El ojo y el espiritu

Transcripción

El ojo y el espiritu
Cine yLas
literatura
El ojo y el
espiritu
Cormac McCarthy
La carretera
Mondadori, 2007
Imagenes
en movimiento (narrativo)
Por Fernando Santos
R
ecientemente, el ya muy reconocido y prestigioso escritor Cormac McCarthy alcanzaba nueva
fama a través de los premios Oscar.
Sin lugar para los débiles, película
de los hermanos Joel y Ethan Coen,
cuyo guión está basado en su novela N o C o u n t r y f o r O l d M e n , se
llevó (sobre un total de ocho nominaciones) los premios a Mejor Película, Dirección, Guión Adaptado y
Actor Secundario. Sin lugar para
los débiles marca el regreso de los
Coen a la brillantez lograda en
películas como S i m p l e m e n t e
sangre, De paseo a la muerte, Barton Fink o Fargo.
Cormac McCarthy nació en 1933
en el Estado de Rhode Island y creció en Knoxville (Tennessee). De
pequeño no mostraba el menor interés por la educación y, según se
dice, recién a los 23 años comenzó
a interesarse por la lectura. Su biografía se mezcla con la leyenda: no
concede entrevistas, se dice que vivió bajo una torre de perforación
petrolífera y que en su juventud
llevó la vida de un vagabundo.
Nunca tuvo un empleo fijo. Sus últimas residencias fueron en El
Paso, Texas y en Santa Fe (Nuevo
México). No participa de la vida literaria. Estando en la pobreza y
ante la oferta de una universidad
para dar charlas, se negó alegando
que “todo lo que tenía para decir estaba en los libros”.
La ficción de McCarthy va en paralelo con su propio viaje personal
desde el sureste hasta el oeste, a la
frontera: sus primeras cuatro novelas se desarrollan en Tennessee y
las más recientes en el suroeste y
México. Su escritura gira hacia una
suerte de western muy particular.
Pero, como siempre en su obra, se
hallan presentes la violencia y lo
macabro para hablar de las experiencias extremas del hombre, y el
lenguaje empleado es tan rico como
seco.
Sus libros en orden cronológico
son: El guardián del vergel (1965),
La oscuridad exterior (1968), Hijo de
Dios (1973), Suttree (1979), Meridiano de sangre (1985), Todos los hermosos caballos (1992), En la frontera
(1994), C i u d a d e s e n l a l l a n u r a
(1998), No es país para viejos (2005)
y…La carretera, ganadora del Pre-
La tela de la araña . UTN . 21
McCarthy y los hermanos Coen
mio Pulitzer de Novela 2007 (sólo
estas dos últimas obras se pueden
conseguir en nuestro país).
Al comenzar a leer La carretera,
penetramos en un mundo de imágenes apocalíptico-futuristas, tantas
veces transitado en la literatura de
ciencia ficción. Algún suceso no especificado –¿un accidente nuclear?–, ha alterado el paisaje y destruido la mayor parte de la vida sobre la Tierra. Todo está desvastado.
La inmensidad del paisaje carece de
color y parece haber sido calcinado.
Los árboles han muerto rodeados
de tinieblas en la tierra baldía. Los
amaneceres y los crepúsculos son
grises. Un padre y su hijo, “cada
cual el mundo entero para el otro”,
atraviesan este territorio desierto,
22. UTN . La tela de la araña
de norte a sur, empujando un carrito de compras con sus pocas pertenencias, amenazados por hordas de
caníbales. Porque nada hay para
comer en un mundo donde nada
crece. Todo ya es ceniza o se convierte en polvo a su paso.
Mientras viajan hacia el sur, recorren lugares que despiertan en el
padre entrecortados recuerdos de
su infancia; y otros más recientes,
de cuando su mujer estaba con
ellos. Los recuerdos fluyen entre
una oscuridad cinérea. Y en esa naturaleza, tan infinita como inhóspita, se revela la naturaleza del hombre. Porque padre e hijo tienen diálogos lacónicos, algo cortantes,
pero llenos de sentido y sentimiento. McCarthy ha dicho que esta no-
vela era una declaración de amor a
su hijo de ocho años. Y se nota.
Así huyen hacia el sur, hacia el
mar; escapando del frío, empecinados, buscando sobrevivir. A su
paso, están siempre los árboles negros y retorcidos, el frío, el hambre,
la nieve y los cadáveres. Las cosas,
en los libros de McCarthy como en
la vida que nos toca, además de
inexplicables siempre pueden ser
peor. Y nosotros, atónitos, crispados y emocionados, acompañamos
a este chico y a su padre durante un
viaje que sólo habla de la muerte.
Porque no queda otra cosa. Porque
hasta ese momento, y durante toda
esa pesadilla, están –y sentimos– el
amor y la responsabilidad entre un
padre y su hijo.