«El amor es fuerte como la muerte» (Ct 8,6) «El amor es fuerte como
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«El amor es fuerte como la muerte» (Ct 8,6) «El amor es fuerte como
revista de pensamiento cristiano época II - núm. 45 - diciembre 2002 «El amor es fuerte como la muerte» (Ct (Ct 8,6) 8,6) (Q. E. P. D.) cambio de mentalidad ¡ Francesc Casanovas Martí 1 Seminario del Pueblo de Dios REVISTA DE PENSAMIENTO CRISTIANO cuatro números al año Dirección: Xabier Segura y Araceli Martínez Secretaría y confección: Carme Fainé, Jaume Piqué y Josevi Forner Edita y distribuye: SPD, Girona, 7 3r 1a 08010 BARCELONA · E-mail: [email protected] Déposito Legal: B-1544-1979 Imprime: JNP Arts Gràfiques, S.L. Filmación: PC fotocomposició, S.A. 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Martí 7 Amante de la Iglesia. J. A. Valbuena 1 19 La herencia espiritual de Francesc. J. Esquerda Bifet 20 Nuestro amigo Francesc. Carmelitas Descalzas de Vic 21 Un recuerdo afectuoso. F. Muñoz Alarcón 23 Por sus frutos los conoceréis. B. Mujika 24 Consuelo y amistad. P. Pankraz 5 2 26 28 29 31 32 33 34 35 TESTIMONIOS Reciclaje en eclesiología. V. M. Farré Un hilo de oro. G. Torres La Palabra... ¡más viva que nunca! M. Querol «Unificar» el corazón. E. Fernández La partida de póquer. V. Zatón Equilibrio de contrastes. J. Perera Un viaje al «paraíso». U. Vogts Libertad liberadora. J. Forner Un auténtico regalo. C. Martínez BREVE PENSAMIENTO 36 La nueva Jerusalén. F. Casanovas Portada: Francesc Casanovas. Retrato al óleo pintado por monseñor Joan Martí Alanis. pórtico D edicamos esta edición a la figura de Francesc Casanovas y Martí, fundador del Seminario del Pueblo de Dios, que fue también iniciador de esta publicación. Lo anunciábamos en el número precedente, donde ofrecíamos una crónica de su paso hacia la Casa del Padre y su testamento espiritual. Desde el pasado quince de julio en que ocurrió hasta hoy ha pasado un tiempo suficiente para asumir el lógico impacto de la despedida inesperada de quien fue, para la comunidad por él fundada, un padre lleno de celo pastoral, amigo íntimo, hermano fiel. Pero aún falta tiempo para poder tener una perspectiva plenamente objetiva. A pesar de ello, nos atrevemos, por el momento, a presentar a nuestros lectores unos vivos testimonios y recuerdos de procedencia diversa que, aunque quizás no puedan ofrecer aquella imagen que sólo la distancia de los años proporcionará – como un mosaico visto demasiado de cerca–, sí que pueden, en cambio, comunicarnos aquello que a una biografía más sistemática y rigurosa le es negado: las impresiones del primer momento sobre un hombre apasionado, que ha hablado, sobre todo, con su vida, con unos gestos teñidos de aquella «locura» amorosa propia de los enamorados de Cristo. No podemos dejar de asociar este tránsito hacia el Padre con el de nuestra hermana Rosa Campi, acontecido veintisiete días después, ambos en la ciudad de Vic (Barcelona). Dos vidas unidas por los misterios providentes de Dios y, por tanto, inseparables. Figuras que suscitan interés por Cristo. Y junto con el amor a Cristo, es preciso poner también e inseparablemente el amor a la Iglesia, la Esposa de Cristo y madre nuestra, prefigurada por María y presidida por los obispos como presencia sacramental del Buen Pastor. Escuchemos estos testimonios, estas breves semblanzas, y dejemos que el paso del tiempo traiga luz sobre una historia que, a pesar de tener las características de una vida escondida en Cristo, presenta también los signos de aquella fecundidad que habla por sí sola, y que Jesús, con su sabiduría sencilla y contundente, describía así: «Por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,20). ❒ ¡ cambio de mentalidad 3 presentación Francesc y mi hermana Rosa Lourdes Campi J oven aún para comprender los designios del Amor, poco a poco se me iban desve lando. Ella, Rosa, me ayu daba a ello. Cuando venía al hogar familiar después de –como decía ella– «haber descubierto los tesoros del cielo», yo me recreaba mirándola, a mis doce años, sin entender muy bien su manera de actuar, con unos gestos desconoci dos para mí, pero que, a la vez, provocaban un gran atractivo. Seguro que, después de haberla contemplado a hurtadillas, me decía a mí misma: «¿Qué le ha pasado a mi hermana mayor? La veo diferente de cuando vivíamos jun tas aquí en casa». Así me acostumbraba a su belleza; me gustaba contemplar sus movi mientos nacidos sólo del amor. Poco más tarde lo comprendí un poco más, 4 ¡ cambio de mentalidad aquel día que Rosa no vino sola sino acompañada de un hombre, Fran cesc, y compartimos todos juntos la jornada, con mis padres y mis demás hermanas. Cuando vi el trato que él tenía con Rosa, algo se me conmovió en el cuerpo y el espíritu: aquello venía de arriba, yo no lo había conocido antes. Gestos delicados de respeto y veneración, que hoy me evocan aquella frase de Isaías: «El novio está contento de tener a la novia» (62,5). Estas imágenes nun ca me han abandonado y aún hoy son para mí fuente de inspiración. Aquel trato poético des veló en mí una especie de enamoramiento, hasta el punto que decía para mí: «Yo también quiero ser tratada así». El Señor me escu chó, y años después me encontraba formándome en la intimidad del Amor, haciendo la escuela del Seminario del Pueblo de Dios. «¡Oh, sí! Eso es lo que yo quiero, Señor mío y Dios mío. ¡La gratuidad Las dos hermanas, Rosa y Lourdes, en el año 1986 llenaba de júbilo. Dios es providente y muy delicado. En esta delicadeza divina enmarco el paso hacia la Casa del Padre de ambos, que ya no se podrán separar ni en el tiempo ni en el contenido de su amor. Acompañé a Francesc y a Rosa en sus últimos días en Vic. Cada uno en un hospital diferente, se parados por un trayecto de veinte minutos a pie. Francesc y Lourdes, fundadores del Seminario del Pueblo de Dios cambio de mentalidad ¡ es posible!». Conocer a Rosa tal y como la conocía Francesc fue una experiencia curiosa. Él me mostraba las delicias de una mujer en Dios –«Una mujer fuerte, ¿quién la en contrará?» (Pr 31,10)–. Yo quedaba boquiabierta cuando él, sin ser su novio ni su marido, podía recrearse en su hermosura y su atractivo. Eso me conmovió y hechizó de veras. Descubría en mi interior el deseo escondido de toda la humanidad: amarse, el hombre y la mujer, sin ningún otro interés que amar. «Amo porque amo, amo por amar», escri bía san Bernardo de Claravall. Rosa se iba abriendo como una flor. Yo gozaba mucho al verla, en gendrada por el amor. Habiéndola visto crecer en casa, ahora la con templaba en un nuevo nacimiento. Mi relación con ella ya no se basaba en las confianzas y familia ridades de los vínculos naturales. ¡No! Era una relación que brotaba de nuevo: ella, renacía de Fran cesc, y yo también, y las dos nos reencontrábamos en el respeto y en la obediencia de la fe. Resonaba en mí que aquel amor no podría ahogarlo nada (cf. Ct 8,7) y esta eternidad, sin yo saberlo, me Por la mañana, estaba con Fran cesc, y por la tarde con Rosa. Me sentía como una mensajera de paz yendo de uno a otro comunicando el amor. No se podían encontrar, pero yo era su encuentro; se decla raban el amor enamorado en mis palabras, que transmitían las suyas con fidelidad y rigor. Palabras de consuelo de resurrección, de vida y de amor eterno. Esta experiencia de dolor vivida con gozo me confirmó la vivencia de aquellos primeros encuentros de cuando tenía pocos años: este hombre y esta mujer tienen un amor eterno. Toda una vida conducida por un hilo de oro, un hilo de amor. En el momento del paso de Francesc hacia la Casa del Padre recuerdo que le decíamos a ella: «Estate tranquila. Francesc te abrirá los brazos cuando llegues al cielo». También minutos antes de hacer ella el paso hacia la Vida le repetíamos la misma frase. Yo estaba segura de ello. Aquel hombre agradecido por la belleza de una mujer la acogería en el encuentro definitivo. ¡Dios no se ríe de nadie! ❒ 5 palabras de aliento Reproducimos la carta del arzobispo de Barcelona, D. Ricard M. Card. Carles, recibida el mismo día que se celebraban las exequias en el Carmelo de Vic A la Comunidad del «Seminario del Pueblo de Dios» VIC Barcelona, 16-VII-2002 Apreciados en Cristo, Os envío esta carta ahora que estáis viviendo un momento de dolor por el fallecimiento de Francesc Casanovas y Martí, fundador y presidente del «Seminario del Pueblo de Dios». Todos vosotros, como cristianos y como miembros de la institución fundada por nuestro hermano Francesc, sabéis que la muerte es un ir hacia la Casa de nuestro Padre celestial y que morir es hacer aquel «paso» que Jesucristo ha dado en tránsito hacia la Vida plena. Mi hermano en el episcopado, D. Josep M. Guix, obispo de Vic, que preside la misa exequial con otros hermanos en la fe, en la esperanza y en el ministerio, ya os hace presente este consuelo y esta esperanza en estos momentos de dolor para todos vosotros. Como obispo de Barcelona, donde Francesc Casanovas ha vivido una gran parte de su vida cristiana y de su acción apostólica, pido a Dios que le premie todo cuanto ha hecho, en la nuestra y en otras diócesis de nuestra tierra. Verdaderamente todos hemos sido testigos de que su deseo ha sido siempre servir a Jesucristo y a su mensaje en el seno de la Iglesia. Me uno espiritualmente a la celebración exequial, implorando para Francesc la plenitud de la vida en la visión de Dios y, para todos vosotros, sus familiares y amigos y todos los que le habéis tratado y habéis sido testigos de los dones con que Dios le ha agraciado, pido que viváis en estos momentos de despedida el consuelo de la fe y la esperanza cristianas. Unido a vuestra oración, os bendice y saluda con todo afecto en Cristo, 6 ¡ cambio de mentalidad +Ricard M. Card. Carles, Arzobispo de Barcelona semblanza de una vida Un itinerario con objetivos claros Joan Perera y Araceli Martínez L Francesc con seis años, abajo, con sesenta y tres a vida de Francesc ha sido muy original. No porque se propusiese construir grandes pro yectos o realizar obras perdurables, sino por su manera de ser, por su gran y peculiar humanidad. Su objetivo era, en síntesis, y ya desde pequeño, el mismo que el de todas las personas de fe: la unión con Dios. Pero los caminos de Dios han sido para él insospechados, sorprendentes, y los ha seguido sin temor y con valentía. Un enamorado Buscando a Dios, ha sido desinhibido, original, atrevido, con la seguridad de la fe desnuda, siguiendo siempre el instinto de esta fe, aunque ello conllevara lo que Pablo decía a los Romanos: «Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos» (Rm 9,3). Por ello, el adjetivo que más le define es el de enamorado. Enamorado de Cristo y de la Iglesia, enamorado de su prometida Gloria, del carisma de santo Domingo, del carisma de san Francisco, del de san Benito, del de Chiara