Manuela Ballester - Levante-EMV
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Manuela Ballester - Levante-EMV
Levante EL MERCANTIL VALENCIANO ■ Viernes, 3 de octubre de 2008 pd 1 Personatges Un volum d’entrevistes i un llibre que analitza les lletres de les cançons revisen la trajectòria musical i vital de Bob Dylan (pàg. 3). posdata Suplemento Cultural Es una historia de Manuela Ballester, la heroína. Una más de las muchas que hubo en aquella guerra insensata. La vida de Manuela Ballester está ligada a la de su marido (a quien siempre llamó Renau, no Pepe) de un modo sólido, tanto físico como emocional. Sin embargo, Manuela nunca renunció a su pasión creativa, a pesar del tiempo escaso y las opor tunidades raras que tenía para hacerlo. Es otra manera de ejercer de heroína. Una familia de artistas ARCHIVO TERESA RENAU DIBUJANTE Y DISEÑADORA. Manuela Ballester (Valencia, 1908-Berlín, 1994) en su estudio de México D. F. Se conmemora el centenario de la artista valenciana Manuela Ballester, la pintora en la sombra Fernando Bellón* A finales de enero de 1939, un grupo de mujeres y dos niños recorren trochas nevadas en la espesura pirenaica de Girona, huyendo de un destino peor que el de perderse en un bosque fronterizo. Son Manuela Ballester, sus dos hermanas adolescentes, su anciana madre, su cuñada Elisa Piqueras y una amiga. Manuela lleva en brazos a su hija Julieta, de 22 meses, y su hijo Ruy, que todavía no ha cumplido 5 años, la sigue aferrado a su falda. Están absolutamente solos, sin la más remota idea de hacia dónde tirar para cruzar la raya de Francia. De pronto escuchan voces. Son un grupo de soldados republicanos en retirada, igual que ellas. Manuela agarra el correaje del que parece llevar el mando y le dice que no le soltará hasta que las conduzcan al otro lado. Ya en un pueblo de Francia, Manuela consiguió subirse a un tren abarrotado, con las cinco mujeres y sus dos hijos. Esperó a su marido, que había escapado por otro lado, en Toulouse. Luego pasaron unos meses en la residencia de una rica familia judía, antes de embarcarse en el trasatlántico Vendamm rumbo a Nueva York, donde llegarían el día del 32 aniversario de Renau, 17 de mayo. Manuela Ballester no vivió nunca a la sombra de su marido, pero esa sombra la oscureció casi por completo. Hija de un escultor y profesor de la Escuela de Bellas Ar tes de San Carlos de Valencia, Antonio Ballester, y hermana de Tonico, que tuvo un éxito fulminante en su juventud, la afición a la creación artística fue tan natural en ella como el amor a la música en los hijos de Juan Sebastián Bach. Incluso su madre, Rosa Vilaseca, modista, tenía algo de creadora. Manuela llevaba el arte en la sangre. En su caso, la pintura. Fue de las primeras mujeres en matricularse en Bellas Artes, aunque contaba con la ventaja de tener avalistas en el interior. Pero lejos de dormirse en los laureles, estudió con ahínco y se unió al grupo de estudiantes contestatarios de la escuela, amantes de las vanguardias, inquietos buscadores de alternativas artísticas y sobre todo sociales. Allí conoció a Renau y se enamoró de él. Él la correspondió con unos libros de versos ilustrados: Estrellamar e Intento de Amanecer. Es Manolita, la musa, que no tardó en transformarse en Manolita la militante en cuanto Renau sufre su crisis de éxito en la exposición de Madrid, y se convierte al comunismo militante. Arrastra con él a gran parte de su grupo. Y a su novia también. Pero Manolita Ballester no era en aquel momento una chica que paseaba del brazo de un ar tista reconocido y rebelde. También era una creadora por derecho propio. Ilustraba libros y publicaba en periódicos. En un número sin datar de La Semana Gráfica, revista valenciana de los años 30, aparece una fotografía suya con este titular: «La señorita Manolita Ballester, joven pintora valenciana da el primer paso firme en su carrera artística». Luego viene Manuela la militante. Sin su inmensa participación, la revista Nueva Cultura, dirigida y financiada por Renau, no habría perdurado. En aquellos momentos anteriores a la guerra, su marido trabajaba como un salvaje para ganarse la vida en la publicidad y el cartelismo. Tanto, que todo hace pensar que Manolita le echaba una mano, o dos. Porque el día tiene 24 horas para todos, y Renau parecía multiplicarse en el partido, en la agitación entre los profesionales y en la producción artística para particulares, como se ve en los frescos del palacete del terrateniente Luis Cuñat Sorní. En México, la mano de Manolita vuelve a colaborar con su marido en todas las facetas de su trabajo. Quizá con la excepción de los fotomontajes. Manuela Ballester participa en el Retrato de la Burguesía, mural interior encargado por el Sindicato de Electricistas a Siqueiros, y que tuvo que acabar el matrimonio ante la huída del mexicano. Exactamente lo mismo sucedió en los murales de Cuernavaca, diseñados por Re- ❙❙❙ Fue de las primeras mujeres que se matriculó en la escuela de BB AA: allí conoció a Renau ❙❙❙ Sin su colaboración, la revista «Nueva Cultura», promovida por su marido, no habría perdurado nau pero ejecutados en gran medida por su esposa, con la colaboración esporádica de Ruy, el hijo mayor. Manuela trabaja en el Taller Estudio que da de comer a la familia, y donde se diseña publicidad y carteles de cine en cantidades ingentes. Pero además, Manolita pinta sus propios cuadros, como el que ilustra este texto, en el que retrata a su hija Teresa. El propio Renau reconocía que su mujer era una retratista excepcional. Y también da clases de pintura. Y alfabetiza a las criadas indígenas que tiene para la atención del hogar, que dirige la yaya Rosa. Dos rasgos caracterizan a Manuela Ballester a lo largo de su vida. Jamás dejó de amar a Renau. Un libro de poesías editado por ella en México en 1980 es el testimonio irrebatible: >> 2 pd Viernes, 3 de octubre de 2008 ■ Levante EL MERCANTIL VALENCIANO CENTENARIO DE MANUELA BALLESTER ➜ La vida de una artista en el exilio Un documental y un ciclo de conferencias analizan su trayectoria >> «Luz siempre viva /. Él la ve en mi camino hacia la fuente / de donde le traigo el agua / para apagar su sed». Y jamás se rindió. Y eso que en ocasiones estuvo al borde del colapso. Cuando tuvo que abandonar a su hijo Totli en México, para acompañar a su marido a la República Democrática Alemana. Cuando le golpeó el suicidio de su hija Julieta. Ya entonces Manuela se había separado de Renau. Tanto los hijos como las personas que conocieron al matrimonio aseguran que una de las razones de la ruptura fue una no siempre lar vada rivalidad artística. El catálogo de la obra gráfica y pictórica de Manuela Ballester es impresionante, desigual, pero admirable. La pregunta no es si Manolita habría brillado con luz propia de no haberse casado con Renau, si no, qué habría llegado a conseguir Renau sin Manolita. Mujeres como ella no deben ser olvidadas. *Autor de la biografía de Josep Renau «La abrumadora responsabilidad del arte». F. Bellón ARCHIVO TERESA RENAU ÓLEO. Manuela Ballester realizó este retrato de su hija Teresa en México. «Manuela Ballester: el Llanto Airado» es el título del primer documental realizado sobre la vida y la obra de la artista Manuela Ballester, a iniciativa de DonesenArt, asociación que dedica su III Festival Octubre Dones a la figura de la artista valenciana. Donesenart llevará a cabo, en octubre y noviembre, una serie de actividades en homenaje, reconocimiento y popularización de Manuela Ballester: su figura es el eje en torno al cual girarán una serie de conferencias que se realizarán los miércoles de este mes de octubre en la Sala Lluís Vives de Bancaixa, en Valencia. La cineasta Giovana Ribes asegura que el documental «Manuela Ballester: el llanto airado» ha sido un trabajo agotador, porque lo ha tenido que producir, rodar y montar en apenas tres meses, pero que ha enriquecido la visión del equipo de mujeres que lo ha llevado a cabo. La museóloga Concha Ros, que ha realizado un catálogo exhaustivo de la obra gráfica de Manuela Ballester a lo largo de un año de intenso trabajo, ha colaborado en el documental. En el film aparecen familiares y amigos de Manuela: su hija Teresa, su hijo Ruy, residentes en Berlín y México respectivamente, y otras personas residentes en Valencia, como la veterana comunista Alejandra Soler. Desde el otro lado del Atlántico ha colaborado en el documental la cineasta mexicana Silvia Macip. «Manuela Ballester: el llanto Airado» es una aproximación desde un punto de vista intimista a la personalidad poliédrica de la artista valenciana. Giovana Ribes y Concha Ros han descubierto una mujer cuyas contradicciones no revelaban un ser incoherente, sino de ricas