Jacobo: Medio hermano de Jesús

Transcripción

Jacobo: Medio hermano de Jesús
Jacobo
Medio hermano de Jesús
A
unque Jacobo y Jesús crecieron juntos en la misma casa en Nazaret,
durante los primeros años tenían
una forma muy distinta de pensar.
Jacobo, al igual que sus otros hermanos,
no creía en Jesús ni siquiera cuando ya era
adulto (Juan 7:5). Jesús y Jacobo eran hijos
de la misma madre, pero Jesús no era hijo
de José, como lo eran Jacobo y sus hermanos, sino que Dios era su padre. No fue
hasta que Jesús resucitó y se les apareció a
sus discípulos y a Jacobo mismo, que éste
pudo llegar a comprender quién era en realidad su medio hermano.
En Hechos 1:14 leemos que, de acuerdo
con las instrucciones que Jesús había dado
en el versículo 4, María la madre de Jesús,
y . . . sus hermanos, así como las mujeres
que habían seguido a Jesús, estaban reunidos con los apóstoles. Todos perseveraban
unánimes en la oración, esperando ser bautizados con el Espíritu Santo (vv. 4-5, 2:1)
en el crucial momento que marcaría el comienzo de la iglesia que Jesús había prometido edificar (Mateo 16:18).
A partir de la resurrección de Jesús, Jacobo se entregó totalmente al servicio de
Dios y pronto llegó a ser un personaje importante en la iglesia primitiva. Su labor era
tan importante que cuando el apóstol Pedro
fue libertado milagrosamente de la cárcel,
de inmediato envió a algunos de los discípulos a dar la noticia a Jacobo y a los demás
hermanos (Hechos 12:17). Al parecer, llegó a ser el pastor de la congregación en Jerusalén, pues en Hechos 15:13-21 leemos
Por Jerold Aust
que fue él quien anunció la decisión final en
lo que puede considerarse como el primer
concilio de la iglesia.
Después de su conversión, el apóstol Pablo se reunió primero con Pedro y con Jacobo antes de hablar con los demás apóstoles
(Gálatas 1:18-19). Y podemos ver que en
otra ocasión Pablo cumplió con las sugerencias que le hizo Jacobo (Hechos 21:18-26).
del hebreo Yacob” (Vila y Escuain, Nuevo
diccionario bíblico ilustrado, CLIE, 1985,
p. 1066). Corresponde al mismo nombre
del patriarca Jacob, hijo de Isaac y nieto de
Abraham. Simón, cuyo nombre en hebreo
era Shimon, fue el nombre de otro de los hijos de Jacob y padre de una de las 12 tribus
de Israel. El nombre hebreo de Judas era
Yehuda, que fue el nombre de otro de los 12
hijos de Jacob, y del cual se originó la palaLa familia de Jesús
bra judío. La popularidad de estos nombres
La familia de Jesús era numerosa. En es evidente, ya que varias otras personas en
Mateo 13:55-56 se mencionan cuatro me- el Nuevo Testamento también los tenían.
dios hermanos —Jacobo, José, Simón y JuJacobo empieza a ver claro
das— y “todas sus hermanas”, sin especificar cuántas eran.
Ni Jacobo ni sus hermanos creyeron en
Debido a que los nombres fueron tradu- Jesús durante su ministerio (Juan 7:3-5). Al
cidos al griego, es fácil pasar por alto lo tí- parecer, pensaban que no estaba en sus capicamente judía que era su familia. Jesús bales, y quizá hasta le habían pedido que se
era judío (Hebreos 7:14), porque tanto Ma- fuera de la casa (Marcos 3:21, 31-35). Es
ría como José eran descendientes de la tri- obvio que a Jesús le afectaba esta incredubu de Judá (Mateo 1:1-16; Lucas 3:23-38). lidad y falta de consideración y respeto,
El nombre hebreo de Jesús, Yeshua (o Jo- pues en cierta ocasión llegó a decir: “No
sué) —igual que el del fiel dirigente israeli- hay profeta sin honra sino en su propia tieta que conquistó Canaán— significa “Dios rra, y entre sus parientes, y en su casa”
es salvación” (ver Mateo 1:21).
(Marcos 6:4).