Lubich. Enamorado de esta pequeña comunidad que él fundó. Este adjetivo, en el caso de Francesc, no puede aplicarse a proyectos, ideas u organigramas –siempre desconfiaba de las bellas palabras o idearios–, sino que tenemos que aplicarlo a personas, con nombre y apellidos, a gente que llegaba a la comunidad, necesitada no de pan o de ropa –que también– sino de fe, de la fe de la Iglesia, servida con verdadero amor maternal concretado en los pequeños de talles personales, propios de un corazón apasionado. De novicio en los Dominicos de Barcelona, inmerso en los estudios (primer plano a la derecha) ¡ cambio de mentalidad 7 c De Capuchino, con la típica alegría y fraternidad franciscana (en la izquierda) (Girona) comiese a sus horas y fuera llevado a pasear puntualmente. Cuando conocías a Francesc por primera vez, te parecía algo exagerado en estas cosas. La expresión espontánea que venía a la mente era: «¡Tampoco es para tanto!», puesto que él daba suma importancia, precisamente, a cosas que normalmente no consi deramos y que la mayoría de personas excusamos diciendo: «¡Ya se sabe!», o bien: «Siempre se ha hecho así». ¡Pues él, no! Nos enseñaba a actuar pensando en el otro y partiendo de lo que el otro necesitaba, como si todo aquello que hacíamos por el hermano fuera un examen, cuyo resultado final se descubría, precisamente, a través de los hechos concretos vividos. Él conocía las personas por el resultado de sus acciones. La pedagogía Cuando alguien le preguntaba cómo conseguía llevar jóvenes a la fe y al com promiso, él decía que su pedagogía era no tener ninguna pedagogía. ¡Y eso porque en cada momento del día se desvivía por las cosas más prosaicas y las necesidades más recónditas de las personas! Se aseguraba de que todo fuese bien, de que los aparatos elec trodomésticos funcionaran correctamente, y de que los usásemos bien, que la cocina fuera fuente de bienestar y de fiesta. Había cosas que compraba personalmente, hacien do algún viaje si era necesario, pensando en las comidas festivas y solemnes. Incluso se Impartiendo una clase a componentes de la Escuela de Formación aseguraba siempre de que nuestro perro de Camprodon ¡Cómo debemos agradecerle que siempre se haya guiado por los hechos, sin fiarse de bellos argumentos o vagas disquisiciones! El movimiento En Camprodon, con «Canigó» 8 ¡ cambio de mentalidad Al lado de su fe estaba siempre esta escrupulosa practicidad que le hacía tocar siempre con los pies en el suelo, sin grandes divagaciones. Pero también aquí, como siempre que tratamos de Francesc, tenemos que añadir otro aspecto de contraste: su sentido artístico, original, creativo. A lo largo de los años se fue fijando cada vez más en el «movimiento». «Dime cómo te mueves y te diré quién eres», nos decía. El cuerpo del creyente hace visible el pensamiento de Dios, la mentalidad nueva del Evangelio. Es preciso educar nuestros gestos desde la intención del amor, es preciso Conversando con diversos miembros de la Comunidad en el patio de Camprodon desnudarnos de rutinas aprendidas, de movimientos mecánicos que nos encarcelan, de gestos originados en el miedo de todo tipo. «Libres, sabios y felices», quería que fuera todo el mundo, especialmente los creyentes en Cristo, que tenemos la llave y el secreto de tales atributos. ¡Qué gran don ha sido el conocer esta profunda y sencilla «filosofía de la fe»! «El cuerpo no engaña», nos decía, dando a entender que, si nuestros movimientos no tienen el sello del amor enamorado, la fe queda recluida en nuestra cabeza. Una vez nos dijo: «El drama de los cristianos es que, por el hecho de que entendemos una cosa, nos pensamos que ya la vivimos». donde se aprende a vivir la fe, como decíamos, a partir de los hechos, de las obras, y, por tan to, de tantas actividades domésticas, desde la cocina a la colada, desde atender el teléfono hasta hacer encargos o compras. Era aquella faceta suya de «sabio» que no para hasta encontrar la respuesta apetecida. ¡Cómo debemos estar agradecidos por haber convivido y conocido esta pasión por la sa biduría en su persona, en sus gestos, a veces estrambóticos, pero siempre simbólicos y con un mensaje que mostraba su fe e iluminaba la nuestra! A su lado se profundizaba siempre, y él no se permitía ningún descanso en su «investiga ción», ya estuviera bromeando, gozando de una buena comida fraterna o celebrando la liturgia. Siempre iba adelante, y las dificultades no eran obstáculo en su camino de fe. ¡Siempre optimista, relativizando los problemas y confiando en Dios! El ambiente En una ocasión, nos dijo, lleno de alegría, que había «descubierto» una teología: la teología del ambiente. Inspirándose siempre en nuestra vida cotidiana, con sus El sabio luces y sombras, explicaba: ¿cómo queremos transmitir y dar testimonio de la fe con cara aburrida, reuniones monótonas, liturgia fría, locales sucios, etc.? La fe debe tener, a la fuerza, un envoltorio, un medio, y esto es el ambiente, engendrado por la presencia de Jesús en medio de nosotros. Pero ha de ser un ambiente especial, nada superficial y con un profundo contenido humano, cambio de mentalidad ¡ Deseoso de conocer el hombre a la luz de Dios, siempre meditaba alguna reflexión. Pero su peculiari dad estaba en que estas reflexiones se originaban, no en altas contemplaciones, sino en la observación de las personas, de sus reacciones, de sus gestos. Y a partir de un caso particular sacaba generalmente una máxima aplicable a la condición humana, breve, concisa, clara, contundente. Por decir alguna: «La pureza es buscar el placer según la intención de Dios». Son frases chocantes, pero que, al escucharlas y pensarlas, decías: «¡Esto es una verdad como un templo!». Cuando, tal vez después de días de dar vueltas sobre un tema, por arriba y por abajo, llegaba a una sentencia, la comunicaba, observando nuestras reacciones, y se entusiasmaba explicándonos el sentido, con muy buen humor, inspirándose en las anécdotas cotidianas que nos pasaban, en los incidentes típicos de una familia, en los «desastres» propios de una escuela de formación 9 c ñana, se aseguraba siempre de que hubiesen dormido cómodos, que hubiesen tenido agua caliente, como un criado que vigila siempre con dedicación amorosa a Cristo que nos visita. El itinerario En una tarea doméstica artístico y cultural. Un ambiente lleno de detalles y gestos «enamorados» y de sensibilidad humano-divina en el cuerpo de bautizados. De hecho, consagró su vida a generar entre nosotros este ambiente, lleno de cosas pequeñas, pero siempre auténticas. Huía de los eslóganes y las frases hechas, criticaba los sistemas, desconfiaba de las soluciones mágicas. La verdad se encuentra en la acogida amorosa y concreta del hermano concreto. En la acogida, se desvivía por los huéspedes. Pro gramaba las jornadas, organizaba excursiones con el coche todo-terreno, planificaba menús, ofrecía conver sación amena y profunda... Se desvivía por ellos y no les escatimaba tiempo ni dedicación, y quería que nosotros adquiriésemos esta sensibilidad. Por la ma Durante su etapa en el Movimiento de los Focolares 10 ¡ cambio de mentalidad ¿Dónde aprendió Francesc todo eso? En parte, su itinerario eclesial le proporcionó un bagaje sólido y una formación profunda. Pero hay cosas o trazos de su personalidad cristiana que no son aprendidos de nadie: él era así, y basta. Dios le puso en el corazón un entusiasmo y un deseo, o mejor dicho, una pasión por el «todo y ahora», que decía él. Sus últimos años hablaba de «sosiego, estabilidad y plenitud». Y eso, dicho por él, no eran sólo palabras, sino una realidad que transmitía de manera diáfana. Este itinerario, como apuntábamos antes, se había iniciado ya desde pequeño. Algunos indicios de su infancia indicaban su fuerte inclinación por Dios. De joven, militó activamente en un grupo parroquial, con obras de caridad, catequesis, oración, etc. La amis tad con aquellos compañeros perduró siempre. Con diecinueve años entró de novicio a los Dominicos de Barcelona. Fueron cinco años de intensa vida de es tudio y de plegaria, cautivado por el amor a la verdad característico de santo Domingo. Deja este camino y entra en contacto con los benedictinos, maestros en acogida, que le orientan hacia la vida ma trimonial, y empezó a salir con Gloria para probar de cara al matrimonio. Ella sería, más tarde, la primera chica del Seminario del Pueblo de Dios. Pero siente fuertemente el reclamo de la vida religiosa e ingresa en un convento de Capuchinos para profesar los votos simples. Un día conoce la espiritualidad de la uni dad en una reunión del Movimiento de los Focolares. Queda profundamente cautivado por este Ideal y, lleno de entusiasmo, deja la vida conventual y marcha hacia Italia a for marse con ellos. Pero al cabo de dos años vuelve nueva mente a Barcelona, solo, pero con un fuego dentro del corazón que quema noche y día. Una escuela de formación diocesana Se reúne con un antiguo amigo sacerdote, Vicenç M. Farré, con quien había mantenido siempre con En la nieve con el primer compañero de fundación versaciones sobre la vida de la Iglesia. Eran tiempos agitados. El Concilio Vaticano II había «abierto las ventanas». Francesc le pro puso vivir en comunidad, y esta original pareja, en una casa parroquial de un barrio obrero de Badalona, atraería a un primer grupo de jóve nes. ¿Cuál era la clave? El ambiente de amor mutuo, que conseguía que muchas peque ñas experiencias de vida se transformasen en luz y gozo. El atractivo, en definitiva, siempre antiguo y siempre nuevo, de las maravillas que Dios hace en su Iglesia y que no están sujetas a ninguna planificación previa. Después de pasar una Sem ana Santa juntos, se preguntaron: «¿Por qué no podemos vivir siempre así?». Y decidieron vivir juntos. Alquilaron un piso en el Paseo de San Juan de Barcelo na, con muchos «actos de fe», puesto que la economía era escasa. Pero la ayuda de la Providencia era patente, particularmente por medio de los vendedores de mue bles, que fiaban a unos jóvenes que no tenían otro aval que el Padre celestial. Bautizados por la gente como «los del Paseo de San Juan», iban adelante, sobre todo con mu cha alegría, y con aquel candor evangélico de los enamorados del Señor. Un alud de visitas concurría, atraída, en parte, por la curiosidad, y también, en parte, por las expectativas en el ambiente de una reno vación eclesial. En este punto se hizo significativa la intervención del arzobispo de Barcelona, D. Marcelo González. Vicenç M. le iba in formando, y el arzobispo llamó a Francesc, le escuchó, y le dijo: «Adelante, aquí está la mano de Dios. Sois como un seminario para el Pueblo de Dios». Francesc mismo explicaba con apasio namiento este encuentro del año 1970: «Le he manifestado –al arzobispo– el deseo de todos nosotros de dejarlo todo, para poder consagrarnos a la unidad que