Cosmovisión mesoamericana y Mesoamérica como
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Cosmovisión mesoamericana y Mesoamérica como
Cosmovisión mesoamericana y Mesoamérica como categorías totalizantes Arqueólogo Raúl Francisco González Quezada Centro INAH Morelos U na escuela de pensamiento de gran dispersión en la academia mexicana dedicada a la historia es la que basa parte de sus estudios en la categoría del pensamiento humano denominada cosmovisión, entendida como “...un hecho histórico de producción de pensamiento social inmerso en decursos de larga duración; hecho complejo integrado como un conjunto estructurado y relativamente congruente por los diversos sistemas ideológicos con los que una entidad social, en un tiempo histórico dado, pretende aprehender el universo”1. Aunque se pretende como una categoría con pretensión general, en gran medida se trata de un planteamiento derivado de la noción general de Mesoamérica como concepto, porque en realidad la intención es la de su aplicación metodológica respecto a lo que sería propiamente una “cosmovisión mesoamericana”2. En una necesidad más epistemológica de enfrentamiento consuetudinario con estos fenómenos sociales, que ontológica de definir para contrastar y evaluar las categorías metodológicamente, la llamada cosmovisión ha sido abordada desde calidades de pensamiento denominadas sistemas ideológicos que serían constituyentes de la propia cosmovisión3. Cada sistema es asumido como “particulares formas de acción” ejercidos sobre “particulares ámbitos del universo”, considerando además que estos se encuentran imbricados en lo social, y que cada uno mantiene una estructura y una lógica propios4. Sin embargo, sobre la articulación social de los sistemas ideológicos, acerca de cómo se diferencian y claro está, el establecimiento de cuál es el criterio de demarcación entre ellos, el estado de las cosas apunta a desarrollos académicos que resultan más efecto de la tradición de oficio del historiador o del antropólogo frente a casos concretos, que de la explícita teorización sobre el asunto. Aún así, se reconoce la existencia de sistemas ideológicos esenciales en el pensamiento humano, se propone entre ellos el sistema político, el religioso, el moral, el estético, el filosófico, el mágico, el mítico, las concepciones del cuerpo humano, eventualmente también el ético, el ritual religioso y la adivinación, etcétera5. Cada uno se convierte en guía temática de investigaciones particulares que además se centran en singularidades de caso, esto es, se investiga el ritual religioso w en la sociedad x de tal tiempo y espacio, la adivinación entre el grupo y, los mitos de la región z, etcétera. Estos funcionan como casos de aplicación de la categoría en lo que es más parecido al establecimiento de una ciencia normal, con todo el orden de política académica que rodea este asunto6. 1 Alfredo López Austin, “La cosmovisión Mesoamericana”, en Temas Mesoamericanos, Lombardo, Sonia y Enrique Nalda (coordinadores), Instituto Nacional de Antropología e Historia, Consejo Nacional para la cultura y las Artes, México, 1996, p. 472. 2 Alfredo López Austin, op. cit. 3 Alfredo López Austin, Cuerpo Humano e Ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas. Tomos I y II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1980, pp. 17 y siguientes; Alfredo López Austin, op. cit. 4 Alfredo López Austin dedica un par de libros específicamente a abordar dos sistemas ideológicos, el del cuerpo humano, 1980, op. cit., y el mítico en Mitos del tlacuache, Alianza Editorial Mexicana, México, 1990. 5 Alfredo López Austin, 1980, pp. 17-18, 473 y siguientes; 1996, pp. 472, 497 y siguientes. 