Revista Gentes de Brihuega número 19. Felicitación de Navidad
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Revista Gentes de Brihuega número 19. Felicitación de Navidad
revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 1 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 2 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 3 Editorial Feliz Navidad Desde la asociación cultural Gentes de Brihuega felicitamos a nuestros socios, colaboradores y patrocinadores con la edición en formato digital de esta sencilla revista literaria de carácter netamente poético. Villancicos, cuentos de Navidad, oraciones, estrellas y pastores son los protagonistas secundarios de este sencillo ramillete de relatos y poemas, siendo el Nacimiento del Hijo de Dios lo principal, y que da sentido a las celebracio- nes y actividades que en nuestra localidad se ofrecen estos días. Esta arraigada tradición cristina en Occidente, que también ha calado en nuestras gentes, hace fluir versos y textos cargados de sentimiento y fervor por todo lo que rodea a este Misterio. Así lo ofrecemos, por gentileza de nuestras gentes Feliz Navidad y próspero año 2015 Sumario y colaboradores ..Caminito de Belén .....................................Mari Carmen Gracia ..Como rayo de sol ......................................Nicolás del Hierro ..Cuento de Navidad ....................................Ana María Schlüter Rodés ..El pastorcillo feo.........................................Carmen Silva ..Villancico, Oración de Navidad ..Gruta del Nacimiento y ..Campo de los Pastores..............................Jesús Aparicio González 8 ..Crecer. .........................................................Concha García de los Arcos 9 ..La Navidad, presagio de Luz Divina .........Luis Matamoros Ventoso 10 ..Navidad........................................................María del Mar Garre ..Navidad........................................................Isabel Miguel ..Romance navideño: Inacabado.................Sor Cecilia Codina Masachs 11 ..Se ha caído una estrella.............................Teresa Núñez 15 ..La desesperanza del pastor de Belén ......Julié Sopetrán 16 ..Villancico: La Virgen camina a Egipto 17 ..1712..............................................................Elena Romera Valdehíta 18 ..Regresar. .....................................................Elena Romera Valdehíta 19 ..La última: ..Navidad 2014...............................................Carmen Silva ..Ha nacido el Niño .......................................Mari Carmen Gracia 4 4 5 6 7 Si deseas asociarte o colaborar dirígete a la dirección de correo electrónico de [email protected]. El número de cuenta para ingresos de cuotas anuales de socios y otras colaboraciones. Entida Ibercaja cuenta: 2085-7503-64-0330059566. Ayuntamiento de Brihuega Edita: Asociación Cultural Gentes de Brihuega. Depósito legal: GU-570 / 2003. Diseño y maquetación: Editores del Henares. Colaboración especial: Mari Carrmen Gracia. Dirección y coordinación: Adelardo Ortega Caballero Gentes de Brihuega Diputacion de Guadalajara 3 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 4 Creación literaria Caminito de Belén Posada para María pide el bendito José. El posadero les echa nada más aparecer. olé, olé, olé, caminito de Belén Los ángeles celestiales anuncian a los pastores, que en Belén espera un Niño para darles bendiciones. olé, olé, olé, caminito de Belén Todos ellos jubilosos con sus ovejas a cuestas, trotan a honrarle gozosos y llevarle sus ofrendas. olé, olé, olé, caminito de Belén Como rayo de sol Un cordero de Basilio, una hogaza recién hecha, un tarro de rubia miel y vino de la cosecha. olé, olé, olé, caminito de Belén Las mujeres pañalitos, camisas de tela fina, unos patucos de lana y unas manoplas tejidas. Sueña el niño. Mira el padre. Y en el nimbo ilusionada de María en la mirada le pone un beso de madre. Todo el sueño es un encuadre, que la noche sirve en vuelo. Saben que, en nombre del cielo, conjugando esta sonrisa, el niño crece en la brisa desde un pesebre de anhelo. olé, olé, olé, caminito de Belén En esta noche gloriosa, todo bulle de alegría, las gentes cantan a coro dándole la bienvenida. olé, olé, olé, caminito de Belén María Carmen Gracia 4 Maravilla del cristal, en su pureza de armiño muestra la vida de un niño desde el vientre virginal. Una corte celestial de arcángeles y querubes se posa en Belén, y sube por las escalas del cielo. Así, desde el mismo suelo crece Dios entre las nubes. Nicolás del Hierro revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 5 Creación literaria CUENTO DE NAVIDAD Basado en un cuento de Navidad de Selma Lagerlöf Una vez hubo un hombre que, en medio de la noche, salió a buscar fuego. Fue de casa en casa, pero todo el mundo estaba dormido. Por fin vio a lo lejos el resplandor de un fuego y se fue para allá. Estaba en campo abierto y había muchas ovejas alrededor del fuego y un viejo pastor guardando el rebaño. Al acercarse, el hombre vio que a los pies del pastor dormían tres perros enormes, que se despertaron y se abalanzaron sobre él, pero aunque intentaban ladrar no podían, y cuando le quisieron morder, les fallaron sus mandíbulas y dientes, y el hombre no sufrió ningún daño. Entonces el hombre quiso seguir para llegar hasta el fuego, pero las ovejas estaban muy juntas, y era imposible pasar por en medio. Así que pasó por encima de sus espaldas en dirección al fuego, y ellas no se movieron. Cuando casi hubo llegado, se despertó el pastor. Era un viejo gruñón, que se portaba mal con todo el mundo. Al ver llegar a un extraño, cogió su palo, largo y puntiagudo, y lo lanzó hacia él. El palo fue derecho, pero antes de dar en el hombre, se desvió y cayó a lo