Los motivos por los que el afecto es importante en las
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Los motivos por los que el afecto es importante en las
INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 60 Los motivos por los que el afecto es importante en las organizaciones artículo Sigal G. Barsade Profesor asociado de Gestión de Empresas de Wharton School, University of Pennsylvania Donald E. Gibson Profesor asociado de Gestión de Empresas de Dolan Business School, Fairfield University Durante los últimos años han aumentado enormemente el interés y los estudios acerca del afecto en las organizaciones. En este artículo se analiza lo que hasta ahora conocemos sobre el afecto en las organizaciones, concentrándonos en el modo en que los estados de ánimo, las emociones y el afecto personal de los empleados influyen en elementos organizacionales fundamentales como, por ejemplo, los resultados en el trabajo, el proceso de toma de decisiones, la creatividad, el índice de rotación del personal, el comportamiento orientado a lo social, el trabajo en equipo, la negociación y la dirección y el liderazgo. En este estudio se hace hincapié en los efectos de carácter dominante y sistemático, y además se pone de relieve la importancia que tiene el afecto a la hora de determinar la amplia gama de conductas organizacionales, cuyo conocimiento es fundamental para investigadores, directivos y empleados. Los motivos por los que el afecto es importante en las organizaciones Un ejemplo en una organización cualquiera Acababa de decir a Jerry, el mejor vendedor que he tenido este año, lo pequeño que era el aumento de sueldo que le iba a conceder. Pude comprobar entonces cómo, de manera contenida, se manifestaba en sus normalmente tranquilas facciones un sentimiento de ira y frustración.Yo mismo había temido seriamente que algo así pudiera llegar a ocurrir. Sin embargo, ¿qué podía hacer? Me encontraba en medio de todo el fregado, ya que el consejero delegado de la empresa quería reducir nuestro presupuesto nada menos que en un seis por ciento. La voz de Jerry había adquirido un tono mucho más agresivo, y yo estaba seguro de que mis explicaciones acerca del recorte presupuestario no iban a servir para nada en este caso. ¿Estaba Jerry a punto de estallar? ¿Iba a acusarme a mí de todo? O lo que era aún peor, ¿iba a amenazarme con marcharse de la compañía? Sentí entonces claramente cómo el buen humor con el que había empezado el día empezaba rápidamente a desaparecer. La crispación insistente de su voz hizo que me pusiera a la defensiva y que a la vez me enfadara conmigo mismo. Era preciso decidir rápidamente lo que debía hacer a continuación, pero tenía dificultades para recordar los argumentos principales del aumento de sueldo que le ofrecía. Me entraron ganas de hablarle a gritos. Eso, me dije, no puede ocurrir. Tengo que mantener la situación contro- El orden de cita de los autores es alfabético, ya que ambos han contribuido en idéntica medida. También quieren agradecer a Peter Cappelli, a Yochi Cohen Charash, a ChiaJung Tsay, a Marina Milonova, a Amanda O’Neill y a todos sus revisores anónimos por su colaboración y por las ideas aportadas. Copyright 2007 by the Academy of Management. All rights reserved. No part of this work may be reproduced in any manner without written permission from the Academy of Management. For permission contact the Copyright Clearance Center www.copyright.com 60 Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 61 Los motivos por los que el afecto es importante lada… Aquí el que manda soy yo, ¿está claro? Jerry está observando detenidamente el modo con el que actúo. Tengo que determinar cómo debo hacer frente a su enfado… y al mío. El afecto cala profundamente en las organizaciones. Está presente en las relaciones de interdependencia que mantenemos con los jefes, con los miembros del mismo equipo de trabajo y con los subordinados. También está presente en los plazos de entrega, en los proyectos de grupo y en las actividades del área de recursos humanos como, por ejemplo, las evaluaciones de resultados y las entrevistas para la selección de personal. Los procesos afectivos (más comúnmente conocidos como “emociones”) crean y mantienen la motivación en el trabajo. Se encuentran latentes en las conductas políticas, impulsan nuestras decisiones y son fundamentales para la dirección y el liderazgo. La existencia de sentimientos afectivos de relevancia es un elemento que surge siempre que nos enfrentamos a cuestiones laborales que nos importan y a nuestras actuaciones con respecto a la organización. Durante los últimos treinta años se ha producido una “revolución afectiva”, en virtud de la cual tanto los investigadores académicos como el personal directivo de las empresas han comenzado a valorar cómo una perspectiva organizacional que integre el afecto sentido por los empleados ofrece una nueva visión de la que se carecía con anterioridad (véase la obra de Barsade, Brief y Spataro, 2003). Aunque muchas cosas acerca del afecto siguen siendo difíciles de explicar, se ha avanzado muchísimo en cuanto al conocimiento de las vidas afectivas de las personas que trabajan en las organizaciones. En el presente artículo analizamos los motivos por los que el afecto es importante para la vida de las organizaciones; lo hacemos basándonos en muchísimos estudios que nos ayudan a identificar los resultados organizacionales de mayor relevancia motivados por el afecto y a demostrar cómo el conocimiento de los sentimientos puede ayudar a los investigadores, a los directivos y a los propios empleados a explicar y prever actitudes y conductas en las organizaciones, entre cuyos elementos se encuentran la rotación del personal, el proceso de toma de decisiones y la capacidad de liderazgo. Asimismo, damos respuesta a la siguiente cuestión : “¿De qué modo los estudios hechos a través de una perspectiva basada en el afecto nos hacen pensar de manera distinta acerca www.revistadeempresa.com de las hipótesis habituales que hacemos con respecto a la manera de trabajar de los empleados?”. La definición del afecto en las organizaciones Comenzamos nuestro análisis definiendo varios términos y expresiones utilizados a menudo en los trabajos de investigación sobre el afecto en las organizaciones (véase la tabla 1). En dichos términos y expresiones se describen fenómenos entre los que se incluyen emociones diferenciadas (miedo, enfado o indignación), estados de ánimo (sentirse alegre frente a sentirse triste), rasgos temperamentales de la personalidad (“Es una persona tan negativa” o “¡Siempre es tan optimista!”) e incluso capacidades metaemocionales como la inteligencia emocional (“Mi jefe es muy bueno en lo que atañe al conocimiento de los sentimientos de las personas que forman parte de nuestro equipo de trabajo”). Es posible considerar el afecto como una especie de concepto marco o “paraguas” que cubre una amplia gama de sentimientos experimentados por las personas individualmente, entre los que se incluyen estados de sentimiento, es decir, experiencias afectivas en un momento determinado, pasajeras y a corto plazo, así como rasgos de sentimiento, es decir, tendencias intrínsecas más estables que llevan a sentir y a actuar de maneras específicas (véase la obra de Watson y Clark, 1984)1. Dentro de los estados de sentimiento podemos distinguir dos categorías fijas: las emociones y los estados de ánimo. Las emociones tienen su origen en un objeto o una causa en particular, e incluyen muchas veces reacciones psicológicas y secuencias de actuaciones, y además son relativamente intensas y de corta duración (véanse las obras de Frijda, 1986, y de Lazarus, 1991). Por el contrario, los estados de ánimo son mucho menos precisos, adoptan la forma de un sentimiento general positivo (agradable) o negativo (desagradable) y no suelen estar centrados en una causa específica (véanse las obras de Frijda, 1986, y de Tellegen, 1985). Solamente existe una categoría de rasgos de sentimiento, esto es, lo que denominamos el afecto temperamental. Así, se trata de un rasgo de la personalidad que tiene que ver con la tendencia subyacente y relativamente estable de una persona para experimentar estados de ánimo y emociones positivas y negativas (véase la obra de Watson y Clark, 1984). 61 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 62 Los motivos por los que el afecto es importante En lo que concierne a los diversos enfoques adoptados por los trabajos de investigación realizados hasta la fecha, cabe señalar que las emociones suelen evaluarse y examinarse de modo distinto a los estados de ánimo y al afecto temperamental. Debido a que las emociones están centradas en un objeto o en una causa específicos, han acabado siendo consideradas independientes, ya que están relacionadas con tendencias específicas de actuación (como, por ejemplo, el deseo de acercarse a objetos con enfado y de evitarlos con temor; véase la obra de Frijda, 1986). El método basado en las emociones independientes ha logrado determinar emociones “básicas” o primarias, incluidas la alegría, el amor, el enfado, el miedo, la tristeza, la indignación y la sorpresa, cada una de ellas con un conjunto único de antecedentes y de consecuencias de carácter prototípico, a pesar de que el número exacto y la identidad de las emociones independientes siguen siendo objeto de un amplio debate académico (véanse las obras de Ekman, 1992, y de Ortony y Turner, 1990). Por el contrario, los estados de ánimo y el afecto temperamental suelen estudiarse a través de un enfoque que resume la amplia variedad de posibles experiencias afectivas humanas en unas pocas dimensiones subyacentes de importancia crítica. Muchas veces, esos métodos dimensionales ordenan las distintas denominaciones de las experiencias afectivas (como, por ejemplo, “asombrado”, “entusiasmado” o “protestón”) en forma de un gráfico circular denominado circumplejo afectivo, en el que las dimensiones se representan como ejes de ese circumplejo (véase la figura 1). El primer factor a tener en cuenta en el circumplejo, situado en el eje de abscisas, es lo “agradable”, dimensión que va desde lo muy agradable hasta lo muy poco agradable (o desagradable). La segunda dimensión, situada en el eje de ordenadas, es la denominada “activación/energía”, que va desde la mucha energía a la escasa energía (véase la obra de Russell, 1980). Por lo común, los estados de ánimo se analizan en función de su tono hedónico, es decir, de lo agradable (generador de alegría) o de lo desagradable (generador de tristeza) que es el estado de ánimo. El afecto temperamental puede considerarse como el carácter agradable de un rasgo (por ejemplo, en la obra de Staw y Barsade, 1993) o como la combinación de las dimensiones de lo agradable y de la energía, de modo que así surgen los dos conceptos independientes de afectividad positiva (AP) y de afectividad negativa (AN), (véase la obra de Watson, Clark y Tellegen, 1988), así como las líneas de puntos en la figura 1. Por ejemplo, las personas que se caracterizan por TABLA 1 Definición de conceptos de carácter afectivo utilizados Términos y expresiones coloquiales asociados al concepto Conceptos Definición formal Afecto Término que sirve como marco de referencia y que abarca una amplia gama de sentimientos experimentados por las personas, incluidos los estados de sentimiento, como los estados de ánimo y las emociones independientes, y los rasgos de la personalidad, como la afectividad positiva característica y la afectividad negativa característica (todos estos conceptos se definen en este trabajo). Emociones independientes Se trata de emociones centradas en un objeto o una causa Por ejemplo, amor, enfado, odio, miedo, específicos, por lo general desarrollados por el perceptor de celos, alegría, tristeza, dolor, furia, fastidio, la emoción, son relativamente intensas y de corta duración. éxtasis, cariño, júbilo, envidia, susto, etc. Después de la intensidad inicial, a veces pueden transformarse en un estado de ánimo. Estados de ánimo Por lo común, adoptan la forma de un sentimiento general positivo (agradable) o negativo (desagradable). Suelen ser poco precisos (no centrados en una causa específica) y a menudo no desarrollados por el perceptor del estado de ánimo. Tienen una duración de tipo medio (desde unos instantes hasta varias semanas o más). 62 “Yo siento…”, “Ella parece que siente…”, “Por lo general, él es indiferente…”. Sentirse bien, mal, negativo, positivo, alegre, deprimido, contento, irritable, etc. Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 63 Los motivos por los que el afecto es importante TABLA 1 (continuación) Definición de conceptos de carácter afectivo utilizados Términos y expresiones coloquiales asociados al concepto Conceptos Definición formal Afecto (como rasgo) temperamental Tendencia general de la personalidad a responder a situaciones de modo estable y previsible. Se trata de la “perspectiva afectiva” de una persona con respecto al mundo que le rodea. “Da igual lo que ocurra, él siempre es…”, “Ella suele estar de… humor todo el tiempo”, “Él es siempre muy negativo”. a) Afectividad positiva (como rasgo) Se trata de personas que suelen estar alegres y llenas de energía, y que experimentan estados de ánimo positivos, como placer o bienestar, en múltiples situaciones, al contrario de las personas que suelen tener escasa energía, ser lentas o sentirse tristes. “¡Ella está siempre tan llena de energía y es tan optimista!”, “Es siempre tan relajante estar junto a él”. b) Afectividad negativa (como rasgo) Se trata de personas que suelen estar angustiadas y enfadadas, y que poseen una visión negativa de sí mismas de manera continua y en casi todas las situaciones, al contrario de las personas que son más calmadas, serenas y relajadas. “Ella siempre es tan hostil en su manera de ver las cosas…”, “¿Por qué está siempre tan inquieto o tan nervioso?”, “Yo admiro su constante calma y serenidad”. Inteligencia emocional Se trata de “la capacidad para controlar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, para poder discernir entre ellos, y para utilizar esa información a fin de guiar las ideas y las actuaciones de uno mismo” (véase la obra de Salovey y Mayer, 1990, p. 189). “Mi jefe es malísimo en el modo de expresar sus emociones”, “Mi compañero de trabajo es fenomenal a la hora de saber cómo se sienten las demás personas que forman parte de nuestro equipo”, “La consejera delegada es extraordinaria cuando analiza las emociones de sus empleados, se trata de una persona que sabe motivar de verdad a los demás”. Control emocional Se trata del intento de las personas de “influir en las “Él controla sus emociones de manera emociones que sienten, en el momento en que las tienen, y fenomenal, incluso en las situaciones en en cómo experimentan y expresan esas emociones” (véase que está sometido a una enorme presión”. la obra de Gross, 1998 a, p. 275). Trabajo emocional Este concepto requiere que un empleado “provoque o elimine un sentimiento con objeto de mantener la compostura externa que ejerce el efecto buscado en los demás” (véase la obra de Hochschild, 1983, p. 7). “Ella siempre tiene la sonrisa presente cuando trata con los clientes, ya que ello forma parte de su trabajo”. Contagio emocional Se trata de procesos que facilitan el intercambio o la transmisión de emociones de una persona a otros miembros de su mismo grupo. Es la tendencia a imitar las conductas no verbales de otras personas, a “sincronizar expresiones faciales, vocalizaciones, posturas y movimientos” con otras personas y, por consiguiente, a “converger emocionalmente” (véase la obra de Hatfield, Cacioppo y Rapson, 1994). “Y cuando nos sentimos bien, es contagioso” (“And when we feel good, it’s contagious”, eslogan publicitario de la compañía aérea Southwest Airlines), “Yo no sé por qué, pero siempre que hablo con él me siento preocupado después”, “Entusiasmo infeccioso”. Afecto colectivo Existe un enfoque “de abajo a arriba” con respecto al afecto colectivo, que subraya la composición afectiva de los diversos atributos afectivos de los miembros de un grupo. Ello muestra el grado con el que se combinan las características afectivas de las distintas personas, muchas veces a través del contagio emocional, para formar las emociones o los estados de ánimo de todo el grupo. También existe otro enfoque “de arriba a abajo” en relación con el afecto colectivo, que hace hincapié en el grado en que los grupos se caracterizan por normas de emoción en cuanto a los sentimientos y las expresiones. “Nuestro grupo tiene el mismo sentimiento de ------ con respecto a ese asunto”, “¡Qué grupo más negativo!”, “En nuestro grupo es muy importante demostrar que somos positivos”. www.revistadeempresa.com 63 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 64 Los motivos por los que el afecto es importante poseer una elevada afectividad negativa de carácter temperamental suelen estar angustiadas, disgustadas y tener una visión negativa de sí mismas todo el tiempo y en prácticamente todas las situaciones, al contrario de la relajación serena y calmada que ponen de manifiesto las personas que tienen un grado bajo de afectividad negativa. Por otra parte, las personas que poseen una elevada afectividad positiva suelen ser alegres y estar llenas de energía, y experimentan estados de ánimo positivos, como placer o bienestar, en múltiples situaciones diferentes, al revés que las personas que poseen una escasa afectividad positiva, que experimentan más tristeza, melancolía, aburrimiento o aletargamiento (véase la obra de Watson y Tellegen, 1985). Existen otros rasgos afectivos que también pueden influir en los comportamientos en el trabajo, entre los cuales cabe destacar la propensión de algunas personas a sentir las emociones de manera intensa (intensidad afectiva; véase la obra de Larsen y Diener, 1987), el hecho de ser propenso a contagiarse de las emociones de otras personas (contagio emocional; véanse las obras de Hatfield, Cacioppo y Rapson, 1994, y de Doherty, 1997) y el grado en que las personas suelen ser emocionalmente expresivas (expresividad emocional; véase la obra de Kring, Smith y Neale, 1994). FIGURA 1 El modelo circumplejo del afecto MUCHA ENERGÍA ELEVADA AFECTIVIDAD NEGATIVA ELEVADA AFECTIVIDAD POSITIVA Alerta Tenso Apasionado Nervioso Entusiasmado Estresado Eufórico Disgustado Contento POCO CONTENTO MUY CONTENTO Triste Satisfecho Sereno Deprimido BAJA AFECTIVIDAD POSITIVA Letárgico Relajado BAJA AFECTIVIDAD NEGATIVA Tranquilo Cansado POCA ENERGÍA Figura adaptada a partir de los conceptos que aparecen en el artículo de Feldman Barrett, L., y Russell, J.A. (1998), titulado “Independence and bipolarity in the structure of current affect”, publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology, núm. 74 (4), pp. 967-984, así como en el trabajo de Larsen, R.J. y Diener, E. (1992), titulado “Promises and problems with the circumplex model of emotion”, publicado en la obra de M.S. Clark (editor) titulada Emotion. Review of personality and social psychology (v. 13, p. 25-29), Thousand Oaks, California, Editorial Sage Publications Inc. 64 Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 65 Los motivos por los que el afecto es importante Nuevos enfoques con respecto al estudio del afecto en las organizaciones La definición de conceptos relacionados con la afectividad que acabamos de presentar supone un progreso muy importante en una disciplina que se ha caracterizado siempre por el muy escaso acuerdo existente en cuanto a los significados y los límites de nociones e ideas básicas. Los avances que se han logrado hasta ahora en los trabajos de investigación hacen posible realizar un análisis de las influencias afectivas en los resultados organizacionales mucho más preciso y específico. Pese a que ese aumento de la coherencia en las definiciones ha ayudado mucho, los enfoques aplicados al estudio del afecto en las organizaciones siguen siendo muy variados y numerosos. En este artículo destacamos tres nuevas tendencias en cuanto a la consideración del afecto en las organizaciones, que amplían el alcance de las definiciones que antes hemos señalado y que seguirán conformando el lenguaje y los planteamientos aplicados por los futuros trabajos de investigación. La inteligencia emocional Recientemente se ha prestado gran atención, tanto en el ámbito académico como en otros más populares, al fenómeno de la inteligencia emocional (IE), esto es, la “capacidad para controlar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, para poder discernir entre ellos, y para utilizar esa información a fin de guiar las ideas y las actuaciones de uno mismo” (véase la obra de Salovey y Mayer, 1990, p. 189). La idea que se esconde tras la inteligencia emocional en el trabajo es que se trata de una habilidad mediante la cual los empleados tratan a las emociones como datos muy valiosos a la hora de orientar una situación. Así, pongamos el ejemplo de un director del área de ventas al que se le ha ocurrido una idea asombrosa que conseguirá aumentar los ingresos de su empresa hasta un 200 por ciento, pero que sabe que su jefe suele estar irritable y de mal humor por la mañana. Poseer inteligencia emocional significa que, en primer lugar, ese directivo reconocerá y considerará ese hecho emocional acerca de su jefe y que, a pesar de la naturaleza sensacional de su idea (y también de su propio entusiasmo), controlará sus propias emociones, reducirá su entusiasmo y esperará hasta la tarde para hablar con su jefe. Ello también significa que esa persona conoce el www.revistadeempresa.com modo en que las emociones de uno mismo y las de los demás pueden facilitar el desarrollo de las ideas. Por ejemplo, el responsable de un grupo dedicado al desarrollo de productos que está a punto de poner en marcha un proyecto de desarrollo a gran escala se da cuenta de que, en general, los miembros de su grupo se encuentran desanimados y desmotivados debido a que algunos de sus compañeros más cualificados se han ido a trabajar a otra empresa. Esa persona también sabe que debe lograr que su grupo adopte de nuevo una actitud positiva y optimista, con el fin de que sus miembros sean productivamente creativos en el nuevo proyecto. Para ello, decide organizar un “retiro dedicado al intercambio de ideas y de conocimientos” y llevarlos a un lugar donde descansar y hacer piragüismo en un río de aguas rápidas, en el que los miembros del nuevo grupo puedan relacionarse mejor entre sí y, sobre todo, aumentar su positividad en el momento en que están a punto de poner en marcha un nuevo proyecto. Al adoptar esa decisión, el jefe del proyecto está administrando de forma efectiva sus propias emociones y las de los demás miembros del equipo, a fin de ayudar a alcanzar sus objetivos; de ese modo, está “utilizando las emociones para pensar de manera inteligente”. El modelo de inteligencia emocional de Mayer y Salovey (1997) se elabora a partir de esa premisa y se basa en los cuatro factores siguientes: percepción de las emociones, esto es, el grado con el que las personas son capaces de ocuparse de sus emociones, de expresar esas emociones y de darse cuenta de las emociones de los demás; utilización de las emociones, esto es, el proceso de saber qué emociones facilitan la cognición con eficacia y utilizarlas para así lograrlo; comprensión de las emociones, esto es, el conocimiento de la compleja dinámica emocional, incluyendo saber cómo las emociones pueden pasar de unas a otras (por ejemplo, el bochorno puede transformarse en ira en lugar de provocar la petición de disculpas); y gestión de las emociones, esto es, el conocimiento de cómo controlar las emociones de uno mismo y las de los demás con el fin de alcanzar los objetivos perseguidos (véase un resumen sobre la materia en la obra de Salovey y Grewal de 2005). No obstante, es importante señalar que en la actualidad se está produciendo un nuevo debate en el ámbito de la inteligencia emocional acerca de la naturaleza exacta de ese concepto (véase la obra de 65 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 66 Los motivos por los que el afecto es importante Brackett, Rivers, Shiffman, Lerner y Salovey, 2006). Así, existe un grupo de investigadores que utiliza un enfoque centrado en las “habilidades” que se basa en el modelo de cuatro factores que acabamos de describir (véase la obra de Mayer y Salovey, 1997), y que mide la inteligencia emocional a través de pruebas o tests de resultados (por ejemplo, la prueba informática de la inteligencia emocional denominada MSCEIT, citada en la obra de Mayer, Salovey, Caruso y Sitarenios, 2003). Ese método difiere del empleado por otros investigadores que adoptan un enfoque de “modelo mixto” utilizando mediciones de la inteligencia emocional hechas por las propias personas implicadas2. Este método de evaluación de la inteligencia emocional se lleva a la práctica preguntando a las personas encuestadas cuál es su percepción con respecto a sus propias habilidades emocionales a través de las calificaciones dadas a afirmaciones como las siguientes: “Por lo general, soy muy bueno a la hora de tranquilizar a los demás cuando se encuentran disgustados”, o bien “Estoy seguro de saber cómo se sienten las personas aunque no me lo digan directamente”. Aunque ese sistema de autoevaluación pueda llegar a indicar las percepciones de los encuestados en relación con su autoeficacia emocional (véase la obra de Tett, Fox y Wang, 2005), se mantiene una duda muy importante en cuanto a si las personas encuestadas son o no imparciales con respecto a sus propias capacidades emocionales (véase la obra de Matthews, Roberts y Zeidner, 2004). Se podría también comparar ese enfoque con uno similar que tratara de evaluar las habilidades matemáticas de los encuestados, haciéndoles preguntas como la siguiente: “¿Se le da bien resolver ecuaciones algebraicas?”, en lugar de pedirles que resolvieran realmente una ecuación algebraica. También existen muchas dudas importantes en cuanto a que los enfoques de “modelo mixto” basados en la autoevaluación coinciden de manera muy significativa con otras mediciones de la personalidad como, por ejemplo, los denominados “cinco grandes” factores de la personalidad que llevan a cuestiones relacionadas con la validez de los conceptos (véase la obra de Brackett, Mayer y Warner, 2004)3. Este asunto pone de manifiesto el grado hasta el cual la inteligencia emocional es una disciplina reciente, tanto desde un punto de vista teórico como metodológico, lo cual hace que en la actualidad esté viviendo sus propias y específicas crisis de crecimien- 66 to en muchos de los ámbitos que aborda (véanse las obras de Conte, 2005, y de Daus y Ashkanasy, 2005), así como problemas metodológicos en las pruebas actuales basadas en la habilidad (véase la obra de Matthews y otros autores, 2004). Sin embargo, en términos generales se apoya la validez del concepto de inteligencia emocional y de su relación con múltiples manifestaciones de la vida, incluido el comportamiento en el trabajo (véase la obra de Mayer, Roberts y Barsade de próxima publicación); además, nosotros mismos prevemos que la idea de inteligencia emocional, en especial si se descompone en sus elementos constitutivos (esto es, los cuatro factores citados) acabará a la larga aportando mucho a nuestro conocimiento de la vida en las organizaciones. El control de las emociones y el trabajo emocional Un segundo elemento de interés en los estudios realizados hasta la fecha ha sido el grado hasta el cual los empleados gestionan o controlan sus expresiones emocionales a través de la “máscara” facial que presentan a las demás personas. Esta perspectiva indica en primer lugar que las emociones sentidas por un empleado pueden distinguirse de las emociones que él mismo manifiesta exteriormente, que constituyen las expresiones faciales, los gestos, el tono de la voz y el lenguaje utilizado para transmitir los sentimientos (véase la obra de Rafaeli y Sutton, 1989). Las emociones mostradas exteriormente que difieren de las que realmente sentimos implican la existencia de un control emocional, que consiste en el intento de influir en las emociones que poseemos, en cuando las sentimos y en cómo esas emociones se experimentan o expresan (véase la obra de Gross, 1998 a). De ese modo, se incluye una amplia variedad de actividades de control, por ejemplo y tal como pone de relieve el ejemplo presentado al inicio de este artículo, el control de la ira cuando una persona piensa que afectará muy negativamente a su reputación. Cuando se pone en marcha un trabajo emocional, un tipo de control específico de las organizaciones, los empleados gestionan sus manifestaciones públicas de las emociones con el fin de adecuarse a las “reglas de manifestación externa” normalizadas (véanse las obras de Ekman, 1973, y de Hochschild, 1983). Esas reglas de manifestación organizacional o normas emocionales pueden utilizarse como mecanismo para mejorar los desempeños y resultados