6 La ciencia social en la academia mexicana que ha abordado calidades sociales desde la categoría de cosmovisión se ajustan a lo previsto por Thomas Kunh, Kuhn, Thomas, La Estructura de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1971, y La tensión esencial: estudios selectos sobre la tradición y el cambio en el ámbito de la ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1983; respecto al momento de estabilidad de la ciencia normal y claro está, la Mesoamérica, tomado de http://radioinah.blogspot.mx/2011/02/los-pueblos-originarios-cinco-ciudades.html El caso particular de la cosmovisión “mesoamericana” compartiría esencialmente, como abstracción ampliada, una serie de sistemas ideológicos generalizados en su conceptualización y singularmente formalizados en su manejo individual; elementos definitorios sobre el movimiento, estructura y dinámica del cosmos, diferenciación de dos dimensiones en la realidad entendidas como el ecúmeno y en el anecúmeno, las “cargas” de los seres, el calendario, etcétera7. Como condición de existencia de la “cosmovisión mesoamericana” tendríamos que asumir también, la implicación de la noción heredada de la descripción del Mundo Mediterráneo que realizó Fernand Braudel valiéndose de esa dimensión denominada longue durée (larga duración). En este proceso “largo”, el momento de estructuración primera de los elementos articuladores de esta cosmovisión habría comenzado en algún momento entre la génesis de las comunidades de cazadores recolectores pre-tribales, pero tendría su momento de estructuración definitiva durante la revolución tribal, esto es, con el desarrollo de la agricultura y las sociedades tribales sedentarias hacia el período Preclásico Temprano y Medio (del 2500 al 1200 a. d. n. e.), y dependería de la existencia de una llamada tradición cultural8. Es preciso asumir entonces que cosmovisión así entendida, en el marco de la academia mexicana, para que se asuma corrección y se le dote de certeza, debería ser correcta también la noción misma de “Mesoamérica”. Sin embargo, es preciso reconocer que desde la ausencia de discusiones sistemáticas a la propuesta primera de 1943 de Kirchhoff9 , en realidad nos hemos mantenido en condiciones de indefensión ontológica al respecto10. Claro está, que también sería un error considerar que la categoría primera de Kirchhoff permaneció inmutable desde su propuesta inicial hasta la muerte de su autor décadas después. La categoría “Mesoamérica” como efecto del particularismo histórico era solamente una pretensión identificatoria de dispersión de formas culturales y no pretendía en un inicio nada más que eso, al menos académicamente hablando. El entorno en que Kirchhoff la propone, es en el de la cristalización de ideas provenientes por un lado del historicismo alemán con un marcado principio difusionista, mientras que en América campea el particularismo de Franz Boas; ya desde 1929 Miguel Othon de Mendizabal y Wigberto Martínez Moreno (quien en realidad acuña el término de Mesoamérica) se habrían enfrentado a considerar “áreas culturales” en torno a los mapas lingüísticos del Museo Nacional, y el tema habría sido tratado en particular en el Congreso Internacional de Americanistas de 1939 en la Ciudad de México11. En 1964 con la reedición del ensayo de 1943 de Kirchhoff, éste mismo se lamenta por la ausencia de críticas a su propuesta inicial. En 1985 será puesta a prueba la supuesta “validez teórica del concepto Mesoamérica”; en 1997 en el marco del Coloquio Mesoamérica. Una polémica científica, un dilema histórico se vuelve a revelar la polarización entre los mesoamericanistas y aquellos que se mantienen en la disidencia12. En 2007 se realizó un Taller denominado Signos de Mesoamérica donde se debatió fundamentalmente la idea de la unidad y de la diversidad integrada en el concepto de Mesoamérica13. La correlativa categoría de “cosmovisión mesoamericana” no ha corrido con la misma magnitud de discusiones pero es ampliamente probable que los próximos debates sobre Mesoamérica la incluyan, todos sus aspectos le son concomitantes. Más allá de las adolescencias de construcción y justificación epistemológica que contiene “Mesoamérica” como categoría, donde si bien se ha avanzado en las críticas que informan sobre la circularidad identificatoria que hace de Mesoamérica una categoría innecesaria, pues es imposible de refutar si lo que se busca es identificar qué es mesoamericano y qué no14. De las reincidentes descalificaciones ideológicas de resultar compás de medida ideológica que se ajustó y continúa ciñéndose a las pretensiones de los grupos nacionales mexicano15. Acá destacaremos que amén de resultar una dimensión epistemológica identificatoria formal, en el fondo lo más grave es que pretende erigirse como una categoría totalizante. El problema fundamental que pretendemos destacar es que la categoría de Mesomérica y su concomitante cosmovisional no definen desde el contenido de las sociedades que pretende enlazar en un conjunto, sino desde algunos de los fenómenos más aparentes de imposibilidad de diálogo interparadigmático. 