Mirador de San Fernando el 21 de julio de 1986

Transcripción

Mirador de San Fernando el 21 de julio de 1986
Mirador de San Fernando el 21 de julio de 1986
bondad, su gran corazón, su generosidad
y sobre todo esa amistad que derramaba a
manos llenas entre los que tuvimos la
suerte de conocerle.
Y voy a comenzar por la más cercana en
el tiempo. La última vez que hablé con D.
Eduardo fue en vísperas de la Semana
Santa de 1980, en que fui invitado por el
grupo Madrigal de Puerto Real, del que
era su presidente, para dar una
proyección de diapositivas sobre la
“Pasión y Muerte de Cristo en la Bahía”.
Al termino de la proyección, don
Eduardo agradeció mi intervención con
unas palabras que nunca olvidaré:
“Hemos venido a ver la obra de un
fotógrafo y nos hemos encontrado con las
palabras y la voz de un poeta”. Palabras
que demuestran bien a las claras su
generosidad y su desbordante amistad.
En aquel mismo acto, y en mis palabras
de presentación, recordaba esos otros
dos momentos en que D. Eduardo mi
demostraba su generosidad y amistad.
Estas fueron mis palabras entonces.
“D. Eduardo ha sido el hombre que me
enseño a hundir las manos en la tierra,
para desentrañar el misterio oculto de
nuestra historia, y como contrapunto,
gracias a él pude elevarme hacia el cielo
para
contemplar
el
maravilloso
espectáculo de ese regalo de la naturaleza
que es la bahía gaditana”.
Don Eduardo Gener
Como casi siempre, la noticia triste y dolorosa
nos coge de sorpresa: Don Eduardo Gener ha
muerto. Era Almirante de la Armada, poeta,
escritor, arqueólogo; pero sobre todo era un
hombre bueno y para quien esto escribe fue un
maestro, y un gran amigo pese a la diferencia de
edad. Yo creo que esa amistad con la que me
honraba D. Eduardo era como una continuación
de la que le unió a mi padre.
Efectivamente, él fue mi maestro en los
inicios de mi afición arqueológica en tierras del
Cerro de los Mártires. Y él, siendo almirante de
la Base Naval de Rota, hizo posible mi primera
aventura de vuelo, para enriquecer mi colección
fotográfica, con vistas aéreas de la Isla y otros
lugares de la provincia.
En nombre de esa amistad y con todo el afecto y
respeto que yo sentía por D. Eduardo, quiero
dedicarle este sencillo recuerdo, cuando se
cumple una semana de su muerte y un
sentimiento de tristeza nos invade.
No voy a recordar su trayectoria militar, literaria
o humana porque no me encuentro capacitado
para ello, y porque otros más documentados que
yo, lo han hecho ya o la harán en el futuro.
Para mí D. Eduardo, ya lo he dicho antes, fue un
gran maestro y un amigo. Y desde estas dos
facetas quiero recordar su figura. Y estos
recuerdos se concretan en tres momentos
distintos. En tres ocasiones en que D. Eduardo
me demostró, de una forma clara y rotunda, su
Y para terminar, un recuerdo para aquel día en
que tuve oportunidad de hacer esa fotografía
que hoy ilustra nuestros recuerdos: las manos de
D. Eduardo sosteniendo un puñado de sal.
Esta fotografía ilustra unos versos del marinopoeta dedicados a la sal de la Isla y se encuentra
en ese magnífico museo de la Bodega de las
Albinas de Chiclana, escenario durante muchos
años de esa popular fiesta taurina-poéticaflamenca del “pescado a la Teja”, donde tantas
JOAQUIN QUIJANO
veces dejó don Eduardo constancia de su buen
decir.