Textos literatura medieval
Transcripción
Textos literatura medieval
Gar, ¿qué fareyo?, ¿cómo vivreyo? Est´al-habib espero, por él murreyo. Garid vos, ¡ay yermaniellas!, ¿cóm´contenir el mio male? Sin el habib non vivreyo, ¿ad ob l´irey demandare? ¡Tanto amare, tanto amare, habib, tanto amare! Enfermaron olios nidios e dolen tan male. [Dime, ¿qué haré? ¿cómo viviré? A este amado espero, Por él moriré.] [Decidme, ¡ay hermanitas!, ¿cómo contener mi mal? Sin el amado no viviré: ¿adónde iré a buscarlo?] [¡Tanto amar, tanto amar, amado, tanto amar! Enfermaron (mis) ojos brillantes y duelen tanto.] Quantas sabedes amar amigo, treides comig´a lo mar de Vigo, e banhar-nos emos nas ondas. Quantas sabedes amar amado treides comig´a lo mar levado, e banhar-nos emos nas ondas. Treides comig´a lo mar de Vigo, e veeremo-lo meu amigo, e banhar-nos emos nas ondas. Treides comig´a lo mar levado, e veeremo-lo meu amado, e banhar-nos emos nas ondas. Al alba venid, buen amigo, al alba venid. Amigo, el que yo más quería, venid al alba del día. Amigo, el que yo más amaba, venid a la luz del alba. Venid a la luz del día, non trayáis compañía. Venid a la luz del alba, non trayáis gran compaña. trayáis: traigáis. Dentro en el vergel moriré, dentro en el rosal matarme han. Cuantas sepáis de amores, veníos conmigo al mar de Vigo, y nos bañaremos en las olas. Cuantas sepáis de amados, veníos conmigo al mar alzado, y nos bañaremos en las olas. Veníos conmigo al mar de Vigo, y veremos a mi amigo, y nos bañaremos en las olas. Veníos conmigo al mar alzado, y veremos a mi amigo, y nos bañaremos en las olas. Ondas do mar de Vigo, se vistes meu amigo? E ai Deus, se verrá cedo? Ondas do mar levado, se vistes meu amado? E ai Deus, se verrá cedo? Se vistes meu amigo, o por que eu sospiro? E ai Deus, se verrá cedo? Se vistes meu amado, por que ei gran cuidado? E ai Deus, se verrá cedo? Tres morillas me enamoran en Jaén: Axa y Fátima y Marién. Tres morillas tan garridas iban a coger olivas, y hallábanlas cogidas en Jaén: Axa y Fátima y Marién. Y hallábanlas cogidas, y tornaban desmaídas y las colores perdidas en Jaén: Axa y Fátima y Marién. Tres moricas tan lozanas iban a coger manzanas y hallábanlas cogidas en Jaén: Axa y Fátima y Marién. garridas: hermosas. desmaídas: desfallecidas. Ondas del mar de Vigo ¿acaso habéis visto a mi amigo? y, ¡ay, Dios! ¿Vendrá pronto? Ondas del mar alzado, ¿acaso habéis visto a mi amado? y, ¡ay, Dios! ¿Vendrá pronto? ¿Habéis visto a mi amigo, aquél por quien yo suspiro? y, ¡ay, Dios! ¿Vendrá pronto? ¿Habéis visto a mi amado, aquél por el que tengo gran pesar? y, ¡ay, Dios! ¿Vendrá pronto? El Cantar de Mio Cid • Género: se trata de un “cantar de gesta”; es decir, una narración épica en verso de corte heroico que relata las hazañas de héroes que deben superar una serie de obstáculos para alcanzar su grandeza, constituyéndose así en modelos a imitar por la sociedad, con frecuentes episodios de actividad guerrera, un tono elevado y personajes de alto linaje. • Manuscrito: la obra se conserva hoy día en la Biblioteca Nacional de Madrid, en un único manuscrito incompleto del siglo XIV copiado por un tal Per Abbat (Pedro Abad), al cual algunos consideran como autor del poema y no sólo como mero copista. • Autor: anteriormente se creía que había sido compuesto por dos juglares, uno de Medinaceli y otro de San Esteban de Gormaz; sin embargo, hoy día se cree que el autor fue un autor culto jurista (profesional del Derecho de su época), relacionado con el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), quien se sirvió de toda la tradición oral y popular anterior de los juglares para recrear la historia del Cid según sus propios intereses. • Datación: finales del siglo XII o principios del siglo XIII. • Estructura externa y argumento: se divide en tres partes o cantares: 1. Cantar del destierro: el Cid, acompañado por sus mesnadas, parte de Vivar, camino del destierro al que le ha condenado el rey Alfonso VI. Pasa por Burgos, donde nadie se atreve a darle posada por miedo a las represalias del rey; se despide de su mujer, doña Jimena, y de sus hijas, Sol y Elvira, en el monasterio de San Pedro de Cardeña y, tras la toma de Castejón y Alcocer, se aproxima a Valencia. Como prueba de vasallaje, el Cid envía al rey una parte del botín obtenido en sus conquistas. 