en el mundo del trabajo; Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:18 Página 67 Los motivos por los que el afecto es importante ésos serían los casos, por ejemplo, del personal de ventas que mantiene una expresión optimista y entusiasta con los clientes a fin de promover las compras (véanse las obras de Pugh, 2001, y de Totterdell y Holman, 2003), de los abogados que utilizan un tono agresivo y de enfado con objeto de conseguir la conformidad de sus adversarios (véase la obra de Pierce, 1995), de los profesionales médicos que adoptan normas de neutralidad afectiva intencional (véase la obra de Smith y Kleinman, 1989) y de los responsables del cobro de facturas que intentan tranquilizar o intimidar a los deudores (véase la obra de Sutton, 1991). Este concepto tiene la consideración de “trabajo” debido a que una parte de lo que se paga a esos empleados está destinada a que controlen sus propias emociones con el fin de provocar el estado emocional buscado en otras personas (véase la obra de Hochschild, 1983). Los estudios hechos hasta ahora en este campo también han hecho hincapié en cómo el contexto organizacional restringe o fomenta las normas sobre las emociones (por ejemplo, el caso de empleados que muestran emociones positivas sólo durante las horas de menos público en establecimientos abiertos las 24 horas del día o en bancos; véanse las obras de Pugh, 2001, y de Rafaeli y Sutton, 1990). También se ha estudiado el trabajo emocional en cuanto a su consideración de “actuación superficial”, cuando los empleados muestran emociones sin sentirlas necesariamente (como, por ejemplo, en el caso de un empleado del servicio de atención al cliente de una compañía aérea que se encuentra irritado y se esfuerza por sonreír y ser amable cuando un cliente se pone cada vez más nervioso por la pérdida de su equipaje), así como de “actuación profunda”, cuando los empleados muestran emociones que realmente han desarrollado a partir de sus propios sentimientos (por ejemplo, si el empleado del servicio de atención al cliente de la compañía aérea trata de verdad de comprender al cliente y muestra emociones próximas a la empatía). En un principio, se formularon diversas teorías acerca de que una discrepancia entre las manifestaciones emocionales externas de las personas y sus sentimientos subyacentes (elemento característico de la actuación superficial) sería origen de “disonancia emocional” y contribuiría a aumentar la tensión en el trabajo (véanse las obras de Hochschild, 1983, y de Morris y Feldman, 1996). Ello querría decir que, cuando un empleado del servicio de atención al www.revistadeempresa.com cliente se fuerza continuamente por sonreír a pesar de sentir un afecto negativo como la irritación, la disonancia creada puede ser causa de ansiedad, de depresión y de cansancio extremo (véase la obra de Grandey, 2003). No obstante, los investigadores en ese campo también han descubierto que, en el caso de muchos trabajadores, la actuación superficial no les provoca tensiones, en especial si esos empleados están “fingiendo de buena fe” y creen que la actuación que están llevando a cabo forma parte legítima de su cometido laboral (véase la obra de Rafaeli y Sutton, 1989, así como el resumen correspondiente en la obra de Côté, 2005). Debido a la existencia de conclusiones tan divergentes, los investigadores están intentando ahora conocer las condiciones según las cuales el control de las emociones en forma de actuación superficial da como resultado real un aumento de la tensión (véase la obra de Côté, 2005), incluidas las funciones que desempeñan las diferencias individuales y el contexto organizacional (véase la obra de Grandey, 2000). Una posible respuesta a dicha cuestión proviene de los estudios hechos en materia de control de las emociones, que sostienen que, si dicho control se realiza mediante la previsión de las emociones y el inicio de un replanteamiento cognoscitivo (por ejemplo, diciéndose a uno mismo por adelantado que sea objetivo en una situación potencialmente cargada de emoción), se produciría menos tensión que si se controlan las emociones a través de la represión (por ejemplo, intentando “actuar superficialmente” como si se estuviera contento cuando en realidad se está muy irritado; véase la obra de Gross, 1998 b). El contagio emocional y el afecto colectivo La idea de que el afecto no sólo se produce intrapsicológicamente, sino que además posee un importante componente social que puede influir en interacciones diádicas y de grupo ha dado origen a un tercer campo de investigación en la materia (véanse las obras de Barsade y Gibson, 1998, de Kelly y Barsade, 2001, y de Keltner y Haidt, 1999). El proceso del contagio emocional es un mecanismo fundamental a través del cual las emociones se comparten y se hacen sociales, de modo que crean lo que se denomina “emoción colectiva”. El contagio emocional, manifestado mediante procesos que facilitan el intercambio o la transmisión de emociones de una persona a otros miembros de su 67 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 68 Los motivos por los que el afecto es importante grupo, a menudo se produce sin un conocimiento consciente (a pesar de que también puede ser inducido conscientemente; véase a este respecto la obra de Barsade, 2002). Se ha calificado a ese proceso diario, continuo y automático como la tendencia a imitar la conducta no verbal de otras personas, a “sincronizar expresiones faciales, vocalizaciones, posturas y movimientos” con otros, y al mismo tiempo a “converger emocionalmente” (véase la obra de Hatfield, Cacioppo y Rapson, 1994). Los estudios hechos hasta la fecha han puesto de relieve que esa imitación o mimetismo puede explicarse a través de la hipótesis del intercambio y de la comunicación facial, de modo que las personas que copian algunas expresiones faciales correspondientes a emociones, en la práctica comienzan a experimentar las mismas emociones (véanse las obras de Larsen y Kasimatis, 1990, y de Strack, Martin y Stepper, 1988). El proceso de contagio puede modificarse debido a múltiples factores, como por ejemplo el grado con el que las personas son buenas transmisoras y receptoras de emociones (véanse las obras de Hatfield y otros autores, 1994, y de Sullins, 1989). Pese a que algunos estudios que analizan la influencia del contagio emocional se centraron en un primer momento sobre todo en los entornos de carácter diádico, los resultados obtenidos a través de estudios teóricos y de campo ponen de manifiesto que el contagio también funciona en el ámbito de los grupos. Así, por ejemplo, en un estudio se observa que el contagio ocurría e influía en la dinámica de grupos, tanto con la inducción deliberada del estado de ánimo mediante la presencia de un cómplice preparado para ello como cuando no existía un cómplice colaborador (véase la obra de Barsade, 2002). Si nos trasladamos ahora a entornos de carácter organizacional, en un estudio que analizaba exhaustivamente los comportamientos diarios de grupos de trabajo formados por enfermeros y contables, se comprobó la aparición de un fenómeno de convergencia colectiva de estados de ánimo del grupo, claro producto derivado del contagio, en especial en aquellos grupos con elevada cohesión colectiva (véase la obra de Totterdell, Kellet, Teuchmann y Briner, 1998). En un estudio más amplio de setenta grupos de trabajo pertenecientes a 51 contextos organizacionales diferentes (entre los que se incluían equipos de productos, equipos de servicios, equipos de planifica- 68 ción estratégica, equipos de consultoría y equipos de ingeniería), la convergencia de estados de ánimo se producía en todas las dimensiones del circumplejo afectivo (véase la obra de Bartel y Saavedra, 2000). En un reciente estudio acerca del contagio en grupos realizado en un entorno naturalista de resultados de equipos de trabajo, se demostró no sólo la existencia del contagio, sino que además ese contagio era mucho más acusado en aquellas personas que tenían una mayor propensión temperamental hacia el contagio emocional, así como también en aquellas personas que poseían tendencias más colectivistas hacia el grupo (véase la obra de Ilies, Wagner y Morgeson, pendiente de publicación). Motivos por los que el afecto es importante en las organizaciones Ya hemos sentado las bases de los trabajos preliminares que permiten comprender y responder al título de este apartado a través de los parámetros asociados al afecto como concepto. Por ello, pasamos ahora a analizar cómo el afecto de todo tipo influye en las ideas y los comportamientos de las personas y los grupos dentro de las organizaciones. Así, en primer lugar, examinamos una relación que durante mucho tiempo ha intrigado a los investigadores, a saber, si los sentimientos de los empleados influyen en sus resultados en el trabajo. A continuación, estudiamos las relaciones específicas entre el afecto y el proceso de toma de decisiones, la creatividad, la dinámica de grupos y las conductas individuales, como por ejemplo la rotación del personal, la conducta social, la negociación y la dirección o el liderazgo. Por último, extraemos conclusiones a partir de esos estudios con el fin de indicar dónde nos encontramos y poner de relieve los retos a los que nos enfrentamos a la hora de buscar vías futuras para los trabajos de investigación en materia organizacional. El afecto y los resultados en el trabajo La hipótesis dominante durante el siglo pasado acerca de las emociones de los empleados fue que los trabajadores que estaban contentos en su trabajo debían ser siempre productivos (véase la obra de Staw, Bell y Clausen, 1986). Sin embargo, hasta los pasados años ochenta, esa “alegría” a menudo se evaluaba utilizando mediciones actitudinales como, por ejemplo, la satisfacción derivada del puesto de trabajo, por lo cual Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 69 Los motivos por los que el afecto es importante los resultados obtenidos fueron claramente modestos4. Recientemente, se han utilizado mediciones que evalúan más directamente esa “alegría” (aquellas que se centran en el afecto positivo como rasgo personal y como estado pasajero en un momento concreto) con objeto de analizar esa relación fundamental. Esos nuevos estudios han aportado resultados mucho más convincentes. Además, en un metaanálisis de carácter global se indicaba que la tendencia de una persona a experimentar emociones y estados de ánimo positivos está asociada a mejoras en diversas mediciones de resultados en el trabajo, entre las que se incluyen evaluaciones más positivas de los supervisores, mayores ingresos, aumento de la capacidad negociadora y realización de actuaciones discrecionales en beneficio de la organización (véase la obra de Lyubomirsky, King y Diener, 2005). La mayor parte de los estudios sobre el afecto y los resultados relacionados con el trabajo ha analizado el afecto temperamental de los empleados (véase un resumen en la obra de Staw y Cohen-Charash, 2005). Así, por ejemplo, en un estudio experimental sobre los resultados del personal directivo se puso de manifiesto que el afecto positivo temperamental era un factor de predicción importante de la eficacia del proceso de toma de decisiones, de los desempeños interpersonales y de las calificaciones del potencial directivo (véase la obra de Staw y Barsade, 1993). Los estudios de campo longitudinales han indicado también que los empleados que suelen responder a los obstáculos en el trabajo con un estado de ánimo positivo (utilizando tanto mediciones de los rasgos personales como de los estados pasajeros en situaciones concretas) suelen también conseguir resultados más favorables (entre los que se incluyen evaluaciones más favorables de sus supervisores y la consecución de sueldos más elevados dieciocho meses después de la medición inicial de las emociones positivas) que sus compañeros más negativos (véase la obra de Staw, Sutton y Pelled, 1994). En lo que atañe al área de ventas de las empresas, se descubrió que el afecto positivo general del personal comercial hacia sus clientes ayudaba a prever muy bien la evolución futura de las ventas (véase la obra de Sharma y Levy, 2003). En términos generales, los trabajos de investigación existentes ponen de relieve la existencia de una importante y constante relación entre las mediciones del afecto positivo derivadas de los rasgos personales y diversas www.revistadeempresa.com mediciones de los resultados en el trabajo. Esa relación se ha mantenido en estudios experimentales, intersectoriales y longitudinales, incluso después de realizar un control acerca de posibles variables contradictorias y de utilizar tanto calificaciones objetivas como subjetivas (véase resumen en la obra de Cropanzano y Wright, 2001). Cuando analizan la influencia del estado de ánimo en los resultados, los investigadores han descubierto que el contagio emocional es un mecanismo muy útil para conocer las consecuencias de los desempeños de los empleados. Así, por ejemplo, se descubrió que el estado de ánimo positivo del personal de caja de entidades bancarias producía un contagio emocional positivo entre sus clientes, que después fue asociado positivamente a las evaluaciones de los clientes sobre la calidad del servicio (véase la obra de Pugh, 2001). En un estudio de observación de códigos de conducta llevado a cabo de manera muy inteligente, en el que se analizaba el contagio emocional a través de 220 encuentros personales entre empleados y clientes en cafeterías, se mostró la aparición de imitación conductual, uno de los mecanismos subyacentes del contagio emocional, ya que la relevancia de las sonrisas de los empleados ayudaba a prever las sonrisas de los clientes durante la relación de compra, que incluso eran más expresivas que las sonrisas que habían mostrado los clientes nada más entrar en la cafetería. Ese contagio emocional también servía para prever la satisfacción de los clientes con respecto a su contacto personal con el empleado (véase la obra de Barger y Grandey, 2006). De modo análogo, en un estudio que se ocupaba de una medición del afecto a corto plazo (aunque no era realmente una medición del estado de ánimo) se puso de relieve que en una muestra de vendedores de calzado que adoptaban conductas afectivamente positivas con los clientes como, por ejemplo, saludarlos al entrar, sonreírles y dirigirse a ellos mirándoles a los ojos, existía una correlación con el estado de ánimo positivo de los clientes dentro del establecimiento, que