lejos. Entonces el hombre se acercó al pastor y le pidió un poco de fuego; éste de buena gana le hubiera dicho que no, pero al acordarse de que los perros no lo habían mordido ni las ovejas habían huido de él y que el palo se había desviado, le entró algo de miedo y se lo permitió. Sin embargo, el fuego ya estaba casi apagado; ya no quedaban ramas, sólo un montón de ascuas, y el extraño no tenía ni pala ni cubo para llevarlas. Al verlo, el pastor se alegró maliciosamente, pero el hombre se agachó y con sus manos fue cogiendo restos de carbón ardientes de entre la ceniza y los fue guardando en su capa. Y ni se quemaron sus manos ni la capa. Entonces el pastor decidió no perder de vista a ese hombre y lo fue siguiendo hasta una cueva; y en ella vio a una mujer con un niño recién nacido. El pastor pensó que este niño pobre e inocente se iba a morir de frío y, aunque era un hombre duro, se conmovió y decidió ayudarle. Cogió una piel de oveja blanca y suave, que llevaba en su morral, y la entregó al hombre para el niño. En ese mismo momento, en que demostró poder ser compasivo, se le abrieron los ojos y vio lo que no había visto antes, que la cueva estaba rodeada de ángeles cantando llenos de alegría que había nacido el Salvador. Entonces el pastor se dio cuenta de por qué en esta noche todas las cosas estaban tan felices que no querían hacer daño a nadie. Sintió tanta alegría de que se le habían abierto los ojos, que cayó de rodillas para dar gracias a Dios. Verdaderamente, no importan luces ni lámparas, no depende del sol ni de la luna, lo que hace falta es que tengamos ojos capaces de ver las maravillas de Dios. Ana María Schluter Rodés 5 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 6 Creación literaria El pastorcillo feo María, se acercó a uno de los puestos–Quiero un misterio y un portal. ¿Tienes dinero para pagarlo?-preguntó el vendedor – Según lo que valga. – Haber empezado por ahí–, cogió un portal de los más pequeños y añadió,–Éste y por terminar te lo doy por cuatro euros y el misterio en seis–. María palpó los seis euros que llevaba en el bolsillo de su vieja chaqueta –Qué ¿te llega?–, volvió a decir el vendedor sacándola de sus pensamientos. María abrió la mano y mostró su caudal ante los atónitos ojos del vendedor. –¡Seis euros!– exclamó. –Y quieres comprar con eso un misterio y un portal. Pero criatura tú estas loca, por qué no quieres comprar también un pavo– Dale el pastor de la leña –le dijo la mujer–. Ese se lo puedes dar por los seis euros. El hombre cogió el pastor y se lo entregó a María. –Qué ¿te gusta?.Era el pastor más feo que fabricarse pueda, su cabeza agachada por el peso de la leña apenas si dejaba ver la cara, pero su cuerpo era deforme y desproporcionado. La leña, un haz pequeñísimo no correspondía en nada a la gran curvatura de su cuerpo y los colores de su ropa eran chillones absurdos y mal ligados. María lo contempló con pena. –Es muy feo –dijo, pero alargó la mano y le entregó al hombre sus seis euros. En el suelo en una esquina de la habitación colocó al pastor entre una matas. –Estás bien ahí –le preguntó–. No –contestó ella misma–. No puedes estar bien en ese suelo tan frío, claro como estás tan solo cualquier sitio está frío para ti ¿verdad?. Se bajó de la cama descalza y pulsó el interruptor de la luz. –¡María! –gritó la tía casi al momento de encenderse la bombilla.– –Ya apago, tía, he ido a buscar más ropa para echarme a los pies porque tenía frío–. Muy deprisa colocó a su pastor en la mesilla, clavó la estrella en la pared con un alfiler y roció las matas con la escarcha. Ha quedado muy bien, casi parece un nacimiento. –Qué frío –dijo dirigiéndose de nuevo al pastor– . ¿Tú no has soñado nunca con tener una casa con calefacción, alfombras, unas mantas gordas y pelu6 ditas y un edredón de piel para los pies? No, claro tú no has soñado nunca con esas cosas porque no eres egoísta. Tenías un poco de leña para encender el fuego y calentarte y se la llevaste a Jesús. Te das cuenta de lo mezquinos que somos. Ahora sólo queremos tener más y más. Sabes una cosa me está dando vergüenza hablar contigo. Ayúdame a pensar que puedo yo ofrecerle a Jesús. Hay pobres que no tienen ni siquiera la manta raída de mi cama. Se la daré mañana para ellos, y el trozo de turrón. Pero es tan poca cosa un trozo de turrón.¿No te enfadas si te digo una cosa? No me atrevo. Prométeme antes que no te enfadarás conmigo por lo que acaba de ocurrírseme. Te voy a dar a ti. Sí a ti. Eres lo único que tengo mío y lo que más quiero. Me da mucha pena pero hay muchos niños que también serían felices con un pastor. Ya sé que eres muy feo, aunque bien mirado cuando encendí la luz no me lo pareciste tanto. Esta noche la pasarás aquí; cuando amanezca te veré de nuevo, después te llevaré a la iglesia y te daré a un niño pobre. Yo te quiero mucho, sabes, no es que me avergüence de ti porque seas feo, es que quiero dar algo de lo que me pertenece. Ya sé que tú también me quieres, pero no llores, vamos a dormir, que esta noche no soñaré con casas y con alfombras, soñaré que tú me llevas al portal y que bajito, muy bajito para no despertar al niño le diré: Jesús sólo tengo un pastor, es muy feo sabes, pero si tú lo quieres te lo doy para que puedas jugar con él. Carmen Silva revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 7 Creación literaria Poemas de Navidad Jesús Aparicio González VILLANCICO A Belén van los Reyes, a Belén, si tú quieres. Van llevando su manta donde sentados hacen crecer su reino como un pan blanco. A Belén van los Reyes, a Belén, si tú quieres. Van llevando su cántaro lleno de agua por compartir los mares con el que aman. A Belén van los Reyes, a Belén, si tú quieres. Van llevando su incienso y con su aroma han llenado