centralizados o distribuidos
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centralizados o distribuidos
©2014 Ediciones Primera Plana S.A. Todos los derechos reservados PDF generado el 10/11/2014 11:24:28 para el suscriptor con email [email protected] Esta publicación es para uso exclusivamente personal y se prohíbe su reproducción, distribución, transformación y uso para press-clipping 21 LUNES 10 DE NOVIEMBRE DEL 2014 La clave S iete millones y medio de catalanes, incluidos los dos millones largos que ayer acudieron a las urnas, se habrán despertado hoy con una sensación agridulce. Conscientes, por un lado, de haber asistido una jornada muy especial, por cuanto muchos ciudadanos rompieron ayer, aun de modo testimonial, un tabú: el que establecía que jamás serían convocados a las urnas para pronunciarse sobre la independencia. Pero sabedores, también, de que la fuerza simbólica del 9-N no comportará cambios tangibles en la realidad política catalana. Al menos, no a corto plazo. Bienvenidos todos al 10-N. El ensayo general de la consulta independentista fue todo un éxito, La rueda Bienvenidos al 10-N ENRIC Hernàndez DIRECTOR pese a las carencias organizativas y a los obstáculos jurídicos. Aun privado de valor jurídico y de las garantías democráticas que caracterizan una consulta legal, las propiedades homeopáticas del proceso participativo han neutralizado el riesgo de frustración de la sociedad catalana. Ese es, junto a la notable participación del 9-N, el mayor éxito de Artur Mas: haber combinado la astucia y la determinación, la complicidad con el soberanismo y el discreto diálogo con el Estado, para lograr que los trenes se crucen sin chocar. Tras haber salido airoso de este aprieto, no es menor el dilema que a partir de hoy, 10-N, afronta el líder de CiU: o bien convocar de inmediato la «consulta definitiva», en forma de elecciones plebiscitarias; o bien, condicionando el adelanto electoral a una improbable lista unitaria con la Esquerra de Oriol Junqueras, explorar las vías de negociación con el Gobierno de Mariano Rajoy y el PSOE de Pedro Sánchez, por fortuna nunca selladas, y apurar su mandato hasta el 2016 cambiando de aliados en el Parlament. Algunas pistas dio Mas anoche, cuando antepuso la consecución de un acuerdo con el Estado para promover un referéndum legal a la celebración inmediata de unas elecciones plebiscitarias, que hace bien poco defendía como prioritarias. Sus razones tendrá para mudar de estrategia. Queda por ver si el movimiento independentista que tanto ha confiado en su liderazgo estará dispuesto a esperar. @Enric_Hernandez Centralizados o distribuidos La pereza, la ambición y el exceso de fantasía son enemigos de la imaginación renovadora Folch L os grandes hospitales generalistas son cosa del pasado. Pertenecen a los tiempos en que la preocupación de la sanidad era combatir las enfermedades, más que favorecer la salud. La enfermedad, et pour cause la medicina terapéutica, representan el fracaso de las buenas prácticas higiénico-sanitarias. La salud se consolida en la vida cotidiana correcta, los terapeutas solo deberían entrar en juego cuando, excepcionalmente, la salud quebrara. «Más vale prevenir que curar», sentencia acertadamente el dicho popular. En todo caso, ¿qué sentido tiene tratar menudencias en un gran hospital equipado para hacer frente a grandes contingencias? Los grandes hospitales generalistas con poca orientación profiláctica y mucha asistencia primaria responden a un anticuado concepto centralizado del ejercicio médico. En general, la descentralización y rejerarquización de funciones atendiendo al principio de la subsidiaridad es una tendencia emergente y seguramente imparable. Afecta a otros dominios además de la sanidad, como a la política o a los sistemas de tratamiento de aguas residuales y ulterior aprovechamiento del agua tratada. O al mundo de la energía. Un siglo después de empezar a dotarnos de grandes plantas centralizadas de generación eléctrica, estamos descubriendo las ventajas de lo que ya tuvimos, o sea, la generación distribuida. Claro que hoy hablamos de generación distribuida 2.0, no de aquellos alternadores acoplados a viejas ruedas hidráulicas de un molino harinero. A comienzos del siglo XX, tras ásperas discusiones, la corriente alterna se impuso a la continua. Entonces se soñaba con grandes centrales eléctricas, especialmente con grandes centrales hidroeléctricas. Solo podían ubicarse en las montañas, lejos de grandes centros de consumo, por lo que el transporte eléctrico era inevitable. Esta es una de las razones del LEONARD BEARD triunfo de la corriente alterna. Las centrales terMuchos formatos sociales moeléctricas, por la contaminación atmosférica o tecnológicos de ahora son asociada, y desde luego de la