RESTAURACION DE LA PALABRA La raíz del liderazgo
Transcripción
RESTAURACION DE LA PALABRA La raíz del liderazgo
Ministerio de Estudios Bíblicos RESTAURACION DE LA PALABRA [email protected] La raíz del liderazgo Gordon MacDonald Recientemente, mi esposa, Gail, y yo tuvimos la oportunidad de visitar un Parque Nacional. Nos tomamos unas fotos a los pies de unos árboles que tienen más de 3000 años y que se elevan cientos de metros. Piense en ello: 3000 años para que un árbol crezca. Y piénselo de nuevo: con la maquinaria moderna, el mismo árbol se puede cortar en tan sólo unos minutos. Esos árboles me llevaron pensar sobre el liderazgo pastoral y el detalle de la confianza —el tipo de confianza que los pastores desesperadamente necesitan de su gente pero que algunas veces no poseen. No puedo pensar en un líder bíblico que no batallara con asuntos de confianza tanto como le pasó a Moisés. Dirigir a una generación de personas en su transición de cuatrocientos años de esclavitud a la libertad debió haber sido como pastorear a un «rebaño» de gatos. Cada vez que el hombre se daba vuelta, alguien cuestionaba su juicio, su veracidad, su sentido de dirección. Usted hasta podría afirmar que ellos finalmente llegaron a destruirlo con sus patrones de desconfianza y obstinación. El apóstol Pablo sacó provecho de la confianza cuando le pidió a la gente que dieran dinero para aliviar la carga de los cristianos que sufrían en Jerusalén. Seguramente se apoyó en el factor confianza cuando convenció a la familia de Timoteo a que se lo entregaran para ser el mentor del joven. La confianza estaba en juego cuando Pablo le dio órdenes estrictas a los corintios para que disciplinaran a un conocido pecador. Y usó la confianza una vez más, cuando los convenció de volver a tomar a ese hombre ya arrepentido. También cuando le pidió a Filemón que recibiera a un esclavo que había huido de su casa pero ahora ya no como un esclavo, sino como un hermano. No cabe duda: la palabra de Pablo en la mayoría de los lugares era como oro. En mis primeros años en el ministerio, aprendí que las personas siguen a un pastor solamente si éste aprovecha sus dones espirituales: expresarse con facilidad, su encanto personal, nuevas ideas y sueños. Me sentí tentado a pensar que tan solo porque ostentaba un título de un seminario, porque ya me había ordenado, y porque conocía mucho de la Biblia, las personas debían confiar ilimitadamente en mí. Eso funcionó por un periodo, pero en los tiempos críticos preguntas más profundas empezaban a surgir. ¿Gozaba de integridad y sabiduría, o era todo como la espuma? ¿Era confiable? ¿Podía llevar a las personas hasta un territorio desconocido espiritualmente? El encanto y el carisma son como un planeador; vuelan pero no indefinidamente. Y no les va muy bien en las turbulencias. Los tiempos críticos pueden llegar cuando un líder le pide a las personas que lleguen con una cantidad asombrosa de dinero para construir un nuevo templo, contrataciones de personal, un proyecto para ayudar a los pobres. Los tiempos críticos podrían venir cuando a las personas se les pide que abandonen un viejo programa y que adopten uno totalmente nuevo. O los tiempos críticos pueden ocurrir cuando un pastor debe confrontar a la congregación para que vean sus puntos débiles o su espíritu endurecido sobre algo que requiere arrepentimiento y una nueva dirección. Un joven pastor se marcha para asistir a un seminario innovador, regresa a casa emocionado por las nuevas ideas, y de la noche a la mañana busca cambiar todo. Muy pronto la congregación experimenta un colapso. El pastor aprende, por las duras, que las buenas ideas y las estrategias prometedoras no son suficientes. No se pueden llevar a cabo si no hay confianza de por medio. Cuando la confianza realmente cuenta Lo más importante —durante el largo trayecto— es cómo la confianza empieza a jugar en los encuentros personales de la vida pastoral. Hace varios años, tuve el privilegio de liderar a un joven hacia la fe en Jesús. Durante ese tiempo, él vivía con la hija de uno de los líderes de nuestra iglesia. La familia de ella