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Edición Preparada por Comunicaciones presentadas en el I Congreso Internacional de Cultura Cubana Edición preparada por: Rafael Rubio Matías Jove Prólogo El diálogo, camino hacia la transición democrática y pacífica Me corresponde introducir al lector en un libro que recoge las presentaciones de los participantes en el I Congreso Internacional de Cultura Cubana, celebrado en Madrid a finales de enero. Lo primero que debería decir a todos los que se asoman a este volumen es que se han perdido lo mejor. La publicación de las ponencias, que a partir de hoy ponemos a disposición del lector, eran sólo el punto de partida del diálogo, preguntas, intervenciones del público. Un diálogo, siempre enriquecedor, que prolongaba las mesas hasta hacer necesaria la intervención de las fuerzas del orden, con forma de voluntarios. Si todos pensábamos que el mayor éxito había sido la convocatoria de casi un centenar de cubanos de campos e ideologías más diversas, a lo largo de esos días descubrimos que como fruto de la variedad de los temas y la altura intelectual de ponentes, el Congreso estaba destinado a convertirse en referencia intelectual del cambio democrático en la Isla. Así, desde el principio, se podía comprobar como el interés de las mesas redondas que se celebraban simultáneamente, hacía que todos intentarán asistir a todas, en un intento vano de recibir el don de la ubicuidad, y los descansos se convirtieran en intentos desesperados de escuchar, aunque fuera de segunda mano, lo que nos habíamos perdido. El Congreso se convirtió en un cuarto de estar, un inmenso cuarto de estar con varios ambientes y con vistas a la Isla bonita en el que se hablaba con libertad de política, cine, literatura, los partidos políticos y hasta del precio del pescado. Por eso, al buscar un elemento común a todas ellas, pienso que este sería el diálogo entendido como base de cualquier avance democrático. Cuando hay diálogo, cuando la gente pierde el miedo a hablar de la vida y la muerte en su cuarto de estar está naciendo la democracia. Una democracia sólo se puede construir sobre sus ciudadanos y el Congreso ha puesto de manifiesto que en Cuba la sociedad civil cada día se va consolidando más. La transición hacia una democracia en Cuba ya ha comenzado con el resurgimiento de la sociedad civil. Una sociedad civil que reclama espacios de libertad y poco a poco va perdiendo el miedo a reclamar sus derechos. Algo que se observa en centenares de movimientos y miles de personas que, a lo largo y ancho de la isla, impulsan el movimiento democrático “jugándose” en numerosas ocasiones la expulsión, el repudio e incluso la cárcel. Por eso, existen una serie de elementos que hacen que consideremos esta como una cita histórica, en primer lugar el hecho de reunir una representación tan numerosa y variada del exilio cubano, al que siempre se acusa de dividido. En segundo lugar el carácter constructivo de esta reunión, en la que a través del diálogo, y, dejando de lado por improductiva la vía de la crítica al tirano, que tras muchos años se muestra como calle sin salida, se han ofrecido soluciones sobre las que edificar el futuro inmediato de Cuba. Y aquí radica la fuerza del programa, en la convicción de sus participantes de que el futuro de Cuba no depende del famoso “hecho biológico” (la muerte de Fidel Castro) sino que independientemente, deberá basarse en la sociedad, una sociedad abierta al diálogo y dispuesta a realizar la transición de manera pacífica. Este carácter constructivo se observa también en la intención de ofrecer propuestas concretas, con soluciones como el Proyecto Varela, que han abierto un espacio de discusión que sigue fomentando con la publicación del "Diálogo Nacional". Con este documento de trabajo no se pretende dar una solución a todos los problemas que plantea la transición, sino el comienzo de un proceso de diálogo entre todos los que tienen algo que aportar a este cambio. Oswaldo Payá no se cansa de repetir que la transición democrática es cosa de todos los cubanos, los de dentro y los que muy a su pesar tienen que vivir fuera de su patria, y la colaboración de todos es imprescindible para empezar a construir desde hoy la Cuba del futuro. Pretendíamos respaldar el impulso democrático que hoy se está produciendo en la Isla y sentar las bases culturales, económicas y políticas de la futura transición y estamos convencidos de que, a través de enriquecedores diálogos como el que se ha celebrado en Madrid, se va consolidando una sociedad civil que venciendo el miedo, va creando sus propios espacios de libertad. Para este viaje los demócratas cubanos cuentan con buena compañía, el apoyo de la Comunidad Internacional, y el Congreso es también una buena muestra de ello. Representantes de Asociaciones Internacionales que llevan años apoyando los esfuerzos de la disidencia pacífica, como People in Need (República Checa), Pax Christi (Holanda), la Fundación Hispano-Cubana (España), Freedom House (Estados Unidos) o SILC (Suecia), han participado activamente en el Congreso. Todas estas organizaciones comparten la misma filosofía, el papel de las naciones extranjeras en el proceso de transición tiene que estar presidido por la voluntad de apoyo a los verdaderos protagonistas que son los cubanos. Ahora mismo entre las prioridades de España y la UE debería estar el apoyo a la causa de la libertad en Cuba, exigiendo la liberación de los presos y ofreciendo espacios de libertad, dentro y fuera de la isla, donde pueda desarrollarse el diálogo necesario para construir un cambio democrático. Por eso, son tan importantes gestos como el del periodista marroquí Alí Lmrabet, recientemente liberado, al que entregamos el I Premio Raúl Rivero. Su lucha por la libertad de expresión y sus referencias constantes a la situación de los 26 periodistas independientes encarcelados en Cuba el pasado mes de marzo denuncia y recuerda a la opinión pública que se ha cumplido casi un año desde los encarcelamientos de 78 demócratas. RAFAEL RUBIO Presidente de la Asociación Española Cuba en Transición Índice CONGRESO INTERNACIONAL DE CULTURA CUBANA Prólogo El diálogo, camino hacía la transición democrática y pacífica Rafael Rubio Apertura del Congreso Palabras de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre Gil de Biedma Todo lo que usted ha ignorado sobre Cuba y aún no quiere saber. Por Zoé Valdés. Con mi música a otra parte Por Paquito D’Rivera Los Partidos Políticos en el Post-Totalitarismo Necesidad de los conservadores Por Vicente Echerri El Decálogo de la Prosperidad (Ideas realistas para una Cuba imaginada) Por Juan Manuel Cao El desarrollo de una sociedad política democrática* Por Arnoldo A. Muller Cuba: Las dos transiciones Por Orlando Gutiérrez-Boronat El ICAIC por dentro El film PM y la censura en Cuba Por Orlando Jiménez Leal La literatura en los tiempos finales del comunismo La soledad de un escritor dentro de Cuba. Por Daniel Iglesias Kennedy. La Literatura Cubana en los tiempos difíciles del castrismo Por Felipe Lázaro La Gran Estafa y las Letras Cubanas Por Julio San Francisco La música en los tiempos finales del comunismo Sones “para turistas”* Por Flores Chaviano Cuba una música expoliada Por William Navarrete Puentes de música Por Tony Évora Actuar y dirigir en los tiempos finales del Comunismo Una Carrera en el Exilio* Por Eduardo Palmer Lo que se puede y no se puede representar. Quién actua y quién desaparece? Vivencias personales Por Marcos Miranda Una televisión libre* Por Antonio Diéguez Los medios de Comunicación en los tiempos finales del comunismo Antes y Después de los medios de Comunicación* Por Rafael Solano ¿Cómo luchan los periodistas disidentes por la libertad de prensa en Cuba? Por Julio San Francisco La Economía Cubana Hoy Instituciones, Estructura Factorial y Tránsito al Mercado en Cuba. Por Manuel García Díaz ¿Tiene futuro la economía cubana?* Por Elías Amor La naturaleza de la economía cubana en el ocaso de Castro Por Jorge A. Sanguinetty La “justicia” en la dictadura En la mente del castrismo no hay nicho para la palabra justicia* Por Alberto Muller Notas sobre la represión en el castrismo Por Orlando Fondevila. La Vida del Preso* Por Robier Rodríguez Leyva Voces tras las rejas Directorio actual del presidio político en Cuba Por José Miguel González Llorente La lucha de los disidentes dentro de Cuba El Proyecto Varela Por Carlos Payá El Alma de una Nación* Por Laida Arcia Carro Definiciones y esperanzas Por Reinaldo Bragado Bretaña La Democratización de Cuba ¿Qué se hace desde el Arco Progresista? Por Manuel Cuesta Morúa Los Derechos Humanos y la Sociedad Civil durante el período republicano. Breves apuntes para un estudio. Por Ricardo Bofill La universidad cubana en el comunismo post-soviético La investigación social en Cuba: Información, recursos y creatividad. Por Dominga González Suárez Albur y Credo o el desafío de la libertad. Por Iván González Cruz Volver a la universidad cubana Por Fabio Murrieta La Universidad cubana en la era Post Soviética Por Wenceslao Cruz Las Organizaciones Cívicas Independientes Lectura sin censura una opción para formar hombres libres Por Ramón Colás La Política Cultural Cubana o la UNEAC por Dentro Los nudos de la mordaza Por Manuel Díaz Martínez El resurgimiento o revitalización de las creencias religiosas en Cuba La Iglesia y la democracia en Cuba. Un espacio para el diálogo Por Rafael Rubio Núñez El catolicismo en la Cuba republicana. Cien años de compromiso Por Ignacio Uría Panorama y contribución del protestantismo cubano Por Vicente Echerri La economía cubana en el post-totalitarismo Un nuevo sistema financiero para una nueva Cuba Por Tomás G. Muñoz El futuro de la economía cubana Por Jorge A. Sanguinetty La solidaridad internacional en la lucha por la democracia en Cuba La surafricanización del Régimen Cubano* Por George Melville Pax Christi y Cuba Por Liduine Zumpolle La Solidaridad en Suecia en la Lucha por la Democratización de Cuba Por Alexis Gainza Solenzal Solidaridad con Cuba Por Matías Jove La Transformación Jurídica de Cuba en el post-totalitarismo Derecho Penal para un Estado Democrático y de Derecho en una Cuba Futura Por Orlando Gómez González Ideas Constitucionales para una Cuba Futura Por Beatriz Bernal El Origen Ideológico de la Revolución Destino Nacional y Vocación Revolucionaria: Origen, evolución y decadencia de los mitos fundamentales de la Cubanidad. Por Miguel Sales Figueroa El asalto al poder* Por Alberto Muller República y Revolución* Por Leopoldo Fornés-Bonavía Dolz Castro es un marxista – leninista* Por Adolfo Rivero Caro Juan Jacobo Rousseau y la exaltación romántica del crimen político en nombre de la libertad. Por Pedro V. Roig La ideología del comunismo cubano tras la caída del muro de Berlín Pasotriple o distorsión premeditada: Martí al servicio de Castro Por Laura Ymayo Tartakoff La ideología Cubana actual no es martiana* Por Marcelino Miyares La ideología de la Revolución Cubana. Por Enrique Patterson. Clausura del Congreso Una lección aprendida Por Carlos Alberto Montaner Relación de Ponentes Apertura del Congreso Palabras de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, DOÑA ESPERANZA AGUIRRE GIL DE BIEDMA Inauguración del Congreso Internacional de Cultura Cubana. Madrid, 26 de enero de 2004 Queridos amigos, El pasado lunes regresé de Miami, de la que podríamos denominar la “Cuba continental”, donde se ha celebrado el Seminario “Vigencia de la transición española como referente para América Latina”. Y allí pude comprobar que, hoy más que nunca, las voluntades de todos los que amamos de verdad a Cuba, independientemente de nuestra filiación política, convergen hacia el mismo objetivo: acabar de una vez con una pesadilla que ya dura casi dos generaciones. La perla del Caribe no podrá seguir siendo por mucho tiempo el último vestigio del estalinismo en el hemisferio occidental. El único país de América donde las cárceles están llenas de presos políticos. Uno de los pocos países del mundo donde criticar al gobierno, tener propiedades, fundar empresas, contratar trabajadores, crear riqueza y viajar por el mundo son gravísimos delitos penados con largas condenas de cárcel o con la muerte. En definitiva, uno de los pocos países del mundo donde, para sobrevivir, es preciso fingir, engañar y mentir a diario. Creo no equivocarme si digo que los cubanos son, de todos los iberoamericanos, quienes más anhelan que su país llegue algún día a igualarse a España en libertad y prosperidad. Y también creo que Cuba es, de todas las naciones hermanas de Iberoamérica, la que más interés, afecto y simpatía despierta entre nosotros. Prueba de ello es este Congreso Internacional de Cultura Cubana organizado por la Asociación Española Cuba en Transición, cuya Presidencia de Honor corresponde a Raúl Rivero, encarcelado hace casi un año por Castro junto con otros ochenta defensores de la libertad y de la democracia en Cuba. No es necesario que explique las razones de ese especial afecto que los españoles sentimos por Cuba. En primer lugar, porque hace poco más de cien años, Cuba era todavía un pedazo de España en el Caribe. En segundo lugar, porque son muchos los españoles que, tras la independencia, o permanecieron en Cuba o viajaron a ella para establecerse allí y vivir como unos cubanos más. Y en tercer lugar, porque los cubanos que no consiguieron escapar de la gigantesca prisión en que Castro ha convertido a Cuba hoy no pueden disfrutar de las libertades democráticas ni de la protección de un verdadero Estado de Derecho. Ni siquiera pueden reunirse, como nosotros lo hacemos hoy, para exigir y ejercer lo que en cualquier nación europea o iberoamericana es un derecho fundamental incontestable: la libertad de expresión. Por ello, creo que todos los que amamos a Cuba y estamos comprometidos con la libertad debemos mostrar nuestro compromiso brindando nuestro aliento y nuestro apoyo a quienes luchan, sufren y mueren por obtenerla. Independientemente de cuáles sean sus puntos de vista y sus estrategias. En este sentido, creo que el ejemplo de la transición española desde la dictadura a la democracia puede y debe ser aprovechado por los cubanos. Especialmente por lo que esa transición tuvo de ordenada y pacífica. Desde la ley a la ley. Sin necesidad de confrontaciones o de rupturas violentas. La transición española comenzó en el momento en que las instituciones amnistiaron a los presos políticos y aceptaron autodisolverse a instancias del Rey Don Juan Carlos. Este fue el primer paso del proceso que condujo a la recuperación de las libertades en España. Y, del mismo modo, este tendría que ser el primer paso, y el más importante, para la recuperación de las libertades en Cuba: que las autoridades e instituciones castristas renuncien voluntariamente al poder, se autodisuelvan y pongan en libertad a los presos políticos para que el pueblo cubano pueda pronunciarse libremente acerca del régimen y de las instituciones políticas por las que desea gobernarse. Y el segundo paso, casi tan importante como el primero, es que, al igual que en España hace 25 años, las fuerzas de la oposición tendrán que moderar su comprensible y legítimo deseo de “ajustar cuentas” con quienes les han reprimido durante tantos años. Nada podrá, ciertamente, hacer olvidar sus sufrimientos a quienes perdieron a sus bienes, a quienes han padecido la cárcel, a los que han tenido que exiliarse o a los familiares de quienes perecieron bajo la represión o en el Estrecho de la Florida en busca de la libertad. Sin embargo, son tantas las vidas, los años y las energías desperdiciadas que los cubanos no pueden permitirse malgastar más en enfrentamientos civiles o en ajustes de cuentas, una vez que al dictador más veterano del mundo le haya llegado su hora. Porque los cubanos lo tienen aún más difícil de lo que lo tuvimos los españoles. En Cuba no se trata sólo de remodelar las leyes para adaptarlas a las exigencias de un régimen democrático. Los cubanos tendrán que resucitar todas las instituciones necesarias para el funcionamiento de una sociedad libre, moderna y próspera, aniquiladas por más de 45 años de dictadura comunista. Tendrán que empezar por redactar una nueva Constitución y reformular desde su base todo el ordenamiento jurídico: el Derecho Civil, el Derecho Mercantil, el Derecho Penal, el Derecho Laboral y el Derecho Administrativo. Tendrán también que acostumbrarse a tomar decisiones por sí mismos, especialmente las que afecten a su vida privada, profesional o laboral. Y tendrán que atenerse también a las consecuencias de esas decisiones. Porque la libertad y la responsabilidad son las dos caras de una misma moneda. Tendrán, en definitiva, que aprender a vivir en una sociedad donde el Estado será un mero árbitro y no el amo y señor que apenas es capaz de garantizar un mísero sustento a cambio de la preciada e irrenunciable libertad. Y creo que quienes mejor pueden contribuir a ese reaprendizaje de la vida en una sociedad libre son, precisamente, quienes tuvieron que abandonar su país para poder vivir digna y honradamente del fruto de su esfuerzo en España o en los Estados Unidos de América. Ellos tendrán que trabajar hombro con hombro con quienes, desde las cárceles cubanas, como Raúl Rivero, Martha Beatriz Roque o Elías Biscet, o desde los angostos resquicios que todavía deja la pseudolegalidad castrista, como Oswaldo Payá, están por la recuperación de la libertad. A todos ellos les corresponde la titánica pero, a la vez, ilusionante y maravillosa tarea de devolver a todo un pueblo la libertad, la dignidad y la prosperidad. La tarea de hacerle recuperar la fe en el futuro sin que el pasado se convierta en un lastre imposible de sobrellevar. Saber perdonar a los enemigos es, no cabe duda, una virtud heroica. Especialmente cuando han sido responsables de tantos males. Y no tenemos derecho a exigírsela a quienes han padecido en propia carne y durante tantos años las consecuencias del castrismo. Sin embargo, creo que ese perdón, unido a la reflexión y el arrepentimiento de quienes han colaborado con la tiranía, serán condiciones imprescindibles para que Cuba pueda superar su pasado para mirar con confianza hacia el futuro. Quisiera acabar estas breves palabras citando a Elías Biscet, uno de los héroes que padecen en las cárceles de Castro por denunciar la tiranía y los crímenes del dictador más veterano del mundo. Porque pocas voces hay tan autorizadas como la suya para llamar a la superación de las diferencias en el seno de la oposición cubana en aras del irrenunciable objetivo común: el fin de esa tiranía: “Desde mi celda hago un llamado a la unidad de todos mis compatriotas. Existe un único camino ante nosotros. Un camino que nos une y que incluye a todos los cubanos de dentro y de fuera de la Isla. Un camino que reclama los derechos de todos en su totalidad. Un camino que exige la plena democracia y la libertad incondicional del pueblo cubano bajo un sistema de gobierno pluripartidista. Un camino en el que se restablezca el Estado de Derecho y en el que se garantice la igualdad ante la ley sin distinción de raza, sexo o creencias religiosas. Un camino en donde se otorgue una amnistía incondicional e inmediata a todos los presos políticos. Compatriotas: demos un paso al frente y hagámoslo de forma clara y decisiva. El trabajo que nos espera es difícil, pero no imposible. Juntos podemos lograr para nuestra patria una democracia plena y merecedora de sus ciudadanos”. Muchas gracias Todo lo que usted ha ignorado sobre Cuba y aún no quiere saber. POR ZOÉ VALDÉS. Desde que tengo uso de razón no he dejado de escuchar sobre cualquier tema cubano, un antes y un después, lo cual convierte a Cuba en una suerte de Crista, es decir Cristo con faldas, incluidos pasión, sacrificio, y crucifixión. Siendo adolescente, más de una vez, intrigada por este mismo motivo del antes y el después tan frecuente en boca de los adultos, quise ir más allá de los soporíferos manuales donde la historia del país se condensaba en tres o cuatro composiciones rimadas o en verso libre dedicadas a los mártires de la Revolución, los cuales muchos de ellos –cosa rara- habían muerto en el siglo pasado. Poemas combativos dedicados a los logros de la misma, o simplemente dirigidos a concientizarnos, o politizarnos, sobre los deberes para con la Revolución; mejor, a instruirnos castro-militarmente, ¿era eso educación? Dejábamos de ser seres humanos para convertirnos en seres cubanos. Iba a la Biblioteca Nacional, frente a la Plaza de la Revolución. Cuán no sería mi sorpresa, en el transcurso de los años, repito, los de mi adolescencia hasta hace nueve años, muchos de los documentos de antes de la Revolución, o sea hablo de ningún patrimonio complicado, me refiero a prensa y a libros, era absolutamente imposible consultarlos si no se presentaba una carta o identificación de alto nivel autorizando el préstamo, y sólo en casos excepcionales de trabajos investigativos sumamente controlados, o con intereses oficialistas. El único Manual de Historia de Cuba utilizado en las escuelas era el de Fernando Portuondo, reeditado en los años sesenta, censurado, por supuesto, después de su primera edición en los años cuarenta. Nunca nadie ha podido escribir otro Manual de Historia de Cuba, no existe un título de este tipo después de la Revolución. Existen discursos, panfletos, cronologías dispersas y plagadas de errores ingenuos y otros hechos a propósito, pero lo que se dice un auténtico manual, un texto escolar digno, para ser utilizado en las escuelas, no existe. Mi memoria se remontaba a los cuentos de los mayores, "cuando antes sucedió tal cosa, en la época de antes, después del 59... etc.", así fui enlazando anécdotas, tanteando entre los libros orientados por el Partido, hurgando aquí y allá, reconstruyendo a trompicones mi historia, la de mi país. Había algo que no cuajaba, la curiosidad de mi generación, los que no habíamos experimentado el antes, nos decía que sobraban las zonas oscuras, sospechábamos de que había demasiada gloria, demasiado heroísmo, demasiada exageración en los extremos. Los profesores de Historia hacían hincapié en la etapa prerrevolucionaria como una etapa erradicada, plagada de corrupción, prostitución, desempleo y todo lo malo y lo divino. La Revolución había parado todo esto, la canción decía: "Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar". El presente era el umbral al paraíso, vivíamos el sueño que nos conduciría a la perfección, a un mundo mejor, al hombre nuevo. El antes y el después marcaron, simplificaron, ningunearon las vidas. De hecho, en los exámenes de casi todas las asignaturas, menos las de ciencias, aparecía una pregunta final que era respondida correctamente era, lógico, la respuesta que daba el aprobado. Decía: Explique la Cuba de antes y la Cuba de después de la Revolución. Con argumentar que antes todo era sencillamente nefasto y de un día a otro nos habíamos convertido en un estado ejemplar aprobábamos el control. Incluso muchos estudiantes se daban el lujo de no estudiar las asignaturas de letras, garabateaban sencillamente la última respuesta, apresurados por largarse del centro escolar hacia “la universidad de la calle”, despreocupados porque sabían que de todas formas obtendrían el mínimo del aprobado, y con ese mínimo podían hacerse médicos, maestros, e inclusive ingenieros. La realidad de la calle era bien distinta y difícil a la del ensueño paradisíaco de los largos dictados escolares. La Historia, con mayúscula, era sinónimo de Represión, no de Revolución. Lo demás no tenía derecho a existir, y si existía debía ser negativo. Para abordar el tema del antes y después cubano, necesitaba esclarecer algunas zonas del período donde fueron escritas ciertas obras literarias, me metí en los libros de historia concebidos antes, y recientemente, y me pareció sumamente importante compartir algunas informaciones, las cuales, por lo que he podido corroborar leyendo tanto la prensa, como ciertos libros que se publican sobre la isla están en muchos casos erradas, o manipuladas. Se tiene la impresión de estar escuchando un cuento recitado con el sencillo objetivo de saltar etapas que molestarían a no pocos oyentes o lectores. Sin embargo, habrá que viajar muy atrás, por lo menos a la tardía y difícil independencia, justo al instante en que se podía hablar de una Cuba entera, y no sólo de La Habana, aunque es cierto que La Habana se situó siempre en un nivel de desarrollo muy por encima del resto del país, hay que remontarse para intentar comprender el pasado lleno de episodios dramáticos, de desastres y de conquistas que encaminaron a ese glorioso para algunos y fatídico para otros, 1959. Cuba se independiza de España tardíamente, en 1898, el proceso fue lento y violento. Figuras como José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Máximo Gómez, entre otros, marcarían profundamente con su profundo sentido de sacrificio e independencia el futuro de la nación cubana. La sociedad se basó durante siglos en el trabajo de esclavos africanos. La esclavitud tuvo consecuencias indiscutibles en las ulteriores relaciones sociales, en su cultura, en la religión que es una religión de sincretismo, entiéndase la constitución de un catolicismo supersticioso, politeísta, y sobre todo y mayormente de los cultos afrocubanos. El otro rasgo fundamental es el papel de los Estados Unidos. La explosión del Maine en el Puerto de La Habana sirve de pretexto para la intervención militar y la guerra hispanonorteamericana desvía la independencia. La flota española es destruida en Santiago de Cuba y la ciudad es tomada por asalto. A través el Tratado de París, España renuncia a Cuba, a Puerto Rico y a Filipinas. La soberanía de la isla fue entregada de manos de los españoles al General Brooke. Ninguna autoridad cubana fue convocada. El país estaba en ruinas. La imposición en 1901 de la Enmienda Platt, limitante de la soberanía explica las oleadas de antiamericanismo que sacudieron los medios estudiantiles. Eso no significa que existiera un anti-americanismo a ultranza reflexionado. En 1970, Fidel Castro declara "la mayoría de nuestro pueblo, en el años 1959, ni siquiera era anti-imperialista". Sin embargo, ese mismo antiimperialismo fue el fundamento principal, el más manipulado por el propio Castro a su favor para justificar, alarmar, amplificar una movilización permanente y es la base esencial de su política defensiva, u ofensiva, según los contextos y las conveniencias ante el enemigo, que no lo era totalmente en tiempos republicanos, o sea de elecciones democráticas. Entre los determinantes del destino cubano está la dependencia creada de la producción azucarera, las inmensas fluctuaciones que producía y produce en la vida económica y social. El alza formidable de 1920, llamada La Danza de los Millones, la caída brutal que viene después, las restricciones y el empobrecimiento nacidos con la crisis del 29. Mucho más tarde los desequilibrios de la economía Castrista, despreciando la caña al principio, después embarcando al país entero en una zafra sin precedentes, la de 1970, grave fracaso. A todo esto debe añadirse el incierto mercado mundial. Volvamos atrás, en 1899 los dos gobernadores americanos el General Brooke y el General Wood, apoyados en el personal republicano criollo se disponen a poner el país en marcha, preparar elecciones, construir vías férreas y carreteras, a aumentar significativamente el número de escuelas. Ocurre la separación de la iglesia y del Estado, la erradicación de la fiebre amarilla. En 1890, el pedagogo cubano Enrique José Varona recibió instrucciones de hacer reformas en la educación. Se abrieron escuelas en cada pueblo y se hizo un llamado de personal extra a causa de la falta de maestros. Sin que eso quiera decir que los cubanos eran analfabetos, sólo un cincuenta y cinco por ciento estaba alfabetizado, (en el año 1957 existía en Cuba un 23,6 por ciento de analfabetismo, nada en comparación con México, un 60 por ciento). La apertura de 2 400 escuelas constituía un buen progreso. En lo que a la salud respecta, fue erradicada la fiebre amarilla, bajó la mortalidad, lograda en La Habana por una política de higiene, limpieza de calles, inspección de casas, etc., lo cual fue un auténtico éxito, de 91, 08% al final de la guerra, la mortalidad baja a un 24, 40%. En 1902 es elegido presidente Tomás Estrada Palma, nadie se presenta en su contra. La democracia cubana comienza con una ratificación del tratado permanente con Washington. Con la presidencia del liberal José Miguel Gómez finaliza la segunda intervención militar americana, ya desde 1903 con una Base Militar en Guantánamo. La Cuban Telephone Company llega y aparecen varios periódicos de carácter importante, por ejemplo, La Prensa, y en 1908 la revista Bohemia que jugaría siempre un importante rol en la vida social y política cubana de carácter burgués. A José Miguel Gómez lo sucede el conservador Mario García Menocal, 1913-1921, son períodos descritos como de intensas crisis morales, a causa de un súbito enriquecimiento e inmediatamente después un desastre económico. En 1918, más del 51% de la producción azucarera estaba en manos de los americanos, los cubanos poseían un 22, 8%, es decir, un poco más del 17,3% de lo que todavía poseían los españoles. En 1914, el gobierno decida emitir una moneda nacional hasta el momento circulaban solamente la peseta española y el dólar. La moneda cubana sale en 1915, en paridad con el dólar. Entretanto, la vida cultural habanera se enriquecía, desde enero de1895 se había presentado el Kinetoscopio de Edison. En 1897 se inaugura la primera proyección pública del cinematógrafo Lumiére, introducido en la isla por Gabriel Veyre, quien es el primero en filmar en Cuba. Se construyen varios teatros importantes y continúa desarrollándose una producción cinematográfica interesante. En 1916, la virgen de la Caridad del Cobre, la diosa Oshún afrocubana, es elegida patrona de Cuba. Adopción, en 1918, de la ley sobre el divorcio, y el servicio militar obligado. Las feministas reivindican el derecho al voto, y lo logran antes que Estados Unidos. Hay que señalar que desde 1904, el marxista Carlos Baliño, funda el Partido Obrero Socialista, existían numerosos partidos, incluyendo partidos raciales que fueron reprimidos y prohibidos, por ejemplo el Partido Independiente de Color. En 1923, un grupo de intelectuales y artistas dirigido por el joven poeta Rubén Martínez Villena convoca a lo que se denominó la Protesta de los Trece, contra la corrupción y el mercantilismo. Ya está en el ámbito político la figura del comunista Julio Antonio Mella, asesinado más tarde a los veintiséis años, es él quien en este mismo año preside el Congreso de Estudiantes y funda la universidad popular José Martí destinada a los trabajadores. En este mismo año se realiza además el Primer Congreso Nacional de Mujeres. Es en Cuba, en el año 30, donde se estrena mundialmente una marcha musical feminista compuesta por una cubana. Finalmente en 1924 triunfa en las urnas el General Gerardo Machado, candidato del Partido Liberal. Es durante este gobierno que se activan los movimientos de protestas y acciones armadas, los veteranos y patriotas se alzan contra la delincuencia gubernamental, la violencia política toma dimensiones desproporcionadas. En 1925 se funda el Partido Comunista y la Confederación Nacional Obrera. Julio Antonio Mella debe partir al exilio donde es asesinado en 1929. La prensa continúa creciendo, ya existen periódicos como El País, con estación radial, El Heraldo. Aparecen las revistas Alma cubana y La mujer moderna, entre otros. En 1928, Machado es reelegido como candidato único. En 1930 se llama a huelga general, dirigida por Rubén Martínez Villena. Proliferan las manifestaciones estudiantiles, se organiza un nuevo Directorio estudiantil universitario, es llevado a cabo el cierre y la ocupación militar de la universidad, la represión es ardua. Por otro lado, la isla cuenta con 61 estaciones radiales, 43 en La Habana. Esto coloca a Cuba en el cuarto escalón mundial, después de los Estados Unidos, Canadá, y la URSS. En 1931 se forman el ABC y el Ala derecha estudiantil, grupos de carácter terrorista. Según un antiguo ministro de finanzas de Castro, Rufo López Fresquet, el ABC era un movimiento fascista. Estos grupos terroristas revolucionarios estaban compuestos por jóvenes cultos y encantadores. A los grupos gangsteriles adhirió más tarde Castro, en tanto que cabecilla activo. Otra huelga en el ‘33 obliga al dictador Gerardo Machado a abandonar el país, toma la presidencia, guiado por el movimiento revolucionario, Ramón Grau San Martín. El joven sargento Fulgencio Batista es nombrado jefe del Estado Mayor y se perfila como el hombre fuerte. Mulato, de origen humilde, sonriente siempre, Fulgencio Batista había ejercido diversos oficios manuales antes de entrar en el ejército buscando un futuro. Muy pronto deviene el Coronel Batista y tiene una aceptación indiscutible entre la población que observa en él un símbolo del triunfo del mestizaje racial, y es además quien logra acabar con la violencia política. Sus adversarios, entre ellos Pablo de la Torriente Brau, le reconocen su vivacidad, su habilidad política. Al menos al inicio de su carrera no debió ser mediocre. La buena sociedad cubana, incluso de izquierdas, no tragaba su mestizaje, ni su pasado humilde. Sin embargo, de 1934 al 44, es la era Batista. Batista inicia una marcha a la democracia, no sin brutalidad y arbitrariedad. Adopta cambios importantes en la legislación social, medidas en favor de la educación, apadrina en 1937 una ley de coordinación azucarera innovadora, reconoce el derecho del campesino sobre la tierra que cultivaba y cambia el modelo de propiedad del terreno, acordando una protección especial a los pequeños agricultores, modificó favorablemente los salarios de los macheteros. Un salario mínimo fue fijado para el obrero de refinerías. Eran para la época leyes ambiciosas. Cuba comenzó a distinguirse por avances importantes en el dominio y en su estructura social, pero en el ‘39 todavía el capital extranjero dominaba en el sector de la producción azucarera, el 22, 4% salía de centrales cubanos, el 55% era producido por americanos, españoles, y canadienses. En el excelente libro La Lune et el caudillo (L’Arpenteur, Gallimard, 1989), de Jeannine Verdès-Leroux se hallará la información ampliada sobre esta época con datos provenientes de los archivos cubanos. Sobre la influencia del joven ministro Antonio Guiteras el gobierno decreta la jornada de ocho horas, el salario mínimo, la autonomía universitaria. En 1939 se funda la Confederación de Trabajadores de Cuba, CTC, dirigida por el mulato comunista Lázaro Peña. Los comunistas se alían a Batista. Todos los grupos o partidos, incluso los de ABC, se presentan en las elecciones constituyentes. En 1940 se crea la nueva Constitución comprendiendo avances sociales y es saludada como un monumento nacional. En las elecciones, gana Fulgencio Batista, sostenido por la izquierda. Se crea el Ministerio de Educación. En 1942 se entablan las relaciones con la URSS. En 1943, Eduardo Chibás, dirigente del Partido Ortodoxo inicia una serie de emisiones radiales denunciantes, demagogo, puritano, rayando en el histeriquismo, pero inmediatamente adquiere una enorme popularidad. Con él comienza la verdadera confusión en la mentalidad popular acerca de los gobiernos democráticos. Es él uno de los culpables de que el pueblo aceptara el golpe de estado de 1952 de Batista y de que nadie moviera un dedo para defender la democracia. Finalmente se suicida, durante una de sus emisiones, a causa de no poder presentar al pueblo las pruebas de corrupción de un ministro que desde hacía semanas él venía prometiendo desenmascarar. Fidel Castro se apunta enseguida al Partido Ortodoxo, en aras de devenir oportunistamente su líder. El presidente del Partido Comunista, Juan Marinello, es designado ministro sin cartera del gobierno de Batista. En 1944, es elegido Ramón Grau San Martín, de inmediato surgen signos de delincuencia política. Rolando Masferrer funda el Movimiento Socialista Revolucionario. La llamada insurrección revolucionaria no era más que una guerra de gangs que fue dominaba a la capital y que llegó a la universidad. En el ‘48, Fidel Castro se autonombra representante de los estudiantes cubanos en Colombia, en una manifestación antiimperialista, en ese momento ocurre el Bogotazo. Ya en el ‘49, habían asesinado a varios dirigentes sindicales, la confusión del terrorismo de grupo crecía enormemente. En el año 1952, a punto de las elecciones, Batista ocupa la presidencia con un golpe de estado "pacífico", nada de violencia, hubo un sólo muerto, pocas arrestaciones provisionales, y sobre todo ninguna resistencia. El pueblo apoyó el golpe de estado. Batista fue impulsado a causa del miedo al extremismo del partido ortodoxo y a causa de su ambición de dinero. Las condenaciones del Partido Comunista y del Partido Socialista Popular fueron bien flojas. Las organizaciones obreras se aliaron a Batista. En 1953, toman fuerza nuevas manifestaciones de estudiantes, cierra la Universidad de La Habana, fue prohibido el Partido Socialista Popular. Por otra parte, la hostilidad contra el comunismo crecía en igual grado que el odio a Batista. Hubo tres períodos en el enfrentamiento a Batista. El primero está marcado por la organización de pequeños grupos revolucionarios que llevaban a cabo acciones terroristas fracasadas. La más conocida fue la del 26 de julio de 1953, el asalto de un grupo de revoltosos anárquicamente dirigidos por Fidel Castro al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, hubo una veintena de militares muertos, pocas bajas de los participantes. Sin embargo, Fidel Castro fue apresado y encarcelado. Conocemos las prisiones de Batista sobre todo por las célebres descripciones de Castro. Estuvo preso 18 meses, sus cartas fueron publicadas con el objetivo de dar la imagen del prisionero y no de embellecer las prisiones, sin embargo Castro leía libremente, sin censura de ningún tipo, a Marx, a Lenin, a Prestes, a Ostrowski, se preocupaba de doctrina política, de economía, daba consejos sobre la lucha, sobre las coordinaciones a establecer en el extranjero. Castro, según sus cartas, podía bañarse dos veces por día, él mismo cuenta lo que comía y cito: "espaguetis con calamares, chocolates italianos a falta de postres, después un café y un H. Upmann número 4... todo el mundo quiere mimarme un poco... tengo la impresión de estar sobre una playa; y después, aquí, tengo un pequeño restorán. ¡Van a hacerme creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de un revolucionario de ese género?". La celda medía 5 metros por cuatro, poseía una ducha, un wáter, un estante de libros, y una cocinita. Todos conocemos el desenlace, Fidel Castro asumió su propia defensa con el famoso panfleto La historia me absolverá inspirado en el discurso hitleriano de quien era un gran admirador de Mi lucha; y más tarde, como siempre Batista amnistió a los presos. A la salida de prisión, los periodistas lo esperaba como a una diva. Fidel Castro contaba con toda la prensa a su favor, aunque Bohemia se quejó de cierta censura, pero nada alarmante. No hay que olvidar que Bohemia era virulenta con respecto al régimen. Sin embargo, entre 1953 y 1955 Castro era impopular. En 1957 su liderazgo es reconocido, pero más bien es situado como personaje inquietante, el mundo político y el propio partido ortodoxo lo veían como un ambicioso con pasado de gángster político. Si a Batista lo había apoyado, en su mayoría, el Partido Comunista y las organizaciones sindicales, a Fidel lo apoyarían la Iglesia, la Federación Estudiantil Universitaria, y el Directorio Revolucionario. Los opositores al régimen eran irresponsables, en la mayoría de las veces frívolos, apoyaban una guerra civil, uno de ellos financiaba expediciones armadas, antiguos ministros y altas personalidades vivían en una seudo clandestinidad, en un confortable exilio, sus hijos e hijas ociosos impulsaban los actos extremistas, los millonarios financiaban a Castro con el propósito de vengarse a través de un gángster de la tiranía. La prueba es que Prío Socarrás entrega a Castro 250 000 dólares para financiar el desembarco del Granma desde México. Los años 1956 y ‘58 fueron los años de mayor violencia en la ciudad, el terrorismo urbano mandaba, y por otra parte en la época de Batista, Cuba fue un país próspero. La isla vivía esencialmente de sus entradas gracias a la exportación de azúcar, la producción nacional en el año 1952 era de 55%, y de 68% en el 58. A partir de 1950 había cultivo intensivo de tabaco, de café, de arroz, de maíz, de papas y de vegetales. En 1958, el desempleo era de un 11, 8%. Sobre el censo poblacional del 53 de 6 millones de habitantes, 43% en zona rural, el 23, 6% era analfabeto y se hallaba la mayor parte en el campo, este dato lo dio el entonces Ministro de Educación Armando Hart, hoy Ministro de Cultura, publicado en 1963 en la revista Démocratie nouvelle, número de junio, página 44. Pero en la época, el 44% de la población mundial era analfabeto. En América Latina, sin contar Haití que contaba el 90%, muchos países sobrepasaban el 50%: El Salvador, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, Perú, Brasil, Venezuela, Bolivia, México contaba el 43%. Debemos tener en cuenta de que en el año 1952 Cuba ocupaba el tercer lugar económico entre los veinte países latinoamericanos, por producto nacional bruto por habitante. En 1981 ocupaba el quinceavo lugar, le seguían Nicaragua, El Salvador, Honduras, Bolivia y Haití. Hoy el lugar que ocupa es considerado top secret, o sea uno de los últimos y muy por debajo de los peores. En el año ‘55 Castro parte a México. Allí prepara la expedición del Granma y encuentra al Ché. Allí Castro vuelve a asesinar a sangre fría a alguien que no está de acuerdo con sus acciones. En La Habana el dirigente estudiantil José Antonio Echeverría preside la FEU. El Partido Socialista Popular condena la actitud terrorista de estos grupos. En el ‘56 Castro desembarca con ochenta y dos hombres por Playitas, gana la Sierra Maestra, pero en combate ha perdido a la mayoría, quedan 18, pero después él hablará de 12 para empatarse históricamente con Carlos Manuel de Céspedes y sus doce hombres. Incluso a esta guerra la denominó la Guerra de los Cien Años, porque según él había comenzado en el 1868. El mundo entero se desayuna con la existencia de la guerrilla en la Sierra Maestra, de hecho en el pico Turquino, el lugar más inaccesible de toda la isla porque hasta allí llega, haciéndole una visita larga y amena, el periodista norteamericano Herbert Matthews, y éste no se inquieta, más bien ve pocos combatientes, un puñado, pero él debe entregar a su periódico un palo periodístico. Fidel Castro es dado a conocer internacionalmente gracias a la prensa americana, su rostro es la portada de la revista New York Times, y en poco tiempo él y aquel puñado de iluminados logran transmitir por una emisora de radio. En 1957, el Directorio Revolucionario ataca al Palacio Presidencial. José Antonio Echeverría resulta asesinado al cruzarse con un carro de policía. Al verlo, él cree que lo persiguen cuando en realidad el auto pasaba de casualidad, él sale disparando de su auto, allí mismo es fulminado. La represión se vuelve sangrienta. Sin embargo, la prensa extranjera hablaba de 20 000 muertos, sobre todo los reportajes posteriores al triunfo, como los de Jean-Paul Sartre y de la izquierda francesa, la prensa cubana y las cifras reales hablaban de dos mil muertos, lo cual no deja de ser una barbaridad. Pero en verdad, mucho más tarde se ha descubierto que una buena parte de la Revolución Cubana que se le dio al mundo, es el producto de un invento desmesurado de la izquierda francesa, allí donde había un 23, 6% de analfabetismo, Simone de Beauvoir ponía un 50%, como si los que se merecieran la Revolución, o para los que se hacía la Revolución fueran retrasados mentales, miserables, idiotas en su mayoría, pero es cierto que esto fue lo que Castro vendió al mundo. Entonces, ¿por qué no se había dado primero la revolución en los países más pobres? Si en Cuba hubo una Revolución, mayormente fue por el nivel económico con que esta misma revolución fue subvencionada, por el nivel de preparación de los grupos, casi todos estudiantes universitarios que decían que estaban haciendo una revolución para los obreros. Unos obreros que nunca estuvieron atraídos por esa misma revolución. En 1958 fracasa la huelga general del 9 de abril debido a un chivatazo castrista. Batista agudiza la represión contra la guerrilla. Sin embargo, los tres frentes avanzan de Oriente ganando las provincias occidentales. El Che gana la batalla de Santa Clara sin demasiado esfuerzo. Batista huye al extranjero, no es derrotado. Se fuga con la esperanza de regresar en tres meses. 1959 es proclamado el Año de la Liberación y Fidel Castro entra con sus hombres y sus tanques en La Habana muchos días más tarde, cosa de estar seguro que entrará triunfador y sin ningún obstáculo en su camino. Sería interesante volver a los por cientos. Con respecto a la salud, antes de la Revolución habían muchos médicos, en 1957 habían 6 421, es decir, uno por un poco menos de 1 000 habitantes, según el anuario de la ONU del ‘58, en 1967 había un médico por 1 153 habitantes, según anuario de la ONU del ‘72. No hay que olvidar que muchos médicos decidieron abandonar el país al ser intervenidas sus consultas y por desacuerdo político. Los informes sobre las tasas de natalidad y mortalidad han sido totalmente alterados. En 1952 la tasa de mortalidad era de 6, 5%, de 5, 8% en el 56, después de 8, 2% en el 63 y de 7, 5% entre el ‘65 y el ‘70. En lo que concierne a la mortalidad infantil, Castro mentía impunemente, siempre consultando los anuarios de la ONU podemos ver las cifras siguientes: 1945-49: 38, 9%; 1958: 33, 4%; 1965-70: 39, 7%; 1968: 38, 2%, 1969: 46, 7%. Solamente en 1972 la mortalidad infantil comenzó a descender. El estado de la población cubana lo podemos ver a través de su hábitat, la alimentación, y algunos bienes de consumo. En materia de hábitat, las diferencias eran considerables entre el campo y la ciudad, si el 82, 9% de las casas urbanas estaban electrificadas, en el medio rural el porcentaje bajaba a 8, 7; si 62, 4% de las viviendas urbanas tenían baño, no era así para el 9, 2% del campo. Con 2 870 calorías por día y por habitante Cuba poseía un alto nivel, Canadá tenía el 3 070. En la actualidad, el cubano se alimenta con dólares, o sea el dinero enemigo. Pero la ración de un cubano en el año 1996, según la libreta de racionamiento era la siguiente: 90 gramos de arroz diario por persona, 90 gramos de azúcar diario por persona, un pancito al día por persona, 4 onzas de café al mes por persona, si viene a la bodega, un litro de leche un día sí y uno no a los menores de cinco años y enfermos graves, ocho onzas de cereales mezcla de soja, harina y leche en polvo al mes, 4 onzas de aceite al mes por persona, si viene; media pastilla de jabón de lavar al mes por persona, media pastilla de jabón de baño al mes por persona, un tubo de pasta dental por familia al mes, 4 o siete huevos al mes por persona, dos cajitas de fósforos al mes por familia, 4 tabacos al mes a mayores de 35 y 3 a menores de 35 años, 6 cajetillas de cigarros al mes por persona a mayores de 35 y 3 a menores de 35, tres libras de papas al mes por persona, 1 plátano por persona semanal, 5 onzas mensuales de galletas, una botella de ron a granel al mes por persona, 3 latas de conservas de frutas al año por persona; un pollo por familia una vez al año en el aniversario del 26 de julio, 4 onzas de fricandel o perro caliente al mes por persona, masa cárnica o de soja: 4 onzas al mes pp. Lo que consumía un esclavo en el siglo pasado en cada comida: ocho plátanos grandes, 18 onzas de harina de maíz, 8 onzas de tasajo, azúcar, caña, guarapo caliente, raspadura, miel de purga y frutas por la libre; los esclavos recibían también un pantalón, una camisa, un gorro de lana, un sombrero de yarey y una frazada dos veces al año. Léase en El Ingenio de Manuel Moreno Fraginals, pág 60. La llamada Revolución Cubana se inicia con una euforia poco común, generalizada, aspaventosa, pero también se estrena con 600 fusilamientos, muchos sin juicios o con procesos totalmente injustos y arbitrarios. Aquella Revolución justa y para los humildes, según los observadores extranjeros, y de la que tanto se esperaba, muy pronto se convirtió en un régimen totalitario, en una de las dictaduras más complejas, astutas y sanguinarias, enmascarada siempre tras las agresiones exteriores. Los fusilamientos continuaron siendo acontecimientos frecuentes, también los juicios públicos, los Tribunales Populares. El más célebre fue el del intelectual Heberto Padilla en 1968, un juicio estalinista que culminó cuando lo llevaron a la cárcel junto a su esposa, también escritora, Belkis Cuza Malé. A raíz de este acontecimiento numerosos intelectuales de prestigio internacional y de izquierdas rompieron sus alianzas con Castro. Las desapariciones sin juicios continuaron sucediéndose, 80 000 según cifras oscilatorias, porque con Cuba jamás tendremos cifras reales, las oleadas de exiliados, en la actualidad algo más de 2 800 000, el diez por ciento de la población, 21 000 fusilamientos. El Comandante de la Revolución Huber Matos, el número tres de la lucha armada, fue juzgado sin motivos y condenado a 22 años que cumplió a cabalidad, las torturas, según cuenta en su libro Cómo llegó la noche, no tienen nada que envidiarle a las barbaridades del fascismo. Sí, por el contrario el fascismo debe envidiarle las sutilezas. Una gran cantidad de presos plantados, entre ellos, otro hombre de confianza de Castro, Mario Chanes, hizo 30 años y un día en la cárcel. Su hijo nació y murió estando Chanes entre rejas, no conoció a su hijo, no pudo asistir a su entierro; desde luego mucho más que Nelson Mandela. Camilo Cienfuegos cuenta entre los desaparecidos, o asesinados por Castro, uno de los dirigentes más populares, mucho más que el propio Fidel. El Ché, ¿qué pasó realmente con el Ché, ese criminal con melena de intelectual? ¿Por qué tuvo que alejarse, primero a África, luego a Bolivia, donde se sintió abandonado? ¿Por qué hubo de desentenderse de Castro? A mi juicio, Castro creía que mandaba al muere al Ché, pero éste, en medio de su locura, tenía la certeza que su desaparición física mataría a ambos. Así ha sucedido, lentamente. Por eso cada vez que veo una camiseta con la imagen del Ché me río, mira para lo que ha quedado, me digo en voz baja, para todo lo contrario por lo que tantas vidas el Ché quitó hasta que te quitaron la suya Por otro lado, todavía la Crisis de los Misiles es un misterio, así como el crimen del presidente Kennedy. Habrá mucho documento debajo del tapete, y quemado también. En todo tiene que ver, está implicado directamente, Fidel Castro. El proceso Ochoa. En el año 1989, enjuició y ejecutó a varios generales, entre ellos Patricio y Tony de la Guardia, quienes bajo la tutela de Fidel Castro se dedicaban al tráfico de drogas y a otras actividades consideradas ilícitas en cualquier estado civil y democrático, salvo que Cuba no lo es; Castro los traicionó juzgándolos arbitrariamente y matándolos al cabo de un mes. Estos generales participaron en la guerra intervencionista de Angola donde murieron 70 000 soldados cubanos, en el atentado al general nicaragüense Anastasio Somoza, y en múltiples operaciones de carácter terrorista en el mundo entero, como secuestros y chantajes. EL CASO DE LA EMBAJADA DEL VATICANO, EN LA HABANA, como consecuencia fueron FUSILADOS TRES HERMANOS. UNO DE ELLOS MENOR DE EDAD. El miércoles 3 de Diciembre de 1980, alrededor del medio día, un grupo de ocho cubanos llegaron a los predios de la embajada del Vaticano en La Habana, y sin dilación, los que portaban armas de fuego conminando al Guardián de Seguridad que no interfiriera, ingresaron precipitadamente con el propósito de buscar asilo político. Al encontrar el grupo a uno de los funcionarios eclesiástico de la embajada, le señalaron sus deseos de asilo, a lo cual el clérigo les dijo que esperaran un momento. El mencionado funcionario se perdió por uno de los pasillos del edificio, y no regresó. Lo que había hecho dicho eclesiástico, era avisar a los otros funcionarios que no estaban al corriente del suceso, y en minutos casi todos abandonaron el recinto; quedando solamente en el local que representaba a la Santa Sede del Vaticano en la Habana, cuatro monjas, el Guardia Civil de Seguridad y los ocho que tenían la intención de ser refugiados. Tan pronto el gobierno comunista se enteró de lo que acaecía, rodeó con tropas especiales la embajada, y como es natural en estos casos, al ser informado vía telefónica el Vaticano, se pusieron de acuerdo para negociar con los que ocupaban la Sede. En las negociaciones, los eclesiásticos de la embajada le prometieron a los Refugiados, que si salían del recinto se les respetarían sus derechos humanos, que diplomáticos de otros países irían a hablar con ellos y le darían una solución a su deseo de salir de Cuba. Los Refugiados estuvieron de acuerdo con dichas promesas, y concertaron una cita en el patio de la embajada. Al acercarse el momento de la reunión con los funcionarios de países extranjeros, los Refugiados encargados de las negociaciones se dirigieron hacia el lugar señalado; pero al llegar se percataron que no eran diplomáticos, sino miembros de la Seguridad del Estado Cubano, y al instante, sin determinarse aun quien disparó primero, se formó un tiroteo, cayendo muerto de un disparo el Guardia Civil de Seguridad; hecho que tampoco se pudo precisar con exactitud, de donde partió el proyectil. El gobierno marxista de Cuba, ya con la autorización de un funcionario eclesiástico (que por lógica debió ser de muy altos niveles), asaltó con tropas especiales la Nunciatura Diplomática, tomando prisionero a las tres mujeres y los cinco hombres que componían el grupo de Refugiados. El martes 1 Enero de 1981, escasamente 29 días después de ser apresados, fueron juzgados los ocho implicados. En el juicio, el cual se puede considerar sumarísimo, recibieron condena de fusilamiento bajo los cargos de haber matado al Guardia Civil de Seguridad, los hermanos García Marín: Ventura García Marín, de 19 años de edad. Cipriano García Marín, de 21 años de edad. Eugenio García Marín, de 25 años de edad. Los demás fueron condenados a años de prisión. Al siguiente día del juicio, fue ejecutada la sentencia de los tres hermanos García Marín. Pero esta desdichada historia no termina con el asesinato de los tres hermanos, puesto que a su madre la Sra. Marín también la enviaron a cumplir 20 años de prisión, bajo el alegato del gobierno marxista, de que no había denunciado los planes de sus hijos. La Sra. Marín, esta desdichada madre cubana se volvió loca en la prisión, y al cumplir unos 10 años en las infames ergástulas comunistas, fue puesta en libertad. Recomiendo el libro Cuba-Cronología, cinco siglos de historia, política y cultura, de donde he sacado textual los anteriores datos, su autor el Señor Leopoldo Fornés-Bonavía Dolz, Editorial Verbum, 2003. De todos modos la causa número uno -llamada así por Castro- a los militares que cometienron estos crímenes y muchos más, ha sido uno de los más onerosos gestos teatrales del Comandante, manipulador genial de la opinión interna e internacional. Pero, repito, el drama de los fusilamientos en Cuba no empezó en el ’89, se inició en el mismo año 1959. El 30 de enero se suspende el derecho al habeas corpus y las garantías constitucionales a quienes estén sometidos a juicio, son constituidos y ratificados los tribunales revolucionarios responsables de 600 condenas a muerte por ejecución inmediata, muchas familias de los acusados cuya sanción fue llevada a cabo sin contemplaciones de ningún tipo, se encuentran hoy impedidas de poder testimoniar sobre las víctimas de la bestialidad castrista. En el año 2003, Castro encarceló a 75 opositores, entre ellos el médico negro Oscar Elías Biscet, la economista Marta Beatriz Roque, a los poetas Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal, y a un numeroso grupo de periodistas y escritores. Tres jóvenes negros fueron juzgados y ejecutados en menos de 72 horas, luego de un intento de salida ilegal del país. Al fin, parece, que la opinión pública internacional se sensibiliza con el caso cubano y se identifica con su sufrimiento, el recorrido es largo y lleno de escollos, apenas empezamos. Algún día sabremos toda la verdad, también nosotros los cubanos. París, enero del 2004. Con mi música a otra parte POR PAQUITO D’RIVERA Jazz: Género musical surgido a principios del siglo XX, principalmente por negros norteamericanos, usando elementos europeos y de la música tribal africana. Unico en su clase, no podría categorizarse acertadamente como música folklórica, popular o como la llamada “Música de Arte”, pues contiene elementos de las tres. Ha tenido un profundo efecto en la cultura internacional, no solo por su considerable aceptación, sino a través deI importante papel que ha jugado en la formación de muchos estilos populares surgidos a partir o alrededor de él. Esa es básicamente la definición introductoria que nos da el prestigioso New Grove Dictionary of Jazz sobre este apasionante tipo de música que el pianista Herbie Hancock cierta vez describió como “Algo muy difícil de definir, y muy fácil de reconocer”. Jazz: Engendro maligno, producto de la decadente sociedad occidental…; es la contrastante definición que del género nos brinda el “elocuente” Mao Tse Tung. Considerado por muchos especialistas como la música más influyente del siglo XX, la etimiología misma de la palabra Jazz es muy obscura (¡Y valga la redundancia, ¿no?!), comenzando a usarse el término circa 1913-15, para definir un tipo de música que se desarrolló en los estados del sur de la union americana a finales de los mil ochocientos. Una reflexión multinacional y multicultural de la sociedad en Estados Unidos, la contribución de las personas conocidas como “de origen Latino” al idioma del jazz, ha sido enorme. Tantro así, que el mismísimo Louis Armstrong citaba a Manuel Pérez, cornetista cubano residente en su nativa New Orleans, como una de sus más tempranas y definitivas influencias. El legendario pianista Jelly Roll Morton, habló muy al principio del siglo XX, acerca de lo que él llamó “The Spanish Tinge in American music” (el toque Latino en la música americana). Desde entonces, nombres como los de Manuel Pérez, Alberto Socarrás, Mario Bauzá, Juan Tizol, Tito Puente, Arturo “Chico” O´Farril, Emiliano Salvador, Luis Bonfá, Claudio Roditi, Fats Navarro, “Machito”, Lalo Schifrin, Ray Barreto, Antonio Carlos Jobin, Chano Pozo, Bebo y Chucho Váldes, Astor Piazzolla, Michael Camilo, Dave Valentín y muchos más, han sido elementos de crucial importancia, en cada uno de los diferentes periódos de las historia de la música de Jazz. Entre los cubanos, Alberto Socarrás, nacido en Manzanillo el 18 de Septiembre de 1908, y que falleciera en New York, el 26 de Agosto de 1987, recibió el crédito por haber grabado el primer solo Jazzísitico de flauta en la pieza llamada “Have you ever felt that way” en Febrero de 1929, cuando éste era miembro de la orquesta de Clarence Williams. Director musical de Noble Sissle, Chick Webb, Cab Calloway y fundador de la orquesta de su cuñado Mario Grillo “Machito”, otro cubiche importante en la historia del Jazz fue el trompetista, saxofonista y clarinetista habanero Mario Bauzá. Elemento clave en el lanzamiento de la carrera artística de Ella Fitzgerald, al recomendarla a Chick Webb allá por el año 1930, fue Mario tambien quien puso en contácto a Dizzy Gillespie con Chano Pozo, Machito y Chico O´Farril; asociación que subsequentemente llevó al florecimiento del “Cubop”, precusor de todo lo que hoy conocemos como “Latin Jazz”, o “Jazz Latino”. ********* Radiocentro, La Habana. 1961-62. -"Psss, hey compañero....si, tu mismo, quien mas va a ser...¿tu vienes con el grupito ese de "Yas", no es verdad? -"Bueno...si, ¿por que?”-respondí algo asustado. -"O.K., pues hay una orden de que esa grabación pal' radio está suspendida, así que dile a tu gente que recojan los matules y andando....Y mira chiquito, ni preguntes mucho, que esto viene "de arriba" y la cosa es que dice el maestro Arnau que por ahí andan Armandito Zequeira y el hijo de Tito Rivera con un arsenal de "instrumentos Imperialistas" y eso aquí no vá, ¿me entiendes?,¡NO - VA!” Evidentemente aquel portavoz de "Arriba" no tenía la menor idea de que aquel "chiquito" con quien hablaba era el mismísimo hijo de Tito, y deduje que los "Instrumentos imperialistas" a que se refería eran mi saxofón, unos platillos de Alberto Romeu y la guitarra eléctrica de Kiki Villalta. Y en cuanto al maestro Roberto Valdés Arnau, el hombre que diera la orden de suspender nuestra grabación de Jazz (música imperialista), era en realidad un tipo culto e inteligente, lo que pasa es que era comunista desde que Xavier Cugat usaba todavia la teta exclusivamente como sistema alimentario y parece que tantos años leyendo chistes de Marx (Carlos, no Harpo), discursos de Mao y novelitas pornográficas que secretamente escondía entre las páginas del "CAPITAL", lógicamente le provocaron seguramente ciertos desajustes y problemas de úlceras y diarreas (cerebrales) incontrolables. Aquella orden arbitraria no tenia nada de nuevo. Ya había sucedido antes en los tiempos de Stalin, cuando se les exigiera a los músicos rusos de la época cambiar sus "decadentes" saxofones occidentales por fagottes, oboes y otros instrumentos mas a tono con "el momento histórico". -A mi no me gusta el Jazz - declaró publicamente Nikita Khrushchef en 1962, -Yo creía que era ruido de estática cuando me entraba algunas veces en mi radio. Toda la música y el arte es ideológico, y la coexistencia pacífica en el campo de la ideología es traición al MarxismoLeninismo - Todo esto y mucho más nos cuenta Fred Starr en su apasionante libro Red and Hot, sobre la tragedia de los músicos y aficionados al Jazz en la Unión Soviética. -Nikita hablaba amenazadoramente sobre la danza moderna, el dodecafonismo y sobre todo, lo que el llamaba “Esa obsesión por el Jazz”- Escribe Starr en su libro.- Esto trajo como consecuencia que el “Dream Café” de Kiev dejara de contratar orquestas de ese género, mientras el club de Jazz de Moscú cerró sus puertas en el otoño de 1964, y el manager del Aelita en esa capital fue dejado cesante, acusado de diseminar influencias occidentales. El 14 de Octubre de ese mismo año, el musicólogo oficial del Kremlin fue sustituido ¡nada mas y nada menos que por el mismísimo Leonid Brezhnef! Algo triste y parecido contaba durante una entrevista con Luis Tamargo el musicólogo Helio Orovio, autor del "Diccionario de la Música Cubana", cuando criticando al burocratismo artístico, citaba la escalofriante historia del pianista chino quien, en tiempos de la revolución cultural en su país, hubieron de cercenarle las manos publicamente por negarse a parar de tocar aquella "música occidental decadente" (léase Jazz). Cuando Mao capturó Shanghai en 1948, toda la vida nocturna de la ciudad fue clausurada, por ser considerada incompatible con el socialismo, Y un argumento parecido usó José Llanuza, el hombre escogido por el gobierno cubano para cerrar nuestros “contaminados antros de vicio, música americanizada y corrupción en 1970”. -El Jazz no solo desapareció por completo de la superficie de nuestra patria, sino que se convirtió en el símbolo del capitalismo occidental y su putrefacción- Esto escribió amargamente el escritor checo Milán Kundera en su desgarradora novela La Broma . Publicada en Praga en 1967. Con 120,000 ejemplares agotados en breves días, el libro de Kundera fué prohibido y retirado de todas las bibliotecas y librerías públicas dos años más tarde. ¡Bastante duró!, ¿no les parece?… Se harán ustedes una idea de lo que les esperaba a los "Jazzófilos" cubanos en los años posteriores a 1959. Y vale la pena destacar las dificultades que debe haber tenido Elio Orovio para publicar su diccionario dentro de Cuba, teniendo en mente que solo en fecha reciente le fue permitido por las autoridades culturales de la Isla, incluir nada menos que a Celia Cruz entre las páginas de su libro. Esto es algo así como omitir a Fredrich Chopin de los libros de música polaca, por más que haya este vivido casi toda su vida en Francia; O eliminar a Sidney Bechet de la historia del Jazz americano, solo por que se largó pa' Paris con Josefine Baker, hablando "pestes" del racismo en su país de origen. Cabe decir que los tres artistas que mencionara anteriormente tuvieron distintas y sobradas razones para largarse lejos con su música, como bien hicieran. Debemos reconocer que finalmente, una versión corregida y aumentada del diccionario de Orovio vió la luz en los años 90, con una foto a toda página del cantautor político Silvio Rodríguez, en contraste con una de tamaño pasaporte del Maestro Lecuona... (¡Coño, hay que ver que esta gente tienen más timbales que Tito Puente!...) ********* Sorpresivamente en Abril de 1967, las autoridades culturales cubanas decidieron formar un enorme Big-Band con los mejores músicos posibles, para tocar "todo tipo de música", principalmente Jazz y Rock (¡qué disparate!). ¿Quien demonios podía entender un cambio tan brusco, después de tanta represión contra todo eso precisamente? Pero la realidad era que ahora había orquesta de Jazz y a tocar se ha dicho, antes de que los jerarcas cambiaran de opinión y hubiera que cambiar la guitarra eléctrica por balalaika y los saxofones por helicones o algo peor. Pues no hay que olvidar que como también escribiera Fred Starr en su libro “Red and Hot”: Por el año de 1929, cuando Ernest Krenek fue autorizado a presentar su Opereta Jazzística “Jonny Spielt Auf” en el teatro Nemirovich-Danchenko, en Moscú, los ideólogos del proletariado consiguieron cancelar el show y desataron una furiosa campaña para proscribir el saxofón en la URSS. ¡Menos mal que yo no estaba por allí, que sino, esos cabrones me mandan a ordeñar búfalas en Uzbekistán!. Yo no había leído (pues ni siquiera se había escrito aún) el revelador libro de Fred Starr, pero ya intuía que allí las preguntas sobraban... y de este modo había nacido pues señoras y señores, la "ORQUESTA CUBANA DE MUSICA MODERNA". Por orden "de arriba" sacaron de sus centros de trabajo a una serie de músicos, según ellos claves para el proyecto: Cachaíto, y Luis Escalante vinieron de la Sinfónica, Chucho y Carlos Emilio del Teatro musical, Oscar Valdés padre e hijo, Pucho Escalante, y el fabuloso “Pateloro” Guillermo Barreto de las orquestas de la televisión; y al frente pusieron nada menos que al maestro Armando Romeu, después de 25 años dirigiendo la orquesta de Tropicana. En ese tiempo yo todavía estaba frito en la maldita banda del ejército que dirigía el tenebroso teniente Forneiro, pasando el Servicio Militar Obligatorio; pero me pongo tan de suerte que en esos días, a Raul Castro se le ocurre irse a pasar un curso de manicure, peluquería o de corte y costura a la URSS, y deja como jefe sustituto del ejército al comandante Juan Almeida, quien es uno de los pocos "mayimbes" que tiene cierta afinidad con los artistas; así que el hombre, (a pesar de mi expediente de jodedor incorregible,) dá ordenes a los de mi unidad militar a que me autoricen a participar en lo de la nueva orquesta, pues Romeu y los demás me han pedido como indiscutible solista y Lead Alto de la nueva agrupación. Para darle un matiz mas político, los comunistas organizaron el gran debut de la Orquesta de Música Moderna en Guane, un pueblito situado en el extremo mas occidental de la Isla de Cuba, y cuyo hijo mas ilustre fué quizás el grande y famoso flautista típico José Fajardo, y donde un montón de jóvenes estudiantes estaban trabajando "voluntarios" en no se que plan agrícola. Pero como nosotros estábamos encantados con nuestra orquesta de Jazz, nos daba lo mismo Guane que Ulan Bator, de modo que nos dedicamos a combinar lo mejor posible a Engels con Duke Ellington. Se organizaron jiras por todo el país, y unos conciertos tumultuarios en los teatros Amadeo Roldán y Karl Marx de La Habana, donde la gente se mataba por entrar a escuchar canciones de Los Beatles, Ray Charles y otros artistas extranjeros, que hasta hacía poco podían ser causantes de duras sanciones; y hasta se ordenó la formación de agrupaciones orquestales similares en las provincias. Un buen día, al poco tiempo de formada la exitosa agrupación, apareció aquello de la feria mundial Expo '67 en Montreal, Canadá; y los comunistas quisieron participar, y tener su pabellón para exhibir los "logros" de la Revolución, y llevar un show gordo, de esos que no les cuesta nada, con muchos tambores, mulatas, magos, el Copón Civino, y esta vez además con tremendo bandón, la flamante orquesta que conducían Romeu y Somavilla. De ahora pa' luego juntaron una troupe enorme, nos acuartelaron en unas casas de Miramar, y nos tuvieron ensayando el gigantesco Show durante un mes en el teatro Karl Marx. Pero yo estaba un poco escéptico, pues ya mis padres estaban en espera de su autorización de salida definitiva del territorio Nacional junto con mi hermana menor, y era improbable que las autoridades me permitieran viajar con aquella delegación a un país capitalista como Canadá (No me hubieran vuelto a ver el pelo nunca mas). Y efectivamente, cuando todo parecía estar mas o menos en orden, sorpresivamente llegó una "orientación de arriba", diciendo que Chucho, Paquito, Carlos Emilio, Cachaíto y Enrique Plá, serian sustituidos por otros músicos y estos se quedarían en La Habana como parte del Quinteto cubano de Jazz, preparándose para una presentación muy especial en el Festival Jazz-Jamboree de Varsovia. Este cambio de bola nos calló encima como un balde de agua helada, pero como de costumbre, hubo que callar y comenzar a ensayar nuestro quinteto, para aquel "Importante evento" polaco... al que jamás asistimos. Como tampoco asistieron a la Expo '67 del Canadá otros 3 miembros de la orquesta: Adalberto Lara "Trompetica", el trombonista Modesto Echarte y el negro Varona, (trompetista), que según admitiera él mismo después, no subieron al avión por gestión directa de Manuel Duchesne, director titular de la Orquesta de la Sinfónica Nacional y persona muy influyente en la política cultural del país. (Lo que nunca explicó Duchesne es el por qué se bajó arbitrariamente a aquellos hombres del avión). Al regresar de la Expo '67, la orquesta siguió participando en muchos eventos importantes, como por ejemplo, El Festival Internacional de la Canción Popular de Varadero, que fue tan refrescante como una Coca-Cola en medio de tanta tensión. En aquella época, los cubanos teníamos muy poca oportunidad de relacionarnos con gente del exterior. La escena estaba compuesta mas o menos por el circo soviético, algún catautor “protesta" del Paraguay , el ballet campesino de Mongolia , Liudmila Trespatinova y la banda de cosacos rojos de Ukrania, y un par de grupitos de música andina con llama y todo. Como escribiera nuestra Zoé Valdés en cierta ocasión: -También nos quisieron meter toda esa tristeza de quenas y charangos de la música latinoamericana. Cualquier músico de metro que vistiera de poncho se convertía en estrella de la tele. ¿Qué tenía que ver esa agonía andina con nuestra ricura caprichosa? ¿Por qué ese empeño en distribuir tristeza en lugar de alegría? Ese deseo malsano de obligarnos a creer que estábamos más cerca de Quilapayún que de los Beatles. Entre las pocas cosas de valor que traían, un par de veces vinieron Danny Rivera y Lucesita Benítez, y como entre balalaikas siberianas y zampoñas de Machu Pichu, nuestro horizonte sonoro era más aburrido que un discurso de Kim Il Sun, el trabajo con los magníficos artistas portorriqueños fue como un pequeño oasis en medio del desierto cultural que nos brindaban los Kulturosos. Un idilio politico-religioso con matices alimenticios: Ellos cantándole su amor a la Revolución del Atorrante en Jefe, y nosotros rogándole a Changó que no se fueran los boricuas pa’ seguir comiendo bueno en los hoteles turísticos de la Isla. Con la Orquesta Cubana de Música Moderna grabamos un par de discos de música “demasiado” variada, y el entusiasmo pronto declinó cuando empezamos a acompañar cantantes Pop, grabaciones comerciales y shows de variedades. Además, la eterna obsesión por viajar que domina la mente de los cubanos, no se podía materializar con un formato tan grande. El apoyo oficial a nuestras inquietudes musicales era cada vez menor, y Romeu y Somavilla, cansados de empujar aquel elefante ellos solos, me soltaron la papa caliente de la batuta de la orquesta. En aquellos días empezaba una nueva crisis en contra del Jazz y la postura de los jerarcas culturales frente a los cultivadores del género se tornó hostíl. Para colmo de males, el teniente Forneiro, quien recién había mudado su cuartel musico-militar a otra casona situada muy significativamente en la calle Amargura, se llevó para su maldita banda militar al baterista Enrique Plá, al trompeta Arturo Sandoval y al bajista Carlos Puerto. Aquella fue una época muy difícil para los jóvenes, porque el gobierno desató una implacable persecución contra toda manifestación creativa foránea, y en esa categoría estaba incluido muy específicamente el Jazz, una de las cosas que mas profundamente amaba desde la cuna misma. En los teatros y otros centros culturales comenzó también una frenética cacería de brujas contra los homosexuales. En ella cayeron muchisimos profesionales valiosos, además de dejarnos sin maquillistas, coreógrafos, peluqueros, bailarines, jefes de escena y vestuaristas, sin los cuales era prácticamente imposible llevar a cabo los Shows de cabarets, Opera o Ballet. Sin ser homosexuales ni nada parecido, para nosotros en Cuba era verdaderamente penoso presenciar sin poder hacer nada el terror y las injusticias que se cometían contra aquella pobre gente que habían sido nuestros compañeros por tantos años y que hacían su trabajo tan bien como cualquiera, y ahora eran tratados como criminales y separados de su profesión solo por sus preferencias sexuales. Ante mi rechazo a continuar acompañando cantanticos de mierda con una orquesta tan buena, la Dirección Nacional de Música decidió que yo debía retirarme un tiempo a "descansar" a mi hogar, entregándole la batuta a un músico holguinero, buen discípulo de Juanito Marquez llamado Germán Pifferrer. Como era de esperarse, El Pife también hubo de espantar el mulo, y hoy vive y trabaja en Miami, muy cerca de su querido maestro. Hasta que más tarde se formó IRAKERE, este descanso forzado duró más de dos años, en los cuales el gobierno nos ofrecía las tan cacareadas escuelitas gratis que enseñaban a nuestros hijos a amar a Fidel por sobre todas las cosas, hospitales gratis por si me daba un infarto cardíaco tumbando caña, una insolación en la cola de la bodega o me cortaba las venas esperando una guagua; ¡Aah!, y un sueldo relativamente alto, para que me dedicara en cuerpo y alma a mi “Nada cotidiana”. Por esto y por muchas otras razones, hace ya casi 24 años que tuve que irme, con mi música, a otra parte. Muchas gracias. Paquito D’Rivera. New York, Enero 2004 Los Partidos Políticos en el Post-Totalitarismo Necesidad de los conservadores POR VICENTE ECHERRI Si un rasgo característico tiene la sociedad civil, en el sentido moderno de este término, es la existencia de partidos políticos.. El pluripartidismo, cuya sola mención ha provocado, más de una vez, la furia e improperios del mandante de Cuba, es inseparable de la democracia moderna, sistema que aumenta su pertinencia en todos los continentes y en todas las culturas. El pluripartidismo es la manera racional que encuentra la sociedad actual de oponerse al despotismo del pensamiento único; es decir, la natural segmentación —en base a ideologías, a programas, a maneras de interpretar la tradición o de administrar un Estado— del espectro político de una sociedad libre; por eso hablar de «el partido» es incurrir en una grosera contradicción semántica. Un partido no puede ser único —como el nazi, como el comunista— y seguir siendo propiamente un partido, es decir, una parte, un segmento de la totalidad política de un país. Un partido, por tanto, no puede existir sólo, a menos que denuncie, por su propia existencia, una escandalosa aberración: la hipertrofia grotesca de una parte con la consecuente usurpación de todas las demás. El país donde se garantice —o se imponga— la existencia de un solo partido, significa —descontando la unanimidad que no suele darse en sociedades libres y que siempre es señal de opresión—que ese partido ha ocupado por la fuerza o por fraude la totalidad del espacio político. La democracia, pues, amén de la existencia de constitución y leyes que garanticen el ejercicio de los derechos fundamentales, no podría concebirse sin la plena participación de esas agrupaciones partidarias que segmentan la realidad política En Cuba, donde esta aberración del «partido único» ya dura más de cuadro décadas, el resurgimiento, aunque débil, de embriones de la sociedad civil, que empiezan a retoñar por las grietas de un sistema decrépito, ha dado lugar a la creación ya de algunos partidos políticos con estructuras precarias, con escaso o nulo acceso a los medios de información, sujetos sus líderes a acoso continuo y, en algunos casos, a encarcelamiento; pero con la suficiente articulación y reconocimiento internacional en algunos casos para que sean acreedores de una viabilidad política en el inevitable período de desintegración postcastrista (prefiero usar este término, al más usual de «transición» que incluso inspira este congreso, porque el término transición supone, o induce a pensar, en un cambio institucional ordenado e incruento, y yo no estoy tan seguro de que esto sea lo que, necesariamente, vaya a ocurrir en Cuba. De lo que estoy seguro es de que el castrismo está en vías de desintegración, aunque dure diez años más.) En la mayoría de los casos, esos partidos que han aparecido en Cuba (enmascarados a veces bajo nombres de entidades políticas o «revolucionarias») o bien son reflejo de organizaciones cubanas surgidas en el exilio, a cuyos programas se sienten afines; o bien son las organizaciones del exilio las que amplifican o articulan un programa surgido en la isla. Que se produzcan estos vínculos políticos naturales que tanto inquietan a la dictadura —y pese a las voces disonantes de algunos que, por temores a la persecución o por aprensiones ridículas, quieren distanciarse de las agrupaciones del exilio— es un signo esperanzador de que el pueblo cubano, dentro y fuera, está actuando con mayor concierto y con un concepto más claro de nación. Me llama la atención, sin embargo, que en esta reagrupación de fuerzas que, en los últimos años ha ido reclamando un espacio político en Cuba, y en la ya larga trayectoria de las organizaciones políticas de nuestro exilio, nadie haya aspirado a ocupar formalmente el espacio natural que habría en toda sociedad sana para un partido conservador. Y esta ausencia no ocurre debido al descoyuntamiento institucional que se produjo en Cuba al triunfo de la revolución. El Partido Conservador había desaparecido de la vida política cubana desde mucho antes, disuelto nominalmente por uno de sus líderes y fundadores, el presidente Mario García Menocal, que se identificó tanto con esa fuerza política que, a su muerte en 1941, el conservadurismo cubano no pudo reponerse. En los años cuarenta y cincuenta, hay algunos partidos políticos, que siguen un programa conservador, siendo acaso la más notable el Partido Republicano que preside Guillermo Alonso Pujol, que gobierna en coalición con el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), pero que ejerce una influencia muy débil en un escenario político peligrosamente inclinado hacia la izquierda y donde se vive en expectativa de revolución. De estos antecedentes ya se ha escrito y se ha hablado algo; pero tal vez no aún lo suficiente como para que hasta el último de los cubanos, hasta el más joven, empiece a comprender que ese desequilibrio ideológico que está ocurriendo en la vida cubana por lo menos a lo largo de los 25 años que preceden al triunfo castrista —cuando el discurso de la izquierda se adueña de la mayoría de los órganos de opinión, en que los gobiernos populistas se turnan en el poder, en que se aprueba una constitución de signo izquierdista con demagógicas e inaplicables leyes sociales; en que la acción revolucionaria legitima a grupos gansteriles y en que tanto los gobierno electos como los que asaltan el poder se proclaman revolucionarios— tiene una gran responsabilidad en todo lo que vino después y facilitó el derribo de las instituciones que le permitió a Castro adueñarse del poder absoluto. De 1933 a 1959, la izquierda domina casi absolutamente la vida política cubana. Mucho antes, en la primera década de nuestra independencia, luego de la brava re-electoralista de Estarada Palma y de la «revolución» con que respondieron los liberales y que desembocaría en la segunda intervención norteamericana, un grupo de notables repúblicos vio la necesidad de crear un partido político que fuera sostén de la cultura, la honradez y el orden. Es curioso que al fundarse, en 1907, el Partido Conservador Nacional, sus dirigentes provienen de campos distintos y hasta opuestos. Rafael Montoro, Eliseo Giberga, Antonio Govin han sido lídres del Partido Autonomista que pactó con España aún después de la devastadora campaña librada en Cuba por Valeriano Weyler; en cambio, Cosme de la Torriente, Mario García Menocal y José Antonio González Lanuza provinenen de las filas del independentismo. Los dos primeros había terminado la guerra como altos oficiales del Ejercito Libertador, y el último había cumplido prisión política en Ceuta. Une a estas figuras tan disímiles el amor al país, el deseo de conservar el espíritu con que los patricios del siglo XIX habían concebido —desde diferentes perspectivas— la viabilidad de un proyecto nacional, y como valladar a las ambiciones de muchos ex libertadores que aspiran, para beneficio de su clientela, a apoderarse de los dineros que economizara la austera administración de Estrada Palma. La presidencia del partido recae en Enrique José Varona, uno de los cubanos más prestigiosos de cualquier tiempo, y el único de los nuestros, después de Luz y Caballero, al que pueda llamársele, con alguna propiedad, filósofo. El decenio que va de 1907 a 1917 es el más ilustre del conservadurismo cubano, que accede al poder en las elecciones generales de 1912, cuando Menocal es electo por primera vez. A partir de 1917, los vicios políticos de Menocal, su voluntad de perpetuarse en el poder de manera fraudulenta, desacreditan al Partido Conservador, aunque este sigue siendo una fuerza en la vida electoral cubana hasta principio de los años treinta. El conservadurismo cubano sucumbe cuando ya no responde a los ideales para los que se fundó y sólo sirve de plataforma a un caudillo que termina por cambiarle de nombre. En medio de la agitación de la década del treinta, el Partido Liberal, pese al enorme descrédito que le cayó encima por su complicidad con la dictadura de Machado, logró reponerse como una fuerza pública gracias al trabajo de hombres como Rafael Guas Inclán y Ramón Vasconcelos. El conservadurismo, por el contrario, empezó a ser visto como una anomalía ; una posición que, a fuerza de parecer ridícula, no era incluso viable. Ese prejuicio, —que, en los años que anteceden al castrismo, priva a la vida política cubana de una derecha responsable frente a la agresividad de una izquierda que opera, sin contrafuertes, desde el poder tanto como desde la oposición— se ha mantenido en el espíritu de las agrupaciones políticas cubanas dentro y fuera de Cuba. Hay multitud de organizaciones «democráticas» y «revolucionarias» , muchas de las cuales se esfuerzan incluso en ser continuadoras de movimientos u organizaciones, como el Directorio Revolucionario, o el 30 de Noviembre— que se crearon en los años de la lucha contra el régimen de Batista. Otras son más bien sociedades cívicas, cuyos programas coinciden con el repertorio de los derechos fundamentales que la democracia moderna garantiza y exige para funcionar (pero muchas veces carecen de un auténtico programa partidista, acaso porque estiman que, tal programa, podría verse como algo demasiado anticipado en la etapa por la que vive la sociedad cubana actual, con la dictadura todavía en el poder). Hay otras agrupaciones o movimientos que se autotitulan de derechas —no conservadoras— y que han adoptado posiciones extremistas sin fundamentos ideológicos ni genuinos proyectos políticos. Desde un resentimiento comprensible frente a la destrucción casi completa de la sociedad cubana, se limitan las más de las veces a denunciar y condenar los desmanes del castrismo. Han sobrevivido o han resurgido, en este mosaico algunos partidos políticos, definidos con este nombre, que representan a algunas de las familias políticas más respetables del mundo, a saber: liberales, democratascristianos y socialdemócratas, que están representados en este congreso y que han convergido en una plataforma de propósitos e intenciones, al menos en esta etapa de su existencia. Es de notar, que un Partido Conservador, es el único de los representantes de estas grandes familias que falta, con ese nombre, en esta concertación que ya tiene más de diez años. Por otra parte, una organización que se proclama conservadora, y que, a veces opera como un partido, La Fundación Nacional Cubanoamericana, se acerca mucho más al neoconservadurismo norteamericano, del cual se nutre directamente, que a la tradición cubana o europea; neoconservadurismo que no es más que el liberalismo del siglo XIX con otro nombre, el cual postula que el mercado y sus leyes deben gozar de una irrestrista autonomía, que cree awún en el laizzer faire y en la idea del progreso— y que aspiran a reducir al estado a su mínima expresión. Yo creo, sin embargo, que hay lugar actualmente —en medio del desplome económico, político y moral de la vida cubana, cuando los signos de decrepitud del régimen van parejos al envilecimiento de la ciudadanía,— para una instancia conservadora que se proponga rescatar el espíritu de dignidad, de decoro, de sobriedad, de responsabilidad pública, de compromiso de las clases cultas con un Estado fuerte que animó a nuestros patricios fundadores o inventores de la nación, y particularmente al grupo de hombres ilustres que constituyó el Partido Conservador a principios de la república. Un Partido que crea, como religión, en la alianza natural entre fortuna, cultura e interés político, tal como fue en la génesis de nuestro proyecto nacional y a lo largo del XIX que es sin duda, nuestro siglo más fecundo. Un partido defensor de la propiedad privada, que se atreva a reclamar abiertamente la legítima restitución de los bienes usurpados por la gestión totalitaria —sobre todo de la propiedad agraria e industrial —y a luchar porque no queden a merced de agiotistas y logreros internacionales en las subastas de los oportunistas. Ese partido está llamado a defender las libertades fundamentales, pero sin menoscabo del orden y la justicia de los cuales el Estado, como bienes públicos que son, ha de ser un celoso garante. Tal organización, que a mí me gustaría llamar, por suevidente riqueza de sentido, Partido Conservador de la Nación Cubana, podría surgir ya y llegar a ser una parte, un segmento, nada despreciable, de nuestro espectro político. Un partido que se proponga contribuir —junto a todas las otras agrupaciones políticas existentes— a la recuperación de la democracia en Cuba ahora y a su permanencia y consolidación después. Un partido que, al tiempo que cuente con el respaldo de la familia de partidos conservadores del mundo, encuentre simpatías y eco entre los cubanos: los que en el exilio tenemos más medios y libertades para expresarnos y trabajar, y los que, con gran valor y riesgos en nuestro querido país, pongan sus simpatías y esfuerzos al servicio de ese proyecto. El Partido Conservador de la Nación Cubana podría ser ya una realidad operante a partir de este mismo congreso. En la política cubana hay un nicho que ha estado vacío por más de sesenta años y que espera por algunos de nosotros. ¿Por qué no? El Decálogo de la Prosperidad (Ideas realistas para una Cuba imaginada) POR JUAN MANUEL CAO Prologando Rehacer el país será en gran medida legislar. A quienes le toque tendrán que responder a contratiempo una serie de preguntas fundamentales para las cuales estarán preparados o no. Muchos se verán en posiciones de poder por sus méritos en la batalla hacia la democracia, por su sacrificio personal o simplemente por circunstancias. Nada de eso garantiza que sean buenos legisladores. Las intenciones no bastan. Por eso no está de más adelantar algo del debate. Cada corriente de pensamiento tendrá en su cabeza una Cuba diferente, las ideas que esbozo son para aquellos que aspiran a la plenitud de libertades. Son ideas sueltas, a veces inconexas, reflexiones surgidas al calor de ciertas experiencias y determinadas lecturas. Soluciones prácticas sobre grandes y pequeños temas. Anotaciones a pie de cuaderno. Nada más. DERECHOS ECONÓMICOS ¿Qué son los derechos? Son las libertades que cada individuo posee y puede ejercer con responsabilidad sin tener que pedir permiso a ningún otro individuo o institución. Los derechos son anteriores al Estado. No caducan. Son una facultad natural, no es algo que se nos otorga, no los recibimos a cambio de nada, no son un privilegio, no hay que agradecerlos, ni ninguna institución o persona puede vanagloriarse de haberlos otorgado. Los derechos nos pertenecen por ley natural. No prescriben. Enumerarlos es sólo una forma de recordarle a los espíritus tiránicos que sabemos lo que nos corresponde. Sin embargo, a veces no es fácil identificarlos y algunos derechos naturales nos son escamoteados o presentados como si fuesen privilegios. Es importante saber diferenciar entre privilegios y derechos. El hombre primitivo ejerció sus derechos de forma intuitiva. De esa misma manera, por supuesto, violó el derecho ajeno; no se trata de hacer el elogio del buen salvaje. Lo que sucede es que al principio, muy al principio, no había una filosofía respaldando la acción o la omisión, no había un andamiaje ideológico, un sistema lo suficientemente bien estructurado como para darle coherencia a una u otra actitud. Eso vino luego, fue surgiendo poco a poco, se fue perfeccionando con el tiempo. Y aunque sabemos que la tiranía es la perdida de todas las prerrogativas, lo que parece obvio no siempre lo es. Porque no siempre se nos despoja de nuestras libertades por la fuerza: muchas, muchísimas veces, se hace con nuestro pleno consentimiento. No porque tengamos espíritu de vasallos sino porque identificar los derechos puede resultar una tarea compleja. Ya no se trata de que el Estado nos los reconozca sino de reconocerlos nosotros mismos. Hay libertades que perdimos hace tantos siglos que las confundimos con privilegios. A lo largo y lo ancho de la historia el poder ha ido elaborando diferentes teorías para justificar el escamoteo de nuestras facultades. Teorías religiosas, políticas, historicistas. Se han montado complejísimos esquemas filosóficos para legitimar el saqueo de nuestros derechos. ¡Y nos han logrado confundir! Todavía hoy, en sociedades que presumen de civilizadas, damos por buenas prohibiciones que no lo son. Entre las prerrogativas perdidas hace muchísimo tiempo están las pertenecientes al capítulo de los derechos económicos: la de libre empresa y la de libre comercio. La Carta Universal no las reconoce, la mayoría de las Constituciones tampoco las incluye como tales. Pero no se trata de privilegios y no debemos permitir que nos sigan pasando gato por liebre. Ya hemos aprendido que sin libertad económica la política se hace difícil y que producir en libertad es lo mismo que tener derecho a la autogestión, a crear nuestro propio trabajo o a trabajar por cuenta propia, solo o en asociación. Porque el derecho a formar una empresa es parte consustancial del derecho de asociación. No se debe tener derecho de asociación nada más para fines políticos o sociales o culturales o filantrópicos, también para fines económicos. Cuando el Estado se apropia de lo que es nuestra responsabilidad, se supone que la adquiere y si luego resulta incapaz de hacerlo mejor que nosotros, debería devolvernos la facultad perdida. Si en Cuba hay personas pasando hambre y necesidades, la culpa es del Estado al que esas personas se vieron obligadas, una vez, a transferirle lo que siempre habían aceptado como responsabilidad propia. Ahora todo es muy confuso. En el centro del debate ideológico del siglo XX estuvo este concepto elemental y los enemigos de las sociedades abiertas pidieron, como nunca antes, la cabeza de la propiedad privada. En ese contexto, ir más allá, levantar la mano a favor de las libertades económicas te podía costar la mano atrevida ; reclamar su categoría de derecho básico era ir demasiado a contracorriente. ¡Pero ya van sonado las campanas de la libertad! Confusas y temerosas, pero algo es algo. Sin embargo, el reconocimiento de la propiedad privada como derecho elemental no es suficiente. Hay que reclamar también los derechos económicos. Los cubanos saben muy bien lo que esto significa porque el Estado les prohíbe crear empresas, lo hizo primero en nombre del socialismo y ahora ni se sabe en nombre de qué. Los inversionistas extranjeros pueden ser capitalistas y los nativos no. Mas la libre empresa tampoco es suficiente: hay que reclamar el libre comercio. Si todos los países lo permitieran dentro y fuera de sus fronteras, no harían falta tratados internacionales, ni la creación de bloques comerciales. Pero como no es así, las naciones creen que tienen que ponerse de acuerdo, evitar las mil trampas, las mil caretas tras las que se esconde el proteccionismo mientras las naciones se ponen de acuerdo, los cubanos debemos empezar por reclamar el libre comercio interior. El mercado más importante de un país es el propio país. Lo ideal sería que los cubanos pudiéramos comerciar libremente con cualquier ciudadano del mundo, pero hay que ver cuántos de esos ciudadanos tendrán la misma libertad. Lo importante en un principio será exigir la libertad plena de comercio dentro del territorio nacional. Esa libertad consiste en que cada productor sea dueño de su producto (que es el fruto de su trabajo) y que por lo tanto sea dueño también de ponerle precio, de escoger socio, sitio de mercadeo, y con quien negociar o no. El comercio no es más que el intercambio por otros medios. A veces por los mismos. La intromisión del Estado en esta actividad debería hallarse reducida a su mínima expresión. Si dos personas se ponen de acuerdo en producto y precio no hay cabida a un tercero, en este caso el gobierno que de modo arbitrario prohíba o multe la transacción. “La Yuma” es la primera potencia económica del mundo, entre otras muchísimas razones, porque es un gigantesco tratado de libre comercio entre los 50 Estados que la componen. Ya desde 1787, en la constitución, en su Sección Novena, punto cinco, se aseguraba esa libertad interna: “Ningún impuesto o derecho se establecerá sobre los artículos que se exporten de cualquier Estado” Y por si quedaban dudas, se aclararon en la Sección Décima, punto dos: “Sin el consentimiento del Congreso ningún Estado podrá imponer derechos sobre los artículos importados o exportados...” De este modo un americano de la costa oeste (negro, chino, hispano, árabe o incluso anglosajón) puede hacer sus maletas y abrir casi cualquier negocio en el otro extremo del país sin pedirle permiso a nadie y por supuesto, puede vender el producto de su trabajo o simplemente trabajar o vivir en cualquier punto cardinal del mapa estadounidense del mismo modo que tiene la libertad de comprar el producto de otros. Los obstáculos son hasta hoy menores, más bien administrativos y aunque hay que ir atajando a los amantes de las regulaciones excesivas, (una tendencia que nunca va a desaparecer) el mecanismo continúa siendo mayormente libre desde 1787. Porque la libertad de comercio es parte de la libertad de movimiento, (como la de empresa de la de asociación). De nada nos sirve la libertad de movimiento si no podemos trasladar nuestro patrimonio y disponer de él como y cuando nos parezca. La libre empresa y el libre comercio son derechos fundamentales como la libertad de pensamiento, expresión, asociación o movimiento. Como cualquiera otra de las consignadas en la carta de la ONU. Los cubanos deberíamos procurar incluirles como tal en nuestras leyes. ARANCEL CERO En el mismo espíritu del libre comercio una buena medida para atraer la inversión extranjera y la importación de productos a buen precio sería el arancel cero: declarar la isla una enorme zona libre. La eliminación de gravámenes debe ser igual para las importaciones como para las exportaciones. El mejor momento para este anuncio es el primer momento, pues se supone que en ese instante fugaz y complicado del cambio, es cuando la prensa internacional estará atenta, ávida de información y una noticia aparentemente tan radical le daría la vuelta al mundo. Luego, si las cosas van bien, el interés de la prensa decaerá y en esa circunstancia una campaña internacional de igual magnitud para promover el arancel cero, o cualquier otra cosa, resultaría incosteable. Aunque, por supuesto, siempre el mejor momento es hoy. Los agricultores son los más reacios a la apertura de las fronteras comerciales. Lo que pasa con el sector agrícola es que la mayoría de los países sobre protege a los productores nacionales . El gobierno norteamericano, por ejemplo, utiliza muchísimas regulaciones sanitarias para enmascarar medidas proteccionistas. Las llamadas barreras no arancelarias, que no son más que el sin fin de “truquitos” con que se castiga al competidor foráneo. No conforme con eso, subvenciona abiertamente muchos productos agrícolas, sobre todo a través de planes como Food for Peace, u otros gemelos, que “ofrece” ayuda alimenticia al tercer mundo. Pero esa generosidad no es tal: el gobierno paga a los agricultores y en otros casos asume las deudas de los gobiernos recipientes de “la ayuda”. Deudas que en la mayoría de los casos Estados Unidos jamás logra cobrar. Como la de Rusia. Pero los granjeros sí cobran: pagan a fin de cuentas los contribuyentes norteamericanos. Esa es una forma de subsidiar la agricultura, de crear mercados artificiales para la sobreproducción, de mantener relativamente altos algunos precios del mercado interno, es, en fin, otra manera de hacer trampas al mercado, que es hacer trampas a los demás, a los competidores y al final del cuento a los consumidores, al pueblo. Prácticas así son comunes en casi el mundo entero. ¡Esos son los que le quieren “vender” hoy a Castro! Pero ese tipo de asistencias hace mucho daño a los países recipientes porque acrecienta la dependencia y ayuda a sostener a gobernantes tiránicos cuyas políticas económicas erróneas son la verdadera razón del hambre. La agricultura de la Unión Europea también está fuertemente subsidiada a través de los programas de la Política Agrícola Común (CAP) y aunque el arancel externo común de la UE es de el 2,7 por ciento, los subsidios a los bienes agrícolas constituyen una barrera no arancelaria. Algunos piensan que una buena recomendación inicial sería dejar el sector agropecuario al margen al del arancel cero para que pueda “defenderse” de la “invasión” extranjera mediante excepcionales gravámenes, o aranceles compensatorios. Otros proponen dar tiempo para ir creando una política comercial de espejo. Lo peligroso de esta recomendación cautelar es que se parece demasiado a esa basura que en Europa llaman “agricultura social”. Los consumidores de la Unión Europea se hayan cautivos de una minoría organizada que tiene chantajeada a los políticos con movilizaciones violentas y otras amenazas. Según el Informe 2000 de Heritage Foundation la Política Agrícola Común (PAC) representa casi el 50 por ciento del presupuesto de la UE y se sostiene fundamentalmente para proteger a los agricultores franceses. O a minorías como los plataneros canarios. Los perjudicados han sido los trabajadores europeos que han estado obligados durante años a comer el raquítico plátano fruta isleño cuando podían disfrutar de las espectaculares bananas centroamericanas, seguramente a mejor precio. ¿Qué se trata de un problema cultural? ¡Pues dejen que sean los consumidores los que escojan! La cultura impuesta no es tal y las tradiciones mantenidas por la fuerza sólo indican que hace rato dejaron de ser cultura viva. Por otra parte Las Islas Canarias reciben en la actualidad unos once millones de turistas al año, por lo que cada día son menos los isleños dedicados al cultivo del plátano. ¿Se entiende el contrasentido? En este caso, como en muchos otros, la llamada agricultura social sólo sirve para privilegiar a una minoría en detrimento de la gran mayoría. En Japón el arroz es considerado un alimento fundamental y bajo ese pretexto los arroceros nipones viven bajo la saya sobre protectora del Estado. Como consecuencia los japoneses pagan el arroz cinco veces más caro que el precio del mercado mundial. Otro ejemplo: los norteamericanos pagan el azúcar seis veces más cara que el precio mundial, gracias a las restricciones comerciales. Se supone que los consumidores de los países desarrollados no sienten mucho este encarecimiento porque destinan apenas un 10 % de sus ingresos a la alimentación básica. Pero para las naciones menos ricas el encarecimiento de los productos alimenticios es más grave porque gastan aproximadamente el 60% de los ingresos en bienes de consumos para la alimentación. En los países prósperos se come mejor a menor costo y viceversa. Los cubanos tienen que resolver tantos problemas básicos: vestuario, vivienda, transporte, etc; que mientras menos les cueste la comida, mejor para ellos. Pongamos un ejemplo más cercano: en Costa Rica se pagó hasta el mismo año 1999 un arancel del 105% a la importación de leche. Por esa razón los padres costarricenses pagaban el doble por la leche de sus hijos. El impuesto (la multa) se ha ido bajando poco a poco cada seis meses y la idea inicial fue llegar hasta el 65%, una cifra aún altísima. Lo absurdo es que el acuerdo estableció que si el precio mundial de la leche bajaba, entonces el arancel se volvía a subir. ¿Esa es la manera de ayudar a los pobres? ¿Cuál es el verdadero propósito? ¿Proveer leche barata al pueblo o proteger los intereses de unos cuántos? ¿Cuál debe ser la prioridad? En el mismo año 99 la importación a Costa Rica de muslos y alas de pollo tenía un impuesto descomunal del 200%, es decir, los pobres ticos estaban obligados a pagar el triple del valor por estos productos supuestamente básicos. Conclusión: los aranceles altos encarecen los productos, si no fuera así ¿por qué los productores piden con tanta energía que eleven los aranceles? Otro de los argumentos recurrentes a favor del proteccionismo es la creación de empleos. Falso. Al disminuir la capacidad de gasto del consumidor, el proteccionismo, (según las estadísticas de la propia secretaría de trabajo norteamericana) por cada empleo que salva, destruye siete. Declarar el libre comercio de modo unilateral puede que tenga ciertos riesgos relativos, pero puestos en la balanza son más los beneficios. Incluso para la agricultura. Vueltos a analizar los pro y los contras del arancel cero, hay más que perder cerrando las fronteras comerciales que arriesgándose. La prueba está en que Luxemburgo e Irlanda, dos naciones pequeñas, al margen de las regulaciones a que se ven obligadas como parte de la Unión Europea, han llevado a cabo una política de tasas impositivas bajas. Según la lógica proteccionista esto pondría a Irlanda y Luxemburgo en desventaja con relación a sus vecinos que tienen tasas impositivas altas para “salvaguardar” sus intereses. El resultado ha sido todo lo contrario: un tercio de la inversión estadounidense en la Unión Europea se ha movido hacia Irlanda estimulada por el descenso en el régimen de impuestos corporativos y el país ha crecido a razón de aproximadamente dos dígitos por año. “Los protegidos” del resto de la UE han terminado acusando a los irlandeses de “injusta competencia impositiva” y de llevar a cabo una “política fiscal permisiva”. Otro tanto ha sucedido con Luxemburgo donde se han eliminado las restricciones específicas para los inversores extranjeros. Luxemburgo (por cierto, permítanme la frivolidad de recordar que con una cubana en el trono) ha terminado acusado por sus vecinos de crear un “dumping impositivo”. La lección de estos dos ejemplos es que, incluso frente a los mercados resguardados, la respuesta adecuada sigue siendo en la mayoría de los casos bajar los aranceles y facilitar la inversión, de ninguna manera responder al proteccionismo con más proteccionismo. Sin embargo, es posible que todas estas suspicacias estén de más en Cuba, porque el tema de las protectorías ajenas afecta fundamentalmente a los exportadores (salvo cuando se trata de ayudas masivas- directas o enmascaradas- sostenidas durante demasiado tiempo) y Cuba saldrá del castrismo tan maltrecha que tendrá muy poca variedad de exportación; en un inicio no habrá mucho que perder y por demasiada vuelta que se le de al asunto la conclusión sigue siendo que lo más beneficioso para el consumidor de la isla será abrir totalmente los mercados sin excepción. Incluso en condiciones de desigualdad, pues esto proporcionará al campesino nacional la información exacta de lo que la realidad ofrece y no la información distorsionada de los mercados amparados. Los mercados amparados son en verdad mercados cautivos. Es decir, la tesis del gradualismo aquí tampoco funciona. La idea de irse abriendo poco a poco para dar tiempo a desarrollarse internamente es en esencia una vuelta fatal a las fracasadas teorías difundidas durante los cincuenta y sesenta por la CEPAL y su abanderado Raúl Prebish. ¡Puro onanismo económico! El que lo quiera practicar es cosa suya. ¡Pero no me hagan renunciar a la carne ajena! Si se cierra el mercado, en el mejor de los casos se estaría fomentando la producción en áreas que luego, cuando se abran de verdad a la puja internacional, no tendrían la menor oportunidad de competir. Entonces, ante la evidencia del fracaso, empezarían las presiones y las exigencias de resguardo, creando un circulo vicioso como en el que se hayan hoy los europeos. Por el contrario, si el mercado se abre desde un principio, los campesinos cubanos tendrán la información correcta, sin distorsiones, de lo que vale la pena producir y lo que no. Encerrarse no tiene sentido. El autismo comercial es también una enfermedad. Por supuesto que lo ideal sería un mundo sin trampas comerciales (o con la menor cantidad posible), pero esa es una aspiración, no una premisa. En ese mundo ideal no habría que tener miedo alguno a la inversión ni a los productos extranjeros. En un mercado internacional mayormente libre de proteccionismo y subsidios, el concepto de inversionista extranjero se perdería. Ya hoy por hoy se ha ido desdibujando bastante. Cuando en Cuba se produzca un cambio sustancial habrá miles de cubanos que desde distintas partes del mundo querrán invertir en su país natal. ¿Qué son esos cubanos? ¿Inversionistas extranjeros? ¿Qué pasaporte tendrá ese capital? En un contexto de libre comercio real los nacionalismos pierden sentido. ¿De dónde es el empresario estadounidense que hace veinte años exporta a Boston desde sus oficinas en Taiwán? ¿De dónde es su dinero? No hay más patria económica que la libertad. El resto es ponerle traspiés al desarrollo. De cualquier modo para abrirse no hay que esperar un mundo ideal, eso sería lo de nunca empezar. La verdadera aventura está en el riesgo. Resulta curioso que alguien se proclame revolucionario cuando su proyecto es eliminar el factor riesgo. Esa es una actitud más conservadora que la de los conservadores. Los revolucionarios, los socialistas y otras marcas registradas, son vendedores de certezas. Los liberales no. Hablar de la tiranía del mercado es un contrasentido. Es igual a decir tiranía de la libertad. Por eso el discurso antiglobalización es reaccionario. La izquierda ha estado entonando desde la época de los hippies el coro de Lennon de un mundo sin fronteras y ahora que ese mundo puede ser algo más que imagine, se niega a aceptarlo. Como si la libertad sólo fuera buena para cantarla. Apostemos por la libertad para vivirla y para compartirla, no para evocarla demagógicamente. Hay que sacársela de la cueva de la boca (la boca que evoca) y ponerla a caminar al sol de hoy, por cuenta propia. No tengamos miedo a competir. No temamos ser libres. Fredrick Hayek nos lo recuerda en Camino a la servidumbre, “Hemos abandonado gradualmente aquella libertad en los asuntos económicos sin la cual la libertad personal o política jamás ha existido en el pasado”. El comercio abierto tiene, además, otras virtudes: la de quitarle poder a los gobiernos, reducir sus capacidades intervencionistas y obligarlos a mejorar sus servicios. Cuba no debe tener ningún temor a declarar el arancel cero unilateralmente. No hay que esperar a negociar ningún tratado de libre comercio porque primeramente estos suelen ser procesos mucho más largos de lo que la maltrecha economía cubana puede esperar; segundo porque los procesos de negociación son muy burocráticos y cuestan millones de dólares en gastos y tercero porque los TLC son acuerdos bilaterales o regionales que suelen tomar medidas proteccionistas contra los países que estén fuera del área.. Es abrir por un lado para cerrar por otro. Además, los llamados tigres de Asia se desarrollaron sin necesidad de negociar ningún TLC, simplemente abriendo unilateralmente sus mercados. No se pusieron de acuerdo con nadie, tomaron la decisión por cuenta propia. Se suponía que el riesgo consistía en que serían invadidos o ahogados por el mercado mundial y resultó que ellos fueron los que terminaron invadiendo el mundo con sus productos. La propia dinámica del libre mercado fue acomodando las exportaciones, encontrando los espacios correctos para los productos correctos. Hay contra el arancel cero otro argumento de carácter estrictamente político: En la Cuba del castrismo tardío se da un fenómeno curioso. Cuando en la mayoría de los países se discrimina injustamente al extranjero, en Cuba se discrimina injustamente al nacional. Este resentimiento latente podría transformarse en xenofobia y abonar el terreno al proteccionismo. Hay que estar muy alertas para impedir que un neo-nacionalismo se levante sobre las ruinas del castrismo, esa sería una de las peores cosas que nos pudiera pasar. El único camino posible hacia eso que antes llamaban desarrollo y ahora llaman prosperidad, es el de la apertura. Pero no hay que esperar que el mundo se abra primero a Cuba, semejante coartada no es válida y ha resultado ser una interpretación parcializada de la famosa frase del Papa en La Habana. No tengan miedo. Vale repetirlo. Arancel cero para el día cero. No olvidemos que en ese mismo instante empezamos a competir, es decir, a ser libres. ¿NOS CONSTITUIMOS? Una Constitución es siempre un texto entrometido: al erigirse en ley de leyes tiraniza, entorpece la libre discusión de las demás leyes. Mientras más promiscua (o prolija) es una Carta Magna, peor resulta. Las Constituciones no garantizan el éxito de las naciones; a algunas les va bien con ellas, como a Estados Unidos y a otras mal, como a la mayoría de nuestras repúblicas latinoamericanas. Mary Anastasia O’Grady, la inteligente columnista de The Wall Street Journal, ha explicado muy bien como las excesivas promesas de las Constituciones latinoamericanas debilitan el estado de derecho. Hay también a quien le va de maravilla sin constitución escrita, como a Gran Bretaña; (la Carta Magna de Juan Sin Tierra fue en 1215 y era en esencia una carta de libertades) y a quien no, por supuesto. Lo más útil de las cartas magnas modernas son los capítulos que garantizan (es un decir) los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Casi todo lo demás se puede botar al cesto, o trasladar a un código regular. La primera constitución estadounidense no tenía ese capítulo y esas fueron las primeras 10 enmiendas que tuvieron la buena idea de agregar al texto primigenio. El famoso Bill of Rights. La constitución de Los Estados Unidos es bastante sencilla y de ahí su éxito, pero así y todo metió sus narices en temas extra constitucionales, como el artículo 18 del propio Bill of Rights que establecía la ley seca y que se vieron obligados a derogar luego. O como la constitución cubana de 1940 que está plagada de disposiciones penosamente xenófobas e intervencionistas. Casi todo lo que cabe en otro código sobra en una constitución. Esa sería una buena regla. Para las leyes laborales el código laboral; para definir el modo de realizar las elecciones, el código electoral; y así, el código familiar, etc. Por supuesto que hace falta definir (constituir) la nación, su estructura política y su forma de gobierno, pero estos importantes pormenores bien podrían estar definidos en leyes de política general fuera del texto madre; como por ejemplo, La Ley de Partidos española. En un principio se podría gobernar sin constitución pero no sin un texto que garantice los derechos y libertades fundamentales. Incluso es recomendable que este último preceda a la primera, que la condicione y no a la inversa. En realidad se podría funcionar para siempre tan sólo con un código de derechos pero si se empeñan en tener Carta Magna (así, con mayúsculas) es bueno saber que, mientras se ponen de acuerdo, el país puede echar a andar con la simple garantía de derechos y libertades. Ninguna ley posterior podría, al menos en teoría, violar los derechos básicos: esa es otra buena regla; por sencilla y por práctica. Es sintomático que el documento esgrimido por la oposición pacífica al castrismo no ha sido la última referencia constitucional de la república sino La Carta Universal de Derechos Humanos. A pesar de que ambas datan más o menos de la misma época. Ese detalle encierra una gran lección. Incluso, en caso de que no lograran ponerse rápidamente de acuerdo sobre que libertades incluir se podría provisionalmente echar mano al propio texto de la ONU. No es la mejor opción, pero tampoco la peor. Nadie sabe cómo serán las circunstancias del cambio. De todas formas vale destacar que la oposición democrática ha elaborado ya algunos intentos en este sentido, siendo uno de los mejores el redactado por el Partido Pro-Derechos Humanos de Cuba. Otra buena idea es la del constitucionalista Néstor Carbonell que extrajo de La Constitución del 40 los artículos referentes a los derechos civiles y políticos y los estructuró en un cuerpo legal independiente. Algo parecido propone el Doctor Ricardo E. Calvo: aislar la Sección Primera del Título cuarto de La Constitución del 40 referente a los Derechos Fundamentales. Es decir, del artículo 20 al 40. Otro grupo opositor llamado “Mesa de Reflexión” ha intentado redactar algo así como un Código de Derechos y Deberes, es un buen esfuerzo, pero, aunque parezca muy equilibrado, no es siempre una buena idea mezclar derechos y deberes. De todos modos, lo más conveniente sería que los cubanos nos demos nuestro propio código de derechos y libertades acorde a las amargas lecciones aprendidas y a las necesidades de hoy y de mañana. (Buscar en www.sigloXXI.org“Código de Derechos y Libertades. Partido Pro-Derechos Humanos”). Está claro que no va a ser fácil convencer a los cubanos de que se puede erigir una democracia sin Carta Magna, tan sólo con una Carta de Libertades, por ello valdría la pena enunciar dos o tres recomendaciones elementales. 1-) La Constitución no debe ser muy larga, mientras más breve mejor. Los mandamientos son sólo diez. 2-) Todo lo que quepa en otro código sobra en la Carta Magna. 3-) La Constitución debe ser escrita para toda la vida. Aunque sepamos que la eternidad le está negada. Debe llevar en sí el espíritu de lo trascendente. Nada circunstancial debe ser incluido en ella. Debe tener la aureola de la santidad aunque no sea santa. 4-) La Constitución debe ser sencilla, estar al alcance de todos para que cada ciudadano la pueda esgrimir en defensa propia. Debe servir, incluso, para que cuando la arbitrariedad humana la ignore, la viole o la derogue, quede como un arma en poder de la conciencia popular. Que sirva, si es posible, para reconquistarse a sí misma. No puede darse el lujo de llegar a ser obsoleta, de convertirse en letra muerta. 5-). Los derechos nombrados quedan más en la memoria que los simplemente enumerados. 6-)No es necesario convocar a una constituyente para redactar una constitución De todos modos, la constitución ideal sigue siendo aquella que no esté escrita. EL PARTIDO COMUNISTA ¿Qué hacer con el partido comunista? Por supuesto que todo depende de cómo se produzca el cambio. Si es radical la primera tentación será la de proscribirlo. Prohibirlo por entero. Pera esta opción no es buena. Tiene dos problemas: primero que se dirá que es una medida poco democrática y segundo que no resuelve nada. ¿Por qué? Porque simplemente podría reorganizarse bajo otro nombre. La segunda opción sería imponerle una multa moral. Es decir, proscribirlo por la misma cantidad de años que mantuvo proscritos a todos los demás partidos mientras ejerció el poder en solitario. Pero esta segunda variante tiene el mismo problema que la primera. No puede impedir la reagrupación bajo otros rótulos y sería señalada como dudosamente legítima. La tercera opción sería no hacer nada y dejar que el partido comunista funcione como uno más. Llegar a la conclusión de que el peor castigo sea verse obligado a pujar dentro de las reglas democráticas del juego. ¡Qué maravilla ver al partido comunista derrotado en unas elecciones! Pero eso depende de cómo se produzca la transición. Si ellos convocaran ahora mismo a unos comicios como hicieron los sandinistas a finales de la década del 80, ¡bienvenido sea!, pero como ese no es el caso y como todo indica que los comunistas cubanos están dispuestos a morir con el poder puesto, no queda otro remedio que pensar en dos cosas: en una transición lenta y agónica desde el mismo partido, en cuyo caso no queda más que lidiar con esa realidad... y el otro escenario (el peor para ellos) el de un desplome súbito de las instituciones con un gobierno de transición, ¡Sabe Dios de qué corte! Lo cierto es que para cualquier gobierno de transición el partido comunista se convertiría en un enemigo, en un conspirador, en el peor de todos, porque ese partido no es realmente una institución política sana, sino un mecanismo de poder y represión. Por eso la primera ley ( el primer decreto) que debe dictar un nuevo gobierno es disolver el partido comunista. Observen que dije disolver, no prohibir. Disolver el partido comunista y todas sus dependencias: esa cadena de transmisión de orientaciones que constituye en la práctica institucional la columna central de la dictadura. Quien intente gobernar sin disolver inmediatamente el partido comunista se tropezará con que, pasado el susto inicial, el partido se dedicará a socavar la transición y a conspirar para recuperar el poder absoluto al que han estado acostumbrados por tanto tiempo. Por supuesto, la disolución tampoco impide que se reorganicen. ¿Qué hacer entonces? Describirlos sin mencionarlos. El artículo 102 de La Constitución del 40 dice: “Es libre la organización de partidos y asociaciones políticas. No podrán, sin embargo, formarse agrupaciones políticas de razas, sexo o clase.” Y el 37, dice en su segundo párrafo: “Es ilícita la formación y existencia de organizaciones políticas contrarias al régimen de gobierno representativo democrático de la República ...” La ley Fundamental de La República Federal de Alemania, impuesta en 1949 tras el desastre nazi, resolvió el problema de la siguiente forma: “Artículo 21 (Partidos) (2) Los partidos que por sus fines o por actitud de sus adherentes tiendan a desvirtuar o destruir el régimen fundamental de libertad y democracia, o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania, son inconstitucionales...” Ahí tenemos dos buenos ejemplos. En el primer caso ya sabemos que no sirvió para impedir la llegada del comunismo a Cuba, pero en el segundo parece haber sido útil en la lucha contra el resurgimiento del nazismo alemán. No siempre la letra muere. LAS REGLAS DEL JUEGO Una de las mayores preocupaciones de los constitucionalistas ha sido siempre la santidad de la letra. Que no se la trajinen mucho. Por eso elaboran complicados mecanismos para impedir que las constituciones sean reformadas con demasiada facilidad. Pero luego llega un Machado, un Allende, un Menen, un Fujimori o un Chávez y aprovecha su efímera popularidad para desde el mando lanzar una reforma constitucional o simplemente cambiar las mismas reglas del juego que lo llevaron a la presidencia. Unas veces para intentar demoler las propias instituciones que le propiciaron el triunfo o simplemente para buscar la reelección más allá de lo que dicen las leyes. Es necesario encontrar la manera de que ninguna fuerza política pueda, desde los privilegios de su mandato, cambiar los preceptos que propiciaron su investidura. Que se prohíba reformar la constitución desde el poder. Que quien quiera hacer reformas a la carta magna se vea obligado a hacerlo desde la oposición, para que nadie, amparado en la fama transitoria que da el haber acabado de ganar unas elecciones, se aproveche de esa popularidad, que ya sabemos no es para toda la vida y lance una reforma constitucional que favorezca sus objetivos personales o partidistas. Lo que es bueno para el deporte lo es también para la política. Simple sentido común: nadie puede cambiar las reglas del juego a mitad de partido o cuando está ganando; por el contrario, debe acatar hasta el final las mismas normas que aceptó al entrar en la cancha. Violar este precepto básico es hacer trampa. ¿Por qué en política no? Esto que parece tan elemental no es tomado en cuenta suficientemente. ¡Me gustaría ver si esos que abogan por extender los mandatos cuando mandan ellos, estarían dispuestos, desde la oposición, a regalarle más autoridad al adversario! Hay quienes piensan que la solución está en el semi parlamentarismo. Tal vez hacer menos rígidos los mandatos para, en momentos de crisis, tener mecanismos constitucionales, que permitan sacar a un presidente que se vuelve demasiado indeseado antes de cumplido el período. Esta es una vieja discusión de la que vale la pena tomar nota. Por otra parte parece que ya no basta con proscribir de la vida pública a quienes hayan intentado propinar o hayan propinado golpes de estado. La experiencia venezolana indica que hará falta una ley que prohíba amnistiar a los que han cometido delitos contra la democracia. Evitar que un golpista se postule a cargo alguno jamás. Los pucherazos, ya se sabe, suelen, en momentos de crisis, catapultar al estrellato a estos iluminados. Amnistiarlos (sobre todo bajo presión popular) es una irresponsabilidad. Por supuesto que nada de esto sirve si continuamos con nuestra insana costumbre de irrespetar las leyes, nuestras propias leyes. Escribimos muy bonito, pero leemos mal. RECETAS DE LA COCINA POLÍTICA Antes de la caída del muro, cuando los comunistas se ponían mordaces calificaban de recetario de cocina cualquier plan económico que no fuera el suyo. Invitaban a los latinoamericanos a rechazar las recetas capitalistas, (todavía el término neoliberalismo no era una mala palabra, o casi ni existía, o no estaba de moda) y pregonaban a viva voz que los latinoamericanos debíamos rechazar los modelos importados. ¡Como si Marx y Engels hubieran nacido en Tegucigalpa! La verdad es que, quitada la retórica, toda doctrina o ideología o como le quieran llamar a ese conjunto de razonamientos que conforman una determinada manera de ver el mundo, puede reducirse a unas decenas de puntos básicos. Todo cabe en un libro de cocina donde cada cual da sus recetas. ¡Los comunistas se pasaron la vida publicando folletos con los fundamentos de su idea! El noventa y nueve por ciento de los marxistas no se leyó jamás El Capital. ¡Ese libraco pedante y aburrido! El marxismo sobrevivió gracias a los extractos: a los Nikitín, a los Konstantinov, a los Corín Tellado del folletín ideológico. El marxismo a pulso no se lo tragaba ni la madre de Gorki. Aquí van algunos ingredientes (no todos) con los que se podría conseguir un buen país: DECÁLOGO DE LA PROSPERIDAD 1- Democracia. La democracia plena es un ingrediente fundamental de las sociedades abiertas. La idea de implantar la economía de mercado mediante un “gobierno duro” es un pésimo modelo. Las sociedades más prósperas del planeta son democracias, las más miserables son dictaduras. Las aparentes excepciones confirman la regla. 2- Libertades económicas. Sin una verdadera libertad económica no habrá una verdadera libertad política. Para que exista una real libertad económica deberán cumplirse las siguientes reglas básicas: a) Un sistema jurídico que garantice los derechos de propiedad (incluyendo la propiedad intelectual, por supuesto) y que facilite un ambiente seguro para la realización de transacciones comerciales. Un estado de derecho transparente e igual para todos, alejado de influencias ajenas a la ley. b) Plena libertad para crear y operar una empresa. Un ambiente abierto a los negocios. La menor cantidad de regulaciones posibles. Trámites simples para la obtención de licencias o la eliminación total de requisitos onerosos o que dilaten los procesos de obtención de permisos. A los empresarios se les debe exigir responsabilidad con la seguridad, la sanidad y el medio ambiente pero las regulaciones de seguridad, las sanitarias, ambientales (u otras) deben estar claramente justificadas y no ser abusivas. Una alta carga reguladora desalienta la creación, el mantenimiento y el crecimiento de las empresas, genera además desempleo y funciona como impuestos paralelos. El funcionamiento de una empresa no debe ser costoso. c) Plena libertad de comercio. Interior y exterior. Una política de comercio abierto, sin barreras arancelarias o no arancelarias a las importaciones ni a las exportaciones y sin subsidios a las industrias nacionales. La actividad comercial no debe ser costosa ni dificultosa. d) Libertad de inversión. Mantener una código liberal en cuanto a los flujos de inversión y capital. Igualdad de derechos entre el empresario nacional y el extranjero. e) Bajos impuestos. El exceso de impuestos es tan dañino para la economía como el exceso de regulaciones. El sistema tributario no debe usarse para intentar corregir arbitrariamente desigualdades sociales. No es correcto que se usen las contribuciones como multas. No se debe permitir ningún impuesto al comercio interior. Se recomienda que la tasa máxima de todos los impuestos combinados (directos e indirectos) sea bien baja. Los impuestos corporativos igual. Todos deben ser tratados como iguales ante la ley fiscal. Los impuestos oportunistas al turismo y a las remesas desalientan esas actividades. No es justificable gravar la herencia: eso es un robo porque ese dinero ya tributó con anterioridad. En general, una política de bajos impuestos. resulta estimulante para la economía: a mayores ganancias y transacciones mayor recaudación impositiva por lo que puede decirse que el Estado termina recaudando más con una política de bajos tributos Existen múltiples teorías sobre cual debe ser la tasa impositiva máxima o el mejor método de recaudación; cualquiera que sea la opción escogida lo importante es que tenga en cuenta la evidencia de que una política de impuestos bajos es lo mejor para todos. 3- Gobierno pequeño. Los gobiernos pequeños suelen ser más eficientes que los grandes. El número de funcionarios y empleados públicos debe ser mínimo. Mientras menos ciudadanos dependan del Estado más libre será la sociedad. Las propiedades del Estado deben ser muy pocas; casi ninguna industrial ni de prestación de servicios. El gobierno debe intervenir lo menos posible en la economía. Mientras menos Ministerios (o entidades similares) existan y más pequeños sean, mejor. El Estado debe evitar ser arbitro y parte. La justicia social no se consigue con más intervencionismo estatal sino con más responsabilidad ciudadana. Mientras más amplia es la sociedad civil mayor justicia social y viceversa. Los gastos gubernamentales deben consumir el menor porciento posible del PIB. La “creación” de empleos mediante obras públicas es una receta facilista y está contraindicada en la mayoría de los casos. 4- División de poderes. El poder ejecutivo, el legislativo y el judicial deben ser independientes uno de otros. 5- Una legislación laboral flexible. El código laboral tiene que respetar los derechos de los empleados tanto como el de los empleadores. No puede ser clasista y está obligado a buscar la justicia para todas las partes. La experiencia ha demostrado que una ley laboral flexible y bien equilibrada suele ser un arma eficaz contra el desempleo. 6- Educación. Las sociedades educadas enfrentan mejor los retos de la modernidad. Una buena combinación de educación pública y privada podría ser la mejor opción. 7-Constitución. Una constitución sencilla y funcional cuyo eje central sea la carta de derechos. 8- Ley antimonopolios. Si malos son los monopolios estatales malos son los privados. Pero el secreto está en saber determinar la frontera. Hay que buscar una ley antimonopolios justa y balanceada para impedir que por exceso se convierta en un obstáculo al crecimiento y a la expansión natural de las empresas; y que por defecto atente contra la libre competencia y la igualdad de oportunidades. 9- Libertad monetaria. Una política bancaria y financiera abierta, desregulada, que procure un mercado de valores dinámico y transparente. Las firmas nacionales deben competir en igualdad de condiciones con las extranjeras y viceversa. El estado no debe restringir el acceso del pueblo a los créditos locales o foráneos. Dicho de otro modo: los ciudadanos tienen derecho de acceso universal al crédito. La decisión última de prestar o no, es prerrogativa de cada institución y no del Estado. Es recomendable la libre circulación de todas las monedas extranjeras en igualdad de condiciones con la nacional (en caso de haberla). La inflación es sumamente dañina desde cualquier punto de vista y por lo tanto son contraproducentes las teorías que buscan animar la economía provocando inflación, imprimiendo billetes sin respaldo, haciendo crecer el gasto gubernamental o manteniendo una falsa paridad de la moneda. 