después estaba relacionado con la cantidad de tiempo pasado por los clientes en la tienda y con su confirmada voluntad de regresar y hacer compras allí de nuevo (véase la obra de Tsai y Huang, 2002). Ese efecto del contagio emocional también ha sido puesto de manifiesto en el ámbito más general de los grupos. Por ejemplo, en un proceso simulado de 69 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 70 Los motivos por los que el afecto es importante toma de decisiones de un grupo directivo, el grado con el que las personas pertenecientes al grupo experimentaban un contagio positivo ayudaba a prever la valoración positiva que otros miembros del grupo hacían de sus resultados (véase la obra de Barsade, 2002). En ese mismo estudio, y analizando conclusiones de carácter más colectivo, el grado con el que los grupos experimentaban contagio positivo en lugar de contagio negativo era causa de menos conflictos y de mayor cooperación en el modo de asignar el dinero en el proceso de toma de decisiones relativas a los sueldos. Los grupos en los que se producía un contagio emocional positivo asignaban el fondo salarial de manera más uniforme entre los miembros del grupo que en el caso de los grupos en los que se producía un contagio emocional negativo. En otro estudio sobre la influencia del contagio del estado de ánimo del jefe de un grupo entre los miembros del grupo, se descubrió que el estado de ánimo positivo del jefe influía de modo positivo en los miembros del grupo tanto individual como colectivamente, ocurriendo exactamente lo contrario cuando el estado de ánimo de ese jefe era negativo. El estado de ánimo positivo del jefe también tenía una repercusión posterior en cuanto a la coordinación y las actividades del grupo (véase la obra de Sy, Côté y Saavedra, 2005). En relación con lo anterior, aunque nos hemos concentrado en el estudio del contacto emocional como una situación pasajera, la propensión de los rasgos de la personalidad de cada uno hacia el contagio emocional también ha empezado a estar asociada a los resultados en el trabajo. Así, por ejemplo, se ha relacionado con los resultados positivos de los vendedores, pero también con una mayor probabilidad de agotamiento personal (véase la obra de Verbeke, 1997) y con una mayor vulnerabilidad al cansancio emocional cuando tienen que tratar con asuntos relacionados con la enfermedad y la muerte en el caso de especialistas oncólogos (véase la obra de LeBlanc, Bakker, Peeters, Van Heesch y Schaufeli, 2001). que el estado de ánimo, así como mucho más sencillo de evaluar que las emociones independientes. En un estudio sobre funcionarios públicos, una prueba empírica comparativa de mediciones del afecto como rasgo de la personalidad y del afecto como estado en un momento concreto, se puso de manifiesto que las mediciones de rasgos personales (utilizando una medición del bienestar psicológico positivo), estaban relacionadas con las calificaciones de resultados dadas por los supervisores de manera más acusada que los efectos del estado de ánimo. La repetición del mismo estudio con asistentes sociales reprodujo los mismos resultados en cuanto a los rasgos personales, pero también descubrió que el estado de ánimo negativo servía para predecir los resultados, a la vez que restringía las mediciones de los rasgos de la personalidad. De ese modo, ambos tipos de afecto son importantes en cuanto a los resultados en el trabajo (véase la obra de Wright, Cropanzano y Meyer, 2004). También se ha dicho que la relación entre los estados de sentimiento más breves de los empleados (por ejemplo, estados de ánimo y emociones) y las evaluaciones de resultados, como por ejemplo las calificaciones de los supervisores, son contradictorias debido a un problema de desfase temporal, esto es, que los estados de ánimo y las emociones de los empleados pueden ser fugaces y a corto plazo, mientras que las mediciones de los resultados utilizadas suelen reflejar periodos de evaluación más largos (por lo común, de seis meses a un año; véase la obra de Wright y Staw, 1999). Tal como veremos más adelante, cuando los resultados se evalúan de manera más delimitada en cuanto al tiempo (por ejemplo, a través de procesos efectivos de toma de decisiones, de creatividad o de conductas orientadas a lo social), las conclusiones obtenidas en cuanto al estado de ánimo positivo son bastante convincentes. Desde aquí animamos a realizar nuevos estudios de investigación acerca de la influencia del estado de ánimo, y en especial de las emociones independientes, en los resultados y desempeños en el trabajo (véase la obra de Lazarus y Cohen-Charash, 2001). No está claro del todo cuál de los dos, si el afecto temperamental o el estado de ánimo, tiene una influencia mayor en los resultados, a pesar de que existen teorías que integran ambos conceptos (véase la obra de Weiss y Cropanzano, 1996). Se han realizado más estudios sobre el afecto temperamental, pero ello puede deberse a que éste es más fácil de medir Por último, en un campo más reciente de investigación se analiza si la inteligencia emocional de un empleado es causa de una mejora en los resultados de su trabajo, habiendo demostrado la mayoría de esos estudios que existe una relación en cuanto a la inteligencia emocional general y el subfactor de reconocimiento y percepción emocionales (para un análisis exhaustivo de la 70 Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 71 Los motivos por los que el afecto es importante influencia de la inteligencia emocional en los resultados en el trabajo, véase la obra de Mayer y otros autores, de próxima publicación). Se ha puesto de relieve que la inteligencia emocional influye positivamente en cuanto a los resultados en cometidos relacionados con la resolución de problemas (véanse las obras de Lam y Kirby, 2002, y de Lyons y Schneider, 2005), así como en diversas simulaciones directivas, incluido el análisis de problemas en una actividad directiva inicial, en un proceso decisorio relacionado con despidos y en un trabajo simulado de resolución de reclamaciones (véanse las obras de Day y Carroll, 2004, de Feyerham y Rice, 2002, y de Matsumoto y otros autores, 2004). También se han efectuado estudios de campo que asociaban la inteligencia emocional a los resultados, principalmente en el ámbito de las habilidades de percepción de emociones. En un reciente metaanálisis se afirmaba que había una relación positiva con mayor percepción de las emociones (precisión de reconocimiento de las emociones) y con mejores resultados en el trabajo en profesiones tan diversas como las de especialistas médicos, médicos internos residentes, trabajadores de asistencia social, responsables de asuntos exteriores, responsables de centros educativos, personal en prácticas de servicios públicos, profesores de colegios, directivos empresariales, médicos de cabecera y responsables comerciales (véase la obra de Elfenbein, Foo, White y Tan, pendiente de publicación). Existen, sin embargo, muchísimos menos estudios de campo que analicen la inteligencia emocional de un modo que vaya más allá de la percepción emocional. En uno de esos recientes análisis empíricos se estudió el caso de 44 analistas y empleados administrativos del departamento financiero de una compañía de seguros incluida en la lista de la revista Fortune de las 500 primeras empresas, y se comprobó que los empleados con mayores puntuaciones en cuanto a habilidades derivadas de la inteligencia emocional (que variaban en función de cuál fuera el factor de los cuatro que se estaban examinando) recibían mayores aumentos salariales por méritos y ocupaban puestos más altos en la compañía. Los empleados con mayor inteligencia emocional también eran calificados por parte de sus supervisores y sus compañeros como poseedores de habilidades de comunicación social superiores a las de empleados con menores puntuaciones en habilidades derivadas de la inteligencia emocional (véase la obra de Lopes y otros autores, 2000). No obstante, en términos generales, en los estudios de campo, las investigaciones que ponen de manifiesto www.revistadeempresa.com la existencia de lazos entre las habilidades de inteligencia emocional (IE) y los resultados en el trabajo se encuentran aún en sus fases iniciales y no han dado todavía los resultados que se preveían, vista su enorme fama en la prensa popular. Una posibilidad podía ser que las mediciones de ese concepto se mejoraran, o bien que las variables de resultados se eligieran con mayor cuidado. Otra posibilidad sería que la inteligencia cognoscitiva u otras variables de la personalidad (véanse las obras de Gohm, Corser y Dalsky, 2005, y de Rubin, Munz y Bommer, 2005) fuesen especialmente importantes en ámbitos organizacionales y pudieran interactuar con la inteligencia emocional de un modo que llegase a influir en los resultados. Así, por ejemplo, en un reciente estudio se trató precisamente de esa cuestión y se descubrió que entre los miembros del personal de apoyo de una universidad pública la influencia de una elevada inteligencia emocional en sus resultados era más pronunciada en aquellos empleados que habían obtenido menores puntuaciones de inteligencia cognoscitiva (véase la obra de Côté y Miners, 2006). Por último, pudiera ocurrir que este campo de estudio no hubiera considerado suficientemente las relaciones existentes entre los subcomponentes de la inteligencia emocional, teniendo en cuenta todo el “perfil de IE”, en lugar de tener en cuenta las habilidades de modo independiente. Por ejemplo, si hay dos directivos que son buenos en cuanto a su capacidad para determinar las emociones de los demás, pero uno es mejor que otro en lo que respecta al control de sus propias emociones o de las de los demás, es probable que este último directivo logre mayores éxitos en su trabajo. A pesar de que muchos de los estudios citados han utilizado resultados cuantitativos de actividades como medida de los desempeños en el trabajo, el objeto actual de los estudios acerca de las emociones ha sido examinar muchas otras variables de resultados que también pueden ser consideradas como medidas de “desempeños en el trabajo”, en función del contexto correspondiente a cada actividad. Entre éstas cabe destacar el proceso efectivo de toma de decisiones, la creatividad, la rotación del personal, las conductas proclives a lo social y el liderazgo o la dirección. Por ello, pasamos ahora a analizar cada una de esas variables. El afecto y el proceso de toma de decisiones La influencia del afecto en el proceso decisorio ha sido un campo de debate continuo acerca de si el 71 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 72 Los motivos por los que el afecto es importante afecto positivo o negativo es causa de mejores resultados. Son muchos los ámbitos en los que es posible encontrar apoyo a la influencia de las emociones positivas en el proceso de toma de decisiones. Alice Isen y sus colaboradores, en sus múltiples y amplios trabajos de investigación, han demostrado sistemáticamente que las inducciones del estado de ánimo positivo llevan a procesos decisorios mejores y más eficientes, incluidas aquellas decisiones que requieren un método más prudente, sistemático e integral (véase en las obras de Isen, 2001, y de Isen y Labroo, 2003, un resumen de la bibliografía al respecto). Por ejemplo, en un estudio hecho en un hospital, Estrada, Isen y Young (1997) inducían afecto positivo en médicos profesionales mediante el regalo de unas golosinas. A continuación, los médicos tenían que leer la descripción de un paciente y pensar en voz alta (palabras que se grababan y calificaban posteriormente por especialistas externos) a fin de determinar el diagnóstico correcto. Así, se descubrió que, aunque los médicos hacia los que se había inducido afecto positivo consideraron tantos diagnósticos como los médicos que no experimentaron la inducción de estado de ánimo positivo (no se les entregaron golosinas), los doctores hacia los que se había inducido afecto positivo llegaron a la solución correcta mucho antes que los participantes de control, y tuvieron menos probabilidades de basarse incorrectamente en hipótesis erróneas. Ese estudio pone de relieve que el afecto positivo puede facilitar el uso integral, eficiente y flexible de nueva información, lo cual aumenta la eficacia de la decisión. No obstante, otros estudios también han puesto de manifiesto que el afecto negativo puede conducir a un proceso de toma de decisiones más eficaz. Algunos de esos estudios muestran que el afecto negativo lleva a la realización de un proceso más concentrado, detallado y analítico (véase en la obra de Schwarz, Bless y Bohner, 1991, un resumen de la bibliografía al respecto), mientras que el afecto positivo puede conllevar justo lo contrario (véanse las obras de Melton, 1995, y de Mackie y Worth, 1989). Otros estudios clínicos destacan un “efecto realista depresivo” según el cual las personas que están deprimidas (afecto de rasgo personal) realizan juicios más precisos que las personas no deprimidas (véase la obra de Alloy y Abramson, 1988). Por último, el modelo basado en el “estado de ánimo como elemento de información” (véase la obra de Martin, Ward, Achee y Wyer, 1993) 72 prevé que el afecto negativo provocará la necesidad de utilizar procesos más complejos. Las razones de lo anterior se basan en que las personas utilizan sus estados de ánimo como indicadores del estado de su entorno. De ese modo, los estados de ánimo negativos sirven para señalar a las personas que algo está mal, de forma que el proceso cognoscitivo activo se mantendrá durante el tiempo en que las personas intentan resolver el problema, mientras que el estado de ánimo positivo indica que todo está bien y que las personas deben dejar de analizar. Al llevar este debate al ámbito de las organizaciones, Staw y Barsade (1993) abordaron directamente la cuestión de cuál de los dos conceptos, el afecto positivo o el afecto negativo, contribuye más al logro de un proceso eficaz de toma de decisiones. En una simulación de dirección hecha con estudiantes de máster en administración de empresas, ofrecieron hipótesis distintas con respecto a si los participantes con elevado afecto positivo de rasgo personal serían mejores en la toma de decisiones que los participantes con bajo afecto positivo de rasgo personal en una simulación de dirección puntuada por especialistas externos. Así, descubrieron la influencia beneficiosa del afecto positivo en una gama completa de actividades decisorias