NUEVOS MODELOS DE FAMILIA - Teléfono de la Esperanza

Transcripción

NUEVOS MODELOS DE FAMILIA - Teléfono de la Esperanza
Número 228 I MARZO - ABRIL 2009
Revista del Teléfono de l a Esperanza
avivir
www.telefonodelaesperanza.org
COMO DAR RESPUESTA A LOS
NUEVOS MODELOS
DE FAMILIA
En 20 años se ha
duplicado el número de
españoles que viven solos
Virginia Cagigal:
“Si hay un hilo de amor,
hay familia”
Nuevas terapias
para nuevos estilos
de convivencia
SUMARIO
SUMARIO
Carta del Director
A fondo
Familias para todos los gustos // 6
De la familia tradicional a los nuevos modelos familiares
Por Herminio Otero
Nueva terapia familiar // 14
La salud psíquica en los nuevos estilos de convivencia
Por Alejandro Rocamora
Jóvenes ‘a la intemperie’ // 20
Cuando los matrimonios se derrumban, los hijos pueden quedarse bajo
los ‘escombros’ si no se les ‘rescata’ con grandes dosis de amor
Por José Luis Rozalén
Los nuevos hijos // 26
Cómo ponerse en el lugar del niño
Por José María Jiménez
Entrevista // 34
Con Virginia Cagigal, de la Unidad de
Intervención psico-social de la Universidad Pontificia Comillas
Por Gloria Díez
Cine // 42
Imágenes de familia
Por Norberto Alcover
A pie de calle // 52
La familia y uno más: la crisis
Por Antonio Saugar
Director:
Pedro Miguel Lamet
Colaboradores:
Herminio Otero
Alejandro Rocamora
Redactor jefe y Publicidad: José Mª Jiménez
Fernando Alberca
Gloria Díez
José Luis Rozalén
Diseño gráfico:
Antonio Saugar
José Luis Mendoza
Coordinación:
Edita:
Impact 5
Teléfono de la Esperanza
Tel.: 917 818 795
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Con la financiación de:
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y administración:
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e-mail:
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Carta del Director
TODO LO QUE NECESITAS
ES AMOR
All you need is love: “Todo lo que necesitas es amor” cantaban
los Beatles sintetizando en pocas palabras el sentido mismo de
la vida. Pues desde que el hombre es hombre ha experimentado el instinto de crear un hogar y reproducirse en él. Noel
Clarasó lo decía con humor: “El hombre puede llegar a no
tener familia, pero empieza siempre por tenerla: en eso de
la familia hay algo que no depende de uno”.
Pues bien, todo el mundo dice que ese núcleo primario
de convivencia está en crisis. Separaciones, divorcios, solterías más o menos obligadas, uniones de homosexuales, padres o madres que crean familias monoparentales, hijos que no se deciden a salir de casa y
fundar sus propios hogares... ¿Qué pasa realmente? La primera respuesta podría ser que en general nuestro
mundo está en crisis respecto a los valores tradicionales no sólo en lo que respecta a la familia sino en toda
su cosmovisión axiológica.
Ante estos hechos y las consecuencias que pueden tener, sobre todo para los más débiles -hijos, ancianos,
esposas maltratadas-, hay un sector de la sociedad que se indigna y reclama una urgente vuelta al pasado,
que pide a voces la vuelta de la familia tradicional sea como sea. Pero el proceso vital en este mundo no
es una película que pueda rebobinarse de pronto en una moviola. La historia avanza hacia adelante y los
hechos, se esté o no de acuerdo con ellos, son los que son.
Para defender esa familia tradicional suele esgrimirse como único valedero un cierto modelo cristiano. Sin
embargo no deja ser paradójico que el fundador del cristianismo defendiera una familia que debía superar
los vínculos de la carne y la sangre: “Estos son mi madre y mis hermanos” afirma, cuando le aseguran que
le buscan su madre y sus hermanos, dirigiéndose a la pobre gente que le rodeaba. Tampoco sería de recibo
que la familia sea sólo patrimonio de una afiliación política concreta, porque esto excluiría sus valores y
ventajas para otras opciones y partidos dentro de un sano y lícito pluralismo democrático.
De todo ello se deduce que no nos sirven las lamentaciones y nostalgias, y que sólo podemos jugar con las
cartas que tenemos, partiendo de la realidad constatable y desnuda, con sus limitaciones y posibilidades.
Dado lo delicado del tema, hemos recabado para diseñar este número el asesoramiento de la Unidad de
Intervención psico-social de la Universidad Pontificia Comillas y más en concreto de su director, Rufino
Meana, al que agradecemos su colaboración.
Ante una problemática tan diversa se impone primero analizar la nueva tipología familiar que está surgiendo de los actuales comportamientos y formas de vida. Luego vendrán las respuestas, las terapias,
los esbozos de soluciones. Conscientes no obstante de que, en este laberinto de hijos, padres y abuelos,
atrapados por continuos desafíos que les plantea esta era de globalización e irrupción de las libertades,
no podemos contar con respuestas preestablecidas. “No podemos responder a los problemas del mañana
con soluciones de ayer” decía el lúcido Pedro Arrupe. Aunque no sería poco si somos capaces de describir
la situación y comprender cuáles son los vectores que nos conducen al futuro. Es lo que modestamente
pretendemos con este número.
En la entrevista que publicamos hay una frase de Virginia Cajigal de Gregorio que vale por todo él: “Si
hay un hilo de amor, hay familia”. Es verdad que el ideal es un núcleo familiar completo con padres, hijos,
abuelos, como toda la vida. Pero si éste falta, o está truncado o es inviable, un poco de amor puede salvar y
curar, venga de quien venga. “Todo lo que necesitas es amor”. Así de sencillo y así de difícil. ¿Quién no ha
tenido alguna experiencia iluminadora en este sentido? Aquella tía, aquella abuela, aquel padre viudo que
tiró para adelante. A partir de ahí pueden buscarse soluciones más ambiciosas, desde luego, que repercutirán sin duda no sólo en la felicidad de las personas, sino también en el bienestar de la sociedad. Pues ya lo
decía el viejo Sófocles: “El que es bueno en familia es también buen ciudadano”.
Pedro Miguel Lamet
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A Fondo
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A Fondo
FAMILIAS PARA TODOS
LOS GUSTOS
Por Herminio Otero
De la familia tradicional
a los nuevos modelos
familiares
La familia ya no es lo que era. Dentro de una sociedad cada vez
más cambiante, ha disminuido considerablemente la proporción
de hogares que representan el modelo de familia nuclear “clásico” (padre, madre y al menos un hijo), al tiempo que han ido apareciendo nuevos modelos familiares, cada vez más habituales,
que se consideran normales aunque no ya tradicionales.
Hace poco más de medio siglo comenzó a decirse que “familia que reza unida permanece unida”. Se cantaba entonces que “la televisión pronto llegará y todo cambiará”. Y la televisión llegó
y todo cambió. Algunos volvieron a decir que “familia que ve la televisión unida permanece unida”. Era de broma, pero la televisión nos puso
contra la pared y la vida fue distinta, no porque la
televisión la transformara sino porque el mundo
cambió de repente (un poco antes en Europa que
en España). ¿Y la familia? Hundía sus raíces en la
noche de los tiempos: había nacido de las tribus
y clanes y serpenteó a lo largo de la historia acomodándose a las diferentes culturas. Y lo sigue
haciendo hoy. Las normas de la familia pueden
ser distintas en cada caso, y los valores, diferentes, lo mismo que las estructuras sociales que la
sustenten, pero la organización de la sociedad en
familias es prácticamente universal.
El artículo 16 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos (1949) establece que
“la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del estado”. O sea, que
todo el mundo tiene derecho a tener y a formar una familia.
Pero las Naciones Unidas proclamaron 1994 como
Año Internacional de la Familia, entre cuyos objetivos estaba promover la producción y difusión
de conocimientos acerca de la situación de la institución familiar.
La familia sigue siendo
la institución social más
valorada en España
Por entonces comenzó a tomarse clara conciencia
de que los cambios demográficos, sociales, económicos y culturales registrados en el mundo habían trastocado el propio concepto de familia y su
función social, y se fortificó la hipótesis de que
la idea parsoniana de familia nuclear, como modelo universal, ya no servía como punto de referencia. Lo que Morgan denominó consanguinidad, historiadores y antropólogos, parentesco, y
los sociólogos, familia; se estaba evaporando, difuminando, disociando. Y el término “familia” fue
perdiendo su sentido etimológico hasta el punto
de no encontrar un indicador único, claro y preciso de lo que se debe entender por familia.
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A Fondo
Qué es una familia
¿Y qué es una familia? Los expertos la definen
como un grupo de personas, unido por vínculos
afectivos, de sangre, legales, económicos y de
convivencia. Este grupo cumple una serie de funciones fundamentales para la supervivencia de
sus miembros y de la sociedad, pues está estructurado como un sistema de relaciones abierto:
está más o menos pautado y es estable gracias
al equilibrio que mantiene entre la tendencia a la
continuidad y la constante transformación producida por el cambio de alguno de sus miembros o
del contexto en el que se inserta.”
Centrándonos en nuestra cultura europeo-mediterránea de inicios del siglo XXI, se considera familia al núcleo formado por un adulto o una pareja estable que convive con sus hijos y que se
configura por lazos fundamentalmente afectivos
y de convivencia, ya que la familia ha vivido en
los últimos tiempos uno de los cambios más relevantes. Detrás de esos cambios se encuentran el
deseo de “autorrealización” y la progresiva subjetivización de las relaciones, que han convertido
a la familia (institución rígida y bien pautada en
otros tiempos) en una realidad fundamentalmente psicológica: “mi familia”, cuya estructura viene
amalgamada con vínculos de afecto y de convivencia, y cuyos cambios provienen de la superación del tipo de vínculos que la conforman.
• Superación de los vínculos legales: parejas de hecho, convivencia con mayores de
edad sobre los que no se tiene ya tutela...
• Superación de los vínculos “sanguíneos”
y reproductivos: parejas homosexuales,
parejas con hijos adoptivos, crianza de los
hijos del cónyuge con los que tampoco se establecen vínculos legales...
• Superación de los vínculos económicos:
independencia económica de las mujeres,
los hijos ya no son un seguro de vida...
• Superación de los vínculos sociales: valoración positiva de la soltería, normalización
de las familias monoparentales y de las rupturas matrimoniales...
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Según esto, la familia nuclear sería el grupo formado por un matrimonio y sus hijos (biológicos o
adoptivos, de un solo cónyuge o de ambos), una
pareja de hecho (heterosexual y homosexual) y sus
hijos, un/a viudo/a o un/a soltero/a y sus hijos...
Los nuevos modelos de
familias, las monoparentales
y las reconstituidas, son
las que más acuden a
los servicios sociales
reclamando ayuda para
atajar la conflictividad
de sus hijos
La familia, en crisis
Las tres últimas décadas han estado marcadas
por una visión cada vez más apocalíptica de la
realidad de la familia, a la que se ve sometida
a crisis y cuya disolución llega incluso a barruntarse por estudiosos, medios de comunicación y
conversaciones de calle.
Más allá de una visión supuestamente progresista, que tacha a la familia de opresora y de
transmisora de unas estructuras sociales injustas, o de una visión tradicionalista, que considera que la familia actual no es una verdadera familia y que vaticina su muerte –y con ella, la de la
cultura– si no se da marcha atrás restableciendo
los papeles “naturales”, las jerarquías y la institucionalización legal y sancionada moralmente, hay
una visión más positiva: la familia actual vive una
fase de replanteamiento y adaptación de los modelos familiares, de la que puede salir fortalecida
y renovada, como ha sucedido en otras ocasiones
a largo de la historia y de las diversas culturas.
En Europa este cambio se produjo progresivamente tras la II Guerra Mundial. En España se
concentró en los cambios económicos, políticos
y sociales que tuvieron lugar en la transición democrática, y que podemos resumir así a partir del
esquema de la profesora Ana Berástegui:
A Fondo
• Cambios legislativos derivados de la Constitución: La igualdad hombre y mujer, la igualdad de todos los hijos frente a la ley, la despenalización sexual (adulterio, Ley del divorcio,
homosexualidad...) permitieron regular muchas situaciones de hecho, pero se creó un ambiente de fragilidad. Salieron a la luz diversos
colectivos sociales que reclamaron el derecho
de ser legitimados como familia: familias reconstituidas, parejas de hecho, parejas homosexuales, familias adoptivas, familias monoparentales...
• Secularización de la sociedad: La familia católica dejó de ser la única legal y moralmente aceptable y se convirtió en una
más de las formas de ser familia. Los valores se diversificaron y uno de los cuales, el
de la sexualidad, llevó a la separación de los
conceptos sexo-matrimonio-procreación. La
sexualidad ya no representa lo puro y lo misterioso como pilar de la reproducción.
• Influencia de los avances científicos: La
revolución de los electrodomésticos cambió
la forma y el tiempo dedicados al trabajo
doméstico, y la revolución de la medicina
aumentó la esperanza de vida y proporcionó acceso a los métodos anticonceptivos
y de reproducción artificial. Mi profesor de
moral recordaba cómo se decía que Pablo
VI había dado marcha atrás en el reconocimiento de la píldora y otros medios anticonceptivos en la Humanae vitae no tanto
por considerarlos inaceptables en sí mismos sino por el temor al aumento de las relaciones extramatrimoniales.
