ejemplo, a partir de la discusión sobre “Moral y literatura”, Podlubne desmantela una tesis extendida de King “sobre la falta de normas estéticas explícitas en la primera época de Sur” (153). En la segunda parte, Podlubne retoma las conclusiones de la primera para exponer una lectura de los comienzos literarios de José Bianco y de Silvina Ocampo en clave de respuesta a las “intimaciones de las morales literarias de la revista” (25). Con elegancia y agudeza repasa los textos más importantes de la crítica entre los que se destacan los de Daniel Balderston, Sylvia Molloy y Enrique Pezzoni. Pero también aquellos textos que, desde el corazón de Sur, ejercían el trabajo crítico que no sólo mediaba la circulación de la obra del escritor en cuestión, sino también su futura producción literaria: desde este lugar expone y visibiliza las prerrogativas de Victoria Ocampo, de Adolfo Bioy Casares y de Jorge Luis Borges. La firmeza y claridad de sus interpretaciones se advierte en las tesis que anticipa sobre el “impulso centrífugo” (25) de la narrativa de Silvina Ocampo. Su lectura de los vaivenes en la escritura de Ocampo, producidos al compás de la sordera versus la internalización de la moral literaria de Sur, la confirma en el lugar asignado por Nelly Richard como una de las más afinadas críticas de Argentina. Si bien no hay en su trabajo una militancia de género ni una adscripción teórica explícita en esa línea, el análisis de la construcción institucional lograda por Victoria Ocampo, de sus alianzas y disputas, de los mandatos sobre su hermana y las vacilaciones estéticas de ésta con las consecuentes derivas en su producción discute, otra vez, los núcleos de los consensos críticos mientras aporta una lectura sobre la representación y la acción de las mujeres en y desde la escritura en la Buenos Aires de los años 40. Sus notas sobre el primer libro de Silvina, escritas entre la beligerancia, la ocurrencia deslumbrante y la opción por una política de la exhumación, son un ejemplo evidente. La tercera conversación que Podlubne mantiene es con la teoría. El aparato conceptual que arma articula categorías de Maurice Blanchot y de Roland Barthes con otras de Edward Said, Pierre Bourdieu, Giorgio Agamben, Gilles Deleuze y Jacques Derrida. Una conversación que inscribe las particularidades de la apropiación categorial que se realiza desde Argentina. Y allí el diálogo se entabla con Beatriz Sarlo, Enrique Pezzoni, Jorge Panesi, Alberto Giordano, Josefina Ludmer, Adriana Astutti, María Celia Vázquez, Nora Avaro y Martín Prieto. Podlubne hace de Sur una revista otra al descubrirla en perfiles antes no entrevistos, al de(s)velar matices insospechados en la escritura de Bianco y en la de Silvina, pero también en la de Victoria Ocampo, en la de Jorge Luis Borges y en las del repertorio completo de la crítica que se había ocupado de ellos. Pero además lo hace desde una dicción que despliega, como pocas veces he encontrado en la crítica literaria argentina, una narra- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA tiva. Una doble inscripción a la que se agregan las condiciones de productividad, tramadas entre los afectos, los amigos y el trabajo de enseñar, entre los compañeros de la universidad y la ardua tarea de concluir un doctorado. Algo de esto se desliza en el agradecimiento a Emilia, su hija, “que durante meses jugó a que sus Barbies trabajaban de ‘hacer la tesis’” (10); también en la cifrada dedicatoria (“A Giordano, en Salta y Ovidio Lagos, a las cinco de la tarde” [7]). Una conjunción de encuentros posibilitadores de los diálogos que Escritores de Sur ofrece mientras invita a otra “conversación infinita”. Analía Gerbaudo Universidad Nacional del Litoral / CONICET María Helena Rueda. La violencia y sus huellas, una mirada desde la narrativa colombiana. Madrid: Iberoamericana, 2011. 198 pp. La violencia y sus huellas, una mirada desde la narrativa colombiana ofrece una revisión inteligente, crítica y original de las narrativas colombianas que durante el último siglo se han ocupado de la violencia en este país. Rueda no sólo hace un análisis textual de los relatos que narran la violencia, sino que además explora la permeabilidad que existe entre los hechos atroces y la manera en que éstos han sido narrados. También pone en primer plano la compleja y polémica relación entre escritura, ética y violencia en Colombia. La noción de continuum desarrollada por Scheper-Hughes y Bour- 517 gois en la introducción de Violence in War and Peace (2004) resulta entonces de gran utilidad para la autora. Este concepto le exige abordar los actos de agresión, las circunstancias que los hacen posibles, sus derivaciones personales, sociales y políticas, y las narrativas que intentan comprenderlos y contarlos desde una perspectiva de reciprocidad y relacionalidad. Uno de lo más grandes aciertos de La violencia y sus huellas es la exploración de la permeabilidad entre la realidad y sus discursos que apelan a formulaciones amplias y afirmativas de lo ético. En este sentido, Rueda sigue las reflexiones de Alain Badiou sobre estos temas. Su énfasis puesto en la comunicación y la porosidad arma el texto y le permite a Rueda indagar en la capacidad que la literatura tiene para desnaturalizar situaciones, (re)presentar diferentes perspectivas, plantear diversos cursos de acción y, en general, señalar las estructuras y circunstancias que (re)producen y exacerban la violencia. El libro está dividido en cinco capítulos, cada uno de los cuales se centra en un periodo y una etapa de esta indagación. El primero de ellos, “La Vorágine y sus rupturas”, introduce uno de los ejes del libro: el espectro tenaz de la mitificación. En su carta a Luis Trigueros, José Eustasio Rivera expone el temor de haber agravado la situación de los caucheros con su novela, que Rueda considera la novela fundacional de la violencia colombiana. Esta aprehensión habrá de acompañar a los escritores que le siguen: ¿no se empeora la situación de violencia, despojo y desplazamiento de ciertas pobla- 518 RESEÑAS, Nº 76 ciones al hacer de sus cruentas historias objetos estéticos de consumo y disfrute? ¿Cómo no monumentalizar, erotizar o mitificar la violencia que se narra? Este carácter reflexivo y autoconsciente del texto de Rivera es para Rueda lo que diferencia La Vorágine de otras novelas de su tiempo, y es también el lugar en el que radica la transcendencia de su indagación ética. En el segundo capítulo, “La Violencia: ¿Qué hay en un nombre?”, la mayúscula que Rivera usara en la primera línea de su texto se vuelve la equívoca nominación de una época específica en la historia de Colombia: los conflictos bipartidistas que azotaron el país desde la década de 1940 hasta comienzos de los años 60. Rueda resalta la ambigüedad de esa denominación y centra su capítulo en las implicaciones de usar un término tan huidizo para nombrar un periodo histórico y un conjunto de obras muy amplio y diverso. Dentro de éste, Rueda se enfoca en el trabajo de Hernando Téllez y Eduardo Caballero Calderón y propone que en sus textos hay una reflexión ética que se pregunta por el (sin)sentido mismo de la violencia y la justicia más allá de las filiaciones partidistas. De Téllez se rescata el carácter universal de su colección de relatos Cenizas para el viento (1950), pues en ésta se exploran situaciones límite en las que salen a la superficie conflictos éticos inherentes al ser humano. De la obra de Eduardo Caballero Calderón se recalca el giro hacia una perspectiva sociológica crítica de sí misma que se esforzó por alejarse de las concepciones moralistas y ofrecer explicaciones alternativas de la realidad nacional. El tercer