Cuidados Paliativos y Bioética
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Cuidados Paliativos y Bioética
Acta Bioethica Continuación de Cuadernos del Programa Regional de Bioética OPS/OMS Año VI - Nº 1 ISSN 0717-5906.* Representante Legal : Fernando Lolas Stepke Dirección : Avenida Providencia 1017, Piso 7, Providencia Casilla 27 141, Correo 27, Las Condes, Santiago, Chile. Teléfono: (56-2) 236-0330 Fax: (56-2) 346-7219 E-mail: [email protected] Editores : Reinaldo Bustos Domínguez Sergio Zorrilla Fuenzalida. Editor Invitado : Paulina Taboada Traducciones : Francés: Inés Betancourt Muñoz Inglés: Haydée Cisterna Cockett Portugués: José Eduardo de Siqueira Consejo Asesor : José Acosta (Cuba); José Eduardo De Siqueira (Brasil); Gabriel D’Empaire (Venezuela); Mahal Da Costa (Chile); Jaime Escobar (Colombia); Ana Escribar (Chile); Omar Franca (Uruguay); Gonzalo Figueroa (Chile); Alejandro Goic (Chile); Guillermo Hoyos (Colombia); Miguel Kottow (Chile); Florencia Luna (Argentina); Roberto Llanos (Perú); Alfonso Llano (Colombia); Alberto Mainetti (Argentina); Patricio Silva (Chile); María Angélica Sotomayor (Chile); Carlos Trejo (Chile); Ricardo Vacarezza (Chile); Manuel Velasco-Suárez (México); Sergio Zorrilla (Chile). Edición y Redacción : Haydée Cisterna Cockett Corrección de Pruebas : Carolina Echevarría M. Normalización Bibliográfica : Bárbara Lobos Larenas Secretaria : Beatriz Ticuna Cordero Diseño Gráfico : Sixto Correa Ortega Impresión : LOM Ediciones * El ISSN de esta revista corresponde al número que aparece en esta página y no al de portada. TABLA DE CONTENIDOS Editorial Fernando Lolas Stepke 5 Presentación Sergio Zorrilla Fuenzalida 7 • Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas Robert Twycross 27 • El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos. Gustavo G. De Simone 47 • Cuidados Paliativos en el Domicilio Hugo Antonio Fornells 63 • Sedación en Cuidados Paliativos: Reflexiones Éticas Josep Porta i Sales 77 • El Derecho a Morir con Dignidad Paulina Taboada 89 • Elementos para una Antropología del Dolor: El Aporte de David Le Breton Reinaldo Bustos 103 • La Muerte y el Suicidio en la Poesía de Rainer Maria Rilke Otto Dörr Zegers 113 Interfaces 123 • La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida Juan José Puerto 125 • Bioética Hermenéutica Raúl Villarroel 141 Recensiones Fernando Lolas S. 159 Suplemento Radiografía Bioética de un País 163 Radiografía Bioética de Brasil Volnei Garrafa 165 Radiografia Bioética de um País - Brasil Volnei Garrafa 171 A Bioethical Radiograph of Brazil Volnei Garrafa 177 Guía de Exigencias para los Manuscritos e Instrucciones a los Autores 183 Nota de la redacción: Los artículos representan la opinión de sus autores y no constituyen necesariamente la opinión oficial del Programa Regional de Bioética de la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 EDITORIAL Poco tiempo después de establecerse el Programa Regional de Bioética OPS/OMS sobre la base de un acuerdo tripartito entre la Organización Panamericana de la Salud, el gobierno de Chile y la Universidad de Chile, empezó la publicación de “Cuadernos del Programa Regional de Bioética”. Esta revista sirvió como vehículo para traducciones de textos relevantes, artículos preparados por autores latinoamericanos y comentarios sobre avances de interés para América Latina y el Caribe. Fue distribuida ampliamente y sus contenidos han servido de material docente y de difusión en muchos contextos. Se prepara una versión integral de los siete primeros números en forma de disco compacto a fin de preservar tales textos. En conjunto con el boletín “Bioética Informa”, los Cuadernos representaron la principal forma de difusión de contenidos, actividades y proyectos relacionados con la naciente bioética latinoamericana. La voz “bioética” debe considerarse una importación al ámbito cultural de los países de América Latina y el Caribe. Representó la identificación de un cuerpo de dilemas y problemas relacionados con el impacto de las ciencias y las tecnologías sobre la vida humana y la reflexión que acompaña la transformación social derivada de ese impacto. Se ha consolidado en revistas, cursos, instituciones y aprecio social. Deriva hacia temas más amplios que los inicialmente debatidos. Se hace más próxima a las necesidades cotidianas de científicos, profesionales de la salud, responsables de decisiones políticas y público en general. Su rápida difusión y el explosivo aumento del interés en su cultivo indican que la palabra — malinterpretada a veces en un sentido dogmático y confesional — permite rotular “algo” que efectivamente preocupa y apasiona. Sin duda alguna, el desafío no es solamente tener “más” ciencia y “más” tecnología sino “mejor” ciencia y tecnología “más humana”. A tal fin contribuye la bioética como movimiento social, como disciplina y como herramienta. La publicación de Acta Bioethica representa una renovación del estímulo inicial para brindar a la comunidad académica y al público interesado una fuente pluralista de perspectivas. Especialmente orientado a la región latinoamericana y caribeña quiere sin embargo aportar y no solamente recibir ideas y estudios relevantes a la bioética como disciplina e instrumento de transformación social. Es una revista que acogerá posiciones diversas y ninguno de sus artículos firmados representa la opinión del Programa Regional de Bioética, la Organización Panamericana de la Salud, la Universidad de Chile o cualquier otra institución. Los autores tienen no solamente la responsabilidad por sus datos e informaciones sino también por las conclusiones que de ellos deriven, sus recomendaciones e indicaciones. Junto con artículos formales, revisados por asesores externos y miembros de un comité editorial amplio, Acta Bioethica acogerá también recensiones de libros, comentarios sobre seminarios y congresos y noticias importantes. Como una sección especial se ha concebido la “Radiografía bioética de un país”, en la cual reputados especialistas serán invitados a presentar la situación en una nación determinada con referencias a la historia y orígenes de la dis5 Editorial - F. Lolas ciplina, las formas de su cultivo y los centros formadores. Por cierto, será tarea de quienes redacten tales artículos brindar una perspectiva amplia, balanceada y substantiva, a fin de comparar y proyectar desarrollos que sirvan a los expertos de otras latitudes tanto como a los habitantes de la Región de Latinoamérica y el Caribe. El Programa Regional de Bioética OPS/ OMS, evaluado recientemente en el 42º. Consejo Directivo de la Organización Panamericana de la Salud, es un organismo técnico hasta ahora sin réplica en otras regiones de la Organización Mundial de la Salud. Su finalidad es incrementar la capacidad para el análisis bioético en personas y organismos con el fin de lograr la “sostenibilidad ética” de las políticas y acciones en ciencia y salud. Sus logros deben verse en el contexto de una actitud proactiva y no reactiva en la formulación y resolución de los principales dilemas generados por el progreso tecnocientífico, en la legitimación culturalmente aceptada de principios y acciones y en la concreción de los ideales propios de las sociedades pluralistas: la tolerancia y la equidad. Junto a sus tareas en el terreno de la microbioética, vinculadas con las relaciones entre personas, aborda también temáticas en la macrobioética, referidas a los desafíos comunitarios, ecológicos y políticos. Su calidad de organismo técnico de apoyo permite el examen desapasionado de todas las posturas y el esfuerzo de integración multidisciplinar que requiere la conciencia postmoderna. Acta Bioethica espera publicar números monográficos y artículos sometidos a revisión, como asimismo cartas e informes. La única exigencia será la calidad del material. Fernando Lolas Stepke 6 PRESENTACIÓN Sergio Zorrilla Fuenzalida Doctor en Salud Pública, Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Magíster en Filosofía, Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Profesor de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de Santiago, Chile. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 PRESENTACIÓN Sergio Zorrilla Fuenzalida El presente número de la Revista Acta Bioethica se consagra de manera prioritaria a la medicina paliativa. Esta opción se justifica por la legítima ambición de contribuir, desde el campo de la bioética, al fortalecimiento de quienes en nuestra región se han comprometido con el desarrollo de la medicina paliativa, proponiendo referencias tanto reflexivas como técnicas a fin de clarificar y elucidar dilemas, desafíos y riesgos en el espacio de las prácticas. Nos pareció que nuestra responsabilidad con la presente introducción se resolvía a través de una presentación de las afirmaciones más relevantes de los distintos autores que han participado en la elaboración de esta monografía. Esta presentación permitirá al lector —nos decíamos— tomar contacto con las distintas contribuciones y facilitará la conexión de los distintos puntos de vista en la perspectiva de una elaboración personal y crítica. Pero, como en la elaboración de esta presentación me surgieron inevitablemente una serie de dudas e interrogantes, en conexión directa o indirecta con las diferentes contribuciones —lo que puede acontecerle a cualquier lector—, me permito comenzar este texto con una serie de observaciones provocadas por la lectura de esta monografía. Balance y desafíos Es cada vez más común que diversas revistas orienten sus publicaciones hacia el tratamiento monográfico de distintas temáticas. El objetivo, en especial a través de la contribución interdisciplinaria, es de acotar ciertas temáticas promoviendo, por ejemplo, ciertos aspectos técnicos y/o específicos que es ne- cesario colocar en el centro de la discusión o bien intentando desplazar el punto de equilibrio sobre el cual se manifiesta el contexto y se desprenden los desafíos vehiculados por una determinada temática. La propuesta monográfica será un aporte en la medida que los objetivos se encuentren suficientemente identificados por los editores y adecuadamente representados por los diferentes artículos. Es evidente que si lo que se quiere es contribuir desde el ámbito de la bioética al desarrollo de la medicina paliativa en nuestro continente hubiera sido necesario establecer un cierto balance sobre el desarrollo de la medicina paliativa en nuestra región, lo que supone en cualquier escenario identificar claramente los obstáculos, las fortalezas, los desafíos y sus respectivas relaciones. Este balance, necesario por muchas razones, lo es también desde el punto de vista de la proposición de reflexiones y discursos, puesto que genera (metafóricamente hablando) una cierta cartografía al interior de la cual se distribuyen la importancia y la pertinencia de cada una de las problemáticas, discusiones y/o polémicas respecto de la medicina paliativa. Desde la perspectiva de un cierto balance del desarrollo de la medicina paliativa en nuestra región, creo que la monografía, independientemente de la calidad de cada una de las contribuciones, es relativamente débil. Se tiene además la sensación de muchas reiteraciones, lo que es el signo de la ausencia de diálogo entre los textos. Los énfasis de cada uno de los autores son claramente perceptibles, a pesar que uno tiene el derecho de preguntarse cómo éstos se relacionan con nuestras propias realidades. 9 Presentación - S. Zorrilla En realidad, cabría incluso afirmar que la ausencia de una cierta representación/reflexión sobre el desarrollo de la medicina paliativa en nuestra región —de sus fortalezas y debilidades— es parte del balance, de manera más específica, de la ausencia de una escena/escenario en la cual se escriban los relatos, se identifiquen ciertos déficit, que conviene reconocer, en el marco de nuestro continente, para contribuir a superarlos desde el espacio en el cual uno se encuentre. No me corresponde en esta introducción emprender la elaboración de un cierto balance, puesto que no poseo ni la competencia, ni los antecedentes, ni las informaciones necesarias. Pero creo que es posible hacer un cierto número de afirmaciones generales, con el fin de precisar la pertinencia de la contribución de la bioética. En realidad éstas podrían expresarse de forma resumida de la siguiente manera: en esta última década la experiencia en nuestro continente es concluyente en el ámbito de la utilización de terapias de alivio del dolor y en la implementación de diferentes formas institucionales de medicina paliativa, las cuales en la mayor parte de los casos han tenido lugar en el marco de sistemas sanitarios carentes de recursos, lo que ha sido suplido por el compromiso del personal involucrado. Es posible brevemente imaginar la masa enorme de energías, de recursos y compromisos, permitiendo la conclusión de esta experiencia, cuyo dinamismo y resorte interno, por una serie de razones, es extrañamente anónimo, puesto que sin una gran coordinación la gente ha utilizado los resquicios existentes para viajar y adquirir competencias y luego ha negociado con sus instituciones, con los poderes locales y/o centrales, generando los espacios gracias a los cuales las diferentes creaciones institucionales han sido posibles. Más de alguna/o se dirá, sin embargo, que la afirmación anterior es demasiado general y su carácter resumido tendería a subestimar el esfuerzo realizado por muchos. No es de 10 ninguna manera mi intención, a pesar que podría entender dicho sentimiento. Ello es posible, simplemente, porque a las afirmaciones anteriores les falta el contexto adecuado gracias al cual pueden adquirir su verdadera dimensión. Este contexto se relaciona con la significación y la mutación implicada por la instauración de la medicina paliativa y con las importantes diferencias que han permitido y facilitado, por ejemplo, el desarrollo de esta medicina en los países del hemisferio norte y las realidades con las que la gente de nuestra región ha debido negociar constantemente. Patrick Verspieren, en un texto importante para el desarrollo de la medicina paliativa en ciertas regiones de Europa, señala que: “Durante siete años, de 1974 a 1980 asistimos en Francia a un fenómeno sorprendente. Después de un largo periodo de silencio, de un golpe se multiplicaron declaraciones y publicaciones referentes a los problemas planteados en las sociedades occidentales por la muerte y las condiciones en las cuales ella se desarrolla. Recordemos solamente tres acontecimientos significativos, aún presentes en las memorias. La publicación en 1974 del “Manifiesto de los Premios Nobeles a favor de la Eutanasia”; la aparición en 1977 del libro de L. Schwartzenberg y P. VianssonPonté, “Cambiar la muerte”, del que la opinión pública ha retenido sobre todo una defensa de la eutanasia; y la introducción en abril de 1978 de la ley M.H. Caillavet buscando obtener el reconocimiento legal de “los testamentos de vida” a través de los cuales sanos o enfermos podrían solicitar que su vida no sea prolongada artificialmente, luego que se hubiera establecido un diagnóstico de enfermedad incurable. Todas estas declaraciones y proposiciones provocaron múltiples debates, en los cuales participaron las diferentes familias filosóficas, espirituales y religiosas”... Además “este periodo fue marcado... por el descubrimiento de dos experiencias de una riqueza incomparable y cuyo aporte es extremadamente precioso: los tra- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 bajos de Elisabeth Kûbler-Ross... y la fundación de los Hospicios ingleses”i. La cita anteriorii me parece que ilustra adecuadamente que la instauración de la medicina paliativa en los países del hemisferio norte es el resultado de un amplio proceso cultural, antropológico y políticoiii. Se trata, en realidad, de un proceso de mutación del “sentido” social-histórico de la muerte y el morir a través de la interrogación, el cuestionamiento, la crítica y nuevas formas creativas de enfrentar el fenómeno. Esta verdadera mutación del “sentido”, independientemente de las resistencias encontradas en ciertos sectores del cuerpo médico, permitió en estos países: • La generación de múltiples legitimidades que posibilitaron el desarrollo institucional y cultural de la medicina paliativa. Se dio incluso el caso, un poco trágico-cómico, de formas de competencia entre diversas instituciones hospitalarias en función de la existencia o no de unidades de medicina paliativa; • El término de una cierta “marginalidad” de las distintas acciones emprendidas en i Verspieren, Patrick s.j. Sur la pente de l’euthanasie. Revista Etudes, extraído del número de enero de 1984, París, págs. 1-2. ii Conviene agregar a lo dicho por Verspieren, en el marco de la cultura francesa y no me cabe duda que esto es válido para otros países del hemisferio norte, las publicaciones de: Morin, E, L’homme et la mort, Seuil, París, 1970; Aries Ph., L’homme devant la mort, Seuil, París 1977;; Jankelevitch V., La mort, Flammarion, París, 1977; Menahem R., La mort apprivoisée, Ed. Universitaires, París 1973; Raimbault G., L’enfant et la mort, Privat, Toulouse, 1977; Ziegler J., Les vivants et la mort, Seuil, París, 1975, Thomas, L-V., Anthropologie de la mort, Payot, París, 1975, La mort aujourd’hui, Anthropos, 1977, Mort et Pouvoir, Payot, París, 1978, Civilisations et divagations (mort, fantasme, science-fiction) Payot, París, 1979; etc. iii El Dr. Robert Twycross, señala más adelante que “a fines de los ‘70 y comienzos de los ’80, el movimiento hospice en los Estados Unidos era una organización popular, comunitaria, dirigida por voluntarios y enfermeras, que con frecuencia desincentivaban o limitaban la participación de los médicos”. • • • • • iv el ámbito de los hospicios, a través del creciente interés profesional y público por la medicina paliativa y la temática de la muerte y el morir. La “acumulación” técnica, profesional y espiritual producida en estos establecimientos permitió el rápido desarrollo de la medicina paliativa en las instituciones regulares de salud; Inscribir la reivindicación de una muerte digna y el establecimiento de límites respecto de una medicina demasiado activista en el marco del progreso constante de los derechos ciudadanos a través de la generación de derechos de los usuarios de salud; La integración en el campo de la educación, a todos los niveles, de la temática de la muerte y el morir, gracias al aumento de la información, de la discusión y de la expresión de esta temática en el espacio público; El aumento extraordinario de la interpretación a través de publicaciones de todo tipo, lo que establece de forma incipiente una “nueva alianza” entre la reflexión y el mundo de las prácticas. La profundización de la crisis de la “idea de progreso”, la cual en el ámbito de la muerte y el morir se expresó a través del convencimiento de que ningún tipo de trascendencia y/o utopía ideológica, incluyendo el despliegue de la tecnociencia a todos los niveles (en los ámbitos de la salud, de la explotación de la naturaleza y recientemente de los transgénicosiv), justifica la pérdida de derechos y el sacrificio de la dignidad de la vida individual, incluso en la cercanía de la muerte. Una parte importante de la bioética europea se explica también por este proceso cultural, antropológico y político, lo que la vuelve atenta y sensible no sólo a los aspectos de regulación en un sentido estricto, sino que además profundamente Sobre este tema consultar revista “Sentidos – Ética y seguridad alimentaria”, en particular, Dides, C., Hevia, A, Zorrilla, S. “Alimentación, ética y consumo”, Santiago, septiembre 2000. 11 Presentación - S. Zorrilla dependiente de la interpretación interdisciplinaria y de los procesos sociales y culturales. Si fuera necesario reforzar la enumeración anterior —no exhaustiva, por supuesto—, convendría agregar que en los países del hemisferio norte, involucrados en este proceso, una serie de “frases” se integraron al repertorio cultural que sostienen conversaciones y reflexiones, tales como: la medicina moderna tiene tendencia a negar la muerte, a ignorarla, a expropiar el tiempo de su propio desarrollo en función del encarnizamiento u obstinación terapéutica; es constatable la desaparición de la muerte como un fenómeno “natural” con connotaciones sociales y culturales, al considerarla de forma exclusiva como manifestación de la enfermedad; la tecnociencia, a propósito de la muerte y el morir, invade los espacios más recónditos de la intimidad, lo que legitima y promueve la necesidad de derechos. Me parece que es en la perspectiva de lo dicho que es necesario entender nuestro propio balance, el desarrollo de la medicina paliativa en nuestra región, lo que evidentemente realza sus resultados, puesto que muy pocos de los aspectos identificados como constitutivos del proceso que permitió instaurar esta medicina en los países del hemisferio norte se encuentran presentes de forma masiva en nuestra región. Esta ausencia de condiciones óptimas para el desarrollo de la medicina paliativa, como expresión de una verdadera mutación del sentido, nos exige formas finas de interpretación para explicarnos adecuadamente lo acontecido durante esta última década a fin de orientar nuestras formas de intervención. Es evidente que la actitud de la OMS respecto de la medicina paliativa permite explicar muchas de las iniciativas desarrolladas, puesto que independientemente de la existencia o no del proceso anteriormente identificado, ella puede ser acogida en el marco de las actuales estructuras sanitarias, a través de políticas específicas. Esta pers12 pectiva interpretativa no debe, sin embargo, conducirnos a ignorar nuestra realidad, así como las múltiples manifestaciones de compromiso ético de parte de los terapeutas, las manifestaciones profundas de solidaridad y de sensibilidad respecto del sufrimiento de enfermos y moribundos que se han traducido en la decisión de desarrollar la medicina paliativa a pesar de las dificultades y los escollos. En realidad, las vivencias y experiencias de los terapeutas involucrados en los cuidados paliativos son también una pista importante para explicarse lo acontecido durante estos últimos diez años. Me parece casi una exigencia ética lograr que los aspectos positivos que se desprenden del balance de esta última década, luego que han sido ampliamente reconocidos, no contribuyan a disimular los déficit y debilidades. Estos se expresan en varios niveles. He aquí algunos que me parecen más significativos: • En primer lugar, la capacidad de poder integrar la medicina paliativa a los sistemas sanitarios de la región implica heredar los déficit y contradicciones de estos sistemas, lo que dificulta su desarrollo: a) Evidentemente son constatables dificultades financieras, de infraestructura, de personal, de formación; b) No todos los sistemas sanitarios de la región reconocen el “interés” de los cuidados paliativos a domicilio, dadas las carencias financieras; c) Los administradores y directores hospitalarios, en determinados países donde se reconocen estos cuidados, los interpretan de forma superficial, negándose, como es el caso de algunas instituciones en Santiago de Chile, a poner ambulancias a la disposición de los servicios y unidades, bajo el supuesto que los pacientes terminales no tienen grandes necesidades médicas. En otro servicio de la misma región los administradores se negaron a aceptar la hospitalización de una paciente terminal atendida a domicilio, cuya etapa final generaba conflictos imposibles de ser sobrellevados en el hogar, bajo el pretexto de que el interés de los cuidados Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 • • • • • domiciliarios era reducir el gasto hospitalario; d) En muchos casos las unidades de alivio del dolor sólo existen gracias al voluntariado de los terapeutas puesto que los administradores tardan en hacer los nombramientos que se imponen. En segundo lugar, por razones que se explican por los puntos anteriores, es constatable una cierta discontinuidad en el desarrollo de muchas unidades de medicina paliativa. Esto explica que los equipos y las unidades consolidadas no logran satisfacer las necesidades de una población que proviene desde distintos sectores geográficos. En tercer lugar, muchos equipos, en particular aquellos consolidados, que logran generar en torno a ellos un cierto prestigio, se encuentran habitualmente sobrepasados y sobrecargados, lo que les impide estrechar las relaciones con la atención primaria y organizar grupos de voluntarios que además de asumir un cierto número de tareas repercutan la medicina paliativa en el resto de la población. En cuarto lugar, las Facultades de Ciencias Médicas no logran aún integrar adecuadamente la medicina paliativa, encargándose en los cursos donde sea necesario, de la temática de la muerte y el morir; estas mismas facultades se muestran aún reacias para integrar verdaderamente las significaciones y transformaciones implicadas por la noción de promoción en salud. En quinto lugar, es muy probable que las resistencias en nuestra región al desarrollo de la medicina paliativa de parte del cuerpo médico sean menores que las constatadas en varios países del hemisferio norte. No obstante la experiencia muestra que las unidades de alivio del dolor permiten a muchos médicos abandonar sus responsabilidades respecto de sus enfermos en estadio terminal. En sexto lugar, cuando se plantea a muchas unidades de medicina paliativa la pre- gunta general por la ética y la bioética, es constatable un cierto embarazo y en muchos casos una especie de decepción por la vaguedad y el carácter grandilocuente del discurso ético y bioético. Para algunos equipos es mucho más adecuado, desde el punto de vista de su propia estabilidad emocional e institucional, definir su trabajo como una parte más de las múltiples respuestas de la medicina; para otros, la dimensión ética es ampliamente destacada, a pesar que se tenga la sensación que no es un discurso presente todos los días. • En séptimo lugar, se hace sentir la ausencia de usuarios conscientes de sus derechos y con la información necesaria para inscribirse adecuadamente en los procesos generados por la medicina paliativa. En un hospital de Santiago, donde recurre gente de modestos recursos y donde existe una unidad incipiente de alivio del dolor, me enteré que los usuarios de esta unidad eran enviados por cirujanos: estos pacientes pensaban que luego de la operación pasaban a otra etapa en su proceso de curación. En realidad, estos pacientes no vuelven a ver nunca más al médico que los había internado. • Finalmente —lo que puede ser considerado como una paradoja—, la existencia real, aunque no generalizada de la medicina paliativa en nuestra región, vuelve urgente, desde el punto de vista de la justicia social, su extensión al conjunto de la población que la precisa. Luego de lo afirmado, sobre todo a propósito de las debilidades y déficit de la medicina paliativa en nuestra región, las preguntas que se imponen, a lo menos para quienes se inscriben en el campo de la bioética, son: ¿debemos esperar la emergencia de otro contexto para desarrollar la medicina paliativa como queremos, conformarnos con lo que tenemos o identificar en nuestras propias circunstancias oportunidades que aglutinen voluntades y proyectos? O, de ma13 Presentación - S. Zorrilla nera mucho más general: ¿Cómo se relaciona la voluntad o el deseo que las cosas ocurran de otra manera, con las determinaciones antropológicas, culturales, sociales y políticas que son las nuestras? Estoy consciente que las preguntas anteriores son demasiado vastas para ser abordadas en el marco de este texto, pero me parece que ellas contribuyen a dibujar adecuadamente el contexto en el cual se plantea la intervención de la bioética respecto de las necesidades y desafíos de la medicina paliativa. Es también con este propósito que me parece interesante introducir otro texto que se preocupa de un tipo distinto de realidades. En éste podemos leer: “La percepción de estar sumergidos en un proceso fuera de control motiva distintas reacciones. Hay quienes se dejan llevar por la corriente, confiado en la existencia de un piloto automático que los conduzca a un mañana exitoso, sin preguntarse siquiera acerca del rumbo emprendido. Algunos buscan escapar de la angustia refugiándose en una visión nostálgica del pasado, creyendo encontrar en el “antes” un soporte firme en medio del torbellino del “ahora”. Y otros descreen de todo. Adoptan una posición escéptica para instalarse en el aquí y ahora, indiferentes tanto al porvenir como al pasado. Las tres reacciones tienen un denominador común: son pasivas. Renuncian a influir en el modelamiento del proceso social... Un nuevo contexto exige una nueva mirada. Para... apropiarse del futuro, han de visualizar(se) las tensiones inherentes al proceso de transformaciones. Hay que saber descubrir y reflexionar sobre los desafíos. Sólo así se les podría dar forma de tal modo de potenciar las opciones brindadas y de restringir o amortiguar sus amenazas”v. v 14 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Desarrollo Humano en Chile 2000, Santiago de Chile, marzo 2000, pág. 24. Contribución de la bioética al desarrollo de la medicina paliativa Son muchas las intervenciones en nuestra región de la bioética en el campo de la medicina paliativa, de la muerte y del morir. Estas intervenciones se expresan a través de reflexiones y/o temáticas que dan lugar a reuniones, discusiones y en ciertas circunstancias a polémicas que generan corrientes al interior de la bioética. No es mi pretensión proponer una lista exhaustiva de estas intervenciones. Lo que verdaderamente me interesa es visualizar lo que podría ser la “pertinencia” de la bioética, es decir, establecer una correlación entre sus intervenciones y el contexto en el cual ellas se expresan y la manera cómo sería posible para la bioética asumir una parte de los desafíos que en nuestra región se plantean con el fin de asegurar el desarrollo de la medicina paliativa. El problema de la pertinencia de la bioética, es decir, de su capacidad de resolver los desafíos que se le proponen al interior de circunstancias sociales, culturales y psíquicas/individuales que no son necesariamente coherentes con sus significaciones, ha preocupado a más de alguno desde su nacimiento. Esta preocupación, importante en ciertos momentos de la historia de la bioética, disminuye evidentemente en la medida en que a la bioética se le reconoce un espacio socio/cultural y que diferentes formas de institucionalización aseguran su permanencia, incluso en los más altos niveles de los Estados y de las Organizaciones Internacionales. Reconocimiento que, también es necesario constatar, es relativamente más fácil en el marco de sociedades donde la comunidad se distribuye en segmentos visibles y con estatutos reales con el fin de reconocer y representar adecuadamente sus necesidades, estableciendo procedimientos que aseguren la negociación y la elaboración de consensos entre los interlocutores y la sociedad en su conjunto. No obstante la disminución del interés por la pertinencia de la bioética, existen muchos Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 críticosvi de ésta y, en particular, de la actual preocupación por la ética, que me parece un deber intelectual no ignorar. Lo que es habitualmente criticado es la “libertad” que se confieren muchos bioéticos y/o éticos para ignorar las determinaciones antropológicas o la “creencia” casi mágica respecto de la realización de los propios enunciados. Estas críticas se ven además ampliamente confortadas por la facilidad con que diferentes sectores de la sociedad se apropian de la palabra ética y la utilizan para calificar comportamientos que en otras épocas se designaban de forma más clara y categórica. Frente al desafío planteado por la pertinencia de la bioética, algunos autores, como Gilbert Hottois, han postulado la necesidad de un humanismovii sin ilusión, entendido como “el ejercicio activo de la prudencia con la lucidez de nuestra inevitable ignorancia”viii o más recientemente, en un contexto cercano, han planteado la urgente necesidad de “implementar un ‘principio de precaución’ amplio, en el que la opinión de los científicos tenga su contraparte humanista e incluya la opinión ciudadana”ix. Para otros, entre los cuales me incluyo, esta tensión permanente entre mundo real y mundo esperado sólo puede asumirse a través de un esfuerzo permanente al interior de la bioética, a fin de evitar que las tendencias fundacionales y/o fundamentalistas impidan y estorben el vi Consultar sobre el particular, Castoriadis, C. “El Taparrabos de la Ética”, en Boletín n°2 - Cibisap, Mayo 1996, Badiou, A., “L’Ethique. Essai sur la conscience du mal”, Hatier, París, 1993, Jacques Rancière, “La Mésentente”, Ediciones Galilée, París, 1995, Lajeunesse, Y. – Sosoe, L., “Bioéthique & Culture Démocratique, Harmattan, Montreal, 1996. vii Sobre la temática del humanismo, me parece necesario consultar: Todorov, T., “El jardín imperfecto – Luces y sombras del pensamiento humanista”, Paidós, Barcelona, Buenos Aires, México, 1999. viii Hottois, G., “ Le signe et la technique”, Aubier, 1984, pág. 202. ix Testart J. “OGM: no provocar a la naturaleza”, en Le Monde Diplomatique, Número 2, Edición chilena, octubre 2000, pág. 24. trabajo permanente de la interpretación. Por ello, independientemente de los objetivos específicos de la bioética, hemos intentado definirla como experiencia interdisciplinaria que permite la actualización singular “de tres nociones: aquella de interpretación, de compromiso y de juicio”x. Donde interpretación y compromiso se implican mutuamente a través de nociones tales como capacidad de dominar y cabalgar sobre las paradojas y la ausencia de saturación del sentido; tentativa permanente e infinita de representación y apropiación de un mundo que no es necesariamente coherente con nuestros deseos. La temática de la pertinencia en nuestra región se sostiene y se encuentra ampliamente ocultada por la legitimidad que nos proviene de otras latitudes. Lo que puede ser considerado como útil y positivo si permite el desarrollo de la bioética. Pero, lo queramos o no, la pertinencia, en el ámbito de la comunidad de los/las bioéticos (a veces me pregunto si realmente existe dicha comunidad) se replantea con fuerza cuando se trata de decidir sobre la contribución de la bioética al desarrollo de la medicina paliativa en la región. Me parece que esta temática de la pertinencia se plantea, a lo menos, en cuatro niveles: 1) A través de la capacidad de definir el contexto, sus ocasiones y fragilidades, al interior de ciertos límites, que permite el desarrollo de la medicina paliativa en la región. 