detalladas y complejas, entre las que cabe destacar una mayor precisión en la toma de decisiones, mayor cantidad de información adicional requerida antes de tomar las decisiones, mayor uso de índices cuantitativos y mejor reconocimiento de las contingencias situacionales. De esa manera, llegaron a la conclusión de que el afecto positivo era origen de mejores decisiones que el afecto negativo. El afecto positivo también ha sido relacionado con procesos analíticos más minuciosos y con la eficiencia en la toma de decisiones. En un estudio hecho con titulados universitarios que buscaban trabajo, aquellos que poseían una mayor afectividad positiva de rasgo personal tenían las cosas más claras en cuanto a su búsqueda de empleo (integraban la información de manera más adecuada y eficiente), lo que les hizo después buscar un trabajo de modo más intenso, que al final les aportó más entrevistas y ofertas de empleo (mientras que no se descubrió que la afectividad negativa de rasgo personal estuviera asociada a la claridad en cuanto a la búsqueda de un trabajo; véase la obra de Côté, Saks y Zikic, 2006). En un reciente metaanálisis se demostró también que la preponderancia de pruebas indica que las emociones Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 73 Los motivos por los que el afecto es importante positivas son mejores para múltiples facetas del proceso de toma de decisiones (véase Lyubomirsky, King y Diener, 2005). En términos generales, puede ocurrir que el estado de ánimo positivo permita a las personas actuar mejor en el aspecto que corresponda a la situación de que se trate. De esa forma, cuando se precisan respuestas más heurísticas y rápidas, las personas con estados de ánimo positivos pueden responder con un método adecuado de toma de decisiones; si la tarea requiere un proceso más exhaustivo y analítico, las personas que se encuentren en una situación de buen estado de ánimo reconocen esa necesidad y pueden hacerlo igual de bien que en el caso anterior (véase la obra de Isen, 2004). Se ha estudio en mucha menor medida la influencia de las emociones independientes en el proceso de toma de decisiones. A pesar de ello, en un estudio cualitativo de tres orquestas sinfónicas profesionales de Gran Bretaña se ofrecía un modelo interesante de cómo múltiples emociones negativas como el miedo, la angustia, la vergüenza, el bochorno, la humillación, la ira y la lástima influían en el proceso decisorio (véase la obra de Maitlis y Ozcelik, 2004). Los autores utilizaron de manera efectiva métodos cualitativos para recoger todos esos fenómenos. Sería muchísimo más difícil conseguir la misma dinámica de forma cuantitativa; ésa es probablemente una de las razones por las que ha habido menos trabajos de investigación sobre las emociones independientes en las organizaciones y en especial sobre la interacción de múltiples emociones independientes (véase la obra de Maitlis y Ozcelik, 2004). El afecto y la creatividad Al igual que ha ocurrido en los estudios sobre el proceso de toma de decisiones, se han encontrado también muchos argumentos válidos en la bibliografía existente sobre la influencia de los estados transitorios y los rasgos personales intrínsecos del afecto negativo y positivo en la creatividad (véase en la obra de James, Brodersen y Jacob, 2004, un resumen de la bibliografía al respecto). Así, se ha dicho que el afecto positivo influye favorablemente en la creatividad, ya que conduce a un estado de ánimo en el que se aprovecha mayor cantidad de material cognoscitivo (más variedad en los elementos que son tomados en consideración) para su tratamiento posterior. En consecuencia, una vez que esos elementos están disponibles, el afec- www.revistadeempresa.com to positivo conlleva un pensamiento y una generación de ideas más complejos y flexibles, lo cual facilita una mayor posibilidad de elegir elementos asociados y una mayor oportunidad de que las personas agrupen efectivamente todos los elementos cognoscitivos con los que cuentan (véanse las obras de Isen, 1999, y la de Frederickson, 1998). Existen muchas pruebas que apoyan esa teoría en estudios de laboratorio sobre el afecto positivo inducido y la creatividad, con múltiples análisis que ponen de manifiesto que, cuando las personas viven estados de ánimo más positivos, son más creativas (véase en la obra de Isen, 1999, un resumen de la bibliografía al respecto). Ese mismo apoyo se ha comprobado recientemente en estudios que analizan la situación en las organizaciones. En el primer estudio longitudinal sobre la creatividad en el trabajo cotidiano, se analizaban informes de autoevaluaciones, de calificaciones realizadas por terceros y de datos procedentes de agendas diarias, todos ellos correspondientes a 222 empleados de siete empresas durante toda la duración de un proyecto completo, abordando directamente la cuestión de ver cómo el afecto positivo y el afecto negativo influían en el aumento de la creatividad (véase la obra de Amabile, Barsade, Mueller y Staw, 2005). Este estudio descubrió la existencia de una gran relación lineal entre el mayor estado de ánimo positivo y la creatividad en las organizaciones. Además, se comprobó que la influencia del afecto positivo en la creatividad duraba hasta dos días después de haber empezado a sentirse el estado de ánimo positivo. En otro estudio de campo reciente, realizado en el sector de artículos de punto, también pusieron de relieve los efectos favorables del estado de ánimo positivo en el trabajo de resultados creativos mediante la demostración de que los estados de ánimo positivos, pero no así los negativos, influían en la relación entre el apoyo que los empleados consiguen para el trabajo creativo y sus resultados reales de creatividad (véase la obra de Madjar, Oldham y Pratt, 2002). En términos generales, la mayoría de los estudios apoya la idea de que existe una relación directa entre el afecto positivo y la creatividad5. El afecto y la rotación del personal y el absentismo El índice de rotación del personal y el absentismo laboral son variables organizacionales de la máxima importancia, ya que el coste de sustituir a los empleados y del tiempo perdido por los trabajadores es enormemente elevado (véanse las obras de Cascio, 1991, y 73 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 74 Los motivos por los que el afecto es importante de Shaw, Delery, Jenkins y Gupta, 1998). Algunos estudios han asociado el afecto a dichas variables; por lo común, esos trabajos apoyan la idea de que la afectividad positiva (como estado pasajero y como rasgo personal) está relacionada con un menor absentismo y con una menor inclinación a rotar en el puesto de trabajo, así como que la afectividad negativa (como estado pasajero y como rasgo personal) está asociada a un aumento del absentismo, una mayor predisposición a rotar en el puesto de trabajo y una rotación efectiva en el puesto de trabajo (véanse las obras de George y Jones, 1996, de Pelled y Xin, 1999, y de Thoresen, Kaplan y Barsky, 2003). Sin embargo, es muy importante prestar atención a los distintos efectos del afecto positivo y del afecto negativo. Así, por ejemplo, en un estudio se pone de relieve que la experimentación de estados de ánimo positivos (medidos a través de cómo se sintieron los empleados “durante la semana anterior”) hacía que los trabajadores redujeran el absentismo, mientras que la experimentación de estados de ánimo negativos no tenía ninguna influencia en sus conductas relacionadas con el absentismo (véase la obra de George, 1989, p. 321). En otro trabajo sobre la distinta influencia del afecto positivo y del afecto negativo se encontró respuesta a una pregunta que durante mucho tiempo había desconcertado a los investigadores, a saber, ¿por qué el descontento en el trabajo provoca en algunos empleados la intención de cambiar de puesto, pero en otros no? Algunos estudios han descubierto que los trabajadores que poseen un afecto positivo naturalmente superior tienen más probabilidades de dejar sus puestos si están descontentos con ellos, que las personas que se caracterizan por poseer un afecto positivo escaso (véanse las obras de Judge, 1993, y de Shaw, 1999). Una de las razones que explica esa relación radica en que en las personas de bajo afecto positivo el ímpetu para dejar el puesto de trabajo es reducido, debido a que no esperan que un nuevo empleo sea más satisfactorio. De manera inversa, las personas con un elevado afecto positivo como rasgo personal tienen más probabilidades de desear cambiar su situación cuando se encuentran descontentas. Además, la relación entre la satisfacción en el empleo y la intención de rotar de puestos es superior entre las personas que piensan que sus principios no se materializan en el trabajo y que suelen experimentar estados de ánimo muy positivos. Lo anterior puede deberse a que esas personas piensan 74 que pueden, debido a sus capacidades y habilidades, encontrar por sí mismas un nuevo empleo que les permita respetar los valores y principios que persiguen (véase la obra de George y Jones, 1996). El afecto y los comportamientos orientados a lo social Las conductas orientadas a lo social son aquellas que se adoptan para beneficiar o ayudar a otra persona, al grupo o a la organización (véase la obra de Brief y Motowidlo, 1986). En la bibliografía actual en materia de psicología social se ha puesto claramente de manifiesto que el estado de ánimo positivo está asociado en general a las conductas proclives a la ayuda (véanse las obras de Isen, Clark y Schwartz, 1976, y de Salovey, Mayer y Rosenhan, 1991)6. También se han elaborado estudios para tratar de resolver la cuestión más específica de determinar si el estado de ánimo positivo de los empleados promueve conductas organizacionales orientadas a lo social. Los investigadores en la materia han descubierto que los empleados que experimentan estados de ánimo positivos en el trabajo tienen más probabilidades de adoptar comportamientos orientados a lo social, tanto en lo que respecta a lo que su trabajo requiere (como, por ejemplo, un mejor servicio de atención a los clientes) como a aspectos que van mucho más allá de lo que se espera de ellos en su trabajo (como, por ejemplo, ayudar a los compañeros o realizar actividades altruistas; véase la obra de George, 1991). En esos estudios se ha puesto de manifiesto que los estados de ánimo positivos más íntimos influyen en esos comportamientos, mientras que el afecto temperamental parece influir bastante menos. En un estudio concreto, el estado de ánimo de los empleados servía para prever conductas orientadas a lo social como el altruismo y la ayuda, mientras que el afecto temperamental (medido en forma de afectividad positiva) no tenía ningún efecto en ellas (véase la obra de George, 1991). Ello significa que, al contrario del absentismo laboral o de la rotación en el puesto de trabajo, esas conductas orientadas a la ayuda parecen estar más afectadas por aspectos derivados de la situación inmediata, en lugar de por las tendencias relativamente estables de una persona a experimentar afecto positivo. Asimismo, se han asociado las conductas orientadas a lo social a estados de ánimo manifestados por los responsables de grupos de trabajo. En un estudio de vendedores de 37 establecimientos de venta al públi- Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 75 Los motivos por los que el afecto es importante co se examinó si el estado de ánimo positivo de los jefes de grupo contribuía al modo en que su grupo adoptaba comportamientos orientados a lo social y si reducía el índice de rotación voluntaria de los empleados del grupo. Los resultados obtenidos fueron afirmativos (véase la obra de George y Bettenhausen, 1990). De ese modo, se descubría que los jefes que experimentaban un gran estado de ánimo positivo en el trabajo solían sentirse “activos, entusiasmados, animados, llenos de vida y fuertes”, y que ese entusiasmo por los cometidos laborales se “transmitía” a los miembros de su grupo, produciendo una mayor incidencia de comportamientos orientados a lo social (véase la obra de George y Bettenhausen, 1990, p. 701). El motivo que explica esa conexión emocional con las conductas orientadas a lo social radica en que los jefes con estados de ánimo positivos tendrían más probabilidades de fomentar y observar conductas positivas adoptadas por el grupo y de ese modo reforzarlas positivamente. En ese mismo estudio se confirma la importancia de la capacidad del estado de ánimo del jefe para conformar las percepciones de los miembros de su grupo con respecto al propio colectivo y a su comportamiento con los demás. En términos generales, son muchas las pruebas que apoyan la idea de que las emociones positivas hacen que las conductas orientadas a lo social sean más probables. Asimismo, en algunos estudios se plantea el corolario siguiente: que es más probable que las emociones negativas provoquen conductas antisociales. En un estudio concreto se afirma que las emociones negativas independientes generadas por entornos que se consideran injustos o estresantes aumentan la frecuencia de comportamientos organizacionales antisociales o apartados de lo que allí se considera la norma (véase la obra de Spector y Fox, 2002). Ese planteamiento supone que en medios organizacionales (o en grupos) que promueven estados afectivos positivos, los empleados tienen más probabilidades de adoptar conductas orientadas a lo social, cooperativas y de ayuda. Por otro lado, se prevé justo lo contrario en organizaciones en las que se fomentan las emociones negativas de los empleados (véase la obra de Frost, 2004). El afecto y la negociación y la resolución de conflictos El conflicto constituye una parte inherente a la vida de las organizaciones y muchas veces es causa de fuertes respuestas emocionales en las personas y los gru- www.revistadeempresa.com pos conflictivos. La negociación es el medio principal por el que los miembros de la organización tratan de gestionar sus conflictos (véase la obra de Allred, Mallozzi y Matsui, 1997). Después de muchos años de ignorar las emociones o bien hacer hincapié en los consejos prácticos para mostrar emociones neutras y poner la consabida “cara de póquer” (véase la obra de Gibson y Schroeder, 2002), los especialistas en estudios sobre la negociación han comenzado a reconocer la importancia de las emociones y de cómo éstas influyen en los procesos de negociación (véanse las obras de Barry, Fulmer y Van Kleef, 2004, y de Thompson, Nadler y Kim, 1999, en