10- Abolición del ejército. La sociedad civil es superior a la militarizada. La civilización nace de la primera y no de la segunda. Es imperativo desmilitarizar el país. En consecuencia, la abolición del ejército debería ser una meta a corto o mediano plazo. Aunque no es la fórmula mágica, reduciría drásticamente la posibilidad de un golpe de Estado militar. “La defensa de la patria” no debe seguir siendo un pretexto dictatorial. Sobre esta disyuntiva, vale la respuesta del ex-presidente costarricense y Premio Nobel de La Paz, Oscar Arias: “Nuestra mejor defensa es la indefensión”. Pero abolición del ejército no significa que el Estado no tenga un compromiso con la seguridad interna. Todo lo contrario: un ambiente de seguridad social es clave para el desarrollo de cualquier país. Parte de los descomunales gastos a que conlleva el mantenimiento de un ejército regular serían liberados y podrían destinarse a una fuerza pública profesional, moderna y efectiva. Disuasiva con la delincuencia dentro del respeto a los derechos humanos. Esta fuerza pública debe estar bien vigilada, controlada y supeditada totalmente a los poderes civiles pues se han dado casos, como en el Panamá de Arnulfo Arias Madrid, donde la policía protagonizó golpes de Estado. De todos modos, vale recordar que los militares no son la única fuente de asaltos ilegítimos al poder: las castas políticas también lo son y un fraude electoral, por ejemplo, es un golpe por otras vías. Como ven “no es fácil” . La prosperidad de una nación depende de muchas cosas, pero las reglas básicas están claramente identificadas. Lo que hace falta es la voluntad política para ponerlas en práctica. Aunque faltan muchos detalles el Decálogo de la prosperidad es lo que un desertor del marxismo llamaría la democracia utópica. Sin embargo, estas son ideas avaladas por la praxis, respaldadas por la evidencia. El socialismo, por el contrario, es la negación cotidiana de la evidencia; el más descarado divorcio entre discurso y práctica. Las ideas expresadas en el Decálogo de la prosperidad no son conservadoras, ni neoliberales, ni de derecha, están más allá de los clichés; son en verdad la más hermosa revolución que jamás haya vivido la humanidad: la del cambio de nuestras sociedades por la vía siempre escabrosa de la paz; es el reto más progresista que se haya planteado el hombre: el de la prosperidad de todos respetando los derechos de cada uno; y es la aventura más audaz de la historia porque es la aventura de la libertad. Exilio. Enero 2003 El desarrollo de una sociedad política democrática* POR ARNOLDO A. MULLER Todos sabemos que en Cuba, no solo hace falta derrotar políticamente al régimen totalitario actual, sino también, y sobre todo, fundar y desarrollar una sociedad política democrática, y ambas cosas presentan grandes dificultades. Lo primero ya va durando 45 años de activismo ininterrumpido y aún no se ha podido lograr. Nosotros hemos estado luchando para ese derrocamiento, y seguimos haciéndolo, pero no tenemos la solución a mano. Algunos han expresado que la solución habrá de ser por las razones biológicas que limitan la existencia humana de todos, y por tanto también la del tirano. Nosotros nos oponemos al conformismo de esperar pasivamente hasta que esto ocurra como la única vía posible, y seguiremos luchando por todos los medios a nuestra alcance. Pero se nos ha convocado para lo segundo, que es la fundación y desarrollo de una nueva república democrática. Y hemos de comenzar por decir que nos es posible acostarse con un totalitarismo y amanecer en un democracia. Por el contrario, es sabio y razonable reconocer que el proceso de democratización habrá de ser un período de tiempo más o menos dilatado, y sobre todo, lleno de incógnitas. Y es para descifrar esas incógnitas que nos hemos reunido aquí. Un tirano absoluto, como el que controla a Cuba, somete a cualquier sociedad a una fuerza de gravedad paralizante. El tirano no solo deroga los derechos, sino hasta la lógica y los significados del idioma que no sirvan a sus ambiciones. Con el tiempo, y para disfrazar su despotismo, esos tiranos crean instituciones sin poder real alguno, lo que las hace falsas, pero le sirven de fachada para defender sus intereses. Esto le concede una estructura de dominación que puede ir reparando todas las averías que siempre llega con el tiempo y el devenir social. Así, todo lo que se hace en el país esta regido por las directrices y las decisiones que siempre se esperan de la cúspide del poder. La más audaz es la del “partido único”, que no representa la opinión de parte de la sociedad, lo que justificaría el nombre de “partido” sino solo la inconsulta conveniencia oficial del tirano. Por ello creemos que la estructura del partido único, o Partido Comunista de Cuba, no pueda participar en las gestiones para el restablecimiento de una república democrática. Como es razonable esperar, las estructuras de dominación, que siempre disfrutan de algunos privilegios, desean la permanencia del status quo manifestando un apoyo irrestricto a la voluntad del tirano que los designó, y en el caso de su deceso estén dispuestos a apoyar una solución de continuidad. En el caso cubano se ve muy claramente esta intención por la ofensiva que realiza el régimen para concienciar un continuismo bajo la dirección de Raúl Castro. No es razonable esperar que los que sostienen a la tiranía vayan a hincar cambios en contra de sus privilegios, aunque reconocemos que no es imposible la aparición de agentes honestos dentro de las estructuras de dominación y que estén dispuestos para una transición democrática, pero esto es necesario confirmarlo con su acción en un momento que sea útil, decisivo y oportuno para el cambio. Pero situémonos en el acontecimiento que nos convoca, y que es el del derrocamiento consumado. Como en Cuba, hasta el momento, no se permite el desarrollo de la civilidad y no hay valores cívicos, no se puede contar con que a la hora de un cambio el pueblo se conduzca con disciplina social. Es lógico pensar que la ciudadanía que ha sido reprimida por largos años y carente de todo, produzca desórdenes de todo tipo, y por lo cual se dependerá de un control militar. A este control militar solo se le podrá conceder legitimidad si manifiesta de modo inequívoco, oficial y público su voluntad de servir para una transición hacia la democracia. También se le exigirá la inmediata liberación de todos los prisioneros políticos, así como facilitar el traslado y reunión de todos los opositores reconocidos como tales por el régimen depuesto y de la oposición organizada en el exilio, con el fin de establecer una autoridad civil competente y provisional que defina el marco legal de la provisionalidad, para que programa la regeneración de las instituciones democráticas necesarias para la administración, la legislación y la justicia, así como para la formación de partidos, la convocatoria a elecciones universales, libres y secretas, y la inscripción de candidatos. Sugerimos que esta autoridad civil competente se integre con gente significativa en la lucha, y tanto de la isla como del exilio. Estos pudieran ser miembros de los actuales grupos de opositores encarcelados en la isla, expresos políticos, miembros de la Brigada de Asalto 2506, algún miembro de lato nivel del último gobierno constitucional (si sobrevive), algún experto constitucionalista, algún exmiembro del Consejo Revolucionario Cubano y algún sindicalista destacado. Debemos estar conscientes que nos enfrentamos a una tarea extremadamente difícil: la de elaborar y conseguir el consenso de todos los cubanos para que inicien una nueva marcha colectiva en la dirección democrática. Ello después de 45 años de ofensas, hostilidades separación, enfrentamientos, guerra civil y de vivir medio siglo en mundos diferentes. Sin olvidar que muchos, desde ambas partes del estrecho de la Florida, no aceptan ni están dispuestos para una reconciliación. Sin embargo, es la tarea que nos corresponde, como le ocurrió a otros para la independencia en el siglo XIX; y no tenemos derecho a la renuncia. DENTRO DE LA ISLA: (concienciar a la ciudadanía) • sobre sus derechos humanos • que el discurso del régimen no obedece a su realidad • sobre la necesidad de un cambio • que el régimen no quiere hacer ese cambio necesario • que el régimen los obliga a vivir mintiendo • que nuestra ha sido hermosa y heroica • que somos un solo pueblo FUERA DE LA ISLA: Concienciar a la ciudadanía: que hace falta justicia pero no venganza • que los cubanos de la isla no conocieron la Cuba de ayer • que la Cuba anterior a Castro ya no existe • que hay que trabajar para lograr la mejor Cuba “posible” • que el restablecimiento de la república tiene que hacerse a dúo con los cubanos de la isla. • que la guerra de Cuba no ha sido con otro pais, sino una guerra civil y la nueva república requiere liquidar nuestra guerra civil, y para ello es imprescindible la reconciliación Es necesario trabajar para la convergencia solidaria de personas o grupos del mismo espectro ideológico (social-demócratas, democristianos, liberales, conservadores, etc.) tanto dentro de la isla como en el exilio para fortalecer nuestras acciones, así como que se desarrollen relaciones muy estrechas y de amplia cooperación entre las organizaciones opositoras del exilio con sus semejantes en la isla, porque con ello se hará evidente que nos necesitamos y complementamos mutuamente, porque adquiriremos más madurez política para desempañarnos en el complicado futuro político de la isla, y se comprenderá más fácilmente que se requieren ambas partes para elaborar el futuro de la república. El paso siguiente sería el lograr integrarnos en coaliciones que sumando nuestra pluralidad ideológico nos den un mayor valor político para lograr el objetivo del derrocamiento. Una observación que consideramos útil es que se estudie la forma democrática de evitar la candidatura de simples caudillos o supuestos hombres providenciales sin ideologías ni programas y que sólo aspiren al poder por el poder mismo. Si bien es absurdo que ahora nos aventuremos en concreciones políticas, no es menos cierto que si hay parámetros que deben ser inviolables en nuestro resultado político, como son: • • • • • • la democracia política el Estado de Derecho la plena vigencia de los derechos humanos el respeto a las minorías el reconocimiento de la propiedad privada la economía de mercado Cuba: Las dos transiciones POR ORLANDO GUTIÉRREZ-BORONAT 1. Los partidos políticos no surgen, como muchos erróneamente insisten, de los caprichos o designios de esta ideología o aquella, sino de las tradiciones históricas de las naciones a las que pertenecen. 2. Los partidos políticos son fenómenos nacionales. Se conforman, en primer lugar, por los sistemas de respuesta que generan determinados segmentos de una población ante los retos históricos que enfrenta la nación. 3. Esta reacción inicial ante un reto histórico determinado, después se traduce o se intenta traducir en principios universales y esto le da a todo partido moderno su ideología prioritaria. Sin embargo, es su ideología primaria, su articulación de las respuestas e iniciativas de la sociedad ante cierta coyuntura histórica, la que le da su permanencia y vigencia en la sociedad. 4. Los partidos políticos por ende, son entes modernos, apéndices del nacionalismo surgido en Occidente desde el siglo XVIII, movilizadores de la población en defensa de propuestas de gobierno para la nación, ente territorial-político de nuestros tiempos que en contra de todas las expectativas y las predicciones ha sobrevivido todos los esfuerzos de forjar un nuevo orden mundial que las suprimiera desde los Habsburgos hasta los soviéticos. 5. ¿Cuáles son las ideologías primarias del nacionalismo cubano? ¿Cuáles son las corrientes de respuesta histórica, de Cuba como nación, que surgirán como grandes conglomeraciones políticas en el futuro? 6. Lo que marcado tradicionalmente al nacionalismo cubano ha sido su reacción ante los Estados Unidos. Ante esto me atrevo a proponer que han habido tres respuestas prototípicas: una, la negación absoluta de lo norteamericano, la visión de Cuba como una especie de fortaleza cuyo objetivo es resistir todo lo que sea moderno, anglosajón, democrático y capitalista. Es esta la propuesta de la colonia, de los voluntarios, y la de Fidel Castro y su nacionalismo espartano, su nacionalismo de barracas. Creo que esta vertiente, esta forma de ver a Cuba y los cubanos, sobrevivirá a Castro. Habrá fidelismo sin Fidel. El poder de esta vertiente reinventada como partido político tendrá que ver con el modo de transición. Esta vertiente la denominaremos como castrista o neocastrista. 7. La segunda respuesta ha sido la articulación de una identidad genuinamente cubana, influenciada por lo norteamericano, por el liberalismo, pero a la vez portadora de los valores esenciales de amistad y solidaridad social de la cultura cubana. Esta vertiente ha pasado por etapas de tanto acercamiento como enfrentamiento con los Estados Unidos y creo que se expresa en la continuidad histórica de Martí a los Aútenticos y Ortodoxos, a los movimientos democráticos, cívicos y nacionalistas de nuestra historia. Hoy en día, particularmente en la disidencia cubana esta corriente se manifiesta en la revaloración de la experiencia de las repúblicas democráticas en la historia de Cuba, y particularmente en el apego a la Constitución de 1940. Esta sería la tendencia centristanacional. 8. La tercera respuesta ha sido la reacción tajante al nacionalismo espartano de Castro y el cuestionamiento profundo de toda la construcción de la identidad cubana en cuanto a sus elementos de anti-americanismo y anti-liberalismo y su aparente teleología martiana. Esta vertiente busca sus raíces en la matriz liberal común del pensamiento autonomista, anexionista e independentista, y valora como modelo la Constitución de 1901. Llámemosle a esta vertiente la revisionista. 9. ¿Qué vigencia tendrán estas corrientes en el futuro post castrista de Cuba? ¿En qué partidos políticos se organizarán? Para responder a esto creo que hay que analizar los siguientes factores: primero, el tipo de transición que se dé; segundo, el tipo de modelo electoral que se establezca en el país, y tercero el estilo de acción política que impere en la cultura nacional. 10. Una sucesión o transición-sucesión manejada desde la cúspide actual del castrismo, que surja después de la muerte de Fidel Castro, que sea el resultado de una serie de negociaciones primero entre los neo castristas y los Estados Unidos, y, como consecuencia, con la oposición interna y externa, en la que los cambios políticos y económicos sean graduales y fragmentarios, en que las transformaciones no sean globales sino sectoriales y lentas, resultará en que los actuales dirigentes se conviertan en gerentes, articulen bien una nueva estructura de poder, y creen un nuevo partido que, vestido de demócrata, encarne la esencia del fidelismo, atrayendo a sus filas a los socialistas reformistas aislados en la etapa actual por la terquedad de Castro. Este gran partido será uno de discurso castrista: tercermundista, espartano, un partido de masas cuyos dirigentes en la práctica serán capitalistas e inversionistas, jugadores de bolsa que querrán para Cuba una síntesis tropical del PRI mexicano de los 70 y 80 y del actual modelo chino. Dominarán la burocracia y será imposible gobernar sin ellos. Una variación cubana del peronismo de último día. Este partido encontrará socios en la estructura de poder norteamericana que lo avalen porque ofrece estabilidad y tranquilidad y viene dotado de un discurso lo suficientemente anti-americano como satisfacer la necesidad de auto-flagelación que tiene gran parte del establishment político norteamericano. 11. Una transición que también se proyecte desde arriba hacia abajo, pero que sea pactada como consecuencia de una acertada estrategia de presiones internacionales por parte de Estados Unidos, Europa y los gobiernos verdaderamente democráticos de la América Latina, y la que participe la oposición democrática coordinada interna y externamente, todos como aliados plenos, puede resultar en que sea desmontado parcialmente el aparato de poder burocrático y por ende el poder de los castristas. Esto sería particularmente efectivo si se diera antes de la muerte de Fidel Castro y resultara en su desaparición de la vida pública mientras esté vivo. Yo creo que este escenario favorecería inicialmente a la tendencia revisionista, porque el rechazo tajante al castrismo sería expresado en las urnas para todo lo que huela a lo más anti castrista posible. Las fuerzas revisionistas en realidad constituirían partidos de cuadros, no de masas, porque ni el tiempo, ni las limitaciones del proceso, ni sus mismos prejuicios ideológicos le permitirían constituir partidos de una base social más amplia. Les ocurriría lo que le pasó a muchos demócratas de Europa del Este: tomarían el gobierno pero no el poder. Frente al asalto constante de masas agitadas por el castrismo, los demócratas revisionistas caerían bajo sus propias dudas ante la identidad cubana y su falta de organización social. Bajo este modelo de transición el partido neo-castrista compartiría el poder inicialmente, se reinventaría, entonces pasaría el poder del gobierno a la oposición mientras preserva el poder del Estado; y dependiendo de la calidad de los líderes que surjan en su seno, presentaría un reto formidable a cualquier gobierno opositor, culpándolo de cuanto mal afecte al país, movilizando a las masas y eventualmente pactando con los Estados Unidos para generar un gobierno que cumpla con todas las exigencias de la globalización mientras preserva el lenguaje del tercermundismo. 12. Un modelo de transición que venga de abajo hacia arriba mediante una lucha cívica no violenta que vaya desarticulando el poder del castrismo desde abajo, y junto con una acertada estrategia de presiones internacionales en la que los Estados Unidos, la Unión Europea y los países verdaderamente democráticos de Europa del Este y América Latina sean aliados plenos de la oposición democrática debidamente coordinada, resultaría en el colapso del poder castrista. Esto pudiera ocurrir antes de la muerte de Castro o sobreponerse al hecho. En este esquema la tendencia centrista-nacional podría constituirse tanto en gobierno como en poder, porque los acontecimientos precipitarían que una facción reformista del castrismo se desprenda y pacte con la oposición. La vertiente centrista-nacional se expresaría en una amplia coalición de partidos cuyos signos fundamentales serán lo social cristiano, lo social demócrata, el liberalismo y el nacionalismo democrático. El social cristianismo, los social demócratas y los nacionalistas democráticos en gran medida adoptarían el modelo económico liberal mientras que los liberales se beneficiarían de la base social y capacidad de movilización de las otras tres vertientes para constituir una amplia coalición con un apoyo popular activista. La estrategia neo castrista sería reinventarse como partido socialista democrático e intentar poco a poco minar y desarticular la coalición gobernante mediante una alianza con los sectores más de izquierda y más nacionalistas. 13. Estos escenarios, en cambio, serán afectados, en cuanto a la vigencia de estructuras partidistas, por el modelo de sistema electoral que se desarrolle. Un modelo puramente presidencialista, en el que existan dos cámaras tradicionales electos de forma plurinominal, fortalecería las tendencias autoritarias de la cultura política cubana y resultaría en un mayor poder para el neo castrismo, convertido en una formidable maquinaria electoral. Un modelo puramente parlamentario con una o dos cámaras, dada las realidades de nuestra cultura política, resultaría en gobiernos de muy poca duración incapaces de gobernar al país. Esto fortalecería a largo plazo al neo castrismo y al autoritarismo ya que el pueblo reclamaría un regreso a la estabilidad. Un modelo semi parlamentario, en el que exista un presidente electo directamente, que pueda nombrar a un primer ministro y que sea avalado en lo legislativo por una sola cámara de composición mixta, a lo alemán, fortalecería la democracia. ¿Por qué? Porque estos sistemas tienden a resultar en sistemas partidistas de tres o cuatro partidos, lo cual corresponde a las vertientes nacionales de nuestra política, tiene suficiente pluralidad como para ser representativo y a la vez suficiente estabilidad como para poder gobernar. Le daría firmeza y continuidad a la democracia y fortalecería a corto y largo plazo al centrismo nacional. Por último hay que hablar del estilo político que se desarrolle en la Cuba del futuro: 14. Es un país agotado por el discurso político que le tiene un gran rechazo a todo lo que sea partidos, sindicatos, comités, etc., pero que a la vez sufre de una larga tradición de dependencia del Estado. Hay poco sentido de ciudadanía y de derechos humanos, poca conciencia de la capacidad propia para efectuar cambios, hay una frustración generalizada y un sentimiento de que no se ha vivido plenamente por parte de una población que rápidamente envejece. 15. Por tanto, lo primero que necesitará un partido político es acceso a los medios de comunicación. Y más que acceso a los medios de comunicación, que los medios de comunicación estén en manos de los demócratas y al servicio de la construcción de la democracia. Que la estrategia de comunicación no esté centrada en un intento de redención del pasado, sino en una vibrante proyección hacia el futuro. 16. ¿Por qué? Porque la clave del éxito de los partidos democráticos radicará en la movilización de los jóvenes. Vean los ejemplos de Hungría, República Checa, Alemania del Este, Serbia, Chile y México. Fueron los jóvenes los que mejor interpretaron los deseos de la población y los que sirvieron de enlace entre estos deseos y las aspiraciones de los liderazgos intelectuales y políticos. A la juventud hay que motivarla con un mensaje de futuro, con alegría, con confianza y fe. No hay que buscar a todos los jóvenes pero sí a la mayor cantidad de jóvenes idealistas. 17. Para atraerlos está clara la estrategia de comunicaciones. Para mantenerlos dentro de las filas partidistas hace falta algo mucho más profundo: el ejemplo. Una ética de liderazgo que ponga la patria por encima de las instituciones, las instituciones por encima de los intereses personales, y la cultura y el comportamiento democrático por arriba del caudillismo. Una ética de liderazgo de compromiso, de sustancia, no de protagonismo y envidia, que tenga como objetivo no adueñarse del poder sino redefinirlo desde la libertad. 18. Hará falta en el país definir una cultura de servicio. El cubano no quiere partidos y políticos que luzcan y hablen bien. Quiere políticos y partidos que resuelvan. Y no cuando sean electos, desde el poder, sino desde el mismo instante de su existencia política. Los partidos tienen que ir de ser maquinarias electorales a convertirse en instituciones de voluntariado y servicio público que tengan como prioridad en sus actividades reconstruir la sociedad, construir la democracia, velar por las necesidades del barrio y el municipio. El partido que no logre movilizar a los jóvenes para esta labor social y política no forjará líderes, no tendrá presencia social, y desaparecerá. 19. Bajo ninguno de los escenarios arriba expuestos desaparecerá el fenómeno de la sociedad civil en Cuba. Ha despertado bajo el castrismo y no se frenará bajo la democracia, no importa lo imperfecta que esta sea. Los cubanos se agruparán individual y libremente para defender sus derechos e intereses, realizar sus anhelos, profundizar en sus afectos y servir a su entorno. Tendrá esta sociedad civil un profundo recelo ante el poder, velará para que este no se extralimite. Y todo esto es bueno. Los partidos políticos cubanos tienen que abandonar la tradición leninista de someter a la sociedad civil para contemplarse como co-protagonistas de la vida pública con la misma, cada uno en su rol. Tendremos que ir de relaciones de dependencia a relaciones de solidaridad. Los partidos políticos dotarán, en el mejor de los casos, de rigor a la vida pública, y la sociedad civil la inyectará de democracia. Los partidos que rijan la democracia tendrán que ser democráticos internamente, al igual que la sociedad civil. Todo esto y mucho más es lo que conlleva ir de una definición suprapolítica de la nación a una fundamentada en la pluralidad natural de la política. El ICAIC por dentro El film PM y la censura en Cuba POR ORLANDO JIMÉNEZ LEAL A partir de 1959, el ICAIC (Instituto Cubano del Arte y de la Industria Cinematográficas) y elsuplemento literario del periódico Revolución (Lunes), y su director Guillermo Cabrera Infante, representaban dos posiciones encontradas en la cultura cubana. En el Instituto de cine los estalinistas habían logrado apoderarse de los puestos de mando: Alfredo Guevara, Julio García Espinosa, Santiago Álvarez, ya estaban decididos a convertir ese organismo en un aparato de propaganda ideológica; mientras que en Lunes, individuos de diversos matices ideológicos, que comparten aún el entusiasmo por la Revolución, defienden su vertiente más liberal: especialmente la libertad de expresión artística, ajena a cualquier tipo de censura. Cuando en marzo del 59 se crea el ICAIC los estalinistas ya me han clasificado entre los enemigos. Al gravitar, naturalmente, hacia Lunes no hago más que contribuir (sin saberlo) a acelerar a su desaparición que ya ha sido secretamente decretada por el poder. Todavía creía entonces, que la revolución se podía cambiar desde adentro, que “la Historia”, como decía Trosky, “no se podía parar con una pistola”, hasta que me di cuenta que aquello era un proceso irreversible, que desde el principio existió un proyecto totalitario y dogmático. Hubo un momento en el año 59 en el que había un diálogo, donde todo el mundo decía lo que quería, todo el mundo exponía sus ideas; pero, poco a poco ese diálogo gigantesco se convirtió en un monólogo, hasta que todas las voces se convirtieron en una sola voz, hasta que todo el mundo empezó a hablar como Fidel Castro, y a actuar como Fidel Castro, y a imitar a Fidel Castro, al extremo de que hasta el propio Fidel Castro llegó a imitar a Fidel Castro. Una de esas grotescas imitaciones ocasionó mi primer encontronazo con el poder revolucionario: una noche me encontraba en uno de los balcones del Palacio Presidencial filmando un discurso del presidente Dorticós. Yo estaba exactamente detrás de él y frente a la multitud cuando descubro que Dorticós, con las manos en la espalda, imitaba los ademanes que hacía Castro cuando hablaba en público. Inconscientemente comencé a filmar las manos de Dorticós. De repente, dos guardias me levantaron en peso y me llevaron a un despacho en el primer piso del Palacio, donde me confiscaron la cámara, velaron en mi presencia la películas y me mantuvieron detenido hasta que intervino el director del noticiero para el que yo trabajaba. Nunca más se me permitiría volver al Palacio. En los primeros meses de 1961 el clima político del país se hace cada vez más tenso. Castro anuncia que la invasión esta a la vuelta de la esquina. Cuba entra en un permanente estado de guerra. Todas las estaciones de radio y televisión se ponen en cadena, curiosamente llamada “la cadena de la libertad”. Cesan todos los programas culturales, sólo transmiten programas patrióticos y noticieros heroicos. Es en ese momento de alerta general cuando empiezo a colaborar en el noticiero del canal 2 de televisión, y es ahí cuando su director me pide que salga a la calle y le traiga un reportaje de como se prepara La Habana para la invasión anunciada. Al día siguiente le traje un reportaje de cuatro minutos donde establecía un paralelo entre los milicianos que instalaban los cañones en el Malecón y la gente que se divertía y bailaba en los bares. Era el carácter del cubano que trataba de reconciliar a toda costa su “responsabilidad Histórica” con la rumba. Recuerdo que, en respuesta a la consigna oficial de Castro de “Patria o muerte”, le oí decir a una mulata una noche en un bar mientras se contoneaba: ”¿por qué no Patria o lesiones leves”? Para mi sorpresa, al otro día el director del noticiero me dice que no puede transmitir ese corto porque es conflictivo. El mismo lo censura. En ese momento me sentí contrariado, pero pensé que se trataba de un estado de emergencia temporal. Lo que no sospechaba es que Cuba iba a estar en estado de “emergencia temporal” toda la vida. Entonces tomé el reportaje y se lo enseñe a Sabá Cabrera, el hermano de Cabrera Infante, y le propuse que hiciéramos un corto que no fuera político, sino simple poema a la noche. Se llamaría Pasado Meridiano o, más sencillamente, P.M. Pero no había en ello el menor sentido de provocación, ni pensamos por un momento que pudiera tener carácter subversivo. Creíamos que toda manifestación artística era por definición revolucionaria. ¿Cómo, entonces, una peliculita podía provocar a nadie? Nos influía la escuela del documental ingles (free-cinema) y el cinema verité. Habíamos visto una película fabulosa de los hermanos Maysles llamada Primary, sobre Kennedy y las elecciones primarias del Partido Demócrata en EE.UU. Pero sin duda lo que más influyó fue un documental de Néstor Almendros que se llamaba 58-59. Néstor había regresado a La Habana después del triunfo de la revolución, y su film, hecho modestamente en Times Square durante la celebración del fin de año del 58, fue una gran inspiración para nosotros. Yo diría que PM. Se inspiró en 58-59. Sabá tomó la idea con entusiasmo y empezamos a filmar. Nos fuimos durante dos o tres fines de semana con una camarita Bolex de 16mm y unos cuantos rollos de películas que compramos en bolsa negra (ya que para entonces el ICAIC monopolizaba la importación de película virgen), lo filmamos todo en dos o tres noches, porque a esos lugares ya habíamos ido muchas veces: los bares del muelle de luz, de la playa de Marianao, el famoso Chori, donde uno podía encontrarse, lo mismo a Marlon Brando que a Ava Garner . El sonido lo hicimos con una vieja grabadora que conectábamos en cada lugar donde llegábamos y usábamos luz ambiente sin ningún tipo de artificio. P.M. era un planteamiento de rebeldía, incluso el titulo P.M. diseñado por el pintor Raúl Martínez, lo insertamos de cabeza, de pie y de lado dentro del academy leader del film como una especie de ironía en contra del academicismo del ICAIC. En esa época, los realizadores del ICAIC hacían películas neorrealistas con técnicas de Hollywood porque todavía no se había inventado la teoría del “cine imperfecto” de García Espinoza. La película se exhibió en el programa que el suplemento literario_Lunes_tenía en televisión y a nadie se le ocurrió decir que era contrarrevolucionaria. El problema empezó realmente cuando decidimos exhibirla en los cines. Hasta ese momento funcionaba una Comisión Revisora de Películas, creada antes de la revolución, que se ocupaba de censurar las películas de estreno, sobre todo por razones morales; pero que nunca se había extendido a los documentales ni a los noticieros. Sin embargo, había una formalidad que era necesario cumplir. El ICAIC ya había establecido el precedente de que no se podía exhibir nada sin antes contar con ellos. Fui al Instituto de Cine, llené unas planillas delante de un funcionario y se las devolví con una copia del film. Me dijo que llamara en una semana. Cuando llamé, el mismo funcionario me dijo: “ha sucedido una cosa muy grave, le paso a Rodríguez Alemán”. Alemán, crítico de cine devenido censor, me dijo que la película no sólo estaba prohibida sino también confiscada y que “se me informaría formalmente de esta decisión tomada por el gobierno revolucionario. Me quede completamente atónito; pero me repuse y le pregunté: si el ICAIC era la KGB o la Gestapo y si, en vez de producir películas, se dedicaba a confiscarlas. Néstor Almendros, que trabajaba conmigo en el mismo canal de TV donde se producía “Lunes”, no lo podía creer lo que estaba oyendo y me pidió que le pasara el teléfono para hablar con Rodríguez Alemán, con quien sostiene una discusión bastante fuerte. A partir de entonces, la tensión que existía entre el ICAIC y el grupo de Lunes se hace más tirante. Todo este grupo nos respaldó frente a la prohibición oficial, y también la mayoría de los escritores y artistas cubanos que reaccionaban visceralmente ante lo que percibían como un precedente peligroso contra la libertad de expresión. Nosotros hemos presentado la película a la censura el 12 de mayo. Es decir, esto ocurre en el momento en que Castro se declara oficialmente marxista-leninista y justo después de la expedición de Bahía de Cochinos. Es decir, los comunistas actúan ya abiertamente como dueños absolutos del poder (ya se había confiscado los sindicatos, los periódicos, las estaciones de televisión; ya muchos de los combatientes revolucionarios que habían luchado con Castro para derrochar a Batista, estaban fusilados, en la cárcel o en el exilio; ya funcionaba con eficacia el aparato del terror. El sueno había terminado. El totalitarismo ya estaba sobre nosotros). Tampoco éramos inocentes. Habíamos leído a Milocz y a Köestler, y conocíamos las atrocidades del socialismo real; no obstante, creíamos que P.M. contaba con el respaldo del periódico Revolución que, a su vez representaba al Movimiento 26 de Julio, organización no comunista que todavía entonces era una fuerza de mucho prestigio entre los viejos revolucionarios. Pero, de pronto, se nos hizo evidente que P.M. no era más que una excusa, y que luego seguirían medidas aún más drásticas que, en último término, estaban dirigida a liquidar el semanario Lunes, y el propio periódico Revolución. Después de todo esto no fue más que una suerte de ensayo para lo que años después sería el escándalo Caso Padilla cuando arrestaron a Heberto, como resultado de su libro Fuera del juego, le humillaron y le golpearon con una novela que estaba escribiendo en la cabeza. Es entonces cuando Carlos Franqui, como director del periódico revolución y Guillermo Cabrera Infante, director de Lunes, se comunican con Alfredo Guevara; sobre todo para saber el por que la película se había prohibido. Esta gestión se intenta hacer antes de que el incidente se haga público y agudice aún mas el conflicto entre ICAIC, es decir, los comunistas, y la gente de Lunes; pero Alfredo Guevara no hace más que repetir las mismas consignas que antes ha dicho Rodríguez Alemán, por lo cual supimos que no eran de Rodríguez Alemán esas consignas: que la película ”ofrecía una versión distorsionada de lo cubano”, que” no representaba en esos momentos al pueblo de Cuba”. etc. Este clima coincide con un Congreso de Intelectuales, Escritores y Artistas que iba a celebrarse en Cuba presidido por Nicolás Guillén. Estamos, pues frente a un estado omnipotente, y los artistas, los pintores, los escritores se alarman, se sienten seriamente amenazados y en consecuencia, se produce un revuelo muy grande, una abierta ola de descontento. Los comunistas del ICAIC, con intención de aplacar los ánimos y, al mismo tiempo, de identificar “al enemigo”, organizan una exhibición publica de P.M. en la sede de Casa de las Américas, presidida por Nicolás Guillén y Julio García Espinoza. Al final de la proyección, el film es tímidamente aplaudido, pero luego se van añadiendo aplausos, hasta que poco a poco se convierte en una ovación cerrada. Hay gritos y el público pide que se ponga de nuevo. Se exhibe otra vez y, ahora termina con una ovación de pie. Se da paso a las deliberaciones y, poco a poco, comienzan a surgir las dudad, los miedos que tienen los escritores que ven en P.M. el ejemplo de lo que podría pasarle a su obra. La reunión se prolonga por 17 horas, sin que pueda llegarse a ningún acuerdo. Viendo que no conseguían un consenso, los stalinistas se hacen más agresivos: Mirta Aguirre, crítica de cine del periódico comunista Hoy, advierte que “así mismo empezó la contrarrevolución en Hungría, por los intelectuales”, (todo el mundo sabia que hacia referencia clara al grupo Petoffi, que más tarde inspiraría el levantamiento de Nagy, todo el mundo sabía perfectamente lo que en aquel momento significaba ser acusado de contrarrevolucionario). En medio de esa discusión, se oyeron los gritos de Néstor Almendros que arrebató el micrófono y acuso a los censores de estalinistas, y les advirtió que lo mismo le habían hecho a Eisenstein en la Unión Soviética al prohibirle Iván el Terrible. Nosotros optamos por terminar la reunión, y plantear estos problemas en el Congreso de Escritores y Artistas próximo a celebrarse; pero, al día siguiente, el periódico Hoy, órgano oficial del partido, publica el decreto oficial de la prohibición de la película, que decía que nosotros habíamos aprobado por unanimidad la censura de P.M. Ante esta grosera manipulación le enviamos una carta de protesta a Nicolás Guillén y le pedimos una reunión urgente, y esto da lugar a que el propio Fidel Castro suspenda el Congreso de Intelectuales y Artistas y nos convoque a una reunión en la Biblioteca Nacional. Para él esta discusión, (como sospecho que él secretamente quería) había trascendido los límites de la cultura, ya era un problema de Estado. Durante tres viernes consecutivos nos reunimos con Castro, el Presidente Dorticós; Armando Hart, Ministro de Educación; y Carlos Rafael Rodríguez, Secretario General del Partido. En realidad, aquello no fue más que una santificación de lo que ya había hecho el ICAIC, y una manera de respaldar todo lo que había pasado anteriormente en Casa de las Américas. Fue en esas reuniones en que la política cultural del régimen castrista se define y articula. El ambiente era de franca intimidación. Allí hubo planeamientos de una valentía tremenda, como la del teatrista Virgilio Piñera que dirigiéndose a Castro de una manera tajante, pero delicada, se atrevió a exponer un sentimiento que estaba en el ánimo de todos: “Comandante, yo tengo miedo, por eso quiero saber si en Cuba hay libertad o no”...pregunta que después pago cara. O la de Heberto Padilla que, en respuesta a un comentario de Carlos Rafael Rodríguez cuando aseguraba que T.S. Eliot “jamás se va a publicar en Cuba, porque necesita muchas notas para entenderlo” le dijo desafiante: ”generoso que es Eliot con usted Carlos Rafael...Eliot es muy generoso”. Finalmente, Fidel Castro en su interminable pero famoso discurso “Palabras a los intelectuales” dijo: “aquí todos han sido muy eruditos y yo he tenido mucha paciencia”. Con la misma, se compadeció de los realizadores de la película y no sólo ratificó la prohibición de P.M. sino que sacralizó la censura y la autocensura con una frase:”dentro de la revolución todo, fuera de la revolución, nada”. Recuerdo que esa ultima reunión terminó después de medianoche. Eran casi las dos de la mañana cuando salimos de la Biblioteca Nacional. A esa hora un grupo de los de Lunes nos fuimos hasta la redacción del suplemento que funcionaba en un amplio salón. Movido por una inspiración súbita, Cabrera Infante comenzó a quitar fotos, carteles y recortes que decoraban el tramo de pared contigua a su escritorio. “Esto ya se acabó”, nos dijo convencido. Para muchos de nosotros comenzaba el duro oficio del exilio. La literatura en los tiempos finales del comunismo La soledad de un escritor dentro de Cuba. (Esta ponencia reúne fragmentos del libro Espacio Vacío, Betania 2003.) POR DANIEL IGLESIAS KENNEDY. Un libro puede cambiar la vida de una persona. A mí me ocurrió cuando un compañero de clase me prestó El guardián entre el centeno de Salinger. Leí la novela y me dije: “Esto mismo es lo que yo quiero hacer.” La primera lección fue tan sencilla que no dudé en asimilarla: Para que el acto de escribir una novela sea entretenido, el autor debería identificarse con su protagonista. Y repito el consejo que algunos años después me dio el poeta canadiense Irving Layton a quien yo le había preguntado el secreto del éxito conseguido por un escritor que había sido denostado en su país y reconocido por otros que no dudaron en nominarlo para el Premio Nobel de Literatura. Layton dijo: “La mejor escritura es la que ofrece una visión desconcertante desde una posición de fuerza. Aspira a eso, cuenta las cosas como son y di la verdad.” Pero, ¿qué escritor en Cuba disfrutaba de una posición de fuerza? ¿Quién se atrevía a desconcertar, a decir la verdad? Yo jamás entendí por qué mi padre se empeñaba en que yo leyera unos libros que contaban cómo los héroes de Stalingrado le habían pegado la gran paliza a los nazis. Yo no era Iván Ivánovich, sino Holden Caulfield. Cuanto más devoraba las páginas de El guardián entre el centeno, más me convencía de que Holden y yo estábamos recorriendo caminos paralelos para llegar a ninguna parte. Habíamos estudiado en colegios aburridos, con compañeros que habían descubierto en la delación los beneficios de hacer méritos, y con profesores tan escasos de ideas que sus clases producían hastío. Nuestras primeras indagaciones sexuales habían sido muy poco satisfactorias. A los dos nos daba pánico enfrentarnos a nuestros padres pues su presencia nos hacía sentir culpables de delitos que naturalmente no habíamos cometido. Mi primera novela, Esta tarde se pone el sol, la escribí a los veintidós años. Y contaba la historia de un muchacho que se sentía ajeno al medio escolar y familiar, marginado por su conducta individualista y en ocasiones extravagante, harto de convivir con gente que no toleraba las aficiones de un adolescente. Una sociedad que le había impuesto unas expectativas que él no estaba por la labor de cumplimentar. Yo aún no podía imaginar que la ingenuidad se pagaba a un precio tan elevado. Decidí enviar la novela a un concurso, una osadía que me costó la expulsión de la Universidad y mi inclusión en la lista de autores impublicables en Cuba. Yo debía ocultar una vocación de hereje para pretender que algunas frases como las que cito a continuación pasaran con impunidad ante los ojos de la censura: Me proclamé como un intruso y desvelé mi convencimiento de que el mundo era un invento absurdo y carecía de sentido, que era un lugar implacablemente hostil. Mi postura hacia los sentimientos patrióticos, al igual que hacia la fe religiosa, había sido siempre de respetuosa indiferencia. Le confesé a mi amiga que la libertad consistía en la capacidad que podía tener una persona de eludir compromisos. Yo quería formar parte de esa élite que había sabido captar la falta de sentido de la vida, esa absurdidad fundamental, pues continuamente me exigían algo de lo que yo siempre había carecido: espíritu de sacrificio. La comisión que analizó la novela estuvo presidida por Roberto Fernández Retamar, a quien nadie le pidió nunca que justificara dónde había hallado la inspiración para escribir aquellos versos de “Nosotros los sobrevivientes, a quiénes debemos la sobrevida.” Porque el Sargento, como le llamó Neruda, jamás tuvo necesidad de sobrevivir a nada peligroso. Retamar encontró en el libro pruebas para acusarme de ser un elemento conflictivo que actuaba en contubernio con agentes extranjeros. La comisión estaba integrada por el doctor Oscar García, vicerrector de la Universidad de La Habana y posterior embajador de Cuba en España; Juan José Guevara, decano de la Facultad de Humanidades, posición que alcanzó debido al único mérito de ser el hermano de Alfredo Guevara, un amigo de Fidel Castro que promovió el cine revolucionario cubano, y Nuria Nuiri, una profesora de Literatura que no había leído muchos libros y que llegó a acusarme de pervertido por haber escrito una novela pornográfica. Yo estaba convencido de una sola cosa: me había metido en un buen lío. Una semana antes, me habían llamado para pedirme que me presentara en la Casa de las Américas donde me recibió el pintor Mariano Rodríguez, quien me informó que existía un “prejurado” que valoraba políticamente las obras presentadas al Concurso, antes de pasarlas al jurado internacional. Mi novela había sido descartada. Según Mariano, no era ese tipo de juventud la que la Revolución deseaba promocionar. Mis personajes no eran representativos. Le pedí al funcionario que me aclarara qué entendía él por representativo. El hombre no estaba con ánimos de enfrentarse a una discusión dialéctica con un buscador de problemas. Simplemente dijo que el protagonista de la novela transmitía un aliento de desencanto, que la historia no era edificante, sino un proceso de distanciamiento y ruptura de un adolescente antagónico con la realidad revolucionaria de su país. Gran error de Mariano que no había entendido nada. Claro que no se lo confesé; pero, ¿de qué iba a desilusionarse alguien que nunca estuvo ilusionado? La comisión me citó a una reunión que duró más de tres horas, donde Retamar y el doctor García me presionaron para que yo reconociera frente a una grabadora mis intenciones alevosas, cuando decidí visitar a un jurado chileno, Ariel Dorfman, a quien yo le había pedido su opinión acerca del libro y él me había respondido que no lo había leído, que le interesaba muchísimo el tema, pero que esa novela no había pasado por sus manos. Retamar insistía en que yo confesara mi propósito de provocar un escándalo que perjudicaría la imagen de las instituciones culturales de la Revolución. Yo me negué. Tampoco me retracté ni acepté su criterio de que mis personajes no eran representativos de la juventud cubana. Aseguré que ésos eran los jóvenes que yo siempre había conocido y que jamás había coincidido con nadie que reuniese las cualidades del Che Guevara. Por aquella época, como afirmaba el protagonista de mi novela, “yo no conocía ninguna causa ni proyecto por los cuales yo hubiera querido luchar con nobleza ni vivir con humildad.” Respondí a sus preguntas, con una mueca de rabia y orgullo que desestabilizó a la comisión que esperaba una llorosa confesión de culpabilidad y un ruego de indulgencia. El futuro embajador cubano en España me despidió con una frase lapidaria: “Contigo es imposible ponerse de acuerdo.” Fidel Castro había dado la orden de crear un departamento dentro de la Dirección Política del Ministerio del Interior dedicado exclusivamente a vigilar a los intelectuales. No fue una decisión disparatada. El Líder cubano sabía que la devoción que él mismo había exigido hacia su persona había desarrollado el arte de la simulación: un sentido de la defensa para evitar las provocaciones dirigidas a descubrir los sentimientos verdaderos. Fidel desconfiaba de unos individuos que él percibía como débiles, escurridizos, indefinibles, aficionados a la duda y a la especulación, que se movían en un terreno en el cual el Jefe de la Revolución se sentía incómodo. Fidel no estaba preparado para discurrir hipótesis intangibles ni para vibrar ante una imagen bella. Lo suyo era la táctica, la inmediatez de una batalla. La disposición para apretar un gatillo o espetarle al interlocutor su frase predilecta de que esto hay que hacerlo así, a mi manera; porque si no, te parto el cuello. Nada más alejado del ideal de un artista. Y el menester de sobrevivir a la asfixia cotidiana los había vuelto cautos e introvertidos. La incertidumbre permanecía alrededor de unos escritores que manifestaban su compromiso con la Revolución, pero que escondían otra sensibilidad que la Seguridad cubana deseaba descubrir. Indicios de interés se detectaban, por ejemplo, en aquellas personas que gustaban de leer las obras de los autores que habían firmado junto con Sartre la carta de repulsa a Fidel por los métodos utilizados contra Heberto Padilla. O que defendían la calidad de los escritores disidentes rusos. El Mando no distinguía entre la mediocridad y el talento. Cualquiera que se adjudicase el nombre de escritor, era un candidato a recibir “atención” por parte de la Seguridad. Aplicando la nueva moral que consideraba la delación como un valor en alza en la escala del mérito revolucionario, se reclutó a un número de informantes entre los escritores y artistas cuya misión era la de entregar a los oficiales operativos reseñas periódicas acerca de la actitud, comportamiento, expresiones espontáneas, y otros detalles de la vida privada de sus compañeros. Cada intelectual cubano tenía un expediente en los archivos del Departamento donde se almacenaba la información procedente de las universidades donde había estudiado, de sus centros de trabajo, de los vecinos del barrio, de sus lugares habituales de reunión y esparcimiento. Fidel Castro había contemplado con irritación cómo los mecanismos de control que debían funcionar dentro del Consejo Nacional de Cultura habían sido incapaces de paralizar la difusión del libro Fuera del Juego, escrito por Heberto Padilla y premiado por la UNEAC, y ordenó a la Seguridad del Estado tomar las riendas. Se trataba de impulsar las obras que se adecuaran a los postulados ideológicos del régimen y descartar cualquier posibilidad de promoción de los escritores y artistas que no convenían a los intereses de la Revolución. Se crearon comisiones de lectura, como la que inspeccionó mi novela Esta tarde se pone el sol. El propósito era detectar a tiempo las obras que mostraran síntomas de desviacionismo para impedir que llegaran a manos del jurado internacional. El Departamento investigaba los antecedentes políticos de los intelectuales propuestos para integrar delegaciones que viajaban al extranjero y buscar indicios que indujesen a sospechar que el aspirante podría aprovechar el viaje para desertar y hacer declaraciones en contra de la Revolución. Los escritores y artistas estaban obligados a mostrar una adhesión incondicional si aspiraban a poner un pie en el avión y participar de una alegre gira por Méjico o España. En poco tiempo, y utilizando el sistema infalible de impulsar a los fieles y excluir a los dudosos, se consolidó una maquinaria de control interno que redujo al mínimo la posibilidad de una disensión dentro de la línea trazada por el Comandante. Fue entonces cuando al Departamento se le encomendó una tarea más delicada y profesional: extender sus tentáculos al extranjero. Como ejemplo del éxito alcanzado por los muchachos del Departamento de Atención a Intelectuales, contaré una anécdota que servirá de preámbulo a la descripción de una maniobra que puedo calificar como el logro más ambicioso que se anotó la Seguridad cubana en un pugilato ideológico que amenaza con extenderse más allá de la duración del régimen. Emplearé un comentario despreciativo que pronunció un cantante español invitado a participar en el Festival de la Canción de Varadero. En 1982, Carlos Cano era un desconocido para la audiencia cubana. Llegó sin bombo ni platillo a la península y lo alojaron en el hotel Siboney. Su actuación pasó inadvertida. La noche posterior a su turno en el Festival, Cano se aisló en un discreto rincón del bar. Probablemente buscaba en el fondo de una botella de Carta Blanca la explicación al desinterés con que el público lo había recibido y despedido; un público mayoritariamente joven que deseaba que el tal Cano se largara con sus lamentos aburridos y dejara paso al obeso cantante de un grupo italiano de rock duro llamado Banco Mutuo Socorro, el más aplaudido por el personal. Yo trabajaba entonces como Representante de Cubatur en el Siboney, y sentí lástima por un huésped que había cruzado el Atlántico para recibir un jarro de agua fría. Yo también había tenido un día complicado y necesitaba desahogo, alguien con quien compartir la hartura de trabajar en una fábrica de problemas como era Cubatur, y soportar los regaños de unos turistas impertinentes que, para mi desgracia, tenían razón. Creí que el hombre, hundido en su depresión, estaría dispuesto a asimilar mi descarga y despotricar de un país que le había dispensado una gélida acogida. Pero me equivoqué. Cano rebatió cada uno de mis argumentos acerca de la rigidez religiosa del sistema comunista. Agotado por la impenetrabilidad de un individuo con un oído inexpugnable, le dije: -Oye. Y si tanto te gusta esto, ¿por qué no te quedas a vivir aquí? -¿Qué dices? -se alarmó el cantautor. -¿Por qué no te cambias por mi? No me importaría morirme de nostalgia, tragando vino y jamón del bueno en alguna tasca de Salamanca. Una propuesta a la que Cano respondió con convicción: -Mis hábitos europeos no me permitirían vivir en Cuba. Pero, para los cubanos, la Revolución me parece un proceso muy correcto. Me sentí como un insecto, un ocupante de la escala inferior de la cadena alimenticia. Yo era un individuo que no tenía derecho a ser libre por carecer de “hábitos europeos”. Me despedí de Cano y lo dejé reflexionando a solas sobre su fracaso en el Festival de Varadero. La misión primordial del Departamento era puramente cosmética: lavar la cara del castrismo y reclutar adeptos entre personajes cercanos a los medios de comunicación, dispuestos a defender y justificar el disparate cubano. Fidel tuvo el cuidado de seleccionar a sus acólitos entre el personal más propenso a prestarse para una campaña publicitaria. Gente que coqueteaba con la frustración y con muchas ganas de hablar, de que les vieran y que contaran con ellos, de que el público se enterase de que existían. Al tren se encaramaron periodistas a quienes sólo conocían los lectores de la penúltima página de algún diario de provincia, poetas y cuenta-cuentos a quienes la Casa de las Américas ofreció la oportunidad de publicarles su primer libro y luego invitarles como jurados del Premio Casa; pintores de Hispanoamérica que empezaron a exponer en alguna galería del Vedado; cantautores a quienes Cuba ofrecía sus festivales como trampolín, porque allá en sus países no recibían ofertas de las empresas discográficas; profesores de algún colegio en Extremadura que aspiraban a soltar la tiza y meterse en política; actores desocupados y con deseos de destacar; directores de cine sin posibilidades de hacer nada concreto, y a quienes la industria del cine cubano brindaba la oportunidad de rodar un documental. El infortunio profesional era la materia prima favorita, escogida por los oficiales del Departamento para modelar lo que llamaron “personalidades representativas de la cultura”; unos chicos preparados para defender las aspiraciones de la clase obrera, sin acordarse de que estos muchachos jamás habían efectuado un ejercicio fatigoso, como no fuese el intento por levantar un bocadillo o la bota de vino. La popularidad que algunos de estos personajes disfrutó en su posterior actividad artística o literaria se lo debe al empujón con que Cuba les ayudó a subir el peldaño y salir del anonimato. Un favor que sin duda supieron agradecer. Hubo festivales para invitar a artistas y escritores a que visitaran Cuba. Un funcionario espabilado como Retamar inventó un espectáculo al que llamó Comisión Permanente de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos, una actividad auspiciada por la Casa de las Américas que tenía como propósito obtener el espaldarazo publicitario de los delegados. Fidel quería recuperar la imagen que su régimen había proyectado a principios de los 60, y aumentar la nómina de promotores que había disminuido después del encierro a Padilla. Nada mejor que traerles a Cuba y darles un paseo por el Paraíso. Tan pronto se anunciaba la visita de un invitado del Gobierno, la movilización era inmediata, ya fuese en la fábrica, la escuela o el hospital seleccionado para el circuito. Las organizaciones de masas se encargaban de propiciar un ambiente de calor humano. Un ojo prudente se daría cuenta del esfuerzo que realizaban los trabajadores, estudiantes o enfermos para participar de la comedia, vigilados de cerca por los listeros que controlaban la asistencia y por los integrantes de las comisiones de embullo que armaban la algarabía y animaban a los indiferentes para que exteriorizasen su júbilo. El tour terminaba con una breve estancia en Varadero, en una de las mansiones situadas en el área restringida de Protocolo, más una noche de parranda en un cabaret y una suculenta cena de despedida. El invitado regresaba a su país, intoxicado de propaganda revolucionaria y sin tener ni puñetera idea de cómo se vivía en Cuba ni de las cosas que ocurrían. La desinformación que recibían estos escritores y artistas empezaba a dar sus frutos entre una tropa de panelistas televisivos que habían suprimido de sus juicios las más elementales medidas de precaución. Un niño observa a un cocodrilo y se asusta. Un intelectual progresista comprometido con la clase obrera se empeñará en persuadirnos de que el cocodrilo es un animal doméstico. Los turistas de Fidel no eran amigos de Cuba; eran cómplices. Ignoraban el sentido común, practicaban el fariseísmo, elaboraban sorprendentes hipótesis sociales para justificar su postura junto a un régimen dentro del cual a ellos les resultaría imposible sobrevivir. Estos señores que se disfrazan de obreros para engordar sus cuentas bancarias, y cuya mayor aventura ha sido la de participar en un combate con una botella de Soberano en una taberna andaluza o liquidar un chuletón de kilo y medio de peso en un amable txoco del País Vasco, se creen con el derecho histórico a viajar a Cuba para decirle a un sufrido cubano que trague en seco y aguante, que el tiempo le dará la razón. Que sus camaradas europeos le envían un abrazo solidario. Pero que por nada del mundo se le ocurra disentir ni estropearles el sueño, que de eso viven. Es como pedirle a un muerto que no se atreva a escapar de esa cosa que llaman el Cielo, porque hay mucha gente que siente la necesidad de seguir creyendo en Dios. El experimento cubano no requiere de un análisis lógico. Mientras más absurdo sea, más ferviente será la fe que inspira. Había otra tarea que el Departamento debía cumplir con celeridad: desacreditar y acabar silenciando a una cofradía de intelectuales cubanos que residían en Europa y que habían empezado a hacer mucho ruido. Los objetivos ideológicos publicitarios ocuparon la imaginación de los oficiales de la Seguridad. El equipo había elaborado un plan de choque para torpedear el trabajo de los editores que estropeaban el maquillaje del castrismo. La publicación en España de libros escritos por opositores al régimen, encarcelados por sus ideas políticas, algunos con el sello de la Editorial Playor, colocó al editor y periodista Carlos Alberto Montaner en el punto de mira. El Departamento había previsto infiltrar a un agente dentro del círculo de Montaner y empezar a reunir la información necesaria para descalificar al objetivo. Interesaba descubrir qué organización se las arreglaba para que un libro escrito en el Combinado del Este acabase encima del escritorio de Montaner. Con qué cómplices contaba dentro de las prisiones. Qué embajadas, agencias turísticas o de prensa, empresas extranjeras u organizaciones internacionales con sede en La Habana se prestaban a sacar los manuscritos del país. Con qué fuentes de financiación contaba el editor para publicar y distribuir cuadernos de poesía y otras obras con escasa acogida en el mercado e insuficientes beneficios, pero con una importante repercusión política. ¿Un ejemplo? Los poemarios de Armando Valladares, un desconocido en el mundo de las letras a quien Montaner publicó un par de libros prescindibles y sin ningún tipo de interés, movilizaron a un sector de la opinión pública europea que impulsó una campaña por su liberación. Las editoriales que publicaban los libros de los prisioneros cubanos fueron descritas como “Centros ideológicos de los servicios especiales del enemigo”. La Seguridad cubana quería encontrar vínculos entre estas casas editoriales y las centrales de inteligencia que supuestamente financiaban la publicación de estas obras. De ahí el interés por infiltrar a un agente que se ganara la confianza de los objetivos y reuniese la información: unos mamotretos cargados de chismes que el Mando denominaba “Caracterizaciones bio-operativas”; una relación de los entresijos de la vida privada, haciendo hincapié en los detalles utilizables dentro de un programa de descrédito personal: vicios, conductas licenciosas y otras “debilidades”: adulterio, homosexualidad, ludopatía, consumo de drogas o alcohol. O sea, los trapos sucios. El propósito era utilizar esa información para chantajear y silenciar a los objetivos, o simplemente divulgarla y ensuciar su imagen de tal manera que sus denuncias perdiesen credibilidad. En la nómina de la Seguridad cubana había unos cuantos periodistas españoles y de otros países europeos que no vacilaban en publicar toda la porquería que caía en sus manos y que les proporcionaban los oficiales de inteligencia. Nada de esto sería admisible si no se comprende el estado de paranoia en que viven los dirigentes cubanos. Tachar a un libro de objeto peligroso, crear un departamento con oficiales entrenados para vigilar exclusivamente a escritores y artistas, reclutar informadores que descubran los sentimientos ocultos de sus colegas de profesión, invertir cuantiosas sumas en agasajar a intelectuales extranjeros para luego utilizarlos como caja de resonancia, preparar agentes para infiltrarlos dentro de los núcleos de creadores que producen sus obras en el exilio, y el afán de perseguir y neutralizar cualquier conducta que arroje indicios de algo tan temible para los revolucionarios como es la llamada “penetración ideológica”, no se entiende si se vislumbra fuera de esta perspectiva: El miedo a las comparaciones. La desconfianza por todo lo que asoma detrás de las cercas de la comuna, un coto medieval donde la lectura de libros prohibidos es considerada una actividad subversiva. Y donde las reglas básicas que se aplican a los seguidores les obligan a renunciar a las ataduras ajenas al culto y aceptar la fe como única alternativa; reconocer una autoridad indivisible dentro del grupo; promover la cohesión social y un estado policial que garantice la disciplina; alentar la delación como una práctica digna de la nueva moral; buscar un emplazamiento aislado del resto del mundo para crear un feudo y evitar la contaminación de las influencias externas; desarrollar un concepto ideológico que justifique el compromiso de los discípulos, y finalmente organizar rituales y jubilosas celebraciones que refuercen el pacto y ofrezcan a los comuneros la oportunidad de demostrar su lealtad y entusiasmo por pertenecer a los elegidos. La sanción que yo recibí por escribir una novela que hablaba de la otra juventud, la que el crítico Carlos Espinosa ha definido en una reseña que escribió recientemente sobre el libro como “El reverso del hombre nuevo”, fue una anécdota más dentro de una larga lista de represiones y censura que ha caracterizado a las instituciones culturales de la Revolución cubana. Desde Heberto Padilla hasta Raúl Rivero, la relación es tan extensa que el silencio de los partidarios de la Revolución es una conducta inexplicable. En aquel momento, no fue la actuación de Retamar y su equipo lo que más me mortificó, pues tratándose de funcionarios del régimen era una conducta predecible; sino la reacción de mis amigos y compañeros en la Universidad quienes entendieron que prolongar la amistad con un elemento conflictivo era una relación inconveniente. La peor de las inconveniencias es la soledad, la indiferencia. Si algún sentido útil pudiera tener mi asistencia a este Congreso, me gustaría que sirviera para expresar por los pensadores libres recientemente encarcelados en Cuba, el testimonio de mi afecto personal y mi más profundo respeto. Muchas gracias. La Literatura Cubana en los tiempos difíciles del castrismo POR FELIPE LÁZARO . "Por qué me tengo que morir no en mi patria sino en las ruinas de este país que casi no conozco". Raúl Rivero: Preguntas. El triunfo de la Revolución cubana fue secundado por una masiva y espontánea participación popular, que sirvió como aval a sus máximos dirigentes para realizar las transformaciones políticas y socio-económicas de la sociedad prerrevolucionaria. Esa politización creciente de la población creo una temprana división entre defensores y detractores del hecho revolucionario, que más tarde se convirtió en una nefasta dinámica de bandos beligerantes: los revolucionarios y los contrarrevolucionarios -o la ambigüedad de ambos términos tras los incesantes cambios ideológicos- que se reflejó inmediatamente en las letras nacionales, dando inicio a una vergonzosa etapa de intransigencia político-cultural en nuestra más reciente historia, que es lo que caracteriza el panorama de la literatura cubana y la relación de los escritores con el poder establecido desde 1959. La política cultural del castrismo. Si bien se escucharon algunas voces de protesta de los sectores más democráticos e imparciales de la sociedad cubana por los iniciales juicios sumarísimos y fusilamientos, la inmensa mayoría de nuestros intelectuales apoyó la etapa reformista del primer gobierno revolucionario (19591960) con fervorosa afinidad patriótica, hasta que se produjo el inesperado batacazo totalitario con la radicalización del proceso a mediados del 60. La primera medida del viraje ideológico del régimen fue crear un organismo oficial que contralara todas las actividades culturales, con el Consejo Nacional de Cultura (1961-1963), presidido por Vicentina Antuña y Edith García Buchaca, estableciendo una intolerancia de corte estalinista que se desata con la polémica prohibición del documental PM, de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, por parte del ICAIC. A este incipiente paso de censura gubernamental, le suceden las reuniones de la Biblioteca Nacional con el discurso de Fidel Castro Palabras a los Intelectuales, donde se define la nueva política cultural del régimen con su frase: "Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada". Como consecuencia inmediata, se crea la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y se clausura el pluralista suplemento cultural Lunes de Revolución (1959-1961) dirigido por Guillermo Cabrera Infante. Desde entonces, nuestra historia ha estado jalonada por una serie de sucesos, a veces más políticos que culturales, que han marcado el sucesivo distanciamiento entre los intelectuales cubanos y el régimen castrista, como fueron: la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en 1964, el cierre de las Ediciones El Puente (1961-1965), el caso Padilla y la celebración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura en 1971, con su consigna: "El arte es un arma de la Revolución", cuyo resultado se manifestará en el llamado "quinquenio gris" (Ambrosio Fornet, dixit) que, en realidad, durará hasta finales de la década de los 80. Después, desde los años noventa hasta la actualidad, se suceden algunos períodos ambiguos y hasta sucesos esporádicos que aparentan cierto aperturismo, pero que contrastan con la vigencia represiva del régimen: el ensañamiento con los firmantes de la "Carta de los Diez", la encarcelación de las poetas María Elena Cruz Varela y Tania Díaz Castro, hasta los recientes juicios sumarísimos de 75 pacíficos opositores y la condena a 20 años de prisión del poeta y periodista Raúl Rivero, sólo por opinar diferente. Por lo tanto, el régimen castrista ha mantenido un invariable control estatal sobre todas las manifestaciones culturales del país, desde los iniciales sesenta hasta nuestros días, reprimiendo toda actitud contestaria y disidente. La literatura cubana actual se escribe tanto en la Isla como en el exilio. Como consecuencia de la intransigencia de ambos bandos se desarrolló una dicotomía infernal desde los primeros años: en Cuba no se publicaba a los intelectuales opositores ni a los exiliados y en el destierro tampoco se editaba nada de los autores residentes en la Isla. Pero ese binomio impuesto de las "dos orillas" fue precisamente superado desde la diáspora con la aparición de antologías líricas que reunían, por primera vez, a poetas que residían tanto en la patria como fuera. Sin embargo, esta nueva realidad tardó en ser asumida por las autoridades culturales del régimen hasta finales de los años noventa con la edición de libros de autores transterrados o su inclusión en revistas como La Gaceta de Cuba, Unión, etc. Esto nos confirma que después de la Revolución, el hecho más relevante de nuestras letras ha sido la aparición de una literatura desterrada y aunque pueda argumentarse que ésta se ha desarrollado como una constante más en la historia cultural de nuestro país, con claros precedentes desde el siglo XIX, también debe entenderse como el resultado directo de nuestra dilatada e incesante diáspora (ese éxodo masivo de cubanos de todas las condiciones sociales e ideológicas en estas últimas cuatro décadas). De esa sangría humana ha surgido una literatura escrita y publicada en toda la geografía plural del exilio, que junto a la creada en la Isla, conforman un todo indivisible, que suma más que divide. En la actualidad, la realidad cultural de nuestro país ha trascendido sus fronteras y se nutre tanto de las obras creadas en Cuba como por la de los desterrados, formando un anverso y reverso de una misma cultura nacional. No obstante, el desarrollo y pujanza de las manifestaciones artísticas del exilio, en casi todos los campos, han colaborado a engrandecer nuestro panorama intelectual con el surgimiento de nuevos valores, revistas literarias (impresas o digitales) y casas editoriales. De la intransigencia estatal a la tolerancia democrática. Pero es en el respeto a la obra literaria de todo autor cubano donde debe radicar la esperanza de un futuro mejor para nuestras letras. Nuestra actual postura debe encaminarse a aceptar, como verdaderos demócratas, la diversidad y diferencias ideológicas que no sólo hoy existen, sino las que puedan surgir mañana en una Cuba plural. Por eso, opino que no hay que particularizar las culpas ni acusar a nadie por el sólo hecho de pensar diferente a nosotros, pues para eso ya están los totalitarios de siempre. Todos somos cubanos, independientemente de nuestra militancia política o creencias religiosas, y será necesario el esfuerzo de unos y de otros, sean oficialistas u opositores, para transitar hacia una sociedad más libre y pluralista. Para quienes de verdad aspiramos a una sociedad tolerante, donde el pleno ejercicio de las libertades y el pluralismo democrático sustituyan el pensamiento único que enarbola el Estado cubano y sus instituciones culturales, sólo nos queda un camino que radica en el esfuerzo de trascender la actual postura de enemigos acérrimos para convertirnos sencillamente en adversarios políticos capaces de dialogar, respetando siempre las ideas que cada cual profese, con todo su derecho, y así cooperar con nuestros hermanos de la Isla en la pacífica tarea de tender puentes hacia un definitivo reencuentro de la familia literaria cubana, sin exclusiones ni excepciones. Poscastrismo. Un somero análisis de estos 45 años de castrismo demuestran su estrepitoso fracaso histórico por sus altísimos e irreparables costos sociales y por esa gran tragedia humana que se desató en nuestra Isla, que puede resumirse como la historia de una inmensa frustración no sólo en lo nacional, sino en lo familiar y en lo personal. Sin embargo, ni la traumática situación actual ni sus posibles desenlaces nos impiden augurar un futuro mejor para nuestra patria, aunque para ello tengamos que repensar en los hechos históricos que hicieron posible el castrismo para que no vuelvan a repetirse. Basta ya de caudillos iluminados, de padres de la patria y de jefes vitalicios! Basta ya de proyectos nacionales que no respeten todas las libertades y todos los derechos individuales y sociales del hombre! Hay que eliminar para siempre esa tríada infernal de la pena de muerte, el exilio y el presidio político, pero también defenestrar la intransigencia, la intolerancia y todo funesto partidismo que no admita la total vigencia de los derechos humanos. Ya es hora de que el ciudadano de a pie recupere su tiempo, secuestrado por el Poder revolucionario desde 1959, y desde nuestra cotidianidad solidaria todos los cubanos podamos convivir en un país próspero para que nadie jamás nos vuelva a pedir nuestros días ni siquiera para consumirlos en el más perfecto de los ideales, como nos indicaba Heberto Padilla en el extraordinario poema En tiempos difíciles, que sintetiza la trayectoria rocambolesca de nuestro pueblo desde aquel esperanzador y popular amanecer del primero de enero: "A aquel hombre le pidieron su tiempo para que lo juntara al tiempo de la Historia. Le pidieron las manos, porque para una época difícil nada hay mejor que un par de buenas manos. Le pidieron los ojos que alguna vez tuvieron lágrimas para que contemplara el lado claro (especialmente el lado claro de la vida) porque para el horror basta un ojo de asombro. Le pidieron sus labios resecos y cuarteados para afirmar, para erigir, con cada afirmación, un sueño (el-alto-sueño); le pidieron las piernas, duras y nudosas, (sus viejas piernas andariegas) porque en tiempos difíciles, algo hay mejor que un par de piernas para la construcción o la trinchera? Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño, con su árbol obediente. Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros. Le dijeron que eso era estrictamente necesario. Le explicaron después que toda esta donación resultaría inútil sin entregar la lengua, porque en tiempos difíciles nada es tan útil para atajar el odio o la mentira. Y finalmente le rogaron que, por favor, echase a andar, porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva". Madrid, 28 de enero, 2004. La Gran Estafa y las Letras Cubanas POR JULIO SAN FRANCISCO Periodista, narrador y poeta cubano En el Café Comercial de Madrid coincidimos alrededor de una mesa varios amigos y, como es de suponer cuando se reúnen estos malditos seres que nos dedicamos a sacarle punta a las palabras, hablamos de periodismo, literatura y otras banalidades. En algún momento surgió una discusión. Como no tengo nada, me la cogí para mí. En medio de la apasionada charla literaria –no hay Dios que logre que no lo sean- un escritor, que, como intelectual y como persona, merece todo mi respeto, mi humilde respeto, se refirió a “los años que duró el proyecto revolucionario democrático” y “al indiscutible espacio que había abierto la revolución a los escritores cubanos”. La primera formulación la argumentó con los ideales de justicia iniciales y la segunda con la creciente posibilidad de lanzamiento del escritor de nuestra patria al mundo editorial. Digo explícitamente que se trata de una persona que, en ningún caso, yo consideraría castrista. Atribuyo sus juicios únicamente a que ha transcurrido mucho tiempo desde que salió de Cuba – que no es mi caso, sólo unos años aunque no parece que fue ayer- por lo cual vivió la llamada – así ha quedado- “efervescencia revolucionaria”, la producción en serie de editoriales nacionales y las ediciones, en mi opinión desproporcionadas, de parte –no de toda- de la mejor literatura universal, con el siempre Quijote como ejemplo. Algo, por cierto, que por su naturaleza racional y calculada no tuvo nada de quijotesco. EL MITO DEL PROYECTO DE JUSTICIA INICIAL DE LA REVOLUCIÓN CUBANA En primer lugar, ¿hubo proyecto revolucionario democrático cargado de su correspondiente ideal de justicia? Para que haya revolución social tiene que haber un líder, -y había un líderpara que haya un proyecto tiene que haber un proyectista –y había un proyectista- y para que haya ideal de justicia tiene que haber un justiciero en el sentido medieval aunque sea. ¡Esto es justamente lo que faltaba en esta satánica trinidad! Por tanto, nunca hubo proyecto de justicia, sino proyecto Ego Fidel Castro enmascarado de zorro justiciero dispuesto a encaramarse en el poder al amparo y con el apoyo de un discursillo lógicamente justiciero para grabar su Z fatal en todas las fachadas cubanas. Como las dos primeras condiciones se cumplían, muchos nos confundimos y algunos siguen confundidos. Hubo un estafador “revolucionario”, hubo una estafa revolucionaria que duró hasta que los estafados nos dimos cuenta –incluidas la gran burguesía cubana y la administración norteamericana del momento- que no sólo no impedimos la estafa, sino que, en mayor o menor medida, de una forma o de otra y durante mayor o menor tiempo, la posibilitamos por omisión o por acto, por quedarnos o por irnos, excepto el honorable Rafael Díaz – Balard y el grupo que, como él, supo tener ojos y, además, utilizarlos bien, y los otros que fueron fusilados o encarcelados por oponerse desde la noche del 31 de diciembre del ’58. Sí existieron dentro del movimiento encabezado por el Gran Zorro en Jefe, que después armaría la zorrera de la Nueva Clase, personas que tenían ideales de justicia –tal vez la mayoría de los que murieron y unos pocos de los que quedaron vivos. Pienso en el emblemático Mario Chanes de Armas que cumplió exactamente 30 años de cárcel y es el hombre que, por razones políticas, más tiempo ha estado tras los barrotes aunque no se haya hecho por él una campaña internacional como la que tan justamente se hizo por Nelson Mandela. O pienso en el no menos emblemático comandante Hubert Matos-. Ellos luchaban por ese proyecto, pero no eran el proyecto. El proyecto de marras se llamaba, y era-es, Proyecto Ego Fidel Castro. Ellos no se dieron cuenta a tiempo de que les esperaba la Gran Estafa. Se equivocó George Orwell. No era 1984. Era 1959. Cuba es ese mundo preconcebido, precozmente, por el Máximo Manipulador en Jefe. Aceptar que hubo una etapa inicial de vocación de justicia es aceptar que hubo una etapa en la que el Excelentísimo Señor Presidente Guarapo fue honesto, pero esto es, justamente, lo inaceptable. ¿Puede el Diablo cumplir las aspiraciones de Dios? Sólo puede usurparlo y usar su tridente haciéndonos creer, mediante su magia roja, que es un cáliz. ¡Y qué fuerza hipnótica demostró tener esta nueva magia! Por otra parte, sabemos que en el susodicho proyecto diseñado por Fidel Castro él era el único que pintaba y tachaba, ponía y quitaba, ordenaba y desordenaba y decidía porque nunca fue ni será un demócrata. Los errores de unos políticos, las corrupciones de otros, las desigualdades descuidadas en un país en franco progreso, la inestabilidad social, la inseguridad ciudadana, el escepticismo y la decepción populares, tras años de devaneos democráticos, y, finalmente, el golpe militar de un sargento, le dieron al zorro la cuartada ideal para que se pusiera la máscara y la emprendiera contra todo a espada sucia. De ser cierto que las revoluciones sociales significan transformaciones y logros, hoy, 40 y pico años después, podemos decir que en Cuba hay transformaciones, grandes transformaciones, radicadísimas transformaciones: un país materialmente, espiritualmente y éticamente destruido. ¿Logros o Escombros? El “gran logro” que haya que pagar tan caro, y en el mejor caso a costa de no pensar, no entra en otro código que no sea gran propaganda ¡Eso sí es un logro del Ministerio de la Verdad cubano cuyos gritos sofisticados aún tienen buena resonancia en esta Europa, o al menos en Madrid, maravillosa! La mal llamada revolución cubana –o muy bien llamada si éstas se consideran como desastres históricos del siglo pasado que en todos los casos llevaron a ningún lugar- no ha sido otra cosa que el paso aplastante, sobre un bellísimo edificio que se conoce como Cuba, de una aplanadora oportunista, demagógica, populista y diabólica pilotada por un mitómano-megalómano astuto y carismático que siempre sabe a quién eliminar, para qué “base virarse” y nunca acierta al apostar. De ahí que sea un hombre del poder, no un hombre de la política, que es el arte de lo persuasivo posible, no de lo impuesto irresistible. ¿O es que las revoluciones sociales no son más que aplanadoras violentas con estandartes de justicia y sed de ruinas? Veamos, auque sea someramente, “lo de las revoluciones sociales” y sus beneficios para el país que las ha vivido y para el mundo en general. Las revoluciones de la burguesía dejaron aunque sea al capitalismo, las comunistas no pudieron dejar ni el comunismo. Porque las primeras respondían a la esencia del movimiento humano, mientras que las segundas lo negaban rotundamente. Fueron las Revoluciones Contra Natura –así debe llamárseles- y por eso fracasaron. Tenemos de ellas ejemplos bastante elocuentes e ilustrativos: la rusa, la china, la cubana. El proletariado y sus supuestos valerosos líderes no han sabido hacer revoluciones sociales, ni podrán aprender ya porque el tiempo de la violencia ha de haber quedado en el pasado. De la mexicana de 1910, tan distinta, ni qué se diga. La rusa, 70 años de totalitarismo internacionalizado. La mexicana, 70 años de corrupción interiorizada. De la tragedia, pasando por el purgatorio, a los escombros. Ya deberíamos haber aprendido que esto de las revoluciones, después de la industrial y de la francesa, solo ha servido para introducir máquinas de vapor, contratos sociales, genomas y bits, o sea, como instrumentos pacíficos para el desarrollo y el progreso técnico, científico, económico, cultural. El camino de la eliminación de la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la injusticia pasa igualmente por la sensibilidad, la inteligencia, el pacifismo, la sensatez y la solidaridad humanas. O simplemente por pragmatismo porque, tanto a pobres como a ricos, conviene un mundo en el que podamos disfrutar de producciones insospechadamente exquisitas o porque pasear por cualquier ciudad suya sea una posibilidad y un placer para que los pobres ricos no tengan que pasar sus vacaciones rutinariamente en puñadito de Costas Azules o Parajes Exóticos. ¡Que algún día se aburrirán! En caso de que la Especie Humana esté evolucionando, como parece, los poderosos en algún divino instante se preocuparán porque haya más igualdad porque necesitarán menos seguridad, menos coches blindados, menos escoltas, menos cordones policíacos, Pero, sobre todo, se darán cuenta de que la carrera por tener cada día más no conduce a la felicidad que es, en definitiva, lo que se busca siempre. De la evolución humana alcanzada hasta hoy, puede deducirse que es posible llegar, agotada la opción material como idílica, a la evolución espiritual más avanzada, el destino humano. Es posible, en resumen, una conjunción racional de valores que se complementen, nos enriquezcan, enriquezcan a todos. De hecho, como nunca antes, ya hay muchos ricos dedicando su tiempo a crear fundaciones y hacer labores humanitarias en todas las esferas de la vida. Y no me digan que todos lo hacen por salir en la pequeña pantalla o en los grandes periódicos. Que hay ricos buenos y canallas pobres. Lo he comprobado en medio siglo de vida. Aunque aún persistan manifestaciones residuales de barbarie, no estamos ya en la barbarie. La lectura que hagamos de la catástrofe de Estados Unidos de América –de todo el mundo, incluso de la parte musulmán e islámica- no tiene que ser “de aquí al infierno”. La historia tiene una buena antología de paradojas. Esta podría ser otra de ellas: que un milenio que se inaugure con un desastre trascurra y termine con la solución a los importantes y gravísimos problemas de desigualdad de desarrollo de la Humanidad, aunque ese no sea el propósito de los terroristas, pero la historia también tiene una buena antología de “tiros salidos por la culata” del fusil de sus protagonistas. ¿Por dónde salió el tiro del fusil de Adolf Hitler, por ejemplo? Acabamos de iniciar, como decía, otro milenio. Pensemos como El Quijote y actuemos como Sancho. Eso es lo que no hemos aprendido en nuestra evolución. El tercero –al tercero va la vencida-, el de un eficaz Derecho Internacional que deberá de caracterizarse, sí, por su vocación de igualdad, justicia, fraternidad y paz sin controles por camisas de fuerza. El milenio de la Diplomacia, la Colaboración y la Tolerancia, el milenio de la Política Participativa Planetaria. En el terreno social, esto es evolución, no revolución, esto es saber bien darle la mano al otro – aunque no sea un igual en color, sexo, etnia, religión, clase, cultura o civilización, con la única condición de que sea un animal, un perro, por ejemplo, o una persona, un Pedro Pérez, por ejemplo-, y no empeñarse, unos y otros, en arrancarle el corazón a otros y unos a golpe de puñal o disparo de fusil porque el de uno dé 60 latidos por minuto y el del otro 61. Si fue una falsa alarma anunciar el fin de las clases y las ideologías, -solo han cambiado sus manifestaciones- el fin de la Historia, como lo sería anunciar el fin de las religiones o de las civilizaciones, sí me parece absolutamente racional asegurar que el fin que sí ha llegado es el de las revoluciones sociales, sean obreras, campesinas, anarquistas o comunistas que han pasado, incluida la revolución cubana o, como debería llamársele, la revolución castrista o la revolución anticubana o la Demolición Castrista, (¿qué tuvo o tiene de cubano?) al estante de los sacrificios en vano. En el mundo de hoy hay que apostar a toda costa a la Democracia siempre. El fin de las revoluciones sociales lo marcaron exactamente la que se ha tenido como la más paradigmática y su indiscutible líder: la Gran Revolución de Octubre y el Gran Lenin, el inventor de la uniformidad ideológica. Este señor y su “proyecto mundial de justicia” le hicieron el mayor favor que se le ha hecho al capitalismo, demostrar la absurdez del partido único y de la economía estatal y, por tanto, su inviabilidad, y, al mundo, lo obligaron a perder 70 años, casi un siglo, de perfeccionamiento de los instrumentos pacíficos, civilizados y democráticos de búsqueda de justicia. El proyecto de la gran bobería que acabó trágicamente con el destino de tanta gente. (La Historia no perdonará que del coeficiente de inteligencia del Lenin haya salido la praxis de la eliminación de la diversidad de pensamiento y de la oposición democrática). Mijail Gorbachov, sin discursos histéricos y sin rostro grave, lo echó a la hoguera en un abrir y cerrar de ojos y en un tercio del planeta y sin una pistolita ni de agua ni una gota de sangre. Fíjense si era bueno el comunismo. Y el cubano es “tan de importación” como lo fue el de Hungría, para los cubanos es “una mercancía tan exótica” como lo fue para los checoslovacos. Castro solo le ha puesto detrás una foto del héroe nacional cubano del siglo XIX José Martí y, debajo, una matemática fórmula china: poder político totalitario + economía de mercado (falseada). En este punto mi fraternal oponente me refutó “pero ese análisis estás haciéndolo más de cuarenta años después”. “Pero –le respondí- la Historia no se escribe ni antes de que ocurra, ni mientras ocurra. La Historia se escribe, y creo que este es el mejor momento, después que ocurra y esta historia, hermano mío, ya ocurrió. Ya dio sus frutos que resultaron espinas clavadas, directa o indirectamente, en el corazón de 11 millones de cubanos dentro de Cuba y de 3 millones, entre exiliados y sus descendientes, fuera de Cuba. ¿No crees que ya se acabó el tiempo de no saberlo?” La perestroica puso el punto final a este mito. EL MITO DE LA LITERATURA CUBANA FAVORECIDA POR EL MITO ANTERIOR En segundo lugar, ¿la Gran Estafa abrió un indiscutible espacio a los escritores cubanos? Es cierto que no existía una editorial nacional llamada letras cubanas, pero mucho más importante me parece destacar que ya existían las Letras Cubanas –y he invertido el uso de las mayúsculas interesadamente. Nombres de renombre –desde antes del parto de esa hija editorial mencionada y malformada- no faltarían para una lista que las represente y dignifique. Cuba tiene tres Premios Cervantes –creo que es el país hispanoamericano que más tiene- que son Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz y Guillermo Cabrera Infante. Cuba tiene un José Lezama Lima, un Eliseo Diego, un Virgilio Piñera. Cuba tiene una Carilda Oliver Labra, un Isidoro Núñez Miró, un Rolando Escardó, Cuba tiene un Heberto Padilla, un Severo Sarduy, un Gastón Baquero, estos muertos en el exilio. Cuba tiene un José Ángel Buesa, que escribía grandes “poemitas” de amor, y tuvo que emigrar también a morir en República Dominicana, como un águila herida. Ninguno es “hijo de la Revolución”. En 1959 ya tenían un prestigio ganado en los círculos literarios cubanos. Cuba tiene un Reynaldo Arenas, suicidado en New York y un Alberto Serret, fallecido en Quito –este último amigo mío desde 1979 que lo conocí en la sureña cubana Isla de Pinos donde yo era jefe de la página cultural del periódico local y publicaba sus poemas- que podrían haber sido lanzados por la revolución, pero la revolución les puso como condición aplaudir tres veces antes de que saliera un libro. Lo que sufrió Reynaldo lo vi en el celuloide de Antes que anochezca, lo que sufrió Serret lo vi en su propia carne. Tenemos los casos de cinco escritores: Heberto Padilla, Antón Arrufat, José Yanes, Tania DíazCastro y María Elena Cruz Varela. Estos sí conocieron el espacio que “les abrió la Revolución Cubana”, el primero, insumiso y exilio, el segundo, domesticado y patria, el tercero, insilio, la cuarta, insumisa e insilio y la quinta, insumisa y exilio. Todos mutilados. En estos años de “mecenas Revolución”, otros han salido en Cuba al terreno o al ruedo literario, con mayor rapidez o tardanza, con menor o mayor éxito –independientemente de la calidad estética- como siempre ha ocurrido, pero, si no optaron por la literatura intimista o policíaca o de ciencia ficción, por la que se le pueda pasar por la tangente a la “gran obra común”, han ofrecido libros castrados como marranos para ceba, en este caso para ceba de la “gran causa”. Porque la literatura es en Cuba, como la prensa, el cine, el deporte, la salud, la educación –de estas dos últimas también hay mucho que dar a conocer- y Tropicana un departamento más de propaganda revolucionaria. En fin, que el camino del arte es como el del infierno, con la diferencia de que el artista honesto en el comunismo tiene tres infierno: el del comunismo, el del arte y el de la parte del cielo dominado por el otro Satán adonde probablemente llegará con el alma muerta mucho antes que el cuerpo carroñable. Los poetas Manuel Vázquez Portal y Raúl Rivero que decidieron romper con el castrismo y rebelar sus letras libres ya sabemos dónde están. Encalabozados. No hay que lamentar que en 1959 hubiera muchas editoriales, pero pequeñas. Hay que elogiarlo. No hay que lamentar que un escritor tuviera que costearse la edición de su librito, hay que elogiarlo. No hay que lamentar que un amigo mecenas tuviera que pagar la edición de un amigo escritor. Hay que elogiarlo. No hay que lamentar que existieran pequeñas y efímeras –a veces no tanto- revistas literarias. Hay que elogiarlo. Todo esto era parte de la libertad y de todo esto y mediante todo esto llegaron al mundo literario los mejores escritores cubanos de entonces. Lo que sí hay que lamentar es que en Cuba existan varias, muchas, infinidad de editoriales, que todas sean grandes y que todas pertenezcan al mismo Dueño en Jefe. Esto, contrariamente a lo que esgrimía mi interlocutor, lo que ha hecho es empobrecer la literatura cubana que se escribe y se publica acullá, una literatura de personajes esquemáticamente caracterizados, “la literatura del aplauso”, la políticamente correcta y estandarizada. Hoy, dentro de Cuba, está, entre esas editoriales, la traída y llevada Letras Cubanas, con mayúsculas, pero las letras cubanas, con las excepciones que se dan como constante en toda regla, están en minúscula en el país. O sea, editoriales, editores, escritores y letras en totalitarismo. Me parece tan obvio que me parecería una ofensa a la inteligencia del lector informar, explicar, “machacar”, sobre el asunto de quiénes pueden publicar hoy en Cuba y, a esos elegidos, qué les publican, qué exigen de ellos y cómo los premian. “¿Todavía no te dice nada –le dije- la frase ‘con la revolución todo, contra la revolución nada’?”. Hay, entretanto, una Generación Inédita, de entre 45 y 55 años, de la que me vienen a la mente mis amigos Oscar Kessel (El lunes del arquero); Reynaldo Escobar (La isla de la esperanza); José Luis García (Asesinos); Ernesto Canteli (La visita del Señor Siamés); Reynaldo Izquierdo (Palomo romo); y Enrique Patterson (Letras) y Pedro Fowler (La huella del Limo), hoy estos dos últimos en Estados Unidos, y 9 libros míos. Ninguno (¿quién sabe cuántos más?) hemos podido publicar nada en Cuba. He leído todos los libros que he mencionado, incluidos los míos, y me parecen buenos, pero mientras el Gran Hermano Censor decrete el Bien y decrete el Mal, y el Mal lo haga bien y el Bien lo haga mal, ninguno aparecerá en tierra cubana porque todos han sido víctimas de las disecciones del bisturí ideológico oficial. Sus autores no podrán costearse la edición de su librito en una imprenta pequeña, ni publicar un texto en una revista pequeña, ni pertenecer a un grupo pequeño no oficial –Orígenes, digamos- ni recibir el favor de un Cayo Cilnio Mecenas, admirador o amigo. Nadie los –nos- conoce. No hemos podido publicar, luego no hemos podido existir. Deseo subrayar que estas generaciones, censuradas e inéditas por razones extraliterarias (ideológicas) han existido en todos los países comunistas, ¡en todos! y alguno de sus miembros podía conformarse, y a todo riesgo, con un zamisdat –palabra precisamente de origen ruso que significa autoedición o autoeditar. Entre esos inéditos me viene a esta página el gran Mijail Bulgacov, de quien hoy, a 100 años del Nóbel, se dice que no lo obtuvo, a pesar de ser el autor de un libro como El Maestro y Margarita por no habérsele permitido editarlo en su momento. Esta realidad editorial ideologizada y represiva –o su causa –ha servido para que no pueda dibujarse actualmente un mapa de la literatura cubana, para que no pueda inventariarse actualmente la literatura cubana, (cuando podamos reunir esa biblioteca, será sísmica), para que sólo le esté permitido sobrevivir fragmentada aquí, allá, acullá, para que, como nunca antes de la Gran Estafa -y probablemente nunca más después de la Gran Estafa-, nuestra literatura, dada la existencia de esta diáspora –también la de quienes permanecen en las mazmorras en Cubaenriquecedora y lacerante, ofrezca una visión cosmopolita, imborrable y terrible, hasta en el erotismo y, finalmente, para que, hasta hoy, 27 de octubre, que sangro estas páginas, hayan muerto más de 35 poetas cubanos en el exilio. ¡Bendita obra de la Revolución Cubana para la Literatura Cubana! ¡Dios nos perdone la próxima vez! Entretanto, yo el censurado –o uno de los tantos censurados-, yo el desterrado –o uno de los tantos desterrados- por los artífices de la farsa de justicia social en Cuba sigo escribiendo artículos por la Libertad y poemas por la Literatura o, aunque sea, poemas por mi literatura, incluso con amor. La música en los tiempos finales del comunismo Sones “para turistas”* POR FLORES CHAVIANO La música y los músicos cubanos atraviesan hoy una profunda crisis de la que será muy difícil salir. Ya en los tempranos años sesenta, el Maestro Ernesto Lecuona había tomado el camino del exilio acosado por los barbudos; su música fue entonces prohibida en su patria. Otros ilustres artistas siguieron al maestro: los guitarristas Juan Mercadal y Manuel Barrueco, el compositor Julian Orbón, los pianistas Jorge Bolet, Zenaida Manfugaz e Ivet Hernández, el bailarín Jorge Esquivel, el escritor Cabrera Infante, o la cantante Celia Cruz, por citar tan solo algunos ejemplos ilustres. Desde entonces el éxodo masivo de músicos, literatos, teatristas o bailarines, no ha cesado. El sistema de enseñanza de la música se encuentra en un momento de verdadera involución en Cuba; los conservatorios de grado medio y superiores están al borde del colapso por falta de profesores; los músicos están totalmente desmoralizados, la carencia de profesionales hace que los centros de enseñanza musical tengan un profesorado mediocre integrado por estudiantes sin experiencia, sin cuerdas, partituras, discos, o información. Los pocos profesionales con nivel que quedan en la Isla no tienen interés en estos trabajos por el bajo salario que reciben, todo ello sin mencionar los terribles problemas de transporte para trasladarse a estos centros. Los grandes pedagogos de la música que formaron a tantas generaciones de intérpretes ya no están; nosotros, sus discípulos, tampoco; igual ocurre con los discípulos nuestros. La sangría no para, y todos hemos seguido un mismo camino como única forma de construirnos un futuro, de encontrar un espacio de libertad y respeto lejos del ojo del comisario. En Cuba la música dejó de ser cultura para convertirse en elemento de diversión; se ha convertido en un componente esencial en el engranaje de la oferta al turista. El gobierno ha vendido al mundo una isla de jineteras, guarachas, tabaco y ron. La música en sus manifestaciones más cultas no interesa a nadie. Ahora los sones son, como ha dicho Nicolás Guillén, “para turistas.” Después de largos años de preparación y muchas horas de estudio, los músicos no ven una salida económica decente que compense sus sacrificios y aspiraciones; tocar en una orquesta sinfónica, algo tan deseado y digno para cualquier intérprete de cualquier país, dejó de ser un objetivo para nuestros músicos. ¿Qué sentido tiene tocar en una orquesta que ensaya cuatro o cinco horas diarias por un salario que al cambio suponen diez o doce dólares al mes? ¿Qué sentido tiene prepararse como solista, para dar conciertos? ¿dónde? ¿cómo se desplazan a las salas de conciertos? ¿qué supone económicamente? Dos aspiraciones prioritarias tienen hoy nuestros músicos desde el punto de vista profesional. Una es conseguir una terraza , cafetería, restaurante u hotel donde tocar tan solo por la propina, aunque ello suponga que los beneficios obtenidos los tenga que compartir con todos los trabajadores del lugar, desde el que limpia hasta el administrador. Pero ni se imaginen que esto es fácil de conseguir; todo está controlado por mafias que, previo pago de impuestos, asignan al mejor postor el “puesto” de trabajo; los propietarios de estos centros se benefician y explotan de esta forma a nuestros músicos; ofrecen música a los clientes sin pagar un euro. La otra opción para nuestro artista es marcharse del país; para ello utilizará los medios que sean necesarios, como buscar un contrato de trabajo en otro país, conseguir a una persona extranjera con la cual casarse y poder finalmente comenzar una nueva vida lejos de todo lo que en realidad nunca quiso dejar. Cabría preguntarse si es posible que alguien pueda entender esto. Al cabo de cuarenta y cinco años de totalitarismo nos encontramos ante un país completamente arruinado material y moralmente. La Isla es visitada por empresarios que van a“contratar”músicos; el Ministerio de Cultura los vende a precio de oferta de rebaja. En el contrato se incluye un porcentaje o impuesto revolucionario para el Estado. Una vez en el extranjero, los explotan los hacen tocar mañana tarde y noche, dormir en los autobuses, mal alimentados, y sufrir otras muchas precariedades . En estas condiciones el Estado, por medio del impuesto revolucionario, mantiene el vínculo con los músicos, que, por no perder la posibilidad del regreso, entran en el juego y al mismo tiempo permanecen con la boca cerrada para no crearse problemas. Pertenezco a las primeras generaciones de músicos cubanos egresados de la Escuela Nacional de Arte y de otros centros musicales de la Habana. En sus aulas, nos encontrábamos, en los años sesenta, jóvenes procedentes de todo el país, cargados de ilusión, y aspiraciones; artistas plásticos, bailarines gente de teatro, y músicos recibimos una sólida formación artística; durante estos años fuimos testigos del devenir convulso que vivía el país. Las primeras deserciones de intelectuales se producían una tras otra; el arte no era precisamente una de las asignaturas preferida por los comandantes y la espada de Damocles lucía siempre sobre las cabezas de los pensadores a quienes se miraba siempre con desconfianza. Las palabras dirigidas a los intelectuales cubanos, “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, tuvieron una fuerte resonancia en nuestra escuela de arte, hasta el punto de que varios de los directores de este centro venían de las filas rebeldes, como fue el caso del expedicionario del Granma y comandante Mario Hidalgo. Las instrucciones que estos directivos traían eran muy claras: implantación de un régimen semi-militar, por un lado, y trabajo casi forzado en los campos de Cuba, por otro. Todo ello tenía el fin de forjar nuestro carácter e ideología en la imagen del hombre nuevo. No era difícil percibir el desprecio que sentían por aquellos futuros artistas en los que veían casi un enemigo. Años más tarde la mayoría de estos artistas, pasaron a engrosar las filas del exilio, algunos con un exilio “light” con el que mantenían sus vínculos con el régimen; hubo también infiltrados y mensajeros de lleva y trae que se movían en oscuros pasadizos, no precisamente tocando corcheas. Hoy día los músicos en el exilio se cuentan por centenares; han abandonado el país en busca de mejores condiciones de vida. Muchos de ellos han alcanzado escalones muy altos en sus especialidades, y han logrado rehacer su vida profesional. A los que abandonamos el país, el régimen castrista nos acuñó con el nombre de “traidores” en el mejor de los casos; también nos llamaron “agentes de la CIA”, “gusanos” y otros adjetivos por el estilo. Sembraron sistemáticamente el odio entre nuestras familias y amigos, nos educaron en la mentira con el propósito de convertirnos en sus enemigos, pero ¿se preguntaron los opresores alguna vez porqué tantos exiliados intentaron alguna vez crear un espacio para hallar una solución entre todos los cubanos capaz de sacar nuestra nación del oscuro abismo en que se encuentra desde hace cuarenta y cinco años? Por supuesto que no, pero nosotros no somos ni traidores ni miembros de la CIA ni nada de eso; somos personas amantes de la democracia que reclamamos, desde una lucha pacífica, los derechos civiles y las libertades que han sido pisoteados desde hace décadas por la dictadura castrista y sus acólitos; por ello apoyamos los planteamientos pacíficos del Proyecto Valera, así como a la disidencia interna Todavía quedan muchos oportunistas y privilegiados en la Isla que continúan disfrutando de los mismos favores, no sólo para ellos, también para sus hijos a los que les pagan becas de estudio en las escuelas exclusivas y caras del capitalismo; todo ello usando el dinero del estado o moviendo oscuras traquimañas que incluso pueden tener algo que ver con el narcotráfico. Estos son los señores dirigentes de la cultura, los mismos que intentaron “formarnos” en las ideas de igualdad del socialismo, los mismos que desde hace cuarenta y cónico años prohíben nuestra música en la Isla; prohíben incluso que nuestros nombres se mencionen en los programas de conciertos de nuestros ex-alumnos, los mismos que organizan festivales internacionales para invitar a sus amigos (que se pasan semanas viviendo en los hoteles) a beber muchos mojitos , promover sus músicas y garantizar con ello las futuras invitaciones como pago a estos favores. Son, en resumen, oportunistas que han aprovechado su poder para el beneficio personal, altos cargos que llevan una vida ostentosa mientras sus compatriotas se hunden en la peor de las miserias, sin que se les dé una oportunidad. Estos oportunistas y privilegiados acaban siendo los dueños del destino de muchas personas. No quiero acabar estas líneas sin antes denunciar el acto más sumiso y cobarde que haya representado un músico cubano en toda su historia; me refiero a la vergonzosa carta de apoyo al fusilamiento de tres jóvenes que intentaban abandonar la isla y que fueron ejecutados tras un juicio sumarísimo. Esta carta también apoyaba el encarcelamiento de setenta y cinco intelectuales que permanecen en las cárceles por defender pacíficamente la libertad y los derechos civiles de la nación cubana. Estos individuos son Leo Brouwer, Chucho Valdés, Silvio Rodríguez, Harold Gramatges, Omara Portuondo y César Portillo de la Luz. Cuba: una música expoliada POR WILLIAM NAVARRETE Escritor e investigador cubano. Fundador de la Asociación por la Tercera República Cubana. Primera historia En octubre de 1995, la ciudad francesa de Nantes celebró la sexta edición del festival conocido como "Les Allumées de Nantes". Durante los cinco festivales precedentes, las autoridades de esta importante ciudad portuaria del Atlántico francés habían homenajeado a cinco ciudades del mundo con las que Nantes había mantenido, en tiempos pretéritos, vínculos comerciales vitales para su propio crecimiento. La edición de 1995 quedaría así consagrada a La Habana, plaza comercial del Nuevo Mundo con la que la ciudad había mantenido estrechas relaciones mercantiles durante el vergonzoso tráfico negrero. La celebración, al parecer, no ponía mientes en esto, como tampoco, como se verá en lo adelante, en el objetivo mismo del encuentro. Era, lo que los anglosajones excluyen del concepto de lo "políticamente correcto". De este modo, 300 artistas cubanos (en lo esencial músicos) atravesarían el océano para desempolvar, más de un siglo después, los lazos comerciales entre ambos puertos. El programa anunciaba una auténtica constelación de estrellas del patio hasta la fecha nunca vista, en calidad y calidad, por el público francés. Cien mil entradas había previsto vender el Ayuntamiento y de éstas, unas diez mil, había sido vendidas ya. La zona portuaria acogía para esta ocasión decenas de kioscos de comestibles y tenderetes que apaciguarían la sed de exotismo de los nanteños. Mas, el programa incluía también –y aquí vale destacar que el Ayuntamiento se había documentado muy bien acerca del pasado común entre Nantes y La Habana, pero había descuidado informarse sobre la triste realidad contemporánea de la isla–, incluía, repito, un panel y debate dedicado al espinoso tema de la democracia en Cuba. De más queda aclarar que, en consecuencia, ninguno de los 300 artistas de la isla fue autorizado a salir del país (en Cuba, por absurdo que a un hombre del mundo libre le parezca, un ciudadano debe ser autorizado por los servicios de emigración para salir de su propio país). Las pérdidas acarreadas por tal decisión fueron considerables para el Ayuntamiento y los comerciantes de Nantes: las entradas vendidas tuvieron que ser rembolsadas y los comercios de artesanías, comestibles y bebidas no han podido aún, años después, deshacerse del cúmulo de mercancías adquiridas con motivo de aquella festividad. La sexta edición de "Les Allumées de Nantes" (la última además), fue la más deslucida de todas, a pesar de los intentos por parte de sus organizadores de remendar los estragos causados por el desgobierno cubano con agrupaciones bastardas de ritmos latinoamericanos contratadas, con premura, para remediar la ausencia de los cubanos. Pero en francés se dice que le malheur des uns fait le bonheur des autres (con la desgracia de unos otros construyen su felicidad) y como triste consuelo, si acaso hubo alguno, de aquel desastre nacería el último mito prefabricado de la música cubana en el siglo XX: el cantante y compositor Francisco Repilado (conocido como "Compay Segundo" y prácticamente desconocido entonces), quien se hallaba trabajando en España, sí pudo acudir a la cita de Nantes. Toda la prensa televisiva e impresa, que se había movilizado para el magno evento, se vio obligada a focalizar sus reportajes en el único sobreviviente de la hecatombe. Esa misma semana, el sonero santiaguero, ocupaba, sin rivalidad alguna, los grandes titulares de cultura de los principales medios de comunicación franceses. De la censura cubana y del azar nacía una estrella; del mito y de su carrera fulgurante posterior, se ocuparían la prensa y los productores. Segunda historia En junio de 1998, un crucero de la compañía Royal Caribbean, zarpaba del puerto francés del Havre para surcar el grisáceo Mar del Norte. Su destino: un periplo de diez días a través de los fiordos noruegos. El personal de navegación, además de francés e inglés, hablaba, en su mayoría, español. La música que desde el salón de fiestas inundaba los corredores del barco, se cantaba en la lengua de Cervantes pero se tocaba en cubano. Entre cubanos resulta difícil comunicarse de otro modo que en cubano, y aquel ejército de camareros, personal de servicio y músicos no cesaba de comunicar entre sí en un lenguaje gestual y oral que me resultaba demasiado familiar. Recuerdo que no habíamos descubierto aún las costas escandinavas cuando temblé ante la idea, tal vez absurda, de que en lugar de un viaje a través de los célebres fiordos nórdicos, aquel gigantesco edificio flotante, me llevara, desprevenido, a las más cálidas pero no menos turbulentas aguas del Caribe cubano, para mostrarnos, en lugar de fiordos, los pintorescos cayos del archipiélago de Sabana-Camagüey. Mas no fue este temor ni las fuertes marejadas los que me aguaron aquel viaje, sino el enterarme, poco después, por mis pesquisas e innata curiosidad, la razón por la cuál aquella armada de cubanos viajaba hacia tan inusitados parajes. Aquella gente atenta, eficaz y profesional era lo que en los manuales de marxismo estudiados en Cuba solía llamarse "mano de obra barata", y había sido contratada por la compañía naviera al Estado cubano por una bagatela. En el canje, sólo una ínfima parte del precio pagado por la naviera terminaba en los bolsillos de los explotados empleados cubanos. Al final del viaje, los turistas declararon haberse sentido muy a gusto: vieron los anhelados fiordos y se recrearon además, durante las tediosas noches de travesía, bailando al Son de la Loma (muy descontextualizado, por cierto, en un viaje que suponía más bien algo así como un acompañamiento musical inspirado de la Polska de los Glaciares). Nadie supo que aquellos músicos y aquellos empleados cubanos constituían una violación flagrante de las normas de la Convención Internacional del Trabajo. Por mi parte –yo que sí lo sabía–, intenté obtener de mis compatriotas, tan o más errantes que yo, la complicidad necesaria para denunciar públicamente su caso ante las instancias pertinentes. Todos, sin excepción alguna, me suplicaron que "dejara aquello quieto", que en vez de ayudarlos terminaría por hundirlos (con barco y todo). Aquel subempleo, aquella humillación a la que entregaban los mejores años de sus vidas y su talento, constituía la única tabla de salvación para ellos. Desembarcamos en el Havre y tengo entendido que aún realizan este mismo viaje bajo idénticas condiciones. Tercera y última historia El 19 de julio de 2003, una cola gigantesca, la más larga que la ciudad de Miami haya conocido hasta hoy, se extendía, bajo el tórrido verano floridano, desde la llamada Torre de la Libertad (en el Biscayne Boulevard) hasta los elevados de la vía rápida I-95, a lo largo de quince manzanas. Había muerto Celia Cruz, la Guarachera de Cuba, y su cuerpo yaciente, por voluntad de la artista, había viajado desde Nueva Jersey a la capital del exilio cubano para que, expuesto en una capilla ardiente, el pueblo de Cuba Libre pudiera rendirle un último tributo. 175 000 personas intentaron desfilar ante el féretro de Celia aquel día, unas 45 000 no pudieron hacerlo. Un día no había bastado para que el nutrido cortejo de admiradores, cubanos y del mundo entero, desfilara en su totalidad. Celia Cruz, casi octuagenaria, era, al final de su vida siempre activa, una artista realizada. Su carisma e innegable talento la convirtió en el ídolo de varias generaciones de hispanoamericanos, emigrantes, exilados como ella, o simples ciudadanos. Para los cubanos, Celia representaba algo más: la fuerza inquebrantable y la dignidad de no haber renunciado nunca –siendo ella misma la esencia de Cuba–, a su condición de exilada. En uno de sus últimos trabajos discográficos, el penúltimo exactamente, sabiéndose muy enferma, Celia quiso dejarnos su testamento musical. En él –"Por si acaso no regreso", es el título de esta pieza–, nos anuncia, alegre y resignada a la vez, que se está muriendo ya y que su único pesar es irse de este mundo sin ver a su Cuba liberada. En múltiples entrevistas, Celia había revelado que su sueño era poder visitar la tumba de su madre en el cementerio habanero de Colón, madre en cuya muerte no pudo asistir porque el gobierno cubano, ensañado y vil, le arrebató ese derecho de hija, negándole la visa de entrada al país (aquí también hay que aclarar que todo cubano, haya o no adquirido otra nacionalidad, debe solicitar una visa de entrada a Cuba que sólo es acordada a aquéllos que, en el exilio o emigración, según el caso, hayan mantenido una conducta compatible –ejemplar, diría yo– con los intereses del Estado cubano). Celia era y es la cubana más conocida de todas los tiempos, también era y es la que más glorias ha obtenido con respecto a decenas de artistas, cantantes y compositores cubanos muertos en exilio que, como ella, han muerto sin ver sus sueños del regreso realizarse. La lista de todos es enorme y me es imposible aquí (es el tema de mi libro de ensayo de reciente edición "Cuba: la musique en exil"), en este breve espacio, ofrecerles, al menos mencionándoles, el homenaje que todos merecen. Coda inacabada Con estas tres historias –la censura por parte del gobierno cubano actual a los artistas de la isla; la explotación solapada y sórdida de nuestros músicos por parte de ese mismo gobierno y el dolor de miles de artistas exilados de morir sin poder recorrer de nuevo las calles de su infancia– he resumido lo que a mi juicio constituye el triste panorama de la música cubana actual, su parte humana, la que debería conmovernos y dolernos a todos y la que la mayoría de los libros salsosos, artículos y reportajes periodísticos, en los que el pueblo cubano es mero instrumento de diversión, placer y de alegría jacarandosa, ignora o finge ignorar, por conveniencia propia. Nuestra música, por muy alegre que parezca, es una de las más tristes del mundo. Lo es –y no vacilo en afirmarlo–, porque detrás de cada nota tocada, de cada letra entonada, por nuestros músicos y artistas en general, hay un hondo pesar que anuda sus gargantas, y ese pesar, se llama libertad. Madrid, 30 de enero de 2004. Puentes de música POR TONY ÉVORA En Cuba existe actualmente una fuerte contradicción: las tesis de la revolución están agotadas desde hace rato, pero la música evidencia una pujanza extraordinaria. Sin embargo, es evidente que la situación es crítica y bastante confusa. Hay intérpretes con capacidad para dirigir y orquestar que se consideran a sí mismos subutilizados. Por otra parte, la falta de instrumentos de calidad plantea el exigirle a una agrupación que le “preste” a otra, o el joven músico tiene que conformarse con “heredar” un trasto inadecuado. A menudo hay discrepancias con el nivel técnico o con el tipo de disciplina que impone el director de la agrupación, así como múltiples inconformidades con los funcionarios empresariales por programaciones erradas o por falta de estas, por errores en la asignación de equipamiento, la casi total ausencia de locales de ensayo, o las ansiadas facilidades para viajar al extranjero. Ahora buscan la cadena que se perdió hace más de 40 años: el nexo creación-interpretacióngrabación-difusión. Más tarde o más temprano tendrán que volver a los lazos entre la demanda de actuaciones combinada con la venta de discos (en cifras reales, no manipuladas) y el éxito artístico. Alguno pensará que juzgo demasiado fuerte a una revolución que sin duda puso al país en el mapa mundial y alcanzó extraordinarias cotas de desarrollo médico y educativo en sus primeros años. Sin embargo, me adscribo al dictado de José Martí: “No se puede dirigir un pueblo como se manda un campamento”, y en mi país han dominado desde 1959 los militares. Por su actitud ante la vida, los músicos, en Cuba como en todas partes, son precisamente la gente más opuesta a la mentalidad castrense. La música es vuelo y libertad, deleite de la cabeza, el corazón o las caderas, tres cosas ajenas a esa voluntad empeñada en prohibir y doblegar por la fuerza. ¿Cómo son realmente los músicos cubanos? Son gente que se mueve alrededor de varias obsesiones. Una es que suelen hablar de su profesión y de ligues, y sus razones tendrán para ello. Otra tiene que ver con una costumbre muy criolla de ponerle motes a la gente; de ahí los curiosos sobrenombres que portan con orgullo: Changuito, Patato, Chico, Machito, Cachao, El tosco, Guajiro, Papito, El negro, Guyún, Manteca, Bola, Mongo, Chucho, Pícolo, Rapindey, Greco, Chocolate, Angá, Gallego, Coqui, Molote, Aguaje, Chino, Bimbi, Maraca, Lilí, Bebo, Chano, Papi, Ambia, Hueso, Peruchín, Tata y un largo etcétera. Es una forma curiosa de reconocer el talento de cada cual y de expresar la amistad, pero lo curioso es que, con el tiempo, tengo la impresión de que cada apodo ha ido adquiriendo el sonido clave del músico correspondiente, como si se le hubiera pegado a la voz o al instrumento. Una tercera obsesión del músico cubano le impele a viajar, a conocer mundo. Quizá el hecho de crecer en una isla le imprima cierta ansiedad a eso de salir del patio y demostrar lo que uno vale, como lo hicieron los grandes en el pasado. Si aquellos viajaron mayormente por barco, los de los últimos cuarenta y cinco años quieren elevarse al cielo y cogerle unas vacaciones al comunismo. Pero sobre todo, regresar a casa con dólares. La cuarta obsesión entraña el inevitable problema generacional: los músicos afinan o desafinan tanto por coincidencias como por desavenencias, y aunque coexisten en una misma finca, ocupan distintas parcelas, cada vez más ricas por la sedimentación. Como todo cubano, los músicos son supersticiosos y mantienen diversas creencias que llevan con cierta altanería. De ahí la quinta obsesión. Dicen que no creen en nada, pero en realidad creen en todo: son católicos, santeros, mayomberos, ñáñigos, espiritistas y algunos hasta revolucionarios. Todo a la vez. Se trata de una cuestión de ética e identidad colectiva. Y en esto no hay diferencias entre negros y blancos, ni entre la vieja guardia o los jóvenes formados por la revolución. Se trata de vestigios de una cultura y estética caribeña de los tiempos de la plantación: una forma inquietante de ser y estar siempre entre un acá y un allá. Cuando salen de gira, la mayoría opta por el silencio cuando se les pregunta por la situación del país. De todo lo demás hablan con fluidez y gran sentido del humor. Ese mutismo tiene una explicación: cualquier comentario o declaración puede ser utilizado en su contra, convirtiéndose en verdaderos inconvenientes –como no dejarle volver a salir del país–, al regresar a La Habana. Como le ha sucedido a bastantes artistas. Un agente de espectáculos español, muy relacionado desde hace tiempo con los ambientes cubanos le comentó a un periodista del periódico El País: “El régimen considera que quien sale al extranjero está expuesto a la contaminación capitalista.” Suelen viajar acompañados por un “seguroso”, un agente de la Seguridad del Estado disfrazado de funcionario cultural. La denuncia fue publicada el 26 de agosto de 1995. “Los artistas están sometidos a control obsesivo y burocracia patológica. Este anacronismo totalitario provoca rubor y crispación entre los empresarios y representantes artísticos españoles, algunos de los cuales simpatizan todavía con Castro.” Y sin embargo, a pesar de los iracundos demagogos a ambos extremos del espectro político, los músicos siguen montando números originados de un lado u otro del Estrecho de la Florida, lo que me hace sentirme optimista. Pero cada vez que uno de la isla trata de acercarse de alguna forma a los de Miami, el régimen los castiga. Lo que me hace recordar aquel apotegma (no recuerdo de quién): “Cualquier pueblo defiende más su música que sus leyes.” ¿Hacia dónde se dirige la música cubana? Existen varios indicadores significativos para intentar contestar esta pregunta, aunque mi bola de cristal sólo refleja confusión y un sálvese-quien-pueda ante la inminente debacle. Aunque el poder de la música no es de índole política, suele revelar con bastante claridad los altibajos y contradicciones inherentes al sistema: Las principales agrupaciones tienen ahora patente de corso para organizar contactos con empresarios extranjeros y manejar sus propios asuntos. En realidad, son los que ponen la banda sonora a la película de un país traumatizado. El boom actual de la música cubana en el extranjero puede resultar contraproducente. ¿Qué pasará cuando desaparezcan todos los viejitos o las transnacionales se cansen de explotar ese filón? En la mayor parte de las agrupaciones musicales prevalece el ruido y una tendencia a sobrevalorar la técnica y la velocidad, con una preferencia por los tiempos vivos –que son más fáciles de tocar que los números lentos–, quizá como consecuencia del marcado interés en satisfacer a los bailadores. Esta locura desaforada por los movimientos pélvicos, ¿representa acaso una actitud escapista ante un sistema que les niega todo lo demás? Actualmente existen muchos músicos jóvenes, bien preparados, pero que no tienen posibilidades de desarrollarse dentro del país. Me atrevo a asegurar que una buena parte de los mejores talentos viven sumidos en un medio-exilio, esperando a ver qué pasará cuando muera Castro. Me vuelve a la mente aquella frase tremenda del cantautor Pancho Céspedes: “Me fui de Cuba porque quería que mi música trascendiera. Allí te dan las armas para que pienses, pero no salidas.” La nueva trova, el primer movimiento musical que devino directamente asociado –política y culturalmente–, con la revolución, está totalmente desarticulada. A partir de 1987 cada cual empezó a buscar su propio derrotero y aunque hubo intentos de resucitarla, la burocracia de siempre lo apagó todo. Ahora cada cual resuelve por su lado, llámese como se llame. Las dinastías musicales han sido, son y serán, sumamente significativas para el país, los Valdés, los Romeu, los Rubalcaba, los López, los Formell, otra vez los Valdés, los Piloto, los Oviedo, Alemañy, Calzado y Alfonso, para citar sólo algunos. A no ser que se interrumpa el flujo por continuas deserciones. El 8 de enero de 2004, el brillante pianista Gonzalo Rubalcaba, nacido en 1963, actuó solo en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Madrid, como parte del ciclo “Conciertos extraordinarios”. Su portentosa técnica y expresividad le ganaron inmediatamente el favor del público. Yo estaba allí. Rubalcaba proviene de una familia de músicos populares, y creció entre danzones, guarachas, mambos y sones. El abuelo Jacobo fue el autor del danzón antológico El cadete constitucional y su padre Guillermo fue durante muchos años director y pianista de la Charanga Típica de Concierto. Su estilo de jazz afrocubano (lo que otros llaman jazz latino) se podría definir como ecléctico. Lo mismo si se presenta en solitario, en trío o con un pequeño grupo, sus dedos fluyen entre un vanguardismo muy personal y una muy criolla y desenfadada manera de incorporar temas de danzones, de canciones filin e incluso de algunos números de Los Beatles. En declaraciones a un periodista de El País, publicado el día de su presentación, Gonzalito Rubalcaba afirmó: “El pianismo cubano está muy determinado por el piano de jazz”. Para agregar más tarde: “Por un lado está lo que el Gobierno cubano está interesado en promocionar, por otro, hay diversas corrientes al margen de esos intereses que siempre van a crecer, pese a la tendencia política de las instituciones. De otro modo, desde 1959, no se habría producido ningún desarrollo cultural. Considero que los cubanos somos depositarios de una enorme tradición musical que sobrevivirá, aunque no encaje en la filosofía que los organismos quieren divulgar.” Generalmente hablando, la música bailable no funciona con arreglo a las normas internacionales del marketing musical. En Estados Unidos y los principales países latinoamericanos todavía domina la estereotipada salsa romántica; en Europa prefieren el son añejo. Pero en la Isla, la hipersalsa y la timba tienden a lo indómito: sus temas, incluso en disco, son muy largos. El lenguaje es demasiado cubano y rebosa guiños, citas y putaditas que no se entienden fuera. Resultado: gran parte de la música actual es difícilmente exportable por su extensa duración, y por sus ininteligibles localismos (interminables estribillos, referencias a los barrios, uso de jerga callejera, ideología pragmática cargada de incitaciones el público que corresponde con bailes altamente lascivos, etc). El aporte femenino. A pesar de algunas bandas de calidad (Las Canelas, Son Damas, Azúcar, Almendra o la Anacaona, entre otras), veo a pocas mujeres dedicadas profesionalmente a la música, aunque se suponía que bajo la revolución se lograría una verdadera apertura para ellas. Una excepción a otro nivel musical son los casos de la compositora y directora Tania León o la labor de Zenaida Castro Romeu al frente de la Camerata Romeu, grupo de cuerdas femenino que ya acumula importantes premios. Desde hace algún tiempo, grupos de artistas cubanos y españoles –entre los que se hallan Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel o el argentino Fito Páez–, han grabado discos para recabar fondos a favor de las escuelas de música. En Cuba hace falta de todo: cuerdas, clavijas, arcos, pianos, boquillas para saxos, partituras, papel pautado, instrumentos de todo tipo... Según las estadísticas del Instituto Cubano de la Música y el Sindicato de Trabajadores de la Cultura, en la Isla hay casi 15.000 músicos profesionales. Y todos quieren lo mismo: salir al extranjero para ganar dólares. El reencuentro Cuando termine la larga noche del totalitarismo, la música será con toda seguridad uno de los puentes más sólidos y gratos para el abrazo definitivo de un mismo pueblo que tiene tanto de cautivo como de cautivador. Pienso que en ese fontanar de música está una de las claves de la futura reconciliación, porque está grabada en el alma de todos los cubanos y porque no sigue banderas ni se adscribe a ningún partido. Aunque hay que advertir que el proceso de transición no será fácil; no habrá reconciliación si a la intolerancia de un lado responde la excomunión del otro. No se trata sólo de un bonito deseo. Tengo confianza en la determinación de la gente joven con ideas y buenas intenciones a ambos lados de la actual división ideológica para llevar adelante la futura sociedad civil. Me baso tanto en lo que algunos compositores e instrumentistas están haciendo actualmente como en lo que piensan y quieren alcanzar. ¿Por qué tengo esa confianza? Porque al pueblo cubano siempre lo ha salvado su capital afectivo, tanto su espontánea bondad como su inalienable confianza en las relaciones humanas. Quizá se trate de una manera preindustrial de sentir, o de haberse detenido en el tiempo en la segunda mitad del siglo XX, instalado el país en un proceso cuya truncada presencia no ha logrado destruir del todo los vínculos solidarios. De ahí que a ambos extremos ideológico-territoriales en que hoy nos encontramos existan criterios muy firmes de hermandad. Después de todo, lo que moldeó a tantos músicos de la Isla en estas cuatro décadas y pico no fueron los discursos del líder –a quien la mayoría considera un loco–, como tampoco han sido los cuentos de papá y mamá para los que crecieron en el exilio. Fue el hecho, por un lado, de crecer dentro de un país tan violento, curioso y complejo como Cuba, que induce a reflexionar, a ser sensatos y mantener un sentimiento comunitario como no se acostumbra en el mundo occidental, y por el otro, el sentirse desarraigados, desterrados de un estilo de vida que ha obligado a muchos a valorar las cosas de forma distinta. Es evidente que el “hombre nuevo” que anunciaba Che Guevara se ha retrasado bastante. Después de cuatro décadas se le vislumbra apenas, tiene hambre, está enajenado, y parece que viene bailando timba, como la jinetera no es precisamente la “mujer nueva” que soñó el argentino. ¿Cómo habría reaccionado un resucitado Guevara ante los efectos desmoralizadores de la dolarización de la economía, la creciente desigualdad social entre los que reciben “fulas” del exterior y una inmensa población negra sin acceso a dólares, o la frustración de una juventud sin horizontes, sin olvidar el drama de los profesionales forzados por el coste de la vida y las contradicciones inherentes al régimen, a abandonar sus carreras para convertirse en camareros o taxistas, para ganarse algunos dólares? ¿Que teoría trasnochada habría aventurado el “guerrillero heroico” para explicarse la desesperada prostitución asociada al turismo, los sueños rotos de campesinos hambrientos, los apagones constantes, la aparición de las drogas o el auge de la delincuencia? ¿Y los negros? Hay que decirlo todo. Los blancos siempre han vivido de espaldas a los criollos negros. Formaron los mayores contingentes rebeldes por la independencia del país en la segunda mitad del siglo XIX, pero al inaugurarse la República en 1902 fueron totalmente olvidados, como si no existieran. En la última década, un importante sector de la población –que no recibe dólares de familiares en el extranjero por razones obvias–, sufre más que otros la crudeza económica del país. ¿Acaso esta posición de desamparados no constituye otra forma de terrorismo oficial contra los negros? ¿Se ha preguntado alguien el contrasentido de que una población negra y mulata que llega al 63 por ciento (con su enorme arco iris de diferentes matices) se haya convertido en una mayoría invisible? Esta discriminación racial –que por supuesto, también es de género–, es dolorosamente real y se puede observar hasta en la composición de los cuadros dirigentes del régimen. Todo el que haya hecho negocios con Cuba sabe que casi todos los ejecutivos y directores de empresas son blancos, mientras que los barrios marginales son habitados mayoritariamente por negros y mulatos, que por cierto, también constituyen el 80 por ciento de los músicos, y por contrapartida, el grueso de la población penal. Si hay un personaje que hace pensar sobre la realidad de la sociedad cubana actual en contraposición con el discurso oficial, ese es la mujer negra. El régimen no está interesado en legislar contra la discriminación de facto, pues su razón de ser está en sobredimensionar la discriminación –la política y de clase en este caso–, sin eliminar la racial. Nunca una élite en el poder eliminó de un plumazo y de la manera más sutil la voz de los negros. Comprúebelo: las sociedades de recreo de descendientes de españoles, hebreos, chinos y árabes no fueron suprimidas, pero las de los negros sí. Paralelo al auge de la timba emergió un sector haciendo rap o hip-hop a lo cubano. Grupos de jóvenes negros, quizá por constituir los más damnificados de la población por las estrecheses impuestas, comenzaron a manifestarse en parques y esquinas de las barriadas más populosas, particularmente en La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba. En cuanto a las letras, apréciese la siguiente: Revolución, no me la aprietes más que yo sigo aquí. No me la aprietes más, déjame vivir... Las críticas son toleradas a regañadientes por el régimen que lo manipula como una válvula de escape. Otro elemento a tener en cuenta es la intertextualidad de las letras, ya que a menudo incorporan pasajes textuales y musicales de piezas reconocibles de la música popular. “El discurso sobre la identidad siempre ha sido un discurso blanco”, afirma el ensayista Enrique Patterson en un artículo publicado en la revista Encuentro (Nº 2, otoño 1996). “En cuanto al negro, más que participar del discurso de qué somos, parece no interesarle tanto el problema ontológico como el jurídico: poner en blanco y negro los derechos y las reglas del juego.” El futuro inmediato Creo firmemente en la integración de las razas –sin paternalismos–, y en la libertad como lo opuesto a la dominación de un grupo social por otro, como sucede actualmente. Creo en la ausencia de servidumbre, partiendo del principio de que la libertad real no la garantiza tampoco el todopoderoso mercado, sino la continua acción política velando por el bienestar de los más débiles a través de las instituciones y normas colectivas. En mi experiencia, es relativamente fácil ser buenos, lo difícil en el caso cubano es ser justos. Y alguien debe empezar a perdonar y a olvidar. A pesar del rencor, del miedo y la apatía que prevalecen en la sociedad actual, cuando reaparezca el optimismo y no haya miedo de pensar y hablar abiertamente, será necesario hacer un lugar para los músicos que tuvieron que abandonar el país y labrarse un porvenir en el extranjero con su talento, aunque pagando un precio muy alto por su libertad, o para los que nacieron y crecieron en otras tierras y aprendieron a hacer música de calidad. Reencontrarse y mantener su propia identidad entre el maremágnum de sonidos que hoy pueblan el mundo occidental será uno de los peligros en que se verán envueltos los artistas durante el proceso de reconciliación. Habrá que evitar a toda costa la destrucción posterior de la cultura nacional en la forma de una brutal penetración foránea, impulsando sofisticados géneros musicales, nuevas ideas, dando oportunidades a los que buscan su propia expresión. Aunque la música popular se mueve dentro de una cultura de lo efímero, es posible alentar una visión musical de futuro, no solamente por una cuestión de sensibilidad y cohesión social, sino porque crea economía. Esa fábrica de sonidos transparentes que es la nación cubana, compuesta de los músicos que se han visto obligados a sobrevivir dentro del país a pesar de las escaseces de todo tipo, del odio y la apatía que prevalecen en la sociedad actual, y de los que tuvieron que abandonar el país para labrarse un porvenir en el extranjero con su talento, esa nación, insisto, tiene apremiantes problemas económicos y sociales que solventar y tareas profundas por resolver. Resumiendo Castro ha intentado castrar a mi pueblo. Obsesivo y testarudo, ha tratado durante más de cuatro décadas de poner freno al afán luchador, al vigor creativo del criollo. Sin embargo, examinemos los éxitos de todo tipo que la mayor parte de los exiliados –empresarios, profesionales, músicos, mujeres y hombres, científicos, trabajadores especializados–, han alcanzado en cualquier ciudad del planeta. Ahí está la prueba de las pujanza cubana. La situación actual se asemeja bastante a la de las últimas décadas del siglo XIX, época en que se fundaron los principales géneros musicales de la Isla. Todavía bajo el poder colonial, aquella estuvo muy lejos de ser una etapa idílica para la creatividad musical: conspiraciones, guerras, latigazos, arrestos y exilios se sucedían. La dureza de los capitanes generales y sus secuaces se cebaba precisamente en las jóvenes generaciones, por lo que aparecieron infinidad de canciones habaneras y guarachas que reflejaban las quejas sobre fusilados, deportados y presos políticos. ¿Le recuerda algo? En esa desazón vivía Cuba, mientras sus relaciones comerciales con Estados Unidos absorbían más del 90% de las ventas de azúcares. Por aquel entonces, 1888 para ser exacto, el asturiano Antonio de las Barras y Prado, un visitante sin prejuicios, captó magistralmente la fuerte influencia del vecino poderoso en las cuestiones cubanas: “Aquí se ha inoculado, más que en ninguna otra parte de la América española, el go-ahead o espíritu progresivo de los Estados Unidos, con quienes está muy en contacto por sus relaciones intelectuales y mercantiles. Y como esta nación es sin disputa la más adelantada del mundo, por esto es por lo que Cuba, cuyas necesidades han ido creciendo al par que su riqueza fabulosa, se sirve para todas esas necesidades de los procedimientos más nuevos e ingeniosos, mecánicos e industriales, y de todos los ramos culturales y científicos.” Predecir es muy difícil, sobre todo el futuro. Sin embargo, como investigador del fenómeno musical debo asegurar que la verdadera riqueza de la sonoridad cubana permanecerá siendo un enigma inaccesible a las palabras. Hay que escucharla en todas sus dimensiones. El país ha estado exportando música desde hace siglo y medio: la canción habanera fue la primera en hacer las maletas y todavía sigue viajando. También han viajado muchísimo con sus instrumentos esos embajadores sin nombramiento ni nómina que durante continuas generaciones salieron a divulgar y propulsar la música cubana por el mundo, regalando contagiosa alegría. Para los que se fueron y para los que se quedaron, en cualquier momento de estos últimos 45 años, confrontando dificultades materiales y espirituales de toda índole, vaya la certidumbre de que, pese a todo, los cubanos seguirán produciendo y bailando su música mulata, bebiendo de las fuentes originales que no parecen agotarse jamás. ¡Vivan los puentes! Actuar y dirigir en los tiempos finales del Comunismo Una Carrera en el Exilio* POR EDUARDO PALMER Para comenzar, ejerciendo el democrático derecho de disentir, quiero dejar sentado, que no estoy de acuerdo con el título del tema, por varias razones. La primera es que se refiere a que estamos mundialmente en los tiempos finales del comunismo; creo firmemente, que este está “vivito y coleando”, no solo en Corea del Norte, Vietnam, China continental y Cuba, sino que en muchos otros países, el comunismo, como partido político legal, existe, tiene miembros en el congreso y en otros casos aparece reciclado con otro nombre, pero su filosofía y objetivos son los mismos siempre. Si el título solo se refiere a Cuba, también creo que no se ajusta a la realidad. Fidel Castro tiene 77 años, no está afectado de enfermedad “terminal” alguna, su familia es genéticamente longeva, su padre murió a los 92 años, por todo lo cual, es factible que él dure 8, 10 o quizás hasta 15 años más, y mientras él viva, no habrá cambios ni aperturas en Cuba. Así que, en este caso, tampoco es aplicable el término “los tiempos finales del comunismo”. Nunca he sido actor y salí de Cuba en 1960, por lo cual, no fui parte del ICAIC ni del ICRT, así que no puedo hablar sobre “actuar y dirigir en los tiempos finales del comunismo en Cuba”. De lo que sí puedo hablar, es de mi carrera en el exilio, he producido o coproducido 12 películas de largometraje, más de 500 programas de TV, 200 documentales y he sido productor 16 años de un noticiario de TV, y cerca de 22 años de un noticiario de cine. Lo que en este caso puede ser relevante para este simposium o conferencia, creo que es los documentales que he realizado denunciando al mundo la tiranía castrista. Tocaremos cuáles fueron estos documentales, de que trataban, su objetivo y su distribución. Comencemos con el primero hecho en el exilio; fue “Cuba Satélite 13” realizado en 1963. Fue filmado en 35 mm blanco y negro, tuvo 80´ de duración y se entrenó en 11 cines simultáneos en la ciudad de Nueva York. Este film tenía secuencias de la invasión de Playa Girón en 1961, el incendio de la tienda El Encanto, la campaña internacional “Queremos Fusiles” para liberar a Cuba y muchas otras actividades del exilio. “Satélite 13” se exhibió en muchas ciudades de Estados unidos, pero no logró colocarse en un solo cine de América Latina. El sentimiento proCastro impidió que empresario alguno tomara ese riesgo. Es más, 40 años después, afirmo que aún hoy en día, es dificilísimo cuando no imposible colocar en cine o TV algo contra Castro en América Latina. El sentimiento antiyankee es casi absoluto en esa área, y Castro es admirado por esa razón. A partir de mediados de los años 60, pasé a Santo Domingo donde dirigí una operación de cine y Televisión por unos 30 años. Desde Dominicana, comencé en 1984 la serie “Planeta 3”, un programa de 1 hora para TV, sobre temas de actualidad. El primer moderador, fue Jaime Bayly. “Planeta 3” llegó por 11 años a 16 países de América Latina. De los cerca de 500 programas hechos, aproximadamente 110 trataron sobre Cuba. Se invitaban a participar como panelistas a personalidades de toda Latinoamérica. Algunos de los frecuentes participantes han sido Carlos Alberto Montaner, el Dr. Abel Pacheco, actual presidente de Costa Rica, Armando Calaron Sol, quien más tarde fue presidente de El Salvador, Carlos Flores, presidente de Honduras, muchos ministros de Gobierno y líderes políticos latinoamericanos. Desde 1996 en Miami, produje documentales sobre Cuba, que eran llevados a Ginebra, por activistas anti-Castristas, durante las sesiones de la comisión de Derechos humanos de las Naciones Unidas. El primero de estos, en 1994, dirigidos por Joe Cardona y Alex Antón, producido por mí, fue “Rompiendo el silencio”, sobre el comienzo en cuba del movimiento por los Derechos humanos. En 1995, “La imagen Rota”, que trata de cómo los cineastas y técnicos que fueron del ICAI en Cuba, se abrieron paso con gran éxito en el exilio. En el año 1995 produje la obra dramática, “Castro contra Castro” donde un joven Castro se le aparece al viejo dictador y disiente con él, pidiendo que le de la libertad al pueblo cubano. 