• Desarrollo del estado de bienestar: “La
familia deja de ser una necesidad de supervivencia y se convierte en una necesidad de
identidad y autorrealización”.
• Cambio en los modelos económicos y de
trabajo: La mujer fue entrando progresivamente en el mercado laboral, a la vez que
se retardaba la entrada de los jóvenes en
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A Fondo
ese mismo mercado, con los consiguientes
cambios en la estructura familiar: ausencia
de la madre, permanencia de los hijos en el
hogar familiar... Por otra parte, “el aumento de la inmigración en España y la progresiva apertura de nuestras leyes a la reagrupación familiar nos hace convivir con modelos
familiares basados en otros valores y otras
culturas, amén de la pluralidad que se ha ido
importando de los modelos europeos de familia, a los que tratamos de equipararnos.”
• Influencia de los medios de comunicación social: En las teleseries de máxima audiencia se alientan modelos de “familia feliz
tipo” a la vez que se reflejan todo tipo de nuevas situaciones familiares, generalizándolas
como si fueran comunes. Por otra parte, se
plantean imágenes de crisis recalcando los
macabros entresijos de familias desestructuradas (violencia contra la mujer, abandono
de ancianos, maltrato a los niños...) o amplificando situaciones particulares (confesiones televisivas de las relaciones personales)
sin plantear que no son realidades comunes
o necesariamente gestadas por nuestra sociedad y nuestra familia actual.
Nuevos modelos de familia
Todos estos cambios han llevado poco a poco a
configurar un nuevo mapa de las familias, en el
que la familia tradicional aparece desdibujada y ha
ido perdiendo sus antiguos puntos de referencia.
La familia, que originariamente fue definida como
“unidad de consumo y producción de bienes y
servicios”, y luego como “refugio de estabilidad
psíquica y afectiva de los adultos”, se define hoy
como “matrimonio, parentesco o convivencia que
constituyan núcleos estables de vida en común”.
O sea, en la actualidad se entiende por familia
“toda convivencia bajo el mismo techo con ánimo
de permanencia y ámbito de privacidad, sin considerar sexos, edades o existencia de parentesco
legal”. Con ello, el concepto de familia no sólo se
separa del de matrimonio, sino que se desconecta de lo que ha sido la base y el fundamento de la
institución familiar en todas las culturas: la hete-
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Según datos del Instituto
Andaluz de Estadística de
2006, el 48 por ciento de los
hogares malagueños estaba
formado por parejas de hecho, divorciados, matrimonios homosexuales o madres
solteras, lo que ya no responde a la estructura clásica
de matrimonio con hijos
A Fondo
NUEVO MAPA DE LA FAMILIA
Categorías
1970
1991
2001-2003
Tamaño medio de la familia
3,8
3,2
2,9
Edad media de las mujeres
al primer matrimonio
19,7
23,9
28,6
Edad media de las madres al
nacimiento del primer hijo
20,8
25,3
29,7
2,8
2,2
1,26
21,2%
24,4%
36
Número medio de hijos
por mujer
Porcentaje de mujeres casadas
con empleo
Porcentaje de hogares con un
adulto e hijos
7%
Otro tipo de hogares
Nacimientos fuera
del matrimonio
rosexualidad. A la vez, va desapareciendo poco
a poco el modelo patriarcal, que ha prevalecido durante siglos, y se está dado paso a tantos tipos de familias como sociedades, clases
sociales, sistemas políticos y sociales existen.
(Véase en el recuadro los diversos Tipos de
familia actuales).
En esa tipología hay que incluir los modelos que
han aparecido o que se han hecho más habituales en las dos últimas décadas: homosexuales,
lesbianas, solteros o solteras con hijos creados
por inseminación in vitro, segundo matrimonio
con hijos aportados por ambos cónyuges del matrimonio anterior...
Detrás de esos datos se esconden otras variables que también conviene tener en cuenta.
Véanse los datos del Nuevo mapa de la familia, que nos permiten situarnos en el origen de
ese cambio y descubrir las raíces del la situación actual.
15,5%
----
10,7%
21,4%
Importancia de la familia
Poco a poco los nuevos modelos de familia han
comenzado a equipararse a los tradicionales. Y
ahora el hogar tradicional se ve desbancado por
modelos de familia para todos los gustos, surgidos por el retraso en la formalización de las parejas, la aparición de nuevas fórmulas de convivencia, la caída de la fecundidad y el incremento de
las separaciones y divorcios.
Vayámonos a Málaga, por ejemplo. Según datos
del Instituto Andaluz de Estadística (IEA), desde
1990 se duplicó el número de malagueños que decidieron vivir solos, de modo que, en 2006, el 48
por ciento de los hogares estaba formado por parejas de hecho, divorciados, matrimonios homosexuales o madres solteras, lo que no responde a
la estructura clásica de matrimonio con hijos.
Así se ha llegado a una situación en la que las familias son aquellas que cada uno elige o a las que se
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A Fondo
TIPOS DE FAMILIA
Frente a la homogeneización del modelo familiar, que todavía flota en las representaciones sociales, cada vez es mayor la diversidad de configuraciones de familia.
lia más frecuente en la Unión Europea.
De la familia reconstituida más antigua,
la de toda la vida, es de donde proviene
la figura del padrastro o madrastra.
• Familias nucleares: Están compuestas por un hombre y una mujer, unidos
mediante matrimonio y sus hijos. Es el
más frecuente en Europa.
• Familias con hijos adoptivos: Son
familias, con hijos naturales o sin ellos,
que han adoptado uno o más hijos.
Pueden ser familias de cualquiera de
los tipos anteriores.
• Familias nucleares simples: Están
formadas por una pareja sin hijos.
• Familias en cohabitación: Convivencia de una pareja unida por lazos afectivo, pero sin el vínculo legal del matrimonio. Son las parejas de hecho, cada
vez más frecuentes, especialmente entre los jóvenes.
• Hogares unipersonales: Hogares formados por una sola persona, mujer o varón, ya sea joven (suelen ser solteros),
adulta (generalmente separados o divorciados), anciana (generalmente viudos).
• Familias monoparentales: Están constituidas por un padre o una madre que
no vive en pareja y vive al menos con un
hijo menor de 18 años. Puede vivir o no
con otras personas (abuelos, hermanos,
amigos...). En España vive un adulto
solo con uno o varios hijos en 7 de cada
100 hogares. Las mujeres encabezan 9
de cada 10 hogares monoparentales.
• Familias reconstituidas: Se refiere a
la familia que, rota después de un divorcio, se rehace con el padre o madre, que tienen a su cargo los hijos y
su nuevo cónyuge, que también puede
tener hijos. Es ya el tercer tipo de fami-
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• Familias biparentales: Están constituidas por parejas del mismo sexo: dos
hombres o dos mujeres (desde 2005 la
ley permite que se constituyan también
en matrimonio legal), que pueden convivir solas, con hijos propios o adoptados,
o concebidos a partir de métodos de fecundación artificial o a través de vías alternativas a las de la procreación en el
marco de una pareja convencional.
• Familias polinucleares: Padres o
madres de familia que debe atender
económicamente, además de su actual
hogar, algún hogar monoparental dejado tras el divorcio o la separación, o a
hijos tenidos fuera del matrimonio.
• Familias extensas: Abarcan tres (o
más) generaciones y están formadas
por los abuelos, los tíos y los primos.
Todavía subsisten, especialmente en
ámbitos rurales, aunque van perdiendo
progresivamente relevancia social en
los contextos urbanos.
• Familias extensas amplias o familias compuestas: Están integradas por
una pareja o uno de los miembros de
ésta, con uno o más hijos, y por otros
miembros parientes y no parientes.
A Fondo
ve abocado a elegir debido al aumento de la edad
de la primera maternidad, la disminución del número de hijos por pareja o las crisis y disoluciones de los matrimonios. Todo ello ha terminado por
crear núcleos familiares monoparentales, el 90 por
ciento de los cuales procede de padres divorciados.
Uno de cada 10 malagueños, por ejemplo, forma
parte de un hogar con un solo progenitor y uno de
cada cuatro nace fuera del matrimonio.
y personal. De hecho, datos recientes de la misma provincia de Málaga nos dicen que los nuevos
modelos de familias, las monoparentales y las reconstituidas -aquellas parejas en las que uno o los
dos progenitores proceden de anteriores unidades
familiares que se han roto-, son las que más acuden a los servicios sociales del Ayuntamiento de la
capital reclamando ayuda para atajar la conflictividad de sus hijos. Pero ése es otro tema.
Los miembros de estas familias monoparentales
dicen que son familias “normales” aunque no sean
tradicionales. De hecho ya no se ve “feo” ni “raro”
una madre soltera ni una divorciada, aunque en
la práctica deban seguir asumiendo un doble rol,
el del padre y la madre, con la dificultad que entraña compatibilizar la vida familiar con la laboral
Con todo, la familia sigue siendo la institución social más valorada en España, donde se ha dado
el paso de la “familia para sobrevivir” a la “familia
para ser feliz”. Nos encontramos con una familia
algo desorientada que subsiste en las nuevas generaciones y trata de reorganizarse, de adaptarse a la realidad concreta en la que se enmarca.
En la actualidad, el concepto
de familia no sólo se
separa del de matrimonio,
sino que se desconecta de
lo que ha sido el fundamento
de la institución familiar
en todas las culturas:
la heterosexualidad
13
A Fondo
NUEVA TERAPIA
FAMILIAR
LA SALUD PSÍQUICA
EN LOS NUEVOS ESTILOS DE CONVIVENCIA
Por Alejandro Rocamora Bonilla
14
A Fondo
La familia es una realidad dinámica que va cambiando con su propia historia y también con las circunstancias culturales y sociales. Una familia de principios del siglo XX nada tiene que ver con
nuestra familia actual del siglo XXI. Los roles de sus miembros
van modificándose e incluso sus funciones quedan mediatizadas
por el devenir de la historia. Lo que hace unos años era una conducta insólita (parejas de hecho, separaciones o divorcios, etc.)
hoy lo estamos viviendo en nuestros vecinos, familiares o amigos.
La propia estructura familiar es tan moldeable que actualmente
sus límites son muy difusos y también cambiantes.
La “familia mercurial”
Así ha llamado José Antonio Marina a la familia
actual, donde el rasgo característico es el cambio
permanente y la adaptación a las nuevas realidades: divorcios, nuevas parejas, parejas de hecho,
parejas con hijos de otra unión, etc. Esto que es
un valor (implica una elección libre y una convivencia no forzada por las circunstancias sino por
el amor) en muchas ocasiones es fuente de sufrimiento, por la inestabilidad que produce.
El mismo proyecto de pareja está rodeado de
preguntas e interrogantes que los novios tienen
que dar respuesta antes del casamiento: ¿irse a
vivir sin casarse?, ¿casarse por la Iglesia o por
lo civil?, ¿si queda embarazada antes de casarse, abortar o no?, ¿tener hijos o no?, ¿en caso
afirmativo, cuántos? Son preguntas que nuestros
abuelos conocían de antemano la respuesta. Venían dadas por la propia sociedad. No había lugar
a la duda: no se podía convivir antes del matrimonio, se casaba por la Iglesia, si quedaba embarazada había que tener el niño y casarse, los
hijos no dependían de la voluntad de los padres y
el número... los que Dios quisiera.
El matrimonio postpatriarcal
Según los sociólogos, hemos pasado de una familia patriarcal, donde el punto de referencia era
exclusivamente el padre, a una familia donde predomina la democracia y la libertad. Es lo que podemos llamar “una familia liberal”, donde el “dejar
hacer” es el santo y seña de su convivencia. En la
familia patriarcal, el padre era la autoridad superior, que administraba los bienes, dictaba las normas de convivencia y proponía las metas a conseguir por los hijos. Esto se reflejaba en la vida
cotidiana familiar, donde ante cualquier travesura
del hijo, la madre respondía: “se lo diré a tu padre”, asumiendo su incompetencia para sancionar
cualquier acción del hijo. No podía castigar sin el
permiso paterno, pero tampoco premiar.
La familia puede jugar
el papel de verdugo o de
víctima, ya que con su
hostilidad puede incrementar
el sufrimiento del enfermo,
o convertirse en el “paño
de lágrimas” del mismo
Pero esta situación ha cambiado: la incorporación
de la mujer al mundo laboral, la libertad sexual y la
igualdad de derechos y deberes de hombres y mujeres han contribuido el paso al matrimonio postpatriarcal. Esta nueva estructuración de la familia actual ha originado también un cambio en la relación
con los hijos, en el que la autoridad no surge por
impositivo legal del padre, sino que éste se la tiene
que ganar a pulso. Se ha conseguido que el poder
esté más repartido y la madre tenga las mismas
competencias que el padre. Ya no sirve “se lo diré a
tu padre” o “lo que diga papá”, sino más bien, “hablaré con papá y ya decidiremos lo que hacemos”.
15
A Fondo
Un poco de historia
Hasta mediados del siglo XX se consideraba a la
enfermedad mental como una vivencia personal, cuyo origen y final era el propio individuo. Lo mismo ocurría con cualquier problemática psíquica: el individuo era el único causante de
su propia situación. Siguiendo el modelo médico,
la teoría más defendida era la que consideraba el
origen de la enfermedad mental como producto
de una alteración genética (sobre todo en el caso
de la esquizofrenia).
mayor libertad, una mayor socialización y donde aparecen nuevas formas de convivencia (es
lo que el profesor Marina ha llamado “la familia
mercurial”). En este contexto es donde se mueve lo que se ha denominado Terapias familiares feministas, que consideran que no puede
haber un verdadero tratamiento psicoterapéutico si no desaparecen las desigualdades de género, que para ellos es donde se encuentra el origen
de muchos problemas de la mujer actual y de la
propia familia.