de fiesta la vida toda. A Belén van los Reyes, a Belén, si tú quieres. ORACIÓN EN NAVIDAD Señor, manda tu brisa a encender la memoria, el rescoldo de mis primeros Magos. GRUTA DEL NACIMIENTO En lo oscuro sólo él es estrella, hoguera que nutre de palomas en ascuas los gozos de la madre. En lo oscuro el llanto de un reciennacido despierta y desata de sus cuevas al sueño de los hombres. En lo oscuro no cesa el grito que derrama amor. Se hace el silencio sólo cuando la mula lame el rostro del niño. CAMPO DE LOS PASTORES Caminan sobrios descalzos de deseos, saben prescindir sin duelo de lo necesario pues no menos que el aire todo lo excusan -son sus tesoros la lana y la paja-, hombres sencillos con el corazón abierto que descansan al raso el cuerpo y las horas sobre un colchón de tierra mientras se encienden compasivas las estrellas muy cerca en su infinito. El ángel que no esperan les devuelve el silencio con su anuncio de paz que hace público un niño. Señor, baja tu estrella a llenar el vacío que en mi frente dejaron nubes falsas. Señor, derrama tu agua sobre este rincón, mueve mi jardín, renueva mi tintero. Regálame sin tregua día a día el pan de tu Palabra para que pueda yo seguir tu ruta, dar vida a mi poema. 7 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 8 Creación literaria Crecer Los niños estaban inquietos, no había manera de llevarlos al orden. La clásica advertencia “como sigáis así, no van a venir” ya no daba resultado. ─Anita, anda, llévatelos a la terraza a que corran un poco─ le pidió la madre. Anita, que iba a cumplir nueve años, tenía una reconocida buena mano para los pequeños. Hacía de maestra o de mamá en los juegos con sus hermanos y, cuando salían al campo con otras familias, se encargaba de entretener a los chiquillos mientras las madres charlaban. Aquellos Reyes eran los primeros en los que ya sabía el secreto. No se lo había dicho nadie, pero el año anterior descubrió, en el fondo del bolso materno, una moto en miniatura que, después, apareció entre los juguetes que le trajeron los Reyes a su hermano pequeño. Aquel hallazgo fue un revulsivo en sus sentimientos: por un lado, una fuerte decepción, la primera importante en su vida, y por el otro, una sensación de madurez, de sabiduría... Al fin sus dudas y pesquisas se habían acabado: llevaba tiempo observando y haciéndose preguntas pero, ahora que la magia tomaba tierra, el constatar que ya no podría creer en un trasvase entre el mundo tangible y el de los sueños la llenaba de melancolía. Estaba dispuesta a preservar su secreto y a que sus hermanos siguieran disfrutando del bellísimo cuento. Subieron a la terraza. Las Navidades allí, tan al Sur, eran templadas y llenas de luz. La terraza donde se asoleaban las sábanas, semejaba una barca reposando al sol con las velas ondeando al viento, y jugaron a piratas. La llegada de Paca, a recoger la ropa blanca, le puso fin. 8 El sol empezó a bajar por el lado del aljibe. El viento trajo la llamada a la oración desde la Mezquita del Tesorillo: “Allahu akbar” . “Dios es el más grande”, tradujo Ana. Los niños se quedaron quietos, atentos al ritmo de la voz. A veces, en la madrugada, cuando el viento venía del sur, esa misma voz los arrullaba en sus cunas y los envolvía con la paz de lo conocido. El cielo empezó a cambiar de color: un azul casi añil sustituía al blanco azulado de las primeras horas de la tarde Se asomaron al grueso barandal de la terraza, los pequeños con las cabezas entre los balaustres. El telón del crepúsculo bajo rápidamente. Ana miró al este. Allá, por el lado de las montañas de la Mujer Muerta, lejos, casi sobre Argelia, acababa de aparecer la primera estrella. ─ Quizá sea Venus─ pensó, recordando las lecciones de su padre. Las demás estrellas aparecieron enseguida. La primera aumentó su tamaño y entonces, dijo: ─ Mirad, allí está la Estrella de los Reyes, fijaos qué deprisa vienen─. Se hizo el silencio. Anita sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas al compás de la emoción que su propia mentira le producía. Un grito unánime atravesó el espacio: ─ Sí, es verdad, ya vienen, vamos, vamos a casa ─y bajaron corriendo las escaleras. ─Mamá, mamá, ya vienen, los hemos visto, ya vienen─ La hermana, mayor, se demoró en el descenso. Concha García de los Arcos revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 9 Creación literaria La navidad, presagio de Luz Divina La luz que luce Lucía, no deslumbra, nos cautiva. Es esta dulce criatura impulso de luz y vida. Como un presagio divino, tras una breve jornada el dieciséis de diciembre se adelantó en el camino. Jesús nació en Navidad en un humilde portal de la ciudad de Belén irradiando Luz Divina. Mostrémosle nuestro afecto. Él nos guiará vigilante entregándonos su amor a lo largo de la vida. Luis Matamoros Ventoso Vivimos mediante impulsos, determinados en el tiempo unos, imprevisibles otros, que nos procuran ciertos sentimientos y nos forjan como personas. 