1996, el que considero mi mejor documental, “Historia de la Brigada 2506”, de 72´ de duración. Este documental es de una exactitud histórica total. El ex brigadista y ahora profesor de Miami, desde Community Collage, participó en la redacción del guión. 1998, “Castro, Cuba y el Narcotráfico” (La Conexión Cubana). Se demuestra aquí, con pruebas y testimonios irrebatibles, la participación de los hermanos Castro y otros militares cubanos en el tráfico internacional de drogas, especialmente hacia los Estados Unidos, con el doble propósito de corromper a la juventud norteamericana y enriquecerse con el dinero de las drogas. 1999 “En un lugar sin alma”, 54´. Trata del presidio político de hombres, mujeres y niños, en las cárceles de Castro. De este drama mental, hay versiones en 5 idiomas: Español, Inglés, Francés, Checo y Polaco. En este mismo año de 1999, produje “La Patria Sí es de todos”, sobre el juicio a los 4 firmantes del documento “La Patria es de Todos”. No confundir este documental con el de “La Patria es de Todos” realizado por un cineasta español. En el 2000, hice uno de los documentales que más impacto ha tenido “Red Alert”, (Alerta Roja) que trata y demuestra con pruebas, el programa de Castro para la guerra química y biológica. Aparece entrevistado aquí, el ex Coronel Soviético Ken Alebek, quien fue el 2º jefe de Biopreparot, el programa Soviético de Guerra Biológica. También en el 2000, “Pasos a la libertad”, sobre el movimiento de la disidencia en Cuba. Fue filmado totalmente en Cuba, por los mismos disidentes, unas 50 horas de vídeo, con cámaras amateur. Ese material me fue entregado por el Directorio Democrático y pudimos editar y distribuir este documental de 20´. 2002, “Only 90 miles away” (El Terrorista de América) 42´, muestra las conexiones cubanas con el terrorismo inteligente, desde mediados de los años 60 hasta hoy. 2003 “Paraíso traicionado” trata de las promesas que hizo Castro en 1959 al pueblo cubano y en su lugar ha convertido a Cuba en una isla Cárcel, destruido totalmente la economía y pisoteado todos los derechos humanos de los cubanos. “Más de 40 años de tiranía, es suficiente”, 20´, trata sobre al aumento de la represión en Cuba en el 2003, con el arresto de 75 disidentes y periodistas, el fusilamiento de tres jóvenes y la protesta internacional contra la tiranía Castrista. También en el 2003, “El Silencio ha tenido que ser”, “La Respuesta”, y “El FBI y la Red Avispa”, una serie de cinco capítulos de media hora cada uno. Ahora en el 2004, tengo en producción, “Proyecto Memoria”, basado en entrevistas a más de 500 ex presos políticos y comencé esta semana “Por qué No Cuba”, cuyo tema es una sorpresa que se conocerá, cuando esté terminado. Solo puedo adelantar, que las personas que aparecen en este documental, son: El Presidente George W. Bush de EE.UU., el Secretario de Relaciones Exteriores Colin Powell, el Senador Demócrata Bob Graham y los jefes de las tres agencias de Inteligencia Norteamericanas. Todos mis documentales se hacen como mínimo en dos versiones, Inglés y Español. De la versión en Inglés, se hacen copias en VHS y se les hace llegar a los congresistas y senadores norteamericanos. También a miembros del gabinete y periodistas. La versión en español, a veces se logra colocar en la TV de algunos países latinoamericanos. Organizaciones del exilio como “Mar por Cuba”, “plantados”, “Directorio Democrático”, “Consejo para la Liberación de Cuba” y otras, llevan estos documentales a eventos internacionales y también en viajes de proselitismo a favor de la causa de una Cuba libre. Ninguno de mis documentales se ha podido exhibir en España, ni en tiempos de Felipe González, ni ahora con el Partido Popular. RTV-E en particular, sí transmite documentales favorables a la dictadura Castrista, como hizo en el aniversario 40 de la revolución Cubana. Podemos afirmar que el anti-yanquismo de muchos países ha logrado que los mismos cierren los ojos al via crucis del pueblo cubano que lleva ya 45 años de tiranía. Lo que se puede y no se puede representar. Quién actua y quién desaparece? Vivencias personales POR MARCOS MIRANDA Dramaturgo, Director y Productor de TV El momento que vive nuestro país 45 años después de la mal llamada revolución castrista; es tan contradictorio, que si sociológicamente analizaramos, la sicología del ciudadano común y hasta de un gran grupo de dirigentes del gobierno, así como funcionarios vinculados a la economía, la educación y la política nos sorprenderiamos de los resultados. Una esquizofrenia generalizada con grandes rasgos de paranoia podría ser quizas la respuesta de un sicólogo. “La gente piensa de una manera y actua de otra”; esa es la famosa doble cara del cubano actual, para poder sobrevivir. Por otro lado, el miedo a la persecución o simplemente imaginar que eres vigilado, los conduce a la auto censura. Estos son a grandes rasgos el biotipo del cubano de la isla. Por supuesto está excluída la disidencia interna que día a día aumenta en el país. Estos factores son claves a la hora de analizar la Radio y la TV cubana, así como el resto de otros medios masivos de comunicación. Por eso mi ponencia en el día de hoy parte de analizar el papel que juega el costumbrismo en éstos medios como forma de estudiar lo que sucede en la Radio y la TV de nuestro país. DEFINICION DE COSTUMBRISMO Tendencia o género literario que se caracteriza por el retrato e interpretación de las costumbres y tipos de país. La descripción que resulta es conocida como “cuadro de costumbres” si retrata una escena típica, o artículo de costumbres” si describe con tono humorístico y satírico, cuando recrea algún aspecto de la vida. Nuestra vida cotidiana está llena de este género, que tiene su origen en la picaresca española del siglo XVII. No me voy a remontar tan lejos, ni siquiera a la República…Voy a ir directo al tema de ésta mesa, con ejemplos actuales que corren a “sotto vocce” por las oficinas del Partido Provincial, los estudios de Radio Progreso, por la Textilera Ariguanabo, por el Pre-Universitario Vladimir Ilich Lenin, o simplemente por cualquier calle de La Habana, pueblo o capital de provincia. ¿Por qué dicen que Castro es más efectivo que el viagra? -Porque tiene parado completamente al país. En qué se parece Castro y un televisor chino? -En que en menos de 6 meses perdió la imagen! Si analizamos éstos chistes que forman parte del acerbo costumbrista y de la sátira política del cubano hoy día en la isla; y que si bien, se dicen en voz baja, con recelo y con cierto sentido de rebeldía, nos dan la medida de lo que carece un pueblo que gustó ver representada en escena, en la prensa escrita, radiada y en programas de televisión, su problemática. a) Lo que no se puede representar. Estos ejemplos ejemplifican lo que no se puede representar en Cuba. Tampoco pueden representarse programas del corte de “Chicharito y Sopeira” o de “La tremenda corte” (han intentado hacer una versión en la TV pero sin éxito alguno) por eso las versiones actualizadas han fracasado porque ambos programas triunfaron porque acentuaban la sátira social y el acontecer político temas vetados por el régimen comunista. Lo mismo ocurre con los espacios cómicos en la televisión. Hoy día es imposible hacer comedia ni en la Radio ni en la T V Cubana. Los programas “Casos y cosas de Casa” y “Detrás de la Fachada” pasaron a “peor vida” por el mismo motivo. El régimen utiliza como bandera el decadente y defasado show radial “Alegrías de sobre mesa” que escribe Alberto Luberta donde ni por asomo al autor se le ocurre plantear una situación de crítica y mucho menos de sátira política; aunque en una entrevista refiriéndose al programa de la Cuba Republicana “CHICHARITO Y SOPEIRA” apuntó: “Era un programa diario de actualidad, se hacía por la mañana y salía al aire a la una de la tarde. Garrido y Piñeiro representaban al negrito y el gallego. Recuerdo momentos candentes de la pelota en que había gran rivalidad entre los equipos de La Habana y Almendares, y se armaban tremendas broncas entre el gallego que le iba a La Habana y el negrito que era almendarista. Tocaban también problemas de política. Eran amigos de los alcaldes y los relajeaban. A Justo Luis del Pozo le decían horrores porque era un alcalde muy feo. Dicen que él se reía de eso” Luberta sabe perfectamente que en su programa no puede hacer sátira política y mucho menos recrear una situación relajeando al “Maximo Lider, a su hermano o simplemente a un miembro del Buró Político, como hacían Chicharito y Sopeira, so pena de ser “entrevistado” por “sus compañeros del G-2 y pasar unas “vacaciones” en El Combinado del Este si es que tiene suerte. Para los cubanos menos jovenes el estriblillo “Mejor que me calle,que no diga nada, que no “chicuchee” de lo que yo sé”, dicho con la gracia y la picardía inigualable de Rita Montaner “La Unica”, es sinónimo de crítica, sátira y denuncia política y social. Un espacio como ese no existe ni puede existir en la Cuba comunista. Por qué? Porque el costumbrismo y la sátira política están vetados del teatro y de los medios masivos de comunicación. Y es que costumbrismo es un movimiento que “contamina” las artes en general y las enriquece con la frescura de cada zona o región elevando a niveles artísticos la sencillez y el quehacer diario ofreciendo un extraordinario margen para el humor negro, la crítica y la sátira política. Elementos inadmisibles en un régimen totalitario. Tampoco pueden representarse pasajes de nuestra historia si no son concebidos de acuerdo a los parámetros establecidos y a los lineamíentos de la “nueva” concepción que de la misma ha elaborado el régimen partir del 1ro. de enero de 1959. Fecha en que se transformó la “historia de Cuba” desde los siboneyes y guanatajabeyes hasta nuestros días, según los intereses de latiranía. Qué se puede representar? 1.- Obviamente “Alegrías de sobremesa” que no aborda la crítica, la sátira ni el costumbrismo, porque su militante autor conoce perfectamente las reglas del juego y sabe que con “esos géneros” no se juega. Qué otras cosas se pueden representar? 2.- Piezas de la literatura universal adaptadas y tamizadas al color del régimen, siempre haciendo énfasis en la crítica al sistema democrático y al capitalismo. 3.- Obras que alaben, exacerben y glorifiquen al sistema Comunista 4.- Pasajes y personajes adulterados, remodelados y pre-fabricados de la Historia de Cuba que al régimen le conviene destacar. 5.- Seriales que magnifican a super-héroes comunistas, servidores en primera instancia de la Seguridad del Estado, y en segunda a las Fuerzas Armadas. b) Quién actua y quién desaparece? Actuan los que se quedan. Los que de una manera u otra son manipulados por el sistema. Son muchos los motivos que tienen algunos artistas para permanecer en Cuba, aún en contra de su voluntad, conozco casos patéticos con situaciones familiares terribles. Los elementos de la Seguridad del Estado que “atienden” al ICRT, al ICAIC, al Ministerio de Cultura así como a los Grupos Teatrales conocen éstos casos, y en consecuencia actuan y ponen en marcha el chantaje afectivo que es una de sus grandes manipulaciones. c) Algunos apuntes de mi historia personal Recuerdo en Madrid en el año 1987, una llamada telefónica al Estudio de Grabaciones que en aquel entonces teníamos mi esposa y yo en la Plaza de San Miguel, de un “compañero” que me traía dos cartas de mi hermano Carlos de Cuba. El “compañerito” me citó en un bar al final de Arco de Cuchilleros, (la famosa calle de los mesones) y allí entre frases amables, y afectuosas me hizo saber: “lo bien que le iba a mi hija Mónica, en aquel entonces con 7 años de edad en el Colegio María Inmaculada, lo gracioso de su acento castizo con c y z (lo cual indicaba que habían hablado con la niña), lo importante que era para mí llevar para España a mi anciana madre, lo bien que me iba con mi negocio etc.etc. Todo un chantaje envuelto en el tono paternal en que la revolución, que te “da” todo, además, le perdona “la vida” a la oveja descarriada. La reunión terminó con una tarjeta donde de su puño y letra el sujeto anotó su nombre y teléfonos para “servirme en lo que yo necesitara para traer de Cuba a Madrid a mi madre” Por supuesto me entregó las dos cartas firmadas por mi hermano y después de un estrechón de manos que “sellaba el encuentro y la aceptación de ayuda por parte de la Embajada” me dijo: “Contigo se ha cometido un gran error, por eso estamos haciendo ésto que se llama: “operación reconciliación” ya hemos hablado con muchos compañeros que se han sumado nuevamente al carro de la revolución”. Por supuesto todo aquel plan se llevaría a cabo si yo a cambio dejaba de escribir para Radio Martí el programa de sátira política “Qué pasa en casa?” que se transmitió con gran éxito para Cuba durante once años. Después que salí de aquel bar me enteré por un empleado que me acompañó y se quedo afuera, que el despliegue de “cubanos segurosos” habia sido impresionante. Todos enfundados en sus característicos “safaris”, espejuelos Ray Van y plumas con casquillos dorados en los bolsillos, amén de los “walkitalkis” ya que en aquella época los celulares eran muy caros y el “barbudo no los autorizaba” a ese nivel. Recuerdo que desorientados, pero con la convicción de no hacerles el juego; mi esposa y yo, hablamos con Carlos Alberto Montaner que nos recomendó hacer la formal denuncia ante las autoridades españolas, por chantaje y amenaza de secuestro etc.etc. Así lo hice y para sorpresa mía en la sede del Ministerio del Interior en aquella época situado en Puerta del Sol, me mostraron cuatro enormes albumes de fotos de agentes cubanos que operaban en ésta ciudad. En uno de ellos estaba el sujeto que me entrevistó y que resultó ser el Primer Secretario de la Embajada Cubana en España. Posteriormente supe por las autoridades españolas que una de las cartas supuestamente escrita por mi hermano era una misiva “apócrifa” hecha por un experto dactilógrafo que había escrito lo que a ellos les convenía que mi hermano me dijera. Poco tiempo después me enteré que mi entrevistador había sido expulsado de España. A partir de aquel hecho mi familia y yo tuvimos protección por parte del CESID. De Cuba desaparecemos todos los que disentimos del régimen. Se nos borra de la historia, de los créditos de programas, de libros de textos, de películas de fotos. No existimos. En cambio nos convierten en mitos y en leyendas para las nuevas generaciones. Ejemplo de eso son: Celia Cruz, Emilio y Gloria Estefan, Willy Chirino, Cristina Sarralegui, Albita, Mirtha Medina, Andy García, Paquito D’Rivera, Cabrera Infante, Carlos Alberto Montaner, Zoe Valdés, Rosario Suárez, Meme Solís, Malena Burque, Arturo Sandoval y muchísimos más. Recuerdo que en cierta ocasión me avisaron que llegaba una actriz y su esposo a Madrid y no tenían familia ni nadie que los recogiera y orientara y allá fuimos Norma mi esposa y yo. Para sorpresa mía, antes del saludo ella me abrazó con lágrimas en los ojos y me dijo emocionada: “Cuánto me alegro que hayas triunfado con tú estudio de radio” Y muy sobreactuada agregó: “Porque…Marcos ya tú eres un triunfador” Ella no conocía mi estudio, ni lo que hacía, ni lo que ganaba…sabía la “leyenda” idealizada de lo que en Cuba, se decía de mi persona y de mi negocio. Poco después subió los cinco pesos sin elevador de mi “triunfante” estudio y trabajó en los programas que allí se producían y conoció entonces la verdadera historia. Otro tema que da pie a otro acápite, es el acoso, chantaje y persecución económíca que sufren los artistas que salen de Cuba bajo contrato so pena de cancelaciones y hasta de reclusión una vez en tierra cubana, si mantienen relaciones con determinados disidentes en el exilio. Como apunté anteriormente son muchas las razones por las cuales actores, cantantes, bailarines etc. etc. enmudecen ante los desmanes y atropellos que comete el sistema dentro y fuera de Cuba. Común denominador: el miedo! No es fácil sentarse en un cubículo cerrado con el “bombillito verde” encendido en señal que se está grabando, frente a un “jenizaro” del G-2 (en mi caso un mocoso de 22 o 23 años) acusándome de ser el cabecilla principal para sacar artistas de Cuba. Esto fue a raíz que Paquito D’Rivera (gran amigo mio y de mi esposa) se quedara en España. Tal acusación no tenía sentido y por supuesto era incierta. El interrogatorio fue algo kafquiano. Después de dos horas, la conclusión final del energúmeno fue que yo me iba del país por un “pitusa” (nombre que en Cuba se le da los pantalones de mezclilla, “jeans”) Fui expulsado de mi trabajo como productor, director, escritor y actor de radio y TV después de 25 años de labor. A partir de ese momento gracias a la solidaridad de un amigo y compañero de trabajo, me hice artesano en pieles y comencé a fabricar carteras de señora y zapatos de mujer y de hombre. Cuando más animado estaba y mejor me iba el “negocio” (recuérdese el movimiento que se creó en la Catedral de La Habana donde los artesanos impusieron una moda y un estilo muy peculiar y artístico en la decoración, que obligó al sistema a exigir permisos para poder vender en aquella zona) Por supuesto yo jamás lo solicité ni fui nunca a vender mis piezas; las mandaba con un amigo y con mi hermano y les daba un porciento de la venta. Un día fui citado la estación de Policia de Ave. de Acosta en el reparto La Víbora en La Habana donde varios oficiales (de paisano) me acusaron de trabajar clandestinamente y usar materiales robados junto con mi esposa, delito que nos llevaría a la cárcel (En Cuba no hay ningún establecimiento donde adquirir la material prima y de haberla para mi estaba vetada por mi condición de “escoria” ) Sin preámbulos me conminaron a colaborar con ellos con el fin de infiltrarme en algún lugar como agente de la seguridad cubana, después de ponerme la grabación de una conversación telefónica sostenida desde mi casa por mi esposa y un amigo nuestro que era el contacto para obtener las pieles; en la que ella y él se pusieron de acuerdo para que la recogiera y la llevara a buscar el encargo que habíamos hecho. Lo que nunca supieron es que aquella llamada se hizo estando yo presente. Por aquel entonces yo había co-protagonizado un papel estelar en el Serial “En silencio ha tenido que ser”, por lo que era muy conocido para el público, sin contar “Variedades Infantiles” con el personaje del “Abuelo Paco” que estuvo en el aire todos los Viernes hasta ese momento; de modo que mi persona era un foco lumínico para aquellos menesteres clandestinos de compra y venta de materiales y piezas fabricadas; por lo que Norma era quién se ocupaba de llevarlas y traerlas. Ellos imaginaron una relación extramarital entre ella y nuestro amigo e intentaron el chantaje con eso…o quizá trataron de romper nuestra unión matrimonial. La promesa por parte de ellos fue la de facilitarnos la salida de Cuba a mi esposa, a mi hija mayor (de mi primer matrimonio que vivía con nosotros) y la más pequena que tenía meses de nacida si colaboraba con ellos, de lo contrario nos esperaba la cárcel a Norma, a mi hermano por ayudarme y a mi. En un principio traté de darle largas a aquella situación utilizando a mi esposa como parabán para ganar tiempo, sin decirle a ella realmente lo que estaba sucediendo. Entonces nos llegó la visa por Costa Rica, pero sólo autorizaron a viajar a mi pequeña hija y a mi esposa. El plan conmigo era enviarme a pasar un curso para adentrarme en métodos de infiltración, inteligencia y espionaje. Fue entonces cuando le conté a Norma lo que estaba sucediendo. Para evadir aquella tremenda pesadilla sólo encontré una salida antes de comprometerme oficialmente con el gobierno. Como actor que soy, me dispuse a interpretar el gran rol de mi vida:“El loco” Guión, dirección y actuación: Yo. Producción Norma. Nadie más lo sabía, ni mis hijas, ni mi madre, ni mi hermano. “Hay cosas que para lograrlas en silencio han tenido que ser” Escribió José Martí, ellos popularizaron la máxima martiana y nosotros la pusimos en práctica. Si el plan no resultaba y perecía en el intento, Norma se encargaría de decirle a mis hijas y a mi familia la verdad de lo ocurrido. Lo primero que hice fue un primer intento suicida: 40 pastillas de meprobamato y 30 de estricnina. En la “potencia médica” ningún hospital recibía a una “escoria envenenada”, según me cuenta Norma, la peloteaban de un hospital a otro; al fin en el Clínico Quirúrgico me hicieron el primer lavado de estómago; en la Dependiente no me atendieron…finalmente el Hospital Militar fue quién me “recibió” y allí me dieron los primeros auxilios. En ese momento ya toda mi familia se concentró el en centro hospitalario donde no garantizaban que reaccionara favorablemente. Debo apuntar que hasta en una cesta de manzanas podridas hay una que retarda el proceso de putrefacción y a lo mejor se salva. Así ocurrió el milagro, una persona (de uniforme) alertó a Norma para que me sacara de allí rapidamente porque el plan era, en el mejor de los casos…dejarme morir. Esa noble persona, que no sé quién es, me salvó la vida Moviendo relaciones y almas caritativas mi familia logró trasladarme al Hospital Gali García. Diecinueve días en coma. La recuperación. Tests sicológicos. Pastillas antidepresivas etc etc. Pero sin tratamiento para borrar la fijación suicida. Ese era el plan del Hospital siguiendo las instrucciones de la Seguridad del Estado. Por mi parte, tenía que lograr un perfil maníaco depresivo con fijación suicida, ya que según mi opinión era la única salida para que no pudieran usarme para sus planes de infiltración. El Director del Hospital Dr. Francisco Murias (siquiatra) ex-compañero de colegio El Salvador de dos cursos menos que el mío y amiguito de la infancia de mi hermano Carlos sentenciaba: “ es un simulador”. Segundo intento suicida: Hurgando por los amplios jardines del hospital encontré la mitad de una mohosa cuchillita Guillette que rapidamente guardé en la plantilla de mis zapatillas. Y aprovechando que Norma fue a buscarme helado con galleticas (mi postre favorito) entré al baño…abrí la llave del agua y me corté las venas de ambos brazos. Nuevamente en coma dos días. Amarrado en la cama con correas de cuero. Empastillado pero sin tratamiento para borrar la fijación suicida El Dr. Francisco Murias insitía en su sentencia : “es un simulador” Tercer intento. Tenía mucho tiempo para pensar, para estudiar mi personaje. Tenía que convencer a Murias (comunista furibundo) que yo era un maníaco y que lo único que me podía borrar la idea del suicidio y por ende todo lo relacionado con la Seguridad del Estado y dejarme en un estado mental vegetal; lo cual garantizaba que al salir de Cuba yo no ultilizaría ésto en contra del régimen castrista; era el tratamiento con electro shock. Hacia ese objetivo encaminé mis pasos. Cómo convencer a Murias? Qué hacer para que autorizara los electros? …bajo la “supuesta” negativa de Norma que aparentaba no querer que me los dieran…y la real negativa de mi hermano a que me los aplicaran. Tanto mi hermano Carlos como yo sabíamos el daño que provoca sobre las neuronas ese tatamiento por nuestro padre, depresivo compulsivo cuya fijación suicida lo llevó a la muerte después de veintitantos electro shocks, cuando se disparó un tiro detrás de la oreja. Debo decir que la experiencia de mi padre me sirvió de mucho para la elaboración de mi personaje. Yo sólo pensaba: Qué podía hacer un actor verdaderamente loco para acabar con su existencia? Una mañana encontré la respuesta a mi obsesiva pregunta. Tenía que atentar contra lo más preciado que tiene un actor: su cuerpo y su cara. Me lancé de cabeza sobre los bloques de concreto de una construcción que se alzaba frente a mi pabellón. Me desprendí la oreja, la nariz, perdí una muela. El resultado: me destrocé la cara, y me propiné muchos golpes en el cuerpo y las extremidades, aunque increíblemente no me fracturé ningún hueso, las cucharadas de calcio suministradas por mi madre durante la infancia resultaron. Eso fue definitorio…Murias cedió. Me dieron siete electroshocks. Casi llego a ser el vegetal que me propuse…Hasta que finalmente me llamó el Agente Igor por teléfono y “comprobó” que yo estaba “ido”. Después de esa llamada a los dos días, Emigración concedió mi permiso de salida. Cuántos han perdido la vida en un desesperado intento por escapar de aquel infierno de miedo, persecución, bejámenes, torturas, y acoso? La cifra exacta nunca se sabrá. Mi miedo me hizo “valiente” para cometer las “locuras” que creyendome cuerdo elaboré enloquecidamente para huír de aquella pesadilla. No se lo acosejo a nadie. Nadie sabe hasta que no lo sufre, hacía dónde puede arrastrarnos un cúmulo de sentimientos contradictorios; por eso quiero finalizar ésta ponencia con otro chiste que retrata popularmente la ira, la frustración, la abulia y la desesperanza de esos “cuerdos” que viven en aquel manicomio en el que un verdadero loco de atar ha convertido a nuestro país. — Raúl, estoy preocupado por el futuro de nuestro pueblo. ¿Crees que te seguirán como a su líder? — Sí, Fidel, no lo dudes ni un momento. — ¿Y si no te siguen ? — Te prometo que entonces te van a seguir a ti. Estoy seguro que éste final pesimista y cruel, reflejo del sentimiento que ahoga a nuestros compatriotas de la isla, no será el final de Cuba. Una televisión libre* POR ANTONIO DIÉGUEZ Primero, creo que debes aclarar que no soy profeta, ya que uno de los oficios más difíciles del siglo XX fue precisamente el pronosticar lo que iba a pasar en Cuba, o incluso lo que ya estaba pasando. Fidel, de hecho, nos ha obsequiado a cada uno de nosotros, como regalo envenenado, una bola de cristal personal e instranferible, para que le pronostiquemos, y muchas veces, la mayoría, nos equivoquemos. Hasta ahora yo he sido muy discreto y parco con mi bola de cristal, que en cierta medida aún esta por utilizar. Por ello advierto, y admito sin sonrojarme, que lo único que pretendo hacer hoy aquí es especular sobre lo que podríamos esperar dentro de una Cuba en transición hacia la democracia en cuanto al desarrollo de una televisión libre. Que, a mi juicio, y con los escasos datos fiables que tenemos a mano, además de las variables que sin duda tendremos que resolver en el camino, y casi de oído, es lo mas serio que podemos hacer en este momento. 1. Situación actual. Estos datos deben estar en algún lugar de OCB. Pero creo que no debes de aburrir a los asistentes hablando demasiado de números, potencia de las emisoras, cobertura, etc, sino situar esos números en función del poder que tiene el Estado para obsesionar al pueblo las 24 horas del día. A nivel nacional, regional y local. O sea, desde los grandes designios del Estado, hasta la ultima noticita del pueblo. También, y aunque no sea estrictamente el tema central de esta reunión, es necesario tener en cuenta que para manipular las comunicaciones en Cuba no sólo se utilizan la televisión y la radio, sino además la prensa, las vallas, el deporte, el teatro, la poesía, el cine, el baile, etc., etc. Me imagino que hasta la pornografía. 2. Transición Aunque la transición de la televisión cubana después de la desaparición del estado totalitario no puede ser, ni mucho menos, predecida, quizás sí pudiera ser intuida si nos aprendemos algunas de las lecciones de transiciones pasadas. Una, la de España, y la otra la de la propia Cuba que tuvo lugar a partir del triunfo de la Revolución y que en ocasiones ignoramos. El primero de enero de 1959, aún contando con el abrumador apoyo del pueblo cubano, la Revolución, sin embargo, no pudo hacerse sentir inmediatamente en las emisoras de televisión cubanas. Porque aunque formalmente sí que lo hizo, nombrando a cuadros de toda confianza del Partido para los puestos clave, operativamente no pudo llegar a hacerlo hasta bastante después. Esta es la diferencia entre los cambios formales y los cambios estructurales o de fondo. En CMQ Televisión, por ejemplo, la emisora hegemónica cubana, donde proliferaban células clandestinas del Movimiento 26 de Julio, o por lo menos eso es lo que se dijo después del triunfo, sobre todo por los supuestos miembros de aquellas supuestas células, las emisoras tuvieron que seguir trabajando con los mismos productores, técnicos, guionistas, actores, músicos, etc, etc., incluso con los mismos anunciantes de siempre. Todo ello enfrentó a los nuevos gerentes, auténticos comisarios políticos, ante un problema de adoctrinamiento ideológico en el que se vieron obligados a invertir algunos años. Una televisión cubana democrática tendrá por fuerza que comenzar un largo aprendizaje a partir de una televisión pública que paulatinamente se transforme muy cuidadosamente en un ente privado. Por supuesto, siempre se deberá mantener viva emisora estilo PBS o BBC. En España sucedió algo muy parecido durante la transición hacia la democracia. La modificación de la manera de entender la televisión, por ejemplo, el desintoxicarse, sobre todo de la forma en que la antigua programación se planteaba, costo años de esfuerzos. Y aunque la Televisión Española había producido programas excelentes durante los años de Franco, recuerdo Cañas y Barros, o estupendas producciones de teatro o de zarzuelas, el tono general de la televisión anterior, repito, en cuanto a la forma, la manera de hacer de aquellos noticieros, por ejemplo, siguió influyendo de manera notable y por mucho tiempo en el estilo de las emisoras, sin duda democráticas pero con la inevitable rémora del pasado. Así fue, incluso hasta después que la televisión admitiera capital inversionista privado. La propia transición de la Revolución triunfante llevó su tiempo. Hablar de la utilización por parte de Fidel del Partido Comunista hasta que no le hizo falta, y cómo maniobró para, primero, utilizar los cuadros del Partido para nutrir las necesidades de personal organizado para ocupar los puestos de confianza del régimen para poco a poco ir creando lealtades a Fidel y en cuanto se logró se armó una crisis artificial para quedarse él con los cuadros jóvenes del antiguo Partido y crear otras organizaciones ya leales sólo a el. Hasta hoy en día, donde nadie, o al menos asi lo piensa, nadie le es desleal. Todo eso llevo años, hasta el 1969 cuando finalmente se crea la Ofensiva Revolucionaria. Diez años después del triunfo de la Revolución. Las fechas que recuerdo son más o menos • 1959, triunfo • 1961,ORI • 1963, PURS y desmantelamiento del Partido Comunista. Blas Roca contra Aníbal • 1967, Microfacción • 1969, Ofensiva Revolucionaria. Puntos a considerar que influirán en la transición: 1. El cambio de hábitos de escucha creados a través de 45 años. 2. De la retórica actual a la retórica democrática. Decirle capitalista hoy a alguien es casi que insultarlo. Esto llevará tiempo. 3. El problema técnico-económico de renovar todo el equipo, dejando de utilizar la microonda, que me imagino que se sigue utilizando, y la instalación de cable. Esto nos lleva a considerar el problema de los satélites. Baracoa situación privilegiada UHF, digital, satellites, low power, etc. etc. 4. El problema de la legislación, comenzando por una nueva Constitución que reconozca el derecho a la libre expresión. Y que también toque puntos controversiales como el de si, por ejemplo, se permitirá la inversión de capital extranjero en los canales privados. 5. Pero sobre todo, una televisión democrática en Cuba se enfrentara, por mucho tiempo, a las contradicciones es que inevitablemente surgirán entre unas relaciones gerenciales puramente formales (entre dirección y producción final) hacia otras marcadas por el respeto a las reglas de la competencia y la libre empresa Los medios de Comunicación en los tiempos finales del comunismo Antes y Después de los medios de Comunicación* POR RAFAEL SOLANO Licenciado en Periodismo, fundador de Habana Press, premio Rey de España y premio España. Los medios de comunicación audivisuales de Cuba, como los escritos, tienen un solo propietario ; el régimen que se instaló en la isla a partir de 1959 en el cual el periodista no es más que un vocero de los objetivos y las consignas revolucionarias. La libertad de opinión, a diferencia de las sociedades democráticas, constituye un delito y su práctica puede conducir a la cárcel. La radio y la televisión tal vez sean las más controladas por el alcance de sus ondas. Ahora bien, las emisoras poseen departamentos de informativo, de programa y de música. Tanto el director general de la entidad como los subalternos, son designados por el Partido Comunista de Cuba tras la aprobación de los órganos de la Seguridad del Estado, un poder oculto que responde al "Comandante en Jefe" y que cuenta con una red de infiltrados en cada planta para conocer la vida de los profesionales, así como sus pensamientos. Los directivos no se eligen de acuerdo a su cualificación en el medio, sino teniendo presente los méritos como militantes del Partido Comunista, de la Unión de Jóvenes Comunistas o de los sindicatos. Un día a la semana los jefes asisten a la tradicional reunión del Comité Central del PCC, donde reciben las orientaciones acerca de lo que se debe decir y lo que no se debe decir. Es esta la primera etapa de la censura; el periodista debe cernirse al guión elaborado en esa cita. Como verán se pasa de informador a marioneta de las estructuras políticas sin oportunidades a opiniones libres. De la vigilancia ni hablar. Ella es una constante en el desempeño de la carrera. Los sindicatos, el núcleo del partido y la UJC, también se encargan de informar a la policía política sobre el comportamiento de los trabajadores. Hasta en la música existe una férrea censura. Los artistas que discrepen con la "revolución" no tienen derecho a ser difundidos en las emisoras de radio. Tales son los casos de Celia Cruz, Olga Guillot, Willy Chirino, Albita Rodríguez, Arturo Sandoval, Gloria Estefan y muchos más. LOS MEDIOS DE COMUNICACION EN LA CUBA DEMOCRATICA Con la desaparición de Castro y del régimen totalitario creado por él, les seguirán un gobierno y un estado democráticos. También las instituciones, organismos y colectivos que surjan en el país responderán a esas demandas. Uno de ellos, los medios de comunicación esperemos que sirvan a los intereses y a los principios de la Cuba libre que tanto necesita nuestro pueblo. Desde luego, no faltarán caciques y profetas que idearán nuevos métodos y fórmulas, como en cualquier otro país del mundo, con los cuales se informa y desinforma al pueblo, pues el acto o el hecho mismo de la libertad, deja abierta la posiblidad de que unos afirmen y otros nieguen. La lucha ideológica le deja abierta las puertas a los conformes y a los incorformes. Lo que no ha de permitirse jamás, es que una sola voz mande y ordene. Esperamos que alguna vez en la isla haya una constitución democrática, un estado y un pueblo plural que la acaten y la hagan valer sin macillar ninguna de sus partes. " Porque libertad es el derecho que todo hombre tiene de pensar y hablar sin hipocresía". Esperamos que en Cuba no sólo gobiernen buenos hombres, sino buenas ideas. Porque si a la democracia le quitamos el diálogo y el derecho a pensar de otro manera que la de los poderes establecidos; ¿ Qué queda entonces de la democracia?. En Cuba habrá periódicos de izquierda, de derecha, de centro, parciales e imparciales, voces críticas, sumisas e insumisas. Hombres de buena y de mala voluntad. . Pensar otra cosa es pecar de ingenuo o hacerse el ingenuo para caer en pecado. Por lo general, los medios de comunicación son compañías interesadas en los resultados económicos. Sus dueños siempre intenterán coger la mejor tajada del pastel. Puede ocurrir que el futuro periodista cubano se autocensure y no ejerza con toda libertad su opinión o pensamiento porque está supeditado a la línea editorial y económica de quien le paga. Los cubanos, de dentro y de fuera necesitamos un baño de tolerancia y democracia, una ducha interior, para dejar bien limpios nuestros deseos frustrados. La democracia no es la acción pasiva de unos y otros. Es la acción activa de todos, plural, y dialogante, con una finalidad pacífica y respetuosa del derecho ajeno y nuestro. Los informadores y los dueños de los medios de comunicación de la Cuba nueva, deben aprender esa máxima. ¿Cómo luchan los periodistas disidentes por la libertad de prensa en Cuba? POR JULIO SAN FRANCISCO Cofundador-Subdirector de Habana-Press Miembro de la Fundación Cubano Americana Después de las largas condenas de cárcel para periodistas cubanos, muchos se hacen esta pregunta. Uno de los fundadores del Movimiento Cubano de Periodismo libre la responde. El movimiento cubano de periodismo libre es un hecho sin precedente en la historia mundial del periodismo y en la lucha por los Derechos Civiles El comunismo cubano se había quedado ya en 1989 sin soporte ideológico, pero también se había quedado sin padrastro interesado, es decir, sin el Partido Padre de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que lo mantenía artificialmente con un buen fajo de rublos anuales. En otras palabras, se quedaba, también, sin economía ajena entregada la propia al imperialismo soviético, que era con la que subsistía, y aparece el eufemismo de Período Especial para Tiempo de Paz –especialmente pésimo y patético- y la archifamosa Opción Cero –sobrevivir sin nada a lo Polt Pol, en medio del desconcierto de los ojos del mundo, pero ya había ocurrido en 1980 el Éxodo del Mariel a Miami de 150 mil personas, en balsas la gran mayoría, la aparición de Radio Martí en 1985, la caída de la jungla comunista en 1989, el estallido habanero de 50 mil personas rompiendo cristales shoping en las calles y el hundimiento del remolcador “13 de Marzo” con varias decenas de pasajeros que aún están en el fondo del azulado y ensangrentado mar cubano. En este contexto empiezan los rompimientos masivos de periodistas cubanos con el sistema – siempre habían venido existiendo, pero de forma aislada con lo cual se podía hacer muy poco o nada- y nace el conocido Movimiento Cubano de Periodismo Independiente o Alternativo –yo lo llamaré siempre a partir de aquí Libre, nunca contestatario tampoco porque no contestamos ni rechazamos simplemente, sino combatimos. El existir del exilio cubano, que califico como largo, sufrido, combativo, emprendedor y exitoso, y su presión política posibilitaron la apertura en Washington de la emblemática Radio Martí, -emisora de onda corta que se oye en casi toda Cuba- en 1985, y que sembró la duda general hacia el sistema cubano, subvencionada por el gobierno de los Estados Unidos de América, el establecimiento de otras emisoras –algunas cubanas, cuyas ondas libres llegan a Cuba. De las llamadas telefónicas familiares diarias se pasó a las llamadas de denuncia de violación de los Derechos Humanos y de movimiento de pensamiento y, de ahí, un buen día algunos de los periodistas disidentes nos dimos cuenta de que podíamos organizarnos, probar y pasar despachos noticiosos diarios periodísticamente elaborados. Estos profesionales de la información que oíamos Radio Martí, la Voz de la Fundación –órgano de la Fundación CubanoAmericana-, la Voz del CID –voz de Cuba Independiente y Democrática-, CMQ Radio, Radio Mambí, La Cubanísima, Radio Fe y otras de Miami, descubrimos que las noticias que ocultaba el gobierno cubano y puntos de vista opuestos, o simplemente diferentes, podrían oirse en Cuba en nuestras propias voces. Sólo faltaba el órgano que nos agrupara, que nos diera identidad y personalidad editorial, pero sobre todo faltaba el cómo hacer este periodismo sin precedente en el mundo, sin experiencia acumulada y, como si fuera poco lo anterior, de forma ilegal y perseguida. Creamos las mínimas condiciones posibles para el funcionamiento de una agencia de prensa sui generis, captamos un pequeño staff de periodistas altamente calificados, realizamos la solicitud de inscripción en el Ministerio de Justicia cubano en lo que fue un verdadero acto de provocación –todavía esperamos la respuesta-, redacté una carta de estilo, designamos subdirectores y representantes en Madrid, Miami, San Juan, Milán y Londres –por razones económicas y editoriales sólo funcionaron los de Estados Unidos y Puerto Rico- y comenzamos a emitir despachos noticiosos diarios escritos en una Underwood de la II Guerra Mundial, o de la Primera, y grabados desde un teléfono de no menos viejo museable diseño del ‘50. Varias emisoras aceptaban nuestras llamadas, recibían nuestros reportes y pagaban allá el costo de la comunicación. Una moto con sidecar y tres soldados vestidos de campaña, dos con armas largas, daba constantemente vueltas alrededor de la oficina de Habana Press. Un carro lada color blanco, de matrícula amarilla, de la policía política, pasaba de cuando en cuando y dejaba chillar las gomas al doblar en la esquina de la casa. Los calabozos esperaban con sus vientres insaciables. La Economía Cubana Hoy Instituciones, Estructura Factorial y Tránsito al Mercado en Cuba. POR MANUEL GARCÍA DÍAZ Universidad de Granada. Las relaciones institucionales implantadas en Cuba a partir de 1959 son, como se ha demostrado fehacientemente, las principales causas de la catástrofe económica ocurrida. Lamentablemente, tales relaciones no solamente han sido la causa de la reducción de la productividad, del desempleo masivo, de la escasez extrema de bienes y servicios (sobre todo los destinados al consumo de la población). También han provocado la destrucción del peso como moneda nacional, y han propiciado un cambio en la estructura factorial de la producción tal que la economía cubana ha devenido en una economía parasitaria. El deterioro de la economía ha llegado a extremos tales que hacen imposible, en los marcos institucionales actuales, la implementación de medidas reformistas (al “estilo chino”) que solucionen, aunque sea parcialmente, las deficiencias económicas existentes. En los marcos institucionales actuales no hay salida. Por otro lado, las estructuras institucionales y factoriales, que heredará el gobierno que comience el proceso de transición hacia un estado democrático de derecho y hacia una economía de mercado, devendrán en trampas mortales que hacen que dicho proceso corra el peligro de ser abortado por la aparición de situaciones sociales conflictivas que impidan la gobernabilidad del país. La Población. La población cubana actual residente en el país es de poco más de 11 millones de personas. Una de sus principales características estructurales es que se trata de una población “envejecida”. Según los cálculos de CEPAL (CELADE, 1999b), para el año 2010 más de 2,3 millones de personas (más del 20% de la población) estarán por encima de la edad laboral, en comparación del 16% (1,8 millones de personas) en el año 2000. Por otro lado, la población por debajo de la edad laboral (de 0 a 17 años) se reduce del 25,4% (2,8 millones de personas) en el año 2000 hasta el 21,2% (2,4 millones de personas) en el año 2010. La población por debajo de la edad laboral, aunque se reduce relativamente en comparación con la población total, su volumen absoluto se reduce muy poco (de 2,8 a 2,4 millones de personas). Por tanto, no es de esperar que se puedan producir reducciones sustanciales del gasto social destinado a este segmento de la población. Las personas por encima de la edad laboral crecen, entre el año 2000 y el año 2010 a una tasa promedio anual del 2,5%. Parece poco probable que el gobierno actual de Cuba pueda alcanzar una tasa de crecimiento promedio anual similar de los gastos sociales que permitan mantener los reducidísimos niveles de consumo de esta capa de la población cubana. Además de las dificultades financieras que conlleva tal incremento de la Carga Demográfica, en el caso cubano resalta el hecho de que éste se produce de forma tal que, en condiciones democráticas, la población por encima de la edad laboral comenzaría a tener un papel decisivo en el futuro político del país pues representaría más del 25,7% de la población con derecho al voto (17 años o más). El Desempleo. Uno de los aspectos que más resalta la propaganda del régimen castrista como un gran logro, junto con la educación y la salud pública, es la erradicación del desempleo masivo prevaleciente hasta 1959. “Ya se señaló que el desarrollo social ha sido acaso el mayor logro de las últimas décadas de Cuba ... El índice de desempleoi disminuyó de 20% en 1958 a menos del 8% el 1989” (CEPAL, 2000a, pág. 69). Era de esperar que con la catástrofe económica que comienza en los primeros años de la década del 90 del pasado siglo se incrementase la tasa de desempleo. Sin embargo, según el mismo libro (CEPAL, 2000a, pág. 253) la tasa de desempleo en los años 1989-1998 osciló entre el 6,1% (mínimo alcanzado en 1992) y el 7,9 (en 1989 y 1995). Al referirse a estas cifras dice: “Ahora bien, la política ocupacional ha evitado que la tasa de desempleo siga aumentando...Sin embargo, gran parte de la población ocupada ha debido bajar sus niveles de productividad y califica como subutilizada” (CEPAL, 2000a, pág. 252). Tales cifras del desempleo en Cuba han sido falseadas con el evidente objetivo de ocultar la verdadera situación catastrófica del empleo en Cuba. El gobierno cubano informa de una cifra de desempleo que asciende a 300 mil personas. Se trata, evidentemente, de una cifra manipulada con fines propagandísticos. La manipulación por parte del gobierno cubano de la cifra de desempleados, para minorarla, se realiza por tres vertientes principales: La primera (desempleo puro): En el año 1993 el gobierno “redujo”, por decreto, en 500 mil personas la cifra de población económicamente activa, es decir, escamotean de las estadísticas a 500 desempleados en aquel año; cifra que será mayor en los años siguientes. De tal suerte, para 1995, según CEPAL (2000), la población económicamente activa en la isla eran 4,5 millones de personas; para ese mismo año los estimados de la Organización Internacional del Trabajo (2003) consignaban una cifra ascendente a 5,2 millones de personas. La diferencia, 700 mil personas sin empleo. Para el año 2000 el estimado de la Organización Internacional del Trabajo (2003) alcanza la cifra de 5,6 millones de personas, mientras que, según la misma fuente de CEPAL, para 1998 tal cifra era 4,6 millones de personas. La diferencia entre ambos estimados se acrecienta acercándose al millón de personas, por supuesto, desempleadas. La segunda (desempleo encubierto): Es “endémica”, para el gobierno castrista, la costumbre de ocultar el desempleo mediante el artificio de mantener empleados una gran cantidad de trabajadores superfluos. El citado trabajo de CEPAL (2000a), apoyándose en el argumento de la productividad, es decir, calculando los trabajadores necesarios si a finales de la década de los 90 la productividad del trabajo hubiese sido igual a la de años anteriores, se llega a la conclusión de que hay más de un millón de trabajadores en exceso sobre los realmente necesarios. Si se hubiera mantenido la productividad del trabajo de 1989, el PIB del año 1998 (a precios constantes) se hubiera podido producir con 3.432 trabajadores: 907 mil menos que los realmente empleados. En relación con la verosimilitud del cálculo que hemos realizado del desempleo oculto podemos señalar que, según CEPAL (2000a, Pág. 253), el desempleo encubierto en el año 1998, causado por la brecha de productividad respecto a 1989, era equivalente a una tasa de desempleo del 25,1%. Esta tasa, aplicada a la Población Económicamente Activa de 4.646 (CEPAL, 2000a, Tabla A46), equivale a un desempleo de casi 1,2 millones de personas. La tercera (desempleo latente): A lo anterior habría que agregar varios miles de personas más que hoy aparecen empleadas (y realmente lo son dadas las relaciones institucionales vigentes) pero que, cuando se produzca el cambio político hacia la democracia en la Isla, devendrán en i Índice o Tasa de desempleo es el % de Población Económicamente Activa que no trabaja. Según el Comité Estatal de Estadística de Cuba, la Población Económicamente Activa “Está integrada por el total de ocupados en la economía, más los desocupados que buscan empleo. Comprende a todas las personas que contribuyen a la oferta de trabajo para producción de bienes y prestación de servicios en sentido general, incluyendo no sólo a los empleados en el período que se informa, sino también a los que buscan empleo. Se excluyen de ésta, los estudiantes, amas de casas y personas en otros quehaceres del hogar, así como los retirados y pensionados” (CEE 1990, Págs. 78 – 79). desempleados (llamémosle desempleo latente). Nos referimos al inmenso aparato militar y represivo y a la abultada burocracia del aparato de gobierno y del partido comunista cubano. La cantidad de personas empleadas en los órganos militares y de orden interior puede ser estimada por la diferencia entre la Población Ocupada Total (CEPAL, 2000a, Tabla A.46) y la Población Ocupada Civil total (CEPAL 2000a, Tabla A.1). La diferencia entre estas dos cifras era de 690 mil en 1989, y de 559 mil personas en 1998. Con toda seguridad, los órganos de defensa y orden interior de Cuba, en condiciones de democracia, requerirán muchísimas menos personas que las que empleadas por el régimen castrista. Lo mismo ocurrirá con el gigantesco aparato burocrático y político. Se puede entonces suponer que, con el paso a la democracia y a una economía de mercado, el desempleo latente pudiera aportar al desempleo abierto unas 500600 mil personas. En resumen, si sumamos el desempleo reconocido (300 mil personas), mas el que llamamos puro (entre 700 mil y 1,2 millones de personas), más el encubierto (entre 1 millón y 1,2 millones de personas), más el latente (entre 500 y 600 mil personas), resulta que, con el comienzo del proceso de transición hacia la democracia y el mercado, saldrá a la superficie una masa de desempleados que estará entre los 2,5 y los 3,1 millones de personas. Sobre una Población Económicamente Activa (según OIT 2003) de 5,5 millones de personas, resultará una tasa de desempleo entre el 45% y el 55%. Llamamos la atención sobre el hecho de que en estos cálculos no se considerado el inevitable cierre de algunas de las instalaciones de producción de bienes y servicios destinados a la venta que se verán abocadas al cierre al cesar el paternalismo del estado. ¿Tiene el gobierno cubano actual alternativas posibles que le permitan reducir o frenar el paro masivo? Una primera alternativa de “solución” es mediante un incremento del empleo innecesario, con el consecuente incremento de la presión inflacionista. ¿Es ello posible? Ya se ha hecho en anteriores ocasiones. Desde el punto de vista económico es una política suicida, pero si se considera como alternativa a la luz de la máxima del gobierno actual, “la economía debe supeditarse a la política”, es altamente probable que ello ocurra. Lo que ocurrirá, sin duda, es que el actual desempleo encubierto no se reducirá por la vía de la reducción del personal empleado; la única vía que pudiera hacer que esa cifra se redujera es la del incremento de la productividad del trabajo. Hay que contar con que, para el gobierno cubano, siempre es preferible incrementar las “prestaciones sociales” a los desempleados mediante esta forma encubierta en lugar de hacerlo abierta y directamente. Luego, en lugar de que el desempleo encubierto se reduzca, es más probable que en los próximos años éste siga aumentando, con el fin de intentar “reducir” la tasa de desempleo abierto. Otra alternativa para reducir el desempleo en las condiciones actuales sería que, de nuevo, se amplíen los márgenes para el trabajo por cuenta propia, medida que se ha tomado en otras ocasiones pero que es, como sabemos, altamente indeseable para el gobierno castrista. En esta vía se puede enmarcar la posibilidad, mediante la liberalización de las relaciones estadoproductor en el sector agropecuario, de generar una gran cantidad de nuevos puestos de trabajo que pudieran ser creados sin necesidad de grandes inversiones. Bajo las relaciones institucionales actuales las posibilidades de crear masivamente empleo mediante la liberalización amplia del trabajo por cuenta propia no parece posible. Por último, las inversiones, principal vía, en condiciones normales para la creación de puestos de trabajo. Dados los limitadísimos recursos domésticos que pudieran ser dedicados a la formación de capital, por un lado, y, por otro la política del gobierno castrista en relación con las inversiones directas extranjeras, tampoco parece probable que en los próximos años éstas alcancen volúmenes tales que contribuyan sustancialmente a la creación de nuevos puestos de trabajo. Además, tampoco parece muy probable que gobiernos de otros países e instituciones internacionales sean fuente de créditos para el desarrollo. Hay que concluir, objetivamente, que en el marco de las actuales relaciones institucionales no existen posibilidades de eliminar el altísimo nivel de desempleo real actual. La Productividad del Trabajo. Una de las más perversas consecuencias de las relaciones institucionales propias del castrismo es el bajo nivel de la productividad, en particular en el sector agropecuario. La economía cubana era y es (y con toda probabilidad lo será durante muchos años) dependiente en alto grado de la agricultura. Aún hoy, después de haber sido desmantelada la principal fuente de riqueza de Cuba, la agroindustria azucarera, el sector agropecuario, como principal fuente de alimentos, de bienes intermedios y de bienes de exportación (directamente o por vía del turismo), sigue ocupando un lugar central y decisivo entre los sectores económicos. Además, no se puede dejar de recordar que de los aproximadamente 4 millones de trabajadores en el país, casi 1 millón (casi el 25%) están empleados en la agricultura. Lo ocurrido con la productividad en este sector tiene, pues, importancia crucial tanto en la explicación de la catástrofe económica del país como en la búsqueda de vías de solución a la misma. En 1989 la productividad neta (valor agregado neto por trabajador) en el sector agropecuario era equivalente al 90% de la existente en 1959. Ello ocurrió a pesar de en esos años se produjo un incremento aceleradísimo y constante de los factores materiales de la producción en dicho sector: fertilizantes, pesticidas, tractores y maquinaria agrícola, sistemas de riego y drenaje, etc. Mientras que el valor del capital empleado crecía al 7% promedio anual entre 1960 y 1989, el valor agregado neto por peso de capital decreció de 1,17 pesos a 0,17 pesos, es decir, a un tipo promedio anual de -7%. Simultáneamente con el incremento del capital, y por ende de la cantidad de capital por trabajador (que se complementaba con el crecimiento de la disponibilidad de fertilizantes y pesticidas) y con el crecimiento de la calificación de la fuerza de trabajo ocupada en el sector agropecuario, se producía, paradójicamente, una reducción de la productividad por trabajador. Lo único que explica tal comportamiento absolutamente contradictorio es el cambio de las relaciones institucionales en este sector, las cuales pueden ser caracterizadas con la expresión “eliminación de la propiedad privada sobre la tierra y su sustitución por la propiedad estatal”. A partir de 1990 la situación empeoró aún más. La productividad bruta (valor agregado bruto por trabajador) en este período se redujo hasta llegar, en el año 2000, a ser aproximadamente el 70% del alcanzado en 1989. De tal suerte, como resultado de las relaciones institucionales castristas, en la agricultura cubana la productividad en este sector es, en la actualidad, apenas el 60% del alcanzado en 1959. Ello se refleja, evidentemente, en las dificultades por las que atraviesa el país para alimentar a la población y para incrementar las exportaciones. ¿Es posible mejorar esta situación en los marcos institucionales actuales? Los pasos más “audaces” de liberalización en el sector agropecuario que se han producido durante los últimos 45 años se pueden sintetizar en lo siguiente: En los años 1976-1986: permitir a los campesinos privados y cooperativistas la comercialización de parte de su producción en el Mercado Libre Agropecuario. A mediados de la década de los 80 fueron suprimidos. En el período 1991 en adelante: reapertura de los Mercados Agropecuarios y conversión de parte de las empresas agropecuarias estatales en las llamadas Unidades Básicas de Producción Agropecuarias (UBPC). ¿Qué significa realmente la conversión de una buena parte de las empresas estatales agrícolas en Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC)? Según la versión oficial del gobierno castrista, se trata de "... la conversión de casi la mitad de las tierras estatales en cooperativas..." (Valdés, 2000). Demostremos que tal afirmación es una gigantesca falacia. Primero: las tierras que explotan las UBPC no son de su propiedad, sino que son propiedad del estado, y se las entregan en usufructo a las UBPC. Sobre esto hay que aclarar que se trata de un usufructo limitado, pues no se permite que sean subarrendadas. El hecho de no ser propietarias de la tierra, aunque importante, no es un rasgo decisivo de la naturaleza privada o no de una empresa, pues es posible, en condiciones normales de mercado, organizar empresas privadas con bienes de capital arrendados, parcial o totalmente. Sin embargo, conjuntamente con las características que a continuación se exponen, deviene en rasgo clave del carácter estatal de las mismas. Segundo: para garantizar que su comportamiento se realice en los límites de lo permitido, las UBPC se subordinan administrativamente a empresas agrícolas estatales. Tercero: las UBPC no pueden decidir cuál va a ser el volumen y el surtido de su producción; esas cuestiones le vienen impuestas por el plan económico estatal, por la vía de la empresa agrícola estatal a la cual se subordina. Cuarto: no pueden decidir a quien entregar el producto que se corresponde con el plan; este producto lo tienen que entregar a los organismos de abastecimiento del estado. Sólo dispone de aquellas cantidades de producción que alcance por encima de lo planificado. Quinto: tampoco decide el precio de venta del producto correspondiente con el plan; éste lo decide el estado. Sexto: no puede escoger a los suministradores; es el gobierno quien decide quién será su suministrador. Séptimo: no se le permite el acceso directo ni al comercio exterior ni a empresas extranjeras radicadas en el país. En fin, no le está permitido ni la enajenación del principal bien de capital que utiliza, ni de la parte inmensamente mayoritaria de lo que produce: eso es función del estado. No pueden escoger ni a los clientes para sus producciones principales, ni a sus proveedores: esta es una decisión del estado. No se le permite el acceso directo a los mercados exteriores ni a mantener contactos con empresas extranjeras o mixtas radicadas en el país sin la autorización del estado. Entonces, ¿en qué sentido se pueden considerar empresas cooperativas no estatales? Son, en realidad, empresas estatales (propiedad del estado y administradas por el estado) con ciertas libertades de acción sobre partes de el capital, de parte de la remuneración salarial y de sus producciones marginales. Esta conclusión queda refrendada por el comportamiento de la productividad del trabajo en la agricultura bajo estas “nuevas” condiciones: sigue su tendencia a la reducción. La única solución, evidente a todas luces, es la privatización del sector y tal medida resulta absolutamente imposible en los marcos de las actuales relaciones institucionales. El Sector Externo. A mediados del pasado siglo Julián Alienes demostró que Cuba poseía una economía de exportación. El crecimiento económico del país pasaba, ineludiblemente, por el crecimiento del flujo de exportación de bienes y servicios. Ello se debía no solamente a limitaciones cuantitativas del mercado nacional. También se debía a la cantidad y variedad de las fuentes de materias primas. En este cuadro Alienes también demostró que, por razones puramente técnicoeconómicas, la economía cubana tenía tendencias a la mono-producción azucarera. En la actualidad, salvo lo ocurrido debido a la catástrofe sufrida por la economía azucarera de la Isla, la situación ha variado poco. En otros lugares (García, 2002 y 2003) he demostrado que, en la actualidad, el crecimiento de la producción del país sigue dependiendo en gran medida de la expansión del flujo de exportaciones. Un dólar de crecimiento de las exportaciones se revierte en el crecimiento de 1,6 – 1,8 dólares de Renta Nacional Creada. Una de las constantes en el desarrollo de la economía cubana a partir de 1959 ha sido la insuficiencia de divisas libremente convertibles para satisfacer la demanda final de la Isla. Esta insuficiencia era paliada en lo sustancial, aunque no totalmente, por las privilegiadas relaciones económicas que mantenía con la Unión Soviética. La desaparición de ese último país y del resto de los países europeos del socialismo real, recrudeció la crisis económica desatada en el país a partir de 1986. También demostré en las obras citadas que la economía cubana actual necesita importar 0,714 dólares para incrementar 1 dólar la Renta Nacional Creada. Combinando ambos valores se obtiene el siguiente resultado: para incrementar 1 dólar el flujo de exportaciones es necesario incrementar en más de 1,27 dólares las importaciones. De ello se desprende que, para funcionar “normalmente”, la economía cubana necesita un flujo de entrada de divisas sin contrapartida, es decir, sin entregar nada a cambio. Cada dólar de transferencias sin contrapartida provoca el crecimiento de 4,38 dólares de exportaciones; el incremento de 1 dólar adicional de exportaciones provoca un crecimiento de 1,786 dólares de ingreso nacional creado; y el incremento de un dólar de éste último requiere incrementar las importaciones en 0,713 dólares. En resumen, incrementar un dólar de exportación requiere un incremento de las importaciones de más de 1,27 dólares. Estas relaciones revelan que, por su estructura material (factorial) actual, la economía cubana adolece de la siguiente característica fundamental: requiere un flujo de ingreso de divisas sin contrapartida a los fines de poder producir para exportar, de lo cual depende el Ingreso Nacional Creado. En resumen, la economía cubana ha devenido en una economía parasitaria, condición que, muy probablemente, mantendrá hasta el momento en que se emprenda la transición al mercado. La Transición al Mercado. Escenario Inicial. Las instituciones y las relaciones institucionales son determinantes de la eficiencia en la utilización de los factores productivos. Cuando se habla de cambios económicos y transformaciones estructurales, en particular, cuando se trata de los procesos de transición de una economía planificada centralmente hacia una economía de mercado, se refieren a cambios institucionales. Tales cambios institucionales hacia una economía de mercado se resumen en la tríada: Privatización, Liberalización, Estabilización. En Cuba, los cambios deberán hacerse a partir de las estructuras institucional y factorial heredadas del castrismo, algunas de cuyas características principales se exponen, sintéticamente, a continuación. De las relaciones institucionales: • Hegemonía de la propiedad estatal sobre los factores de producción. Exceptuando alrededor del 20% de la tierra agrícola del país y menos de 200 mil trabajadores por cuenta propia, así como una pequeña cantidad de empresas propiedad de extranjeros, la casi totalidad de las capacidades instaladas de producción de bienes y servicios son propiedad del estado. • Una Legislación muy restrictiva, redactada en términos “permisivos”, es decir, que establece las actividades o acciones que se autorizan. De tal manera, lo que no se autoriza, aunque no se prohíbe expresamente, queda prohibido por exclusión. Esto, en el ámbito económico, provoca dos efectos perniciosos: por un lado, limita (más bien liquida) la iniciativa individual; por otro, debido a la fuerza de la necesidad, lleva a que la población, cotidianamente, tenga que realizar acciones que, por no permitidas, resultan ilegales. • Lo anterior, junto con la pobreza extrema en que está sumida la población y los evidentes privilegios de la minoría gobernante, ha promovido los más altos niveles de corrupción de todas las capas y estamentos sociales que jamás haya conocido el país. • Una “poco ética” concepción de las vías de apropiación de los bienes, en particular de los destinados a “los negocios”. Gran opacidad de los principios y normas legales que rigen el derecho de propiedad. Así, por ejemplo, existe un Registro (obligatorio) de las empresas que son propiedad de privados. Sin embargo, las empresas “privadas” propiedad (supuestamente) del estado cubano, no están obligadas a inscribirse en tal Registro. Son sociedades anónimas pero ¿quién o quienes son los verdaderos dueños de las acciones? Lo que percibe la población, y por tanto, lo que conforma sus concepciones y su comportamiento, es que los beneficiarios son los componentes de la minoría “dirigente”. • Fuertes limitaciones a las relaciones mercantiles, no solamente a las empresas estatales, sino también a las empresas privadas. Las principales malformaciones estructurales factoriales, que ya hemos visto anteriormente, son, de manera resumida, las siguientes: • Baja productividad, en particular en la agricultura (60% de la de 1958). • Altísimos niveles de desempleo (que puede llegar a alcanzar a 3 millones de personas). • Una población muy envejecida (2,4 millones de personas equivalentes a más del 20% de la población total). • Una economía parasitaria que requiere de la entrada de un flujo de divisas (sin contrapartida). Esa es la “herencia” que recibirá el gobierno que inicie el tránsito hacia el mercado. Ello hace prácticamente obligatorio que el proceso de tránsito se realice en Cuba de manera tal que: - en lugar de generar desempleo, genere empleo; - evite que se deterioren aún más los niveles de educación, salud pública, seguridad y asistencia social; - provoque un cambio en la estructura factorial de la economía que permita equilibrar la Balanza de Pagos. En resumen, tiene que ocurrir estrictamente lo contrario de lo que ha ocurrido en todos los demás países que han emprendido el camino del tránsito desde una economía centralizada hacia una economía de mercado. ¿Cuáles son las perspectivas en Cuba? La Privatización. El primero de los grandes peligros del surgimiento de situaciones conflictivas de mucha gravedad está relacionado con el proceso de privatización de las empresas. Una parte importante de los bienes que compra el ciudadano común son producto del robo al estado, eufemísticamente llamado “desvío de recursos”. Tal acción no se considera como algo deleznable; incluso muchos piensan que quienes lo hacen con éxito son “grandes negociantes”. Este sentimiento se refuerza con la percepción de que la capa dirigente es la gran beneficiaria de las empresas estatales, en particular de las empresas “privadas” propiedad del estado. La opacidad de los derechos de propiedad vigente es congruente con las concepciones distorsionadas que de ella (en particular de las vías para su consecución) tiene la población. Paradigmas, normas informales y normas formales sobre la propiedad son congruentes y complementarias entre si. Todo ello, dados los altos niveles de corrupción institucional y ciudadana en un ambiente de altísima opacidad de los derechos de propiedad, pueden hacer que se aproveche el proceso de privatización para organizar la gran “piñata”. Puede ocurrir con el comienzo de la transición, pero también pudiera ocurrir antes del comienzo de los cambios; es altamente probable que ya esté ocurriendo. De producirse, ello puede llevar a la consolidación de la creencia de que la apropiación indebida es la fuente principal de adquisición del capital. Tal creencia constituye una de las instituciones más perniciosas que atentaría directamente contra el normal funcionamiento de las relaciones de mercado. Para evitar que ello ocurra, la legislación sobre los derechos de la propiedad, en particular de la propiedad sobre los factores de la producción, debe establecer con claridad meridiana lo referente a las vías de adquisición del capital. Las autoridades gubernamentales deberán ser en extremo celosas de su estricto cumplimiento. Tal aplicación rigurosa de las vías y condiciones para la adquisición de la propiedad debe realizarse no solamente con los bienes de capital que sean privatizados por el gobierno de transición, sino con todos los que han sido, en algún momento durante el período castrista, propiedad del estado cubano, para evitar que la defensa de los derechos de propiedad sean percibidos por la población como un medio para perpetuar la propiedad sobre bienes que han sido malversados por los personeros del actual régimen. La Liberalización. El desmantelamiento de un régimen de administración centralizada, no sólo de la actividad económica, sino de gran parte de la vida social de la población, genera el legítimo sentimiento de reducir la actividad del gobierno a la mínima expresión. Para la vida económica, además de la eliminación de los mecanismos de administración directa de las empresas (lo cual se logra, en lo fundamental, con su privatización), se trata de abrir las puertas a la acción más plena posible de las leyes del mercado. Nos referiremos aquí solamente a la liberalización de los nexos económicos exteriores, concretamente a la eliminación de las barreras arancelarias y no arancelarias a los flujos de exportaciones e importaciones. No cabe duda alguna de la necesidad de liquidar el casi total monopolio estatal sobre el comercio exterior existente en la Isla. Pero su eliminación no tiene necesariamente que conllevar la prohibición de toda intervención del gobierno en los flujos externos de bienes y servicios. Es cierto que la reducción de las barreras arancelarias y no arancelarias coadyuva al mejor aprovechamiento de las ventajas comparativas, No obstante, en las condiciones actuales, la liquidación de las barreras administrativas no debe llevar al desarme arancelario del país. Como argumento de los beneficios que resultan de la liberalización (incluyendo la reducción drástica de los aranceles a las importaciones) se nos pone de ejemplo el caso de Chile. Se nos dice que ese país, unilateralmente, redujo sus tarifas arancelarias casi en 10 veces y que a cambio obtuvo los más altos y estables ritmos de crecimiento de la economía en América Latina. Lo anterior es cierto, pero no es todo. Examinemos con más detalle el caso de Chile. Para tal examen nos apoyaremos en Edwards y Lederman (1998). De acuerdo con ese trabajo, el proceso de reducción de las tarifas arancelarias comienza en el año 1974, a partir de unos aranceles que promediaban el 94%, y termina el 1991, cuando se alcanza un promedio de 11%. Es decir, el proceso se prolongó durante 17 años. Además, el proceso tuvo que ser interrumpido, debido a la crisis económica que sufrió Chile, y que obligó, en marzo de 1983, a elevar las tarifas hasta un promedio del 20%, y año y medio más tarde, en 1984, se incrementaron nuevamente hasta un 35% de promedio. Asimismo, como señalan Edwards y Lederman (1998, pág. 49), análisis adicionales indican que la liberalización no solamente afecta positivamente (en el sentido de que aumenta) la probabilidad de que un individuo devenga en desempleado, sino también la del incremento el tiempo de paro. En la Tabla 9 de dicho trabajo se muestra, entre otros valores, el de la tasa de desempleo en Chile, entre 1970 y 1983. Se evidencia que fue creciente desde 1973, año anterior al del comienzo de la reforma, y 1982. Aumentó, en ese período, desde 3,1%, en 1973, hasta el 20,4% en 1982. ¡Casi 7 veces! A la luz de tales realidades no pueden obviarse las deficiencias estructurales factoriales de la economía cubana actual, en particular el más que probable masivo desempleo que afectará a la Isla durante los primeros tiempos de la transición, y que el crecimiento económico de Cuba, del cual dependerá la creación de nuevos puestos de trabajo, depende en muy alto grado de las exportaciones. En ese contexto, es muy probable que si el gobierno de transición en Cuba sigue el ejemplo de Chile, la economía cubana sufriría consecuencias similares, pero a partir de una situación muchísimo más crítica. Y, como dicen Edwards y Lederman (1998, pág. 10), si las reformas no generan suficiente mejoramiento en el crecimiento económico, menor inflación, salarios reales más altos y menor desempleo, los esfuerzos de la oposición a paralizar los procesos de modernización pueden alcanzar el éxito. Resultaría, cuando menos, injusto exigirle a Cuba el desarme arancelario ante la competencia foránea. Hacerlo sería equivalente a un suicidio. Pero resulta más incomprensible que se le pida a Cuba que lo haga, mientras que los más ricos países del mundo, además de altísimas tarifas arancelarias, mantienen cuantiosas subvenciones a las producciones agrícolas. En efecto, de cada 100 euros de ingreso total de los agricultores de la Comunidad Europea, 38 provienen de las subvenciones; sobre la base de esas subvenciones y de los aranceles proteccionistas exportan el 38,5% del total de las exportaciones mundiales de productos agrícolas. Para el agricultor norteamericano esa proporción es de 22 dólares de cada 100 de ingreso total, para exportar el 13,9% del total de exportaciones mundiales de productos agrícolas. Por su lado, el agricultor japonés recibe 64 yenes de subvención de cada 100 yenes de ingreso total. Con tales barreras se crean condiciones, no solamente para que sus productores agropecuarios no tengan competencia en los mercados domésticos, sino que les posibilita acudir al mercado internacional y competir en precios con productos cuya producción se realizó a mucho menor costo. ¿Es moral ante tales hechos y cifras proponerle a Cuba que se desarme ante el competidor extranjero, a pesar de que tendrá que acudir necesariamente a la agricultura para incrementar sus exportaciones? Eso equivaldría a condenar a la población cubana a la extrema miseria. Si Cuba elimina las actuales barreras administrativas a las importaciones y no las sustituye con una barrera arancelaria efectiva y racional, con ello estaría creando condiciones para que de inmediato sus mercados domésticos sean invadidos por productos agrícolas procedentes de otros países. Parece, pues, conveniente que, conjuntamente con la eliminación del monopolio del comercio exterior se establezca un período de “cuarentena proteccionista” del productor nacional, particularmente del sector agropecuario, de modo que dispongan de un período de tiempo prudencial para eliminar la rémora institucional que ha llevado a la pérdida de competitividad (en la agricultura, reducción drástica de la productividad). Transición y Desempleo. La Estabilización. En relación con el desempleo ocurrirá lo siguiente. Con el simple cambio de gobierno los 700 mil – 1 millón de desempleados reales, hoy ocultados por el gobierno mediante el artificio de reducir por decreto la población económicamente activa, harán acto de presencia en el mercado laboral. Al pasar las empresas a funcionar en condiciones de mercado, en la misma medida que vayan recuperando los niveles de productividad perdidos, se desharán del personal superfluo. Ello significa entre 1 y 1,2 millones de desempleados adicionales. Ello sin considerar que la agricultura, en condiciones adecuadas, pudiera recuperar y superar los niveles de productividad del año 1958. Un gobierno democrático tiene que prescindir del hipertrofiado aparato militar y represivo del régimen actual, así como de instituciones que, como el Partido Comunista y todos sus apéndices, los Comité de Defensa de la Revolución, la Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación de Mujeres Cubanas, amén del inmenso aparato ministerial y de instituciones que, como las Oficinas de Control de los Abastecimientos, que hoy dan ocupación a decenas de miles de personas, devendrán en innecesarias. Con su desaparición pasarían a engrosar el paro cientos de miles de personas (hemos supuesto, más arriba, que serían unos 500 – 600 mil, cifra optimista a todas luces). En fin, por el simple hecho del cambio institucional, sin considerar que muchas empresas que hoy funcionan gracias a las subvenciones estatales devendrán en inoperantes en condiciones normales de mercado, el paro que tendrá que enfrentar el gobierno de transición pudiera ascender a unos 3 millones de personas, casi el 50% de la población en edad laboral y 60% de la población económicamente activa. Agréguese a ello que los recursos del estado y del país serán insuficientes para hacer frente a medidas de protección social de tan alta cantidad de desempleados. Al igual que en otros países que han emprendido la senda de las transformaciones mercantiles, surgirá la percepción y opinión masiva de que son tales transformaciones institucionales las causantes de tan altos niveles de desempleo. No faltará, evidentemente, caldo de cultivo, en amplias capas de la población que nada tienen que ver con el régimen, para el surgimiento del sentimiento de añoranza por el pasado castrista. En otros países que salieron del socialismo real, gracias en gran medida al predominio de tales sentimientos nostálgicos, gobiernan los partidos comunistas “reciclados”. A lo anterior habrá que sumar a los más de 2,4 millones de personas por encima de la edad laboral. Resultará una tarea ciclópea mantener, como mínimo, los ínfimos niveles de consumo actuales de tal estamento de la población. Son personas que, por lo general, son las menos aptas para encontrar medios alternativos de subsistencia. Se trata de más del 25% de la población con derecho al voto. Desempleo y desprotección social pueden provocar una situación social de una conflictividad tal que haga imposible la gobernabilidad del país. Ese es el mayor peligro que tendrá que enfrentar el gobierno de la transición. BIBLIOGRAFÍA. - Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía CELADE, (1999b), “Boletín Demográfico Nº 66”, Julio 1999, Internet. - Comité Estatal de Estadísticas (1990). “Anuario Estadístico de Cuba – 1989”, Ed. Comité Estatal de Estadísticas de Cuba, La Habana. - Comisión Económica para América Latina CEPAL (2000), Cuba: Evolución Económica Durante 1999", Internet. - Comisión Económica para América Latina CEPAL (2000a), La Economía Cubana: Reformas Estructurales y Desempeño en los Noventa.” Segunda Edición, Ed. Fondo de Cultura Económica, México. - Edwards, S; Lederman, D. (1998), "The Political Economy of Unilateral Trade Liberalization: The Case of Chile", National Bureau of Economic Research Working Paper, Cambridge. - García, M. (2002), "Parasitismo Económico y su Impacto en el Tránsito Hacia el Mercado", en "Cuba in Transition - Volume 12", Association for the Study of the Cuban Economy, Miami. - García, M. (2003), “La Actual Economía Cubana: Estructura, Instituciones y Tránsito al Mercado” (en prensa), Ed. Universidad de Granada. - Valdés Paz, J. (2000), "Notas Sobre el Modelo Agrario Cubano en los años 90", en Burchardt, H. J. Editor, (2000), "La Última Reforma Agraria del Sigro. La Agricultura Cubana entre el Cambio y el Estancamiento". Ed. Nueva Sociedad, Caracas. ¿Tiene futuro la economía cubana?* POR ELÍAS AMOR Cuando los economistas se plantean la cuestión relativa al futuro de la economía cubana, tras la desaparición del régimen castrista, de inmediato surgen una serie de dudas que se pueden resumir en una sola: ¿tiene futuro la economía cubana? La respuesta a esta pregunta es afirmativa. Carlos Alberto Montaner i, recientemente, ha ofrecido una descripción de Cuba en el año 2020 que, previsiblemente será una realidad si se mantienen las tendencias expuestas en su disertación. Destacar, como aportación relevante, que Montaner sugiere que los “caminos señalados prácticamente son los mismos que el gobierno cubano eligió a principios de los noventa para salir de la crisis cuando formuló su estrategia frente al llamado período especial”. Los economistas saben que solo existe un marco relativamente estrecho de opciones de política económica para atender a los múltiples objetivos que se plantean en una economía, y en el caso de Cuba, las opciones, si cabe, son más escasas aún. Apostando por un futuro positivo para la economía cubana, lo cuál no resulta difícil si se parte de un estado tan calamitoso como el actual, la clave habría que identificarla en aquellos factores que, por su parte, van a incidir de forma negativa en los cambios que necesariamente deberán producirse. Ahí es donde van a aparecer las dudas e incertidumbres que son uno de los males peores del proceso de transformación económica, pero que necesariamente habrá que asumir. Sin embargo, aunque las sombras puedan impedir ver, sobre todo en el corto plazo, la salida del túnel, es seguro que la luz existe y lo importante es orientarse a ella, con todos los esfuerzos necesarios. Imaginemos los primeros momentos del nuevo gobierno democrático que impulse el proceso de transición en la Isla. Se han convocado unas primeras elecciones democráticas desde hace más de cinco décadas y una coalición de partidos opositores vence a los antiguos comunistas, ahora identificados con una opción de corte socialista democrática. Supongamos que dicho gobierno ha conseguido movilizar el máximo consenso social en torno al escenario político y parlamentario, con la estabilidad suficiente para empezar, y adoptar las necesarias reformas institucionales que son prioritarias. ¿Qué será lo que viene a continuación? De lo que no cabe duda es que el político que asuma la responsabilidad de la transición económica en Cuba no va a tener mucho tiempo para pensar. Tendrá que actuar y asumir que a resultas de las decisiones que se tomen, se van a cometer errores que será preciso rectificar, y aprender de la experiencia. En definitiva, se trata de recorrer el mayor tramo posible del camino que separa a Cuba en términos de renta, bienestar y calidad de vida, con respecto a la media de países del continente, y además hacerlo en el menor tiempo posible. Terreno sin duda abonado para los errores, pero terreno en definitiva que supone actuar con responsabilidad y entendiendo que 11 millones de cubanos se merecen un futuro mejor. El debate social tendrá que orientarse, en tales condiciones, a dos niveles básicos. De un lado, el conjunto de la sociedad tendrá que pronunciarse por el tipo de economía a alcanzar. Cuestiones fundamentales como ¿Qué participación de lo público y privado se quiere mantener?, ¿qué tipo de sistema fiscal se tendrá que impulsar?, ¿qué aspectos constitucionales en materia económica resultan fundamentales para avanzar?, ¿qué vínculos y relaciones internacionales es preciso atender de forma prioritaria?, ¿qué tipo de función pública será la mas adecuada para el país? i Montaner, C.A. (2003) “Cuba año 2020”, conferencia pronunciada en el ciclo “Presidencial lectura, series 2003”, Florida Internacional University. Se trata de cuestiones de nivel estratégico sobre las que tendrán que pronunciarse los agentes sociales, el parlamento y en definitiva, las distintas organizaciones de la sociedad civil que el proceso de transición política vaya dibujando e impulsando. El segundo nivel de acción será el día a día, donde se adopten las decisiones que tienen un mayor impacto social y que resultan prioritarias para alcanzar ese objetivo de una economía moderna y competitiva como la descrita por Montaner en 2020. Aprobación de un marco de actuación para las inversiones públicas prioritarias, creación de instituciones de nuevo cuño propias de una economía de mercado, normalización de los procesos de contratación salarial y ejercicio libre de sindicatos de trabajadores. Todo ello, y mucho más, se acumulará en los primeros momentos por lo que definir el orden será muy difícil, sobre todo por las presiones que puedan emerger de una sociedad depauperada durante décadas. Es por ello fundamental alcanzar, antes de comenzar, un acuerdo sobre el escenario al que se pretende llegar. Cuanto mas amplio sea ese acuerdo, tanto mejor porque entonces las decisiones que habrá que adoptar tendrán también el mayor consenso. El desmantelamiento de un estado totalitario e intervencionista no es tarea fácil, pero si el conjunto de la sociedad forma parte del proceso de sustitución de un modelo de sociedad por otro, las cosas pueden resultar más fáciles. Otros procesos de transición se han basado en consideraciones similares. Por ejemplo, la transición española es el resultado de un pacto sobre un nuevo escenario político de futuro, que deja a un lado las condiciones económicas del momento por cuanto se estimó que existía margen para emprender los necesarios cambios políticos. Dos años después, los pactos de la Moncloa exigían duras medidas de ajuste económico para evitar que la economía española perdiera los equilibrios básicos de una economía occidental. Por comparación, en Cuba, el pacto político tiene que ir acompañado de un pacto económico, lo que supone un doble esfuerzo en la gestión de los cambios que será necesario adoptar. No resulta difícil identificar, como primera medida básica, el reestablecimiento en la Isla de un régimen de libre empresa, de libre ejercicio profesional, basado en derechos de propiedad visibles, transparentes y debidamente regulados por el nuevo orden constitucional. Si este escenario no se puede dibujar de forma inmediata, sí que resulta conveniente que todos los esfuerzos, políticas y gestos se orienten hacia el, no dejando la mas mínima duda respecto de la dirección y sentido de la política económica. Sabido es que la economía, para progresar, necesita un marco político e institucional lo mas estable posible y cualquiera de los escenarios de futuro de la inmediata transición en Cuba, dista mucho de ese cuadro estable. La restauración de la libre empresa debe ir acompañada de medidas de fuerte impacto vinculadas a la privatización de empresas estatales o en aquellos casos en que resulte mas difícil, su transformación en empresas de economía social, cooperativas o fórmulas que permitan a los empleados no sentirse al margen de su futuro. De igual modo, habría que impulsar programas generales de formación y entrenamiento de empresarios y empresarias en toda la Isla, aprovechando para ello las organizaciones de masas existentes que, previsiblemente, tendrán que definir un nuevo papel en el nuevo sistema democrático. La promoción del autoempleo y las pequeñas y medianas empresas debe ser uno de los ejes básicos del primer gobierno de la transición. Su éxito y consolidación estará determinado por la consolidación de ese entramado empresarial. En ese sentido, la creación de una Agencia estatal para la Pequeña y Mediana Empresa, un Instituto especializado en la promoción y creación de empresas de economía social y cooperativas, son básicamente instrumentos que debidamente impulsados en esta primera fase pueden servir para la reorganización de las asociaciones de masas y su red de dependencias y establecimientos en la Isla. De igual modo, Cuba deberá definir con precisión su posición en el marco global de la economía mundial. Y ello requiere participar activamente en los procesos de convergencia que a nivel continental se están desarrollando en los últimos años, pero asumir, igualmente, que la economía global exige orientar estrategias hacia el resto de continentes. La especialización productiva, origen de la ventaja competitiva de las naciones, es algo que históricamente Cuba ha tenido que definir, y previsiblemente ha llegado el momento. Esta definición en el marco global debe ir relacionada con una política de atracción de inversiones hacia los sectores estratégicos clave que permita a la economía beneficiarse de los procesos de integración en los que va a participar. Es decir, no se trata de adoptar una política de masiva atracción de inversiones porque ello puede generar tensiones en la balanza de pagos sobre el tipo de cambio de la moneda que terminen agotando los efectos benéficos de la competitividad de la economía, un valor a tener en consideración por los responsables de la política económica. En ese sentido, apostar por inversiones en sectores que aporten un rápido crecimiento de la cantidad y calidad de las infraestructuras parece ser una salida razonable, en concreto, telecomunicaciones, logística, navegación de costa, marinas, y todo ello, por medio de una política de fomento de joint ventures que facilite la transmisión de capital social a las nuevas estructuras económicas de la Isla. Por otra parte, habrá que plantearse el sentido de las reformas a introducir: ¿hacia donde? ¿qué hacer? Y ¿cómo hacerlo? En presencia de mano de obra cualificada y de bajo coste, si bien es cierto que con bajos niveles de productividad, existen numerosos sectores hacia los que se puede diseñar una estrategia de desarrollo que permita avanzar lo máximo posible en el menor tiempo posible. El proceso de transferencia tecnológica de los países con un nivel de desarrollo mas elevado, hacia países con mas bajos salarios, supone para la economía cubana una ventaja relativa en sectores intensivos en mano de obra cualificada (informática, nuevas tecnologías, proceso de información, formación a distancia en internet, etc) que van a ser estudiados detalladamente por las empresas multinacionales. Utilizar a Cuba como plataforma para el idioma castellano a nivel mundial de las principales empresas de software parece, a la luz de estos datos, una posibilidad ciertamente próxima, y no hace falta situar ejemplos recientes con los informáticos en India o Pakistan para comprobar las consecuencias de este tipo de estrategias globales. Buena parte de las decisiones que habrá que adoptar en los primeros momentos de la transición van a tropezar sistemáticamente con la existencia de frenos y obstáculos del totalitarismo intervencionista a los que habrá que atender con inteligencia so pena de que los mismos terminen por estrangular los cambios. La idea de adoptar, previsiblemente, como primera medida de política económica en ese gobierno de transición, la supresión de las Libretas de racionamiento, y apostar por un rápido abastecimiento de alimentos y vestido para la población tropieza, por ejemplo, con la ausencia de un sector de comercio minorista que es el origen de las redes sociales que sustentan una economía de mercado. Es ahí donde la apuesta por la rápida extensión de prácticas comerciales se convierte en una necesidad imperiosa. El régimen de franquicias permite iniciar actividades de distribución minorista con una notable rapidez y existe una amplia experiencia sobre técnicas de gestión y organización desde las casas matrices que puede servir para su implantación rápida en suelo cubano. Muchos exiliados van a apostar por esta modalidad como forma de regreso a la Isla, aunque cabe esperar, igualmente, una fuerte participación de extranjeros vinculados al desarrollo del turismo. Empresas de viajes, alquileres de autos, restauración, cafeterías, tiendas de moda, conforman una red amplia de actividades para su desarrollo en el tiempo más corto posible. La obtención de créditos en condiciones ventajosas, o préstamos de iniciativa personal deberá ser una línea de acción para conseguir la participación del máximo número posible de emprendedores, teniendo en cuenta que en la Isla el comercio es prácticamente inexistente para un mercado actual de 11 millones de consumidores. El nuevo gobierno deberá identificar una serie de sectores de futuro para los que la geopolítica y los recursos humanos de Cuba resultan los más adecuados. Aquí estarían, en primer lugar, Turismo, Biotecnología, Níquel, Tabaco y Azúcar, como principales renglones de la orientación al exterior de la economía. Todos estos sectores de actividad ya se encuentran funcionando en la Isla, por lo que su dirección hacia el mercado y la rentabilidad debe ser uno de los primeros pasos de la nueva estrategia. El turismo va a exigir, si se quiere alcanzar la cifra de 15 millones en 2020, la adopción de una serie de medidas estructurales que fomenten, por un lado, el acceso de nuevos mercados con un poder adquisitivo más elevado, y el mantenimiento de una cierta fidelidad de los consumidores. Conocido es que el sector turístico cubano viene creciendo en los últimos años por su competencia para atraer nuevos clientes, pero la tasa de fidelidad, sobre todo en los segmentos más atractivos del mercado, es muy baja. Actuaciones como el fomento de nuevas infraestructuras turísticas (de esparcimiento, de restauración, de tiendas, bares, cafeterías, etc), formación al personal que trabaja en el sector, creación de una red de oficinas en el exterior para la promoción del turismo y apertura al mercado norteamericano, son, qué duda cabe, las principales medidas a adoptar para dar salida al sector. La biotecnología cubana tiene que ser uno de los sectores de mayor futuro si se piensa en términos del binomio capital humano elevado de bajo coste. La posible entrada de las empresas farmacéuticas norteamericanas, la apertura de centros de I+D vinculados a las multinacionales del sector, la apuesta por una investigación de base sólida y con una clara orientación al mercado, deben situar a Cuba entre las primeras potencias del mundo en 2020. El cultivo del tabaco, al igual que otras producciones agrícolas abandonadas, como los productos tropicales o el azúcar, se verá transformado por el nuevo régimen de propiedad privada de la tierra, con la entrada de los productores mundiales y las empresas de distribución en los principales sectores. La agrotecnología cubana, entregada gratuitamente durante décadas a otros países, se tiene que orientar hacia la producción nacional para mejorar la productividad, al tiempo que el incremento en el nivel de utilización de las tierras disponibles, facilita un cierto auge de la producción extensiva. Para suplir la necesidad de mano de obra en el campo, podría ser interesante incentivar el regreso al campo, sobre todo de los cubanos jóvenes, aunque no habrá que perder de vista que la mecanización agrícola es una tendencia general. Formulada esta apuesta por los sectores motores principales, a continuación, hay que ir sentando las bases para la aparición y consolidación de nuevas actividades que pueden dar a la Isla un fuerte empuje y dinamismo económico a medio plazo. Las Universidades cubanas y los centros educativos, escuelas de ingeniería y centros de formación pueden orientarse al mercado y dedicar sus recursos a la investigación y desarrollo en una amplia gama de sectores y actividades. Las multinacionales podrán empezar a comprobar que vale la pena encargar a científicos cubanos determinados proyectos de desarrollo que, con bajo coste relativo, producirán resultados inesperados. Los grandes proyectos de ocio y tiempo libre que se planifican con un horizonte de cuatro a cinco años pueden tener en la Isla una referencia básica para su concreción en el menor tiempo posible y aprovecharse del auge del turismo de calidad por el que se debe apostar desde el primer momento. Parques temáticos, ciudades de ocio y tiempo libre, parques de atracciones, todo un nuevo escenario vinculado a la diversión en el que los cubanos podrán también disfrutar en pie de igualdad con los extranjeros. El clima ayuda de forma notable. La potencia deportiva que es Cuba puede servir para generar importantes recursos no sólo en el deporte profesional, sino a través del patrocinio que es uno de los grandes sectores de la economía global. Además, los centros de entrenamiento y de formación deportiva de la Isla pueden orientarse al mercado suministrando servicios a otros países que carezcan de los mismos. Otro tanto cabe afirmar de la Música, una de las actividades que debe experimentar un mayor auge en la Isla gracias a su definitiva orientación al mercado. La realización de conciertos internacionales de música cubana, y la llegada masiva de las empresas discográficas va a generar un importante auge de actividad privada hasta la fecha muy controlada y limitada en su expansión. Vinculado al turismo residencial y el desarrollo de ciudades de descanso para la tercera edad, nacerá todo un sector que tiene en Cuba una fuente importante de mano de obra especializada, y que tiene que ver con el cuidado de los ancianos en residencias y centros. La llegada a la Isla de los exiliados que disfrutarán en suelo cubano de los últimos años de su vida después de haber acumulado importantes planes de pensiones en los países de residencia, va a permitir el desarrollo de iniciativas en este sector, que desbordarán las dimensiones actuales, por cuanto van a fomentar el nacimiento de actividades directamente relacionadas con este sector social. Aquí, una vez más, el elevado capital humano, de bajo coste, que existe en la Isla va a convertirse en un poderoso estímulo para la creación de empresas especializadas en los más diversos tratamientos geriátricos con tecnología cubana exportable. La medicina, la sanidad y la educación orientados al mercado van a servir, igualmente, para generar recursos en la economía privada a través del ejercicio de la libre profesión y la libre empresa, aunque prosperarán en estos sectores las empresas de economía social, las cooperativas de trabajo asociado que se dispersarán rápidamente por la Isla a partir de las empresas estatales existentes. En el sector de los servicios sociales, Cuba tiene igualmente un gran camino recorrido gracias a la existencia de una población muy cualificada, de modo que existen grandes perspectivas de desarrollo en estas actividades en el tratamiento de todo tipo de problemas relativos a la intervención social que, con el actual proceso de globalización, beneficiará notablemente a la Isla. Las actividades agrícolas ganarán rápidamente cuota de mercado, como consecuencia de la privatización de las tierras y la necesidad de alimentar a amplios sectores de la población, si bien el tradicional componente importador de la economía cubana seguirá siendo un lastre para el comercio exterior. Sin embargo, sería deseable que el nuevo gobierno apostara por un determinado tipo de agricultura ecológica, con actividades ecosostenibles que no deterioren en principal patrimonio de la Isla que es su naturaleza, su medio ambiente. En ese sentido, las actividades industriales existentes deberán ser sometidas a controles rigurosos para evitar el deterioro atmosférico o la contaminación de los recursos hidráulicos o de los suelos. La apuesta por un modelo sostenible de desarrollo debe ser una prioridad del gobierno si se desea progresar con el resto de actividades antes referidas. La construcción de viviendas e instalaciones tiene un campo formidable de desarrollo en Cuba. La recuperación de los edificios deteriorados por la parsimonia del régimen debe ser una prioridad, fomentando la instalación de empresas multinacionales, centros de servicios, y cualquier otro tipo de actividad productiva que garantice el mantenimiento y conservación de los mismos. Experiencias de rehabilitación de centros urbanos deberán ser trasladadas a la Isla, y para ello habría que apostar por premios internacionales de recuperación del patrimonio que atrajeran a los principales equipos de arquitectos del mundo a establecerse en las principales ciudades de la Isla, como plataforma de servicios hacia todo el continente. La necesidad de construcción de viviendas debe seguir un modelo adecuadamente planificado para evitar la destrucción del territorio. Los cubanos deben tener derecho a una vivienda digna y accesible y los poderes públicos deberían esforzarse en que ello fuera así. Generosas ayudas y sobre todo, financiación sostenible a través de entidades crediticias similares a las cajas de ahorros españolas que tienen una importante obra social, debería permitir a los cubanos acceder rápidamente a una vivienda y evitar la actual situación de degradación que les permite disfrutar un derecho que es básico. La construcción de viviendas en las zonas turísticas, hoteles, apartamentos, marinas, bungalows, y demás oferta hotelera deberá guiarse por criterios de calidad que no distorsionen el patrimonio ambiental y natural de la Isla. El motor de actividad económica que es la construcción va a ser una fuente primordial de crecimiento del empleo y la mejora de las rentas salariales, pero al objeto de evitar que se generen distorsiones en los procesos de eslabonamiento con el resto de sectores, no conviene acelerar los esfuerzos a corto plazo, sino que se debería apostar por un Plan de expansión a cuatro años que permita impulsar igualmente las necesarias obras en infraestructura eléctrica, hidráulica, energética y de diversa índole que urgen al país. Hay que intensificar, al menos durante la primera fase de la transición y en relación directa con las reformas políticas e institucionales que otorgarán credibilidad democrática a la Isla, las relaciones con los organismos internacionales continentales e internacionales de los que el régimen castrista se autoexcluyó. En ese sentido, será necesario definir la participación de Cuba en la OEA y en los procesos de integración económica regional, las relaciones con la Unión Europea, Naciones Unidas y sus diversas agencias de cooperación al desarrollo, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y todo ello para conseguir la normalización de las relaciones geoestratégicas en el menor tiempo posible. La creación y puesta en marcha de un nuevo sistema fiscal, equitativo y estable, capaz de generar recursos financieros para las reformas que desde el sector público se deberán acometer es otro de los retos. Crear una agencia especializada en la recaudación que flexibilice y humanice el marco de las relaciones fisco con el ciudadano es un elemento fundamental para mejorar el espíritu de creación de empresa de los cubanos y darle el máximo impulso a los procesos económicos. La capitalización de las remesas de los emigrantes es otro de los retos del nuevo sistema financiero que se va a impulsar en la Isla. Es preciso que las instituciones crediticias de clara vocación social se mantengan y se consoliden en los planes del nuevo gobierno para facilitar créditos y ayudas a las familias y empresas que garanticen una rápida salida adelante. Ello debe ser combinado con la presencia de instituciones de crédito internacionales capaces de impulsar proyectos de inversión sólidos y solventes que apuesten por el futuro de la Isla. Nadie ha dicho que vaya a resultar fácil. No será una empresa que de resultados de un año a otro. El impacto de los cambios y transformaciones será lento por cuanto uno de los principales retos será la reconstrucción del capital social de la Isla, prácticamente inexistente en la actualidad como consecuencia de la política de vacío sociológico ejecutada durante décadas por el castrismo. Sin embargo, al final del camino se verá la luz. El diseño de un nuevo modelo de organización productiva basada en la confianza entre los agentes económicos, los derechos de propiedad y la construcción de un nuevo capital social, es una agenda formidable que va a ocupar a la próxima generación de cubanos libres. La naturaleza de la economía cubana en el ocaso de Castro POR JORGE A. SANGUINETTY Muchos de los que estudian la economía cubana cometen el error de aplicar un enfoque metodológico que excluye el análisis de las transformaciones institucionales y organizativas de esa economía. El problema, sin embargo, para llevar a cabo un enfoque más apropiado es que la economía cubana no es accesible para un estudio profundo dada la falta de transparencia del sistema de gobierno bajo Fidel Castro. Los datos disponibles de naturaleza cuantitativa, además de ser muy poco confiables, ofrecen una visión incompleta de la evolución de la economía cubana y el observador no tiene más alternativa que depender más de evidencias anecdóticas sobre los cambios institucionales y el devenir de lo que por omisión o por comisión pudiera llamarse la política económica del gobierno. Mi experiencia personal como funcionario de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) en los años sesenta me permite afirmar que la planificación centralizada, como el instrumento de dirección económica por excelencia de una sociedad socialista, nunca fue tomada en serio por Fidel Castro, aunque otros altos funcionarios o líderes del gobierno sí lo hicieron, pero a un gran costo personal para ellos, especialmente Osvaldo Dorticós y Ernesto (Ché) Guevara. ¿En qué me baso para afirmar esto? Primeramente, en la manera improvisada en que se condujo la formulación del primer plan cuatrienal que se intentó por la burocracia gubernamental bajo la dirección de JUCEPLAN. Tal plan cubriría el período 1962-1965 y se prepararía en el transcurso de 1961 bajo guías metodológicas de la Junta para ser seguidas por los diversos organismos del estado y sus empresas consolidadas.i La formulación del plan consistía, a grandes rasgos, en preparar planes de producción y de inversiones con sus respectivos requisitos de empleo y de abastecimientos para cada empresa o unidad productiva, datos que se agregarían a nivel de empresa consolidada y se presentarían al ministerio correspondiente para ser enviados posteriormente a la Junta. Este ejercicio tenía varios defectos críticos, incluso desde el punto de vista de lo que podría ser el modelo ideal de planificación socialista centralizada. Primeramente, el plan carecía de una base estadística elemental y la mayoría de los organismos tuvieron que improvisar su base informativa para elaborar las cifras que la Junta exigía. Por ejemplo, en el plan de abastecimiento (llamado técnico-material) del INIT había que proponer las cantidades de centenares de productos que las empresas creían que necesitarían para cumplir metas de producción arbitrariamente establecidas. Las miles de empresas involucradas en el plan acababan de ser expropiadas por el gobierno y casi todas tenían nuevos administradores y no sabían exactamente sus capacidades ni sus necesidades para un año, mucho menos para cuatro. De más está decir que las cifras sometidas a los ministerios correspondientes y de ellos a la Junta no tenían sentido y en la mayoría de los casos ni siquiera se podía establecer si existía en el país la capacidad de producir o importar lo que se pedía. En este sentido el plan de las empresas se convirtió en una expresión grosera y caprichosa de la demanda de productos y servicios intermedios. Un segundo defecto de la planificación era que el personal a cargo de la misma en cada empresa, empresa consolidada u organismo central no estaba debidamente capacitado y el i La empresa consolidada era un consorcio que abarcaba todas las empresas de un mismo sector o rama de producción o servicios. Por ejemplo, el Instituto Nacional de la Industria Turística, donde yo trabajaba antes de unirme a la Junta en 1963 contaba con diez empresas consolidadas, entre ellas la de hoteles, que poseía y administraba todos los hoteles del país; la de restaurantes y cafeterías; la de centros de caza y pesca; la que adminsitraba las playas y otras del sector turístico. Del mismo modo el Ministerio de Industria, el Instituto Nacional de la Reforma Agraria y otros ministerios contaban con su propia colección de empresas consolidadas. ejercicio se convirtió en uno de tipo burocrático donde el objetivo era llenar formularios aunque las cifras no tuvieran mucho sentido. Las más altas autoridades del gobierno, en su mayoría, no parecían estar conscientes de lo absurdo que era el ejercicio que se estaba llevando a cabo y además parecían dar por sentado que los niveles de producción se mantendrían de alguna manera. Un tercer problema en este proceso era el de la falta de una política de desarrollo coherente, que estableciera una dirección clara de hacia dónde quería el gobierno llevar la economía. En sus esfuerzos planificadores, los funcionarios de nivel intermedio más conscientes de estos problemas clamaban por directivas de producción que les sirviera de ancla para poder proyectar por cuatro años la demanda derivada de los insumos correspondientes, tanto de tipo físico como humano. Esta deficiencia se mostraba en los cambios de dirección de las declaraciones oficiales sobre lo que más se acercaba a una política económica. De tales declaraciones, la más importante al comienzo del proceso revolucionario fue la política de reducción o demolición azucarera que se aplica hasta el año 1964 y en la que se reducen los niveles de producción tradicionales en más de la mitad. Tal política de industrialización tenía una cierta inspiración estalinista pero en realidad obedecía a la vieja doctrina de sustitución de importaciones que prevalecía en América Latina. Sin embargo, cuando Fidel Castro anuncia un giro de 180 grados en el sector azucarero y compromete al país a una zafra record de 10 millones de toneladas métricas para 1970, se introduce un elemento de gran confusión en el sistema de planificación y se abandonan ciertos aspectos del supuesto plan de industrialización como el desarrollo del norte de Oriente con base en la producción de acero. Mientras la Junta intentaba articular alguna forma de planificación e introducir algún orden en el manejo de la economía cubana, Fidel Castro formulaba por su cuenta algunos planes de desarrollo sectorial que añadían más a la confusión de la dirección económica del país. Ejemplos típicos de tales planes personales (denominados Planes Especiales por la Junta en un intento desesperado por darles algún tratamiento dentro de la planificación centralizada) fueron los planes de desarrollo de ganado vacuno y porcino. Estos cambios radicales coinciden con la desaparición del Ché Guevara de Cuba y se suman a otras razones para pensar que era él tenía seria discrepancias con la dirección que estaba tomando la revolución cubana. Y un cuarto problema digno de mencionarse aquí fue el de la falta de un criterio explícito para determinar los precios de los productos y de los servicios que se incluirían en el Plan. Era claro que en toda la abrumadora producción de bibliografía sobre el socialismo desde Marx hasta Oscar Lange y Michael Kalecki, pasando por Charles Bettleheim, Paul Sweezy, Paul Baran y Ernest Mandel, no hay el fundamento teórico que le permita a una economía centralmente planificada sustituir al mercado como instrumento principal en la determinación de los precios de todo lo que produce y se intercambia. Lo que había como sustituto parcial era el llamado sistema de balances materiales que intentaba equiparar oferta y demanda (palabras cuyo uso estaba prohibido en Cuba por ser consideradas de origen burgués) pero que no tenía manera de determinar el precio de cada producto para el cual se hiciera el balance. Como resultado de todo esto, el Plan tenía otro elemento arbitrario y era el de los precios de todos los bienes y servicios, muchos de los cuales quedaron congelados a los niveles que predominaron entre 1959 y 1960. Esto creó una enorme cantidad de desajustes en la economía los cuales tuvieron varias repercusiones. Con la ayuda de un mecanismo de centralización presupuestaria donde los ingresos de las empresas iban a un fondo común y sus egresos eran financiados por el estado sin consideración alguna sobre las ganancias, las ineficiencias y desequilibrios de cada empresa se hicieron prácticamente invisibles. Aunque había voces en el gobierno, como la de Carlos Rafael Rodríguez que abogaban por una medida de eficiencia económica a nivel de las empresas individuales, este grave problema no parecía perturbar al máximo líder. Todo lo cual causaba que las ineficiencias agregadas de las empresas hacían que el país estuviera gastando más riqueza de la que creaba y, con la ausencia de reservas capaces de cubrir el déficit por algún período, Cuba necesitó ayuda externa en volúmenes crecientes, lo que dio origen a una dependencia crónica de los subsidios soviéticos. A pesar de la precaria economía cubana, del fracaso de la zafra de 1970 y la devastación económica que la misma dejó como secuela y del fracaso de todos los Planes Especiales, Fidel Castro persiguió una agenda eminentemente política de intervención en los asuntos internos de otros países durante las décadas de los setenta y ochenta. Tal agenda fue encubierta, como en casi todos los casos de intervención en América Latina, mientras que en otros fue abierta, como en los países africanos. Esta política es irreconciliable con una política de desarrollo económico como la que fue prometida por Fidel Castro y por Ernesto (Ché) Guevara en los primeros momentos de la llamada revolución socialista. Incluso cuando uno examina de cerca el aparato de lo que parecía ser un aparato de planificación económica central surgen dudas sobre la verdadera naturaleza de las creencias socialistas de Fidel Castro. Con el ascenso de Mikhail Gorbachev, Castro recibió las primeras indicaciones de que los subsidios no podían continuar a ese nivel y acabaron desapareciendo con la disolución de la Unión Soviética. Este fenómeno tan inesperado para el mundo como lo fue para Fidel Castro, dejó al desnudo la economía cubana pero también se comenzó a descubrir lo que había sido la política económica del gobierno hasta entonces por las medidas que no se tomaron a partir de 1990. Si con la desaparición de la Unión Soviética Fidel Castro no cuenta con los recursos que le permitieron perseguir una agenda de intervenciones internacionales que lo convirtieron ante los ojos de muchos una especie de paladín del Tercer Mundo, ¿por qué ahora que tiene que abandonar esa agenda no libera la economía interna lo suficiente para mejorar el nivel de vida de los cubanos? En los años ochenta Castro permitió una liberalización de los mercados campesinos que tuvo un gran éxito y que él mismo liquidó aparentemente cuando se dio cuenta de que el proceso le estaba dando demasiadas libertades a los cubanos, libertades que podían ser utilizadas para desafiar sus poderes absolutos. Castro tenía que suponer que la desaparición masiva y abrupta del bloque socialista tendría un gran impacto en los cubanos, a pesar de toda la propaganda y todos los recursos dedicados a la educación para venderle al público la idea del socialismo, de manera que la economía tenía que seguir sirviendo como un mecanismo de control del ciudadano por medio de diversas formas de racionamiento y manejo de la escasez. Fidel Castro comprende muy bien, definitivamente mejor que sus enemigos, que la libertad económica es necesaria para la libertad política y aunque no es una condición suficiente, no está dispuesto a correr riesgos innecesarios en esa dirección. Al desaparecer los subsidios que ayudaban a mantener un balance precario entre la oferta y la demanda agregada de bienes y servicios en el país, se crea un desequilibrio que a su vez genera una gran crisis de abastecimientos a la población, afectando artículos de primera necesidad. Esta situación a su vez desemboca en éxodos clandestinos de cubanos tratando de alcanzar las costas de los Estados Unidos en naves improvisadas y una expectativa general de que el régimen está en peligro. Sin embargo, Castro consigue manejar la situación mediante la aplicación de medidas de ajuste y de una apertura selectiva y muy controlada del sector externo a inversiones y empresas extranjeras, muchas de las cuales están encaminadas a regenerar la industria turística del país. Irónicamente, el desarrollo de la industria turística fue presentado en los primeros momentos del proceso revolucionario como uno de los posibles pilares del desarrollo económico de Cuba, pero abandonado pronto por razones que nunca fueron explicadas. Es obvio que el desarrollo de este sector no era compatible con una agenda política internacional que tenía como eje central la confrontación con los Estados Unidos como parte de su deber central de combatir “el imperialismo, la dependencia y el subdesarrollo”: Las medidas de ajuste fueron erróneamente catalogadas como de reforma por muchos observadores de la economía cubana. En su análisis no vieron que todas las medidas que se tomaron, especialmente la de permitir el trabajo por cuenta propia a un elevado número de trabajadores del estado cuyos salarios no se podían sostener, eran estrictamente reversibles a discresión única del gobierno. No obstante las medidas de ajuste, el gobierno no consigue reducir la dependencia de la economía cubana y del gobierno mismo de los nuevos subsidios, o sea, las remesas de los cubanos exilados que envían importantes sumas de dólares a sus familiares en la isla. En este contexto Fidel Castro se ha esforzado por muchos años en lograr que los Estados Unidos levanten el embargo económico que tienen sobre Cuba y que el propio Castro propició en los comienzos de su revolución para conseguir aislar a Cuba del resto del mundo y así manejarla a su antojo. Parte del esfuerzo se ha basado en tratar de demostrar que la pobreza de la economía cubana se debe al embargo y no a la naturaleza intrínseca de su gobierno, de la falta de un compromiso con la economía de los cubanos y de la predominancia de una política internacional contraria al interés nacional. Muchos en el extranjero compran la propuesta castrista pero no se dan cuenta de que en realidad la economía cubana está sujeta a dos embargos, el que conocemos por parte de los Estados Unidos y que cada vez es menos restrictivo y el que de hecho el propio Castro ha impuesto sobre los cubanos y que consiste en todo el conjunto de restricciones a los cubanos para producir, trabajar, comerciar, vivir, trabajar y consumir con plenas libertades. Esto significa que si se levanta solamente el embargo de los EEUU sin que los cubanos en la isla tengan más libertades para actuar como sus propios agentes económicos sin la tutela del gobierno, los beneficios de un levantamiento unilateral del embargo van a concentrarse principalmente en Fidel Castro y aquellos miembros de la nomenclatura que él decida beneficiar. Por eso es razonable proponer, frente a la alternativa de un levantamiento unilateral del embargo norteamericano sin nada a cambio por parte del gobierno cubano, el levantamiento gradual de ambos embargos, el que se conoce por ese nombre y el que yo he dado por llamar el embargo interno o el impuesto por Castro. De esta manera no sólo se mejorarían las condiciones de vida de los cubanos, sino que se reducirían o hasta eliminarían las inequidades que resultan del sistema de remesas y el poco alcance a la ciudadanía del sector turístico que hace que muchos cubanos no puedan beneficiarse del acceso al dólar. Además, y lo que es muy importante, se mejorarían las condiciones de lograr una transición democrática una vez que Castro desaparezca y se pueda construir una economía basada en amplias libertades individuales para todos los cubanos. La pobreza crónica del cubano y la acumulación de necesidades que siguen a tantos años de privaciones, sobre todo en materia de vivienda, dejan como legado a una población impaciente que si no comprende que su problemas económicos no se pueden resolver en corto tiempo, puede engendrar inquietudes y movimientos de protesta que desestabilicen el gobierno de transición. Cuba posiblemente sea el país socialista que está en peores condiciones actualmente para construir una economía de mercado. Esta condición hace todavía más urgente que se cambie radicalmente el régimen actual para bien de los que viven en la isla, pero al mismo tiempo complica extraordinariamente el proceso de transición hacia la libertad y hacia el mercado. La condición que más ha de dificultar una transición es posiblemente el aislamiento del cubano, la falta de una sociedad civil, su dependencia absoluta del gobierno y el factor concomitante, la falta de experiencia y de conocimientos sobre cómo operar en una democracia, qué es una economía de mercado y cómo organizar a la ciudadanía para obtener todo esto. La “justicia” en la dictadura En la mente del castrismo no hay nicho para la palabra justicia* POR ALBERTO MULLER Estimados amigos y testigos de este Congreso Internacional de Cultura cubana, patrocinado por la “Asociación Española Cuba en Transición”: Se me ha pedido que trate en mi presentación sobre la justicia en la dictadura, los maltratos y las condenas. Empecemos pues, sin rodeos, a tratar el tema en cuestión. Fidel Castro repite como un loro locuaz y amaestrado que, en la Cuba que data desde 1959, nunca se ha torturado a nadie, cuando en realidad la tortura se ha aplicado en la Cuba castrista, de forma persistente y tenaz. Siempre hay que tener cuidado con la pasión exarcebada que desencadena, cuando se ha sido testigo de excepción y se han padecido abusos denigrantes y tenebrosos, que violan la más elemental norma de la justicia, pisotean la dignidad de la persona humana e intentan escamotear y borrar de la faz de la tierra la validez universal de los derechos humanos. Pero si de algo vale el testimonio personal por haber sido uno más, entre los tantos, que padecieron las torturas más crueles en las cárceles castristas, les pido perdón por el horror que debo relatar. La Justicia en la Dictadura…hablamos obviamente de la dictadura de Fidel Castro, pues por la historia andan otras o han andado otras de rango parecido. La justicia en Cuba, en cualquiera de las variantes que la queramos analizar, está herida de muerte desde los primeros momentos. En la mente del castrismo no hay nicho para la palabra justicia. En términos puros…justicia significa que cada uno en la sociedad tenga el precioso derecho de seguir su propio camino…y el de recibir lo que le pertenece dignamente. E injusticia…significa cuando una parte le roba esos derechos a la otra…así de simple. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido en Cuba, que los derechos de todos han sido secuestrados por el gobierno y el sistema que totalitariza a la isla desde el 1ero. de enero de 1959. En Cuba, definitivamente algo anda muy mal en términos de justicia…pues las 2/3 del pueblo cubano, si se lo permitiesen, abandonaría el país apresuradamente. En el destierro ya vive más del 10 % de la población cubana. Tengo una cifra reciente muy gráfica, que refleja que unos 400 mil jóvenes se han inscrito en la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana para abandonar el país, si se le acreditara una visa y el gobierno les diera el permiso de salida. ¿Que está ocurriendo en ese país – CUBA – que la inmensa mayoría de sus ciudadanos quieren huir de él ? La razón que desencadena esta estampida, en ocasiones casi suicidas, debemos decirlo sin dobleces, es que en la Cuba castrista el mal de la injusticia es raigal, absoluto y casi como empozado a la piel del propio sistema comunista: Veamos, a modo de ejemplo, algunos hechos muy puntuales y punzantes: Si pusiéramos el colimador de la cámara en la prisión de Isla de Pinos, para ver algunas escenas de maltratos inconcebibles, puedo asegurarles que el observador quedaría exhausto moralmente. Si yo les enseñara mi pierna derecha, ustedes verían dos cicatrices de heridas de bayonetas que recibí durante uno de los eventos más sórdidos y criminales del castrismo en sus primeros años, el Trabajo Forzado en la Prisión de Isla de Pinos. Recuerdo aquel mediodía soleado, que junto a los prisioneros políticos Emilio Rivero Caro y mi hermano Juan Antonio, fuimos introducidos a la fuerza en la zanja de excrementos de la prisión con el pretexto de que teníamos que limpiarla. ¿Y me pregunto, cómo es que se puede limpiar una zanja de excrementos, en donde están fluyendo los residuos permanentemente ? Aquello parecía más una escena kafkiana que una escena real de cualquier prisión. Mientras nosotros nos negábamos a limpiar la zanja maldita, los custodias militares nos pegaban a mansalva con sus bayonetas hasta herirnos indiscriminadamente. Y créanme, este recuerdo de sangre, sol, y golpes, enlodado por los excrementos que corrían y se enredaban a la altura de nuestros tobillos, solo reflejaría una millonésima parte de quienes tuvieron el privilegio inhumano de padecer ese karma intenso de torturas, solamente en este corto período de la Prisión de Isla de Pinos. Durante este período oscuro y tétrico fue asesinado el joven recluso Ernesto Díaz Madruga de un bayonetazo infernal que le atravesó el recto y le desbarató todo el aparato intestinal, conjuntamente con el hígado. Además, fueron asesinados por la misma vía de la violencia inusitada, los reclusos Julio Tang, Roberto López Chávez, Eddy Alvarez Molina, Danny Crespo y Paco Pico, entre otros. Con estos ejemplos sólos de torturas bárbaras, bastaría para que un Tribunal de Justicia Internacional enjuiciara a Fidel Castro y a sus acólitos torturadores. Ahora me vienen a la mente los interrogatorios en las celdas de condenados a muerte en el Castillito del G-2 de Santiago de Cuba, en donde estuve 90 días consecutivos en espera de ser fusilado. No teníamos noción de las horas, pues las celdas eran oscuras sin ninguna iluminación. Sólo la comida maltrecha y el desayuno de agua caliente con azúcar, nos permitía hacer algunos cálculos del tiempo. Los interrogatorios eran generalmente de madrugada, en una oficina muy fría, a la que para entrar nos obligaban a la fuerza a quitarnos la ropa, con el objetivo de que el frío intenso nos hiciera temblar. Díganme si esto no es una tortura sicológica bien sofisticada. En la noche anterior a que me trasladaran a este centro de terror, en el campamento de Las Mercedes, fui sacado por un pelotón de seis guardias con sus armas largas a un camino angosto cercano a las barracas de los prisioneros. El sargento del pelotón me dijo que tenía la orden de fusilarme. Y me ordenó caminar por el trillo que se iba alejando de las barracas del campamento. Atrás de mi sentía los pasos de los fusileros y los fusiles preparados para disparar. Recuerdo que en aquel momento me encomendé a Dios…pensé con intensidad en mis padres…en mi hermano…en mis compañeros de luchas…en mi familia…miré al cielo…las estrellas eran en esa noche clara mis únicos acompañantes… También recé una oración muy simple, que me ayudó a aliviar esa lógica angustia de morir joven, Dios mío esto es lo que valgo y todo lo he tratado de hacer a tu mayor gloria, me encomiendo a tu amor misericordioso…ayúdame…y perdónalos… No niego que sentí miedo a morir…pero por otra parte…esperé la muerte con alegría…con hombría de bien…pues me reconfortaba la idea de reunirme con mis compañeros mártires, ya asesinados en fecha anterior. Este trance de esperar la muerte habría durado unos 20 minutos. En dos ocasiones me mandaron a no seguir caminando. Y el sargento volvía a repetir que inmediatamente sería ejecutado. Enseguida pensaba nuevamente que sería el momento de las descargas y del adiós definitivo. Fue una espera tensa, de mucha intensidad emocional. Esperar la muerte, segundo a segundo, no es un trance fácil de asimilar ni de olvidar. Se nos va la vida solamente recordándolo. Al final me mandaron a detener. Y se acercaron tres de los fusileros y sentí que me amarraban fuertemente las manos atrás en la espalda con una soga gruesa. Fui entonces metido bruscamente en un vehículo militar y trasladado al Castillito, del cual ya he hecho referencia. Me pregunto, ¿puede existir una tortura sicológica peor ? Guardo en mi memoria, como un recuerdo imborrable de soledad, de amor, y de humildad humana esta experiencia del fusilamiento en simulacro. Al menos, pude demostrarles lo que es un hombre con fe y con entereza. Pero espérense, que faltan horrores peores…pues esto se cuenta y cuesta trabajo creerlo. Bien podría calificarse este hecho que paso a relatarles, como una de las torturas colectivas más despreciables de la historia de la humanidad. Los cuatro edificios de la prisión de Isla de Pinos fueron dinamitados cada uno con más de 7 mil libras de TNT. Las paredes subterráneas de los cimientos o de los túneles de cada edificio fueron perforadas en forma triangular, es decir con un sistema de demolición técnicamente implacable, para instalar el TNT. En la torre central de cada edificio se instalaron mil libras de TNT con el objetivo de que cada torre se convirtiera en una poderosa granada de fragmentación de cuatro pisos de altura, que era la altura de la torre. El equipo militar que hizo toda la instalación fue el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Rebelde Esta tortura colectiva se puso en práctica en el verano de 1962 y así estuvieron los cuatro edificios por más de un año dinamitados. Y dando un salto, pues la lista de los horrores sería para no acabar y el tiempo nos impide cubrir todo el horror, permítanme señalar al vuelo las torturas inconcebibles de las celdas tapiadas, de las golpeaduras indiscriminadas a los reclusos, de los largos confinamientos en las celdas solitarias de castigo, de los electro-shocks a los prisioneros sin ninguna enfermedad mental en el Hospital de Mazorra, etc., etc., pues queremos de ex-profeso pasar a la etapa más reciente. La detención el año pasado y la condena posterior a los 75 cubanos disidentes, poetas y periodistas independientes, que provocó la repulsa de intelectuales de la talla de José Saramago, Premio Nobel de Literatura, de Eduardo Galeano, de Carlos Fuentes y de Susan Suntag, entre otros. Entre estos hombres y mujeres estaba Raúl Rivero y Manuel Vazquez Portal, dos poetas de reconocimiento internacional. Sencillamente dos poetas, condenados por escribir versos libres. Ese fue realmente el delito. Pero también estaba Martha Beatriz Roque, una mujer profesional, frágil de salud, cuyo único delito fue plantear que todos los cubanos se reúnan para discutir pacíficamente el futuro de la nación. Y casi la mayoría del resto, con algunas excepciones muy honrosas, eran los promotores del Proyecto Varela, que recoge firmas, de acuerdo a la constitución vigente en Cuba, para llamar a un referéndum soberano, en donde todos los cubanos puedan expresar sus opiniones de futuro. En ninguno de los expedientes fiscales se encuentran referencias a la violencia. Todos los condenados habían actuado dentro del espíritu pacifista, a lo Ghandi. Después de ser condenados a largas condenas, casi en forma maquiavélica, todos han sido enviados a cárceles distante de su familia. Como para separarlos de sus seres más queridos y hacer más hondo el sufrimiento. El común denominador de la justicia en la dictadura castrista ha sido aplastar todos los derechos del ciudadano para la supremacía y la estabilidad del poder castrista. ¡ Investíguese la historia cubana del castrismo y se comprobará que en muy pocas naciones de nuestro hemisferio americano, los pueblos han tenido que pagar un precio tan alto en vidas y sacrificios, como el que ha padecido y padece nuestro pueblo cubano ! Llegará el día, no tengo la menor duda, que un tribunal a lo Nuremberg, juzgará las torturas y los crímenes del castrismo, porque durante el totalitarismo comunista cubano, la justicia ha sido un papel estrujado en la mano asesina de Fidel Castro. Gracias… Notas sobre la represión en el castrismo POR ORLANDO FONDEVILA. El problema de la represión y el terror en las sociedades totalitarias como la cubana no es en exclusiva ni principalmente un objeto de estudio de la Psicología. Más bien es asunto de la Política y la Sociología y de manera subsidiaria de la Psicología. El caso cubano no es de ningún modo singular. En la instauración de un sistema político que tiene como uno de sus principales fundamentos el terror, el castrismo no ha sido innovador ni imaginativo. Ha sido y es la aplicación pura y dura de los principios y métodos de control y represión presentes en cualquier régimen totalitario conocido. Su inspiración y escuela han sido la URSS y la RDA, el KGB y la STASSI. Y no es exagerado afirmar su parentesco con el fascismo, primo hermano político-moral del comunismo. Mussolini, héroe admirado por Castro en su juventud ya había afirmado, en nombre del gran ideal: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. ¿No les recuerda acaso esta frase otra pronunciada por Castro en 1961? En los momentos iniciales del castrismo, Castro tenía muy claros los principios y las instrucciones expuestos por Lenin desde los albores mismos de la Revolución de Octubre, que era su secreto modelo, y se dispuso a aterrorizar a la población. No contaba aún con el personal cualificado para cumplir la misión, por lo que los bisoños torturadores sólo disponían de su devoción fanática al líder y a la causa. La represión y el terror en esos tiempos primeros se llevó a cabo a lo guerrillero, a lo bestia como se diría aquí en España, sin maquillaje legal y sin una praxis, digamos, técnica. Se fusilaba, se encarcelaba y se torturaba no sólo sin limitación alguna, sino que se hacía pública e impúdicamente, con amplia divulgación en los medios de comunicación. La intención era evidente, enseñar la feroz musculatura del nuevo poder, hacer temblar a los posibles adversarios y generalizar en la población el sentimiento de terror, de indefensión ante el poder. Desalentar cualquier conato de actividad política contraria. Desarrollar, con vesánica premura, lo que en psicología se conoce como síndrome de indefensión adquirida. Nada original, repito. De Robespierre a Lenin, de Stalin a Mao, de Hitler a Mussolini, idénticos principios y métodos: el control social mediante el terror. Claro que el terror siempre tiene detrás fundamentos psicológicos, y si se quiere teóricofilosóficos, y hasta poéticos. Al respecto Martí decía que todo horror tiene su cantor y su poema y señalaba como ejemplos a Nerón, a Torquemada y a Catalina de Médecis. El terror y la represión no pueden tener lugar en el vacío. En una situación social normal, en una vida social rutinaria, en una estructura social sin fracturas no puede tener lugar el terror represivo. Sólo en una situación social anómala, manipulada convenientemente, se puede crear la circunstancia de locura colectiva, de delirio por una Gran Causa en nombre de la que será posible aplicar el terror apoyado y hasta legitimado por amplios sectores de la sociedad. A partir de ahí se producirá un efecto circular: la Gran Causa legitima el terror y el terror impone la Gran Causa. Ocurre, sin embargo, que una vez instaurado el miedo en la sociedad el mismo se hace parte de la psicología de la sociedad en general y por lo tanto de la conducta de las personas. De ahí la dificultad extrema para erradicarlo una vez instituido, una vez que se ha incorporado a lo que podríamos llamar el magma de la conciencia social, o lo que esto sea. Es habitual que caigamos en la tentación de considerar al agente, a la persona que hostiga, maltrata e incluso tortura como alguien con trastornos en la personalidad, con alguna patología psicológica que le hace proclive a comportarse de esa manera. No obstante, sin negar lo anterior, es necesario hacer algunas precisiones. Es interesante que Friedrich A. Hayek, esencialmente un economista y un científico social, fuera quien nos diera las pistas imprescindibles para la comprensión del problema. Hayek descubrió que la planificación y el control de la propiedad por el Estado no sólo lastimaba la libertad económica y traía la pobreza, sino que conducía a la esclavización del individuo. Para Hayek, la maldad represiva no dependía directa y exclusivamente de las cualidades morales o de los problemas psicológicos de los dirigentes y de las personas. El horror soviético y del comunismo en todas partes, incluyendo a Cuba, no ha sido consecuencia de la mala suerte o de la fatalidad de aquellas sociedades en las que estos personajes han dirigido, sino que personas criminales y desajustadas como las de Lenin o Stalin, Pol Pot o Fidel Castro han podido gobernar porque han podido, en circunstancias dadas, imponer el totalitarismo. En otras palabras, que no puede haber totalitarismo o colectivismo bueno porque el totalitarismo y el colectivismo sólo pueden tener lugar por medio del ejercicio de la violencia para con los individuos, por medio de la cárcel, de la tortura y del asesinato, y sólo la hez de la sociedad puede gobernar de esa manera. No se trata entonces de errores o desviaciones en la aplicación de las teorías por maldad de ciertos hombres. Se trata justamente de un error colosal de las teorías, en el caso del comunismo de una aberración desde sus fundamentos o premisas, es decir, del marxismo y del leninismo. El terror y la represión tienen una función social básica para la instauración y el mantenimiento de las sociedades totalitarias. Sólo mediante el sistemático y generalizado empleo de la represión y el terror puede una exigua minoría hacerse con todo el poder de manera incontestada sobre el completo de la sociedad. El terror se debe aplicar, en las sociedades totalitarias, y así se ha hecho, de manera generalizada, incluso de modo preventivo. Los dirigentes soviéticos decían con todo cinismo que ellos actuaban con los traidores antes de que se produjera la traición. En el castrismo también. Recuérdense si no las redadas masivas cuando Bahía de Cochinos, la repatriación forzosa de pueblos enteros del Escambray para prevenir que ayudaran a los guerrilleros anti-castristas, incluso los procesos de la llamada micro-fracción y tal vez hasta los procesos a Ochoa y otros miembros de las fuerzas armadas . Otro aspecto importante es el de que el totalitarismo siempre tiene como coartada subyacente una utopía, la propuesta de una sociedad perfecta y el logro de un hombre nuevo. Obras magnas de ingeniería social sólo posibles, en la teoría, aunque nunca conseguidas, mediante el instrumento de la violencia sobre los hombres. Porque es el hombre el principal obstáculo para la Utopías que le desconocen absolutamente. Por eso Juan Pablo II, al valorar el fracaso estrepitoso del comunismo, afirmó que el mismo era producto de un enorme error antropológico. Por cierto que en las grandes disputas de nuestra época, más bien desde mediados del siglo pasado hasta hoy, los horrores del comunismo siempre han contado con abundantes explicaciones justificatorias. En el caso cubano hemos asistido incluso a un silencio y a una oscuridad más que lamentables. Incluso hoy, cuando algunos antiguos respaldos al castrismo han sufrido quiebras, generalmente se intenta suavizar las críticas con el argumento de que estas deben ser contextualizadas. O, en el peor de los casos, aduciendo que su denuncia beneficiaría a la derecha o al imperialismo. En el fondo lo que realmente hay es una aquiescencia cómplice, pusilánime e inmoral. Ahora bien, volviendo a nuestro tema, sobre todo en los primeros tiempos –que a veces pueden durar años- muchos individuos, además de los inclinados a la violencia, pueden prestarse con entusiasmo a servir como represores, como torturadores. Y lo harán sin escrúpulos de conciencia, sin sentimientos de culpa. Por el contrario se sentirán felices porque defienden la Gran Causa, porque a las víctimas las percibirán como los verdaderos culpables, como los verdaderos monstruos. Sin embargo, esto puede cambiar con el tiempo en la medida en que se vaya haciendo evidente para la sociedad la verdad del fracaso de la Gran Causa. Verdad que será más factible de comprender precisamente por quienes desde las fuerzas de la represión y el espionaje tienen un mayor acceso a la información, más allá de la propaganda. Entonces, sólo permanecerán los más malvados, aquellos deformados moralmente de forma radical. Es lo que viene ocurriendo en Cuba desde hace muchos años. No serán entonces las motivaciones místico-ideológicas las que estarán presentes. Será el criminal entrenado para la represión y la tortura. Esta verdad es certidumbre para todo el que ha conocido, o más bien padecido, el pensamiento y las actitudes de los agentes, interrogadores, torturadores e infiltrados de la policía política cubana en los últimos años. Sin ser muy perspicaz cualquiera se percata de la calaña amoral y sin ideología de estos sujetos. También puede leerse “Dulces Guerreros Cubanos”, que por otra parte me parece despreciable, y veremos como en los círculos del poder y de la represión en Cuba ya no encontramos ni pizca de ideología. En Cuba ha sido así. Es verdad que no podemos comparar la magnitud de la represión en el castrismo y la que tuvo lugar en la URSS, en China o en Cambodia, pero no se trata de cantidad sino de naturaleza del crimen, que es idéntica. Después de la etapa primera de la brutalidad, vendría la técnica. Con la sociedad ya controlada, con el terror formando parte inseparable de la atmósfera social respirada por los individuos desde la infancia, vendría el momento de la técnica, de la sofisticación de los métodos de la represión. Entonces, más que la represión abierta vendría la represión y el terror blancos. Si durante muchos años se utilizaron las celdas tapiadas, las bartolinas, los electroshocks, los fusilamientos simulados, los trabajos forzados, las despiadadas palizas, durante un largo período se harían innecesarios tales recursos y bastaría con técnicas de vigilancia y hostigamiento blando para mantener la sumisión social. Era suficiente con que todos sintieran, difusamente, el ojo y el brazo omnipresentes del Gran Hermano. Mientras tanto, la sociedad cubana, como todas las sociedades totalitarias, insisto, ha venido funcionando como una gran secta. Secta a la que se pertenece quiera o no, crea o no el individuo. Examinemos brevemente la caracterización socio-psicológica de una secta: Control del medio: limitación de todas las formas de comunicación con aquellos ajenos al grupo. Manipulación mística: la persona llega a ser convencida del destino especial del grupo. Demanda de pureza: la perfección sólo será posible si uno permanece con el grupo y se entrega. Ciencia Sagrada: el saber oficial es la verdad absoluta y es capaz de explicarlo todo. Carga del lenguaje: un nuevo vocabulario nace en el contexto del grupo. Doctrina sobre la persona: tienes que decir que eres feliz aunque no lo seas. Dación de la existencia: la salvación sólo será posible dentro del grupo. Si lo abandonas serás condenado. Durante años esto parecía funcionar así, sin grietas significativas observables. Pero el sistema se agotaba progresivamente y todo comenzaría a cambiar, probablemente, a partir de la explosión de los sucesos de la Embajada del Perú y del éxodo del Mariel. Y se acentuaría a partir de las noticias que comenzaron a llegar de la Pereztroika en la URSS. Aparecería un fenómeno nuevo en la sociedad cubana: la disidencia. Y en general la sociedad se haría más contestataria. Los cimientos de la secta comenzaron a resquebrajarse y se hizo necesario aumentar el nivel represivo. Sólo que ya entonces Castro si contaba con un enorme aparato perfectamente entrenado y con el substrato de miedo acumulado en tantos años de práctica totalitaria. No obstante se presentaba un elemento inusitado para los represores. Por un lado, la naturaleza absolutamente pacífica del objeto de la represión, y por otro su relativa masividad y dispersión. Lo cual ha sido bueno y malo para los luchadores por la libertad. Bueno, porque se le ha hecho un tanto difícil a los represores actuar con descarnada violencia frente a quienes no actúan con violencia ni oponen resistencia física alguna. Es como disparar a una sábana tendida. Malo, porque estos valientes hombres y mujeres, en razón precisamente de su condición civil y pacífica no suelen estar preparados para resistir la represión. Los métodos de acoso y hostigamiento sordo y sórdido han sido, como se sabe –hay cientos de testimonios- despiadados. El hambre, el aislamiento social, el hurgar obscenamente en la vida personal y familiar, las detenciones arbitrarias, los llamados actos de repudio, las provocaciones y las infiltraciones, etc. forman parte del inmenso arsenal de la seguridad del Estado contra los disidentes. Todo desde la impunidad de un poder insolente. Sin embargo, según se puede colegir de la última salvajada represiva, los métodos hasta aquí empleados no les han dado al régimen muchos resultados. Por eso vuelven a las sanciones enloquecidas y a las torturas a los prisioneros. Al respecto todos los días conocemos de las humillaciones, de los maltratos, de la desatención médica, en fin de las terribles condiciones carcelarias a las que están sometidos los presos políticos cubanos. En la actualidad, a diferencia de los primeros años, esta situación es conocida por la opinión pública mundial, aunque todavía es magra la reacción de repulsa. Como siempre, lo que se quiere conseguir con los detenidos y con los presos, es doblegarlos, hacerles sentir la fuerza todopoderosa del represor, hacerles sentir su desamparo, minar la moral de la víctima, y aunque no se le pueda convencer, lograr que se retracte o que traicione. Con eso les basta. De lo que se trata es de que el miedo continúe vivo en la sociedad. Que no desaparezca la secta. Por suerte, aunque pueda parecer lo contrario, el hombre es un ser indócil. La arrogancia y el voluntarismo comunistas y su insano propósito de crear un hombre nuevo, eso que dijera ese siniestro personaje que se conoce como el Che de que la juventud era la arcilla fundamental de la revolución, es decir, la pretensión de que es posible el lavado de cerebros y fabricar personas como se fabrican robots, ese voluntarismo arrogante, repito, es falso. Como falsas son algunas tesis defendidas por algunos en relación a la culpabilidad compartida por todo el pueblo. Ante todo, la noción de pueblo es un tanto difusa. Los individuos se encuentran muchas veces entrampados por la historia y las circunstancias. Y claro que las sociedades totalitarias envilecen a los hombres. Repartir culpas entre todo el pueblo es diluirlas para finalmente exonerar a los verdaderos responsables. Los verdaderos responsables, en el caso cubano, son Castro y su círculo de poder. Y ya que estamos en un Congreso cultural, los llamados intelectuales. Los intelectuales, tanto cubanos como no cubanos que siendo intelectuales, es decir, gente informada y creadora de opinión, han respaldado y todavía hoy continúan respaldando el horror. Los Fernández Retamar, los Pablo Armando Fernández, los Cintio Vitier, los García Márquez y los Benedetis, entre tantos otros que han ayudado a construir la trampa y que aún hoy la siguen sosteniendo. Por suerte, las grandes trampas, sean políticas, sociales o de cualquier tipo, terminan derrumbándose. Ni el terror ni la mentira pueden dominar eternamente a una sociedad, ni los seres humanos son ovejas. Y un día, como advirtiera Heberto Padilla en inmortales versos hablándole a un tirano, “un día, dejarán de ponerse de pie cuando tú entres”. Ese día parece estar cercano. Nadie puede predecir cómo va a llegar. La puesta de la heroica oposición externa, y también del exilio, es por una transición pacífica. Es una apuesta noble y sincera. Pero todo dependerá de hasta donde consiga llegar la represión. Represión que ya no tiene, y cada vez tendrá menos, asentimiento o indiferencia popular, por lo que no tendrá otro camino que ceder o que manifestarse descarnadamente. La responsabilidad de que haya más o menos violencia no dependerá de la oposición democrática, Pero lo que sí no podemos permitir, lo que sí no puede ocurrir es la eternización del régimen totalitario, con más o menos maquillajes. Nadie quiere más sufrimientos para un pueblo que tanto ha sufrido ya. Pero sin un verdadero cambio el sufrimiento no desaparecerá. La represión y el totalitarismo tienen que ser derrotados. Y van a ser derrotados. La Vida del Preso* POR ROBIER RODRÍGUEZ LEYVA Ex Preso Político. Vicepresidente de la Asociación Cubanos por la Libertad Creo que el mejor modo de explicar los temas que abarca esta mesa de discusión es narrar mi experiencia y la de mis compañeros de prisión haciendo especial énfasis en estos temas , y teniendo cuidado de que mi relato sirva también para acercarnos a los objetivos y propósitos que animan este congreso. (verlos) Pero antes quiero aclarar que mi caso no tiene nada de relevante respecto a el caso de los miles de presos políticos que han pasado por las cárceles del régimen y tantos que aun continúan en ellas, esperemos que no por mucho tiempo más. Fuimos detenidos en Febrero de 1992. Cuatro físicos y un informático , todos trabajadores de la Academia de Ciencias y de la Universidad de Oriente. Desde el primer momento nos encerraron en los calabozos del centro de detención de la policía política en Santiago de Cuba, conocido simplemente por Versalles, por el barrio con que colinda. Son calabozos repugnantes e infrahumanos. 2x 3 mts cuadrados aproximadamente. Puerta por entero tapiada en acero. Un ventanuco completamente cubierto con piezas de cemento en forma de V invertidas y encajadas una dentro de otra , de tal modo que entra un poco de aire y mosquitos, pero nada de luz exterior. En una esquina un agujero para las necesidades fisiológicas elementales y encima, casi llegando al techo, otro agujero por donde caía agua una vez al dia , durante unos pocos minutos. De este modo, los dos detenidos en ese espacio tienen que respirar durante meses el olor de sus propios desechos corporales. Arriba, en el techo, una bombilla de muy poca luz que es encendida y apagada a capricho de los carceleros. La comida, en el tiempo que estuve allí, la mínima necesaria para que no mueras de inanición. Dos meses así, con alguna visita durante algunos minutos con alguien de la familia y en presencia del instructor policial. Encerrado en compañía, desde el primer día, con criminales de toda índole. Nada de abogados, nada de privacidad, ningún derecho , ninguna defensa. Despojados, desde el primer instante, de toda tu vida, y nunca sabes cuando te van a sacar de allí. Pueden tenerte todo el tiempo que les apetezca. El calor agobiante de Santiago se vuelve tortura en aquellos agujeros llenos de mosquitos cuando cae la noche. En medio de la madrugada te llaman y te llevan a interrogatorios en habitaciones bien iluminadas y con aire a condicionado muy fuerte. Tiritas entonces de frío. Y no sabes cuando es de día ni cuando es de noche, no sabes si prefieres estar en los calabozos o en el lugar del interrogatorio. Si estar en compañía del criminal con el que te tienen encerrado o del criminal que te interroga.. Los mareos por falta de alimentación son frecuentes , ves como tu cuerpo se va deteriorando. Camino a un interrogatorio paso por frente a un espejo, en el pasillo, y me percato de que en un mes me he llenado de canas. En los interrogatorios , un policía "bueno" en algunos ,un policía malo en otros. Uno te da aliento, te habla de la familia , te cuenta de su propia vida, te ofrece un cigarrillo. El otro te increpa con ira, te suspende una prometida visita de la familia , amenaza con implicar a familiares y amigos en tu causa, te ofrece una cuchilla para que te cortes las venas. Hablo literalmente. Un día te das cuenta de que estas deseando que te condenen ya , que te "echen" los años que sean, pero que , por favor, te saquen de allí. Finalmente ,en nuestro caso, tras dos meses nos sacan para la prisión. Ni siquiera te han condenado aún , pero llegando a la cárcel de Boniato nos dispersan por diferentes destacamentos, mezclados con presos comunes, con criminales que, sometidos a condiciones de hambre y necesidades de todas clases, llevan sus valores morales a un reducido código de supervivencia. Sólo una gran fortaleza de ánimo , una moral a toda prueba y una posición clara de principios ante los carceleros, te dan un reconocimiento por parte de los presos. Un día te llaman y te encuentras con una visita de tu abogado. En mi caso una chica joven que casi llora cuando le hablo de como encausar mi defensa. Me piden 10 años de prisión, por la causa de "Rebelión". Las pruebas son habernos reunidos 3 veces, crear un grupo de debate político, haber preparado un documento de denuncia que pensábamos imprimir y repartir en la calle, realizar labor de proselitismo entre los compañeros de la Academia de Ciencias y alumnos de la Universidad y hacer chistes de corte "contrarrevolucionario"· Sí, "hacer chistes", hablo literalmente. Puedo mostrar mi sentencia fiscal. La abogada me dijo que lo mas que podía hacer era intentar pasar la causa de "Rebelión" a "Propaganda Enemiga" pues esta última tenía condenas menores. Yo fui de los mejores casos, pues vi a mi abogada dos veces antes del juicio. Uno de mis compañeros solo vio al suyo unos minutos antes de entrar a la sala judicial. La noche antes del juicio nos llevaron a dormir a "Versalles" nuevamente. Allí nos fueron sacando uno a uno a entrevistarnos con una señora sonriente que se preocupaba por nuestra salud y nuestro ánimo. Supuestamente era una psicóloga. Al entrar a la sala de juicio , a la mañana siguiente, ¡SORPRESA! La psicóloga amable de la noche anterior era la fiscal que nos acusaba, después supimos que la maniobra había sido ver si estabamos suficientemente decaídos y asustados como para realizar el juicio en el teatro de la Academia de Ciencias y mostrarnos llorosos y arrepentidos. Como no fue ese en el estado que nos encontró nos juzgaron en el "Palacio de Justicia ". La sala se lleno de amigos y familiares y así no se atrevieron a hacer algo muy frecuente en otros juicios que conocí, los " Actos de Repudio": un grupo de colaboradores del régimen gritándote traidor , escoria y miles de cosas mas. De todos modos, no te dejan hablar, no te permiten defensa. Los abogados, en el mejor de los casos, tratan de convencer de que la causa es propaganda. Pero todos sabemos que ya están decididas las condenas, pues nos había llegado la información de que nuestra causa era ejemplarizante......léase intimidatoria. Las condenas tenían que ser suficientemente grandes como para intimidar a simpatizantes . Penas de 10 y 15 años , sin mas hechos que los ya he mencionado. En resumen , lo que pedían nuestros escritos: Independencia , Economía de Mercado , Pluripartidismo y Estado de Derecho. Suficiente. Gracias a las gestiones de varios gobiernos y de varias Academias de Ciencias de diversos países, a Amnistía Internacional que nos declaró presos de conciencia tras dos años de prisión y una huelga de hambre de casi 30 días, y de otras muchas organizaciones internacionales de derechos humanos y de la Xunta de Galicia, y muy en especial de Don Manuel Fraga, cinco años después me sacaron rumbo a España En esos cinco años viví variadas experiencias de la criminal represión del régimen en las cárceles. Pasé por varias prisiones, la mas llamativa de ellas la de Kilo 8 en Camaguey, la de mayor severidad del país, conocida entre los presos por el expresivo nombre de "Se me perdió la llave". Hice dos huelgas de hambre en las que probé la inhumanidad de negarte atención médica mínima. Sufrí golpizas de los carceleros por protestar. Y presencie muchas golpizas a compañeros presos políticos y multitud más a presos comunes. Una de ellas terminó con la vida del preso. Podría llenar miles de folios con vivencias de esos años , pero solo voy a decir que tengo la conciencia de que no fue mi etapa de prisión de las peores pasadas en Cuba. Son tantos los testimonios de crímenes en estos 45 años que me permito hacer una reflexión: Bienvenidos los que en estos últimos meses, en todo el mundo, finalmente han pasado a una posición crítica respecto a la dictadura de Castro y bien para estos últimos 70 y tantos periodistas y disidentes presos por el reconocimiento internacional obtenido. Pero ... ¿Había que esperar tanto para abrir los ojos ante el crimen? ¿no merecen tantos y tantos presos políticos, opositores reprimidos , compatriotas asesinados, una disculpa por parte de quienes han apoyado y defendido ese régimen durante estos años?. Por lo que a mí respecta les pido perdón por no haber abierto los ojos antes, si era preciso, desde el mismo vientre de mi madre. Ahora pensemos en todos los que aun siguen alli, soportando todo esto y mil torturas mas. Pensemos en ellos y, todos unidos, reunamos fuerzas para terminar finalmente con esta larga pesadilla. Madrid, 29 de Enero del 2004 Voces tras las rejas Directorio actual del presidio político en Cuba POR JOSÉ MIGUEL GONZÁLEZ LLORENTE (Nota: Esta es una sinopsis del libro que se publicará en Miami a comienzos de abril de 2004, dedicado al presidio político cubano actual. ) DEDICATORIA: Esta obra está dedicada a todos los presos políticos de Cuba que estaban en la cárcel cuando este libro fue preparado y editado. Pero también a todos aquellos que han cumplido condena en el pasado y, a los que, por defender sus ideas, perderán su libertad o su vida en el futuro cuando este libro ya no pueda acoger sus testimonios. RAÚL RIVERO, POETA PRESO A las cinco de la mañana del 20 de marzo de 2003, dieciséis agentes de la policía política del gobierno cubano entraron al apartamento número 9 de la casa situada en la calle Peñalver 406, en la ciudad de La Habana, residencia del poeta y escritor Raúl Rivero Castañeda. Unas horas después, ya a plena luz del día, salieron de la casa, llevándose al poeta y a todos sus libros y papeles. Raúl Rivero fue acusado de “actividades subversivas subvencionadas por el Gobierno de Estados Unidos, encaminadas a afectar la independencia y la integridad territorial del Estado”. Durante el “procedimiento sumarísimo” al que fue sometido días después, el 4 de abril, dichas actividades fueron detalladas en las conclusiones provisionales acusatorias del fiscal. Entre otras, éstas eran las acusaciones: ejercer como periodista independiente; fundar la agencia de prensa Cuba Press; crear la revista De Cuba; colaborar con periódicos como El Nuevo Herald, Le Monde, El País, la agencia de prensa francesa Reporteros sin Fronteras, la revista digital Encuentro en la red y la emisora Radio Martí; y finalmente, solicitar libros, folletos culturales, o algunos materiales informativos tomados de la Internet. Blanca Reyes, su esposa, en una carta desde Cuba, sintetiza sus delitos y los enumera así: 1) Haber sido uno de los diez intelectuales firmantes de una carta dirigida públicamente al gobierno, pidiendo aperturas democráticas en Cuba. 2) Haber fundado en 1995 la agencia de periodismo independiente “Cuba Press” y 3) Haber brindado asesoría profesional, en mayo de 2002, a la Sociedad de Periodismo Manuel Márquez Sterling. Tales son los delitos por los cuales Raúl Rivero está penando hoy veinte años en la prisión de Canaleta, descrita como “una de las más aborrecibles del sistema carcelario cubano”, en la provincia de Camagüey, a 450 kilómetros de su casa habanera de la calle Peñalver 406. Sin embargo, el verdadero Raúl Rivero no cabe en ésta, ni en todas las prisiones juntas de esa red carcelaria. Al poeta Raúl Rivero, “el primer poeta cubano vivo”, como lo identifica el escritor cubano y universal Guillermo Cabrera Infante, hay que encontrarlo, conocerlo y aprenderlo en otros contextos y otros ámbitos. Nacido en Morón, Camagüey, en 1945, se graduó en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana y es vicepresidente regional de la Sociedad Interamericana de Prensa. Como poeta, ha ganado varios premios por su obra, y es conocido en todo el mundo de la poesía y la crónica literaria. Como hombre integral, su nombre está escrito en las agendas y grabado en la conciencia de todos los intelectuales, artistas, gobernantes y personas con decoro de nuestro presente globalizado. Puente de guitarra, Sin pan y sin palabras, y Recuerdos olvidados son sólo algunos de sus libros recientes, publicados todos por editoriales en el exterior de Cuba, como Puebla, Barcelona, Madrid y Miami. Aunque en Cuba no se publican ahora sus obras, en 1969 recibió el premio David de poesía por su libro Papel de hombre, y en 1972, el premio Julián del Casal por el poemario Poesía sobre la Tierra. Poniendo juntos dos vocablos que por naturaleza se repelen, Rafael Rojas, investigador y escritor cubano, lo nombra “Poeta preso”, en un artículo publicado en agosto de 2003 en el Nuevo Herald de Miami. Y lo inscribe “en la estirpe de los grandes poetas cronistas de la literatura cubana: José Martí, Julián del Casal, Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Heberto Padilla”. Y concluye que, sin lugar a dudas, Raúl Rivero está preso “por escribir poemas y crónicas en los que hace pública su oposición al gobierno de Fidel Castro”. En esa misma pieza editorial, Rafael Rojas destaca el hecho de que Rivero es, ante todo, “prueba viviente de que en Cuba un escritor puede cambiar –en el sentido más profundo del verbo (...). Cambio de carne y espíritu, que no reniega de su pasado revolucionario, pero tampoco elude su responsabilidad en la tragedia”. Y cita su doloroso poema: Preguntas Por qué, Adelaida, me tengo que morir en esta selva donde yo mismo alimenté las fieras donde puedo escuchar hasta mi voz en el horrendo concierto de la calle. Por qué aquí donde quisimos árboles y crecieron enredaderas donde soñamos ríos y despertamos enfermos en medio de pantanos. En este lugar al que llegamos niños, inocentes, tontos y había instalada ya una trampa, una ciénaga con un cartel de celofán que hemos roto aplaudiendo a los tramposos. Por qué me tengo que morir no en mi patria sino en las ruinas de este país que casi no conozco. Pero quizás el más desesperado y perplejo testimonio en favor del poeta preso lo encontraremos en el alegato “En defensa de Raúl Rivero”, de Eliseo Alberto, publicado en El País, de Madrid, el 20 de abril pasado. Ante el torpe y pueril encausamiento fiscal, este poeta cubano exilado en México, se refiere a la lista de artículos decomisados durante el registro del 20 de marzo en la casa del poeta: “Una radio marca Sony, una grabadora, una computadora personal laptop marca Samsung, con todos sus aditamentos, un adaptador de cámara de vídeo 8, varios casetes de audio y de vídeo conteniendo información destinada a subvertir el sistema económico, político y social cubano (...), 18 sobres conteniendo artículos periodísticos, recortes de artículos de prensa independientes pertenecientes a Raúl Rivero...” Y clama Eliseo Alberto: Yo pido, exijo, que me citen una sola línea de esos artículos, un sólo verso de Raúl, una sola oración, una sola metáfora, un lamento, una queja, un reclamo, una crítica que no evidencie un profundo, casi enfermizo, amor por su país. Encontrarán, por supuesto, frases tristes, octosílabos desgarradores, párrafos angustiados, incluso pesimistas, sobre el presente y futuro de Cuba, pero la tristeza, el desgarramiento, la angustia e incluso el pesimismo no son delitos. (...) Si la desilusión fuera un crimen, media isla debería ser declarada penitenciaría. Medio mundo. Media constelación de Andrómeda. Muchos de sus amigos y defensores, sin embargo, terminan declarando “culpable” a Raúl Rivero. Culpable de ser confiado, tercamente sincero, y demasiado valiente. El 21 de febrero de 1999, cuatro años y un mes antes de su arresto, Rivero escribió estas líneas pocos días después de la aprobación de la vergonzosamente célebre legislación, por cuya letra sería condenado después, la Ley 88, mejor conocida por los cubanos como “Ley Mordaza”: “La letra de la ley permite a las autoridades de mi país condenarme por el único acto soberano que he realizado desde que tengo uso de razón: escribir sin mandato. Me cuesta mucho trabajo sentirme culpable. Es casi como si se me acusara de respirar o se me anunciara una eventual prisión por amar a mis hijas, a mi madre, a mi mujer, a mi hermano y a mis amigos (...). De modo que una disposición redactada con la tinta perecedera de las trampas políticas, envuelta en una maniobra chapucera para hacer aparecer a un pequeño grupo de periodistas que trabajamos en Cuba como aliados de narcotraficantes y proxenetas y mercenarios a sueldo de EE UU, me produce sólo un variado cóctel de repugnancia. Los años de cárcel que la ley promete con generosidad, por encima al temor del encierro y al castigo, hay que verlos con consternación (...). Nadie me hace sentir como un criminal, un agente enemigo ni como un apátrida, ni como ninguna de esas necedades que el Gobierno usa para degradar y humillar. Soy sólo un hombre que escribe. Y escribe en el país donde nació y donde nacieron sus bisabuelos". MANUEL VÁZQUEZ PORTAL, LA CÁRCEL PARA UN SUEÑO. Al encarcelarme no han conseguido más que elevar mi amor por ti, por mis hijos, por Cuba... ¿No fue más amado Cristo después de ser crucificado? Manuel Vázquez Portal está preso por soñar una Cuba justa, libre y honrada. “Decoro”, fue el nombre con el que este periodista-poeta, nacido en 1951 en Ciego de Ávila, bautizó su agencia de prensa independiente, mas tarde Grupo de Trabajo. No hubiera podido este soñador de 52 años hallar un nombre más apropiado para su proyecto. Decoro, y vergüenza e integridad, es lo que rezuman sus poemas, ensayos y artículos, escritos durante muchos años, primero desde las aulas donde impartía clases y desde su cargo de asesor literario del Ministerio de la Cultura. Y luego, a partir de 1995, desde su trinchera de ideas y sueños en la agencia independiente Cuba Press, su grupo Decoro, el portal cibernético Cubanet, y otras revistas y periódicos de difusión internacional. El 19 de marzo de 2003, sin embargo, catorce policías entraron en su casa de La Habana del Este para cumplir una misión del Departamento de Seguridad del Estado cubano: registrarlo todo, inventariar sus cosas, y arrestar al poeta y periodista del decoro. Así lo cuenta su esposa – hoy sus ojos, oídos y lengua– Yolanda Huerga Cedeño: Cuando el 19 de marzo de 2003, entre las 5:30 y las 5:45 de la tarde, abrí la puerta de mi casa a la policía política, supe que mi familia iba a ser cercenada y mi hijito de 9 años condenado a sufrir vejaciones. Esa tarde será inolvidable para nosotros, y sobre todo para nuestro hijo. Mi esposo, Manuel Vázquez Portal, y yo estábamos en el cuarto conversando cuando llamaron a la puerta. No fueron toques fuertes, más bien mesurados, lo que se contradice con el despliegue policíaco que hicieron al llegar al edificio los agentes de la Seguridad del Estado, según me contaron los vecinos. Lo que siguió es una absurda y patética repetición del drama vivido en esos mismos días, casi a las mismas horas, por otros 74 disidentes pacíficos, la mitad de los cuales eran también periodistas... y soñadores: Villa Marista. La espera, las preguntas, las gestiones de emergencia de los familiares. La imposición de cargos: “violación de la Ley 88”. La búsqueda desesperada de un abogado y la imposibilidad de que éste pudiera conocer con antelación al acusado y preparar la defensa. El juicio sumarísimo. Y, finalmente, la sentencia... Me quedé de una pieza –sigue contando Yolanda Huerga– cuando tres días más tarde en el Tribunal Provincial, después de una larga espera, me entregaron la sentencia de 18 años de prisión para Manuel... Todo este tiempo hemos vivido en un marasmo de gestiones infructuosas. Nosotras, las esposas, nos juntamos como ovejas para hablar de nuestros maridos, andamos en pequeños grupos para defendernos del terror, dudamos de todo y de todos, pero una fuerza más poderosa que nosotras mismas nos empuja y nos alienta a seguir adelante, a pesar del miedo; una fuerza que no pueden encarcelar: el amor... Tres semanas después, Manuel Vázquez Portal ingresa en la cárcel de Boniatico, tristemente conocida como “antesala de la muerte”, ubicada en Santiago de Cuba, a ochocientas millas de su hogar. (Fragmentos del Diario de Prisión, escrito en la cárcel) 25 de abril (Madrugada): Llegada a cárcel de Boniato. Ubicados en celdas de aislamiento. Celda 30. Retrete tupido. No agua. Colchón en el suelo, sucio. 25 de abril (Tarde): Traslado celda 31. Retrete. Agua. La celda se inunda todos los días con las aguas residuales del pasillo. Presión arterial alta. Me llevan al hospital con grilletes en los pies y esposas en las manos. Colchón de guata, sucio, roto, viejo, duro. 27 de abril: Llueve fuerte. Descubro goteras en el techo de la celda. Abundante. 28 de abril: Permanezco celda de aislamiento. Me rapan la cabeza y la cara. Luego me afeito. La comida, como todos los días, indescriptible. Nos sacan juntos al sol. (Normando Hernández, Próspero Gainza y yo). Nos tomaron huellas dactilares 14 de mayo: El jefe de la prisión, acompañado del jefe de Reeducación y el jefe del pabellón donde nos hallamos nos informan que, por mandato de la nación, se nos mantendrá en régimen de mayor severidad (primera fase). Nos dan el calendario de visitas, jabas y licencia matrimonial, que es como sigue: visitas: Mayo 31,Agosto 30, Noviembre 29. JABAS: Junio 30, Octubre 30. LICENCIA MATRIMONIAL: Junio 18, Noviembre 17 La celda (No. 31) tiene un espacio de aproximadamente metro y medio de ancho por 3 metros de largo. Puerta de barrotes semitapiada con una plancha de acero. Una ventana de barrotes que mira a la parte Este del edificio. Entran por ella el sol, la lluvia y los insectos. Una litera fabricada con cabilla corrugada, un tablón de bagazo prensado y un colchón de guata dura, sucia y vieja. El retrete es una taza turca, sin sifa, que regurgita la fetidez las 24 horas. Ahí mismo, en la parte superior, una llave de agua para lavarse y beber. No mesa, no silla, no estante para los objetos personales. No sábana, no almohada, no mosquitero, no frazada. No radio, no televisión, no prensa, no libros. No cubiertos, no vaso o jarro. Todo plástico y traído por los familiares. No toalla. Violan la privacidad de la correspondencia. La celda se inunda todos los días con las aguas residuales del pasillo. El techo desconchado tiene filtraciones y cuando llueve gotea abundantemente. A esta parte del penal le llaman “Boniatico”; es la sección dedicada a mayor severidad. Las comidas son cuasi indescriptibles. Un esfuerzo de la imaginación y la investigación: Desayuno: pan (no he podido averiguar con qué lo fabrican) y chorote, una aportación lingüística y culinaria. Esto es, harina de maíz tostada y luego cocinada con abundante agua y azúcar. (...) Almuerzos: sopa (agua, harina de trigo y alguna hierba irreconocible). Arroz o harina de maíz o coditos, en cada caso sin grasa ni otros aditamentos En septiembre de 2003 Manuel Vázquez Portal es galardonado con el Premio Internacional de Libertad de Prensa que concede el Comité de Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés). Comparte este premio anual con otros tres periodistas del mundo que como él, en palabras de su presidente David Laventhol, “han sufrido varias represalias por atreverse a informar con independencia y autoridad” en Afganistán, Marruecos y Rusia. Por esos mismos días, Philippe Richert, el senador francés de la Región del Bajo Rhin, apadrina a Vázquez Portal y pide públicamente al presidente de Francia que interceda por él. Al premiarlo, apadrinarlo y homenajearlo en ausencia, el mundo expresa hoy su indignación ante el encierro impuesto a este hombre, cuyo único delito ha sido decir la verdad, con belleza. Y, por extensión, están premiando también su obra profusa. Sus libros hoy le dan la vuelta al mundo: A mano abierta, Del pecho como una gota, Cantos iniciales, Celda número cero. Así como su poemario dedicado a los niños, Fábrica de antojos, y su novela La guerra de los sueños. De sus versos escritos en prisión, ya se edita su libro inédito Cambio de celda. De este último forma parte Crimen mayor, un poema cuya estrofa final canta: Transformaron mis versos en dagas peligrosas mis párrafos en bombas mi lenguaje en misiles Me dieron por condena todo el tiempo para que lo matara para que me matara con la inutilidad de las estupideces. Quizás hayan vertido sobre mí sin saberlo esa luz caprichosa que honra a sus elegidos. “Cuba sufre más” escribe a su esposa el 8 de octubre de 2003. “Cuba vive más encarcelada que yo, su padecimiento es mayor...” Y le resume sus sueños sobre la Patria en estos pensamientos que no han podido ser encarcelados: ...En las noches, cuando ya el desquiciante barullo de presos famélicos y esquizoides cesa, sueño despierto. Sumergido en las tinieblas apacibles de mi celda -para qué describirte su inmundez- y acompañado de alimañas que buscan su alimento en la penumbra e insectos que me escuecen la piel, imagino el futuro de Cuba. Proyecto, desde mi condición de ignaro jurista, una constitución donde la proscripción primera sea la de la tiranía con pilares legales de irrevocabilidad; donde la ley primera sea la conjugación armónica de los intereses generales de la nación con los intereses individuales de cada ciudadano; donde la libertad de expresión, de culto, de movimiento, de afiliación política, de empleo, de doctrina, de educación, sea, si cabe el término, sagrada. Compongo una economía donde el primer beneficiario sea el ciudadano emprendedor que, con sus talentos, su tesón, su honradez, su sentido práctico, su capacidad de inversión, su prudencia administrativa, su visión empresarial, sea capaz de producir bienes y servicios que redunden en la satisfacción de sus aspiraciones personales y aporten, por medio de un aparato fiscal eficiente e inmunizado contra la corrupción que por siglos ha minado las naciones, dividendos abundantes a la economía general con que se establezcan presupuestos que garanticen el bienestar del sector menos próspero de la sociedad. Barrunto una política interior en la cual cada ciudadano participe desprejuiciadamente, sin mordazas ni presiones externas que lo conviertan en marioneta, en la composición de un gobierno que lo represente realmente, sin que ningún sector de la ciudadanía- ya minoritario o mayoritario- quede excluido, una política exterior sintonizada con la tendencia mundial de paz, desarrollo sostenible, celo por el medio ambiente, respeto por la soberanía nacional, la autodeterminación y disfrute de las culturas locales y universal, una política exterior que nos empariente con el resto del mundo, en condiciones de igualdad e intercambios favorables para ambas partes, sin que por ello se vea a la nación subordinada a intereses espurios, y marche, con todos los hombres y todas las naciones, hacia un futuro de paz y plenitud... HÉCTOR PALACIOS, LA FUERZA DE LA RAZÓN “Sabes que tengo razón y eso me hace fuerte” Héctor Palacios Ruiz no había cumplido la mayoría de edad cuando se unió a la lucha revolucionaria que el primero de enero de 1959 derrocó a la dictadura de Batista. Hoy, a los 63 años de vida, cumple una condena de veinticinco años de prisión en la cárcel conocida como Kilo 5 1/2 en la provincia de Pinar del Río. Hijo de humildes campesinos de origen canario, Palacios nació en La Habana en 1941, y es uno de los 75 opositores pacíficos arrestados por la policía política de Castro a fines del mes de marzo de 2003. Como pionero de la Revolución, durante años desempeñó diversas responsabilidades dentro del Estado cubano, entre ellas, el viceministerio de la Industria Básica. Hasta que, a mediados de la década de los 80, es separado de su cargo, degradado a posiciones menores en el Ministerio de la Cultura, y finalmente, reciclado en el ICAIC, la institución estatal que controla la industria cinematográfica cubana. Eran los años de la perestroika y Héctor, como tantos otros seguidores de Fidel Castro, había comenzado a revisar sus ideas y las consecuencias de ellas. “Recuerdo con especial emoción”, comenta en el Nuevo Herald su amigo, el periodista cubano Juan Carlos Sánchez, hoy residente en Islas Canarias, “los años en que hacíamos profundos análisis sobre el futuro de Cuba, actitud por la que (Héctor) fue apartado del Partido Comunista, criticándosele por desviaciones ideológicas y convirtiéndosele de facto en un disidente político”. Es aquí donde comienza su vertiginosa vida como luchador por un cambio pacífico en Cuba, la cual lo absorberá por entero y le significará “infinitas penalidades y casi la desintegración como persona”, como apunta el periodista amigo. Y es detenido por primera vez, el 9 de enero de 1997. Su delito en ese momento: declarar a la prensa extranjera que Fidel Castro no estaba cumpliendo la promesa de promover la democracia y el respeto a los derechos humanos, principales compromisos de la “Declaración de Viña del Mar”. Castro acababa de firmar ésta junto a todos los presidentes en la VI Cumbre Iberoamericana, celebrada en esa marítima ciudad del Pacífico chileno. Pero ese es sólo el principio de su intenso activismo. Cuando años después es detenido definitivamente en marzo de 2003, Héctor Palacio ha profundizado su disidencia y su lucha cívica. Su currículum de espíritu libre incluye para entonces altos grados: uno de los líderes del Proyecto Varela, presidente del Partido Solidaridad Democrática, miembro de la ilegal coalición Todos Unidos y Director del Centro de Estudios Sociales de La Habana. “Su vida cotidiana es un infierno” ha dicho en una entrevista a la AP su esposa Gisela Delgado, quien ha sido su soporte moral y espiritual. Pero “está muy fortalecido y de buen ánimo”, agrega. Y ella es una de las primeras dentro del grupo familiar de los 75 en escuchar las voces tras las rejas. El domingo 27 de abril de 2003 le es entregada esta carta escrita por su esposo preso, la cual se reproduce en su totalidad: Domingo, 27 de abril de 2003 Señora Gisela Delgado Sablón, Adorada Mujer: Hoy es Domingo, estoy escribiendo muy incomodo, con el periódico debajo, apoyado en la pared de esta celda, algo parecida a Villa Marista, pues cuando llegué aquí, me esperaba la mayor severidad. Parece que se necesita más dolor,¿Hasta cuando?, Realmente no lo sé, sin embargo, me siento tranquilo y fuerte. Será porque te tengo a ti, lo mejor que me ha sucedido en la vida, tan llena de valor y de amor, capaz de defender lo suyo a costa de ti misma. Parece ser que nos esperan tiempos de tormenta, para ello debemos prepararnos, así es la lucha social, que en definitiva te deja un buen sabor, porque luchar por lo justo es la única forma de sentir algo de felicidad. Quisiera trasladarte mas fuerzas de las que posees, que ya es mucha, trasladarte hasta el corazón. Si algún día pasara algo peor, también estaré a tu lado. No son cosas que se dicen desde la cárcel, yo te amo más que a mí mismo y eso le ha dado a mi vida un buen soporte, para mirar con la frente en alto y para sentir piedad hacia los que creen que con violencia lo pueden resolver todo. Tal vez este pueblo tenga futuramente la alternativa de ser y vivir en libertad y esa será la recompensa. Nos han incluido en la historia sin nosotros pedirlo. Nadie podrá matarnos definitivamente. Debes ser prudente en todo, que nada te saque de paso, la razón debe darte el equilibrio que en estos momentos se necesita, yo confío en ti en todos los sentidos. Sé que saldremos adelante. El mundo no se ha acabado, está a la vuelta de la esquina, lo que hay es que saberlo encontrar. Lo que más deseo es que puedas darle a mi mamá el consuelo que puedas, tal vez ya no la vea más viva, eso me duele mucho. Esa pobre mujer ha sufrido en esta vida más que nadie, ayúdala en lo que puedas. Cuando nos veamos ya hablaremos, a nosotros no nos alcanza el tiempo para hablarnos. Por mi no te desesperes, sabes que tengo la razón y eso me hace fuerte. Cuando te veo tan guapa y bonita como eres, pues me crezco y me siento como un gigante. Gracias a ti. Besos a Giselle, a Frank, a Héctor Mario, Odalis, Adrián, a José Ramón y demás. Saludos a todos mis amigos. Te quiere tanto tu Héctor. La lucha de los disidentes dentro de Cuba El Proyecto Varela Por Carlos Payá Mis amigos de la Asociación Española Cuba en Transición contactaron conmigo cuando este Congreso todavía era sólo una ilusionante idea para que tratara de conseguir que Oswaldo Payá pudiera estar aquí con nosotros. Desgraciadamente en este momento eso es imposible. Como todos conocéis las causas, no me voy a detener a explicar por qué un gobierno no permite salir a una persona para asistir a un congreso, pero quiero dejar claro que estoy en representación de mi hermano que, desde Cuba, lleva años luchando con muchas personas para lograr una transición a la democracia. Muchos de ellos cuentan sus días en la cárcel y por eso, no quiero dejar de comenzar mi intervención con una referencia a ellos. Su valor y dignidad están fuera de toda duda y sin temor a equivocarme, creo que pasaran a la historia como héroes cubanos, que no han cesado en lucha por la persona y por la libertad. Para ellos nuestras primeras palabras de apoyo y agradecimiento. Oswaldo Payá suele referirse al Proyecto Varela, como una vía para que los cubanos exijamos nuestro derecho a tener derechos, y ese es el único fin del Proyecto Varela: que en Cuba se instaure una democracia que respete la persona, sus derechos y sus libertades públicas. Como señaló al recoger el Premio Sajarov delante de cientos de personas “los cubanos no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”. Pero para dar ese paso es necesario liberarse del miedo que han conseguido sembrar 45 años de dictadura. El Proyecto Varela presenta fundamentalmente, una vía para que los cubanos hagan frente al miedo y revindiquen sus derechos. Cuando digo sus derechos, no me refiero a derechos generalmente admitidos y contemplados en la legislación de los países democráticos; aludo a derechos recogidos en la propia constitución cubana, y por lo tanto, derechos en vigor y jurídicamente exigibles como se desprende del su artículo 66 que establece que “el cumplimiento estricto de la Constitución y de las leyes es deber inexcusable de todos”. Amparándose en esta constitución, el Proyecto Varela pretende convocar un referéndum para que los cubanos decidan sobre los cambios necesarios que garanticen sus derechos. ¡Que dé un paso al frente quien no quiera libertad de prensa, de asociación, quien no quiera elegir a sus representantes, quien prefiera no tener libertad para montar su propia empresa! Eso es lo que pretende el Proyecto Varela y es lo que trataré de explicar en las siguientes líneas. Pero antes de sumergirme en el análisis pormenorizado del Proyecto, quiero recalcar, que con independencia de su viabilidad todos sabemos que Cuba es sólo una farsa de un Estado de derecho el Proyecto Varela supone una oportunidad para que los cubanos, cansados de tantos años de dictadura, encuentren un asidero que les permita luchar por lo que quieren. Oswaldo dice que se ha roto la cadena del miedo; tiene razón. Después de muchos años casi 25.000 de forma consciente, aún a riesgo de complicarse la vida y perder todo, han tenido la gallardía de plasmar su firma en un papel público para exigir sus derechos. Esto es el comienzo de un cambio en la mentalidad colectiva y en la sociedad civil, que comienza a tener fuerza para conseguir estos cambios que, hoy, más que nunca parecen inevitables en Cuba. Por eso es importante seguir adelante con la recogida de firmas porque supone una oportunidad para que los cubanos expresen su deseo de cambio. Y no cesaremos porque los cubanos tenemos derecho a plantearlo. En esta misma línea de fortalecer la sociedad civil en Cuba, Oswaldo Payá ha presentado el Documento de diálogo nacional, que tiene como fin primordial establecer espacios permanentes de diálogo constructivo por todo lo largo y ancho de la isla para empezar a construir una democracia en Cuba. Sólo a través del diálogo basado en estructuras sociales consolidadas se podrá crear una democracia real en la que exista una fuerte conexión de la sociedad y con el poder. Una vez señalado el fin, voy a intentar explicar el instrumento. El Proyecto Varela, que recibe su nombre del padre Félix Varela, que tanto lucho por la abolición de la esclavitud, los derechos del ciudadano y la independencia de Cuba es un proyecto de ley, promovido por los propios ciudadanos cubanos que propone el voto popular sobre los cinco aspectos concretos. ¿Pero cómo pueden los ciudadanos plantear un proyecto de ley? El artículo 88 consagra esta facultad de proponer la leyes cuando dispone que “La iniciativa de las leyes compete: inc. g) a los ciudadanos. En este caso será requisito indispensable que ejerciten la iniciativa diez mil ciudadanos, por lo menos, que tengan la condición de electores.” Legitimado, pues, por la propia Constitución vigente, el Proyecto Varela “ solicita a la Asamblea Nacional del Poder Popular que someta a Consulta Popular, mediante un Referendo, cada una de las cinco propuestas siguientes: Libertad de asociación y libertad de expresión y de prensa 1.A. Que se realicen las transformaciones necesarias a las leyes para que, preservando, el bien común y el respeto a los Derechos Humanos universalmente reconocidos y a la dignidad humana, se garantice a los ciudadanos: 1.A.1.El derecho a asociarse libremente según sus intereses e ideas, de manera que puedan constituir legalmente asociaciones y organizaciones sociales, políticas, económicas, culturales, sindicales, estudiantiles, religiosas, humanitarias y de otra índole, respetándose el principio del pluralismo y la diversidad de ideas presentes en la sociedad. 1.A.2.Los derechos a la libertad de expresión y de prensa, de manera que las personas, individualmente o en grupos, puedan manifestarse y expresar sus ideas, creencias y opiniones por medio de la palabra hablada y escrita y por cualquier medio de difusión y de expresión. 1.B. Las leyes que garanticen estos derechos deberán entrar en vigor en un plazo no mayor de sesenta días después de realizado este Referendo. Amnistía para los presos de conciencia 2.A. Que se decrete una amnistía para todos los detenidos, sancionados y encarcelados por motivos políticos y que no hayan participado en hechos que atentaron directamente contra la vida de otras personas. Esta ley de Amnistía, deberá entrar en vigor en un plazo no mayor de treinta días después de realizado este Referendo. Libertad de empresa 3.A. Que se realicen las transformaciones necesarias a las leyes para que se garantice a los ciudadanos los derechos a constituir empresas privadas, tanto individuales como cooperativas, para desempeñar actividades económicas que podrán ser productivas y de servicio y a que se puedan establecer contratos entre los trabajadores y las empresas para el funcionamiento de estas empresas, en condiciones justas, en las que ningún sujeto pueda obtener ingresos provenientes de la explotación del trabajo ajeno. Estas nuevas leyes deberán también garantizar, el respeto a los derechos de los trabajadores y los ciudadanos y los intereses de la sociedad. Estas nuevas leyes deberán entrar en vigor en un plazo no mayor de sesenta días después de realizado este Referendo. Nueva ley electoral que garantice el pluralismo político 4.A. Transformar la Ley Electoral para que en sus nuevos textos garantice: 4.A.1.La determinación de circunscripciones electorales para la elección, en cada caso, de Delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular, de Delegados a las Asambleas Provinciales del Poder Popular y de Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. 4.A.2.1.Que cada una de las circunscripciones determinadas para las elecciones municipales elija, por voto directo de sus electores, un Delegado a la Asamblea Municipal del Poder Popular. Cada elector podrá votar por un sólo candidato a Delegado. 4.A.2.2.Que cada una de las circunscripciones determinadas para las elecciones provinciales elija, por voto directo de sus electores, un Delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular. Cada elector podrá votar por un sólo candidato a Delegado. 4.A.2.3.Que cada una de las circunscripciones determinadas para las elecciones nacionales elija, por voto directo de sus electores, un Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Cada elector podrá votar por un sólo candidato a Diputado. 4.A.3.Que los ciudadanos sean nominados como candidatos a Delegados a las Asambleas Municipales y Provinciales y como candidatos a Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, únicamente y directamente mediante firmas de apoyo de los electores de la circunscripción que corresponda, según las condiciones que se exponen en los puntos 4.A.4, 4.A.4.1, 4.A.4.2 y 4.A.4.3 de esta petición. 4.A.4.Que las condiciones necesarias y suficientes para que un ciudadano quede nominado como candidato sean: 4.A.4.1.Cumplir con las condiciones que disponen los artículos 131, 132 y 133 de la Constitución de la República para que un ciudadano tenga derecho al voto y a ser elegido. 4.A.4.2.La presentación ante las autoridades correspondientes, con un plazo no menor a los treinta días anteriores a las elecciones, de las firmas, apoyando su candidatura, de no menos del 5% del número de electores de la circunscripción que aspira a representar. Cada elector sólo podrá apoyar de esta forma, a un aspirante a candidato a Delegado a la Asamblea Municipal del Poder Popular, a un aspirante a candidato a Delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular y a un aspirante a candidato a Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. 4.A.4.3.Residir en la circunscripción correspondiente si aspira a ser candidato a Delegado a la Asamblea Municipal del Poder Popular, residir en la provincia correspondiente si aspira a ser candidato a Delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular y residir en el país si aspira a ser candidato a Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. En cualquier caso, para ser candidato, deberá residir en el país al menos durante el año anterior a las elecciones. 4.A.5.Que los electores, los aspirantes a candidatos y los candidatos tengan derecho a reunirse en asambleas, sin más condiciones que el respeto al orden público, para exponer sus propuestas e ideas. Todos los candidatos tendrán derecho al uso equitativo de los medios de difusión. 4.B. La nueva Ley Electoral con los contenidos aquí expresados deberá entrar en vigor en un plazo no mayor a los sesenta días posteriores a la realización de este Referendo. Elecciones libres 5.. Que se realicen elecciones generales en un plazo comprendido entre los 270 días y los 365 posteriores a la realización de este Referendo. Conclusiones El Proyecto Varela es un camino para la Liberación, que empieza cuando los ciudadanos comienzan a liberarse del miedo y decirle al Régimen: Yo no te odio, pero no te tengo miedo. Soy un ser Humano y tengo derechos y sobre todo, tengo Derecho a los Derechos. 151 El Alma de una Nación* POR LAIDA ARCIA CARRO Activista por los Derechos Humanos Coalición de Mujeres Cubano-Americanas Hace 45 años que los hijos de Cuba no han cesado de luchar por liberarse de un engaño, un terrorismo de estado que ha desgarrado lentamente el alma de toda una nación. No se puede hablar de la lucha de hoy sin hablar de la lucha de ayer en Cuba. Desde un inicio, hombres y mujeres de todas las edades, razas, estratos sociales y profesiones se enfrentaron con las armas, por la libertad de su pueblo, a un régimen cuyo único propósito ha sido y es el ilimitado disfrute del poder. Miles de valientes patriotas cubanos cumplieron sentencias de hasta treinta años de cárcel, confinados en condiciones inhumanas, o fueron ultimados en paredones de fusilamiento dando vivas a Cristo Rey, mientras el gobierno de Cuba exclamaba públicamente con cinismo: ¿armas para qué? y el discurso perenne de justicia social continúa desde ese principio sangriento hasta hoy. Con el tiempo, el aparato represivo cubano se ha ido refinando, manifestándose cruelmente y asfixiando al ciudadano en sus centros de trabajo, centros educativos, sus viviendas, familias, etc. Un héroe es el que delata “en nombre de la revolución cubana” y a la esclavitud se le llama “escuela al campo”, “trabajo voluntario” y “campañas internacionalistas”. El carné de identidad, el expediente acumulativo del escolar, la libreta de abastecimiento y el expediente laboral son instrumentos de control, poco conocidos por los extranjeros. Para “sobrevivir” esta asfixia totalitaria y poder avanzar en la sociedad ( o sea, estudiar una carrera, conseguir un empleo, etc.), el pueblo cubano ha desarrollado la “doble moral”, comportamiento socialmente aceptado que resta a su dignidad humana. El resultado ha sido la institucionalización de las violaciones de los derechos humanos en Cuba a través de documentos que no reflejan la consulta ni la voluntad del pueblo, siendo el mejor ejemplo la constitución socialista de 1976 (modificada en 1992). El régimen adapta “la ley” y la viola a su antojo. El artículo 62 de esta constitución es ejemplo del control absoluto que ejerce el partido comunista cubano en la isla a través de su propia “ley” represiva cuando dice que: “ninguno de los derechos ó libertades reconocidas en esta constitución puede ser usada en contra de la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo” Cuba es una nación de ciudadanos aterrorizados sin autoestima ni esperanzas, discriminado en su propio país e ignorante de sus derechos civiles. Las consecuencias sociales de esta desolación revelan estadísticas escalofriantes de un país con altos índices de aborto, prostitución, alcoholismo y suicidio. Miles de jóvenes mujeres y niños ahogados en el mar, más de dos millones de cubanos exiliados por el mundo y familias divididas son el saldo de un experimento social que, desde 1959, le viola cada uno de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a sus ciudadanos. Según el Centro Internacional de Estudios de Prisiones, con sede en Londres, considerado una importante autoridad en los sistemas de prisiones, Cuba posee uno de los mayores sistemas carcelarios del mundo con un estimado de 100,000 reclusos en más de 200 cárceles y campos de trabajo forzado. O sea, por cada 100,000 habitantes Cuba tiene 297 prisioneros. En su último 152 reporte anual del 2003, Reporteros Sin Fronteras cataloga a Cuba como el país que más periodistas tiene encarcelados en el mundo. Dentro de esta aberrante sociedad medieval de mayimbes corruptos con privilegios sin límites, luchan pacíficamente hombres y mujeres aferrados al sueño de rescatar a Cuba del vacío jurídico y de la miseria moral y material que sufren los cubanos. Pagando un precio altísimo, tanto ellos como sus familiares, estos heroicos compatriotas son islas de libertad que, en vez de adaptarse sumisamente a la indignidad de un sistema, utilizan las tácticas de la desobediencia civil y la resistencia pacífica como armas de lucha. Desempleados, desalojados, marginados, encarcelados, torturados, humillados y golpeados por la Seguridad del Estado, estos hermanos cubanos han resultado y resultan el factor desestabilizador que desenmascara a un régimen déspota que se autotitula “populista”. Esta oposición democrática es catalogada de “mercenaria” y “contrarrevolucionaria” y sus miembros son acusados ante tribunales cubanos de cometer delitos comunes. Un libro con el título: Quienes son los Disidentes y Prisioneros de Conciencia ha tenido que ser publicado y diseminado por el mundo por el régimen cubano específicamente para desacreditar a la oposición cívica cubana donde dice que a los disidentes y presos de conciencia los mueve el dinero y el instinto, respectivamente. La dictadura cubana admitiría su fracaso al reconocer a una oposición civilista. Este movimiento democrático ha logrado, a través de sus denuncias documentadas desde la isla, que se acuse desde 1990 ante la opinión pública internacional, al régimen de Cuba por sus violaciones de derechos humanos en las reuniones anuales de la Comisión de derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra, Suiza. Es desde hace muy poco, que el mundo actúa y se percata de las injusticias que sufre el pueblo cubano, un mundo al cual hay que recordarle constantemente que esta dictadura totalitaria comunista lleva 45 años en el poder. Los cubanos hemos estado muy solos y esa falta de solidaridad ha sido y es un factor determinante que ha mantenido en el poder a un régimen ilegal y represivo. Mendigarle apoyo moral a los países del mundo en nombre de una isla que sufre, es una dura tarea. Resulta difícil derribar las mentiras de una propaganda mundial a un costo de millones de dólares creada por una tiranía cubana, que aprovecha la envidia y el odio que existe hacia los Estados Unidos y pregona su papel de víctima del “imperialismo yanqui”. Comenzaron pocos ( y me honra compartir esta mesa de trabajo con Ricardo Bofill) y hoy resultan ser cientos de grupos de activistas por los derechos humanos, periodistas, maestros, médicos, sindicalistas, economistas, abogados, obreros, etc. que se han multiplicado por toda la isla, representando una naciente sociedad civil independiente con el indispensable apoyo del exilio cubano desde todas partes del mundo. Es importante señalar la suma importancia del trabajo en conjunto de los grupos de oposición en la isla con los exilados cubanos dispersados por el mundo. Es imposible pensar el uno sin el otro. Mi experiencia personal como activista por los derechos humanos en el exilio, vinculada a mis homólogos en la isla durante seis años, me ha convencido de la necesidad que existe de que la oposición desterrada y la oposición interna cubana trabajen unidos por la libertad de Cuba. Por sí solos, ninguno de los dos grupos de oposición tiene la capacidad de poder llevar a cabo una lucha exitosa. La patria nos llama y nos une a ambos para liberarla desde nuestras respectivas trincheras, a pesar de nuestra separación geográfica. Ellos allá en la isla enfrentados a una maquinaria represiva sin escrúpulos y nosotros, la extensión de ellos en la retaguardia, llevando la verdad de Cuba ante el mundo libre. Desde 1998 colaboro con los activistas en la isla y he visto con regocijo como entre los grupos de oposición se vienen formulando y manifestando, democráticamente, diferentes propuestas para enfrentar la eventual transición de Cuba. Existen dos tendencias que, aunque buscan los derechos del pueblo cubano lo hacen por vías muy diferentes. La reformista, (Proyecto Varela) que no desea confrontar al régimen y se vale de las vías legales existentes para buscar una 153 eventual liberización, es partidaria de entenderse con el gobierno actual o sus sucesores, moderando gradualmente la naturaleza de sus estructuras actuales. El Proyecto Varela, promotor de esta vía de transición a través de Osvaldo Payá Sardiña, dirigente máximo del Movimiento Cristiano Liberación, se vale del articulo 88-g de la Constitución comunista para lograr, a través de la recolecta de 10,000 firmas la convocatoria a un referéndum para efectuar reformas democráticas por la vía legislativa. Entre otras cosas, considero que nunca deben ser partícipes de una solución democrática de un país los victimarios de un régimen criminal. Esta propuesta es excluyente para la patria futura ya que no contempla la participación conjunta de la oposición dentro y fuera de la isla desde un principio, cuando el cambio ocurra. Además, excluye ciertos presos políticos de una amnistía, honrando las acusaciones hechas a éstos por el régimen ilegal actual, de haber cometido actos violentos. La tesis del Dr. Biscet, un preso plantado de conciencia que cumple una condena de 25 años de prisión, fue divulgada el 24 de noviembre a través de su esposa, Elsa Morejón, y complementado por la Declaración Conjunta de Félix Bonne Carcassés y René Gómez Manzano. Esta Declaración de Principios coincide con los ideales emitidos por Martha Beatriz Roque Cabello, economista y promotora principal de La Asamblea Para Promover La Sociedad Civil quien cumple una condena de 20 años en el Hospital Militar Carlos J. Finlay por estar sumamente enferma. El Dr. Biscet y demás líderes activistas mencionados consideran necesario la erradicación del sistema imperante que subyuga a Cuba, o sea, hay que desmantelar el aparato totalitario para entonces llevar a cabo un referendum libre con supervisión internacional. Se rechaza una falsa elección que solo haga cambios cosméticos. Se exije la libertad DE TODOS LOS PRESOS POLITICOS, libertad de mercado y libertad sindical. La propuesta rechaza “la ilegítima Constitución comunista” vigente, siendo ésta “la piedra angular del sistema totalitario” y tomar como inspiración la Constitución Cubana de 1940 para dar cambios sustanciales a las normas constitucionales en vigor. Considera que TODOS LOS CUBANOS tienen que participar, desde un principio dondequiera que se encuentren, en la solución del problema cubano, sin discriminación de clase alguna. Promueve un sistema de salud y un sistema nacional de enseñanza al alcance de todos que no sean utilizados como medios de propaganda. Los cuerpos encargados de mantener el orden deben ser apartidistas. Tras el inicio del cambio democrático, piden la normalización de relaciones con el resto del mundo, levantamiento del embargo y de las restricciones de viajes e incremento de la ayuda externa a Cuba. En este momento tan crítico para Cuba, cuando el fin de la tiranía totalitaria se aproxima, me preocupa ver una intención muy marcada de grupos de exiliados cubanos y líderes del mundo, por presentar un único proyecto como solución para la democratización de Cuba. Veo un apoyo moral y económico al Proyecto Varela como si fuera la salida que todos los cubanos deseamos para Cuba. Yo represento a miles de cubanos que pertenecen a la oposición desterrada y la oposición interna cubana que nunca aceptarían mas que un proyecto liberador, que erradique y no reforme un gobierno tiránico que ha destruido nuestra patria material y espiritualmente. Es lo único digno a considerar después de 45 años. La oposición cubana es la verdadera Cuba, ellos en la isla y nosotros en el exilio somos el espíritu verdadero de una nación que lucha y desea ser libre. Los arrestos y juicios sumarios de los 75 últimos presos políticos, demuestra la fuerza de la oposición interna cubana y el temor que le tiene el gobierno a las ideas democráticas de estos líderes. Lucho y ruego a Dios para que sean los mejores ideales los que brillen y guíen a una Cuba libre. Termino con el fragmento de una carta que Lester González Pentón de 27 años de edad, condenado a 20 años de prisión, le escribió al ex-preso político plantado en el exilio, Ángel de Fana: 154 Prisión Kilo 8, Camagüey, Cuba. 24 de diciembre del 2003 ...nos mantenemos en pie de lucha y firmes a nuestras ideas y principios. Ahora me siento mucho más orgulloso de haber escogido el camino de una causa justa para nuestra patria, la que un día no muy lejano será libre por todo nuestro sacrificio. 155 Definiciones y esperanzas POR REINALDO BRAGADO BRETAÑA “Nuestra civilización, como toda civilización, es un complot” Louis Pauwels y Jacques Bergier El título de esta mesa de trabajo, “La lucha de los disidentes dentro de Cuba”, implica dos conceptos que deben ser definidos. Uno es el significado del término “disidente” y el otro es “lucha dentro de Cuba”. Comenzando por “disidente” se puede asegurar que los términos cambian su contenido o significado de acuerdo a las circunstancias que los rodean, el uso que se hace de los mismos y que a la larga los modifican. El paso del tiempo convierte en borrosas las líneas que determinan su contenido. El término disidente es uno que hoy día cobra, sobre todo en lo relacionado con la realidad cubana –ya no existe el campo socialista donde adoptó su significado moderno–, diversas connotaciones debido al uso indiscriminado que se hace de él. El diccionario ofrece su versión tradicional, pero según mi modesto entender, para calificar bajo el término disidente aplicado a la Cuba de hoy se deben reunir dos condiciones: 1) oponerse radicalmente al sistema y 2) hacerlo dentro del territorio nacional. El disidente hoy día es una persona que, conociendo el sistema, se separa –o siempre estuvo separado y se mantiene así– y adopta una actitud contraria al mismo, no pasiva ni reformista, sino contraria y activa. Otra característica es que el disidente hace un acto de fe público contra el sistema dentro del territorio nacional, lo cual en la mayoría de las ocasiones lo conduce a prisión. No encuentro mejor sinónimo para disidente que opositor. En cuanto al segundo punto tenemos que con frecuencia se califica de disidente a un alto funcionario del régimen que deserta en el exterior de Cuba sin antes haber discrepado con la dictadura. Sin embargo, a las claras se nota que no reúne las condiciones anteriores, a saber, el oponerse radicalmente al sistema y hacerlo dentro de territorio nacional. Este error llega al extremo de calificar de disidentes a ex funcionarios de la dictadura que se asilan por razones estrictamente personales. Cuando algún funcionario de ese tipo pide refugio y después, sólo después de asilarse, la emprende contra el sistema, no es de ninguna manera un disidente, lo cual no quita que lo recibamos con los brazos abiertos, como uno más de los nuestros y agradeciendo su valiosa ayuda. El disidente, bajo mi definición, se opone al régimen dentro del territorio nacional, lo hace con su nombre propio y denuncia y confronta a la dictadura en sus dominios. Por otra parte, el primer punto no admite confusión: un disidente se opone radicalmente al sistema como lo hicieron sus colegas del extinto bloque socialista Alexander Soljenitsyn, Vladimir Bukowsky y Anatoli Charansky, por sólo citar unos pocos nombres. Con frecuencia se comete el error de calificar de disidentes a algunos que dentro de Cuba aspiran a reformas sin aniquilar el comunismo o el castrismo en todas sus variantes. Esto es una corrupción del término y es más exacto calificar a estas personas de reformistas, pero nunca de disidentes. Debo señalar que los reformistas también tienen derecho a su estrategia y, en muchas ocasiones, la historia ha demostrado que el reformismo no fue más que un enmascaramiento temporal para alcanzar otros objetivos más radicales. Con los apuntes anteriores no busco crear una categoría teñida de exclusividad para algunos, sino esclarecer el significado de términos que son usados por la dictadura para su beneficio propio. La frontera entre disidentes y reformistas debe ser trazada con claridad para evitar las confusiones que sólo benefician a los que las promueven. Los servicios de inteligencia del 156 castrismo, siempre prestos al ataque, alimentan confusiones para que redunden en divisiones. Tener claros los términos y sus significados les hace difícil su labor de zapa y nos ayuda a nosotros a ver con claridad dónde está el enemigo y saber dónde debemos perder tiempo y dónde no. Los que no son disidentes –y me refiero a mi definición de disidente– no son necesariamente enemigos nuestros, aunque la dictadura quiera presentarlo así para fomentar divisiones. Considero que argumentar contra los no disidentes es un error y una pérdida de tiempo. Ya definido el concepto disidente como alguien que se opone al sistema y lo hace dentro de Cuba, vale preguntarse qué les espera a esos compatriotas si se entregan a la lucha, como reza el título de nuestro panel. Tomo prestadas las palabras de Sir Wiston Churchill: sólo les espera “sangre, sudor y lágrimas”. Pero por suerte hay algo más, y es que hoy día cuentan con la solidaridad de un sector enorme del exilio –este Congreso es una prueba– que cierra filas junto a ellos, aunque sea en la distancia, y no en número tan escaso como sucedía hace unos quince años. Es una suerte que sea así porque en los primeros tiempos del movimiento de Derechos Humanos dentro de Cuba el calificativo más ligero que recibíamos por parte de muchos en el exilio era el de colaboracionistas. Por suerte no todos nos veían así y hoy existen tantas organizaciones dentro de la Isla como organizaciones que las apoyan en el exterior. El problema sigue ahí y es el mismo, pero ahora tenemos una comprensión más cabal de su naturaleza. Un disidente, cuando se entrega a la lucha, sabe que lo primero que pone en peligro es su libertad personal, su familia, su empleo y sus amistades. No es un buen negocio ser disidente, no es saludable ni atractivo, sencillamente, es un absurdo generado desde el epicentro del absurdo. Pero los seres humanos son tozudos y algunos tienen un desequilibrio sicológico suficientemente pronunciado como para pasar por alto el sentido de conservación de la especie. Ese es el caso de los disidentes. También, como parte de los “beneficios” de la profesión, el disidente recibe las críticas de los envidiosos –generalmente recogidos al buen vivir en lugares seguros– y ni siquiera tiene la posibilidad de defenderse. El disidente disiente y al hacerlo puede perder los dientes en un acto de repudio. Además, al disidente se le exige que llegue hasta el final, que lo entregue todo, hasta la vida –como si fuera un bolero o un tango–, porque así deben comportarse los verdaderos disidentes, según aseguran los agudos observadores desde sus refrigeradas viviendas. El disidente tiene mucho de torero –aprovecho el estar en Madrid para usar el símil–: tiene que enfrentarse al toro y los espectadores, a buen recaudo en las gradas y armados de ricos emparedados, le exigen que se lo coma vivo con cuernos y todo, pero ellos no se tiran al ruedo. Si el disidente, o torero, se muestra precavido o no llega hasta donde el público desea, lo catalogan de cobarde y le preguntan que para qué se metió a torero si le tiene miedo a las cornadas. Ser disidente, en fin, es una verdadera desgracia. La gente en el barrio lo evita, las novias lo dejan y las esposas solicitan el divorcio. La familia, hecha lágrimas, le cierra las puertas y en el trabajo le dicen que sobra, que no venga más, que allí son revolucionarios. Por suerte no siempre es así. Además, ser disidente también significa no haber perdido la capacidad soñar a pesar de casi medio de siglo de nefasta vigilia. Ser disidente implica que aquel demente enamorado de la bailarina española tenía razón cuando aseguraba que tenía fe en el mejoramiento humano. El disidente es un arca llena de esperanzas. Y una de las esperanzas es que los complotados que hacen posibles las civilizaciones definan sus objetivos. Lo único que deben hacer los disidentes es fomentar un complot capaz de destruir el complot anterior, y deben hacerlo como deseen y cuando lo deseen, con las armas que tienen y las que nos pidan. Después la sucesión de etapas al ritmo de los relojes blandos de Salvador Dalí se encargará de diseñar el resto. Recuerdo cuando yo mismo era un disidente hambreado por las calles de La Habana en la década de los años ochenta. Todo me resultaba “ancho y ajeno”, sentía las miradas en mi espalda, escuchaba los murmullos a mi paso y, muerto de miedo, me repetía la misma pregunta una y otra vez: ¿cuánto me queda de vida? Ahora, allá, supongo que los disidentes se hacen la 157 misma pregunta porque un aletazo del monstruo es suficiente para exterminarlos. La ola represiva del año pasado es una prueba de la pertinaz inclinación a la sordera que tiene el dictador que nos tocó. Nadie sabe cuánto le queda de vida a un disidente y a veces es preferible no saberlo todo. Hoy día el movimiento de oposición interno cubano incluye casi todos los sectores que podría tener una sociedad civil normal, a saber, colegios de profesionales independientes (médicos, maestros, abogados, etc.), periodistas independientes, ecologistas, sindicalistas, artistas y escritores, asociaciones religiosas, activistas de derechos humanos e incluso activistas políticos de signo contrario al poder dominante y muchas otras variantes. Lo de interno ya lo sabemos, el trabajo lo desarrollan dentro de la isla, y lo de oposición es una categoría que, aunque estoy de acuerdo con ella, ni siquiera la otorgo yo sino la propia dictadura. La más tímida de las agrupaciones internas es colocada de inmediato en el terreno de la oposición por la dictadura. El origen de este movimiento de oposición interna fue aparentemente más sencillo, aunque sólo aparentemente. Se reducía al activismo a favor del respeto a los Derechos Humanos abrazando como bandera la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas proclamada el 10 de diciembre de 1948. El articulado de esta Declaración –treinta puntos con sus acápites y preámbulo– abarca todo el espectro necesario para que una sociedad viva bajo un estado de derecho, lo cual la convierte en un arma letal contra la dictadura a la vez que eficaz por su supuesto carácter inofensivo. Debo recordar que en el Cuarto Considerando del Preámbulo de la Declaración se asegura que las sociedades deben estar sometidas a un estado de derecho para que la población no se vea compelida a usar el supremo recurso de la violencia contra la opresión y la tiranía. En otras palabras, la propia Declaración indica que la violencia es un recurso válido cuando no existe el derecho en una sociedad. La propagación de esas enseñanzas por parte del movimiento de oposición interna constituye una amenaza real para un régimen totalitario, aunque algunos analistas no lo quieran ver así. Ahora bien, de sus comienzos a la fecha, el movimiento se fue diversificando y alcanza los sectores que mencioné antes. La buena pregunta es por qué la dictadura admite que un movimiento de esas características exista y que los disidentes se multipliquen. Hay varios factores, pero comenzaré por uno que considero de los más importantes: Fidel Castro no es todopoderoso aunque la propaganda repetida haya convencido a muchos de que lo es. Repito, el dictador no lo puede todo. ¿Pruebas? Pues Castro encarcela a los activistas –lo hace desde la década del 80– y los activistas se multiplican. ¿Más? Pues Castro tiene que recurrir a la propaganda interna con documentales en televisión, muchos artículos en la prensa plana, programas en el radio y hasta libros, para desacreditar al movimiento ante los ojos de la población. ¿Si Castro fuera todopoderoso necesitaría hacer esto? Claro que no. Si tuviera tanta fuerza con encarcelar bastaría, sin embargo, tiene que salir al campo de la propaganda para evitar la contaminación del resto de la población. Señalado el hecho de que Castro no es todopoderoso, quiero apuntar otro factor: la población cubana de la isla no está compuesta en su totalidad por borregos, aunque la propaganda de Castro, y sus agentes en el exterior, quiera perpetuar esa idea. No, en la isla hay cubanos con suficiente valor como para oponerse, y los encarcelamientos no son más que cursos de consolidación ideológica que pasan los activistas en las prisiones. También debo señalar el hecho de que la dictadura ha sido torpe al lidiar con el movimiento de oposición. Dos casos notables de ese fracaso son el de José Abrantes y el de Roberto Robaina, y la prueba exterior son las repetidas condenas a la dictadura en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra. Un factor importante –y posiblemente uno de los que más saca de quicio a Castro– es la fraternidad de la oposición interna, de los disidentes, con el exilio. Una de las más terribles pesadillas de Castro es el exilio. En su mente él no puede concebir que un cubano triunfe y sea libre fuera de su arbitrio, y el exilio es una prueba constante de que eso es posible. A pesar de 158 sus campañas para dividirnos de la isla, la oposición interna y el exilio están unidos, y no se trata de una consigna, sino de una realidad comprobable numéricamente con el monto de millones de dólares de las remesas familiares. Así que quiera o no la dictadura, encarcele o no, el movimiento de oposición interno, apoyado por el exilio, crece y se multiplica sin remedio. De ahí que nosotros, los exiliados, nunca debemos ser vistos como un apéndice distante de los opositores internos, sino como partes de un todo orgánico. No hay rencor de lado de acá como quiere hacer ver la dictadura: somos iguales, somos los mismos. Por sólo poner un ejemplo les señalo que en Miami vive un militar que llegó a ser jefe de una prisión de La Habana. Ese militar es notorio por su crueldad. Yo mismo sufrí una golpiza de parte de sus tropas, sin embargo, no me interesa saber dónde trabaja ni qué es de su vida. Nada le ha sucedido a ese militar desde que radica en Miami a pesar de que en esa ciudad viven muchas de sus víctimas. Así somos los exiliados y así seremos en la transición. A los exiliados les pido, para cuando llegue ese momento tan esperado, que aporten grandes dosis de compasión hacia ese pueblo donde la cifra de victimarios disminuye porque pasan a engrosar las filas de las víctimas. Y a los de allá les pido grandes dosis de humildad, que no insistan en justificar posturas equivocadas, que bajar la cabeza no siempre es humillante y que, además, nadie se los va a exigir. Termino mi intervención deseando a mis colegas de la Isla, los que luchan en las peores condiciones, que no tarde mucho el momento donde el trabajo que desarrollan sea reconocido públicamente de una punta a otra de Cuba. También les deseo que les llegue pronto la jubilación de la profesión de disidentes porque en las condiciones del país esa digna actividad ya es obsoleta. Lo mejor para todos es reunirnos no en Congresos como éste, sino para celebrar, para echar un pie bailando hasta que salga el sol, noble e inofensiva actividad que nunca debimos abandonar los cubanos. Un abrazo a todos y a ustedes, los de la Isla, les aseguro que pueden contar con nosotros. Muchas gracias. 159 La Democratización de Cuba ¿Qué se hace desde el Arco Progresista? POR MANUEL CUESTA MORÚA Portavoz Provisional del Arco Progresista Socialdemocrata Los que hoy animamos el Arco Progresista hemos venido trabajando por años en la democratización de Cuba desde una perspectiva específica y tratando de adecuar nuestras propuestas políticas a dos premisas básicas: primera, la democratización en Cuba, creemos, sólo puede responder a nuestro tempo y a nuestras circunstancias concretas, tratar de emplear fórmulas de cambio que no respondan a estas circunstancias puede ser abortiva para la transición democrática; segunda, la democratización tendrá credibilidad si se define en términos que sean más avanzados a las prácticas democráticas tradicionales. Plantear la transición para reproducir simplemente las prácticas y los modelos representativos y participativos conocidos y practicados puede no ser convincente para el caso cubano. Dada la crisis y la discusión sobre los procesos democráticos en América Latina, nuestro espacio político vital, un modelo de democracia tradicional en Cuba pierde fuerza en la discusión política. Desde el principio, partiendo de 1992, nos hemos guiado por estos criterios. En 1998 convocamos a un grupo de organizaciones a trabajar juntas en un proyecto de transición que contemplara estos elementos: moderación, concepción gradual de los cambios, institucionalización de las alternativas y del debate político, estrategias de pacto para el cambio todo sobre la base del diálogo como concepto, principio y estrategia. Ello implicaba trabajar simultáneamente en la adopción del repertorio, la mentalidad y las técnicas del diálogo y en la creación de los climas internos y externos apropiados para un proceso complejo. La defensa de una transición en los marcos de la soberanía nacional y a distancia de la política norteamericana hacia Cuba es y era una condición sine qua non que se desprende por sí misma para el éxito de esta estrategia. De ahí nace en 1998 la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada. Una concertación de liberales, democratacristianos y socialdemócratas fundamentalmente, de Cuba y del exilio, que en 1999 dio a conocer la Plataforma Común, una propuesta de transición democrática, que cinco años después sigue demostrando su capacidad para disparar un proceso efectivo e incluyente de cambios en nuestro país. Un hecho básico nos distinguió y nos distingue en la tradición democrática que hemos inaugurado en Cuba y que estuvo desde luego presente en la concepción de la Plataforma Común y de todos los proyectos concebidos por la izquierda democrática en Cuba. Ellas se basan en lo que se conoce por democracia deliberativa, como algo distinto a la democracia participativa o representativa. En el límite, esto quiere decir que solo concebimos y participamos en proyectos abiertos a su definición desde el punto de partida. El ciudadano como sujeto de derechos y sujeto político debe tener la posibilidad de participar en la definición de proyectos o programas que van a afectar sus vidas, no sólo de participar en proyectos definidos por otros. Los Cuadernos de la Corriente Socialista Democrática, la Plataforma Común y otras propuestas que hemos planteado nacen de aquel presupuesto. 160 Esto ha venido garantizando la efectividad, sociabilidad e institucionalización tanto de nuestra alternativa socialdemócrata como de las propuestas que hemos venido animando. La Carta de Derechos y Deberes Fundamentales de los Cubanos es también hija de estos conceptos. Su confección es resultado de la opinión ciudadana y no simplemente de la opinión de las elites. La Coalición Diálogo Pro Derechos, el colorario institucional de este esfuerzo por institucionalizar los derechos humanos en Cuba, se guía a su vez por estos principios que conciben al ciudadano en igualdad de derechos para definir sus valores y extenderlos por su comunidad. El Arco Progresista, la reunión de la socialdemocracia institucionalizada dentro y fuera de Cuba, camina en un sentido político por los mismos senderos: diálogo abierto a la definición ciudadana y pública de los proyectos. Cualesquiera sean sus ámbitos. Esto se acopla bastante bien con nuestra concepción de la transición democrática en Cuba. Entendemos que una transición tendrá éxito en nuestro país desde conceptos minimalistas. No el gran cambio, sino los múltiples cambios, no procesos súbitos, sino de acumulación democrática, no sustitución hegemónica, sino pactos a través del diálogo y la negociación, no elecciones libres como condición y certificación de la existencia de una democracia, sino democratización como pre-condición y autentificación de las elecciones libres; no improvisación de instituciones democráticas, sino institucionalización de las mismas. Por ello hablamos de la necesidad de un lenguaje apropiado al diálogo y de climas distendidos para que estos procesos puedan avanzar y tener , en principio, virtualidad social. Es a esto a lo que llamamos nosotros una perspectiva específica. El intento maximalista de llegar a la democracia en Cuba doblando la esquina a velocidad ha tenido desde siempre consecuencias nefastas para todo cambio o transición democrática que hemos animado. Históricamente. El cambio súbito en Cuba ahora es tentador para todo el mundo y para los cubanos. La perspectiva de que mañana mismo viviremos mejor si seguimos determinado camino es un resorte poderoso para atrapar a las mentes en todo tiempo y lugar. En Cuba y hacia Cuba más aún. Nosotros hemos tenido dos defectos: la necesidad de satisfacción inmediata de nuestras necesidades o aspiraciones y la ausencia de cabezas políticas. La combinación de esta necesidad y de esta ausencia no ha sido positiva para construir instituciones y espacios políticos vigorosos. Por eso nuestros fracasos inmediatos y mediatos. En el Arco progresista somos conscientes de que, como dice el dicho, el molino de los dioses muele lento. Y en política no hay atajos, o estos son peligrosos incluso para nuestros propósitos más nobles y queridos. Por esta razón trabajamos en tres direcciones esenciales: Institucionalización de nuestra alternativa socialdemócrata a través del Arco Progresista; institucionalización de los derechos humanos a través de la Coalición Diálogo Pro Derechos y creación de los espacios y climas de diálogo político a través de la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada y de su Plataforma Común. De las fuerzas democráticas esperamos solidaridad y apoyo en estas propuestas y concepciones políticas. 161 Los Derechos Humanos y la Sociedad Civil durante el período republicano. Breves apuntes para un estudio. POR RICARDO BOFILL APUNTES PRIMERA PARTE En estas breves notas me propongo exponer varios criterios sobre la influencia que ejercieron, en el movimiento cubano de derechos humanos fundado en l976, algunos de los antecedentes históricos del progreso social que representaron los preceptos constitucionales y las legislaciones complementarias, para el ejercicio de los derechos individuales en la Cuba Republicana, inaugurada el 20 de Mayo de l902 . En tal sentido, pienso que las ideas que nos llevaron a indagar acerca de la ejecutoria de la República, en el campo de los derechos humanos, estaban muy presentes en la cultura política cubana de aquella época, a principios de los años sesenta. De manera muy particular, la lectura de los textos legales relacionados con la instauración del Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, - la primera corte de derechos humanos de todo el mundo-, nos despertó una atención especial. A pesar del entorno asfixiante de la Cuba totalitaria en que comenzamos esta interpretación , la decisión de hacer una búsqueda y de pensar, sobre las aspiraciones al ejercicio ciudadano de las libertades públicas, se hizo insoslayable a la luz del legado en garantías de la persona que existía, incluso, desde la Constitución de Güaimaro en el siglo XIX. Fue así, que comenzamos a planear los futuros esfuerzos, para abogar por la sensibilización de la ciudadanía sobre el carácter inalienable de los Derechos Humanos o, al menos en aquellos días de aislamiento, entre algunos de los pocos contertulios, entonces dispuestos a escuchar ese tipo de discurso comprometedor. Los primeros pasos en esa dirección, los dedicamos a explicar el mérito para el país, que había significado el hecho de que la delegación de la Nación Cubana, haya sido una de las proponentes y de las redactoras, así como una de las primeras firmantes, de la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas, el día l0 de diciembre del año l948. En aquellos tiempos de incertidumbre generalizada, el encuentro con el educador francés Jean Baptiste de Weck, - quien era el director del Centro Regional de la UNESCO, con sede en nuestra Capital-, fue de singular importancia. Conocí a Jean B. de Weck en un seminario titulado "Los Derechos Económicos y Sociales desde la fundación de la Organización Internacional del Trabajo en l9l9", del que él había sido patrocinador. Ese forum, aun sin proponérselo, dejó demostrado que a partir de l940 hasta l958, la República de Cuba fue firmante y cumplió con cada uno de los Convenios Internacionales de Legislación Laboral. En esta oportunidad, además, se iniciaron vínculos de intercambio de puntos de vista, sobre el tema de los Derechos Humanos, que me dieron acceso a una bibliografía que incluía la historia de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. De esta forma, también, pudimos estudiar la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, y obras en torno a estos mismos temas, de escritores como Raymond Aron, Jean Lacroix, Tomas Payne, Jacques Maritain y Gabriel Marcel, entre otros. Aquella búsqueda de las realizaciones en el área de los Derechos Humanos en la República, encontró una excelente fuente de referencias en la persona del profesor Juan Pérez de la Riva, autor del libro "El Barracón", y de otros ensayos sobre la sociedad cubana. 162 En el cubículo de Pérez de la Riva en la Biblioteca Nacional, establecimos numerosos paralelismos aleccionadores entre, por ejemplo, las conquistas económicas y sociales que obtuvieron los trabajadores y agricultores cubanos a partir de la década de los años treinta por una parte y, del otro lado, la situación que confrontaban los obreros y los campesinos de la Unión Soviética que estaban bajo el yugo del terror y de las hambrunas impuestas por Stalin. A mano teníamos las obras de Boris Souvarine. En esta misma dirección, hicimos estudios comparativos entre los niveles de vida de los pueblos cubano y soviético, tomando como basamento la información contenida en libros de Lion Shapiro, sobre todo, en "Los Orígenes de la Autocracia Comunista". Por su parte, mucho nos aclararon en cuanto al análisis confrontativo, sobre los abusos de poder, las dictaduras, la represión y los derramamientos de sangre, así como otras violaciones a los derechos humanos en la Cuba Republicana; en relación al terrorismo de estado, el genocidio, la aniquilación de todo vestigio de garantías individuales y otros horrores, acaecidos en los países del, por aquellos tiempos, llamado socialismo real. La lectura de libros como "La Sombra de Stalin", de Jean Paul Sartre; "El Cero y el Infinito", de Arthur Koestler; "l984", de George Orwell; "La Confesión", de Arthur London, y los escritos de Albert Camus, sobre la falsía del movimiento comunista francés, en relación a su silencio, o a la justificación, del terror rojo en Europa Central y del Este, representaron fuentes de documentación aleccionadoras, acerca de los valores del modelo de democracia representativa que tuvimos en Cuba, por sobre los autoritarismos de utopías totalitarias. Así mismo, la lúcida diatriba titulada "La Decadencia del Movimiento Comunista Internacional", de Fernando Claudín, contribuyó de manera notable a destacar los alcances en el área de los Derechos Civiles y Políticos, y de los Derechos Económicos y Sociales de la población cubana de l902 a l958, con respecto a la debacle y a las degollinas provocadas en los pueblos del llamado "campo socialista". Otra sólida respuesta a los bulos en cuanto a la "ruina republicana", como los lanzados por los teóricos de la izquierda cubana Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Cepero Bonilla, Raul Roa, Regino Boti, Julio Le Riverand, Mirta Aguirre, José Antonio Portuondo, y hasta por figuras de pensamiento moderado como Ramiro Guerra y otros, la encontré, a mediado de los años sesenta, en la trilogía "el Profeta Armado", “el Profeta Desarmado" y "El Profeta Proscripto", de Isaac Deutscher, quien además, echaba por tierra el menor vestigio de seriedad al argumento de que, los partidos comunistas, representaban los intereses de los trabajadores. Ante las evidencias abrumadoras que fuimos recopilando, en cuanto a los resultados devastadores en el entorno de los Derechos y Libertades Ciudadanas y, en los niveles de vida, de los pueblos sometidos a las "revoluciones proletarias" en la órbita soviética, la lógica mas primaria indicaba que los males de la república de l902 a l958, quedaban como problemas cuyas soluciones debían ser acometidas a través de las reformas, y por intermedio del perfeccionamiento del sistema legislativo y de la administración pública del país, si de aspiraciones a la solución real de aquellos vicios y desmanes se trataba. En esta esfera de la corrección y del adecentamiento, de los marcos institucionales del sistema democrático cubano, ya trabajan entre otros, el Partido del Pueblo Cubano, -Ortodoxo-; un ala destacada del Partido Revolucionario Cubano, -Autentico-, La Sociedad de Amigos de la República y sectores importantes de muchos de los demás partidos políticos y organizaciones cívicas nacionales. DEFENDER LOS DERECHOS HUMANOS La aceptación en silenció, con el disimulo como recurso frente al terror, del orden de paredones, rejas y mordazas que había implantado en Cuba Fidel Castro, se me hizo insoportable. La crítica opositora, dentro de los círculos de amigos, ya estaba en marcha. Pero, ese matiz de respuesta no era suficiente. Cómo, entonces, llegamos a considerar que la protesta y la denuncia, de las violaciones a los derechos humanos, era el rumbo adecuado? No 163 existe una respuesta categórica, porque esa solución a nuestras preocupaciones fue llegando con el transcurso del tiempo y, con los nuevos acontecimientos, que nos aguardaban. Sin embargo, las experiencias contestarias frente a toda suerte de abusos de poder en el periodo republicano, sin lugar a dudas también fueron una inspiración capital. De manera especial, la certidumbre de que era preciso actuar se me acentuó cuando supe de la resistencia heroica, que se estaba escenificando en el presidio político, por parte de los defensores de las libertades públicas y de las promesas y realizaciones democratizadoras de la Constitución de l940. Un momento decisivo lo fue, cuando escuchamos los testimonios de familiares de algunos luchadores por la libertad que habían sido torturados y, posteriormente fusilados, sin que mediara ninguna de las mas elementales garantías procesales que, había aprendido, eran consustanciales en el ejercicio del poder judicial republicano. De manera muy especial, escuché el relato de los familiares de un oficial del ejercito rebelde, el Capitán José Luis Bello, que era hijo de un amigo de mi padre y, quien había sido sometido a todo género de atrocidades para, al final, ser asesinado en el paredón de fusilamiento. Después de este encuentro con una de las caras ocultas del terror revolucionario, comencé a recopilar información que me hacía saber del destino fatídico, que Fidel Castro reservaba para los insumisos. Supe que David Salvador, nada menos que el Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba, había sido encarcelado por sus pronunciamientos oposicionistas. Obtuve los detalles del crimen perpetrado contra Porfirio Ramírez, el Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, de la Universidad Central de las Villas. Precisamente, los estudios sobre los sobresalientes logros de la institucionalidad republicana, me habían hecho comprender el importante desempeño que, tanto la CTC como la FEU, habían tenido en la pujante sociedad civil cubana de l940 a l958. Paulatinamente, seguí recopilando nuevos datos que, después, utilicé en el primer documento de denuncia oposicionista, que redacté y traté de hacer llegar al exterior. Se trató del escrito "Apuntes para la Historia Crítica de la Revolución Cubana". Este texto, fue usado como causa incriminatoria, por el Tribunal Revolucionario No. l de La Habana, para condenarme a los primeros l2 años de cárcel que me fueron impuestos, por los supuestos delitos de propaganda enemiga y atentado contra los poderes del estado. El día dos de Febrero de l968, apareció publicada en el periódico Granma, edición internacional, una cita de mi denuncia, en una información titulada "Sanciones a la Microfracción". El Granma dice " a Ricardo Bofill le fue ocupado bajo el asiento de su automóvil, un escrito en el que tergiversa por completo la historia de la revolución. Ese documento lo iba a entregar a Mijail Roy, el corresponsal en Cuba de la agencia de prensa soviética Novosti". Es cierto que Mijail Roy salía hacia Roma en esos días. El estudio crítico que había redactado lo quería hacer llegar a Lucio Lami, un periodista del diario italiano "Il Giornale". Con Mijail Roy había entablado relaciones porque él era otro disidente en potencia. En l97l se convirtió en activista de derechos humanos y, fue condenado a once años de reclusión en el gulag ruso. Mas tarde, conoció a Andrei Sajarov y a Elena Bonner y, ahora, pertenece a la fundación de Derechos Humanos que ella preside. OTRAS FUENTES DE INSPIRACION NACIONALES Para mí, como para tantos otros, el aprecio a la República de l902, de aquella que era liberal y parte de la civilización occidental, ese aprecio que obliga, comenzó después que la perdimos. La Misión dirigida a la defensa de los Derechos Humanos en un régimen terrorista como el castrismo, es parte de las razones del corazón. De aquellas que a veces la otra razón quiere desconocer. Esa misión para mí, también se remonta a otro ejercicio de cubanidad republicana. Fueron las charlas con el historiador Elías Entralgo, por aquellos tiempos decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana. De Entralgo recibí las enseñanzas acerca de la faena educadora, en materia de civilidad, emprendida por Enrique José Varona, en el marco de sus reformas pedagógicas. Presente tenemos las lecciones 164 de Varona, sobre la necesidad de incluir en el trabajo docente de todo el país, una suerte de código de valores, en cuanto a democracia y libertades públicas, como se comenzó a desarrollar, a partir de los años cuarenta, con la asignatura de Moral y Cívica. El pensamiento de Enrique José Varona, el formador del sistema de instrucción pública de la República-, sobre el desempeño de la educación en las instituciones democráticas, lo llevamos a la iniciativa que hizo posible la fundación del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Sobre todo, el concepto de Varona que sitúa al ciudadano, como el centro del alma de la nacionalidad. Bajo el magisterio del profesor Elías Entralgo, también estudiamos a Fernando Ortiz y, le escuchamos, disertar sobre la importancia de la integración racial y acerca del Engaño de las Razas. De Don Fernando aprendimos las nociones del aporte negro -la transculturación-, que formó a la sociedad cubana. Elías Entralgo nos proporcionó la bibliografía primaria, que incluía a Jorge Mañach y sus prédicas sobre lo imprescindible de la ética, en todo asunto público y privado. En la misma dirección y a través de Entralgo, me presenté a conocer al profesor Alfonso Bernald del Riesgo, quien había sido, en Viena, discípulo de Sigmund Freud. Bernald del Riesgo, sin embargo, nos habló mucho de Descartes y, sobre todo, de la duda metódica. Don Alfonso, a su vez, era un gran amante de la Cuba Republicana. De él escuchamos el relato sobre su amigo y, cofundador del Partido Comunista de Cuba, Julio Antonio Mella, quien en verdad había sido asesinado como resultado de una conspiración, dirigida por dos agentes del Kremlin. La amante de Mella, Tina Modotti y el comisario Vitorio Vidali. Alfonso Bernald del Riesgo, quien terminó en virtual prisión domiciliaria-, fue el primero que me contó los detalles del asesinato, en l942, del líder obrero Sandalio Junco, otro de los fundadores del Partido Comunista de Cuba, a manos de un grupo ejecutor dirigido por Osvaldo Sánchez, quien cumplía un mandato del Comite Nacional del Partido Socialista Popular. El estudio de la historia de la Cuba Republicana , para nuestro entendimiento de las bases en derechos civiles y políticos, así como de los fueros económicos y sociales, que emanaron de las Constituciones Cubanas de l902 y de l940, fue estudiada a su vez con la ayuda de Ramón Infiesta y de Francisco Carone. Con ellos, así mismo, conocí de las influencias del humanismo español. De Fray Bartolomé de las Casas y de Juan Luis Vives. De Francisco de Vítoria y del surgimiento del derecho internacional. Infiesta y Carone me hablaron de la obra de Guillermo Belt, de Guy Pérez de Cisneros y de Ernesto Dihigo, y de sus contribuciones en la elaboración de la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la Organización de Naciones Unidas el día l0 de diciembre de l948. Después llegó el horror, en primera persona, al permanecer durante 5 meses incomunicado en una celda de "Villa Marista", el centro de operaciones de la Seguridad del Estado; ser sometido a un Consejo de Guerra Sumarísimo que me condenó a doce años de cárcel y, posteriormente, el choque frontal con esos cuarteles de torturas y atrocidades permanentes, que es el presidio político de Fidel Castro. A pesar del salvajismo con que fui maltratado, pude emerger airoso e incólume de mis convicciones en esta prueba y, continuar adelante. EL SIGLO XXI SERA EL SIGLO DE LOS DERECHOS HUMANOS Al salir de aquellos antros de tratos crueles y condiciones de vida infrahumanas, ya había tomado la decisión de crear una agrupación de derechos humanos. Poco después se fundó el Comité Cubano Pro Derechos Humanos. En uno de sus primeros documentos, que fue enviado a Gobiernos de Europa Occidental, expresamos que nuestro reclamo principal consiste en, "la sustitución del modelo estalinista, impuesto en Cuba por Fidel Castro', y el renacimiento de un estado de derecho, inspirado, entre otros aspectos, en el legado civilista de la Constitución Cubana de l940". 165 Para algunos de mi generación, fue esencial el pasar la universidad del presidio político . En este contexto, traigo de la memoria fragmentos de mis conversatorios en la cárcel con Aníbal Escalante, quien fue uno de los líderes del Partido Socialista Popular. Aníbal Escalante había sido Miembro del Congreso de la República y allí, al igual que otros líderes comunistas cubanos, pasó a ser una suerte de "reformista del momento". En la Cámara de Representantes, scalante había entablado relaciones personales de trabajo y amistad con muchos de sus contrincantes políticos. En especial, con José Manuel Casanova, el Presidente de la Asociación Nacional de Hacendados de Cuba y, con Orestes Ferrara, uno de los mas importantes pensadores conservadores del país. En l96l, Aníbal Escalante, devino en un alto jefe de la nueva entidad partidaria comunista montada por Fidel Castro, Las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Pero, en l962 fue purgado y linchado moralmente por el supremo comandante, en medio de las clásicas luchas de poder del sistema . La sanción consistió en enviarlo de castigo a Moscú. Sin embargo, Escalante llegó a una Unión Soviética que se estremecía en las campañas anti estalinistas, - que al inicio parecían tan solo ser otra modalidad de las eternas luchas de los jerarcas por la dominación total-, y que se habían producido después del informe de Nikita Kruschev al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que denunció al estalinismo como a "una plaga criminal que había que erradicar". En este entorno, Aníbal Escalante fue designado como redactor, para la sección de América Latina, del semanario reformista, Novedades de Moscú. En aquellos tiempos, Nikita Kruschev autorizó la publicación del libro del disidente Alexander Soljenitsin "Un día en la Vida de Ivan Denisovith", que trata sobre la barbarie de los campos de concentración de Stalin. Aníbal Escalante conoció a Soljenitsin. Poco después, Aníbal pudo conversar con Yuri Orlov y, con otros disidentes rusos, que habían sobrevivido al Gulag. El filme "Cielo Despejado" y las narraciones de su autor, Grigory Chrujrai, también causaron un serio impacto en las antiguas convicciones de ortodoxia comunista de Aníbal Escalante. Según él me contó, años mas tarde en el presidio político, cuando regresó a Cuba en l965, a pesar de que Nikita Kruschev había sido derrocado, mediante el golpe de estado cuasi estalinista organizado por Leonidas Brezvnev, "el Escalante de la Capilla Roja había muerto". Mas tarde pude saber, que esta era una experiencia muy similar a la vivida por Alexander Dubsheck, el líder reformista checoslovaco, que fue el impulsor principal de las teorías del "Socialismo de Mercado", el Socialismo con Rostro Humano", y de otros conceptos disidentes, que desembocaron en la Primavera de Praga. Aunque la posible evolución política de Aníbal Escalante, hacia el reformismo teórico al estilo social demócrata, es un tema controvertido, lo cierto es que en la cárcel, para quienes quisimos escucharlo, Aníbal se convirtió en un defensor de la Constitución de l940 y, de las labores legislativas del Congreso de la República, de donde, Escalante afirmaba, habían salido las leyes mas progresistas en materia laboral, de todo el hemisferio Occidental. EL COMITE CUBANO PRO DERECHOS HUMANOS Los primeros activistas del Comité Cubano, que nos reuníamos en el hogar de la Dra.Marta Frayde, y entre los que estaban Eddie López Castillo y Adolfo Rivero Caro , abogamos por la nueva institucionalización de las libertades públicas y las garantías individuales, contenidas en las constituciones republicanas de l902 y de l940. Años mas tarde, en una Carta Abierta dirigida al entonces Presidente Norteamericano Ronald Reagan, reiteramos esta demanda y, nos adherimos, a los pronunciamientos del Mandatario Norteamericano, acerca de que la Unión Soviética y todo el sistema Comunista, constituían una suerte de "imperio del mal". El pensamiento contestario basado en la defensa de la Declaración Universal de Derechos Humanos de l948, para enfrentar al comunismo desde dentro de la Isla, fue la característica esencial del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. 166 De esta manera, los primeros pasos en l976, de lo que ahora es un extendido Movimiento de Derechos Humanos y de Oposición Civilista, y que hoy cuenta con miles de adherentes, se dieron haciendo la exaltación de las Constituciones de la Cuba Republicana. Aquellos iniciadores, estudiamos y defendimos los procesos legislativos, incluida la aspiración de República Libre, desde Güaimaro hasta l940. Para subrayar estos puntos de vista, en varios escritos fundacionales del Comité Cubano, expresamos que "Aquellos, relativamente cortos, procesos de debates legislativos, sobre criterios muchas veces diametralmente opuestos, obligaron al comienzo de cierto grado de tolerancia para las ideas políticas contrarias, abrieron paso a un margen de negociaciones y a la búsqueda de convergencias, que empezaban a imponer las primicias de una cultura parlamentaria en Cuba. Todo ello iba dando resultados para la instauración de un Estado de Derecho, que incluía los preceptos jurídicos mas avanzados de la época en materia de derechos civiles y políticos". La protección al derecho a la vida y a la integridad física del ciudadano. La libertad de movimientos, de reunión, de asociación y de cultos. El derecho a la creación de partidos políticos de oposición y la facultad de elegir y de ser electo a través de normas democráticas. Así como, además, la libre sindicalización y el respeto de las garantías individuales de todo acusado ante los tribunales de justicia, entre otros fueros de la población frente a los poderes nacionales, quedaron establecidos en la Constitución puesta en vigor en l902, con el comienzo de la vida republicana y con el conjunto de leyes básicas, que se aprobaron por el Parlamento y, también, en algunos casos, se incorporaron a la jurisprudencia a través de decretos presidenciales. Por esas razones, los disidentes cubanos que, a partir de l976, desde intramuros comenzamos a actuar a cara descubierta, y dimos inicio a la agrupación de personas, dispuestas a firmar con sus nombres, las críticas y las denuncias, ante la opinión pública y los organismos internacionales de derechos humanos, sobre los crímenes del modelo estalinista impuesto por Fidel Castro en Cuba, nos declaramos seguidores de figuras del presidio político histórico, que habían luchado por la vigencia de la Constitución de l940, como era el caso de Húbert Matos, de Mario Chanes de Armas, de Pedro Luis Boitel, de Armando Valladares, de Ángel Cuadra, de Alberto de la Cruz, de Ramón Guín, de Ernesto Díaz Rodríguez, de Emilio Adolfo Rivero, entre otros miles de resistentes cívicos desde la cárcel. Cada una de las denuncias, sobre la violación de los Derechos Humanos en Cuba, que redactamos en aquellos años , estaban fundamentadas en el hecho de que Fidel Castro había demolido a la sociedad civil y a la institucionalidad jurídica, surgidas de las constituciones de l902 y de l940. La razón primaria para la creación del Comité Cubano pro Derechos Humanos y, el inicio de la disidencia pública de los años setenta, está asentado en nuestra convicción de que, en la Cuba del primero de enero de l959, ya existía un Estado de Derecho en formación que, como es obvio para todo estudiante de historia comparada, enfrentaba grandes dificultades, riesgos y retrocesos circunstanciales notables. No obstante, era un Estado de Derecho que había logrado crear un marco jurídico y de sociedad civil, independiente a los poderes ejecutivos oficiales, que era un freno a las tentaciones despóticas. Nuestros fundamentos nos hacían y, nos hacen subrayar, que mediante aquel orden de República semi parlamentaria, el derecho a la vida y a la integridad física se imponían legalmente, a pesar de que por etapas se cometieran crímenes y atrocidades políticas. Cuando algún gobierno suspendía las garantías constitucionales, por regla general la vigencia de los estados de excepción era mínima. El derecho al habeas corpus era virtualmente sagrado. Los cubanos podían defender la libertad de expresión, aun cuando las autoridades imponían la censura de prensa. Siempre recordamos y citamos el ejemplo de Guillermo Martínez Márquez y sus bregar en la Sociedad Interamericana de Prensa. Los trabajadores se sindicalizaban y defendían sus intereses, aunque habían presiones extraordinarias de parte de los 167 empleadores. La organización de partidos políticos y entidades de oposición civil al gobierno, era un lugar común en la vida nacional, e incluso en la provincial y la municipal. El libre movimiento de las personas en toda la Cuba territorial y, la facultad de entrada y salida al país de todos los nacionales, eran preceptos tan comunes que, ni siquiera se citaban en los discursos reclamantes. La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y la independencia de los Tribunales de Justicia, eran un credo ciudadano. No se puede olvidar el voto del Magistrado Manuel Urrutia Lleó, en aquel juicio por el alzamiento armado en Santiago de Cuba, el 30 de Noviembre de l956, y la absolución de todos los acusados. Ni tampoco es posible soslayar el significado del procesamiento criminal, del jefe policiaco Esteban Ventura Novo, por parte del Magistrado Francisco Alabau Trellez. El Tribunal de Cuentas había sido inaugurado en l950 y, fue precursor, en la descomunal tarea de la lucha contra la corrupción administrativa en todo el planeta. El derecho a la propiedad personal, a su disfrute, a su trasmisión, y a toda actividad mercantil legítima, estaba vigente en Cuba con todos los códigos y reglamentos de rigor, frente a las amenazas de las expropiaciónes arbitrarias. Esta era la fuente principal de la prosperidad económica, que avanzaba en la sociedad cubana a un ritmo ejemplar. Estos argumentos en defensa de la República de l902, los teníamos muy claros los activistas que, en l976, fundamos el movimiento cubano de derechos humanos. Por las razones anteriormente expuestas, defendimos la Constitución de l940, en medio del estado de ley marcial permanente, impuesto por Fidel Castro. Frente al hecho de que todas las libertades y garantías ciudadanas de aquel orden jurídico liberal, habían quedado suprimidas. Teniendo en cuenta y, en repulsa, a la aberración que significaba el castigo penal que se imponía a los ciudadanos por sus opiniones y, por sus aspiraciones políticas para crear partidos y movimientos de oposición al gobierno. Habida cuenta y en protesta, también, por las agresiones y la discriminación de que habíamos sido víctimas por defender la Declaración de Derechos Humanos y el sistema civil republicano de l940. En respuesta al encarcelamiento arbitrario y a las agresiones de que fuimos objeto en l967, por el simple hecho de expresar nuestras opiniones acerca de la historia y de los destinos de la nación. Por todo ello, fundamos el Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Nada de lo anteriormente expuesto quiere decir que somos complacientes, en el ámbito de la critica época republicana. pinamos que los problemas principales que contribuyeron a la ruptura del orden constitucional, con el preámbulo del Golpe de Estado del l0 de Marzo de l952 y sus consecuencias en la catástrofe generalizada que se inició en l959, fueron impulsados por una multitud de factores políticos, económicos y sociales que los historiadores y los especialistas seguirán analizando con toda severidad. Tal vez la falta de arraigo, de una voluntad de genuino servicio público, en las elites del país, tiene responsabilidades en esa problemática que aun está por estudiar con la debida rigurosidad. En resumen, considero que el balance de las realizaciones republicanas es designo positivo y, que estará presente en la refundación nacional. ORIGENES DEL MOVIMIENTO CUBANO DE DERECHOS HUMANOS: Prologo en el ideario humanístico de la época. La fragua del Presidio Político y, el pensamiento Clásico de la Libertad. II PARTE DE LOS BREVES APUNTES. LAS IDEAS QUE CONVENCEN La compasión ante los que sufren. El apoyo a los que son abatidos por las calamidades. La reafirmación de la esperanza hacia los golpeados por la adversidad. La voluntad de no permanecer inerte frente al dolor que hiere a los ajenos. La perseverancia mitigando las penas. La denuncia de los atropellos a los derechos individuales. El abogar contra las atrocidades. 