2. Cantar de las bodas de las hijas del Cid: después de tomar varias ciudades y fortalezas, el Cid conquista Valencia, se reencuentra con su familia, combate contra el rey Yúsuf de Marruecos, se reconcilia con el rey Alfonso VI y, a petición de éste, accede receloso a que sus hijas se casen con los infantes de Carrión. 3. Cantar de la afrenta de Corpes: el Cid defiende Valencia ante un nuevo ataque musulmán. En el transcurso del combate se pone al descubierto la cobardía de los infantes de Carrión. Para vengarse del Cid, y con el pretexto de querer regresar a Carrión, los infantes parten acompañados de sus esposas y por el camino, en el robledal de Corpes, las azotan y las dejan abandonadas. El Cid pide justicia al rey y éste convoca cortes en Toledo. Los infantes son juzgados y, luego, vencidos en duelo por Pedro Bermúdez y Martín Antolinez, vasallos del Cid. El poema se cierra con las bodas de las hijas del Cid con los herederos de los tronos de Aragón y Navarra. • Tema y estructura interna: el Cantar se articula en torno al tema de la recuperación de la honra por parte del Cid mediante su esfuerzo y sus hazañas. Este tema se desarrolla en dos ciclos de pérdida y recuperación de dicha honra, que constituyen la estructura interna del Cantar: 1. Honra pública: perdida debido al destierro decretado por el rey Alfonso VI, aconsejado por los enemigos del Cid. El Cid recupera dicha honra por medio de las conquistas militares. 2. Honra privada: perdida debido a la afrenta que los infantes de Carrión infligen a las hijas del Cid. El Cid recupera esta honra mediante un juicio y los duelos entre sus hombres y los infantes de Carrión. • El personaje del Cid: el Cid se presenta como un personaje complejo y un modelo a seguir. Su personalidad engloba varios aspectos: se comporta siempre con mesura y prudencia; es un buen jefe militar, que vela siempre por sus hombres; es un buen vasallo, siempre obediente a su rey; es un gran soldado, implacable contra el enemigo; es un marido y padre tierno y sensible; y es, por último, un fervoroso defensor de la fe. • Otros personajes: destacan varios: a) los compañeros guerreros del Cid, caracterizados por su valentía (Minaya Álvar Fáñez, Martín Antolinez, etc.); b) Jimena, que comparte las alegrías y penas del protagonista, contribuyendo a mostrar la faceta sentimental del héroe, al igual que sus hijas; c) los enemigos del Cid (la alta nobleza: infantes de Carrión, conde García Ordóñez), presentados como viles y cobardes; y d) el rey Alfonso, un personaje que evoluciona a lo largo de la obra, desde la ira al perdón, y cuyas decisiones determinan el avance de la obra. • Estilo y métrica: los versos presentan una medida irregular (entre 14 y 16 sílabas), con una pausa interior o cesura que divide el verso en dos hemistiquios; la rima es asonante y los versos se agrupan formando tiradas con un número muy variable de versos. Todas estas características métricas son propias del mester de juglaría en general. En cuanto a su estilo, destaca la presencia de recursos juglarescos: a) las llamadas de atención dirigidas por el narrador al público (veréis, oíd), b) los epítetos épicos, que expresan cualidades de un personaje o lugar (Valencia la mayor, Castilla la gentil, Mio Cid el Campeador, etc.), y c) las frases binarias (dos sintagmas unidos entre sí por una conjunción dentro de un mismo verso, con significados complementarios u opuestos: moros y cristianos, en yermo y en poblado). Otros recursos estilísticos típicos del Cantar son las anáforas (Tantas lanzas allí veríais hundir y bien pronto alzar / tanta adarga en aquel caso romper y agujerear), las hipérboles (tantos le tocan en número que no pudieron contarlos, son sin cuento las riquezas que allí todos han ganado) y los pleonasmos (llorar de los ojos, hablar de la boca). • Intencionalidad: el autor culto de este cantar recrea por escrito