En los años 50-60 del siglo pasado, la Escuela de
Palo Alto (California), en contra de los postulados
defendidos por el psicoanálisis y apoyándose en
las teorías cibernéticas, defendió la “teoría sistémica” para explicar el origen de los trastornos
mentales. La familia se constituye así en el caldo
de cultivo de todos los problemas psíquicos y por
lo tanto también debe ser la protagonista en la
solución. Desde ese momento ya no se habla de
enfermo sino de “paciente identificado”, para subrayar el hecho de que toda la familia está enferma y lo que ocurre es que uno de sus miembros
( “el enfermo”) es el portavoz de la enfermedad.
Una consecuencia importante: no hay que tratar
sólo al enfermo sino a toda la familia.
Para Virginia Satir,
la familia nutridora, sana,
se caracteriza porque sus
miembros tienen una
autoestima alta, la
comunicación es directa,
clara, específica y sincera,
las normas son flexibles y
se acomodan a la propia
evolución de cada familia
Aparece así la terapia familiar sistémica, que
defiende precisamente eso: los problemas del individuo son problemas de toda la familia y por lo
tanto es preciso un abordaje del todo el sistema
familiar para conseguir nuevamente el equilibrio
y la sanación de la familia.
La familia como catalizadora del proceso curativo
Una tercera vía, más actual, defiende una postura más ecléctica: es el modelo psicoeducativo
de terapia familiar, que admite en el origen de
la enfermedad mental una doble causa: la genética (hoy hablamos de vulnerabilidad genética),
pero también considera de suma importancia los
factores ambientales y vinculares (familia, amigos, escuela, etc.) y por tanto los tratamientos se
deben realizar en una doble perspectiva: farmacológica y psicoterapéutica.
Recuerdo que en las clases de física y química,
del antiguo bachiller, mi querido profesor Don
Fernando, nos explicaba el tema de los catalizadores, poniendo como ejemplo el juego de Di
Stéfano (el mejor jugador de fútbol de la época).
“De él depende -nos decía nuestro profesor- que
el equipo juegue mejor o peor; él reparte y distribuye el juego y facilita o entorpece toda la labor
del equipo”. Hoy podíamos hablar lo mismo de
Guti o Messi. He cogido el diccionario de la Lengua Española y he buscado catalizador: “sustancia que acelera o retrasa la velocidad de una reacción (enzimas o fermentos)”. Y he comprendido
que Don Fernando tenía razón.
En las últimas décadas ha aparecido un nuevo
modelo de familia donde lo que se defiende es
una mayor igualdad entre sus miembros, una
En nuestro caso, la familia, como conjunto puede favorecer o entorpecer la propia dinámica de
sus miembros. En términos generales, podría-
16
A Fondo
mos afirmar que el entorno familiar puede jugar el papel de verdugo o de víctima, ya que con
su hostilidad o quejas continuas puede incrementar el sufrimiento del enfermo, o convertirse en
el “paño de lágrimas” del mismo, aceptando “heroicamente” las exigencias de la enfermedad. Lo
que es evidente es que la familia nunca será un
elemento insensible en el proceso curativo del
enfermo, sino que, como un catalizador en una
reacción química, o como Di Stefano en el antiguo Real Madrid, tiene el poder de acelerar o retardar el final del proceso.
“Catalizadores-familiares”: facilitadores
La familia sana psíquicamente no es sinónimo de
ausencia de problemas sino que el bienestar familiar se produce cuando se ha conseguido armonizar a todos sus elementos, respetando sus posibilidades y también sus limitaciones, pero sin
olvidar las exigencias del propio grupo. En este difícil equilibrio entre las necesidades del individuo
y del colectivo es donde puede florecer la salud
mental de todos los componentes de la familia.
Eso sí, la familia no será feliz si no consigue crear
un clima de amor y seguridad, que posibilite crecer (psicológicamente) a los pequeños y robustecer las estructuras más sanas de los
padres. Indudablemente toda la familia
tiene el mismo objetivo: el bienestar
de sus miembros, aunque en ocasiones no se ponen los medios adecuados: por ejemplo, cuando los padres
tienen comportamientos patológicos (violencia, abusos sexuales, etc.) o cuando lo que
predomina en el clima familiar es el temor, la desconfianza, la envidia, etc.
He aquí algunas claves
que nos pueden ayudar
a crear un clima de felicidad en las familias (siempre y cuando las necesidades
primarias estén cubiertas:
hábitat,
alimentación, etc.):
• Saber escuchar:
padres e hijos debemos aprender a escuchar,
no solamente a oír, a los
otros. La familia sana es
aquella que permite decir todo lo que siente y
también está capacitada para recibir (sin descalificaciones) las opiniones de los demás. En este
encuadre, todos los miem-
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A Fondo
bros familiares deberían tener como un sexto sentido para poder captar el estado de
ánimo del que tiene junto a su mesa. Convivir no solamente es compartir habitación,
sino estar alerta para detectar los pequeños
y grandes sufrimientos del otro.
Por otra parte, este talante de escuchar no
se improvisa. El niño lo debe mamar desde
la cuna. Debe vivir en un ambiente donde
todo se pueda decir y expresar aunque sea
negativo: el rencor, el odio, la envidia, etc.
Lo patológico no es tener esos sentimientos, sino el no poder expresarlos: sentir no
es malo; lo malo es tener que ocultar o reprimir esos sentimientos.
• Dialogar casi siempre va unido a negociar: el diálogo es una manera de expresar
una “escucha atenta”. Dialogar y negociar casi
siempre van unidos: hay que renunciar a algo
para que los demás ofrezcan algo. Este axioma se ve claramente en el diálogo con el adolescente: éste puede aceptar nuestras condiciones (horario, forma de vestir, etc.) siempre
que compruebe que ha “vencido en algo”.
• Saber adaptarse a las nuevas situaciones familiares: la familia como tal es una
unidad dinámica y cambiante por esencia:
salen y entran nuevos miembros, crecen
unos, otros envejecen, etc. La familia, pues,
es esencialmente cambio, y por lo tanto, todos sus miembros (padre e hijos) deberán
hacer un esfuerzo para adaptarse a las nuevas situaciones. Precisamente los conflictos
generacionales, entre otros, se producen por
la tendencia de algunas familias a permanecer ancladas en el pasado: contemplar a
los hijos como eternos bebés, o a los padres
como la reencarnación de ‘superman’. Ambas posturas en nada contribuyen para conseguir una familia feliz.
• Admitir las limitaciones del resto de los
componentes familiares: tanto los padres,
como los hijos, deberán exigir a los demás
según sus posibilidades reales y no su fantasía, o como forma de satisfacer deseos o
sueños no realizados. En muchas ocasiones,
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La familia no será feliz
si no consigue crear un
clima de amor y seguridad,
que posibilite crecer
psicológicamente a los
pequeños y robustecer
las estructuras más
sanas de los padres
la confrontación en la familia se produce
precisamente por poner el listón demasiado alto, o bien, demasiado bajo. Son los padres, que al margen del hijo, se han imaginado un futuro determinado de éste; o bien,
los hijos, que no desean ver las deficiencias
de los padres, y siguen adorándolos como a
auténticos dioses.
A Fondo
Una de las consecuencias de esta actitud es
que los padres aceptan las posibilidades y limitaciones de su hijo. No lo comparan ni con el
vecino, ni con el primo, ni con otro hermano, ni
siquiera se ponen ellos como modelos. Comentarios como: “mira que buenas notas ha sacado tu hermano...”, o “yo a tu edad estudiaba y
trabajaba”, están completamente abolidos. No
importa lo que logren los demás. Lo importante es que cada uno desarrolle al máximo sus
potencialidades. Ese es el verdadero éxito. Y
en ello pone su empeño una “familia sana”, a
cada uno se le exige y se le premia según su
propio esfuerzo, no por el premio conseguido.
• Por último, generar un clima de amor y seguridad: el verdadero amor consiste en valorar
al otro por lo que es, no por lo que tiene o consigue. Una familia feliz, que camina hacia la felicidad, será aquella que cree este clima: soy valioso para los míos. Pero además, el amor debe
estar protegido por un aliento de seguridad, que
se fomenta desde una información adecuada, hasta el permitir la expresión de sentimientos negativos (como reconocer los propios errores, etc.). De
esta forma la familia irá construyendo su bienestar,
su propio proyecto de felicidad. Es una tarea ardua,
pero no difícil.
El niño debe vivir en un
ambiente donde todo se
pueda expresar aunque
sea negativo: el rencor,
el odio, la envidia, etc.
Lo patológico no es tener
esos sentimientos, sino
tener que ocultarlos
La familia sana
Una familia sana es aquella que sabe armonizar
su “mundo interior” con el “mundo exterior”. Sabemos que la familia es un sistema de interacciones entre sus miembros y con el exterior. Ninguna de las partes de esa balanza debe predominar
sobre la otra. La familia debe saber mostrarse a
los demás pero sin deformar su imagen más profunda, y tampoco debe encerrarse en sí misma y
negarse a toda comunicación con el exterior.
Termino, con un pensamiento de Virginia Satir: la
familia nutridora (sana, en definitiva) se caracteriza porque sus miembros tienen una autoestima
alta, la comunicación es directa, clara, específica
y sincera, las normas son flexibles y se acomodan
a la propia evolución de cada familia y por último,
mantiene un vínculo abierto y confiado con la sociedad que le rodea. Toda familia que cumpla estas características será una familia sana.
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A Fondo
JOVENES
A LA
INTEMPERIE’
Por José Luis Rozalén
CUANDO LOS MATRIMONIOS SE DERRUMBAN, LOS HIJOS
PUEDEN QUEDARSE BAJO LOS ‘ESCOMBROS’ SI NO SE LES
‘RESCATA’ CON GRANDES DOSIS DE AMOR
Hace unos días, casual y felizmente, me reencontré en la calle con un ex alumno, al que no veía
desde hacía veintisiete años, felizmente casado,
padre feliz de un hijo y de una hija adolescentes,
que en aquel momento lo acompañaban. El encuentro nos llenó a los dos de una sincera alegría.
Hablamos un poco atropelladamente de nuestras
vidas, porque ambos queríamos contarnos muchas cosas en poco tiempo. Quedamos en seguir
conectados a través del correo electrónico.
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Tras apagar la tele
Hace unos días recibí un mensaje suyo que guardaré “como oro en paño”. Quiero destacar aquí,
por el tema que nos ocupa, el siguiente párrafo: “Te agradezco”, me decía mi ex alumno, “las
palabras elogiosas que hacia mi persona hiciste
delante de mis hijos. Son nuestras joyas, de mi
mujer y mías. Son inteligentes y trabajadores,
aunque está mal que yo lo diga. Aparte de ir bien
A Fondo
en sus estudios, ejercitan su sensibilidad y sus
facultades creativas y deportivas a través de la
lectura, de la música, del deporte... Llevamos
un cierto tiempo haciendo un ejercicio que nos
va muy bien: por la noche, apagamos la tele y
hablamos ‘de todo lo humano y lo divino’. Conversamos sobre el día, nos reímos mucho, nos
sentimos ‘cómplices’ y de esa forma ellos van
aprendiendo a pensar, a hablar, a intercambiar
sus opiniones con orden, respeto, sinceridad...”
Aparte de la natural satisfacción que esta carta
me produjo como educador y amigo, pensé que,
con unos padres así, es difícil que “los hijos se
queden a la intemperie”.
Es frecuente que
los hijos mantengan
durante cierto tiempo el
resentimiento hacia sus
progenitores por haberse
separado, y, se sientan,
a la vez, culpables de
esta separación
Por el contrario, y como sombra de la luz anterior, hace también unos días me decía un joven
de 18 años: “Como mis padres están separados
(yo vivo con mi madre), echo en falta una comunicación con mi padre más larga y continua;
apenas lo veo, y cuando estamos juntos, solemos tener una conversación breve y superficial;
me echa la bronca, si no le gustan las notas,
tira puntadas continuamente contra mi madre, y
poco más; me gustaría contarle mis inquietudes,
mis penas, mis proyectos, mis alegrías, pero
nada; estoy deshecho y desconcertado. ¡Cuánto
me gustaría poder hablar con los dos a la vez,
tranquilamente, sentir que me quieren y poderles contar todo lo que me pasa!”
Cuando en alguna ocasión he preguntado en algún grupo de chicos/as sobre las notas positivas
que destacarían en su familia, en su hogar, en el
trato habitual con sus padres, me encontré con
respuestas como ésta: “Nos gusta que nuestros
padres se quieran y nos quieran; aunque a veces sean exigentes con nosotros, no importa, si
lo que mandan no es algo caprichoso, sino algo
razonado y dialogado; nos gusta estar mucho
tiempo con ellos, hablar de todo lo que pasa en el
mundo y de lo que nos pasa a nosotros; ver que
nos quieren, que se preocupan de nosotros, que
no buscan ganar mucho dinero ni tener muchos
lujos, sino que intentan que vivamos como una
familia unida y feliz”.