168 La compasión ante las víctimas de los abusos del poder. En l957, escuché predicar sobre estos temas al Padre Freixedo, en un Centro de formación espiritual de la Juventud Obrera Católica en La Habana. Esta fue la primera oportunidad en que, tuve un contacto directo, con los conceptos relacionados con el activismo a favor de la defensa de los derechos humanos. Años mas tarde, a principios de la década de los sesenta, cuando colaboramos en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Habana, con su decano, Elías Entralgo, aprendimos de las enseñanzas de Enrique José Varona, de Domingo Faustino Sarmiento, de Barlotomé Mitre; de Alexander Halminton, de Henry David Thoreau, de John Locke y de otros "proscriptos" para la enseñanza en los predios de "La dictadura del proletariado". Mas tarde, la Facultad de Humanidades fue disuelta y, el nombre de Entralgo, borrado de raíz. En este mismo marco de referencias, fueron sustancialmente importantes para entender algunas de las principales corrientes de pensamiento que habían predominado en Europa a comienzos el Siglo XX, las conferencias y las tertulias con el discípulo de S. Freud y, fundador de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana, Alfonso Bernal del Riesgo. De aquellas enseñanzas, no olvido sus narraciones sobre el pesimismo del padre del psicoanálisis, de quien fue alumno en Viena. Bernal del Riesgo hablaba de las dudas de Freud, en cuanto a las posibilidades de que el ser humano fuera capaz de vencer a las fuerzas oscuras de la irracionalidad y, pudiera alcanzar un equilibrio emocional, que le permitiera vivir de manera coherente y estable a través del tiempo. El profesor Bernal del Riesgo, después de participar en l925, junto a Julio Antonio Mella, en la Fundación del Partido Comunista de Cuba, n l929 marchó a Europa y vivió entre Viena, París, Londres y La Habana hasta l959. En Francia, trató de cerca a Albert Camus y, a pesar de la asfixia existencialista en "El Mito de Sísifo", decía que el autor de "El Extranjero", nunca perdió la esperanza en la mejora de la condición humana. A contrapelo, agregaba, de Andre Malraux, quien explícitamente trasmitía que era muy poco el margen de lo por hacer. En el paroxismo de las amenazas que acechaban el camino en la búsqueda de los remedios, Bernal del Riesgo nos habló en torno a las experiencias que, en primera persona, obtuvo de Martín Haidegger, quien en una época, incluso, trataba de convencer a sus escuchas de las virtudes del nazismo hitleriano. En este mismo periódo, el escritor Henry Barbusse, a nombre de la Liga Francesa de los Derechos Humanos, pregonaba a los cuatro vientos sobre la legitimidad de los "Procesos de Moscú", y de las purgas stalinistas de fines de los años treinta. En este entorno, que culminó con los horrores de la Segunda Guerra Mundial y, de los holocaustos provocados por el nacional socialismo alemán y por el estalinismo soviético, Wiston Churchil y Eleanor Roosevelt, a nombre del Reino Unido de Gran Bretaña y de los Estados Unidos de América, convencieron a la mayoría de los gobiernos de la época, aquellos que al menos en teoría eran medianamente civilizados, a firmar la Declaración Universal de Derechos Humanos, como una etapa de la Civilización Occidental, encaminada a reafirmar la dignidad y el respeto a las garantías individuales y las libertades públicas de todos los habitantes del planeta. En aquella Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, Elías Entralgo, el heterodoxo maestro, nos facilitó esclarecedores encuentros, dentro y fuera de Cuba, con pensadores e intelectuales como Fernando Ortiz, José María Chacón y Calvo, Emilio Roig de Leuchsenring, Jean Paul Sartre, Jean Daniel, Evgeni Estuchenko, René Dumont, Roger Garaudy, José Lezama Lima, Octavio Paz, Carlos Pellecer y otros sembradores de una suerte de "duda metódica" que, mas tarde, contribuiría a conducirnos a la disidencia abierta al comunismo y al castrismo y, como consecuencia, a la cárcel y a la fundación del movimiento en pro de los derechos humanos. LOS PRIMEROS PASOS La creación en l976 de un Movimiento Cívico Cubano, arraigado en la desobediencia no violenta, en defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos, estuvo inspirada 169 en dos fuentes esenciales del bregar a favor del estado de derecho frente a la dominación totalitaria. En primer lugar, me refiero a la resistencia hasta el infinito a la opresión estalinista instaurada en Cuba por Fidel Castro, escenificada siempre en el presidio político cubano. Las acciones por terminar con el modelo de terrorismo de estado, que rige los destinos de la sociedad cubana desde l959, fundamentadas en una suerte de interpretación muy singular de la estrategia de la desobediencia civil, la presenciamos por primera vez en las posturas de resistencia que nos encontramos en el presidio político, de parte de aquellos prisioneros que no aceptaban abdicar a sus principios de lucha libertaria, a pesar los crímenes y de las atrocidades que los aparatos represivos de Fidel Castro utilizan, como política de estado, para doblegar esa vertiente de oposición al régimen. A esta original forma de resistencia cívica nos incorporamos a partir del año l967, cuando ingresamos en el gulag de la Isla . A pesar de haber transcurrido varias décadas desde entonces, esas raíces de los fundadores del Movimiento de Derechos Humanos siguen influyendo de manera decisiva en el escenario de confrontación interna al castrismo, con la resolución de no claudicar, aun al precio de poner en extremo riesgo la vida, cada día puesta de manifiesto por los integrantes de la disidencia que, desde la cárcel, continúan su labor contestaria, denunciando las atrocidades del totalitarismo, a la vez que concibiendo y haciendo públicos los programas para desmantelarlo. Este es el caso de prisioneros de conciencia actuales, como Oscar Elías Biscet; Héctor Palacios, Osvaldo Alfonso, Regis Iglesias, Oscar Espinoza Chepe, Roberto de Miranda; Mario Enrique Mayo, Víctor Rolando Arrollo, Leonardo Bruzón Avila y otras legiones de confinados. De la misma forma que nuestra formación como opositores civilistas se enriqueció, con la ejemplaridad que nos trasladó la defensa de lo mejor de los valores republicanos encontrada en el presidio político, a la vez nos apoyamos en el ideario relativo al humanismo occidental, que condujo a la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el l0 de diciembre de l948. En este caudal, también estuvo el legado de protección constitucional de los derechos individuales, que emana de las Constituciones Cubanas de l90l y de l940 y, al estudio de los tratados internacionales de promoción a los derechos ciudadanos de las Naciones Unidas, que han complementado la referida Declaración de Derechos Humanos. LOS AÑOS EN QUE "NADIE ESCUCHABA” Mientras los medios de comunicación de masas de Cuba y, de todo el mundo, informaban a la opinión pública de que Fidel Castro había vencido al "imperialismo norteamericano" y, a sus "agentes internos", en sus intentos por "destruír a la revolución", por otra parte, quedó por completo en las sombras de lo desconocido, la tenaz y nunca derrotada batalla, -contra el modelo estalinista implantado en Cuba por Fidel Castro-, que a partir de l959, primero en los campos y en las ciudades y, especialmente, en el presidio político, tuvo lugar en todo el país. Aquel presidio político que surge con el arribo al poder en Cuba de los comisarios sovietizantes y, que fue invencible en sus convicciones defensoras del estado de derecho democrático, contando con exponentes de una ejemplaridad de rechazo a Fidel Castro que llegó hasta los años ochenta, en resistentes como Mario Chanes de Armas, Húbert Matos, Ernesto Díaz Rodríguez, Ramón Guín, Ángel Cuadra, Armando Valladares, Alfredo Mustelier, Eusebio Peñalver, José Pujals Mederos, Julio Ruiz Pitaluga y cientos mas, reencarnó en los prisioneros del Movimiento de Derechos Humanos, que llega hasta nuestros días con Oscar Elías Biscet; Marta Beatriz Roque; Jorge Luis García Pérez,- Antúnez-; Rafael Ibarra Roque; Juan Carlos González Leyva; Raul Rivero; Arturo Suárez Ramos; Manuel Vázquez Portal; Carmelo Díaz Fernández; Lexter Tellez Castro; Miguel Sigler Amaya y, multitud de otros 170 integrantes de las vanguardias de la resistencia cívica al estalinismo dentro de la Isla, que se mantienen inquebrantables frentes a las torturas, a los tratos crueles y degradantes, a las extorsiones, así como a los chantajes contra sus familizares, que ejecutan como política de estado los pandilleros a la órdenes de Castro. Los represores estalinistas cubanos, con el respaldo de las legiones de verdugos del KGB soviético y, de los neo fascistas de la stassi alemana; conjuntamente con el soporte en armamentos de los carniceros del ejercito rojo del Kremlin, pudieron sobrepasar a las fuerzas de la lucha armada en el Escambray y, en otras regiones de la Isla, donde las luchas guerrilleras campesinas alcanzaron su climax a principios de la década de los años sesenta. De la misma manera, con los procedimientos de guerra sucia de exterminio generalizado, utilizando los paredones de fusilamientos y el infierno carcelario por décadas, a los sicarios de Castro le fue posible eliminar la resistencia armada clandestina en las ciudades cubanas. Mientras todo esto sucedía, en el Presidio Político Cubano, desde l959, surgió y se desarrolló una oposición que se mantuvo indestructible contra el terrorismo de estado totalitario. Esa resistencia sirvió de ejemplo a los disidentes que llegamos a ese presidio por motivos de opiniones contestarias en l967 y que, en l976, fundamos el Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Con estos antecedentes, se inició otra etapa mediante la desobediencia civil en las ciudades y en los campos , utilizando como armas la promoción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la denuncia contra las violaciones institucionales a estos derechos. Con estas premisas, fuimos creando las bases para el desarrollo de una oposición a cara descubierta y a voz en cuello que, desde sus primeros pasos, - como se apunta en el programa del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, fundado como el ala política del Comité Cubano-, estaba dirigida a la eliminación total de la llamada "dictadura del proletariado" y, demás engendros del tan cacareado por aquella época, "socialismo real". En resumen, queremos destacar que la propuesta de nuestro incipiente Movimiento pro Democracia y Derechos Humanos, desde l976, fue la de la refundación republicana de la Nación Cubana, basada en el estado de derecho, que hace de las libertades públicas y de los derechos individuales, la piedra miliar de nuestra filosofía. 171 La universidad cubana en el comunismo post-soviético 172 La investigación social en Cuba: Información, recursos y creatividad. POR DOMINGA GONZÁLEZ SUÁREZ Universidad de Granada. Algunas de las cuestiones más preocupantes con relación a las investigaciones sociales en la Isla son las referidas a los obstáculos que existen para propiciar la creatividad, los problemas que hay con el acceso a la información y la escasez de recursos destinados a los investigadores. Ejemplificaré con mi propia experiencia en el campo de la docencia y la investigación de la Historia. Llama la atención que gran parte de las investigaciones históricas se concentra en el período colonial, pocas en La República y prácticamente ninguna en el periodo castrista. Tal sesgo de los historiadores se debe a dos razones básicas. La primera es que, trabajando la colonia, es probable que no tendrán muchos problemas con el régimen. A los actuales dirigentes de la dictadura poco les interesa lo que pasó hace más de un siglo porque los conflictos a tratar aparentemente no tienen connotación con los acontecimientos actuales. Les interesa únicamente para “demostrar” que la revolución tiene sus orígenes en la frustración de la lucha por la independencia nacional. En este sentido, se puede encontrar todo tipo de manipulación en función de los intereses de la dictadura de Fidel Castro, como queda demostrado en el tratamiento que dan al pensamiento de José Martí. En este caso, para provocar la cohesión grupal en torno a su dictadura, siempre bajo la amenaza de un enemigo externo, sacan de contexto o resaltan algunas afirmaciones hechas por El Apóstol, para demostrar el carácter antiimperialista de su pensamiento. La segunda razón se debe a que sólo para ese período existe abundante documentación a disposición de los investigadores que posibilita resultados finales exitosos. Los pocos investigadores que trabajan el siglo XX llegan hasta el triunfo de la revolución y en el caso de los más osados hasta el año 1961. Aquellos que intentan hacer un trabajo serio sobre el período castrista, aún cuando no estén en disposición de apartarse de los lineamientos trazados por el Partido, se quedan en el intento porque no hay posibilidad alguna de consultar la documentación existente. LAS FUENTES. Todos sabemos que cuando se diseña una investigación no sólo hay que determinar los objetivos que se propone alcanzar. Para garantizar el éxito hay que disponer de las fuentes de información y de los recursos necesarios para su consecución. Para el período colonial y republicano los lugares donde se encuentra casi toda la documentación son el Archivo Nacional, La Biblioteca Nacional, las bibliotecas provinciales, la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, la biblioteca de la Cámara de Representantes del Capitolio Nacional, la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana, la biblioteca del Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista, entre otras. Para mostrar las posibilidades de acceder a esta información lo haremos a partir de la experiencia de la autora en el Archivo Nacional de Cuba, de la Biblioteca Nacional y en el intento de acceder a la información sobre la dictadura de Fidel Castro. El Archivo Nacional. Aquí se puede encontrar que la mayor cantidad de información, y la mejor catalogada, se refiere al periodo colonial. Cuando asistía al Archivo Nacional durante la década de los 70 y 80, prácticamente todos los investigadores que asistían asiduamente trabajaban con 173 los fondos de ese período. Creo ser la única que investigaba los fondos de la República, que por cierto eran pocos, y el principal, el de la Secretaría de la Presidencia, lo habían clasificado en un inicio por materia, pero, para cumplir la meta de catalogación que le asignaron en su tiempo al entonces director, éste ordeno que los papeles fuesen catalogados, no por materia, sino por orden cronológico. En un legajo se encontraba “de todo, como en botica”. De hecho, tuve que revisar todo el Fondo. Encontrar la información requerida por mí significó buscar una aguja en un pajar. Nunca pude encontrar los libros de las Actas de las reuniones de los Consejos de Ministros; de esto hablaremos más adelante. Aunque las visitas de los usuarios a las naves donde se almacenaban los documentos no estaban permitidas, tuve la oportunidad de visitar algunas de ellas. Aquello daba grima. Innumerables naves con papeles amontonados por todos lados. Sin autorización oficial logré revisar parte de la documentación no catalogada de la Secretaría de Hacienda. Me llevaban los documentos a la sala de usuarios en carretilla de esas que se usan en la construcción. El trabajo, lógicamente, fue agotador. También es infinito mi agradecimiento a los trabajadores del Archivo. Otra de las dificultades que los investigadores encuentran con las fuentes radica en la ignorancia, más que mala fe, de aquellos que deciden los destinos de las mismas. En 1972, cuando me encontraba investigando la inmigración en Cuba, visité la Capitanía del Puerto de La Habana. Allí se encontraban los expedientes de cada uno de los pasajeros inmigrantes que arribaron a la isla por ese puerto durante toda la República. Al año siguiente, cuando regresé para ver cómo se podía procesar toda esa información, me encontré que había desaparecido. Después de varios meses siguiéndole la pista, los encontré en los garajes de varios chalés del Reparto Country, en los cuales se encontraban las instalaciones de la Dirección de Inmigración del Ministerio del Interior. Estaban amontonados y muchos mojados. El peso de los papeles había rajado las paredes. Pocos años después me enteré que los habían enviado al Archivo Nacional. Nunca más volví a tener noticias de ellos. En la Biblioteca Nacional, las principales fuentes se encuentran el Departamento de Colección Cubana. Cuenta con mucha y muy bien catalogada información sobre la colonia. Sin embargo, para el siglo XX hay sólo una pequeña cantidad de fondos, procedentes de donaciones de particulares. La información para la republica se encuentra en la sala general, y desgraciadamente es poca. La hemeroteca es lo mejor de la biblioteca para el período republicano. Por supuesto, sólo puede ser consultada con permiso de la Dirección Central. A fines de los 80, trabajando en el Instituto de Arqueología y Etnología de la Academia de Ciencias, que tenía su sede en el Capitolio, nos enteramos que en lo que quedaba de la Biblioteca de la Cámara de Representantes de la República, se estaba haciendo limpieza. Estaban tirando los libros y folletos repetidos porque no tenían espacio. Algunos investigadores, aterrorizados, salimos a recoger lo que estaban tirando. Pude rescatar entre los libros destinados a pulpa de papel, el primer anuario estadístico de la Republica de Cuba, publicado en 1914 y dirigido por Orestes Ferrara. También el Diccionario Provincial casi razonado de Voces Cubanas, segunda edición (notablemente aumentada y corregida) de 1849. y dirigida por Esteban Pichardo. Todos estos fondos han sido víctimas del saqueo por los personeros del régimen. En una ocasión, a principios de la década del 70, buscando en el Archivo Nacional la información relativa a la Isla de Pinos, a raíz de una investigación sobre su población, los trabajadores nos informaron que muchos documentos habían sido extraídos por Antonio Núñez Jiménez, cuando fue Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, y nunca habían sido devueltos; otro tanto había sucedido con varios documentos sustraídos por Julio Le Riverend, cuando fue director del Archivo Nacional. También hemos conocido, ya en los 80, denuncias de la sustracción o robo por parte del actual historiador de La Habana, Eusebio Leal, de bienes del patrimonio cultural y nacional. Los libros de las Actas de los Consejos de Ministros han sido monopolizados por Rolando Rodríguez. 174 El acceso a la información oficial después del triunfo de la revolución es imposible. La más importante, la que se refiere a la actuación de Fidel Castro, está personalmente controlada por el mismo Fidel Castro. Se encuentra en una serie de edificios en el Vedado, cerca de 23 y 12, conocido popularmente como la casa de Celia Sánchez. Trabajando como Investigadora Principal en el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista, en una oportunidad intenté, con resultado infructuoso, consultar la información que estaba en uno de esos edificios. Ni siquiera para los investigadores del Instituto de Historia subordinado al Comité Central del Partido Comunista es asequible tal información. El encargado de guardar esa documentación era el capitán Pacheco, fiel e incondicional amigo de Fidel Castro desde que estaban en la Sierra Maestra. Por otro lado, toda la información de los organismos del estado, o bien ha sido destruida, o bien están a buen resguardo en las Oficinas de Control de la Información Clasificada (OCIC), en lugares que sólo conocen sus custodios y generalmente en cajas fuertes. En fin, el oscurantismo sobre las actuaciones oficiales de la dictadura de Fidel Castro es absoluto. RECURSOS Los recursos materiales con los que cuentan los investigadores son realmente escasos. Hay que confesar que trabajar bajo esas condiciones es heroico. Me refiero a los tiempos cuando yo trabajaba en Cuba. Ahora debe ser peor. Recuerdo que, a principios de 1970, en el grupo de investigación de la Escuela de Historia se trabajaban simultáneamente 4 temas: el de la United Fruit Co., el de las Actas Parroquiales, el de Isla de Pinos, y el de la Inmigración. Éramos 6 investigadores. Por gestiones personales logré que el vice-decano me asignara una caja de colores y unos folios cuadriculados. En una reunión del grupo de Investigaciones se informó de la decisión del Jefe del Grupo de que tales lápices y papeles se los tenía que entregar a los investigadores del tema de la United Fuit Co., pues les eran más necesarios que a mi. Me quedé sin recursos. Para poder realizar mi trabajo tuve que optar por otra solución: recoger de la basura los mapas, que tiraban en el Instituto de Planificación Física, y con una regla y un lápiz cuadricular el dorso del mapa que estaba en blanco. Así pude poder recoger y procesar la información estadística sobre inmigración y reconstruir las Series Cronológicas de los flujos migratorios. Para el procesamiento de la información estadística de tales Series Cronológicas de la Inmigración, como era imposible procesarlas de forma manual, algunos trabajadores del Ministerio del Azúcar me hicieron el favor de prestarme una calculadora. Como el volumen de la información a procesar era enorme, algunos programadores me ayudaron, y en el tiempo de máquina que les asignaban para hacer las pruebas de los programas, procesaron la información para la reconstrucción de las series cronológicas. Gracias a ellos, y a un matemático del Instituto del Centro de Investigaciones Electrónicas, pude realizar la regresión lineal múltiple. Obviamente, toda esa actividad fue cuasi-clandestina, porque oficialmente nadie asignó recurso alguno a ese proyecto, ni habían dado autorización para que me dieran la ayuda que de ellos recibí. Mucha literatura extranjera, por supuesto, está vedada. Incluso en la Biblioteca del Instituto de Historia adjunto al Comité Central, había una gran cantidad de libros que no se ponían a disposición de sus investigadores. Ni papel recibíamos. Todavía conservo, en mi casa de Granada, cientos de fichas hechas por mí, donde en papel gaceta copiaba a mano documentos completos. De la actualidad sólo quisiera resaltar que los investigadores sociales no tienen libertad de acceso a Internet. Increíble, pero cierto. 175 LA CREATIVIDAD. Para terminar quisiera hablar del mayor problema que confrontan los historiadores que se dedican a la investigación y a la enseñanza en las Universidades: El freno a la creatividad y al desarrollo intelectual. Por supuesto, es impensable la libertad de cátedra. Los profesores tienen que ceñir sus clases al programa oficial establecido para la asignatura, que es elaborado por la Dirección de Marxismo del Ministerio de Educación Superior, con la asesoría de especialistas, pero siempre dentro de los marcos de una ideología marxista distorsionada, y dogmática. Estos programas son de oblilgatorio cumplimiento para todas las Universidades del país. Para controlar que el profesor no se salga del programa y evaluar la docencia impartida, sus clases son inspeccionadas sorpresivamente por otros profesores del departamento donde está adscrita la asignatura. Todo desvío de lo oficialmente establecido, es castigado. I El investigador no corre con mejor suerte. El primer obstáculo, es el freno a la creatividad. Conocemos que la aprehensión a la evaluación constituye su mayor traba. El hecho de sentirnos evaluados es el factor más importante que inhibe el pensamiento creativo. En la Cuba castrista no sólo se les evalúa, sino que se les impone límites ideológicos a sus hipótesis y, sobre todo, a sus conclusiones y resultados. Es, por ejemplo, inimaginable que se concluya que la guerra de 1868 – 1878, no tenga nada que ver con el sistema político castrista. Ay del que ose cuestionar las palabras de Fidel Castro sobre tales acontecimientos, cuando dijo en un discurso: “Entonces, nosotros hubiéramos sido como ellos; hoy, ellos hubieran sido como nosotros”. Toda iniciativa individual, todo aquello que pueda ser novedoso, o no esté dentro de la línea del Partido es rechazado. Cuando en 1972-73 expuse en el grupo de investigación de la Facultad de Historia de la Universidad de La Habana los resultados de mi proyecto de investigación sobre la inmigración en Cuba, donde se incluía un análisis de regresión múltiple para averiguar las causas de la inmigración, el ataque fue directo. El responsable del equipo, el Prof. Fontanella, a pesar de confesar sentirse inepto para dirigirlo, lo rechazó con el argumento de que desbordaba los marcos del análisis histórico. Incluso me castigaron, eliminando mi proyecto y poniéndome a trabajar en otro equipo de investigación. Cuando, a pesar de ello, lo continué por iniciativa propia, sencillamente ignoraron mi trabajo. Sólo el investigador de la Biblioteca Nacional el Dr. Juan Pérez de la Riva, que a la sazón se encontraba también rechazado por la elite de intelectuales marxistas del país, se interesó por él. En 1977 logré trasladarme a trabajar al Instituto del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista, adjunto al Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Pensaba que allí, además de más libertad de investigación, tendría acceso a fuentes de información prohibidas a otras instituciones. En 1978, al año de estar trabajando en dicho Instituto, presenté la redacción final del libro “La Inmigración en Cuba”, donde se incluía la serie cronológica, el análisis de regresión múltiple y una historia de la inmigración en Cuba. En esta ocasión, el director del Instituto, Fabio Grobart, rechazó también mi trabajo, y me volvieron a castigar. El alegato utilizado para rechazar el libro era que yo concluía que los inmigrantes arribaban a la isla porque el ingreso real per cápita de Cuba era mayor que el de los países de origen de los inmigrantes; y que en esos años no existía desempleo en Cuba y sí una alta demanda de fuerza de trabajo. Según los directivos del Instituto, era evidente que la culpa de los flujos masivos de inmigración hacia Cuba la tenía el imperialismo norteamericano con sus grandes inversiones de capital en la industria azucarera. Esta vez, el castigo consistió en ponerme a trabajar bajo las órdenes de una persona que mantenía un muy estrecho control sobre todas mis actividades y producción científica. Otro obstáculo importante a la creatividad de los investigadores sociales lo encontramos en que los problemas y temas de investigación los determina el gobierno. Antes en la Academia de Ciencias de Cuba, y hoy en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, existe una Dirección, 176 controlada por el Departamento de Educación y Ciencia del Comité Central del Partido Comunista, que es la que los propone y autoriza, según un orden de prioridades establecido por esa misma Dirección. En el acuerdo No.2823 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de 28 de noviembre de 1994 y en el acuerdo 3264 de 19 de febrero de 1998 se detallan las funciones al actual Ministerio de Ciencia y Tecnología. En ambos, el Primer Artículo establece: 1º Elaborar y proponer la estrategia y las políticas científica y tecnológica, así como el plan nacional de ciencia y tecnología, con la participación de la comunidad científica y otros agentes del cambio tecnológico, estableciendo los objetivos, prioridades, líneas y programas que corresponda y una vez aprobados, dirigir y controlar su ejecución. Estas investigaciones, que abarcan al 100% de las que se realizan en el país, no podrán salirse del marco interpretativo dictado por el régimen. Este marco, generalmente, no esta explícito en los documentos, sino que lo determina la información que llega a la población a través de fuentes externas y repercute directamente en las expectativas que sobre los hechos tiene la persona que los percibe. Por ejemplo, en el marco de la investigación histórica, como se dijo más arriba, todas las investigaciones de la época de la colonia tienen que ser acordes con los planteamientos que sobre esa etapa aparecen en el discurso de Fidel Castro titulado “Cien Años de Lucha”. Estas expectativas sirven de guía para la selección de la información puesto que las personas, generalmente, buscan o se exponen a aquellas que tienden a confirmarlas. El investigador se expondrá a la información que confirme sus hipótesis previas para evitar la disonancia que se produce entre lo que se piensa y lo que se hace. No puede obviarse que la mayoría de la población en la isla está socializada en un contexto social controlado por el gobierno, que abarca, desde los barrios donde tienen sus residencias, hasta las escuelas, las universidades, los centros de trabajo, los lugares de ocios, etc. En gran medida, la información que llega desde fuentes externas, donde las fuentes oficiales de información tienen un papel relevante, conforma la ideología de la inmensa mayoría de las personas. En Cuba existen pocas opciones, fuera de las que suministran las instituciones oficiales, para elegir la información. Como todos son presionados hacia una única opción ideológica, existe una cierta homogenización en la forma de percibir los problemas sociales, por lo que está presente un cierto consenso en la interpretación de estos fenómenos, ajustados a los intereses del régimen castrista. También es cierto que siempre se puede filtrar información prohibida. Aquellos más inquietos siempre la pueden encontrar. Eso tiene un coste que no toda persona está dispuesta a asumir. Tales son los límites y cortapisas en que tiene que desarrollar su actividad intelectual un científico de las ciencias sociales en Cuba. A pesar de estas circunstancias encontramos magníficas personas que trabajan con entusiasmo, honestidad y responsabilidad. Durante años asistí al Archivo Nacional y a la Biblioteca Nacional, allí los conocí, y pude apreciar su tenacidad, capacidad, y dedicación. No obstante, la exposición de los resultados de sus investigaciones tiene que ajustarse a las expectativas ideológicas del régimen. A pesar de todo, el potencial científico en el campo de las ciencias sociales es rico y grande. Debemos respetar sus trabajos y valorarlos en su justa medida. 177 Albur y Credo o el desafío de la libertad. POR IVÁN GONZÁLEZ CRUZ Cuba asiste, a fines del siglo XX, al nacimiento de dos acontecimientos culturales que con el nombre de Albur y Credo, estarían llamados a inspirar, en el período de 1987 a 1994, otra realidad en las difíciles circunstancias de una nación anclada en la promesa de un futuro inexistente, y la evidencia de un presente agónico que comprometía el destino del pueblo cubano. En 1986 se inicia el proceso nacional de “rectificación de errores y tendencias negativas” en aras de perfeccionar el régimen político cubano. Con el sorprendente lema de “Ahora sí vamos a construir el Socialismo”, después de casi tres décadas de “Revolución Socialista”, se invitaba a trascender un pasado que no se definía, pero que dejaba entrever la bifurcación de una senda que abismaba la vitalidad y eficacia de una ideología que debía dar como resultado la creación de un “hombre nuevo”. Un libro aparentemente precursor de la perestroika en la URSS, con los visos de una glasnost tropical, vería la luz en 1987 bajo el título de Por el camino correcto, en el que se recogía la esencia de los planteamientos de Fidel Castro para la edificación de un itinerario diferente al emprendido dentro del proceso revolucionario cubano. Todo el país, directa o indirectamente, era convocado a la realización de una épica que parecía no tener antecedentes. Nuestra generación, educada en la ignorancia de la historia de Cuba, había crecido en el desconocimiento de figuras como Francisco de Arango y Parreño, José Antonio Saco, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Enrique José Varona, José Lezama Lima…, portadoras de un pensar decisivo en la comprensión de un pasado vigente, al que se sumaba el silenciamiento de sucesos más cercanos en el tiempo, como las consecuencias derivadas en el ámbito cultural por las Palabras a los intelectuales (1961) y el posterior cierre del semanario Lunes de Revolución, o el procesamiento del escritor cubano Heberto Padilla en 1971 por su libro de poemas Fuera del juego, premiado, en 1968, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es en 1980 cuando nuestra generación, con apenas 12 años de edad, iba a alcanzar una maduración inesperada devenida una vez más por el contexto político cubano: el éxodo del Mariel y los correspondientes actos de repudios, promovidos por la dictadura contra aquellos que abandonaban el país. La sociedad quedaba escindida ahora por un nuevo dolor: un exilio imposible de acallar que ponía en duda los aciertos de la “Revolución Cubana”. Así, años más tarde, la fundación de la revista Albur (1987-1992), en el seno universitario del Instituto Superior de Arte (ISA), surge como parte de una necesidad histórica por establecer el reencuentro de la nación cubana en el reconocimiento de una República universal que no excluyera a ningún ciudadano, dentro de una vocación humanista donde estuvieran representadas todas las ideas y horizontes posibles para el desarrollo socio-cultural y la realización del progreso. Ya en su primer número destella esa ansiedad por unir en lo estético, tradición y modernidad, y en lo ético, gestar la conquista de la libertad de expresión, con la certeza de que a través de la cultura, podía generarse un movimiento integrador que pusiera fin a una Cuba fragmentada por sucesivos exilios e inxilios. El mismo título de la publicación anunciaba su aceptación del albur como fundamento del porvenir. A pesar del vacío histórico y cultural en que habíamos sido instruidos, éramos conscientes de los peligros de un viaje hacia lo desconocido. La aventura como aliento y el espíritu clandestino como acción, acompañarán desde entonces a esta revista en su intenso peregrinar, inmersa en un escenario nacional e internacional que participa de una inusitada e irreversible transformación del mundo: la campaña cubana del “proceso de rectificación de errores”, el enfrentamiento visceral con Mijail Gorbachov a raíz de la democratización de la URSS, la caída del muro de Berlín en 1990, y el consiguiente estallido en Cuba del “Período Especial en Época de Paz”. Estos hechos asediarán 178 el desenvolvimiento de Albur durante la concepción de sus 32 números y pondrán en peligro, en diversas ocasiones, la continuidad o prohibición de la publicación. Una “excusa legal” podía enarbolarse cuando fuera preciso el cierre: Albur carecía de ISBN. La negación del gobierno a permitir su circulación y registrarla en el muestrario editorial cubano, facilitaba el camino para su desaparición y eludía cualquier denuncia en la órbita de los derechos humanos. Albur al cumplir paradojalmente una doble naturaleza, ser y no ser, se hacía invisible, sencillamente no existía. De esta manera, estuvo relegada a permanecer en la frontera del Instituto Superior de Arte, ubicado en las afueras de la ciudad de La Habana, o divulgarse de mano en mano, con riesgo de constante delación por infidencia. Al año de su fundación, en 1988, la inauguración de la Sección Espacio Abierto, concebida para analizar y revelar los problemas más acuciantes de la sociedad cubana que no tenían eco en los medios de difusión masiva, provocó la inmediata reacción del gobierno que puso a la revista al borde de la censura. Pese a las acusaciones y enjuiciamientos, Albur sobrevivió. Desde entonces, la revista optará por convertir cada una de sus páginas en un espacio abierto, a fin de potenciar, a través de la palabra o la imagen, cualquier debate preciso e impostergable. Las hostilidades en lo adelante se harían más sutiles y refinadas, obligando a los miembros del consejo de redacción a modelar incansables maniobras de defensa frente a las posibles inculpaciones o amenazas. Empezaba Albur a encarnar, sin saberlo, un símbolo de resistencia cultural. A cambio de un persistente proceso de silenciamiento o intimidación a los que se acercaban a sus páginas, lograría poco a poco, sumar a destacadas personalidades del arte, la literatura y el pensamiento, que junto a las nuevas generaciones de creadores, demostraban con sus obras la pluralidad inmanente de la sensibilidad cubana, reprimida o subyugada desde el poder. Asimismo, la infatigable labor de Albur por el patrimonio histórico y cultural, encaminó a la revista a editar una serie de volúmenes monográficos fruto de pacientes investigaciones en archivos privados y bibliotecas públicas, que ofrecían en primicia manuscritos y libros inéditos de relevantes intelectuales como Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz, Fernando Ortiz, José Lezama Lima, María Zambrano, Octavio Paz, Virgilio Piñera..., hasta la publicación de autores censurados como Jorge Mañach, que emergían ahora a la luz después de injustificables décadas de ostracismo. En su despedida en 1992, ante la desolación económica y escepticismo retardatario de la vida cubana por la implantación del “Período Especial”, que obligó a dramáticos desenlaces -entre ellos la imposibilidad de imprimir periódicos, revistas o suprimir la publicación de libros-, Albur quiso levantar una esperanza: editar once números nuevos, es decir, intentar en doce meses, la misma cifra que había obtenido hasta esa fecha en cinco años. Nada parecía detener la utopía. Las últimas portadas de Albur serían dibujos y pinturas originales de más de cien pintores cubanos. Con la ejecución de ese ideal, Albur exhortaba la invención de otros sueños. El país se sumergía lentamente en la desesperación de un medioevo existencial. La pérdida de toda ilusión y la falta de expectativas definía la vida del cubano, preso de una circunstancia que le hacía sentir aun más la angustia de Isla como un estar en la soledad del olvido. Los límites empezaron a hacerse visibles. En la esfera política la muerte se hizo consigna, el miedo estrategia y la miseria una trampa para arrastrar al pueblo hacia una espera sin fin. La risa del cubano se llenó de tristeza. Abandonado dentro y fuera de su tierra, el cubano naufragaría hacia la nada. De ahí el grito callado de la revista cultural Credo. En 1993, dentro de la recién estrenada Cátedra de Estudios Cubanos del Instituto Superior de Arte, ve la luz una nueva publicación heredera del movimiento cívico y cultural que irradió Albur. Era preciso demostrar que el potencial contenido en Cuba podía revitalizar la nación. Tenía que hacerse creencia el devolver la confianza escamoteada al pueblo cubano para solucionar sus problemas. Credo aparece como un signo de rebeldía, el testimonio de una tradición comprometida con la imaginación y la libertad. Renacía la convicción de que toda idea con luz propia quebranta el desierto de las tiranías, que basta una palabra para que comience a desvanecerse la noche de los totalitarismos. 179 Julio Cortázar y Gastón Baquero acudían en el primer número de Credo como una metáfora que representaba, más allá del tiempo, la unidad de dos mundos distintos que se hacían concurrentes en la búsqueda de un espacio de expresión plural. Era la primera vez, desde el 1º de enero de 1959, que se editaba al poeta censurado Gastón Baquero. i Otros trabajos inéditos como La intelligentsia se defiende contra el poder, de José Lezama Lima o Lutum, de Dulce María Loynaz, transmitían no solo el peso de su sabiduría, sino que deslizaban, en medio del aciago panorama cubano, ineludibles mensajes: Señor, puesto, que soy fango en tu mano, déjame ser lo que yo soy, en paz. -Guarda tu cielo azul y tus estrellas; guarda tu luz, tus ángeles, tus llamas. Soy fango nada más. Y no me soples…ii En esta dimensión se inscribía la recuperación de Las catacumbas, de María Zambrano. Entre los textos de la pensadora española se incluyó igualmente un hallazgo que sobrepasaba el interés bibliográfico-documental para adquirir una resonancia de subrayada actualidad. En vísperas de la edición del primer número de Credo, en octubre de 1993, surgió ante nuestros ojos, investigando en uno de los archivos de la Academia de Ciencias de Cuba, un escrito dedicado a la libertad que yacía enterrado en aquella papelería. Allí, como si hubiera estado aguardando hasta entonces su impresión en Credo, la autora de Persona y democracia (1958) advertía: “…Esta fe la veo resplandecer más que en ningún otro concepto en ese que simplemente dice ‘libertad’. Y lo siento así, tal vez por estar más que nunca amenazada su vida. Y es en los instantes de peligro cuando nos oprime la necesidad de dejar constancia de nuestra fe. […] Como todas las palabras que han pasado a la ideología política, la libertad se ve hoy comprometida por todos los apresuramientos y tergiversaciones de la acción. Somos nosotros los que hemos de defender su esencia rescatándola de la opacidad en que ha caído. La libertad no es condición de una determinada política, ni siquiera de un régimen, sino el modo mismo de vida de la persona humana, en cuyo ser se hace únicamente inteligible. Y si es el modo mismo de ser de la persona, quiere decir que se confunde con su esencia trascendente. Y entonces tendríamos que la libertad es simplemente nuestro futuro.”iii i Estos textos inéditos de Julio Cortázar y Gastón Baquero los descubrí investigando en el Archivo de José Lezama Lima situado en la Biblioteca Nacional José Martí en La Habana. Con posterioridad, en nuestro libro Archivo de José Lezama Lima. Miscelánea, recopilé el epistolario de Julio Cortázar y los poemas de Gastón Baquero que publiqué en Credo, junto a la edición de la correspondencia inédita que Baquero dirigió a José Lezama Lima. En: Archivo de José Lezama Lima. Miscelánea, transcripción, selección, prólogo y notas de Iván González Cruz. Madrid, editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 1998, pp. 660-679; y pp. 814-842. ii Loynaz, Dulce María. “Lutum”, en: Credo. La Habana, año I, número 1, octubre de 1993, p. 3. iii Zambrano, María. “Palabras en la Sociedad Cubana de Filosofía”, en Credo. La Habana, año I, número 1, octubre de 1993, p. 12. 180 La suerte de Credo estaba echada. No podíamos saber que, con su aparición, sus días ya estaban contados. Se avivaron los viejos fantasmas que acecharon la trayectoria de Albur. No solo su ideario, sino también su título molestaba.i A ello se sumó la calurosa acogida que en España el periódico El País celebró con el título de “Creo en ti”,ii divulgando a lo largo y ancho de una de sus páginas el contenido del primer número. Se interpretó esta azarosa reseña como una intromisión “en los asuntos internos de Cuba” y una prueba de que Credo era “un aliado del enemigo”. iii En esta coyuntura, la preparación del segundo número de la revista constituía algo más que un desafío. Los textos que estructuraban su imaginario insistían en temas y verdades prohibidas. Desde la portada, en la que se reivindicaba con un valiente dibujo la fuerza del ejemplo en un Estado amoral, hasta la entrevista al filósofo georgiano Merab Mamardashvili con su Todo el mundo tiene miedo, brillante análisis de las causas del desmoronamiento del Socialismo en Europa, El tiempo en la historia de Cuba, del inolvidable historiador y amigo Manuel Moreno Fraginals, o El primer deber del hombre, de Fernando Ortiz, concebido en 1941 y contextualizado desde nuestra sección La Edad de Oro por su esclarecedora prosa: “…todos los despotismos, todas las brutalidades quieren sofocar el pensar de los demás. Los caducos espiritualismos y materialismos por igual anhelan suprimir la libertad de pensar, que es la condición esencial del progreso humano. Y ese es el mayor peligro presente. En la política de estas horas lóbregas que pasamos, el pensar auténtico está sufriendo la más terrible de las persecuciones; por las propagandas, por los atropellos, por los asesinatos. Papistas, fascistas, nazistas, stalinistas y franquistas, todos ellos totalitarios de programa, por igual destruyen las libertades y oprimen las ideas, atizan hogueras de libros y ejecutan suplicios mortales.”iv venían a enaltecer el pensar por sí mismo. Credo no se ocultaba. Al hacer cada vez más evidente la razón de su humanismo, ponía al descubierto la ausencia de justicia y democracia en la sociedad cubana. Se había ido demasiado lejos. La orden estaba dictada. Se había decidido la censura de Credo. No obstante, en silencio, el tercer número siguió configurándose. Fiel, como Albur, a su aspiración de propiciar la unidad de los cubanos dentro y fuera de la Isla, Credo incorporaba en su seno a otros escritores míticos del exilio cubano como Eugenio Florit, que aceptaban generosamente el humilde homenaje que desde Cuba le brindaba una generación de jóvenes creadores que sustentaban otra forma de entender la historia. El siguiente Credo congregaba además un Reinaldo Arenas inédito, proscrito de la literatura cubana desde su destierro. En esta ocasión, la sección La Edad de Oro reproducía el programático discurso Con todos y para el bien de todos, de José Martí. El significado era explícito: la patria es de todos. Con esa inspiración, la revista se imprimió gracias a una Cuba secreta identificada con su i Aunque el “credo” que inspiró a la revista era cultural, compenetrado con el sentir del poeta cubano José Martí “Espantado de todo, me refugio en ti. / Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.” -estampado a manera de exergo en el primer número- se tildó a la publicación de pertenecer a la Iglesia Católica cuando ninguno de sus miembros era religioso y obviamente la revista tampoco. ii Vicent, Mauricio. “Cuba rescata sus poetas malditos”, en la sección de cultura de El País, domingo 30 de enero de 1994, p. 36. iii En el encabezamiento de su recensión Mauricio Vicent enfatizaba: “...Por primera vez en 35 años, Cuba ha roto el celofán con el que la revolución de Fidel Castro envolvió a todos aquellos artistas e intelectuales que un día decidieron abandonar la isla.” En: El País, ed. Cit., p. 36. iv Ortiz, Fernando. “El primer deber del hombre”, en: Credo. La Habana, año I, número 2, abril de 1994, pp. 65-66. 181 cultura. Se decretó recoger los 200 ejemplares que se pudieron hacer. La condena de Credo frustraba el anhelo martiano de una Cuba reunificada, sin distinción de clases e ideologías. Sin embargo, en 1998, Credo iba a renacer esta vez desde el exilio. Unos ejemplares salvados de la censura enseñaban ahora el Credo entero. i Ahí latía el alma de Cuba, la prueba de que nada ni nadie podrá aniquilar la emancipación del espíritu. La cultura cubana mostraba que aquel con todos y para el bien de todos será un día, ya para siempre. i Consúltese la edición facsimiliar de los tres números de Credo que publicamos en la Universidad Politécnica de Valencia con motivo de los actos de homenaje al 98’hispánico. En: Credo. Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 1998. i Consúltese la edición facsimiliar de los tres números de Credo que publicamos en la Universidad Politécnica de Valencia con motivo de los actos de homenaje al 98’hispánico. En: Credo. Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 1998. 182 Volver a la universidad cubana Para Thais Pujols POR FABIO MURRIETA Agradezco en primer término a la Asociación Española Cuba en Transición la invitación para participar en este Congreso de Cultura Cubanai, así como a su presidente, Sr. Rafael Rubio, y a todos y cada uno de los voluntarios de la Asociación que durante estos días están poniendo lo mejor de sí para que el evento salga adelante. Igualmente quiero agradecer a Carlos Alberto Montaner, que de alguna manera ha sido el alma de este congreso y que es el responsable directo de que muchos de nosotros nos encontremos hoy aquí. Se me ha pedido, en medio de la amplitud de temas que tanto en éste como en otros paneles serán abordados en estos dos días, y con la misma premura que a casi todo el mundo, pues hace apenas una semana me avisaron, y ya el primer record que tiene el congreso hay que decir que es el del tiempo en el que se ha convocado, apenas en un mes, aunque estamos seguros de que conseguirá otros más significativos, que hablase sobre la educación superior en Cuba, concretamente sobre la universidad cubana en el comunismo post soviético. Lo normal es que en un congreso, y lo digo por experiencia, se den unas pautas, unas guías generales, que luego todo el mundo olvida y que, lejos de ayudar, terminan siendo siempre el pretexto principal y el motivo mismo del discurso, y yo no voy a hacer menos, ya que tengo que empezar por decir que no sé con exactitud a qué se refiere esto de comunismo postsoviético en la universidad cubana, que es el nombre que lleva por título esta mesa, si consideramos que lo del comunismo soviético fue una noticia falsa propalada con el fin de ensayar un régimen que nunca llegó a definirse salvo en sus engañosas e irreales aspiraciones, y, por lo tanto, tampoco cabría que hablásemos de post comunismo soviético en Cuba, ya que si allí, en la patria de Lenin, nunca hubo comunismo, en Cuba muchísimo menos. Supongo que el término podría estarse refiriendo a la etapa en que el régimen de Fidel Castro intentó reinventar el comunismo, cuando trató de redefinir todas las leyes del marxismo una vez se hizo palpable la caída del campo socialista a fines de los ochenta. Hay otro factor importante que quiero señalar antes de comenzar y es que, si bien mi etapa de vida universitaria coincidió quizás con un período significativo y convulso, como fueron los años que van de 1988 a 1993, es decir, entre el fusilamiento de Arnaldo Ochoa y el preludio de aquella salida a la calle del pueblo de La Habana, agudizado por la época del período especial y dentro de éste la etapa más crítica llamada Opción Cero (cero guaguas, cero suministros, cero libros, cero todo), salí de Cuba hace siete años ya, y cabría entonces, por honestidad, ceder la voz a alguien que la estuviese padeciendo en estos momentos, y que fuera esta otra persona quien nos contara, si no fuera porque todos sabemos que no nos queda más remedio que sustituir esas voces del otro y respaldarlas nosotros con la posibilidad que tenemos de expresarnos con entera libertad y sin el temor de las represalias a la familia, de ir a la cárcel, o de quedarnos sin trabajo. Bajo esos principios, es que acepto y agradezco esta oportunidad, pero advierto humildemente que este es uno de los traumas del cubano exiliado, es decir, el de que llega un momento en que casi se puede hablar mejor del país de acogida que del que abandonamos, por mucho que queramos estar al día de su realidad. Al exiliado que habla desde la distancia física, que no de la emocional, a veces le pasa eso que Severo Sarduy definía en i Este texto reproduce la intervención de Fabio Murrieta, Vicepresidente de la Asociación Cultural Con Cuba en la Distancia y Director de la Editorial Aduana Vieja en el Congreso de Cultura Cubana, organizado en Madrid por la Asociación Española Cuba en Transición, y celebrado entre los días 29 y 31 de enero de 2004. 183 términos muy escenográficos: que vamos pasando lentamente a oscuridad la zona donde una vez hubo luz. i Así pues, me permitirán que hilvane entonces una serie de reflexiones que tienen que ver con la universidad cubana en la última década y en la actualidad, que supongo es el período al que los organizadores quieren referirse con el “post” del título de la mesa, si bien me van a permitir que ignore este término, porque creo que abusamos del post, un poco automatizado después de tanto post que tuvimos con el postmodernismo, y yo me pierdo un poco con los post, porque desde mi punto de vista pueden resultar ingenuos y dañinos si nos entretenemos demasiado en ellos. Acaso será ese entusiasmo por los post el que nos haga hablar con tanto gusto del post castrismo, por ejemplo, consiguiendo incluso a veces discursos que no sabemos si son de pura ciencia ficción, pero lo cierto es que no podemos sustraernos al deseo de imaginar cómo será Cuba sin Fidel Castro, y entonces alargaré la etapa de este breve análisis con algunas ideas que, jugando yo también a los pronósticos, qué remedio nos queda, creo deberán ser tenidas en cuenta en la universidad cubana del futuro, si bien igualmente el término Cuba futura va quedándosenos un poco vacío, ya que corremos el riesgo de perderlo, de tanto que llevamos usándolo y tanto que se ha alargado la dictadura, y si bien por otra parte asumo que el analista no es una adivino y no puede hacer vaticinios, sino señalar caminos, tendencias o probabilidades a partir del análisis de la mayor cantidad de información posible. Para comenzar a hablar de la universidad cubana, creo que lo primero que hay que hacer es establecer una distinción entre lo que es, de un lado, la universidad, como espacio público, y del otro lo que es el sistema de educación superior instaurado como conveniencia de un grupo político en el poder. Son dos cosas diferentes, aunque juntas podamos obtener una tercera, esto es, una extraña mezcla donde vemos una universidad militarizada, donde vemos un profesorado mayormente al servicio del régimen, donde vemos bibliotecas náufragas, y, sin embargo, de donde vemos que salen profesionales con un alto nivel de formación. Yo, por ejemplo, tengo que decir que me siento orgulloso de la preparación universitaria que recibí y que he podido notar la diferencia con otros programas en otras universidades fuera de Cuba. Veamos algunas de las características esenciales de la Universidad, y de la universidad en Cuba, como caso particular, para intentar aproximarnos a esta situación paradójica. En primer lugar, la universidad cubana siempre ha gozado de un enorme prestigio por su tradición académica, esto es, como querría Platón, de humildad ante el conocimiento y de aptitud hacia el aprendizaje. Es decir, que se respira allí un ambiente de trabajo e investigación digno de las mejores universidades del mundo. Digamos que es el estrato donde la universidad debe cumplir su función social como institución, y la universidad cubana siempre ha gozado de ese renombre y buen crédito. En segundo lugar, la universidad cubana ha destacado históricamente por su claustro, reuniendo siempre lo más selecto del panorama científico, literario y filosófico nacional; y por último creo que el tercer aspecto que le caracteriza es el de que siempre ha sido un espacio social de crítica. En ocasiones, en la Universidad de Cádiz, ante determinadas actitudes políticas que me he encontrado al tratar allí temas relacionados con Cuba, ya que como todos ustedes saben organizamos en aquella ciudad desde hace tres años los congresos Con Cuba en la Distancia, que reúnen a artistas, escritores e intelectuales, no sólo cubanos, decía que en ocasiones encontrándome con determinadas actitudes políticas en contra, de izquierda, lógicamente, pero de esta izquierda radical, no de la izquierda ideológica, variada y hasta interesante de Julio Anguita, la izquierda con la que se puede y da gusto dialogar, sino de la izquierda que tiene miedo al enfrentamiento y a la evidencia de las cosas, mi reacción ha sido la de defender esa definición de antro de subversión por excelencia que es la Universidad, con mayúsculas. Que es, o que debería ser, porque a veces puede dejar de serlo. Y es una definición, la de antro de i Sarduy, Severo. “Exilado de sí mismo”. Obra Completa. Colección Archivos, ALLCA; Madrid, 1999. T. I, p. 43. 184 subversión, que tengo que reconocer que les causa entre sorpresa y diversión, pero a la que en Cuba todavía estamos acostumbrados. La Universidad como refugio de Libertad. Defensa, por demás, que también teníamos que hacer en Cuba, casi constantemente ya que si estamos acostumbrados a que la universidad española se incline según la tendencia política de su rector, en Cuba la tendencia es a inclinarse, con perdón de la expresión, según la tendencia política que impera en el país, que es única, como sabemos. Ciñéndonos a estas tres claves de la universidad cubana, la de espacio cultural de formación, con su prestigio incluido, la de la calidad de su profesorado, esencial para conseguir el fin formativo, y la de ser un mecanismo generador de crítica y nuevas ideas, vemos que el primero de los fines se ha visto tergiversado, ya que en la universidad cubana, la formación dejó de ser un objetivo final en función de formar soldados, obreros y técnicos al servicio de la revolución. En la universidad cubana lo que menos importa hoy es formar profesionales y enseñarles a pensar, sino crear deudores del sistema, de manera que una vez graduados, el Estado pueda exigir la devolución, mediante la incondicional prestación de servicios, del tiempo y los recursos que como benefactor ha empleado en formarle. Aunque esos recursos sean un poco de agua con azúcar para el desayuno y sopa de coles para el almuerzo. El segundo elemento que teníamos, el de la calidad del claustro de profesores, se ha visto afectado en la última década por la salida forzosa al exilio de muchos de ellos, al romperse el equilibrio entre esfuerzo y compensación por el trabajo realizado. Podemos decir que es una fuga de talento provocada no por el imperialismo capitalista sino por el régimen de Fidel Castro. Evidentemente no podemos decir que los mejores pensadores e investigadores cubanos están hoy en Cuba cuando Lourdes Rensoli, Madeline Cámara, Manuel Díaz Martínez, Iván González, Beatriz Bernal y tantos más, enseñan en otras universidades, por no hablar de la extensa galería de médicos, bioquímicos, físicos o matemáticos que ostentan cátedras en cualquier rincón de la geografía del planeta, y que paradójicamente tiene que constituir un orgullo para todos nosotros. El llamado turismo o jineteo académico, es decir, la posibilidad de salir eventualmente, impartir cursos y regresar a la isla, ha sido sólo posibilidad para unos cuantos, y eso a cambio de ingresar la mayor parte de sus honorarios a la universidad. La anécdota es triste, pero la última vez que pregunté a un catedrático español que había visitado Artes y Letras, por un querido profesor cuya materia ni siquiera mencionaré porque sería decir su nombre, tan conocido es, me contó que antes de regresar, fue a visitarle al Habana Libre para rogarle que le dejara el papel higiénico y la pasta de dientes que le hubiese sobrado de su estancia. De otro, un eminente matemático, dueño y señor de una cátedra donde las hubiera, me contó hace poco la hija que había dejado la universidad, y que había dejado también el inglés para aprender a la carrera un dialecto africano y ponerse no sé cuántas vacunas, para que le permitieran viajar al sur de África en una misión internacionalista que le reportaría un puñado de dólares. Nos queda el tercer elemento, el de la universidad como espacio de crítica. Pues bien, yo creo que este es el único contra el cual la revolución no ha podido hacer nada. Es cierto que ha conseguido sembrar el miedo y retardar sus efectos, pero creo que contra la esencia de la universidad moderna, la de ser un motor generador de ideas y de cuestionamientos ideológicos, su función laboratorio podríamos llamarla, contra ésa, no ha podido hacer mucho, porque es un sentimiento que late y que siempre latirá en la universidad, la de no dar nada por sentado. Y yo recuerdo de mi época de Artes y Letras todas aquellas exposiciones de Arte Calle, y las que se organizaban en la misma facultad, y toda la polémica que generaban. Aquel performance famoso de alguien que abría el diario Granma en el suelo y defecaba sobre sus páginas delante de todos los asistentes; o aquella cara de Ernesto Guevara en las lozas de la escalinata de la Universidad de La Habana, invitando a pisarle o a bordearle. Sinceramente creo que la universidad cubana nunca ha dado por sentado que le debe nada a la revolución. Y estoy hablando de esencias, no de facultades de medicina hasta debajo de una mata de mangos. Esto último forma parte ni siquiera de lo que se dice que son las contradicciones de la revolución, sino de los desesperados intentos de la revolución de poder exigir a cambio. Exigir servicios, 185 exigir pagos, y por supuesto explotar luego esa inversión. Creo que esa función crítica la siguió cumpliendo en los sesenta, la cumplió en los grises setenta, la cumplió en los ochenta, en los noventa y que todavía la sigue cumpliendo. La universidad cubana ha sido y sigue siendo un espacio de reto al sistema. Allí han surgido y siguen surgiendo iniciativas y por eso se le silencia. Por eso Fidel Castro se niega a asistir a las facultades de Periodismo y de Artes y Letras cada vez que los estudiantes le retan, porque no se puede decir que le invitan, hay que decir que cada vez que se le manda y supongo que se le seguirá mandando sin resultado, era como una especie de desafío, como diciéndole, si te atreves ven y enciérrate a discutir aquí con nosotros. Internamente, la universidad cubana siempre ha sido de las primeras estructuras en romper las expectativas del sistema, la primera en hacer saltar las alarmas del régimen por el descontento con cualquier situación. Otra cosa es que los medios de comunicación no reflejen la situación que se vive en la universidad cubana y que la mantengan aislada. Por eso existe represión en la universidad cubana, porque el propio Fidel Castro, habiendo visto germinar la oposición al régimen de Batista entre las columnas de la colina universitaria, sabe que la universidad, por naturaleza, no conoce el miedo y no conoce el silencio. Por eso la dictadura niega el derecho a entrar a la universidad diciendo que la universidad es para los revolucionarios. Para alentar el miedo y la amenaza que allí imperan. La universidad cubana puede que sea la única en el mundo donde cuando no se puede expulsar a un estudiante por su bajo rendimiento, se le expulsa por sus ideas. Eso hace que exista un divorcio entre la universidad cubana y el resto de la sociedad civil que emerge hoy en Cuba. Hoy en la universidad cubana es casi imposible que se desarrolle la praxis política como se ejerce fuera de ella, o que en su seno surjan grupos opositores, porque la universidad cubana carece de autonomía y está sometida a un férreo control policial. Yo guardo, como casi todos guardamos, momentos inolvidables de la universidad, pero dos especialmente tristes que lamentablemente están ahí, junto a lo que es la universidad cubana para mí. Junto a mis grandes y entrañables profesores, junto a los grandes e inolvidables amigos, junto a los amores y los desengaños de aquella juventud. El primero de esos recuerdos es el de la impotencia cuando a una amiga de la facultad la expulsaron por ser hija de un disidente. Ella ni siquiera pertenecía al grupo opositor de su padre. Sencillamente la detuvieron cuando se dirigía a su casa y sin saberlo, se estaba celebrando allí una reunión de esta organización. Intentaron que la expulsión fuese “democrática”, intentaron maquillar aquello una vez que pasó, pasando por las aulas pidiendo el voto de aprobación, pero al menos allí no consiguieron que nadie levantara la mano. El segundo recuerdo que ha quedado para mí como una marca, es el de cuando mi esposa, cursando estudios en Artes y Letras, solicitó un permiso de salida para venir a encontrarse conmigo, que me encontraba estudiando en la Universidad de Cádiz. Entonces mi hijo sólo tenía dos años, y mi esposa fue citada a un despacho del rectorado de la Universidad de La Habana, donde funcionarios de la seguridad del Estado, que allí ocupan plaza como un ilustre maestro más, después de indagar el motivo del viaje, y por qué quería sacar sus programas de estudio, necesarios para continuar cursos en otras universidades, intentaron convencerla, intuyendo que no regresaría, de que no sacara al niño del país, sino que lo dejara para que la revolución se encargara de educarlo, prometiendo que no le faltaría “nada”. Lamentablemente, con todos mis recuerdos de esta etapa que guardo con muchísimo cariño, están estas dos imágenes, la de una universidad que expulsa estudiantes por sus ideas, y la de una universidad desesperada capaz de intentar secuestrar a un niño. Si volver a la universidad, como decía Gastón Baquero, es volver al ayer, de una forma particular donde el tiempo permite 186 que se haga menos pesado el regreso, para mí, tengo que decir que no hay alivio con estas dos sensaciones de las que nunca me podré desprender pase el tiempo que pase.i El día que la universidad cubana se libere por fin, como todo el pueblo de Cuba, de la opresión castrista, recuperará la vocación de universalidad que siempre debió tener, tal y como indica el sentido primario de la palabra universidad, no como ahora, demasiado vuelta a las “necesidades” locales de la revolución. Los profesores e investigadores cubanos verán de una vez cómo sus categorías de investigador les son reconocidas, ya que en Cuba el sistema de educación se niega a reconocer los estándares internacionales en materia de clasificación científica, en un escamoteo constante de sus derechos y méritos investigativos. Las bibliotecas verán incrementar sus deteriorados fondos; muchos de nuestros mejores científicos, investigadores y pensadores, regresarán a la universidad cubana; y los programas docentes buscarán las tendencias de la educación universitarias a nivel internacional para rápidamente volver a ubicarse entre las mejores del mundo. Por todo ello insistía al comienzo de esta intervención en que había que distinguir entre lo que es la universidad, como espacio social, y lo que es una política de educación degradada al servicio de un régimen como el de nuestro longevo sátrapa. La universidad cubana sigue cumpliendo una importante función como parte de la sociedad civil. Cuando todavía no se mencionaba este concepto, tan de moda hoy, ella estaba ahí desempeñando su función como un elemento más. Por eso pienso que es importante que junto a los partidos opositores, los periodistas y las bibliotecas independientes, los grupos de formación religiosa y todas las asociaciones que surgen al margen de la dictadura, consideremos hoy a la universidad cubana como parte de esa sociedad civil, que hoy constituye una vía para el cambio y para el restablecimiento de la democracia en Cuba, y quién sabe si como tantas otras veces en la historia, saldrá de ahí la posibilidad del cambio. i Baquero, Gastón. “Volver a la Universidad”. En: Gastón Baquero. Colección Obra Fundamental. Tomo: Ensayo. Fundación Central Hispano; Salamanca, 1995. p. 317. 187 La Universidad cubana en la era Post Soviética POR WENCESLAO CRUZ Esa universidad, debido a que emigré antes de que el bloque soviético desapareciera, no la conocí, pero dudo que difiera mucho a la de antes a no ser en el incremento de las contradicciones. Contradicciones que incluso se tradujeron en una revisión del programa de la enseñanza de las ciencias políticas –enseñanza obligatoria en todas las carreras-. Era inconcebible para la “dialéctica marxista leninista”, enseñada por los comunistas, el supuesto paso atrás o la “involución” de una Sociedad como las que regían en la Europa del este. «La universidad cubana» dice el propio Ministro de educación superior cubano, Fernando Vecino Alegret, «son un baluarte en la Batalla de Ideas, que asume con dignidad y responsabilidad los desafíos de estos tiempos». El propio Ministro deja claro el objetivo que persigue la Universidad cubana, preparar a los que han logrado entrar - luego del correspondiente aval que las juventudes comunistas confieren para poder entrar a cursar estudios universitarios- en la Batalla de Ideas. ¿Qué es la Batalla de ideas? Ahí se le fue la musa al Ministro. En Cuba los universitarios no pueden tener ideas diferentes sobre temas filosóficos o de cuestiones políticas para enfrentarlas, han de tener una única, y quien difiera es expulsado de forma inmediata. Entiendo que sustancialmente la enseñanza universitaria cubana sigue siendo en apariencia gratis, pero no para todos los que desean. El primer requisito que han de cumplir los aspirantes es el de ser “revolucionarios”, concepto este que no te lo puedes conceder tu mismo, el reconocimiento te lo dan ellos analizando si practicas alguna religión, si tenias familias en el extranjero, si cumplías con las guardias y vigilancias encomendadas en tu lugar de residencia, si hacías trabajos voluntarios, si participabas en los llamamientos a la preparación militar, etc. En el capitulo 5. Educación, Cultura y Ciencia -del Documento de Trabajo propuesto por Osvaldo Payá para debatir y llegar a un documento transitorio definitivo- hay 5 párrafos. Pero se hace referencia solo hasta la enseñanza media, y la educación evidentemente no termina ahí. Considero importante que la gratuidad – tomando como referencia, por ejemplo el modelo español - es importante mantenerla en la Universidad y evidentemente no puede ir condicionada a ideologías o pertenencias a una u otra organización – esto independientemente que puedan haber Centros de enseñanzas y Universidades privadas convenientemente homologados-. En el segundo párrafo que dice: “...El estado se ocupa de fomentar y desarrollar la educación artística, la vocación para la creación y el cultivo del arte” es muy importante dejar claro que no debe ser tal cual es ahora y especificar que se entiende por fomentar y desarrollar desde el estado. Porque no hay dudas que el gobierno actual fomenta la cultura y dice con naturalidad que es libre. Considero que la cultura y el arte pierden parte de su libertad si el estado controla su manifestación. No la perdería si solo se limita a educar, dar las herramientas y garantías para su futura expresión libre. Y eso no lo considero fácil, pues educar en el arte de forma que la educación misma no controle su manifestación futura es bastante difícil. Es muy importante leer este documento de trabajo con un espíritu crítico, que se vean diferentes posturas sobre un mismo tema y que prevalezca la que conlleve consenso o mayoría. Sería actuar de muy mala fe atacar al documento de trabajo propuesto por Payá pensando que atacamos su posicionamiento político o su persona. Debemos entender que aunque él dio un primer y valiente paso el documento deja de ser de él para convertirse en el de todos los cubanos en cuanto cada cubano sea consciente de la importancia de su opinión. Una opinión que siempre le ha sido negada durante la dictadura. Payá dona simplemente una idea de unión y para ello a puesto solo una semilla en un inmenso campo destrozado por el desgobierno personalista de 188 Castro. Una semilla que podemos enriquecer con el abono de nuestras aportaciones, la de los de adentro (que puedan) y las de los de afuera (que quieran). Incluso como el mismo ha dicho en el propio preámbulo del documento si se considerara quitar su propia semilla también es posible. Pero lo que evidentemente nadie podrá quitar es el espíritu de la idea que subyace en su buena acción. 189 Las Organizaciones Cívicas Independientes 190 Lectura sin censura una opción para formar hombres libres POR RAMÓN COLÁS El respeto a la libertad intelectual es parte inseparable de los derechos culturales y sociales de cualquier país. Estos son violados en Cuba y todo indica que tienen la misma edad del régimen cubano. Fue el propio gobernante Fidel Castro el que definió la política cultural del país cuando el 14 de junio de 1961 declaró, en una reunión con destacadas figuras de la intelectualidad cubana, en la Biblioteca Nacional José Martí: “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Aquello se conoció como palabras a los intelectuales, cuando debía reconocerse como una advertencia a los intelectuales. Aquel momento marcó el inicio de una prolongada y agitada carrera de censura oficiosa que provocaría acciones de horror contra escritores, cineastas, poetas, etc. El caso Padilla definió con claridad el alcance de perversidad del modelo político en cuestiones relacionadas con la cultura. No en balde el oficiosismo habla de la cultura de la revolución, ciñéndose, única y exclusivamente, a una cultura limitada por el diseño ideológico y los dogmas que el punto de vista oficial impone y no permite, a la vez, refleja la realidad tal cual es porque está prohibido avanzar en los horizontes de la verdadera cultura nacional. En sintonía con el mismo monólogo y a pocos años de consolidarse el poder en un sistema totalitario, Castro dice en la editorial política: ... “en Cuba por cuestiones de principios hay libros que no merecen que se publique una página, un párrafo... una palabra”. Y para darle continuidad al mismo esquema de censura, el día 10 de julio de 1998 en su comparencia televisiva en ocasión de la apelación al Consejo de Estados de los acusados en la causa número uno, declara: “nosotros nos reservamos el derecho de informar al pueblo lo que creemos conveniente”. Está claro que en una sociedad sultánica, como bien describe Ricardo Puerta al modelo cubano, sin que ello sea una ironía al estimo de Cabrera Infantes, y tutelada por la arrogancia del poder total y el personalismo de Castro, sólo puede funcionar siguiendo el camino de la incondicionalidad tormentosa y de las ideas trazadas por el gran guía. Quiere decir, que una crisis en la cultura se origina como resultado de la negación consciente del derecho a expresar con libertad, mediante las potencialidades del arte, la dinámica de la sociedad cubana. Como el arte no es la realidad misma, pero sí un reflejo de ella, al ausentarse el análisis crítico, mediante el poder de la cultura, podemos hablar de un seudo cultural en la revolución, sin dejar de mencionar, a pesar de ello, a los exponentes genuinos de la cultura que han permanecido en la isla, tratando de encontrar la porosidad conveniente y menos traumática para insertar un arte de calidad y expositivo de nuestras circunstancias. La lectura, que es un placer y una de las necesidades superiores del hombre, también ha estado en el centro de la censura. Para este auditorio no es desconocido que autores como Cabreras Infantes, Zoe Valdés, Reinaldo Arenas, Gastón Baquero, Levi Marrero, Raúl Rivero, Carlos Alberto Montaner y otros tantos son proscriptos por el régimen. La razón de ser prohibidos se debe, justamente y para asombro de los que ignoran nuestro problema, a que sus obras y sus vidas sólo pueden existir fuera de la revolución. Pero una noche, el gran guía, en uno de sus arrebatos, típico de una personalidad trastornada y acentuando sus evidentes rasgos de psicópata, no toma en cuenta sus palabras al responder de forma impulsiva y golpeando a un periodista en el pecho, que “ ...en Cuba no hay libros prohibidos, lo que falta es el dinero para comprarlos”. Al siguiente año, justamente el día 16 de noviembre de 1999 en la IX Cumbre Iberoamericana que tuvo por sede a Cuba, Fidel Castro 191 firmó la Declaración de La Habana que en una de sus partes dice: “Los gobernantes iberoamericanos abogaremos por la libre circulación de los libros en iberoamérica” Fueron, justamente, las primeras de estas palabras las que promovieron lo que hoy el mundo conoce como Proyecto de Bibliotecas Independientes de Cuba. Una iniciativa cultural que ha tenido, además del atractivo de no censurar, el mérito de haber roto el control absoluto sobre la información que ha mantenido el régimen de La Habana durante cuarenta y cinco largos años. Las bibliotecas se instituyen una vez que descubrimos las porosidades del sistema y nos insertamos en una lucha por el respeto de nuestros derechos culturales en el marco de la legalidad. Desde la ley actuábamos contra la inmovilidad del sistema, estableciendo las bases para una toma de conciencia que creciera en virtud de una convocatoria que movilizara al pueblo para demandar el respeto de los derechos violados desde la lectura libre de ideología y compromisos políticos. Cuando hablamos del movimiento independiente dentro de la Isla, las bibliotecas, junto al periodismo, son las iniciativas más visible de todo el espectro oposicionista en Cuba. El hecho que se hayan convertido en centros cívicos donde se debate acerca de la cultura, los valores de la democracia, la libertad y la necesidad de leer como expresión del crecimiento humano, nos permite evaluar un buen futuro para este proyecto. Nuestro problema es cultural. Si bien las bibliotecas cumplen una función sostenible de carácter social en la promoción de la lectura sin censura, debemos tenerlas en cuenta para el futuro democrático de la Isla porque es un espacio real que existe y que tiende a profesionalizarse en medio de la represión actual. El hecho que identifiquemos una crisis en la cultura nos sirve para orientar proyectos culturales de amplias bases, que promuevan una élite capaz de superar la propensión política del pueblo cubano a la intolerancia. Esa misión de futuro será un desafío para los demócratas cubanos y las bibliotecas como parte de una moderna sociedad civil, están llamadas a saciar la sed de información que tienen nuestros compatriotas en Cuba y a participar en la superación cultural. Su misión fundamental será enseñar a pensar al pueblo lo cual servirá para evitar que una tragedia como el castrismo se repita en el país. La emergente sociedad civil cubana se perfila a consolidar el espacio que le ha arrebatado al régimen y hoy funciona con independencia por su capacidad para movilizar una voluntad de cambio y no porque exista un margen de tolerancia oficial. Este movimiento independiente, y por supuesto las bibliotecas dentro de ellas, ha definido que el problema de Cuba se debe a un conflicto entre las fuerzas democráticas, representadas por el movimiento oposicionistas y el régimen de Castro que se ha declarado inamovible. Esta identificación es valiosa para encontrar soluciones posibles que graviten a favor de la democratización del país que permitan, a su vez, el mejoramiento humano como una de las formas que garantizan el desarrollo de la virtud y la capacidad de establecer proyectos individuales de fuerte impacto en la sociedad. La modernización política, económica y social de Cuba dependerá de la calidad de las nuevas instituciones democráticas que se tienen que crear. Es ahí donde, con toda justicia, las bibliotecas tendrán un importante rol que desempeñar. Esa arquitectura social convocará a todos para crear un impacto cultural de amplias bases que sea diseñado desde los valores nacionales a los universales, pasando por el reconocimiento de la historia tergiversada por el modelo actual. En la actualidad las Bibliotecas Independientes se han convertido en centros cívicos y su efecto en la comunidad demuestra cuan tangibles son. Quiere decir, que el espacio ganado no es sólo el que se le ha quitado al régimen, sino el que se ha creado a partir de una oportunidad donde se debate y se promueven alternativas efectivas para encausar proyectos políticos y humanos. 192 El alcance de estos lugares, que han traspasado los espacios interiores de un hogar, se puede medir cuando evaluamos lo que han logrado en seis años de existencias. Además de promocionar la lectura a través de los libros, en las bibliotecas se distribuyen medicamentos, dos de estas instituciones les ofrecen alimentos a los ancianos, otras han recolectado firmas para diferentes proyectos de los oposicionistas y varias han sido sedes de agencias independientes de prensa. Cualquiera que sea la tendencia política del movimiento de cambio que se instituya en Cuba una vez que desaparezca el castrismo, debe olvidar el rol de las bibliotecas para ese futuro de transformaciones políticas y sociales que se edificarán en la Isla. Si pudiéramos resumir cuál ha sido el alcance de esta iniciativa cultural en sus seis años de existencia, pudiera resumirse en las siguientes: Primero: Han logrado romper el control acerca de la información que durante más de cuatro décadas ha mantenido el sistema político totalitario que domina a Cuba. Segundo: Goza del atractivo de no censurar a ningún cubano o extranjero que escriba. La importancia de haber divulgado a escritores cubanos exiliados y permitirle que otros valores de la creación literaria en el mundo sean conocidos en Cuba permite considerar como positivo la dimensión universal del proyecto. Tercero: El fuerte impacto que han tenido en la comunidad les permite convertirse en centros cívicos comunitarios donde, además de ofrecer libros y realizar actividades culturales, favorecen la entrega de medicamentos, comidas y ayuda humanitaria. Del mismo modo, ha extendido su capacidad de acción al trabajo con los niños y los jóvenes. Cuarto: El concurso literario El Heraldo, en su tres versiones, ha permitido la publicación de dos libros con temáticas variadas acerca de la realidad cubana, por personas que radican en Cuba y que antes no habían logrado tener acceso a las editoriales porque sus ideas y opinión política no coincidían con el pensamiento oficial. Quinto: La defensa que el régimen ha tenido que hacer en diferentes foros internacionales por la violación a la libertad intelectual en Cuba, donde se le ha exigido el respeto al Proyecto de las Bibliotecas Independientes, establece una diferencia en un tema donde las autoridades cubanas se vanagloriaban de ciertos logros. Quiere decir, que internacionalmente instituciones como ALA, FAIFE, IFLA, Pen Club -de escritores del Canadá y otros-, han condenado la violación a los derechos culturales del pueblo cubano. Sexto: Haber creado una representación en el exterior por los propios fundadores de las bibliotecas y proyectarla de cara al mundo ha permitido la creación de grupos de apoyo en diferentes países como Suecia, Francia, España y los Estados Unidos. Al tomar en cuenta la extensión y la complejidad del proyecto dentro de Cuba ha sido necesario diseñar una estrategia para actuar con mayor efectividad en la Isla e internacionalmente. Lo más importante es el crecimiento de las bibliotecas en el empeño de consolidarlas y llevarlas a un estatus de profesionalización que indiquen su valor como centros promotores de la lectura sin censura. Muchas gracias. 193 La Política Cultural Cubana o la UNEAC por Dentro 194 Los nudos de la mordaza POR MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ En Cuba, desde 1902, año en que se funda la República, hasta el triunfo de la revolución de Fidel Castro, en 1959, la libertad de expresión, en lo tocante a la prensa periódica, conoció sólo agresiones esporádicas, si bien muy graves en algunos casos. Gerardo Machado y Fulgencio Batista fueron los gobernantes del período republicano que, en sus respectivos regímenes dictatoriales, la respetaron menos: ambos reprimieron o corrompieron periodistas, cerraron órganos de prensa e impusieron eventualmente la censura decretando “estados de excepción”. Aunque la libertad de prensa en la República no muestra un historial exento de achaques, una ojeada a los fondos de las hemerotecas cubanas demostraría que gozó de una salud que nos resulta envidiable a los cubanos de hoyi. Y si se pasea la mirada sobre la literatura y el arte nuestros de aquel período, será fácil reconocer que la libertad de expresión en estas esferas fue absoluta. Repasando nuestra historia, nos admira que, a los veinte años de fundada la República, ya hubiera en Cuba, entonces un país de apenas dos millones de habitantes y que empezaba su andadura democrática, siete revistas, entre ellas las históricas Bohemia, Social y Carteles, y alrededor de una docena de periódicos, dos muy significativos: El Heraldo de Cuba, liberal, y La Discusión, conservador. Entre las promesas contenidas en el programa político con que Fidel Castro tomó el poder, figuraba la de restaurar la Constitución de 1940. El 11 de julio de 1957, Fidel Castro, a nombre del Movimiento 26 de Julio, que él encabezaba, firmó la “Proclama de la Sierra Maestra”ii, documento en que se declara, “bajo formal promesa, que el gobierno provisional [el de la revolución cuando ésta triunfase] celebrará elecciones generales para todos los cargos del Estado, las provincias y los municipios en el término de un año bajo las normas de la Constitución del 40...” y daba “Garantía absoluta a la libertad de información, a la prensa radial y escrita y a todos los derechos individuales y políticos garantizados por la [misma] Constitución...” Restaurar la Constitución de 1940 —dejada sin efecto por Batista en su último mandato, surgido del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952— equivalía a reactivar las libertades democráticas. Por ejemplo, en el Artículo 33 del Título Cuarto (De los Derechos Fundamentales), esta ley de leyes establece que “Toda persona podrá, sin sujeción a censura previa, emitir libremente su pensamiento de palabra, por escrito o por cualquier otro medio gráfico u oral de expresión, utilizando para ello cualesquiera o todos los procedimientos de difusión disponibles” y que “Sólo podrá ser recogida la edición de libros, folletos, diarios, películas, periódicos o publicaciones de cualquier índole cuando atenten contra la honra de las personas, el orden social o la paz pública, previa resolución fundada de autoridad judicial competente...”. Tan pronto como obtuvo al poder, Castro se esforzó en mostrarse como un abanderado de la libertad de expresión en su magnitud más liberal. En un discurso de 1959 dijo: “...soy de los que i En La historia me absolverá, su discurso de defensa ante el tribunal que lo juzgó en 1953 por el asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro evoca un hecho que muestra la libertad de prensa que existía en la República.. Dice Castro: “Se sabía que en 1933, al finalizar el combate del Hotel Nacional [entre oficiales del Ejército y partidarios de la revolución de los sargentos, dirigida por Batista, nuevo hombre fuerte del país tras la caída de Machado], algunos oficiales fueron asesinados después de rendirse, lo cual motivó una enérgica protesta de la revista Bohemia”. ii Para consultar este documento véase: Ángel Cuadra, Las motivaciones de Pedro Luis Boitel, Miami, Ediciones Memorias, 2001. 195 creen sinceramente en las libertades, soy de los que creen que cada cual debe tener el derecho de opinar lo que piensa. Y si no piensa como yo, le discuto sus razones, argumento contra sus ideas, pero no le quito el derecho de opinar de acuerdo con su conciencia. [...] Tal es nuestro ideal de una sociedad donde todos tengan derecho a la libertad, sean mayoría o sean minoría...” En otro discurso, pronunciado el 2 de abril de aquel año, hizo esta confesión: “Yo quisiera que los hombres fueran más libres todavía. La gran verdad es que el hombre aun si sabe escribir y sabe hablar, no tiene donde hablar ni donde escribir. Luego, la gran verdad es que esos derechos, por los cuales ha sufrido tanto la humanidad, son más restringidos de lo que parece y lo que deben los hombres verdaderamente democráticos es tratar de ampliar esos derechos a todo el mundo”. Recurriendo a ejemplos concretos, tres meses más tarde el líder de la revolución declaró: “Nosotros hemos proclamado el derecho que tiene todo el mundo a escribir lo que piensa, desde el Diario de la Marina hasta el periódico Hoy. Eso es la democracia”i. En 1960, a unos meses de tales declaraciones, Castro clausuró por la fuerza todos los periódicos del país, menos el comunista Hoy, que mantuvo una aparente autonomía hasta desaparecer un lustro después. Uno de los últimos en ser incautado fue el conservador Diario de la Marina, que venía publicándose desde hacía 128 años y que sólo había sufrido un corto período de silencio —compartido con El País e impuesto por Machado en 1930— antes de enmudecer para siempre a manos de Castro. Suerte idéntica a la de los diarios corrieron las radioemisoras, los canales de televisión y el resto de las publicaciones periódicas, como las revistas Bohemia, Carteles y Vanidades. Los medios que no desaparecieron quedaron bajo el control del Estado y, con los mismos nombres o con otros, constituyeron la red inicial de divulgación del discurso único —el de Fidel Castro— establecido por el nuevo régimen. El fin de la autonomía de la prensa periódica fue el debut de un proceso de necrosis de la libertad de expresión que se extendió inmediatamente a todas las manifestaciones del pensamiento, incluyendo las artísticas. Ni en los momentos más sombríos de la colonia, la libertad de expresión padeció en Cuba tan rigurosa aplicación de la mordaza. No obstante estar blindada por un ideario redentorista que atrajo la fervorosa adhesión de las mayorías —incluso de buena parte de los intelectuales—, la voluntad del nuevo régimen de cancelar la libertad de expresión halló resistencia, aun en las propias filas de éste, y dio origen a traumáticas batallas. Las más resonantes, en el ámbito nacional y en el internacional, se libraron en el campo de la literatura y el arte. Castro, dueño absoluto del poder, máximo depositario entonces de la fe de las masas, logró su propósito, pero tuvo que pagar un precio por ello. Del Caso Padilla, la más conocida de aquellas batallas, salió con el primer boquete en el blindaje. La política cultural de la revolución cubana no pudo tener un nacimiento más revelador de lo que con ella se propuso, y consiguió, el nuevo régimen: nació, en 1961, con el veto a una película —el documental P.M., que incurrió en el error político de no ofrecernos una versión espartana de la noche habanera—, el cierre de una revista —Lunes de Revolución, cuyo preocupante pluralismo le impedía parecerse a la paradigmática Literaturnaia Gazeta, de Moscú— y la implantación de la norma de Fidel Castro para la nueva cultura cubana: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, ningún derecho”. Estos síntomas del totalitarismo que se nos echaba encima ensombrecieron el noviazgo de los intelectuales con los dirigentes del Estado revolucionario, abriendo, entre unos y otros, una brecha de desconfianza mutua que posteriores desencuentros fueron ahondando hasta llegar, en algunos casos, a la ruptura de relaciones y, en otros, al matrimonio de conveniencia. La segunda y más asfixiante vuelta de tuerca de su política cultural la dio Castro en el Primer Congreso de Educación y Cultura, celebrado en La Habana en abril de 1971. Allí, exigiendo que i Los discursos a los que pertenecen estas citas fueron publicados en la prensa cubana de la época y están recogidos en libros editados por el régimen.. 196 la literatura y el arte fuesen “armas de la revolución”, implantó el realismo socialista como única fórmula estética aceptablei. Fidel Castro no restableció la Constitución de 1940. El lugar de ésta lo han ocupado sucesivamente una titulada “Ley fundamental de la República”, promulgada por el Consejo de Ministros en 1959ii, y las Constituciones de 1976 y 1992, todas dictadas por Castro y huérfanas del aval de una asamblea constituyente. Estas cartas magnas a la carta restringen, o sencillamente derogan, las garantías jurídicas, las libertades sociales y los derechos cívicos consagrados por la Constitución de 1940 y están concebidas para legitimar la hegemonía del Partido Comunista sobre el Estado y la de éste sobre los ciudadanos, o lo que es igual: para sustituir el Estado de Derecho por la tiranía totalitariaiii. Las Constituciones de 1976 y 1992 dicen, la primera en el Artículo 52 y la segunda en el 53, que “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad”. El inciso “ch” del Artículo 53 de la Constitución de 1992 precisa que “es libre la creación artística siempre que su contenido no sea contrario a la Revolución”iv. (Las cursivas son mías.) Debe tomarse en cuenta, para comprender en toda su extensión el alcance restrictivo, antidemocrático, de estas premisas, que las Constituciones de Castro designan al Partido Comunista —el único autorizado en el país— como “la fuerza dirigente de la sociedad y del Estado”, y que una reforma introducida, en junio de 2002, en la Constitución de 1992 proclama que en Cuba “el socialismo es irrevocable”. i Ver el discurso de Fidel Castro en el acto central del Primer Congreso de Educación y Cultura, periódico Granma, La Habana, lunes 3 de mayo de 1971. ii Cuando Castro hizo que su Consejo de Ministros aprobara esta “Ley fundamental de la República” parece no haber tenido en cuenta que, en La historia me absolverá, reprocha a Batista haber facultado al Consejo de Ministros, en los Estatutos provisionales que promulgó tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, para modificar la Constitución. Veamos los argumentos de Castro, aplicables a él, en su censura a Batista: “Hay en los Estatutos un artículo que ha pasado bastante inadvertido pero es el que da la clave de esta situación y del cual vamos a sacar conclusiones decisivas. Me refiero a la cláusula de reforma contenida en el artículo 257 y que dice textualmente: “Esta Ley Constitucional podrá ser reformada por el Consejo de Ministros con un quórum de las dos terceras partes de sus miembros”. Aquí la burla llegó al colmo. No es sólo que hayan ejercido la soberanía para imponer al pueblo una Constitución sin contar con su consentimiento y elegir un Gobierno que concentra en sus manos todos los poderes, sino que por el artículo 257 hacen suyo definitivamente el atributo más esencial de la soberanía, que es la facultad de reformar la Ley suprema y fundamental de la nación, cosa que han hecho ya varias veces desde el 10 de marzo, aunque afirman con el mayor cinismo del mundo en el artículo 2 que la soberanía reside en el pueblo y de él dimanan todos los poderes. Si para realizar estas reformas basta la conformidad del Consejo de Ministros con un quórum de sus dos terceras partes y el presidente es quien nombra al Consejo de Ministros, queda entonces en manos de un solo hombre el derecho de hacer y deshacer la República”. iii “El peor aspecto de la vigencia de las tres últimas constituciones en la historia de nuestra patria radica [...] en que el pueblo de Cuba haya dejado de practicar la democracia por casi medio siglo y que el concepto de Estado de Derecho sea conocido por los juristas, si acaso.” (Leonel Antonio de la Cuesta, “Análisis sobre el constitucionalismo en Cuba en el siglo XX”, en Centenario de la República de Cuba (1902-2002), Madrid, Editorial Hispano Cubana, 2003, pp. 163-180.) iv “Además, tanto la Constitución como la legislación secundaria cubanas se caracterizan por contar con conceptos imprecisos, como “orden público”, “defensa de la revolución”, “defensa del socialismo”, “construcción del socialismo”, “seguridad del Estado”, “intereses populares” y otros, que resultan muy elásticos y que ofrecen los suficientes márgenes de vaguedad para que el Estado imponga límites a dichos derechos”. (Beatriz Bernal, Cuba y sus leyes. Estudios histórico-jurídicos, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2002, p. 156.) 197 Para más, el gobierno de Castro promulgó en febrero de 1999 la Ley 88 “De protección de la independencia nacional y la economía de Cuba”, conocida por el mejor nombre de Ley Mordaza, gracias a la cual quienes hagan críticas al régimen pueden ser castigadas hasta con 20 años de cárcel y confiscación de bienes. Los tribunales de Castro la estrenaron en la primavera de 2003 para encarcelar a 75 ciudadanos que hacían política de oposición al régimen, entre ellos 26 periodistas. Si el Caso Padilla fue el de mayor resonancia entre los primeros engendrados por la censura castrista —los otros son los ya citados del documental fílmico P.M. y el magazine Lunes de Revolución, el de la editorial El Puente y el de la revista Pensamiento Crítico—, veintitrés años más tarde el más escandaloso fue el de la poetisa María Elena Cruz Varela y la Carta de los Diez, al que siguió el Caso CEA (Centro de Estudios de América), poco conocido dentro y fuera de Cuba a pesar de habérsele dedicado todo un libroi. Pero si tales conflictos resquebrajaron la imagen que de sí difundía el régimen, el que definitivamente hizo añicos esa imagen fraudulenta, provocando la reprobación pública de gran parte de la izquierda europea e iberoamericana, es el de los 75 disidentes encarcelados al comenzar la segunda guerra de Irak. Todos los atentados del castrismo contra la libertad de expresión han tenido consecuencias graves para los intelectuales afectados: marginación social, silenciamiento forzoso, desempleo, cárcel, exilio y hasta abandono de la actividad creadora. Todas nefastas para el desenvolvimiento de la cultura y de las relaciones humanas en nuestro país. Ésta es materia que conozco por experiencia propia. Treinta años de mi vida están marcados por mis relaciones con la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. En 1961 acompañé a Nicolás Guillén a abrir la puerta de la casona de El Vedado que la revolución asignó a la UNEAC, y salí por esa puerta, prácticamente hacia el exilio, en 1991, cuando me expulsaron de aquel templo de las musas por negarme a seguir de acólito en sus misas. En la UNEAC formé parte del secretariado de la Sección de Literatura, fui jefe de redacción de La Gaceta de Cuba y presidente de la Sub-Sección de Poesía y actué como jurado del Premio “Julián del Casal” en dos ocasiones: cuando, con mi voto, lo ganó Padilla y cuando, también con mi voto, lo ganó María Elena Cruz Varela; y en la UNEAC sufrí, en carne propia, el Caso Padilla y la represión contra los firmantes de la Carta de los diez, entre los cuales me hallo. La UNEAC es una pieza básica del mecanismo creado por la revolución para acotar y controlar la actividad de los artistas y escritores. De un tiempo a esta parte, en sus publicaciones se advierte una cierta apertura para temas que hasta ayer eran tabú; una apertura, por poner un ejemplo, que permite a las víctimas del Caso Padilla que permanecen en Cuba condenar aquella ordalía, pero culpando de ella a los funcionarios de entonces, no al sistema ni al supremo inquisidor. A los miembros de la UNEAC se les permite ahora tocar el manto, pero siguen sin permiso para tocar el santo. En Cuba, en la esfera de la cultura y en todas, las aperturas son ampliaciones del patio de una cárcel. Nacida de la muerte de la libertad de expresión decretada por Castro, en 1961, en su discurso Palabras a los intelectuales, la UNEAC es un calco de las Uniones de Escritores que integraban el entramado burocrático-policíaco de los regímenes comunistas del próximo y el lejano Este. Aparte de la nuestra, conocí de cerca la soviética, la búlgara y la checa. Eran lo mismo: esteras mecánicas para trasladar a los escritores las órdenes del partido comunista, y, de retroceso, trasladar informes, al partido y a la policía política, sobre el cumplimiento de esas órdenes por parte de los escritores. i Mauricio Giuliano, El caso CEA. Intelectuales e inquisidores en Cuba. ¿Perestroika en la isla? Miami, Ediciones Universal, 1998. 198 En mis tres largas décadas de estancia en los redaños del socialcaudillismo cubano aprendí que, para consumar su tarea, lo que más necesita el creador de cultura es ser libre. Asimismo aprendí que la acción más castrante de la censura es la de inducir a la autocensura. Para terminar les diré que pienso que la literatura escrita en Cuba a partir de 1959 sería muy distinta de la que es si hubiese sido escrita en libertad. 199 El resurgimiento o revitalización de las creencias religiosas en Cuba 200 La Iglesia y la democracia en Cuba. Un espacio para el diálogo POR RAFAEL RUBIO NÚÑEZ Profesor Derecho Constitucional Presidente AECT La vida de la iglesia en Cuba durante la segunda mitad del siglo XX, viene marcada, como todo en la vida de la isla, por sus relaciones con la Revolución. Desde la defensa de los derechos básicos de los sublevados que sobrevivieron al Motín del Cuartel de la Moncada, entre los que se encontraba Fidel Castro, hasta la visita del Papa a la Isla en el año 1998, la historia de la iglesia en Cuba se interpreta en clave política. Este problema, común a muchos acontecimientos recientes de la historia, también en España, trae consigo infinidad de problemas, al introducir elementos económicos, sociales e ideológicos, en el análisis de una institución que si bien, establecida en la tierra desarrolla su labor implicada en la vida ordinaria de los hombres, no tiene entre sus funciones la de orientar políticamente la vida de sus fieles. Unos y otros tratan de utilizar la imagen de la iglesia en beneficio propio, para unos “agencias informativas, hostiles a la Revolución Cubana, se han dedicado, durante años, a difundir una imagen distorsionada de la vida de la Iglesia y de los creyentes, destacando algunas secuelas que dejaron los enfrentamientos iniciales entre el pueblo revolucionario y aquellos que escudados en la religión desplegaron una actividad contrarrevolucionaria, con el objetivo de hacer creer a la opinión mundial que en Cuba se reprimen las libertades ciudadanas”i. Así se denuncia la utilización de la Iglesia, principalmente la Católica, con el objetivo de confundir al pueblo, dividirlo y desestabilizar el proceso revolucionario. Frente a esta, la visión de la oposición democrática, ve en la Iglesia un elemento de democratización activo, en su defensa de los derechos humanos, y no duda en condenar cualquier actitud conciliadora de su jerarquía con el régimen, promoviendo y financiando una política de enfrentamiento absoluto. Entre dos fuegos, la Iglesia de Cuba desarrolla su labor pastoral y asistencial, defendiendo la dignidad de la persona y los derechos humanos siempre que hay necesidad, hasta cierto punto ajena a unos y otros. La iglesia en Cuba en la década de los 90 Al principio la actitud de la Iglesia frente a la revolución fue titubeante, a la acogida calurosa que propinó el arzobispo de Santiago a Fidel Castro a su entrada en Santiago, siguió una desconfianza que iba aumentando conforme se iba confirmando el carácter marxista de la revolución, que terminó con la ruptura total, y el enfrentamiento entre la iglesia y el Estado, que dio lugar a la persecución de los católicos, su internamiento en centros de reeducación (UMAP) e incluso la expulsión de sacerdotes y religiosos. A finales de los ochenta el acercamiento se va produciendo y así lo constata las visitas a la Isla del Cardenal Etchegaray, Presidente de la Comisión Pontificia Justicia y Paz, en 1988, la del Cardenal Law, Arzobispo de Boston, en 1990 y la activación de las gestiones para la visita del Santo Padre que ese mismo año realizaron la Conferencia Episcopal y el Jefe de la oficina de Asuntos religiosos del Comité Central del Partido. Aunque un repentino e inesperado ataque de Fidel Castro a la jerarquía de la iglesia, acusándola de seguidismo de la política norteamericana, i González, Doria. Iglesias y creyentes en la Cuba Socialista; Editorial Cultura Popular; La Habana, 1987. pag. 1 201 y las críticas del Cardenal Ortega por la pena de muerte impuesta a los acusados de narcotráfico en el caso Ochoa, y el tono de denuncia del Mensaje de Navidad de 1989 vuelven a introducir la incertidumbre en la relacióni., y lleva a anular la visita del Papa prevista para comienzos de 1991. Como hemos visto teóricamente “la revolución socialista ofrecía las condiciones materiales y jurídicas para que todas las iglesias desarrollen su labor y los creyentes de todos los cultos satisfagan sus necesidades religiosas”ii. Así “las instituciones estatales están sustraídas al influjo de la iglesia y la religión y las entidades religiosas tienen garantizadas las condiciones necesarias para desarrollar sus actividades y satisfacer las demandas espirituales de los creyentes”iii pero hasta 1991 la revolución establecía fuertes restricciones a la militancia en el PCC por motivos de fe religiosa; algo que en un sistema como el cubano en el que el partido mantiene una ubicación de poder dentro del sistema político supone “la exclusión total de la participación en el esquema de dirección y en determinados niveles de la sociedad”iv, lo que supone una discriminación de trascendental importancia además de toda una serie de exclusiones en centros docentes y laborales. En esta fecha, durante el IV Congreso del PCC se decide permitir el ingreso de los creyentes al Partido Comunistav, algo que provocó fundamentalmente que algunos comunistas se acercaran a la iglesia, algo no previsto en el Congreso, y que planteo algún problema teóricovi y decidieron bautizar a sus hijos. Frente a esto la iglesia, tras exigir al Partido que permitiera a los militantes del Partido manifestarse como creyentes, deja claro que “si el PCC sigue conservando su ateísmo integral y explicación de la realidad física, personal, social y política basada en los postulados del materialismo, a un católico le es moralmente imposible pertenecer a dicho partido sin perder por ello su identidad cristiana”vii. Además Cuba seguía siendo oficialmente atea, según la redacción del artículo 54 de la Constitución del 76, por lo que fue necesario proceder a una reforma constitucional en el año 1992, para recoger el espíritu del IV Congreso rebajando la actitud hostil del estado. Esta modificación afectaba a los artículos 41, 42 y 55, con el objeto de omitir la discriminación religiosa y suprimir el ateismo como “religión oficial del Estado”: “El Estado, que reconoce, respeta y garantiza la libertad de conciencia y de religión, reconoce, respeta y garantiza a la vez la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar, dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su preferencia. La ley regula las relaciones del Estado con las instituciones religiosas” (artículo 55). La Iglesia siguió avanzando por la vía del diálogo, entre nuevas tensiones durante el año 1992, actos de repudioviii, brigadas de respuesta rápida en las celebraciones religiosasix, por los que la jerarquía tuvo que protestar ante las autoridades, protestas que se compatibilizaron con la llamada a la prudencia política de sus presbíterosx y el rechazo del recrudecimiento del embargoi. i Fidel Castro, durante un encuentro con comunidades eclesiales de bases, Brasil, 1990. González, Doria; Iglesias y creyentes en la Cuba Socialista; Editorial Cultura Popular; La Habana, 1987. pag. 25 iii González, Doria; Iglesias y creyentes en la Cuba Socialista; Editorial Cultura Popular; La Habana, 1987. pag. 28 iv Alonso, Aurelio. Iglesia y Política en Cuba revolucionaria. Editorial de Ciencias Sociales, 1997. p. 35 v Resolución del IV Congreso del PCC, punto 13. “Suprimir en la práctica de los procesos de crecimiento del Partido cualquier interpretación de los actuales estatutos que entrañe negar a un revolucionario de vanguardia, en rezón de sus creencias religiosas, el derecho a aspirar a ser admitido en el Partido”. vi Entrevista con José Felipe Carneado, jefe de la oficina de Asuntos Religiosos del PCC, Cuba Internacional, La Habana, 1992. vii La posible admisión de los creyentes en el PCC. Obispos de Cuba, La Habana, 1991. viii Nota de prensa sobre los actos de repudio, Obispos de Cuba, 1991. ix Declaración de la conferencia de obispos católicos de Cuba, octubre de 1992. x Homilía pronunciada por el excmo. Mons. Jaime Ortega en la celebración de la Misa Crismal, abril de ii 202 A comienzos de 1993 Juan Pablo II, expresó su deseo de “que las aspiraciones de los cubanos a una sociedad renovada en la justicia y la paz puedan hacerse realidad” añadiendo “los católicos, sin reivindicar privilegios pretenden aportar su contribución a esta evolución con la claridad de su testimonio evangélico”.ii En consonancia con estas palabras, la carta pastoral del episcopado “El amor todo lo espera” presentado en 1993 marca las líneas del papel que la iglesia considera que tiene que jugar en la isla. El texto comienza manifestando la preocupación de los Obispos por la crisis que vive la nación, y que va más allá de lo económico, provocando el debilitamiento de la institución familiar, la proliferación de una conducta mimética, de la inercia conformista, de la búsqueda de seguridades en el criterio oficial y otras malformaciones como “las explosiones de violencia irracional” o “el carácter excluyente y omnipresente de la ideología oficial que conlleva la identificación de patria y socialismo, estado y gobierno, autoridad y poder, legalidad y moralidad, cubano y revolucionario” reproducidas unas y generadas otras por el socialismo. Ante esta situación el documento va aportando reflexiones éticas y morales, apuntando una estrategia que incorpora aspectos que deben cambiar en el sistema económico e institucional, que vendrá marcada por el diálogo entre las autoridades y la sociedad, y entre la Isla y la diáspora; diálogo que se presenta como único camino para hacer frente a esos duros momentos del periodo especial a través de la reconciliación nacional, y que la propia iglesia ejemplificó en el encuentro entre el Comité Permanente de la Conferencia episcopal y tres obispos cubanos que prestaban sus servicios pastorales fuera de Cubaiii. Sus propuestas no fueron bien recibidas por el régimen que sometió el texto a durísimos ataques que se prolongaron durante más de un mes, a través de todo tipo de tergiversaciones y cerrando cualquier oportunidad de colaboración con las autoridades eclesiásticas. Se acusaba al texto de estar escrito para contentar al exilio, que tampoco lo acogió con los brazos abiertos; de tratar de movilizar a la sociedad civil en un plano distinto al que procura el sistema político; y de no reconocer los importantes avances provocados por el IV Congreso y la reforma constitucional, mientras silenciaba la responsabilidad norteamericana en la situación económica que vivía la isla. Aun así, muchas de las medidas allí propuestas se fueron adoptando como medio para tratar de poner fin a la crisis económica que azotaba el país desde el desmoronamiento de los países del Este, sin contar con la Iglesia como actor reconocido en el cambio, lo que provocó que con la entrada masiva de extranjeros se produjera una disminución de la presión ideológica y de la propaganda. Aun así han seguido existiendo puntos de fricción como el hundimiento del remolcador que pretendía huir de la isla, y el incremento de personas que pretendía huir de la isla y los sucesivos naufragios lo que provocó la condena de la Conferencia episcopaliv y la solicitud del diálogo a las autoridades cubanas y norteamericanasv. En este contexto, el nombramiento, a finales de 1994, del segundo cardenal cubano el Arzobispo de la Habana, Monseñor Ortega, se interpretó también como “una valorización de la Iglesia de Cuba y un redimensionamiento con miras puestas en la recuperación católica... y al papel mismo de la institución dentro de la sociedad civil de la Isla”vi. Así lo pretendía el Papa 1992. p. 22 i Declaración de la Conferencia de Obisposa Católicos de Cuba ante el recrudecimiento del embargo económico contra nuestro país, octubre de 1992. ii Despacho de EFE, 16 de enero de 1993. iii Encuentro en México de Mons. Jaime Ortega, Mons. Pedro Meurice y Mons. Emilio Aranguren con Mons. Eduardo Boza, Mons. Agustín A. Román y Mons. Enrique San Pedro, Febrero de 1994. iv Mensaje del Arzobispo de La Habana sobre el naufragio del remolcador, julio, 1994. v Llamamiento a todos nuestros fieles cristianos, a todo nuestro pueblo cubano. Obispos cubanos, 1994, y Comunicado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba acerca de la actualidad nacional, setiembre, 1994. vi Alonso, Aurelio. Iglesia y Política en Cuba revolucionaria. Editorial de Ciencias Sociales, 1997. p. 1 203 que habla a los jóvenes de compromiso con la sociedad y dice “...los cristianos deben de pasar de la sola presencia a la animación desde dentro de esos ambientes (los ambientes de la sociedad en los que Cristo y la Iglesia se encarnan)”i “La Iglesia desea poder disponer del espacio necesario para seguir sirviendo a todos en conformidad con la misión y las enseñanzas de Jesucristo”ii por lo que Juan Pablo II no ha dudado en agradecer a las autoridades “...todas las muestras de colaboración y buena voluntad, como el permiso otorgado a algunos religiosos llegados de fuera, para ponerse al servicio estable de la comunidad cubana”iii. Se puede decir que en los últimos tiempos “las relaciones entre la Iglesia y el Estado se inscriben en un proceso histórico que ha progresado dinámicamente hacia el respeto y la comprensión”iv, gracias a la progresiva disipación del ateismo doctrinario, aunque la iglesia no deja de advertir frente a “la insuficiencia del materialismo marxista y su fallo existencial” (ENEC, 1996)v. En los últimos años la visita a la isla del secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano, Jean Louis Turan, en octubre de 1996, la visita de Fidel Castro al Vaticano, en noviembre del mismo año, el proceso de beatificación del Padre Felix Varela o la Visita del Santo Padre Juan Pablo II en 1998, han supuesto señales de acercamiento. La visita del Papa en 1998 vino a reforzar esa política y quizás sus palabras “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba” serían el mejor resumen de su visita pastoral. Castro hizo algunas concesiones con motivo de la visita, sin llegar a ampliar los espacios de influencia de la Iglesia Católica. Juan Pablo II logró que la Navidad fuera de nuevo festivo, que por primera vez en cuarenta años hubiese manifestaciones públicas nocomunistas, que entrasen en la Islas cerca de sesenta nuevos sacerdotes, miles de bautizados, de personas que han vuelto a la Iglesia católica, la ayuda económica recibida para la reconstrucción de más de treinta iglesias, la liberación de un buen número de los presos políticos que el Papa solicitó que se liberasen… El llamamiento del Papa, además de una invitación a la inserción de Cuba en el panorama internacional, exigía la apertura del régimen a los derechos fundamentales, “desde el derecho a la vida, a la salud y a la educación hasta el derecho a la libertad de expresión y de participación social y política”vi. Cinco años después no se puede decir que la situación, de la Iglesia y de las libertades en la Isla, haya mejorado ostensiblemente tras la visita del Papa, por el contrario “comenzó en el país un aparente proceso de revisión que no favorecía las aspiraciones de pluralismo, tolerancia y apertura” solicitadas por el Santo Padre, al contrario se experimentó una vuelta al lenguaje y a los métodos propios de los primeros años de la Revolución en todo lo referente a la ideología… lo que se hace presente mediante “la batalla de ideas”, “las marchas”, “las tribunas” y “las mesas redondas”vii. “Se suma a ello una franca involución en la apertura de la economía a la justa aspiración del pueblo en pequeños negocios, trabajos privados, etc. Gravados cada vez más por impuestos, multas elevadas, negación de permisos que desalientan o impiden esas actividades económicas”viii i Juan Pablo II, Mensaje a los jóvenes cubanos, 23 de enero de 1998. Juan Pablo II, Discurso en la Ceremonia de Llegada al Aeropuerto Internacional José Martí, 21 de Enero de 1998. iii Visita Ad Limina Apostolorum de los Obispos de Cuba; Despacho cablegráfico de la agencia EFE, Ciudad del Vaticano, 1 de julio de 1983. iv Ana María Ruiz: “Monseñor Ortega”. Prisma, n 115, marzo de 1982. p. 21 v Alonso, Aurelio. Iglesia y Política en Cuba revolucionaria. Editorial de Ciencias Sociales, 1997. p. 2 vi La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. vii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. viii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. ii 204 Entre los acontecimientos que merece la pena destacar se encuentra la concesión a Fidel Castro de la Cruz Ecuménica con la Estrella de Comendador de Santa Brígida, “por inspirar la formación de los más altos ideales en los que se basa el diálogo ecuménico y los valores promovidos por Santa Brígida de Suecia”i. Durante la entrega del premio Fidel Castro destacó “el espíritu de sacrificio, la entrega generosa y los sentimientos nobles y solidarios de las múltiples congregaciones que, como la de Santa Brígida, desarrollan su labor en el seno de la Iglesia Cubana”ii. La concesión de esta distinción, en un acto al que no asistió ningún representante oficial de la Iglesia cubana, provocó una profunda polémicaiii que llevó a la Conferencia Episcopal Cubana y al Cardenal Ortega a recordar las numerosas congregaciones religiosas (mas de 15) y sacerdotes que llevan años esperando un la autorización del gobierno para realizar su misión en Cuba, y a denunciar el silencio de los medios de comunicación que ignoraron el acto de acogida de la orden, celebrado días antes, mientras que dieron una cobertura inusitada al acto oficial, animando a no vincular la actitud de la Iglesia y de su cabeza Juan Pablo II con “los excesos en las palabras y en los gestos que hemos constatado en estos actos por parte de algunas personalidades de la Iglesia como resultado de la improvisación y del talante personal de cada uno”iv. Tras las detenciones del mes de marzo de 2003, la iglesia reaccionó, aunque de forma discreta y quizás sin la fuerza que muchos deseaban. Su Santidad el Papa Juan Pablo II, a través de una carta reservada del Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Angelo Sodano, solicitaba clemencia en carta privada al Dictador. El Vaticano explicaba la privacidad de esta carta, que fue divulgada ante el escándalo generado por el supuesto silenciov, aclarando que no se trataba de protección hacia el régimen, sino de caridad, al dar al régimen “la posibilidad de iniciar un camino hacia la recuperación de su dignidad”vi. En la misma el Papa expresaba su profunda aflicción “ante las duras impuestas recientemente a numerosos ciudadanos cubanos y, las condenas a la pena capital”, y solicitaba “un significativo gesto de clemencia con la seguridad de que dicho acto contribuiría a crear un clima de mayor distensión en beneficio del querido pueblo cubano”, planteando al dictador la conveniencia de “una confrontación sincera y constructiva entre ciudadanos y autoridades civiles” para garantizar “la promoción de un Estado moderno y democrático”vii. Mientras desde los púlpitos se exigía la liberación de los presos y días más tarde los obispos cubanos manifestaban su preocupación ante el encarcelamiento y las condenas impuestas a los opositores políticos, así como la aplicación la pena de muerte tras juicios sumarísimos. Meses después de estos momentos críticos en la relación, en el mes de setiembre de 2003, la Conferencia Episcopal (COCC) ha publicado un documento, instrucción teológico-pastoral, denominada “La presencia social de la Iglesia”. El texto aborda valientemente la posición de la iglesia dentro de la sociedad cubana, sus criticadas relaciones con el gobierno, su supuesta permisividad con las violaciones de los derechos humanos, y, sin dejar de hacer frente, a las numerosas críticas recibidas, afronta la difícil tarea de precisar cual es el papel de la Iglesia Cubana en la situación actual y durante el proceso de transición que, antes o después, llegará sobre la Isla. i Discurso de Teka Famiglietti, Granma Internacional 11.03.2003. Discurso de Fidel Castro, Granma Internacional 11.03.2003. iii Oswaldo Paya declaraba “no es una apertura, es un evento... pues seguimos reclamando la libertad para la Iglesia y los derechos de todos los cubanos y todos los creyentes, que todavía el Gobierno no respeta y con este gesto no se suple lo que nosotros estamos reclamando”. iv Nota de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), 11 de marzo de 2003. v El escritor y expreso político Armando Valladares afirmaba “a medida que pasan los días, se hace cada vez más enigmático, desconcertante y pesado el silencio de la diplomacia vaticana sobre la reactivación del paredón de fusilamiento y la ola de condenas de opositores en Cuba comunista”. Y, según la Agencia Católica de informaciones (ACI) 23 religiosos cubanos desterrados suscribieron un documento manifestando que “el silencio frente al sufrimiento de Cuba es complicidad” vi FIDES, Agencia de prensa del Vaticano, 29.4.2003. vii Carta del Cardenal Angelo Sodano, 13.4.2003. ii 205 Tras reafirmar el origen divino de la iglesia, “acontecimiento de gracia… que se remite a Jesucristo como fuente y sentido”, y constatar la vitalidad adquirida tras la visita del Papa con la “creación de nuevas diócesis, el surgimiento de centenares de casas de oración en barrios y en pueblos sin templos, el compromiso de los laicos en ese empeño misionero, etc”i, se apresura en distinguirse de los elementos integrantes de la sociedad, ya que la Iglesia “no es una realidad más en igualdad de condiciones en el concierto de entidades que conforman la sociedad civil”, no es “una institución social más que se opone a otras con la lógica del poder””ii. Por eso deja claro su papel, eminentemente pastoral “la iglesia puede ayudar a mejorar la sociedad civil en la medida en que sea una comunidad de fe, verdaderamente religiosa, memoria viva y significativa de Jesucristo”iii. Y como consecuencia directa su “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno”iv, que le lleva a “anunciar, promover y defender la dignidad humana, la justicia social y todos los derechos del hombre”v. En esta línea se sitúa la denuncia de discriminaciones hacia los católicos que, a pesar de las reformas constitucionales del año 92, siguen existiendo sobre todo en centros docentes y laborales, como reconocen fuentes cercanas al régimenvi. Por tanto vemos como es la naturaleza y misión de la Iglesia la que determina como debe ser su presencia pública y su servicio a la sociedad. “La misión propia que Cristo confió a la Iglesia no es de orden político, económico o social, pues el fin que le asignó es de orden religioso”vii. Por tanto, la Iglesia no debe identificarse con ningún partido político ni parecerse a él, tampoco es una sociedad económico-financiera para distribuir equitativamente los bienes de producción, ni principalmente una entidad asistencial para enfermos y desvalidos de la sociedad. De ahí la necesidad de mantener la independencia “ante el poder de quienes gobiernan y ante aquellos que impugnan ese poder”viii , independencia que no supone neutralidad ante la falta de libertad del hombre o la prohibición de la participación política de los ciudadanos. “La iglesia no se adhiere a tal o cual Proyecto, pero reconoce como un valor que los ciudadanos, siendo capaces de opciones libres, tenga la posibilidad de adherirse al proyecto de sociedad que deseen”ix. El compromiso político de la iglesia no puede ser nunca el de intervenir directamente en el ejercicio del poder civil ni en las estructuras de oposición a ese poder, ni apoyar a uno u otro partido, ni recomendar a un candidato o a un partido para que sea votado en las elecciones… la Iglesia debe ser neutral; su función se extenderá sin embargo a la política entendida como la esfera pública en que se articulan los intereses de todos los ciudadanos para lograr el bien común y deberá intervenir cuando desde el ejercicio del poder, sea en el campo económico como en el político, se atente contra los derechos fundamentales de los seres humanos. Y es ahí, en la defensa de la dignidad humana, donde la Iglesia reivindica el respeto a los “derechos de los seres humanos y de los pueblos: a la vida, a la libertad, a la autodeterminación; derechos políticos a la libertad de expresión, de asociación, de movimiento, etc; y derechos sociales a la educación, a la atención médica”x i La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. ii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. iii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. iv Juan Pablo II, Solicitudo rei sociales, n. 38) v La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. vi Alonso, Aurelio. Iglesia y Política en Cuba revolucionaria. Editorial de Ciencias Sociales, 1997. p. 41 vii Gaudium et spes, 42 viii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003 ix La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003 x Cfr. Pacem in Terris, n. 4 206 Y es en el cumplimiento de esta misión dónde la iglesia transmite el mensaje del diálogo y la reconciliación, como “ comunidad abierta a todos que acoge en su seno a quienes pertenecen a diversos estamentos estatales, gubernamentales e incluso militares”i, Un diálogo en el que ser reafirmaba el Cardenal Angelo Sodano el día 30 de abril, tras la oleada represiva “nosotros continuaremos este diálogo. Nunca el diálogo se interrumpirá porque en todo hombre hay una base sobre la cual conversar… aún cuando parezca un diálogo sin esperanza”. La Iglesia se ha referido siempre al diálogo como el cauce y el estilo que mejor pueden contribuir al servicio del pueblo. “Sabemos que nuestra propuesta de un diálogo constructivo y reconciliador entre cubanos no es bien acogida, tanto por las autoridades del país como por algunos cubanos radicados fuera de la Patria. La Iglesia no tiene intereses políticos de grupo, porque no está alineada políticamente ni con el gobierno ni con la oposición. Por esto exhortamos a todos los cubanos, por el bien de Cuba, a superar la tentación común de vencer al otro y a buscar el diálogo responsable, entre todos, la solución de nuestros conflictos”ii Por eso la iglesia alerta contra las visiones equivocadas de unos y otros. La visión del Estado cubano que desconociendo la naturaleza y la misión de la iglesia, considera a la iglesia como “aliada o enemiga según un presupuesto ideológico inmodificable que, sólo por conveniencias coyunturales, puede revestirse de formas de abundante cortesía en contraste con otras de poca tolerancia”, y persiste en su “lucha sutil contra la iglesia, tratándola como una entidad privada o un hecho marginal que puede sustraer fuerzas o energías a la revolución. La existencia de una Oficina para la Atención a los Asuntos Religiosos, adscrita al Comité Central del Partido Comunista, es percibida como una instancia de control que limita la acción evangelizadora de la iglesia” denunciando un proceso de revisión por parte de las autoridades que frusta las aspiraciones de pluralismo, tolerancia y apertura que se vislumbraron en el horizonte nacional, tras la visita del Papa. Y la visión de aquellos que piden la ruptura total de la iglesia con los poderes públicos, en pro de una independencia que “no puede concebirse como una renuncia al diálogo” al que ya nos hemos referido. Por eso, “cuando unos esperan de la iglesia que sea un partido de oposición y otros que se deje domesticar por el poder” los obispos piden la confianza mínima en su capacidad de mantener contactos con el poder sin ser absorbidos por él, “manteniendo los ojos abiertos a la realidad, escuchando pacientemente a los otros y sobre todo saneando evangélicamente el corazón para no confundir ni la prudencia con el miedo a perder falsas seguridades, ni la audacia profética con imprudencia temeraria”. Para lo que termina el documento con algunas propuestas como la de la efectiva libertad religiosa, que “facilite la participación social de los cristianos en la vida sindical, profesional y política, el derecho de la Iglesia a construir templos, a que se facilite la entrada al país de sacerdotes y religiosas que quieren ayudar en la obra de la evangelización, que la Iglesia pueda disponer del libre y normal acceso a los medios de comunicación y la natural presencia de la Iglesia en el campo educativo”iii., la unidad del pueblo cristiano, que supone el reconocer en los obispos “los primeros interlocutores del diálogo que compete a la Iglesia con las autoridades civiles”, y la pastoral de la reconciliación destinada a sanar las heridas históricas, desterrando los sentimientos de odio y teniendo en cuenta a todos los cubanos que viven en el extranjero que “deben colaborar también, con serenidad y espíritu constructivo y respetuoso, al progreso de la Nación, evitando confrontaciones inútiles y fomentando un clima de positivo diálogo y recíproco entendimiento”iv. i La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. ii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003 iii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003 iv Juan Pablo II, palabras a los obispos. Arzobispado de la Habana, 25 de enero de 1998. 207 LA ACCION DE LA IGLESIA HOY Hoy en Cuba existen alrededor de 500 templos católicos, 2 seminarios, el de San Basilio Magno, en Santiago de Cuba y el de San Carlos y San Ambrosio en La Habana. Los jesuitas tienen un noviciado en la provincia de Camagüey. 