El nombre de la madre de Jesús, María
Por su parte, Jesús, momentos antes de
(Miryam en hebreo), también era el nom- su muerte, no les encargó a sus hermanos el
bre de la hermana de Moisés y Aarón. José cuidado de María, su madre, sino a su ami(Yosef en hebreo), el padrastro de Jesús, fue go y discípulo Juan (Juan 19:26-27). Como
nombrado así en memoria del patriarca se explica en The International Standard
José, uno de los 12 hijos de Jacob.
Bible Encyclopedia (“Enciclopedia interPor lo que toca a los nombres de los her- nacional general de la Biblia”): “María dismanos de Jesús, podemos decir lo siguienfrutaba de una
te: Jacobo es llamado también Santiago,
nombre que “es una contracción de Santo y
Mayo-Junio de 2004 13
Mayo-Junio de 2004 13
relación más
íntima con Juan que con sus propios hijos,
quienes hasta ese momento habían visto
con desagrado el comportamiento de Jesús
y no entendían su misión. En la casa de
Juan ella encontraría consuelo para su dolor a medida que recordara la hermosa vida
de su hijo . . .”
Sin embargo, después de la resurrección
de Jesús, tanto Jacobo como sus hermanos
se unieron a los discípulos, convencidos
ahora de que Jesús ciertamente era el Mesías prometido y el Hijo de Dios (Hechos
1:14). Lo que seguramente influyó mucho
en la transformación de Jacobo fue el hecho
de que Jesús se le apareció a él estando sólo,
según lo da a entender el apóstol Pablo en
1 Corintios 15:7.
Treinta años después, cuando Jacobo escribió su epístola, era evidente su humildad,
reflejada en su forma de presentarse: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo”
(Santiago 1:1). Jacobo se presentaba más
bien como siervo de Jesús que como un familiar cercano; no se jactaba de ser medio
hermano del Hijo de Dios. Seguramente
también recordaba el desprecio con que lo
había tratado anteriormente. Judas también
se identificó así, presentándose además
como el hermano de Jacobo (Judas 1).
luego, no podemos estar seguros de que
esto fuera así, pero lo que sí podemos ver es
que Jacobo exhortaba a los santos a que oraran fervientemente. Él mencionó el ejemplo
del profeta Elías: “Elías era hombre sujeto a
pasiones semejantes a las nuestras, y oró
fervientemente para que no lloviese, y no
llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la
tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17-18).
Jacobo predicaba lo que practicaba y practicaba lo que predicaba.
Otro aspecto esencial de la vida de un
verdadero cristiano que Jacobo también tenía muy claro, era el de que la persona tiene que demostrar su fe con hechos —
“obras”— y, como él mismo escribió, “el
hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24).
Hoy en día podríamos decir: “Los hechos dicen más que las palabras” u “Obras
son amores, no buenas intenciones”. Jesús
mismo dijo que sus discípulos serían identificados por el amor de Dios que se manifestara en ellos (Juan 13:35). De manera semejante, Jacobo dijo que los discípulos de
Cristo demostrarían su fe por medio de sus
obras (Santiago 2). Decir que se es cristiano
es una cosa; obrar como tal es otra muy distinta. Jacobo vivió conforme a las enseñanzas de su hermano y les enseñó lo mismo a
otros miembros de la iglesia.
La Epístola de Santiago
Las exhortaciones de Jacobo
Debido a que la epístola que escribió Jacobo está llena de palabras de aliento y consejos acerca de cómo desarrollar el carácter
cristiano, tiene un gran parecido con las palabras de Jesús en lo que se conoce como el
Sermón del Monte.
Egesipo, escritor e historiador del siglo
segundo se refirió a Jacobo, hermano de Jesús, como Jacobo el Justo y lo describió
como alguien que guardaba celosamente la
ley de Dios. Muchas de las cosas que escribió Jacobo en lo que se conoce como la
Epístola de Santiago demuestran que Egesipo estaba en lo correcto. De hecho, puede
considerarse como un libro de proverbios
cristianos que abarcan muchos aspectos de
la vida de un seguidor de Cristo.
