Acudamos a la intercesión de nuestro Padre Fundador para que

Transcripción

Acudamos a la intercesión de nuestro Padre Fundador para que
Acudamos a la intercesión de nuestro Padre Fundador para que
durante este año de la Fe crezca nuestro amor y vivencia de la la
Eucaristía, “Misterio de nuestra fe” y cada una podamos identificarnos
con ese Corazón Eucarístico de Jesús siendo “mujeres eucarísticas”
como nuestra Madre la Virgen Santísima.
A…M…D…G
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se funden en el Verbo Encarnado. ¿Oís ese grito que a través de
diecinueve siglos se transmite hasta nosotros? Es el testamento del
Amor.” (C3L2N11)
Decíamos al principio que con motivo de este aniversario de la
Ordenación Sacerdotal de nuestro Padre Fundador queríamos darle gracias a
Dios por su sacerdocio y fomentar nuestro deseo de imitarle con las reflexiones
sobre su vivencia del lema en el que podemos ver matices eucarísticos.
Toda la vida del Padre Fundador fue un intento continuo de vivir su
Misa de cada día y cada una de nosotras estamos llamadas a ser y vivir como
mujeres eucarísticas a imitación de nuestra Madre la Virgen a quien tanto amó
nuestro Padre Fundador, por eso quiero terminar con las palabras que les decía a
las primeras hermanas:
“Después de estos puntos de meditación, nos puso un ejemplo
hermoso para que nos sirviese de estimulo a ser siempre todas de
Jesús:
Esa lámpara que arde constantemente junto al Sagrario, está
hablando a nuestra alma y nos dice: Mira, alma que me contemplas,
toda mi existencia la empleo en el servicio de Dios, y desde el momento
en que encienden y me colocan en la presencia de Jesús Sacramentado,
estoy ardiendo, ardiendo de día y de noche, hasta consumir la última
gota de aceite que es la que me da vida, empleando toda ella en
obsequio del Divino Prisionero y, con esto estoy diciendo a tu alma que
tu vida es también una lámpara, que la enciende Jesús en el momento
que recibiste el santo Bautismo y desde entonces debía haberse
consumido todos lo momentos en el servicio de ese Dios a quien le
pertenezco por completo. Pero si has tenido la desgracia y la
ingratitud de emplear esa luz de la vida en las cosas del mundo y has
dejado a Jesús. Ahora te llama de nuevo el Amante Jesús, así que ven,
sí, ven a sus pies y dile con toda el alma, que desde este momento, le
entregas tu corazón para que sea un lamparita que esté siempre es su
presencia y que tu vida se vaya consumiendo, cumpliendo siempre los
deseos y gustos de Jesús, hasta exhalar el último suspiro”. (Una Obra al
servicio de la Redención)
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Nuestra fe vivida en Comunidad. Muchas de estas reflexiones
que estamos
haciendo las tenemos expresadas en
nuestras
Constituciones “toda Comunidad de Esclavas de Cristo Rey es una
comunidad de fe, y es especialmente en la Eucaristía donde nos
reunimos para celebrar nuestra fe común.
Durante la Misa, renovación perpetua en la Iglesia del
sacrificio único del calvario, Cristo mediador nos impulsa a ofrecernos
con El y a entregarnos como hostias vivas a la voluntad del Padre
El centro de nuestra comunidad religiosa es la celebración
Eucarística. Fortalecidas en este banquete pascual, en el cual se recibe
como alimento a Cristo y por este sacrificio de Cristo, de donde nace
una especial presencia suya entre nosotros, somos de nuevo hijos en el
Hijo, lo que constituye el fundamento de nuestra comunión fraterna en
Cristo y por Cristo y nos abre la fuente de toda santidad y de toda
acción apostólica.
Hemos de participar cada día en la Eucaristía con una liturgia
tan viva y piadosa como sea posible.” (Constituciones Nº70-72)
Nos dice el Papa: “El don de Cristo y de su Espíritu que
recibimos en la comunión eucarística colma con sobrada plenitud los
anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo
tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación
común en la misma mesa eucarística, a niveles que están muy por
encima de la simple experiencia convival humana… A los gérmenes de
disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana muestra
tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la
fuerza generadora de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía,
construyendo la iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre
los hombres.”(La Iglesia vive de la Eucaristía 24)
DON PEDRO LEGARIA
UN SACERDOTE SEGÚN EL CORAZÓN DE DIOS
«Os daré pastores según mi corazón» (Jer 3, 15).