capítulo, “Violencia, olvido y justicia en Gabriel García Márquez”, aborda el trabajo del mítico escritor colombiano en algunos de su más destacados textos periodísticos y en sus primeras novelas (La hojarasca [1955], El coronel no tiene quien le escriba [1961] y La mala hora [1962]). En respuesta al hastío narrativo producido por las macabras y explícitas descripciones que caracterizaron la narrativa inmediatamente anterior, García Márquez representa comunidades donde la violencia y sus efectos están por todas partes, pero que narrativamente permanecen tan elusivos y ambiguos como lo son en la mayoría de las vidas diarias de quienes los padecen. Con esto, el texto literario se constituye en un mecanismo de restitución simbólica capaz de proyectar la especificidad de una situación al ámbito universal sin restarle complejidad. La escritura de García Márquez es un punto de inflexión clave al señalar la urgencia de una exploración ética que se pregunte también por las múltiples consecuencias de la violencia en las comunidades y en la vida cotidiana de miles de personas. El cuarto capítulo hace un paneo por la historia, la polémica y la importancia del género testimonial y analiza el trabajo de Alfredo Molano (Los años del tropel, 1985), Alonso Salazar Jaramillo (No nacimos pa’ semilla, 1990), Patricia Lara (Las mujeres en la guerra, 2000) y Guillermo González Uribe (Los niños de la guerra, 2002). Rueda se centra en los vacíos y elipsis presentes en todos los textos para señalar que éstos no REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA responden a preocupaciones estéticas, sino a amenazas concretas a las que la voz narrativa está expuesta. Si se ocultan nombres de personas y lugares no es para crear un ambiente narrativo particular, sino para proteger a los protagonistas del relato de posibles venganzas de agentes violentos aún activos y poderosos. Esta eliminación –literaria y literal– de la identidad es representativa de la extrema vulnerabilidad de miles de personas que no son protegidas por las instituciones que se supone deberían garantizar su seguridad. Sin embargo, nombrar la violencia desde el anonimato es también una manera de convocar el poder de la palabra para, en un futuro, proteger las identidades y comunidades que en el presente enunciativo no pueden ser siquiera nombradas. El silencio en estos relatos es parte constitutiva de la enunciación de la violencia. Si ante la violencia el lenguaje y el sentido se quiebran, el esfuerzo narrativo de los hablantes es una manera de revitalizarlo, de reapropiárselo para configurar nuevos significados. “Los varios sentidos del desarraigo”, el quinto y último capítulo, gira en torno a la pregunta por la posibilidad de una apuesta literaria ética en el marco de la tensión existente entre situaciones de violencia locales que reclaman ser contadas y la presión de un rentable mercado global sediento de cruentas y exóticas historias. Novelas como La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, Cartas cruzadas (1995) de Darío Jaramillo Agudelo, Rosario tijeras (1999) de Jorge Franco, La multitud errante (2002) de Laura Restrepo, y El síndrome de Uli- 519 ses (2005) de Santiago Gamboa son analizadas a la luz de los muchos desplazamientos y resignificaciones que conforman el sistema de (re)producción y circulación de los relatos que se ocupan de la violencia hoy en día, y de la posibilidad –o imposibilidad– de un espacio ético en medio de éstos. Con frecuencia estas novelas hacen uso de una prosa que erotiza la violencia, lo que hace que situaciones específicas y altamente perturbadoras sean fácilmente traducibles a los códigos de consumo del mercado global. Sin embargo, Rueda propone la noción de una “ética ansiosa” para explicar cómo si bien estas novelas navegan exitosamente las lógicas del consumo, logran no obstante salvar su esfuerzo ético mediante el recurso a lo local. Por todo lo anterior, La violencia y sus huellas es un valioso aporte a la reflexión crítica sobre la relación porosa y ambigua entre violencia, escritura y ética; una aguda exploración de la pregunta –siempre incómoda y urgente– por la responsabilidad que tenemos ante nuestra situación y ante las narrativas que le dan sentido. Juliana Martínez American University Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi. César Vallejo en Madrid en 1931: itinerario documental. Madrid: Del Centro Editores, 2012. 164 pp. La crítica vallejiana se viene configurando tradicionalmente desde dos puntos de vista complementarios: el fundado por críticos como 520 RESEÑAS, Nº 76 Luis Monguió, André Coyné o Juan Espejo Asturrizaga, centrado desde los años 50 y 60 en recuperar todo tipo de documentos para establecer una bio-bibliografía definitiva del poeta; y el que, desde los años 70 aproximadamente, con críticos como Julio Ortega, Jean Franco o Américo Ferrari, trata de establecer una teoría literaria sobre la obra de César Vallejo, explicando las principales dificultades de su lectura a través de influencias y corrientes que pudieron ser afines al poeta. En los últimos años, se han enriquecido estos dos puntos de vista con estudios inscritos en ambas vertientes. Como ejemplo del primero, Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi ofrecen datos muy concretos sobre la estadía de Vallejo en España durante el año 1931. Esta investigación se enmarca en un proyecto mayor desarrollado por Fernández y Gianuzzi, que llevan años estableciendo accesos a unas fuentes usualmente olvidadas, desconocidas o inéditas, para reconstruir la biografía de César Vallejo, tantas veces tergiversada y olvidada por la crítica. Ya su libro César Vallejo. Textos rescatados (Lima: Universidad Ricardo Palma, 2009), ofrecía varios textos inéditos descubiertos durante sus investigaciones en archivos peruanos y europeos, exponiendo siempre las primeras fuentes y acercando una biografía con tantas carencias al lector interesado en Vallejo. El último estudio publicado por Fernández y Gianuzzi, titulado César Vallejo en Madrid en 1931: itinerario documental, se centra en el periodo más largo que el poeta pasó en España, como consecuencia del decreto de expul- sión promulgado por el gobierno francés, en que se le obligó a salir del país a finales de 1930. Vallejo estuvo en la península ibérica, según acotan Fernández y Gianuzzi, desde el 30 de diciembre de 1930 hasta el 12 de febrero de 1932, con viajes esporádicos a Rusia y París. En este breve estudio, los autores recorren el itinerario biográfico del poeta durante ese año, contrastando las pocas fuentes que existen del periodo y, como es costumbre en ellos, desconfiando de testimonios escritos demasiado alejados en el tiempo o por amigos del poeta que inevitablemente impregnan los textos de comentarios parciales o equívocos. Así, por ejemplo, se ha repetido muchas veces que Vallejo recibió la proclamación de la II República española con escaso entusiasmo, pero pocos críticos citan los comentarios de Armando Bazán o Juan Domingo Córdoba, con quienes Vallejo convivió en Madrid y según los cuales el poeta fue uno de los más entusiastas con el nuevo régimen republicano. Como señalan los autores, Vallejo no permaneció todo ese año en Madrid. Además de visitar otras ciudades españolas como León o Astorga, el poeta viajó a Rusia durante 1931, seguramente entre principios de octubre y algún momento indeterminado del mes de noviembre, con una breve parada en París. De los datos inéditos que ofrecen Fernández y Gianuzzi cabe destacar la firma de Vallejo en dos protestas políticas aparecidas en periódicos madrileños: una en El Heraldo de Madrid, del 1 de octubre de 1931, “contra la amenaza de fusilamientos de