Desde la penumbra - Plataforma Ciudadana Peones Negros
Transcripción
Desde la penumbra - Plataforma Ciudadana Peones Negros
10 Iritzia GARA • 2004 urtarrila – 26 astelehena txokotik kolaborazioa alladolid, Cárcel Nueva, una de la madrugada del 25 de mayo de 1937. «Querida madre: A ti van dedicadas estas líneas escritas la última noche de mi vida y sabe, madre querida, que muero con tu recuerdo y el de mis hijos que es el más fuerte lenitivo para mi dolor. Muero inocente y como tal con la fortaleza de ánimo suficiente para arrostrar el destino a que la justicia de los hombres me condena. Sé fuerte, madre mía, y sobrevíveme mucho tiempo para que con mi mujer veles por la educación de mis hijos. Al padre nada le digo, pues como hombre sabrá hacerse cargo de la realidad y tendrá el valor necesario para proporcionarte su ayuda. Hasta siempre, recibe el último y fortísimo abrazo de tu hijo que siempre te quiso y te querrá. Virilo». Cuando le sacaron a fusilar, se dirigió al piquete de encapuchados lanzándoles su último paquete de cigarrillos: «Muchacho, tú eres de Carrión, ¿no? Después de fusilarme, fúmate esta cajetilla a mi salud si es que te queda estómago». Aquella mujer, madre receptora de esa carta, tampoco aceptó la inacción impuesta por los sublevados: un veintitantos de julio del 36 en un pueblo castellano; un tiro de mulillas arreado y jaleado por notorios socios del Casino principal; una zapatera encinta enganchada a él como rea de cualquier acusación; la revancha de los señoritos en la calle intentando el escarnio y la punición hacia aquellos que un 13 de abril del 31 la habían ocupado expresando su deseo, ejerciendo su decisión y dándole forma política a su voluntad. La esposa y madre de presos paró las mulas por el ronzal y desenganchó a su vecina bramando: «Dios os desgracie a cada uno lo que más queráis; ahora venir a buscarla a mi casa, alimañas». La zapatera, asida de quien entonces fue llamada en el pueblo «Doña». Escuchose, mientras lloraban ambas lavando las piernas hirsutas de sangre clamando aborto, un responso mayúsculo: «Para qué diantre os habréis metido... sois incapaces de defender aunque sea con los dientes lo que queréis y lo que ganáis... mansos como corderos... inocentes como bollos... perros ladradores... ni os dais cuenta que ellos son lobos, fariseos y exterminadores... Cristo ya hubo uno... os dejáis arrinconar con palabrerías y luego os fusilan... simples... malos constructores vosotros que confundís los V Mikel Aramendi Biktimak Egia esateko, neure gogoetan galduta nenbilen gure gizaldiko tam-tam horrek norabideratzeko modu bat behintzat adierazi didanean. Ia inoiz egiten ez dudan zerbait egin dezadala eskatu didate posta elektronikoz hamaika lagunek, eta aholkuari kasu egin beharko diot, egun bakarraz bederen. Etzi, gaueko 11etan, La 2-eko “Docu-mentos TV” saioan emango omen dute “Las fosas del olvido” erreportaia, frankistek 36ko gerran hildakoen oroitzapena (eta gorpuzkinak) berreskuratzen dihardutenen ahaleginak kontatzeko. Mugimendu horren aldekoek dei-katea bat egin dute telesaio horren ikusle-sharea gaiaren garrantzia azpimarratuko duen erreferendum moduko bat izan dadin. Hortik, saioa ikusten ipintzeko eskakizuna. Galduta nenbilela nioen, izan ere Jaurlaritzak «terrorismoaren biktimei» buruz hasi berria duen kanpaina horren zantzuak iristen zaizkit, eta erantzun baino galdera gehiago sortzen. Anbiguoegia dela diote batzuek (askoz hitz gordin eta zatarragoekin, batzutan), ETA zuzenki ez omen duelako aipatzen. Unilateralegia dela deritzote beste batzuek, biktimak alde bat eta bakarrean leudekeela sinetsaraz dezakeelako... Honelako eginkizunetan ezinbestekoa izango den orokortasuna aintzakotzat hartzen dudan arren, arazo teorikopraktiko batek kezkatzen ninduen ni: biktima guztien biktima-tasuna berdina ote da, edo horretan ere mailak, larritasunak, ñabardurak... badirela onartu behar dugu? Alor praktikoan ipinita: San Sebastian astean martxan