7 Alfredo López Austin 1980, pp. 58 y siguientes; Alfredo López Austin “La religión, la magia y la cosmovisión”, en Historia Antigua de México. Volumen III. El horizonte Posclásico y algunos aspectos intelectuales de las culturas mesoamericanas. Manzanilla, Linda y Leonardo López Lujan (coordinadores), Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad nacional Autónoma de México, Editorial Porrúa, México, 1995, pp. 431 y siguientes; y Alfredo López Austin 1996). 8 Alfredo López Austin, “El núcleo duro, la cosmovisión y la tradición mesoamericana”, en Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México, Broda, Johanna y Félix Báez-Jorge (coordinadores), Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, pp. 51 y siguientes. 9 Paul Kirchhoff, “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales” en Revista Tlatoani. Suplemento 3, 1967. 10 Pueden considerarse algunas críticas a la categoría de Mesoamérica en las exposiciones que hace de ello por un lado López Aguilar, Fernando, “En la mirada del arqueólogo, una Mesoamérica ciega (entre mesoamericanistas te veas)”, en Dimensión Antropológica 19, 2000, pp. 97–119; y por otro lado Rodríguez García, Ignacio, “Mesoamérica, ese oscuro objeto del deseo”, Dimensión Antropológica 19, 2009. 11 Medina, Andrés, “Unidad y diversidad en Mesoamérica. Reflexiones desde la historia y la etnografía, Introducción”, en Diario de Campo 92:74-79 12 Ídem. 13 Medina, Andrés, “Unidad y diversidad en Mesoamérica. Reflexiones desde la historia y la etnografía, Introducción”, en Diario de Campo 92:74-79. Neurath, Johannes, “Unidad y diversidad en Mesoamérica: una aproximación desde la Etnografía”, en Diario de Campo 92:80-86. Millán, Saúl, “Unidad y diversidad etonográfica en Mesoamérica: una polémica abierta” en Diario de Campo 88-97. López Austin, Alfredo, “Unidad y diversidad en el estudio etnográfico en México” en Diario de Campo 92:98-101. Trejo Barrientos, Leopoldo, “Unidad y diversidad de los pueblos de tradición mesoamericana” en Diario de Campo 92:102-107. 14 López Aguilar 2000, op. cit. 15 Rodríguez García, Ignacio 2009, op. cit. 534 lo que ellas eran en un momento específico que difícilmente podemos llevar desde el siglo XVI que propone a Kirchhoff su construcción, hasta las sociedades coincidentes hacia el 1500 a.d.n.e. por ejemplo, o incluso antes, y no abarca con precisión todo tipo de sociedad esencialmente distintas. De ahí la idea pertinaz necesidad de creer en la noción de una “larga duración”, que más que explicar algo, muestra la reticente construcción de una creencia con alegatos formales y no de contenido. Y aunque no podemos soslayar que la partida difusionista y culturalista desde donde se proyecta el concepto “Mesoamérica” mantiene sustento formal de compartición lógica de elementos sígnicos formales, de elementos culturales arquitectónicos, artefactuales, de prácticas sociales, etcétera, no por eso podemos hablar de un conjunto unitario social, donde lo que prevalece son más bien la distinciones esenciales. Quizá el punto más débil de la pretendida categoría y nunca antes abordado por la Antropología y la Arqueología, es que como categoría totalizante, “Mesoamérica” obnubila la dis-tinción. Entendemos acá a la dis-tinción como la estrategia meta-física que va más allá de la di-ferencia y de la identidad intrasistémica, la cual se queda en el lógos de la totalidad. La dis-tinción descubre al otro que el sistema hegemónico16. No se trata de la di-ferencia política entre tlaxcaltecas y mexicas por ejemplo, que se ha abordado como anatémico del concepto “Mesoamérica”17, que se queda