los súbditos suizos, miem- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA bros de la Secretaría Sindical Panpacífica” y otra en el periódico Luz, en agosto de 1932, “contra los crímenes que realiza en el Perú el comandante Sánchez Cerro”. Este último documento posee gran interés, en tanto que denuncia también al partido aprista, liderado por el amigo de juventud de Vallejo, Víctor Raúl Haya de la Torre, por colaborar con el régimen autoritario de Sánchez Cerro. Además del itinerario biográfico, el libro de Fernández y Gianuzzi se completa con un recorrido literario, donde rescatan datos sobre la publicación y recepción de las obras de Vallejo durante su estancia en España. Se ofrece información sobre el único autógrafo que se conserva del poeta, quien supuestamente regaló al estudiante peruano Arturo Pastor Boggiano una copia de su poema XVI de Trilce, bajo el título “Requisitoria del individuo”; y sobre la presencia en la prensa (tanto española como francesa) de la segunda edición de Trilce, aparecida en Madrid, en julio de 1930, unos meses antes de la llegada a España de Vallejo. Una de las características más destacables del texto es el modo en que los autores contextualizan cada cita y cada referencia, pues no se trata sólo del recorrido de Vallejo, sino de quiénes rodearon al poeta, cuáles eran sus amigos y enemigos, quiénes lo leían, con cuánto interés, de qué manera. Por ejemplo, al hablar de la recepción de Trilce, se menciona la comparación que hizo el periodista Jaime Torres Bodet entre Vallejo y Neruda, en su reseña publicada en La Gaceta Literaria (enero de 1931). Fernández y 521 Gianuzzi ofrecen la reacción de Neruda a través de su correspondencia, donde vemos que se hizo con un ejemplar del poemario para después tildarlo de “seco y espantoso”, “cruel, literario y estéril”. Entre otros documentos inéditos o parcialmente editados, los autores publican la reseña completa (en facsímil del periódico francés y traducida por ellos al castellano) que Pierre Lagarde escribió para el diario Comoedia (París, 12/07/ 1931), titulada “Trilce o le Dadaïsme au Pérou”, con motivo de la segunda edición del poemario; también presentan el anuncio publicitario que apareció en el periódico Crisol sobre la publicación de Rusia en 1931, así como la reseña que hizo del libro el crítico Jenaro Artines, publicada en el mismo periódico el día 24 de junio de 1931; por último, los autores descubren una nota desconocida, que apareció en El Imparcial de Madrid (16/3/1932), sobre la redacción de Rusia ante el segundo plan quinquenal, libro que Vallejo no pudo publicar en vida, pues su primera edición se hizo en Lima, en 1965. Fernández y Gianuzzi reconstruyen, además, el proceso de creación de El tungsteno, novela publicada por la editorial Cenit (1931), según las diferentes versiones que existen de Juan Larrea y la viuda del poeta, Georgette de Vallejo. Y por último, ofrecen datos sobre dos artículos periodísticos que el poeta escribió en ese año de estancia en Madrid, ambos políticamente muy comprometidos con la causa marxista. Uno de ellos fue incluido en su exitoso libro Rusia en 1931, publicado en Madrid por la editorial 522 RESEÑAS, Nº 76 Ulises y muy reseñado en los diarios españoles. Este estudio, que llama la atención por su pulcritud y rigor, en la línea que viene caracterizando a los autores, ofrece además un apéndice con los facsímiles de los documentos, así como una bibliografía de todo lo publicado por y sobre Vallejo entre 1930 y 1932; todo ello sirve para completar la biografía de Vallejo durante su estancia en España. Este periodo fue sin duda el más productivo del poeta en cuanto a publicaciones en Europa, tal y como señalan Fernández y Gianuzzi, a quienes debemos agradecer siempre su incansable labor de archivo. Este libro se enmarca en un proyecto más grande de investigación vallejiana, y esperamos que tenga pronto una continuación y que los autores sigan enriqueciendo, de manera tan rigurosa, la biografía desconocida del poeta peruano. Marta Ortiz Canseco Investigadora independiente Kim Beauchesne y Alessandra Santos, editoras. The Utopian Impulse in Latin America. New York: Palgrave Macmillan, 2011. 308 pp. Con catorce ensayos y una introducción, The Utopian Impulse in Latin America, editado por Kim Beauchesne y Alessandra Santos, se constituye como la más reciente y, además, sólida contribución de importantes académicos para los estudios utópicos en la región. Con esta publicación se articulan una serie de lecturas que intentan llenar un espacio fundamental para nuestro continente: cómo la utopía se erige en constitutiva en diversos momentos de la historia y la cultura, y verificar qué tipo de alternativa propone ésta para las sociedades coloniales y postcoloniales en América (Latina). Beauchesne y Santos han reunido una serie de ensayos que engloban el llamado “impulso utópico”, término extraído de El principio esperanza (Das Prinzip Hoffnug, en el original, o The Principle of Hope), del pensador alemán Ernst Bloch, en torno a aquel sentido primordial que se encuentra potencialmente en todas las cosas y que es capaz de determinar una vida mejor. Ambas editoras pasan revista brevemente a los exponentes del pensamiento utópico: Platón, Tomás Moro, el propio Bloch, Edward Said, Frederic Jameson y Ruth Levitas, en diálogo con las tradiciones filosóficas más saltantes de la modernidad europea. Para el caso latinoamericano, citan, entre otros, a Beatriz Pastor (contribuyente en el presente volumen), quien en El jardín y el peregrino nos recuerda que la utopía y su lado oscuro, la distopía, van de la mano en la forja de la América colonial. Esta alternancia de positividades y negatividades sería una constante en el paso del impulso utópico por este continente: de los intentos indígenas a la integración del criollismo panamericano, del mestizaje (y sus diversas máscaras, como transculturación, hibridez o sincretismo) hasta las revoluciones de los 60 y 70; y finalmente el rol que ocupa el abanico de opciones del pensamiento utópico para enfrentar las diferentes crisis –eco- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA lógicas, económicas, políticas y sociales‒ de nuestra era. Los catorce ensayos, agrupados en seis partes, dan cuenta de dicha alternancia enfatizando en el hecho de que con el descubrimiento de América se materializaría una práctica utópica que no ha cesado de estar presente entre nosotros. La primera parte, “Foundational Utopias”, reúne dos artículos pertenecientes a Beatriz Pastor y José Antonio Mazzotti. El primero, “Utopia in Latin America. Cartographies and Paradigms”, trata de la relación de Cristóbal Colón y Hernán Cortés con los oficios cartográficos: a partir de la búsqueda del paraíso terrenal (Colón) y la inclusión de Tenochtitlán en el imaginario europeo (Cortés), se iniciaría una tradición que consiste en fijar el impulso utópico en la urbe latinoamericana (Sarmiento, García Márquez y Monsiváis). Mazzotti, por su parte, propone una mirada transatlántica en su artículo “Barataria from the Perspective of Latin American ‘Colonial’ Studies”, en el que, formulando una relectura de Utopía y contrautopía en El Quijote, de José Antonio Maravall, analiza el episodio de la isla de Barataria: Sancho Panza, convertido en gobernante, aplica nociones de “buen gobierno”, parodiando así al erasmismo y al maquiavelismo. La alegoría de Barataria serviría también para criticar a la conquista y el régimen colonial, además de su “producto” más logrado: los conquistadores. La segunda parte (“Utopia and Modernity”) se inicia con un texto de Alejandra Uslenghi, “Remnants of a Dream World”, en el que analiza las estructuras de