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CHARLAS CUARESMALES 2015 Lunes, 23 Febrero 2015 “Desde el corazón del Evangelio” P. Roberto Gutiérrez González, O.C.D. Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 1 “Desde el corazón del Evangelio” “Desde el corazón del Evangelio” (EG 34-39; 264-267) El Papa Francisco en su Exhortación “Evangelii gaudium” nos invita a todos a una renovación desde el Evangelio. Es todo un desafío. «La Iglesia, nos dice, ha de llevar a Jesús» (Homilía en Santa Marta, 23 de octubre de 2013). En el fondo de los gestos y las llamadas del Papa creo descubrir una convicción primordial: el giro que necesita el cristianismo actual, la conversión radical y decisiva consiste sencillamente en volver a Jesús. El desafio que nos presenta de renovación no se va a decidir introduciendo algunos cambios o innovaciones de carácter pastoral o de gobierno. La renovación que necesita hoy la Iglesia está exigiendo una conversión en un nivel más profundo. Necesitamos volver a las raíces, convirtiéndonos a lo esencial, actualizar hoy de alguna manera la experiencia originaria que se vivió con Jesús. Necesitamos una conversión sin precedentes para reproducir hoy lo esencial del Evangelio, como algo siempre «nuevo» y siempre «bueno» en medio del mundo. Necesitamos reavivar en el interior de cada uno de nosotros el don del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús y sus actitudes básicas: promover un seguimiento más fiel a su persona, recuperar su proyecto del reino de Dios, introducir la compasión… Todo esto nos exige una conversión a Jesús. La misión, la evangelización, ha sido la tarea permanente de la Iglesia a lo largo de toda su historia. No podía ser de otra forma, dado que «la lglesia es por su misma esencia misionera» (Ad gentes 2); «evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda; la Iglesia existe para evangelizar» (Evangelii nuntiandi 14). Podríamos afirmar que el centro de la Exhortación y el contenido de su mensaje, la convicción que el Papa Francisco transmite, de la que ofrece un apasionado testimonio, es que la alegría del Evangelio «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentra con Jesús… Porque con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Evangelii gaudium = EG 1). Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 2 “Desde el corazón del Evangelio” Esta idea el Papa Francisco la toma de su predecesor, el Papa Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da un nuevo horizonte a la vida, una orientación decisiva» (Deus caritas est 1). La convicción surge «de la experiencia del encuentro con Jesús, un encuentro al que estamos llamados todos y que vale la pena intentar cada día sin descanso, porque cundo uno da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Jesús ya lo está esperando con los brazos abiertos». Por lo tanto evangelizar, resume desde el principio, no es otra cosa que haber vivido esa experiencia, estar animados por esa convicción y transmitirla de las mil formas en que lo han hecho los cristianos a lo largo de los siglos y pueden seguir haciéndolo ahora. Nos ha señalado el Papa que la Iglesia tiene que «convertirse». Se detiene a explicar cómo la evangelización debe presentar «el núcleo esencial del Evangelio» que otorga «sentido, hermosura y atractivo» a los contenidos de la fe (EG 34). El Papa habla de una triple conversión: personal, institucional y pastoral. Para ponerlo todo el clave misionera, quizás tengamos que comenzar por plantearnos el modo de comunicar el mensaje, para evitar el riesgo de que aparezca mutilado y reducido alguno de sus aspectos secundarios, desgajados del núcleo esencial del Evangelio que como decíamos, es el que da sentido, hermosura y atractivo (cf. EG 34) . El Papa escribe teniendo presente que hoy ante «la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado. Se refiere a la jerarquía de verdades en la doctrina católica (EG 36) y también a la jerarquía de las virtudes, señalando la principalidad de la ley nueva que está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor (EG 37). Hay que concentrarse en lo esencial: la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado, y en el aspecto moral: la misericordia que es la mayor de todas las virtudes (cf. EG 36-37). Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 3 “Desde el corazón del Evangelio” El Evangelio «nos invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos» (EG 39). Nos recuerda el Papa Francisco que: «todo es fruto de esta respuesta de amor». La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por El es la que nos mueve a amarlo siempre más (cf. EG 264). Teresa de Jesús cuando define lo que es la oración parte de este «sentirse amada», es lo que a ella la mueve para lanzarse y abandonarse en los brazos de Dios. En ese encuentro personal que es la oración, lo que hacemos nos es otra cosa, sino abrirnos a la acción del Espíritu en nosotros. En definitiva no es otra cosa que un encuentro. Ese es el contenido, la convicción que constituye el centro del mensaje de la Exhortación Evangelii gaudium, el centro que otorga su novedad a esta nueva llamada a una nueva evangelización. De él surgen los temas que va desarrollando a lo largo de sus páginas: la alegría, que da su título al texto; el entusiasmo evangelizador; la transformación de la vida de los cristianos, que dará a esa vida nueva fuerza evangelizadora… El punto de partida de la nueva evangelización propuesta, su fuente, es «renovar ahora mismo el encuentro con Jesucristo o, al menos, tomar la decisión de dejarse encontrar por él». Pero teniendo siempre en cuenta que en Jesucristo nos encontramos con Dios. Dios, que en Jesucristo muerto y resucitado manifiesta su amor inmenso, su amor siempre más grande. Ese «amó hasta el extremo» (Jn 13,1), esta verdad o, mejor este hecho constituye el núcleo fundamental, el «corazón del Evangelio» (EG 34), en el que resplandece la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Cristo» (EG 36). Con otras palabras, ahí se «concentra lo esencial, que es lo más bello, lo más atractivo y, al mismo tiempo, lo más necesario». Un mensaje como este, el de la autocomunicación del Dios infinito, de su infinito amor salvífico en Jesucristo, tiene el peligro de resbalar sobre la conciencia de las personas si estas no le prestan oído, no lo acogen y no lo hacen suyo. Por ello el texto de EG remite en diferentes Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 4 “Desde el corazón del Evangelio” lugares a la existencia en el ser humano de una predisposición a ese mensaje que la presencia de Dios crea en nosotros, que hace posible su acogida por el ser humano y anima al evangelizador a proponérselo a todos los hombres. Porque la acogida del anuncio no consiste en el mero conocimiento del contenido nocional del mensaje; requiere la experiencia del encuentro personal con él; de haber sido salvados gracias a él. Requiere poder decir, como los discípulos: «Lo que hemos visto y oído…» (Hech 4,20); «Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la Palabra de la vida es lo que os anunciamos» (1Jn 1,1-4). Dios sale al encuentro del hombre, «Dios se precede a sí mismo en el corazón de los hombres» (K. Rahner). Habitados por su presencia, lo mejor de nosotros nos hace estar siempre a su espera (S. Weil); ser connaturalmente «oyentes de la Palabra», «todo oídos para Dios»; estar «dialógicamente diseñados», dotados con la capacidad necesaria para poder escucharle (U. von Balthasar); con un corazón a la medida del amor infinito de Dios; ya que, con una preciosa expresión de EG 265: «Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor». Esta relación del hombre con Dios y Dios con el hombre, esta autodonación, como amor infinito explica la alegría que contiene el «Evangelio de Dios», la buena noticia de Dios, que es Dios mismo; el «Evangelio de Jesucristo», la buena noticia que es Jesucristo en persona. Y esa alegría del Evangelio explica «la alegría que llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús», y que con él nazca y renazca esa alegría. La experiencia del encuentro lleva a su comunicación, y la comunicación de la experiencia confirma y afianza esta última, originando una doble corriente: de la experiencia a la necesidad de comunicarla, y de su comunicación a la profundización de la experiencia. Sólo gracias al encuentro con el amor de Dios revelado en Jesús brota el manantial de la evangelización. Esto es algo fundamental y esencial en la espiritualidad cristiana: el reconocimiento creyente de Dios con el descentramiento de sí mismo que supone, por poner el centro de la Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 5 “Desde el corazón del Evangelio” propia vida en Dios, al desinstalar al sujeto de su tendencia a convertirse en centro de todo. Es curioso y significativo que el Papa comience prácticamente su Exhortación apostólica con esta sorprendente invitación, directa e inmediata, a cada cristiano: «Invito a cada cristiano, en cualquier situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día, sin descanso» (EG 3). Volver a Jesús no es identificarnos con una causa, un ideal, una misión, una religión, sino dejarnos seducir por su persona. El Papa habla de Jesús con verdadera pasión: «¡Cuánto bien nos hace que él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!» (EG 264). Para Francisco, Jesús es el que motiva, sostiene y alienta al evangelizador: «El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie» (EG 266). Es así. Y muchos lo sabemos. Se nos dice entonces a los evangelizadores que nuestras propuestas tienen que evitar que sean parciales y desintegradoras y deben conjugar oración y trabajo: «no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón» (EG 262). Una de las motivaciones es este encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva (264-267), invitando a que todos hagamos experiencia del amor de Dios pues «una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie» (266). Así pues, evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizares que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 6 “Desde el corazón del Evangelio” Espíritu hace salir de sí mismo a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios. Cuando se dice que algo tiene «espíritu», esto suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria (cf. EG 261). Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. Pero sabemos que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora (cf. EG 261). Esto quiere decir que los «evangelizadores tienen que orar y trabajar» (EG 262). Necesitamos cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. «Sin momentos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga» (EG 262). La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Al igual que se tiene «que rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación» (EG 262). Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad. Pensemos por ejemplo, nos recuerda el Papa, en los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. «Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, no a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana» (EG 263). La debilidad siempre está presente en la historia de la humanidad, nuestra Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 7 “Desde el corazón del Evangelio” búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Quizás se pueda disfrazar con múltiples máscaras, pero en el fondo, viene del límite humano más que de las circunstancias. «Por ello no digamos que hoy es más difícil; es distinto. Pero aprendamos de los santos que nos ha precedido y enfrentaron las dificultades propias de su época» (EG 263). Es cuando el Papa Francisco nos presenta unas motivaciones a tener en cuenta. La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero, ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar de ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Es lo que la sucede a Teresa de Jesús: «Mis deseos, mientras más el tiempo iba adelante, eran muy más crecidos de ser alguna parte para el bien de algún alma, y muchas veces me parecía, como quien tiene un gran tesoro guardado y deseo que todos gocen de él y le atan las manos para distribuirle. Así me parecía estaba atada mi alma, porque las mercedes que el Señor en aquellos años la hacía era muy grandes y todo me parecía mal empleado en mi. Servía al Señor con mis pobres oraciones; siempre procuraba con las hermanas hiciesen lo mismo y se aficionasen al bien de las almas y al aumento de su Iglesia; y a quien trataba con ellas, siempre se edificaban. Y en esto embebía mis grandes deseos» (F 1,6). Por ello nos hace falta pedir al Señor todos los días, su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). «¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, “lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos” (1Jn 1,3)» (EG 264). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo hacemos así, porque en eso consiste la oración, la belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. No nos puede extraña que el Papa Francisco nos urja «a recobrar un espíritu Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 8 “Desde el corazón del Evangelio” contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva (cf. EG 264). La tarea que nos corresponde es descubrir o mejor dicho, redescubrir el ideal de la oración cristiana. Todo ello para llevar adelante esta vida cristiana en plenitud, para avanzar por el camino del Amor, lo cual exige aprender el arte de orar. Tendremos que mirar a ver como va nuestra vida de oración. Es muy curioso que el orar, el juntarnos para orar, no es algo baladí, no es algo accesorio, es fundamental, para nosotros y para la Iglesia. No es trata de una especie de “crema espiritual”, de una de especie de “hobby” espiritual… que algunos cristianos les da por hacer. No. Estamos tocando algo esencial de nuestra vida de creyentes, y algo esencial de la vida de la Iglesia. Teresa nos habla de lo que para ella es oración mental: «No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (V 8,5). La oración se religa al amor. Por el amor, la oración se pone al alcance de todo: «No todos son hábiles para pensar, todos lo son para amar» (F 5,2). El amor, una palabra que fuerza a entrar dentro. Interiorización. La adecuación oración-amor sitúa la actividad orante en el corazón. Una palabra tan viva que vence toda tentación de estancamiento o de repetición estéril. Significa y genera dinamismo. Abre al hombre constantemente a un mundo nuevo, porque el amor renueva y transforma. Por lo tanto la oración es vital, sobre todo, cuando no se trata de limitarse a «hacer» oración sino a tener vida de oración. Porque de lo que se trata es de ser orantes, de que implique toda nuestra vida. Tenemos el testimonio de santa Teresa de Jesús: para ella, orar era vivir. Y toda su vida de creyente, su progreso o retroceso como cristiana se medía por el progreso o el retroceso en la oración, porque para ella, la Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 9 “Desde el corazón del Evangelio” oración, es un «trato de amistad», «frecuente» de «amor», un encuentro personal. Y esto no es cosa de sólo algunos ratitos. Orar es un arte y es un arte que se aprende. Por ello, en esto de la oración hay que ser humildes y hay que ir de aprendices. Nunca podremos presentarnos con la lección aprendida. Y todos, y digo todos, tenemos que estar aprendiendo a orar. Es bueno que no nos sintamos nunca satisfechos del todo con nuestra oración, es bueno que nos sintamos siempre un poco niños, y es bueno que eso nos lleve a pedir frecuentemente a Jesús que nos enseñe a orar, como hicieron sus discípulos. «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1). Mala cosa sería cuando pensamos que ya nos lo sabemos todo en esto de la oración. Seguimos sentados en el pupitre y seguimos aprendiendo cada día a orar. Pero además, como veíamos, nuestra oración tiene que ser evangelizada. Aprendiendo siempre del Maestro. Porque al orar, entramos en un diálogo íntimos con Jesús. Cuando oramos nos convertimos en «íntimos de Jesús», según aquello que Él dijo: «permaneced en mí, como yo en vosotros» (Jn 15,4). En esa intimidad Él nos va enseñando y nos va hablando al «corazón» como dice Santa Teresa en el Camino de perfección: «Lo que podemos hacer nosotros es procurar estar a solas, y plega a Dios que baste –como digo- para que entendamos con quién estamos y lo que nos responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que se está callando? Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón. Y bien es consideremos somos cada una de nosotras a quien enseñó esta oración y que nos la está mostrando, pues nunca el Maestro está tan lejos del discípulo que sea menester dar voces, sino muy juntos. Esto quiero yo entendáis vosotras os conviene para rezar el Paternoster: no se apartar de cabe el Maestro que os le mostró» (C 24,5). En la oración que enseña Teresa “no interesa tanto el qué como el quién con quién”. Es decir, la oración es “trato de personas” mucho más y Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 10 “Desde el corazón del Evangelio” antes que “trato de negocios”. Cuando hay encuentro de personas todo adquiere significado. Cuando no se da, todo se banaliza. Y esta banalización explicaría que el “practicante” de la oración puede no llegar a ser orante. Cuando poco después de redactar el libro de la Vida se pone a escribir Camino, Teresa no reasume la noción que había dado en su primer libro. Y, sin embargo, el propósito es bien claro y definido: va a tratar de oración. No hay una definición por así decirlo, pero todo el capítulo 22 de Camino va a girar sobre al “quien” de Dios y al “quien” del hombre. Para concluir la exposición con estas palabras: “Esta es oración mental.... entender estas verdades” (C 22, 8). Su voluntad de simplificar no sólo responde a una táctica de buena polemista, sino a un convencimiento arraigado en su larga historia de oración. Se hace eco de los temores y recelos, sospechas y reticencias que corren en ciertos ambientes sobre la oración mental. Pero es que, además, ella tiene un concepto muy simple de la oración. “Pensar y entender qué hablamos, y con quién hablamos, y quién somos los que osamos hablar con tan grande Señor..., es oración mental; no penséis es otra algarabía, ni os espante el nombre” (C 25, 3). Llevará las cosas al extremo de la simplificación. Orar será “estar” o “querer estar” en “tan buenas compañía” como la de Dios. Advertir, hacer presente al Amigo, “mirar” a quien nos mira. Presencia de todo el ser. Y esto dentro, donde se realiza verdaderamente todo encuentro personal; allí donde está El y donde el hombre es más él mismo. En la intimidad y desde la intimidad. Otro tipo de presencia no es personal, no es humana. No supera la soledad que aísla, ni crea la comunión que vivifica. Y por la meta hacia la que caminamos en la oración es muy grande: la unión con Dios. Por ello tenemos que tener grandes ideales, a no quedarnos en mínimos, a descubrir la grandeza de nuestra vocación, la meta tan hermosa a la estamos invitados a dirigirnos: la unión con Dios (así nos lo recuerda el Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes). Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 11 “Desde el corazón del Evangelio” La oración es un camino, que avancemos en nuestra relación (y no puede ser de otra manera si es verdadera oración, si se da verdadero encuentro entre personas). Y habrá que pasar también por los momentos difíciles, de noche, de purificación. Oímos que describió su oración con palabras sencillas: “Estábame allí... con él”. O “entrábame con él” cuando comulgaba. Sólo eso. Orar para Teresa era estarse con El o entrarse con él. Lo demás no cuenta. Es accidental. Su mensaje no será sino una fiel traducción de su experiencia. “Se esté allí con El” (V 13, 22). “Estáse sola el alma con su Dios” (C 28, 8). “Estaos vos con El de buena gana” (C 34, 11). “Forcemos a nosotros mismo para estarnos cerca de este Señor” (C 29, 6). “Traerle cabe vos” (C 26, 1). “Quien trabajare por traer consigo esta preciosa compañía” (V 12, 2). “Estar”. Matizará más Teresa anteponiéndole el “querer”: “querer estar”, porque tal vez el resultado no sea satisfactorio. Se acentúa y absolutiza el acto y la decisión de la voluntad, el desear hacerse presente a Dios. “Querer estar en tan buena compañía” (V 8, 6). “Querer tratar a solas con Dios” (V 11, 13). Con este acento en el “querer estar” toca la esencia de la oración desde el hombre y responde radicalmente a un problema explícita o implícitamente presente en la conciencia de todos los orantes: el de las distracciones y sequedades. No hay que darles mayor importancia y menor creer que impiden la realización de la oración. Teresa es explícita en afirmar: “Y sabe (Dios) que ya estas almas desean siempre pensar en El y amarle” (V 11, 16). Una de las categorías más frecuentemente usadas por Teresa, y también con más gusto, para “definir” el acto de orar es “mirar”. Con esta palabra define radicalmente la actitud de la persona puesta en oración. Es de la misma familia que “estar”. Pero añade dinamismo, intensidad, “alma”. Desde los comienzos mismos de la oración quiere la atención del orante centrada en la Persona divina. Cuida de que no se dispersen no se pierdan en la escenificación, en los razonamientos ni en las Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 12 “Desde el corazón del Evangelio” consideraciones, en la multiplicidad de los actos. Hay que llegar cuanto antes, con la mayor sencillez y hondura, al “acto” de orar: dar, encontrarse con Dios, hacerse presente a El o “caer en la cuenta” de su presencia envolvente. Sencillamente mirarle. Así dirá Teresa que lo único que pide al orante es lo siguiente: “No os pido ahora que penséis en El, ni que saquéis muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento: no os pido más que le miréis” (C 26, 3). Esta actitud de presencia, mirar dentro, intensamente, es respuesta del hombre a Dio. El “mirándome está” (V 11, 11). Los que oran “están viendo que los mira Dios. Une en una sola frase la actitud de Dios y del hombre: “Mire que le mira” ( V 13, 22). Mirada de amor, respuesta a otra mirada previa, envolvente. Orar es tomar conciencia de un Dios que vive vuelto, atento al hombre, mirándolo. Justamente, para facilitar al hombre el mirar de Dios, Teresa da estas tres razones que definen al “otro”, a Dios: “nunca quita vuestro Esposo los ojos de vosotras”. “está aguardando que le miremos”; y, por último, “tiene tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya” ( C 26, 3). Son razones, cree Teresa, suficientes y poderosas para facilitar al hombre el acto de oración, la mirada a Dios: El nos mira, espera nuestra mirada y multiplica su acción estimulante sobre nosotros. Que “nos ruega” que estemos con El. Amigo que busca nuestra presencia. “Entar” en la oración es ir entendiendo a un Dios que nos busca, que desea nuestra compañía. “Cuando no hubiera otra cosa de ganancia en este camino de oración, sino entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros, y andarnos rogando –que no parece esto otra cosa- que nos estemos con El” ( 7M 3, 9). Insistiendo en lo mismo, Teresa se complace en presentarnos a Dios “regalándose” con el hombre en el trato amistoso que es la oración. “Estando” con nosotros. “Viene Dios al alma, a holgarse conmigo. Si a Dios se le cierra la puerta de la oración no tiene por donde entrar a hacernos mercedes, “aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla” (V 8, 9). Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 13 “Desde el corazón del Evangelio” Dios no es un frío interlocutor, mudo e impasible, exageradamente distante, indiferente en sí al “trato”, solo dador y no receptor. Dios, real y verdaderamente, se goza y regala. Dios gusta de estar con el hombre. Como un amigo se goza con el amigo, un padre con su hijo. A Dios no le da igual que el hombre “le abra o no la puerta de la oración”. Dios siempre se goza en la cita amistosa de la oración. No estamos ante una simple ficción, proyección vana de unos sueños con que pretende el hombre hacerse menos duro el ejercicio de la oración, engañarse, en suma. Se trata de “una lógica” extensión de la confesión primera de nuestra fe: Dios nos ama. Amándonos, se alegra y goza del encuentro con nosotros. El orante debe tener conciencia de este dato: a Dios le doy un gusto cuando decido “estar a solas con El”, “tratando de amistad”, orando. Con una mínima sensibilidad de amor, la oración, no sólo no resulta más fácil, sino que viene “definida” por su lado más sublime, más “específicamente” cristiano y humano: dar a Dios la oportunidad de regalarse estando conmigo, el amigo a quien ama. La oración, como la amistad, es dar gusto al otro. Solo eso. Aun cuando personalmente se “sufra” con la proximidad, con el “estar” con quien es “tan diferente” de nosotros. Orar es “sufrir que El esté con nosotros” ( V 8, 8). El matiz es de una riqueza sublime y de una delicadeza encantadora. Es una experiencia y una palabra de amor que se recibe y de un amor que no se da todavía. Dios está con nosotros aún cuando nosotros no acabemos de estar con El. “Sufrir” que El esté con nosotros es soportar ser amados cuando tenemos ante nuestros ojos, con dolorosa evidencia, nuestra indignidad; es decir, que no “respondemos con el mismo amor”. “Viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos” ( V 8, 5). Contraste radical entre los amigos, contraste humillante y penoso, que sólo salva la certeza de “lo mucho que nos ama”, y de que nos “sufre” así. Así nos acepta y espera y aguarda. No nos ama Dios únicamente cuando somos buenos, ni porque somos buenos. Su Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 14 “Desde el corazón del Evangelio” amistad nos la dispensa antes. “Sufrir” esto, es el camino de la conversión al amor. Por eso, su oración, por largo tiempo, consistió en esto: “deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo” ( V 8, 8). Poca cosa. Pero, por el momento, suficiente. Dios no exige por ahora que el hombre aporte un amor, sino una esperanza de amor, un deseo de que “las condiciones” lleguen a encontrarse. Un primer momento en que Dios se emplea a fondo para no privarse del gusto del encuentro con el hombre. “Harto me parece hacia su piedad, y con la verdad hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de sí y traerme a su presencia, que veía yo, si tanto El no procurara, no viniere” (V 9, 9). Contar con este Dios es garantía de éxito en el camino de la oración. Y motivo para superar esa resistencia a “entrar” en el juego de la amistad. Porque el acto de orar, particularmente a los principios será costoso y exigirá una no pequeña decisión y no menor esfuerzo. Tendrá que forzarse el hombre. Porque el Amigo no acaba de experimentarlo presente, vivamente presente; y porque está acostumbrado a vivir disperso, derramado. El “estar” con Dios, “mirarle”, “entrar”, dentro de sí al encuentro de quien nos vive en el hondón del alma, aunque sea a disgusto, con desgana, “haciéndonos fuerza”, realiza el concepto teresiano de oración. En definitiva, atención a la Persona “que se viene con nosotras a estar y a comer y a recrear” (C 17, 6). Encuentro personal y encuentro dentro, en la intimidad, ámbito de todo encuentro entre personas. Por lo que podemos decir que ¡todo es gracia! Es decir, todo lo bueno es gratuito. No es conquista nuestra. Nos llega de otra parte, nos viene amorosa y desinteresadamente de Dios, sin mérito nuestro alguno. Más aún, por la bondad infinita de Dios, que pone al servicio de su amor para con nosotros su infinita sabiduría y su infinito poder, todo redunda, en última instancia, en bien nuestro –incluso nuestros propios pecados, si de verdad creemos que Dios nos ama y nos abandonamos confiadamente a su misericordia. Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 15 “Desde el corazón del Evangelio” Ahora bien reconocer que todo es gracia, que “cuanto existe es amor/amor que Dios nos tiene”, es la esencia misma de la verdadera oración cristiana. Una oración intensa, que nos comprometa, que no nos aparta del compromiso con la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir una historia según el designio de Dios. Y es que no puede ser de otro modo, si es verdadera oración, está en la esencia misma de la oración el comprometer al orante, el lanzarle hacia los demás, hacia el mundo y sus problemas. Sin embargo la oración ha estado (y está) bajo sospecha precisamente por lo contario: por ser un escapismo, que nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, el regodeo espiritual y que puede llevar a una falta de compromiso. Quizás tengamos que revisar nuestra vida de oración, no vaya a ser que seamos de aquellos que digamos y peor sería, que veamos a la oración como un perder tiempo, que mejor es dedicar ese tiempo al trabajo o al servicio… Miremos el testimonio de Jesús: oraba para estar con el Padre y en sus momentos de oración encontraba la fuerza para poder cumplir su voluntad. Y en los momentos de oración, Jesús se apasionaba por el Reino. Nadie oro como Jesús, dedicaba horas y horas a la oración pero, a la oración efectiva, a estar a «solas» con el Padre. Pero a la vez nadie más comprometido con la historia y con el mundo y con los hombres y con los pobres que Él. Ese es el testimonio de los grandes orantes de la historia. Miremos a Teresa de Jesús: ella es la gran orante, la maestra de oración, la mujer de los momentos sublimes de oración. Por eso, ella sabe bien que el fin de la oración no es nunca encerrarse en sí mismo, sino abrirse a los demás, con un amor eficaz y un servicio concreto. «Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 16 “Desde el corazón del Evangelio” poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te de nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duele a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad» (5M 3,11-12). «Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras» (7M 4,6). «¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz» (7M 4,8). «Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento solo en rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas… porque ya sabéis que quien no crece, decrece; porque el amor tengo por imposible contentarse de estar en un ser, adonde le hay» (7M 4,10). Abogamos por una oración mística y lo seguimos haciendo, porque… ¡tenemos que aspirar a la unión! Pero esta oración mística lleva esto que nos dice Teresa: a ser «esclavos» del amor, para hacernos esclavos de todos, ¡esto es ser espirituales de verdad! Y la verdadera unión con Dios nos lleva a dar obras. La oración, en sentido cristiano, es esencialmente un misterio. No parte del hombre, sino de Dios. No obedece a la iniciativa humana, sino a la divina. No es una tarea simplemente nuestra, sino del Espíritu Santo en nosotros. O, si se quiere, nuestra, pero en cuanto vivificada e impulsada por el Espíritu Santo que en nosotros habita. Él nos transforma por dentro, desde nuestras mismas raíces, y nos capacita para dirigirnos al Padre en actitud filial y hacia los demás hombres en actitud fraterna. El Espíritu nos Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 17 “Desde el corazón del Evangelio” asocia a su misma corriente de Amor en el seno de la Trinidad y nos introduce en la vida familiar de Dios. La verdadera oración no es un medio, por muy importante o necesaria que se le suponga, para la vida espiritual, sino la misma vida espiritual. Nada expresa tanto el sentido dinámico de esta vida como la oración. Orar es dejarse amar. Es ésta, muy posiblemente, la definición de oración más esencial y la más comprensible, al mismo tiempo. Dejarse amar implica: creer en el Amor personal y gratuito, divino y humano de Dios-Padre en Jesucristo. ¿Adorar? ¿Orar? ¿para qué? ¿Qué sentido tiene? ¿A quién adorar u orar? Son preguntas que nos hacemos alguna vez y que los otros nos hacen. Preguntas que, gracias a las cuales, cada día y en cada circunstancia, me hacen estar vivo; no son preguntas triviales porque su respuesta, perdón, su vivencia, pone a prueba la esencia de mi Vida. Preguntas que han de ser vividas y respondidas desde la hondura y la profundidad del Corazón con coherencia y sinceridad. Respuestas que, al mismo tiempo, son caminos de itinerancia por donde trasmitir, para volver, una y otra vez, al Corazón del Padre, a la escucha del corazón del ser humano. Adorar es «perder el tiempo» para «recuperar nuestro tiempo», recuperar la mirada desde la hondura y la profundidad de la propia vida. Vida que se me da y se me regala. Adorar es descubrirle a Él y vivir en Él, es una escuela de aprendizaje en el reconocimiento del Dios Sacramento y en el Dios Presente y Presencia viva en cada hombre y mujer que por circunstancias personales, sociales, culturales y económicas, son explotados, violadas, maltratadas… Adorar es mantener los ojos bien abiertos para descubrir el latir de Dios en el corazón del mundo y, desde allí, posibilitar nuevos y renovados caminos de liberación. Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 18 “Desde el corazón del Evangelio” Adorar es, inclinarse, aprender a amar lo no amable, lo más despreciable que nos rodea. Desde aquí, siendo conscientes del papel de la oración en la vida del creyente, podremos realizar una auténtica y renovada evangelización. Ya que la llamada para la evangelización la vamos a escuchar en la oración. Ya que cuando uno vive la oración intensamente como encuentro gozoso, personal, gratuito.....uno siente la llamada de comunicar aquello que está viviendo. Esta llamada a evangelizar ha de ser escuchada por cada comunidad y por cada cristiano. Es una llamada que exige una respuesta propia, a la que ningún otro puede responder en nombre de él. Si no damos a todo esto una respuesta, siempre faltará a nuestra Iglesia ese potencial evangelizador. Pero esa llamada la tenemos que escuchar no desde fuera, sino desde el interior de nuestra contemplación. No sólo en los planes pastorales y programas pastorales de las diócesis o de nuestra comunidades, sino en la escucha a ese Dios que está llamando a todos los hombres y mujeres a vivir de su amor. Es en la contemplación amorosa y callada de ese Dios que ama a todos y quiere que “todos llegue al conocimiento de la verdad” (1Tm 2, 4), donde se ha de despertar la seducción por llevar la Buena Noticia de Dios a todos los hombres, porque le hemos dejado hablar al corazón y nos ha infundido un corazón nuevo (cf. Ez 36,26). Es hora de comenzar con ánimo y alegría, haciendo cada uno eso poquito que podemos. Dejemos fuera las excusas que ralentizan nuestros pasos. La pereza es contraria a la acción del Espíritu Santo. No esperemos a mañana, comencemos hoy. Frente a la tentación, siempre posible, de quedarnos con los brazos cruzados, el Espíritu nos propone nuevos caminos a recorrer. Teresa de Jesús nos contagia su ánimo: «Ahora comenzamos, dice, y procuremos ir comenzando siempre de bien en mejor» (F 29,32). «Hacer eso poquito» (C 1,2) ¿Qué será eso poquito? Adorar y confiar. «El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen… aunque sean pequeñas las obras» (7M 4,15). Charlas Cuaresmales 2015: “Y os dará un corazón nuevo” (Ez 36,26) 19 “Desde el corazón del Evangelio” Fray Roberto Gutiérrez,ocd CHARLAS CUARESMALES 2015 Lunes, 24 Febrero 2015 “Una Madre de corazón abierto” D. Rubén García Peláez CHARLA CUARESMAL 24-II-2015 “UNA MADRE DE CORAZÓN ABIERTO” Gracias D. Antonio por sus amables palabras de presentación. Querido sr Obispo, D. Julián y queridos hermanos y hermanas todos. Comenzábamos el itinerario cuaresmal con el signo, de tan hondas resonancias bíblicas, de la ceniza sobre nuestras cabezas. De ese modo expresábamos nuestro deseo de ser más humildes, más auténticos, de dejar atrás, con la gracia de Dios, muchos hábitos y ataduras que podemos sacralizar aun cuando no son más que ceniza sin valor. La cuaresma nos reta a sacudir la modorra de nuestra vida cristiana, que está en tantos momentos adormecida y relegada por las preocupaciones acaparantes del día a día. La llamada a la conversión, renovada cada año como preparación a los santos días de la Pascua, nos pide abrir el corazón a Dios y a los hermanos, una transformación real, a nivel personal y comunitario. El Papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma 2015, que lleva por título “Fortalezcan sus corazones” invita a que sea un tiempo provechoso de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Es, para él, un “camino de formación del corazón”. La exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, que estamos meditando en estas charlas cuaresmales, nos propone cuál es la meta hacia la que debe dirigirse esta renovación: una “Iglesia en salida”, que es como una madre de corazón abierto en la que todos los hijos encuentren un espacio reservado, una Iglesia de puertas abiertas que a nadie deja afuera. El documento, con el que el Papa quiere señalar a toda la Iglesia los caminos hacia una nueva etapa evangelizadora es tan claro, y son tan inspiradoras sus expresiones, que me conformaría en esta tarde con ser un humilde y fiel altavoz de la riqueza que contiene y que tanto bien nos está haciendo. 1 1º De la auto-preservación a la misión Todos conocemos sobradamente las dificultades con que hoy se encuentra la acción evangelizadora de la Iglesia. Ya no es tan frecuente chocar con el rechazo por parte del ateísmo militante e ideologizado de décadas pasadas, como una indiferencia “pasota” con la que nos parece aún más difícil entablar el diálogo. Alguien ha hablado de la peligrosa extinción de la pregunta por Dios en el corazón de muchos de nuestros contemporáneos y de la aparición, por primera vez en la historia de la humanidad, del “homo no -religiosus”; ya no es causa de reflexión y debate apasionado si Dios, como lo propone la fe cristiana, existe y es el verdadero. Se trata de una pregunta que se orilla al cajón de la intrascendencia, que no molesta por irrelevante para la vida cotidiana. En este contexto desertificado, la tentación es el repliegue: sigamos viviendo lo que creemos los que todavía permanecemos dentro de la Iglesia y que el mundo profano y secularista que nos rodea siga su propio rumbo, aunque éste sea errado. Cuando se cede a esta tentación, el ímpetu misionero que constituye el ADN primordial de la comunidad cristiana, se va amortiguando y es finalmente olvidado o, al menos, reservado para unos pocos, para los que sientan ese carisma, como solemos decir. La tentación del repliegue y el abandono de la misión conduce a una Iglesia de la auto-preservación, en la que se razona así: ya que no podemos evangelizar el mundo indiferente, que nos resulta refractario y cuyas claves de pensamiento ni entendemos ni compartimos, cuidemos de que nos afecte lo menos posible. ¿Parece un análisis un tanto exagerado? Quizás no lo sea tanto… pensemos en lo que, frecuentemente, constituye la ocupación y preocupación de nuestras comunidades parroquiales y de nosotros mismos como agentes de pastoral: cómo sostener, cada vez con mayores esfuerzos, las estructuras que hemos heredado, cómo lograr el mantenimiento, también el económico, de nuestras obras, cómo lograr que mi parroquia tenga un horario de culto cómodo, que todo siga, mal que bien, como siempre ha estado, etc. No quisiera caer en reflexiones de tipo maniqueo; claro que todo eso también es necesario, pero el Espíritu Santo nos está pidiendo ahora acoger, de corazón y en la práctica, la llamada a una nueva salida misionera. Ni el Papa Francisco, ni nadie, parece tener una receta infalible para la tan deseada nueva evangelización, por eso invita sencillamente a que “cada cristiano y cada comunidad discierna cuál es el camino que Dios le pide”, 2 sabiendo que todos estamos siendo llamados a salir de la propia comodidad y a atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (cf. 20). En el itinerario de renovación cuaresmal, en este tiempo de gracia que Dios nos regala, atrevámonos a hacer un examen de conciencia personal y comunitario preguntándonos: ¿estamos instalados en la auto-preservación, frente a un entorno incómodo, o desplazados hacia la misión en un mundo que necesita, aunque no lo sepa, la Buena Nueva de Jesús? ¿Autopreservación o misión?, ¿instalados o desplazados? Llevamos años trabajando en proyectos pastorales, a diversos niveles, en línea de buscar la comunión, pero esa comunión no puede ser para la autopreservación, que sería algo así como el cerrar filas de un ejército atacado, sino para una eficacia mayor de la misión. La dinámica de la fe, según el Papa, es siempre una dinámica del don y del éxodo. La intimidad de la Iglesia con Jesús no es estática y conformista, (recordemos en el pasaje de la transfiguración las chozas que quería hacer Pedro en el monte “que bien se está aquí”), sino una intimidad itinerante, en permanente desarraigo para llevarle con nosotros a toda periferia donde sea necesario. La Palabra de Dios provoca siempre en los creyentes, cuando es acogida con fe y una escucha cordial, este dinamismo de salida. Podemos mirarnos como Iglesia en el espejo del pueblo de Dios, Israel. Su tentación fue también creer que la elección, con que Dios les había bendecido, era un don que debían preservar frente a los otros pueblos que representaban la impureza del mundo pagano. Pero, en realidad, Dios les llama y hace una Alianza de amor con ellos para que sean un faro de luz que ilumine al resto de las naciones. Con un exceso de complicados preceptos, que pocos podían cumplir, y en los que terminaban confundiéndose cuáles eran las leyes humanas y cuáles las divinas, intentaron levantar altos parapetos que impidieran que entrara dentro la impureza de los de fuera, de los paganos no escogidos. Jesús, en continuación con los profetas que prepararon su venida, vino a derribar esos muros, a abrir las puertas de la salvación, que habían estado cerradas hasta entonces, al samaritano, al leproso, a los publicanos, a la hemorroisa, a los impuros de toda clase y condición, a los que hizo destinatarios también de los signos del Reino y de la misericordia entrañable del Padre, que quiere ser Padre de todos. 