54 órdenes femeninas y 22 órdenes masculinas, de las que más de 20 han entrado en la última década, comunidades, están distribuidos desarrollando su labor pastoral y asistencial. Para la relación con todas estas instituciones existe en Cuba desde 1985 un Departamento de Asuntos religiosos que sustituyó a la antigua Oficina de Asuntos Eclesiáticos creada en los años sesenta, y que tiene delegaciones en cada diócesis para controlar las actividades religiosas en la isla. La situación de la iglesia en la Cuba de hoy se podría prácticamente igualar a la de cualquier grupo de personas que defienden una serie de principios y valores que entran en conflicto con el régimen. Así, la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión, de asociación, de reunión, de movimiento y de prensa. La Iglesia se ha ido configurando, durante la vida de la Revolución, como “el foro social más importante, casi único, fuera de las organizaciones políticas y sociales”i, lo que la constituye en la única organización independiente dentro de la sociedad civil cubana. Los problemas de la sociedad cubana son los problemas de la iglesia cubana “el excesivo número de divorcios, el crimen horrendo del aborto, el distanciamiento que se experimenta en muchas familias por motivos laborales, de estudios o penales; el sufrimiento a causa de quienes se han ido lejos en busca de otros horizontes y el gran dolor ocasionado por quienes se han ido y no han vuelto a aparecer”ii y quizás aquí se encuentre el mayor ataque que ha perpetrado el régimen a la iglesia, lo ha realizado desde su ateismo militante por el que “acabó con la fe de millones de buenos ciudadanos, enseñándolos a vivir con miedo y con odio, obligando al hermano a delatar a su hermano y el hijo a su padre. Ha tratado de matar a Dios en la mente y el corazón de los cubanos; todo en nombre de un falso evangelio, de una nueva inquisición que esclaviza a los pueblos”iii. Juan Pablo II, fue clarísimo en su visita a la Isla “...la familia sufre las crisis que pueden afectar a la sociedad misma. Esto ocurre cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y de progreso, promueven o incluso defienden una mentalidad antinatalista, induciendo de ese modo a los esposos a recurrir a métodos de control de la natalidad que no están de acuerdo con la dignidad humana. Se llega incluso al aborto, que es siempre, además de un crimen abominable un absurdo empobrecimiento de la persona y de la misma sociedad... La situación social que se ha vivido en este amado país ha acarreado también no pocas dificultades a la estabilidad familiar: las carencias materiales –como cuando los salarios no son suficientes o tienen un poder adquisitivo muy limitado-, las insatisfacciones por razones ideológicas, la atracción de la sociedad de consumo. Estas junto con ciertas medidas laborales o de toro genero han provocado un problema que se arrastra en Cuba desde hace años: la separación forzosa de las familias dentro del país y la emigración... Experiencias no siempre aceptadas y a veces traumáticas son la separación de los hijos y la sustitución del papel de los padres a causa de los estudios que se realizan lejos del hogar en la edad de la adolescencia, en situaciones que dan por triste resultado la proliferación de la promiscuidad, el empobrecimiento ético, la vulgaridad, las relaciones prematrimoniales a temprana edad y el recurso fácil al aborto. Todo esto deja huellas profundas y negativas en la juventud, que está llamada a encarnar los valores morales auténticos para la consolidación de una sociedad mejor”iv. i Batista, Israel. Cuba at the Crossroads, World Council of Churches, Ginebra, octubre, 1991. Monseñor Fernando Prego, Obispo de Santa Clara, Palabras de bienvenida al Santo Padre, 22 de Enero de 1998. iii Matos, Huber. Cómo llegó la noche. Tusquets, Barcelona, 2002. p. 571. iv Juan Pablo II, Homilia pronunciada en la celebración Eucarística en la Diócesis de Santa Clara, 22 de enero de 1998. ii 208 Y es a esta tarea, a su labor pastoral con las almas, a la que la iglesia dedica su mayor esfuerzo, ya que posiblemente se ahí donde resida el mayor mal del comunismo, en la degradación que produce en los hombres a los que somete a su sistema. Podríamos decir que “la Iglesia en Cuba ha anunciado siempre a Jesucristo, aunque en ocasiones haya tenido que hacerlo con escasez de sacerdotes y en circunstancias difíciles”i. LA LABOR SOCIAL DE LA IGLESIA EN CUBA. A esto se une la situación socioeconómica de la isla que, a pesar de haber abandonado el periodo especial se encuentra en una situación dramática, con la canasta básica, más básica que nunca, los colegios sin material escolar y los servicios de salud en una condiciones higiénicas lamentables. Frente a esto la Iglesia ha tratado de desarrollar distintas iniciativas de asistencia para mejorar la situación personal o de la comunidad pero estas iniciativas no son bien vistas por el gobierno, que obstaculiza su labor, llegando en ocasiones a prohibirla. Es una realidad que la iglesia de forma directa o indirecta ha encauzado mucho de los proyectos de ayuda humanitaria y desarrollo en la Isla, tratando de crear canales paralelos a la maquinaría del Estado para la distribución de la ayuda, por ejemplo la ONG, Fe en Acción, coordinada por el Padre Santana de la parroquia “Ermita de la Caridad” ubicada en Miami. Estas ayudas entran al país a través de personas que visitan Cuba, llevando los bienes en su equipaje. Los problemas a este sistema son: los fuertes impuestos que es necesario pagar en las aduanas y la frecuente confiscación de estos bienes en los aeropuertos, controles que han aumentado en los últimos tiempos lo que el Estado Cubano justifica explicando que la distribución de medicinas es responsabilidad exclusiva del gobierno. La utilidad de este sistema es clara al construir una red de canales de distribución no gubernamental, que repercute en el fortalecimiento de organizaciones y estructuras civiles. Las distribución de medicinas ocupa un lugar fundamental en el conjunto de ayudas desarrolladas por instituciones de la Iglesia Católica. La Conferencia Episcopal Italiana dona una suma considerable de dinero con este fin, que materializa la ONG Acción Médica, que son enviadas a Cuba a través de la Nunciatura y distribuidas a través de Obispados y Parroquias entre personas que puedan mostrar una prescripción médica válida. Este sistema, conocido por el sistema de salud, hace que sean los mismos doctores los que remitan a los pacientes a la Iglesia, haciéndolo figurar en la receta. El gobierno cubano no ve con buenos ojos esta labor, y en enero de 2001, el Ministerio de Salud Pública prohibió a los médicos de Cienfuegos y Matanzas prescribir medicinas para ser adquiridas en las Iglesias Católicas bajo pena de severas sanciones. Además la iglesia desarrolla proyectos sociales, generalmente desarrollados por Cáritas, y monjas y sacerdotes en las parroquias. Hace diez años que Cáritas Cubana comenzó a trabajar en algunas ciudades de Cuba, consolidando una base sólida de redes de distribución. Desde hace cuatro años su labor se ha ido extendiendo hacia las zonas rurales, donde sus actividades son calurosamente acogidas, ya que estas regiones son relegadas al olvido por el gobierno cubano. i Juan Pablo II, Discurso en la Ceremonia de Llegada al Aeropuerto Internacional José Martí, 21 de Enero de 1998. 209 Caritas en la actualidad cuenta con 30 personas y una red de más de 8000 voluntarios, sus fondos provienen de varias ONG´s y de instituciones privadas. Sus oficinas desarrollan toda una gama de proyectos sociales, entre los que destacan el cuidado de ancianos, los grupos de trabajo para niños discapacitados, ayuda a madres solteras, clases especiales para adolescentes con problemas de aprendizaje, ayuda a agricultores independientes y proyectos educacionales, como computación o lecciones de costura. La actividad de Cáritas Cubana se nutre fundamentalmente de las donaciones de ayuda humanitaria del gobierno español y la Orden de Malta, además de otras instituciones católicas que realizan donaciones en menor escala. La ayuda consta fundamentalmente de alimentos, medicina y, en menor medida, ropa. Según el convenio de colaboración es al gobierno cubano al que corresponde el transporte y la distribución de los bienes, quedando para Cáritas la supervisión de estas actividades. La ayuda de los organismos internacionales, que hace de Cuba el primer receptor de ayudas de América Latina, es distribuida integramente a través de canales gubernamentales, encargándose de la supervisión ONG´s extranjeras. Es en esta labor donde Cartias España venía realizando su labor, que ha delegado en Cáritas Cubana, en las provincias de Cienfuegos y Ciego de Ávila. A pesar de las prácticas habituales del gobierno cubano de comercializar las ayudas humanitarias recibidas, a través de las tiendas estatales de pago en dólares (shoppings), el alto número de voluntarios de Cáritas parece garantizar unos mínimos, en especial en lo referente a alimentos y medicinas, que en muchas ocasiones y debido a la lenta maquinaria burocrática del Estado, se han vuelto inservibles antes de su utilización. Las parroquias también desarrollan toda una serie de actividades sociales, grupos de trabajos para alcohólicos, guarderías para niños... El gobierno ha llegado a permitir a religiosos dirigir hospitales en La Habana, siempre que su labor se dirija a enfermos terminales y enfermos mentales, que no pueden ser susceptibles a ideas “contrarrevolucionarias”, y un proyecto para enfermos del SIDA se desarrolla en obispados como Bayamo o La Habana. LA PRENSA CATÓLICA Otro de los campos importantes en los que la Iglesia desarrolla una labor insustituble es el de los medios de comunicación. En Cuba el monopolio informativo del Estado se encuentra inscrito en la Constitución, “”, este monopolio se traduce en la prohibición de cualquier tipo de publicación escrita, audiovisual o informática fuera de la prensa oficial, propiedad del Estado y editados por organismos que emanan del Partido Comunista Cubano (PCC) . La prensa católica se presenta, en este marco, como la excepción al monopolio informativo del Estado pero como denuncia RSF “no tiene ni los medios, ni la libertad para rivalizar con la prensa oficial…las tiradas se mantienen confidenciales y las publicaciones disponen de pocos medios técnicos. Y, al margen de Vitral, ninguna de las publicaciones parroquiales se aventura por los caminos de la crítica explícita de las autoridades, por temor a que la cierren o a poner en peligro las ya difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado”i. Es cierto que el gobierno tolera la existencia de una quincena de revistas católicas independientes, cuyo contenido no está sometido a autorización ni censura previa. Su fabricación y distribución es autónoma de las imprentas y redes públicas. Esta tolerancia se restringe a la prensa escrita, y la iglesia a pesar de sus reiterados intentos nunca ha conseguido i Rousseau, Denis. “La excepción católica”, Informe de RSF, Paris, Junio, 2003. 210 programas autónomos en la radio o la televisión, como reinvindicó expresamente Juan Pablo II en su visita a la isla. En declaraciones de Orlando Márquez, coordinador de la prensa católica de Cuba, y miembro del Consejo episcopal para cuestiones de prensa “todas las publicaciones de Cuba son publicaciones de la Iglesia” aunque las diferentes redacciones actuan con total autonomía. El volumen total de ejemplares independientes no sobrepasa los 50000 ejemplares, repartidos entre las quince revistas que se corresponden con cada una de las diócesis. Su distribución se restringe al ámbito de las parroquias . Vida cristiana, editada por los jesuitas, fue la única publicación católica tolerada en Cuba entre 1962 y 1985, se trata de una hoja que se centra en una exegis de un pasaje de las escrituras y uno o dos artículos que desarrollan aspectos de fondo de la doctrina católica. A partir de ese momento han ido surgiendo publicaciones en las distintas diócesis; entre ellas destaca por su profesionalidad, Palabra Nueva (1992), de la archidiócesis de la habana, de periodicidad mensual y una tirada que ronda los 10000 ejemplares. La más destacada es quizás Vitral (1993), de Pinar del Río, dirigida por Dagoberto Valdés, victima de una virulenta campaña de denigración por parte del régimen en el año 2000 y delegado en la comisión pontificia Justicia y Paz, con una tirada de 5000 ejemplares, también se publica en internet con más de 20000 visitantes. En otoño de 2002, se produjo una explosión de publicaciones diocesanas, apareciendo Presencia en Matanzas, Amanecer en Santa Clara, Puentes en Santi Spiritu, Pasos y Fides en Cienfuegos, Enfoque en Camagüey, Imago en Ciego de Ávila, Iglesia en marcha en Santiago y Cocuyo en Holguín. Junto a estas publicaciones se encuentran otras dos revistas de periodicidad irregular editadas por grupos laicos autónomos de la jerarquía secular, Espacios, editada por Joaquín Bello, de temática sociocultural y Ethos, editada en Santa Clara, que trata fundamentalmente cuestiones bioéticas. La financiación de estas publicaciones corre a cargo de instituciones de fuera de la isla como la ONG católica Adveniat, que financia Palabra Nueva, El contenido de estas publicaciones es bastante uniforme: información relativa a la diócesis y a las actividades pastorales, artículos sobre acontecimientos y personalidades de la historia o la iglesia cubana y reflexiones morales sobre los grandes temas de la vida social. Las críticas son siempre implícitas, desde un tono respetuoso con las autoridades y la administración. Orlando Márquez describe el difícil equilibrio en que se desenvuelve el trabajo de la prensa católica “Nuestro problema es conseguir que no se nos confunda con la prensa de la oposición. Está claro, somos la revista de la Iglesia, y la Iglesia no es ni aliada del poder ni opositora”. “la prudencia no es sinónimo de silencio o de complicidad. No hay intervención de las autoridades. Ninguna censura previa ni reacciones a posteriori” “Estamos siempre en el filo de navaja, navegamos entre el escollos de la oposición y la complicidad. Es un estar al margen permanente”. Y en su labor diaria toman decisiones, como silenciar el Proyecto Varela, que muchos interpretan como un exceso de prudencia, reflejo de la del arzobispo de la habana, preocupado por apuntalar el margen de autonomía conquistado por la iglesia cubana tras la visita del Papa. LA IGLESIA Y LA OPOSICION DEMOCRÁTICA 211 Hemos dejado para el final el papel de la Iglesia en la vida política. Desde el comienzo de la revolución muchos han sido los intentos del régimen de acusar a la Iglesia de tomar parte activa en los movimientos de oposición interna. La postura oficial es la de que a pesar de que el movimiento democrático de Cuba está integrado por muchos sacerdotes, religiosos y cristianos, el movimiento no recibe apoyo público de las instituciones o autoridades de la Iglesia. Según el informe de la fundación Pax Christi “se puede observar que una parte de la Iglesia Católica gana espacio en lo que a avances democráticos, sociales y civiles se refiere. Mientras que el movimiento disidente se concentra en la política partidista y una transición política, una parte de la Iglesia Católica trata de elevar la conciencia cívica y social del pueblo, elemento esencial para el periodo posterior a la transición política”i. Por eso los obispos alertan frente a “las influencias disgregadoras, como pueden ser los intentos de manipular grupos de distintos signos en el interior de la iglesia para que desempeñen un rol político ajeno a la naturaleza y misión de la misma, como también un tipo de mentalidad que concibe la Teología como instrumento de liberación para este mundo, haciendo de su meta los cambios sociales mediante la confrontación”ii. En este contexto podemos considerar que quizás la mayor actividad de manifestación contra el régimen, el viaje del Papa, se organizó gracias a su impulso y dedicación. Cientos de cubanos, respaldados por la Jerarquía informaron del viaje hasta en los más recónditos puntos de la isla. En cualquier pueblo del interior se podían encontrar carteles y había llegado la información. Pero además encontramos entre la oposición grupos y personas católicas, que sin recibir ayuda oficial de la Iglesia, reciben todo el aliento y el apoyo para promover políticamente el camino hacia una sociedad más justa, el respeto a los derechos humanos y a la democracia. Por ejemplo, durante la ola de represión que se vivió en Cuba durante los primeros meses del año 2000, entre los 352 activistas pro derechos humanos que fueron arrestados, se encontraban católicos como el Doctor Oscar Elías Biscet (Fundación Lawton para los Derechos Humanos) condenado a tres años por protestar contra el aborto y la pena de muerte. En los últimos años, y promovido por el MCL (Movimiento Cristiano de Liberación), con el apoyo expreso de algunos miembros de la jerarquía como el arzobispo de Santiago de Cuba (Pedro Meurice), o el de Pinar del Río (José Siro González) se viene desarrollando en la isla el proyecto Varela. El proyecto Varela El Proyecto Varela es un proyecto de ley, promovido por ciudadanos cubanos, que solicita a las autoridades la celebración de un refrendo para que el pueblo cubano se manifieste sobre el reconocimiento de la libertad de asociación, de expresión y de prensa, la amnistía para los presos políticos que no hayan atentando contra la vida de otras personas, la libertad económica y una nueva ley electoral que permita elecciones libres en las que se respete el pluralismo político. Hasta el momento se han presentado ya ante la Asamblea Nacional del Poder Popular más de veinte mil firmas que al superar las diez mil establecidas por el artículo 88g) de la Constitución cubana, suponen el ejercicio directo de la iniciativa legislativa, a pesar de cumplir los requisitos establecidos la Asamblea no ha iniciado trámite alguno que haga referencia a esta. i Informe sobre el Trabajo Social y Humanitario de Instituciones de la Iglesia Católica en Cuba, 13 de febrero de 2001. ii La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. 212 La iniciativa, que recibe su nombre del sacerdote católico Felix Varela, destacado defensor de la independencia de Cuba, los derechos del ciudadano y la abolición de la esclavitud, al que ya nos hemos referido, se encuentra abierta a gentes perteneciente a distintas religiones. Su promotor Oswaldo Payá, es el lider del MCL (Movimiento Cristiano de Liberación). Muchos han pedido a la Iglesia una implicación directa en la promoción activa de este proyecto, escandalizándose ante la falta de apoyo institucional a un proyecto de origen, nombre y contenido claramente acorde con la doctrina de la Iglesia. La realidad es que el proyecto Varela es visto con excelentes ojos por la Jerarquía que considera que el protagonismo lo deben desempeñar los laicos, algo que también se desprende de las declaraciones de su principal promotor que nunca ha reivindicado en declaraciones públicas una mayor involucración de la jerarquía. Aun así en determinadas diócesis, como Pinar del Rio, el apoyo ha sido total difundiéndolo en todas las iglesias de la diócesis y solicitando el apoyo en Vitral, la revista de la diócesis. LA IGLESIA EN LA TRANSICION DEMOCRÁTICA La experiencia de la iglesia en España y en los paises del Este nos muestra la necesidad que tiene la iglesia de desvincularse de opciones políticas determinadas. Su gran labor la ejercerá al ofrecerse como un espacio de libertad, en el que ejercer libremente las libertades de expresión y pensamiento, tan necesarios para construir la sociedad civil que está llamada a sustentar el transito a la democracia en Cuba. En esta línea se mueven iniciativas como el Centro de Formación Cívica y Religiosa, fundada en Pinar del Rio por Dagoberto Valdés, que reúne semanalmente a una veintena de oyentes libres para discutir sobre temas sociales, económicos o culturales. Con palabras de su fundador “es un pequeño espacio entre la utopía que nos anima y la realidad que nos aplasta. Aquí se reflexiona sobre temas tales como la división de poderes, el pluralismo, la democracia representativa, la investigación, la educación popular, etc. Los participantes llegan de todos los horizontes e incluso tenemos simpatizantes comunistas”. Estos espacios no gustan a las autoridades locales que acosan a los oyentes regulares del CFCR, y han llegado hasta a degradar al propio Dagoberto, que pasó de ser presidente del Consejo técnico de plantaciones de tabaco de Pinar del Rio a simple “yagüero”, obrero agrícola encargado de recoger la “yagua”, corteza de palma que sirve para embalar el tabaco recolectado durante el primer periodo de secado de las hojas. En mayo de 2000, tanto Dagoberto como su protector, el obispo de Pinar del Río, Monseñor Siro ¿López?, sufrieron el ataque de dos editoriales sucesivos de Granma, ampliamente difundidos por radio y televisión, donde llegaron a calificar a Valdés con 87 epítetos difamatorios en una hora. Y la correspondiente negativa sistemática de la visa para abandonar el país, cuando lo ha solicitado para participar en los trabajos de la Pontificia comisión Justicia y Paz a la que pertenece. La iglesia es consciente de la necesidad de la sociedad civil para la democracia, y por eso advierte que “cuando se identifica la ideología del Gobierno con todo el ordenamiento jurídico y la realidad ética del país, se está identificando Sociedad con Estado… la difícil situación creada por esa indebida identificación, sólo puede ser superada por el desarrollo de una ética civil y por el acrecentamiento de una cultura abierta en la que converjan el mayor número posible de realidades y esperanzas de los ciudadanos”i. Frente a esa realidad, quizás la más preocupante del sistema castrista, la iglesia se esta configurando como un espacio de libertad. Una institución imprescindible para articular la i La presencia social de la Iglesia, Instrucción teológico-pastoral , Conferencia Episcopal Cubana, 8.IX.2003. 213 sociedad civil cubana, a través de su labor en los distintos campos, el humanitario, el de los medios comunicación. Pretender que la Iglesia se una institucionalmente con una determinada opción política sería un suicidio. Si la iglesia quiere conservar la neutralidad política que se le exige, no puede apoyar un proyecto -indudable y legítimamente- politizado. Es de justicia reconocer que la Iglesia se ha comprometido con las libertades y con los derechos humanos a precio de sangre. La Iglesia puede jugar un papel clave en la transición cubana como institución mediadora de moderación y acuerdo. Su fuerza será, con la autoridad moral que tiene, su compromiso con los derechos humanos y las libertades. El hecho de optar por una línea política determinada la incapacitaría para llevar a cabo esa labor clave de tender puentes entre los llamados a protagonizar la transición. Y como dice Dagoberto Valdés, director de la Revista Vitral, “la iglesia tiene credibilidad, prestigio y la autoridad moral de haberse mantenido durante cuarenta y tres años en un país en el que solo hay un 1% de practicantes, aunque un 72% están bautizados o son personas que se definen como católicas”. Es bastante racional no atar los intereses a largo plazo de la Iglesia al destino del más noble movimiento social.La iglesia debe mantener el respeto a la dignidad, la integridad del lenguaje (primera victima de la corrupción de los sistemas totalitarios), al intercambio de ideas, conservar su carácter de espacio social, en el que se discute abiertamente la represión y se ayuda a sus víctimas. Un espacio de libertad, que se ofrezca como paraguas protector, para seguir presente en la vida pública a través de la cultura, el conocimiento, la información, renunciando conscientemente a la actividad política, aun a sabiendas que cualquier artículo, ya sea sobre la virgen del Cobre, turismo o santería, tiene un dimensión política y que son las propias omisiones las que dan la coloración política. Un espacio de preservación de los valores fundamentales, de sentido común y equilibrio psicológico en un mundo dominado por el terror policiaco y la locura ideológica. Así la iglesia se convierte en una auténtica barrera frente al poder totalitario. La iglesia ha jugado y jugará un papel importante también en Cuba. Se equivocan los que desprecian su papel en una sociedad descreida y multiconfesional, argumentos que utiliza una y otra vez el régimen; y los que le exigen una toma de postura política. Su historia nos da una lección de estrategia de coexistencia con la estructura del Estado. “La iglesia no sólo ha representado sus propios intereses institucionales, sino que se ha batido por las aspiraciones fundamentales de todo el pueblo”i.Su moderación no es mas que una respuesta a la complejidad de las circunstancias. No es coincidencia que los comunicados de la Conferencia Episcopal estén libres de cualquier tipo de comentario políticos. “La iglesia no es y no debe ser una institución política. Los obispos no son y no deben ser representantes de las aspiraciones políticas de los polacos. Pero la Iglesia católica es la única institución en Polonia que simultáneamente tiene una estructura de poder legal y auténtica e independiente del poder totalitario y que es completamente aceptada por el pueblo. Esta realidad tiene obvias implicaciones, entre ellas la obligación del clero de hablar sobre asuntos que son de la mayor importancia para la moral de la gente. El tema de las violaciones de los derechos humanos no se puede excluir de esta obligación. Entonces, cuando los obispos critican las campañas de odio, condenan los asesinatos o buscan diálogo en lugar de represión, están expresando las aspiraciones, incluyendo las aspiraciones políticas, de una gran mayoría de los polacos”ii. La iglesia, que nunca recomendó ni recomendará la resistencia clandestina, aporta al movimiento por la democracia la constancia y la estabilidad que le dan xx siglos de historia. Su resistencia, que existe y es real, no es explosiva sino dura y consistente, va contra la esencia del sistema totalitario, consciente de que no existe un régimen comunista no totalitario, lo ataca en sus bases, en las ideas, distribuyendo material, libros, publicaciones independientes, suministrando información al exterior, organizando reuniones, clubes de discusión, seminarios… i ii Michnik, Adam. Cartas desde la prisión y otros ensayos. Editorial Jus, México, 1992. p. 158. Michnik, Adam. Cartas desde la prisión y otros ensayos. Editorial Jus, México, 1992. p. 135. 214 La iglesia en Polonia se convirtió en parte y mediador del conflicto entre las autoridades y la sociedad. Parte al expresar las aspiraciones básicas de las sociedad y el único bastión oficialmente reconocido de apoyo a la resistencia de la sociedad. Mediador como constructor de puentes entre los gobernantes y los gobernados. Joseph Tischner definió el papel de la Iglesia como un “testigo”que debería garantizar la legitimidad de los acuerdos y de su instrumentación a la luz de los valores cristianos básicos: la verdad, la dignidad humana y la reconciliación. Las acciones concretas de la Iglesia: la defensa de aquellos que han sido humillados y ofendidos, la asistencia a los perseguidos y a sus familias, la defensa pública de la verdad y la preocupación por la paz social, son grandes logros en la lucha por la democracia. Gracias a ellas, se está pudiendo tomar nuevas iniciativas y nuevas islas de autonomía empiezan a existir entre el pueblo. Otra labor esencial de la iglesia es la de maestro, que no deberá confundirse con la labor política, ante el peligro de poner en la iglesia esperanzas que no puede cumplir. “La gente puede seleccionar dentro de los documentos de la Iglesia aquellos que parezcan ofrecer propuestas políticas, puede imaginar que ve un potencial de liderazgo para una oposición política dentro del episcopado y, finalmente, pudiera absolverse entonces de las responsabilidades con la creencia de que las actividades de la iglesia servirían como sustituto de sus propias acciones. (Idea que el Papa retoma en su discurso en el aeropuerto José Martí “ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional”). Agreguemos hoy que la iglesia sirve como maestra para todas las sociedades y que, por lo tanto, sería desastroso que unos cuantos activistas trataran de apropiarse la autoridad de la iglesia. También sería desafortunado si los programas y las tácticas se escondieran detrás de una fachada de fe y simbolismo católicos”i. “Corresponden, propia aunque no exclusivamente, a los laicos las tareas y actividades seculares… Corresponde a la conciencia de los laicos, debidamente formada, inscribir la ley divina en la vida de la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos deben esperar luz y fuerza espiritual..son ellos los que deben asumir sus propias responsabilidades, iluminados por la sabiduría cristiana”ii “a nadie le está permitido reivindicar exclusivamente para sí, a favor de su punto de vista, la autoridad de la Iglesia. Deben procurar siempre iluminarse mutuamente con un diálogo sincero, guardando la caridad mutua y preocupándose ante todo del bien común” Y creo que se puede decir que el modelo funciona, algo que confirman los ataques realizados por la maquinaria de propaganda oficial contra la iglesia. Un modelo que hizo del catolicismo polaco un triunfo espectacular. Sus elementos esenciales se construyen con base en una dialéctica cuyos polos son la diplomacia y el testimonio, el compromiso y la resistencia, y la identificación completa del pastor con su rebaño. “La iglesia católica es un gran activo para los polacos. No sólo porque las iglesias sirven como base para los comités que ayudan a las víctimas de la represión, porque los capellanes hablan a favor de los que son perseguidos y atacados, o porque los edificios de la Iglesia resuenan con las palabras de la literatura libre … y no sólo porque la iglesia sea asilo para la cultura polaca independiente. La Iglesia es la institución más importante en Polonia porque enseña a todos que sólo debemos doblegarnos ante Dios”iii. No se puede esperar una solución instantánea y definitiva a los problemas, excepto el riesgo, el trabajo y la desilusión. Este es generalmente el precio de la libertad. i Michnik, Adam. Cartas desde la prisión y otros ensayos. Editorial Jus, México, 1992. p. 97. Gaudium et spes, 43. iii Michnik, Adam. Cartas desde la prisión y otros ensayos. Editorial Jus, México, 1992. p. 136. ii 215 El catolicismo en la Cuba republicana. Cien años de compromiso POR IGNACIO URÍA Investigador del Dpto. de Historia. Universidad de Navarra Quiero agradecer la invitación de la Asociación Española Cuba en Transición para participar en esta mesa redonda acompañado de ponentes tan ilustres y conocedores del hecho religioso en Cuba. Intentaré dar en mi exposición una visión sintética y comprensible de la presencia de las religiones en Cuba desde su independencia en 1902 hasta la actualidad. Es inevitable que dicho panorama esté dominado de manera abrumadora por el papel de los católicos, fieles que aspiraron a vertebrar la sociedad cubana durante la primera mitad del siglo XX y que buscan hoy con ahínco recuperar los espacios sociales y pastorales que le fueron hurtados por la Revolución. Comenzaré con dos afirmaciones provocativas: 1) el pueblo cubano es religioso, pero no hace sacrificios por la religión y 2) la Iglesia Católica romana es la única institución presente en toda la Historia y en toda la Geografía de Cuba desde su descubrimiento en 1492. En mi opinión, ambas realidades son indudables y, lejos de su posible interpretación triunfalista, son también lo suficientemente sólidas como para articular sobre ellas esta ponencia. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que el ateísmo marxista-leninista que guía al gobierno de Cuba desde 1959 no ha cuajado entre el pueblo cubano. Tres acontecimientos provocados por la nomenclatura cubana lo reconocen implícitamente: el levantamiento en el IV Congreso del Partido Comunista (celebrado en Santiago de Cuba en 1991) de la prohibición a los creyentes para afiliarse a dicho partido; la supresión en 1992 del materialismo y el ateísmo de la Carta Magna de 1976 y, sobre todo, el enorme respaldo popular –de cristianos y no cristianos– a la visita de Juan Pablo II en 1998. Con estas medidas, la forja del Hombre Nuevo, que Ernesto Guevara definió en El socialismo y el hombre en Cuba, decae sin remisión. ¿Cómo es posible que esa nueva especie humana sea motor de la sociedad comunista y la vanguardia del Partido si puede ser, a la vez, creyente y revolucionario? Es la misma contradictio in terminis que llevó al Che a definir al revolucionario como “una perfecta máquina de matar”, pero "guiado por grandes sentimientos de amor". Peligroso amor. Una vez que el Partido le abre la puerta a la moral cristiana, su paraíso socialista se torna inalcanzable... algo que los cubanos ya habían asumido tiempo atrás. Volvamos a Guevara, que lo expresó con claridad “El socialismo económico, sin la moral comunista no me interesa”. Hoy por hoy no queda ni rastro del socialismo económico, desaparecido incluso antes de la dolarización de la economía, pero tampoco hay noticias de la moral comunista, pervertida por los usos y abusos de un sistema ineficaz y con una base antropológica cruel en la que la noción de “individuo” se proscribió con saña. ¿Quién ocupa el lugar de esa moral de combate? En estos momentos sólo la moral religiosa es capaz de ofrecer una alternativa al discurso oficial dominante. Sobre todo, la moral cristiana, no del todo perdida en la conciencia de los mayores de sesenta años y más arraigada en una minoría (apenas del 3%) que se dice católica y practicante. Es decir, sólo un pequeño número de cubanos está en la más auténtica y válida tradición católica y resulta importante para la jerarquía eclesial no olvidar esa realidad tan desagradable. 216 Sin embargo, esa Iglesia Católica que tiene como misión principal la proclamación del Evangelio y el testimonio de esperanza, es percibida –con sus errores y pecados, sí– por el pueblo cubano como depositaria de una autoridad moral del más alto grado. Si esto constituye un privilegio, es también una responsabilidad y un reto. La Iglesia Católica ante la independencia cubana La historia de la Iglesia Católica en Cuba durante el siglo XIX estuvo estrechamente vinculada a los acontecimientos políticos que fueron sucediendo en la metrópoli española. Así, los cambios de gobierno, los pronunciamientos militares o la entronización de nuevos monarcas fueron afectando a la existencia de la Iglesia en la Isla. Durante todo el siglo, las relaciones con la Corona española habían resultado cordiales, aunque no exentas de disputas, algo lógico en una sociedad que unió mientras pudo poder temporal y espiritual. En general, las controversias nacieron tras las desamortizaciones de bienes eclesiásticos y la incautación de numerosos censos en toda la Isla, cuyos importes eran destinados por la jerarquía a obras de caridad y administración parroquial. Para explicar la situación de esta institución en Cuba durante el periodo que abordamos es imprescindible recordar la existencia, por otra parte bien conocida, del Real Patronato de Indias. El Patronato regio fue un convenio de 1508 entre la Corona española y la Iglesia Católica mediante el que se acordó que los nombramientos episcopales estuvieran limitados por el derecho de presentación de obispos al pontífice romano. Es decir, la Corona remitía al papa los candidatos a las sedes vacantes para que nombrase a uno de ellos, lo que provocó que la designación de prelados nativos fuese escasísima, reforzando la sensación de lejanía de los cubanos con respecto a sus obispos. El Estado, por su parte, se hizo responsable de los ingresos y gastos procedentes de los diezmos y las vacantes correspondientes a la Iglesia, comprometiéndose España a propagar y mantener la Religión Católica en sus territorios ultramarinos. Este acuerdo supuso la supremacía el poder real sobre el eclesiástico y significó que la Corona administraba parte de las rentas y medios de vida de la Iglesia, centrada en la cristianización y despreocupada de los asuntos temporales. En teoría, la institución del Patronato era beneficiosa para ambas partes, pero en la práctica perjudicó a la organización eclesiástica. La causa estuvo en un primer momento en la irregularidad con que el Estado gestionó los tributos, pero también en la indolencia de no pocos sacerdotes que, acomodados en sus parroquias y normalmente acríticos con los dictados oficiales, defendieron al poder real más allá de lo debido. De modo que la identificación entre España y la Iglesia Católica fue asumida sin mayores problemas, equiparando a los sacerdotes a una variante del funcionario peninsular. Por todo ello, la Iglesia fue tenida por una gran parte de la población insular como: “la más firme columna que sostenía a España en Cuba”i. La guerra de independencia arrolló este modelo de cohabitación, pero en el camino los católicos se vieron a la intemperie. En 1898 era difícil, por no decir imposible, manifestarse públicamente católico y cubano. Una cosa o la otra. Hasta tal punto, que los religiosos nativos, ante la nueva situación, comenzaron a manifestarse públicamente acerca de los acontecimientos que estaban viviendo y de cómo entendían ellos la construcción del Estado. Especialmente importante fue la publicación de un manifiesto dirigido al presidente de la República provisional, en el que dejaron claro su apoyo al nuevo orden político, a la vez que reiteraron antiguas peticiones. El 30 de septiembre de 1898, un grupo de sacerdotes solicitó a Tomás Estrada Palma una: “protección que nunca nuestros eternos opresores se han dignado en otorgarnos [...] no por i Ismael TESTÉ, Historia eclesiástica de Cuba, Burgos, 1969, tomo I, p. 24. 217 soberbia ni rencores; sino aleccionados por una dolorosa experiencia, porque de ese clero [el español] no hemos recibido más que vejámenes en castigo del inmenso amor que siempre hemos profesado a este pedazo de tierra en que nacimos [...]”i. Su gran deseo era poder conjugar su patria con su fe y para ello propusieron la sustitución de la antigua Corona por la nueva República: donde había jerarquía española que ahora fuese cubana; donde influían los capitanes generales, que influyesen ahora presidentes y ministros cubanos. Es comprensible que después de años de desencuentros y sanciones, los sacerdotes nativos quisieran reconstruir una Iglesia Católica necesitada de nuevas directrices. Los temores de estos pastores cubanos nacieron del peligro, para ellos inminente, de desaparición de la fe católica en Cuba ante la indiferencia de la mayoría de los nuevos gobernantes y la progresiva españolización de los seminarios que: “rebosan de gallegos, asturianos, castellanos y demás coprovincianos peninsulares, recién llegados a Cuba para hacer dinero, siendo insignificante el número de los alumnos cubanos, a quienes espera el mezquino porvenir de siempre”. Insistían que a la nueva república le incumbía: “el derecho de rechazar a un Clero que le sea hostil o que haya exhortado a hacer armas contra los hijos del país y sus aliados, teniéndoles por enemigos declarados y malditos ¡a pesar de ser sus diocesanos!”. Ante el conflicto que se avecinaba, decían: “puede y debe la Presidencia de la República Cubana tomar de antemano sus medidas”, solicitando el Gobierno a la Santa Sede la administración espiritual de la diócesis y archidiócesis de La Habana y Santiago de Cuba, y el nombramiento de “dos delegados para que, en su nombre y representación, rijan y administren la Iglesia Católica Cubana bajo su dependencia, mientras el territorio insular esté bajo la jurisdicción norteamericana. Los nombramientos de los dos delegados expresados recaerán precisamente en dos Sacerdotes cubanos nativos de reconocida idoneidad, previos los consiguientes informes. Estos informes se tomarán de los personajes más conspicuos y defensores acérrimos de la República Cubana, pero no del Clero español, que siempre ha sido y será un organismo político del gabinete de Madrid, tan ensañado con todo lo que sea cubano y tan aferrado a la dominación espiritual de Cuba, para compensar en algún modo su pérdida de soberanía temporal”. “El pueblo cubano”, continuaron: “tiene derecho, como todas las demás naciones, a tener un Clero y Prelados nacionales en quienes depositar su confianza. Reconocida la República cubana, entonces ésta, de potencia a potencia, se entenderá con Su Santidad para arreglo definitivo de sus asuntos eclesiásticos por medio de un concordato. [...] Si el Clero español ha de permanecer en Cuba –lo que veríamos con gusto–, ha de ser bajo el carácter de dominado o igualitario; pero no de predominantes, sobre el Clero Cubano nativo, porque de otra manera, el odioso fermento de su masa anticubana será un perpetuo germen de perturbación y discordia”. Así se retomó en Cuba la vieja aspiración renovadora del P. Antonio María Claret, arzobispo de Santiago de Cuba a mediados del XIX, pero teñida ahora de nacionalismo cubano y plegada, de nuevo, al poder político. El párrafo final lo confirmó: “Perdónenos la Presidencia el haber derrochado su paciencia y atención a las reclamaciones de los pequeños, poniendo punto final a nuestro deferente suplicatorio, con la seguridad de nuestra más abnegada y completa sumisión a las órdenes de nuestro Primer Magistrado y Primer Cubano de nuestra República” ii. i Boletín del Archivo Nacional de Cuba, “Exposición del Clero Cubano al Muy Honorable Ciudadano Presidente de la República Cubana. Septiembre 30 de 1898”, números 8-9, La Habana, 1996, p. 45. En cursiva en el original. ii ANC, “Exposición del Clero Cubano al Muy Honorable Ciudadano Presidente de la República Cubana. Septiembre 30 de 1898”, Boletín..., pp. 44-48 (la cursiva es mía). 218 La redacción del manifiesto, reflejo del radicalismo ambiental derivado de la guerra, sirvió a León XIII para ponerse en guardia ante los previsibles excesos que podía ocasionar una jerarquía totalmente cubana. Gran parte de los sacerdotes, ya fuesen nativos o peninsulares, eran dos caras de la misma intransigencia: partidarios los cubanos de la creación de una Iglesia fiel a Roma, pero de carácter nacional y excluyente; expectantes los españoles a la evolución de los acontecimientos, con mucho poder que perder y poco que ganar. Para la Santa Sede sólo se vislumbró una opción: la constitución de una iglesia nacional cubana o la dependencia eclesial de los Estados Unidos. La cuestión no era sencilla de resolver, ya que el futuro de la Gran Antilla oscilaba entre la independencia y la presencia estadounidense sine die. 1902. El nacimiento de la República El 20 de mayo de 1902, los actos de celebración de la independencia contaron con la presencia de muchos miles de católicos. El nuevo statu quo político les había otorgado un lugar secundario, pero al menos podrían actuar libremente para extender su fe y consolidar su patria, trabajando codo con codo con los protestantes, los judíos, los masones o los que, simplemente, confiaban en un futuro mejor. A los católicos cubanos les esperaba, una ingente tarea pastoral porque, como señala con tino Juan Emilio Fríguls: “El año inaugural de nuestra vida republicana no sobresalía, precisamente, por su vigor religioso. [...] El cuadro de aquellos días de principios de siglo era: el liberalismo por una parte; la reacción masónica por otra; la tibieza de la mayoría de los fieles, que mostraban escasa preparación religiosa y mantenían a la Iglesia en un plano secundario, con una inercia que, en muchos casos, llegaba hasta el interior de los propios templos. En el orden apostólico, especialmente, la presencia del catolicismo apenas contaba en la vida cubana. La labor de los fieles quedaba reducida a un ropero antoniano o a una clase doméstica de Catecismo, a cargo siempre de piadosas mujeres. La Iglesia quedaba como ritual y como costumbre para los días solemnes de la existencia: bautizo, boda, entierro”i. Los datos que arrojó el Censo General de 1899 sobre los matrimonios canónicos reafirmaron estas impresiones: sólo el 15,7 por 100 de los cubanos estaban unidos por la Iglesia Católica. Ese es el panorama que se inició con la nueva república, la misma que sí había incluido una mención expresa a Dios en su Constitución de 1901. Precisamente fue el Preámbulo Constitucional el que generó muchas disputas, ya que un nutrido grupo de constituyentes no quiso encabezar la Carta Magna tal y como proponía la comisión redactora: con una invocación al favor del Creador. Se presentaron diversas impugnaciones y enmiendas por parte de los defensores del laicismo estatal, a los que tal referencia les parecía que no respetaba los derechos de los no creyentesii. Pedro González Llorente reprochó a Cisneros esta actitud acusándole de querer, en última instancia, expulsar al obispo de la Habana, el italoamericano Sbarretti, a lo que respondió Cisneros: “Efectivamente, le haré siempre la guerra a Sbarretti y a todos los extranjeros que vengan a Cuba a ocupar un puesto, sea dondequiera que fueren. Lo mismo le haré la guerra a Sbarretti como se la haré al general Wood: para mí todos son iguales. En siendo extranjero ¡fuera de aquí!”iii. Cisneros tenía parte razón, al menos desde la óptica de un patriota cubano. i Juan Emilio FRÍGULS, “La Iglesia Católica en la República”, Siglo y cuarto..., p. 20 También se opusieron a esta invocación Juan Gualberto Gómez y Alfredo Zayas, que solemnemente declaró “Yo no creo en Dios alguno”. Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Presencia en Cuba del Catolicismo. Apuntes históricos del siglo veinte, Caracas, 1998, pp. 7-8. iii Emilio ROIG DE LEUCHSENRING, “Cómo actuó la Primera Constituyente”, Carteles, número 50, La Habana, 1939, p. 47. ii 219 Frente a los laicistas se agrupó la opinión mayoritaria, basada en que el pueblo cubano era religioso y que, por tanto, la imprecación divina tenía todo el respaldo popular. Manuel Sanguily, agnóstico reconocido, sentenció: “Si Dios es, al cabo, el símbolo de lo Supremo, no puedo comprender que sea para nadie humillante o indecoroso que alcemos hacia Él nuestras manos pidiéndole protección [...]. Creo que haría bien la Convención en mantener la frase [...] porque es esa una idea santa y buena, que representa algo más poderoso que la voluntad de los hombres, algo más firme y permanente que las vicisitudes de la Historia”i. Sin duda, el pensamiento de Luz y Caballero y Martíii influyó en esta intervención de Sanguily, convencido de que tal redacción no lesionaba los derechos de ningún cubano. Tras la pertinente votación, la referencia a Dios fue incluida en el texto del siguiente modo: “Nosotros, los delegados del pueblo de Cuba, [...] acordamos y adoptamos, en virtud de aquel mandato, invocando el favor de Dios, la siguiente Constitución”. Además de esa petición, el artículo 26 garantizó que: “la profesión de todas las religiones es libre, así como la práctica de toda creencia, sin más limitación que el respeto a la moral cristiana y al orden público. La Iglesia actuará separada del Estado, que no concederá subvención de ningún tipo a ninguna religión”iii. Este es el marco de actuación consagrado por la Norma fundamental que, Kelsen dixit, coronaba todo el edificio constitucional. En él, los líderes católicos –ya fuesen obispos, sacerdotes o laicos– tuvieron que asumir que su posición preponderante era historia y que debían aprender a moverse en el marco de instituciones democráticas, con procedimientos y criterios republicanos. No todos lo intentaron y de los muchos que sí lo hicieron, no todos lo lograron. A ese fracaso también contribuyó la masiva llegada de anglicanos y protestantes que acompañaron a las fuerzas de militares norteamericanas entre 1898 y 1902. Era lógico dada la correcta visión que los EE.UU. tenían de la libertad religiosa, pero también se trataba de un medio para reducir la presencia y la influencia española en la vida pública cubana (tradiciones, cultura, lengua). Como sintetiza con acierto el vicario de La Habana monseñor Carlos Manuel de Céspedes: “la Iglesia Católica se vio liberada de las manipulaciones de los gobiernos conservadores españoles y del anticlericalismo de los liberales [...] pero tuvo que manejar por sí misma su presencia pastoral, con sus propios recursos personales y económicos”iv. Recursos exánimes que pasaban por un número insuficiente de religiosos y sacerdotes, escasos laicos bien formados y con capacidad de organización, carencia absoluta de instituciones socialmente influyentes y prácticamente nulos medios económicos. Pese a todo, el cristianismo estaba presente en la cultura cubana a través de una ética secular que impregnaba a toda la sociedad, aunque fuera –como en los extractos más populares- a través de las religiones sincréticas. Éstas, mezclando de catolicismo y paganismo africano, exigían para iniciarse en sus ritos estar bautizado por la Iglesia y participar en las festividades católicas, uniendo a ello un respeto sincero por los sacerdotes y teniendo que ser enterrados por el rito romano. i Carlos MÁRQUEZ STERLING, Historia de Cuba, Miami, 1969, p. 315. Desde su difuso panteísmo, José Martí era un admirador de la figura de Jesús de Nazareth, aunque no lo considera Hijo de Dios. Su actitud vital era religiosa, pero no trascendente, si bien admitió: “pueden caber, sin alarma de la libertad, la poesía y la virtud de la Iglesia en el mundo moderno [...] Se entiende que se pueda ser católico sincero y ciudadano leal de la República”. P. Manuel MAZA MIQUEL S. J., “León XIII, José Martí y el Padre McGlynn. Un esforzado luchador social en Nueva York a finales del siglo XIX”, Estudios Sociales, volumen XXIV, número 84, Santo Domingo, abril-junio de 1991, p. 52. iii Diario de Sesiones de la Asamblea Constituyente de la Isla de Cuba, 25 de enero de 1900, número 16, La Habana, 1900-1901, p. 164. iv Carlos Manuel de CÉSPEDES, “La Iglesia católica en Cuba: cien años después y a las puertas del tercer milenio”, Encuentro de la cultura cubana, números 12/13, primavera/verano de 1999, p. 87. ii 220 Maduración, esplendor y silencio En 1925, casi cumpliendo el cuarto de siglo republicano, el pensador cubano Jorge Mañach pronunció una conferencia premonitoria en la Sociedad de Amigos del País que vería la luz con el título La crisis de la alta cultura en Cuba. Era un alegato generacional en el que criticó inmisericorde el primer cuarto de siglo de republicanismo contraponiéndolo con el ideal de libertad de las generaciones anteriores: “La hora del triunfo [de la independencia] marcó también un momento de penuria espiritual que todavía estamos viviendo. Nuestra Cuba se abandonó a una gozosa lasitud [...] reacia a todos los rigores [...]”. Par el joven Mañach, antiguo alumno de Harvard y La Sorbona, las primeras décadas de la república fueron: “un desbandamiento de mílites orondos, con algo de vandalismo hacia la cosa pública y mucho de caudillaje y de indisciplina. [...] Al desinterés, siguió la codicia; a la disciplina, el desorden pugnaz; a la seriedad colectiva, el choteo, erigido en rasgo típico de nuestra cubanidad”i. Es decir, la siembra de irresponsabilidad e individualismo rampante que poco a poco estaban convirtiendo un país próspero en una nación que se hundía mientras seguía soñando con revoluciones. Era la paulatina conversión de Cuba en una república de papel con instituciones de cristal, denuncia compartida por una Iglesia católica empeñada en el rearme moral de la sociedad y, por ello, apartada de los círculos de influencia. Con paso de jicotea, la Iglesia cubana se adaptó a la separación del Estado, aprendió a convivir con el laicismo y se fue convirtiendo en una institución que, si bien no era admirada, sí era admisible. Poco a poco, en las décadas de 1930 y 1940, la apertura de nuevos colegios, de hospitales y asilos, la promoción social en las zonas rurales y las disposiciones de hombres providenciales como Enrique Pérez Serantes, obispo de Camagüey, o fray Valentín Zubizarreta, arzobispo de Santiago de Cuba, terminaron de consolidar el espacio vital de los católicos cubanos. Para entonces, Cuba ya había aprobado una nueva Constitución, la socialdemócrata e intervencionista de 1940, año también de la consagración política del general Fulgencio Batista, verdadero hombre fuerte en la sombre desde la Revolución de 1933 y que venció con justicia las elecciones a Presidente de la República liderando la Coalición Socialista Democrática. Incluyó Batista en su gabinete ministerial a dos destacados comunistas, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez, que desde el primer momento realizaron una intensa labor de zapa constitucional y alentaron violentas campañas en contra de las instituciones, entre ellas la Iglesia, a la acusaban de ser un poder al servicio de un estado extranjero: el Vaticano. Si volvemos a Céspedes podemos decir con él: “los católicos cubanos teníamos la impresión de que la Iglesia católica estaba viviendo una ola creciente de consistencia, solidez y estabilidad, a pesar de las condiciones negativas de la vida política en el país en esos años –corrupción administrativa y privada, gobierno dictatorial, una cierta apatía social e injusticias socioeconómicas–”ii, más evidentes aún por la inigualable bonanza económica de esa época. En aquel momento, la Acción Católica (AC) estaba fusionada en sus cuatro ramasiii y estaba presente en todo el país. Su actividad contribuyó a un progresivo cambio de mentalidad con relación a la Iglesia, ya que fue tejiendo una red capilar de acción, formación y organización que constituyó la columna vertebral del pensamiento y la acción más renovador de los católicos i Jorge MAÑACH, Ensayos, La Habana, 1999, pp. 15-18. Carlos Manuel de CÉSPEDES, “La Iglesia católica en Cuba: cien años después...”, p. 88. iii En 1955, un informe enviado al Vaticano se cifraba en 23.416 el numero total de socios de la Acción Católica en sus cuatros ramas: caballeros, jóvenes, damas y señoritas. Cuestionario de la Sagrada Congregación Consistorial para la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Río de Janeiro de 1956, La Habana, 30 de marzo de 1955. Aunque el número puede parecer escaso, no debemos olvidar el grado de exigencia y compromiso que suponía la pertenencia a la AC, tanto en cuestiones doctrinales como ascéticas y pastorales, todas ellas en comunión plena con la jerarquía. ii 221 cubanos de su tiempo. Más que una realidad masiva, que nunca lo fue, puede hablarse de una presencia minoritaria y cualificada, pero capaz dar respuesta a algunos de los desafíos que presentaba entonces la sociedad cubana, incluso en el campo político, donde penetró siguiendo los postulados de la “acción temporal del humanismo cristiano” de Maritain o Mounier. Pese a todo, no llegó a establecerse –en contra de lo que entonces se creía- en la vida colectiva con la fuerza necesaria, especialmente en los sectores más populares (obreros y campesinos) Fue un momento histórico en el que confluyeron guerrillas rurales y revolucionarios urbanos con un 90% de la población bautizada y unos 100.000 alumnos en los colegios católicosi. ¿Espejismo o realidad? Si todo era un espejismo inducido por los deseos, no se entiende que esa percepción acerca de la Iglesia fuese compartida por los no creyentes y que los medios de comunicación y los partidos políticos “cortejasen” a ese sector de la población apelando a su “catolicismo”. Pero si era una realidad consolidada ¿cómo es posible que esos católicos de los que hablamos no reaccionasen contra el brutal ataque estatal que sufrió su Iglesia a partir de 1959 – deportaciones, intervenciones de los colegios, discriminaciones sociales–? Es más: ¿por qué fueron aceptadas –incluso por muchos católicos sin apenas oposición– muchas “verdades” oficiales legitimando la represión contra la Fe católica y, en un segundo momento, el resto de credos religiosos? La respuesta no es sencilla, máxime cuando la misma Iglesia Católica recibió a Fidel Castro como un “hombre de dotes excepcionales”ii y el juramento del nuevo Presidente de la República, el magistrado Manuel Urrutia, se hizo delante de la catedral de Santiago, abiertas sus puertas de par en par, en presencia de Castro y del arzobispo primado de Cuba, Enrique Pérez Serantes... acompañados de una muchedumbre entregada al nuevo hombre fuerte de la nación. Poco tiempo hubo de pasar para que se publicaran las primeras manifestaciones de extrañeza acerca de las conexiones, cada vez más patentes, entre el Movimiento revolucionario y el comunismo. Los juicios sumarísimos y los fusilamientos de La Habana y Santiago de Cuba en las primeras semanas del nuevo régimen fueron denunciados por fuerza por la jerarquía, pero las dudas acerca del rumbo de la Revolución se concretaron con la aprobación de la Ley de Reforma Agraria, los rumores de la unificación escolar que privaría a la Iglesia de sus escuelas y las dimisiones y ceses en la cúpula civil (la del Primer Ministro Miró Cardona –cuyo puesto ocupó Fidel Castro en contra de todas sus declaraciones anteriores rechazando los cargos políticos– y, poco después, la del presidente Urrutia ante las presiones de Castro y de parte de su propio gabinete, sustituido por Oswaldo Dorticós) y también en el Alto Mando militar (renuncia del jefe de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias, Pedro Luis Díaz Lanz, debido a “la infiltración comunista en el Gobierno y el Ejército”; detención del comandante revolucionario Huber Matos, jefe militar de Camagüey, acusado de traición, y la misteriosa desaparición del comandante Camilo Cienfuegos en una avioneta nunca encontrada). Estos sucesos, sin embargo, no eran tenidos en cuenta por los incondicionales de la Revolución, ya fuesen cristianos o comunistas. Entre los primeros era famoso el religioso franciscano Ignacio Biaín, director de la revista La Quincena, que en octubre de ese mismo año escribía a los estudiantes católicos: “Póngase al servicio de los ideales positivos de esta Revolución para que el día de mañana la conciencia no le remuerda haber sido un ganso o un irresponsable, lo mismo triunfa que si se hunde, lo que Dios no permita. Y como la Historia no se detiene y todo evoluciona, tiempo habrá el día de mañana para enderezar y rectificar lo desviado y torcido. Su deber ahora es estar junto a la Revolución con todos sus riesgos y con todos sus enigmas”iii. i En 1959 había en Cuba 1.500.000 niños en edad escolar, de los cuales 600.000 asistían a la escuela pública y 800.000 estaban sin escolarizar. En la Universidad cubana (estatal y privada) cursaban sus estudios unos 20.000 alumnos. ii Enrique PÉREZ SERANTES, “Vida nueva”, circular a los fieles de la arquidiócesis de Oriente, 3 de enero de 1959, La Voz de la Iglesia en Cuba, México, 1995, p. 53. iii P. Ignacio BIAÍN, “A un estudiante alarmado”, La Quincena, año V, número 20, La Habana, 31 de 222 Es decir, la Iglesia se presentaba como un nuevo Jano bifronte, que lo mismo criticaba que aplaudía, como se demostró en el multitudinario Congreso Católico Nacional noviembre de 1959 y que se centró en tres cuestiones: la justicia social, la fraternidad humana y el amor a la patria. Su desarrollo estuvo marcado por la tensión inevitable entre la adhesión pública a la experiencia revolucionaria y la denuncia de los excesos que se estaban viviendo (los fusilamientos sumarísimos, por un lado, y el progresivo deslizamiento hacia el comunismo. La asamblea fue clausurada con una eucaristía al aire libre, bajo la lluvia y el frío, la noche del 28 al 29 de en la Plaza Cívica de La Habana. Participaron un millón de cubanos y también asistió por sorpresa el primer ministro Fidel Castro, que con estas apariciones de apoyo lograba mantenerse al margen de las críticas de los conservadores y los católicos, ya que ambos grupos preferían achacar la deriva del Movimiento 26 de Julio hacia posiciones marxistas a la conspiración totalitaria de Guevara y Raúl Castro. Este congreso puede sintetizarse en la plegaria mil veces repetida: “Queremos Cuba católica”. Sin embargo, la ola revolucionaria era imparable y llegó también a los muros de la unidad romana. En marzo de 1960, se verifica un intento público de crear una iglesia cubana y revolucionaria: “unida a Roma en lo eclesiástico, pero nacional e independiente en lo político de acuerdo con las orientaciones del Máximo Líder Fidel Castro”i. Este ambiente de división interna fue el que motivó, en mayo del mismo año, la famosa circular del arzobispo oriental Pérez Serantes titulada Por Dios y por Cuba. Su lenguaje claro y directo en defensa de la libertad y los derechos ciudadanos –igual que había hecho contra Batista en los tiempos de la dictadura– son célebres y marcan una línea de conducta ineludible para los católicos: “Empezamos diciendo que los campos están ya deslindados entre la Iglesia y sus enemigos. No puede ya decirse que el enemigo está a las puertas, porque en realidad está dentro, hablando fuerte, como quién está situado en su propio predio [...] tratando de imponer sin más ni más, el pesado yugo de la nueva esclavitud”ii. Sin embargo, pese a la creciente tensión Iglesia-Estado, el Episcopado también reconoció en la segunda Circular Colectiva de su historia, titulada Al Pueblo de Cuba, la profunda simpatía por muchas de las medidas adoptadas por el gobierno, en especial: “cuantas puedan contribuir a elevar el nivel de vida de los humildes. [...] Fue motivo, en efecto, de satisfacción para la Iglesia, cuando, hace un año, se dijo que se planeaba una reforma agraria que, indemnizando en forma justa a los propietarios de las fincas, habría permitido a cientos de miles de campesinos llegar a ser los dueños de las tierras que trabajan; y oyó con esperanzada complacencia que se hablaba de vastos proyectos de industrialización, por medio de los cuales, sin destruir la industria privada, el Gobierno iba a propiciar la creación de nuevas fuentes de trabajo que sirviesen para poner eficaz remedio al gravísimo problema del desempleo. [...] Y celebró que se multiplicasen las escuelas y hospitales, que se adaptasen y construyesen playas y campos de deportes a los que pudieran tener acceso las personas de más bajos ingresos y que hubiese quienes trataran de llevar al más olvidado de nuestros hermanos, el campesino de las zonas más pobres de Cuba, los beneficios y ventajas de la vida civilizada. Contempló con aplauso cómo se fabricaban en todas las provincias de la República, en la ciudad y en el campo, cientos de casas baratas que iban contribuyendo a resolver el agobiante problema de la vivienda popular; y advirtió con patriótico regocijo que se estaba luchando enérgicamente por sanear la administración pública, por erradicar el vicio del juego y por eliminar injustas limitaciones que eran impuestas a muchos de nuestros hermanos por razón del color de su piel”. Y continuaban: “Las reformas sociales que, respetando los legítimos derechos de todos los ciudadanos, tiendan octubre de 1959, p. 35. i Proclama del Comité de Unidad Revolucionaria de 14 de marzo de 1960. Pocos meses más tarde, un grupo de católicos, entre ellos los sacerdotes Germán Lence, relanzan el movimiento Con la Cruz y por la Patria, un intento fallido de crear una Iglesia Nacional cubana, al estilo chino, para respaldar al régimen revolucionario. ii Enrique PÉREZ SERANTES, “Por Dios y por Cuba”, circular a los fieles de la arquidiócesis de Oriente, mayo de 1960, La Voz de la Iglesia..., p. 107. 223 a mejorar la situación económica, cultural y social de los humildes, tienen, pues, hoy y tendrán siempre el más decidido apoyo moral de parte de la Iglesia”. El punto culminante de esta circular histórica llegaba con la alusión directa a: “[...] un problema de extraordinaria gravedad que ninguna persona de buena fe puede negar en este momento: el creciente avance del Comunismo en nuestra Patria. [...] Nos inquieta profundamente el hecho de que [...] periodistas, líderes sindicales y aun algunas altas figuras del Gobierno hayan elogiado repetida y calurosamente los sistemas de vida imperantes en naciones comunistas, y aun hayan sugerido, en discursos pronunciados dentro y fuera de Cuba, la existencia de coincidencias y analogías en fines y en procedimientos, entre las revoluciones sociales de esos países y la Revolución Cubana. [...] Contra el Comunismo materialista y ateo está la mayoría absoluta del pueblo cubano, que es católico, y que sólo por el engaño o la coacción podría ser conducido a un régimen comunista”i. A partir de ese instante el enfrentamiento es total. La reacción del Gobierno revolucionario fue muy violenta: se detuvo a varios sacerdotes y se amenazó a otros con la cárcel si daban publicidad a la carta de los obispos, se suspendieron todos los programas nacionales de contenido católico de televisión y radio y se organizaron manifestaciones a las puertas de los templos en los que se leyó la carta colectiva. Pero, sobre todo, inundó a la sociedad con la máxima acuñada por Ernesto Guevara de que “ser contrario al Comunismo es ser contrarrevolucionario”. Otro problema que debió afrontar entonces la jerarquía estaba intramuros. La paradójica situación en la que se vieron muchos fieles fue, en cierta medida, una repetición de la que sufrieron los creyentes cubanos en 1898: si éstos querían ser católicos y republicanos, en 1960 querían ser católicos y revolucionarios. Y ambas cosas parecían incompatibles, ya que la propia Revolución se iba lo poniendo cada día más difícil por su deriva marxista. Por este motivo, entre los que optaron por la revolución se fue produciendo un progresivo desgaste de sus creencias, sustituidas a partir de ese instante por el credo rebelde. Por el contrario, en los que pesó más su deseo de mantenerse fiel a su Fe creció la posibilidad de abandonar el país y exiliarse a la espera de tiempos mejores. Y eso fue lo que pasó: la elite laica católica optó por salir de Cuba masivamente, ya que la intolerancia revolucionaria se fijó como objetivo inmediato acabar con los discrepantes aplicando un principio que poco después cristalizó en un axioma oficial: “es inadmisible que la religión o las creencias religiosas se usen como pretexto o campaña para combatir la Revolución y el Socialismo”ii. Los prelados nada pudieron hacer por impedirlo. El problema estuvo en los que quisieron ambas cosas y a ellos se dirigió el incansable Pérez Serantes en una nueva carta titulada Roma o Moscú, donde el arzobispo se reafirmaba en sus postulados: “Sepan todos y no lo olviden que los católicos a medias nunca han servido y menos ahora. Tampoco sirven los que son católicos a su manera o por la libre; ya todo eso pasó. Los católicos de esas dos clases son los mejores auxiliares del comunismo”iii. Fue el anuncio de la ruptura definitiva, confirmada irrevocablemente el 4 de diciembre de 1960 cuando los obispos cubanos se dirigieron a Fidel Castro exigiendo los mínimos derechos ciudadanos para manifestar su total disconformidad ante la gravedad y reiteración de los hechos acaecidos en la Isla desde el triunfo de la Revolución. La gota que había colmado el vaso de la paciencia episcopal fue una intervención pública de Castro en la Universidad de La Habana atacando frontalmente la educación católica y i “Al pueblo de Cuba”, carta colectiva del Episcopado cubano, 7 de agosto de 1960, La Voz de la Iglesia..., pp. 115-118. ii I CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA, “Tesis y resolución sobre sobre la política en relación con la religión, la Iglesia y los creyentes”, Documentos y Discursos, La Habana, 1981. iii Enrique PÉREZ SERANTES, “Roma o Moscú”, circular a los fieles de la arquidiócesis de Oriente, 26 de noviembre de 1960, La Voz de la Iglesia..., p. 140. 224 acusándola de fomentar el odio al obrero, los privilegios de la burguesía y la traición a la Patria, amén de calificar a los sacerdotes de vagos y a toda la Iglesia de ser una corporación a las órdenes de potencias extranjeras. Hoy podemos decir que aquella intervención fue el acta de defunción de los católicos como agentes sociales en igualdad de derechos con el resto de compatriotas, convirtiéndose en ciudadanos de segunda categoría, parias del nuevo orden socialista. A partir de ese instante, “a la Iglesia no le quedó otra opción que el silencio y el repliegue”i y, poco después, la diáspora por el temor –atizado desde las mismas instituciones nacionales que debían protegerles– a represalias más violentas. A partir de ese momento, la Iglesia católica subsistió, pero sumamente empobrecida, desprovista de su medios clásicos de apostolado (colegios, organizaciones de caridad, hospitales, asilos, medios de comunicación, movimientos laicales) y con sus efectivos personales reducidos en un 90%: si en 1959 había en Cuba casi un millar de sacerdotes y dos mil religiosas, tres años más tarde sólo quedaban ochenta sacerdotes y casi doscientas monjas para atender una población de 9 millones de habitantes. El resto había sido expulsado bajo la acusación de traición a la Patria. La fotografía que dio la vuelta al mundo fue la del centenar largo de religiosos y sacerdotes que en septiembre de 1961 fueron detenidos y obligados a embarcar por la fuerza en el buque español Covadonga. Previamente, el Estado había nacionalizado toda la enseñanza privada, ya que: “[...] en muchos centros educacionales privados, especialmente los operados por órdenes religiosas católicas, los directores y profesores han venido realizando una activa labor de propaganda contrarrevolucionaria”ii. Pero el delirio jacobino no se detuvo ahí, sino que se llegó a encarcelar al arzobispo Evelio Díaz y al rector de la Universidad de Villanueva, Eduardo Boza Masvidal, mientras que el cardenal Arteaga tenía que refugiarse en la embajada de Argentina. Son los años del silencio en los que es la propia jerarquía la que, al ver la confrontación con el Estado, desmantela los restos de las organizaciones laicales para evitar más problemas. La primera tabla de salvación fue el Concilio Vaticano II, al que los obispos pudieron acudir gracias a una concesión especial del propio Castro. Sin embargo, con los escasos medios de pastoral que tenían, una incorrecta transmisión del Vaticano II podía suponer que la gente pensara que la Iglesia también entraba en una revolucióniii, lo que hubiese sido utilizado por el Estado cubano para confirmar al pueblo que Roma se unía acríticamente a los cambios en busca del aggiornamento deseado por Juan XXIII. Superado el primer lustro revolucionario, la Iglesia católica demostró su voluntad de permanecer en Cuba con la irrenunciable obligación de predicar el Evangelio, consciente de su misión profética esencial de anuncio y denuncia, ofreciendo a la vez un espacio de humanización en la vida de sus comunidades de fe. Esto fue interpretado por el gobierno estalinista de Fidel Castro como un “desafío ideológico” encaminado a mantener la presencia religiosa que el Estado deseaba aplastar. Según Fernández Santalices: “un elemento añadido a esta relación dialéctica [...] es que ambas instancias han ensayado una adaptación de sus respectivas actitudes al compás de los cambios operados a escala universal, aunque sin renunciar a sus principios fundamentales” teniendo siempre presente el objetivo del régimen de “desvalorizar todo lo posible la presencia de la fe cristiana en la sociedad cubana”iv. Se pasó entonces a favorecer a las religiones carismáticas (sobre todo la santería), porque ni tenían grandes exigencias éticas ni creaban instituciones estables, pero sí reforzaban la desvertebración i Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Presencia en Cuba..., p. 86. Gaceta Oficial de la República de Cuba, “Ley de Nacionalización de la Enseñanza”, 7 de junio de 1961. iii En 1966, monseñor Pérez Serantes pudo llevar a Cuba 30 ejemplares del Concilio Vaticano II que se distribuyeron entre las parroquias orientales. Según el actual arzobispo oriental, monseñor Pedro Meurice: “Éramos la envidia de otras diócesis porque no existían más ejemplares en toda Cuba”. iv Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, “Notas para una historia del catolicismo cubano contemporáneo”, Encuentro de la cultura cubana, número 2, otoño de 1996, p. 84. ii 225 social que necesitaba el régimen y daban una salida inofensiva para el innato deseo humano de trascendencia o, al menos, de una realidad sobrehumanai. Mientras tanto, el canal de comunicación de la Iglesia cubana con el mundo quedó reducido a los Nuncios apostólicos, que transmitieron el aliento constante de la Santa Sede y que jugaron un papel determinante ante los ataques del poder político, sorprendido ante la resistencia del episcopado. Por lo general, los nuncios entendieron perfectamente la situación de Cuba. El primero fue monseñor Cesare Zacchi, hombre providencial y muy mal comprendido por los católicosii, como Encargado de Negocios. Zacchi amortiguó muchos golpes y luchó hasta la extenuación por la independencia de la Iglesia, además de contener el éxodo de laicos y de recuperar a los sacerdotes que habían sido expulsados. Unos sesenta regresaron a Cuba para integrarse en unas comunidades en las que no había medios de ningún tipoiii. También en sus años en la Nunciatura se produjo la disolución de la Acción Católica y el cierre del diario El Mundo, el último que mantenía una sección católica, mientras que, inesperadamente, la Conferencia Episcopal autorizó a los laicos con vocación política a afiliarse al Partido Comunista dado su carácter de partido único. 1969-1986. Entre la pacificación y el ENEC Después de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) de Medellín (Colombia) en 1968, que se centró en el papel de la Iglesia en la transformación de América Latina, la jerarquía cubana se atrevió a iniciar la aplicación el Vaticano II a través de Medellín. Es decir, insistir en la conversión del hombre para exigir luego un cambio de estructuras, sin renunciar al diálogo con el ateísmo, cuestión capital en la aislada realidad cubana. Tras de ocho años de silencio (febrero de 1961 a abril de 1969) en los no hubo ningún pronunciamiento público de la Iglesia cubana, por fin llegó una toma de posición de la jerarquía católica. El nuevo episcopado cubano, más joven y posibilista, abandonaba el enfrentamiento y exploraba nuevas vías de diálogo, consciente de que la oposición radical no había servido para alterar el monolítico discurso oficial. Los más destacados prelados prerrevolucionarios habían fallecido (el cardenal Arteaga y también el admirado oriental Pérez Serantes) o habían renunciado (como el obispo de Camagüey Ríu Anglés), pero también algunos de los sacerdotes que más habían apoyado a la Revolución, como el ya citado P. Biaín o el P. Sardiñas, que tenía el grado de comandante. Incluso Ernesto Guevara había fallecido ya en Bolivia, pasando a formar parte del panteón de santos marxistas revolucionarios. Parecía que era un momento de cambios y los obispos así lo entendieron. En su comunicado denunciaron, entre otros asuntos, el embargo económico que sufría Cuba señalando que pesaba sobre los más débiles y que aumentaba los graves males que en ese momento aquejaban a la nación. Un epígrafe medular, derivado del espíritu postconciliar, se i Con el paso del tiempo, se dio la paradoja de que el sincretismo fue un depósito popular de algunos componentes importantes de la Fe católica, ya que los adictos a estas formas de religiosidad deben estar bautizados por la Iglesia, participar en las festividades y celebraciones católicas más importantes y recibir un funeral cristiano. ii El gran error de Zacchi fueron unas supuestas declaraciones de 1966 a la revista mexicana Sucesos en las que afirmaba que las relaciones con el Estado cubano eran cordiales y que no se había dado ninguna persecución contra la Iglesia. iii Los primeros automóviles, un centenar, llegaron en 1964 después de un quinquenio sin permiso estatal para realizar esa compra. Las gestiones fueron realizadas por monseñor Zacchi, que consiguió además la introducción de 600 Biblias y 4.000 Evangelios y la exención del Servicio Militar para los seminaristas. Todos esos gestos preludiaron un deshielo en las relaciones Iglesia-Estado que no llegó a verificarse. Zacchi fue nombrado en 1975 Presidente de la Pontificia Academia de Eclesiástica del Vaticano, siendo sustituido por Mario Tagliaferri, que permaneció en Cuba hasta 1979, año del nombramiento de Giuseppe Laigueglia. Apenas unos meses más tarde, se sustituyó a monseñor Laigueglia por Giulio Einaudi. 226 refirió al problema del ateísmo contemporáneo: “Hemos de acercarnos al hombre ateo con todo el respeto y la caridad que merece una persona humana por el mero hecho de serlo. No debemos excluir la honestidad en la toma de su posición, que puede ser muy sincera, ni debemos excluir la colaboración en el orden práctico de nuestras realizaciones terrenales [...] hay un campo enorme de empeño común entre todas las personas de buena voluntad, sean éstos ateos o creyentes”i. Era un cambio de rumbo, un alejamiento de las pastorales de combate de Pérez Serantes y un intento de tender puentes con el marxismo. Pero todas las esperanzas quedaron frustradas al conocerse la respuesta de Fidel Castro: suprimir todas las fiestas religiosas, incluida la Navidad, con el fin de aprovechar al máximo todo el tiempo de trabajo posible y destinarlo a la zafra de los diez millones de toneladas, que poco después se reveló como un estrepitoso fracaso de planificación. Lejos de rectificar, el Estado aprovechó esta apertura para radicalizar el discurso anticatólico y proclamar su ateísmo: fue adelantado en la declaración final del I Congreso Nacional de Educación y Cultura (1971) y reiterado en la declaración “Sobre la política en relación con la religión, la Iglesia y los creyentes” del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (1975) en la que se afirmó que: “el papel social de la religión está dado por su contenido conservador, de renuncia a la lucha y sumisión a los llamados poderes sobrenaturales, que no son otra cosa que la explicación de los fenómenos de la naturaleza y las fuerzas opresivas de las clases explotadoras”. Finalmente, el ateísmo adquirió carácter definitivo al ser incluido en la nueva Constitución de Cuba de 1976. Es importante retener esta última fecha, ya que demuestra la el escaso respeto del gobierno revolucionario por la legalidad. En enero de 1959, según constaba en el programa rebelde, la Constitución que iba a instaurarse era la socialdemócrata aprobada apenas dos décadas antes y que Fidel Castro levantaba como una prueba de su espíritu democrático. En vez de eso, lo que sucedió fue que, por decisión del Comandante en Jefe, todo el poder legislativo quedó en manos del gobierno, ya que “la Revolución es la única fuente del derecho”. De este modo, se terminó con la división de poderes y toda iniciativa legal partía de un minúsculo grupo de ministros que no tenían ninguna supervisión. Si la democracia parlamentaria moderna es un delicado entramado de controles y equilibrios (el Check and Balance anglosajón), el nuevo Estado cubano decidió que con ellos no iba el constitucionalismo. El cambio de produjo en 1976 cuando Castro decidió que había llegado el momento de redactar una Carta Magna socialista y crear un nuevo cuerpo legislativo, que se llamó Asamblea del Poder Popular. Ese instante fue aprovechado por el recién elegido Presidente de Estado para decirle a los creyentes: “Hay que trabajar juntos para que, cuando la idea política triunfe, la idea religiosa no esté apartada, no aparezca como enemiga de los cambios [...] ya que no existen contradicciones entre los propósitos de la religión y la Revolución”ii. Habían pasado diecisiete años en los que Cuba había carecido de un texto constitucional que garantizase a sus ciudadanos los mínimos derechos civiles. En el horizonte eclesial, empero, ya se vislumbraba la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, esta vez en Puebla (Méjico) y también con participación cubana. Allí brotó la idea de poner a la Iglesia cubana en pie de reflexión sobre su ser y su quehacer en el pasado, en el presente y en el futuro, de modo que desembocara en un Encuentro Nacional donde se tomarían algunas opciones pastorales. Juan Pablo II, asistente de excepción en Puebla, auguró frutos provechos de reconciliación entre la Iglesia católica y el pueblo de Cuba. Esos beneficios se concretaron, en un primer momento en el proyecto Reflexión Eclesial Cubana (REC), cuyo i CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “A nuestros sacerdotes y fieles”, comunicado de 3 de septiembre de 1969, La Voz de la Iglesia..., p. 177. ii Fidel CASTRO, “Discurso a los miembros del Congreso de Iglesias”, Actas, Kingston (Jamaica), 1977, p. 3. 227 objetivo era renovarse y ponerse al servicio de la comunión con Dios y con el pueblo. Este proceso se realizó entre 1981 y 1985, dando paso un año más tarde al trascendental Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), celebrado en La Habana entre el 17 y 23 de febrero de 1986. A su convocatoria y celebración también ayudó notablemente un clima de deshielo en las relaciones Iglesia-Estado, favorecidas por la visita que realizó Mijail Gorbachov en 1985 en la que presentó las líneas maestras de su Perestroika e instó al gobierno cubano a realizar un esfuerzo de transparencia tanto en su política interior como exterior. La Iglesia, a instancias del arzobispo habanero Ortegai, de talante conciliador y sinuoso, propuso dos encuentros de la Conferencia Episcopal con Fidel Castro el año anterior al ENEC. A partir de entonces se estableció una agenda de encuentros que desembocó en la creación por parte estatal de un Departamento de Asuntos Religiosos dependiente del Comité Central del Partido Comunista y Castro invitó por primera vez a la Iglesia católica a participar en un Congreso internacional sobre deuda externa en la Asamblea del Poder Popular, que recibió a la delegación católica con una sonora ovación. Previamente a este hecho, Fidel Castro había puesto en televisión como ejemplo de gestión eficiente la realizada por las religiosas católicas que atendían los hogares de ancianos. El corolario a esta distensión fue la publicación del libro Fidel y la religión del dominico liberacionista brasileño Fray Betto. Con una tirada de un millón de ejemplares, la entrevista sirvió a Castro para confirmar el nuevo horizonte de las relaciones entre la Revolución y la Iglesia, a la vez que rectificaba algunos conceptos ateístas del marxismo, por ejemplo que la religión no era necesariamente el opio del pueblo. Por su parte, monseñor Ortega había agradecido públicamente desde las páginas oficiosas de Bohemia las facilidades estatales para reconstruir templos y adquirir medios de transporte, así como el apoyo oficial a las obras asistenciales de las congregaciones religiosas. La confirmación llegó con una entrevista de prensa celebrada en Roma durante el Sínodo extraordinario de obispos de 1985, en los que Ortega confirmaba el nuevo statu quo de las relaciones con el Estado, idea que se transmitió a todos las diócesis cubanas en la carta dirigida a los delegados del ENEC en la que se aseguraba que existían: “[...] signos de acercamiento y distensión con las autoridades del país [...] No se trata de indicios ocasionales, sino que, por su importancia y permanencia, estos hechos merecen la máxima atención de todos los cristianos y una adecuada acogida y respuesta evangélica”ii. En el ENEC, la Iglesia cubana dio lo mejor de sí misma. Veinticinco años habían trascurrido desde el triunfo de la Revolución y, pese a los innumerables intentos, la Iglesia no había podido ser integrada en los fines del Estado socialista. Llegaba exhausta, pero llegaba. Y fue capaz de movilizarse a lo largo de toda la nación para reflexionar, desde las parroquias a la diócesis, acerca de su ser y quehacer en aquella sociedad ya postcristiana, cuando no anticristiana. Sus dos ejes orgánicos fueron la fidelidad a Cristo y la fidelidad a Cuba, en un ambiente de celebración porque “cuando la Iglesia está contenta, los pueblos están contentos también [...] sin buscar criterios nuevos, principios nuevos; nos bastan los de siempre, que son los que vienen del Evangelio [...] Se trata más bien de buscar cómo aplicarlos pastoralmente a nuestra realidad concreta”iii. Varias fechas coincidieron en el tiempo con la celebración. 1986 era Año internacional de la Paz, habían trascurrido dos décadas desde el Vaticano II y medio siglo desde la Coronación de la Virgen del Cobre en Santiago de Cuba ante una muchedumbre de católicos cubanos. El i A la consagración de monseñor Jaime Ortega Alamino (Matanzas, 1936) como arzobispo de La Habana acudió una delegación del gobierno, gesto inusual que demostraba una moderada satisfacción oficial con el nombramiento. ii Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Cuba: catolicismo y sociedad en un siglo de independencia, Caracas, 1996, p. 84. iii ENCUENTRO NACIONAL ECLESIAL CUBANO (ENEC), “Documento final”, Roma, 1987, p. 8. 228 trabajo preparatorio fue arduo, ya que cada diócesis respondió a un Documento de Consulta previo con un documento de trabajo que fue explicado en el ENEC por los enviados de cada diócesis, 173 en total, laicos la mayoría de ellos. Si realizamos un análisis detallado de este documento de 266 páginas impreso en Roma por los Salesianos, percibimos con claridad las líneas de fuerza que guían su discurso. Me detendré en algunas que son especialmente clarificadoras, en especial las que afectan a las cuestiones culturales, sociales y políticas. A saber: 1. Cuba no sólo se halla lejos de una eventual revolución, sino que ésta se ha instalado en su historia y se ha constituido en un universo cultural. Dicho universo supone continuidad y evolución, pero también ruptura con la tradición cultural cubana. 2. Los cristianos cubanos reclaman su derecho a estar presentes, como tales, y a participar activamente en el proceso histórico que se verifica en el país. No sólo por su condición irrenunciable, sino por la presencia actuante del cristianismo en la historia de la nación, sobre todo en el período de formación de la conciencia de cubanía. 3. La Iglesia a tratado de encontrar caminos que lleven a una situación de diálogo entre católicos y marxistas para cumplir con su vocación a la reconciliación con Dios y entre personas de un mismo pueblo. En cumplimiento de esta misión, comienza por reconocer su cuota de responsabilidad con relación a las tensiones y divisiones de variado género que pesan sobre nuestro pueblo. 4. En el campo cultural, propone realizar una síntesis entre los elementos compatibles del humanismo cristiano y la antropología marxista. 5. En el campo educativo, la Iglesia se alegra de gran esfuerzo realizado por el Estado para lograr que la enseñanza gratuita llegue a todos. Con todo, le preocupa con intensidad el enfoque ateísta de la educación y la formación ética de las nuevas generaciones. 6. La Iglesia no comparte determinados aspectos ideológicos del Estado socialista cubano y rechaza el ateísmo oficial, pero no le opone una ideología de recambio. Es decir, rechaza presentarse ante la sociedad cubana como un poder frente a otro poder ni como un alto tribunal que juzga y enumera lo bueno y lo malo. 7. La Iglesia reitera que su misión es eminentemente religiosa, pero reconoce una dimensión política y social a su doctrina. 8. A la Iglesia le preocupa que los católicos estén colocados al margen del proyecto social nacional, siendo aceptado por su competencia, por su integridad, por sus buenas relaciones humanas, pero casi siempre a pesar de su fe religiosa. El resultado fue un documento final que recogió: “el espíritu que ha animado a la Iglesia en Cuba durante estos años, el trabajo intelectual y físico de tantos hijos de la Iglesia y, sobre todo, las vivencias y los criterios y los proyectos forjados [...] Este Documento será en adelante punto clave de referencia, orientación y estímulo”i. Como hemos visto, en él se animaba a los fieles i ENEC, “Documento…”, p. 1. 229 salir de los templos y dar lo mejor de sí mismos, descubriendo la potencia políticai que tenía el documento final y su indudable estímulo para colaborar en la construcción del bien común. Como colofón al esperanzador año de 1986, dos hechos destacadísimos: la creación de la Cátedra de cultura cubana Félix Varela en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio para el estudio del pensamiento nacional en la que se integraron católicos, protestantes y marxistas con el fin de realizar una experiencia práctica de diálogo. Su primer ponente fue el historiador Manuel Moreno Fraginals, un referente ineludible en la historiografía cubana. El otro gran acontecimiento fue la visita a Cuba de la Madre Teresa de Calcuta, que confirmó la llegada a la Isla de su instituto religioso de las Misioneras de la Caridad, instante aprovechado por Fidel Castro para dar publicidad a un periodo de “rectificación de errores y tendencias negativas” en el proceso revolucionario. 1987-1998. Del desconcierto a la esperanza Poco podían imaginar los católicos cubanos –incluida la jerarquía– los radicales cambios que iban a suceder en los cinco años siguientes a la celebración del ENEC. Hablar en aquel momento de la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la URSS y la prohibición del PCUS o del hundimiento de todo el campo socialista era, como en el resto del mundo, políticaficción. Estos hechos, bien estudiados hoy, distorsionan la apreciación correcta de las aportaciones del ENEC, que se vieron superadas apenas tres años más tarde, en especial, todas las alusiones al imposible diálogo cristianismo-marxismo. Todo el texto tenía un aroma de cierta resignación ante la realidad político-social analizada… pero intentaré no caer en esa grave tentación que tanto molestaba a Popper: profetizar el pasado. Lo que sí es cierto es que unos meses después de concluido el Encuentro, un informe del arzobispo Ortega al Consejo Diocesano de Pastoral confirma que: “la situación de la Iglesia en su diálogo formal con el Estado da la impresión de haber entrado en una fase de estancamiento”ii. De nuevo, Fidel Castro echaba el freno en el momento en el que las expectativas eran mayores. La desorientación era evidente, pero se reforzó de modo inesperado con el anuncio del gobierno de revisar todos los textos escolares para eliminar las alusiones ofensivas a la Iglesia católica y la fe cristiana, a la vez que autorizaba la importación de 30.000 biblias y devolvía al arzobispado de La Habana la Iglesia de San Francisco, intervenida por el gobierno en 1966 y encarcelado su párroco a treinta años de cárcel –de los que cumplió diez–. Sin embargo, los acontecimientos internacionales son los que van a marcar la política cubana en el periodo que se abre a partir de 1989. En primer lugar, la presión exterior que soportó el gobierno ante el anuncio de ejecución del general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) Arnaldo Ochoa y del coronel Patricio de la Guardia, además de otros dos oficiales de alta graduación, entre ellos el Jefe del Estado Mayor, acusados de narcotráfico y alta traición. En Cuba, Ochoa era la representación del Hombre Nuevo creado por la revolución. De origen campesino, ingresó muy joven en el ejército cubano, llegando a ser condecorado con la máxima distinción fidelista –Héroe de la república de Cuba– por sus misiones internacionalistas en Angola, Etiopía y Nicaraguaiii. Un Tribunal Militar Especial ordenó su fusilamiento en un i Asumo aquí la definición de lo político como aparece en la Constitución Gaudium et Spes del Vaticano II: “conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección” (GS 74). ii iii Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Cuba: catolicismo…, p. 85. Para conocer con detalle y de la mano de uno de sus protagonistas la extensión de la actividad terrorista 230 proceso que causó una fuerte conmoción en la sociedad cubana y que ha pasado a la historia de la revolución como uno de los acontecimientos más traumáticos para el régimen. En realidad, se trató de una purga estalinista ordenada por Castro, que desconfiaba del enorme ascendiente de Ochoa en las FAR y de sus simpatías por Gorbachov y el proceso democratizador de la URSS. El general Ochoa, que se había formado en la elitista Academia Frunze del Ejército Rojo en Leningrado, hablaba ruso con soltura y, según la historiografía posterior a su asesinato, fue su evidente maduración como alternativa a Fidel Castro lo que determinó su defenestración y juicio sumarísimo.i Todo ello unos meses después de la segunda visita del mandatario soviético a la Isla, en la que se renovaron acuerdos comerciales y militares entre las dos naciones y en la que Gorbachov le trató con evidente simpatía. Apenas cinco meses más tarde se produce la caída del Muro de Berlín y, como una ola imparable, las declaraciones de varios países satélites de la URSS anunciando medidas democratizadoras. En el mensaje de Navidad, el episcopado cubano celebra la invitación del estado comunista a Juan Pablo II para que visite Cuba, a la vez que instan al gobierno a promover: “[...] con creatividad mayores niveles de participación social, económica, cultural y política”ii que dejen atrás el colectivismo asfixiante, tan ajeno a las necesidades y el sentir de gran parte de los cubanos. En ese instante, un miedo cerval se había apoderado del gobierno cubano, consciente de que el “desmerengamiento” –según terminología acuñada por el comandante en jefe– del orbe estalinista europeo suponía el colapso económico cubano. Pero no sólo la caída de la utopía estalinista en el Viejo Continente fue la que provocó esa reacción, sino que (conviene recordarlo), en 1989 también se produjo la matanza estudiantil china de Tiananmen, aplastada eficaz y pulcramente por los tanques del Ejército Popular, y la invasión estadounidense de Panamá, seguida de la deportación del general Noriega a los EE.UU. acusado de narcotráfico. En ese año crucial de 1989, Castro vio cortar demasiadas barbas ajenas, algunas como vemos muy cercanas, y decidió también ordenar el retorno de las tropas cubanas desplegadas en Angola y Etiopía. Quizá la metáfora de volver a los “cuarteles de invierno” no sea muy adecuada para una nación antillana, pero eso fue lo que realmente sucedió. A partir de la década de 1990, el régimen vivirá obsesionado con la cuestión financiera y el modo de reformar su sistema económico. Para intentar darse una coartada que justifique las medidas ineludibles que tenía que adoptar, declaró que a partir de 1990 comenzaba un Periodo Especial con ajustes económicos: “forzados por la cambiante situación política del bloque socialista”iii. Era el reconocimiento velado de que, desde ese momento, nada iba a volver a ser igual en la revolución cubana. Como siempre, los cambios se camuflarán con una retórica ampulosa y normalmente incomprensible para la mayoría de los ciudadanos, preocupados a partir de ese momento en resolver sus necesidades elementales. La primera, conseguir alimentarse tres veces al día, tarea nada fácil con la esmirriada cartilla de racionamiento, compañera (esta sí y de verdad) del cubano desde 1962. A partir de ese momento, se inició un declive drástico en la calidad de vida de los habitantes de la Isla. Las carencias materiales se incrementaban por momentos, cuadro del estado cubano en África y América Cfr. Norberto FUENTES, Dulces guerreros cubanos, Barcelona, 1999. i Otro de los imputados, el general Antonio de la Guardia, condenado a treinta años de prisión y hermano gemelo del fusilado, apenas cumplió ocho años de cárcel, reforzando con su liberación la teoría de que todo el proceso fue una trama política para guillotinar a una supuesta tendencia reformista dentro del régimen. ii CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “Mensaje de Navidad 1989”, diciembre de 1989, La Voz de la Iglesia..., p. 350. iii Granma, abril de 1990. 231 pintado con desgarrador sarcasmo por la escritora Zoé Valdési mientras se ocultaba en los informativos de radio y televisión la derrota del sandinismo en las elecciones de Nicaragua, uno de los países que siguió la senda política cubana. Esta es la nueva realidad con la que se encuentra la Iglesia católica cubana. Una sociedad que, acostumbrada a vivir dentro los límites del comunismo –asfixiantes, pero conocidos–, debe afrontar cambios radicales en todos los órdenes. También en el religioso, ya que de forma unilateral el gobierno canceló la visita del Papa, prevista para el 8 y 9 de diciembre de 1990. Castro calificó entonces el anuncio de la visita como: “un error del Vaticano [...] Para que el viaje se produzca es necesario que exista el acuerdo de las dos partes. No lo había entonces y no lo hay ahora”ii. Esta medida, que supuso un fuerte golpe en las aspiraciones de los católicos cubanos, fue compensada con la autorización estatal para que Cáritas Internacional estableciese una sección en Cuba, único país del continente donde no tenía sede. En un abrir y cerrar de ojos, la URSS abandona el marxismo-leninismo y se disuelven el Pacto de Varsovia y el COMECON, versiones socialistas de la OTAN y la CEE. Para Cuba, que pertenece al Mercado Común comunista desde 1972, su desaparición es una vuelta de tuerca tan letal que provocará la apertura plena al turismo (calificado en los primeros años revolucionarios como: “lacra burguesa que refuerza y prolonga la explotación capitalista sobre los países menos desarrollados”) y la dolarización de la economía (es decir, la autorización para poseer y utilizar la divisa estadounidense como medio de pago dentro de Cuba, hasta entonces delito tipificado por el Código penal cubano). Los obispos, en la Navidad del año 91, abordan con valentía estas novedades en una carta a todos sus sacerdotes. “Es evidente que los cambios que van ocurriendo en el mundo [...] tienen su repercusión en Cuba. [...]. Esto supone también cambios progresivos y a veces radicales dentro de cada país hacia una vida más democrática y abierta a la participación de todos los ciudadanos. [...] Ustedes, queridos sacerdotes, conocen mejor que nosotros los pormenores que experimenta la familia cubana para hacer frente a las necesidades materiales de cada día y cómo esas dificultades causan trastornos en nuestros hermanos enfermos o de edad más avanzada. Conocen también el descontento de tantos jóvenes por no hallar el trabajo al que aspiran [...]. Vemos, además, con preocupación y dolor [...] el aumento de la violencia, el robo, el alcoholismo y el desenfreno sexual [...] y el incremento del número de jóvenes que tratan de salir del país a través del Estrecho de la Florida, con gravísimo riesgo de sus vidas a causa de los precarios e insuficientes medios que emplean para su empeño.”. Tras el análisis, se instaba a todos los presbíteros a no desmayar, ya que: “La Iglesia permanece viva en medio de nuestro pueblo”iii afirmación refrendada por el incremento de bautismos y el ligero aumento de vocaciones a la vida consagrada y asistentes a la eucaristía dominical. Aparte de fenómenos ya existentes en mayor o menor medida, este documento abordó un problema incipiente: el éxodo de los balseros, verdadera crisis humana que estallaría en 1994 y permanecerá a lo largo de toda la década, también como un nuevo desafío para los católicos. Sólo en 1991, dos mil balseros fueron rescatados con vida del océano, mientras otros seis mil morían en el intento de cruzar las noventa millas que separan ambos países. A partir de ese instante, inducidos por la desesperación de vivir en una nación sin futuro y la Ley de Ajuste Zoé VALDËS, La nada cotidiana, Buenos Aires, 1995. Publicada inicialmente en francés, esta novela relata la Cuba de fin de siglo con una perspectiva libertaria y nihilista en todos los aspectos que aborda, ya sean políticos, sociales o sexuales. Con influencias patentes de Sartre y Cioran, es reflejo amargo del vacío existencial de una parte considerable de la generación que ya nació con la revolución en el poder. En la misma línea, pero actualizando el tema, encontramos la novela Trilogía sucia de La Habana. Cfr. Pedro Juan GUTIÉRREZ, Trilogía sucia de La Habana, Barcelona, 1998. ii Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Cuba: catolicismo…, p. 92. iii CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “A todos los sacerdotes de nuestro país”, 8 de septiembre de 1991, La Voz de la Iglesia..., pp. 365 y 370. i 232 Cubano (que les concedía asilo si llegaban a tierra firme estadounidense), serán miles los cubanos que se lancen al mar desde las costas de Matanzas o La Habana con el deseo de llegar a los cayos de La Florida. De nuevo, el éxodo. Pero el de finales del siglo XX por razones económicas, no ideológicas o religiosas, como sí ocurrió en los años 60. La juventud cubana, entonces como ahora, vive con el deseo perenne de salir de su país, idealizando la Yuma –que es el término con que se denomina a los EE.UU.– y estando dispuestos a jugarse la vida y comenzar de nuevo lejos de su patria. Mientras tanto, la Iglesia se manifestó de nuevo contra el embargo económico contra Cuba ante la aprobación por parte del gobierno de Washington de las medidas propuestas por el polémico senador demócrata Robert Torricelli. Esta postura de la jerarquía católica fue, y continua siendo, una opción muy criticada por gran parte el exilio, sobre todo en los EE.UU., ya que el mantenimiento de las sanciones contra Cuba es la bandera que demuestra la influencia de la diáspora cubanoamericana en el legislativo de los Estados Unidos. Los obispos, pese a todo, mantuvieron la postura oficial que arrancó en 1969 y que Juan Pablo II ha reiterado también en diversas ocasiones: el embargo perjudica a los más débiles, no influye en absoluto en la política del estado y otorga una coartada ideológica al régimen, que lo utiliza para presentarse ante la sociedad mundial como una nación perseguida. La redacción episcopal es meridiana: “Es cierto que estas dificultades [económicas] no se deben únicamente al embargo norteamericano [...], sino que diversos factores nacionales e internacionales están en la base de la crisis actual. Pero también es verdad que cualquier medida que tienda a aumentar los sufrimientos del pueblo tiene nuestra total reprobación. El embargo es, de por sí, una medida de fuerza que participa, en cierto modo, de la violencia de la guerra [...] violan generalmente los principios del derecho internacional y siempre son contrarios a los valores del Evangelio.” Pero iban más allá en su análisis para concluir: “Si lo que se pretende por esta vía es la desestabilización del gobierno para llevar a la población civil del país, presionada por el hambre y las necesidades, a la revuelta, la estrategia del embargo se torna, además, cruel. No podemos aceptar, pues, las motivaciones políticas de un embargo de este género.”i. Esta coincidencia esporádica con los postulados del régimen no suponía, en ningún caso, un cambio de posición en el análisis de la situación moral y socioeconómica del país. “El pueblo cubano vive momentos muy difíciles. Hay necesidades básicas en situación muy crítica. La solución de los problemas suscita la comercialización de todo y la violencia primitiva por la supervivencia. Se incuban, además, angustias, tensiones y rencores. [...]. A América, y a Cuba con ella, puede secársele el corazón porque la pobreza, la injusticia de los poderosos y el saqueo de riquezas aún perduran”ii. El pueblo, consciente de situación límite en la que se encontraba y también de la falta de respuestas por parte del Estado, se manifestó reiteradamente en los templos. Comenzaron a generalizarse entonces las protestas espontáneas contra el gobierno en las eucaristías, hasta tal punto que la Iglesia tuvo que declarar su reprobación a tales manifestaciones por realizarse en un lugar inadecuado, señalando que, en ningún caso, estaba detrás de esas quejas. Pero también la Conferencia Episcopal denunció: “la presencia en las celebraciones religiosas de agentes del orden en ropa civil, portando armas o instrumentos contundentes, [lo que] es realmente una profanación”iii que no contribuía al orden, sino a la violencia, ya que tales policías intentaban reducir por la fuerza a las personas que disentían. i CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “Ante el recrudecimiento del embargo económico contra nuestro país”, 3 de octubre de 1992, La Voz de la Iglesia..., pp. 394-395. ii CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “Mensaje de Navidad”, 14 de diciembre de 1992, La Voz de la Iglesia..., p. 397. iii Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Cuba: catolicismo…, p. 95. 233 Se produce entonces el penúltimo aldabonazo, utilizando la conocida imagen del político ortodoxo Eduardo Chibás, de la Conferencia Episcopal Cubana. Se trató del documento El amor todo lo espera, que volvió a tensar al máximo las relaciones con el gobierno comunista. El texto, escrito en un tono conciliador, aborda con profundidad cuestiones de moral, cultura, política y economía dentro el marco general de la grave situación por la que atravesaba Cuba en 1993, proponiendo soluciones mediante la búsqueda de nuevos caminos de diálogo. El documento estaba dirigido: “[...] a todos, también a los políticos y [...] a los que, dentro o fuera del país, aspiran a una participación efectiva en la vida política nacional. Hablamos como cubanos a todos los cubanos, porque entendemos que las dificultades de Cuba debemos resolverlas juntos todos los cubanos” y en él se cuestionaba la búsqueda de soluciones con quienes desconocían la realidad histórica de Cuba. Es decir, la Unión Soviética. Los obispos criticaban la dependencia del área comunista que había llevado a copiar estructuras y modelos ajenos a la tradición política y cultural cubana, error agravado tras el hundimiento del bloque soviético. Insistieron en que Cuba no podía esperar del exterior la solución a sus problemas (turismo extranjero, inversiones extranjeras, solidaridad extranjera, etc.), ya que tal comportamiento era alienante y provocaba una especie de exilio interior en aquellos que, sobrevalorando lo ajeno, renunciaban a intentar resolver los problemas internos. Su gran “pecado” a los ojos del Partido Comunista Cubano fue decir: “Hoy se admite que los cubanos que pueden ayudar económicamente son precisamente aquellos a los que hicimos extranjeros. ¿No sería mejor reconocer que ellos también tienen el legítimo derecho y el deber de aportar soluciones por ser cubanos? ¿Cómo podremos dirigirnos a ellos para pedir su ayuda si no creamos primero un clima de reconciliación entre todos los hijos de un mismo pueblo?”i. Como se aprecia, mucho había cambiado la situación político-social en Cuba cuando en apenas ocho años se había pasado de proponer el diálogo con el marxismo (ENEC) a instar la recuperación de los lazos con el exilio, tradicional bestia negra del régimen y chivo expiatorio de (casi) todos los males de la nación cubana. Sin embargo, tales apelaciones de la jerarquía iban más por intentar romper el aislamiento interno y externo, que por acercarse a una oposición al régimen que había dado reiteradas muestras de su intransigencia. Por el contrario, el Estado sólo apelaba a la resistencia, negándose a aceptar la vertiginosa decadencia de una sociedad ya de por sí paupérrima y sin ofrecer un plazo cierto en el que ese esfuerzo concluiría. Era pedirle a un corredor de maratón que está a punto de llegar a la meta que continúe su carrera... indefinidamente. Fueron los años de los apagones continuos, del desbocamiento de atracos y suicidios, de las explosiones de violencia irracional y desesperada que era negada por los medios de comunicación nacionales. Este mensaje episcopal, directo y certero, removió los cimientos del Estado. Fidel Castro no podía aceptar que, en pocos días, más de cien mil ejemplares del documento fuesen repartidos desde el Arzobispado de La Habana sin más publicidad que el rumor ciudadano. Si en los días inmediatamente posteriores a su publicación no hubo respuesta oficial, fue el propio comandante en jefe el que tomó la batuta de la orquesta represiva para atacar con ferocidad a los obispos desde las páginas del diario Granma. ¿Las acusaciones? Ninguna novedosa: traición a la Patria, incitación a la violencia, desear la restauración colonial... La virulencia alcanzó tal grado que el propio Juan Pablo II reafirmó a sus obispos animándoles a continuar trabajando por los objetivos marcados en el polémico documento: la reconciliación nacional y la búsqueda de la verdad y el bien común. El enrocamiento del régimen llegó a su punto culminante en la primavera y el verano de 1994, periodo durante el que se perpetraron varios secuestros de embarcaciones con el fin de ponerlas rumbo a los EE.UU. y que culminó en una crisis migratoria de seis meses con más de 35.000 i CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “El amor todo lo espera”, 8 de septiembre de 1993, La Voz de la Iglesia..., p. 405. 234 cubanos saliendo en botes hacia La Florida. Uno de los más espectaculares secuestros ocurrió el 5 de agosto de ese año, mientras miles de personas miraban desde el Malecón o la vía costera de La Habana. Se desataron protestas en una manifestación popular de descontento, con la gente lanzando piedras a la policía y destruyendo los cristales de tiendas mientras un grito unánime se repetía: “Libertad, libertad”. Los acontecimientos tuvieron menos de cinco horas de duración y prácticamente concluyeron al llegar Fidel Castro al lugar de los hechos. Sin embargo, pese a lo limitado y localizado de esas protestas, fueron los primeros choques entre partidarios y opositores del gobierno desde la primera mitad de los años 60. Los jóvenes menores de treinta años asistieron a un espectáculo insólito en su vida, y el gobierno sintió que una luz roja de advertencia se encendía. Castro declaró entonces que las fronteras de Cuba estaban abiertas para todo aquel que deseara salir de la isla. Miles de personas se lanzaron al mar en balsas, botes y casi cualquier cosa que flotara. El éxodo masivo terminó con negociaciones entre Cuba y Estados Unidos, que concluyeron con un nuevo acuerdo migratorio suscrito en Nueva York por el que se estipuló la emigración legal y ordenada de un mínimo anual de veinte mil cubanos (el anterior acuerdo, de 1984, limitaba a esa misma cifra el número anual máximo de visados para los EE.UU). La Iglesia católica advirtió repetidamente a lo largo de todo el proceso de los riesgos: “Nos preocupa el éxodo masivo de cubanos que abandonan [su] tierra, lanzándose irreflexivamente al mar en embarcaciones rudimentarias bajo una especie de estado de desesperación que, con tal de irse de su país, los lleva a aceptar cualquier destino. [...]. Nos preocupa que no lleguen a analizarse en profundidad las causas últimas, que no son muy simples, de esta tragedia con la voluntad sincera de ponerle punto final a esta tragedia que es también un escándalo. [...] En nuestra condición de cubanos y obispos hacemos un llamamiento a la cordura.”i El prelado de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, decano de los obispos cubanos, glosó esta realidad con más dureza en su tradicional homilía del 8 de septiembre en el santuario de El Cobre: “La peor respuesta es echar eso [el éxodo balsero] a un lado. Decir que los que nos abandonan y se van, no sé..., son como el desecho de nuestra sociedad. Hay algo más profundo que tenemos que aceptar, que está sucediendo y que estamos viviendo. ¡Porque nadie, nadie, puede estar conforme con un sufrimiento que se va alargando por tanto tiempo! ¡Nadie puede estar conforme con una necesidad tan estrecha de las cosas elementales para vivir [...]. ¡Porque nunca, en los 500 años ya de historia, que vamos viviendo, conocimos una situación similar en la realidad de la vida y en nuestra historia! [...] La solución de nuestro problema y de nuestros problemas... ¡Está! ¡Está aquí! ¡No en ninguna otra parte! ¿La solución de los problemas de los once millones de cubanos? ¡Está dentro de Cuba! ¡Depende de nosotros!”ii. El desconcierto profundo de la sociedad cubana ante la estampida de sus compatriotas se alivió, al menos entre los católicos, con la creación del arzobispo de La Habana como nuevo cardenal de la Iglesia católica. Ya en los años 50 otro prelado habanero, monseñor Arteaga, había sido distinguido con el capelo cardenalicio (el primero de toda Iberoamérica), pero el ingreso de Ortega en el Sacro Colegio de Cardenalesiii suponía el respaldo expreso a un modo de abordar las relaciones entre la Iglesia y el Estado. i CONFERENCIA EPISCOPAL CUBANA (CEC), “A nuestros fieles cristianos”, 24 de agosto de 1994, La Voz de la Iglesia..., pp. 447-448. ii Pedro MEURICE ESTIU, “En el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre”, 8 de septiembre de 1994, La Voz de la Iglesia..., pp. 451-452. La cursiva es mía. iii Monseñor Ortega fue nombrado cardenal en Roma el 26 de noviembre de 1994 por el papa Juan Pablo II y retornó a Cuba el 9 de diciembre, recibiendo una clamorosa bienvenida en La Habana. El estado cubano autorizó por esas fechas la entrada de 15 sacerdotes para colaborar en tareas pastorales. Para conocer en profundidad la actuación y opiniones de Jaime Ortega en los últimos veinte años Cfr. Jaime L. ORTEGA ALAMINO, Te basta mi gracia, Madrid, 2002., recopilación de textos, entrevistas, homilías y documentos con el actual cardenal cubano. 235 A partir de su nombramiento como cardenal, puede decirse que el ideario pastoral de la Iglesia en Cuba está fuertemente influido por la personalidad de Jaime Ortega. Su acción, como hemos visto, se desarrolla en un contexto político-social muy complejo y en no pocas veces contradictorio. Sus tres líneas fundamentales de pensamiento son la Iglesia, la Patria y la Sociedad. Una Iglesia que debe ser lugar de reconciliación y de acogida tras “la dura prueba del silencio sobre Dios, del rechazo de la misma Fe como elemento anticientífico, retrógrado e innecesario para la vida”. No debe ser una Iglesia política o simplemente sociológica, pero tampoco ajena a todo angustia al pueblo de Cuba. En cualquier caso, este nuevo liderazgo de monseñor Ortega se encuentra con una verdad indudable: el ateísmo, lejos de ser el pensamiento común de la nación cubana, ha retrocedido, lo que permite la preparación de las nuevas generaciones en un entorno en el que la Fe está presente y se manifiesta cada vez con menos miendo. “Nuestra Iglesia vive un nuevo Pentecostés, no estruendoso, sin lenguas de fuego visibles, pero con un nuevo ardor evangelizador”i. Una Patria entendida como actitud de Fe, enraizada y presente en el día a día, del mismo modo que sus grandes figuras históricas (Luz y Caballero, Mendive, Martí) son redescubiertos en sus esencias cristianas, perfectamente detectables en su pensamiento. De todos ellos, insistirá en recuperar sus mensajes de perdón y reconciliación, especialmente patente en la obra de José Martí. Por otra parte, Ortega también insiste en la identificación de la diáspora cubana como una parte esencial de la Patria, rama del mismo árbol. “[...] Somos una nación dilatada y a menudo dividida y nuestra conciencia de cubanos debe llevarnos a hacer cuanto sea posible en el orden humano para labrar un futuro de esperanza, de amor y unidad”. Por último, la Sociedad. Una sociedad que debe ser interpelada para denunciar todo lo que en ella hay de anticristiano, sin olvidar el tremendo reto que supone que, si alguien quiere prosperar en Cuba, debe para ello abandonarla. Esto es, para Ortega, un dolor de la Patria y también de la Iglesia, que sufre al percibir cómo el exilio –ya sea externo o interno- mina la actuación de los que deciden permanecer en la Isla. Esta trinidad de preocupaciones episcopales (la Iglesia, la Patria, la Sociedad) es la que se encontró Juan Pablo II en Cuba en su viaje como Mensajero de la Verdad y la Esperanza de enero de 1998. Después del supuesto faux pas vaticano de principios de los años 90, ahora es el propio Fidel Castro el que visita al Sumo Pontífice en Roma en 1997. Si apenas siete años antes el gobierno cubano temió que una visita de Juan Pablo II precipitase los acontecimientos políticos, ahora es el régimen el que está necesitado de oxígeno internacional y de dar una imagen de normalidad y tolerancia. Por su parte, la Iglesia tenía una obligación espiritual de celebrar su fe y dar un testimonio de cohesión, abrir horizontes de esperanza y reconciliación y, en medio de las incertidumbres, dar voz a los que carecían de ella. Por parte del Estado, fue el propio Castro el que se arrogó la tarea de explicar al pueblo la razón de la visita, intentando dotarla –en una de sus clásicas piruetas dialécticas– de perfecta coherencia ideológica, dada la oposición pontificia al embargo, al liberalismo salvaje y su defensa a ultranza de los derechos humanos: “En todo ello coincide con la Revolución”ii dijo Fidel Castro sin embozo. Muy significativo fue el hecho de que la preparación de la visita de Juan Pablo II propició algunas actuaciones hasta entonces impensables y que, sin que sirvieran de precedente (como i ii Manuel FERNÁNDEZ SANTALICES, Presencia en Cuba…, pp. 102-103. Granma, septiembre de 1997. 236 luego se demostró), constituyeron un paréntesis de tolerancia y desbloqueo, valiosos en sí mismos, preludio del carácter festivo y reparador que tuvo la presencia del Sumo Pontífice en Cuba. Baste para ello pensar que, si bien hasta última hora no se permitió a la Iglesia el acceso a los medios de comunicación, sí se autorizaron las visitas misioneras casa por casa en toda la Isla anunciando la cercana presencia de Juan Pablo II, así como la peregrinación apostólica de la imagen de la Caridad del Cobre por toda la Isla y la celebración a su paso de misas al aire libre en las plazas públicas por primera vez en tres décadas. Todo ello, huelga recordarlo, con un seguimiento masivo una vez que se despejaron los primeros temores –justificados después de años de persecución– entre el pueblo cubano. No entraré a analizar la visita de Juan Pablo II por la completísima cobertura mediática que rodeó su viaje y los innumerables análisis realizados tanto a priori como a posteriorii. Baste decir que los frutos apostólicos del viaje fueron cuantiosos y que la comunidad católica se sintió reconfortada, sacudiéndose una parte del miedo y el aislamiento a los que le somete el régimen. Sin embargo, sus dos reivindicaciones principales (acceso libre a los medios de comunicación y libertad de enseñanza religiosa) siguen vetadas por Fidel Castro. Esta historia de desencuentros y vaivenes incomprensibles entre la Iglesia y el Estado ha sido manejada por este último con su astucia, desarrollando una enigmática política de tensióndistensión en la que malvive todo el pueblo cubano, alejado por la maquinaria estatal de cualquier tipo de organización (ya sea la Iglesia, la disidencia o los diplomáticos extranjeros) que pueda convertirse en voz para los que no la tienen. Por este motivo, la Iglesia no logra comunicarse plenamente con la sociedad cubana, ya que el régimen castrista está estructurado iuris et de iure para aniquilar cualquier tipo oposición. Sin derechos civiles, sin libertades públicas, sin espacios de opinión, la sociedad cubana se torna invisible, no porque se oculte, sino porque carece de los medios necesarios para difundir sus opiniones. Los urgentes retos que ahora se afrontan, y que son radicales en su formulación (pobreza, disolución de la familia, aborto, falta de libertades políticas), exigen una respuesta pausada pero determinante. Al menos uno de ellos ha sido presentado con dignidad ante la opinión pública internacional por el heroico Proyecto Varela, liderado por el católico Oswaldo Payá. Los recientes respaldos a Payá de la Unión Europa y otras instancias internacionales ofrecen una luz de esperanza, tenue pero real. Por su parte, la Iglesia –memoria y tradición, servicio histórico y denuncia– seguirá adelante con su misión eterna y su defensa de los valores evangélicos. Los laicos, sin duda, seguirán trabajando junto al resto de cubanos para crear una sociedad más justa, más libre y más humana. Es la Historia del último siglo y nada parece que vaya a cambiar ese compromiso. i Cfr. JUAN PABLO II, Viaje apostólico a Cuba, Madrid, febero de 1998 e Ignacio URÏA, “Cinco días esperanza”, Nuestro Tiempo, número 525, Pamplona, marzo de 1998. 237 Panorama y contribución del protestantismo cubano POR VICENTE ECHERRI Escritor. Dirigió durante diez años la revista religiosa El Informador Episcopal La quiebra institucional que se ha producido en Cuba como secuela natural de la gestión totalitaria por tantos años ya, ha llevado a pensar a más de un activista, comentarista, experto en la cuestión cubana, etc. que la Iglesia, es decir la religión organizada, puede ser, o está llamada a ser la única institución con suficiente credibilidad y solvencia moral para convertirse en garante de una transición o de un cambio político —que inevitablemente ocurrirá— en el que las actuales estructuras de poder den paso a una Estado democrático o que, al menos, tienda hacia la democracia. Por esta mediación eclesiástica han apostado muchos disidentes y no pocos miembros de nuestro exilio, con menor o mayor grado de filiación y compromiso religiosos, pero que comparten la opinión o el criterio de que el mensaje de moderación y reconciliación del cual la Iglesia es portadora podría trasladarse al discurso político y en torno a él ir echando los cimientos de la nueva Cuba. Algunos llegan a creer, y yo no me encargaré aquí de desmentirlos, que de producirse un desplome súbito de la autoridad la Iglesia estaría llamada a convertirse en una suerte de Arca de Noé; otros opinan que la tesis de los «cambios pacíficos» que casi todo el que se pronuncia sobre Cuba parece ahora suscribir, responde, entre otras cosas, al temor de la Iglesia y los líderes cívicos que le son afines, de que un colapso inesperado y espontáneamente violento del régimen cubano podría arrasar con los restos de la vida civilizada que aún sobreviven en la sociedad cubana. Aunque al decir «Iglesia», con mayúscula y en singular, puede y suele pensarse en primer lugar en la Iglesia Católica Romana, el nombre, como concepto institucional, se aplica en conjunto a todas las denominaciones cristianas organizadas en el país y, en base a un criterio aún más amplio, a toda denominación religiosa. Así entendido, Iglesia podría ser un concepto tan genérico que podría dar cabida a los cultos afrocubanos que se agrupan bajo el nombre de «santería», e incluso —extendiéndolo aún más— a sinagogas y mezquitas. Al reflexionar, pues, sobre «el papel de la Iglesia» en una transición política en Cuba, estamos queriendo decir iglesias, religiones, organizaciones religiosas. De este mosaico, me concentraré en el movimiento protestante, que, por su propia naturaleza e historia, es, en Cuba y en casi todas partes, fragmentario. Conozco a personas para quienes ser cubano y protestante suena como una contradicción de términos. Más fácilmente creen que la religiosidad de un cubano se expresa en el sincretismo religioso, mezcla de catolicismo popular y religiones africanas que es una de nuestras más constantes caricaturas, si bien es cierto que estas manifestaciones de culto han aumentado su importancia en la vida religiosa del cubano de hoy. El protestantismo en Cuba, que llegó a tener una relativa importancia e influencia en la sociedad, en vísperas de la revolución y que hizo, como grupo minoritario, contribuciones apreciables , sobre todo en el campo de la educación, siempre ha sido visto en Cuba, por nativo que fuese, como una corriente que llega desde el exterior, particularmente desde los Estados Unidos. Al decir del Dr. Raúl Gómez Treto —un prominente laico católico que en los años setenta resultó ser demasiado conciliador con la dictadura— «En Cuba se era católico a la española y protestante a la americana». Es decir, el protestantismo era una manera de identificarse con una corriente de pensamiento, posiciones, etc.. que llegaban al país procedente del exterior, particularmente de los Estados Unidos. Pese a que algunas iglesias protestante llevan más de un siglo establecidas en Cuba, y por mucho que se arraigaran en el país y por cubanos que hayan sido la mayoría de sus líderes, el protestantismo tiene una inescapable condición exógena, nos viene de fuera y, las primeras 238 veces, en son de guerra. Valga apuntar, como dato curioso, que el primer oficio protestante que se celebra en la isla lo preside el capellán del corsario francés Jacques de Sores, que asalta e incendia La Habana el 10 de julio de 1555. De Sores era hugonote, como lo era también su jefe, el almirante Coligny, jefe de la Armada francesa, quien perecería años después en la matanza de San Bartolomé. Dos siglos más tarde, en 1743, durante la guerra de la Oreja de Jenkins, la colonia inglesa que se establece con el nombre de Cumberland no lejos de donde posteriormente se fundaría la ciudad de Guantánamo, cuenta con un capellán anglicano, como anglicano ha de ser el culto no católico que se celebró en La Habana durante los once meses que duró la ocupación británica de la ciudad entre 1762 y 63. Sería también un misionero anglicano, esta vez de la Iglesia Episcopal, el primero en establecer una misión permanente en Cuba. El Rdo. Edward Kenney, quien procedente de la diócesis de Filadelfia, llega a La Habana el 27 de noviembre de 1871, el mismo día en que el poder colonial ejecutaba a los ocho estudiantes de medicina. Al principio, la obra episcopal en Cubase limitaría a una capellanía para extranjeros; después, aprovechándose de una ley que garantizaba la libertad de cultos, comenzaron las primeras misiones en el país, y eso atrajo también a los metodistas. Al finalizar el siglo y producirse la intervención militar de Estados Unidos, Cuba se vuelve para casi todas las denominaciones protestantes del Norte, una tierra de misión: así llegan también presbiterianos, nazarenos, bautistas, cuáqueros. A estos últimos estuvo muy ligado el presidente Tomás Estrada Palma que, si no llegó a ser miembro de esta denominación, como afirman algunos historiadores, era un amigo de «los amigos», —es decir de La Sociedad de los Amigos, que es el nombre oficial de los cuáqueros— desde sus tiempos de maestro en Central Valley, Nueva York. Hay constancia, además, de que Don Tomás bautizó a uno de sus hijos en la iglesia metodista de ese pueblo. Con celo proselitista, casi todas las denominaciones protestantes norteamericanas enviaron sus misioneros a Cuba, que se fueron dividiendo los campos de misión y extendiéndose por todo el país. Posteriormente llegarían sectas menos tradicionales: testigos de Jehová, Adventistas del Séptimo Día, Bando Evangélico de Gedeón y varios grupos pentecostales que ya crecían en vísperas del castrismo y que, pese a los muchos años de discriminación y persecución, muestran en la actualidad un cierto índice de pujanza. Ahora bien, ¿qué aporta el protestantismo a la sociedad cubana, o qué podría aportar en un proceso de transición hacia la democracia? Me atrevería a responder que, el mayor aporte que los protestantes pueden aportar a Cuba, a la sociedad cubana, a este castrismo en vías de desintegración y a la democracia del futuro es su propia visión fragmentada del mundo, su pluralidad, que es una derivación natural del concepto luterano del «libre examen». Desde luego, el fanatismo sectario que le hace creer a muchos miembros de las distintas denominaciones que ellos son los poseedores de la verdad absoluta contribuye a oscurecer o menoscabar el alcance o trascendencia de este aporte; para apreciarlo, hay que situarse afuera y percibir el fenómeno del protestantismo como lo que realmente es: una especie de plato roto en el que cada grupo o denominación tiene una astilla. El concepto en sí mismo, es un buen antídoto contra el pensamiento único del totalitarismo marxista que encuentra obvios puntos de afinidad en la estructura jerárquica y piramidal de la Iglesia de Roma. Es decir, la coexistencia misma de las denominaciones protestantes, sus diversos énfasis estarían llamados a ser, creo yo, una viva lección de pluralidad, del mismo modo que en sus formas de gobierno están más presente las estructuras de la democracia representativa. Sin embargo, no podría pasar por alto al considerar protestantismo cubano y sus posible contribución a la sociedad en que se produce y opera, el desairado papel de algunas denominaciones y organizaciones, como el Consejo Ecuménico de Cuba, que frente al régimen más despótico que ha padecido nuestro país en su vida republicana ha optado por la abierta complicidad y el más abyecto colaboracionismo. Los líderes de algunas denominaciones, particularmente la Iglesia Presbiteriana de Cuba, y algunos líderes del metodismo, de la Iglesia 239 Episcopal, así algunos pastores bautistas, cuáqueros y pentecostales, han funcionado, a lo largo ya de muchos años como auténticos agentes y promotores del castrismo, sirviendo de portavoces del régimen en foros nacionales e internacionales y promoviendo sin ninguna vergüenza la agenda de la dictadura. Tres pastores protestantes son los únicos clérigos, hasta donde yo sé, que tienen asiento en la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular, un organismo que parodia torpemente las funciones del poder legislativo en el Estado comunista. El Consejo Ecuménico de Cuba —que se dedica fundamentalmente a conseguir viajes y prebendas para los líderes protestantes comprometidos con el régimen, al tiempo que sirve a los intereses del Estado en un control más efectivo del clero y las feligresías de sus iglesias miembros— se encuentra en las antípodas de la solidaridad que se espera que una organización religiosa tenga en medio de un pueblo oprimido. Lejos de ejercer un ministerio profético, de denuncia frente a los atropellos y las persecuciones, y de simpatía con las víctimas, este foro que agrupa a las figuras más visibles del protestantismo cubano ha sido un cónclave obsecuente que, en algún momento, hasta ha llegado a apoyar públicamente las ejecuciones políticas. No es menester argüir que esta parcialidad con el castrismo incapacitará a estos líderes religiosos, individual o colectivamente, de hacer una contribución de peso en cualquier clase de transición o en la democracia de mañana. Más de una vez he intentado explicar el móvil de esta simpatía y de este colaboracionismo de parte de algunos líderes y organizaciones del protestantismo cubano, que tanto compromete el prestigio de sus denominaciones y que no encuentra réplica en la Iglesia Católica y, más allá del oportunismo individual o incluso institucional, creo que debe haberse originado en el intento de adquirir un relieve, una voz o una importancia a la sombra del nuevo régimen en el momento en que la Iglesia Católica perdía el predicamento y la influencia que durante siglos había tenido en la sociedad cubana. Asimismo, las instituciones del protestantismo cubano reflejan —en lo político— a las iglesias de donde provienen en Estados Unidos, siendo más avenientes con el castrismo el liderazgo las denominaciones del protestantismo histórico —episcopales, metodistas, presbiteriano—, a las que en Estados Unidos se les llama del «main stream» y que se identifican ccon posiciones más «liberales» o de izquierda; en tanto las denominaciones que tienen un mayor carácter sectario, por hacer énfasis en alguna doctrina particular —bautistas, pentecostales, adventistas, etc.