9 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 10 Creación literaria Navidad Luces de colores, regalos junto al árbol y una chimenea encendida que evoca recuerdos de tiempos pasados, de noches más cálidas junto a quienes ya no están. La anciana contempla la mesa que con cariño ha preparado para su familia y se sienta en el sillón tras suspirar con melancolía. —Otro año más sin tiP El frío de esta época es demasiado duro conmigo desde que tú no me abrazas —susurra mientras sostiene el retrato de su esposo entre las manos. Pocos minutos después, sus hijos y sus nietos llegan a la casa. Todos saben que no deben hablar del abuelo, pues los recuerdos siempre entristecen a la pobre anciana. Sin embargo, al dar las doce de la noche, el timbre interrumpe la velada. —ClaraP he venido a traerte tu regalo de Navidad. He vuelto. Y entonces, ella abrió bien los ojos, sonrió, y abrazó a su esposo con inmensa alegría. Nunca antes un exilio había resultado tan doloroso para una familia en aquella ciudad sin libertades, en la que ni siquiera las ascuas ardiendo eran capaces de reconfortar el corazón de los más malvados. María del Mar Garre Navidad Navidad era el agradable calor de la cocina, el bullicioso trajinar entre los platos, las prisas a la hora de la cena, la seriedad profunda del abuelo, la alegría y las bromas de mi padre, la cándida inocencia del que espera que alcanzase el destino la carta que enviara para Oriente. Navidad eran luces y jaleo y cantos y voces y risas... Ahora, cuando todo lo llenan las ausencias, anhelo el crujir de la escalera de aquella vieja casa, donde lo éramos todo sin saberlo. Isabel Miguel 10 Romance navideño Inacabado En un lienzo inacabado se pintó un hermoso evento, sin duda el más importante. Un jubiloso momento. Aparece sin colores pero sin duda los tiene, se quedaron en el alma mucho antes de que partiese. Un bello acontecimiento plasmado con personajes, envueltos con sus trajines envidias y necedades. La sencillez aparece en los brazos de María, pastores, ángeles , reyes postrados lo adorarían. Un niño Dios ha nacido, será luz de las naciones pasando por el laurel, y martirial palma, innoble. Tenemos la salvación en Jesús de Nazaret, se alegra la cristiandad ¡Y quién no! ¿Dígame quién? Sor Cecilia Codina Masachs revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 11 Creación literaria Se ha caído una estrella Me llamo David, tengo once años y soy pastor. Esto, que parece sencillo de explicar, resulta complicadísimo para mí en la escuela. Porque los chicos siempre se ríen y me preguntan dónde tengo la onda, si voy a matar a Goliat de una vez o lo dejo para después del recreo. He pedido a mis padres que me dejen cambiar de nombre. Pero padre, que se llama Aniceto y nunca podrá comprender el problema, asegura que cambiarse de nombre resulta imposible. Que uno está obligado a llevar el mismo toda la vida. Por la cosa de los impuestos, dice, y de las haciendas, y de algunos asuntos más de mucha importancia. A mí me parece que lo elemental no es el nombre, sino la persona, esa que no cambia aunque te disfraces como en las películas de agentes secretos, o reniegues de tu tierra y te vayas lejos y te escondas en los parajes más intrincados. Porque nunca jamás dejas de ser tú, el que ha nacido con tu carne y tus huesos, el que es hijo de tus padres y hermano de tus hermanos. Yo creo que ahí está el quid. Esta es una palabra que quiere decir misterio, meollo de la cuestión, y que dice don Heliodoro el maestro cada vez que puede decirla, que es casi todo el día. Sí, y yo pienso que el quid de todo está en que no tengo hermanos. Si hubiera sido el séptimo, como le pasa al Eusebio, o el cuarto, como es el caso del Tomás, otro gallo me cantaría. Sé que cuando los padres sean mayores deberé hacerme cargo de lo que tenemos, aunque no me importa. Bien que me callo que si ellos faltasen me iría de aquí lo más aprisa posible porque ni el pueblo ni el oficio me gustan nada. Bueno está que ellos no se den cuenta de lo que yo quiero y me recomienden de noche y de día lo que debo hacer. Pero si tengo proyectos o deseos pequeños, de los que a mí me parecen posibles, de los que se pueden realizar, además, sin disgustar a nadie, ¿por qué no me lo permiten? ¿Por qué madre me arma las escandaleras que me arma en cuanto me ve pensativo? - Estás triste – me dice -. ¿Por qué estás triste? - No estoy triste, estoy pensando, déjeme usted, madre – le respondo. - Esta es la vida, esta es la vida, que te falten el respeto y te ignoren cuando has hecho lo posible por los hijos, cuando has dado la vida por ellos, este es el mundo que nos ha quedado a los viejos, qué va a ser de nosotros, qué va a pasarnos cuando ya no podamos levantar la cabeza. Y se pone a llorar y a llorar hasta que regresa padre, momento en que se calla para no armarla más, porque si padre la ve llorar suele ponerse de muy mal genio y siempre piensa que yo he hecho algo malo. Mi pueblo es una aldea pequeña y oscura, con casas de piedra y frío casi todo el año. Está muy alto y en los meses de invierno nieva a menudo. Apenas quedan jóvenes. Casi todos se han ido en busca de trabajo. A padre le parece muy mal porque es como darle la espalda a la tierra, dice. Sólo le encontró razón a mi primo Mariano, que iba a ser militar y se marchó ya va para tres años. De vez en cuando, la tía Petra recibe carta de él y nos la lee entre lágrimas. Luego, madre y ella aprovechan para criticar los tiempos que vivimos, tan distintos de los suyos, tan faltos de cariño y respeto por la familia, y se pasan un rato quejándose. Yo aguanto y cuando no puedo más me pongo al televisor o meto la cabeza en un libro a ver si pasa el temporal. Pero el temporal no pasa, ni fuera ni dentro, hasta que regresa la primavera. Y es que el invierno es fastidiado, dice el tío Mariano, el marido de la tía Petra, o sea, el padre de mi primo Mariano que, claro, se llama como su padre. Bueno, el tío Mariano lo dice de otra forma, lo de que el invierno es fastidiado. Solo que no se debe escribir lo que él dice, ni tampoco decirlo, no sé bien la razón, madre lo asegura y basta. Don Heliodoro también tiene esas ideas. Que hay palabras que no pueden decirse. Él las llama palabros. Y yo me pregunto: si no se pueden decir ¿para qué las inventaron? La verdad es que el Tomás, el Eusebio y yo decimos palabros, pero sólo cuando no escucha nadie, 11 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 12 Creación literaria por si acaso. Sobre todo cuando se nos van las ovejas, que malditas