las que se resumen las principales aportaciones académicas). Los resultados de esos estudios, por lo común, demuestran que los estados de ánimo positivos ayudan a resolver conflictos (véase la obra de Lyubromirsky y otros autores, 2005). Los negociadores que manifiestan un estado de ánimo positivo (generalmente inducido en entornos experimentales) suelen ser más cooperadores y tienen menos probabilidades de ocasionar conflictos y, en algunos casos, muchas veces consiguen acuerdos que mejoran la situación de todas las partes implicadas (véanse las obras de Baron, 1990, y de Barsade, 2002). Los estados de ánimo positivos inducen a las personas a adoptar métodos más innovadores para la solución de los problemas, y además se afirma que es más probable que ese tipo de negociadores logre acuerdos integradores (esto es, aquellos en los que todo el mundo sale ganando) (véase la obra de Carnevale e Isen, 1986). La existencia de un estado de ánimo positivo en un negociador le hace proclive a generar sentimientos más positivos en su contrario, y se ha asociado también la simpatía entre negociadores a un aumento de la flexibilidad en el proceso de negociación cuando los oponentes se conocen entre sí (véase la obra de Druckmann y Broome, 1991). Asimismo, el estado de ánimo positivo está relacionado con la persistencia y el aumento del grado de confianza en los negociadores, que a su vez se ha asociado al logro de unos resultados mejores (véase la obra de Kumar, 1997). Por último, en un estudio sobre negociaciones cara a cara se ponía de relieve que los negociadores pueden ser instruidos más fácil y eficazmente acerca de cómo ser emocionalmente estratégicos en las emociones que manifiestan externamente (un resultado muy interesante por propio derecho). En ese estudio también se descubrió que las manifestaciones emocionales positivas de un negociador (al 75 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 76 Los motivos por los que el afecto es importante revés de las manifestaciones externas neutras o negativas) generaban en sus homólogos el deseo de proseguir las conversaciones con ese negociador positivo. Por otro lado, el negociador positivo también era mucho más capaz de llegar a un acuerdo en un entorno distributivo (esto es, en el que algunos ganan y otros pierden), incluso mediante el aumento de las concesiones por parte del otro grupo (véase la obra de Kopelman, Rosette y Thompson, 2006). En la actualidad, las conclusiones derivadas de sentir y manifestar exteriormente emociones negativas en una negociación son generalmente las contrarias de las conclusiones con respecto a sentir y manifestar externamente emociones y estados de ánimo positivos. Así, por ejemplo, los negociadores con un estado de ánimo generalmente negativo eran más competitivos y conseguían peores resultados (véase la obra de Forgas, 1998). No obstante, los estudios dedicados a examinar los estados de ánimo negativos en la gestión y negociación de conflictos se concentran más probablemente en examinar las emociones independientes, que podrían ofrecer percepciones más matizadas. Por ejemplo, en un estudio que analiza emociones independientes de ira y de compasión se comprobó que los negociadores que sentían mucha ira y escasa compasión por sus contrarios conseguían al final menos beneficios comunes en sus negociaciones (véase la obra de Allred y otros autores, 1997). En el estudio también se puso de relieve que esas emociones independientes de ira y de compasión de los negociadores influían en sus negociaciones más de lo que lo hacían sus estados generales positivos o negativos de ánimo. También se han obtenido pruebas de efectos positivos derivados de la ira, descubriendo por ejemplo que un negociador que se enfrenta a un contrario muy enfadado tiene más probabilidades de darse por vencido que un negociador que se enfrenta a un contrario contento. Sin embargo, esos efectos se producían en situaciones en las que el tiempo estaba muy limitado, cuando el negociador que se enfrentaba al contrario de mal humor tenía menores atribuciones o en entornos informatizados (véase la obra de Van Kleef, De Dreu y Manstead, 2004). Ese último tipo de entornos informatizados es claramente relevante en la vida de las organizaciones (por ejemplo, en el uso del correo electrónico), pero también es muy importante analizar los efectos de la ira y del enfado en las negociaciones cara a cara. 76 Por último, al estudiar las habilidades derivadas de la inteligencia emocional se ha comprobado que la percepción emocional influye en los resultados logrados por el negociador individual de múltiples modos, en muchos casos contradictorios. De manera más sistemática, se ha demostrado que incrementan los resultados integradores de negociación de díadas (véanse las obras de Elfenbein y otros autores, pendiente de publicación, y de Foo, Elfenbein, Tan y Aik, 2004). Se ha comprobado también que la capacidad de comprender las emociones influye positivamente en cómo se siente el contrincante de una negociación acerca de sus logros en esa negociación, mucho más allá de la cantidad de dinero recibida por ese negociador y de su afecto positivo intrínseco (véase la obra de Mueller y Curhan, pendiente de publicación). El afecto colectivo y las conductas de grupo Durante mucho tiempo se ha considerado el papel del afecto como un factor implícito en los estudios sobre grupos; por ejemplo, en los estudios sobre cohesión de grupos (véase la obra de Ashforth y Humphrey, 1995) y sobre la evolución del desarrollo de grupos (véanse las obras de Tuckman, 1965, y de Wheelan, 1994). No obstante, son pocos los estudios que analizan cómo funciona el afecto en su calidad de factor explícito dentro del desarrollo de grupos, de las conductas y de los resultados. Ello es sorprendente debido a que, en el proceso de lograr buenos resultados en los trabajos, los grupos otorgan un lugar preferente a las interacciones intensas con personas con sus propias historias emocionales, sistemas emocionales y personalidades afectivas, que al enfrentarse a acontecimientos de grupo positivos y negativos. De todos los estudios hechos en ese ámbito, sin embargo, se han obtenido pruebas muy prometedoras en cuanto a la influencia de la emoción en los resultados de grupo. Una manera posible de conceptualizar la emoción de grupo y sus consecuencias es aplicar un enfoque “de abajo a arriba”, según el cual la emoción de grupo se define a través de la composición afectiva de los diversos atributos afectivos de los miembros del grupo (véase la obra de Barsade y Gibson, 1998). Así, por ejemplo, se descubrió que el tono afectivo de un grupo, esto es, las “reacciones afectivas sistemáticas u homogéneas dentro de un grupo”, medido a través del grado medio de afecto positivo del grupo, estaba positivamente relacionado en los grupos de personal Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 77 Los motivos por los que el afecto es importante de venta al público con una mejor atención a los clientes y con menores índices de absentismo (véase la obra de George, 1995). Un modo distinto de analizar la emoción de grupo se logra a través de la diversidad afectiva, esto es, del grado de diferencia en los rasgos afectivos que existe entre los miembros de un grupo. Se ha demostrado que la diversidad afectiva influye en los resultados del grupo; así, en una muestra de 239 altos directivos pertenecientes a 62 empresas estadounidenses, se comprobó que cuanto mayor era el grado de diversidad afectiva intrínseca en el equipo de la alta dirección, mayores eran los conflictos en el grupo, menor era la cooperación y peores eran los resultados económicos de la sociedad (véase la obra de Barsade, Ward, Turner y Sonnenfeld, 2000). Es escaso el número de estudios que ha investigado el efecto de las emociones independientes en los grupos, como por ejemplo la envidia de grupo, pero sin embargo se ha llegado a la conclusión de que estaban directamente asociadas a la reducción de los logros del grupo. También se encontró una vinculación con un absentismo mayor, con menor satisfacción de grupo y con peores resultados de grupo a través de los mecanismos de mayor abandono social, de reducción de la cohesión y de disminución de la creencia en la fuerza del grupo (véase la obra de Duffy y Shaw, 2000). También se ha utilizado un planteamiento “de abajo a arriba” según el cual, las normas admitidas colectivamente (implícitas o explícitas) acerca de las emociones apropiadas para expresarse o mantenerse en el grupo o en la organización, configuran el tipo de emociones que se permite y se manifiesta en el contexto del grupo (véanse resúmenes de los trabajos en la materia en las obras de Barsade y Gibson, 1998, y de Kelly y Barsade, 2001). Se han realizado también muchos estudios que analizan las normas sobre las emociones desde una perspectiva de trabajo emocional (véanse por ejemplo los resúmenes en la materia ofrecidos en las obras de Grandey, 2000, y de Rafaeli y Sutton, 1989), pero son muchos menos los que han investigado la influencia de la “cultura afectiva”. Podría considerarse que la cultura afectiva está formada por una serie de sistemas normativos que incluyen reglas de manifestación externa relativas a las emociones expresadas en el ámbito colectivo, que determinan la adecuación o la falta de adecuación de expresiones www.revistadeempresa.com emocionales específicas en la organización (véanse las obras de Barsade, Brief y Spataro, 2003, y de Barsade y O’Neill, 2004). En términos generales, pese a que podríamos considerar que la influencia de la cultura afectiva en la dinámica de grupos y de personas debe ser muy importante, de los muchos campos que hemos analizado y que han demostrado la influencia del afecto colectivo sobre los resultados en el trabajo, en la actualidad ese ámbito es uno de los menos estudiados y más abiertos a la nueva investigación. El afecto y el personal de dirección Llegamos al final de nuestro trabajo analizando uno de los elementos más importantes (y complejos) de las organizaciones, el correspondiente a la dirección y al liderazgo. Se ha hecho cada vez más evidente que las emociones influyen en los procesos de dirección, tanto en lo que respecta a las emociones que los directivos sienten y expresan como a las emociones que los seguidores y discípulos experimentan hacia sus líderes (véase la obra de George, 2000). En gran medida, los altos directivos están obligados a controlar sus propias emociones. Así, por ejemplo, a menudo manifiestan un estado de ánimo positivo u optimista en relación con el futuro, mientras que evitan expresiones de angustia o de pesar que podrían desmotivar a sus subordinados. Asimismo, deben ocuparse de gestionar las emociones de otras personas, por ejemplo, comprendiendo e identificándose con las emociones de los empleados acerca del cambio, de modo que se acepten mejor las iniciativas emprendidas en ese sentido (véase la obra de Huy, 2002). Pese a que la importancia de la idea de las emociones en los procesos de dirección de las organizaciones no es nueva (véanse, por ejemplo, las obras de Ashforth y Humphrey, 1995, y de Wasielewski, 1985), los últimos avances en los estudios sobre las emociones, y en particular de la inteligencia emocional, han promovido un mayor interés por el estudio de los directivos y las emociones. En lo que incumbe a la afectividad positiva y los directivos, los estudios antes citados sobre las conductas orientadas a lo social, la creatividad y el proceso de toma de decisiones indican que la afectividad positiva debería contribuir a la eficacia de los directivos. Existen muchos datos empíricos que apoyan esa relación; así, en un entorno directivo simulado, estudiantes de máster en administración de empresas con ele- 77 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 78 Los motivos por los que el afecto es importante vado afecto positivo intrínseco fueron calificados por sus compañeros y observadores externos como los mejores líderes (véase la obra de Staw y Barsade, 1993). La afectividad positiva de rasgo personal o intrínseca también demostró estar asociada a la simpatía entre el directivo y el subordinado y a una similitud sentida por ambos en un entorno de entrevistas simulado (véase la obra de Fox y Spector, 2000), y, en otro estudio de laboratorio, los líderes que poseían estados de ánimo positivos contaban con grupos que realizaban mejor sus trabajos que los que dependían de líderes con estados de ánimo negativos, de modo que dedicaban menos tiempo para realizar sus tareas y estaban mejor coordinados (véase la obra de Sy, Côté y Saavedra, 2005). A la hora de probar esos principios en organizaciones reales, en concreto en el ámbito de los servicios de atención al cliente, se comprobó que los estados de ánimo positivos de los directivos estaban asociados a unos mejores resultados por parte de los empleados pertenecientes a su grupo (véase la obra de George, 1995). El denominado “liderazgo transformacional” es un entorno en el cual se ha enfatizado específicamente la importancia de las emociones en la eficacia de los directivos (véase la obra de Ashkanasy y Tse, 2000)7. Así, por ejemplo, en un estudio reciente que analizaba los efectos de la inteligencia emocional y los rasgos de la personalidad en el comportamiento de liderazgo transformacional se puso de relieve que los directivos con elevada afectividad positiva intrínseca tenían más probabilidades de adoptar conductas de liderazgo transformacional. Como podía esperarse, la afectividad positiva de rasgo personal no servía para prever adecuadamente las conductas transaccionales o contingentes de recompensa (véase la obra de Rubin, Munz y Bommer, 2005). En ese mismo estudio también se descubrió una interesante interacción: los investigadores se concentraron en la habilidad para sentir las emociones de los demás (utilizando el test de análisis de diagnóstico de precisión no verbal o DANVA/Diagnostic Analysis of Nonverbal Accuracy) como un elemento especialmente importante de la inteligencia emocional que debería estar relacionado con la conducta de liderazgo transformacional. No obstante, tal como se preveía (y se confirmó) el rasgo de personalidad de extraversión de los directivos (esto es, ser sociable y conseguir energía de los demás) moderaba esa relación. En concreto, aunque la extra- 78 versión por sí sola no tenía un efecto directo en la conducta de liderazgo transformacional, la extraversión unida a las capacidades de reconocimiento de las emociones