Inauguración del Memorial de la Solidaridad
Transcripción
Inauguración del Memorial de la Solidaridad
Santuario de San Alberto Hurtado, 22 de enero de 2010 Inauguración del Memorial de la Solidaridad Eugenio Valenzuela SJ Provincial El Santuario del Padre Hurtado en el que nos reunimos esta mañana quiere ser un lugar de encuentro con Dios en medio de la ciudad. Está enclavado en este lugar para señalar que Dios se nos hace cercano en la realidad que nos toca vivir día a día, y nos sale al encuentro en la cotidianeidad de los desafíos de la vida que todos enfrentamos. Un lugar de encuentro marcado por la vida de los más pobres que claman por su dignidad, de los discapacitados que nos muestran sus rostros nuevos, de hombres y mujeres que duermen en las hospederías, reciben cuidados en las salas de enfermos, o esperan la muerte en la sala Padre Hurtado... Nos acercamos al Santuario para encontrarnos con Cristo, conducidos y rodeados por los pobres y los excluidos a quienes San Alberto reconocía como Cristo. Este Santuario, en el que todos nos reconocemos como hijos y necesitados, es lugar de peregrinación, de oración y consuelo. A este lugar muchos hemos venido para poner en las manos de un Dios que no se desentiende de nosotros nuestras necesidades y nuestros dolores. Quienes nos acercamos a la tumba de San Alberto encontramos en ella y en el corazón del Dios de Jesucristo un lugar donde cabe toda necesidad humana. En el bicentenario de nuestra independencia este Memorial de la Solidaridad, del amor que exige justicia, quiere ser un regalo para nuestro país. Un lugar de encuentro con un hombre de Dios, un apóstol de Jesucristo apasionado por los jóvenes y los trabajadores, que se desvivió por el respeto y el trato justo a los pobres, los excluidos y marginados de nuestro país. Su vida, sus palabras y sus obras, nos muestran el verdadero rostro de Dios y nos señalan el modo de hacer realidad el Evangelio. Su legado nos invita a mirar nuestra sociedad con su mirada, a dejar que la realidad de nuestros hermanos afecte nuestro corazón y comprometa nuestras vidas para dar esperanza a quienes la han perdido, para seguir anunciando la buena noticia del Reino de Dios y su justicia. Queremos que este Memorial nos impida olvidar la vida de este hombre de Dios y nos recuerde que Dios nos sigue invitando a ser parte de su proyecto. La memoria es el modo que tenemos de traer la historia para interpretarla, aprender de ella, integrarla... Queremos integrar los recuerdos de la historia con nuestro presente, con lo que soñamos, lo que anhelamos para nuestro país y su gente. Deseamos que nuestras opciones echen raíces en la vida de este hombre santo; que nuestras decisiones se vinculen con los rostros de niños, hombres y mujeres que nos hacen seguir soñando, con los rasgos del dolor y la marginación que no podemos olvidar, con la conciencia de tantos que buscan una nueva oportunidad. En este mismo lugar nos reunimos cada 18 de agosto para celebrar el aniversario de la Pascua de San Alberto y el Día de la Solidaridad. El decía que la solidaridad es la “actitud espontánea para reaccionar fraternalmente frente a los demás, que hace ponerse en el punto de vista ajeno como si fuese el propio; que no tolera el abuso frente al indefenso; que se indigna cuando la justicia es violada”. Ella a su vez se 1 traduce en responsabilidad social, en “no contentarse con no hacer el mal, sino que estar obligado a hacer el bien y a trabajar por un mundo mejor.” En esta solidaridad se “debe merecer la confianza de los otros. Sin esta confianza no hay prosperidad. ”. Chile necesita que nos sentemos juntos a soñar y construir el país que queremos, uno con mayor equidad en educación, salud y vivienda; con un estado que vele por los más pobres; con una clase política que busque el bien común. La solidaridad nos hace ir a los fundamentos y raíces del alma de Chile y comprometernos en la construcción del país que soñamos. Chile necesita solidaridad. Hoy América Latina y en especial Haití requiere de nuestra solidaridad. Esta es la verdadera fidelidad al legado del Padre Hurtado. El nos sigue invitando hoy a pensar nuestro país y nuestra propia vida. Que sus búsquedas iluminen nuestras búsquedas y le den sentido hondo a nuestra existencia. Que nos enseñe su modo de mirar, de comprender, de soñar, de sentir a Chile. Que nos despierte ante las urgencias de nuestro país y su gente. Que nos anime a comprometernos en la esperanza de un país más humano y más justo, un Chile más solidario. Así como decía Gabriela Mistral: “al oír al P. Hurtado será una obligación responderle. Y la respuesta única que hay que dar a su alma atenta y a su bulto sólo entre dormido, es la ayuda de sus obras, un socorro igual al de antes, porque la Miseria, la bizca y cenicienta Miseria, sigue corriendo por los suburbios, manchando la clara luz de Chile y rayando con su uñeta de carbón infernal la honra y el decoro de las aldeas. Duerma el que mucho trabajó. No durmamos nosotros, no, como grandes deudores huidizos que no vuelven la cara hacia lo que nos rodea, nos ciñe y nos urge casi como un grito. Si, duerma dulcemente él, trotador de la diestra extendida, y golpee con ella a nuestros corazones para sacarnos del colapso cuando nos volvamos sordos y ciegos.” “Que Cristo crezca en cada uno de nosotros… que Cristo tenga menos hambre, menos sed, que esté más cubierto gracias a nosotros. Sí, que Cristo ande menos pililo, puesto que el pobre es Cristo." 2