las treguas y el proceso de paz , pasado y presente
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las treguas y el proceso de paz , pasado y presente
En lucha Julio / Agosto 2006 9 EUSKADI LAS TREGUAS Y EL PROCESO DE PAZ , PASADO Y PRESENTE Amaia Zabalo El proceso de paz está en marcha. Aunque el macro sumario 18/98+, así como la permanente exaltación de las detenciones y la vía policial contra ETA siguen siendo un obstáculo para crear un escenario de normalidad democrática fundamental, las expectativas creadas superan, por el momento, cualquier voluntad de sabotaje. su rechazo a cualquier hipótesis de solución política. Marçal Solé El PSOE intentará rentabilizar esas expectativas en clave electoral, seguro. Pero éste no será el único riesgo. El proceso no puede limitarse al final de la violencia, mal identificado únicamente con la lucha armada, sino que debe abrir la puerta para la resolución política del conflicto. Las conversaciones de Argel (iniciadas en 1989 y finiquitadas tres años después) y el proceso abierto con el pacto de Lizarra en 1998, la tregua de ETA y el diálogo con el gobierno del PP acabaron fracasando. Las dos son experiencias para tener muy en cuenta. Los contactos entre el gobierno de Felipe González y ETA se venían produciendo desde 1984. Lo hicieron al mismo tiempo que el GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) que, amparado por el Ministerio del Interior, seguía asesinando impunemente. La ronda de conversaciones en Argel se inició tras el anuncio de una tregua de quince días por parte de ETA, en enero de 1989. En el mismo año se declaró otra tregua bilateral de sesenta días. Tras las cinco reuniones de la Mesa de Conversaciones fue consensuado un documento sobre las condiciones iniciales de la negociación a desarrollar, del cual el gobierno acabó desentendiéndose. La ruptura del acuerdo puso fin a las posibilidades de que ETA declarara una nueva tregua y sitúo el propio proceso en una dinámica laberíntica y de difícil retorno. En 1992, el PSOE sentenció la imposibilidad de la negociación e intensificó su estrategia de represión. El fin de las negociaciones significó un punto y final también en la voluntad del PSOE de combinar el acoso y la represión con una negociación en último término, en la que ETA asumiera su rendición definitiva y acatara el modelo constitucional a cambio de la reinserción. Ésta fue la estrategia de la UCD con ETApm (político-militar). Esta última acabó diluyéndose tras su VII Asamblea, en 1982, e integrándose muchos de sus militantes en Euskadiko Ezkerra (EE), formación que tras un giro gradual hacia la derecha, acabaría fusionado con el propio PSE-PSOE. Manifestación a favor de la autodeterminación (arriba). Arnaldo Otegi (Batasuna) Xavier Arzallus (PNV) y Carlos Garaikoetxea (EA) firman el Acuerdo de Lizarra en 1998. El reto de la izquierda abertzale y de la izquierda alternativa es aprovechar las posibilidades de un nuevo escenario El Acuerdo de Lizarra La represión fue también un elemento fundamental de los gobiernos de Aznar. En 1996, tras su primera victoria electoral, el encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB inauguró una escalada represiva que acabó, con el tiempo, generalizándose con la criminalización de la izquierda abertzale y el nacionalismo vasco en su conjunto. El Acuerdo de Lizarra entre las distintas organizaciones abertzales (PNV, EA e IU en 1998), acompañada con una tregua indefinida de ETA, quebró parcialmente esa estrategia. Lizarra fue el fruto del acercamiento a través del Foro de Irlanda entre HB y el PNV, principalmente. La izquierda abertzale asumió esa alianza como parte de un proceso de construcción nacional que pudiera desbordar al propio Estado. El PP y el PSOE nunca aceptaron ese acuerdo como legítimo. En la búsqueda de la paz, las posibilidades de abrir vías hacia la negociación quedaron dinamitadas tras la detención de varios interlocutores de ETA y la falta de gestos significativos del gobierno a favor del diálogo. Finalmente, rota la tregua, el seguidismo del PSOE a la línea del PP ayudó a cerrar filas en favor del inmovilismo. El endurecimiento de las acciones de ETA y, en especial, su determinación para atentar contra cargos electos, aceleró la firma del Pacto Antiterrorista. El resultado sería la ilegalización de Batasuna, entendida ahora como parte de la misma estructura de ETA, y la consolidación de un apartheid político que supone hasta hoy un grave retroceso democrático. La apuesta de Anoeta Las conversaciones fallidas en Argel demostraron lo equivocado de una dinámica en la que lo político quedara supeditado a lo militar y se relegara