Este historiador escribió que las rodillas
de Jacobo parecían rodillas de camello debido a la forma en que la piel se le había encallecido por las horas que pasaba orando
de rodillas diariamente. Desde
Jacobo les escribió a sus coterráneos, las
12 tribus esparcidas de Israel (Jacobo 1:1),
impartiéndoles enseñanzas prácticas acerca
de la vida cristiana. Les habló sobre la sabiduría y la importancia de dominar la lengua,
y les recordó que la manera de servir verdaderamente consiste en demostrar el amor
con hechos y en apartarse de la corrupción
que hay en el mundo (v. 27).
Escribió considerablemente acerca de la
paciencia: paciencia durante las pruebas
(1:2-3), paciencia en las buenas obras
(1:22-25), paciencia frente a los insultos
(3:1-7), paciencia frente a la opresión (5:17), paciencia frente a la persecución (5:10).
Enseñó que debemos tener paciencia sabiendo que Jesucristo vendrá a poner fin a
toda injusticia (5:8).
También enseñó acerca de la verdadera
sabiduría: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a
todos abundantemente y sin reproche, y le
será dada” (Santiago 1:5). Cuando pidamos, debemos hacerlo sin dudar que Dios
cumplirá lo que ha prometido. Él se com-
14 Las Buenas Noticias
place en bendecir a quienquiera que realmente confíe en sus promesas. “Pero pida
con fe, no dudando nada; porque el que
duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento . . . El hombre de
doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:6-8).
Este apóstol habló además del tema tan
crucial del pecado. En el mundo actual la
gente repudia a toda persona que habla
acerca del pecado, pero Dios repudia a
cualquier persona que no esté en contra del
pecado. Jacobo nos dice cómo se inicia el
pecado y hacia dónde nos conduce. Empieza con la concupiscencia, el deseo de tener
o hacer algo que no debemos tener o hacer
(Santiago 1:14). Si no controlamos nuestros pensamientos, estos deseos se convertirán en actos pecaminosos. Cuando tales
deseos llegan al punto de dominarnos, en
lugar de que nosotros los dominemos, entonces el pecado termina en el castigo final
que es la muerte eterna (v. 15).
La verdadera religión
Los escritos de Jacobo plantean muchas
dificultades a quienes creen que Jesús enseñó que ya no era necesario guardar las leyes
de Dios, o que éstas de alguna manera habían sido abolidas después de su muerte y
resurrección. Pero si alguien sabía cómo vivió Jesús y qué fue lo que enseñó y creyó,
ese era su medio hermano Jacobo.
Jacobo constantemente repite la necesidad de guardar las leyes de Dios, haciendo
hincapié en los Diez Mandamientos. No habla de la ley como algo innecesario u optativo, sino como “la ley real” (Santiago 2:8).
De hecho, en los versículos 11 y 12 claramente menciona varios de los Diez Mandamientos, y los llama la ley “de la libertad”.
¿Por qué la llamó así? Porque entendía
que sólo obedeciendo las leyes de Dios podrá el hombre ser verdaderamente libre: libre de los despreciables y dolorosos resultados del pecado. Nos exhorta a que seamos
hacedores de la ley (Santiago 1:22; 4:11).
Con el propósito de hacernos ver la importancia de los mandamientos de Dios, Jacobo utilizó una analogía: “Si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,
éste es semejante al hombre que considera
en un espejo su rostro natural. Porque él se
considera a sí mismo, y se va, y luego olvida
cómo era. Mas el que mira atentamente en la
perfecta ley, la de la libertad, y persevera en
ella, no siendo oidor olvidadizo, sino siendo
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:23-25).
En otras palabras, lo que Jacobo dice es
que debemos mirar en la perfecta ley de la
libertad y evaluar cómo nos encontramos nosotros en comparación con las santas leyes es-
espejo; debemos mantenernos enfrente de
él para que nos ayude a corregir nuestras
imperfecciones. En efecto, Jacobo nos dice
que no podemos sencillamente decir que
somos cristianos, sino que debemos vivir
Ilustración por Michael Woodruff
A partir de la resurrección de Jesús, Jacobo se entregó
totalmente al servicio de Dios y pronto llegó a ser un
personaje importante en la iglesia primitiva.
pirituales de Dios, las cuales nos permiten
entender lo que es el pecado (Romanos 7:7,
12). Cuando nos miramos en el espejo y
analizamos nuestra apariencia física, es probable que notemos alguna mancha en la
cara o que no estamos muy bien peinados.