en una queja aún intrasistémica, sino del des-encubrimiento del olvidado en la historia y por la Historia. De las amnesias temáticas sobre los grupos subalternos, de la dis-tinción del rostro del otro que en la explotación y la exclusión no produjo la pirámide escalonada, o no desarrolló discursos en papel amate o piel de venado. Del que no asistió al Calmecac, del que no sabía de la existencia de la Coyolxauhqui. De todos aquellos que son sometidos a las serias conclusiones del erudito que argumentan que todo el mundo nahua pensaba que…, o que la cosmovisión de los mixtecos era compartida homogéneamente por la clase hegemónica, al igual que por la subalterna. Que todos los grupos de edad e interés mantenían una cosmovisión única, pétrea, lapidaria, mesoamericana. Al considerarse “Mesoamérica” como unívoco por universal en América Media, impide la expresión de la multivocidad del otro siempre otro del pasado que no se descubre y de hecho, permanece casi deliberadamente encubierto. Y es que el argumento de que “Mesoamérica” es poco más de cuarenta elementos culturales presentes hacia el siglo XVI en un “área cultural” asociados a sus prácticas sociales fundamentalmente de carácter agrícola, y que por lo tanto es más mesoamericana una sociedad cuando más de estos elementos presenta, y cuando la presencia es nula, pues no se está en “Mesoamérica”, es un argumento identificatorio sin posibilidad de refutación, pues no establece órdenes de causalidad. Amén de que cuando existen elementos culturales que no apuntalan lo “mesoamericano” al interior de las “áreas” que deberían serlo, pues se consideran anatémicos o deleznables. 16 Consúltese sobre esto a Enrique Dussel, Método para una Filosofía de la Liberación. Superación analéctica de la dialéctica hegeliana. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1974, pp. 26 y siguientes. 17 Véase sobre esto a Ignacio Rodríguez García, op. cit. domingo 2 de septiembre de 2012 En el orden metodológico además, se parte siempre viendo al universo totalizante, donde solo se describen diferencias de grado y la dis-tinción no se observa. En cada caso se asume si la sociedad que se investiga es o no mesoamericana, pero no se explica el porqué en el fondo. Esto es, que si se tiene por ejemplo un juego de pelota en zonas marginales del centro mesoamericano, pues se entienden grados de mesoamericanidad, pero no se pretende explicar qué implicaciones de contenido en la estructura y función social tiene este tipo de efecto cultural en ese orden social específico. Pensamos que el uso de categorías de contenido y no formales como “Mesoamérica” definiría órdenes esenciales de la estructura y función de las sociedades concretas pretéritas, y salvaría la condición formal. Definir si son comunidades primitivas de cazadores recolectores pretribales; comunidades primitivas tribales; sociedades clasistas iniciales; sociedades feudales o capitalistas, y no diferenciarlas por la presencia de chinampas o cultivo de cacao. Esto no implica que estas manifestaciones culturales no concuerden con órdenes de contenido y que solamente las sociedades clasistas manifiesten alguno de los elementos tradicionalmente aceptados para “Mesoamérica”. Y es que la “Mesoamérica” tradicionalmente aceptada coincidiría fundamentalmente con sociedades clasistas, consideramos que existirían otros niveles de definición de lo social, como los modos de vida18. Sin embargo, la definición del modo de vida o de la sociedad concreta no pretende solamente la explicación de especificidades en la organización social cualificadas por condiciones del medio o por las relaciones entre sociedades dentro de una sociedad concreta determinada en el caso de la primera, y de los contenidos de las relaciones sociales fundamentales de producción con respecto a la segunda. Sino que descubre desde una postura crítica al otro que el sistema hegemónico pretérito19. Para la explicación, interpretación e incluso desde la descripción de formas y funciones sociales que se pretendan trans-mesoamericanas20, no solo deberíamos atender a definiciones de contenido de lo social, sino también trascender