la historia del Cid, que circularía en distintas versiones de forma oral difundidas por los juglares, con unas intenciones muy concretas. El Cid pertenecía a la nobleza baja castellana (los infanzones), los cuales frecuentemente iban a la frontera con los musulmanes a luchar, para así obtener botín y tierras, progresando socialmente. Frente a esta nobleza, que ganaba sus méritos con su trabajo, existía otra nobleza, la alta nobleza, que vivía del linaje y de las tierras heredadas, sin trabajar (en el poema, los infantes de Carrión). El autor del poema ataca a dicha alta nobleza y ensalza el valor de los infanzones y la consecución de los logros mediante el esfuerzo personal. Lo que se pretende conseguir con ello es hacer propaganda de la vida de frontera para así animar a la lucha contra los musulmanes (el Cantar fue escrito en fecha muy cercana a una importante batalla contra los musulmanes: la de las Navas de Tolosa, en 1212). Además, el autor, vinculado al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde reposaban los restos del Cid, trataría de conseguir con su poema que aumentase el número de peregrinaciones a dicho monasterio, con los consiguientes beneficios económicos para el mismo. Milagros de Nuestra Señora: El labrador avaro Introducción Amigos y vasallos de Dios omnipotente, si escucharme quisierais de grado atentamente, yo os querría contar un suceso excelente: al cabo lo veréis tal, verdaderamente. Yo, el maestro Gonzalo de Berceo llamado, yendo en romería acaecí en un prado verde, y bien sencido, de flores bien poblado, lugar apetecible para el hombre cansado. Daban olor soberbio las flores bien olientes, refrescaban al par las caras y las mentes; manaban cada canto fuentes claras corrientes, en verano bien frías, en invierno calientes. Gran abundancia había de buenas arboledas, higueras y granados, perales, manzanedas, y muchas otras frutas de diversas monedas, pero no las había ni podridas ni acedas. La verdura del prado, el olor de las flores, las sombras de los árboles de templados sabores refrescáronme todo, y perdí los sudores: podría vivir el hombre con aquellos olores. Nunca encontré en el siglo lugar tan deleitoso, ni sombra tan templada, ni un olor tan sabroso. me quité mi ropilla para estar más vicioso y me tendí a la sombra de un árbol hermoso. Milagro XI Érase en una tierra un hombre labrador que usaba de la reja más que de otra labor; más amaba la tierra que no a su Creador, y de muchas maneras era revolvedor. Hacía una enemiga bien sucia de verdad: cambiaba los mojones por ganar heredad; hacía en todas formas tuertos y falsedad, tenía mal testimonio entre su vecindad. Aunque malo, quería bien a Santa María, oía sus milagros, muy bien los acogía; saludábala siempre, decíale cada día: “Ave gratia plena, que pariste al Mesías.” Finó el arrastrapajas de tierras bien cargado, de los diablos fue luego en soga cautivado; lo arrastraban con cuerdas, de coces bien sobado, le pechaban al doble el pan que dio mudado. Doliéronse los ángeles de esta alma mezquina por cuanto la llevaban los diablos en rapiña; quisieron acorrerla, ganarla por vecina, mas para hacer tal pasta menguábales harina. Si les decían los ángeles de bien una razón, ciento decían los otros malas, que buenas non; los malos a los buenos tenían en un rincón, la alma por sus pecados no salía de prisión. Levantándose, un ángel dijo: “Yo soy testigo, verdad es, no mentira, esto que ahora os digo: el cuerpo que traía esta alma consigo fue de Santa María buen vasallo y amigo. Siempre la mencionaba al yantar y a la cena, decíale tres palabras: Ave, gratia plena. Boca por que salía tan santa cantilena no merecía yacer en tan mala cadena.” Luego que este nombre de la Santa Reina oyeron los demonios, salieron tan aína, derramáronse todos como una neblina, desampararon todos a esa alma mezquina. Los ángeles la vieron quedar desamparada, de manos y de pies con sogas bien atada, estaba como oveja cuando yace enzarzada: fueron y la llevaron junto con su majada. Nombre tan adonado, lleno de virtud tanta, y que a los enemigos los seguda y espanta, no nos debe doler ni lengua ni garganta que no digamos todos: Salve, Regina sancta. LIBRO DE BUEN AMOR 2.