Introducción. Con estas palabras del profeta Jeremías Dios
promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo
congreguen y lo guíen: «Pondré al frente de ellas (o sea, de mis ovejas)
Pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni
asustadas» (Jer 23, 4).
La Iglesia, Pueblo de Dios, experimenta siempre el
cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da
continuamente gracias al Señor. Sabe que Jesucristo mismo es el
cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la promesa de Dios: «Yo
soy el buen Pastor» (Jn 10, 11). Él, «el gran Pastor de las ovejas» (Heb
13, 20), encomienda a los apóstoles y a sus sucesores el ministerio de
apacentar la grey de Dios (cf. Jn 21, 15ss.; 1 Pe 5, 2).
Y nuestro Padre: “Al espíritu de división opone el Corazón de
Jesús su inmensa caridad, su ardiente deseo de unidad. El nos
reconcilió y unió con su eterno Padre y con todos los hombres.
Instituyó la Sagrada Eucaristía donde los hombres se unen, se sueldan,
En el prefacio de la Misa Crismal la Iglesia nos dice estas
palabras, donde podemos ver que todo sacerdocio es participación en el
único Sacerdocio de Cristo: «Constituiste a tu único Hijo Pontífice de
la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y
determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único
sacerdocio. Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo
su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a
hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en nombre de Cristo el
sacrificio de la redención, y preparan a tus hijos al banquete pascual,
donde el pueblo santo se reúne en tu amor, se alimenta de tu palabra y
se fortalece con tus sacramentos. Tus sacerdotes, Señor, al entregar su
vida por Ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a
Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor»
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“Los presbíteros son, en la Iglesia y para la Iglesia, una
representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman
con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de
ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la
Penitencia y la Eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, el
cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y
conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu. En una palabra,
los presbíteros existen y actúan para el anuncio del Evangelio al
mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo,
Cabeza y Pastor, y en su nombre” PDV
Sacerdote para siempre. El día 20 de diciembre se cumplirán
110 años de la Ordenación Sacerdotal de nuestro Padre Fundador y con
ese motivo queremos hacer unas reflexiones que nos ayuden a dar
gracias a Dios por el don del sacerdocio ministerial y muy
especialmente por el don concedido a D. Pedro Legaria, llamado por
Dios para ser testigo de su poder que actúa en la debilidad de los
hombres, consagrado para la salvación de todos, siendo sal de la tierra
y luz del mundo.
Nuestro Padre amó entrañablemente su sacerdocio y lo vivió
hasta sus últimas consecuencias, podemos constatarlo en sus apuntes de
Ejercicios y en los numerosos testimonios recogidos. Cada una tenemos
mucho que aprender de él y debe ser para nosotras un modelo a imitar;
aunque conocemos muchos aspectos de su vida siempre podremos
profundizar en ellos.
Sabemos que amaba con delirio la Eucaristía, al Corazón de
Jesús y a la Virgen y quizá este momento de la historia, con motivo del
recuerdo de su Ordenación Sacerdotal, nos esté llamando a profundizar
en el cómo de esa vivencia suya de estas realidades, para aprender de él
e imitarle.
Me gustaría hacer estas reflexiones acercándome mucho al
corazón de Don Pedro para sintonizar con él y poder captar lo que
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Actitud de fe. Por gracia de Dios se nos concede vivir un año
dedicado a profundizar en la Fe y María es Modelo para nosotras en
esta vivencia de Fe, cuando la encíclica habla de la fe de la Virgen dice
estas palabras: “En cierto sentido, María ha practicado su fe
eucarística antes incluso de que fuera instituida, por el hecho mismo de
haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del verbo de Dios.