Jesús pide al Padre para sus discípulos: “Padre que todos sean uno a fin de que el mundo crea” (Jn 17,21). Le he comentado la posibilidad de hacer vida en común para revivir la experiencia de María y José, El cardenal Narcís Jubany presidiendo la misa en una de sus visitas a la Comunidad cambio de mentalidad ¡ En este punto empieza la historia del Seminario del Pueblo de Dios. 11 c Con Manel, uno de los primeros compañeros que crecían con Jesús en medio de ellos. Después, Dios llevaría adelante las cosas, siempre y cuando él –el pastor– lo viese también así. Entonces el Sr. Ar zobispo me ha animado a llevar adelante nuestro pro pósito, porque –ha dicho– “eso es obra de Dios” (...) Después me ha querido dar una solemne bendición en latín, que he recibido de rodillas, por mí y por quienes me pudieran seguir y por toda esta nueva experiencia en su diócesis». Otro momento importante fue Pentecostés del año 1977, cuando, en la misma diócesis, serían aprobados Con su peculiar simpatía y afabilidad 12 ¡ cambio de mentalidad los Estatutos por el arzobispo de Barcelona, el cardenal Narcís Jubany. La Comunidad fue erigida como Pía Unión de fieles, pero con la publicación del Nuevo Código de Derecho Canónico en el año 1983, pasó a ser Asociación privada de fieles. Desde entonces la Comunidad, un pe queño semillero para las vocaciones del Pueblo de Dios, está presente en diversas diócesis de: Cataluña, Euskadi, Castilla, Comunidad Valenciana, Andorra, Colom bia y Alemania. Obsesionado por saber «qué es la Iglesia» La fisonomía espiritual de Francesc es muy difícil de describir. Quienes le hemos tratado a menudo, no podríamos encasillarlo en un esquema o puntos doctrinales fijos, porque poseía un don que le asistía desde joven: una coherencia insólita en medio de una gran variedad de frases e ideas contrastantes. No era una coherencia que él se propusiese y elaborase en su reflexión. Le nacía de dentro; él mismo se sorprendía, y también nosotros, puesto que una cosa dicha hacía mucho tiempo rebrotaba y se confirmaba años más tarde. Era como un anhelo de ver las cosas tal y como Dios las ve, sin entrar en disquisiciones complicadas justificadoras o tran quilizadoras de conciencias. En lo referente a la vida cristiana y a la Iglesia tenía verdadera debi lidad, y conversaba animadamente de estos temas con eclesiásticos, religiosos, monjas y monjes. En medio de bromas y con buen hu mor iba comunicando mensajes, a veces arriesgados, pero sin ofender o disgustar a nadie. Y cuando se ex cedía en algún momento y aparecía cierto nerviosismo en los gestos de su interlocutor, él mismo, con su simpática afabilidad, le contentaba nuevamente haciendo reír y adap tándose graciosamente, relativizán dose a sí mismo. Avanzaba seguro, sin miedo a hacer el ridículo, con el señorío de quien tiene siempre a dis posición el comodín de la humildad que le hace ganar la partida. Todo esto para decir Un estilo: la relación hombre-mujer que estaba entusiasma do por la Iglesia, por Francesc, seguramente, saber qué era y qué no po dría haber tenido una pro era, y amarla con sus yección pública notoria. Se defectos y virtudes, para expresaba en claridad y con hacer que sus «arrugas» vencimient o, se ganaba el se transformasen en la auditorio con aquella com materia prima para recu bin ac ión person al de rigor perar la eterna juventud preciso y bondad apasionada, de la Esposa de Cristo. y conseguía hacer llegar un De nuevo sus contrastes: mensaje lleno de entusiasmo, crítico, pero obediente; sin triunfalismos. denunciaba amando y Todo él era lenguaje, tam haciendo posible una bién su cuerpo, mostrándose renovación. siempre tal y como era, con Siempre nos ha sor sus debilidades. prendido que muchos Y, sin embargo, el interés de de nosotros, viniendo de su corazón era llevar una vida ambientes alejados de escondida donde Dios pudiera la Iglesia, nos entusias expresar un mensaje luminoso másemos por la Iglesia sobre la relación hombre-mujer diocesana presidida por como fuente de espiritualidad el obispo. Francesc, con bíblica y evangélica. su fuerza, convicción Hijo de una época en la y generosidad, quería que eso parecía circunscribirse retornar la fisonomía co en la práctica al matrimonio munitaria a la diócesis, Paseando con los más jóvenes y quedaba además envuelto y nos conducía seducto ramente a comprometer nuestra vida y a enrolarnos en normalmente en moralismos, Francesc reconocía que la aventura de una comunidad de personas que «querían no había recibido una formación adecuada para tratar vivir el amor mutuo» y vivir una experiencia eclesial esta cuestión. Pero a pesar de su inclinación natural a la vida conventual, y contra todo pronóstico, la pro según se describe en los Hechos de los Apóstoles. Él era el primero en asombrarse y en explicar a videncia divina le había llevado a adentrarse en las todos que aquellos jóvenes que antes no entrábamos profundidades del designio creacional –«Y creó Dios en la Iglesia ahora vivíamos convencidamente la fra el hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó; ternidad –con sus alegrías y renuncias–, y rezábamos y macho y hembra los creó» (Gn 1,27)– y eclesial –«Ni celebrábamos la Misa en la parroquia, aunque a veces la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el sermón se nos hiciera largo y difícil de seguir. Él fue el Señor» (1Co 11,11)–. Por Dios se arriesgaba, valiente y decidido, pero siempre un «niño» del Evangelio, sin calcular nunca, con santo temor en el corazón, por estos caminos, ofreciendo y dando siempre, renunciando a sus planes para responder generosamente a las peticiones que le afrontando dificultades, comunicando de palabra y por hacían los obispos de preparar jóvenes para el ministerio escrito aquella luz que él consideraba especialmente de presbítero o de diácono, llevar adelante parroquias o necesaria para la Iglesia de hoy, buscando siempre el casas de espiritualidad diocesanas, o iniciar aventuras fondo de la tradición clásica eclesial, pero buscando, misioneras latinoamericanas. Siempre a punto para al mismo tiempo, el progreso de la fe. Su paso ha dejado una fuerte huella que, si Dios regalar, siendo pobre de todo, como un enamorado de quiere, dará su fruto. Mientras tanto, como corresponde Cristo y de la Iglesia. Francesc ha querido vivir desposeído incluso de a personas que hemos recibido una vida nueva de la los dones que Dios le regalaba para ganar a Dios y gracia, damos gracias a Dios por Francesc, y a Francesc por mostrarnos un nuevo rostro de Dios. ❒ su gloria. ¡ cambio de mentalidad 13 rincón poético Dos miembros del Seminario del Pueblo de Dios, al conocer la noticia del tránsito de Francesc, escribieron estos poemas. Estela de luz Hoy en la casa del Padre, hay gran gozo jubiloso. El niño, que burló su cautiverio, de un impulso por el atajo se ha escapado hacia la fiesta. Nos deja a todos mirando al aire, con los pies en la tierra, atentos al milagro encantador de cada rostro: presencia diáfana que pide el alimento cada día, sueño realizado que celebra la Pascua en carne humana, encuentro pleno de Él y Ella. Ahora que has conseguido ya tu obsesión -ser uno con la Trinidad divina-, para los que te hemos conocido y aún estamos cautivos, eres y serás siempre un sello gravado en el corazón, una estela de luz que nos guía. 14 ¡ cambio de mentalidad Manel Serradell La huella del amor El amor es fuerte como la muerte, la pasión, inexorable como el abismo (Ct 8,6). Hoy miro ya la muerte sin temor, que es fuerte el amor como la muerte. ¡Amiga muerte, consérvame al amor! Felizmente volando quiero seguir la huella humilde de su cuerpo. Quisiera ir dondequiera a zaga del amor. No busco más consuelos, ni playa ni montaña, ni frio ni calor, ni música ni baile, ni nubes, ya ni sol. «Silencio» es la canción que consuela el corazón. Es dulce y es sabroso el único momento del amor. Se ilumina el camino, antes oscuro, que lleva hacia la patria apetecida. Seguiré la huella del amor. Vencida está la muerte y tan humilde... ¡Está transfigurada en el amor! Tei Secall ¡ cambio de mentalidad 15 colaboraciones Reportaje de un adiós Mons. Joan Martí, Arzobispo-Obispo de Urgell V uelvo de Burgos el jueves cos le llevarán el lunes próximo a 11 de julio, donde he esta la Clínica del Sagrado Corazón de do reunido con los obispos Barcelona para hacer un diagnóstico de la Comisión de Misiones. Llego mejor. Entre la esperanza y la con tarde a casa, después de catorce horas ciencia de la gravedad me habla de de viaje, con una parada para la fiesta sus sentimientos: «¡Ya hace treinta y de Mur, un pueblecito de la diócesis tres años que fundé el Seminario del de Urgell, en las proximidades de Pueblo de Dios! Si me voy, dejo un Tremp, donde me esperaban muchas legado que contiene mi pensamien autoridades para la inauguración de to, un legado formado por escritos, la histórica iglesia del Santuario. grabaciones, charlas». Menciona El viernes tenía necesidad de ir a la ord enación de presb ítero de Brull, cerca de Vic, a la reunión de Joaquín Cebrián en la diócesis de la Conferencia Episco pal Tarraconense. Me siento tan cansado que decido excusarme por teléfono. Me dejo caer en la cama. Al levan tarme, un poco más descansado, medito la situación: Francesc es tá grave en el hospital de Vic. Entonces, hay dos razones para hacer el viaje. ¡Vamos! Ya en su habita ción, la conversación es fluida. Conoce su gravedad y me cuenta los problemas de vi sión que ha tenido y un infarto cer eb ral transitorio. Los médi Mons. Joan Martí y Francesc en una comida fraternal 16 ¡ cambio de mentalidad Urgell como la última satisfacción conjunta. Bromea sobre su deseo de que, cuando vistan sus restos mor tales, no le pongan americana sino túnica, para no pasar calor y estar más cómodo. Tampoco pierde la ocasión de explicarme, una vez más, el carisma que Dios le ha regalado en su comunidad. Me dice que la presencia de Jesús resucitado es, para él, más real que la de quienes estamos allí presentes, que encontrarse con Jesús Amante de la Iglesia Mons. José-Agustín Valbuena, Obispo de Valledupar (Colombia) Mons. José Agustín Valbuena y Francesc conversando animadamente D esde el primer momento que conocí la comunidad del Seminario del Pueblo de Dios hubo una gran empatía con mi forma de ver diversos aspectos de la pastoral de la Iglesia. La misma empatía que experimenté desde la primera vez que traté con Francesc. Ante la precariedad pastoral de la Diócesis yo había tenido la idea de ir creando, como una «red de mujeres célibes», bien preparadas en el campo humano y capaces profesionalmente, con una profunda formación cristiana que, al mismo tiempo que ejercieran su profe sión, pudieran trabajar en el cam po pastoral, al lado del presbítero, ayudándole, o sin su presencia, asu miendo en el lugar todas las tareas pastorales