había perdido toda esperanza de que ella (o él) llegaran a caminar bajo la luz bíblica. Luego, un domingo (por razones que ya no recuerdo) los dos vinieron al culto de adoración. Al final del culto, conocí a esta pareja, conversé con ellos, y eventualmente fui testigo de la conversión de este hombre y del cambio en su vida. La joven, criada en la fe pero obviamente alejada, regresó a la vida espiritual como resultado. No pasó mucho tiempo antes de que los dos —reconociendo la importancia de la obediencia bíblica— me pidieran que los casara. Me encantó la idea. Pero me advirtieron sobre algo. Al padre y a la madre de ella, según ellos, posiblemente no les agradaría la idea de su matrimonio. Yo debía acercarme a los padres y, en nombre de ellos, obtener su permiso. Accedí a hacerlo. Recuerdo que todos estábamos sentados en la sala de estar. El drama del momento fue tan emotivo que incluso hoy, muchos años después, puedo recordar palabra por palabra. Los llamé por su nombre, y les dije: «Les voy a pedir que confíen en mí. Según mi criterio, su hija y su novio deberían casarse. Creo que él está listo para ser un esposo amoroso y responsable, y que ella está preparada para asumir las disciplinas del matrimonio. Quiero que apoyen su deseo de casarse». Hubo una breve pausa mientras los padres pensaban en lo que les había pedido. Luego, el padre dijo estas palabras: «Pastor, confiamos en usted. Y si usted piensa que ellos están listos para casarse, que esto es una buena decisión, les daremos nuestra bendición». Y así procedieron. Esta pareja ha estado casada por más de veinticinco años, y año tras año se confirma el criterio que todos tuvimos al respecto. Esto no hubiera ocurrido, sin embargo, si yo no hubiera sido capaz de ganarme su confianza. El gran físico victoriano, Sir William Osler, una vez le dijo a sus estudiantes de medicina: «La práctica de la medicina es un arte, no una profesión; un llamado, no un negocio; un llamado en el cual su corazón y su cabeza trabajarán equitativamente. A menudo, la mejor parte de su trabajo no tendrá nada que ver con las medicinas y recetas, sino con el ejercicio de una influencia del más fuerte sobre el débil, de lo honroso sobre lo perverso, de lo sabio sobre lo necio. Al igual como le ocurre al consejero familiar de confianza, hasta usted llegará el padre con sus ansiedades, la madre con su lamento oculto, la hija con sus pruebas, y el hijo con sus teatros. Un tercio de todo su trabajo estará incluido en otros libros que no serán los suyos». Con muy pocos cambios en las palabras, Osler pudo haber estado hablando a aquellos en el ministerio pastoral. La confianza hace posible «un ejercicio de influencia». Ah, por cierto, la confianza hace posible que uno falle ocasionalmente. Las personas perdonan los fracasos si su perspectiva general se basa en la confianza. La conexión del liderazgo Me ha impresionado la nueva clase de pastores que mantienen una gran pasión por lanzarse en el campo de la evangelización. Los admiro, y valoro su amistad. Ciertamente han ido más allá de las expectativas que yo (o la mayoría de mi generación) hubiéramos soñado. Además, escriben muy bien acerca del conjunto de destrezas del liderazgo; por ejemplo, visión, pasión, sensibilidad cultural, desarrollo de líderes, y muchas más. Sin embargo, hay algo de lo que no escucho mucho, y eso podría reflejar una tendencia a pensar que el liderazgo se trata más de una destreza e instinto. ¿De qué no escucho hablar? De la confianza: esa cualidad casi indescriptible de una relación que un líder edifica y que, con el tiempo, resulta en la confianza por parte de la gente. Una de mis teorías sobre el ministerio es que un pastor realmente no ha empezado a disfrutar del «gusto» del liderazgo necesario para obtener las cosas, hasta que haya estado liderando por alrededor de cinco años. Por tanto, mi lógica es que después del quinto año de un ministerio, están por delante los años donde la confianza es lo más importante porque ya han pasado las novedades e innovaciones. Como mi padre solía recordarme: las personas lo seguirán a uno por un tiempo