facetas, porque era capaz de ser severa y rigurosa en su producción artística, pero a la vez femenina y hasta «glamurosa» si se presentaba la ocasión. Pero sobre todo una mujer empeñada en mantener la cohesión familiar, a pesar del exilio y de los conflictos que tuvo con su marido Josep Renau. PENSAMENT Una monografia sobre el surrealisme del poeta i assagista Antonio Martínez Sarrión L’emancipació de l’esperit Antoni Gómez Sueños que no compra el dinero (Balance y nombres del surrealismo) és una excel·lent monografia sobre el surrealisme del poeta, traductor memorialista i assagista Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939). És un excel·lent treball no únicament per l’erudició i l’aportació de dades i anècdotes suculentes, que és, per descomptat, interessant i substanciosa, sinó per l’estil personal, la ironia i la refrescant cultura que desprén la lectura de les seues pàgines. Antonio Martínez Sarrión és un poeta antologat dins dels Nueve Novísimos que no ha tingut el reconeixement acadèmic i institucional que han tingut altres integrants de la mateixa relació d’autors i autores que va fer Josep Maria Castellet l’any 1970 i que tanta ressonància ha tingut en les lletres espanyoles. Tanmateix, l’escriptura de Martínez Sarrión sempre ha respirat independència, elegància i sensibilitat. I la seua fascinació pels surrealistes no és casualitat dins de la seua trajectòria, doncs si llegim els poemes que es van publicar a l’antologia de Castellet trobarem referències als grans noms del moviment. Com ell mateix ha reconegut, va ser «un movimiento mal entendido por casi todos aquí o deformado para su repugnante uso por algunos filibusteros incalificables». Això, si més no, va deixar escrit en la poètica que acompanya els poemes de l’antologia. El llibre està dividit en vint-iquatre capítols breus, de tres o quatre pàgines com a màxim, concisos, directes i ben contundents i aclaridors, en els quals Mar tínez Sarrión ens va mostrant la seua visió singular del moviment i les claus culturals i històriques amb les quals va combregar. D’antuvi, caldria dir que dos dels seus grans factòtums, Louis Aragon i André Breton, van compartir l’experiència de la primera guerra mundial com a metges/assistents en el ser vei psiquiàtric de l’exèrcit francés. Aquesta experiència, sens dubte, la de la guerra i la dels bojos i desquiciats de la guerra, hagué d’influir en la seua visió estètica i vital posterior. Al capdavall, l’avantguarda no fou més que un intent, fracassat o no, segons es mire, de fer taula rasa amb el passat que havia portat una guerra brutal i començar de bell nou a establir els fonaments de la cultura. L’estructura en capítols breus però intensos fa que la lectura siga fluïda, permet abraçar una gran quantitat de punts de vista heterogenis que van sedimentant a poc a poc la informació que rebem, sense deixar de soprendre en molts casos. Per exemple, l’espai cultural, geogràfic i històric, els seus antecedents, els models socials, els idearis, la seua relació amb les avantguardes, la tradició filosòfica, el cinema, el món de l’art, la influència a Espanya, etcètera. Després, Mar tínez Sarrión escriu una xicoteta biografia de més de quaranta noms importants del moviment —entre ells Guilaume Apolinaire, André Breton, Louis Aragon, Rober t Desnos, René Crevel, Ar thur Cravan, Yves Tanguy, Joan Miró, Tristan Tzara, Jacques Vaché, Picabia i un llarguíssim etcètera— que ens permet valorar l’apor tació literària i humana dels grans personatges del surrealisme. París, anys vint L’entorn vital va estar subscrit a París entre 1920 i 1924, encara que posteriorment es va expandir arreu del món. París reunia les condicions necessàries per al desenvolupament de les avantguardes. Sobre el surrealisme com a hereu del romanticisme i el simbolisme i la influència de noms clau com Rimbaud i Lautréamont, o de Guillaume Apollinaire, etcètera, sembla que ja s’ha escrit a bastament, tot i que Mar tínez Sarrión aporta una visió personal dels fets, els personatges i les seues circumstàncies. És justament aquesta característica la que atorga a la lectura una fluïdesa gratificant. L’autor el relaciona amb el dandisme i la influència de les drogues (aleshores opi, làudan i morfina) en autors com Picabia, Rober t Desnos, Ar taud i Crevel; amb els sabers esotèrics, amb la imatge i l’objecte surrealista, el fetitixisme, el cinema i la plàstica. També és ne- Antonio Martínez Sarrión Sueños que no compra el dinero (Balance y nombres del surrealismo) Pre-Textos, Valencia, 2008 cessari conéixer les seues ben diferenciades etapes. La primera, fins el 1924 i la publicació del primer manifest a la revista la Révolution Surréaliste. Etapa d’escàndols, escriptura automàtica, himnosi, capacitat d’indignació i provocació que ja no tenim ara: «No quedan bienpensantes ingenuos, gentes de orden como aquellos pequeñoburgueses y rentistas que, en el París de los veinte, se hacían con tomates y huevos podridos y, tras pagar su entrada en taquilla, los lanzaban, con furia no fingida, a da- daístas que hacían el ganso». La segona, amb la publicació l’any 1929 del segon manifest del surrealisme i el compromís polític i la militància comunista del grup. Alguns crítics assenyalen l’any 1939 com a cloenda del moviment, encara que el seu esperit estètic ha ultrapassat els anys i ha arribat als nostres dies. Sembla innecessari assenyalar la seua influència en la història de la literatura occidental del segle XX en distintes llengües, cultures i països, arreu d’Europa i Llatinoamerica. Tot i que ja coneguem les seues limitacions i ingenuïtats ideològiques i estilístiques, la lliçó dels surrealistes va ser l’afany radical de canviar la vida, com deia Rimbaud, i començar de bell nou un nou ordre vital basat en el desig, l’amor, la lliber tat i el coneixement. Si més no en la primera etapa, la segona va ser més contradictòria. Els guerrillers surrealistes s’havien convertit al dogma del marxisme, qui sap si pensaven que era una manera d’atacar els valors sagrats de la pàtria, la família i la religió a través de la lluita política contra la societat burgesa. De qualsevol manera, en temps de societat mediàtica, estafa moral i ensopiment vital com els actuals són un exemple de rebel·lia, tot i que ara ens semble ingènua. Deixe’m que ho diga Antonio Mar tínez Sarrión: «El surrealismo estuvo bien, y lo sigue y seguirá estando, porque careció de poder y de dinero. Borges lo sintetizó muy bien: la poesía que cuenta es inmortal y pobre. Y su independencia, innegociable». És la independència que cal per a l’emancipació de l’esperit. pd Levante EL MERCANTIL VALENCIANO ■ Viernes, 3 de octubre de 2008 3 PERSONATGES Dos llibres proposen noves lectures i visions del compositor, poeta i cantant americà Dues o tres coses que sabem de Dylan Cristopher Ricks Dylan, poeta Visiones del pecado Traducció d’Eduardo Valls Oyarzun Cuadernos del Langre, Madrid, 2008 Jonathan Cott (ed.) Dylan sobre Dylan 31 entrevistas memorables Traducció de Miquel Izquierdo Global Rhythm, Barcelona, 2008 Ferran Archilés En el meu cas no estic segur de saber-ne amb certesa molt més de dues o tres. Que el seu cognom és Zimmerman, que el seu nom no és Judes i que Like a rolling Stone és d’alguna manera la cançó amb la que va canviar per a sempre la història del rock. Tota la resta de coses que tenen a veure amb el cantant anomenat Bob Dylan és una enorme massa d’imatges i representacions, totes vertaderes i totes falses. Bob Dylan electrificant el seu so folk, Bob Dylan cantant a West Point «Blowin» in the wind, Bob Dylan pregant als seus concerts, Bob Dylan ignorant a la bellíssima Joan Baez, Bob Dylan sobre la tomba de Jack Kerouac. Perquè, ja des del primer moment, ja a inicis de la dècada dels seixanta, i probablement com cap altra figura de la història de la música popular, Dylan ha estat objecte d’un culte entre els seus seguidors i els media, que ha convertit la seua presència en un cas per complet especial. I des de fa uns anys, a més s’ha afegit la dimensió acadèmica, perquè Dylan és objecte de continuada atenció al camp d’estudis culturals i musicals en general, tant als EE UU com a Europa. Dir que Dylan és una icona d’açó o allò és no dir res. Bob Dylan és, en realitat, i per si sol, una icona d’ell mateix. Segurament en la dècada dels seixanta i encara a inicis dels setanta, el món de la música popular i tot el que l’envoltava, va necessitar «produir» un Dylan. El fenòmen Dylan va aparèxir en trobar un extraordinari escriptor i compositor, inclassificable a un periodode d’inclassificables (era el signe dels temps) apte per a atrapar en una xarxa de signifcats de ruptura generacional. Des del pri- mer moment, amb Dylan s’esborraren