la visión totalizante que incluye al otro como otro inserto en el sistema. Es preciso realizar la dis-tinción del otro como otro que el sistema hegemónico pretérito. En esto, la cosmovisión como categoría secundaria también se vería impactada, porque implica en mucho, una perspectiva también totalizante, donde se asume que el otro explotado, nulificado, excluido del sistema pretérito no son más que anatemas desde una perspectiva que intenta unificar y minimizar el disenso. La investigación tradicional de la cosmovisión mesoamericana no es como práctica, una de la dis-tinción, resulta más una de la unicidad, de lo unívoco y cuando más, de la di-ferencia intrasistémica. 18 Luis Felipe Bate, “Sociedad Concrete y Periodización Tridimensional”, en Boletín de Antropología Americana 32, 1998, pp. 41-56. 19 Raúl Francisco González Quezada, “Ética de la arqueología”, en Boletín de Antropología Americana 37, 2001, pp. 35-83. 20 Por trans-mesoamericano, nos referimos puntualmente a la propensión de incluir las propuestas de análisis mesoamericano y trascenderlas, ir más allá. Es una intención de subsumir, de explicar desde lo planteado y acceder a ese excedente empírico de la marginalidad que no da cuenta la categoría tradicional de “Mesoamérica”. Entierros identificados en la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan Mtra. Lilian Ivette García Maya Centro INAH-Morelos C omo parte del trabajo en el Proyecto de Investigación y Conservación de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos, 2012 que se viene realizando hasta la fecha en Tlayacapan Morelos a cargo del Arqueólogo Raúl Francisco González, se vienen trabajando una serie de entierros encontrados dentro del marco de las excavaciones. Los dos individuos, que aparecieron el miércoles 18 de julio del presente año, se refieren primeramente al cráneo de un individuo adulto, masculino, que presentaba parte de los huesos de las extremidades inferiores, así como las costillas; el segundo de ellos fue un infante de aproximadamente 8 años, edad que se pudo determinar con mayor precisión porque su dentadura se encontró en buenas condiciones y ésta es uno de los mejores indicadores para saber la edad en niños. Para el miércoles 19 de julio se procedió a excavar en el mismo cuadro el tercer individuo del entierro, éste perteneciente a un hombre de aproximadamente 50 años que fue encontrado Foto 1. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT flexionado, en posición fetal con sus brazos entre las piernas y con un jarrito en la parte de los pies. Parte del material que ya ha sido limpiado y reconstruido en laboratorio se presenta en la foto núm.1 donde podemos observar las extremidades superiores, muslo y pierna derecha, así como parte de los huesos de la mano derecha. La investigación que se realiza con el resto óseo es de gran importancia ya que tenemos la posibilidad de conocer directamente, a través de sus restos, a algunas de las personas que estuvieron en vida cuando la zona El Tlatoani estaba ocupada. De modo que es, al analizar sus vestigios óseos que podemos preguntarles directamente y conocer así un poco más sobre Foto 2. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, vértebras lumbares con proceso infeccioso domingo 2 de septiembre de 2012 la vida de los antepasados de los actuales habitantes de Tlayacapan y de México. Podemos acercarnos al conocimiento de algunas de las enfermedades que se quedan registradas en el resto óseo, podemos, así mismo, conocer sobre la intensidad de su actividad física e incluso sobre su alimentación. El primer paso después de llevar el material óseo a un lugar seguro y fuera de la exposición directa de los rayos solares, es llevar a cabo una adecuada limpieza y reconstrucción del material. El siguiente paso consistió en un examen visual de cada uno de los componentes del individuo en cuestión. De tal forma que, tras un primer acercamiento es posible observar algunos procesos infecciosos, que en vida, este hombre, el tercer individuo excavado del entierro, de aproximadamente 50 años presentó en su espalda baja, esto es en las llamadas vértebras