hierro y vi- 523 drio de los pabellones latinoamericanos durante la Exposición Universal de París de 1889, pero sobre todo el tipo de rastros utópicos que usaron estos países ‒México y Argentina‒ para legitimarse frente a la mirada del otro colonial. A su vez, Odile Cisneros, en “Ecocannibalism. The Greening of Antropofagia”, se sitúa en la época de Oswald de Andrade para resaltar el vanguardismo de “Manifesto da Poesia Pau-Brasil” (1925) y “Manifesto Antropófago” (1928) como formas de toma de conciencia, no sólo como práctica cultural, sino como anticipación a toda la preocupación ecológica y aun ecocrítica a partir de un retorno a la naturaleza. En tanto, Justin Read investiga la figura de “Eulalia in Utopia”, en dos textos donde se hace presente Eulalia, aunque distantes temporalmente, como lo son Prosas profanas (1896/ 1901), del nicaragüense Rubén Darío, y Cartas de um sedutor (1991), de la brasileña Hilda Hilst. Luego de explorar la relación de la prostituta y el jugador con la nocturnidad (Benjamin), Read cuestiona la viabilidad de la utopía a partir de su contraste con la realidad urbana contemporánea. El texto de Gisela Heffes abre la tercera sección del volumen, “Feminist Utopias”. En “Southern Displacements in Flora Tristan’s Pérégrinations d’une Parie”, Heffes compara la trayectoria de los viajeros con el desplazamiento tanto interior como exterior de Tristán. Su destino, el Perú, sería el comienzo de una educación sentimental en la que se haría más consciente el deseo de apoyar a los desfavorecidos en Francia. A su turno, Wanda 524 RESEÑAS, Nº 76 Rivera-Rivera examina en “Revolution Interrumpted. The ‘Women of April’ and the Utopia of National Liberation” la “guerra de abril” de 1965 y cómo este movimiento popular dio a luz a una serie de testimonios, principalmente de mujeres que lucharon y que problematizan el canon ‒político y estético‒ de la República Dominicana, como Mujeres de abril (1985), compilación de Margarita Cordero. La contracultura brasileña es abordada por Christopher Dunn y Elena Shtromberg en la cuarta parte, “Utopia and Counterculture”. En el artículo “Jorge Mautner and Countercultural Utopia in Brazil”, Dunn realiza un retrato de Mautner, un precursor del movimiento tropicalista, aunque, como el título indica, desde el underground musical opuesto al régimen militar. A mediados de los años 70, Mautner desarrolla una faceta narrativa de creyente en las posibilidades del Brasil del futuro. Por su parte, Shtromberg se detiene en “Spatial Effects. Navigating the City in Cildo Meireles’s Arte Física” entre dos utopías: una autoritaria, la creación de la ciudad de Brasilia, y su parodia, el Arte Física: Caixas de Brasilia/Clareira, en que Meireles traduce la experiencia cotidiana de vivir y sobrevivir en esta metrópolis. Juan Pablo Dabove inaugura la quinta parte, “Revolutionary Utopias and the Politics of Memory”, con una contribución acerca de la obra de Jorge Amado, “Dangerous Illusions and Shining Utopias”, en la que explora los claroscuros de su narrativa, su rol como líder del Partido Comunista Brasileño y la caracterización del cangaceiro como personaje tragicómico. Para Diana Sorensen, autora de “Utopia and Politics of Memory”, la utopía no se asocia con el totalitarismo, sino, por el contrario, con el compromiso de América Latina en la lucha revolucionaria de los 60, punto de partida para una reflexión más abierta sobre el lugar de la memoria en nuestros días. “The Innocent Eye” se denomina el trabajo de Rita de Grandis sobre la mirada infantil en tres películas acerca de las dictaduras militares que asolaron Brasil, Chile y Argentina (respectivamente) entre fines de los 60 y comienzos de los 70: O Ano en que Meus Pais Saíram de Férias (2006), Machuca (2004) y Kamchatka (2002). En la sexta y última parte, “Utopia and Ethnicity in the Twenty-First Century”, Carla Beatriz Melo (“Urgent (Anti)spectacles of Critical Hope”) se aproxima a los movimientos que emergen del Foro Social Mundial, como el Frente 3 de Fevereiro, Amazon Watch y Rainforest Network, los cuales intentan crear una conciencia social, tanto de protección al ecosistema como de reivindicación de los derechos civiles. En tanto, Juan Zevallos-Aguilar (“Recent Peruvian Quechua Poetry”) argumenta que la poesía de Odi Gonzales, Freddy Roncalla y Ch’aska Anka Ninawaman, siguiendo las líneas de José María Arguedas, desplaza la utopía andina (Flores Galindo) a un espacio post-utópico, donde ya no se produce el retorno del inca, sino que más bien pretende afianzar el lugar del “yo” poético en un mundo globalizado. The Utopian Impulse in Latin America contribuye de manera funda- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA mental a la elaboración de alternativas sociales y artísticas en el continente. Queda demostrado que el pensamiento utópico posee un impulso inusual en América Latina, y es fuente de creatividad y reflexión permanentes. Desde la portada (“Arriba el Sur”), cuadro perteneciente al pintor argentino Nicolás García Uriburu –en el que se establece un nexo que atraviesa espacio y tiempo con la “América invertida”, del uruguayo Joaquín Torres García, al igual que con “Continens Paradisi”, de Antonio de León Pinelo– podríamos afirmar que toda América está habitada por la utopía. Giancarlo Stagnaro Tulane University Camilo Fernández Cozman. César Moro, ¿un antropófago de la cultura? Lima: Revuelta Editores, 2012. 102 pp. El 10 de enero de 1956, coincidiendo con el año de la caída del dictador Manuel A. Odría, falleció en Lima César Moro, el poeta peruano más próximo al Surrealismo fundado por André Breton y Louis Aragón. Aparte de los intelectuales y amigos que lo estimaron, su deceso concitó una atención más bien escasa por parte de la crítica literaria de entonces. Luego de una vida intensa, fulgurante como varios de sus mejores poemas de La tortuga ecuestre, murió en medio del olvido y la indiferencia de la mayoría, y así permaneció por mucho tiempo. Recién en los últimos años, la crítica especializada ha comenzado a dedicar estudios íntegros que han permitido recuperar la valiosa obra 525 del autor de El castillo de Grisú y anexarla con vigor a la tradición poética peruana. César Moro, ¿un antropófago de la cultura?, de Camilo Fernández, constituye un estudio original y notable sobre la obra poética y el trabajo intelectual de César Moro. El libro resulta polémico desde el título: Moro, el afrancesado, el cosmopolita, es interpelado y asumido como un caníbal simbólico, un devorador sudamericano de la cultura europea que, supuestamente, lo fascinó. La hipótesis central del trabajo de Fernández es igualmente novedosa y controvertida: propone que la poesía de Moro, deliberadamente distinta a la de los surrealistas europeos, fue escrita en un francés híbrido donde se presentan las marcas innegables de un hablante cuya lengua materna es el español. Tal característica no constituye ningún demérito en su obra, sino que, por el contrario, es una clara muestra de creatividad, de aquello que los lingüistas han bautizado como “imaginación plurilingüe”. Fernández Cozman desarrolla su hipótesis a lo largo de cinco capítulos. En el primero, titulado “Hablar desde los bordes y el pensamiento crítico”, se realiza un diálogo indispensable con la crítica sobre Moro y se desarrollan los conceptos que constituyen el sustento de todo el libro. En primer lugar, se define una palabra clave, “glotocentrismo”, desarrollada por Juan Carlos Godenzzi y entendida como la creencia o el prejuicio por el cual un sujeto piensa que su lengua es superior a las otras. Fernández asocia el concepto de glotocentrismo con ese otro término desafortuna- 526 RESEÑAS, Nº 76 