Acerca del acompañamiento individual y colectivo
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Acerca del acompañamiento individual y colectivo
Acerca del acompañamiento individual y colectivo. Las dinámicas de cambio colectivo son distintas a las del cambio individual y aquí se aportan tres aspectos claves: la cultura institucional, el liderazgo y las prácticas sociales. Autor: Fundación PROMIGAS - Gallego, M. Libro: Acompañamiento y Cambio Escolar Acerca del acompañamiento individual y colectivo Todos tenemos una idea, más o menos precisa, de lo que supone acompañar a otra persona. Sin embargo, no es claro el camino a seguir cuando se tiene a toda una comunidad al frente y se desea influir en su manera de pensar y actuar. Por esta razón, antes de abordar el último interrogante, ¿qué competencias debe tener el acompañante en los procesos de cambio mediado?, haremos alusión a lo que suponen los acompañamientos individual y colectivo desde la perspectiva del cambio mediado. El acompañamiento del uno al otro es un espacio de reflexión y verdad donde el acompañante apoya al acompañado en su propio desarrollo personal, haciendo énfasis en el mejoramiento de la dimensión conductual del otro para lograr que este participe de manera más activa en el progreso de su comunidad. En el proceso de acompañamiento individual, las acciones apuntan a que el acompañado enriquezca sus competencias personales e interpersonales, así como los saberes y las representaciones sociales de la comunidad en que vive y trabaja. En otras palabras, el acompañamiento busca favorecer en los otros atributos individuales tales como la iniciativa, la autocrítica, el aprendizaje autónomo, el razonamiento práctico, y también disposiciones de orden social como la capacidad de reflexionar en grupo, el sentido de pertenencia, el trabajo y el aprendizaje colaborativo, entre otras. En, y desde las prácticas sociales, el acompañado, con el apoyo del acompañante, de manera gradual va acrecentando sus capacidades, buscando siempre utilizarlas para ser mejor y para construir una mejor comunidad. En ese propósito, el acompañante, aunque debe conocer al otro, no debe quedarse en la contemplación; por el contrario, debe empeñarse en que el otro se conozca a sí mismo. De igual forma, bajo ninguna circunstancia debe forzar al otro a transitar por caminos previamente establecidos; más bien, debe conseguir que este descubra por sí mismo cuál es su vocación y su papel en la sociedad, aquello que debe cambiar en sí mismo y en su comunidad, y cuáles caminos debe emprender. Las personas le encuentran sentido y significado a su vida en el seno de una relación social, porque los individuos tienen un modo singular de experimentar su proyecto de vida mientras trabajan con otros en el marco de una identidad que es compartida y construida por todos. Por la multiplicidad de historias de vida que se entrelazan en una comunidad, o simplemente por su tamaño y diversidad, es ingenuo pensar en una acción de acompañamiento para todos y cada uno de los individuos que la integran. Lo más razonable, tanto en el plano teórico como en el práctico, es concebir el acompañamiento colectivo como una mediación focalizada en factores estratégicos del sistema socio- cultural que inciden en la transformación de la identidad de la comunidad, los cuales pueden estar representados en las operaciones simbólicas, las autoridades y las prácticas de la comunidad. “Los símbolos son portadores de sentido: ellos definen las cosas, establecen el contexto y la forma, y sirven para crear la identidad individual y grupal” (Hobbs, Poupart y Simard, 1992: 39). Los ritos son operaciones simbólicas que tienen como propósito darle mayor vitalidad a la comunidad y orientar su desarrollo. Generalmente, las actividades rituales están dirigidas a toda la comunidad; sin embargo, casi siempre, son llevadas a cabo por un grupo representativo de sus integrantes. Los ritos orientados a purificar el espíritu y las prácticas de la comunidad (visibilizar debilidades y fortalezas), a reafirmar el sentido de pertenencia y responsabilidad de sus integrantes, a facilitar la creación de bienes colectivos de mayor valor (apuestas colectivas de largo plazo), a precisar la manera como se alcanzarán esos bienes, entre otros, son espacios donde el acompañante debe interactuar con los representantes de la comunidad destapando cartas que permitan vislumbrar posibles escenarios de actuación para la comunidad. De igual forma, es muy importante que las revelaciones, compromisos y apuestas que surgen de tales ritos se propaguen por toda la comunidad para conquistar bienes colectivos de mayor valor. En este proceso, el acompañante debe interactuar con los miembros visionarios de la comunidad que tratan de sumar nuevos aliados al proceso de renovación comunitaria. “La autoridad debe basarse en la integración de los diversos grupos e individuos de la organización con la identidad organizacional “(Hobbs, Poupart y Simard, 1992: 51). El liderazgo es una dimensión inherente al ser humano, que se vive, entre otros, en los espacios familiar, laboral y social. El espíritu y los comportamientos sociales de la comunidad están marcados por el tipo de liderazgo que ejercen sus autoridades. La identidad de la comunidad es moldeada por el ejercicio de la autoridad desde cinco dimensiones, a saber: 1. La dimensión simbólica, en la cual las autoridades son portadoras de valores y actitudes importantes para la comunidad, es decir, son fuente valiosa de información para los integrantes que desean conocer las reglas de juego que hay que cumplir en la comunidad. 