¿Se tambalea la familia?
Acabamos de ver tres manifestaciones sobre la
familia: una, de un joven padre, y dos más, de
varios jóvenes-adolescentes que hablan de cómo
les gustaría que fuesen sus padres. Las tres, en
el fondo, piden lo mismo, tienen el mismo objetivo: amor, comprensión, atención, educación,
pautas claras de comportamiento... Pero, ¿cumple hoy día esas funciones la familia? ¿Acaso se
ha quedado desfasada? ¿Se hunde por inútil?
¿Cómo será la familia del futuro? ¿Cómo repercute el trato con los padres en el comportamiento
de los hijos, en sus referencias, planteamientos,
creencias y actitudes ante la vida?
Hemos de decir, en primer lugar, que la familia es
una de las realidades humanas más cambiantes y
dinámicas; durante las últimas décadas ha modificado su estructura tanto externa como interna.
Han aparecido una serie de fenómenos sociales
que han contribuida a su evolución y cambio: la
posibilidad del divorcio, el uso de los anticonceptivos, la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa, las relaciones prematrimoniales, la
crítica de los roles tradicionales del hombre y la
mujer, las nuevas formas de valorar la sexualidad, la desvinculación de las pautas religiosas...
han sido algunas de las causas que han contribuido a que se hayan generado nuevas formas de
relación entre el hombre y la mujer.
Y de esta forma, nos podemos encontrar con familias monoparentales (con un solo miembro),
parejas de hecho sin ningún contrato jurídico ni
religioso, parejas entre homosexuales, parejas
mixtas o reconstituidas tras una separación o
divorcio, manteniéndose, en un número mucho
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A Fondo
mayor, la familia nuclear tradicional compuesta
fundamentalmente por padres e hijos/as y cuyo
núcleo esencial se basa en el amor, la comprensión, la comunicación, el respeto, la educación de
la prole, el deseo de permanecer unidos en un
proyecto común y duradero.
Aunque la vida en pareja puede llegar a ser
muy gratificante y humanizadora, sin embargo
no por eso podemos decir que sea una aventura fácil. “El entusiasmo inicial de quienes se
proponen compartir la existencia”, escribe en su
interesante libro Vivir en familia el profesor José
María Jiménez Ruiz, “tiende a desinflarse cuando los primeros nubarrones oscurecen los soles
del enamoramiento originario, cuando surgen
los primeros problemas y no se tienen recursos
para superar los conflictos; entonces la comunicación entre los cónyuges, que parecía tan sin
problemas, se puede ir empobreciendo, estancando, muriendo poco a poco”.
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No cabe duda de que el educar a los hijos, cuidarlos, ir configurando su personalidad es empresa
harto difícil y complicada que exige habilidad, serenidad, compromiso mutuo, sacrificio... y, sobre
todo, amor sin medida. Tras las primeras etapas
del enamoramiento apasionado hasta la plenitud
de la vejez, la pareja tiene que recorrer un largo camino, en donde pueden surgir momentos
difíciles, incomprensiones, miedos, cansancios,
dudas, choques de caracteres... Sin embargo, si
se saben conducir y superan con inteligencia y
entrega mutua estos posibles obstáculos, desembocará, sin duda, en un amor maduro, hondo
y sereno, fuente de toda clase de alegrías y satisfacciones.
Sin embargo, hay que decir que los tiempos que
corren no son precisamente muy esperanzadores
para mantener esta maravillosa aventura de la familia: “En el futuro y al paso que vamos”, escribe
con bastante pesimismo el doctor Silvio Botero,
A Fondo
Aun en las difíciles
circunstancias que supone
una separación, los padres
deberían ser capaces de
estar pendientes de sus
hijos, de estar cerca de
ellos, de hacerles ver que
los siguen queriendo igual,
que los van a tener siempre
a su lado, aunque ya no
vayan a vivir todos juntos
“la formación de la familia será casi un simple e intranscendente juego de niños, porque
el compromiso será provisional, superficial,
y sólo tendrá valor lo que sirva para mi interés individual, porque no contará el
crecer como un verdadero ‘nosotros’, sino como el goce
pasajero de cada uno de
los cónyuges; en este
mundo post-moderno,
relativista y hedonista,
en un futuro no muy
lejano (ya está ocurriendo) las causas
de nulidad por causas
de inmadurez afectiva, por incapacidad de
compromiso firme, por
la inhabilidad de asumir
las responsabilidades, por
cualquier pequeñez, serán
muy frecuentes”.
Observamos, en efecto, que los matrimonios
se rompen con una tremenda frivolidad y ligereza. Lo afirma el doctor Castell, psiquiatra
infantil, autor del libro Separarse bien: “El divorcio es una verdadera epidemia que pagan
los hijos... La mayoría de ellos no superan los
efectos de la separación de sus padres. Nunca hasta ahora había habido una sociedad con
tantas fracturas matrimoniales. Por supuesto
que en algunos casos, en que la convivencia
es un verdadero infierno, es mejor separarse,
pero un gran número de matrimonios se podrían salvar con inteligencia y serenidad, con
buena voluntad y amor, con más capacidad de
aguante y madurez, evitando así la catástrofe
mental y emocional que se producirá con toda
seguridad en sus hijos”.
Esto es así: estamos contemplando todos los días
cómo los chicos y chicas que sufren este trauma,
que no entienden por qué su padre y su madre no
pueden vivir juntos, con ellos, suelen mostrarse
desconfiados, solitarios, tristes, miedosos, incapaces de exigirse una disciplina, una exigencia,
sin ánimos para estudiar o para emprender cualquier actividad con alegría y empuje.
Perspectivas de la familia
Desde distintos ángulos se ha venido vaticinando
“el ocaso de la familia”. Hay ‘progresistas’
que atacan furibundamente a la familia
tradicional como si fuera, dicen, “el
último residuo del pensamiento
cristiano”. Sin embargo, a pesar de los cambios de los que
hemos hablado, la familia
no puede morir, porque se
basa en algo tan esencial,
necesario y universal como
es la propia naturaleza humana; la familia sobrevivirá
porque se fundamenta nada
menos que en el amor entre
dos personas que se unen para
aumentar ese amor, para transmitirlo a sus hijos, al tiempo que
los van forjando para el difícil arte de
vivir como personas racionales y libres.
Es evidente que la familia española (y en general
la familia occidental) ha evolucionado hacia nuevas formas de convivencia, pero esto no significa, ni mucho menos, su muerte. Según recientes
estudios, sigue siendo el ámbito familiar tradicional el preferido por nuestros jóvenes, en el que
(si todo funciona bien) se encuentran acogidos
y queridos, educados y atendidos, escuchados y
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A Fondo
amados, por encima de otros ámbitos sociales,
como pueden ser el de los amigos, el de los estudios, el del trabajo, el del ocio, el de la religión o
la política... Y cuando la familia falla, o se rompe,
repercute en el comportamiento de los hijos.
Se da, evidentemente, una actitud crítica positiva
ante la familia, un intento de “re-pensarla”, de “relanzarla”, no para destruirla, sino para darle nuevo
vigor en medio de un mundo áspero y desabrido que
tanto necesita de su calidez y afecto: “La familia”,
proclamaba Juan Pablo II en Madrid, “es la única
comunidad en la que somos amados por nosotros
mismos, por lo que somos, no por lo que tenemos,
por nuestra dignidad, no por placer o utilidad”.
En los momentos más
duros de una separación
o divorcio, tiene mucho
que decir la Escuela
con sus gabinetes
psicológicos, tutores,
orientadores, profesores,
para ayudar a los padres a
rescatar de su abatimiento
a sus hijos y que éstos
vuelvan a llevar una vida
normalizada y feliz
Hijos sin referentes
No hay que olvidar que cerca de 1.500.000 jóvenes-adolescentes españoles han sufrido en sus
carnes la separación o el divorcio de sus padres.
Entre los 13 y 18 años, cuando ocurre esta ruptura,
estos chicos/as suelen presentar fuertes conflictos
interiores entre el amor que sienten por su padre y
por su madre y la desaprobación de su conducta;
se encuentran en una situación verdaderamente
angustiosa; a esas edades no suelen entender por
qué se produce esa tremenda y dolorosa situación que los sitúa en medio de un fuego cruzado.
Luis Rojas Marcos lo explica muy acertadamente:
“Cuando un matrimonio se quiebra no sólo se pierde a quien ha sido compañero o compañera durante varios años de su vida... Se pierde, sobre todo,
ese ‘nosotros’ que se había construido a lo largo de
una vida en común y que había llegado a formar
parte de la propia identidad”. Y eso deja una honda
huella, tanto en los cónyuges como en los hijos.
Es decir, aunque divorciarse puede ser, en ocasiones, una decisión acertada, inevitable, porque
la pareja ya estaba destruida, minada por dentro y por fuera, este hecho origina siempre consecuencias dolorosas para los padres y para los
hijos. Los padres pueden sentirse desconsolados
o contentos tras la decisión, pero los hijos se sentirán siempre desolados y desorientados, sufrirán
estrés, mostrarán falta de interés por la escuela,
por los amigos, por la vida, dormirán poco, no
tendrán apetitito, estarán distraídos y tristes...
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Y en algunos casos más graves, los hijos ya un
poco mayores pueden reaccionar de forma agresiva, violenta y peligrosa: la adicción a las drogas, al alcohol, los actos vandálicos, el resentimiento, las peleas y ataques frecuentes a los
compañeros, la inmadurez emocional, el comportamiento anti-social, el no asistir a clase, las
actitudes destructivas en la Escuela y fuera de
ella... son peligros latentes que acechan a estos
chicos y chicas.
Algunos autores que han estudiado el tema del
divorcio han demostrado, basándose en estadísticas serias, que en los hijos de las parejas
rotas se mantienen los problemas psicológicos
durante mucho tiempo (en algunas ocasiones
durante toda su vida), mostrándose incapaces,
por ejemplo, en algunas ocasiones, de tener
unas relaciones amorosos ‘normales’ por los temores derivados de la experiencia traumática
de sus padres.
Y ocurre también que, aunque la separación sea
amistosa y la pareja mantenga una buena relación tras la separación y sigan queriendo y cuidando a sus hijos (cada uno por su lado), como
apunta Elizabeth Marquardt en su libro Entre dos
mundos: las vidas íntimas de los hijos del divorcio, “esto no elimina la reestructuración radical
del universo del chico”, su difícil y dolorosa adaptación a su nueva situación.
A Fondo
Por todo ello, debemos decir que, aun en las difíciles circunstancias que supone una separación o un
divorcio, los padres deberían ser capaces de estar
pendientes de sus hijos, de estar cerca de ellos, de
atenderlos, de procurar que sufran lo menos posible, de hacerles ver con la palabra y con los hechos
que los siguen queriendo igual, que continúan preocupándose de todas sus cosas, que los van a tener
siempre a su lado, aunque ya no vayan a vivir todos
juntos y hayan cambiado las circunstancias: tal vez
así los chicos no se hundan definitivamente y sean
capaces de rehacer su vida, de seguir estudiando,
de seguir conviviendo con los demás.
En esta difícil misión de ayudar a los jóvenes-adolescentes a superar el doloroso trauma del divorcio de
sus padres debe estar también la Escuela, los educadores, los maestros, intentando poner su tiempo,
su comprensión, su palabra, su afecto al servicio de
sus alumnos/as para aliviar sus penas, para ayudarles a encontrar de nuevo el sentido de sus vidas.
Si además de lo que supone un divorcio ‘normal’,
los padres forman una nueva familia mixta o reconstruida, los problemas se pueden multiplicar o
diversificar. Hay que tener en cuenta, para intentar ayudarles, que los miembros de ambas familias vienen de distintas experiencias, algunas muy
traumáticas; que se van a juntar hijos e hijastros,
padres y padrastros... cada uno con su anterior
vida personal y familiar; que se pueden producir
favoritismos peligrosos en relación con el trato hacia unos hijos u otros; que los chicos van a encon-
trase muy perdidos, sin saber cómo actuar, cuáles
son ‘las nuevas reglas del juego’; que se puede
producir un profundo desánimo para estudiar, divertirse, salir, comunicarse; que los hijos pueden
mantener durante cierto tiempo el resentimiento
hacia sus progenitores por haberse separado, y,
sentirse, a la vez, culpables de esta separación...
En esos momentos también tiene mucho que decir
la Escuela con sus gabinetes psicológicos, tutores,
orientadores, profesores, en el noble intento de ayudar a los padres a rescatar de su abatimiento a sus
hijos, para que éstos vuelvan a llevar una vida normalizada y feliz. Creemos que, aunque los retos a los
que tienen que enfrentarse estos chicos son difíciles
y complejos, con esfuerzo, paciencia, buena voluntad
y mucho amor por parte de padres y educadores se
pueden conseguir que estos “hijos a la intemperie”
se cobijen de nuevo bajo el techo de la esperanza.
En definitiva, la familia se basa en los pilares de la
convivencia, la intimidad, la intensidad, la profundidad de las relaciones entre padres e hijos, entre
hermanos. Lo hemos dicho: la clave es el amor sin
medida. Si éste desaparece, se cae el ‘edificio’.