época de nuestros abuelos las nucleares, también tendieron a situarse lejos de grandes núcleos habitados, por lo Es al revés: precisamente porque son que la corriente alterna se reveló co- opciones de hace cien años deberían mo la mejor opción. Pero la evolu- ser revisadas a fondo. Inmersos en el ción tecnológica y los males climáti- enorme problema global del cambio cos ligados a la generación térmica climático y en un momento de conshan ido cambiando el panorama. tantes mejoras en la eficiencia de los sistemas de captación eólica y fotode los formatos so- voltaica, habría que preguntarse si ciales o tecnológicos que nos con- no nos conviene rescatar la corrienciernen responden a decisiones de te continua con la que a la postre nuestros abuelos, tomadas en otro funcionan los trenes, los ordenadomomento y en otro contexto. A me- res, los móviles o el coche eléctrico nudo no nos convienen ahora, pero que tarde o temprano todos tendreya nos acostumbramos a ellos. Por mos. Una corriente continua, adedesconocimiento o pereza, propen- más, que puede provenir de nuesdemos a creer que son las mejores tros captadores fotovoltaicos. soluciones posibles, acreditadas por Algunas de las soluciones técnimedio siglo o un siglo de recorrido. cas actualmente disponibles con- Muchos Gordillo Cuestión de plazos La generación eléctrica local RAMON SAÜL trarían hábitos sociales o intereses empresariales. Se comprende, pues, que haya resistencia a implementarlas. Pero venciendo la pereza e invitando a las compañías a no encasillarse en fórmulas de negocio del pasado, los cambios positivos pueden llegar. Los edificios convencionales tienen una demanda de 150-200 kWh por m2 y año, pero sabemos hacer edificios tanto o más cómodos con demandas de 50-70 kWh/m2/año, es decir tres veces menos. Con esas demandas, podrían funcionar, o casi, con energía capturada localmente (fotovoltaica o minieólica). Las baterías de los autos podrían recargarse con corriente continua directa o previamente acumulada. No es necesario generar en la misma casa, puede hacerse en el mismo barrio o cercanías, pero no hay por qué depender de generaciones lejanas, ni de costosas líneas de transporte que, encima, presentan pérdidas considerables por el inevitable efecto Joule (calentamiento de cables). Para según qué escalas, las cuentas cuadran. Para otras (lugares de muy alta demanda), no tanto o nada. Seguramente habría que compatibilizar los dos sistemas, pero el aumento de complejidad queda compensado por los ahorros globales y los beneficios socioambientales. No tiene sentido extasiarse con las famosas smart cities como almacenes de gadgets innecesarios y no exigirles la gestión compleja de microrredes. Y es que, sobre perezosos y mezquinos, a menudo somos fantasiosos en vez de imaginativos. Es decir, poco modernos. Pero podemos serlo. H Socioecólogo. Presidente de ERF. Discrepancia pactada entre Mas y Rajoy T res grandes manifestaciones precedidas por las consultas populares iniciadas en Arenys de Munt el 2009 han sido la antesala del proceso participativo del 9-N, que ha servido para entregar definitivamente el monopolio del concepto «democracia» al independentismo. Los presidentes Artur Mas y Mariano Rajoy han evitado formalmente el choque de trenes. El president ha logrado sortear el boicot sistemático del Estado y preservar una débil unidad soberanista para acabar poniendo las urnas, mientras que Rajoy se ha salido con la suya al frustrar un referéndum o consulta con garantías jurídicas que emitiera un mandato vinculante de los catalanes. Estamos donde estábamos, pero con la diferencia que los ciudadanos han perdido definitivamente el miedo a votar y a hacerlo por la ruptura. El desapego y la indignación con esta España, en manos del PP, alér- El ‘president’ pretende que los catalanes solo recuerden cómo les ha hecho sentirse el 9-N gica a las reformas y la regeneración son transversales, capaces de unir en una jornada festiva y emotiva a independentistas, federalistas y autonomistas que comparten un deseo de cambio profundo. Mas está intentando combinar la vieja política –sería oportuno preguntar por las negociaciones secretas de su emisario Joan Rigol con los fontaneros del PP y el PSOE, ¿o encara no toca?– con una política de las emociones. Hay una frase que dice: «La gente olvidará lo que has dicho y lo que has hecho, pero nunca olvidará cómo la has hecho sentir». Parece el manual de Mas. Este 9-N una parte de la población, la más activa e inconformista, se ha sentido libre. La pregunta ahora es si la discrepancia –posiblemente pactada al estilo de la vieja política– entre Mas y Rajoy dará paso a una nueva era o si la ciudadanía tendrá que luchar para forzar los cambios. ¿Tiene prisa la gente? Esa es la cuestión. H @saulgordillo