les empremtes, se’l va dibuixar fora del temps (només a l’espera de l’era d’aquari), com un fenòmen vagament inexplicable. Dylan era incomparable. Només cal que el comparem, per posar un exemple, amb algú com Leonard Cohen per fer-nos una idea. No cal ni dir que, quan algú es espentat tan amunt que ja ni és possible veure’l, després la seua evolució es seguida amb minuciosa crueltat i cada «caiguda» és rebuda amb satisfacció i expansivitat. Una antologia de les crítiques i saracasmes cap als discos foscos de Dylan hauria fet emmudir a qualsevol (dit siga de passada a mi alguns dels discos foscos de Dylan dels vuitanta i dels noranta em pareixen obres mestres). Ja és un clàssic Ara, de nou, Dylan està fora dels temps, ja és un clàssic. Digne de l’altíssim honor del premi Princep d’Astúries a no sé què. Veu moral de l’Expo de Saragossa sobre l’aigua i els recursos. En fi, la seua darrera trilogia ha rebut igualment un aplaudiment unànime. Dylan ha tornat, diuen, per fi. Definitivament, s’afegeixen noves pàgines al volum de les imatges i representacions de Dylan, un volum cada vegada més dificil d’obrir i fullejar. En part, per tot això resulta tan interessant constrastar la lectura de dues obres tan distintes com son Dylan poeta, de Christopher Ricks, i Dylan sobre Dylan, compilat per Jonathan Cott. En el primer cas és tracta d’una anàlisi de les lletres d’algunes de les cançons de Dylan, feta per un catedràtic de literatura d’Oxford, i amb això ja està tot dit. Cristopher Ricks situa els versos de Dylan en l’estela de poetes com Eliot o Blake o Tennyson. O Shakespeare. Efectivament, Ricks cau de ple en la categòria d’aquells que dissequen les cançons de Dylan com a conills, segon l’expressió del mateix cantant. L’exercici pot resultar fatigós però és una experiència extraordinària. El llibre de Cott, al seu torn ens permet un contrast fascinant, ja que es tracta d’una selecció de EFE / ESTEBAN COBO EN CONCERT. Bob Dylan (Duluth, Minnesota, 1941). trenta-una entrevistes festes a Dylan al llarg de la seua carrera. Certament l’entrevista és un gènere opinable per a conèixer a algú (normalment reforça el subjecte a ser més ell mateix, i això és prou sospitós) i a més la varietat de formats és enorme (transcripció d’actes públics, entrevistes de ràdio, de premsa escrita, davant d’amics o crítics hostils…), però el conjunt esdevé una obra molt interessant. Sobretot perquè Dylan s’entesta una i altra vegada en desafiar totes les expectatives i les normes mateixes del gènere, i així, d’alguna manera, acabem per intuir una veu vertadera del mateix Dylan. És ja mítica la roda de premsa a San Francisco del desembre de 1965 en què Dylan en fa burla de la trascendència de tot el que li pregunten. La veritat és que s’ho merei- xien com quan algú li demana si pot fer una rima amb la paraula «taronja», així al bell mig de l’entrevista. Quan algú li pregunta «Què volies dir quan vas dir…?» Dylan talla pel sec i diu «No ho sé. ¿De què parlàvem?». I quan li pregunten quan creu que arribara el moment d’abandonar la música (¡quan no tenia ni vint-i-cinc anys!) contesta que quan millore la seua dentadura... En fi, li ho preguntaven tot, de política i de moral i de la vida privada i de vegades fins i tot de música. Tots volien saber si la seua versió de Dylan era la correcta. Tots necessitaven (crítics i gruppies) a Dylan. Aquest volum d’entevistes resulta, en definitiva, un trajecte fascinant, que permet l’accés a la versió pública que Dylan, al llarg del temps va tractar de donar de si mateix. L’elusió com la complicitat en són, segons el cas, un excel·lent laboratori perquè casdacú es forge les seues pròpies mànies (com les que Dylan tenia, ¿què li havia fet el gran crític Nat Hentoff per a que li destrosse així l’entrevista….?). Per cert que, moltes de les entrevistes pertanyen als anys vuitanta i noranta, als anys en què la cotització (literalment) de Dylan va tocar els punts més baixos, coincidint amb les extravagàncies que el van perseguir en aquells temps. Resulta interessant reflexionar sobre el sentit d’unitat que l’obra de Dylan tenia per a ell mateix, fins i tot en aquell moment. En la meua opinió això és cert. No tant pels altibaixos com per la coherència global d’un compositor que n’ha fet de l’evolució contínua, però també de la fidelitat contínua un seguit de motius i referents musicals, la seua raó de ser. Crec que és això el que li ha permés, a contracorrent, fer un disc com Modern Times. Ja veus tu, a hores d’ara tornar al country i al folk. I la cosa funciona (ironia del títol inclosa). No cal fer-ne metafísica com Greil Marcus (que darrerament en fa metafísica amb Dylan en tot el que escriu), però la cosa funciona. Dit siga de passada que cada vegada em sembla més evident el paral·lelisme de l’evolució entre Dylan i Bruce Springsteen que em fa la impressió de mirar sempre amb el rabet de l’ull a Dylan, i des de fa molt de temps. Tinc la impressió, en definitiva que Dylan «s’aguanta» bé amb el pas del temps. Crec que ha aconseguit transcendir la nostàlgia i la vinculació del rock (almenys el dels seixanta i setanta) amb el context. I en un sentit contrari, em sembla, al que ha fet Martin Scorsesse al seu documental No direction home sobre Dylan i va a la saga de documentals políticament correctes que perpetra darrerament amb les figures del rock. La música de Dylan continua emocionant, només cal comprovar-ho, efectivament, amb Like a rolling Stone que podem escoltar amb tota frescura, més de quaranta anys despres d’haver estat composada. A més, les lletres de Dylan continuen amb un atractiu que no acaba. Van Morrison va dir una vegada de Dylan que pensava que era el millor poeta del món. Dylan però pensa que els poetes són gent que «s’ofeguen als llacs». És un important recordatori perquè, malgrat tot i ell mateix, Dylan sura. LIBROS Los relatos enigmáticos de la escritora inglesa May Sinclair El azar y lo desconocido May Sinclair Vida y muerte de Harriett Frean Cuentos extraños Traducción de Amado Diéguez Alba Editorial, Barcelona, 2008 Rafa Martínez Un halo de misterio recubre la figura de May Sinclair. Su nombre hoy apenas nos dice nada. Los de T. S. Eliot o Jorge Luis Borges, admiradores de su obra, obviamente sí. Esta escritora inglesa, nacida en 1852 en Rock Ferry (Cheshire), publicó su primera novela (Audrey Craven) en 1897. La se- gunda, The Divine Fire, no apareció hasta 1907. En esos primeros años dedicada a la escritura, May Sinclair se relacionó con escritores como Thomas Hardy, Henry James o los poetas imaginistas (el mismo Eliot, Ezra Pound...). Es decir, frecuentaba el milieu, como gusta de decir Philippe Sollers. Al tiempo, Sinclair se interesaba por todo lo relacionado con el psicoanálisis y otras disciplinas parejas que le llevarían a acuñar el término «corriente (o flujo) de memoria», algo que más tarde se aplicaría a la prosa de James Joyce o Virginia Woolf. El libro que nos ocupa contiene una nouvelle, Vida y muerte de Harriett Frean, publicada en 1922, y una colección de cuentos, que vio la luz al año siguiente; es decir, se trata de obras de cierta madurez creativa. En ellas, Sinclair desarrolla su prosa en consonancia con esos intereses a los que aludíamos, ingredientes en sí de la acción: situaciones en cierto modo excepcionales que conectan con el género fantástico. Su escritura es clara, fluida, tími- damente experimental. Sus personajes, a menudo dotados de ciertos poderes sobrenaturales, son bondadosos, corteses, buena gente que un día cualquiera se ve sorprendida por algo inesperado. En este sentido, sus relatos dan buena cuenta de esos componentes que no pueden faltar en su literatura y que no son otros que el azar y lo desconocido. Hoy, depués de haber leído parte de su obra en esta edición que nos brinda Alba en su magnífica colección de clásicos, la figura de May Sinclair sigue resultándonos, como el retrato de la cabeza de mujer que trazó Odilon Redon y que ilustra la portada del libro, tremendamente enigmática. No desmerece, desde luego, al lado del gran Edgar Allan Poe. 4 pd Viernes, 3 de octubre de 2008 ■ Levante EL MERCANTIL VALENCIANO LIBROS ANAQUEL Horacio Castellanos Moya narra la destrucción de la alta burguesía salvadoreña en 1944 Amos Oz El principio del fin La caja negra Siruela, Madrid, 2008 Las cartas que se entrecruzan Alec e Ilana, tras el silencio de siete años que siguió a su divorcio, desvelan ambiciones y fracasos: él vive en USA y es famoso por sus estudios sobre el fanatismo; ella permanece en Israel y se ha vuelto a casar con un ortodoxo. Ilana pide ayuda a Alec para tratar a su hijo, rebelde y violento. J. M. Santacreu (ed.) Una presó amb vistes al mar Tres i Quatre, València, 2008 El