La Eucaristía mientras remite a la pasión y la resurrección está al
mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. Maria concibió en la
Anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y
su sangre, anticipando en si lo que en cierta manera se realiza
sacramentalmente en todo creyente que recibe en las especies del pan y
del vino, el cuerpo y la sangre del Señor”
Y el Papa hace una aplicación a nuestra vida de una forma
bellísima y quiero decirle con sus mismas palabras: “Hay, pues una
analogía profunda entre el Fiat pronunciado por María a las palabras
del ángel y el Amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el Cuerpo
del Señor, a María se le pidió creer que quien concibió “por obra del
Espíritu Santo” era el Hijo de Dios. En continuidad con la fe de la
Virgen, en el Misterio Eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús,
Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser
humano-divino en las especies de pan y de vino” (La Iglesia vive de la
Eucaristía 55)
Pidamos a nuestro Padre Fundador que especialmente en este
año de la fe vivamos esto conscientemente, que cada vez que decimos
amén al recibir a Jesús en la comunión nos demos cuenta que creemos
que Jesús es el Hijo de Dios, encarnado para redimirnos y hacernos
hijos de Dios, que al recibirle acogemos en nuestro corazón todo su
poder, su misericordia, su amor, sus sentimientos y actitudes, su cariño
hacia el Padre y hacia cada uno de nosotros y otro montón de realidades
que nuestra superficialidad nos hace descuidar y olvidar pero que la fe
descubre a la mirada de nuestro corazón.
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nacido en tierras de infieles, y muchas, muchas más, pensar ahora en
las que os ha concedido a cada una de vosotras:
Os ha colocado Dios en un pueblo cristiano y viendo ejemplos
fervorosos. Cuántas veces habéis oído la palabra de Dios, y mil y mil
exhortaciones para el adelanto en la virtud. La gracia especialísima de
los Santos Ejercicios; y en ellos de qué manera hablaba Dios a vuestro
corazón, recordad los consejos y enseñanzas de vuestro director
espiritual, (…) después los buenos ejemplos de vuestras amigas, los
sentimientos y fervorosos propósitos que habéis formado en las
meditaciones, y las mil y mil veces que Dios ha hablado a vuestro
corazón. Y así ir pensando vosotras en las muchas gracias que os ha
concedido Dios nuestro Señor. (Una Obra al Servicio de la Redención)
En este último año el Papa Benedicto XVI ha estado dando las
catequesis de los miércoles sobre el tema de la oración y hablando de
las cartas de San Pablo decía que: “Ahora bien, aunque de por si es
normal que en la oración pidamos algo, no debería ser exclusivamente
así. También hay motivos para agradecer y, si estamos un poco atentos,
vemos que de Dios recibimos muchas cosas buenas: es tan bueno con
nosotros que conviene, es necesario darle gracias. Y debe ser también
oración de alabanza, si nuestro corazón está abierto, a pesar de todos
los problemas, también vemos la belleza de la creación, la bondad que
se manifiesta en su creación. Por lo tanto, no sólo debemos pedir, sino
también alabar y dar gracias; sólo de este modo nuestra oración es
completa”. (Catequesis 20 de Junio 2012)
Para profundizar en esta actitud de acción de gracias sigamos
pidiendo muchas veces “conocimiento de tanto bien recibido…” nuestra
pequeñez nos impide caer en la cuenta de los muchos regalos que
continuamente recibimos de Dios y la Eucaristía es el más grande de
todos porque es Jesús Dios y Hombre verdadero el que se entrega a cada
uno de nosotros, las palabras de San Juan de “tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo…”se hacen realidad en cada comunión eucarística.
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querría decirnos en estos momentos, porque ciertamente desde el cielo
sigue siendo nuestro Padre Fundador y su mayor deseo es que
crezcamos en nuestra vida de oración, de identificación con Jesús y en
el amor y fidelidad a la vocación recibida.
Don Pedro fue y sigue siendo Sacerdote, y un enamorado del
Corazón de Jesús y de la Eucaristía, en varios escritos une ambas
realidades con la expresión “Corazón Eucarístico de mi Amoroso
Salvador.” Sabemos también por numerosos testimonios que para él la
celebración de la Misa era de una gran importancia.
“La gente quedaba impresionada cuando le veían celebrar la
santa Misa, por su recogimiento y devoción”.
