Urgencias Neurológicas
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Urgencias Neurológicas
URGENCIAS NEUROLÓGICAS URGENCIAS NEUROLÓGICAS Dr Dr.. Carlos Ma Mayya Especialista de II Grado en Neurología Profesor Auxiliar de Morfofisiología La Habana, 2007 Maya Entienza, Carlos. Urgencias neurológicas / Carlos Maya Entienza. La Habana: Editorial Ciencias Médicas, 2007. 354 p. il., tab. Bibliografía al final de los capítulos. ISBN: 959-212-159-3 I. ENFERMEDADES DEL SISTEMA NERVIOSO II. ACCIDENTE CEREBROVASCULAR III. URGENCIAS MÉDICAS WL 140 Edición: Lic. Maura E. Díaz A. Diseño y realización: Yisleidy Real Llufrío © Carlos Maya Entieza, 2006 © Sobre la presente edición Editorial Ciencias Médicas, 2007 Editorial Ciencias Médicas Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas Calle I No. 202 esquina a Línea, El Vedado, Ciudad de La Habana, 10 400, Cuba Correo electrónico: [email protected] Teléfono: 838 3375 « A los cinco patriotas cubanos prisioneros del imperi o» imperio Agradezco la cooperación de mis amigos y compañeros, sin los que no hubiera podido culminar esta obra, asimismo quiero agradecer a mis pacientes, razón de ser de mis estudios. En particular debo reconocer a mi hermano y amigo Rolando Silva Pieri, el que durante años ha estado a mi lado presto cada instante a facilitar toda la información actualizada en el campo de las neurociencias, así como al doctor Ricardo Santiago Luis, director del Instituto de Neurología y Neurocirugía, de quien durante más de veinte años he sido su alumno y con el que por su modestia y disposición de ayudar, he podido contar siempre. Quedo agradecido también a la profesora Esperanza Barroso, que puso a mi disposición su archivo de neurorradiología. Menciono al final, con toda intención, al ingeniero informático Eduardo Cortés González, quien con sus consejos y su trabajo efectivo en la conformación de este texto, se convirtió en mi gran aliado de lucha en este trabajo. “Urgencias Neurológicas” es un texto excelentemente pensado, planificado y estructurado, donde sobresale el pensamiento docente-investigativo de su autor. El doctor Carlos Maya en un esfuerzo bien recompensado recoge en esta obra su vasta experiencia y su dedicación a la clínica neurológica por más de dos décadas. Actualizado , con una extensa bibliografía y un acopio de conocimientos y amplias casuísticas, haciendo demostración de una perseverancia notable a través de los años, este libro nos pone en el camino de la actuación clínico-investigativa en la práctica de la medicina de urgencia diaria. Concebido según confesión del propio autor para el uso tanto en la atención primaria, secundaria o terciaria, su contenido es también una clase magistral que bien pudiera aplicarse en la formación de los estudiantes de pregrado y postgrado. Su publicación, de carácter inédito, sería sin duda una generosa contribución en la formación de los profesionales de la salud de nuestro país y una herramienta para el trabajo práctico en cualquier lugar por apartado que este sea. Nuestros médicos y profesionales de la salud que enfrentan con mucha frecuencia situaciones de urgencias en el terreno de la neurología pueden tener a mano un texto para consultar lo que algunos estiman el 30% de las causas de consultas en los departamentos de urgencias. A temas tan importantes como las enfermedades cerebrovasculares (recogidas en cuatro diferentes capítulos en esta obra), estado de mal epiléptico, síndrome de Guillain Barré, traumatismos craneoemcefálicos y otros, el Dr. Maya ha añadido otros no menos interesantes como son el vértigo agudo, la parálisis facial periférica, el síncope que son motivo de consulta urgente com mucha frecuencia y que aparecen de forma dispersa en los textos de medicina que habitualmente encontramos. De forma concisa, con una fisiopatología muy actualizada podemos contar con ellos a la luz de la evidencia médica acumulada a través de las más válidas experiencias en el mundo científico de hoy. Profesor Ricardo Santiago Luis Director Instituto de Neurología y Neurocirugía El texto que les pongo a su consideración recoge un breve y apretado resumen de mi experiencia personal durante más de veinte años dedicado al estudio de las neurociencias, a pesar de estar escrito de forma individual, es el fruto del trabajo y la colaboración de muchos amigos y compañeros que han laborado junto a mí durante todos estos años con gran dedicación y esfuerzo. Este libro les ofrece de manera fácil y práctica las principales causas de consultas que como urgencias se observan dentro de un campo tan extenso como es la neurología clínica y que a decir de muchos autores representan en el ejercicio de la medicina de urgencia cerca del treinta por ciento de dichas consultas. El lenguaje empleado, así como el enfoque que se ha querido dar a los contenidos que en libro se abordan tiene el objetivo supremo de que sirva tanto a médicos que desempeñen su labor en la atención primaria de salud como a aquellos profesionales de la medicina que sin ser especialistas de las neurociencias tengan que enfrentar en su quehacer diario enfermos con enfermedades neurológicas en las salas de urgencia, tanto de policlínicos como hospitales de nivel secundario. Todo el contenido del texto se encuentra actualizado hasta donde se puede llegar en un libro de este tipo ajustado a la realidad actual, tratando de cumplir la premisa que en un momento determinado pueda servir como una guía para una actuación urgente ante un enfermo en cualqier lugar donde el profesional de la salud se encontrase. He tratado además de hacer un texto que abarque las urgencias en neurología y neurocirugía, que la formación del posgrado no recoge en texto alguno conocido hasta el presente y que a mi modesto entender es una necesidad en la formación de los profesionales de ambas especialidades. Al final de cada capítulo el lector podrá contar con una amplia bobliografía que podrá consultar para la ampliación de sus conocimientos y que se encuentra actualizada. De manera intencional hemos incluido en toda la elaboración de los contenidos algunos capítulos que si bien no constituyen entidades cuyo carácter de gravedad puede poner en peligro la vida del paciente si son enfermedades que por su frecuencia y por la preocupación que producen en la población hace de ellas un motivo de frecuente consulta de urgencia en cuerpos de guardia, consultorios del médico de la familia y policlínicos. Ejemplos son los capítulos dedicados a la parálisis facial periférica, vértigo agudo y síncope, los que, además, no se incluyen en la formación de nuestros estudiantes de pregrado y posgrados en ninguna especialidad con que cuenta nuestro sistema de enseñanza en las escuelas de medicina. El autor Capítulo 1 er medades cer ebr o v ascular es aagudas gudas y ataques Enfer ermedades asculares Enf transitorios de isquemia Introducción / 1 Clasificación de la ECV aguda / 2 Epidemiología de la ECV / 3 Ataques transitorios de isquemia (ATI). Definición / 4 Epidemiología / 5 Patogenia / 5 Cuadro clínico / 6 Diagnóstico / 7 Tratamiento / 8 Pronóstico y evolución / 9 Bibliografía / 11 Capítulo 2 gudo Ictus isquémico aagudo Introducción / 14 Infarto cerebral / 15 Clasificación de los infartos cerebrales, según categorías clínicas y subtipos etiológicos (NINCDS 1990) / 15 Factores de riesgo / 21 Fisiopatología de la isquemia cerebral / 24 Diagnóstico del ictus isquémico agudo / 31 Anatomía patológica / 36 Tratamiento del ictus isquémicos agudo / 37 Evolución y pronóstico / 43 Bibliografía / 45 Capítulo 3 gia intracer ebral ragia Hemor ra Introducción / 49 Definición / 49 Epidemiología / 50 Causas de hemorragia intracerebral / 50 Patogenia / 51 Cuadro clínico / 53 Anatomía patológica / 59 Exámenes complementarios / 59 Tratamiento / 61 Pronóstico y evolución / 65 Bibliografía / 67 Capítulo 4 gia subaracnoidea ragia Hemor ra Introducción / 70 Definición / 71 Epidemiología / 71 Causas / 71 Patogenia / 72 Cuadro clínico / 73 Complicaciones de la hemorragia subaracnoidea / 76 Exámenes complementarios / 78 Diagnóstico / 82 Tratamiento / 82 Pronóstico / 87 Bibliografía / 89 Capítulo 5 Encefalopatía hipertensiva Introducción / 92 Definición / 92 Cuadro clínico / 93 Causas / 94 Patogenia / 95 Exámenes complementarios / 96 Anatomía patológica / 96 Diagnóstico / 97 Tratamiento / 97 Pronóstico y evolución / 99 Bibliografía / 100 Capítulo 6 Deficiencia motriz aaguda guda simétrica (DMAS) Introducción / 101 Causa de los síndromes de deficiencia motriz aguda simétrica / 104 Bibliografía / 115 Capítulo 7 Síndrome de Guillain Barré Introducción / 117 Notas históricas / 118 Definición / 119 Epidemiología / 119 Cuadro clínico / 120 Criterios diagnósticos / 121 Clasificación de las formas clínicas / 122 Fisiopatología / 124 Exámenes complementarios / 125 Anatomía patológica / 127 Conducta ante un paciente con un SGB / 129 Medidas generales / 130 Pronóstico y evolución / 133 Bibliografía / 134 Capítulo 8 Miastenia gravis Introducción / 138 Definición / 138 Epidemiología / 138 Nota histórica / 139 Cuadro clínico / 140 Patogenia / 143 Diagnóstico / 144 Aspectos anatomopatológicos / 149 Tratamiento / 150 Tratamiento de la crisis miasténica / 152 Evolución y pronóstico / 153 Bibliografía / 154 Capítulo 9 Parálisis periódicas Introducción / 156 Definición / 157 Clasificación de las parálisis periódicas / 157 Diagnóstico de la parálisis periódicas / 163 Tratamiento de las parálisis periódicas / 164 Pronóstico y evolución / 165 Bibliografía / 166 Capítulo 10 Parálisis facial periférica tipo Bell Introducción / 168 Anatomía del nervio facial / 169 Definición / 171 Epidemiología / 171 Cuadro clínico / 173 Patogenia / 174 Exámenes complementarios / 177 Diagnóstico de la parálisis facial periférica tipo Bell / 179 Tratamiento / 181 Pronóstico y evolución / 182 Bibliografía / 183 Capítulo 11 Coma Introducción / 185 Definiciones de conocimiento normal y de los trastornos de la conciencia / 186 Definición / 187 Fisiopatología / 187 Etiología / 188 Diagnóstico / 191 Bibliografía / 201 Capítulo 12 Estado de mal epiléptico Introducción / 202 Definición / 202 Epidemiología / 203 Clasificación / 204 Clasificación del estado epiléptico / 204 Cuadro clínico / 206 Fisiopatología / 208 Complicaciones / 210 Exámenes complementarios / 211 Diagnóstico del EE / 212 Tratamiento / 213 Pronóstico y evolución / 216 Bibliografía / 217 Capítulo 13 Síncope Introducción / 219 Definición / 219 Epidemiología / 220 Cuadro clínico / 221 Patogenia / 222 Mecanismos / 224 Exámenes complementarios / 228 Tratamiento / 233 Medidas preventivas / 234 Bibliografía / 236 Capítulo 14 g o aagudo gudo tig Vér ti Introducción / 239 Anatomía y fisiología del sistema vestibular / 240 Definición / 245 Vértigo episódico agudo / 245 Consideraciones finales / 256 Bibliografía / 257 Capítulo 15 Hipertensión intracraneal Introducción / 258 Fisiopatología de la hipertensión intracraneal / 262 Cuadro clínico de la hipertensión intracraneal / 267 Tratamiento / 270 Pronóstico y evolución de los pacientes con hipertensión intracraneal / 275 Bibliografía / 276 Capítulo 16 Traumatismo craneoencefálico Introducción / 279 Conceptos y definiciones de los traumatismos craneoencefálicos / 280 Clasificación de los traumatismos craneoencefálicos / 281 Evaluación de los pacientes con traumatismos craneoencefálicos / 287 Pronóstico / 303 Bibliografía / 304 Capítulo 17 Traumatismo raquimedular Introducción / 307 Concepto / 308 Mecanismos de las lesiones en los TRM / 308 Clasificación de las lesiones traumáticas de la médula / 311 Diagnóstico topográfico de las lesiones medulares / 315 Exámenes complementarios / 317 Manejo del paciente con traumatismo raquimedular / 319 Pronóstico de los traumatismos medulares / 324 Bibliografía / 325 Capítulo 18 Síndrome neurológico infeccioso / Introducción / 327 Meningoencefalitis bacteriana / 328 Abscesos encefálicos / 339 Empiema subdural / 346 Encefalitis por virus del herpes simple / 348 Bibliografía / 352 Enfermedades cer ebr ovascular es aagudas gudas cerebr ebro asculares y ataques transitorios de isquemia Introducción En la cronología histórica de las enfermedades cerebrovasculares (ECV) existen muchos conceptos, definiciones y clasificaciones en mayor número que en otro tipo de enfermedad. En las últimas décadas hombres estudiosos de este grupo de afecciones, basándose en diferentes criterios y en un esfuerzo por esclarecer términos y nomenclaturas, han elaborado disímiles clasificaciones. Algunas de estas han sido el resultado del trabajo mancomunado de comisiones de expertos creadas con tal objetivo. Las más relevantes clasificaciones por su empleo y difusión son el DC-10 de la Organización Mundial de la Salud, el Trial of Org. 10172 in Acute Stroke (TOAST), el Oxfordshire Community Stroke Project (OCSP) y la correspondiente al National of Neurological and Communicative Disorders and Stroke (NINCDS) de 1990. La definición más generalizada de ECV es aquella que considera como tal a "todas las afecciones que ocasionan un trastorno del encéfalo de carácter transitorio o permanente causado por isquemia o hemorragia, secundaria a un proceso patológico de los vasos sanguíneos del cerebro." En este capítulo se estudian los aspectos generales de aquellas ECV de carácter agudo que se consideran como urgencias en el campo de la neurología clínica. Se elige como título "Enfermedades cerebrovasculares agudas" (ECV agudas) más que el término ictus por las siguientes razones: la palabra ictus del latín ictus-us (golpe) corresponde a una generalización conceptual para los procesos morbosos que determinan el infarto cerebral, la hemorragia subaracnoidea y la hemorragia intracerebral. Se excluye dentro de este grupo los ataques transitorios de isquemia (ATI); y habría que preguntar si no es el ATI una urgencia neurológica. ¿ Acaso no son 1 los ATI el preámbulo de los infartos cerebrales?. Hasta dónde la clínica neurológica es capaz de discernir en un instante dado entre un ATI y un infarto. En el momento en que el médico está frente a un enfermo con un déficit neurológico de causa vascular ¿qué se evalúa, un paciente con un ATI o un infarto?. El tiempo es decisivo en la conducta. ¿Se debe esperar horas para iniciar el tratamiento del enfermo que después de este límite conceptual persiste con las deficiencias neurológicas?. La vida ha demostrado que el límite temporal no puede marcar conductas terapéuticas en las ECV. El surgimiento de la tomografía axial computarizada (TAC) vino a informar que el 25 % de los pacientes con un ataque transitorio de isquemia tenía un infarto cerebral y que hemorragias intracerebrales de pequeño tamaño se comportaban clínicamente como un ATI. Pues entonces el ATI es también una urgencia neurológica, más estrictamente es una ECV aguda que requiere de tratamiento inmediato y que no podemos postergar. En los capítulos que siguen a este se expone por separado el infarto cerebral, la hemorragia intracerebral y la hemorragia subaracnoidea. Clasificación de la ECV aaguda guda I. ECV isquémica. 1.1. Isquemia global. 1.2. Isquemia focal. 1.2.1. Ataque transitorio de isquemia. – Lacunar. – Cardioembólico. – Aterotrombótico. – De causa infrecuente. – De causa indeterminada. – Posible ataque transitorio de isquemia. 1.2.2. Infarto cerebral. – Trombótico. – Embólico. – Hemodinámico. – De causa infrecuente. – De causa desconocida. II. Hemorrágica. 2.1. Hemorragia intracerebral. – Putaminal. – Talámica. – Lobar. 2 – Protuberancial. – Cerebelosa. 2.2. Hemorragia subaracnoidea. 2.3. Hemorragia intraventricular. Epidemiolo gía de la ECV Epidemiología Uno de los aspectos más complejos de abordar en las enfermedades cerebrovasculares es su epidemiología. Resulta imposible agrupar en un estudio epidemiológico que se aproxime a la idoneidad del método científico todos los tipos de ECV. Hasta la fecha los estudios de incidencia, prevalencia y mortalidad individualizan las distintas categorías y las investigaciones de mortalidad incluyen las hemorragias intracerebrales, el infarto cerebral y la hemorragia subaracnoidea como causa de muerte por ECV. Un estudio epidemiológico ideal sobre ECV aguda, (se incluye ATI), con el objetivo de determinar su incidencia y prevalencia sería aquel que abarque los aspectos siguientes: – Criterios diagnósticos del CIE-10 vigentes actualmente por la Organización Mundial de la Salud. – Estudios de incidencia. – Tiempo de duración de años completos. – Criterios poblacionales estables, definidos y representativos de la generalidad de la población. – Detección de los casos en ámbitos urbanos y rurales, centros de atención primaria, secundaria y terciaria. – Seguimiento prospectivo de los enfermos y la población durante años. – Distribución de los resultados según, sexo, grupos de edades y raciales. – Alta preparación científica y técnica del personal que realiza la investigación. – Lograr el tanto por ciento óptimo deseado de realización de tomografía computarizada y resonancia magnética. – Búsqueda de los factores de riesgo asociados y los resultados expresarlos en tantos por cientos y compararlos con los de la población estudiada. – Monitorización de pérdidas de casos. – Categorización individual de cada entidad y en su conjunto. Existen varios estudios publicados en la literatura científica que se apoyan en los aspectos citados anteriormente. Los estudios de incidencia muestran resultados entre 238 x 100 000 y 627x 100 000 habitantes para la ECV aguda en las poblaciones de 45 a 84 años. La incidencia de los ATI oscila entre 30 a 60 x 100 000 habitantes. 3 La tasa de mortalidad por ECV por países es tan variable como lo demuestra el hecho que en los EE.UU. esta es de 44,3 x 100 000 habitantes, en Polonia 79,0 x 100 000, en Holanda 64,0 x 100 000, Bulgaria 230,3 x 100 000 y Rusia 297,0 x 100 000 habitantes, por citar sólo algunos ejemplos. En Cuba la tasa de mortalidad bruta en el año 2001 fue de 71,8 x 100 000 habitantes y la tasa ajustada fue de 50,2 x 100 000; sólo superada por las enfermedades del corazón y los tumores malignos. Este resultado muestra un incremento sostenido de la tasa de mortalidad en Cuba desde año 1981 en que esta era de 56,4 x 100 000 habitantes y 68,9 x 100 000 en 1993. Ataques transitorios de isquemia (A TI). (ATI). Definición Los ataques transitorios de isquemia se definen como episodios de disfunción cerebral focal o monocular de comienzo súbito con una duración inferior o igual a una hora, causados por disfunción vascular debida a trombosis o embolismo arterial, asociada a enfermedad arterial, cardíaca o hematológica, con neuroimagen con ausencia de signos de necrosis o infarto cerebral. Este concepto clínico evolutivo tiene algunas implicaciones que es imprescindible esclarecer. Primero los síntomas y signos de tipo deficitario, o los que algunos llaman síntomas negativos, es una característica de las enfermedades cerebrovasculares isquémicas. La ECV provoca disminución de las funciones en el sistema nervioso central. Es raro que signos que expresen una respuesta exagerada o positiva, como por ejemplo las convulsiones, se presenten en la isquemia cerebral. El segundo aspecto es el concepto súbito, que es otro de los caracteres de la ECV. La instalación de estas afecciones se produce en minutos y son de carácter agudo, alcanzan su máxima intensidad y extensión en este tiempo y rara vez progresan más allá de la hora. Por otro lado los ATI tienen como duración límite 1 hora, y lo más probable es que duren entre 5 y 15 minutos. Los ATI que se restablecen después de prolongarse por más de este tiempo en la mayoría de los casos resultan infartos pequeños que se corroboran por la TAC. El término focal implica la localización en un territorio limitado o circunscrito del sistema vascular cerebral. Con la excepción de la isquemia cerebral global, la enfermedad vascular isquémica corresponde a un territorio de irrigación de una arteria cerebral que se expresa por un cuadro clínico determinado. La reversibilidad es considerada como un criterio mayor de ATI. Los síntomas y signos de ATI tienen su resolución total en las primera hora, 4 todo déficit neurológico focal que persista más allá de este tiempo, no es ATI. Por último existe la necesidad de demostrar que se trata de un proceso vascular y no de otra índole, que es lo que justifica su patogenia. Epidemiolo gía Epidemiología La incidencia anual de ATI ajustada a la edad es variable, depende de los criterios empleados y el territorio vascular estudiado. Existen múltiples estudios en este sentido. La incidencia registrada varía entre 30 y 300 casos x 100 000 habitantes en las distintas series. Es mucho más alta para los ATI del sistema carotídeo que los del sistema vertebrobasilar (SVB). Se considera que el sexo masculino tiene una incidencia mayor que el femenino. La incidencia aumenta con la edad, es 5 veces más frecuente por cada década de la vida después de lo 60 años. Del 50 al 75 % de los ATI están asociados a enfermedad oclusiva carotídea extracraneal, un tercio son del territorio vertebrobasilar donde los factores hemodinámicos desempeñan un mayor peso. Preceden al infarto cerebral entre el 25 y el 50 % de los casos. Pato genia Patog Las causas de los ATI son las mismas que las del infarto cerebral y la describiremos en el siguiente capítulo dedicado a este. El mecanismo más frecuente de los ATI es el embolismo arteria-arteria por émbolos constituidos por fibrina y plaquetas provenientes de placas arterioscleróticas de las arterias extracraneales. Los estudios Dopplerangiográficos han demostrado que la estenosis entre el 30 y el 50 % de las arterias carótidas extracraneales está presente en los ATI del territorio anterior. Los trastornos hemodinámicos, como la hipotensión arterial y la deshidratación son causas cuando la estenosis es igual o mayor al 90 %. En el territorio vertebrobasilar la caída de la presión arterial sistémica desempeña un papel importante en los ATI vertebrobasilares (ATIVB). El embolismo de origen cardíaco es el segundo mecanismo que ocasiona ATI, generalmente en el territorio de irrigación carotídea. Se considera que este mecanismo representa hasta el 25 % de los ATI de la circulación anterior y se caracterizan por tener una mayor duración. La enfermedad aterosclerótica de los pequeños vasos perforantes es otro mecanismo en los ATI que preceden a los infartos lacunares. Tienen la característica de ser de carácter repetitivo, más prolongados y producir infarto en un período más corto desde el inicio de los ataques. La isquemia 5 lacunar por lipohialinosis y microateromas de pequeñas arterias perforantes representan el 20 % de los ATI. El 5% de los ATI obedece a causas infrecuentes. Entre estas causas que generan ATI se encuentran, trastornos de la coagulación, como la hipercoagulabilidad plaquetaria, el aumento de las plaquetas y otros. Hemos observado personalmente como causa de estos, la policitemia con hemoglobina superior a 17 ó 18 en varios pacientes. Otras lesiones no aterosclerótica de las arterias son causas menos frecuentes de ATI. Entre estas podemos citar, las arteritis inflamatorias, la displasia fibromuscular, la angiopatía amiloidea, la enfermedad de moyamoya, el síndrome de Sneddon, enfermedades autoinmunes sistémicas, abuso de drogas y las disecciones arteriales. Cuadro Clínico Las manifestaciones clínicas dependen del territorio irrigado por la arteria afectada. En general los síntomas deficitarios motores y sensitivos, las afasias y los síntomas visuales son los más frecuentes observados en la práctica clínica. Los síntomas como trastornos de la conciencia, desorientación, confusión, amnesia, vértigos, diplopía, disfagia y ataques y caídas de forma aislada no son generalmente manifestaciones de un ATI. Los ATI de la circulación carotídea pueden adoptar dos formas clínicas. La primera es la forma amaurótica monocular, caracterizada por la aparición de una pérdida súbita de la visión en un ojo que se recupera en minutos y que se debe a isquemia de la retina por oclusión embólica o por vasoconstricción de los vasos retinianos. Estos episodios rara vez son referidos por el paciente. La segunda forma clínica de los ATI carotídeos se originan cuando las arterias afectadas son la cerebral anterior y la media y producen síntomas hemisféricos. Se caracterizan por un déficit motor o sensitivo contralateral y afectación del lenguaje. Se ha observado casos de afasias aisladas como único síntoma. Cuando el ATI se acompaña de alteraciones corticales el mecanismo más frecuente corresponde a estenosis carotídea. Los síntomas motores o sensitivos puros generalmente se observan en las oclusiones de vasos perforantes. Ambas distinciones tienen significación para determinar la fisiopatología y la conducta terapéutica. Los ATI VB se caracterizan por la heterogeneidad de los síntomas. Los criterios diagnósticos de estos son: – Déficit motor o sensitivo contralateral que afecta una o más extremidades o cambia de un lado a otro. – Signos de afectación de pares craneales, parálisis facial periférica, disfagia, disartria y diplopía asociados a lo anterior. – Hemianopsia homónima contralateral. 6 – El vértigo aislado, la diplopía, la disartria, la disfagia y los ataques de caída eventuales no deben ser considerados ATIVB. En tiempos recientes se han reconocido síndromes infrecuentes como manifestación de ATI. La ceguera bilateral y la inversión del campo visual son manifestaciones de ATI VB. La paraparesia transitoria es tenida como un signo de ATI en la arteria cerebral anterior. Las sacudidas bruscas e involuntarias de una extremidad (shaking limb) y la amaurosis transitoria por exposición a luz brillante son consideradas manifestaciones clínicas de ATI del territorio carotídeo. Dia gnóstico Diagnóstico El ATI es una emergencia médica como comentamos con anterioridad. Sólo añadiremos que entre el 5 y el 10 % de los pacientes con ATI desarrollan un infarto cerebral en los primeros 30 días. No existe ningún examen complementario diagnóstico de ATI. El diagnóstico es clínico y se basa fundamentalmente en el interrogatorio, por lo que requiere de la destreza de un médico con experiencia. Sólo entre el 7,5 y el 15 % de los ATI son observados por el médico, por lo que el diagnóstico se hace a través de la historia clínica. Todo ATI debe ser ingresado para su estudio de forma inmediata al llegar a la sala de urgencias. En ocasiones defectos neurológicos transitorios de tipo focal pueden simular un ATI. Entre estas situaciones encontramos crisis epilépticas parciales, alteraciones metabólicas como la hipoglicemia y la hiperglicemia, la migraña con aura, el hematoma subdural, síncopes, tumores cerebrales, vértigo laberíntico, las crisis de exacerbación de la esclerosis múltiple y las crisis de origen psíquico. El diagnóstico patogénico de los ataques transitorios de isquemia es uno de los aspectos más importante para elegir la conducta terapeútica adecuada y reducir el riesgo posterior de infarto cerebral. El examen físico y la adecuada aplicación de una batería de exámenes complementarios orientados por la sospecha clínica permiten en un alto tanto por ciento de los casos un correcto diagnóstico causal. Los exámenes complementarios incluirán hemograma, glicemia, lipidograma, serología, tiempo de protombina, eritrosedimentación, tiempo de sangramiento, tiempo parcial de tromboplastina, conteo de plaquetas, electrocardiograma, TC craneal, eco Doppler color (Doplex-color). La TAC es un examen fundamental y debe ser indicada de forma urgente. Entre el 15 y el 25 % de los pacientes diagnosticados de ATI presentan un infarto cerebral cuando se realiza la tomografía computarizada. 7 Tratamiento El mejor tratamiento de la ECV aguda y los ATI es el preventivo. En el capítulo ictus isquémico se hablará extensamente de este aspecto. El objetivo del tratamiento de los ATI está dirigido a evitar el infarto cerebral mediante el control de los factores de riesgo, el uso de medicamentos y la cirugía endovascular. – Antiagregantes plaquetarios. y Aspirina(ASA). Ha sido el más estudiado de todos los antiagregantes plaquetarios. Los metanálisis han demostrado una reducción del riesgo de infarto cerebral en los pacientes con ATI tratados con aspirina. La aspirina actúa inhibiendo la producción de ciclooxigenasa y tromboxano A; limita de forma irreversible la adhesión y agregabilidad plaquetaria. La dosis óptima ha sido un aspecto controvertido. El uso de altas dosis aumenta el riesgo de infarto al revertir su efecto. Se recomiendan dosis de 75 a 325 mg diarios. y Ticlopidina. Ha demostrado ser tan eficaz como la aspirina, pero presenta más reacciones adversas. Se han reportado leucopenias graves, lo que obliga a la realización de hemogramas cada 2 semanas por 6 meses. La dosis es de 250 mg cada 12 horas. La ticlopidina actúa inhibiendo la función plaquetaria por supresión de la agregación plaquetaria inducida por el ADP, ácido araquidónico, colágeno y trombina. Prolonga el tiempo de sangramiento, pero no reduce el número de plaquetas, el tiempo parcial de tromboplastina o el tiempo de protombina. En estudios realizados reduce la recurrencia de ictus en aproximadamente el 35 %. y Clopidogrel. La dosis de 75 mg diario reduce el riesgo de ATI e infarto cerebral. Inhibe la actividad del ADP. Su estructura es similar a la de la aspirina. Está indicado en pacientes que presenten intolerancia a esta última. y Dipiridamol. Se recomienda en pacientes que no tengan cardiopatía isquémica y asociado a la aspirina. El dipiridamol de liberación lenta a 400 mg/por día asociado a ASA disminuye el riesgo de ATI e infarto cerebral. El mecanismo de acción se produce por incremento de los niveles de AMP y GMP los cuales actúan como antiagregantes al inhibir la formación de tromboxano A. En combinación con la aspirina reduce el riesgo de ictus aproximadamente en el 37% de los pacientes, mientras que administrado individualmente su efectividad se reduce al 18 %. y Triflusal Es un potente inhibidor de la agregación plaquetaria inducida por ADP, adrenalina y colágena, que tiene una acusada actividad antitrombótica. La actividad antiagregante plaquetaria hace que esté indicado en los procesos tromboembólicos y procesos que 8 cursen con hiperactividad de las plaquetas. La dosis recomendada es de 300 a 900 mg diarios. – Anticoagulantes Su uso se ha visto limitado por el alto índice de hemorragias. La heparina y el acenocumarol están indicados cuando el ictus es de origen cardioembólico y no exista evidencia de sangre en la TC. En los enfermos con fibrilación auricular no reumáticos con ATI embólicos el tratamiento con anticoagulantes reduce en dos tercios el riesgo subsiguiente de infarto cerebral. Los valores INR deben mantenerse entre 2,5 y 3,5. Tratamiento quirúrgico La endoarterectomía ha demostrado ser útil en las estenosis carotídeas mayores del 70 %. Los estudios realizados han demostrado la superioridad de este procedimiento frente al tratamiento antiagregante y anticoagulante. La indicación actual de la endoarterectomía está limitada a los pacientes menores de 65 años con ATI o infarto cerebral con secuelas menores que presenten una estenosis de la carótida extracraneal mayor del 70 %. Se deben excluir los pacientes con infartos cerebrales extensos, hipertensión arterial severa o estenosis carotídea bilateral, cardiopatía isquémica o ATI cardioembólicos. – Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) Actúan bloqueando la conversión de angiotensina I a angiotensina II al inhibir la ECA. Los inhibidores de la ECA poseen múltiples acciones además de su efecto antihipertensivo. Entre sus efectos están los de estabilizar las placas de ateromas, evitar la proliferación del músculo liso y el endotelio y tener acción fibrinolítica. Estudios recientes han demostrado que el uso del ramipril y el perindopril, dos inhibidores de la ECA reduce el riesgo relativo de ictus en enfermos con ATI. – Vitaminas Estudios recientes señalan que la utilización de dietas ricas en vitaminas o suplementos de vitamina B6, B12, y ácido fólico que actúan disminuyendo los niveles séricos de homocisteína, reducen el riesgo de ictus. La homocisteinemia es un factor potencial de aterosclerosis e ictus. También se ha sugerido que la administración de las vitaminas E, C y de betacaro-tenos reducen el riesgo de ictus. Estas vitaminas son potentes factores antioxidantes. Pronóstico y evolución El pronóstico de los ATI depende de diversos factores que interactúan entre sí, tanto para la aparición de un ictus como para la supervivencia. 9 La edad es un factor de riesgo para la ocurrencia de un ictus y para la vida del paciente. La interacción edad-sexo masculino desempeña un papel decisivo en los enfermos tanto para la aparición de un ictus como para un episodio coronario. Los enfermos con ATI repetitivos en un período corto (más de 4 ATI en 2 semanas) tienen un riesgo mayor. Los pacientes con episodios repetidos de hemiplejía tienen hasta el 40 % de posibilidades de sufrir un ictus, lo que obedece generalmente a un factor hemodinámico o a enfermedad de pequeño vaso. La existencia de un ictus previo o de ATI incrementa la posibilidad de infarto del miocardio, ictus y muerte. Otros factores importantes en pacientes con ATI para el desarrollo de un ictus son la presencia de una cardiopatía embolígena, el hallazgo en la tomografía de un infarto o de leucoaraiosis, la cardiopatía isquémica previa, la enfermedad vascular periférica, el tabaquismo y el hematócrito elevado. Los distintos subtipos clínicos de ATI tienen diferentes pronósticos. Los ATI retinianos tienen un mejor pronóstico, mientras los pacientes con ATI hemisféricos secundarios a una estenosis severa de la arteria carótida tienen un peor pronóstico. Los ATI lacunares por su parte tienen un mejor pronóstico que los no lacunares, con menor incidencia de ictus y menor mortalidad, es decir que la isquemia secundaria a una enfermedad de pequeños vasos evoluciona más favorablemente que otros tipos de ATI. Los ATI que se producen en el territorio de irrigación del sistema vertebrobasilar presentan un riesgo subsiguiente de ictus inferior a los ATI del sistema carotídeo. Los pacientes con ATI atípicos poseen un riesgo menor de ictus, pero tienen un riesgo superior para los eventos de origen cardíaco, en particular para las arritmias y por tanto se consideran un marcador para la enfermedad cardíaca sintomática. El mecanismo que origina el ATI tiene mayor valor para el pronóstico que las características clínicas del episodio sobre el riesgo posterior de ictus. Los pacientes que han sufrido un ATI tienen un riesgo de tener un infarto cerebral en el primer año entre el 10 y el 15 %. En las primeras 4 semanas la posibilidad está entre el 5 y el 8 %. En 5 años la posibilidad se eleva hasta el 25 y el 30%. En este estudio que abarcó un período de 15 años el 30 % de los enfermos tuvo un infarto cerebral. La mortalidad a los 5 años está alrededor del 9 al 11 %. En nuestra casuística de quince años, la mortalidad fue del 40%. Esta alta mortalidad la se relaciona con el alto promedio de edad de los enfermos al inicio del estudio, que era de 65 años. Las principales causas de muerte en los pacientes con ATI fueron el infarto del miocardio, la bronconeumonía y las neoplasias y no estuvieron relacionadas directamente con la ECV isquémica. La edad es el factor de riesgo más importante para la mortalidad en los pacientes con ATI. 10 Biblio g rafía Bibliog Adams RJ. Management issues for patients with ischemic stroke. Neurology 1995; 45(Suppl): S15- S18. Alvarez-Sabin J. Accidente isquémico transitorio ¿diagnóstico en régimen de hospitalización o ambulatorio?. Alvarez- Sabin J. Hematoma intraparenquimatoso que simula un accidente isquémico transitorio. Med Clin 1995; 105: 598-603. Alvaro-González LC, Freijo-Guerrero MM, Sádaba-Garay F. Mecanismos inflamatorios, arteriosclerosis e ictus isquémico: datos de interés clínico y perspectivas. 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Se han acumulado datos que la posibilidad del tratamiento de este tipo de pacientes está en las 3 primeras horas, por lo que la imposición del tratamiento en este lapso de tiempo es decisiva. La ECV aguda constituye una de las principales causas de morbilidad y mortabilidad en el mundo. En Cuba hay anualmente 8 000 fallecidos al año con una tasa de mortalidad del 71,8 % en el año 2001. El aumento de la edad media en el país condiciona un incremento notable de la incidencia de ictus por lo que este es uno de los fundamentales problemas de salud; no solo en nuestro país donde la edad media es de 75 años, sino en todo el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud en los próximos años, el 46 % de la población mundial superará los 65 años de edad, y este es un factor de riesgo (FR) no modificable; se impone entonces cambiar el estilo de vida, trabajar en la reducción de los factores de riesgo modificables como 14 son: la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el tabaquismo, el sedentarismo, las dislipidemias y otros. De todos los tipos de ictus, el isquémico representa aproximadamente entre el 70 y el 80 %. En este capítulo hablaremos de los distintos tipos de ictus isquémicos, los que describiremos en secciones por separado. Infarto cerebral Se define como un área de necrosis hística en el encéfalo, secundaria a isquemia cerebral, capaz de ocasionar la muerte celular. Desde el punto de vista temporal se considera como tal a aquellos déficits focales que tienen una duración superior a la hora, aunque como ya señalamos anteriormente se puede encontrar en estudios de neuroimagen, infartos cerebrales en enfermos cuyas manifestaciones clínicas revertieron totalmente en un lapso inferior. Existen diferentes clasificaciones del infarto cerebral (IC), según su perfil temporal, mecanismos, topografía, categorías clínicas, etc. Con el objetivo de simplificar y ganar en claridad se utiliza la clasificación clínica para la descripción de cada subtipo, no obstante, se hará mención de forma breve de otras clasificaciones. Según la causa que le dio origen, el infarto cerebral se considera como aterotrombótico, cardioembólico, lacunar, de causa inhabitual y de origen no determinado cuando no es posible precisar la causa. En este capítulo haremos uso de la clasificación NINCDS del año 1990, que también es la que con mayor frecuencia se utiliza en el mundo. Clasificación de los infar tos cer ebrales infartos cerebrales ebrales,, se gún cate gorías cclínicas línicas y subtipos según categ etiológicos (NINCDS 1990) Infarto cerebral aterotrombótico de grandes arterias Son las lesiones de mediano y gran tamaño, localizadas tanto en la corteza cerebral como subcorticales, dependientes tanto de la circulación vertebrobasilar o carotídea. Se producen por la oclusión o estenosis de grandes arterias en enfermos con signos de aterosclerosis en otra localización; en los cuales existen uno o más factores de riesgo vascular y en los que se cumplen al menos 1 de los 2 criterios siguientes: 15 – Estenosis del diámetro de la luz de un vaso mayor o igual al 50 % u oclusión de una arteria extracraneal o intracraneal de gran calibre que corresponde al territorio del infarto y en el que no existe otra causa. – Estenosis menor del 50 % o presencia de placas ateroscleróticas en las arterias cerebral media (ACM), arteria cerebral posterior, sin otra causa evidente. Están presentes también al menos 2 de los siguientes factores de riesgo de ECV: hipertensión arterial (HTA), diabetes mellitus (DM), tabaquismo, edad mayor de 50 años y dislipidemias. Infarto cerebral cardioembólico Está determinado por la oclusión de una arteria a consecuencia de un émbolo de origen cardíaco. Su localización más frecuente es cortical y son de mediano y pequeño tamaño. Una condición "sine quo non" es la existencia de una cardiopatía embolígena en ausencia de otra causa o de aterosclerosis. Las causas más frecuentes son: la fibrilación auricular(FA), el infarto agudo del miocardio, la enfermedad del nodo sinusal, la estenosis mitral reumática, trombos cardíacos intramurales y el mixoma auricular. Infarto lacunar o por enfermedad de vasos de pequeño calibre Estos infartos son de pequeño tamaño, menores de 1,5 cm de diámetro, ubicados en el territorio de distribución de las arterias perforantes, que da origen a un síndrome lacunar y en el que existe hipertensión arterial de larga evolución u otro FR de ECV, sin que exista otra causa evidente. Infarto de causas infrecuentes Son infartos de variable tamaño, en los cuales después de un exhaustivo estudio de las causas anteriores no se puede atribuir a alguna de ellas su origen. Se localizan tanto en el territorio de circulación anterior como vertebrobasilar. Las enfermedades que las producen son entre otras: arteritis, conectivopatías, trastornos de la coagulación, infecciones, displasia fibromuscular, etc. Es más frecuente en pacientes por debajo de 45 años y representan entre el 8 y el 12 % de todos los IC. Infarto cerebral de causa no precisada Infartos de mediano o gran tamaño, tanto del territorio irrigado por el sistema carotídeo como del vertebral, de localización cortical o subcortical, en el cual no existe ninguna causa que lo justifique. Su frecuencia es del 15 al 35 % de todos los infartos cerebrales. 16 El cuadro clínico de los IC depende del tamaño de la lesión cerebral y su localización. En la literatura médica existen muchas clasificaciones topográficas y se ha descrito una extensa cantidad de síndromes con epónimos, que en un momento dado cumplieron su papel, pero que en la práctica médica actual y a la luz de los conocimientos de la fisisiopatología de la isquemia cerebral han dejado de tener valor en el tratamiento de estos enfermos. En nuestro servicio utilizamos la clasificación del Oxfordshire Community Stroke Project que expresamos a continuación y que correlaciona los síntomas clínicos, el territorio vascular y la causa. Clasificación del infar gún el infarto según to cer ebral se Oxfordshire Community Stroke Project 17 Infarto total de la circulación anterior (TACI) Desde el punto de vista clínico son necesarios los 3 criterios siguientes: – Déficit motor y/o sensitivo contralateral en al menos 2 de las siguientes áreas: miembro superior, miembro inferior y cara. – Hemianopsia homónima. – Alteraciones de las funciones corticales tales como: afasias, discalculia, agrafia, alteraciones visuoespaciales, dislexia, disgrafia, etc. Se trata de lesiones extensas que afectan tanto la corteza como la profundidad de los hemisferios cerebrales. Se pueden acompañar de alteraciones de la conciencia y el pronóstico es malo tanto para la vida como funcional. La causa más frecuente es el embolismo, pero dada la posibilidad de convertirse en hemorrágico no es aconsejable el tratamiento anticoagulante. Representa el 15% de todos los infartos cerebrales (Figs. 2.1 y 2.2). Fig.2.1 Fig.2.1. Tomografía axial computarizada donde se observa una extensa lesión hipodensa que corresponde a un infarto aterotrombótico total de la circulación anterior (TACI) en hemisferio cerebral izquierdo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 18 Fig.2.2 Fig.2.2. Infarto cerebral parcial de la circulación anterior (PACI). Imagen tomográfica donde se visualiza una lesión hipodensa que corresponde al territorio limítrofe entre la arteria cerebral media y cerebral anterior del hemisferio izquierdo (infarto en vertiente). Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Infarto parcial de la circulación anterior (PACI) Son infartos de mediano tamaño que cumplen los siguientes criterios: – Déficit motor y/o sensitivo restringido a una extremidad. – Alteraciones aisladas de funciones corticales, como por ejemplo la afasia. – Existencia de 2 de los criterios del infarto total de la circulación anterior. Es el síndrome vascular más frecuente (del 30 al 35 %). Su causa puede ser tanto embólica como trombótica. Si el origen es cardioembólico el empleo de anticoagulantes precozmente es la terapéutica indicada. Si la lesión es de origen trombótico se indicarán antiagregantes plaquetarios. En los casos que se demuestre una estenosis carotídea superior al 70 % de la luz del vaso, la angioplastia o la endoarterectomía ha resultado útil. La trombólisis en las 3 primeras horas si la TAC no demuestra hemorragia está indicada junto al uso de agentes neuroprotectores. Infarto lacunar (LACI) Son infartos pequeños, menores de 15 mm, que se producen en el territorio de los vasos perforantes. Se relacionan con hipertensión arterial de larga evolución y en la fase de malignización, que ha conducido a lipohialinosis o arterioloesclerosis. Representa la cuarta parte de todos los ictus isquémicos. 19 Su pronóstico para la vida es bueno, pero no lo es tanto para la recuperación funcional. Desde el punto de vista clínico no existen afectaciones de las funciones corticales ni existe hemianopsia (Figs. 2.3 y 2.4). Fig.2.3. Resultado de una tomografía cerebral de un enfermo donde se visualiza un infarto lacunar en la profundidad del hemisferio cerebral derecho. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Fig.2.4. TAC craneal donde se demuestra la presencia de un infarto de tallo cerebral a nivel mesocefálico derecho (infarto cerebral de la circulación posterior). Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 20 Infarto cerebral de la circulación posterior (POCI). Se definen como infartos en el territorio irrigado por el SVB. Desde el punto de vista clínico se caracterizan por afectación ipsilateral de pares craneales con déficit motor y/o sensitivo contralateral, disfunción cerebelosa sin disfunción de vías largas, hemianopsia homónima aislada y déficit motor y/ o sensitivo bilateral. La tasa de mortalidad es baja y la recuperación funcional es buena, no así su tendencia a la recurrencia que suele ser alta. F actor es de riesg o actores riesgo Se define como un factor de riesgo la presencia de una enfermedad, hábito o una característica biológica que identifica a un grupo de individuos con mayor posibilidad que la población general para presentar una determinada enfermedad en el transcurso de la vida. En el ictus isquémico se han identificado factores de riesgo (FR) cuyo reconocimiento permite la prevención primaria de la enfermedad. Aunque este capítulo está dedicado fundamentalmente al ictus isquémico agudo, el manejo adecuado de los factores de riesgo es la piedra angular para disminuir la incidencia, prevalencia y mortalidad del IIA. Existen 2 tipos de FR, los de carácter endógenos o marcadores de riesgo, que dependen de la dotación genética individual o de características ambientales.Estos FR se consideran no modificables. El otro grupo de FR son los modificables o al menos susceptibles de ser modificados. Los FR no modificables bien identificados son la edad, el sexo, raza y antecedentes familiares de ictus. Aquellos factores no modificables no bien asociados son, el clima, la localización geográfica, etc. Los FR modificables bien establecidos son la HTA, las cardiopatías embolígenas, los marcadores de aterosclerosis (estenosis carotídea, cardiopatías isquémicas, etc.), la diabetes mellitus y el ATI. Los FR potenciales modificables son; las dislipidemias, el hábito de fumar, el sedentarismo, la obesidad, la diabetes mellitus, el uso de anticonceptivos orales y otros. Factores de riesgo no modificables – Edad: es el factor de riesgo no modificable más importante. El ictus isquémico aumenta exponencialmente con la edad después de los 65 años. Sólo el 5 % de los ictus ocurre en menores de 45 años; aunque en los últimos años existe una tendencia a aumentar, existen reportes que plantean una incidencia hasta del 10 % en pacientes jóvenes. 21 – Sexo: la incidencia de IIA es mayor en los hombres que en las mujeres y la diferencia es mayor mientras desciende la edad, para igualarse en las edades avanzadas. – Herencia: varios estudios demuestran que una historia anterior de ictus en los familiares de primer grado se relaciona con una incidencia mayor de ECV aguda isquémica. En el riesgo vinculado a la herencia son determinantes aquellos factores que aumentan el riesgo secundario de ictus, como la diabetes mellitus familiar, las dislipidemias y la HTA. Se ha demostrado una asociación entre la doble delección de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA) y el ictus isquémico en hipertensos. Otras enfermedades genéticas se encuentran como un defecto de la tetrahidrofolato reductasa (THF), responsable de la remetilación de la homocisteína y de la conversión de esta en metionina, que conduce a hiperhomocistinemia. La hiperhomocistinemia ocurre en el 5 al 7 % de la población y es un FR de ictus isquémico. La arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía (en inglés CADASIL) es otra causa de ictus de origen genético. Existen otros ejemplos más. – Raza: el ictus isquémico ha sido estudiado en las distintas razas, tanto en su incidencia como prevalencia. Se ha encontrado que el riesgo de ictus es el doble para la raza negra que en la blanca. Además los individuos de la raza negra presentan un IIA a edades más temprana que los individuos de la raza blanca. – Clima: existen variaciones estacionales en la incidencia del ictus isquémico. Un estudio reciente en Ontario, Canadá, señala el mes de enero con mayor mortalidad y el mes de septiembre la más baja. En Cuba existe una diferencia importante en relación con el invierno y el verano entre las regiones occidentales y orientales. La región occidental del país presenta una morbilidad y mortalidad mayor en los meses de diciembre, enero y febrero que son los meses de invierno y donde es más crudo que en la región oriental; por su parte, esta última zona muestra una mayor morbilidad y mortalidad en los meses de verano. Factores de riesgos modificables A): es el factor de riesgo modificable más – Hipertensión arterial (HT (HTA): importante en el ictus isquémico trombótico y lacunar y está asociado a cardiopatía isquémica y a hemorragia cerebral. La prevalencia de HTA aumenta con la edad y el riesgo de ictus isquémico aumenta en proporción directa con la elevación de la HTA. Se sabe que la isquemia 22 cerebral se incrementa hasta 5 veces en pacientes con hipertensión arterial. La prevalencia de HTA en la población anciana es del orden del 56 al 75 %. El 55 % de los ictus isquémicos ocurre por encima de los 75 años. Los infartos lacunares están asociados a la HTA en el 70 al 75 % de los enfermos. En el infarto trombótico esta asociación es del 40 al 50 %. El subtipo de HTA influye en el riesgo de ictus isquémico en los ancianos. La HTA sistólica tiene un riesgo relativo mayor que la HTA diastólica en comparación con las personas normotensas, pero este riesgo se invierte entre las edades de 40 a 59 años. Cada incremento en la TA diastólica de 7,5 mmHg aumenta el riesgo de ictus isquémico en el 45 al 50 %. Este tanto por ciento se eleva hasta 80 por cada incremento de 10 mmHg de la TA diastólica. Cardiopatías embolígenas La fibrilación auricular (FA) es la cardiopatía embolígena más frecuente asociada al ictus. Se observa en el 25% de los pacientes con un ictus cardioembólico. Este riesgo es superior en los enfermos mayores de 65 años. La estenosis mitral es la valvulopatía con mayor riesgo de ictus cardioembólico; del 15 al 20 % de los enfermos con estenosis mitral sufren un ictus de este tipo y la reincidencia se produce en el 50 % de los casos. Las prótesis vasculares mecánicas tienen un riesgo de embolismo del 40 % anual en pacientes anticoagulados. El infarto agudo del miocardio se asocia como FR en el 1,5 al 3 % en las primeras semanas. La cardiopatía isquémica triplica el riesgo de ictus y lo cuadriplica si se asocia a insuficiencia cardíaca. La endocarditis bacteriana provoca un ictus isquémico en el 20 % de los enfermos que la padecen. El riesgo de ictus es mayor durante el primer mes y si existen grandes vegetaciones o se asocia a insuficiencia cardíaca. Marcadores de aterosclerosis La aterosclerosis es una enfermedad sistémica de los vasos sanguíneos que afecta a cualquier lecho vascular y que presenta variaciones en su severidad. La aterosclerosis es más frecuente en el sexo masculino que en el femenino y su incidencia y prevalencia aumentan con la edad. La aterosclerosis que afecta las grandes arterias intracraneales y troncos supraórticos tiene las mismas características que la que se desarrolla en las arterias coronarias, aorta y arterias de los miembros. La presencia de 23 cardiopatía isquémica, insuficiencia arterial periférica y enfermedad carotídea asintomática son marcadores de aterosclerosis y por tanto son un FR prominentes de ictus isquémico. La aterosclerosis comienza antes de la adolescencia y es el resultado de la interacción de factores vasculares, plasmáticos y celulares. Existen FR bien establecidos para el desarrollo de aterosclerosis como la dieta rica en grasas, la HTA, las dislipidemias: aumento de las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y disminución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL), el tabaquismo, la diabetes mellitus y los estados protrombóticos. La prevalencia de enfermedad coronaria es alta en pacientes que tienen un primer ictus; alrededor del 22 %. Se ha demostrado la frecuente asociación de tabaquismo, diabetes mellitus y enfermedad arterial periférica (EAP). En los pacientes con EAP la principal causa de muerte es la cardiopatía isquémica (50 %), seguida por el ictus isquémico con el 15 %. La estenosis asintomática de la carótida es otro marcador de enfermedad aterosclerótica. Su prevalencia en la población menor de 60 años es del 0,5 % y se incrementa hasta el 10 % después de los 80 años. Después de los 65 años la frecuencia de estenosis de la carótida mayor del 50 % aumenta considerablemente. Esta población tiene un riesgo mayor de sufrir un ictus isquémico y fallecer. Diabetes mellitus Se asocia a aterosclerosis en todas sus formas: cardiopatías isquémica, EAP y ECV. En el mecanismo patogénico de la aterosclerosis se ha postulado se debe a que la glicosilación de proteínas hísticas acelera el proceso de aterogénesis y favorece la trombosis, debido a un descenso de la actividad fibrinolítica, incremento de la agregación y adhesividad plaquetaria y otros factores de la coagulación como el factor VII y VIII. La incidencia de ictus isquémico en pacientes con diabetes mellitus es tres veces mayor que en la población general y se considera que esta es la responsable del 70 % de la mortalidad en el IIA. F isiopatolo gía de la isquemia cer ebral isiopatología cerebral La isquemia cerebral es el resultado de una disminución del flujo sanguíneo cerebral (FSC) hasta el nivel suficiente para interferir con las funciones del SNC. El volumen del FSC en condiciones normales es de 55 mL/min/100 g de tejido cerebral. En situaciones fisiológicas, la regulación del flujo 24 cerebral es independiente de las variaciones de la presión de perfusión cerebral (PPC), gracias a un mecanismo de autorregulación de la circulación cerebral en el que intervienen factores bioquímicos, neurogénicos, miogénicos y peptidérgicos. La PPC está determinada por la diferencia de la presión arterial media (PAM), la PIC y presión venosa (PV). En condiciones fisiológicas la variación de la PIC y PV son pequeñas por lo que la PPC es equiparable a la PAM de las arterias de mediano tamaño. En situaciones de isquemia cerebral se produce una alteración de los mecanismos de autorregulación y de la regulación del FSC y la PPC se hace dependiente de la tensión arterial (TA). El desarrollo de un infarto cerebral está en función de 2 variables fundamentales que son la intensidad de la reducción del FSC y el tiempo de daño isquémico. Es necesario recordar que el metabolismo cerebral es dependiente del oxígeno y de la glucosa que le llegan a través de la sangre y que la disminución del FSC reduce la entrega de ambos al encéfalo. La disminución del FSC por debajo de determinado umbral (los llamados umbrales críticos de FSC) desencadena sucesos que podemos esquematizarlos así: – Si el FSC está entre 35 y 50 mL/min/100 g de tejido cerebral, aparecen alteraciones en la síntesis de proteínas, la cual comienza a cesar. – La disminución del FSC entre 25 y 35 mL/min/100 g de tejido cerebral inicia el metabolismo anaerobio de la glucosa. – Si el FSC cae a valores entre 15 y 25 mL/min/100 g de tejido cerebral, hace que se pierda la actividad eléctrica neuronal por disminución de la fuente energética. – Cuando el FSC ha disminuido por debajo de 15 mL/min/100 g de tejido cerebral se pierden los gradientes transmembranales y ocurre muerte celular. Las alteraciones funcionales de la actividad cerebral aparecen inmediatamente después de la oclusión vascular, pero las alteraciones estructurales, además de la caída del FSC requieren de tiempo, a este intervalo de tiempo se le designa con el nombre de período de daño isquémico. Transcurrido 10 segundos de cese del FSC se pierde la actividad eléctrica neuronal; después de 30 segundos ocurre falla de la bomba de Na+/K+ y cesa la función neuronal. Al cabo de 1 minuto con la caída de la glucosa y menos intensamente del oxígeno, se produce la glucólisis anaerobia y aumento del ácido láctico (AL). A los 5 minutos si se mantiene el cese del flujo sanguíneo, se producen cambios irreversibles en los organelos intercelulares y ocurre la muerte neuronal (Fig 2.5). 25 Zona de perfusión de lujo (FSC superior a 55 ml/min/100gr) Zona de necrosis (FSC por debajo de 15ml/min/100gr) Zona de penumbra isquémica (FSC entre 15 y 20 ml / min /100gr) Fig.2.5. Area de tejido cerebral sometida a la isquemia. La obstrucción de un vaso sanguíneo cerebral ocasiona una caída del FSC que es mayor en el centro del territorio vascular y una isquemia menos intensa en la periferia del mismo. La zona central con un FSC por debajo del umbral para el infarto sufre necrosis en pocos minutos; pero en la zona periférica con flujo por debajo del umbral de isquemia se originan alteraciones de la función neuronal, pero con preservación de la actividad metabólica mínima que mantiene la integridad estructural por algún tiempo. Esta zona recibe el nombre de penumbra isquémica. La importancia de esta área radica en que en ella la autorregulación está dañada, se produce una disminución del contenido de O2 y glucosa, pero la trasmisión sináptica y el contenido de ATP son normales y aparecen síntomas neurológicos, pero si se produce restauración temprana del FSC el daño no es irreversible. La disminución del FSC origina acontecimientos a través de los diferentes mecanismos. Se desarrolla acidosis láctica y se produce la entrada de calcio iónico al interior de la célula. La isquemia provoca activación de la glucolisis anaerobia con producción de AL y disminución del pH intra y extracelular. La cantidad de ácido láctico depende de la cantidad de glucosa y oxígeno disponible en la zona isquémica. La caída del ATP hace que falle la bomba de Na+/K+, la membrana se mantiene despolarizada lo que condiciona la apertura de los canales de Ca+2 dependiente de voltaje y de los canales de Ca+2 dependiente del receptor con cúmulo de Ca+2 intracelular que alcanza el doble y mantiene la despolarización. Esta despolarización mantenida condiciona la liberación excesiva de glutamato y otros aminoácidos excitatorios con estimulación de los receptores ionotrópicos, NMDA y AMPA y metabotrópicos. La estimulación del receptor AMPA estimula la entrada de Na+ y aumenta el edema celular. A su vez, la estimulación de los receptores NMDA produce aumento del Ca+2 intracelular. Esta elevación del Ca+2 en el interior de la célula es el factor clave para la activación de enzimas (proteinoquinasas, fosfolipasas, sintetasa del óxido nítrico, proteasas, endonucleasas) y la 26 expresión de genes de respuestas rápidas; todo lo cual conduce a la degradación de las proteínas citoesqueléticas, ácidos nucleicos y lípidos, inactivación de la cadena mitocondrial y el exceso de radicales libres de oxígeno responsables del estrés oxidativo. Estos RL son: el radical hidroxilo, el peróxido de hidrógeno, el anión superóxido, el peroxinitrito y el óxido nítrico (ON), todos los cuales lesionan las membranas celulares y conducen a muerte celular. 27 Infarto cerebral aterotrombótico (ICA) El término infarto cerebral aterotrombótico o trombótico se refiere a aquel en que la necrosis del tejido cerebral se debe a oclusión como consecuencia de una lesión aterosclérotica de la pared de una arteria. Aunque la mayor parte se debe a aterosclerosis de las arterias de gran calibre intracraneales y de troncos supraaórticos, existen otras causas menos frecuentes como la displasia fibromuscular, la disección de las paredes arteriales, los estados protrombóticos y otros. Las lesiones isquémicas del ICA deben sus manifestaciones clínicas a los territorios del vaso ocluido, el cual estará en dependencia del mecanismo fisiopatológico. En las lesiones estenooclusivas de las arterias extracraneales hay condiciones que originan una falla hemodinámica como la insuficiencia cardíaca; la hipotensión arterial produce una disminución del FSC en las regiones más distantes del territorio de irrigación de una arteria o zona limítrofe que está situada entre 2 territorios vasculares. Los ICA debido a embolismo arteria arteria se producen en el territorio de la arteria cerebral media (ACM) o en una de sus ramas. Si el trombo está situado en el origen de la arteria y la circulación colateral o los factores hemodinámicos son deficientes se producirá un infarto en todo el territorio de la arteria. Si la circulación colateral es adecuada la necrosis se limitará a la zona próxima al vaso ocluido. Los ICA son precedidos en más del 70 % por ATI. El cuadro clínico se desarrolla en horas y de forma escalonada y en otras ocasiones lo hacen progresivamente hasta alcanzar el máximo de la lesión. La mayor parte de estos se inician después de un horario de sueño o durante el sueño. Los enfermos con ICA suelen tener manifestaciones de aterosclerosis en otros órganos como ausencia de pulso, soplos carotídeos, cardiopatía isquémica y son individuos de edad avanzada con HTA, DM y EAP. Infarto cerebral embólico (ICE) Es una zona de necrosis en el tejido encefálico como consecuencia de una oclusión de una arteria por una partícula que ha penetrado en el sistema arterial o que se ha formado en una zona más proxima. El ictus cardioembólico es la segunda causa de infarto cerebral. Se origina como su nombre lo indica por un émbolo procedente del corazón. Representa aproximadamente el 25 % de todos los ictus y su frecuencia es mayor por debajo de los 45 años. Las cardiopatías con alto riesgo de embolia son: la estenosis mitral con fibrilación auricular, 28 prótesis vasculares mecánicas, la fibrilación auricular no aislada, la presencia de un trombo en la aurícula o apéndice auricular izquierdo, el infarto agudo del miocardio reciente, la miocardiopatía dilatada, trombo ventricular izquierdo, síndrome del seno enfermo, un segmento ventricular acinético, la endocarditis bacteriana y el mixoma auricular. Existen otros grupos de cardiopatías en las que el riesgo resulta menor como son la estenosis mitral sin fibrilación auricular, el prolapso de la válvula mitral y la fibrilación auricular aislada. Hay otras causas más raras de émbolos, como la embolia grasa, la embolia gaseosa y por cuerpos extraños. Cuando se produce un émbolo este suele detenerse en el nivel de las bifurcaciones arteriales; en la división de la carótida en arteria cerebral media y cerebral anterior, ramas profundas y superficiales de la ACM, bifurcación de la arteria basilar. En estos puntos la luz arterial disminuye súbitamente lo que hace que el material embolígeno se detenga, y se vea facilitado por la presencia de aterosclerosis. Estos émbolos son relativamente frágiles y no se adhieren a las paredes de los vasos, lo que hace que frecuentemente se fragmenten o migren distalmente. Si la recanalización se produce antes de que se produzca la necrosis hística, las manifestaciones clínicas pueden remitir; por el contrario si la lisis o el desplazamiento del coágulo se produce después de la necrosis celular, el infarto resultará hemorrágico (Fig. 2.6). Fig.2.6 Fig.2.6. TAC donde se observa lesión hipodensa en cuyo interior existe un núcleo hiperdenso debido a la presencia de sangre que corresponde a un infarto hemorrágico en región parietal del hemisferio cerebral derecho. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 29 La embolia cerebral debe considerarse en cualquier paciente como un ictus de comienzo súbito, más aún si esta se presenta en un paciente con una cardiopatía embolígena; no obstante, esta puede ser la manifestación inicial de una enfermedad cardíaca ya existente. El déficit neurológico se instaura de manera brusca, y alcanza su máximo en minutos, suele aparecer en horas de vigilia, y puede coincidir con manifestaciones embólicas en otros órganos. La pérdida de la conciencia transitoria puede ser un síntoma inicial y las convulsiones se observan alrededor del 10 al 15 % de los pacientes. Las manifestaciones clínicas dependerán del vaso ocluido, pero la presencia de síndromes clínicos como consecuencia de ramas corticales aisladas es sugerente de embolia cerebral. Infarto lacunar (IL) Es un infarto isquémico de tamaño pequeño no superior a 15 mm que ocurre en el territorio de distribución de una arteria perforante, da lugar a uno de los 5 síndromes clásicos: hemiplejía motora pura, hemisíndrome sensitivo puro, disartria-mano torpe, síndrome sensitivomotor y hemiparesia atáxica. La mayoría de las veces la causa de los síndromes lacunares es el infarto lacunar; aunque existen otras causas. El 20 % de todos los ictus isquémicos agudos pertenecen a este tipo. La edad de presentación más frecuente está entre los 55 y 75 años y su incidencia se incrementa con el aumento de la edad en el sexo masculino. La hipertensión arterial es el factor de riesgo y causal (lipohialinosis) más frecuente del ictus de tipo lacunar. En nuestros casos la HTA estuvo presente en 44 de los 54 enfermos con un infarto lacunar, para el 81,48 % (Fig. 2.7). Otros factores de riesgo asociados pero con una frecuencia menor es la DM, la cardiopatía isquémica y el hábito de fumar. Otras causas son las vasculitis, el uso de cocaína, la policitemia, las infecciones (sífilis, VIH) y el anticoagulante lúpico. La ateromatosis es el mecanismo más frecuente de infarto lacunar en el segmento proximal de las arterias perforantes de mayor calibre (lenticuloestriadas, talamoperforantes y perforantes del tallo cerebral). La lipohialinosis que afecta los segmentos de las arterias perforantes pequeñas como consecuencia de la HTA da origen a infartos lacunares de menor tamaño. Otras causas de IL son los trastornos hemodinámicos y las embolias. La hemiparesia motora pura es el síndrome lacunar más frecuente. Ocurre entre el 55 y el 66 % de todos los IL. El déficit motor habitualmente abarca todo el hemicuerpo, aunque puede ser incompleta y no proporcional. La lesión se encuentra en el brazo posterior de la cápsula interna o en la base de la protuberancia. No existen otros síntomas. El síndrome sensitivo 30 Fig.2.7. TAC donde se puede observar una imagen con infarto lacunar a nivel de ambos tálamos. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). puro es un trastorno deficitario o irritativo de la sensibilidad que afecta todas las modalidades de ésta o sólo una de ellas. La lesión ocurre a nivel del núcleo posterolateral del tálamo o de la vía sensitiva del tronco cerebral. La sensibilidad está afectada en una distribución faciobraquiocrural. El síndrome disartria mano-torpe consiste en una disartria moderada o grave con lentitud motora o torpeza de la mano, con parálisis facial central, hiperreflexia y signo de Babinski unilateral. El déficit motor es ligero y se evidencia en tareas manuales que requieren de habilidad como la escritura. El pronóstico es favorable. El síndrome sensitivo motor consiste en déficit motor directo y proporcional o no, asociado a una disminución homolateral de la sensibilidad parcial o total. La hemiparesia atáxica consiste en un déficit motor generalmente a predominio crural asociado a una ataxia homolateral; debido a una lesión de la vía somestésica propioceptiva de la vía cortico-pontocerebelosa en la base de la protuberancia o en el brazo posterior de la cápsula interna. Dia gnóstico del ictus isquémico aagudo gudo Diagnóstico Ante un paciente con la sospecha de un ictus isquémico agudo se impone un diagnóstico topográfico, etiopatogénico y lesional inmediato. La historia clínica y el examen físico orientan al diagnóstico de la 31 topografía, pero los estudios de neuroimagen y en especial la TAC son los exámenes fundamentales, permitiendo además que se descarte la presencia de una lesión hemorrágica. La imagen de hipodensidad del infarto cerebral puede no aparecer en las primeras 24-48 horas de realizada la TAC; pero ésta descarta la presencia de tumor, lesiones hemorrágicas, abscesos y otras. La realización de la TAC de modo urgente mostrará un resultado anormal en el 50% de los casos según algunos estudios; pero la existencia de hallazgos sugestivos - signos precoces de enfermedad isquémica- como el borramiento del núcleo lenticular, la pérdida del ribete insular, el borramiento de los surcos de la convexidad o el aumento de la densidad de la arteria cerebral media ocluida ha sido demostrada en la fase hiperaguda del ictus (menos de 6 horas). La conferencia de consenso de Helsingborg de 1996, recomendó la realización de una TAC en todos los pacientes sospechosos de ictus agudo. La TAC puede ser normal si el infarto es pequeño o se encuentra situado en el territorio posterior (Figs. 2.8 y 2.9). En el infarto embólico la TAC puede sugerir este mecanismo cuando la lesión isquémica es cortical y se encuentra en los territorios de distribución de la arteria cerebral posterior o media. La presencia de un infarto hemorrágico, de infarto cerebrales múltiples en distintos territorios vasculares y el hallazgo precoz del signo de la arteria cerebral media hiperdensa hablan a favor del diagnóstico de embolismo cerebral. Fig.2.8. Observamos imagen tomográfica de un paciente realizada en las primeras horas de un infarto cerebral con signos precoces del mismo: pérdida de los límites entre la sustancia blanca y gris, sin que se observe la lesión isquémica. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 32 F ig .2.9. Imagen tomográfica del mismo enfermo transcurrido dos dias despues donde podemos visualizar una lesión hipodensa en la profundidad del hemisferio cerebral derecho correspondiente al área infartada. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). En los IL la positividad de la TAC es del 30 al 70 %. Esto viene dado porque la mayoría de los infartos lacunares talámicos y los capsulares menores de 2 mm de diámetro y los de tallo cerebral pasan inadvertidos. Se ha demostrado que la demora de la realización de una TAC craneal retrasa la instauración de un tratamiento adecuado, mientras que imponer un tratamiento sin conocer el resultado de la TAC, lleva aproximadamente hasta el 22 % de imposición de una terapéutica errónea, que en muchas ocasiones resulta potencialmente grave. La resonancia magnética nuclear (RMN) es la técnica de mayor sensibilidad en la enfermedad cerebrovascular; ya que posibilita el diagnóstico en los estadios iniciales del infarto cerebral y permite observar las lesiones del tallo cerebral donde la sensibilidad de la TAC es baja. El incremento de agua hística en la región afectada es el factor que posibilita el diagnóstico. En la fase inicial este aumento de agua produce un alargamiento del tiempo de la relajación en las secuencias ponderadas en T1; y aparece el área isquémica hipointensa en relación con la sustancia gris y en T2 hiperintensa. Transcurridas de 6 a 8 horas el infarto se ve como un área de hiperseñal. Las técnicas convencionales de resonancia magnética muestran signos iniciales de infarto como son el aumento de señal en la corteza en las secuencias potenciadas en densidad protónica T2-FLAIR y la ausencia de señal de flujo en los vasos arteriales. El primero de estos signos ocurre a las 8 horas de ocurrido el infarto, mientras el segundo se evidencia de forma inmediata. 33 F ig.2.10. Resonancia magnética donde se observa imagen hiperintensa que corresponde a una zona de infarto isquémico a nivel de putamen izquierdo con técnica de T2. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). F ig .2.11. Resonancia magnética donde se observa el mismo caso anterior, imagen hipointensa que corresponde a una zona de infarto isquémico a nivel de putamen izquierdo con técnica de T1. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 34 Distintas técnicas no convencionales de RM que ofrecen información sobre el grado de restricción del movimiento del agua (difusión -RM), el estado metabólico(espectroscopia); y sobre la circulación a nivel microscópico (RM por perfusión), permiten incrementar la sensibilidad de detección de esta técnica en las lesiones isquémicas en la fase hiperaguda del ictus, lo que la ha convertido en la técnica diagnóstica de primera elección en el estudio del ictus en su fase hiperaguda. Los estudios de difusión por RM son sensibles al movimiento microscópico aleatorio que muestran las moléculas de agua extracelular en el espacio intersticial del tejido cerebral. En condiciones normales la presencia de este movimiento produce en las imágenes de RM sensibles a este, una disminución en la señal de RM, que es menor en aquellas zonas donde está restringido, como ocurre en en tejido isquémico y que se muestran como zonas hiperintensas en relación con el tejido normal. A partir de esta variación se puede calcular el coeficiente de difusión aparente o porcentaje neto de traslación de las moléculas de agua por segundo , que es una variable física que define la carcterística de los tejidos. La perfusión por resonancia magnética permite obtener información a partir de estudios dinámicos de la microcirculación cerebral. Las 3 formas más utilizadas son la obtención de mapas de volumen sanguíneo cerebral relativo (VSCr ), de flujo sanguíneo cerebral relativo (FSCr) y de tiempo medio de tránsito (TMT). El diagnóstico patogénico del IIA se realiza a través de la historia clínica y con la ayuda de exámenes complementarios. Los análisis de sangre, permiten detectar factores de riesgo como policitemia, trastornos de la coagulación, elevación de la glicemia, dislipidemias y sífilis. El electrocardiograma y el estudio radiográfico del tórax, permiten valorar la repercusión de la HTA. Los estudios hemodinámicos mediante técnicas ultrasonográfica permiten un diagnóstico rápido, no invasivo y confiable del ictus isquémico agudo. En la actualidad son herramientas del diagnóstico clínico junto al lecho del paciente que realiza el neurólogo clínico. En el estudio de los troncos supraaórticos existen varias técnicas como el Doppler continuo, el Dúplex, Dúplex color y la ecografía en modo B. La combinación del Doppler continuo y la ecografía en modo B aumenta la sensibilidad y especificidad de estos estudios. El Doppler transcraneal se ha convertido en un examen fundamental de las lesiones arteriales intracraneales. Permite evaluar las repercusiones hemodinámicas de las estenosis de los troncos supraaórticos, la detección de microembolias y el estudio de la reserva hemodinámica cerebral. Además del diagnóstico, permite un seguimiento, monitorización y 35 valorar los efectos del tratamiento. Todo laboratorio neurovascular debe constar de esta técnica. La ecocardiografía bidimensional está indicada en todos los pacientes con ictus isquémico menores de 45 años. En los mayores de esta edad se realizará cuando se sospeche el origen cardíaco del ictus. Tiene el inconveniente de su baja sensibilidad. La ecocardiografía transesofágica permite apreciar de forma adecuada la orejuela de la aurícula izquierda, el tabique interauricular, la aorta torácica y las válvulas cardíacas, de lo que resulta tener una mayor sensibilidad para el diagnóstico. Anatomía patológica El infarto cerebral pasa por 3 fases desde el punto de vista anatomopatológico: aguda, subaguda y crónica. Dependiendo de la cantidad de sangre extravasada se pueden clasificar en pálidos o hemorrágicos. Macroscópicamente en su fase aguda se observa como una zona de reblandecimiento, con disminución de la consistencia, rodeada de una zona de edema. Se puede observar un aumento de volumen con efecto de masa y desplazamiento de las estructuras vecinas. En los infartos trombóticos la zona lesionada aparece de un color gris pálido, mientras en los que se ha producido extravasación de sangre son rosados o hemorrágicos. En la fase subaguda el edema perilesional disminuye y la zona necrosada se ha organizado con aumento de la vascularización periférica. En su fase crónica la zona infartada está atrofiada y su consistencia al tacto está aumentada por la proliferación astroglial. Si el infarto es extenso se puede observar una cavidad quística. Al examen del microscopio de luz en la fase aguda en la zona central donde se ha producido la necrosis celular se observan neuronas degeneradas, retraídas y disminución o ausencia de células en las primeras 6 a 11 horas. Hacia las 24 horas se produce un infiltrado inflamatorio con predominio de polimorfonucleares, seguido de infiltración de linfocitos y monocitos con activación de la microglia en la zona perilesional alrededor de las 48 horas. En el tejido necrosado hay un exceso de agua en los primeros 4 a 5 días que disminuye en las semanas siguientes. En la fase subaguda se produce activación de los macrófagos y aumento de los astrocitos. La microglia prolifera y actúan como macrófagos que pueden estar cargadas de grasas y aumentados de tamaño. Los capilares que rodean la zona del infarto están hipertrofiados con hiperplasia de los vasos capilares. En la fase crónica los astrocitos proliferan con aumento del citoplasma y el núcleo es rechazado hacia la periferia, son los llamados astrocitos gemastocíticos o astrocitos fibrosos ricos en fibrillas y proteínas. 36 Tratamiento del ictus isquémico aagudo gudo Hemos hecho referencia a través de todo este capítulo que el ictus es una urgencia médica y como tal debe ser tratado. El conocimiento de su fisiopatología y el desarrollo de nuevos fármacos capaces de limitar la extensión de la lesión, la administración de tratamiento trombolíticos como el factor activador hístico del plasminógeno recombinante (rt-PA) en las 3 primeras horas del ictus isquémico, el estudio de nuevos fármacos antitrombóticos y el desarrollo creciente de la neuroprotección, así como del neurointensivismo en unidades especializados (Unidades de ictus), han cambiado el panorama ante el manejo de los pacientes con un ictus agudo. De otra parte la determinación de los factores de riesgo y su importancia en el desarrollo de un ictus ha hecho que la prevención se halle en el centro del tratamiento de la ECV. Aunque en esta obra se trata del ictus isquémico en su fase aguda creemos que el imprescindible abordar los aspectos de la prevención primaria y secundaria. Tratamiento preventivo El ictus es una enfermedad prevenible. No es posible disminuir su morbilidad y la mortabilidad sin que se realicen las acciones de prevención primaria. Las medidas estarán encaminadas a lograr un grupo de objetivos concretos a corto y mediano plazo, las cuales exponemos seguidamente. 1. Cambios en el estilo de vida: Es uno de los factores decisivos: evitar el sedentarismo y el estrés; promover la práctica del ejercicio físico, lograr una alimentación adecuada rica en proteínas de origen vegetal, combatir la obesidad, prevenir la hipercolesterolemia, suprimir el consumo de tabaco o alcohol son acciones dirigidas a promover cambios del estilo de vida que repercutan en lograr un individuo saludable. 2. Educación sanitaria de la población especialmente en aquellos individuos con factores de riesgo. 3. Control adecuado de los pacientes con hipertensión arterial a través del médico de familia vigilando por el cumplimiento del tratamiento. 4. Pesquisaje en la población de los factores de riesgo de ECV y su control adecuado. 5. Incorporar a la práctica de ejercicios físicos a la población de la tercera edad mediante áreas de participación diseñadas al efecto. 6. Promover campañas educativas permanentes a través de los medios masivos de comunicación sobre calidad de vida y factores de riesgo. 7. Dispensarizar y controlar todos los pacientes con HTA, cardiopatías isquémicas y otros factores de riesgo. 37 8. Educar a la población sobre los síntomas y signos que caracterizan la ECV a fin de lograr una atención de urgencia lo más precoz posible. 9. Educar a todo el personal de la salud, tanto profesional como auxiliar, en que el ictus es una urgencia médica. Manejo del ictus en fase aguda El manejo del ictus en fase aguda implica su diagnóstico preciso de forma inmediata y la puesta en marcha de medidas terapéuticas en las primeras horas. Las líneas actuales del tratamiento del ictus isquémico en fase aguda son: 1. Monitorización del paciente con especial atención al control de la presión arterial, la glucemia, la respiración y la temperatura, resultados que se optimizan en las Unidades de ictus (UI). 2. Recanalización precoz de la arteria obstruida en las 3 primeras horas mediante la terapéutica específica y la trombólisis. 3. Recuperación del tejido cerebral metabólicamente comprometido y la limitación del daño por reperfusión mediante el uso de agentes neuroprotectores. 1. Monitorización del paciente con IIA – Control de la función respiratoria. Mantener las vías aéreas libres, aspirar secreciones, controlar la frecuencia respiratoria y saturación de oxígeno. Si existe depresión respiratoria o trastornos como hipercapnia o hipoxemia severa se debe entubar al paciente. – Control de la TA. Se estima que el 80 % de los enfermos con un ictus isquémico presentan cifras elevadas de la presión arterial. El aumento de la TA es con frecuencia una reacción fisiológica para mantener la presión de perfusión cerebral. Los fármacos hipotensores deben utilizarse en pacientes con presión sistólica mayor de 220 mmHg en 2 mediciones separadas o cuando la presión arterial media es mayor de 130 mmHg. La disminución brusca de la TA puede agravar la lesión isquémica en una zona en que se han perdido los mecanismos de autorregulación cerebral y donde la presión de perfusión cerebral depende directamente de la PAM. Recomendamos el uso de labetalol intravenoso o nitroprusiato en caso de hipertensión refractaria. La administración de enalapril o captopril pueden ser útiles en enfermos en que estén contraindicados los batebloqueadores. El labetalol a dosis de 10 a 40 mg/i.v. en 30 min. El enalapril en bolo de 1 mg i.v. seguido de 1 a 5 mg cada 6 horas según el valor de la presión arterial. Si la presión arterial está entre 38 180 y 200 mmHg para la sistólica o la presión diastólica está entre 105 y 120 mmHg el tratamiento antihipertensivo urgente se difiere. En pacientes con presión sistólica inferior a 180 mmHg y/o diastólica inferior a 105 no está indicado el tratamiento. – Motorización cardíaca. Al ingreso debe realizarse electrocardiograma y rayos X de tórax ya que existen causas frecuentes de origen cardíaco que se asocian a ictus como la fibrilación auricular, el IMA y la insuficiencia cardíaca. Además existe clara evidencia que el ictus puede inducir trastornos de la repolarización y arritmias cardíacas en su fase inicial, entre las que están la taquiarritmia ventricular y la fibrilación auricular que suelen ser causa de muerte súbita. El uso de los batebloqueadores para inhibir las catecolaminas, la lidocaína para el tratamiento de las arritmias y la atropina para las vagotonías son los fármacos recomendados. La fibrilación auricular no se debe tratar si el paciente no ha sido anticoagulado previamente para evitar el riesgo de embolización. La insuficiencia cardíaca y la hipotensión arterial son infrecuentes. Deben administrarse ionotrópicos de acción corta como dopamina o dobutamina, si no existe depleción de volumen. – Control de la temperatura. El aumento de la temperatura se observa frecuentemente en la fase aguda del ictus. La hipertermia aumenta el metabolismo cerebral y ocasiona deterioro neurológico y empeora el pronóstico. La causa más frecuente de fiebre son las infecciones, pero puede ser también de origen neurógeno. Las medidas antipiréticas para reducir la temperatura deben ser inmediatas. – Control de la glucemia. La hiperglicemia es un factor de agravamiento del infarto cerebral y su transformación hemorrágica. Se debe evitar el uso de soluciones glucosadas y si la glicemia es mayor de 10 mmol/L se recomienda el uso de insulina. – Balance hidromineral. Se evaluará periódicamente mediante ionograma, hematócrito y osmolaridad plasmática. Se recomienda iniciar la alimentación oral por sonda nasogástrica en los primeros días si el estado del paciente no admite la alimentación oral. Tratamiento específico del ictus isquémico en su fase aguda El tratamiento específico del IIA tiene como objetivos esenciales: restablecer la circulación cerebral y detener el proceso patológico, evitar las recidivas y tratar las complicaciones. Para cumplir las metas propuestas todo paciente con un ictus isquémico agudo debe ingresar en un servicio especializado que cuente con los recursos necesarios y el personal 39 entrenado en el manejo de estos enfermos. A este efecto han surgido las Unidades de ictus. Los mecanismos básicos en la isquemia cerebral aguda son la aterotrombosis que produce reducción in situ de la luz arterial y el embolismo cerebral por un trombo o material que ocasiona obstrucción en un sitio distal a su lugar de origen. El tratamiento de IIA se basa en el empleo de agentes trombolíticos, el uso de antiagregantes plaquetarios y anticoagulantes, la protección del tejido en la zona de "penumbra isquémica"; el tratamiento quirúrgico de las estenosis y otras medidas diversas. Agentes trombolíticos Tras la oclusión de una arteria, el tejido irrigado por esta sufre isquemia y si la oclusión persiste, se produce la necrosis hística. La recanalización precoz de la obstrucción restablece el FSC y las necesidades metabólicas del tejido nervioso. Si la reperfusión se produce tardíamente, aún dentro del período de recuperación, puede ocurrir extravasación de sangre con la producción de hemorragias que tienen una alta morbilidad y mortabilidad. El tiempo para que se produzca recuperación del tejido sometido a la isquemia recibe el nombre de ventana terapéutica y de forma general existe consenso que es de aproximadamente 3 horas. Los fármacos trombolíticos poseen la capacidad de lisar el trombo oclusivo y lograr la reperfusión hística y la recuperación funcional. El tratamiento trombolítico se remonta a más de 40 años. Los primeros agentes utilizados fueron la estreptoquinasa, la uroquinasa y la plasmina. El estudio de estos trombolíticos tuvo serias limitaciones desde el punto de vista científico y la elevada tasa de hemorragias y muertes en pacientes tratados hicieron que su utilización fuese limitada. A finales de los años 70 fue aislado en cultivos celulares del melanoma humano el activador del plasminógeno hístico (TPA); fármaco trombolítico, que más recientemente, y gracias a las técnicas de clonación del gen del T-PA humano, se han podido sintetizar en mayores cantidades con técnicas de recombinación de DNA. Los estudios de la eficacia clínica del rt-PA han sido evaluados en varias investigaciones. En el estudio NINDS, 624 pacientes fueron aleatorizados para recibir 0,9 mg/Kg de T-PA intravenoso o placebo, luego de confirmarse la ausencia de hemorragia intracraneal por TAC. Se realizó un control estricto de la TA para mantenerla por debajo de 185/110 y se utilizaron escalas neurológicas funcionales. Los resultados no fueron concluyentes. Más recientemente se han desarrollado varias investigaciones. Los estudios han concluido que sí se han cumplido los requisitos ideales; cuando la administración de T-PA se realiza por vía intraarterial por catéter, con dosis 40 0,9 mg/Kg, en las 3 primeras horas de ocurrido el infarto cerebral, con TAC que demuestre la ausencia de hemorragia sin evidencia precoz de un infarto extenso, en centros con personal con experiencia y capacidad tecnológica, el tratamiento resulta efectivo. Antiagregantes y anticoagulantes La eficacia de los fármacos antiagregantes y anticoagulantes en el IIA debe atribuirse a su efecto protector para evitar la repetición temprana de un nuevo ictus. La aspirina (ASA), ticlopidina y clopidogrel son los agentes más útiles en este sentido. El suloctidil, la sulfinpirazona y el dipiridamol no han demostrado su utilidad individualmente. El uso de la ASA ha demostrado su utilidad en la recurrencia del ictus. La dosis continúa siendo motivo de controversias; mientras unos señalan el empleo de dosis bajas (100 mg/día) otros utilizan dosis mucho más altas. La ticlopidina es moderadamente más efectiva que el ASA, pero la incidencia de complicaciones graves como la leucopenia debe tenerse en cuenta. El clopidogrel, agente antiagregante relacionado con la ticlopidina, con menos efectos secundarios ha resultado ser útil a dosis de 75 mg 2 veces al día. El trifusal es un inhibidor irreversible de la ciclooxigenasa y por tanto, bloquea la producción de tromboxano A y la agregación plaquetaria. Su eficacia ha sido evaluada y no resulta superior a la aspirina. Los agentes huridina y los antagonistas GPIIa /IIIb tienen un efecto antitrombótico inmediato y su eficacia se ha evaluado en ensayos clínicos. Anticoagulantes Se ha empleado ampliamente los anticoagulantes en la prevención del IIA, también en la fase de progresión de este. La administración de anticoagulantes carece de valor cuando se ha completado el ictus. La administración de anticoagulantes ha recibido máximo apoyo cuando se trata de la oclusión fluctuante de la arteria basilar y la oclusión de la carótida por trombosis o disección de la pared arterial. La necesidad de heparinización es posible en forma inmediata cuando el ictus es de origen cardioembólico. La posibilidad de la transformación hemorrágica del infarto es una complicación grave y a veces es preferible diferir el uso de anticoagulantes. En los infartos cerebrales extensos o en aquellos que existan signos precoces en la TC donde el riesgo de hemorragia es potencialmente alto, el uso de anticoagulantes debe ser diferido unos días. Una vez definido el diagnóstico de infarto embólico el tratamiento se debe iniciar con heparina, seguido de instauración ese mismo día de tratamiento con wafarina. La heparina se administra por vía i.v. a dosis 41 rápidas de 100 U/kg y a continuación 1000 U/h, que ajustará según el tiempo parcial de tromboplastina (TPT), el que no debe pasar de 2,5 veces la lectura antes de la administración de heparina. El empleo de heparina de bajo peso molecular por vía subcutánea en las primeras horas ha mejorado el pronóstico de ictus embólico. Es conveniente antes de iniciar el tratamiento anticoagulante estimar la actividad de la protombina y el tiempo de coagulación. Si la HTA es superior a 220/120 no es recomendable su utilización. Ciertos fármacos pueden incrementar los efectos de los anticoagulantes: aspirina, alcohol, barbitúricos, carbamazepina, cefalosporinas, penicilina y sulfamida. El tratamiento con warfarina se inicia con 10 mg diarios, controlando que el tiempo de protombina se mantenga entre 15 y 17 segundos o dentro de la tasa internacional normalizada (INR) de 2 a 3; determinándose diariamente en los primeros 5 días y luego 2 a 3 a la semana durante 2 semanas; más tarde, una vez semanal. El empleo se debe mantener durante 6 meses. Otra aplicación del uso de los anticoagulantes es la existencia de un estado protombótico como los déficit de proteínas C o S, el síndrome antifosfolipídico en los que se recomienda el uso de anticoagulación oral. Neuroprotección La recuperación del tejido cerebral metabólicamente comprometido y la limitación del daño ocasionado por la reperfusión es una de las líneas actuales de tratamiento que más se ha desarrollado. Los agentes neuroprotectores actúan en los distintos niveles de la cascada isquémica. Los enfoques actuales de neuroprotección están dirigidos en la actualidad a actuar a través de los siguientes mecanismos: 1. Antagonistas de los canales de calcio iónico regulados mediante voltaje. 