do, “etnocentrismo”. Estos dos conceptos le permiten cuestionar con solvencia la mirada tradicional que, sobre Moro, han tenido y tienen aún críticos de la talla de André Coyné y Américo Ferrari. Ambos (quienes escriben desde la academia europea) sostienen que, si bien valiosa, la poesía de Moro en francés posee una serie de falencias incuestionables que resienten su calidad. Frente a esta postura tradicional y hegemónica, Fernández destaca el aporte de un grupo cada vez más consistente de jóvenes intelectuales (curiosamente, todos latinoamericanos), que constituyen la “otra crítica”. Mariela Dreyfus, Elena Altuna, Yolanda Westphalen y Marcos Mondoñedo, entre otros, han logrado distanciarse del glotocentrismo europeizante y han incorporado, desde una óptica multidisciplinaria, el estudio del sujeto y su lugar de la enunciación, así como un examen minucioso de los mecanismos figurativos y de estilo presentes en la obra de Moro. El segundo capítulo, “César Moro, ¿un antropófago de la cultura?”, es sin duda el más importante y ambicioso del libro. El término “antropófago de la cultura” no es original: ha sido tomado por Fernández del famoso “Manifiesto antropófago”, publicado en 1928 por Oswald de Andrade. Según el poeta brasileño, el latinoamericano está lejos de ser un “buen salvaje”, uno que inclina la cabeza con sumisión y asume pasivamente las enseñanzas de sus civilizadores occidentales; por el contrario, el latinoamericano es un caníbal, en el sentido simbólico del término, un antropófago que devora el saber occidental, lo deglute y lo procesa a su manera para producir una rica cultura híbrida. Fernández Cozman sustenta su hipótesis a partir del análisis de textos en prosa como “Biografía peruana (la muralla de seda)”, así como de poemas en francés como “Piedra madre”. Se extraña, sin embargo, un desarrollo de esta idea en función de otro marco teórico de gran influencia en la interpretación de las culturas latinoamericanas, el de “transculturación”. La polémica visión de César Moro como un antropófago de la cultura se complementa y profundiza en el tercer capítulo, titulado “El francés periférico de César Moro en Estos poemas (1930-1936)”. Asumiendo un punto de vista meramente normativo, críticos de la talla de André Coyné han afirmado que los poemas en francés de Moro contienen una serie de errores garrafales, propios de quien no domina la lengua de Baudelaire; sin embargo, Fernández enfatiza que no se trata de errores, sino que estamos frente a manifestaciones voluntarias de una conciencia lúdica que, de forma creativa, procede a castellanizar el francés. El cuarto capítulo, “De cómo el pensar antropófago puede crear una cultura”, aborda la obra escrita en español por César Moro, en especial los poemas de La tortuga ecuestre. Sirviéndose de los aportes de Claude Lévi-Strauss, mejor dicho, reformulándolos, Fernández intenta anticiparse a posibles confusiones en el lector acerca del “pensamiento salvaje” y el “pensar antropófago”, este último presente en la obra de Moro. El problema con las ideas del antropólogo fran- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA cés, según Fernández, es que han sido pensadas desde un eurocentrismo que tiene un limitado alcance para entender obras insólitas como las del poeta surrealista peruano. El último capítulo, “César Moro y José María Arguedas, hermanos distantes pero cercanos” es el más breve y, sin embargo, uno de los más ambiciosos del libro. Fernández intenta hermanar las propuestas del poeta surrealista con las del célebre narrador indigenista. Esta intención, por cierto, pretende ser una respuesta a un antiguo prejuicio de nuestros críticos, quienes suelen ubicar al autor de El castillo de Grisú y al de Todas las sangres en las antípodas de la literatura peruana, en cuanto a compromiso e identidad con la cultura de ese país. Según Fernández, Moro y Arguedas, distintos en sus estéticas, comparten el hecho de haber reflexionado agudamente sobre la historia del Perú y de haber construido un código híbrido. En el caso de Moro, estamos ante el prototipo del intelectual cosmopolita nacido en Lima, ante el artista peruano que dialoga con la cultura europea hasta conseguir hacerla suya. Hay un último aspecto que resulta indispensable destacar, a propósito de César Moro, ¿un antropófago de la cultura? Este libro parece decirnos que no se trata de escribir desde el lugar de la enunciación de la academia europea o norteamericana; tampoco, de recibir pasivamente los aportes teóricos de Occidente, para luego aplicarlos tal cual al análisis de nuestras obras. El intelectual latinoamericano –parece ser la lección que el propio Fernán- 527 dez Cozman extrae de su estudio–, está obligado a asumir sin remordimientos el pensar antropófago: su deber es deglutir el conocimiento venga de donde venga, digerirlo y devolverlo en toda su hibridez, convertido en nuevo conocimiento. Creo que allí radica el valor principal de este libro de un crítico peruano que ha dedicado lo mejor de su labor al análisis de poetas y escritores de Latinoamérica. César Moro, ¿un antropófago de la cultura? es un magnífico ejemplo de que devorar y asimilar los aportes de la cultura occidental constituye una sana práctica que nos permite reflexionar mejor sobre nuestra propia cultura, tomando como base el principio de hibridez, una de las características fundamentales (y fundadoras) de nuestra condición de latinoamericanos. Selenco Vega Jácome Universidad de Lima Gamaliel Churata. La resurrección de los muertos. Alfabeto de lo incognoscible. Edición y estudio introductorio de Riccardo Badini. Lima: Asamblea Nacional de Rectores, 2010. 862 pp. La resurrección de los muertos es el segundo volumen de la enciclopedia del conocimiento humano de dieciocho tomos que Gamaliel Churata (Arequipa, 1897-Lima, 1969) planeaba publicar a lo largo de su vida. El pez de oro (1957) fue el primer tomo que circuló cuando Churata residía en La Paz, Bolivia. Su proyecto intelectual tenía el título de Alfabeto de lo incognoscible y estaba constituido con otros criterios 528 RESEÑAS, Nº 76 para promover nuevas síntesis de cuerpos de conocimientos occidentales e indígenas. Churata quería crear una enciclopedia alternativa a la de Denis Diderot y Jean Le Rond D’Alembert del humanismo francés del siglo XVIII. En los dos tomos de su enciclopedia incorporó cosmologías, epistemologías y ontologías aymaras y quechuas junto con el pensamiento antirracionalista europeo (la fenomenología, el psicoanálisis, el existencialismo). Asimismo, confiaba en que la poesía y el teatro podían comunicar conocimientos, de manera similar al ensayo o al artículo científico. Además del estudio introductorio y edición crítica de Riccardo Badini, Resurrección de los muertos contiene esclarecedores prólogos de Ricardo González Vigil y Antonio Melis. Asimismo, un colofón de José Luis Ayala, titulado “Churata en la cultura universal” narra detalles sobre el retorno del autor de El pez de oro a Puno en 1964. Las mil treinta y una notas a pie de página de la edición crítica de Badini ayudan a entender los juicios de Churata sobre los pensamientos europeo, aymara y quechua de su región. Badini demuestra que Churata era un lector autodidacta voraz que leía todo material a su alcance. Estaba bien informado del proceso y tradición filosófica y científica europea desde los griegos hasta su época. Para aclarar ciertas nociones e información Churata utilizaba fuentes secundarias no académicas como el almanaque Bristol y el Reader’s Digest. Asimismo estaba al tanto sobre los acontecimientos de su época. Su referencia histórica más tardía es el asesinato del presi- dente norteamericano