3 Una palabra profética, como la del Santo Padre en esta exhortación, nos está interrogando: ¿mi diócesis, mi comunidad, la parroquia, institución o grupo donde vivo la fe, está en “estado de misión o en la parálisis de la auto-preservación?, ¿en salida o en retirada? Seguramente que al nivel de los deseos e intenciones, tenemos bien clara la repuesta, pero, para que sea sincera, nos puede ayudar fijarnos en lo concreto: las costumbres, horarios, estilos, estructuras, ¿están hechas para los que ya estamos dentro o para que puedan entrar los de afuera? Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que sirva como cauce adecuado para la evangelización”, esa es la idea que inspira todo el texto de La alegría del Evangelio. Cuando Israel se fue rodeando de una muralla infranqueable de normas que hacían penoso acceder a él para recibir la luz de la Palabra de la que era custodio, no dueño, se convirtió en un pueblo-fortín. Nosotros podemos ser una Iglesia “aduana”, que cierra las puertas de su vida comunitaria y de los sacramentos a los que no son de los nuestros. Frente a este riesgo se nos advierte que debemos tener abiertas las puertas de los templos y las puertas de la comunidad. Lo cual incluye la puerta del Bautismo y de la Eucaristía que, aun siendo la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y alimento para los débiles. No podemos volvernos unos controladores de la gracia que Dios quiere que llegue a todos sus hijos, sino sus facilitadores; no somos aduana, sino casa del Padre “donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”. 2º) ¿Es sólo una opción más? Asistimos, a veces perplejos, a cambios continuos en lo social, en las ideas, y no digamos al nivel de las ciencias. Transformaciones que antes se daban en décadas ahora se dan en años. También en la vida de la Iglesia, no sólo en la sociedad, nos ocurre algo parecido: programamos algo y ponemos nuestras energías en ello y cuando apenas asimilamos aquella opción pastoral, ya estamos comenzando con algo nuevo. A veces nos sentimos agobiados o desencantados por no culminar las metas fijadas que nos parecían tan prioritarias. Pero el camino al que nos impulsa la Evangelii Gaudium no se trata de una opción pastoral más, de entre todas las posibles; es nuestra irrenunciable 4 identidad: es decir que, como Iglesia local, como parroquia, como grupo o como movimiento cristiano, o existimos para evangelizar o somos superfluos… ¡por duro que suene esto es así! Con las palabras mismas del Papa: “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento de mi existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar” (273). Si fuera una simple cuestión de opciones, alguien podría argumentar diciendo: las líneas pastorales y los carismas cambian y yo, o mi grupo, ya tenemos ésta o la otra… pero si incumbe a nuestra identidad cristiana significa que nos implica a todos y lo implica todo. Por eso Dios no nos está llamando a algunos cambios superficiales, sino a una auténtica conversión pastoral ante la que urge dar una respuesta personal y comunitaria. Las estructuras, ¡sí, también las estructuras! deben ser evaluadas desde su eficacia misionera y cambiadas, si fuera preciso, para que nuestra vida eclesial, con su pastoral ordinaria y en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, en constante actitud de salida, dispuestos a favorecer la respuesta positiva de aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad, aunque aún no lo sepan (27). 3º) ¿Qué podemos hacer para responder? Algunas de las pistas que podemos seguir para iniciar o profundizar en el camino de la conversión pastoral personal y comunitaria podrían ser estas que extracto del riquísimo texto de la exhortación: 1. Tengamos a los pobres como destinatarios privilegiados del Evangelio Cuando la comunidad cristiana asume el dinamismo misionero de salida, aspira a llegar sin excepciones a todos, porque cada persona necesita escuchar la Buena Noticia de que Dios la ama en su Hijo Jesucristo hasta entregar la vida. Pero en este anuncio deben ser privilegiados los pobres. 5 La nitidez del mensaje no admite muchas componendas, no hay lugar para discutir bizantinamente, como se ha hecho, sobre si la opción preferencial por los pobres significa esto o aquello: “No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (48). Así nos habla el Papa. Pensemos si la prioridad de los pobres es la que rige nuestros planes de acción pastoral, la que mueve las decisiones que, personal o comunitariamente, tomamos; más aún, preguntémonos si los pobres, con el tipo de pobreza que sea, no únicamente la económica, también la intelectual y la moral, se pueden sentir en casa entre nosotros, en nuestros grupos de Iglesia… La globalización de la indiferencia siempre nos acecha, se da cuando dejamos de preocuparnos por el sufrimiento ajeno y nos refugiamos en nuestras comodidades. Pero Dios no ha permanecido indiferente, sino que, por el envío de su Hijo, ha abierto definitivamente las puertas de la salvación a los hombres. Sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado; para el Papa el cristiano es el que se siente amado y perdonado por Dios y quiere ser, como lo es Cristo, servidor de Dios y de los hombres. En la escena del lavatorio de los pies, que recordaremos el Jueves Santo, Pedro protesta enérgicamente cuando el Maestro quiere lavarle, ejerciendo un oficio que correspondía a los esclavos. La respuesta tajante de Jesús- “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”- expresa que se trata de mucho más que un ejemplo. En palabras del Papa: “este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar por Cristo. Sólo estos tienen parte con Cristo y así pueden servir al hombre”. La Cuaresma puede ser un tiempo propicio para sentir el servicio del Señor Jesús y aprender de Él; lo experimentamos especialmente en la Eucaristía. Al recibir el cuerpo de Cristo nos convertimos en lo que recibimos, en un cuerpo en el que no hay lugar para la indiferencia, en el que cada miembro, sobre todo si es sufriente, debe ser cuidado. Nadie, salvo que lo haga movido por prejuicios ideológicos, puede negar la hermosa e ingente tarea de la Iglesia, a través de Caritas y de tantas otras iniciativas, en favor de las personas que sufren la pobreza, pero, además de 6 eso, ¿integramos a los pobres en un puesto privilegiado dentro de la vida de la Iglesia? 2. Perdamos el miedo a accidentarnos y tengamos miedo a encerrarnos Estas provocadoras palabras del Papa, santamente provocadoras, han sido repetidas en numerosas ocasiones y yo quiero hacerlo una vez más aquí: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. Debemos… mejor dicho, debo (en primera persona), pedir perdón a Dios por las veces en que he apagado el espíritu misionero de alguien con comentarios negativos, que han sido fruto de mi falta de ilusión, como “eso ya se intentó”, “lo que propones es no pisar la tierra”, “no se puede hacer nada” o “mejor ni intentarlo”. Inquietémonos santamente, como nos dice el Papa, no por el temor a intentar acciones que no tengan resultado, por el miedo a equivocarnos, sino por la siempre tentadora idea de encerrarnos “en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos mientras afuera hay una multitud hambrienta de hermanos nuestros que viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe, sin un horizonte de sentido y de vida” (49). 3. Recuperemos el gusto espiritual de ser pueblo La Palabra de Dios nos invita a reconocer gozosamente que somos pueblo, recuperar la alegría de sabernos el Pueblo de Dios que camina en la historia humana, nación escogida y consagrada para la misión; se trata de una condición necesaria para ser “evangelizadores de alma”. Implica estar cerca de la vida de la gente, entrar en el corazón de esta sociedad que nos toca transformar siendo la sal y la luz del Evangelio, compartiendo la vida con todos, escuchando sus inquietudes, colaborando material y espiritualmente con aquellos que Dios va poniendo en nuestras vidas. Alegrándonos con los que están alegres, llorando con los que lloran 7 y comprometiéndonos con toda persona de buena voluntad que quiera la construcción de un mundo nuevo y mejor. Jesús es el modelo de esta opción evangelizadora porque no nos salva a distancia, desde afuera, sino identificándose, en su encarnación, con nuestra carne y nuestra humanidad. No se disfraza de hombre, sino que se hace igual en todo a nosotros menos en el pecado, pasando por uno de tantos. La Evangelii Gaudium nos invita a mirar la cercanía de Jesús para con todos, él es siempre accesible: al ciego del camino que le requiere, a los pecadores que lo sientan a su mesa para escucharle, a la mujer prostituta que busca ungirle los pies… la vida de Jesús, vivida como permanente donación, culmina en la entrega de la vida en la cruz, donde ya no tiene nada más que darnos que la vida y el Espíritu, porque ha vivido derramándose generosamente a todos. La misión es una pasión por Jesús e, inseparablemente, una pasión por su pueblo; quien contempla verdaderamente a Jesús termina contagiándose de esa mirada suya, que se dirige llena de cariño hacia todo su pueblo, los que están dentro y los que aún permanecen afuera. Nuestra identidad cristiana implica esta pertenencia, no se puede concebir fuera de ella: “Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miren despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo. Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son las indicaciones de la Palabra de Dios, tan claras, tan directas y contundentes que no necesitan interpretaciones que les quiten fuerza interpelante. Vivámoslas “sine glossa”, sin comentarios” (271). Son palabras fuertes de la exhortación. La experiencia creyente de ser pueblo con los otros no es una experiencia más, es fuente de alegría evangelizadora y gozo misionero que resulta imprescindible para evangelizar. 4. Atrevámonos a tocar la carne sufriente de los demás Ser pueblo, compartiendo la vida de la gente con sus alegrías y tristezas, supone no colocar barreras que nos aíslen de tocar su carne sufriente, así lo describe la exhortación. En ocasiones, nuestras estructuras pastorales quizá sean demasiado frías, regladas o cuadriculadas, en orden a la eficacia, sí, pero también terminan aislándonos en la seguridad de nuestros despachos y nuestros horarios de atención. El estilo misionero del Señor es bien distinto, nos pide que “renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten 8 mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura”… aunque eso suponga complicarnos maravillosamente la vida (270). 5. Encontrémonos con Dios amando a la gente Quien no ama al hermano camina en las tinieblas, permanece en la muerte y no ha conocido todavía a Dios. El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios y cada vez que lo vivimos quedamos capacitados para descubrir algo nuevo en Él: “Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios” (272). La misión es el camino verdadero para crecer en la vida espiritual, en una mística activa de salir al encuentro de las personas. Aún con sus cansancios y dificultades, la tarea evangelizadora nos enriquece, en primer lugar, a los que la hacemos, porque se nos concede la alegría de ser un manantial que desborda y refresca a los demás: “Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Eso no es más que un lento suicidio”. 6. Reconozcamos que cada persona es digna de nuestra entrega La entrega generosa a la gente para compartir la vida con ellos no es posible sin la conciencia de que cada persona, por ser obra de Dios y criatura suya, creada a su imagen y reflejo de su gloria, es digna de nuestra entrega: “Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (274). 9 7. Evangelicemos todos puesto que somos discípulos misioneros Por el bautismo, cada uno de nosotros hemos recibido la fuerza santificadora del Espíritu que nos impulsa a evangelizar. No cabe pensar en una evangelización llevada a cabo por actores cualificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo destinatario de sus acciones, nos advierte el Papa. La nueva evangelización, que el proyecto del Reino de Dios nos está reclamando, tiene como una de sus notas distintivas que es llevada adelante por cada uno de los bautizados. Nadie debería postergar su respuesta a esta invitación; si ha tenido experiencia del amor que lo salva, no necesita de mucha instrucción o de una larga preparación para comenzar a compartirlo, con la sencillez de sus palabras, con los que tiene más cerca. ¡Cuántas lecciones o que palabras tan acertadas nos llegan a veces por medio de la persona más sencilla, de la que menos lo esperábamos! Todo cristiano es misionero si se ha encontrado con el amor de Dios en Jesucristo. La exhortación une bellamente estos dos términos: discípulo y misionero; ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre discípulos misioneros (120). El mejor modelo de esto son los primeros discípulos que después de conocer la mirada de Jesús salen inmediatamente a proclamar gozosos: “Hemos encontrado al Mesías”. La mujer samaritana, también, después de su diálogo con Cristo, no se reserva la experiencia sino que la comparte al momento con aquellos que se encuentra. Ni nuestra imperfección ni nuestra falta de conocimientos o técnicas debe ser una excusa para la misión: “Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces, eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a otros”. 