2. Antagonistas de los canales de Ca+2 mediados por receptores. a) Inhibidores de la liberación del glutamato. b) Antagonistas de los receptores NMDA. c) Antagonistas de los receptores AMPA. d) Antagonistas de los sitios para la modulación de la glicina y poliamina. 3. Mecanismos relacionados con óxido nítrico (ON). a) Antagonistas de la NO sintetasa. b) Regulación ascendente de la NOse. 4. Estrategias para inhibir la cascada isquémica descendente. a) Antagonistas de la Calmodulina. b) Antagonistas de la calpaína. 5. Depuradores y antagonistas de radicales libres. 6. Estrategias dirigidas hacia la hiperpolarización con el objetivo de inhibir la despolarización en la periferia del infarto. 42 a) Agonistas GABA. b) Agonistas serotoninérgicos. c) Agonistas de las maxiconductos de K+. 7. Estrategias antiinflamatorias y anticitocinas. a) Anticuerpos monoclonales antiadhesión y contra integrinas. b) Antagonistas y bloqueadores de los receptores de la IL-1. 8. Efectos combinados de neuroprotección y restauración. Existen cientos de ensayos clínicos sobre el uso de agentes neuroprotectores en la isquemia cerebral aguda, no obstante, los resultados contradictorios, esta vía abre una esperanza en el tratamiento. Se estima que la combinación de dos o más agentes neuroprotectores que actúen en distintos puntos de la cadena isquémica puede ser efectiva mientras no exista el neuroprotector ideal. Tratamiento quirúrgico El tratamiento quirúrgico de la enfermedad cerebrovascular isquémica ha estado generalmente encaminado hacia la prevención secundaria de los infartos cerebrales en aquellos pacientes con estenosis susceptible y con criterios de ser tratados. Es raro que un paciente en el curso de un infarto cerebral llegue a la asistencia médica especializada en el transcurrir de minutos. Si se ha sufrido una oclusión en las carótidas primitivas o interna en este tiempo, la remoción del coágulo o la derivación pueden reestablecer la función. Se ha planteado que si no han transcurrido 12 horas y el paciente ha sido correctamente diagnosticado y estudiado este método puede ser útil. Evolución y pronóstico Cuando se observa un paciente durante la fase evolutiva de un infarto cerebral isquémico resulta muy difícil establecer un pronóstico de certeza. No existe ninguna regla que establezca con seguridad qué va a suceder en el curso del tiempo. Signos deficitarios leves pueden empeorar en horas y llevar a un estado de gravedad al paciente. En los infartos aterotrombóticos el curso clínico puede ser progresivo en los primeros días, lo que se puede deber a la extensión de la lesión o aumento del edema cerebral. En el pronóstico influyen un grupo de factores como son: el estado de la circulación colateral, el estado de conciencia, la edad del paciente, la tensión arterial, antecedentes de enfermedad cerebrovascular isquémica, la hiperglucemia, la existencia de alteraciones gasométricas, fiebre y otro más. 43 La localización de la lesión ateromatosa es un factor determinante. Si la estenosis se encuentra en la arteria cerebral media el pronóstico es peor que en los pacientes con infartos secundarios a una estenosis carotídea. Los infartos del territorio vertebrobasilar tienen mejor pronóstico que los del territorio de la circulación anterior. Si la espasticidad aparece tardíamente en un paciente con una hemiplejía la recuperación funcional es menor. Los trastornos del lenguaje son los de más difícil recuperación, al igual que ocurre con la hemianopsia. El estado psíquico del paciente influye notablemente en la recuperación de estos enfermos, los pacientes deprimidos se recuperan menos. Si la recuperación no comienza en las 3 primeras semanas el pronóstico funcional es malo. Los infartos cardioembólicos son más graves que los de otras causas, ya que suelen ser de mayor tamaño y suelen tener una transformación hemorrágica provocando un deterioro rápido de los enfermos. Si el vaso ocluido por el émbolo es la arteria carótida interna o el tronco principal de la arteria cerebral media, generalmente se produce un infarto de gran tamaño que se acompaña de edema cerebral e hipertensión intracraneal y lleva a la muerte del individuo. Si el émbolo migra desde su localización inicial en un vaso de gran tamaño hasta una rama distal se producirá una recuperación pocas horas después. Esta recuperación se observa en los infartos cardioembólicos del sistema vertebrobasilar. La evolución en los infartos embólicos guarda relación directa con sitio inicial de la oclusión y el tiempo transcurrido hasta la migración del trombo. Los infartos cardioembólicos recurren en el 4 al 10 % de los casos en las 2 primeras semanas del ictus si no se tratan. Este riesgo es mayor en el decursar del tiempo. Estos tipos de infarto sufren transformación hemorrágica entre el 35 y el 45 % de las ocasiones. El pronóstico durante la etapa aguda del infarto lacunar es bueno. En los enfermos con una hemiparesia pura si el déficit es parcial el pronóstico suele ser mejor que en los pacientes con afectación motora severa. Si existe control de la hipertensión arterial el riesgo de recurrencia se reduce. El síndrome disartria mano torpe tiene un pronóstico excelente. La mortalidad en los infartos aterotrombóticos durante el primer momento, es aproximadamente el 20 %. De los sobrevivientes el 75 % puede alcanzar una vida independiente. 44 Biblio g rafía Bibliog Alvarez-Sabín J. Ictus isquémico. IDEPSA, Madrid 1998. Alvarez-Sabín J. Acido acetilsalicílico y trifusal en la prevención del infarto cerebral aterotrombótico. Rev Neurol 1995; 23:1091-5. Alvarez-Sabin J, Codina Puiggrós A. AVC embólico. En: Codina Puiggrós A (Ed). Tratado de Neurología. Editorial Libro del Año, Madrid 1994; 244-49. Amarenco P, Cohen A, Tzourio C, et al. Atherosclerotic disease of the aortic arch and the risk of ischemic stroke. N Engl J Med 1994; 331: 1574-9. 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La hemorragia intracerebral es un cuadro de extrema gravedad, verdadera urgencia médica para la que el médico deberá estar preparado, tanto en el orden diagnóstico como en su manejo práctico. No se pretende en esta breve revisión escribir un tratado sobre este tema, solo se quiere abordar algunos aspectos que resulten de utilidad tanto para el médico que realiza su labor en la atención primaria como aquel que en las salas de urgencias y unidades de cuidados intensivos (UCI) alguna vez tendrá que enfrentar este tipo de enfermedad. Definición La hemorragia intracerebral o hematoma intraparenquimatoso es una colección hemática dentro del tejido cerebral, ocasionada por una ruptura vascular. La HIC puede estar confinada al interior del parénquima encefálico 49 o abrirse a los ventrículos o al espacio subaracnoideo; pero su centro siempre estará en el tejido nervioso, lo que la diferencia de la hemorragia intraventricular o de la hemorragia subaracnoidea (HSA). La ruptura vascular se produce en los vasos intracerebrales, forma una lesión que ocupa espacio, desintegra o comprime el tejido circundante y aumenta de volumen en la medida que prosigue el sangrado. Epidemiolo gía Epidemiología Como se señaló al principio esta es la tercera causa de ictus. Se considera que se presenta el doble que la hemorragia subaracnoidea. La incidencia de HIC es algo diferente entre países, razas y sexos, pero la mayor parte de los estudios señalan una incidencia entre 12 a 15 x 100 000 habitantes, en estrecha relación con la prevalencia de hipertensión arterial. La introducción de la tomografía axial computarizada (TAC) cambió la epidemiología y la historia natural de la HIC, al permitir un diagnóstico más exacto, que evidencia hemorragias más pequeñas que anteriormente en la TAC eran diagnosticadas y tratadas como infartos cerebrales. La edad más frecuente de aparición de HIC está entre la 5ta. y 6ta. décadas de la vida, se plantea que el riesgo de padecerla aumenta al doble por cada decenio después de los 55 años. El principal factor de riesgo (FR) es la hipertensión arterial, presente en más del 45 al 65 % de los enfermos con HIC. Existe un consenso general que es más frecuente en los varones que en las mujeres y que la raza negra es más propensa que la blanca a padecerla. En nuestra experiencia en los últimos 5 años, de 1570 pacientes ingresados con ictus en el hospital, incluyendo ATI, 205 tuvieron una HIC; lo que representa el 13,2 % de todos los ictus para este período. Esta cifra es similar a lo reseñado en la literatura. La hipertensión estaba asociada con el 83 % de nuestros casos. Causas de hemor ra gia intracer ebral hemorra ragia intracerebral 1. Hipertensión arterial: es la causa principal de hemorragia intracerebral. Se considera que más del 50 % de los enfermos con una HIC padecen de hipertensión arterial crónica. 2. Tumores cerebrales: el 10 % de las HIC se producen en el interior de un tumor cerebral, ya sean primarios o metastásicos. Los tumores primarios que con más frecuencia sangran son el glioblastoma multiforme, los meningiomas y los adenomas hipofisarios. Entre las metástasis las más frecuentes son las de mama, pulmón, melanomas, 50 coriocarcinoma e hipernefroma. 3. Anticoagulantes. – Heparina. – Antagonistas de la vitamina K. 4. Enfermedades hematológicas. – Púrpura trombocitopénica trombótica idiopática. – Leucemia. – Enfermedades de von Willebrand. – Afibrinoginemia. – Mieloma múltiple. 5. Angiopatía cerebral amiloidea. 6. Vasculitis. 7. Fibrinolíticos. – Activador hístico del plasminógeno. – Estreptocinasa. – Urocinasa. 8. Malformaciones vasculares. – Aneurismas saculares. – Telangectasias. – Angioma cavernoso. – Fístulas arteriovenosas. 9. Eclampsia. 10. Traumatismos craneoencefálicos. 11. Alcoholismo agudo. 12. Fármacos. – Simpaticomiméticos (efedrina, fenilefrina, noradrenalina). – Anfetaminas(dexedrina, metilfenidato). 13. Intoxicaciones. – Monóxido de carbono. – Arsénico. – Veneno de serpientes. 14. Drogas. – Marihuana. – Cocaína. – Heroína. – Mescalina, crack, etc. 15. Otros (insolación, radiaciones, infecciones, etc.). Pato genia Patog A pesar de ser la hemorragia intracerebral en el curso de la hipertensión arterial crónica el prototipo de esta enfermedad, no se ha podido esclarecer 51 del todo los mecanismos que conducen a la ruptura arterial. La localización de la HIC ocurre preferentemente en los ganglios basales, tálamo, protuberancia y sustancia blanca subcortical; sitios irrigados por arterias penetrantes de calibre pequeño y arteriolas, donde la hipertensión arterial lesiona la pared vascular y produce lipohialinosis segmentaria y microaneurismas, con disrupción de la lámina elástica, casi siempre al nivel de las bifurcaciones de estos pequeños vasos. Las rupturas de estos microaneurismas originan una extravasación de sangre que provoca una lesión que desintegra el tejido encefálico, lo deforma y lo comprime. Si la hemorragia es de gran tamaño esta producirá desplazamiento de las estructuras de la línea media, compresión de los centros activadores reticulares del tallo cerebral y centros cardiorespiratorios con peligro de coma y muerte; todo lo cual depende del tamaño y localización del hematoma. Puede ocurrir apertura de la hemorragia hacia los ventrículos y al líquido cefalorraquídeo del espacio subcaranoideo o conservarse la sangre confinada al parénquima cerebral. Durante los días siguientes que transcurren al inicio de la hemorragia se produce edema cerebral alrededor del coágulo que aumenta el efecto de masa ocasionado por la lesión inicial y por consiguiente elevación de la presión intracraneal (PIC). Es necesario señalar que además del edema que rodea el hematoma existe un área perilesional de isquemia que suele evolucionar hacia la necrosis y que desempeña un papel importante en el pronóstico de estos enfermos. Una causa de HIC en los ancianos, que se observa cada vez más en individuos normotensos, es la angiopatía cerebral amiloidea. El amiloide se deposita en la capa media y la adventicia de arterias pequeñas y de mediano calibre. La HIC secundaria a angiopatía amiloidea se localiza principalmente al nivel lobar debido a la localización cortical y leptomeníngea de esta entidad. Otra característica de este tipo de HIC es su tendencia a recurrir. Es probable que una parte de las HIC en el curso de una angiopatía amiloidea estén precipitadas por traumatismos craneoencefálicos, el uso de anticoagulantes y fibrinolíticos o esté relacionada con degeneración hialina o microaneurismas de las paredes arteriales. El uso de anticoagulantes incrementa el riesgo de padecer una HIC en comparación con los individuos sin tratamiento. Las hemorragias a consecuencia de este mecanismo suelen ser de gran tamaño y se acompañan de una elevada mortalidad que alcanza hasta el 60 %. Las hemorragias intracerebrales en los tumores ocurren fundamentalmente en las formas malignas, como las metástasis y glioblastoma multiforme. El sangramiento en metástasis cerebrales se observa con mayor frecuencia en los pacientes con carcinoma pulmonar, hipernefroma, melanoma y coriocarcinoma. Algunos hallazgos clínicos nos permiten sospechar un tumor en un enfermo con una HIC, estos son: localización atípica de la hemorragia, 52 hemorragias intracerebrales múltiples, existencia de papiledema en el fondo de ojo en el momento que se produce el sangramiento. En los pacientes jóvenes con una HIC no asociada a hipertensión arterial se debe sospechar la existencia de una malformación vascular. Entre las malformaciones vasculares, las malformaciones arteriovenosas y el angioma cavernoso son las que con mayor frecuencia originan HIC. En pacientes menores de 45 años las malformaciones arteriovenosas son la principal causa de HIC. Estas hemorragias suelen ser de menor tamaño que las de otras causas. Las hemorragias por agentes fibrinolíticos ocurren en un bajo tanto por ciento de los pacientes tratados con estos medicamentos. La mayor parte de los sangramientos aparecen durante la administración del fibrinolítico o en las primeras 24 horas de su aplicación. Estas hemorragias se localizan principalmente en la fosa posterior o en los ganglios basales, suelen ser múltiples y tienen una alta mortalidad. Las drogas simpaticomiméticas son causa de HIC. Entre estos agentes los que con mayor frecuencia provocan HIC son las anfetaminas, la cocaína y la fenilpropanolamina. La mayor parte de los casos ocurre en individuos jóvenes, poco tiempo después de consumir la droga. Las hemorragias de este tipo han sido relacionadas con el aumento de la presión arterial transitoria y con vasospasmo multifocal relacionado con los efectos del agente simpaticomimético. Cuadr o cclínico línico Cuadro Las manifestaciones de la HIC son variables en dependencia de su tamaño y localización. A continuación describiremos el cuadro clínico clásico de la HIC y haremos una referencia breve a aquellos síntomas y signos de las topografías más frecuentes. El inicio de los síntomas suele ser súbito. Por lo general se trata de un enfermo con antecedentes de hipertensión arterial, que de repente, sin previo aviso cae al suelo sin conocimiento acompañado de respiración estertorosa. Este cuadro sólo se observa en el 25 al 30 % de los enfermos. En las hemorragias de menor tamaño suele conservarse la conciencia; el inicio repentino va seguido de empeoramiento gradual en minutos, horas o días, lo que se ajusta más a un perfil vascular. La cefalea y el vómito son síntomas frecuentes, también pueden existir mareos, visión borrosa y convulsiones, estas últimas entre el 15 y el 20 % de los enfermos: En la mayoría de los casos el comienzo ocurre mientras el paciente está activo, se plantea una estrecha relación con los ejercicios físicos, el coito, situaciones de miedo, esfuerzos inhabituales y emociones intensas. Los signos neurológicos nunca son transitorios como en el ATI o el ictus embólico. 53 1. 2. 3. 4. 5. Las hemorragias intracerebrales según su localización se clasifican en: Hemorragia de los ganglios basales o putaminal (50 %). Hemorragia talámica (15 %). Hemorragia protuberancial (10 al 15 %). Hemorragia lobar (15 %). Hemorragia cerebelosa (10 %) Hemorragia putaminal Es la forma más frecuente, se extiende generalmente hasta la cápsula interna. Un signo constante es la hemiplejía. Otros síntomas observados con frecuencia son los vómitos y la cefalea, la mayoría de las veces precede en minutos u horas a la hemorragia. En el transcurso del tiempo el enfermo presenta signos de una parálisis facial central, el lenguaje se ve afectado con habla arrastrada o afasia, debilidad de las extremidades y desviación de la mirada hacia el lado de la lesión. El curso ascendente se produce en plazos de unos 30 minutos con empeoramiento gradual de la conciencia, la aparición del signo de Babinski y la instalación de confusión y coma son manifestaciones de compresión de la parte alta del tallo cerebral, así como los trastornos respiratorios, la alteración de los reflejos pupilares y la presencia de reflejos plantares bilaterales en extensión, plantean sin duda el diagnóstico de hemorragia putaminal. (Figs. 3.1 y 3.2). Fig.3.1. Se muestra imagen de tomografía axial computarizada donde se observa lesión hemorrágica intracerebral a nivel de putamen izquierdo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 54 Fig.3.2. Resonancia magnética nuclear con imagen hiperintensa con técnica de T2 en region parietal derecha con edema perilesional asociado y desplazamiento de las estructuras de la línea media en relación con el proceso hemorrágico. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). En las hemorragias de pequeño y mediano calibre que se encuentran localizadas en la parte anterior de los ganglios basales y la cápsula interna, la hemiplejía y los signos piramidales son más leves y de menor duración, puede acompañarse de abulia, bradipsiquia y en las lesiones del hemisferio dominante de afasia no fluida y disgrafia. En aquellas hemorragias que afectan el segmento posterior de la cápsula interna suelen ocurrir hemianopsia homónima contralateral, afasia de Wernicke si el hemisferio afectado es el izquierdo y anosognosia si es el derecho. Hemorragia talámica El déficit sensitivo contralateral, que abarca todo el hemicuerpo es el signo cardinal. Si la hemorragia es de gran tamaño suele haber hemiplejía o hemiparesia, pero el déficit motor nunca iguala en magnitud al sensitivo. En las lesiones del hemisferio dominante puede ocurrir afasia fluida y negación del hemicuerpo afectado si la hemorragia es del hemisferio no dominante. Si hay hemianopsia homónima esta tiende a desaparecer en los días siguientes. La desviación de los ojos hacia abajo y adentro (skew) con parálisis de la mirada vertical y lateral, anisocoria con ausencia de reflejo fotomotor, ptosis palpebral, miosis unilateral, nistagmo de retracción y ausencia de convergencia, son signos oculares observables con relativa frecuencia. Si la hemorragia se abre camino hacia el tercer ventrículo, la hidrocefalia con aumento de tamaño de los ventrículos laterales es la regla. 55 Si el paciente está consciente la presencia de disestesias con dolor intenso es una queja frecuente que ocasiona desasosiego y ansiedad. Se ha observado con relativa frecuencia la existencia de movimientos distónicos del tipo de la atetosis localizados en las extremidades, preferentemente en miembros superiores. El pronóstico de la hemorragia talámica depende del tamaño del hematoma. En aquellos enfermos en los cuales el volumen de la hemorragia no excede los 8 milímetros los síntomas evolucionan hacia la mejoría; mientras que en los hematomas mayores a este tamaño las secuelas son frecuentes. Hemorragia protuberancial Es la forma más grave de todas las hemorragias intracerebrales. El comienzo suele ser dramático, con cuadriplejía, coma, pupilas mióticas (menos de 1 mm) que reaccionan débilmente a la luz y rigidez de descerebración. Ocurre con frecuencia hiperventilación de origen neurógeno que puede progresar hasta la arritmia respiratoria. La muerte se produce en plazo de horas. Sin embargo hemos encontrado excepciones en los pacientes con HIC protuberancial de pequeño tamaño, en los que a un déficit motor contralateral se añaden signos oculares con pupilas pequeñas, parálisis internuclear, afectación de pares craneales del mismo lado de la lesión y trastornos de los movimientos oculares. Hemorragia cerebelosa Representa aproximadamente el 10 % de todas las HIC. Se desarrolla en un período de varias horas. Los vómitos a repetición suelen ser un síntoma que llama poderosamente la atención de familiares y el personal médico. En la mayor parte de los casos ocurre cefalea de moderada a intensa localizada en la región occipital. El vértigo, la imposibilidad para caminar o la ataxia prominente con incapacidad del enfermo para sentarse son síntomas que hemos observado con relativa frecuencia. En las etapas iniciales, el nistagmo y la incoordinación de las extremidades pueden estar ausentes o ser ligeros. A medida que el hematoma progresa el lenguaje se hace disártrico, la disfagia aparece, así como la presencia de una parálisis facial periférica que indica la compresión del tallo cerebral. En las hemorragias cerebelosas de gran tamaño la deformidad de las estructuras del tallo se acompañan de parálisis del sexto nervio craneal ipsilateral, pupilas desiguales y pequeñas, desviación de los ojos hacia el lado opuesto de la lesión. La parálisis motora y la deficiencia sensitiva contralateral son expresiones de compromisos de vías largas. La rigidez nucal con envaramiento son manifestaciones de enclavamiento de las estructuras de la fosa posterior. (Fig. 3.3). 56 Fig.3.3. TAC donde se observa una imagen que corresponde a una hemorragia localizada en hemisferio cerebeloso derecho. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Hemorragia lobar Los síntomas y signos clínicos dependen del lóbulo afectado. En las hemorragias occipitales la hemianopsia homónima contralateral con conservación del reflejo fotomotor y los defectos cuadrantonópsicos altitudinales suelen ser los signos más prominentes. En las lesiones del lóbulo temporal la hemianopsia es parcial y se acompaña de afasia fluida. La HIC en el seno del lóbulo frontal provoca hemiplejía contralateral, con predominio de cara y miembro superior y afasia motora, en tanto que en las lesiones hemorrágicas parietales el déficit sensitivo contralateral es el signo cardinal. En las hemorragias localizadas en los polos frontal y occipital el cuadro clínico puede ser silente o existir trastornos del humor y la conducta con bradipsiquia, enlentecimiento del curso del pensamiento, abulia y aparición de reflejos arcaicos (Figs. 3.4 y 3.5). Algunos aspectos deben ser recalcados y sugerimos se tengan en cuenta siempre. En primer lugar, la hemorragia intracerebral pequeña y de moderado tamaño adopta con frecuencia el perfil de un ictus isquémico, sin embargo, la elevación brusca y exagerada de las cifras tensionales en un paciente con signos focales neurológicos debe sugerir una HIC. La cefalea es más frecuente en la hemorragia, aunque cerca del 50 % de los enfermos no la señalan. Las convulsiones y la afectación de la conciencia son más frecuentes en la hemorragia que en el ictus isquémico. Los signos oculares son importantes para la localización de la hemorragia como señalamos anteriormente. 57 F ig.3.4. Imagen tomográfica de un paciente donde se observa una hemorragia extensa reciente del lóbulo occipital izquierdo rodeada de edema perilesional. En hemisferio derecho existe una zona localizada en lóbulo occipital que corres-ponde a una hemorragia antigua. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Fig.3.5. Angiografía vertebral donde se visualiza una extensa malformación arteriovenosa en lóbulo occipital izquierdo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 58 Anatomía patológica La extravasación de sangre hacia el tejido encefálico forma una lesión redondeada u oval que desplaza el tejido adyacente. Las hemorragias pueden ser masivas, moderadas o pequeñas, en hendidura o petequiales. Las hemorragias masivas se refieren a aquellas cuyo tamaño es mayor de 3 cm, el concepto de hemorragia pequeña se refiere a aquellas menores de 1 cm, mientras las petequiales son de apenas 1 mm de diámetro. Si la hemorragia se encuentra cercana a los ventrículos puede abrirse al sistema ventricular y el LCR se vuelve sanguinolento, si es pequeña y está alejada de la superficie ventricular, el LCR se conserva claro. Existe una zona central constituida por el coágulo, rodeada de una zona periférica donde pueden existir hemorragias más pequeñas. Durante las siguientes horas y días se produce edema alrededor y se incrementa el área de lesión, con desplazamiento de las estructuras de la línea media y existencias de hernias transtentoriales que comprimen y deforman las estructuras de tallo cerebral. La sangre al principio líquida se coagula en plazo de horas. En el interior del hematoma solo se encuentran un cúmulo de eritrocitos y proteínas, rara vez hay residuos de tejidos encefálicos. En el plazo de 5 a 6 días comienzan aparecer productos de la degradación de hemoglobina como hemosiderina y hematoidina. La hemosiderina se forma en el interior de los histiocitos por fagocitosis de los eritrocitos. A medida que se forma oxihemoglobina que proviene de los eritrocitos y se desoxigena y se forma metahemoglobina lo que da al coágulo un aspecto pardo oscuro. La fagocitosis comienzan en las primeras 12 a 24 horas en la periferia del coágulo y entre el 5to. y 6to.días es posible observar hemosiderina en los bordes externos de la lesión. Transcurridas de 2 a 3 semanas el hematoma se torna rojo pálido, la región más externa toma un aspecto pardo dorado y se va ampliando. El edema desaparece en el plazo de 2 a 3 semanas y el hematoma se reblandece, reabsorbiéndose lentamente en un período de 2 a 3 meses, deja una cavidad de paredes finas o una cicatriz de color amarillento que contiene macrófagos cargados de hierro, alrededor del cual existe una reacción de astrocitos. Exámenes complementarios La tomografía axial computarizada (TAC) es el examen de elección para el diagnóstico de la hemorragia intracerebral, permite diagnosticar con certeza aquellas hemorragias mayores de 1 cm. En las primeras 2 a 3 horas la HIC aparece como una zona hiperintensa con valores de 59 atenuación de aproximadamente 54 unidades Hounsfiel (UH) informa además de la localización, el tamaño del hematoma, cuyo volumen se puede calcular según la fórmula AxBxC/2, donde A es el diámetro de mayor tamaño en el corte donde el tamaño de la hemorragia es mayor, B el diámetro transversal mayor de la hemorragia en un ángulo de 90 grados y C es el espesor de la hemorragia, equivalente a la suma de los cortes que contiene la hemorragia, si el grosor de cada uno es de 1cm. El resultado de multiplicar estos 3 valores entre 2 es igual al volumen del sangrado. Transcurridas las primeras horas el aspecto del hematoma se hace más hiperdenso, entre 80 a 95 unidades Honsfield (UH), con aspecto más homogéneo y rodeado de una zona hipodensa que corresponde al edema y la necrosis perilesional. Otros datos aportados por la TAC son la presencia de efectos de masa, sangre en el LCR o hidrocefalia. A medida que transcurren varias semanas la densidad disminuye hasta tornarse en una zona hipodensa con el aspecto de una hendidura indistinguible de las zonas de infarto isquémico. Es interesante señalar que en condiciones de anemia intensa las HIC pueden ser isodensas. El hematoma intracerebral secundario a un tumor o malformación vascular puede ser sospechado cuando la hemorragia presenta contornos irregulares o un halo hipodenso ancho o irregular en su interior, el hematoma está rodeado de un anillo hiperdenso, existen calcificaciones dentro del coágulo o la existencia de hemorragias lobares en personas jóvenes. La HIC también puede ser diagnosticada por resonancia magnética (RM) pero su valor es inferior a la TC en los 2 a 3 primeros días, ya que pueden resultar invisibles, tanto en imágenes en T1 o T2, por ser la oxihemoglobina diamagnética o puede aparecer como un delgado anillo periférico en T2. Después de transcurrido los primeros días el edema que rodea el hematoma es hiperintenso en imágenes en T2 y suelen aparecer signos de efectos de masa ocasionado por la lesión. A medida que la oxihemoglobina se transforma en desoxihemoglobina el coágulo aparece hiperintenso en T1 e hipointenso en T2. Posterior-mente, cuando va desapareciendo el hematoma, queda sólo hemosiderina, la imagen residual será hipointensa en T2. La mayor utilidad de la RM en la hemorragia intracerebral es que permite calcular la edad del hematoma. Otros exámenes en la HIC – – – – – – Hemograma con diferencial. Coagulograma. Ionograma y gasometría. Glicemia. Creatinina. Función renal. 60 – Ácido úrico. – Proteínas totales y fraccionadas. – Rayos X de tórax. – Electrocardiograma. – Estudio de la función plaquetaria y factores de la coagulación. La realización de estos exámenes no es indispensable en el diagnóstico, pero contribuyen a valorar el estado del paciente, su manejo y otros se indicarán según la sospecha causal. Tratamiento El tratamiento de la HIC sigue siendo un problema complejo. De una forma didáctica lo dividimos en los siguientes aspectos. – Tratamiento preventivo. – Medidas generales. – Tratamiento medicamentoso y de las complicaciones. – Tratamiento quirúrgico. Tratamiento preventivo 1. Modificación del estilo de vida: evitar el estrés y la vida sedentaria, una dieta rica en vegetales y proteínas de origen vegetal, ejercicios físicos programados y mantener el peso ideal, son factores importantes en la prevención de la hipertensión arterial, principal causa de la hemorragia intracerebral. 2. Evitar la ingestión de bebidas alcohólicas. 3. Eliminar el tabaquismo. 4. No consumir drogas ni fármacos simpaticomiméticos. 5. Control adecuado y sistemático de los pacientes con tratamiento anticoagulante. 6. Control adecuado de la hipertensión arterial: constituye el factor de riesgo más importante y que puede ser modificado. El chequeo, control y manejo de los pacientes por el médico de atención primaria es la piedra angular en la prevención de la HIC. Medidas generales Las medidas generales en el enfermo que ha sufrido una HIC son decisivas antes de tomar una conducta terapéutica definitiva y contribuyen a disminuir la mortalidad. 61 1. Mantener las vías aéreas permeables, revisar la cavidad bucal, aspirar secreciones, eliminar restos de comida, retirar prótesis dentarias, y colocar el cuello en hiperextensión. 2. Control de las funciones respiratorias. – Medir la frecuencia respiratoria, si esta es menor de 8 por minutos proceder a intubar el paciente, para lo cual se deben utilizar relajantes que no depriman el nivel de conciencia, ni las funciones cardiorrespiratorias. 3. Control de la tensión arterial: evitar el descenso brusco. Mantener la tensión arterial entre 160 y 100 mmHg. 4. Canalizar venas periféricas y mantenerlas permeables(nunca realizarla en el miembro parético). 5. Colocar la cabecera de la cama a 40 grados para mejorar el drenaje venoso y disminuir la hipertensión intracraneal y prevenir la broncoaspiración. 6. Tratar las convulsiones si existen: administrar diazepan 0,2 mg x kg. i.v.a 2 mg/min, seguido de fenitoína de 15 a 20 mg/kg i.v. a 50 mg/min y continuar con 250 mg c/8 horas. Si las convulsiones no ceden tratar el paciente según las normas establecidas para el estado epiléptico. 7. Si hay agitación psicomotriz: usar haloperidol de 2 a 5 mg i.m. c/ 4 a 6 horas. 8. Si hay cefalea intensa: codeína, meperidina o morfina de 1 a 4 mg i.v. c/ 4 horas. 9. Si hay náuseas o vómitos: colocar sonda nasogástrica y aspirar, conectándola a reservorio. 10. Si el paciente presenta incontinencia urinaria, globo vesical o está inconsciente; pasar sonda vesical. 11. Balance hidromineral. Tratamiento de las complicaciones neurológicas Tratamiento de la hipertensión intracraneal (Ver capítulo de hipertensión intracraneal). Tratamiento del edema cerebral – Hiperventilación: mantener la PCO2 entre 25 y 30 mmHg mediante ventilación mecánica. – Manitol: 0,5 a 1 g/kg i.v. en 20 min y continuar c/6 h durante los 3 primeros 62 días. Retirar lentamente para evitar efecto de rebote. – Furosemida: 1 a 2 mg/kg. i.v. y continuar con 20 a 40 mg i.v. c/6 horas. Esta medida refuerza el efecto antiedema. – Si hay hidrocefalia aguda, colocar drenaje ventricular. Tratamiento de las complicaciones no neurológicas Prevención de las sepsis respiratorias – Evitar la broncoaspiración: si el paciente esta inconsciente o presenta vómitos, aspirar y dejar sondas de Levine abierta. – Suspender vía oral las primeras 24 horas y comenzar la introducción de alimentos con dietas repetidas en pequeñas cantidades. – Si el paciente se encuentra con intubación orotraqueal, realizar traqueotomía a las 72 horas. – Si el paciente está consciente debe sentarse en el lecho transcurridas las primeras 24 a 48 horas. – Fisioterapia respiratoria. Prevención de las úlceras gástricas y la hemorragia gástrica – Utilización de antiácidos. – Prevención del estreñimiento. – Administración de metoclopramida. Prevención de las infecciones renales – Si el paciente se encuentra inconsciente o presenta incontinencia urinaria, la sonda vesical debe ser cambiada a las 72 horas y se debe velar por su correcta manipulación. – Uso de antisépticos urinarios Prevención de las úlceras de decúbito – Si el paciente esta inconsciente: movilizarlo y cambiarlo de posición cada 30 a 60 minutos. – Uso de colchón antiescara. – Si el paciente lo permite por su estado general, movilizarlo y sentarlo. – Mantener sonda vesical, para evitar la humedad de la sábana y el colchón. 63 Prevención del tromboembolismo pulmonar – Movilización pasiva de las extremidades del paciente y masajes de estas. – Uso de vendas elásticas en los miembros. – Uso de dosis de heparina en microdosis fraccionadas. Vigilancia estrecha de la función cardíaca Tratamiento causal No siempre es posible en la HIC realizar el tratamiento causal. Si se sospecha una causa tratable, el objetivo será suprimir esta. Causas potencialmente tratables de HIC son: uso de anticoagulantes, discrasias sanguíneas, tumores cerebrales, malformaciones vasculares, eclampsia, arteritis, uso de drogas. De lo anterior concluimos la importancia del diagnóstico causal. Tratamiento quirúrgico La decisión de evacuar un hematoma intraparenquimatoso ha sido y es una de las controversias y retos terapéuticos actuales. No existen evidencias que el tratamiento quirúrgico sea superior al conservador, por lo menos hasta hoy. En la literatura médica existen al menos 6 ensayos clínicos que evalúan el tratamiento quirúrgico frente al tratamiento médico; ninguno de estos estudios muestran un beneficio sostenido del tratamiento quirúrgico. El advenimiento de la cirugía endoscópica guiada por ultrasonidos y la combinación de trombolíticos y aspiración del coágulo parece abrir nuevas perspectivas. La aspiración del hematoma por estereoataxia, guiada por TAC, la aspiración ultrasónica y la monitorización durante el acto operatorio por RM o TAC, unido a los avances recientes en los estudios del flujo sanguíneo cerebral, edema cerebral y los mecanismos bioquímicos de la HIC y de la isquemia perilesional en el tejido cerebral sano, con el adecuado control de la tensión arterial han avanzado de forma acelerada en los últimos años y son esperanzadores. Las indicaciones actuales del tratamiento quirúrgico de los hematomas intraparenquimatoso deberán ser consideradas a nuestro criterio solo en las siguientes condiciones. – Hemorragia cerebelosa mayor de 3 cm que muestre signos de compresión de tallo cerebral, hidrocefalia o deterioro progresivo de las funciones neurológicas. 64 – Pacientes menores de 45 años con hemorragia lobar cercana a la superficie mayor de 50 cm3 que presente deterioro neurológico. – Hematoma intraparenquimatoso asociado a malformación arteriovenosa, aneurisma o angiomas cavernosos accesible quirúrgicamente o con posibilidades de buen pronóstico. – Paciente que muestra posibilidad de recuperación con Glasgow superior a 8. – La intervención quirúrgica se realizará por cirujanos expertos y en pacientes con menos de 12 horas de evolución. Pronóstico y evolución El pronóstico y evolución de los enfermos con HIC depende de: – Tamaño del hematoma. – Localización. – Causa. – Estado general del paciente y afecciones concomitantes. – Tiempo de inicio del cuadro clínico. Desde el advenimiento de la TAC el pronóstico de la HIC ha cambiado. Se conoce que aquellas hemorragias más pequeñas menores de 1 a 2 cm presentan mejor pronóstico.La mortalidad se ha calculado entre el 45 y el 50 %, de esta el 45 % ocurre en la primera semana. De los 205 casos con HIC ingresados en los últimos 5 años en nuestro servicio fallecieron 66 para el 32 %, de estos la mitad falleció en la primera semana. La causa de muerte principal en los primeros días es la hipertensión intracraneal con compromiso de las estructuras del tallo cerebral o hemorragia a este nivel. Causas de muerte importante son las arritmias cardíacas, causadas por hiperactividad simpática. Las muertes que se producen transcurridas de 2 a 3 semanas se deben a bronconeumonía, sepsis generalizadas, tromboembolismo pulmonar o hemorragia digestiva. De todos los parámetros clínicos el más importante para el pronóstico es el estado de conciencia. La conservación de la conciencia es un signo de buen pronóstico. Otros signos de mal pronóstico son; las alteraciones del tamaño de la pupila, los signos de sufrimiento del tallo cerebral, trastornos en el patrón de la respiración y signos de descerebración. La fiebre, las convulsiones, la leucocitosis, los trastornos del ritmo cardíaco, la demora del paciente en la llegada al hospital son indicios de 65 mal pronóstico. Como señalamos el volumen del coágulo determinado por la TAC es un factor pronóstico, sobre todo en los hematomas supratentoriales. La presencia de sangre en los ventrículos o la hidrocefalia ensombrece el pronóstico. Los hematomas de tallo cerebral presentan una alta mortalidad. La desaparición de las cisternas de la fosa posterior con signos de la fosa posterior repleta en la TAC o RMN es un signo de mal pronóstico. Los pacientes que sobreviven a una hemorragia cerebral, evidencian una mejor recuperación funcional de sus déficit funcionales que aquellos que padecen de ictus isquémicos. De los 139 sobrevivientes con HIC en los últimos 5 años en nuestro centro, 95 de ellos lograron una vida independiente. 66 Biblio g rafía Bibliog Bamford J, Sandercock P, Dennis M, Burn J, Warlow C. A prospective study of acute cerebrovascular disease in the community: The Oxfordshire Community Stroke Project 1981-86. Incidence, case fatality rates and overall outcome at one year of cerebral infarction, primary intracerebral and subarachnoid hemorrhage. J Neurol Neurosug Psychiatry 1990; 53: 16-22. Batjer HH, Reisch JS, Allen BC, Plaizier LJ, Su CJ. Failure of surgery to improve outcome in hypertensive putaminal hemorrhage: a perspective randomized trial. 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Se trata de un cuadro clínico grave, con peligro mortal para el enfermo que ocurre en pacientes en la edad media de la vida, generalmente en plena capacidad y que produce además una incapacidad severa. Su diagnóstico y tratamiento precoz mejora de forma espectacular las complicaciones, gravedad y pronóstico de supervivencia, lo que la convierte en una verdadera emergencia médica. Sería necesario un tratado extenso para abordar la HSA en todos sus aspectos, pero el objetivo de esta obra es solo dar una visión general que permita a médicos generales, internistas y otros especialistas conocer las pautas esenciales para el diagnóstico y tratamiento del paciente frente al cual sospechamos este trastorno. La primera descripción del espacio subaracnoideo fue realizada hace miles de años, sin embargo no fue hasta las descripciones de Key y Retzius realizadas hace algo más de una centuria que se tuvo un conocimiento detallado de las cisternas cerebrales. En 1959 Liliequist y posteriormente Leigthon y Wilson retoman el tema y ofrecieron aportes fundamentales sobre el espacio subaracnoideo y la dinámica del LCR. El espacio subaracnoideo es, como su nombre lo indica, la cavidad que se encuentra entre la aracnoides y la superficie pial. Las cisternas basales son expansiones de éste. Las arterias cerebrales que constituyen el polígono de Willis y las porciones proximales de este sistema anastomótico se encuentran situadas en las cisternas basales o sus prolongaciones, rodeadas de extensiones en forma de tubos. El conocimiento de estos datos anatómicos es esencial para comprender la fisiopatología, cuadro clínico y complicaciones de las HSA. Las diferencias estructurales de los vasos sanguíneos cerebrales con los del resto del organismo 70 hacen que las arterias intracraneales sean más susceptibles a sangrar. A diferencia de los vasos de la circulación general, los intracraneales forman una extensa red sobre la superficie del encéfalo, los surcos y cisuras cerebrales. Las paredes poseen escasas fibras musculares y están desprovistas de tejido de sostén, a lo que se suma la ausencia de lámina elástica interna y una adventicia poco resistente. Definición La hemorragia subaracnoidea (HSA) es la extravasación de sangre en el espacio subaracnoideo (ES) producida por la ruptura vascular. Se denomina primaria si el sangrado se origina directamente en el espacio comprendido entre la aracnoides y la piamadre y secundaria si la sangre proviene de los ventrículos o del parénquima cerebral. En este capítulo haremos sólo referencia a la hemorragia subaracnoidea primaria. Epidemiolo gía Epidemiología La incidencia anual de HSA muestra cifras entre 4 y 19,4 x 100 000 habitantes, lo que a simple vista muestra la variabilidad según los estudios. Constituye entre el 5 y el 10 % de todos los ictus, con una tasa de letalidad informada entre el 26 y el 58 %. La edad más frecuente de presentación está entre los 35 y 59 años, con afectación similar de ambos sexos, aunque la mortalidad es ligeramente superior en las mujeres. En EE.UU. la frecuencia anual es de 26 000 nuevos enfermos. En Cuba se ha calculado una incidencia anual de 30 x 100 000 habitantes. Causas Las malformaciones vasculares (MV) son la causa más frecuente de hemorragia subaracnoidea, de ella, las aneurismas saculares constituyen el 70 % de todos los casos. 1. Aneurismas saculares: son dilataciones de las arterias intracraneales producidas por un defecto de la pared arterial que determinan dilataciones ampollares de variable tamaño y paredes delgadas que hacen protusión en las arterias del círculo arterial de la base del encefálo o sus ramas mayores, localizados generalmente en sus bifurcaciones. Se considera que son de origen congénito, resultado de un defecto del desarrollo de las túnicas media y elástica, cuyo defecto se ve agravado por 71 los cambios degenerativos que provocan destrucción de la membrana elástica interna, el que es producido por las fuerzas hemodinámicas de la sangre. La incidencia familiar de aneurismas apoya la importancia de los factores hereditarios en la génesis de estos. La presencia de enfermedad aneurismática en gemelos, su asociación frecuente a otras malformaciones y enfermedades, como la displasia fibromuscular, el síndrome de EhlersDanlos, la enfermedad de moyamoya y los riñones poliquísticos, apoyan esta teoría. Como resultado de la debilidad local de las túnicas elásticas y media, la íntima arterial protuye hacia el exterior, y queda cubierta sólo por la adventicia, con crecimiento gradual del saco que puede llegar a la rotura. El tamaño de los aneurismas saculares varía desde pequeñas dilataciones de apenas 2 mm hasta aneurismas gigantes de más de 3 cm. También es de señalar la variabilidad de sus formas, unos son redondeados con una base ancha sin pedículos, otros se conectan con la arteria original a través de un largo pedículo mientras que otros son sólo dilataciones infundibuliformes. La frecuencia de aneurismas en la población se considera entre el 3,8 % y el 5 %, pero la ruptura se produce sólo en el 1,8 % de la población. 2. Malformaciones arteriovenosas(MAV): generalmente ocurre en personas más jóvenes, entre los 10 y 40 años. 3. Traumatismos craneoencefálicos. 4. Tumores cerebrales. 5. Discrasias sanguíneas. 6. Anticoagulantes. 7. Fibrinolíticos. 8. Infecciones: fiebre tifoidea, escarlatina. 9. Intoxicaciones: monóxido de carbono. 10. Hipertensión arterial. 11. Disección arterial intracraneal. 12. Inflamatorias (fiebre reumática, conectivopatía). 13. Tóxicos (cocaína, arsénico, anfetaminas). 14. Hepatopatías. 15. Veneno de serpiente. Pato genia Patog La hemorragia subaracnoidea se produce por la ruptura de la pared de un vaso cuyas paredes son anormales. La rotura puede ser una pequeña fisura con salida de un volumen pequeño que causa síntomas y signos menores o una rotura extensa que es lo más habitual, y da origen a un cuadro clínico grave. 72 En ocasiones la ruptura masiva ha estado precedida por varios episodios de fisuramientos pequeños con cefaleas o signos focales transitorios. Importancia tiene la llamada cefalea "centinela" en el diagnóstico precoz. Otras veces la salida de la sangre es consecuencia de la diapédesis a través de la red capilar en una pared alterada en el transcurso de una discrasia sanguínea, traumatismo o trastornos de la coagulación de la sangre. Lo cierto es que la irrupción brusca de la sangre al espacio subaracnoideo, eleva la presión intracraneal, produce distorsión mecánica de las estructuras encefálicas, perturba el metabolismo cerebral, puede ocasionar isquemia, espasmo vascular, disminución del oxígeno, alteración de los neurotrasmisores, bloqueo de las vías de la circulación del LCR y muerte. Existen factores que favorecen la aparición de una HSA como son: la hipertensión arterial, el estrés, el coito y los traumatismos entre otros. Cuadr o cclínico línico Cuadro Como en la hemorragia intracerebral, el cuadro clínico de la hemorragia subaracnoidea suele ser muy variable, lo que como ya apuntamos con anterioridad depende de distintos factores como son: la causa, el volumen y la localización del sangramiento. Otros factores no menos importantes son las cifras tensionales en el momento del sangrado, el estado de salud del individuo y la aparición de complicaciones inmediatas. La forma de presentación más frecuente y clásica es la de un paciente que de forma súbita presenta una cefalea intensa, referida usualmente por el enfermo como sensación de "estallido" de la cabeza o el dolor de cabeza más desgarrador de su vida. La cefalea está presente en el 90 y el 100 % de los enfermos, incialmente suele estar localizada para después ser sorda, pulsátil y generalizada. En ocasiones el paciente se queja de cefalea intensísima, que se acompaña de vómitos y cae al suelo con pérdida del conocimiento. Una tercera forma es la pérdida súbita de la conciencia sin previo aviso. Si la hemorragia es masiva el paciente puede fallecer antes de llegar al hospital. En el 50 al 70 % de los casos los enfermos refieren antecedentes de cefalea de perfil vascular, semanas o días antes de ocurrir la hemorragia, que resulta diferente a la cefalea crónica que frecuentemente padecen estos pacientes. Con relativa frecuencia se recogen antecedentes de déficits focales motores de carácter transitorio, dificultades en el lenguaje o trastornos sensitivos que son denominados como síntomas "centinelas" y que ha sido atribuido a la salida de pequeñas cantidades de sangre al espacio subaracnoideo. La ruptura de los aneurismas suelen ocurrir mientras el paciente está activo, realiza esfuerzos físicos, el coito, la defecación, estornuda o levantan objetos pesados. Es más rara durante el sueño. 73 En los sangramientos de menor volumen el conocimiento se puede recuperar en plazo de minutos u horas, pero persiste la cefalea que en ocasiones es intensa. Somnolencia, confusión, estupor y amnesia son frecuentes. La rigidez de la nuca puede ocurrir desde el primer momento o comenzar entre las 6 a 12 horas más tarde. El paciente se encuentra envarado. En el coma intenso no aparece en ocasiones. La presencia de signos meníngeos como, Kernig y Brudzinski, suelen estar presente en más del 50 % de los enfermos. La regla inicial es que no existen signos de focalización neurológica o estos son leves. Si hay hemiplejía, afasia, hemiparesia u otro trastorno focal se debe a la presencia de un coágulo o isquemia del territorio de la arteria del aneurisma roto. Estos defectos iniciales pueden desaparecer horas o días después. La localización del sitio del aneurisma roto desde el punto de vista clínico resulta difícil, pero en ocasiones algunos signos nos ayudan a realizar esta: – La parálisis del III nervio craneal, con ptosis, midriasis, diplopía y estrabismo divergente es un indicio de que el sitio de ruptura es el origen de la arteria comunicante posterior al nivel de la carótida interna. – La presencia de hemiparesia o afasia indican que el sitio de la ruptura es la bifurcación de la arteria cerebral media. – La parálisis de una o ambas extremidades inferiores sugiere la arteria comunicante anterior, así lo son igualmente el estado de mutismo acinético o la abulia. – La ceguera unilateral es un signo de aneurisma en el origen de la arteria oftálmica o al nivel de la bifurcación carotídea. – Otros signos y síntomas que nos orientan son la localización inicial de la cefalea, las hemorragias prerretinianas y el dolor monocular. La aparición de cefalea de extrema intensidad con preservación relativa de la conciencia, sin signos de focalización neurológica y signos meníngeos son indicativos de que ha ocurrido una hemorragia subaracnoidea. Síntomas frecuentes suelen ser las náuseas y los vómitos al inicio del cuadro clínico, que se acompañan con frecuencia de palidez, sudoración y frialdad de la piel. Transcurrido el período inicial, si el paciente se mantiene consciente suele manifestar fotofobia y dolor en el cuello y la espalda. Algunos pacientes pueden presentar convulsiones o hipertermia. Los trastornos del electrocardiograma se presentan en más del 5 % de los enfermos. Alteraciones del ritmo cardíaco, T elevada y aguda, P picuda, PR corto, segmento QT alargado y signos de isquemia subendocárdica se creen resultan de la elevación secundaria de las catecolaminas. Una tercera parte de los casos presenta una forma de instalación más lenta, con cefaleas que va en incremento en horas o días. Otros han tenido episodios de cefalea con anterioridad y son etiquetados de migrañosos. 74 El examen del fondo de ojo puede ser útil al demostrar la presencia de hemorragias subhialoideas o prerretinianas, que no son más que cúmulos de sangre en la capa superficial de la retina cuando el sangramiento ha ocurrido en los dos tercios anteriores de los vasos del polígono de Willis. Con el objetivo de lograr una uniformidad tanto en la valoración clínica como en la vertiente terapeútica se han elaborado escalas sobre la base de la existencia de cefalea, nivel de conciencia y síntomas asociados, de manera que permitan establecer un pronóstico y una terapéutica determinada. La primera de estas clasificaciones fue realizada por Botterell y colaboradores. Hunt y Hess, en 1956, modificaron la anterior, la que rápidamente fue aceptada y universalmente difundida. La Federación Mundial de Neurocirugía posteriormente creó una clasificación en la cual une la escala de coma de Glasgow a la presencia o no de defecto motor. Esta escala fue posteriormente modificada por Sano y Tamura. Fisher y colaboradores establecieron una clasificación que se basa en la presencia y disposición de la sangre en la TAC craneal. Clasificación de la Federación Mundial de Neur olo gía ología 75 Clasificación se gún la T A C de la HSA según TA (Clasificación de Fisher) Complicaciones de la hemor ra gia hemorra ragia subaracnoidea Neurológicas – – – – – – – – Resangramiento. Vasospasmo. Hidrocefalia. Edema cerebral. Hipertensión endocraneal. Crisis convulsivas. Herniación transtentorial. Hematoma intracerebral. No neurológicas – – – – – – – – – – – – – – Arritmias cardíacas. Infarto agudo del miocardio. Edema pulmonar. Tromboembolismo pulmonar. Trombosis venosa profunda. Disbalance hidromineral. Hemorragia digestiva. Sepsis generalizada. Broncoaspiración. Secreción inadecuada de ADH. Bronconeumonía. Úlceras de decúbito. Sepsis urinaria. Crisis psicóticas. 76 Sólo se describirán las complicaciones neurológicas por ser este un texto de neurología. Resangramiento: es la complicación más grave de la hemorragia subaracnoidea. Es más frecuente entre el 7mo. y 9no. días, puede ser precoz en las primeras 48 horas. El 20 % de todos los resangrados ocurren en las 2 primeras semanas. El 64 % aproximadamente ocurre en los primeros 30 días y el 75 % en los 2 primeros meses. Se evidencia por agravamiento repentino del enfermo, con depresión súbita del nivel de conciencia, trastornos del patrón respiratorio y de los signos vitales. El 67 % de los resangramientos son fatales. Vasospasmo: ocurre entre el 14 y el 40 % de los pacientes con HSA, en el transcurso de las 2 primeras semanas. El estrechamiento focal de una o varias arterias es más frecuente en aquellos vasos rodeados de volúmenes de grandes cantidades de sangre. Se debe sospechar ante cualquier déficit neurológico focal que ocurre entre el tercero y decimoquinto día. Su ocurrencia después de este período es raro. Su patogenia ha sido punto de controversia, pero todo parece indicar que es una consecuencia de la sangre y algún factor plaquetario o la hematina que actúan ocasionando vasoconstricción. Los hallazgos en las necropsias han demostrado la presencia de infarto isquémico en ausencias de oclusión o ateroesclerosis en el vaso que tiene el aneurisma. Se han postulado 3 mecanismos básicos por los cuales ocurre vasoconstricción de las arterias: – Denervación de la pared arterial. En este caso se plantea que la salida súbita y a alta presión de la sangre del vaso roto provocan ruptura mecánica de las fibras simpáticas que ascienden a través de la carótida y que son responsables de la vasodilatación de los vasos del polígono de Willis,así da origen a la vasoconstricción. Este fenómeno recibe el nombre de efecto Cannon y podría ser el responsable del vasospasmo que se produce en las horas inmediatas a la ruptura vascular. – Efecto constrictor sobre los vasos de los productos de degradación de la sangre. Esta teoría se basa en el efecto vasoconstrictor que poseen ciertas sustancias que se liberan tras la salida y degradación de la sangre tras la ruptura vascular. Estas sustancias son: endotelina 1, angiotensina, péptido intestinal vasoactivo, serotonina, norepinefrina, prostaglandina F2, leucotrienos, tromboxano A2 y otros más. Se produce un desequilibrio entre los factores que contribuyen a la vasodilatación y la constricción del endotelio vascular a favor de estos últimos, lo que trae como consecuencia el espasmo vascular. – Vasoconstricción proliferativa. Ocurre en la etapa tardía de la hemorragia subaracnoidea y es ocasionada por la proliferación de elementos inflamatorios responsable da la reparación del tejido dañado que ocasiona fibrosis y aumento del tejido conectivo en el sitio donde ocurrió la hemorragia. 77 Los vasos sometidos a espasmo crónico muestran necrosis de las células musculares de la media, infiltración de leucocitos, eritrocitos y mastocitos que pueden afectar hasta la región subendotelial. Existen factores que de una forma u otra contribuyen a la aparición del vasospasmo. Entre estos se encuentran los grandes volúmenes de sangre que llenan las cisternas de la base del cráneo, el desarrollo de una hipovolemia en el paciente, la hiponatremia, el resangramiento, la hipotensión arterial, el uso de agentes antifibrinolíticos, el aumento de la presión intracraneal, la anemia, la disminución del gasto cardíaco, la hipoxia y las arritmias cardíacas. Antes del advenimiento del Doppler transcraneal (DTC) la verificación del vasospasmo requería de la angiografía para verificar el diagnóstico. En la actualidad el DTC constituye una forma indirecta, pero segura de vigilar el calibre de los vasos por medio de la velocidad del flujo. Hidrocefalia: ocurre alrededor del 10 al 30 % de los enfermos con HSA. La irrupción de gran cantidad de sangre hacia los ventrículos o hacia el espacio subaracnoideo a través de los agujeros de Magendie o Luschka es la causa. Se debe sospechar en todo paciente que muestra un estado confusional o deterioro de la conciencia. Puede ser de carácter agudo o aparecer de forma tardía. Herniación transtentorial: el deterioro rápido de la conciencia con signos de tallo encefálico, como los signos oculares, midriasis unilateral, miosis, trastornos del ritmo respiratorio, signos de descerebración son manifestaciones de herniación transtentorial. Esta es la principal causa de muerte en la fase aguda de la enfermedad, estando relacionada con un gran volumen del sangrado, hidrocefalia o edema cerebral. Crisis convulsivas: entre el 10 y el 25 % de los pacientes con HSA debutan con una crisis convulsiva, fundamentalmente si se asocian con hematomas supratentoriales. Exámenes complementarios La tomografía computarizada es el examen de elección para diagnosticar la presencia de sangre, con una positividad superior al 95 %. Debe ser realizada con urgencia. En el segundo día la positividad de la TAC es del 90 %, a los 5 días del 80 % y al séptimo día es solo alrededor del 45 al 50 %. Además permite localizar el sitio de la hemorragia y sugerir la causa del sangramiento, que debe ser donde mayor es el acumulado de sangre. Otros datos que aporta, son la presencia de hemorragia o no en el interior de los ventrículos, existencia de hematoma intraparenquimatoso, otras posibles etiologías y la presencia de hidrocefalia (Figs. 4.1 y 4.2). 78 Fig.4.1. Imagen tomográfica donde se observa la presencia de sangre en espacio subaracnoideo y un aneurisma que parece corresponder a la arteria comunicante posterior izquierda. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Fig..4.2. Se observa TAC del mismo paciente donde visualizamos cómo la sangre ha penetrado en el interior del ventrículo lateral izquierdo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 79 Si la TAC es negativa y existe la impresión de que existe una HSA, se procederá a realizar punción lumbar con todas las precauciones necesarias, el paciente en decúbito lateral y aguja fina (22 ó 24). La punción es diagnóstica en el 100 % entre las 12 horas y los 14 días, su positividad desciende al 40 % a la 4ta. semana. El LCR es generalmente hipertenso con una presión que supera los 500 mm de agua. El aspecto es sanguinolento en la mayoría de los casos con una cuenta de eritrocitos superior al millón por milímetros cúbicos, después de centrifugado es xantocrómico. En las hemorragias leves el recuento de hematíes es del orden de los cientos. Si existen dudas de que la punción es traumática se recoge en 3 tubos y se valora por espectrofotometría, si el sobrenadante es xantocrómico entonces se trata de una HSA. La xantocromía persiste hasta alrededor del día 14. Las proteínas se encuentran elevadas y en ocasiones puede existir hipoglucorraquia. Entre el 2do. y 3er. días la cuenta leucocitaria se eleva hasta 3 000 por mm3 lo cual no nos debe confundir con la posibilidad de una sepsis del sistema nervioso central (SNC). Realizado el diagnóstico positivo de HSA, el paso siguiente será precisar la causa. La angiografía cerebral es el único medio de demostrar la presencia de un aneurisma o malformación vascular, las 2 causas más frecuentes de HSA. Tiene una positividad diagnóstica entre el 35 y el 90 % en casos de malformaciones. En manos expertas, a pesar de ser un examen no exento de riesgos, las complicaciones no sobrepasan el 1 %. Se estudiarán de forma sistemática los 4 vasos, comenzando siempre por el que se sospecha esté el vaso que sangró. El estudio de los 4 vasos debe hacerse teniendo en cuenta que los aneurismas son múltiples en alrededor del 20 % de los pacientes. Si la angiografía es negativa deberá repetirse (Figs. 4.3-4.5). Figs .4.3. Tomografía con contraste intravenoso, donde se observa la silueta de un gs.4.3. aneurisma de la arteria cerebral anterior derecha. Además la presencia de sangre en espacio subaranoideo. 80 Fig.4.4. Tomografía con contraste intravenoso, donde se observa la silueta de un aneurisma de la arteria cerebral anterior derecha. Además la presencia de sangre en espacio subaranoideo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). La resonancia magnética (RM) y la angiorresonancia magnética tienen valor para identificar aneurismas mayores de 5 mm; pero su alta tasa de falsos negativos hacen a la angiografía cerebral el método idóneo para el diagnóstico causal. El DTC es de gran utilidad para identificar el vasospasmo en la fase aguda. Es una técnica no invasiva, rápida y de bajo costo que puede realizarse junto al lecho del enfermo, permite el monitoreo del vasospasmo y muestra una buena correlación con la angiografía. Figs .4.5. Angiografía carotídea derecha donde se observa imagen angiográfica con gs.4.5. substracción que muestra la presencia del aneurisma citado anteriormente. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 81 Otros estudios resultan de gran importancia, entre ellos se destacan: – Hemograma – Coagulograma: sobre todo si hay sospecha de un trastorno de la hemostasia o si el paciente está sometido a medicación anticoagulante. – Ionograma: recordar que puede estar alterada la natriuresis y existir retención de agua. – Gasometría – Glicemia: puede estar elevada en los primeros días – Creatinina – Electrocardiograma: la hemorragia subaracnoidea se acompaña con frecuencia de alteraciones de la función cardíaca que sugieren isquemia subendocárdica y alteraciones del ritmo cardíaco. – Leucograma: puede existir leucocitosis, superior a las 15 000 células por mm3. Dia gnóstico Diagnóstico El diagnóstico de HSA se sospechará por el cuadro clínico descrito y confirmado por la TAC o punción lumbar. El diagnóstico diferencial incluye las siguientes situaciones clínicas. 1. Crisis de migraña. 2. Hemorragia intracerebral. 3. Síndrome neurológico infeccioso. 4. Intoxicaciones. 5. Traumatismo craneoencefálico. 6. Absceso cerebral. 7. Crisis epiléptica. 8. Arteritis cerebrales. 9. Tumor cerebral. 10. Encefalopatía hipertensiva. 11. Mielopatía aguda. 12. Ictus isquémico. 13. Cervicalgias. 14. Psicosis aguda. 15. Uso de drogas. Tratamiento Tratamiento preventivo 82 Si bien no es posible evitar las 2 primeras causas de HSA, es decir los aneurismas intracraneales y malformaciones vasculares, por ser 2 afecciones de origen congénito, existen algunos aspectos que nos permiten sospechar en algunos pacientes estas 2 posibilidades y tomar una conducta que contribuya a evitar la consumación de una HSA. En otras causas menos frecuentes, como son las infecciones, el abuso de drogas y el tratamiento anticoagulante, sí es posible tomar medidas enérgicas para evitar la HSA. Se deberán realizar, por tanto, las siguientes acciones: – Estudio exhaustivo de aquellos individuos en los cuales existe una historia familiar comprobada o sugestiva de HSA o malformación vascular. – Vigilancia y estudio de pacientes en los que existan enfermedades congénitas que se asocian con frecuencia a aneurismas intracraneales como son: riñones poliquísticos, coartación de la aorta, displasia fibromuscular y otras. – Estudio de aquellos pacientes con historia de cefalea vascular intratable. Debe recordarse que más del 80 % de los pacientes con HSA refieren historia previa de cefalea vascular rebelde a los tratamientos. – Tratamiento y control de la hipertensión arterial. – Estudio de los pacientes con manifestaciones clínicas sugestivas de compresión por malformaciones vasculares. – Diagnóstico precoz de la llamada "cefalea centinela" y su tratamiento adecuado. Tratamiento de la HSA consumada Con fines didácticos lo dividiremos en: A. Medidas generales. B. Tratamiento de las complicaciones. C. Tratamiento causal. El tratamiento de la HSA, deberá estar precedido de una clasificación de la misma según una de las escalas citadas anteriormente. A. Medidas Generales. 1. Ante la sospecha de HSA en un paciente este será remitido con urgencia a un centro especializado en la atención de pacientes con enfermedades cerebrovasculares, donde existan equipos multidisciplinarios suficientemente preparados. El traslado se hará en ambulancia de Cuidados Intensivos, con personal médico y de enfermería especializado siempre que el estado del enfermo lo permita. Los pacientes con grados IV y V si están en un centro hospitalario no deben ser trasladados y se solicitará la interconsulta de personal altamente calificado. 83 2. Reposo absoluto en cama sobre el plano horizontal en un local con iluminación tenue, ventilación adecuada, sin ruidos; hasta que se decida su intervención quirúrgica o de no ser susceptible de tratamiento quirúrgico, el reposo se mantendrá durante 21 días. 3. Aporte adecuado de líquidos y electrólitos. Con control del balance hidromineral. 4. Control adecuado de la tensión arterial. Evitar el descenso por debajo de 150 mm de la presión sistólica y 90 mmHg para la presión diastólica. 5. Usar ablandadores de las heces fecales para evitar la constipación y el esfuerzo físico. 6. Tratamiento de la cefalea mediante medicación analgésica. Evitar el uso de barbitúricos o sedantes del SNC. 7. Si hay agitación psicomotriz, usar haloperidol 1,5 mg i.m. c/6 a 8 horas. 8. Tratamiento sintomático de las naúseas y vómitos. 9. Control de los signos vitales c/2 horas. 10. Vigilancia estrecha de los signos neurológicos. 11. Si hay coma o incontinencia urinaria, practicar sondaje vesical. 12. Masaje pasivo de las extremidades y vendas elásticas para evitar los procesos tromboembólicos. B. Tratamiento de las complicaciones. Resangramiento. La medida ideal para evitar el resangramiento consiste en operar oportunamente dentro de las primeras 36 horas a todo paciente de los grados I, II y III de la clasificación de la Federación Mundial de Neurología y a continuación incrementar el volumen intravascular, manteniendo las presiones arteriales algo por encima de lo normal. Esto sin lugar a dudas reduce el riesgo de resangrado y la mortalidad, previene además el vasospasmo. Los pacientes con grado III en la escala de Hunt-Hess se deben manejar con cautela, pero si el estado general lo permite, la intervención quirúrgica parece ser aconsejable. Los pacientes con grado IV y V de la clasificación de la Federación Mundial de Neurología no parecen mejorar con la intervención quirúrgica y el pronóstico de éstos es sombrío. Vasospasmo. El uso de los bloqueadores de los canales del calcio se ha utilizado ampliamente para reducir el vasospasmo. De ellos el más utilizado es el nimodipino a dosis de 60 mg c/4 h durante 21 días. El nimodipino es un bloqueador selectivo de los canales de calcio, del grupo de las dihidropiridinas, que reduce la entrada del calcio extracelular al interior de las células musculares lisas arteriales. La restitución de fluidos y de sodio de manera temprana con soluciones cristaloides después de la obliteración temprana del aneurisma mantiene 84 la presión arterial ligeramente elevada como se señaló anteriormente y ayuda a reducir el riesgo de vasospasmo. Se ha utilizado con resultados favorables la terapia triple H, que consiste en hipervolemia, hipertensión y hemodilución. Esta terapia se ejecuta modificando los parámetros homeostáticos de manera fisiológica. En una etapa inicial se utilizan expansores sanguíneos y la hemodilución con el objetivo de incrementar el gasto cardíaco y por tanto la tensión arterial. Si la presión arterial no se modifica y la causa no es la hipertensión intracraneal se impone tratamiento con fármacos simpaticomiméticos. El objetivo de la hipervolemia es lograr una presión venosa central entre 8 y 10 mmHg. Habitualmente esto se logra con la administración de cristaloides a una dosis de 125mL/h, unido a albúmina humana al 20 %, 200 mL/h, todo lo que hace que aumente la presión de perfusión cerebral a consecuencia de un balance positivo de líquido. Debe reponerse además la diuresis que provoca la administración de volumen, lo que se realizará mediante la administración de solución salina al 0,9 %. La hemodilución hipervolémica es capaz de aumentar la perfusión cerebral. La expansión hipervolémica se debe realizar a partir de uso de fluidos como la albúmina humana y plasma, soluciones que tienen la propiedad de permanecer en el interior del espacio vascular. El hematócrito se debe mantener en valores entre 30 y 33 volúmenes % y una hemoglobina entre 10 y 12 mg/dL. La triple terapia H es en la actualidad el tratamiento de elección para el vasospasmo. Este tratamiento se debe realizar en unidades de cuidados intensivos donde existan condiciones tanto desde el punto de vista técnico como personal humano suficientemente preparado para mantener una monitorización continua hemodinámica y cerebral. Un método que ha tenido resultados alentadores en el tratamiento del vasospasmo cerebral refractario es la angioplastia con balón catéter. Tiene el inconveniente que sólo es posible su aplicación en algunas de las arterias proximales del polígono de Willis, mientras que en otras desde el punto de vista anatómico son inaccesibles, dada la angulación de ellas. En los últimos años se han desarrollado fármacos para el tratamiento del vasospasmo, cuyos resultados en la práctica clínica aún se encuentran en estudio. Entre estos se encuentran los inhibidores de la endotelina como el Ebselen y el PQ 123, entre otros. El uso del mesilato de tirilazad un 21aminoesteroides que actúa bloqueando la entrada intracelular de calcio y el activador hístico del plasminógeno abre nuevas y alentadoras perspectivas. No obstante lo anterior, el mejor tratamiento del vasospasmo es su prevención mediante la aplicación de una cirugía temprana en las primeras 72 horas y mejor aún la cirugía ultratemprana en las primeras 24 horas, 85 único método de remover los coágulos y su lavado y así evitar la liberación de sustancias vasoactivas causantes del espasmo vascular. Tratamiento de la hidrocefalia. La hidrocefalia puede aparecer de forma aguda en las primeras 24 horas por obstrucción del sistema ventricular o bloqueo de las cisternas de la base si el volumen del sangrado es amplio. Otras veces la hidrocefalia ocurre entre el 2do y el 7mo. día de forma subaguda; en otras ocasiones se produce más tardíamente. La TAC es fundamental para su diagnóstico. Si la hidrocefalia es comunicante, las punciones lumbares repetidas pueden resolverla. En ocasiones la resolución es espontánea. En los casos agudos y en los que la hidrocefalia sea obstructiva estará indicado el drenaje ventricular con monitorización de la presión intracraneal, se evitará su descenso brusco. Convulsiones. El tratamiento de las convulsiones se hará de forma enérgica; se evitará el uso de fármacos que depriman el SNC. Algunos autores prefieren el tratamiento profiláctico. En nuestra experiencia no lo recomendamos a no ser que el inicio del cuadro haya sido con una convulsión. De preferencia utilizamos la dife-nilhidantoína de inicio a dosis de 250 mg i.v. inicialmente seguido por dosis de 100 mg i.v. cada 6 horas. Si las crisis no se controlan tratamos al paciente según las normas para el estado de mal epiléptico. Hipertensión intracraneal. Lo más útil será siempre el monitoreo de la presión intracraneal (ver capítulo Hipertensión intracraneal). De manera general se consideran de utilidad las siguientes medidas: – Manitol 20 %: dosis de 0,25 a 1 g/Kg en bolo i.v. a pasar en 30 minutos, seguido de dosis cada 4 a 6 h. – Furosemida: 0,5 a 1 mg/kg: Total 80 mg i.v., seguido de dosis fraccionadas c/6 h. – Betametasona: 10 mg i.v. inicialmente, con dosis de mantenimiento de 4 mg c/6 h. C. Tratamiento causal. No es posible en tan breve espacio y tampoco es el objetivo de esta obra abordar el tratamiento caausal de todas las posibles causas de HSA. Nos referiremos sólo a la principal causa, la enfermedad aneurismática cerebral. El problema fundamental del tratamiento quirúrgico de los aneurismas cerebrales no es la decisión de la intervención, sino el momento en que esta debe ser realizada, así como la selección del método a emplear en los diferentes enfermos. El criterio que prevalece en la actualidad por mayoría consiste en operar en las primeras 36 a 48 horas, como ya señalamos, todos aquellos pacientes 86 de los grados I, II y III de la clasificación de la Federación Mundial de Neurología. Se ha probado que la intervención precoz, reduce la mortalidad, previene en el resangrado y el vasospasmo. En los grados IV y V no es recomendable la intervención quirúrgica. El método quirúrgico a utilizar está en dependencia de varios factores, como son, la localización del aneurisma, forma, tamaño, experiencia previa del equipo de neurocirujanos, recursos disponibles, número de aneurismas y otros. En los pacientes en que los aneurismas son inaccesibles al abordaje quirúrgico el método preferido es la obliteración endovascular. También se utiliza esta técnica en aquellos enfermos en los que en su estado general no es recomendable la intervención quirúrgica. Esta técnica es recomendable en las malformaciones arteriovenosas, cuando la arteria nutricia es accesible para el neurorradiólogo. Se han utilizado distintos tipos de agentes para lograr la oclusión del aneurisma, como materiales protombóticos o depósitos de coil. Si el abordaje quirúrgico es posible, entonces se empleará esta técnica. Algunos aneurismas se pueden ligar a nivel del cuello, excluyéndolos así de la circulación central, otros son removidos y en ocasiones se utilizan técnicas combinadas. Debemos dejar claro aquí que ha sido abandonado el empleo de agentes antifibrinolíticos para impedir la lisis del coágulo, así como el uso de agentes vasodilatadores para prevenir el vasospasmo, operar con prontitud es la medida más recomendable. Pronóstico El pronóstico de la HSA depende de varios factores, entre los cuales el más importante parece ser su causa. Otros factores importantes son la envergadura del sangramiento, el nivel de conciencia, el sexo, la edad y las complicaciones. La afectación inicial de la conciencia y los signos de focalidad neurológica son indicios de mal pronóstico. Aquellos enfermos con historia de sangrados previos, cifras tensionales elevadas, convulsiones, leucocitosis, arritmias cardíacas, suelen tener una peor evolución. El 25% de los pacientes con HSA muere en las primeras 24 horas, el resangramiento se produce en el 30 % de los enfermos en las primeras 4 semanas y en estos la mortalidad es superior al 40 %. Si el paciente se encuentra consciente en el momento de la angiografía el pronóstico es favorable. Un signo de buen pronóstico es la localización de la sangre en las cisternas que rodean el mesencéfalo 87 y la parte superior de la protuberancia. En estos casos es común que la angiografía no demuestre la presencia de un aneurisma. Si la causa de la HSA es una malformación arteriovenosa y el paciente sobrevive al período inicial el pronóstico resulta más favorable que en el caso de aneurisma cerebral. El intervalo entre el ingreso y el inicio del tratamiento es un factor pronóstico importante. Se ha demostrado que mientras más temprano arriba el paciente a un centro especializado, menor es la mortalidad. En los últimos 5 años se recibieron en nuestro servicio de urgencia un total de 149 pacientes con HSA, muchos de los cuales fueron remitidos a otros centros por no contar el nuestro con un servicio de neurocirugía, pero el 100 % de estos fueron seguidos. De ellos fallecieron 58 pacientes con una mortalidad del 39,1 %, similar a las cifras internacionales que sitúan la mortalidad entre alrededor del 40 %. 88 Biblio g rafía Bibliog Aaslid R, Hubaee P, Nornes H. Evaluation of cerebrovascular spasm with transcranial Doppler ultrasound. J Neurosurg 1984; 60:37-41. Adams RD, Victor M, Ropper AH. Principios de Neurología.1999; McGraw-Hill Interamericana. Sexta ed. p. 730. Alafaci C, Salpietro FM, Iacopino DG, Edvinsson L, Tomasello F. Endhothelin: an endothelium-derived vasoactive peptide and its possible role in the pathogenesis of cerebral vasospasm. Ital J Neurol Sci 1991; 12: 55-8. Al Rajeh S, Larbi EB, Bademosi O, Awada A, Yousef al Fraihi H. Stroke register: expierence from the eastern province of Saudi Arabia. Cerebrovasc Dis 1998; 8: 86-9. Alvarez-Li FC. Epidemiología de la enfermedad cerebrovascular en Cuba. Rev Neurol 1999; 29(9): 868-71. Alvarez-Li FC, Espinosa-Brito AD, Romero-Cabrera AJ, Gaimetea C. 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La elevación aguda de la tensión arterial sistémica que puede poner en peligro inminente la vida del paciente al comprometer órganos vitales como el cerebro, corazón o riñones, se define como crisis hipertensiva. En este capítulo sólo haremos referencia a aquella forma de crisis hipertensiva cuyas manifestaciones clínicas están confinadas al encéfalo o que cursan con síntomas y signos predominantemente encefálicos, lo que no significa que puedan concomitar con la afectación de otros órganos. Definición La encefalopatía hipertensiva (EH) es un síndrome clínico de instalación aguda caracterizado por una elevación rápida y grave de la tensión arterial, acompañado de cefalea intensa, náuseas, vómitos, síntomas difusos de un trastorno cerebral que puede evolucionar desde la confusión al coma y la muerte, asociado frecuentemente con signos focales o lateralizantes del encéfalo de carácter transitorio y reversible en su totalidad. 92 Cuadr o cclínico línico Cuadro Las manifestaciones de la EH suelen desarrollarse en un período de horas, rara vez alcanzan las 24 horas, aunque en ocasiones su desarrollo se prolonga algo más. El primero de los síntomas, que siempre aparece de manera constante, es la cefalea intensa en un paciente con historia previa de HTA, de larga evolución y mal controlada. En algunos casos el enfermo desconoce que padece de hipertensión arterial o es el resultado de una glomerulonefritis. También la EH puede ser el comienzo de un feocromocitoma. En el momento que el enfermo presenta síntomas neurológicos, la HTA suele haber llegado a su fase maligna. Las cifras tensionales están en el rango de 200 mmHg o más para la presión sistólica y en el orden de los 110 y 130 mmHg para la diastólica. La presión arterial media (PAM) es igual o superior a los 130 mmHg. Recuérdese que la PAM es igual a la tensión sistólica más dos veces la diastólica dividida entre tres: (PAM = PS + 2 PD). 3 Otros indicios del grado de severidad que ha alcanzado la hipertensión arterial son la presencia de signos de afectación renal y cardíaca, así como de retinopatía hipertensiva grado 4. Rara vez se desarrolla una EH con cifras tensionales más bajas, las excepciones son la eclampsia y la insuficiencia renal aguda en el niño. El cuadro clínico puede iniciarse con signos leves de desorientación o cambios de conducta. Estos cambios ligeros tienden a evolucionar hacia la confusión, el estupor y por último al coma y la muerte. En otras ocasiones el individuo manifiesta inquietud, irritabilidad, seguido de síntomas que recuerdan una psicosis aguda con agitación psicomotriz y alucinaciones severas; manifestaciones de un trastorno cerebral difuso. Las náuseas y los vómitos se observan en la mayoría de los enfermos. Las convulsiones pueden ser múltiples, frecuentes, tonicoclónicas, lateralizadas a un lado del cuerpo o de localización errática. Los signos de focalización neurológicos son: hemiparesias, debilidad en una extremidad, déficits sensitivos y visuales, trastornos de las funciones cerebelosas, o toma de los pares craneales. El interrogatorio al paciente, si es posible, a sus familiares o acompañantes y el examen físico detallado contribuyen en la mayoría de las ocasiones a esclarecer la causa de la EH. La encefalopatía hipertensiva es una complicación de la hipertensión arterial de cualquier causa. De ahí que sean múltiples las condiciones en las que esta se puede producir. 93 Causas I. Hipertensión arterial esencial (es la causa más frecuente). II. Enfermedades renales. – Glomerulonefritis aguda. – Estenosis de la arteria renal. – Insuficiencia renal aguda y crónica. – Displasia fibromuscular. III. Enfermedades inflamatorias de los vasos. – Arteritis infecciosas. – Angeítis alérgicas. – Arteritis granulomatosas. – Vasculitis en el curso de conectivopatìas (LES, esclerodermia). IV. Enfermedades endocrinas. – Síndrome de Cushing. – Tirotoxicosis. – Diabetes mellitus complicada. – Hipercalcemia. – Otras. V. Feocromocitoma. VI. Enfermedades del SNC. – Tumores. – HSA. – Hemorragia intraparenquimatosa. VII. Infecciones y toxinas. VIII. Drogas. – Cocaína. – Marihuana. – LSD, crack. IX. Fármacos. – Ingestión de fármacos. y IMAO. y Anfetaminas. y Simpaticomiméticos. y Corticosteriodes. y Fenilpropanolamina. y Otros. – Supresión de fármacos. y Clonidina. y Betabloqueadores. X. Toxemia gravídica. 94 Pato genia Patog El evento inicial en la encefalopatía hipertensiva es el aumento brusco y severo de la tensión arterial en el cual desempeña un papel preponderante el incremento de las resistencias vasculares sistémicas, resultado de un desequilibrio entre el nivel elevado de sustancias vasoconstrictoras (angiotensina, noradrenalina, endotelinas) y el descenso de las sustancias vasodilatadoras (factor de relajación del endotelio, prostanglandinas); lo que trae como consecuencia un aumento de la excreción de agua y sodio que conduce a una hipovolemia, lo que a su vez provoca más vasoconstricción y elevación de la presión arterial que conduce a la necrosis fibrinoide con daño de la pared arterial. La lesión del endotelio, el depósito de fibrina y plaquetas y la pérdida de la autorregulación al nivel de las arteriolas resultan en vasodilatación y distensión de estas, con exocitosis activa de agua hacia el parénquima cerebral y la consiguiente producción de edema cerebral. 95 Exámenes complementarios En el departamento de urgencias, ante la sospecha de EH, mientras se procede a tomar las medidas para yugular la crisis, se indicarán los exámenes complementarios siguientes. – Hemograma. – Ionograma. – Gasometría. – Orina. – Creatinina. – Acido úrico. – Glicemia. – TGO, CK, DHL. – Electrocardiograma. – Tomografía axial computarizada de cráneo (TAC). – Si se sospecha la ingestión de tóxicos, drogas o fármacos se indicará su dosificación en la sangre. La tomografía computarizada suele mostrar hipodensidad de la sustancia blanca, manifestación del edema cerebral, que suele ser más pronunciado hacia las regiones posteriores de los hemisferios cerebrales. La TAC permite descartar la existencia de lesiones estructurales como hemorragias intracerebrales, hemorragia subaracnoidea, absceso cerebral, tumor y otras. Una vez ingresado el enfermo en la Unidad de Cuidados Intensivos se procederá a realizar un estudio detallado de la HTA que comprenderá: – Conteo de Addis. – Filtrado glomerular. – Aclaramiento de creatinina. – Estudio del sedimento urinario. – Ecocardiograma. – Electroforesis e inmunoelectroforesis de proteínas en sangre. – Ultrasonido abdominal. – Renograma isotópico. – Urograma descendente. – Estudio de las catecolaminas (si se sospecha feocromocitoma). – Resonancia magnética nuclear cerebral . – Otros estudios se realizarán según la sospecha etiológica. Anatomía patológica El examen neuropatológico de los enfermos fallecidos en el curso de una encefalopatía hipertensiva puede revelar un aspecto bastante normal 96 desde el punto de vista macroscópico. En ocasiones el cerebro se encuentra aumentado de peso y tamaño como resultado de la tumefacción cerebral. También es posible observar hemorragias microscópicas. La presencia de un cono de presión cerebelosa es reflejo del aumento de la presión intracraneal en la fosa posterior. Desde el punto de vista microscópico se observan microinfartos diseminados en todo el encéfalo con necrosis fibrinoide de arteriolas y capilares y oclusión de la luz de estos vasos por trombos de fibrina. Estos cambios no se limitan al encéfalo y suelen hallarse en riñones, retina y otros órganos. Dia gnóstico Diagnóstico El diagnóstico positivo de encefalopatía hipertensiva resulta relativamente fácil para el médico avezado y siempre que se proceda con minuciosidad y rigor en la obtención de la historia clínica de un enfermo con una crisis hipertensiva. Existen situaciones con las cuales hay que establecer el diagnóstico diferencial, como son la cefalea intensa que acompaña con frecuencia a la elevación de la presión arterial, pero en la que no existen otros signos de EH. También habrá la posibilidad de hemorragia intracerebral, hemorragia subaracnoidea pero la TAC craneal las descartan. Las convulsiones epilépticas, los ataques transitorios de isquemia, el infarto cerebral, las intoxicaciones agudas y las encefalopatías de otros orígenes deben ser diferenciadas. El diagnóstico de encefalopatía hipertensiva debe reservarse para el síndrome descrito anteriormente y siempre se descartará ante la presencia de signos focales neurológicos de carácter permanente. Tratamiento El mejor tratamiento de la EH es la prevención de la HTA. Una vez conocido que el paciente es hipertenso, se realizara un adecuado y correcto control. La modificación del estilo de vida es la piedra angular del tratamiento de la mayor parte de estos pacientes. Evitar las situaciones que puedan ocasionar estrés en las actividades de la vida diaria, el control adecuado del peso corporal, la alimentación con una dieta balanceada con proteínas de origen vegetal, la restricción del consumo de sal y alimentos que contengan tiramina los cuales predisponen al aumento de la tensión arterial, unido a la supresión de la ingestión de alcohol, la erradicación del consumo de cigarrillos y el exceso de cafeína 97 combinados con la práctica sistemática de programas de ejercicios físicos contribuyen a una vida sana y mejor. Los enfermos con HTA, además de las medidas enunciadas anteriormente visitarán periódicamente a su médico para conocer de su estado de salud y recibir las orientaciones necesaria para su correcto control. En el curso de una EH el objetivo principal del tratamiento está encaminado a lograr la normalización de la HTA. Nunca estará de más recalcar que aun en presencia de una EH la reducción brusca de la presión arterial puede ser lesiva al reducir el flujo sanguíneo cerebral y disminuir la presión de perfusión en un encéfalo donde se han perdido los mecanismos de autorregulación. No se deberá jamás rebajar la PAM más allá del 25 % en las 2 primeras horas del tratamiento. Si el paciente se encuentra fuera del Servicio de Urgencias, previa su llegada al hospital, el fármaco de elección es la nitroglicerina, la cual se administrará por vía sublingual a una dosis de 1 mg. Si transcurrido 4 a 5 minutos no se ha logrado reducir la tensión arterial, se aplicará una nueva dosis, la que puede repetirse de 3 a 4 veces previa toma de la presión arterial. Debe recordarse que este medicamento puede incrementar la cefalea y que su vida media es muy corta. Otros fármacos que podemos utilizar a nivel prehospitalario son, el captopril a dosis de 12,5 a 25 mg por vía sublingual, se puede repetir de 2 a 3 veces según la TA. El metropolol en una sola dosis de 50 mg, el labetalol 100 mg en 2 dosis; así como los diuréticos hidroclorotiazida, clortalidona y furosemida. Debe evitarse el uso de la nifedipina sublingual por el riesgo que posee de provocar una reducción incontrolable de la tensión arterial y producir taquicardia refleja. En la Sala de Urgencias. Medidas generales 1. Colocar el paciente en decúbito supino con la cabeza elevada a 30 grados. 