“En la celebración de la Misa había algo en él que llamaba la
atención por su reverencia, delicadeza en la exactitud de las
ceremonias, se veía que vivía aquello que celebraba”.
“Su fe en la Eucaristía era tan grande que le oí decir que daría
su vida por confesarla y defenderla ante cualquiera. Era un sacerdote
de fe profunda y robusta como una roca. El amor que tenía a este
sacramento del altar era ardentísimo y a ese amor se unía el deseo de
hacerle amar y un incansable celo por la gloria de Dios y la salvación
de las almas”.
Quizá pueda ayudarnos a comprender y ahondar en su amor a la
Eucaristía el constatar que ya desde el principio de su ordenación
sacerdotal tenía una idea muy clara de la dignidad del sacerdocio
ministerial, la grandeza de la Eucaristía y de la maravilla del
Sacramento de la Reconciliación.
En un sermón predicado en Tartanedo en el año 1903 en la
primera Misa de un compañero, cuando solo tenía 25 años y hacia muy
poco tiempo que había sido ordenado, vemos expresado lo que Don
Pedro tenía en su mente y en su corazón:
“…Contemplemos esa doble potestad que el sacerdocio obtiene
sobre el cuerpo real y místico del hombre Dios ¡qué de magnificencias
y prodigios! ¡Qué de maravillas y encantos no envuelve bajo el primer
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concepto esa divina institución! Un portento mucho más
extraordinario, un fenómeno incomparablemente más inexplicable que
la creación del universo, se verifica sobre el ara santa a la voz del
sacerdote cristiano. Dios en el principio de los tiempos dijo: “Hágase
el cielo”, y el cielo apareció tachonado de numerosos globos, de
gigantescos planetas, de deslumbrantes estrellas. Dijo: “hágase la
tierra” y la tierra saliendo del caos, se deja ver rica en producciones
de todo género. Pero ¿a dónde voy yo? ¿Qué intento? ¡Ah! Nada de
esto, ni la sucesión periódica de los tiempos, ni el cambio armónico de
las estaciones, ni la resolución constante y uniforme de los cuerpos
celestes, ni cuanto en esa obra de la omnipotencia hay de más
admirable y portentoso, iguala el prodigio que el sacerdote católico
realiza todos los días sobre el altar en virtud de las palabras de la
consagración.
Él habla y a su voz el cielo y la tierra y los abismos y la
naturaleza y la gracia, todo se pone en movimiento, todo obedece,
incluso el mismo Dios usando de la frase de S. Agustín, él habla y las
leyes de la creación suspenden su curso, y el orden primordial de las
causas, y de los efectos se trasforma, y el pan cesa de ser pan, y el vino
no es ya más vino. Callen, pues ante tamaña maravilla los Josué a cuyo
mandato obedecería un día el sol ante los pabellones de Gabaón; los
Moisés cuya misteriosa vara hería los peñascos y abría fuentes de agua
cristalina en los desiertos; los Elías cuya voz evocaba del sepulcro los
muertos. Y ¿qué decir de la potestad que ejerce sobre el cuerpo místico
de Jesucristo que es la Iglesia? Razón orgullosa, anonádate en
presencia de lo que no llegas a comprender. Sabiduría carnal,
enmudece a lo que tanto dista de tus menguados principios.
El sacerdote es el depositario de las llaves del cielo; vive en el
tiempo y su poder alcanza hasta la eternidad; colocado está en la
esfera limitada, y sus dedos tocan lo infinito; es hombre y obra como
Dios; sus manos atan o desatan, abren o cierran, retiene o perdonan,
sin que el cielo anule lo hecho en la tierra por el ministro de la
reconciliación, “cuanto atareis en la tierra, atado quedará en el cielo,
cuanto en la tierra desatareis, desatado quedará en el cielo”. Ahí está
procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la
manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a
Dios" (S. Ireneo, hacer. 4, 20, 7). El fin último de la creación es que
Dios, "Creador de todos los seres, se hace por fin 'todo en todas las
cosas' (1 Co 15, 28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra
felicidad" (N 294)
En el diario de M. Aurea el Padre habla continuamente de
dar gracias a Dios, en estos párrafos encontramos algo de lo quiere
inculcarnos.