2) A través de la identificación de temáticas comunes que sean prioritarias, proponiendo iniciativas que engloben la región y permitan una real transferencia de conocimientos y experiencias. 3) A través de la capacidad de adecuar los discursos de la bioética a las necesidades de los terapeutas, a fin de evitar que estos sientan sus discursos como inútiles y completamente inaplicables en el ámx Zorrilla, S. “Quelles sont les chances de l’éthique de peser dans les affaires du monde? Comment la bioethique peut-elle rendre visible une telle exigence?”, en L’éthique: interprétations et positionnements multiples, Editions E.C.C.E. Bruselas, 1994, pág. 32. 15 Presentación - S. Zorrilla bito de la práctica. 4) Asumiendo la exigencia de solicitar y provocar el sentido implicado por la medicina paliativa, la muerte y el morir, en el conjunto de las disciplinas naturalmente involucradas. Respecto del primer punto considero que la tarea primordial es asegurar en la región, de la manera más extensa y masiva, el desarrollo combinado de unidades de alivio del dolor y de cuidados paliativos a domicilio, sin discriminación de ningún tipo de enfermedad terminal. Asumiendo el compromiso, desde los espacios institucionales y de poder que ocupamos, para que estas iniciativas sean suficientemente repercutidas en la sociedad y se apliquen sin las contradicciones e incoherencias que se desprenden de nuestros sistemas sanitarios. Por otra parte, las fragilidades financieras de estos mismos sistemas sanitarios nos han, a lo menos, preservado de una obstinación o encarnizamiento generalizado de los cuidados de salud. Lo que en parte explica la ausencia de resistencias al desarrollo de la medicina paliativa. Comprometerse con las unidades de alivio del dolor y los cuidados paliativos a domicilio no implica condenar el desarrollo de otras formas de medicina paliativa, tales como unidades de cuidados continuos en cancerología, donde el/la médico tratante acompañe a su enfermo/a hasta los últimos momentos, y/o formas incipientes de hospicio, que en el marco de nuestro continente parecen económicamente imposibles, a lo menos, para el conjunto de la población. Respecto del segundo nivel, me parece que las temáticas e iniciativas implicadas son múltiples. Pero muchas de las temáticas prioritarias para permitir el desarrollo de unidades de alivio del dolor y de cuidados paliativos domiciliarios se relacionan paradójicamente con aquellas de la justicia y del derecho a morir dignamente. Lo que incluye una vigilancia constante a fin de que nuestros servicios sanitarios sean racionales y coherentes en la distribución de los recursos. En el 16 ámbito de las iniciativas me parece necesario velar por el desarrollo de actividades comunes entre las instituciones de bioética y las instituciones de medicina paliativa. Al final de estas notas volveré sobre la temática de la medicalización de la muerte que me parece importante para el desarrollo de la medicina paliativa. En lo que atañe al tercer nivel, me parece interesante referirme brevemente al texto del Dr. Fernando Lolas “El aprendizaje de la ética médica mediante la formulación de políticas”, con el cual éste introduce al libro de James Dranexi. El Dr. Lolas señala que: “Todas las decisiones sobre vida y muerte son decisiones éticas. Las profesiones que trabajan con personas son profesiones éticas; esto significa que sus “productos” son relaciones entre personas y están sometidos a la mudanza propia de los asuntos humanos y a la diversidad de reglas entre personas y grupos”xii. Más adelante agrega que: “La moderna bioética es una respuesta al carácter maleable de la realidad social”... y... “Aunque nacida bajo el sino de lo polémico y lo espectacular, como práctica social se mueve hacia el trabajo cotidiano y la experiencia de las personas comunes y corrientes enfrentadas a decisiones importantes... No es este lugar propicio para historiar o narrar; solo para advertir que entre la profesionalización rígida del discurso bioético y su imbricación con la práctica, esta segunda opción es preferible. Existe el riesgo de generar una nueva casta de “expertos” que, como los “psicoexpertos” en su momento o los “estadísticos” y “economistas” en otros, se caractericen por la gran precisión de sus acciones y el dominio creciente de perspectivas cada vez más estrechas... La profesionalización de la bioética es concebible en el medio académico como disciplina. No es tan xi Drane, James, El cuidado del enfermo terminal. Ética clínica y recomendaciones prácticas para instituciones de salud y servicios de cuidados disciplinarios. Organización Panamericana de la Salud, 1999, Canadá. xii Idem. Pág. 11. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 obvia ni necesaria en la arena de la práctica de la medicina, la enfermería, el servicio social u otras profesiones vinculadas al bienestar y la salud”xiii. Finalmente el Dr. Lolas agrega que: “Enseñar ética mediante la formulación de directrices es una de las aportaciones más substantivas del trabajo de Drane. Sin desdeñar la reflexión y la teoría, más sabiéndolas implícitas en los comportamientos, Drane se concentra en estos. Cada vez que un equipo de trabajo formula una regla o concuerda en un procedimiento está elaborando una teoría ética que no necesita escribirse para ser eficaz. Tal es el sentido de las formulaciones que se resumen en las políticas (“policies”). Hemos traducido esta palabra por “políticas” remitiéndonos a la sexta acepción del Diccionario de la Real Academia Española en su vigésima primera edición: “Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”. Esperamos que al usar una palabra usual con un sentido poco usual ayudaremos a recordar la aportación docente del método: ‘enseñar ética formulando políticas’.”xiv Me parece que las citas anteriores ilustran adecuadamente sobre la existencia de discursos y “estilos” que incluyen de forma satisfactoria el quehacer y las vivencias de los profesionales comprometidos con la medicina paliativa. No me anima ningún deseo de censura. Pero me parece que nos corresponde, a quienes trabajamos en el campo de la bioética, diferenciar el estilo y las exigencias de la reflexión con el desafío, en el ámbito social y cultural, de la instauración de la bioética y la ética. Finalmente, el cuarto nivel busca asumir desde la bioética, en la medida en que esta es eminentemente interdisciplinaria, la exigencia de superar los déficit de interpretación en el ámbito de la muerte y el morir. xiii Idem, págs 12 – 13. xiv Idem pág. 15. Esto se expresa a través de la decisión de publicitar las investigaciones existentes o generar el interés social y cultural suficiente como para que antropólogos, sociólogos y psicoanalistas nos abran las puertas a una adecuada reflexión sobre la muerte y el morir en la región. La “medicalización de la muerte” Quisiera terminar estas notas preliminares con un cierto número de afirmaciones provocativas. Varios de los autores que constituyen la presente monografía advierten sobre el riesgo de la medicalización de los cuidados paliativos. Existe el temor de que después de haber logrado instaurar la medicina paliativa, gracias a sacrificios considerables, esta pueda ser recuperada a través de la tecnociencia. Es evidente que es imposible no sentir una profunda simpatía y solidaridad con este sentimiento y protesta. Todos sabemos, más o menos claramente, la realidad supuesta por la expresión “medicalización de la muerte”. Ella se manifiesta a través de un cierto número de afirmaciones innegables, que Louis-Vincent Thomas resume magistralmente en un libro póstumoxv, cuando afirma la persistencia y coexistencia en nuestra sociedad de una actitud “tanatofílica (procurar voluntariamente la muerte) y tanatofóbica (la negación de la muerte es aún actual). Esta situación paradójica adopta aun otros aspectos: o bien se abandona al moribundo en su soledad; o bien nos esforzamos en prolongar su estado retardando el momento inevitable de la muerte, gracias a una tecnología sofisticada; pero, en los dos casos, el aspecto humano del morir arriesga ser ocultado o desplazado a un segundo lugar de las preocupaciones”xvi. xv Thomas, Louis-Vincent, “Les chairs de la mort. Corps, mort, Afrique”, Colección Les empêcheurs de penser en rond, París, 2000. xvi Idem, pág. 103. 17 Presentación - S. Zorrilla La imagen misma de la medicalización de la muerte es la muerte burocratizada del hospital. Al respecto Thomas afirma: “El hombre moderno nace en el hospital. Es en el hospital que muere, sobre todo en los EEUU. En las grandes ciudades del mundo occidental, 80% de decesos tienen lugar en una institución pública o privada. El enfermo es retirado de su familia ‘secuestrado por la institución que se encarga no del individuo sino que de su mal, objeto aislado, transformado o eliminado por los técnicos encargados de la defensa de la salud como otros se encargan de la defensa del orden o de la propiedad’ (Michel de Certeau, “Écrire l’innommable”, en Traverses, nº1, septiembre 1975, p.9)”xvii. Los movimientos de opinión que han reivindicado el derecho a una muerte digna a través de la contribución o creación de instituciones que han demostrado que esta reivindicación era posible, conducen a Thomas a enunciar un objetivo fundamental: “El ideal que el hombre de hoy día debería exigir con todas sus fuerzas, mejor que la eutanasia liberadora, que la legalización de lo que Jo Roman llama el “suicidio racional” y las “instituciones de partida”, es el reconocimiento oficial del derecho a la dignidad en la vida, por lo tanto en la muerte, a través de la humanización de los últimos momentos. Después del buen nacer, de una vida decente, la certeza de una muerte apaciguada y, por qué no, ‘feliz’”xviii. No obstante lo anterior, Bruno Cadoréxix, compartiendo todas las críticas sobre la medicalización de la muerte, tiene la valentía de plantear el tema desde otra perspectiva. En particular postula, a través de esta temática, que le compete a la “medicina moderna, como cualquier actividad atravesaxvii Idem, pág. 107. xviii Idem, págs. 123-124. xix Cadoré, Bruno, “Medicalización de la muerte: ¿Negación o creatividad?, en revista Ethica Clinica, Bélgica, marzo 1998. 18 da por la técnica,... inventar de nuevo la relación del ser humano consigo mismo. La medicina, sabiendo que la relación del ser humano con su muerte es uno de los criterios mayores de la invención de las culturas y que la muerte del ser humano moderno es de más en más medicalizada, se encuentra en posición de contribuir a esta invención cultural. La cuestión es medir, por lo tanto, los riesgos, pero, también las posibilidades abiertas por la medicalización de la muerte”xx. Me parece que la tentativa de Cadoré se sostiene legítimamente en tres aspectos: en primer lugar, la medicalización de la muerte no es sólo responsabilidad de la institución médica, ni de la socio-política que pretende reducir esta institución a una institución disciplinaria, soporte del régimen imperante (como lo sostienen algunos de los escritos de Michel Foucault). Es incluso posible identificar un sufrimiento sordo y de fuga en los terapeutas por deberse “encargar” de lo que la sociedad no quiere ver ni escuchar. En realidad acontece, de cierta manera, en las sociedades del siglo que acaba de terminar, lo contrario de lo postulado por Foucault. También nos encontramos lejos, por ejemplo, de la realidad descrita por José Gil en un texto particularmente sugestivo, cuando afirma: “Los dioses y los muertos asustan por su potencia: el miedo que provocan en los hombres es no sólo un instrumento de ‘control social’ por la obediencia que inducen, sino que también un medio de liquidar un exceso de fuerza que en los seres vivos es generadora de conflicto... Si los dioses y los muertos son depósitos de poderes sociales, es natural que el poder político busque apropiarse. Las relaciones entre los dos se limitan a veces a una división ordenada (autoridad religiosa de los sacerdotes, poder político de los reyes, a veces una acumulación, a veces también tensiones y oposiciones)... Parece ser que ningún Estado moderno haya resuelto de forma saxx Idem, pág. 20. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 tisfactoria esta cuestión. Pero, la historia es reveladora: incapaz de darse un fundamento religioso, el Estado transferirá los atributos de la soberanía y de la autoridad hacia la ‘nación’; y ésta lo asentará sobre el poder de los muertos: el Estado buscará reemplazar la Iglesia en la gestión de los muertos... El Estado moderno administrará los “muertos por la patria” acaparando el poder que ellos representan. Administrar la muerte para someter mejor a los vivientes”xxi. El poder de las sociedades modernas, construyéndose paradójicamente en el nombre del bienestar de los individuos pero a través de múltiples abstracciones y trascendencias que “representan” a los individuos concretos, ignorando su calidad de seres encarnados, abandonará sus prerrogativas respecto de la muerte. Ésta, negada e ignorada por la mayoría, legitimando el progreso incesante de la tecnociencia, se refugiará en la institución médica que tenderá a traducirla y a entenderla como una manifestación más de la enfermedad. En segundo lugar, conviene señalar que una gran cantidad de análisis éticos sobre la medicina paliativa, buscan fundarla al interior de la institución médica. Para muchos la medicina paliativa es concebida como una ocasión de re-fundación de la medicina o bien como un espacio que al interior de las instituciones de salud representa una tentativa por la humanización y por el establecimiento de límites del accionar de la tecnociencia. Finalmente, en el marco de los cuidados paliativos se tiende a disminuir el papel de la técnica médica. Pero, por un lado, ésta no desaparece completamente y por otro lado, emergen nuevas terapias como quimioterapias paliativas, extremadamente caras, pero que prolongan la vida sin disminuir su calidad. Lo que demuestra que los terapeutas y la institución de salud continúan jugando un papel relevante. xxi Gil, José, “Métamorphoses du corps”, Essais, Ediciones de la Difference, París, 1985, Págs. 52-53-54. En la perspectiva de lo dicho, nos parece necesario y saludable reconocer que existe una dimensión de la medicalización que es relativamente rescatable: la muerte en el mundo actual tiene una dimensión hospitalaria, sanitaria ineludible, ampliamente legitimada, en la medida en que no se convierta en un obstáculo y al contrario facilite el desarrollo de una muerte verdaderamente humana. Es aquí donde se sitúa la observación de Bruno Cadoré que nos parecía importante consignar. Es, además, en esta particular perspectiva, que los esfuerzos de la bioética por volver visible la muerte y el morir, para explicitar los derechos de los/las usuarias, aparecen como pertinentes; estos esfuerzos pueden constituirse en un buen mecanismo de control (en el buen sentido de la palabra) de una parte de la inevitable gestión sanitaria de la muerte. La contribución de los diferentes autores Lo que sigue es un breve resumen de los distintos autores a la presente monografía. Conviene agregar que he evitado el procedimiento de las comillas puesto que las referencias exactas pueden ser encontradas en los diferentes artículos. El texto del Dr. Robert Twycross, Medicina Paliativa: Filosofía y consideraciones éticas, propone una serie de observaciones que permiten comprender la medicina paliativa como un intento, en el marco de una medicina altamente tecnificada, para restablecer el rol tradicional de médicos y enfermeras: “curar a veces, aliviar frecuentemente, confortar siempre”. Históricamente la medicina paliativa se sostiene del ethos que anima el movimiento hospice. Movimiento que en Estados Unidos fue, inicialmente y durante muchos años, prevalentemente anti-médico. A fines de los 70 y comienzo de los 80 este movimiento se manifestaba esencialmente como una organización popular, comunitaria, dirigida por 19 Presentación - S. Zorrilla voluntarios y enfermeras, los que con frecuencia limitaban la participación de los médicos. En la mayoría de los países desarrollados el movimiento hospice, así como los primeros pasos dados por la medicina paliativa, se encontraron con la resistencia de los oncólogos y con la indiferencia de los estamentos médicos. Actitudes reforzadas, en el caso particular de los Estados Unidos, por las empresas aseguradoras, las que consideraban la oferta de cuidados paliativos como una pérdida de ingresos para los médicos y para los hospitales. Ciertos prejuicios y resistencias aún persisten a pesar que en la actualidad los cuidados paliativos en Estados Unidos son por ley un componente de los programas de las aseguradoras de salud. Desde el punto de vista de la historia de la medicina, la decisión de limitar la terapia curativa y ofrecer cuidados paliativos es una decisión crucial: los intentos por curar lo incurable no van en el mejor interés del paciente. La actitud de la OMS respecto de estos cuidados, desde mediados los años ochenta, ha sido, por otra parte, fundamental para instaurar y legitimar el desarrollo de la medicina paliativa. El desarrollo creciente en el mundo de los cuidados paliativos ha despertado en algunos el temor que se convierta en una “técnica” más en el contexto de una medicina altamente tecnificada; una técnica gracias a la cual los profesionales puedan nuevamente esconderse y ejercer nuevos “poderes”. Este peligro puede evitarse si la medicina paliativa continúa siendo una forma de acompañamiento de profesionales calificados respecto de quienes mueren. Manteniendo el imperativo de procurar una atención personalizada, reconociendo el espacio social, cultural, psicológico, espiritual y físico en el cual se encuentran los pacientes, es necesario intentar irradiar vida y alegría en medio de la muerte y de la angustia, a través de actividades muy a ras de tierra, que tienen su origen en la compasión humana práctica, como son los cuidados de enfermería, el manejo de los síntomas y el apoyo psicológico. 20 Para el Dr. Gustavo G. De Simone, en el texto El final de la vida: situaciones clínicas y cuestionamientos éticos, es posible hablar el día de hoy de medicina preventiva, curativa y posventiva. Es en este último género que se inscribe la medicina paliativa, así como todas aquellas prácticas terapéuticas orientadas al aumento de la calidad de vida. Sin embargo, al igual que lo plantea el Dr. Twycross, la actitud paliativa también puede desembocar en la medicalización de la muerte, es decir, en el tratamiento de ésta como un problema técnico-tanatológico, en vez de un drama íntimo y existencial. Este riesgo vuelve urgente la adopción de un enfoque antropológico y personalizado que permita considerar el sufrimiento, el dolor y la muerte como experiencias vitales dignas de ser vividas. Este enfoque permite develar el carácter injustificado de las propuestas —alejadas de la más pura tradición hipocrática— que pretenden justificar y alentar aun, abiertamente, la eliminación sistemática de personas moribundas. En los hechos, la Medicina Paliativa, impulsando la formación de profesionales que combinen actitudes humanitarias con aptitudes científicas, constituye un cuestionamiento del modelo positivista puesto que conduce al reconocimiento que el arsenal técnico disponible no garantiza el éxito del acto médico. Los pacientes terminales son la “prueba” que el conocimiento experto sobre una determinada entidad nosológica no alcanza para comprender a la totalidad de la persona que enferma, sufre y muere. El desarrollo constante de la Medicina Paliativa permite acumular una serie de “certezas” e identificar ciertos problemas y desafíos que merecen ser abordados de manera urgente, tales como: Carece de sustento la idea que la información a los pacientes terminales sobre su situación genera depresión severa o constituye simplemente un prejuicio. La llamada “conspiración del silencio”, equivalente a un pacto del profesional con la familia para no informar al paciente, trae más problemas que beneficios. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Es evidente que la enfermedad terminal afecta no sólo al individuo enfermo sino también a los miembros de la familia. Una estrategia adecuada para brindar cuidados paliativos considera las vivencias del enfermo y abarca al grupo familiar, identificando sus necesidades, problemas y recursos. Las dificultades principales de los equipos comprometidos en los cuidados paliativos han sido reducidas por algunos autores a tres grupos básicos: en primer lugar, la incapacidad de los terapeutas de asumir la muerte propia como fenómeno inherente a la vida; en segundo lugar, la ausencia de entrenamiento de los profesionales, tanto desde un punto de vista teórico y práctico, para ayudar a morir; y finalmente, la falta de experiencia personal respecto de la muerte. Se hace urgente y necesario el desarrollo de la educación, tanto a nivel del público en general, como de los pacientes y sus familias, en temas de alivio del dolor y del control de síntomas. En el ámbito profesional, esta educación es crucial. La inclusión de la Medicina Paliativa en los sistemas de salud implica un desafío para toda la sociedad, comenzando por las mismas instituciones. Sus objetivos quedarían distorsionados si se pretendiera “medicalizar la muerte” reduciendo la atención de la persona muriente a un conjunto de recomendaciones elaboradas por especialistas. Finalmente, desde un punto de vista ético, se encuentra justificado discontinuar el uso de técnicas para prolongar la vida cuando su aplicación significa una carga, un sufrimiento para el paciente, desproporcionado respecto del beneficio esperado. La vida no es un bien absoluto: no existe una obligación de emplear tratamientos cuando su uso puede ser descrito como una prolongación de la agonía. El Dr. Hugo Antonio Fornells, en su texto Cuidados paliativos en el domicilio aborda una temática crucial. Es claro que conjugar los cuidados paliativos con la atención domiciliaria es una tarea que requiere voca- ción de servicio, organización del sistema de salud y conocimientos científicos adecuados. Los beneficios de la atención domiciliaria son evidentes, puesto que disminuyen hospitalizaciones largas y de alto costo, evitando el riesgo de tratamientos innecesarios, disminuyendo incluso la posibilidad de caer en encarnizamientos terapéuticos. En sistemas sanitarios deficitarios, como ocurre en muchos países latinoamericanos, el ahorro económico sería importantísimo. Lo que vuelve incomprensible que en Argentina, por ejemplo, se financie un tratamiento de quimioterapia equivalente a $ 3.000, que no traerá beneficios a un paciente en estadio terminal, pero no se reconozcan los cuidados paliativos domiciliarios. Existe una serie de factores que pueden provocar un inadecuado cuidado domiciliario. A menudo se solicita el alta médica de un paciente terminal, ya que los costos para el sistema sanitario son elevados, pero esta decisión se toma sin que exista una atención domiciliaria preparada. Por tal razón es necesario ir programando paulatinamente el cuidado domiciliario, mientras el paciente está aún internado. Lo que es equivalente a la existencia de un equipo de atención que conozca al paciente y que disponga de un adecuado soporte familiar que permita mantener comunicados a la familia, el equipo tratante y el médico de cabecera del hospital. Mientras en nuestros países no existan políticas sanitarias sobre los cuidados paliativos domiciliarios, la atención domiciliaria dependerá exclusivamente de esfuerzos individuales regionales. Actualmente se emplean recursos financieros en terapias curativas y métodos de diagnóstico altamente sofisticados. En general, los profesionales de la salud y el sistema sanitario vigente están preparados para tratamientos agudos y la enfermedad incurable es aún vivida como un fracaso. En oncología, por ejemplo, se estima que en países en vías de desarrollo se curarán menos del 30% de los pacientes con cáncer. Sin embargo, los medios económi21 Presentación - S. Zorrilla cos se emplean en financiar tratamientos oncológicos activos, como quimioterapia y en muy pocos casos se reconocen los tratamientos paliativos, especialmente aquellos realizados en el domicilio del paciente. “Promocionar” los cuidados paliativos en la población en general parece ser un paso difícil de dar. Sin embargo, darlos a conocer a través de los diferentes medios de difusión masiva es necesario, con el fin de terminar con la práctica no científica y muchas veces deshumanizada respecto de los pacientes terminales. Las esperanzas y, al mismo tiempo, las debilidades de los cuidados paliativos a domicilio vuelven imprescindible, en los países de América Latina y el Caribe, una redistribución más lógica de los recursos económicos, permitiendo que el accionar en el ámbito de los cuidados paliativos se transforme en un trabajo íntegro y satisfactorio para los profesionales dedicados exclusivamente a esta tarea. El Dr. Josep Porta i Sales aborda en su texto sobre Sedación en cuidados paliativos: reflexiones éticas, algunos de los dilemas que se desprenden del desarrollo de la medicina paliativa. El uso de la sedación como estrategia terapéutica proporciona, en particular, elementos para la reflexión ética, debido que puede conculcar algunos principios. Esta temática es introducida por una serie de afirmaciones que conviene consignar, puesto que también contribuyen a contextualizar la medicina paliativa. El Dr. Porta señala que el desarrollo científico general de los últimos 50 años y en particular de la medicina, junto con una situación social globalmente más justa, ha contribuido a que vivamos posiblemente la mejor época de la historia de la humanidad (al menos para los nacidos en el primer mundo). Esta magnificencia y esplendor ha producido un cierto deslumbramiento ante los aspectos íntimos de la vida y la muerte. La indigencia humana se ha maquillado con episeguridades. Aseguramos el hogar, el coche, el 22 Estado asegura un poder adquisitivo mínimo, el acceso universal a los recursos sanitarios, pero también hacemos los mal llamados seguros de vida. En resumidas cuentas, un gran avance con innegables beneficios, pero bajo toda esta cosmética que hace la vida más bonita y agradable, subsiste la vulnerabilidad humana, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Frente a estas episeguridades, la pseudo-omnipotencia médica y la fragilidad humana, se ha establecido una dialéctica que permitió hace unos veinte años reconocer que hay y continúan habiendo enfermos terminales, los cuales tienen necesidades que es preciso atender. A este redescubrimiento se le ha bautizado como cuidados paliativos. En cuidados paliativos, la sedación se ha definido cono la administración de fármacos psicoactivos, con la intención de controlar algunos síntomas físicos, psicológicos o producir la pérdida de la conciencia en ciertas situaciones dramáticas, así como dormir al paciente, sin su conocimiento y/o consentimiento. En el ámbito popular la sedación tiene connotación de acción definitiva. La realidad clínica es diferente, puesto que la sedación admite matices, puede ser una sedación profunda o superficial, continuada o intermitente. La sedación profunda y continuada se define como “sedación terminal”. Esta definición incorpora algunos puntos claves que es necesario considerar a la hora de la toma de decisiones sobre la sedación, tales como: la voluntariedad (maniobra deliberada) de la acción de sedar por parte del equipo, el consentimiento del paciente y el no disponer de otras posibilidades terapéuticas. La sedación está indicada en aquellas situaciones de sufrimiento evidente e incontrolable. Las causas más frecuentes invocadas por los equipos son la disnea, el dolor y el delirio, dicho de otra manera, en aquellas situaciones de sufrimiento evidente e incontrolable, lo que se define como síntoma refractario. La pregunta que aquí se impone es la siguiente: ¿es realmente inaliviable el síntoma? Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 A propósito de la sedación en cuidados paliativos, los autores que han publicado sus series reconocen que la sedación es utilizada en aproximadamente 1 de cada 5 pacientes en los últimos días de vida, pero no hay información en la literatura sobre el proceso que lleva a tomar esta decisión. Tampoco se da cuenta de la sedación intermitente y del consentimiento del paciente y la familia. En el caso de los cuidados paliativos el uso de la sedación plantea de manera particularmente aguda el problema de la intencionalidad y el resultado. La reflexión ética consistente en saber a quién se beneficia con la sedación es válida puesto que la pregunta sobre el beneficio del paciente y la familia se encuentra siempre planteada. El equipo debe tener presente el beneficio del paciente y velar por que los intereses de la familia sean escuchados y atendidos, puesto que es su responsabilidad tomar la determinación sobre la sedación y no pasarla a una familia atenazada por el dolor y la incertidumbre. Conviene no olvidar que somos moralmente responsables no tanto del resultado (la muerte) sino que del proceso que nos ha llevado a tomar la decisión de sedación. Es en este proceso de toma de decisiones que la consideración de todos los aspectos implicados permitirá que una decisión sea éticamente buena o mala. La Dra. Paulina Taboada, en su texto sobre El derecho a morir con dignidad, aborda la significación cultural y social que se tiene a propósito del morir con dignidad, lo que en el caso de muchos autores incluye el derecho a disponer de la propia vida mediante la eutanasia. Esta última en determinadas circunstancias podría confundirse con un acto de compasión (beneficencia) y negarse a su realización podría suponer una forma de maleficencia. La medicina paliativa, respecto del derecho a morir con dignidad, aparece como una alternativa a las diferentes interpretaciones que terminan por legitimar la práctica de la euta- nasia; esta forma de medicina, como modelo de atención en salud, posee además un potencial innovador, capaz de conducir la medicina contemporánea a un cambio de paradigma: desde una medicina dominada por la lógica del “imperativo tecnológico” hacia una medicina verdaderamente personalista. Las estadísticas actualmente disponibles en Holanda, primer país en despenalizar la práctica de la eutanasia, muestran que después de una primera etapa en la que el respeto por la autonomía del paciente se considera una condición justificante para acabar con la vida de las personas que lo solicitan, viene una segunda etapa en la que la realización de estas prácticas se extiende a situaciones en las que ya no es el paciente el que las pide, sino que la iniciativa viene de la familia o de los mismos profesionales de la salud, que consideran que se está ante una condición de vida no digna. De este modo, en los debates médicos y jurídicos ya no se discute tanto sobre el carácter lícito o ilícito de la eutanasia, sino más bien sobre su mayor o menor conveniencia en casos concretos, sobre las normas que deberían regular su aplicación y sobre su mayor o menor aceptación social y política, poniendo en evidencia la conveniencia de evaluar la eutanasia en términos de un cálculo costo/beneficio. Ciertos defensores de una determinada interpretación del derecho a una muerte digna postulan implícitamente la idea que la libertad frente a la muerte es posible, que ésta no podría ser considerada como un fenómeno puramente pasivo, respecto del cual somos impotentes. Sin embargo, es evidente que el morir no cae en el ámbito de nuestra libertad: inevitablemente cada uno de nosotros morirá. Por tanto, con relación a nuestra propia muerte, lo único que podría estar sujeto a la libertad es la actitud que adoptemos ante ella. Es constatable en el caso holandés, que disponer de una salida “fácil” ante situaciones difíciles, disminuye la creatividad de los médicos para buscar nuevas soluciones a la 23 Presentación - S. Zorrilla problemática planteada por los pacientes en la etapa final de su vida, dificultando al mismo tiempo la comprensión del verdadero papel de la libertad personal frente a la muerte. La medicina paliativa puede representar un profundo cambio en la cultura médica contemporánea, en la medida que se respeten la importancia y la relevancia de a lo menos cinco principios éticos presentes en el morir, tales como; el principio de veracidad; el principio de proporcionalidad terapéutica; el principio del doble efecto en el manejo del dolor y la supresión de la conciencia; el principio de prevención; y, el principio de no-abandono. El Dr. Reinaldo Bustos en Elementos para una antropología del dolor: el aporte de David Le Breton, aborda la relación entre dolor y antropología, partiendo del enunciado, que se sostiene en una serie de trabajos sociológicos, que existe una probada influencia de la cultura en la percepción y manifestación del dolor. La determinación cultural del dolor no impide afirmar al mismo tiempo que la experiencia del dolor es siempre singular. El umbral de sensibilidad de cada individuo es diferente. La anatomía o la fisiología, frente a la influencia cultural y a la singularidad de la experiencia del dolor, no poseen la capacidad de explicar las diferencias o variaciones culturales, sociales, personales o de circunstancias que afectan a un individuo con ocasión de un acontecimiento doloroso. El dolor es el producto de un contexto y se encuentra íntimamente relacionado con la socialización. De hecho la investigación contemporánea, producto de la colaboración entre médicos y científicos sociales, hace justicia a la complejidad del fenómeno doloroso mostrando que entre el estímulo que lo provoca y el dolor experimentado existen numerosos filtros, que disminuyen o acentúan su intensidad. El dolor induce en cada sujeto una metamorfosis, explicita la impotencia y la fragilidad, no sólo altera la relación con el cuerpo sino que termina contaminando la rela24 ción total del hombre con el mundo. En el marco de la psiquiatría el dolor como síntoma es la pantalla donde se dibuja la búsqueda obstinada de amor y reconocimiento. En la actualidad es común la presencia de individuos que han sufrido un accidente laboral y que persisten con dolores más allá de la convicción clínica de que no tienen nada orgánico comprometido. Son “paranoias del cuerpo”, como las definió Roa. El dolor es múltiple, garantía de una reivindicación, sustituto de amor para paliar la ausencia, modo de expiación, medio de presión. En la medida en que el cuerpo y el dolor no escapan a la construcción social y cultural es constatable la eficacia simbólica del efecto placebo, como prueba que la realidad corporal se enraíza en el corazón de un mundo simbólico y cultural. En realidad el placebo se localiza en el centro del vínculo social, donde el dolor es una caja de resonancia de significaciones personales y sociales. La relación del dolor y del sufrimiento con la cultura se expresa también en la “búsqueda” de la cultura para conferir un sentido a estas experiencias colectivas y singulares. Ello explica lo que afirma el Dr. Bustos cuando señala que el dolor se construye socialmente y se ritualiza socialmente. La modernidad en la medida que concibe el dolor sólo como un anacronismo y vehicula la fantasía de su supresión total induce de forma imperceptible una indiferencia por la vida. Finalmente, el Dr. Otto Dorr Zegers, en su texto La muerte y el suicido en la poesía de R. M. Rilke aborda la temática del suicidio, el cual se comprende como la interrupción violenta del proceso natural que es el morir. La muerte es el fin de la vida, pero no al modo de un terminar cualquiera, como termina un camino o una melodía, por cuanto la muerte pertenece a la vida. No hay vida sin muerte, porque ésta nos da, entre otras cosas, la posibilidad del tiempo. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Rilke aborda esta temática por medio de poemas y elegías. A través de éstas se manifiesta la idea que nuestra “misión” de humanos es salvar las cosas gracias a las palabras, dándoles un sentido, eternizándolas. El poeta considera que lo único que podemos llevarnos al más allá es un extraño equipaje sólo compuesto por dos elementos: el sufrimiento y el amor. El suicido perturba profundamente a Rilke puesto que significa desconocer el valor del sufrimiento y del amor, más aún, implica desconocer la permanente posibilidad de alegría que se esconde detrás del dolor. En el momento menos pensado el sufrimiento se invierte, dando paso al consuelo y aun a la felicidad. El fin de la vida es la muerte en un doble sentido: como término de nuestra existencia en este mundo, pero al mismo tiempo, como lo que le da sentido. En el libro “Cartas a una amiga veneciana” Rilke afirma: “Hay que aprender a morir. En eso consiste la vida, en preparar con tiempo la obra maestra de una muerte noble y suprema, una muerte en la que el azar no tome parte, una muerte consumada, feliz y entusiasta, como sólo los santos supieron concebirla...” El Dr. Otto Dorr termina afirmando que la lucidez del poeta puede ayudar a los médicos que deben asistir a los enfermos terminales, puesto que, aun cuando todavía no seamos “terminales”, desde que fuimos conscientes de lo que significa nuestra profesión hemos tenido que acostumbrarnos a la idea de que pertenece esencialmente a nuestra condición humana el vivir desahuciados. 25 MEDICINA PALIATIVA: FILOSOFÍA Y CONSIDERACIONES ÉTICAS Robert Twycross, DM FRCP FRCR Macmillan Clinical Reader in Palliative Medicine, Oxford University, U.K. Correspondencia: Dr. Robert Twycross, M.D. The Oxford International Centre for Palliative Care, Churchil Hospital, Oxford, OX 3 7LJ, UK. Fax: (44-1865) 225599 e-mail: [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 MEDICINA PALIATIVA: FILOSOFÍA Y CONSIDERACIONES ÉTICAS* Robert Twycross Resumen Resumo Después de resumir el origen histórico y el desarrollo que tuvieron los antiguos hospicios, el autor analiza la filosofía que ha inspirado a la Medicina Paliativa desde sus inicios hasta nuestros días en las diferentes partes del mundo. La aparente paradoja que supone encontrar vida y alegría en medio de la muerte y del sufrimiento se explica por el ethos peculiar que orienta el trabajo en equipo, un ethos fundado en la compasión humana práctica. A pesar de enfatizar que la ética de la Medicina Paliativa no es otra que la de la medicina en general, el autor se detiene a analizar algunos de los dilemas éticos más relevantes en el acompañamiento a los pacientes moribundos, como son la comunicación de la verdad, la identificación de las terapias apropiadas, el suministro de nutrición e hidratación y el debate en torno a la eutanasia y el suicidio médicamente asistido. El hilo conductor del trabajo es la necesidad de brindar a los pacientes terminales un acompañamiento profesional interdisciplinario, altamente calificado y personalizado, que tome en cuenta la totalidad de las dimensiones tanto del paciente como de su familia. Após resumir a origem histórica e o desenvolvimento que tiveram os antigos hospitais, o autor analisa a filosofia que inspirou a Medicina Paliativa, desde seus primórdios até nossos dias em diferentes partes do mundo. O aparente paradoxo que persiste ao tentar-se encontrar vida e alegria na morte e no sofrimento explica o ethos particular que orienta o trabalho em equipe, um ethos fundado na prática da compaixão humana. Apesar de enfatizar que a ética de Medicina Paliativa não é outra que não a da própria medicina, o autor detem-se na análise de alguns dilemas éticos relevantes no acompanhamento de pacientes moribundos, quais sejam: a comunicação da verdade, a idenficação de tratamentos adequados, o oferecimento de nutrição e hidratação. Levanta, também, o debate em torno da eutanásia e do suicídio assistido. O fio condutor do trabalho prende-se à necessidade de proporcionar aos pacientes terminais um acompanhamento profissional interdisciplinar qualificado e personalizado e que leve em conta a totalidade das dimensões humanas do paciente e de seus familiares. PALABRAS-CLAVE: Medicina Paliativa; Muerte y moribundos; Actitudes sociales hacia la muerte; Atención a moribundos; Enfermo terminal; Final de la vida; Eutanasia; Bioética. * Texto traducido del inglés por la Dra. Paulina Taboada, Centro de Bioética, P. Universidad Católica de Chile. 29 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross Abstract Résumé After summarizing the historical background and development of former hospices, the author analyses the philosophy that has inspired Palliative Medicine from its selfsame origins up to the present in different countries in the world. The apparent paradox that supposes to find life and joy amidst death and suffering explains the peculiar ethos that guides teamwork, an ethos grounded on practical humane compassion. Despite emphasizing that Palliative Medicine ethics is not different from the one of general medicine, the writer pauses to consider some of the most relevant ethical dilemmas related to accompaniment of dying patients, such as truth disclosure, identification of appropriate treatments, nutrition and hydration supply, and the debate on euthanasia and physician assisted suicide. The connecting theme of the work is the necessity of providing terminal patients with an interdisciplinary professional accompaniment —highly qualified and personalized— intended to consider the totality of patients’ and families’ human dimensions. KEY-WORDS: Palliative Medicine; Death and dying; Social attitudes towards death; Care for dying; terminally ill; Endof-life; Euthanasia; Bioethics. Après avoir résumé l’origine historique et le développement des hospices anciens, l’auteur analyse la philosophie qu’inspire la Médicine Palliative, depuis ses origines jusqu´à nos jours et ce dans les différents parties du monde. L’apparent paradoxe que consiste à trouver la vie et la joie au milieu de la mort et de la souffrance, est expliquée par l’ ethos particulier que guide le travail en equipe, un ethos fondé sur la compasion humaine pratique. L’auteur, en dépit de souligner que l’éthique de la Médicine Palliative n’est pas différente de celle de la médicine en générale, analyse quelques uns des dilemmes éthiques le plus importants dans l’accompagnement des patients moribons, tels que la communication de la vérité, l’identification des thérapies adéquates, la nutrition et l’hydratation et le débat à propos de l’euthanasie et du suicide médicalement assisté. Le fil conducteur du travail est le besoin de donner aux patients en phase terminale un accompagnement personalisé et multidisciplinaire de la part des professionels hautement qualifié, qui tiennent compte de la totalité des dimensions impliquées, aussi bien du patient que de la famille. MOTS CLÉS: Médicine Palliative; Mort et Moribons; Attitudes sociales envers la mort; Assistance aux moribonds; Malade terminal; Fin de la vie; Euthanasie; Bioéthique. 30 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción Filosofía de los cuidados paliativos La Medicina Paliativa es la atención activa y total a los pacientes y a sus familias, por parte de un equipo multiprofesional, cuando la enfermedad ya no responde a tratamientos curativos y la expectativa de vida es relativamente corta. La palabra “paliativa” deriva del vocablo latino pallium, que significa manta o cubierta. Así, cuando la causa no puede ser curada, los síntomas son “tapados” o “cubiertos” con tratamientos específicos, como por ejemplo, analgésicos y antieméticos. Sin embargo, la Medicina Paliativa es mucho más amplia y profunda que la mera “sintomatología”. El término implica un enfoque holístico que considera no sólo las molestias físicas, sino también las preocupaciones psicológicas, sociales y espirituales. Sus principales objetivos son: La Medicina Paliativa se ha desarrollado, en gran parte, como resultado de la visión e inspiración inicial de Dame Cicely Saunders, fundadora del Hospicio St. Christopher en Londres, en 1967. Hace siglos, “hospicio” significaba lugar de reposo para viajeros o peregrinos. La palabra sobrevivió en conexión con hospitales conventuales o asilos. A Dame Cicely le atrajo este nombre pues quería proveer un tipo de atención que combinara las habilidades de un hospital con la hospitalidad reposada y el calor de un hogar. En un hospicio, el centro de interés se desplaza desde la enfermedad hacia el paciente y su familia; desde el proceso patológico, hacia la persona. Los pacientes con enfermedades terminales frecuentemente necesitan más atención que aquellos cuya enfermedad es curable. Así, la Medicina Paliativa ofrece un “cuidado terminal intensivo”. Requiere de habilidades profesionales de alto nivel y de un cuidado experto, individualizado para cada paciente, atento a los detalles y sensible, que consume mucho tiempo. La Medicina Paliativa es distinta de la geriatría y a la atención de pacientes crónicos, dos especialidades con las que frecuentemente se la compara: “contiene muchas de las gratificaciones de la cirugía, pues opera en el contexto de intervención de crisis; de la medicina interna, pues invita a la fina titulación de los esquemas terapéuticos para síntomas molestos; de la psiquiatría, pues trata con ansiosos, deprimidos y deudos”i. La Medicina Paliativa se desarrolló como una reacción frente a la medicina moderna altamente tecnificada. Halina Bortnowska — una filósofa polaca, escritora y voluntaria en un hospicio— ha contrastado el ethos de la • Aliviar el dolor y los otros síntomas molestos que presentan los pacientes; • Atender psicológica y espiritualmente a los pacientes para que puedan aceptar su propia muerte y prepararse para ella en la forma más completa posible; • Ofrecer un sistema de apoyo que ayude a los pacientes a llevar una vida lo más activa y creativa posible hasta que sobrevenga la muerte, promoviendo de este modo su autonomía, su integridad personal y su autoestima; • Brindar un sistema de apoyo que ayude a las familias a afrontar la enfermedad del paciente y a sobrellevar el período de duelo. La Medicina Paliativa afirma la vida y reconoce que el morir es un proceso normal. No busca ni acelerar ni posponer la muerte. No está dominada por la “tiranía de la curación”, y se opone también firmemente a la eutanasia. i Esta y las siguientes citas corresponden a una traducción propia (P.T.) de la cita original en inglés (nota de la traductora). 31 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross curación con el ethos de la atenciónii. Esta escritora define ethos como “una constelación de valores sostenidos por la gente”. El ethos de la curación incluye las virtudes militares del combate: no darse por vencido y perseverancia; contiene necesariamente también algo de dureza. El ethos de la atención, en cambio, tiene como valor central la dignidad humana, enfatizando la solidaridad entre el paciente y los profesionales de la salud, una actitud que resulta en una “compasión efectiva”. En el ethos de la curación “el médico es el general”, mientras que en el de la atención “el paciente es el soberano”. Es importante otorgar al paciente el poder de decidir lo más posible, mientras sea posible. Así, la Medicina Paliativa busca evitar que los últimos días se conviertan en días perdidosiii, ofreciendo un tipo de atención apropiada a las necesidades del moribundo. A pesar de haber sido descrita como “de baja tecnología y alto contacto”, la Medicina Paliativa no se opone intrínsecamente a la tecnología de la medicina moderna, pero busca asegurar que sea el amor y no la ciencia la fuerza que oriente la atención al paciente. Las investigaciones y los tratamientos de alta tecnología sólo se utilizan cuando sus beneficios superan claramente las posibles cargas. La ciencia se utiliza al servicio del amor y no viceversa. La Medicina Paliativa es un intento por restablecer el rol tradicional de médicos y enfermeras: “curar a veces, aliviar frecuentemente, confortar siempre”. ii El autor utiliza aquí un juego de palabras en inglés, que no es posible conservar en la traducción al castellano: “... contrasted the ethos of cure with the ethos of care...” (nota de la traductora). iii El texto inglés introduce aquí un juego de palabras que no es posible conservar en la traducción al castellano: “...to prevent last days becoming lost days ...” (nota de la traductora). 32 Orígenes a) Hospicios medievales El origen de los hospicios se remonta a Fabiola, matrona romana que en el siglo IV abrió su casa para los necesitados, practicando así las “obras de misericordia” cristianas: alimentar a los hambrientos y sedientos, visitar a los enfermos y prisioneros, vestir a los desnudos, acoger a los extraños. En ese tiempo, la palabra “hospicio” significaba tanto anfitrión, como huésped; “hospitium” incluía tanto el lugar donde se daba hospitalidad, como la relación que resultara de ello. Este énfasis es central para la Medicina Paliativa hasta el día de hoy. Más tarde, la Iglesia procuró llevar la carga del cuidado de los pobres y de los enfermos, hecho que continuó hasta la Edad Media. En Gran Bretaña esto tuvo un término abrupto con la disolución de los monasterios en el siglo XVI. Ninguno de los primitivos hospicios se inició específicamente con el fin de atender a los moribundos; sin embargo, ellos invitaban a la gente a quedarse mientras necesitara ayuda, incluyendo así a los moribundos. Después de la disolución muchas personas tienen que haber muerto en su casa en gran pobreza y disconfort. b) Hospicios para moribundos El primer hospicio fundado específicamente para moribundos es probablemente el de Lyon, en 1842. Después de visitar pacientes cancerosos que morían en sus casas, Madame Jeanne Garnier abrió lo que ella llamó un hospicio y un Calvario. Continuó abriendo muchos otros, la mayoría de los cuales aún existen. En Gran Bretaña, el renacimiento de esta palabra ocurrió en 1905, con el hospicio St. Joseph de las Hermanas de la Caridad, en Hackney. Su fundadora, la Madre Mary Aikenhead, había abierto anteriormente un hospicio para moribundos en Dublín en 1879, pero al parecer no hubo ninguna conexión entre ella y Madame Garnier. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 En ese mismo período se abrieron en Londres otros hogares, incluyendo el hospicio St. Columba, en 1885, el Hostal de Dios, en 1892, y el St. Luke‘s Home para pobres moribundos, en 1893. El St. Luke’s Home fue el único fundado por un médico, el Dr. Howard Barret. De todos estos hogares, el del Dr. Barret era, en principio, el más similar a los “hospicios modernos”, lleno de un interés particular y personal por los pacientes. El Dr. Barret dejó una serie de Reportes Anuales, en los que escribe no de “los pobres” o de “los moribundos” en general, sino de personas individuales y de sus desoladas familias, que quedaban en la casa sin apoyo. Posteriormente, en 1911, Douglas Macmillan, un empleado civil, fundó la National Society for Cancer Relief, que concede donaciones económicas a familias de pacientes cancerosos moribundos en sus casas, permitiéndoles acceder a ciertas medidas de confort extra como frazadas, calefactores y comida. c) Hospicio St. Christopher Quizás el siguiente evento con más significado fue el creciente interés de una asistente social en las necesidades de los pacientes moribundos del hospital St. Thomas, en Londres. Su nombre era Cicely Saunders y su interés había sido gatillado en 1948 por su encuentro con David Tasma, un judío refugiado de Polonia que estaba muriendo de cáncer. Juntos habían discutido sobre el tipo de institución que mejor podría satisfacer sus necesidades. Además del alivio del dolor, él quería la “cercanía de alguien que lo considerara como persona”. Este paciente le dejó a Cicely la suma de 500 libras esterlinas en herencia “para ser una ventana en tu hogar”. El camino desde 1948 a 1967 fue largo y duro. Cicely Saunders trabajó por las tardes como enfermera voluntaria en el St. Lukes Home durante 7 años. Mientras estaba allí, aprendió el valor de utilizar opioides fuertes por vía oral en esquema horario —especial- mente morfina y diapomorfina— para aliviar el dolor severo relacionado al cáncer. Para la antigua graduada en inglés de Oxford, fue necesario estudiar ciencias e ingresar a la escuela de Medicina. Después de recibirse, Dr. Saunders se convirtió en la primera doctora de tiempo completo que trabajó en el hospicio St. Joseph, donde introdujo el uso regular de analgésicos orales a horarios en vez del uso de inyecciones a demanda (o PRN). También desarrolló otros aspectos del manejo de síntomas y comenzó a planear su propio hospicio. El hospicio St. Christopher se abrió en 1967, al sur de Londres, con 54 camas y acomodación adicional para 16 personas ancianas frágiles. Atrajo mucho interés desde el exterior y pronto se convirtió en el punto de encuentro para un movimiento de protesta que anhelaba un mejor trato para los moribundos, rechazados por un sistema de salud que a mediados del siglo XX se había dejado seducir progresivamente por el glamour de las terapias curativas y el resplandor de la alta tecnología. d) Evolución posterior Debido a que la gente con SIDA tiene frecuentemente necesidades físicas y no-físicas diferentes, en muchas ciudades se han establecido servicios de cuidados paliativos separados para ellos. Sin embargo, en la mayoría de los establecimientos la atención de los pacientes con SIDA se realiza junto a los pacientes con cáncer. Un número creciente de hospicios está atendiendo también a pacientes en estadios terminales de enfermedades respiratorias, cardíacas y renales, a pesar de que los números son todavía relativamente pequeños. Desde mediados de 1980 se han establecido varios hospicios para niños. El primero de ellos fue la Helen House, situada en el terreno de un convento de Oxford. Se construyó como resultado del entusiasmo y compromiso de la Hermana Francisca Domini33 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross ca, entonces Madre Superiora de la Orden. Los hospicios de niños son muy distintos a los de adultos. Generalmente tienen sólo ocho camas y mayores facilidades para los miembros de la familia. Muchos de los niños tienen enfermedades neurológicas degenerativas, frecuentemente asociadas a alteraciones metabólicas congénitas. La mayoría de las internaciones están destinadas a conceder un descanso a la familia y se repiten a intervalos regulares cada 2 a 3 meses, durante algunos o incluso muchos años. El número de defunciones por año es relativamente pequeño. En contraste con los adultos, los niños con leucemia o con cáncer que no se curan son mantenidos en los servicios especializados (pediatría) de los grandes hospitales, ofreciendo una atención extendida a la casa cuando se desea y siempre que sea posible. La Asociación de Medicina Paliativa de Gran Bretaña e Irlanda se formó en 1985 y dos años más tarde el Reino Unido se convirtió en el primer país en reconocer la Medicina Paliativa como especialidad médica. Todas las escuelas de enfermería y medicina del Reino Unido incluyen los cuidados paliativos como parte de su currículo. También se han establecido programas de postgrado en cuidados paliativos, que incluyen varios diplomados y cursos conducentes a grados académicos. Desarrollo internacional a) Estados Unidos de Norteamérica La influencia de Cicely Saunders se extendió progresivamente a otros países y su “llama” fue tomada y llevada a la práctica por un ejército de entusiastas de segunda y tercera generación. Inevitable, pero acertadamente, lo que se ha desarrollado ha sido con frecuencia sustancialmente distinto del modelo británico. En Estados Unidos, a pesar del desarrollo temprano de un servicio de internación en el hospicio de Connecticut, 34 la mayoría de los hospicios proveen solamente apoyo para la atención domiciliaria. Además, mientras que el director médico de un hospicio en Inglaterra es generalmente un médico de jornada completa (o casi completa), en Estados Unidos el director médico habitualmente tiene una jornada parcial y algunas veces meramente nominal. De hecho, el ethos del movimiento hospice en Estados Unidos fue inicialmente y durante muchos años prevalentemente anti-médico. A fines de los ‘70 y comienzos de los ‘80, el movimiento hospice en los Estados Unidos era una organización popular, comunitaria, dirigida por voluntarios y enfermeras, que con frecuencia desincentivaban o limitaban la participación de los médicos. Esta reacción inicial se debió parcialmente a que las enfermeras fueron más rápidas en captar la visión de los hospicios y también en parte a que el cuerpo médico adoptó generalmente una postura contraria. En los Estados Unidos, la atención de salud se basa mayoritariamente en empresas aseguradoras, existiendo un considerable desincentivo económico tanto para los médicos como para los hospitales, ya que inicialmente la atención en hospicios no era cubierta por los seguros. Esto significaba que ofrecer cuidados paliativos a un paciente suponía una pérdida de ingresos para los médicos y para los hospitales cuando el paciente necesitaba ser internado. A pesar de que en la actualidad los cuidados paliativos son por ley un componente de los programas de las aseguradoras de salud, las antiguas actitudes y prejuicios aún persisten. Parte de la reticencia de los médicos americanos para aceptar la Medicina Paliativa parece venir de la reticencia que tiene la American Medical Asociation a reconocer los logros realizados por el movimiento hospice en Estados Unidos durante los últimos 20 años. En la actualidad, cerca de 2000 hospicios están afiliados a la American National Hospice Organization. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 b) Polonia En Polonia, en cambio, la Medicina Paliativa floreció a comienzos de 1980 con la prohibición de la unión obrera Solidaridad por parte del gobierno comunista de esa época. Los doctores de las academias médicas que se hacían miembros de Solidaridad eran removidos de sus cargos y obligados a trabajar en hospitales estatales de menor prestigio. En Gdansk, cuna de Solidaridad, muchos de estos doctores decidieron desarrollar un programa de hospicios bajo la protección de la Iglesia Católica, como una forma de manifestar su oposición al gobierno. En éstas y en otras organizaciones voluntarias similares los médicos desempeñaban la mayoría de los roles. De este modo, los médicos paliativistas polacos eran originalmente algo así como un combinación entre un médico general sustituto y una enfermera especializada en cuidados paliativos. En la actualidad existen en Polonia muchos grupos de paliativos y algunos servicios de internación hospitalaria. Sin embargo, para los médicos se trata aún de un servicio voluntario en la mayoría de los casos, debiendo ganar su sustento mediante su especialidad básica y trabajando horas extraordinarias en los hospicios. c) Una red en expansión En otros países, el desarrollo de la Medicina Paliativa ha reflejado también las necesidades, oportunidades y recursos locales. En algunos países, la Medicina Paliativa es, en mayor o menor grado, una copia del modelo británico (p. ej. Canadá, Australia, Nueva Zelandia); en otros, refleja más el modelo americano y polaco. En todas partes se ha encontrado con la resistencia inicial de los oncólogos y con la indiferencia de los estamentos médicos. Las razones para ello son debatibles, pero el contraste entre el ethos de la curación y el ethos de la atención planteado por Halina Bortnowska probablemente ofrece la clave para encon- trar la respuesta. Muchos países han fundado asociaciones nacionales multiprofesionales de Medicina Paliativa. Existe, además, una asociación nórdica y otra europea de Medicina Paliativa. d) La Organización Mundial de la Salud Desde mediados de los 80, otro lobby poderoso para la Medicina Paliativa ha sido la Organización Mundial de la Salud (OMS). Bajo el visionario liderazgo del Dr. Jan Stjernsward, la Unidad de Cáncer de la OMS ha llevado a cabo una campaña estimulando a los países a desarrollar programas exhaustivos de control del cáncer, que incluyen: • Prevención • Detección precoz y tratamiento curativo • Alivio del dolor y Cuidados Paliativos. La publicación de Alivio del Dolor en Cáncer, en 1986 (Organización Mundial de la Salud, 1986), ha sido un catalizador importante en este sentido. Este libro, que incorpora el método de la OMS para el alivio del dolor relacionado con cáncer, es la segunda publicación más traducida de la OMS. Además del inglés, está disponible en 19 otras lenguas: árabe, brasilero, búlgaro, chino, croata, checo, francés, alemán, guajiri, hindú, húngaro, italiano, japonés, portugués, ruso, español, tailandés, turco y vietnamés. Esta publicación, con más de un cuarto de millón de copias vendidas y distribuidas, refleja una creciente conciencia del problema del dolor en cáncer. El método de la OMS enfatiza que un pequeño número de drogas relativamente baratas, incluyendo la morfina, son los principales apoyos para el manejo del dolor en cáncer. Pruebas en terreno han demostrado la eficacia de estas orientaciones en la mayoría de los pacientes con cáncer. El método original de la OMS ha sido actualizado y publicado en la segunda edición de Alivio del Dolor en Cáncer. 