En el hogar se educa la mente y el corazón, el lenguaje y las habilidades cognitivas y motrices básicas; en el hogar se nos enseña a reír y a llorar, a
cantar y a guardar silencio, a estar solos y a comunicarnos con los demás... Si la familia se derrumba,
los hijos pueden quedarse ‘bajo los escombros’, a
no ser que sepamos rescatarlos a tiempo.
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A Fondo
Los nuevos hijos
CÓMO PONERSE
EN EL LUGAR DEL NIÑO
Por José María Jiménez Ruiz
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A Fondo
El número de niños que viven en familias monoparentales se
ha incrementado en los últimos años a un ritmo vertiginoso.
Lo que antaño era un fenómeno poco frecuente y, por regla general, derivado del fallecimiento de uno de los progenitores,
ha pasado a constituir hoy en día un modelo familiar absolutamente normalizado. Ya no es como consecuencia del óbito
del padre o de la madre, sino, en la mayor parte de los casos,
como resultado de la ruptura del vínculo conyugal.
Nuevos desafíos
La paternidad adoptiva en
el corazón del niño no es
algo que se da, es algo que
se gana con grandes dosis
de templanza, discreción
para no exigir afectos que,
de entrada, no deben ser
esperados y delicadeza para
dejar claro que no existe
ningún propósito de borrar
del santuario emocional de
los niños el afecto que estos
reservan para sus padres o
madres biológicos
En la década de los 90, se publicaron algunos
informes reveladores: el 25% de los niños estadounidenses pasaban parte de su infancia en
una familia que no era totalmente la suya. Por
esas mismas fechas otros trabajos igualmente
rigurosos destacaban que más del 30% de los
matrimonios estaban integrados por uno, al menos, de los dos cónyuges que estuvieron casados anteriormente.
Estos nuevos arquetipos familiares, cada vez más
corrientes en nuestro entorno, nos plantean no pocos interrogantes y nos sitúan ante la exigencia
de extremar la prudencia para que la transición de
unas estructuras, generalmente estables y bien delimitadas, a otras mucho más cambiantes y con límites bastante menos definidos, se realice sin más
costes que los estrictamente necesarios. Nos va
mucho en ello porque nadie discute, ni siquiera en
estos tiempos de turbulencias, probaturas y desconciertos, que la familia sigue alzándose como la
institución humana que mejor garantiza el bienestar emocional de las personas y, desde luego, el desarrollo afectivo, social y moral de nuestros hijos.
Familias monoparentales: los problemas del
postdivorcio
Decía que cada vez son más las familias con un solo
progenitor como consecuencia del aumento del número de divorcios. Un elemental sentido de la responsabilidad aconsejaría no escatimar precauciones
en el manejo de un proceso en sí mismo lleno de
complejidad. A este respecto, adquiere una especial
importancia la madurez que acrediten ambos esposos para negociar sus diferencias, ahorrando así sufrimientos añadidos a unos niños obligados a digerir
una separación que, en el mejor de los casos, supone para ellos algún dolor y no poco desgarro.
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A Fondo
Sin embargo, los acontecimientos no siempre se
desarrollan como sería deseable. El alejamiento
físico de los cónyuges no pone fin automáticamente a la relación amor-odio en que habían podido irse enredando. Cuando en la fase del postdivorcio se mantiene un alto nivel de confrontación,
se recurre a la descalificación y al agravio del excompañero/a y se utilizan como canales prioritarios de comunicación fórmulas descaradamente
chantajistas, las primeras víctimas serán siempre
los menores. Unos menores desconcertados que
acabarán encontrando cobijo en los campamentos de la confusión y de la ansiedad.
Niños triangulados
La situación se agrava cuando los adultos, obcecados en sus particulares carreras de despropósitos, no dudan en utilizar a sus hijos como infantería ligera de sus ruines batallas. Son los niños
instrumentalizados por uno u otro de los progenitores o, con dramática frecuencia, por ambos. Insensatamente manipulados para que tomen partido, para que se conviertan en aliados de papá
o de mamá. Sin comprender que se trata de un
juego tan irresponsable como perverso que atrapa a los menores en un conflicto de lealtades,
colocándolos ante una elección, para ellos extremadamente dolorosa cuado no emocionalmente
imposible, entre su padre y su madre. Algunos
autores hablan de niños afectados por el “síndrome de alienación parental” para describir la tensión extrema a que éstos son sometidos cuando
se les fuerza a suscribir alianzas que los desgarran por dentro y siembran en sus almas dolorosos sentimientos de traición y de culpa.
Padres de sus padres
Pero no es ése el único juego miserable al que son
empujados a participar muchos de los niños que
viven en sus carnes las tristes consecuencias de
la impericia de los adultos para hacer frente, de
la manera menos traumática posible, a los problemas que suelen seguir a la ruptura del compromiso matrimonial.
En las parejas razonablemente felices y sanamente integradas, la relación con los hijos se nutre,
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de forma natural, del amor previo que se profesan los esposos. Cuando esa relación emocional
se quiebra, el desconcierto que se introduce no
es ciertamente menor. Aunque teóricamente ambos esposos sigan considerando como rol prioritario el ejercicio de la paternidad o maternidad,
en la práctica, si no se realiza un esfuerzo sostenido en el tiempo y sumamente costoso desde
el punto de vista psicológico, éste va pasando a
un segundo plano. Sencillamente porque la reconstrucción de la propia vida, tras el choque
emocional que supuso el divorcio, absorbe de manera natural gran parte del tiempo y la energía que
antaño se canalizaba hacia
los hijos.
En tales circunstancias, no es infrecuente que el desvalimiento
que
experimentan los
adultos les empuje a provocar
una inversión jerárquica y a buscar en los menores el apoyo o los
refuerzos que ya
no encuentran en
su propio compañero/a. Muchos niños se
convierten así, prematuramente, en ‘padres
de sus propios padres’. De
llevar una vida amparada por
los mayores, como corresponde a
su edad, pasan a cargar sobre sus frágiles espaldas la responsabilidad de hacerse
cargo de unos padres, repentinamente infantilizados y nada competentes para asumir las naturales
consecuencias de su ruptura matrimonial.
Infancias robadas
A los niños involucrados en este juego para ellos
nada ventajoso, se les arrebata prematuramente la infancia y se les imponen tareas para las
que no están preparados. Es evidente que el pre-
A Fondo
cio que han de pagar por ello no es despreciable.
Sentirse responsable del bienestar emocional de
los propios padres, saberse irremediablemente ligados a ellos por las pesadas cadenas de una abnegación desproporcionada, de la culpa o de la
compasión dificulta el desarrollo psicológico del
niño y bloquea la salida hacia una vida sanamente independiente.
Los menores, pues, parentalizados, protectores de
unos padres abrumados por su propio fracaso,
consejeros, confidentes o, incluso, esposos/as sustitutorios/as asumen
una carga desproporcionada e
injusta.
Desproporcionada
porque, como es obvio, no
se corresponde a lo que
por edad y madurez
sería razonable; e injusta porque, con
frecuencia es su
respuesta a la culpa que ellos fantasean haber tenido en la ruptura
de sus padres.
Ningún
derecho
asiste a los mayores para violentar
el proceso de crecimiento de los niños
con cargas que les obligan a aparcar sus propias
necesidades. Empujarles con
torpes chantajes emocionales a
representar papeles que no les corresponden no es, evidentemente, el
camino más corto para que alcancen la meta
de una vida adulta madura y feliz.
Familias reconstituidas
Pero si éstos son alguno de los riesgos frente a los
que hay que mantenerse precavidos en relación
con los niños que viven en unidades monoparentales, haremos también alguna reflexión sobre la
experiencia de adultos y menores en las familias
reconstituidas. Se trata de un nuevo modelo fami-
liar en el que padres e hijos deben hacer un esfuerzo nada desdeñable para ejercer roles que, en
principio y por lo que dicta la experiencia, no son
en absoluto fáciles. Los unos porque se embarcan
en una nueva aventura afectiva de resultado incierto que deberán hacer compatible, en la mayoría de los casos, con el papel nada cómodo de convertirse en padrastros o madrastras de unos niños
que no son los suyos, con quienes inicialmente no
tienen ningún lazo afectivo, que los perciben muy
frecuentemente como adversarios y que, no obstante, se convierten en una pieza esencial para el
éxito o el fracaso de la nueva relación.
En las familias
reconstituidas, la madre
o el padre que va a seguir
viviendo con los hijos debe
explicarles con claridad
y con ternura que la nueva
relación no es
incompatible con la que
ellos habían venido
manteniendo y que el recién
llegado no viene a restarles
afectos o a desplazarles a
un lugar secundario
Los menores, por su parte, se enfrentan a la llegada de un extraño con el que no contaban, con alguien con quien deben compartir espacios y afectos y cuyo papel con respecto a ellos no tienen en
absoluto claro. Nada de esto, como resulta evidente, es fácil. Las posibilidades de introducirse en una
dinámica de resistencias, enfrentamientos, malos
entendidos y, como consecuencia de todo ello, sufrimientos no son, desde luego, desdeñables.
Conciencia de la complejidad
Lo cierto es que la mayoría de los hombres y mujeres que se casan por segunda vez no tienen
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A Fondo
ideas muy claras acerca del rol que les va a tocar desempeñar respecto a los hijos de sus nuevos compañeros/as: ¿Deberán ser sus amigos?,
¿acaso sustituir al padre biológico?, ¿será parte
de su responsabilidad la educación de los hijos de
su pareja?, ¿tendrán que imponerles las normas?,
si éstas no coinciden con las del padre o la madre
biológica ¿cuál de ellas deberá prevalecer?...
adquirir tintes más desafiantes. Porque, como recuerda J.Wallerstein, reconocida como una de las
mayores expertas en estas cuestiones, “la paternidad adoptiva en el corazón del niño no es algo
que se da, es algo que se gana”.
Responder en la práctica a todas estas cuestiones
no resulta sencillo. No es nada simple asumir el
papel del padre/madre ausente. Con la excepción
de aquellos casos en los que el desembarco en un
nuevo hogar se realiza cuando los niños son muy
pequeños y éstos apenas ofrecen resistencia para
crear nuevos vínculos y establecer nuevas relaciones, la operación suele resultar sumamente dificultosa y exige, en consecuencia, grandes dosis de
templanza, discreción para no exigir afectos que,
de entrada, no deben ser esperados y delicadeza para dejar claro, desde los momentos iniciales,
que no existe ningún propósito de borrar del santuario emocional de los niños el afecto que estos
reservan para sus padres o madres biológicos.
Y se gana mediante un sincero ejercicio de empatía que permita ponerse en el lugar del niño para
hacerse cargo de sus miedos. Porque, siguiendo
una ilustrativa metáfora de la citada doctora, un
padrastro/madrastra es alguien que irrumpe en
escena para representar un papel que no es precisamente de figurante, cuando la obra está ya
avanzada. Hasta ahora el niño se movía entre actores que le eran familiares. La llegada de un extraño le llena de inquietud, despierta sus recelos
y le crea una profunda inseguridad al no tener
claro en qué medida el recién llegado alterará el
modelo de relación que mantenía con su padre y
su madre. Por eso a la mayoría de los menores
no les agrada que les cambien el guión de la obra
en la que son coprotagonistas. Prefieren que sus
progenitores resuelvan sus problemas y permanezcan juntos en el escenario. Incluso en aquellos casos en los que la convivencia es extremadamente conflictiva abrigan la esperanza de que
los problemas se solucionarán, y papá y mamá
acabarán haciendo las paces. La presencia del
padrastro/madrastra liquida esas esperanzas y
pone al niño frente a la dura realidad: la cosa no
tiene vuelta atrás y la ruptura es ya definitiva.
Cuando a los hijos se les
manipula para que tomen
partido por mamá o papá,
se les coloca ante una elección emocionalmente imposible que les desgarra por
dentro y siembra en sus almas dolorosos sentimientos
de traición y culpa
Construir una relación sólida con los menores requiere tiempo, persistencia y mucha madurez.
Son los adultos quienes deben realizar los mayores esfuerzos para entender, en primer lugar, las
naturales resistencias de los niños a incorporar a
su universo emocional a alguien que les es ajeno y, en segundo lugar, para quebrar esas resistencias con el mensaje sostenido de la comprensión, el respeto y, sobre todo, el afecto. Incluso
en aquellos momentos en que su rechazo pueda
30
Espantar fantasmas
De ahí que con bastante frecuencia monten estrategias para mostrar su disconformidad orientadas
a boicotear la consolidación de una relación que
requiere su espacio y necesita de límites bien definidos que garanticen su privacidad. Estamos, en
definitiva, ante un conflicto de intereses, ambos legítimos, que deben ser salvaguardados con toneladas de tacto y grandes raciones de inteligencia.
El papel de los padres biológicos
El comportamiento de los padres biológicos adquiere en estos momentos una especial relevancia. El que va a seguir viviendo con los menores
ENTRE LA INQUIETUD Y LA ESPERANZA
JOSÉ LUIS
ROZALÉN MEDINA
Partiendo de una reflexión serena y lúcida sobre
el desconcierto, la insatisfacción y el olvido casi
generalizado de valores que caracterizan nuestra
época, el autor, desde sus propias vivencias, nos
demuestra que hay muchas razones para vivir y
actuar, para pensar y sentir, para afrontar el futuro
con esperanza.
Catedrático y doctor en Filosofía y Ciencias de la
Educación, padre de tres hijos, José Luis Rozalén
ha dedicado toda su vida a la Filosofía y a la Educación en Institutos de Bachillerato y en la Universidad Española. Asimismo, ha participado en numerosos congresos y cursos como conferenciante,
escribe asiduamente en revistas especializadas y
ha publicado más de una quincena de libros.