todo el protagonismo a ETA. De hecho, esa tensión ha sido una constante en el seno de la izquierda abertzale. En diciembre de 1999, la ruptura de la tregua por parte de ETA, tras catorce meses de vigencia, rompió, por efecto, la cohesión en el seno de Euskal Herritarrok, reagrupamiento que iba más allá de los márgenes tradicionales de la izquierda abertzale, y desbarató la capacidad de ganar una mayor centralidad política y social. Lizarra demostró también que la confrontación con el Estado mediante una alianza con el PNV, cuyo papel desde la Transición ha sido el de la conveniencia con el mismo, el de la hegemonización del poder y la gestión partidista del Estatuto de Gernika, era imposible. Para encarar el nuevo proceso de paz será necesaria una nueva correlación de fuerzas, identificada con los valores de la izquierda, a favor del derecho a la autodeterminación y con una perspectiva de clase. La propuesta de Anoeta, presentada por Batasuna en noviembre de 2004 es una apuesta novedosa. Va más allá de la fórmula de una negociación Gobierno-ETA, aboga por la iniciativa de la sociedad vasca al clarificar la urgencia de dos mesas de resolución, y rechaza de antemano un pacto en clave de frente programático y preferente con el PNV, en beneficio de una activación de los agentes políticos, sociales y sindicales. La posibilidad de poner en marcha una mesa de partidos será un avance con respecto a otros procesos parecidos. Durante las conversaciones de Argel, cuando las negociaciones estaban estancadas, la voluntad de interlocución de HB para mediar en el conflicto fue rechazada y contraatacada con una campaña de difamación contra los representantes de la coalición. En el período del Acuerdo de Lizarra, el primer y único encuentro con HB, el gobierno lo aprovechó para desacreditar el compromiso adquirido por los partidos firmantes del pacto y redoblar Cuestiones de fondo La puesta a punto de la mesa de partidos, todavía en etapa de definición, debería funcionar como inicio de la fase resolutiva. No será fácil. En ella, el significado del derecho de autodeterminación del pueblo vasco, el ámbito territorial de decisión, el papel del gobierno de Zapatero, las posibilidades de implicación del gobierno francés y el factor tiempo serán cuestiones de fondo importantísimas y realmente complejas. Al sabotaje del PP y el dirigismo del gobierno del PSOE para limitar el propio proceso, habrá que sumarle el riesgo de las iniciativas sucedáneas en busca de un acuerdo de encaje renovado. De hecho, siguiendo el modelo de la “segunda Transición” y las reformas estatutarias actuales en funcionamiento, la apuesta del gobierno será la de encorsetar el proceso a una actualización de la autonomía vigente. Esta fórmula se complementa bien con aquellas que desde la idea de la soberanía compartida o el federalismo mal entendido pretenden llevar a cabo una constitucionalización del derecho a decidir, limitándolo al derecho de consulta, a través del traspaso competencial para convocar referéndums y la adecuación pertinente de la reforma estatutaria. Ésa es una salida falsa porque no parte del reconocimiento del pueblo vasco como sujeto sino que se fundamenta en la capacidad administrativa de las mismas instituciones para requerir la opinión de los ciudadanos, en convivencia y respeto con el estatus político vigente. Es claramente insuficiente. Movilización y solidaridad La posibilidad de que el propio proceso abra un nuevo tiempo político dependerá de si éste se consolida, al mismo tiempo, como un proceso amplio de lucha, movilización, reivindicación y solidaridad. La izquierda abertzale ha hecho una apuesta decidida por la resolución del conflicto. Será necesario evaluar los avances y retrocesos del mismo en base a una perspectiva que siga apostando por una ruptura democrática. Empacharse de entusiasmo por un proceso que está por definirse en todos los sentidos es tan peligroso como escudarse en el escepticismo y no hacer nada. Es urgente tomar la iniciativa. El reto de la izquierda abertzale y la izquierda alternativa en el Estado español es la de aprovechar las posibilidades de un nuevo escenario para reforzar su lucha contra los ataques del neoliberalismo, la imposición del marco constitucional y la apertura de una etapa de movilización y solidaridad en defensa de los derechos políticos sociales, como base para una convivencia en libertad de los pueblos del Estado español. Éste es un reto de gran calado. Pero en buena parte, la construcción de una izquierda anticapitalista renovada, con un proyecto propio y radical, pasan por eso. Construir una paz sólida y justa exige el empeño de todos.