lumbares, tal como se ve en la foto núm. 2. Para que este tipo de infecciones queden marcadas en los huesos, y finalmente, cientos o miles de años después podamos saber en el presente que esta persona padeció de cierta patología, es necesario que el individuo haya vivido un período considerable con la enfermedad. En cuanto al tercer individuo rescatado de este primer entierro del Tlatoani, se puede observar también como la infección se extendía hacia su mano izquierda, en la parte proximal de lo que fuese su muñeca izquierda, esto lo podemos ver a detalle en la foto núm. 3. Reflexionando en cuanto al terreno y al esfuerzo físico para subir a la zona de El Tlatoani y considerando que una persona de 50 años en la época prehispánica ya era un adulto mayor, podemos llegar a hacer inferencias sobre la calidad de vida de este personaje que fue enterrado en compañía de tres individuos más. Lo que se muestra en la foto núm. 4 es la formación de osteofitos o calcificaciones del hueso en zonas donde originalmente no deberían estar, la causa, ya sea por un trabajo físico continuo y pesado cuyo peso recae sobre las vértebras, en este caso torácicas, o bien por procesos degenerativos propios de edades avanzadas y que en la actualidad se ven en personas mayores de 60 años. Un ejemplo de osteofitos en la parte superior del proceso espinoso encontrado en el entierro 1 se observa en la foto núm. 4. La persona de la cual hemos estado platicando, y que técnicamente se le conoce como entierro 1 individuo 1, fue el personaje principal de este primer entierro en la zona El Tlatoani y se encontró asociado, además de los dos individuos mencionados al principio de este relato, un adulto medio y un infante de 8 años aproximadamente, a un neonato que fue considerado como el individuo núm. 4 del cual se puede ver sus carillas auriculares del hueso iliaco en la foto núm. 5, estas carillas y la forma que tengan es uno de los métodos cualitativos más certeros para determinar la edad biológica a la muerte. Dentro del material rescatado de este individuo existen huesos de animal quemado, una cuenta de cerámica y navajillas de obsidiana entre otras cosas. Lo que faltaría por decir es que este breviario sobre el primer entierro en la zona arqueológica del cerro El Tlatoani en este año 2012, es solo un primer acercamiento llevado a cabo durante el proceso de limpieza del material y que seguramente, ya en un análisis más exhaustivo, todavía tendremos varias cosas por decir de esta persona que fue enterrada en posición fetal y acompañada por un neonato, un infante y un adulto promedio. Foto 3. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, huesos del pié con proceso infeccioso (tarsos izquierdos) E 534 Foto 4. Entierro 1 Individuo 1 Proyecto 12PICZAT, vértebras toráxicas con prescencia de osteofitos en proceso espinoso Foto 5. Entierro 1 Individuo 4 Proyecto 12PICZAT, carillas auriculares hueso, liaco de neonato Modelando el cerro El Tlatoani en Tlayacapan n muchas de las culturas del mundo antiguo las primeras grandes civilizaciones se abrieron paso con mucho esfuerzo a pesar de su poco dominio de los metales, sin lugar a dudas cuanto la metalurgia alcanzó un nivel elevado, con sus herramientas, cincel y mazo, esculpieron en roca magníficos monumentos que nos maravillan en la actualidad, pero ¿y qué hay de lo equivalente a Mesoamérica? Es sabido que los metales tuvieron un desarrollo muy tardío en comparación con Sudamérica y que preferentemente se trabajaron los metales preciosos como el oro y la plata, y para otras piezas se empleó el cobre. El mundo mesoamericano se abrió paso empleando rocas duras y abrasivos y nos maravillan diversas piezas elaboradas desde épocas muy tempranas, desde pequeñas piezas que sirvieron como adornos corporales hasta impresionantes esculturas en altares o estelas monolíticas. Con esta aparente facilidad del trabajo lapidario se elaboraron distintos trabajos escultóricos sobre las laderas de cerros o afloramientos de roca, pero sin lugar a dudas son pocos los lugares de donde se tiene noticia que se le dio forma o esculpió directamente sobre la roca madre