primer número de la nova col·lecció La Memòria de l’editorial Tres i Quatre és un recull d’estudis sobre el drama viscut al port d’Alacant, últim reducte republicà on milers de persones intentaren trobar uns vaixells que els portaren fora d’Espanya. Tanmateix, molts d’ells foren fets presoners per les tropes franquistes. Felix Vallotton La vida asesina El Nadir, Valencia, 2008 La vida asesina es la novela póstuma con elementos autobiográficos del pintor francés de origen suizo Felix Vallotton (18651925). En ella, Jacques, el protagonista, muestra su obsesión en la casa familiar y en los salones y burdeles: disgustado y mordaz, Jacques es un joven voluble empeñado en arruinar su destino. H. Castellanos Moya Tirana memoria Tusquets. Barcelona, 2008 Andrés Pau Tirana memoria es el sexto libro de Horacio Castellanos Moya que publica en España la editorial Tusquets. Cinco novelas y una nouvelle, El asco, ya conforman un corpus narrativo considerable del que se pueden extraer numerosas conclusiones. Aunque no es éste el lugar, sí que consideramos necesario escribir que Horacio Castellanos Moya debería formar parte con todos los honores del selecto ramillete de los mejores narradores en español: una voz vigorosa, ceñuda, airada, que se permite la osadía de avanzar hacia el abismo y no detenerse cuando divisa el precipicio; tampoco se conforma con asomarse asido a la seguridad de la baranda. No, Horacio Castellanos Moya es de los pocos que se lanzan al vacío y, con el vértigo delirante de la caída, escribe acerca de aquello que ve, intuye y escucha. No es un vértigo exclusivamente vital; se trata, más Una novel·la russa Empúries, Barcelona, 2008 El primer text clarament autobiogràfic de Carrère, l’autor de L’adversari, relata dos anys especialment traumàtics de la seua vida, quan va filmar un documental sobre un presoner rus trobat cinquanta anys després de l’acabament de la Segona Guerra Mundial en un hospital, completament sol i oblidat. simultáneas: «Diario de Haydée» y «Los prófugos». La segunda parte, «El almuerzo (1973)» es una narración marginal, casi treinta años posterior a la primera. ¿Qué nos cuenta Horacio Castellanos Moya en Tirana memoria? Y, todavía mucho más importante, ¿cómo nos lo cuenta? «El diario de Haydée» son las notas que toma doña Haydée mientras espera que su esposo — Pericles Aragón— recupere la libertad perdida, pues se halla preso por enésima vez en las mazmorras —El Palacio Negro— del dictador de turno: un general sin nombre a quien denominan «el brujo», «el brujo nazi», «el Hombre», «el General». Los diarios de Haydée, de una duración de un mes, son la exposición del malestar creciente de una gran señora ante el devenir histórico; son las anotaciones morosas de una gran señora educadísima respecto al golpe de Estado que se produce en su país y las terribles y traumáticas consecuencias; son, en fin, la expresión de la progresiva concienciación de una gran dama ante la brutalidad de un dictador repulsivo. Plagado de pequeños detalles, «El dia- ❙❙❙ El autor regresa a la familia Aragón, presente en sus obras «Donde no estén ustedes» y «Desmoronamiento» Una nueva aventura del detective Elvis Cole En busca del padre Juan Campos Emmanuel Carrère bien, de la persecución de una narrativa verdadera, que busca —y encuentra— los resortes técnicos necesarios para que el lector sienta cómo se agitan sus vísceras y se tambalea su frágil bienestar. Se trata, en fin, de una prosa insurgente —no piensen en política, por favor, la literatura verdadera es menester que la trascienda— creada desde el músculo y dotada, al tiempo, de un irresistible atractivo estético: siempre hemos pensado que la frase bien hecha sin la palpitación de un músculo está coja; del mismo modo que sólo la evidencia muscular del narrador es insuficiente. Necesitamos de ambos: músculo, fiebre, vértigo…; pero también de una propuesta que nos satisfaga estéticamente. Horacio Castellanos Moya consigue remover ambos mecanismos de nuestras necesidades lectoras. Tirana memoria regresa al territorio de la familia Aragón, una familia de clase alta cuyos miembros aparecían en dos novelas anteriores: Donde no estén ustedes y Desmoronamiento. Una familia bastante estropeada, la vida de cuyos componentes es una arista punzante que aborta cualquier concepto convencional de familia al uso. Aunque en Tirana memoria esta familia aparece aún como una estructura medianamente equilibrada: estamos en 1944, en los albores del desmoronamiento familiar, de la destrucción de la altísima burguesía salvadoreña como sujeto histórico. Como en aquéllas, Tirana memoria también abunda en la multiplicidad de los puntos de vista narrativos a través de una estructura cuidada hasta el extremo. La primera parte de Tirana memoria, titulada «Haydée y los prófugos (1944)» se divide en dos narraciones, cronológicamente Guionista de series de televisión del impacto de Canción triste de Hill Street o Corrupción en Miami, Robert Crais alcanzó el éxito literario con la serie de novelas protagonizadas por el detective Elvis Cole, que alcanza su décima entrega con El desconocido. Y no parece exagerado afirmar que su faceta de guionista tenga mucho que ver con su forma de construir sus novelas, puesto que éstas fluyen apoyadas únicamente en los diálogos, las descripciones se reducen a lo indispensable y Crais gusta de narrar desde diferentes puntos de vista. Tras un breve prólogo situado años atrás en el que unos delincuentes masacran a una familia dejando únicamente con vida a una niña, al comienzo de El des- conocido encontramos a su protagonista, Elvis Cole, convertido según los medios de comunicación en el «Mejor Detective del Mundo» gracias a su reciente rescate de un niño de diez años, hijo de su pareja Lucy, secuestrado por unos delincuentes pagados por su padre. Una llamada en plena noche de la policía será el detonante de la acción al informarle de que un hombre ha sido asesinado en un callejón de Los Angeles y, según el agente que lo encontró agonizando, sus últimas palabras fueron que estaba tratando de localizar a su hijo, Elvis Cole. La víctima, con su cuerpo repleto de tatuajes de iconografía cristiana, es completamente desconocida para Cole, pero su afirmación de ser su padre no cae en saco roto puesto que el detective Robert Crais El desconocido Traducción de Juan Soler Ediciones B, Barcelona, 2008 nunca conoció a su progenitor. A partir de ese momento arranca un relato que transcurre en tres niveles. Por un lado, el de- rio de Haydée» es un prodigio narrativo dedicado a contar unos hechos —en principio ajenos, Haydée jamás se metió en política, eso es cosa de hombres— a través de la mirada de una señora que acude a misa y al salón de belleza con la misma naturalidad que esconde en su ropa interior manifiestos insurgentes. En «Prófugos», al contrario, se nos narra la huida de dos primos —el hijo mayor de doña Haydée y su sobrino— condenados a muerte in absentia pues participaron en el fallido golpe. Y aquí, el narrador empieza siendo discreto, casi un notario que da fe de las acotaciones, para disolverse en la nada y desaparecer. Son los primos quienes hablan, al modo de un diálogo —una farsa más bien, pues las situaciones cómicas se suceden— teatral o cinematográfico. El sarcasmo como elemento necesario en la narración de hechos trágicos; el sarcasmo purificador, distanciador; el sarcasmo cruel, para que todos observemos el lado ridículo de las situaciones más dramáticas. «El almuerzo», en fin, regresa a la primera persona narrativa, pero casi treinta años después. El Chelón, un viejo amigo de la familia, construye una narración crepuscular a partir de un almuerzo con Pericles Aragón, el marido de doña Haydée. Con frecuentes saltos atrás, el Chelón tiene el privilegio de aportarnos unos datos que cierran —o tal vez aún no— el círculo de la familia Aragón. Así, Tirana memoria es la culminación de muchos motivos — argumentales y técnicos— de la narrativa de Horacio Castellanos. Y eso, para quienes tengan idea de lo que significa, es suficiente para encumbrarla al lugar que merece. Allá arriba. tective, con la ayuda de su eterno compañero Joe Pike y de sus contactos dentro de la policía de Los Angeles, trata de indagar en el pasado de su supuesto padre. Por otro, Cole recuerda su adolescencia marcada por la ausencia de un padre al que nunca conoció y al que buscó inútilmente durante años pues su madre, en una broma cruel, nunca le dijo su identidad y sólo le contó que trabajaba como «hombre-bala» en un circo. Y, por último, la muerte del desconocido provoca que su socio, un peligroso psicópata, se ponga en acción para asesinar a Cole temeroso de que averigüe un secreto largamente oculto. Todo