COSAS DE MI
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COSAS DE MI
òA Al Gemma Arquer COSAS DE MI (Badalona-Amer 1950) 7 tf».^ De niña solia creer que el agua del mar era la arena derretida por el calor del sol. No sabía nada. Ahora he logrado saber que era cierto. EL MAR EL VIEJO PESCADOR MIS HERMANOS EL COLEGIO DE LAS MONJAS MI CLASE LA PLAYA LAS NIÑAS MAYORES LOS CHICOS MIS LIBROS LA RAMBLA EL PROFESOR EL SOL MI REBECA MI HERMANO AGUSTÍN MI HERMANO MAYOR MININO 4 7 ÍO 13 16 19 23 25 29 34 37 40 47 50 54 56 LOS EXAMENES LA CASA DEL PROFESOR LA IGLESIA EL DIRECTOR DE TEATRO LA LECTURA ALBERTO LOS ENSAYOS MI HERMANA TERE 66 70 76 78 82 86 91 95 MAMA <feft Reeuerdo............^.......................-..........—„ PAPA EL CAMPO DE RALONCESTO LA REPRESENTACIÓN MI ABUELO MI PADRE EL TÍO ALVARO a LA MISA DE DOCE MARIA 101 103 107 110 118 121 126 132 139 EL RIO EL ESPEJO . EL COMPOSITOR LA ERMITA EL EL ENTOLDADO EL PRIMER AMANTE 150 157 161 166 170 174 178 4 EL MAR 5 El mar. Se había hundido en el mar. Todo había ocurrido en silencio como ocurren las grandes cosas. I Oh, querido amigo! Es hermosa tu sepultura. La paz ha ahondado en tu corazón. Tu paz. Tu silencio. Quiero este silencio... Es la mejor recompensa para un hombre bueno... No es el mío, ese que está a mi lado siempre, raído de vez en cuando, despiadadamente. Un pueblo, casi una ciudad, junto al mar, muy cerca de la gran ciudad... -de esa ciudad que se lo ha tragado ahora-, en una casa grande de una familia burguesa. ¿Cualquiera? Aquí está... Es fácil que reboten en mi cabeza todavía ahora, después de tanto tiempo, -muchísimo tiempo, muy poco tiempo- los rugidos de una noche de tormenta. Era una tarde gris de plomo pesado. 6 Eran todas las tardes unidas en aquel recuerdo, apretándose en unas horas, estas mismas horas que están aquí ahora arrastrando el tiempo desde lejos... Mis hermanos seguían alocados a mi padre mientras con gran alboroto y forzando un entusiasmo que contrastaba terriblemente con el miedo de mamá, abría todas las ventanas y balcones y las puertas de la terraza más alta de la casa para ver el espectáculo. Después subieron todos a la azotea donde el viento silbaba todavía con más fuerza. La luz de los relámpagos hacía estremecer sus paredes y crujir los barrotes redondos de la escalerita horizontal que formaba el pequeño gimnasio iluminado a golpes, recortado en la penumbra desbordante de sombras y ruidos. La luz eléctrica se había cortado por mandato de mamá. Luego ella, como siempre hacía cuando estallaba la tormenta, me había llevado bajo el hueco que formaba la escalera que conducía al primer piso... Ese hueco que servía de despensa y que había sido el refugio en el que durante la guerra civil iban a resguardarse las empleadas de la fábrica cuando sonaba la sirena anunciando la llegada de los aviones, estaba atiborrado de extraños utensilios, de embutidos y conservas: grandes tarros de cristal coloreados por los distintos tonos de las mermeladas, de los tomates, de las aceitunas, y otros enormes botellones repletos de anchoas cuidadosamente preparados por nuestro amigo el viejo pescador menudo y arrugado. EL VIEJO PESCADOR 8 Era un hombre, cuyas manos silenciosas apretando la sal gorda, parecía poseer poderes mágicos arrancados de algún lugar que solo él conocía en la inmensidad del mar. Yo soñaba muchas veces con llegar a conseguir, como mi hermano mayor, el permiso de mi padre para salir con el viejo pescador a echar las redes en alta mar, en la noche, bajo la verde luz de los faroles de petromax. Era un bello espectáculo que contemplaba con ojos recién abiertos a un atardecer distinto siempre... Pues, antes de hacerse a la mar las barcas y mientras sus dueños disponían el simplísimo utillaje que debía servir para hincar sus redes confiadamente y, mientras la tierra y el cielo se unían mezclando sombras y luz en un indefinible, larguísimo, y lento instante, yo veía correr a mi hermano hacia la playa..., Su sombra se mecía durante algún tiempo entre las olas, muy cerca aún de la orilla y, desaparecía luego junto a las otras sombras de las barcas, de otros viejos y otros niños. Mi balcón, asomado un poco lejos a la playa, debía ser también aquel instante, aquel lugar, aquel tiempo. Mi piel y mi pelo eran tan suaves como el olor de la humedad y la sal, tan intenso. ... Sí, algún día conseguiría salir yo también a ese viaje sin nombre..., unir mi sombra a esa paz..., allá lejos, tan cerca. Aquella paz. Pero tenía miedo. Todas las noches de tormenta tenía miedo. Buscaba la mano de mi madre para que apretara con fuerza la mía bajo las sábanas del lecho donde nos cobijábamos una vez abandonado el hueco de la escalera,mientras papá, junto al estrépito,seguía correteando por la azotea,las terrazas, hasta llegar a la más pequeña y alta de la casa desde la cuál se divisaba toda la ciudad, todo el mar iluminado por los 9 reflectores, entre el balanceo de puertas, ventanas, lluvia y mar... Ruidos y ruidos... y ruidos. ÍAh! Aquella cara de mi madre, terriblemente contraída. Era el mismo rostro que había resistido aquellos avisos -el anuncio de los bombardeos-, el bello sonido de las sirenas que levantaban el murmullo del miedo, los golpes de las puertas que se cerraban precipitadamente y luego... el estruendo las luces de los reflectores resbalaban por su espalda y en sus ojos... La Guerra, la Muerte. I Dios mío! ¿Dónde estaba aquella paz que había sentido tantas veces junto a las pequeñas barcas...? La había visto alejarse blandamente empujada por el mar... ¿Se había fundido con la sombra de mi hermano? Al fin cesaron los relámpagos, se apaciguó la tormenta y, desde nuestra terraza que se levantaba orgullosa por encima de las demás, contemplábamos en silencio junto a papá -al que, al fin, habíamos seguido- nuestro mar inmenso, cargado de sal y plomo, abierto en espuma, oscuro y pesado, envuelto en el murmullo cada vez más lejano de lo que había sido aquella tormenta, hundiéndose todavía en el estrépito, cediendo su retumbar al de las encendidas olas, cuyo rumor amenazante estallaba en mis ojos y en mi cabeza MIS HERMANOS 11 José, Alberto y Agustín, abandonaron ya a papá y , después de la guerra de almohadones con que se despedían todas las noches, habían dejado de alborotar. No conseguí dormirme hasta la madrugada. Tere, mi hermana mayor burlándose de mi miedo, me asustaba con su cuerpo rígido, sus manos cruzadas sobre el pecho, los ojos inquietantes abiertos, en una imitación perfecta de la muerte... ¿Por qué sentí tan intensamente aquella presencia que nunca había conocido? ¿Por qué aquel miedo atroz...? Odiaba el sueño tranquilo de mi hermana, ese sueño que despreciaba el mió con tanta dureza. Los demás, mis otros hermanos, mis padres, sí, incluso mamá, dormían ya plácidamente. Hasta mí llegaban los ronquidos ligeramente silbantes de la abuela, puesto que su habitación, aunque alejada de la nuestra, comunicaba con la de mis padres, la de mis padres con las de mis hermanos, la de mis hermanos con la nuestra..., de forma que pudiéramos oír a la abuela si necesitaba de nuestros cuidados... Especialmente de los de mamá, que parecía tener siempre un ojo distinto, despierto, atento siempre a cualquier cosa que pudiera ocurrir. Me levanté..., crucé la puerta hacia el dormitorio de mis hermanos y la otra puertecita en su misma línea vertical que daba al gran dormitorio de mis padres presidido por el enorme crucifijo de madera que, en la procesión de Semana Santa, representaba la décima estación de la muerte de Cristo. La pequeña lamparita de aceite junto a la cruz, siempre encendida, guiaba nuestros pasos en la noche. En nuestras pequeñas, extrañas, maravillosas y terribles noches. Sentí la necesidad de la vida en aquel silencio..., la necesidad de contemplar la sonrisa de mi hermano mayor.... Me acerqué a su cama pero estaba completamente dormido... Comencé a contar uno a uno los latidos de su corazón... uno, dos, uno dos, ... Su sueño, tan cerca, tan cerca... i El mío! La primera luz de la mañana y aquel sueño apenas comenzado, roto por el claxon del autocar que venía a recoger a los chicos. El sonido del claxon era la primera señal que nos advertía de que todavía a mi hermana y a mí nos quedaba el placer de disfrutar de una hora de velado sueño al que nos ofrecíamos conscientes, agradecidas, por aquella sensación del privilegio de contar uno a uno los minutos que escapaban muy deprisa y que estaban cargados de otros pequeños sueños transparentes, mucho más cercanos. Cuando, al fin, conseguí levantarme , encontré a mi hermana ya dispuesta. Me ayudó a calzarme las botas de goma. En el comedor, como todos los días, esperaba nuestro enorme plato de arroz con leche. Como todos los días.., mamá nos colocaba el abrigo y la bufanda... Fá molt de fret...! Si, hacía muchísimo frió... Deberíamos ir corriendo hasta allí, cruzando la riera de aquella avenida que conducía a la playa y en la que las aguas bajaban siempre a borbotones. La "Katiuska" era alta hasta la rodilla..., calzada sobre el zapato inglés del uniforme, hacía los pies terriblemente grandes, y como barcazas a la deriva, se inundaban a veces. Seguimos chapoteando hasta la escuela... EL COLEGIO DE LAS MONJAS 14 Allí habían comenzado mis pequeñas tribulaciones... .El pupitre y el cuaderno... ÍQué difíciles me habían resultado aquellas letras! Un día, inesperadamente,descubrí que ya sabía leer pues, de repente,los garabatos que tantas veces había contemplado iluminando de noche el balcón de enfrente de la farmacia de mis tíos, dejaron de ser solo sueños y, como si se hubieran empequeñecido en un instante, aquellos signos se convirtieron en una simple frase, más comprensible, más triste... infinitamente más absurda: Para juventud belleza y lozanía use "Bella Aurora" cada día.... Aquellas letras ya no cambiaban su dimensión, su semblante, su alegre jugueteo o su tristeza jugando con su línea dibujada, con su marco cambiante... Sólo podía leer, ya desilusionada : "Para juventud belleza y lozanía, use Bella Aurora cada día"... Para juventud... ¿Cómo escribir? Belleza.... ¿Cómo hacer? ¿Lozanía...? ¿Cómo reducir, cómo entristecer, cómo apretar, cómo escribir letras, una detrás de otra, unas delante, otras detrás..., unas primero, otras después... Detrás, detrás, en su momento, ahora no, luego, después? ¿Cómo ordenar los garabatos, tan hermosos, cómo decir "nada" en tan largo tiempo, con tanto esfuerzo ? Concentración, esfuerzo... estrujar lo de dentro, apretarlo con la pluma en el tintero, sobre el papel. 15 La tragedia. Mi primera gran tragedia de estudiante. ...La plumilla con su punta afilada, reluciente, se hunde en el tintero... Ya es una gran mancha de color azul, desparramada en mi bolsillo.Y mis manos se esconden dentro de él. El lápiz. ¿Donde? ¿Dónde está ahora mi lápiz? Algunas veces se rompía el papel de tanto borrar, pero otras, conseguía escribir muchas letras seguidas de dictado...IAh, mi amado lápiz!..., pero la tinta.... Al fin había llorado sintiendo aquella presión en la cabeza y aquél dolor en el estómago... Un dolor que gritaba, que no me abandonaba..., este mismo dolor que no me abandona tampoco ahora hasta que el sueño le reemplaza. Aquel día mis manos se habían manchado en el color azul oscuro. La hermana Mariana -con toquilla blanca muy planchada, con su cara de hombre .... "la hermana furibunda " U o ! - me llamó para que le mostrara el dictado mientras el llanto no me dejaba levantarme de la silla.... Entonces me quedé sin el recreo, sola en la clase.... IAh, aquella soledad!., -la de ahora, la de siempre- hubiera deseado que no acabara nunca. MI CLASE 17 Allí estaba..., el triunfo, la gloria,y mi conquista..., en la pizarra. Recuerdo,1o recuerdo, que incluso me atreví,-y desde entonces lo hacía cuantas veces me quedaba sola-, a dibujar en ella... Muñecas con trajes de princesa, cargaditos de pájaros y flores..., y muñecas, y muñecas, y castillos que comenzaba desde arriba apiñando los ladrillos con la tiza blanca.., empujando mi mano en la pizarra mientras mis brazos y mi cuerpo parecían no haber existido hasta aquel momento. Me sentía agradecida a mi única presencia. Desde la clase escuchaba los gritos alborotados de mis compañeras en el recreo. Cuando fuera mayor tendría una casa entera para mí, y pasaría días... días... los que quisiera, encerrada en ella. Como en la clase. Cuando mis compañeras regresaban del recreo, gritando.., sentía un pequeño miedo que crecía desde dentro. La Hermana Mariana preguntaba qué era lo que había hecho encerrada en clase durante aquel cuarto de hora -en el que yo no había existido, en el que yo sí había sentido mi existencia-. Nadado has hecho nada -decía ella-... No era más que una vaga, una orgullosa. Ni siquiera servía el castigo... Puesto que yo, como si nada, tan tranquila, ni siquiera me preocupaba. No. No tenía razón. Había estado preocupándome todo el tiempo. Todo el tiempo. Sí. En todo caso había hecho mal uso de ese tiempo, puesto que todavía creí poder escribir cien veces."Soy una vaga, soy una vaga..." 18 Enseguida llegaba la hora de formar la fila. La hora de marchar a casa. La hora del paseo largo por los corredores, ante todas las monjas, las criadas, ante todas las niñas mayores... iLas niñas mayores! Las manchas de tinta se notarían a través de mi abrigo... Mis botas no estaban bastantes limpias... Mamá me lo había dicho aquella mañana. Además me había hundido en el barro sin querer, y el charco que me había parecido tan brillante desde lejos, las había teñido de un color muy feo y parecía que jamás hubieran tenido aquel brillo reluciente, aquel brillo del charol. Soplaba el aire fuertemente, arrastrando las últimas nubes de la tormenta. Tere, mi hermana, me estaba esperando a la salida de clase.. Yo hubiera querido ir sola sin mirar absolutamente nada hasta llegar frente a la playa. 19 LA PLAYA 20 Pero ella cogió mi mano brevemente sin fijarse en mis ojos, ni en las lágrimas,ilusionada como estaba para llegar cuanto antes... Pisoteábamos el barro entre las barcazas rotas amontonadas a lo largo de la vía del tren junto a inusitados cacharros traídos desde lejos por el mar alborotado. Empezaba a brillar el sol. Todo el mundo estaba alegre, no solo los niños sino la gente mayor. Desde un pequeño montículo contemplaban El mar. Que era hermoso. Si embargo, yo no quería cruzar la vía. Tenía miedo. Mi hermana se enfureció conmigo, estaba harta -dijo- de protegerme como si fuera mi hada madrina. Pero yo sentía un profundo agradecimiento hacia ella. Era ella, mi hermana, quien me excusaba ante las monjas cuando no había hecho los deberes, quien me tendía su mano cuando salía del Colegio y quien apagaba la lucecita de nuestro cuarto hasta que me dormía... Por ello, ahora sentía de verdad no poder complacerla. Debía ir si, cerrando los ojos, dejándome conducir por su mano, su deseo, que me arrastraba..., arrastraba. El viento era tan fuerte que era necesario agarrarse a las palmeras. La arena, levantada en remolinos, pinchaba mis manos y mi cara, se metía entre las mallas apretadas de las medias, y como alfileres, parecía entrar dentro de la piel... Fue entonces cuando descubrí la barca del viejo pescador. Estaba destrozada. Como todas. Sin embargo yo la conocía bien..,teñía el farol más hermoso de todos... I Siempre, siempre lo distinguía 21 en alta mar antes que ninguno!... La quilla estaba pintada en dos colores -azul y verde- y su interior, de un blanco brillante, parecía de plata cuando le daba el sol... Pero ahora estaba ante mí, resquebrajada y sucia, con todos los años del tiempo apoyados en su farol caído. Hundido en la arena, para siempre.... ¿Por qué supe yo que aquella noche iba a ocurrir una tragedia? ¿Había pues, yo, velado el último sueño del viejo pescador? ¿Me había dormido con él en el mismo instante en que su corazón dejó de latir, ahogándose allá en el fondo, en ese lugar que el solo conocía? ¿Con mi sufrimiento? ¿Con mi miedo pegado a sus entrañas? Su miedo y el mío se habían unido en un instante, y se habían dormido en un instante. Silencio. Todo había ocurrido en silencio como ocurren las grandes cosas. Mas tarde, mucho más tarde, mientras mi madre y mi padre alrededor de la mesa terminaban su cena, oí comentar que había desaparecido en el mar. Poco a poco, la Rambla volvió a ser como antes. luminosa, tranquila... Como antes. Como siempre. Limpia, 22 Se limpió la vía del tren. Se restauraron las casas, ensanchando nuevamente el espacio que, entre ellas y el mar, parecía haberse perdido para siempre. Las barcas, milagrosamente, lucieron de nuevo sus colores brillantes y destellaban a la luz del sol... Y aquella playa tan hundida, revolcada en lo profundo, ahuecada en la tiniebla, estalló de nuevo con más fuerza que nunca. Fue paz. Y mi vida quedó atada para siempre a su gran fuerza... Es como ella, puntitos de arena..., es lluvia, es nube, es cielo grande sin fin, es rayo de luz chiquito... Es un barro pequeño, prendido en los zapatos de unos niños que entonces y ahora van al colegio todos los días. La primavera se acercaba con sentimientos nuevos, arrancados de otros lugares o nacidos simplemente.... de la luz. Y al terminar las clases salíamos corriendo hacia la Rambla bajo el sol caliente. Paseábamos sin prisa, nos sentábamos en cualquier banco y hablábamos del colegio, de los exámenes, de los chicos que empezaban a mirarnos, como hombres pequeñitos. Estaban ya lejos los apuros de los primeros años. Me había librado de la "Hermana Furibunda" y había estrenado clase. Empezaba a sentir aquella seguridad que tanto había envidiado en las niñas mayores, a pesar de que sabía que, en parte, se lo debía a mi madre, la cual empezó a ganarse a las monjas con espléndidos regalos y visitas de cumplido.... 23 LAS NIÑAS MAYORES 24 I Ah! Me encantaba contemplarlas desde el banco de la Rambla, enfundadas en su cuidada negligencia. Sabían muy bien que sus trajes les quedaban ya pequeños y,también, el encanto que tenían aquellas telas tan usadas, tan lavadas, tan pegadas a sus cuerpos estirados. Mi traje de tela gorda recién estrenado distaba mucho, lo sabía, de producir el mismo efecto. Además, mi cinturón era de la misma tela dura,absurdamente ancho y con dos botones delanteros. En cambio ellas habían sustituido el suyo por otro de charol flexible, y apretaban fuertemente su cintura con la hebilla plateada. El cuello blanco y el lazo rojo de la corbata, hacía hermoso el cabello cayendo sobre la espalda. I Si yo cambiara mis trenzas por la cola de caballo o por el pelo suelto.., caería también sobre mis hombros...! Ellas, de vez en cuando, reparaban en nosotras y nos dirigían alguna frase ingeniosa para presumir con el rondador de turno.Y los chicos se reían. Y empujaban sus espaldas. 25 LOS CHICOS 26 También salían con mi hermana que se reía con ellos a mi lado mientras yo me aburría desesperadamente. Me acostumbré a callar y a escuchar. A admirar a los chicos en silencio. A mirarles a los ojos... Me gustaba sobre todo observar a uno de ellos. Su pelo rubio se fundía con el sol. Sus ojos eran azules, transparentes. Jamás reparaba en mí y yo podía admirarle a mis anchas. Era hermoso. Muchas veces jugaba al ping-pong con mis hermanos en nuestro gimnasio. Entonces yo pasaba largas horas contemplándole. Se movía con la agilidad con que yo había visto hacerlo a los buenos deportistas.... No podía imaginar entonces que llegara a enamorarse de mí. Era bastante entonces, el placer que yo sentía, arrinconado. Aquel día, al terminar la partida de ping-pong, sentí deseos de correr sin saber a donde.., de llegar a alguna parte... En la arena de la playa empezaba a levantarse el entoldado. Pisaba aquel pavimento todavía sin barreras antes de que la lona nueva de color azul y blanco pudiera impedírmelo...pensaba en él, en Juan... ( después, cuando empezara a sonar la música allí dentro, quedaría convertida en envidia, en áspero deseo, mi mirada. Contemplaría los trajes nuevos, las gardenias, las sonrisas de las chicas, de los chicos...) Jamás a mi hermana y a mí se nos ocurrió la idea de pedirle a mamá permiso para ir al baile. ¿Deberíamos sentirnos superiores?... ÍAh, mis amigas eran monstruos que caían en la trampa del pecado! Cuando estuviera colocada la lona y empezaran los bailes, a través de sus costuras , conseguiría ver a Juan tal vez bailando 27 sin parar con una chica y luego con otra,. . . sentiría de nuevo en mi cuerpo, en mis ojos, aquel deseo ... el mismo que adivinaba en sus ojos cuando sus brazos estrechaban a las chicas. Como tantas veces,corrí hacia la orilla para sentir en mis pies descalzos la suave caricia del mar y la cosquilla larga de la arena. Era tarde, casi de noche, cuando regresé a casa. Eche de menos mis libros. Los había olvidado. Debía ir a buscarlos... De nuevo el miedo al cruzar la vía del tren y, a pesar de que en la Rambla todavía sonaban los ensayos de la Cobla, preparándose para la audición de sardanas del inicio de la Fiesta Mayor, me asustaba el rumor de las olas acompasado y profundo y la luz oscura que, en el fondo, se rompía a cada instante por el blanco de la espuma. No recordaba el lugar en que había dejado olvidado mi libro. De repente todo era diferente pues estaba anocheciendo Todo tan lejano y tan cercano. Cuando mis ojos se acostumbraron a la nueva luz, distinguí algunas sombras de parejas abrazadas y pegadas a la arena. Muy cerca de una de ellas, reconocí el lugar donde había dejado mi libro. Me acerqué y, en el momento de recogerlo -pues había quedado semi undido en la arena-, descubrí a mi lado a Juan besando a una chica... I Ah! sentí, que la besaba yo también...Me alejé asustada, recorriendo en un segundo el largo espacio que me separaba de la Rambla. De la luz. iAh! I Que extraño sentimiento ! Era como si él, Juan, y yo, fuéramos una misma persona, como si mi corazón latiera a su mismo compás. Al refugiarme en mi cuarto, contemplé mi imagen ante el espejo... ÏVenga niños a cenar..! Si, mi imagen era bella, deseable, yo también la amaba como a Juan, como si fuera él mi propio yo, el que estaba dentro de la 28 luna iluminada de mi espejo de tocador. De mi querido espejo. De ese compañero mío, que, entonces, desde entonces, luego, tantas veces me ha dado la imagen deseada desde dentro... Era él y al mismo tiempo yo misma, Juan, la muchacha... Los tres mezclados, enredados, distintos...,compartiendo un gozo infinito, inexplicable. Ahora mi corazón está cansado, lo sé. IAh! siento que algo se ha roto definitivamente... ¿definitivamente?, muy adentro. Y si no hubiera conocido aquella belleza, si jamás hubiera sentido aquellas sensaciones, tampoco sentiría esta tristeza de ahora por haberlas perdido. El tesoro de esa tristeza que recojo delicadamente en el lugar que le corresponde cuando él ya no está, porque Juan ha muerto y la certeza de su muerte ha sido el conocimiento de un amor que nunca ha podido manifestarse... Le quiero todavía ahora, como a ese amigo que se ha ido lejos y al que a pesar de ello seguiré amando, pues es posible que todavía quede, muy adentro, un resto de nuestra imagen en la luna del espejo. Del espejo luminoso de la adolescencia. El mismo espejo que todavía existe en la casa de mis padres con su dorada, su vieja cornucopia, reflejando la imagen de mi hermana pequeña que le mira agradecida, todavía . Allí están mis años lejanos, la dorada juventud de ojos brillantes que ahora miro desde lejos. Que era alegre, aunque tan ligada intimamente al llanto.. Porque también el día gris es, en nosotros, el recuerdo de lo bello que poseímos una vez y que podremos obtener de nuevo, mas preparados, por el camino de la melancolía y el sufrimiento. 