El dinero mac
Transcripción
El dinero mac
Historia de una suspensión de pagos uestra historia se remonta a un día cualquiera en una empresa cualquiera de cualquier sector. Alberto había creado una empresa de la nada, sin apoyos, sin apenas conocimientos, sólo con su esfuerzo, tesón y mucha, mucha ilusión. Cuando decidió comprar los terrenos, edificar en ellos una nave y adquirir todas las instalaciones y maquinaria necesarias para comenzar su actividad, había tomado una importante decisión de inversión que iba a marcar el futuro de su empresa, aunque quizá él no lo sabía en ese momento. Para financiar dicha inversión, recurrió a todos sus ahorros, a los amigos, a la familia. En principio reunió los fondos suficientes para llevar a cabo todas sus inversiones. Empezó su actividad tal día como hoy hace muchos años y, la verdad, todo fue de maravilla. Las ventas empezaban a crecer, la plantilla aumentaba año tras año, las inversiones en nueva maquinaria eran constantes; hasta que un día, aquella nave que adquirió con toda la ilusión se quedó pequeña. Los beneficios habían ido aumentando año tras año, y la empresa gozaba de una buena salud financiera porque, con el fin de consolidar la empresa, Alberto había retenido todos los beneficios como reservas. Ni un euro había salido de la empresa en forma de dividendos en todos estos años de sacrificio (al menos, eso decía él). Todo estaba bajo control, porque todavía la cifra de negocios no era muy elevada y, casi, casi, Alberto tenía toda la empresa "en la cabeza". La plantilla, aunque había aumentado, no era demasiado grande, y los métodos y procedimientos de trabajo no habían cambiado demasiado. N En el siguiente relato el autor reflexiona sobre las causas que condujeron a la suspensión de pagos de una empresa imaginaria con importantes cifras de ventas y beneficios, pero que olvidó evaluar la viabilidad económica y financiera de sus proyectos de inversión 112 Septiembre / 2002 Ante la avalancha continua de pedidos y con el fin de aprovechar las oportunidades que el mercado ofrecía, Alberto se decidió a ampliar notablemente las instalaciones. Un buen día adquirió unos terrenos en un polígono industrial cercano, construyó varias naves industriales, compró nueva y más moderna maquinaria, instalaciones y elementos de transporte. Todo era como de ensueño, el éxito estaba asegurado. Como la empresa ya era algo conocida en el sector, algunas entidades financieras se decidieron a apoyar el proyecto (previo los avales, garantías e hipotecas pertinentes) y le prestaron fondos a largo plazo. Alberto recordó entonces que en sus inicios ninguna entidad financiera le había prestado apoyo alguno. Alberto no había hecho ningún estudio del proyecto de inversión, porque conocía el mercado de sobra y sabía que iba a triunfar. Al cabo de unos pocos meses, empezaron los problemas de liquidez. Los pagos de las deudas contraídas con las entidades financieras (cuya estructuración de la deuda no fue convenientemente analizada) empezaron a presionar la tesorería de la empresa, los pagos a los acreedores que habían vendido los terrenos, construido las naves y suministrada la maquinaria y otros elementos de inmovilizado habían dejado "seca" la liquidez de la empresa en los inicios del nuevo proyecto, las cuentas a cobrar aumentaban cada vez más porque las ventas también lo estaban haciendo y las existencias cada vez eran mayores porque cada vez se producía más (daba gusto ver las impresionantes naves llenas de existencias); y aunque los proveedores financiaban las compras durante un cierto período de tiempo, sólo financiaban la materia prima, pero no el resto del proceso de fabricación. Alberto había ido viendo cómo los beneficios habían aumentado año tras año, pero también cómo lo iba haciendo su endeudamiento bancario a corto plazo, pues la empresa no generaba suficiente caja para financiar el rápido crecimiento; así que cada vez debía más dinero. Un buen día la empresa no pudo más. Fue imposible atender los pagos corrientes de los proveedores y se comenzaron a impagar algunos compromisos de deuda con las entidades finan- cieras y con varios proveedores estratégicos. Ante esta situación, los proveedores decidieron restringirle el crédito y las entidades financieras, asustadas ante lo que podía llegar, le cortaron la posibilidad de descontar papel y financiarse. Es