John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 (578). Por esta referencia se puede decir que La resurrección de los muertos no se terminó de escribir antes de 1964, año de retorno de Churata al Perú luego de treinta y dos de exilio en Bolivia. También las notas a pie de página de Badini dan luz sobre el uso de arcaísmos del español andino, extranjerismos, aymarismos, neologismos y quechuismos en Churata. En La resurrección de los muertos se comprueba que Gamaliel Churata es un precursor de los pensamientos postcolonial y descolonial cuando lleva a cabo una crítica de los efectos de la colonialidad del saber y la colonialidad del ser del eurocentrismo en la región del sur andino. Según Churata, la colonialidad del poder (racismo) de la empresa colonizadora española en los Andes, que empezó en el siglo XVI y fue heredada por las élites criollas durante el periodo republicano, ha justificado procesos de modernización excluyentes. En este sentido, las modernizaciones capitalistas han dejado de lado a los aymaras y quechuas del sur andino de los beneficios que podrían traer para toda la población de esta región. Para legitimar su exclusión y explotación los grupos de poder han considerando que los saberes aymaras y quechuas son inferiores al conocimiento europeo y norteamericano porque son producidos por una raza inferior que tiene incapacidad de razonar. Gamaliel Churata, más allá de sus alusiones al racismo de la conquista, la colonia y la república, hace una crítica epistemológica al eu- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA rocentrismo (193-194) esbozado líneas arriba. Desde un lugar de enunciación (el altiplano) da respuestas a aquellos asuntos que no puede resolver la epistemología europea (alfabeto de lo incognoscible). Su crítica epistemológica se opone a los esfuerzos de llevar a cabo el epistemicidio de las culturas aymaras y quechuas del altiplano peruano y boliviano en la primera mitad del siglo XX. Se sabe que el epistemicidio tuvo dos sentidos. Primero, los colonialistas intentaron matar literalmente el saber andino con campañas aculturadoras tales como la extirpación de idolatrías, evangelización, alfabetización en castellano, etc. Segundo, consideraron el altiplano un lugar muerto desde un punto de vista epistemológico por no producir teoría y/o conocimiento científico. Con el título de resurrección de los muertos lo que está diciendo Churata es que existe una cultura viva en el altiplano. Los aymaras y quechuas tienen capacidad de pensar. Churata es su portavoz y pone en marcha su propuesta descolonizadora. La crítica epistemológica de Churata se puede llamar también un pensamiento crítico fronterizo. Por un lado incluye en su propuesta descolonial saberes de aymaras y quechuas y sus formas peculiares de producción. Por otro lado recupera conocimientos y formas de producción europeas que fueron subordinadas o subalternizadas por la epistemología dominante europea que vendría a ser el idealismo racionalista. Para ser más precisos, Churata considera que en su teoría del conocimiento la producción del saber no es individual, sino colecti- 529 va, y que la forma de producirla es a través del diálogo verbal y no la escritura alfabética. Por esa razón La resurrección de los muertos tiene una estructura teatral en la cual un personaje llamado el profesor analfabeto discute con Platón, y son interrumpidos por unas voces que pronuncian su apoyo al profesor analfabeto y también enuncian sus puntos de vista sobre los asuntos discutidos. También se encuentra el personaje Khori-Puma que hace comentarios filosóficos e introduce sus opiniones. Por cierto, si bien esta producción dialógica de cultura (colectiva y verbal) ha sido practicada por los aymaras y quechuas, occidente también la tenía con Sócrates y la mayéutica. Churata menciona al filósofo griego y su método de hacer filosofar a sus discípulos varias veces. Estaba tan impresionado por el método socrático que le puso el título de Mayéutica a otro de los tomos previstos en su enciclopedia. Churata también se pronuncia en contra de sujeto del conocimiento de la epistemología europea en relación con su propia ontología y cosmología. El sujeto de conocimiento europeo es un ser humano, en la mayoría de los casos varón, que se distingue de los animales y naturaleza por su capacidad de pensar. Su adquisición de conocimientos se da a través de un proceso racional que privilegia el sentido de la vista, ya sea en la visión de hechos o en la lectura de documentos. Asociada a esta capacidad humana en la cosmología europea la concepción del tiempo es lineal. En la dimensión temporal los seres humanos nacen, crecen y mueren. Del 530 RESEÑAS, Nº 76 mismo modo, la naturaleza y los animales no razonan, no se comunican y no tienen sentimientos. Sobre estos puntos, Churata sostiene desde una cosmología aymara y quechua que la muerte no significa cancelación, sino que los que mueren se encuentran en otro espacio. En ciertas ocasiones y lugares se puede entrar en contacto con ellos. De allí que el título de su libro alude a los muertos que vuelven o coexisten con el mundo de los vivos. Vivos y muertos no sólo piensan, sino también sienten y conocen, con otros sentidos, como los animales. De esta manera, Churata reflexiona sobre el hombre que no sólo es un animal en cuanto tiene las mismas necesidades básicas, sino también deviene animal cuando pone en juego sus otros sentidos. De allí que habla de conocimientos táctiles, olfativos, aurales, que están asociados con sentimientos y emociones. Para argumentar sobre estos puntos Churata otra vez recurre a la mitología aymara y quechua, inventa personajes míticos y recupera el pensamiento vitalista europeo que rescata la experiencia acumulada a través de los sentidos no visuales. Por último, la publicación de Riccardo Badini de la edición crítica de Resurrección de los muertos hace ver la contemporaneidad del pensamiento de Churata con los precursores del pensamiento descolonial más conocidos, como Franz Fanon y Aimé Césaire. Definitivamente, los tres pensadores leían las mismas fuentes europeas en su lengua original o en traducciones. Mientras que los lugares de enunciación de los dos primeros se ubicaban en el Caribe y sus reflexiones estaban teñidas por los legados de la esclavitud de africanos, Churata lo hacía desde el altiplano andino incorporando las historias, ontologías, epistemologías y cosmologías aymaras y quechuas. Juan Zevallos Aguilar The Ohio State University Carlos García-Bedoya M. Indagaciones heterogéneas. Estudios sobre literatura y cultura. Lima: Grupo Pakarina/ CELACP/ Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, 2012. 