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Sala de Maestros Cuentos en el muro José Fernando Moreno Aguilar Empeño de enseñar En el año de 1979 en la Escuela Normal de Ciudad Victoria el profesor de la materia de Pedagogía hacía la invitación a los jóvenes del cuarto año para que participaran en las misiones culturales, proyecto en el cual se trataba de actualizar y recuperar a alumnos con rezagos educativos, aprovechando los meses de vacaciones que eran julio y agosto. De esta manera dos jóvenes ansiosos por participar de este proyecto decidieron aceptar. Y un día partieron Fernando y Cornelio hacia una comunidad del municipio del Mante, Tamaulipas. El camión, en que se transportaban era viejo. El viaje duraba tres horas. Les daban, a los maestros misioneros, un costal con alimentos necesarios para preparar, lo cual para ellos era algo maravilloso. Todo transcurría normalmente, pero un día, a Fernando se le hizo tarde para tomar el camión al ejido y su amigo Cornelio ya se había ido, Fernando tomó la siguiente salida y llegó cuando ya era de noche a la orilla de la carretera. La noche era tan oscura, pero tan negra que jamás encontró la entrada del ejido a donde iba y ahí comenzó la tragedia, la oscuridad de la noche empezó a tejer en su mente historias de terror y a su cuerpo lo invadió de un temblor inaudito; la lluvia se hizo presente, fue entonces cuando comprendió lo que era el mundo de las tinieblas. Caminó sintiendo que subía y bajaba bordos, cuando los bajaba el agua le subía a media pierna cuando los subía sus pies descendían en pantanos. No pudo más ahí brotaron sus lágrimas, de miedo, de dolor, de tristeza, de desesperación o de angustia, nunca supo de que lloró tanto, pero jamás soltó el costal donde llevaba los víveres. No se detuvo, andó tanto, tanto, que sus pies empezaron a latir tan fuerte que los latidos de su corazón se unieron al mismo sonido, su Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 5. (Enero-Febrero 2011) La lectura: Permanencia y ausencia en la educación actual espalda fue invadida por agua espesa, las bolsas de azúcar y harina se habían roto por completo. Cuando se sintió totalmente derrotado; perdido, sin rumbo alguno, empezaron oírse unos ladridos de perro muy lejos, pero tal vez, por su necesidad de llegar, se los imagino muy cerca de su oído. Fue cuando le nacieron fuerzas nuevas recogió su costal y empezó a querer correr, pero ya su cuerpo no daba mucho, los ladridos eran más fuertes, a lo lejos y con su vista empañada por el agua y las lágrimas, le permitieron ver las luces de los ciriales en las casitas de palma. Lo que le confirmo que estaba muy cerca de un pueblo, al acercarse más, se dio cuenta que era el ejido donde él trabajaba. Ahí estaba la escuela y la casa del maestro. Cuando abrió la puerta, allí estaba Cornelio, su compañero, no había palabras, sus lágrimas volvieron a aparecer, pero esta vez eran de alegría. El joven empeñado en enseñar, había sobrevivido a su tragedia, Cornelio terminó su carrera, Fernando también, y siguió estudiando. Se recibió de maestro de secundaria y terminó una licenciatura en Pedagogía, se graduó también de Licenciado en Derecho. Al paso de los años Fernando recibió el premio de 30 años de carrera, y si le preguntan si acaso por volver a enseñar a niños con tanta sed de aprender, volvería a pasar por aquella noche tormentosa lo haría. Pues ninguna experiencia por amarga que esta sea, sería necesaria con tal de ver la carita de un alumno feliz. 23/ I / 2011 José Fernando Moreno Aguilar Es estudiante de la Maestría en Educación Básica de la Universidad Pedagógica Nacional, Reynosa, Tamaulipas. visite http://palido.deluz.mx Pálido punto de luz Claroscuros en la educación http://palido.deluz.mx Número 5. (Enero-Febrero 2011) La lectura: Permanencia y ausencia en la educación actual