35 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross Estrategia general En la práctica, la mayoría de los pacientes tratados en hospicios o por equipos de cuidados paliativos tiene cáncer. La Medicina Paliativa es parte de un enfoque global para el control del cáncer. El tratamiento curativo mediante cirugía, radioterapia y/o quimioterapia frecuentemente tiene que ser agresivo (“radical”) si se quiere que sea exitoso. Este tipo de tratamiento se justifica solamente: • Cuando la curación es posible; • Cuando hay una posibilidad realista de prolongar la sobrevida; • En ensayos clínicos sobre un método de tratamiento nuevo, potencialmente efectivo. La decisión de limitar la terapia curativa y ofrecer cuidados paliativos es una decisión crucial; los intentos por curar lo incurable no van en el mejor interés del paciente que realmente necesita cuidados paliativos. Incluso, el tratamiento anti-canceroso no radical (llamado tratamiento paliativo) no debería ofrecerse a menos que exista una posibilidad real de que las cargas físicas, psicológicas y financieras del tratamiento sean sobrepasadas por los potenciales beneficios que ella ofrece al paciente. Desde el punto de vista del paciente, prolongar la vida por unas semanas o meses, generalmente no es una justificación adecuada para iniciar una terapia cuyo costo será una calidad de vida marcadamente reducida durante la mayor parte del tiempo extra, a causa de los efectos adversos o de la ruina económica inducida por los gastos incurridos. En la mayoría de los países desarrollados, a pesar de que la sobrevida general del cáncer a cinco años plazo excede el 50%, cerca del 70% de todos los pacientes con cáncer aún necesita, tarde o temprano, cuidados paliativos. En países en vías de desarrollo la cifra alcanza el 90%. En la práctica, hay algunos pacien36 tes que se benefician de tratamientos paliativos y de cuidados paliativos simultáneamente. En estos casos, lo adecuado es ofrecer un paquete de cuidados compartidos, involucrando tanto al equipo de oncología como al de Medicina Paliativa. Una paradoja Aquellos que visitan un hospicio por primera vez frecuentemente comentan que no es el lugar oscuro y deprimente que habían imaginado. Encuentran, en cambio, un lugar que irradia vida e incluso alegría. Es un descubrimiento que resulta extraño: vida y alegría en medio de la muerte y la angustia. Sin embargo, es quizás precisamente en esta paradoja donde reside el “secreto” de la Medicina Paliativa. Procurar crear (artificialmente) una paradoja de esta naturaleza es probablemente imposible. Irradiar vida y alegría en medio de la muerte y de la angustia es el resultado final de realizar actividades muy a ras de tierra, que tiene su origen en una compasión humana práctica, como son los cuidados de enfermería, el manejo de los síntomas y el apoyo psicológico. Esto es, a su vez, producto de una actitud de respeto por el paciente y de una actividad corporativa en la que el individualismo es balanceado por el trabajo en equipo y viceversa. La “casa del hospicio” (Fig. 1) es una buena imagen para expresar esto, con sus piedras angulares de aceptación (“pase lo que pase no te abandonaré”) y de afirmación (“puedes estar muriendo, pero tú eres importante para nosotros”). El cemento que mantiene unidos los distintos componentes de la casa está dado por la esperanza, la apertura y la honestidad. Cuidar de los moribundos no es fácil. Un médico lo describió como “extremadamente doloroso pero muy recompensante”. Es difícil pero, paradójicamente, con frecuencia tiene una nota positiva, no sólo para los profesionales de la salud. Después de la muerte de su mujer, un periodista escribió lo siguiente: Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 “Por supuesto que un cáncer terminal es inefablemente horrible. Este aspecto no necesita ser enfatizado. Sin embargo, la bendición que es corolario de ese horror resulta más difícil de imaginar... Yo creo que mi esposa supo más de nuestro amor y nosotros más del suyo durante esos meses espantosos, que en cualquier otro tiempo... El sufrimiento de una enfermedad larga y terminal no es un desperdicio. Nada que pueda crear esa ternura puede ser un desperdicio. Como destructor, al cáncer no le gana nadie. Pero también es un sanador; un agente de sanación”. Un paciente moribundo con una enfermedad de motoneurona (parálisis) llamaba a la enfermedad terminal “enfermedad del encuentro”. Después de varias semanas hospitalizado en el hospicio St. Cristopher dijo: “Lo he visto una y otra vez: paciente y familia; paciente y paciente; paciente y equipo médico… enfermedad del encuentro”. Ética de la medicina paliativa La ética de la Medicina Paliativa es, por supuesto, la misma que la de la medicina en general. Quizás el mayor desafío que enfrentan los médicos en relación a la Medicina Paliativa es la cuestión acerca de la veracidad con los pacientes terminalmente enfermos. La reticencia a compartir con los pacientes la verdad acerca de su condición se origina, en última instancia, en el miedo que tiene el propio médico a la muerte y en las presiones culturales asociadas. Aún se afirma con frecuencia que decirle al paciente que está terminalmente enfermo destruirá su esperanza y lo llevará irreversiblemente a la desesperación y a la depresión. En realidad, con frecuencia ocurre lo contrario: son la mentira y la evasión lo que aísla a los pacientes tras un muro de palabras o de silencio, que les impide acceder al efecto terapéutico que tiene el compartir sus miedos, sus angustias y sus otras preocupaciones. No es posible practicar la Medicina Paliativa sin un compromiso previo de apertura y honestidad. Por tanto, para muchos médicos el primer desafío ético es el equiparse a sí mismos de buenas habilidades de comunicación y de sensibilidad. Afortunadamente, la conciencia de esta necesidad ha ido creciendo, pero la carencia global de entrenamiento en este campo es algo aún muy difundido. a) Tratamiento apropiado Los médicos tienen una responsabilidad dual, a saber: preservar la vida y aliviar el sufrimiento. Sin embargo, hacia el final de la vida el alivio del sufrimiento adquiere una importancia mayor en la medida en que la preservación de la vida se hace progresivamente imposible. Parte del arte de la medicina es decidir cuándo el soporte vital es esencialmente inútil y, por tanto, cuándo se debe permitir que sobrevenga la muerte sin mayores impedimentos. Un médico no está obligado ni legal ni éticamente a preservar la vida “a toda costa”. La vida debe ser sostenida cuando desde el punto de vista biológico es sostenible. Las prioridades cambian cuando un paciente está claramente muriendo; no hay obligación de emplear tratamientos cuando su utilización puede ser descrita —en el mejor de los casos— como una prolongación del proceso de morir. Un médico no tiene ni el deber ni el derecho de prescribir la prolongación de la muerte. De este modo, la pregunta no es si “tratar o no tratar”, sino “cuál es el tratamiento más apropiado”, de acuerdo a las perspectivas biológicas del paciente y a sus circunstancias personales y sociales. El tratamiento que es apropiado para un paciente agudamente enfermo puede no ser apropiado para un moribundo (Fig. 2 y 3). Las sondas nasogástricas, las infusiones intravenosas, los antibióticos, la resucitación cardiopulmonar y la respiración artificial son medidas de soporte que deben ser utilizadas en enfermedades agudas o agudas sobre crónicas para asistir al paciente a través de la crisis inicial hacia la 37 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross recuperación de la salud. Usar esas medidas en pacientes que están próximos a la muerte y sin expectativas de recuperar la salud es habitualmente inapropiado (y, por tanto, mala medicina). La atención médica es un continuo que va desde la curación completa, por un lado, hasta el alivio sintomático, por el otro. Muchos tipos de tratamientos abarcan el espectro completo, como es el caso de la radioterapia y, en menor medida, de la quimioterapia y de la cirugía. Por tanto, es importante tener claramente presente el objetivo de la terapia al emplear cualquier forma de tratamiento. Los puntos clave que se deben tener en cuenta para decidir qué es apropiado, son: • Las perspectivas biológicas del paciente; • El propósito terapéutico y los beneficios de cada tratamiento; • Los efectos adversos del tratamiento; • La necesidad de no prescribir una prolongación de la muerte. A pesar de que la posibilidad de una mejoría inesperada o una recuperación no deben ser ignoradas, hay muchas ocasiones en las que es apropiado “darle una oportunidad a la muerte”. No obstante, muchos médicos encuentran extremadamente difícil cambiar de un modus operandi orientado a la curación a uno centrado en las medidas de confort. Quizás sea ésta una de las razones por las que la “voluntad antecedente” está siendo una práctica cada vez más popular en muchos países. b) Oposición a la eutanasia La oposición casi unánime de los médicos y enfermeras paliativistas al suicidio médicamente asistido y a la eutanasia, nace de la observación de la realidad de innumerables pacientes moribundos. En vez de atenuar las actitudes hacia esas opciones, esta observación parece endurecer el antagonismo. Las razones para ello son muchas e in38 cluyen tanto la vulnerabilidad y ambivalencia de los pacientes, como el hecho de que la mayoría de los pacientes que solicitan suicidio asistido o eutanasia cambian de opinión cuando se les proveen cuidados paliativos de buena calidad. Otra razón es la aparente imposibilidad de contener esta práctica dentro de ciertos límites si llegara a legalizarse. El término “eutanasia indirecta” ha sido usado para describir la administración de morfina a pacientes cancerosos con dolor. Esto es incorrecto; dar una droga para disminuir el dolor no puede ser equiparado a dar deliberadamente una sobredosis de ella para terminar con una vida. Acortar marginalmente la vida por el uso de morfina o drogas relacionadas constituye un riesgo aceptable en estas circunstancias (principio del doble efecto). Sin embargo, cuando son usadas correctamente estas drogas son mucho más seguras de lo que comúnmente se supone. Por otro lado, existe evidencia circunstancial de que aquellos pacientes cuyo dolor ha sido aliviado viven más que aquellos cuya nutrición y reposo siguen siendo interferidos por un dolor persistente. c) Nutrición e hidratación Cuando el paciente se aproxima a la muerte, la ingesta de comida y fluidos generalmente disminuye. Es en este punto cuando surge la pregunta acerca de la administración de fluidos por medios artificiales. La opinión tradicional de los hospicios es que cuando el interés por la comida y los fluidos se hace mínimo, un paciente terminal no debería ser forzado a recibirlos. De hecho, comer y beber puede no ser relevante para un paciente en esas circunstancias, en que la atención está volcada hacia el interior o hacia el “más allá”. Sin embargo, muchos pacientes moribundos reciben automáticamente fluidos endovenosos cuando no son capaces de mantener un balance hídrico normal. La principal razón de ello es que parece existir la creencia que la deshidratación causaría angustia en una persona cercana a la muer- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 te. Sin embargo, el personal de los hospicios generalmente opina que la deshidratación puede ser beneficiosa, mientras que la hidratación puede ser incluso perjudicial. Se afirma, así, que con la deshidratación el volumen urinario disminuye, existiendo menos necesidad de orinar o cateterizar la vía urinaria y menos episodios de “cama mojada”. Se dice que la reducción de las secreciones pulmonares disminuiría la tos, las sensaciones de asfixia y ahogo y la necesidad de aspiraciones de la vía aérea. Asimismo, la disminución de las secreciones gastrointestinales resulta en menos episodios de vómitos en pacientes con obstrucción intestinal. El dolor también puede disminuir a causa de una reducción del edema que rodea las masas tumorales. La hidratación endovenosa también tiene efectos psicosociales negativos, pues la infusión actúa como una barrera entre el paciente y su familia. Es más difícil abrazar al cónyuge que está conectado a un tubo plástico, y los médicos y enfermeras tienden a distraerse de los aspectos más humanos de la atención por controlar el balance de fluidos y la química sanguínea. Con frecuencia, la familia se angustia cuando los pacientes próximos a la muerte disminuyen drásticamente su ingesta oral. Hay que establecer, entonces, cuáles son sus sentimientos hacia la terapia endovenosa y el significado que le atribuyen, para explicarles la racionalidad de discontinuar esa terapia. La decisión acerca de la conveniencia de rehidratar debe centrarse más en el confort del paciente que en el objetivo de proveer una óptima nutrición e hidratación. Por otro lado hay quienes afirman que la administración de fluidos por vía hipodérmica (500-1500 ml/24hrs.) evita muchas de las objeciones que se hacen a los otros métodos de hidratación. Sin embargo, hasta la fecha no hay evidencia de que la rehidratación logre que los pacientes estén generalmente más confortables. Se ha reportado que los fluidos hipodérmicos podrían aliviar el delirio en algunos pacientes moribundos. Por otro lado, también se ha reportado una me- joría cognitiva después de retirar la hidratación. Entre las indicaciones para rehidratar estaría que el paciente sienta sequedad de boca a pesar de un buen cuidado oral. La sequedad oral es común en los pacientes con cáncer y no se relaciona sólo con la deshidratación, sino también con otras causas como las drogas, las infecciones orales, la radioterapia local, la oxigenoterapia y la respiración bucal. Por tanto, es improbable que la sola hidratación artificial resuelva el síntoma de sequedad bucal en la mayoría de los pacientes. Por otro lado, la sequedad de boca puede ser aliviada en gran medida por una higiene oral cuidadosa y con la administración de 1 - 2 ml. de agua mediante una pipeta o jeringa en la cavidad oral cada 30 a 60 minutos. Rehabilitación A pesar de que para los extraños resulte probablemente sorprendente, la rehabilitación es una parte integral de la Medicina Paliativa. Muchos de los pacientes terminales están restringidos innecesariamente, con frecuencia por parte de sus mismos familiares, incluso aunque sean capaces de un mayor grado de actividad e independencia. El potencial máximo de un paciente sólo se alcanzará si se alivian los síntomas molestos y si un médico dedicado lo anima amablemente. No todos los médicos aprecian las oportunidades de rehabilitación que existen en pacientes con cáncer avanzado. Esto se debe, en parte, a la inexperiencia que ellos tienen en cuidados paliativos, pero posiblemente también a las actitudes excesivamente negativas que aún existen en relación al cáncer. Se puede vivir 5 o más años con metástasis óseas de un cáncer de mama. La hormonoterapia puede cambiar radicalmente el pronóstico de un paciente con cáncer de próstata diseminado recientemente diagnosticado. La sobrevida media después del diagnóstico de un cáncer de páncreas puede ser menor a 6 meses, pero eso significa que la mitad de los pacientes vivirá más que eso y 39 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross unos pocos incluso mucho más. Además, el solo alivio de los síntomas puede producir una considerable mejoría a corto plazo. Como ya se ha dicho, en muchas unidades de cuidados paliativos alrededor del 50% de los pacientes admitidos por primera vez son dados de alta hacia su casa con sus familiares. Ello muestra que el objetivo de los cuidados paliativos de proveer un sistema de soporte que ayude a los pacientes a vivir lo más activa y creativamente posible hasta la muerte, no es un sentimiento vacío. El concepto de que se puede vivir con cáncer hasta que sobrevenga la muerte es aún extraño para muchos de los pacientes y sus familiares, pero también lo es para muchos médicos y enfermeras. El cáncer es un espectro de alteraciones e incluso cuando es curable las tasas de progresión pueden variar. No obstante, no todas las unidades de cuidados paliativos adoptan un enfoque rehabilitador en el cuidado de los pacientes. Algunas asumen un enfoque sobreprotector, tendiendo a mantener hospitalizaciones más prolongadas y menos altas. En otras, en cambio, se fomenta la independencia de los pacientes. En el mejor de los casos, la Medicina Paliativa estimula a los pacientes a ser creativos, restaurando o mejorando así su autoestima. El énfasis en “hacer” en vez de “ser atendido” ayuda a los pacientes a vivir y a morir como personas. En muchos casos, un estímulo amable e imaginativo es todo lo que se necesita para que un paciente inicie una actividad que lo lleve a un sentimiento de mayor bienestar. Consecuente con ello, algunas unidades de cuidados paliativos estimulan la creatividad a través de la escritura de poemas y del arte en general. Esperanza Crear metas realistas con los pacientes es una forma de restablecer y mantener su esperanza. En un estudio se vio que los médi- 40 cos y enfermeras que trabajan en Medicina Paliativa proponían significativamente más metas a sus pacientes que sus contrapartes en un hospital general. Pero la esperanza también está relacionada con otros aspectos de la vida y de las relaciones personales (Tabla 1). La comunicación de verdades dolorosas no tiene por qué ser equivalente a destruir la esperanza; la esperanza de la recuperación puede ser reemplazada por una esperanza alternativa. En los pacientes próximos a la muerte la esperanza tiende a centrarse en: • En el ser más que en el lograr; • Las relaciones con otros; • La relación con Dios o con un “ser superior”. Es posible, por tanto, que la esperanza aumente cuando una persona se aproxima a la muerte, siempre que se mantengan una atención y un confort satisfactorios. Cuando queda poco que esperar, aún se puede esperar no ser dejado solo a la hora de morir, y morir en paz. Acompañamiento calificado Algunos han expresado temor de que la Medicina Paliativa se convierta en una “técnica” más dentro de la gran corriente de medicina altamente tecnificada; una técnica tras la cual los profesionales puedan esconderse y a través de la que puedan ejercer “poder”. Este peligro se puede evitar si la Medicina Paliativa continúa siendo una forma de acompañamiento: el acompañamiento de profesionales calificados a aquellos que están muriendo. En las crisis todos necesitamos compañía. Al morir necesitamos una compañía que pueda explicarnos por qué tenemos dolor, dificultad para respirar, constipación, debilidad, etc.; alguien que pueda explicarnos en términos simples lo que está sucediendo. La Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 explicación es clave en la terapia, pues reduce psicológicamente la magnitud de la enfermedad y de los síntomas. La situación deja de estar rodeada de un total misterio cuando hay alguien que puede explicar lo que está pasando. Eso es tranquilizador. La gente suele comentar a las personas que trabajan en cuidados paliativos: “Supongo que ustedes se endurecen con el tiempo y desarrollan un muro protector”. La respuesta es un enfático: “¡No!” Obviamente, el médico y la enfermera paliativistas están más familiarizados con los muchos y variados desafíos que impone una enfermedad terminal y adquieren así una cierta confianza. Sin embargo, eso no es lo mismo que endurecerse. En muchos casos la verdad es justamente lo contrario: a medida que pasan los años se sienten cada vez más vulnerables. La Medicina Paliativa es, y siempre será, extremadamente demandante de los recursos emocionales de los prestadores de salud. Es difícil decirle a un paciente: “Sí, es cáncer” o “ Sí, parece que la enfermedad está ganando”. Y especialmente difícil cuando el paciente tiene 16 ó 26 años. Incluso a los 76 u 86, no es fácil. De hecho si alguna vez parece fácil el médico puede estar seguro de que ya no está siendo de mucha utilidad para sus pacientes. Cómo una persona puede brindar apoyo a otra es en última instancia un misterio. La investigación en el campo del consejo ha mostrado que para que una relación terapéutica sea lo máximo de beneficiosa es necesario que el terapeuta manifieste empatía, calidez y autenticidad. Debe enfatizarse, además, el valor del contacto físico. En Anatomía de una enfermedad el autor escribe sobre: “el total vacío creado por la añoranza inerradicable, persistente y recurrente de un contacto humano cálido. Una sonrisa cariñosa y un apretón de manos tenían más valor incluso que las ofertas de la ciencia moderna, pero estas últimas eran mucho más asequibles que lo primero”. Una enfermera observó que hay dos tipos de médicos: “Médicos al lado de la cama, que se interesan por el paciente y médicos a los pies de la cama, que se interesan por la condición del paciente”. Desafortunadamente, muchos médicos usan “comportamientos distanciadores” específicos cuando tratan con sus pacientes. Los médicos necesitarían modificar su comportamiento si quieren ser un verdadero apoyo para los pacientes moribundos y sus familias. Es necesario aprender a “escuchar activamente” para facilitar la expresión de las emociones negativas y de los temores. Una forma de abrir la puerta a las preocupaciones no expresadas del paciente es plantear preguntas abiertas, como por ejemplo: “¿cómo está hoy?”, “¿cómo ha estado desde la última vez que nos vimos?”, “¿cómo ha reaccionado su familia ante la enfermedad?”. Hacia una atención totalmente personalizada El alivio del dolor y de los otros síntomas angustiosos es considerado, con razón, el fin primario de la Medicina Paliativa. Allí donde se ha introducido la Medicina Paliativa, la expertise en el manejo de los síntomas ha significado que los pacientes puedan esperar estar prácticamente libres de dolor. También se puede esperar un alto grado de alivio de muchos otros síntomas. Sin embargo, al no estar distraídos y agotados por un dolor no aliviado, los pacientes pueden experimentar mayor angustia emocional y espiritual cuando contemplan la proximidad de su muerte. Son pocos los que hacen esto con equilibrio; la mayoría se defiende a sí mismos psicológicamente de diversas formas; y algunos se ven sobrepasados por la angustia, la rabia o el miedo a lo que les está pasando. En consecuencia, se ha sugerido que un hospicio es un “lugar seguro para sufrir”. Los pacientes deben saber que la confusión y la angustia son un signo de que están experimentando una reacción de ajuste mayor 41 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross y no de que se están volviendo locos, ya que el miedo a la locura con frecuencia supera al miedo a la muerte. Es necesario ofrecer una atención totalmente personalizada (Tabla 3). El equipo debe procurar ayudar a que el paciente dé lo mejor de sí, según su personalidad, su familia, su cultura, sus creencias, su edad, su enfermedad, sus síntomas, sus ansiedades y sus temores. Es necesaria la flexibilidad; hay que saber encontrar a los pacientes allí donde se encuentran social, cultural, psicológica, espiritual y físicamente. No existe algo así como el paciente moribundo típico. Aspectos espirituales del cuidado Históricamente, los hospicios modernos tienen su raíz en la fe cristiana, aunque en la práctica debería decirse más ampliamente: en el teísmo. El compromiso de los judíos ha sido evidente desde los primeros momentos y ahora existe también una asociación de hospicios budista. El trabajo con los moribundos exige fe en la vida. Esto es verdad tanto si ella se expresa como si no. Se estima que la vida tiene un sentido y un propósito aun durante una enfermedad terminal. Esta convicción se manifiesta más en las actitudes y acciones que en las palabras; más en el modo de responder a los moribundos y cuidar de ellos, que en lo que decimos. Se ha escrito mucho sobre las necesidades emocionales de los moribundos; pero mucho menos sobre los aspectos espirituales de su atención. Sin embargo, la vida humana no está gobernada simplemente por instintos y hormonas. Los deseos humanos se extienden más allá de las necesidades básicas de comida, confort y compañía. La gente se cuestiona; y las criaturas que se cuestionan, preguntan: “¿por qué?” Como dice Nietzsche, “aquel que tiene por qué vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Cuando está muriendo, mucha gente se cuestiona su vida por primera vez: 42 “¿He vivido una buena vida?” “Nunca le he hecho daño a nadie” “¿Por qué me ocurre esto a mí?” “¿Qué he hecho para merecer esto?” Sólo una pequeña minoría conversa sobre estos temas con su médico. Sin embargo, la mayoría lo hace con una enfermera, una asistente social o con parientes o amigos cercanos. La gente es muy perceptiva y es poco probable que los pacientes involucren al personal de salud si sienten que la comunicación a este nivel puede causarles disconfort. Lo “espiritual” abarca la esencia de lo que significa ser humano; incluye aquellas experiencias de la vida humana que trascienden los fenómenos sensibles. Con frecuencia estas experiencias dan origen a reflexiones teológicas, respuestas religiosas y creencias éticas. Muchas de las características de la “casa de los hospicios” (Fig.1) se relacionan con la dimensión espiritual del hombre: aceptación, afirmación, belleza, creatividad. Aquellos que se acercan al final de su vida a menudo tienen necesidad de perdón y de reconciliación; de restablecer “buenas relaciones”. Trabajo en equipo El trabajo en equipo es un componente esencial de la Medicina Paliativa. Trabajo en equipo significa práctica integrada. Sin embargo, sería ingenuo juntar un grupo de personas altamente diversas y esperar que por el solo hecho de llamarlo equipo funcionara como tal. Así como existe la ciencia del manejo de los síntomas y el apoyo psicosocial, así existe también una ciencia del trabajo en equipo. El trabajo en equipo implica coordinación de esfuerzos; facilita la identificación de los recursos disponibles y evita la duplicación estéril. En Medicina Paliativa, el núcleo del equipo generalmente está dado por una enfermera, un médico, una asistente so- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 cial y un clérigo. A pesar de que cada profesión tiene una contribución específica que hacer, inevitablemente existen áreas de sobreposición. Esto es especialmente válido con la enfermería y la medicina. La “difuminación de los roles” es una característica inevitable del trabajo en equipo; también lo es el conflicto y la necesidad de manejarlo en forma constructiva y creativa. Tener una meta común unifica. Pero aunque pueda ser fácil coincidir en el objetivo general de alcanzar la mejor calidad de vida posible para la persona moribunda, el consenso acerca de lo que constituye una buena calidad de vida es más difícil de alcanzar. No obstante, una ventaja del trabajo en equipo es que la situación del paciente puede ser percibida de un modo más global que lo que generalmente ocurre en el caso de profesionales aislados. Cuando el personal de un hospicio funciona bien como equipo, juntando sus habilidades y recursos —cuidando unos de otros, así como también de los pacientes y sus familias— parece existir un sentimiento de rectitud; una especie de alegría y de plenitud que muy raramente se encuentran en los lugares de trabajo hoy en día. Carisma versus rutinización Se ha sugerido que cualquier sociedad alterna entre la rutinización a que la lleva la burocracia y el carisma que irrumpe como un fenómeno recurrente. En este contexto, carisma se refiere a la habilidad de individuos excepcionales de actuar como catalizadores de cambio social; es el reconocimiento del impacto que puede tener la personalidad en la producción de innovaciones radicales en las instituciones y en las creen- cias establecidas. En relación a la evolución de la Medicina Paliativa en el Reino Unido durante los últimos 25 años, Dame Cicely Saunders fue claramente una influencia carismática inicial, que fue replicada subsecuentemente por liderazgos similares en otras localidades: El liderazgo inherentemente carismático e inestable, es lo que no tiene una “maquinaria” organizada a su disposición y cuyo poder no ha sido ganado a través de procedimientos institucionales... Esencialmente creativo e intromisor, promueve una nueva orientación valórica, que choca inevitablemente con la existente.... Según Weber, el liderazgo puede permanecer carismático solamente mientras el número de seguidores es pequeño, es decir, al comienzo de un movimiento exitoso. Cuando se expone a la vida diaria, los movimientos carismáticos se ven confrontados inevitablemente con la necesidad de crear una maquinaria administrativa, con la adquisición de fondos y con el problema de la sucesión, y así comienza el proceso de rutinización. ¿Estará pasando la Medicina Paliativa desde la influencia creativa e innovadora del carisma al cómodo ambiente de la rutinización? Ojalá que no. La mayoría de los programas de Medicina Paliativa aún no han alcanzado la meta de una atención totalmente personalizada. Para que la Medicina Paliativa continúe desarrollándose es necesario mantener una tensión creativa entre el carisma y la rutinización. De otro modo, el movimiento de los hospicios de finales del siglo XX acabará degenerando en un tranquilo monumento que descansa precariamente sobre los laureles marchitos, como ha ocurrido con tantos otros antes que él. 43 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross Tabla 1: Factores que influencian la esperanza en los pacientes terminales Disminución Sentirse devaluado Abandono y aislamiento: “conspiración del silencio” “no hay nada más que hacer” Falta de orientación/ metas Dolor y disconfort no controlados 44 Aumento Sentirse valorado Relaciones significativas: recuerdos humor Metas realistas Alivio del dolor y síntomas Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Tabla 2: Necesidades de los moribundos Dimensión Física Psicológica Seguridad Comprensión Autoestima Necesidad Alivio de los síntomas Sentimiento de seguridad Explicación de los síntomas y la enfermedad: oportunidad para conversar sobre el proceso de morir Participación en la toma de decisiones, particularmente cuando aumenta la dependencia física de otros; oportunidades para dar y recibir Social Aceptación Pertenencia Desprendimiento Espiritual Amor Reconciliación Autovaloración Sentido Actitudes no condenatorias de los profesionales, independientemente de su ánimo, sociabilidad y apariencia Sentirse necesitado y conectado; no ser una carga Oportunidad para despedirse de aquellas personas o cosas de las que se está apegado; amarrar los “cabos sueltos” en materia de familia y negocios; traspasar la responsabilidad a otros Expresiones de afecto; contacto humano, por ejemplo, tacto Oportunidad de sanar las relaciones heridas y de buscar el perdón Conocimiento de que uno es querido y valorado Sentimiento de que la propia vida aún tiene un sentido y orientación 45 Medicina Paliativa: Filosofía y Consideraciones Éticas - R. Twycross Bibliografía Armstrong-Dailey A, Goltzer S Z (eds). Hospice care for children. Oxford: Oxford University Press; 1993. Cousins A. Anatomy of an illness. New York: Norton; 1979. Doyle D, Hanks G W, MacDonald N (eds). Oxford textbook of palliative medicine. 2nd ed. Oxford: Oxford University Press; 1997. Du Boulay S. Saunders: the founder of the modern hospice movement. London: Hodder y Stoughton; 1994. Infeld D L, Gordon A K, Harper B C (eds). Hospice care and cultural diversity. New York: Haworth Press; 1995. James N, Field D. The routinization of hospice: charisma and bureaucratization. Social Science Medicine 1992; 34: 1363–1375. Keown J (ed). Euthanasia examined: ethical, clinical and legal perspectives. Cambridge: Cambridge University Press; 1995. Kübler-Ross E. On death and dying. London: Tavistock Publications; 1970. Lewis M. Tears and smiles: the hospice handbook. London: Michael O’Mara Books; 1989. Mann R D (ed). 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Argentina Tel/Fax +54 (11) 4306 7608 [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 EL FINAL DE LA VIDA: SITUACIONES CLÍNICAS Y CUESTIONAMIENTOS ÉTICOS Gustavo G. De Simone Resumen Resumo Los Cuidados Paliativos surgen como una modalidad de asistencia para personas que padecen enfermedades en etapa avanzada, con el objetivo de responder a sus necesidades biológicas, psicosociales y espirituales y orientar y apoyar a sus familiares. La asistencia en el final de la vida presenta determinadas necesidades y problemas, requiriendo la implementación de conocimientos específicos y la aplicación de recursos apropiados. Tanto los pacientes como sus familiares, y también el equipo profesional y las instituciones, configuran los protagonistas esenciales de situaciones donde el sufrimiento aparece como temática central. Sólo una aproximación amplia al problema, que incluya no sólo la aptitud científica requerida sino también una actitud profundamente humanitaria, permitirá encontrar respuestas a la altura de la dignidad del hombre que sufre, tanto en el aspecto técnico como en los dilemas éticos subyacentes. La referencia a un caso clínico y la reflexión pertinente pretende facilitar la comprensión global de este desafío. PALABRAS CLAVE: Cuidados Paliativos; Proceso salud-enfermedad; Dolor; Comunicación; Futilidad médica; Necesidad médica. Os cuidados paliativos surgiram como modalidade de assistência para pessoas que sofrem enfermidades em fases avançadas, com a finalidade de atender suas necessidades bio-psico-espirituais, assim como orientar e apoiar seus familiares. Os cuidados no final da vida apresentam determinadas características que exigem a implementação de conhecimentos específicos e aplicação de recursos apropriados. Pacientes e seus familiares, bem como instituições e as equipes profissionais, apresentam-se como protagonistas especiais em situações onde o sofrimento é a temática central. Somente uma avaliação ampla do problema, que inclua além da qualificação científica, a necessária postura humanitária, permitirá encontrar respostas que contemplem a dignidade do ser humano que sofre. Fundamental, portanto, considerar os aspectos técnicos, assim como, os dilemas éticos subjacentes. Apresenta-se um caso clínico acompanhado de reflexão ética que visa facilitar a compreensão desse desafio. 