0100 ()_MaquetaciÛn 1 - Editorial Ciudad Nueva
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2627 (s-e)_Maquetación 1 22/01/16 12:58 Página 26 CULTURA DE LA UNIDAD POR FÉLIX MERCADO Un espacio de fraternidad en la Rep. Centroafricana «H acía tres años que era párroco en una gran ciudad, Carnot, que, como el resto del país, sufría la psicosis de un inminente conflicto étnico-religioso. De pronto me di cuenta, con cierto dolor, de que los sacerdotes, los pastores y los imanes ni siquiera nos conocíamos. Así que tenía que hacer algo porque la vida de nuestra gente estaba en juego». Casi dos mil musulmanes salvados de la furia asesina por el padre Justin Nary. Testimonio de un sacerdote que arriesgó su vida por toda su gente. 26 CIUDAD NUEVA - FEBRERO 2016 De forma sencilla el padre Justin Nary, sacerdote centroafricano de 42 años, va exponiendo lentamente su testimonio en un congreso de sacerdotes y seminaristas reunidos en Loppiano (Italia). Habla de su país, que en su momento saltó a los titulares cuando estallaron sangrientos enfrentamientos entre musulmanes, cristianos y animistas. Es uno de esos conflictos que ya no tienen audiencia pero que siguen causando tristes consecuencias a la población. A finales de diciembre pasado se llevaron a cabo unas elecciones al parlamento en la República Centroafricana, del que se espera llegue a poner fin a un ciclo de violencia que dura ya tres años. Pero volvamos atrás. Hacía poco más de un año que el padre Justin había logrado atraer la atención de los líderes de otras iglesias y religiones, y periódicamente se reunían para ver juntos cómo orientar a sus fieles hacia un estilo de vida pacífico. Lamentablemente, el golpe de estado de 2013, protagonizado por una minoría musulmana, precipitó los acontecimientos y empezaron las masacres de cristianos. Luego se dio la vuelta a la tortilla, pues una facción rebelde formada por cristianos y militares de tradición religiosa local se 2627 (s-e)_Maquetación 1 22/01/16 12:58 Página 27 Testimonio hicieron con el poder y llevaron a cabo una violenta venganza contra los musulmanes. En tal contexto casi dos mil musulmanes corrieron a refugiarse en la parroquia del padre Justin, y él les abrió sus puertas. No pasó mucho tiempo antes de que se enteraran los rebeldes, que se presentaron allí con la intención de asesinar a todos. «En vano hice lo posible –cuenta el sacerdote– para pedir ayuda a los militares y a las autoridades. Y fue mientras celebraba misa cuando entendí que Dios me estaba pidiendo lo más precioso que tenía: mi vida. Por eso decidí quedarme hasta el final con mi gente, musulmanes y no musulmanes, consciente de que me exponía a ser asesinado. Y vista mi determinación, también mis hermanos, que habían venido para sacarme de allí, decidieron quedarse». Faltaba poco para que se cumpliera el plazo del ultimátum, cuando sonó el móvil del padre Justin. Era el jefe del ejército de la Unión Africana, asegurándole su ayuda. Llegó justamente diecisiete minutos antes que los rebeldes y así les salvó la vida a todos. «La mayor parte de los refugiados –continúa Justin– logró escapar a Camerún, mientras que unos 800 se quedaron en la parroquia. Lo que me daba fuerzas en los momentos más duros era preguntarme qué habrían hecho mis amigos de los Focolares en mi lugar. Me venían a la mente aquellos encuentros de Chiara Lubich con amigos musulmanes, cuando les aseguraba que daría la vida por ellos». r Y fue mientras celebraba misa cuando entendí que Dios me estaba pidiendo lo más precioso que tenía: mi vida. CIUDAD NUEVA - FEBRERO 2016 27