ipintzen den biktimen aldeko kanpaina batek zergatik ez du nolabaiteko keinu eta aipamen bat egiten egun horretan 24 urte betetzen dituen Alontsotegiko sarraskiaren biktimak gogoratzeko? Egungo esparru politikoa indarrean denez geroztik, Euskal Herrian jazo eta inolako kitantza ez eta argibiderik gabe geratzen den hilketarik latzena da Alontsotegikoa. Biktima hitza entzuten dudanean, haiexek gogoratzen ditut. Eta hitza ateratzeko aukera dudan batzuetan, aipatu ere aipatzen ditut, Eusko Jaurlaritzaren kanpainak eskatzen didan moduan... Hausnarketa honetan trabatuta nenbilen bitartean, berriz, hedabideek ekarri didate gogora ahaztuxe nuen beste bat, Zabaltza tokaioa, haren hilketa estaltzeko egindako iruzurraren protagonista izan zen Gonzalo Perez, orduan teniente eta komandanteari Iraken kopetan tiroa eman diotelako. Hura bezain biktima ote hau ere? Ea telebista ikusiz zerbait argitzen dudan. • Teresa Puigmar • Historiadora Desde la penumbra cimientos con los ladrillos... soberbios: nada aprendisteis del 73... así nos ponen los huevos las gallinas ahora...». Coraje: la indignación ante fariseos, pusilánimes e impostores; el rotundo no a la amenaza, al amedranto, al pasteleo, al chantaje; la dignidad de la resistencia, su capacidad para hacer claridad donde algunos quisieran tinieblas. Años después, cuando Madrid ya era un nido de camisas pardas, cuando algunos hombres ocultaban hasta su nombre en una clandestinidad difícil, cuando muchas mujeres empezaron a vestir un negro que desteñía desde su sangre, los tribunales de «responsabilidades políticas» juzgaban ciudadanos para convertirlos en reos de «desafección al régimen». Interrogaban los jueces a compañeros de los encausados para apoyar en ellos una sentencia ya dictada; era el objetivo conseguir cómplices y coberturas para su actuación; intentar sembrar la derrota, su forma peculiar de incluirse en la causa de los sublevados. Acusaban, en uno de los sumarios, de militancia obrera y fidelidad a la República, de incorporación voluntaria a las filas de la milicia popular –en la «documentación oficial»: «delito de terrorismo e insurrección armada»– y se pedía la «expulsión y separación del cuerpo de telegrafistas», proponiendo como testigos de cargo a los compañeros del encausado, a los hombres que habían compartido horas de trabajo, de nervios, que conocían y sabían de sus actividades. Interrogados, declararon: «Eficaz radio, excelente telegrafista y mejor compañero». Ni la incertidumbre, ni el desasosiego pardo que se enseñoreaba de la sala de teletipos hizo que renegasen de la causa que les había hecho elegir como presidente del Comité Obrero de Telecomunicaciones al compañero encartado en un sumario abierto sobre los pliegues de una historia incierta. Quizás vencidos, quizás desarmados, pero jamás derrotados, contradiciendo así con sus silenciados hechos a los flamantes libros de historia y a demasiada interpretación fácil e interesada de su discreción. Aquel «mejor compañero» había colocado una bandera republicana la noche del 13 de abril en el balcón del Palacio, había encabezado la huelga del 34, había llamado al combate contra los sublevados y era de los que en el 37 afirmaban: «Los vascos son vascos; aquí cada uno que decida sobre lo que es él y se deje de zarandajas». Preso por los socialistas en el 39 –en nombre de «conseguir una paz honrosa»... ¡con el general sublevado!