borges - Revista Competencia
Transcripción
borges - Revista Competencia
> CIUDAD DE BUENOS AIRES EL POETA MAYOR “A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.” Por Edgardo A. Silveti ólo Jorge Francisco Isidoro Luis Borges pudo, en tan pocas palabras, mostrar su devoción por Buenos Aires. Para una ciudad tan joven en comparación con las europeas, al igual que hicieron los griegos cuando descubrieron que necesitaban inventar sus dioses mitológicos, creó una ciudad mítica y pobló sus barrios con seres imaginarios que resolvían sus problemas a punta de cuchillo y con insolente coraje. Los malevos y guapos de comité, no pelean a la distancia con el revólver ventajero, sino que se entreveran cara a cara, mirándose a los ojos. Tienen dignidad y respetan la sentencia cruel del cuchillo. Homero cantó a Troya y la hizo inmortal. Borges cantó a Buenos Aires y también la hizo inmortal. El mito deslumbra, abre la imaginación y deja su fascinante rastro en la memoria. Como Platón, desde la Grecia de cuatrocientos años antes de Cristo hasta el Fausto de Goethe de la Europa del siglo XIX, Borges es también un narrador de mitos, y los utiliza para expresar su verdad. El poeta tiene la misión de ser la S 20 // competencia Foto: Gentileza Archivo General de la Nación BORGES Foto: Gentileza Archivo General de la Nación Sesenta y dos años de escritor Borges escribió su primer libro en 1923, “Fervor de Buenos Aires”, y más de medio siglo después, en 1985, apareció su última obra, “Los Conjurados”. Sesenta y dos años de escritor. Ocho universidades lo declararon “Doctor Honoris Causa”. Ocho libros de poesía, siete de cuentos, seis de ensayos, una decena con otros autores sobre temas diversos, nueve milongas y un tango. Su obra se ha traducido a más de 25 idiomas. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y Director de la Biblioteca Nacional. Sin embargo, no falleció en Buenos Aires sino en su querida Ginebra, donde había pasado su juventud, el 14 de junio de 1986. Tenía 86 años. memoria del pueblo. Borges cumple con ese mandato, y con cuentos, poesías y milongas, recuerda la mitología de los puñales de soberbios cuchilleros para que no se pierda en el olvido. Esa memoria es fundamental ya que “hecho de polvo y tiempo, el hombre dura menos que la liviana melodía”. Cronos, el dios griego del tiempo, devoraba a todos sus hijos ante la desesperada Rea, la madre de ellos. Y así también, el tiempo va devorando segundo a segundo, minuto a minuto, hora tras hora, las acciones de los seres humanos, haciéndolos caer en la angustia de Rea al ver como todo lo que se hace es devorado por el tiempo, haciendo intrascendente la vida humana. Sin embargo, hay personas que han logrado escapar de esta condena. Son los artistas con sus obras, que logran que ellas vayan más allá de su momento histórico y, así, logran vencer al tiempo. Uno de estos escritores es Borges. A partir de él, Buenos Aires tiene leyendas, magia y hasta fantasmas que fatigan las calles de los barrios y los últimos conventillos de la ciudad. Tanto el griego como el porteño logran la fusión de lo mítico con la historia, lo mágico con lo moderno, lo antiguo con lo moderno. En realidad, la creación de esta ciudad mítica comenzó con Evaristo Carriego, que atesoró en su memoria el arrabal porteño, y Macedonio Fernández, que invitaba a soñar una ciudad que ya no existía, ambos grandes amigos del padre de Borges y cuya amistad “heredó” el ilustre hijo. Borges llevaba consigo a la ciudad, y en una de sus poesías confiesa: Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña. No las ávidas calles, incómodas de turba y de ajetreo, sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales, enternecidas de penumbra y de ocaso y aquellas más afuera ajenas de árboles piadosos donde austeras casitas apenas se aventuran, abrumadas por inmortales distancias, a perderse en la honda visión de cielo y llanura. Según el mito de Hesíodo, el Caos era un inmenso vacío que precedió a la formación del Universo. De él nació Gea, la Tierra, que desde la nada se dio vida a sí