292 pp. Carlos García-Bedoya Maguiña ejerce su labor de investigador y profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, donde se formó como uno de los más destacados discípulos de Antonio Cornejo Polar. Es autor de dos libros imprescindibles para el estudio de la literatura peruana: Para una periodización de la literatura peruana (1999) y La literatura peruana en el periodo de la estabilización colonial (2000). A esta importante producción se suma ahora una compilación de los textos publicados durante los últimos veinte años con el título de Indagaciones heterogéneas. Estudios sobre literatura y cultura, dividido en un breve prólogo y cuatro secciones que incluyen veinte ensayos sobre temas fundamentalmente relacionados con problemáticas dentro de la denominada tradición del pensamiento latinoamericano autocentrado (en términos de Françoise Pérus). Forman parte de esta tradición los planteamientos de en- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA sayistas, estudiosos de la literatura, filósofos, teólogos, educadores, historiadores, antropólogos y sociólogos cuyos aportes y trascendencia son imposibles de nombrar y enumerar aquí. García-Bedoya dialoga permanentemente con su tradición; también lo hace con los planteamientos de los maestros sanmarquinos Tomás Escajadillo, Francisco Carrillo y Raúl Bueno y con los planteamientos de sus maestros de la universidad de Pittsburgh como John Beverley y Gerald Martin. No descuida, por supuesto, el diálogo con sus alumnos y sus colegas latinoamericanos. Por la propuesta de construir un dialogismo intercutural, el libro revela claramente su lugar de enunciación que –como dice su autor– no es solamente geográfico, sino y sobre todo geocultural y epistémico. La discutible distinción entre el lugar del enunciado y el lugar de la enunciación no se le puede aplicar porque son uno y lo mismo en su discurso. No obstante, este libro no cierra su horizonte en la literatura peruana y latinoamericana, sino que se abre a otras “Otras indagaciones” (título de la cuarta sección) de tradiciones literarias como la española, que García-Bedoya conoce muy bien, y a lecturas de diferentes zonas del mundo como se puede desprender de un amplio dominio de la teoría y los estudios literarios expuestos con un orden y una claridad sencillamente paradigmáticos, como dice Raúl Bueno en la tapa del libro, es decir, con un lenguaje preciso, claro y directo que se diferencia del barroquismo de libros que haciendo alarde de todo y usando un lenguaje críptico no ha- 531 cen nada más que repetir las ideas de otros. En los estudios de los procesos de la literatura peruana y latinoamericana se evidencia su “preferente inclinación hacia los enfoques panorámicos” (12). De hecho, en la tercera sección denominada Indagaciones peruanas se traza un recorrido que explica muy bien el proceso de la literatura peruana sin descuidar sus reflexiones sobre el canon literario peruano que ha pasado, siguiendo lo planteado por Walter Mignolo, del canon, entendido como las obras maestras o las bellas letras al corpus, entendido como un vasto campo de discursos heterogéneos. La especialización de García-Bedoya se nota claramente en sus lúcidos ensayos sobre el discurso criollo y el discurso andino en la literatura peruana colonial cuyas características explica al detalle; sobre las élites andinas y el renacimiento inca donde analiza y compara El primer Nueva Corónica y Buen Gobierno del indio aristócrata, errante y reclamador Felipe Guaman Poma de Ayala y la Representación verdadera y exclamación rendida y lamentable que toda la nación indiana hace a la majestad del señor rey de las Españas y emperador de las indias, el señor don Fernando VI, pidiendo los atienda y remedie, sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en que están más de doscientos años de fray Calixto Túpac Inca que “era étnicamente mestizo, pero culturalmente un andino” (184); sobre la conquista del Perú en dos obras dramáticas coloniales insertadas plenamente en el ámbito de la ciudad letrada aunque estén escritas en quechua “por clérigos filo-indigenistas, a pedido de la aristocracia 532 RESEÑAS, Nº 76 indígena y para el consumo de ese sector social” (210): la anónima Tragedia del fin de Atahualpa y La conquista del Perú del fraile mercedario Francisco del Castillo, en las que se reconstruye y se reinterpreta la conquista del Perú. Su interés por la literatura peruana del siglo XIX está determinado por el magisterio de Francisco Carrillo y se manifiesta en un análisis iluminador sobre La ciudad de los Reyes de Pedro Dávalos y Lissón. Continúa con un ensayo sobre la denominada novela regionalista o novela de la tierra que entre los habitantes del área andina se manifestó como indigenismo. García-Bedoya, en su ensayo sobre Ciro Alegría, de quien Mario Vargas Llosa ha dicho que es “nuestro primer novelista clásico”, afirma que El mundo es ancho y ajeno es “la novela peruana más importante de todos los tiempos” (233). Además, compara el clásico universal de Alegría con una obra coetánea, similar y representativa de la “novela del nordeste” brasileño como es Vidas secas (1938) de Graciliano Ramos y, en un ámbito mayor, con la novela del turco Yashar Kemal titulada El halcón (1955). En este ensayo se nota claramente el magisterio de tal vez los más destacados estudiosos del indigenismo como lo son Tomás Escajadillo y Antonio Cornejo Polar. Cuando expone sus ideas sobre la trayectoria del vanguardismo peruano hace gala de su conocimiento de la complejidad del proceso de la vanguardia en el Perú que muchas veces es simplificado y reducido al extremo. Para ello dialoga con el planteamiento de Octavio Paz que sostiene que nuestro vanguardismo es al mismo tiempo continuidad y ruptura. La propuesta de García-Bedoya explicada también al detalle contempla a) un vanguardia histórica, b) una posvanguardia y c) una neovanguardia. Finalmente nos presenta una nota sobre la teoría de las generaciones y su aplicación a la literatura peruana del siglo XX. A los teóricos (no a los estudiosos de la literatura) les suele ocurrir que les faltan lecturas de creación literaria, tal vez por eso prefieren realizar lecturas de otras disciplinas afines en las que encuentran placer. Este no es el caso de García-Bedoya que en la segunda sección titulada “Indagaciones latinoamericanas” exhibe un vasto conocimiento de la tradición literaria de América Latina, especialmente de la narrativa a la que le dedica estudios que tienen que ver con su transcurso. Siguiendo esta vez las ideas de Gerald Martin, dice: “Sostenemos que la Nueva Narrativa (o Nueva Novela) y el llamado Boom no son más que expresiones, en el campo de la narrativa hispanoamericana, de una secuencia literaria cuyo impacto ha sido central en toda la literatura de Occidente en el siglo XX, es decir el Vanguardismo, lo que en inglés se suele denominar Modernism” (82). En esta segunda sección se evidencia un enorme interés por colocar en su exacta dimensión los aportes de los novelistas anteriores al “Boom” (Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, por ejemplo) como antes lo había hecho con Ciro Alegría para el caso peruano. En esta sección aparece un ensayo categórico sobre los derroteros por los que transitan los estu- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA dios literarios latinoamericanos desde 1972 hasta 1992, donde destaca, entre otros, los aportes de la crítica fenomenológica de Félix Martínez Bonati y Alberto Escobar; la historia literaria y la relación entre literatura y sociedad desarrolladas por Antonio Cándido; la estilística, el estructuralismo, la crítica genética y la teoría de los actos de habla desarrollados por Ana María Barrenechea; la combinación de historia, biografía y crítica literaria que realiza Octavio Paz; la sensibilidad estética y vasta información de Emir Rodríguez Monegal; la deconstrucción moderada combinada con instrumentos más tradicionales provenientes de la filología y la historia en las ideas de Roberto González Echevarría; la crítica de inspiración marxista de Roberto Schwarz; los planteamientos no suficientemente divulgados de Antonio Cornejo Polar y Ángel Rama; el desplazamiento hacia los estudios culturales de Beatriz Sarlo; el reclamo urgente de hacer una teoría literaria latinoamericana de Roberto Fernández Retamar; y los aportes a la teoría de recientes latinoamericanistas como Walter Mignolo y Luiz Costa Lima. Una constante recorre las “Indagaciones teóricas” (título de la primera sección del libro). Me refiero a su preocupación por el diálogo asimétrico norte-sur y por el reto de potenciar el diálogo sur-sur. Así reflexiona sobre el impacto de los