Pero después de que nos retiramos tendemos a olvidar nuestras imperfecciones porque ya no las vemos. Jacobo nos muestra
cómo esta analogía física refleja un cristianismo vacío que no requiere más que simplemente “creer” (Santiago 1:26-27).
El apóstol nos dice que la ley de Dios
nos revela nuestras imperfecciones internas, las del corazón y la mente. La perfecta
ley de la libertad de Dios, que incluye los
Diez Mandamientos, es como un espejo espiritual en el que podemos mirarnos tal cual
somos. Nunca debemos apartarnos de este
como tales. Con sólo hablar no se logra
nada. (Si desea saber por qué es necesaria
la ley de Dios y por qué es necesario cambiar, no vacile en solicitar nuestro libro gratuito Los Diez Mandamientos.)
La fe viva de Jacobo
En el año 62 de nuestra era, poco tiempo
después de haber escrito su epístola, Jacobo fue martirizado en Jerusalén. Según Josefo, historiador judío del siglo primero, Jacobo fue acusado por el sumo sacerdote y
condenado a morir apedreado (Antigüedades de los judíos, 20:9:1). Eusebio, historiador eclesiástico del siglo cuarto, nos proporciona algunos datos más acerca de la
muerte de Jacobo. Dice que los escribas y
fariseos llevaron a Jacobo a un lugar público, una parte alta del templo, y “le exigie-
ron que renunciara a la fe de Cristo delante
de todo el pueblo . . .” Pero en lugar de negar a Jesús, Jacobo “confesó ante toda la
multitud que Jesucristo era el Hijo de Dios,
nuestro Salvador y Señor” (Historia eclesiástica, 1995, pp. 75-76).
El historiador Egesipo nos dice que en
ese momento, “ellos [los escribas y fariseos] subieron y arrojaron al justo hombre
[desde el templo], y se dijeron unos a otros:
‘Apedreemos a Jacobo el Justo’. Y empezaron a apedrearlo, porque no había muerto
en la caída, sino que se había arrodillado y
dicho: ‘Te ruego, Señor Dios nuestro Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ [siguiendo así hasta el fin el ejemplo
de su hermano]. Uno de ellos, que era batanero, tomó el garrote con el que abatanaba
las telas y golpeó al justo hombre en la cabeza. Y así sufrió el martirio” (citado en Biblical Archaeology Review [“Revista de arqueología bíblica”], noviembre-diciembre
de 2002, p. 32).
Tal vez parezca increíble, pero fue descubierta una caja de piedra caliza que podría ser la urna en la cual fueron depositados los huesos de Jacobo después de su
muerte (ver “Sorprendente hallazgo arqueológico: ¿Prueba de la existencia de Jesús?” en la página 6).
Por años, Jacobo no pudo creer o reconocer que Jesús era el Hijo de Dios. Pero el
hecho de ver a su medio hermano crucificado y luego resucitado, lo transformó definitivamente. Jacobo ya no dudaba de Jesús ni lo rechazaba; ahora se veía a sí mismo como un verdadero hermano espiritual
de Jesús, ligado a él por medio de la fe y el
Espíritu de Dios.
Finalmente, Jacobo llegó a entender que
Jesús había dado su vida por él. Y cuando
llegó el momento, Jacobo, confiada y conscientemente, dio su vida por el hermano que
antes había rechazado.
Jacobo enseñó que la fe verdadera se demuestra por lo que somos, cómo vivimos y
lo que hacemos. Dijo que “lo mismo que un
cuerpo que no respira es un cadáver, también la fe sin obras es un cadáver” (Santiago 2:26, Nueva Biblia Española).
Su vida y su muerte han sido un ejemplo
de lo que significa vivir —y morir— por la
fe verdadera. Desde luego, ese no es el final, pues Jacobo el Justo será resucitado
junto con todos los justos al retorno de Jesucristo, y entonces continuará imitando el
perfecto ejemplo de su hermano por la
eternidad. ¡Ojalá que todos podamos hacer
lo mismo! BN
Mayo-Junio de 2004 15