2. Si hay vómitos, ladear la cabeza del enfermo, pasar sonda nasogástrica y aspirar. 3. Canalizar vena profunda, extraer muestra de sangre para realizar los complementarios y mantener la vena canalizada. 4. Mantener vías aéreas permeables. Si hay secreciones, aspirar. 5. Proteger al paciente contra traumatismos si hay convulsiones. 6. Monitorear constantemente las funciones cardiorrespiratorias. 7. Pasar sonda vesical y medir diuresis. 8. Tratar las convulsiones según las normas establecidas (capítulo 12). Tratamiento específico Si las cifras tensionales son muy altas: nitroprusiato de sodio (excepto si existe la posibilidad de hemorragia subaracnoidea) a dosis de 0,5 a 0,8 mg 98 por kilogramo de peso por minuto, intravenoso, sin que las cifras de tensión arterial desciendan por debajo de 150 de sistólica y 100 de diastólica. Es el fármaco de elección como primera opción. Como alternativa se podrá utilizar labetalol a dosis de 20-40 mg i.v., seguida de dosis de 2 mg/min. Si la TA no es demasiado elevada podemos utilizar nitroglicerina intravenosa. No usar nunca: metildopa, clonidina o inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina. En caso de hemorragia subaracnoidea: utilizar nimodipimo a dosis iniciales de 90 mg intravenoso seguidas de dosis de mantenimiento de 60 mg c/4-6 horas. Si se asocia edema pulmonar se puede utilizar furosemida. Ante la sospecha de feocromocitoma se usará fentolamina. La fentolamina es una antagonista de los receptores alfa-1 y alfa-2 adrenérgicos muy balanceados para ambos. Es un fármaco muy seguro, no esta contraindicado en ninguna de las causas de crisis hipertensivas. En las pacientes con preeclampsia o eclampsia se recomienda el uso del sulfato de magnesio más un betabloqueante e hidralazina. Si el feto está a término lo indicado es la interrupción inmediata del embarazo por cesárea, dado el alto riesgo que comporta para el feto y la madre la posibilidad de graves complicaciones y muerte. Si aún el embarazo no ha llegado a las 25 o las 26 semanas la madre debe mantenerse ingresada en una UCI con tratamiento intravenoso continuo y vigilancia estrecha. En esta circunstancia esta contraindicado el uso de nitroprusiato y nitroglicerina ante la posibilidad de metahemoglobinemia fetal por acumulación de cianatos. Si hay evidencia de edema cerebral o aumento de la presión intracraneal se añadirá al tratamiento betametasona, 8 mg inicialmente por vía i.v., seguida de dosis de mantenimiento de 4 a 6 mg cada 6 horas. Todas las medicaciones de urgencia deben ir seguidas de agentes antihipertensivos de acción prolongada. El traslado se hará con urgencia a una unidad de cuidados intensivos para el seguimiento del paciente. Pronóstico y evolución La encefalopatía hipertensiva es una de la más graves complicaciones de carácter agudo de la hipertensión arterial. Si se deja evolucionar espontáneamente la muerte ocurre por aumento de la presión endocraneana que compromete los centros vitales del tallo cerebral a consecuencia del enclavamiento y falla cardiorrespiratoria. Si se realiza el diagnóstico temprano y las medidas necesarias se aplican con urgencia, el paciente suele recuperarse sin secuelas. 99 Biblio g rafía Bibliog Adams R D, Víctor M, Ropper AH. Principios de Neurología, 1997. 7ma ed. McGrawHill. México. Auer LM. The pathogenesis of hypertensive encephalopathy. Acta Neurochir 1978; Suppl 27:1. Bamford J, Sandercock P, Dennis M, et al. A prospective study of acute cerebrovascular disease in the community: The Oxfordshire Community Stroke Project. 1981-1086. J Neurol Neurosug Psychiatry 1990; 53: 16-25. The pathogenesis of hypertensive encephalopathy. Lancet 1954; 2: 201-5. Call G, Fleming M, Sealfon S, et al. Reversible cerebral segmental vasoconstriction. Stroke 1988; 19: 1159-62. Chester EM, Agamanolis DP, Banker BQ, Víctor M: Hypertensive encephalopathy: A clinicopathologic study of 20 cases. Neurology 1978; 28: 928. Collins R, Peto R, MacMahon S, et al. Blood pressure, stroke, and coronary heart disease. Lancet 1990; 335: 827-32. D´Archiardi R. Crisis hipertensiva. Act Med Colomb 1989; 14: 237. Díaz JG. Diagnóstico y tratamiento de la crisis hipertensiva. Univ Med 1990; 31: 50. Freis ED, Calabresi M, Castle CH, et al. 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Treatment of hypertensive crisis N Engl J Med 1991; 324:992. 100 Deficiencia motriz aguda simétrica Introducción En la práctica diaria todo médico alguna vez ha sido requerido por pacientes que solicitan de la atención urgente porque presentan un déficit motriz de comienzo súbito, más o menos agudo y de carácter simétrico, el cual puede afectar la marcha, la posición de pie o el uso de los miembros superiores. Esta circunstancia se puede presentar en el hogar del enfermo, en cualquier sitio de la atención primaria (consultorios, policlínicas), o en las salas de urgencias o centros hospitalarios en los que el paciente se encuentra ingresado. De lo anterior se infiere que este síndrome concierne a todos los profesionales médicos y no es exclusivo del neurólogo. La deficiencia motriz aguda simétrica (DMAS) obedece a múltiples causas y puede ser de carácter motor puro o acompañarse de otros síntomas como dolor, déficit sensitivos, calambres o parestesias. Ante un enfermo que exprese un déficit motriz agudo los objetivos diagnósticos a solucionar son: Primero: determinar si el paciente tiene una DMAS de origen orgánico, lo que equivale a realizar el diagnóstico positivo. Segundo: si se trata de una DMAS de origen orgánico, determinar la topografía de la lesión. En esencial conocer si se trata de un trastorno del sistema nervioso central (SNC), del sistema nervioso periférico (SNP), del músculo o de la unión neuromuscular. Tercero: precisar con la mayor urgencia la probable causa que nos permita una actuación terapéutica inmediata y eficaz. Diagnóstico positivo de la deficiencia motriz aguda simétrica Es tal vez la cuestión más importante, es decir, precisar si realmente se trata de una enfermedad orgánica o psiquiátrica. Muchas veces hemos 101 observado en los cuerpos de guardia con cuanta facilidad se asume que el paciente es un simulador o un histérico; sin que se haya realizado un análisis profundo. El interrogatorio detallado y el examen físico exhaustivo del enfermo son requisitos indispensables para el diagnóstico correcto Aun cuando las enfermedades psiquiátricas, puedan expresarse como astenia, debilidad o parálisis aparente, dándole importancia excesiva a ciertos indicios, antecedentes o a hechos coincidentes, sólo debemos realizar este diagnóstico después de un análisis minucioso de las circunstancias del proceso y de haber realizado un detallado examen del enfermo. Algunos aspectos resultan ser útiles para conseguir un diagnóstico de certeza: – En las parálisis histéricas se retienen los reflejos tendinosos y no existen atrofias musculares. – Pueden existir antecedentes de otros episodios similares con resolución total del déficit sin que se haya determinado la causa. – En los pacientes simuladores o histéricos el tono y la consistencia muscular son normales en músculos totalmente paralizados. – La observación de la marcha que no imita ningún trastorno neurológico, el examen del enfermo sin que este se percate que está siendo observado puede ser determinante. – La presencia de un trastorno de la sensibilidad que no guarda relación con el déficit motor o que no sigue el patrón de cambios sensitivos de una enfermedad orgánica sugiere un trastorno psiquiátrico. La pérdida de la audición, el olfato y la visión del mismo lado paralizado no se observa en los enfermos orgánicos. – Si le pedimos al paciente histérico o simulador que mueva las extremidades afectadas, los movimientos pueden ser lentos y a sacudidas y la palpación de los músculos nos puede informar de la contracción de músculos agonistas y antagonistas de forma simultánea e intermitente. – Si se le indica al paciente psiquiátrico de manera repetida que realice contracción muscular, es posible lograr movimientos en músculos "paralizados" que antes no movilizaba. – En las paraplejías histéricas la flexión del tronco produce flexión de ambas extremidades. – En los pacientes con déficits motores de miembros inferiores da resultado colocar al enfermo en decúbito dorsal y flexionar ligeramente las piernas sobre el muslo, generalmente los pacientes dejan caer las piernas sobre el lecho, lo que demuestra que no existe lesión orgánica. No obstante, ante estos hechos, en ocasiones resulta muy difícil realizar el diagnóstico positivo y así lo hemos observado, se hace necesario repetir el examen físico cuantas veces sea requerido por las circunstancias. 102 Diagnóstico topográfico Una vez determinada la naturaleza "no psiquiátrica" de la DMAS, corresponde establecer el nivel de la lesión o el trastorno funcional. Para un mejor entendimiento y desde el punto de vista práctico para hacer el diagnóstico causal la DMAS se divide en 4 grandes grupos topográficos. I. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso central. II. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso periférico. III. Déficit motriz agudo simétrico por enfermedades del músculo, o de la trasmisión neuromuscular. IV. Déficit motriz agudo simétrico que evoluciona por crisis episódicas. I. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso central. El examen físico unido al interrogatorio nos ayuda a sospechar aquellas alteraciones del sistema nervioso central que provocan este síndrome. La exageración de los reflejos, la presencia de clonus, el signo de Babinski; el nivel sensitivo en las lesiones medulares, los trastornos de conducta o de las funciones psíquicas superiores en las lesiones ence-fálicas, los trastornos esfinterianos, los patrones de alteraciones de la sensibilidad que siguen las vías lemniscales, las alteraciones del nivel de conciencia y los síntomas de afectación bilateral de pares craneales son manifestaciones que sólo se observa en las enfermedades del sistema nervioso central. II. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso periférico. La debilidad muscular con hipotonía, arreflexia osteotendinosa, atrofia muscular, la distribución predominantemente distal de la debilidad, la presencia de síntomas sensitivos como parestesias, disestesias y la distribución distal de los trastornos sensitivos con afectación de una modalidad má s que otra son signos a favor de lesión del sistema nervioso periférico (SNP). La ausencia de trastornos esfinterianos es otro indicio de lesión de los nervios periféricos. III. Déficit motriz agudo simétrico por enfermedades del músculo, o de la trasmisión neuromuscular. En este grupo se incluye un grupo de trastornos en los cuales existe una debilidad muscular profunda sin que existan cambios estructurales de las células nerviosas o fibras nerviosas periféricas. Se trata de un déficit motor puro sin trastornos sensitivos o de otra índole, con un cuadro clínico distintivo y anomalías bioquímicas o en el nivel microscópico. Se debe sospechar este diagnóstico ante todo déficit puro de carácter agudo. 103 IV. Déficit motriz agudo simétrico que evoluciona por crisis episódicas. Se trata de afecciones relativamente poco frecuentes en la práctica médica, caracterizada por un trastorno agudo de un ataque de debilidad motora que evoluciona por crisis de parálisis de la musculatura corporal sin afectación de pares craneales y como su nombre lo indica evoluciona por crisis de carácter periódico y que se describen más adelante en un capítulo de este texto. Causa de los síndromes de deficiencia motriz aaguda guda simétrica I. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso central. 1.1. Enfermedades cerebrovasculares. – Infarto bilateral de la arteria cerebral anterior (ACA). – Aneurisma de la arteria comunicante anterior (A com A). – Lesiones de la arteria basilar. – Hemorragia de tallo cerebral. – Infarto de tallo cerebral. – Oclusión de la arteria espinal anterior. – Síndrome del hombre en el barril. 1.2. Enfermedades que se presentan como un síndrome de sección medular. – Traumatismos raquimedulares. – Mielitis transversas. – Hernia discal de la línea media. – Absceso espiral epidural. – Hemorragia intramedular (tumores, MAV, etc.). 1.3. Esclerosis múltiple. 1.4. Tumores raquídeos. 1.5. Infecciones (tétanos, rabia, poliomielitis, TB). II. Déficit motriz agudo simétrico por lesiones del sistema nervioso periférico. 2.1. Poliomielitis. 2.2. Polineuropatías con parálisis motoras ascendentes con deficiencia variable de las funciones sensitivas y autonómicas. – Polirradiculoneuropatía aguda disinmune (síndrome de Guillain Barré [SGB]). – Mononucleosis infecciosa y polineuritis. – Polineuropatía aguda y hepatitis. – Polineuropatía diftérica. – Polineuropatía porfírica. – Polineuropatía urémica. 104 – Polineuropatía axonal aguda. – Neuropatía del enfermo crítico. – Polineuropatía tóxica (arsénico, talio). – Parálisis por garrapatas. – Intoxicación por mariscos. – Polineuropatía por fármacos. – Hipofosfatemia aguda. III. Déficit motriz agudo simétrico por enfermedades del músculo, o de la trasmisión neuromuscular. 3.1. Enfermedades de la unión neuromuscular. – Miastenia gravis. – Botulismo. – Síndrome de Eaton-Lambert (SEL). – Hipermagnesemia. – Mordedura de serpientes. – Intoxicación por organosfosforados. – Parálisis por fármacos. – Parálisis por succinilcolina. 3.2. Enfermedades del músculo. – Miopatía del enfermo crítico. – Polimiopatía alcohólica. – Polimiositis idiopática – Polimiositis viral. IV. Déficit motriz agudo simétrico que evoluciona por crisis episódicas. – Parálisis periódica hiperpotasémica. – Parálisis periódica normopotasémica. – Parálisis periódica adquiridas (tirotoxicosis, hiperaldosteronismo). – Parálisis periódica hipopotasémica. – Hiperpotasemia aguda. Resulta imposible hacer una descripción detallada de cada una de las causas del síndrome de deficiencia motriz aguda simétrica. Nos limitaremos a citar algunos aspectos de las principales causas. En capítulos posteriores trataremos el síndrome de Guillain Barré, la miastenia gravis, las parálisis periódicas y los traumatismos raquimedulares. Afectaciones vasculares como causa de DMAS. Las enfermedades cerebrovasculares son la causa principal de debilidad motora aguda del sistema nervioso, sin embargo en raras ocasiones producen una DMAS y sólo ocurre cuando la lesión isquémica o hemorrágica afecta a una arteria cerebral anterior y la otra es muy delgada, dependiendo ambos lóbulos 105 frontales de la irrigación de una sola arteria. Otra condición son los casos de aneurismas de la arteria comunicante anterior asociado a vasospasmo de las arterias cerebrales anteriores que da como resultado un síndrome frontal bilateral con un cuadro de abulia, mutismo aquinético, pérdida de la espontaneidad y paraplejía. Los síntomas frontales distinguen esta paraplejía de las ocasionadas por lesión medular. Las oclusiones de la arteria basilar también producen una DMAS. Además del déficit motor bilateral que puede afectar las 4 extremidades, con Babinski bilateral, existen con frecuencia signos oculomotores, o de otros pares craneales. La hemorragia pontina es cuadro agudo de cuadriplejia con pupilas puntiformes, coma, hiperventilación neurógena y signos de descerebración. Se acompaña de cefalea intensa y cifras tensionales elevadas. La oclusión de la arteria espinal anterior es un cuadro raro que determina una cuadriplejia o paraplejía espástica o flácida con afectación de la sensibilidad térmica y dolorosa con integridad integridad de la sensibilidad que cursa por el cordón posterior. Afectaciones que se presentan como un síndrome de sección medular y son causas de DMAS. Tienen como características generales presentarse como una paraplejía flácida, con nivel sensitivo y trastornos esfinterianos. La sección medular puede ser completa o incompleta. a) Absceso epidural. Casi siempre cursa con fiebre, dolor localizado en el raquis o a la presión o percusión de las vértebras. Pueden existir signos inflamatorios locales. La radiografía de la columna y en especial la TAC muestran las lesiones vertebrales. b) Mielitis transversa. Es un proceso inflamatorio casi siempre viral o posviral, puede ser febril o afebril. La mayoría de los pacientes muestran un ligero aumento de las proteínas del LCR y ligera pleocitosis. El curso puede ser reversible con curación entre la tercera y cuarta semanas, algunos enfermos quedan con graves secuelas. c) Traumatismos raquimedulares. El interrogatorio del paciente pone de manifiesto el antecedente del trauma. La debilidad motora puede estar acompañada o no de síntomas sensitivos, o trastornos esfinterianos. Los estudios radiográficos son diagnósticos de fracturas o aplastamiento vertebrales. La inmovilización del raquis y la remisión a un centro quirúrgico es de urgencia. d) Esclerosis múltiple. El inicio de la enfermedad en personas jóvenes es frecuente que adopte la forma de una paraplejía aguda. Con frecuencia el defecto motor es asimétrico, los reflejos profundos están exaltados y hay manifestaciones a otro nivel del SNC. e) Hernia discal central. Es más común en la región cervical o cervicodorsal. El diagnóstico se hace difícil en ocasiones, pero los antecedentes de cervicobraquialgias intermitentes, las edades jóvenes 106 de los pacientes y la exacerbación del dolor con los movimientos ayudan al diagnóstico. La TAC y la RMN son los exámenes indicados. f) Otras afectaciones. Incluyen el inicio de algunos tumores, aunque generalmente hay signos anteriores al déficit motor. Los sangramientos de las malformaciones vasculares o por el uso de los anticoagulantes y el infarto isquémico de la médula espinal, son causas poco frecuentes. Deficiencia motriz por enfermedad de la neurona motora. Poliomielitis anterior aguda. En los países en los cuales existe un programa de vacunación los casos de poliomielitis son muy raros, pero otras infecciones causadas por enterovirus, herpes y la parotiditis pueden dar lugar a un cuadro clínico idéntico. La poliomielitis anterior aguda es un trastorno caracterizado por debilidad muscular asimétrica con arreflexia, fasciculaciones y atrofia muscular precoz. La deficiencia motriz se desarrolla con rapidez y alcanza su mayor intensidad en menos de 48 horas y con afectación frecuente de la musculatura bulbar y respiratoria, por lo que requiere de respiración artificial. La debilidad se acompaña de fiebre y una meningitis aséptica sin síntomas sensitivos. A medida que los músculos se debilitan aparecen fasciculaciones. Los reflejos osteotendinosos están abolidos. La parálisis de la musculatura bulbar ocurre en aproximadamente un tercio de los casos y suele afectar con mayor frecuencia a individuos jóvenes. Trastornos vegetativos como hipertensión arterial, hipotensión arterial, cianosis y signos de shock son complicaciones graves. La causa de la enfermedad es uno de los 3 tipos de poliovirus. Estos son virus pequeños del grupo enterovirus de la familia picornavirus. Están formados por RNA y existen los tipos 1, 2 y 3. No tienen huésped o reservorio natural conocido, son infectantes para algunos primates y el hombre. En los lugares donde no existen programas de vacunación la enfermedad se desarrolla fundamentalmente en niños que habitan en condiciones sanitarias deficientes y que entran en contacto con virus fecales durante los primeros meses de vida. Durante las epidemias los poliovirus se pueden aislar con facilidad en la faringe y materias fecales de individuos con la infección o no. Deficiencia Motriz simétrica aguda por enfermedades del nervio periférico. Síndrome de Guillain-Barré. Es la causa más frecuente de debilidad muscular de comienzo agudo en aquellos países donde se ha erradicado la poliomielitis anterior aguda. Dada su importancia se tratará en el capítulo siguiente. Neuropatía del enfermo crítico. Se trata de un proceso de descripción relativamente reciente. No existen estadísticas fiables sobre su prevalencia, aunque se estima que hasta el 70 % de los enfermos con una sepsis 107 generalizada ingresados en las unidades de cuidados intensivos desarrollan una neuropatía. La mayoría de los casos se trata de individuos del sexo masculino con edad superior a los 50 años que han tenido una mala evolución de su enfermedad de base con sepsis y falla multiorgánica lo que ha requerido de una estancia prolongada en estas unidades. La forma de presentación usual es una dificultad para la extubación del enfermo cuyo examen físico revela un déficit motor de las extremidades inferiores con predominio distal, pero que en los casos más grave se trata de una cuadriplejía con debilidad motora de los músculos del diafragma y del tórax, lo que impide la terminación de la ventilación. Los nervios craneales están indemnes, mientras que los reflejos osteotendinosos se encuentran abolidos. Si la exploración sensitiva es posible, esta revela una afectación constante de la sensibilidad. No se ha podido precisar con exactitud la patogenia de la enfermedad, varios factores han sido evocados como su causa, entre estos se señalan: déficits nutricionales, falla hepática y renal, alteraciones del equilibrio hidromineral y otros, pero ninguno ha sido probado. La electroneurografía muestra que se trata de una neuropatía axonal con afectación predominantemente motora. El diagnóstico diferencial incluye todas aquellas afecciones que pueden causar dificultad para la extubación y que no han sido previamente diagnosticadas, tales como la enfermedad de la motoneurona, la miastenia gravis, la forma axonal del síndrome de Guillain-Barré, las neuropatías tóxicas, la miopatía del enfermo crítico y otras. Neuropatía de la porfiria intermitente aguda. La porfiria intermitente aguda es una enfermedad autosómica dominante que afecta con mayor frecuencia al sexo femenino. El 85 % de los casos afectados muestran una disminución de la enzima uroporfirinógeno I-sintetasa inferior al 50 % de su concentración en sangre. La disminución de la síntesis hepática de esta enzima en condiciones especiales tales como ciertos tóxicos, medicamentos, infecciones y cambios hormonales desencadenan la crisis. Estas crisis se inician con un cuadro de dolor abdominal, náuseas y vómitos. En aproximadamente el 75 % de los enfermos se desarrolla una polineuropatía grave de curso rápido con debilidad muscular aguda y de carácter simétrico, a menudo están afectados los nervios sensitivos y neurovegetativos. Los síntomas se inician en las porciones distales de los miembros inferiores y luego ascienden para afectar la musculatura de los miembros superiores y la respiratoria, originan una insuficiencia respiratoria aguda. Los pacientes que tienen un curso más grave suelen mostrar afectación de la musculatura bulbar y parálisis facial. Otros síntomas frecuentes son las manifestaciones psiquiátricas como, irritabilidad, depresión, cambios de carácter, insomnio, alucinaciones, 108 confusión y psicosis, que aparecen aproximadamente en el 70 % de los enfermos. Las convulsiones se manifiestan en el 20 % de los pacientes. El diagnóstico se realiza mediante la determinación de ácido delta aminolevulínico, porfibilinógeno y uroporfirina en la orina del paciente durante la crisis. La uroporfirina le confiere a la orina un color seudocolúrico, la que al exponerse a la luz se torna de color oscuro. La enfermedad se caracteriza por ataques recurrentes, precipitados por fármacos como la etosuximida, estrógenos, barbitúricos, sulfamidas y griseofulvina. El desarrollo de una crisis antes de la pubertad es raro y lo más probable que la enfermedad comience en la adolescencia o al principio de la vida adulta. El estudio electrofisiológico demuestra que se trata de una neuropatía axonal mixta predominantemente motora. El tratamiento más efectivo consiste en la administración por vía parenteral de arginato de hematina a dosis de 2 a 3 mg/ kg/día en solución salina al 0,9 %. Otras medidas no menos importantes son el tratamiento del dolor, la corrección de los desequilibrios hidroelectrolíticos y la ventilación mecánica. El tratamiento de las convulsiones es uno de los problemas más complejos, dado que la mayor parte de los antiepilépticos están contraindicados al agravar la crisis. Neuropatía por arsénico. El arsénico es un tóxico empleado ampliamente en insecticidas, pesticidas y rodenticidas, por lo que su ingestión se puede realizar de manera incidental o con fines suicidas. Las manifestaciones consisten en un cuadro de dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarreas que aparecen minutos u horas después de su ingestión. A los síntomas anteriores se añaden manifestaciones del sistema nervioso central, tales como, alucinaciones, delirios y psicosis. Si el paciente sobrevive a la intoxicación aguda puede aparecer en un intervalo de 8 a 10 días una polineuropatía con síntomas de quemazón, parestesias dolorosas en las manos y los pies, que se acompaña de debilidad distal de carácter progresivo. Si la neuropatía es severa la debilidad puede afectar la musculatura del tronco y respiratoria que requiere ventilación asistida. Los reflejos profundos están perdidos de forma proporcionada con la afectación sensitiva. Los estudios neurofisiológicos demuestran que se trata de una neuropatía axonal, aunque en estadios precoces hay signos de desmielinización. El diagnóstico del envenenamiento por arsénico se realiza mediante la demostración de aumento de las concentraciones de este en el pelo y la orina del paciente. El arsénico se deposita en el pelo 2 semanas después de la exposición. Una concentración superior a 0,1 mg/100 mg de pelo es indicativa de exposición a arsénico. La excreción urinaria de 0,1 mg por litro de orina es diagnóstica de intoxicación arsenical. El tratamiento de sostén es uno de los aspectos fundamentales en el manejo de estos pacientes. La intoxicación aguda se trata mediante el 109 quelante BAL, aunque no se ha demostrado su valor terapéutico sobre la neuropatía. Otro agente utilizado por algunos autores es la penicilamina, aunque no se disponen de estudios que evalúen sus beneficios en pacientes con polineuropatía arsenical. Neuropatía aguda hipofosfatémica. Se trata de una neuropatía sensitivomotora que ocurre en la mayoría de las ocasiones en individuos que reciben hiperalimentación parenteral. Los síntomas iniciales consisten en parestesias en la boca, lengua, dedos de las manos y los pies a los que siguen, en el transcurso de unos días, una debilidad generalizada de curso agudo tras la alimentación de una dieta carente de fósforo. La debilidad puede progresar hasta la insuficiencia respiratoria. La administración por vía parenteral de fósforo produce recuperación en el plazo de unas horas. Parálisis por garrapatas. Se trata de una afección rara debido a la toxina por la garrapata grávida de las especies Dermacentor andersoni propia de los bosques de Canadá y la región noroeste de los Estados Unidos y de la especie Dermacentor variabilis propia del perro en el sudeste de los Estados Unidos. Ocurre durante el período de primavera, fundamentalmente en niños que han permanecido a la intemperie y en los que las garrapatas adultas se han fijado al cuerpo. La neurotoxina provoca una parálisis flácida generalizada con ausencia de los reflejos profundos y ataxia. Si no se extrae la garrapata, la enfermedad evoluciona hacia la parálisis respiratoria y la muerte. Los estudios electrofisiológicos demuestran la presencia de una neuropatía axonomielínica. Polineuropatía diftérica. Se trata de una polineuropatía excepcional en la actualidad, debida a los efectos neurotóxicos de la exotoxina del bacilo Corynebacterium difphteriae. Los síntomas iniciales de la enfermedad están caracterizados por la infección faríngea, y luego siguen las manifestaciones de la neuropatía. La acción local de la exotoxina provoca parálisis de los músculos de la faringe, produce voz nasal y disfagia en un período de 7 a 14 días después de haber comenzado la infección. Días más tarde hay pérdida de la acomodación con conservación de las demás funciones pupilares. Cuatro a ocho semanas después aparece una neuropatía sensitivomotora caracterizada por una debilidad de inicio agudo que afecta las 4 extremidades simultáneamente o que puede descender desde los miembros superiores a los inferiores impidiendo la marcha y la bipediación. La afectación de los músculos de la respiración ocasiona insuficiencia respiratoria grave que obliga a la ventilación mecánica. La afectación de la musculatura cardíaca y la bulbar son indicios confiables que hacen pensar en esta afección. La administración de antitoxina diftérica en las primeras 48 horas de la enfermedad reduce la gravedad de la neuropatía, transcurrido este período la aplicación de la antitoxina es inefectiva y el tratamiento será sintomático. Si el enfermo supera la fase de insuficiencia respiratoria, la recuperación total es la regla. 110 Polineuropatía por neurotoxinas marinas. Las toxinas marinas son sustancias inodoras, insípidas y termoestables que poseen una alta toxicidad para el sistema nervioso. Existen al menos 4 tipos: tetrodoxina, saxitoxina, brevitoxina y ciguatoxina capaces de provocar trastornos en el ser humano. Estas toxinas actúan bloqueando los canales de sodio del sistema nervioso, es causa frecuente de envenenamiento en todas las regiones del mundo. La intoxicación resulta de comer pescado que se ha alimentado con dinoflagelados microscópicos que generan alrededor de 12 diferentes tipos de toxinas. Estas se absorben rápidamente por el tracto gastrointestinal. Los síntomas aparecen entre los 5 y 30 minutos tras la ingesta y consisten en diarreas, vómitos y cólicos abdominales. A continuación aparecen parestesias periorales que se extienden hacia el cuello y las extremidades, acompañados de incoordinación motora, debilidad muscular y parálisis respiratoria que evoluciona hacia la muerte si no se impone ventilación respiratoria. Los estudios electrofisiológicos demuestran latencias sensitivas y motoras prolongadas con disminución de la velocidad de conducción. El examen del tejido contaminado y los peces consumidos son imprescindibles para el diagnóstico. El método diagnóstico que se recomienda es el bioensayo en el ratón. El radioinmunoensayo y la técnica de ELISA se emplean en el diagnóstico del envenenamiento por saxitoxina. Si ha transcurrido poco tiempo de la ingestión de las toxinas, el lavado gástrico y la administración de carbón activado disminuyen la intensidad de las manifestaciones. Si existe compromiso respiratorio está indicada la ventilación mecánica. El uso de la benzedrina ayuda a la respiración artificial y disminuye el tiempo para la recuperación. Transcurrida la etapa aguda la recuperación es la regla. Deficiencia motriz aguda por enfermedades del músculo y la unión neuromuscular. Miastenia gravis. Es una enfermedad autoinmune caracterizada por debilidad muscular que empeora por el ejercicio y mejora o desaparece tras el reposo. El capítulo 8 de esta obra está dedicado a esta. Miopatía del enfermo crítico. La descripción de esta entidad es de fecha reciente. Los síntomas consisten en dificultad para la extubación con cuadriplejía a los que pueden asociarse oftalmoplejía, parálisis facial o de otros pares craneales. Los reflejos osteotendinosos están disminuidos o abolidos. Existen desde el punto clinicopatológico 2 entidades bien caracterizadas: la forma con predominio de la pérdida de miosina y la forma necrotizante. La miopatía con pérdida de la miosina afecta a pacientes con enfermedades variables tales como estado asmático, enfermos con lupus eritematoso sistémico, trasplantados pulmonares, cetoacidosis diabética y otras afecciones. El hecho común a todos es la presencia de un síndrome febril. Su aparición no está limitada a enfermos críticos, puede 111 aparecer en pacientes con buen estado general. Se caracteriza por debilidad de curso progresivo que evoluciona en plazo de 2 semanas hasta la insuficiencia respiratoria. Los estudios electrofisiológicos muestran las características de una miopatía. La anatomía patológica evidencia una pérdida de los filamentos de miosina. El uso de corticoesteroides está vinculada a su aparición, pero se diferencia de la miopatía crónica esteroidea en la que la debilidad está confinada a miembros inferiores y la anatomía patológica muestra atrofia de las fibras tipo II. La miopatía necrotizante aparece en enfermos tras recibir pancuronio o vecuronio y que han ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos por un estado asmático. También se ha señalado su relación con ciertas infecciones, tales como: fiebre tifoidea, estafilococos aureus, leptospiras, virus de la influenza A y B y legionella. La necrosis muscular puede ser severa con mioglobinuria e insuficiencia renal. El estudio electrofisiológico demuestra el carácter miopático del trastorno. En los pacientes en los cuales se han empleado altas dosis de vecuronio el estudio neurofisiológico muestra una alteración de la trasmisión neuromuscular y la determinación de la creatinofosfoquinasa está muy elevada. El estudio anatomopatológico muestra necrosis de las fibras I y II con vacuolas y miofibrillas invadidas por macrófagos. No existe tratamiento específico. Botulismo. El botulismo es una enfermedad rara causada por la exotoxina del agente Clostridium Botulinum. Se conocen hasta la fecha 7 tipos diferentes de toxinas. Las exotoxinas son termolábiles y son destruidas a temperatura de 85 grados mientras las esporas resultan resistentes al calor. Se ha determinado con exactitud el mecanismo de acción y el sitio de acción de la toxina botulínica. La acción de la toxina acontece al nivel de las terminaciones presinápticas de la unión neuromuscular. La toxina actúa interfiriendo con la descarga de los cuantos de acetilcolina. Las manifestaciones clínicas comienzan 12 a 36 horas después de la ingestión de los alimentos contaminados. Los primeros síntomas suelen ser náuseas y vómitos seguidos de síntomas del sistema nerviosos como visión borrosa, diplopia, parálisis de los músculos extraoculares, estrabismo, ptosis palpebral, disfagia, voz nasal, disartria e incapacidad para la fonación. A estas manifestaciones se añaden con rapidez debilidad de la musculatura de la cara, cuello, tronco y extremidades. Se produce parálisis de la respiración con extrema rapidez. Pueden aparecer síntomas autonómicos de bloqueo parasimpático como boca seca y trastornos pupilares. El diagnóstico de botulismo se realiza mediante la comprobación de la presencia en el suero o en las heces fecales del enfermo de la toxina botulínica. El estudio neurofisiológico apoya el diagnóstico y los hallazgos consisten en 112 reducción del potencial evocado motor con amplitud, latencia y velocidad de conducción normal con incremento de la amplitud con la estimulación nerviosa repetitiva que puede llegar a ser hasta del 40 %; presencia de potenciales miopáticos en el EMG y aumento del jitter en el EMG de fibra única. El tratamiento consiste en las medidas específicas para todo paciente ventilado. Se debe aplicar antitoxina trivalente una vez realizado el diagnóstico, la que se administrará por vía intravenosa a dosis inicial de 10 000 unidades, seguidas de dosis de 50 000 unidades por vía intramuscular diariamente hasta que se inicie la mejoría. El uso del clorhidrato de guanidina a dosis de 50 mg/kg de peso mejora la debilidad de la musculatura extraocular o la de las extremidades. Otro fármaco utilizado con el fin de mejorar la debilidad es la aminopiridina. El empleo de la plasmaférisis y los esteroides no han demostrado ser útiles. Intoxicación por organosfosforados. Los organosfosforados pueden producir trastornos del sistema nervioso por envenenamiento agudo. Desde 1945 a la fecha se han utilizado más de 15 000 compuestos de esta categoría como parte integrante de venenos para ratas, cucarachas, fabricación de cerillas e insecticidas. Todas estas sustancias producen inactivación de la acetilcolinesterasa. El efecto inmediato se manifiesta con síntomas como cefalea, sudoración, cólicos abdominales, salivación, sibilantes secundarios al espasmo bronquial, vómitos, miosis, fasciculaciones y debilidad muscular. El tratamiento con atropina y pralidoxina corrige el trastorno. Un efecto retrasado de la intoxicación por organosfosforados es el desarrollo de una polineuropatía sensitivomotora, aunque predominantemente motora y distal que aparece de 2 a 3 semanas después de la exposición al tóxico. También se ha descrito una forma intermedia de aparición entre las 24 y 96 horas después de la etapa aguda que produce un cuadro clínico caracterizado por debilidad y parálisis de los músculos proximales de las extremidades, nervios motores craneales, músculos del cuello y músculos de la respiración. La parálisis de la respiración dura de 2 a 3 semanas; pero puede llevar a la muerte. Síndrome de Eaton-Lambert. Se trata de un síndrome miasteniforme descrito por primera vez por Rooke, Eaton y Lambert en 1956 y caracterizado por debilidad muscular que mejora tras el ejercicio, acompañado de síntomas autonómicos y pérdida de los reflejos profundos. Este síndrome se debe a la presencia de anticuerpos contra los canales de calcio dependientes de voltaje en la terminación nerviosa motora presináptica. Los canales de calcio están enlazados de manera cruzada y agregados por anticuerpos del tipo IgG de los enfermos, de manera tal que su número resulta disminuido. Todo lo anterior trae como consecuencia una disminución de la descarga de los cuantos de acetilcolina, mientras que los receptores se encuentran normales. El síndrome se ha asociado a la presencia de carcinomas, en especial el carcinoma en células de avena de pulmón, aunque también se ha 113 descrito asociado a carcinomas de mama, recto, estómago, próstata y linfomas. En un tercio de los casos no se encuentra tumor. Las mujeres están afectadas con mayor frecuencia que los hombres. Los primeros síntomas consisten en dificultad para ascender escaleras, levantarse de una silla y caminar, posteriormente se afectan los músculos de la cintura escapular. El trastorno es señalado como de tipo miasteniforme al incrementarse la debilidad con el ejercicio, pero puede ocurrir incremento de la fuerza muscular transcurridas las primeras contracciones. La presencia de diplopia, ptosis palpebral, disfagia y disartria es rara. Otros síntomas que se pueden observar son, sequedad bucal, dificultad para orinar, estreñimiento e impotencia como manifestación de afectación del sistema neurovegetativo. La ausencia de reflejos profundos es expresión de una polineuropatía sobreañadida. En general los síntomas evolucionan de forma subaguda. Se han descrito casos con afección de la musculatura respiratoria que han necesitado de ventilación respiratoria. El tratamiento consiste en administrar clorhidrato de guanidina a dosis de 20 a 30 mg/ kg de peso en 2 ó 3 dosis diarias. Ha mostrado un efecto mejor el uso de la 3,4-diaminopiridina a dosis de 20 mg por vía oral 4-5 veces al día, conjuntamente con piridostigmina. Otra forma de tratamiento que ha demostrado ser útil es la combinación de prednisona con azathioprina en días alternos o la combinación de plasmaférisis con prednisona y azathioprina. Mordeduras de serpientes y picaduras de insectos. El veneno de ciertos tipos de serpientes que contienen toxinas tiene consecuencias para el sistema neuromuscular, el corazón y la coagulación y son responsables de mortalidad en diversas regiones del mundo. El cuadro clínico se inicia por dolor e inflamación local a los que siguen cefalea, vómitos, parestesias locales, ptosis palpebral, midriasis y parálisis oculares, luego se produce la parálisis de las extremidades y de la musculatura respiratoria. Otras manifestaciones sistémicas son la hemorragia subaracnoidea y la hemorragia intracerebral. Similares efectos sobre los seres humanos pueden ocasionar ciertas especies de lagartos, arañas, alacranes y escorpiones. Las picaduras de determinados insectos como, abejas, hormigas y avispas producen efectos graves debido fundamentalmente a reacciones de hipersensibilidad. El tratamiento se hará siempre con el antídoto específico si se conoce, de lo contrario se empleará antídoto polivalente. Déficit motriz agudo simétrico que evoluciona por crisis episódicas. Se incluyen en este epígrafe un pequeño grupo de entidades cuya característica común es la de evolucionar con debilidad muscular por crisis. Se trata de enfermedades relativamente raras de difícil diagnóstico; pero que por su interés hemos incluido en el capítulo 9 de esta obra. 114 Biblio g rafía Bibliog Asbury AK, Arnason BGW, Adams RD. The inflamatory lesion in acute idiopathic polyneuritis. Medicine 1969; 48: 173-9. 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Phyladelohia, Saunders, 1993, 1161-68. 116 Síndrome de Guillain Barré Introducción En el capítulo anterior hicimos referencia al síndrome de déficit motor agudo simétrico(DMAS) y entre sus causas mencionamos al síndrome de Guillain Barré (SGB). Por ser esta la causa más frecuente de debilidad motora en los países desarrollados del mundo y por haberse erradicado la poliomielitis en nuestro país gracias a la campaña de vacunación masiva llevada a cabo contra esta enfermedad, se convirtió el SGB en la principal causa de parálisis muscular aguda en Cuba, y por lo tanto hemos decidido incluir entre las urgencias neurológicas un capítulo acerca de este tema. El diagnóstico, tratamiento y manejo general de un paciente con SGB requiere de capacidad y experiencia. No compete el diagnóstico sólo al neurólogo, este trastorno puede aparecer en cualquier lugar y el paciente acudir tanto al médico de atención primaria como a una sala de urgencia en busca de ayuda. Por lo que el médico de atención primaria, así como aquellos que brindan sus servicios en departamentos de urgencias, o en cualquier centro de atención médica deben conocer de manera general y estar informados de este trastorno, pues su diagnóstico depende del grado de sospecha que exista. Se trata de una enfermedad grave y potencialmente fatal para la vida del enfermo. Su recuperación está directamente relacionada con la aplicación de un tratamiento precoz en aquellos centros donde existe un alto nivel de atención y capacidad científica donde el enfermo reciba los cuidados que esta afección necesita. El tratamiento de los enfermos con un SGB requiere de una observación estrecha y constante, como se verá más adelante. Muchos de estos pacientes evolucionan hacia formas graves de la enfermedad y necesitan para su manejo el ingreso en unidades de cuidados intensivos(UCI). La atención requiere de personal altamente calificado, tanto médico como de enfermería, que 117 debe estar familiarizado con aspectos tan importantes en el cuidado de este tipo de enfermo, como son la nutrición, el equilibrio hidromineral, la terapia ventilatoria y un grupo de complicaciones potenciales fatales que son las causas de muerte de los pacientes con un SGB. De forma breve y general trataremos este apasionante tema, de tal manera que el lector interesado obtenga una visión general de las pautas diagnósticas y aquellos especialistas relacionados con la atención directa de estos enfermos, actualicen los conocimientos sobre las tendencias actuales en esta enfermedad. Notas históricas Wardrop y Ollivier , en 1834, fueron los primeros en hacer una descripción de este síndrome, aunque esta carecía de los fundamentos anatómicos del sitio donde se producía el trastorno. En 1859, el médico francés J.B.Q Landry hace la presentación de un paciente con un cuadro de debilidad muscular, arreflexia, taquicardia y dificultad respiratoria que fallece en medio de la asfixia. Introduce además él termino ¨Parálisis aguda ascendente", publicando 10 casos de enfermos con similar cuadro clínico. Este término es retomado por Westphal en 1876. En 1916, George Ch. Guillain y J.A. Barré en unión de André Strohl, dan a la luz una publicación que es un clásico de la literatura médica, donde señalan por primera vez del aumento que se produce en las proteínas del LCR de estos enfermos, sin que existiera un aumento de las células, lo que permitió diferenciar este síndrome de otras enfermedades en las cuales existía un aumento de las proteínas acompañada de elevación de las células en el líquido cefalorraquídeo. En 1927 se emplea por primera vez el término de ¨ Síndrome de Guillain Barré. En 1949 Haymarker y Kernohan publican una monografía que aún tiene vigencias por sus aportes. En el año 1956, Carl Miller Fisher publica el síndrome que hoy lleva su nombre, caracterizado por ataxia, arreflexia y oftalmoplejía externa y que se considera una forma del SGB. En 1976, en Cuba, el profesor Rafael Estrada González publica una monografía resultado de largos años de trabajos, que es un clásico de la enfermedad y que en 1982 en el Congreso Mundial de Neuropatías Periféricas es reconocida internacionalmente como uno de los aportes más importantes de la época en el conocimiento de esta enfermedad. Feasby, en 1986, caracteriza una forma axonal de la enfermedad ya citada con anterioridad en el libro del doctor Estrada, surge así la forma axonal de la enfermedad. Desde entonces hasta la fecha han sido importantes los trabajos de Ropper y Adams. 118 Definición El SGB es una polirradiculoneuropatía desmielinizante aguda, inflamatoria, afebril, de carácter monofásico, que se presenta a cualquier edad, potencialmente reversible; pero que en sus formas graves puede llevar a la muerte, caracterizada predominantemente por un déficit motor que progresa en pocos días. En la actualidad se considera al SGB como un trastorno de causa autoinmune. Esta definición como todos los intentos de encasillar en palabras breves un complejo sintomático, es la más aceptada y hace referencia a las formas clínicas más frecuentes, pero deja fuera un conjunto de formas clínicas y no hace referencia a los rasgos fisiopatológicos que caracterizan el síndrome, más aún, el SGB no es único, sino un conjunto de síndromes con variables formas de presentación clínica, electrofisiológicas y anatómicas, que tienen como base patogénica un proceso autoinmuny existen variantes consideradas atípicas. Epidemiolo gía Epidemiología Este aspecto del SGB ha sido ampliamente estudiado. La incidencia anual de la enfermedad se ha calculado entre el 0,4 y 2,4 por 100 000 habitantes. Aparece a cualquier edad y existen reportes desde lactantes muy pequeños hasta edades muy avanzadas, pero se considera más frecuente entre los 40 y los 70 años de edad; con ligero predominio en las mujeres y en las personas de la raza blanca. Aparece en todas las regiones del mundo. No existen diferencias en la incidencia entre las zonas urbanas y rural ni preponderancia genética y ocupacional. Aunque puede aparecer en cualquier época del año, hay algunos datos acerca de su aparición mayor en ciertos meses del año en los EE. UU. de Norteamérica y el Reino Unido. Ocurre la mayor incidencia al final del invierno y la primavera. En Cuba se definen 2 picos de incidencia, uno en la estación de seca(marzo, abril y mayo) y el otro al final de la temporada de lluvias (agosto, septiembre y octubre). Parece haber una tendencia a presentarse por ciclos y se han descrito algunos brotes epidémicos. En nuestro centro en los últimos quince años han ingresado 48 enfermos. La existencia de fenómenos precedentes a la aparición del cuadro ha sido descrita por casi todos los autores. En el 60 % de los casos una infección respiratoria o gastrointestinal se ha comprobado entre 1 a 3 semanas antes del comienzo de los síntomas. La mayoría de los pacientes con la forma motora pura tienen antecedentes de diarreas y serología positiva para el Campylobacter jejuni. Otros antecedentes menos frecuentes 119 como la cirugía, los traumatismos, el embarazo, la picadura de insectos, el puerperio y vacunaciones han sido señalados. En Cuba, EE. UU. y China se han descrito brotes epidémicos. Cuadr o cclínico línico Cuadro Las formas de presentación de este síndrome pueden ser muy variadas, tanto en relación con la sintomatología clínica como con la gravedad y evolución de la afección. Describiremos a continuación la forma clásica del SGB; es decir la forma polineuropática simétrica y aguda de la enfermedad, en la cual los síntomas iniciales son las parestesias (hormigueo, ardor) y adormecimiento, los que pueden preceder en 1ó 2 semanas a la debilidad muscular o mantenerse durante toda la evolución del proceso. La demostración objetiva de las manifestaciones sensitivas es rara y cuando aparecen suelen ser ligeras. Más del 50 % de los pacientes se quejan de dolor en las caderas, los músculos y el dorso. El defecto motor es el signo cardinal de la enfermedad, el cual resulta generalmente simétrico, aunque puede ser asimétrico al inicio y su grado de extensión, localización e intensidad, variable, pero por lo general suele comenzar por los miembros inferiores y afectar tanto la musculatura proximal como distal. La debilidad motora suele extenderse hacia los miembros superiores a continuación y por último afectar los músculos del tronco, cervicales, cuello, craneales y respiratorios hasta llevar a la insuficiencia respiratoria y a la muerte. En otras ocasiones el defecto motor comienza por la musculatura de las extremidades superiores o la craneal; también puede quedar confinada a miembros inferiores o superiores. Los reflejos profundos están reducidos y ausentes, lo cual es una característica de la enfermedad. La hipotonía es una manifestación constante. La disfunción del sistema neurovegetativo es frecuente. Episodios de taquicardia, bradicardia, arritmias, hipertensión arterial, hipotensión arterial, anhidrosis, hipersudoración, rubicundez facial pueden aparecer, su duración se puede extender hasta 2 semanas. La afectación de los pares craneales ocurre en más del 50 % de los casos. La parálisis facial periférica es la más frecuente, pero puede aparecer la toma de otros pares craneales, con trastornos de la fonación y deglución. Los trastornos respiratorios suelen presentarse en más del 25 % de los casos, dependen de la afectación de los nervios periféricos y neumogástricos, así como de la debilidad de los músculos accesorios del tronco por lesión de los nervios intercostales y ramas cortas del plexo braquial. El SGB evoluciona en 3 períodos clínicos. El período de progresión en el cual los síntomas progresan en extensión e intensidad. Se mide desde 120 que comienzan los primeros síntomas neurológicos y estos alcanzan su máxima intensidad y extensión. El promedio suele ser de 2 días a 3 ó 4 semanas. El período de estabilización, en el cual los síntomas y signos se mantienen sin variación, se mide desde el momento en que las manifestaciones dejan de progresar y hay señales de recuperación, suele durar entre 1 y 30 días. El período de recuperación, evaluado por el parámetro "fuerza muscular", se mide desde que hay mejoría de la fuerza o aparecen movimientos que antes no realizaba el enfermo, y que se mantienen en observaciones continuadas durante 48 horas. Es el más variable de todos los períodos y puede durar desde semanas hasta más de 1 año. Termina cuando el paciente no mejora más o cuando el enfermo recupera su total independencia motriz. La delimitación entre fases es importante, pero no siempre es preciso realizarla con exactitud. Se han elaborado criterios diagnósticos para el síndrome de Guillain Barré, los cuales nos pueden ayudar y utilizarse como herramientas de trabajo en la práctica. Criterios dia gnósticos diagnósticos 1. Necesarios. a) Presencia de debilidad motora progresiva en más de una extremidad. b) Arreflexia o hiporreflexia severa. 2. Elementos que apoyan o reafirman el diagnóstico. a) Simetría de los síntomas. b) Ausencia inicial de fiebre. c) Período de progresión de los síntomas de días a 4 semanas. d) Síntomas o signos sensitivos moderados. e) Afectación de los nervios craneales, fundamentalmente el facial. f) Signos de disfunción autonómica. g) Comienzo de la fase de recuperación a las 2 a 4 semanas después de haberse alcanzado el pico de la enfermedad. h) Disminución de la velocidad de conducción motora y onda "F" prolongada o ausente. i) Hiperproteinorraquia con celulararidad en el LCR menor de 10 x cm3. 3. Datos que hacen dudar del diagnóstico. a) Existencia de un nivel sensitivo. b) Más de 50 células en LCR. c) Afectación asimétrica marcada. d) Disfunción esfinteriana persistente. 121 4. Situaciones que excluyen el diagnóstico. – Diagnóstico de porfiria, miastenia gravis, tóxicos, difteria reciente, poliomielitis. Clasificación de las ffor or mas cclínicas línicas ormas 1. Forma clásica o polirradiculoneuritis inflamatoria aguda desmielinizante. Es el cuadro clínico anteriormente descrito. Representa del 50 al 55 % de los enfermos con SGB. Los síntomas motores predominan, pero suelen acompañarse de trastornos ligeros de la sensibilidad y neurovegetativos. Está caracterizada por la desmielinización segmentaria y la presencia variable de infiltrados inflamatorios de linfocitos. Se ha descrito la presencia de anticuerpos anti-GM1 de la clase IgG contra el epítope galactosa Nacetil-galactosamina el cual es compartido por los gangliósidos GM1a, GM1 y GD1b. 2. Neuropatía motora axonal aguda. La mayor parte de los enfermos con esta forma axonal pura tienen antecedentes de diarreas recientes con serología positiva para el Campylobacter jejuni . No existen trastornos sensitivos ni subjetivos ni objetivos. No están afectados los pares craneales. La debilidad muscular de localización distal es de rápida progresión y se alcanza en horas o unos 2 días. Existe predominio en el sexo masculino. La disociación albuminocitológica no está presente. El estudio neurofisiológico puede ser normal en los primeros días y cuando es positivo el daño es solo axonal sin signos de desmielinización. El pronóstico para la recuperación funcional es malo. Se ha comprobado la presencia de anticuerpos anti-GM1 positivos y antisialo GM1 (anti-a GM1) y anti GDIb. Los reflejos pueden estar conservados. 3. Neuropatía motora sensitiva axonal aguda. La forma clínica sensitivomotora es la segunda por su frecuencia. Los síntomas sensitivos suelen preceder a los motores y generalmente son referidos como parestesias y disestesias. El dolor en la región del dorso y las masas musculares de los miembros es un síntoma prominente y temprano, que puede remitir en las primeras 8 semanas, pero puede hacerse persistente y grave, empeora en horas de la noche. La flexión de las piernas puede aliviarlo temporalmente. La administración de metilprednisolona a dosis de 40 a 60 mg por vía intramuscular en una sola dosis produce alivio del dolor por varios días. Los anticonvulsivantes y los antidepresivos tricíclicos resultan ineficaces. El examen de la sensibilidad demuestra la presencia de una 122 ataxia sensitiva con pérdida de los reflejos. La sensibilidad térmica y dolorosa están preservadas o afectadas ligeramente. No existe oftalmoplejia. Se ha descrito una forma puramente sensitiva de SGB, en la cual el proceso es precedido por una infección y está caracterizado por una ataxia de comienzo agudo con la presencia de anticuerpos contra gangliósidos con grupos disialosil, fundamentalmente anti GD1b. Los síntomas motores son proporcionales a los sensitivos y son simétricos, con hipotonía moderada y arreflexia. Suelen comenzar en los miembros inferiores tanto distalmente como proximalmente y progresar más tarde hacia miembros superiores como en la forma clásica, pero también pueden mantenerse localizados en miembros inferiores. Es una forma grave. 4. Pandisautonomía aguda (PANDA). Es una forma grave y potencialmente fatal donde los síntomas y signos del sistema neurovegetativo de carácter agudo son predominantes. La falla cardiorespiratoria es el trastorno más temible. Las manifestaciones disautonómicas son las arritmias cardíacas y los trastornos hemodinámicos. Es frecuente observar la inestabilidad de la presión arterial con crisis de hipertensión que fluctúa con hipotensión. En estos casos la monitorización de la tensión arterial mediante la implantación de un catéter de Swan Ganz en la arteria pulmonar es de poca utilidad. El íleo paralítico es otro de los problemas que se presenta. La retención urinaria al inicio de la enfermedad es una manifestación temprana. Crisis de sudoración, parálisis de la acomodación y modificaciones del electrocardiograma se ven con frecuencia. Las arritmias cardíacas pueden dar al traste con la vida del paciente. La taquicardia sinusal es la más frecuente de las arritmias. La presencia de hipertensión arterial grave con una disminución del intervalo R-R son fenómenos que preceden a las arritmias. La taquicardia sinusal no requiere tratamiento en la mayoría de los casos, no así las bradiarritmias que pueden llegar a la asistolia y al paro sinusal, los cuales pueden ser precipitados con maniobras como la aspiración gástrica o traqueal, el cateterismo vesical y otras. La implantación de marcapasos es una medida que contribuye a salvar la vida del paciente. La muerte súbita no es infrecuente en esta forma clínica de SGB. 5. Síndrome de Miller Fisher (SMF). En 1956 Carl. Miller Fisher describió una forma atípica de SGB que hoy lleva su nombre. En las manifestaciones clínicas es importante la afectación de nervios craneales, la presencia de oftalmoplejía, ataxia y arreflexia. La ataxia es secundaria a las afectaciones de la sensibilidad propioceptiva inconsciente. La 123 presencia de parálisis internuclear y otros nervios craneales son otros signos prominentes. La arreflexia osteotendinosa está presente en el 100 % de los casos. La oftalmoplejia suele aparecer en el curso de la primera semana y evolucionar hacia la parálisis total de los movimientos extrínsecos de los músculos oculares. El estudio de estos pacientes revela en más del 90 % de los casos la presencia de anticuerpos anti-GQ1b de la clase IgG en la etapa aguda de la enfermedad, desaparecen hacia la 4ta o 5ta semanas y coincide con la recuperación del paciente. La oftalmoplejía de los enfermos con SMF puede explicarse por el alto nivel de GQ1b que existe en los nervios craneales III, IV y VI que los hace susceptibles al ataque de los anticuerpos anti GQ1b. 6. Síndrome de Guillain Barré recidivante (SGBr). Es una variante rara. Se observa en el 1 % de los pacientes con SGB. En la casuística estudiada de 48 pacientes lo hemos observado solo en 2 casos. Se debe diferenciar de los casos de las polineuropatías crónicas inflamatorias desmielinizante (PCID), pero en el SGBr la instalación y progresión de los síntomas no supera las 2 ó 4 semanas, mientras que en las PCID su máxima expresividad se alcanza de la 8va. a la 10ma. semanas. En el SGBr los síntomas y signos se recuperan en un plazo de 2 a 4 semanas, mientras en la PCID no existen períodos de recuperación definidos. La disautonomía esta presente en el 50 % de los casos de SGBr, no así en la PICD. La insuficiencia respiratoria aguda, el bloqueo de la conducción nerviosa proximal, así como la asociación al antígeno del HLA sólo se observan en el SGBr. F isiopatolo gía isiopatología El SGB es un trastorno autoinmune, en el cual intervienen factores de autoinmunidad mediada por células y anticuerpos humorales. En algunos casos se señalan que los linfocitos T pudiesen ser los efectores iniciales de la respuesta inmune, mientras que otros sostienen que esta es iniciada por anticuerpos. Varios factores se han invocado como desencadenantes del proceso, entre estos se destacan, infecciones bacterianas y virales, traumatismos, tóxicos, agentes químicos y otros. La asociación de SGB se ha establecido en infecciones por Campylobacter jejuni, Micoplasma neumoniae, virus de Epstein Barr y citomegalovirus. La presencia de estos agentes desencadenan un fenómeno de mimetismo molecular en el cual se produce una reacción cruzada entre el determinante antigénico y componentes determinados del sistema nervioso periférico, lo que daría lugar a la producción de anticuerpos o proliferación de linfocitos T, 124 principalmente del tipo CD4 y CD8. Cualquiera de estos mecanismos activaría el complemento y los macrófagos, lo que llevaría a desmielinización segmentaria con presencia de infiltrado inflamatorio endoneural y destrucción de la mielina. En otros casos la acción de los anticuerpos o los linfocitos se produciría contra determinados gangliósidos con daño fundamentalmente de los axones. Esta forma axonal está caracterizada por la severidad de las manifestaciones clínicas. Exámenes complementarios Haremos referencia solo a aquellos que contribuyen al diagnóstico. Los exámenes que dependan del estado en que se encuentra el paciente no se describirán. El más importante de todos los complementarios, tanto por su sensibilidad como por su especificidad es el estudio neurofisiológico. Se evaluarán los siguientes parámetros: onda F, reflejo H, la velocidad de conducción nerviosa motora y sensitiva y los potenciales evocados somatosensoriales (PESS). La realización de la onda F y el reflejo H permiten explorar los segmentos proximales de los nervios. 125 Reflejo H La estimulación submáxima de un nervio sensitivomotor incapaz de producir una reacción motora directa produce después de una latencia más prolongada que la de la reacción motora directa, una onda(onda H) de contracción muscular. Este reflejo es la representación del arco reflejo y mide el tiempo requerido por el estímulo que viajando por las fibras sensitivas del nervio hacen sinapsis con las motoneuronas del asta anterior y luego se transmiten a través de fibras motoras hasta el músculo. La ausencia del reflejo H en el SGB es un signo temprano de afectación de los nervios y raíces sensitivas. Onda F Se obtiene por estimulación supraximal de un nervio sensitivomotor al estimular eléctricamente las fibras motoras que viajan de manera antidrómica hasta las motoneuronas del asta anterior y producen después de una latencia más prolongada que la necesaria para la reacción motora directa un segundo potencial de acción muscular. La onda F es el producto de la activación de un pequeño grupo de las células del asta anterior que viajan de forma antidrómica. La prolongación o inexistencia de las ondas F es una prueba de que existe una afectación del componente motor del nervio mixto en su porción proximal, aún cuando la velocidad de conducción motora (VCM) y los valores la latencia distal (LD) sean normales. Velocidad de conducción El estudio de la latencia y la amplitud motora distal son anormales aproximadamente en el 100 % de los pacientes con SGB antes y después de las 2 primeras semanas, con anterioridad a que se produzca la disociación albuminocitológica del LCR; de ahí su importancia en el diagnóstico temprano. La medición de la latencia proximal y amplitud motora proximal son útiles para delimitar el tipo y la intensidad de la afectación del nervio. El potencial de acción muscular (PAM) puede estar ausente o disminuir en los pacientes con SGB; lo que es un signo desfavorable para el pronóstico y es una manifestación de compromiso axonal. La velocidad de conducción sensitiva (VCS) es útil para delimitar el daño en la porción sensitiva del nervio y delimita en los casos motores puros la indemnidad de las raíces posteriores. Potenciales evocados somatosensoriales (PESS) Esta técnica se realiza aplicando un estímulo eléctrico directamente con un electrodo colocado sobre el cráneo, parte baja de la columna cervical, al 126 nivel de la columna lumbar o raíces motores y luego medir el tiempo requerido para obtener una contracción muscular. Para la obtención de los PESS se aplican estímulos eléctricos indoloros a una frecuencia de 5 por segundos a los nervios medianos, peroneos y tibial y se registran potenciales evocados entre el punto de Erb, C2 y la corteza cerebral opuesta, para las extremidades superiores y para las extremidades inferiores en región lumbar, cervical y la corteza opuesta. Los retrasos entre el sitio del estímulo y punto de Erb y la columna lumbar indican afectación del nervio periférico mientras que los retrasos entre el punto de Erb y columna lumbar y C2 reflejan alteraciones de las raíces o de los cordones posteriores. Por lo que los PESS resultan útiles para demostrar las alteraciones que se producen en el periodo inicial de la enfermedad. Estudio del líquido cefalorraquídeo La mayoría de los pacientes desarrollan un aumento de las proteínas con celularidad normal (disociación albuminocitológica), pero estas son normales en los primeros 5 a 10 días. En la actualidad el LCR solo se indica con la finalidad de excluir otros diagnósticos. Coprocultivo La indicación de coprocultivos se hará con el objetivo de descartar la infección previa por Campylobacter jejuni, como se observa en las formas axonales graves y en los brotes epidémicos. Anatomía patológica Desde el punto de vista anatomopatológico el SGB se caracteriza por la presencia de múltiples lesiones diseminadas y distribuidas en las raíces nerviosas, troncos, plexos y nervios periféricos. Estas lesiones muestran desmielinización de tipo segmentario con marcada tumefacción, edema inicial e infiltración inflamatoria de linfocitos y macrófagos. Hacia el duodécimo día se observa proliferación de las células de Schwann con fagocitosis de la mielina. La desmielinización se acompaña de un grado variable de degeneración walleriana. Este es el patrón típico, pero se presentan variaciones en las que el infiltrado inflamatorio es acompañado de lesión predominantemente axoniana. En otros casos la degeneración axónica es grave con escaso infiltrado inflamatorio, se comporta como una axonopatía motora pura con depósito de complemento y presencia de macrófagos en el espacio periaxonal. 127 Diagnóstico diferencial El SGB es la forma más frecuente de parálisis muscular de evolución aguda. Debe pensarse siempre en esta posibilidad ante un enfermo con debilidad muscular e insuficiencia respiratoria de rápida evolución. Existe un grupo de afecciones que por sus características clínicas deben ser diferenciadas del SGB. Las mielitis agudas constituyen un problema de difícil diagnóstico en sus etapas iniciales en las que los síntomas sensitivos y motores tienen un curso ascendente y ocurre pérdida de los reflejos en la fase de shock espinal. La presencia de un nivel sensitivo y la conservación de la capacidad vital en un paciente cuadripléjico hablan a favor del diagnóstico de mielitis. La afectación de la fuerza en los músculos proximales y distales en etapa temprana es un signo distintivo del SGB. La poliomielitis anterior aguda, enfermedad erradicada en Cuba, es una causa de parálisis flácida que puede cursar con insuficiencia respiratoria y que se observa con relativa frecuencia en distintas partes del mundo, pero a diferencia del SGB es una enfermedad febril con signos meníngeos, hipercelularidad en el LCR y la parálisis aunque también es arrefléxica, suele ser asimétrica. El botulismo es otro trastorno que debe diferenciarse del SGB. La presencia inicial de vómitos, náuseas, se acompañan de pérdida de los reflejos pupilares con ptosis palpebral, estrabismo, voz nasal, ronquera y disartria que lo diferencian del SGB. Tampoco existen en el botulismo manifestaciones sensitivas y el LCR es normal. La miastenia gravis es una causa de debilidad muscular severa que en ocasiones puede evolucionar de forma aguda con insuficiencia respiratoria. Los reflejos suelen estar conservados y los signos de disfunción de pares craneales especialmente los la musculatura ocular tipifican el cuadro. La polineuropatía porfírica es un trastorno neuropático motor agudo y de carácter simétrico; pero se trata de una enfermedad hereditaria de tipo autosómico dominante en el que la debilidad muscular se acompaña de cólicos abdominales, vómitos, convulsiones, delirio y la presencia de porfibilinógeno en la orina del enfermo contribuyen al diagnóstico. La polineuropatía diftérica es una parálisis aguda o subaguda que afecta las 4 extremidades a la vez o puede descender desde las extremidades superiores a las inferiores con pérdida de la sensibilidad para el sentido de la posición y vibración. Se desarrolla de 5 a 8 semanas después de la infección faríngea. En los enfermos sépticos y graves que han requerido intubación endotraqueal prolongada por falla multiorgánica, insuficiencia respiratoria o enfermedad cardíaca, se puede presentar con frecuencia una polineuropatía de carácter agudo o subagudo, predominantemente motora que fluctúa desde leve hasta una cuadriplejía severa con trastornos respiratorios. No existen 128 signos de disfunción autonómica y los pares craneales están preservados. El LCR es normal, los estudios neurofisiológicos muestran que se trata de una neuropatía axonal. El análisis detallado de las características anteriores permiten diferenciar este trastorno del SGB. Los pacientes con insuficiencia renal en fase terminal, con diabetes mellitus asociada y que se encuentran bajo tratamiento con diálisis peritoneal, pueden presentar un cuadro agudo de debilidad muscular de tipo neuropático que recuerdan un SGB. Estos enfermos desarrollan en el curso de días a 2 ó 3 semanas una disminución de la fuerza muscular con aumento marcado de las proteínas en LCR y datos electrofisiológicos de desmielinización de los nervios periféricos. Los antecedentes de insuficiencia renal ayudan al diagnóstico El transplante renal es curativo. En el curso de una neoplasia oculta, enfermedad de Hodgkin, mieloma múltiple, en ocasiones determinados enfermos desarrollan una polineuropatía de tipo aguda o subaguda que remeda el SGB. Existe compromiso tanto motor como de la sensibilidad que evoluciona desde las partes distales a las proximales de las extremidades. Hemos observado algunos casos que han desarrollado una ataxia sensitiva de rápida progresión. Los cambios anatomopatológicos son los de una neuropatía inflamatoria y es el resultado de la afectación del sistema nervioso por el anticuerpo antinuclear neuronal (anti Hu), diagnóstico para estos trastornos. La determinación de títulos elevados de anticuerpos anti Hu permiten distinguir esta polineuropatía del SGB. Otras entidades clínicas como la ingestión de toxinas marinas, frecuentes en nuestro país, que producen una ciguatera como resultado de comer pescado que se ha alimentado con dinoflagelados que sintetizan estas toxinas, pueden desencadenar una debilidad muscular e insuficiencia respiratoria aguda, pero las manifestaciones anteriores suelen acompañarse o estar precedidas de vómitos, diarreas, cólicos abdominales y sensación ardiente de la boca y extremidades. Las parálisis por garrapatas, la poliarteritis nodosa, el lupus eritematoso, ciertas vacunas, el VIH, la diabetes mellitus, aunque en raras ocasiones, pueden ocasionar debilidad muscular neuropática de tipo agudo. Una forma especial de neuropatía sensitivomotora aguda que empeora en sólo unos días la hemos observado en pacientes alcohólicos. Los síntomas predominan en los miembros inferiores y las manifestaciones sensitivas con dolores intensos y lancinantes son prominentes. El antecedente de alcoholismo y la presencia de manifestaciones a otros niveles del SNC permiten establecer el diagnóstico. Conducta ante un paciente con un SGB No existe tratamiento preventivo en el SGB. Al menos por el momento es imposible predecir que individuos padecerán la enfermedad. Ante un 129 paciente sospechoso la conducta inmediata es la hospitalización. El dilema dónde debemos ingresar al enfermo lo enfrentamos en la práctica diaria. Esta decisión se torna difícil ante el hecho que la evolución de un individuo a otro es impredecible. Hemos encontrado pacientes que tenían una forma leve y de forma súbita en plazos de minutos, desarrollan una insuficiencia respiratoria aguda y fallecen. Nuestro criterio es que todo paciente con la enfermedad debe ingresar en un servicio en el cual pueda ser observado constantemente por personal suficientemente adiestrado para detectar cualquier agravamiento y que ese lugar permita un fácil acceso a una Unidad de Cuidados Intensivos(UCI). El ingreso en estas unidades ha sido estudiado por varios autores. En su trabajo " Cuidados críticos del síndrome de Guillain Barré," Ropper señala los siguientes criterios que compartimos de forma general. 1. Pacientes con capacidad vital inferior a 18 a 20 mL x kg con signos acompañantes de fatiga diafragmática, taquipnea, diaforesis y respiración paradójica. 2. Enfermo cuya capacidad vital esté por debajo de 12 mL x kg. 3. Pacientes con debilidad progresiva asociada a dificultad para la deglución. 4. Pacientes con tos con tendencia al cúmulo de secreciones o neumonía por aspiración. 5. Enfermos con disfunción autonómica mayor(fluctuaciones amplias de la tensión arterial y del pulso, bloqueo cardíaco, arritmias o íleo paralítico). 6. Pacientes con dolor torácico, sepsis asociada o neumonía. 7. Enfermos con inestabilidad a los que se les intenta realizar plasmaféresis o presente hipotensión precipitada por plasmaféresis. La atención de estos enfermos estará dirigida en primer lugar a mantener un adecuado funcionamiento de las actividades vitales, evitar las complicaciones y tratar estas, empleando todo el arsenal terapéutico disponible para poner fin a la enfermedad. Medidas generales 1. Mantener una adecuada función respiratoria. Los enfermos con un SGB como ya hemos citado anteriormente pueden presentar un deterioro rápido de la respiración. Si hay signos de insuficiencia respiratoria, la capacidad vital se encuentra por debajo de 12 mL por kg, la saturación de oxígeno es inferior al 95 %, la presión de oxígeno arterial (PaO) es menor de 55 mmHg, hay necesidad de aspirar frecuentemente, la presión 130 arterial de CO2 es mayor de 48 mmHg o la fuerza inspiratoria es menor de 30 cm de agua, se procederá a intubar al paciente con instauración de ventilación mecánica mandatoria intermitente, sincronizada y soporte de presión. La capacidad vital se medirá cada 2 horas. El estudio gasométrico se realizará cada 4 a 6 horas. Si el enfermo necesita ventilación por un período superior a una semana se recomienda realizar traqueotomía. La retirada de la ventilación se efectuará cuando la capacidad vital forzada sea superior a 12 mL/kg y la fuerza inspiratoria máxima superior a 30 cm de agua. Se realizarán controles radiológicos para descartar la presencia de neumonía o atelectasia. La gasometría deberá estar dentro de los parámetros normales. 2. Se procederá a efectuar cambios frecuentes de la posición del enfermo para prevenir la neumonía hipostática, las úlceras por decúbito y la parálisis nerviosa por presión. 3. Se harán movilizaciones pasivas de las extremidades, se usarán vendas elásticas en los miembros inferiores, así como masaje de las extremidades a fin de prevenir el tromboembolismo pulmonar. El uso de heparina subcutánea a dosis fraccionadas de 5 000 unidades es otra medida efectiva. 4. El control de un adecuado balance hidromineral es una medida indispensable. La realización del ionograma se indicará cada 12 horas. En pacientes con esta enfermedad se comprueba con relativa frecuencia una hiponatremia atribuida a secreción inadecuada de hormona antidiurética (ADH). Si la hiponatremia es ligera se restringirán los fluidos, esta medida suele ser suficiente. Si existe hiponatremia con disminución de volumen se debe generalmente a la secreción excesiva del factor natriurético atrial. La reposición de sodio se hará cuidadosamente y de manera escalonada. 5. Alimentación del paciente. La adecuada nutrición del enfermo contribuye a la preservación de su sistema inmunológico, vía digestiva y a prevenir el catabolismo hiperactivo del paciente crítico. Se mantendrá una óptima distribución de vitaminas y calorías no proteicas. La determinación de nitrógeno urinario y de transferrina es un indicador del catabolismo del paciente. Si es posible se mantendrá la alimentación enteral del enfermo con el fin de preservar la integridad del sistema gastrointestinal. Si existe retardo del vaciamiento gástrico está indicado el uso de metoclopramida. 6. Las alteraciones de tipo disautonómico es una de las manifestaciones más grave la enfermedad. Los trastornos del ritmo cardíaco se presentan en un alto tanto por ciento de los casos. La taquicardia sinusal no se tratará a menos que haya evidencias de isquemia miocárdica. Si hay 131 peligro de paro sinusal o bradiarritmias se instalará marcapaso. Si existe hipotensión arterial se tratará de corregir con reposición de líquidos. El uso de aminas presoras se hará con cautela por el peligro de desencadenar hipertensión excesiva. Si la presión arterial media (PAM)es superior a 130 mmHg se empleará nitroprusiato de sodio(ver encefalopatía hipertensiva). Los betabloqueadores o los bloqueadores de los canales del calcio deben evitarse por el riesgo de hipotensión. Si se produce retención urinaria está indicado el cateterismo vesical, tomando las precauciones necesarias para evitar la sepsis urinaria. 7. A los pacientes que presenten dolor, síntoma frecuente en este tipo de enfermo, se le administrará paracetamol o acetaminofeno. Si el dolor es intenso se pueden utilizar los opiáceos. 8. Las infecciones son una de las complicaciones más frecuente de los enfermos con un SGB. El mejor tratamiento es la prevención. Medidas como el lavado y cepillado de las manos, la movilización del paciente, la correcta esterilización de los equipos de ventilación, disminuyen la posibilidad de una infección. La bronconeumonía, las flebitis y la sepsis urinarias son las infecciones que se observan con más frecuencia. El cultivo de los fluidos y secreciones con el objetivo de lograr el aislamiento del germen permitirá emplear una terapéutica específica. 9. Nunca se debe olvidar el apoyo psicológico del paciente. La depresión y la ansiedad son 2 hallazgos presentes en la mayor parte de los enfermos. El hecho de tratarse de un paciente grave con conservación de la conciencia, muchas veces acoplado a un ventilador condiciona la aparición de estos síntomas. La primera medida está en explicar al paciente las características de su enfermedad y que se trata de un proceso recuperable. Ganar la confianza de los pacientes es responsabilidad de todo el personal implicado en su atención. Si se entiende necesario se permitirá la visita de familiares allegados. Se evitarán los comentarios innecesarios que pueden contribuir a crear ansiedad en los enfermos. Tratamiento inmunomodulador La administración de inmunoglobulina intravenosa (Intacglobin, Ig i.v.) ha demostrado ser efectiva y es el tratamiento de elección en nuestros pacientes. La dosis empleada es de 400 mg/kg/día administrado durante 5 días. El empleo de esta terapéutica tiene la ventaja de la disponibilidad inmediata y la seguridad del medicamento. La velocidad máxima de infusión tolerada es de 200 mL/h. Se debe administrar una infusión continua intravenosa a velocidad de 25 mL/h durante los primeros 30 min, proseguir a 50 mL/h en los siguientes 30 min, 75mL/h los siguientes 30 min y si no 132 se registran efectos secundarios 125 mL/h hasta finalizar la dosis diaria. Previo a la administración de Ig i.v. se debe dosificar la inmunoglobulina A plasmática ya que su déficit contraindica su administración por el peligro de shock anafiláctico. El recambio plasmático es de utilidad durante la fase de progresión de la enfermedad. Los pacientes tratados en las 2 primeras semanas del inicio de los síntomas muestran una disminución del tiempo de ventilación, una reducción de la estancia hospitalaria y una recuperación de la debilidad muscular más temprana. El tratamiento debe incluir un total de 5 a 6 recambios; en cada recambio se retirarán de 200 a 250 mL/kg en días alternos, restituyéndose el líquido con solución salina y albúmina al 5 |%. Las complicaciones como son, las arritmias cardíacas, la hipotensión, hepatitis, la hemos observado sólo en raras ocasiones. Nuevas y promisorias perspectivas de tratamiento como es la neutralización del antígeno, el bloqueo de las citoquinas, la neutralización de las células T, el uso del interferón, y la inhibición de la sintetasa del óxido nítrico se encuentran en fase de experimentación. Hasta la fecha el uso del beta interferón recombinante ha mostrado resultados satisfactorios. El estudio está por concluir. Pronóstico y evolución El pronóstico del SGB se ha modificado gracias fundamentalmente al desarrollo de las unidades de cuidados intensivos, que han permitido que la mortalidad descienda hasta el 3 al 5 %. En la etapa aguda de la enfermedad las causas principales de muerte son el paro cardíaco y la insuficiencia respiratoria. Posteriormente los fallecimientos son provocados por neumonías, tromboembolismo pulmonar, infarto del miocardio y alteraciones neurovegetativas. La mayoría de los enfermos se recupera por completo o casi totalmente. En esta casuística de 48 pacientes 2 fallecieron, la recuperación total ocurrió en 39 enfermos (78,57 %), 5 quedaron con algún grado de defecto motor y en 2 hubo una forma recidivante. El electromiograma es un examen importante para predecir el grado de recuperación, las amplitudes marcadamente reducidas del PAMC y los grados severos de denervación se acompañan de secuelas motoras importantes. El tiempo de recuperación varía desde semanas a unos meses, pero si existe compromiso axonal esta puede demorarse hasta año y medio. Transcurrido este período cabe esperar poca mejoría. 133 Biblio g rafía Bibliog Alter M. The epidemiology of Guillain-Barré syndrome. Ann Neurol 1990; 27(Suppl) S7-12. Amoah GB. Landry Guillain- Barré syndrome in pregnancy: case repot. East Afr Med J 1996; 73: 623-4. Ang CW; De Klerk MA, Endtz HP, Jacobs BC, Laman JD, Van der Meche FG, et al. 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Por esa razón la hemos incluido entre las enfermedades del sistema nervioso que motivan una emergencia neurológica. Definición Se trata de un trastorno autoinmune cuya característica principal es la debilidad muscular de tipo fluctuante que se incrementa con el ejercicio y se restaura con el reposo. El trastorno básico en la miastenia gravis radica en un defecto de la trasmisión neuromuscular. Epidemiolo gía Epidemiología La prevalencia de la enfermedad es tan variable de un estudio a otro que resulta sorprendente. En los Estados Unidos esta es estimada en 14 x 100 000 habitantes; en Japón la misma es de 3,70 x 100 000. En el estudio de Virginia, Estados Unidos la prevalencia fue de 10,9 x 100 000 habitantes, mientras en Islas Canarias, España, se reporta que es de 8,58 x 100 000 habitantes. En general en los distintos estudios, la prevalencia está entre 43 y 84 x millón de habitantes. En Cuba en la investigación de Cisneros - por cierto la población más ampliamente estudiada - fue de 4,52 x 100 000 habitantes. 138 La MG es una enfermedad rara antes de los 10 años de edad, solo el 10 % de los casos se diagnostica en este período de la vida. La edad de mayor incidencia en el sexo femenino está entre la 2da. y 4ta. décadas de la vida, mientras que en el sexo masculino es entre el 6to. y 7mo. decenios. Las mujeres se ven afectada 3 veces más que los varones antes de los 40 años de edad, situación que se invierte al final de la vida. En 15 años en el Servicio de Neurología del Hospital "Comandante Manuel Fajardo" se han visto 50 pacientes con MG, de los cuales 34 eran mujeres y solo 16 hombres con predominio 2:1 del sexo femenino. De los varones, 14 se encontraban por encima de la 6ta. década de la vida en correspondencia con lo planteado en la literatura. Entre las enfermedades neuromusculares ocupó el 2do. lugar después de las polineuropatías. Estas últimas representan en este servicio la 2da. causa general de consultas, por situaciones especiales como son el período analizado, la ubicación geográfica y la interrelación de este servicio con otros centros hospitalarios. Nota histórica La primera descripción de esta enfermedad se debe a Willis en 1672. Wilkis, en 1877, en la descripción anatómica señala la ausencia de lesiones bulbares en enfermos fallecidos por este trastorno. Corresponde a Erb y Goldflam, en 1878, haber realizado las descripciones más detalladas de las manifestaciones clínicas. En 1895, Jolly propone el nombre de miastenia gravis y describe cómo la estimulación eléctrica farádica repetitiva incrementa la debilidad muscular. Un importante avance lo constituyó el empleo de la fisostigmina como tratamiento de la MG por Roman, en 1933. En 1901, Laquer y Weigert habían establecido la relación estrecha entre los tumores tímicos y la miastenia gravis. En 1960 Nastuk y colaboradores y Simpson por separado plantearon el probable mecanismo autoinmune del proceso, lo que fue confirmado por Patrick y Lindstrom, en 1973. En 1939, A. Blalock y colaboradores, reportaron el primer caso de miastenia con mejoría tras la resección de un tumor del timo. En 1973, Fambrough and et al, demostraron que la reducción notable de los receptores de acetilcolina (Achr) en la membrana post sináptica de la unión neuromuscular era el defecto básico en la MG. Los trabajos de A. G. Engel en el desarrollo de un modelo experimental de la enfermedad, con propiedades clínicas, electrofisiológicas y farmacológicas idénticas a la MG y la correlación entre la cantidad de anticuerpos y el grado de debilidad, marcaron una etapa superior en el estudio de la enfermedad. 