sí que producía un efecto importante. Por consiguiente, ser muy extravertido generaba claras ventajas a los directivos que también poseían la habilidad necesaria para reconocer las emociones con precisión. De modo inverso, los directivos que “poseían escasa extraversión y una elevada capacidad de reconocimiento de las emociones no parecían ser capaces de recoger los frutos de su habilidad de reconocimiento emocional” (véase la obra de Rubin, Munz y Bommer, 2005, p. 854). Esos descubrimientos sirven para destacar una característica importante de la inteligencia emocional que ya apuntamos al principio del estudio, a saber, que no funciona independientemente, sino en conjunción con otras habilidades y rasgos de la personalidad. Aunque los investigadores en el ámbito del personal de dirección han hecho hincapié en la importancia crítica que tienen los subordinados a la hora de determinar el estilo de liderazgo y de configurar la conducta de los líderes, muy pocos se han dedicado a estudiar las emociones de los seguidores en respuesta al liderazgo. Varios investigadores han subrayado que la eficacia de los directivos se define, al menos parcialmente, a través de la satisfacción y la simpatía emocional de sus seguidores (véanse las obras de Ashforth y Humphrey, 1995, de Conger y Kanungo, 1987, y de Dasborough y Ashkanasy, 2002). También existen pruebas de que los seguidores están influenciados por las manifestaciones externas de las emociones del personal directivo del que dependen. Como se dijo anteriormente, se considera que la expresión de emociones positivas de los líderes despiertan emociones positivas en otras personas a través del mecanismo de contagio emocional, en virtud del cual las emociones positivas y optimistas del líder son imitadas por sus seguidores, lo cual genera resultados positivos (véanse las obras de George y Bettenhausen, 1990, y de Hatfield y otros autores, 1994). En algunos estudios de laboratorio también se han analizado los efectos de las manifestaciones externas de las emociones negativas de los directivos y se han obtenido conclusiones mucho más complejas. Conforme a las razones derivadas del contagio emocional, las manifestaciones externas de los líderes de sus emociones Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 79 Los motivos por los que el afecto es importante negativas podrían hacer que sus seguidores adoptasen sentimientos similares y mostrasen también exteriormente emociones negativas, cosa que probablemente reduciría la moral y la motivación. Se ha comprobado que la expresión de emociones negativas por parte del personal directivo como, por ejemplo, de tristeza o de ira, repercuten en la forma en que los empleados ven a los directivos y reducen sus percepciones en cuanto a la eficacia de los líderes (véase la obra de Lewis, 2000). No obstante, en otros estudios recientes también se pone de relieve que un directivo que manifiesta su ira puede aumentar las percepciones con respecto a su poder personal, mientras que un directivo que expresa tristeza puede hacer disminuir esas percepciones (véase la obra de Tiedens, 2001). Las manifestaciones externas de las emociones negativas hechas por el personal directivo de una organización también pueden hacer que la atención de sus seguidores se intensifique en situaciones que requieren más su concentración. Así, por ejemplo, el enfado de un directivo en relación con un asunto de discriminación o de equidad puede servir para destinar más recursos a resolver ese problema (véase la obra de George, 2000). Los estudios sobre las emociones y el personal de dirección también están empezando a examinar las interacciones y los procesos más concretos que se derivan de la gestión por parte de los líderes de las respuestas emocionales de sus grupos de trabajo (por ejemplo, en la obra de Huy, 2002). En un modelo reciente se analiza la manera en que los directivos pueden “fijar el tono emocional” de un grupo y utilizar sus habilidades emocionales para hacer que los miembros del grupo se concentren en los objetivos marcados. Para lograrlo, el nuevo líder de un grupo debe, en primer lugar, compenetrarse e identificarse con el estado emocional colectivo del grupo y, además, comprender los aspectos de la situación que están provocando ese estado emocional. A continuación, el directivo debe responder a la situación tomando en cuenta el tono emocional, y después comunicar esa respuesta con eficacia (véase la obra de Pescosolido, 2002). En términos generales, los trabajos en materia de emociones y personal directivo están surgiendo como un área de estudio muy interesante que sin duda permitirá mejorar nuestros conocimientos en cuanto a lo que significa el liderazgo y a cómo los líderes pueden www.revistadeempresa.com ser eficaces, pero a la vez se trata de un campo en el que los estudios deberían intensificarse con objeto de definir los conceptos utilizados de manera mucho más precisa y así facilitar nuestra mejor comprensión de la intersección entre esos dos ámbitos de estudio. Conclusiones En este artículo ofrecemos una revisión de “todo lo que conocemos” actualmente acerca de las emociones en las organizaciones. A través de dicho análisis, aunque de ningún modo es exhaustivo, podemos inferir que el estudio del afecto en las organizaciones constituye un campo de máximo interés y actualidad, que se caracteriza por poseer una enorme diversidad de enfoques y de nuevos métodos de medición, así como por mejorar las variables y los resultados logrados hasta la fecha. Los especialistas en trabajos de investigación sobre las organizaciones reconocen cada vez con mayor frecuencia que el afecto es inherente a todas las situaciones en las que los seres humanos se relacionan entre sí y con el entorno, incluido el laboral. De toda esa amplia gama de estudios, extraemos las conclusiones que resumimos a continuación. El afecto influye en las variables organizacionales más importantes En el presente trabajo hemos identificado muchos argumentos que confirman que el afecto es un factor de vital importancia para explicar los resultados finales que afectan a los directivos responsables de las organizaciones. Así, hemos analizado sus efectos sobre los desempeños y los resultados del personal, sobre el proceso de toma de decisiones, sobre la rotación de los empleados, sobre las conductas orientadas a lo social, sobre la negociación y las conductas orientadas a la resolución de conflictos, sobre la dinámica de grupos y sobre el personal directivo y el liderazgo. Todas ellas constituyen categorías independientes que nos ayudan a agrupar las variables en función de cómo los estudios científicos las han concebido, pero también nos permiten llegar a nuestra propia conclusión de que el afecto influye prácticamente en todos los aspectos de la vida de las organizaciones, incluso en aquellas áreas que tradicionalmente han sido consideradas exclusivas del ámbito de la conducta cognoscitiva, como por ejemplo el proceso de toma de decisiones y la ejecución de los trabajos. Son muchísimas las pruebas que confirman que la experimenta- 79 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 80 Los motivos por los que el afecto es importante ción y la manifestación de emociones y estados de ánimo positivos suelen mejorar los resultados, tanto de las personas individualmente consideradas, como de los grupos y de las organizaciones en su conjunto. Tal como ha puesto de relieve un reciente metaanálisis, el afecto positivo está estrechamente vinculado a la “implicación activa de las personas en el logro de los objetivos y en su entorno” (véase la obra de Lyubomirsky y otros autores, 2005, p. 804). Esa voluntad de crear nuevos objetivos y de comprometerse con ellos está asociada a la confianza, al optimismo, a la autoeficacia, a la simpatía, a la actividad, a la vitalidad, a la flexibilidad y a saber hacer frente a los retos y al estrés, entre otras habilidades y conductas. Son muchas las pruebas que confirman que sentir y expresar el afecto positivo son fundamentales para el logro del éxito en las organizaciones y en la vida personal. Es bastante irónico el hecho de que, a pesar de que se ha comprobado que el afecto positivo tiene una influencia superior en los resultados en el trabajo, se haya estudiado muchísimo menos que el afecto negativo (véanse las obras de Lyubomirsky y otros autores, 2005, y de Thoresen y otros autores, 2003). Una de las razones que podrían explicar por qué el afecto positivo tiene un efecto relativamente más importante en esos resultados, procede de la comprobación de que el afecto positivo está sistemáticamente más relacionado con los procesos de carácter social que el afecto negativo (véanse las obras de McIntyre, Watson, Clark y Cross, 1991, y de Watson, Clark, McIntyre y Hamaker, 1992), procesos especialmente relevantes para el logro de interacciones organizacionales eficaces. Por otra parte, el afecto negativo está mucho más estrechamente asociado a resultados intrapsíquicos de carácter no social, como el estrés y el agotamiento físico o mental (véase la obra de Watson y otros autores, 1988). Por consiguiente, ambos tipos de emociones desempeñan un papel fundamental en los resultados más importantes de las organizaciones, aunque en ámbitos distintos. La complejidad de la influencia del afecto negativo Las conclusiones obtenidas en cuanto al significado y a la influencia del afecto negativo en la vida organizacional son mucho más complejas. La consideración tradicional de las reacciones hacia el afecto negativo de los empleados ha sido casi siempre bastante simplista, a saber, que los directivos debían evitar el afecto negativo en sus empleados y eliminar el afecto negativo en 80 ellos mismos (véase la obra de Stearns y Stearns, 1986). A causa del enorme poder del afecto positivo que hemos identificado con anterioridad en este artículo, es comprensible la existencia de tal enfoque. No obstante, algunos estudios actuales nos han ayudado a ser más conscientes de la complejidad de las respuestas del afecto negativo, lo cual nos ha hecho matizar nuestro planteamiento. En primer lugar, debemos reconocer que las pruebas acerca de los efectos perniciosos del afecto negativo individual son fundamentales, en especial debido a que suelen ser sentidos de modo muy intenso por los empleados (véase la obra de Miner, Glomb y Hulin, 2005). Las expresiones de afecto negativo son capaces de emponzoñar la cultura de las organizaciones (véase la obra de Aquino, Douglas y Martinko, 2004), de influir negativamente en las percepciones de los directivos (véase la obra de Lewis, 2000) y posiblemente de provocar agresiones o violencia (véase la obra de Fox y Spector, 1999). Sin embargo, las emociones negativas (sobre todo la ira) también pueden hacer que prestemos más atención a situaciones de falta de equidad e injusticia (véase la obra de George, 2000), que aumentemos las percepciones de poder (véase la obra de Tiedens, 2001) y que mejoremos los resultados de las negociaciones (véase la obra de Van Kleef, De Dreu y Manstead, 2004). Sería necesario que tanto los estudios como la práctica se dedicaran a analizar una cuestión tan importante como la siguiente: “¿En qué condiciones pueden las respuestas afectivas negativas generar resultados organizacionales positivos?”. Para lograrlo, sería conveniente que los especialistas en el estudio de las emociones se concentrasen en el análisis de las distintas emociones negativas independientes, ya que los resultados que se derivan de la existencia de empleados enfadados, angustiados o tristes, por ejemplo, son probablemente muy distintos entre sí. El perfeccionamiento de los conceptos y los métodos Ya no existe un modo “único”, válido para medir el afecto relacionado con el trabajo como, por ejemplo, la utilización de mediciones generales actitudinales similares a la satisfacción en el trabajo. Al basarnos en la enorme bibliografía existente en materia de afecto en psicología, y al haber colaborado a su expansión, nuestro conocimiento del afecto se ha ampliado y perfeccionado a través del estudio de las emociones independientes, del circumplejo afectivo, del trabajo emocional, del contagio emocional y de la inteligencia emocional. Los métodos que se emplean actualmente Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 81 Los motivos por los que el afecto es importante para adecuar la diversidad y la dificultad de los fenómenos son cada vez más variados y complejos, de modo que, aparte de la realización de encuestas, los nuevos métodos incluyen inducciones controladas de estados de ánimo, estudios de agendas de trabajo, investigación de muestras diarias de experiencias, codificación de conductas in situ y codificación a través de vídeos. Nuevas vías para estudios futuros Aunque gran parte de los estudios actuales se dedica a mejorar nuestros conocimientos de las variables y las relaciones que hemos examinado en este artículo, también prevemos la aparición de nuevos enfoques aplicables al estudio del afecto. En primer lugar, los estudios ya existentes sobre el afecto parten de la hipótesis de que las experiencias afectivas más importantes surgen a través de interacciones personales cara a cara, y de que la mayor parte de la comunicación emocional se produce mediante comunicación facial, o por lo menos auditiva, y de que muy poca se lleva a cabo mediante textos (véase la obra de Mehrabian, 1972). A pesar de lo anterior, es necesario que se investiguen las repercusiones en las emociones de las tecnologías basadas exclusivamente en textos escritos. En la actualidad, una parte muy importante de la comunicación en las organizaciones se efectúa a través de medios basados en textos escritos de carácter sincrónico (por ejemplo, la mensajería urgente) o asíncronos (por ejemplo, el correo electrónico), lo cual elimina fuentes no verbales críticas de emoción y de tono. Por ello, cabría ahora que nos hiciéramos las preguntas siguientes: ¿cuál es el mejor modo de transmitir las emociones a través de los medios que acabamos de mencionar?, ¿cuál es el efecto de transmitir mensajes con una importante carga emocional a través de textos escritos, cuando lo más probable es que esos mensajes sean mal interpretados? y ¿cómo debemos orientar nuestro enfoque hacia el contagio emocional y otros procesos de carácter social en un mundo organizacional en el que se realizan muchas reuniones a través de la Red? Por otro lado, en un estudio reciente en el que se compara la comunicación realizada a través