— o los llamados evangélicos, han mantenido, aunque con las inevitables excepciones, posiciones si no de mayor oposición, al menos de menor acatamiento Pese al lamentable papel de los líderes más visibles del protestantismo cubano en este período de opresión política y oscurantismo ideológico, creo, que los protestantes cubanos heredan una tradición más afín a la participación democrática —que copian en sus asambleas y en sus organismos de gobierno—que la más autárquica estructura de la Iglesia de Roma. ¿Cómo esa experiencia orgánica, operativa, podrá imponerse a la visión de túnel que tienen muchos miembros de esas agrupaciones religiosas, para contribuir sanamante mañana al debate público que trae consigo toda acción democrática? Sería pecar de temerario intentar responder esta pregunta ahora, cuando todavía no sabemos cómo han de producirse las transformaciones que le den paso al futuro a partir de la atrofiada sociedad actual; pero, en un pueblo donde la desesperanza, la angustia y el miedo ha empujado a tantos a buscar nuevamente a Dios bajo todas las formas y nombres, con el consiguiente crecimiento de la feligresía de todas las denominaciones, es de creer que los protestantes, por ajenos a la sociedad cubana que todavía les parezcan a muchos, están llamados a hacer su contribución en la hora de los cambios inevitables, contribución que, sin duda, podrá catalogarse de valiosa. 240 La economía cubana en el post-totalitarismo 241 Un nuevo sistema financiero para una nueva Cuba POR TOMÁS G. MUÑOZ En nuestro planeta, vivimos en una constante transición, producto de diálogos, negociaciones, fuerzas de mercado, o simplemente porque su momento ha llegado. De frente a un caso próximo a nosotros ―el de España― vemos que varios modelos de transición la han abanicado diferentes actores en diferentes tiempos y modos, sin conseguir más que fugaces soplos. Entre Don Juan en los ´40 y Ruiz Jiménez a principios de los ´70, se produjeron diversos esquemas que acabaron en el rastro de la historia, al paso que D. Juan Carlos trazaba su propio guión antes y después de la muerte de Franco. Acierta el historiador español Javier Tusell al decir que “todas las transiciones democráticas han sido una complicada partida de ajedrez a varias bandas en las que el resultado final de ninguna manera estaba escrito.” En Europa oriental, aunque hay excepciones, los episodios antes y después de la caída del muro de Berlín “cogieron en bragas” a muchos dirigentes comunistas, de manera que sus tránsitos se escribieron sobre la marcha, con su secuela de “estira-y-encoges,” y sin asesoría adecuada, en aras de un errado sentido de la soberanía nacional. En nuestro caso, los cubanos hemos preparado decenas de planes de transición, aunque aún el primero está por montarse en el tren de la historia. Y aunque uno pudiera desechar estos ejercicios con aburrida displicencia, es necesario hacerlos para que, al menos teóricamente, los futuros ejecutores del cambio tengan algo que mascar y digerir en ese pedregoso camino que será la transición, incluso la financiera. ***** En términos simples, cualquier economía, sea socialista, de mercado, o en transición al mercado, necesita de un sistema financiero, llamémoslo “cajero,” a través de quien fluye el dinero ―las entradas y salidas del producto de esa economía. Así, antes del cambio, los países socialistas tenían estructuras financieras sencillas, aunque diseñadas para sus entornos económicos, i.e., Un banco nacional, que era a la vez banco de emisión y banco comercial a través del que se canalizaban los flujos monetarios de la producción, los sueldos, las pensiones, los ahorros, cambio de divisas, préstamos y las reservas internacionales del país. Un banco de comercio exterior, encargado de la parte externa del producto de cada país – importaciones, exportaciones, instrumentadas a través de giros, cartas de crédito, etc. La primera excepción a esa regla general era Hungría, en donde, desde el inicio de los años 80 operaba el Central European International Bank, especializado en operaciones en divisas y “switch trade,” tan común en aquella época. El estado húngaro, mayoritario, y varios bancos internacionales europeos, eran los principales accionistas. Hoy día, naturalmente, todos los países de Europa oriental, más los que aparecieron después del desmembramiento de la URSS, tienen sistemas financieros que más o menos siguen el modelo occidental: banco central, bancos comerciales nacionales y extranjeros, bancos de inversión, instituciones parabancarias, y mercados de capital. La segunda excepción la vemos en China y Vietnam, que, sin abandonar el socialismo totalitario, han establecido modelos peculiares de economías de mercado, que más o menos siguen a sus congéneres del antiguo bloque soviético: es decir, en esos dos países hay bancos centrales, bancos comerciales nacionales y extranjeros, etc. Al visitar la bolsa de Shanghai, y 242 dada la aficción chinesa por el juego, he visto el desarrollo y la actividad de algunos parquets primermundistas. Nadie diría que detrás de eso hay una férrea dictadura que no tolera el disenso político. Hago aquí un pequeño paréntesis, que hallo digno de mención: el común denominador de todos esos países, con China de gran figurante, es que hoy día sus bancos están cargados de préstamos incobrables. Después de inyectar US$ 200 millardos a varios bancos estatales, este año China tendrá que aportar otros US$ 20 millardos para mantenerlos a flote. Semejantes problemas están presentes en Polonia, Hungría, la República Checa, Rumania, Bulgaria y, last but not least, Rusia. El motivo de esos huecos no es necesariamente la falta de preparación de los gerentes de esos bancos, sino la corrupción: por otorgar un préstamo, los banqueros cobran una comisión, que se embolsillan. Por ejemplo, en la Bulgaria de principios de los ´90, cuando una empresa solicitaba un crédito, era común, y no bromeo, que el gerente del banco preguntara, “¿tiene intención o no de repagar el préstamo?” Para una respuesta afirmativa, la coima del banquero era del 5% del valor del crédito. Una negativa merecía un soborno de hasta el 50%. Y no es sorpresa que aquel sistema bancario se desplomara a mediados de los ’90. No en balde el afable Señor Filipov, al abandonar su cargo de gobernador del Banco Nacional, inmediatamente se unió al banco del Grupo Multi, cuyo presidente, Ilya Pavlov fue abatido a tiros justo frente a su oficina por un sicario que todavía anda forajido. Volvamos a las excepciones. La tercera, muy poco conocida, es, adivinen, ¡Cuba! Sí, país de socialismo totalitario, con un esbozo de economía de mercado agazapado en espera de su momento. Desde 1997, el sistema financiero cubano tiene una legislación medianamente decente, bien escrita, que ha contado con la asesoría externa del Brasil y de la Agencia Reuters, entre otros. Y digo que es poco conocida, porque el Documento de Transición que muchos de nosotros hemos leído, se refiere al Banco Nacional de Cuba como el motor de la transición financiera. Claramente, y no es culpa suya, el cubano de a pié no tiene la mínima idea de esa institución ya no es el banco central, y, peor aún, de que en Cuba ya hay montado un esquema para cuando venga el cambio: los comisarios que quieren adueñarse del país se han ocupado de mantener al pueblo ignorante. ¿Cuáles son los elementos del esquema cubano actual? A la cabeza, está el Banco Central de Cuba, que sustituye al antiguo Banco Nacional de Cuba. El BCC es, en propias palabras, “la entidad rectora, reguladora y supervisora de las instituciones financieras y de las oficinas de representación establecidas en Cuba, incluyendo a aquellas que se establezcan extraterritorialmente (offshore banks) en las zonas francas y parques industriales…” El Banco Nacional de Cuba, liberado de las funciones de banca central, continúa existiendo como banco comercial, con más de 500 sucursales en el territorio nacional. No difunde sus balances al público en general. El Banco de Crédito y Comercio es un banco comercial establecido en 1997 y enfocado al sector empresarial. Tampoco difunde sus balances al público. El Banco Popular de Ahorro abre en 1983, y asume funciones de banca universal en 1997. Se llama “banco líder de los clientes naturales (personas físicas) en moneda nacional y divisas.” Al 2002, tiene activos de $8.8 millones, y patrimonio de $468 mil, lo que lo hace microscópico en tamaño. Este banco tiene una participación del 25% en el Netherlands Caribbean Bank, con sede en Curazao, donde el ING Bank de Holanda ha suscrito el 50% del capital. El restante 25% pertenece a Gilmar Project Finance, una empresa controlada por el Grupo Acemex, al cual me referiré más tarde. 243 El Banco Financiero Internacional, que abrió en 1978, se dedica operaciones en divisas contratadas con personas jurídicas cubanas y extranjeras, empresas mixtas y personas físicas. No difunden sus balances, salvo a corresponsales. El Banco Internacional de Comercio, que data de 1993, opera fundamentalmente en divisas, y es miembro del Grupo Nueva Banca, que a su vez es una holding de CDC Capital Partners, del Reino Unido, por su parte controlada por el Lyon Selection Group, de Australia. El BIC no difunde sus balances. Los últimos estados financieros del Lyon Selection Group son de 1999, y arrojan un patrimonio de casi A$100 millones. El Banco Metropolitano, que data de 1996, presta servicios de banca privada al cuerpo diplomático acreditado en Cuba y firmas extranjeras; extranjeros residentes en Cuba y particulares cubanos. Aunque sus balances no están disponibles, publica tener un patrimonio de $15 millones. Aparte de éstos, la Financiera Nacional, Casas de Cambio, S.A., Compañía Fiduciaria, RAFIN, FINALSE, FIMEL, PANAFIN, FINAGRI, Corporación Financiera Habana y FINCIMEX, que, en general, ofrecen servicios parabancarios. No tengo la mínima idea de quiénes son sus accionistas o promotores finales, aunque me atrevo a afirmar que detrás de eso están las personas que hoy conforman el Aparato del Estado. Y como si no fuera poco, hay 13 oficinas de representación de bancos extranjeros en La Habana, entre ellas el BBVA, Banc de Sabadell, Caja de Ahorros de Madrid, Société Générale, ING Bank y el Nacional Bank of Canada ―es decir, parte de la flor y nata de la banca internacional. Veamos ahora algunas de las secciones más importantes de la legislación bancaria ya existente, que, comento, está escrita muy profesionalmente, envidia de otras regulaciones obtusas o ambiguas que he observado en el Este europeo y algunos países iberoamericanos. Dicho esto, sin embargo, enfocaré mis comentarios en las áreas donde se ven las manos de los que quieren arrimar la brasa a sus sardinas: Los préstamos concedidos a un solo deudor no podrán exceder el 25% del capital pagado y reservas del banco prestamista. Sin embargo, y previa autorización del Banco Central, este límite podrá extenderse al 40%, aunque los préstamos globales del banco no pueden exceder cuatro veces su patrimonio. Por tanto, un banco con un patrimonio de, digamos $20 millones, tiene una capacidad total de riesgo de $80 millones, de los cuales $8 millones pueden canalizarse a un solo deudor. En Estados Unidos y otros países, este límite, llamado “límite legal de riesgo,” es de sólo el 10%, un nivel prudente enraizado en la Gran Depresión de los ´30. No se hace mención a que si los bancos pueden o no prestar a sus accionistas, práctica altamente peligrosa que ocasionó la quiebra, entre otros, de los Banco Occidental, de Navarra y de Granada, en España, Ambrosiano en Luxemburgo, Intercambio Nacional en Argentina, Económico y Agrícola en Bulgaria, etc. etc. El capital mínimo inicial de un banco se fija en $5 millones (US$ 1 millón, más o menos, al tipo actual de cambio. Esto es igualmente peligroso, pues permite el establecimiento de un banco con un capital exiguo. En todo el Este europeo una serie de bancos han quebrado precisamente por eso, porque posibilita la fácil entrada de aventureros. 244 No se hace mención a una capacidad técnica mínima de los dirigentes bancarios. Si a la estopa de la exigüidad del capital mínimo, se añade la chispa de que no hay garantías legales sobre la gerencia idónea de la institución, inevitablemente habrá fuegos, si es que ya no los hay. Primera conclusión: al menos en el papel, Cuba ya cuenta con una estructura financiera pronta para abrazar el cambio a una economía de mercado, totalmente diferente a aquélla que existía en el bloque socialista antes de 1989. Y tienen razón algunos conocidos míos en la Isla, al decir que “la transición financiera comenzó en 1994, y se aceleró a partir de 1997.” Obviamente, esa estructura está al servicio de las parcelas de poder que los Castro han repartido a los militares y civiles privilegiados en Acemex, Cimex, Gaviota, y las llamadas “empresas mixtas,” Y aquí vale la pena añadir que el estítico y muy viajado Francisco Soberón es el principal repostero de este pastel, que comenzó a confeccionar antes de 1994, desde la presidencia de Acemex, “Actividades Empresariales en el Extranjero,” una especie de holding company de la nomenklatura. De allí saltó a la cima del Banco Nacional de Cuba, y desde 1997 es presidente del Banco Central de Cuba; por tanto, si el anteriormente mencionado Documento de Transición da relevancia de motor de transición a estas instituciones, es como decir que los lobos devienen guardianes del gallinero. Segunda conclusión: la legislación bancaria actual adolece de por lo menos cuatro lagunas de elemental imprudencia, que no es resultado de fallas inocentes, sino de huecos legales que permitirán a la nomenklatura hacerse del poder económico. Visto eso, no creo que exista, fuera de ese círculo, la más pálida idea sobre el estado real de esos bancos y sus clientes. Conclusión final: los hechos no me hacen sentir optimista sobre el derrotero del actual sistema financiero, Primero, en esta área, de los abusos y fullerías cometidos en los países del Este europeo, China y Vietnam se puede escribir una antología. Y no creo que Cuba esté vacunada contra esto. Segundo, deberá existir una voluntad política de cambio en Cuba, proveniente de un régimen de derecho. Sin eso, no se podrá evaluar el estado de salud de los bancos y sus clientes, y mucho menos evitar las imprudentes prácticas que la actual legislación condona, o sacar del paseo a la nomenklatura que hoy comanda empresas y bancos. La reincidencia de las pirámides, auto-préstamos y corrupción presentes en los primeros años de la transición de Europa oriental constituyen un riesgo presente y real que sólo la celeridad de la transición cubana podrá abortar. Decía el eminente legista norteamericano Clarence Darrow que “La historia siempre se repite, y ahí está el error.” Efectivamente, el error está en la ingenua creencia de que la historia no se repetirá en Cuba. 245 El futuro de la economía cubana POR JORGE A. SANGUINETTY La crítica situación económica de Cuba, caracterizada por altos niveles de pobreza crónica, incapacidad de crecimiento, dependencia extrema de subsidios externos y un elevado nivel de endeudamiento está principalmente causada por la negativa del gobierno cubano de permitir que los cubanos trabajen, produzcan, comercien, se movilicen y decidan dónde residir con más libertades de las que gozan en la actualidad. El levantar estas restricciones tendría un alto valor y un bajo costo económicos. Esto hace indispensable reformar el sistema económico que impera en el país. La economía mejoraría mucho más que marginalmente si además de introducir algunas libertades económicas se desarrollan las instituciones correspondientes a las de una economía de mercado y una democracia, todo lo cual consiste en establecer los derechos de propiedad, liberar el comercio, abandonar el control de los precios, establecer el marco legal que se necesita para garantizar la seguridad de los contratos y dar a los ciudadanos plenas libertades individuales. En este contexto el papel del gobierno se limitaría a la seguridad y defensa de la nación, el desarrollo de una administración de justicia capaz de garantizar los derechos individuales y financiar y producir los bienes públicos que corresponden a una economía moderna, como son la estabilidad de la política monetaria, la salud pública, el cuidado del medio ambiente y el desarrollo de sus recursos humanos. O sea, la buena noticia es que la economía cubana se puede desarrollar a favor de sus ciudadanos siempre y cuando se tomen las medidas de liberalización que son bien conocidas en el mundo y que les ha permitido a otras economías crecer de manera sostenida y alcanzar los niveles de vida más altos del planeta. Lo único que impide hoy que la economía cubana prospere es el empecinamiento de la persona que ha logrado controlar la vida de todo un país y que se opone a toda suerte de reforma, bajo el pretexto de que los preceptos socialistas son sacrosantos y que la prosperidad económica lograda a través de una economía basada en libertades individuales corrompe al ser humano. La verdadera razón es que las libertades económicas son necesarias para lograr las libertades políticas y Fidel Castro sabe muy bien que el cubano se las agenciaría para sacarlo del poder si se les dan las libertades mínimas para hacerlo. Pero la desaparición de Fidel Castro no será condición suficiente para que el gobierno que lo suceda adopte el programa de reformas que el país necesita. De hecho nadie sabe si ese gobierno estará compuesto por personas tan renuentes a hacer reformas como el propio Castro o si estará más dispuesto a introducir reformas en algún grado. Muchos en Cuba, incluso dentro de las filas del gobierno y posiblemente allegados al propio Castro, deben saber que el país necesita reformas urgentes no sólo para desarrollarse sino para detener su deterioro, pero no se atreven a expresar sus opiniones personales. De todos modos, cualquiera que sea la naturaleza del primer gobierno que suceda a Fidel Castro, la mala noticia que se contrapone a la buena mencionada más arriba consiste en que tanto en Cuba como fuera de la isla parece haber muy poca comprensión y menos preparación para definir el futuro de la economía cubana. Si no se corrige esta deficiencia, que nos hace recordar la falta de un plan de nación en la inauguración de la república, ha de hacer más difícil la instalación de una economía de mercado en un contexto democrático pues tal logro requiere el compromiso y el esfuerzo coordinado de muchos cubanos. Muchas veces escuchamos que el problema económico de Cuba habrá de resolverse una vez Castro se vaya o deje de existir, que serán los economistas que vendrán con sus fórmulas y 246 planes de reforma y resolverán el problema con relativa facilidad. A esta falacia se le unen toda una serie de creencias que dan la impresión que después de Castro sólo puede tener lugar un milagro económico en Cuba. Que si la tierra cubana es muy fértil, que los cubanos son muy trabajadores, que Miami creció gracias a los cubanos y muchas otras visiones optimistas pero irrealistas sobre el futuro. Lo más inquietante de estas expectativas es que son enunciadas no por ciudadanos ignorantes en cuestiones de estado y de política pública si no por personas que se destacan por sus posiciones y su pensamiento en la arena política cubana. Por supuesto que hay razones para ser optimista sobre el futuro de la economía cubana, pero debe ser un optimismo responsable, prudente y, sobre todo, condicionado a que exista una cierta preparación para cuando llegue ese momento. La mayoría de los países ex socialistas no han conseguido todavía una transición satisfactoria al mercado ni a una verdadera democracia precisamente por una gran falta de comprensión de los líderes a cargo de las reformas. Este fenómeno se combinó con el hecho de que muchos de los políticos que consiguieron quedarse en posiciones influyentes, incluso de líderes de sus respectivos países, eran de la vieja nomenclatura y no sabían cómo beneficiarse con reformas democráticas y de mercado. Veían el proceso de reformas como una amenaza a sus propias posiciones económicas que derivaban de sus posiciones políticas. Mientras tanto, sus respectivas ciudadanías no sabían como movilizarse y formar las coaliciones políticas correspondientes. Estos son los casos de repúblicas como Ucrania, Bielorrusia, Georgia y las antiguas soviéticas de Asia. Mientras tanto vemos como la República Checa, la antigua Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Estonia y Eslovenia han seguido programas de reformas que han mejorado significativamente sus economías en un marco democrático. En estos momentos, cuando el fin del castrismo se puede suponer cercano, no hay evidencia de que los cubanos dentro o fuera de la isla se estén preparando para montar una democracia y una economía de mercado. Incluso, estudiando las expresiones de los cubanos en el exilio y los documentos y declaraciones que salen de Cuba uno se da cuenta de que el nivel de comprensión que existe sobre lo que realmente es una economía de mercado es paupérrimo y mucho peor es la comprensión en cuanto a cómo llegar a ella. Lo mismo sucede con el establecimiento de una democracia. Sólo vemos declaraciones generales, metas finales, hasta expresiones poética y patrióticas pero prácticamente ningún programa de trabajo o plan de acción que realmente profundice en lo que hay que hacer para poder tener influencia en el futuro devenir de los asuntos públicos de Cuba. Pocos han sido los líderes o figuras destacadas del exilio que han mostrado alguna preocupación en este sentido o que hayan trabajado seriamente al respecto. Entre las excepciones hay que incluir al señor Jorge Más Canosa y al Comandante Hubert Matos. Otro campo de donde no se muestran preocupaciones serias sobre el futuro es en la copiosa producción de los escritores y otros intelectuales cubanos. Abunda la protesta y la denuncia sobre los desmanes de Castro, lo interminable de la dictadura, la violación continua de los derechos humanos, la falta de suficiente apoyo internacional o de tal o mas cual país, pero nada se propone para preparar al país para el futuro entre nuestros eruditos. Las reuniones y los escritos que han resultado de trece años de trabajo de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (que dicho sea de paso cubre mucho más que la economía), aunque atraen una cierta cantidad de personas interesadas cada año, todavía no gozan de la atencion que merecen por parte del exilio cubano y de casi todos sus líderes políticos. Lo mismo se puede decir del programa de Cuba en Transición de la Universidad de Miami. Muchos se preguntarán ¿por qué hay que prepararse para una transición económica? ¿Por qué hay que prepararse para una democracia? Una de las paradojas de gobierno es que las destrezas que una persona necesita para ascender al poder son distintas a las que se necesitan para administrarlo. Los cubanos que se destacan en la arena de lo político dan la impresión de saber lo que tienen que hacer si alguna vez llegan al gobierno, pero se engañan. Los otros cubanos parecen que no tienen conciencia de que como ciudadanos en una sociedad democrática pueden 247 aspirar a que los gobernantes sean competentes. A veces pienso que hay entre los cubanos una especie de fatalismo como si tal aspiración fuera ridícula o simplemente irrealista. Me retrotrae a mi adolescencia cuando la política cubana estaba dominada por un profundo cinismo y una falta de confianza absoluta en nuestras capacidades para elegir gobernantes de integridad que además fueran competentes. La primera pregunta hay que comenzar a responderla diciendo que una economía no la construye un consejo de asesores económicos sino una nación entera. El economista no crea economías del mismo modo que un partero no crea niños. El economista, si acaso, sirve para guiar el proceso pero son muchos otros los que construyen la economía de mercado. Para comenzar, la economía de mercado opera en un marco de libertades limitadas no absolutas. Sin el sistema legal apropiado, la economía de mercado no puede operar, sería lo que algunos llaman una economía salvaje o una anarquía. La piedra clave de la economía de mercado es el derecho a la propiedad privada el cual debe ser establecido por el estado y hecho cumplir por el mismo. Ese es uno de los papeles principales del gobierno, junto al desarrollo de un sistema moderno de administración de justicia que declare y haga respetar las libertades individuales y proteja al ciudadano de los abusos de las grandes concentraciones de poder político (principalmente el gobierno mismo) y de poder económico (el de los monopolios y el del estado cuando es propietario y empleador principal). Pero esa economía, si se establece en una sociedad democrática y no se le impone al ciudadano como lo ha sido en China o en el Chile del General Pinochet, requiere de legisladores y de ciudadanos en la sociedad civil que no son precisamente economistas pero que deben tener un nivel mínimo de comprensión sobre estas cuestiones. De lo contrario pueden repetir los innumerables errores que se han ido cometiendo en los países de América Latina y en otros donde la democracia ha estado dominada por la creencia de que la felicidad puede legislarse y se han emitido leyes y hasta constituciones que, en aras de la justicia social y otros ideales, han impedido el desarrollo económico y social de estos países. El ejemplo más reciente es el de Venezuela, pero podemos ver este fenómeno de disparates constitucionales y legislativos en otros países como Brasil, República Dominicana y Ecuador. Junto con legisladores y constituyentes, también deben tener un nivel mínimo de comprensión los líderes de sindicatos, los periodistas , los trabajadores, los empresarios, los educadores y todos aquellos ciudadanos que al menos como electores son miembros de una democracia. Además del sistema legal, una economía de mercado depende de las empresas que se van creando y que constituyen el aparato productivo de la misma. Pero las empresas deben crearse y desarrollarse dentro del marco legal de esa clase de economía y en este punto debemos aclarar ¿qué es realmente una economía de mercado? Primero que nada hay que decir que esta economía se basa en un sistema de amplias libertades individuales que incluye la libertad de tener propiedades, de producir, de hacer contratos, de comerciar, de trabajar, de consumir, de viajar y de competir entre muchas otras. La libertad de competir es de hecho un resumen de otras y es una condición indispensable de la economía de mercado. La evidencia disponible sobre el hecho de que las economías de mercado que operan en democracias han correspondido a las sociedades más prósperas de la historia es irrefutable. No obstante hay todavía muchos que prefieren ignorar esa evidencia y abogan por un estado fuerte con tal grado control de la economía, que no solo acaba restringiendo las libertades económicas de los individuos si no hasta sus derechos políticos. Los comunistas tratan de denigrar la economía de mercado como una de “capitalismo salvaje”, parte de una ideología “neoliberalista” que sólo sirve a los ricos y oprime a los pobres, intentando inculcar dudas y temores al ciudadano incauto e inculto y por supuesto olvidando los avatares de la planificación socialista y su incapacidad de producir suficientes bienes y servicios. Por otra parte existen las tendencias socialdemócratas que piensan que el estado debe jugar un papel muy fuerte en la economía porque consideran que el sector privado, al perseguir sus fines de lucro, no funcionaría tan a favor del interés ciudadano como un estado benefactor. 248 En sus argumentos no se dan cuenta de la contradicción implícita en su razonamiento de que lo que proponen significa una concentración de poder económico en manos de los individuos que gobiernan y que tienen los mismo intereses de lucro que las empresas privadas, excepto que esos intereses están escondidos y generalmente disfrazados por razones superiores de estado. Además ignoran que tal concentración de poder económico en manos del estado es una amenaza a las libertades políticas que los mismos socialdemócratas dicen defender. En toda sociedad existen individuos con diversas actitudes frente al riesgo, unos más aventurados, menos temerosos, otros más conservadores, muchas veces en busca de trabajos seguros o de la protección del estado. También existe una gran diversidad de actitudes frente al progreso personal, unos siendo más ambiciosos que otros y con ambiciones en distintos aspectos de la vida. Unos quieren ser científicos, otros artistas y otros desean triunfar en los negocios y ser ricos. Estas diversidades se mezclan con la de las capacidades de trabajo de los distintos individuos que componen una sociedad. Unos son más creativos que otros, o tienen más energía, perseverancia, etc. Toda esta diversidad la reconoció el propio Marx en su Crítica del Programa de Gotha y posteriormente propuso la sociedad comunista para enfrentar las desigualdades intrínsecas en el individuo por medio de la utopía en que la distribución de la riqueza se haría “según las necesidades de cada uno” sin importar las capacidades, que todos usarían al máximo como puro resultado de su altruismo. Marx cometió el error de suponer que el ser humano podía ser más altruista de lo que libremente él decide ser, pero que alienado de los frutos de su trabajo no es capaz de producir para los demás como si fuera un santo. Esto quedó demostrado con el colapso del sistema socialista mundial. La economía de mercado es precisamente un sistema que depende de las libertades de los individuos para que pueden utilizar sus capacidades al máximo, pero dentro de un estado de derecho donde la igualdad entre los ciudadanos se establece ante la ley pero no se dicta en lo económico, precisamente para no aniquilar el incentivo a trabajar que es el motor del crecimiento y del progreso. Las economías se desarrollan generalmente por espacio de muchos años, siglos inclusive. El desafío al que se enfrentaron los países que abandonaron el socialismo al comienzo de la década de los noventa se daba prácticamente por primera vez en la historia. Nunca antes se había dado el caso de que una economía centralmente planificada decidiera construir una economía de mercado, aunque había algunos casos de reformas que parecían precursores de este proceso, especialmente China, algunos países africanos y algunos países de América Latina, muy en especial Chile. Cuba, sin embargo, se enfrenta a un desafío muy particular y es que posiblemente sea de todos los países socialistas el que en peores condiciones está para emprender un programa de reformas por su empobrecimiento y endeudamiento extremos y el gran aislamiento en que lo ha sumido el régimen de Castro. Esto no significa que no deba emprender un programa de reformas. Por el contrario, lo hace más necesario aún pero también hace más necesaria que una masa crítica de ciudadanos dentro y fuera de Cuba se prepare para el momento que un programa de reformas se haga posible. Los problemas a los que se han de enfrentar los gobernantes cubanos a cargo de un programa de reformas económicas y de montar un sistema democrático de gobierno son enormes y aunque no se puede hacer un plan preciso de reformas antes de que llegue ese momento, es necesario examinar toda una serie de cuestiones concretas como parte de la preparación. Algunas de las cuestiones que hay que ir discutiendo y comprendiendo se pueden expresar en las siguientes preguntas: ¿Cómo restablecer las relaciones internacionales del país? ¿Qué política debe seguir el país en los foros internacionales como las Naciones Unidas? 249 ¿Debe Cuba negociar su participación en organismos internacionales de financiamiento como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Inter-Americano de Desarrollo? ¿Debe comenzar a negociar préstamos enseguida y aumentar su endeudamiento o debe esperar? ¿Qué clase de donaciones debe aceptar de otros países? ¿Qué debe hacerse con las empresas extranjeras que invirtieron en Cuba bajo Castro? ¿Cómo enfrentar las reclamaciones al estado cubano en materia de propiedades confiscadas a cubanos y a extranjeros? ¿Qué régimen legal debe prevalecer en Cuba en los primeros días de una transición y cuánto debe tomar para llegar a uno de mayor permanencia? ¿Cuál debe ser el régimen monetario del país, uno exclusivamente basado en una moneda nacional o uno mixto como el actual? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué hacer con la deuda externa cubana? ¿Cuál sería la mejor estrategia a seguir? ¿Cómo se va a financiar el enorme déficit de la seguridad social con el tesoro público en bancarrota? ¿Cómo se va a financiar la educación? ¿Cómo se van a financiar los servicios de salud? ¿Qué medidas debe tomar el gobierno para reactivar la capacidad productiva del país? ¿Deberá el gobierno formular una política azucarera? ¿Deberá el gobierno impulsar o privilegiar el desarrollo de sectores específicos como el turismo o la agricultura? ¿Cómo habrá de restituirse una prensa libre, radial y escrita? ¿Qué debe hacerse con las fuerzas armadas y con los empleados de los aparatos de seguridad? Esta es sólo una muestra de las cuestiones más importantes que habrán de dirimir los gobernantes cubanos que sucedan a Castro. A los que creen que pueden encontrarse en esa posición yo les pregunto ¿están ustedes preparados para dirigir un equipo de gobierno capaz de enfrentar estos problemas y resolverlos satisfactoriamente? Alguien tendrá que hacerlo, esté o no preparado. Pero lo mejor para Cuba es que usted esté preparado si no la probabilidad de errores es enorme y quien sufre es el país y sus ciudadanos. Y estos problemas, aunque muchos suenan económicos, tienen que ser resueltos por medio de decisiones políticas. Los asesores económicos sólo son asesores. Los que toman las decisiones son los políticos. De hecho el desafío no es sólo para los líderes aunque ellos cargarán con la mayor responsabilidad. El desafío es para todos porque no sabemos quiénes estarán en el gobierno y porque aún cuando uno no esté, como ciudadano en una democracia tendrá muchas oportunidades de influenciar el proceso y de contribuir a que sea lo mejor posible, como legislador, como educador, como periodista, líder sindical o simple elector. 250 La solidaridad internacional en la lucha por la democracia en Cuba 251 La surafricanización del Régimen Cubano* POR GEORGE MELVILLE Freedom House Realmente en esta presentación me gustaría resaltar únicamente una idea en particular. Está claro que este debate da para mucho más pero seguro que al final de esta sesión habremos cubierto todos las aspectos importantes de la solidaridad con el movimiento democrático cubano. La idea que yo quiero destacar es el proceso de “surafricanización” del régimen cubano que se ha empezado a desarrollar en la mente de muchas personas en la sociedad civil internacional, muy particularmente desde la represión de marzo pasado. ¿A qué me refiero cuando digo eso de “surafricanización” del régimen? Bueno, pues básicamente me refiero al fenómeno que hemos estado observando por el cual una parte creciente de la población de a pie, lo que en ingles se llama “mainstream”, ha ido adquiriendo una posición personal respecto al tema de Cuba por la cual en su mente, equiparan a Cuba con represión, y a Castro con dictador. Es decir, en la mente colectiva de nuestras sociedades, en Europa sobretodo, pero en cierta manera tan bien en América Latina, el régimen cubano se ha estado convirtiendo en un régimen paria, en un régimen al cual, al pensar en él, cualquier ciudadano medio, común y corriente, de estas sociedades automáticamente lo relaciona con una idea negativa, tal como ocurrió con otras dictaduras como la chilena, la argentina, la de Somoza en Nicaragua, la de Franco en España, o la de Botha en Suráfrica. Es decir, si en 1985 en España se hacía una encuesta de popularidad del régimen de Pinochet, los resultados probablemente hubieran sido abrumadoramente negativos. Para cualquier ciudadano, decir Chile y Pinochet era decir dictadura y tortura; igualmente, para cualquier ciudadano, decir Suráfrica y Botha era decir racismo y apartheid. Lo interesante es que, probablemente, muchos de los encuestados no sabían prácticamente nada del tema, mas alla de ciertas imágenes básicas que habían captado y les habían hecho creer esa opinión. Bueno, creo que nuestro objetivo (hoy en día realista) es el de equiparar Cuba y Castro con isla prisión y dictador. Aunque este siempre ha sido, de una u otra manera, el objetivo del trabajo de concientización que se ha hecho, en mi opinión “surafricanizar” al régimen castrista nunca fue un objetivo realista. Creo que todos estamos de acuerdo en que, a nuestro pesar, la imagen romantizada de la Revolución y de Castro nunca se consiguió borrar en la mente de la mayoría en Europa y especialmente en América Latina. Todos lo hemos podido observar a menudo en conferencias, reportajes, entrevistas, debates, congresos, opiniones públicas, etc. El apologismo del régimen cubano estuvo permanentemente de moda en nuestras sociedades y solo en los últimos pocos años empezó a decaer en su tono. Paradójicamente fue precisamente Castro el que nos dio el mayor espaldarazo para adelantar este proceso, con la ola de represión brutal y desmedida del año pasado. En mayor parte debido al shock que la represión causó en muchos apologistas es que, hoy en día (y en Europa sobretodo, no tanto en América Latina), a la clase política le resulta realmente difícil excusar su compromiso moral explícito con el movimiento democrático en Cuba, los medios de 252 comunicación han empezado a tratar al régimen cubano de la misma manera que cualquier otra dictadura barata, y la población en general da signos de haber entendido masivamente que en Cuba hay dictadura y la salud y la educación no son excusas validas. En mi opinión, la represión de Marzo llevó al consciente colectivo del “mainstream” europeo a un shock tan fuerte, que el objetivo de convertir al régimen cubano en un régimen moralmente paria se transformó de golpe en posible. Se han visto algunos signos muy positivos, como algunas encuestas en España que demuestran la muy baja popularidad de Castro como líder, que indican claramente un cambio de mentalidad importante en la conciencia colectiva del público de a pie, o “mainstream” europeo. Todo esto es obviamente muy positivo pero el proceso del que hablo, de surafricanización no ha acabado en absoluto, de hecho esta empezando. La única diferencia entre ahora y antes de marzo, para mí, es que antes buscar este proceso estaba fuera de la realidad, y hoy en día es totalmente realista. ¿Y qué hay que hacer para ahondar en este proceso de surafricanización? Para mí hay varios puntos importantes. El primero es entender que no necesitamos convencer a todo el mundo. No es necesario convencer, por ejemplo, al Sr. Llamazares, o a Evo Morales, o a la intelectualidad marxista recalcitrante que firma cartas justificando las penas de muerte en Cuba. Estas son posiciones extremas y son poco importantes estratégicamente. Es decir, hasta en los peores años de represión, Pinochet tenía apologistas, y ciertos núcleos justificaban el apartheid en Suráfrica. Nadie les iba a cambiar la opinión. En mi opinión, estratégicamente nos interesa ahondar este proceso de “surafricanización”, o de “parianismo” en tres sectores de la sociedad: el público “mainstream”; la clase política, y el sector empresarial. Pero por este orden. Es decir, una efectiva concientizacion del mainstream nos lleva a aumentar la efectividad en la búsqueda de acciones en la clase política, y de la misma manera, eso nos puede llevar a aumentar la efectividad en la búsqueda de acciones concretas del sector empresarial. Primeramente, creo que nos interesa dedicar nuestras energías a estrategias de concientización hacia el público masivo. El objetivo es llegar a conseguir el apoyo tácito del sector mayoritario de la población, de los votantes, para iniciativas de solidaridad con los derechos humanos en Cuba. Es decir, poder crear una percepción generalizada entre la masa de la sociedad europea y latinoamericana de que decir Cuba es decir dictadura, y decir Fidel Castro es decir represor. Cuando eso es asi, se puede llegar a considerar a la población en general de nuestros paises como una “herramienta” de presión efectiva y directa sobre la clase política a la hora de tomar decisiones en relación a Cuba. Para conseguir este nivel de concientizacion masiva, creo que hay que buscar un balance funcional entre la necesidad de informar al publico y la de “captarlo”. Es decir, obviamente, por un lado hay que diseminar información que aplaque el grado de desinformacion que existe a menudo sobre Cuba. Pero por otro lado, hay que buscar captar a las personas y eso creo que no se hace tanto con información, sino con herramientas del campo de las relaciones públicas y el marketing. Herramientas o iniciativas que se han usado en otras causas, como el Tibet, o Burma, o el trabajo infantil. Herramientas como: telemaratones, exposiciones de arte, el uso de la imagen de famosos artistas, deportistas, cantantes, etc. Por dar un ejemplo, a muchos españoles 253 se les puede concienciar más fácilmente con una frase por los derechos humanos en Cuba de Ronaldo, Raúl, o Zidane, que con un libro de Fernando Sánchez-Dragó. Por tanto, si se cuenta con este apoyo tácito de la masa social (que ya estamos en camino a ello, como digo), es mucho más fácil entonces poder activar el potencial de apoyo de la clase política. Es decir, si la clase política percibe una voluntad general favorable a una política activa de apoyo al movimiento democrático, le será siempre más difícil resistirse a actuar, quedar bien meramente con apoyo retórico. Ya antes del pasado marzo, pero muy especialmente desde entonces, hemos visto muchísimas muestras de apoyo retórico, verbal, moral a los activistas democráticos y a los presos políticos cubanos. Eso no ha faltado demasiado desde marzo pasado y creo que, evidentemente, es positivo que se haya dado. Sin embargo, dentro de las circunstancias en las que estamos, hoy en día se le puede exigir a las clases políticas, no solo frases de apoyo, sino acciones. No solamente que clamen su solidaridad con Raúl Rivero, por ejemplo, sino que visiten públicamente a su esposa en la isla, o le concedan un premio al valor periodístico. Esto es ya un avance en si. Hasta no hace tanto, a menudo el objetivo que se buscaba en las tareas de concientizacion era conseguir un titular, o conseguir una entrevista con un político. Hoy en día podemos muy realisticamente esperar mucho mas de esas tareas de concientizacion. Podemos esperar y casi exigir acciones concretas y tangibles que demuestren con hechos la solidaridad expresada. Finalmente, contar con solidaridad unánime de la población hacia los derechos humanos en Cuba aumenta mucho el margen de presión sobre el sector empresarial que invierte en la isla. Creo que todos sabemos que este es el hueso más duro de roer en el trabajo de concientización. Cómo conseguir que un empresario capitalista considere seriamente respetar los derechos laborales en Cuba, a pesar de las negativas del gobierno? Bueno, pues precisamente una manera es consiguiendo que al sector empresarial le resulte imposible justificar moralmente ante el público en general en su pais el actual “colaboracionismo” con el régimen. Si cuentas con una población de a pie concientizada, y por ende con una clase política con mayor presión para demostrar su compromiso real y sincero con los derechos humanos en Cuba, tienes bazas fuertes para poder acudir al sector empresarial con exigencias básicas. En este sentido, creo que nuestro objetivo en cuanto al sector empresarial no debe ser necesariamente buscar una fuga completa e inmediata de los inversionistas extranjeros en Cuba. Esto es prácticamente inviable y, además, podría tener tantas consecuencias positivas como negativas. Creo que lo que realmente debemos buscar es que las empresas extranjeras se vean políticamente en la obligación de incluir en sus planes de inversión en Cuba condicionantes al gobierno mínimos, incondicionales, e irrevocables. Como bien sabemos, los inversionistas extranjeros no entran al mercado cubano por su cuenta, con sus propios planes y objetivos. En realidad todo inversionista extranjero entra como “socio” del gobierno cubano. Por tanto, ya de inicio, el régimen impone unas condiciones prestablecidas sine qua non. O inviertes a nuestra manera o no inviertes. 254 Cuando la empresa decide invertir en estas circunstancias, toma una decisión no solamente económica sino también política. Por exigencia del régimen, invertir en Cuba implica irremediablemente tomar una posición política. O invierto junto al régimen o no invierto. Bueno pues, realmente, ahí esta nuestro objetivo: crear las circunstancias para que a toda empresa en asociación con el gobierno cubano le resulte incosteable políticamente seguir por ese camino sin poner condiciones propias en relación al derecho laboral y las condiciones de trabajo. Para mi eso se traduce, en definitiva, en hacer un trabajo intenso y estratégico de concientizacion de la población de a pie, de la población mainstream, de nuestras sociedades. Y, como decía antes, eso implica no solo informar sino tan bien captar a un publico masivo de apie. Y de nuevo, esto, hoy en día, es una estrategia plenamente realista, a diferencia de antes de marzo. Muchas gracias. 255 Pax Christi y Cuba POR LIDUINE ZUMPOLLE Pax Christi Holandesa Cuba Futuro HISTORIA: -Pax Christi , la seccional Holanda (ONG de paz y DH) involucra Cuba en sus programas desde principios de los anos '90. El compromiso surgió cuando la Unión Soviética se retiro de Cuba y nuestros counterparts en América Latina (mas que todo de la iglesia progresista) nos aconsejaron 'abrir desde Europa el dialogo" con Cuba para evitar que su suerte seria dependiente de la política de los Estados Unidos (vea entrevista con Cubaencuentro). Pax Christi Holanda visito a Cuba la primera vez en 1991: allí conocimos Oswaldo Paya y su Movimiento Cristiano Liberación y nos hicimos counterparts desde el inicio. Publicamos primer informe internacional critico "Whose Cuba", lo que cerro por siempre la puerta para Pax Christi en Cuba. Durante los anos después varios otros informes salieron a la luz publica sobre la realidad Cubana a raíz de continuas visitas a la isla (informal, como turista). Durante la visita del Papa (enero '98) estuvimos con un parlamentario Holandés. -Los anos después nos concentramos a apoyar el movimiento cívico en Cuba, hacer conocer aquí en Europa la alternativa que es la disidencia pacifica que esta preparando la transición. Trabajo diplomático, con ong's de DH. -Trabajamos con refugiados, publicamos sus experiencias, editamos estudios sobre la cooperación de muchas décadas de la Stasi y el régimen de Cuba y sensibilizábamos la prensa holandesa. Hubo conferencias internacionales con ong's extranjeras como People in Need (Praga) y actos en el Parlamento Europeo para promover Proyecto Varela, ofreciendo al presidente unos 4000 firmas como apoyo simbólico Europeo al referéndum. Lobby intenso en la UE para que Oswaldo Paya obtenga el premio Sacharow. -Últimamente nos enfocamos mas que todo en el tema " responsabilidad corporativa' de los inversionistas Europeas que en Cuba no cumplen con los mas básicos convenios de derecho laboral internacional como exige la OIT (Organización Internacional de Trabajo). En este marco hablamos con sindicatos, empresarios, ong's en Holanda y España. UNOS RESULTADOS A NIVEL NACIONAL: Holanda toma una posición mucho mas firme que antes en cuanto la situación de DH en Cuba: ha tomado varias iniciativas en denunciar la situación de violación de DH en el marco de la UE; la embajada en Habana ayuda contructivamente en apoyo concreto y material a la disidencia Cubana y abre sus puertas para familiares de los presos. En el Parlamento -por presión conjunto con los sindicatos - se desarrollo un debate para reiterar los subsidios de exportación para empresarios holandeses que inviertan en Cuba, quienes de hecho están haciéndolo violando los convenios OIT. Bajo las condiciones dadas la inversión no conlleva a nada: no se crea ningún desarrollo substancial para la gente Cubana. 256 RECIEN: En cuanto la reacción a la ola de detenciones de la oposición pacifica en marzo 2003: hubo amplio protesto del gobierno, de ong's de DH (aunque no muchas) y mas que todo de sindicatos y asociaciones de periodistas. Se ha organizado manifestaciones de protesta (con símbolo de 78 maquinas de escribir en la calle en frente de la embajada Cubana en La Haya) , debates públicos en A'dam sobre un posible boicoteo de ong's holandeses a 'ONG' cubanas (ya que no son ong's, sino organizaciones del estado que buscan divisas), debates con empresarios y ong's, sindicatos y parlamentarios sobre la necesidad de utilizar nuestro poder económico en Cuba en favor de la democracia, insistiendo que los empresarios se retiren si no se liberan todos los presos políticos. La prensa siempre publica mejor sobre la situación en Cuba, describiendo fielmente el carácter de la dictadura. Hace poco se presentaron en TV holandés dos documentales nuestros: uno sobre los presos y sus familiares, otro sobre 'Turismo versus Apartheid". Una próxima se esta preparando sobre inversión extranjero (UE) . Durante varios anos el trabajo de Pax Christi Holanda sobre Cuba ha encontrado poco aprecio entre los ong's tradicionales de DH. Campanas de difamación ('pagados por la CIA etc. etc., la vieja cosa) no faltaron nunca. Por el proyecto Cuba; Pax Chr. Holanda nunca pude conseguir apoyo financiero en los programas de cooperación internacional en Europa. FUTURO: a) campana para condicionar la inversión internacional a la liberación de todos los presos políticos, b) campana sobre derechos laborales (OIT, o sea Principios Arcos), comenzando con una conferencia en Madrid, en conjunto con otros ong's. b) promover la cancelación subsidios holandeses de exportación a Cuba c) realización documental sobre inversión Europea y convenios OIT d) campana de concienciación sobre turismo (como sustento del régimen ) e) continuar aporte UE para Proyecto Varela, el referéndum, y para grupos civiles independientes que promueven la democracia y preparan la transición pacifica. f) preparar actividades internacionales para la conmemoración de un ano detención de los 75 disidentes. 257 La Solidaridad en Suecia en la Lucha por la Democratización de Cuba POR ALEXIS GAINZA SOLENZAL Comité Escandinavo Premio Nobel a Oswaldo Payá Sardiñas. A modo de introducción El presente trabajo persigue esbozar, lo más completamente posible, un mapa del estado actual de la solidaridad en Suecia para con el proceso democratizador en Cuba. Nos centramos especialmente en actores del establishment político y de la sociedad civil involucrados, de una u otra manera, en la labor de confraternización con el movimiento cívico-democrático de intramuros en particular, y las aspiraciones de libertad y democracia de los ciudadanos cubanos en general. Queremos no obstante constatar que este catálogo de solidaridad, no recoge probablemente todas las iniciativas y proyectos que las estructuras mencionadas han llevado a cabo en el pasado, o incluso encaran en el presente. También afrontamos el riesgo de que —ora por descuido ora por desconocimiento, más nunca malintencionadamente— el nombre de alguna persona relevante en el quehacer filantrópico para con nuestra nación, no emerja en el curso de las siguientes páginas. Como no buscamos explícitamente en esta ponencia resaltar qué organización o qué individuos han hecho más o menos por la democratización de Cuba, igualmente puede suceder que la descripción de cierta iniciativa parezca “indebidamente”, a los ojos de algunos, más enjundiosa que otra. De darse dichas situaciones, expresamos nuestras más sinceras disculpas. Antes que entremos de lleno al tema que nos ocupa, se siente imprescindible una última salvedad. El presente “mapa de solidaridad” ha evadido, intencionalmente, el rol del Exilio Cubano de Suecia en la generación de solidaridad para con los compatriotas de intramuros. Dos razones cardinales han motivado en este autor dicha “discriminación negativa”: 1) el papel de los proscritos en dicho proceso es tan vasto que merece ser cartografiado en trabajo especial, y 2) buscamos aquí distinguir el protagonismo de los ciudadanos y organizaciones suecos que han hecho de nuestra causa la suya. Mas para hacer justicia, adelantemos en este exordio que el Exilio Cubano de Suecia ha estado presente, en mayor o menor grado, en casi la totalidad de las iniciativas que sin más demora seguidamente se narran. I El establisment político El liberalismo de Suecia Puede afirmarse con total seguridad que la Suecia liberal ha liderado el debate sobre Cuba los últimos siete años. Los liberales han levantado un nicho propio en el andamiaje de las relaciones sueco-cubanas, proponiendo originalmente un respetuoso respaldo al movimiento democrático interno, así como a la incipiente sociedad civil. Esto se ha visto reflejado a su vez en que la mayoría de las organizaciones relacionadas con los liberales se han ido paulatinamente comprometiendo con los destinos de Cuba. Pasemos revista, someramente, a alguno de esos ejemplos de solidaridad. El Partido Liberal Sueco 258 Ningún partido parlamentario de estos lares ha sufrido un proceso tan profundo de “cubanización” —léase comprensión de y compenetración con la situación imperante en la isla— que el Partido Liberal Sueco (Folkpartiet liberalerna). Dicha entidad ha criticado sistemáticamente desde la tribuna del Riksdag (Parlamento Sueco) las vejaciones contra los derechos humanos en Cuba. Ya es tradición que cada año los legisladores de esta estructura presenten a la cámara una moción especialmente dedicada a Cuba. Amen de la descripción del estado de los derechos humanos, dicha moción suele proponer medidas de respaldo internacional a la transición democrática en la isla. En materia de cooperación internacional, los liberales han solicitado que ésta se canalice a través de organizaciones independientes del régimen, resaltando el carácter ilegítimo de este último. A modo de ejemplos, recordemos que el Partido Liberal de Suecia otorgó en marzo del 2002 su Premio Pro Democracia a Berta Mexidor Vázquez y Gisela Delgado Sablón, representantes del Proyecto de Bibliotecas Independientes de Cuba. Dicha condecoración pudo ser recogida en Estocolmo por la ya entonces exiliada Mexidor Vázquez (a Delgado Sablón, residente en Cuba, se le negó la salida del país). Lars Leijonborg, Presidente, fue el primer cabeza de un partido sueco que propusiese la candidatura de Oswaldo Payá Sardiñas al Premio Nobel de la Paz. El semanario oficial del Partido Liberal Sueco, NU (Ahora) ha dispuesto en incontables ocasiones sus páginas para revelar el escabroso escenario que en Cuba afrontan los luchadores pro democracia, al igual que para destacar la labor que los liberales llevan a cabo en sostén a los demócratas insulares. Erik Ullenhag, miembro de la directiva del Partido Liberal, es por demás uno de los parlamentarios que anteriormente ha visitado a Cuba y compartido cercanamente con la corriente opositora. Sin lugar a dudas, Cuba tiene en la voz del legislador Ullenhag –lo ha demostrado en múltiples ocasiones- un firme paladín de sus aspiraciones de libertad y democracia. El Centro Internacional Liberal Sueco El Centro Internacional Liberal Sueco (Swedish International Liberal Centre, SILC), fundación hermanada ideológicamente con el Partido Liberal, se especializa en tópicos de cooperación internacional. Actualmente dicha organización monitorea proyectos, entre otros países, en Bielorrusia, Bosnia, Ucrania, Zimbabwe, Rusia y Cuba. En lo relativo a la isla caribeña, no es exagerado certificar que el SILC funge como la correa transmisora de ideas al resto del aparato liberal. Esto se debe particularmente a los contactos regulares de su dirección, encabezada por el sociólogo Erik Jennische, con muchos representantes del movimiento disidente cubano, tanto de intramuros como del exilio. Inició esta labor pro democracia y derechos humanos en Cuba, la ex presidenta Madeleine Sjöstedt (actualmente política en el consejo de la comunidad del Gran Estocolmo). A su época corresponde, por ejemplo, la celebración en Estocolmo de un histórico seminario, entrado el otoño de 1997, con representantes de la Plataforma Democrática Cubana. A modo de ilustración, evoquemos que el SILC fue –junto con exiliados- promotora del proyecto de intercambio de experiencias entre periodistas cubanos y colegas de estos confines. Dicho trabajo alcanzó resonancia mundial cuando el régimen cubano arrestase en agosto del 2000 a los periodistas Peter Götell, Birger Thureson y Helena Söderqvist. Gracias a las delegaciones de reporteros que periódicamente visitan la isla, se ha podido presentar a la opinión pública un enfoque diferente al que otrora divulgaran los organismos castristas y sus acólitos suecos. El SILC coordinó encima la visita a Suecia en mayo del 2000 de Manuel Cuesta Morúa, Secretario General de Corriente Socialista Democrática de Cuba (CSDC), así como también - 259 en conjunto con los democristianos suecos- la de Oswaldo Payá Sardiñas, a la sazón recién galardonado con el Premio Sájarov, a finales del 2002. Para cerrar con broche de oro este capítulo, agreguemos que dos miembros de la Junta Directiva del SILC, Birgitta Olsson (ver también abajo) y Cecilia Nilsson, cierran actualmente filas con otros parlamentarios liberales, algo que incrementa las voces pro Cuba democrática en el seno de la cámara. La Juventud Liberal Sueca Si el SILC puede catalogarse como fuente generadora de ideas, la Asociación de Jóvenes Liberales (LUF, acorde a las siglas suecas), representa el brazo “armado” de la política liberal para con Cuba. En incontables ocasiones los jóvenes liberales han ocupado las alamedas de Estocolmo y otras ciudades de Suecia para recopilar recursos destinados a las bibliotecas independientes, proyecto que junto con el SILC, la LUF lleva a cabo hace un ya quinquenio. También es común ver a los miembros de la organización juvenil dándole frente a los eventos propagandísticos de la Asociación Sueco-Cubana (pro castrista), ya sea en el lugar de los hechos o en las columnas de la prensa plana. Entre las más recientes iniciativa de los mozos liberales figura la campaña “Turismo pro Democracia”. La misma consiste en exhortaciones a peregrinos en miras a viajar a Cuba (al igual que a Bielorrusia y a Singapur) a fraternizarse con el movimiento cívico-democrático de intramuros. Para el efecto, los organizadores incitan a donar libros a las bibliotecas independientes; introducir radios de onda corta para que los ciudadanos escuchen por ejemplo la emisora Radio Martí; entregar medicinas a familiares de los prisioneros de conciencia y políticos; pasar al país revistas, diarios, informes sobre derechos humanos y democracia, etc. rompiendo de este modo el monopolio de la información impuesto por parte del régimen; así como debatir con cándidos turistas que desconocen la situación real del pueblo cubano. La iniciativa en cuestión cuenta con su propia página de Internet, en la cual se ofrece información básica, al igual que antecedentes indispensables para contactar a demócratas del interior. Birgitta Olsson, ex presidenta de los bisoños liberales, comprometida con Cuba, es, como se anotaba encima, legisladora en el Riksdag. Fredrik Malm, presidente en la actualidad de dicha organización y promotor del proyecto de apoyo a las bibliotecas independientes cubanas, ha visitado Cuba un par de veces. Malm ha sido además elegido concejal de la Comuna de Estocolmo en el último sufragio municipal. Más de una vez la pluma del joven liberal, ha suplido la de los cubanos de dentro condenando vigorosamente la represión castrista. El liberalismo sueco en el Parlamento Europeo y la cuestión cubana Sería desvirtuar la realidad admitir que el compromiso liberal con la democracia cubana se ha limitado a las fronteras de Suecia. Nada más lejano de la verdad. Los liberales suecos —acaso como ningún otro partido de la misma connotación en Europa— han colocado hábilmente la cuestión cubana en la agenda política de la Unión Europea (UE). Fue en particular gracias a la iniciativa de una comprometida sueca, Cecilia Malmström, que un seminario dedicado al movimiento cívico-democrático cubano, en especial a los proyectos Varela y de la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada, tuvo lugar en el Parlamento Europeo (PE), Estrasburgo, Francia, el 4 de julio del 2002. El seminario Cómo democratizar a Cuba desde adentro, tuvo como colofón una sonada reprobación de parte del Presidente de la Eurocámara, Pat Cox, al gobierno de Fidel Castro por este limitar la libertad de movimiento de cuatro liberales cubanos —Osvaldo Alfonso Valdés y Wilfredo Vallín, del Partido Liberal 260 Democrático de Cuba (PLDC); y Fernando Sánchez y Adolfo Fernández, del Partido Solidaridad Democrática (PSD)— invitados al magno evento. Es también por mediación de una propuesta de Cecilia Malmström, que el PE le concede a Oswaldo Payá Sardiñas, diseñador intelectual del Proyecto Varela, el prestigioso Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002. La europarlamentaria Malmström igualmente ha peregrinado a Cuba, aprovechando la ocasión para trazar un mapa de las aspiraciones de la oposición moderada. Nuevos gestos solidarios durante el año 2003 Durante el 2003, los liberales suecos mantuvieron un record elevado de actos en apoyo a la democratización en Cuba. Se canalizaron estos gestos solidarios principalmente a través del Swedish International Liberal Centre. Este organizó en septiembre, junto con la publicación Cuba Nuestra, una mesa en la Feria Internacional del Libro en Gotemburgo. En aquella oportunidad, el movimiento de bibliotecas independientes de Cuba, recibió una amplia cobertura dada la presencia en el evento del cofundador Ramón Humberto Colás. La ocasión fue también propicia para la presentación de tres trabajos críticos publicados recientemente en idioma sueco por la editorial del SILC: Contra el amor no puede Fidel Castro, de la periodista Kajsa Norman; La Primavera de Cuba, de Hanna Hellquist; Verdades prohibidas sobre la economía cubana, compilación de artículos del economista y periodista independiente Oscar Espinosa Chepe (actualmente encarcelado), prologado por Erik Jennische. Como respuesta directa a la ola represiva del régimen castrista de marzo abril que arrojase a la cárcel a alrededor de 75 demócratas, el SILC anunció la apertura de una cuenta cuyos fondos irían destinados a algunas de las familias de los injustamente enjuiciados. Dicho respaldo económico se encauza directamente a través de delegaciones que asiduamente agasajan a Cuba. En la arena internacional, SILC figuró como co-organizador del II Congreso Con Cuba en la Distancia, celebrado en Cádiz, España, entre el 19 y el 23 de mayo del 2003. Además, el SILC continúa tendiendo puente entre liberales suecos y extranjeros y correligionarios cubanos a través de una pensada red de “asociaciones de amistad”. A modo de resumen podríamos afirmar que la solidaridad de los liberales suecos para con los cubanos, ha sido justamente liberal, en la connotación primaria de generosidad y desprendimiento de este vocablo. La Democracia Cristiana de Suecia Al igual que en el caso de liberales y conservadores, los orígenes de la solidaridad democratacristiana hacia Cuba, podría hallarse en la lucha mancomunada que estas estructuras llevasen a cabo a principio de los 90tas, por que se suspendiera la asistencia sueca al régimen cubano, canalizándose esta por vías alternativas y se le concediera asilo a los refugiados cubanos, que a la sazón arribaban en masas al país escandinavo. En cualquier caso, la democracia cristiana figura entre las fuerzas políticas de Suecia que aproximadamente a partir del 2002 apuestan estoicamente por los demócratas cubanos como factor trascendental, cuando no decisivo, en la ineludible democratización de Cuba. El Partido Democristiano Sueco 261 A nivel de partido, los democratacristianos han tomado parte activamenteen las discusiones sobre Cuba acaecidas en la cámara a partir de los 90tas, ora, como ya se decía, para defender el derecho de los refugiados cubanos al asilo ora para denunciar las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen de Fidel Castro. Los últimos años hemos vivenciado como esta consagración ha devenido en un apoyo cada vez más serio y más sistemático a los demócratas cubanos. Entre los democristianos que se han destacado, o aún se destacan, en el debate figuran: Ingrid Näslund, Inger Davidson, Rosita Runegrund y Helena Höij, (esta última legisladora y tercera vicepresidenta del Parlamento, junto con Alf Svensson, presidente del Partido Demócrata Cristiano Sueco, ha propuesto igualmente la candidatura de Oswaldo Payá Sardiñas para el Premio Nobel de la Paz). Vale la pena resaltar además que el lector de Kristdemokraten (El Democristiano), tiene en el órgano de prensa del partido que nos ocupa, una publicación que últimamente sigue, desde una perspectiva democrática, los acontecimientos en y sobre Cuba. Henrik Erhenberg, redactor jefe, es un dedicado político cuya pluma ha dado nacimiento a más de un escrito merecedor de ser leído. La Asociación Juvenil Democristiana La Asociación Juvenil Democristiana ha sido una fuerza especialmente pujante en lo relativo a la solidaridad con Cuba. A ella le pertenece el mérito de participar efusivamente en campañas de concienciación de la ciudadanía sobre la situación imperante en Cuba, en debates con acólitos del régimen castrista abultados en la pro castrista Asociación Sueco-Cubana, así como en demostraciones y otros actos de solidaridad para con el pueblo cubano. Veamos algunos ejemplos concretos: El 11 de diciembre del 2002, los bisoños democratacristianos sirvieron de anfitrión a un histórico seminario sobre Cuba en el Parlamento con oradores tales como Håkan Malmqvist, consejero del Ministerio de Asuntos Extranjeros, Andreas Danielsen, tramitador de Cuba en el mismo departamento y Torgny Svenningsson, tramitador de Cuba por parte de la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI). Remate del evento fue la fundación del Comité Escandinavo Premio Nobel a Oswaldo Payá Sardiñas (ver abajo). Naturalmente, los mozos democristianos mantienen una colaboración directa con sus correligionarios dentro de Cuba, es decir, con el Movimiento Cristiano Liberación. Ellos experimentan encima un enorme orgullo por que un democristiano de valores universales, como es la figura de Oswaldo Payá Sardiñas, haya sido galardonado con el Premio Sájarov. Muestra evidente de esa “jactancia”, lo es el hecho de que a través de la página de Internet de la asociación juvenil, se puede pedir un pulóver à 100 coronas suecas con la efigie de Payá Sardiñas y los textos Movimiento Cristiano Liberación y Cuba en la parte superior e inferior respectivamente del mismo. En la misma fuente, se puede leer de una campaña – Viva la Liberación!- llamada a apoyar a los demócratas de intramuros. Tanto en la home page como en Nuevo Futuro, órgano de prensa de la juventud democristiana pueden leerse crónicas, debates y artículos referentes, entre otros tópicos, a la solidaridad con los luchadores pro democracia insulares. Jakob Forssmed, presidente saliente de los mozos democratacristianos, ha dado muestra de una profunda dedicación a la causa democrática cubana, tanto en interpelaciones, preguntas y debates en el Parlamento (cuando ha servido de suplente), como en el trabajo político-civilista fuera de dicha institución. El Consejo Democristiano para la Democracia y el Desarrollo 262 El Consejo Democristiano para la Democracia y el Desarrollo, organización ideológicamente afín al Partido Democristiano Sueco, se encarga de canalizar la ayuda para el desarrollo a terceros países (en otras palabras, cumple la misma función que el Swedish International Liberal Centre en su relación con el Partido Liberal Sueco). A este organismo de cooperación lo preside Göran Holmström, político que durante muchos años ha seguido de cerca la política de Suecia para con Cuba. El Sr. Holmström figuró encima entre los democratacristianos que en visita oficial a Cuba se encontrase con Oswaldo Payá Sardiñas en el 2002 —al igual que con otros representantes del Movimiento Cristiano Liberación— antes que al primero le concediesen el Premio Sájarov. El trabajo de cooperación con los demócratas de intramuros se organiza justamente a través de esta junta, la cual desde el año 2002 mantiene proyectos fijos de respaldo al proceso democratizador en Cuba. En lo que a la labor con Cuba concierne, dos féminas de la dirección del Consejo Democristiano para la Democracia y el Desarrollo descuellan: Helen Richard y Ulrica Nilsson. Iniciativas de la Democracia Cristiana el 2003 Que la labor democristiana de respaldo a los activistas de intramuros no es de carácter pasajero, lo corroboran por lo menos otras dos iniciativas del pasado año: la edición de miles de postales dirigidas a resaltar la situación de los derechos humanos en la isla caribeña, así como la realización de un seminario sobre Cuba en el Parlamento Europeo (PE). La mencionada impresión incluye cinco tarjetas, cada una con una tirada de mil ejemplares, en las cuales se refieren datos biográficos (en inglés) de cuatro figuras centrales del movimiento cívico-democrático cubano. Los disidentes escogidos —todos confinados en marzo abril del 2003 por el régimen castrista— son: Raúl Riveros Castañeda, poeta y escritor; Regis Iglesia Ramírez, figura protagónica del Movimiento Cristiano Liberación; Oswaldo Alfonso Valdés, líder del Partido Liberal Democrático de Cuba y Oscar Espinosa Chepe, economista y periodista independiente. La quinta ficha recoge, por su parte, la lista de los 75 prisioneros de conciencia condenados en lo que Oswaldo Payá Sardiñas denominase La Primavera de Cuba. Las fichas han sido repartidas en disímiles actividades que han tenido lugar en Suecia y otras partes del mundo. En lo que al seminario en el PE respecta —el cual llevó el título Where will Cuba go? A seminar on recent events in Cuba, steps to take, and in defence of the political prisoners— tuvo este lugar el 18 de junio del 2003, en Bruselas, Bélgica. El eurodiputado democristiano sueco Lennart Sacrédus presidió aquel evento, al tiempo que la ya citada Helena Höij fungió como oradora principal relatando entonces sobre un viaje a Cuba y su encuentro con demócratas del interior. También tomaron parte en el seminario Concepción Ferrer, europarlamentaria por los democristianos catalanes; José Ribeiro Castro, también este eurodiputado; así como el citado Jakob Forssmed. Promotores del seminario fueron el mencionado Consejo Democristiano para la Democracia y el Desarrollo y la Oficina de los Democristianos en Bruselas. Además de darle prioridad a Cuba en la agenda de la máxima institución política de Europa, el seminario en cuestión valió de momento propicio para generar nuevas ideas y proyectos encaminados a respaldar el proceso democratizador en la isla. En conclusión, a pesar de que hace tan sólo un par de años atrás que la democracia cristiana se involucra sistemática y activamente en la labor de solidaridad para con el movimiento cívicodemocrático de intramuros, es incuestionable que una vez dado el paso han mostrado una entrega total a dicha causa. Factor contribuyente ha sido, sin lugar a dudas, el renombre 263 internacional que el correligionario caribeño Oswaldo Payá Sardiñas recientemente ha alcanzado. Las fuerzas moderadas de Suecia Las fuerzas moderadas pertenecen a las que por y en principio han mantenido históricamente una actitud crítica hacia la dictadura castrista. No obstante esta tradicional posición, no ha sido hasta hace poco de un año atrás que notamos un ascendiente interés –fundamentalmente en las filas juveniles- por perfilarse en la labor de solidaridad para con los demócratas cubanos del interior. El Partido Moderado Sueco Los tradicionalistas han luchado instintiva y consecuentemente desde las bancas de la cámara contra las diferentes concesiones al castroismo en la política estatal y exterior sueca, principalmente las que se han permitido por socialdemócratas y (ex) comunistas los periodos que estos han regido colegiadamente. Los exiliados cubanos recordamos con afecto, por ejemplo, a Inger Kochs, moderada que a mediado de los 90tas levantara enérgicamente interpelaciones a favor del derecho de los refugiados al asilo, al igual que en contra de la represión en nuestro país de origen. Nadie duda de que el mayor partido en oposición deteste el modo de gobernación del régimen castrista, y de que los moderados acaricien la esperanza de una Cuba libre y democrática. Por desgracia, dicha perspectiva política no se ha traducido en proyectos llevados a la práctica, ya sea en Cuba o en la propia Suecia. Lo anterior no significa sin embargo que no se hayan llevado a cabo iniciativas que valgan la pena resaltar, como es el caso con la del parlamentario Jan Evert-Rådhström, quien visitase Cuba en los albores del 2001. Durante dicho viaje, el Sr. Rådhström, miembro de la comisión de asuntos de transporte en la cámara (sic!), topó con el movimiento cívico-democrático cubano, recibiendo por esta vía un llamado que apelaba a la solidaridad de ”los gobiernos democráticos, parlamentos, organizaciones humanitarias, internacionales políticas, organizaciones de la prensa, sindicales, académicas y religiosas de todo el mundo”. El reclamo en pos de respaldo internacional venía firmado, entre otras figuras, por Oswaldo Payá Sardiñas, a nombre del Movimiento Cristiano Liberación; Elizardo Sánchez, Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional; Héctor Palacio Ruiz, Centro de Estudios Sociales; Oswaldo Alfonso Valdés, Partido Liberal Democrático de Cuba; Gisela Delgado Sublín, Centro de Estudios de la Mujer; así como Oscar Espinosa Chepe, economista y periodista independiente. Se trataba nada más y nada menos que del histórico Llamamiento desde La Habana —al estilo del conocido Llamado de Moscú que otrora fuese firmado por el legendario Andrei Sájarov— que Todos Unidos, organización sombrilla que a la sazón reunía a más de un centenar de unidades opositoras, emitiese el 16 de enero de aquel año con la finalidad de capitalizar la atención de la opinión pública internacional sobre ”la ola represiva desatada por el Gobierno de Cuba, desde noviembre de 1999, vísperas de la IX Cumbre Iberoamericana que se celebró en La Habana”. El Sr. Rådhström no hizo por suerte oídos sordos al clamor de auxilio de los demócratas cubanos. De regreso a casa y traducido el Llamamiento desde La Habana a la bella lengua de Stringberg, solicitó a los colegas del Riksdagen validar con su puño y letra una atenta petición de respeto a los derechos humanos dirigida a las autoridades cubanas. Prueba de esta perseverante labor, resultaron las tres hojas con signaturas y números de banca de 72 264 legisladores, las cuales abrirían con el encabezamiento: ”Nosotros apoyamos la lucha pacífica pro derechos humanos en Cuba”, explicando seguidamente los motivos y razones del mencionado Llamamiento. Para cerrar el círculo de la denuncia y evidenciarle al Gobierno de Fidel Castro que las voces de las fuerzas democráticas y cívicas del país se escuchaban en comarcas tan remotas como la de Suecia, en carta fechada 7 de febrero del 2001, Rådhström hacía entrega oficial de las 72 firmas solidarias a la Embajada de Fidel Castro en Estocolmo. La misiva remitida a Sturevägen 9, en Danderyd —a propósito una de las ciudades más atractivas y costosas de esta capital gobernada para más por el bloque liberal-conservador— solicitaba a los gobernantes ”cesar con las acciones políticas contra los disidentes e introducir las libertades de expresión y opinión en Cuba”. Aparte de los autógrafos de los diputados, se anexaban a la carta una xerocopia del Llamamiento, al igual que su traducción al sueco. Los jóvenes moderados suecos Los jóvenes conservadores suecos pertenecen, por otra parte, al grupo de juventudes políticas que recientemente ha acrecentado su trabajo en pos de la democratización de Cuba. Por ejemplo, el 10 de octubre del 2003 la Asociación de Jóvenes Moderados (MUF, acorde a las siglas en sueco) inició una campaña nacional a favor de la libertad de Cuba. Dicho cometido fue anunciado en el marco de la Asamblea de Trabajo que los bisoños moderados realizasen entre el 10 y el 12 del mismo mes en la ciudad de Västerås (localizada a unos 100 kilómetros al noreste de Estocolmo). “Campaña pro Libertad: ¡Liberemos a los diez países menos libres del mundo!”. Con este eslogan a modo de imán sugerente, contribuiría la adolescencia conservadora a la manumisión y democratización de estados dictatoriales tales como Siria, Cuba, China, Birmania, Haití, Corea del Norte, Libia, Zimbabwe, Irán y Bielorrusia. La elección de estos “blancos” de la cruzada pro derechos humanos, no era producto —como pudiera creerse— del capricho de los conservadores, sino que —como explicase Anna Johansson, segunda vicepresidenta de la organización, responsable de asuntos internacionales y arquitecta de la campaña en cuestión— la misma estaba basada, entre otros aspectos, en índices sobre libertades políticas y civiles que ofrecen prestigiosos organismos internacionales, como es el caso de Freedom House. Componente de la contienda redentora es una home page que para el oficio se ha habilitado. En ella se confina información elemental sobre los países “afectados”: desde un trasfondo histórico hasta la situación referente a derechos humanos, pasando entretanto por circunstancias económicas, estructuras políticas, así como eventuales movimientos opositores. También cuenta dicho portal con la sección Take Action, la cual por el momento guarda una carta genérica de protesta, que demócratas moderados pueden remitir a los dictadores más execrables del mundo. Como parte de esta campaña y evidencia extra de la creciente consagración de los jóvenes moderados, vale destacar que han hecho uso eficaz en sus campañas de esclarecimiento del capital humano y de la experiencia práctica del Exilio Cubano de Suecia. Para este efecto, este servidor ha sido invitado, en calidad de Coordinador General de Cuba Nuestra, a un ciclo de charlas en diferentes distritos moderados (por ejemplo, a las localidades Västerås, Jönköping, Borlänge, Gotemburgo y Lund). Encima, al momento de escribir estas líneas, nos asoma la noticia de que los mozos tradicionalistas han creado un Grupo Cuba, el cual, aparte de materializar proyectos de apoyo al movimiento cívico-democrático cubano, formará un foro donde periodistas cubanos traducidos al sueco serán difundido por medios de comunicación masivos de línea moderada. Además, dicho grupo contempla ”una campaña nacional en forma de seminarios en los cuales se 265 explicará la situación cubana, y los beneficios indecibles que le traerían a la isla, si hubiera habido una democratización en el país”. En síntesis, podría afirmarse que los moderados de Suecia, aparte de las iniciativas mencionadas -las cuales se desdoblan fundamentalmente en suelo nórdico-, van pasando gradualmente de la simpatía declaratoria a la solidaridad sistemática. El que no lo hayan hecho con anterioridad tiene que ver, en parte, con que este partido no ha tenido una profunda tradición “internacionalista”, a pesar de que por ejemplo otrora jugasen un papel primordial en la conformación de la política de Suecia para con los estados del Báltico y del extinto imperio soviético. Otro factor decisivo, y más cercano al caso cubano, es que hasta el momento no han podido encontrar clara contraparte -de ideología afín- entre la concertación democrática del interior y el exterior de Cuba. Las campañas de los mozos y las ambiciones del Grupo Cuba, pueden ser no obstante signos de que persisten en abrir brecha en el mundo de la solidaridad para con el pueblo cubano. Los socialdemócratas de Suecia No es este espacio oportuno para ensayar sobre la pasada relación entre socialdemocracia sueca y castrismo cubano. Baste con afirmar que en otros tiempos, la socialdemocracia de este país apostataría su legado democrático al legitimar y apoyar, directa e indirectamente, a la dictadura castrista. La alabadora visita del Jefe de Gobierno Socialdemócrata Olof Palme al revolucionario comunista Fidel Castro en 1975; la política gubernamental de cooperación (millonaria) con y a través del régimen caribeño; la deportación de alrededor de un centenar de solicitantes de asilo cubanos a mediado de los 90tas; la errada praxis de la “diplomacia del silencio” ante la represión castrista y el estado de los derechos humanos en Cuba; he aquí algunos absurdos que lastran la historia de este impúdico maridaje. Mas como veremos inmediatamente, en el presente se evidencia –a todos los niveles- un contrastante cambio de actitud en los socialistas reformistas suecos para con los gobernantes de Cuba, algo extremadamente loable. El Partido-Gobierno Socialdemócrata Sueco A partir de principios del 2003, se suceden una serie de declaraciones de sobresalientes socialdemócratas –Ministros de Cooperación, de Relaciones Exteriores, Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Riksdag, entre otros-, que marcan indudablemente una nueva era en las relaciones con el régimen castrista. He aquí algunos ejemplos del contenido de dichas exposiciones: Jan O Karlsson, ex Ministro de Cooperación del Reino de Suecia, declaró el 23 de enero del 2003, mostrarse “en principio positivo a un apoyo al movimiento democrático en Cuba”. La sensacional declaración tuvo lugar durante la sesión de preguntas en el Parlamento. Jan O Karlsson puntualizó entonces que “Suecia tiene una larga tradición de apoyo a los movimientos democráticos y de liberación”. Entrevistado más tarde, el funcionario no expuso sin embargo detalles sobre cómo este socorro tendría lugar en la práctica, como tampoco reveló la existencia de un programa específico, aunque sí reconoció ”que desde un tiempo atrás se llevaba a cabo un trabajo en la Cancillería del Gobierno con esta cuestión pero que por `cuestiones de sensibilidad` no podía profundizar en detalles”. La declaración de marras indicaba no obstante un giro significativo en las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Suecia; por primera vez se proclamaba abiertamente apoyo a las fuerzas democráticas. 266 La ola represiva de marzo abril del mismo año por parte del régimen castrista, trajo como saldo que socialistas reformistas de peso, tanto en el seno del partido como del gobierno, condenasen la embestida. Por ejemplo, el mencionado Jan O Karlsson, declaró en aquel momento: “Es muy importante que se llame la atención cuando sucedan hechos que llevan a que los derechos humanos sean pisoteados. Es importante que nosotros protestemos.” Además el entonces Ministro de Cooperación Karlsson se inclinó por “redirigir la ayuda al desarrollo de Cuba, de manera tal que más de lo que hoy se ofrece vaya a parar al movimiento democrático y así poder garantizar una democracia estable a largo plazo”. Tras admitir que la cooperación al movimiento democrático es decisiva, el funcionario expresó: “Quiero gustosamente comparar esto con el hecho de que durante un largo tiempo apoyamos, con medios públicos, al Congreso Nacional Africano (ANC) en África del Sur”. Medios de comunicación masiva de Suecia citaron también a Jan O Karlsson cuando este se expresase sobre la urgencia del apoyo al movimiento cívico-democrático: “La democracia ha estado esperando por más de 50 años en Cuba. Mientras más rápido podamos consumar un apoyo que convierta a Cuba en democracia según nuestra acepción, mejor todavía”. También condenó los arrestos y encarcelamientos arbitrarios Anna Lindh, Ministro de Relaciones Exteriores (asesinada el pasado 10 de septiembre) en la cámara el 8 de abril, exigiendo la liberación inmediata de los encarcelados por motivos políticos o de conciencia. Lindh informó en aquella ocasión que una protesta a nivel de secretario de estado había sido entregada a la Embajada de Cuba en Estocolmo. En lo relativo a la política de cooperación, la funcionaria recordaba que Suecia buscaba la apertura del sistema cubano a través de proyectos y otras iniciativas con diferentes actores sociales. Al referirse al papel de Suecia en el marco de la Unión Europea (UE), Lindh sacó a relucir la conocida ”Posición Común”, doctrina europea que “acentúa la necesidad de reformas democráticas y mayor respeto a los derechos humanos”. A modo de revelación, la ministro sueca afirmó que ”Suecia fue uno de los países más activos tras la declaración de la UE que el 26 de marzo de este año condenó los arrestos de los últimos tiempos. Suecia trabajó también por que la UE el mismo día le entregara un démarche a las autoridades cubanas en La Habana, lo cual así sucedió. Por la parte sueca vemos ahora qué más se puede hacer en el marco de la UE para trabajar en pos de la democratización y mayor respeto a los derechos humanos en Cuba”. Aparte de lo anterior, la funcionaria se expresó sobre los siguientes tópicos: 1. Apoyo gubernamental al movimiento democrático y cívico cubano. En este punto la Ministro de Relaciones Exteriores subrayó una vez más la disposición de Suecia de prestarle más ayuda de la cooperación gubernamental a las fuerzas pro democracia de Cuba. 2. Viaje a Cuba para presionar al régimen y reunirse con representantes pro democracia. Lindh dejó este tópico abierto para futuras deliberaciones, mostrándose muy positiva ante la idea pero articulando al mismo tiempo el temor de que el gobierno cubano utilice este tipo de visitas como signo de legitimación del régimen imperante en la isla. Prometió no obstante retornar al tema. 3. Iniciativas a nivel de la Unión Europea. La Ministra socialdemócrata agregó a las iniciativas arriba expuestas la promesa de discutir en una reunión de ministros de la relaciones exteriores a tener lugar el lunes entrante, la problemática cubana ”con algunos de sus colegas, que también han esta comprometido con Cuba, sobre qué más podemos hacer y qué podemos eventualmente realizar en conjunto”. 267 Hecho importantísimo de este debate fue además el que el Gobierno Socialdemócrata descartase, por primera vez en la historia, el argumento del embargo estadounidense como metacausa de las crónicas enfermedades que padece la isla en lo más intrínseco de sus órganos económicos, sociales y políticos. Fueron con las siguientes palabras que la vocero del gabinete anunciase este nuevo paradigma en las relaciones de Suecia para con Cuba: “[C]iertamente el bloqueo americano es ilegal. Eso lo comparto. Comparto que contrarresta su propio fin, que ha frenado un desarrollo positivo en Cuba. Sin embargo la influencia propia del régimen, —en cuanto Cuba es una dictadura—, es a pesar de todo mucho mayor que la del bloqueo americano, teniendo [por ende] mayor responsabilidad por la situación en Cuba.” (Cursivas del autor). Los festejos del tradicional 1ro. de Mayo sirvieron también de ocasión para que prominentes políticos de esta corriente ideológica penaran los actos represivos del régimen de Fidel Castro. En la página oficial del Partido Socialdemócrata Sueco se recogieron entonces extractos de las alocuciones que sostuvieran dos destacadas figuras Urban Ahlin, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Riksdagen y Lena Hallegren, Viceministro de Educación. ”Es hora de hablar claramente sobre Cuba. Cuba es una dictadura. Desde el triunfo revolucionario el país ha sido gobernado dictatorialmente y los derechos humanos y democráticos violados continuamente.”, enunció el Sr. Ahlin en la ciudad de Tidhaholm. Por otra parte, de Lena Hallengren, responsable por la carpeta de educación, fue citado el siguiente fragmento: ”El movimiento obrero es un movimiento por la paz, pero tampoco olvidamos la primera parte de nuestra consigna. Es inequívoco el hecho de que la democracia y la libertad de todas las personas es una premisa de la paz verdadera y el bienestar verdadero. Conflictos, represión política y violaciones de los derechos humanos tienen lugar diariamente en todo el mundo. Las gentes necesitan de nuestro apoyo en la lucha por la democracia en Bielorrusia, Birmania y Cuba. La represión de Fidel Castro se hizo solamente más manifiesta cuando el régimen, a la sombra de la Guerra de Irak, se aprovechó para atacar a la oposición. El romanticismo en Suecia en torno a Cuba es desagradable.” Para que no quede dudas de que el compromiso de la socialdemocracia parece irreversible, es legítimo destacar aquí que el Sr. Ahlin retomó recientemente (el 9 de enero del presente año) el tema de la ayuda a los demócratas cubanos en un histórico artículo, titulado “No aislemos a la Cuba de Castro”, publicado en el diario nacional de corte moderado (sic!) Svenska Dagbladet (Hoja Sueca del Día). En dicho escrito, el socialista reformista postuló, entre otros aspectos, lo siguiente: “El pueblo de Cuba necesita el apoyo del mundo en su lucha por la democracia. Quiero asegurarles a los cubanos que los socialdemócratas suecos consideran que los derechos humanos son universales […] No podrá haber excepciones que se disculpen con mejor asistencia médica o menor mortalidad infantil. Los cubanos no tiene porque escoger o una cosa o la otra. ¿Cuál es la mejor manera de ayudar al pueblo de Cuba? ¿Cuál es la mejor manera de darle nuestro apoyo a todos aquellos que luchan por la democracia y la justicia en Cuba? No callando la represión.” En el mismo escrito, el Sr. Ahlin trazó los lineamientos de la socialdemocracia a nivel de partido así como de gobierno para afrontar la situación imperante en Cuba, al tiempo que, siguiendo los pasos de la fenecida Sra. Lindh, culpaba al régimen cubano por el estado de cosas en la isla: “Los socialdemócratas de Suecia tienen contacto y continuo diálogo con las fuerzas democráticas de Cuba. De la misma manera que apoyamos la lucha por la democracia y los derechos humanos en otras partes, también la apoyamos en Cuba. El mundo no debe aislar a Cuba. Los cubanos están hambrientos de contactos e intercambio con el exterior. Los contactos de pueblo a pueblo y entre organizaciones, son importantísimos. La política sueca debe seguirse llevándose a cabo en conjunto con la Unión Europea, partiendo de fuertes exigencia de derechos humanos. Nosotros contribuiremos con apoyo constructivo y concreto a las fuerzas democráticas y al mismo tiempo aumentaremos los contactos pueblo a pueblo y entre organizaciones. Fidel Castro carga solo con la culpa de la dictadura en Cuba. Nuestra 268 responsabilidad consiste en no aislar al pueblo cubano del mundo. Debemos darle esperanza en un futuro más libre y mejor.” Es de subrayar la eventual connotación que el manifiesto de Urban Ahlin ejerza en las futuras relaciones Cuba-Suecia, si tenemos en cuenta que, aparte de su condición de vicesecretario del Partido Socialdemócrata, éste encabeza la mencionada Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento Sueco. Recae en esta institución tratar asuntos relativos a la relación y tratados de Suecia con otros estados, la ayuda para el desarrollo (materia de cooperación), el comercio exterior, así mismo como la cooperación económica internacional. Asociación Juvenil Socialdemócrata Los jóvenes socialistas moderados se han incorporado también últimamente a la labor esclarecedora que sobre Cuba llevasen a cabo entidades liberales y democristianas. Grosso modo puede aseverarse que dicha labor va esencialmente dirigida a concienciar a los bisoños de sus propias filas que aún mantienen una imagen romántica de la llamada Revolución Cubana, algo fácil de percibir en los ejemplos que abajo siguen: La edición de febrero del 2003 de la revista Frihet (Libertad), órgano oficial de la Asociación de Jóvenes Socialdemócratas, recogió una detallada entrevista con Erik Gutierréz-Aranda, quien visitase Cuba con objetivo de presenciar el congreso del partido correligionario Corriente Socialista Democrática (CSDC) (fundado en 1992). En esta misión a la isla le acampanó Daniel Molin, delegado internacional de la organización juvenil, asimismo como un representante del mencionado Centro Internacional Olof Palme. En aquella fecha Gutiérrez-Aranda sostuvo que en el futuro los jóvenes socialdemócratas bien podrían tener intercambio o cooperación con la CSDC, aunque, en sus palabras, ”lo más importante era que cooperemos con más partes de la oposición y no solamente con un partido. Pues también hay organizaciones cívicas que luchan por los derechos humanos, la liberación de los prisioneros políticos, etc.”. El joven político anunció además que junto con Molin viajarían por Suecia para visitar los distritos de la juventud socialdemócrata y relatar sobre las vivencias en Cuba: ”Tengo la esperanza de contribuir así con conocimiento sobre la situación del país y de que pongamos en marcha una discusión interna sobre lo qué haremos en la Asociación de Jóvenes Socialdemócratas”. La dirección superior de la asociación juvenil socialista democrática, en la voz de su entonces presidente Mikael Damberg, condenó encima los trágicos acontecimientos suscitados por el régimen cubano en marzo abril de pasado año. La condena en cuestión fue recogida en la página oficial de los bisoños socialdemócratas. Luego de una nota introductoria en la que se destacaba que Oswaldo Alfonso, presidente del liberal PLDC y Oscar Espinosa Chepe, economista independiente —personas con las que jóvenes socialdemócratas suecos de visita de trabajo en Cuba confrontaran— figuraban en la lista de arrestados, el joven Damberg declaró lo siguiente: ”Es sumamente alarmante que el régimen cubano de forma tan brutal viole los derechos humanos y embista a las fuerzas democráticas de Cuba. Es inaceptable que la sombra mediática que la Guerra de Irak hace caer sobre el mundo, sea utilizada para acrecentar la represión contra las fuerzas democráticas en Cuba. Ya de antes habían más de 250 prisioneros políticos en Cuba, y tal parece que el régimen se aprovecha para aumentar esa cifra mientras las miradas del mundo están dirigidas hacia Irak.” En agosto del 2003, el congreso de la juventud socialdemócrata eligió a una nueva dirección. Elegidos Presidente y Vicepresidente respectivamente resultaron Ardalan Shekarabi y Sara Heelge-Vikmång. En artículo publicado tras las elecciones, en el prestigioso diario GöteborgsPosten (Correo de Gotemburgo), Shekarabi y Heelge-Vikmång resaltaron que la organización 269 centraría su quehacer político en asuntos internacionales, salvaguardando así la herencia de antecesores que otrora luchasen, por ejemplo, contra el Apartheid en Sudáfrica y la Guerra de Vietnam. En dicho escrito —programático tanto de forma como de contenido— los políticos prometieron, especialmente, no permanecer en silencio “cuando la única superpotencia del mundo abuse de su posición, violando los derechos de terceros”. No obstante esta poca sutil alusión a los Estados Unidos de América, los socialdemócratas aclararon que tampoco se pensaban entregar “a un antiamericanismo de miras estrechas”. Tal parecía que al explicar, punto y seguido, el sentido tácito del enunciado “antiamericanismo de miras estrechas”, Shekarabi y Heelge-Vikmång hacían referencia a los excesos antiamericanos que en otras épocas marcasen la política exterior socialdemócrata; por que de otra manera se haría difícil interpretar el siguiente esclarecimiento: “nunca permitiremos que el accionar de los Estados Unidos de América sirva de disculpa para cerrar los ojos ante la represión en Cuba, Irak, Irán y Corea del Norte. Los dictadores que amenazan su entorno con armas de destrucción masiva; o que reprimen, encarcelan y torturan a la oposición en sus respectivos países, son y seguirán siendo la principal amenaza a nuestros derechos humanos”. Los bisoños socialdemócratas continúan abogando por mayor consagración a la causa de la democracia en Cuba. En artículo publicado en el número 2/3 del 2003 de la publicación Tvärdrag (Corriente de Aire), “revista de ideas políticas de la Asociación de Jóvenes Socialdemócratas”, Pelle Rödin, tesorero por los estudiantes socialistas reformistas, se preguntaba y respondía: “¿Por qué debemos dedicarnos a Cuba? Para empezar, es nuestro deber apoyar las aspiraciones democráticas, y especialmente [proteger] de la represión política a nuestros camaradas socialdemócratas.” Aparte de este razonamiento, el socialdemócrata consideraba que Cuba poseía premisas indispensables para que el comunismo fuese levantado de manera exitosa, a diferencia del modo en que el paso a la democracia ha tenido lugar en los estados de Europa Oriental y el imperio de la ex Unión Soviética. El Centro Internacional Olof Palme El Centro Internacional Olof Palme, organismo de cooperación de la socialdemocracia sueca, se ha involucrado últimamente en la democratización de Cuba incorporando a su anterior quehacer un nuevo actor – al disidente cubano de intramuros. (En proyectos que datan de finales 80tas y principios de los 90tas, el Centro Palme, como se conoce abreviadamente, intentaba tender puentes exclusivamente entre exiliados cubanos y representantes de las estructuras oficiales del interior de la isla). El Centro Palme enfoca su labor hacia la colaboración para el desarrollo internacional, así como la creación de opinión en torno a asuntos de política y seguridad nacional. Según el banco de data que la institución mantiene abierta a la ciudadanía a través de su home page, los socialdemócratas llevarían a cabo un proyecto sobre desarrollo organizacional en conjunto con la Corriente Socialista Demócratica de Cuba, CSDC. El objetivo del proyecto sería “crear bases para un trabajo de desarrollo organizacional junto con Corriente Socialista”. La estructura que en el marco de la iniciativa colaboraría con la contraparte cubana sería la Asociación de Jóvenes Socialdemócratas. Por lo menos una actividad se había planificado para el 2003, a decir, un seminario cuyo objetivo era “discutir el desarrollo organizacional, la comunicación interna así como investigar las posibilidades de una colaboración más amplia que apuntara sobre todo a apoyar a los jóvenes de Corriente Socialista Cubana.” Al momento de escribirse este texto, no conocemos sin embargo si los socialdemócratas han podido cumplir los objetivos de esta iniciativa. Tampoco hemos encontrado en las publicaciones periódicas y digitales de sus organizaciones, informes sobre la realización de el proyecto de marras. 270 II Sociedad Civil: La Sección Sueca de Amnistía Internacional Entre las organizaciones de la sociedad civil de Suecia que con su labor pro derechos humanos legitiman y se solidarizan con nuestra causa resalta indiscutiblemente la Sección Sueca de Amnistía Internacional, en particular el Distrito de Estocolmo. Dos eventos en específico –la gala Amnistía en Kungsan y la Marcha de las Antorchas- y la creación del Grupo 95 de Amnistía Internacional puede servir como ejemplo de dicha fraternización. Del 1 al 3 de septiembre del 2003, los exiliados cubanos fuimos invitada a participar en la gala Amnistía en Kungsan que el Distrito de Estocolmo, de Amnistía Internacional (Sección Sueca) organizase en el capitalino parque Kungsträdgården (conocido abreviadamente como Kungsan). Dicha velada se dedicaba a la situación de los derechos humanos, así como a la problemática de los refugiados y del uso de la pena de muerte en diferentes regiones del mundo. La gala de AI consistió, en propiedad, en ponencias y números musicales, desarrollados en una escena levantada al efecto en la citada alameda. Además, organizaciones y asociaciones pro derechos humanos y democracia dispusieron de tiendas de campañas en las que expusieron murales, libros y/u otro tipo de material informativo. El hecho de que los exiliados cubanos fuesen convidados a atender una mesa informativa en la gala de Amnistía y que numerosos oradores tomaran el tema de los derechos humanos en la isla, evidenció la prioridad que la prestigiosa institución global le otorga a la situación imperante en Cuba. Encima, un cuerpo de activistas de la Sección Sueca de Amnistía Internacional, el denominado Grupo 95 de Amnistía, ha asumido la difícil pero no imposible tarea de contribuir a la liberación —inmediata e incondicional— de 13 prisioneros de conciencia cubanos. Se trata por el momento de una decena de ciudadanos suecos —de variadas profesiones, disímiles estratos sociales y diferentes anclaje generacional y procedencia étnica—, quienes durante un año seguido, contando a partir del pasado julio, lidiarán porque se respeten los derechos humanos de: 1. Margarito Broche Espinosa, sancionado a 25 años de prisión, 2. Antonio Ramón Díaz Sánchez, sancionado a 20 años de prisión, 3. Alfredo Domínguez Batista, sancionado a 14 años de prisión, 4. Efrén Fernández Fernández, sancionado a 12 años de prisión, 5. José Daniel Ferrer García, sancionado a 25 años de prisión, 6. Luis Enrique Ferrer García, sancionado a 28 años de prisión, 7. Leonel Grave de Peralta Almenares, sancionado a 20 años de prisión, 8. Regis Iglesias Ramírez, sancionado a 18 años de prisión, 9. Reinaldo Labrada Pena, sancionado a 6 años de prisión, 10. Jesús Miguel Mustafa Felipe, sancionado a 25 años de prisión, 11. Arturo Pérez de Alejo Rodríguez, sancionado a 20 años de prisión, 271 12. Alexis Rodríguez Fernández, sancionado a 15 años de prisión, 13. Antonio Augusto Villarreal Acosta, sancionado a 15 años de prisión. El objetivo a largo plazo de las actividades del Grupo 95 de Amnistía es, como se adelantaba arriba, lograr la puesta en libertad de los referidos prisioneros de conciencia, los cuales, a propósito, tienen como denominador común la membresía en las filas del Movimiento Cristiano Liberación, en el seno del cual fungían, hasta la fecha de su encarcelamiento, como impulsores del Proyecto Varela. Para lograr la meta redentora, los prosélitos de Amnistía Internacional (AI) buscan crear la mayor publicidad posible en torno a los casos acogidos, así como velar porque las condiciones carcelarias de los confinados no sean agravadas por parte de las autoridades cubanas. Pasado el año de trabajo, o de ocurrir cambios sustanciales, le corresponderá al Secretariado Internacional (SI) de AI, con sede en Londres, reevaluar el estado de los casos y ultimar si la acción en cuestión deberá continuar en marcha. En vistas de la celebración del 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, la Sección Sueca de Amnistía Internacional a lidereó, como en anteriores, una Marcha de Antorchas en el centro de Estocolmo. El Distrito de Estocolmo exhortó, por su parte, al Exilio Cubano de Suecia, —al igual que a otros amigos de la democracia—, a tomar parte activa en la mencionada jornada, la cual, tuvo como blancos centrales de condena y denuncia a regímenes tales como el cubano, el bielorruso y el zimbabwense. Siendo el tema central de la marcha la libertad de palabra y de prensa, a este servidor le tocó denunciar el calamitoso estado de estas libertades bajo el régimen de Fidel Castro. El Comité Escandinavo Premio Nobel a Oswaldo Payá Sardiñas Fuera de las entidades mencionadas, es imprescindible destacar al Comité Escandinavo Premio Nobel a Oswaldo Payá Sardiñas, conocido abreviadamente como el Comité Payá. Fundado el 11 de diciembre del 2002, dicha organización—amen de hacer lobby en pos de que el más noble de los premios Nobel –el de la Paz- se le otorgue al gestor del Proyecto Varela— busca respaldar las iniciativas pro democracia y reconciliación que dentro de Cuba protagonicen los demócratas insulares. La publicación de un folleto sobre el mencionado Proyecto Varela, su distribución a parlamentarios y personalidades escandinavas, la inserción en medios de prensa de un número de artículos sobre Payá Sardiñas en particular y la situación en Cuba en general, así como el “levantamiento” de una home page, figuran entre las actividades que la naciente estructura acometió durante su primer año de existencia y bajo la capitanía del periodista Birger Thuresson. En diciembre del 2003, en el espacio de la celebración de la primera Junta Anual, Hanna Hellquist, presidenta entrante, elevó la propuesta de hacer del Comité Payá una plataforma que inventariase los proyectos que en torno a Cuba realizasen disímiles actores, como es el caso del SILC, el Consejo Democristiano pro Democracia y Desarrollo, los jóvenes liberales y democristianos, los partidos de igual denominación, la revista Cuba Nuestra, entre otros. Según la propuesta aprobada por la Junta Anual, el Comité Payá se apoyaría a partir de entonces en las siguientes cuatro extremidades: “inventario y coordinación de los proyectos y actividades sobre Cuba distribución de información sobre los proyectos y actividades en torno a Cuba foro de discusión y punto de reunión de interesados en Cuba aunque de diferentes organizaciones continúo lobby por que a Oswaldo Payá Sardiñas se le otorgue el Premio Nobel de la Paz.” 272 Para llevar a buen puerto estos objetivos, se formuló la idea de una serie de seminarios (tres semestralmente), para cuya ejecución se solicitarán medios económicos de las instancias de cooperación sueca. La edición de una propia revista —periódica y en sueco— es otra iniciativa (levantada por este servidor) que “descansa” actualmente en la mesa de trabajo del Comité Payá. Resaltarse debe además que el Comité Payá es la única organización que hasta el momento ha podido unir a miembros de diferentes partidos políticos suecos, de diferentes orígenes étnicos (cubanos y suecos), así como de diferentes organizaciones de la sociedad civil, bajo un mismo techo y en pos de un mismo fin: coadyuvar al proceso de democratización en Cuba. A modo de conclusión: El saldo que la anterior descripción nos arroja, resulta en que de siete partidos actualmente representados en el Parlamento Sueco, cuatro –los liberal, democristiano, moderado y socialdemócrata-, así como sus respectivas ramas juveniles, están imbuidos en la labor de solidaridad para con Cuba. (No asisten en esta empresa ambientalistas y ex comunistas, por la izquierda socialista; y centristas, por el bloque liberal-conservador). Además, tres organismos de cooperación para el desarrollo (el Centro Internacional Liberal Sueco, el Consejo Democristiano pro Democracia y Desarrollo y el Centro Internacional Olof Palme) canalizan proyectos e iniciativas de apoyo al movimiento cívico-democrático de Cuba. Del seno de la sociedad civil de Suecia, sin contar la decorosa labor del Exilio Cubano, descuellan el respaldo de la Sección Sueca de Amnistía Internacional, rama de acaso la más prestigiosa organización a nivel global en materia de derechos humanos, así como la intensa labor mancomunada de los integrantes del incipiente Comité Escandinavo Premio Nobel de la Paz. A lo anterior, se debe sumar, por la parte gubernamental, la sólida posición de crítica descubierta al régimen castrista y apoyo abierto a los demócratas insulares por parte del actual gabinete socialdemócrata. Páginas en Internet de organizaciones que apoyan la democratización de Cuba: • • • • • • • • • • • • • • • • Partido Liberal Sueco: www.folkpartiet.se Centro Internacional Liberal Sueco: www.silc.se Asociación de Jóvenes Liberales: www.luf.se Campaña Turismo pro Democracia de los mozos liberales: www.demokratiturism.se Partido Demócrata Cristiano Sueco: www.kristdemokrat.se Asociación de Jóvenes Democristianos: www.kdu.se Campaña Viva la Liberación! de los bisoños democristianos: http://www.kdu.se/kampanjlist.asp?category_id=kuba Consejo Democristiano pro Democracia y Desarrollo: www.kristdemokrat.se/list.asp?Category_id=krdu Partido Moderado Sueco: www.moderat.se Asociación de Jóvenes Moderados: www.muf.se Campaña pro Libertad de los jóvenes moderados: www.muf.se/frihetskampanjen/ Partido Socialdemócrata Sueco: www.sap.se Asociación de Jóvenes Socialdemócratas: www.ssu.se Sección Sueca de Amnistía Internacional: www.amnesty.se Sección Sueca de Amnistía Internacional, Distrito de Estocolmo: www.amnesty.se/stockholm 273 • • Comité Premio Nobel a Oswaldo Payá Sardiñas: www.payá.nu Cuba Nuestra: www.cubanuestra.nu 274 Solidaridad con Cuba POR MATÍAS JOVE Abogado y Secretario General de la AECT Quiero comenzar esta breve intervención diciendo que es un auténtico privilegio para los españoles que estamos aquí compartir estoy días con personas que estamos seguros pasarán a la historia de Cuba con todos los honores. Todos los presentes en este congreso, de una u otra forma, habéis renunciado a una vida cómoda y en situaciones adversas muchos han pasado largos en prisión, han recibido presiones inimaginables y todos se han visto abocados al exilio. Y todo ello porque en un día concreto de su vida decidieron ser libres y luchar por una Cuba de todos cubanos. Ante esta realidad, que a los que hemos tenido la suerte de nacer en democracia nos conmueve, no podemos quedarnos indiferentes. Son de sobra conocidos los estrechos vínculos que nos unen a los españoles con el pueblo cubano, y no les podemos dejar solos a su suerte. Por ese motivo, hace ya casi un año, nos unimos un grupo de jóvenes españoles para intentar apoyar desde España un proceso de transición en Cuba que creemos que es realmente posible. Desde el principio sabíamos que no era mucho lo que podíamos hacer; carecíamos de tiempo y de recursos y nuestros trabajos personales exigían mucha dedicación, pero era necesario hacer algo. Muchos cubanos que querían hacerse oír y no tenían voz en Cuba; en España existía y todavía existe un gran desconocimiento sobre los problemas de la isla y algo tenía que cambiar. Era conseguir que se les escuchara. Nuestro papel se reduce a eso: crear plataformas para que los cubanos puedan ser escuchados en España y fomentar espacios de libertad donde el diálogo sea el gran protagonista. Con mayor o menor eficacia estamos nos hemos comprometido con esta tarea y nos hemos encontrado con no pocos intelectuales, políticos y periodistas españoles que han prestado su voz a estos demócratas y se han dedicado esfuerzos para apoyar lo que todos queremos para los cubanos: una democracia donde se respeten los derechos humanos y busque la libertad de todos los cubanos. A todos ellos gracias. Con el objeto de sensibilizar a la opinión público española con el problema cubano la Asociación Española Cuba en Transición ha promovido distintas campañas denunciando las violaciones de derechos humanos en la isla. Se trata de una labor continua, casi diaria, pero podemos destacar varias campañas realizadas en este sentido: Manifiesto de los 100 El día 10 de abril de 2003 la AECT promovió un manifiesto bautizado con el nombre de “Manifiesto de los 100” firmado por miles de personas, entre las que figuraban cien personas de la más alta relevancia en la sociedad española exigiendo la inmediata puesta en libertad de todos los detenidos durante las jornadas negras de marzo, así como la de los centenares de presos políticos que, desde bastante antes, se consumen en las inhumanas cárceles de la Isla. El Manifiesto fue presentado en un acto celebrado en la Asociación de la prensa de Madrid. En el acto intervinieron el vicepresidente de la Asociación Hispano-Cubana, Guillermo Cortázar, el secretario ejecutivo de Relaciones Internacionales del PP, Jorge Moragas, y el senador de CiU, Jordi Xuclá, quienes expresaron su "absoluto apoyo a la causa de la libertad y defensa de los derechos humanos en Cuba".Tras sus palabras siguió la lectura de los nombres de los condenados por el momento y las penas impuestas a cada uno, y a continuación Carlos Payá, hermano del líder del Movimiento Cristiano de Liberación, pasó a leer el "Manifiesto de los 100".El encuentro concluyó con la lectura de poemas de Raúl Rivero, condenado el pasado 275 lunes a veinte años de prisión, y los escritores Zoé Valdés, Rosa Montero y Carlos Alberto Montaner fueron los encargados de poner voz a los versos del poeta encarcelado. Entre los firmantes aparecen entre otros: Gabriel Albiac, Julio Ariza, Fernando Arrabal, Emma Bonino, Antonio Burgos, Jaime Campmany, Arcadi Espada, Guillermo Gortázar, Federico Jiménez Losantos, Jon Juaristi, Juan José Laborda, Elvira Lindo, Pío Moa, Luis Núñez Ladeveze, Marco Pannella, Ramón Pí, Alberto Recarte, Carlos Rodríguez Braun, Fernando Savater, Hermann Tertsch, Alfredo Urdaci, Edurne Uriarte, Alfonso Ussía, Álvaro Vargas Llosa, José Antonio Vera. Concentración de la Puerta del Sol: todos unidos por la libertad en Cuba. La AECT organizó una concentración en la Puerta del Sol de Madrid el día 26 de abril del 2003. El acto, al que acudieron más de 3000 personas consiguió aglutinar condenando la violación de derechos humanos en la isla a casi todo el abanico político de España: PP, PSOE, CiU, PNV, CCOO, UGT, Los Verdes, Izquierda Republicana...así como numerosos personajes relevantes del mundo del cine, el periodismo y la cultura. Entre otros Entre otros participaron Fernando Savater, Rosa Montero, Hermann Tertsch, Cristina López Schlichting, Jon Juaristi, Mikel Azurmendi, Jaime Mayor Oreja, Pío García Escudero, Ana Mato, Jorge Moragas y Eugenio Nasarre del PP, Jesús Caldera, Enrique Martínez, Juan José Laborda del PSOE, Salvador Sedó y Jordi Xuclá de CiU. Pocos actos han conseguido unir a personalidades de tan distintas tendencias: el pueblo cubano lo merece. En la manifestación que fue recogida ampliamente por los medios de comunicación españoles se exigía se exige “al gobierno cubano la inmediata liberación de los presos de conciencia, el respeto de los derechos humanos y de las libertades públicas en Cuba.” Feria de la solidaridad Con motivo de la VII Feria de Solidaridad celebrada en Madrid el pasado mes de mayo, la AECT organizó el día de la democracia en Cuba. Con este motivo, la Asociación Española Cuba en Transición organizó varias actividades con el objeto de transmitir al público asistente a la Feria la situación que vive Cuba actualmente. Miles de personas pudieron conocer la realidad del pueblo cubano y apoyar iniciativas para promover la democracia en la isla. Un ciclo de cine cubano abrió la jornada y se vio complementado por una Mesa redonda en la que participaron Roberto Fandiño, Leopoldo Fornés, Gina Montaner y Mario Noya. La jornada concluyó con un acto en el que se leyeron poemas de presos y ex-presos de conciencia. Pusieron su voz Jon Juaristi, Felipe Lázaro, María Elena Cruz Varela y Orlando Fondevila . Artículos de opinión Para dar a conocer la situación de Cuba y contribuir a la sensibilización de opinión pública española, la AECT ha promovido la publicación de noticias, artículos de opinión y entrevistas en prensa escrita, televisión y emisoras de radio de difusión nacional. Televisión Española, Antena 3, Tele-Madrid, Tele-5, Canal +, El País, El Mundo, ABC, La Razón, The Wall Street Journal Europe, Le Monde, The Miami Herald, Radio Martí, Tele Mundo, , Época, Diario 16, Radio Intereconomía, Canal Sur, Onda Cero, COPE, Cadena SER, Radio Libertad, Madrid Radio, La Voz de América, TMT y Metro. Campaña a favor de la libertad de expresión en Cuba Junto a Reporteros sin Fronteras y Españoles por la Libertad en Cuba hemos presentado esta una campaña en apoyo a los periodistas cubanos. La campaña, que tuvo como objetivo la sensibilización de la opinión pública española con la situación de la libertad de prensa en Cuba, 276 se pudo ver durante una semana en 520 salas de cine y en los telediarios de tres importantes cadenas nacionales. Presentación del anuncio de cine “Letras prohibidas” tuvo lugar en la sala de cine Roxy B de Madrid y en el acto periodistas de distintos medios de comunicación mostraron su apoyo a los periodistas independientes encarcelados. Intervinieron Javier Valenzuela, Enrique Vázquez, Carmen Gurruchaga, Víctor de la Serna ,Orlando Fondevila, Rafael Jiménez Claudín y Rafael Rubio. En el acto se repartió un ejemplar del tercer número de la revista “De Cuba” escrita por periodistas independientes cubanos después de la última oleada represiva el pasado mes de marzo. Congreso internacional de cultura cubana El Congreso Internacional de Cultura Cubana ha logrado reunir a más de un centenar de personalidades del exilio cubano. Alrededor de más de veinte mesas redondas se pretende analizar críticamente las instituciones oficiales de régimen cubano y presentar alternativas democráticas para la isla. Todo ello con dos objetivos fundamentales. En primer lugar, favorecer el diálogo como única vía posible para construir una democracia en Cuba. Y en segundo término para material ideas y propuestas surgidas en durante estas jornadas se grabaron y de mil vías distintas llegará a los cubanos de la isla. Estamos convencidos que de esta forma contribuimos a revitalizar una sociedad civil en Cuba que, aunque debilitada, cada vez muestra más signos de fortalecimiento y será la protagonista del cambio. Tras un año de continuo apoyo desde España al pueblo cubano nuestro compromiso sigue intacto, pero nuestro conocimiento de la realidad que se vive en la isla, nuestro convencimiento de que un cambio es posible y nuestra ilusión cada vez son mayores. Esperemos que nuestra asociación en breve no tenga sentido, porque eso significaría que la transición se ha producido verdaderamente en Cuba. 277 La Transformación Jurídica de Cuba en el post-totalitarismo 278 Derecho Penal para un Estado Democrático y de Derecho en una Cuba Futura POR ORLANDO GÓMEZ GONZÁLEZ Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid Profesor de Derecho Penal Cuando pensamos en el futuro de una Cuba post-totalitaria lo relacionamos con un Estado democrático y de derecho, con sus exigencias éticas, políticas y jurídicas que este tipo de sistema requiere. En un Estado ajustado al marco institucional, normativo y jurídico del que conocemos hoy como Estado de Derecho resulta obvio que debe ser ante todo un Estado constitucional de derecho. Precisamente, para emprender una reforma penal real y efectiva en Cuba es necesario a nuestro juicio valorar tres aspectos fundamentales: la relación del Derecho Penal con los principios constitucionales, los principios básicos, funciones y límites del Derecho Penal y el papel de la dogmática jurídico penal y la política criminal. Antes de explicar estos tres pilares fundamentales es recomendable hacer una breve referencia de los antecedentes históricos y legislativos desde la época republicana teniendo en cuenta que fue el período más importante de la historia de Cuba al ser la etapa decisiva de la configuración de la sociedad, la economía, la política y sin lugar a dudas también la consolidación del derecho. En esta etapa se implantaron y evolucionaron los valores de lo que conocemos hoy como Estado de Derecho. Naturalmente, debe tenerse en cuenta la coyuntura histórico y social en la que se presentaron factores unas veces favorecedores y otras entorpecedores en el desarrollo y consolidación de la institución del Estado de Derecho. Téngase en cuenta que en este período republicano rigieron dos Constituciones, la liberal de 1901 y la socialdemócrata de 1940 que constituyen la base del derecho cubano. Cuba fue un importante centro de actividad jurídica en todas las disciplinas, pero particularmente en el Derecho Penal se produjo una de las reformas penales más importantes de América Latina que culminó con un código penal avanzado. Durante la República la Isla fue cuna de eximios penalistas de reconocido prestigio que enarbolaron los últimos adelantos doctrinales dogmáticos y político criminales, unida a una interesante y enriquecedora labor jurisprudencial del Tribunal Supremo. Este periodo se caracterizó por una constante evolución del Derecho penal cubano que benefició al sistema jurídico y al fortalecimiento de un Estado de Derecho con la protección de principios constitucionales y penales acordes a la época. Desde los inicios del siglo XX se sucedieron varios proyectos infructuosos de reformas del viejo y obsoleto Código penal español de 1870 vigente en Cuba desde el 23 de mayo de 1879. Finalmente, el 4 de abril de 1936 quedó aprobado el denominado Código de Defensa Social que es considerado el primer código penal cubano. Este cuerpo legal contó con una estructura técnica muy sólida, constituyendo además fuente de derecho.i En el año 1959 se produce un estancamiento del Derecho Penal desde la promulgación del Reglamento N° 1 de fecha 21 de febrero dictado en la propia Sierra Maestra que dio inicio a las primeras leyes de la etapa revolucionaria. Comienza un período de terror penal al refugiarse el sistema en figuras represivas jurídico penales que atentan contra los principios constitucionales de esta rama del derecho, con la utilización de penas excesivas incluyendo la implantación de la pena de muerte. i Más ampliamente, del autor, “Evolución del Derecho Penal. Dossier Estado de Derecho”, en Revista Encuentro de la Cultura Cubana, N° 24, Madrid, 2002, pp.200-211. 279 En 1979 se implanta un nuevo Código Penal que tomó sus fuentes principalmente en los códigos de los países socialistas, en especial el Código Penal soviético de 1922 y 1926, en las leyes revolucionarias de los primeros años de la etapa revolucionaria sin abandonar su orientación político criminal de inspiración positivista del Código de Defensa Social de 1936. Con la Ley 62 se modifica el Código de 1979, surgiendo el llamado Código de 1987, vigente desde el 30 de abril de 1988, siendo modificado posteriormente por el Decreto Ley 140 de 13 de agosto de 1993, por el Decreto Ley 150 de 6 de junio de 1994, así como por el Decreto Ley 175 de 17 de junio de 1997 y por la Ley 87 de 1999, publicada en la Gaceta Oficial el 15 de marzo del propio año. Se aprobó también una ley penal especial paralela al Código Penal vigente, Ley 88/99, llamada Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba.i Desde la promulgación de las primeras leyes penales de la llamada etapa revolucionaria hasta la actualidad se ha producido una huida hacia el Derecho Penal, incurriendo el Estado cubano en un abuso del ius puniendi y sus límites, manteniendo una política criminal con base en la peligrosidad social, poniendo por encima el significado antisocial del sujeto y relegando la configuración jurídica del hecho a un segundo plano. La finalidad defensista de la estructura político social en la actualidad se cree garantizada con el establecimiento de penas severas. Es llamativo el incontrolado afán de proteger al Estado ante bienes jurídicos mucho más importantes como la vida, la libertad, la seguridad, la propiedad, etc. La pena de muerte está establecida en más de 20 delitos, 18 de ellos contra la seguridad del Estado, atentando de esta forma contra el derecho de disponibilidad de la vida y quebrantando el principio de la aplicación de las penas en un Estado de Derecho. Un cambio democrático futuro requiere de una reforma del Derecho Penal. Este proceso debe partir de una revisión de los principios básicos del derecho penal desde las exigencias del modelo de Estado que elija la Constitución, teniendo en cuenta el cometido de la ciencia jurídico penal en la que juegan un papel fundamental la función de la pena y la teoría del delito. El Derecho Constitucional delimita la estructura de la sociedad y la situación del individuo, condiciona la jerarquía de los bienes jurídicos que tutelará el Derecho penal, respondiendo al principio de exclusiva protección de bienes jurídicos. La Constitución determina el tipo de organización que el Derecho penal debe proteger y los objetivos más importantes de acuerdo a las valoraciones dominantes que merecen y exigen la protección del ordenamiento mediante la incriminación y punición de conductas o actividades que atenten o pongan en peligro la sociedad siempre que esta labor se desarrolle dentro de los límites del ius puniendi o potestad del Estado a sancionar, límites impuestos por la propia Constitución al establecer el principio de intervención mínima o última ratio del Derecho Penal. El Derecho Penal es un derecho de carácter público encargado de proteger más eficazmente la subsistencia, la seguridad y la organización de la sociedad dentro de los llamados bienes jurídicos. El punto de partida sería la revisión de los fundamentos del Derecho Penal y la relación de estos con el Estado de Derecho como principio directivo. El Derecho Penal es un conjunto de normas jurídico-públicas que definen ciertas conductas como delito, por lo que es posible afirmar que el Derecho Penal limita el derecho fundamental de la libertad de acción. Puede interpretarse – según la doctrina moderna– como un derecho constitucional aplicado, es decir, la interpretación de la ley penal depende de la interpretación que se haga de la Constitución. Partiendo entonces de la idea de Constitución, como codificación del derecho político regulador de la organización y del funcionamiento de los poderes del Estado y las instituciones modernas, es común relacionar al Derecho Penal con el Derecho Constitucional. El Derecho Constitucional crea y establece bienes jurídicos de cuya protección se encargará el Derecho Penal. i Ver comentarios del autor en “El arte de endurecer una ley. Consideraciones sobre las modificaciones al Código Penal”, en Revista Hispano Cubana, N°4, Madrid, 1999, pp.147-152. 280 Los valores de libertad, justicia y pluralismo político perfilan el Derecho Penal como sistema normativo. El Derecho Penal como instrumento de control social formal debe intervenir cuando se hayan agotado otras vías no penales reguladoras del orden social, y sólo hacerlo en casos muy graves de ataques a bienes jurídicos más importantes –que es lo que conocemos como principio de intervención mínima o ultima ratio– con una aplicación segura, previsible y controlable. Los fines del Derecho Penal son la prevención y la represión de determinadas conductas, siendo indispensable que las penas y medidas de seguridad, como medios, operen bajo el principio de legalidad. Este control social es exclusivo del Estado. Cuáles conductas puedan considerarse constitutivas de delitos, la consecuencia jurídica de estos, es decir, las penas que deba aplicarse a quienes realicen estas conductas estarán conformadas dentro del principio de legalidad. La función del Derecho Penal depende de la función que se le asigne a las penas y a las medidas de seguridad. De ahí la importancia de la función de la pena y la teoría del delito adoptada en un Estado Democrático y de Derecho, y el adecuado equilibrio entre dogmática y política criminal. La pena constituye un instrumento que puede utilizarse como terror penal. Cuando se le atribuye a la pena una función de prevención general sin límite –como corresponde a sistemas políticos totalitarios como el cubano– más preocupados por la eficacia de sí mismos, que por servir a todos los ciudadanos, se convierte en un arma del Estado esgrimida contra la sociedad. Las normas penales en un Estado de Derecho tienen otros límites políticos previamente legislados en la Constitución y en las propias leyes penales que limitan el ejercicio del ius puniendi o potestad del estado para sancionar. El Estado democrático obliga a poner al Derecho Penal al servicio del ciudadano, y puede interpretarse como fuente de ciertos límites asociados a los principios de dignidad humana, igualdad y participación del ciudadano. A su vez, el Estado de Derecho impone el postulado de un sometimiento de esta potestad punitiva del Estado, lo que da lugar a límites derivados del principio de legalidad. El principio de legalidad –nullun crimen, nulla poena sine previe lege– no sólo es una expresión de seguridad jurídica o exigencia de la misma sino una expresión de orden democrático legítimo, por lo que sus cuatro garantías: la criminal, la penal, la jurisdiccional y la de ejecución, dependen de sus respectivas exigencias de lex praevia, lex scripta, lex certa, lex stricta, derivándose de éstas las cuatro prohibiciones: prohibición de la aplicación retroactiva de la ley cuando perjudique al reo, prohibición de la aplicación del derecho consuetudinario o no escrito, prohibición de la sanción de leyes y penas indeterminadas y la prohibición de analogía. Dentro del marco de los principios constitucionales, que limitan el poder punitivo del Estado, es común que la doctrina incluya también los principios de culpabilidad y de exclusiva protección del bien jurídico. En un Estado democrático el Derecho Penal debe orientar su función preventiva de la pena con arreglo a estos principios. Es conveniente precisar que no todo bien jurídico requiere tutela penal. Dentro del principio de exclusiva protección de bienes jurídicos nos concretaremos a dejar sentado que el Derecho Penal sólo castiga ataques a bienes jurídicos determinados por la política criminal establecida por el Estado. El principio de culpabilidad requiere de una revisión dogmática y de una política criminal profundas al ser una problemática vigente. Constituye una categoría dogmática que admite diversos contenidos. El principio de culpabilidad en el modelo de Estado que se pretende debe excluir de manera radical –como ocurre en el caso cubano– la posibilidad de determinar la pena sólo o fundamentalmente por la peligrosidad del autor o por las necesidades de defensa social. Los valores fundamentales del Estado de Derecho exigen que el principio de culpabilidad esté vinculado al respeto de la dignidad de la persona. Es importante destacar que el Derecho Penal sólo debe castigar conductas, hechos. De allí el principio de responsabilidad por el hecho, exigencia del “Derecho Penal del hecho” que se opone a la posibilidad de castigar el carácter o el modo de ser, propios del llamado “Derecho Penal de autor”, como los llamados también culpabilidad de carácter, culpabilidad por la conducción de la vida, que son totalmente incompatibles con el principio de culpabilidad en un Estado Democrático y de Derecho. 