139 Cuadr o cclínico línico Cuadro Como señalamos con anterioridad la manifestación cardinal de la MG es la debilidad muscular que se incrementa con la contracción repetitiva del músculo, que produce parálisis progresiva, potencialmente regresiva tras el reposo. La enfermedad suele comenzar de manera insidiosa, aunque en ocasiones después de un cuadro infeccioso, el embarazo, el puerperio, la administración de ciertos anestésicos y fármacos, la instalación de los síntomas toman un curso rápido. Esta forma de inicio también se ha observado después de un traumatismo y situaciones de estrés intenso. Aunque lo habitual es que la debilidad sea más leve al despertar y se incremente en el transcurso del día, esta puede ser manifiesta desde horas tempranas de la mañana en algunos enfermos. Los primeros músculos afectados suelen ser los inervados por los nervios craneales y de estos el 50 % de los casos corresponde a la musculatura extraocular, le siguen en orden los músculos de la cara, maxilares, cuello, fonatorios y deglutorios. La debilidad de los elevadores de los párpados origina ptosis palpebral; la que puede ser unilateral. La combinación de ptosis con debilidad de los orbiculares de los ojos pone en evidencia el carácter miopático de la enfermedad. La diplopía no corresponde a un músculo determinado, lo que simula parálisis de varios nervios oculomotores, parálisis supranucleares u oftalmoplejía internuclear. La apertura palpebral al cierre sostenido de los párpados, con contracción de estos (lid twitch), con el movimiento de los ojos de abajo hacia arriba, la hemos observado personalmente en nuestros casos. Hipermetría sacádica y oscilaciones macrosacádicas después del test del edrofonium, son otros signos de la enfermedad. El frío mejora las manifestaciones oculares y la exposición al sol brillante las agrava. La masticación, la deglución y la fonación están afectada en cerca del 80 % de los pacientes, también están debilitados con frecuencia los flexores y extensores del cuello y la cabeza pueden colgar por acción de la fuerza de gravedad. Los músculos de la cintura escapular y pélvica se afectan tempranamente. En los casos graves la musculatura del tronco y la respiratoria se compromete, llega a ser generalizada la debilidad, pero los músculos proximales están siempre más afectados. Se ha observado cómo durante las comidas, estas tienen que ser interrumpidas por la debilidad de los músculos masticatorios y la dificultad para tragar. A medida que el paciente habla la voz se torna apagada y nasal, lo que los obliga a detener el lenguaje. También el acto de peinarse puede estar comprometido. 140 El curso de la enfermedad es lento, pero puede ocurrir que la debilidad muscular se presenta de forma intensa y rápida, lo que recibe el nombre de crisis miasténica, esta agravación afecta con más frecuencia los músculos de la respiración con peligro de insuficiencia respiratoria, es menos frecuente el inicio de una crisis miasténica con disfagia o dificultad para la fonación. La posibilidad de broncoaspiración es una de las complicaciones más temidas. En estas crisis la debilidad puede llegar a la tetraplejía con inmovilidad total del paciente. Aunque la mortalidad ha disminuido con el desarrollo de las unidades de cuidados intensivos (UCI), las crisis miasténicas son potencialmente fatales. No existe atrofia en los músculos de los pacientes con MG y en ocasiones cuando se presenta esta es ligera. Los reflejos osteotendinosos están conservados y los reflejos dependientes de la musculatura intrínseca ocular son normales. Las fibras lisas musculares y el músculo cardíaco están indemnes. Se ha adoptado una clasificación clínica de la MG, la que creemos resulta muy útil para el pronóstico y el tratamiento. Existen 4 grupos que son: Grupo I. Miastenia ocular. En este grupo el trastorno se mantiene limitado a los músculos extraoculares. Representa del 15 al 20 % de todos los casos y si transcurridos 2 años no hay extensión de la debilidad, la enfermedad rara vez progresará. Grupo II A. Miastenia generalizada leve con lenta progresión; no existen crisis miasténicas y la respuesta al tratamiento con anticolinesterásicos es buena. Representa aproximadamente el 30 % de todos los pacientes afectados. Grupo IIB. Miastenia generalizada moderadamente grave. Esta afecta tanto la musculatura bulbar como esquelética; pero no se producen crisis. La respuesta al tratamiento es menos evidente. Alrededor del 25 % de los pacientes pertenecen a esta forma. Grupo III. Miastenia aguda fulminante. Se caracteriza por la rápida progresión de la debilidad muscular que afecta gravemente la musculatura de la respiración, deglución y fonación. Se asocia en un alto tanto por ciento de los casos a tumores tímicos y las crisis miasténicas son frecuentes, con una mortalidad elevada. Representa el 15 % de todos los casos. Grupo IV. Miastenia severa tardía. Son pacientes que después de haber permanecido con una MG del tipo I o II presentan una progresión de los síntomas con manifestación de debilidad severa y grave con insuficiencia respiratoria y crisis miasténica. Representan el 10 % de todos los casos aproximadamente. La distribución de los enfermos en la casuística estudiada fue la siguiente: 21 pacientes pertenecían al grupo I (42 %), 9 se incluían en el grupo II (18 %). En el tipo II B se encontraron 8 para el 16 %. Dos enfermos tuvieron MG aguda fulminante (4 %), con un caso fallecido; mientras en el grupo severo tardío tuvimos 10 enfermos que representa el 20 %. 141 Existen otras clasificaciones; según la edad de comienzo, asociación o no a timomas, concentración de anticuerpos anti Achr; pero la clasificación de Osserman y Jenkins es la que tiene más utilidad en la práctica clínica y es a la que aparece con anterioridad. Miastenia gravis y trastornos asociados. La MG se asocia con frecuencia a otros trastornos de tipo inmunitario. Los tumores del timo se observan en el 10 % de los casos, según refieren las estadísticas. En 2 de nuestros pacientes encontramos tumores tímicos que representan el 4 %. La hiperplasia linfofolicular de la médula tímica está reportada en alrededor del 65 % de los enfermos en los distintos estudios revisados. En este estudio no se encontraron pacientes con este trastorno. Otras enfermedades que han sido asociadas a MG son, tirotoxicosis, lupus eritematoso, síndrome de Sjogren, polimiositis y otras. Llama la atención la frecuencia de hipotiroidismo y diabetes en nuestros enfermos. Diez enfermos tenían diabetes mellitus, que representa el 20 %. Seis pacientes padecían de hipotiroidismo (12 %), 2 el síndrome de Sjogren (4 %). Un paciente tenía antecedentes de artritis reumatoidea (2 %). Lo que resulta que en el 38 % de los enfermos hubo alguna enfermedad autoinmune asociada. Crisis miasténica. El agravamiento rápido de la debilidad muscular en los enfermos con MG se denomina crisis miasténica. El cuadro se caracteriza por un deterioro del paciente que puede llevar a la cuadriparesia y la insuficiencia respiratoria en cuestión de horas. Las crisis miasténicas suelen ser precedidas de infección de las vías respiratorias, ingestión de fármacos que favorecen el bloqueo de la trasmisión neuromuscular o el consumo de sedantes. En otras ocasiones no se pone en evidencia ningún antecedente. Las crisis son más frecuentes en el curso de los 2 primeros años después de haberse realizado el diagnóstico. La insuficiencia respiratoria se caracteriza por una disminución de la capacidad vital que se acompaña de ansiedad, inquietud y diaforesis, así como temblor. Cuando falla la musculatura diafragmática se produce respiración de tipo paradójico, de manera tal que el abdomen se mueve hacia dentro durante la respiración. En estas condiciones la deglución resulta imposible dado el grado de debilidad de los músculos bucofaríngeos y existe peligro real de una neumonía por aspiración. Las extremidades muestran una debilidad generalizada y el paciente está imposibilitado de sentarse y deambular. En ocasiones los pacientes no mejoran tras el paso de los días y la crisis se prolonga durante varias semanas. En general esto ocurre en individuos en edad madura y ancianos o en mujeres en las cuales existe hipertiroidismo o hipotiroidismo. También se observa en pacientes que han estado sometidos por largos períodos a medicación esteroidea. 142 Las crisis miasténicas requieren de ingresos en unidades de cuidados intensivo y la imposición de ventilación mecánica. Se procederá a suprimir la medicación anticolinérgica inicialmente. La aplicación de recambio plasmático según se expone más adelante ayuda a acelerar la recuperación. Pato genia Patog Como hemos mencionado anteriormente la MG es una enfermedad autoinmune en la cual el órgano diana son los receptores postsinápticos de la acetilcolina de la membrana muscular. La unión neuromuscular (UN) es la zona en que la fibra nerviosa ramificada del nervio motor hace sinapsis con las fibras musculares. Esta unión neuromuscular o placa motriz está constituida por una región presináptica que no es más que la porción terminal del axón del nervio motor; que en esta zona se encuentra desprovisto de mielina y solo está cubierto por células de Schwann y Henle. La fibra nerviosa se enclava en la membrana de la célula muscular y deja una hendidura o surco sináptico de 50 µm. En la porción presináptica, el axón contiene un número de paquetes de acetilcolina (ACH) en una cantidad fija. Cada paquete o vesícula contiene alrededor de 10 000 moléculas de ACH. En la porción terminal del axón existen cúmulos de mitocondrias. En la parte postsináptica la membrana sarcolémica del músculo contiene los receptores de la ACH, los cuales están formados por 4 subunidades homólogas, alfa, beta, delta y gamma. En condiciones normales se descarga espontáneamente un pequeño número de cuantos que originan un potencial llamado potencial de placa terminal que no es capaz de generar la contracción muscular. Cuando un impulso nervioso llega a la terminación axoniana, este potencial de acción origina, por medio de exocitosis la liberación de cuantos de moléculas de ACH, los cuales difunden hacia el espacio sináptico, se fijan a los receptores de la membrana postsináptica, lo que produce despolarización de magnitud, suficiente para originar un potencial de acción muscular (PAM). La llegada del impulso nervioso en la región presináptica produce apertura de los canales de Ca++ a este nivel. En la MG se produce una falla en la neurotrasmisión neuromuscular, como consecuencia de la respuesta autoinmune con producción de anticuerpos antirreceptor ACH (anti ACHR). En los pacientes miasténicos, el número de receptores de ACH está reducido y la actividad competitiva de los anticuerpos anti ACHR hace que los potenciales de placa terminal sean de tamaño insuficiente para originar un PAM que produzca la contracción muscular. Entre el 60 y el 80 % de los 143 pacientes miasténicos tienen anticuerpos contra los receptores de la ACH. La elucidación del epítope no ha sido bien definida, pero se ha comprobado que en los pacientes con MG la membrana postsináptica del músculo está distorsionada y simplificada a consecuencia de la disminución de los receptores y la acción de los anticuerpos anti ACHR que destruyen los pliegues postsinápticos, bloquean la fijación e incrementan la degradación de estos. Se ha tratado de correlacionar la concentración de anticuerpos en sangre con el grado de debilidad muscular; pero parece no existir correspondencia. Entre el 20 y el 30 % de los enfermos con MG no poseen anticuerpos anti ACHR; estos pacientes poseen un anticuerpo inmunoglobulínico del tipo IgG de alta afinidad y sensibilidad para los determinantes del receptor. Se ha descrito un anticuerpo tipo IgG M en algunos pacientes el cual inhibe el flujo de los iones en los canales de Na+. Todo indica que existen distintos anticuerpos capaces de actuar contra el ACHR. El papel del timo en la MG ha sido ampliamente estudiado, dada la frecuente asociación de alteraciones de esta glándula y la respuesta favorable de los enfermos miasténicos a la timectomía. La glándula tímica se encuentra localizada por detrás del esternón. Está compuesta de múltiples lóbulos. Las células T y B del timo reaccionan con los receptores de la ACH. Ha sido planteado que un agente viral actuaría contra las células tímicas que tienen receptores de ACH e induce la formación de anticuerpos, lo cierto es que a pesar de los avances en el terreno de la patogenia de la MG quedan aún muchos aspectos que no han sido aclarados. Dia gnóstico Diagnóstico El diagnóstico de MG puede resultar fácil; si nos encontramos frente a un paciente con ptosis palpebral, debilidad de fonación, deglución y musculatura facial, debilidad generalizada que empeora en el transcurrir del día. En esta etapa el cuadro resulta inequívoco, pero solo un pequeño grupo de enfermos se encuentra en esta fase. Generalmente en sus inicios la debilidad es leve y no resulta tan evidente. La ptosis palpebral o la diplopía a veces es intermitente y poco llamativa para el enfermo y son los familiares o compañeros de trabajo los primero en llamar la atención del sujeto en este aspecto. En estas situaciones de debilidad leve la actividad sostenida de los músculos, como mirar arriba, abrir y cerrar los ojos, mirar hacia un lado, realizar 20 cuclillas, pone en evidencia el déficit motor, lo que es diagnóstico de MG. Si persisten las dudas, determinadas pruebas que a continuación expondremos contribuyen a la certeza diagnóstica. 144 – Test de tensilón. Esta prueba diagnóstica la realizamos en la consulta. Si la debilidad es leve, sometemos al paciente al ejercicio físico para incrementar el déficit motor como expresamos arriba. Inyectamos 10 mg de cloruro de edrofonio. Inicialmente administramos 2 mg, si no existe reacción adversa y no hay mejoría de la fuerza tras 45 segundos, administramos 0,6 mg, esperamos otros 45 segundos, si aun no mejora la fuerza o no hay eventos adversos, inyectamos el resto. La prueba positiva es la mejoría objetiva de la fuerza muscular. Se pueden inyectar 0,8 mg de atropina previamente a fin de evitar los efectos muscarínicos. – Test de neostigmina. Preferimos esta prueba a la anterior, por lo que es la que usualmente utilizamos en nuestros pacientes; ya que el efecto de la neostigmina es más prolongado. Previa administración de 0,8 mg de atropina a fin de evitar los efectos muscarínicos, se inyecta 0,5 mg de neostigmina; transcurridos 10 a 15 minutos debe ocurrir mejoría de los síntomas, que alcanza su pico, a los 20 ó 25 minutos y tiene una duración de 2 a 3 horas. Al igual que Sardiñas y colaboradores el 100 % de nuestros enfermos miasténicos han logrado una respuesta positiva; lo que no significa que una prueba negativa sea excluyente de miastenia gravis. – Test de estimulación repetitiva(TER). Hemos empleado este test en el 100 % de nuestros enfermos. Este examen se basa en el hecho que la estimulación repetitiva eléctrica disminuye la fuerza de contracción muscular tal como observó Jolly en 1895. Se administraron trenes de estimulación eléctrica supramáxima de 4 a 10 a razón de 2 a 5 por segundo, lo que provoca una disminución de la amplitud del PAM del 25 % o más en los pacientes miasténicos, lo que no ocurre en individuos normales aun con tasas de estimulación de 25 por segundo. La positividad puede mejorar si se somete a ejercicios repetitivos el músculo a explorar durante un minuto. Hemos recomendado la suspensión de la medicación anticolinesterásica en nuestros pacientes desde la noche anterior al examen. La positividad del examen, según distintos autores, está dentro del rango del 50 al 70 %; esto dependerá del tipo de miastenia, lo que equivale a decir a la gravedad del grupo estudiado y los músculos explorados. En la MG ocular, donde el signo más frecuente es la ptosis palpebral, esta técnica resulta muy compleja y su sensibilidad disminuye, teniendo en cuenta que la exploración del músculo orbicular del párpado es difícil y el explorador habitualmente estudia otros músculos cercanos que suelen ser normales. La positividad en estos pacientes fue del 40 % (20 pacientes) lo que está en relación con el hecho de que el 42 % de los enfermos pertenecían al grupo I de la clasificación de Osserman y Jenkins. 145 – Electromiografía de fibra única (EMGFU). Constituye un método muy sensible el demostrar un aumento de la variabilidad de intervalo entre potenciales. Consiste en una técnica de registro selectiva que utiliza un electrodo concéntrico especial con una superficie activa de 25 mm de diámetro, a 3 mm de la punta del mismo, lo cual permite el estudio de fibras motoras individuales. La utilizamos en 21 pacientes que en los que el TER fue normal. La positividad fue del 100 %. Habitualmente el músculo explorado es el extensor común de los dedos, pero la exploración del músculo frontal mejora el rendimiento diagnóstico, tal como ocurrió en nuestros pacientes. Si se exploran varios músculos se incrementa significativamente la positividad de este examen. – Medición de anticuerpos contra el receptor de la acetilcolina. El estudio de los anticuerpos antirreceptor mediante técnica de radioinmunoensayo ha demostrado positividad en aproximadamente del 80 % al 90 % de los pacientes en MG generalizada grave y del 60 % en la MG ocular. La negatividad del examen no niega la posibilidad de la enfermedad. Si el paciente tiene una forma leve y es negativa esta investigación, los estudios electrofisiológicos ayudan al diagnóstico. – TAC de mediastino. Se debe realizar de manera sistemática a todo paciente con sospecha de miastenia gravis. Como se ha informado, el timo muestra hiperplasia en alrededor del 65 % de los enfermos y los tumores tímicos entre el 10 y el 15 %. Solo hemos hallado en 2 pacientes tumores tímicos y de los restantes 48 pacientes, 4 fallecieron. La necropsia mostró alteraciones en la glándula tímica solo en la enferma con un tumor. El estudio de la función tiroidea lo indicamos en todos los pacientes con MG. La asociación de miastenia con tirotoxicosis ha sido estrechamente estudiada. El hipertiroidismo agrava la miastenia. El estudio de T3, T4 y TSH se realizó en todos nuestros pacientes. Tres pacientes eran hipotiroideos conocidos y en 3 se diagnostica de novo. La glicemia se ha estudiado convenientemente en los pacientes con MG, dada su asociación con diabetes mellitus. En el 18 % de nuestros enfermos miasténicos estaba presente la diabetes mellitus. – El estudio de los antígenos de histocompatibilidad. HLA es una indicación que se debe hacer en los pacientes con MG. Se ha demostrado que el inicio de la enfermedad antes de los 40 años, en el sexo femenino y en pacientes sin timomas existe un aumento de los antígenos HLA A1, DRW3 y B8, mientras que cuando el inicio es después de los 40 años, en pacientes con timomas se relaciona con un aumento de los antígenos HLA A3, B7 y DRW2. 146 Otros exámenes El estudio en el laboratorio de inmunología del factor reumatoideo, anticuerpos antinucleares, proteína C reactiva, anti DNA, inmunocomplejos circulantes y otros, es obligado dada la asociación de MG y enfermedades autoinmunes. Diagnóstico diferencial El diagnóstico diferencial de la MG debe incluir otras causas de debilidad muscular que constituye una lista demasiada extensa para incluirla y que además no sería práctico, por su relevancia deben destacarse las siguientes entidades. – Botulismo. La presencia de visión borrosa, oftalmoparesia, estrabismo, diplopía pueden confundirse con la miastenia de comienzo aguda, sin embargo, la presencia de midriasis con ausencia de reflejo fotomotor lo distinguen. – Síndrome de Eaton Lambert. Se trata de un síndrome caracterizado por debilidad muscular con predominio proximal y en miembros inferiores, trastornos neurovegetativos y arreflexia. El compromiso de la musculatura ocular es raro. La debilidad muscular mejora tras el ejercicio sostenido. Es un proceso autoinmune mediado por anticuerpos contra los canales de calcio. Se relaciona con el cáncer de pulmón y se debe a un defecto presináptico de la unión neuromuscular. Además, ha sido observado como acompañante del carcinoma de mama, linfoma, cáncer de recto, estómago y próstata. A diferencia de la miastenia gravis los músculos que se vuelven más fatigables son los de la cintura escapular, tronco, extremidades inferiores y cintura pélvica. Los primeros síntomas consisten en dificultad para subir escaleras, caminar, levantarse de una silla, más tarde se ven afectados los músculos de la cintura escapular. La presencia de diplopía, ptosis palpebral, disfagia y disfonía es extraordinariamente rara. Los reflejos osteotendinosos suelen estar disminuidos y con frecuencia hay dolor "sordo" y parestesias de las extremidades. La disfunción del sistema neurovegetativo se manifiesta por sequedad de la boca, anhidrosis, estreñimiento, impotencia sexual y urgencia urinaria. Los estudios electrofisiológicos muestran como un solo estímulo produce un potencial de baja amplitud, en tanto la estimulación repetitiva a frecuencias rápidas produce un incremento notable de la amplitud de los potenciales de acción. 147 Los estudios de músculo resecados han demostrado que existe un defecto en la descarga de los cuantos de acetilcolina en las terminaciones presinápticas, tal como ocurre en la intoxicación por la toxina botulínica. El defecto básico en el síndrome de EatonLambert se ha atribuido a la pérdida de los canales de calcio sensibles al voltaje en la terminación nerviosa presináptica motora, los cuales están enlazados de manera cruzada y agregados por los anticuerpos del tipo IgG presentes en estos enfermos. A pesar de que existe debilidad muscular en ambos procesos las diferencias tanto clínicas como de los estudios electrofisiológicos permiten establecer el diagnóstico entre ambas entidades. – Intoxicación por organosfosforados (OF). La intoxicación por organosfosforados que se usan como insecticidas, produce debilidad muscular generalizada y de los músculos respiratorios con peligro de muerte. La presencia de trastornos autonómicos como miosis, aumento de las secreciones bronquiales, broncoconstricción, vómitos, diarreas, bradicardia, edema pulmonar, hipotensión arterial pueden confundirse con una crisis colinérgica en pacientes miasténicos que están recibiendo medicación anticolinesterásica. Los OF actúan inhibiendo de forma irreversible a la acetilcolinesterasa y provocan bloqueo despolarizante al nivel de las receptores muscarínicos y nicotínicos. El antecedente de exposición al tóxico es la clave del diagnóstico. – Oftalmoplejía progresiva externa (OEP) y otros trastornos miopáticos. Diversas enfermedades musculares pueden confundirse con la MG en aquellas situaciones en que está afectada la musculatura ocular, facial y faríngea. Se hace más difícil el diagnóstico cuando la MG está restringida a la musculatura ocular que no reacciona a la neostigmina o deja de reaccionar. La distrofia ocular, la distrofia oculofaríngea son enfermedades hereditarias de progreso lento, aunque los casos esporádicos son frecuentes y no existe aumento de la debilidad muscular tras la actividad muscular repetitiva. En la polimiositis la debilidad muscular puede simular MG, sobre todo en sus etapas iniciales, pero el aumento de la creatianofosfoquinasa no se observa en la miastenia gravis. La OEP se caracteriza por ptosis progresiva y oftalmoplejía, pero no existe diplopía ni estrabismo, están afectados simultáneamente todos los músculos extraoculares y los ojos se encuentran en posición central; el ejercicio sostenido no agrava la debilidad muscular. El electromiograma es decisivo en este grupo de enfermedades. 148 – Síndrome miasténico congénito (SMC). Distintos defectos congénitos de la trasmisión neuromuscular, algunos no bien clasificados, pueden originar una debilidad que simula MG. El avance de la genética y la bioquímica molecular han desempeñado un papel preponderante en el esclarecimiento de estos trastornos. Se debe sospechar un SMC en aquellos pacientes en los que la debilidad muscular comienza a edades tempranas, se producen apneas frecuentes sin explicación, existen antecedentes familiares, no hay respuestas a las drogas anticolinesterásicas, los anticuerpos antirreceptores de ACH son negativos y por el patrón electrofisiológico. El defecto del SMC puede ser presináptico, sináptico y postsináptico. Para más información se puede consultar los trabajos de A.G. Engel que citamos en la bibliografía. – Síndrome de Guillain Barré (SGB) y otras polineuropatías agudas: Este grupo debe distinguirse de la MG de evolución rápida y de las crisis miasténicas. Debe señalarse que en la etapa temprana el SGB con ptosis palpebral puede responder a la neostigmina y otras medicaciones anticolinesterásicas La ausencia de reflejos o los síntomas sensitivos diferencian estas enfermedades de la MG. En los pacientes con fatiga, debilidad y deprimidos que se quejan de cansancio y fatiga, la exploración descubre la ausencia de ptosis, diplopía, estrabismo y el análisis objetivo de la fuerza muscular no demuestra debilidad. Aspectos anatomopatológicos Desde el siglo XIX se conoce que los cambios patológicos en la MG no afectan al sistema nervioso central ni al sistema nervioso periférico. Buzzard en 1905 observó por primera vez la presencia de linforragias en los músculos de pacientes miasténicos, sin embargo, por lo general las fibras musculares de estos enfermos están intactas, aunque se han descrito en los casos graves de individuos fallecidos por esta enfermedad la presencia de necrosis fibrinoide con cambios regenerativos. El análisis ultraestructural de la placa motriz terminal ha demostrado que la membrana postsináptica del músculo está distorsionada y simplificada, con surcos sinápticos escasos, anormalmente amplios o ausentes a causa de la baja concentración de receptores y de la destrucción de los pliegues postsinápticos. Se ha demostrado además la fijación de IgG y la fracción C3 del complemento a nivel de los receptores. Hemos señalado anteriormente la frecuente asociación de alteraciones tímicas en pacientes con MG. Las neoplasias del timo y la hiperplasia de 149 los folículos linfoides con centros germinales activos confinados a la región medular son los cambios encontrados. Los histiocitos en la región central folicular están rodeados de células plasmáticas, linfocitos T y B. Al nivel de los folículos germinales se produce IgG. Las neoplasias tímicas son de 2 tipos, el tipo linfocítico es un tumor sarcomatoso, el otro tipo está formado por células histiocitarias similar a las que se encuentran en la región central folicular. Tratamiento El tratamiento de los enfermos con MG debe ser individualizado de acuerdo con la severidad de la enfermedad, edad, sexo y la existencia o no de otras enfermedades asociadas. El primer paso en el manejo de estos pacientes está en informarle de las características de su enfermedad. La información debe ser detallada. En este servicio ha dado magníficos resultados el intercambio de experiencias entre los enfermos, que sin duda los ha ayudado en el orden psicológico y el control de los síntomas. El ejercicio físico debe ser moderado para evitar el agotamiento y el cansancio, recomendamos no exponerse al sol intenso, pero el grado de actividad está directamente relacionado con la gravedad del trastorno. En los casos citados de los 50 enfermos que forman la casuística sólo 2 requirieron cambio de puesto de trabajo y uno jubilación. Las amas de casa describieron que podían realizar sus faenas diarias en el hogar. Se debe explicar a los enfermos que reciben medicaciones anticolinesterásicas los síntomas o las reacciones de estos fármacos, así como los signos de intoxicación colinérgica. El control y seguimiento por parte del médico de atención primaria, así como el conocimiento de este de las características generales de la enfermedad forma parte fundamental de un adecuado tratamiento de los pacientes miasténicos. Inhibidores de la Acetilcolinesterasa (ACHE) Los inhibidores de la ACHE actúan retardando la hidrólisis de la acetilcolina al nivel de la sinapsis colinérgica, de tal manera la ACH se acumula en las uniones neuromusculares y prolonga su efecto, lo que se traduce en mejoría de la fuerza muscular. En nuestro país disponemos de bromuro de piridostigmina en tabletas de 60 mg y de bromuro de neostigmina en tabletas de 15 mg y ampollas de 1 mg. 150 Inicialmente usamos la piridostigmina (Mestinón). La dosis se maneja según la respuesta del paciente y se incrementa de forma paulatina según la necesidad y las condiciones en las que se desarrolla la enfermedad. Los músculos responden a la medicación de forma variable, algunos tienen buenas respuestas, mientras otros no responden o se debilitan aún más. La acumulación de ACH en los receptores muscarínicos del músculo liso y glándulas y en los receptores nicotínicos del músculo esquelético pueden originar una crisis colinérgica con aumento de la debilidad muscular, quejas gastrointestinales frecuentes como son; náuseas, vómitos, calambres abdominales, diarreas. También se pueden observar como manifestaciones del exceso de la medicación antico-linesterásica, salivación, aumento de las secreciones bronquiales, fasciculaciones musculares, miosis, bradicardia e hipertensión arterial. El médico procederá a disminuir el tratamiento. Si hay dudas y los síntomas no son tan definidos administramos edrofonio tal como describimos al realizar el test para el diagnóstico. Si el paciente empeora se trata de una crisis colinérgica. La administración de 0,6 mg de atropina por vía intravenosa aliviará los síntomas. El empleo de anticolinesterásicos resuelve generalmente las formas leves y oculares de miastenia gravis. Una regla que hemos empleado en los casos severos es no tratar de suprimir los síntomas oculares, especialmente la ptosis palpebral ligera, con el aumento progresivo de las dosis de ACHE; que puede desencadenar una crisis colinérgica. Corticoesteroides El empleo de la prednisona produce marcada mejoría que ocurre dentro de las 4 a 8 semanas siguientes; pero no es raro que demore algunos meses más. El empleo temprano garantiza una mejor respuesta, pero en casos crónicos en los cuales el tratamiento se ha tornado inefectivo, la administración de corticoides puede contribuir a la mejoría del paciente. Se debe prever que los esteroides inicialmente pueden empeorar la debilidad. Los pacientes con timomas tienen una excelente respuesta al empleo de la medicación esteroidea antes y después de remover al tumor. El régimen inicial en nuestros pacientes ha sido de 60 mg de prednisona diarios. Una vez lograda la mejoría y estabilizado el enfermo hemos disminuido de forma progresiva la dosis, lo que ha sido muy efectivo y pasamos a la administración en días alternos lo que disminuye notablemente los efectos adversos de esta medicación. La utilización de cloruro de potasio y antiácidos ha sido de utilidad cuando se emplean los corticosteroides. Los esteroides disminuyen la hiperplasia tímica. 151 Drogas inmunosupresoras Se ha empleado azathioprina (inmurán) en pacientes miasténicos con resultados contradictorios. El mayor inconveniente radica en que la efectividad de esta terapéutica demora 4 a 8 meses y el desarrollo de trastornos hepáticos obliga a vigilancia de la función del hígado. La disminución del número de leucocitos es otra de las complicaciones observadas. El uso de la azathioprina de manera continuada se ha relacionado con la aparición de tumores. Si se combina esta con los corticosteroides el beneficio parece ser mejor. La dosis de inicio es de 50 mg (tabletas de 50 mg) que se pueden incrementar a 100 - 150 mg diarios. La discontinuación de la droga produce recaídas a los 2 ó 3 meses. Timectomía La timectomía es recomendada en la mayor parte de los pacientes con MG. No existe correlación entre la severidad de la debilidad muscular antes de la cirugía y el grado de mejoría después de la timectomía. La respuesta máxima se produce entre los 2 y los 5 años, sin embargo la respuesta es impredecible y la debilidad puede continuar sin cambios después de la cirugía. La mejor respuesta se produce en los pacientes jóvenes. En los 2 pacientes de esta serie con timomas se efectuó la timectomía. La cirugía está indicada en aquellos pacientes menores de 60 años, con hiperplasia tímica o tumore, en los enfermos que no responden al tratamiento con medicamentos y también en los casos de MG severa y con debilidad incapacitante. Inmunoglobulina intravenosa (IgIV) Muchos pacientes miasténicos tienen una respuesta favorable después de la administración de dosis altas de IgIV. El posible mecanismo de acción de este medicamento se produce por una disminución en la regulación de los anticuerpos contra los receptores de ACH y la introducción de anticuerpos antiidiotípicos. La mejoría ocurre entre el 50 al 100 % de los enfermos tras varias semanas. La dosis es de 400 mg por kilogramo de peso por día durante 5 días en bomba de infusión. Tratamiento de la crisis miasténica La crisis miasténica entraña un peligro real de muerte por insuficiencia respiratoria. Su diagnóstico requiere de ingreso en una unidad de cuidados intensivos (UCI). 152 El tratamiento consiste en intubación inmediata con aplicación de ventilación mecánica. En la sala de urgencias se procederá a mantener las vías aéreas permeables y ventilación manual previa a la intubación endotraqueal. Se suspenderán los anticolinesterásicos. Se puede aplicar IgIV para acelerar la recuperación del paciente tal como se explicó anteriormente. La plasmaférisis acelera la recuperación. Se deben efectuar de 4 a 5 cambios de a 4 litros diarios lo que bastará para eliminar más del 80 % de los anticuerpos circulantes en un período de una semana. A medida que se desconecta el paciente del ventilador se podrá reintroducir la medicación anticolinesterásica. Las medidas generales y otras medicaciones estarán acordes al estado y gravedad de las complicaciones del enfermo (véase capítulo Síndrome de Guillain Barré). Evolución y pronóstico La MG es una enfermedad cuya historia ha cambiado en los últimos cincuenta años. No obstante sigue siendo una enfermedad potencialmente fatal. El pronóstico sigue siendo difícil de un paciente a otro, así como su evolución. En algunos pacientes la enfermedad se extiende con rapidez, en otros la enfermedad se mantiene estable por años. Existen remisiones que van de meses a años y más tarde los síntomas reaparecen para progresar rápidamente. La posibilidad de una crisis miasténica es mayor en el primer año de haberse iniciado la enfermedad y la progresión puede ocurrir 4 ó 7 años más tarde con peligro de muerte. Después de este período la enfermedad tiende a la estabilización. La tasa de mortalidad en la actualidad es del 5 %. En nuestra casuística un sólo fallecido responde directamente a la miastenia, con una tasa de 2,7 %. Los otros 3 fallecidos corresponden a causas diferentes no relacionadas con la MG. Eran miasténicos de más de 12 años de evolución y edades superiores a los 75 años. La respuesta al tratamiento y el pronóstico es difícil en cada caso. La generalización de la miastenia ocular se observa en el 15 % de los pacientes después de los 2 años de evolución. Las crisis respiratorias fatales son más frecuentes en los pacientes de edad más elevada. Se han encontrado casos en que la combinación de piridostigmina y prednisona se acompaña de una estabilización duradera de los enfermos. 153 Biblio g rafía. 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En los últimos años se ha avanzado extraordinariamente en su fisiopatología y se ha podido establecer un tratamiento avalado por el conocimiento y con una base racional. La primera observación de una parálisis periódica corresponde a Cavaré y Samuelsohm, en 1853, quienes publicaron algunos casos, pero no es hasta 1885 que Westphal hace una descripción detallada de la parálisis periódica hipokaliémica. En 1895, Goldflam realiza una descripción histológica de la parálisis periódica hiperpotasémica y señala haber encontrado lesiones similares a las halladas en algunas miopatías. Schechnowit destaca el hecho de que se trata de una enfermedad heredofamiliar. Biemond y Daniel descubren la disminución del potasio en la enfermedad en 1934. En el año 1937, Harrington administra potasio por primera vez en el tratamiento de esta enfermedad. En 1946, Finch, Sanyer y Flyn publican la primera descripción de las parálisis periódicas que cursan con aumento del potasio. En 1956, Gasmstorp describe las formas familiares, llamándole adinamia episódica familiar. En ese mismo año Poskanzer y Kerr describen un tipo de parálisis aguda y heredofamiliar que cursa con potasio normal. Los estudios de Rüdel, Lehmann-Horn y Ricker basado en la genética molecular, de aparición reciente, identifican los defectos de estas parálisis que evolucionan por crisis y que se deben a mutaciones que ocurren en los canales de los iones Na+ y Ca++ y que se agrupan entre las enfermedades de los canales iónicos o también llamadas canalopatías. 156 Definición Se incluyen bajo el término de parálisis periódicas un grupo de enfermedades heredofamiliares, cuya característica principal viene dada por la ocurrencia de crisis agudas de debilidad general limitada y en las que en el mecanismo básico se encuentra una alteración de los genes que codifican los canales iónicos. Los canales iónicos son complejos proteicos responsables de la generación y mediación de señales en las membranas excitables. Se clasifican acorde con su selectividad y permeabilidad a los distintos iones y funcionan en respuestas a cambios en el potencial de membrana, a segundos mensajeros y ligando extracelulares. Sus alteraciones producen distintas enfermedades no sólo del sistema nervioso, sino también en corazón, pulmón, sistema inmunológico y otros. Clasificación de las parálisis periódicas I. Parálisis periódica hipopotasémica primaria. II. Parálisis periódica hiperpotasémica primaria. III. Parálisis periódica normopotasémica. IV. Parálisis periódica potasémica secundaria. Parálisis periódica hipopotasémica primaria Es una enfermedad autosómica dominante con penetrancia variable que afecta a adolescentes y adultos jóvenes, fundamentalmente varones. La alteración que produce la enfermedad se ha localizado en el cromosoma 1q31-q32, que es la región que contiene el gen para la codificación de la subunidad alfa 1 del canal del calcio en el músculo esquelético. Es la forma más estudiada y conocida de parálisis en crisis. En un tercio de los pacientes es esporádica. Cuadro clínico La enfermedad suele comenzar a fines de la infancia y en la adolescencia. La parálisis es de comienzo agudo y es característica su aparición en la madrugada o al principio de la mañana, tras haber efectuado el individuo un esfuerzo agotador el día anterior. Las comidas ricas en hidratos de carbono es un factor precipitante. Por regla general el paciente se despierta y descubre debilidad leve o grave de las extremidades. En 157 ocasiones la debilidad es precedida de diarreas, hipersudoración, hambre, boca seca y nerviosismo. Los músculos más comprometidos son los proximales, con tetraparesia o tetraplejía asociada a hiponatremia y en la fase máxima de debilidad de arreflexia osteotendinosa. Los músculos del tronco pueden estar afectados pero no existe parálisis de la musculatura respiratoria, ni los músculos inervados por los pares craneales. No se afecta la sensibilidad. La parálisis se desarrolla en minutos u horas y puede ser de tal intensidad que impida al enfermo moverse. El músculo cardíaco esta indemne. La administración de insulina, el estrés y el alcohol favorecen la aparición de las crisis. La duración del ataque puede ser de horas y días y el retorno a la normalidad comienza por los músculos que primero se paralizaron. Si existe miotonía está limitada a los párpados. La recuperación es la regla y la mortalidad es escasa. Los ataques se tornan recurrentes y disminuyen con la edad. La muerte es rara, se produce por afectación cardíaca o paro respiratorio. Algunos pacientes tras episodios repetitivos quedan con algún grado de debilidad. Existen formas atípicas, con afectación limitada de la musculatura proximal de los miembros superiores. Otros casos se acompañan de ataxia, trastornos sensitivos y atrofia de la musculatura peronea. Patogenia Los canales de Ca++ actúan en el ingreso de este ión al interior de la célula y otros transfieren el calcio intracelular depositado en los organelos citoplasmáticos. Existen diferentes tipos de canales de Ca++ que contienen subunidades proteicas con distintas funciones. El canal del Ca++ que contiene la subunidad alfa 1 es parte del receptor de la dihidropiridina y está localizado en sistema tubular transversal del retículo sarcoplasmático (RS). La despolarización de los túbulos transversales se trasmite al retículo sarcoplasmático que descarga Ca++ a su interior. El Ca++ se fija a la troponina (enzima reguladora) y cesa la inhibición de este sistema sobre la actina que es la proteína contráctil. Entonces ocurre la contracción muscular al interactuar los filamentos y los puentes cruzados de la miosina con la actina. La relajación ocurre como resultado de la recaptación de Ca++ por el RS. El Ca++ actúa como proconductor y controla la entrada de Na+ en el RS, mediando a la excitación-contracción. No está bien determinado cómo actúa la reducción del canal de Ca++ en los ataques de debilidad inducido por hipopotasemia. Se considera que esta región actúa como sensor de voltaje que controla la entrada de sodio desde el RS y por tanto media el acoplamiento de excitación y contracción. 158 Exámenes complementarios Ionograma. Es el estudio de laboratorio más importante. El nivel del potasio (K+) se encuentra disminuido por debajo de 3,5 mEq/L, puede llegar hasta cifras inferiores a 1,6 meq/L. Sin embargo, por lo general la disminución del K+ está a un nivel que no produce parálisis en los individuos normales. La disminución de K+ está vinculada a un ligero aumento de su excreción por la orina o la excreción urinaria suele ser normal. Se cree que la disminución de potasio se debe a la penetración de potasio hacia el interior de las fibras musculares. La remisión de la crisis va acompañada de restauración del nivel de K en sangre. Electromiografía. Muestra disminución de la amplitud del potencial de acción muscular (PAM) con velocidad de conducción motora y sensitiva normal. Hay imposibilidad de excitar el músculo aún con la aplicación de estimulaciones eléctricas supramaximales. Electrocardiograma. Los cambios consisten en aplanamiento de la onda T, con prolongación de los intervalos PR, QRS y QT prolongados. Biopsia de músculo. En la etapa temprana de la enfermedad el músculo es normal, aunque las fibras musculares son generalmente de un volumen ligeramente mayor que lo normal. Tras el paso del tiempo y la existencia de ataques repetitivos se observa vacuolización del sarcolema. Las miofibrillas se encuentran separadas por la presencia de vacuolas redondeadas que contienen líquido de color claro en su interior. Las fibras musculares presentan degeneración segmentaria y se observan gránulos con reacción positiva a la coloración ácida peryodíca de Schiff. Existe cúmulo de glucógeno en el interior de las fibras musculares y alteraciones de las mitocondrias. Parálisis periódica hiperpotasémica primaria Definición Se trata de un trastorno de tipo autosómico dominante debido a una alteración del gen que codifica a la subunidad alfa del canal del sodio en el músculo esquelético que se encuentra localizado en el cromosoma 17q23 y que se caracteriza por ataques de debilidad muscular de carácter episódico entre los cuales alternan períodos de funcionamiento muscular normal. La primera descripción de este trastorno corresponde a Finch, Sanyer y Flyn en 1946, pero se debe al médico danés Gasmstorp la descripción más detallada de este trastorno, quien la denominó con el término de adinamia episódica familiar. 159 Se han descrito 3 variantes de este trastorno; la parálisis periódica hiperpotasémica sin miotonía, asociada a miotonía y con paramiotonía. Cuadro clínico Como mencionamos con anterioridad es un proceso autosómico dominante cuyo inicio se produce durante la lactancia o la infancia temprana. Los episodios de debilidad se desarrollan en horas de la tarde o temprano en la mañana antes del desayuno. Los músculos de los miembros inferiores y parte baja de la espalda son los primeros en afectarse para luego extenderse hasta las extremidades superiores y hombros. Rara vez son afectados los músculos inervados por los nervios craneales. La arreflexia aparece en la etapa máxima del episodio. Después de una crisis puede existir debilidad ligera durante varios días, pero la duración del ataque es de 1 a 2 horas. En ocasiones se producen múltiples crisis en un día, pero a medida que aumenta la edad, estas disminuyen o desaparecen. Se puede observar miotonía en ciertos grupos musculares. El ataque puede prevenirse mediante la realización de ejercicios intensos. En la parálisis periódica hiperpotasémica con paramiotonía congénita los síntomas se manifiestan desde el nacimiento; predomina en el sexo femenino y el ejercicio empeora la miotonía, así como la exposición al frío. La debilidad puede ser difusa, pero generalmente la musculatura de la cara, cuello y antebrazo suelen estar más comprometidas. La percusión de la lengua y la eminencia tenar provocan el fenómeno miotónico. Este trastorno está ligado al gen que codifica la subunidad alfa del canal del Na+ en el cromosoma 17q. La inmersión de una extremidad en agua helada precipita el ataque de debilidad y la miotonía. Se han descrito al menos 5 formas de cambios en la arginina, en el dominio IV-54, donde esta cambia a prolina, cisteína o histidina. La forma más grave parece corresponder al cambio que se origina por prolina. En las 3 variantes de la enfermedad durante el ataque de debilidad el K+ sérico se encuentra elevado hasta niveles de 5 a 6 mmol/L. Entre las crisis el K+ es normal. La administración de K+ sin azúcar precipita las crisis y es la base para el test de provocación de la parálisis, cuando este se administra en ayunas tras el ejercicio. Patogenia En condiciones normales o en estado de reposo, el potencial de membrana depende de las concentraciones de Na+ y K+. El interior de la célula es 30 veces más rico en K que el líquido extracelular y la concentración 160 de Na+ 12 veces mayor en el líquido extracelular que en el interior de las células. El potencial de reposo es el resultado de la mayor permeabilidad del K+ que abandona la célula con relación al Na+, lo que crea una diferencia de potenciales en reposo. A medida que las células se despolarizan aumenta la permeabilidad al Na+ con entrada de este al interior de la célula y salida de K+ al exterior lo que al final repolariza la célula. Durante este tiempo las fibras musculares son refractarias a un nuevo estímulo despolarizante. En condiciones anormales como la que ocurre cuando existe un canal sodio alterado, como es el caso de las parálisis periódicas hiperpotasémicas, el incremento del K extracelular no inactiva el canal del Na+ aberrante, y da lugar a la persistencia de la despolarización y potenciales eléctricos; que inducen la debilidad y la miotonía. Exámenes complementarios Ionograma. Durante la crisis el K+ sérico se encuentra elevado por encima de los límites normales, aunque se han observado parálisis con concentraciones de 5 mEq/L o menos; mientras que en individuos normales la administración de KCL que eleva el K+ sérico a 7mEq/L no produce parálisis. Creatinoquinasa (CK). Suele elevarse ligeramente durante los ataques. Test desencadenante de la parálisis. En individuos con este trastorno que se encuentran sin crisis la administración del KCL, que se repite cada 2 horas hasta 6 veces, desencadenan los episodios. Test de exposición al frío. Se ha observado disminución del PAM tras la exposición al frío. Electromiografía. Se evidencia la presencia de fenómeno miotónico; caracterizado por descargas repetitivas de altas frecuencias que están compuestas por ondas positivas y que producen un ruido característico de "avión de bombardeo en picada" en el monitor de audio. Anatomía patológica No existen cambios observables en el microscopio de laboratorio. En el microscopio electrónico se observan conglomerados de túbulos. Parálisis periódica normopotasémica Descrita en 1956 por Poskanzer y Kerr se trata de una enfermedad autosómica dominante que cursa con debilidad episódica que alternan con períodos de fuerza muscular normal, en el cual se encuentra alterada la subunidad alfa de los canales de sodio codificados por el gen CNA4A en un locus genético del cromosoma 17 q. Se distinguen de la parálisis familiar hiperpotasémica porque los valores del K+ sérico en las crisis son normales. 161 Cuadro Clínico Es una enfermedad rara, mucho menos frecuente que la parálisis periódica hiperpotasémica. Se desencadena con la ingestión de potasio. Los síntomas empiezan entre los 2 y 10 años de edad. El reposo después del ejercicio intenso, la exposición al frío, la humedad y la ingestión del alcohol son factores desencadenantes. Las parálisis comienzan en miembros inferiores y se extiende a los superiores, suele ser severa y pueden afectarse los músculos de la mímica facial. Las parálisis graves se acompañan de arreflexia osteotendinosa y los ataques pueden durar de 2 a 5 días. No se conoce la patogenia de la enfermedad. Exámenes complementarios Ionograma. Es normal, incluso durante la crisis. Electromiografía. Las alteraciones son similares a las encontradas en la parálisis periódica hiperpotasémica. La velocidad de conducción nerviosa es normal. Biopsia muscular. Se destaca la presencia de vacuolas diseminadas entre las fibras musculares, similar a la parálisis periódica hiperpotasémica. Parálisis periódica potasémica secundaria Se han descrito un grupo de trastornos que cursan con debilidad episódica con alteraciones del K+ en el curso de varias enfermedades. Las parálisis periódicas hiperpotasémicas secundarias incluyen el aldosteronismo primario o enfermedad de Conn, la tirotoxicosis, la insuficiencia suprarrenal y renal crónica, la deficiencia de 17 alfa hidroxilasa, la ingestión de ácido glicirríco, el envenenamiento con bario y la ingestión excesiva de hormonas tiroideas. La pérdida de potasio en el curso de la ingestión de diuréticos tiacídicos, se observa con relativa frecuencia en nuestro medio, sobre todo en aquellos pacientes que toman estos medicamentos sin suplemento de K+. La hiperpotasemia con debilidad muscular se observa en el curso de la insuficiencia renal crónica o aguda. Parálisis periódica tirotóxica Es una manifestación clínica poco frecuente de la tirotoxicosis. Los pacientes suelen presentar episodios recurrentes de debilidad muscular asociados a niveles séricos disminuido de K+, el que puede ser precipitado por la ingestión de carbohidratos y el ejercicio físico. Se observa con mayor frecuencia en el sexo masculino y en los individuos de origen asiático. Suele aparecer después de los 20 años de edad. 162 Las crisis se caracterizan por episodios de debilidad recurrentes, hipotonía y arreflexia en individuo hipertiroideos diagnosticados o sin antecedentes previos. Se han descrito en los pacientes con tiroiditis subaguda, enfermedad de Graves Basedow y en pacientes tiroidectomizados con dosis elevadas de T3. Se afectan primero los músculos proximales, pero no es afectada la musculatura inervada por los pares craneales ni la respiratoria. Se cree que la hiperinsulinemia que se produce tras la ingestión abundante de carbohidratos estimula la enzima ATPasa Na+K+, la cual se ha demostrado es mayor en individuos hipertiroideos que en sujetos normales de manera que se incremente la entrada de K+ al interior de las células y la salida de Na+. La anatomía patológica demuestra cambios ultraestructurales de dilatación vacuolar del RS con vesículas llenas de glucógeno y dilatación de las cisternas terminales de las fibras musculares durante la crisis. Dia gnóstico de la parálisis periódicas Diagnóstico La parálisis periódica potasémica primaria es una entidad relativamente rara cuya incidencia y prevalencia no ha sido bien estudiada. En la práctica médica su diagnóstico se hace difícil, dado que muchas veces no se piensa en esta posibilidad, pero si se tiene presente en la mente como causa de deficiencia motriz aguda simétrica y se precisan antecedentes familiares, entonces no es tan difícil esta posibilidad. Ante todo paciente joven con debilidad muscular de comienzo agudo con hipotonía y arreflexia debemos tenerla presente. El diagnóstico diferencial incluye todas aquellas causas de síndrome de deficiencias motriz aguda expuestas en el capítulo 6 de esta obra. Las parálisis periódicas secundarias, aunque no son entidades comunes, se observan con más frecuencia que las primarias. Se han observado enfermos que acuden al cuerpo de guardia o a la consulta con signos de debilidad generalizada con arreflexia que se incluyen dentro de este grupo. En nuestro país, donde el uso de diuréticos tiacídicos está muy extendido en el tratamiento de la hipertensión arterial, es frecuente observar pacientes con verdaderos cuadros de debilidad muscular aguda, asociadas a la ingestión de diuréticos de este tipo. Existe la experiencia de un caso de una mujer joven en la que se diagnosticó un síndrome de Guillain Barré que resultó ser una parálisis hipopotasémica tras la ingestión de furosemida a altas dosis para rebajar de peso. Hubo otro caso de un paciente joven masculino que acudió al cuerpo de guardia por episodios recurrentes de parálisis con debilidad muscular que tras varios años se diagnosticó un tumor suprarrenal. Hemos observado pacientes hipertiroideos mal controlados que se quejan con frecuencia de episodios de parálisis muscular. 163 Tratamiento de las parálisis periódicas El tratamiento será individualizado acorde con el tipo y con la causa. Tratamiento preventivo de la parálisis periódica hipopotasémica primaria 1. Mantener un programa diario de ejercicios físicos de intensidad ligera, evitando los esfuerzos agotadores. 2. Ingestión de una dieta baja en carbohidratos, evitar las grandes comidas y el cloruro de sodio o sal común. 3. Ingerir preparados que contengan potasio de liberación lenta o cloruro de potasio, en dosis de 5 a 10 g por vía oral en solución acuosa. 4. Administrar acetozolamida, 250 mg 3 veces al día o diclorfenamina o imipramina. Tratamiento del ataque 1. Administrar por vía oral 0,25 mEq/L de cloruro de potasio a 0,05 a 0,1 mEq/ kg intravenoso a ritmo rápido, seguido de 20 a 40 mEq de KCL en manitol al 5 %. Tratamiento preventivo de la parálisis periódica hiperpotasémica 1. Evitar la exposición al frío. 2. Administración diaria de 50 mg de hidroclorotiazida. 3. Si el fenómeno miotónico es prominente, administrar tocainida: administrar 400 a 1 200 mg diarios. 4. Mexiletina: 200 mg 3 veces al día. Tratamiento del ataque 1. Gluconato de calcio: administrar 1 a 2 g i.v., si no cede la crisis en minutos se suministra dextrosa al 10 % más 30 U de insulina, con 500 mg de hidroclorotiazida. Tratamiento de las parálisis periódicas hipopotasémicas secundarias – Tirotoxicosis con parálisis periódica. A. Tratamiento preventivo. 164 1. Ejercicio moderado, evitando el ejercicio físico intenso. 2. Evitar las comidas copiosas y ricas en carbohidratos. 3. La medida principal es retornar al paciente a su estado eutiroideo. 4. Administrar propranolol: 160 mg diarios. B.Tratamiento de las crisis. 1. Administrar 100 a 200 mg de Cl K por vía oral. Pronóstico y evolución Las parálisis periódicas son enfermedades que como su nombre indica, se desarrollan por crisis. Su evolución y pronóstico vienen condicionados por la causa de cada una de ellas. En las parálisis periódicas primarias los ataques de debilidad muscular suelen ser recurrentes, pero generalmente solo en raras ocasiones existe afectación de la musculatura cardiorrespiratoria que amenaza la vida del paciente. Si el diagnóstico se realiza de manera temprana los episodios se pueden prevenir de manera que los enfermos lleven una vida útil y normal. En las parálisis periódicas secundarias la evolución está condicionada por el adecuado control y tratamiento de la enfermedad de base. En la parálisis que se observa en los individuos con tirotoxicosis existe el peligro de una mayor afectación cardíaca y las arritmias son potencialmente una causa de muerte. En los individuos con un adenoma suprarrenal el tratamiento quirúrgico resuelve la situación en la mayor parte de los pacientes. En los pacientes con insuficiencia renal el pronóstico está en estrecha relación con el grado de insuficiencia y la posibilidad de tratarla. 165 Biblio g rafía Bibliog Ahlawat SK, Sachden A. Hypokalemic paralysis. Postgrad Med J 1999; 7: 193-7. Andersen OS, Koeppe RE. II Molecular determinants of channel function. Physiol Rev 1992; 72(Suppl). S89-158. Baquero Jl, Ayala RA, Wang J, Curless RG, Feero WG, Hoffman EP, et al. Hyperkalemic periodic paralysis with cardiac dysrhytmia: a novel sodium channel mutation? Ann Neurol 1995; 37: 408-11. Ben David D, Malnick SD, Evron E, Geltner D. Thyrotoxiic periodic hypokalaemic periodic paralysis. Lancet 1997; 349:883. Cannon SC, Brown RH Jr, Corey DP. A sodium channel defect hyperkalemic period paralysis: potassium-induced failure of inactivation. Neuron 1991; 6. 619. Carod-Artal FJ, Delgado-Villora R. 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Aquello que alarma al paciente o sus familiares y les hace creer que la vida está en inminente peligro y acuden a un servicio de urgencia en busca de ayuda inmediata ante el temor de padecer un trastorno mortal o potencialmente incapacitante, también es una urgencia en términos de requerimientos. Es usual que aquel individuo que en pleno estado de salud se percata que su boca está desviada, que no puede cerrar un ojo o ambos, recurra sin demora al facultativo ante el temor de padecer de "una trombosis," "una hemorragia" o un "tumor cerebral". Este tipo de enfermo extraordinariamente alarmado y ansioso no pospone para más tarde o mañana su asistencia a un centro médico, lo común es que requiera de la asistencia del facultativo de manera inmediata. El médico está en la obligación de tratarlo, pero aún más de tratarlo adecuadamente, desde el punto de vista científico y humano. Es su deber diagnosticar que se trata de una enfermedad que no entraña peligro para la vida del enfermo y ante todo poner este hecho en conocimiento del individuo. En segundo lugar, imponer el tratamiento correcto ante una afección que si bien no pone en peligro la vida del enfermo por su frecuencia y el gran impacto psicológico y social que tiene para el sujeto requiere de una esmerada atención, es un deber impostergable del facultativo. 168 Sin las razones expuestas anteriormente, aunque existen en la actualidad otras, no se hubiera incluido la PFP tipo Bell en este texto. Anatomía del ner vio facial nervio El séptimo par craneal o nervio facial es fundamentalmente un nervio motor, relacionado con la musculatura de la expresión facial. Posee un componente aferente pequeño (nervio intermediario de Wrisberg), que conduce la sensación del gusto de los dos tercios anteriores de la lengua y según algunos la sensación cutánea de la pared anterior del conducto auditivo interno (Figs.10.1 y 10.2). Fig.10.1. Esquema del séptimo nervio craneal (facial). Las fibras motoras están representadas por la línea negra gruesa. Las fibras parasimpáticas por líneas entrecortadas ordinarias, las fibras vicerales aferentes especiales ( gusto) por líneas entrecortadas con puntos intercalados. A, B y C indican lesiones del nervio facial a nivel del agujero estilomastoideo, distales en relación con el ganglio geniculado y proximales en relación con este mismo ganglio. En el texto se describen los trastornos resultantes de lesiones en cada uno de estos sitios. Fuente: Tomada de MB Carpenter and J Sutin, Human Neuroanatomy,8th ed, Baltimore, Williams & Wilkins, 1982, con autorización. 169 Fig.10.2. El nervio facial en el conducto de Falopio. En esta preparación se observa la cara interna de la caja del tímpano. 1. Antro mastoideo. 2. Canal horizontal. 3. Nervio intermediario. 4. Nervio facial en el conducto auditivo interno. 5. Músculo del estribo. 6 Estribo adherido a la ventana oval 7. Nervio timpánico y plexo timpánico 8 Conducto de la trompa de Eustaquio. 9 Músculo tensor del tímpano. 10. Ganglio geniculado. 11. Nervio petroso superficial mayor. 12. Nervio mediano. 13. Ganglio ótico. 14 Nervio petroso superficial menor. 15. Arteria carótida interna con su plexo simpático pericarotideo, a su entrada en el canal del peñasco. 16. Nervio glosofaringeo (IX par). 17. Nervio vago (X par). 18. Ramo auricular del vago. 19. Ventana redonda. 20. Nervio facial a su salida del conducto. 21. Ramo auricular del vago. 19. Ventana redonda. 20. Nervio facial a su salida del conducto. 21. Ramo auricular del facial. 22. Ramo auricular del vago. Fuente: Tomado de Neuroanatomía funcional de Estrada y Pérez. El núcleo motor del VII par está compuesto por 2 agrupaciones de motoneuronas, una ventral y otra dorsal en la región anteroexterna de la calota protuberancial inferior, en una zona muy próxima al bulbo. Las neuronas del núcleo anterior son motoneuronas alfas y gammas para los músculos de la cara; las que componen la porción dorsal son motoneuronas preganglionares parasimpáticas para la inervación de las glándulas sublinguales, submaxilares y lacrimonasales. Las fibras que emergen del núcleo, después de contornear el núcleo del VI par por fuera y atrás, se dirigen hacia delante y afuera y salen por el surco bulboprotuberancial al nivel de la fosita lateral del bulbo que es su origen aparente. Se dirigen posteriormente hacia delante y externamente y penetran en el conducto auditivo interno, prosiguen por el conducto de Falopio, donde describen 2 acodaduras, que se doblan de manera aguda hacia delante y hacia abajo alrededor de los límites anteriores del vestíbulo. En este ángulo 170 o rodilla se encuentra el ganglio sensitivo que por su proximidad a la rodilla recibe el nombre de ganglio geniculado, distalmente a este último emite una rama para el ganglio pterigopalatino, el nervio petroso superficial mayor, un poco más distal emite una pequeña rama para el músculo estapedio y se une con la cuerda del tímpano. Sale del cráneo por el agujero estilomastoideo, atraviesa la glándula parótida y se subdivide en 5 ramas que inervan los músculos faciales, el músculo estilomastoideo y el vientre posterior del músculo digástrico. Las fibras del gusto corren inicialmente por el nervio lingual y a continuación se unen a la cuerda del tímpano. El nervio intermediario de Wrisberg tiene su primera neurona en el ganglio geniculado. Estas son neuronas unipolares cuyas expansiones se dicotomizan en una expansión periférica y una central que se unen a las fibras motoras para penetrar en el surco bulboprotuberancial, algo por afuera y detrás de estas fibras motoras y por delante y dentro del VIII par craneal. Estas fibras aferentes terminan haciendo sinapsis con su sector intercalado, el núcleo solitario. Debemos recordar que el núcleo motor somático del nervio facial tiene una sistematización anatómica de forma tal que su porción superior que inerva la musculatura inferior de la cara recibe fibras motoras de la corteza motora contralateral, mientras que la porción inferior del núcleo que inerva la musculatura de la región frontal y el músculo orbicular de los párpados, recibe fibras motoras de ambos hemisferios cerebrales, de aquí que las parálisis supranucleares sólo afecten la musculatura del macizo inferior contralateral. (Fig.10.3). Definición La parálisis facial periférica tipo Bell es una mononeuropatía craneal de inicio agudo, monofásica, de causa probablemente viral y caracterizada por debilidad de los músculos de la cara que son inervados por el séptimo par craneal o nervio facial. Se debe reservar el nombre de PFP tipo Bell sólo para aquellas parálisis periféricas cuya causa no se haya clarificado bien, es decir que no sean secundarios a otros procesos conocidos, que si deben ser considerados como diagnóstico diferencial. Epidemiolo gía Epidemiología La PFP tipo Bell tiene una distribución geográfica universal. La incidencia anual oscila entre 13 y 15 por 100,000 habitantes. Es una 171 enfermedad relativamente rara antes de los 10 años de edad, aumenta su frecuencia con la edad hasta los 40 años, para luego disminuir en los años siguientes, hay predominio en el sexo femenino entre los 15 y 25 años de edad. Existe una distribución heterogénea en el año, se observa con mayor frecuencia en jóvenes durante el invierno y en los meses de verano en las Fig.10.3. Las áreas punteadas de la cara señalan la distribución de los músculos paralizados por las lesiones segmentarias y suprasegmentarias, respectivamente, del VII par o nervio facial (Manter). 172 personas mayores. Se han descrito por varios autores brotes "epidémicos" de la misma, con mayor incidencia en pacientes diabéticos, hipertensos, en el curso del embarazo y el posparto. Han sido considerados como factores desencadenantes, los traumatismos, extracciones dentarias, intervenciones quirúrgicas, infecciones respiratorias, la exposición al frío, el shock eléctrico y otros. Es la mononeuropatía que se observa con más frecuencia. Durante quince años se ha visto en el Servicio de Neurología 1 238 enfermos con PFP tipo Bell, de los cuales 693 eran mujeres para el 56 % y 545 hombres (44 %). En el 67,4 % de los pacientes se recogió algún factor desencadenante asociado. Cuadr o cclínico línico Cuadro El inicio de la enfermedad es agudo, más del 50 % de los casos alcanza el déficit mayor en 48 horas, pero en todos ocurre en los primeros 4 días. Muchos pacientes se quejan de dolor alrededor del oído o en la región mastoidea 2 ó 3 días antes de iniciarse la parálisis. Se pierde toda la motilidad voluntaria y refleja de todo los músculos inervados por el VII par craneal. Hay pérdida del tono muscular. La comisura labial aparece desviada hacia el lado sano, la asimetría se hace más evidente al sonreír, abrir la boca o silbar. Si se le pide al enfermo que arrugue la frente, los pliegues transversales aparecen en el lado sano, no así en el lado enfermo. La apertura palpebral es mayor en el lado paralizado. Al ordenar al paciente que cierre los ojos se comprueba la imposibilidad de hacerlo en el lado enfermo, por la parálisis del orbicular de los párpados y se observa cómo el movimiento de elevación del globo ocular que ocurre cuando los ojos se cierran deja al descubierto el globo ocular, este es el signo de Bell. La hipotonía del globo ocular y del músculo de Horner dejan al descubierto el punto lagrimal que origina epífora y salen las lágrimas. Al ordenársele al paciente que mire hacia arriba, el ojo del lado afectado da la impresión que se eleva más que el del lado sano. Al abrir la boca esta toma una forma ovalada en el lado paralizado. La debilidad del músculo buccinador se hace evidente cuando se dice al paciente que silbe o sople, el aire por la comisura labial se escapa. La saliva y los alimentos se acumulan o escapan por el lado paralizado. Al abrir la boca contra resistencia, la palpación del músculo cutáneo del cuello nos pone de manifiesto la ausencia de contracción. La exploración del reflejo corneal nos denota su ausencia. Al respirar el paciente, vemos como en el lado paralizado se eleva la mejilla. 173 La exploración detallada de las parálisis faciales nos permite localizar el sitio de la lesión. Si la lesión está entre en el conducto auditivo interno y el origen aparente del nervio, es decir proximal al ganglio geniculado (C), el resultado es la parálisis descrita anteriormente, pero se añade a lo anterior disminución o ausencia de la secreción lagrimal y salival. Si la lesión se encuentra en el conducto del facial (B) , por encima de la cuerda del tímpano, pero por debajo del ganglio geniculado. Se produce además de la parálisis muscular, ausencia del gusto (ageusia) en los dos tercios anteriores de la lengua, disminución de la salivación y si se afecta la rama para el músculo estapedial, el resultado es hiperacusia. Esta última se comprueba al hacer vibrar el diapasón contra el estetoscopio. La vibración se escucha con mayor intensidad en el lado afectado. Si la lesión se produce después que se ha desprendido la cuerda del tímpano y el agujero estilomastoideo (A), la parálisis se limita al cuadro descrito inicialmente, es decir parálisis de la musculatura del nervio facial. Si la lesión asienta entre la salida de la cuerda del tímpano y ya se ha desprendido el ramo para el músculo estapedial, la parálisis será como la anterior, pero no existe hiperacusia. Pato genia Patog Desde principio del siglo XIX en el que Charles Bell describiera por primera vez la PFP han existido varias teorías que han tratado de explicar tanto la causa como el mecanismo causal de esta entidad. En la última década y especial con el advenimiento de técnicas radiológicas como la tomografía axial computadorizada (TAC), la resonancia magnética nuclear (RMN), la cisternografía con iofendilato, así como el desarrollo de nuevos métodos inmunológicos y virológicos se ha aclarado el camino en este sentido. Cuatro teorías principales: la isquemia vascular, la inmunológica, la compresiva y la infección viral del nervio, explican los eventos que ocurren en torno a esta entidad. Teoría vascular Predominó esta teoría hasta la quinta y séptima décadas del siglo XX. Los partidarios de esta se dividían en aquellos que planteaban que la PFP tipo Bell se producía por una isquemia primaria y otros señalaban que el mecanismo isquémico era secundario. Los defensores de la primera planteaban que el proceso se iniciaba por una disfunción del sistema nervioso autonómico la que conducía a un espasmo vascular y trombosis de las arterias que irrigaban el nervio seguido de edema, inflamación e infarto del nervio. 174 La segunda teoría o de la isquemia secundaria señalaba que como consecuencia de un proceso viral o inmunológico se alteraba la microcirculación y la conducción nerviosa a la que contribuían algunos factores desencadenantes como la exposición al frío, extracciones dentarias, traumatismos y otros. Estudios experimentales demostraron que los análisis histopatológicos de los nervios faciales exhibían edema y congestión vascular sin cambios inflamatorios como se suponía. Por otro lado se demostró que a diferencia de los enfermos con PFP tipo Bell, donde las afectaciones ocurren en las fibras mielínicas de grueso calibre, las lesiones histopatológicas experimentales lesionaban las fibras tanto gruesas como finas. Por último, en fecha más cercana el estudio en sujetos normales demostró que la exposición al frío ocasiona disminución en la perfusión del nervio y de la conducción nerviosa, pero sin parálisis clínica. De lo anterior se concluyó que la isquemia puede ser un factor que contribuye a la lesión nerviosa, pero no es el mecanismo fundamental. Hipótesis compresiva La observación de que las alteraciones histopatológicas en individuos con PFP tipo Bell se encontrasen entre el ganglio geniculado y el fondo del conducto auditivo interno, y que los principales cambios consistían en inyección vascular, edema e hiperemia hicieron suponer que la compresión del VII par a este nivel era la causa de la enfermedad. La positividad del test de Schirmer, que indica que la lesión afectaba el nervio intermediario de Wrisberg, antes del origen del nervioso petroso superficial mayor, unido al resultado de la cisternografía con ionfedilato, parecieron reafirmar esta hipótesis. Estudios posteriores demostraron que el nervio facial en su porción inicial tiene un diámetro aproximado de 1 a 1,2 mm, y rodeado de un anillo fibroso, atraviesa un conducto de 0,65 a 0,68 mm de diámetro, que ocasiona un potencial atrapamiento en este lugar. Los estudios electromiográficos apoyaron esta teoría, al mostrar que en más del 90 % de los pacientes existía un bloqueo de la conducción en esta porción, lo que no ocurría en otro segmento del nervio. Estudios posteriores refutaron esta teoría al encontrar que estos hallazgos se debían a una ganglionitis vírica del ganglio geniculado y no a un proceso compresivo primario. Hipótesis inmunológica La posibilidad de que una respuesta inmunológica a nivel del nervio desencadenada por una infección viral, traumatismos, agentes químicos o 175 mecánicos han sido señaladas tanto en pacientes con PFPB como en estudios en animales de experimentación. La administración en animales previamente sensibilizado de una solución antigénica en el conducto de Falopio, provocó una parálisis del nervio facial, mientras que la inyección de esta solución no indujo parálisis en los animales no sensibilizados. Se ha propuesto que la reacción que se produce es de antígenoanticuerpo con fijación del complemento, degranulación de los mastocitos y liberación de sustancias vasoactivas, secundariamente ocurre un aumento de la permeabilidad capilar, tumefacción por edema del nervio y compresión en el conducto auditivo interno. Las alteraciones del tanto por ciento relativo de linfocitos T y B en sangre periférica, con la disminución de los linfocitos T y aumento de los B en pacientes con PFPB similares a los hallazgos en otras enfermedades autoinmunes como el síndrome de Guillain Barré apoyan la teoría inmunológica. Se ha determinado que en esta entidad existe un aumento significativo de los factores del complemento C3 y C1q y descenso de C4, lo que es signo de una respuesta inmunológica prolongada. A pesar de lo expuesto anteriormente, lo que tiene gran importancia, no se ha podido precisar en esta hipótesis el mecanismo que desencadena la reacción inmunológica. Hipótesis vírica La posibilidad de que sea una infección viral y en especial la causada por el virus del herpes simple (VHS) parece ser la teoría más aceptada y lógica actualmente. Esta afirmación se asienta en investigaciones histológicas, serológicas, epidemiológicas, analíticas y radiográficas. La ocurrencia estacional que ya señalamos con anterioridad apoya este criterio desde el punto de vista de la epidemiología. La elevación de anticuerpos contra el VHS en pacientes con PFPB y la elevación de las gammaglobulinas en el líquido cefalorraquídeo, así como los antecedentes de factores que reactivan las infecciones por VHS como el estrés, las infecciones respiratorias y otros se observan en pacientes con esta enfermedad. Asimismo, los incrementos linfocitarios y los niveles aumentados de interferón en el suero tanto alfa y gamma, como se observa en pacientes expuesto a VHS reafirman esta teoría. Los datos de RMN, la presencia de infiltración linfocitaria con proliferación de células de Schwann y fibroblastos en sujetos con PFPB fallecidos, coincide con lo planteado con anterioridad y el aislamiento del genoma viral recientemente en pacientes con PFPB es en la actualidad la patogenia más aceptada. La patogenia de la PFPB es la que proponemos en el siguiente esquema. 176 Exámenes complementarios No existe ningún examen de laboratorio que supere la interpretación clínica, lo que equivale a decir que el diagnóstico de esta entidad es clínico. El objetivo del laboratorio es causal y útil para el pronóstico. – Serología: han sido sólo positivos para el VHS en el 25 % de los pacientes con PFPB. – La reacción en cadena de la polimerasa (RCP) ha permitido aislar el genoma del VHS tipo I en el líquido endoneural con una elevada frecuencia. – La determinación de anticuerpos contra el VHS como planteamos demuestra una elevación. – Estudio del LCR: muestra elevación de las gammaglobulinas con relativa frecuencia. – Estudio de las poblaciones linfocitarias en sangre periférica. 177 – Dosificación de complemento sérico: señala disminución de C4 y elevación de C3 y C1q. – Test de Schirmer. se realiza esta prueba insertando el extremo de un papel de filtro de 5 mm de ancho y 25 de largo en el saco conjuntival inferior y se deja colgar el otro extremo en el borde del párpado inferior. Se estimula la mucosa nasal con un algodón de manera que se produzca lagrimeo. En las personas normales las lágrimas humedecerán el papel en una extensión de 15 mm aproximadamente. La reducción del área humedecida en más del 25 % o menor de 10 mm plantea que ha sido lesionado el nervio facial en un sitio proximal al origen del nervio petroso superficial mayor. – Electromiograma convencional: se valoran 2 aspectos, la presencia de actividad espontánea en el reposo y el patrón electromiográfico durante la contracción voluntaria. La actividad espontánea suele aparecer entre los 14 y 21 días de la lesión; la presencia de fibrilaciones u ondas positivas indican la existencia de degeneración del axón, no constituye su ausencia un índice pronóstico y su aparición tardía le resta utilidad. El patrón de los PUM durante la contracción voluntaria guarda estrecha relación con el número de axones indemnes; por lo que la presencia de PUM de características normales, es indicador de buen pronóstico. Además los registros de PUM polifásicos y de baja amplitud son signos de reinervación. – Electroneurografía: compara el potencial de acción muscular (PAM) tras la estimulación del nervio facial entre el lado sano y el lado paralizado. El PAM del lado afectado medido en tanto por ciento en relación con los del lado sano señala el porcentaje de axones que se encuentran normales o los que tienen neuropraxia. Es un estudio que puede realizarse tempranamente en el transcurso de la primera semana de la parálisis. Si la amplitud de PAM es igual o superior al 50 % en lado afectado en relación con el lado sano, el pronóstico para una posible recuperación es favorable. Transcurrido los primeros días del inicio del cuadro, si la amplitud del PAM es igual o superior al 50 %, la recuperación del lado sano ocurrirá en el 100 % de los enfermos en los 2 primeros meses. Si el PAM es del 25 al 50 % en el lado enfermo en relación con el lado sano, la recuperación entre el tercer y el sexto meses debe ser completa. El pronóstico de las afectaciones entre el 10 y el 25 % no es predecible; por debajo del 10 % el pronóstico ha sido desfavorable, al menos en nuestros pacientes. Este es el examen más importante para establecer un pronóstico en los individuos con PFP tipo Bell, en esto hay coincidencia con otros autores. 178 Reflejo trigémino facial o blink reflex. Es un estudio que permite medir la funcionalidad del VII par en toda su extensión. Al estimular el V par craneal, este alcanza el tallo cerebral y llega el nervio facial que constituye la salida eferente. Se observan 2 respuestas en el lado ipsilateral al estímulo, denominado R1 y R2 y una respuesta contralateral R2 correspondiente al músculo orbicular de los ojos. La respuesta R1 es ipsilateral y corresponde a un arco reflejo monosináptico. La latencia calculada es de 10,5 + 2,5 ms. La respuesta R2 es tanto directa como cruzada, el arco reflejo es polisináptico y la latencia ipsilateral es de 31 + 10 ms, mientras que el lado contralateral es de + 32 + 10 ms. La obtención de respuestas tanto R1 como R2, o la reaparición del reflejo en las primeras 3 semanas son índices para un pronóstico favorable. Otros estudios para la valoración electrofisiológica en las PFP son el test de excitabilidad nerviosa, la medición del potencial antidrómico del nervio facial, el tiempo de conducción distal del nervio, que aunque útiles no superan el valor pronóstico de los descritos con anterioridad. Dia gnóstico de la parálisis facial Diagnóstico periférica tipo Bell El diagnóstico de la PFPB no resulta difícil si tenemos presente sus características clínicas, si el interrogatorio es detallado y el examen físico del paciente es exhaustivo. No obstante, en ocasiones no resulta tan fácil y hay situaciones en las cuales el diagnóstico es impreciso. Desde el punto de vista didáctico y práctico, que es el objetivo de esta obra, los objetivos diagnósticos serán: – Distinguir las parálisis faciales supranucleares, nucleares e infranucleares. – Distinguir la PFPB de otras parálisis periféricas secundarias. La distinción entre una parálisis facial central o supranuclear de una parálisis nuclear o infranuclear resulta relativamente fácil, si se recuerda que en las primeras sólo se afecta la musculatura del macizo facial inferior, rara vez se presentan aisladas, se acompañan con frecuencia de hemiplejía, afasias, hemianopsias y trastornos sensitivos. Las causas más frecuentes son los ictus, tumores, infecciones y enfermedades desmielinizantes. Las parálisis faciales nucleares, que al igual que las infranucleares o periféricas afectan tanto los músculos del macizo facial superior como el inferior, se distinguen de estas últimas porque de manera general se acompañan de otros signos de tallo cerebral o de vías largas, como son la afectación del VI par craneal, hemiparesia o hemianestesia contralateral, 179 nistagmo, signos vestibulocerebelosos, parálisis internuclear o manifestaciones de afección de otros pares craneales. La parálisis facial periférica o infranuclear obedece a múltiples causas, la distinción de ellas de la PFPB es el problema diagnóstico más difícil. Consideramos a continuación aquellas PFP secundarias más comunes. y Tumores del ángulo pontocerebeloso: es rara la afectación única del VII par craneal, a ella suelen acompañarla la afectación del V, VIII, IX, X y XI par craneal, más síntomas y signos de origen cerebeloso. El tumor más frecuente es el neurinoma del acústico, otras causas son las meningiomas, el tumor del glomus de la yugular, colesteatoma, carcinomatosis meníngeas, aracnoiditis y otros. y Traumatismos y fracturas del peñasco: el antecedente del trauma, la presencia de otorragia y otros signos permiten el diagnóstico. Las radiografías del peñasco son útiles para la demostración de las lesiones óseas. El tratamiento quirúrgico, si el estudio electrofisiológico muestra compromiso axonal importante, a través de la descompresión, es el indicado. y PFP en las otitis agudas y crónicas: se observa con relativa frecuencia la parálisis facial en el curso de ambas afecciones, la presencia de dolor y afección inflamatoria establece el diagnóstico. El tratamiento enérgico con antibiótico y la paracentesis es lo indicado. Si la otitis es crónica la intervención quirúrgica descompresiva resulta útil. y Síndrome de Ramsay Hunt: consiste en una parálisis facial periférica, acompañada de dolor intenso, y erupción vesicular del conducto auditivo externo causada por el virus varicela zoster. Suele acompañarse de vértigos, acúfenos y sordera. y Parálisis facial periférica por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH): es una causa frecuente. Se debe descartar ante un paciente con riesgo o en los casos de recurrencia o bilateralidad de la enfermedad. El estudio del líquido cefalorraquídeo muestra aumento de la celularidad. y Síndrome de Melkersson-Rosenthal: está compuesto por la tríada, parálisis facial recurrente, edema facial y lengua plegada. El inicio se observa en pacientes jóvenes y con frecuencia existen antecedentes familiares del síndrome. La biopsia del labio muestra signos de inflamación granulomatosa. y Parálisis facial periférica en el síndrome de Guillain Barré: ocurre en cerca de los dos tercios de los pacientes. Su diagnóstico resulta evidente. y Parálisis facial periférica bilateral: la afectación bilateral del VII nervio craneal no es tan infrecuente como se reconocía hasta hace unos años. El VIH, el síndrome de Guillain Barré, la enfermedad de 180 Lyme, el síndrome de Moebius, la sarcoidosis, el Síndrome de Melkersson-Rosenthal y la lepra, son las causas más comunes. Otras causas de parálisis facial secundaria son los tumores de la parótida, las infiltraciones metastásicas, mastoiditis, leucemia, la cirugía, pero su diagnóstico suele ser evidente. Tratamiento El tratamiento de la PFPB sigue siendo un tema controvertido, a la luz de los conocimientos actuales en nuestro servicio se proponen las pautas que a continuación se exponen. No existe tratamiento preventivo, aún en aquellos pacientes con riesgos como los pacientes con VIH, diabéticos, con historia de herpes simple, no podemos predecir quién desarrollará la enfermedad. Medidas generales – Protección del ojo contra la sequedad o irritación (uso de gafas oscuras, instilación de lágrimas artificiales, pomadas protectoras durante el sueño). – Manejo psicológico del paciente: es un aspecto que a veces no se tiene en cuenta. Se debe explicar al paciente las características de su enfermedad, lo benigno de la enfermedad en relación con la vida, que no se trata de una afección grave como tumor, infarto o hemorragia. Esto es importante. – Al comenzar la tercera semana, iniciar el tratamiento de rehabilitación, que consiste en sesiones de ejercicios faciales ante el espejo durante 5 minutos 2 ó 3 veces el día y masaje facial con los dedos o vibrador durante 5 minutos. No se ha demostrado el valor de utilizar calor ni estímulos eléctricos. – Debe tenerse presente que esta enfermedad no obliga a medidas de reposo más allá de la primera semana. Tratamiento causal – Aciclovir: la demostración de que el VHS es el agente causal de la enfermedad ha hecho que este sea el tratamiento de elección. Recomendamos su uso en los primeros 5 días de haberse iniciado el proceso. La dosis que empleamos es de 800 mg 3 veces al día por vía oral por 10 días. 181 – Prednisona: el uso de la prednisona asociado al aciclovir ha dado buenos resultados. Se basa en la capacidad de esta de disminuir el edema intraneural, que agrava la compresión y por tanto el daño del nervio. Comenzamos con una dosis inicial de 60 mg por día en los primeros 5 días, aún en pacientes diabéticos y mantenemos esta dosis por 10 días, a partir del cual rebajamos la dosis 5 mg semanales. La experiencia resulta favorable y coincide con los resultados de otros autores. – Gangliósidos: no existe experiencia con el uso de los gangliósidos por nuestra parte. Se ha observado en grupos de pacientes tratados, un mayor grado de recuperación. Estudios experimentales del uso de estos glicolípidos integrantes de la membrana de las células nerviosas han demostrado una recuperación más rápida en distintas lesiones del sistema nervioso. Otros tratamientos empleados, pero en los cuales no podemos aportar experiencia son los antiinflamatorios no esteroideos, el uso de diuréticos y otros. La utilización de la vitaminoterapia tan usada en nuestro medio no ha sido estudiada en investigaciones hasta la fecha y su uso es empírico y no integra las normas del tratamiento que recomendamos. Tratamiento quirúrgico El tratamiento quirúrgico con fines descompresivos ha sido realizado en las últimas 6 décadas, pero los resultados han sido inferiores al uso combinado y precoz del aciclovir y la prednisona. Pronóstico y evolución La PFPB es una enfermedad autolimitada, cuyo curso lesional no dura más allá de 4 semanas. Si el nervio ha sufrido alteraciones que afectan la mielina o con ligero trastorno axonal, el paciente suele recuperarse totalmente en un plazo de 3 a 4 semanas. Si la lesión axonal es importante pero no supera más allá del 60 al 75 % de los axones, la recuperación total se produce completamente en el 50 % de los enfermos. Cerca de la mitad puede sufrir alguna secuela. El reestablecimiento se produce hasta los 6 a 9 meses después. Las principales secuelas observadas son la debilidad permanente, sincinesias, contracturas, hemiespasmo facial y lagrimeo. El seguimiento y tratamiento será siempre ambulatorio y el paciente será dado de alta tan pronto haya logrado la máxima recuperación de la fuerza muscular o si después de un año han quedado secuelas. 182 Biblio g rafía Bibliog Abramski O, Webb C, Teitelbaum D, Arnon R. Cellular immune response to peripheral nerve basic protein in idopathic facial paralysis (Bell's palsy). J Neurol Sci 1975; 26: 13-20. Adour KK. Cranial polyneuritis and Bell's palsy. Arch Otolaryngol 1976; 102: 262-4. Adour KK. Current concepts in neurology: diagnosis and management of facial palsy: N Engl J Med 1982; 307: 348-51. Adour KK, Byl FM, Hilsinger RL, Kahn ZM, Sheldom Mi. The true nature of Bell's palsy: analysis of 1000 consecutive patients. Laryngoscope 1978; 88: 787-801. Adour KK, Ruboylanes JM, Von Doersten PG, Byl FM, Trent CS, Quesenberry CP Jr, et al. Bell' palsy treatment with acyclovir and prednisone compared with prednisone alone. 