que pudiese realizar. A las cualidades humanas de Francesc, a su simpatía y a su aper tura, se unía el carisma propio del Seminario del Pueblo de Dios, la relación «hombre-mujer». Por eso cuando el P. Enrique Cas tillo, con quien anduve en el 1989 por Barcelona, me ofreció ponerme cambio de mentalidad ¡ es probar ya la vida eterna, y que no ve problema alguno en marchar de este mundo, si ésta es la voluntad del Buen Dios. Me habla sobre la verdad, con expresiones que recuer dan el evangelio de san Juan: «La verdad plena no significa defender posturas y doctrinas. Aunque éstas pueden ser buenas y necesarias, no explican de modo completo aquella Verdad que nos hace libres. La ver dad plena es siempre presencia del Resucitado que, comunicando luz y vida, nos lleva a participar del pro greso de la creación. Cuando somos obedientes al Espíritu Santo posee mos la verdad completa de Jesús». Con énfasis me dice que, para él, morir le sería una ganancia, ya que quedaría definitivamente separado del engaño y la mentira. Después de otros comentarios amistosos, se levanta de la cama y me acompaña, pasillo abajo, hasta la puerta: «Diga al Sr. Obispo de Vic que estoy aquí y que el lunes marcharé». Al salir de la Clínica me vuelvo a sentir cansado y, en lugar de ir a Brull con los obispos, decido volver a casa. Por teléfono, le comento la situación de Francesc al Sr. obispo Josep. M Guix, quien le visitará al día siguiente, sábado por la tarde. A continuación, Francesc me telefo nea para agradecérmelo. Ha sido el adiós de Francesc. Una voz interior me decía que tenía que ir, pese al cansancio. ¿Era una premonición? El lunes llaman a la puerta de madru gada: «¡Francesc ha hecho el paso hacia la Casa del Padre!». Acogido en el seno de la Trinidad divina debe contemplar a quienes todavía estamos al otro lado del río. Habrá una gran fiesta por allá. Allí iremos, al banquete de las bodas del Cordero, y lo encontraremos con la túnica y la palma... Sea como sea, nos volveremos a encontrar, ¡si Dios quiere! ❒ 17 c en contacto con ellos, no vacilé un momento en ir adelante para cono cerlos y proponerles su venida a la Diócesis. Ya el P. Castillo me había contado algunas cosas. Si no me engaño en mis recuer dos y en mi apreciación, me parece recordar también una gran empatía con María Marín, que era la vicepresidenta en ese momento, quien se preocupó de facilitar que yo pudiera entrar en contacto directo con Francesc, el fundador. Mis entrevistas con Francesc siempre fueron muy cordiales. Quienes presenciaron esas entrevis tas dicen que nuestras preguntas y respuestas y nuestra risa, eran como un buen juego de ping-pong. Dios no me dio el Carisma de Fundador y cuando conocí a este grupo rebajé todas mis aspiraciones a ser Fundador de una Asociación de Fieles Laicas que entregaran su vida al desarrollo de una pastoral parroquial o diocesana, y desde entonces creo que he procurado darle todo mi apoyo al Seminario del Pueblo de Dios. Admiré siempre en Francesc que un simple laico, sin aspirar a más, se atreviera a fundar esta Asociación, a llevarla adelante y tuviera tan clara conciencia de la grandeza de la dignidad de la mu jer, de su valor en la Iglesia y de la necesidad de profundizar en la relación hombre-mujer para hacer apreciar a la mujer en toda la gran deza de su vocación. La primera impresión cuando conocí a Francesc era la de un hombre sencillo, muy inteligente, simpático, con un cierto sentido de «informal», muy trabajador, sereno, serio y festivo a la vez, exigente en la formación y, sin ser tan joven, sabía llegar a los chicos para mostrar a Jesús y ser para los miembros del Seminario como un padre. Me agradaba muchísimo su buen 18 ¡ cambio de mentalidad genio y su acogida permanente cuando le visitaba y su seriedad para imprimir este sello, en sus seguidores. Tengo la certeza de que ha impreso un verdadero carácter a los miembros de la Asociación haciéndoles responsables, serios en el trabajo que emprenden, bus cando dar lo mejor de sí mismos con el espíritu acogedor que tenía Francesc, y buscando siempre un crecimiento, tanto en lo que mira a la dimensión espiritual como a la intelectual. A los miembros que conozco, les veo el gusto para responder a las exigencias que se les encomienda, sin ostentación pero con la alegría de poder servir. Pienso que Francesc fue un hombre a quien las circunstancias concretas de la vida le fueron indi cando el camino y le fueron dando las armas para recorrerlo. Amante de la Iglesia, del Papa, respetuoso con la jerarquía y capaz de abrir un nuevo camino dentro de la Iglesia en la formación de los laicos. Francesc tenía una cierta obse sión en la relación hombre-mujer que constituye el carisma que im primió en el Seminario del Pueblo de Dios y que me parece a mí que tiene una trascendencia muy grande en el mundo de hoy, para la Iglesia y para los hombres y mujeres de hoy, porque significa una valoración de la mujer, en su dignidad y en sus capacidades en el campo intelec tual y en el campo pastoral. Pienso que la sitúa en el puesto que ella ha de ocupar en la Iglesia y en la sociedad. Éste fue uno de los motivos por los cuales no vacilé en invitarles a la Diócesis, donde se da una cierta explotación de la mujer, una cierta ignorancia de su dignidad y de sus capacidades para hacer frente a los desafíos del mundo de hoy. ❒ Joan Esquerda Bifet, pbro.* E scribo mis reflexiones so bre la experiencia de mis encuentros personales con el Seminario del Pueblo de Dios, cuando Francesc ha estado presente. Es preciso distinguir siempre en la gracia –o carisma– del fundador, aquello que pasa a la comunidad y aquello que es sólo personal. Así lo hacen hoy los escritores sobre los carismas fundacionales. Por ello prefiero hablar de la herencia espiritual de Francesc. Es lo que él ha vivido, mientras lo comunicaba a los hermanos. Veamos algunos rasgos. – La alegría de seguir al Señor dejándolo todo por Él. Es la pobreza evangélica de no apoyarse en ningu na seguridad humana. Los dones de Dios, a pesar de ser dones que hay que gozar y agradecer en la perspec tiva de la fe, no son Dios. – La alegría de descubrir a Jesús en medio de los hermanos (Mt 18, 20), principalmente en los más dé * Director del Centro Internacional de Animación Misionera (Congregación para la Evangelización de los pueblos) y profesor de Espiritualidad y Pastoral misionera en la Pontificia Universidad Urbaniana (Roma) La herencia espiritual de Francesc de Dios es un servicio cualificado para promover esta formación tan necesaria hoy. – La alegría de la claridad y sencillez en la convivencia comu nitaria, donde cada cual escucha, acompaña, sirve y ama, olvidándose de sí mismo. – La alegría de la vida ordinaria, en un trabajo semejante al de Naza ret, con el estudio, las publicaciones, las reuniones, los desplazamientos para promover encuentros, el apos tolado parroquial, la catequesis... – La alegría de pertenecer a una familia espiritual (el SPD) donde todo es común porque todos tienen «un solo corazón y una sola alma» como la Iglesia primitiva (Hch 4,32). – La alegría de experimentar la propia debilidad y, al mismo tiempo, la misericordia de Dios y la com prensión de los hermanos. Con esta experiencia se aprende a corregir mejor todos los defectos. – La alegría de prepararse para un momento eclesial de urgencia evan gelizadora, sin condicionamientos personalistas. – La alegría de sentirse siempre Iglesia local y universal, siguiendo la enseñanza del Santo Padre y acompañándole con las oraciones y con el estudio profundo y fiel de sus documentos. – La alegría de vivir en la esperan za de que siempre es posible hacer lo mejor: darse. – En toda esta alegría, que es gra cia mediante la herencia espiritual de Francesc, resuena el Magnificat de María: gratitud, confianza, hu mildad, generosidad, visión positiva de la historia de salvación, anhelo por comunicar el gozo evangélico a toda la humanidad y a toda la historia humana. ❒ Desde la fundación de la comunidad, la amistad con D. Esquerda ha sido viva y constante cambio de mentalidad ¡ biles. Los hermanos son valorados a la luz del Don: cada uno es una historia de amor irrepetible. Hombre y mujer, casados y célibes, intelec tuales y trabajadores, con muchas o pocas cualidades, inocentes y pecadores arrepentidos, pobres y ricos, son siempre «el hermano por el que Cristo ha muerto» (2Co 8,11). Cada cual es un don irrepetible para todos. – La alegría de vivir todos los días el encuentro con el Cristo: Eucaristía y Palabra de Dios. Es la plegaria de intimidad con el Señor que fundamenta el seguimiento evan gélico como desposorio. La Palabra, estudiada y contemplada, celebrada litúrgicamente y vivida, transforma el corazón y lleva hacia una vida hecha oblación eucarística. El proceso es eminentemente mariano: «Maria meditaba en su corazón» (Lc 2,19.51) y llegó a convertir su vida en un «sí» (Lc 1,38). – La alegría de amar a la Iglesia tal y como Jesús la ha amado (Ef 5,25), también concretamente en la obediencia incondicional a los Pasto res y en la sintonía con su enseñanza. A veces, esta fidelidad hace sufrir porque las personas son limitadas. Pero es un sufrimiento fecundo para la propia vida y para la vida y misión de toda la Iglesia. – La alegría de servir a las comu nidades eclesiales, según la misión recibida del Pastor, promoviendo la formación de todo el Pueblo de Dios. El Seminario del Pueblo 19 c Nuestro amigo Francesc Monasterio de santa Teresa Carmelitas Descalzas de Vic Conversación en el locutorio L a Cuaresma del año 1971, un presbítero conocido nuestro, nos habló de un pequeño grupo de chicos y chicas que conocía en Barcelona, y que él llamaba «el piso de la caridad», por el amor que se tenían entre ellos. Nos 20 ¡ cambio de mentalidad Bellísimo retablo barroco de la iglesia del Monasterio propuso hacerlos venir de visita para que los conociésemos. El primer encuen tro con el grupo fue una presentación de cada uno por parte de Francesc. Explicó un poco el proyecto que tenían, y poca cosa más. Al finalizar, nos dijo: «¡adiós, majas, y si no nos vemos más, hasta el cielo...!». Pero no fue así. Francesc volvió en numerosas ocasiones a nuestro Carmelo. A menudo venía con miemb ros del SPD para que los co nociésemos y ellos nos pudiesen explicar sus experiencias, otras veces venía solo. Eran en cuentros de familia, donde las cosas humanas se mezclaban con toda naturalidad con las divinas, en un clima de confianza y buen humor. Y así, año tras año, se fue forjando entre el Seminario del Pueblo de Dios y nuestra comunidad una amis tad y una intimidad cada vez más profundas. Las rejas del Carmelo no separaban aquellas vidas, apa rentemente tan diferentes, puesto que estaban unidas por un mismo anhelo: el amor a Dios y el deseo de servir a la Iglesia. ¡Qué bien comprendía él la fecun didad de