sean las muy, parece que eligen el momento, y cuando más ganas tienes de dejarlas en el redil o más hambre te aprieta las tripas, entonces van y se desmandan, y te tienen buscándolas hasta que dan las tantas. Luego, madre mira con esos ojos de querer decir algo que no dice, seguramente porque no se cree que haya estado todo el rato detrás de ellas. - ¿Qué, otra vez? - La prieta – digo yo-. Que un día la mato. - Ya te guardarás – replica madre en seguida-. Ni si fuera tuya, oyes, ni si fuera nuestro el animal podrías. Y menos cuando es de don Ramón. - Ya le valdría salir al monte a don Ramón. - Qué cosas dices – se ríe ella-. Anda, anda, que las migas se van a enfriar. Huele bien la casa a eso de las ocho. A pan y a chorizo, a cosa caliente y risa de mujeres viejas. Padre dice que es porque huele a amor. ¡Como si el amor oliese! Pero hay tardes en que casi me parece a mí también, porque los olores se mezclan y no son ninguno, y cuando se sienten nada más entrar por el umbral de la casa y pisar la piedra de la cocina, se te meten en el corazón, y si hueles así lejos de los tuyos te entra un biruje al cuerpo y un agua a los ojos que no puedes por menos de llorar. Pero a mí lo que más me pone de murria son las Navidades. No sé si será porque la abuela Paca se murió el año pasado y ya no puede estar con nosotros. Que había que verla, lo que liaba la abuela, con sus villancicos antiguos, con su zambomba – guardada en un papel de seda debajo de la cama para las ocasiones-, y esa forma de reír que tenía, enseñando las mellas. La abuela Paca era la madre de padre y vivía con nosotros desde que se quedó viuda. Cosa rara, porque siempre oí decir a la gente que la suegra, el abogado y el doctor, cuanto más lejos, mejor. Pero a madre esas cosas no le importan mucho. - La voz de la sangre no existe, David. Es una invención de los escritores. Lo que hay es el roce. Y como ella no tuvo madre, bueno, sí la tuvo, pero la abandonó en una de esas casas de acoger niños y no llegó jamás a conocerla, cuando vino la abuela Paca a vivir con nosotros era como si fuese su propia madre. Y se ayudaban, y se contaban las cosas, y se ponían de acuerdo siempre, a veces contra padre o contra mí. No había quien las aguantara. Por eso, viendo que se acercan las fiestas, quiero saber: -¿Vamos a celebrar sin la abuela? - Claro que sí- responde madre, como sin pen- 12 sarlo-. A ella le hubiera gustado. Y entonces me explica que Jesús ha nacido para todos, los vivos y los muertos, y que morirse no es más que un acto de la vida. Cuando madre dice estas cosas, yo la escucho con la boca abierta. Habla como en la televisión. Seguro que de haber estudiado más estaría allí dando las noticias. Porque es muy guapa, o yo, al menos, la veo así. Con ese pelo negro y rizado, y esos ojos entre verde y azul sin ser de ninguno de los dos colores. De modo que nos preparamos para la Navidad como otros años. Padre trae algún árbol del monte y lo pone en un macetón para que luego podamos volverlo a la tierra, madre lo adorna con espumillones de la tienda del Raimundo, y yo me empino a la escalera y coloco la estrella reluciente en lo alto de todo. Este año, hasta le hemos puesto luces de colores, que al Eusebio se le ha quedado cara de pasmo, y el Tomás ha dicho, con admiración: - Macho, como en las pelis americanas. En estos días, madre hace pasta de almendras para luego guisar la sopa. Padre consigue un cordero de los que apartan para matar y saca los chorizos de la olla. Pero este año nos espera una sorpresa. Viene en un cajón de madera y la trae uno de los peones de don Ramón. Madre frunce el ceño cuando aparecen los regalos. Turrones, buen vino, hasta un jamón. -¿Qué le ha dado este año? –pregunta. - En el pueblo se comenta que anda enfermo – explica padre-. Muy enfermo. - Ah, ya, la conciencia. Y yo no me entero mucho de la mirada que se cruzan entre ellos dos, como diciendo que don Ramón nos debe algo, pero algo muy grande y misterioso que no están dispuestos a decirme. La Navidad es una fecha bonita en el pueblo. Viene un cura y abre la iglesia para decir misa a las doce, aunque no sé por qué la llaman Misa del Gallo porque los gallos duermen a esas horas y lo único que se oye por las callejuelas es la pandereta y la zambomba. Pero el ganado no entiende de fechas. Lo tenemos que ordeñar y encerrar igual y si algún animal se escapa puede hacerlo como los demás días. Y también es mala sangre que La Prieta lo haga justamente ahora, que me tenga de un lado para otro esta tarde, sin importarle que la hora vaya cayendo, que en casa me esperen con la mesa puesta, que la música de las zambombas llene el aire y la gente se sienta feliz, toda la gente menos yo, de risco en risco. La muy indina se ha ido a donde siempre. Menos mal que la conozco. Es una cueva escondida y muy revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:55 Página 13 Creación literaria honda, en la que, seguramente, se recoge del frío y a veces de la nieve. La verdad es que hoy, veinticuatro de diciembre, está a punto de nevar. Los dientes me rechinan, y eso que voy bien abrigado. Y lo único que me importa es coger a la miserable oveja y llevármela para poder cenar caliente con mis padres, y tomar ese turrón tan rico, y meterle mano al jamón que está de muerte, y... Pero qué diablos, La Prieta no está sola en la cueva. Bendito Dios, que hay unas personas. No sé cuántas exactamente porque está muy oscuro. Yo siempre llevo una linterna, aunque la use poco. Me la regaló la abuela Paca cuando cumplí diez años. La saco y alumbro al frente, y entonces los veo, veo al hombre y a la mujer, que está recostada en la hierba, y al niño que tiene en los brazos y que por todas las trazas acaba de nacer allí mismo. Son extranjeros, me