del correo electrónico con la efectuada cara a cara, se llega a la conclusión de que las personas suelen estar demasiado seguras de sí mismas en cuanto a su habilidad para transmitir con precisión las emociones que desean a través del correo electrónico, en especial cuando intentan ser sarcásticas o divertidas (véase la obra de Kruger, Epley, Parker y Ng, 2005). La utilización de emoticonos del www.revistadeempresa.com tipo :-) puede de algún modo ayudar a ese respecto, pero también suelen ser proclives a malas interpretaciones que pueden llegar a ser fundamentales, o bien ser considerados poco profesionales en medios empresariales. Las videoconferencias, cada vez más utilizadas, ofrecen más posibilidades de expresar las emociones, pero no llegan a superar a las relaciones directas cara a cara, sobre todo entre grupos. Como todas esas tecnologías están convirtiéndose en medios fundamentales de comunicación en el mundo de la empresa, es de vital importancia que estudiemos y comprendamos el modo en que la interpretación y la comunicación del afecto se producen en esos contextos. En segundo lugar, los estudios sobre el afecto se han concentrado principalmente en los sentimientos y las expresiones conscientes, esto es, en aquellos estados de ánimo y emociones de los que somos conocedores y de los que es posible encontrar su origen y son, por lo tanto, controlables. No obstante, también existen muchos otros trabajos de investigación sobre los procesos afectivos que existen por debajo de la conciencia, esto es, aquellas emociones que existen en el ámbito subconsciente o inconsciente y que además tienen un efecto en nuestros sentimientos y nuestra conducta consciente. En los procesos afectivos subconscientes se incluye la imitación automática de las emociones de otras personas que caracteriza al contagio emocional, como ya expusimos anteriormente (véase la obra de Hatfield, Cacioppo y Rapson, 1994), así como el control automático de las emociones (véase la obra de Mauss, Evers, Wilhelm y Gross, 2006). Dentro de esos procesos también se incluye nuestro “inconsciente emocional”, que puede explicarse como el hecho de que una persona es perfectamente consciente de su situación emocional actual, pero que sin embargo no es consciente de que la causa de ese estado puede provenir de una experiencia actual o pasada (véase la obra de Kihlstrom, 1999). Ello significa que, en lugar de estar generadas de manera consciente, las emociones de las personas en un momento determinado pueden ser reflejo de su “memoria implícita” de acontecimientos pasados, que puede crear estados de ánimo que estén al margen de nuestra consciencia (véase, por ejemplo, la obra de Singer y Salovey, 1988), así como percepciones y emociones implícitas (véase un resumen de los trabajos en la materia en la obra de Kihlstrom del 1999). Una gran parte de esos trabajos futuros deberá probablemente tener en cuenta que las personas no se 81 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 82 Los motivos por los que el afecto es importante incorporan a las organizaciones como si fueran rasa, sino que tienen una vida propia y experiencias en otros trabajos que de alguna manera pueden configurar sus conductas en todo momento, ya sea consciente o inconscientemente. Es posible que las personas no sean siempre conscientes de lo anterior, tal como se pone de manifiesto en el fenómeno de la transferencia, según el cual “las representaciones de otras personas importantes, guardadas en la memoria, se activan y utilizan en nuevos encuentros sociales en función del parecido de una persona nueva con otra de importancia para nosotros” (véase la obra de Berk y Andersen, 2000, página 546. Dicha idea también se conoce como el fenómeno según el cual uno diría “Usted me recuerda vagamente a aquel chico de mi colegio al que odiaba, y la verdad es que usted tampoco me cae nada bien”, véase la obra de Kelly y Barsade, 2001, p. 109). Esa posibilidad podría muy bien potenciar nuevos estudios acerca de conceptos olvidados durante mucho tiempo como la transferencia, las rutinas defensivas del ego y las relaciones de cariño o apego, así como de sus efectos sobre las conductas de las personas en las organizaciones. En la actualidad, contamos con la ventaja de poseer la capacidad necesaria para realizar estudios empíricos rigurosos que nos ayuden a comprender mejor cómo se producen esos fenómenos (véanse las obras de Glassman y Andersen, 1999, y de Westen y Gabbard, 2002). una paradoja, sin embargo, en la hipótesis de que la autenticidad es el estado deseado de los empleados de una organización. Sabemos que la autenticidad en nuestros sentimientos y expresiones de afecto es algo deseable; no obstante, también sabemos que el control de las emociones es muchas veces esencial, ya que, para que los directivos puedan animar, inspirar y motivar a sus empleados (a pesar de haberse levantado un día con mal pie, por ejemplo), tienen que controlar sus emociones para poder ser efectivos. Una parte del trabajo consiste en ser estratégico con nuestras emociones; además, el control emocional de uno mismo y de los demás es un componente fundamental del concepto de inteligencia emocional (véase la obra de Mayer y Salovey, 1997). Las cuestiones que nos planteamos entonces son las siguientes: ¿en qué momento las personas “controlan en exceso” sus emociones? y ¿cuál es el momento en que la emoción controlada se aleja demasiado de la autenticidad? Los estudios actuales sobre los distintos antecedentes de la actuación superficial y de la actuación sincera (véase la obra de Grandey, 2000) pueden aportar alguna luz sobre esas cuestiones, pero todavía queda mucho por resolver. Por lo tanto, la paradoja que ahora debemos analizar es que esa autenticidad puede ser deseable, pero el control es esencial para alcanzar los objetivos personales y organizacionales. Por último, las conclusiones de los trabajos de investigación que citamos en materia de negociación e influencia social señalan que el afecto puede utilizarse de modo estratégico, de manera que las personas pueden “incorporar” expresiones emocionales específicas con objeto de influir en los demás (véanse las obras de Gibson y Schroeder, 2002, y de Kopelman y otros autores, 2006). No obstante lo anterior, los estudios sobre trabajo emocional también han destacado el hecho de que enmascarar las emociones auténticas tiene un coste, ya que, al actuar como si estuviéramos sintiendo algo que realmente no sentimos podemos experimentar disonancias emocionales y dejar de conocer nuestra personalidad auténtica (véase la obra de Hochschild, 1983). Esos mismos estudios sostienen que los empleados de una organización se sentirían muchísimo mejor si pudieran controlar menos sus emociones, así como que las personas necesitan trabajar en organizaciones en las que puedan expresarse de manera más auténtica (véase la obra de Erickson y Wharton, 1997). Se da Con esa finalidad, nos gustaría mucho que los investigadores estudiasen hasta qué punto y en qué condiciones las personas que trabajan en organizaciones pueden y deben expresar sus emociones auténticas, y cómo la cultura afectiva de una organización y la cultura nacional en la que está integrada pueden influir en esos procesos. Desde aquí también animamos a los investigadores a que estudien las implicaciones éticas de ser inauténtico como parte de los cometidos de su trabajo. Así, plantearíamos la pregunta siguiente: ¿es el trabajo emocional, que implica el control y el cambio de las emociones a fin de que se adecuen a las exigencias del trabajo, algo que las organizaciones deben esperar de sus empleados como componente necesario de sus trabajos? Por nuestra parte, pensamos que ello es aceptable siempre y cuando los empleados sepan a lo que se han comprometido y que ese trabajo emocional produzca resultados lógicos favorables a la empresa (véase la obra de Rafaeli y Sutton, 1989), pero también creemos que podrían existir puntos de vista contrarios a lo ante- 82 Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007 INTERIOR 22:RDE13 12/2/08 11:19 Página 83 Los motivos por los que el afecto es importante rior, por lo cual animamos a un amplio debate de especialistas sobre este asunto. ¿Por qué el afecto es importante en las organizaciones? Los trabajos en la materia publicados hasta ahora ponen de relieve que el afecto es importante porque los empleados no están recluidos en “islas emocionales”, sino que ponen todo de sí mismos en el trabajo, incluidos sus rasgos personales, sus estados de ánimo y sus emociones y, por otro lado, se ha demostrado que sus experiencias y expresiones emocionales influyen en los demás. De ese modo, el conocimiento de cómo esas experiencias y expresiones afectivas funcionan e influyen en los resultados organizacionales es un elemento clave para comprender cómo se realiza el trabajo en las organizaciones y para determinar cómo lograr que ese trabajo sea aún mejor. Fichas biográficas Sigal G. Barsade es profesor asociado de Gestión de Empresas de Wharton School, University of Pennsylvania. [email protected] Donald E. Gibson es profesor asociado de Gestión de Empresas de Dolan Business School, Fairfield University. [email protected] Bibliografía Alloy L.B. y Abramson, L.Y. (1988). “Depressive realism: Four theoretical perspectives” en L.B. Alloy (ed.), Cognitive process in depression (pp. 223-265), Nueva York, Ed. Guilford. Allred, K.G.; Mallozzi, J.S.; Matsui, F. (1997). “The influence of anger and compassion on negotiation performance” en Organizational Behavior and Human Decision Processes. (n.º 70 (3), pp. 175-187). 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Notas Esos estados de sentimiento y rasgos de sentimiento son distintos de las opiniones o incluso de las actitudes (por ejemplo, la satisfacción en el trabajo), en cuanto que estos últimos conceptos reflejan la evaluación de un objeto en particular y que ese objeto se evalúa como algo que gusta o que disgusta (véase la obra de Nelly y Barsade, 2001, así como la de Weiss, 2002). 2 En ese grupo se incluyen investigadores que basan sus evaluaciones propias en el modelo de inteligencia emocional de cuatro factores, así como aquellos otros investigadores que han ampliado el concepto, de modo que pueda incluir componentes externos a ese modelo (véase un análisis más pormenorizado de esas diferencias en la obra de Mayer, Salovey y Caruso, 2000). 3 El modelo de cinco grandes rasgos de la personalidad mide las dimensiones de la extraversión, la aplicación escrupulosa, la simpatía, la estabilidad emocional (también denominada “neuroticismo”) y la apertura a las experiencias en las personas (véase la obra de McCrae y Costa, año 1987). Esos factores han aparecido en multitud de estudios sobre las dimensiones de la personalidad y se aceptan comúnmente por los psicólogos especializados en la personalidad (véase la obra de Hogan, Hogan y Roberts, año 1996), aparte de haber sido confirmada su relevancia en muchos resultados organizacionales (véase la obra de Barrick y Mount, año 1991). 4 En algunos recientes metaanálisis se indica que la satisfacción derivada del puesto de trabajo y los resultados finales poseen una correlación que va desde un 0,17 (véase la obra de Iaffaldano y Muchinsky, año 1985) hasta un 0,30 (véase la obra de Judge y otros autores, 2001). Sin embargo, uno de los problemas que surgen al utilizar mediciones actitudinales, como la satisfacción derivada del puesto de trabajo, como representantes de la “alegría en el trabajo”, es que una gran parte de esa satisfacción también incluye un componente cognoscitivo, esto es, cómo los empleados piensan o sienten con respecto al trabajo, si les gusta o no, lo cual es distinto a la experiencia del afecto en el trabajo (véanse las obras de Brief y Weiss, 2002, y de George, año 1989), que trata de cómo se siente en realidad un empleado mientras realiza su trabajo y su planteamiento emocional en relación con la vida personal y con el trabajo. 5 A pesar de que la mayor parte de las pruebas pone de manifiesto la existencia de una gran relación directa entre el afecto positivo y la creatividad, es importante señalar que 1 90 también se ha indicado que la influencia del afecto negativo en la creatividad debe ser tenida en cuenta. Así, por ejemplo, existen pruebas de la influencia de las emociones negativas en la creatividad obtenidas a través de estudios sobre enfermedades afectivas (por ejemplo, depresión y trastornos maníaco-depresivos; véase la obra de Jamison, año 1993, y la obra de Feist, año 1999, para un resumen de la bibliografía al respecto). También existen pruebas en las organizaciones derivadas de un estudio de campo basado en el modelo de “estado de ánimo como elemento de información”. En dicho estudio transeccional hecho en una gran empresa de fabricación, se encontró una relación positiva entre el afecto negativo y la creatividad cuando son elevados el reconocimiento y las recompensas procedentes de la creatividad, así como la claridad de los sentimientos (esto es, la habilidad para reconocer los sentimientos de uno mismo) [véase al respecto la obra de George y Zhou, 2002]. 6 No obstante, dentro de la denominada “teoría del procesamiento cognoscitivo motivado”, que sostiene que las personas quieren mantener sus estados de ánimo positivos y, por lo común, evitar situaciones que reduzcan sus emociones positivas (véanse las obras de Clark e Isen, año 1982, y de Forgas, año 1991), existen pruebas de que las personas con estados de ánimo positivos son más proclives a ayudar a los demás si esa ayuda no afecta negativamente a su estado de ánimo positivo (véanse las obras de Isen y Simmonds, año 1978, y de Forest y otros autores, año 1979).Véase también otra perspectiva adicional en la obra de Parrott del año 1993. 7 El liderazgo transformacional se caracteriza por la capacidad del líder para articular una visión común con respecto al futuro, para estimular intelectualmente a los empleados, para motivar a los compañeros y seguidores a que miren más allá de sus propios intereses y se concentren en los intereses del grupo, y para ofrecer reconocimiento individual y apoyo a sus subordinados (véanse las obras de Bass, año 1998, y de Lowe, Kroeck y Sivasubramaniam, año 1996). El liderazgo transformacional se ha comparado con el liderazgo transaccional, que se fundamenta en motivar a los seguidores, haciendo hincapié en las recompensas y el estrechamiento de las relaciones. Revista de Empresa Nº22 Octubre - Diciembre 2007