nuestra vida escondida en Cristo! Se compenetraba realmente con nuestros fundadores: santa Tere sa de Jesús y san Juan de la Cruz. Y, a la vez, cómo valorábamos nosotras su estilo de vida tan exigente y evan gélico en medio del mundo. En nuestros enc uent ros, nos hablaba de algún tema espiritual: la caridad enamorada, la oración, la Madre de Dios, etc. O bien co mentaba el tiempo litúrgico que vivíamos. Había algunos aspectos de la vida cristiana que nos remarcaba con én fasis: la importancia de no apoyarnos en nadie más que en Dios; no tener más interés que seguir a Jesús, y éste, crucificado; escoger el último lugar; amar a la iglesia. Y, sobre todo, nos hablaba de la relación hombre-mujer Un recuerdo afectuoso Francesc Muñoz Alarcón, pbro. Dr. Muñoz y Francesc en el verano de 1991 M e pedís que escriba sobre la persona y obra de Francesc. Accedo por la admiración y el afecto que le profesé durante los años de mi trato con él con motivo de mi oficio de Vicario episcopal de la vida consagrada en Barcelona. Fueron los primeros años de la fundación del Seminario del Pueblo de Dios. De los últimos años nada puedo decir, porque no he seguido la trayectoria de su per sona ni de la obra, sino a través de las publicaciones que habéis tenido la amabilidad de enviarme. Me habéis presentado una «elaboración» de las palabras que improvisé como homilía en la misa celebrada en sufragio suyo, en la parroquia de san Luís Gonzaga (Barcelona). Después he conversa do con algunos de vosotros recor dando anécdotas. Pero, al escribir, debo ser más preciso y concretar datos, interpretando y ampliando lo que dije de palabra. Se califica a Francesc como un «contemplativo» y yo puedo dar testimonio de ello. La imagen de ello era aquella actitud reflexiva suya, con los ojos cerrados, cuando procedía a explicar su pensamiento cambio de mentalidad ¡ según la intención de Dios, puesto que sobre este aspecto tan importante para el SPD había recibido una luz especial del Señor. Nos exhortaba a vivir con responsabilidad nuestra vocación y, al mismo tiempo, insistía en la actitud de infancia espiritual y confianza que tan bien nos enseña nuestra hermana santa Teresa del Niño Jesús. Quería que mirásemos los acontecimientos del mundo con perspectiva histórica, porque así podíamos relativizar muchos problemas. Deseaba que fuésemos universales, pero, a la vez, muy concretas en el amor. En algunas ocasiones venía so lo: «Hoy vengo para que me tiréis de la lengua», nos decía. Y en un clima de familia nos explicaba con la sencillez de un niño su vida in terior, la intimidad que vivía con la Trinidad, su contacto con el mundo sobrenatural, las noches oscuras que pasaba; y la misión que Dios le había confiado como fundador del SPD, y que tantos gozos y sufrimientos le proporcionaban. Nos costaba despedirnos de él y siempre nos alargábamos más de lo previsto. Entonces, Francesc se quedaba un tiempo solo con la ma dre priora y, ejercitando el espíritu de fe, le pedía si le tenía que avisar de algo, o si había algún punto que no le pareciese bien. Este gesto de humildad nos impresionaba y nos gustaba, era como un sello más de que aquella doctrina y aquella luz que él tenía, venían de Dios. Su entierro en nuestra iglesia, lo consideramos un detalle más de la amistad, confianza y delicadeza que tenía con la comunidad. Por nuestra vocación de religiosas de clausura no salimos del monaste rio, y el Señor nos hizo el regalo de poderlo acompañar, junto a los miembros del SPD que tanto quere mos, en este momento de despedida pascual. ❒ 21 c en referencia al contenido de su proyecto ideológico de la fundación del Seminario del Pueblo de Dios, transmitido a sus asociados en la comunidad por él iniciada. Como fundador no es de extrañar que tuviese un atractivo psicoló gico, que se puede calificar como de «inspiración desde lo alto», ejercido sobre los componentes de la comunidad. Su visión del laicado en la Igle sia, intensamente reconocido por el Concilio Vaticano II, era el punto de partida de la nueva fundación, como también tenía siempre pre sente la espiritualidad de la unidad eclesial, que había aprendido en el Movimiento de los Focolares, con el eslogan de «Jesús en medio» que repetía en sus diálogos conmigo, fomentando el sentido de comu nidad entre los que se formaban con él, con una actitud abierta a todos, sin afán proselitista, pero al mismo tiempo con una convicción persuasiva. Seguía con atención los conteni dos de la escuela de formación, con los que, en general, coincidíamos, pero a veces el diálogo se trans formaba en discusión, más por la terminología que por los conceptos que aquellas palabras querían ex presar, ya que yo consideraba que no podían ser captados con acierto por sus oyentes y lectores. Nos re ferimos a la virginidad en relación con la espiritualidad esponsalicia de la ascética cristiana, aplicada sin matizaciones indistintamente a los miembros comprometidos con el celibato y a los vinculados por el sacramento del matrimonio. Esta reflexión llevó a introducir en los primeros Estatutos la distinción entre miembros internos y externos de la comunidad del Seminario del Pueblo de Dios. La convivencia entre los miem bros de los dos sexos merecía una 22 ¡ cambio de mentalidad atención particular, que fue mo hecho de compartir los bienes en tivo de diálogo, tenso en algunos común, sufragar los gastos para momentos. Es cierto que observé estudios de unos y el trabajo asala complacido las relaciones respetuo riado de otros en vida comunitaria sas con sincera alegría entre ellos ha sido una forma interesante de y ellas durante los ratos libres de vida evangélica, sin ridiculeces, aquellos tres días que pasé en la casa y por lo que he ido observando, bien aceptada por todos y digna de de formación en Camprodon. El sometimiento a los criterios admiración por los observadores del fundador con los cuales la co de fuera. No he podido referirme a la per munidad se sentía identificada, me hizo temer en alguna ocasión que sona de Francesc sin enmarcarlo en atentase a la libertad de éstos por su fundación. Así es como le conocí, pensar y razonar por cuenta propia, le admiré y le quise. Confiemos y pidamos al Señor aunque aceptasen obedecerlo con prontitud. Este temor mío no fue que el Seminario del Pueblo de Dios continúe siendo una eficaz con confirmado. La norma instituida para man tribución a la misión de la Iglesia ten er el consejo evangélico de en nuestro tiempo. ❒ la pobreza, adecuada a laic os y a la vida re sidencial normal, me conv enc ió d e s d e e l p r i n c i p i o . Hasta tuve que frenar impulsos de ren unc ia a los bienes patrimonia les de algu nos compo nentes in corpor ad os reciente mente a la comunidad, aconsejan do que espe rasen hasta que quedase bien acredi tada la per tenencia a perpetuidad en la Obra. Compartiendo la sobremesa el pasado mes de noviembre en Barcelona Pero el Por sus frutos los conoceréis A. Bittor Mujika. Prior del monasterio benedictino de Estibaliz (Bizkaia) N Aita Bittor con un grupo de la comunidad. Desde el año 1978 el País Vasco ha acogido con afecto fraterno al Seminario del Pueblo de Dios liberada, transparente. Eso se nota en el más pequeño gesto y detalle del encuentro. A continuación hago un rápido repaso de lugares y momentos de contacto, donde me he sentido acogi do sin reservas de ningún tipo. Recuerdo a menudo el primer encuentro con ellos. Fue en Lazkao, de la mano de Maite, una catalana que se defendía bastante bien en euskera. Me sentí acogido por hombres y mujeres, procedentes de diversos lugares del estado español, pero compenetrados unos con otros y abiertos a lo desconocido. Yo, hospedero del monasterio, ¡me sentí «huésped», acogido! Aquel primer trato propició una profunda amistad y aprecio por la obra de Francesc. Más adelante pasé una breve se mana en Camprodon, en la casa de convivencias. Eran unas jornadas cambio de mentalidad ¡ uestro hermano y amigo Francesc Casanovas nos ha dejado para entrar en la Casa del Padre. Ha llegado la hora de recopilar todo el mensaje que Francesc nos ha transmitido con su vida entregada a los hermanos. Los miembros del Seminario del Pueblo de Dios en Bilbao me han pedido que aporte mi testimonio sobre él. Lo hago con temor pero con amor. Este testimonio se apoya, sobre todo, en el contacto que he mante nido con los miembros de la Co munidad en Euskadi y Catalunya. Mi conocimiento y estima hacia Francesc lo debo, en gran parte, a estas personas. A partir de los fru tos he llegado a conocer y valorar el cultivador «del huerto» de esta Escuela de Formación. Me ceñiré al valor de la acogida. Me ha empujado a hacerlo una re flexión escrita por Lourdes Campi, actual presidenta de la asociación. En ella se lee: «En nuestra escuela hemos aprendido la importancia de saber acoger a un hermano que nos visita. Este arte, no obstante, no se improvisa, es un estilo de vida». Sí; cada vez que me he encon trado con Francesc o con los miem bros de sus comunidades he tenido el gozo de relacionarme con gente 23 c de formación. Recuerdo los detalles con los que habían organizado mi visita, comenzando ya por acom pañarme en el viaje de Barcelona a Camprodon. También aquel largo paseo en coche «todoterreno» y, a pie, por las cimas de alrededor; y una comida con Francesc, con un servicio cuidadoso y detallista; la virtud de hacer las cosas bien he chas, con profesionalidad; los chicos aprendiendo a tener cuidado de la ropa aceptando la enseñanza de las chicas; la liturgia bien preparada y celebrada; la natural comunicación entre todos; las visitas al monasterio de Ripoll y Sant Joan de les Abades ses; otro paseo por la montaña... En otra ocasión fui a Betxí (Castellón), acompañado por tres monjes. Después, otro encuentro de la comunidad de Lazkao en una parroquia de Bilbao, etc. La última visita en Catalunya fue de media semana en la reciente estrenada Casa de espiritualidad y cultura de Campelles (Girona). Llegué acompañado de dos monjes benedictinos, Aita Errupin y Aita Enrike. Creo que es el encuentro que más me impactó. La comunicación entre Francesc, Lourdes y todos los hermanos me hizo mucho bien: volví a casa «confirmado» en la fe, reafirmado en mi vocación, con más ganas de entregarme a la misión. Y el fruto de aquella acogida fue el retiro espiritual que Francesc y Lourdes nos ofrecieron a las co munidades de Lazkao y de Estíbaliz durante la cuaresma del 2001. Una vez más, los monjes benedictinos, acogedores por tradición, nos senti mos acogidos en nuestra casa. Estoy convencido de que la fuerza de la acogida y del acompa ñamiento de Francesc sigue aún más vigorosa desde el cielo. Doy gracias al Señor y a mis hermanos y hermanas del Seminario del Pueblo de Dios. ❒ 24 ¡ cambio de mentalidad Consuelo y amistad P. Pankraz, monje benedictino y abad emérito de Disentis (Suiza) Disentis, 8 de agosto de 2002 Queridos hermanos y hermanas mías del Seminario del Pueblo de Dios. La noticia del fallecimiento de mi amado y muy valorado amigo Fran cesc me conmovió profundamente. No fue hasta después de haber vuelto de mis vacaciones a finales de julio que supe la noticia. Casi no lo podía creer; antes de vuestra despedida de Disentis, como cada vez, tuve una conversación personal larga con él. Al principio lo encontré muy envejecido, pero después, cuando hablaba de sus grandes ideales y de su comunidad, amada por él más que nada, entonces sus ojos rezumaban entusiasmo y su rostro se rejuvenecía. Estaba lleno de alegre y absoluta confianza en el futuro. Y así podía, con serenidad y profundo agradecimiento, devolver a las manos de Dios su obra, bendecida tan visiblemente. Mantendremos la memoria de Francesc con afecto y agradecimiento y estamos unidos con él y todos vosotros en la oración. ¡Esperamos que también después de su sepultura, Disentis siga siendo patria para el Seminario del Pueblo de Dios! Vuestro, + Pankraz, abad emérito y hermanos Con el P. Pankraz. La generosa hospitalidad del Monasterio ha sido desde los inicios, ininterrumpida testimonios Reciclaje en eclesiología C uando ya tenía mi vida en carrilada, cuando creía do minar las tácticas pastorales, cuando vivía tranquilamente instala do en una parroquia que conocía al dedillo y tenía bien controlada, llegó Francesc de Italia, entusiasmado con una especie de «receta milagrosa» para renovar la Iglesia y devolverla a sus orígenes. ¿En qué consistía esta receta? Básicamente en dos ingredientes: ser «una sola cosa» entre nosotros, y ser «una sola cosa» con el pastor, el obispo. Para él, de hecho, ambas co sas constituían un solo ingrediente. El trasfondo de ésta fórmula era una profunda inquietud de Francesc, que años atrás ya me había comunicado: ¿por qué en numerosas ocasiones los carismas acaban perdiendo el vínculo orgánico –¡vital!– con el obispo diocesano y, por tanto, con la comunidad cristiana? Él no se lo planteaba como un error, sino como algo que tenía que madurar, y le parecía que había llegado el momento propicio. La respuesta era que los caris mas surgían como solución de una necesidad urgente eclesial en un momento determinado y por la inma durez de los tiempos podían alejarse de la unidad. Pero lo normal sería que retornaran al pueblo de Dios, después de haber sobrevivido a las tempestades de los siglos, gracias al cuidado y la vigilia de las respectivas congregaciones u órdenes. De hecho, ya lo dice la buena teología: no hay carismas privados, porque todos están al servicio del «cuerpo» de Cristo, la Iglesia. Na die puede declararse «amo» de un don, sólo servidor del mismo, y el discernimiento último recae sobre el obispo del lugar. Por eso Francesc seguro que es taría de acuerdo con aquel dicho de Verdaguer: «Quien por fray, quien por hermano, todo el mundo es fran ciscano». ¡Toda la Iglesia es francis cana, dominicana, benedictina...! Era necesario que todos los carismas, bien reforzados y formulados, y a través de sus testigos, volvieran a ser patrimonio de la comunidad cristiana diocesana presidida por el obispo. Esta eclesiología suya me hizo replantearme la mía. Anécdotas aparte, que hay muchas, Francesc incidió profundamente en mi ma nera de entender la Iglesia. Para co menzar, me hizo superar una especie de alergia innata que sentía contra la jerarquía. Pero también me contagió una inquietud profética que le llevaba a desenmascarar las apariencias de «cartón» para hacer posible una base real. Ante ciertas cosas que, de en trada, se tienen por santas y buenas, él se fijaba en signos que ponían en cuestión, no la buena intención de las personas, sino la autenticidad del «resultado final». Tal vez el tema que más me vie ne a la memoria es el de la pastoral parroquial que yo llevaba a cabo. Me interpelaba fuertemente con ges tos sencillos: Francesc barría, por ejemplo, en la sala donde teníamos que hacer una reunión. Un detalle así hacía tambalear todo mi esquema y cuestionaba mi activismo. Para él, barrer era «condición sine qua non» para que aquella actividad pastoral tuviese un sello evangélico. No por cuestión formal, sino porque este gesto era la semilla que fecundaba de evangelio auténtico aquella reu nión. Tenía a mi lado, entonces, sencillamente, a un revolucionario. Porque... para tener esta seguridad con aquellos criterios tan peculiares era preciso ir contracorriente, en un mundo de marketing e imagen, de números y apariencias. Su «receta milagrosa» empezaba por estas cosas que nadie ve. Pero él creyó firmemente en ellas, y resulta que, al final, inciden más que grandes organizaciones y planificaciones. Por lo menos, esa ha sido también mi propia experiencia. El padre de Francesc se dedicó a grandes construcciones civiles; su hijo pequeño iba a dedicarse a cavar silenciosamente los fundamentos de otro tipo de construcción: la comu nidad, sin más adjetivo que el de «¡cristiana!». ❒ cambio de mentalidad ¡ Vicenç M. Farré, pbro. 25 c Un hilo de oro Gloria Torres Gloria siguió un itinerario peculiar al lado de Francesc: fue prometida, amiga, hermana, y ha tenido un papel fundamental en la fundación del Seminario del Pueblo de Dios. El encuentro Etapa fundacional Como en una película romántica, Francesc y yo nos conocimos en el tren, de Monistrol a Barcelona, vol viendo de Montserrat. Él había ido a buscar orientación vocacional y le orientaron hacia el matrimonio. En el mismo tren de vuelta a casa, con su rapidez ca racterística –eso lo supe años más tarde– buscó una chica que viajase sola para concretar con ella aquella vocación. Yo fui la «afortunada». Lo pongo entre comillas porque el hecho de conocerle supuso para mí el inicio de una aventura en la que nada ha sido como mi corazón soñador se imaginaba. Él me gustó; de hecho, me atraía mucho. Las mujeres, con nuestro sexto sentido, notamos cuando un hombre es sincero, coherente, y limpio de corazón. Por ello me entu siasmé con el proyecto de formar con él una familia, aunque él siempre me decía que quería entregarse a Dios, lo cual, en nuestra formación era sinónimo de hacerse religioso. Pero aquellos tres meses de noviazgo me proporcionaron mucha normalidad, ya que yo estaba llena de moralis mos, tabúes y prejuicios. Pero acabado el plazo él se de cidió a seguir la vida religiosa y quedamos tan amigos. Yo estaba convencida de que Dios, que le había dado a Francesc lo que él deseaba, también me lo daría a mí. Después de todo su periplo por los Dominicos, Capuchinos y Focolarinos, una vez que volvió a Barcelona me propuso participar en lo que entonces llamábamos «la experiencia». Le gustaba nombrar así aquel primer grupo porque sig nificaba que, como él mismo solía decir: «En el amor, lo que vale es amar». Le gustaba recordar aquella bella definición de Dios que hay en la Escritura: «Dios es amor» (1Jn 4,16). En esta época descubrí en él una personalidad más sabia, con aquella autoridad evangélica de quien vive seguro caminando por la cuerda floja 26 ¡ cambio de mentalidad de la propia inexperiencia y debili dad. Francesc ha sido un campeón en el arte de avanzar seguro en «la inseguridad». Le pasó –seguimos en la «cuer da floja»– que tuvo que descubrir «sobre la marcha» la manera de ser femenina. Su ideal había sido siempre darse a Dios, pero ahora debía atender en aquella incipiente experiencia comunitaria a un grupo mixto de seguidores, procurando que la relación entre los chicos y las chi cas fuera un camino de espiritualidad eclesial. Pero él no se detenía ni se asustaba y, lejos de solucionar los problemas de forma esquemática o estereotipada, nos ofrecía una luz, una utopía, un imposible para que Francesc y Gloria Rosa, Gloria y Francesc hace unos años ¿Yo... líder? Igual que él iba adelante movido por una utopía, me pidió que le res paldase ocupándome de las chicas. Tuve que sacar fuerzas de flaqueza, y seguridad de mi inseguridad, porque no me veía preparada en absoluto. Pero, ¡qué gozo asumir estos retos para seguir la misma suerte de aquel hombre que, una y otra vez, solía empezar siempre de nuevo como un niño ilusionado! ¡Qué afortunada he sido, pu diéndome enrolar en este proyecto del Seminario del Pueblo de Dios, compartiendo a su lado alegrías y dolores, esperanzas y tristezas! ¡Qué plenitud, dar la propia vi da en el riesgo y en la fragilidad, siguiendo a un hombre débil como tú, que avanza decidido y confiado por caminos inexplorados! Rosa Rosa ha sido una mujer de gran atractivo, tanto en su personali dad como en su aspecto y pre sencia. Era la «mujer fuerte» de la cual habla la Biblia, una entre mil, ma ravillosa en su hablar y saber estar, elegante como una reina, senc illa en el trabajo y recta en su corazón. Ante ella fui a la vez forma dora y precurso ra. Formadora, La unidad fraterna entre mujeres genera bienestar en la Iglesia cambio de mentalidad ¡ reflexionáramos, de manera que cada cual afrontara su vida respon sablemente y fuera capaz de elegir a Dios como el todo de su vida. Francesc no nos ha llevado ha cia sí mismo, sino hacia Jesucristo, para que llegásemos a asumir perso nalmente el compromiso bautismal. Eso es muy atractivo para una mujer: ver que una persona como él, sin demasiado liderazgo «natural», se convertía por la fe –¡siempre por la fe!