- PRÓLOGO Y una vez que el alma está informada e instruida de que se ha de salvar en un cuerpo limpio, el hombre piensa y ama y desea el buen amor de Dios y sus mandamientos. [...] Y, además, el alma rechaza y aborrece el pecado de amor loco de este mundo [...] y obliga al cuerpo a hacer buenas obras por las cuales se salva el hombre. [...] Así yo, en mi poquilla ciencia y mucha y gran rudeza, comprendiendo cuántos bienes hace perder el loco amor del mundo al alma y al cuerpo y los muchos males que les apareja y trae, hice esta chica escritura en memoria de bien, escogiendo y deseando con buena voluntad la salvación y gloria del Paraíso para mi alma, y compuse este nuevo libro en que van escritas algunas maneras y maestrías y sutilezas engañosas del loco amor del mundo, usadas por algunos para pecar. [...] Pero, como es humano pecar, si algunos (lo cual no aconsejo) desean usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello. Y así, este libro mío, a todo hombre o mujer, al sensato y al insensato, puede decir: Intellectum tibi dabo. Pero ruego y aconsejo a quien lo oyere y lo viere que entienda y juzgue bien mi intención, y el sentido de lo que digo, sin quedarse en el sonido feo de las palabras. [...] Dios sabe que mi intención no fue ni incitar al pecado ni expresarme con ligereza, sino la de ofrecer ejemplo de buenas costumbres y avisos para la salvación. 1.- ORACIÓN PRELIMINAR Señor, que a los judíos, pueblo de perdición, cautivo, rescataste del fuerte Faraón y a Daniel liberaste del pozo en Babilón, redime a este cuitado de tan mala prisión. Señor, tú concediste gracia a la reina Ester y delante de Asuero supo comparecer; ¡Señor, dame tu gracia, quiéreme socorrer, líbrame de la cárcel do tengo que yacer! Señor, tú que libraste a la santa Susana Del falso testimonio de la falsa compaña, ¡líbrame tú, Dios mío, de esta cuita tamaña, mírame compasivo, aparta ya tu saña! 4.- LA BATALLA DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA Se acerca la Cuaresma, y Juan Ruiz recibe una carta en que ella desafía a don Carnal, su enemigo; el arcipreste decide pelear al lado de doña Cuaresma y prepara el singular combate, que es una parodia de las batallas épicas. Describe ambos ejércitos (con doña Cuaresma militan las sardinas, los puerros, los ver-deles, las jibias, las anguilas...; con don Carnal, gallinas, per-dices y conejos, patos, cecinas...) y su feroz encuentro: 3.- CONCEPCIÓN DEL AMOR El primero de todos que hirió a don Carnal fue el puerro cuelliblanco, e hiriolo muy mal; le hizo escupir flema, lo que es mala señal; pensó doña Cuaresma que ya era suyo el real. Aristóteles dijo, y es cosa verdadera, que el hombre por dos cosas trabaja: la primera, por el sustentamiento, y la segunda era por conseguir unión con hembra placentera. Vino luego en su ayuda la salada sardina, e hirió muy gravemente a la gruesa gallina, se atravesó en su pico y la ahogó muy dañina; después, a don Carnal partió la capellina. Si lo dijera yo, se podría tachar, mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar. De lo que dice el sabio no debemos dudar, pues con hechos se prueba su sabio razonar. De parte de Valencia venían las anguilas, saladas y curadas, en grandes manadillas; A don Carnal le daban por entre las costillas, las truchas del Alberche le daban en las mejillas [...] Que dice verdad el sabio claramente se prueba; hombres, aves y bestias, todo animal de cueva desea, por natura, siempre compaña nueva y mucho más el hombre que otro ser que se mueva. El pulpo a los pavones no dejaba parar, tampoco a los faisanes permitía volar, a cabritos y gamos los intentaba ahogar, al tener muchas manos, con mucho puede luchar. Digo que más el hombre, pues otras criaturas tan sólo en una época se juntan, por natura; el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura, siempre que quiere y puede hacer esa locura. Vencen las tropas de doña Cuaresma y don Carnal es hecho prisionero. Un fraile le obliga a hacer penitencia, pero don Carnal escapa y el día de Pascua entra triunfante en el mundo, acompañado de don Amor. Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza, pues antes se consume cuanto más se le atiza; el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza mas por naturaleza, en el mal profundiza. Víspera era de Pascua, abril casi pasado, el sol había salido y al mundo iluminado; circuló por la tierra un anuncio sonado: que dos emperadores al mundo habían llegado. Yo, como soy humano y, por tal, pecador, sentí por las mujeres, a veces, gran amor. Que probemos las cosas no siempre es lo peor; el bien y el mal sabed y escoged lo mejor. Estos emperadores Amor y Carnal eran; salen a recibirlos cuantos a ambos esperan; las aves y los árboles hermoso tiempo agüeran, y los enamorados más que nadie se esmeran. 5.- EL ARCIPRESTE Y LAS SERRANAS 6.- LOS CONSEJOS DE DON AMOR El arcipreste marcha a la sierra, y allí se topa con varias serranas, mujeres que vivían en las proximidades de la montaña y que ayudaban a los caminantes a cruzarlas a cambio de dinero. Se trata de una parodia de las pastorelas de la lírica provenzal y del amor cortés. Así describe el arcipreste a la serrana Aldara de Tablada: El arcipreste, cansado de su poco éxito con las mujeres, reniega del amor y lo maldice, acusándole de ser el gran mal del mundo. Don Amor, personaje alegórico, se le aparece en sueños para rebatir sus ideas y aconsejarle para que así obtenga el éxito que persigue. Entre otras cosas, le aconseja que sea cortés, perseverante, atrevido, generoso, etc., pero, sobre todo, que busque una ALCAhueta que pueda interceder por él ante la dama. Según don Amor, éstas son las dotes que ha de poseer la vieja tercera: Sus miembros y su talle no son para callar, me podéis creer, era gran yegua caballar; quien con ella luchase mal se habría de hallar, si ella no quiere, nunca la podrán derribar. [...] Tenía la cabeza mucho grande sin guisa, cabellos cortos, negros, como corneja lisa, ojos hundidos, rojos; ve poco y mal divisa; mayor es que de osa su huella, cuando pisa. [...] Tenía en el justillo las sus tetas colgadas, dábanle en la cintura porque estaban dobladas, que, de no estar sujetas, diéranle en las ijadas; de la cítara al son bailan, aun no enseñadas. Las serranas se comportan como brutas lascivas y, tras ofrecer alojamiento y comida al arcipreste, le exigen dinero o amancebamiento, como esta serrana de Malangosto: Cuando el tiempo fue pasando, fuime desentumeciendo; como me iba calentando así me iba sonriendo. Observome la pastora; dijo: “Compañero, ahora creo que voy entendiendo”. La vaqueriza, traviesa, dijo: “Luchemos un rato, levántate ya, de priesa; quítate de encima el hato”. Por la muñeca me priso, tuve que hacer cuanto quiso, ¡creo que me fue barato! Otras, como la serrana de Riofrío, al no recibir lo que quieren, se encargan de dejar al arcipreste bastante maltrecho: Arrojome la cayada, Diome tras el pestorejo, Me hizo dar la costalada, Derribome en el vallejo. Me gritó la endiablada: -“¡Así apiolan al conejo! Yo te sobaré la albarda Si sigues con tu gracejo. ¡Anda, sandio, ve a tu avío!” Si parienta no tienes, toma una de las viejas que andan por las iglesias y saben de callejas; con gran rosario al cuello saben muchas consejas, con llanto de Moisés encantan las orejas. Estas pavas ladinas son de gran eficacia, plazas y callejuelas recorren con audacia, a Dios alzan rosarios, gimiendo su desgracia; ¡ay! Las pícaras tratan el mal con perspicacia. Toma vieja que tenga oficio de herbolera, que va de casa en casa sirviendo de partera, con polvos, con afeites y con su alcoholera mal de ojo hará a la moza, causará su ceguera. Procura mensajera de esas negras pacatas que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas, son grandes andariegas, merecen sus zapatas: esas trotaconventos hacen muchas contratas. Donde están tales viejas todo se ha de alegrar, pocas mujeres pueden a su influjo escapar; para que no te mientan las debes halagar, pues tal encanto usan que saben engañar. 7.