ello configura una novela de ritmo trepidante, con una hábilmente dosificada alternancia de momentos de acción con otros que bucean en el pasado del protagonista. Un personaje que ya se ha ganado por derecho propio un lugar entre los más destacados personajes de la novela policiaca actual. Levante pd EL MERCANTIL VALENCIANO ■ Viernes, 3 de octubre de 2008 La selecció de la setmana 5 LLIBRES Amb un cert to de colofó a la seua obra, George Steiner revisa les idees i els temes que haurien d’haver donat llum a llibres que, finalment, no han existit. El resultat és un recull d’assaigs de tema divers, plantejats però des d’un punt de vista molt personal. Cada assaig, un llibre no escrit George Steiner Els llibres que no he escrit Traducció de Marc Rubió Rodon Arcàdia, Barcelona, 2008 Los libros que nunca he escrito Traducció de María Condor Siruela, Madrid, 2008 Pere Calonge Un dels plaers que assegura sempre la lectura de Steiner és la multitud de referències, d’intertextualitat, d’enllaços entre distints camps del saber que s’hi generen. Steiner és, bàsicament, un savi; l’antítesi, potser, de la figura de l’especialista en una parcel·la limitada del saber que ha il·luminat l’actual societat de l’eficiència immediata; un pensador, un humanista, en un sentit ben ampli del terme; en un sentit que sembla —ara per ara— condemnat a l’extinció. I això converteix les seues obres en territoris ober ts, enfocats des d’una amplitud de mires i un coneixement enciclopèdic que un lector mínimament curiós agraeix. Els llibres de Steiner, en definitiva —i com ha escrit el propi autor en alguna ocasió— són d’aquells que es lligen amb un llapis a la mà; d’aquells en què cada paràgraf és una incitació a escriure un altre llibre. Paradoxalment, però, el títol de la darrera obra de l’autor britànic no fa referència a llibres escrits. Al contrari, Els llibres que no he escrit —un títol tan intel·ligent com suggeridor— és un recull de set assaigs que es corresponen amb altres tants llibres que l’autor hagués volgut escriure però que, per motius diversos, han quedat —potser per sempre més— en la fase més inicial: en l’estadi de la idea que ronda la ment de l’escriptor sense arribar a materialitzar-se. Perquè aquesta materialització podia representar un repte difícil d’assumir. De vegades, com llegim en algun dels exemples de l’obra, perquè suposaven una incursió en aspectes massa íntims o personals, que l’afectaven de molt a prop; perquè escriure’ls hagués estat, fins i tot, dolorós. En essència, els llibres que Steiner no ha escrit amaguen —de fet— alguns dels temes universals per als quals l’home no ha sabut trobar una resposta satisfactòria. Una descripció que resulta del tot insuficient si no ens referim a aquell innegable component personal, fins i tot íntim, que els dóna forma. Si l’assaig, en tant que gènere, és un autèntic calaix de sastre; i no sempre, en conseqüència, se li pot aplicar aquella etiqueta de literatura del jo. Si fins i tot en alguns dels assaigs del propi Steiner aquesta adscripció és, com a mínim, dubtosa; no ho és gens, en canvi, en la majoria dels textos que formen aquest volum: temes diversos, sí, però tractats des de la pròpia experiència; situant el personatge Steiner i el seu recorregut vital en un lloc preeminent de la reflexió. Sense evitar, en definitiva, un cert to de despullament; de confessió personal, en alguns moments. Set llibres no escrits, com els set pecats capitals de l’escriptor. Més que set hipotètics llibres, doncs, es tracta de set causes per al dolor. I hi ha la temptació, en conseqüència, de referir-se al llibre en clau d’exorcisme, d’exercici per provar d’alliberar —per partida doble— els fantasmes sorollosos i impertinents que s’amaguen sota la catifa de les coses que no hem fet. D’una banda, per la pròpia publicació d’una obra que ja és, pel fet d’existir, un llibre sobre cadascun d’aquells temes. Però, sobretot, perquè, de l’altra, Els llibres que no he escrit és una incitació perquè uns altres s’encaren amb la tasca que ell no ha arribat a abordar mai. I Steiner, hàbilment, situa l’esquer ben a la vista; una incitació que fins i tot es fa explícita en l’última frase de l’obra: tan de bo que algú els escriga per mi. I això ens por ta a un altre dels components de l’obra: un to de colofó, d’epíleg —ens resistim a fer servir la paraula testament—, de llegat. Alliberar-se’n, doncs, és també, en certa forma, passar el testimoni: cedir unes carències a aquells que estiguen disposats a provar de superar-les. El primer dels set assaigs, «Chinoiserie», presenta el treball de Joseph Needham, autor d’una colossal obra en diversos volums sobre la cultura i la civilització xineses, i hi especula sobre l’aportació d’aquesta als coneixements universals. Una obra que l’autor compara amb la de Proust, en tant que les considera dos dels actes més monumentals de reconstrucció i de literaturització del pensament que ha donat la modernitat. «Invidia», el següent assaig del volum —i un dels més interessants des del nostre punt de vista— parteix de la relació entre l’obra de Cecco d’Ascoli i la de Dant, entre l’Acerba del primer i la Commedia del segon —i es refereix també al cas paral·lel de Salieri amb Mozart— per abordar temes com la fama literària, o les paradoxals relacions entre mestre i deixeble: com l’objectiu del primer és —ha de ser— veure’s superat intel·lectualment pel segon. En «Les llengües d’Eros», Steiner aborda la relació entre amor —sexe— i llengua. Par tint, en alguns casos, de vivències personals — ❙❙❙ A partir de l’obra de Cecco d’Ascoli i de la de Dant, l’autor aborda temes com la fama literària i les paradoxals relacions entre mestre i deixeble ❙❙❙ En «Les llengües d’Eros», l’escriptor tracta els lligams entre amor i llengua: com la relació sexual és indestriable del llenguatge l’autor hi argumenta que ha tingut la sort de fer l’amor en diversos idiomes— s’hi reflexiona sobre com la relació sexual és indestriable del llenguatge, i fins a quin punt les particularitats de cada llengua en condicionen la pràctica. El quart dels textos de l’obra, «Sió», és una revisió polièdrica i valenta de la identitat del jueu. Des del punt de vista cultural, religiós, històric, nacional —o nacionalista—, etc., l’autor repassa les llums i les ombres de la identitat jueva sense evitar d’incloure’s ell mateix en l’anàlisi: és així com explica, per exemple, perquè ell i la seua família no han viscut a Israel. «Períodes lectius», el següent assaig, és una interessant mirada als sistemes educatius europeus, britànics i nord-americans. Interessant i pessimista, en constatar com la mercantilització de l’ensenyament —la subjecció d’aquest als interessos econòmics i empresarials més conjunturals— va unida a l’abandonament de determinades destreses bàsiques —tant humanístiques com científiques—, al culte a la mediocritat i a la generalització de l’analfabet amb títol universitari. Els dos assaigs que tanquen el volum, «De l’home i la bèstia» i «Fer la pregunta», aborden, respectivament, la relació entre l’home i els animals i la reser va davant de la possibilitat de fer públiques determinades qües- tions íntimes com les creences religioses o les adscripcions polítiques. Novament, però, des d’un punt de vista en què apareix la primera persona de l’autor i l’experiència personal al respecte. En definitiva, amb Els llibres que no he escrit, Steiner juga al joc d’algun dels grans de la literatura: el joc d’allò que és fragmentari, incomplet. El joc del dubte i de la pregunta, abans que no el de la falsa certesa. Al mateix temps, però, l’autor hi ordeix una manera de passar comptes amb determinats temes que li quedaven pendents. I aquesta manera, en essència, és una col·lecció d’assaigs que no dista massa dels textos a què ens té acostumats l’autor. De fet, podríem plantejar-nos si l’assaig en general, i en particular molts dels que n’ha publicat Steiner, no és en el fons una altra cosa que llibres que no han estat escrits. Pensament en procés, idees en formació, no acabades ni tancades, arguments contradictoris, dubte, la tesi només com a projecte, idees llançades a l’arena de la discussió intel·lectual; i, sobretot, conscients de la seua provisionalitat. Fins a quin punt l’assaig en sentit estricte —el que va de Montaigne a Fuster, per entendre’ns— no és en essència una col·lecció de llibres no escrits. Quants llibres dels que va publicar Fuster no haurien quedat, en unes altres circumstàncies, només en assaigs. MEMEX.NAUGHTONS.ORG PENSADOR. George Steiner (París, 1929) és un savi, un humanista, l’antítesi de la figura de l’especialista. 