29 MIS LIBROS 30 Había recuperado mis libros y era feliz apretándolos bajo el brazo. Ahora debía dejarlos ya ordenados, en su sitio. ÍAh, ninguna cosa era tan mía como ellos! y, aunque debía bajar al comedor y abandonarlos en mi cuarto,cuando estuviera sentada en la mesa durante la cena, seguiría recordándolos y, cuando terminara, subiría de nuevo la escalera y, otra vez como si no hubiera dejado de hacerlo nunca, recorrería con mis dedos sus hojas ya viejas, tan usadas y tan queridas. O, tal vez, mentalmente y sin tocarlas, las recordaría... Aunque era más agradable empujarlas, recorrerlas una a una, acariciarlas con los dedos... Cada hoja era un espacio, un tiempo exclusivamente mío, unas veces olvidado y otras veces recuperado en un segundo. Y me acercaría un poco más a aquel mundo que yo veía abrirse tan grande, tan hermoso, tan posible. Había entrado en el Colegio una nueva profesora. Era una mujer maravillosa a la que todas las chicas adorábamos. Ya no esperábamos con impaciencia la hora de terminar la clase, al contrario, ni siquiera nos dábamos cuenta de que había llegado y, a la caída de la tarde, cuando empezaba a oscurecer, salíamos al jardín a esperar la noche para contemplar las constelaciones de aquel verano que veíamos llegar apretado de promesas. Luego, ella regresaba sola a su casa, al encuentro del silencio que esperaba tras su puerta , esa puerta tan igual y tan distinta a muchas otras. Alguien decía que había tenido un gran amor y que, muy cercana ya la boda, aquel hombre la había abandonado por otra mujer. Es posible que por ello repartiera entre nosotras el amor rechazado que tenía dentro. Un amor sin recompensa. Verdadero. Mucho más tarde, cuando supe de su muerte solitaria, abandonada, 31 sentí ese largo escalofrío por mi cuerpo. Y ese miedo. Y ese horror a la injusticia de su vida. Sin embargo empezaba a florecer la alegría, mi alegría, muy adentro. Cada nueva página del libro era un puerta que se abría, un nuevo placer descubierto, y el camino se iba haciendo fácil y hermoso. Comencé a tener notas brillantes y a figurar entre las listas de las alumnas privilegiadas. Sin saberlo, me iba convirtiendo en la repelente niña preferida de las monjas, la que siempre salía a la pizarra, la envidiada, la que pasaba el rosario en la Capilla, la que encendía las velas y colocaba las flores a la Virgen, la que leía mejor las narraciones cuando, después de la comida, llegaba el momento de la meditación. Entonces recitaba aquellos versos que las monjas escuchaban con lágrimas en los ojos: "Cuando pasa el Nazareno de la túnica morada, con la frente ensangretada, la mirada del Dios bueno..." Y sentía todavía la misma vergüenza que cuando la hermana Teresa, después de haberme reprendido duramente por cualquier falta, me obligaba a pedirle perdón. Las lágrimas humedecían las cuentas del rosario que pendía de su cintura mientras rae envolvía en la capa de su hábito y su olor pegajoso se enroscaba en el mío. Temía el momento en que llegara su perdón, puesto que, entonces sentía que la odiaba a través del contacto de sus manos. 32 Pero ella lloraba también . y tenía los ojos muy redondos que bailaban por detrás de sus cristales graduados... Parecía que saltaban en pedazos los cristales ya cansados de sentirse empujados desde dentro. Y, como entonces, temo todavía su mirada, aunque sean ya otras niñas las que empapan de lágrimas su hábito maloliente. Puesto que siempre había que pedir perdón a la Hermana Teresa. Jamás olvidaré el día que hizo que todas mis compañeras me besaran como premio a la hermosa narración que yo había escrito. Sentí que había algo mucho más extraño que nos separaba, que no era ni el odio, ni el temor, sino que se trataba de algo irreconocible que jamás podría adivinar dentro del nuevo sentimiento que crecía tan deprisa. Cada beso de una compañera me hacía temer más y más el instante en que debería mirarla a la cara... ¿De qué forma iba a poder hacerlo cuando me sentía humillada por la propia humillación de mis amigas y tan ridicula interpretando aquella comedia absurda? ¿Es que quizás deseaba ella intimamente que mis amigas me odiaran? Hubiera querido huir muy lejos aquella tarde.. Sin embargo fue mi propio orgullo el que me ayudó a mantener la farsa hasta el final y, al mirarme en sus ojos -los ojos de la Hermana Teresa- pude odiarme a mi misma de repente. Y tal vez por ello, al día siguiente, en la altísima y encubierta terraza, la más alta de mi casa, despreciaba también la primera 33 caricia del Sol sobre mi cuerpo desnudo, cuando por primera vez noté su fuerza dentro de mi sexo. Su beso caliente fue, en aquel instante, tan mío, tan de dentro, tan potente, que temí estar poseyendo algo que no me pertenecía. Y, a partir de aquel momento, siempre que se acercaba el placer, lo aceptaba con temor ante el peso de aquel pecado descubierto y rechazado en un instante, ante la mirada de unos ojos redondos, acechando... y, secretamente, encontraba junto a mis amigos aquel deseo intangible ..., deseaba el roce de su manos en mi cuerpo, y en el de otras manos en otros cuerpos diferentes... ... y era suficiente aquel placer, unido al presentimiento de que debía existir algo misterioso que podía un día inundarlo todo y penetrar en mi cuerpo, como el Sol que había descubierto en mi terraza. 34 LA RAMBLA 35 Era la imagen de nuestra libertad. A la salida del Colegio, en el paseo, escogía cuidadosamente a mis amigas... Me ocupaba de que ninguna de ellas estorbara al extraño equilibrio del que yo no podía prescindir para que aquellos paseos resultaran a la medida que yo necesitaba. Sabia muy bien donde podía ver a Juan y a sus amigos y quería que en el momento de cruzarme con él se encontrara a mi lado algún muchacho. Era casi siempre el chico de turno que podía hacerme más interesante a sus ojos... Muchas veces uno de ellos era el que me observaba desde el balcón de su casa, que asomaba muy arriba por encima del jardín del Colegio. ÍAh, los dos hermanos! Vivían en una casa de pisos altos y, entre los frondosos árboles del jardín, justamente entre las ramas del magnolio de hojas satinadas y brillantes, podía verse encuadrado en ellas aquél balcón. Uno de los dos hermanos descubrimos más tarde- era subnormal. Pero era bello. La presencia de aquellos dos muchachos,adivinada por encima de nuestras cabezas, hacía que, al sentirnos observadas, extremáramos nuestros movimientos. Al instante,los míos adquirían un armonioso equilibrio. Mi piel y mi pelo eran más suaves, me sentía ágil y con una imagen recién estrenada bajo aquellas miradas lejanas. iAh, aquella admiración que antes había sentido por las niñas mayores! Pero ahora ya era diferente... ,era a mi, a mi misma a quién admiraba. Todo se embellecía, se hacía más hermoso... El color del cielo filtrándose por las ramas de los árboles se dirigía a mis manos abiertas sobre el libro, el aire cálido jugaba con las hojas como un amigo más que quisiera estar conmigo,los cantos de las piedrecitas que cubrían el jardín se transformaban en pedacitos de color bajo mis pies y cada movimiento imperceptible del banco en que estaba sentada producía un rumor casi tan bello como el del constante ir y venir de las olas sobre la arena. 36 Y así, entre largas horas de estudio y esos sentimientos entrelazándose en mi piel, iba empezando a descubrir que la vida podía ser extrañamente hermosa Las horas de estudio en el jardín se iban alargando cada vez más junto con la primavera. Los exámenes se acercaban y las monjas estaban atemorizadas puesto que su preparación como maestras, no estaba a la altura del difícil curso que debíamos aprobar. Por ello, la Hermana Teresa, que era quien disponía cualquier cambio en el Colegio, decidió contratar a un profesor para las clases de Física y Química, reconociendo al fin su impotencia. Las niñas mayores se olvidaron casi del sacerdote que enseñaba religión a cuya clase acudían con sus mejores galas, cuando apareció él. 37 EL PROFESOR 38 ÍSe parece a Richard Widmarckl iAh, aquel hombre duro y suave al mismo tiempo! El hombre malo del que se enamoraba siempre la protagonista por lo mal que la trataba.iAh, aquel hombre que había visto en una película no tolerada.... y que se hizo cómplice de mi culpa puesto que solo los dos conocíamos la cita... ! Esperábamos la hora de la clase con una extraña emoción y con el miedo de no lograr ser,a los ojos del profesor,todo lo atractivas e inteligentes que deseábamos. Cuando escribía las fórmulas de Química en la pizarra, mi mano temblaba al apoyarse en ella, a pesar de que aquella asignatura que hasta entonces me había parecido absurda llegó a ser apasionante. Desde mi asiento le miraba fijamente,deseando que sus ojos se dirigieran únicamente a mí. Aquella mano suya, mórbida, inmóvil, parecía pegada en la luz de la pizarra mientras dibujaba las líneas de reflexión de la imagen a través de los espejos diferentes... Aún ahora, la siento ante mis ojos,dibujada, como entonces, tan cercana. ...y deseo todavía la caricia de esa mano y de esos ojos, aunque existan solamente en ese recuerdo que sigue siendo tan bello porque nunca ha llegado a estropearse con lo cierto que hay en mí que ya no existe. Porque ahora contemplo ese tiempo desde lejos a través del frío que se aprieta en mi ventana, 39 y hay un viento estremecedor y frió y duro y las innumerables antenas surgidas de pronto se mantienen erguidas a pesar del balanceo que las estremece constantemente. Y las casas , las torres surgidas a mi alrededor que hacen cada vez más implacables las barreras de mi existencia, siguen quietas, expectantes, con sus innumerables agujeros abiertos hacia la luz, hacia el pedazo de vida insignificante que corresponde a tantas gentes, a tantas otras vidas pequeñitas como la mía. Esa infinidad de ojos que me acompañan sin saberlo. Todos esperando. ¿El qué?... Vagando en la oscuridad, creyendo que tal vez su destino cambie de un momento a otro. lAh! Entonces no hay más remedio que cerrar las ventanas y buscarlo todo dentro, muy adentro. ¿Es que puede ocurrir que todo lo que deseamos, absolutamente todo, quede encerrado en ese pedazo de pared recién empapelado o en las calcomanías recién pegadas en el bidet del cuarto de baño? Las voces de los niños estremecen el corazón... ¿ En qué hueco del mundo se escuchará su eco ?... Como en un sueño, desaparecen las torres altas, el rodar inquietante de los coches, y las antenas de televisión.... iAh, si todo fuera de repente espacio sin fin..! Pero mañana o pasado, o pasado mañana, se alzarán más barreras interminables, más estruendos interminables.... Ahora simplemente deseo un nuevo día sin nubes y sin viento. Si, es suficiente. Es suficiente que brille nuevamente el sol. 40 EL SOL 41 de los hermosos días de mayo de mi adolescencia. Se acercaba el día de mi santo y mucho antes acechaban las nubes constantemente con la ilusión de que apareciera un día resplandeciente como nunca. El calor apretaba ya hasta el punto de que algunas de mis compañeras iban a bañarse a la playa.Me costaba un gran esfuerzo vencer la timidez que sentía por tenerme que presentar ante ellas con mi ridículo traje de baño, un modelo diseñado por el famoso sacerdote P. Laburu. Un jesuíta cuya moral pretendía ser abierta y para ello, diseñó ese traje de baño. Estaba confeccionado con una tela dura y áspera, cuya forma cerrada ahogaba la parte del cuello y tenía incorporada una faldita de pliegues. A mi hermana Tere, sin embargo, le daba absolutamente igual, era tan feliz cerca del mar,que volaba hacia el grupo de sus amigas, sin preocuparse en absoluto. Yo las contemplaba desde lejos y soñaba con la barca del pescador desaparecido, sintiendo que allá a lo lejos, en el tiempo, me esperaba la mujer que yo deseaba ser.... Aquellos cuerpos dorados por el sol eran tan hermosos como la luz que les rodeada... Juan, el rubio Juan, se zambullía en el agua una y otra vez y yo sentía la caricia del agua sobre su cuerpo y deseaba profundamente, como sucedió más tarde, estar a su lado en la arena de la playa. Se acercaban las fiestas de San Anastasio. En mi ciudad, Badalona, eran las primeras que anunciaban las que se sucederían en verano -ese 15 de Mayo en el que en Madrid, mi ciudad de ahora, se celebra San Isidro- las que nos permitían una pausa en los exámenes que se acercaban. A la salida del colegio,nos sentíamos tan ilusionadas que olvidábamos nuestros libros, y el miedo a los exámenes. El sonido de la tenora empezaba a sonar al compás de nuestros pasos. Con la sardana, nuestras manos se 42 juntarían a las de nuestros amigos y, con ello, sentiríamos los deseos de caricias a flor de piel... Aquel chico que solamente se atrevía a mirarme, y que tenía tanta vergüenza de acercarse a mi grupo, estaría pronto a mi lado, y no harían ninguna falta sus torpes palabras... "I love you". Me molestaba su timidez pero, sin embargo, sentía también un enorme reconocimiento y, habría podido amarle solo por ello. Cuando a la salida del colegio le veíamos llegar a lo lejos..., "Aquí llega el chico de las gafas" ...mis amigas se reían pero, cuando estaba junto a mí, yo sufría con él su rubor y su timidez. Se llamaba Miguel. Me acostumbre a él de tal manera, que necesitaba que estuviera cerca de mí cuando me gustaba un nuevo muchacho, puesto que su amor llegó a hacer que yo contemplara a todos los demás a través de sus ojos. También a mi profesor de Física y Química. Por ello,no apartaba mi mirada de la suya más que cuando tenía que salir a la pizarra... pero entonces mis manos me traicionaban y empezaban a temblar, de la misma manera que ahora tiemblo cuando el Dr. C. después de una larga conversación en que he sentido tan cerca a la mujer que he deseado, me dice que debe reconocerme y, de pronto, aparece todo lo inútil que hay en mí... ÍAh, todo lo inútil! 43 IAh! Debo huir a alguna parte. ¿A donde? Hay algo que ineludiblemente me aparta de toda esa gente que a mi alrededor me mira desde su verdad lógica indeformable.... ÍAh! entonces, necesito ese sol. Y quisiera tener la mano de mi amigo nuevamente entre las mías. Pero sus manos y las mías son también muy distintas ahora. Quisiera que mi mano derecha y mi mano izquierda fueran felicidades diferentes... Un amor en cada mano, un aliento en cada dedo... y compartirlo con ellos, con todos estos muchachos.. .que han sentido conmigo los años más felices del amor que solo empieza. Se acerca mi hija mayor y, por encima de mi hombro, lee lo que estoy escribiendo. -¿Qué es eso que escribes, mamá? -Un cuento. -No. Se nota enseguida que escribes tu historia... -¿No ves que es una novela? -¿Una novela de qué? -Pues..., eso, una novela. Una novela de amor. -I Bah! I Sé que no vas a decirme la verdad. Pero es lo mismo.... 44 No puedo evitar que coja unas cuartillas. sigo escribiendo. No le hago caso. Y -Mamá... Perdona que te lo diga, pero todo eso me parece... i ridículo! -Bueno... Si tuviera que leerlo alguien, quitaría muchas cosas, claro está. Pero es para mí. ¿Sabes? Ahora necesito escribir..,todo lo que se me ocurra. Ella no entiende. Tal vez piensa que me ha hecho daño. Me mira con sus ojos azules, increíbles, como pidiendo perdón porque no sabe mentir. Entonces leo su pregunta de siempre... -Mamá, -No. ¿Te ocurre algo? ¿No lo ves...? Estoy pensando..., simplemente. De repente, descubro que hay un gran abismo...Entre las dos... Algún día seré mayor y todo será distinto. Algún día. De pronto, esa niña que está ante mí, es capaz de llevarme de su mano... Precisamente ahora, cuando acabo de desprenderme de la mano de mi madre.... ¿Donde estaba yo mientras ella me cruzaba de camino? ¿Encontraré algún día ese tiempo vacío? ¿En algún lugar, en alguna parte..? Miro a mi hija con un poco de pena ¿Puede acaso ocurrir que jamás sienta todo lo que me ha hecho vibrar a mí? Existe, sí, ese mundo tal y como yo lo he visto. De otro modo, no existiría ninguno. Cuando siento que se va, que se aleja, intento asirlo de nuevo para que permanezca en mi recuerdo... He ahí esa pequeña historia.... 45 ¿A donde el camino irá? Yo voy soñando caminos de la tarde, el ancho mar, las polvorientas encinas, Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero... la tarde cayendo está. En el corazón tenía la espina de una pasión, logré arrancármela un día ya no siento el corazón Y todo el campo , un momento, se queda mudo y sombrío, meditando, Suena el viento en los álamos del rio.. Mi cantar vuelve a plañir. "Aguda espina dorada, ¿Quien te pudiera sentir En el corazón clavada?" Cuando suena el teléfono,y descuelgo cansadamente el auricular ...., tengo la ligera esperanza de que alguien al otro lado me diga que hace un día hermoso. Si no es así, adivino que se pueden estropear para siempre todos los días hermosos... Si, sigue sonando el teléfono con esa voz que busca la esperanza de nuevas espinas clavadas... No, no quiero esa cita. Busco una excusa cualquiera. Porque la primera cita de esa voz que acepte de nuevo, será la última de todas las citas del mundo y no, no quiero que terminen todavía. 46 Tal ve2 algún día. Pero ahora no. Miguel está todavía ahí, a mi lado, como siempre. 47 MI REBECA 48 Aquel día había estrenado mi Rebeca nueva. Mi primera Rebeca. Era una chaqueta de punto de color azul marino, abotonada de arriba abajo. Todas las chicas cambiábamos el jersey del colegio por este otro que se puso de moda gracias a la película del mismo nombre. Esa película que, sin embargo, a nosotras no nos permitían ver y, tal vez por ello, nos sentíamos, al lucirla, más interesantes que nunca. A pesar de que el tiempo era caluroso, a la salida del colegio, todas sin excepción, nos enfundábamos en ella. Después de colocar las costuras de la hombrera bien en su lugar, se abotonaba toda entera de forma que solo asomara el cuello y el lazo de la corbata. Los pliegues de la falda, aparecían muy marcados por debajo de ella . Todo era suave y acariciador. La brisa del mar, el calor del sol se filtraba a través de la ropa, a través de los ojos de Miguel. Sonaba a lo lejos el primer canto de la "tenora" y aquellos ensayos de la "cobla", eran como bellos colores sucediéndose unos a otros que dejaran filtrar de vez en cuando un rayo de sol, o un hilito de agua fría... Algunos chicos esperaban en la esquina del Colegio con los libros en la mano. Juan y sus amigos iban a colgarse de los brazos de las chicas mayores. IAh!...Nuestros vecinos del jardín,estaban también allí. Sin embargo aquel alegre entusiasmo con que lanzaban sus silbidos desde el balcón, había desaparecido y nosotras sentíamos su presencia y esperábamos. ¿Qué? lAh, imposible saberlo..! Miguel, a mi lado, rozaba mi brazo,imperceptiblemente, y el rubor subía a nuestras mejillas.. Cuando su cara enrojecía demasiado, yo trataba de evitar que las demás niñas se dieran cuenta... Fue la única muestra de cariño que le di jamás. Porque, luego, cedía mi mano a cualquier muchacho nuevo y, cuando 49 detrás de mí sonreirle... contraía su cara, me limitaba solamente a Pero ese día, vi cómo desaparecía Rambla abajo con el osito marrón que era mi regalo y, por primera vez, me di cuenta de que era difícil jugar a tenerlo todo... ... porque por primera vez no hubo nadie que tomara mi mano en la primera sardana del día de mi santo. Un poco más lejos se encontraba Juan, con su grupo de chicas mayores que se disponían a ir al baile. Por un momento pensé que mi hermana Tere se reuniría con ellos y que yo podría hacerlo también. Pero ella vino hacia mí para decirme que debíamos volver a casa. La puerta del descansillo se cerró tras de nosotras rompiendo una vez más tantos deseos a punto de alcanzar.El pasillo largo tenía a su izquierda la gran puerta de dos hojas del despacho de mi padre. Estababa cerrada y se oía el teclear de la máquina de escribir y la voz inconfundible del contable, su hombre de confianza.La pared de la derecha estaba formada por puertas correderas de madera fuerte y hermosa. Detrás de ellas, en su oscuridad, todavía debían quedar algunas imágenes de santos que fueron introducidas allí cuando, durante la Guerra Civil, los militantes de la FAI irrumpían a golpes para llevar a cabo el registro... Aquel terror, aquel miedo, permanecía quizás aun, dentro de aquella penumbra.Jamás abríamos aquellas pesadas puertas.Pero ÍAh! eran sólidos puntos de apoyo cuando , con los patines nos dejábamos deslizar a lo largo del corredor... El primer descansillo llegaba a continuación... Dos hermosos sillones de piel negra recibían constantemente los impactos de las carteras del colegio abandonadas allí al llegar de la escuela... Sobre todo de la cartera, siempre repleta y en desorden del más pequeño de los chicos, de 50 MI HERMANO AGUSTÍN 51 al que constantemente perseguía la abuela dando vueltas alrededor de la mesa del comedor... -"Mira...que t'inflo!" IMira que... te hincho a bofetadas..! -decía la abuela-. A mi hermano Agustín le divertían enormemente aquellas persecuciones... Su sonrisa y sus ojos saltaban de alegría. La complicidad con la vieja ama -"dida seca" en catalán- había tenido que acabar. La Dionisia -así se llamaba- se había ocupado de él mientras sus fuerzas se lo permitieron. Ninguno de nosotros -los demás hermanos- necesitamos de sus cuidados. Se ocupaba exclusivamente de Agustín, el terror de la casa. Supongo que mi madre la contrató única y exclusivamente para él aunque también es posible que mi hermano fuera la excusa para acoger a aquella mujer de la que nunca supimos de donde había venido. La queríamos. No nos dábamos cuenta, pero "existía" en la casa como si de un objeto indispensable se tratara, i El ser-objeto! Majestuosa, vestida de negro, perfecto esqueleto que no cedía al paso del tiempo, pies y carne invisibles a nuestros ojos, a nuestros ojos sin abrir aún ante el misterio... Ese misterio en el cual se amparaba mi hermano cuando se escondía entre sus ropas de luto y, lan2ando gritos con los cuales pretendía imitar el tambor, levantaba aquellos frágiles huesos como había visto hacerlo a los mozos que, en las fiestas del barrio, levantaban a las gigantescas figuras de cartón, ataviadas de Reyes. -Reina en este caso-. Pero Dionisia ya no estaba... y las canciones que en la hermosa casa de veraneo de Alella, -que siguió a la de Valdoreix-, arrancaban inusitadamente de su boca, quedaron en el recuerdo... Jamás una queja, un consejo, una palabra... Solo su voz ronca perdida en la noche bajo el magnolio del jardín de la "señora 52 Madam" -nuestra patrona en la casa alquilada de Alella- ,nos permitía darnos cuenta de que en "la dida seca" había una mujer, existía una persona. No había conseguido domar al terrible Agustín. Las botellas abandonadas en el desván -el gimnasio- seguían llenándose con el pipí de mi hermano. Los sillones negros estaban relucientes, pues, por la mañana, una de mis obligaciones, además de la que me correspondía de limpiar la hilera de zapatos alineados en la enorme sala donde se guardaban las alfombras y la ropa de invierno, era la de sacarles brillo con la piel de plátano, i Inventos del abuelo, tan conocedor de los curtidos de piel! Tere y yo habíamos madrugado bastante para cumplir con las dos únicas obligaciones que se nos imponían en la casa. Me senté en uno de ellos con ganas de llorar. Enfrente, la puerta de cristales abierta dejaba ver las escaleras que conducían a los pisos superiores, a los dormitorios, al baño, a las terrazas... Al cuarto de la criada y a la habitación donde los zapatos de mis hermanos, en fila, esperaban. Mis hermanos estaban estudiando con los codos apoyados en la mesa del comedor mientras la abuela no dejaba de dar instrucciones a la criada, siempre con su voz cantarina y alegre.iAh!, aquel día me esperaba mi cena preferida: Una hermosa fuente de croquetas y buñuelos crujientes. También crujía la puertecita de la "salamandra", en el rincón del descansillo, pues, aunque parecía de cristal, su materia era de un mineral incandescente cuyo nombre había aprendido en mis últimas clases. "Mica" era el nombre, y su dureza, al mismo tiempo blanda y flexible, me recordaba las uñas de mamá cuando tecleaba en el piano.. Ya no entendía el motivo de mis lágrimas, y subí a mi cuarto dejando deslizar suavemente la mano por la barandilla de la escalera que momentos antes había contemplado con lágrimas en los ojos... 53 Estaba oscureciendo y la luna colorada y grande se levantaba por detrás del mar tranquilo que contemplaba desde el balcón de mi cuarto. Brillaban ya infinidad de luces. Entre ellas, entre la transparencia del agua, mas allá del largo camino iluminado por la luna, las luces de petromax de las barcas que habían salido a pescar aquella noche. Volví a acordarme de mi hermano mayor. Estaba haciendo el servicio militar y en su carta de felicitación me proponía mirar a la luna los dos a un tiempo, para sentirnos cerca cruzando el mar. 54 MI HERMANO MAYOR 55 el que escribía versos a la sombra de una ermita, ahora tan lejos, sigue viajando en la barca del pescador como cuando era niño... Si estuviese a mi lado ahora seguiría jugando conmigo como entonces,a atemorizarme con aquel gesto que simulaba acariciar la larga melena de pelo blanco de aquella mujer que habíamos visto en el cine, mientras yo, para darle placer,seguiría interpretando el papel de la niña tonta aterrada por la gran mancha de sangre en la cama . La sábana manchada de sangre que en la pantalla se agrandaba, agrandaba... Esa sangre, ya en la sábana de mi cama... llevándose con ella a ese ser, mi niño, si, 56 MI NIÑO 57 perdido para siempre. Muchas noches siento aún el olor de aquella sangre empapando mi carne, ahogando mis gritos, acompañando el dolor sin fin de lo que jamás volverá a ocurrir. Porque mi herida ha quedado muy adentro, muy adentro y está ya seca y sin embargo me duele más aún hoy, y mañana, y mañana. Ese niño que tengo delante de mí, ese niño inefable, imposible, que quiere hacer el papel de seda de la misma seda para fabricar su avión, aquel que vuele más alto que ningún otro, es, a un tiempo, mi hijo Carlos al que puedo mirar y acariciar y aquellos otros que no han sido nunca... Gabriel, Mario..., todos los demás niños del mundo. Aquella niña que miraba la misma luna de hoy, sabe que ya no habrá lunas nuevas, jamás. 