Música y artes escénicas
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Música y artes escénicas
Vida Cultural Columna La gratitud de Racine por Rodolfo M. Fattoruso Jean Racine, cuando adolescente, fue discípulo de las escuelas de Port Royal y cuando se retiró volvió al lugar y se convirtió en un fervoroso defensor de su causa contra los poderes de la época, a los que el dramaturgo había servido con señalados reconocimientos. Testimonio de esa gratitud es el ensayo que escribió Abrégé de l’histoire de Port-Royal (La Table Ronde, París, 1994), obra destinada a descargar de acusaciones injustas a esa comunidad tan fuertemente desprestigiada por ciertos elementos que tomaban la religión como escenario de sus luchas sórdidas por el poder. Había algo en el aire de Port Royal —en sus oficios, en sus serenas meditaciones, en los rezos, en las austeridades y privaciones— que llamaba al encuentro de cada alma con su propio centro, con el eje de su identidad. En el esquema de la apropiación barroca de la realidad, Port Royal representa para Racine la antítesis de la vida mundana, corrompida, elegante, dada a la vistosidad, al lujo, a los excesos y a la ostentación. Esa variedad de frugalidades que solo conducen al anonadamiento del alma encuentran no siempre un escollo y una callada acusación a las miserias del siglo; en algunos corazones también es posible que en su desesperación o en su toma de conciencia vean en la pobreza de las afamadas religiosas un consuelo y tal vez una esperanza, sino ya para este al menos para el otro mundo. Sin querer disimular la emoción que le produce la imagen que ha ido componiendo de la historia de ese lugar que siente tan propio, Racine explica: “¡Cuántas personas que conocieron el interior del monasterio encontraron en ello razones de construcción personal. ¡Qué paz! Qué silencio! ¡Qué caridad! ¡Qué amor por la pobreza y la mortificación. Un trabajo sin respiro; una plegaria continua; ninguna ambición salvo para los empleos más difíciles y humillantes; ninguna impaciencia en las hermanas, ninguna extravagancia en las Madres; la obediencia siempre pronta y la orden siempre razonable”. Es por ello que ciertas familias dieron su entusiasta apoyo material a la límpida obra que llevaban estas monjas. Así tenemos el caso ejemplar de la duquesa de Luynes, que convenció a su esposo (hijo de un favorito de la corte de Louis XIII) de construir un pequeño chateau y albergues especiales para las religiosas que colmaban las humildes habitaciones en la vecindad inmediata de Port-Royal des Champs. Su propósito era imitar, contagiarse de la vida de aquellas puras mujeres y terminar sus días, como ocurrió, acorde a la fe que tanto la embargaba. No pudo realizar su sueño, murió antes de ver ambas obras culminadas. Pero su legado quedó como patrimonio de la institución, que luego acogería con gratitud y orgullo, en calidad de religiosas, a dos hijas. Dice Racine que “muchas personas de calidad venían a retirarse a Port Royal para buscar a Dios en el sosiego de la soledad y también para participar de las plegarias de estas santas hijas”. Pero no todas tenían la suficiente entereza como para hacer frente a la realidad sincera de la fe; como es el caso de la marquesa de Crèvecoeur, quien con toda largueza hizo una donación de 80 mil libras (la diócesis de un obispado relativamente mediano como el de Verdum recibía por concepto de diezmo anualmente cerca de 76 mil libras al año, en contraste con París, que estaba en torno a las 200 mil libras). Esta mujer quiso confundir donación con compra, vocación con impostura social. Esas 80 mil libras de la marquesa se emplearon parte en caridad, parte en afrontar deudas y el resto a construir edificios que la dama entendía necesarios para la misión. Conforme a lo que dice Racine, la dama “no tenía otra pretensión que vivir el resto de sus días en Port Royal sin hacer los votos; pero al poco tiempo se le ocurrió ser religiosa. Se la asignó, pues, al noviciado y fue sometida a las mismas exactas pruebas que las otras novicias”. Al parecer, cuando expiró ese lapso reclamó que fuera debidamente investida. Pero