Estudios Culturales en América Latina, que si no cuestionan las relaciones de poder, entonces no sirven de mucho. En efecto, el investigador sanmarquino rescata el planteamiento original de Raymond Williams que sostiene que los cam- 533 bios sociales trascendentes no pueden ser sólo políticos y económicos, sino también y sobre todo cambios culturales, es decir, cambios de mentalidades, de valores, de ideas y de sensibilidades. Por ello, García-Bedoya cuestiona ciertas versiones del culturalismo posmoderno que sólo están interesadas en los discursos, los lenguajes, los sistemas simbólicos y descuidan la relación con prácticas o instituciones sociales (19). Es contundente el argumento según el cual el reduccionismo en que han caído los Estudios Culturales se debe a que han perdido el horizonte de la totalidad. En efecto, “La totalidad sigue siendo un horizonte epistemológico necesario para la reflexión social” (20), especialmente en sociedades conflictivas, contradictorias, problemáticas o heterogéneas como las nuestras. Por eso, le parece imprescindible retomar esta categoría desde tres esferas o perspectivas distintas entre las que existen múltiples interrelaciones: la esfera del poder o esfera pública, la esfera de la producción o esfera económica y la esfera cultural. Los Estudios Culturales están redefiniendo los campos disciplinarios y los que se inscriben dentro de esta disciplina transdisciplinaria, antidisciplinaria o interdisciplinaria deben integrase a proyectos y equipos interdisciplinarios, propiciando diálogos multidisciplinarios para asumir una perspectiva transdisciplinaria. Esto pone el dedo en la llaga puesto que no son serios aquellos Estudios Culturales realizados por personas o equipos monodisciplinarios, narcisistas o ególatras que creen estar en la capacidad 534 RESEÑAS, Nº 76 de conocerlo todo o se creen con la licencia de usar aparatos teóricos de otras disciplinas sin rigor (25). A los que provenimos del campo de los estudios literarios nos hacen falta ejercicios de “abajamiento”, una dosis de humildad intelectual que nos permita reconocer nuestras limitaciones disciplinarias y, paradójicamente, el reconocimiento del saber del otro. En todos los ensayos que conforman este libro hay un interés manifiesto por rescatar “Categorías latinoamericanas para una mundialización intercultural”, categorías teóricas diseñadas desde América Latina para dar cuenta de nuestra compleja problemática. Así, GarcíaBedoya discute y cuestiona la división internacional del trabajo intelectual vigente, de raíz eurocéntrica, que margina los aportes de los intelectuales de América Latina. En efecto, en América Latina es pertinente referirse a la coexistencia conflictiva, a las superposiciones, a los cruces, a las hibridaciones, a las superposiciones, a las mezclas y a los mestizajes de una realidad a todas luces heterogénea. Pero, no por exaltar la fragmentariedad y la diseminación debemos abandonar la perspectiva de la totalidad como horizonte epistemológico que nos permita comprender las múltiples interrelaciones que configuran la vida social. No tomar en cuenta el horizonte de la totalidad contradictoria implica consentir la moda intelectual posmoderna. Aparte de evidenciar los aportes fundamentales de Ángel Rama (transculturación y ciudad letrada), Antonio Cándido (sistemas literarios) o Néstor García Canclini (culturas híbri- das), García-Bedoya resalta muy especialmente el pensamiento seminal de Antonio Cornejo Polar (heterogeneidad, totalidad contradictoria, sujeto migrante) que ha dejado huellas en los escritos de intelectuales como Aníbal Quijano, David Sobrevilla, José Antonio Mazzotti o el propio Carlos GarcíaBedoya. Pero no crean que el profesor sanmarquino concuerda con todos los planteamientos de los intelectuales con los que dialoga; muchas veces corrige y cuestiona con argumentos irrefutables los planteamientos de sus interlocutores. Ese es el caso de Walter Mignolo, quien en su artículo “Herencias coloniales y teorías poscoloniales” plantea tres tipos de experiencias coloniales: a) colonias de asentamiento (Estados Unidos), b) colonias de asentamiento profundo antes de 1945 (Perú) y c) colonias de asentamiento profundo después de 1945 (India). Mignolo sostiene que de las distintas experiencias coloniales han surgido distintas prácticas teóricas. Así, a las colonias del primer tipo le corresponde una teorización o razón posmoderna propia de los países centrales y a las colonias del segundo y tercer tipo una teorización o razón poscolonial propia de los países periféricos o del tercer mundo. García-Bedoya cuestiona estas “denominaciones poco afortunadas” de un latinoamericano que trabaja en la academia norteamericana paradójicamente por no haber tomado en cuenta la ineludible propuesta de Darcy Ribeyro, por no aclarar a qué tipo de asentamiento y de profundidad se refiere y por homogenizar el pensa- REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA miento diverso del tercer mundo. Pues es evidente que no es lo mismo la experiencia colonial de la India y la experiencia colonial del Perú. Mignolo posteriormente corrigió su postura diferenciando los diferentes tipos de colonialismo del tercer mundo y llamando “posoccidentalismo” a las prácticas teóricas del colonialismo de asentamiento profundo antes de 1945 y “razón poscolonial” a las prácticas teóricas del colonialismo de asentamiento profundo después de 1945. El estudioso sanmarquino sostiene que esta homogeneización tal vez explique “los intentos mecánicos de aplicar a la experiencia colonial latinoamericana las teorizaciones elaboradas por exponentes de los estudios subalternos de la India, configurando una especie de estudios subalternos latinoamericanos epigonales respecto a los teóricos de la India y poco atentos a la especificidad de nuestra herencia colonial” (54). Pero no se queda en el nivel de la crítica no propositiva y, asumiendo la tripartición planteada por Mignolo, propone denominar respectivamente a los tres tipos de colonias: a) colonias de transplantación caracterizadas por una homogeneización cultural y étnica de raíz europea y por el casi exterminio de los pueblos y culturas nativas, b) colonias de implantación donde la penetración cultural y étnica europea es muy importante, pero no al punto de homogeneizar “el tejido cultural y social” de modo que todavía sobreviven las culturas y las etnias nativas que experimentan los procesos de transculturación y c) colonias de superposición caracterizadas por el sometimiento al do- 535 mino imperial europeo, pero que no experimentaron una penetración intensiva de la cultura europea. García-Bedoya ha sumido ya desde hace mucho tiempo una posición contraria a lo que acertadamente llama monologismo teórico monopólico, concierto académico globalizado u occidentocentrismo exclusivista y excluyente que nos convierte en productores de materia prima que luego es transformada en productos teóricos de validez general en el hemisferio norte (el famoso efecto Nescafé). Por eso, y apoyado en los planteamientos de Mijail Bajtín y de Edward Said sobre el humanismo, nos propone una epistemología dialógica intercultural. Por todas las razones expuestas que no hacen más que esbozar tímidamente la riqueza y complejidad de las propuestas de García-Bedoya, este libro resulta imprescindible para cualquiera que esté interesado en escuchar la propuesta de un investigador inscrito dentro de la denominada tradición del pensamiento latinoamericano autocentrado (que delata un lugar de enunciación) y que quiera contribuir a consolidar una epistemología dialógica intercultural. Dorian Espezúa Salmón Universidad Nacional Mayor de San Marcos