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El profesional médico que brinda su atención en las salas de urgencias, salas de hospitalización u otros centros asistenciales es requerido días tras días para evaluar enfermos que no reaccionan a los estímulos y que han perdido el conocimiento. La necesidad de identificar el proceso patológico, precisar la forma en que evoluciona y la aplicación de las medidas para evitar la progresión de lesiones o trastornos de las funciones vitales que pueden poner fin a la vida del paciente, convierte al coma en una de las emergencias médicas más importantes. Para enfrentar esta situación el médico deberá estar dotado de la más alta calificación que le permita desarrollar una investigación rápida que le conduzca al diagnóstico inmediato y a la imposición de un tratamiento eficaz. Varias investigaciones señalan que entre el 3 y el 7 % de todas las solicitudes de asistencia médica que se realizan en las salas de urgencias de los hospitales generales se producen por pacientes que se encuentran en estado de coma. Entre las causas fundamentales de coma se encuentran los trastornos metabólicos, las intoxicaciones, las infecciones, todas causas tratables y potencialmente reversibles, de ahí la necesidad de precisar la causa de este trastorno. Uno de los problemas que aún enfrenta la medicina al abordar este tema está en la confusión que existe en la definición de los términos empleados y la connotación que se da a cada uno de ellos. La utilización de criterios individuales, muchos de los cuales van más allá del campo de la medicina y se extienden al campo de los conceptos de orden filosófico, de la educación y la enseñanza, han estado presentes en la conceptualización del significado que se le da al estado de conocimiento normal o al que significa mucho "conciencia". 185 Definiciones de conocimiento normal y de los trastornos de la conciencia Se considera como conocimiento normal al estado de la persona en la vigilia, cuando el individuo es capaz de reaccionar con total integridad a los estímulos externos e internos por medio de una conducta y lenguaje adecuado, lo que indica que tiene una percepción apropiada de su yo y del medio ambiente. El estado del conocimiento normal está influenciado por diversos factores como son la atención, el estado previo de salud, la hora del día, la concentración individual y las características de la personalidad de cada sujeto. Los estados de alteración de la conciencia pueden evolucionar desde la confusión al coma. El término confusión resulta impreciso, no obstante en la práctica se aplica a la pérdida de la capacidad para pensar con la rapidez y claridad ordinaria, lo que conduce a una disminución de la atención y cierto grado de desorientación, con dificultad para reaccionar de forma adecuada y coherente y a la incapacidad de solucionar los problemas de manera correcta. La confusión obedece con frecuencia a un trastorno que afecta de forma global al encéfalo, generalmente de tipo tóxico o metabólico. También existen enfermedades focales del cerebro, como abscesos, hemorragias, tumores en distintas localizaciones que suelen acompañarse de confusión. Los individuos deprivados de sueño o aquellos que acaban de despertar pueden mostrar cierto estado confusional. Los grados más severos de confusión se acompañan de incapacidad para realizar actos coordinados y complejos y las personas en este estado sólo obedecen órdenes muy sencillas con actos motores simples. El lenguaje está limitado a algunas palabras o frases breves. El paciente no se percata de lo que sucede a su alrededor o lo hacen parcialmente, confunden o no identifican a sus familiares allegados y no reconocen los objetos que se le muestran. En ocasiones la presencia de ilusiones y alucinaciones dan al cuadro una apariencia psicótica, y enmascara el trastorno de la atención. En los casos más leves o moderados del estado confusional, los sujetos son capaces de mantener una conversación breve, pero el pensamiento es lento e incoherente y las respuestas están retardadas o son inapropiadas, se distraen con facilidad ante cualquier estímulo externo. Otras veces el estado de confusión es tan leve que puede pasar inadvertido para el examinador y el sujeto se encuentra orientado en tiempo y lugar, pero ciertas situaciones ponen en evidencia la incoherencia de las ideas o los familiares y amigos allegados informan al médico de estas alteraciones. La somnolencia y la disminución de la vigilia se asocian con cierto grado de irritabilidad y los movimientos del enfermo no consiguen su fin. Los estados confusionales fluctúan en las distintas horas del día, son menos evidentes en el horario de la mañana y se acentuán en horas de la tarde con exacerbación durante la noche. Los sucesos del día anterior no son 186 recordados y la ejecución de las tareas no es posible, como tampoco son capaces de realizar operaciones matemáticas sencillas. Los defectos en la confusión están condicionados por la percepción trastornada, la disminución de la atención y el incorrecto registro de la información. El diagnóstico diferencial debe hacerse con los estados delirantes, pero la presencia de alucinaciones, la agitación extrema con incapacidad de reaccionar en un momento dado, la exaltación ante los estímulos y los trastornos neurovegetativos son las características del delirio que no se observan en los pacientes con confusión. El estupor es un estado en el que el paciente sólo es capaz de despertarse ante un estímulo fuerte y sostenido. Tras la estimulación el enfermo es capaz de abrir los ojos, mirar al examinador; pero es incapaz de reaccionar al estímulo verbal de forma correcta o la respuesta se produce de forma lenta. Los sujetos estuporosos pueden estar inquietos, pero son incapaces de cambiar de posición en el lecho y no emiten palabra o frase alguna. Definición Es un estado del paciente en el cual existe incapacidad total para reaccionar a las necesidades internas o estímulos externos, con pérdida de las capacidades mentales a través de las cuales el individuo se entera de su "yo" y de las situaciones externas. Los estados de coma pueden variar en su profundidad y se han realizado varias clasificaciones acordes con la presencia de ciertas actividades reflejas como son las respuestas pupilares a la estimulación luminosa, la existencia de los reflejos de tallo cerebral, la respuesta al estímulo verbal, al dolor, el patrón de las respiraciones y otros aspectos. En los comas leves estas respuestas se conservan o están disminuidas en mayor o menor grado, mientras que en las etapas más profundas se encuentran abolidas. F isiopatolo gía isiopatología Antes de abordar los mecanismos que conducen al coma se hace necesario considerar, aunque de manera breve, la fisiología del conocimiento normal. En las últimas décadas se han venido esclareciendo los aspectos anatómicos y funcionales que conservan la conciencia. Se sabe que el estado de vigilia depende de un flujo continuo de múltiples percepciones que llegan a la corteza cerebral, las cuales son organizadas y moduladas por núcleos neuronales intercalados que reciben el nombre de sistema activador reticular ascendente (SRA). Este grupo de neuronas se encuentra localizado en las regiones paramedianas de la porción rostral de la protuberancia y del mesencéfalo y se extiende hasta las 187 regiones paramedianas posterior y parafascicular del hipotálamo, núcleos centromediano e intralaminares talámicos. Los núcleos del SRA del tallo cerebral reciben colaterales directas desde las vías sensitivas espinotalámicas y por un sistema extralemniscal establecen conexiones con los núcleos del tálamo y de forma difusa con toda la corteza cerebral. De tal manera la estimulación sensorial trasmite una doble información hacia el encéfalo a partir de las vías somáticas y hacia la corteza a partir del SRA de las que depende la conservación del conocimiento normal. Se conoce con certeza que los trastornos que afectan el sistema reticular activador ascendente se acompañan de alteración de la conciencia y que la corteza cerebral a su vez tiene una estrecha función moduladora sobre este, de manera que los procesos patológicos que la afectan ocasionan con frecuencia trastornos del conocimiento. De hecho el estudio sistemático de los pacientes comatosos ha demostrado que existen 2 tipos diferentes de lesiones o trastornos de las funciones capaces de producir coma: en un primer grupo se encuentran aquellas afecciones que ocupan espacio en un hemisferio cerebral como son los tumores, abscesos cerebrales, hemorragias y meningoencefalitis. Estas lesiones suelen abarcar solo una parte del cerebro. En un número menor de veces la lesión se encuentra a nivel talámico o en la parte alta del tallo cerebral. Los procesos que ocupan espacio producen desplazamientos de las estructuras profundas con hernias transtentoriales del uncus temporal y ocasionan compresión de la región subtalámica y de tallo cerebral que conduce a infarto o hemorragia de estas estructuras. En otros casos la destrucción de las vías que van y vienen entrelazando el SRA y la corteza cerebral son la causa del coma. De todo lo anterior se deduce que el estado de coma puede ser causado por lesiones de pequeño tamaño localizadas en la mitad superior del tallo cerebral o por grandes lesiones que afectan los hemisferios cerebrales. En un segundo grupo, más extenso que el anterior, están los enfermos en coma donde no es posible demostrar una lesión cerebral macroscópica. A su vez este grupo comprende 2 tipos de alteraciones, aquellas en las que el trastorno es molecular o subcelular y otro tipo en el que el examen microscópico demuestra la presencia de daño hístico. Las causas que ocasionan coma sin daño estructural macroscópico alteran tanto el sistema reticular activador ascendente como las neuronas de la corteza cerebral. Etiolo gía Etiología Numerosas son las enfermedades que producen coma. El 30 % de los pacientes que fallecen lo hacen en coma. No es posible describir cada uno de estos procesos y no es el objetivo de esta obra, sin embargo, más adelante cuando se describan los mecanismos que conducen al coma haremos 188 referencia a las principales causas y su diagnóstico que es el paso fundamental para poder tratar de manera eficaz aquellas causas que son potencialmente reversibles. Las enfermedades que producen coma se pueden agrupar de la siguiente manera: 1. Coma de origen endocrino-metabólico. – Coma diabético. – Coma hepático. – Coma urémico. – Coma hipoglicémico. – Coma mixedematoso. – Coma tirotóxico. – Coma hiperosmolar. – Coma de la insuficiencia suprarrenal. – Coma de la insuficiencia hipofisaria. – Coma hipopotasémico. 2. Coma por intoxicaciones exógenas. – Coma etílico. – Coma barbitúrico. – Coma por ingestión de psicofármacos. – Coma por toxinas alimentarias. – Coma por narcóticos y otras sustancias prohibidas. – Coma por picaduras y mordeduras de animales. – Coma por intoxicación con metales pesados. – Coma por insecticidas y plaguicidas. 3. Coma por trastornos circulatorios e hipoxia. – Insuficiencia respiratoria. – Insuficiencia cardíaca. – Paro cardiorrespiratorio. – Shock y hemorragia. – Inhalación de vapores y cuerpos extraños. – Ahogamiento. 4. Coma de causas físicas. – Insolación. – Golpe de calor. – Traumatismos severos. – Exposición al frío. 5. Coma por lesiones encefálicas. – Lesiones supratentoriales. 189 Hemorragia intracerebral. Hematoma subdural. Absceso cerebral. Tumores cerebrales. Hematoma epidural. Infarto cerebral extenso. Meningoencefalitis. – Lesiones infratentoriales y Infarto de tallo cerebral. y Hemorragia pontina. y Hemorragia cerebelosa. y Absceso cerebeloso. y Tumores de cerebelo. y Tumores de tallo cerebral. y y y y y y y 6. Infecciones – Bronconeumonía. – Sepsis generalizadas. – Fiebre tifoidea. – Peritonitis. Múltiples son los mecanismos que conducen al coma, aunque la mayoría de estos se han identificado plenamente, otros continúan sin esclarecerse totalmente. La hipoxia, los estados hiperosmolares e hipoosmolares, la hipoglucemia, la hipocalcemia, las deficiencias vitamínicas, la intoxicación por ciertos fármacos actúan produciendo alteraciones del metabolismo de las neuronas corticales y de la región central del tallo encefálico. La disminución del flujo sanguíneo cerebral por debajo de 15 mL/ min/100 g de tejido cerebral, tal como se observa en la insuficiencia cardíaca, el shock, la parada cardiorrespiratoria, producen coma por disminución del metabolismo cerebral. Los anestésicos, barbitúricos, benzodiacepinas, el alcohol, los opiáceos, actúan directamente sobre las membranas neuronales, los neurotrasmisores o sus receptores. Los anestésicos inhalables ocasionan cambios fisicoquímicos en las membranas neuronales con inhibición de las neuronas del tallo cerebral, y son capaces de abolir los reflejos pupilares y corneales. Los cambios extremos de la temperatura corporal originan coma por un efecto inespecífico sobre el metabolismo cerebral. La hiponatremia provoca edema intracelular y salida de potasio desde el interior de la célula nerviosa al espacio extracelular. La acidosis láctica, la ingestión de alcohol metílico y el paraldehído trastornan el funcionamiento neuronal al producir acidosis metabólica. 190 En la conmoción cerebral el aumento súbito de la presión intracraneal que se produce por milésimas de segundos, así como la distorsión de la parte alta del tallo cerebral al desplazarse el cerebro y producir rotación del primero sobre su eje son los causantes del coma. Dia gnóstico Diagnóstico El diagnóstico del coma en ocasiones resulta difícil, en otras, como cuando existe el antecedente de un traumatismo, diabetes mellitus mal controlada o una hemorragia, la causa resulta evidente. El análisis de los signos vitales como temperatura, pulso, frecuencia respiratoria y la tensión arterial pueden contribuir de manera importante a descifrar la causa del coma. La fiebre puede ser un indicio de una infección como bronconeumonía, meningoencefalitis, aunque también se observa en caso de hemorragia subaracnoidea por una alteración de los centros termorreguladores hipotalámicos. La disminución de la temperatura se aprecia en casos de hipotiroidismo, ahogamiento, intoxicación alcohólica, ingestión de barbitúricos, exposición al frío y hemorragias con colapso circulatorio. La inspección de la piel y la cara aportan datos valiosos. La cianosis de los labios, lechos ungueales y extremidades son datos a favor de la hipoxia. El mixedema y la insuficiencia hipofisaria confieren un aspecto abotagado y un tinte ceroso a la cara. La hemorragia interna se acompaña de palidez, frialdad y sudoración fina de la piel. La rubicundez puede ser evidente en el coma diabético y el alcoholismo, en este último la presencia de telangectasias en la cara, eritema palmar y circulación colateral son signos reveladores de insuficiencia hepática. La piel seca acompaña al coma diabético, uremia o al abuso de antidepresivos. La existencia de pliegue cutáneo se observa en la deshidratación de cualquier origen. Equimosis, escoriaciones en la piel detrás de las orejas, cuello o cara, así como la presencia de hematomas en estas regiones y otorragias suelen estar asociadas a traumatismo craneal. La bradicardia puede sugerir bloqueo cardíaco y si se combina con hipertensión arterial y trastornos de la frecuencia respiratoria lo más probable es la existencia de un proceso que se acompañe de aumento de la presión intracraneal. La hipotensión arterial es frecuente en estados como intoxicación por barbitúricos, alcoholismo, hemorragia interna, infarto del miocardio, diabetes mellitus e insuficiencia suprarrenal. La disminución de la frecuencia respiratoria se encuentra en procesos tales como: hipotiroidismo, intoxicación alcohólica y opiáceos. El aumento de la presión intracraneal se acompaña de respiración periódica o irregular. La hiperventilación puede ser secundaria a bronconeumonía, acidosis metabólica o presión intracraneal aumentada. 191 Examen neurológico del paciente en coma coma. La exploración neurológica en un paciente en coma está limitada, no obstante una adecuada valoración de un grupo de funciones neurológicas son determinantes para un correcto y adecuado diagnóstico de las causas del coma, con la consiguiente aplicación de un tratamiento que resulte eficaz. El examen del paciente comienza con la observación; la postura del cuerpo y de las extremidades, la ausencia o presencia de movimientos espontáneos, la posición de la cabeza y los ojos, el ritmo, frecuencia y la profundidad de la respiración son elementos importantes en la elaboración de un adecuado juicio clínico. Se valorará la respuesta del paciente al estímulo verbal intenso, los estímulos dolorosos como la presión esternal o supraorbitaria, el pellizcamiento de la región lateral del cuello o los miembros. La aplicación de la escala de coma de Glasgow, elaborada inicialmente para valorar los pacientes en coma por traumatismos ha demostrado ser de gran utilidad en todo tipo de paciente con este trastorno. Esta escala comprende tres aspectos: apertura de los ojos, respuesta verbal y reacción motora. Escala de Glasgow 1. Apertura de los ojos. Nunca Al dolor Al estímulo verbal Espontánea 2. Respuesta verbal. No reacciona Sonidos incomprensibles Palabras inapropiadas Desorientado y conversa Orientado y conversa 3. Mejor reacción motora. No hay reacción Rigidez de descerebración Flexión anormal Flexión de retirada Localiza dolor Obedece órdenes Total Puntuación 1 2 3 4 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5 6 3 a 15 La utilidad de esta escala que ha permitido su difusión de manera universal está dada por su fácil aplicabilidad, su sensibilidad, reproducibilidad y su especificidad, que facilita una valoración inmediata del enfermo, su seguimiento evolutivo y establecer un pronóstico acertado. 192 La identificación de una lesión focal se puede poner en evidencia con la observación cuidadosa del enfermo. La ausencia de movimientos en una extremidad, la falta de respuesta de un miembro tras la estimulación dolorosa, la rotación externa del miembro inferior con aplanamiento y laxitud del muslo sobre la superficie del lecho, son signos que indican un déficit motor localizado. Otros signos focalizadores son el abombamiento de la mejilla con la respiración y la existencia de Babinski unilateral. La respuesta con un quejido tras el pellizcamiento de una extremidad indica que la sensibilidad se encuentra conservada en ese miembro. La rigidez nucal es expresión de irritación meníngea, ante la cual se sospecha una hemorragia subaracnoidea, meningitis bacteriana o tumor de fosa posterior. En algunos pacientes los signos meníngeos no aparecen hasta 12 a 24 horas después del inicio del proceso patológico que originó el coma. En los estadios profundos del coma estos pueden desaparecer. La exploración de las funciones del tallo cerebral son indicadores importantes para medir la profundidad del coma. El análisis del tamaño y reactividad de las pupilas, la exploración de los reflejos de tallo cerebral, la observación del patrón respiratorio, los cambios posturales y los movimientos espontáneos de las extremidades son algunos de los aspectos que es imprescindible analizar. Reflejos pupilares. El análisis de las pupilas es de importancia crucial en el paciente en coma. La pupila dilatada, mayor de 5 milímetros es un signo de desplazamiento lateral del mesencéfalo, de desplazamiento hacia debajo de la parte alta del tallo cerebral o desplazamiento de la porción medial del lóbulo temporal. Estas manifestaciones obedecen a compresión o estiramiento del tercer nervio craneal. La pérdida del reflejo fotomotor es generalmente la primera manifestación en observarse, luego la pupila se hace oval y pequeña para dilatarse posteriormente. Cuando ocurre desplazamiento contralateral del tercer par se produce midriasis del lado contrario a la lesión. En las grandes lesiones que se acompañan de aumento severo de la presión intracraneal, ambas pupilas se dilatan. La afectación del tegmento protuberancial produce pupilas mióticas con respuesta fotomotora solo a la luz intensa, la que se hace más evidente con la utilización de una lupa. En la etapa final del coma las pupilas se dilatan al máximo y no existe respuesta a la luz. En las lesiones hipotalámicas o aquellas que afectan la vía parasimpática en la región lateral del tallo encefálico se observa un síndrome de Horner. En las intoxicaciones y los trastornos metabólicos las pupilas son generalmente de tamaño normal y responden a la luz. Sin embargo existen excepciones como son la ingestión de grandes dosis de antidepresivos tricíclicos o la intoxicación por fármacos atropínicos, los cuales dan lugar a pupilas dilatadas con ausencia de respuesta a la luz. Los derivados del opio producen 193 pupilas mióticas con escasa respuesta a la luz. El fenobarbital y sus derivados producen una reacción semejante, aunque el diámetro pupilar no está reducido tan intensamente. Reflejos de tallo encefálico y movimientos oculares. La exploración de los reflejos del tronco cerebral es una de las herramientas más importantes de que se dispone para valorar los pacientes en coma. Los reflejos oculocefálicos se producen mediante giros o inclinación de la cabeza y consisten en movimientos conjugados de los ojos en la dirección opuesta. Este reflejo no se observa en el estado normal de vigilia. La existencia de estos reflejos confirman, en primer lugar, que están intactas las estructuras mesencefálicas y tegmentarias pontinas para la integración de los movimientos oculares y los núcleos oculomotores y en segundo lugar, que se han perdido los mecanismos inhibitorios corticales que en condiciones normales impiden el desencadenamiento de estos reflejos. La desviación en sentido vertical con la extensión y flexión del cuello indica afectación de la parte más alta del tallo cerebral. La intoxicación con anticonvulsivantes y sedantes bloquea los mecanismos inhibitorios de estos reflejos. El análisis de la posición de los ojos puede detectar diversos trastornos. La desviación hacia abajo y en sentido lateral de un ojo es indicativa de parálisis oculomotoras. En las lesiones de los hemisferios cerebrales que comprometen el área para la mirada conjugada se observa desviación persistente de la mirada hacia el lado de la lesión, mientras en las lesiones pontinas la mirada está desviada en el sentido del lado paralizado. En casos de fenómenos irritativos como las epilepsias, los ojos suelen desviarse en sentido contrario al foco epileptógeno. En los procesos que se localizan al nivel de tálamo y región alta del mesencéfalo los ojos se desvían hacia abajo y hacia adentro. En los trastornos de origen metabólico los movimientos conjugados se conservan intactos, excepto aquellos que son causados por la intoxicación por fármacos anticonvulsivantes y la insuficiencia hepática. El desencadenamiento de la respuesta vestibular, tal como se describe en el capítulo 13, origina en condiciones normales cuando se estimula el oído con agua fría, una desviación tónica y sostenida de los ojos hacia el lado estimulado seguido de una fase correctora rápida(nistagmo) hacia el lado contrario. Deben explorarse ambos oídos separadamente con un intervalo de 5 minutos entre uno y otro oído. En los enfermos en coma la fase correctora está abolida y los ojos se mantienen desviados hacia el lado estimulado con agua fría. Si se estimulan los oídos con agua caliente los ojos se apartarán del lado estimulado. La asimetría del reflejo corneal o su ausencia se observa en las lesiones unilaterales que afectan el quinto y séptimo par craneal unilateral y en las etapas profundas del coma, respectivamente. En la fase severa del coma los 194 reflejos deglutorios, faríngeos, nauseosos, están deprimidos o ausentes pero su valor es menor que los descritos anteriormente. Examen de la respiración. Las enfermedades masivas que aíslan los centros respiratorios del tallo cerebral del control encefálico, como son las hemorragias masivas en la profundidad de los hemisferios cerebrales, los traumatismos craneoencefálicos severos, así como determinados trastornos metabólicos provocan un patrón típico de ventilación en vaivén en el cual alterna un periodo de hiperpnea con una fase corta de apnea. Los centros respiratorios del tallo cerebral en estas condiciones de aislamiento se hacen más sensibles en su respuesta al CO2, lo que da como resultado un aumento de la frecuencia respiratoria, a consecuencia de ello la concentración de CO2 sanguíneo disminuye produciéndose la reacción de paro. Seguidamente ocurre reacumulación de dióxido de carbono dando inicio a un nuevo ciclo. Este patrón respiratorio descrito se reconoce con el nombre de respiración de Cheyne-Stokes. Su presencia es un signo fidedigno de disfunción de las estructuras encefálicas profundas o de lesión del diencéfalo, también se observa en las intoxicaciones graves, trastornos metabólicos severos y suele acompañar a los estados de estupor y somnolencia. Las lesiones que afectan la porción superior de la protuberancia o la parte baja del mesencéfalo dan como resultado un patrón respiratorio caracterizado por un aumento de la frecuencia y la profundidad de la respiración. Este patrón conocido como hiperventilación neurógena produce un cuadro de alcalosis respiratoria. Se observa en las hemorragias del tegmento pontino, tumores de tallo cerebral o grandes traumas craneales. Su presencia indica un pronóstico grave. La respiración apneústica está caracterizada por patrón de hiperventilación profunda de breve duración, seguida de un corto período de apnea. Se observa en casos de lesión de la parte inferior de la protuberancia. Por su parte, las lesiones que afectan directamente los centros respiratorios bulbares originan una arritmia ventilatoria en la que se entremezclan períodos irregulares de hiperpnea con interrupciones variables de la respiración. De manera general, este patrón respiratorio evoluciona hacia el paro. La observación sucesiva de estos patrones respiratorios indica desde el punto de vista funcional una progresión desde la parte alta hacia la porción inferior del tallo cerebral. Examen de los movimientos y la postura de las extremidades. La observación de movimientos espontáneos en una extremidad es demostrativa de la integridad de las vías corticoespinales. La presencia de convulsiones focales motoras permite asegurar que existe una lesión localizada, aunque como hemos mencionado con anterioridad los trastornos metabólicos en ocasiones también pueden acompañarse de signos focales. La rigidez de descorticación se caracteriza por una postura en flexión de uno o ambos brazos con extensión de una o ambas piernas e indica una lesión 195 al nivel de la cápsula interna o en la profundidad de la sustancia blanca o los tálamos. Por su parte, la rigidez de descerebración consiste en una posición caracterizada por extensión rígida de las extremidades, rotación interna de las extremidades superiores, extensión de las inferiores, arqueamiento del cuello y contracción sostenida de ambas mandíbulas. Este patrón postural se observa en las lesiones altas del tallo cerebral al nivel de los colículos cuadrigéminos inferiores y ciertos trastornos metabólicos como hipoglicemia, anoxia tras paro cardiorrespiratorio prolongado o los estadios severos del coma producido por lesiones expansivas de los hemisferios cerebrales, como son los tumores, abscesos y hemorragias. La postura de descerebración se desencadena con facilidad tras la ejecución de estímulos nociceptivos, maniobras de movilización, intubación o movilización de las extremidades del enfermo. Las posturas diagonales en las cuales la extensión de un miembro superior se combina con flexión de un miembro inferior o viceversa, se observan en las lesiones que afectan los hemisferios cerebrales. Las lesiones localizadas al nivel de los núcleos vestibulares se caracterizan por extensión de los miembros superiores y flexión de los inferiores. Las lesiones que se encuentran por debajo de los núcleos vestibulares cursan con hipotonía con cuadriplejía total. Diagnóstico etiológico del coma. Ante un enfermo en coma el objetivo del diagnóstico será precisar su causa. Debemos recordar que muchas de las enfermedades que producen coma son potencialmente tratables y que su reversibilidad depende de cuán temprano hagamos el diagnóstico. Algunos aspectos en el orden clínico nos permitirán agrupar los comas y contribuirán así a precisar las causas. Las características clínicas que debemos tener presente son: existencia de signos focales neurológicos, signos de irritación meníngea, presencia de fiebre, resultado del líquido cefalorraquídeo, fórmula leucocitaria en la sangre periférica y resultado de la tomografía computarizada. De acuerdo con los parámetros anteriores podemos clasificar el coma en los siguientes grupos. 1. Enfermedades que cursan con signos focales neurológicos con tomografía computarizada anormal y alteraciones del líquido cefalorraquídeo. – Hemorragia intracerebral. – Infarto cerebral. – Absceso cerebral. – Absceso cerebeloso. – Hematoma subdural. – Tumores cerebrales. – Infarto o hemorragia de tallo cerebral. – Encefalitis virales. – Traumatismo encefálico con contusión cerebral. – Encefalopatía hipertensiva. 196 2. Enfermedades que cursan sin signos de focalización neurológicas, tomografía computarizada normal, líquido cefalorraquídeo normal con alteración variable de la temperatura. – Trastornos endocrinos-metabólicos: coma urémico, hipoglicemia, mixedema, diabetes mellitus, tirotoxicosis, anoxia, insuficiencia hepática, insuficiencia hipofisaria, enfermedad de Addison. – Intoxicaciones: benzodiacepinas, barbitúricos, alcohol, opiáceos, narcóticos, antidepresivos y otros. – Shock e hipovolemia: hemorragias masivas, infarto del miocardio, deshidratación severa, insuficiencia cardíaca, bloqueo AV de tercer grado asistolia, taponamiento cardíaco. – Exposición a altas y bajas temperaturas: hipotermia, exposición al frío, insolación, golpe de calor. – Conmoción cerebral. – Estados posconvulsivos. 3. Enfermedades con signos meníngeos, líquido cefalorraquídeo anormal, con ausencia de signos focales neurológicos, con fiebre o no. – Meningoencefalitis bacteriana. – Meningoencefalitis micóticas. – Meningoencefalitis virales. – Hemorragia subaracnoidea. En el primer grupo, la existencia de lesiones estructurales severas de los hemisferios cerebrales y sus consecuencias sobre las funciones del tallo cerebral son puestas en evidencia por la presencia de hemiparesias, déficits sensitivos, alteraciones de los movimientos oculares y de los reflejos pupilares, anormalidades de la postura y de la respiración. Es de señalar que lesiones cerebrales como infartos, hemorragias, hematomas y la hidrocefalia aguda pueden dar la impresión inicial de un trastorno tóxico o metabólico. Lo contrario sucede en aquellas ocasiones en que las enfermedades metabólicas se acompañan de signos de focalización. Las lesiones isquémicas de las arterias cerebrales medias, anterior y posterior no se acompañan generalmente de coma, excepción a esta regla suele ser el infarto "maligno" de la arteria cerebral media, el cual produce edema cerebral extenso con hipertensión intracraneal. En el grupo de enfermedades que cursan sin signos focales neurológicos o sin la existencia de signos meníngeos, son los trastornos de origen metabólico y las intoxicaciones las principales causas de coma. No obstante hay que tener presente que las secuelas de enfermedades cerebrovasculares, traumatismos, absceso cerebral, pueden originar confusión en el diagnóstico. Déficits motores se hacen evidentes en el transcurso de hipoglicemia, coma 197 urémico, coma hepático, hipoxia y otras enfermedades metabólicas. En las intoxicaciones severas con ciertas sustancias existe rigidez, signo de Babinski u otros signos focales. El coma con signos de irritación meníngea se observa tanto en caso de hemorragia subaracnoidea como en las meningoencefalitis. La rigidez nucal, los signos de Kernig y Brudzinski y la retracción del cuello, no se observan con frecuencia en lactantes pequeños o no están presentes en las etapas profundas del coma. El examen del líquido cefalorraquídeo es decisivo, muestra el aumento de las células blancas y el aislamiento del germen. En caso de hemorragia subaracnoidea la tomografía computarizada muestra la existencia del sangrado en aquellos casos donde la severidad del sangramiento se acompaña de coma. En el coma que se produce tras una conmoción cerebral o una crisis epiléptica el interrogatorio de los familiares o acompañantes o el antecedente del trauma o la repetición del suceso ictal sugieren el diagnóstico. La presencia de crisis epilépticas focales en un miembro obliga a la realización de un electroencefalograma para descartar el estado de mal epiléptico El objetivo final y más importante en el paciente en coma será siempre determinar si existe una causa susceptible de ser tratada y ponerle fin, salvando así la vida del enfermo. Conducta ante el paciente en coma. La mayor parte de las enfermedades que producen coma son potencialmente mortales y representan en su generalidad un estado avanzado. Terminar con el proceso primario que origina el coma es el objetivo del médico, sin embargo hay que tener presente que un número significativo de estas enfermedades no tiene un tratamiento específico o han llegado a un estadio tal que ha provocado un daño de carácter irreversible en el organismo. Es de señalar que en ocasiones el diagnóstico no es preciso, lo que obliga a la aplicación de medidas generales. El manejo de los enfermos comatosos requiere de un equipo de médicos, enfermeras y personal auxiliar entrenado en este tipo de enfermo y de una jerarquización de un médico lo suficientemente preparado para dirigir cada una de las conductas que se deben tomar con la debida urgencia. Las medidas en orden de prioridad que sugerimos son las siguientes: 1. Si el paciente se encuentra en shock, el tratamiento de este estará por encima de cualquier diagnóstico u otra medida cualquiera. 2. Mantener las vías respiratorias expeditas, asegurando una adecuada ventilación. Si el enfermo tiene prótesis se a procederá retirarla. Si existe compromiso de la respiración, se aspirará con cuidado y se intubará, aplicándose presión positiva si es necesario. Se efectúa gasometría, y se mide la saturación de oxígeno en la sangre. Terminada la maniobra de intubación se procede a realizar un control radiográfico para descartar la presencia de atelectasia o bronconeumonía. 198 3. Canalizar una vena profunda. Generalmente se mantendrán 2 vías venosas. Se obtiene muestra de sangre para realizar hemograma, leucograma, glicemia electrólitos, creatinina, transaminasas. Si hay sospecha de ingestión de sustancias tóxicas o drogas se toma muestra para el laboratorio de toxicología. 4. Ante la sospecha de coma hipoglicémico se administrará 50 mL de dextrosa al 50 %, seguida de administración de 1 000 mL de dextrosa al 5 % conjuntamente con 100 mg de tiamina. Si existe sospecha de abuso de narcóticos se suministrará 0,5 mg de naloxona. 5. Monitoreo de la función cardíaca de forma continuada. Si existe bloqueo se implantará marcapaso externo. Si existe arritmia cardíaca esta se tratará de acuerdo al tipo de arritmia. 6. Control de la presión arterial. Si la tensión arterial media supera los 130 mm Hg, se aplicarán las normas descritas en el capítulo 5 de este texto. 7. Ante la sospecha de hipertensión intracraneal, administrar manitol al 20 % a razón de 0,25 a 1 g/kg de peso a pasar por vía i.v. en 20 min. Si hay deterioro de las funciones neurológicas o se sospecha una lesión que ocupe espacio, una medida efectiva es la aplicación de hiperventilación. En estos casos se indicará una tomografía computarizada cerebral de urgencia. 8. Si existen convulsiones se tratarán de manera precoz como se describe en el capítulo " Estado de mal epiléptico". 9. Si se sospecha una infección del sistema nervioso central se procederá a realizar punción lumbar, con todas las medidas necesarias para evitar el enclavamiento del paciente. En caso de hemorragia subaracnoidea que no haya sido vista en la tomografía computarizada está indicado este proceder. 10. La hipertermia o la fiebre serán tratados con antipiréticos o el uso de mantas refrigeradas, estas últimas también se emplearán en caso de hipotermia o hipertermia de origen neurógeno. 11. Ante la ingestión de sustancias tóxicas o envenenamiento se hará lavado gástrico con aspiración y se procederá al análisis del contenido gástrico. No se realizará el lavado si hay ingestión de sustancias cáusticas ante el peligro de perforación. 12. Si hay deshidratación se repondrá líquido de manera progresiva, así como la administración de electrolitos que deberá ser cuidadosa sobre todo en caso de hiponatremia. Se abrirá desde el inicio hoja de balance mineral, si las condiciones del paciente lo permiten se mantendrá la alimentación por sonda nasogástrica con el fin de mantener un equilibrio inmunológico adecuado. 13. Se colocará sonda vesical para evitar la distensión de la vejiga, y prevenir la aparición de úlceras de decúbito en un paciente que no se moviliza por sí mismo. 199 14. La movilización del paciente es una medida para evitar la bronconeumonía hipostática. Si ocurre esta se tomará muestra de las secreciones para realizar cultivo, antibiograma y elección el antibiótico adecuado. 15. Aplicar masaje pasivo de las extremidades, uso de vendas elásticas en las extremidades y heparina en microdosis fraccionada con el objetivo de prevenir el tromboembolismo pulmonar. Pronóstico y evolución del coma. No existe ningún estudio global sobre la mortalidad y evolución del coma. Creo que resulta imposible estudiar desde estos 2 aspectos el coma. En primer lugar, las investigaciones sobre morbilidad y mortalidad se refieren a aspectos puntuales lo que obedece a que el pronóstico de un paciente en coma viene dado por la causa que lo provocó, que es el factor que más importancia tiene para el pronóstico y en segundo lugar por el tiempo transcurrido entre el inicio del coma y el instante en que el enfermo recibe atención médica, como ya citamos anteriormente aun en aquellas afecciones de carácter reversible la demora en recibir el adecuado tratamiento provoca lesiones irreversibles al nivel celular. Existen otros factores que inciden en la evolución de los pacientes en coma como son, la edad, el estado previo del enfermo, factores geográficos sociales y asistenciales que influyen en el pronóstico. De manera general tenemos que decir que en un hospital general el 30 % de los pacientes mueren en coma. 200 Biblio g rafía Bibliog Andrews K. 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Postoperative neurosurgical care, in Ropper AH, (ed): neurological and Neurosurgical Intensive Care, 3rd ed. New York, Raven Press, 1993.p. 185-196. 201 Estado de mal epiléptico Introducción El estado de mal epiléptico o estado epiléptico (EE) es una verdadera emergencia médica y de las más temibles. Es una complicación de la epilepsia no controlada o también puede ser una manifestación inicial de una lesión o agresión del sistema nervioso central (SNC). Requiere de un diagnóstico urgente, un tratamiento temprano y enérgico capaz de poner fin a las crisis, que evite la aparición de sus gravísimas complicaciones que pueden ocasionar la muerte del paciente o dejar secuelas neurológicas de carácter irreversibles. Las informaciones más recientes señalan una disminución significativa de la morbilidad y la mortalidad en la medida en que se ha avanzado en el desarrollo de las unidades de cuidados intensivos (UCI), el descubrimiento de nuevos fármacos antipilépticos y los medios diagnósticos que han permitido una mejor precisión etiológica. A pesar de lo referido anteriormente algunos aspectos del EE como son su definición, fisiopatología y tratamiento siguen debatiéndose en el mundo médico. Definición La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Diccionario de Epilepsia define el estado epiléptico como "Un estado que se caracteriza por una crisis de suficiente duración (crisis prolongada) o que se repite a intervalos suficientemente breves para producir un estado epiléptico fijo y duradero". La definición de la OMS, que es la que aceptamos y por la cual nos regimos, tiene al menos algunos aspectos que sin provocar contradicciones son redundantes como el empleo de término "estado" que en el ámbito 202 médico ya implica una condición "permanente y de duración prolongada". Además, sugiere este concepto un mecanismo presupuesto. No obstante, no existe en la actualidad otra definición, ni por su brevedad ni por su consistencia que supere la dada por la OMS. En la práctica médica se considera como estado epiléptico a las crisis epilépticas que duran 30 minutos o más o que se suceden sin recuperación de la conciencia o del estado neurológico previo. Aceptar esta duración para definir que un paciente se encuentra en estado epiléptico tiene sus inconvenientes, dado que hay que reconocer que rara vez una crisis epiléptica aislada se prolonga más allá de los 5 minutos, por lo que si esta se extiende más allá, sobre todo si se trata de un episodio convulsivo, la resolución espontánea es bastante infrecuente. Por otro lado el inicio del daño neuronal se produce mucho antes que el tiempo considerado en la práctica médica para estimar una crisis epiléptica como estado, por lo que nunca se esperará por este período para iniciar un tratamiento enérgico que ponga fin a una crisis y yugule la posibilidad de un estado epiléptico. Epidemiolo gía Epidemiología Los estudios epidemiológicos sobre la incidencia de EE han sido difíciles por varias razones. Una de ellas es la gran variedad clínica de la epilepsia, la infravaloración de los estados epilépticos no convulsivos (EEnC), las múltiples causas del estado epiléptico, las diferentes edades en las cuales aparece y en especial la no existencia de uniformidad en relación con los criterios utilizados en las investigaciones, lo que no permite establecer comparaciones de una investigación a otra. De manera general se señala una incidencia anual entre el 35-45 x 100 000 habitantes para el desarrollo de un EE, de los cuales entre el 20 y el 25 % será EEnoC. La mayor parte de los EE se producen en enfermedades no neurológicas o neurológicas agudas y no en pacientes epilépticos conocidos. La incidencia resulta mucho mayor en las edades geriátricas, le sigue en orden la edad pediátrica, y es menos frecuente en los adultos entre los 20 y 60 años. En los niños el EE puede ser el inicio de una epilepsia hasta en el 70 % de las casos. La mortalidad depende de la causa entre otros factores, está entre el 8 y el 37 %. En la Unidad de Cuidados Intensivos de nuestro hospital han ingresado en los últimos 15 años por un EE 22 pacientes con una mortalidad de 0 %. De los 1 750 epilépticos atendidos en la Consulta de Neurología en los últimos 15 años, sólo han tenido un EE 4 pacientes que representa el 0,22 % del total de los enfermos. 203 Clasificación Pueden existir tanto tipos de estados epilépticos como variedades de crisis, pero esta forma de clasificar los EE sólo toma en cuenta las formas clínicas, sin tener presente la causa, la edad y los mecanismos fisiopatológicos. No obstante, adoptamos la clasificación según el tipo de epilepsia no solo por ser la más usada, sino también porque permite elegir el tratamiento más adecuado y establecer un pronóstico. Clasificación del estado epiléptico I. Estado epiléptico generalizado. A. Estado epiléptico convulsivo generalizado (EECG). 1. Estado epiléptico convulsivo generalizado primario (EECGP). – EE tónico. – EE mioclónico. – EE clónico - tónico - clónico. 2. Estado epiléptico convulsivo generalizado secundariamente (EECGS). – Crisis parcial secundariamente generalizada. – Estado epiléptico secundariamente tónico. B. Estado epiléptico generalizado no convulsivo (EEGnC). 1. Estado epiléptico de ausencias (EEA). 2. Estado epiléptico de ausencia atípica (EEAA). 3. Estado epiléptico atónico (EEAT). II. Estado epiléptico parcial (EEP). 1. Estado epiléptico parcial simple (EEPS). – Típico. – Epilepsia parcial continua (EPC). 2. Estado epiléptico parcial complejo (EEPC). III. Estado epiléptico neonatal (EEN). IV. Estado epiléptico no bien clasificado (EenoC). Causas del estado epiléptico No es posible describir todas las posibles causas o del EE. Es cierto que muchas causas dependen de los antecedentes del enfermo, edad, forma clínica y factores desencadenantes. El interrogatorio del enfermo, si el estado lo permite, o el de los acompañantes y el examen físico detallado, en muchas ocasiones orientan a la posible causa, ello permite conocer si existen 204 antecedentes de epilepsia, traumas, ingestión de alcohol, consumo de drogas, neoplasias, que son causas frecuentes. Se ha establecido que la causa puede ser conocida entre el 70 y el 80% de los casos, mientras que entre el 20 y el 30 % de los enfermos no están bien precisadas, aun contando con medios diagnósticos de alta tecnología. Causas del estado epiléptico I. Dosis insuficiente de medicación antiepiléptica en pacientes epilépticos conocidos. II. Supresión. – Del tratamiento antiepiléptico. – De alcohol. – De sedantes. – De drogas. III. Tumores cerebrales. – Primarios. – Metastásicos. IV. Enfermedad cerebrovascular. – Aguda. – Antigua. V. Infecciones del SNC. – Meningoencefalitis. – Encefalitis virales (herpes simple, rabia). – Absceso cerebral. – Toxoplasmosis, TB y otras. VI. Intoxicaciones exógenas. – Alcohol. – Anfetaminas, antidepresivos, teofilina, antidiabéticos orales, neurolépticos, bromuros. – Drogas: cocaína, heroína, LSD. – Organofosforados, organoclorados. VII. Traumatismos craneoencefálicos (hematomas, secuelas de traumatismos). VIII. Trastornos metabólicos. – Anoxia. – Hipoglicemia. – Hiperglicemia no cetósica. – Hiperosmolaridad 205 – – – – – Hipocalcemia. Insuficiencia hepática grave. Disfunción tiroidea. Porfiria. Hiponatremia. IX. Infecciones sistémicas. X. Malformaciones congénitas del SNC. XI. Enfermedades degenerativas del SNC. XII. Abstinencia de psicofármacos. – Benzodiazepinas. – Meprobamato. – Antidepresivos. XIII. Fiebre. XIV. Otros: golpes de calor, deprivación de sueño, agotamiento físico, anticonvulsivantes. Cuadr o cclínico línico Cuadro El cuadro clínico estará en dependencia del tipo de EE. Por ser el más frecuente y de mayor gravedad describiremos con más amplitud el estado epiléptico tónico clónico generalizado (EETCG), y se hará una breve reseña clínica de algunos del resto de las formas clínicas. Estado epiléptico tónico clónico generalizado Es la forma más frecuente de EE y el que requiere un tratamiento inmediato dada las complicaciones generales y el peligro para la vida. Ocurre con más frecuencia en las edades tempranas y geriátricas. Afecta tanto a individuos con antecedentes epilépticos como no epilépticos, pero no es inusual que sea la manifestación inicial de una enfermedad del SNC o un trastorno sistémico, lo que es más frecuente después de la sexta década de vida. Se trata de crisis tónico clónicas generalizadas, de duración prolongada o sin recuperación de la conciencia, aunque el interrogatorio puede poner en evidencia indicios sobre el inicio de una forma parcial, que el examen físico puede descubrir al encontrar signos focales. Al inicio las crisis tónico clónicas se acompañan de hipertensión e hiperglicemia, pero a medida que transcurre el tiempo las crisis se hacen más esporádicas, con menos frecuencia y consisten en sacudidas clónicas de menor 206 amplitud, casi imperceptible, de carácter irregular, o que se confina a movimientos clónicos de los ojos o párpados hasta llegar a la fase de coma si no cesa la crisis. Los signos de actividad neurovegetativa, taquicardia, midriasis, salivación, hipersecreción bronquial acompañan el estado desde el inicio. El monitoreo electroencefalográfico muestra 5 estadios. En los períodos iniciales existen descargas con ligero enlentecimiento ictal, durante la fase clónica hay un incremento de las descargas ictales, pero luego estas descargas se hacen continuas en la fase clónica ligera. Los episodios esporádicos clónicos ligeros se acompañan de descargas continuas entre los que existen periodos de aplanamientos del trazado. La última fase o coma se caracteriza por descargas periódicas con actividad de base plana en el EEG. Estado epiléptico mioclónico Se caracteriza por sacudidas musculares de inicio brusco y breve duración, ya sean focales, generalizadas, multifocales, sincrónicas o arrítmicas y que se repiten continuamente con expresión electroencefalográfica. Se observan en distintos tipos de epilepsias, algunas de carácter benigno como la epilepsia mioclónica juvenil, pero también son manifestaciones de enfermedades graves del SNC, degenerativas, metabólicas o en el curso de distintas encefalopatías. Estado de mal epiléptico tónico Se caracteriza por crisis de contracciones musculares tónicas que pueden ser generalizadas o encontrarse limitadas a la cara, extremidades, cuello o tronco. Suelen acompañarse de serios trastornos vegetativos que ponen en peligro la vida del enfermo. Su duración es variable desde horas a días. Estado epiléptico de ausencias Se trata de un estado que afecta el nivel de la conciencia de forma variable. Se observa al individuo confuso con fluctuaciones de la conciencia. Puede acompañarse de mioclonías, automatismo o evolucionar a crisis tónico clónicas generalizadas. Llama la atención que el enfermo está lento, desorientado, silencioso, con escasas respuestas a los estímulos del medio o en los casos graves se muestra estuporoso o catatónico. Integra un grupo de trastornos como son, las ausencias típicas, las ausencias atípicas, la epilepsia ausencia con automatismo y otros estados como el síndrome de Lennox-Gastaut. 207 El EEG puede mostrar la actividad de la ausencia típica, es decir puntaonda bilateral a 3 ciclos por segundo o descargas generalizadas de puntaondas o polipuntas. El inicio del EE de ausencias puede ser precipitado por el abandono del tratamiento, enfermedades tóxicas-metabólicas, abstinencia de benzodiazepinas, supresión de alcohol. Su diagnóstico muchas veces pasa inadvertido y el paciente es remitido al psiquiatra. De manera general no compromete la vida del paciente. Estado epiléptico parcial simple Puede ser manifestado por cualquier tipo de crisis parciales simples; motoras, sensoriales, vegetativas y otras. No afectan la conciencia. De todas las formas las más frecuentes son las crisis motoras, caracterizadas por crisis tónico.clónicas focales con marcha o sin marcha que afecta un grupo muscular de manera repetitiva y que pueden durar desde horas a días. Las crisis versivas, posturales o fonatorias son otras formas de presentación. La causa más frecuente es la ausencia de control en pacientes con antecedentes de epilepsia, pero con frecuencia es el inicio de una lesión estructural del SNC (abceso, tumor, hematoma) en un paciente sin antecedentes previos. Estado epiléptico parcial complejo Se manifiesta por distintos tipos de crisis complejas (psicosensoriales, psicoafectivas, con automatismo,) entre las que no existen recuperación de la conciencia, con desconexión total con el medio, que se mezclan con pequeños períodos de respuestas, en otras ocasiones el estado confusional es total. Los automatismos son frecuentes. El diagnóstico a veces resulta extremadamente difícil y los pacientes son etiquetados de psiquiátricos o con una intoxicación medicamentosa. El EEG registra la actividad paroxística a nivel temporal con frecuente extensión hasta la región frontal. La generalización secundaria de este tipo de EE es frecuente y las secuelas como son déficits de memoria o trastornos cognoscitivos son significativas. Es uno de lo EE que puede finalizar con la muerte si no se controla. F isiopatolo gía isiopatología El EE tiene como base la génesis de la epilepsia, es decir es el resultado de una descarga eléctrica repetida que se caracteriza por la capacidad de 208 ciertas neuronas de originar cambios paroxísticos y sincrónicos de despolarización. La despolarización provoca una salva de potenciales de acción de alta frecuencia, despolarización que se mantiene. El inicio de la descarga se atribuye a la activación de los canales de sodio asociados a receptores excitatorios glutamérgicos no NMDA, que permiten la entrada del Na+ que despolariza la membrana, que determina la lenta entrada de Ca ++, así como a corrientes de calcio a través de los canales dependientes de voltaje. En condiciones normales la despolarización va seguida de una hiperpolarización, la cual depende de un componente rápido por activación de los canales del cloro de receptores GABAa y un componente lento que se debe a la activación de los canales de K+ voltaje dependientes y asociados a receptores GABA b; que limitan las descargas. El desequilibrio entre los neurotrasmisores excitatorios e inhibitorios resulta en la descarga eléctrica repetida que ocurre en el EE y dará origen a una cascada de reacciones que causarán inhibición de la síntesis proteica, disrrupción de la membrana celular y necrosis. El EE se produce cuando el estímulo que da origen a una crisis epiléptica se mantiene, falla el mecanismo de inhibición o persiste la excitación que le ponen final a la crisis. Parece ser que el EE se presenta en situaciones en que ocurre una falla en los mecanismos inhibitorios de las descargas repetitivas excitarorias. Los fundamentales mecanismos inhibitorios son bloqueo de los canales del receptor N-metil-D aspartato (NMDA) por el Mg+, activación de la bomba de Na-K+ ATPasa dependiente con salida del Ca ++ al espacio extracelular, lo que lleva a la hiperpolarización posdescarga de las neuronas. En esta hiperpolarización la glía contribuye al eliminar el K+ extracelular y la eliminación de los neurotrasmisores excitatorios del espacio extracelular. El principal mecanismo inhibitorio lo constitiye el sistema GABAérgico y en menor grado el glicinérgico. La hiperactividad del sistema excitatorio, fundamentalmente mediado por el glutamato trae por consecuencia la entrada de Ca++ al interior de la célula, disfunción de la cadena mitocondrial, con disminución de la producción de ATP, activación de las lipasas y proteasas, liberación de ácidos grasos que son los sustratos para la producción de prostaglandinas (PG), leucotriemos, producción de radicales libres (RL), diacilglicerol, inositol trifosfato y otros. La activación de los genes de respuesta rápida causaría apoptosis al codificar la síntesis de endonucleasas que fragmentaría el DNA en los oligonucleosomas. Es de señalar que durante la fase inicial del EECG se produce un aumento de las demandas metabólicas cerebrales, lo que requiere un aumento del flujo sanguíneo cerebral (FSC) a expensa del aumento de la 209 TA y la vasodilatación. Transcurrido entre 30 y 60 minutos, si esta situación se mantiene, las demandas metabólicas no pueden ser satisfechas y se produce entonces necrosis celular y edema cerebral. Complicaciones Múltiples son las complicaciones del EE, estas pueden ser agudas, suabagudas y de secuelas. A continuación nos limitamos a enumerarlas. Detallar sus características y su tratamiento individual no es el objetivo de esta obra, pero el médico debe estar preparado para diagnosticarlas y tratarlas. 1. Complicaciones del SNC. a) Edema cerebral. b) Hipertensión intracraneal. c) Infarto cerebral. d) Hemorragia cerebral. e) Trombosis de los senos venosos. f) Vasospasmo. g) Hidrocefalia. 2. Complicaciones cardiovasculares. a) Arritmias cardíaca. b) Infarto agudo del miocardio. c) Hipertensión arterial. d) Hipotensión arterial. e) Insuficiencia cardíaca congestiva. f) Tromboembolismo pulmonar. g) Coagulación intravascular diseminada (CID). 3. Complicaciones renales. a) Insuficiencia renal aguda. b) Infartos renales. c) Mioglobinuria e insuficiencia renal aguda. d) Pielonefritis. 4. Complicaciones metabólicas. a) Deshidratación. b) Falla hepática. c) Hiponatremia. d) Hiperglicemia e) Hipoglicemia. 210 f) g) h) i) j) k) Coma hiperosmolar. Acidosis metabólica. Alcalosis metabólica. Insuficiencia suprarrenal aguda. Hipopotasemia-hiperpotasasemia. Acidosis láctica. 5. Complicaciones respiratorias. a) Broncoaspiración. b) Edema agudo del pulmón. c) Distrés respiratorio. d) Neumonitis química. e) Insuficiencia respiratoria aguda. f) Bronconeumonía bacteriana. 6. Complicaciones neurovegetativas. a) Hipertensión arterial. b) Hipertermia. c) Hipotermia. d) Taquicardia. e) Sialorrea. f) Liberación masiva de catecolaminas 7. Otras complicaciones importantes. a) Leucocitosis. b) Sepsis generalizada. c) Rabdomiólisis. d) Anemia. e) Coagulopatía de consumo. f) Secreción inadecuada de ADH. g) Hipoxia. h) Fracturas y traumatismos. i) Falla multiorgánica. La complicación final y más importante es la muerte. Exámenes complementarios Los exámenes complementarios en un paciente con un EE, dependen del lugar donde se halle el paciente y la posible causa. Deben ser manejados de forma individual en cada caso. Hay un grupo de complementarios que 211 se deben realizar en las salas de urgencias, otros se pueden diferir hasta que el paciente se encuentre ingresado en la UCI. – Hemograma: la presencia de anemia puede contribuir al diagnóstico, así como la poliglobulia en caso de encefalopatía anóxica o la intoxicación por monóxido de carbono. – Leucograma: la leucocitosis puede observarse en caso de infecciones o enfermedades de la sangre. – Ionograma. – Gasometría. – Calcio. – Fósforo. – Creatinina. – Glicemia. – Examen de orina. – Transaminasas. – Electrocardiograma. – Radiografía de torax y cráneo. Si se sospecha tóxicos o drogas, ver dosificación de estos en sangre y orina. Si el paciente es epiléptico y toma drogas antiepilépticas, se dosificarán en sangre. Electroencefalograma: el monitoreo de la actividad funcional del cerebro mediante EEG es útil para identificar el tipo de crisis, ayuda al diagnóstico diferencial y etiológico. TAC de cráneo: está indicado en todo paciente con EE; aunque el enfermo sea un epiléptico conocido. Desde su advenimiento ha mejorado el diagnóstico causal. Punción lumbar: sólo después de haberse realizado TAC de cráneo y ante la sospecha de una infección del SNC. Resonancia magnética nuclear: es una investigación muy útil para el diagnóstico etiológico. Es superior a la TAC en los tumores, enfermedades de la sustancia blanca y otras lesiones estructurales. En las afecciones del lóbulo temporal es más útil que la TAC. Se indicará con urgencia en los pacientes en que la TAC sea negativa, y se sospeche trombosis venosas, encefalitis y enfermedad cerebrovascular en las primeras hora de evolución. Dia gnóstico del EE Diagnóstico El diagnóstico positivo del EE resulta fácil si nos remitimos a su definición. Las mayores dificultades la originan los diagnósticos causal y diferencial. 212 El interrogatorio al paciente, si este conserva la conciencia, a familiares o acompañantes es en la mayoría de los casos decisivo para precisar la causa. El antecedente de crisis epilépticas, puede suponer el abandono o el tratamiento insuficiente, pero debe recordarse la posibilidad de un hematoma sudural en estos pacientes. El consumo de drogas y sustancias ilícitas en muchas ocasiones es negado por el paciente y sus acompañantes. El alcoholismo y la supresión de alcohol son causas frecuentes de EE. La historia de neoplasias, enfermedades metabólicas e insuficiencia renal pueden ayudar a esclarecer la causa. El desarrollo de EE como inicio de una epilepsia puede ser un problema difícil de dilucidar. El examen físico general debe ser detallado y contribuye a precisar la causa del EE. El aspecto rubicundo y la facie abotagada se observan en pacientes con antecedentes de alcoholismo. La presencia de palidez puede hacernos sospechar anemia en un paciente con una insuficiencia renal, así como la fiebre puede ser indicativa de un proceso infeccioso. La detección de signos de focalización neurológica nos hará pensar en enfermedades del SNC de tipo estructural como un tumor, hemorragia, abceso cerebral. El diagnóstico diferencial del EE con otras enfermedades resulta breve. La situación más difícil se presenta en los estados epilépticos con crisis complejas y de ausencias, ya que muchas veces se confunden con estados confusionales, otros trastornos psiquiátricos o intoxicaciones por drogas. Debe distinguirse las crisis de descerebración sobre todo cuando el personal no está entrenado. Las seudocrisis si se mantienen pueden ser confundidas. Otro diagnóstico diferencial es el tétano, por los espasmos que produce muestra parecido con las crisis tónicas. Algunos trastornos del sistema extrapiramidal como la distonía, la intoxicación por metoclopramida, ciertas discinesias y estados mioclónicos no epilépticos deben ser diferenciados, en estos últimos la observación clínica exhaustiva y el EEG ayudan al diagnóstico. Tratamiento El objetivo principal de la conducta terapeútica en el EE es uno: terminar con las crisis, más correctamente sería expresar, acabar el EE. Otros objetivos inmediatos son el mantenimiento de las funciones vitales, identificar y tratar los factores precipitantes y causales, prevención o correción de las complicaciones médicas y aplicar fármacos antiepilépticos que actúen en el control de las crisis epilépticas a largo plazo. De manera práctica proponemos el siguiente esquema de tratamiento. 213 214 La monitorización de los parámetros vitales y la función neurológica es fundamental. El tiempo es vital. El mantenimiento de la función cardiorrespiratoria, principalmente ante la presencia de signos de hipoxia es la primera opción del tratamiento. Las medidas para conservar una hemodinámica correcta van a la par del uso de los fármacos antiepilépticos. El tratamiento del factor etiológico con la corrección o eliminación de este es determinante en el pronóstico y la terminación del EE y no puede olvidarse nunca. La prevención de las complicaciones y su tratamiento oportuno favorece la recuperación y mejora el pronóstico. Debe tenerse en cuenta que estas son las principales causas de muerte en el EE. Sobre el esquema anterior propuesto en el tratamiento en EE queremos hacer algunas consideraciones. En primer lugar es el que habitualmente se ha usado en esta Unidad de Cuidados Intensivos en los últimos años en todos los pacientes ingresados con resultados satisfactorios y está dirigido fundamentalmente al estado epiléptico tónico-clónico generalizado y a los EE parciales, pero se han utilizado otras variantes de tratamientos. De forma breve expondremos otras opciones y algunas consideraciones sobre los fármacos antiepilépticos (FAE). No existe hasta hoy el fármaco antiepiléptico ideal para el tratamiento del EE ni de la epilepsia. El agente terapeútico ideal sería aquel que reuniera las siguientes condiciones: penetrara rápidamente en el SNC, mostrara su efecto anticonvulsivante inmediato, no deprimiera la conciencia ni la función respiratoria, tuviera una vida media prolongada, fuese capaz de mantener las concentraciones durante horas y prevenga la recurrencia de las crisis, bloqueara las manifestaciones somáticas de las descargas neuronales, presente un bajo índice de toxicidad y revierta los cambios bioquímicos. Otro esquema de tratamiento opcional en el EE es el siguiente: Minutos 0 a 10: lorazepam: dosis 0,05 a 0,2 mg/kg. La dosis máxima en adultos es de 8 mg i.v. a razón de 2 mg i.v./min. Se trata de una benzodiazepina que ha resultado ser muy efectiva, con una vida media de varias horas, lo que la hace superior al diazepam cuya vida media es de 20 min aproximadamente, además produce menos depresión cardiorrespiratoria. Otra opción es el midazolam, benzodiazepina de vida muy corta, pero que ha demostrado su eficacia en estados de mal epiléptico rebelde al tratamiento. La dosis inicial es de 0,2 mg/kg i.v. lentamente (5 min), se puede continuar en dosis de infusión continua de 0,1 a 0,4 mg/kg/h. Conjuntamente con una de estas benzodiacepinas sugerimos administrar ácido valproico (AVP) a dosis de 20 mg/kg en 5 min con mantenimiento a los 30 min de 1 mg/kg/h en bomba de infusión continua. Si la crisis no cede en 10 minutos después del AVP, podemos aplicar difenilhidantoína de la forma indicada anteriormente y seguimiento de 7 mg/kg c/8 h. 215 Si a los 10 min no cede, en el minuto 30, en la UCI, una buena opción puede ser el clonazepam a dosis de 0,05 a 0,1 mg/kg, a 0,2 mg/min i.v. y continuar en bomba de infusión continua de 0,2 a 0,4 mg/kg/día. Transcurridos 30 minutos, es decir a la hora de iniciada la crisis, está indicado el uso del pentobarbital i.v. a dosis iniciales de 5mg/kg y mantenerlo de 1 a 3 mg/kg/h. Otra posibilidad es el uso de paraldehído, 400 mg i.v. a pasar en 5 min y dosis de mantenimiento de 20 mg/kg/h en dextrosa al 5 %, con todas las precauciones que su uso requiere. El clometiazol ha sido utilizado en los EE refractarios, en la eclampsia y en la deprivación de alcohol. La dosis inicial es de 300 a 800 mg i.v. en 10 min y si resulta se emplea como mantenimiento de 4 a 8 mg/min durante 12 horas. Tiene el inconveniente de ocasionar depresión respiratoria. Además del coma anestésico con el uso del tiopental o pentobarbital, se han utilizado otros agentes volátiles como halotano, isoflurano y propofol. Nunca estará demás significar que todas estas medicaciones, deben ir acompañadas del antiepiléptico para el control de las crisis crónicas. Pronóstico y evolución El pronóstico de EE está relacionado directamente con la causa, el tiempo de inicio y comienzo del tratamiento y consecuentemente con la duración y las complicaciones del estado epiléptico, el tipo de EE, la edad del paciente y otros. La mortalidad en el EE oscila entre el 10 y el 20 %. El estado epiléptico no convulsivo no comporta un mal pronóstico, fundamentalmente si es un EEG de ausencia, por otra parte el EEPC se acompaña frecuentemente de una mortalidad superior al 20 %. El EE convulsivo generalizado es de mayor mortalidad dadas sus graves complicaciones. La edad geriátrica es un factor de mal pronóstico y donde la mortalidad es mayor en estrecha relación con la causa como son los tumores, hemorragias, la hipoxia y el hematoma subdural. Una duración superior a los 30 min del EE conlleva un alto riesgo de lesiones neurológicas como el deterioro de las funciones psíquicas superiores, parálisis musculares (hemiplejía), trastorno del lenguaje, afectación cerebelosa y síndromes extrapiramidales. La afectación de la memoria y otros trastornos psíquiatricos se observan con relativa frecuencia en los pacientes que han sufrido un EE. 216 Biblio g rafía Bibliog Albano A, Reisdorff EJ, Wiegenstein JG. Rectal diazepam in pediatric status epilepticus. Am J Emerg Med 1989; 7: 168-172. Aguayo Leytte G. Status Epilepticus: etiología y factores desencadenantes: En Archivos del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (México) 1991; 6 (Supl 1): 22-8. Aminoff MJ Simon RP. Status Epilepticus. Causes, clinical feature and consequencein 98 patients. Am J Med 1980; 69: 657-66. Barry E, Hauser WA. Status epilepticus: the interaction of epilepsy and acute brain disease. Neurology 1993; 43: 1473-8. Bleck TP. Tetanus. 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Status epilepticus cooperative study group: utility of EEG pattern as a predictor of success in the treatment of generalized convulsive status epilepticus. Epilepsia 1991, 32: 93. 218 Síncope Introducción Tal vez no exista ningún hecho humano más alarmante en la vida de un individuo que el acto de sufrir un "desmayo". Casi todos los seres humanos hemos observado alguna vez o hemos sufrido una pérdida brusca del conocimiento con incapacidad de mantenernos de pie y/o caída al piso con recuperación espontánea. No es siempre la gravedad de la causa del síncope lo que lo convierte en una urgencia médica; es la alarma de quien lo sufre o de los familiares, o del que lo presencia, lo que lo convierte en una urgencia médica. Rara vez en el transcurso de un día no concurre a un departamento de urgencia de cualquier centro asistencial de salud algún paciente solicitando ayuda inmediata porque ha sufrido un desmayo. El síncope es uno de los fenómenos médicos más frecuentes; pero no sólo frecuente, sino tal vez el que con menos rigor se ha evaluado y al cual la comunidad médica en general haya prestado menos atención, estando su diagnóstico y tratamiento en "terreno de nadie", su diagnóstico se confunde y se emplean técnicas de investigación muy costosas y tratamientos que, además de inadecuados, implican el uso de fármacos perjudiciales a la salud del enfermo. Si logramos al menos que aquellos que lean este modesto tema se acerquen al conocimiento de cómo enfrentar el diagnóstico y tratamiento de un síncope se habrá logrado el objetivo que se persigue. Definición Al hablar de síncope no se refiere a una enfermedad, tampoco se va a hablar de un síntoma aislado, porque aunque la pérdida de conciencia es 219 la manifestación cardinal del síncope, no se trata de un fenómeno único y tampoco constituye una enfermedad con caracteres clínicos que lo hagan merecedor de ser una entidad nosológica. Desde el punto etimológico, se define el síncope como: "pérdida momentánea del movimiento y de la sensibilidad". Plantea además que es sinónimo de desvanecimiento, desmayo, desfallecimiento, aturdimiento, letargo, vahído. En términos médicos el síncope tiene otra connotación. El síncope se define como: " la pérdida del conocimiento, de comienzo rápido o brusco, acompañado de disminución o abolición del tono postural con incapacidad para mantener la estación de pie, con recuperación espontánea, como consecuencia de una disminución súbita y global del flujo de sangre hacia el encéfalo". Esta definición de síncope tiene 2 aspectos fundamentales, uno clínico evolutivo y otro fisiopatológico, lo que pudiera objetarse, pero es la más completa desde el punto de vista médico o quizás sería más apropiado decir la menos limitada. Epidemiolo gía Epidemiología Existen escasos estudios epidemiológicos sobre síncope; a pesar de constituir un problema médico frecuente, a veces grave y de difícil diagnóstico etiológico, algunos tienen como origen a enfermedades graves que pueden poner en peligro la vida del paciente. En un estudio realizado en Aragón, fue la cuarta causa en la consulta de Neurología. Se estima que entre el 3 y el 6 % de consultas neurológicas son por síncope. Sin embargo, en estudios epidemiológicos puerta a puerta se ha comprobado que menos del 55 % de los pacientes que ha sufrido un episodio sincopal por primera vez acuden al médico, por lo que los datos sobre la incidencia y prevalencia de síncope obtenido en consulta sólo reflejan la parte visible del "iceberg". En la consulta de Neurología en nuestro centro hospitalario en los últimos 3 años fue la 6ta. causa de solicitud de atención con el 6,2 %. De los 9 975 pacientes atendidos en dicha consulta, 618 corresponden a esta causa. Existe un franco predominio del sexo femenino con 355 enfermas lo que representa el 57,44 % del total de pacientes con síncope, mientras la cifra de hombres fue de 263 para el 42,56 %. En relación con la edad se encontraron 2 picos en la incidencia. Un primer grupo de pacientes comprendido entre los 16 y 30 años con el 25,3 % y un segundo grupo de pacientes mayores de 60 años con el 35,7 %. Esta distribución es similar a los reportes en la literatura revisada. 220 Cuadr o cclínico línico Cuadro No existe uniformidad en las manifestaciones clínicas del síncope, la pérdida de la conciencia y la abolición del tono muscular como se plantea en la definición son sus síntomas y signos cardinales; pero el cuadro clínico estará marcado por la causa que la origina y el mecanismo patogénico. Se hace la descripción del síncope vasodrepesor que es el más frecuente desmayo de este tipo. La crisis sincopal se inicia cuando el paciente está en posición erguida, ya sea en bipedación o sentado. Generalmente el enfermo suele referir que ciertos síntomas le avisan minutos o segundos antes de la pérdida de conciencia. Estos son descritos como sensación de mareo, disbalance, aturdimiento o debilidad. El paciente a veces expresa estas manifestaciones como sensación de "muerte inminente". Otras veces señala oscurecimiento de la vista o visión borrosa. Los oídos pueden zumbar o sentirlos ocupados y puede ocurrir cefalea. Si el síncope ocurre ante la observación de otras personas, estas refieren al individuo que sufre el desmayo con palidez extrema, fríos y sudorosos. Suele existir salivación, malestar epigástrico, náuseas y el paciente expresa sentirse mal y puede solicitar ayuda. Si logra recostarse con rapidez, la crisis puede cesar, de lo contrario el paciente perderá el conocimiento y caerá al suelo. Los individuos que han sufrido más de un síncope aprenden a evitar la pérdida de la conciencia adoptando la posición horizontal ante el menor indicio. La duración de la pérdida de conciencia es variable. El paciente permanece inmóvil sin respuesta a los estímulos y sin percepción de lo que ocurre a su alrededor, o quizás refiera más tarde haber escuchado voces o visión borrosa. Hay relajación completa del tono muscular. Las pupilas se dilatan, la tensión arterial baja, generalmente por debajo de 50 mmHg, el pulso es débil y en ocasiones no se percibe. Los movimientos del tórax con la respiración son imperceptibles. El aspecto pálido del enfermo causa la impresión que ha fallecido. Si la persona se coloca en posición horizontal el cuadro se revierte con mayor rapidez. El color pálido comienza a desaparecer, el pulso mejora en frecuencia e intensidad al igual que la respiración y se produce la recuperación de la conciencia. Rara vez la inconciencia dura más allá del minuto. Si la pérdida del conocimiento supera los 30 segundos, pueden aparecer sacudidas oculares o mioclonías en las extremidades y el tronco que se pueden confundir con una crisis epiléptica. Después de recuperado el conocimiento el enfermo percibe el ambiente con claridad y aunque el paciente plantea sentirse débil y agotado, no existe somnolencia, confusión y la cefalea es infrecuente. 221 Pato genia Patog La lista de trastornos que causan síncope es demasiado extensa. Desde el punto de vista práctico y de los mecanismos los síncopes se dividen en 4 grandes grupos: I. Síncope de origen cardíaco y/o hipovolémico. 1.1. Arritmias cardíacas que producen disminución del flujo sanguíneo cerebral. – Síndrome del seno enfermo. – Bradicardia sinusal. – Bloqueo sinoauricular (AV). – Bloqueo auriculoventricular de segundo y tercer grados. – Asistolia ventricular. – Crisis de fibrilación ventricular. – Taquicardia ventricular. – Síndrome de Q-T prolongado. 1.2 . Disminución del gasto cardíaco. – Insuficiencia cardíaca congestiva. – Infarto agudo del miocardio. – Pericarditis con taponamiento cardíaco. – Valvulopatías obstructivas: estenosis aórtica, estenosis pulmonar, tromboembolismo pulmonar, tetralogía de Fallot. 1.3. Hipovolemia por volumen intravascular disminuido. – Deshidratación severa. – Hemorragias. – Uso de diuréticos. II. Síncopes de causas metabólicas. – Alcalosis respiratoria. – Anemia. – Hipercapnia. – Hiperventilación. – Enfermedad de Addison. – Hipoglicemia. – Insuficiencia hipofisaria. – Hipotiroidismo. – Diabetes mellitus. III. Síncopes de origen neurológico. 3.1. Enfermedades del Sistema Nervioso Central. – Enfermedad de Parkinson. – Atrofia multisistémica. 222 – Siringomielia. – Sección medular transversa alta. – Medicamentos que actúan sobre el SNC: antidepresivos triciclícos, alfabloqueadores, agonistas dopaminérgicos(Levodopa, pergolida, bromocriptina). – Epilepsia del lóbulo temporal. – Hipertensión intracraneal. – Síncope migrañoso. – Síndrome del robo de la subclavia. 3.2. Insuficiencia neurovegetativa periférica. Neuropatías periféricas. – Alcoholismo. – Paraneoplásicas. – Amiloidosis. – Síndrome de Guillain Barré. – Enfermedad de Sjogren. – Diabetes mellitus. – Pandisautonomía aguda o subaguda. – Neuropatía hereditaria sensitiva y autonómica. – Disautonomía familiar (Síndrome de Riley-Day). – Amiloidosis familiar. 3.3. Reacciones vasodepresoras. 3.3.1. Reacciones a estímulos psíquicos. – Miedo, pánico, ansiedad. – Visión de sangre. – Histéricos. – Dolor. 3.3.2. Señales emitidas desde los barorreceptores hacia el bulbo. – Neurocardiogénica. – Vasodepresora. – Neuralgia del noveno por craneal. – Hipersensibilidad del seno carotídeo. 3.3.3. Con retorno disminuido al corazón. – Tos. – Ejercicio físico intenso. – Maniobra de Valsalva. – Micción. – Deglución. – Posprandial. – Obstrucción de las vías respiratorias. 4. Síncope de causa no precisada (comprende entre el 40 y el 50 % de los casos). 223 Mecanismos El mecanismo básico por el cual se produce el síncope es la reducción temporal del flujo sanguíneo cerebral (FSC), lo que puede ser consecuencia de: – Disminución del gasto cardíaco. – Disminución de la resistencia vascular periférica que ocasiona vasodilatación. – Alteración de la composición de la sangre. – Falla de las reacciones neurovegetativas compensatorias con los cambios de la postura. – Combinación de dos o más de los mecanismos anteriormente citado. Describir todos los tipos de síncope según la causa, resulta más que imposible para el objetivo de esta obra. Pero teniendo en cuenta que este texto se ha trazado como meta estar al alcance de médicos generales, internistas y otros profesionales de distintas especialidades médicas, y de neurólogos, reseñaremos aquellos síncopes más frecuentes observados en la práctica médica. Síncope vasodepresor En el epígrafe cuadro clínico se describen las características clínicas de este tipo de síncope. Se observa en personas jóvenes y corresponde al desmayo que observamos comúnmente. El factor desencadenante suele ser las emociones intensas, como visión de sangre, accidentes, traumatismos, miedo, dolor y otros. Estos desencadenan una vasodilatación súbita de las arteriolas intramusculares con caída de la resistencia vascular periférica de los vasos inervados por el sistema simpático y disminución de la presión arterial; el gasto cardíaco no aumenta como ocurre en condiciones normales. Seguidamente se produce estimulación vagal y como consecuencia, bradicardia, disminución de la frecuencia respiratoria, hipotensión arterial y aumento del peristaltismo intestinal con náuseas y vómitos. El colapso cardiocirculatorio provoca disminución del flujo sanguíneo cerebral y pérdida de la conciencia. Aunque existe bradicardia durante el síncope este no es un factor determinante en la patogenia del desmayo. El factor decisivo en esta forma de síncope es la reducción de la resistencia vascular periférica causada por la inhibición de la actividad vasoconstrictora simpática. Una variedad especial de síncope, es el neurocardiogénico. En esta forma es el ventrículo izquierdo el que da origen al síncope, mediado de manera nerviosa tal como ocurre con la hipersensibilidad del seno 224 carotídeo, que provoca bradicardia y vasodilatación; el corazón es el que actúa como centro del reflejo vasodepresor. Las contracciones cardíacas se producen en ausencia de un llenado eficiente de las cavidades ventriculares que provoca que la actividad mecanorreceptora del ventrículo izquierdo inicie una reacción vasodepresora. Síncope miccional Se observa en adultos, jóvenes y ancianos que se levantan a orinar durante la noche. Ocurre al final o poco después de haber terminado la micción, la pérdida de conciencia es repentina, breve y con recuperación rápida. En este tipo de síncope varios mecanismos se combinan: la vejiga llena provoca vasoconstricción, luego al vaciarse se produce vasodilatación, lo que combinado con la hipotensión postural, la bradicardia y el efecto de la maniobra de Valsalva dan lugar al síncope. Síncope tusígeno Se produce en personas después de toser enérgicamente. De repente sienten debilidad y pierden el conocimiento. La tos produce una elevación de la presión en el interior de la cavidad torácica, con disminución del retorno venoso al corazón. Probablemente contribuyan el aumento de la presión intracraneal que se produce en el acto de toser y la disminución de la PCO2 que culmina con una vasoconstricción. Este es el mecanismo que se produce al exhalar con la glotis cerrada, conocido como maniobra de Valsalva y que ocurre al levantar objetos pesados, la deglución, en los levantadores de pesas, defecación y micción. Síncope del seno carotídeo Esta crisis se produce de pie. En condiciones normales, el seno carotídeo es estimulado por la presión arterial o el estiramiento, lo que origina impulsos sensoriales que al viajar por el nervio de Hering, rama del IX par craneal, llegan hasta el núcleo del fascículo solitario y de ahí al núcleo motor dorsal del IX y X pares craneales y producen bradicardia o paro sinusal y disminución de la presión arterial, que es la reacción vasodepresora. En individuos con hipersensibilidad del seno carotídeo, movimientos de giros de la cabeza, el uso de collares, cuellos apretados, fracturas sobre esta región, provocan una reacción exagerada con pérdida de conocimiento breve. Otras causas son adenopatías, tumores del cuello, divertículos esofágicos, capaces de comprimir los barorreceptores del seno carotídeo. 225 Una forma de inducir este síncope es el masaje sobre el seno, maniobra que debe estar precedida del estudio de la permeabilidad de ambas arterias carótidas. Esta maniobra puede provocar el desprendimiento de una placa de ateroma hacia la circulación cerebral cuyo resultado sería una isquemia o un infarto del territorio de irrigación de la carótida sometida a la maniobra. Si se escucha un soplo a este nivel, la estimulación está contraindicada. La maniobra debe realizarse bajo monitoreo electroencefalográfico y electrocardiográfico. Síncope postural por hipotensión ortostática La hipotensión ortostática se define como la caída de la presión arterial sistólica mayor de 20 mmHg y de la presión diastólica mayor de 10 mmHg dentro de los 3 minutos de pasar de la posición supina a la posición erecta. Es una causa de síncope frecuente en pacientes ancianos y su aparición es característica al levantarse con rapidez desde la posición de decúbito y permanecer por largos períodos en bipedestación. Otra de las características de este tipo de síncope es la falta de existencia de reacciones neurovegetativas. La pérdida de la conciencia suele estar precedida de marcha inestable, embotamiento mental, visión borrosa o acúfenos. El síncope postural ocurre en el contexto de diversos trastornos clínicos como son: la insuficiencia vegetativa primaria, individuos normales que en ciertas circunstancias presentan falla de los barorreceptores, neuropatías periféricas con afectación del sistema nervioso vegetativo (SNV), ancianos con tono muscular insuficiente, sección medular por encima de D6, simpatectomía, enfermedad de Parkinson, ingestión de sedantes, antidepresivos tricíclicos, administración de L-dopa, neuropatía diabética, amiloidosis y otros. En estos trastornos fallan los mecanismos que impiden la acumulación de sangre en los miembros inferiores al adoptar la bipedestación como son: la acción de los efectores alfa y beta adrenérgicos que producen vasoconstricción arteriolar refleja; fallas de los reflejos aórticos y carotídeos que producen aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, así como déficit de la actividad muscular que mejora el retorno venoso. En este trastorno las fibras amielínicas simpáticas posganglionares dejan de emitir impulsos cuando la presión arterial disminuye por debajo de 80 y 40 mmHg o cuando la frecuencia cardíaca disminuye por debajo de 60 latidos por minutos. En el síncope postural el diagnóstico clínico mediante una historia clínica detallada y el examen de la tensión arterial en la posición sentada, decúbito supino y tras uno o dos minutos después de adoptar la posición erguida son los métodos de diagnóstico positivo más fiable. 226 Síncope cardiogénico Las enfermedades del corazón que cursan con reducción del gasto cardíaco comprenden entre el 55 y el 65 % de los síncopes de causa conocida. De todas las enfermedades del corazón, las arritmias y en especial el bloqueo AV y la frecuencia por debajo de 40 latidos por segundo son las más comunes. A diferencia de otros síncopes el de origen cardíaco se puede producir aún con el paciente en decúbito. En los inicios del episodio el paciente se pone pálido, se siente débil o pierde el conocimiento sin síntomas prodrómicos. Si la asistolia se prolonga pueden existir mioclonías, seguido de espasmos tónicos con cianosis de la piel, incontinencia urinaria, pupilas fijas y signo de Babinski bilateral. Al retornar la función cardíaca a la normalidad el cuello y la cara se tornan de coloración rosada. Si la asistolia es más prolongada, el coma puede persistir y producirse daño cerebral permanente en las zonas limítrofes de irrigación encefálica. El electrocardiograma entre los episodios puede ser normal, por lo que se requiere para establecer el diagnóstico la vigilancia continua mediante telemetría o el monitoreo Holter. Otras causas de síncope cardíaco son, el "síndrome del seno enfermo" que se expresa como bradicardia sinusal, marcada o paro sinusal, que da por resultado asistolia prolongada. Las taquiarritmias son causas raras de síncope, pero la fibrilación ventricular y las taquicardias supraventriculares con taquicardia de 180 o más latidos por minutos son causas frecuentes de síncope, sobre todo si el enfermo está en bipedestación. Las valvulopatías que son capaces de producir gasto cardíaco disminuido, como son la estenosis mitral, la insuficiencia aórtica, la tetralogía de Fallot y otras, incapaces de satisfacer las demandas metabólicas durante el esfuerzo, provocan síncopes durante el ejercicio físico. Síncope en el curso de las enfermedades cerebrovasculares Es extremadamente raro la existencia de un síncope en el curso de este tipo de enfermedades. Sólo se observan en aquellas enfermedades que cursan con oclusión de las arterias de mayor calibre en el cuello y las que producen isquemia o infarto del sistema vertebrobasilar. Ejemplos de éstas son: la enfermedad de Takayasu, el síndrome del robo de la subclavia, la displasia fibromuscular. El aumento súbito de la presión intracraneal que se produce en la hemorragia subaracnoidea, en algunos hematomas bifrontales y en las hemorragias intracerebrales masivas pueden ocasionar síncope. 227 Síncope de causa indeterminada En un alto porcentaje de pacientes con síncope la causa permanece desconocida a pesar de una evaluación exhaustiva. Después de haber efectuado un estudio riguroso entre el 30 y el 50 % de los enfermos quedan sin un diagnóstico causal. Exámenes complementarios Conductas diagnósticas ante el síncope La evaluación de los enfermos con síncopes requiere de una estrategia que permita además del diagnóstico positivo un correcto diagnóstico causal y diferencial que asegure un rendimiento significativo. La evaluación incluye los siguientes aspectos: 1. Historia clínica y examen físico. 2. Exámenes complementarios evidenciados por la sospecha clínica. – Evaluación de las causas cardiológicas – Evaluación de las causas neurológicas – Evaluación de las causas metabólicas Historia clínica y examen físico Estos 2 elementos son los más importantes para el diagnóstico del síncope, se plantea que contribuyen al diagnóstico entre el 50 y el 75 % de los enfermos. Incluye, además de la edad, sexo, factores desencadenantes, existencia o no de pródromos, síntomas acompañantes, síntomas durante la fase de recuperación, antecedentes de enfermedades familiares y personales como cardiopatía, enfermedades neurológicas, historia de enfermedades psiquiátricas, endocrinas y de otros familiares con síncope. El uso de medicamentos o drogas debe ser precisado. El interrogatorio de testigos presenciales del episodio es fundamental. El horario de aparición, lugar y situación en que aparece el síncope son datos de gran utilidad. El examen físico comprende el análisis de las funciones cardiovasculares y neurológicas. Cardiovasculares a) Auscultación cardíaca. b) Palpación y auscultación de los pulsos periféricos: carotídeos, radiales, temporales, femorales y subclavios. c) Medición de la tensión arterial en los cuatro miembros. d) Análisis de la frecuencia del pulso. 228 Neurológicas a) Examen de la motilidad. b) Examen de la sensibilidad. c) Examen dela coordinación. d) Examen de los pares craneales. e) Medida de la presión intracraneal. f) Detección de hipotensión ortostática. g) Prueba de la hiperventilación. h) Masaje del seno carotídeo. Detección de hipotensión ortostática La determinación de la presión arterial y el pulso en decúbito supino y en bipedestación es un examen imprescindible en la sala de urgencia o la consulta. La tensión arterial y la frecuencia se determinan 2 minutos después de la posición supina y antes de los 3 minutos después de haber adoptado la posición erecta. La caída de 20 mmHg de la presión sistólica y de 10 mmHg de la presión diastólica es signo seguro de hipotensión ortostática. La ausencia de aumento de la frecuencia cardíaca compensatoria durante la bipedestación se debe a insuficiencia neurovegetativa. Prueba de hiperventilación. Se solicita al paciente que respire a una frecuencia de 40 a 50 respiraciones por minutos, la prueba se considera positiva si provoca síncope y no otros síntomas diferentes a los que el enfermo refiere. Con anterioridad se habló del masaje del seno carotídeo y cómo se debe realizar este procedimiento. Otras maniobras son toser y la maniobra de Valsalva. Exámenes complementarios de la función cardíaca – Electrocardiograma: se debe realizar a todo paciente con síncope. – Electrocardiograma ambulatorio (registro Holter): la monitorización con Holter está indicada en pacientes con alteraciones en el examen físico cardiológico, electrocardiograma y ecocardiograma, en pacientes con riesgos de arritmia cardiaca y aquellos con síncope de origen no determinado. – Ecocardiograma: se indicará si el reconocimiento físico sugiere la presencia de cardiopatía obstructiva, en aquellos pacientes con historia familiar de muerte súbita y arritmia y en pacientes con arritmias graves durante la realización del Holter. 