4º) Somos la Iglesia del Resucitado y de su Espíritu Santo Todas estas pistas juntas nos dibujan una senda para la conversión pastoral y comunitaria a la misión, para dejar atrás un modelo de cristianismo autodefensivo y paralizante y comenzar a vivir un estilo nuevo, caracterizado por la parresia apostólica y el dinamismo de salida hacia las periferias. La meta, dibujada por la exhortación papal La alegría del Evangelio, es clara: ser la Iglesia de discípulos misioneros, una madre de corazón abierto que, por más que ame a los hijos que permanecen dentro del hogar, no 10 puede amar menos a los que aún no han entrado dentro o los que se han ido de él. Las puertas abiertas de la comunidad permiten entrar y salir: entrar para llenarse de gozo compartiendo la fe, que se celebra y festeja con los hermanos, para, después, salir a compartirla con los demás. Pero hay un último punto sobre el que quisiera fijar mi mirada: la conversión a la misión nos resultará imposible sin una fe más profunda en la acción permanente de Cristo Resucitado y de aquel que es el don de la Pascua del Señor, el Espíritu Santo. Cuando nos falta esa confianza, o cuando es sólo superficial, la entrega puede mantenerse sólo a fuerza de puños, de heroísmo o abnegación en la tarea pastoral, pero faltará, irremediablemente, la tan necesaria alegría del evangelizador. Lo más lógico es que, antes o después, llegue el pesimismo, el fatalismo, la acedia espiritual, que dice el Papa Francisco: si nada puede cambiar, ¿para qué esforzarse, para que intentar transitar caminos nuevos, para que romper con comodidades e inercias, con el “siempre se ha hecho así” si no se perciben resultados? Cuando nos asalte esta pesadumbre de pensar que las cosas no van a cambiar, “recordemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo realmente vive”, nos recuerda la exhortación. La resurrección del Señor no se ha quedado en un momento concreto de la historia, sino que, como fuerza de vida, ha penetrado el mundo con su imparable potencia y novedad. Frecuentemente nos cuesta reconocer la transformación obrada por la Pascua cuando vemos, a nuestro alrededor, cotidianamente, un sinnúmero de corrupciones, injusticias, violaciones de la sagrada dignidad del ser humano a todos los niveles. Pero la levadura de la resurrección está ya sembrada en la masa de esta humanidad y, aunque sea con los “ojos sucios” del pecado, a veces acertamos a vislumbrar su acción: en las incontables manifestaciones de fraternidad y ayuda, que han surgido en el contexto de la crisis, en acuerdos por el bien común que llegan a darse entre los que parecían irreconciliables, en los deseos de cambio y renovación, de los que antes estaban instalados en el conformismo, en la vida cristiana, aunque sea humilde, que se mantiene en nuestras parroquias y grupos, pese a tantos vientos contrarios… 11 “Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia”, dicho con las hermosas palabras del Papa. Jesús no ha resucitado en vano, sino que ha entrado definitivamente en la trama de la historia y, de un modo oculto pero constante, la va transformando: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega” (Mc. 4,26-29). Como discípulos misioneros somos instrumentos de un dinamismo maravilloso que no cesa. La fe es fiarse de esta convicción, de que verdaderamente él vive, nos ama y no nos abandona, que sigue haciendo germinar por doquier las semillas del Reino, que son adelantos de un mundo nuevo y mejor. Es imposible convertirse, adoptando una espiritualidad misionera, si falta esta confianza: dicen siempre que cuando un grupo de escaladores tiene la certeza de estar vislumbrando la cumbre, cobra unas fuerzas nuevas que hacen capaz de cualquier sacrificio, pero si no, puede morir de agotamiento o frío incluso aunque pudieran seguir con el ascenso. Nos damos sin reservas, con alegría, aunque sea una alegría sacrificada, cuando confiamos en el triunfo final que será la recompensa generosa y colmada de todo esfuerzo. Por eso, si rehuimos la misión, si nos produce tristeza o apatía lo que hacemos, ¿no será porque nos falta fe en la resurrección victoriosa de Jesús? Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de nuestros aparentes fracasos e, incluso, sirviéndose de ellos; el tesoro que se nos ha confiado, sigue siendo valioso siempre, aunque lo llevemos en agrietadas vasijas de barro. Hay un texto precioso de la Evangelii Gaudium sobre el que deberíamos volver muchas veces, sobre todo cuando en la evangelización sintamos el cansancio o la esterilidad: “Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, ningún cansancio generoso, ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida (…) Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo 12 donde nosotros nunca iremos” (279). No necesitan estas palabras comentario alguno. Junto con la fe en la resurrección del Señor y su dinamismo de vida, está la confianza decidida en el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad. Esta confianza generosa se alimenta con su constante invocación, pidiéndole, sin cansarnos, que sane lo que nos debilita en el empeño misionero. Es libre realmente quien se deja guiar por el Espíritu, renuncia a calcularlo y controlarlo todo y se deja impulsar hacia donde Dios quiere. De este modo nos volvemos “misteriosamente fecundos”. Llego ya al término de esta meditación. Personalmente reconozco que me ha resultado espiritualmente de provecho reflexionar sobre las palabras de nuestro Papa Francisco; con ellas me he sentido aludido, a ratos denunciado, y también alentado. Espero que también en todos ustedes hayan podido producir algo semejante. En el fondo, el dilema que planteaba al principio entre la auto-preservación o la misión sólo puede tener una respuesta posible: se trata de ser la Iglesia que Jesús quiso ser o ser algo totalmente diferente, que estaría hecho según nuestro molde, no según el suyo. Si no somos para la misión… no somos; lo que está en juego es nuestra identidad personal y comunitaria como discípulos misioneros de esta comunidad que Jesús ha querido que sea la simiente fructífera de su Reino, aunque nos toque ser muchas veces una minúscula semilla de mostaza en medio del enorme surco. La tarea reclama una entrega generosa, sí, pero no es una cuestión de heroísmo, ya que la obra es ante todo del Señor: Jesús es el primero y más grande evangelizador, el que nos precede con su Espíritu preparando el corazón de los hombres y mujeres que van a recibir, por nosotros, la Buena Noticia del Evangelio. “En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que Él nos amó primero y que es Dios quien hace crecer. Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo” (12). Muchas gracias. 13 CHARLAS CUARESMALES 2015 Miércoles, 25 febrero 2015 D. José Julio Falagán Fernández (Delegado Misiones – Diócesis de Astorga) SER PARTE DE UNA IGLESIA MISIONERA INTRODUCCION Quisiera antes de entrar en la materia concreta que se me ha encargado para esta reflexión cuatro pequeñas consideraciones: 1.-Estamos en una ambiente cuaresmal, en una ambiente de cambio de vida, de conversión donde cada una de las personas de esta sala hemos venido aquí buscando encontrarnos con la novedad del evangelio que va impresa, impetrada, como decía la carta de Pedro del domingo en nuestros corazones, por el bautismo. Somos cristianos y buscamos ser más cristianos en plenitud. Hemos abierto una puerta el día de miércoles de ceniza o el primer domingo que vamos a cerrar en la noche santa de la Pascua en torno al cirio pascual. Nosotros somos miembros de esa iglesia, que como dice el papa, intentamos vivir una cultura desde los valores del evangelio. 2.-Todos nosotros nos damos cuenta de que habitamos en un mundo, que camina en paralelo con una cultura pos-cristiana, donde las prácticas y las costumbres cristianas responden a planteamientos a veces vacios de identidad evangélica. Y eso nos lo encontramos en nuestras casas, en la calle, en las escuelas, en el trabajo, en el ocio. 3.-Es precisamente en ese mundo donde a los cristianos se nos ha encargado el anuncio del Evangelio, y donde posiblemente todos-as, estamos de acuerdo en el mensaje, en los porqués y en la necesidad, lo difícil es ponerse acuerdo en el cómo. Les recuerdo el tremendo y aleccionador cuento del los ratones y el gato donde todos estaban de acuerdo en que ponerle la campanilla era la mejor solución, el cómo y quiénes lo iban a hacer ya no era tan fácil. 4.-En medio de todo este aquí y ahora, aparece en nuestra iglesia, el Papa Francisco, un hombre venido de America latina, que había sido el redactor de un documento que está en la basa del que tienen ustedes en la mano y que estamos estudiando Discipulos y misioneros, de la V conferencia del episcopado americano, con un animo nuevo y con un deseo fuerte de que la iglesia se ponga en salida a las periferias de la historia y de las personas. I.- EDUCAR LA MIRADA Me han pedido desde la organización de estas charlas de cuaresma, que me centre en los números 78-86 del documento, para aquellos que lo tengan en sus manos o en su casa pueden darse cuenta que estos números están dentro del C- II, que el papa Francisco titula en la crisis del compromiso comunitario. Para hablar de este tema que se me ha pedido quiero recordar aunque sea de pasadita, el inicio de este capitulo 2, donde el papa Francisco insiste en algo que es muy importante al evangelizador del S-XXI, independientemente de su carisma sacerdote/ laico-a/ religioso religiosa.. educar la mirada. La realidad es la que es, pero para nosotros es la que percibimos y vamos a hablar no de la realidad que es sino de la que percibimos. Si queremos salir distintos de esta cuaresma tenemos que educar nuestra mirada. Les recuerdo un texto fundamental en la vida de Jesús, Mt 9,35: Despojados y abatidos como ovejas que no tienen pastor….¿cómo miramos la realidad de que nos rodea?, que hay nuestro alrededor que se convierte en una fuerza contraria al reinado de Dios. Los primeros capítulos de los evangelios sinópticos nos hablan de Jesús en clara lucha contra las fuerzas del mal, que demonios nos desestabilizan hoy. Que desafíos nos presenta la realidad propios de nuestros días: 1. Los cambios a todos los niveles, sociales, culturales, en salud, en comunicaciones, la era de las comunicaciones y de la información..Las masas inmersas de personas en todos los países que ya no alcanzan al bienestar y que su dignidad como personas se cuestiona en la falta de alimentos, de servicios y de trabajo. Desigualdades. 2. Una economía de exclusión, una economía que en palabras del papa Francisco mata, donde es más importante las riquezas de bancos, multinacionales o políticos, que dos o tres platos de comida cada día para los 6000 millones de personas que habitamos en el mundo. Una sociedad que antes hablaba de explotados y los sigue habiendo y ahora se habla de explotados, excluidos y colectivos sobrantes. 3. Nuestra relación con el dinero y los bienes materiales. Testificada en una frase lapidaria del papa Francisco: “El dinero está llamado a servir no a gobernar” De que me sirve a mi estar muy bien si mi hermano muere de necesidad. 4. Como mirar y educar nuestra mirada en un mundo violento, en un mundo en el que en basados en la libertad o en la ideologías se puede insultar, y se insulta y en nombre de Dios o de una fundamentaciones religiosas, que no espirituales se puede matar y se mata. Como seguir proclamando en medio de este mundo la fraternidad, la libertad religiosa, y la posibilidad de la pluralidad social, cultural y religiosa. 5. Como mirar a un mundo dividido norte-sur/ un mundo dividido por ideologías e intereses, un mundo que vive de lo rápido, lo inmediato, lo fugaz. Parcial a la hora de la información los derechos humanos no tienen el mismo valor dependiendo del país donde se apliquen y a las personas que afecten. 6. Si a nivel global mundial es así en lo particular una de las características profundas de nuestro país en la secularización, con el fuerte deseo de nuestras autoridades de reducir la fe, la religión, al ámbito de lo privado del hogar o de los templos, cuando el cristiano está llamado a poner en el corazón del mundo el nombre y las actitudes de Jesús. II UNA IGLESIA EN SALIDA, EN CAMINO A LAS PERIFERIAS Para continuar me gustaría hacer referencia al inicio del C-I, que está muy en unidad con el tema que nos corresponde esta tarde. Desde siempre los mensajeros de Dios han estado llamados a vivir en actitud de salida: Recuerden Abrahán, llamado a ser padre de un pueblo, Moisés, llamado a iniciar la marcha para liberar al pueblo, Jeremías iras donde yo te envíe, la experiencia del pueblo de Israel, Maria camino de Ain Karin al encuentro con Isabel, y el modelo por excelencia de peregrino Jesús salido de las entrañas del Padre a recorrer Galilea y el envío misionero a los doce.. El gran avance de la Iglesia en el Siglo pasado a través del Vat II y todos los documentos eclesiales que en torno a el se generaron, fue decirnos y tomar conciencia de que todos, somos misioneros, de que por el bautismo todos estamos llamados a compartir el anuncio que hemos recibido. El ejemplo de la matanza. Y el ejemplo del volcán Masaya. Bueno pues esta llamada hoy a través de la Evangelii Gaudiun, se nos da a cada uno en particular como seguidores de Jesús y a cada uno dentro de las estructuras pastorales en las que se mueve, parroquia, movimiento, vicaria, diócesis, cofradía, colegio, pastoral concreta…que salida me está pidiendo el Señor, donde están la periferias a las que el Señor nos envía A LAS PERIFERIAS QUE NECESITAN LA LUZ DEL EVANGELIO. Esta salida la haremos acompañados por la alegría, recordemos una de las parábolas claves en el anuncio del reino de Dios el tesoro en el campo, el que encuentra el tesoro, lo vuelve a enterrar y con alegría va, vende todo lo que tiene y compra el campo. Esta salida la haremos apoyados en la fuerza de la Palabra, la palabra que tiene fuerza por si sola, que germina, recordemos la parábola de la semilla y del grano de mostaza. Aquí les quiero recordar. Palabras de Mons Romero: Todos los que predican a Cristo son voz, pero la voz pasa, los predicadores mueren pero la palabra permanece en el corazón de aquellos que lo han querido reconocer. Por favor nuestra Biblia, los círculos bíblicos, la palabra es como una hoguera o las cocinas de carbón en inviernos, nadie que se acerque a ella permanece indiferente, te quema como decía el profeta… III ¿Cómo SER PARTE DE ESTA IGLESIA MISIONERA? EL DESAFIO DE LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA 1.