6 Viernes, 3 de octubre de 2008 ■ Levante EL MERCANTIL VALENCIANO pd ARTE El precio del saber resultado de todo ello es la esencia absoluta de esa observación, la asombrosa simplificación de un clásico como Le petit paresseux de J. B. Greuze o de los objetos que se hallan en una habitación. Y después está el tratamiento que el artista hace del tema de la infancia. La sensación que provoca en el espectador es la de una cierta desazón. Son niños que están cargados de una gran melancolía e incluso miedo. Ignoramos si el retraimiento de la niña que se dirige hacia el colegio es debido al malestar que todo chaval experimenta en su primer día de nuevo cole, o lo que realmente perturba esa escena es la silueta grisácea que aparece detrás. En este mismo sentido El precio del saber cae como una losa sobre la figura de la niña, abrumada y encogida por la cantidad de asignaturas que le esperan. En el poema El Encuentro, Ezra Pound escribía «mientras ellos hablaban todo el tiempo de la nueva moral / ella me exploraba con sus ojos / y cuando me levanté para marcharme / sus dedos fueron como el tejido / de una servilleta japonesa de papel». Así son los dibujos de Xisco Mensua. Te atrapan. Xisco Mensua Galería Tomás March Isabel Pérez Admitámoslo. Nos gusta Xisco Mensua (Barcelona, 1960) porque atenta contra nuestro intelecto. Porque enfrentarse a su obra significa preguntarse qué ha escrito Ezra Pound, o qué se ha leído de ese poeta, si es que uno le ha leído alguna vez. Significa acordarse de la frase «esto es kafkiano» y remitirnos a ese gran intelectual que llegó a ser tan impor tante como Freud pero del que, al enfrentarnos a estos dibujos, nos damos cuenta de que no conocemos más que una ínfima parte de su obra y nos reconocemos faltos de lecturas. Pero ahí está Mensua para dar al espectador un pequeño capón, un toquecito de atención. En realidad, esa relativa dificultad que nos presenta en sus obras es fruto de un respeto absoluto por el espectador. Y eso nos gusta. Cada escena tiene su lectura que a su vez remite a otra mucho más Centre del Carme / Galería I Leonarte Ricardo Forriols «Nada en la naturaleza puede competir con la variedad y el dramatismo de las nubes; nada está a la altura de su belleza sublime y efímera», escribe el especialista en nubes Gavin Pretor-Pinney. Y en el breve manifiesto de su Sociedad de Apreciación de las Nubes, fundada en 2004, aboga por revocar la injusta y mala reputación de éstas al tiempo que llama al levantamiento contra la obligada preferencia común por los cielos azules. Sólo azules. Aunque de niños siempre lo vimos al revés y lo que era azul eran las nubes, hemos aprendido que son más cosas: ellas son los arreglos del cielo, manifiestan los humores de la atmósfera, revelan sus cambios de luz, presagian todos sus colores y más, a lo largo de una tradición en la representación que va de Giotto a Leonardo, de Friedrich a Turner, de Constable a Courbet, de Whistler a Monet y así, extendiéndose en los terrenos de lo abstracto, desemboca en Rothko y Olitsky. En esa tradición habrá que enmarcar la pintura y las nubes, los cielos y horizontes de José Saborit, los mismos que se exponen por par tida doble en la sala gótica del Centre del Carme (Con el aire) y en Leonarte (Fuga). Después de su ascenso a las montañas (Si la montaña, 2006), Saborit retoma, insiste y amplía los motivos que desplegara en aquella Tragaluz (La Llotgeta, 2005) que significaba su regreso activo a la pintura; y los hace insistiendo como Mark Rothko en que «si algo merece hacerse una vez, entonces merece hacerse una y otra vez, explorándolo, probándolo, reclamando mediante su repetición que el erudita, con referencias a la literatura, a la poesía, a grandes maestros del mundo del arte, incluso a la prensa y a noticias que al artista le han debido de sorprender. Quien pase por la galería Tomás March sabrá de lo que hablamos cuando vea el dibujo del esqueleto, por mencionar sólo uno de ellos, y su porqué. El espectador se encuentra continuamente interactuando con las obras que está obser vando, con el boceto que sir ve de referencia, con la obra que se encuentra al lado y con la cita que se cuela entre el dibujo. Son obras muy literarias, que invitan a la lectura, ya no sólo mientras las admiras sino también posteriormente, cuando uno llega a casa y la curiosidad invita a seguir leyendo. Xisco no deja que descansemos. Y así, los collages —estupendos— sintetizan de una manera extraordinaria algunas de las obras a las que hace referencia situando original y recreación en el mismo plano. El La herida del cielo José Saborit público lo mire». En este sentido diremos que José Saborit sigue levantando la vista al cielo, hundiendo la cabeza en las nubes y, con los ojos perdidos en el horizonte, nos hace mirar una y otra vez a través de la ventana que es cada uno de sus nuevos cuadros —especialmente en el caso de los dípticos, separados o atravesados por una fina juntura que divide la visión y figura las dos hojas de una ventana. Así se pone de manifiesto en la sala gótica del Carme: como si se tratara de un mirador, sus muros se abren al paisaje de la pintura propiciando una experiencia y un «espectáculo impresionante» para la contempla- ción, como señala Facundo Tomás, comisario de la muestra. En estas pinturas se trata de condensar el cielo, de calibrar el timbre de las nubes; hay el silencio y la mudez del aire quieto que avanza en estos campos aéreos donde se cuenta un ocaso (Caída. Garbí I-VI) o se asiste al fluctuar de velos, de veladuras, del naranja al morado, en un atardecer en fuga sobre el que se ensaya y se celebra una mirada asombrada por los cambios en lo aéreo. Nada como las nubes, pero el horizonte. En la mayoría de obras, hacia abajo, se dibuja la línea de un horizonte cambiante que mantiene referencias a la etimología del paisaje (Lejos), una línea —una herida— donde la luz perfila suaves orografías en el corto resquicio que le deja el peso de las nubes, a veces con lluvia. Así se suceden las series de lienzos en los que predomina el azul, algunos con matices en tonos verdes, anaranjados, violetas; otros con un recto horizonte de materia luminosa, muy efectivos; y hay también los nocturnos, con un romántico refulgir irradiando desde atrás, en el fondo, al otro lado. Y, entre los horizontes, a veces el paradigma del mar. Otras series se centran en el ligero oleaje de una marea baja traída hasta el borde de la tela, en la orilla de la Malvarrosa, que nos deja sumidos entre la bruma y el efecto de espejo del agua al atardecer; o, si cambiamos y nos dirigimos hacia el oeste, asistimos a los infinitos matices de la luz en las puestas de sol de la Albufera en una magnífica serie de lienzos unidos por la continuidad de la línea del horizonte, en toda su natural envergadura, abierta y respirada. Estos últimos son posiblemente los más abstractos, los más roth- kianos, los que más y mejor invitan a la contemplación cercana, a la inmersión en los colores de la pintura y los humores de una atmósfera representada. Además se deben referenciar los pequeños formatos — sólo en Leonarte— en los que todo lo que hay es un barrido de materia densa que desdibuja ese horizonte sobre la superficie, luz y límite indefinido para un ejercicio de pulso en el trazo que deja tras de sí paisajes como esmaltados. Se trata de la serie que da título a todo el conjunto de pinturas y, en concreto, a la parte del Carme; un título, Con el aire, que ha prestado y compartido generosamente Antonio Cabrera, uno de los poetas amigos de Saborit que junto a Isabel Escudero, Vicente Gallego, Carlos Marzal y Miguel Ángel Velasco han prestado también sus poemas para el catálogo. Y no es para menos, pues estas exposiciones arropan la aparición de Flor de sal (Pre-Textos), el primer poemario de José Saborit. Al final, al frente aparece flotando una frase de Robert Morris: «La sencillez de la forma no implica la simplicidad de su experiencia». Eso, aunque del otro lado, lo saben los lisboetas que se asoman al Terreiro do Paço; saben que el destino llegará un día en forma de una gran ola, una de esas enormes y rizadas, desde lo más profundo de la línea del horizonte del océano. Aquí en el Mediterráneo la cosa se ve de otro modo, claro. Quizá por eso la pintura de Saborit nos pone y nos deja así entre estas nubes, las mismas que caen o se fugan con la luz del día mientras en el cielo se dibuja esa herida, allá a lo lejos, al fondo, que no deja cicatriz alguna salvo la de la belleza de la superficie y el misterio de lo visible. pd Levante EL MERCANTIL VALENCIANO ■ Viernes, 3 de octubre de 2008 7 ARTE VERSUS OMNIA ¿El medio es el mensaje? Joan Verdú ONTRA lo que todo el mundo piensa lo que importa es Internet, no sus contenidos. Los iniciados recién convertidos a la religión de la Red cuando