229 Exámenes complementarios de la función neurológica – Electroencefalograma: solo si existen dudas diagnósticas de que existe una epilepsia. Tiene una baja sensibilidad y especificidad diagnóstica. – Punción lumbar con manometría: si se sospecha que el síncope guarda relación súbita con aumento de la presión intracraneal o cuando el síncope se acompaña de cefalea intensa o es desencadenado por la tos, movimientos de la cabeza o el estornudo. – Tomografía axial computarizada (TAC) y resonancia magnética nuclear (RMN): si se sospecha aumento de la presión intracraneal para descartar tumores, hidrocefalia o malformación de Arnoldo Chiari. Tienen en general un bajo rendimiento diagnóstico. – Evaluación de la hipotensión ortostática neurogénica: se indicarán los siguientes exámenes de laboratorio clínico. y Hemograma y Ionograma y Glucemia y Creatinina y T3, T4, TSH y Dosificación de Vitamina B12 y Electroforesis de proteínas en sangre y orina y Dosificación de niveles plasmáticos de catecolaminas. – Pruebas de las funciones autonómicas y Test de Schirmer: se inserta el extremo de una tira de papel de filtro delgado de 5 mm de ancho y 25 mm de largo en el saco conjuntival inferior y se deja colgar el otro extremo sobre el párpado inferior. Después de 5 minutos se humedecerán hasta 15 mm en las personas normales; si es menor de 10 mm la función lagrimal está afectada. y Estudio de la función pupilar: el análisis de la función pupilar se efectuará si existen alteraciones en el tamaño de las pupilas, ya sean desigualdades pupilares, pupilas dilatadas o de tamaño pequeño. Debe tenerse en cuenta que entre el 15 y el 20 % de las personas tienen una desigualdad pupilar de 0,3 mm o más. Esta característica puede variar de un día a otro. Si se encuentra una anisocoria será necesario precisar cual de las dos pupilas es la patológica. Si la pupila más pequeña no reacciona con la cobertura de los ojos esta será la pupila miótica. Si por el contrario la pupila de mayor tamaño no reacciona a la luz esta es la pupila midriática. Existen varias pruebas farmacológicas para determinar la naturaleza de la anisocoria, tales como la aplicación cocaína al 2 %, anticolinérgicos como la pilocarpina y otras. 230 Estudio de las funciones vesical y motilidad gastrointestinal: la función vesical se mide mediante el cistometograma, que valora la presión de solución salina que fluye hacia el interior de la vejiga. Se registra el aumento de la presión a medida que se va añadiendo 500 mL de líquido de forma gradual en el interior de la vejiga, las contracciones del músculo detrusor y el volumen en el que el paciente señala sensación de plenitud. También es útil medir la orina residual después que el enfermo haya terminado una micción voluntaria. La motilidad gastrointestinal se mide tras la administración de varios sorbos de bario. En los estados disautonómicos se puede observar atonía del esófago, atonía y distensión gástrica, tiempo de vaciamiento gástrico retrasado y tránsito intestinal rápido. y Test de sudoración termorreguladora (TST): consiste en la determinación de cambios de color de marrón a azul del polvo rojo de Alizarina inducido por la presencia de sudor, tras aplicar un estímulo que aumente la temperatura corporal en un grado centígrado en un paciente bien hidratado por lo que el paciente se instalará en una cámara cerrada con control de la temperatura y humedad. Este examen permite estudiar la vía sudoromotora simpática en toda su extensión. y – Respuesta de la frecuencia cardíaca (FC) a la respiración profunda. Esta prueba mide los cambios de la FC durante el ciclo respiratorio. La inspiración produce una inhibición del tono vagal, lo que genera una taquicardia en esta fase. La expiración estimula el vago y por consiguiente ocasiona bradicardia. La función vagal consiste en medir la variación de la frecuencia cardíaca durante la respiración profunda. Se registra el electrocardiograma mientras el paciente respira por primera vez a frecuencia regular de 6 a 12 por minutos. En condiciones normales la frecuencia varía hasta 15 latidos por minutos, incluso más, valores por debajo de 10 son anormales. – Maniobra de Valsalva: la expiración profunda con la glotis cerrada contra resistencia de 40 mmHg por 15 segundos, genera disminución del volumen minuto y la TA, lo que origina taquicardia y vasoconstricción refleja, se puede monitorear para definir las 4 fases que se generan durante la maniobra. El análisis de los cambios en cada una de estas fases permiten medir tanto la actividad vagal como simpática. El registro continuo de la frecuencia cardíaca mediante el electro-cardiograma y la presión arterial permite definir 4 fases de la respuesta cardiovascular durante la maniobra. La fase I y III son mecánicas. La fase I refleja el aumento de la presión arterial y la fase III la caída de la presión arterial al comienzo y terminación del esfuerzo espiratorio respectivamente. La fase II es la más informativa 231 y consiste en una taquicardia compensatoria debida a la interrupción del tono vagal y a un cambio bifásico en la presión arterial con una caída temprana y una recuperación tardía debido al aumento de la resistencia periférica. La fase cuatro ocurre después de terminada la maniobra y consiste en un rebote de la tensión arterial por encima del valor basal asociada a taquicardia refleja. – Prueba de la tabla basculante: sólo se indicará en aquellos pacientes en los que la causa no ha sido determinada, ya que en estos casos debe descartarse el síncope neurocardiogénico, frecuente en los enfermos en los que no se conoce la causa del síncope. Consiste en mantener el paciente inmóvil en una tabla basculante con una pendiente de 60 a 80 grados. Se han descrito varias formas de realizar la prueba. Este test permite mediar las funciones barorreceptora y vasopresoras deficientes, así como determinar la insuficiencia simpática, tanto central como periférica. En condiciones normales la inclinación de 80 º con la cabeza hacia arriba durante 10 minutos origina una disminución transitoria de la tensión (5 a 15 mmHg) sistólica, aumento de la presión diastólica de 5 a 10 mmHg y la frecuencia cardíaca entre 10 y15 latidos por minutos. En personas con respuestas anormales la tensión arterial sistólica muestra una disminución de 20 o más mmHg y la diastólica de 10 mm o más y la frecuencia del pulso no se incrementa o disminuye. Diagnóstico diferencial del síncope El diagnóstico diferencial del síncope no resulta fácil en ocasiones, a pesar de haberse realizado una historia clínica detallada y empleadas las técnicas complementarias. Basta si recordamos que entre el 35 y el 50 % de los síncopes son de causas no precisadas. La distinción más difícil del síncope es sin duda la epilepsia. Algunas pautas nos ayudarán a diferenciar entre ambos trastornos: en el síncope es frecuente encontrar un factor desencadenante, como lo son el dolor, la tensión emocional, la micción, el ejercicio físico, miedo, calor y otros, mientras que en la epilepsia es rara la presencia de factores precipitantes o cuando existen éstos son diferentes (ingestión de alcohol, deprivación de sueño y supresión del tratamiento epiléptico). En la epilepsia el tono maxilar está aumentado, con rigidez, con excepción de las crisis atónicas (raras); en tanto el tono muscular está abolido en el síncope. La piel de los pacientes con síncope es de aspecto pálido, mientras los pacientes epilépticos suelen presentar cianosis. Las convulsiones son infrecuentes en enfermos con síncopes y no existe mordedura de lengua, contrariamente a lo que sucede en pacientes con 232 epilepsia. Náuseas y sudoración acompañan al síncope, no así a la crisis epiléptica. El ataque epiléptico puede ocurrir en cualquier momento del día y no guarda relación con la posición del paciente, el síncope se produce con el paciente en posición erecta, con excepción del síncope que se origina en el curso de una crisis de Stokes-Adams. La incontinencia urinaria es frecuente en la epilepsia, no existe en el síncope. Tal vez el aspecto que más diferencie el síncope de la crisis de epilepsia en la confusión postictal que se produce en esta última. El paciente con síncope se recupera totalmente sin confusión posterior. Los ataques transitorios de isquemia deben ser diferenciados del síncope; pero rara vez existe pérdida de la conciencia en los ATI. En ocasiones en los del territorio vertebrobasilar se produce inconciencia, pero estos se acompañan de signos focales de déficit neurológico de vías largas, pares craneales, síntomas cerebelosos o visuales. Los ataques de ansiedad con sensación de aturdimiento, debilidad, desasosiego acompañan al síncope, pero no se experimenta pérdida del conocimiento. La hipoglucemia, frecuente en pacientes diabéticos se acompaña de debilidad con temblor, sensación de hambre, el rostro rubicundo, sudación, asfixia, convulsiones y coma. No existe recuperación espontánea. Los ataques de caídas ocurren de forma súbita y sin pérdida de conocimiento. La caída se produce sobre las rodillas, sin mareos y la persona suele levantarse inmediatamente. Las crisis de inconciencia por aumento de la presión intracraneal se producen con los cambios de posición a la cabeza, tos y estornudos. La cefalea acompañante es intensa, se observa en pacientes con hidrocefalia aguda, tumores de 3er. ventrículo (quiste coloide del tercer ventrículo), malformación de Arnold-Chiari y otras malformaciones de la fosa posterior. El vértigo posicional benigno es una manifestación de crisis vertiginosas, que ocurren con los cambios de posición del individuo. Ocurre tanto en el decúbito como en posición erecta. Las caídas no se acompañan de pérdida de conocimiento. Pueden ser desencadenadas en la consulta con los cambios de posición de la cabeza. Se acompañan de nistagmo. Tratamiento Las medidas terapéuticas dependen de la causa que ocasiona el síncope, aunque existen aspectos en el tratamiento que son comunes a todos los síncopes de cualquier causa. Las conductas, por lo tanto, las podemos dividir en generales y específicas. 233 Medidas pr v as preeventi entiv a) Evitar situaciones que favorecen la aparición del síncope, como son la fatiga, ambiente cálido, excitación emocional, dolor. b) Educación del paciente. c) En caso de hipotensión ortostática: evitar levantarse bruscamente desde la posición sentada o de decúbito supino, en esta última posición deberá hacerse ejercicios con las piernas antes de incorporarse del lecho. Si el paciente se encuentra sentado debe cruzar las piernas para facilitar el retorno venoso desde los miembros inferiores. Si el enfermo va a permanecer mucho tiempo en posición erguida, se recomienda pequeños paseos para contraer la musculatura de los miembros inferiores. Se debe ajustar la dieta de forma tal que se aumenten los volúmenes de líquido a ingerir y por lo menos consumir de 10 a 20 gramos de sal diarios lo que eleva el volumen plasmático. La dieta se ajustará de forma tal que se realicen varias comidas al día en pequeñas cantidades y con poco contenido de carbohidratos. Se realizará una cena poco antes de acostarse, rica en carbohidratos para evitar la hipertensión durante la noche. Otras medidas en los pacientes con hipotensión ortostática serán, elevar la cabecera de la cama 30 grados, usar medias panty o vendas elásticas que deben extenderse desde la cintura a los pies. d) Evitar el estreñimiento mediante el uso de laxantes o comidas ricas en fibras de origen vegetal. e) Ante la inminencia de una crisis, lo correcto es colocar la cabeza entre las rodillas o recostarse en decúbito supino de preferencia elevando las piernas. f) Evitar el uso de medicamentos que pueden desencadenar el cuadro de un síncope, tales como los diuréticos, betabloqueadores, antidepresivos tricíclicos, simpaticolíticos, barbitúricos. g) Cubrir el suelo de las habitaciones con el fin de aliviar los traumatismos y las fracturas. Tratamiento médico El tratamiento farmacológico estará en dependencia de la causa del síncope. Si existe bloqueo auriculoventricular de segundo o tercer grados la implantación de un marcapaso es la indicación. En casos bradiarritmias el uso de sulfato de atropina o efedrina pude ser de utilidad. El síncope a consecuencia de taquicardia supraventricular responde al verapamilo o a la amiodarona. En el síncope mediado de manera nerviosa, el que se identifica con la prueba de la mesa inclinada en posición erguida, suelen ser útiles los betabloqueantes adrenérgicos o el agente anticolinérgico disopiramida. 234 Los ataques vasovagales reaccionan bien al anticolinérgico propantelina a dosis de 15 mg 3 veces al día. Si la hipotensión ortostática es la causa del síncope, la droga de primera línea es el acetato de fludrocortisona a dosis de 0,05 a 0,4 mg repartidos en 2 ó 3 tomas diarias. Este es un potente mineralocorticoides que en dosis bajas sensibiliza los vasos al efecto vasoconstrictor de las catecolaminas y en dosis más elevadas produce una expansión del volumen extracelular. El efecto máximo aparece entre la primera y segunda semana. Los efectos secundarios son: edema, hipertensión, hipocalcemia e hipomagnesemia. Su uso está contraindicado en la insuficiencia cardíaca. La midrodrina es una potente droga vasoconstrictora que se absorbe por la vía oral y es un potente agonista de los receptores alfa 1 en las arterias y venas. El nivel máximo en sangre se alcanza a la hora y su vida media es de 3 horas. Debe administrarse en dosis inicial de 2,5 mg bajo supervisión ya que una respuesta exagerada puede provocar hipertensión severa. Se aumenta de forma progresiva semanal hasta alcanzar la dosis óptima que es de 30 a 40 mg diarios. Dado el riesgo de hipertensión supina no debe administrarse por las noches. Otras drogas con más efectos secundarios y utilidad menos probada son la fenilpropanolamina, el metilfenidato y la efedrina. En los pacientes con insuficiencia autonómica puede existir una ligera anemia que contribuye a la intolerancia ortostática. La administración de eritropoyetina alfa recombinante a dosis de 25 a 75 U/kg por vía subcutánea, de 2 a 3 veces por semana aumenta la presión sistólica de 10 a 20 mmHg en la posición erecta. 235 Biblio g rafía Bibliog Adams RD, Victor M, Ropper AH. Principios de Neurología. Sexta Ed. México Mc Graw-Hill. Interamericana l999. p. 322. Ajmone-Marsan C, Zivin L. Factors related to the ocurrence of typical paroxysmal abnormalities in the EEG records of epileptic patients. Epilepsia; 1970: 361-81. Almquist A, Goldenberg I, Milstein S, et al. Provocation of bradycardia and hypotension by isoproterenol and upright posture in patient with unexplained syncope. N Eng J Med 1989; 320: 346-51. Beauregard LA, Fabiszewski R, Black CH, et al. 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Al asumir su estudio hay que dejar bien claro que no se trata de una enfermedad, el vértigo es un síntoma que suele ser común a distintas entidades, por lo que resulta que su esclarecimiento sea un ejercicio complejo para todos aquellos profesionales de la medicina que enfrentan en un momento determinado a un paciente que refiera esta manifestación. El vértigo es una de las quejas más frecuentes entre los que acuden a los servicios de urgencias o a las consultas externas. Cada día solicitan ayuda médica un número significativo de individuos que refieren sufrir de "mareos" de comienzo agudo. El diagnóstico del vértigo agudo no solo concierne al especialista en neurología. Enfermedades del oído, afecciones que forman parte de la medicina interna y de la medicina general que atiende el médico en la atención primaria son muchas las causas frecuentes de vértigo. De ahí resulta que todo profesional que desarrolla su actividad en el campo de la medicina debe tener, al menos, los conocimientos elementales que le permitan en un momento dado orientar al paciente, diagnosticarlo y tratarlo. Durante los últimos 5 años, el vértigo de comienzo agudo ocupó el 7mo. lugar como causa de consulta, y representó el 5,8 % de todos los pacientes atendidos en el Servicio de Neurología del hospital "Comandante Manuel Fajardo". Muchos de estos enfermos eran remitidos de otras especialidades, como ortopedia, otorrinolaringología, medicina interna, etc., con el objetivo de esclarecer la enfermedad subyacente; o con diagnósticos previos que resultaron equívocos, como artrosis cervical, insuficiencia vertebrobasilar. En otros casos el diagnóstico neurológico fue desacertado. Lo que tiene más connotación es que el 48 % de los enfermos remitidos para el estudio de un vértigo realmente no tenían vértigos. 239 Anatomía y fisiolo gía del sistema fisiología vestibular La percepción del equilibrio y la posición que ocupa el cuerpo en el espacio dependen de estímulos que desde diferentes receptores y por distintas vías informan al sistema nervioso de la relación del individuo con el medio y su propio yo. Estas sensaciones provienen de la estimulación de estructuras situadas en los músculos y los tendones, de receptores situados en el ojo y en el aparato vestibular del oído interno. Cualquier modificación en la postura o movimiento de nuestro cuerpo es informada al sistema nervioso central (SNC) por estos censores que envían impulsos a través de las llamadas vías o haces de fibras nerviosas. Existen 3 tipos de estructuras con sus diferentes vías que se encargan de esta función y que son las siguientes. 1. Propioceptores de los músculos y articulaciones. Estos receptores son determinantes para detectar movimientos, cambios posturales y volitivos. Cuando movemos la cabeza, un miembro o una articulación, se estimulan estos receptores que a través de haces o fascículos de fibras nerviosas ascienden hacia agrupaciones o núcleos de células nerviosas que se encuentran en el tallo cerebral, en los núcleos oculares y en el cerebelo. Una vez recibida la información estos centros elaboran respuestas que coordinan los movimientos y generan los ajustes necesarios para mantener una postura correcta y el equilibrio. De tal forma el individuo mantiene relación adecuada con sus alrededores. 2. Vías visuales y propioceptores de los músculos oculares. Los estímulos que llegan a la retina, así como los movimientos que efectúan los músculos extraoculares para mantener el correcto eje visual originan impulsos que informan al sujeto de la distancia entre su cuerpo y los objetos. Esta información llega a distintas estructuras del SNC, en estrecha interacción con la información que proviene de otros segmentos del organismo. 3. Aparato y sistema vestibular. Estímulos que llegan al laberinto vestibular, que actúa como un propioceptor especial, envían impulsos que se encargan de la percepción de los cambios en la velocidad del movimiento y la postura. Los receptores vestibulares localizados en la mácula y el utrículo registran las estimulaciones relacionadas con la fuerza de gravedad y la aceleración lineal. Los estímulos ocasionados por la rotación y la aceleración angular de la cabeza son censados por los receptores de las crestas ampulares de los conductos semicirculares del aparato vestibular, al producirse desplazamientos de la endolinfa. El resultado es la sensación de rotación en el espacio. 240 Anatomía del sistema vestibular Las neuronas aferentes del sistema vestibular se encuentran en un ganglio que recibe el nombre de ganglio vestibular o de Scarpa situado en el interior del conducto auditivo interno. Estas neuronas son células bipolares cuya expansión periférica termina en las células receptoras del epitelio del utrículo, el sáculo y los conductos semicirculares. Los receptores situados en el utrículo y el sáculo reciben el nombre de máculas acústicas y están constituidos por células vellosas recubierta por una membrana (membrana otolítica), compuesta de una sustancia gelatinosa en cuyo interior se encuentran unas concreciones calcáreas de carbonato de calcio, llamadas otolitos (Figs. 14.1 y 14.2). Fig.14.1. Vista lateral del vestíbulo y el caracol para ver las ramas periféricas y centrales de las neuronas aferentes de los ganglios vestibular y coclear . 1-5. Ramas periféricas del nervio vestibular. 6. Rama central del nervio vestibular. 7. Ramas periférica del nervio coclear. 8. Rama central del nervio coclear. 9. Ganglio vestibular. 10. Ganglio coclear. 11. Cresta ampollar del conducto semicircular lateral. 13. Mácula utriculi. 14. Mácula saculi. 15. Cresta ampollar del conducto semicircular posterior. Fuente: Tomado de Krieg. 241 Fig.14.2. A: Esquema de un cresta ampollar en un corte longitudinal del conducto semicurcular. B: Esquema del epitelio sensorial de la cresta ampollar, según observaciones hechas en el microscopio electrónico. MB, membrana basal; AG, aparato de Golgi; CS, célula sensorial; Q, quinocilio; M,mitocondria; FNM, fibra nerviosa mielinica; MR membrana reticular; MP, micropestaña; TN, terminación nerviosa; E, estereocilio; CSO; célula de sostén; N, núcleo. Fuente: Tomada de Bargman. El epitelio sensitivo de las crestas ampulares de los conductos semicirculares, contienen las células sensitivas recubiertas de una sustancia gelatinosa, la cúpula. El desplazamiento de estas células sensitivas por la endolinfa al producirse los movimientos de rotación de la cabeza origina el estímulo que transduce la aceleración angular de esta en el espacio (Fig.14.3). Las expansiones centrales de las neuronas bipolares del ganglio vestibular de Scarpa, se unen a las expansiones centrales de las neuronas del ganglio espiral (porción auditiva) y forman un tronco común, que constituye el VIII par craneal o nervio estatoacústico; que al salir del conducto auditivo interno perfora la duramadre y al nivel de la unión bulboprotuberancial en el ángulo que forma la protuberancia con el cerebelo penetran en el tallo cerebral para terminar en su sector intercalado, los núcleos vestibulares (NV). 242 Fig.14.3. Esquema de un corte de la mácula utriculi Fuente: Tomada de Bargman Los núcleos vestibulares son 4 agrupaciones de neuronas que según su posición a nivel del bulbo y la protuberancia, reciben el nombre de núcleo vestibular superior o de Bechterew, núcleo vestibular inferior o descendente, núcleo vestibular medial o de Schwalbe y núcleo vestibular lateral o de Deiters. El núcleo vestibular lateral envía mediante fibras cruzadas descendentes información hacía la médula espinal a través del haz vestíbulo espinal lateral cruzado. El núcleo vestibular medial mediante fibras cruzadas y directas envía a través del haz vestibuloespiral medial hacia los sectores medulares. De tal manera la musculatura del tronco y las extremidades recibe información de la postura de la cabeza a través de estas vías (Fig. 14.4). Los núcleos vestibulares, principalmente el medial y superior establecen conexiones con los núcleos de los pares craneales III, IV y VI, encargados de la motilidad ocular. Los NV envían proyecciones hacia el VI par contralateral y por medio del fascículo longitudinal medial (FLM) hacia a los núcleos de los pares craneales III y IV. Además de estas conexiones los NV establecen relaciones aferentes y eferentes con la formación reticular pontina (FRP); lo que permite la integración de importantes reflejos vestíbuloespinales y vestíbulooculares. Algunas fibras provenientes de los conductos semicirculares proyectan sus axones directamente al cerebelo; terminando en el lóbulo floculonodular o arquicerebelo como fibras vestibulocerebelosas directas. Se ha demostrado además la existencia de proyecciones ascendentes desde los núcleos vestibulares hacia la porción posterior de la circunvolución temporal superior en la región perisilviana y hacia el surco intraparietal. 243 Fig.14.4. La vía vestibular (organización segmentaria, intersegmentaria y suprasegmentaria). A. Nivel medular espinal. B. Nivel bulbar. C. Nivel protuberancial. D. Nivel cerebeloso (corteza floculonodular y núcleo fastigii). E. Nivel mesocefàlico. F. Nivel cerebral. l.Ganglio y nervio vestibular. 2. núcleo vestibular superior. 3. Nùcleo vestibular lateral. 4. Núcleo vestibular inferior. 5. Núcleo vestibular medial. 6. Núcleo fastigii. 7. Cuerpo yuxtarrestiforme. 8. Haz en gancho. 9. Núcleo del III par. 10. Tálamo. II. Corteza temporal auditiva 11. Lemnisco lateral. HVE haz vestibulospinal. 244 Definición El término vértigo proviene de la palabra latina "vértere" que significa girar. El diccionario Ilustrado Larousse considera como sinónimos de vértigo los términos mareo, letargo, vahído, aturdimiento, etc. En el campo de la medicina el término vértigo es la acepción que acogemos como significado en este capítulo; es "sensación subjetiva de giro de los objetos del ambiente o sensación de movimiento de ellos o de giro de la cabeza o el cuerpo del sujeto en el espacio". El uso común ha hecho que la palabra vértigo haya sido sustituida en muchas ocasiones por el término mareo o viceversa, pero no sólo para referirse a la definición anterior. Los enfermos aplican la palabra mareo a fenómenos sensoriales diversos: visión borrosa, inestabilidad o desequilibrio, aturdimiento, sensación de vacío en la cabeza, visión doble, sensación de desfallecimiento. El médico estará obligado entonces a discernir entre el vértigo verdadero, al que hemos hecho referencia en la definición y todo este arcoiris de "experiencias" individuales; a lo que podemos llamarle "seudovértigo". El primer paso ante cualquier individuo que refiera "mareos o vértigo" será esclarecer y delimitar si se trata realmente de vértigo; lo que depende del interrogatorio y la experiencia y sagacidad del médico en el ejercicio de su profesión. Cuando el paciente experimenta sensación de giro de los objetos o de su cuerpo no resultará difícil hacer el diagnóstico de vértigo; pero en la mayoría de las ocasiones el enfermo no es tan preciso y las comparaciones con otros hechos o el uso de términos como sinónimo causan confusión. El médico está en la obligación de lograr del paciente más que el uso de un significante, la descripción detallada y exhaustiva de lo que el sujeto percibe, y de ello resultará el diagnóstico positivo o no de "vértigo". En este capítulo como hemos expresado anteriormente nos referiremos al vértigo agudo y episódico que es el que nos ocupa. Vér ti go episódico aagudo gudo Vérti tig Se refiere a los ataques o crisis de vértigos de aparición súbita, que dura horas o pocos días, que desaparece en ocasiones y se atenúa de manera espontánea, pero que puede recurrir tiempo después en forma de crisis. Este tipo de vértigo debe ser diferenciado de aquel que resulta persistente o progresivo en el tiempo, cuyas causas corresponden generalmente a enfermedades más graves. 245 Enfermedades y situaciones médicas que cursan con vértigo agudo Diversas entidades médicas suelen tener como síntoma principal o prominente la presencia de un vértigo agudo. También son variados los síntomas y signos que le pueden acompañar, rara vez suele ser único y el cortejo sintomático y las condiciones de aparición en el vértigo orientan hacia la enfermedad subyacente o su topografía, paso fundamental del diagnóstico. El diagnóstico del vértigo no se limita al campo de la neurología; otólogos, ortopédicos, internistas y médicos generales son los especialistas que con más frecuencia enfrentan este tipo de paciente; lo que tampoco significa que otras especialidades no sean requeridas en su atención. El vértigo agudo episódico generalmente es de origen periférico, aunque existen excepciones que expondremos posteriormente. Suele acompañarse de síntomas vegetativos como náuseas, vómitos, palidez, sudoración, taquicardia, también existen con frecuencia síntomas y signos auditivos, acúfenos, hipoacusia y nistagmo de tipo periférico. Los síntomas y signos neurológicos casi nunca le acompañan. El nistagmo de origen periférico puede ser horizontal, rotativo u oblicuo; tiene una latencia entre 15 y 20 segundos, con fase lenta hacia el lado de la lesión y se agota con facilidad. La caída del paciente se produce siempre hacia el lado afectado; todo lo cual ha llevado a decir que es congruente o armónico. Enfermedad de Méniere Es una causa frecuente de vértigo periférico. Se caracteriza por la tríada clásica de vértigos recurrentes, acúfenos y sordera. El vértigo es el síntoma inicial y en ocasiones es el único, pero en un momento dado aparecen los otros 2 síntomas. Su inicio puede ocurrir a cualquier edad, pero es más frecuente entre la 5ta. y 6ta. décadas de la vida, afectando por igual a mujeres y hombres. El ataque comienza de manera súbita, con sensación giratoria intensa, lo que obliga al paciente a recostarse; con náuseas y vómitos de grado variable, zumbido de oídos, sensación de aturdimiento y oído ocupado. La crisis suele durar minutos o varias horas. El nistagmo es horizontal u horizontorotatorio. La patogenia en esta enfermedad responde a aumento de la producción del líquido endolinfático. También se ha planteado que el paso de la endolinfa a la perilinfa origina parálisis de las raíces nerviosas vestibulares y lesión de las células cocleares. 246 El paciente refiere que el desplazamiento de la mirada hacia al lado normal incrementa los síntomas. Las crisis varían en recurrencia y gravedad. Hemos observado pacientes con intervalos de meses, inclusive años entre una crisis y otra, pero en otros enfermos los ataques se suceden en 2 ó 3 semanas. A medida que transcurre un episodio los acúfenos disminuyen al igual que la sordera, pero tras ataques recurrentes la sordera se hace permanente. Las manifestaciones psíquicas de estos enfermos son importantes: miedo, ansiedad, depresión, aislamiento en el hogar con confinamiento en un sillón o encamamiento, no sólo durante la crisis, son observadas con frecuencia. Las caídas constituyen un peligro, sobre todo en los pacientes ancianos por la ocurrencia de traumatismos importantes. Los enfermos que sufren estas crisis de caídas refieren como si una fuerza los impulsara de forma violenta hacia el suelo. El examen del paciente en la crisis revela la presencia de nistagmo de tipo periférico y el examen con el diapasón una sordera de tipo neurosensorial. Para la valoración del nistagmo el uso de gafas de Frenzel (cristales con 20 dioptrías) amplifica el nistagmo y evita los efectos de la fijación visual; lo que permite al explorador una mejor visualización de este signo. El examen del equilibrio pone de manifiesto una prueba de Romberg positiva. La prueba de Unterberger, se realiza con los ojos cerrados y los brazos extendidos hacia delante, mientras el paciente realiza movimiento de marcha en el lugar, alzando las rodillas hasta 60 veces. Se considera positiva si el sujeto se desplaza o cae al lado enfermo. Resumiendo, debemos considerar que un enfermo tiene una enfermedad de Méniere si presenta la tríada de crisis de vértigo agudo, generalmente recurrentes, acompañados de sordera y acúfenos. Tratamiento: los principios generales de tratamiento en esta enfermedad son: 1. Reposo en cama durante la crisis. 2. Restricción de la ingestión de líquidos y sal en la dieta. 3. Asociación de un diurético como furosemida: de 20 a 40 mg diarios. 4. Antihistamínicos: benadrilina: 75 mg diarios repartidos en 3 dosis o meclozine, clorciclizina o dimenhidrinato. 5. Si hay vómitos intensos se puede utilizar prometacina en 3 dosis diarias de 25 mg. 6. El apoyo psicológico del paciente reviste una importancia fundamental. Se debe tranquilizar al paciente explicándole que se trata de un proceso benigno. Si existe ansiedad que interfiera con las actividades de la vida diaria del enfermo o insomnio se pueden añadir clorodiazepóxido: 10 mg 2 veces al día o medazepan 5 mg en 2 dosis. 247 Vértigo posicional benigno (VPB) Se trata de la causa más frecuente de vértigo periférico. Su definición está dada por la existencia de crisis paroxísticas vertiginosas y nistagmo que se desencadenan cuando el enfermo coloca la cabeza en una posición determinada. Se acompaña de palidez intensa, sudoración, náuseas y en ocasiones vómitos. Tiene una duración de 5 a 10 segundos. Al colocar al paciente en determinada posición después de un breve período de latencia este experimenta una sensación de giro, expresa que los objetos giran a su alrededor, o él está girando, si está en bipedestación puede llegar a caer. Aparece nistagmo que es horizontorrotario y dura entre 10 y 20 segundos. El paciente se alarma, la temperatura suele disminuir, expresa esta situación como sensación de muerte inminente. Si repetimos la adopción de la postura que desencadena el cuadro, el ataque se atenúa hasta desaparecer. Más que la posición de la cabeza, es el movimiento producido por el cambio de posición el factor desencadenante, de aquí que creamos que más que el término "de posición" usado por algunos autores, este tipo de vértigo debe llevar como adjetivo el significante "posicional". A diferencia de la enfermedad de Méniere no existen acúfenos ni sordera, aunque a veces el enfermo señala sensación de oído ocupado. El vértigo posicional benigno se diagnostica en la consulta frente al enfermo con pruebas que provocan las manifestaciones clínicas. Se solicita al enfermo que adopte el decúbito supino, la cabeza por fuera del borde de la mesa, inclinada 30 a 40 grados hacia atrás, se imprime un movimiento rápido hacia un lado de 40 a 45 grados, después de un intervalo de 5-10 segundos se reproduce el vértigo. El paciente deberá ser advertido de lo que ocurrirá. Hemos encontrado enfermos que asustados se levantan o gritan sosteniéndose de nuestras manos. Al observar a los ojos del sujeto encontramos el nistagmo, más frecuente de torsión con la porción superior del ojo dirigido al suelo. Todo dura aproximadamente de 20 a 30 segundos hasta desaparecer. Durante 5 años se han estudiado más de 500 pacientes con este tipo de vértigo en la consulta del Servicio de Neurología. No se han encontrado antecedentes claros de factores desencadenantes. También en raras ocasiones claros cuadros en enfermos con vértigo posicional benigno que acuden a la consulta no son reproducibles los síntomas. Es bueno señalar a este respecto que en otras enfermedades del sistema vestibular periférico los cambios de posición de la cabeza desencadena el cuadro vertiginoso; pero la existencia de otros síntomas y signos las diferencian del VPB. Debemos reservar el término vértigo posicional benigno para los vértigos paroxísticos de duración breve, precedidos de un período de latencia, fatigables con la repetición de la prueba, inversión de la dirección del nistagmo 248 con la adopción de la posición contraria, acompañados de síntomas vegetativos; pero sin otro síntoma neurológico o de otra índole. El mecanismo que origina al VPB se debe a la presencia de fragmentos de otolitos "desprendidos" que forman un "coágulo" que se desplaza libremente en el líquido endolinfático y se precipita hacia la parte inferior del conducto semicircular posterior durante el movimiento al cambiar de posición la cabeza, obstruyendo la luz del conducto y aumentando la presión y tracción sobre la cúpula, lo que da origen al vértigo. Tratamiento del vértigo posicional benigno. No existe un tratamiento medicamentoso para este tipo de vértigo. La explicación al paciente de la benignidad de la enfermedad le ayudará a tranquilizarse. Evitar los cambios bruscos de posición. Levantarse lentamente desde el decúbito disminuyen las crisis. Es conveniente señalar lo innecesario y perjudicial del uso de los collarines y minervas, tan extendido en la práctica médica. De acuerdo con su patogenia, se ideó la maniobra de recolocación de los otolitos (maniobra de Epley), lo que permite al coágulo gravitar desde el conducto semicircular posterior al utrículo. Con el paciente con la cabeza colgante provocando los síntomas, se le pide que gire la cabeza en 3 etapas, con una separación de 20 segundos. Primero se gira la cabeza 45 a 60 grados hacia el oído donde se origina el vértigo, a continuación el paciente se vuelve al otro lado y se le gira la cabeza 45 grados hasta que quede paralela al suelo; seguidamente se vuelve esta una vez más hasta que la cabeza mire al suelo. Después de 20 segundo se vuelve el paciente a la posición erguida, se mantiene por lo menos 45 grados durante 24 horas. Muchas veces con una secuencia única basta para terminar con el vértigo posicional (Fig. 14.5). 249 Fig.14.5. Maniobra de Dix-Hallpike para desencadenar el vértigo posicional benigno (A y B) y tratamiento con la maniobra de recolocación del ductolito, (C - F maniobra de Epley). Ver texto (adaptada de Fife). La realización de ejercicios de reeducación de la función vestibular es una de las formas más efectivas del tratamiento. Mirar hacia arriba y hacia abajo, primero lentamente, luego incrementando la frecuencia mientras se mantiene la cabeza inmóvil. Dirigir la mirada a un lado y otro sin girar el cuello. Flexión y extensión de la cabeza con los ojos abiertos, lateralizar la cabeza a uno y otro lado, girar los hombros, la cintura y la cabeza, tomar un objeto situado en el suelo mientras se encuentra el sujeto sentado, son algunos de los ejercicios que contribuyen a restaurar la función vestibular. El uso de medicamentos que inhiben la función vestibular como betahistina, trimetazidina, tietilpiperazina, sulpiride han resultado ser inefectivos. Solo si el vértigo es muy severo e inquieta en exceso al enfermo lo hemos empleado. 250 Neuronitis vestibular Se trata de una entidad clínica frecuente en la población general, caracterizada por la aparición de vértigo de comienzo súbito sin manifestaciones auditivas o de otras enfermedades del sistema nervioso central. En ocasiones el paciente describe haber tenido días antes sensación de "disbalance" o inestabilidad. El antecedente de una infección, la mayor parte de las veces del tracto respiratorio entre los 5 a 10 días precedentes, es referida con frecuencia. El vértigo es grave e incapacitante y está acompañado de náuseas, vómitos y puede ser manifiesto con los cambios de posición. El nistagmo y la sensación giratoria se producen hacia al lado opuesto del vestíbulo parético, mientras que las caídas ocurren hacia el mismo laLas pruebas de estimulación calórica (se describen más adelante) muestran disminución o ausencia de respuesta. El audiograma es normal. La infección viral ha sido invocada como probable causa. El nervio vestibular en la parte superior del ramo es la afectada. Los síntomas ceden en plazo de días o a 2 ó 3 semanas. Tratamiento. Se trata de un proceso benigno lo que debe ser explicado al enfermo. El reposo se recomienda durante varios días y se deben evitar los cambios bruscos de posición. El uso de antihistamínicos; difenihidramina a dosis de 75 mg diario repartido en 3 dosis es útil. Se puede utilizar meclicina, clorciclizina y otros. Vértigo agudo en las enfermedades cerebrovasculares El vértigo de inicio agudo puede acompañar el inicio de las enfermedades cerebrovasculares cuando se afecta el territorio vertebrobasilar. Se expresa "de inicio y acompañar" y se debe dejar bien definido estos 2 aspectos. Con demasiada frecuencia (tal vez sea peyorativo, pero necesario) se utiliza el término "insuficiencia vertebrobasilar" (IVB) para designar el cuadro de vértigo aislado. El empleo de IVB es totalmente inadecuado e incorrecto, existen los ataques transitorios de isquemia vertebrobasilar (ATIVB), pero este es un complejo sintomático que connota la irrigación insuficiente de las estructuras regadas por las arterias vertebrobasilares, nunca el vértigo agudo monosintomático es sinónimo de ATIVB, estos siempre están acompañados de síntomas de vías largas, visuales o de pares craneales de duración breve y reversibles. Por lo que sugerimos que se deje de usar el término IVB en el contexto médico. Durante veinte años se ha estudiado los ATIVB de forma exhaustiva y existen publicaciones que realizadas sobre este tema que recomendamos y aparecen en la bibliografía al final de este capítulo. 251 Las lesiones isquémicas o hemorrágicas del tallo cerebral pueden iniciarse con un cuadro de vértigo de inicio súbito, además de acompañarse de otros síntomas de tallo cerebral o cerebelosos, el cuadro vertiginoso es de tipo central y duradero lo que las diferencian bien de las entidades descritas anteriormente. Vértigo agudo de origen cervical La existencia de vértigo cervicógeno en la connotación anterior al término vértigo, como bien señala Adams, es motivo de dudas. Al inicio de este capítulo se hace referencia a los mecanismos y estructuras encargadas de la función y la postura; existen pocas condiciones médicas en las cuales una afectación de la columna cervical pueda afectar o lesionar estos sistemas. Estos son los traumatismos de la región cervical alta, las malformaciones como la impresión basilar, la malformación de Arnold Chiari y similares, los tumores de la unión craneoespinal u otra enfermedad de esta región. Aunque estas lesiones se pueden descompensar de forma brusca y traer como consecuencia el inicio agudo del vértigo, este suele persistir en el tiempo, el nistagmo, si existe, es de tipo central y el cuadro vertiginoso es parte de un cortejo sintomático más extenso. Aquellos que con frecuencia diagnostican el vértigo agudo, que evoluciona por crisis y de carácter recurrente como consecuencia de artrosis cervical se les recomienda revisar el diagnóstico. Vértigo agudo de origen cerebral Las lesiones que afectan la superficie posterolateral del lóbulo temporal adyacente al surco silviano y el lóbulo parietal inferior, que originan una crisis epiléptica, pueden ocasionar vértigo paroxístico. En este tipo de crisis la sensación giratoria se produce en sentido opuesto al lado afectado. El ataque puede limitarse a la ocurrencia de vértigo, pero lo usual es que transcurridos unos segundos sea seguido de convulsiones. La epilepsia precedida de vértigos es un trastorno muy infrecuente. Vértigo agudo en las infecciones del oído medio y estructuras adyacentes Las infecciones que afectan el oído medioy provocan laberintitis pueden desencadenar crisis de vértigo paroxístico, pero los síntomas como dolor, supuración, son diagnósticos. La determinación del agente causal será necesaria para escoger la terapéutica adecuada. 252 Vértigo agudo por traumatismos Es frecuente la observación del vértigo de inicio súbito con nistagmo de posición o espontáneo y las pruebas de función vestibular disminuida o ausentes en los traumatismos craneoencefálicos. Los sujetos con afectación del laberinto señalan que de manera brusca experimentan sensación de movimientos y que los desplazamientos de la mirada les provoca desequilibrio. Cuando se produce una lesión traumática que trastorna directamente el oído medio y el nervio estatoacústico el vértigo se acompaña de sordera. Vértigo agudo tóxico Numerosas sustancias pueden causar una laberintitis de tipo "tóxico". Se destacan los salicilatos, el alcohol, las sales de litio, nicotina, quinina y otras. Los antibióticos, en especial los aminoglucósidos, son causa de vértigo de inicio agudo, pero suelen ser persistentes. Los antibióticos que con mayor frecuencia causan vértigos son estreptomicina, gentamicina, kanamicina, neomicina, tobramicina, minociclina, polimixin B y colistina. El agente antineoplásico cisplatino también se ve implicado en el desarrollo de un síndrome vertiginoso agudo. Diagnóstico. Ante un paciente con vértigo de inicio rápido el primer paso será realizar una historia clínica detallada y un examen físico minucioso. Los antecedentes (traumatismos, infecciones previas o acompañantes, episodios similares, uso de tóxicos o antibióticos) contribuyen al diagnóstico etiológico. El diagnóstico topográfico también aporta datos significativos para elucidar las causas. En este sentido la presencia de síntomas acompañantes y el examen físico es determinante. La presencia de sordera y acúfenos sugieren el diagnóstico de enfermedad de Méniere, mientras el vértigo que se produce solo con los cambios de posición, sin síntomas auditivos u otros signos del sistema nervioso central, se desencadenan con las maniobras descritas al lado del enfermo, plantea el diagnóstico de vértigo posicional benigno. Los signos de afección de tallo cerebral, como son la afectación de la fuerza muscular, trastornos sensitivos, de pares craneales y cerebelosos de inicio rápido hace pensar en enfermedad cerebrovascular. Una vez establecido el diagnóstico presuntivo, el médico indicará los exámenes complementarios necesarios, evitará la realización de pruebas que resultan complejas y costosas. Estos exámenes serán: a) Exámenes audiológicos. b) Prueba de la función laberíntica. c) Pruebas electrofisiológicas. d) Imagenología. 253 a) Exámenes audiológicos: Existen laboratorios altamente especializados y con pruebas de alta complejidad que permiten el diagnóstico topográfico de una disminución de la audición o una sordera. Dado que el examen físico permite diferenciar una sordera de conducción de una de origen neurosensorial, se indicarán estos exámenes siempre que el vértigo sea acompañado de sordera neurosensorial diagnosticados por la clínica. La indicación de estos exámenes generalmente la realizan los otólogos y al ser su descripción engorrosa sugerimos consultar los textos dedicados a esta especialidad. Sin embargo, debemos decir que estos exámenes permiten diagnosticar las lesiones cocleares de las retrococleares. Su utilidad aumenta cuando se valoran en conjunto. Audiograma: permite diferenciar la sordera de conducción de la sordera neurosensorial. En la primera existe pérdida de la audición de los tonos bajos, mientras que en la segunda estarán afectados los tonos elevados. Este es el examen inicial que se debe realizar en un paciente con vértigo agudo. En ocasiones en los que la pérdida de la audición es ligera y no se evidencia por la clínica, esta técnica pone en evidencia su existencia. Discriminación del lenguaje: a nivel supraumbral se le presenta al paciente un listado con 50 palabras monosílabas y similar en su fonética. La reducción del 30 % o inferior en la discriminación de las palabras es típico de las lesiones del nervio acústico. Reclutamiento de intensidad: las estimulaciones de alta intensidad son censadas normalmente en las lesiones de las células sensitivas del órgano receptor auditivo. En este proceder se estimulan ambos oídos con tonos de intensidad incrementada. El fenómeno de reclutamiento que se origina cuando se aumenta la intensidad del estímulo se produce en las lesiones del órgano de Corti, mientras que no ocurre reclutamiento en la lesión del nervio. Determinación del tono umbral: la presentación de un tono umbral de manera continuada produce disminución de la agudeza auditiva en las lesiones del nervio (neuronitis) mientras no se produce caída de la audición en las lesiones del receptor. Otros exámenes son; el reflejo estapedial, el índice de sensibilidad de incrementos cortos y la audiometría de Békesy. Pruebas de la función laberíntica – Estimulación calórica: se coloca la cabeza del enfermo inclinada hacia delante 30 grado a partir de la línea horizontal. Esta posición hace que el conducto semicircular horizontal, en posición vertical reciba la máxima estimulación calórica. Durante 30 segundos, primero con agua fría (30 grados Celsius) y luego a 44 grados, separado por cinco minutos se estimulan ambos oídos individualmente. El resultado en sujetos normales, los ojos se desvían tónicamente hacia el lado 254 estimulado cuando se hace con agua fría, después de transcurrido 20 segundos se produce el nistagmo con la fase rápida al lado opuesto; lo que dura aproximadamente entre 1 ½ minuto y 2. Sucede lo opuesto con la estimulación con agua caliente. Este examen se puede realizar junto a la cama del enfermo y tiene la ventaja de que no requiere de un laboratorio especial. – Prueba del nistagmo rotatorio: mediante esta prueba se explora cada canal horizontal por separado. Se sienta el individuo en un sillón rotatorio, se hace girar a una velocidad de 10 vueltas en 20 segundos. Al detenerse el movimiento se produce nistagmo en sentido contrario a la rotación y los brazos y el cuerpo se desvían en sentido contrario al nistagmo. Si la respuesta no se produce el laberinto es inexcitable. Se exploran ambos canales. Si se produce vértigo, naúseas, vómitos, palidez, se dice que el laberinto es hiperexcitable. Los ojos del paciente estarán cerrados durante la rotación para que no se produzca el nistagmo optocinético. Técnicas electrofisiológicas – Potenciales evocados auditivos de tallo cerebral (PEATC): los PEATC permiten el análisis de la conducción nerviosa desde el nervio auditivo hasta el área auditiva de la corteza cerebral. Se estimula cada oído por separado con una frecuencia de 1 000 a 2 000 estímulos. Después de una latencia de10 milisegundos aparecen 7 ondas recogidas en un electrodo a nivel del cuero cabelludo. La interpretación de las ondas y sus latencias son los indicadores mensurables del funcionamiento de la vía auditiva. La presencia de ondas I y su latencia miden la integridad del nervio auditivo. El retraso, la disminución de la amplitud o la ausencia del resto de las ondas permiten valorar los niveles de afectación hasta la corteza cerebral. Este proceder se indica cuando el vértigo es acompañado de sordera para determinar, la existencia o no de enfermedad de Méniere, o en casos de vértigos agudos en las enfermedades vasculocerebrales para localizar el sitio de la lesión. – Electronistagmografía: se estimula el laberinto con sensaciones calóricas alternas conforme se describió anteriormente. Entre cada estímulo el paciente descansa 5 minutos. El nistagmo calórico se registra mediante electrodos situados en ambas órbitas, una constante de tiempo de 2,5 segundos y un filtro de corte alto. Se obtiene la velocidad de la fase rápida (VFR) del nistagmo y su duración. Antes de proceder a la estimulación se procede a la calibración de los movimientos oculares. En el período de 20 segundos que la velocidad es máxima se promedia la VFR para las cuatro estimulaciones. 255 Consideraciones finales Aunque el vértigo agudo es una causa frecuente de consulta de urgencia, solo en determinadas ocasiones puede ser el inicio de una enfermedad grave. La diferenciación de estas situaciones marcará una conducta tanto diagnóstica como terapéutica, que redundará en el beneficio del bienestar del enfermo, la evitación de exámenes complementarios innecesarios y costosos como la TAC y la RMN y un incorrecto tratamiento que puede ser lesivo para el enfermo. 256 Biblio g rafía Bibliog Baloh RW. Clinical Neurotology. London, Bailliere Tindall, 1994. Baloh RW, Honrubia V. Clinical Neurophysilogy of the Vestibular System. 2nd ed. Philadelphia, Davis, 1990. Baloh RW, Honrubia V, Jacobson K. Bening positional vertigo: Clinical and oculographic feature in 240 cases. 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Tumores cerebrales, enfermedades cerebrales isquémicas y hemorrágicas, infecciones del SNC, traumatismos craneoencefálicos, bloqueo de la circulación del líquido cefalorraquídeo (LCR), hipoxia cerebral, se acompañan de elevación de la PIC. El manejo de la hipertensión intracraneal (HPIC) hace tiempo atrás dejó de ser un problema limitado al campo de la neurología y neurocirugía. El desarrollo de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en la segunda mitad del siglo XX trajo consigo la aplicación de tratamientos novedosos desarrollados en los recintos de estas salas por especialistas que desempeñan su trabajo diario en ellas; lo que derivó en el auge de lo que en la actualidad constituye una especialidad en la medicina moderna: el neurointensivismo. El esclarecimiento de la interrelación entre la HPIC y el edema cerebral fue uno de los avances más importante alcanzado en los últimos 20 años de la pasada centuria, lo que ha permitido la obtención de información sobre su incidencia y correlación. Estos constantes logros han estado marcado por el perfeccionamiento de técnicas como la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética nuclear (RMN), los métodos y dispositivos para la medición de la PIC. La detección temprana de los síntomas y signos precoces de HPIC es competencia de todos los profesionales dedicados al ejercicio médico. El médico de atención primaria debe estar dotado de la base de conocimientos necesarios para sospechar las manifestaciones iniciales que caracterizan este síndrome y remitir o derivar los enfermos hacia centros especializados donde puedan recibir el tratamiento adecuado. La HPIC, por otro lado, es una de las emergencias neurológicas de mayor presentación en las salas de urgencias y es causa de una alta morbilidad y mortalidad si no se actúa de forma rápida y eficaz. 258 Los adelantos recientes en el campo de la fisiopatología de la HPIC y sus efectos sobre el metabolismo cerebral y las funciones vitales abren nuevas y promisorias perspectivas para su manejo y tratamiento. Anatomofisiología de la PIC El cráneo del adulto es un estuche esférico, cerrado e inelástico constituido por tejido óseo. El interior de este recipiente es la cavidad craneal, la que posee distintos agujeros de variable tamaño, que se encuentra dividida por tabiques de tejido fibroso formados por repliegues de la duramadre en 2 compartimientos; el supratentorial que aloja los hemisferios cerebrales y el infratentorial en el que se encuentran el tallo cerebral y el cerebelo. Ambos compartimientos están separados por la tienda del cerebelo; verdadero repliegue de la duramadre que posee 2 circunferencias, una mayor que se inserta en las clinoides posteriores y la menor, que se inserta en las clinoides anteriores. Esta última deja una abertura de 25 a 30 mm que rodea al segmento mesencefálico del tallo cerebral. La cavidad craneal posee una capacidad de aproximadamente 1700 mL. El encéfalo tiene un volumen aproximado de 1400 mL, mientras que el volumen de LCR es de 150 mL al igual que el de sangre. Estos 3 volúmenes son relativamente incompresibles. En 1783 Monro y más tarde Kellie plantearon que cualquier aumento del volumen de uno de ellos debe compensarse con la disminución proporcional del otro, ley que se conoce como doctrina de Monro-Kellie. Se define como PIC, a aquella presión medida en el interior de la cavidad craneal y que es el resultado de la relación entre el contenido (encéfalo, LCR, sangre) y el continente (cráneo). Su valor medido en el espacio subaracnoideo lumbar es de 70 a 150 cm de agua. La PIC no es un valor estable; diversos acontecimientos fisiológicos que producen modificaciones en los componentes de los elementos intracraneales hacen que esta varíe en determinadas circunstancias. La contracción del ventrículo izquierdo al expeler sangre hacia el árbol vascular cerebral produce una inyección de sangre hacia el interior de los vasos cerebrales, fenómeno que expresa como una onda de 15 mm de agua en la curva de monitorización de la PIC. La inspiración produce un aumento de la presión intratorácica, al igual que la tos y el estornudo, lo que se acompaña de una elevación de la PIC. La maniobra de Valsalva, el dolor, los cambios de la tensión arterial también modifican la presión intracraneal. La monitorización de la PIC de forma continua ha permitido determinar distintos factores que intervienen en el mantenimiento de la presión intracraneal dentro de límites normales. Su apariencia en los trazados de monitorización depende de varios factores como son la velocidad de la toma del registro y la influencia que ejercen las variaciones que se producen en el contenido vascular 259 lo que da origen a la aparición de dos tipos de ondas. El método más utilizado es a través de la conexión del transductor a un equipo generalmente capaz de proyectar en su pantalla de forma continua otros parámetros vitales además de las curvas de PIC. Las ondas cardíacas se deben a la contracción del ventrículo izquierdo y se caracterizan por la aparición inicial de una onda de pulso inicial correspondiente a la sístole cardíaca (onda de percusión) la cual se continúa con una caída diastólica y una hendidura dicrota. La respiración produce una fluctuación de la PIC que depende de las modificaciones que produce en el retorno venoso a la aurícula derecha, las variaciones de la presión de las cavidades torácicas y abdominales que a su vez modifican el retorno venoso a la aurícula derecha (Figs.15.1 - 15.3). Fig. 15.1. Ondas cardíacas de la PIC medidas a rápida velocidad. Onda de percusión (1), Onda tidal (2), Onda dicrota(3), Hendidura dicrota (E). Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company., 1996. Fig.15.2. Ondas respiratorias. Valores en la inspiración (I) y espiración (E). Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company. 260 Fig. 15.3. La gráfica de la PIC muestra ambas ondas al mismo tiempo, resultando el esquema de la derecha. Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company., 1996. La PIC depende de varios factores y fluctúa en condiciones normales en dependencia de estos. Uno de ellos es la presión de perfusión cerebral (PPC); esta última no es más que la diferencia de presiones entre los 2 extremos de una arteria y es el resultado de la diferencia entre la presión arterial media (PAM) y la presión intracraneal; de tal manera que si conocemos ambos parámetros (PAM y PIC) es fácil calcular la PPC. El aumento de la PPC produce vasoconstricción cerebral, en tanto la disminución de la PPC origina vasodilatación. Según la ley de Poiseuille el flujo a través de un tubo es directamente proporcional a las diferencias de presiones entre sus extremos, es decir, la PPC en el caso del cerebro, y a su radio elevado a la cuarta potencia, e inversamente proporcional a la viscosidad del líquido (sangre). De tal manera que: Flujo sanguíneo cerebral (FSC) = (PPC) r4 8 nL Lo que implica que si los mecanismos de autorregulación son normales en un paciente, la PIC es inversamente proporcional a la PPC, mientras que el metabolismo cerebral sea normal. En condiciones que alteren los mecanismos de autorregulación, como isquemia, traumatismos, el FSC dependerá directamente de la tensión arterial (TA). La autorregulación cerebral está dada por diferencia de la presión a través de la pared del vaso por la que un aumento de PIC o la disminución de la TA provoca vasodilatación y una disminución de la TA o la PIC provocan vasoconstricción. 261 F isiopatolo gía de la hiper tensión isiopatología hipertensión intracraneal Muchos son los mecanismos que pueden aumentar la presión intracraneal. A continuación los citaremos de forma breve. 1. Aumento del volumen de la masa encefálica, como el observado en los tumores, abscesos, hemorragias y traumatismos. Estos producen mayor aumento de la PIC localizados. 2. Edema cerebral local o generalizado. Las condiciones descritas en 1 favorecen el edema local, mientras la hipoxia, la insuficiencia hepática, encefalopatía hipertensiva se acompañan de edema generalizado (Figs. 15.4 y 15.5). 3. Aumento de la presión venosa como se observa en la trombosis de las venas y senos venosos del cerebro, insuficiencia cardíaca, tumores mediastinales y otros. 4. Aumento de la producción de LCR, como en los tumores del plexo coroideo. 5. Obstrucción y dificultad en la reabsorción del líquido cefalorraquídeo, ya sea por bloqueo del sistema ventricular o del espacio subaracnoideo y bloqueo de la absorción en los sitios que este se produce. Fig. 15.4. TAC que muestra la presencia de edema cerebral. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana. (Prof. Esperanza Barroso). 262 F ig.15.5. Imagen tomográfica donde se observa la dilatación de ambos ventrículos laterales en el curso de una hidrocefalia. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana. (Prof. Esperanza Barroso). El aumento de la presión intracraneal puede ser lento o de curso agudo y no evoluciona ni se tolera igual en todos los individuos. El encéfalo posee cierta capacidad para comprimirse o expandirse sin que se experimente aumento de la PIC. A esta propiedad del encéfalo se le ha llamado resistencia. También la cavidad craneal dispone de cierto espacio para permitir o tolerar la introducción de determinado volumen sin que se produzcan cambios en la presión intracraneal. Esta propiedad recibe el nombre de adaptabilidad y se encuentra elevada en pacientes ancianos y en individuos con atrofia cortical, lo que permite que aumentos de volumen que en individuos jóvenes o sin atrofia cerebral producen elevación de la presión intracraneal sean tolerados en los primeros. El edema cerebral es uno de los mecanismos de aumento de la presión intracraneal más frecuentemente observados en diversos trastornos que produce HPIC. Existe una clasificación del edema cerebral basada en su fisiopatología. Klatzo especificó 2 categorías: edema citotóxico y vasogénico; más tarde Fishman incluyó una tercera, el edema intersticial. Otros autores más recientemente han hablado de otros tipos: edema hidrostático y edema osmótico, pero esa clasificación no ha sido aceptada por todos. El edema citotóxico, o más bien celular, es el que se origina en condiciones de hipoxia o isquemia cerebral. En este tipo de edema las neuronas, células gliales y endoteliales están tumefactas por acumulación de agua en su interior, mientras que el líquido extracelular está reducido y la barrera 263 hematoencefálica permanece intacta. Está localizado preferentemente en la sustancia gris donde la demanda metabólica es mayor. Se produce al disminuir la concentración de oxígeno, la bomba de Na+/K+ dependiente de ATP falla con la consiguiente acumulación de sodio y posteriormente agua en el citoplasma celular. El edema vasogénico es fundamentalmente extracelular. Se observa rodeando los tumores cerebrales, traumatismos craneoencefálicos, encefalopatía hipertensiva, encefalopatía plúmbica, etc. El líquido extracelular está aumentado y se localiza más frecuentemente en la sustancia blanca. Se produce por disrupción de la barrera hematoencefálica (BHE) con aumento de la permeabilidad, se atribuye a un defecto de la unión de las células endoteliales, aunque en la actualidad parece tener mayor importancia un aumento del transporte vesicular a través de las células endoteliales. Diferentes sustancias liberadas por las células dañadas alteran la BHE y permiten el paso de proteínas desde la sangre. El hecho de que la sustancia blanca esté más afectada en el edema vasogénico parece responder a su estructura más laxa, que ofrece menor resistencia a la penetración del líquido. El edema intersticial se localiza en la zona periependimaria de los ventrículos. Tiene menos importancia desde el punto de vista patológico y se observa en condiciones que aumentan la presión intraventricular como la hidrocefalia, donde se emplea la vía transependimaria para la absorción de LCR. Las lesiones que ocupan espacio en el interior de la cavidad craneal ocasionan desplazamiento de las estructuras encefálicas con producción de hernias, lo que es posible por la existencia de divisiones de la cavidad craneal; la que se encuentra dividida en varios compartimientos por láminas de la duramadre. La hoz del cerebro divide el espacio supratentorial en una mitad derecha e izquierda. La tienda del cerebelo separa los lóbulos occipitales del cerebelo. La presión ejercida por una lesión tiende a desplazar el tejido encefálico de un compartimento con presión elevada a otro de menor presión. Las hernias más comunes son la hernia cingulada, la transtentorial y la cerebelosa. Las hernias cinguladas se observan cuando la circunvolución del cíngulo se ve comprimida por debajo de la hoz del cerebro. Sus manifestaciones clínicas no son evidentes. La hernia transtentorial, como su nombre indica, se origina cuando el uncus del lóbulo temporal y la circunvolución del hipocampo son rechazadas en sentido opuesto a través de la abertura que la inserción de la duramadre en las clinoides anteriores da paso al mesencéfalo, de tal manera que la hernia comprime a la región subtalámica y al mesencéfalo contra la abertura tentorial, lo que provoca una hemiparesia ipsilateral a la lesión, que es un signo falso de 264 localización (signo de Kernohan – Woltmann). La compresión de las fibras del III nervio craneal produce midriasis ipsilateral con ptosis palpebral. Se observa además Babinski bilateral, respiración de Cheyne Stokes, signos de descerebración, confusión, estupor, pupilas fijas y dilatadas (Capítulo: Coma). La hernia cerebelosa ocurre cuando las amígdalas y las paraflóculos son empujadas hacia abajo a través del agujero occipital. Si el desplazamiento es bilateral, lo que se produce en las lesiones centrales, acompañado con el desplazamiento del tallo cerebral, el cuadro resulta de crisis tónicas de extensión, rotación y extensión interna de los miembros, inconciencia, alteraciones del ritmo cardíaco y la respiración. El dolor en el dorso del cuello con rigidez nucal, inclinación de la cabeza y hormigueo de los miembros superiores en su porción proximal forman parte del cuadro clínico. Puede ocurrir muerte súbita con paro cardiorrespiratorio por compresión del bulbo. Las lesiones de la fosa posterior pueden ocasionar hernias supratentoriales a través de la escotadura de Kernohan. La obstrucción de la circulación del LCR ya sea a nivel del sistema ventricular, los agujeros de salida o el espacio subaracnoideo trae como consecuencia acumulación de LCR y aumento de la presión en las cavidades ventriculares. En los lactantes y niños pequeños, donde aún no se han cerrado las suturas se produce aumento del perímetro cefálico o hidrocefalia. En el adulto el aumento de la presión intracraneal por obstrucción del LCR ocasionará dilatación del sistema ventricular proximal al sitio de la oclusión. Si el bloqueo se produce al nivel de los agujeros de Monro, el ventrículo lateral aumentará de tamaño. Si la lesión ocluye ambos agujeros la dilatación será bilateral. Si se ocluye el acueducto de Silvio, estará aumentada la presión a nivel del 3er. ventrículo y ventrículos laterales (VL). La obstrucción del 4to. ventrículo, añadirá al cuadro anterior dilatación del acueducto. La oclusión de los agujeros de Luschka y Magendie dilatará todo el sistema ventricular; al igual que ocurre con la oclusión del espacio subaracnoideo alrededor del tallo cerebral. La oclusión de los senos venosos mayores causa aumento de la PIC. La insuficiencia cardíaca y la compresión del mediastino originan incremento de la PIC al disminuir el retorno venoso y provoca aumento del volumen sanguíneo intracerebral, lo que también ocurre en las malformaciones arteriovenosas que se acompañan de aumento del PIC. En estas circunstancias la HPIC no se acompaña de dilatación ventricular. El estudio de la HPIC continuado mediante monitoreo fue realizado por primera vez por Lundberg, en 1960, quien sentó las pautas para su posterior desarrollo. Este autor observó que en el transcurso de esta se producían 3 ondas según el momento en que se midieran. A estas ondas las denominó A, B y C. Mediante la inserción de un catéter ventricular para medir la PIC, Lundberg demostró que la onda A era consecuencia de las alteraciones 265 del FSC en el curso de la HPIC y que era expresión de un mecanismo compensatorio que evita la disminución de la presión de perfusión cerebral. Estas ondas A tienen 4 fases que reflejan las distintas etapas por las que atraviesa la autorregulación cerebral como respuesta a la caída de la PPC. Estas fases son: fase de caída, de meseta, de respuesta isquémica y resolución. La onda A aparece en la fase clínica, en la cual existe cefalea y el individuo consciente comienza a manifestar los primeros signos de depresión de la conciencia y síntomas motores y respiratorios (Fig. 15.6). Fig.15.6. Morfología y fases de la onda A. (DPh) Fase de caída de la PPC, (PPh) Fase de meseta, (IRPh) Fase de respuesta isquémica, (RPh) Fase de resolución. Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company., 1996. La onda B, que puede aparecer en individuos normales durante el sueño son detectables en pacientes con signos evidentes de HPIC y que tienen respiración de Cheyne-Stokes. Es una manifestación de disfunción encefálica (Fig. 15.7). Fig.15.7. Ondas B., tienen una amplitud hasta 50 mmHg. Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company., 1996. 266 La onda C es el resultado de la trasmisión al espacio intracraneal de las ondas vasomotoras de la tensión arterial (Fig. 15.8). Fig. 15.8. Ondas C, son las de mayor frecuencia, de 4 a 8/min y menor amplitud, por debajo de 20 mmHg. Fuente: Lee, K. R., Hoff, J, T.: Intracraneal pressure. In Youmans, J. R.: Neurological Surgery, 4th Edition. W.B.Saunders Company, 1996. Cuadro clínico de la hipertensión intracraneal Los síntomas y signos clínicos descritos en los pacientes con aumento de la presión intracraneal son cefalea, vómitos, trastornos de la visión, parálisis de pares craneales y papiledema. Sin embargo el estudio detallado de estos enfermos y el desarrollo de la monitorización continuada de la PIC ha permitido esclarecer que las manifestaciones de la HPIC dependen de diversos factores y del grado de hipertensión intracraneal. El cuadro clínico de la HIPC dependerá de la causa que la provoca, el estado premórbido del encéfalo, el tiempo de instalación y la coexistencia de otras afecciones agravantes como hipoxia, hipertensión o hipotensión arterial, estado de la circulación general y encefálica. De todo lo anterior se ha concluido que existen diferentes etapas por las que transita la PIC. En los estadios iniciales el aumento del volumen intracraneal suele ser compensado, tal como plantea la teoría de Monro-Kellie por el desplazamiento de los componentes líquidos (LCR, sangre) y en el caso de los ancianos y otros estados por la existencia de atrofia cortical. En esta fase compensatoria y si el progreso es de forma paulatina el aumento del contenido intracraneal aún no traduce disturbios en el orden clínico. En una segunda etapa, en los que mecanismos tampones no son suficientes, se produce un aumento de los PIC. Se ha observado que un aumento de la presión intracraneal de hasta 40 mm, si la presión arterial se conserva normal 267 puede mantener la PPC sin alteración y los síntomas no aparezcan. Si los valores de la PIC se incrementan ligeramente se produce un aumento de la resistencia a la penetración de sangre en la vasculatura cerebral. Suele aparecer cefalea ligera y persistente con hipertensión arterial y bradicardia. Estas manifestaciones constituyen la fase clínica precoz de la hipertensión endocraneana y es importante para el pronóstico del enfermo que el médico realice el diagnóstico en esta etapa. La elevación de la tensión arterial es una respuesta del organismo al aumento de la resistencia vascular cerebral, ya que este incremento de la TA es un mecanismo de defensa del organismo para vencer la resistencia elevada impuesta por la HPIC. Se conoce que cuando la PIC se acerca o iguala la PAM, la TA se eleva para garantizar la PPC. El aumento progresivo de la PIC hace que se produzca un deterioro de las funciones cerebrales en sentido rostrocaudal con herniaciones según las líneas de fuerzas. Los síntomas y signos se hacen prominentes. La respiración es el tercer signo vital que se evalúa. La mayoría de los enfermos presentan un patrón de respiraciones periódicas del tipo de Cheyne-Stokes. La tríada hipertensión arterial, bradicardia, respiración de Cheyne-Stokes recibe el nombre de efecto Cushing y es un signo clásico de aumento de la PIC. La etapa final de la HPIC está marcada por un deterioro de todas las funciones del tallo cerebral y en especial por trastornos del sistema autonómico. La cefalea es uno de los síntomas cardinales del enfermo con HPIC. Se origina como consecuencia de la tracción, distensión e irritación de los vasos, nervios y estructuras sensibles de la duramadre. Hemos observado, sin embargo, pacientes con elevación importante de la PIC en los cuales la cefalea está ausente o es mínima. El papiledema es un signo directo del aumento de la presión en el espacio subaracnoideo y de su continuidad con el espacio perióptico del cual es una extensión anatómica. En las etapas tempranas el papiledema puede manifestarse como un borramiento de los bordes superior e inferior y una ligera protusión del disco óptico, con desaparición de los pulsos de los diferentes vasos de la retina en el punto que entran en el nervio, la presencia de pulso venoso es un indicador de que no existe elevación de la PIC. En su etapa avanzada el papiledema se observa como una pérdida de los límites entre papila y la retina, con edema de la retina que le rodea y la presencia de exudados y hemorragias. La patogenia del papiledema ha sido extensamente estudiada estudiada. La compresión del nervio óptico por el aumento de la PIC origina extravasación del contenido del LCR hacia el espacio extracelular del disco y bloqueo del flujo axoplasmático en las fibras del nervio óptico y obstrucción del retorno venoso al nivel de la vena central de la retina. 268 Los cambios en la función mental observados en la HPIC son: disminución de la memoria, irritabilidad, inestabilidad emocional, inercia, falta de iniciativa, indiferencia en las actividades de la vida social, lentitud de las respuestas, confusión, estupor y coma. Los vómitos son frecuentes en un número elevado de pacientes pacientes. Se ha descrito el vómito sin náuseas precedentes o en “proyectil” como típico de la HIP; pero las náuseas pueden ser moderadas y ocurre en un número elevado de pacientes. El vómito a menudo aparece en horas tempranas de la mañana. Las convulsiones focales o generalizadas aparecen en un grupo importante de pacientes y en los pacientes en los cuales la causa de la HPIC es un tumor estas pueden suceder mucho antes del desarrollo del aumento de la PIC. Otras quejas frecuentes son visión borrosa o pérdida de la visión de carácter transitorio, diplopía o sensación “vaga de la cabeza”. La observación de falsos signos de localización que sugieren focalización de una lesión del encéfalo, como es la parálisis del VI por craneal, no es más que la traducción de un trastorno de la función global del encéfalo. El síndrome de degradación rostrocaudal, con alteraciones de las funciones pupilares, cardíacas y respiratorios y signos de disfunción motora se describe en el capítulo referente al coma. Monitorización de la PIC. La medición o monitoreo continuo ha devenido en un método indispensable en la evaluación y manejo de los enfermos con aumento de la presión intracraneal. Las primeras mediciones de la presión del LCR fueron realizadas en el espacio subaracnoideo lumbar. Sin embargo la medición de la PIC al nivel espinal cuando existe una hipertensión intracraneal resulta peligrosa, aun cuando se tomen precauciones. La diferencia de presión entre el espacio intracraneal y extracraneal crea un gradiente entre ambos compartimientos capaz de llevar a un enclavamiento de las estructuras vitales del tallo cerebral que conduzcan finalmente a la muerte. Otro inconveniente de este método es que los valores resultantes no traducen con fidelidad la presión en el sistema ventricular y el espacio subaracnoideo. En 1960, J. Guillaume y P. Janney publicaron el primer trabajo sobre los resultados de la monitorización continua de la PIC. En este mismo año Lundberg da a conocer su trabajo sobre el registro continuado de la PIC en un grupo de enfermos. A partir de entonces comienza un desarrollo vertiginoso de dispositivos y métodos con este objetivo. Se destacan la creación de sensores acoplados a burbujas de aire en el exterior de un catéter, la medición de la PIC en el espacio subaracnoideo mediante el tornillo de Richmond, el empleo de dispositivos de fibra óptica en el espacio subdural, sensores epidurales y tornillos con microbalones con líquidos. En 1996 Buki y cols, emplean la monitorización de la PIC mediante sensores que miden las emisiones otoacústicas que se originan por la 269 presión que trasmiten los líquidos cocleares a la base del estribo. Este método, además de ser muy efectivo, resulta muy seguro dada su no invasividad. Para la medición de la PIC el sitio de elección utilizado por la mayoría de los autores en los últimos años es el cuerno frontal de los ventrículos laterales (VL) en el hemisferio cerebral no dominante, que permite una monitorización continua con una alta fiabilidad para detectar aumentos de la PIC y garantiza una vía segura para la evacuación del LCR, de ser necesaria. Los primeros sensores consistían en dispositivos conectados a una columna de H2O, luego fueron sustituidos por balones cerrados sobre el cual el LCR ejerce presión, lo que evita una de las complicaciones más temibles del monitoreo continuo como lo es la sepsis del SNC. En el momento actual existen sensores de alta complejidad como los de fibra óptica que permiten la lectura electrónica de los cambios de la presión intracraneal. No se concibe en el ámbito médico actual el manejo de un paciente con aumento de la PIC sin su monitoreo continuo. La medición de manera continuada de la PIC brinda una valiosa información subclínica de los cambios que se producen en las presiones intracraneales mucho antes de la aparición de manifestaciones clínicas de deterioro del enfermo, posibilita una evaluación de la efectividad de las medidas terapéuticas, dosis aplicadas y horarios, da una valoración del estado del encéfalo, aun cuando el paciente se encuentre bajo sedación o anestesia; facilita el seguimiento transoperatorio en la neurocirugía y neuroanestesia. En las UCI el monitoreo de la PIC, la medición de la PAM, la saturación de O2 en el golfo de la yugular, el consumo metabólico del O2 y la diferencia arteriovenosa de O2 son las reglas de oro del neurointensivismo. El desarrollo del neurointensivismo requiere de condiciones materiales que le apoyen y de personal lo suficientemente preparado para el manejo de las urgencias neurológicas graves. La monitorización de la PIC necesita de cuidados y precauciones para evitar complicaciones como la infección del SNC, la producción de lesiones en el tejido cerebral con las maniobras de inserción del catéter, herniaciones de la corteza al nivel de los transductores y hemorragias. Además el personal que realiza las maniobras para la colocación de los dispositivos requiere de entrenamiento y experiencia, así como el personal de enfermería que está debidamente preparado en su funcionamiento. Tratamiento Muchas son las causas que pueden producir un aumento de PIC. No nos hemos detenido a enumerarlas porque sería imposible y no cumpliríamos los objetivos por los que se escribió este capítulo. 270 Existen causas previsibles de HPIC que entendemos forman parte de la labor diaria del médico y objetivo primordial en la conservación de la salud de la población. Entre estas medidas están: – Disminución de los traumatismos craneoencefálicos, especialmente los ocasionados por accidentes de tránsito y de trabajo; que es una de las principales causa de muerte en el mundo. – Prevención de los factores de riesgo de la enfermedad cerebrovascular, en especial la hipertensión arterial. El ictus es un factor causal importante de HPIC y por consiguiente su disminución es un paso fundamental. – Mantener actualizada las campañas de vacunación y en especial la enfermedad meningocócica evitando el desarrollo de sepsis de SNC, causa importante de hipertensión intracraneal. – Capacitación y entrenamiento del personal médico en la detección de los signos tempranos de HPIC. Una vez detectado que un paciente tiene la HPIC; se deberá tratar esta, teniendo en cuenta la fisiopatología. Los avances actuales en este campo permiten un tratamiento etiológico. Tratamiento médico – Posición del paciente: elevar la cabeza del paciente 30° sobre el nivel horizontal. La elevación de la cabeza mejora el drenaje venoso intracraneal. Esta valoración debe ser individualizada acorde con la afección del enfermo. Es importante que la cabeza esté centrada y no existan vendas o gasas apretadas alrededor del cuello que compriman las yugulares, que es la vía de drenaje final de la sangre desde el encéfalo. – Ventilación adecuada e hiperventilación: garantizar la permeabilidad de la vía aérea y la adecuada oxigenación son el primer paso en este epígrafe. Se aspirarán secreciones y se procederá a retirar prótesis dentales. La hipercapnia y la hipoxemia estimulan el metabolismo anaerobio con el consecuente aumento del ácido láctico, disminución de la producción de ATP y aumento del edema intracelular. La hipercapnia produce vasodilatación cerebral con aumento del contenido intracraneal, además de conducir a un desplazamiento de sangre del tejido dañado hacia el sano, en un encéfalo que ha perdido su capacidad de autorregulación. La hiperventilación produce una vasoconstricción con disminución del componente intravascular. El enfermo debe ser entubado sin que esta maniobra sea traumática. Se pueden utilizar para ello agentes relajantes de acción corta como el rocuronio. Se utiliza con frecuencia tiopental, (0,5 a 2 mg/kg), lidocaína (1,5 mg/kg) o propofol (0,5 a 1 mg/kg). 271 La reducción de la PaCO2 entre 25 y 30 mmHg es el objetivo de la hiperventilación. Valores menores de 25 mmHg representa peligro de isquemia con el consecuente aumento de la PIC. La hiperventilación debe disminuirse de forma progresiva en las 12 a 24 horas siguientes. En los enfermos con disminución del nivel de conciencia, el estímulo para la respiración se encuentra con frecuencia deprimido, que junto con la obstrucción de las vías aéreas provoca aumento de la presión intratorácica, interfiriendo con el drenaje venoso del encéfalo y aumentando la presión intracraneal. Por otro lado la vasoplejía con pérdida de la autorregulación cerebral provoca desplazamiento de la sangre desde el tejido lesionado al sano con agravamiento de la lesión y de edema cerebral. La hiperventilación al provocar vasoconstricción inducida por la alcalosis da como resultado una disminución del componente intravascular. Sin embargo, este efecto es transitorio y está reducido en pacientes con traumatismos craneoencefálicos graves. La suspensión de la hiperventilación debe hacerse de forma paulatina tras 12 a 24 horas de haberse iniciado y así evitar el efecto de rebote que se produce después de haber cesado. – Mantenimiento de presión arterial media: el objetivo será mantener una presión arterial media que garantice una presión de perfusión cerebral mayor de 70 mmHg. Esta medida se logra con la administración de líquidos y soluciones expansoras del plasma, o el uso de aminas presoras como dopamina en infusión continua. La utilización de estas medidas debe ir acompañada de acciones para disminuir la PIC como la administración de diuréticos osmóticos y drenaje del LCR. – Diuréticos osmóticos: se han empleado diversos diuréticos osmóticos. El manitol es el utilizado por excelencia en nuestro medio. Este medicamento reduce la presión intracraneal al disminuir la resistencia del tejido cerebral, induce vasoconstricción cerebral, aumenta la deformidad del eritrocito, provoca hemodilución, todo lo que conduce a disminución de la viscosidad de la sangre. Además, aumenta el volumen intravascular circulante, la PAM y la PPC. La dosis de manitol recomendada es de 0,25 a 1 mg/kg en bolo inicialmente y continuar con dosis fraccionadas cada 4 a 6 horas. Si existe daño significativo de la barrera hematoencefálica, la extravasación de manitol puede provocar un efecto osmótico inverso. Otros inconvenientes de su uso es el efecto de rebote cuando se retira rapidamente o se utiliza por tiempo prolongado; el aumento de la osmolaridad sanguínea por encima 320 mOsm/L con daño renal, la producción de edema pulmonar; flebitis química, acidosis e hiperpotasemia. Su acción máxima se alcanza en un periodo de 15 a 20 minutos. El uso simultáneo de los diuréticos de asa como la furosemida incrementa el efecto del manitol, el cual se aplicará 15 min después del diurético osmótico. 272 – Corticosteroides: se han efectuado numerosos estudios sobre la aplicación de esteroides en la HPIC. Los resultados han demostrado la ineficacia de su uso en el edema del infarto cerebral y hemorragia cerebral. Sin embargo, en el edema que se produce en los tumores intracraneales la utilización de dexametasona o metilprednisolona produce una disminución importante de este. En un grupo seleccionado de 30 pacientes con metástasis cerebral, en nuestro servicio, en los que se utilizó betametasona con dosis de 16 mg dividido en 4 dosis diarias, se observó una mejoría, tanto clínica como por TAC en los primeros 15 días; pero luego el efecto se hizo nulo tras este período. – El mecanismo a través del cual actúan los corticoides no ha sido totalmente esclarecido, aunque se plantea que los mismos producen estabilización de las membranas lisosómicas y de la barrera hematoencefálica, además de una disminución de la respuesta del sistema inmune en un área de tejido anormal con respecto al resto del tejido circundante. – Barbitúricos: el uso de barbitúricos en la HPIC puede producir mejoría. Estos medicamentos actúan produciendo una disminución del metabolismo cerebral y por consiguiente del consumo de oxígeno. Estabilizan las membranas lisosómicas, inhiben la formación de leucotrienos, tromboxano, prostanglandinas y de la cadena del ácido araquidónico cuya acción en la cascada isquémica conduce a la muerte celular. Además, provocan vasoconstricción cerebral en el tejido cerebral normal y desplaza la sangre desde el tejido sano hasta el dañado, con mejoría del flujo en esta zona. Por último, los barbitúricos actúan como receptores de radicales libres. El empleo del pentobarbital en dosis de 40 mg inicialmente en bolo, seguido de dosis 1 a 2 mg/kg/h, produce mejoría de la presión intracraneal. El coma barbitúrico debe mantenerse al menos 48 horas, si después de transcurrido este tiempo no existe respuesta debe descontinuarse. La interrupción del tratamiento se hará de forma progresiva para evitar el efecto de rebote. Los barbitúricos poseen efectos adversos que han limitado su uso. La depresión de la conciencia que provoca impide una correcta evaluación neurológica; disminuyen la tensión arterial y por consiguiente la PPC, provoca vasodilatación periférica, bloquean la respuesta térmica a las infecciones y producen leucopenia. Su utilización requiere de la aplicación de ventilación controlada, monitoreo electroencefalográfico y de la presión arterial media. – Hipotermia: el uso de mantas refrigeradas u otras medidas para producir hipotermia ha tenido serias dificultades para su aplicación por dificultades técnicas. El descenso de la temperatura corporal por debajo de 30° 273 disminuye el consumo de oxígeno, la actividad metabólica cerebral y el FSC. Se ha reportado que el empleo de hipotermia moderada produce efectos beneficiosos. – Oxígeno hiperbárico: el uso del oxígeno hiperbárico disminuye el FSC e incrementa la PaO2 con mayor disponibilidad de este por los tejidos. La dificultad radica en que si bien disminuye la mortalidad, su aplicación se ha acompañado de un mayor índice de secuelas graves. – Indometacina: este medicamento produce una disminución del FSC acompañado del incremento de la diferencia arteriovenosa de O2, sin que la captación del O2 se vea afectada. Los ensayos clínicos han demostrado un aumento de la PPC y de la saturación de O2. La dosis de carga es de 0,4 mg/kg seguida de bomba de infusión continua de 0,4 mg/kg/h. Los resultados han sido alentadores. Tratamiento de los factores que contribuyen al aumento de la PIC – Convulsiones: las convulsiones son frecuentes en las enfermedades del SNC que se acompañan de HPIC. Entre el 30 y el 40 % de estos pacientes tienen convulsiones. Las crisis epilépticas repetitivas contribuyen al aumento de la PIC. Estas se deben tratar de acuerdo con las pautas trazadas en el capítulo “Estado de mal epiléptico”. – Disminución de la presión intratorácica: la elevación de la presión intratorácica disminuye el retorno venoso con el consiguiente aumento de la PIC. Si el paciente no está sincronizado al ventilador está indicado el uso de relajantes musculares como el vecuronio o rocuronio con sedación acompañante. – Si existe dolor, que aumenta la contracción muscular, está indicada la aplicación de analgésicos. Si el dolor es de carácter leve podrá usarse acetaminofeno, paracetamol, si es de moderado a intenso suelen utilizarse codeína o derivados opiáceos. – Tratamiento de las infecciones: las infecciones y el aumento de los leucocitos favorecen la aparición de infartos cerebrales y hemorragias. El tratamiento de las infecciones debe ser enérgico y de acuerdo con el agente causal. La prevención de la bronconeumonía, las flebitis, en las sepsis urinarias el mejor tratamiento es las medidas que las evitan. La fiebre causa deterioro de estos pacientes al incrementar el flujo y el volumen intracerebral con el consecuente aumento de la presión intracraneal. – Tratamiento quirúrgico: incluye las medidas para aquellas lesiones que no son evacuables y la cirugía de las lesiones susceptibles de ser evacuadas. 