las autoridades y las maestras asignadas que siguieron su trayectoria en el lugar coincidieron en que ella carecía de vocación, que no podía acceder a una dignidad de servicio para la que realmente no había sido llamada. Su reacción confirmó las reservas de Port-Royal: apenas se enteró del impedimento, reclamó las 80 mil libras una sobre otra, sin consideración ni piedad. Y aun cuando las religiosas tenían razones abundantes como para haberse cobrado bastante sino todo de aquello que la marquesa había dado a la causa, se las ingeniaron —endeudándose, vendiendo propiedades— para entregarle la totalidad de la vil suma en presencia de un notario, tomando como testigo a un consejero del Parlamento, de modo que se aventara cualquier suspicacia al respecto. Hasta ese extremo fueron delicadas aquellas religiosas que más tarde fueron maltratadas por el poder y a las que Racine, en su inmensa gratitud, rinde tributo con su buen libro. BUSQUEDA ■ Jueves 30 de julio de 2015 ■ Pág. 40 Obra inédita de José Gurvich en el Auditorio del Sodre Melodía de colores y formas Hay violines y bailarinas, músicos en cerámica y músicos en bocetos. Hay dibujos constructivistas y bosquejos de vestuario y de escenografía. Doce obras del artista José Gurvich, diez de ellas exhibidas por primera vez, integran la muestra Música y artes escénicas, que se expone, hasta fin de año, en el entrepiso de la platea baja del Auditorio del Sodre. Allí aparece un Gurvich poco difundido: es el pintor, es el músico, es el hombre vinculado al teatro y a las diversas formas del arte. “Gurvich quiso plasmar en forma visual una relación entre la pintura y la música, buscando que de sus obras fluyeran notas musicales que llegaran directamente al alma del público, como lo logra con mucho éxito la buena música”, escribió su hijo Martín Gurvich en una nota informativa que acompaña la exposición. Desde muy joven este artista estudió violín con el maestro David Julber. Luego ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, bajo la dirección de José Cúneo, y años después se vinculó al Taller Torres García, del que fue alumno hasta su cierre. Pintor, ceramista y profesor de arte, Gurvich se convirtió en uno de los referentes internacionales de las formas constructivas. Expuso en Italia, Israel y en Nueva York, donde murió tempranamente en 1974, cuando tenía 47 años. Había nacido en un pueblo de Lituania en 1927, y su familia había emigrado a Uruguay a comienzos de los años 30, cuando él era un niño pequeño. “Nunca abandonó del todo el violín. Quería que los cuadros transmitieran el pensamiento y el sentir del artista. Estudió también con el músico y compositor León Biriotti, en estos momentos en el tapete por su ópera Rashomon. Con él discutía si se podía transmitir a través de las artes plásticas el poder de la música. Biriotti era pesimista y Gurvich optimista. Él quería que el público vibrara viendo una obra de arte, igual que lo hacía escuchando una composición musical. Y creo que muchas veces lo logró. No se pasa indiferente frente a un Gurvich, siempre algo toca de la fibra humana”, comentó a Búsqueda Joaquín Ragni, custodio de la obra del artista en la Fundación Gurvich. Las artes escénicas fueron otras de sus áreas de interés. Gurvich se vinculó con el teatro independiente y con la Comedia Nacional en los años 60. “Debe de haber hecho como diez retratos de Estela Medina, entre dibujos y óleos”, comenta Ragni. Dos de esos retratos se exhiben en el Teatro Solís en una sa- la que lleva el nombre de la actriz. Gurvich también ilustró programas de obras de teatro. Un ejemplo se incluye en esta muestra y es el programa de la obra Mini la cándida, del Club de En sus óleos, Gurvich bosquejó escenografías sobrias con líneas curvas que representan sillas y mesas. Todo tiene un cierto movimiento, con una media luna brillante en el fondo. Boceto de músicos (lápiz y tinta sobre papel) Teatro, para el que Gurvich hizo un dibujo constructivista. “ Rober to Fontana ha contado que lo invitaban a integrarse a los grupos de teatro para que pensara la escenografía y los vestuarios. Esa relación es muy linda. Todavía hay