58 Recuerdo 59 Esta mañana, durante mi largo paseo por el Retiro, he vuelto a sentir el olor de las hojas secas mojadas en lluvia. Quizás alguien lo perciba todavía, largo, inagotable, sin darse cuenta de que un día desaparecerá.... iAh,quisiera gritar a todos esos niños que están jugando en el parque, que traten de agarrarlo fuertemente con sus pequeñas manos ! Pero no me atrevo, puesto que ni siquiera sé si ese olor existe para ellos... i Ah! Nada existe hasta que se pierde para siempre. Entonces tiene nombre de recuerdo. Mi nombre es recuerdo. Mi nombre es ahora... ese nombre que se pierde de nuevo en una lejana noche de verano cuando las hojas mojadas servían de lecho para jugar a papas y mamas con el niño rubio que prendía mi mano para huir a través del bosque, aquel que tenía un gran pozo que un día se secó sin saber por qué. Yo espero que seguirán creciendo sus hojas alrededor porque era así entonces, y es hoy aún en mi recuerdo. Existirá todavía aquel lugar en mi cabana y el niño rubio...y cierro los ojos. Era, entonces... Hoy es, recuerdo. Ese recuerdo de la guerra. Mi madre no podía resistir el sobresalto continuo de los bombardeos y por ello nos trasladamos a aquel pueblecito de montaña :Valldoreix. Un señor alemán, judío, al que mi padre había ayudado, nos cedió su bonita casa de recreo. Abandonamos el hogar y la fábrica de la cual se habían apropiado y llevaban al desorden más espantoso algunos de sus trabajadores, afiliados a la FAI. Papá, al menor ruido, se 60 sobresaltaba y salía huyendo hacia los tejados que comunicaban con la casa de mis primos y las de otros vecinos.Ellos mismos los trabajadores- se lo habían advertido... Los de la FAI andaban buscándole...En un gran camión,nos metimos toda la familia. Ahora, reviviendo aquella imagen de cuando únicamente tenía dos años, podría asegurar que estaba ya anocheciendo cuando veía alejarse el portalón de casa, llorando porque mi gatito, el pequeño "misky" quedaba encerrado en ella.Si, la abuela llevaba un fardo con comida. Es posible que yo aún no pudiera sentir miedo, pero si imaginaba a "misky" estremeciéndose al pie de la ventanita con cristales pintados de azul de la cocina,sin poder protegerse en mis brazos.Aquella ventanita a través de la cual contemplaba el cielo de color azul oscuro y transparente en el que se encendían de vez en cuando extrañas luces acompañadas de ruidos misteriosos que iluminaban la ciudad entera. Era cuando aparecían aquellas luces cuando mi madre nos arrastraba al refugio bajo la escalera. Ya quedaba atrás aquella angustia... Ya no habría más barcas esperándome a la orilla de la playa. Todas habían salido para no volver. Se llevaron mi pequeño miedo de entonces, y hay un gran tiempo de agua entre ellas y yo, que sigo contemplando el mar, después de haberlo visto ya muchas veces, demasiadas veces, enfurecido. Cuando terminó la guerra, seguimos yendo a Valdoreix durante los veranos. Los bosques eran maravillosos. Mi pequeño amigo -Luis, se llamaba Luis el niño rubio-, venía a buscarme todas las tardes... -iVen,esperaremos luciérnagas..! la noche para ver las 61 Nos acercábamos al torrente, nos sentábamos en la tierra dejándonos arrastrar pendiente abajo hasta empezar a llenarnos de arañazos para, luego, andar a lo largo del arroyo sin saber porqué. Tal vez esperando el caminito de luz que producían a nuestro paso las innumerables luciérnagas de la noche. A medida que avanzaba sentía desaparecer mis manos, mis pies, mi cabeza, hasta que, de pronto, echaba a correr y agarraba con fuerza las pequeñas manos de Luis , lo dejaba en su jardín al lado del nuestro y subía a mi cuarto y empezaba a llorar en silencio.... .... y por aquella maravillosa sensación de correr por el bosque con mi amigo de la mano y el pelo al aire, recorrería de nuevo el camino atrás de los espacios vacíos del tiempo. De ese tiempo que de repente se ha detenido en esta Navidad en la que miro una y otra vez a mis hijos y lo descubro, intacto, dispuesto para mí por mi amante de siempre. Entonces quiero gritarles a todos que me ayuden a agarrar con fuerza ese momento, pero, rae doy cuenta de nuevo que es imposible jugar a tenerlo todo, que las voces de mis hijos se alejan y que mi corazón queda pendiente de este hilillo de placer que se alarga, alarga..., que todavía crece para romperse algún día. ¿Lloraba ya entonces por todas las noches que se sucederían después...? Debía secar mis lágrimas y bajar sin tardanza al comedor. Cuando abría aquella puerta de cristales y veía el rostro de mi madre, pensaba que habían estado hablando de mí. Yo no soportaba ver sufrir a mamá. Me esforzaba en estar alegre y cariñosa. Pero entonces mi hermano mayor preguntaba: -"¿Has llorado verdad?" Ya no había remedio. La cena transcurría con las miradas de toda la familia dirigidas hacia mí al igual que las piedras de la ladera del camino cayendo sobre mi cabeza, Al fin mi padre, 62 rompía el silencio. amablemente. Y se reía, él sí, tranquilamente, Aquel día de mi santo no sentiría la risa burlona de mi hermano. Me acordaba de él durante la cena,contemplando el espejo del aparador que tenía enfrente. Casi podría ver su imagen mezclándose con la mía. Sí, la imagen de mi hermano mayor, el que estaba en la mili, observándome a través de mis propios ojos. Yo insistía en aquella mirada hasta hacerla desaparecer, hasta que no quedara nada, ni espacios, ni tiempo... solo aquel gran espejo. Este juego se repetía al igual que aquel sueño de siempre, cuando perdida en la oscuridad de las noches, el espacio y el tiempo se transformaban en una gran masa blanca encerrada dentro de una cajita de metal -una cajita de pastilla "Walda"- escondida debajo de mi cama. Lentamente, aquella masa blanca, sin cuerpo, aquella nada, iba saliendo despacito de la cajita verde, me iba envolviendo hasta tragarse todos los ruidos, todos los pensamientos. Me ahogaba y me despertaba al instante. Me levantaba de la cama para comprobar ante el espejo si existía mi cuerpo... Ahora aquel sueño ha desaparecido de mis noches, pero cuando apago la luz de mi mesilla y mi cuerpo se hunde entre las sábanas, me acuerdo siempre de mi sueño blanco y me pregunto donde se encontrará la cajita verde... Pues es posible que esa cajita guardara entonces demasiados sueños irrealizables que luego, igual que el esperma que tantas veces se ha derramado en mi cama, huyeron lentamente sin llevarme con ellos. En el centro de la mesa grande del comedor, se encontraba la bandeja con los buñuelos.... La puerta de la cocina se abría y cerraba en un balanceo hacia adentro y hacia afuera... Era una puerta sin cerradura, cuyo muelle nos permitía pasar de la cocina al comedor con un ligero golpe. Más que una puerta era 63 un compás que marcaba todas las horas de vida nuestra, allí, en aquella casa. Como todos los años la fiesta de San Anastasio, se celebraba con la "cremada del dimoni" . Toda la gente bailaba alrededor de la falla del demonio hasta que se anunciaba "la quema", con un gran estruendo. Cuando las llamas derribaban por fin aquella figura carbonizada que se retorcía, sonaban con estrépito los fuegos artificiales. El júbilo era indescifrable. Allí, en el mar, se recortaba aún el cadalso del esperpento demoníaco, mientras los encendidos colores de los fuegos se levantaban como anuncio del verano. Yo contemplaba a mi madre con el rostro descompuesto ante cada explosión. Su semblante era el mismo de aquellas noches de la guerra en las que el pánico de los bombardeos nos llevaba a refugiarnos en el hueco de la escalera, y cada surco de su rostro era la conquista de su corazón jamás vencido...Su semblante me sobrecogía en aquellos días en que me sentía tan feliz y apenas podía entenderla. ÍAh, aquella noche era tan distinta...! Gozábamos de absoluta libertad y podíamos disfrutar de nuestras emociones, mientras recorríamos las calles engalanadas. Miguel había vuelto a encontrarse conmigo después de unos cuantos días en los que, siguiendo el consejo de mi hermana Tere, se había apartado de mí simulando una gran indiferencia. Ello me había hecho sentir terriblemente desgraciada. Deseaba su actitud de siempre pero, cuando aconteció, cuando, en el mediodía, en la playa, me lancé al agua con la seguridad de que él vendría a mi encuentro, al hundir mi cabeza en el agua y en el momento de emerger de ella, vi de nuevo su rostro, vi de nuevo sus ojos fijos en los míos, y, entonces supe que no le amaba. ¿Qué era pues ese extraño sentimiento que siempre me ha unido a él...? Después, durante el paseo, creí adivinar la primera mirada de 64 Juan... Alguien había cogido mi cintura y deseaba que fuera él... sabía que solo él podría jugar con mi timidez sin que dejara de besarme como yo quería, como yo he querido siempre que me besaran. Le seguí adormecida, sin saber muy bien lo que ocurría, hasta el lugar en que se encontraba aparcada su moto... Por primera vez mis labios fueron sensaciones de ríos no despertados aún, de seguridades de hermosura tangible , guardados hasta aquel momento muy profundamente. Porque siempre ocurría que había que rechazar abrazos y besos ya que, al llegar a casa, debía tener la certeza de que me había comportado correctamente, que yo era una chica "como debe ser". En mi casa debía sentirme como mi madre deseaba que yo fuera y, cuando escribía una carta a mi hermano, esa carta debía ser la hermosa carta que él esperaba, la que él deseaba que fuera. Puesto que él, mi hermano, la única belleza que podía entender, era la de su vocación de sacerdote. Cerrando los ojos a sus deseos, eligió el único camino en el que, creía, no podría equivocarse. Nunca, pues, agradeceré lo bastante a Juan sus abrazos ... sus besos. Aquellos besos y abrazos de los que siempre era necesario huir..., Aquella hermosa sensación de libertad que me embargó aquél día cuando me llevó a casa con su gran moto "Sanglas", cuyo ruido desvanecía cualquier remordimiento, me alejaba de todas las disciplinas, de todos los miedos... Era él, el único capaz de hacerlo, el único que "pasaba", como se dice ahora, de todos los convencionalismos con que la familia y la religión, nos torturaban.... Aquel día, por primera vez, abrí los ojos ante la imagen mía, adivinada. Nunca más la he vuelto a ver como entonces. Aquel era el espejo deseado...iMi espejo! Ahora se ha roto apenas rozado, como se rompe una copa de cristal por una azar irremisible en el momento en que vamos a beber en ella. Y aunque hay muchas otras copas de cristal, nunca será esa misma copa que con tanta ilusión hemos acercado a nuestros labios. 65 Mientras tanto, seguía sonando la música de baile y acababa de descubrir algo profundamente misterioso y maravilloso. 66 LOS EXAMENES 67 Llegaron ineludiblemente después de aquellas fiestas. IAhí Era un mundo dentro del cual me sentía terriblemente débil. En la Escuela de Comercio, los altavoces no dejaban de sonar y las aulas me parecían las fauces abiertas de grandes monstruos que de repente, se hubieran presentado ante mí en el momento menos deseado. Como al término de un largo viaje en que el tren ha acelerado su marcha y al llegar repentinamente a la ciudad nos damos cuenta de que no era la ciudad que habíamos deseado. Evidentemente mientras esperábamos angustiosas el momento de entrar en el aula, era el fin de nuestro viaje. De vez en cuando pasaba algún profesor muy convencido del respeto que nos producía y entonces creíamos que si reparaba en alguna de nosotras el examen sería mucho más fácil. La luz dorada se filtraba a través de alguna ventana, arrastrando el polvo. Era una luz densa, caliente, que nos iba apretujando el corazón asustado pero que al mismo tiempo lo acariciaba puesto que era nueva, profundamente brillante. No sabíamos si era la luz del sol o el color entremezclado de esperanzas lo que estaba tan cerca. Los distintos sonidos de voces, ruidos, silencios... era una tupida red que apretaba nuestro cerebro mientras se debatía desesperadamente por encontrar la melodía exacta y precisa que nos diera la medida de nuestro "saber", de nuestro "poder ser", lo que habíamos imaginado ante el último libro de texto aprendido de memoria... conquistado. Cambiábamos miradas de compresión con los chicos hasta entonces totalmente desconocidos, y, aunque sabíamos que jamás volveríamos a vernos, aquellos momentos era bellos, definitivamente realizados. Eran la medida de un presente que comenzaba y acababa también en la posición de unas manos, una cabeza, unos ojos..., en un lugar exacto de la geografía de la tierra y en un segundo de nuestro tiempo. 68 Yo veía en los ojos de los profesores, brillar la inteligencia que había descubierto en los ojos de mi hermano... Todos esos ojos que he odiado luego, alguna vez... que también he amado. Todos los ojos de los seres a quienes yo hablo y que no han podido entender lo que he hablado porque allí dentro, muy adentro, mis pobres palabras quedarán descuartizadas, divididas... y, cuando esa razón adivinada en el fondo de todos esos ojos consigan unirlas de nuevo, conseguirán un desastre parecido al que hace el niño que desmonta las piezas del reloj y luego pretende obtener el verdadero "tic-tac" que ha destrozado para siempre. Para el examen de Física y Química se dividieron las pruebas en dos grupos de dos temas cada uno. De los dos temas solo conocía uno de ellos, y, por azar, me correspondió el único que no había estudiado en el libro. Decidí realizar los ejercicios que correspondían al otro grupo. Hice un examen espléndido puesto que una vez había dado por perdido el examen, me recreé especialemente en aquellos dos temas que no me correspondían. De pronto recordaba con prodigiosa exactitud todo cuanto sobre ellos me habla explicado mi profesor. Sin embargo, cuando contemplé la cara de la Hermana Teresa , después de explicarle mi ingeniosa "trampa", creí comprender el porqué del rencor con que me miraban sus ojos abultados... Me di cuenta de que deseaba mi fracaso. Cuando llegó el maravilloso Notable con que se había puntuado mi examen, vi de nuevo el odio reflejado en los ojos de la Hermana Teresa... "¿Conque... aprobada, eh?" 69 LLegué a mi casa con una gran tristeza y unas enormes ganas de llorar. Poco a poco mis lágrimas fueron abriendo mi corazón a una íntima , profunda alegría que no sabía si se debía al haber aprobado el examen o al haber descubierto que probablemente mi profesor de Física y Química había intercedido por mi ante el Tribunal, y que, era cierto, había amor para mí en sus ojos y ese amor no se podía comparar al de ninguno de mis amigos. Y así, el traje gris impecable con que se presentaba en la clase , trataba de imaginarlo en el lugar de su casa, la cual debía ser muy diferente a las demás casas, puesto que sus paredes estaban hechas de aquellas emociones que yo sentía ante su presencia y, por esa razón, las personas que vivían en ella tenían que ser maravillosas, diferentes a las que yo conocía. Desde entonces, cuando terminaban las clases, no deseaba más que encontrarlo en el paseo. Y cada vez que salia de casa lo hacía también con la misma esperanza. Tal vez un día, después de invitarme a un helado, me llevaría a su casa. 70 LA CASA DEL PROFESOR 71 Un día llegó la ocasión esperada. Debíamos ir a darle la enhorabuena por el nacimiento de su hijo. Así que, por la tarde, al terminar las clases,nos plantamos todas en su casa. De pronto, todos los objetos, todo lo que me era tan querido, porque lo imaginaba a su alrededor, una ve2 descubiertos en su realidad, me parecían insignificantes y vulgares. Como era vulgar el hecho de llamar a una puerta que hasta entonces había sido la que guardaba mágicamente el misterio de lo que imaginaba era el mundo de él, lugar sin forma, blando, luminoso, invulnerable. Se abrió la puerta cual si se levantara el telón del teatro que hemos estado largo tiempo contemplando, deseando encontrar tras él un mundo también mágico, distinto al nuestro, en el que vamos a introducirnos durante unas horas y que nos permitirá convertirnos en seres excepcionales. Pero habían desaparecido los escenarios maravillosos y las luces de las candilejas... Allí estaban aquellas sillas horribles colocadas a uno y otro lado de la mesa de comedor a la que adornaba un horrendo ramo de flores de plástico con infinidad de colorines. Ahí estaban aquellas vitrinas repletas de cosas increíbles.. . Las copas de cristal tallado, los ceniceros de plata que podrían haber sido hermosos de haberse quedado olvidados en cualquier rincón, pero que estaban allí destinados a alimentar la vanidad que se iba conquistando a medida que un nuevo e inútil objeto era trasladado del escaparate luminoso de la tienda de un barrio elegante cualquiera hasta el nuevo aparador de aquella casa donde morirían de aburrimiento para siempre junto con el tresillo reglamentario en el que nos acabábamos de sentar mis compañeras y yo, tímidamente. El encanto había desaparecido. Me alegró enormemente que no se 72 encontrara el profesor en su casa puesto que me permitía reservarme aún algo de la admiración que había sentido hacia él.Aquella personalidad creada por mi imaginación, maravillosamente irreal. Podía mantenerme todavía entre el halo de luz y silencio del decorado brillante y cálido de la pizarra de mi clase, cuando los rayos del sol a punto de marchitarse jugaban a pegar en ella infinidad de partículas de polvo, pequeñas y brillantes. Podía también permanecer en la superficie acariciante de la mesa del profesor, de su silla, de su propia figura alrededor de cuya cabeza dorada, el trasluz jugaba todavía más alegremente. Ahora mis ojos intentan todavía encontrar su mirada de entonces, siguen buscando la luz, esa luz que ha llegado a ser tan potente que, al igual que se funden las imágenes en el "flash" que sorprende nuestra vista, es demasiado luminosa y profunda para que encuentre su lugar. Ese lugar, ese instante en que el alma llega a rozar su propia muerte. y reemprendo el camino con cansancio puesto que hay algo que se rompe a cada instante... Es el espejo grande de entonces..., y recojo con esfuerzo sus añicos, Y pretendo juntarlos nuevamente para que sea otra vez cierto el espejo de mi cuarto. 73 No sentía ya tristeza al colgar el uniforme ni al verle caer pisoteado. Ilusionada, comencé a revolver los baúles en que mi madre guardaba los trajes de los veranos anteriores, probándome uno tras otro atolondradamente. Se desprendían de ellos diminutos rayos de sol que cambiaban la tarde antes gris, en otra tarde iluminada por la luz que salía de entre cada pliegue, de entre cada una de las flores bordadas sobre el delicado fondo del vestido que contemplaba ahora, pálido y delicado. Unas flores que resultaban muchos más brillantes y hermosas de lo que habían sido el año anterior... ... Si, evidentemente, ese chico que se parecía a Gary Cooper y por el que estaban locas mis amigas, se quedaría asombrado cuando mañana me viera sin el uniforme.... Las chicas mayores del colegio se habían dado cuenta: -"¿Has visto..? Diego...!" íTe ha mirado.. Te ha mirado No podía recordar sus rasgos. Incluso el día en que le había mirado más detenidamente, al verle sentado en el mismo banco verde en el que yo había jugado tantas veces con Miguel, no había logrado descubrir en su rostro ninguna mirada, si acaso unos ojos alargados que fundían aquella mirada hasta convertirla en sombra que agarraba mi voluntad. Y ello desdibujaba el contorno de su figura, la que más tarde... Pero si,es tarde ya...Demasiado tarde.. Cada puerta que se abre es la misma que se cierra a mis espaldas. 74 No quiero jugar. Los demás podéis seguir jugando. ...Me aburre el aburrimiento de mí misma... ¿tan pronto? No, ha pasado mucho tiempo, y, todavía estoy jugando como entonces 1 cuidado! Mira a todos como aprenden se ríen se divierten. Lo parece. A mí no me lo parece. Están sangrando por dentro 75 LA IGLESIA 76 Era muy diferente a aquella hora de la tarde de las mañanas del domingo en que toda la familia asistíamos al Oficio.Era la hora de la Visita al Santísimo... La hora de las citas. El tiempo se iba desvaneciendo en sombras que daban un aire profundamente acogedor a los bancos de madera cuidadosamente encerados. Cuando ya parecía que todo iba a sumirse en la oscuridad,aparecía la penumbra que, como nueva luz, se incorporaba a las sombras, iluminándolas.Al descubrirlas, me envolvían como una más entre ellas y, por unos instantes, me olvidaba del constante ir y venir del portalón de entrada a la iglesia. Era el momento en que se encendían las luces de las lámparas y salía el monaguillo dispuesto a prender las velas para la ceremonia de la visita al Santísimo. Los Salmos sonaban y aparecía el sacerdote envuelto en el humo de su incensario. El "Tantum ergo", cantado a media voz, se hacía solemne una vez roto el silencio. Era la hora en que Miguel solía esperarme al otro lado de la puerta sin atreverse a entrar en la iglesia... Entonces yo me escabullía por la puerta de la sacristía y salía al paseo del mar. Me acercaba a la casa de mi amiga, que tenía una tintorería cuya puerta formaba un gran escaparate en el que, sin prisas, podía observar el grupo de los chicos donde estaba Diego.Hacía mucho calor y, por supuesto,no me sentaba nada mal el talle apretado con el cinturón de charol blanco. Mi padre no había reparado en lo bien que moldeaba mi cuerpo. Si se hubiera dado cuenta, me lo habría mandado quitar del mismo modo que hizo con el traje de la manga corta.Ahora que mi piel empezaba a tener ese bonito color tostado, me habría gustado enseñar también mis hombros redondos y morenos. Otras chicas lo hacían y nadie se escandalizaba. Aquella amiga de mi hermana, 77 de piel morena, a la que mi abuela comparaba despectivamente con una mulata, la que ahora era novia de Juan, dejaba sus hombros completamente desnudos... I Cuan agradable debía ser para él abrazar aquellos hombros mientras paseaba cerquita de la vía del tren! A nosotras no nos dejaban pasear por el lugar que se veía oscuro a través de las palmeras. Cuando Diego se decidiera sería muy distinto. El tenía diez años más que yo... Nadie podría impedirlo. Andaría colgada de su brazo paseando arriba y abajo de aquel lugar y, en el momento en que pasara zumbando el tren expreso, yo me agarraría más fuertemente aún. Había oído decir que un día el tren arrolló a un niño y lo estuvo arrastrando por todo el paseo abajo. Por eso, Diego, al recordarlo, estrecharía fuertemente mi cintura y yo temblaría. Me entretenía con las charlas de la hermana mayor de mi amiga, que era medio monja y no se daba cuenta de todas esas cosas. Si no fuera por mí, mi amiga acabaría como ella y sería una pena. Si se cuidara un poco mejor el pelo y dejara de oler a tinte, no le importaría a Miguel salir con ella y quizás, gracias a eso, también se le juntaría el chico de la panadería que a ella le gustaba tanto. Hoy seguramente nos sentaremos en una mesa a tomar algún helado en "Frigo" y aprovecharé para leerme el papel de la función del teatro del "Círculo", puesto que ya esta noche, empiezan los ensayos. Además vendrá el nuevo director... 