274 El uso de derivaciones con drenajes de LCR con la colocación de catéteres ha demostrado ser beneficioso en ciertas situaciones. La descompresión al nivel de los huesos temporales y apertura de la duramadre subyacente, así como la descompresión bifrontal sin apertura de la duramadre han sido las técnicas más empleadas y con mejores resultados en aquellos individuos con lesiones difusas que producen aumento de la presión intracraneal. La resección quirúrgica de tumores, abscesos cerebrales y hematomas es la única medida quirúrgica que produce resolución definitiva de la HPIC. Pronóstico y evolución de los pacientes con hipertensión intracraneal No es posible hablar de pronóstico con exactitud de criterios científicos en un síndrome como el de hipertensión intracraneal donde existen múltiples factores caausales determinantes. Sin duda el factor más importante viene determinado por la causa que la origina. Si el proceso desencadenante es susceptible de ser tratado entonces el factor más importante para la resolución del cuadro es el factor tiempo con la aplicación de las medidas generales mencionadas con anterioridad y el tratamiento del agente causal. La rapidez y energía conque pongamos en práctica todo el arsenal terapéutico disponible determinarán la evolución del enfermo y las secuelas futuras. El desarrollo de las unidades de cuidados intensivos, el rigor científico basado en el neuromonitoreo, que incluye entre sus parámetros fundamentales la monitorización de presión intracraneal ha demostrado ser beneficiosos en la disminución de la morbilidad y la mortalidad. 275 Bibliografía Anderson JT, Wisner DH, Sullivan PE, Matteucci M, Freshman S, Hildreth J, et al. Initial small-volume hypertonic resucitation of shock and brain injury: short-and long-term effects. J Trauma 1997; 42:592-600; Discussion: 600-1. Bagley RS, Harrington ML, Pluhar GE, Keegan RD, Greene SA, Moore MP,et al. Effect of craniectomy/durotomy alone and in combination with hyperventilation, diuretics, and cortcosteroids on intracranial pressure in clinical normal dogs. Am J Vet Res 1996; 57: 116-9. Battro A, Segura RG, Elicabe CA. Infuence of respiration on blood pressure in man with a note on vasomotor waves. Arch Intern Med l994; 73: 29-40. Bavetta S, Sutcliffe JC, Sparrow OC, Hamlyn OJ. 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Situación similar a la de nuestro país presenta la mayor parte de los países desarrollados del mundo. En los Estados Unidos de Norteamérica fallecen anualmente más 110 000 personas por accidentes, de los cuales entre el 50 y el 70 % se deben a lesiones de la cabeza. En este país es la principal causa de muerte en las edades comprendidas de 15 a 45 años. En España los accidentes ocupan la tercera causa en frecuencia de mortalidad, sólo superada por las enfermedades del corazón y el cáncer; considerado el problema como número de años perdidos en este último país las lesiones accidentales superan los restantes problemas, porque ocurren, sobre todo, en personas de edad inferior a los 45 años. Un tratamiento precoz y adecuado de los pacientes con trauma craneal puede beneficiar a muchos de ellos, pero el problema fundamental radica que en gran parte de las ocasiones la valoración inicial de estos recae en personal que carece del entrenamiento necesario en el manejo del traumatismo craneoencefálico. Estudios epidemiológicos indican que aproximadamente entre el 70 y el 80 % de los enfermos con una lesión de la cabeza son vistos por primera vez en una sala de urgencia por médicos generales que carecen de las bases científicas elementales en su preparación para enfrentar el manejo correcto de este tipo de enfermo. Los traumatismos craneoencefálicos han 279 dejado de ser desde hace ya mucho tiempo un campo limitado exclusivamente al neurocirujano. En el mundo actual, lamentablemente sometido a un nivel de violencia jamás visto en la vida civil, es obligado que tanto médicos generales, internistas, cirujanos, así como los neurólogos estén preparados para brindar ayuda calificada a aquellas personas que sufran un TCE. El problema fundamental en un paciente con un trauma de la cabeza es de tipo dual, generalmente no existe dificultad para identificar la causa, es decir en reconocer que el paciente ha sufrido un trauma craneal; el problema que es necesario precisar con certeza y que resulta difícil en un alto tanto por ciento de las ocasiones es la intensidad de las lesiones, la extensión del daño y sus consecuencias futuras. La valoración inicial de los individuos con un TCE requiere de un exhaustivo análisis clínico; que debe hacerse en pocos minutos, mientras imponemos las medidas de urgencia para lograr la supervivencia o la limitación del daño neurológico. Consumado el hecho no podemos predecir hasta donde puede evolucionar la lesión y cuál es el futuro del enfermo, sus futuras complicaciones y secuelas. El médico que atiende este tipo de pacientes debe con su sagacidad y destreza actuar con la energía suficiente y con los recursos de que disponga prevenir los efectos retardados que se producen en la evolución de los TCE y que pueden llevar a la muerte del paciente o al desarrollo de lesiones devastadoras. Conceptos y definiciones de los traumatismos craneoencefálicos La segunda mitad del siglo veinte marcó un cambio radical en las concepciones y mecanismos que producen las lesiones traumáticas de la cabeza. Muchas de las teorías hasta entonces existentes sobre los TCE se vinieron abajo tras el desarrollo de las técnicas de imagenología como la tomografía computarizada (TAC), la resonancia magnética nuclear, los estudios de flujo sanguíneo cerebral mediante el empleo de radioisótopos, la angiografía por sustracción digital y el desarrollo de modelos experimentales por distintos autores. La piel, los pelos y la cavidad craneal protegen al cerebro de los traumatismos, de tal manera que a menos que se aplique una fuerza considerable sobre la cabeza no se producirá una lesión encefálica. Cuando la bóveda craneal recibe un impacto se desplaza unos centímetros hacia adentro. El desarrollo de lesiones del encéfalo depende de varios factores, entre los cuales se encuentran la intensidad de la fuerza aplicada, la diferente movilidad que existe entre el cerebro y el cráneo, la fuerza de tracción que ejercen los hemisferios cerebrales al nivel de la parte más alta del tallo 280 cerebral y la diferencia de la densidad entre la sustancia gris y la sustancia blanca. Como consecuencia de los factores anteriormente enunciados se conoce que el cerebro y el cráneo responden de manera diferente ante las fuerzas de aceleración y desaceleración producidas por un choque. Estas fuerzas originan un movimiento masivo del encéfalo, con un movimiento rotatorio de los hemisferios cerebrales sobre su eje de fijación en la porción más elevada del tallo encefálico. Las superficies agudas e irregulares dentro de la cavidad craneal, como son la porción posterior de las órbitas, en la fosa craneal anterior, el reborde del hueso esfenoidal, la hoz y la tienda del cerebelo en la fosa craneal posterior, ocasionan contusiones y desgarros en el encéfalo. Fuerzas rotatorias deslizan el cerebro y pueden producir hemorragias por rupturas de venas y arterias. Las venas y senos venosos del espacio dural al romperse originan colecciones de sangre. Las fuerzas de aceleración-desacerelación al elongar a los axones los desgarran. Los golpes al impactar la bóveda craneal producen un aumento súbito de la presión intracraneal de duración de milésimas de segundos que se acompaña de una disminución del flujo sanguíneo cerebral. Clasificación de los traumatismos craneoencefálicos Atendiendo a las características clinicofisiopatológicas los traumas craneoencefálicos se pueden dividir en 3 grandes grupos. 1. Fracturas del cráneo. 1.1. Fracturas de la bóveda craneal. 1.2. Fracturas de la base del cráneo. 2. Traumatismos craneoencefálicos cerrados o no penetrantes. 2.1. Conmoción cerebral. 2.2. Contusión cerebral. 2.3. Hemorragia intracerebral postraumática. 2.4. Hematoma subdural. 2.5. Hematoma epidural. 2.6. Tumefacción encefálica aguda. 3.Traumatismos penetrantes del cráneo. Fracturas de cráneo Los conceptos sobre las fracturas del cráneo han sufrido cambios desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Se conoce que cuando 281 se produce un traumatismo craneoencefálico cerrado, el encéfalo puede sufrir una lesión en ausencia de fractura y por el contrario que en presencia de una fractura no ocurra lesión ni alteración de la función encefálica. No obstante, la presencia de una fractura del cráneo es un índice de la fuerza a la cual ha sido sometido el encéfalo. En la medicina moderna la tendencia no es la de preocuparse por la fractura, sino por la presencia o ausencia de una lesión encefálica. A pesar de ello se estima que existen 20 veces más posibilidades de una lesión del encéfalo cuando hay una fractura. Además, la existencia de esta indica el sitio y la gravedad de la lesión. Las fracturas pueden afectar tanto la bóveda craneal como la base del cráneo. Estas se clasifican en lineales, basilares, compuestas y deprimidas. Las lineales comprenden aproximadamente el 80 % de todas las fracturas, son las que con mayor frecuencia se asocian a hematomas subdurales y epidurales. Las fracturas de la base del cráneo dan lugar a ciertos signos característicos. Aquellas que lesionan la fosa anterior de la base del cráneo hacen que se produzca fuga de la sangre hacia los tejidos periorbitarios originando "equimosis en gafas" o el llamado "signo de mapache u oso panda." Si se lesiona la lámina cribosa del etmoides o si se lesionan los filetes nerviosos de los nervios olfatorios se produce anosmia unilateral o bilateral, con pérdida del gusto para los 4 sabores básicos: dulce, ácido, amargo y salado. Si la fractura lesiona el peñasco del hueso temporal, se puede deformar el conducto auditivo externo o desgarrarse la membrana timpánica con salida de líquido cefalorraquídeo o sangre al exterior. También puede acumularse sangre por detrás de la membrana timpánica intacta y adquirir esta un color rojo vinoso. Si la fractura se extiende hacia la fosa posterior y lesiona el seno sigmoideo, la apófisis mastoidea se vuelve abultada y de coloración violácea, es el llamado signo de Battle (Fig. 16.1). Fig.16.1. Se muestra una vista lateral de una radiografía simple de cráneo donde se observa una línea de fractura a nivel de hueso parietal izquierdo. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 282 Las fracturas que afectan al peñasco del hueso temporal pueden lesionar el 8vo. par craneal, lo que ocasiona pérdida de la audición, vértigo postural y nistagmo que aparecen inmediatamente después de ocurrido el traumatismo. Si el trauma produce fractura del hueso esfenoidal, esta puede acompañarse de lesión de la carótida interna en su segmento intracavernoso. El cuadro clínico se caracteriza por el desarrollo de un exoftalmo pulsátil, como consecuencia de la entrada de sangre arterial en las venas que drenan el seno cavernoso. El ojo queda inmóvil, parcial o totalmente, por compresión de los nervios motores oculares tercero, cuarto y sexto que discurren por el interior del seno. La órbita y el ojo están tensos, este último aparece enrojecido y con la presencia de quemosis. Puede haber pérdida de la visión por isquemia de la retina y desarrollarse glaucoma. El nervio facial suele ser afectado en el transcurso de las fracturas transversales del hueso temporal. Si el nervio es seccionado la parálisis facial ocurre de manera inmediata. En las lesiones longitudinales del peñasco la parálisis facial ocurre varios días después del traumatismo y su desarrollo es paulatino, su duración es transitoria a diferencia de la primera que describimos que es de carácter permanente. En las parálisis faciales diferidas no se conoce con exactitud el mecanismo por la cual se producen, pero su desarrollo no es signo de una lesión progresiva. En las fracturas que se acompañan de desgarros de la piel y las meninges, existe la posibilidad de complicarse con una meningoencefalitis o la aparición de una fístula de líquido cefalorraquídeo. Si se encuentra afectada la pared interna de un seno paranasal en conjunto con la duramadre de la base del cráneo en la fosa craneal anterior se descarga el líquido por la nariz. La rinorrea se identifica con la determinación de glucosa, ya que el moco a diferencia del LCR no contiene glucosa. Una forma de determinar el trayecto fistuloso es mediante la inyección de fluoresceína o radioisótopos en el espacio subaracnoideo lumbar y la absorción posterior de estos materiales al nivel de la fosa nasal. La mayor parte de los casos de rinorrea se corrigen de manera espontánea. Si la rinorrea persiste o se produce meningoencefalitis a repetición está indicada la reparación quirúrgica de la fístula. Conmoción cerebral Conmoción cerebral es un término clínico referido a la pérdida brusca e inmediata del conocimiento después de producirse un trauma de la cabeza sin que exista lesión macroscópica del encéfalo. Cuando el trauma es leve o poco grave el restablecimiento suele ser rápido, pero pueden suceder largos períodos de inconciencia y muerte. La conmoción lleva 283 implícito la falta de existencia de desgarros o contusiones. El cuadro clínico característico de la conmoción cerebral está dado por la pérdida inmediata del conocimiento, que se acompaña de ausencia de reflejos y disminución o abolición del tono muscular. Si el paciente está de pie cae bruscamente al suelo, se produce paro respiratorio transitorio, taquicardia y disminución de la presión arterial. Los reflejos plantares son extensores. En general en pocos segundos o minutos los signos vitales se normalizan mientras el paciente permanece aún sin conocimiento. En la mayoría de los enfermos los reflejos de tallo cerebral, como los deglutorios, faríngeos, corneal y los cutáneos se restablecen en términos de minutos u horas de forma paulatina. El paciente comienza a establecer contacto con el ambiente aunque de manera lenta y poco coherente. Responde a las preguntas sencillas; sin poseer capacidad para obedecer órdenes complejas. La recuperación total es la regla. El tiempo requerido para ello es de segundos, minutos o pocos días, pero en ocasiones se prolonga algo más. Sin embargo, el período de pérdida de la memoria para el paciente se extiende desde momentos antes del trauma hasta el momento que es capaz de memorizar consecutivamente, es decir, hay un período de amnesia anterior al trauma al que se le designa con el nombre de amnesia retrógrada y un período posterior denominado amnesia anterógrada. La determinación de la duración del período de amnesia anterógrada es un buen índice para valorar la intensidad del trauma. Los mecanismos que dan origen a la conmoción han sido estudiados durante distintas épocas y a lo largo de los años se han formulado varias teorías para explicarla. La pérdida de la conciencia en la conmoción cerebral no se retrasa, pero no se ha precisado el tiempo límite para fijar la duración de la conmoción, lo que sí está bien claro es que los períodos prolongados de coma se acompañan con más frecuencia de lesiones como la contusión y las hemorragias. Se ha demostrado fehacientemente que la conmoción cerebral es el resultado de un cambio en el momento cinético de la cabeza. La primera hipótesis conocida para explicar el mecanismo por el que se produce una conmoción cerebral fue enunciada por Fisher, en 1870. Planteó que el impacto sobre el cráneo originaba una detención del flujo sanguíneo cerebral por segundos lo que provocaba la pérdida de la conciencia. Autores de finales del siglo XIX propusieron que la pérdida transitoria del conocimiento era debido a un aumento súbito y marcado de la presión intracraneal que llevaba a la detención de la circulación cerebral. En 1944, Jefferson y más tarde Shatsky y colaboradores demostraron mediante cineangiografía de alta velocidad que existe un desplazamiento de los vasos sanguíneos intracraneales, pero no un paro de la circulación. Los trabajos experimentales de Denny-Brown y Russel, en ratas y macacos, planteaban que se originaba una conmoción cuando la cabeza chocaba 284 contra un objeto denso y pesado. Si se inmovilizaba la cabeza en el momento del impacto no se producía conmoción. Algo más tarde Gennarelli y colaboradores verificaron que se podía producir conmoción con los movimientos bruscos sin impacto. Holbourn, en 1953, demostró que cuando se golpea la cabeza el movimiento encuentra resistencia, pero que el encéfalo suspendido por la inercia queda atrás y que al propagarse el movimiento a este, el encéfalo experimenta un giro. Los hemisferios cerebrales quedan sometidos a fuerzas rotacionales las que tienen su eje central en el punto en que este se encuentra fijado a la parte alta del mesocéfalo y el subtálamo. Es en este punto donde se encuentra la porción superior de la formación reticular ascendente o sistema reticular activador ascendente responsable junto con la corteza cerebral del mantenimiento del estado de conciencia. La lesión o la disfunción de este sistema sería la responsable de la pérdida del conocimiento. En 1964, Ommaya y colaboradores pudieron fotografiar a través de una bóveda craneal de lucita como ocurría el desplazamiento y giro de estas estructuras en el momento en que se producía el impacto. Foltz y Schmidt demostraron en 1956 que en el macaco no se bloqueaba la transmisión sensitiva de la vía lemniscal del tallo cerebral durante la conmoción, pero que la actividad eléctrica de la formación reticular medial en la porción superior del tallo encefálico quedaba deprimida por un tiempo más prolongado y a un nivel más bajo que la de la corteza cerebral. Strich informó los datos patológicos de pacientes fallecidos meses después de haber sufrido un trauma craneal cerrado grave con coma inmediato y prolongado y observó que existían zonas de degeneración secundaria de la sustancia blanca cerebral, en los casos de supervivencia más breve observó tumefacción e interrupción de los axones. Esta investigadora interpretó que las extensas lesiones de la sustancia blanca eran demostrativas de degeneración primaria de las vías nerviosas que se habían estirado como consecuencia del desplazamiento rotacional del encéfalo. Sugirió que si se estiran las fibras nerviosas en vez de desgarrarse, las lesiones resultan reversibles, tal como ocurre en la conmoción cerebral. Symonds encontró que en la conmoción las fuerzas de tracción y cizallamiento son máximas en el punto en que los hemisferios giran sobre el tallo cerebral relativamente fijo, es decir al nivel de la porción superior del mesocéfalo y el subtálamo. Contusión y hemorragia intracerebral Las contusiones y desgarros del encéfalo se presentan en los enfermos con TCE cerrado graves. La sangre tiñe la superficie cerebral y el encéfalo se torna de color rojo violáceo, tumefacto o desgarrado y se producen 285 hemorragias meníngeas o intracerebrales. Las contusiones, desgarros, hemorragias y tumefacciones son causas de las muertes que se producen en las primeras 12 a 72 horas en pacientes con TCE cerrado. La mayor parte de los pacientes con TCE que se mantienen en coma más de 24 horas tienen hematomas cerebrales. En estos el hematoma se puede producir en el sitio donde el paciente sufrió el golpe o en el sitio opuesto, es decir una lesión por contragolpe. Los golpes en la región frontal originan lesiones localizadas en los lóbulos frontales, mientras los golpes que se reciben en la región occipital dan lugar a lesiones por contragolpes. Los traumas en la región lateral de la cabeza originan lesiones a este nivel o por contragolpe. Los sitios más frecuentemente afectados en las lesiones traumáticas severas cerradas son los lóbulos frontales y temporales. La inercia del encéfalo provoca que al recibir un golpe el cráneo, el cerebro se desplace primero hacia el lado que recibió el impacto (fuerza de acción), y después por la fuerza de reacción lo haga en sentido contrario, girando contra los promontorios óseos del interior de la cavidad craneal, lo que explica las lesiones por golpes-contragolpes. Las lesiones que ocurren durante la aceleración lineal suelen ser menos graves que aquellas que ocurren durante los movimientos de rotación. Los lóbulos occipitales son menos dañados en los traumatismos craneales cerrados ya que el interior de los huesos occipitales y el tentorio son lisos (Fig. 16.2). Fig.16.2. TAC donde se observa la presencia de un hematoma intraparenquimatoso postraumático en lóbulo frontal derecho. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 286 El examen anatómico de la zona lesionada demuestra que la corteza y la sustancia blanca subcortical subyacente se encuentran hemorrágica y tumefacta, con acumulación de sangre alrededor de los vasos sanguíneos. Los puntos sangrantes pueden coalescer y toman el aspecto de un coágulo que se extiende en la corteza y la sustancia blanca. El cuerpo calloso se ve lesionado con frecuencia en los TCE, al ser impactado contra la estructura rígida de la hoz del cerebro. Las lesiones hemorrágicas del cuerpo calloso se extienden a la sustancia blanca adyacente. Existen hemorragias diseminadas en la sustancia blanca a lo largo de las líneas de fuerzas, estas lesiones pueden ser locales, cercanas al lugar del trauma o a distancia. Después de ser lesionada la barrera hematoencefálica, los vasos sanguíneos quedan destruidos lo que unido al espasmo vascular causa isquemia, anoxia e hipoglucemia. Las células y las proteínas del suero invaden la zona lesionada. El edema es evidente a las 24 horas después de ocurrida la lesión. Tras la contusión se desarrollan alteraciones estructurales y electrofisiológicas de los axones, tanto en la sustancia blanca como en la gris. La necrosis de los axones se producen entre las 8 y 24 h y 48 h, más tarde se observan fagocitos sanguíneos encargados de eliminar la mielina degenerada. El proceso degenerativo no se limita al tiempo inmediato después de la lesión, ni se encuentra circunscrito al sitio primariamente lesionado. Dos o tres días más tarde ocurre la llamada muerte neuronal secundaria que se extiende en tiempo y espacio y que es responsable de la muerte de más neuronas que el daño atribuible a la lesión primaria. El tejido neuronal del área cercana a la lesión o conectada funcionalmente con ella presenta depresión de la actividad eléctrica y de las funciones. Esta zona llamada de penumbra en las lesiones isquémicas es responsable de la mayor parte de la función anormal de los TCE. Evaluación de los paciente pacientess con traumatismos craneoencefálicos El médico que es solicitado por primera vez para evaluar un enfermo que ha sufrido un TCE encuentra a un paciente que está en una de estas 4 situaciones: 1. Pacientes que conservan la conciencia o que se encuentran en fase de recuperación del conocimiento. 2. Pacientes que se encuentran en coma desde el momento inicial del trauma. 3. Pacientes que se encuentran conscientes después de una conmoción cerebral, pero que tienen sospecha de una lesión grave. 4. Pacientes con TCE con una lesión penetrante. 287 Pacientes que han sufrido un TCE que se encuentran consciente o en fase de recuperación Es la forma más frecuente encontrada de TCE. En este grupo se encuentran pacientes que no han tenido en ningún momento pérdida de la conciencia, enfermos que perdieron la conciencia de forma transitoria, pero están recuperándola y pacientes que tuvieron pérdida del conocimiento, pero que ya están recuperados. Los enfermos que señalan no haber sufrido pérdida del conocimiento en ningún momento del traumatismo, refieren haberse aturdido, visión nublada o que vio estrellas. De manera inmediata esta situación no entraña peligro para la vida del paciente y la probabilidad de que exista una lesión encefálica grave es remota, sin embargo, no debe menospreciarse este tipo de enfermo y lo correcto es examinarlo detenidamente, ya que existe siempre la posibilidad de una fractura o el desarrollo ulterior de un hematoma subdural o epidural. Estos individuos desarrollan con relativa frecuencia un síndrome postraumático complejo consistente en fatiga, cefalea, nerviosismo, insomnio y mareos, que puede aparecer a los pocos días después del trauma, no requieren hospitalización siempre que se encuentre un familiar responsable para vigilar al enfermo y que sea capaz de informar al médico de cualquier cambio de su estado. En aquellos sujetos en los que ocurrió pérdida del conocimiento, pero que se recuperan con lentitud y en los que tienen una fractura, el peligro de una lesión grave es mayor. Generalmente a estos paciente se le indican radiografías de cráneo o cuello. Si no existe fractura y el paciente está correctamente orientado, la posibilidad de una hemorragia es de 1 entre 1000. Si existe fractura el riesgo de desarrollar una hemorragia se reduce a 1 entre cada 30 casos. En otras ocasiones la persona que ha sufrido un trauma craneal en los primeros segundos posteriores a este camina unos pasos para segundos después sufrir un episodio caracterizado por palidez, sudoración y caída al suelo. Se trata de un síncope vasodepresor. Sucede también que pacientes que no han perdido el conocimiento o solo lo perdieron brevemente, después de un período de minutos u horas, caen en shock, dejan de reaccionar y presentan bradicardia notable, lo que hace sospechar el diagnóstico de una hemorragia. Tras un período breve de inquietud, vómitos y cefalea el paciente se recupera en el transcurso de varios días. Se han observado individuos que después de un trauma conmocional se quejan de somnolencia, náuseas, vómitos y no parecen ellos mismos. Estos síntomas recuerdan el cuadro clínico de un hematoma epidural o subdural. El electroencefalograma de estos sujetos muestra enlentecimiento del trazado de vigilia y la resonancia magnética nuclear edema local en el punto del impacto sin otras alteraciones. Las manifestaciones ceden en unas horas. 288 Los golpes sobre la superficie superior de la bóveda craneal o las caídas pueden provocar debilidad y adormecimiento de ambas piernas con signo de Babinski bilateral e incontinencia urinaria. Si el golpe ocurre en la región occipital puede haber ceguera transitoria. Un trastorno observado con relativa frecuencia es el desarrollo de una hemiplejía retrasada o coma después de un trauma menor. En la mayoría de los casos se ha podido comprobar la existencia de un aneurisma disecante de la arteria carótida interna en su segmento intracraneal. Pacientes que se encuentran en coma desde el momento en que ocurrió el TCE El problema en este tipo de enfermo es determinar de forma inmediata si el paciente tiene una conmoción o si se trata de una lesión más grave del encéfalo. Cuando se pierde el conocimiento en el momento del trauma se piensa que estamos ante una conmoción, pero si esta pérdida de la conciencia se prolonga horas o días, el perfil temporal nos hace pensar en una hemorragia o una contusión. Es obvio que no se espera este tiempo para realizar el diagnóstico y menos aún establecer una conducta terapéutica. Existen datos desde el principio que orientan a favor de una lesión grave. Los TCE severos se acompañan de paro inmediato de la función respiratoria, bradiarritmias y paro cardíaco lo que los distinguen de una simple conmoción. En los pacientes que se encuentran en coma desde el momento del trauma existen distintos grados de severidad de la lesión. Está aquel grupo de enfermos en los que las lesiones craneales o en otras partes del organismo son tan severas que no son compatibles con la supervivencia. Un segundo grupo de personas en las cuales las lesiones son graves, pero con posibilidad de recuperación tras varias semanas y donde el enfermo se va recuperando gradualmente y queda con secuelas de gravedad variable. Por último existe un grupo de pacientes más pequeños que los anteriores que se mantienen en coma por largo tiempo sin evidencia de recuperarse, es el llamado estado vegetativo persistente. Entre uno y otro grupo de estos enfermos existen estados intermedios variables. En aquellos enfermos que presentan lesiones incompatibles con la supervivencia, las manifestaciones clínicas desde el inicio están caracterizadas por shock con hipotensión severa, hipotermia, pulso rápido y débil, palidez cutaneomucosa y sudoración fría. Este estado de coma profundo suele acompañarse de alteraciones de las pupilas, tales como midriasis con arreflexia, y pupilas mióticas con escasa o ausencia de reflejos a la luz. Además, se encuentran pérdida de los reflejos corneales, faríngeos, movimientos oculocefálicos, hipotonía muscular, trastornos del patrón de respiración normal y crisis de descerebración. La muerte ocurre de manera general en un período breve. Si el electroencefalograma es isoeléctrico y se establece el diagnóstico 289 de muerte cerebral, este deberá tomarse con precaución no sin antes haber descartado otras posibilidades de electroencefalograma plano como son el coma por barbitúricos, alcohol y otras sustancias ilícitas. Si en el paciente se estabilizan la respiración y la tensión arterial se continuará la monitorización estricta de los parámetros vitales. La presencia de coma profundo con hipotermia y taquicardia son signos de mal pronóstico. El aumento de la temperatura también ensombrece el pronóstico. Los enfermos que se encuentran en coma de manera inmediata al trauma craneal con pupilas mióticas o aumentadas de tamaños, arreactivas a la luz, con ausencia de reflejos oculocefálicos y respuestas extensoras al dolor, plantean el diagnóstico de hemorragia primaria en mesencéfalo o subtálamo, como consecuencia de las fuerzas de rotación que actúan al nivel de la parte más alta del tallo cerebral. En los enfermos que sobreviven en los traumatismos graves durante horas o días el examen posmorten revela con frecuencia la presencia de contusión o hemorragias con necrosis y tumefacción del encéfalo. Los resultados de la aplicación de la escala de Glasgow a este grupo da como resultado una puntuación inferior o igual a 8 puntos. En los enfermos con traumatismos craneoencefálicos menos grave y rara vez mortal, la recuperación de la conciencia comienza varias horas después, pero pueden suceder recaídas durante el primer y segundo días, debido a edema cerebral, aumento del sangrado de un hematoma subdural, hemorragia o infarto isquémico. La amnesia postraumática abarca días o semanas. En este tipo de enfermos con un trauma de mayor intensidad, la temperatura, el pulso y la tensión arterial están elevadas, tiende a estabilizarse en unos días. El nivel de reactividad mejora lentamente. Cuando el enfermo comienza a hablar, ello constituye un signo de recuperación. La mejoría puede ser muy lenta y el paciente puede conservarse estuporoso durante días o semanas. El estupor da paso a un estado confusional que puede acompañarse de delirio, agitación psicomotriz y agresividad. Es en esta etapa donde los signos de focalización como afasias, hemiparesia, hemianestesia y déficits visuales se hacen evidentes. Una vez que el paciente es capaz de conversar puede demostrar retardo del curso del pensamiento, "lagunas mentales", inestabilidad emocional, falta de juicio o agresividad. Existe un tercer grupo de enfermos, menor que los anteriores, que después de un TCE grave sus signos vitales se normalizan, pero nunca recuperan el conocimiento. Los pacientes son capaces de abrir los ojos, mover la cabeza y los ojos de un lado a otro, pero no dan muestras de entrar en contacto con el medio o de reconocer a los familiares allegados. Esta situación ha sido catalogada como estado vegetativo persistente y suele acompañarse de hemiplejía o cuadriplejía. Los pacientes pueden vivir así desde meses hasta años para morir de otras complicaciones médicas. 290 Pacientes con pérdida del conocimiento seguida de un estado lúcido y con lesión cerebral grave En esta categoría se incluye una cantidad de pacientes menor que en las 2 anteriores, pero hallamos un grupo de enfermos que está necesitados con urgencia de un tratamiento quirúrgico. La pérdida del conocimiento habitualmente ha durado minutos, tras la cual el paciente se recupera, puede que no haya ocurrido. Estos enfermos después de un período lúcido variable, comienzan a presentar síntomas como cefaleas, vómitos, lentitud del pensamiento, trastornos del lenguaje, confusión, signos de deterioro de las funciones cerebrales que pueden evolucionar desde el estupor al coma y la muerte. Las causas son: aparición tardía de un hematoma epidural, ampliación retrasada de un hematoma subdural o tumefacción encefálica retardada. Hematoma subdural agudo y crónico Los hematomas subdurales pueden ser agudos y crónicos. En el hematoma subdural de tipo agudo lo más frecuente es que el paciente se encuentre en coma desde que recibió el traumatismo y este coma se profundice paulatinamente. En menos ocasiones, después de un intervalo en el cual el paciente no ha perdido la conciencia sobreviene un estado de deterioro progresivo con cefalea, confusión, estupor y coma. La TAC permite visualizar el hematoma en el 90 % de los casos. Si el hematoma es menos agudo este puede ser isodenso con la corteza cerebral y su presencia sólo se pone en evidencia por la desviación del sistema ventricular. Si el hematoma es bilateral no existen desplazamientos. Los hematomas subdurales que evolucionan rápidamente se deben a desgarros venosos y los síntomas que se desarrollan con prontitud son originados por compresión del encéfalo por el coágulo. El cuadro clínico está caracterizado por trastornos mentales y del conocimiento, disminución de la atención, somnolencia, incoherencia del pensamiento y confusión, los cuales son más manifiesto que los signos focales como hemiparesia, afasia, hemianestesia o disartria. La hemianopsia homónima suele ser rara dada la profundidad en la que se encuentra localizado el haz geniculocalcarino, por lo que este no se comprime con facilidad. La hemiplejía suele ser desproporcionada en los casos de hematoma subdural a diferencia de las lesiones profundas de los hemisferios cerebrales donde son de tipo proporcionales. La hemiplejía puede ser contralateral o ipsilateral lo que depende de si se encuentra o no comprimido el pedúnculo cerebral contralateral como ya mencionamos con anterioridad. El análisis del tamaño y reactividad de la pupila es un signo importante. Esta se encuentra dilatada ipsilateral en el lado del hematoma, aunque existen situaciones con las cuales se pueden confundir. Las convulsiones son otras de las manifestaciones clínicas, más frecuentes en los pacientes alcohólicos que han tenido un TCE. (Figs. 16.3 y 16.4). 291 Fig.16.3. TAC donde se observa un hematoma subdural derecho que desplaza las estructuras cerebrales más allá de la línea media, y que produce un gran efecto de masa. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). Fig.16.4. Imagen tomográfica que muestra la presencia de un hematoma subdural isodenso en cavidad craneal izquierda. Fuente: Cortesía del Dpto. Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 292 En los hematomas subdurales crónicos la evidencia de un traumatismo craneal anterior está peor definido, más aun si se trata de un paciente anciano, un alcohólico o un enfermo que toma anticoagulantes. El cuadro de evolución lento puede aparecer semanas, meses o inclusive años después de un traumatismo que ha sido olvidado. Tenemos la experiencia de un paciente submarinista que 5 años antes había tenido un trauma craneal al golpearse con una roca y en el cual tuvo pérdida transitoria del conocimiento y que acudió a la consulta a solicitud de los familiares por presentar cefaleas y trastornos de conducta en las últimas semanas. El examen de este enfermo reveló un papiledema bilateral. Realizada la tomografía computarizada el resultado demostró la presencia de un gran hematoma subdural crónico. No existieron otros antecedentes ni trauma cercanos que explicaran este. Después de la craneotomía y la evacuación del coágulo el paciente se restableció totalmente. Los exámenes complementarios de más resultados son la TAC y la RMN con intensificación de contraste. Las radiografías simples de cráneo sólo son útiles de manera indirecta cuando muestran un desplazamiento contralateral de la línea media o si existe una línea de fractura. En los hematomas subdurales crónicos la calcificación de los bordes del hematoma es un indicio. El electroencefalograma suele ser anormal, con reducción del voltaje o silencio eléctrico en las derivaciones correspondientes al hematoma o la presencia de ondas lentas de alto voltaje en el hemisferio contralateral por los efectos desplazantes del hematoma. Los hematomas subdurales crónicos quedan englobados por seudomembranas fibrosas que crecen a partir de la duramadre, otros se reabsorben de forma espontánea, mientras existen aquellos que aumentan con lentitud y se comportan como un proceso expansivo. En fecha muy reciente tuvimos la oportunidad de observar un paciente que 15 días antes había sufrido un TCE con una conmoción cerebral, el cual llegó desde un hospital provincial a nuestro centro. A pesar de no expresar síntomas y el examen físico ser negativo indicamos la realización de una tomografía axial computarizada. Este examen mostró un hematoma subdural lineal muy pequeño bilateral bifrontal. Interconsultado con un equipo de neurocirujanos expertos en TCE se decidió mantenerlo en observación en su hogar ya que procedía de una familia con un alto nivel sociocultural y preocupada. Veintiún días más tarde el paciente llegó a la sala de urgencia con un cuadro agudo, en estado de coma y signos de disfunción de tallo encefálico; realizada la tomografía computarizada de urgencia se comprobó la existencia de un gran hematoma. Felizmente el paciente fue intervenido quirúrgicamente y se recuperó totalmente. El tratamiento del hematoma subdural agudo consiste en realizar craneotomía extensa para extraer el coágulo y controlar el sangramiento. La remoción de la lesión que ocupa espacio se acompaña de buenos resultados. En el caso de los hematomas subdurales crónicos el resultado del tratamiento 293 quirúrgico es menos seguro. En la mayoría de los casos la trepanación y evacuación del coágulo antes del coma profundo restituyen las funciones. Una causa de fracaso operatorio es que el encéfalo se encuentre tumefacto y no pueda reexpandirse después de la remoción del coágulo. Los hematomas pequeños que no producen síntomas deben vigilarse mediante la TAC y muchas veces acaban por reabsorberse por sí solos. Hemorragia intracerebral traumática (HICT). La HICT es casi siempre una lesión grave, donde están desgarrados tanto los tejidos como los vasos sanguíneos. Las hemorragias pueden aparecer de forma inmediata o varios días después, pueden ser únicas o múltiples y se pueden localizar en la sustancia blanca subcortical de un lóbulo cerebral o tener una localización profunda en cápsula interna, tálamo o ganglios basales. El cuadro clínico depende del tamaño y la localización de la hemorragia. Si la hemorragia es de gran tamaño el conocimiento suele estar perdido. Hemiplejía, dilatación pupilar, signo de Babinski, ausencia de reflejos de tallo cerebral, trastornos del patrón respiratorio son las principales manifestaciones. En ciertas ocasiones la conciencia se preserva si el coágulo es pequeño. A medida que este crece los síntomas comienzan a expresarse, como un trastorno progresivo de la conciencia y la aparición de signos focales. Si existe confusión o coma desde el inicio los signos focales pueden enmascararse. El examen complementario fundamental para corroborar el diagnóstico es la tomografía axial computarizada. Su indicación a intervalos permite la vigilancia de las hemorragias pequeñas. El tratamiento de la HICT depende de varios factores como son el nivel de conciencia, el tamaño de la lesión, la localización del coágulo, el estado general del enfermo, la edad y la presencia o no de lesiones en otros órganos. La craneotomía con aspiración del coágulo ha dado buenos resultados. El uso de las técnicas por estereoataxia mejora los resultados. Hematoma epidural agudo La mayor parte de los hematomas epidurales ocurren como consecuencia de una fractura de los huesos parietales o temporales que produjo una ruptura de la arteria o la vena meníngea media. Otras veces se deben a desgarros de un seno dural. El traumatismo se puede haber acompañado de coma o no inicialmente. El ejemplo clásico es el de un paciente que después de haber recibido un golpe en la parte lateral de la cabeza, pierde el conocimiento momentáneamente o solo dice estar aturdido, para luego horas o días más tarde desarrollar cefalea de intensidad creciente, vómitos, somnolencia, 294 confusión, hemiparesia, hiperreflexia unilateral, afasia y signo de Babinski. El trastorno de la conciencia se va agravando hasta llegar al coma y si se deja evolucionar aparecen signos de disfunción de las estructuras del tallo cerebral alto con trastornos de la respiración, pupila dilatada ipsilateral y por último la muerte (Fig.16.5). Las radiografías simples de cráneo muestran las líneas de fractura que cortan el surco de la meníngea media. El diagnóstico de certeza se realiza por TAC o RMN, que muestran una imagen en forma de lente con borde interior liso. El tratamiento quirúrgico consiste en realizar un orificio con taladro, craneotomía, drenaje del coágulo y ligadura del vaso o los vasos sangrantes. Contusión cerebral La contusión cerebral significa traumatismo directo sobre el encéfalo sin ruptura o desgarro del tejido, casi siempre como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico grave. El tejido contundido y la zona perilesional están edematosas. La lesión tumefacta es el factor fundamental en el aumento de la PIC y el desarrollo de desplazamiento de las estructuras encefálicas y de las hernias cerebrales. Estas áreas de tumefacción pueden desarrollar hematomas y la mayor parte del sangramiento se concentra alrededor de los vasos parenquimatosos. Fig.16.5. Presencia de un hematoma epidural derecho en región frontal derecha que desplaza el hemisferio cerebral de este lado en su región anterior y oblitera el cuerno frontal del ventrículo lateral . Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 295 La TAC pone de manifiesto la zona de contusión, la cual se expresa como un área de edema de la corteza y la sustancia blanca subcortical, mezclada con zonas de mayor densidad que representan la sangre extravasada. La confluencia de estas zonas de hemorragias origina un deterioro clínico tardío, a veces de inicio repentino y que se manifiesta en la TAC con un aumento concomitante de la región lesionada. Traumatismos penetrantes del cráneo En la vida diaria actual, lamentablemente, crece el número de accidentes, delitos y agresiones violentas que provocan lesiones penetrantes del cráneo. Si bien la atención de los traumatismos penetrantes del encéfalo corresponde más el campo de la neurocirugía que al neurólogo o al médico general, no son nada despreciable las cifras de pacientes que requieren, al menos inicialmente, la atención en una sala de urgencia de un hospital de un médico internista, neurólogo u otro especialista. Tampoco es insignificante que en el mundo de hoy plagado de injusticia y guerras innecesarias, los médicos de todas las especialidades deben estar dotados de los más elementales conocimientos para poder enfrentar las consecuencias de un conflicto bélico, donde las heridas del cráneo por proyectiles se encuentran entre las desgracias más frecuentes. En la práctica las heridas penetrantes del cráneo son ocasionadas por proyectiles de armas de fuego, armas blancas o accidentes de tránsito con apertura de la bóveda craneal y exposición de la masa encefálica. Las lesiones por proyectiles de armas de fuego son producidas por la alta velocidad de los disparos de rifles o pistolas de mano. El aire comprimido por delante del proyectil produce un efecto expansivo al penetrar en el tejido cerebral, de tal manera que produce una lesión a distancia de la trayectoria del proyectil. Estas heridas pueden ser de 3 tipos: heridas con orificios de entrada y salida, lesiones penetrantes con introducción de pelo, piel partículas metálicas y fragmentos de hueso y por último lesiones tangenciales deprimidas con laceración de las meninges y el encéfalo. Si la penetración del proyectil se produce al nivel de la fosa posterior con afectación del tallo cerebral la muerte se produce de forma instantánea al quedar lesionados los centros vitales cardiorrespiratorios. Si la lesión afecta los hemisferios cerebrales con orificio de entrada y salida, el 80 % de los pacientes mueren en minutos. Las lesiones penetrantes por barras de acero, heridas a través de las órbitas con cuchillos o armas blancas tienen una alta mortalidad. Los problemas fundamentales en las siguientes horas, de los pacientes que sobreviven los primeros minutos son la hemorragia intracraneal y el aumento de la presión intracraneal. Si el enfermo no fallece en las primeras 48 horas se produce un proceso degenerativo en los tejidos 296 perilesionales que ya describimos con anterioridad, la muerte neuronal secundaria, que como mencionamos es responsable de más muerte neuronal que la lesión primaria. Cuando se observan por primera vez, la mayor parte de los pacientes con lesiones penetrantes de cráneo están en coma. Los fragmentos metálicos al penetrar en el cráneo, además de lesionar localmente originan conmoción. Está demostrado que los pacientes con heridas penetrantes del cráneo presentan 2 veces más coma que aquellos que sufren un TCE cerrado. La cefalea, los vómitos, palidez, sudoración, colapso y shock caracterizan el cuadro clínico. Los signos focales pueden pasar inadvertidos en la etapa aguda, pero más tarde se hacen evidentes. Si el paciente sale del coma pasa por los estados de estupor, confusión y amnesia. Aspectos importantes a los que el médico debe prestar atención y tratar son las infecciones, para lo cual debe proceder a la desbridación rápida de la herida con aplicación de soluciones antisépticas y lavado de la zona lesionada y aplicación de antibióticos de amplio espectro. Otro aspecto urgente en estos pacientes es el control inmediato del aumento de la presión intracraneal y el desplazamiento de las estructuras de la línea media para lo cual procederá a la remoción de los coágulos y administración de diuréticos osmóticos y de otros tipos. Los enfermos que sobreviven a la etapa aguda quedan sometidos a las posibles complicaciones que sufren los enfermos críticos. La recuperación de estos pacientes es lenta y demora meses y a veces hasta años. La pérdida de la memoria, la ideación lenta, la disminución de la atención, fatigabilidad, inestabilidad neurovegetativa, cefaleas, depresión y crisis de excitación, complican la recuperación. Complicaciones inmediatas y secuelas de los traumatismos craneoencefálicos No es posible detallar en tan breve espacio disponible en este tipo de obra todas las complicaciones de los pacientes con TCE; así como tampoco es dable describir las secuelas. Solo nos limitaremos a mencionar las más importantes secuelas y complicaciones observadas en la práctica médica habitual. Las complicaciones de los TCE pueden ser inmediatas y a mediano plazo. En ambos grupos se destacan el shock, el distrés respiratorio, las arritmias cardíacas, la falla multiorgánica, el tromboembolismo pulmonar, las alteraciones del balance hidromineral, la secreción inadecuada de ADH, insuficiencia renal aguda, bronconeumonía bacteriana, edema agudo del pulmón, íleo paralítico, estado de mal epiléptico y las sepsis generalizadas. La epilepsia postraumática es la secuela más frecuentemente observada en los pacientes con TCE. Se considera que el 5 % de los pacientes que han sufrido un TCE cerrado desarrolla una epilepsia, mientras que en los traumatismos penetrantes del cráneo con herida del encéfalo esta cifra se 297 eleva al 50 %. El riesgo para desarrollar una epilepsia está relacionado directamente con la gravedad de la lesión. El 7 % de las epilepsias postraumáticas (EPT) ocurren en el primer año. A los 5 años la incidencia se eleva al 11,5 %, para los TCE graves. Se considera que los pacientes que han sufrido un traumatismo craneoencefálico leve tienen el mismo riesgo de padecer epilepsia que la población normal. La posibilidad de desarrollo de EPT es mayor si la lesión afecta el lóbulo parietal o el frontal. El intervalo entre la primera crisis y el trauma es muy variable. Un número menor de pacientes experimenta crisis momentos después del trauma. Entre el 4 y el 5 % lo hace en la primera semana. Las convulsiones que se producen en este período tienen buen pronóstico. La epilepsia tardía es mucho más frecuente en pacientes que han tenido una crisis temprana. Se considera que un enfermo tiene una EPT si las crisis se desarrollan en los 3 primeros meses después del traumatismo. El 80 % de las EPT aparecen en los 2 primeros años, pasado este tiempo la relación con el TCE es dudosa. Si transcurridos 2 años no se producen crisis, entonces se afirma que el 90 % de los traumatizados no tendrán epilepsia. Las EPT son generalmente focales o generalizadas de tipo convulsivas. La frecuencia de las crisis varía de un paciente a otro. Con el paso de los años tienden a desaparecer. Aquellos individuos que tienen una crisis inmediata después del trauma son los que más posibilidades tienen de una remisión total. El alcoholismo es un factor agravante de las crisis en los enfermos que sufren EPT. La naturaleza de la lesión epileptógena ha sido un aspecto sometido a discusión. Los electrocorticogramas del encéfalo en enfermos con epilepsia focal postraumática revelan alrededor de la lesión zonas adyacentes activas eléctricamente. El examen microscópico muestra disminución de las neuronas y aumento de los astrocitos. En general, las crisis se controlan con la medicación y pocas son refractarias al tratamiento, lo que hace poco frecuente la necesidad de resección quirúrgica. El uso de antiepilépticos profiláctico en los pacientes con TCE ha sido muy debatido. Los estudios realizados hasta la fecha no muestran diferencias entre pacientes tratados y no tratados. Nuestra opinión es que a no ser que el paciente presente una crisis inmediata o tardía no se debe aplicar medicación antiepiléptica. Además como se ha demostrado la aplicación del tratamiento no evita la aparición de una primera crisis. Otra de las secuelas frecuentes de los traumatismos craneoencefálicos es el "síndrome de inestabilidad nerviosa postraumática". El síntoma principal es la cefalea, localizada en el punto del trauma o generalizada. La descripción de las carcterísticas es variable, a veces se describe como sorda, otras como pulsátil o compresiva, en ocasiones terebrante y otras como lancinante. Esta cefalea se agudiza con los movimientos de la cabeza, el esfuerzo, las emociones y mejora en ambientes tranquilos y de reposo. Resulta muchas 298 veces incapacitante para el paciente. Los "mareos" son otra manifestación importante de este síndrome. No se trata de un vértigo genuino. El paciente señala estar atolondrado, con sensación de vacío en la cabeza y se queja de inestabilidad o desequilibrio, como si estuviese fatigado o fuese a desmayarse. Con frecuencia estas sensaciones se incrementan cuando el enfermo mira de un lado a otro o con los cambios de la mirada en sentido vertical. Un número menor de enfermos expresa vértigos atribuibles a lesión del laberinto, sobre todos aquellos que han tenido una fractura del peñasco del hueso temporal. Los enfermos con inestabilidad nerviosa se muestran susceptibles, con bajo umbral de tolerancia a los ruidos, excitación emocional y aglomeraciones. Son prominentes la ansiedad y la depresión, la incapacidad para concentrarse, nerviosismo, fatigabilidad, disminución de la atención y las quejas somáticas, lo que interfiere con la vida diaria del paciente. El síndrome de inestabilidad nerviosa postraumática se observa tanto en los TCE leves o graves. Puede evolucionar durante meses o años, pero en general se va atenuando poco a poco hasta desaparecer. La hidrocefalia postraumática es una complicación relativamente frecuente de los TCE graves. En la hidrocefalia de este tipo las causas más frecuentes son el bloqueo del acueducto de Silvio, IV ventrículo o de las cisternas basales por coágulos o fibrosis. El cuadro clínico consiste en cefaleas, vómitos, somnolencia, confusión y si se deja evolucionar coma. La tomografía axial establece el diagnóstico y la derivación ventriculoperitoneal del LCR produce mejoría espectacular. Los trastornos psíquicos son observados con frecuencia después de un traumatismo craneoencefálico. La amnesia postraumática ha sido mencionada anteriormente en la sección de este capítulo destinada a la conmoción cerebral. Esta amnesia no suele ser de carácter permanente, pero puede persistir cierto grado de afectación de la memoria durante meses y hacerse mantenida. Mientras más grave es el traumatismo mayor será el grado de amnesia. Otras manifestaciones psíquicas de estos enfermos son la desorientación en tiempo y lugar, dificultad para una adecuada percepción e interpretación de las actividades que requieren de una atención sostenida y que a veces resulta grave. Distractibilidad, perseveración del pensamiento y los cambios en la personalidad de los individuos pueden llegar a ser manifiestos. Los cambios en la conducta de los pacientes interfieren con su adaptación familiar y social. Estos sujetos se vuelven tercos, desconfiados, impulsivos, irritables, argumentativos, desinhibidos. En ocasiones, generalmente en pacientes jóvenes, desprecian el peligro y no toman en consecuencia el resultado de sus acciones. Episodios de ansiedad e insomnio son síntomas importantes. Otras secuelas de los traumatismos craneoencefálicos a las que ya de una forma u otra se ha hecho referencia con anterioridad son: las parálisis de los nervios craneales, las meningoencefalitis, el absceso cerebral, la 299 fístula de líquido cefalorraquídeo, los episodios de disfunción autonómica y por supuesto, los déficits sensitivos, motores y visuales. Tratamiento de los traumatismos craneoencefálicos. En la medida que hemos descrito cada uno de los tipos de TCE se ha hecho referencia al tratamiento. En este aparte hablaremos de algunos de los aspectos que son comunes para todos ellos. El tratamiento de los TCE depende de varios factores como son el momento y lugar en que se encuentre el paciente, el tipo y la gravedad de las lesiones y el tiempo transcurrido desde que se produjo el trauma. Si el médico se encuentra en la escena del accidente, la primera medida consistirá en realizar un examen del paciente sin movilizarlo. De tal manera verificará si el paciente respira y que la ventilación no esté obstruida. Una vez comprobada esta situación se procederá a tomar la frecuencia cardíaca y la tensión arterial; precisando si existe la posibilidad de una herida sangrante de la cabeza o una hemorragia por ruptura de una víscera. Si el paciente está en paro respiratorio, la reanimación es prioritaria. La parada respiratoria es seguida en minutos de detención cardíaca si no se restablece con urgencia la primera. Si el paro cardiorrespiratorio se mantiene por un período de tiempo igual o superior a los 5 minutos el daño cerebral resulta irreversible. La cabeza en esta situación permanecerá inmóvil y sostenida por una persona, sobre una superficie plana como una medida preventiva de la posible existencia de una fractura o luxación cervical. Si existe sangramiento por el cuero cabelludo se aplicará una venda compresiva. Mientras se procede a estas medidas debe llamarse al servicio de ambulancia para el traslado del paciente a un hospital que cuente con un servicio de urgencia y salas especializadas en la atención a pacientes politraumatizados. Se fijará la cabeza con un tablero para la columna vertebral. Se mantendrán las medidas de reanimación durante el traslado al hospital y se administrará oxígeno. Un aspecto importante que se debe tener en cuenta es el evitar las sacudidas bruscas y maniobras intempestivas del vehículo que provoquen movimientos y desplazamiento del enfermo. El paciente, aunque requiere de atención urgente, debe trasladarse bajo condiciones óptimas de seguridad. Una vez en la sala de urgencias se procederá a verificar que las vías respiratorias se encuentren libres y permeables y que la ventilación sea adecuada. Si es necesario se procederá a la intubación endotraqueal. Si hay signos de shock o sospecha de una hemorragia, el tratamiento del shock se priorizará sobre el resto de las medidas, se determinará la causa y se tratará por todos los medios de poner fin al shock de manera inmediata. La hipotensión arterial es infrecuente cuando sólo existe un TCE aislado. Se insertarán 2 vías intravenosas profundas, mientras se extraen muestras de sangre para el laboratorio. La administración de líquidos debe hacerse con solución salina isotónica, se evitarán las soluciones hipotónicas que agravan el edema cerebral. 300 El examen neurológico se efectuará de forma rápida, pero precisa, mientras se aplican todas las medidas enunciadas. Generalmente se requiere de 2 médicos y de 2 enfermeros para la atención de estos enfermos. Se evalúa la profundidad del coma mediante la escala de Glasgow. La aplicación de esta escala no debe nunca sustituir el examen neurológico detallado de manera tal que es imprescindible el análisis de las pupilas y su reactividad a la luz, los reflejos de tallo cerebral, las respuestas al dolor y la presencia de signos focales, movimientos espontáneos y los reflejos. La inspección del cuero cabelludo en busca de heridas o fracturas deprimidas forma parte del examen. Si existe una herida de la cabeza se explorará con un dedo cubierto con un guante estéril. La presencia de hemorragia o la salida del líquido cefalorraquídeo por las fosas nasales o el conducto auditivo externo es prueba confirmatoria de una fractura de la base del cráneo. El tratamiento de la hipertensión intracraneal es uno de los aspectos más importantes en el manejo de los pacientes con TCE. Las primeras medidas estarán encaminadas al control de aquellos factores que producen una elevación de la presión intracraneal como son la hipoxia, el aumento de la PCO2, las posiciones incorrectas de la cabeza, la hipertermia y la elevación de la presión en las vías respiratorias. En la sala de urgencias donde no sea posible medir la PIC se tomarán las siguientes medidas: elevar la cabecera del enfermo 30° para facilitar el drenaje venoso, hiperventilación del paciente de manera tal que la PCO2 se mantenga entre 28 y 33 mmHg. La hiperventilación se considera una medida eficaz, pero su efecto tiene una duración limitada, ya que el pH del LCR se equilibra en el transcurso de las horas y el volumen cerebral vuelve a su valor inicial. La hiperventilación reduce la PIC entre los 20 y 40 min de aplicada. Conjuntamente con la hiperventilación se debe aplicar deshidratación hiperosmolar. El uso del manitol está ampliamente difundido y ha demostrado ser útil. La dosis inicial está entre 0,25 y 1 mg/kg de peso de manitol al 20 % a administrar en 30 min, seguido de dosis de 0,25 a 050 mg/ kg cada 4 a 6 h. La administración conjunta de furosemida es una medida efectiva. La dosis de esta es de 0,75 a 1mg/kg de peso. Debe conservarse la osmolaridad sérica entre 290 y 300 mosmol/L. El aumento de la osmolaridad plasmática por exceso de soluto como la glucosa, lejos de reducir el volumen intracerebral agrava el cuadro clínico. La medición de la concentración de sodio sérico es una forma precisa de cuantificar la presencia de agua libre. El nivel de sodio debe mantenerse entre 136 y 140 meq/L. La administración de esteroides a dosis elevadas ha sido una de las terapéuticas más discutidas en el tratamiento del edema en los TCE. El uso de estos no parece modificar los resultados clínicos. Sin embargo estudios de fecha muy reciente indican que la administración de metilprednisolona, un esteroide capaz de reducir la muerte neuronal secundaria, resulta de gran utilidad al disminuir el edema cerebral. Su uso ha sido aprobado en los 301 Estados Unidos de Norteamérica. La metilprednisolona además de reducir el edema cerebral disminuye la infiltración leucocitaria y previene la perioxidación lipídica. Las lesiones ocasionadas por los TCE producen disrupción de la barrera hematoencefálica con infiltración de leucocitos a lo que sigue liberación de citocinas inflamatorias, radicales libres de oxígeno y nitrógeno, aminoácidos excitatorios, proteasas, metabolitos del ácido araquidónico y ácido quinolínico que actúan de forma sinérgica o individualmente y produce muerte neuronal secundaria. Los antagonistas del glutamato, el neurotrasmisor excitatorio principal del cerebro han sido ensayados como inhibidores de la muerte neuronal secundaria. El aumento poslesión de los aminoácidos excitatorios y la subsecuente elevación de la concentración del calcio iónico intracelular son los responsables de la muerte neuronal secundaria. Se han empleado con el objetivo de frenar ésta distintos antagonistas como la dizocilpina, la galiciclina, el cerestat y la memantina. Sin embargo ninguno parece ser útil usados aisladamente. Al igual que ocurre en la cascada isquémica el problema debe ser abordado globalmente de manera que se bloqueen más de uno de los mecanismos que llevan a la muerte neuronal retrasada. Los pacientes que han sufrido un traumatismo craneoencefálico están sometidos a un aumento de la descarga simpaticoadrenal lo que eleva la presión arterial. Este aumento de la presión arterial inicial desaparece espontáneamente en unas horas o días. El tratamiento de la hipertensión en estos enfermos plantea un problema difícil. Si la tensión arterial no sobrepasa la cifra de 185 de sistólica y 95 de presión diastólica no se debe tratar. La hipertensión arterial produce un aumento de la presión de perfusión cerebral con el consecuente aumento del edema, lo que significa que existe una falla de los mecanismos de autorregulación cerebral en las zonas lesionadas. Por otro lado, la hipotensión arterial, aun de breve duración, se acompaña de vasodilatación cerebral con aumento del flujo sanguíneo cerebral y aumento de la PCI. La aplicación de medidas antiedema cerebral, además de provocar deshidratación que disminuye las presiones de llenado cardíaco, provoca hipotensión arterial; por lo cual se recomienda mantener la tensión arterial en cifras normales. Si existe hipertensión por encima de las cifras anteriormente mencionadas es recomendable el uso de diuréticos, betabloqueadores, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o inhibidores de la captación de esta última. Están contraindicados aquellos antihipertensivos que producen vasodilatación como los bloqueadores de los canales de calcio, nitroprusiato de sodio, nitroglicerina e hidralazina. La monitorización de la PIC mediante dispositivos que permitan una vigilancia continua se describen en el capítulo 15. El ingreso de estos pacientes se efectuará en unidades de cuidados intensivos con el personal idóneo y los recursos necesarios para la atención a los TCE. 302 Medidas importantes en el manejo de estos pacientes se pueden encontrar en el capítulo dedicado a la atención al paciente en coma. El tratamiento quirúrgico en los pacientes que lo requieren ha sido abordado de manera general en párrafos anteriores en este mismo capítulo. Pronóstico En las descripciones de cada uno de los apartados dedicados a las distintas formas de TCE se ha enfocado lo relativo al pronóstico en cada uno de ellos, por lo que sólo expondremos a continuación algunos aspectos de manera general. Los signos focales causados tanto por los TCE cerrados como penetrantes tienden a mejorar con el paso de los meses, la hemiplejía suele dar paso a una hemiparesia con reflejos osteotendinosos aumentados y signo de Babinski en el mismo lado. La afectación de los pares craneales y las funciones del tallo cerebral y cerebelosa mejoran hasta una recuperación no esperada. La afasia da paso meses después del trauma a una parafasia, tartamudez o una disnomia. Los enfermos que se han mantenido en coma durante largo tiempo a consecuencia de traumatismo grave quedan con un trastorno de memoria o defectos cognoscitivos de carácter permanente. Una de las afectaciones más incapacitantes, mayor que los defectos focales neurológicos, son los cambios mentales y de personalidad que interfieren con la adaptación familiar y social de estos sujetos. Existen diversos factores que influyen en el pronóstico de los pacientes con TCE. El más importante es la edad del paciente. Los individuos jóvenes suelen recuperase de manera asombrosa mientras los ancianos manifiestan invalidez marcada. La duración del período amnésico es un índice pronóstico de utilidad. Aquellos cuya amnesia dura 1 h o menos regresan al trabajo en un período de 2 meses. Si la amnesia dura más de 24 h sólo el 80 % vuelve al trabajo a los 6 meses. Los períodos de coma prolongados se acompañan de menos recuperación. 303 Biblio g rafía Bibliog Abad-Rodriguez J, Bernabé M, Romero-Ramírez L, Vallejo-Cremades M, FernándezMayoralas A, Nieto-Sampedro M. Purification and structure of neurostatin, an inhibitor of astrocyte division of mammalian brain. J Neurochem 2000; 74: 2547-56. Allen EM, Boyer R, Cherny WB, Brockmeyer D, Tait VF. Head and Spinal Injury. In Rogers MC. Textbook of pediatric Intensive Care. Williams and Wilkins, 1996. Bascuñana H, Villarreal I, Alfonso S, Terre R, Bernabeu M. Agitación en el traumatismo craneoencefálico. II. Tratamiento con antidepresivos, simpaticomiméticos, betabloqueantes, dopaminérgicos y otros fármacos. Rev Neurol 2000; 30:1004-7. Biestro AA, Alberti RA, Soca AE Cancela M, Puppo CB, Borovich B. Use of indomethacin in brain-injured patients with cerebral perfusion pressure imairment: preliminary report. 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Los accidentes son la principal causa de muerte entre las edades de 20 a 45 años y ocupan el tercer lugar general para todas las edades después de las enfermedades del corazón y el cáncer. El TRM es por tanto una enfermedad del adulto joven. El 40 % de estos es secundario a accidentes de tránsito, el 20 % se debe a caídas, mientras que el otro 40 % se debe a heridas de balas, deportes y accidentes de trabajo. La prevalencia de los TRM varía entre el 10 y el 50 por millón de personas. En los Estados Unidos de Norteamérica ocurren más 10 000 lesiones medulares graves anuales, con un total de 3500 muertes a consecuencia de ellas. En España el número de lesiones medulares traumáticas es de 10 por cada millón de habitantes. En Cuba los accidentes en general son la primera causa de muerte en las edades antes mencionadas y la cuarta causa para todas las edades, de ellos una cifra importante se acompaña de lesión medular. Se ha determinado que el 20 % de los traumatismos de la columna vertebral se acompaña de lesión medular grave. Mas, lo importante no sólo radica en las cifras de mortalidad. En la actualidad los avances en el conocimiento de la fisiopatología del daño medular postraumático ha permitido el desarrollo de novedosos tratamientos con los que se ha logrado no solamente una supervivencia mayor sino una mejor recuperación funcional de estos enfermos. Las terapias actuales para tratar el edema medular y el reconocimiento de que los traumatismos del sistema nervioso central desencadenan algunos acontecimientos que resultan perjudiciales y que si se detienen permiten una estabilización vital y una mejor rehabilitación futura de las funciones medulares, ha hecho de los traumatismos medulares una de las urgencias neurológicas más importantes a tratar desde los primeros momentos. 307 Si bien los traumatismos raquimedulares son una enfermedad cuyo espectro clínico está más cerca del contexto de la neurocirugía, una correcta actuación desde los primeros momentos, tanto en el lugar en que se producen como en las salas de urgencias, donde son requeridos neurólogos y médicos de otras especialidades, son decisivas las medidas asumidas para el pronóstico del enfermo lesionado. El adecuado conocimiento del manejo y tratamiento de los enfermos con lesiones medulares traumáticas forma parte de la formación indispensable de todo profesional médico. Las primeras descripciones de los traumas raquimedulares se remontan al antiguo Egipto. Las contiendas bélicas en el mundo antiguo fueron como lo es hoy todavía una fuente importante al aporte de pacientes con traumatismos medulares. Sin embargo, no es hasta 1896 en que Theodor Kocher realiza la primera descripción detallada de las manifestaciones clínicas de la sección medular. Años más tarde, a principios del siglo XX, Head y Riddoch describieron de forma explícita los efectos de la sección medular en el hombre. Otras personalidades importantes que han contribuido notoriamente al entendimiento de los efectos de las lesiones medulares fueron Lhermitte, Guillain y Barré. Recientemente avances determinantes se han producido en lo referente a la fisiopatología del daño medular postraumático y su reparación. Entre las figuras destacadas que han estudiado estos aspectos se encuentran Nieto-Sampedro en España, Cheng y Olson en Suecia, Ramón-Cueto en Madrid, Raisman y colaboradores e Imazumi y colaboradores. Concepto Los traumatismos raquimedulares incluyen todas aquellas lesiones que se producen por efecto de la energía mecánica sobre la médula espinal y las raíces nerviosas espinales con lesión variable de la columna vertebral. Aunque los traumas severos de la columna vertebral pueden resultar de lesiones de distinto grado de la médula con diverso daño de esta, no siempre existe correlación entre unas u otras, de manera que las fracturas, angulaciones, luxaciones y luxofracturas de la columna vertebral no en todas las ocasiones se acompañan obligadamente de afectación medular. Por ser el contenido de este texto puramente neurológico solo se describen los aspectos relacionados estrictamente con el daño traumático que el TRM produce sobre el sistema nervioso. Mecanismos de las lesiones en los TRM Se ha estimado que el 77 % de los traumatismos de la columna vertebral presentan algún tipo de déficit neurológico. Los niveles más frecuentemente 308 afectados suelen ser los segmentos correspondientes a las regiones cervicales bajas (C5 -C7), seguido por la región toracolumbar (T11- L1). Una clasificación útil de las lesiones traumáticas de la columna vertebral es aquella que las divide en fracturas, fracturas y luxaciones y luxaciones pura(traumatismos no penetrantes). Los traumas abiertos por heridas pueden afectar directamente a la médula y son causados por proyectiles de armas de fuego, heridas penetrantes por armas blancas o esquirlas de metralla. Los golpes directos sobre la columna vertebral rara vez ocasionan lesión grave de la médula espinal, la mayor parte de estos son el resultado de fuerzas aplicadas a distancia. Las lesiones medulares se originan en general por los siguientes mecanismos: presión vertical sobre la columna vertebral combinado con un movimiento de anteroflexión, compresión vertical sobre la columna vertebral combinada con hiperextensión(retroflexión). La lesión o no de la médula espinal está en dependencia de la intensidad, duración y el punto de impacto de la fuerza aplicada, así como el nivel del sitio donde se produce el traumatismo. Si la columna vertebral se somete a hiperextensión al nivel del cuello, se producirá contacto entre las apófisis espinosas y articulares de las vértebras cervicales C4 a C6 y estas al actuar como brazos de palanca originarán una separación entre el cuerpo vertebral y el disco intervertebral inferior. El resultado es la luxación, la médula queda atrapada entre las láminas de la vértebra inferior y el cuerpo de la superior. Si la intensidad de la fuerza aplicada es grande, la separación provocada por esta puede ser de tal magnitud que conduce a la ruptura del ligamento anterior. En ocasiones cuando ocurre hiperextensión de la columna vertebral la médula espinal resulta dañada sin que se haya producido una lesión de las vértebras; la causa obedece a un abombamiento súbito hacia adentro del ligamento blanco. Cuando ocurre hiperflexión severa hacia delante la cabeza se dobla en esta dirección. Las vértebras se ven forzadas entre sí en el punto de flexión máxima, entonces el borde anteroinferior del cuerpo vertebral superior se ve impulsado contra el anterosuperior de la vértebra que hay por debajo. Si la fuerza es extrema esta última puede fracturarse. La parte posterior del cuerpo que sufrió fractura se desplaza en sentido posterior hacia el canal medular, y comprime la médula. Simultáneamente se desgarran los ligamentos longitudinal posterior e interespinosos. Si la intensidad de la fuerza de hiperflexión es leve sólo se origina luxación. La estenosis congénita del canal raquídeo, la espondilosis cervical y la espondilitis anquilosante son factores que favorecen la lesión medular. La lesión secundaria a un trauma de las raíces espinales y la médula se pueden originar con movimientos extremos de extensión y flexión del cuello, es la llamada lesión en "fusta de látigo". Este tipo de lesión ocurre más frecuentemente en los accidentes de tránsito. Si un automóvil recibe un impacto de suficiente intensidad por su lado trasero, las cabezas de los ocupantes se 309 desplazan hacia atrás súbitamente y de forma incontrolable. De otra manera si el vehículo que se mueve a gran velocidad se detiene bruscamente y rápido se producirá flexión del cuello seguido de retroflexión dada por la fuerza de acción y reacción. Si la intensidad de la fuerza es grande la lesión en fusta de látigo puede originar cuadriplejía o lesión de las raíces medulares. No está bien precisado cuál es el mecanismo que produce la lesión, tal vez la luxación posterior transitoria o el desplazamiento hacia atrás del disco vertebral hacia el canal raquídeo pudiera explicar la afectación medular en esta clase de accidente. Las condiciones ya mencionadas como la artritis reumatoidea, la espondilosis cervical y la estenosis del canal favorecen también en el daño medular. Una forma de lesionarse la médula espinal ocurre por la penetración de proyectiles a alta velocidad en el canal vertebral. Este mecanismo se observa generalmente durante los tiempos de guerra, no obstante, el incremento de la violencia en muchos países en la actualidad ha provocado su aumento durante la vida civil. En otras ocasiones el proyectil choca contra las estructuras óseas de la columna vertebral sin lesionar directamente la médula o las raíces, pero la onda expansiva trasmitida hasta las estructuras vecinas origina una parálisis de las funciones medulares que son reversibles en 24 a 48 horas, trastorno que se denomina conmoción medular. La pérdida de las funciones medulares secundarias a un trauma puede ser consecuencia de un mecanismo vascular. El infarto embólico por material fibrocartilaginoso a consecuencia de un fragmento de un disco intervertebral roto que ha penetrado en las arterias o venas es la causa. Los traumatismos graves de la médula espinal desencadenan una serie de trastornos secundarios que resultan significativamente perjudiciales y que son necesarios detener. Esta cascada de acontecimientos se inicia cuando la barrera hematoencefálica es lesionada y los vasos sanguíneos locales son destruidos, lo que sumado al espasmo vascular causa isquemia, anoxia e hipoglucemia. Las células de la sangre y las proteínas invaden el tejido lesionado. Se produce edema secundario a la extravasación de fluido extracelular y la inflamación de los astrocitos. Después de ocurrida la lesión se producen alteraciones electrofisiológicas y estructurales en los axones, tanto en la sustancia blanca como en la gris. De 8 a 24 horas más tarde se origina degeneración y necrosis de la mielina. Transcurridas 48 horas se acumulan fagocitos sanguíneos que son los encargados de eliminar la mielina degenerada y otros residuos celulares. Sin embargo, todo el proceso no termina inmediatamente después de la lesión ni está confinado al territorio lesionado. El evento destructor prolonga la muerte neuronal en tiempo y espacio; es la llamada muerte neuronal secundaria que comienza entre 24 y 48 horas más tarde y que es responsable de la muerte de más neuronas que la ocasionada por el daño lesional primario. Se ha comprobado que el tejido 310 neuronal que rodea la región lesionada o conectado con ella muestra actividad eléctrica y funcional deprimida. Esta área conocida como "zona de penumbra isquémica" evoluciona hacia una lesión secundaria, como ocurre en las lesiones isquémicas, y es responsable de la pérdida de las funciones en la mayoría de los traumatismos raquimedulares. El conocimiento de estos hechos resulta de tal importancia (como se verá más adelante) que la detención de la cascada a través de enérgicas medidas terapéuticas en los primeros minutos después del trauma conducen a un pronóstico más favorable en la recuperación de los enfermos. Clasificación de las lesiones traumáticas de la médula Como hemos vistos anteriormente varios son los mecanismos y los grados de lesión medular en el curso de un traumatismo raquimedular. Existen varias clasificaciones del daño medular. Una clasificación útil es aquella que se refiere a la topografía de dichas lesiones, pero a nuestro entender la de mayor utilidad es aquella que responde al grado de intensidad de la lesión en el interior de la médula. Esta es laclasificación funcional. Clasificación funcional de lesiones medulares 1. Síndrome de sección medular completa. 2. Síndrome de hemisección medular o de Brown-Séquard. 3. Síndrome medular anterior. 4. Síndrome central medular. 5. Síndrome medular posterior. 6. Síndrome de lesión del cono medular, 7. Síndrome de lesión de la cola de caballo. Síndrome de sección medular completa La sección medular completa provoca de inmediato 3 tipos de manifestaciones clínicas cardinales: – Pérdida de la motilidad voluntaria inmediata y permanente para todas las partes del cuerpo que se encuentran por debajo del nivel lesional. – Pérdida de todas las funciones reflejas para todos los segmentos corporales por debajo de la lesión. – Abolición de todas las modalidades de la sensibilidad para todos los segmentos corporales por debajo del nivel lesionado. 311 Cuando ocurren secciones medulares al nivel de los segmentos cervicales cuarto y quinto el resultado es una cuadriplejía. Si la sección medular ocurre por debajo de D1 entonces se produce una paraplejía. La mayor parte de las lesiones que afectan al nivel C1-C2 son prácticamente incompatibles con la vida. El cuadro clínico inmediato de la sección transversal medular es un cese súbito de todas las funciones con ausencia total de los reflejos tendinosos y vegetativos, efecto que se ha denominado shock medular. En esta etapa aguda hay parálisis atónica de la vejiga, atonía gástrica, flaccidez muscular y ausencia de todas las modalidades de la sensibilidad correspondiente al nivel de la lesión. Los reflejos cutáneos en la mayoría de las ocasiones están abolidos o muy disminuidos, en ocasiones están conservados el cremastérico y el plantar que se produce en extensión. El tono muscular se encuentra abolido, es decir, se produce una parálisis flácida y arrefléxica. Hay retención urinaria con emisión de orina por rebosamiento, se produce emisión de orina cuando la presión intravesical excede a la del esfínter vesical. El músculo liso del esfínter anal también se encuentra atónico lo que da por resultado incontinencia fecal. En el segmento de piel correspondiente a la médula seccionada ésta se torna fría y pálida, se pueden desarrollar úlceras de presión sobre las prominencias óseas. El reflejo pilomotor se encuentra abolido. En las lesiones medulares por encima de D6 la hipotensión arterial suele ser severa. La erección del pene, el reflejo bulbocavernoso y la contracción del músculo dartos están ausentes. La duración de la fase de shock medular es variable. En la mayor parte de los enfermos los primeros síntomas de recuperación comienzan a aparecer entre la primera y sexta semana y consisten en actividad genital y flexora refleja mínima. El primer reflejo en recuperarse suele ser el bulbocavernoso. La estimulación nociceptiva de la superficie plantar provoca extensión o flexión de los dedos gordos, mientras la estimulación plantar o perianal desencadena contracción del esfínter anal a la vez que aparecen simultáneamente otros reflejos genitales. El mecanismo por el cual se produce el shock espinal no está bien elucidado, pero parece consecuencia de la interrupción repentina de los sistemas segmentarios que mantienen en condiciones normales en estado continuo de despolarización subliminal a las motoneuronas espinales. Estas vías facilitadoras corresponden a los haces reticuloespinales y vestibuloespinales. Síndrome de hemisección espinal transversa o de Brown-Séquard La hemisección medular verdadera se observa de manera excepcional en la práctica clínica, donde los traumatismos raquimedulares generalmente 312 actúan sobre ambas mitades de la médula. Sin embargo, existen raros casos en los que una lesión traumática afecta una mitad más que otra. El primer estudio detallado sobre los efectos clínicos que produce la sección unilateral de la médula espinal se debe a Brown-Séquard, quién entre 1856-1857 en la escuela de medicina de Harvard desarrolló detallados estudios experimentales. La sección medular que afecta la mitad de la médula, además de lesionar las raíces raquídeas de ese lado, afecta el haz piramidal, el cordón posterior, las fibras del haz espinotalámico que conducen la sensación de dolor y temperatura del lado opuesto y las fibras de los haces espinocerebelosos del mismo lado. El síndrome resultante está caracterizado por pérdida de la sensibilidad profunda(tacto epicrítico, sentido de la posición y vibración), junto a lo cual se origina una parálisis motora flácida con abolición de los reflejos y ausencia de sudación y del reflejo pilomotor del mismo lado de la lesión. En el hemicuerpo opuesto al de la sección por debajo del segmento seccionado existe una abolición de la sensibilidad térmica y dolorosa. Síndrome espinal anterior En los traumatismos raquimedulares que ocurren en hiperflexión, la ruptura del cuerpo vertebral o la protusión del disco intervertebral hacia el canal medular pueden originar este síndrome. Las lesiones destructivas que afectan la porción ventral de la médula dan por resultado un cuadro clínico similar al ocasionado por el infarto medular correspondiente al territorio de la arteria espinal anterior. Las manifestaciones clínicas se caracterizan por una pérdida de la sensibilidad térmica y dolorosa en los segmentos corporales que se encuentran por debajo del nivel lesionado con conservación de la sensibilidad propioceptiva. Estas obedecen a la afectación de los haces espinotalámicos que se entrecruzan en la comisura gris anterior de la médula. Al estar comprometidos los haces piramidales se produce una parálisis motora bilateral por debajo del punto de la lesión. Síndrome central medular En estos casos el daño medular está limitado a las fibras de los haces espinotalámicos que conducen las sensaciones de dolor y temperatura y que cruzan hacia el cordón lateral del lado contrario a través de la comisura gris anterior. La extensión ventral de la lesión producirá de manera característica la pérdida de estas modalidades de unos o ambos lados sobre varios segmentos con conservación de la sensación táctil. Este tipo de lesión provoca pérdida disociada de la sensibilidad con una distribución segmentaria. 313 En las lesiones cervicales la pérdida de la función motora afecta las extremidades superiores con más intensidad que las inferiores y de manera característica las manos lo están más gravemente. Los traumatismos de la cabeza y cuello en retroflexión son la principal causa del síndrome. Una parte de los pacientes que sobreviven a los traumatismos medulares de la región cervical alta ponen de manifiesto la llamada "parálisis cruzada", caracterizada por un síndrome medular central; salvo que la debilidad motora está limitada exclusivamente a los brazos, lo que es consecuencia de la segregación de las fibras corticoespinales dentro de la decusación piramidal. Síndrome de la columna posterior Las lesiones que afectan las columnas posteriores de la médula originan pérdida de los sentidos de la posición y vibración por debajo del segmento dañado quedando intacta la percepción del dolor y la temperatura. Cuando la lesión compromete totalmente la columna posterior no sólo está abolida la sensación de movimiento y posición, sino que están trastornados todos los tipos de discriminación sensitiva. Si el sitio dañado es la región cervical se produce torpeza en la palpación de los objetos e incapacidad para reconocerlos, a lo que se añade agrafestesia, imposibilidad para localización táctil, imposibilidad para la discriminación de dos puntos, el tamaño, forma, textura y peso de los objetos. Síndrome del cono medular Las lesiones que se localizan al nivel del cono medular ocasionan afectación de los segmentos S2-S5. En dichos segmentos se encuentran las neuronas de los centros motores que inervan el recto, los músculos de la erección, eyaculación y esfínter vesical. De tal manera que vamos a estar en presencia de un síndrome donde se combinan distintos grados de incontinencia con anestesia. La eyaculación y la erección están abolidas, la micción es continua e involuntaria y el individuo no percibe el paso de las heces fecales. La estimulación nociceptiva de la región perianal no se acompaña de contracción del esfínter del ano. Las alteraciones de la sensibilidad están caracterizadas por una anestesia que comprende la vulva, los grandes labios, el pene, el escroto y la porción más interna y posterior de la región glútea que rodea el surco interglúteo, puede extenderse hasta la cara interna del muslo formando un triángulo cuya base está en la región pudenda y el vértice alcanza la cara posterior de la rodilla. Esta disposición de los trastornos de la sensibilidad es la que recibe el nombre de anestesia en silla de montar. 