“Y si no puedo hacer nada por mí sola en cuanto a la vida del
cuerpo, ¿qué diré en cuanto a la vida del alma? ¡Yo no tengo más que
pecados e ingratitudes! ¿Pero el buen Jesús qué es lo que ha puesto en
mi alma? ¡Qué gracias me ha concedido! Todo por el amor grandísimo
que Él tiene a esta miserable criatura. ¡La gracia de la redención! Esto
llena de asombro y admiración. ¡Que todo un Dios haya querido
hacerse hombre, y morir en una cruz por salvarle! Este amor inmenso
no lo podemos comprender. ¡Cuánto le hemos costado a nuestro Jesús!
Y si éste sólo pensamiento debía movernos a amar a Jesús con
todas nuestras fuerzas, ¿qué tenemos que hacer al pasar la vista por las
gracias sin número que nos ha concedido y está regalándonos cada
día? Sin detenernos ahora a las gracias generales de creación,
conservación, santos Sacramentos, preferencia a tantas almas que han
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También el Catecismo nos pone este párrafo de San Agustín
“…Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder
y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu
creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su
condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de
que tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña
parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello,
haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has
hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti
(S. Agustín, con. 1, 1, 1). (N30)
Si pensamos en nuestros Votos es esto mismo, porque los Votos
son la expresión de la entrega de toda nuestra vida y esta actitud de
ofrecimiento de María lo revivimos cada mañana cuando en el
ofrecimiento de obras decimos: “Señor mío y Dios mío Jesucristo: por
el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón, y me
ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi
oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy…
el fundamento de esta potestad. Con razón pues, podemos afirmar que
la dignidad sacerdotal, es la dignidad más grande”. (C4 L11 N76)
Muchos años después el Papa Juan Pablo II parece que está
hablando de él cuando les dice a los sacerdotes:”El ministerio
ordenado, que nunca puede reducirse al aspecto funcional, pues afecta
al ámbito del “ser” faculta al presbítero para actuar “in persona
Chisti” y culmina en el momento en que consagra el pan y el vino,
repitiendo los gestos y las palabras de Jesús en la Ultima Cena.
Ante esta realidad extraordinaria permanecemos atónitos y
aturdidos. ¡Con cuanta condescendencia humilde ha querido Dios
unirse al hombre! Si estamos conmovidos ante el pesebre contemplando
la Encarnación del Verbo, ¿Qué podemos sentir ante el altar, donde
Cristo hace presente en el tiempo su sacrificio mediante las pobres
manos del sacerdote? No queda sino arrodillarse y adorar en silencio
este gran misterio de fe. (Carta a los sacerdote Jueves S. 2004)
Alabanza y acción de gracias. En la encíclica destaca también
esta actitud de María y nos invita a leer el Magníficat en perspectiva
eucarística y nos dice: “La eucaristía, en efecto, como el canto de
María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María
exclama “mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi
Salvador” lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre “por” Jesús, pero
también lo alaba “en” Jesús y “con” Jesús. Esto es precisamente la
verdadera “actitud eucarística”…Cada día recibimos a Jesús en
nuestro corazón, su presencia es tan real como lo fue en el seno de
Maria, nos podemos preguntar cómo son nuestras acciones de gracias
después de comulgar, el Papa nos da una pauta al decirnos esto tan
bonito:” …la mirada embelesada de María al contemplar el rostro de
Cristo recién nacido y al estrecharlo entre sus brazos, ¿no es acaso el
inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión
eucarística?.” (La Iglesia vive de la Eucaristía 55)
Si nos acercamos a los Ejercicios en el P y F. y en la
contemplación para alcanzar amor encontramos todos estos elementos.
Conocemos la expresión de San Ignacio “El hombre es creado
para alabar, hacer reverencia y servir….” Es la vocación de todo ser
humano que también lo vemos expresado en el Catecismo de la Iglesia
“La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta
comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado.
Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia" (E
1, 5-6): "Porque la gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del
hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación
Y el Papa Benedicto XVI al clausurar el año sacerdotal el día
del Corazón de Jesús, 11 de Junio de 2010 decía: “Nos hemos dejado
guiar por el Cura de Ars para comprender de nuevo la grandeza y la
belleza del ministerio sacerdotal. El sacerdote no es simplemente
alguien que detenta un oficio, como aquellos que toda sociedad
necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el
contrario el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por
sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de
nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios la situación de
nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y del vino las
palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de
transustanciación, palabras que lo hacen presente a El mismo, el
Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, trasformando así los elementos del
mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a El. Por
tanto, el sacerdocio no es un simple “oficio”, sino un sacramento: Dios
se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él,
presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios,
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que se abandona en las manos de seres humanos; que aun conociendo
nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y
presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor
grandeza que se oculta en la palabra “sacerdocio”. Que Dios nos
considere capaces de esto, que por eso llame a su servicio a hombres y
así, se una a ellos desde dentro, esto es lo que este año hemos querido
de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de
que Dios esté tan cerca de nosotros y la gratitud por el hecho de que El
se confíe a nuestra debilidad; que El nos guie y nos ayude día tras
día...”
También para nosotras el Don del Sacerdocio, regalo de Jesús en
su última Cena en este mundo, debe ser un motivo de acción de gracias
por el Sacerdocio de Don Pedro y por todo el bien que hizo a la Iglesia
y pedir su intercesión para que nos siga bendiciendo desde el cielo.
A la luz de estas reflexiones sobre el sacerdocio nos fijamos en
sus palabras escritas casi como conclusión de los Ejercicios de 1922
“Estima y amor grande de mi vocación al Sacerdocio y a la Milicia de
Jesús. ¡Oh dicha mía, soy dueño y rey de mi Dios por mi Sacerdocio!”
(C2L2N11)
O también las palabras escritas como fruto práctico en sus
Ejercicios de 1934: “Celebrar la santa Misa con todo el amor de mi
corazón; así lo hago siempre. Es donde más gozo y donde más sufro la
persecución de tentaciones y de miedo. Es toda mi dicha. ¡Qué tiene
que ver la dicha del anciano Simeón con la mía! “C2L3N17
Y en su oración durante los Ejercicios Espirituales se pregunta:
¿Cómo alabará más el hombre y el hombre sacerdote?
.- Haciendo ostentación de cuantas perfecciones Dios le ha
dado: talento, dones del alma, dones del cuerpo, gracias especiales...
.- Vehemente deseo de glorificar a Dios en todo: predicación,
consejos, etc.
.- No buscando en cosa alguna su propia gloria.
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dice el número 9 de las Constituciones “la Congregación nos supone
formadas por los Ejercicios y verdaderamente probadas en ellos,
personas que se renuevan constantemente en las disposiciones que los
mismos exigen. Para nosotras los Ejercicios no se pueden suplir con
nada” y en el Directorio “…. Dispuestas a entregar todo su ser físico,
intelectual y moral, por medio de la espiritualidad de los Ejercicios, es
decir, de los Ejercicios hechos y vividos”
Tanto en la encíclica, “La Iglesia vive de la Eucaristía”, del Papa
Juan Pablo II como en los Ejercicios encontramos elementos comunes
que son aplicados a la Virgen cuando el Papa la llama “mujer
eucarística” sobre los que queremos reflexionar y hacer nuestros para
vivirlos de modo consciente y agradecido.
Actitud de ofrecimiento. El Papa en la encíclica llama a la
Virgen mujer eucarística con ello nos habla de la entrega de María:
“María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario,
hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía…” y un poco más
adelante “¿cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la
boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la
última Cena: este es mi cuerpo que será entregado por vosotros” aquel
cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos
sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la
Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su
seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir cuanto
había experimentado en primera persona al pie de la cruz” (La Iglesia
vive de la Eucaristía 56)
En los Ejercicios Jesús nos invita a ofrecer nuestras personas
para la construcción del Reino, a un seguimiento cercano, a una
identificación con El; y en cada Eucaristía la Iglesia ofrece a Cristo al
Padre y se ofrece junto con El, en la gota de agua que el sacerdote junta
al vino está simbolizada nuestra pequeñez que por el poder de Dios
queda trasformado junto con el vino en la Sangre de Jesús, es decir, en
Jesús mismo.