49 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone Abstract Résumé Palliative Care emerges as a modality of assistance for terminally ill patients, aiming at responding to their biological, psychosocial and spiritual needs, as well as to train and give support to their families. End-of-life assistance poses specific necessities and problems that require the implementation of specific knowledge and appropriate use of resources. Patients and their families, in addition to home care professional team and agencies constitute the main protagonists of situations where suffering appears as a central issue. Only a comprehensive approach to the problem, including scientific qualification and a deeply humane attitude will permit to find responses in accordance with the suffering being’s dignity. Therefore, it appears as fundamental the consideration of technical aspects and underlying ethical dilemmas. Reference is made to a clinical case and resulting ethical reflections in order to facilitate the global understanding of this challenge. KEY-WORDS: Palliative Care; Healthdisease process; Pain; Communication; Medical futility; Medical necessity. Les soins palliatifs surgissent comme une modalité d’assistance des personnes que subissent des maladies dans un stade avancé, avec l’objectif de répondre à leurs besoins biologiques, psychosociaux et spirituels et d’orientation et soutient à leurs familles. L’assistance des malades en fin de vie explicite des besoins et des problèmes déterminés, en requérant la mise en place des conaissances spécifiques et l’application de ressources appropiés. En tennant la souffrance comme thématique central, autant les patients, les familles, l’équipe professionnel comme les intitutions deviennent des protagonistes essentiels. Seul un approche élargie du problème, ce qu’y inclut une attitude scientifique adéquate et une attitude profondément humaine, nous permettront de trouver des réponses à la hauter de la dignité de l’homme souffrant, tant dans les aspects techniques comme dans les dilemmes éthiques sous-entendus. La référence et la réflexion pertinente d’un cas clinique essaient de faciliter la compréhension globale de ce défi. MOTS CLÉTS: Soins palliatifs; Procès santé-maladie; Douleur; Communication; Futilité médicale; Besoin médicale. 50 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción Los Cuidados Paliativos fueron definidos como “la atención activa y completa de los pacientes cuya enfermedad no responde al tratamiento curativo” (1). Su objeto es facilitar al paciente y a su familia la mejor calidad de vida posible (2). Los principios fundamentales que sustentan esta modalidad son: • Reafirmar la importancia de la vida, considerando a la muerte como un proceso natural; • Establecer una estrategia que no acelere la llegada de la muerte ni tampoco la posponga; • Proporcionar alivio del dolor y de otros síntomas angustiantes; • Integrar los aspectos psicológicos y espirituales del tratamiento del paciente; • Ofrecer un sistema de apoyo para ayudar a los pacientes a llevar una vida lo más activa posible hasta que sobrevenga la muerte; • Extender ese apoyo a la familia, para que pueda afrontar la enfermedad del paciente y sobrellevar el período de duelo. El análisis de estas premisas nos permite deducir que se trata de una Medicina del cuidado antes bien que de la cura. Atenta al confort y calidad de vida de los pacientes en etapa terminal, la paliación recupera una clásica proporcionalidad en el arte de curar —“curar, a veces; aliviar, a menudo; consolar, siempre”— y reactualiza con el movimiento hospice una hospitalidad más antigua que el hospital. Su filosofía se apoya en el control de síntomas y en el sanar como dimensión espiritual del proceso salud-enfermedad (3). Podemos hablar hoy de medicina preventiva, curativa y posventiva. En este último género, al que pertenece la medicina paliativa, se incluyen todos aquellos objetivos terapéuticos orientados a la mejoría de la cali- dad de vida (y de muerte) en pacientes con enfermedades crónicas sin expectativas de curación o restitución ad integrum. La propuesta es el cuidado continuo y la rehabilitación integral (4). En el panorama actual de las disciplinas socio-sanitarias, la medicina paliativa implica el capítulo de la ética en el final de la vida, el problema del buen morir, la muerte digna y la eutanasia. Si bien la actitud paliativa se aleja tanto de la “mistanasia” (abandono del moribundo) como de la “distanasia” (asalto tecnológico de la agonía), puede ella también incurrir en la medicalización de la muerte, vale decir, el tratamiento de ésta como un problema técnico-tanatológico, en vez de un drama íntimo y existencial. En Un mundo feliz se anticipa esa banalización de la muerte mediante el condicionamiento del morir en un Hospital de Moribundos (5). ¿Es ésta la muerte “feliz” o confortable que procura la medicina del deseo? La adopción de un enfoque antropológico y personalizado permite considerar al sufrimiento, al dolor y a la muerte como experiencias vitales dignas de ser vividas. La medicina paliativa implica la adquisición de conocimientos y habilidades técnicas que permiten combatir síntomas múltiples (dolor, náuseas, dificultad respiratoria, insomnio, etc.) así como una técnica de acompañamiento que cuenta a los profesionales como actores principales, sumando una actitud humanitaria a la aptitud científica (6). Este tipo de asistencia no está proporcionado exclusivamente por médicos, sino que también incluye a otros miembros del equipo sanitario —profesionales y voluntarios apropiadamente entrenados— y conformando un equipo de trabajo. El tradicional enfoque naturalista positivo de la enfermedad orgánica no sugiere qué hacer con las personas enfermas en etapa incurable, avanzada y progresiva; su empeño por buscar las causas anátomofisiopatológicas de las afecciones no resuelve los proble51 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone mas concretos de estos individuos enfermos. Teniendo a la mano múltiples recursos técnicos para sostener o reemplazar las funciones vitales, la medicina positiva no sabe sin embargo hasta cuándo deben prolongarse esos artificios ni qué cuidados mínimos deben mantenerse, sea cual fuere el estado patológico del enfermo. Si este modelo positivista está en revisión es porque se ve forzado a reconocer que el arsenal técnico disponible no garantiza el éxito del acto médico. Es aquí donde los pacientes murientes nos sirven otra vez como piedra de toque: el conocimiento experto sobre una determinada entidad nosológica no alcanza para comprender a la totalidad de la persona que enferma, sufre y muere. Las enfermedades terminales nos mueven hoy a la reflexión, porque las controversias desatadas respecto de qué tratamientos corresponde implementar para combatirlas no se han resuelto todavía. Las últimas décadas han sido pródigas en propuestas —alejadas de la más pura tradición hipocrática— que pretenden justificar el cese de cuidados y aun alentar abiertamente la eliminación sistemática de personas moribundas. En contraposición con ellos y acicateados por planteos extremos, un número creciente de estudiosos ha reformulado en clave bioética la antigua ética del cuidado y del acompañamiento al muriente (7). Este movimiento se manifiesta a favor de una evaluación moral de las técnicas en uso, y puede ser interpretado como cambio fundamental en la actitud general frente a las ciencias y como un componente normativo de la decisión política. Compartimos este camino de búsqueda de mejores aplicaciones para los progresos técnicos en beneficio de toda la sociedad, tomando en consideración aspectos no meramente instrumentales y económicos, sino también sociales, culturales y filosóficos. Cuidados paliativos: la escena Para identificar a las diferentes personas involucradas en la situación del cuidado en el 52 final de la vida, proponemos simplemente una visita a cualquier hospital o centro asistencial, escenario donde tradicionalmente se desarrolla la acción médica. Sin embargo, estas escenas no se contraponen con la existencia real de muchas otras situaciones de agonía que ocurren fuera del ámbito sanitario institucional (en los hogares, en las calles...) donde viven (y mueren) personas en condiciones muy variadas de asistencia, las más de las veces carentes de cuidados mínimos de confort. 1. El paciente El mundo en que se mueven los “sanos” no es el mismo que internamente experimentan los pacientes en situaciones críticas. A ellos la muerte se les aparece amenazante y ante su inminencia, diversos temores comienzan a aflorar. Esos miedos a veces son negados intelectualmente pero de todas formas representan un papel activo que debe ser identificado y comprendido por el equipo tratante. La negación que temporariamente suelen ejercer los pacientes no debe inducir una negación similar al equipo tratante, pues muchas veces los pacientes no solicitan información sobre su estado y esto no significa despreocupación sino un temor por lo que se les pueda llegar a decir. En otros casos, el miedo es aceptado, convirtiéndose en angustia, tristeza o depresión. Los moribundos se enfrentan con un proceso concreto de deterioro físico y psíquico que los pone en condición real de morir; mientras que nosotros sabemos de la muerte en tercera persona, por el solo hecho de haber visto morir a los demás. Ellos se avienen a lo desconocido, sin certeza de lo que sucederá después. Esta aprensión se conjuga con un temor al sufrimiento, que con frecuencia involucra la pérdida de la imagen corporal (8). Tales miedos gozan de cierta generalidad y se entrelazan con las características específicas de cada persona en particular: en resumen, se presentan siempre asociados a una persona concreta, en sus condiciones sociales, religiosas, culturales, etc. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Los pacientes —en forma más o menos manifiesta— demuestran miedo ante el apagamiento de su personalidad, detestan ser una carga para los demás, se muestran recelosos con una medicación que suponen los tornará dependientes, sufren por no poder completar una tarea, temen por el futuro de su familia y por el funcionamiento de su hogar cuando ellos ya no estén. Ayudarlos a verbalizar esas molestias, inducirlos al diálogo, disipar sus aprensiones frente a los métodos terapéuticos que se implementan y, ante todo, compartir sus sensaciones, es la manera en que el equipo tratante colabora con ellos para facilitarles una aceptación y adaptación apropiada. El dolor es también un ingrediente del mundo humano. A través de él el hombre se interroga sobre el sentido de su existencia y sobre el paso del tiempo, buscando con desesperación un orden en el universo y aquella fórmula que rige sus transformaciones. Pero es el muriente el que establece en forma muy especial su relación con el mundo de modo doloroso, rechazando uno a uno los cambios externos a que se encuentra sometido porque los interpreta como una amenaza a su integridad. Se conjuga el dolor de causa orgánica y corporal, con el sufrimiento psíquico y social. Y éstos son apenas una parte de la crisis de sentido que se abate sobre él, comprometiendo su existencia como un todo. A esta noción de dolor y sufrimiento, Saunders C. le otorga el nombre de dolor total, y son muchos los especialistas en medicina paliativa que recogen tal concepto (8-9). Hasta hace pocos años, los médicos no contaban con normativas claras que tipificaran la escalera analgésica que correspondía aplicar con los murientes. Era tradición medicar lo menos posible porque se reconocía de antemano la inutilidad final de ese esfuerzo. Frecuentemente se recurría a la sedación del paciente para acallar su dolor, obnubilando la conciencia de un enfermo que ya se tornaba molesto hasta para su propia familia. Estas confusiones demoraron el advenimiento de una de las líneas de acción privilegiadas en el campo de los cuidados terminales: el control de los síntomas. Con este nombre se denomina a un conjunto de estrategias que permite el alivio del dolor en más del ochenta por ciento de los enfermos, tanto como el control adecuado de otros síntomas discapacitantes. La estrategia global para el control de los síntomas abarca, genéricamente, una secuencia de etapas: evaluación de las causas y las características de cada síntoma, explicación simple tanto al paciente como a sus familiares, implementación de métodos terapéuticos farmacológicos y no farmacológicos, monitoreo de la prescripción. Estas recomendaciones generales no deben descuidar la atención a los detalles que faciliten el alivio sintomático para cada enfermo en particular (10). La educación en temas de alivio del dolor y control de síntomas debe realizarse tanto a nivel del público en general, como de los pacientes y sus familiares. En el ámbito profesional, esta educación es crucial tanto en el pregrado como a nivel de la atención primaria y la educación de los diferentes especialistas y expertos (11). “La calidad de vida y el confort en el final de la vida pueden ser considerablemente mejorados con la implementación de una cantidad relativamente pequeña de recursos: sólo se requiere la voluntad de lograrlo” (12). La comunicación con la persona enferma en etapa incurable es uno de los problemas cotidianos que aparecen para quienes lo acompañan, incluyendo a los familiares, amigos, vecinos... y a los profesionales tratantes. Si en una época se polarizó el cuestionamiento entre informar o no informar la verdad sobre la gravedad de la situación, hoy es posible acceder a la experiencia acumulada y los conocimientos adquiridos para fundamentar posturas y argumentar racionalmente. En primer lugar, la mayoría de los enfermos murientes (y en especial los cancerosos y sidosos) ya conocen o al menos presienten su diagnóstico y su pronóstico (13-14). También sabemos 53 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone hoy que el prejuicio sobre la aparición de depresión severa o intentos suicidas en quienes son informados sobre su situación carece de sustento, mientras que la llamada “conspiración de silencio” que se traduce con frecuencia en un pacto para no informar al paciente, sellado entre el profesional y la familia sin el consentimiento de aquel, trae más problemas que beneficios (15-16). Consideramos que el problema real no reside en informar o dejar de informar el diagnóstico a los pacientes que corren un riesgo de muerte cercana, sino en quién debe comunicar la noticia, de qué manera y en qué momento. Más que un dilema ético, el problema cotidiano suele ser técnico: referido a la habilidad para comunicar (17-18). La comunicación debe girar alrededor de la voluntad del paciente, y toda información ser orientada a satisfacer una demanda de acuerdo con los intereses propios del afectado. Exceder ese límite es tan nocivo como no considerarlo en absoluto y contentarse con dar explicaciones detalladas sólo cuando una intervención mutilante debe ser justificada, o cuando se teme una acción legal. Si se quiere conocer qué es lo que el paciente en verdad desea saber, no hay más remedio que escucharlo con atención, renunciando a toda otra actividad que no sea observar, recibir sus preocupaciones, intercalar alguna pregunta con el objeto de manifestarle interés. Estas entrevistas semidirigidas son un aprendizaje de la escucha y demostrarán su utilidad en el momento de ir comunicando pérdidas parciales, de repetir una y otra vez informaciones difíciles de asimilar, de brindar sin subterfugios un diagnóstico claro y sencillo, siempre que el paciente lo requiera. En forma verbal o gestual, paciente, familiar y profesional irán compartiendo niveles de información en un proceso gradual y progresivo, que por momentos requiere la explicación verbal y en otros debe privilegiar el silencio, la mirada o el apretón de manos (19-20). La persona gravemente enferma presenta habitualmente emociones y conductas que 54 suelen sorprender (y a veces molestar) a sus familiares, amigos y también al equipo tratante. La importancia que atribuía al desempeño de su papel en el mundo se troca en confusión; aparece enojado ante los demás; sus silencios prolongados son interpretados como hirientes... Podrá incluso desafiar al poder médico faltando a las consultas, alterando horarios establecidos para tomar la medicación, difiriendo el inicio de tratamientos o comportándose agresivamente con el solo objeto de preservar su autoimagen. El comportamiento de los enfermos con pronóstico de muerte no es homogéneo: cada persona imprime un sello personal a su dolencia. Algunos comparten cierta visión filosófica, otros profesan una religión, los demás mantienen una determinada conducta frente a la existencia. También están quienes se rebelan contra su destino y no claudican en ningún momento, mientras otros se abandonan en brazos de la muerte sin presentar batalla. Tal diversidad no impide que, encontrándose en situación de morir, experimenten un sentimiento de pérdida irreparable. Se desencadena entonces un repertorio de reacciones o de procesos psíquicos que diferentes investigadores analizaron y tipificaron (21-22). Los profesionales de la salud debemos identificar y comprender estas reacciones y facilitar, para cada persona, una mejor adaptación psíquica y social. Responder al enojo con enojo, juzgar peyorativamente un comportamiento determinado, alentar expectativas irrealistas, son ejemplos cotidianos de iatrogenia en la asistencia de pacientes con enfermedad terminal. 2. Los familiares La enfermedad terminal afecta no sólo al individuo enfermo sino también a los miembros de su familia. La proximidad de las relaciones afectivas hace que la aparición o la presencia de una enfermedad crónica la trastorne indefectiblemente. Por otra parte, el enfermo Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 suele sufrir tanto por la situación de sus familiares como por su propia enfermedad. La familia se constituye como un sistema de relaciones interpersonales que forma una unidad de funcionamiento, de modo tal que cualquier modificación que se introduce en una de sus partes repercute en todas las restantes (23). Una estrategia apropiada para brindar cuidados paliativos considera las vivencias del enfermo y abarca al grupo familiar, identificando sus necesidades, problemas y recursos, buscando el consenso. Suele aparecer una sutil ambivalencia en la relación entre los profesionales y la familia del paciente, más marcada cuando el mismo está hospitalizado. Bajo los pretextos de la eficiencia y del reglamento se cierra el paso a la participación activa de los allegados: zonas reservadas, horarios estrictos, falta de privacidad, comodidad insuficiente, comunicación escueta en los pasillos... Pero enojo y reproches cuando un familiar no está presente en el momento mismo en que el profesional desea entregarle una receta. La familia que atraviesa un trance de esta naturaleza no se conforma con el “déjelo en nuestras manos”. Ni aun sabiendo que se hará “todo lo posible” se resignarán a asumir un papel secundario en una obra que los reclama como actores protagónicos. Y en verdad les pertenece ese derecho a estar acompañando al que muere. Diversos estudios han demostrado una tasa de morbimortalidad más alta entre los cónyuges y familiares directos que no se ocuparon ellos mismos de la atención de su pariente (24). La disputa entre la familia y el equipo tratante sobre la tenencia del enfermo no perjudica exclusivamente a ambas partes sino principalmente al enfermo. Es cierto que no puede subordinarse el interés del paciente al de sus familiares, pero tampoco el interés de los profesionales ni el de la medicina debe anteponérsele. Una lucha por el poder entre estos estratos colabora a deteriorar el bienestar y obliga a un replanteo honesto de objetivos y estrategias. La colaboración recíproca entre el equipo y la familia elimina situaciones tensas, competencias y pequeñas deslealtades. Al mismo tiempo proporciona un canal de comunicación fluido y un mejor conocimiento de cada familiar, elementos de suma utilidad para adaptar el caudal de información y anticipar crisis. Si el hospital clásico se muestra aún hoy ciego ante la estructura, dinámica y patología familiar es porque el modelo operativo consagrado resulta reduccionista. Los cuidados paliativos incorporan a la familia como unidad mínima de tratamiento, extendiendo la atención al período de duelo. Una medicina de tercer grado o posventiva, destinada a rehabilitar las relaciones interpersonales una vez que el daño ya se ha producido, aparece como un desafío a los programas sociosanitarios (25). 3. El equipo de salud La escena de la asistencia en el final de la vida se completa cuando médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud nos confrontamos con los pacientes murientes y sus familias. A partir de ese momento vemos sucederse análisis y estudios sin medida, demoras en la toma de decisiones, cambios frenéticos de un especialista a otro, depresiones y euforias injustificadas. Solemos movernos entre el activismo terapéutico y el abandono, entre la desprotección institucional y la angustia existencial. Institucionalmente se tiende a sostener que los pacientes con enfermedad en estadio terminal están excluidos de todo cuidado, y esta premisa lleva a la implementación de estrategias que no responden a las necesidades concretas que presentan los pacientes. Todas estas actitudes son síntomas que indican la detención de un proceso de crecimiento interno. Las dificultades principales han sido reducidas por algunos autores a tres grupos básicos (26). El primero reúne a aquellas que hacen difícil asumir la muerte propia como fenómeno inherente a la vida; el segundo a la 55 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone ausencia de entrenamiento de los profesionales, teórico y práctico, para ayudar a morir; y el tercero, a la falta de experiencia personal respecto de la muerte. A estas dificultades debemos añadir las propias del trabajo en equipo, área ésta tan carenciada en los programas de formación de los profesionales. El control de los síntomas y el acompañamiento a los pacientes y sus familias se implementan eficientemente cuando enfermeras, médicos, trabajadores sociales y psicoterapeutas asumen responsablemente esas dificultades y transitan juntos el camino hacia la superación. Con ellos se integran otros miembros con funciones complementarias (ministros de fe, nutricionistas, terapistas físicos, voluntarios, etc.). El camino de integración reconoce la necesidad simultánea de proveer el cuidado al otro y necesitar a su vez ser cuidado, en un proceso dinámico que adquiere características peculiares para cada equipo. El desarrollo de los cuidados paliativos surge en el mundo como un intento por modificar creativa y eficientemente la actitud y la habilidad de quienes trabajan con personas murientes, aunque muchos aspectos del tratamiento paliativo son aplicables también en las fases más tempranas de la enfermedad. Su inclusión en los sistemas de salud implica un desafío para toda la sociedad, comenzando por las mismas instituciones. Sus objetivos quedarían distorsionados si se pretendiera “medicalizar la muerte”, reduciendo la aproximación a la persona muriente a un conjunto de recomendaciones elaboradas por especialistas. Tal como surge de las conclusiones del informe del Proyecto Demostrativo de Cuidados Paliativos de la Organización Mundial de la Salud en la región de Cataluña, podemos afirmar que “la implementación de Cuidados Paliativos agrega valores importantes al sistema de salud, tales como la actitud hacia el cuidado integral, la promoción de la autonomía y dignidad de la persona enferma, la reintroducción de la familia, los equipos interdisciplinarios, 56 el sistema distrital de asistencia y la satisfacción de los pacientes y sus familiares. Su existencia no es sólo un buen indicador de la eficiencia del sistema de salud sino también de la dignidad de la sociedad”. “Doctor: No quiero vivir más” (El caso de la paciente Alicia) Alicia tiene 34 años, grandes ojos color café y cabello oscuro. Es una hermosa mujer a pesar de las consecuencias de su enfermedad. Hace un año se le diagnosticó un carcinoma de cuello uterino, en estadio localmente avanzado. Recibió radioterapia y quimioterapia en dosis completas y posteriormente fue operada. Todos estos tratamientos no lograron erradicar su enfermedad. Alicia vive con su esposo, Héctor, y sus cuatro hijos en el gran Buenos Aires, en una modesta y linda casa de material. Los varones, de 7 y 10 años, las niñas, de 9 y 4 años. Tiene otro hijo de una relación anterior, Luis, de 16 años, que también vive con ella, aunque pasa gran parte del tiempo con sus primos, hijos de la única hermana de Alicia. Dos de los primos son drogadictos, con conducta social muy agresiva. En el último mes el deterioro físico de Alicia ha sido notorio. Sólo se levanta de la cama un rato durante el día, no sale ya de la casa. Con mucha dificultad intenta atender a sus hijos: la limpieza y la comida para los niños le resultan tareas casi imposibles de realizar. Su esposo comparte con ella muy poco tiempo, ya que está fuera de la casa prácticamente todo el día. Desde hace cuatro días Alicia viene soportando un dolor intensísimo, no puede dormir. Además tiene vómitos y no orinó en las últimas 24 horas. Norma, la hermana de Alicia, la convence para ir al hospital. En la Guardia del Hospital se comprueba que presenta una obstrucción de sus vías urinarias, por lo cual un médico propone una nueva intervención quirúrgica para intentar Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 extirpar parte de la enfermedad. Otro especialista opina que esa cirugía es un exceso —dado lo avanzado de su tumor— y aconseja el intento de colocación de un catéter de derivación urinaria para impedir que la obstrucción actual la lleve en horas o días a la muerte producida por insuficiencia renal. Alicia no acepta ningún tratamiento. No habla con los médicos, excepto para decirle a uno de ellos: “Doctor, no quiero vivir más...” Un médico de la Guardia le dice a la hermana de Alicia: “Es mejor que la lleven a la casa, no podemos hacer nada”. El escenario donde transcurrió esta historia real se tiñó no sólo con la dramática situación de la joven mujer en el final de su vida, sino también con la angustiante vivencia de sus familiares (los presentes y los ausentes) y con las diferentes argumentaciones y propuestas de los profesionales inicialmente intervinientes. Se escucharon reclamos y opiniones muy diversos, sustentando conocimientos científicos y procedimientos técnicos tanto como cuestionamientos éticos y legales: “Debiéramos llevarla a quirófano ya, hay una vida humana en juego”. “Debemos convencer al marido: mándenlo a llamar”. “Si muere en quirófano, al menos lo intentamos”. “No podemos tenerla en casa: piense Ud. que hay niños”. “¿Para qué la traen al hospital si después no acepta la indicación del médico?”. “Es inútil cualquier intento, permitamos que muera en paz...”. “La eutanasia es ilegal. No nos pueden pedir eso”. “¿No es conveniente solicitar la intervención de un juez?”. “Debiéramos consultar al Comité de Ética”. La enfermera se acerca a Alicia y se sienta a su lado, junto a la cama ubicada en un extremo de la sala de Guardia. Mira a Alicia a los ojos, y le toma la mano. Los médicos estaban deliberando en la oficina; Norma había salido en busca de un teléfono público para llamar a Héctor a su trabajo. - “Alicia: yo soy Marta, la enfermera del equipo de Cuidados Paliativos. Sé que estás con mucho dolor, quizás aceptes que te ayudemos para aliviarlo...” Las primeras palabras de Marta hacia Alicia, precedidas por el lenguaje gestual, le permitieron a la paciente, por primera vez desde mucho tiempo, sentirse comprendida. - “No quiero ya más operaciones, no puedo más”. Alicia cambia su mirada y sus ojos están brillosos. - “Nadie va a hacer nada con tu cuerpo mientras te opongas. Me dices que no puedes más...” - “Estoy sufriendo mucho. El dolor es tremendo... Vomito todos los remedios que me habían dado. Ya no puedo hacer nada... Hay tantos problemas...” - “Alicia: estás con mucho dolor y no duermes desde varias noches. Tienes vómitos, estás cansada, sientes que los problemas son demasiados para tus fuerzas. Podemos ayudarte a controlar tu dolor y tus vómitos. Si lo aceptas, podemos también conversar con tu familia...” Alicia aceptó ser evaluada por el médico del Equipo de Cuidados Paliativos, quien conjuntamente con la enfermera Marta sopesaron esta situación clínica de “dolor desbordante”. En consenso con los otros profesionales y el Comité de Ética, se estimó como necesidad prioritaria el alivio del dolor, propiciando además la comunicación con el marido de Alicia. Se administró una dosis de 10 mg de morfina y 2,5 mg de haloperidol por vía subcutánea, para el control del dolor y de la emesis secundaria al estado urémico, respectivamente. Alicia descansó más de cuatro horas. Cuando se despertó, aliviada, se dirigió a la enfermera y, entre otros temas, le preguntó: “¿De qué se trata esa propuesta de un catéter para orinar?” 57 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone Alicia aceptó la posibilidad de una derivación ureteral, que pudo realizarse ese mismo día exitosamente. Con los síntomas adecuadamente controlados y el consentimiento de Héctor y Norma, regresó a su hogar dos días después. El trabajo coordinado de diferentes miembros del equipo (trabajador social, enfermera, médico, ministro de fe...) permitió facilitar una comunicación más abierta entre la paciente, los familiares y los profesionales. La preocupación prioritaria de Alicia era el cuidado de los hijos, especialmente Luis. Pudieron organizar un mejor sistema de cuidados, adaptando las posibilidades y los recursos psicosociales. El equipo continuó asistiendo a Alicia en su domicilio hasta su muerte, acaecida dos meses después, por obstrucción intestinal. En los últimos días, Alicia y su familia decidieron permanecer en el hogar. Los síntomas estaban controlados, pese al progresivo deterioro en sus fuerzas físicas. Los niños encontraron la posibilidad de manifestarse en sus sentimientos y fantasías, y Héctor pudo —con la ayuda de todos— enfrentar la situación asumiendo sus responsabilidades de esposo y padre de familia. En encuentros posteriores con Héctor y los niños no aparecieron signos de alarma durante la etapa inicial del duelo. Se facilitó orientación especializada para el tratamiento de los adolescentes con conducta adictiva, a través de un centro comunitario de salud distrital. Algunas reflexiones éticas La Bioética está orientada a resolver con rectitud y mediante el entendimiento los problemas morales de toda demanda por necesidad en el cuidado de la vida (27). Este objetivo implica reconocer que la ética de los cuidados paliativos es aquélla de las ciencias médicas en general, aunque es preciso identificar cuáles son las necesidades específicas que surgen en el contexto del final de la vida. 58 Es aquí donde aparece una dualidad: la preservación de la vida y el alivio del sufrimiento. En el final de la vida, el alivio del sufrimiento tiene aún más importancia, en la medida que la preservación de la vida se torna progresivamente imposible, irreal. Es por ello que una estrategia terapéutica apropiada para un enfermo agudo, potencialmente recuperable, puede ser inapropiada en la etapa terminal (28). La identificación de una demanda por necesidad significa la existencia de una argumentación verdadera que pide ser satisfecha de un modo inequívoco. La bioética se ocupa de los pedidos de satisfacción de todo aquello que impide a alguien ser libre de juzgar preferencias y ejercer la voluntad para convertirse en responsable. Es menester diferenciar este criterio de necesidad de aquél que se fundamenta en el deseo: mientras la necesidad busca el bienestar en la realidad y se satisface cuando alcanza un objetivo realista y limitado, el deseo busca el bien absoluto en fantasías inconscientes, no tiene objeto real de satisfacción ni límites a su demanda (29). La insatisfacción justificable de la necesidad conduce a la persistencia de la demanda ética o al conflicto, mientras que la insatisfacción del deseo y su conflicto inconsciente no son materia de la ética sino de la cura psicológica. De esta forma, será infructuoso pretender una normativa ética para la resolución de aquellos conflictos psíquicos, así como será deshumanizante la desatención de las emociones y manifestaciones psíquicas de los pacientes, sus familiares y los profesionales de la salud, que requieren un abordaje apropiado en el contexto psicológico. Los cuatro principios éticos cardinales de Beauchamp y Childress deben ser aplicados sobre un criterio de fondo de respeto por la vida, pero también de aceptación de la inevitabilidad última de la muerte. En el proceso de toma de decisiones en el final de la vida se involucran tres dicotomías que deben ser consideradas en una forma balanceada (30): Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 • Los beneficios potenciales del tratamiento deben ser balanceados contra los riesgos potenciales. • La decisión de preservar la vida debe confrontarse, cuando ello se vuelve biológicamente fútil, con la provisión de confort en el proceso de morir. • Las necesidades del individuo deben balancearse con aquéllas de la sociedad. Deben hacerse todos los esfuerzos para fortalecer la autonomía del paciente y de la familia, a través de su participación en el proceso de toma de decisiones respecto a las terapéuticas planteadas. La explicación honesta y simple de los tratamientos permitirá a los pacientes expresar un consentimiento informado o su rechazo informado, facilitándoles una sensación realista y continua de estar respaldados, proveyéndoles consejos apropiados y ayuda práctica. La solicitud de consentimiento o rechazo informado presupone una comunicación veraz y confidencial, y se sustenta en tres requisitos fundamentales: la competencia plena del paciente, la información veraz sobre el tratamiento, y la libertad de decisión (31). En el marco del sufrimiento en el final de la vida, es una prioridad fortalecer la libertad de decisión a través de la resolución de aquellas necesidades básicas que, estando insatisfechas, se convierten en coacción y fuente de conflicto: el alivio del dolor y los síntomas físicos que lo acompañan es una realidad frecuente que aún no recibe respuestas eficientes. La soledad, la incertidumbre, el desasosiego suelen ser parte de esta escena huérfana de alivio. La angustiante experiencia de un paciente que solicita su muerte, o aun que comete suicidio, está habitualmente relacionada con la presencia de dolor y/o depresión psíquica no controlados. La provisión de cuidados paliativos es la respuesta apropiada de la sociedad a las preocupaciones de la gente sobre el cuidado y confort en el final de la vida, fortaleciendo la autonomía de los enfermos (32). Los profesionales de la salud, especialmente los médicos, debemos comprender el significado de “éxito terapéutico”. Se trata de alcanzar un beneficio terapéutico para el paciente considerado como un todo, y no simplemente de proveer un efecto sobre alguna parte del cuerpo. En definitiva, no se limita a una pregunta sobre “tratar o no tratar”, sino sobre cuál es el tratamiento más apropiado para indicar a un paciente, basándose en su pronóstico biológico, los objetivos y efectos adversos, y las circunstancias personales y sociales del enfermo (33). La corrección de la cifra plasmática de bilirrubina, el nivel sérico de hemoglobina o de la presión arterial de oxígeno son efectos que adquieren su justificación solamente en el contexto del beneficio concreto que signifique su corrección para los intereses del paciente. Está éticamente justificado discontinuar el uso de técnicas para prolongar la vida cuando su aplicación significa una carga o sufrimiento para el paciente, desproporcionado al beneficio esperado. La vida no es un bien absoluto: no existe una obligación de emplear tratamientos cuando su uso puede ser descripto mejor como una prolongación de la agonía. Llega un momento, en tiempo distinto para cada paciente, cuando los esfuerzos basados en la tecnología pueden interferir con los valores personales más importantes (34). El uso de sonda nasogástrica, infusiones endovenosas, antibióticos y otras intervenciones como quimioterapia, cirugía y alimentación asistida o respiración artificial son medidas de soporte para pacientes potencialmente recuperables. El uso de estas medidas en quienes no tienen expectativas de recuperación o están cercanos a su muerte es generalmente inapropiado (34). No existe obligación de prescribir tratamientos fútiles, entendidos como aquellos los que no tienen expectativa de proveer un beneficio terapéutico (35). El concepto de futilidad médica debe comprenderse como un criterio cualitativo, en cuanto a su impacto sobre la resolución de las necesidades fundamentales de los pacientes (calidad de vida). 