314 Síndrome de la cola de caballo Las heridas y traumatismos que lesionan la columna vertebral por debajo de la vértebra L1 pueden dañar las raíces nerviosas que constituyen la cola de caballo. Las raíces espinales que la forman son las 4 últimas lumbares y las sacrococcígeas y se extienden hasta el fondo de saco dural. Las lesiones traumáticas de la cola de caballo son poco frecuentes. Las afectaciones de estas raíces provocan una parálisis total de los miembros inferiores que comprende el territorio crural y ciático en su conjunto y que se acompaña de trastornos esfinterianos de naturaleza periférica. Cuando la lesión no es completa y se mantienen intactas las raíces L1-L4, el reflejo rotuliano permanece conservado. La alteración de la sensibilidad afecta todo el miembro inferior pero no llega alcanzar el pliegue inguinal por estar respetado la raíz L1. La sensibilidad de los testículos permanece intacta. Si la lesión sólo afecta las raíces S3-S4 la anestesia se dispone en silla de montar, de manera similar como ocurre en las lesiones del cono medular. Si el trauma lo que provoca es una compresión de esta región pueden desencadenarse dolores radiculares de carácter intenso. Esta asociación de anestesia con dolor es típica de las lesiones compresivas de la cola de caballo y es un síntoma importante que permite diferenciarla de las afectaciones del cono medular. El dolor se localiza en la región lumbar y ser extiende por la cara posterior del muslo, pierna y región perineal. Resumiendo, los traumatismos que lesionan la cola de caballo en su forma completa dan origen a un síndrome caracterizado por una parálisis motora de tipo periférico, con hipotonía y abolición de los reflejos, impotencia sexual, alteraciones de los reflejos y anestesia dolorosa. Se trata de la única parálisis periférica que se acompaña de trastornos esfinterianos. Dia gnóstico topo g ráfico de las lesiones Diagnóstico topog medulares Lesiones medulares cervicales Los traumatismos de la columna cervical con lesión medular ocurren generalmente por un mecanismo de hiperflexión-extensión como consecuencia de un accidente de tránsito, caídas desde alturas y práctica de deportes de clavado. Las lesiones cervicales de los segmentos C1-C2 raramente son compatibles con la vida y sólo se conocen algunos casos que han sobrevivido. Cuando la lesión ocurre desde los segmentos C1 a C4 estas se acompañan de cuadriplejía con alteraciones respiratorias severas al 315 estar comprometidos los segmentos medulares que inervan los músculos de la respiración. La muerte es con frecuencia rápida. La sección transversal provoca tetraplejía con anestesia que comienza en el cuello y nuca, pueden estar comprometidos los músculos trapecio y esternocleidomastoideos con la consiguiente dificultad para mover la cabeza y elevar los hombros. La respiración suele ser paradójica con crisis disneicas y asfixia por parálisis del diafragma al existir compromiso de los segmentos C3-C4 donde se encuentran los cuerpos neuronales que dan origen al nervio frénico. Si la lesión compromete los segmento cervicales inferiores (C5-D1) se produce parálisis motora de tipo periférica de los miembros superiores y de tipo central en los inferiores con anestesia hasta las clavículas. Si los segmentos seccionados son los C5-C7, la parálisis de los 4 miembros es total. Si la lesión afecta C8-D1 el nivel de la parálisis comprende los músculos de las manos y los antebrazos, dejando indemne la musculatura proximal de los miembros superiores. El reflejo cubitopronador se encuentra abolido. La anestesia en el miembro superior se dispone a lo largo de la porción interna del brazo y alcanza el tronco hasta la segunda costilla. Si el segmento D1 está dañado se observa un síndrome de ClaudeBernard-Horner. Lesiones medulares torácicas Las lesiones medulares dorsales provocan paraplejía con parálisis de los músculos intercostales y dificultad respiratoria. La localización del nivel lesional se hará a través del trastorno de la anestesia. La exploración de los reflejos cutáneos abdominales permiten poner en evidencia el segmento afectado. El reflejo abdominal superior tiene su centro reflexógeno en los segmentos D6-D7, el abdominal medio en los D8-D9 y el inferior en los segmentos D10-D11-D12. Los traumatismos directos de la columna vertebral en la región dorsal rara vez provocan lesiones medulares al estar protegida esta zona por las costillas. Lesiones medulares lumbares Si se produce una lesión traumática que actúe al nivel de los segmentos L1-S2 (abultamiento lumbosacro) el resultado es una parálisis de los miembros inferiores concomitando con una anestesia cuya demarcación superior está delimitada por los pliegues inguinales. El reflejo rotuliano está abolido al igual que el aquiliano. Se producen además trastornos de los esfínteres y de las funciones vegetativas del territorio dependiente de los segmentos por debajo de lesión. 316 Las lesiones de los segmentos L4-S1 se acompañan de parálisis de los músculos flexores de la rodilla, extensores de la cadera, abductores de la pierna así como de los músculos del pie. Si las alteraciones están limitadas a esta zona se conserva el reflejo rotuliano, pero están abolidos el aquíleo y plantar. El déficit motor incluye los músculos peroneos y del pie y con menor intensidad los de la región glútea. Entonces la anestesia alcanza el pene y el escroto y se extiende como una estrecha franja por la región dorsal del muslo y cara posteroexterna de la pierna hasta alcanzar el borde lateral del pie y la región plantar. Lesiones del cono y de la cola de caballo Las características de estas fueron descritas con anterioridad. Exámenes complementarios Los exámenes complementarios de manera general en un paciente con un traumatismo raquimedular dependerán del estado del paciente y las condiciones en que se encuentre. En diversos capítulos hemos abordado el manejo del paciente grave y en coma desde el punto de vista de las investigaciones de laboratorio a realizar. Ahora sólo haremos a aquellos estudios radiográficos que pueden contribuir al diagnóstico y tratamiento de los pacientes con TRM. Los estudios radiográficos se realizarán en los enfermos después que se hayan tomado aquellas medidas para lograr la estabilización vital de los pacientes graves y limitar el daño medular postraumático. Para realizar los exámenes se debe evitar la movilización del paciente hacia la mesa de rayos X, por lo que se harán sin mover el enfermo de la base o camilla en que ha sido transportado y antes de trasladarlo a una cama del hospital. La mayoría de las lesiones vertebrales pueden ser valoradas por placas simples en proyecciones anteroposterior y lateral. Si bien estos estudios permiten determinar el grado de alineación de los cuerpos vertebrales y pedículos, así como la existencia de fracturas, no es posible mediante ellos valorar la existencia de lesiones de la médula y las raíces. Si la región a estudiar es la columna cervical y se pretende evaluar las vértebras C1 y C2 debe realizarse una placa frontal con la boca abierta. Esta vista permite establecer las relaciones entre el atlas y el axis y visualizar la apófisis odontoides. La zona más difícil de evaluar mediante radiografías simples es la cervicodorsal donde son necesarias realizar vistas especiales como la proyección de nadador o tomografías lineales. La presencia de inestabilidad, definida como la pérdida de la capacidad de la columna vertebral para mantener las relaciones entre las vértebras entre sí sin que se originen signos clínicos de daño medular o de las raíces, es posible determinarla mediante estudios simples. 317 Son criterios de inestabilidad vertebral, el desplazamiento mayor de 3,5 milímetros de un cuerpo vertebral sobre el otro, observado en las placas laterales en la región cervical, la diastasis de los pedículos, la angulación mayor de 11 grados de un cuerpo vertebral sobre el otro, en relación con la angulación de la vértebra adyacente y subyacente no lesionada en la columna cervical y el desplazamiento mayor de un 5to del cuerpo vertebral en la columna toracolumbar visto en la placa lateral (Fig. 17.1). Fig.17.1. Rayos X simple de columna cervical que muestra luxación de la vertebra C5. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). En los enfermos que presenten déficit neurológico la realización de una mielografía con metrizamida es un examen de gran utilidad. El uso de este contraste hidrosoluble permite su difusión a la cara dorsal y ventral del canal vertebral. Mediante la mielografía es posible determinar la presencia de bloqueo del espacio subaracnoideo el cual es consecuencia de luxaciones, fragmentos óseos y compresión por tejidos blandos. La tomografía axial computarizada es el método idóneo para la evaluación de los cuerpos y discos vertebrales, así como para valorar el grado de compresión del canal vertebral. La rapidez y alta fiabilidad de los resultados hace que su uso se haya generalizado como medio diagnóstico en los traumatismos raquimedulares. La resonancia magnética nuclear proporciona información como ningún otro estudio. Permite evaluar los cuerpos vertebrales, discos intervertebrales, canal medular, médula y raíces nerviosas. El único inconveniente está en que su realización requiere un tiempo prolongado (Fig, 17.2). 318 Fig.17.2. A. Resonancia magnética nuclear donde se observa luxación de la vértebra C5 que produce desplazamiento de la médula. B. Se muestra rayos X simple de columna cervical con imagen del mismo paciente después de haberse fijado y recolocado la vértebra. Fuente: Departamento de Radiología del Hospital Manuel Fajardo, cortesía del profesor Rolando Pereira. Manejo del paciente con traumatismo raquimedular El primer aspecto en el manejo con un TRM es la realización de un correcto diagnóstico. En los pacientes conscientes que se quejan de dolor en cuello y espalda con dificultad para movilizar las extremidades el diagnóstico resulta fácil. Sin embargo, en aquellos individuos que se encuentran inconscientes como resultado de un traumatismo craneoencefálico (TCE) o en el curso de un trauma severo en otra región del organismo el diagnóstico no resulta tan claro. En estas últimas circunstancias deben ser manejados como si tuvieran una lesión medular hasta que no se demuestre lo contrario, todo paciente con un TCE, enfermos con toma de la conciencia, personas con trauma menor que manifiesten molestias en el cuello o espalda o presenten síntomas tales como hormigueo, adormecimiento, debilidad o parálisis de una o varias extremidades, respiración abdominal o priapismo. La evaluación del paciente se efectuará de manera rápida y precisa a través de una historia clínica que esclarezca el probable mecanismo de la lesión, el 319 estado de conciencia, la existencia de debilidad motriz en algún momento después del trauma. Una vez establecida la sospecha de un TRM se procederá de la siguiente manera: Inmovilización El paciente se colocará en decúbito supino con la cabeza y el cuello en posición neutra. Se requiere siempre de una inmovilización completa porque las fracturas cervicales suelen acompañarse de fracturas a otros niveles. El método más eficaz y sencillo consiste en colocarlo en una tabla de madera con la cabeza fijada por bandas o por 2 tablas a ambos lados de la cabeza. Deben fijarse manos, rodillas y tobillos. Si la lesión medular se acompaña de luxación de la columna vertebral se realizará tracción sobre el cuello hasta lograr la alineación adecuada y mantener la inmovilización. De todos los dispositivos utilizados con este fin el empleo de la tracción mediante halo es el que mejor resultado brinda. Transportación Desde el sitio del accidente el paciente debe ser trasladado de forma cuidadosa, para ello el paciente se coloca en decúbito supino en posición neutra, sin angular la columna en ninguna dirección. Si el enfermo ha quedado de forma flexionada se debe alinear con cuidado sobre la espalda sin mover el cuello y colocarlo sobre una base o camilla rígida. Todas estas maniobras son realizadas con agilidad, pero sin apuros ni precipitación. Si es necesario retirar las vestiduras del sujeto; se abrirán con tijeras para evitar las angulaciones. Si no existen bandas de sujeción para fijar el enfermo se usan rollos colocados firmemente a cada lado de la cabeza y una tela adhesiva. Está bien claro que un tanto por ciento importante de individuos que no han tenido daño medular en el momento inicial del trauma lo presentan con posterioridad. Este se produce por mal manejo del enfermo durante la transportación. Función respiratoria Como mencionamos con anterioridad las lesiones medulares por encima de C5 producen insuficiencia respiratoria grave, frecuentemente fatales. En las secciones medulares completas al nivel de C5 la musculatura intercostal resulta paralizada, mientras que se mantiene la respiración diafragmática, en tanto en las lesiones las lesiones al nivel de C3-C4 es esta última la afectada. En los casos de lesión de C5 la parrilla costal se deprime a la inspiración y resulta una respiración paradójica. En los traumas severos la obstrucción por sangramiento nasal resulta en taponamiento de la vía aérea. En todas las 320 condiciones anteriores es imprescindible asegurar una adecuada ventilación del paciente. Si es necesario se administrará oxígeno por catéter nasal o se procederá a la intubación y acople del enfermo a ventiladores volumétricos. La oxigenación de la sangre se determinará mediante gasometría. Mantenimiento de las funciones hemodinámicas Si el daño medular es severo o se produce por encima de D6 se produce vasoplejía con caída de la presión arterial, aunque generalmente en estas condiciones no se produce shock hipovolémico. En caso de shock se recomienda el uso de agentes vasopresores como la dopamina. La hidratación se hará de manera cuidadosa para evitar el edema pulmonar. Ante la presencia de shock hipovolémico se debe sospechar la ruptura de una víscera, hemotórax u otra causa de sangramiento. La administración de infusiones intravenosas, dilatadores del plasma, plasma y transfusiones de sangre se realizarán de forma rápida para controlar la anemia aguda y mantener estable la tensión arterial. Administración de esteroides Una vez determinada las lesiones de la columna y la médula y de forma inmediata se procederá a la administración de esteroides. La aplicación de una dosis inicial de 30 mg/kg de metilprednisolona seguido de 5,4 mg cada hora ha demostrado ser beneficiosa para la recuperación de las funciones motoras y sensitivas. La metilprednisolona es capaz de suprimir la muerte neuronal secundaria. Parece existir una correlación positiva entre menor infiltración de leucocitos ED1 positivos y mayor preservación del tejido medular. Al reducir el edema y la infiltración leucocitaria, la metilprednisolona disminuye la intensidad de la perioxidación y preserva más tejido medular. El efecto es el resultado de la interacción de la metilprednisolona con el receptor de glucocorticoides expresado por células del parénquima medular. Se ha demostrado que dicho receptor es detectable en el parénquima 15 min después de una contusión, alcanzando su máxima expresión transcurridas 8 h de la lesión, disminuyendo hasta sus niveles basales a las 72 horas. La activación de los receptores de glucocorticoides inhibe la acción del factor de transcripción NF-KB, el cual regula a su vez la expresión de genes de citocinas proinflamatorias, lo que justifica las propiedades antiinflamatorias y neuroprotectoras de la metilprednisolona. Los receptores de los glucocorticoides están localizados durante su máxima expresión en las membranas de las dendritas y el soma de las motoneuronas, oligodendrocitos, astrocitos y en las células endoteliales. Otro esteroide usado en el tratamiento de las lesiones 321 medulares que ha resultado ser efectivo es la dexametasona. Se utiliza a una dosis diaria de 80 a 100 mg diarios por un período de 7 días. Actúa reduciendo el edema medular. Administración de manitol Uno de los efectos inmediato de los traumatismos sobre la médula es el edema, tanto de la sustancia gris como la blanca. Sin lugar a duda el edema contribuye a agravar la compresión medular y por consiguiente el daño neuronal. El manitol actúa como diurético osmótico reduciendo el daño medular. Debe ser usado de manera inmediata tras el trauma a una dosis de 0,25 mg/kg de peso cada 4 horas durante un período de 5 a 7 días. Su retirada se realiza de forma paulatina para evitar el efecto de rebote. Administración de antagonistas del glutamato Los antagonistas del glutamato, el más importante de los neurotrasmisores excitatorio de la médula espinal y el cerebro, han sido aplicados con el objetivo de prevenir la muerte neuronal secundaria. El glutamato actúa sobre distintos receptores, regula la apertura de los canales iónicos y eleva la concentración de calcio iónico intracelular hasta la producción de la muerte neuronal. Diversos antagonistas de los receptores del glutamato tipo NMDA han sido utilizados en víctimas de accidentes, entre estos se hallan el cerestat, la galiciclina. memantina y la dizocilpina. Esta última parecía ser un fármaco prometedor, pero su uso ha sido suspendido dado sus efectos adversos. Administración de gangliósidos Uno de los fármacos utilizados en el tratamiento de las lesiones medulares agudas de origen traumáticos han sido los gangliósidos del tipo GM1. La dosis de 100 mg intravenoso ha demostrado producir mejoría, aunque leve, en la recuperación final de los pacientes. Cuidados gastrointestinales En las lesiones agudas medulares es frecuente observar íleo paralítico y distensión gástrica. Se debe aspirar con el fin de extraer las secreciones gástricas. Si existe distensión concomitante lo indicado será entonces colocar sonda nasogástrica y así se previene el peligro del vómito y la broncoaspiración. Además dicha medida facilita la descompresión del abdomen, lo que mejora los movimientos respiratorios. 322 Monitorización del enfermo con lesiones medulares graves En los pacientes graves, ya sea secundario al daño producido por la propia lesión en la médula, como ocurre cuando este afecta la región cervical y dorsal alta o en los que el TRM concomite con la afectación de otros órganos vitales con peligro para la vida del enfermo, la monitorización adecuada de las funciones vitales contribuye a su salvación. Ya hemos hecho referencia en párrafos anteriores a algunos de sus aspectos, como son el mantenimiento de la respiración y el control de los factores hemodinámicos. No obstante, la vigilancia de algunos parámetros como el control de la temperatura, el monitoreo de la actividad cardíaca, la diuresis y el balance hidromineral no son menos importantes. En aquellos pacientes donde existe pérdida de la función simpática, esta puede desencadenar poiquilotermia, por lo que resulta indispensable monitorear la temperatura y el uso de cobertores calientes. La elevación de la temperatura en los primeros momentos del trauma es poco probable y sólo en los casos donde el TRM concomite con una lesión del sistema nervioso central es posible. Como ya hemos mencionado los pacientes con lesión medular presentan desde los primeros momentos del trauma retención urinaria, por lo que el sondaje vesical es una medida fundamental desde la llegada del enfermo a la sala de urgencia. Si se requiere el uso prolongado de la sonda vesical se recomienda la utilización de sondas siliconadas. Si el paciente no orina una vez pasada la sonda es necesario valorar si la anuria se debe a hipovolemia o es secundaria a una lesión renal o de la vejiga. Si se detecta la presencia de hematuria será preciso realizar de urgencia un ultrasonido abdominal. El control del ritmo cardíaco, la presión arterial, la frecuencia respiratoria y los niveles de gases en sangre son aspectos que nunca se deben olvidar. Manejo específico de las lesiones medulares No es de la competencia del neurólogo o de otro médico que no sea el neurocirujano la aplicación del tratamiento definitivo de las lesiones medulares; sin embargo en determinadas circunstancia como lo son los lugares apartados sin acceso inmediato de transporte, el campo de batalla durante las fatales contiendas bélicas donde no es posible el traslado en un tiempo prudencial, los enfermos estarán en manos de especialistas que no son neurocirujanos. Entonces en estas situaciones algunos conocimientos resultan indispensables para minimizar las consecuencias de las lesiones medulares. 323 Si existen fracturas por aplastamiento o subluxaciones cervicales, en un principio serán tratadas por inmovilización con tracción esquelética que se mantiene por un tiempo suficiente que debe ser aproximadamente hasta 6 semanas para lograr la realineación, evitar la luxación y el daño medular. Para tal efecto existen sistemas de pesas que pueden ser sustituidas dadas las condiciones con inmovilización con yeso, además de la fijación de un halo en torno al cráneo con soporte rígido de una pieza rígida desde el pectoral. Una regla sencilla para iniciar la tracción es colocar 5 libras de peso por cada espacio vertebral a reducir. El peso puede ser aumentado hasta el doble de la cantidad mencionada, lo que se debe realizar con extremo cuidado para no ocasionar o agravar el daño medular. Una buena medida que evita el uso de tracciones con mayores pesos lo es el uso de relajantes musculares. Entre los relajantes musculares usados con este fin se encuentra el baclofeno(relajante muscular por excelencia), diazepam, clonidina, tizanidina, gabapentina, dantroleno y otros. En las fracturas conminutas o por aplastamiento de la región toracolumbar, la inmovilización con reposo en cama puede lograr la realineación. Si existe daño medular a cualquier nivel o la médula se encuentra comprimida por esquirlas óseas, discos protuidos o hematomas, o no se logra la descompresión mediante la tracción esquelética el tratamiento quirúrgico es la solución definitiva y se realizará con urgencia para evitar la instalación de daño irreversible. Las secciones medulares resultan siempre irreversibles pese al tratamiento quirúrgico, no obstante, si existe compresión de la médula está indicado este con el objetivo de que la lesión se agrave. Pronóstico de los traumatismos medulares El pronóstico de las lesiones medulares traumáticas depende de la intensidad, extensión y localización de las lesiones. El traumatismo de la región cervical superior es fatal, en la mayoría de las veces. Los de la médula cervical inferior también resultan muy graves a consecuencia del edema o hemorragia que suelen provocar compresión sobre las estructuras vitales del bulbo vecino, además se acompañan de tetraplejía. Las lesiones dorsales y de la región lumbosacra tienen buen pronóstico y sólo rara vez producen muerte inmediata, pero cuando son extensas pueden originar paraplejías definitivas con complicaciones infecciosas a largo plazo, que pueden dar al traste con la vida. En este sentido la atención esmerada y las medidas de rehabilitación actual mejoran el pronóstico. Las lesiones del cono medular y la cola de caballo no son nunca mortales, pero pueden dejar graves secuelas paréticas y trastornos esfinterianos que incapacitan al enfermo. 324 Biblio g rafía Bibliog American Spinal Injury Association. Standard for neurological functional classification of spinal cord injury. American Spinal Injury Association, 1992. Bothman HH, Anderson PA. Anterior descompression and arthrodesis of the cervical spine: long term motor and improvement. In complete traumatic cuadriparesis. J Bone Joint Neurosurg 1992; 74: 683-692. Bracken MB, Shepard MJ, Collins WF, et al. Methilprednisolone or naloxone treatment after acute spinal cord injury: 1 year follow-up. Data J Neurosurg 1992; 76: 23-31. Calderón-González R, Calderón-Sepúlveda RF. Tratamiento clínico (no quirúrgico) de la espasticidad en la parálisis cerebral. Rev Neurol 2002; 34: 1-6. Campbell WM, Ferrel A, McLaughin JF, Grant GA, Loeser JD, Graubbert C, et al. 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Muchos de los SNI son de carácter benigno (ejemplo de ello son un grupo significativo de meningo-encefalitis virales y por otros agentes), por lo tanto no cumplen el requisito primero que debe tener una urgencia en la práctica de la medicina que es la capacidad potencial de una enfermedad de poner en peligro la vida de un paciente o producir daños irreversibles al ser humano. En segundo lugar, otros SNI son de evolución crónica y de carácter trasmisibles por agentes no convencionales (enfermedades priónicas), son de curso fatal, no constituyen emergencias en su perfil temporal. No obstante, el que exista dentro del extenso grupo de SNI entidades que evolucionan de forma aguda y potencialmente fatales como las meningoencefalitis bacterianas, encefalitis por herpes simples, procesos supurativos encefálicos y otros, fue motivo para incluir tan apasionante tema en este texto. Las infecciones del SNC constituyen un problema de salud en todas las regiones del mundo y un reto para médicos generales, internistas, neurocirujanos, microbiólogos, intensivistas, epidemiólogos y en general para todo el personal que desarrolla sus actividades en el sector de la salud. Un grupo no despreciable aparece de forma súbita y conduce a un desenlace fatal en pocas horas o a la aparición de terribles secuelas, provocan un gran impacto sociosanitario y reclaman de la atención urgente y especializada en las instituciones de salud. A pesar de los esfuerzos en el campo de la prevención primaria no existe en muchas de estas enfermedades la posibilidad de ejecutar una acción preventiva y por demás no es posible, ni en el orden cientificotécnico ni en el económico, la vacunación (en caso de existencia de vacunas) de toda la población expuesta al riesgo de una infección. 327 Menin goencefalitis bacteriana Mening Se trata de un proceso donde esencialmente existe una infección de las membranas aracnoides y piamadre y del líquido cefalorraquídeo (LCR) que ocupa el espacio subaracnoideo, cavidad que se encuentra entre estas 2 membranas y en el que el encéfalo está afectado generalmente con menos intensidad. El espacio subaracnoideo se extiende alrededor del encéfalo, médula espinal y raíces nerviosas y se comunica con el sistema ventricular a través de los agujeros de Luschka y Magendie, de tal forma que la infección se extiende hasta el interior de los ventrículos y el espacio raquídeo, es decir las meningoencefalitis bacterianas (MEB) son siempre un trastorno cefalorraquídeo. Epidemiología La incidencia anual de meningoencefalitis bacteriana en los países de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica es de 5 a 10 por 100 000 habitantes. La gran mayoría de los trabajos epidemiológicos es de origen descriptivos y están realizados en los países desarrollados. En América Latina, con excepción de Cuba, son infrecuentes hallar publicaciones con trabajos confiables sobre este aspecto. Las investigaciones epidemiológicas están dedicadas fundamentalmente a niños, que representan entre el 45 y el 87 % de todos los casos de meningoencefalitis bacterianas. En los últimos 20 años los 3 principales agentes patógenos causantes de MEB son la Neisseria meningitidis, el Haemophilus influenzae y Streptococcus neumoniae, los cuales presentan una distribución mundial. Los síndromes neurológicos infecciosos debido a estos 3 tipos de bacterias aparecen principalmente durante la primavera, el otoño y el invierno y tienen una incidencia anual constante. Se han descrito brotes epidémicos de meningoencefalitis por N. meningitidis en diversas partes del mundo; ejemplo de ellas es la que se originó en Cuba en 1976 y que alcanzó su mayor incidencia en 1983 con una tasa de morbilidad de 14,2/100 000 habitantes y un letalidad del 14,9%. La meningoencefalitis por H. Influenzae que hasta hace 2 décadas atrás se limitaba casi a niños comprendidos en las edades de 2 meses a 7 años es ahora la más frecuente de las MEB en los adultos. En los EE.UU. se reportan anualmente aproximadamente entre 12 000 y 15 000 nuevos casos por años por este tipo de agente. En Cuba la frecuencia de agentes causales en 1998 fue del 38,7 % para el H. influenzae, seguido por el S. Neumoniae con el 35,8 % de todos los casos; mientras que la incidencia de MEB por meningoencefalitis bacteriana a causa de N. meningitidis en el año 2001 descendió hasta los 0,4/100 00 habitantes, lo que responde a la campaña de vacunación desarrollada por el estado cubano en la prevención de esta 328 enfermedad y a la alta eficiencias de la vacuna antimeningocócica trivalente producida en Cuba por el Instituto Finlay. Otro de los agentes causales importante es el Streptococcus beta hemolítico del grupo B, que se observa con mayor frecuencia en neonatos. La meningitis por neumococo presenta una letalidad del 30 al 40 % en la mayor parte de las regiones del mundo, en tanto la letalidad para el H. Influenzae está en el rango del 15 al 20 %. Patogenia Cualquier bacteria que se encuentre en el organismo es capaz de desarrollar una meningoencefalitis, pero como ya hemos dicho con anterioridad son los meningococos, el H. Influenzae y el S. Neumoniae los responsables del 70 al 80 % de todos los casos esporádicos de MEB. La Listeria monocitogenes ha desplazado otros organismos y en la actualidad es el cuarto germen en frecuencia. En recién nacidos los gérmenes más frecuentes son la Escherichia Coli y el Streptococcus B. Otras causas menos frecuentes son el Stafilococos aureus y el Streptococcus del grupo A, estas 2 bacterias producen con mayor frecuencia abscesos encefálicos o meningitis consecutivos a traumatismos craneoencefálicos u operaciones quirúrgicas. Las MEB secundarias a procedimientos quirúrgicos, derivaciones ventriculares, anestesia, o traumatismos craneoencefálicos se deben generalmente a Enterobacteiaceae como, Klebsiella, Pseudomonas y Proteus. Agentes más raros son: Clostridium, Acinetobacter, Shiguellas, Salmonellas y Neisseria gonorrhoeae. Las bacterias llegan a las estructuras intracraneales por distintas vías. La vía hematógena se produce por diseminación a partir de émbolos o trombos infectados, por extensión desde estructuras como senos paranasales, infecciones óticas, mastoidea, focos de osteomielitis craneales y por heridas penetrantes del cráneo. En un número menor de pacientes la infección se produce por inoculación yatrógena en intervenciones neuroquirúrgicas, derivaciones ventriculoperitoneales y punción lumbar. En los últimos años han tomado importancia las meningoencefalitis por gérmenes nosocomiales que se han incrementado hasta casi igualar los casos que ocurren de manera natural. Poco se conoce de los mecanismos de diseminación hematógena, ya que los datos anatomopatológicos y experimentales aportan datos carentes de consistencia. Se sabe que la mayor parte de las septicemias y bacteriemias respetan el sistema nerviosos central, a pesar de lo cual el único antecedente en muchos pacientes con una meningoencefalitis bacteriana es una neumonía o una endocarditis. En los casos de diseminación hematógena por varios gérmenes, un solo microorganismo virulento logra entrar en la cavidad craneal. La inyección directa de bacterias en el cerebro rara vez da lugar a un absceso si no se administra conjuntamente caldo de cultivo. 329 Los 3 agentes más frecuentes que producen MEB forman parte de la flora de la nasofaringe en la mayor parte de la población y dependen para su supervivencia en el tejido de antígenos capsulares o de superficie. Se expresan mediante proliferación celular. Su presencia en la nasofaringe no explica, por tanto, la aparición de una meningitis bacteriana. No existe una visión clara de los factores que intervienen en que tales gérmenes lleguen a las meninges a través de la sangre que es la vía más usual de colonización. Se plantea que diversos factores como una depresión de la inmunidad, la existencia de infecciones virales previas de las vías respiratorias, estados de mala nutrición, predisponen a la infección del sistema nervioso central. Lo que si parece estar claro es que los 3 microorganismos causantes de la mayor parte de las meningitis bacterianas tienen predilección por las meninges, aunque no se conoce el porqué. No se ha dilucidado tampoco si la entrada al LCR se produce por los vasos sanguíneos o por los plexos coroideos. Se ha planteado con firmeza que la vulnerabilidad trastornada de la barrera hematoencefálica por traumas, procesos virales, inflamaciones y toxinas circulantes, facilitaría la entrada de los gérmenes en la cavidad craneal. Una explicación más evidente hay para la infección que se produce en los traumatismos craneoencefálicos abiertos, fístulas de líquido cefalorraquídeo, defectos óseos en las craneotomías, seno dérmico, enfermedades de los senos y el oído o por la ruptura de un absceso cerebral. Cuadro clínico Las manifestaciones de las meningoencefalitis bacterianas no se han modificado en lo últimos 30 años. El cuadro clínico inicial habitual está caracterizado por fiebre, cefalea intensa, náuseas, vómitos, trastornos del conocimiento tales como, estupor, confusión, somnolencia y coma. Irritabilidad, fotofobia, convulsiones y la presencia de rigidez del cuello, signos de Kernig y Brudzinski son manifestaciones frecuentes. El signo de Brudzinski - flexión de la cadera o la rodilla a la flexión del cuello-, y el signo de Kernig imposibilidad de mantener extendida la pierna- son manifestaciones ambos del reflejo flexor nociceptivo que se origina con el fin de evitar la movilización de las meninges inflamadas. Estos 2 signos no son dignos de confianza. Se han descrito otro grupo de signos por diferentes autores, pero todos no son más que variantes del reflejo nociceptor y tienen la misma patogenia. Es importante diferenciar desde el punto de vista de sus orígenes la rigidez del cuello a la flexión de la contractura que se produce en los procesos degenerativos óseos de los huesos de la columna cervical como la osteoartrosis y de la rigidez que provocan las enfermedades del sistema motor extrapiramidal. La rigidez nucal de las meningitis solo se produce por la flexión hacia delante del cuello, en tanto que la contractura de los otros procesos mencionados se pone en 330 evidencia también a los movimientos laterales del cuello. Este cuadro clínico típico es de fácil reconocimiento; pero el diagnóstico se hace más difícil cuando sólo hay fiebre y cefalea y aún no existe rigidez de la nuca o en los casos donde solo hay convulsiones y fiebre o un síndrome febril agudo con delirio o manifestaciones de trastornos de la conducta o toma de la conciencia y en aquellos casos que la forma inicial es de dolor abdominal y fiebre. El cuadro clásico es común a los 3 gérmenes más frecuentes causantes de MEB; sin embargo ciertos aspectos nos pueden orientar hacia la posible causa. La meningoencefalitis meningocócica debe sospecharse ante la presencia de un brote epidémico, en enfermos que presenten una coloración pálida de la piel con signos de shock, presencia de lesiones petequiales o purpúricas de la piel y las mucosas o que tengan una evolución rápida y grave. Debe tenerse en cuenta que ciertas meningoencefalitis virales como las causadas por el Echo 9 y los enterovirus y otras que son bacterianas como las ocasionadas por el S. Aureus se acompañan de erupciones de la piel. La meningoencefalitis causada por el H. Influenzae se observa con frecuencias en pacientes que presentan infecciones respiratorias altas y en niños que han sufrido una infección ótica. La causa por S. Neumoniae se observa con mayor frecuencia en individuos alcohólicos, sicklémicos, en pacientes con fracturas de la base del cráneo o antecedentes de neumonía. Las MEB por estafilococos coagulasa positiva pueden ser precedidas días antes por piodermitis o forunculosis. Aquellas que se observan en pacientes inmunodeprimidos, con VIH, procesos linfoproliferativos, que están sometidos a tratamiento esteroideo, colagenosis o metástasis son causadas por agentes patógenos como Acinetobacter, Pseudomonas y Listeria monocitogenes. Los signos focales, manifestación de la toma encefálica, pueden ser prominentes en algunos pacientes. Los principales signos de focalización neurológicas son: hemiparesias, déficits sensitivos y de la visión. Las afasias son raras. Los trastornos deficitarios se observan con mayor frecuencia en pacientes con meningitis por H. Influenzae y neumococos. Las convulsiones son frecuentes en las meningoencefalitis por Haemophilus. Los déficits tardíos suelen ser manifestación de una vasculitis de los vasos del encéfalo. Las MEB agudas son más frecuentes en los neonatos en los primeros 30 días que en el resto de la edad pediátrica. Los síntomas y signos a esta edad son más inespecíficos y suelen ser llanto fácil, anorexia, irritabilidad, somnolencia, fiebre, vómitos, convulsiones y fontanela abombada. Las meningoencefalitis bacterianas neonatales se asocian a infecciones vaginales o urinarias de la madre, trabajo de parto prolongado, partos inmaduros y rotura prematura de membrana. La padecen más los varones que las niñas. Las bacterias más frecuentes son las Enterobacterias negativas como E. Coli, Streptococcus del grupo B, Pseudomonas, Stafilococcus epidermidis o aureus. 331 Exámenes complementarios Ante la sospecha de una MEB la punción lumbar forma parte indispensable del examen del paciente. Si el enfermo presenta trastornos de la coagulación, esta situación se corregirá de manera inmediata y la punción lumbar será diferida. Lo indicado entonces es realizar una tomografía axial computarizada cerebral, lo que permitirá comprobar que no existe lesión que ocupe espacio y produzca desplazamiento. Una vez resuelta la coagulopatía, se procederá a realizar la punción lumbar. Con anterioridad a esta etapa debe haberse iniciado el tratamiento empírico con antibioticoterapia, teniendo presente los datos epidemiológicos y clínicos. La controversia acerca de la posibilidad de provocar una hernia transtentorial o cerebelosa con la punción lumbar ha quedado resuelta. Se hará la punción lumbar con el objetivo de identificar el germen causal y poder instaurar un tratamiento racional. La punción se debe realizar con aguja fina y el paciente en decúbito lateral previa administración de tratamiento para disminuir el edema cerebral y por consiguiente la presión intracraneal. Esta última está elevada generalmente por encima de 180 mm de agua, las cifras casi siempre alcanzan en el orden de los 300 a 400 mm de agua. El conteo de leucocitos está en el rango de los 250 a 100 000 por milímetros cúbicos; con predominio de los polimorfonucleares neutrófilos que representan entre el 80 y el 95 % de la fórmula leucocitaria. El número de leucocitos más frecuente es de aproximadamente 1 000 a 10 000 x milímetros cúbicos; cifras superiores a 50 000 hacen pensar en la ruptura de un absceso cerebral hacia el sistema ventricular. Se obtendrá una cantidad suficiente de líquido cefalorraquídeo que permita el análisis citoquímico, la tinción de Gram, el cultivo y demás pruebas diagnósticas. En ciertas ocasiones la cifra de leucocitos del LCR está por debajo de 100 x milímetros cúbicos; lo que ocurre en pacientes con MEB por meningococos o a inicios de la enfermedad o en aquellos enfermos que han recibido tratamientos parciales con antibióticos. Al principio de la enfermedad es posible descubrir en el examen citológico detallado algunas células mononucleares, se trata de mielocitos o neutrófilos jóvenes. Las cifras de proteínas están elevadas por encima de 45 mg/dL, generalmente entre 100 y 500 mg, en ocasiones las cifras son superiores a 1 000 mg/dL. La concentración de glucosa medida de forma concomitante con la cifra de glucosa en sangre es inferior a 40 mg/dL o el 40 % del nivel en sangre. La tinción de Gram del sedimento del LCR permite la identificación del agente causal en la mayoría de los casos de MEB. El reconocimiento del H. Influenzae y el neumococo resulta más fácil en la mayor parte de las veces que la de la N. meningitidis. Un hecho que puede provocar confusión es la presencia de material nuclear fragmentado, el cual al ser gramnegativo resulta indistinguible de los diplococos gramnegativos en el interior de los leucocitos. 332 El análisis de una pequeña película de LCR sin centrifugar teñida con coloración de Gram puede aclarar las dudas. Otro error frecuente cuando se examina el frotis de los sedimentos teñidos con la técnica de Gram es considerar los desechos o los gránulos como cocos grampositivos o confundir el H. Influenzae con el neumococo. Debe recordarse que el H. Influenzae se puede teñir intensamente en sus extremos y dar la impresión de ser un diplococo grampositivo. La siembra de una muestra del LCR, recogida en un tubo estéril, en una placa de sangre- agar chocolate y en tubos de tioglucolato para anaerobios y otra muestra en caldo de cultivo permite lograr una positividad en el 70 al 80 % de los pacientes con MEB. El empleo de los caldos de cultivo tiene la ventaja que permite cultivar grandes cantidades de líquido cefalorraquídeo. Si el paciente ha recibido antibióticos o el germen no ha sido identificado en la tinción de Gram el empleo de tecnologías avanzadas desarrolladas en los últimos años permiten reconocer el agente causal. Estos métodos se encuentran a la disposición en la mayor parte de los laboratorios de microbiología de los grandes centros hospitalarios. Entre tales técnicas se destaca la contrainmunoelectroforesis de proteínas que permite reconocer el antígeno bacteriano en el plazo de 45 a 60 minutos. Tiene un inestimable valor en aquellos pacientes que han sido parcialmente tratados, ya que el LCR, aunque no contiene los microorganismos mantiene la presencia de antígenos bacterianos. Otras técnicas más novedosas más recientemente desarrolladas son el látex test aglutinación y el radioinmunoensayo. La prueba de inmunoabsorción ligadas a enzimas(ELISA, siglas del inglés) y la ampliación de genes por la reacción de cadenas de polimerasa(PCR, siglas en inglés) son las técnicas desarrolladas más recientemente y de mayor sensibilidad y rapidez diagnóstica. La cuantificación de la deshidrogenasa láctica (DHL) en el LCR aunque permite suponer el origen bacteriano de una meningoencefalitis no tiene otro significado que el valor para el pronóstico. Existe un incremento de la DHL en los enfermos con meningoencefalitis bacteriana, fundamentalmente de las fracciones 4 y 5 derivadas de los granulocitos. Las fracciones 1 y 2 procedentes del tejido encefálico sólo se elevan ligeramente, pero lo hacen de forma aguda en los casos graves, de ahí su valor para establecer un pronóstico. En las MEB se indicarán de urgencia, además de los exámenes citados anteriormente, los siguientes: hemocultivo, hemograma, glucemia, gasometría, ionograma, coagulograma, osmolaridad en sangre y orina y creatinina. El hemocultivo es positivo en el 50 al 60 % de los pacientes con meningoencefalitis bacteriana causada por N. meningitidis, H. Influenzae y neumococo y puede ser el único indicio si la tinción de Gram y el cultivo del líquido cefalorraquídeo es negativo y no se disponen de las otras tecnologías anteriormente mencionadas. La indicación del exudado nasofaríngeo es un 333 tema controvertido, ya que su resultado además de tardío puede ser un indicio, pero su negatividad o positividad no determina la causa de la meningoencefalitis bacteriana. El análisis de la fórmula leucocitaria en la sangre periférica puede ser útil en aquellos casos que la punción lumbar ha sido negativa en la sala de urgencia y no contamos con otros medios diagnósticos. Generalmente las MEB se acompañan de leucocitosis y presencia de formas de leucocitos inmaduros en la periferia. El ionograma es útil por la posibilidad de poner en evidencia un trastorno frecuente como es la hiponatremia. Los estudios radiográficos nos pueden orientar hacia la posible causa. El rayos X de tórax cuando es positivo de una neumonía o un absceso nos hace pensar que el agente causal es el neumococo. Los estudios radiográficos de senos paranasales y del cráneo pueden evidenciar una sinusitis o una osteomielitis como foco primario de la infección y la probable causa de la meningoencefalitis. La tomografía computarizada, como ya citamos con anterioridad, permite descartar hernias transtentoriales y cerebelosas, lesiones que sirvan de vías de entradas como erosiones del cráneo, abscesos, trombosis venosas, infartos cerebrales, así como la existencia de una hidrocefalia. La RMN intensificada con el contraste paramagnético gadolinio muestra el exudado meníngeo y la reacción glial. Anatomía patológica Los microorganismos patógenos al penetrar en el espacio subaracnoideo desencadenan una reacción inflamatoria de la piamadre, aracnoides, ventrículos, líquido cefalorraquídeo y estructuras adyacentes. En una primera etapa la invasión bacteriana provoca una hiperemia vascular seguida poco después de la migración de polimorfonucleares neutrófilos hacia el espacio subaracnoideo. Se produce proliferación del exudado y extensión de este hacia las vainas de los nervios craneales y raquídeos, espacio perivascular de la corteza cerebral. El exudado es más abundante hacia la base del cerebro. Durante los primeros días las células predominantes son polimorfonucleares neutrófilos, muchos de los cuales contienen en su interior bacterias que han sido fagocitadas. A partir del cuarto al quinto días el número de linfocitos e histiocitos son predominantes y el exudado está compuesto además por proteínas y fibrinógeno proveniente de la sangre. En el término de las primeras 48 a 72 horas las células endoteliales de las arterias de mediano y pequeño tamaño del espacio subaracnoideo proliferan. La adventicia es infiltrada por los neutrófilos, observándose focos de necrosis en las paredes arteriales. Las células endoteliales de las venas de la adventicia están tumefactas e infiltradas por los polimorfonucleares. Hacia el final de la segunda semana aparecen las células plasmáticas y el exudado se organiza en 2 capas, una exterior compuesta 334 por fibrina y neutrófilos que se encuentra por debajo de la aracnoides y otra interna, formada por linfocitos, células monucleares, células plasmáticas y macrófagos, por debajo de la piamadre. Durante una etapa más tardía se produce la proliferación de los fibroblastos, los que participan en la organización del exudado y dan lugar a la fibrosis de la aracnoides y compartimentación del exudado. Las bacterias y toxinas producidas por estas, originan irritación y provocan congestión vascular con aumento de la permeabilidad de capilares y venas de pequeño tamaño. Los polimorfonucleares neutrófilos que han migrado producen citocinas inflamatorias que atraen estas células para ocasionar la destrucción de las bacterias y sus toxinas. Los linfocitos que han migrado desde los vasos sanguíneos dan origen a las células plasmáticas que reaccionan con los antígenos capsulares de las bacterias y dan lugar a la producción de anticuerpos. Los cambios vasculares desde un inicio son importantes como parte de la reacción inflamatoria, lo que guarda relación con ciertas particularidades anatómicas, como es el hecho que la adventicia de los vasos subaracnoideos nos es más que una cubierta de la aracnoides, lo que hace que tanto vénulas como arteriolas tomen parte del proceso inflamatorio desde el principio, originando una verdadera vasculitis infecciosa. La presencia de trombosis venosa con mayor frecuencia que en las arterias se debe probablemente al hecho que las venas tienen paredes más delgadas y la corriente sanguínea es más lenta, y provoca estancamiento. A pesar que los nervios raquídeos y craneales se encuentran rodeados desde el inicio de la infección por el exudado purulento, sólo después de varios días las vainas perineurales son infiltradas por células inflamatorias. Excepcionalmente son infiltradas la mielina y las fibras nerviosas, resulta rara la afectación de los pares craneales en las meningoencefalitis bacterianas. Ocurren pocos cambios en el encéfalo en los primeros días de iniciada una meningitis. Los polimorfonucleares neutrófilos invaden los espacios perivasculares de Virchow-Robin, pero sólo si hay necrosis lo hacen en el encéfalo. Transcurridos varios días los astrocitos y la microglia aumentan, primero en las capas más externas y más tarde en todas las capas de la corteza. Las neuronas corticales son afectadas en grado variable, lo que explica síntomas tales como la confusión, el estupor, el coma y las convulsiones. La exposición in vitro de astrocitos y macrófagos a endotoxinas hacen que las células descarguen citocinas inflamatorias entre las cuales la interleucina 1 (IL-1) y el factor de necrosis tumoral (FNT) son las más importantes. La interleucina 1 da inicio entonces a la llamada cascada de la interleucina que da como resultado la proliferación de células T. La IL-1 es activada por el factor de necrosis tumoral al igual que los neutrófilos. Todo el proceso inflamatorio resulta mediado por estas citocinas más que por el efecto de las endotoxinas. 335 Conducta ante un paciente con meningoencefalitis bacteriana La MEB es una urgencia médica y como tal debe ser tratada. Se considera como un caso sospechoso de MEB a todo enfermo de cualquier edad con fiebre alta, cefalea, vómitos e instauración aguda de un síndrome meníngeo. Pacientes febriles con manifestaciones petequiales, equimosis o púrpuras, enfermos con fiebre y trastornos de conducta, somnolencia, estupor, confusión o coma. Individuos con fiebre y cefalea, cuyo líquido cefalorraquídeo muestre turbidez o presión elevada y presente aumento de las células a predominio de polimorfonucleares neutrófilos, con aumento de las proteínas y disminución de la glucosa. Enfermos con fiebre y LCR cuyo examen del sedimento presente imágenes de bacterias en el proceso de la muestra. Deben considerarse sospechosos además los pacientes febriles con antecedentes de contacto directo con un caso previo o condiciones epidemiológicas que hagan sospechar una MEB, como en fases de epidemia, asistentes a instituciones infantiles, escuelas o lugares de internamiento donde haya existido un caso previo. Debe sospecharse además una MEB en pacientes que presenten: – Síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS). – Síndrome meníngeo o encefálico. – Síndrome febril agudo sin localización. – Trastornos inexplicables de conducta de comienzo agudo. – Convulsión con fiebre. El SRIS es una reacción inflamatoria generalizada que puede ser de causa infecciosa, pero que puede darse en otros procesos como: pancreatitis, isquemia, grandes quemados, hemorragias, enfermedades autoinmunes o politraumatizados y que presenten dos o más de los signos siguientes: temperatura central superior a 38 °C o inferior a 36, frecuencia cardíaca superior a 90/min, frecuencia respiratoria mayor de 20/min o presión arterial de CO2 menor de 32 mmHg y leucocitosis mayor de 12 000 o menos de 4 000 por litro o fórmula leucocitaria con más del 10 % de formas jóvenes. Se considera como un caso de meningoencefalitis confirmado cuando se produce la identificación de un germen por cultivo de sangre, petequias, LCR o a través de la positividad de la contrainmunoelectroforesis, el látex test, la técnica de ELISA o la reacción de cadena para polimerasa. Ante todo paciente sospechoso o confirmado el médico debe proceder de forma urgente. Si el paciente se encuentra fuera de un servicio asistencial de salud se procederá a su traslado a través del servicio de ambulancia de urgencia hasta un centro hospitalario donde existan las condiciones óptimas para su atención . Si se encuentra en un centro asistencial donde no existan 336 las condiciones para la realización de la punción lumbar u otro de los exámenes descritos con anterioridad y las condiciones del paciente son graves, procederá a tomar las medidas para estabilizar el enfermo mientras espera la ambulancia. En Cuba con una rápida red de servicios de urgencias y con fácil acceso al nivel hospitalario, generalmente el traslado comienza de manera inmediata. No obstante, se debe canalizar una vena profunda, realizar un breve, pero exhaustivo examen físico general y neurológico, con especial valoración de las funciones vitales y la temperatura. Medidas importantes encaminadas a mejorar la situación del paciente y si existe compromiso hemodinámico es la administración de solución salina o dextro ringer y la aplicación de betametasona a 0,15 mg/kg de peso. Si se sospecha hipertensión intracraneal será conveniente la administración de manitol a dosis pequeñas de 0,25 mg/kg intravenoso con el fin de disminuir el edema cerebral. En la sala de urgencias se tomarán las siguientes medidas generales: monitorización de la función cardíaca, respiratoria, tensión arterial, temperatura y canalización de una vena profunda. Se tomará muestra de sangre para realizar el análisis de los exámenes complementarios descritos anteriormente. El paciente se colocará en decúbito supino con la cabeza en posición central y elevada 30 grados; en caso de shock no se hará esto último. Se administrará dexametasona a dosis de 0,15 mg/kg que se continuará cada 6 horas. Si existen alteraciones hemodinámicas se aplicará dextro ringer (excepto en recién nacidos), solución salina isotónica o aminas presoras como dopamina o dobutamina. Si existen alteraciones del equilibrio ácido-básico se procederá a su correción . Para disminuir el edema cerebral la medida inicial será la restricción de líquidos de tal manera que la concentración de sodio se mantenga en 140 mEq/L. Se administrará manitol al 20 % a la dosis señalada anteriormente, se puede añadir furosemida a 0,75 mg/kg de peso que reforzará el efecto del manitol. La mejor interpretación de la fisiopatología de las MEB ha llevado al conocimiento de que lo fundamental en las primeras horas del tratamiento está en mejorar las condiciones del enfermo con el fin de atenuar el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica. El uso inicialmente de antibióticos desencadena la liberación de endotoxinas bacterianas de forma masiva aumentando la liberación de citoquinas inflamatorias y agravando el estado del enfermo. El momento para iniciar la administración de antibióticos no está en función del tiempo, sino en función de las condiciones en que se encuentre el paciente hemodinámicamente lo que generalmente acontece entre la tercera y cuarta hora de haber aplicado las medidas generales descritas. La cantidad de líquido a administrar es aquella que mantenga una adecuada perfusión hística, pero en general es de 1 000 mililitros por metros cuadrados de superficie corporal. Lo ideal es 337 administrar en el adulto 20 mL/kg/dosis de solución salina fisiológica y en el neonato a razón de 10 mL/kg/dosis o albúmina humana 5 mL/kg/dosis. La hiperventilación aplicada de forma precoz ha demostrado ser útil en las primeras horas cuando predominan los fenómenos de vasodilatación y congestión cerebral. No debe prolongarse por más de 6 horas y siempre vigilando que la PCO2 no sea inferior a 30 mmHg. Si existen convulsiones se aplicará difenilhidantoína sódica a 6 mg/kg de peso. El uso de antibióticos de ser posible estará condicionado por el aislamiento del germen causal. Se conoce desde hace más de 3 décadas que hasta el 30 % de las cepas de H. Influenzae son productoras de betalactamasas, por lo que el uso de la penicilina y ampicillina que antes resultaba muy efectivo ha dejado de aplicarse. En los pacientes en que el germen aislado es el H. Influenzae lo indicado es utilizar una cefalosporina de tercera generación: cefotaxima, cefoperazona, ceftizoxima. En nuestro medio el uso de cefotaxima a dosis de 100 mg/kg/días o ceftriazona a igual dosis ha dado buenos resultados. Si el germen es un neumococo el régimen en adultos será penicilina cristalina cuatro millones de unidades cada 4 horas más cefotaxima 2 g cada 12 horas durante 10 a 14 días. Recientemente se han publicado informes sobre la resistencia de neumococos en el 50 % de los casos a la penicilina. La aplicación de cefalosporinas de tercera generación sigue siendo muy eficaz frente al neumococo. Si el microorganismo es muy resistente a las cefalosporinas se añadirá al tratamiento vancomicina 2 a 3 gramos diarios cada 8 a12 horas o rifampicina 600 mg diarios. Si se tratara de un N. meningitidis el microorganismo aislado se aplicará penicilina cristalina cuatro millones de unidades intravenosas por 10 días. El meningococo sigue siendo muy sensible a las penicilinas. Si el germen es desconocido se aplicará una cefalosporina de tercera generación por un período de 10 días. En el recién nacido el tratamiento es el siguiente: penicilina cristalina 100 000 U/kg/día o ampicillin 300mg/kg/día más un aminoglucósido que puede ser gentamicina a razón de 7,5 mg/kg/día o amikacina 15 mg/kg/día por 14 días. Si el recién nacido no evoluciona bien o el germen es un estreptococo se utilizará una cefalosporina de tercera generación a dosis de 80 mg/kg/día, se puede mantener o no la asociación con la penicilina. En las edades de un mes en adelante si el germen es un meningococo se utilizará penicilina cristalina 500 000 U/kg/día por 7 a 10 días; si se trata de un H. Influenzae se aplica cefalosporina de tercera generación 100 mg/kg/día por 7 días. Si el germen aislado es un neumococo entonces se usa penicilina cristalina más cefotaxima a una dosis de 100 mg/kg/día por 10 a 14 días. Si el germen es desconocido, entonces se aplica una cefalosporina de tercera generación. Todo paciente con una MEB debe ser ingresado y tratado en una unidad de cuidados intensivos. 338 Pronóstico Si se deja evolucionar espontáneamente toda meningoencefalitis bacteriana es mortal. La mortalidad reportada en la mayor parte de los trabajos en casos de MEB por H. Influenzae y Neisseria Meningitidis se ha mantenido durante varios años en el 5 % de los casos. En Cuba la tasa de mortalidad en el año 2001 fue de 0,1/100,000 habitantes con una letalidad de 11,66 %. La letalidad para la MEB por neumococo en los trabajos de investigación es del 15 al 30 %. La meningococemia tiene una alta letalidad. La mortalidad en general es mayor en lactantes y ancianos. Las meningoencefalitis bacterianas tienen una tasa de letalidad del 40 al 75 % en neonatos y el 50 % de los recién nacidos quedan con alguna secuela. La edad es como se observa un importante factor para el pronóstico. Otros factores importantes para el pronóstico son: la presencia de bacteriemia, el coma, la diabetes mellitus, los déficits inmunológicos y la meningoencefalitis secundaria a un traumatismo craneoencefálico. La infección abrumadora, la tumefacción encefálica y el shock son importantes causas directas de muerte. Los pacientes que se recuperan de una meningoencefalitis por meningococos, pocos tienen secuelas neurológicas, en tanto los niños que han padecido una MEB por H. Influenzae el 25 % muestra una o más secuelas neurológicas, así como el 30 % de los pacientes que padecen una meningitis por neumococos. Las principales secuelas de las meningoencefalitis bacterianas son la epilepsia y los trastornos del aprendizaje. Secuelas no menos importantes y frecuentes son los problemas del lenguaje, la audición y los déficits motores. Abscesos encefálicos Definición El absceso encefálico (AE) es un proceso supurativo más o menos delimitado en el parénquima encefálico, resultado de la extensión hematógena o de focos vecinos de agentes infecciosos. Su frecuencia es aproximadamente la sexta parte de las meningitis bacterianas. Son más frecuentes en los países subdesarrollados; se encuentran asociados a malas condiciones socioeconómicas de la población, llegan a representar entre el 6 y el 8 % de las lesiones ocupativas del encéfalo. Aunque su incidencia disminuye con el nivel de vida, en los últimos años el peligro se ha incrementado al aumentar determinados factores de riesgo como son: los traumatismos craneoencefálicos, los trasplantes de órganos, la quimioterapia antineoplásica y el VIH; por lo que su incidencia no ha decrecido. 339 Patogenia Los organismos patógenos que provocan los AE lo originan por 3 vías diferentes: diseminación hematógena, por contigüidad y por una herida penetrante en el curso de traumas craneales o cirugía. El 90 % de los abscesos encefálicos son secundarios a un foco de supuración en un lugar externo o distante del cerebro. El 30 al 45 % de ellos son resultados de la invasión por vía hematógena; la mayor parte de los cuales se deben a una endocarditis bacteriana o a un foco séptico pulmonar; en otras ocasiones resultan de émbolos infectados que llegan directamente al encéfalo a través de una cardiopatía congénita con shunt derecha-izquierda o una malformación arteriovenosa pulmonar. Otros son provenientes de infecciones como, osteomielitis, salpingitis, amigdalitis o abscesos dentarios. Del 30 al 35 % son secundarios a infecciones de los senos paranasales, mastoiditis, otitis medias u osteomielitis de los huesos del cráneo. Entre el 10 y el 25 % son causados por traumatismos y neurocirugía. En el 20 % de los casos no es posible precisar el origen del mismo. Los abscesos encefálicos secundarios a otitis y mastoiditis se localizan en la porción media o lateral del lóbulo temporal, mientras que aquellos que son secundarios a sinusitis esfenoidal o frontal se ubican con mayor frecuencia en los lóbulos frontales y temporales. Estos abscesos se producen en el encéfalo por 2 vías; por extensión directa desde el oído medio o de los senos nasales que son sedes de osteomielitis e invaden la duramadre y las leptomeninges formando un trayecto supurativo hasta el parénquima encefálico o por extensión a lo largo de las venas, tromboflebitis de las venas superficiales o de los senos venosos. Los abscesos cerebelosos se deben con frecuencia a infección procedente del seno transverso estrechamente relacionado con el cerebelo. Los abscesos hematógenos, también llamados metastásicos, que se deben a cardiopatías congénitas con shunt derecha-izquierda no son causados por bacteriemias simples a no ser que el encéfalo esté dañado previamente. Se cree que las cardiopatías congénitas provocan una hipoxemia crónica con aumento del hematócrito y la viscosidad de la sangre, originan pequeños microinfartos que facilitan el crecimiento bacteriano en un organismo donde falta el filtro pulmonar. En los adultos las cardiopatías congénitas provocan entre el 5 y el 10 % de las AE, mientras que en niños la cifra se eleva al 60 %. La endocarditis bacteriana aguda (EBA) causada por neumococos, estreptococos beta hemolítico o estafilococos aureus producen con frecuencias abscesos encefálicos múltiples y en otros lugares del organismo. Ante un paciente con una EBA las manifestaciones cerebrales focales, el delirio o la presencia de un estado confusional son indicios de absceso 340 encefálico. Las infecciones pulmonares purulentas como bronquiectasia y abscesos pulmonares originan con frecuencia AE. En los niños con cardiopatías congénitas los abscesos encefálicos casi nunca se observan antes del tercer año de edad. La tetralogía de Fallot es la cardiopatía congénita más frecuentemente relacionada con absceso cerebral. En recién nacidos(RN) los microorganismos gramnegativos como Proteus y Citrobacter son las que producen cuadros más agudos de meningoencefalitis y abscesos cerebrales. En general los estreptococos anaerobios o microaerófilos son los gérmenes más frecuentes en la causa de los AE; con frecuencia se asocian a otras bacterias anaerobias como Bacteroides y Propionibacterium o Enterobacteriaceae como E. Coli y Proteus. Otro microorganismo frecuente productor de abscesos cerebrales es el estafilococo. Rara vez producen abscesos cerebrales el neumococo, el meningococo o el H. Influenzae. Los abscesos por estafilococos son consecuencias de TCE o neurocirugía, mientras que los estreptococos anaerobios se asocian a AE secundaria a lesiones pulmonares y sinusitis. Otras causas más raras de AE son las bacterias grampositivas y ciertos hongos como Cándida y Aspergillus. Cuadro clínico Las manifestaciones clínicas del absceso no han experimentado variación durante décadas. Los síntomas se deben más al efecto producido por la expansión de una masa encefálica que a la infección. La cefalea es con muchas ventajas el síntoma más frecuente de presentación. Se trata de una cefalea progresiva y refractaria al tratamiento. Cuando el absceso es de origen otógeno la cefalea puede estar lateralizada hacia el lado de la otitis y si el crecimiento es lento puede estar ausente. En los pacientes con infecciones crónicas del oído, senos paranasales, la reactivación de la infección puede preceder a los síntomas encefálicos. Otra forma de presentación frecuente es un cuadro de somnolencia, confusión, estupor y coma. Las convulsiones y los signos focales motores, sensitivos o trastornos del lenguaje pueden ser el inicio de un AE. La cefalea generalizada con rigidez nucal ocasionada por la hipertensión intracraneal puede ser una forma de presentación. En recién nacidos, la irritabilidad, el aumento del perímetro cefálico o las convulsiones pueden ser los síntomas iniciales. La fiebre aparece en cerca del 50 % de los enfermos y suele ser moderada; si es elevada lo más probable es que se trate de una meningitis. Cuando en ocasiones el diagnóstico se confunde con una meningoencefalitis y se trata con agentes antimicrobianos, inicialmente los pacientes mejoran, para luego en el plazo de días o unas semanas reaparecer la cefalea, los trastornos del conocimiento y los signos focales. Los signos focales y el papiledema son manifestaciones tardías de la enfermedad. 341 Las manifestaciones locales dependen del lugar del absceso. En los abscesos cerebelosos, la cefalea suele ser el síntoma inicial y está situada en la región retroauricular o suboccipital; la presencia de ataxia ipsilateral del hemicuerpo, marcha atáxica, dismetría, temblor, nistagmus, desviación conjugada de la mirada hacia el lado de la lesión son otras manifestaciones de la lesión cerebelosa. Si el paciente no puede sentarse o caminar, el síndrome cerebeloso puede ser difícil de demostrar. En estos pacientes los signos de hipertensión intracraneal son evidentes tempranamente y el cuello suele estar rígido. En la fase tardía suelen existir signos focales de tallo cerebral tales como, parálisis facial periférica, oftalmoplejía internuclear, coma y trastornos de las pupilas y la respiración. Los abscesos del lóbulo frontal se manifiestan por cefalea intensa, trastornos mentales, como enlentecimiento del curso del pensamiento, falta de atención, cambios de conducta, abulia, somnolencia y convulsiones motoras focales. Los signos focales son hemiparesia, que suele ser no proporcionada y dificultad motora del lenguaje. En los pacientes donde el absceso cerebral se encuentra en el lóbulo temporal, la cefalea puede estar localizada en la región lateral de la cabeza y se puede encontrar una afasia nominal y una cuadrantonopsia homónima superior, que a veces es el único signo. Los defectos motores y sensitivos suelen ser poco evidentes. En los abscesos del lóbulo parietal puede existir una afasia sensitiva si es el hemisferio izquierdo el afectado, con trastorno sensitivo contralateral, discalculia, confusión derecha-izquierda, agnosia digital y agrafia (síndrome de Gertsman) y cuadrantonopsia homónima inferior (haz geniculocalcarino). En el lado derecho puede existir hemisomatognosia y trastornos sensitivos contralaterales. En los abscesos del lóbulo occipital la manifestación principal suele ser una hemianopsia homónima. El cuadro clínico de las AE con frecuencia suele ser abigarrado. La cefalea puede ser manifiesta, pero en los casos de lenta evolución no aparece. La fiebre como dijimos aparece sólo aproximadamente al inicio en el 50 % de las ocasiones y suele desaparecer y no estar presente cuando aparecen los signos focales o las convulsiones. Los síntomas evolucionan durante días o semanas y van apareciendo de forma progresiva cada día. El cuadro clínico puede simular tumor cerebral o una meningoencefalitis. En ocasiones después de un cuadro febril, que desapareció, se produce una verdadera catástrofe con la ruptura del absceso hacia el sistema ventricular y el desarrollo de coma y la muerte en el plazo de horas y días. Diagnóstico Como se puede apreciar después de haber descrito el cuadro clínico del absceso encefálico, el diagnóstico en ocasiones resulta difícil y sólo un 342 detallado interrogatorio y un examen físico exhaustivo unido a la realización de la tomografía axial computarizada o la resonancia magnética nuclear facilitan el diagnóstico. Se debe sospechar un AE en todo paciente con cefalea de causa inexplicable y refractaria al tratamiento asociada a una infección de senos paranasales, otitis aguda o crónica reactivada, mastoiditis, infección pulmonar, cardiopatía congénita con shunt derechaizquierda, endocarditis bacteriana o mala higiene bucal. Otros hechos no menos importantes que nos pueden poner sobre aviso son la presencia de síntomas y signos de hipertensión intracraneal, una punción lumbar con aumento de las células entre 20 y 300/mm3 y con predominio de polimorfonucleares. La tomografía axial computarizada es el complementario diagnóstico por excelencia y es el factor aislado que más ha contribuido a la disminución de la mortalidad. En la etapa del absceso maduro, este se visualiza como una lesión con centro necrótico hipodenso que capta contraste en su periferia y se encuentra rodeada de edema, que ocasiona efecto de masa o no. La resonancia magnética, aunque más sensible para detectar lesiones pequeñas en fase de cerebritis o localizadas al nivel de la fosa posterior, necesita más tiempo para su realización y no se encuentra disponible en la mayor parte de los servicios de urgencias, lo que ha hecho que su utilización se limite a aquellos casos en los cuales existan dudas en relación con la naturaleza de la lesión (Fig. 18.1). Fig.18.1. TAC donde se muestra la presencia de un abceso cerebral en región frontal derecha rodeado de una zona de edema que produce desplazamiento de las estructuras de la línea media. Fuente: Cortesía del Dpto. de Imagenología, Inst. de Neurología y Neurocirugía de La Habana (Prof. Esperanza Barroso). 343 El análisis de la muestra de sangre periférica demuestra datos inespecíficos como es el aumento de los leucocitos entre 10 000 a 15 000/mm3, pero los resultados pueden ser normales hasta en el 40 % de los enfermos. La eritrosedimentación está elevada. Con el avance de las técnicas microbiobiológicas los cultivos son positivos hasta en el 80 % si la muestra se obtiene hasta una semana después de iniciarse el tratamiento con antibióticos. Hasta hace 2 décadas atrás los microorganismos más frecuentemente encontrados eran los estreptococos anaerobios y los estafilococos; en los últimos años el número de gérmenes anaerobios ha aumentado. Anatomía Patológica El resultado de la invasión bacteriana del encéfalo es en el primer momento una trombosis séptica de los vasos con exudado inflamatorio y acumulación de leucocitos en fase de degeneración. Alrededor del tejido necrótico se encuentran macrófagos, astrocitos, células migrogliales y venas pequeñas que presentan hiperplasia del endotelio y están recubiertos por polimorfonucleares neutrófilos. Existe edema de la sustancia blanca adyacente. En esta primera fase la lesión está mal definida y tiende a crecer al coalescer los focos inflamatorios. En el plazo de varios días la infección tiende a volverse más delimitada y el centro del absceso se llena de pus con proliferación de fibroblastos desde la adventicia de los vasos sanguíneos recién formados y tejido de granulación que se identifica bien al cabo de las 2 semanas. A medida que el absceso se vuelve más crónico el tejido conjuntivo va siendo sustituido por tejido colagenoso. La capa interior del absceso queda constituido por neutrófilos en degeneración y fibrina mientras la capa externa se fusiona con una zona alterada de sustancia blanca edematosa que contiene linfocitos y células plasmáticas. En esta etapa el absceso parece estar delimitado y en reparación, sin embargo hay pruebas de infección a su alrededor. La cápsula el absceso no es de grosor uniforme y a menudo es más delgada en su superficie medial, lo que explica la tendencia de los abscesos a extenderse en la sustancia blanca y producir abscesos satélites y edema extenso que pueden culminar en la ruptura ventricular. Diagnóstico diferencial El diagnóstico del AE no resulta fácil si no se tiene en mente. La tomografía computarizada al encontrar una lesión encapsulada generalmente facilita el diagnóstico, pero no siempre es así. Una causa de 344 error ha sido confundir el AE con meningoencefalitis, lo que se observa con relativa frecuencia. El diagnóstico diferencial se hará además con carcinoma metastásico, glioma, toxoplasmosis, hematoma intraparenquimatoso, hemorragia intracerebral, hematoma subdural, infarto agudo de los ganglios basales y el tálamo. En ocasiones la intervención quirúrgica es quien aclara el diagnóstico. Tratamiento En los últimos años se han publicado varios trabajos que señalan que con tratamiento médico se pueden obtener resultados similares al alcanzado por el tratamiento quirúrgico. Rosemblum y colaboradores plantean una mortalidad del 4% en los pacientes a los cuales aplicaron tratamiento médico, mientras que otros autores señalan que este debe ser aplicado solamente en los abscesos menores de 3 centímetros o en aquellos pacientes con alto riesgo quirúrgico. En general se estima que el tratamiento médico tiene un valor limitado, ya que al no aislarse el germen el régimen de antibióticos es empírico. Además, al aplicar el tratamiento quirúrgico es fácil obtener una muestra y aplicar un tratamiento de antibióticos racional. Siempre es recomendable la utilización de dosis máxima de antibióticos bactericidas que atraviesen la barrera hematoencefálica. Actualmente se recomienda el uso de cefalosporinas de tercera generación como cefotaxima o ceftriaxona en conjunto con metronidazol para cubrir los microorganismos anaerobios. Una alternativa es el uso en monoterapia con imipenen a dosis de 3 a 4 gramos diarios por 5 semanas. El tratamiento quirúrgico es el idóneo. A lo largo de los años se han empleado diversas técnicas; pero la punción-aspiración y la escisión del absceso son las técnicas ideales. Desde la aparición de la tomografía axial computarizada la punción-aspiración mediante estereoataxia ha aumentado la eficacia con resultados similares a la escisión. Se aplica cuando las lesiones son de difícil abordaje quirúrgico, múltiples, en los abscesos del cerebelo y en casos de piocefalia. Esta técnica tiene la ventaja de causar menor daño cortical y por tanto menor riesgo de epilepsia y secuelas neurológicas, por lo tanto se considera la técnica de elección excepto en los abscesos grandes y superficiales. En las lesiones de gran tamaño y con efecto de masa, de localización superficial, la técnica de punción-aspiración con drenaje externo intracavitario y acompañada de lavados diarios con antibióticos ha dado resultados alentadores. Numerosos autores señalan tener mejores resultados con la escisión radical del contenido y la cápsula; pero en dichos trabajos los enfermos se seleccionan en función del tamaño, localización o etapa del absceso de manera que ambas técnicas no resultan comparables entre sí. 345 Pronóstico El pronóstico de los AE ha cambiado de manera radical en las 3 últimas décadas. De una mortalidad del 40 al 50% en la primera mitad del siglo XX, en la actualidad está alrededor del 5 al 10 %. Esta disminución en la letalidad obedece al desarrollo alcanzado por la neurorradiología, las técnicas microbiológicas, la quimioterapia antimicrobiana y el sostenido desarrollo de la neurocirugía. Los principales factores que intervienen en el pronóstico son: el nivel de conciencia (se considera el más importante), la fuente de infección y la localización de la lesión que están íntimamente relacionadas. Los abscesos metastásicos tienen un peor pronóstico por ser de localización profunda y múltiples. La edad es determinante; la mortalidad es mayor en niños menores de 2 años y en adultos por encima de los 40. Las mujeres por su parte parecen tener un mayor riesgo de morir. La forma de progresión está relacionada directamente con la mortalidad; los AE de instalación aguda tienen mayor mortalidad que aquellas cuyo cuadro clínico evoluciona más lentamente. El tipo de tratamiento empleado es un tema controvertido, ya que el déficit resulta mayor con la escisión radical que con la punción. De las secuelas la más frecuente es la epilepsia. Entre el 50 y el 70 % de los pacientes desarrollan una epilepsia en el transcurrir de los 3 primeros años. Otras secuelas son: afasias; déficit motores y sensitivos, hemianopsia, déficit conductuales y mentales. Empiema subdural Definición El empiema subdural (ES) es una colección purulenta que se produce entre la superficie interna de la duramadre y la superficie externa de la aracnoides ocasionada por la invasión de microorganismos patógenos. No se trata de una afección rara y representa aproximadamente la quinta parte de los abscesos encefálicos. Patogenia El ES suele ser complicación de procesos óticos o sinusales, que aparecen tras la invasión de la duramadre. La infección procede generalmente de los senos etmoidales o frontales y con menor frecuencia de infecciones del oído medio, celdas mastoideas y de los senos esfenoidales. Se describen casos secundarios a traumatismos craneoencefálicos y meningitis, fundamentalmente en niños. Los gérmenes aislados con mayor frecuencia son estreptococos 346 aerobios y anaerobios (no hemolíticos, viridans, S. milleri); seguidos por estafilococos aureus e infecciones mixtas (bacilos gramnegativos y estreptococos). Otros gérmenes menos frecuentes son E. Coli, Pseudomonas y Proteus. En el 50 % de los pacientes donde la enfermedad no está relacionada con la neurocirugía no es posible el aislamiento del germen. En los últimos años el número de casos ha aumentado en relación con las intervenciones quirúrgicas del cráneo y de los senos paranasales. La infección se produce por invasión directa del espacio subdural a través de la duramadre y el hueso o por diseminación a partir de una tromboflebitis séptica de los senos venosos, principalmente al seno longitudinal superior. Rara vez se produce un empiema subdural por diseminación hematógena. Cuadro clínico En la historia del paciente generalmente se recoge el antecedente de una mastoiditis o una sinusitis crónica reactivada recientemente que ha dado lugar a dolor local y aumento de las secreciones purulentas por el conducto auditivo o la nariz. Las primeras manifestaciones clínicas de la invasión intracraneal son cefalea, fiebre, malestar general y vómitos. En sus inicios la cefalea suele ser localizada, pero más tarde se hace generalizada. Días después se instaura somnolencia, estupor, que progresa rapidamente hacia el coma. Al unísono aparecen los signos de focalización neurológica como: hemiparesia, déficits sensitivos, convulsiones motoras unilaterales, parálisis de la mirada conjugada, afasia y un síndrome meníngeo. El líquido cefalorraquídeo muestra un aumento de la presión intracraneal con hipercelularidad entre 50 y 1000 células/mm3 con predominio de polimorfonucleares neutrófilos. Las proteínas están elevadas entre 70 y 350 mg/dL. La glucosa es normal. Si el paciente está estuporoso o en coma no se debe proceder a realizar la punción lumbar. Anatomía patológica El pus se encuentra cubriendo el hemisferio cerebral por debajo de la duramadre. Su volumen varía desde unos cuantos mililitros hasta 200 o más. La masa purulenta puede estar localizada o extendida hasta la misma cisura interhemisférica. En ocasiones se encuentra en la fosa posterior cubriendo el cerebelo. Por debajo del exudado la aracnoides aparece opaca y deslustrada y se observan venas engrosadas por trombosis venosas. El hemisferio cerebral está comprimido y en los casos graves y fallecidos se pueden encontrar hernias transtentoriales. El examen microscópico muestra que el exudado está organizado y existe infiltración de la 347 aracnoides por leucocitos polimorfonucleares neutrófilos, células mononucleares y linfocitos. En las capas superficiales de la corteza se observan signos de necrosis isquémica. Exámenes complementarios Con anterioridad se ha comentado las características del líquido cefalorraquídeo. La punción lumbar está contraindicada si el enfermo está en estupor o coma por el peligro de desencadenar el enclavamiento de las estructuras de la fosa posterior y por consiguiente la muerte. La tomografía axial computarizada y la resonancia magnética nuclear son los complementarios de mayor rendimiento diagnóstico. Las imágenes de la TAC muestran que las meninges que rodean el empiema están intensificadas lo que se observa con mayor nitidez con la resonancia magnética. También se observa con claridad la acumulación de pus. Las radiografías simples del cráneo revelan con frecuencia la inflamación de las mastoides, la sinusitis y la osteomielitis de los huesos del cráneo. Tratamiento El drenaje mediante agujeros de trépanos de boca amplia y múltiples o a través de un colgajo de craneotomía amplia en los casos de empiema de fosa posterior o interhemisférico es el tratamiento requerido. La cirugía debe simultanearse con tratamiento con antibióticos. La penicilina cristalina a dosis de 20 a 24 millones de unidades diarias intravenosos debe acompañarse de 2 a 4 gramos de cloranfenicol Si el examen bacteriológico de la muestra obtenida tras la cirugía es positivo el tratamiento se impondrá sobre la base de la sensibilidad del agente causal. En particular el uso de las cefalosporinas de tercera generación ha dado resultados satisfactorios. El tratamiento debe mantenerse durante 10 a 14 días. Si el paciente no es tratado el final es la muerte. Encefalitis por virus del herpes simple Definición La encefalitis por virus del herpes virus del adulto es una enfermedad inflamatoria grave y esporádica del encéfalo como consecuencia de la infección del sistema nervioso central por el virus tipo 1 del herpes simple. En los niños recién nacidos el virus del herpes simple causa una encefalitis consecutiva a la infección por el virus del tipo 2 procedente de la infestación 348 de los genitales maternos. Es la forma más frecuente y grave de todas las encefalitis esporádicas en el mundo, y en los Estados Unidos de Norteamérica representa el 10 % de todos los casos de encefalitis con 2 000 a 4 000 casos nuevos al año. La incidencia anual se ha calculado en un caso por cada 200 000 a 500 000 habitantes. Patogenia El virus del herpes simple es de gran tamaño y mide aproximadamente 180 micras. Está constituido por DNA. El hombre es el huésped natural de este virus, el cual posee capacidad para producir lesiones bucales, cutáneas y genitales recurrentes. Con frecuencia permanece latente durante largo tiempo en los ganglios geniculados, trigéminos y sacros. Existen al menos 2 cepas identificadas de este virus, las que muestran comportamientos diferentes. El tipo 1 se aísla en los tejidos bucales y cutáneos por encima de la cintura y como mencionamos es el responsable de los casos esporádicos de la encefalitis en el adulto. El tipo 2 está asociado a lesiones genitales y es el responsable de la encefalitis en el neonato. La densidad del DNA del tipo 1 es menor que la del tipo 2. Muchos de los aspectos relacionados con los mecanismos por los cuales el virus del herpes simple causa encefalitis no están totalmente aclarados. La mayor parte de las infecciones parecen ser el resultado de una infección primaria o secundaria a herpes bucal o cutáneo. Se han sugerido 2 vías de infección para las lesiones del sistema nervioso. Se considera que el virus permanece latente en los ganglios trigéminos y después de reactivarse invade la mucosa nasal y posteriormente las vías olfatorias. Otra forma es la activación en los ganglios trigéminos y su extensión a través de las fibras nerviosas que inervan las meninges. La capacidad del virus del herpes simple para avanzar dentro de los nervios ha sido reconocida desde hace mucho tiempo. Cuadro clínico La encefalitis por herpes simple tipo 1 del adulto es una enfermedad esporádica que tiene muchas veces un efecto devastador sobre el sistema nervioso central. La enfermedad origina una combinación de síntomas y signos característicos de las encefalitis a los que se suman manifestaciones focales del sistema límbico del lóbulo frontal. El inicio suele ser brusco con cefalea intensa, fiebre, delirio y frecuentemente convulsiones generalizadas o focales. En unas cuantas horas después del inicio los pacientes pierden la conciencia y presentan déficits motores unilaterales o bilaterales. En ocasiones el curso de la enfermedad es subagudo, caracterizado por cambios de conducta que es motivo de ingreso en centros hospitalarios. 349 Se presentan alucinaciones olfatorias y gustativas, anosmia y crisis del lóbulo temporal. La memoria está afectada desproporcionadamente, lo que es signo de afectación del hipocampo. Pueden existir mioclonías, cambios de personalidad, con afasias, hemiparesias y desviación conjugada de los ojos. El curso de la enfermedad se caracteriza por fluctuaciones en la intensidad de los síntomas y tales cambios ayudan a diferenciarla del curso progresivo de los tumores y los abscesos cerebrales. Anatomía patológica Los cambios patológicos se caracterizan por distribución bilateral de lesiones necrosadas hemorrágicas, más abundantes en el hipocampo, amígdalas, porción medial del lóbulo temporal, superficie orbitaria del lóbulo frontal, corteza de la ínsula y cíngulo, de distribución asimétrica. En el examen microscópico se observa necrosis intensa de todos los elementos del tejido nervioso y la presencia de inclusiones intranucleares eosinófilas en astrocitos, oligodengroglias y neuronas. La reacción inflamatoria está compuesta por linfocitos y células mononucleares y el exudado meníngeo es moderado. La presencia de hemorragias de tamaño pequeño dentro de las lesiones y la superficie de la piamadre son constantes. Diagnóstico El diagnóstico descansa en la sospecha clínica y se confirma con los datos de laboratorio. En ocasiones resulta muy difícil. La punción lumbar muestra un aumento de la presión del líquido cefalorraquídeo con aumento de la celularidad que se encuentra entre 20 y 500 células con un promedio de 200. El predominio es de los linfocitos, aunque pueden haber algunos neutrófilos. En un número pequeño de pacientes se encuentran en el líquido abundantes eritrocitos el cual puede ser xantocrómico. Las proteínas están aumentadas. El electroencefalograma es anormal con cambios que aunque no específicos de la enfermedad, al menos la sugieren y que consisten en ondas periódicas agudas de alto voltaje en las regiones temporales y complejos de ondas lentas a dos-tres ciclos por segundos. La tomografía axial computarizada muestra zonas de hipodensidad en las regiones temporales y afectadas en el 60 % de los enfermos. Las imágenes en T1 en la resonancia nuclear magnética permite apreciar áreas hipointensas con edema alrededor de la lesión y zonas de hemorragias en porción inferior de los lóbulos frontales y temporales. Las imágenes en T2 muestran zonas hiperintensas en estas mismas regiones. 350 La reacción de cadena de la polimerasa (PCR) con amplificación del DNA a partir del líquido cefalorraquídeo y el estudio de anticuerpos fluorescentes durante los primeros días, son pruebas de indudable valor diagnóstico. La detección del ADN vírico mediante PCR se basa en la utilización de sondas o primers de oligonucleótidos, que se reconocen y se fijan al ADN vírico. Posteriormente este complejo se amplifica por una ADN polimerasa, que permite así el diagnóstico, aun con cantidades pequeñas de ADN vírico. Esta técnica es actualmente el método ideal para el diagnóstico inmediato de la encefalitis herpética con una positividad del 95 %. Existen falsos positivos por contaminación que pueden eliminarse mediante una correcta asepsia y control riguroso del laboratorio. Los falsos negativos se producen si el LCR se extrae muy rápido o si se extrae 5 a 7 días después de haber instaurado el tratamiento antiviral. Debe hacerse el diagnóstico diferencial de la encefalitis por virus del herpes simple de otras encefalitis virales, de la encefalitis hemorrágica de Hurst, de las trombosis sépticas de los senos venosos, del empiema subdural, el absceso cerebral y los tumores del lóbulo temporal. Tratamiento La encefalitis por herpes simple es un proceso de carácter grave que se acompaña de una elevada mortalidad y que evoluciona hacia la muerte o hacia severos déficits neurológicos si no se trata adecuadamente. Una de las causas de muerte es el edema cerebral que se acompaña del aumento de la presión intracraneal. Por lo que una de las primeras medidas será el manejo de la misma según se plantea en el capítulo 15 de esta obra. La aplicación del agente antiviral aciclovir ha demostrado ser eficaz tanto en la reducción de la letalidad como la morbilidad. El aciclovir se administra por vía intravenosa a la dosis de 30 miligramos por kilogramo de peso durante 10 a 14 días. Se debe administrar ante la sospecha diagnóstica, de no confirmarse y existir otro diagnóstico la retirada del medicamento es inocua. Las principales reacciones secundarias del aciclovir son: la irritación local de la vena por donde se administra con la consiguiente flebitis, náuseas, vómitos, elevación de las enzimas hepáticas y trastornos leves de la función renal. Se ha descrito como complicación el desarrollo de una encefalopatía indistinguible del cuadro de la encefalitis herpética. 351 Biblio g rafía Bibliog Alderson D, Strong AJ, Ingham HR, Seldokom JB. Fifteen year review of the mortality of brain abscess. Neurosurgery 1981; 8: 1-6. Almirante B, Cortes E, Pigrau C, Gasser I, del Valle O, Campos L, et al. Tratamiento y pronóstico de la meningitis neumocócica en adultos. Estudio de una serie reciente de 70 episodios. Med Clin(Barc) 1995; 105; 681-6. Anuario Estadístico de Salud 2001. Dirección Nacional de Estadística. Ministerio de Salud Pública. República de Cuba. 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