con fines urbanísticos o arquitectónicos. Chalcatzingo es uno de los sitios más tempranos que tienen trabajo escultórico en muchos de sus monumentos y en la misma roca madre, siendo su monumento 1 un bello ejemplo del Preclásico. Aunque éste resulta un buen ejemplo no es tanto a lo que me quiero referir sino a lo que se catalogó como MCR (Miscellaneous Carved Rock, por sus siglas en inglés). Los 1, 2, 3, 10, 11, 17, 19, 20, 21, 22, 23, 36, 37 y 38 (Grove, 1987:159-170). Afloramientos de roca fueron trabajados para formar algunos rectángulos u otro donde se le dio forma de tres escalones para llegar a la parte alta de una pequeña plataforma. Saltamos al Posclásico donde Malinalco llama nuestra atención no solo por la estructura circular con sus bellas tallas antropomorfas al interior, sino por sus cuartos con paredes de más de dos metros de altura ganados al cerro. También en el Estado de México sobresale Tezcutzingo por su arquitectura monolítica trabajada en la roca madre. En el Distrito Federal el Cerro del Judío presenta una interesante y polémica figura antropomorfa en la parte frontal del edificio principal y parte de sus cinco escalones de la escalinata principal. El cerro de Chapultepec, aparte de sus petrograbados, tenía lo que parecía ser un cuarto, al menos con tres paredes ganadas, también, a la roca madre. En el marco de las investigaciones arqueológicas que se llevan a cabo en el Proyecto de Investigación y Conservación de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos, se ha Arqueólogo Enrique Méndez Torres Centro INAH Morelos Fig. 1.- Dos rocas-rostro en un pasillo de paso obligado para el ascenso. Foto Enrique Méndez, 2012. 534 domingo 2 de septiembre de 2012 espacios de difícil acceso (Fig 2). En la parte alta existen un espacio donde se puede apreciar la panorámica del pueblo de Tlayacapan y su valle hacia el Noreste, pero si uno pone atención en el piso podrá encontrar oquedades que fueron ampliadas para colectar agua, quizás un equivalente al agua sagrada de las cavernas en el área maya y no tanto para fines nutritivos. En algunas secciones se observa que se niveló la roca para derivarla a un espacio en específico e irla encausando a otros orificios (Fig. 3). Se localizan también en éste espacio tres petrograbados de difícil interpretación, por su ubicación hay uno que está sujeto al pisoteo de todos los visitantes a dicho mirador. El trabajo con fines arquitectónicos bien podría estar también influido por el aspecto ideológico, pero a lo que haremos referencia en este apartado es a la modificación del espacio físico con fines de provecharlo para adecuaciones arquitectónicas. Así tenemos que en distintas terrazas donde afloraba la roca ésta fue rebajada y modelada para Fig. 4.- Pared Este que fue trabajada previa construcción del muro Este. Foto Enrique Méndez, 2012. Fig. 2.- Tercer pasillo de ascenso con rocas rastro. Foto Enrique Méndez, 2012. encontrado evidencia de que los primeros habitantes de éste espacio adecuaron el terreno a sus diversas necesidades, incluso al grado de trabajar la roca madre. En los recorridos de superficie del mismo se detectaron diversos petrograbados, algunos de ellos mostrando espirales, pero hubo dos aspectos que llamaron más la atención, el hecho de hacer algunas horadaciones circulares en algunas rocas y el labrado de pequeños escalones en algunas laderas de las paredes del cerro, donde la huella no excedía de los 20 cms y el peralte no rebasaba los 15 cms. Conforme uno va ascendiendo a la parte alta por las terrazas se pueden observar afloramientos de la roca. Sin embargo en la temporada de excavación de mayo a agosto del presente año, al excavar en algunas de ellas la roca madre se encontró a menos de 20 cms de profundidad y en el caso más extremo se retiró un relleno de tierra, y piedras grandes, de más de dos metros. Un previo análisis de este trabajo lapidario en la misma roca que conforma este cerro del Tlatoani ha vislumbrado dos tipos diferentes de propósitos: el ideológico y el arquitectónico. La primera hace alusión a ideas relacionadas con el pensamiento indígena de su cosmovisión. Para