lo dice el color atezado de su pie, el acento con que el hombre me habla, cubriéndose los ojos con una mano para no recibir de frente la luz de la linterna. - Chico, ¿puedes ayudarnos? Hay sangre en el suelo. Sí, efectivamente, el niño acaba de nacer y ellos no tienen nada. El hombre va con un jersey, pero el niño aparece desnudo y sucio, arropado en la misma chaqueta que envuelve los hombros de la mujer. Reconozco inmediatamente a una familia de inmigrantes, de esas que asoman de vez en cuando por el pueblo, aunque siempre acaban marchándose a lugares más cálidos. No me cabe duda de que son marroquíes y no tienen papeles. ¿Cómo si no han elegido esta cueva para guarecerse y dejar que nazca la criatura? La verdad es que no sé qué responder. Me he quedado sin habla y mi cabeza es un caos. Nunca me he visto en otra. Ya ni siquiera recuerdo a La Prieta, que bala muy cerca como si me advirtiera de la que se me viene encima. Tampoco a mis padres, la celebración de esta noche, la Misa con la iglesia reluciente... Ahora todo cuanto me preocupa es solucionar lo que veo. Me quito la zamarra y se la tiendo a la mujer para que abrigue mejor al niño porque creo que está amoratado. Ella casi parece de mi edad y llora, agarrada al bebé, mientras el hombre se aprieta las manos y no sabe qué hacer. - Voy a pedir ayuda- digo yo. Pero tampoco sé a dónde dirigirme. Si llamo a la Guardia Civil puede que los manden de regreso a su país. Lo he visto en los telediarios. Así que salgo de la cueva dando trompicones y no sé lo que hago, de tal forma me da vueltas todo. Bajo aceleradamente resbalando sobre la nieve cuando se me ocurre que lo más cercano es la finca de don Ramón. Y allí me dirijo sin meditarlo más. La casa está llena de luces y se oye música. Sale don Ramón en cuanto sabe que soy yo. Su rostro está más delgado y hay una sombra cárdena bajo su mirada. Pero me atiende con todo interés y veo que me mira casi tan atentamente como lo hace madre, quizá porque tiene también los ojos entre verde y azul sin ser de ninguno de los dos colores. - Muchacho, muchacho, tranquilízate, cuenta con calma. Que se te ha perdido una oveja, dices. Sí, pero no, eso fue al principio. Y entre tiriteras quiero explicarlo todo, pero no consigo más que un relato confuso y atropellado. Don Ramón llama entonces a Leandro, que es como su mano derecha en cualquier asunto, se ponen las chaquetas y nos subimos todos en el jeep monte arriba. No sé qué ha pasado de pronto que la noche está tan llena de luz. Quizá sean las fiestas, pero la claridad parece seguirnos hacia los riscos. La nieve brilla como si fuera de plata y la noticia de mi descubrimiento va corriendo de pared en pared hasta agigantarse como un clamor. Todo el pueblo se moviliza. Veo jóvenes con luces y mujeres que llevan mantas a la espalda. Veo al Tomás que hasta trae un odre con leche caliente y a padre que se me arrima con cierta alarma y me pregunta si estoy bien. Y todos con don Ramón a la cabeza nos quedamos atónitos cuando llegamos a la cueva, incluso yo que ya lo había visto, nos quedamos allí petrificados sin saber qué decir, mirando a la mujer recostada en tierra, al niño, que a pesar de estar sucio tiene la piel tan fina como la fruta y duerme en medio del frío. La noche se llena de rumores y un resplandor extraño 13 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 14 Creación literaria se deshilacha sobre nosotros. “Gracias, gracias” susurra el hombre al tiempo que la mujer no tiene fuerzas para decir nada y yace respirando entrecortadamente, apretando al niño contra su corazón debajo de mi chaqueta. Pronto la oscuridad se puebla de voces, de lámparas, de gentes que se aproximan. “Venid, venid, que ha nacido un niño ahí mismo, en una cueva” Y llegan lentamente, arrastrando lo que pueden traer, unos comida, otros ropa. Llegan todos, hasta el señor cura que va a empezar tarde la Misa de Gallo, porque a lo mejor le cambiamos el nombre y este año la llamamos la Misa del Recién Nacido. Madre dice que es un milagro. Como vivir la nochebuena dos veces, una en el corazón y otra de verdad. Vivirla todo el pueblo junto como un solo hombre, fuera de que unos crean y los otros no. Si hasta me he emocionado yo al oírla, y por la cara me empiezan a escurrir dos gotas que se me hielan como cristales en la piel. Padre se enfada porque don Ramón está llamando a una ambulancia, y el móvil no le funciona allí arriba, y pasa un buen rato hasta que consiguen conectar con urgencias. Tardarán todavía, así que las mujeres, que ya se sabe como son, quieren hablar al mismo tiempo y opinar. Y unas dicen que hay que llevar a la mujer a la cama, y otras comentan que está mejor ahí no vaya a sufrir una hemorragia, y las menos cantan una nana al recién nacido, y las abuelas –también han subido algunas- cogen al niño y le dan unos refregones en un balde con agua caliente y lo visten con una ropita que ha aparecido de quién sabe qué casa, pues en el pueblo hace varios años que no nacen niños. Será por eso, porque no hemos visto un niño recién nacido desde hace tiempo, pero todas las mujeres lo quieren tocar, y andan ya eligiendo nombres a ver quién puede más. Aunque, naturalmente, soy yo el que los ha descubierto, y lo digo muy alto. “El nombre lo voy a elegir yo”, digo a voz en grito. Veo que el padre se ríe, ya aliviado, me mira con agradecimiento y me pone una mano en el hombro para decir: - Tú buen chico, tú has salvado mi familia. Puedes decir nombre. - Está chupao, no puede ser otro– aclaro yo, muy ufano- .Se llamará Jesús. Entre unas cosas y otras llega la ambulancia, pero hay demasiada nieve y deben bajar a la recién parida hasta la carretera en el jeep de don Ramón. Los hombres quieren conocer detalles y rellenar los datos en un impreso. Y don Ramón dice con voz muy clara. 14 - Es un trabajador de mi casa, ya te daré los datos por escrito. Lo importante es que llevéis a la mujer y al niño. Luego hablamos. Verdaderamente, no parece el mismo don Ramón del que yo me escondía cuando lo veía pasar por los caminos. Quizá sea que entonces era yo un niño y esta noche he crecido varios años de golpe. Lo cierto es que se van los inmigrantes en la ambulancia y don Ramón se dirige con todo el pueblo en tropel a la iglesia. Madre se arranca a cantar con esa voz que tiene, dulce y de pájaro. - Callad, callad, que hay un niño dormido en un portal. No mováis los laureles, que la voz de la luna dañarlo puede. Es un villancico que la abuela Paca nos enseñó hace tiempo. Y la tía Petra, la mujer del tío Mariano, o sea, la madre de mi primo Mariano, que también se lo ha aprendido, le contesta el estribillo: - Sabanita de holanda, corales finos, en un trono de paja duerme mi niño. La misa empieza con media hora de retraso, pero creo que a nadie le importa. Nos hemos sentado todos juntos en los bancos, algo que nunca había ocurrido. Yo me doy cuenta de que don Ramón está a mi lado cuando le oigo decir amén con esa vozarrona que pone siempre para decir cosas solemnes. Luego, al salir, no puedo menos de preguntarle con curiosidad. - ¿Es cierto que le va a dar trabajo al inmigrante? - ¿Por qué no? Voy a necesitar gente cuando tú te vayas a estudiar al instituto. Me atraganto y le miro con la boca abierta. El no bromea. Madre, que viene detrás, lo sabe. Sin embargo, no tenemos tiempo de preguntar más porque en un segundo se ha esfumado entre la gente camino del jeep. Y madre le mira irse con unos ojos de enigma azul-verde que son, de repente, exactos a los del hombre. Pero sólo dice: -Mira, David, mira el cielo. Se ha caído una estrella. Hay que formular un deseo. Teresa Núñez Segundo Premio del Certamen Cuentos Navidadeños ,La Caridad (Asturias) diciembre de 2003 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 15 Creación literaria La desesperanza del pastor de Belén El fuego tiembla de frío cuando se lo lleva el río La llama de los pastores se apaga por las cañadas; las hierbas contaminadas alteran pasto y sabores. Y en los ribazos no hay flores ni en los tréboles rocío todo, se lo lleva el río. Se abrasan las tierras altas el calor quema la tierra; y hasta en la piedra se aferra la candela que la asfalta. A los pastores les falta un pasto con mayor brío... Que no se lo lleve el río. Quemazón de los fracasos cuando les roban corderos; y las ganancias son ceros sin nadie que le haga caso. Injusticia en el ocaso se refugia en "no me fío" y al fuego, tiembla de frío. Vuelve a Belén su rebaño con balar de corderillo; angelical estribillo que hacen llevadero el año. Pero él conoce el engaño: El fuego tiembla de frío porque se lo lleva el río. © Julie Sopetrán Homenaje a los pocos pastores que van quedando por las veredas de La Alcarria 15 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 16 Creación literaria La Virgen camina a Egipto La Virgen camina a Egipto, desde Egipto va a Belén, y en la mitad del camino pide el Niño de beber (bis). A la salida del huerto el ciego principió a ver. ¿Quién es esa gran señera que a mí me ha hecho tanto bien? (bis). No pidas agua hijo mío, no pidas agua Manuel que los ríos bajan turbios y los arroyos también (bis). Será la Reina del Cielo que camina 'pa' Belén; en su compañía lleva al bendito San José (bis). Allá arriba en aquel cerro hay un lindo naranjel de naranjas y limones que otra cosa no pue' ser (bis). Entrad pastorcillos entrad a Belén, mirad que ha nacido el Niño Manuel. El guarda que las guardaba es un ciego que no ve. Ciego dame una naranja 'pa' este Niño que trae sed (bis). Entrad y decidle Con pecho más fiel: Santo, Santo, Santo es Santa María, Virgen es. Entre usted señora y coja las que sean menester; si la Virgen corta una mil vuelven a florecer (bis). 16 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 17 R e fl e x i o n e s 1712 [Por Elena Romera Valdehíta] Las lágrimas recorrieron su rostro al regresar a la parcela en la que varias generaciones habían saboreado los manjares de la huerta y disfrutado días de esparcimiento familiar en la vega del Tajuña. Lola se detuvo ante la puerta para contemplar los pequeños pies de su hijo que caminaban guiados por el paso firme y decidido de su esposo. Dos años no habían bastado para sanar las hondas heridas que su corazón albergaba, más dolorosas incluso que las de aquellas bombas cuyo estruendo resonaba aún en su cabeza. Depositó el ramo de flores junto a la cruz, apoyó su espalda en el árbol y cerró los ojos para recordar ese cóctel de lágrimas y sonrisas que se agitó en su interior aquel mes de diciembre. La maldita guerra había llegado a Brihuega sin previo aviso. Los vecinos pensaron que pasaría de puntillas por sus viviendas y nadie sospechaba que aquellos días de 1710 grabarían el nombre de la villa en los anales de historia y el dolor de la lucha encarnizada en la memoria de los que fueron testigos. Los primeros días del mes de diciembre trajeron a Brihuega al general Stanhope y sus más de 4.000 hombres. Los mercenarios se alojaron en las casas de los vecinos que buscaban un sentido a esta guerra que enfrentaba a ejércitos extranjeros por el trono español. George entró en la casa disculpándose por los modales de su superior. El padre de Lola, un hombre afable, se mostró obstinado frente a la idea de entablar relación alguna con quien dedicaba su vida a arrebatar la de otras personas. Sin embargo, gracias a sus prolongadas conversaciones, pronto entendió que aquel oficial sólo cumplía órdenes. Así conoció la historia de George, el segundón de una destacada