-Apostar abiertamente x el hombre y por la mujer de hoy: Nº 84 del documento. Es difícil decir unas palabras sobre la espiritualidad misionera sin un recuerdo a Juan de la Cruz: “En los amores perfectos/ esta ley se requería, /que se haga semejante /el amante a quien quería/ que la mayor semejanza/ mas deleite le daría…Si nosotros y nosotras queremos llevar el mensaje de Jesús al hombre de hoy tenemos que vivir el misterio de la Encarnación como Jesús, entrar al tejido de la Historia, caminar con las personas en el día a día, dejarnos interrogar por sus preguntas, dejarnos cuestionar por los jóvenes, por los marginados que llegan a caritas, por los emigrantes, por la diversidad cultural y religiosa del momento, por las redes sociales. Y aquí quiero recordar una palabras de una persona querida x vosotros y también por mi, cuando Jesús, nuestro Jesús hablo el año pasado en la catedral de Santiago al final de su ordenación dijo más o menos estas palabras, vengo a caminar con vosotros a hacerme uno con vosotros….No quedarnos en una mirada pesimista de toda esta realidad. Y aquí voy a poner un ejemplo que es un testimonio: Santiago Martínez Agrelo, obispo de Tanger, la visión y los aportes cristianos, críticos con las políticas migratorias, la mirada misericordiosa a los emigrantes, la defensa de sus derechos y todo esto a mí y a miles de personas nos está llegando por las redes sociales. Y en este número muy concretamente el Papa Francisco nos recuerda los males de nuestro mundo, y de la iglesia y los pecados personales míos, no me pueden quitar la alegría de evangelizar. Y en todos nuestros corazones tiene que estar muy gravada la frase de Pablo a los Rom “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”. Nuestra fe nos reta cada mañana a descubrir que el trigo crece en medio de la cizaña y que el desafío es convertir las muchas tinajas de agua que se nos presentan en un vino rico y generoso…y aquí en este mundo tenemos que hacer una apuesta fuerte por la iglesia como comunidad creyente a pesar de los pecado…la iglesia no es wual strip…o como se diga. El ser realistas, no quiere decir que no sepamos que estas riendas las lleva el espíritu. Caer en el pesimismo que este mundo es lo peor, no… tenemos que tener capacidad para sacar fuerzas de la debilidad y ver que en la tierra, en el estiércol…salen y crecen las flores…no podemos convertirnos ni necesita el hombre de hoy profetas de calamidades, sino testigos, maestros de vida interior, la mirada maternal de la madre no alardea los defectos del hijo aunque los conozca, los vive en silencio y los acompaña hasta salir de ellos. Caminamos al punto omega, que es Cristo, el va a tener la última palabra de la Hª, el obispo Casaldaliga dice que cada día luchamos, peleamos e incluso perdemos batallas de una guerra que de ante mano ha ganado el Señor. En el N 84, el papa insiste que nadie puede ganar una lucha si de antemano no está convencido, y confía plenamente en su triunfo. No podemos perder ni ganar las batallas antes de subir al ring o sin ponernos los guantes. 2.-Salir de nosotros-as mismos. La Iglesia como comunidad cristiana, es capaz de hacer lo que hace porque tiene a millones de personas, que saben salir de su círculo de apropiación y ponerse al servicio de los otros. Dice el papa en el N-76 “Agradezco el hermoso ejemplo que dan tantos cristianos que ofrecen su tiempo y su vida con alegría…este ejemplo me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo y vivir para los demás”. La personas humana en un momento de nuestra vida y a veces sin darnos demasiada cuenta hemos hecho una opción: yo quiero vivir mi vida para mí y yo soy el centro y como soy el centro todo gira en torno a mí y que mal cuando las cosas no son como yo decido…o hemos decidido en el matrimonio u otros estados laicales, en la vida sacerdotal, en la vida religiosa ser y vivir para darse, poniéndome yo en un segundo plano…y vivir como descentrado en mi y tener como centro de mi vida el Otro si lo he descubierto o los otros semejantes a mí. Somos individualistas….o somos comunitarios…voy a poner un ejemplo Auyanta Umala..es uno de los lideres fuertes indígenas del gobierno de Bolivia, Lo importante soy yo y mi familia un circulo reducidísimo o lo importante es que aunque yo sea menos todos seamos más…Cuidado que sin darnos cuentas este es un momento que nos invita demasiado al individualismo, mi tiempo, mis cosas, mi independencia, mis viajes, dice el papa esta es una de las grandes tentaciones del evangelizador x reservarse sus espacios personales, sin los cuales parece que se ahoga, pierde la disponibilidad para el reino…Ejemplo del P. Ibañez…la mayor opción por los pobres, por el otro es la disponibilidad….el otro nos necesita y nos busca no cuando yo quiero sino cuando él desea. 3.-Entrar abiertamente al camino del abajamiento, bajar. Yo les invito a que esta noche antes de acostarnos, repitamos el Himno cristológico de Fil, o lo leamos en nuestra biblia. Como Jesús camina por este mundo como uno de tantos y mezclado con la gente puede trasmitir los más profundo del misterio de Dios. Una de las ideas que el papa Francisco más trabaja en sus homilías es el encuentro con Dios y el encuentro con el pobre. Esta idea aparece con mucha fuerza en el Documento que les decía de Aparecida discípulos y misioneros y la comparte en el Nº 80 “El kerygma , el anuncio de Cristo, tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad” Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de la dimensión social de la evangelización precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora”. En cuanto a la caridad y el compromiso por la justicia con los pobres, para Francisco los pobres son su obsesión porque lo son para el Evangelio de Dios, Jesucristo 1. El Papa no admite espiritualizaciones de la realidad de los pobres que evite hablar que se trata de excluidos sociales; ni admite solidaridades que no se traduzcan en ser pueblo-gente con los más vulnerables y débiles de cada lugar; se trata de vivir con ellos y como ellos, amarlos con la hondura de Jesús, y empeñarse en su inclusión social contra la inequidad estructural que los margina y excluye. Es la mirada compasiva, misericordiosa, maternal de la que tanto habla. La iglesia que mira al mundo como una madre a sus hijos. Si la Iglesia, si los cristianos todos, si los evangelizadores más cualificados, no aciertan a coger esta preferencia existencial y teologal, moral y política, también, no hay evangelización cristiana, ni futuro eclesial que merezca la pena. La radicalidad de la Exhortación en esta condición social de la evangelización, desde, con y para los pobres, es tan rotunda que difícilmente nadie la esperaba. En este aspecto tan fundamental, no es extraño que buena parte de la Iglesia, estemos tiritando de vértigo ético y teologal. El Papa espera que esta conversión de todos a los pobres, y por tanto, al Dios que tanto los ama en Cristo, signifique una posibilidad cierta de reforma de la Iglesia en sus estructuras de gobierno y decisión, y esto en todos los niveles. Los pobres son ante todo personas, pueblo, gente. No un concepto social abstracto, ni espiritual siquiera. Son personas en situaciones imposibles por injustas y extremas, a manos de otros más poderosos; son pueblo; son "la gente". No hay remedio para ellos sin amor, ni lo hay sin transformación de las causas ideológicas y materiales de esa inequidad. Una palabra mil veces repetida. La Iglesia al evangelizar, tiene que denunciar, consolar y ayudar, promover y restaurar y, finalmente, transformar estructuras. Ella tiene que dar con formas de hacerlo sin convertirse en un Estado. 4.-El pacto con la mediocridad. En el lenguaje del futbol se dice esto de una forma muy expresiva, salieros a empatar el partido a los dos les valía con el empate. El papa utiliza una palabra clásica en el mundo de la espiritualidad monástica y heremitica, la acedia espiritual, la crisis del mediodía. Que consistiría para nosotros cambiar la visión de que somos profetas, testigos, del Señor, por la de funcionarios: de la liturgia, de la catequesis, de la caridad, de la misión…Nº 81,82,83. Y esto ocurre cuando perdemos las motivaciones, las coordenadas o las referencias, cuando perdemos el enamoramiento, del Señor, de los hermanos, de la misión. Como si el entregarnos del todo al reino nos robara espacios en la vida, como si el compartir nuestros bienes pusiera en riesgo nuestro futuro…esto nadie como el lenguaje castellano lo expresa con el refrán: “Nadar y guardar la ropa”…Esto ocurre cuando nos perpetuamos en los cargos, en las tareas, y ya lo sabemos todo…somos incapaces de dejarnos sorprender por la realidad y x el Espíritu. Este es uno de los errores del catolicismo europeo el miedo a cambiar a lo nuevo… La acedia ocurre al discípulo y al misionero cuando pierde la alegría…cuidado cuando perdemos la sonrisa, la cercanía, el entusiasmo, el gozo porque lleguen la hora de las tareas…cuidadito cuando la fe es como una carga, la película de la misión…el indígena de mirada limpia… FINAL Me van a permitir que termine haciendo una alusión a mis padres que han fallecido en un periodo de 20 meses, razón por la que yo regrese a España, y que ha sido muy duro esto años vivir lejos de las comunidades que tanto nos queríamos. Mis padres fueron grandes misioneros sin salir de casa, fundamentalmente dejándome a mí que soy el único hijo de su sangre, salir y compartir mi vida con otras gentes. En ellos yo vi la disponibilidad de las personas que no quieren nada para si, sino que comparten todo…su amor, su tiempo, sus bienes, para mí y para mis proyectos, será x eso que Dios le bendijo con una muerte feliz, sin grandes dolores, acompañados y con la certeza de que ya- en estos momentos- son eternidad. Permítanme que termine este momento gozoso para mí de esta charla con ustedes con los mismos versos que la semana pasada terminaba la homilía en el funeral de mi ma…: Baja, y subirás volando / al cielo de tu consuelo/ porque para subir al Cielo/ se sube siempre bajando. CHARLAS CUARESMALES 2015 Lunes, 26 Febrero 2015 “Nuevos caminos de evangelización” D. César Peláez Álvarez NUEVOS CAMINOS DE EVANGELIZACIÓN Y OS DARÉ UN CORAZÓN NUEVO Charla Cuaresmal Llevamos estos días reflexionando y meditando la exhortación del Papa Francisco Evangelii Gaudium haciendo énfasis en la comunión, en la unidad, en la conversión de nuestras comunidades y en el envío al que todos estamos llamados, ad intra y ad extra. En esta tarde vamos a adentrarnos en la evangelización y poder ahondar en los nuevos caminos para ella. Cuando hablamos de nuevos caminos, de la novedad del evangelio, de la nueva evangelización, podemos caer en el error de pensar que lo de antes ha sido negativo o que ya no vale. ¿En que hemos fallado para que tengamos que realizar una nueva evangelización? ¿Qué debe ser lo nuevo? ¿En qué consiste la novedad? El Papa Francisco nos da unas claves, en esta exhortación, muy prácticas que nos van a ayudar a descubrir a todos cuáles son esos nuevos caminos que debemos seguir, y como no, viniendo del Papa Francisco, cayendo en la cuenta que en numerosas ocasiones hemos obviado es lo más central y lo más claro y sencillo a la vez. LA SABIDURÍA DE LA ANCIANA ABADESA Cuentan las crónicas que hace tiempo había un antiguo monasterio regido por una abadesa de gran sabiduría. Más de cien monjas oraban, trabajaban y servían a Dios llevando una vida austera, silenciosa y observante. Un día, el obispo del lugar acudió al monasterio a pedir a la abadesa que destinara a una de sus monjas a predicar en la comarca. La abadesa reunió a su Consejo y, después de larga reflexión y consulta, decidió preparar para tal misión a la hermana Clara, una joven novicia llena de virtud, de inteligencia y de otras singulares cualidades. La madre abadesa la envió a estudiar, y la hermana Clara pasó largos años en la biblioteca del monasterio descifrando viejos códices y adueñándose de su secreta ciencia. Fue discípula aventajada de sabios monjes y monjas de otros monasterios que habían dedicado toda su vida al estudio de la teología. Cuando acabó sus estudios, conocía los clásicos, podía leer la Escritura en sus lenguas originales, estaba familiarizada con la Patrística y dominaba la tradición teológica medieval. Predicó en el refectorio sobre las “procesiones” 1 intratrinitarias, y las monjas bendijeron a Dios por la erudición de sus conocimientos y la unción de sus palabras. Fue a arrodillarse ante la abadesa: “¿Puedo ir ya, reverenda Madre?” La anciana abadesa la miró como si leyera en su interior: en la mente de la hermana Clara había demasiadas respuestas. “Todavía no, hija, todavía no...” La envió a la huerta. Allí trabajó de sol a sol, soportó las heladas del invierno y los ardores del estío, arrancó piedras y zarzas, cuidó una a una las cepas del viñedo, aprendió a esperar el crecimiento de las semillas y a reconocer, por la subida de la savia, cuándo había llegado el momento de podar los castaños... Adquirió otra clase de sabiduría; pero