llegar a la sección terraceada del cerro se tiene que pasar por cuatro espacios angostos escalonados artificialmente, aquí se aprovecharon algunas rocas salidas de la pared de una consistencia más sólida para labrar lo que podemos interpretar como “rostros”. Consistentes en tres horadaciones principalmente, las cuales hacen alusión a dos ojos y lo equivalente a una boca. Es en uno de estos encajonados donde se pueden llegar a apreciar más de 15 rocas-rostro en un espacio no mayor a los 10 metros (Fig. 1). Aunque pueden existir varias propuestas interpretativas por el momento nos limitaremos solo a mencionar estos rostros que se localizan en el tercer pasillo de ascenso. Se localizaron más en otras partes del cerro donde se apreció que fue un lugar de tránsito para el hombre, y no en Fig. 3.- Mirador donde se localizan pozashoradadas para captar agua de lluvia o de sereno. Foto Enrique Méndez, 2012. conformar algunas banquetas, escalones, esquinas de edificaciones, emparejamiento de una pared, nivelación de suelo y elaboración de horadaciones para captar volúmenes bajos de agua más que nada con fines rituales y no alimenticios o como reservorios. El caso por demás interesante es el que nos ocupa de la estructura principal, el cuál en sus primera etapa constructiva, quizás en el Posclásico Temprano sea el claro ejemplo de cómo se adecuó la roca madre a las necesidades arquitectónicas, claro que con fines ideológicos. Parte de sus últimos escalones y la plataforma se modelaron sobre este estrato volcánico. Se observa que esta estructura fue construida en el peñasco cercano a la “punta del cerro” y parte de su pared Norte fue constituido por esta piedra rebajada formando un ángulo de 90 grados. Se aprovecharon algunas oquedades quizás para agrandarlas y captar o derivar agua de lluvia. En otro cuarto se aprecia que para levantar el muro Este, previamente se rebajó la piedra y su parte superior no solo fue nivelada en distintas secciones sino que se le horadó un rectángulo con un pequeño canal para derivar el agua (Fig. 4). Por el símil actual con un mueble de baño se le ha denominado Tina de Moctezuma a un espacio labrado en la roca, de consistencia más suave, del mismo cerro. Éste elemento quizás sirvió para captar agua en algún momento. En la actualidad se encuentra incompleto pero alguna poca gente ha mencionado que lo llegó a ver completo y que tenia forma de tina. En su parte norte se puede apreciar en su cara superior bastante trabajo y un canal que quizás tuvo la función de desaguar excedente de agua. Desgraciadamente las partes faltantes pudieron haber informado de cómo esta “tina” se debió de haber llenado o haber captado agua (Fig. 5). Comentarios finales Resulta llamativo que en la primera fase habitacional de este cerro se le haya invertido bastantes horas de trabajo para ir adecuando a sus necesidades este cerro conocido como El Tlatoani y que con el paso del tiempo parte de este esfuerzo queda oculto y quizás existido en la memoria colectiva de los abuelos. Aunque los trabajos arqueológicos están en su primera etapa se ha encontrado poco material que pudiera haber servido para cincelar la roca madre y aunque ésta pudiera parecer muy dura se ha observado que con la humedad se reblandece y resulta más fácil su tallado, por lo que la época de lluvias pudiera haber sido un momento que se dedicara para la transformación y adecuación de la roca madre del cerro. Bibliografía Grove, David C. 1987 Miscellaneous Bedrock and Boulder Carvings. En Ancient Chalcatzingo. Editado por David Grove. The Texas Pan American Series. University of Texas Press. Austin. :159-170 Fig. 5.- La llamada “Tina de Moctezuma”, que pudiera haber servido para captar y derivar agua. Foto Enrique Méndez, 2012. Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos Consejo Editorial Eduardo Corona Martínez Israel Lazcarro Salgado Luis Miguel Morayta Mendoza Raúl Francisco González Quezada www.morelos.inah.gob.mx Coordinación editorial de este número: Raúl Francisco González Quezada Diseño y formación: Joanna Morayta Konieczna El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores