¿Voto o Veto? Gilberto Bonilla Sánchez Para muchas personas, el
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¿Voto o Veto? Gilberto Bonilla Sánchez Para muchas personas, el
¿Voto o Veto? Gilberto Bonilla Sánchez “Hoy en día, si se necesita un indicador de progreso democrático, no hay que buscarlo en la cantidad de personas que tienen derecho a voto, sino en la cantidad de contextos ajenos a la política en los que se ejerce el derecho de voto” Chantal Mouffe. Para muchas personas, el voto, es el bien más preciado que tenemos como ciudadanos, es casi, la única forma que tenemos de manifestarnos y sentir que estamos participando de la política, en ocasiones, es considerado como el mejor derecho que tenemos, y en otras, el mejor de los deberes. En fin, el voto, nos permite tomar el poder político que por naturaleza nos pertenece y decidir quiénes serán los encargados de representar y defender nuestros intereses ante el resto de la sociedad. El voto, es una parte de mí, es mi esencia, es una exteriorización de la forma como comprendo la realidad y los fenómenos sociales que vivo a diario, es mi imagen ante los demás y deja ver la calidad de ciudadano que soy. En nuestro país, el voto, como muchas otras cosas, ha perdido su razón de ser, es decir, el voto, como se ejerce y se entiende hoy en Colombia, convierte en utopía, o mentira, todo lo que escribí en el párrafo anterior. Al punto, que hasta meretrices políticas, se han vuelto algunas personas al ponerle un precio a esa parte interna que entregan por unos cuanto miles de pesos a un político, que seguramente no va a ser el más honesto, si requiere de este tipo de artimañas para llegar al poder. Casos que van desde un completo portafolio de servicios que ofrecen funcionarios corruptos de la registraduría a los candidatos, para garantizarles cifras favorables y victorias al momento del escrutinio, hasta bultos de cemento, ventiladores, tejas y platos de comida para aquellos que voten por el Dr. X o Y, son una muestra de lo desvalorizada que está la idea del voto como el bien más preciado del ciudadano. De alguna forma, se hace necesario, advertir el problema y poner el dedo en la herida, hablar abiertamente del cinismo que caracteriza, tanto a nuestra clase política, como a muchos de nuestros compatriotas electores. Pues es tan culpable, el que, teniendo “rabo de paja” (nexos con grupos armados al margen de la ley, narcotráfico, acusaciones de corrupción y peculado, familiares implicados en escándalos de toda índole o pagando condenas por cualquiera de los casos anteriores), decide lanzarse a la plaza pública, a pronunciar discurso para ganarse la simpatía y el voto de la gente; como culpable es también, el individuo que, sabiendo todo lo anterior sobre ese personaje, decide hacerse el de la “vista gorda”, el desmemoriado, y el día de las elecciones va y deposita toda su confianza en el voto que le otorga, para después, quejarse de lo mal que la está pasando, por culpa de las políticas que esos “rabo de paja” toman, aprueban y aplican contra el resto de la sociedad. La gente lo sabe, es consciente de que aquel personaje no es distinto a los demás, que es corrupto, inescrupuloso, elitista, oportunista, mafioso, ladrón, mentiroso y hasta peligroso, pero aun así, decide elegirlo para que lo gobierne, decide recibirle las dadivas a cambio de su voto. Y luego, se justifica, diciendo incluso que “con tal de que no se la robe toda y deje al menos un poco para los pobres” todo está bien. Los ciudadanos saben que la clase política fracasó y que difícilmente cambiará su modo de actuar, pero aun así, los resultados electorales siempre serán los esperados por los dueños del negocio. Ojala en Colombia, la pobreza no fuera tan dura, como para permitir que sea comprensible, el hecho de que una persona reciba a cambio de su voto, cualquier cosa, porque es una de las pocas formas que tiene de sobrevivir. Todo esto porque en nuestro país, parece que no existieran varias palabras en la conciencia colectiva de las personas, como la palabra vetar por ejemplo, definida por el Diccionario de la Real Academia Española, como “Poner el veto a una proposición, acuerdo o medida”, que si la entendiéramos y aplicáramos en nuestras decisiones políticas, mi primer párrafo volvería a la realidad. El veto político, puede ser una herramienta efectiva y ágil que tenemos los ciudadanos para tratar, por nuestros medios, de cambiar la nefasta realidad y administración política que afronta el país; el veto se utiliza cuando se tiene derecho o poder dentro de un grupo, para prohibir, censurar o negar algo, en este caso, la conciencia ciudadana tendría que llevarnos a vetar política, y por qué no, socialmente, a los “rabo de paja”, para que no sigan apoderándose de las grandes riquezas que tenemos como nación. Preguntaba en el título, ¿Voto o Veto? Y ahora creo que en algunos casos no es necesario plantear una separación entre estas dos palabras, en algunas circunstancias, como ciudadano puedo, a través del voto, vetar a aquellos, que políticamente han demostrado ser incompetentes para ejercer tan noble labor. La propuesta, es que en las próximas elecciones, podamos tener la posibilidad de ejercer la ciudadanía de una manera crítica, consciente y efectiva, contra ese cáncer que acaba con nuestro órgano social y hagamos uso del veto político como expresión del poder, que como electores tenemos. La idea funcionaría algo así: yo veto, tú vetas, él veta, nosotros vetamos, vosotros vetáis, Ellos, serán vetados.