59 El Final de la Vida: Situaciones Clínicas y Cuestionamientos Éticos - G. de Simone En la mayoría de los países latinoamericanos es todavía más frecuente que se ofrezca a los pacientes tratamientos con intención curativa (o para controlar la enfermedad) que cuidados paliativos. Aquellas terapias se justifican: • Cuando la curación es médicamente posible. • Cuando existe probabilidad demostrada de prolongar la vida significativamente. • En el contexto de investigación clínica con nuevos métodos potencialmente efectivos, con el marco académico, ético y legal de la investigación. El concepto de futilidad médica se confronta con el de necesidad médica: todo aquello que la medicina puede hacer para responder a lo que las personas reclaman como necesario. Este cuidado mínimo necesario abarca las acciones que han demostrado proveer beneficio significativo sobre la salud. La provisión de cuidados paliativos ha dejado en claro su pertenencia a este conjunto de medidas (36). La implementación de terapéuticas paliativas para el control de los síntomas puede, en ocasiones, acelerar la muerte. Un tratamiento paliativo con efectos adversos significativos es ética y legalmente aceptable si el objetivo es hacer el bien, aliviando el sufrimiento (37). Esta consideración ética de rectitud moral, conocida como principio del segundo efecto, presupone la validez científica y pericia técnica en la implementación del tratamiento: no puede justificarse moralmente la sedación de un paciente a través de un “cocktel” de múltiples fármacos o en dosis 60 excesivas, puesto que se trata de un acto de impericia médica. Del mismo modo que la corrección de la hipoglicemia en un paciente diabético implica una correcta intervención diagnóstica, fisiopatológica y terapéutica, el control de síntomas en enfermos en etapa terminal responde a criterios científicos establecidos y orientados en la búsqueda del bien. Expertos convocados por el Centro Colaborador en Oxford de la Organización Mundial de la Salud publicaron una recomendación general, con conceptos avalados por diferentes sociedades científicas, entidades sociales y credos religiosos (incluyendo el catecismo de la Iglesia Católica): “Los cuidados paliativos son la opción recomendada cuando la enfermedad del paciente es incurable y los tratamientos agresivos para prolongar la vida pueden producir morbilidad exagerada o alto costo personal, con escaso beneficio significativo. Esta recomendación se basa no sólo en elementos científicos y morales del cuidado del enfermo, sino también en una ética social relacionada con el principio de justicia” (38). Para afianzar decisiones más apropiadas en el cuidado en el final de la vida, será necesario que mejoremos el diálogo entre quienes desarrollan normativas éticas y quienes trabajamos al lado de la cama del enfermo, que alentemos la discusión interdisciplinaria de temas éticos, que atendamos tanto a los aspectos psicológicos como a la bioética en la toma de decisiones, que discutamos y difundamos lineamientos-guía, y, finalmente, que tengamos la voluntad de avanzar desde esos lineamientos hacia los cambios en las prácticas y políticas de salud. Es un desafío que involucra a toda nuestra sociedad en el inicio del tercer milenio. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Referencias 1. European Association for Palliative Care. Newsletter 1989; 1. 2. Organización Mundial de la Salud. Alivio del dolor y tratamiento paliativo en cáncer. Informe de un Comité de Expertos. Ginebra: OMS; 1990. (Serie de Informes Técnicos 804). 3. Mainetti JA. Bioética ilustre. La Plata: Editorial Quirón; 1994. 4. 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Director del Módulo de Medicina Paliativa de la I Cátedra de Clínica Médica de la Universidad Nacional de Rosario Coordinador del área de Cuidados Paliativos del SID (Servicio de Internación Domiciliaria) Coordinador del área Cuidados Paliativos y tratamiento del dolor del sanatorio Británico de Rosario. Correspondencia : Dr. Hugo Antonio Fornells. Avenida de la Libertad 370, 6º. (2000) Rosario -Argentina. E-mail: [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 CUIDADOS PALIATIVOS EN EL DOMICILIO Hugo Antonio Fornells Resumen Resumo La atención domiciliaria en el área de los Cuidados Paliativos requiere una coordinación entre el sistema de salud regional, las instituciones de internación hospitalaria y el equipo de trabajo domiciliario. Existen requisitos indispensables para que el paciente pueda permanecer en su casa, cumpliendo un rol principal la familia y el entorno social. No sólo se benefician el paciente y su familia sino también el sistema de salud, ya que se evitarán internaciones hospitalarias largas y de alto costo en hospitales que están más preparados para curar que para cuidar a sus pacientes. Hemos demostrado un apropiado control de síntomas de la persona enferma y logrado una alta conformidad de la familia cuando se realizan los cuidados paliativos a través de un sistema organizado. Se describen factores que contribuyen a un incorrecto cuidado domiciliario: inapropiada transición hospital-domicilio; insuficiente alivio del dolor y otros síntomas; mala comunicación e inadecuado soporte familiar. Los principios de la ética: beneficencia, no maleficencia, autonomía, justicia y equidad, algunas veces más teóricos que prácticos en la medicina moderna, se evidencian en los cuidados paliativos domiciliarios. La tarea no es simple, y se propone un cambio de política sanitaria y una actitud diferente de los profesionales de la salud, aceptando la incurabilidad de algunas enfermedades y las necesidades del enfermo terminal. PALABRAS - CLAVE: Atención domiciliaria - Cuidados paliativos - Trabajo en equipo - Enfermo terminal. A atenção domiciliar referente à Cuidados Paliativos requer coordenação entre o sistema regional de saúde, o sistema de internação hospitalar e a equipe de atendimento domiciliar propriamente dita. Existem pré-requisitos familiares e sociais indispensáveis para que o paciente possa permanecer em sua residência. São beneficiários desses programas: o paciente e sua família e, especialmente, o sistema de saúde, pois reduzem-se internações com seus elevados custos hospitalares, já que essas instituições estão mais preparadas para curar enfermidades do que, propriamente, cuidar das pessoas doentes. Tem-se demonstrado que os serviços de cuidados paliativos eficientes proporcionam controle dos sintomas dos pacientes e oferecem conforto aos familiares dos mesmos. Descrevem-se, também, os fatores que contribuem para uma inadequada assistência domiciliar: transferência inapropriada do hospital para a residência; insuficiente alívio da dor e outros padecimentos do enfermo; relacionamento equipe de saúde-enfermofamília insatisfatório; inadequado suporte familiar. Os cuidados paliativos domiciliares permitem tornar práticos os, com frequência, teóricos princípios da beneficência, nãomaleficência, autonomia, justiça e equidade. A tarefa não é simples. O que se pretende é uma mudança na política sanitária, assim como, uma nova percepção pelos profissionais de saúde das reais necessidades do paciente terminal e da incurabilidade de muitas enfermidades. 65 Cuidados Paliativos en el Domicilio - H. Fornells Abstract Résumé Domiciliary assistance in the context of Palliative Care demands a coordinated action between the regional health system, hospitalizing institutions and home care team. Basic requisites must be complied with when considering the patient’s staying at home, playing a major role in this setting, the family and the social environment. Not only the patient and his/her family are benefited, but also the health system, since high-cost and lengthy hospitalizations —in health institutions best prepared to cure than to take care of patients— are reduced. It has been proved that well-organized and efficient palliative care provides an adequate control of symptoms in terminally ill patients and comfort to their families. Some factors implying an unsatisfactory home health care are described: inappropriate home-hospital transition; insufficient pain and other symptoms relief; poor communication and inadequate family support. Home palliative care turns into practical the frequently theoretical ethical principles of beneficence, non-maleficence, autonomy, justice and equity. The task is by no means simple . Changes in health care policies are proposed and a new attitude and perception on the part of health care professionals is encouraged in terms of recognizing and accepting terminally ill patients’ real needs and the incurability of certain diseases. KEY-WORDS: Home health-care; Palliative Care; Teamwork; Terminally ill. L’attention à domicile dans le domaine des soins palliatifs precise d’une coordination entre le système de santé regionale, les institutions hospitaliers et l’équipe de travail domiciliare. Il existe des conditions pour que le patient puisse rester à la maison, en accomplissant la famille et l’entourage un rôle très important. Ce type d’attention ne bénéfice pas seulement la famille et le patient, mais aussi le système de santé puisqu’on évitera des séjours hospitaliers long et chèrs, dans des institutions plus préparés à guérir qu’à soigner leurs malades. Nous avons montré que quand les soins palliatifs se développent à travers d’un système organisé, d’un control adéquat de symtômes du malade on atteint une haute conformité de la famille. On identifie des facteurs que contribuent à des soins palliatifs inadéquats: transition hospitalière inapropiée; soulagement insuffisant de la souffrance et d’autres symtômes; mauvaise communication et soutien inadéquat de la famille. Les principes de l’ éthique: bienfaisance, non malfaisance, autonomie, justice et équité, parfois plus théoriques que pratiques dans la médicine moderne, deviennent évidents dans les soins palliatifs à domicile. La tâche n’est pas facile et on propose un changement de la politique de santé et une attitude différente des professionels de la santé, en acceptant l’incurabilité de quelques maladies et les besoins du malade terminal. MOTS CLÉS: Attention à domicile; Soins palliatifs; Travail en équipe; Malade terminal. 66 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción Conjugar los cuidados paliativos con la atención domiciliaria es una tarea que requiere vocación de servicio, organización del sistema de salud, y conocimientos científicos adecuados y actualizados. Los principios de la ética deberían aplicarse siempre —y más que nunca— en la atención clínica de personas que cursan el estadio terminal de una enfermedad y cuya expectativa de vida es relativamente corta. Es en esos momentos cuando el paciente y su familia transitan por situaciones que afectan profundamente los aspectos psicológicos y emocionales. Tal vez sea ésta la primera vez que se enfrentan a una situación de muerte, y si bien la muerte es algo natural y estadísticamente la cosa más normal del mundo, cuando ésta se introduce en nuestras vidas, uno no la puede aceptar como un simple hecho biológico. En general, por más que logremos admitirla, puede llegar a ser un hecho caótico que va a producir confusión y desorden en nuestra existencia. Y la desesperación y el miedo llevan en muchas oportunidades a pacientes y sus familias a buscar alternativas de tratamientos promocionados como una opción a la medicina standard. Éstas, además de no reunir ninguno de los criterios científicos, pueden ocasionar daño y en general forman parte de un negocio no ético que aprovecha, para lograr su acción, la desesperación y desilusión de personas que están sufriendo. Los principios de la ética, algunas veces enunciados en forma teórica y en ocasiones no llevados a la práctica en la medicina moderna, forman parte de la política de salud y deben estar incluidos en todo momento en la atención de la persona terminalmente enferma, más aún en el cuidado domiciliario. Actuar siempre en beneficio del enfermo, sin incurrir en encarnizamientos terapéuticos que producirán daño al mismo, preservando su autonomía, es decir la capacidad para tomar decisiones, dentro de un régimen de justicia y equidad (derecho a ser bien aten- dido y a que no haya diferencias en la provisión de servicios) debe ser práctica diaria dentro del sistema de atención domiciliaria. La definición de Cuidados Paliativos (1) refiere a la atención activa, global e integral de las personas que padecen una enfermedad avanzada, progresiva e incurable y de sus familias, cuyos objetivos básicos consisten en el control del dolor y demás síntomas, el apoyo emocional al enfermo y su familia y preocupación por su bienestar y calidad de vida. De tal definición se desprende que este tipo de cuidados se ofrecerá a todas las personas con diferentes enfermedades en un estadio avanzado e incurable. Lo cierto es que actualmente los servicios de cuidados paliativos se ocupan en mayor medida del cáncer avanzado y en menor proporción de otras enfermedades terminales que incluyen patologías neurológicas, respiratorias, infecciosas y cardiovasculares. Tal vez esto sea así por la alta incidencia del cáncer, la baja curabilidad del mismo, el grave deterioro funcional que va produciendo a quien lo padece y el estrés psicológico del paciente y su familia. Además, la Organización Mundial de la Salud recomienda que en los Programas Nacionales de Control del Cáncer se realicen Cuidados Paliativos, incluyendo el cuidado domiciliario (2). Es también notable observar cómo en la década del 90, año tras año, la Sociedad Americana de Oncología Clínica se ocupa cada vez más de los Cuidados Paliativos, en Oncología. Esto es evidente, ya que en la Reunión Anual de esta Sociedad, a la que asisten miles de oncólogos de todo el mundo, se presentan progresivamente más trabajos, talleres y se dictan más conferencias de Medicina y Cuidados Paliativos. Lugar de atención del paciente con enfermedad terminal Estudios realizados en el Reino Unido (3), en 1993, sobre una población de pacientes con enfermedad terminal y sus familiares, 67 Cuidados Paliativos en el Domicilio - H. Fornells demostraron que un elevado porcentaje de los mismos prefería pasar la última etapa de su vida en su hogar. Otros estudios muestran que de los enfermos fallecidos, el 29% lo hicieron en su domicilio y el resto en el hospital. De éstos, el 50% hubieran preferido permanecer en su domicilio y sus cuidadores hubieran deseado lo mismo si el sistema de salud fuera más competente para tal eventualidad (4). Atención domiciliaria: beneficios Para el paciente (6) Se encuentra dentro de un ambiente conocido, manteniendo su intimidad, pudiendo realizar ciertas tareas laborales, continuar con sus hábitos y algunos de sus hobbies. La alimentación es más variada y los horarios no son rígidos. Para la familia Concepto de Hospice Los primeros hospices para el cuidado de pacientes no curables, terminales, surgieron a fines del siglo XIX y a principio del siglo XX, en Francia y Gran Bretaña. Estas instituciones atendían caritativamente en un lugar físico a los pacientes. En 1967, la Dra. Cicely Saunders funda el St. Christopher Hospice, en Londres, donde se comienza a atender a la persona terminalmente enferma con los conceptos de la medicina científica, sin olvidarse de su componente humano, haciendo hincapié en el tratamiento del dolor. El concepto actual de hospice que existe en el Reino Unido (5) y que se ha extendido a otros lugares del mundo, no es ya el de un edificio donde se atienden enfermos terminales. Más bien es una filosofía de trabajo, cuya base está en la aceptación y afirmación de los valores personales del paciente. Sus pilares son el alivio de síntomas y el soporte psicosocial, junto al trabajo en equipo, debiéndose también reconocer ciertos aspectos como la flexibilidad, evitando actitudes autoritarias, respetando al paciente como persona, ayudando a restaurar la creatividad del paciente y mantener su autoestima y considerando circunstancias que muchas veces olvida la medicina moderna, como lugares de internación agradables con hospitales de día con cuadros, flores, música, libros, que seguramente ayudarán a atender las necesidades espirituales del paciente. 68 Logra mayor satisfacción por participar activamente en el cuidado. Puede realizar los cuidados con más tranquilidad, sin apuros. Siente que respeta la voluntad del paciente de permanecer en el domicilio. Se previene el duelo patológico. Para el sistema de salud Se disminuyen internaciones hospitalarias largas y de alto costo. Se evita realizar tratamientos innecesarios, disminuyendo la posibilidad de caer en encarnizamientos terapéuticos. En sistemas sanitarios deficitarios, como ocurre en muchos países latinoamericanos, el ahorro económico que se produciría desplazando internaciones hospitalarias hacia el sector de atención domiciliaria continua, seguramente sería importantísimo. Este ahorro de divisas permitiría una mayor eficiencia en la salud pública y honorarios adecuados para los integrantes del equipo de cuidados paliativos en domicilio. Es difícil comprender por qué obras sociales estatales en Argentina pagan un tratamiento de quimioterapia equivalente a $3.000, que no traerá beneficios a un paciente en estadio terminal, pero no reconocen los cuidados paliativos domiciliarios. Requisitos necesarios para que el paciente permanezca en domicilio Es necesario que el paciente desee estar en su casa, que tenga un entorno social y fa- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 miliar adecuado y que su familia lo pueda atender. Se requiere de un equipo sanitario de trabajo apto para realizar cuidados paliativos domiciliarios. Por último, el sistema de salud debería reconocer la prestación domiciliaria del equipo. Funcionamiento del equipo de cuidados paliativos domiciliarios del S.I.D. (Servicio de Internación Domiciliaria) Rosario, Argentina (7) El equipo de Cuidados Paliativos está formado por un coordinador médico, dos médicos de terreno, dos psicólogos, dos enfermeros, dos kinesiólogos y una nutricionista. Todas las semanas se realiza una reunión del grupo donde se analizan todos los pacientes que están siendo asistidos, los problemas que surgen en control de síntomas y aspectos psicosociales y las nuevas necesidades que se presentan. Estas reuniones sirven también para afianzar conocimientos del área, ya que se actualizan temas de medicina y cuidados paliativos. Los profesionales del equipo, más allá de la reunión semanal, presentan una comunicación fluida entre sí, telefónica y a través de la evolución diaria que se asienta en la Historia Clínica del paciente, que permanece en el domicilio. El S.I.D. ofrece además la posibilidad de realizar análisis de laboratorio en domicilio, radiografías y medicina transfusional, cuando se requiere. También es posible consultar a otros profesionales, por ejemplo neurólogo, neumonólogo, que concurren al domicilio del paciente. Los costos del servicio son, la mayoría de las veces, cubiertos por la obra social, lo cual no implica ningún gasto para el paciente. Aún no son muchas las obras sociales prepagas que aceptan el cuidado paliativo domiciliario, pero debido a gestiones periódicas que realizamos con personal jerárquico de las mismas, cada vez son más los sectores de la población hacia quienes es posible brindar atención domiciliaria. Uno de los principios de la ética es el de la justicia. La distribución justa de los recursos médicos va a ser más probable, cuando se acepten los límites de la medicina, la incurabilidad de ciertas enfermedades y la mortalidad del ser humano. Es nuestra misión hablar todos estos temas con las empresas proveedoras de asistencia sanitaria y demostrarles que no hay nada más justo que un cuidado domiciliario adecuado para el paciente terminal y su familia, y que todos consigamos tener una muerte digna cuando ésta naturalmente llegue. Modo de trabajo del equipo de Cuidados Paliativos Cuando un paciente está por internarse en el domicilio, es visitado por el coordinador médico, quien evalúa cuáles son las necesidades del paciente en ese momento y programa la periodicidad de las visitas de los diferentes profesionales. Si bien las visitas son programadas, los pacientes pueden comunicarse en forma directa con cualquiera de los profesionales cuando lo crean necesario, y solicitar visitas extras. Al domicilio se lleva un maletín en cuyo interior se encuentra, bajo llave, un set básico de medicamentos de emergencia, además de los fármacos necesarios para cada paciente en particular. La historia clínica, donde se asentará cada visita profesional, la evaluación, los controles realizados y las indicaciones, se hallan igualmente dentro del maletín, al cual tendrán acceso los miembros del equipo. Si se requiere, también se provee cama ortopédica, tubo de oxígeno, nebulizador, pie de suero. Las obras sociales que realizan convenios para atención de cuidados paliativos en domicilio brindan, además, la posibilidad de estar en contacto con servicios de emergencia médica. Solicitamos al familiar que si es necesaria una atención de emergencia, una vez que lleguen profesionales médicos y paramédicos al domicilio, se comuniquen éstos con nosotros para que los 69 Cuidados Paliativos en el Domicilio - H. Fornells interioricemos de la situación clínica del paciente. En nuestra experiencia son muy pocas las veces que se requiere la intervención de servicios de emergencia. Esto probablemente ocurre porque actuamos de manera proactiva, anticipándonos a los potenciales problemas, y a la educación que se realiza con el paciente y la familia. Elementos necesarios para la atención domiciliaria Dentro de la valija, que permanece en el domicilio y al cual tienen acceso los profesionales encargados del cuidado del paciente y el familiar cuidador principal se encuentra: • Butterfly nº 21, 23 y 25 (estos dos últimos para medicación o hidratación subcutánea). • Jeringas de diferentes tamaños, para cargar y aplicar medicación (algunas veces se dejan preparadas dosis de medicamentos que aplicará el familiar). • Ampollas de agua destilada y solución fisiológica para diluir medicación. • Solución fisiológica y Dextrosa al 5% (para comenzar una hidratación si es necesario). • Perfuss nº 1 (para conectar el sachet de hidratación al butterfly). • Material para esterilizar piel (gasas y soluciones antisépticas). • Medicamentos inyectables que pueden realizarse por vía subcutánea (cl. Morfina del 1 al 4% en frascos multidosis, dexametasona, diclofenac, ketorolac, lhioscina, metoclopramida, haloperidol fenobarbital, clorpromazina). • Historia clínica. Con todos los datos del paciente y hojas de evolución donde los profesionales asientan la evaluación y la práctica que se le realiza al paciente. Presenta una hoja para evaluación periódica de síntomas adaptada del ESAS (Edmonton Symptom Assesment System), 70 una hoja para evaluación psicológica, una hoja para evaluación nutricional, una hoja para evaluación kinesiológica y una hoja de enfermería (además de la evaluación, asienta allí el personal de enfermería los medicamentos utilizados para el control interno y de la obra social). En próximas historias clínicas incorporaremos una sección para el minimental test (evaluación cognitiva). Utilidad de la internación domiciliaria: análisis realizado en 1998 en Rosario, Argentina (8) Entre 1996 y 1998, cuarenta y seis pacientes con cáncer en fase terminal fueron atendidos por el equipo de S.I.D. Esta población no representa el total de pacientes atendidos durante ese período, sino el grupo que pudo ingresar a este sistema organizado porque lo autorizó su obra social. Al momento de realizar este estudio, cuarenta y un pacientes habían ya fallecido y cinco estaban vivos. Entre los fallecidos, veintiocho (68,3%) lo hicieron en domicilio, mientras que trece (31,7%) murieron internados en el sanatorio. El motivo que llevó a estos pacientes a la internación fue la mayoría de las veces el colapso familiar por agotamiento psicofísico y, en menor medida, la dificultad en el control de síntomas. El número promedio de síntomas por paciente al momento del ingreso al servicio fue 10,5 con un rango de 6 a 13 síntomas. Los más frecuentes fueron: Astenia (92%), Anorexia (88%), Dolor (78%), Disnea (65%), Depresión (61%), Náuseas y vómitos (58%). Tanto la frecuencia como el número de síntomas concuerda con lo descripto por otros autores en pacientes en fase terminal de enfermedad oncológica. El promedio de llamadas por paciente a un servicio de emergencias fue de 2,8, con un rango de 0 a 8 llamadas. El promedio de visitas realizadas por semana por parte del médico fue de 3,1 visitas, con un rango de 2 a 9 visitas. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Luego de fallecido el paciente y previa comunicación con la familia se envió una encuesta a 36 personas, ya que 5 familiares no fueron hallados y respondieron el test 32 familiares (88,8%). El test de conformidad fue diseñado por nuestro grupo. Existen algunos tests de evaluación con este fin, pero no hay ninguno que se considere estándar. Se evaluaron 5 ítems, que fueron: 1. Control de síntomas 2. Contención familiar 3. Comunicación equipo-familia-paciente 3. Alivio del sufrimiento 4. Repercusión económica. La conformidad se evaluó a través de una escala numérica de 0 a 6, donde 0 representaba máxima disconformidad y 6 máxima conformidad. Con respecto al ítem económico, 0 representaba máxima repercusión económica y 6 mínima. Se aclaró que la respuesta debía ser anónima. El score promedio obtenido en cada uno de los ítems fue el siguiente: 1. Control de síntomas: 5,6 2. Contención familiar: 5,6 3. Comunicación equipo-familia-paciente: 5,7 4. Alivio de sufrimiento: 5,4 5. Repercusión económica: 5,7 Si bien consideramos que un proceso penoso, como es la pérdida de un ser querido, no puede ser medido con una escala numérica, la uniformidad de los resultados en todos los ítems evaluados nos lleva a pensar que el grado de conformidad por parte de la familia fue alto. Estos resultados nos permiten estar satisfechos, ya que el cuidado paliativo, por definición, es aquel que se realiza no sólo al paciente enfermo sino también a sus familiares, y consideramos que un cuidado paliativo adecuado disminuirá la incidencia de duelo patológico de los familiares. Factores que contribuyen a un inadecuado cuidado domiciliario Interface hospital-domicilio inadecuada (9) Es muy frecuente que la auditoría del sistema de salud solicite el alta médica de un paciente terminal, ya que los costos para el sistema sanitario son elevados. Esta acción puede precipitar una externación, no existiendo una atención domiciliaria preparada. Por tal razón es necesario ir programando paulatinamente el cuidado domiciliario, mientras el paciente está aún internado. Es decir, que exista un equipo de atención que conozca al paciente y un adecuado soporte familiar que haga posible mantener comunicados a la familia, el equipo tratante y el médico de cabecera del hospital. Falta de habilidad en manejo de dolor y control de síntomas Muchas veces el control domiciliario recae sobre médicos jóvenes con poca formación y baja experiencia en evaluación y tratamiento de síntomas. Lo mismo ocurre con el personal de enfermería que no ha sido capacitado para el manejo del paciente terminal. Con cursos universitarios, considerando especialmente los aspectos prácticos y con el apoyo de profesionales expertos en Cuidados Paliativos, es posible ir mejorando esta situación. Comunicación inadecuada La falta de entrenamiento para adquirir habilidades en comunicación con el paciente y la familia es un factor preponderante que produce inadecuado control domiciliario. También es fundamental que los miembros del equipo se comuniquen entre sí periódicamente, ya que el trabajo no debe ejecutarse en forma paralela sino de manera conjunta. 71 Cuidados Paliativos en el Domicilio - H. Fornells Inadecuado soporte familiar Algunas veces, el médico generalista realiza una tarea óptima con el paciente controlando adecuadamente sus síntomas y comunicándose correctamente con él. Pero se olvida de la familia. El familiar cuidador principal necesita que le informen que todo lo que él hace por su ser querido es adecuado, pero también desea que le pregunten “cómo está usted?”. Necesita que le expliquen que algunas veces es conveniente contratar a una persona para que ayude en el cuidado de su familiar y que es preciso que descanse más. Solicita que el profesional se siente y escuche sus miedos, sus dudas. Tal vez esta es la primera vez en su vida que enfrenta una situación de tal naturaleza. Necesita saber cómo tiene que hablar con los chicos. Dedicar un tiempo más a la familia redituará en mayor beneficio para una adecuada atención domiciliaria. Emergencias domiciliarias Si bien no es el objetivo de este artículo extenderse en este tema, es necesario realizar algunas consideraciones. a) En Cuidados Paliativos el profesional debe ser proactivo más que reactivo, es decir, anticiparse y prevenir situaciones de crisis. b) En el domicilio se debe contar con los fármacos necesarios para administrar ante diferentes situaciones. Si es necesario, se dispondrá también de oxígeno, nebulizador y aspirador. c) El familiar debe saber que puede contar con un servicio de emergencias que se pondrá en contacto con el médico tratante. d) El familiar debe haber sido instruido en la manera de actuar si el paciente presentara una convulsión, delirio, disnea, dolor incidental severo. e) Los familiares deben saber que las emergencias son raras, pero si ocurren, estaremos preparados para actuar. 