Bohodón Ediciones
[email protected]
Tel.: 610 851 844
A Fondo
deberá centrar sus esfuerzos en construir puentes
que faciliten que sus hijos y su flamante esposo/a
inicien movimientos de aproximación que puedan
desembocar en un encuentro afectivo. También en
explicarles con claridad y con ternura que la nueva relación no es incompatible con la que ellos habían venido manteniendo y que el recién llegado
no viene a restarles afectos o a desplazarles a un
lugar secundario en el corazón de su padre o de su
madre, sino a construir con ellos un nuevo hogar
en el que todos puedan sentirse felices.
responsabilidades, y un padrastro competente que,
sin desubicarse del papel secundario que en este
caso le correspondía, había sabido ganarse la aceptación y el afecto de los hijos de su esposa.
Pero no es menos relevante la actitud que adopte el padre biológico no conviviente ante el nuevo
compañero/a de su ex-esposa/o. Si se deja deslizar por el terreno resbaladizo de la descalificación
o de los celos será muy difícil que el niño llegue a
aceptar al hombre o la mujer que convive con su
madre o su padre. Se requiere, pues, grandeza y
generosidad para no vivir como algo amenazante
que un ajeno viva en el que había sido su hogar
con los propios hijos, disfrute a diario de su compañía y llegue a quererlos con un amor sincero. Es
ése uno de los más duros quehaceres que les espera a quienes inician la etapa del postdivorcio.
Nuevas generaciones de hijos en modelos familiares hasta no ha mucho poco habituales. Corresponde a los adultos agudizar el ingenio y extremar
su sensibilidad para que éstos sean funcionales y
los niños sigan encontrando en la familia cimientos
sólidos sobre los que alzar una vida personal emocionalmente equilibrada y razonablemente feliz.
Pasaron por mi despacho, hace ahora un par de
años, una pareja de divorciados. Aún habiéndose
tratado de una ruptura muy dolorosa, sobre todo
para él, me admiraba el respeto con que se trataban y la honestidad con que habían resuelto sus
diferencias, incluidas las económicas.
Pero había algo que Carlos no podía tolerar. Se le
hacía insoportable que sus cuatro hijos mantuvieran con la nueva pareja de su ex-esposa una relación llena de afectos y complicidades. Lo aceptaba
a nivel racional, pero le resultaba emocionalmente
indigerible. El caso era que a él sus hijos le adoraban, le respetaban y su ex-esposa, mujer de sensibilidad y de fina inteligencia, pactaba con él las
pautas educativas, las normas y los principios generales de la formación de sus hijos... Hombre extremadamente educado jamás les hablaba mal a sus
hijos del compañero sentimental de su mamá. Era
él quien sufría, ¡y en qué grado!, por no aceptar una
situación que yo, desde un punto de vista terapéutico, consideraba ideal: una familia reconstituida en
la que el padre biológico no conviviente era querido
y respetado en el ejercicio de sus funciones y sus
32
Cuando Carlos recompuso su mundo afectivo y comprendió la irracionalidad de las ideas que le estaban
torturando fue modificando paulatinamente sus actitudes y dejó de ser un obstáculo para la consolidación de una muy buena relación de la que sus propios hijos fueron los principales beneficiarios.
ENTREVISTA
“Si hay un
hilo de amor,
hay familia”
Por Gloria Díez
Fotos: Cristina Bezanilla
34
ENTREVISTA
VIRGINIA CAGIGAL
DE LA UNIDAD DE INTERVENCIÓN
PSICO-SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD
PONTIFICIA COMILLAS
35
ENTREVISTA
“Padre a los 13” titulaba The Sun. Gran Bretaña se sintió impactada el pasado
mes de febrero, al saber que, en el sureste de Inglaterra, dos adolescentes
de 13 y 15 años habían sido padres de una niña. La estructura familiar, hoy
más que nunca, está explorando sus límites. Hay madres precoces y madres
con edad de ser abuelas, familias monoparentales y familias reconstituidas,
mujeres que gestan el hijo de otra y mujeres que conciben, con o sin pareja,
mediante inseminación artificial. Los psicólogos hablan de “familia nuclear
intacta” para referirse a la formada por un hombre y una mujer con sus hijos,
pero el abanico se abre. Virginia Cagigal es ducha en la materia, tanto en el
terreno teórico -doctora en psicología y terapeuta familiar- como práctico, es
madre de cuatro hijos, el menor un bebé. Desde la Unidad de Intervención psico-social de la Universidad Pontificia Comillas en Madrid habla para AVIVIR.
Somera definición de familia
Sexualidad precoz
Ya que vamos a tratar el tema de la familia
y sus cambios, quizá me podría dar una definición de familia, aunque sólo sea para saber de qué estamos hablando.
Empecemos por los padres adolescentes: el
caso de los ingleses Alfie Patten y Chantelle
Steadman, de 13 y 15 años, no es frecuente,
pero, en cambio, los embarazos adolescentes son menos excepcionales. ¿Qué problema se le plantea a una familia ante un caso
de sexualidad precoz?
Dentro de que la familia es una realidad en constante
transformación, estamos hablando de personas que
mantienen su unidad y su cohesión a través de un
lazo de convivencia y amor. Y dentro de la convivencia, con distintos estilos de convivencia posible,
¿no?; pero sí hay un hilo de cohesión entre ellos, sí
hay una historia común, que van construyendo y sí
hay un hilo de afecto y amor que les va uniendo. Esta
sería la definición más amplia y desde ahí podemos
aterrizar en lo que es una familia nuclear, donde tendremos alguna figura parental y alguna figura filial.
Así definida, la familia es una estructura que
se ha mantenido relativamente estable a lo
largo de la historia. ¿Se modifica cuando hay
un cambio social?
Yo creo que hay una reciprocidad. Efectivamente hay cambios sociales, movimientos que van
transformando nuestras funciones dentro de la
familia, pero a medida que las familias van evolucionando, eso contribuye también al cambio social, el proceso tiene una doble dirección.
36
Yo creo que fundamentalmente la responsabilidad. La información está accesible para los adolescentes. A los padres se nos plantea que esa
información, incluso, se la ofrezcamos nosotros,
pero la mayor dificultad está en transmitir la responsabilidad. También es cierto que socialmente se ha evolucionado hacia una mirada cada vez
más exigente en cuanto a la responsabilidad de
los padres, porque a medida que una sociedad
madura, también exige que los padres y las madres ejerzan a fondo de padres y madres. Entonces, lo que no va, digamos, “acorde”, es una
sociedad que habla de una responsabilidad en el
ejercicio de la parentalidad, pero no dota siempre de esa mirada de responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad. Hay acceso a la información pero quizá falta, a veces, hacer conscientes
a los adolescentes de que todo ello conlleva una
responsabilidad y unas consecuencias potenciales. Pero eso, en cierto modo, también es lógico
ENTREVISTA
que suceda en una sociedad que muchas veces
distancia los actos de sus consecuencias. Muchas
veces en la educación no estamos cuidando lo suficiente que los chicos perciban que lo que hacen
tiene consecuencias, y que esas consecuencias
hay que asumirlas.
“Para un niño, la
experiencia de separación
de los padres siempre
es un duelo”
Una decisión difícil
En todo caso, a los padres precoces, y a sus
propios padres, se les plantea una decisión
difícil. O se permite seguir adelante un embarazo, que va a suponer una gran carga
para la vida de esos adolescentes, o se enfrenta el aborto que es otro gran trauma. No
hay solución buena.
Claro, son situaciones en las que, una vez que estamos dentro, valorar la solución es buscar la solución menos mala o menos inadecuada. Es cierto
que ahí, en la medida que pudiésemos ofrecer
más soporte, más casos podrían seguir con esa
vida adelante y más casos podrían verse, al menos, atendidos, soportados, ayudados en la medida de lo necesario.
La familia monoparental no es nueva, pero
la existencia del divorcio hace que no se reduzca a los viudos. ¿A qué retos se enfrentan lo que ustedes llaman “familias reconstituidas”, donde uno, o los dos cónyuges
aportan hijos de anteriores matrimonios?
37
ENTREVISTA
Las estadísticas dicen que fracasan más, pero no
es porque estén predestinadas a fracasar, sino
porque son familias que están sujetas a muchos
más retos, y eso exige muchas habilidades. Para
empezar, hay una dificultad grande y es que los
que se eligen son los cónyuges, pero claro, si ya
tenemos hijos, y especialmente si los hijos ya
empiezan a tener algo de voz y voto, ellos lógicamente no eligen, de modo que les sobreviene una
familia que, inicialmente, es impuesta.
Luego, si el duelo previo de la familia rota no estuviera hecho, todavía se complica más. Eso también
hay que verlo. Al trabajar con estas familias, a veces nos encontramos con que el duelo no estaba
hecho para alguno de los hijos, o para el cónyuge
que ha quedado fuera. Si los hijos perciben que el
que se queda fuera de esta nueva realidad no lo ha
aceptado del todo, normalmente les cuesta más
vincularse con la nueva pareja, porque entran en
un conflicto de lealtades: si yo acepto a la nueva
“La relación de hermanos
es un espacio ideal para
aprender a resolver
conflictos, de modo
que con la reducción del
número de hijos se
está perdiendo esa
oportunidad”
Por otro lado, hay veces que los cónyuges tienen como el mito de la aceptación; todo el deseo es que los hijos acepten a la nueva pareja,
y eso requiere tiempo. En la familia llamada
nuclear intacta, lo que sería un hombre y una
mujer que se unen y después tienen los hijos, la
relación conyugal precede a la relación paternofilial, mientras que aquí, hay una relación de padres-hijos que precede a la relación conyugal,
esto supone mucha reorganización de roles, de
afectos, de emociones, de la propia estructura de la familia que exige tiempo, dedicación, y
tener en perspectiva que no es fácil. Además,
hay que tener en cuenta en qué momento vital
están esos hijos, si están en un momento más
cohesivo, cuando son pequeñitos, que entre en
casa otra persona a la que querer y que nos va
a querer, pues siempre es bienvenida; pero si
esos hijos están en un momento más hacia fuera, más de salir del nido familiar, ahí chocan
dos movimientos. Hay que comprender las respuestas del hijo, que, a veces, son simplemente
fruto de su momento evolutivo y no de que no
acepten a la otra persona.
38
pareja de papá o de mamá, de alguna forma traiciono el sentimiento del que ha quedado excluido.
Es un tema de gran complejidad.
La importancia del tiempo
Y el momento de ruptura, ¿requiere también
apoyo?
A veces lo trivializamos, a veces pensamos que, si
aparentemente el niño está bien y sobre todo, si
no hay un gran conflicto abierto entre los padres
que se separan, tenemos la fantasía de que las
cosas van a ir muy bien y no les prestamos atención. Y la ruptura de una pareja y por lo tanto,
para un niño, la experiencia de separación de los
padres siempre es un duelo, siempre se ha roto
algo que uno deseaba que hubiese funcionado y
que, de pronto, por alguna razón, no ha podido
ir adelante. La historia del duelo está presente en
los adultos, lo que pasa es que para los adultos,
dependiendo de las circunstancias, a veces es más
una liberación, es una forma de resolver situacio-
ENTREVISTA
nes que de otra forma no se resolvían, pero, para
el niño, la experiencia de que su padre y su madre ya no van a estar juntos queriéndole, supone
siempre una elaboración, supone un tiempo, supone un esfuerzo, y una readaptación. Si se niega esa experiencia de duelo, luego, a veces, nos
encontramos con sorpresas. Incluso en niños o
niñas que parecía que se habían adaptado estupendamente, pasado cierto tiempo emerge todo
ese dolor bajo cualquier forma; pero cuando se da
mente abiertos, estas situaciones son más terribles
todavía, porque la ruptura no solamente no ha resuelto nada, sino que ahora, gestionar todo eso,
con dos estructuras familiares distintas, es mucho
más complicado. Yo creo que, a veces, con esa fantasía, que también podemos tener los adultos, de
que uno tiene derecho a rehacer su vida, lo cual es
cierto, perdemos de vista el impacto que en el niño
puede tener y que el niño o el adolescente necesita
un tiempo para poder vivir eso.
“Las investigaciones
hasta ahora no indican
mayor nivel de problemas
en los niños de parejas
homosexuales, más allá
de los asociados a que
pudiera existir una
estigmatización social”
“El ser humano necesita
crecer desde el amor
incondicional”
Una vez que se ha roto una pareja, por cualquier circunstancia, ¿se dan más conflictos
en las que se mantienen monoparentales o
en las que se reconstituyen?
ese espacio y se reconoce que para el niño es una
pérdida y se le permite llorar, se le permite estar
triste, luego, también el niño, como en todas las
situaciones de pérdida, aprende que su vida puede seguir felizmente a pesar de esa circunstancia.
También es cierto que la respuesta del niño depende bastante de la respuesta de los adultos. Si pasa
el tiempo y alguno de los padres sigue en el tono de
víctima, para el niño es más difícil. Por último, está
el tema del conflicto, porque, a veces, a pesar de la
separación o el divorcio, los conflictos siguen igual-
Las estadísticas no se inclinan ni hacia un lado ni
hacia otro. Como decía antes, las familias reconstituidas tienen una tarea complicada, pero también la familia monoparental, a veces, es costosa
de llevar. Es distinto el perfil de familia monoparental ante la viudedad, que tiene dificultades,
pero también una estructura más clara, mientras
que si se ha producido la separación o el divorcio y es una familia monoparental, pero con el
otro padre presente, depende muchísimo del tipo
de relación que lleguen a construir estos padres.