78 EL DIRECTOR DE TEATRO 79 Un director de teatro, ya famoso en Barcelona, desde que dirigió el AUTO SACRAMENTAL de la Sagrada Familia durante el congreso eucarístico. El podrá darse cuenta desde el primer momento, de que seré capaz de interpretar el papel de Alma del "Colmenero Divino". Y tendría más mérito que el que tienen los actores profesionales, puesto que yo no había seguido cursos de declamación y, a pesar de ello, leía los versos fácilmente y su música era bella cuando lo hacía. Si mis padres me dejaran ir al Instituto del Teatro, podría perfeccionarme, aunque solo fuera para tener ocasión de trabajar en la Radio. Conocería mucha gente y así Juan no me parecería tan importante por el hecho de ir al Teatro de Revistas para ver mujeres desnudas.... Había sido una suerte que, a pesar de todo, a pesar de que mis padres se negaran cuando comencé a ir al "Círculo", accedieran finalmente a que interpretara un personaje insignificante, puesto que incluso mi abuela se puso contenta cuando el día del estreno la gente fue a felicitarla a su palco. Y Diego estuvo en la platea. Lo vi desde un pliegue de la cortina y me di cuenta de que todo saldría perfectamente. En la escena que yo interpretaba debía estar enamorada del protagonista.IAh, no tenía más que pensar en él, en Diego! Debía subir por una escalera de madera que estaba al fondo del decorado y, desde lo alto, girar la cabeza muy despacito y decirle que le amaba. Pero entonces leía en sus ojos que él también me quería y, con la emoción, solo 80 alcanzaba a decirle : "Teniente Palen...", que era como se llamaba el protagonista... Se lo decía muy bajito y casi temblando. Luego, me volvía otra vez de espaldas, dudaba mientras él me contemplaba y salía corriendo por la puerta que había en lo alto de la escalera. Lo maravilloso de la historia es que, durante aquellos minutos que duraba mi escena, estaba completamente enamorada del Teniente Palen... El día del concurso de teatro, un señor muy importante del jurado, me puso la máxima puntuación, sólo por esa pequeña interpretación. Mis compañeros me dijeron que aquel señor era el que había dirigido los Autos Sacramentales que se interpretaban en la fachada de la Sagrada Familia de Barcelona y que era un gran director, que entendía muchísimo... Y, esta noche se presentaría en el "Circulo"...El, el mismo. Con el libro del "Colmenero Divino" de Tirso de Molina, nos dirigimos, mi amiga y yo, al paseo. La luna redonda, todavía colorada, asomaba por detrás de la línea negra del mar. Mientras pedíamos nuestro helado, ya empezaron a aparecer los reflejos pequeñitos y apretados de la luna, de repente blanca y luminosa, que se iban extendiendo en un camino que se ensanchaba y se difuminaba hasta llegar a la orilla. En ella, se levantaba intermitentemente la espuma blanca y suave de las pausadas olas. Semejaba un camino de estrellas por el que se pudiera andar blandamente, sin cansancio. Era suficiente. Era suficiente arrebujarse en aquellas sillas frente aquel mar con la copa de helado sobre la mesa y el libreto de teatro en la mano. Leía despacito, con cuidado, el principio de la obra. Eran unos versos que se iban haciendo fáciles como el manar de 81 la fuente descubierto en la montaña y que nos sorprende con su chorro constante, fácil, que se apodera de todo lo que suavemente moja, transformándolo en luz suave, maravillosamente compenetrada con nuestro cuerpo que se vuelca en gozo y en hermosos deseos. Llegó la hora de pagar nuestra consumición y de regresar a casa mientras apretaba con agradecimiento los versos de Tirso de Molina bajo mi brazo. Llevaba aquella seguridad recién descubierta en las páginas del libro. Me sentia intimamente agradecida a mi hermano, gracias al cual, entre sus innumerables libros de Filosofía, había descubierto aquel pequeño libro con los versos de Juan Ramón Jiménez. Lo leía muchas veces encerrada en la biblioteca de casa. Nunca comenté nada con nadie puesto que, ni en ella ni en el colegio , había oído nombrar aquel poeta. No podía imaginarme el significado que tendrían para mí mas adelante aquellos versos, cuando tantas veces contemplando las tardes que se iban desvaneciendo, sentía la añoranza de que se fueran , con la certeza de que nunca más volverían a ser tan bellas y luminosas... Y yo me iré... y se quedarán los pájaros cantando y se quedará mi huerto con su árbol verde y con su pozo blanco... Y, en el rincón aquel de mi huerto florido y solitario, mi espíritu errará, nostálgico. Y sigo yéndome despacito de todos los lugares que han sido alguna vez y pienso que otros ojos iguales a los míos de entonces se sentirán igualmente reconocidos frente a aquella belleza de la arena, tan lejana ahora, que sigue naciendo pulida nuevamente por la suave caricia del mar. 82 LA LECTUHA 83 debía comenzar a las 11 de la noche, pues esa era la hora en que todo el mundo había terminado sus obligaciones. Nadie cobraba un céntimo, por supuesto... El "Círculo" se mantenía con los socios -las gentes acomodadas de la ciudad, entre los que se contaban mis padres- que eran propietarios de los palcos que, en semicírculo rodeaban la sala...El hermoso espacio, como un pequeño LICEO...al que se tenía acceso atravesando las mesitas redondas de mármol y la barra que formaban el Bar. Pero nuestros amigos, la gente joven, tenían sus puestos en la platea, siempre llena a rebosar. Con un poco de miedo recorría las calles silenciosas en aquella hora de la noche. Solo resonaban mis pasos en el empedrado y no tenía ninguna prisa por llegar al "Circulo", que estaba en la plaza del Ayuntamiento. Me habría gustado toparme con mi profesor al doblar aquella esquina. Le habría saludado casi sin mirarle como si existieran muchos, muchos otros profesores con los que pudiera toparme. Solamente le dirigiría la palabra si él me preguntara a donde iba... Entonces le contestaría distraídamente que..."a una lectura..." A lo mejor se quedaría desconcertado sin comprender nada, y mientras me acompañaba un rato por aquella calle oscura, yo le indicaría el "Círculo" que estaba al final del Paseo del Mar. Seguramente aquel lugar seria para él tan misterioso y desconocido como lo era para mí su Escuela de Comercio. Se daría cuenta de que existían otras cosas además de la Física y la Química y, entonces, yo le invitaría 84 para el día función... en que estrenáramos la Habían pasado demasiados días desde la última vez que le vi en la Escuela de Comercio, charlando con un catedrático... Pero si ahora me lo encontrara, caminaríamos uno junto al otro y, puesto que las aceras eran tan estrechas, él se acercaría a mi sin poderlo remediar, aunque trataría de disimularlo... LLegué al Círculo y empujé la puerta de cristal con un movimiento de pretendida despreocupación. Eché de menos algo en que apoyarme, quizás un cigarrillo en las manos para llegar hasta aquella mesa del bar alrededor de la cual se había formado una cálida cortina del humo blanco. Si, el humo de los cigarrillos. Elegí una de las sillas vacías,crucé mis piernas, sin saber cual era la que debía poner encima de la otra, puesto que la que inició el movimiento se apoyaba muy poco cómodamente en la otra escurridiza que tenía debajo y, la punta del pie quedaba muy tiesa apuntando hacia arriba. No sabia cuanto tiempo resistiría en aquella postura. Al fin opté por apoyar mi brazo derecho en el respaldo y poder así guardar el equilibrio. No me equivoqué cuando, en el momento de entrar al bar del "Círculo", me pareció distinguir al nuevo director de escena. Efectivamente,era aquel señor cuyas canas empezaban a asomar tras la oreja. Tenía la espalda curvada hacia adelante y en el primer momento no había podido observar su rostro. Ahora, al fin, descubría un brillo especial en sus ojos, lo único que, en su figura, no parecía cansado. Por supuesto no tenía nada que ver a cómo lo había imaginado. Me habría gustado verle también tan azorado como yo, pero sin embargo, contemplaba con alegre curiosidad a todo el mundo. Me sonrió un poco. Seguramente comprendió que yo era la 85 dama joven y me estaría comparando a una de sus mejores actrices. Se entretenía hablando con el primer actor de nuestra compañía y se reía aparatosamente con las imitaciones que éste hacía de Paco Rabal... ¿Por qué no empezaba ya la lectura? ¿Por qué no subíamos todavía al escenario? Los párrafos cortos del principio me daban un poco de miedo, pero, cuando al fin llegara el "verso" largo que yo me había aprendido tan bien , él se daría cuenta de mis enormes posibilidades... Oía mi propia voz asombrada y me parecía imposible que hubiera aquel silencio. No podía reconocerla puesto que sonaba mucho más segura que cuando en el gimnasio de mi casa intentaba moldearla. Hubiera deseado que no terminaran nunca aquellos versos cuando la abeja reina -"el alma"- volvía arrepentida a los pies de su dueño. "Soberano colmenero tu abeja llega rendida a esa miel que es Pan de Vida. A ese Pan, tierno cordero, que, aunque el llegarme sea mengua por ser yo tan pecadora, tu dulzura me enamora porque es leche y miel tu lengua..." Ahora, en casa, ya no me interrumpían cuando después de comer subía al gimnasio que ya no utilizaba nadie. Instalé mi caballete de pintar al pie de la ventana. Mi segundo hermano tenía en un rincón una radio a medio terminar, con sus hilos colgando que había empezado un día al iniciar sus cursos por correspondencia. Estaba hecha con restos de radios viejas y a mí me parecían los restos de un animal muerto con todas las tripas colgando. Mi segundo hermano, estaba siempre inventando juguetes o cosas raras. Se llamaba 86 ALBERTO 87 Su primer gran trabajo fue una "atalaya" en miniatura como la que existía -existe- de verdad en lo alto del Tibidabo. La había conseguido juntando trocitos de madera y clavándolos unos a otros con los clavitos que recogía en la fábrica. También había construido un "aéreo" : Eran dos capsulitas de cartón. Mientras subía una capsulita la otra se bajaba, pues sus cuerdas comunicaban con el jardín de nuestros primos que vivían en la casa de al lado. Esas cuerdas estaban liadas a una rueda de carro viejo a la que dábamos vueltas con la mano desde nuestro patio. Este mismo patio en el que papá nos había prometido instalar un surtidor con una fuente. ÍAh, cuando esto ocurriera no tendríamos más remedio que sacar nuestros cachivaches y los inventos de mi hermano! Ahora, desde la ventana del gimnasio, podía contemplar el patio cubierto de pequeños baldosines colorados que, al juntarse , enlazaban con otros más pequeños de cerámica blanca con un dragón dibujado en el centro. No había ningún surtidor, pero tampoco estaba la atalaya y el aéreo. En el centro del patio había una mesa de mármol blanco, con sillas de color turquesa a su alrededor. Me di cuenta de que algo empezaba a marchar mal en casa cuando mi madre las había comprado de segunda mano junto con aquel armario, también de color turquesa, que se utilizaba como ropero. Pero I Era hermoso el contraste que ofrecía el armario recién esmaltado junto a los baúles fabricados ya en épocas de mi abuelo y que yo encontraba majestuosos y a los que adoraba! Dentro de ellos, se encontraban puntillas antiguas, pecheras de seda natural doradas y requemadas, llenas de jaretitas diminutas. Había un corpino también de seda, de color negro, y faldas amplias cuyo tacto semejaba el metal. En un sillón de mimbre reposaba con la cabeza ladeada, una muñeca de porcelana, enorme, a la cual, al levantarle la falda, se la podía tirar de un hilito muy fino, muy metálico, que hacia que se abrieran y cerraran sus ojos de cristal y, al caer sobre su mejilla, los ojos daban golpecitos 88 a la cara sonrosada. A mí me recordaba la muñeca del viejo Coppelius y me impresionaba verla casi tanto como me impresionó aquel cuento cuando lo leí por primera vez. Un día, a la muñeca, le habían saltado los ojos, pero mi hermano, el de los inventos, se apresuró a colocarlos en su sitio. Entonces adquirieron una extraña vida, de animal raro, de pez o de pájaro. Eran redondos y viscosos unidos entre sí por una pieza de porcelana rosa de la que colgaba un pequeño péndulo. Era algo así como si fueran el alma de la muñeca puesto que,a partir del instante en que Alberto había resuelto aquel drama y asomaban de nuevo por los huecos de las órbitas, parecía que se tornaban de color de rosa aquellas mejillas tan pálidas, y que miraran de una forma como agradecidos. De la misma manera con que miran los niños pequeños cuando se les quita su ropa mojada por el pipí y se les colocan sus limpios pañales de hilo, cuidadosamente. Así me sentía en aquel lugar, destartalado,inmenso por el misterio que se escondía en cada rincón o, tal vez, pequeño, intimo como el pensamiento. El mió, único, exclusivo. Tenía la tarde entera para estudiar mi personaje y era como si lo hubiese sabido de siempre. No me costaba ningún trabajo aprender aquellos versos los cuales, no me cansaba de repetir una y otra vez hasta conseguir el tono adecuado. Algún día me sentiría tan grande, arriba en el escenario, sobre todo por el silencio. Los aplausos no me importarían, pues lo realmente maravilloso sería poder sacar hacia fuera las sensaciones que, dentro de mí, a veces me torturaban. Sería como la espuma blanca de mis sueños que al despertar se introducían de nuevo en la cajita de lata de las pastillas Walda, ya demasiado pequeña. Todo el mundo sentiría una profunda emoción cuando comprendieran los sentimientos del personaje que, a través de mí se comunicaba con ellos y, en algún 89 momento, confundirían a ese personaje con sus propias emociones. Entonces los aplausos y las luces que brillarían sobre todos ellos a un tiempo, serían un despertar maravilloso, sin frío... Cuando empezaba a oscurecer y el rojo luminoso de la tarde, dejaba de empujar los cristales como pretendiendo entrar dentro del estudio, sentía un escalofrío largo. Las puntillas , los vestidos de seda asomando por el baúl cerrado a toda prisa, el caballete,la radio abandonada de Alberto... incluso la muñeca que él, mi hermano, había hecho renacer, todo parecía muerto a mi alrededor. Sin embargo no quería encender la luz, pues, con ella, tal vez todo dejaría de existir de repente, o, quizá habría desaparecido. Mientras tanto, guardaba esas imágenes entre la penumbra... Siempre estarían dentro de mí, luminosas y reales, aunque luego tuviera que salir corriendo escaleras abajo... Pues lo que dejaba arriba,en el gimnasio, era un mundo desconocido por todos, exclusivamente mío. Ahora, al bajar al comedor, mi aspecto debía resultar un poco extraño,pues mis ojos seguramente reflejaban aún aquel súbito miedo que antes me había hecho estremecer. Sobre todo a la abuela, puesto que no le gustaba mi recién estrenada vocación. Jamás hablaba de ello. Cuando alguien iba a felicitarla en el palco, desde su cómoda butaca de todos los domingos,adoptaba un aire distinguido y distante. Es posible que temiera que yo me envaneciera por aquellos éxitos. Sin embargo ella no podía saber cuanto la necesitaba, cuanto necesitaba su mirada cariñosa, cuanto necesitaba de aquella mujer que quizás algún día había sido niña como yo. El pequeño retazo conocido de su vida tan larga no era para mí más que una sombra y así, el placer que me habría dado el poder contemplar,el poder sentir lo que se difuminaba en aquellas sombras de lo que había sido su juventud, se desvanecía en su mirada fría. Eso fue lo que tuvo la culpa de que, inconscientemente, me fuera distanciando de mi 90 abuela, abandonando la tarea tan difícil de dar forma humana a su aspecto que se hacía tan severo cuando alguien trataba de descubrir algo referente a sus amores, a su vida .... 91 LOS ENSAYOS 92 tenían lugar en el campo de baloncesto donde se estaba montando el escenario para el estreno,puesto que allí se celebraba todos los años el espectáculo más importante de la temporada. Cabía muchísima gente en aquella cancha y ,en verano, las verbenas -la de San Juan- se celebraban en él, donde las noches estaban cuajadas de estrellas, o desaparecían bajo la luz de la luna llena. Quedaba atrás mi miedo al empujar la puerta del Círculo. Era todo serenamente dominado, fijo, mío. Empujaba el gran portalón de madera que ocupaba el espacio entre las dos vallas de cemento blanco y, el cielo, dentro de la cancha, se abría de repente ancho y hermoso. Siempre que tuviera fuerza suficiente para abrir aquella puerta, conseguiría poseer aquel mundo amplio, infinito, lleno de estrellas apretujadas unas con otras haciéndome mil señales, siempre relucientes como rayos de luz sin fin llegados desde aquel espacio oscuro y cercano. Era la misma puerta que luego cerraría severamente tras de mí, implacablemente, encerrando detrás de ella tantas realidades posibles, tantos deseos a medio cumplir, tantos pequeños gozos más cercanos que yo despreciaría una y otra vez por aquella fuerza de mi mano empujando, corriendo hacia aquel sueño tan inalcanzable como cualquier otro. Porque así le cerré aquel día tras de mí esa puerta al propio Juan a quien tanto había deseado.... Al ir al ensayo me había encontrado con él ...,Andamos uno al lado de otro hasta llegar a la cancha...Nada existía, nada importaba... Ni siquiera sus caricias , su mano en la mía, rechazada... Su mirada... Esa mirada azul que ahora quisiera tener tan cerca. Y que, sin embargo, 93 está enterrada para siempre en esa tierra cansada y seca que soporta mis pasos. Me sorprendió la llamada de Miguel a mi casa el día del ensayo general pues, dijo, quería una cita urgente conmigo, en la que yo debía decidir seriamente mi noviazgo entre él y Diego. No, yo nunca había pensado en casarme. Había tiempo. Si, había muchísimo tiempo. Todo el tiempo del mundo que era nuestro, mío, y podía usarlo a mi manera. Todos los veranos podían juntarse entre ellos indefinidamente formando un único tiempo de luz, sin tormentas, sin cielos grises, sin horas perdidas, sin aburrimiento, sin cansancio, sin frío. Podíamos escoger, hacerlo todo nuestro, y no existirían enfermedades ni vejez, ni muerte. Este otro mundo, el feo, no nos pertenecía. Era el lugar de otros, desconocido, distante... Pero no tenía más remedio que ir al encuentro de Miguel que me estaba esperando paseando arriba y abajo de aquella calle oscura. Nunca le había visto con aquel aspecto tan serio. Estaba pálido como si hubiera llegado la hora de un difícil examen y tuviera que entrar en aquella aula de la Escuela de Comercio. Su brazo temblaba cuando rozó el mío. Sus ojos miraban al suelo como si este fuera a hundirse de repente bajo sus pies. Yo esperaba su pregunta. No sabían cuando se decidiría a hacerla. Tal vez nunca. ¡Mucho mejor! No podía renunciar a él por una tontería. Empezó a hablar haciendo un gran esfuerzo para mirarme a los ojos y fue entonces cuando vi su mirada dura, distinta. -Quiero que me digas lo que hay entre tú y 94 Diego... -¿Entre Diego y yo...? i Qué estupidez! -Quiero que escojas entre él y yo... -¿Por qué?.... Me parece una tontería. -Escoje... 10 él o yo...! Fue tan preciso, me quedé tan asombrada, que no tuve tiempo de pensar. -No sé... No podía ser que nuestra historia terminara tan de repente.Que todo lo que sentíamos,aquello que hasta entonces había sido nuestro, no pudiera repetirse nunca más. Le vi marchar calle abajo con su cabeza erguida... redonda, importante. No era guapo, era más bien un chico bajo y con un cuello ancho que en aquel instante, al verle desaparecer, parecía hinchado como el morrillo de un toro al que acabaran de clavar en un quiebro, el primer par de banderillas. 95 MI HERMANA TERE 96 debía estar muy enamorada de Francisco. Francisco, al que llamábamos Quico se movía pausadamente como si debido a su estatura extremadamente alta, temiera romper el espacio demasiado deprisa. Mi hermana Tere ya no tenía necesidad de ir a verle a la Iglesia durante la misa. Quedaban atrás sus años de monaguillo.Era él quién iba a su encuentro y la esperaba todas las noches ante la puerta de nuestra casa. Mi hermana Tere era pequeñita, redondita, rubia. Cuando ya desde muy lejos, yo distinguía la cabeza de Francisco sobresaliendo por encima de todas las demás, sabía que, ineludiblemente, descubriría pegada a su mano, la figura diminuta y tranquilizante de mi hermana Tere. Y me unía a ellos olvidando todo lo demás, pues aquella alegría suya la anteponía a cualquier otra, era para mí una luz que también me iluminaba como a ellos... Silenciosa, sabida. Por eso ahora no podía soportar que sus relaciones se hubieran interrumpido. Sin embargo -y tantas veces he pensado que fue debido a mi inquebrantable deseo de que ocurriera-, sigue hoy mi hermana Tere -más pequeña aún-, junto a Quico, el único amor de su vida. Mi hermana no era como yo. Para ella no había más espejos que los que le ofrecían los seres que la amaban. A ellos se entregaba, generosamente. La noche del ensayo general se acostó muy tarde retocando el corpino de rayas negras y amarillas que era mi disfraz de abeja. Con infinita paciencia estuvo ajustando las costuras del corpino para que yo me sintiera tan esbelta como había imaginado. Mientras tanto, yo iba de un sitio para otro ante la indignación de mi abuela, la angustia de mi madre, y la indiferencia de papá. 97 Probablemente estarían maldiciendo el día en que dieron su consentimiento para que yo actuara en el "Círculo". Cuando hacía teatro con las monjas a nadie le importaba y el día de Fin de Curso en el que yo canté el Ave María de Schubert acompañada al piano por mi hermana Tere, mi madre se acordó de cuando ella era niña y hacía los solos del Colegio. 98 MAMA 99 Mamá tenía una bonita voz y, cuando cantaba, lo hacía muy bajito para que nadie la oyera y sentíamos un gran respeto. El mismo respeto que cuando sus manos se convertían en pájaros cayendo pesadamente sobre las teclas blancas y negras del piano majestuosamente colocado en "el comedor de verano" el cual, a través de un gran ventanal de cristales, comunicaba con el patio. Eran unas manos enérgicas y al mismo tiempo suaves y acariciantes. Sus uñas jamás esmaltadas, potentes, producían en aquel ir venir de un lado a otro del teclado, pequeños sonidos imperceptibles que se mezclaban con el roce rápido de sus anillos al golpearse entre sí, produciendo todo aquel entrometido instrumental, su propia sinfonía independiente, caprichosa y rebelde. Las manos de mamá que son suaves todavía. Alargadas, estiradas...potentes. Agarrando los recuerdos, estirando todavía el tiempo eterno. A mi lado aún, en la distancia. ¿Donde está el piano de candelabros de oro...? ¿ Y los peldaños de la escalera, tantas veces doloridos en las plantas de tus pies...? Y las camas de tus hijos, y una mesa grande de inefables tristezas y alegrías... ¿Y tu lámpara de aceite consumida en la esperanza? ¿Y tu miedo...? ¿ Y tu cuerpo encogido, derrumbado en un rincón bajo la escalera en una tarde que creías iba a ahogarte de dolor...? Yo he visto una vez tus lágrimas hundidas en los poros de tu piel.... y he crecido a tu lado contemplando tu dolor... 100 que era el mío y el de las blancas teclas enmudecidas y el del surtidor jamás abierto en el patio de brillantes baldosines... Y el de unas botas de charol ya manchadas en el barro para siempre. Poco a poco nuestra casa fue quedando vacía de ilusiones. Se llevaron -¿Eran hombres, eran perros de justicia... eran los obreros?los sillones de la abuela,las ventanas abiertas, nuestros libros, la alfombra de tu cuarto, tu trabajo de cada día, el péndulo incansable de la puerta de la cocina... íy tu piano 1 Y también aquel día, en el quirófano, te arrancaron una fuente ya cansada de la vida nueva... de la nuestra, de la tuya, de la tuya... Era entonces cuando todo eran capullos a punto de abrirse, cuando de la tierra sembrada empezabas a recoger sus frutos con tus manos, estas que, en tu juventud, arrancaban ya melodías del piano... Era entonces, en aquel tiempo que ha venido de repente a mi memoria en este instante... En un instante fuera de lugar en esta historia. Entonces era, y ahora es, AoA Reeuerdo 102 Las cartas, los pedidos, las letras de cambio, se agolpaban sin respuesta junto a la máquina de escribir de papá. Muchas de ellas se estremecían indignadas en la papelera. El teléfono sonaba sin cesar con voces que roncaban desde dentro. Los trabajadores -sus hijos y sus nietosreclamaban sus derechos y esperaban impasibles el sobre cerrado... El sábado próximo, tal vez, llegaría papá con su enorme partida de pieles a la espalda compradas en un almacén desconocido y las tijeras recortarían de nuevo muy deprisa, nuevas formas. iHabía que renovarse! Siempre, siempre es así. Para eso los hijos crecen... ¿Para eso...? No, los tiempos han cambiado, ellos necesitan otras cosas, seguir un camino distinto... Sin embargo, cuando llegue José mi hermano, cura en Alemania... Pero no. ¿Qué puede hacer ...? Se trata de papá. ios PAPA 104 Papá. ¿Qué le ocurre? Sus manos revuelven los cajones una y otra vez, mas nerviosas aún cuando se acerca el fin de semana y el sábado, cuando le veo desaparecer Rambla abajo, caminando hacia la estación, sus ojos se tornan extraños, inquietos. El garaje se ha cerrado tal vez para siempre... ¿Que ha ocurrido con el coche Fiat de morro bajo? ¡Qué más da i Después de todo cualquier día podía haber ocurrido una desgracia pues sus manos apretadas al volante, daban cada vez más miedo. Pero la cena del sábado es más triste cada vez... Hay todavía muchos platos alrededor de la mesa y las manos de mamá se mueven incansables con los dedos apretados en la cuchara de plata. Se paralizan un momento cuando ya por fin, después del café de los domingos, se escucha el paso de papá con su trofeo de pieles cargado en la espalda.... Es mejor no preguntar, sobre todo cuando las preguntas están cargadas de sospechas. Papá está muy serio. Su mirada se esconde muy adentro. Nadie se levanta de la silla. Yo apenas me muevo. Algo ocurre. Pero las paredes de su cuarto son oscuras... ¿Es el sueño? Algún día tenía que ocurrir... Porque las malas lenguas no dejaban de sonar a mis espaldas y una voz escondida en el teléfono me aseguraba muchas veces que era cierto... Otra mujer I Qué vulgar! También en casa. Nuestra casa tan distinta. Invulnerable. 105 Y la sonrisa burlona del Contable que me dice "-Si no te casas... ¿A qué esperas? Todo eso marcha mal. Muy mal". i Espabila 1 IImbécil! ¿A qué viene ahora ese tono? Siempre has estado pendiente de mis pasos, esperando el momento en que pudieran tropezar. Mirando con envidia mis zapatos nuevos. Escondiendo en el cajón las primeras facturas sin pagar, recreando tus ojos en la caída que empezaba a caminar impasible hacia nosotros. Hacia las espaldas de mi padre, de mi madre, de la carrera brillante de mi hermano, del mar luminoso que enmarcaba las ventanas de esta casa tan abierta para ti... Demasiado abierta para ti que no la mereces. Mamá esta delgada, cada vez más delgada, se desvanece, se deshacen sus miembros por encima de su lecho, pero se levanta nuevamente... "Tu eres la mujer fuerte, tu eres la Judith invicta..." Hay que hacer frente a la situación. La casa es muy grande y la fábrica tiene mucho valor. Y hay infinidad de cosas que no sirven para nada, hay que saber renunciar. Renunciar a las cosas, hacer como si jamás se hubieran poseído... Además, dentro de pocos días llegará mi hermano José y él lo solucionará todo. Con papá -ipapá, pobre papá!