que profundizar en la información porque aún no se sabe para qué espectáculos pensó la escenografía”, dice Ragni. Por otro lado, hay dibujos a lápiz y tinta sobre papel, que tienen a músicos con diferentes instrumentos como protagonistas. Desde diciembre de 2013, el Museo Gurvich se encuentra cerrado, pero para este año está pensada su reapertura. Martín Gurvich, hijo del artista y director del museo, compró una casa antigua en la Peatonal Sarandí, entre Itu- zaingó y Treinta y Tres, y la dio en préstamo a la Fundación para que allí funcione el museo. El proyecto de reciclaje de la casa está a cargo del arquitecto Rafael Lorente, quien también integra la Fundación y fue alumno de Gurvich en su taller del Cerro. “Tenía esperanzas de inaugurar la planta baja en agosto o setiembre, pero no sé si podremos”, explica Ragni. “Para la inauguración tendremos una sorpresa porque instalaremos un gran mural de Gurvich que hasta ahora permanecía en la planta baja del BPS frente a la Plaza Matriz. Parece como si Gurvich lo hubiera pensado para su museo porque mide 17 metros y medio y tenemos 20 metros de fondo. Entra justito”. “Mi arte no es un testimonio realista, es lírica, es cuento, es algo que debo cantar, y la melodía inventar hasta que se convierta en un cuento cantado con colores y formas”, dice un texto del artista que se exhibe en esta muestra. Hay que ir al Auditorio y escuchar, entre tanta buena música, la que Gurvich también pintaba. Silvana Tanzi Destacados Guitarra improvisada Un capo. El guitarrista norteamericano de jazz-rock Wayne Krantz, maestro en el arte de la improvisación, tocará por primera vez en Montevideo el sábado 8 en la sala Zavala Muniz, en el marco del ciclo de Jazz Tour. Seguidor de Joe Pass, George Benson, John McLaughlin, Pat Metheney y Mike Stern, entre otros ases, desde su debut en 1990 ha recibido constantes elogios. Ha tocado con Chris Potter, los hermanos Brecker, Billy Cobham, John Patitucci y Steely Dan, en cuya banda estable fue uno de los puntales, hasta que se concentró en su carrera solista, afincado en Nueva York, con diez discos en 20 años. Junto a la cantante de jazz argentina Gabriela Anders, Krantz emulará su último disco, Good Piranha, Bad Piranha (Abstract Logix, 2014), grabado en estudio pero 100% improvisación. El mismo día a las 17 ofrecerá el workshop El arte de la improvisación. Entradas a $ 700 (show), $ 300 (clínica) y $ 800 (ambos). ●● Arobba Epifanía. El ciclo Montevideo Danza 2015 presenta a la coreógrafa uruguaya Andrea Arobba, una de las principales creadoras de danza contemporánea de la actualidad, en Epifanía, su nuevo espectáculo definido como “una exploración del espacio y el movimiento a través de las herramientas del aikido”. Serán 12 intérpretes en escena con música original de Pablo Casacuberta, el martes 4 y miércoles 5 a las 20.30 en la Zavala Muniz, con entradas a $ 350 en Tickantel. ●● Cabrera x 2. Con las 800 localidades de la sala Campodónico de El Galpón agotadas para el viernes 7 a las 21, se agregó una segunda función de Cabrera canta Mateo y Darnauchans, el mismo día a las 23, con entradas en Red UTS de $ 460 a $ 810. El concierto contará con Edú “Pitufo” Lombardo en la percusión. ●● EMAD. El martes 4 de 9.30 a 13 la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático ofrecerá su jornada anual de puertas abiertas a todos los bachilleratos artísticos del país, con clases en el escenario del Teatro Solís y presentación de sus dos carreras, Actuación y Diseño Teatral. Entrada libre. ●● Mateo reeditado. El sábado 1º de agosto a las 19 se presentará en Somos Sonido (Baldomir 2420) la nueva edición de Razones locas: el paso de Eduardo Mateo por la música uruguaya, de Guilherme de Alencar Pinto, un libro editado en 1994 que contribuyó a valorizar en toda su dimensión la figura del autor de Yulelé. Esta cuarta edición corregida y aumentada, a cargo del sello Perro Andaluz, será presentada por el autor junto a Jaime Roos, responsable de la selección y notas del díptico Mateo clásico, editado ese mismo año por Sondor. El músico Gonzalo Gravina interpretará pasajes de su disco Mateo para piano.