Hay parejas que llegan a construir una relación
parental muy positiva para sus hijos y merece la
39
ENTREVISTA
“La sociedad cambia y la
familia está evolucionando,
nos guste o no”
pena señalarlo, porque no son situaciones fáciles de
resolver y pasada la etapa crítica, que decíamos antes, todo se estabiliza. Sin embargo en otros casos
sigue el conflicto abierto, de forma más o menos explícita y en esas situaciones es difícil para el niño.
Las distintas tendencias sexuales han existido siempre y las distintas civilizaciones las
han encajado con criterios diferentes. Lo que
es más reciente es la pareja homosexual,
¿cómo se ve desde la terapia familiar, hay algún tipo de estadística al respecto?
La escuela de los hermanos
Las investigaciones hasta ahora no indican mayor
nivel de problemas en los niños de parejas homosexuales, más allá de los asociados a que pudiera
existir una estigmatización social. Pero nos falta
perspectiva a largo plazo y un abordaje longitudinal en los estudios para poder ver con claridad
el impacto de la parentalidad homosexual en los
niños. Lo que sí puede darse, es la reflexión sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
Yo creo que merece la pena porque, a veces, por
la idea de libertad y por aceptar, como debe ser,
a todas las personas, en todas las circunstancias,
podemos identificar, como igualmente positivo
para nuestra construcción social, todo. La libertad es fundamental, el respeto, absolutamente
necesario, pero desde ahí, la reflexión también
nos tiene que hacer pensar que, cuando ofrecemos modelos a los niños y a nuestra sociedad,
es importante ofrecer aquellos que más nos ayuden a construir aquello que realmente queramos
construir. Yo creo que el referente masculino y el
femenino son necesarios para un niño. Sabemos
El cambio de la familia numerosa al control
de la natalidad ha introducido también diferencias en las familias.
Ha introducido muchas novedades en las relaciones entre padres e hijos, y en las propias relaciones
entre los grupos fraternos. La relación de hermanos es un espacio ideal para el aprendizaje de las
relaciones con los iguales, para aprender a resolver conflictos, a negociar, a ceder, a dar espacio al
otro y a reivindicar el propio. Con la reducción del
número de hermanos, de hecho, se están perdiendo esas oportunidades. Yo, a veces, pienso que, en
el entorno escolar, donde se detectan dificultades
para resolver conflictos entre compañeros, puede
que, en parte, se deba a que ha habido pocas oportunidades de aprenderlo en casa. Por otro lado,
también los datos sobre familias muy numerosas
nos hablan de que, a veces, la experiencia de los
niños es de soledad y quizá ahí la familia más pequeña gana, hay una atención más personalizada.
40
ENTREVISTA
“No creo que al niño le
ayuden igualmente en su
desarrollo todos los tipos de
referentes, yo creo que la
presencia de un padre y una
madre da una perspectiva
de desarrollo amplia
e importante”
que eso no implica que los tenga que tener siempre presentes, como vemos en las familias monoparentales, pero una cosa es ese niño concreto, que sin este referente llega a ser una persona
estupenda, y por lo tanto, un niño adoptado en
un matrimonio homosexual, por ejemplo, hombre y hombre, puede llegar a crecer perfectamente, y otra cosa es que, cuando abrimos ese
espacio, estemos dando la posibilidad de pensar
que todo nos ofrece el mismo referente para el
niño. Y yo –esto es una cuestión de opinión- no
lo creo, yo no creo que al niño le ayuden igualmente en su desarrollo todos los tipos de referentes, yo creo que la presencia de un padre y
una madre en una familia da una perspectiva de
desarrollo muy amplia y realmente importante.
Eso no quita para que luego, los casos particulares, nos permitan ver niños perfectamente adaptados en otro entorno, porque el ser humano tiene esa riqueza, esa capacidad de adaptación, de
vivir y de crecer en muchísimas circunstancias.
Hay voces para las que la familia es una organización opresora y caduca que haría bien
en desaparecer, mientras que, desde el otro
extremo, se piensa que debe permanecer inmutable, porque si evoluciona se destruye.
¿Cuál sería su visión como profesional?
Intento que sea equilibrada. Yo creo que, muchas
veces, hay demasiado pesimismo en torno a la familia. Por un lado están los que desean su destrucción,
que, en mi opinión, están marcados por un deseo
de ruptura con perspectivas previas, que no ayuda a la madurez social. La familia tradicional nos ha
llevado hasta donde estamos, por tanto, hay una
parte de herencia positiva, seguro. Otra cosa es que
haya aspectos que van evolucionando y haya que
dejar puertas a esa evolución. No es interesante
romper con la estructura familiar, sin más, porque
es soporte de nuestra realidad afectiva, de nuestra
construcción como personas. El ser humano, en la
línea del biólogo Humberto Maturana, necesita crecer desde el amor. Las relaciones familiares garantizan, o deben garantizar, que nacemos en un contexto en el que se nos quiere por el simple hecho
de existir y no porque nos portemos bien o mal.
Ese amor incondicional es un amor de madre, es
un amor de padre. Y la falta de ese amor es algo
que uno lleva de rémora durante mucho tiempo en
la vida, que a veces se consigue superar, pero no
sin gran esfuerzo. Por otra parte, estamos viendo
que la sociedad cambia y que la familia está evolucionando, nos guste más o nos guste menos, está
evolucionando. Y necesitamos dar respuestas a esa
evolución de la familia, necesitamos estar atentos
para ir dando las mejores pistas, para dar soluciones al hombre, para su mejor evolución.
41
A Fondo
CINE
IMAGENES
DE
FAMILIA
EL CINE COMO
HISTORIA DE
MODELOS Y SIGNOS
DE CONVIVENCIA
FAMILIAR
Por Norberto Alcover
42
A Fondo
Desde hace años, postulo en los ámbitos académicos que hacer
cine es rehacer vida, pero desde hace menos años, he añadido
que vivir es revivir en el cine. Los renacentistas, por ejemplo,
experimentaban las mismas reacciones culturales cuando contemplaban las grandes obras de Leonardo o de Miguel Ángel,
que les invitaban a una determinada forma de enfrentarse a la
realidad pero además de recuperarla desde esas claves artísticas. Porque el Arte, el Arte verdadero, el que permanece más
allá del impacto efímero, siempre ha desempeñado la misma
tarea antropológica: captar lo real histórico, transformarlo artísticamente/formalmente y reentregarlo a esa misma realidad
histórica como medio de revisión de la misma.
A nuestros efectos y a lo largo de la historia del
cine, que avanza desde 1895, la familia ha sido
objeto de permanentes objetivaciones, formalizaciones y valoraciones por parte de los grandes
autores cinematográficos, desde Griffith hasta
Kubrick sin interrupción alguna. Más todavía, una
gran parte de las más respetables obras cinematográficas, desde Lo que el viento se llevó (Víctor
Fleming, 1939) hasta Volver (Pedro Almodóvar,
2006), han hecho de la estructura familiar una
especie de marco envolvente de todas sus acciones como si la dinámica familiar les permitiera
desarrollar todas las pasiones de los personajes.
Y en este sentido, la familia en el cine puede contemplarse (y debe de hacerse así) como uno de
esos referentes fundamentales a la hora de revivir la vida y de rehacerla en guiones y en imágenes audiovisuales. Todavía hoy, aunque pudiera
parecer lo contrario, muchas de las películas de
culto persisten en esta recurrencia familiar, pero
con la novedad de introducir imágenes familiares alternativas, como fruto evidente de tiempos
diversos en ética y en sus respectivas morales.
Pero la familia está ahí, como si nadie pudiera ni
tan sólo quisiera pasar de ella. Y es que en ella
sea como sea, somos y actuamos. Y el cine, como
decíamos antes, solamente ofrece esas alternati-
vas como oferta para el debate ideológico y social
del momento que vivimos. Como todo Arte. Vale
la pena pensar muy despacio entre esta adecuación entre problemas del mundo y problemas artísticos/cinematográficos. Vale la pena.
Tres películas de tránsito
Las alternativas estructurales de la familia en el
cine surgen de forma ya madura en la actualidad
(desde comienzos de este milenio), pero se hace
preciso recurrir a tres films anteriores en los que
se dan cita una serie de elementos que configuran, desde ya, cuanto algo más tarde explosionará de forma evidente:
Cabaret (Bob Fosse, 1972). Sumergidos en la
estructura narrativa de un musical absolutamente rompedor, aparecen un grupo de amigos
que, en los felices veinte/treinta y en Berlín,
nos muestran sus pasiones afectivas/sexuales y
conforman una tipología familiar diferente. No
tanto en cuanto vivan en el seno de alguna familia determinada, antes bien porque desarrollan
una serie de actitudes sociales y personales que
tienen decisiva influencia en cualquier intento
43
A Fondo
posterior de naturaleza familiar. Sally Bowles/
tremenda Lizza Minelli es la mujer emancipada y
entregada a la veleidad, que más tarde orquestará crisis familiares de antología. Michael York,
uno de los intérpretes más hieráticos que se hayan dado, vitaliza a Brian, ese escritor inglés homosexual que concita las reacciones del grupo y
que introduce la pasión gay cuando ésta todavía
era extraña a la cultura ambiental. Junto a él, el
aristócrata alemán Max, encarnado por un digno Helmut Grien, descolocado por completo en
tan extraño universo. Y en fin, la inmensa María
Berenson, que da vida a la hermosa y poderosa
joven judía Natalia, que contemplamos víctima
de una pertenencia étnica capaz de conducirla al
exilio: para una mujer judía como ella, la familia
es su propia identidad.
Piensen los lectores en cuántas películas posteriores han aparecido elementos familiares reproductores de alguno de estos cuatro personajes,
más o menos específicos. Es una tarea que dejamos para cada uno en sus ratos de ocio.
44
Otra mujer (Woody Allen, 1988). Una de las
grandes películas del maestro yanqui, ahora un
tanto diletante. Una mujer en la cuarentena, esa
Marion que interpreta la enorme Gena Rowlands,
intenta identificarse desde la barbaridad de un
matrimonio vaciado de sentido, pero no menos
desde una obsesión profesional que la cauteriza para todo quehacer sensible, casi perdida la
capacidad de humanidad. Su relación misteriosa con una joven y aturdida chica embarazada,
que nos entrega la mejor Mia Farrow que recordamos, y otros detalles también golpeantes de
su emocionalidad, producen una catarsis radical
que, independizándola de todo cautiverio interior
y exterior, la situará en soledad... pero con ella
misma como mujer y como filósofa. Podrá escribir su libro, ante el que la hemos descubierto al
comienzo del film. Acabará por ser otra mujer,
como reza el título de la obra.
Puede que esta tipología de mujer, un tanto solitaria, independiente y madura tras los golpes
de la vida, funde una geografía familiar diferen-
A Fondo
te en su futuro. Nadie sabemos qué hará con su
vida tras tantas experiencias, pero seguramente optará por alguien que sea capaz de complementar un tiempo de su ser y de su estar sin
necesidad de menoscabar su plenitud tan crudamente conseguida...
Philadelphia (Jonatham Demme, 1992). Con
este film un tanto menospreciado por los críticos excelsos, se instala en el cine la personalidad
del homosexual en cuanto tal, pero además su
mundo gay y sus características del todo punto
alternativas a la familia tradicional. Tom Hanks es
Andy, el gay expulsado de su empresa por razones de discriminación sexual pero además porque
padece SIDA. Por su parte, Denzel Washington es
un abogado negro de medio pelo que se crece
en la defensa de Andy, mientras éste se viene
abajo y acaba por morir en brazos de Antonio, un
Antonio Banderas en una de sus mejores interpretaciones, como amante gay. Y mientras tanto,
el defensor vive con extraordinaria intensidad su
relación marital y paternal, en escenas de gran
belleza, a la vez que la familia de Andy se vuelca
en atenderle y en protegerle. La originalidad del
film, entre otras razones, radica en que se abren
paso tres modelos de familia: uno absolutamente tradicional, el del abogado negro; otro mucho
más avanzado en sus criterios, el del victimado
Andy; y en fin, el formado por el mismo Andy y
Antonio, una de esas parejas de hecho que, de
haber durado, muy probablemente se hubieran
convertido en matrimonio homosexual.
Una gran parte de las
más respetables obras
cinematográficas han hecho
de la estructura familiar una
especie de marco envolvente
de todas sus acciones como
si la dinámica familiar les
permitiera desarrollar
todas las pasiones de
los personajes
Este film es digno de verse, además, por su capacidad de trasmitir el talante sensible y estético
del universo gay, sin que para nada se golpeen
otras sensibilidades familiares al uso. Realizado
en 1992 cuando la homosexualidad se vinculaba
al SIDA casi estrictamente, da a luz un montón de películas que, más tarde, plantearán esta
problemática con mucha menos intensidad e inteligencia...