- no se puede contar. Está hundido, no sale de su habitación. Mi hermano llegó por fin. TAh! La esperanza, el espanto... -¿Qué ha ocurrido...? Es un instante de duda nada más... i Hay que venderlo todo! i De 106 prisa! i Pasen señores, pasen...! Adelante. No se entretengan. No tengan piedad. No la necesitamos... ¿No es suficiente....? Y... ¿Las máquinas? y ¿los cubiertos de plata? y ¿la Enciclopedia? y ¿los candelabros? y ¿las alfombras y los muebles? y ¿las sábanas? ¿y las agujas...? ¿ las agujas...? Y la cama de la abuela. ¿No es suficiente? Un mes.. dos meses...., tres meses.., I Ya! ¿Donde , donde estoy? Contemplando unas manos abiertas incansables. Eran las manos de mi madre. Era un tiempo todavía hermoso que ha llegado hasta aquí....se ha mantenido un instante en el recuerdo. ,4o'f EL CAMPO DE BALONCESTO 108 acababa de ser transformado en lugar irreconocible, como una antesala del triunfo que yo veía acercarse con miedo. Las sillas, antes olvidadas, casualmente dispuestas como esperando la mano amiga que iría a salvarlas de su inutilidad, aparecían ya perfectamente ordenadas en su fila , núm, Esas sillas me producían mucho más respeto que la envolvente masa de publico que iba $ apareciendo en pequeños grupos. Las gentes no eran más que sombras abandonadas, distantes, excluidas de aquel campo de baloncesto al que me parecía poseer por entero. Conseguiría que en mi imaginación se fuera desvaneciendo todo el gentío, hasta no reparar en el. Ahora, en aquel momento, odiaba aquellas sombras. Necesitaba aquel segundo piso de mi casa, aquel gimnasio, ya sin sombra alguna... La gente cuchicheaba, reía, jugaba con el entusiasmo nuestro sin el cual nada hubiera sido posible de cuanto se iba a realizar. Eran las gentes más importantes de nuestro "Círculo", los que creían que con su sola presencia harían el prodigio de dar vida a un escenario antes inexistente, al que ahora besaba respetuosamente y en silencio, la sombra cálida de la noche, posándose en él blandamente, temblorosamente... Aguardando el estallido de luz y sonido que pronto rasgaría su silencio. Conseguía alejarme de todas aquellas sombras rozándolas casi, cruzando a través de ellas, rompiendo mi temor en mil pedazos, alcanzando poco a poco una seguridad de la que había dudado. Y llegaba por fin al lugar preparado para los maquillajes. Todo el revoltijo de las ropas usadas alguna vez o muchas veces por otros cuerpos, puesto que eran ropas alquiladas, se habían ceñido también a ellos con la misma ilusión con que yo lo iba a hacer ahora. Esas ropas eliminarían barreras de espacio y de tiempo dando forma verdadera a unos personajes hasta aquel 109 momento inexistentes, tambaleantes y frágiles, que aparecerían de repente vivos, verdaderos, servidores leales, transformados en realidad por el contacto de aquellos focos que ahora estaban expectantes y esperando la mano que abriría por fin la iridisicencia acorralada de su luz. Mis padres, mis hermanos, mi abuela -¿habría venido mi abuela?-, mis amigas..., y Juan y Miguel y José y el Profesor...! y Diego! todos formaban allí un mundo distante, fuera de aquella luz. Y el grupo de matrimonios que siempre se reunían intercambiando parejas, y los chicos y chicas del "Casino",nuestros contrincantes, que paseaban por la Rambla, y mi hermano-¿Llegaría también con su ansiado permiso?- Todos estarían allí silenciosos y yo les retendría en mi mano poderosa todo el tiempo, hasta que se apagaran los focos. Lo había sabido desde el momento en que pisé el escenario nuevo por primera vez y sentí mis pasos distintos, y me dejé llevar por ellos con la seguridad de que ya no iba a temblar jamás. Mis pasos imposibles, gastados, perdidos, en aquella luz en sombras, adormecida, a punto de extinguirse. Aquella luz que todavía, de vez en cuando, asoma tímidamente. Pero el telón ha caído definitivamente, pesadamente. Y aquellos juegos de niños ya nunca conseguirán unir la cuerda que se rompió un día entre los barrotes de aquella rueda que daba vueltas a nuestra atalaya, demasiado velozmente..., chirriando, gritando. La representación ha terminado, pero ha quedado allí preparada, en espera del príncipe azul que todavía tenga un beso de amor en sus labios. Aunque sepa que pueda llegar demasiado tarde. \AO LA REPRESENTACIÓN 111 La representación. "Soberano Colmenero Tu abeja llega rendida A esa miel ..." Todo había sido fácil. Mi voz sonaba ligera ... ÍAh, para siempre sería pájaro y flor, zángano y abeja, alegría y llanto, amor y deseo! Abriría caminos de luz para alcanzar el tiempo. Sería indiferente a las sonrisas socarronas, a las sombras, al miedo, a las bromas de mi hermano... Sí, mi hermano estaba allí con su traje de Alférez y mi hermana Tere junto a él. Miguel no había venido..., ¡No era posible, no lo podía creer! También aquella tarde había desaparecido calle abajo y no había vuelto. Si hubiera asistido a la representación,habría podido darse cuenta de cómo la gente batía las palmas bajo las estrellas. El estaría abajo, yo allá arriba mirándole con cariño, mirando su cara colorada hasta las orejas. Estrechando mi mano, mi triunfo, desde lejos, desde muy cerca, desde todos los lugares, a través de todas las manos que seguían vibrando, aplaudiendo. ¿Hasta cuando? Siempre. ¿Donde están? Allá lejos, cada vez más lejos, se pierden, ¿Por qué? 112 El mar... Se las ha llevado el mar. La espuma sigue acariciando la playa. La de todos, Suavemente. Se empujan despacito las olas sin prisa, Hay tiempo. Despacio: uno, dos, tres.... Una noche dos, mil noches ¿Donde están? ¿Volverán? Sí. A través de la espuma. La espuma del mar... Todavía no. Es pronto. iTe ha mirado Diego! Es él, está allá al fondo. Sus ojos son de almendra. Mi imagen está dentro de ellos vestida de blanco, con un corpino amarillo y negro -Azul y blanco-Rosa y violetaPuede quedarse allá dentro, no importa, se la regalo. Mi imagen es mía y se la regalo 113 A todos. Quiero que me besen... iTodos! Miguel ¿Lo ves? Demasiado pronto, te has ido demasiado pronto. Todos pueden besarme ahora. No importa la tormenta, se acerca. No importa ^ Puede besarme también. Es hermosa y fuerte. Yo también soy fuerte. Puedo sonreír ahora. Ya no tengo miedo. Palmas. ¡Siguen batiendo palmas! La tormenta se ahoga feliz. Silencio... Un relámpago.... palmas, palmas, por favor, IPalmas! No se vayan. No me dejen sola. Hay un estruendo muy grande allá arriba, en el firmamento. Si, mis pasos tiemblan de nuevo. No se vayan. No me dejen sola. 114 Entre cama y cama, mi vestido se escurre, cae deprisa. mojado. Está "Tere, no importa... Deja tu abrigo en la percha. No me hace falta tu percha. Gracias, al fin y al cabo el corpino no se va a secar. No importa, mételo en el plástico... ¿Tan mojado? Sí. Mañana devuelvo el traje y ya está. Pero, puedes necesitarlo de nuevo ... no puedes quedar mal con el señor de la sastrería... I Bah, no es de mi talla! Tal vez algún día, en otra representación, el corpino será mejor... Pero te sentaba muy bien, muy bien. Aunque la próxima vez se lo encargaremos a nuestra modista. Ya sabes como es mamá. Acuérdate del día de los Juegos Florales: Tu traje era el más bonito. I Tan lleno de tul! Era muy caro, pero valía la pena. Acuérdate de cómo te miraban todos. En la foto se ve. La tía Antonia tiene los ojos mas grandes, más saltones que nunca de contento. Y busca la mirada de sus amigas y parece como si dijera, "¿Habéis visto?,) Es ella, mi sobrina!, la tercera de los x... Es guapa ¿eh? Podía haber sido la reina de la fiesta, pero, claro,lo ha sido la hija de los Montal. Dieron el té a su hora, como los ingleses, con pastas, tarta de manzana y todo eso. Son de la alta sociedad..." i Que pena que muriera la tía Antonia tan de repente! Nos quería mucho aunque no viniera a vernos a menudo. Ya sabes... No caía muy bien a la familia, pues se casó precipitadamente con el tío Alvaro, tu padrino. Sí, poco después de que él volviera del Tercio. Ya sabes lo que 115 pasó. No encajaba el tío Alvaro en una familia como la del abuelo... Se peleó con su padre, se fue a la Legión,al Tercio. Es demasiado bohemio, un artista. Por eso a mamá no le gusta que te dé lecciones de canto y vayas con él a cantar en el coro de las monjas del Hospital. Sé que a veces no hay ni siquiera coro,puesto que el otro día te oí cantar a ti sola. Sí, no te dije que había ido para que no te pusieras nerviosa. iAh, es curioso..! Cuando estabas en el escenario no parecía que estuvieras nerviosa. i Y lo eres tanto! Sin embargo esa noche no te daba vergüenza ni nada. iAh, yo no sería capaz! ¿ Recuerdas aquella vez que saliste a cantar y yo te acompañaba al piano, cómo me escapé corriendo ? Y eso que me sabía de memoria la Polonesa de Chopin. Fue mucho mejor que tu estuvieras allí dándole vuelta a la página de la partitura ¿recuerdas?. Yo salí corriendo cuando terminó y tú tuviste que quedarte a recoger los aplausos .Yo no debí de salir corriendo, pero no lo pude remediar. Tu, al fin y al cabo, estás acostumbrada. IY pensar que yo tenía que hablar por ti ante las monjas, ante la hermana Teresa? Claro que la hermana Teresa asustaba a cualquiera. No creas que a mi me hacía mucha gracia cuando me decía que tenía los dientes torcidos iMira! Me ha dado el complejo, es más difícil de lo que parece reír con la boca cerrada. Si no te esmeras mucho, se te saltan las lágrimas y parece que estás llorando... Y eso que yo no soy como tu, que eres impresionable y lloras por menos de nada. No está mal llorar de vez en cuando, puesto que le das pena a la 116 gente y te miman. Ya ves como te mima mamá, que te deja hacer novillos por menos de nada. Pero es que a mí eso de llorar me da mucha vergüenza, y, cuando algunas veces noto un cosquilleo aquí dentro, echo a andar.... Es lo mejor. Al principio no se entera uno de lo que está haciendo, pero de repente te encuentras frente al mar y ya no deberías llorar porque es muy bonito, pero como has ido hasta allí por eso, no tienes más remedio que hacerlo. Por eso el mar debe ser tan grande, tan lleno de agua, porque no se si te habrás dado cuenta de que las lágrimas son también saladas. ¿No las has probado nunca? Claro, que si te las tragas no se te acaban las lágrimas en la vida... El sueño llegaba entonces, despacito. emociones... Estábamos muy cansadas. í Qué lástima de tormenta! Habían sido muchas iHabía aparecido tan de repente I! Menos mal que pudimos terminar la representación. Pero todo el mundo se fue corriendo y Diego no había venido a felicitarme. Se quedaron las sillas vacías en un instante. Ahora estarían empapadas de agua, relucientes. Nadie se acordaría de ellas. Mañana por la mañana, cuando salga el sol, estarán mucho más bonitas, más limpias y brillantes, pero será muy difícil plegarlas una a una . Aunque ya habrá gente que se ocupe de eso. Todo está bien organizado en nuestro Círculo. Se las llevarán con un camión después de contarlas, pero toda la noche estarán allí aguardando. Si no tuviera tanto sueño, ahora mismo cogería el paraguas grande de mi padre y me iría un ratito a sentarme en una de 117 ellas. No importaría cual, puesto que sería como si me sentara en todas a un tiempo. Pero tengo mucho sueño. Todos dormiremos tranquilos esta noche porque por fin ha llegado mi hermano y aunque todavía suena a lo lejos el ruido que producen los relámpagos, es posible que mi madre ya no se acuerde de la guerra. Seguramente se están mojando otra vez los rollos de papel del embalaje, puesto que oigo ruido de puertas en el taller y, me ha parecido oír los pasos de mi padre por la escalera. I Qué lata que el taller esté tan poco preparado para la lluvia! En los tiempos del abuelo tenían que haberlo pensado, puesto que entonces había mucho dinero en la casa, antes de que a él,a \sï~ MI ABUELO 119 Mi abuelo, se le ocurriera meterlo todo en el Banco. Tenía que haberlo pensado un poco y dejar de hacerse el héroe cuando, en el Consejo de Administración consiguió que se hiciera solo la suspensión de pagos en lugar de ir a la quiebra. Mi abuelo se opuso para que pudieran recuperar su dinero todas las familias menos ricas que se iban a quedar en la miseria. Aunque el tuviera ocho hijos, podía seguir viviendo bien. Entonces mi padre tuvo que interrumpir sus estudios y venir del pensionado para ayudarle. Mi padre era muy inteligente para cosas de números. Hacía multiplicaciones y divisiones de varias cifras de memoria, sin escribirlas. Era el más dotado de los chicos de la familia. Sus hermanas, se pasaban el día tocando el piano, y cuando invitaban a sus amigos,se iban a bailar etre la maquinaria de la fábrica sin que mi abuelo se enterara. Había grandes juergas en aquella gran casa. En esta casa. Y es que, les faltó su madre demasiado pronto puesto que entonces la gente se moría por nada. Se le había pegado el tifus que había traído mi padre del pensionado. Mi abuela era muy guapa, todo el mundo lo decía. Decían que era una gran señora. Pero, después que murió, mi padre no podía soportar las juergas de sus hermanas, sobre todo teniendo en cuenta la enorme responsabilidad que él tenía puesto que su hermano mayor -mi tio Alvaro- no quiso saber nada de la fábrica. Quizás había hecho bien en irse al tercio para que nadie pudiera obligarle. Decía que no podía vivir tranquilo entre tantas mujeres. 120 Todo el dinero de la fábrica y de la casa, lo controlaba entonces mi padre. Se sabía de memoria la combinación de la Caja, bueno, él y el abuelo. Pero al abuelo no le gustaba el dinero y, después de la muerte de mi abuela, dejó de trabajar... Para eso ya estaba su hijo Alberto, aunque solo tuviera dieciocho años. El abuelo se hizo construir una caseta de madera en la playa... I La primera que hubo en lo que luego fueron los Baños "La Doncella de la Costa"! Era blanca y azul, como la barca del pescador, y, cuando estallaba la tormenta, iba a sentarse frente a ella, dejándose llevar por los pensamientos... MI PADRE 122 le admiraba...IAh!... Tal vez también le quería, porque muchas veces - una cosa no está reñida con la otra-... Trabajaba y trabajaba y, cuando le molestaba el alboroto que armaban sus hermanas en la casa, se iba a la casa de su amigo, el que había estado con él en el pensionado, y los fines de semana los pasaba con él en compañía de su madre que era viuda, las primas viejas de su madre, la hermana que era muy guapa y que se llamaba Eulalia.... Así que, sin querer, volvió a encontrarse rodeado de mujeres, solo que ellas, las de la casa de su amigo, le mimaban mucho y le trataban como a un hijo. Mi padre de esta forma, no echo tan en falta el cariño de su madre y se pasaba los días escribiendo cartas a los clientes y contando el dinero. Dinero que todos los fines de semana metía en unos sobres con el nombre de cada uno de los trabajadores, los que luego desfilaban ante él en el despacho, y le miraban con ojos muy distintos a los que le habían mirado cuando era un niño y cuando , en las Navidades, el abuelo repartía el aguinaldo. El no sabía por qué encontraba tan diferente aquella gente. Tampoco se entretenía en indagarlo. Los números le salpicaban por todas partes. Cada vez hablaba menos, ni siquiera se daba cuenta del color tan bonito de la tarde. Algunas veces notaba que algo hermoso le hacía piruetas dentro, pero no lo podía explicar. Incluso en casa de su amigo, las palabras le resultaban difíciles. Le habría gustado decirle hermosas palabras a Eulalia, la hermana de su amigo. Sin saber por qué, se acordaba de ella cuando se quedaba solo en su 123 despacho. Se le había ido la tarde sin darse cuenta, pero notaba que había estado allí y que su lu2 -quizás no había sido una tarde cualquierase había ido transformando sigilosamente, respetuosamente mientras acariciaba sus espaldas y se posaba sobre el tintero y los sobres alineados en el escritorio, repiqueteando con él en las teclas de la máquina de escribir. Quería terminar aquellas cartas comerciales, para ver si le daba tiempo de escribir algo de lo que sentía antes de que se escapara de su pensamiento como se le había escapado aquella tarde... Todas las palabras asomaban alegres. Eran muchas, muchísimas, habría podido pasar la noche entera viéndolas jugar a su alrededor, redondeándose. A medida que escribía en el papel, las veía aparecer como si no fuera él quién estaba apretando las teclas. Algún día se atrevería a llevárselas a su amigo, al fin y al cabo era gracias a el que podía hacerlo. Gracias a él y a su hermana. Porque, en aquella casa le daba tiempo a pensar y no pensaba que pensaba. Ahora, de repente, había descubierto eso. Tenía las llaves del portal de la casa de su amigo, pero le gustaba tocar el timbre, puesto que de esa manera, salía a abrirle muchas veces Eulalia, la hermana. Entonces se quedaba largo tiempo ante la puerta sin hablar. Únicamente cuando oía la voz de la madre de su amigo que le llamaba, se decidía a entrar. Cuando se sentaba en la mesa tenía siempre la silla echada hacia adelante. Aquello molestaba mucho a la madre de su amigo, pero no lo podía remediar -bien mirado habría sido facilísimo sentarse como todo el mundo- . Tal vez necesitaba que alguien le regañara, pues en la casa de su padre era raro que alguien lo hiciera . Sin 124 embargo, en la casa de su amigo, le trataban con cariño como si tuvieran miedo de ofenderle por algo. Lo más importante era aquella paz parecida al cristal. Había que cuidar los pares de ojos tan iguales de las tías de su amigo que cada vez eran más pequeños y se iban hundiendo entre infinidad de arruguitas, como si estuvieran hurgando el gusanillo de la muerte que no debía andar muy lejos. Por eso no se extrañó cuando aquel día nadie le llamó para que entrara. Su amigo había abierto la puerta y todas las mujeres estaban llorando. Todas menos la mayor que estaba hermosa, fría y blanca en aquella cama que olía a cera. Las tías fueron muriendo una detrás de otra despacito, con orden. La segunda, la tercera, la cuarta. Y la madre de su amigo seguía apagando las cerillas antes de que se consumieran del todo y así poder fabricar las lamparillas y mantener intacto el orden, el minucioso ahorro, para estirar cuanto fuera posible aquel hilo de vida tan quebradizo. Poco a poco se fueron acostumbrando a sus cartas, que aparecían en el fondo del buzón el día menos pensado. Cada vez le hacía menos falta hablar. Un día, Eulalia, la hermana de su amigo, se dio cuenta de cómo se fijaba en ella y,todo por una carta que abultaba más que ninguna otra. Cuando la leyó y se dio cuenta de que ya no le podría tratar como a su hermano, se puso a tocar el piano mucho más alegre. Se había acostumbrado tanto a su presencia que no le asusto nada la idea de que algún día debería casarse con él. Cada vez habla más brillo en los ojos del amigo de su hermano,que eran como dos puntas de alfiler 125 brillante. Cuando se hicieron novios formales, nada cambió. El era ya de la familia mucho tiempo antes. Cuando tenía doce años había muerto su madre y nada había logrado quitarle la tristeza. Se sentía responsable de su muerte, pues, le dijeron que él le había contagiado su enfermedad. Había traído del pensionado aquellas fiebres de las que se moría tanta gente. Las fiebres del "tifus". Jamás olvidó aquellos días en que su madre lo estuvo cuidando. I Su madre, siempre tan atareada! Curiosamente, la hermana de su amigo se iba pareciendo a ella cada vez más. No podía ser otra la que ocupara su puesto. Sus hermanas estuvieron muy de acuerdo con la boda, puesto que no querían otra cosa más que la parte de herencia que les correspondía para vivir tranquilas. La hermana mayor se había casado con un señor muy rico que se la llevó a América... Parecía mentira que las otras dos, tan guapas, se hubieran casado con los primos de la farmacia. Para eso no hacía falta tanto lío ni tanta juerga. De su hermano mayor, nadie decía nada. Solamente él contestaba sus cartas que le llegaban desde el Tercio y le contaba en una de ellas lo injusto que le había parecido que su padre no hubiera querido darle la parte de la herencia que le correspondía. Entonces... A< EL TÍO ALVARO 127 que así se llamaba, cuando volvió del Tercio alquilo un piso muy humilde, se casó con una viuda que era costurera -la tía Antonia- y se dedicó a lo que le gustaba, que era dirigir el Orfeón y componer canciones en el piano. No ganaba un duro pero Alberto -mi padre- le ayudaba cuanto podía. Al fin y al cabo era su hermano. Al lado de Eulalia, que parecía que hubiera vivido en aquella casa desde la infancia, ya no tenía necesidad de ver de cerca los ojos de los trabajadores. Esas cosas que le inquietaban tanto, habían dejado de molestarle, puesto que Eulalia las convertía en fáciles y naturales, como si en toda su vida no hubiera hecho otra cosa. La casa se iba llenando de alegría nueva y la paz que había conocido en la casa de su amigo, había venido a ser suya entre aquellas paredes que solo había abandonado en su época del pensionado. Debía hacer lo posible para merecer aquellas dos mujeres -Eulalia y su madre- que habían sabido quererle siempre como a un hijo y, si algunas veces tenía algún mal pensamiento, él debía ahogarlo puesto que le había prometido a su esposa una vida donde los hijos debían ser una bendición y el único motivo que le permitía acercarse a ella respetuosamente. Pero se daba cuenta de que no era tan bueno como él había creído. Se acordaba de aquella repentina vocación de sacerdote de la que había huido porque alguien le dijo que era un pretexto para abandonar la fábrica, para abandonarlo todo. 128 Pero el día que nació su primer hijo, precisamente aquel día, le dieron ganas de hacer un disparate con otra mujer. Eso le hacía sentirse muy mal al lado de Eulalia, tan perfecta. No habría sido capaz de darle un disgusto. No, por nada del mundo. Su hermano mayor había conocido muchas mujeres y no le había ido nada bien en la vida... Por eso quería que su casa, que nuestra casa fuese ahora como un seminario y no le gustaba nada que yo fuera coqueteando con los chicos y quisiera hacer teatro. Ya era bastante que hiciera como si no se enterara de nada. Mi madre sabía como tratarnos. No había más que ver lo bien que se había formado mi hermano mayor que, después de sus brillantes estudios y a pesar de que era el más guapo de la familia, iba a ser sacerdote. A ¿cí a José... 130 mi hermano mayor, debían ocurrirle también cosas que no podía explicar pues,muchas veces, repentinamente, se levantaba de su silla cuando discutía con mi padre en la mesa y subía a su habitación después de cerrar violentamente la puerta del comedor.Si,algo debía de ocurrirle puesto que había dejado de salir con las chicas... Me escribió unos versos que decían: Como se quiere el brillar lejano del último rayo de sol agonizante, más, mucho más te quiero yo,hermana. ... Sus ojos no iban a jugar más conmigo. Había puesto un bonito final a tantas cosas descubiertas antes de cogerlas con las manos. Manos que se cerraban ahora en un juego más peligroso que ninguno. Manos que apretaban los restos de su barca, aquella barca que se hundía en el horizonte allá lejos donde la línea azul infinita del mar acariciaba suavemente el timón, antes, mucho antes de que mis pies llegaran a la orilla blanca. Durante la representación , le había visto sentado en su butaca y, desde el escenario, aunque la distancia no era grande, rae había dado cuenta de que se encontraba mucho más lejos de mí que cuando en la ciudad donde cumplía el servicio militar mirábamos los dos al mismo tiempo nuestra luna redonda. Me di cuenta de que nunca volveríamos a mirarla con los mismos ojos, de que ya no podía buscar el latido de su corazón mientras dormía, como cuando era niña... iAh, había comprendido muchas cosas en una sola noche..! Cosas que cuando me desperté no sabía con seguridad, si había 131 soñado, puesto que abajo, en la mesa del comedor, mi desayuno estaba dispuesto como siempre. Y era domingo. Y Yo me había puesto mi traje nuevo. 