familia inglesa venida a menos, que se vio abocado a enrolarse en la milicia. El status social que anteriormente había proporcionado su apellido, hoy sólo generaba deudas y las victorias en el campo de batalla prometían pingües beneficios. Lola escuchaba entusiasmada las historias de su Inglaterra natal, su viaje en barco hasta Barcelona, la contienda de Gibraltar que le afanó un dedo y su llegada a la Alcarria. Durante los diez días que George permaneció en la casa familiar, Lola empleaba gran parte del día a rezar a la Virgen de la Peña. Los primeros días sus oraciones rogaban a la patrona que la librase del delirio amoroso que George había desatado desde su llegada. Cuando no pudo luchar contra sus sentimientos, suplicaba entre lágrimas que el inglés no pereciera en la batalla. Las primeras balas despertaron a Lola aquel 9 de diciembre. George se había marchado dejando una 17 carta sobre la mesa de la cocina. Los sollozos de Lola alarmaron a su padre quien no se sorprendió mientras su hija leía la sincera declaración de amor escrita con premura. Las bombas que horadaban murallas y casas no cesaron hasta la noche. Los vítores de las tropas borbónicas resonaban entre escombros, hogueras y los miles de cadáveres que se amontonaban en las calles. George no regresó aquella noche. La mañana del 10 de diciembre trajo la noticia del obligado reclutamiento del padre de Lola que con el mayor de los pesares se despedía de su hija para marchar al campo de Villaviciosa. Durante de la bélica jornada, el ruido de los bombardeos se percibía en el pueblo como el leve susurro de la propia muerte. Los primeros rayos de sol de aquel 11 de diciembre sorprendieron a muchas familias en las iglesias rogando por el retorno de sus seres más queridos. La noticia de la victoria borbónica no produjo algarabía alguna, puesto que venía acompañada de la trágica cifra de 2.500 almas que perecieron en los campos de Villaviciosa. Al atardecer, cuando Lola había perdido toda esperanza, reconoció esa silueta esbelta que, con ayuda de otros mozos, tiraba de un carro. Los ojos de George se empañaron al ver a la joven que corría a su encuentro. La recibió con un cálido abrazo y sollozando señaló el carro. El padre de Lola, con apenas un hálito de vida sonrió al ver a su hija. Durante diez días Lola y George, trataron de salvar la vida del padre de la joven. Curaban sus heridas, enjugaban el sudor de su frente, disponían paños para frenar las fiebresP todo esfuerzo fue en vano, pues cuarenta y dos primaveras jugaban en su contra. El 21 de diciembre, el propio enfermo era consciente de que había llegado la hora de reencontrase con su esposa. Le inquietaba un sentimiento de culpabilidad por haberla recriminado su falta de ánimo frente a las largas horas del parto de Lola, que extinguió sus fuerzas y la llevo hasta la muerte. 17 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 18 R e fl e x i o n e s Lola. Ella era su mayor preocupación. Pidió al soldado inglés salir en busca del párroco de Santa María para recibir la extrema unción. Fueron largas las horas de conversación entre el párroco y el moribundo, en las que no solo despacharon asuntos celestiales. Al amanecer, el padre de Lola veía la luz del crepúsculo por última vez. Lola sólo encontraba consuelo en los hombros de George. Tras finalizar el funeral oficiado en la iglesia de Santa María, y ante los comentarios insistentes de los vecinos más propensos al correveidile, el párroco confesó a los jóvenes la última voluntad del difunto padre. El inglés abrazó la fe cristiana para contraer matrimonio con Lola. Los jóvenes se daban el sí quiero al despuntar el día de aquel 25 de diciembre. El [Por Elena Romera Valdehíta] Regresé a Brihuega por Navidad. Descubrí de nuevo la belleza de sus calles al abrigo de la fría nieve. Me senté junto a la chimenea, saboreando el olor a lumbre, que como el fuelle al fuego, avivaba los recuerdos de mi infancia. Percibí la vibración de los cristales que bailaban al son de zambombas, guitarras, bandurrias y las más bellas voces interpretando las jotas más sentidas. Actualicé el álbum familiar con la fotografía de mi esposa y mis hijos junto al belén de la plaza de San Felipe. Rondé por las calles, oculto en el melé musical 18 blanco manto que cubría las calles briocenses contrastaba con el negro vestido de la novia y el profundo pesar que albergaba en su interior. La risa de su hijo la devolvió a la realidad. Enjugó sus lágrimas mientras contemplaba a George impulsando al pequeño en el columpio. Ese 22 de diciembre de 1712, a Lola le consoló pensar que los vaticinios que su padre confesó al párroco se habían cumplido. George se había ganado el respeto de las gentes del pueblo y hoy, Lola gozaba de una feliz familia que en breve aumentaría. La felicidad que sentía, con frecuencia se nublaba por el recuerdo de que aquella maldita guerra que le arrebató a su padre, el guía que la había protegido desde su primer llanto; y trajo consigo el amor que la acompañaría el resto del camino, hasta que ella también reposara bajo aquel árbol. Regresar cuyo rumbo se fija allá donde un briocense necesite alentar su ánimo en tan señaladas fechas. Me emocioné al entonar el Aguinaldo a coro con el resto de vecinos, con ese sentimiento de hermandad y pertenencia que provoca conocer tan antiguas estrofas. Advertí el orgullo de mi padre alzando a sus nietos para besar al niño. Me emocioné al reconocer ese destello en los ojos de mis hijos con la visita inesperada de los Reyes de Oriente en la madrugada. Y fue entonces cuando prometí no regresar. No regresa quien nunca marcha, pues ningún otro pueblo como Brihuega hace brillar su Navidad. 18 revista 19:Maquetación 1 23/12/2014 13:56 Página 19 La última 19