misma. Borges, junto con Evaristo Carriego, Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Baldomero Fernández Moreno, Leopoldo Lugones, triunfaron sobre el Caos y dieron vida a un mítico Buenos Aires. A lo largo de casi nueve décadas, Borges sembró poesía, ensayos, cuentos, conferencias, críticas, reflexiones filosóficas y guiones cinematográficos. Como amaba tanto a Buenos Aires, no debe extrañar que su obra también comprenda letras de milongas. Creó una ciudad mítica a la que sólo se llega a través de sus queridas metáforas. Los dioses de Borges eran malevos, compadritos, que obedecían a rígidos códigos entre los cuales el coraje era la ley primera. En Milonga a Juan Muraña explicó qué era un guapo. “A nadie faltó el respeto No le gustaba pelear. Pero cuando se avenía, Siempre tiraba a matar” .………………………….. …………………………… “Hombre capaz de pelear Liado al otro por un lazo, Hombre que supo afrontar Con el cuchillo el balazo” El coraje no sólo era una cualidad para pelear, sino también lo era para morir. En MiIonga para el muerto puntualiza: Oyó vivas y oyó mueras, oyó el clamor de la gente. Él sólo quería saber si era o si no era valiente. competencia // 21 > CIUDAD DE BUENOS AIRES como si no le importara. Pienso que le gustaría saber que hoy anda su historia en una milonga. El tiempo es olvido y es memoria. La muerte, en la ciudad mítica borgeana, tiene un significado especial, como lo relata en otra de sus milongas: Lo supo en aquel momento en que le entraba la herida. Se dijo No tuve miedo Cuando lo dejó la vida. Y en Hombre de una esquina rosada describió como morían los guapos de ley. Antes de fallecer, después de una pelea a cuchillo, Francisco Real, que “debía” dos muertes, cuando no aguantó más, pidió: “Tápenme la cara. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearan los visajes de la agonía. Alguien le puso encima el chambergo negro, que era de copa altísima. Se murió abajo del chambergo, sin queja. Cuando el pecho dejó de subir y bajar, se animaron a descubrirlo. Tenía ese aire fatigado de los difuntos; era de los hombres de más coraje que hubo en aquel entonces, desde la Batería hasta el Sur”. Cuando un guapo muere, lo hace como corresponde, con recato. En Milonga de Albornoz, Borges relata: Manuel Flores va a morir, eso es moneda corriente; morir es una costumbre que sabe tener la gente. Y sin embargo me duele decirle adiós a la vida, esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida. Se la tienen bien jurada más de un taura y más de un pillo; en una esquina del sur lo está esperando un cuchillo. No un cuchillo sino tres antes de clarear el día, se le vinieron encima y el hombre se defendía. Un acero entró en el pecho, ni se le movió la cara; Alejo Albornoz murió “ En 1973 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. 22 // competencia Fotos: Gentileza Archivo General de la Nación En Hombre de la esquina rosada, expone su tesis de que cuando un guapo mataba era “homicida”, ya que el autor de la muerte no puede ser considerado “asesino”. Para ello explica que el guapo no tiene rencor, no lo motiva la pasión, simplemente cumple con su deber como verdugo, mata a quien mató a su ídolo. Para Borges existe un tema favorito que está relacionado con el coraje. Se trata del duelo criollo. Varios de sus personajes se entregaron al juego del cuchillo, como Francisco Real, el Corralero, que no pudo pelear con Rosendo Juárez porque éste se negó, pero encontró la muerte al enfrentar a un admirador de Rosendo. Borges es, sin duda, uno de los escritores más importantes de la Argentina, junto a Domingo F. Sarmiento, José Hernández y Leopoldo Lugones. No es de extrañar que admirara el aporte literario de los tres. Tampoco que admirara la imaginación de Rudyard Kipling, Julio Verne, de los autores desconocidos de Las Mil y Una Noches, de Edgard Allan Poe, Henry James, Kafka, Proust. Y la belleza de los cinco textos canónicos que Confucio escribió en el Libro de los Cambios o I Ching, y la profundidad de los mensajes del Dante en La Divina Comedia, y de Hamlet y Macbeth de Shakespeare.