132 LA MISA DE DOCE 133 tenia un color distinto aquella mañana. Estábamos toda la familia. El primero empezando por el pasillo era mi hermano José, vestido con su traje de alférez, brillante. Luego, todos los demás, apretados, hasta terminar la fila. IToda la familia! iMaravilloso! Mi padre estaba de rodillas todo el tiempo, con la cabeza hundida entre los brazos apoyados ampliamente en el banco, como si tuviera grandes culpas y por ellas tuviera que hacer penitencia. Mi madre no, ella siempre rezaba con la cabeza alta, la barbilla apoyada en aquellas manos dobladas con la misma fuerza que cuando apretaba las cuentas del rosario. La abuela lucía su mantilla de encaje de los domingos por la que asomaban blandamente los bucles blancos y bien peinados, formando un delicado dibujo que se deducía apenas dentro del entrelazado de la mantilla de seda finísima. Su cabeza era resbaladiza, transparente, reflejando suavemente su mundo desconocido,indescifrable,misterioso, cierto en un tiempo lejano, únicamente suyo. Mi hermana pequeña, extrañamente hermosa de repente. Bonita. Con aquella cabeza de tirabuzones que yo había peinado con tanto amor. Alberto, como siempre, distraído, pensando en sus inventos ,mientras Agustín, mi quinto hermano, no cesaba de mover el banquillo en que estábamos sentados. Para mi solo existían los ojos de Diego, que se encontraba sentado en el banco de atrás. Sentía su mirada y, como si ella me tuviera encantada,distraídamente, echaba la cabeza hacia él, sin mirarle, simulando comprobar que el asiento estaba vacío.... Seguramente Diego se habría dado ya cuenta de mi traje nuevo,IMe marcaba tan bien el talle..! Lo habría notado ya desde su banco nada más verme 134 entrar en la iglesia. Y es que, ahora , toda la gente me miraba de distinta manera desde que se había dado la representación. Dentro de poco tendría que levantarme para la Comunión. Me daba un poco de vergüenza caminar por aquel pasillo,entre la gente que ya se preparaba para acercarse al altar. Me levanté como siempre, con los brazos doblados ,con el miedo a tropezar con el reclinatorio que siempre se pegaba a mis tobillos tan duramente como el frío del invierno. Justo donde terminaba el reclinatorio, tenía que torcer a la derecha, procurando que mis pasos fueran firmes, seguros, y me apoyaba, sin que ella se diera cuenta, en la espalda de mi madre, siempre firme. Plegaba mis rodillas muy despacio una vez llegada al altar, hasta hundirlas en el mullido terciopelo y esperaba con los labios entreabiertos aquella caricia de la patena, ligeramente cálida por el aliento de tantas bocas. Las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par pues hacía calor. Mucha gente había salido antes de terminar la Misa. El olor de los cirios era insoportable. Mi hermano se levantó para ayudar a la abuela que permanecía sentada golpeándose el pecho con el abanico que, en los días de fiesta, sacaba muy cuidadosamente de aquel cajón que siempre tenía cerrado con llave. Cuando intenté coger del brazo a mi hermano para hacer nuestro habitual paseo por la Rambla, me di cuenta de cómo había cambiado, de que ni siquiera podía invitarme a tomar el vermut puesto que ya no podía hacer las mismas cosas que hacían los demás chicos. La sombra del Opus Dei se levantaba entre los dos como aquella gran falla, aquel gran "ninot" que parecía surgir de las aguas antes de que caer revolcándose entre los primeros fuegos artificiales. Por eso tomaba mi hermano el camino más corto para volver a casa. -Tere y tú podéis salir por la puerta de la calle del Mar. 135 Y siguió caminando con la abuela. A continuación del pasadizo de la sacristía se encontraba la pequeña salida que conducía al paseo del Mar... Allí estaba Francisco, sonriente.... iAh, con qué alegría mi hermana Tere se colgó de su brazo í Era evidente que habían echo las paces... IAhí Tenía que dejarlos solos.... iAhora vuelvo! -dijeLLegué sin darme cuenta hasta la tienda de fotògrafía,que estaba muy cerca de la Rambla. Junto al escaparate, había gente mirando. En primer término, estaba mi fotografía iluminada... Diego se acercaría también y sería maravilloso... Ya sentía golpecitos en el pecho. En cuanto Diego se encontrara a mi lado, yo no sabría qué decirle. De repente sentí el roce de su americana de "rayadillo" sobre mi brazo desnudo. Nuestra imagen aparecía reflejada en el cristal del escaparate. Hacíamos una bonita pareja. Diego era alto, esbelto, y su cabeza asomaba por encima de la mía •• • Todos los demás habían desaparecido. imagen perdida en el cristal. Solo el y yo ante nuestra Si yo echaba a andar, sus pasos seguirían los míos y sus brazos rodearían mi cintura... Yo supe que lo haría desde aquel primer día en que me había mirado y, cuando pasaba por debajo de mi balcón, yo le espiaba por detrás de la persiana verde, soñando en aquel momento. Y, también, mientras guardaba mi traje de colegiala, mi Rebeca de color azul oscuro, sabía que iría a esperarme a la salida del colegio porque le gustaría verme con la cartera debajo del brazo. 136 Ya sabía lo que iba a decirle: Que yo era demasiado joven, nos llevábamos diez años y que, al día siguiente, marchaba de veraneo. Era mejor, puesto que a mis padres no les había gustado vernos tan juntos por el callejón estrecho de la Rambla. Esa noche parecía que nos estuviera mirando todo el mundo, como si pensaran que ya era hora. Sus hermanos tenían una extraña sonrisa socarrona... I Claro! -pensaban- es una chica de buena familia a pesar de que ya empezaban a oírse cosas sobre mi padre, que yo no entendía... Pero ya estábamos lejos de las miradas de todos. Hasta entonces no me había dado cuenta de que había un camino largo, interminable, que bordeaba las palmeras que ahora de repente habían quedado atrás... La tenora de la copla de sardanas sonaba muy lejana y seguía apretando manos,entralazando miradas tímidas, jugando con las rizadas olas... Pero yo estaba lejos, junto a Diego, y sólo oía el susurro de sus labios en mi oído. Y no sabía si aquello lo había soñado alguna vez, porque era algo así como el eco que venía desde el tiempo en que mis manos descubrieron la mano pequeñita del niño rubio con el que me escondía en el bosque buscando el placer del tiempo abierto. Y así, aquella mano que acariciaba instintivamente con la misma suavidad con que las aguas del río acarician las piedrecitas de su orilla, puliéndolas suavemente, no parecía la misma mano que me había servido para todas aquellas cosas inútiles... Abrir y cerrar puertas, encender y apagar interruptores, coser botones,(sobre todo en el traje de Alférez de mi hermano), escribir cartas que jamás iban al correo,limpiar zapatos... sino la mano, aquella mano que contemplaba a veces cuando, hundida en el agua del mar, aparecía despegada del cuerpo, independiente y 137 mágica, única poseedora de una vida que, lejos de mí, podía quizás comprender algo, pero que huía siempre sin otro misterio que el de haber conseguido adelantarse a mis deseos con demasiada rapidez. Y era asi ciertamente, porque siempre era todo tan efímero,huía de mí tan rápidamente que me angustiaba no poder hacer nada por retenerlo. Quedaba a mis espaldas el Paseo de la Rambla ya tan lejano y ,a medida que me iba apartando de él, sentía la misma angustia que siento ahora cuando, al contemplar el paisaje desde mi ventana, experimento esta misma imposibilidad de acercarme, de vivirlo, y entonces busco dentro de mí, cierro los ojos cada vez más fuertemente a todo lo que de algún modo pueda parecérsele y cada vez me hundo más en las sombras, esas sombras que son lo único exclusivamente mío. Como por azar, aquel encuentro, el primer paseo con Diego, tuvo lugar en el único día del año en que deberíamos despedirnos, pues, al día siguiente comenzaban las vacaciones.Fué, quizás, un extraño azar que anunciaba lo superficial de aquellas relaciones... ÍAh! No habían sido más que pájaros caprichosos revoloteando a nuestro alrededor con las alas rotas, abiertas en un gran esfuerzo. Cuando ya nos habíamos liberado de las barreras de la inseguridad, de los deseos contenidos..., el camino se ofrecía ante nosotros dos demasiado desnudo, con la sola evidencia de mi inmadurez... Aquellas maravillosa sensaciones que en mi piel se producían, necesitaban cada una de las partículas del aire que, en las distancias siempre superables, se transformarían en insospechados deseos, más allá del conocimiento, más alejados de la realidad, siendo esta realidad tan posible, tan prometedora, la más apetecible. Aquel atractivo físico se mantenía ligero en el aire como las burbujas a punto de estallar. Después era "nada". De repente, despiadadamente, la rutina empezaba a ordenar nuestras citas, y todo se desmoronaba. 138 Al llegar a casa, contemplé la cantidad de bultos y maletas dispuestos ya a lo largo del pasillo. Mi madre, sin duda, debía estar enterada de mi encuentro con Diego y había acelerado la marcha para las vacaciones. Mi hermana Tere y yo sentíamos una extraña alegría que, poco a poco, fue contagiándolo todo hasta conseguir una sonrisa de mamá, como si la felicidad de toda la casa dependiera exclusivamente de aquella sonrisa suya. Y así era en realidad. Mamá debía quedarse en casa junto a papá y a mi hermano que todavía gozaba de los días de permiso. Ya María, la pequeña, podía venir con los demás hermanos y la abuela... 139 MAIKIV 140 tuvo también su fotografía en el escaparate. La sacó mi hermano mayor, que tenía un invento para hacer que sus ojos se llenaran de lágrimas... -Mariona, fea... I Claro! i Como no iba a llorar! i Yo la encontraba tan bonita! y, aquel día -el día de la foto- me había entretenido más de la cuenta en peinar sus r i z o s — Con el jugo del limón, conseguía que quedaran bien dispuestos... iAh, engominados, con los bucles llenando su cabecita al igual que Shirley Temple! Mamá, pues, iba a dedicarse solo a papá y a mi hermano -a aquellas personas que quería a su modo, sin dificultades, tranquilamente...-, sin abandonar el control de la fábrica, en la cuál era ya imprescindible. Mi hermana Tere estaba nerviosa por la marcha. Ella no quería ir de vacaciones puesto que, acababa de reconciliarse con Francisco y subía muy acalorada intentando esconderse a las miradas inquisidoras de mamá que habría adivinado el rastro de sus besos. Las dos sabíamos que algo nuestro comenzaba a resquebrajarse. Que dejábamos definitivamente nuestra infancia que ahora veíamos resplandecer a lo lejos. Y, por ello, examinábamos minuciosamente los cajones, el armario.., todo lo que podía quedar olvidado. Si, solo seguiría existiendo lo que llevaríamos con nosotras. Ya no podría observar furtivamente a Diego por entre las rendijas de la persiana. Nos habíamos despedido en la puerta de casa. El me había besado y yo quería contárselo a Tere... Pero Tere, de pronto, se puso a llorar... ïNo, no quería marcharse...! Al fin bajamos al comedor. 141 En la estación de Gerona, nos montamos en el pequeño tren... "El "crempinchu" de Bañóles es lo mes petit que hi ha... Porta cascos de cassoles y barrets de capellà... i I barrets de capellà! que nos dejaría en 142 EL PUEBLO 143 bordeado de riachuelos que alimentaban las pequeñas huertas que a su alrededor formaban una especie de muralla que lo protegía, junto con la ermita de Santa Brígida en lo alto de la montaña. La carretera blanca y polvorienta lo unía al resto de los pueblos vecinos y también la estación del ferrocarril. Mi madre había alquilado una casita en la plaza mayor del pueblo, que estaba formada por unos hermosos arcos y a la que, semejantes a las buhardillas, se asomaban en lo alto hermosos balcones sombreados por las plantas y los geranios. El primer piso de nuestra casa se encontraba debajo de uno de aquellos arcos, al fondo del cual había una puerta encalada y una hermosa ventana que la abuela se apresuró a cubrir con tela metálica para evitar el acoso de las moscas y mosquitos que, en los días de mercado, buscaban la sombra de la arcada. El balcón, como todos los demás, se abría al exterior formando una simetría que se rompía de vez en cuando por el desorden de las bóvedas, cuya amplitud y altura variaba constantemente de unas a otras formando un agradable contraste, con el tono luminoso y cálido de la tierra polvorienta de la plaza que solo se fijaba en el suelo los días de lluvia. El calor sofocante de las horas de sol hacían de la luz y el polvo, una cortina densa. Las horas transcurrían lentamente, como si el tiempo se hubiera detenido en la penumbra adormecida que, entre las paredes de aquella casa se encerraba pausadamente. Era difícil acostumbrarse a las imágenes de antepasados y de santos de colorines. Los primeros días parecía que pesaban sobre nosotros aquellas muertes que, desde muy lejos, inundaban un silencio que allí dentro se dejaba sentir como un precioso regalo. Muchas veces subía la empinada escalera de madera que conducía al piso alto para observar aquellas imágenes, aquellas sombras. Cruzaba por delante de la pequeña puerta que la dueña de la casa mantenía 144 misteriosamente cerrada, sintiendo a menudo un miedo que me hacía retroceder. Al fin lograba cruzarla, me acercaba a la habitación grande y pasaba largos ratos contemplando absorta aquella imagen del Sagrado Corazón sentado ampulosamente con su trono dorado encima de la cómoda. Al principio creíamos que podríamos liberar aquella casa de los cuadros , como de visitantes molestos. Aquellas presencias que le daban un aspecto misterioso y triste como si estuvieran vagando todavía aquellos seres que pendían de las paredes y que en otros tiempos habían sido, como nosotros, caminantes hacia un futuro desconocido. Pero mi abuela había aceptado el ruego de la dueña de la casa y se comprometió a conservar aquellos retratos puesto que era a ella, solo a ella, mi abuela, a quien se le concedía el privilegio de habitar la casa y romper su dormido mundo. No tuvimos por tanto más remedio que acostumbrarnos a aquellos ojos apagados y a que ellos fueran fríos observadores de nuestros pasos. A mí me parecía que algunos de aquellos retratos hubieran podido ser las primas de mi abuela y quizá por ello se podía entender el que ella estuviera tan confiada, se sintiera allí tan feliz, como si recobrara la juventud. O, tal vez, puesto que mamá influía enormemente en mi abuela, encontrándose dueña de todo en aquella casa, se convertía en una mujer nueva, alegre y juguetona. Todas las mañanas, invariablemente cubría su cabeza de algodón con la mantilla de encaje negro mientras sonaban las campanas de la iglesia y al poco su paso menudo, se apoyaba en mi brazo. Era lo único que yo podía ofrecerle a mi abuela. Lo hacía delicadamente, para que ella no se enterara y un temblor imperceptible me recorría el cuerpo mientras mi brazo se mantenía ligeramente erguido. Nada más entrar en la iglesia, ella se despegaba orgullosa de mi para aparecer sola ante todas las miradas y, con un caminar ligero y alegre que debía recordarle el de su adolescencia, iba a situarse junto al reclinatorio que, 145 en primera fila, la estaba esperando siempre. Incluso el Párroco que celebraba la misa, parecía notar su presencia con un movimiento imperceptible que, por un segundo, dulcificaba su figura cansada por la constante repetición de gestos siempre iguales. A la salida de la iglesia yo me encontraba de repente sola y alejada de mi abuela pues, siendo la más bonita entre aquellas mujeres de su edad, parecía que todas se disputaban el derecho de llevarla a su lado. Entonces, el remolino de voces y risas parecía llevarla en volandas hasta su primera cita, que tenía lugar en la carnicería del pueblo. Allí era realmente la reina. No en vano había pasado tantos años de su vida en su puesto del mercado, haciendo de la venta cotidiana de las piezas de carne una constante manifestación del exquisito arte que podía encerrarse en cada rudimentario gesto de su mano pequeña y vivaracha. La dueña de la carnicería se alegraba al verla llegar, puesto que todo el esmero que había puesto al disponer su mercancía encontraría su razón de ser, su premio, en la atención que mi abuela le prestaba, como si no existiera cosa ninguna en el mundo que mereciera tratarse tan profundamente. Yo nunca pude llegar a comprender aquel lenguaje que, entre la carnicera y mi abuela, adquiría el sentido de un acto trascendente. Me sentaba en la silla olvidada en el rincón de la tienda y escuchaba el apasionado juego de palabras que danzaban alrededor de un trozo de solomillo reluciente o de un salchichón recién elaborado por el exterminador de cerdos más famoso de la comarca. Al fin, las piezas de carne recién cortadas iban a caer cuidadosamente en el fondo de la bolsa de mi abuela. Era un bolsa de ganchillo de color beige, prendida a unas asas de metal reluciente, que mi abuela abría despacio sin darle más que el hueco necesario para lograr introducir el paquete que pendía ya de su mano. Lo hacía con un gesto pequeño y entrañable que se abría luego ampliamente, dibujando la totalidad del placer del que no quería desprenderse, con aquella avariciosa protección a lo que había conseguido durante aquella media hora de dedicación 146 intensa en que el producto pasaba a convertirse en suyo exclusivamente. Después llegaría el momento en que, ofrecido en la ancha fuente colocada a la vista de todos en el centro de la mesa, la abuela lo repartiría entre nosotros con minuciosa justicia. Al salir de la tienda, los hilos verticales de la cortina formadas por un sucesión de finísimas cañas relucientes, empezaban a sonar en un repiqueteo alegre que acompañaba nuestro paso hasta el momento de llegar y empujar la otra cortina de cintas coloradas de la panadería. -ID* Teresa, cómo ha madrugado usted hoy! iQué espabilada! Es increíble esta señora Teresa, cómo está cada vez más guapa -IOh no, hija, no! llevan como antes. Estas piernas mías ya no me -IQué dice! Cómo le gusta que le regalen los oídos. I Es una coquetuela..í -Anda, anda, hija, que es muy tarde y las jóvenes siempre estáis de broma. ¿Habéis sacado ya los "llonguets"? i Oh! ¿Qué es lo que ha ocurrido hoy? Parece que os habéis dormido. Están casi quemados... iNo, no los quiero! Me vas a dar panecillos de Viena. Y una hogaza grande, de kilo y medio. Y a ver si no afinas demasiado el peso... ¿Este trozo? IAnda, anda, ponió hija, que no os vais a arruinar por eso ! -iMira, la muy pilla! Bueno, señora Teresa, bueno, que no se diga que la tratamos mal. Siempre consigue lo que quiere. De verdad Doña Teresa, que este año la veo mejor que nunca, no hay más que verla en la iglesia lo decidida que 147 es ella... Venga luego por la tarde, a la salida del Rosario, que le tendré preparado un buen puñado de levadura. IA ver cómo sale la coca este año! ¡Oh, no sé cómo se las arregla!... Daba gozo ver la del año pasado. I Qué jugosa! Como siga así, tendremos que cerrar la panadería. -Muy bien hija, muy bien. Anda, que tengo mucha prisa. Mi hija va a venir mañana y se quedará para las fiestas... iAh, esta hija mía no piensa más que en el trabajo! Si consiguiera que se quedara unos cuantos días, veríais cómo iba a ponerse! Mira ésta -y me señalaba con el dedo-, tan delgaducha siempre... Parece otra. Venga, ya te he dicho que tengo mucha prisa... Vamos, niña, vamonos. iAh, estas mujeres! Y salía juguetona, con ganas de correr y seguir charlando: -¿Qué te pasa hija esta mañana? Tienes cara de cansada. Sí, ya sé que la gente es muy pesada, pero no hay más remedio que llevarles la corriente, son gente buena y a mí me tratan muy bien. Esto es importante ¿sabes? A ver si esta tarde después de comer, me da tiempo de hacerme una permanente. iOh..., son muy pillas esas, todo son ganas de dorarme la pildora...,pero, I Esa cabeza que llevo....! La Rosita me ha dicho que a la hora que sea iba a cogerme la primera. Tendrías que acompañarme porque podría darme un mareo con ese calor. iAh, tengo que tener la cabeza arreglada para cuando llegue tu madre! si no, va a creer que no me encuentro bien. iPobrecita! Se preocupa demasiado por todos... No es como tu padre, que no se entera de nada. No sé que sería de nosotras sin ella... 148 Y, al llegar a casa, : -¿Pero que es eso, niños? ¡Todavía durmiendo! Anda, bajad a la mesa, que he traído pan de Viena y luego se nos junta la hora de comer. Yo llevaba la cesta de la compra hasta la cocina y me escabullía como podía, puesto que no me sentía con fuerzas para dar respuesta al sinnúmero de comentarios de mi abuela, dedicados a todas y cada una de las piezas que iba colocando en su sitio mientras hablaba sobre la comida, sobre cómo iba a ser... A partir de aquel momento, era el único tema que absorbería su atención hasta la hora de sentarnos a la mesa. Subía al piso de arriba. Mi hermana Tere dormía aún, o hacía que dormía, con las sábanas apretujadas alrededor del cuello a pesar del fuerte calor que empezaba ya a notarse a aquella hora avanzada de la mañana. El sol asomaba ya descaradamente y sus rayos atravesando la persiana y rebotando sobre la pared por encima de la cama, dibujaban una red de rayas luminosamente doradas. Una de ellas acababa de desprenderse yendo a posarse en sus labios tercamente cerrados. Era admirable aquella tranquilidad suya que la hacía insensible al aparatoso ajetreo con que mi abuela removía Roma con Santiago. Yo en su caso, hubiera saltado instantáneamente de la cama para que nadie pudiera tacharme de vaga por aquel sueño, pero ella no tenía ninguna prisa ni parecía preocuparse en absoluto. Levantaba apenas levemente la piel finísima de sus párpados y su boca se entreabría en un gesto de pausado asombro, ante el atolondrado ajetreo de mi ir y venir de un lado a otro de la habitación. Yo armaba todo el alboroto posible con el propósito de hacerla reaccionar,para librarme de la irritación, quizás fuera de lugar, que me producía su pasmosa tranquilidad... Sin saber por que,pretendía destruir el mundo en que se complacía mi hermana. Ese mundo que ella defendía como talismán maravilloso, poseedor de un misterio que iba más allá de la vida y de la muerte. 149 De aquella muerte que pendía desafiante de las paredes y a la que mi hermana conseguía vencer sin que llegara en ningún momento a turbar su sueño, ni la pasmosa tranquilidad de agotar cada momento presente, el único para ella poseedor del verdadero sentido, en aquel pueblo que se le antojaba aburrido y absurdo. 150 EL RIO 151 El tibio baño que con nuestro calor a cuestas íbamos a buscar en aquella hora de la tarde cuando, después de la comida, el pueblo se adormecía, no hacía más que recordarnos aquel otro baño abandonado en nuestro lugar de la playa. Nos hundíamos poco a poco en el agua pegajosa del río. El primer contacto de nuestro pies desnudos con el barro era repulsivo pero venía a ser sustituido por la caricia del agua cada vez más cristalina a medida que avanzábamos. Entonces el agua se apretaba aún más mórbidamente en cada lugar escondido del cuerpo y era como una consentida violación, apenas adivinada, que formaba un hondo secreto que compartíamos los dos. El sol que tan duramente producía el irresistible calor a lo largo del camino que separaba nuestra casa de la orilla del río, estaba en aquel lugar, adormecido, asomando tímidamente entre la frondosa vegetación. Huía apenas acababa de penetrar en el cuerpo. Y el lugar aquel al que volvíamos un día y otro, parecía llamarnos cuando atravesábamos el camino bordeado de cañas y hojarasca, sonriendo entre las entrelazadas ramas, escondiendo burlonamente el improvisado lecho en algún rincón, prometiendo lo que tan pronto se complacería en quitarnos, reproduciendo una y otra vez lo que habíamos destruido... jugando cruelmente con nuestros deseos queridos y despreciados a la vez. Entonces nuestras voces -las de mi hermana y la mía- se sucedían en mutuas confidencias. Las palabras iban brotando poco a poco con absoluta necesidad de romper aquel silencio al que unos minutos antes nos habíamos entregado como si con nuestra sinceridad pudiéramos convertir en realizable el mundo de las cosas intuidas...; imposibles. Sí, tenía razón Tere, no era justo que todavía estuviera alimentando la ilusión en el chico que me mandaba versos. 152 Ese es el mejor de todos... ÍTu eres tonta..! Ella sí hubiera sabido amarle. Sin embargo yo ni siquiera sabía amar a Diego. ¿Y a Miguel? iAh, eso era diferente ! Siempre podría seguir pensando en él. Nadie podría prohibírmelo. Ahora hubiera deseado tenerlo a mi lado,pero él nunca más iba a volver. Ya había un tiempo vacío desde el día en que desapareció calle abajo y lo habría siempre. Siempre estaría presente su ausencia para recordarme cuan fácilmente se pierden las primeras sensaciones a flor de piel. Esas sensaciones que son como el ligero aletear de la mariposa sobre los poros abiertos. Algo se había roto en el camino largo y delicado que va desde fuera hacia adentro. Como ese hilo que prendíamos de las cajitas de cerillas en nuestros juegos de niños para fabricar el improvisado teléfono. Ese hilo que, por tensarlo demasiado , se hace invisible en algún punto, ese punto en el cual no sabemos si el hilo se ha roto o si no lo hemos estirado debidamente. Cuando queremos tirar nuevamente de él se nos rompe, esta vez de verdad, y entonces nos damos cuenta de que el hilo era demasiado delgado. Entonces buscamos un juego distinto, porque ese nos ha decepcionado. Vamos dejando uno por otro hasta que ya es demasiado tarde para volver al verdadero juego deseado. Pero cada vez que en manos de otros niños reconocemos aquel juego imposible, nuestros ojos irán a posarse en aquel punto del hilo que se rompió y contemplaremos aquel juego sin decir a los niños absolutamente nada, aunque quizá sintiendo una gran pena por ellos. Miguel, por tanto, estaba al otro lado del teléfono y ya no podía oírme. Pero había muchos otros chicos que podían hacerlo. Sí, incluso en el pueblo. 