aún no era suficiente. La madre abadesa la envió luego a hacer de tornera. Día tras día escuchó, oculta detrás del torno, los problemas de los campesinos y el clamor de sus quejas por la dura servidumbre que les imponía el señor del castillo. Oyó rumores de revueltas y alentó a los que se sublevaban contra tanta injusticia. La abadesa la llamó: La hermana Clara tenía fuego en las entrañas y los ojos llenos de preguntas. “No es tiempo aún, hija mía...” La envió entonces a recorrer los caminos con una familia de saltimbanquis. Vivía en el carromato, les ayudaba a montar su tablado en las plazas de los pueblos, comía moras y fresas silvestres, y a veces tenía que dormir al raso, bajo las estrellas. Aprendió a contar acertijos, a hacer títeres y a recitar romances, como los juglares. Cuando regresó al monasterio, llevaba consigo canciones en los labios y se reía como los niños. “¿Puedo ir ya a predicar, Madre?” “Aún no, hija mía. Vaya a orar”. La hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita en el monte. Cuando volvió, llevaba el alma transfigurada y llena de silencio. “¿Ha llegado ya el momento, Madre?” No; no ha llegado. Se había declarado una epidemia de peste en el país, y la hermana Clara fue enviada a cuidar de los apestados. Veló durante noches enteras a los enfermos, lloró amargamente al enterrar a muchos y se sumergió en el misterio de la vida y de la muerte. Cuando remitió la peste, ella misma cayó enferma de tristeza y agotamiento y fue cuidada por una familia de la aldea. Aprendió a ser débil y a sentirse pequeña, se dejó querer y recobró la paz. 2 Cuando regresó al monasterio, la Madre abadesa la miró gravemente: la encontró más humana, más vulnerable. Tenía la mirada serena y el corazón lleno de nombres. “Ahora sí, hija mía, ahora sí”. La acompañó hasta el gran portón del monasterio, y allí la bendijo imponiéndole las manos. Y mientras las campanas tocaban para el Ángelus, la hermana Clara echó a andar hacia el valle para anunciar allí el Evangelio. En alabanza Jesucristo y de su Iglesia. Desde esta historia, escrita por la gran Dolores Aleixandre, nos damos cuenta que la primera condición que debemos tener en la evangelización, y que el Papa Francisco reclama con gran firmeza, en el número 127 de la exhortación, es que debemos acercarnos a la persona. El evangelio se trasmite de persona a persona, de tú a tú, y desde la vida. La hermana clara sabía mucho de Teología, sabía mucho de labranza, sabía mucho de dinámicas y actividades, sabía mucho de teoría, sabía mucho de oración, sabía mucho… pero no sabía o no había conocido a la persona interiormente porque no se había conocido así misma, desde su debilidad y humanidad. La nueva evangelización se debe hacer desde la experiencia vivida, ¿sino que vamos a transmitir? Una asignatura pendiente… Desde que Cristo antes de su ascensión nos dejó su mandato de “Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…” (Mt. 28, 19) los cristianos tenemos una asignatura pendiente: la evangelización del mundo. Diversas han sido las etapas por las que ha tenido que pasar la evangelización y nunca podemos dar por supuesto aquel dicho de que “tiempos pasados siempre fueron mejores”. Cada uno de los períodos históricos ha tenido sus avatares y sus vicisitudes y siempre el Espíritu ha asistido a hombres y mujeres en esta gran tarea. Una de las características de la evangelización es la Presencia: un espacio entre dos movimientos. Los dos movimientos son “ID” y el segundo “VENID Y LO VERÉIS”. El “id” es el encuentro humano con las personas. No tenemos que esperar a que vengan sino que tenemos que ir. “Venid y lo veréis” es ir y después traerlos a nuestra realidad. Y cuando vengan ofrecerles algo bueno, atractivo… que valga la pena. 3 Hay que estar y aceptar a la gente y que la gente te acepte a ti. Ante esta situación los cristianos deben tener una actitud de apertura, capacidad de estima, de relaciones interpersonales, de conocimiento profundo de la cultura y la religión. Es necesario que el evangelizador sea aceptado, acogido, estimado por las personas donde está presente. ¿Por qué hoy nos cuesta tanto anunciar el evangelio? ¿Por qué ponemos tantas excusas: la sociedad secularizada, los jóvenes no vienen, los mayores cansados, los curas…? Es cierto que hoy en día ha habido muchos cambios sociales y culturales en el mundo al que nos dirigimos. ** De la secularización a la apoteosis del yo. (“Yo me hago mi religión”, “yo soy el que decido”, “yo pienso”, “yo te respeto”…) ** El rechazo a la tradición cristiana en amplios sectores. (Se quiere borrar la influencia del cristianismo). ** Religiones, religión a la carta y espiritualidad sin religión. Pero por ello, nuestra sociedad no es ni mejor ni peor que las sociedades que han existido en otros tiempos. Partir de este juicio sería partir de un presupuesto falso, lo cual no permitiría al evangelizador ser objetivo en el buscar los medios más adecuados para “enseñar a guardar todo lo que Cristo nos ha mandado”(Mt. 28, 19). Debemos dar por supuesto que el programa de trabajo es el mismo, ayer, hoy y siempre: “El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del «hacer por hacer». Tenemos que resistir a esta tentación, buscando «ser» antes que «hacer».” Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millennio ineunte, 15. De esta forma, los evangelizadores del nuevo milenio, aquellos que llevarán a cabo el mandamiento de Ir y enseñar deben primero ser antes que hacer. El programa se centra por tanto en tener a Cristo como el eje de todo el programa de la evangelización, nos lo recordaba el P. Roberto en la charla del lunes, expresado en el mismo documento de Juan Pablo II, antes citado: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio.”(NMI 29) 4 Hablamos de la indiferencia religiosa y de la resistencia del hombre a creer. Pero ¿no seremos culpables nosotros con nuestra mediocridad? Es bueno tener personas valiosas y preparadas pero mejor creyentes que sepan comunicar su experiencia y la irradien. Es importante contar con medios eficaces, pero mejor son otros medios: los de Jesús. Es necesario la estructura y la organización pero son mejores aquellos que puedan sostener y alentar el testimonio. Necesitamos un mayor número de personas, es verdad, pero seamos los que seamos necesitamos la calidad de nuestra presencia. Nuestra tarea es llevar el Evangelio de Cristo, y al mismo Cristo a las personas con las cada uno trata, tanto a los cercanos como a los desconocidos. La palabra evangelización deriva del vocablo griego: evangelio; su significado es proclamar buenas noticias; desde el punto de vista sagrado, es anunciar las Buenas Nuevas de Jesucristo; mientras que para la iglesia primitiva el evangelio era Jesucristo mismo, quien había proclamado un mensaje de salvación y anunciado su segunda venida. Por eso para retomar los nuevos caminos de la evangelización se nos presentan nuevos RETOS PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA. ** De un cristianismo por tradición social a un cristianismo por opción personal. ** De un modelo pastoral de comunidad, de masa informe, a un modelo de contraste, de comunidad viva, alegre. Es muy importante la comunidad pero cada persona es distinta. Ha de haber mucho acompañamiento de tú a tú. Mucho encuentro interpersonal. ** De una actitud patrimonialista a una actitud testimonial. A veces la Iglesia se cree que tiene la VERDAD y quiere que los otros acepten esa verdad. Tenemos que pasar a transmitir nuestra verdad y tú si quieres la aceptas (recordemos el pasaje del joven rico). Actitud más de humildad. ** Permanencia evangelización. del testimonio con las obras como primera ** De una fe heredada a una fe asumida con rigor histórico y vigor intelectual. Que sepamos dar razón de nuestra fe. ** Del testimonio cristiano silencioso al testimonio también con palabras en una sociedad multirreligiosa. 5 ¿Qué buena noticia debemos anunciar hoy? ¿Qué buenas noticias quieren oír las personas de hoy? ¿Cómo realizar ese anuncio? O ¿en qué consiste esta nueva evangelización a la que el Papa Francisco nos exhorta? ¿En qué consiste el empuje evangelizador? Bien sabemos que la evangelización requiere de distintas etapas. “La evangelización, hemos dicho, es un paso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado.” Todos estos elementos no pueden vivirse bajo la perspectiva de una institución social en donde se deben cumplir determinados procesos para ser admitido. Sin embargo, deben ser vividos, sostenidos e impulsados por el amor. Este es el elemento que hace que se verifiquen los demás pasos del proceso. Sin este amor, que podemos traducir por ardor misionero o empuje evangelizador, como en la charla de ayer nos los recordaban, es muy fácil desvirtuar la labor evangelizadora o caer en la desesperación, el cansancio, la tristeza. Difundir el Evangelio es la primera tarea de la Iglesia. El concilio Vaticano II en el documento “Ad gentes” que trata sobre la misión, indica el objetivo de la evangelización: llevar el evangelio a aquellos que no conocen a Cristo, con la esperanza de que puedan adherirse convirtiéndose en discípulos de Cristo. Tarea principal. No centrarse sólo en los bautizados sino en todos. Todos estamos en misión no sólo los que están en países de misión. TODOS SOMOS MISIONEROS. Evangelizar hoy en ciertos ambientes no es nada fácil. Pensemos lo que significa anunciar el evangelio en sociedades como la europea en donde tal parece que los hombres viven un agnosticismo práctico, o sociedades que nunca han oído hablar de Jesucristo e incluso enfrentar peligros de todo tipo de frente a quienes rechazan el evangelio de Jesucristo. Sin un ardor misionero que mantenga siempre vivo el interés por evangelizar, es difícil poder perseverar en esta tarea. La evangelización no es una labor meramente institucional en donde a través de unas estructuras, un plan pastoral, un programa, un guía y un calendario, se obtienen los resultados deseados. La conversión verdadera de nosotros, los evangelizadores, los que seguimos el camino de Cristo, requiere, cierto, de algunas planificaciones e instituciones que la sostengan, pero sobretodo es necesario la labor de hombre y mujeres apasionados por la misión para seguir a cada una de las personas confiadas, vuelvo a repetir: de cerca y de lejos, conocido y desconocido dice el Papa, y no desfallecer frente a las dificultades y los avatares propios de la misión. 6 La nueva evangelización no podrá llevarse a cabo sin un seguimiento personalizado a los agentes de la evangelización y los que vamos a evangelizar. Son más bien pasos individuales que deben ser vividos en primera persona y acompañados por alguien que sirva de maestro y de guía. Aún más, en nuestra sociedad contemporánea, refractaria a los valores espirituales y trascendentes, apoyándose en un individualismo exasperado, este acompañamiento se convierte en un elemento esencial del proceso de evangelización. Los nuevos caminos de evangelización deben: ** Crear posibilidades de encontrar a Jesucristo y su Evangelio. ** Dar a conocer el mensaje central del Evangelio de Jesucristo. ** Invitar a una realización seria y consciente de la conversión a Dios y de la adhesión a Jesús y a su Evangelio. ** Acompañar a las personas interesadas a lo largo de este proceso que debería cambiar la vida. Por eso el Papa dice en palabra textuales: La predicación, siempre respetuosa y amable, comienza con un diálogo personal, donde la otra persona expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llena el corazón. Sólo después de esta conversación es posible presentarle la Palabra. (128) Recordemos la historia de Sor Clara al empezar. ¿Escuchamos? Predicación respetuosa y amable. Dialogo desde el corazón Ver los anhelos. No llevar nuestra charlita de siempre. SABER ESCUCHAR QUÉ ANHELOS TIENE NUESTRO MUNDO, QUÉ PROBLEMAS, QUÉ DIFICULTADES, QUÉ ENFERMEDADES… y desde ahí presentarle a Jesucristo. En otras palabras ser humanos, tener sentimientos, ser antes de hacer.… Para quien es evangelizado, el acompañamiento espiritual, no puede ser un elemento impuesto, sino propuesto. Es fruto de un amor personal a la persona que viene acogida en el seno de una nueva comunidad, la comunidad ya evangelizada. 7 Es el amor a la misión, el empuje misionero, el ardor por la misión, la que hace capaz de poner a disposición de las personas que viven este paso del neopaganismo a la vida de fe, momentos de diálogo, de buena confrontación, de evaluación personal. Sólo de esta manera se puede transmitir la fe con plenitud, como una experiencia personal y no como una serie de normas, datos o contenidos que deben ponerse en práctica. Si la evangelización es ante todo una transmisión de un mensaje, esta transmisión no puede renunciar a su carácter personal. Anunciamos y nos acercamos a la persona directamente porque nuestra tarea es presentar a una Persona que es Jesucristo, muerto y resucitado. La centralidad de Jesucristo en la evangelización es esencial e imprescindible. La Iniciación Cristiana concluye afirmando que Jesucristo es la Luz, la Palabra, la Verdad, la Vida y el Camino. Supongo que nos suene esto. Es la estructura del último Catecismo de la Iniciación Cristiana aprobado por la Conferencia Episcopal Española en Junio de 2014. Este catecismo, estructurado desde la Vigilia Pascual, celebración central de la fe cristiana, pretende hacer, testigo del Señor Resucitado, al joven que quiere pertenecer a una comunidad viva. También nosotros estamos llamados a renovar nuestra iniciación cristiana. Estamos en el tiempo de Cuaresma. Tiempo especialmente de conversión y de preparación para los catecúmenos. En este tiempo, nosotros que ya estamos bautizados, podemos recorrer de nuevo ese camino de Iniciación Cristiana hasta llegar a la Pascua. En él podemos renovar los compromisos de nuestro bautismo para así refrescar de nuevo nuestra llamada a la evangelización. Podríamos decir que la iniciación cristiana es un proceso de transformación, por el que somos introducidos definitivamente, por el designio salvador del Padre, al misterio pascual de Jesucristo, de tal forma que, regenerados como hijos de Dios y llenos del Espíritu Santo, nos identificamos progresivamente con Cristo haciéndonos uno con Él y pregustando ya de la vida nueva del Reino de los cielos. La iniciación cristiana hace al hombre participar del Misterio de Dios, y lo invita a transformar su historia en historia de salvación; "no es otra cosa que la primera participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo". Se trata, entonces, de recibir las transformaciones no con sentido de resignación o de pesimismo, sino, como eventuales desafíos u oportunidades que Dios nos confía en la certeza de que Él no abandona jamás a su pueblo y también hoy lo conduce a nuevos e inesperados espacios de vida. Esos nuevos espacios de vida el Papa Francisco les dedica su importancia cuando habla de los carismas dentro de la Iglesia. 