– en un pionero que velaba siempre por los suyos, un luchador enamorado, que se desvivía para proteger, alimentar y vestir a una comunidad de gente joven e inexper ta... ¡Era una experiencia fascinante y me llenaba de gozo! ayudándole a vivir la comunión con las chicas; y precursora, dando relieve a su persona para que pudiera ofrecer su aportación carismática al lado de Francesc. Al final de su vida en esta tierra hemos disfrutado de una relación fraterna especial. Durante su en fermedad yo la acompañé en todo momento, participando de lo que ella vivía, y haciendo mío su proceso doloroso, con el deseo de vivir estos momentos siendo un solo cuerpo. Ha sido –y es– una entrañable vivencia que no cabe olvidar nunca porque está inscrita en el cielo. Tanto Francesc como ella han dado su vida «hasta el extremo». Y, por ello, han dejado un rastro de belleza. Belleza humana con todos sus matices, porque era muy bello contemplarles en su trato, donde pre dominaba la fuerza, la radicalidad, el «todo» realizado, la utopía. Pero también donde todo era pedagogía, mensaje, educación y enseñanza de cara a formar personas en la cultura de la plena intensidad de amor propia de la Palabra de Dios. Después de contemplar esta historia, me considero, más que nunca, afortunada, pero esta vez... ¡sin comillas! ❒ 27 c La Palabra ¡más viva que nunca! Melchor Querol, pbro. Francesc y Melchor, en los inicios de la comunidad S oy uno de los primeros com pañeros de comunidad de Francesc. Ya en los inicios, solía sorprendernos siempre con sus reflexiones sobre los evan gelios o san Pablo. Pero hoy me gustaría comentar un aspecto suyo esp ec ialmente significativo. Se trata de cómo él fue entrando en el espíritu de la liturgia, y cómo esta penetración se transformaba en pedagogía para nosotros, que a menudo proveníamos de ambientes alejados de la oración, aunque no era mi caso. Por ejemplo, en el inicio rezába mos juntos haciendo una meditación de la Palabra de Dios. Era fascinante verle abrir el Nuevo Testamento al 28 ¡ cambio de mentalidad azar y comentar, compartiendo con nosotros, la luz que surgía, entusias mado para que esta luz engendrase comunidad y guiase nuestro servicio en la Iglesia. Un entusiasmo inagotable, día tras día, con una fuerza renovada, como siguiendo casi obsesivamen te un hilo invisible, como uno de estos sabios que no pueden repri mir su sed de conocer. Los temas tratados días atrás resurgían bajo nuevos prismas, añadiendo matices y abriendo perspectivas. El ambiente que se creaba era el de experimentar a Jesús en medio de nosotros con mucha alegría, sin tiéndonos libres para expresarnos tal y como éramos. Espontáneamente, en este cli ma –se me hace difícil describirlo bien– experimentábamos cómo se reproducían en nuestras vidas algunos personajes y escenas sen cillas y conocidas del Evangelio, siempre con un humor sano y li berador: alguno nos recordaba a este o aquel apóstol, otro a esta o aquella seguidora de Jesús, otros rep res entaban a los pecadores, enfermos o fariseos. No se trataba tanto de etiquetar o clasificar las personas, sino de abrir el corazón a una explicación viva que ilustraba la manera de pensar de Jesús. Francesc tenía mucha fantasía y los evangelios se convertían con él en una ilustración de nuestra vi da cotidiana. Nuestras reacciones, sentimientos, tentaciones, des cuidos, ingenuidades, ignorancias, ya estaban en los evangelios. Como también nuestra fe, humildad, arre pentimiento, debilidad, confianza y perdón. Pero además, Francesc se fi jaba mucho en el rol de la mujer, especialmente respecto a Jesús. Le fascinaba la escena de María de Be tania a los pies de Jesús. Recuerdo que decía: «Jesús habla de los que escogen “la mejor parte” precisa mente cuando tiene a sus pies a una mujer que le escucha fascinada». También gozaba mucho explicando con detalles y gestos la escena de la pecadora arrepentida, que llora y lava con lágrimas los pies de Jesús. O el episodio de la siro-fenicia, que sabe tener con Jesús un agudo diálogo para «salirse» con la suya. Nos decía que la mujer hacía que Jesús se expresara libremente. Solía consultar manuales y es tudios exegéticos, pero le atraía la humanidad de Jesús que se des prende de las narraciones evan gélicas. ¡Fuera pseudo-místicas; fuera espiritualismos! Le gustaba citar una frase de Juan Pablo II: «Una fe que no es cultura, ¿de qué fe se trata?». Se fijaba mucho en algunos detalles de los evangelios. Por ejemplo, que Jesús resucitado se dedicara a cocinar pescado para los discípulos a la orilla del lago, o que, en plena sobremesa, confiase a Pedro el cuidado de la comunidad. Y también que, después de resucitar aquella jovencita de doce años, la hija de Jairo, se preocupase de que le diesen de comer. O aquel otro de talle del apóstol Juan que, a pesar de llegar antes que Pedro al sepulcro, porque era más joven y rápido, le espera y entra detrás de él. Le atraía mucho este aspecto cultural de la fe, su aspecto hu mano, visible, tangible. Jesús fue extremadamente humano, sin llegar a ser, en absoluto blando ni senti mental. La contemplación de Jesús lleva necesariamente a la cultura, como culto a la verdad. Quienes seguimos los pasos de Francesc sentimos vivamente este reto, puesto que él veía el testimonio de la Iglesia precisamente en el atractivo de la cultura generada por la presencia pascual de Jesucristo en medio de los suyos. ❒ «Unificar» el corazón Elena Fernández ¿ Con Francesc y su marido Juan, de Valladolid cambio de mentalidad ¡ Por qué es tan difícil –me preguntaba de joven, ya casada– compaginar el amor a Dios y el amor al ma rido? De hecho, no se puede compaginar, más bien se ha de unificar en un corazón in diviso, en un corazón virgen enamorado de Cristo. Ya lo decía san Pablo y era bien conocido en teoría, pero en la práctica, y a pesar de estar bautizada y ser cristiana prac ticante, resultaba totalmente desconocido para mí. Dios hacía cola, en mi vida: primero, el marido, o los hijos, según la época; después, Dios. ¡Qué montaje, Dios mío! Por ello me sentía interiormente insatisfecha, a pesar de ta parlo con los sentimientos y 29 c actividades propios de una madre de cuatro niños. La radicalidad del Evangelio me esperaba fielmente. Sentí la llamada cuando conocí unos jóvenes que vivían en comunidad en Valladolid. Y meses más tarde tuve ocasión de conocer y tratar a Francesc, que, por cierto, no encajaba con la imagen que yo tenía de un fundador. Yo me imaginaba a los funda dores, serios, espirituales, forma les,... Y él era divertido, directo, espontáneo y, sobre todo, humano. Nos hacía pasar ratos muy agrada bles, ya fuera hablando, comiendo, rezando. A su lado todo tenía una densidad que yo denominaría «sa grada». Mi marido, al principio, reaccionó extrañado, pero más tarde seguiría también mi camino y ahora es también miembro externo de la Comunidad. Yo relaciono la persona de Francesc con la «unificación» de mi corazón, como decía antes. Él, con su manera de actuar, de creer, de amar, de apasionarse, comuni caba un atractivo. Más tarde te das cuenta de que es, en el fondo, el mismo atractivo de Jesús. Aquello que Pablo definía como «absurdo», como «locura» de la cruz. ¡Ena morarse de Jesús clavado en la cruz! Este hombre es la respuesta, este hombre: Jesús, es «mi» hombre, mi amor, mi todo. Permitidme que me exprese así, porque sé que, lejos de ofender a nadie, esta «profesión de fe» es mo tivo de satisfacción para mi marido y también es causa de nuestra unión matrimonial, que hemos tenido que poner al día porque nos casamos con mucha inconsciencia. Pero Dios nos ha bendecido, también pasando nuestras noches y purificaciones, con la identidad de la virginidad o pureza de corazón, acogida como un regalo en el seno de nuestro matrimonio. El mensaje de Francesc hacia mí tomó, desde que le conocí, esta di rección: «Dejarlo todo para seguir al Maestro». Pero, ¿eso no es de curas, monjes y monjas? ¡No! ¡Es de todos los cristianos, que son la Iglesia! El sentimiento de pertenencia a la Francesc con tres miembros, externas del SPD 30 ¡ cambio de mentalidad Iglesia había tomado posesión de mí. Yo, a pesar de estar casada, seguía a Jesús, como aquellas mujeres del Evangelio. Se trataba de una libe ración del corazón, aunque sigas haciendo las tareas y cumpliendo los deberes de madre de familia y mujer de tu marido. ¡Cristo te libera de la manera absurda de vivir del mun do! Aunque sí que es preciso vivir consagrada al amor renunciando por siempre al egoísmo. Mi trato con Francesc se adorna con muchas anécdotas. Yo, in concreta y descuidada de natural, siempre le sorprendía a él –concre to, concentrado, metódico–. Este contraste de temperamentos, que nos iba bien a ambos para mejorar, ha sido motivo de buen humor, de reír a gusto, y de tomarnos la vida como niños que, aunque a veces se inquietan y se echan en cara los defectos, se aman entrañablemente y van a buscarse siempre de nuevo para seguir jugando. En este caso, era jugar el juego de la vida evangélica sin detenerse nunca. ❒ La partida de póquer Victoria Zatón Permitidme, amigos lectores, que os presente a Francesc mediante un cuento. He intentado elaborar un escrito más convencional... sin conseguirlo. Y, finalmente, me ha venido la inspiración. La originalidad de este hombre de fe y de Iglesia es, desde mi perspectiva, tan sugerente y viva que... en fin, me faltan palabras, y mejor que pasemos directamente a la historia. H vida monacal y retirado para aden trarse en la vida contemplativa de la mano de la relación hombre-mujer. Y Dios le seguía el juego. Pero quiso ponerle a prueba, porque la persona tiene que ser digna de la fortuna. Y, para probarlo, le iba dando lo con trario de aquello que buscaba. Y junto a la pobreza, le llegaba al loco la fe desnuda, la fe sin adornos, ni seguridades, ni condiciones. Y él, cuanto menos tenía, más gozaba, porque veía acercarse el día de la partida de póquer, el día que las cartas saldrían a la luz y elegirían al vencedor de la apuesta. Y el día llegó. Y aquel hombre ganó. Y Dios y él se miraron y se hicieron un guiño de complicidad, porque todo había sucedido como los dos querían. Porque Dios había marcado las cartas para dejarse ganar. La alegría fue tan grande que se organizó una gran fiesta, donde serían invitados los mancos, cojos, huérfanos y enfermos. Una fiesta que nunca acabará porque en ella se celebra el «amor eterno» en la mirada eterna de Él y Ella. ❒ cambio de mentalidad ¡ abía una vez un cristiano que, cada mañana, cuando se despertaba, empezaba a soñar. En lugar de soñar de noche, lo hacía de día. Y, soñando, soñando, hacía ensayos en la realidad. Y cuan to más investigaba, más gozaba, era más libre, y más se le revelaban los secretos arcanos de la creación del mundo y de los hombres. Los amigos, que le apreciaban, le llamaban «loco», porque era idea lista. Quería que todo el mundo fuera libre, porque el encorsetamiento y la represión que había en el mundo le dolían. Pero más le dolía ver que muchos, a pesar de quejarse, prefe rían estar encarcelados que salir a campo abierto. Una cosa, sólo una, seguía siendo una incógnita para él. Todo el mundo le decía que no se entretuviera en eso, que se ocu para de las cosas altas y perfectas, y dejase las banales. Pero, loco de Dios como era, quiso hacer con él una apuesta y jugárselo todo a una carta: «Si nos has creado a imagen y semejanza tuya, y nos has creado hombre y mujer, no pararé hasta saber qué significa eso». Y a Dios le gustó este personaje, y hasta se sorprendía de que, fiel a la apuesta, dejase atrás un estilo de 31 c Equilibrio de contrastes Joan Perera Q uerría ofreceros algunas anécdotas y reflexiones que he ido haciendo a lo largo de estos últimos años sobre la perso na de Francesc, desde mi perspectiva de «secretario técnico» suyo. Él valoraba mucho la respon sabilidad y, por ello, cada vez que «despachábamos» temas, yo lo pre paraba con una cierta solemnidad: ordenaba antes los papeles, y hacía una reflexión de cada cosa, porqué sabía que a él le interesaba la identi dad de cada cosa: ¿era una consulta, una pregunta, una información? Cuando nos reuníamos para tra bajar, le gustaba buscar el lugar ade cuado, según la luz, o la practicidad, y él mismo, si convenía, me acercaba una mesita auxiliar o la silla. Siempre me preguntaba si tenía sed, si estaba