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lema es la expresión de su deseo de vivir la Eucaristía a lo largo del día
y de toda la vida, dice también “mirando al Sagrario”.
Nuestro Padre Fundador es consciente de que Jesús no solo
entregó la vida en el holocausto sangriento de la cruz, sino que se
inventó esta “locura de amor” que es la Eucaristía, para quedarse con
nosotros y darnos a la vez la posibilidad de actualizar y participar
eficazmente de su misma entrega máxima de amor.
Ese consumirme… ¿no le recordará a D. Pedro aquel “Todo está
consumado” que Jesús dice desde la cruz? Y ¿no será lo que despierte
en él el deseo de esa entrega total e incondicional?
Las palabras que dice en uno de sus sermones son también
dignas de ser recordadas en este contexto: “Al orgullo de nuestro siglo
presenta el Corazón de Jesús su humildad. La humildad anima sus
actos y todos los misterios no son otra cosa que la manifestación de
esta virtud, ella le humilla del cielo a la tierra, le tiene nueve meses en
el seno de María, le mece en un pesebre, oculta su saber a los ojos del
mundo por treinta años y buscando el último esfuerzo de su amor y
humildad se eterniza en la Eucaristía.”(C3L2N8)
Aprendiendo de nuestro Padre Fundador. Sabemos con qué
interés, reverencia y fidelidad recibía nuestro Padre todo lo emanado
por el Magisterio de la Iglesia, yo me lo imagino disfrutando con la
lectura y meditación de la encíclica del Papa sobre la Eucaristía, y le
veo con una gran sonrisa al leer la expresión que el Papa utiliza
llamando a María “mujer eucarística” y por ello quisiera hacer unas
reflexiones que nos ayuden a vivir toda nuestra vida como una
Eucaristía que celebrada se prolonga a lo largo de toda el día y de toda
la vida.
Una de las fórmulas de despedida que pueden utilizar los
sacerdotes al final de la Misa es: “Glorificad al Señor con vuestra vida”.
Si para cualquier persona estas palabras son una llamada de
atención cuanto más para las Esclavas de Cristo Rey que hemos
recibido como vocación la llamada a vivir los Ejercicios como nos lo
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.- Multiplicándose y haciéndose lo más útil posible por todos los
medios que estén a nuestro alcance y mediante la práctica de la mayor
industria santa para buscar la gloria de Dios.
.- Sin salirnos de nuestros fines: el sol alumbra, el hombre... el
sacerdote...
.- Hacer reverencia…como se hace reverencia a un padre… a
un rey….a un prelado. Estos no siempre están presentes… Dios está
siempre presente. Para hacer reverencia hay que tener presente, en.
cuanto puede la mente humana: su sabiduría, su poder, su
omnipotencia, su grandeza...
- Servir a Dios. Soy suyo y tengo que servirle. ¿Dónde? En la
Iglesia, en la calle, en la predicación... ¿Cuándo? Siempre. ¿Cómo?
servir a Dios es reinar”. (C2L2N9 año 1918)
Su amor al sacerdocio aparece en muchos de sus apuntes, pongo
alguno de ellos donde lo deja expresado claramente:
.- Amar mi vocación con toda mi alma, es mi dicha y mi mayor
consuelo: ser sacerdote, ser de la Compañía de Jesús, trabajar con
todo mi esfuerzo e ingenio en la parroquia y en la Milicia de Jesús.
¡Señor, dadme ánimo para no desfallecer, fuerza para sufrir, constancia para perseverar, luz para no herrar, el desaliento será el muro
que tendré que vencer! ¡Bendecidme, Señor!
La identificación con Jesús era su mayor deseo:
.- Jesús mío, ayudadme para imitaros, en vuestro porte exterior,
en vuestra modestia, en vuestra suavidad y dulzura, sobre todo con los
pecadores, con mis feligreses, con mis enemigos.
Dadme ánimo esforzado y generoso para abrazarme con la
pobreza, y aceptar por imitaros y gozarme en las afrentas y
menosprecios. (C2L3N16 1927)
Podemos ver también su conciencia de ser para los demás:
“Meditación de cómo el sacerdote es, otro Cristo, hombre del
Dios Padre, Hijo (y) Espíritu Santo, buen olor de Cristo. El sacerdote
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debe alimentar al pueblo con la boca, las obras y la oración.”