8 Nos debe quedar claro que el trabajo de la nueva evangelización es un trabajo destinado a todos los católicos. Si en algo ha insistido el Concilio es en la corresponsabilidad de todos los bautizados por propagar la buena noticia. No hay ya cristianos de primera o de segunda clase, meros espectadores del trabajo de otros. Todos somos corresponsables en la evangelización del mundo: “Por lo cual todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, han de fomentar en sí mismos el espíritu verdaderamente católico y consagrar sus fuerzas a la obra de la evangelización.”1 El impulso de la evangelización es tarea de todos, pero no todos deben o pueden hacer lo mismo. Por eso descubrimos que el Espíritu Santo sopla dentro de la Iglesia para dar a cada uno una tarea específica. Lo que sí debemos tener muy claro, y así lo afirma el Papa, que los carismas están al servicio de la comunión. “Cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse” El Papa, hablando sobre los dones con los que el Señor edifica y hace más fecunda a la Iglesia, en la catequesis del miércoles 1 de octubre de 2014, dijo que entre estos dones de Dios están los carismas. Y explicó que “un carisma es más que un talento o una cualidad personal. Es una gracia, un don que Dios da por medio del Espíritu Santo. No porque alguien sea mejor que los demás, sino para que lo ponga al servicio de los demás con la misma gratuidad y amor con que lo ha recibido”. 1 Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, n. 36 “El Sucesor de Pedro, por voluntad de Cristo, está encargado del ministerio preeminente de enseñar la verdad revelada. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a Pedro "lleno del Espíritu Santo", tomando la palabra en nombre de todos. Por eso mismo San León Magno habla de él como de aquel que ha merecido el primado del apostolado. Por la misma razón la voz de la Iglesia presenta al Papa "en el culmen —in apice, in specula—, del apostolado". El Concilio Vaticano II ha querido subrayarlo, declarando que "el mandato de Cristo de predicar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) se refiere ante todo e inmediatamente a los obispos con Pedro y bajo la guía de Pedro".” (Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, n. 67) “A los obispos están asociados en el ministerio de la evangelización, como responsables a título especial, los que por la ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo (103), en cuanto educadores del pueblo de Dios en la fe, predicadores, siendo además ministros de la Eucaristía y de los otros sacramentos.” (Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, n. 68). “Los religiosos, también ellos, tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz. A través de su ser más íntimo, se sitúan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad. Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos son por su vida signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia, los hermanos.” (Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, n. 69). “Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial —esa es la función específica de los Pastores—, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.” (Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 7.12.1965, n. 70). 9 ¿Qué es un carisma? Son dones extraordinarios que el Espíritu Santo derrama en la Iglesia, para el bien de la Iglesia y de las personas, y para reavivar la fe en las diferentes comunidades eclesiales (CEC). Y respecto de los carismas, nos dice el Concilio Vaticano II que para realizar la evangelización “el Espíritu Santo da a los fieles (cf. 1Cor 12, 7) dones peculiares, distribuyéndolos a cada uno según su voluntad (1 Cor 12, 11)” (AA 1-3). Los Carismas son, pues, dones espirituales, que Dios da como un regalo y que no dependen del mérito ni de la santidad de la persona, ni tampoco son necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, al usarlos como un servicio al prójimo, de hecho, se produce progreso en la vida espiritual, pero no por el Carisma en sí, sino por el acto de servicio. En cuanto a los Carismas, hay que tener muy presente no caer en actitudes equivocadas. El papa hace mucho énfasis en esto y se lo hemos escuchado en muchas ocasiones: Desecharlos por incredulidad o falta de sencillez espiritual, o ahogarlos por temor. A tal efecto nos dice San Pablo: “No apaguéis el Espíritu, no desprecies lo que dicen los profetas. Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1ª Tes. 5, 19-21). Considerarlos lo más importante en la oración o en la evangelización. Los Carismas son sólo auxilios en la evangelización, para despertar y fortalecer la fe de aquéllos en medio de los cuales se manifiestan estos dones extraordinarios del Espíritu de Dios. Considerarlos como propios de la persona a través de la cual se manifiestan. Los carismas no se poseen. Ni tampoco puede decirse que éstos poseen a la persona. Como todo don de Dios, son de Dios. Es Dios actuando a través de la persona que se deja poseer por el Señor, que es Quien actúa a través de esa persona. La persona viene a ser instrumento de Dios. Y así como no puede decirse que la música es del instrumento a través del cual esa música suena, tampoco puede decirse que el carisma es de la persona a través de la cual se manifiesta. El carisma ha de potenciar la comunión y la unidad, si no es verdadero carisma. Así dice el Papa: “un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del Pueblo de Dios para el bien de todos. Una verdadera novedad suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma” (130). Por tanto, las condiciones que reclama la espiritualidad de comunión son: 10 Tomar conciencia de que somos hombres y mujeres, acogidos por Dios, no en abstracto sino en 1ª persona del singular. Es importantísimo este paso para que “la unidad”, que exige Jesús a sus discípulos, sea fruto del corazón y no simplemente de unas teorías o ideas que a la larga no sirven para nada. La acogida de uno mismo: yo soy el primer gran don que he de acoger. El no acogerse uno a sí mismo es a menudo causa de problemas y de acciones pastorales erróneas, y desdibuja la relación de comunión entre Dios y el hombre o la mujer. Un maestro estaba explicando en clase los inventos modernos: “¿Quién de vosotros puede mencionar algo importante que no existiera hace cincuenta años?”. Un avispado rapaz que se encontraba en la primera fila levantó rápidamente la mano y dijo: “Yo”. Efectivamente, él era el mejor y más importante invento. Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evangelización”, p. 105 Tener una mirada desde el corazón hacia el misterio de la Trinidad: Comunión de personas por excelencia, que nos permite percibir en el hermano la luz que emana de su corazón. Crear conciencia, fomentar y vivir la comunión desde la común identidad bautismal. Se trata de ir a la raíz. Todo lo demás que hagamos sin ir a esa raíz, dejará en pie algunas distancias o divisiones. La "actitud básica para vivir la comunión eclesial" es tomar en serio ese amor con que el Espíritu nos injerta en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo por el bautismo; amor que nos hace hijas e hijos del Dios de Jesús, y hermanas y hermanos, amor sin fronteras ni límites, insobornable y gratuito, que va primero a los últimos y ama también a los enemigos, con todas las consecuencias, “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Preguntaron los discípulos al maestro: ¿Cuándo se puede afirmar que una persona y una comunidad están centradas? El maestro no tuvo que pensarlo mucho: - << Para que una rueda gire no basta con que sea perfectamente circular, sino que hace falta que esté bien centrada, así un cristiano o una comunidad deben estar centrados en Cristo. La pobreza, la vivencia comunitaria, o incluso la misma evangelización, practicadas sin una experiencia mística fuerte, engendran cristianos descentrados. El Evangelio afirma: Los llamó para estar con Él y después, sólo después, los envió a predicar y sanar >>. 11 Todo carisma nace de una necesidad apremiante que se da en la Iglesia. ¿A qué estoy llamado yo, aquí y ahora, en el seno de la Iglesia y para el anuncio de la Palabra? Mi misión es emprender un itinerario hacia Dios, de forma que a los que me rodean les permitan hacer la experiencia del Espíritu. Carisma y empuje evangelizador se convierten en sinónimo cuando el cristiano de a pie se deja conquistar por Cristo como le viene presentado y vivido en el evangelio. La vuelta a los orígenes que tan fuertemente ha sido favorecida por el Vaticano II y recomendada por Pablo VI, Juan Pablo II y ahora el Papa Francisco, es posible realizarla, al menos en una parte, cuando todos nosotros nos decidamos a amar a Cristo y a amarlo en el prójimo con las mismas características con que lo amó Él. Sin duda alguna que cada persona amará a Cristo con sus connotaciones muy particulares, pero si se vive una escuela de amor, la enseñada por el mismo Cristo, esas connotaciones particulares brillarán aún más. Y quien resultará beneficiado en última instancia, además de nosotros mismos, lo será sin duda el hombre de nuestro tiempo que al ver el empuje avasallador de unos cristianos convencidos, que viven el amor, se sentirán llamados a conocer este amor, que no es sino la esencia de la evangelización. Concluyo esta meditación con unas breves consideraciones prácticas que nos pueden ayudar a nuestra conversión en este tiempo de cuaresma y a descubrir cuáles son esos nuevos caminos de evangelización a las que nos invita el Papa e incluso la misma sociedad que nos rodea: Las actitudes que hemos descrito brevemente hasta este momento exigen ciertas cualidades; trabajarlas será para nosotros una “ascesis”, es decir, plantearnos, de nuevo y a fondo, nuestra situación personal a la luz de Dios e intentar discernir lo que Dios nos revela a cada uno en particular y a la humanidad. Describamos algunas cualidades siguiendo la exhortación del Papa. No estar cerrado en uno mismo. El que vive cerrado en sí mismo, no puede acoger porque no deja que nadie entre “en su casa”. Existen mil maneras de poner obstáculos a la acogida del otro, como hay mil maneras de vivir encerrado en uno mismo. Tener un corazón disponible. Esto implica humildad, que es sinónimo de pobreza. Los ricos no pueden acoger. En su corazón no hay espacio para el Otro ni para los otros, porque está lleno… Siempre los temas, riqueza etc, vinculados a la experiencia espiritual, hemos de referirlos a nosotros en primera persona del singular. No ser celoso de lo que uno tiene. El miedo a ser expoliado impide la acogida. Ver al “otro” como un enemigo, no predispone a la acogida. ¿Os imagináis que Dios contemplara al hombre, la mujer, como contrincantes? Llegados aquí, surge inevitable la pregunta: ¿cómo veo al otro?, ¿cuáles son mis temores respecto a 12 él?, ¿es alguien que viene a perturbar mi paz?, ¿es alguien que me puede desinstalar?. Por tanto, podemos concretar diciendo: La acogida de nuestra situación personal, el sabernos acogidos por Dios, comporta, por nuestra parte, unos gestos, una praxis que nos puede ayudar. "Una mirada al corazón desde el misterio trinitario que habita en nosotros. Reconocer su luz, la luz de Cristo en el rostro de los hermanos. Sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo Místico, como alguien que me pertenece. Atender sus necesidades. El cristiano está llamado a ser el brazo del Señor en la vida diaria. Y brazo significa un hombre donde la gente pueda apoyarse; una mano dispuesta siempre a dar; un abrazo siempre dispuesto a acoger. Ver lo que hay de positivo en el otro. Valorarlo como don de Dios para mí. Llevar mutuamente las cargas. Rechazar tentaciones egoístas que engendran competitividad, desconfianzas y envidias. Sentir al hermano como “uno que me pertenece”, compartiendo alegrías y penas, triunfos y fracasos, y ofreciendo, al mismo tiempo, una acogida de amigo. Saber “dar espacio” al hermano, llevar la carga de los otros, rechazar el egoísmo, la competitividad, la desconfianza y los chismorreos, como tantas veces nos ha recordado el Papa Francisco. Fomentar formas incipientes de inculturación. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia. El anuncio es de persona a persona, pero también desde cualquier institución, gestos, símbolos, palabras, acciones, tareas, es decir, debemos convertir toda nuestra vida en un testimonio de la vida de Cristo. La espiritualidad de la comunión en la evangelización reclama, finalmente, disponibilidad, comprensión, solidaridad, inventiva creadora, improvisación, diálogo, sentido de la gratuidad y, ante todo, fuerte dosis de discreción, delicadeza, prudencia, tacto y, sobre todo, discernimiento espiritual. Los nuevos caminos de la evangelización reclaman fundamental y radicalmente: conversión y oración. 13