- LOS AMORES DE DON MELÓN Y DOÑA ENDRINA El arcipreste, transformado camaleónicamente en don Melón de la Huerta, se dispone a seguir los consejos de don Amor: ve pasar por la plaza a doña Endrina de Calatayud y queda perdidamente enamorado de ella: ¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza! ¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza! ¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza! Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza. Pero tal lugar no era para conversar de amores; acometiéronme luego muchos miedos y temblores, los mis pies y las mis manos no eran de sí señores, perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores. Unas palabras tenía pensadas para decir, la vergüenza ante la gente otras me hace proferir; apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir; mis dichos y mis ideas no conseguían seguir. Don Melón le habla, pero ella rechaza sus propuestas deshonestas. Para vencer su resistencia, el galán contrata a la vieja Trotaconventos. La alcahueta acude a casa de doña Endrina a cumplir con el encargo. 7.- LOS AMORES DE DON MELÓN Y DOÑA ENDRINA (continuación) La buhona con su cesto va tañendo cascabeles y revolviendo sus joyas, sus sortijas y alfileres. Decía: “¡Llevo toallas! ¡Compradme aquestos manteles!” Cuando la oyó doña Endrina, dijo: “Entrad, no receledes”. Una vez la vieja en casa le dijo: “Señora hija, para esa mano bendita aceptad esta sortija y, si no me descubrís, os contaré la pastija que esta noche imaginé”. Poco a poco, así la aguija. “Hija, a toda hora estáis en casa, tan encerrada que así, sola, envejecéis; debéis ser más animada, salir, andar por la plaza, pues vuestra beldad loada aquí entre estas paredes, no os aprovechará nada. >>En aquesta villa existe juventud, cortesanía, mancebillos muy apuestos y de mucha lozanía; en toda buena costumbre progresan de día en día, en ningún tiempo se ha visto tanta noble compañía. >>Muy bien me reciben todos en esta mi mezquindad; el más noble y el mejor en linaje y en beldad es don Melón de la Huerta, caballero de verdad; a los demás aventaja en hermosura y bondad. Doña Endrina no se fía al principio de las intenciones de la vieja tercera, pero acaba yendo a casa de Trotaconventos, donde se produce el encuentro con don Melón. Doña Endrina llora después la pérdida de su honra, pero al final Trotaconventos habla del feliz “casamiento” de ambos (unión sexual). 8.- DOÑA GAROZA —Señora—habló la vieja—, muchas cosas sabéis, pero no es mi consejo ese que vos creéis, sino que, solamente, con el muchacho habléis y luego, estando juntos, ya vos discutiréis. —Tal es—dijo la dama— lo mismo que te digo, lo que hizo el demonio con el ladrón su amigo: me dejas con él sola, me cierras el postigo y ya estoy deshonrada, quedándose él conmigo. Dijo la vieja: —¡Vamos! ¡Qué corazón tan duro! Nada de eso será, yo bien os lo aseguro; junto a vos estaré, ¡en vuestras manos juro!, ¡si de vos me separo, en mí caiga el perjurio! La dama dijo: —Vieja, resulta contrafuero que la mujer comience a hablar de amor primero; sepamos antes si es veraz el mensajero. —Señora, el ave muda no puede hacer agüero. Dijo doña Garoza: —Tengas buena ventura; del Arcipreste quiero que pintes la figura y, tal como ella sea, digas cuál es su hechura: no respondas con bromas, que te hablo con cordura. Señora— diz la vieja—, yo lo veo a menudo; el cuerpo tiene alto, piernas largas, membrudo, la cabeza no chica, velloso, pescozudo, el cuello no muy alto, pelinegro, orejudo. Las cejas apartadas, negras como el carbón, el andar muy erguido, así como el pavón, el paso firme, airoso y de buena razón, la su nariz es larga; esto le descompón. Las encías bermejas, sonora voz usual, la boca no pequeña; son sus labios, tal cual, más gruesos que delgados, rojos como el coral; las espaldas muy anchas; las muñecas, igual. Ojos algo pequeños; de color, morenazo; abombado su pecho y poderoso el brazo, bien cumplidas las piernas; el pie, chico pedazo. Señora, no vi más; en su nombre os abrazo. Es ligero, valiente y muy joven en días; en música, maestro; sabe de juglarías; galante, muy alegre.