porque ellos lo escogieron. No obstante, lo seguirán la mayor parte del tiempo porque han aprendido a confiar en uno. De vuelta a los gigantescos árboles en California: no es difícil cortarlos en un breve periodo de tiempo. Al igual que ocurre con ellos, la confianza puede perderse en un momento. Una vez perdí la confianza de la gente que más me importaba. Perdí algunas amistades preciosas. Y perdí mi honor. Y recuperar parte de lo que se pierde lleva su tiempo. Cómo ganarse la confianza Ahora surge la pregunta de oro: ¿Cómo surge la confianza? A continuación encontrará siete fuentes que he observado a través de los años. La confianza surge de la consistencia. Consistencia en el mensaje, en la visión, en el manejo de las circunstancias. Las personas constantemente están observando. Ellas desean saber si usted será la misma persona cuando las situaciones empeoren. ¿Puede escuchar un «no» por parte de la junta? ¿Sus respuestas personales estarán alineadas con lo que usted ha predicado desde la seguridad del púlpito? La confianza surge de la dependencia. ¿Es usted una persona de palabra? Si hace una cita, ¿está ahí puntual? Si se compromete a hacer algo por alguien, ¿así lo hace? Si hace una promesa, asegúrese de cumplirla. La confianza surge de la sinceridad. ¿Es sincero con usted mismo? ¿Acerca de lo que realmente está pasando tras bambalinas? Las personas confiables no aparentan, ni usan lemas o estrategias que no ofrecen el mensaje completo. La confianza surge de una reputación de duro trabajo. Los sermones revelan la habilidad de un estudio serio. El pastor le da a la congregación un poco más de lo que ésta pensaba que le iba a dar. Las reuniones de junta y comités están marcadas por las presentaciones y explicaciones reflexivas. Hay un sentido de que el pastor está en la cima de un trabajo de liderazgo congregacional. La confianza surge de la creencia de que el pastor tiene un ojo pastoral imparcial para con todo el mundo. No guarda favoritismos hacia los ricos (los donadores mayores), los atractivos, los jóvenes, o los que tienen influencia. El pastor se relaciona con los niños, con el débil y con el que lucha, con el viejo, y con la persona más común que sirve en la congregación en lugares donde el reconocimiento es insuficiente. La confianza surge de la persistencia. Esto simplemente significa que el pastor se apega por un tiempo extendido. Se edifican las relaciones; se llevan a cabo los episodios ministeriales (funerales, bodas, bautizos, etc.); las personas ven al pastor compartiendo sus propias experiencias. Y cuando los tiempos críticos aparecen, ellos se inclinan más a decir: «El pastor estuvo ahí para mí; ahora yo estaré ahí para lo que él cree que Dios quiere de nosotros». La confianza surge de un espíritu profundo. De alguna forma, la congregación quiere sentir que su pastor pone sus ojos en Jesús. Ellos empezarán a confiar cuando sientan que la vida y el liderazgo del pastor refleje una persona que busca el corazón del Padre. Además, nace cuando el pastor habla de una certeza en forma humilde pero convincente, completamente arrepentido pero con gracia, modesto pero competente a través del poder de Dios. En más de una ocasión le pedí a mi congregación una segunda ofrenda para darla a personas que habían sufrido una gran tragedia en alguna parte del mundo. La confianza hizo posible que las personas profundizaran. En más de una oportunidad, le pedí a mi congregación que se levantara en fe para un nuevo presupuesto o programa de construcción o contratación de personal. La confianza permitió su disposición a participar en el proyecto. Y en más de una ocasión le pedí a mi congregación que tragara fuerte y aceptara algo que era nuevo o incluso que iba en contra de los instintos de los demás. Solamente la confianza puede conseguir eso. No se puede dar una definición completa sobre la confianza. Pero, como dicen, usted la reconoce cuando la ve. Y pienso en eso cuando recuerdo los enormes árboles de aquel parque. El tiempo que duran para crecer; y lo poco que se necesita para destruirlos. ******* ¡Maranatha! Pastor Jaime Quijada V.