281 Existen otros principios básicos del Derecho Penal, diríamos derivados del de legalidad, que limitan el poder punitivo del Estado, que deben ser tomados en cuenta para la elaboración de un Derecho Penal en un Estado de Derecho, como el principio de prohibición de penas inhumanas y degradantes, el principio de proporcionalidad de las penas y el principio de taxatividad. Partiendo de la mínima intervención o ultima ratio, al que hicimos referencia anteriormente, la función que debe cumplir el Derecho Penal en este modelo de Estado es la protección sola y exclusiva de las reglas mínimas de convivencia y la tutela de los bienes jurídicos. De la naturaleza de sus mecanismos de reacción se deduce que la intervención del Derecho Penal en la vida social debe de ser mínima, por lo que se considera que el Derecho Penal tiene un carácter fragmentario y una naturaleza subsidiaria o de ultima ratio al que debe recurrirse para la prevención de la delincuencia. Un último recurso a utilizar a falta de otros menos lesivos. Esto es importante destacarlo frente a la tendencia de determinados Estados, como el cubano, a una excesiva intervención penal, donde se considera el Derecho Penal como un ungüento mágico que sirve para solucionar los problemas sociales o políticos. La dogmática y la política criminal resultan importantes para lograr la aplicación de la ciencia penal en un Estado de Derecho. Será necesario una preparación científica y profesional sobre la base de un Derecho Penal contemporáneo que prevalecerá por encima de orientaciones ideológicas o preferencia política. La dogmática jurídico penal cumple una de las funciones más importantes que tiene la actividad jurídica en un Estado de Derecho: garantizar los derechos fundamentales del individuo frente al poder del Estado. La dogmática jurídico penal se presenta como una consecuencia del principio de intervención del poder punitivo estatal y a la vez como una conquista irreversible del pensamiento democrático. La dogmática jurídico penal valora cuál puede ser su función frente a la política criminal. De este modo le corresponde al legislador aplicar una política criminal para que la dogmática parta precisamente de las fórmulas legales producto de la política criminal y cumplir su doble cometido: fijar metas que orienten la estrategia de la lucha contra el comportamiento desviado (delito) y a la vez plasmarlas en fórmulas legales, determinando así una delimitación provisional de lo penalmente relevante. La auténtica función de la dogmática creadora es la preparación y complemento de la ley positiva, es decir, del Código Penal. La dogmática jurídico-penal constituye la ciencia del Derecho Penal por excelencia. No sólo le compete la reproducción de la ley, sino su elaboración racional. No es menos cierto que la corriente reformista de la política-criminal, en sentido general, ha conseguido perfeccionar al Derecho Penal y además concientizar que es preciso mejorarlo aún más, pero esto no quiere decir que la política criminal pueda arrinconar a la dogmática, entendida como elaboración creadora, aunque subordinada del derecho positivo. Para reformar y elaborar nuevas leyes, que es lo que nos proponemos en función de un cambio democrático en una Cuba futura, es necesario haber penetrado en el significado profundo y en las exigencias de la institución jurídica, objeto de regulación o cambio, misión que caracteriza a la dogmática. La dogmática tiene que ser inseparable compañera de la política criminal en la importante labor de los juristas en la creación de derecho. No es concebible una ciencia jurídica sólo orientada político criminalmente. También debe ser enriquecida dogmáticamente. La dogmática, así entendida, es labor que desarrollan tanto la ciencia jurídico penal como la jurisprudencia penal. La reforma penal que se produzca deberá ir entrelazada a un conocimiento previo del Derecho Penal contemporáneo debido a que en estos años se han producido en la Isla un estancamiento y una laguna cognoscitiva de conceptos, teorías, exigencias y principios penales propios de Estados democráticos y de derecho. Será importante que los legisladores conozcan la evolución doctrinal de la ciencia penal para su aplicación en una sociedad democrática. 282 Ideas Constitucionales para una Cuba Futura POR BEATRIZ BERNAL Profesora de la Facultad de Derecho Universidad Complutense de Madrid Lo que hoy nos reúne en este Seminario es reflexionar sobre la evolución de la democracia, el desarrollo y la sociedad civil en Cuba. Se trata pues de una esfuerzo colectivo, como otras muchas, encaminado a pensar la Cuba del futuro. No hay duda de que los países más desarrollados han tenido históricamente y tienen hoy día como opción política la democracia y como opción jurídica el Estado de Derecho, con el apoyo, cada vez más creciente, de la sociedad civil. Sobre estos tres conceptos: democracia, desarrollo y sociedad civil se ha hablado y se seguirá hablando en el transcurso de estos dos días. A mí me corresponde disertar sobre la democracia y el Estado de Derecho, con su Constitución a la cabeza y sus leyes derivadas con el fin de lograr el desarrollo político que la Cuba postotalitaria necesita y se merece. Por consiguiente, las preguntas que me planteo en esta comunicación son las siguientes: 1)¿hay en Cuba una Constitución que garantice el Estado de Derecho en el futuro?; 2) ¿puede llevarse a cabo la transición a la democracia apelando a la constitución de 1976-1992, actualmente vigente?; 3) ¿qué hacer, desde un punto de vista constitucional para garantizar en el futuro dicho Estado de Derecho? La Constitución , dentro de nuestra tradición occidental y también dentro de la tradición que imperó en Cuba durante la primera mitad del siglo pasado, es la carta magna que garantiza la democracia y que regula lo que llamamos Estado de Derecho. Y a éste, ya sea liberal o social, le son necesarios los siguientes requisitos: 1). El imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Dicho en otras palabras, “el gobierno de las leyes y no “el gobierno de los hombres”. Esto es, el poder sometido a la norma jurídica, que es lo que garantiza a los ciudadanos los principios de libertad, de igualdad y de justicia y que, además, les otorga ese bien indispensable para la consecución de dichos principios: la “seguridad jurídica”. 2). La legalidad de los actos de administración y su control judicial, así como la constitucionalidad de las normas secundarias o derivadas de la norma máxima en la jerarquía de las leyes; esto es, la Constitución. 3). La división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, a la manera clásica, con su consecuente equilibrio y control entre ellos, así como la autonomía del Poder Judicial que interpretará y aplicará la norma jurídica con absoluta independencia de los otros dos poderes, y, 4). La garantía jurídica de los derechos y libertades fundamentales, que no es más que la garantía de la libertad y de la igualdad de todos los hombres ante la ley. ¿Se cumplen estos requisitos en la Constitución actualmente vigente? En mis recientes trabajos: “Cuba ¿Estado de Derecho” i y Las constituciones de Cuba republicanaii creo haber demostrado lo contrario. En la Cuba actual no impera la ley como expresión de la voluntad popular, ni hay control judicial de los actos de la administración, ni garantía de la constitucionalidad de las leyes, ni división de poderes con su consecuente equilibrio entre ellos ni, por supuesto, i ii Ver B. Bernal: Cuba y sus leyes. Estudios histórico-jurídicos, UNAM, México, 2002, pp. 165-172 Instituto y Biblioteca de la Libertad, Miami, Fl, 2003, pp .37-48 283 independencia del Poder Judicial. Tampoco existe una garantía jurídica de los derechos y libertades fundamentales que son frecuentemente conculcados. Por consiguiente, para que Cuba cuente con una Constitución que sea el verdadero instrumento de la modernización política que la isla necesita; esto es, la “expresión resumida de una sociedad igualitaria, dinámica, democrática, cientifista y económicamente desarrollada”, según palabras de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñóni, uno de los padres de la Constitución española de 1978; será indispensable, en su momento, convocar a cortes constituyentes donde, debidamente representadas las fuerzas políticas y sociales del país, se promulgue una nueva Constitución que garantice el Estado de Derecho. Sin embargo, para que esto suceda, se requiere un periodo de transición entre el fin del régimen totalitario y el de la convocatoria de las Cortes constituyentes. Durante ese periodo, el país seguirá funcionando. Se mantendrán los servicios públicos, las relaciones sociales y comerciales y hasta cierto punto, la administración de justicia. ¿Puede eso lograrse sin el marco jurídico de una Carta Magna? Creo que no. Entonces, la alternativa está entre volver a la mítica Constitución de 1940, no abrogada formalmenteii o mantener en vigor la Constitución de 1976-92, debidamente reformada o enmendada hasta que llegue el momento de las nuevas Cortes Constituyentes. Yo propongo lo segundo con base al Capítulo XV. Art. 137 de dicha constitución que prevee su reforma total o parcial a través del voto de las dos terceras partes de los miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular, seguido, en ciertos casos por un referendo ciudadano que lo ratifique convocado al efecto por la propia Asamblea. ¿Cuáles son mis razones? Primera, que la historia nunca vuelve atrás y quien pretenda hacerlo se estrella contra sus leyes; segunda, que es con la constitución en vigor con la que están familiarizados los cubanos de la isla hace más de un cuarto de siglo; mientras que medio siglo después, la Constitución de 1940 ha desaparecido de su memoria colectiva; y tercera, que para asegurar una transición pacífica en Cuba, que es lo que queremos casi todos los cubanos, bastaría, en el ámbito constitucional, además de la apertura de un proceso de revisión sin quiebra de la legalidad existente, con: a) una reforma de la legislación electoral y de partidos; b) la celebración de unas elecciones democráticas a la Asamblea Nacional y c) la formación de un nuevo Gobierno capaz de dirigir el proceso de revisión constitucional diseñado en el art. 137, antes mencionadoiii ¿Cuáles serían los cambios necesarios para que la Constitución actualmente vigente sirviera para un proceso de transición? El politólogo e historiador Jorge I. Domínguez en su estudio: “Una Constitución para la transición política en Cuba. La utilidad de retener (y enmendar) la Constitución de 1992”iv, opina que habría que desmantelar su triada de instituciones autoritarias. i Ver de M. Herrero y Rodríguez de Miñón : “Modelos de transición del autoritarismo a la democracia. Ideas para Cuba” en Ideas jurídicas para la Cuba futura, Fundación Liberal José Martí, Madrid, 1993, p. 81. ii En tal sentido se expresan Néstor Carbonell, desde Miami y Carlos Manuel de Céspedes, desde Cuba en sendos artículos al respecto. Ver de Carbonell: “Redescubrimiento de la Constitución”, El Nuevo Herald, 8 de septiembre de 2002 y de Céspedes: “Aproximación a la Constitución de 1940”, Encuentro de la Cultura Cubana, núm. 24, Madrid, primavera de 2002. Además, hace unos cuantos días, un grupo de disidente cubanos lidereados por René Gómez Manzano, Bonne Carcassés y Elsa Morejón han elaborado un documento que han puesto a la firma de los cubanos que deseen apoyarlo donde, además de pedir una amnistía general para los presos de conciencia y un régimen económico de mercado libre, solicitan una transición pacífica con base a la reinstalación de la Constitución de 1940. iii Ver: M. Herrero y Rodríguez de Miñon, ob cit., p.102. iv Ver Jorge I. Domínguez: A Constitution for Cuba’s political transition: The utility of retainin (and amending) the 1992 Constitution, Institute for Cuban and Cuban-American Studies, University of Miami, 2003. Ver también el documento: Pasos Fundamentales para la Reconstrucción Jurídica de Cuba, Centro de Estudios para una Opción Nacional (CON), julio, 2003, donde se establecen una serie de 284 A saber: 1) el monopolio del Partido Comunista; 2) la militarización de la sociedad y, 3) las estructuras de mando sobre la economía y la sociedad. Además, el texto constitucional también debe perder su lenguaje doctrinario marxista-leninista y debe ser derogada la Ley de Reforma Constitucional de junio de 2002, que se promulgó como reacción al Proyecto Varela, y que declaró “irrevocable” el sistema político, económico y social establecido en la Constitución, prohibiendo así cualquier enmienda futura al texto básico. Domínguez, con base a estos presupuestos, presenta un proyecto de enmiendas constitucionales con el que estoy básicamente de acuerdo. Empecemos por el lenguaje doctrinario. Este lenguaje, típico de las ya desfasadas dictaduras del proletariado y que alude al internacionalismo proletario, a la explotación capitalista del hombre por el hombre, a la unidad de los países del Tercer Mundo, a la lucha contra el imperialismo, el fascismo y el colonialismo, permea toda la Constitución. Está presente, no sólo en el Preámbulo, que debe ser reducido drásticamente, sino también en muchos artículos (1, 4, 5, 6, 7, 9, 10, 12, 13, 14, 30, 38, 39, 43, 45, 53, 54, 62, 64 y 68) de la parte dogmática de la Constitución, y hasta de la orgánica, que deben ser reformados. Opino que el pueblo cubano, aunque familiarizado con dicho lenguaje, está harto de oírlo, y que en un proceso de transición agradecerá que lo supriman de su Carta Magna porque imponen una visión de Cuba desde el gobierno al resto de la sociedad. Con respecto al monopolio del Partido Comunista, habría que suprimir los artículos 5, 6 y 7, que estipulan, el primero, la supremacía del mismo como “vanguardia organizada de la nación cubana” y “fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado” con los “altos fines de la construcción del socialismo y avance de la sociedad comunista”; que da rango constitucional, el segundo, a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) como cantera de formación de futuros ciudadanos ideologizados en la tradición marxista-leninista; y que estimula, el tercero, a las organizaciones de masas y sociales “con fines de consolidación y defensa de la sociedad socialista”. Dichos artículos podrían ser redactados de nuevo promoviendo la organización de partidos y asociaciones políticas libres y estimulando las organizaciones de la sociedad civil. También habría que suprimir el inciso c) del artículo 39 que promueve la educación comunista de las nuevas generaciones; así como modificar el inciso i) que da supremacía a las organizaciones de masas y sociales en la realización de la política educacional y cultural del país. En igual sentido habría que suprimir en el artículo 40 la referencia a las organizaciones de masas y sociales como impulsoras “de la formación integral de la niñez y la juventud". Otro tanto ocurre con el tercer párrafo del artículo 45, referente al trabajo voluntario, donde habría que suprimir su objetivo de “formar la conciencia comunista de nuestro pueblo”. Es más, y con vistas a una buena técnica legislativa, en cada una de las referencias en que aparecen las organizaciones de masas y sociales (artículos 50, 68, 88, 102 y otros), podrían éstas ser sustituidas por una alusión general a la sociedad civil. La militarización de la sociedad es un hecho en la Cuba actual, tanto en sus implicaciones económicas como políticas. No olvidemos que durante décadas el castrismo ha estado en pie de guerra esperando una supuesta invasión de los Estados Unidos de Norteamérica. Esto queda claro en los artículos 101 y 119 que crean los Consejos de Defensa nacional, provinciales, municipales y regionales para que, desde tiempo de paz y partiendo de una plan general de defensa que depende del Consejo de Defensa Nacional, se preparen para la guerra y los estados de emergencia. Estos dos artículos deben ser suprimidos. También el artículo 65 que establece el servicio militar obligatorio. La Cuba futura necesitará, como todo estado democrático, de una efectiva y profesional policía de tierra, mar y aire (incluyendo la guardia costera) pero no de una fuerza militar como la que tiene ahora, la más grande de América Latina. Mantenerla representa un gasto demasiado gravoso para el Estado y no se corresponde con el tamaño y demografía de la isla, independientemente del control excesivo a que somete a la población civil. Por último, habría que reformar el artículo 134 correspondiente al Capítulo XIV que regula el Sistema enmiendas a la Constitución actualmente vigente. 285 Electoral en el sentido de eliminar, por razones obvias, el derecho a ser elegidos para cargos públicos a los miembros de las Fuerzas Armadas, y también suprimir de las pocas referencias que se hacen a estas, el apellido de Revolucionarias. La centralización de la economía y la sociedad impregnan gran parte de la Constitución. El artículo 9, que corresponde al Capítulo I dedicado a los “Fundamentos políticos, sociales y económicos del Estado” establece el control absoluto del Estado en estos tres aspectos. Los artículos, del 14 al 26, establecen la propiedad estatal, los fundamentos de la economía centralizada y planificada y las limitaciones a la propiedad privada (personal y campesina). Todos ellos tienen que ser reformados con el fin de proteger los derechos de propiedad privada, indispensable para lograr el crecimiento económico de Cuba. Una nueva redacción del artículo 14 reconociendo el derecho a la propiedad privada resultaría muy conveniente. Domínguez, en su ya citado trabajo, i considera que no será difícil, dado que estima que a partir de los años noventa se comenzó en Cuba la transición económica; transición que quedó plasmada en varios artículos de la Constitución reformada en 1992. Por ejemplo, el artículo 15 abre la puerta a la participación de firmas internacionales en la economía cubana,ii derivándola a una ley secundaria; el artículo 17 impone cierta disciplina financiera a las empresas estatales;iii los artículos 19 y 20 amplían los derechos para la actividad económica privada en régimen de cooperativa y el artículo 25 eleva a rango constitucional el derecho de indemnización por expropiación forzosa. Sin embargo, se trata de medidas muy tibias que requieren de profundas enmiendas en el articulado para lograr el desarrollo económico que se desea. Habría que eliminar, además, todas las referencias a la economía planificada que aparecen en diversas partes del articulado de la Constitución. iv Con respecto a las derechos sociales, el “gran avance” en materia de educación y cultura que junto a la salud han constituido la base de la propaganda castrista por más de cuarenta años, ahora en decadencia por falta de recursos económicos, debo decir que estos tienen también sus obstáculos constitucionales que los convierten en dogmáticos y dirigistas, esto es, carentes de libertad. En torno a ellos, el Estado cubano ejerce un monopolio que está presente a todo lo largo de la Constitución. En el artículo 9, eleva a rango constitucional su completa intervención en todos los aspectos de la cultura: la educación, las artes, las ciencias y los deportes, así como en la sanidad y los servicios de asistencia social. También deja explícito su intervencionismo y control en el capítulo V, dedicado a la educación y la cultura (artículos 39 al 44) y en el VI, dedicado a la igualdad. Esto se resolvería añadiendo al texto constitucional fragmentos que autorizasen las actividades privadas y de la sociedad civil en cada uno de los acápites dedicados a la educación, la cultura y la asistencia social. La aparición, en la Cuba futura, de organizaciones privadas que, junto al Estado, se encarguen de ellos, debe quedar plasmada en una Constitución de transición. Por otra parte, la sección orgánica de la Constitución, aunque diseñada para concentrar el poder político, o quizás por ello, v resulta un vehículo eficiente para canalizar los procesos de rápida i Ob cit., p. 8 Esto puede deducirse del inciso b) párrafo segundo que dice, refiriéndose a los bienes de propiedad estatal socialista, que son prácticamente todos: “Estos bienes no pueden transmitirse en propiedad a personas naturales o jurídicas, salvo los casos excepcionales en que la transmisión parcial o total de algún objetivo económico se destine a fines del desarrollo del país y no afecten los fundamentos políticos, sociales y económicos del Estado, previa aprobación del Consejo de Ministros o su Comité Ejecutivo”. iii Esto puede deducirse del párrafo segundo que expresa: “Estas empresas y entidades responden de sus obligaciones solo con sus recursos financieros dentro de las limitaciones establecidas por la ley. El Estado no responde de las obligaciones contraidas por las empresas, entidades u otras personas jurídicas y estas tampoco responden de las de aquel”. iv Por ejemplo, la del artículo 75, inciso f ), y del artículo 97, inciso b). v Domínguez enumera una serie de disposiciones muy útiles para una rápida y eficaz transición. Entre ellas destacan: 1) El carácter soberano y unicameral de la Asamblea nacional; 2) La ausencia del derecho al veto del Presidente del Consejo de Estado, a su vez, Presidente de Gobierno; 3) La facultad de la ii 286 transformación que son intrínsecos a una transición política del régimen; así como contiene elementos útiles para la apertura de una proceso de revisión constitucional sin quiebra de la legalidad (art. 137) y para el establecimiento de un sistema parlamentario interino, favorable a dicha transición y a la Constitución que habrá de venir.i No hay que olvidar que las nuevas democracias surgidas después de la caída de los regímenes totalitarios de Europa del Este, han seguido la pauta parlamentaria, facilitada por la estructura piramidal de las constituciones comunistas y el ejemplo de las democracias de Europa Occidental. Por último, ¿qué hacer, desde un punto de vista constitucional, para garantizar la democracia y el Estado de Derecho en la Cuba futura? Pues bien, conforme ya he expresado, elaborar una nueva Constitución, que sería la cuarta en nuestra vida de República independiente. ¿Cómo se haría? La alternativa es mediante la convocatoria a unas cortes constituyentes o la elaboración del texto constitucional por la propia Asamblea Nacional, sujeta a un plebiscito que la refrende. Yo me inclino por la primera opción, siempre que se constituya una comisión de especialistas en derecho constitucional, como sucedió en España, que tengan a su cargo la elaboración del texto. Esta nueva Carta Magna será, necesariamente, muy diferente a la anterior. La parte dogmática, quizás la más compleja para lograr un consenso cuando de una Asamblea Constituyente se trata, deberá ajustarse a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. Los derechos y garantías individuales, los derechos sociales y los valores como la igualdad y las libertades religiosa, de pensamiento, expresión, asociación y otras son universales y están ya asentados en las constituciones de nuestra tradición occidental. Discutir ad infinitum sobre ellos no es más que perder un tiempo precioso que se necesita para la reconstrucción del país. Ese tiempo, en el ámbito constitucional, debería ser utilizado para asuntos de mayor urgencia y enjundia como la reforma del Poder Judicial, subordinado, durante más de cuarenta años, a los otros dos poderes. Debe elevarse a rango constitucional la independencia del Poder Judicial. Un Poder Judicial honesto, imparcial, independiente y profesional es esencial para establecer y consolidar el Estado de Derecho.ii Asimismo, debe reestructurarse la carrera judicial, cuyos jueces y magistrados serían evaluados periódicamente. Para la formación de los futuros jueces sería importante la creación de una Escuela Judicial. Debe crearse, además, como lo había en la Constitución de 1940, un Tribunal Constitucional, que tenga a su cargo la constitucionalidad de los actos de la administración así como la de las normas secundarias o derivadas y un Consejo Nacional del Poder Judicial con el fin de independizar y aislar a la rama jurídica del proceso político. Y debe establecerse de nueva planta la figura del Ombudsman o Defensor del Pueblo que servirá de árbitro cuando la administración u otros poderes conculquen los derechos de los ciudadanos. También habría que pensar en una mayor autonomía de la Fiscalía General del Estado, actualmente subordinada al Ejecutivo, y en sus relaciones con el Defensor del Pueblo, el Ministerio de Justicia, la Suprema Corte y el Tribunal Constitucional. iii En resumen, hay que elaborar una nueva Constitución que debe ser corta y sencilla, sin caer, como lo hizo la Constitución de 1940, en la minuciosidad y en el casuismo. En ella deberán Asamblea Nacional de elegir y destituir a los miembros del Consejo de Estado, incluido a su Presidente; 4) La mayoría simple para la toma de decisiones de la Asamblea Nacional, salvo en los casos de reforma constitucional; 5) La subordinación de los gobiernos provinciales y municipales al gobierno nacional; 6) La subordinación del Poder Judicial al Legislativo y 7) La inexistencia de entidades independientes que tomen decisiones económicas o sociales. Ob. cit., pp. 15-16. i Ver: Herrero y Rodríguez de Miñón, ob. cit. p. 99. ii Según el punto núm. 3 del Acuerdo por la Democracia, suscrito en 1998 por una amplia gama de la posición democrática cubana de dentro y fuera de la Isla, el gobierno transitorio en Cuba está obligado a organizar: “un Poder Judicial independiente, imparcial y profesional”. Ver: Pasos fundamentales para la reconstrucción jurídica de Cuba, Centro de Estudios para una Opción Nacional (CON), julio 2003 iii Un trabajo interesante en torno a la reforma del Poder Judicial en la Cuba futura es el de Laura Patallo Sánchez: The Role of the Judiciary in a Post-Castro Cuba: Recomendations for Change, Institute for Cuban and Cuban-American Studies, University of Miami, 2003. 287 establecerse sólo los derechos y libertades que el Estado pueda garantizar debidamente. También deberán perfilarse las instituciones básicas, delinearse los rasgos formales del gobierno (parte orgánica) y establecerse las normas para la selección de los funcionarios por elección. El resto del marco jurídico debe dejarse a la legislación secundaria. Dicho marco jurídico requiere de un esfuerzo previo de revisión de la legislación que la Constitución actual generó. Habrá que revocar y sustituir las leyes autoritarias y represivas, como por ejemplo el Código Penal y habrá que promulgar con celeridad otras muchas que se adapten a la nueva Carta Magna, como por ejemplo una renovada Ley Orgánica del Poder Judicial y una Ley Electoral bajo cuyo marco legal se realicen elecciones libres, controladas por un Instituto Nacional Electoraliy por un Tribunal Supremos Electoral, ambos de nueva creación, y vigiladas por la comunidad internacional con el fin de garantizar una democracia sin adjetivos que sea la base de un país próspero, dinámico, justo y ordenado que es lo que los cubanos ansiamos y merecemos para el futuro. i Este Instituto funcionaría como el Instituto Federal Electoral (IFE) que tanto ayudó a la transición del autoritarismo priísta a la democracia actual en México. 288 El Origen Ideológico de la Revolución 289 Destino Nacional y Vocación Revolucionaria: Origen, evolución y decadencia de los mitos fundamentales de la Cubanidad. POR MIGUEL SALES FIGUEROA ¿Por qué nos interesa tanto el pasado? ¿De dónde nos viene esta pasión arqueológica de buscar en el tiempo ido las raíces de los sucesos actuales? Una respuesta posible es que indagamos en el pretérito con la ilusión de hallar las claves que nos permitan comprender el presente y descifrar los rumbos del porvenir. Las sondas que echamos a las honduras del tiempo son como los caracoles que el babalawo arroja sobre la arena, con la esperanza de que las figuras que forman al caer le permitan desentrañar el destino; así oteamos el pasado, con el anhelo de que sus rastros abisales nos revelen el curso de las estrellas. Aunque sabemos, porque Shakespeare nos lo enseñó, que “algunas veces los hombres / son dueños de su destino” y que, por lo tanto, “la culpa no es de los astros / sino de nosotros mismos”. i Por eso creo que las raíces ideológicas de la revolución cubana de 1959 nos interesan: en la medida en que contribuyen a explicar la situación actual y que pueden ayudarnos a vaticinar y preparar el futuro del país. Esta es la justificación intelectual que considero indispensable para un ejercicio de esta índole. Pero antes de proseguir con estas reflexiones, me parece necesario aclarar la relación que existe en estas páginas entre el concepto de “revolución” y el régimen implantado actualmente en Cuba. Yo sé que mucha gente suele usar la expresión “revolución cubana” para referirse al gobierno de Fidel Castro. En el sentido en que aquí uso el concepto, la última revolución cubana comenzó hacia 1957 y concluyó aproximadamente en 1962. Desde entonces –desde hace más de 40 años- existe en la isla un sistema totalitario de corte soviético, que en lo esencial no ha experimentado grandes cambios. Varios historiadores –entre ellos Hugh Thomas- señalan que llamar revolución a lo que hoy ocurre en Cuba equivale a que en 1960 alguien se hubiese referido al gobierno de Jrushov llamándolo “la revolución rusa”, como un acontecimiento histórico que estuviese produciéndose todavía, 43 años después de la caída del zarismo. Trato, pues, de no incurrir en semejante anacronismo. A pesar de este hecho tan evidente, el régimen cubano sigue autodenominándose “la Revolución” y esta etiqueta encuentra eco todavía en gran parte de la prensa y las universidades del mundo occidental. Debo señalar, aunque sea de paso, que no se trata de un simple error semántico, sino de un intento deliberado de aprovechar el prestigio residual del acontecimiento para seguir influyendo en la opinión pública. Además, este empleo interesado del término forma parte de la nauseabunda sinécdoque que identifica la patria con la revolución, la revolución con el dominio del Partido Comunista y éste, a su vez, con el poder personal y omnímodo del caudillo. Según la retórica oficial, Castro es la encarnación misma de la revolución y, por lo tanto, de la patria. Ser cubano significa ser simultáneamente revolucionario y fidelista. La nación se convierte así en una secta, en la que la salvación ha de alcanzarse mediante la sumisión incondicional al gurú del clan, que detenta la verdad absoluta. Toda crítica, toda oposición, es herejía y su autor está de antemano condenado al ostracismo, la cárcel o el patíbulo. Es la antítesis de la república “con todos y para el bien de todos” que postulara José Martí a finales del siglo XIX. i William Shakespeare, Julio César, Acto I, Escena 2. 290 De manera que –repito- al hablar aquí de la revolución castrista me refiero esencialmente a los acontecimientos de 1957-62 y no al régimen totalitario que surgió de estos hechos y que perdura todavía en La Habana, petrificado en el miedo al futuro, el simulacro colectivo de adhesión, los decretos de inamovilidad constitucional y el delirio de perpetuar un comunismo dinástico en el más puro estilo norcoreano. Las ideologías que hicieron posible la revolución de 1959 habían arraigado en Cuba en la primera mitad del siglo XIX. A mi modo de ver fueron esencialmente tres: la fe en las virtudes políticas de la violencia (eso que Martí llamaría luego “el culto de la revolución”); la idea de que la isla era una entidad histórica autónoma con rasgos étnicos, geográficos, culturales y económicos propios y cuyos intereses eran irreconciliables con los de la Metrópoli, y que, por lo tanto, formaba o debía de formar una “nación” independiente (porque, como preludiaba José Mª de Heredia en 1820, “no en vano entre Cuba y España / tiende inmenso sus olas el mar”); y por último la creencia de que esas características nacionales y esa vocación revolucionaria se combinarían para conferirle a la isla un destino excepcionalmente grandioso, que le llevaría a desempeñar un papel decisivo en los asuntos mundiales, fuera de toda proporción con sus condiciones reales o su experiencia histórica. En su interacción, estas creencias –nacionalismo, vocación revolucionaria y fe en una excelsa predestinación colectiva- se conjugaron en diversa medida a lo largo de siglo y medio para condicionar la evolución histórica de la isla. Con esta afirmación no pretendo negar la importancia de otros factores como los geográficos –la condición insular, el clima o la cercanía de Estados Unidos- o los económicos –el papel del azúcar, por ejemplo, que determinó la importación de miles de esclavos africanos e influyó muchísimo en todos los ámbitos de la vida nacional-. Pero estoy convencido de que las creencias constituyen un orden autónomo de la existencia individual y colectiva, irreductible a otros factores como el marco físico o la estructura productiva. Al revés de lo que sostienen los pensadores marxistas, creo que hay una influencia mutua entre este orden autónomo y el devenir de la realidad. En palabras de Arnold Toynbee: si lo que el hombre come influye en lo que el hombre piensa, lo que el hombre piensa influye muchísimo más en lo que el hombre come. Huelga decir que estas creencias no tienen nada o casi nada de autóctono: todas llegaron a Cuba en los veleros que en esa época aseguraban el comercio entre la isla y los puertos europeos y americanos. La fe revolucionaria arribó primero. El prestigio de la guerra separatista de las Trece Colonias de América del Norte y de la revolución francesa era enorme a finales del siglo XVIII. El éxito de los movimientos independentistas suramericanos reforzó luego el culto de la revolución. Cuando los primeros teóricos de la cubanidad empiecen a reflexionar sobre la isla y su destino, lo harán imbuidos del prestigio “progresista” que habían adquirido los principios jacobinos. Félix Varela, Heredia y otros próceres de la primera generación de cubanos stricto sensu son ya profetas de la revolución. Hay dos notables excepciones: Francisco de Arango y Parreño y José Antonio Saco, que siempre rechazaron la violencia como instrumento político y –conocedores de la realidad profunda del país- avisaron en repetidas ocasiones de los peligros que su uso entrañaría. Sobre todo porque otra revolución de la época, la de Haití, había puesto de relieve en qué podía desembocar un movimiento insurreccional en una colonia que contaba con una nutrida población esclava. El segundo rasgo ideológico, la conciencia de una identidad nacional propia, distinta de la española, demoró un poco más en arraigar. Cuba era, en 1800, una colonia tropical pobre y atrasada, de unos 300 000 habitantes, la tercera parte de ellos africanos, esclavos o libertos. Los demás, peninsulares y criollos, blancos y pardos, chinos y negros, se consideraban todos súbditos del rey de España. Su mayor aspiración fue, durante largo tiempo, que no se les tratase como a españoles de segunda categoría. Como veremos luego, todo esto cambió muy 291 rápidamente, en apenas medio siglo. Pero las semillas de la transformación apenas estaban sembradas en 1800. Tan endeble era entonces el sentimiento nacionalista que ni siquiera el gentilicio “cubano” fue de uso común en esos años. En 1823, uno de los primeros conspiradores separatistas, José Francisco Lemus, exhortaba a sus compatriotas a alzarse contra la Corona llamándoles “cubanacanos”. La explicación de la tercera veta ideológica, la excelsa predestinación, es un poco más complicada, porque en cierta forma es una creencia derivada de las dos anteriores. Pero no basta con que el nacionalismo se haga revolucionario (o el revolucionarismo nacionalista) para que un pueblo llegue a creer súbitamente que está llamado a desempeñar un papel extraordinario en los destinos del universo. En mi opinión, en el caso de Cuba concurrió un fenómeno que aconteció entonces por vez primera en la historia, aunque luego se ha repetido en otras épocas y latitudes: un país pobre, atrasado y políticamente dependiente se convierte en apenas dos generaciones en una sociedad riquísima, culta y de extraordinario dinamismo, gracias al poder transformador de la tecnología moderna y a su incorporación al mercado mundial. Eso fue exactamente lo que aconteció en Cuba entre 1800 y 1850. Una minoría culta, creativa y ambiciosa –la élite que Manuel Moreno Fraginals denominó la sacarocracia cubana- dirigida por Arango y Parreño, consiguió alzar la isla en peso y subirla al tren de la historia. Los hechos son bien conocidos: Aprovechando que la revolución haitiana había arruinado casi totalmente la industria azucarera de la ex colonia francesa y que España, obligada por las circunstancias, permitía el libre comercio en sus posesiones americanas, los notables habaneros se lanzaron al negocio del azúcar. Es el período de las guerras napoleónicas en Europa y del rápido crecimiento de Estados Unidos. Además, -lo que es aun mucho más pertinente para el tema que nos ocupa- es el inicio de la Revolución Industrial, encabezada por Inglaterra. Los tres inventos capitales de la época –el ferrocarril, el barco de vapor y el telégrafo- llegan a Cuba en un plazo de 20 años, entre 1837 y 1856, algunos mucho antes que a la propia España. La sacarocracia cubana aprovecha la ventaja comparativa y la favorable coyuntura internacional para comprar ingentes cantidades de esclavos en África, con los cuales produce azúcar, mieles y ron que vende en Estados Unidos y Europa. Allí, a su vez, adquiere la maquinaria y las manufacturas que contribuyen a elevar rápidamente la productividad y el nivel de vida de la isla. Pero mientras tiene lugar este fabuloso “despegue” económico, Cuba sigue siendo una colonia remota de una metrópoli –la España de Fernando VII e Isabel II- que atraviesa los peores momentos de su historia. Es en el período que transcurre entre la invasión napoleónica (1808) y la Restauración (1874) cuando España pierde a Cuba. El 98 fue sólo el colofón –inevitable yade un largo desencuentro, que duró algo más de medio siglo. En esta coexistencia entre modernidad y enriquecimiento súbito por una parte, y subordinación y marginalidad políticas por la otra, habría que buscar el origen de la creencia en el fabuloso destino que la Historia reservaba a la isla. Los sacarócratas cubanos que vestían paño inglés, leían libros franceses y matriculaban a sus hijos en universidades norteamericanas eran, al mismo tiempo, españoles de segunda o tercera categoría, súbditos impotentes de una monarquía inestable y obsoleta, incapaz de regir sus propios asuntos. De esta contradicción nació, como un mito compensatorio, la idea de la excelsa predestinación del país. Los cubanos de la primera mitad del siglo XIX serían los últimos hispanoamericanos en independizarse de España, (por “amar más los sacos de café y las cajas de azúcar que a la patria”, como escribía indignado Varela), incluso después de países tan pobres y atrasados como Haití o Paraguay. Pero la independencia de la isla no iba a ser un simple suceso de ámbito regional; sería un acontecimiento epónimo de dimensiones mundiales, comparable a la revolución francesa por la grandeza de sus jefes y a la norteamericana por sus consecuencias para el planeta. El retraso en 292 alcanzar la soberanía era tan sólo el cumplimiento de un arcano designio de la Historia: era el plazo necesario para que madurase el pueblo elegido, portador de los excelsos valores que iban a cambiar los destinos del universo. Ya en 1855 un manifiesto revolucionario le auguraba a la isla una “grandeza indestructible basada... en el equilibrio y regulación de los más valiosos intereses del mundo moderno” i Estas creencias constituyen en cimiento ideológico de la primera guerra de independencia, que los cubanos denominan Guerra de los Diez Años y que muchos historiadores consideran el conflicto fundacional de la cubanidad. Este empeño insurreccional, que fue un fracaso rotundo, tuvo empero una consecuencia trascendental: consolidó el mito de un destino nacional grandioso sólo realizable mediante la revolución, en su variante más fértil, la revolución traicionada o inconclusa. Grosso modo, esta idea consistía en atribuir la derrota del movimiento no a sus propias deficiencias, sino a causas externas que habrían perturbado su natural desarrollo e impedido su feliz conclusión. El desenlace de la segunda guerra de independencia (1895-1898) reforzó esta creencia en una revolución inconclusa y la enraizó definitivamente en la conciencia popular. Los males y las deficiencias de la república nacida en 1902 se atribuyeron así a factores externos, el principal de los cuales fue la política de Estados Unidos, auténtico deus ex machina de la historia nacional. La intervención de Estados Unidos en la guerra de 1895, que en pocos meses puso fin al conflicto, fue saludada al principio por todos los jefes insurrectos. Pero las medidas que Washington aplicó en Cuba en la primera década del siglo XX (entre 1898 y 1909, para ser exactos) pronto suscitaron el resentimiento de buena parte de la intelectualidad y la clase política. Cuando se piensa que las teorías sobre el imperialismo moderno se basaron sobre todo en los trabajos del inglés Hobson (El imperialismo, 1902) y del austriaco Hilferding (El capital financiero, 1910) y que el libro de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo no se publicó hasta 1917, es preciso reconocer que buen número de políticos, escritores, publicistas y gacetilleros cubanos fueron antiimperialistas avant la lettre. Este sentimiento antiyanqui fue el principal escotillón por donde penetró en Cuba el ideario marxista-leninista. El mito de la revolución inconclusa empezó entonces a incorporar desde categorías como “lucha de clases” y “explotación del hombre por el hombre” hasta supersticiones como la “inevitabilidad del socialismo” o la supuesta “superioridad teórica” del comunismo. Si, como señala Carlos Rangel, la influencia de Estados Unidos y el marxismo son factores constitutivos de la esencia latinoamericana, ningún otro país de la región experimentó ese doble influjo integrador con tanta intensidad como Cuba a partir de 1902. ii El movimiento insurreccional de 1927-34 añadió un nuevo capítulo al ciclo de las revoluciones inconclusas. La injerencia de Estados Unidos asumió en esa ocasión carácter diplomático (aunque los acorazados no estaban lejos de La Habana) y pasó a la historia con el nombre de la Mediación. Por supuesto, para tirios y troyanos esta Mediación volvió a ser la causa fundamental de que la revolución se frustrara y no lograse alcanzar sus objetivos. Este nuevo fracaso reforzó aun más –si cabe- la fe en la virtud palingenésica de una revolución trascendente, que quedaba así como obligación moral de nuevas generaciones, más “puras” que con su sacrificio habrían de redimir al pueblo y establecer una república auténticamente nacional, soberana, próspera y equitativa. Estas creencias seudorreligiosas alcanzaron especial intensidad en las décadas de 1940 y 1950. Como había ocurrido ya un siglo antes, la prosperidad económica –en este caso derivada de la Segunda Guerra Mundial- coincidía con una recrudescencia de las ideologías que formaban el i ii Al pueblo de Cuba, Manifiesto de la Junta Cubana Nueva York, 1855. Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario, Monte Ávila, 1976, p. 70 293 andamiaje identitario de los cubanos. Y, en perfecta simetría, desembocaron de nuevo en una crisis violenta, un espasmo nacional que se saldó con otro conflicto fratricida. Pero lo pertinente aquí es que la rebelión que derrocó a Fulgencio Batista abrió un capítulo diferente en la historia de Cuba. Cuando en 1959 triunfó finalmente una revolución que casi no había sufrido injerencia extranjera, predominó en la isla la impresión de que se había cumplido un designio histórico y se abrían horizontes ilimitados de progreso y libertad para el país. Había llegado la ocasión de realizar “el sueño de Martí”, de concretar los más profundos anhelos de identidad nacional y de alcanzar por fin el destino glorioso que la Historia les reservaba a los cubanos. Un crecido número de ellos estaban genuinamente convencidos de que esos objetivos se lograrían mágicamente mediante la revolución, y no con trabajo, disciplina cívica, educación, ahorro y paciencia. Al manifestarse en la vida pública, estas creencias y expectativas hacían imposible la legitimación de los valores y las instituciones de la República. No había correspondencia posible entre la Constitución, el Congreso y el Estado de derecho por un lado, y por el otro la conducta de una sociedad que aprobaba o toleraba la violencia como instrumento político y se creía destinada de desempeñar un papel protagónico en todo el planeta. La entrada apoteósica de Fidel Castro en La Habana en los primeros días de 1959 quebró pues el ciclo de las revoluciones frustradas o inconclusas que durante más de un siglo habían caracterizado a la historia del país. Su victoria apareció como el cumplimiento cabal del profetismo mesiánico que había terminado por arraigar en amplias capas de la sociedad. Nunca fue tan poderosa la ilusión de que era posible empezar de cero, abolir el pretérito, reinaugurar la Historia. Julián Marías ha explicado magistralmente lo que suele ocurrir en estos casos: “A medida que la pretensión colectiva de una sociedad se va cumpliendo y satisfaciendo, se va agotando; el horizonte se aproxima y en el mismo momento en que aparece como accesible, deja de ser horizonte y se convierte en el muro de una prisión. Esta es la forma radical de crisis en que se repara muy pocas veces: la crisis de la ilusión”.i Eso mismo ocurrió, literalmente, en Cuba. El triunfo de la insurrección castrista consiguió lo que no habían logrado los semifracasos anteriores: herir de muerte al revolucionarismo, que había llegado a ser consustancial con la cubanidad. El culto de la violencia política, la fe en las virtudes palingenésicas de la revolución, se ha evaporado en el ánimo de los cubanos de hoy, sobre todo entre los más jóvenes. El fracaso sin paliativos del modelo soviético de gobierno que Castro implantó en Cuba a partir de 1960 hizo que la gran mayoría de la población llegase paulatinamente a la convicción de que era imprescindible lograr un cambio político y socioeconómico radical. Pero esta convicción chocó -y choca todavía- con la repugnancia hacia la retórica y los métodos revolucionarios tradicionales, que desde esa fecha empezaron a sentirse un anacronismo irremediable. Paradójicamente, la mengua y extinción de la ideología revolucionaria ha sido una de las claves de la perduración y la relativa estabilidad del régimen castrista. Sin embargo, los síntomas actuales apuntan a que, en profundidad, han comenzado ya las mutaciones ideológicas que terminarán por transformar completamente a la sociedad cubana. No será tarea fácil, mientras la minoría dominante controle todos los resortes del poder y las convicciones democráticas no alcancen la intensidad y la “masa crítica” suficientes para empujar al pueblo a tomar la calle. La experiencia europea indica que es muy difícil reformar el comunismo, sobre todo cuando se pretende hacerlo por medios pacíficos. Pero también nos enseña que, tras su fachada de omnipotencia, el totalitarismo de corte soviético es una escenografía de cartón piedra poblada de fantasmas. El simulacro de adhesión que este régimen exige termina por vaciar al ser humano de cualquier atisbo de autenticidad. No hay veneno i Julián Marías, La estructura social, Obras Completas, Revista de Occidente, vol. VI, p. 204 294 social más corrosivo que verse obligado a vivir permanentemente en la mentira. Y no hay fuerza política más radical que el anhelo de libertad. Eso no lo descubrí yo; lo advirtió Aristóteles, hace más de 24 siglos, cuando señaló que la lucha entre la tiranía y la libertad es la esencia misma de la vida política. La pregunta que cabe hacerse ahora es si, una vez liquidado el castrismo, último avatar del culto de la revolución, será posible construir una Cuba modesta, pacífica y tolerante; una nación reconciliada consigo misma y con su pasado, capaz de afrontar el porvenir en libertad y con moderado optimismo; sin caudillos mesiánicos, sin delirios de grandeza planetaria, sin el rencor aldeano que le llevó a detestar primero a España y luego a Estados Unidos. Nada refleja mejor la situación actual del régimen que el chiste que circula desde algún tiempo por la isla: “El gobierno ya se cayó. Ahora estamos en el papeleo”. El final de este trámite póstumo –que se prolonga muchísimo más de lo previsto- será una ocasión excepcional para que los cubanos rectifiquemos el curso de nuestra historia. Pero el tránsito al poscastrismo sólo será realmente fructífero si para entonces hemos sido capaces de contemplar serenamente nuestro pasado y lo hemos comprendido y asumido, sin necesidad de mitos compensatorios ni mentiras piadosas. Sólo así podremos emprender la reconciliación y asentar la reconstrucción moral y material del país sobre bases sanas. Creo que es nuestro deber, en tanto que escritores y pensadores, proponer ideas claras que permitan a los responsables políticos de mañana fijar con nitidez los objetivos pertinentes y explicar los medios de alcanzarlos, y llevar en lo posible esta claridad conceptual a la población de la isla, para que cuando llegue el momento de elegir pueda hacerlo con fundamento. El nacionalismo, la vocación revolucionaria y la excelsa predestinación son los mitos fundamentales de la cubanidad. Fueron como las tres brujas barbudas que en la pradera de Fores le vaticinaron a Macbeth que llegaría a ser señor de Glamis y Cawdor, y rey de Escocia, sin mentar la sangre y el sufrimiento que esos dominios le costarían. Su vigencia determinó el cruento ciclo de conflictos civiles, golpes de Estado, algaradas estudiantiles y reyertas de banderías que culminaron en estos 45 años de tiranía. Su ocaso –el de la tiranía y el de los mitos que la hicieron posible- debe de abrir una nueva era de concordia y libertad para 11 millones de cubanos. Durante mucho, muchísimo tiempo los árboles no nos dejaron ver el bosque. Hoy, el bosque se ha puesto en marcha y asciende ya por la colina hacia el castillo de Dunsinane. En lo más alto de la muralla, un rey decrépito intenta tapar el sol con un dedo, mientras recuerda tal vez el augurio de las tres brujas barbudas... 295 El asalto al poder* POR ALBERTO MULLER Estimados amigos y testigos de este evento cultural cubano, patrocinado por la Sociedad Española, Cuba en Transición. El tema que nos ocupa es maravilloso, pues siempre queda abierto a la especulación más creadora. Intentaremos pues tomar al toro por los cuernos, como bien repite con gracia sin-igual el refranero popular español. Realmente entre las ideas que dieron origen a la revolución cubana que derrotara al dictador Fulgencio Batista hay una mezcla variada de aportes disímiles. Por supuesto, el aporte más importante de todos hay que investigarlo en la siquis rara y megalómana de Fidel Castro. Con suficientes fundamentos de historia verdadera se podría afirmar que los fundamentos ideológicos de la inmensa corriente de revolucionarios que integraron las filas del proceso que, corre desde 1952 hasta 1959 para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista, tenían una concepción ideológica democrática heredada del enciclopedismo francés y del pensamiento positivista y ético del pensador Enrique José Varona, con elementos adicionales más modernos sustraidos del pensamiento social demócrata y del pensamiento demo-cristiano, apoyados todos en el pensamiento ecléctico, liberal y amoroso de José Martí. Realmente es un arcoiris fácil de distinguir, pues tiene elementos muy comunes desde el punto de vista de la democracia y la libertad. Pero en el otro núcleo que se agrupaba alrededor del círculo estrecho de colaboradores de Fidel Castro, como su hermano Raúl, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos y Ramiro Valdés, entre otros, hay que afirmar que la mescolanza de ideas jugueteaban con los idearios del anarquismo, del troskismo y del marxismo-leninismo. Paralelamente a estas dos núcleos, debe quedar muy claro, que el principal fundamento de Fidel Castro no eran las ideas, por las cuales no ha sentido nunca mucho respeto, sino la estrategia para la toma del poder. El asalto al poder era la obsesión y la idea medular en la mente de Fidel Castro, independientemente de que su hermano Raúl o el Che Guevara andaran por otros rumbos ideológicos más radicales. Inclusive ahora, en el ocaso senil de su vida, la obsesión de Fidel Castro por morir con ese poder absoluto debajo de su almohada, sigue siendo su meta prioritaria. Tampoco quisiera aparecer diciendo, como un radical ultramontano, que por la mente del dictador Fidel Castro no puedan albergarse ciertas ideas, por cierto, en algunos casos muy bien elaboradas en dirección del centralismo más autoritario. Pero ya ni siquiera me parece prudente la clásica discusión de si Fidel Castro era o no un comunista convencido antes de 1959. Al menos no actuó como tal. 296 Pienso que ni las ideas de Martí ni las de Marx ni las de Lenin ni mucho menos las del enciclopedismo francés, estuvieron realmente en los fundamentos ideológicos de Fidel Castro, si es que tuvo algún pensamiento pasajero en alguna de sus noches de insomnio, que no fuese la toma del poder. Fidel Castro es un hijo excepcional de San Ignacio de Loyola, pero en el camino y con mucha rapidez, dejó esa maravillosa religiosidad pura del santo y el amor infinito a Dios, para asumir estrictamente su liderazgo duro en cuanto a exigir la disciplina vertical de sus súbditos o seguidores. O sea Fidel Castro es un jesuita sin Dios, que tiende y ha demostrado ser una ecuación peligrosa. El poder, la autoridad, la sumisión, el paternalismo y el cacicazgo <en el sentido más fundamentalista de la palabra>, afirmaría sin temor profesoral, son las ideas fundamentales en la mente del inspirador y el eje de la revolución castrista. Por eso revolucionarios de tanto prestigio y respeto por el ser humano, como Humberto Sorí Marín, Mario Chanes de Armas, Pedro Luis Díaz Lanz, César Paez, Porfirio Ramirez, Huber Matos, Manuel Artime, Eloy Gutierrez Menoyo, David Salvador, Rolando Cubelas, Carlos Franqui, Ramón Guín y Pedro Luis Boitel, por citar sólo un puñado, y cada uno en su tiempo circunstancial, se saltaron a la oposición de Fidel Castro. Y algunos pagaron caras sus vidas en el paredón de fusilamiento o en las cárceles castristas. O sea que he querido de ex-profeso empezar la secuencia de esta conferencia, de atrás para alante. Ya tenemos nuestra conclusión. Veamos ahora la argumentación: Si analizamos con hondura crítica “ La Historia Me Absolverá ”, esa famoso documento de Fidel Castro en el juicio por el ataque al Cuartel Moncada, veremos que es muy similar al programa del famoso movimiento del ABC en 1932, que resulta un documento liberal clásico con promesas de elecciones, limitación de latifundios y alguna que otra nacionalización, al mejor estilo del populismo de democracia representativa que imperaba en los países latinoamericanos. En el Pacto de México que, Fidel Castro firmara con José Antonio Echeverría en 1956, se consagraba un respeto promisorio al ejército constitucional dirigido por los dignos oficiales Barquín y Borbonet, encarcelados entonces. Pero además, el documento se planteaba el respeto al imperio de la ley, “sin odios mezquinos a nadie”. Qué curiosa esta frase, pues con posterioridad el castrismo ha odiado a todos indiscriminadamente, que no compartan su visión centralizante y totalitaria del manejo del Estado. Lamentablemente Echeverría moriría en el heroico ataque al Palacio Presidencial de 1957. Y es sumamente interesante que desde la Sierra Maestra, Fidel Castro acusara la acción heroica del 13 de marzo como un “un ataque putchista contra la revolución”. Fijénse con atención que, todo acto que menoscabara en algo el poder de Fidel Castro, era y es inmediatamente desacreditado o combatido por el caudillo. 297 Aquí podríamos detenernos y empezar a recitar hechos históricos de la reacción del dictador Fidel Castro ante acontecimientos que de una otra forma podrían poner en entredicho o menoscabar su poder. Su reacción era instantánea y demoladora. No perdía tiempo en hacer trizas al adversario o en provocar que el adversario se sintiera como un guiñapo humano. No olvidemos la crítica pública en los primeros días de 1959 por las armas que el Directorio 13 de marzo poseía con todo su derecho revolucionario, pero que a él le preocupaban. Mencionemos sólo algunos hitos de relevancia, como la condena a Huber Matos, la destitución de Manuel Urrutia, el suicidio del comandante Peña, la prisión de Anibal Escalante y los viejos comunistas de la micro-fracción, el suicidio de Melba Hernández, el fusilamiento del general Ochoa y el resto de los oficiales que lo rodeaban, el fusilamiento y el encarcelamiento de los jimaguas De La Guardia respectivamente. En fin, no hacen falta más ejemplos. Todos tienen relación con el poder absoluto que Fidel Castro absorvía sin piedad alguna. Debemos decir sin dobleces que realmente en 1959 el castrismo dio el poder al comunismo cubano, desprestigiado por sus viejos nexos con el batistato y por su tésis blanda de vía electoral, orientada desde Moscú. Pero estos viejos camajanes del comunismo cubano, aglutinados en el Partido Socialista Popular, si tenían al menos un cuerpo ideológico muy bien instrumentado. Y este comunismo del Partido Socialista Popular, con Blas Roca, Lázaro Peña y Juan Marinello, dió a Fidel Castro la ideología totalitaria, ideal para sus ambiciones vitalicias al más largo lapso de tiempo posible en el poder. Es casi un enredo mayúsculo entre ideas versus poder, que Fidel Castro resolvió con enorme ligereza, pues el poder era su meta verdadera. Eso que él mismo dijera en su carta a Celia Sánchez en 1959, que su meta era la lucha contra los Estados Unidos, es un mito demagógico. Su única meta era el poder y no nos extrañe verlo aliado con alguno de los próximos gobiernos de la Casa Blanca, si su deteriorada salud y la crisis económica cubana se agravara aún más. Al menos, ya está colaborando con el FBI en materia de narcotráfico y aceptó con callada y rara disciplina que el gobierno de George W. Bush usara la base de Guantánamo para los presos talibanes. Permítanme dar un salto a la imaginación, pues ya a nadie en su sano juicio, se le ocurre ser comunista. Las experiencias horribles del stalinismo y el derrumbe estrepitoso del comunismo en Europa del Este y en la Unión Soviética dejan al comunismo en el pasado más bochornoso. Pero resulta paradójico que la revolución castrista se siga llamando comunista. Entonces nuevamente surge, como un arte de birlibirloque, la mejor carta de Fidel Castro a jugar en la mesa de naipes, el poder. 298 Y es la misma carta que ha jugado desde el primer día. Cómo mantener el poder ante un mundo que repudia los ideales comunistas ? Para él, un hombre sin escrúpulos, es muy fácil. Primero, pedirle a su más acérrimo enemigo, los Estados Unidos, su moneda. Viene entonces la dolarización, que echa por tierra todo el engranaje ideológico del marxismo cubano hacia el sueño guevarista de crear un hombre nuevo. Pero pero aún, porque la dolarización crea en el país una sub-división de privilegios y de discriminación nunca antes vista en la historia social de Cuba. Definitivamente en Fidel Castro hay ideas sueltas y las utiliza a su mejor conveniencia. Pero la idea central en la mente del dictador cubano y de su concepción revolucionaria es el asalto y el mantenimiento del poder. Alfabetizó…nadie duda de sus planes de alfabetización masiva…pero centralizó férreamente la educación para que nadie se atreviera a discrepar de él. Y los que se atravieron, aunque sea con los métodos pacíficos de Ghandi, como los poetas Raúl Rivero y Manuel Vazquez Portal, como los periodistas independientes, como los patrocinadores del Proyecto Varela y como los tres cubanos de la raza negra que intentaron huir del país, pagan entonces sus atrevimientos con la prisión o con el paredón de fusilamiento. El día que un grupo de juristas y escritores, con objetividad y con verguenza, revisen el historial de abusos de Fidel Castro, por carecer de ideas decentes, veremos un Tribunal Internacional sentenciándolo por sus crímenes de lesa humanidad. Concluyo repitiendo una nota de ese gran cubano, maestro de generaciones y un hombre de dignidad y moral plena, Carlos Marques Sterling: “Fidel Castro nunca ha tenido ideología. Si hubiera realizado su revolución en la época de Hitler, se habría declarado nazista “. Gracias…. 299 República y Revolución* POR LEOPOLDO FORNÉS-BONAVÍA DOLZ “El espíritu revolucionario se nutre de la ignorancia del porvenir”. Raymond Aron. El vocablo revolución proviene del latín, madre de las lenguas romances. Una de ellas, el castellano, está en uso en toda la América hispana. Revolutio en su definición estricta significa “acción y efecto de revolver o revolverse, vuelta o paso de un cuerpo a otro”. En la Enciclopedia francesa del siglo XVIII, la de ilustrados de 1751, eso decía. Fue a partir de 1789 que los protagonistas de los cambios sociopolíticos violentos que se produjeron en la Francia finisecular le dieron un nuevo significado. En nuestros días se entiende por revolución todo cambio violento en las instituciones políticas, económicas, militares y sociales de cualquier nación y asimismo, el giro de los astros celestes en 360º cada cierto tiempo. Los eruditos actuales le han puesto apellidos al concepto. Así, revolución de los precios, industrial, burguesa, proletaria o permanente. Si las circunstancias son nacionales para referirse a un período cronológico alterado, la revolución es americana, francesas de 1789 y 1830; españolas de 1820, 1854, 1868 y 1934. Más recientemente, las revoluciones mexicana, rusa, china y, como no, la cubana. El concepto pierde fuerza definitoria al homologarse en el lenguaje popular con insurrección, alzamiento, pronunciamiento, conspiración (con éxito), golpe de estado (idem), huelgas violentas, represión y otras lindezas más. Para el país y el tiempo del que procedemos la mayoría de los actores de este Congreso, meollo de la presente ponencia, el concepto de revolución en la Isla Grande ha variado notablemente según la época en que comienza a desarrollarse. En el siglo XIX, para el patriciado y la intelligentsia cubana, revolución era la búsqueda de la libertad, la separación de la metrópoli y la consolidación de la nacionalidad por la vía violenta o no. Lo demás vendría a ser anexionismo, reformismo o, más recientemente, autonomismo, que implicaba dependencia parcial de otro poder superior. Pero nada significaba cambios económicos y sociales. El independentismo era sustituir a una élite nacional gobernante peninsular por otra insular, algo bastante lógico dada la distancia que nos separa de la metrópoli y la idiosincrasia diferenciada que con los siglos y aportes étnicos nuevos se había desarrollado en la isla. La palabra revolución en Cuba ha gozado de mucho prestigio. Estaban muy cerca en el tiempo y gozaban de fama durante la primera mitad del siglo XIX los secesionismos violentos de los ingleses de las Trece Colonias en 1776-1783, de los rioplatenses de 1806 a 1820, de los novohispanos entre 1810 y 1821 y de los revolucionarios del independentismo bolivariano que los procesos de independencia coronaron hacia 1826. Es este concepto de revolución el que nos viene dado a través de los escritos del Padre Félix Varela, profesor de filosofía, representante cubano en Cortes por sufragio y “el hombre que nos enseñó a pensar”. El ilustre sacerdote, que pronto será proclamado – espero - beato de la Iglesia estableció contacto en Madrid y Cadiz en 1822-1823 con los liberales españoles durante el Trienio Liberal de la Península. El breve período acabó muy mal al verse hostigado por las fuerzas absolutistas y desapareció tras la invasión de “Los cien mil hijos de San Luis”, las tropas francesas de la Santa Alianza mandadas por el Duque de Angouleme en 1823 que restituyó a Fernando VII como rey y felón absoluto en el gobierno de la nación. Como consecuencia Varela pasó el resto de su fructífera y frugal vida exiliado en los EE.UU., como tantos hombres que han amado su patria isleña. Dando un salto en el tiempo, el otro ideólogo y formador - que no forjador - de la nación cubana, José Martí, también desde el exilio norteamericano, literato preclaro que había bebido de las fuentes de Varela, Luz, Saco, Montalvo, Mendive y tantos otros, desarrolló el concepto de revolución. Sobre ello habló en el Hardman Hall de Nueva York el 10 de octubre de 1889 en 300 la conmemoración de esa fecha. Inició así el “Culto a la Revolución” que según su criterio debería existir entre los cubanos independentistas, entendiendo por revolución la secesión de la metrópoli y nunca la escisión violenta e ideológica entre cubanos. No había en su mente nada parecido a cubanos buenos y cubanos malos, si bien durante un tiempo se dedicó a fustigar a los autonomistas. Lo dijo claro en su discurso “Con todos y para el bien de todos”. No obstante, el prestigio del concepto revolución no proviene solamente de Varela y de Martí, aunque ambos lo sacralizaran, sobre todo este último, quien lo consideraba único medio de arrancar a la Patria de las manos de los intereses espurios de la metrópoli aunque sin denostar a la nación madre, al fin y al cabo la de sus padres, un valenciano y una canaria. El prestigio proviene en Cuba también de las revoluciones americana, francesa, bolivariana, mexicana y, ya a finales del siglo XIX y principios del XX, entre los desheredados, primero la revolución de los anarquistas y después de los comunistas de 1917, conceptos llegados a la isla desde Europa con algunos trabajadores emigrantes españoles y de otros países. Este culto a la revolución, siempre frustrado, también proviene de las revoluciones malogradas, casi todas. Enumeraremos la anexionista de 1848-1850, la Guerra Grande de 1868-1878, la Chiquita de 1879, la Guerra de Independencia de 1895-1898 y sus consecuentes resultados “inesperados”, la de los liberales de 1905 y 1917 y, en especial, la desarrollada contra la dictadura de Machado entre 1927 y 1934, que dejó un regusto amargo de fracaso y de “revolución inconclusa” en la nación a pesar de que, después de siete años de turbulencias entre 1933 y 1940, a partir de ese año el país era bastante más justo que antes, había adoptado un montón de leyes sociales y se había dado una constitución de las más progresistas de América hispana, calco de las de México de 1917, la de Weimar de 1919 y la de la República Española de 1931. Sin embargo, la primera y única que ha tenido “éxito” en entronizarse y perdurar largo tiempo en el poder ha sido la que empezó en 1953 para combatir a la dictadura de Batista y que en el año 2004 todavía sigue agarrada como una lapa en virtud de la enorme represión policial y militar, de ciertas concesiones y de algunas ventajas para los nuevos grupos de poder que han sustituido a la anterior élite dirigente. Dados los catastróficos resultados que ha traído el inicial “éxito” de esa revolución, surgida aparentemente en reparación de la otrora “inconclusa”, a mi juicio ya está totalmente concluida y finiquitada. Por ello se hace necesaria una reflexión entre los cubanos de dentro, la mayoría, y los de afuera, más curados del síndrome revolucionario, una minoría bastante numerosa. La entronización en la mente de muchos de la “necesidad” de una revolución durante más de dos siglos se infiltró en la psiquis cubana a través de un conjunto de mitos arraigados en lo más profundo del ser cubano. Enumeraré algunos de los que en los últimos cuarenta años han sido reforzados con la propaganda del régimen actual, es decir, artificialmente. En primer lugar, la fe en la violencia política como único medio para lograr un fin “liberador” que nos llevaba y lleva aún a la creencia de que a tiros se pueden conseguir resultados políticos duraderos, como en el siglo XIX. En segundo lugar, una supuesta propensión heroica del pueblo cubano, fraguada en dos guerras independentistas, secesionistas y civiles y varias revoluciones menores. Es un hecho que la aventura de Angola y de Etiopía a envió miles de soldaditos cubanos a tierras lejanas casi sin objetores de conciencia en misiones “internacionalistas”. Cierto, los muchachos tendrían miedo de pronunciarse así pero tengo la impresión de que a algunos cubanos de a pie y, a veces, a caballo o en jeep, les gustó la idea, muy bien vendida por el régimen, de hacer de “gran” nación planetaria y “bondadosamente” liberadora como los rusos en Europa del Este al desalojar a los Nazis y quedarse para cincuenta años. Esto quizá nos sacó de nuestro antiguo complejo de nación pequeña, subdesarrollada, bananera y productora sólo de músicos, boxeadores y “peloteros” de renombre. En tercer lugar la convicción, también insuflada artificialmente, de que nos esperaba un “destino glorioso” desde 1868, idea procedente de la revolución “gloriosa” de los generales Prim, Topete, Dulce y Serrano en Madrid cuando derrocaron a la reina Isabel II y su gobierno en ese año. Los Estados Unidos, un país realmente 301 grande en recursos, población y territorio desarrollaron su “destino manifiesto”, base del imperialismo naval y económico iniciado a finales del siglo XIX como valladar contra las flotas imperiales británica, japonesa y rusa, instrumento de su expansionismo inevitable. No podíamos ser menos los isleños y nos inventamos el destino “glorioso”, concepto poco serio pero muy útil para “vender” la campaña liberadora y guerrillera de los años sesenta en América Latina y de los setenta, ya con un ejército regular y estructurado, en Africa austral y oriental. Otros mitos y no menores fueron el de mercar para el pueblo la idea de la violencia “redentora”, de la tea, también “redentora” e incendiaria, para quemar cañaverales y centrales de caña de azúcar. El mayor de todos, no obstante, ha sido la guerra “necesaria”. El hecho de que estas ideas hayan sido concebidas por personas hoy entronizadas en el santoral civil cubano como próceres para lo cual, indudablemente, han tenido muchos méritos, talento y valor no es óbice para que no ejerzamos, a cien años de distancia, una crítica sana de los derroteros por donde todavía hoy marchamos, consecuencia de aquéllos. El progreso económico y su colofón, el social, es lento; lleva décadas conseguirlo, es huidizo y producto del tesón, del sudor, del cansancio y de la perseverancia en el trabajo de mucha gente concentrada en él al objeto de alcanzar un fin. Así han llegado los países industrializados y ricos de hoy a la abundancia y al nivel de democracia y tolerancia del que disfrutan en Europa, América del Norte y Asia nororiental. No se construye el paraíso en la tierra ni rápidamente ni por decreto. La fórmula es el trabajo, aburrido, arduo, lento, organizado y perseverante. No hay otra fórmula de momento. Lo demás es mentir como un bellaco o como un camaján populista con intereses espurios y ocultos para entronizarse él, su grupo y su familia como clan dirigente aprovechando ciertos niveles de explotación, escaseces e injusticias a que los productores directos se ven casi siempre sometidos. En lo social no existe nada parecido a la justicia instantánea salvo en la mente del revolucionario radical que, como un Atila contemporáneo, acaba con todo para que después florezca todo lo nuevo que él propugna aunque al final todo sea un terreno yermo. Siempre desplegando muy buena intención y gran valor. Su mejor ejemplo es el líder chino Mao Zedong o el del guerrillero argentino Ernesto “Che” Guevara. Volviendo a la isla la clase dirigente española en los ochenta del siglo XIX no supo jugar la baza definitiva. Había perdido una primera ocasión de oro cuando en 1867 la Junta de Información planteó en Madrid hacer con Cuba algo parecido a lo que hizo Gran Bretaña con el Canadá a través de la Ley de Dominio. La clase dirigente británica lo vió venir con la amarga experiencia de la secesión de las Trece Colonias y procedió en consecuencia. Adoptar esa actitud por parte de España hubiera detenido todas las conspiraciones que ya se producían en el seno de las logias masónicas y en los campos. Los patricios cubanos y muchos españoles de buena fe residentes en la isla y en la península lo sabían. Por esa obtusidad de los gobiernos precedentes a la caida de Isabel II estalló la revolución de 1868. Con bastante lógica, en diez años de guerra en la isla se empobreció el campesinado, el agro, la riqueza del país y casi desapareció lo que llamamos “las clases vivas” cubanas, depauperadas o exiliadas por la intolerancia generada por el alzamiento. Su segunda y última ocasión de oro fue la que Martí llamó “La Tregua Fecunda”, de 1880 a 1895. El país consolidó un sistema de libertades y luchas de partidos nunca visto hasta entonces, de igual guisa que en España. Se consiguió la emancipación de los esclavos. Pero no fue suficiente. Los gobiernos españoles siempre se quedaban cortos atados como estaban por el lobby que en Madrid tenían los intereses españoles en Cuba. No previeron que una autonomía razonable habría detenido los complots independentistas de Bonachea, Agüero y otros y, quizá, los del propio Martí y los independentistas herederos del 1868. Estos, carentes de terreno bajo sus pies, se hubieran incorporado a la lucha cívica en el seno del Partido Liberal Autonomista u otros que hubieran surgido. Cuba, con una mayor paciencia de sus grupos dirigentes y su élite, habría llegado a una separación amistosa con España en el seno de una potencial mancomunidad hispana sin guerras heroicas ni destructivas. Sobre todo, los norteamericanos no hubieran tenido justificación ni deseos de intervenir en un país próspero y 302 equilibrado que le suministrara gran parte del azúcar a buen precio y cuya mancomunidad con España garantizara que el imperio británico, el gran coco de los americanos en el siglo XIX, no se le ubicara permanentemente en un flanco sur de tanta importancia. En su propia panza. Ya les bastaba con las Bahamas y Jamaica. No obstante, pensar en lo que hubiera pasado si.... no es sino un ejercicio de historia-ficción. Lo real es lo que sucedió. Consecuencia de la guerra grande revolucionaria, los hacendados cubanos se empobrecieron y malvendieron sus propiedades a los bancos españoles y al capital americano como única solución para evitar la pobreza. Nadie quedó indemne. Para colmo, en fecha tan temprana como 1884 el capital español, los nuevos plantadores y la sacarocracia residual vendían ya el 94% de la zafra cubana de azúcar a los EE.UU., su mercado natural por cercanía y capacidad de consumo. No se trataba de determinismo geográfico. Era una realidad. Dar lugar a un levantamiento que con el tiempo, tuvo éxito y depauperó de nuevo a los nacionales cubanos y a España produjo como “daño colateral” - término hoy de moda - abrir de par en par la puerta a que los EE.UU. ocuparan de jure lo que desde 1884 ejercían de facto. Fue una de las consecuencias nefastas que más ha durado por el culto revolucionario de entonces, independientemente de lo muy valientes y patrióticos que fueran y por muchos deseos justificados de desembarazarse de la metrópoli que tuviera una buena parte del pueblo y de las clases “vivas”. Hoy se ve claro. Entonces probablemente no. Reconozco que es fácil reconstruir la historia cuando ésta ya ha pasado. Sin embargo, la práctica posterior de la violencia, las armas y las revoluciones continuó como todos hemos comprobado y muchos sufrido. Ni los anexionistas ni los autonomistas tuvieron nunca la menor oportunidad, sobre todo estos últimos. Por la vía civilista de la autonomía en cuestión de un cuarto de siglo más Cuba habría dejado de estar vinculada políticamente a España. Probablemente se hubiera separado amistosamente bien fuera con posterioridad a la Semana Trágica de Barcelona en 1909, tras la Huelga General de 1917 o como consecuencia del golpe y dictadura del Gral. Primo de Rivera. En última instancia, al acceder la república española en 1931 con la monarquía en crisis tras el descalabro de la guerra de Marruecos. En cualesquiera de esas fechas críticas de la Península se habría producido una secesión “tranquila” y de jure. Era el arte de la espera, como diría un buen amigo, cosa poco practicada por nuestras élites. Consecuencia de la irreflexión de los independentismos, en los que no se sopesaron las consecuencias económicas, el debilitamiento social y las amenazas externas sino los objetivos finales de libertad e independencia, la república nació enmendada, empobrecida y quizá, como dicen algunos marxistas, mediatizada. Había que enderezarla y para ello había que poner en práctica la revolución que faltaba. Tras el machadato en 1933 se produce un proceso turbulento que desemboca en la Constitución de 1940, cuerpo de leyes civilista que conduce a doce años de una cierta democracia estable, pero que vive bajo el fruto amargo de lo que se sembró inevitablemente en 1927. Una primera dictadura sangrienta impuesta por un anciano general libertador, autoritario, cruel y testarudo. No le bastaban cuatro años y forzó la historia al igual que Lenin pero sólo en beneficio de su persona y de su tribu. Para colmo, el período democrático del Coronel Batista tampoco le fue suficiente para colmar todos sus proyectos de poder e ingeniería social. Su ambición – ya en 1952 era rico – era alcanzar el poder, quizá el afecto de todo el pueblo de Cuba que nunca tuvo, terminar sus proyectos, algunos quiméricos, y como no, enriquecerse un poco más. La sociedad no tragó y comenzó a organizar otro proceso revolucionario , la gran receta, que desalojaría definitivamente al dictador y los males de la patria. Llegados al poder en 1959 tras siete años de inestabilidad política, de asesinatos y de arbitrariedades, en medio de un ambiente enrarecido triunfó un sector radical de la clase media que había bebido en fuentes universitarias y de su clase los ideales autoritarios que habían venerado durante décadas los revolucionarios universitarios “ilustrados” para acabar con el subdesarrollo y la dependencia. Para desgracia del país con gran apoyo popular se adueñó del poder un grupo radical de personas encabezadas por Castro y otros muchos más, sin una ideología concreta más que la revolucionaria, es decir, la de darle la vuelta a todo, como panacea para conseguir la justicia 303 social, zafarnos de la tutela económica de los EE.UU., industrializar el país y hacer de aquéllo “una tacita de oro”. Obra de titanes hubierasido hacer todo eso pero con la receta equivocada mucho menos como el tiempo ha demostrado. Más tarde, ese grupo, alucinado y alucinante, apoyado por la izquierda radical de América Latina y de Europa, estimaba que para liberarse lo primero que había que hacer era destruir al Imperio y a la clase explotadora de sus respectivos países. De ahí las tesis guevaristas de crear uno, dos, tres, muchos Vietnam y convertir la Tierra, tras el holocausto revolucionario y con los que quedaran, un lugar donde todos pudiéramoso vivir en igualdad y fraternidad, aunque el hipotético país se pareciera a la Luna. Esta tesis enloquecida la he escuchado con mis propios oidos de boca de algunos fanáticos entre revolucionarios bolivianos de antaño, casi todos prochinos que, como han vivido en el altiplano, lugar parecido a la Luna, afirman que con tal de que haya oxigeno se puede vivir en un lugar así. Lo importante es que no haya explotación. Sería necesario que detuviéramos en América a ese Leviathan, a ese Golem , a ese monstruo de Frankenstein tan extendido cuyas palabras secretas de pase hemos olvidado o se nos han perdido. Trato de ser bastante objetivo y no me hago ilusiones. Creo que esta ponencia no será escuchada ni leida por aquellos a quienes va dirigida con el afan no de vencerles, sino de convencerles. Más bien reafirmará en su ideario a los lectores que coincidan, aunque sea parcialmente, con los principios y advertencias que manifiesto. Me gustaría pensar que a nadie se le ocurra en las páginas finales de la novela la peregrina idea de que la revolución de Castro no lo ha sido y que por lo tanto hay que hacer la verdadera, la nacional, la popular, la cultural, otra nueva. Espero que su praxis haya vacunado al pueblo de Cuba por siglos contra toda tentación futura de repetir la fórmula revolucionaria para obtener resultados. El fracaso del estado de derecho Sobre la débil consolidación del estado de derecho en la Cuba de la segunda república (19401952) podría adelantar algunas causas pero siempre pensando que se me queda alguna en el tintero. En primer lugar, la herencia corrupta del régimen colonial desde el siglo XIX, similar a la existente en España, que pasó a la primera república cubana (1902-1933) después a la segunda república y aún hoy subsiste con gran fuerza en el período especial revolucionario. Al parecer, la brevedad del poder político obtenido bien sea por nombramiento digital o por elecciones da lugar a una prisa por acceder a riquezas y dineros antes nunca vistos en tales contidades como los que maneja cualquier estado, provincia o municipio. Eso, unido a la conciencia de la finutud de la vida política, pública y administrativa en nuestros países donde no existe una base moral sólida y tradicional de honestidad pública como en el mundo germano y protestante. Es un flagelo que sufrimos los pueblos del mundo mediterráneo y sus derivados del continente americano. Es ardua y lenta la tarea de educar a las generaciones en la honestidad y el servicio. Y mucha la tentación. En segundo lugar la tradicional “costumbre” de resolver problemas políticos aparentemente difíciles o violentos con levantamientos y fusiles. La convicción de que un levantamiento, un golpe, un pronunciamiento o una revolución disipa el panorama político. También la herencia racista producto de la tardía emancipación de la esclavitud en 1886 y la poca incorporación de la población negra a la vida económica y cultural en la primera república. Ejemplo de ello fue la tristemente célebre “Guerrita de los Negros” donde algunos militares procedentes de las filas mambisas asesinaron en una represión fulminante a unos 3.000 negros de la zona de La Maya, Oriente. Inspirados por el Partido Independiente de Color, el PIC, pedían una mayor incorporación al tejido social al sentirse marginados y, de paso, la intervención reguladora de los EE.UU. Una página vergonzosa en la historia de la república. La constante injerencia de políticos norteamericanos durante la república “enmendada” (19021934), como la llamaba Renée Méndez Capote en su libro. Ejemplos tenemos en Charles Magoon, interventor corrupto y creador de la tristemente célebre “botella”; Enoch Crowder, el único honesto en tanto que asceta protestante que no quería ceder en sus poderes económicos 304 ante el presidente Zayas ya que sabía hasta qué punto eran deshonestos los entresijos del gobierno Zayas. Benjamín Sumner Welles, aristocratizante y de dudosa moral, diplomático heredado por la administración Roosevelt, y que nunca entendió en 1933 cuáles eran los problemas de Cuba y cómo solucionarlos. El surgimiento de organizaciones revolucionarias de débil ideología pero de métodos gangsteriles y terroristas durante la lucha contra el dictador Machado a partir de 1927. Organizaciones como la Acción Revolucionaria Guiteras, inspirada en ese estudiante y después ministro radical; el Movimiento Socialista Revolucionario del español republicano y después gangster Rolando Masferrer; la Unión Insurreccional Revolucionaria, dirigida por Emilio Tro y otros, donde Castro militó en los cuarenta durante cierto tiempo. La herencia de los partidos o movimientos estudiantiles surgidos en la lucha antimachadista que planteaban el derrocamiento con metodos violentos y terroristas de la dictadura. Entre otros el ABC de Joaquín Martínez Sáenz; la Unión Revolucionaria Comunista y la CNOC, de inspiración primero anarquista y después comunista, controlada por Blas Roca y Lázaro Peña; las expediciones de desembarco de García-Menocal y Mendieta en Pinar del Río y de Emilio Laurent en Gibara para derrocar a Machado; la FEU, fundada por Julio A. Mella; el Directorio Estudiantil Universitario de 1927 fundado por Guiteras y Chibás y el de 1930 que también hizo frente a la dictadura de Machado; el surgimiento del Ala Estudiantil Revolucionaria en 1931; la tradición de las tánganas estudiantiles, mítines escandalosos con propósitos desestabilizadores que continuaron con o sin motivo en tiempos posteriores; la existencia del bonche universitario, reunión de líderes estudiantiles de talante gansteril. La imposibilidad de la reelección como en los EE.UU. Al parecer a este cronista le parece razonable que en cuatro años de gobierno no haya tiempo de llevar a cabo un proyecto de legislativo y de construcciones completo. El método de la reelección si los primeros cuatro años han sido fructíferos es bastante aceptable. No obstante, la Constitución de 1901 lo prohibía. Durante la primera república la posibilidad de una reelección quizá hubiera evitado la crisis de Estrada Palma en 1906, la de García-Menocal en 1917 e incluso la de Batista, si hubiera podido reelegirse en 1944. Quizá no hubiera habido golpe en 1952 y la historia de la segunda mitad del siglo XX no hubiera sido tan traumática. La destrucción del ejército nacional por los revolucionarios en 1933, cuyos mandos estaban en manos de oficiales libertadores, que fueron sustituidos por números, cabos y sargentos sin formación universitaria ni militar. Reconstruir un ejército profesional coherente y preparado lleva años. Nada despreciable tampoco para dar al traste con la segunda república desde 1934 fue la retórica verbal excesivamente agresiva en los medios radiales y en los mítines como la que ejercieron líderes como el ortodoxo Eduardo Chibás y otros. El mencionado, líder honesto y de talante democrático y parlamentario, contribuyó irresponsablemente con la estridencia de sus denuncias - pretendiendo combatir la corrupción administrativa que sí existía - a destruir con la radio el todavía endeble edificio político de la segunda república (1940-1952). La debilidad económica de la burguesía nacional, por entonces todavía demasiado vinculada a los capitales americano, canadiense y a los fondos regionales españoles. Véanse la precariedad de los bancos cubanos frente a los norteamericanos y canadienses de la época. Otro factor era la flagrante convivencia en los años cincuenta de una población rica y desarrollada junto con barrios de miseria, los “llegaypon” o “villasmiserias” llenos de gente desheredada de la fortuna y semianalfabeta, fuera blanca o de color. No menos importante fueron lacras sociales como el racismo institucional, los clubes privados de gente boyante cuya entrada evitaba población negra o pobre a pesar de que la constitución de 1940 proclamaba la igualdad racial; el egoismo de los grupos pudientes y de poder que en general hacían caso omiso de la penuria económica, social y cultural de sus conciudadanos; la enorme población femenina que procedente del campo se prostituía en las ciudades; la 305 diferencia abismal entre la educación pública, falta de medios, y la privada de pago, elitista, blanca y controlada casi exclusivamente por las Iglesias católica y protestante. Estamos de acuerdo en que esto ha pasado y pasa, aunque menos, en otros lugares de América Latina y del resto del mundo. Quizá en la isla coincidieron una clase media estudiantil radicalizada por décadas de luchas y lecturas incendiarias herencia del XIX, juntamente con una población relativamente adelantada cultural y económicamente dentro del contexto latinoamericano, al mismo tiempo que una dependencia excesiva y tutelada por parte del cercano vecino anglosajón. No sabemos si seremos capaces de superar la crisis que nos azota en estos momentos ni si seremos capaces de liberarnos de nuestros demonios particulares. Creo habrá que intentar desembarazarse de la ira cainita. No hay otra salida al impasse revolucionario. 306 Castro es un marxista – leninista* POR ADOLFO RIVERO CARO Síntesis: -Castro es un marxista-leninista-Castro es una grave amenaza para la comunidad internacional puesto que es un organizador internacional de la subversión. Esto es particularmente importante en medio de la guerra mundial contra el terrorismo y es una coyuntura que debe ser aprovechada por los opositores de su dictadura. -El principal obstáculo para su derrocamiento ha sido la popularidad de sus ideas, la popularidad del antiamericanismo. -La disidencia está en la vanguardia de la lucha mundial contra el terrorismo y la subversión .La lucha contra Castro no puede excluir el recurso a la violencia puesto que Castro cierra todas las soluciones pacíficas. -Es imperativo promover una campaña internacional enérgica para promover el derrocamiento de la dictadura castrista. Parece una concesión, y casi un elogio, aceptar que un hombre de los antecedentes gangsteriles de Castro pueda tener una ideología. Paradójicamente, sin embargo, a mí me parece que los que piensan así no toman suficientemente en serio las ideas y, específicamente, las ideas del marxismo-leninismo. Es importante recordar que el marxismo niega la validez del derecho burgués. Lo niega porque éste no sólo acepta, no sólo parte del status quo de una sociedad dividida en clases, donde un grupo social minoritario explota a la mayoría, sino porque además el derecho burgués refuerza ese status quo. De aquí que el derecho, como toda la ``superestructura'', sea, en la práctica, un instrumento de la explotación de clase. Ahora bien, no aceptar el derecho, no aceptar el ``imperio de la ley'', es lo mismo que hacen los gangsters, los delincuentes. Eso es, a mi juicio, es lo que muchas veces no se toman suficientemente en cuenta: la profunda afinidad entre las ideas marxistas y la delincuencia. Si se rechaza la llamada “moral burguesa,” todo está permitido. El único problema, por supuesto, es que no se avanza sino que se retrocede hacia la animalidad. Lo hemos visto en el fascismo, en el nazismo, en el comunismo. Ahora bien, cómo es posible discutir con personas que están dispuestas a mentir, a engañar y a traicionar sin ningún tipo de vacilación porque su ideología se lo permite? Marx le dio una ideología a muchos hombres que, de otra forma, hubieran sido asaltantes de caminos. Una ideología, por cierto, que tienen raíces muy viejas y prácticamente indestructibles en la envidia humana. Marx nunca elaboró una ética. Se limitó a señalar el carácter histórico, y por tanto transitorio, de ciertas ideas morales. Lenin, que tuvo más que ver con la práctica revolucionaria, precisó un poco más. Los beneficios que iba a aparejar una revolución comunista, dijo muchas veces, eran casi inimaginables. Se iba a terminar la explotación del hombre por el hombre y, por lo tanto, con la raíz misma de la desigualdad y de la pobreza. Trotsky llegó a afirmar que el hombre corriente de la nueva sociedad comunista alcanzaría la estatura de un Aristóteles o un Miguel Angel y que, sobre ese nuevo nivel, se levantarían nuevos titanes. Los beneficios de la nueva sociedad iban a ser tan maravillosos que sus costos se 307 reducían a la insignificancia. ¿Acaso no merece la pena mentir, robar, torturar o matar en aras de una meta tan extraordinaria? ¿No es ése el tema de Les Mains Sales de Sartre? El objetivo, lo único importante, es salvar la revolución porque, a largo plazo, sólo la revolución podrá acabar con la pobreza y la injusticia. Los medios --las concesiones de la NEP o el período especial, la cesión de territorio en Brest-Litovsk o la dolarización, siempre son secundarios. Lo único permanente es la guerra de clases. ¿La dolarización? ¿Los cuentapropistas? ¿El respeto a las inversiones extranjeras? ¿La no intervención en los movimientos subversivos de otros países? Todo eso es secundario. Son medidas que puede ayudar a la revolución o perjudicarla, según las circunstancias concretas. Por lo tanto, exigen pragmatismo. Ese pragmatismo no es falta de principios cuando no se pierden de vista los objetivos estratégicos, esenciales, de la revolución. En Cuba, en las actuales circunstancias, ese objetivo esencial es la supervivencia Supervivencia que, en condiciones que, tras la caída del Muro de Berlín, se han hecho extraordinariamente difíciles. Es decir, Fidel Castro tiene una ideología, y esa ideología es el marxismo-leninismo. Si Fidel Castro fuera un oportunista porque no tiene ideología, como piensan algunos amigos, hubiera firmado una declaración condenando a la ETA en una cumbre hispanoamericana, que tuvo lugar después del 11 de septiembre del 2001 y donde participaba España. No lo hizo porque de esa forma enviaba un claro mensaje a los revolucionarios y terroristas de todo el mundo de que el gobierno cubano estaba con ellos. Y porque el apoyo de esos grupos, en las condiciones actuales, le parecía estratégicamente importante. Sus decisiones no están gobernadas por ningún principio moral abstracto. Lo único importante es la salvación de la revolución, indisolublemente unida a la salvación política del grupo dirigente que defiende su validez. Lenin nunca se hizo ilusiones democráticas. El mismo se ocupó de disolver la Asamblea Constituyente e instaurar una dictadura sangrienta. Está en la misma esencia del leninismo no hacer concesiones a las ``confusiones'' de las masas. Por consiguiente, Castro es irreprochablemente leninista al rechazar el más mínimo asomo de ``reformismo democrático''. Sabe que cualquier concesión democrática como las que se hicieron en la Europa del este llevaría, por las mismas razones, a los funerales del régimen. No sólo eso. Tras la caída del Muro de Berlín (1989), Castro se dio a la tarea de reunir las dispersas y desmoralizadas tropas del comunismo y la revolución anticapitalista en América Latina, y reorganizarlas en el Foro de Sao Paulo ¡en 1990! Automáticamente esto convierte la lucha por la libración de Cuba en parte de una lucha mucho más amplia contra la subversión y el terrorismo a escala mundial. Y digo a escala mundial porque para nadie es un secreto que el odio a Estados Unidos unifica a los subversivos del más diverso pelaje. Es cierto que Fidel Castro es un oportunista. Pero no porque no sea un verdadero marxistaleninista, sino porque lo es. No porque no tenga ninguna ideología, sino porque la tiene. El problema estriba en que esa ideología ha demostrado estar terriblemente equivocada. Su oportunismo estriba en mantenerse fiel a una ideología que obviamente ha fracasado. No es oportunista porque cambie de posición cuando cambien las circunstancias. Es un oportunista porque dijo querer el poder para poder mejorar el nivel de vida del pueblo y, aunque lo ha envilecido y arruinado más allá de todo lo imaginable, sigue aferrado al mismo. Es inevitable llegar a la conclusión de que lo quería simplemente para aprovecharse personalmente, como tantos ladronzuelos del tercer mundo. Nada más vulgar. Ni más miserable porque, a diferencia de otros caudillos, ha visto hundirse en la miseria a un país relativamente próspero. Y no le importa. Lo único que le importa es aprovechar una oportunidad histórica para mantener sus privilegios. Calificarlo de miserable no sería un insulto, sino una definición técnica Ahora bien, dicho todo esto, quisiera enfatizar que el fracaso práctico de las ideas del comunismo no ha significado su derrota cultural. Castro puede haber perdido prestigio y poder, y muchos los pueden considerar un dinosaurio pero, por favor, háganse estas preguntas: ¿Ha perdido su fuerza la idea de que el capitalismo es malo, de que los empresarios privados son explotadores, egoístas y muy poco confiables? 308 ¿Ha perdido toda su fuerza la idea de que las empresas extrajeras se apropian de los recursos del país y que, por consiguiente, llegan a controlarlo políticamente, convirtiéndolo prácticamente en colonias y que, además, se llevan las ganancias…? ¿Ha perdido su fuerza la idea de que el gobierno americano es el gran representante de todas estas grandes corporaciones que prácticamente quieren apoderarse de nuestros países, que quieren dominar América Latina y el mundo? ¿Ha perdido su fuerza la idea de que estas corporaciones son racistas, machistas, agresivas y devastadoras del medio ambiente? ¿Ha perdido toda su fuerza la idea de que el capitalismo se beneficia con la guerra, porque grandes corporaciones (petroleras, digamos) obtienen fabulosas ganancias con la guerra…? Pues bien, estas son las ideas básicas del marxismo-leninismo, del comunismo, Y yo les pregunto a mis compañeros congresistas: ¿Son o no son populares estas ideas? Por supuesto que sí, desde las Filipinas hasta Bolivia pasando por Madagascar… Por supuesto que sí. Algunos participantes de este Congreso las comparten. No es que sean populares, es que son hegemónicas en las universidades occidentales, en la gran prensa, en los grandes medios de entretenimiento (Hollywood) incluyendo Estados Unidos. Y yo le pregunto a mis compañeros congresistas, ¿quién es la figura política más identificada con estas ideas en el mundo de hoy? ¿Acaso no es Fidel Castro? Hace unos días, mi amigo Emilio Ichikawa decía en una conferencia: “Del sur de la Florida para arriba, para el norte, Fidel Castro es popular. ” Se refería específicamente a las universidades. Es cierto que Castro ha perdido mucho prestigio y popularidad, particularmente tras la represión del año pasado…Pero ¿¡el año pasado!? ¿A estas alturas del juego? ¿Tras 45 años de dictadura? La realidad es que a Castro lo ovacionan cuando asiste a los grandes eventos internacionales patrocinados por Naciones Unidas. Y ahora tiene amigos en el poder, y en que países: ¡Brasil, Venezuela, Argentina! Fidel Castro no es ningún viejillo decrépito. Muy por el contrario, es la figura más peligrosa da la subversión internacional. Es bueno recordar que Castro no viene de las filas del viejo Partido Comunista de Cuba. No sólo eso sino que criticó al PC, y a todos los PC de América Latina, como reformistas. Posteriormente, sin embargo, se convirtió en un favorito de Moscú. Esto le ha permitido heredar toda la vasta red del movimiento comunista internacional y, al mismo tiempo, tener excelentes relaciones con los movimientos revolucionarios no comunistas. Ningún dirigente político en el mundo tiene algo parecido a la enorme red de relaciones de que dispone Fidel Castro tras 45 años de poder absoluto dedicados al internacionalismo revolucionario. A su lado, Osama bin Laden es un joven advenedizo e infortunadamente extremista. Y se encuentra a la ofensiva en toda América Latina, basta examinar la situación actual. Si no es razonable esperar una verdadera transición a la democracia mediante discusiones políticas con Fidel Castro, la única alternativa inconmoviblemente pacífica es esperar su muerte. Esto es una terrible confesión de impotencia. Pero ¿por qué esta impotencia ante una dictadura brutalmente represiva que se prolonga desde hace casi medio siglo, que ha promovido la insurgencia y el terrorismo en todo el mundo y que ha hundido a Cuba en la miseria? Si hubiera un consenso sobre la necesidad de eliminar a la dictadura castrista, ¿acaso no aparecerían formas para conseguirlo? Acaso cuando el régimen sudafricano se hizo insoportable, ¿no aparecieron formas internacionales de presión que llevaron a su desaparición? No quiero que me consideren descortés si recuerdo que el gran instrumento de presión para acabar con el apartheid 309 fue… un embargo comercial, encabezado por EEUU. El problema es que hubo voluntad política para acabar con el régimen del apartheid y no la ha habido para acabar con la dictadura cubana. En realidad, lo que es muy impopular y criticado en el mundo no es la dictadura comunista de Cuba sino ¡el embargo norteamericano contra la misma! El pensamiento socialista, con su relativismo moral, su desvalorización de nuestra civilización y su consiguiente odio a EEUU, corrompe a Europa y al mundo. Y se convierte en un cómplice de la dictadura cubana. Y, sin embargo, volviendo al embargo, ¿acaso hay algo más justificado? La compañías americanas y europeas que hacen negocios con Castro ni benefician al pueblo cubano ni contribuyen a la creación de una economía de mercado. La mayoría de las actuales inversiones en Cuba ayudan a mantener una elite político-militarlo cuyos intereses son radicalmente opuestos a los del pueblo cubano. Las compañías que invierten en Cuba tienen que ser mixtas. El estado cubano siempre tiene que ser el accionista mayoritario. Actualmente hay más de 375 empresas mixtas funcionando en Cuba. 52% de las mimas vienen de las Unión Europea, 19 % de Canadá y 18% de América Latina. Más de 40 países tienen inversiones. Los principales inversionistas son España, Canadá e Italia. Las empresas extranjeras no pueden contratar a los empleados que quieran. A ninguna de las empresas que invierten en Cuba le ha pasado por la cabeza exigir derechos para los trabajadores cubanos. Y, justo es decirlo, al gobierno de Aznar tampoco se le ha ocurrido exigírselo. Aunque a los cubanos de la isla les resulte mejor ganar $10 mensuales que no ganar nada, la comunidad cubano americana ve con irritación la colaboración de las empresas españolas con el régimen. Y, de la misma forma, percibe con amargura la renuencia española en confrontar la dictadura castrista. Después de todo, no estamos hablando de medidas militares. Estamos hablando de una enérgica política de confrontación en contraposición a una política de apaciguamiento. Se puede discutir la renuencia a ejercer presiones militares sobre el régimen cubano pero ¿exigirle derechos sindicales universales? ¿Tampoco eso? Me parece imperativo subrayar que, en el caso cubano, la principal fuente de nuestra frustración y estancamiento político en la lucha por derrocar a la dictadura de Fidel Castro ha estado en la perenne vigencia del antiamericanismo. Si los americanos no pueden tener razón (ni siquiera en su oposición a una brutal dictadura comunista) entonces el embargo comercial no es un instrumento válido de lucha contra el régimen castrista y entonces no hay posibilidades de establecer una gran coalición internacional que acaba con la dictadura de Castro. ¿Qué queda entonces? La variante socialista: establecer relaciones diplomáticas, levantar el embargo, darle créditos y hasta organizarle un Plan Marshall con la esperanza de que esto ayude a cambiar, aunque sea lentamente, la naturaleza del régimen. Esto, por supuesto, también se decía en relación con la Unión Soviética. De nuevo, no quiero ser descortés, pero esta no fue la fórmula históricamente ganadora. Muy por el contrario, fue una inquebrantable hostilidad, cuya máxima expresión estuvo en la carrera armamentista, lo que provocó el colapso de la URSS y del campo socialista en Europa del Este. Y fueron los conservadores americanos, los “halcones” tipo Reagan, con aliados como Margaret Thatcher, los que lo consiguieron, no los socialistas con su distensión y sus intercambios culturales.. Estar, en principio, contra todo lo que plantea el gobierno americano, por cierto, conduce automáticamente, por cierto, a una hostilidad de principios contra la comunidad cubanoamericana de Miami. Es una comunidad profundamente querida y odiada en EEUU. Es querida por el movimiento conservador americano, que ve en ella un ejemplo de integración efectiva y triunfante. Por esas mismas razones, es profundamente odiada por los socialistas americanos (que en EEUU se llaman “liberales”) en cuyos esquemas ideológicos no cabe que una minoría ética triunfe y se siente americana y satisfecha en una sociedad que ellos consideran racista y discriminadora. 310 Muchos españoles amigos del pueblo cubano creen que la experiencia española pudiera ser de gran utilidad en el caso de Cuba. Esto es un espejismo. Esto no significa que España no pueda ser muy importante. Por supuesto que pude serlo. Ningún otro país con mayores potencialidades para serlo pero… con la perspectiva correcta. De otra forma, todo el prestigio de España se va a consumir en iniciativas estériles o negativas. ¿Que quiere España? ¿Oportunidades de inversión? Cuidado. Eso lo puede dar Castro. El castrismo ha sido infinitamente más destructivo que el franquismo. Creer que se puede negociar con Castro es una ilusión o, quizás, un pretexto. Los diplomáticos europeos insisten en dialogar con un sordo, que los desprecia. Castro no vacila en insultar soezmente a los gobernantes europeos. Los conoce. Sabe que muchos reservan su rencor para Estados Unidos. El país que vino en su rescate en dos guerras mundiales, y les quitó de encima la amenaza del totalitarismo comunista. Fascismo y comunismo, por cierto, que nacieron en Europa. Para las dictaduras tercermundistas, sin embargo, la benevolencia europea es simplemente ilimitada. (Hay que sentirlo por los cubanos.) Todo en aras del antiamericanismo. Los que queremos una verdadera transición cubana a una sociedad de mercado libre y democrática no podemos ser antiamericanos. En primer lugar, Estados Unidos es el modelo de sociedad hacia el que queremos movernos. Por otra parte, no puede haber concierto internacional para derrocar a la tiranía castrista sin la colaboración de Estados Unidos. Ha sido el gobierno americano el que le dio voz a la disidencia cubana con la creación de Radio y TV Martí. Y no ha hecho más porque no ha encontrado apoyo y simpatía para la causa de la libertad de Cuba. Los socialistas, los antiamericanos, en América Latina, en Europa e inclusive en Estados Unidos, por su parte no pueden concebir una movilización internacional enérgica (que no tiene necesariamente que llegar hasta medidas militares pero que tampoco debe descartarlas a priori) para derrocar la dictadura cubana. Es por eso que, para ellos, no hay transición posible sino simplemente una sucesión de los actuales dirigentes por otros más jóvenes y más flexibles. Es decir, esperar la muerte de Castro. Su única política es estrechar relaciones con los jóvenes cuadros de la dictadura. Encontrarse y colaborar con ellos. No les resulta difícil. Después de todo, comparten la mayor parte de sus ideas. Son los capitulacionistas. Los que pensaban que era posible negociar con Hitler se equivocaron. No sólo no pudieron impedir la guerra sino que la hicieron inevitable al hacer aparecer a Occidente más débil de lo que era en realidad. Tampoco era posible negociar seriamente con el imperialismo soviético. No fue la política de la detente, ni la promoción del turismo, ni las inversiones y los intercambios culturales los que llevaron al colapso del imperio soviético. Fue, muy por el contrario, la política de confrontación – el imperio del Mal - y la carrera armamentista de Reagan y Thatcher. Que, por cierto, no tuvo que llegar a ninguna confrontación militar precisamente porque no la descartaba. No debemos olvidar las lecciones de la historia. Me parece conveniente precisar aquí que la disidencia cubana siempre se ha pronunciado por una transición pacífica pero sería un error confundir esta posición táctica con un pacifismo de principios y la consiguiente obsesión negociadora propia del pensamiento socialista. Aunque esta posición existe entre algunos disidentes, no creo que sea mayoritaria. La dura experiencia cubana simplemente no la propicia. Si Fidel Castro es la figura más peligrosa da la subversión internacional entonces la disidencia cubana es la vanguardia mundial de la guerra contra el terrorismo. En condiciones increíblemente difíciles, ha conseguido la hazaña sin precedentes de haberse extendido a todo lo largo y ancho de un país comunista. Es a la luz de esas condiciones, repito, increíblemente difíciles, que el Proyecto Varela cobra toda su magnitud e importancia. La importancia del Proyecto Varela no está en su contenido 311 sino en su forma. No está en su llamamiento a respetar una constitución que nadie respeta, sino en el hecho de haber salido a la calle para plantearlo. La oposición cubana es de masas pero la dictadura nunca no le ha permitido demostrarlo. Obviamente, sería su suicidio político, la pérdida de su espuria legitimidad. La brillante iniciativa de Payá y de su movimiento Cristiano de Liberación ha sido demostrar que hay miles de cubanos que quieren un cambio. ¿Cuántos miles? Si bajo una tremenda represión, son capaces de buscar 15,000 firmas, ¿cuántos no podrían conseguir si no hubiera temor a represalias? Payá ha demostrado que hay una oposición de masas en Cuba. A mi juicio, algunos amigos se pierden en el análisis del contenido de sus documentos que, por cierto, siempre subrayan su carácter de esquemas o borradores para ulteriores discusiones, y no valoran adecuadamente sus extraordinarios éxitos. . Documentos y declaraciones pueden ser útiles para disminuir el apoyo a Castro pero no van a ser suficientes para derrocar su dictadura. Es importante mermar su prestigio porque eso es mermar su poder pero no es suficiente. Hacen falta medidas mucho más enérgicas. El gobierno de Estados Unidos hubiera podido tomarlas desde hace mucho tiempo si no hubiera sido por la hostilidad de esa enorme masa influida por el pensamiento revolucionario, una de cuyas manifestaciones es el desastroso antiamericanismo, muy poderoso, inclusive, dentro de EEUU. Nosotros, los aliados de la oposición cubana en la isla debemos promover una política más activa y enérgica dirigida a la eliminación de la dictadura castrista: el centro neurálgico más importante de la subversión internacional. 312 Juan Jacobo Rousseau y la exaltación romántica del crimen político en nombre de la libertad. POR PEDRO V. ROIG En 1878 la Revolución Francesa estalló en las calles de París, transformando el curso de la historia en Europa y en el mundo. Muchos factores contribuyeron a desatar los profundos cambios sociales y políticos que dieran al traste con el ancestral sistema monárquico que colapsó al rodar la cabeza del último Rey de Francia Luis XVI. Sin embargo, en este trabajo vamos a destacar un concepto ideológico que resultó ser fundamental en el proceso revolucionario. Me refiero a la predica filosófica de Juan Jacobo Rousseau, precursor y maestro del cambio violento que presidió el discurso de los Jacobinos liderados por Maximiliano Robespiere y que es uno de los pilares de mayor influencia en el desarrollo del pensamiento revolucionario de América Latina. Juan Jacobo Rousseau, le dio a la revolución francesa, y a su prole Latino Americana la urgencia y la justificación de emplear la violencia en nombre de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Este lema se torno en el pabellón de lucha que , en la primera fase enarboló la burguesía, en sus marchas victoriosas por las calles de París y de toda Francia pero en la medida que el proceso se apartó del parlamentarismo y se radicalizó, Robespierre y los Jacobinos, desataron el terror, y convirtieron el crimen político en el arma indispensable de la revolución. La lucha en Francia, compartía ciertos ideales con la revolución Americana que la había precedido 12 años antes. Ambas predicaban el derecho a la libertad y a la justicia social . La diferencia estaba en el sentido o definición que los Jacobinos dieron a dichos ideales. Los padres fundadores de Estados Unidos afincaron en sus leyes las garantías necesarias para proteger los derechos individuales en forma muy definida en el “Bill of Rights” o leyes incorporadas a la Constitución que protegen y aseguran los Derechos ciudadanos que disfruta cada uno de los miembros de una sociedad libre . Incluyendo el derecho a expresar sus opiniones en público y sin temor a represalias por parte del gobierno o la opinión de la mayoría. El discurso revolucionario de Juan Jacobo Rousseau que aparece en su libro El Contrato Social incorpora un concepto, totalmente diferente y en la cual las sociedades democráticas poseen una “Voluntad Popular” cuasi -religiosa , infalible y soberana, que representa “El Bien Comun” y que los buenos ciudadanos tienen la obligación de aceptar y obedecer. Así la “Voluntad Popular” gravita como una extraña fuerza , Etérea, Infalible y Todopoderosa por sobre los derechos políticos del individuo que pasa a ser por la naturaleza de sus intereses particulares, enemigo del “Bien Común” estos seres egoístas que practican su individualidad debe de sufrir cárcel o morir en la guillotina . Rousseau fue muy especifico en este tema. “Quien se niegue a obedecer la voluntad general será obligado a ser libre.” Para Rousseau y sus discípulos, esta “Voluntad Popular” no es la suma de la voluntad individual de los ciudadanos, expresada en elecciones periódicas partidistas y libres. Por el contrario, “La Voluntad Popular” emana de la sabiduría colectiva del pueblo, que posee estos poderes sobrenaturales, “constantes, inalterables y puros” según Rousseau. Para este filósofo la libertad verdadera pertenece, solamente a aquellos ciudadanos que pueden reprimir el egoísmo de sus intereses personales. Así y solo así afirma Rousseau podrá florecer la patria feliz que por su naturaleza no admite crítica, ni disidencia. Esta conclusión obliga a que la libertad individual sea reprimida y castigada por la “Voluntad Popular”. En la América Latina las predicas de Juan Jacobo Rousseau ganaron enorme popularidad, especialmente entre los intelectuales, que eran también los maestros encargados de formar el 313 pensamiento de las nuevas generaciones de estudiantes universitarios, de forma que los conceptos de “Voluntad Popular”, “El Bien Común” y la violencia como arma justa y necesaria se hicieron parte integral de la cultura política de la región a todos los niveles de los estratos sociales. No nos debe sorprender que aplicando la lógica revolucionaria de Rousseau, el resultado inexorable haya sido la mas brutal represión y terror. Esta conclusión ayuda a explicar porque la Revolución Americana con su marco de protección legal a los derechos individuales jamás ha sido atractiva a los discípulos latino americanos de Rousseau. Ni porque tampoco atrajo las mentes violentas y dogmáticas de Lenin y Fidel Castro. En los inicios de la Revolución Bolchevique, Lenin ordenó que se colocara un busto de Robespiere en el Kremlin. Ese era el modelo de quien se consideraba un Jacobino. En 1894, mientras José Marti hablaba de la Guerra sin odios, Lenin planteaba la urgente necesidad de separar la revolución comunista de la democracia representativa y pluralista, insistiendo en 1904 “Un Verdadero Revolucionario tiene que ser Jacobino” –añadiendo “la dictadura del proletariado es absolutamente insignificante si le falta el terror Jacobino”. Así es como Rousseau, Robespiere y Lenin se combinan para dotar al mundo de un credo que en nombre de los desposeídos, ofrece una formula de lucha violenta representada por un liderazgo “revolucionario” que encarna la “Voluntad Popular”. Esta es la génesis ideológica de los monstruosos regímenes totalitarios del Siglo XX. De esta fuente amarga y terrible se alimentó la Rusia Soviética de Stalin. La Cuba de Castro y la grosera caricatura de Hugo Chávez en Venezuela. Trágico flagelo de violencia y crímenes que en nombre de la Libertad aún golpea las entrañas desgarradas de nuestra América Hispana. 314 La ideología del comunismo cubano tras la caída del muro de Berlín 315 Pasotriple o distorsión premeditada: Martí al servicio de Castro POR LAURA YMAYO TARTAKOFF Introducción Durante cuarenta y cinco años en el poder, el régimen de Fidel Castro no se ha cansado de utilizar a José Mart. Martí es “el autor intelectual”, el mentor oficial del gobierno socialista cubano. Es decir, del gobierno castrista. La alusión a Martí o la cita martiana parece ser inevitable en documentos o declaraciones importantes. Solo un documento reciente carece de ella – la Ley de Reforma Constitucional del 2002, que invalida el Proyecto Varela y declara “irrevocables” el sistema sociopolítico que impera en Cuba. Algo singular y extraño. Se tuvo la decente originalidad de ignorar a Martí. Trasfondo y titubeos Aunque la manipulación o manoseo de Martí fue frecuente en la corta historia de la Cuba republicana—Machado y Batista también se sirvieron de él—los comunistas cubanos, hasta que se unieron al gobierno castrista en los años sesenta, habían mostrado cierta reticencia. Vale la pena recordar, por ejemplo, cómo cambió la perspectiva de Juan Marinello. En 1935, Marinello sostenía que Martí había sido “un gran fracasado” y que sus ideas, incompatibles con el marxismo-leninismo, podían solamente servir “como trampolín de oportunistas” Y en eso precisamente se iba a convertir Martí. Castro en primer plano Aún antes de llegar al poder, Castro consideró a Martí “el autor intelectual” de su epopeya. Así lo llama en su célebre alegato de defensa, “La historia me absolverá” (1953). Después de todo, el asalto al cuartel Moncada y el Movimiento 26 de Julio fueron frutos de “la Generación del Centenario” encabezada por él. Pero ese Martí que Castro llamaba “guía de mi vida” no hacía entonces referencia alguna a Marx o al socialismo. Era un Martí que, tal cual Castro, hubiera probablemente defendído la Constitución de 1940, y sin duda apoyado la “rebelión contra el despotismo” que Castro rencabezba. Debemos recordar que no fue hasta el 2 de diciembre de 1961 que Castro anunció por vez primera ser y siempre haber sido marxista-leninista. No iba a ser fácil ponerle a Martí ese disfraz. Martí, en su voluminosa obra, le había dedicado solo cuatro párrafos a Marx y sus seguidores. De Lenin, Martí no llegó a decir nada, pues “el autor intelectual” de los logros de Castro no vivió lo suficiente para haber dado con él. Pero poco importaba eso. Con voluntad totalitaria, cualquier interpretación se podia decretar. Y así fue: quedó formalmente establecido que Martí, genial e igualitario, había sentido afinidad por Marx y anticipado a Lenin. La maquinaria castrista ignoró contradicciones e inventó, sin bochorno alguno, un pasotriple magistral: un partido martiano, marxista y leninista, y un sistema de la misma estirpe. El gobierno pues describe la ideología de la Revolución Cubana como “la fusión del ideario radical y humanista de José Martí” y de una tradición de lucha liberadora caracterizada por los principios del marxismo y del leninismo y la necesidad del socialismo como “única alternativa al subdesarrollo y a la dominación neocolonial”. 316 El desarrollo y consolidación de tal ideología es una de las metas del Partido Comunista Cubano (PCC). Pero la descripción de esas ideas como meta deja mucho que desear. Carece de claridad y definiciones. Uno se pregunta cómo, a fin de cuentas, va el Partido a desarrollar y consolidar ese engendro politico. Además, ¿qué es “radical” en el ideario de Martí? ¿Por qué es el socialismo la “única alternativa al subdesarrollo y a la dominación neocolonial”? Después de todo, “el autor intelectual” de la Revolución castrista nunca aprobó el socialismo como doctrina política. En la carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez, escrita en 1894, identificaba claramente dos peligros de la idea socialista: (1) “el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas” y (2) “el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. En su Primer Congreso (1975), el PCC se proclamó como previsto martiano, marxista y leninista, y luego, en febrero de 1976, la primera constitución socialista de Cuba fue aprobada en un referendo popular por casi el 98% de los electores. La actual Constitución es la misma con algunos cambios aprobados en julio de 1992, tras la desaparición de la URSS y el colapso de los gobiernos socialistas en Europa del este. El documento define el papel del PCC en la sociedad cubana. El Artículo 5 establece que: "El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista” organiza y orienta…los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista." Y por lo tanto declara que ninguna libertad puede “ser ejercida contra…la existencia…del Estado socialista”. Martí definitivamente pierde el ritmo y da un traspiés en ese pasotriple. Pero para ayudarlo el PCC estableció en 1977 el Centro de Estudios Martianos, una rama del Ministerio de Cultura que se ocupa, mediante publicaciones, cursos y especialistas, de interpretar a Martí desde el punto de vista del marxismo-leninismo y a la vez anclar el actual gobierno cubano en el pensamiento de su “autor intelectual”. Abundan por lo tanto los grupos de estudio, los retiros, los concursos, los premios, las Cátedras Martianas…y hasta existe una Sociedad Cultural José Martí cuyo presidente es Armando Hart Dávalos, ex Ministro de Educación y de Cultura. Hart es también director de la Oficina del Programa Nacional Martiano. Viejas obsesiones y el reto de los años 90 La caída del Muro de Berlín no le trajo al Martí marxista-leninista – es decir, a Martí al servicio de Castro – reposo alguno. El Período Especial en tiempos de paz – con su legalización del dólar y su entrega al capital extranjero – no ha sido nada especial para él. Los dos Congresos de PCC celebrados tras la desaparición del bloque soviético (el IV en 1991 y el V en 1997), aceleraron el compás del pasotriple. Aumentaron la paranoia, el belicismo y “las ideas absolutas”, retórica y sentimiento que se hicieron realidad en la ola represiva y las ejecuciones de la primavera del 2003. Nadie nunca recordó que Martí condenaba la pena de muerte. Aún sigue sin fijarse la fecha del VI Congreso. El “documento fundamento” del V Congreso enfatiza viejas obsesiones con brío y desenfreno y sigue manipulando a Martí. No caben cuestionamientos ni dudas. Importantes intelectuales se suman al coro. Cuatro dogmas reinan en ese documento, así como en artículos y libros: (1) La Revolución cubana, la de Martí y la de Castro, “es una sola”; (2) El PCC de Castro, como el Partido Revolucionario Cubano (PRC) de Martí, es el Partido de la unidad; (3) La disciplina y el sacrificio son imprescindibles – dada “la dura realidad”, hay que “trabajar más y mejor” y (4) La democracia socialista compagina nacionalismo cubano e internacionalismo latinoamericano. 317 El primer dogma parece simple. La Revolución cubana “es una sola”: Martí y Castro contra el imperialismo yanqui. El documento acierta con entusiasmo que la Revolución castrista es la culminación de las luchas independentistas del siglo XIX frustradas por la intervención americana de 1898. Esa es la eterna interpretación marxista-leninista del asunto. Los historiadores oficiales nunca traen al caso los esfuerzos cubanos para persuadir a la opinion pública, la prensa y el gobierno del Presidente McKinley de intervenir a favor de los insurrectos. Menos aún les interesa recordar cómo los patriotas lograron mediante la resolución conjunta del Congreso en abril de 1898 que se reconociera la independencia de Cuba. Se menciona siempre, claro, la Enmienda Platt pero nunca su abrogación por el segundo Roosevelt con su política de buen vecino. La historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se simplifica, y el maniqueísmo parece incurable. La Guerra de 1895 y la Revolución del 1959 son capítulos del mismo proceso de emancipación. Una vez eliminada España, hay un solo enemigo, Estados Unidos. La Revolución castrista con su afán antimperialista y antineocolonialista, se empeña en declarar que hizo (y sigue haciendo) el sueño de Martí realidad. [La vida y los escritos del “autor intelectual” ofrecen varios momentos claves para justificar el llamado antimperialismo martiano; entre ellos, las experiencias de Martí en la Primera Conferencia Internacional Americana (1889-1890) – llamada con frecuencia “Panamericna”-- y en la Comisión Monetaria Internacional (1891) en la cual representó a Uruguay. Entre esas dos reuniones, ambas convocadas en Washington por Estados Unidos, Martí redactó su ensayo “Nuestra América” (enero de 1891), publicado en El Partido Liberal de México. A él aluden con doble motivo los comentaristas que quieren hallar en Martí no solo valiente antimperialismo sino además un internacionalismo latinoamericano fraternal.] La actitud de Martí hacia Estados Unidos fue, antes y después de 1891, ambivalente: admiraba las virtudes del país que lo había acogido, y a la vez descofiaba de sus intereses expansionistas. Respetaba a un presidente como Grover Cleveland y temía al ambicioso secretario de estado de Benjamin Harrison, James Blaine. Pero la mentalidad guerrillera de la ideología castrista considera un lujo despreciable tales detalles y matices. El dogma es duro e inquebrantable. Su único propósito es mantener a Castro y a sus correligionarios en el poder. Se insiste en que el enemigo “más peligroso” desde 1898 es “el imperialismo norteamericano”, y que Martí antimperialista había anticipado ese peligro. Declara que Estados Unidos intenta “liquidar a la nación cubana y esclavizar a su pueblo”. Gracias a Martí Castro tiene también “la clave”: la autoperfección del sistema requiere un Partido único y unido. Este es el segundo dogma: El PCC resulta ser un PRC contemporáneo y triunfador, otro sueño de Martí hecho realidad, y la unidad solo puede ser el resultado “de un partido único”, uno “asentado en los trabajadores”. Castro, quien según el documento, siempre ha poseído “conciencia martiana y marxista-leninista”, convierte así a Martí en compañero de Marx y precursor de Lenin. El documento resalta “el medio proletario de la emigración cubana en el que Martí forjó las sólidas bases del Partido”, y señala la participación de Carlos Baliño, más tarde uno de los fundadores del PCC. Pero no se trae a la luz que Martí siempre enfatizó lo que unía a todos, no lo que separaba. Ni racista ni clasista era. No idealizó a los pobres ni a los ricos.. El PRC no iba a ser partido único. Se fundó “para preparar una Guerra inminente” y evitar el desorden de la república a la que la guerra iba a dar parto, no para gobernar y administrar un estado. Martí era demasiado hospitalario, demasiado abierto para creer que esa nueva nación-Estado debería ser la voluntad de un solo partido, de una sola agrupación humana. La ideología castrista acierta con vehemencia que es legado de Martí un Partido único como “la vía ideal y más segura de alcanzar la unidad permanente del pueblo” (Granma, Documento, 9). De manera contradictoria alega “rehuir las concepciones, dogmáticas, sin olvidar la necesidad 318 de una vanguardia” pero no explica qué quiere decir “vanguardia” y pasa a sostener un sistema irrevocable y “una transformación revolucionaria… irreversible” (Ibid, 11). Esa no es prosa (ni realidad) potable. El V Congreso asegura que “Estados Unidos pretende reimponer en Cuba el gobierno del imperio, por el imperio y para el imperio” (Ibid, 15). No en balde hay que unirse bajo un único partido y creer en una sola revolución que impone la pena de muerte cuando lo considera conveniente. La repression y las condenas a muerte son solo “medidas enérgicas” ante las “amenazas explícitas” de los Estados Unidos. Así piensan intelectuales como Fernández Retamar y Cintio Vitier (“Mensaje…”, Encuentro). Pero es necesario hacer más: sí, unirse y creer, pero también “trabajar más y mejor”. Tercer dogma: La disciplina y el sacrificio son imprescindibles. Hay, como Martí, que amar el sacrificio sin ser masoquista. Para los militantes del partido “no debe haber ningún privilegio, solo… más tareas, responsabilidades, motivados por el amor a la patria y su ilimitada lealtad al pueblo”. De más está tal vez decir que el PCC culpa como siempre al “criminal bloqueo yanqui” por la miseria, por “la pobreza de la población” (Granma, Documento,10). Se cita a José Lezama Lima, para quien Martí era “el primero de nuestros cumplidores”, cuya presencia “comprende el nacer… del sacrificio”. Para Lezama, Martí era “un contínuo viviente, de permanente respiración” dispuesto a toda la disciplina que exigía su sacrificio.. Evidentemente para Castro y sus seguidores Martí es también un tanque de oxígeno. El cuarto dogma compagina, bajo la democracia socialista, nacionalismo cubano e internacionalismo latinoamaricano. “José Martí… nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx, Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo…y nos trazó la imagen de una América Latina unida frente a la otra América imperialista y soberbia” (Castro, 181) Según el PCC, “la globalización internacional pretende imponer un capitalismo totalitario: en él solo existe el mercado y el pueblo no cuenta para nada”. Se trata del “capitalismo salvaje” del siglo XXI” (Hart, 107). Contra realidades como esa, supuestamente, luchó Martí y de ella quería proteger no solo a Cuba sino también al resto de la América hispana. Se escribe sobre “la tradición bolivariana y latinoamericana” de Martí y varios intelectuales han enarbolado el ensayo “Nuestra América” para exhibir un Martí rotundamente latinoamericanista que considera la América hispana, en general, como pueblos indígenas amenazados por el vecino que habla ingles. Por lo tanto, Cuba anhela ofrecer alternativas concretas en la lucha contra el dominio cultural del capitalismo”. Conclusión Mientras Castro siga en el poder, seguirá la mala manía de manipular a Martí y de venerarlo a veces de manera rapsódica. Se habla del “aliento sagrado de Martí” y de la necesidad de “conocer su pensamiento para la salvación del orbe”…Pocos se atreven a cuestionar el discurso martiano que el gobierno predica. Para lograr que Martí lúcido parezca bailar el pasotriple castrista, se le ha echado encima, sobre el disfraz molesto, una camisa de fuerza. Martí solo podrá deshacerse de ella cuando Cuba se libere de Castro 319 La ideología Cubana actual no es martiana* POR MARCELINO MIYARES Con la caída del muro de Berlín y posterior desplome de la Unión Soviética se crea un vacío ideológico en Cuba. Fidel Castro, el IV y V Congreso del Partido Comunista Cubano y las Mesas Redondas diarias por la TV cubana han ido redefiniendo la ideología del socialismocomunismo cubano. Castro cierra su discurso del 1º de Enero del 1989 con la consigna de: ¡SOCIALISMO O MUERTE! ¡MARXISMO LENINISMO O MUERTE! ¡PATRIA O MUERTE!.......VENCEREMOS El IV Congreso del partido Comunista Cubano (1991) en la Resolución sobre los Estatutos del Partido Comunista de Cuba redefine a la ideología oficial en la que la edificación del socialismo y el partido único son las bases de una “nación cubana martiana, marxista y leninista.” El énfasis oficial a partir del IV Congreso del PCC está en el nacionalismo martiano del comunismo cubano. El V Congreso del PCC reafirma la ideología Martiana y Marx