2. La dimensión de la prudencia, en la cual las autoridades dan ejemplo permanente de cómo se toman decisiones prudentes con la participación de la comunidad, y fomentan el razonamiento práctico entre sus integrantes. 3. La dimensión del consejero, en la cual las autoridades actúan como un espejo, retroalimentando permanentemente a los miembros de su grupo para favorecer el cambio en cada uno de ellos. 4. La dimensión del mentor, en la cual las autoridades actúan como guías, formadores y acompañantes de las personas que están en sus grupos, apoyando especialmente su desarrollo personal. 5. La dimensión del impulso a la acción, en la cual las autoridades son ejemplo demostrativo de la forma como se ejecutan las decisiones acordadas en grupo, y también fomentan el que todos las ejecuten a tiempo y de forma correcta. Si el ejercicio del liderazgo en las dimensiones señaladas permite modificar los comportamientos de la comunidad, se hace necesario que el acompañante reflexione con las autoridades sobre la manera como estas desarrollan sus actividades en cada una de las cinco dimensiones. Se trata en este caso de un acompañamiento orientado al desarrollo de capacidades deriva en el desarrollo de capacidades colectivas. individuales que Por práctica entenderemos cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la misma mientras se intentan lograr los modelos de excelencia que le son apropiados a esa forma de actividad (MacIntyre, 2001: 233). En toda práctica social existen dos tipos de bienes: unos externos, que resultan del ejercicio de la práctica pero que se pueden obtener también por otros medios, y otros internos, que únicamente se conquistan participando en esa práctica particular. Los bienes externos son propiedad exclusiva de cada individuo, mientras que los internos favorecen a toda la comunidad que participa en la práctica. Ahora bien, lo que se desea resaltar de la postura del filósofo escocés es el vínculo que establece entre las capacidades colectivas8 y las prácticas sociales, o más bien la necesidad de un determinado modo de ser colectivo para alcanzar los bienes de las prácticas sociales. Lo anterior plantea que para alcanzar los bienes internos se necesita que las personas responsables de las prácticas sociales modifiquen su manera de ser; incrementen y/o renueven sus capacidades colectivas interactuando socialmente en la realidad de la cual hacen parte, lo que hace del aprendizaje social el medio por excelencia para transformar la identidad cultural y las prácticas sociales, más allá del plano de la eficacia. El aprendizaje social rescata la importancia de la acción social y el contexto sociocultural en la educación, y permite la apropiación y la transformación de los saberes y creencias de un grupo social. Cuando se logra institucionalizar el compromiso de la búsqueda de la excelencia, el aprendizaje social (colaborativo) hace posible que los miembros de una comunidad cambien progresivamente sus saberes, sus prácticas y sus concepciones dominantes. 8 Para MacIntyre las virtudes (capacidades) son más que simples habilidades con pretensiones de eficacia; son más bien ciertos hábitos y disposiciones, son un determinado modo de ser que se pone en práctica para tener éxito en situaciones y contextos particulares. Las virtudes (capacidades) son disposiciones reconocidas y cultivadas en las prácticas sociales de una comunidad. En otros términos, en el curso de una práctica social, los problemas comunes que se resuelven, los nuevos temas que se investigan, el conocimiento y la experiencia que se comparten, el conocimiento común que se genera, las herramientas que se desarrollan y los marcos de actuación que se legitiman, poco a poco, transforman los saberes colectivos y la manera de ser de los miembros de una comunidad. Por las anteriores razones, el acompañamiento debe generar condiciones que favorezcan el mejoramiento de las prácticas sociales, y crear mecanismos que permitan exponer tanto estas prácticas como sus aportes al escrutinio de toda la comunidad. En síntesis, el acompañamiento orientado al desarrollo de capacidades colectivas focaliza su acción en tres factores generadores de cambio. El primero, las operaciones simbólicas a través de las cuales se desnuda la realidad sociocultural y se le ofrece un horizonte con sentido a la comunidad. El segundo, las autoridades que, gestionando de manera efectiva las cinco dimensiones del liderazgo, promueven el cambio personal y colectivo. El tercero, el mejoramiento de las prácticas sociales como medio pedagógico para trasformar la identidad colectiva. (Véase esquema 1, página siguiente). Hemos planteado que el acompañamiento es el eje estratégico del cambio mediado y también una competencia o, más bien, un conjunto de competencias, lo que nos lleva a retomar este interrogante: ¿qué competencias debe tener el acompañante en los procesos de cambio mediado? La idea en este caso no es normalizar un rol, pues esto iría en contra de algunos de los planteamientos anteriores, sino identificar un conjunto de dimensiones que deben estar presentes en el acompañamiento.