72 Aspectos éticos en cuidado domiciliario (10) a) Comunicación con el paciente y la familia En algunas culturas orientales, como en la sociedad china, por ejemplo, se admite que el paciente no debe ser informado sobre su enfermedad terminal. En Estados Unidos, el familiar no tiene derecho a interponerse en la comunicación entre el médico y el paciente, aunque él considere que lo hace para proteger a su ser querido. En la cultura latina, si bien existen diferentes posturas, consideramos que el paciente tiene el derecho a conocer sobre su enfermedad y su pronóstico y admitimos que la comunicación es parte del tratamiento. No se impondrá un diagnóstico o un pronóstico que el paciente no desee conocer. Reflexionamos y aceptamos que el problema no radica en decir o no decir una verdad en una entrevista, sino en tener una buena comunicación. No decir la verdad no significa que debamos mentir. La comunicación es un proceso y antes de hablar deberíamos aprender a escuchar, conocer qué sabe el paciente sobre su enfermedad y qué desea conocer de la misma. Con amabilidad, hablaremos con el familiar que se interpone en una comunicación, explicaremos sobre lo negativa que es la conspiración del silencio y que estamos preparados para tener una comunicación adecuada con el paciente. b) Aspectos espirituales y religiosos Si bien también puede ser difícil para un ministro de la fe estar junto a un paciente que está muriendo, no hay duda que tienen una preparación mayor que los profesionales de la salud para comprender aspectos espirituales del paciente. Además, el entrenamiento del clero en esta área ha mejorado en los últimos años con su participación activa en congresos y cursos de Cuidados Paliativos. El médico no tiene el derecho de revelar información confidencial del pa- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 ciente al sacerdote, pero puede sugerir cuán útil podría ser contactarse con él si es que ya no lo ha hecho. c) Tratar al paciente por consideración a los familiares Hay pocas ocasiones en las cuales el médico encuentra que hará algún tratamiento al paciente, más para beneficio de los familiares que del propio paciente. Se realizará el tratamiento si éste no implica un daño al paciente. Algunos ejemplos pueden ilustrar esta situación. El paciente que está agonizando, inconsciente y tiene abundantes secreciones bronquiales, que están produciendo una “muerte ruidosa”. Si bien el paciente no tiene conciencia de la situación, ésta es vista por los familiares como asfixia o dificultad respiratoria. No es desacertado realizar una hioscina subcutánea para disminuir las secreciones bronquiales y confortar a los parientes. En un paciente con diagnóstico reciente de cáncer de pulmón con múltiples metástasis cerebrales, que presenta convulsiones frecuentes y morirá en pocos días, no es inaceptable realizar un tratamiento con corticoides, con el objeto de mejorar los síntomas temporariamente y que viva unas semanas más, ya que los familiares no están aún preparados para la muerte inminente, y así podrán disfrutar los últimos días con él. No es aceptable prescribir una mayor dosis de analgésicos a un paciente consciente, porque los familiares refieren que presenta más dolor de lo que realmente él relata que tiene. Diversos estudios han demostrado que los familiares perciben mayor nivel de dolor y ansiedad que la que realmente manifiesta el paciente. d) Sedación del paciente a pedido de los familiares (11) Si el paciente no desea mayor sedación es éticamente incorrecto realizarla a pedido del familiar. Muchas veces, algún familiar considera que han visto suficiente y ya no pueden tolerar más preguntas y no pueden aceptar más sufrimiento. Nos ocuparemos de sus necesidades, pero sedar al paciente sólo por deseo del familiar, es incorrecto. e) Mantener la vida a cualquier costo La Medicina Paliativa se focaliza más en calidad que en cantidad de vida. Cuando una terapia sólo prolongará una agonía sin mejorar la calidad de vida (hidratación intravenosa, nutrición parenteral, respiración asistida) del paciente terminalmente enfermo, ésta será inaceptable, aun cuando la solicite el familiar. Ya ha sido demostrado que muchas veces en domicilio es más difícil para los familiares aceptar la realidad que para el paciente mismo. Algunos médicos no familiarizados con medicina paliativa se sentirán más cómodos con tratamientos activos, aunque no se hayan planteado cuál es el objetivo final. El profesional experto en cuidados paliativos deberá explicar a los familiares y a otros colegas que ciertos tratamientos son inadecuados en este estadio de la enfermedad. No se realizará determinada terapia injustificada. Eso no significa que se abandonará al paciente. Al contrario, se le seguirá cuidando adecuadamente hasta el final. Futuro de los cuidados paliativos domiciliarios en América Latina y el Caribe Hasta tanto no existan políticas sanitarias adecuadas en nuestros países, la atención domiciliaria dependerá de esfuerzos individuales regionales. Actualmente, se emplean recursos financieros en una gran mayoría en terapias curativas y métodos de diagnóstico altamente sofisticados. En general, los profesionales de la salud y el sistema sanitario vigente están preparados para tratamientos agudos y es vista o vivida como un fracaso la enfermedad incurable y progresiva. En 73 Cuidados Paliativos en el Domicilio - H. Fornells oncología, por ejemplo, se estima que en países en vías de desarrollo se curarán menos del 30% de los pacientes con cáncer. Sin embargo, los medios económicos se vuelcan casi en exclusividad para financiar tratamientos oncológicos activos, como quimioterapia y en muy pocos casos se reconocen los tratamientos paliativos, especialmente aquellos realizados en el domicilio del paciente. La buena noticia es que cada vez es más firme el aumento de profesionales involucrados en Cuidados Paliativos, es mayor el número de personas que solicitan atención paliativa especializada cuando “ya no hay nada más que hacer” y se va incrementando el número de cursos de pre y post-grado de Medicina Paliativa. Muchas regiones o ciudades de nuestros países ya cuentan con líderes expertos en esta área. Tal vez un paso que nos cuesta dar es “promocionar” los Cuidados Paliativos en la población general. Hacerlos conocidos a través de los diferentes medios de difusión masiva es una cuestión necesaria, igual que tratar de terminar con la práctica no científica y muchas veces deshumanizada de tratamiento de pacientes terminales, y procurar enrolar en Cuidados Paliativos a profesionales acreditados, solidarios y empáticos con el sufrimiento. El único objetivo de un buen Cuidado Paliativo debe ser mantener la mejor calidad de vida posible para el paciente y su familia. Justamente el espacio donde ellos eligen estar es su domicilio. Es su lugar, es donde mejor se desempeñan, es allí donde se relacionan con los suyos, mantienen sus roles y quieren vivir. Y porque quieren vivir dignamente hasta el fin, es a su domicilio donde debemos trasladarnos para asistirlos, acompañarlos. Ya muchos profesionales hemos aceptado la invitación. Es necesario que se sumen más personas a este nuevo desafío. Es imprescindible que en los países de América Latina y el Caribe haya una redistribución más lógica de los recur74 sos económicos y que actuar en Cuidados Paliativos se transforme en un trabajo íntegro y que satisfaga las necesidades de los profesionales dedicados exclusivamente a esta tarea. Conclusión Es posible realizar Cuidados Paliativos en Domicilio, idealmente con un equipo multiprofesional de trabajo que tenga la capacidad de ocuparse de todas las áreas de la persona enferma: somática, psicológica, social y espiritual. Es necesario también incluir a la familia del paciente en el cuidado domiciliario. Los principios de la ética: beneficencia, no maleficencia, autonomía, justicia y equidad, están presentes en forma continua cuando trabajamos con pacientes terminales, sin omitir nunca el respeto por las personas y sus creencias, junto a una comunicación honesta y adecuada. Siempre debemos recordar que aún en la era de la medicina moderna y en tiempos del postmodernismo sigue vigente el viejo adagio: Curar algunas veces, aliviar a menudo, acompañar siempre. Referencias 1. World Health Organization. Cancer Pain Relief and Palliative Care. Geneva: WHO; 1990. (Technical Report Series 804). 2. World Health Organization. Recomendations on implementing National Cancer Control Programmes. Geneva: WHO; 1992. 3. Townsend J, Frank AO, Fermont D, Dyer S, Karran O, Walgrove A, Piper M, et al. Terminal cancer care and patients preference for place of death: a prospective study. British Medical Journal 1990; 301: 415-417. 4. Spiller J, Alexander D. Domiciliary care: a comparison of views of terminally ill patients and their family caregivers. Palliative Medicine 1993; 7: 109-15. 5. Twycross RG. Care of the terminally ill patient.[editorial] International School for Cancer Care 1993; Sept. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 6. Sergi-Swinehart P. Hospice Homecare: How to get patients home and help them to stay there. Seminars in Oncology 1985; 12 (4): 461-5. 7. Fornells H, Pérez E. Cuidados Paliativos en la Argentina. En: Gómez Sancho, (ed). Medicina Paliativa en la Cultura Latina. Buenos Aires: Atlante; 1999. 8. Poggio N, Fornells H, Tatangelo M. Análisis de la utilidad de la internación domiciliaria en pacientes con cáncer en fase terminal. Boletín Científico de la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos 1999; 5 (10). 9. Doyle D. Domiciliary palliative care. In: Doyle D, Hanks GW, MacDonald N. Oxford Textbook of Palliative Medicine. Oxford: Oxford University Press; 1998: 957-73. 10. Gómez-Batiste X, Roca J, Trelis J, Borrell R, Novelles A. Ética clínica y cuidados paliativos. En: Gómez Batiste y otros. Cuidados Paliativos en Oncología, 1996. 11. Doyle D. Ethical issues in domiciliary care. In: Doyle D, Hanks GW, MacDonald N. Oxford Textbook of Palliative Medicine. Oxford: Oxford University Press; 1998: 970-971. 75 SEDACIÓN EN CUIDADOS PALIATIVOS: REFLEXIONES ÉTICAS Josep Porta i Sales MD, PhD. Máster en Bioética Correspondencia: Dr. Josep Porta i Sales, Unidad de Cuidados Paliativos Hospital de la Sta. Creu Rambla Hospital, 52 08500 Vic (Barcelona) España Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 SEDACIÓN EN CUIDADOS PALIATIVOS: REFLEXIONES ÉTICAS Josep Porta i Sales MD, PhD. Resumen Resumo Se describe el marco en que los cuidados paliativos deben manejar los diferentes problemas que los pacientes y las familias pueden tener al final de la vida. La sedación es una maniobra terapéutica utilizada con cierta frecuencia en cuidados paliativos, que sin embargo presentan el riesgo de conculcar algunos principios éticos. Desde nuestro punto de vista, los principios de beneficencia y autonomía son posiblemente los principios éticos mayormente afectados cuando se considera la sedación. Se discuten algunos de los aspectos para prevenir la conculcación de los principios éticos, asimismo se proporcionan algunas sugerencias para ayudar en la toma de decisiones. PALABRAS-CLAVE: Sedación, Cuidados Paliativos, Bioética. Apresentam-se situações de aplicação dos cuidados paliativos em circunstâncias que pacientes e familiares devam enfrentar no final da vida. A sedação é uma conduta terapêutica com frequência utilizada em métodos paliativos e que poderá eventualmente transgredir alguns princípios éticos. Em nosso ponto de vista, a prática da sedação pode afetar especialmente os princípios da beneficência e da autonomia. O presente trabalho propõe medidas que visam evitar eventuais transgressões éticas e oferece sugestões para as tomadas de decisões. 79 Sedación en Cuidados Paliativos: Reflexiones Éticas - J. Porta Abstract Résumé It is described the frame for applying palliative care to the different problems encountered by patients and their families at the end of life. Sedation is a therapeutic manoeuvre frequently used in palliative medicine, that could eventually infringe some ethical principles. From our standpoint, beneficence and autonomy are probably the most affected principles when sedation is considered. Some measures to prevent such violations to occur are discussed, and suggestions intended to guide in decisionmaking are proposed. KEY-WORDS: Sedation; Palliative Care; Bioethics On décrit le cadre où les soins palliatifs doivent faire face aux différents problèmes que les patients en fin de vie et leurs familles peuvent avoir. La sédation est une manoeuvre thérapeutique utilisée avec une certaine fréquence en soins palliatifs, mais elle a le risque de nuire certains principes éthiques. Dès notre point de vue, les principes de bienfaisance et d’ autonomie sont peut-être les plus afectés lorsqu’on réfléchit à la sédation. On discute sur certains aspects pour prévenir l’oubli des quelques principes éthiques. De la même façon, on propose quelques idées pour aider à la prise de décisions. MOTS CLÉS: Sédation, Soins Palliatifs, Bioéthique 80 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción Tarde o temprano, el estado de difunto nos será concedido a todos, el de enfermo terminal queda reservado para una creciente mayoría, al menos en los países desarrollados o en vías de desarrollo. Esta afirmación inicial se sustenta en un concepto clínicodescriptivo y en un hecho epidemiológico. Conceptualmente y desde la perspectiva clínica, hay personas que enferman de procesos morbosos incurables, al menos a la luz de los conocimientos actuales de la medicina. Ello es así independientemente del hecho de disponer de tratamientos que puedan posponer la historia natural de la enfermedad hacia la muerte del paciente. A menudo, en el transcurso del tiempo entre el diagnóstico y el fallecimiento se hacen patentes los efectos deletéreos de la enfermedad sobre el cuerpo, afectando todas las dimensiones de la persona. Este sufrimiento no queda reducido, en forma alguna, al ámbito de la persona sino que afecta de forma directa a la familia y también al grupo de personas que desde una perspectiva profesional intenta luchar contra su enfermedad y sufrimiento. Por lo tanto, el conocimiento, no sólo cierto, sino inminente —a menudo de meses—, de la salida del teatro de la vida, este exitus letalis, constituye la fuente primigenia del sufrimiento y de la realidad témporo-espacial del paciente terminal. Las personas que mueren víctimas de los accidentes de tráfico, de procesos patológicos agudos o de la violencia de otros, difícilmente pueden considerarse como enfermos terminales, ya que carecen de este marco témporo-espacial donde se desarrolla la enfermedad y se prevé la muerte. Estas personas no esperan una salida de escena inminente, su salida es instantánea, fulgurante, podríamos considerar que han sido literalmente arrebatados de la vida, lo cual no es menos traumático para los que se quedan, antes al contrario, posiblemente lo es más. Pero esta es otra cuestión, motivo de otras reflexiones. Epidemiológicamente, en el primer mundo y por razones ampliamente conocidas, como el aumento de la esperanza de vida, mejor control de las complicaciones de las enfermedades crónicas y un estilo de vida altamente competitivo y estresante, se ha llegado a que las causas principales de muerte sean los accidentes de tránsito (paradigma de la muerte inesperada), el cáncer (paradigma de la muerte esperada) y las enfermedades cardio-vasculares, las cuales pueden adoptar, en general, ambos patrones de muerte. Si consideramos sólo el cáncer, en la actualidad, es causa de entre el 20 y el 25% de los fallecimientos (según el lugar) lo cual supone un incremento entre 10 y 15 puntos porcentuales respecto a la mortalidad por cáncer de principios del siglo XX. El desarrollo científico general de los últimos 50 años y en particular de la medicina, junto con una situación social globalmente más justa, han contribuido a que vivamos posiblemente la mejor época de la historia de la humanidad (al menos para los nacidos en el primer mundo). Esta magnificencia y esplendor ha producido un cierto deslumbramiento ante los aspectos íntimos de la vida y la muerte. La indigencia humana se ha maquillado con episeguridades. Aseguramos el hogar, el coche, el Estado asegura un poder adquisitivo mínimo, el acceso universal a los recursos sanitarios, pero también hacemos los mal llamados seguros de vida. En resumidas cuentas, un gran avance con innegables beneficios, pero bajo toda esta cosmética que hace la vida más bonita y agradable, subsiste la vulnerabilidad humana, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Ante estas episeguridades, la pseudoomnipotencia médica y la fragilidad humana, se ha establecido una dialéctica que permitió hace unos veinte años reconocer que hay y que continúan habiendo enfermos terminales, los cuales tienen necesidades que es preciso atender. A este redescubrimiento se le ha bautizado como cuidados paliativos. 81 Sedación en Cuidados Paliativos: Reflexiones Éticas - J. Porta Los cuidados paliativos no tienen otra finalidad que proporcionar la mejor calidad de vida a los pacientes en situación terminal hasta que llegue la muerte, afrontándola desde la visión del hombre multidimensional e intentando cubrir todos aquellos aspectos somáticos, psíquicos y transcendentes de la persona. Pero como cualquier avance, también ha generado sus propios dilemas. El uso de la sedación como estrategia terapéutica proporciona elementos para la reflexión ética, debido a que puede conculcar algunos principios. Este trabajo tiene la pretensión de reflexionar sobre tal hecho, partiendo de la descripción de aquellos conocimientos médicos disponibles en la actualidad, el análisis de la toma de decisiones en cuidados paliativos y observar cómo pueden verse afectados los principios éticos, especialmente el de autonomía y beneficencia. El trasfondo clínico La palabra sedación procede del latín sedare que significa calmar, aliviar. El Diccionari Enciclopèdic de Medicina (1) define sedación como “la acción producida por los sedantes”, y a estos como “sustancias que disminuyen la sensación de dolor, o más exactamente, la excitación del sistema nervioso central. La acción sedante de muchos medicamentos está relacionada con sus cualidades analgésicas, tranquilizantes e hipnóticas, y el tipo de acción que se alcanza depende de la dosis suministrada”. En cuidados paliativos, la sedación se ha definido como “la administración de fármacos psicoactivos, generalmente neurolépticos o benzodiazepinas, con la intención de controlar algunos síntomas físicos, psicológicos o producir la pérdida de la conciencia en ciertas situaciones dramáticas, así como también el dormir al paciente, sin su conocimiento y/o consentimiento” (2). La sedación frecuentemente y a nivel popular tiene la connotación de acción defi- 82 nitiva, es decir, de una acción que producirá la pérdida de la conciencia del paciente y además de forma irreversible, este es el caso de una sedación profunda y continua. La realidad clínica es diferente, la sedación admite matices, puede ser una sedación profunda o superficial, continuada o intermitente. Los datos de que se dispone sólo hacen referencia a una sedación profunda y continuada que, de acuerdo con Barbero y Camell (3), el mayor grado de discusión ética se establece con este tipo de sedación, debido posiblemente a que la muerte puede verse acelerada en un paciente tan frágil. Esta sedación profunda y continuada se definió como “sedación terminal”, la cual hemos definido como: “La administración deliberada de fármacos para producir una disminución suficientemente profunda y previsiblemente irreversible de la conciencia en un paciente cuya muerte se prevé próxima, con la intención de aliviar un sufrimiento físico y/o psicológico inalcanzable con otras medidas y con el consentimiento explícito, implícito o delegado del paciente” (4). Esta definición incorpora algunos puntos clave que es necesario considerar a la hora de la toma de decisiones sobre la sedación, tales como: la voluntariedad (maniobra deliberada) de la acción de sedar por parte del equipo, el consentimiento del paciente y el no disponer de otras posibilidades terapéuticas (alivio inalcanzable, síntoma refractario). La frecuencia en que la sedación ha estado indicada como estrategia terapéutica varía de unos autores a otros, oscilando entre el 16% y el 52% (ver tabla I), pero considerando globalmente las series publicadas se puede promediar en un 20% de los pacientes. Las causas que más frecuentemente llevan a los equipos a la sedación del paciente son la disnea, el dolor y el delirio (ver tabla II). La mirada fría de las cifras indica la gran variabilidad según la muestra estudiada y posiblemente se puedan relacionar fácilmente con las posibilidades y limitaciones de Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 cada equipo en la atención de los pacientes y familias. En cualquier caso, sí se podría decir que aquellos síntomas que son capaces de producir un distrés, un sufrimiento más evidente son los que llevan al equipo a utilizar la sedación. Naturalmente, se podría leer al revés: la sedación está indicada en aquellas situaciones de sufrimiento evidente e incontrolable, lo que se ha definido como síntoma refractario (5). Existe una cuestión central y básica, que es la “refractariedad” del síntoma, es decir: ¿es realmente inaliviable el síntoma? Tal como lo define Cherny et al, “el término refractario puede aplicarse a un síntoma cuando éste no puede ser adecuadamente controlado a pesar de los intensos esfuerzos para hallar un tratamiento tolerable que no comprometa la conciencia”. En este sentido, un diagnóstico diferencial acertado y el uso de todas las medidas terapéuticas disponibles constituyen los elementos básicos de buena praxis sin la cual no hay discusión ética posible. Un caso paradigmático es el delirio en la fase terminal de una enfermedad, que en la literatura se ha denominado de diversas maneras: agitación o inquietud terminal o cuadro confusional hiperactivo. El paciente que sufre un cuadro delirante, que por definición tiene un estado cognitivo alterado, ofrece una imagen de malestar y sufrimiento, puede estar agresivo con incontinencia verbal, no reconoce y responde a los estímulos externos de forma incongruente y alterada. La visión del mundo y la realidad está nublada. Otros pacientes pueden ofrecer una imagen de intranquilidad, con una afectación cognitiva ligera o inexistente, sencillamente porque presentan movimientos musculares incontrolados e involuntarios que son interpretados por la familia como sufrimientos debido a su “comprensible” estado de ansiedad. Lo anterior es posible pero generalmente estaremos asistiendo a un cuadro de mioclonias multifocales. Es bueno saber que aún en estas circunstancias, aunque no siempre, los pacientes son susceptibles de tratamiento” (6). En definitiva, en cuidados paliativos, los autores que han publicado sus series reconocen que la sedación es utilizada en aproximadamente 1 de cada 5 pacientes en los últimos días de vida, pero no hay información en la literatura sobre el proceso que lleva a tomar esta decisión. Tampoco se informa de la frecuencia de uso de la sedación intermitente, de si había o no consentimiento del paciente o de la familia y aunque la intención benevolente es posible, esta no queda especificada en ningún trabajo. Reflexión ética Desde el punto de vista ético, Fondras (2) recoge las actitudes de médicos franceses responsables de unidades de cuidados paliativos respecto al uso de la sedación. Este autor recopiló la opinión de 30 médicos, la cual posiciona en tres grupos. Un 40% de los médicos era más próximo a una ética moral o deontológica, un 27,7% adoptaba una posición más utilitarista y un 33% mantenía un pensamiento “intermedio”. En el grupo utilitarista se observaba una mayor indicación de la sedación que obedecía mayoritariamente a una petición del paciente y con escasa discusión con la familia. En este grupo, la sedación no se considera comparable con la eutanasia o con el uso del cóctel lítico. Por el contrario, un 27% de los facultativos de los grupos moralista e intermedio pensaba que había una relación entre la sedación y la eutanasia. Más allá del trabajo descriptivo de Fondras, el cual no hace otra cosa que ilustrar la disparidad de posiciones ante la sedación, es importante reflexionar sobre el uso de una maniobra terapéutica determinada que no tiene, en sí misma, otra consideración ética que la voluntad, la intencionalidad con que es aplicada. En otras disciplinas como la anestesiología o los cuidados intensivos, el no uso de la sedación sería maleficente. Quién puede pensar que un paciente que ha de sufrir una intervención o una intubación, no esté sedado ya 83 Sedación en Cuidados Paliativos: Reflexiones Éticas - J. Porta sea profunda o superficialmente, según sea el procedimiento a seguir, o el caso del paciente psiquiátrico con un estado de excitación y angustia que puede dañar a alguien o a sí mismo. Seguramente en las situaciones anteriores la razón nos indica que no utilizar los medios farmacológicos disponibles sería conculcar el principio de beneficencia. ¿Qué ocurre en cuidados paliativos? ¿Qué hace que todo se vea diferente? Cuando el paciente puede sufrir los mismos problemas, una disnea o un estado de angustia extrema que no responde al tratamiento habitual. Una posible respuesta recae en dos puntos básicos: la intencionalidad y el resultado. La intencionalidad, en los casos de los pacientes quirúrgicos, en estado crítico o psiquiátrico, en la práctica habitual queda bien definida a priori, evitar el mal. En estos casos, el sufrimiento del paciente. Más allá de cualquier ejercicio de la autonomía del paciente, ¿quién querría ser intervenido sin anestesia, a lo vivo? ¿Consentiría un cirujano llevar un paciente a un desbridamiento de una gangrena o a una laparotomía sin asegurar la confortabilidad del paciente sometiéndolo a una sedación más o menos profunda, aparte de otras consideraciones anestésicas? Seguro que no. ¿Qué familia consentiría en que un enfermo no estuviese sedado antes de afrontar los procedimientos mencionados? Ninguna. En cuidados paliativos la duda recae en que la intencionalidad sea, precisamente, no maleficente. Que aquello buscado no sea el bien del paciente. Por tanto, una primera cuestión ineludible recae en responder a quién se beneficia cuando se plantea la sedación. ¿Es una huida hacia adelante del equipo? ¿Es la petición de un paciente o de una familia que no ha tenido la oportunidad de contar con suficiente apoyo ante la pérdida? Por tanto, una primera dimensión que hay que explorar es si la omisión de la sedación es maleficente, es decir, que la intención está en evitar el mal y, la segunda, re84 cae sobre si el beneficiario será el paciente. En este punto hay un área de conflicto, a mi modo de ver, ya que uno de los principios de los cuidados paliativos dice que la unidad de tratamiento es el paciente y la familia (7). Este enunciado da igual prioridad a la familia y al paciente, de acuerdo con Randall y Downie (8). El equipo siempre ha de tener en la mente el beneficio del paciente e intentar que los intereses legítimos de la familia sean escuchados y atendidos. Esto incluye que los equipos han de esforzarse en recordar que un punto esencial de los cuidados paliativos es mantener y preservar la dignidad y autonomía del paciente, es decir, que se ha de dar al paciente la información necesaria para que pueda tomar sus propias decisiones. No hemos de ser deshonestos con los pacientes con tal de facilitar a los familiares una decisión difícil. En el caso de que el paciente no pudiese expresar su voluntad, lo cual no es infrecuente, el equipo ha de velar por el beneficio del enfermo incorporando en los elementos de decisión aquellas aportaciones que desde la familia se puedan hacer sobre los valores y deseos del paciente. También es frecuente que la familia no se encuentre en condiciones emocionales o de conocimiento para tomar una decisión importante. En este caso sería claramente maleficente hacia la familia forzarla a tomar una decisión para la cual su grado de autonomía se halla tan limitado. Es responsabilidad del equipo tomar esta determinación y no pasarla a una familia atenazada por el dolor y la incertidumbre. Respecto al resultado de la sedación, en el contexto del paciente terminal, es altamente probable que sea la muerte. Este resultado, por ser altamente previsible, es un punto de conflicto, ya que a menudo se piensa que no hay mayor mal que la muerte y es preciso evitarla. Siguiendo los ejemplos del paciente quirúrgico, crítico o psiquiátrico, pero especialmente el del paciente crítico, la muerte no es un futuro improbable, más bien es Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 una expectativa factible que un paciente grave, sedado y en una unidad de cuidados intensivos pueda fallecer. En este caso la sedación no se plantea como algo relacionado con la muerte del paciente, a pesar de su estado crítico y que la sedación y la intubación también tienen sus efectos secundarios. Si bien en el caso del paciente crítico la muerte es una posibilidad no lejana considerando su situación clínica, en el paciente terminal la muerte es una certeza, porque su enfermedad también le ha llevado a una situación “crítica”. No quisiera hacer juego de palabras, pero sí analizar un aspecto importante sobre la responsabilidad de los resultados. Hay acciones u omisiones sobre los cuales podemos ser moralmente responsables respecto a los resultados, sería el caso de administrar un veneno a una persona sana con el fin de producirle la muerte. De la acción de dar el veneno se deriva inevitablemente y causalmente la muerte de la persona. En el caso del paciente terminal, la muerte no depende de nuestras acciones u omisiones, la muerte llegará inexorablemente. Los múltiples factores involucrados en la muerte de los pacientes terminales son difíciles de valorar, hay excesivos parámetros a tener en cuenta para que se pueda declarar que una acción u omisión ha sido la causa de la muerte. En el supuesto que una acción como la sedación, bien indicada, se señale como causa de la muerte, sería falso, porque la muerte hubiese llegado igual y además con mayor sufrimiento. Estaríamos hablando del doble efecto o de una valoración riesgo/beneficio. Donde somos moralmente responsables no es en el resultado (la muerte) sino en el proceso que nos ha llevado a tomar la decisión (la sedación) (6). Es en este proceso de toma de decisiones que el tener en cuenta todos los elementos en juego hará que una decisión sea éticamente buena o mala. Los elementos para una buena toma de decisio- nes son tanto a nivel del saber científico (historia natural de la enfermedad u opciones terapéuticas, disponibilidad de recursos), como a nivel social (valores, creencias, entorno, entre otros). La integración de todo es lo que ayudará a que la decisión final de acción u omisión sea éticamente consistente. Conclusiones En definitiva, la sedación hay que considerarla una maniobra más dentro del repertorio de los cuidados paliativos, pero atendiendo su impacto sobre el paciente y, ante el riesgo de conculcar diversos principios éticos, su utilización ha de ser claramente razonada, discutida y plasmada. Existe el riesgo de ser maleficente, no ser beneficente con el paciente y desatender su autonomía. Estos serían los valores en juego que es preciso respetar, porque de otra manera la sedación es una maniobra éticamente inaceptable. Nos atreveríamos a sugerir algunos puntos guía que pueden ser de ayuda a la hora de analizar éticamente la sedación: • Establecer un diagnóstico correcto. • Sopesar los riesgos y los beneficios (maleficencia/beneficencia). • Asegurarse que la sedación es la única maniobra posible. • Obrar siempre en beneficio del paciente, basándonos en el conocimiento (previo o actual) de sus valores y objetivos (autonomía). En el enfermo no autónomo, recoger la información que nos puedan dar sobre los valores y objetivos del paciente, pero no sobrecargar ni forzar a la familia a una toma de decisiones. • Discutir con el equipo la toma de decisiones y dejarlo escrito en la historia clínica. • La sedación es un procedimiento que hay que tener en cuenta dentro del armamentarum, pero no se ha de establecer como rutina. 