–, sus compañeros sabían que, evadido, estaba en algún lugar de Catalunya aprendiendo catalán y sin quitarse la boina vasca –«hecha en Pamplona, nunca lo olvidéis»– que lució, desde aquel 1937, toda su vida. Fue «expulsado y separado», siendo única prueba en el expediente el informe de la Guardia Civil: «Entusiasta militante, radical de ideas muy avanzadas, voluntario del Ejército Rojo, creador del Cuerpo de Guerrilleros». En aquellas épocas (?) se condenaba a los hombres por ser «entusiastas y radicales» –sólo había lugar para los muertos vivientes–, y a las mujeres se nos llamaba «locas» cuando la emoción y la firmeza hacían causa en nuestros actos; más cortés pero no menos ca- nalla: unos a la cárcel, otras al manicomio. Era francamente entrado en años el tal telegrafista cuando Franco ofreció una amnistía que le hubiese permitido regresar a su vallisoletano pueblo, visitar su querido Madrid, su amado Palacio de Telecomunicaciones. «Almas benefactoras» le hicieron llegar el escrito solicitando «indulto y amnistía» para sus «delitos»: siempre hay angelicales y bondadosas apariencias. La instancia esperaba su decisión. Una noche exclamo: «Esta va por mí y con mis compañeros». Rasgó el pliego en pedazos diminutos y tendió los añicos diciendo: «Esto es lo único que el padre puede dejar como herencia». El telegrafista expulsado jamás cejó de trasmitir desde la calle: la ética es el compromiso con la vida; en aquella instancia lo legítimo estaba ausente y la legalidad exiliada, la normativa era la de los sublevados: por eso fue hecha trizas. Por los años setenta y tantísimos, a la viuda del telegrafista le ofrecieron: «Solicita la amnistía para poder cobrar la pensión a la que tienes derecho». Su carcajada fue elocuente y divertida: «¿Quién dices que me amnistía a mí? Mira, majo, perdono casi todo, estoy dispuesta a hablar con quien sea necesario: con los que callaron, con los que confundieron nuestra decisión con su partido, con los que estáis a punto de hacerlo ahora, pero jamás me amnistiarán éstos: si están ahí es gracias a nosotros, a lo que hemos luchado. Legítima fue nuestra decisión y legítimo es lo que hicimos entonces y luego, y bien legales somos. Si tienen problemas, que como son ya no los quieren en nin- gún lado, jamás seré yo quien les lave la cara a costa de renegar de lo que soy, de lo que hice y de lo que volvería a hacer, ¡aunque me llaméis loca... pues está el tiempo para simplezas! Porque así actuamos la gente corriente, planea entre las letras de este tiempo la misma causa que hizo mantenerse en pie, pese a los envites terribles de una época desdichada, a los que la desposeyeron de claudicaciones, arrepentimientos, de «paces honrosas», haciendo reflexión profunda sobre errores, posibilidades, condiciones, actos... Lo que sostuvieron, fueron capaces de conservar y transmitir, es casi el patrimonio del que algunas gentes están hechas... también en esa vuestra tierra en la que sucesores hay de aquellos hombres condenados por «entusiastas, radicales y voluntarios»: las herencias «tocan» y las sucesiones se ganan en hechos de experiencias compartidas, de posiciones innegociables, de rectificaciones, de casta y de vergüenza. Sucesores hay de aquellas mujeres «locas»: humanos que confían en las gentes modestas, que son ellas mismas con un punto más de decisión, de valor, de clarividencia; que discriminan bien el ejercicio de la libertad, su libre expresión, del contestar a «preguntitas» elaboradas con el amedranto de fondo o con «elegir» entre esto o lo otro; gentes que nunca desorientan prometiendo soluciones sin costos o posibilidades sin esfuerzo; que soportan con prudencia insultos y descalificaciones careciendo de recursos típicos para hablar y mostrarse; gentes que, cometiendo errores mayúsculos, aprenden de ellos; que se desconciertan pero siguen leyendo en lo más profundo de los deseos y jamás han traficado con ilusiones; gentes que en ningún tiempo han confundido nuestro silencio con rechazo o con sometimiento. Ellos poseen un patrimonio ligero como el aire capaz de romper frontera abriendo límites, y están hechos en letritas que son decisiones, opciones, símbolos, y que, en ocasiones, se tocan con boina. Esas letras permiten sentir solidaridad hacia vosotros y mucha corresponsabilidad. Desearos incesantemente B.A.I. –batasuna, askatasuna, indarra– en vuestro camino y decir alto y fuerte en mi propia lengua: «Presos al carrer, Nafarroa patria dels vascos, vixca Euskadi lliure, «més lluny, sempre molt més lluny»... •