153 Mi hermana no podía entenderme. Hablábamos de Diego y ella decía que no era bueno para mí. Que era demasiado mayor. Y que, además, había tenido ya otras novias. Todo el mundo -decía- le había visto besarse con aquella chica. -¿Y tú? ¿Te has dejado besar?.. ¿ En el portal de casa...? Mira, yo todavía no se lo he dejado hacer a Francisco. Debe ser estupendo. Los besos hay que darlos en el momento oportuno, i Si se entera mamá! Porque ¿sabes? ella piensa que después de eso hay que casarse y por ello hay que estar muy seguros... Sí, esa sensación profunda la he sentido yo cuando Francisco se acerca mucho... Entonces me doy cuenta... Si, esa "cosa" que esconden los chicos, como una piedra que tiene vida... Te dá algo, algo muy agradable que se acerca, acerca..., pero que siempre está lejos, que viene de algún lugar desconocido, de la luz, del agua, del tiempo...No sé. iOh, no, eso no! Solo un poco de humedad en las bragas. .. Hay que estar muy apretados para eso, para sentir lo que tu dices, tan apretados como las parejas en el baile del entoldado. ¿Te acuerdas de aquel día entre las rocas de la playa.,.? Cuando lo ves -esa cosa-, de esa manera , entonces es normal que sientas asco... iAhí IQué hombre tan horrible! Lo difícil es conseguir los dos a un tiempo las mismas sensaciones... ÍAh! y tienen que llegar muy despacio... iQué pena que solo pueda ocurrir si te casas..! I De todas formas debe ser maravilloso dejar de pensar en el rollo del pecado! Ya no debe de haber ninguno posible entonces, y ya no habrá que ir a confesarse... Aunque, he oído decir, que también hay matrimonios castos ¿tú lo entiendes? Bueno, ya 154 sabes que mamá nunca habla de eso. No comprendo como ha podido tener tantos hijos. Porque ese es el problema, no puedes casarte con un hombre para que ese sea como tu hermano. Aunque tú, desde luego, con José, ... De verdad que no lo entiendo. Si después de casarte tienes también que estar pensando en lo bueno y en lo malo, no hay forma de estar tranquilo. i Jo! No sé como puedes estar preocupada por tu aspecto. Estás guapa, no te preocupes. Si tuvieras el pelo como yo, tendrías razón de quejarte. Lo que pasa es que tu lo quieres todo... Ya ves, Francisco me dice que sus amigos están locos por ti, tienes suerte. El día de la función no faltaba ni uno. Yo creo que mamá nos manda a este asqueroso pueblo por tu culpa. Menos mal que Francisco vendrá a verme... IAh, a veces pienso que la vida es terriblemente injusta ! Hay quien lo consigue todo con una sola mirada y otros en cambio... No, no es solamente la belleza, hay algo mucho más misterioso. Si fuera por la belleza, no me importaría nada pues esto ayudaría a definir a las personas y a admirar aquellas que tienen el enorme valor de que no les afecte. El ser bello sería solamente una cualidad de la que unos podrían prescindir y otros no. He visto gentes hermosas que en un segundo quedan anuladas por el personaje más insospechado. Eso puede ser lo que llaman "estar en onda". Fíjate, yo he ido con enorme seguridad a algún lugar pensando que sería el momento y, poco a poco, me he encontrado lejos de todo el mundo. Me han dado ganas de correr pero sin saber a donde. Desde luego a un mundo 155 completamente distinto, ni mejor ni peor, pero distinto. ¿Me entiendes? Yo te veo a ti y creo que eres distinta, ya vés -y eso se te notaba cuando eras pequeña y yo me ocupaba de tí-, pero al menos estás en mi mundo. Incluso delante de la gente, siempre te reconozco, y pienso, mi hermana dice esto por eso y por lo otro y por lo de mas allá... Aunque intentes ser de manera distinta, eres tú misma y yo sé como eres. Y eso me alegra. Con Francisco creo que me puede suceder lo mismo. Prefiero entenderle yo a él y eso me gusta más que el que él me entienda a mí. Puede ser que yo sea orgullosa y no me apetezca que nadie sepa como soy. Eso cae mal pues quizás a la gente no le gusta, pero yo no sé fingir a medias. Me falta inteligencia para mostrar de mí aquella parte que causa mejor efecto.... ÍAh! Para eso es necesario conocer mucho a los demás para saber qué es lo que interesa de nosotros, y a mí me cansa este juego. lüf! Me cansa antes de comenzarlo. Sí, es posible, que después de todo, no sea más que una vaga. i Con lo que me gusta dormir! I Oh, no haría más que eso! Siempre me doy cuenta de cuando duermo i Te lo juro! Es como si estuviera viviendo en un mundo desconocido desde el cual se puede ver todo lo que está ocurriendo. Esta mañana, por ejemplo, te he oído levantarte... No es que pensara que estabas levantándote, íclaro! pero le he notado, lo he sentido. Y he sentido que yo tenía que levantarme también... iAh! Y los gritos de la abuela desde abajo, me producían un placer enorme... era como si me estuviera diciendo a mí misma:i Estoy durmiendo, estoy durmiendo...! 156 Debía ser muy tarde puesto que ya nuestros bañadores estaban completamente secos. Y el pelo también. Estaba dudando entre enlazarlo con una trenza o dejarlo completamente suelto. Con el espejo en la mano examinaba mi frente, despejada ahora, intentando encontrar el modo de complacer a mi abuela que odiaba mi flequillo. Pero no, no me satisfacía el aspecto. Volvía a soltar el flequillo y lo hacía volver de un lado para otro de la frente. Mi hermana se reía, su pelo revuelto le daba un aire completamente descuidado el cual me complacía en ella. Yo admiraba su indiferencia,su desaliño..., y, hubiera deseado olvidarme del espejo que siempre llevaba conmigo, pero, aquel día debía estar más bella que nunca .... 157 EL ESPEJO 158 ÏÀh! Es posible que llegue el momento en que logre romperlo. El espejo de entonces que aun permanece en mis manos. Es posible también que todo termine de una vez y no sé hasta qué punto deseo que esta lucha se acabe...Seguir y seguir igual que entonces, examinando, viviendo intensamente cada paso, cada actitud... Paralizada. iAh, esta absoluta necesidad de que todas las cosas sean bellas a cada momento! Que sean bellas para mí, puesto que soy yo quien las está observando.Mi casa, mi comida, mi cuerpo. Todo, absolutamente todo tiene que estar dispuesto para recibir debidamente a esta belleza. Luego puede ocurrir que nada encaje, que, habiendo hecho todo lo posible para que no ocurra, se produzcan torpes errores o que "el azar", se interponga entre el deseo y la realidad. Pero yo y mi voluntad debemos ponernos de acuerdo, estar alerta... Yo soy la amante dispuesta, perfumada, a punto siempre... Lo que ocurre es que cada vez es más difícil que el amante sea como debe ser. Siempre es lo otro, lo de fuera, lo que no funciona. Pero si yo, la amante, no estoy preparada y dispuesta, entonces ya nada puede justificar la pérdida del sentido de las cosas. La pérdida del sentimiento triste o alegre, pues ambos, pueden ser igualmente bellos. Todo debe ser reconocible... No basta con que "exista". El agua del mar "existe", pero me gusta más cuando siento que me moja... Sin embargo, he cambiado, si. Desde el día en que sentí la tormenta No se cual Desde que he empezado a leer el periódico, a escuchar la radio, a darme cuenta de todos los suplicios que puede soportar un ser 159 humano. Pero siempre desde lejos, desde mi butaca o mi silla de mimbre. Sin hacer nada. Esperando ganar al sufrimiento con mi propia inquietud. Sabiendo que ya no hay consuelo cuando tanta gente está sufriendo. Preparándolo todo para recibir esta angustia del mundo y, deseando enmarcarlo alguna vez para poderlo colgar en la pared de mi cuarto. Y para poder decir ,sí, así es. Por aquí empieza y aquí termina... Estos son los límites ¿lo veis? -a mis hijos- ¿lo veis? No hay porqué tener miedo. Lo que ocurre está aquí. En este cuadro, en este lugar, con el número 14568.... o con el 14569... con el etc, etc, o con ese uno, simplemente, así de claro, así de vulgar. Pero entonces cuando mi espejo pendía con naturalidad de mis manos tostadas a duras penas no se me ocurría pensar en nada de eso. Solo contemplaba mis pecas bien distribuidas a un lado y a otro de la nariz , y desdibujadas en su centro.... Ahora hay pecas en mis brazos y hasta en la punta del dedo gordo de mi pie. Y una cicatriz muy grande que se pierde y se pierde .... no se donde, por el lugar donde se perdió mi mirada tímida de entonces. iAnda, date prisa, tengo hambre! íUf, qué calor! Es cierto. El cielo está más limpio que nunca. ¡Qué maravilla! Este año no creo que vaya a llover, aunque, en esta época nunca se sabe. Pero no lloverá. Lo noto antes de que aparezcan las nubes en el cielo.... Creo que este año hay dos coplas: La del pueblo y otra de "La Bisbal". Esta noche después de los fuegos artificiales habrá doce sardanas, o sea que terminarán tarde, pero espero que podremos quedarnos hasta el final. Ya sabes que la abuela nunca tiene prisa. Van a venir todas sus amigas 160 y no va a quedar sitio en el balcón... Mamá, no, no creo que suba al balcón con el miedo que tiene. Pues, ¿sabes?, han puesto la traca alrededor de la plaza por debajo de los balcones... ¿Yo..? El vestido rojo. Lo plancho con un poco de cola de pescado y quedará como nuevo. Supongo que me dará tiempo para lavarme el pelo... Tu no seas tonta, no vayas a la peluquería. Te lo arreglaré yo. La habitación está limpia, ordenada. La persiana, por detrás de la barandilla, sigue empujando con fuerza el calor. Parece imposible que aguante allí aún. Abrasada. Quema mis manos cuando la toco. Poco a poco se irá enfriando y, cuando llegue la noche, después de abandonar la barandilla produciendo un golpe seco sobre la piedra del balcón en el momento de levantarla, quedará plegada, casi inexistente y estará dispuesta otra vez para el nuevo sol de mañana. Ya estoy lista. Hay cada vez menos luz en el espejo. Antes, hace un rato, a la orilla del río había pecas en mi cara.... ÍAh! Esa es la luz que a mí me gusta. La bombilla del cuarto tiene la misma luz que la que hay en todas las casas del pueblo, apenas brilla, siempre parece que va a oscurecer. Esa misma luz con que me verán muchos ojos en la plaza, tal y como estoy ahora, dispuesta, aquí frente al espejo. Todo es distinto en este pueblo. Y yo también. Los chicos no se parecen en nada a los de la Rambla, aunque pasean también por debajo del balcón. Y es que hoy no es un día cualquiera, es la Fiesta Mayor. Por eso hay más gente que de costumbre. La gente de los pueblos vecinos. Hay algún chico que no está nada mal, me he podido dar cuenta, puesto que ahora que tengo a Diego, los miro con más serenidad desde aquí arriba. El año pasado no pensaba más que en 161 EL COMPOSITOR 162 si, ese chico que toca el tamboril... ÍAh, cómo se cambial Un año, un año solamente ... Durante tres veranos seguidos no había pensado más que en él. El contable y su mujer, que se pasan aquí medio verano, eran los encargados de tener al corriente a mamá... Por poco el año pasado rae prohiben también venir a este pueblo. Me era imposible hacerme a la idea de no verle más. ¿Por qué tienen que vigilarme esos "buitres"? Ya quisiera él, el contable , tener una profesión tan maravillosa. Además de tocar el tamboril, es también compositor y algunas de las sardanas que toca la Cobla son suyas y -eso debe ser lo que asustó a mamá-, compuso una sardana para mi, que lleva mi nombre. Al principio lo único que deseaba era verle ahí arriba, en lo alto de la tarima. Por eso formábamos siempre nuestra sardana delante de la copla. Un día dejó el tambor encima de la silla y bajo a bailar a conmigo. Nadie lo notó, sólo los músicos. Es más importante de lo que parece el tamboril. A partir de aquel día nos reuníamos en casa de mi amiga, la de la droguería.Entonces fue cuando compuso la sardana para mi. Mi amiga tenía un piano en la trastienda y yo creo que por eso le gustaba a la gente comprar en aquella tienda tan pequeñita porque era muy agradable oír tocar el piano. Yo lo tocaba también un poco pero después de oírle a él interpretando la Polonesa de Chopin me daba vergüenza y dejé de hacerlo. Siempre nos escuchaba, sentado en el balancín, el padre de mi amiga que se había puesto enfermo de cáncer y estaban recibiendo 163 unos tratamientos muy terribles que hacían que se le cayera el pelo. Pero ya no pienso en el músico, y no es por el hecho de que se haya ido del pueblo. Desde luego esta noche se parece a aquellas otras en que también hacía tanto calor, pero yo he cambiado mucho. Casi me atrevería a decir que ni me apetece bajar a bailar. Sería una pena después de todo. Para algo me he vestido. Puedo pasarlo muy bien acompañando a mi hermana y a Francisco, que es cierto que ha llegado. Nos reímos mucho los tres juntos. Así me evito el tener que aguantar a esos chicos del pueblo. Especialmente a ese muchacho fuertote que, aunque es muy guapo, tiene unas manos llenas de callos, muy ásperas, que parecen de piedra blanda y caliente. Los hermanos X no están mal, sobre todo el seminarista. Pero no le puedo mirar como a un chico cualquiera a pesar de que es el que sabe tratar mejor a las chicas. Pero sus manos, tan finas, cuando te tocan parece que resbalan constantemente y tienen un sudor frío. Me gustaría decirle muchas cosas, pero no me atrevo. Evidentemente, me comporto de manera distinta cuando se acerca a nuestro grupo. Es una lata, pues de repente, cuando hablo con él, me parece que estoy escuchándome a mí misma o que me estoy mirando a través de sus ojos. No son unos ojos normales, no son ni de chico joven ni de hombre mayor, pues parece que están siempre mirando algo que no se puede ver. A mi me pone muy nerviosa. No me gusta que esté cerca de mi, pero hoy 164 no tendré más remedio si me decido a bajar a la plaza. No tendré más remedio que agarrar su mano con fuerza para que no note nada . Sí, voy a bajar, voy a salir de esta habitación... Me estoy entreteniendo demasiado en contemplar los retratos de las paredes. Se me pasa el tiempo mirando fijamente a esa señora del retrato que a lo mejor murió en esta misma cama grande en la que dormimos yo y mi hermana. Puedo hacerlo hasta conseguir que sus ojos y su cara me resulten tan conocidos como si fueran los míos. Por eso cada vez les tengo menos miedo a esos retratos. Es lo mismo que me ocurrió con el terror que yo sentía cuando no quería mirar la aguja larga con la que iban a pincharme para la inyección hasta que, un día, me decidí a mirarla fijamente y seguí mirando mientras el líquido espeso iba coloreando la jeringuilla de cristal muy lentamente a través del agujero largo y punzante de la aguja y cuando esta se hundió en mi carne. Y fue la primera vez que conocí el dolor, que logré dominarlo entero y que casi conseguí poseerlo con mis manos que ya no temblaban. Ahora, cada vez estoy más cerca de acabar con la tristeza. Es un dolor muy raro y parece mentira que se pueda apretujar tanto dentro del pecho sin que este llegue a romperse. Algún día lo lograré. Pero temo que quizás ese día se rompa también la alegría que a veces aparece y que, ella sí, se marcha tan de prisa que no da ni tiempo a saber cual es el color que tiene. Por eso quiero que sea como entonces, como hoy, que está a mi lado mientras me asomo al balcón 165 de mi cuarto. El que da a la Plaza Mayor del pueblo, el que se puede ver desde lejos, desde la otra punta de la plaza, desde A£Ç LA ERMITA 167 la misma ermita junto a la que he sentido tantas veces el olor del espliego y del romero y por la que, subiendo las escaleras que conducen al campanario, ya sin miedo al cruzar entre las telarañas,a medida que pisaba los peldaños hacia arriba, arriba, Ç& los oía crujir como si fueran multiplicándose. No puedo ver ahora la ermita porque es de noche ya y no hay ninguna luz en el campanario. Por eso da la impresión de que se encuentra mucho más lejos. Pero hace ya años que no está, de noche, la ermita. Si acaso únicamente cuando, en las noches de luna llena, sé ve su sombra acariciada por la luz azul. .. Pero esta noche no, nadie la ve. Nadie sabe que existe la ermita, ni una habitación oscura en la que alguien se está muriendo, ni una primera noche de recién casados, ni un tren a punto de llegar a su destino, ni un puñado de pastillas en una mano temblorosa, ni un adolescente que se masturba por primera vez, ni una factura sin pagar en una mesilla de noche, ni un teléfono que no suena... Solo existe esta Plaza con sus bombillas demasiado pequeñas a punto de estallar. Sólo unos trajes de fiesta recién planchados, un refajo de volantes bordados, unos zapatos de charol, un clavel en la solapa del hijo de la carnicera, un borracho -el del molinoque asusta a los niños del pueblo, una señora muy elegante que acaba de llegar de Olot con sus hijos y se pasea por la Plaza, el farmacéutico del pueblo y la telefonista que, después de muchas discusiones, pasean juntos de nuevo, demasiado juntos, levantando murmullos entre la gente..., mi vestido rosa 168 en el portal, debajo de la arcada, y, en la plaza... mi hermana Tere. -¿Cómo has tardado tanto? ÍUf, qué ruido! La traca ha dado la vuelta entera a la plaza. Es la primera vez que les sale bien. IVamos a bailar, anda! Si no empezamos nosotras, nadie se decide... iAh, sí, mira! Ahí está la sardana de los viejos. Vamos a por ellos, se pondrán contentos... Es demasiado. Estoy saltando sin esfuerzo. Los viejos saltan también conmigo, bailan siguiendo el compás, muy bien. Están aquí los viejos, a mi lado, agradecidos. Son jóvenes.Como yo. Yo y ellos hemos llegado hasta aquí. Un poco tarde. Yo siempre llego tarde. Me han estado esperando. Les estoy agradecida. He corrido mucho, y hay agujas clavadas alrededor... en mis sienes, en mis piernas y en mis brazos. Ha llegado el cansancio en un golpe seco. No se puede correr tanto ni esforzarse tanto... Pero no lo noto. Ahora, ahora no se nota nada. Estoy bailando sin ningún esfuerzo. Ya no existe el cansancio. Allá al fondo hay tres chicos que no conozco ¿O son cuatro? Son de fuera, de un pueblo vecino. No les había visto nunca por aquí. Yo aprieto mi mano en la de mi amiga. La tengo reservada. Tengo derecho a decidir y el hijo de la carnicera espera con una cara muy sorprendida, puesto que todo el mundo dice que baila muy bien. No me importa. No le miro. 169 ¿Qué hablarán? ¿Por qué sonríen?... Estoy lista, ordenada. El pelo limpio flotando suavemente en el aire. Huele a espliego en la calle y en mi cintura apretada. Está muy lejos la Rambla y la tenora suena mejor todavía en la plaza. Su sonido es un grito largo que pasea por la arcada y que brilla en los balcones empujando hacia adentro la persiana de mi cuarto y se mueve entre las sombras de los pasillos cerrados, y da vueltas sin parar, acariciando. Desde el primer momento vi el grupo que formaban los cuatro chicos nuevos que, en una esquina de la plaza, parecían encontrarse de pronto ante un escenario desconocido. EL 170 El llevaba un jersey verde de cuello alto, con' una banda blanca entrelazada en forma de uve. Quizás había sido el jersey lo que me llamó la atención y el i echo de que, a ¡ pesar del calor, resultara tan apropiado a su figura y a ía hermosa cabeza dorada... Me sorprende ahora pensar como es posible que, desde la distancia en que se encontraba el grupo, pudiera descubrir exactamente cada uno de sus rasgos, tal como ocurre en el revelado de una fotografía que, en el momento de &e' emerger de la emulsión, nos descubre el retrato captado a lo lejos por el teleobjetivo. No solamente su figura era como la había imaginado sino que fué la primera vez que algo que yo deseé,/ se ofrecía ante mi, mil veces más perfecto. Y, al igual que sucede mientras estamos aguardando un tren después de otro en el anden de la estación, con la seguridad de que de alguno de ellos descenderá el amigo que nos ha anunciado su llegada, éste aparece de repente en el momento en que estábamos distraídos contemplando el rastro del otro tren recién partido. Entonces, inesperadamente, oímos la \fcbnocidá voz de nuestro amigo de pronto a nuestro lado y al momento, olvidamos el frío o las incomodidades del calor que hemos tenido que sufrir, para recibir con placer a nuestro amigo. Así, pues, después del primer sobresalto de aquel latido fuerte en el pechq^ al sentir en mi espalda tan cerca su presencia, comprendí que había llegado el instante en que mi mano rompería el estrecho nudo que, en el baile de la sardana, formaba con la mano de mi amiga. De repente su voz. -ÍHola!No me importaba quien era ni de donde venía. Sabía que no podía equivocarme. Su mano se deslizó suavemente en la mia en aquel círculo cerrado que pareció extenderse al fin del mundo...Las chicas del pueblo parecían reconocerle. . .¿|fie miraban con envidia?. Ya no había otra cosa más digna de atención en aquel 171 pueblo que la animada conversación surgida entre nuestro grupo y el de aquellos forasteros. Debía ser muy tarde ya porque no quedaba casi nadie en la Plaza y, en lo alto del balcón, asomaba mi madre de vez en cuando. Una vez más hubiera deseado gritarle que dejara de atormentarse. ...iA ver si sentaba la cabeza de una vez!... e insistía en formalizar mis diferente. Al regresar a la ciudad debería colocar todo en su sitio. relaciones con Diego. Pero ahora era todo Ya no existiría más juego deseado que aquel que acababa de estrenar aquella noche. Por fin conseguiría juntar de una vez todas las cosa!; deseadas,las que había ido descubriendo poco a poco pero distanciadas siempre unas y otras, hasta formar una única melodía. De repente, el momento había llegado. Era la hora Empezó rozando mi espalda... Y apreté su mano con fuerza... Estaba allí, todo el amor que jamás había desperdiciado con nadie.... De Miguel,de Juan, de José, de Diego... Formando un largo sentimiento interminable. Como en un sueño reconocía todas esas cosas, sin que el otro sueño de las mentiras, de los deseos imposibles, del terror y de la muerte, llegaran a derrumbar en mis párpados abiertos la posible verdad que, de una vez, era totalmente mía. Ya nada podía estropear nada. Así debió comprenderlo mamá, puesto que ningún reproche salió de sus labios ni siquiera en el camino hacia la estación de ferrocarril. -Trata bien a la abuela. No le deis ningún disgusto.... Desaparecía ya detrás de la ventanilla y por unos instantes pensé 172 en las palabras que no había dicho pero que quedarían para siempre prendidas en la imagen de un tren que era ya solamente un punto que desaparecía en el tiempo... luminoso.., profundo.., . . . abriéndose en una sucesión de noches y días maravillosos que brillaron bajo la tenue luz de una bombilla y en el paseo que conducía al cementerio y en el otro camino que franqueaba la orilla del río.., y alrededor de una mesa de café. iLa verbena de San Juan.., 23 de Julio de 1953! En el Café del pueblo...I Si,si.., claro que voy a ir! Después de las sardanas en la plaza, cuando la abuela se vaya a dormir...ÍE1 baile del entoldado!... ¡Mi primer baile! iMi miedo a perderle!.. Me agarraba a aquel hilo invisible que transportaba el inmenso tesoro de cualquier gesto de su mano, de cualquier mirada suya... De sus palabras. La cita: -Nos vemos mañana, a las doce... en EL ENTOLDADO 174 No podía dejar de temer el momento en que mis manos empujarían de una vez la cortina de terciopelo que abriría en un segundo el hasta entonces lejano paraíso del entoldado, en el que había soñado tantas veces. Estaba decidido. Aunque mi padre o mi madre, mi abuela o mi hermano, hubieran aparecido de repente interponiéndose entre el espacio y yo, mil veces habría vuelto a abrir aquella cortina. Y esperaría allí. Deseaba que aquel impulso fuera justo a la medida, exactamente igual a aquel que había hecho mis pasos firmes al subir al escenario el día de la representación. El calor era sofocante. Hombres y mujeres estrechamente abrazados formaban un muro pegajoso que yo tenía que atravesar. Había abandonado la puerta de casa aquella tarde con demasiada prisa. De repente me sentía ridicula y hubiera querido desaparecer. Los chicos del pueblo esperaban con ojos ansiosos escondiéndose en distintos rincones y, en el preciso instante en que acababa de reconocerle a él en compañía de un grupo de chicas desconocidas, al tiempo que la más audaz se lanzaba en sus brazos, se acercó a mí uno de ellos, y ante la propia conciencia de destruir en un segundo todo cuanto en muchas horas había sido mi única razón de ser, dejé que rodeara mi cintura y me arrastrara al torbellino aquel del que acababa de librarme unos segundos antes. Durante mucho tiempo mantuve mis ojos fuertemente cerrados, como en un esfuerzo de reconocer -en el contacto del muchacho desconocido, en el aliento de su boca entreabierta en mi oído, en el ahogo de las parejas que había alrededor y golpeaban mis pies rompiendo su ritmo- a aquel maravilloso escenario que yo había deseado, donde todo lo que sucediera, debía ser perfecto, como el ensayo que le había precedido . De pronto quise que no hubiera existido nunca aquel lugar. De la misma forma que un niño cierra confiadamente sus párpados pensando que los demás no 175 podrán tampoco ver nada de lo que él consigue hacer desaparecer, yo lograba borrar para mí y para él, que podría descubrirme de un momento a otro, aquel lugar que no debería haber existido nunca... ...ni tampoco aquella cita de la que quería olvidarme. Me abandoné al placer que adivinaba en el entusiasmo con que el chico desconocido me abrazaba. Todavía podía creer que para "él" no existiría momento más bello que el de nuestra cita en el baile. Y podía creer también que era solo mi voluntad la que me había hecho renunciar al encuentro. Y era...