mejor salir corriendo, pensaron. Así que,Alberto, incrédulo ante lo que estaba pasando, no pudo más que presenciar cómo su empresa, su gran empresa, con una cifra de ventas más que considerable, con altos beneficios, bien conocida en su sector y con unas maravillosas instalaciones, se veía abocada a la suspensión de pagos porque no podía hacer frente a sus compromisos. LAS REFLEXIONES ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación?, se preguntaba Alberto.Todo iba bien, las ventas, los beneficios. ¿Qué es lo que había pasado? Decidió llamar a Laura, una chica que trabajaba en un prestigioso despacho de consultoría financiera, para que le ayudase. Después de contarle detenidamente la historia de su empresa, le pidió a Laura que le dijese qué es lo qué había sucedido, si hubiese podido evitarlo y qué podía hacer ahora. Laura le comentó que lo que le había ocurrido era "natural" y que, lamentablemente, su historia ya la había oído en muchas ocasiones. Laura le explicó que la ausencia de un estudio detallado de su proyecto de inversión cuando realizó el traslado de instalaciones le había privado de identificar las necesidades de financiación del mismo, tanto en lo que se refería a las inversiones en activos inmovilizados como en necesidades operativas de fondos (existencias + cuentas a cobrar – cuentas a pagar); las cuales, además, aumentaban cuando lo hacía la cifra de negocios (algo absolutamente normal). El crecimiento de la cifra de ventas, muy rápido, aunque acompañado de mayores beneficios, había ido estrangulando la empresa, porque las demandas de fondos aumentan cuando crece la cifra de negocio y, por lo general, la tesorería que genera una empresa en esta situación es insuficiente para financiar su propio crecimiento. Además, la gestión de cuentas a cobrar y existencias no había sido muy buena, así que el problema todavía se había agravado más. Junto a este problema operativo, la empresa de Alberto adolecía de un problema de planteamiento, ya que las decisiones de inversión que tomó en las nuevas instalaciones no habían sido adecuadamente financiadas, ni en cuantía ni en estructuración de su devolución. LAS CONCLUSIONES Así pues parecía que a Alberto le había sucedido lo que, lamentablemente, le sucede a muchas empresas. La ausencia de una planificación financiera adecuada para acometer las nuevas inversiones había desequilibrado el balance de la empresa en términos de liquidez (se generaba menos caja de la que se necesitaba según los planes de devolución de la deuda prevista). Este desequilibrio de planteamiento se había visto agudizado por el drenaje de liquidez derivado de la financiación de las necesidades operativas de fondos (cuentas a cobrar + existencias – cuentas a pagar), las cuales crecían al mismo ritmo que lo hacían las ventas (algo natural, por otra parte) y habían propiciado un incremento sustancial del endeudamiento bancario a corto plazo que, debido a su volumen y, sobre todo, al ritmo de devolución de los créditos, había hecho la situación insostenible. Alberto había aprendido una gran lección. En el futuro, evaluaría la viabilidad económica y financiera de sus proyectos de inversión, dotaría a los mismos de una estructura financiera (recursos propios y ajenos) adecuada y procuraría lograr, en todo momento, el equilibrio entre las demandas de tesorería de la empresa y su capacidad de generar dicha tesorería; gestionaría mejor sus necesidades operativas de fondos buscando en todo momento su optimización y, conocedor de que el crecimiento implica, casi siempre, un mayor endeudamiento, crecería de forma paulatina y controlada, para que esto no volviese a pasar. Y, sobre todo, pondría la atención en la tesorería y no en los beneficios. Laura le hizo entender todo esto y, además, le ayudó en el proceso de reconversión de su empresa. Gracias al esfuerzo de Laura y Alberto (y de algunos proveedores que confiaron en ellos), hoy Alberto puede presumir de haber levantado su empresa de nuevo y se siente orgulloso de que ahora, más que obsesionarse por el crecimiento, se obsesione por la planificación, por el control, por disponer de información, por la tesorería; en suma, por la consolidación de su compañía que, ahora, cuando crece, lo hace sobre bases sólidas. Artemio Milla Gutiérrez Socio Director de Altair Consultores en Finanzas Corporativas, S.L.