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Transcripción
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No es tan novedoso su mecanismo, como sí pareciera serlo la masividad de su dominio y lo sutil y a la vez violento de su despeje de fronteras ( si se acuerda llamar violencia a la desaparición de lo humano). No es novedoso la necesidad de “matar de sentido a las palabras”, solo que estaba otrora circunscripto a prácticas del encierro, en general nominadas inhumanas a posteriori. Hospicios psiquiátricos, centros clandestinos de detención, campos de concentración. Imperaba allí la necesidad, como condición de funcionamiento, de que los nombres fueran reemplazados por números, los sufrimientos por diagnósticos, los vejámenes por codificaciones técnicas de guerra, las ferocidades por “procesos de reorganización”. La puesta en blanco sobre negro de esos “ghettos”, cuestión absolutamente necesaria si guardamos la esperanza de que cierta “humanidad” atempere nuestros lazos, ha coincidido, pareciera, con esa puesta en práctica de una lengua que es a la vez un “colapso de lengua”. La tecnificación de la lengua ha mudado su casa del horror del encierro a variados aspectos de la vida cotidiana. Los diagnósticos masivos de todo tipo de dolencias aparecen en los diarios. No como “cuestiones-interrogantes”, sino como lo habla el film, “problemas técnicos segmentados por especialistas con soluciones óptimas”. Estar sano no pareciera una posibilidad sino una orden. Eso matiza y agrieta la cuestión humana. Allí aparecen otros quienes, aún con nombres vaciados y codificados, que soportan sobre sus cuerpos eso que siendo de varios se ha quebrado, anulado. Habitantes de un pasaje de “lenguas” que contiene su colapso. Recuerdan, si se acepta incomodarse, que el uso obligatorio del DSMIV no nació con el mundo. Es la muestra, en nuestro campo de trabajo,de la exigencia feroz de borrar los nombres y anonimizar las relaciones. Como en los anteriores números, en esta revista hay algunos quienes que eligen incomodarse-incomodarnos. Susana Ciraolo, nos hace leer que la manera en que se fabrica una reglamentación no es independiente de los efectos que se pretenden lograr con ella. La fabricación de una reglamentación es ya una práctica. Hay otros quienes que se despliegan en un taller literario y dejan leer en la cita de otros: “el uso total de la palabra, no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”. Alejandro Morandini pone allí, problematizando cierta fascinación por la “locura literaria”, que no toda “excepcionalidad” es exitosa. Un psiquiatra, de apellido Giacomino, nos cuenta un caso de “hiperactividad” antes de que existiera tal diagnóstico, mostrando irónicamente, más que el acierto del diagnóstico, la fábula del mismo. Fábula que obviamente es pesadilla para quien ha de soportar la deshumanización en su uso. Están los quienes de los dibujos e historietas. Sustentos. Davoine y Graudillere permiten leer, si se quiere, qué implicancias supone caminar hacia la locura, cuál es un recorrido posible. Suponer su compañía, la de esos quienes y la de los que invitamos a que lean, es la apuesta. Javier Chialvo (1)“La question humaine” película dirigida por Nicolas Klotz (2)Arie Neuman concluye un diálogo con Simon, quien hace las veces de psicólogo. Subtitulado de la película mencionada ut supra.