bien y cómodo. Los preámbulos eran muy especiales: me invitaba a fijar me en alguna pieza o cuadro nuevo, y también me explicaba su estado de salud, lo que le había aconsejado el médico, la dieta que seguiría, etc. Era muy gracioso hablando de eso, dado que, en ocasiones era un poco aprensivo, pero al mismo tiempo hablaba de ello con buen humor y filosofía práctica. Todos los temas relacionados con su salud y el funcionamiento de 32 ¡ cambio de mentalidad su organismo tenían una densidad especial. En él, incluso sus trances médicos, se convertían en mensaje y comunicaban una proximidad y un calor humano difícil de describir. Pero volvamos a las reuniones. Una vez hechos los preparativos, se sentaba delante de mí, mirándome, y con ello yo entendía que empezá bamos el trabajo, haciendo posible que aquellos ratos juntos fuesen ágiles, y él se sintiese cómodo para expresarse a su aire. Yo había ordenado, como he dicho, los temas según mi lógica, y le daba una explicación antes de darle un papel, que él escuchaba, pero enseguida olfateaba la cues tión y empezaba a ojear mi papel, como diciendo: «No son necesarias explicaciones y vamos al grano». A veces, si yo creía necesario alargar mi explicación, le pedía ante su gesto o postura de pedirme la hoja, que siguiese escuchando: «Un mo mento, Francesc, que aún tienes que saber que...». Él, entonces, cruzaba los brazos y, obediente, me seguía escuchando pacientemente y con educación hasta que yo acababa y le devolvía los papeles. En otras ocasiones me dictaba y yo escribía. Querría comentar una ocasión en la que tenía que hacer un escrito que requería, por la temática delicada, un especial equilibrio. Sobre esto, una vez, un insigne ecle siástico le comparó a los acróbatas que se pasean por la cuerda floja y que hacen exclamar al público: «¡Ay, que cae por la derecha! ¡Ay, que cae por la izquierda!». Pero resulta que nunca caen. En aquella ocasión, me hizo sen tarme y, andando de un lado a otro de la habitación, iba dictando, sin correr, pero sin pausas largas. De carrerilla dictó tres hojas de papel, que pasé a máquina en vistas a su publicación. Cuando revisó el texto, no cambió nada y se publicó. Un buen teólogo, después de leerlo, afirmó que aquel escrito de Francesc, contenía un gran equilibrio y que, a la fuerza, Francesc había debido elaborarlo en un espacio de tiempo dilatado. Cuando le expliqué cómo se había escrito, ¡no se lo creyó! Son pequeñas anécdotas que des criben rasgos de su personalidad. Pero son trazos que van por parejas de contrastes: solemne, pero espon táneo; metódico, pero improvisador; inquieto, pero obediente. Estos años de trabajo conjunto han sido deliciosos. Aparte de lo que he explicado, querría hacer hincapié en el gran sentido de colaboración que tenía, escuchando siempre y asumiendo las propuestas de los demás, confiando hasta las últimas consecuencias en el don de Dios de cada persona. Sin querer exagerar, yo me admi raba de esta ausencia de ego. Él daba valor al hecho de trabajar unidos festivamente en relación fraterna, ¡aunque hubiese que pasear por la cuerda floja! ❒ Un viaje al «paraíso» Ursula Vogts C fruto de un diálogo entre tres: Dios, tú y nosotros, sin intervención de cuartas o quintas personas». ¡Qué sencillo, claro y transparente! Qué bendición de Dios, poder llegar yo, confundida y atemorizada como estaba, a esta «fórmula» que me complacía plenamente, porque era lo que yo deseaba. Yo quería hacer un discernimiento con soltura, pero, de hecho, ¡no era libre! Me dominaba un miedo difuso. Y el miedo es muy mal consejero... He aquí, entonces, que le hice caso, y a partir de entonces oraba con este «místico» grupo de tres, y así, paulatinamente, impercepti blemente, desaté mi corazón para que siguiese, libre, su instinto so brenatural. Y fue así como llegué –¡me costó dos años!– a la firme decisión de emprender el viaje. De aquella mencionada reunión recuerdo la rapidez con que Francesc respondía, sin querer convencer, y sin ningún otro argumento que su fe. Le veía confiado, respetuoso, sere no... pero a la vez valiente, generoso y, como aprendí más tarde del refrán: «¡claro y catalán!». Podéis imaginaros el amor y veneración que su persona siempre me ha inspirado. Para mí es un sím bolo de liberación, por haberme «rescatado» del miedo y haberme llevado, guiada por la fe desnuda, a los prados deliciosos del paraíso reencontrado, la fiesta fraterna que tiene por Maestro y Señor al propio Resucitado. ❒ cambio de mentalidad ¡ uando dejé mi país –Ale mania–, mi trabajo, mis pro yectos y amigos, para venir a unas latitudes más meridionales a vivir una experiencia de fe, no lo hice por una opción fría y calcula dora o un proyecto de planificación personal, sino siguiendo la llamada del amor. Me dejé atraer y seducir por unas personas que, aún desco nociendo su lengua, sus costumbres, y su manera de ser, me gustaban. Me atraía su alegría transparente, su bello rostro, su dulce disciplina, su amorosa espontaneidad. La fuerza del amor es potente como la vida, y cuando Dios te toca el alma, debe ser muy triste y desgra ciado no hacer caso y corresponder con evasivas o indiferencia. ¡Dios nos libre de tal mezquindad! Decía que el amor, convertido en fiesta de fraternidad y de comu nión, me conquistó. Y en todo eso Francesc tuvo también un papel importante. Recuerdo que, encontrándome yo todavía en Alemania entre dudas y miedos por el paso que quería hacer, y que no osaba por presiones internas y externas, vino él con al guna otra persona de la comunidad, y hablamos de ello. Su mensaje fue diáfano: «Tu decisión debe ser 33 c Libertad liberadora Josevi Forner C uando me he puesto a es cribir este testimonio, lo primero que me ha venido es un suspiro, porque no sabía por dónde empezar, y el papel en blan co siempre me ha causado respeto. Escribir sobre Francesc es, además, especial. Él hablaba con toda su per sona, con gestos, miradas y silencios; incluso sin querer, siempre comu nicaba un mensaje; y cada palabra suya –incluidas las bromas– parecía acertar en el blanco. Le conocí teniendo yo dieciséis años, y él cincuenta y uno. «Podría El autor, nacido en Betxí (Castellón) ser mi padre» pensé, pero ense guida cayeron las barreras, porque él se hacía muy próximo a todos intuyendo y adivinando lo que ne cesitaba cada persona. ¡Sabía de 34 ¡ cambio de mentalidad verdad acercar la gente sencilla a Dios! Con buen humor, acogiendo, pero también delatando con traza las dobles intenciones, para defender los derechos de Dios. Conectaba con todo el mundo porque era auténtico y sin dobleces. Siempre se hacía entender y, aunque no te interesara su mensaje, quedaba en tu interior como un gusanillo que nunca acaba de irse y que, aunque pasen los años, siempre está vivo y asoma la cabeza de vez en cuando. Una cosa suya muy importante para mí ha sido su libertad. Yo creo que él se expresaba tan libremente porque tenía una confianza en Dios muy arraigada. Con el paso de los años, me he ido fijando cada vez más en su manera de ser. Yo pensaba: «¿Por qué hace esto ahora? ¿Por qué dice eso otro?, etc.». Me gustaba seguirle con la mirada y no perderme una palabra suya. Tenía una persona lidad cristiana que llenaba, y, como es propio de los pequeños de casa –él era el pequeño de su casa...– todo el mundo está pendiente de lo que dicen, porque hacen gracia y crean ambiente de familia. En un principio, a pesar de su proximidad, le veía solemne, con centrado, grande, reflexivo. Es decir, como si, a pesar de ser libre y sen cillo, sintiera una grave aversión a la superficialidad; como si quisiera que cada gesto y cada palabra na ciera de una conciencia de hijo de Dios, de ser sacerdotes, profetas y reyes en Cristo. Y no de teoría, sino de veras. Más tarde, reflexionando, me pareció entender que él procuraba siempre estar situado en la lógica de Dios, sin poner límites o condi ciones. Es como si se dijera a sí mis mo: «Por Dios, todo», o sea: «Por los hermanos, todo». Aunque por fuera aparecía más el buen humor, la anécdota, la simplicidad, pero mostrando con los hechos que él iba hasta el final. La fuerza del amor hacía de su libertad una profunda y real obe diencia a los hermanos, a la relación hombre-mujer tal y como se iba manifestando en la comunidad, a sus propios signos pobres, y a los signos pobres de los hermanos que tenía encomendados. Recuerdo que hace unos años, mientras explicaba el tema de la po breza evangélica, una frase me llamó la atención: «la pobreza no es, en sí misma, una finalidad; la pobreza es el precio de la libertad». Real mente estaba explicando su propia experiencia personal. Y deseaba que todos nosotros fuésemos, desde esta perspectiva, auténticamente libres. Ha sido un mensaje muy importante para mí. ❒ Un auténtico regalo Carolina Martínez que la vida es un juego continuo que lleva a disfrutar de la relación fraterna. En mi relación con él comencé a respirar un ambiente nuevo, el ambiente de familia que la Comunidad de creyentes me ofrecía como regalo. Me llamaba mucho la atención, por un lado, su autoridad para de moler la mentira que había en mí, fruto del pecado, y, por otro lado, la actitud de acogida y de misericordia con que trataba a todos aquellos que se acercaban a él. Recién llegada a Cataluña, me llamaba la atención la tradición de los Reyes Magos de Oriente, unos personajes que se dedican a hacer felices a los demás. Imagino a Francesc identificado con ellos, cuando, con aquel rostro suyo de felicidad, nos decía: «¡Tenemos que saber vivir bien... para hacer vivir bien a los demás!». Gracias, Francesc, por enseñar me a amar a todos y por regalarme la vida de Dios. ❒ Una escena familiar: abrir los regalos de Reyes. Carolina con la corona verde cambio de mentalidad ¡ C onocer a Francesc fue para mí conocer al hombre más importante de mi vida, ya que me regaló lo más valioso que tengo: conocer a Jesús, que se hace presente en medio de personas dife rentes pero que quieren amarse se gún su «mandamiento nuevo». La «humanidad» que expresaba con todos me ayudó personalmente a aceptarme tal como soy, con mis debilidades, y a aceptar a los demás con sus carencias, propias de la condición humana. De él aprendí Carolina, de Valledupar (Colombia) 35 LA NUEVA JERUSALÉN Jesús vino a hacer nuevas todas las cosas, cuyo centro es la asamblea de los santos reunidos en torno al Resucitado. Necesitamos fe para distinguir entre comunión y mera técnica democrática, entre ser una sola cosa en Cristo y los acuerdos tranquilizadores. La Iglesia es la nueva Jerusalén adornada como una novia desposada por Jesucristo el día de Pascua. Es necesario que vivamos en paz este misterio de amor. La relación entre los discípulos de Jesús es la alianza de este desposorio que se manifiesta como el nuevo pueblo de Dios. 36 ¡ cambio de mentalidad Francesc Casanovas