-hubiera sido- i tan fácil...! ¿Cómo había podido creer que aquella cita iba a realizarse tal y como la había imaginado? El no parecía acordarse.., ni siquiera del baile, pues entre risas y abrazos, se adivinaba a aquel grupo ausente de todo cuanto ocurría en el entoldado.. En solo unas horas, un muro poderoso, desconocido, se había levantado ante mi... Mis románticos deseos esperaban al otro lado... Debía mantenerme aprisionada entre las paredes de aquel muro para evitar reencontrarme con la mujer que estaba apartando constantemente de mi lado. La mujer de la que ya creía haberme desprendido para siempre, sin esfuerzo. La que ahora se complacía en destruir a la otra mujer, nacida del propio deseo suyo. I Ya nada era necesario...!, al abrir de los ojos, comprobé que habían desaparecido él y el grupo de muchachas.... y únicamente pude ver a una gente, unos decorados, que no se parecían en nada a los que hacía unos instantes me habían atormentado. Aquel muchacho que me miraba tratando de entablar un diálogo conmigo, tenía la mirada fácil, la sonrisa abierta... Tenía un sudor caliente que era el mío. Hubiera querido pedirle perdón, como al compañero de siempre al 176 que hemos despreciado por una conquista del momento, intrascendente y fugaz, de la que hemos comprendido su inutilidad cuando a su vez nuestro amigo, dolido, nos paga con la misma indiferencia. Sin embargo no parecía haber ningún reproche en aquellos ojos que me miraban. No había ninguna palabra. Yo estaba deseando que sonara de nuevo la música para romper el silencio. I La música de baile! Sí, él había estado allí. El se había marchado... ¿Sin advertir mi presencia...? Me dejé arrastrar de nuevo. "Si ya tengo tu querer ¿que me importa lo demás...? Si me estrechas otra vez en tus brazos al bailar..." La voz del cantante sonaba con prodigiosa claridad. Me sentía fuerte.., mayor de edad. Debía hundirme de una vez en mi ser concreto, allí, en aquella sala de baile disfrazada de melancolía. Mis brazos podrían abrazar en cualquier lugar. Allí mismo. Abrazar el deseo de un muchacho cualquiera. El que ahora miraba a mis ojos suplicando. El que había compartido mi primer baile sin saberlo. Y...¡Quién sabe!... el que sería tal vez... EL PRIMER AMANTE 178 Mi primer amante. No esperaba nada. Lo había esperado todo....hacía apenas unas horas, cuando dejó de sonar la Cobla y la Plaza se quedó vacía... Mi hermana me había preguntado ¿A donde vas...? Y ^è-no le había respondido. iAh, mis pasos demasiado pegados a la tierra ! Esos, esos pasos de siempre que danzan y danzan y huyen de mi, y son pisoteados, siguen el compás de la música. .. ¡maravilloso! Cuando "el" y yo volvamos a encontrarnos, ya no seré la de antes. Después de este baile, llegará otro y otro. Podré seguir bailando sin parar. Ese chico, ahora, en ese momento, puede llevarme a donde quiera. A donde me estarán aguardando como siempre un lecho de hojas secas...y la orilla del rio y el niño rubio, y el olor de la hierba... Muy juntos el uno y el otro, abrazando el cálido deseo que humedece la piel. Está muy cerca ya el camino bordeado de cañas y hojarasca. El calor era distinto aquella hora de la noche. A lo lejos, todavía sonaba la música. Mi madre se había ido en el tren de la mañana. Los cansados ojos de ella se habían ido mientras gritaba muy fuerte el silbido del tren. Aquel tren viejo, demasiado cansado, que pronto veríamos desaparecer porque llevaba ya muchos horas arrastrándose, muchas días caminando por el mismo sendero. Estas vías del tren que están levantando ya para recibir al tren nuevo de colores brillantes y asientos acolchados. 179 "Si ya tengo tu querer..." Cómo por un extraño eco, se escuchaba nítidamente la música de baile... El, "el forastero" ya no era más que sombra desvaneciéndose en otros brazos, i Y le amaría si, le amaría! I al "amor"!... I No estoy enamorada!...No te preocupes no es nada, de verdad, no tiene ninguna importancia, tu y yo andamos por distintos caminos. Y el mío... ¿A donde va? ... a entregarle mi cuerpo, sí, a ese chico, a la noche...a sus sombras escondidas...¿Que me importa lo demás.? la voz del vocalista parecía gritar en mi oido. ...Era una noche cálida. La luna tal vez, observando el lugar, preparó noche tras noche las hojas calientes. Era un bonito lugar para unos ojos cerrados, apretando recuerdos. Los que empujaban esos pasos que iban a buscar el fondo de su luz oscura. De esa noche. La única posible. La que debía guardar mi cuerpo que se le ofrecía abiertamente. El agua pegajosa del río se había tragado al mar brillante teñido de azul, el azul luminoso de las tardes de verano, y parecía unirse al abrazo sin nombre de mis brazos y la noche. Estaba allí la noche en que Juan me había dicho que era hermosa cuando yo no podía comprender otra belleza que la que se encerraba en un campo de baloncesto, en unas sillas ordenadas y en la noche descubierta entre las palmas de la gente, aplaudiendo. y en lo oscuro. Era todavía una noche demasiado ancha para mis brazos pequeños. Debía llegar el momento. Había llegado. Pero había aparecido en un lugar distinto, cuando mis pasos se habían detenido y habían cambiado su rumbo. ¿Por qué? Ese lugar no había reconocido mi imagen en el espejo. La que estaba allí, en la noche distinta, maravillosamente cierta, era otra mujer. No la 180 niña de los sueños imposibles, sinó la mujer que abrazaba con fuerza el cuerpo del hombre y, en un solo instante, convertía aquellos sueños en un placer largo, interminable, profundo..."si me estrechas otra vez"...sus manos se hundían en mi piel caliente, eran guiadas por mi propio deseo y, al punto, era éste el que se apretaba fuertemente y las conducían. El instante perdido era de nuevo posible, y cada uno de ellos parecía llevarse de mi lado aquellas primeras emociones del colegio..,los chicos en el balcón, la mirada azul del profesor, el contacto de mi mano con otra mano al compás de aquella música de baile... Hubiera querido gritar a la noche para que cerrara para siempre sus puertas. Las puertas del olvido. Para que el recuerdo no fuera nunca pisoteado por cada nuevo deseo, puesto que tenía siempre la certeza de que iba a desvanecerse.... Pero ella -la nocheme retenía, tentándome, y solo mis lágrimas, que aparecieron más tarde y que empañaron la luna del espejo, me dirían que, en él, jamás podría reflejarse una imagen tan bella como la de aquel instante que también desaparecería entre las sombras. ¿Acaso el seguiría esperando? ¿Abrazado a la muchacha?..mis pasos se habían detenido aquella noche, y con ellos también la luz. I Cuida bien a la abuela. . . í No le deis ningún disgusto... No temas mamá, no se dará cuenta. Todos están dormidos. Es muy tarde. No ha ocurrido nada. No puede ocurrir nada en este pueblo tan tranquilo. Me meteré en la cama despacito para no despertar a Tere. Estará furiosa porque ha estado aguardando mucho tiempo. Esperándome sin poder dormir. Tal vez despierte asustada por primera vez. Si. I La primera vez! -¿Donde has estado? Te hemos estado buscando 181 todo el tiempo Francisco y yo. Incluso estuvimos en el entoldado. Estaba segura de encontrarte allí. Estaba todo el mundo, el seminarista también. Lo hemos pasado fenómeno bailando. He preguntado y nadie te había visto. ¿Dónde te has metido? Estaba el chico del jersey verde, "el extranjero", bailando con Gloria. i Es una envidiosa! Desde que se ha enterado de que sale contigo, no hace más que andar detrás de él. Dice que había sido novio suyo. El otro día me estuvo contando muchas cosas. Todo mentiras... Pero me ha molestado verla bailando con él. i Oh, no te lo puedes imaginar! Todo el mundo los miraba... Eran todo un número. Pero no pegan nada. ¿No la conoces?... Ella es una puta y, encima, presume de ingenua. Pero bien que se ha salido esta noche con la suya. Ya no lo dejará en paz. Sabe que tiene mucho dinero, casi todo el pueblo es suyo. Por eso nunca venia por aquí antes, porque la gente del pueblo le parecía muy poca cosa para él. El hijo de la carnicera me dijo que tú debías gustarle mucho para que se dejase ver en el pueblo tantos días seguidos, ya ves para lo que ha servido. Para que esa loca de Gloria se le pegara a los pantalones. ¿Sabes? Se lo ha llevado a su torre y han estado de juerga toda la noche. Desde aquí se oían los gritos. Debían estar todos borrachos... Pero, tienes una cara muy rara... ¿No será... que has estado tu también con ellos? i Si se enterara mamá...! ¿Y has estado en casa de Gloria?... i Con la fama que tiene en el pueblo! No te comprendo. Pero yo no te he visto en el baile. iAh, claro! Lo tenías todo planeado. Desde luego yo soy tonta por preocuparme demasiado por ti. Y por escuchar a todos los chicos que dejas plantados. Es como una enfermedad que tienes. No me extraña que 182 mamá esté preocupada... nada. No, no temas, no le diré Aunque bien mirado sería la forma de salir de este pueblo y todavía podríamos pillar unos cuantos días de playa. Francisco se marcha en el tren de las siete y no tendré más remedio que pasarme todo el día durmiendo... ¿No me habías dicho que estabas loca por "el forastero" y que pensabas romper con Diego? Chica, no te entiendo, porqué ese chico, es maravilloso, de verdad. A mi el Diego no me gusta nada... Su familia es muy "charnega". ¿Y serás capaz de dejar el teatro por ese cretino?...¿Porque te dijo que no podía ver como besabas al José María en "La Plaza de Berkeley"? ¿Por qué demonios tiene él que ir a los ensayos...? Pues i ya me contarás..! Además tu no eres capaz de hacer eso. Ahora te parece muy fácil, pero cuando vengan a buscarte de nuevo los del Círculo para ofrecerte papeles maravillosos, ya no te acordarás ni de su sombra. Lo peor es mamá que se empeña en haceros novios para no veros pendonear por la calle y para que nadie diga.... ¡Siempre ese miedo a lo que diga la gente 1 Y si por culpa de eso tienes que casarte con él, tiene muy poca gracia la cosa. Porque cuando empieza a liarse la familia y meterse por medio, las cosas se complican y ya no hay quien salga del atolladero. Ya estoy viendo lo que me tocará sufrir por tu culpa, porque te vas a casar, ¿eh? i Te lo digo yo! Mamá lo está deseando, para que sientes la cabeza. Todavía me acuerdo de cuando tosía que ir a hablar a la hermana Teresa por ti, y la de veces que he tenido que llevarte arrastrando al Colegio sin decirle a mamá que T\O querías ir... 183 i Anda! i Pero si se está haciendo de día! de nada oiremos los gritos de la abuela... los contarás. Dentro Ya me i Buenas noches! Estaba huyendo aquella noche, lejos... El balcón de mi cuarto era nuevo de repente, meciéndose en la tenue luz que recortaba su amanecer distinto. Acechaba el silencio desde lejos, desde muy cerca, y apretaba las rayas vacías de la persiana asomada por detrás de la barandilla. cierto. Y se acercaba poco a poco totalmente Era esa hora en que se han apagado las luces en los últimos balcones de la plaza y todas las voces han enmudecido ya agotadas y los pasos han dejado de estremecer las duras piedras, y al polvo callado entre las sombras. La misma hora en que todavía la manecilla del despertador no ha llegado a su destino y hay millones del sueños estremeciéndose. La hora en que suena el silbido del primer tren... Ya no hay mas lágrimas en mis ojos asomados al balcón y ya no crujen las tablas de madera abandonadas en la ermita. Muy cercana está la ermita allá a lo lejos con su silencio que es el mió, y el del pueblo, y el de un lugar vacío entre las sábanas de mi cama. Es mi vestido nuevo ese silencio que estremece mis piernas y mis brazos y se mete muy adentro en lo oscuro, iluminando. No quiero oír la campana de la iglesia, ni las puertas que se abren muy despacio, ni esa luz que comienza allá en el fondo. . . Es el momento mío solamente, y la luz que soportan mis pestañas. Y lo tengo cogido de la mano suavemente y no quiero que se marche y que me deje. Sin cerrar los ojos puedo hundirme en el silencio allá a lo lejos... pues Hay un lecho de hojas secas que humedece el rocío nuevamente. Es un lecho abandonado para siempre. No quiero verlo. 184 Y ya no existe aquella noche cierta. Mi cuarto es el de siempre. Está ordenado y en silencio. su balcón distinto asomado a la luz nueva. Con Mi traje nuevo resbala muy despacio por mi cuerpo y se queda en el suelo entristecido. Reconozco los rincones descubiertos de mi piel que es tan distinta. Toda nueva. Y la guardo apresurada con el miedo a perderla nuevamente. Y la cubro con el llanto de la noche ya lejana. Y la hundo en las sábanas del lecho con cuidado. Y la siento estremecerse entre mis manos, bajo el sol caliente que me abrasa de repente. Tengo sueño.... Tere. He soñado... IAh, no es posible! No he sentido levantarse a mi hermana. Ya se ha ido. He dormido mucho tiempo. ¿Habrá ido a despedirse de Francisco a la estación? Sí, ella dijo que volvía a la ciudad. Se terminó la fiesta. Es una lástima. Hace un calor horrible y no puedo levantarme. Siento un dolor muy fuerte en la cabeza. He soñado que me deshacía entre las hojas.... IAh! Es el calor. Creo que he dormido demasiado. -¿Hija, no te encuentras bien? -No, abuela, no me ocurre ¿Te ocurre algo? nada, ahora mismo bajo.... Tengo miedo a las preguntas de la abuela. No comprende nada. Son preguntas vacías, estridentes, sin respuesta. Voy corriendo hacia el espejo.. ÍAh.., mis ojos hinchados de llorar! ¿Que le digo?... ¿ Que soy otra?, ¿Que he perdido la inocencia? 185 La calma ha vuelto de nuevo al pueblo. siempre. El aqua fresca, transparente. Está tranquilo como Hundo la cabeza en su chorro constante y diferente y contemplo mi mirada en el espejo. Con los ojos tal vez un poco hundidos y ese cansancio alrededor que yo noto solamente. Y unas horas que aún me pesan apoyadas en mi brazo y en mis piernas. Y se van ya para siempre cuando cierro la puerta de mi cuarto. que conduce a la escalera. Atravieso el estrecho pasadizo Hay una puerta cerrada todavía a su derecha, que encierra las sombras perdidas del recuerdo, para siempre. Soy la misma de ayer y otra distinta. Abajo está la mesa con pan tierno y queso fresco, ya dispuesto. Es muy tarde en la mañana y suenan las campanas de la iglesia... -¿Donde os metisteis después de las sardanas? No he oído llegar a ninguna de las dos.... lAh, si estuviera aquí vuestra madre! No me gusta darle disgustos porque bastante tiene con los que le da vuestro padre! Me tenéis bien abandonada. Menos mal que en este pueblo todo el mundo me quiere. La señora María estuvo conmigo hasta muy tarde y yo ya no sabía qué decirle a la pobre. Se caía de sueño y la acompañé hasta su casa. Y aún estuvimos charlando mucho tiempo con su hermana. Siempre se está quejando... Que si el dolor de cabeza, que si el reúma, que si su hijo que no da golpe... Y cuando se pone a hablar de su marido y del día que se murió, no hace más que llorar. No sé cómo le gusta a la gente contar sus penas,... Yo, nunca me quejo... lAh, es muy poquita cosa la señora María, pobrecita! Tiene poca salud. Cualquier día nos dará un disgusto, i y es más joven que yo, no vayáis a creer! ¿eh? 186 -iQuien lo diría, abuela! Pero bien que te gusta pensarlo, y que te digan lo guapa que eres. Por eso te gusta charlar tanto con la gente El silencio de la tarde caía de repente en la hora de la siesta y la plaza estaba ausente durante aquellas largas horas, requemada sin piedad por aquel sol que tenía el color del polvo. Nadie se atrevía a cruzarla, solo algún perro que buscaba la sombra de la arcada recién regada, y apretaba su torso contra la húmeda pared, restregando las puntillas de los innumerables insectos que huían de las ventanas cerradas. También el molinero borracho cruzaba a aquella hora la plaza, meditando. Tal vez buscando el intenso calor para recordar su nombre olvidado o gozando del momento en que los niños no podían mirarle con los ojos alegres clavados en su cara, el momento que, en la luz, nadie podía verle. Se plantaba en medio de la plaza y miraba alrededor durante mucho tiempo con la mirada altiva del torero que siente el triunfo muy cercano. Ese día, observándole a través de la ventana que cubría la arcada de la plaza, me pareció verle por primera vez. Es posible que notara mi presencia pues cayeron pesadamente sus ojos y me pareció que lloraba. Me sorprendieron de nuevo los gritos de la abuela... -¿Es que no pensáis ir a la fuente esta tarde? iAhi . . Lo habíamos olvidado con las fiestas. Ya era hora de reemprender la marcha de los días siempre iguales. Las bicicletas preparadas, relucientes... Cuando emprendían la marcha, sus ruedas se despegaban del suelo y volaban cuesta arriba. -la luz era distinta aquella tarde... 187 ..preparaba ya la noche, que llegaba muy despacioMontábamos en ellas con pereza, pero a medida que nos alejábamos del pueblo nos arrepentíamos de haber retrasado tanto nuestra marcha y no haberla comenzado hasta el momento en que la abuela gritara. lAh! Si no le hacíamos caso, se ponía muy triste. Se sentaba en su sillón a hacer calceta durante largo rato. No lloraba nunca. Nunca he visto llorar a mi abuela. Apretaba las agujas de metal con fuerza y las movía muy de prisa mientras decía que ya no era la de antes... Ya no sirvo para nada... Sus manos tejían innumerables y bellas cosas. Jamás una hebra de lana se escapó de su eterno hacer y deshacer, como hermosa Penélope, aunque generosa e incansable, sin aguardar recompensa alguna... El ovillo de lana se empequeñecía asombrosamente cuando al principio había sido hermoso y grande. Nunca he visto ovillos tan redondos, tan maravillosamente apretados como los que hacía mi abuela. Comenzaba a liar encima de un cartón muy pequeño, con muchos dobles, la primera hebra de lana y cuando conseguía formar el primer ovillo con un tamaño no superior al de una nuez, lo apretaba por un lado con el dedo pulgar y por el opuesto con el dedo mayor y mientras, con uno de los dedos invisibles de su mano iba dado vueltecitas al ovillo, con la otra mano que hacía siempre el mismo movimiento en el mismo sentido y con el mismo ritmo, envolvía con la hebra el primer ovillo pequeño conseguido, siguiendo maravillosamente el mismo ritmo que tenía la otra mano. En pocos segundos era tan redondo y tenso que, al igual que la pelota, se 1^ podía hacer saltar suavemente... Nos habíamos acostumbrado de tal manera a sus protestas, a sus 188 órdenes, que era su voz lo que nos daba el impulso para hacer aquello que de otro modo no habríamos realizado.ÍMaravillosas órdenes que formaron nuestros primeros años , pausadamente! Así, el paseo de aquella tarde se lo debía yo a mi abuela cuando, ya tan tarde, nos recordó que debíamos ir a la fuente. Todas las chicas y chicos íbamos a buscar agua a la fuente al caer la tarde, cuando el calor empezaba a disminuir y el sol se acercaba a la montaña. El pan tierno del "llonguet", untado con el tomate fresco recién cogido en la huerta, y un buen trozo de jamón, era nuestra merienda. Nos sentábamos en grupos repartidos a lo ancho de la verde explanada que circundaba aquella fuente, la cual tenía, según decían, propiedades maravillosas..."la font pican d'Amer"... Era un agua pegajosa y tibia, con burbujas pequeñitas. Era nuestra pequeña fiesta de todos los días. Y un lugar donde no hacía falta ninguna cita. Estábamos casi toda la gente joven del pueblo en aquellas horas que precedían a la hora de la siesta. Había un espacio reservado a las bicicletas y todas ellas, apoyándose unas con otras, apretujadas, semejaban caballitos a punto de saltar. La gente más rica del pueblo y algunos forasteros, tenían sus torres allí, entre aquellas zonas más frondosas, muy distantes unas de otras, rodeadas de pequeños jardines que aislaban con vallas de madera de colores o bien altísimas tapias donde crecía las madreselvas. Algunas veces, había baile en una pequeña pista de cemento.... No esperaba que lo hubiera aquella tarde... A lo lejos me pareció oír el sonido de la música que se hizo cierta en un momento.. Y él... . -Te están buscando.. -¿Quien? -No sé. Unos chicos guapísimos. Uno es rubio y el otro moreno. Vienen en una moto. ¿De donde 189 los has sacado? ...de repente a mi lado Él, tan cerca, abrazando mi cintura con música de baile. Yo. . . Muy lejos, muy distinta... (¿No me ves? He cambiado...) -Estás muy guapa. (Estoy temblando ¿no lo ves?) Mi primer baile es este. Su suavemente mis entrañas. suficiente. Unos pasos aliento, sus brazos Lo de dentro. hacia mí apretando Sonriendo levemente, indiferentes...i Ya es bastante! . .Puedo amar a todos los amantes, por esa mano entre las mias, por solo esa mirada de un momento... Por sus palabras repetidas tantas veces... -Estás muy guapa hoy.... (Hoy... ¿Y mañana, y mañana, y mañana...?) Tengo miedo. Es un momento que se escapa. Es una cara en el espejo de mi cuarto. Es mi camisa azul recién planchada. Son mis ojos asomados a la noche del amor en un lecho de hojas secas ya mojadas, tan temprano. Y una piel que ya no es suya y que es ya nueva...¿Por qué siento tanto amor en esta tarde?.. Es como otra tarde cualquiera, i Tan hermosa!., y la estrujo entre mis manos, y resbala toda entera.... 190 -Esos señoritos tan guapos te andan buscando.... Cuando quieras yo me marcho. ¿Es la competencia... ? (Te quiero, te quiero, te quiero. vayas. No te No me importa quienes sean... ocurrencia? ¿Que Justamente en esta tarde. mi estrella. Es Muchos días han pasado tan despacio y otros muchos que nos quedan por delante. Si me miras más de cerca, podrás ver que no me importa. Solo tu orgullo. mirada y espalda, tu tan desprecias. No me importa nada. Es lo que amo. jersey que suave... y te Ya lo notas. cae me Y tu por la tienes y Y te sientes fuerte y orgulloso como nunca... ) -¿Cómo no estuviste ayer en el baile? -No me apetecía, estaba cansada. -No me engañes.... i Tendrías chicos tan bien puestos! -ÍAh, si!... plan con esos Terminé rendida de cansancio. (Agotada de mis pasos que andaban tras de ti sin esperanza. Desconocida de mi misma, suplicando, agonizando...) -iAhí los tienes! ¿Los ves? Tienen aspecto de provincianos I Que te diviertas! -Gracias. (No te vayas... no me dejes...) - Adiós. 191 -Hasta mañana. Tal vez vaya por el café a las nueve... Una caja de cerillas en mi mano, en mi bolsillo, y ya en el fondo del baúl. Hasta nunca. Hasta mañana. Es Juan. El rubio Juan. Su moto aparcada junto a mi bicicleta. Le sienta muy bien el moreno de la playa. Y su amigo -iqué extraño, nunca los habla visto juntos!- es José, el chico de los versos. También está moreno y atractivo. lAh! iSi supieran...! Ya soy una mujer. Deben haberse dado cuenta porque me miran de muy distinta manera. Estoy desnuda frente a ellos de repente. Es divertido. Ahora podría abrir mis brazos sin miedo. Si, ha llegado el momento, estoy dispuesta. Mis labios abiertos siempre... Para todos... Ellos están aquí. Han venido... para eso. Hay un lugar a la orilla del río, en el bosque y junto al pozo... iy a la orilla del mar! Yo lo conozco muy bien está caliente... aún. 192 I Vamos! Sin perder más tiempo, os acompaño. Luego, me lleváis a vuestras casas, a vuestros lugares nuevos conocidos. No tengo miedo. Es divertido. Quiero divertirme... No, Olvidar, No. Solamente divertirme. cansancio. Jugar, jugar, jugar... hasta el Miguel tu debes comprenderlo. No podemos esperar más. Hay que aprender. Hemos aprendido. Entraré en tu habitación y podrás verme...y, haremos el amor... por fin. Podrás olvidarme. Romperé tus cartas tristemente ¿qué esperabas? ¿Es qué esperas todavía? Todavía. Lo siento. Es culpa mía. Sigue esperando... Sigue, sigue... Para ti mi cintura de entonces, adivinada, cierta, cierta. Para ti mi espejo. Para ti. En su lugar, en tu rincón desconocido... Si abro mis brazos ahora, si mi cuerpo desnudo se aprieta en el tuyo, si juegan mis pechos en tus manos... 193 te darás cuenta. Lo sabrás. me olvidarás. No. Para ti soy distinta todavía, ¿no es verdad? Si, dormiré junto a ti... Mas tarde. -iQué sorpresa! -Nos Ahora no. Todavía no. ¿Qué hacéis aquí? encontramos en la Decidimos venir a verte... Playa de Estartit. ¿Te molesta? -No, ¿Por qué? -Parecías muy bien acompañada... -¿Por qué lo dices? -Por ese tio.., ese que bailaba contigo... -lAh, es idiota! i No lo soporto! (INo, no le aguanto..! ¿Donde, donde esta ? Tal vez un día en una esquina, en un lugar cualquiera lo encontraré. Pasaré por su lado sin mirarle... Pasaré por su lado muchas veces. Volveré. ¿En qué rincón, en qué lugar...?) -Pues hija, no lo parecía i Ponías una cara! Alguna razón tenías que tener para esconderte en este sitio, porque este pueblo es un rollazo. 194 Aquí se aburren hasta las moscas... pueblecito! i Vaya con el Huele a Cura Párroco y a monja de clausura. A romero, a espliego, a incienso, a pan tierno, a jazmín, a mosto y uvas calientes, a rocío.... a rocío a rocío -Sí, es cierto. Es un pueblo muy aburrido.