¡Por las zapatas mías!, ¡un hombre así no anda hoy por las travesías! (Con astucia la vieja a la dama sedujo). —Señora, el que no va a la feria, dedujo que lo que compra en casa es que Dios lo condujo. ¡Amad, señoras mías, al hombre que dibujo! Las monjas encerradas, bulliciosas, lozanas, al clérigo, afanosas persiguen muy ufanas. Todos nadar desean, los peces y las ranas: a pan de quince días, hambre de tres semanas. Dijo doña Garoza: —Yo veré, dame espacio. —¡Vamos—dijo la vieja— Amor no ha de ser lacio! A decírselo voy: ¡veréis si lo congracio! Conseguiré que venga mañana a este palacio. La dama dijo: —Vieja, ¡Dios confunda tus mañas! Ve, dile que mañana, ante buenas compañas, me hablará seriamente, sin burlas ni cucañas y que no me recuerde aquestas tus patrañas. Vino mi leal vieja alegre y placentera. Antes de saludarme, dijo la mensajera: —¡aquel que al lobo espante, a fe que carne espera! La buena servidora así hace su carrera. ¡Amigo, Dios os salve, alegraos placentero! Mañana iréis a verla, no solo, ante tercero; procurad no decirle chanzas de muy parlero, las monjas aborrecen al abad hazañero. Sólo lo que interesa al caso le decid, lo que diréis mañana, hoy pensad y medid; a la misa temprano en buena hora id, conquistad a la monja y luego aquí venid. Dije: —Trotaconventos, te ruego, buena amiga, le lleves esta carta que, antes, mi amor le diga; si en la contestación no se muestra enemiga, puede ser que muy buena consecuencia se siga. Entregole mi carta en la misa de prima, buena respuesta tuvo mi carta, escrita en rima. Tenía aquella monja más guardas que mi esgrima, pero buenas palabras alcanzan buena cima. En el nombre de Dios fui a misa de mañana; a la monja vi estar en oración, lozana, alto cuello de garza, color fresco de grana, ¡desaguisado fue mandarle vestir lana! DOÑA GAROZA (continuación) ¡Virgen Santa María! ¡Mi admiración rebosa! Hábito y velo negro, ¿quién dio a la blanca rosa? ¡Hijos y nietos tenga mujer tan primorosa, y no hábito , velo ni semejante cosa! Aunque sea pecado contra nuestro Señor dirigirse a una monja el galanteador, ¡ay, Dios!, ¡ojalá fuera yo mismo el pecador!; ¡ya haría penitencia, consumado el error! ¡Miró con unos ojos...! ¡Parecían candela! Yo suspiré por ellos. Dijo el corazón: —¡Hela! Acerqueme a la dama, ella me habló y hablela; me enamoró la monja y yo enamórela. Aceptome la dama por su buen servidor; siempre fui para ella un leal amador; me hizo mucho bien en Dios su limpio amor, mientras estuvo viva, Dios fue mi guiador. En continua oración, a Dios por mí rogaba y, con sus abstinencias, a mi alma ayudaba; la su vida, tan limpia, en Dios se deleitaba, en locuras del mundo su tiempo no ocupaba. Para tales amores sirven las religiosas, para rogar a Dios con acciones piadosas; para el amor mundano resultan peligrosas porque son embusteras, holgazanas, chismosas. Tal fue mi mala suerte que, dos meses pasados, murió la buena dama, ¡sufrí nuevos cuidados! ¡Ay, todos los nacidos han de ser acabados! ¡Dios perdone sus almas y los nuestros pecados! 9.- PLANTO POR LA MUERTE DE TROTACONVENTOS ¡Ay, muerte! ¡Muerta seas, bien muerta y malandante! ¡Matásteme a mi vieja!¡Matárasme a mí antes! Enemiga del mundo, no tienes semejante; de tu memoria amarga nadie hay que no se espante. Al que hieres tú, Muerte, nadie lo salvará; humilde, bueno, malo, noble, no escapará; a todos te los llevas, diferencia no habrá; tanto el Rey como el Papa ni chica nuez valdrá; no respetas parientes, señorío, amistad; con todo el mundo tienes continua enemistad; no existe en ti el amor; clemencia, ni piedad, sino dolor, tristeza, mucha pena y crueldad. Jamás nadie de ti se ha podido esconder y ninguno ha podido contigo contender; la tu venida triste no se puede entender; cuando llegas, no quieres a ninguno atender. Dejas el cuerpo yerto a gusanos en huesa, el alma separas del cuerpo con gran priesa, no está el hombre seguro de tu carrera aviesa, de hablar sobre ti , Muerte, espanto me atraviesa; eres de tal manera del mundo aborrecida que, por bien que lo quieran al hombre, aquí, en la vida, al punto que tú llegas con tu mala venida, todos huyen de él luego, como de res podrida.