muestran algo de ésta al maravillado neófito no están enseñándole en realidad unas imágenes cómicas o unas señoritas desnudas (lo mas común), estas cosas pueden encontrarse con facilidad en cualquier quiosco. No. Lo que muestran es a la Red en sí. La primera maravilla del siglo XXI. A mí Internet no me interesa, es más lo detesto. Para ello no tengo más que imaginarme a todo el mundo babeando: Internet, Internet… Lo que de verdad me interesa son los contenidos de la Red que pueden ser virme y que naturalmente no son infinitos, pero si indefinidos. La mayor parte de los contenidos de Internet, son tonterías, paridas y estupideces, cuando no cosas peores. Casi igual que lo que podemos encontrar en cualquier quiosco. Al ingente volumen de publicidad sobre cosas inverosímiles se le llama spam y en castellano le llamamos basura. Si a todo eso sumamos todas las ingeniosidades de todo tipo, todos los vídeos imbéciles grabados con un mechero que lleva cámara, las páginas de desviaciones sexuales, las de sectas y las de movimientos políticos tronados ya tendremos un buen montón de basura. Me pregunto si los marcianos extraterrestres tuvieran acceso a la Red qué pensarían de una tecnología bastante sofisticada que sir ve de medio para contenidos propios del bajo Imperio Romano (y me temo que estoy insultando al bajo Imperio Romano: más demandas no, por favor). El espacio virtual es ni más ni menos que el reflejo, tal vez especular, del mundo real. Y en el mundo real lo que predomina es la basura. La profecía de McLuhan se está cumpliendo. El medio es Internet e Internet es el mensaje: sus contenidos son lo de menos, lo importante es el vasto ciberespacio virtual. Nos es menos cierto que la Red es también la Biblioteca Global, la Filmoteca Global y la Discoteca Global y desde luego me parece que todo esto es lo más interesante. El otro día necesitaba tener una idea precisa y resumida de algunos conceptos freudianos (y también junguianos). A saber: el Yo, el Ego y el Superego; y el Consciente, el Subconsciente y el Inconsciente. Me podía haber dirigido a mi amigo Pedro Escribano, que es mi operador cibernético por delegación y que hubiera hurgado en Internet: me juego mi gran fortuna entera a que allí está todo. Pero preferí consultar a mi otro amigo Miquel Candel, mi documentalista particular, la persona que conozco que más se parece a un erudito (suponiendo que podamos hablar de eruditos en 2008), que no necesitó ir a consultar ningún libro (estaba en el campo cuando lo llamé) para darme lo que necesitaba. Y es que nada como lo natural. C «La Figuración Narrativa. París 1960-1972» IVAM. Centre Julio González Miradas comprometidas Rosa Ulpiano No hay una sola palabra o pensamiento sobre el que no se pueda volver la mirada críticamente; función que las artes han desempeñado multiplicidad de veces a lo largo de la historia, desde Miguel Ángel en la capilla Sixtina, pasando por las históricas Vanguardias, hasta los actualmente ninguneados fotomontajes de Renau. Y es que el arte en la posmodernidad presenta un panorama verdaderamente atroz, resultado evidente de que nuestra posmodernidad como sabemos es claramente el mercado. Sin embargo, nos preguntaríamos si quizás habría que construir, por tanto, nuevos modelos narrativos que se filtraran a través de todas las ar tes y las recompusiera en una unidad de proyecto práctico, tal como lo hizo la figuración narrativa a mediados de los años sesenta, abanderada por el crítico Gérald Gassiot-Talabot, e inaugurada con la exposición Mitologías cotidianas, organizada en París en 1964. Desde la antigüedad la censura ha sido y es uno de los grandes privilegios de políticos, y poderes fácticos, que afor tunadamente el tiempo y el pensamiento siempre han sabido sortear y ubicar inteligentemente. La exposición La Figuración Narrativa. París 1960-1972 que presenta el IVAM reúne el trabajo de unos veinte artistas que en los años sesenta pintaron sus obras a través de imágenes tomadas de la prensa, de la publicidad, del cómic y del cine, y a partir de las que narraron historias que desvelaban la cara oculta de su tiempo mediante una mirada corrosiva y comprometida. Revolucionarios que tras las huellas del surrealismo, llegaron a París con una obra que se alejaba de los efectos matéricos y de los gestos informalistas de la por entonces influyente Escuela de París o del peso del genial Pop Art americano, pintando formas planas y colores ácidos, que daban a sus obras un aspecto frío y riguroso, como un espejo que devolvía a la sociedad la imagen de todo aquello que preferiría ocultar. A través de obras y documentos realizados por Eduardo Arroyo, Antonio Recalcati, Peter Stämpfli o Bernard Rancillac, entre otros, la muestra trata cuestiones en torno a la novela negra, mezclando narraciones complejas, atmósferas angustiosas y detalles AILLAUD. escabrosos abordados desde el punto de vista del cine o temas alrededor de la figuración política como fueron la guerra de Vietnam, la Revolución Cultural china, el conflicto árabe-israelí, la muerte del Che Guevara o el mayo francés del 68, hitos que muchos intelectuales de la segunda parte de la década de los 60 vivieron intensamente. Por tanto, nos preguntáremos si esta tendencia creativa, que tanto la gran pintura como la literatura nos muestra en periodos más graves tanto «críticos» como de «crisis», sería quizás una irresistible línea defensiva a mantener, o tal vez el actual sistema de consumo ha desvirtuado y prostituido finalmente hasta los medios más reaccionarios. TÉLÉMAQUE. DISEÑO Proliferan los espacios temporales «meeting point» Lugares con identidad efímera Chele Esteve Cada vez es más habitual establecer un «lugar» o «no lugar» de reunión en Ferias, Congresos, hoteles... Es el caso de Hábitat Valencia Hotel Ruta Contract - Terraza Bar Casadecor 08, proyectado por Carmen Baselga, que crea un temperado meeting point, donde importadores y otros profesionales nacionales y extranjeros del mobiliario y la iluminación se dieron cita a la en Valencia. Encuentros para conversar, comer, bailar o descansar tras las largas jornadas en Feria, en definitiva, para alejarse de mercancías e intercambiar experiencias. Situado en el puerto de Valencia, en la entrada que custodia desde lejos el edifico Veles e Vents del británico David Chipperfield y el madrileño Fermín Vázquez, en terreno del edificio Docks se pudo disfrutar de Bedtime Stories (Outdoors), espacio efímero, que por suerte duró más de lo que su etimología nos dice. Si partimos de que la arquitectura que no se usa es arquitectura muerta, encendamos una vela al difunto Veles e Vents, esperando que se promueva su uso. Las arquitecturas efímeras LILIA KOUTSOUKOU «Bedtime Stories», de C. Baselga. que se proyectan en origen con este fin se dotan de unos valores específicos como es el caso de la serie de inter venciones de la Serpentine Gallery Pavillion de Londres, que justificaría su permanencia, y que tras nueve años de maravillosa, temporal y cambiante existencia, este año ofrece un dramático espacio multidimensional, firmado por el canadiense Frank O. Gehry. Tal vez lo efímero y los sueños se sitúen en la misma línea. Baselga, con su propuesta Bedtime Stories (Outdoors) nos sitúa en un terreno que se abre al mar y que alude a la plaza pública como lugar de encuentro. Música que murmura y acompaña a proyecciones que transforman la noche en sombras que esperan al amanecer, eternizando así el día y los recuerdos. Un juego que invita a la quietud, al dolce far niente, espacios para tumbarse donde Carmen Baselga conquista un lugar chill out con «la utilización fundamental de la cama, icono por excelencia a la hora de representar la idea de hotel, para transmitir confort pero también ensoñación, fantasía...»; así transforma nueve camas en fragmentos de un jardín que más que deseo produce quietud, invitando con setenta y ocho plantas de romero natural a configurar el paisaje visual y olfativo. Logra con ello su particular homenaje a Afrodita. Las estructuras irregulares, estandartes firmes, viven una constante pausa para tamizar la luz solar a partir de umbráculos creados con un vendado caprichoso de cintas en blanco que con la luz del sol proyecta sobre las diferentes superficies un rayado que podría recordar al de las sombras de los tradicionales cañizos, dejando sentir la brisa mediterránea y obligando al tiempo a detenerse. Lo efímero es bello, sonoro, sutil, hermoso y por ello logra momentos irrepetibles que quedan gravados en un tardío recuerdo estival. Atrae su poder, su capacidad de transformación escondida, su misterio y por ello cautiva. Viernes, 3 de octubre de 2008 ■ Levante EL MERCANTIL VALENCIANO 8 pd Suplemento Cultural posdata N.