De estos tres films, que cierran su cronología en
1992, se deducen estos elementos que desde ya
formarán parte de las alternativas familiares contemporáneas: independencia económica femenina, crisis de la convivencia tradicional sobre todo
por el trabajo de la mujer, la presencia de situa-
45
A Fondo
ciones multiculturales de todo tipo, la confrontación entre una mujer despertada de su letargo y
un hombre que no se ha movido de su machismo
tradicional, la homosexualidad como una opción
dominante entre otras posibles, la persistencia
de esquemas xenófobos incluso en los ambientes
teóricamente más avanzados, y en fin, el cambio
del ambiente contextual que ya no protege como
antes la familia tradicional. Pero un dato merece retenerse: tal familia tradicional puede darse,
desde ahora, con sus características del todo punto conservadoras o, por el contrario, conservando
lo oportuno y abriéndose a situaciones novedosas
con suficiente sentido histórico. El cine, tras estos
tres films y otros muchos que no aducimos, ya
nunca será el mismo en esta cuestión tan emblemática de ofrecernos su peculiar contemplación
de la realidad en este caso, familiar, como decíamos al comienzo del texto.
Cinco películas alternativas
Tras esta gestación de una familia diferente,
nos permitimos señalar cinco films en los que
se nos presentan modelos familiares completamente nuevos en profundidad, pero puede que
menos llamativos en su externidad: el detalle
es relevante.
1. Historias del Kronen (Montxo Armendáriz,
1995). Un tipo frecuente de neofamilia radica en
el hecho de que los hijos se le han escapado por
completo a los padres, hasta constituir una vida
paralela al del hogar familiar. Se trata de un núcleo burgués y adinerado, fundado en el trabajo
de los padres y en la libertad absoluta de unos hijos que ya carecen de valores sólidos. El desastre
suele ser tan tremendo como el film.
2. Mensaka (Salvador García Ruiz, 1998). He
aquí una estructura familiar absolutamente actual
y que se nos pasa desapercibida: seres humanos
un tanto marginales en la sociedad de consumo,
que han optado por vivir juntos, que se reúnen
con parejas semejantes, que experiencian problemáticas tremendas y subterráneas para los
demás, y que albergan fascinantes pasiones fraternales, sensibles y hasta trágicas. Cuando se
confrontan con los burgueses tradicionales, se
46
El arte cinematográfico
revive la realidad para
revisarla y de esta manera
entregársela al espectador
como materia de reflexión
histórica; así, el cine ha sido
testigo de la evolución
familiar, pero también
manipulador artístico
de la misma
sienten despreciados, y a su vez los desprecian,
pero es fácil que surja el conflicto y la sangre.
Es una tipología familiar muy al uso y auténtica
bomba de relojería en nuestra sociedad clasista
hasta el tuétano.
A Fondo
47
A Fondo
3. American Beauty (Sam Mendes, 2000). En
uno de los tradicionales chalets yanquis en una
de esas colonias tan apacibles como edulcoradas,
un acabado padre de familia recién jubilado se
enamora de la jovencísima amiga de su hija y
comienza el camino de perdición. Es la familia vaciada de toda motivación para permanecer unida
y explosionada porque el amor propiamente se
ausentó hace tiempo, y todos se sienten fracasados en sus expectativas. Realizada con exquisita
precisión estética, nos invita a constatar de qué
manera muchas familias tradicionales han dado
a luz una nueva tipología que adultera todos los
códigos éticos y morales, para instalarse en una
ficción enfermiza. Estamos ante una alternativa
pragmática. La estructura exterior no se rompe,
pero la interior ha desaparecido. El crack de las
axiologías provoca el crack de los afectos. Mirar a
nuestro alrededor.
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4. La pequeña Lola (Bernard Tavernier, 2005).
El caso de una pareja que va en busca de una
niña oriental adoptada y las peripecias de la correspondiente aventura, mientras se relaciona
con otras parejas que esperan lo mismo en un
mismo ambiente. El embarazo tradicional, doloroso pero no menos gozoso, se transforma aquí
en una lucha contra infinitas dificultades, hasta
que la neofamilia se forma al retornar a Francia... con o sin niña, que de todo hay. El trauma
que esta decisión desarrolla está tratado por Tavernier de forma detallista y con feroz realismo.
Nunca critica el hecho de la adopción, pero insiste
en la terribilidad afectiva y emocional que implica
cuando se desarrolla según las pautas del guión
fílmico. Como siempre, el realizador galo es incorrecto socialmente, lo que es un placer cultural.
ambiente, opta por integrarse en una estructura
familiar tradicional hasta acabar en un caos absoluto. El choque entre la familia tradicional norteamericana, conservadora hasta el tuétano pero
cruel hasta las cachas, fractura el deseo enfermizo de dos hombres enamorados pero incapaces de afrontar su situación con valentía. Parece
que ‘salir del armario’ es fácil en determinados
contextos, pero en otros muchos, para nada.
Todo permanece igual. Y como siempre sucede,
cuando se traiciona el corazón, la vida entera se
destruye en lo más íntimo. Todo un código para
esperanzas exageradas.
5. Brokeback mountain (Ang Lee, 2006). Uno
de esos films que arrasan en taquilla pero que
van mucho más allá de ese éxito momentáneo.
El amor homosexual que, amedrentado por el
6. El desencanto (Jaime Chávarri, 1976).
Y añadimos para ampliar esta lista, otras cinco
películas recomendadas también al lector como
complementarias:
7. Los puentes de Madison (Clint Eastwood,
1995).
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8. La edad de la ignorancia (Dennys Arcand,
2008), junto a sus anteriores El declive del imperio americano (1987) y Las invasiones bárbaras
(2003).
9. La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel, 2008).
10. Antes que el diablo sepa que has muerto
(Sidney Lumet, 2008).
La familia en imágenes
El arte cinematográfico (y todo Arte en fin)
hemos dicho que re-vive la realidad para revisarla y de esta manera entregársela al espectador como materia de reflexión histórica.
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Así, el cine nunca es neutral, si bien pueda
realizarse con una enorme dosis de objetividad casi documental. Desde esta óptica, tal
y como hemos escrito al comienzo, el cine
ha elegido como referente el núcleo familiar
desde sus comienzos, y nunca lo ha soltado
hasta el momento. Ha sido, así, testigo de la
evolución familiar, pero también manipulador
artístico de la misma para potenciar una u
otra de sus formalidades posibles. La familia
permanece, pues, en las imágenes cinematográficas. Y esperamos que el lector se anime
a comprobarlo para deducir cuanto le parezca oportuno. Siempre desde necesaria actitud
crítica, del todo necesaria a la hora de enfrentarse con la obra de Arte. Y es que en Arte, la
realidad es la ficción y la ficción es la realidad.
Todo un reto.
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A PIE
DE CALLE
LA FAMILIA Y UNO MÁS:
LA CRISIS
Por Antonio Saugar
La familia, su cotidianeidad, ocupan poco espacio en los medios de comunicación. Pero en los últimos meses se ha convertido en protagonista de un buen número de páginas de periódicos y de los informativos de radio y televisión. La crisis ha
llevado a las familias a los titulares de prensa. Las preocupaciones familiares han pasado a ser noticia.
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El paro es el principal
problema para el 75,3
por ciento de los españoles
económicos son la principal preocupación con
un 45,8 por ciento; seguidos del paro (36,6 por
ciento); la vivienda, con el 13,8 por ciento; y la
inseguridad ciudadana, con el 9,1 por ciento.
De la importancia de cómo afecta la crisis a las
familias españolas destaca que para el 40,8 por
ciento de la ciudadanía la situación económica del
país es mala, y muy mala para el 26,9 por ciento.
Un 27,1 por ciento es regular.
Problemas económicos
El paro es el principal problema en España para
el 75,3 por ciento de los españoles, seguido de
las dificultades económicas, que ocupan el segundo lugar para el 51,6 por ciento, según los
datos del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) en su barómetro de enero de 2009. El terrorismo (22,2 por ciento) y la inmigración (19,3
por ciento) ocupan los puestos tercero y cuarto,
respectivamente.
Cuando la encuesta del CIS pidió a los ciudadanos
que señalasen los tres problemas que, por orden,
les afectan más directamente, los problemas
Según la encuesta del CIS, el 39,5 por ciento cree
que dentro de un año la situación irá a peor; un
17,1 por ciento cree que será mejor y un 29 por
ciento, que continuará igual.
En España hay 827.200 hogares con todos sus
miembros desempleados, casi el doble (385.500
más) que un año antes, según los datos de la
última Encuesta de Población Activa. La EPA del
cuarto trimestre de 2008 señala que el aumento
de hogares con todos sus miembros en paro fue
del 87,28 por ciento en un año y del 29,63 por
ciento con respecto al trimestre anterior, al aumentar en 189.100 hogares en tres meses.
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Aunque el 78 por ciento de
los padres españoles están
preocupados por el uso que
sus hijos hacen de Internet,
los padres españoles son los
que menos utilizan sistemas
de filtrado de páginas webs
Por lo tanto, los ingresos de un gran número de
familias españolas se están viendo mermados de
manera que los préstamos hipotecarios que en
su día fueron la alegría familiar para comprar un
piso se están convirtiendo en una trampa difícil de
afrontar. Las familias se las ven y se las desean
para poder pagar sus hipotecas, aumentando el
número de morosos en las listas de los bancos.
La economía familiar está en peligro.
La Encuesta de Presupuestos Familiares, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, señala que cada hogar dedicó una media de 32.000
euros a gastos de consumo en el año 2007, un
4,7 por ciento más que el año anterior.
Los hogares destinaron el 25,6 por ciento de su
presupuesto a gastos relacionados con la vivienda; el 14,4 por ciento al transporte; y un 14,2
por ciento a alimentos y bebidas consumidas en
el hogar. El gasto total en consumo en España
aumentó un 7,5 por ciento en el año 2007.
Por tipos de hogar, el mayor gasto por persona
(20.827 euros) se registró en los hogares formados por personas que vivían solas y con edad inferior a los 65 años, seguido de los formados por
una pareja sin hijos (14.719 euros). Por su parte,
las parejas con tres o más hijos tuvieron un gasto
por persona de 8.849 euros.
La economía es la pesadilla de las familias, que se
las ven y se las desean para llegar a fin de mes.
Ahorrar de la forma que sea es la consigna de todas
y cada una de las personas que forman el núcleo
familiar. Y esto lo empiezan a notar en las grandes
superficies comerciales, que ven cómo sus clientes
optan por las llamadas “marcas blancas” (más baratas), dejando de lado aquellas a las que la publicidad televisiva ha hecho famosas pero, también,
más caras. Otra de las tácticas para llegar a fin de
mes es la de comprar artículos de oferta, que pueden aliviar los ya muy justos bolsillos.
Recortar en gastos de ocio es otra de las herramientas utilizadas por las familias para tratar de
salir airosas de la crisis. Menos sesiones de cine,
menos salidas a cenar o de tapas, o montarse
cenas en las propias casas son ya cosas comunes
en nuestro país.
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Si la situación para quienes ya están en el paro
es muy difícil, los que ven que su trabajo puede
peligrar comienzan a preparar a sus familias por si
las cosas van a peor. Un buen número de personas
se ha puesto la venda antes de la herida, y ha comenzado a controlar sus gastos, con la vista puesta en una situación económica peor a la actual.
‘Enganchados’ al ordenador
Otro tema que preocupa a las familias es la situación de los hijos. Hace años, niños y adolescentes pasaban muchas horas jugando en la calle,
algo que no suponía una gran preocupación para
los padres. Ahora, los más jóvenes pasan mucho
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tiempo en casa, pero los padres no saben con
quién se relacionan a través de sus ordenadores.
El caso de la muerte de la joven Marta del Castillo –
presuntamente asesinada por su ex novio- ha vuelto
a poner en el candelero la utilización de las denominadas redes sociales, a las que un buen número de
adolescentes están enganchados, poniendo a disposición de no se sabe quién datos, fotos e intimidades
que pueden acarrear graves problemas.
Quitarle a un adolescente su ordenador y sus momentos de chateo con sus amigos no parece ser
la solución, pero sí lo es controlar las páginas en
las que navega y los datos que coloca en Internet. Cuando ocurren hechos como la muerte de
Marta, las familias se estremecen preocupadas
por si a sus hijos les puede pasar lo mismo.
El 78 por ciento de los padres españoles están
preocupados por el uso que sus hijos hacen de
Internet, según los datos del proyecto EU KidsOnline, en el que participa la Universidad el País
Vasco, que además añaden que los padres españoles son los que menos utilizan sistemas de
filtrado de páginas webs.
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El futuro de los hijos
Los estudios de los hijos, su futuro, la carrera
que estudiarán son temas de discusión dentro
de la familia. La preocupación del adulto colisiona, a veces, con la actitud de los jóvenes,
que pueden verse agobiados al creer que los
padres les exigen demasiado. Parece que, actualmente, es más difícil hacer que los adolescentes pasen más tiempo ante los libros. Quizá la sociedad en la que vivimos –con todo al
alcance de la mano o de la VISA paterna- esté
convirtiendo a los jóvenes en personas asentadas en la comodidad, a las que todo les parece
fácil de conseguir.
Las familias constituyen una de las bases de la
sociedad. De cómo se enfrenten a la vida dependerá el futuro de todos y cada uno de nosotros.
Sus problemas cotidianos, sus inquietudes, sus
miedos o sus alegrías son de gran importancia.
Lástima que sólo en tiempos difíciles o ante noticias luctuosas sean portada de los medios de
comunicación.
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