(C2L3N21)
.- Dios me creó, se acordó de mí desde toda la eternidad, se
acuerda constantemente de mí en la conservación, estoy rodeado de su
grandeza (presencia de Dios), soy suyo, me eligió para cristiano, soy
miembro de Cristo, me eligió para sacerdote, soy su representante; me
eligió para la Parroquia, (Pastor de su grey), para la Compañía; para
la Obra, (predilecciones especiales). Consumirme por el Sagrado
Corazón. Humildad, respeto, dignidad, amor inmenso”. (C2L4N25)
Podríamos tomar muchos más pero creo que son suficientes para
darnos cuenta de lo que valora y agradece su sacerdocio y la
colaboración que quiere prestar a las gracias que Dios le concede
abundantemente.
¿Un Lema Eucarístico? Hay una frase de Don Jacinto Argaya
que fue obispo de San Sebastián y que conoció bien a Don Pedro que
nos va a servir para pasar de lo que hemos visto sobre el sacerdocio de
nuestro Padre Fundador a nuestra respuesta en el deseo de imitarle:
Corazón eucarístico de mi amoroso Salvador, os adoro
agradecido, desde lo más profundo de mi corazón.
Ayudadme, ¡Jesús mío!, para que en esta hora no pierda la
presencia de mi Dios, en vuestro Corazón santo y dadme vuestra gracia
para que me consuma y agote, durante ella, en todo mi ser, físico,
intelectual, moral, sacerdotal, parroquial y de la Obra, por vuestro
amor, por vuestra gloria, por vuestro reinado, por la salvación de las
almas, por el reclutamiento de ejercitantes. Amén.
Así cumplo también mi oblación y esto no dura más que medio
minuto.
Es mi deseo (si me lo aprueban) propagar esta práctica, y que
la propaguen las Hijas de la Milicia de Jesús, entre los religiosos,
religiosas, sacerdotes y cristianos fervorosos, para lo cual escribiré un
pequeño comentario a ese acto de adoración y consagración
personal.” (C2L3N17)
Quisiera fijarme en el lema que nos trasmitió y que tantas veces
hemos oído y a lo mejor podemos orarlo desde esta perspectiva de la
Eucaristía.
“Fruto práctico:
Deseo hacer de mi vida (y a esto aspiro y de igual modo en las
Hermanas, aunque aún no lo he conseguido en mí) una oración
continua, mediante la suave y amorosa presencia de Dios, y a esto
aplico el examen particular, que no lo dejaré hasta morir.
Como medio práctico, sencillo y poco costoso, para conseguir
esa vida de fe y de oración continua y para cumplir al propio tiempo mi
santo Voto de consumirme y agotarme por amor del Divino Corazón,
cada hora postrado de rodillas (si buenamente puedo), mirando el
Sagrario, diré (y también las hermanas) con gran recogimiento y
compostura:
Sabemos que el deseo expresado en este lema por el Padre
Fundador nace en la meditación del P. y F. incluso en los Ejercicios de
este mismo año lo dice también varias veces, él se ha experimentado
amado y agraciado por tantos dones de Dios y toda su vida quiere ser
una respuesta a este amor de Dios viviendo en la alabanza y en el
servicio, pero también podemos ver en este lema rasgos eucarísticos
que nos interesa señalar para que sean un estimulo también para
nosotras en nuestra vivencia de la Eucaristía a imitación de nuestro
Padre Fundador.
Vamos a reflexionar sobre el contenido de este lema que tan
conocido se nos hace.
En primer lugar el Padre escribe esta fórmula, más completa que
las que aparecen en otros momentos, en el contexto de la vida pública,
después de hacer una meditación sobre la elección al Sacerdocio,
seguida de otra sobre Marta y María.
En segundo lugar a lo largo de los apuntes, de este mismo año,
utiliza varias veces la expresión Corazón Divino, pero aquí dice
Corazón Eucarístico, creo que pueden ser datos que nos indican que el
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“Fue devotísimo de la Eucaristía. Pudiéramos decir que su vida
toda fue vivir la Santa Misa”.