º 645, AÑO XVI / 3-X-2008 Coordinadora: Arantxa Bea LA CALLE DE LAS COMEDIAS Con Marx en Trier (VII) RESUMEN DEL EPISODIO ANTERIOR: El autor, de paso por Trier, la antigua Tréveris, coincide en un autobús turístico con Karl Marx, que nació en esa ciudad de Alemania en 1818 y murió en Londres en 1883. Marx, que ese día no tiene nada mejor que hacer, se ofrece a servirle de guía. Visitan las termas y el anfiteatro romano. Luego recorren una exposición sobre la historia del erotismo, en el Museo Regional de Renania, y se dirigen al centro de la ciudad. Vicente Muñoz Puelles N OS acercamos a la «Casa de modas Marx» y miramos los escaparates, donde se exponían ropas de corte y color primaverales. —Al menos es prêt-a-porter, no esa costosa extravagancia de la alta costura —comentó Mar x, como si se disculpara. —Para no tener nada que ver con el negocio, está bien informado —le dije. Marx asintió, complacido. —Como sabe, estudié a fondo la industria textil. Y, después de mi muerte, he mantenido el interés. Me gusta fijarme en las cosas A juzgar por su anticuada levita, el interés de mi acompañante por la moda era puramente teórico. —De todos modos —insistí—, parece haber cier ta relación entre el apellido Marx y la sastrería. No lo digo sólo por esta tienda. El padre de los hermanos Marx también era sastre. Nació cerca de aquí, en Alsacia, y montó su negocio en Nueva York. «Mi madre hablaba alemán y mi padre francés, pero eso no les impidió tener seis hijos varones», solía decir Groucho. Marx negó con la cabeza. —No sé quién es. —Era uno de los hermanos Marx: Groucho, Harpo y Chico. Bueno, había otro que se llamaba Gummo. —Siguió mirándome con incomprensión—. Empezaron como actores de vodevil y se pasaron al cine cómico. —De pronto reparé en que el cine, como tantas cosas, se había inventado después de la muerte de mi acompañante—. ¿Sabe al menos qué es el cine? —La fotografía en movimiento —contestó Marx, sin titubear—. En mi época teníamos el diorama, que cumplía una función parecida aunque era menos realista, porque no se basaba en la fotografía. Una tarde fui con Engels a ver un diorama que re- presentaba la coronación del zar Alejandro II en Moscú. Sólo eran decorados, pero salimos indignados. Mientras la corte se entregaba a aquella demostración de pompa y esplendor, el pueblo ruso se moría de hambre. Pero nunca se nos ocurrió que la revolución fuese a tener lugar precisamente allí. —Y después, ¿no ha visto ninguna película? Me contó que en su casa natal, que visitaríamos luego, proyectaban documentales sobre él y sobre la historia del marxismo. Y que alguna vez, por curiosidad, había entrado en un cine. —Hace años —me dijo— vi en Londres una película sobre un periodista norteamericano, que participó en la Revolución de Octubre. Se llamaba Rojos. —La conozco. —Me gustó, pero me inquietó mucho. Era un poco como ver lo que había ocurrido después de mi muerte. Lo que hizo ese tal Lenin con mis ideas… Aunque, claro, no sé si las cosas ocurrieron exactamente así. —Creo que tiene mucho mérito hacer una película como esa. Y tampoco importa demasiado si las cosas ocurrieron así o no. A las películas, como a los novelas, hay que juzgarlas por lo que son, no por su relación con la realidad histórica. —Permítame que le diga que no estoy de acuerdo. Las obras de un artista son consecuencia directa de su realidad material. —Pero pueden contradecirla o matizarla. Además, la obra de arte no puede transmitir la realidad en bruto. En cierto modo, es cuestión de tamaño. Como mínimo hay que hacer un resumen. Se echó a reír, y me dio un codazo. —No pretenderá darme lecciones de realidad, usted —me dijo, desde la inmensa altura de su experiencia. ❙❙❙ «En mi época teníamos el diorama, que cumplía una función parecida al cine aunque era menos realista, porque no se basaba en la fotografía», dijo Marx Para entonces nos habíamos detenido ante el austero edificio del instituto, donde Marx había pasado cinco años. No era día de clase, pero la puerta principal estaba abierta. Nos adentramos por unos largos pasillos de paredes blancas, y Marx me enseñó las aulas donde había estudiado. En una de ellas, un cartel anunciaba el estreno de una obra de teatro, en la que los alumnos actuales pretendían escenificar la vida estudiantil de su famoso condiscípulo. Marx en clase, se llamaba. —Es curioso, porque cuando estudiaba aquí estaba convencido de que algún día sería poeta y dramaturgo, como Goethe. Pasé muchas noches de insomnio componiendo versos, y hasta llegué al borde de una crisis nerviosa. Cuando escribía, me daba la impresión de haber sido tocado por una varita mágica, y veía el reino de la poesía resplandeciendo ante mis ojos como una visión de remotos palacios encantados. Aún ahora… Se interrumpió e hizo un gesto como si escribiera en el aire. ¿Quería insinuar que seguía escribiendo después de muerto? ¿Podría hacerlo yo también alguna vez? Por un momento, la expectativa me sedujo: ser capaz de escribir indefinidamente, a mi gusto, sin apremios temporales y sin las concesiones hechas al gusto de la época, a los editores, a los críticos, al público elusivo. Temí que Marx se burlara, si le preguntaba por la posibilidad de convertirme en un escritor de ultratumba, y no lo hice. Me enseñó el patio, flanqueado de árboles, donde solía pasar los recreos, hablando con sus compañeros sobre todo lo divino y humano. —Si llegábamos con tiempo — me explicó—, antes de clase nos hacían asistir a misa. —Señaló el edificio gótico de la iglesia de los Jesuitas, que daba nombre a la calle, Jesuitenstrasse—. No se extrañe. Aunque por parte de mi padre desciendo de generaciones de rabinos, durante mi infancia y juventud fui un cristiano practicante, que asistía regularmente a los servicios de la Iglesia evangélica. Fui bautizado a los seis años, y confirmado a los dieciséis. Le conté que, siendo yo un niño y yendo al Colegio Alemán de Valencia, allá por los años cincuenta del siglo pasado, me habían obli- ESTUDIANTE. Dibujo que representa al joven Marx, en la época de su graduación en el instituto de Trier. gado a confesarme en una iglesia próxima al colegio. Y, como lo hacía por primera vez y era incapaz de imaginar un pecado real, inventé que había sustraído un duro, es decir cinco pesetas, del bolso de mi madre. —Y así empezó su carrera literaria —bromeó Marx. —No —bromeé yo también— . Mi carrera literaria empezó un día en que mis padres me enviaron a la lechería, a comprar media docena de huevos. Sólo tenía que cruzar la calle. Cerca de la puerta de mi casa había un perro de aspecto feroz, que me gruñó al pasar. Compré los huevos y volví, convencido de que iba a morderme. Pero el perro se limitó a gruñirme otra vez. —Perro gruñidor, poco mordedor —proclamó Marx. —Eso me desilusionó un poco. Debía yo andar muy necesitado de aventuras, porque no se me ocurrió nada mejor que morderme yo mismo en un brazo, mientras su- bía la escalera, y contarles a mis padres que un perro me había atacado, y que me había costado mucho salvar los huevos. Mi padre examinó la mordedura y comentó que debía tratarse de un perro muy pequeño y de dientes poco afilados, porque apenas me había dejado huella. —Seguro que se dio cuenta. —Claro. Y yo aprendí que debía contar las cosas con mayor convicción. Para ser creído, no basta morderse el brazo. También hay que hablar con voz apresurada, y hacer aspavientos. —Vivir es actuar —sentenció Marx, asintiendo con la cabeza, y volvió al tema de la iglesia—. Por entonces, en Trier, había unas normas establecidas de conducta religiosa. Todo el mundo, incluso los librepensadores, asistía a la iglesia o a la sinagoga. Hasta para obtener el diploma de bachiller había que hacer un examen de religión. Me condujo hasta un aula más grande, profusamente adornada, donde había pasado las pruebas de la graduación. —Aquí escribí un ensayo con el título rimbombante de Sobre la unión de los fieles con Cristo según el evangelio de san Juan, XV, 1-14, descrita en su necesidad incondicional y en sus efectos. El examinador la calificó como una exposición reflexiva, fecunda y elocuente, digna de elogio, pero hizo constar que había hablado de casi todo menos del tema principal, la naturaleza esencial de la unión de los fieles con Cristo. Le conté que, en un examen de bachiller sobre filosofía griega, yo me había limitado a escribir: «¡Viva Grecia!», y el profesor, excepcionalmente, me había aprobado, después de interrogarme y asegurarse de que no era un idiota. —A veces me pregunto —dijo Marx— si mi visión del proletariado accediendo al poder, después de terribles catástrofes que asolan la tierra, no habrá estado influida por la lectura del Apocalipsis de san Juan. (Continuará) pd