85 Sedación en Cuidados Paliativos: Reflexiones Éticas - J. Porta Tabla I: Frecuencia en que se indicó la sedación: Autores Ventafridda et al. (9) Fainsinger et al. (10) Stone et al. (11) Ojeda et al. (12) Porta et al.(13) Año 1990 1991 1997 1997 1999 % 52 16 26 19 23 Tabla II: Causas por las que se indicó la sedación (en porcentajes) Síntoma/autores Disnea Delirio Hemorragia Dolor Nausea/vómitos Angustia 86 Ojeda et al (12) Stone et al (11) 74 37 8 6 3 - 20 60 20 26 Ventafridda et al. (9) 41 14 39 - Porta et al (13) 23 10 9 23 6 32 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Referencias 1. Oriol Cassasas (ed.). Diccionari Enciclopèdic de Medicina. Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i de Balears. Barcelona: Enciclopèdia Catalana; 1990: 1370. 2. Fondras JC. Sedation and ethical contradiction. European Journal of Palliative Care 1996; 3: 17-20. 3. Barbero J, Camell H. Sedación y paciente terminal: la conciencia perdida. Medicina Paliativa 1997; 4: 170-178. 4. Porta J, Guinovart C, Ylla-Catalá E. Definición y opiniones acerca de la sedación terminal: estudio multicéntrico catalano-balear. Medicina Paliativa 1999; 6: 150-156. 5. Cherny NI, Portenoy RK. Sedation in the management of refractory symptoms: guidelines for evaluation and treatment. Journal of Palliative Care 1994; 10 (4): 31-38. 6. Back IN. Terminal restlessnes in patients with advanced malignat disease. Palliative Medicine 1992; 6: 293-298. 7. Gómez Batiste-Alentorn X. Atenció als malasts terminals. En: Arquebisbat de Barcelona. Delegació de Pastoral de la Salut. El Malalt terminal i els professionals de la salut. Barcelona: Claret; 1990; 43-55. 8. Randall f, Downie RS. Palliative care ethics: a good companion. Oxford: Oxford University Press; 1996. 9. Ventafridda V, Ripamonti C, De Conno F. Symptom prevalence and control during cancer patients’ last days of life. Journal of Palliative Care 1990; 6: 7-11. 10. Fainsinger R, Miller M, Bruera E. Symptom control during the last week of life on a palliative care unit. Journal of Palliatiive Care 1991; 7: 5-11. 11. Stone P, Philips C, Spruyt O, Waight C. A comparison of use of sedatives in a hospital support team and in a hospice. Palliative Medicine 1997; 11: 140-144. 12. Ojeda Martín M, Navarro Marrero MA, Gómez Sancho M. Sedación y enfermo oncológico terminal. Medicina Paliativa 1997; 4: 101-107. 13. Porta J, Guinovart C, Ylla-Català. Estudio multicéntrico sobre la sedación terminal en cuidados paliativos. Medicina Paliativa 1999 En prensa. 87 EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD Paulina Taboada R. Profesor Auxiliar, Pontificia Universidad Católica de Chile Centro de Bioética y Depto. Medicina Interna, Facultad de Medicina Correspondencia: Dra. Paulina Taboada R., Centro de Bioética, P. Universidad Católica de Chile, Casilla 114-D, Correo Central 1, Santiago-Chile. E-mail: [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDADi Paulina Taboada R. Resumen Resumo Partiendo de una reflexión sobre los significados divergentes que se atribuyen hoy al llamado “derecho a morir con dignidad”, el trabajo analiza la respuesta que ofrece la Medicina Paliativa al debate sobre el final de la vida humana. Luego de revisar las estadísticas actualmente disponibles en Holanda —primer país en despenalizar la eutanasia—, la autora expone la solución que ha dado la Medicina Paliativa a la problemática de la “muerte digna”. Para comprender adecuadamente esta respuesta, es necesario entender el acto de morir como un “acto humano”. En ese contexto, la autora menciona cinco principios morales que considera especialmente relevantes para resguardar la dimensión ética del morir. Ellos son: el principio de veracidad, de proporcionalidad terapéutica, del doble efecto, de prevención y de no-abandono. El trabajo concluye con una invitación a cambiar el actual paradigma médico, pasando de una medicina dominada por la lógica del “imperativo tecnológico” hacia una “medicina personalista”. PALABRAS-CLAVE: Muerte digna; Derecho a una muerte digna; Muerte y moribundos; Atención a moribundos; Enfermo terminal; Final de la vida; Medicina Paliativa; Obstinación terapéutica; Eutanasia; Actitudes sociales ante la muerte; Bioética. Partindo de uma reflexão sobre os diferentes significados dados ao assim chamado “direito a morrer com dignidade”, o presente trabalho analisa a proposta oferecida pela Medicina Paliativa no debate sobre o final da vida. Após revisar as estratégias disponíveis na Holanda, primeiro país à despenalizar a eutanásia, a autora expõe a proposta oferecida pela Medicina Paliativa. Para compreender adequadamente a tese é fundamental entender o processo de morrer como um “evento da vida humana”. Nesse contexto, a autora indica cinco princípios morais que considera essenciais para conceber a dimensão ética do morrer, quais sejam: o princípio da veracidade, da proporcionalidade terapêutica, do duplo efeito, da prevenção e do não abandono. O trabalho conclui com uma proposta de mudança do atual paradigma médico que privilegia a medicina dominada pela lógica do “imperativo tecnológico” para um modelo de “medicina personalista”. i El presente trabajo es fruto de un proyecto de investigación interdisciplinario que contó con el financiamiento de la Dirección de Investigación y Posgrado de la P. Universidad Católica de Chile (DIPUC). Proyecto 98-II/16 CE: “El derecho a morir con dignidad y el concepto de muerte digna”. 91 El Derecho a Morir con Dignidad - P. Taboada Abstract Résumé By starting with a reflection about the different meanings ascribed to the so-called “right to die with dignity”, this work analyses the response given by Palliative Medicine to the end-of-life debate. After reviewing available statistics from Holland —first country in legalizing euthanasia— the author explains the solution that Palliative Medicine has proposed to the issue of “death with dignity”. It is necessary to perceive the act of dying as a “human act” in order to understand that response adequately. In this context five moral principles are mentioned, viewed as relevant for safeguarding the ethical dimension of dying. They are: the principles of veracity, therapeutical proportionality, double-effect, prevention and not-abandon. The paper ends with an invitation to change the present medical paradigm, shifting from a medicine controlled by the logic of the “technological imperative” towards a “personalized medicine”. KEY-WORDS: Death with dignity; Right to die with dignity; Death and the dying; Dying person; Dying person care; Terminally ill; End-of-life; Palliative Medicine; Therapeutic obstinacy; Euthanasia; Social attitudes towards death; Bioethics. Le travail, en partant d’une réflexion sur les significations contradictoires attribuées aujourd’hui à ce que nous appelons le “droit de mourir avec dignité”, analyse la réponse qu’ offre la Médicine Palliative au débat sur la vie humaine finissante. Après consultation des statistiques que sont aujourd’hui disposées aux Pays-Bas -prémier pays où l’euthanasie est tolérée par la justice-, l’autrice expose la solution que la Médicine Palliative a donné à la problématique de la “mort digne”. Pour comprendre adéquatement cette réponse, il faut entendre l’acte de mourir comme “un acte humain”. Dans ce contexte, l’autrice mentionne cinq principes moraux spécialement rélévants à fin de protéger la dimension éthique du mourir. Ils sont: le principe de véracité, de proportionalité thérapeutique, du double effect, de prévention et de non-abandonnement. Le travail se termine avec une invitation à changer l’actuel paradigme médicale, en passant d’une médicine dominée para la logique de l’ “impératif tecnologique” à une “médecine personaliste”. MOTS CLÉS: Mort digne; Droit à la mort digne; Mort et moribonds; Attention aux moribonds; Malade terminal; Fin de la vie; Médicine Palliative; Obstination thérapeutique; Euthanasie; Attitudes sociaux devant la mort; Bioéthique. 92 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción La idea que el hombre tiene del “derecho a morir con dignidad” ha dominado el debate bioético contemporáneo relacionado con el final de la vida humana. Muchos de los autores que abogan por el derecho a una “muerte digna”, entienden que éste incluye el derecho a disponer de la propia vida mediante la eutanasia o el suicidio médicamente asistido, basándose para ello en el respeto a la libertad individual o autonomía del paciente. Se afirma, así, que nadie tendría derecho a imponer la obligación de seguir viviendo a una persona que, en razón de un sufrimiento extremo, ya no lo desea. De acuerdo con esta línea de pensamiento, en situaciones verdaderamente extremas, la eutanasia y la asistencia al suicidio representarían actos de compasión (beneficencia); negarse a su realización podría suponer una forma de maleficencia. La fuerza de esta línea de argumentación aumenta, en la medida en que el contacto con pacientes en situaciones límite nos lleva a comprender la problemática existencial que subyace a las solicitudes de eutanasia y asistencia al suicidio. El presente trabajo, luego de revisar las estadísticas actualmente disponibles en Holanda, primer país en despenalizar la práctica de la eutanasia, plantea la respuesta alternativa ofrecida por la Medicina Paliativa a la problemática de la “muerte digna”. Esta respuesta presupone un abordaje integral del enfermo terminal, en sus diferentes dimensiones: física, psicológica, espiritual y social. Supone, además, considerar el acto de morir como un “acto humano”. En este contexto, surgen algunos principios morales que parecen ser especialmente relevantes en la atención de pacientes moribundos, pues permiten resguardar la dimensión ética del morir. La conclusión del trabajo es que la Medicina Paliativa podría ofrecer un modelo de atención en salud con un potencial innovador, capaz de conducir a la medicina contemporánea a un cambio de “paradigma”ii: ii Utilizo aquí el término “paradigma” en el sentido acuñado por Kuhn (1). desde una medicina dominada por la lógica del “imperativo tecnológico”iii, hacia una medicina verdaderamente personalista. La “muerte digna” y el deseo de controlar la muerte La idea de que la muerte podría representar un alivio para una vida condenada a horribles sufrimientos no es nueva. La encontramos, por ejemplo, ya en la cultura griega. Esto, poéticamente expresado en el Mito del Centauro Quirón, a quien el dios Apolo concedió el don de la “mortalidad”, después de que en una batalla con otros centauros, éstos le infringieran una herida incurable. Pero plantear que en ciertas situaciones la muerte pueda ser percibida como una bendición divina no equivale necesariamente a arrogarle al hombre el derecho de acabar con la vida de una persona sufriente. Así lo percibió Hipócrates, quien en su famoso Juramento reclama de los médicos el compromiso de no dar a nadie una droga mortal aun cuando les sea solicitada, ni tampoco dar consejos con tal fin. La necesidad de pedir a los médicos un compromiso formal en este sentido se aprecia hoy muy claramente al analizar las cifras del informe de la Comisión Remmelick (1). Estas estadísticas muestran que, en Holanda, un 15% de los fallecidos muere por eutanasia. De los pacientes que solicitaron eutanasia activa durante el período analizado (agosto-diciembre de 1990), 56% lo hizo por un sentimiento de pérdida de dignidad y 47% abogando tener un dolor intratable. Este dato resulta doblemente llamativo, puesto que, por un lado, el sentimiento de pérdida de dignidad no figura entre las condiciones de “eutanasia justificable” aceptadas por el Parlamento holandésiv. Por otro iii La expresión “imperativo tecnológico” es de H. Jonas (7). iv En 1984 la Royal Dutch Medical Association propone tres condiciones para la llamada “eutanasia justificable”: 1º que la solicitud responda a una iniciativa libre y consciente del paciente; 2º que el paciente esté experimentando un sufrimiento inmanejable; 3º que exista consenso de al menos dos médicos. 93 El Derecho a Morir con Dignidad - P. Taboada lado, aunque el dolor intratable sí es considerado como una condición justificante, el mismo informe pone en evidencia que —en opinión de los médicos tratantes— en el 17% de las solicitudes de eutanasia aún había alternativas terapéuticas paliativas que ofrecer a los pacientes pero éstos las rechazaron. En otras palabras, no se podía hablar con propiedad de dolor intratable en esos casos. De hecho, la razón más importante que tuvo el 35% de los médicos para rechazar solicitudes de eutanasia fue su opinión personal de que el sufrimiento del paciente no era intolerable. Las estadísticas actualmente disponibles en Holanda (2) muestran que después de una primera etapa en la que el respeto por la autonomía del paciente se considera una condición justificante para acabar con la vida de las personas que así lo solicitan, viene una segunda etapa en la que la realización de estas prácticas se extiende a situaciones en las que ya no es el paciente el que las pide, sino que la iniciativa viene de la familia o de los mismos profesionales de la salud, que consideran que se está ante una “condición de vida no digna”. De este modo, en los debates médicos y jurídicos ya no se discute tanto sobre el carácter lícito o ilícito de la eutanasia, sino más bien sobre su mayor o menor conveniencia en casos concretos, sobre las normas que deberían regular su aplicación y sobre su mayor o menor aceptación social y política, poniendo en evidencia la conveniencia de evaluar la eutanasia en términos de un cálculo costo/beneficio. Así, frente a una vida sufriente, terceros deciden dar muerte a una persona como la solución que ella misma habría elegido. De este modo, la realización de la eutanasia ya no se justifica por referencia a la autonomía del paciente, sino que pasa a ser considerada como un acto virtuoso, como afirma Sgreccia (3). Estas evidencias empíricas plantean la necesidad de reflexionar sobre lo que constituye la dignidad de la persona humana, especialmente en relación con el sufrimiento y la muerte, dos realidades que parecen poner a prueba nuestra concepción del sentido de la vida. 94 El morir como un “acto humano” v (4) De acuerdo con la tradición judeo-cristiana, el derecho a morir con dignidad es parte constitutiva del derecho a la vidavi. Sabemos que esta tradición rechaza recurrir a la eutanasia y al suicidio asistido. Ello implica que el significado que se atribuye al concepto “morir con dignidad” se distingue radicalmente del propuesto por los defensores de la eutanasia. En efecto, lo que aquí se entiende por “derecho a una muerte digna” es el derecho a vivir (humanamente) la propia muerte. Esta afirmación lleva implícita la idea que ante la inevitabilidad de la muerte cabría un cierto ejercicio de nuestra libertad. La muerte no podría ser considerada como un fenómeno meramente pasivo, que ocurre en nosotros y frente al cual permanecemos —por así decirlo— impotentes (“acto del hombre”), sino como un “acto humano”, es decir, como un acto en el que nuestra libertad podría intervenir en alguna medida. Sin embargo, es evidente que el morir no cae en el ámbito de nuestra libertad: inevitablemente cada uno de nosotros morirá. Por tanto, en relación a nuestra propia muerte, lo único que podría estar sujeto a la libertad es la actitud que adoptemos ante ella. En este sentido, la descripción de los diferentes tipos de reacciones emocionales observadas por la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross (5) en los pacientes moribundos resulta v Hago referencia aquí a la clásica distinción entre “actos de hombre” y “actos humanos”, distinción que pertenece a la tradición ética aristotélicotomista. En este contexto, la expresión “acto humano” designa aquellos actos en los que interviene la libertad de la persona y que, por lo tanto, son objeto de estudio de la ética. Los llamados “actos del hombre”, aunque ocurren en la persona, no están sujetos al influjo de la libertad y no caen en el campo de estudio de la ética (ej. procesos fisiológicos, automatismos psicomotores, etc.) Para un análisis más detallado de esta distinción cf. Wojtyla (4). vi Este concepto se encuentra expresado, por ejemplo, en la Declaración sobre la Eutanasia (4) de la Iglesia Católica. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 interesantevii. De acuerdo con esta observación, no siempre es fácil para los pacientes llegar a una actitud interior de aceptación, que les permita morir en paz. Por otro lado, es evidente que para comprender lo que una persona considera “morir bien”, se deben tomar en cuenta sus valores culturales y religiosos. Como ha dicho, entre otros Laín Entralgo (6), la muerte no es primariamente un evento médico o científico, sino un evento personal, cultural y religioso. Las convicciones morales y religiosas determinan lo que se considere el comportamiento adecuado frente a la muerte, tanto para el que está muriendo, como para los que lo atienden. Pero la atención de salud es hoy una tarea cooperativa, que agrupa a personas de distintos orígenes culturales y religiosos. Podría suceder, entonces, que alguien que muera en un hospital, lo haga rodeado de personas que tengan visiones distintas a la suya de lo que significa morir bien. Ello podría llevar a que en algunos casos el equipo de salud opte por recurrir a ciertos medios que retarden artificialmente el momento de la muerte con el fin de evitar toda duda de un posible subtratamiento. Esta práctica — conocida como “obstinación terapéutica” o “ensañamiento terapéutico”— es rechazada por la mayoría de los eticistas como contraria a la dignidad de la persona. Sin embargo, sabemos que la medicina contemporánea está constantemente sometida a la tentación de considerar que es éticamente exigible todo lo que es técnicamente posible, fenómeno que Hans Jonas (7) denominó “imperativo tecnológico”. Verse envuelto en esta corriente cultural —o en su opuesta: la creciente aceptación de la eutanasia y el suicidio médicamente asistido— podría imponer graves cargas morales en las personas moribundas, no permitiéndoles morir del vii Las 5 fases de las reacciones emocionales descritas por la psiquiatra suiza E. Kübler-Ross son: 1º ira, 2º negación y aislamiento, 3º pacto o negociación, 4º depresión y 5º aceptación. modo que consideran correcto. H.T. Engelhardt Jr.viii plantea que el recurso a la tecnología avanzada con el propósito de prolongar la vida podría representar un verdadero “peligro moral”. Con Marciano Vidal (8) proponemos que la expresión “derecho a morir con dignidad” no se entienda como “una formulación de un derecho, en el sentido preciso del ordenamiento jurídico; más bien, tiene una referencia al universo ético, es decir, expresa una exigencia ética. Por otra parte, la expresión no se refiere directamente al ‘morir’, sino a la ‘forma de morir’”. Así, en la situación del ser humano muriente, el alcance de la expresión morir con dignidad supone una serie de exigencias por parte de la sociedad. Blanco (9) señala las siguientes como las más decisivas: • “Atención al moribundo con todos los medios que posee actualmente la ciencia médica: para aliviar su dolor y prolongar su vida humana; • No privar al moribundo del morir en cuanto “acción personal”: morir es la suprema acción del hombre; • Liberar a la muerte del “ocultamiento” a que es sometida en la sociedad actual: la muerte es encerrada actualmente en la clandestinidad; • Organizar un servicio hospitalario adecuado a fin de que la muerte sea un acontecimiento asumido en forma conciente por el hombre y vivido en clave comunitaria; • Favorecer la vivencia del misterio humano-religioso de la muerte; la asistencia religiosa cobra en tales circunstancias un relieve especial.” vii Engelhardt. H.T., Jr. (manuscrito en vías de publicación): If certain attempts to use high technology health care involve a distortion of the moral life and the idolatry of mere physical survival, then one would have established grods for regarding some extraordinary or disproportionate care as morally dangerous to the life of the Chistian”. 95 El Derecho a Morir con Dignidad - P. Taboada La respuesta de la Medicina Paliativa La medicina se ha concebido tradicionalmente como una “relación de ayuda” al que sufreix (10,11). Lo que la sociedad espera de los médicos es que, atentos al sufrimiento de una persona, apliquen sus capacidades y toda la ciencia disponible para aliviarla. Por tanto, para un médico conocer las razones por las que una persona solicita la eutanasia o la asistencia al suicidio, debería suponer un estímulo para desarrollar estrategias adecuadas para combatir esas causas y no una razón para acabar con la persona que sufre. Este desafío ha sido asumido por la Medicina Paliativa que desde sus inicios —con la fundación del hospicio St. Christopher en Londres por Cecily Saunders (12, 13, 14, 15), a fines de la década de los ‘60— se concibió como una respuesta positiva frente a la problemática existencial que lleva a algunas personas a pedir la eutanasia. En un artículo reciente, Zylicz (16), médico paliativista holandés, describe lo que él llama el ABC de las solicitudes de eutanasia, es decir, las razones más habituales por las que los enfermos terminales piden que se les ayude a acelerar su muerte. Ellas son: A: Afraid (miedo) B: Burn-out (desgaste emocional) C: Control of Death (deseo de controlar la muerte) D: Depression (depresión) E: Excrutiating pain (dolor insoportable) Diversos estudios muestran que los síntomas que con mayor frecuencia se presentan hacia el final de la vida tienden a ser múltiples, multifactoriales, cambiantes, intensos y de larga duración. Se dice, así, que cerca del 90% de estos enfermos tienen dolor intenso, 80% depresión o ansiedad, 60% dificultad para respirar y, casi todos, falta de apetito, sequedad bucal, constipación, debi- lidad general u otras molestias similaresx. Vemos, entonces, que los síntomas más frecuentes en los enfermos terminales pueden originarse en cualquiera de las dimensiones de la persona enferma y tienden a afectarla en su globalidad. Si estas molestias no se controlan adecuadamente, su intensidad y prolongada duración pueden conducir a la persona a la fatiga emocional (burn-out). Ante esta realidad, la medicina contemporánea ha respondido ofreciendo las terapias paliativas, que la OMS (17) define como “la atención activa y completa de los pacientes cuya enfermedad no responde al tratamiento curativo. [En esta atención] es sumamente importante el control del dolor y de los demás síntomas, como también de los problemas psicológicos, sociales y espirituales. El tratamiento paliativo tiene por objeto facilitar al paciente y a su familia la mejor calidad de vida posible ... [haciendo] hincapié en el hecho de que la enfermedad no debe ser considerada como una aberración fisiológica aislada, sino en relación con el sufrimiento que conlleva y el impacto que causa en la familia del enfermo.” La Medicina Paliativa se concentra, por tanto, en mejorar la calidad de vida y en aliviar los síntomas en el marco de un equipo multidisciplinario coordinado, formado por médicos de diversas especialidades, enfermeras, psicólogos, asistentes sociales, nutricionistas, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, etc. En algunos países se ofrece, además, terapia a través de la expresión artística —principalmente la música y la pintura— lo que permite a algunos enfermos encontrar una forma de comunicación noverbal de las dificultades, angustias y temores que les pueda ocasionar el enfrentamiento con la muerte. A los pacientes que lo deseen se les ofrece también una asistencia espiritual. Dado que la familia se considera parte x ix 96 El concepto de la relación médico-paciente como una “relación de ayuda” ha sido ampliamente desarrollado por Bermejo (10,11.) Estas cifras se basan en la frecuencia de síntomas encontrados en 300 pacientes terminales por el equipo del Dr. Hugo Fornells: ICO, Argentina (estudio inédito). Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 importante del equipo terapéutico, se procura educarla para que pueda asumir un rol activo en el cuidado de la persona enferma. También el acompañamiento en el duelo forma parte de la Medicina Paliativa. En resumen, citando el informe de un Comité de expertos de la OMS (17), podemos decir que los objetivos de los cuidados paliativos son: • “reafirmar la importancia de la vida, considerando a la muerte como un proceso normal; • establecer un proceso que no acelere la llegada de la muerte ni tampoco la posponga; • proporcionar alivio del dolor y de otros síntomas angustiosos; • integrar los aspectos psicológicos y espirituales del tratamiento del paciente; • ofrecer un sistema de apoyo para ayudar a los pacientes a llevar una vida lo más activa posible hasta que sobrevenga la muerte; • ofrecer un sistema de apoyo a la familia para que pueda afrontar la enfermedad del paciente y sobrellevar el período de duelo.” Todo lo anterior exige desarrollar un cuerpo de conocimientos médicos que permita aliviar efectivamente las molestias que presentan los pacientes. Este es precisamente el desafío actual de la Medicina Paliativa. En tal sentido, cabe destacar la inquietud expresada por el Dr. Zylicz (16) en el artículo citado anteriormente, quien describe el efecto negativo que la despenalización de la eutanasia está teniendo para el desarrollo de la Medicina Paliativa en su país (Holanda). El disponer de una salida “fácil” ante situaciones difíciles, está disminuyendo la creatividad de los médicos holandeses para buscar nuevas soluciones a la problemática planteada por los pacientes en la etapa final de su vida, dificultando al mismo tiempo la comprensión del verdadero papel de la libertad personal frente a la muerte. Principios éticos relevantes en medicina paliativa Sin pretender hacer un listado exhaustivo, me referiré a cinco principios éticos (18) que me parecen especialmente relevantes en la atención de pacientes terminales, si se quiere respetar la dimensión ética del morir. Ellos son el principio de veracidad, de proporcionalidad terapéutica, del doble efecto, de prevención y de no-abandono. a) Principio de veracidad La veracidad es el fundamento de la confianza en las relaciones interpersonales. Por lo tanto, podríamos decir que, en general, comunicar la verdad al paciente y a sus familiares constituye un beneficio para ellos (principio de beneficencia), pues posibilita su participación activa en el proceso de toma de decisiones (principio de autonomía). Sin embargo, en la práctica hay situaciones en las que el manejo de la información genera especial dificultad para los médicos. Ello ocurre especialmente cuando se trata de comunicar malas noticias, como son el diagnóstico de enfermedades progresivas e incurables o el pronóstico de una muerte próxima inevitable. En esas circunstancias, no es inusual —especialmente en los países latinoamericanos— caer en una actitud falsamente paternalista, que lleve a ocultar la verdad al paciente. Se entra así, con alguna frecuencia, en el círculo vicioso de la llamada “conspiración del silencio” que, además de representar nuevas fuentes de sufrimiento para el paciente, puede suponer una grave injusticia (principio de justicia). Lo anterior no excluye la necesidad de reconocer que existen situaciones en las que podría ser prudente postergar la entrega de la información al paciente, en atención al principio de no-maleficencia, como podría ocurrir, por ejemplo, en el caso de pacientes con depresiones severas que aún no hayan sido adecuadamente tratadas. Por tanto, para que la comuni97 El Derecho a Morir con Dignidad - P. Taboada cación de la verdad sea moralmente buena, se debe prestar siempre atención al qué, cómo, cuándo, cuánto, quién y a quién se debe informar. En otras palabras, para el manejo de la información en Medicina Paliativa se han de aplicar con prudencia los cuatro principios básicos de la ética clínica: no-maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia, guiados por la virtud de la prudencia. b) Principio de proporcionalidad terapéutica Aceptar que nadie está obligado a utilizar todas las intervenciones médicas actualmente disponibles, sino sólo aquellas que le ofrecen una razonable probabilidad de beneficio no resulta difícil. Mayor dificultad reviste la pregunta por la licitud moral de rechazar tratamientos potencialmente beneficiosos, pues ella nos confronta con el problema de los límites de nuestra obligación moral respecto de la salud. En un intento por ofrecer una guía que ayude a identificar las intervenciones médicas que son moralmente obligatorias y las que no lo son, la Iglesia Católica (19) ha propuesto la clásica distinción entre medidas “ordinarias” y medidas “extraordinarias”, doctrina que hoy se conoce como principio de proporcionalidad terapéutica (20). Sin embargo, la idea de una debida proporcionalidad en las medidas médicas no es algo propio de la Iglesia Católica. Ya en la Antigüedad greco-romana encontramos testimonios de filósofos —como Platón o Aristóteles— que enfatizaban lo inadecuados que resultan aquellos esfuerzos médicos que sólo lograrán prolongar los sufrimientos. Los médicos griegos aprendían a reconocer aquellas situaciones en las que la naturaleza está de tal modo enferma, que inevitablemente conlleva el término de la vida humana. Así, para los griegos la muerte no era considerada como una falla de la medicina, sino como el final natural de la vida humana. El principio de proporcionalidad terapéutica sostiene que existe la obligación moral 98 de implementar todas aquellas medidas terapéuticas que guarden una relación de debida proporción entre los medios empleados y el resultado previsible. Aquellas intervenciones en las que esta relación de proporción no se cumple se consideran desproporcionadas y no serían moralmente obligatorias. Por tanto, para determinar si una intervención médica es o no moralmente obligatoria en un determinado paciente, se debe realizar un juicio de proporcionalidad. La relevancia moral de este juicio estriba en que sería moralmente ilícito omitir aquellas intervenciones médicas que se juzguen como proporcionadas; ello representaría una forma de eutanasia por omisión (la mal llamada “eutanasia pasiva”). Para verificar si en una determinada situación se da o no esta relación de debida proporción, es necesario confrontar el tipo de terapia —su grado de dificultad, riegos, costos y posibilidades de implementación— con los resultados esperables. En otras palabras, algunos de los elementos que siempre deberían ser tomados en cuenta a la hora de juzgar la proporcionalidad de una intervención médica, son: • La utilidad o inutilidad de la medida; • Las alternativas de acción, con sus respectivos riesgos y beneficios; • El pronóstico con y sin la implementación de la medida; • Los costos: físicos, psicológicos, morales y económicos. Es importante destacar aquí que el juicio acerca de la proporcionalidad de una determinada intervención médica debe hacerse con referencia al beneficio global de la terapia y no sólo en relación a los posibles efectos fisiológicos que ella sea capaz de inducir. Así, por ejemplo, no basta que un determinado tratamiento sea útil en términos de reducir o aumentar la presión arterial o el potasio en la sangre, si estos efectos no significan un beneficio real para la evolución global del paciente. En tal sentido, vale la pena tener en cuenta que en la actualidad Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 se están desarrollando diferentes modelos de pronósticos basados en datos objetivos, que pueden brindar información importante para una mejor toma de decisiones (Medicina Basada en Pruebas, (23). Como es lógico, el juicio de proporcionalidad incluye también la evaluación de los costos involucrados, entendiendo por costos no sólo los gastos económicos, sino también todas aquellas cargas físicas, psicológicas, morales y/o espirituales que la implementación de una determinada medida pueda comportar para el paciente, para su familia y para el equipo de salud. En este sentido, puede decirse que también consideraciones sobre la disponibilidad actual de una determinada medida en el lugar donde se está prestando la atención y/o sobre el grado de dificultad que su aplicación conllevaría, forman parte de la evaluación de los “costos” en un sentido amplio. Sin embargo, parece necesario precisar aquí que emitir un juicio de proporcionalidad terapéutica no equivale al resultado de un mero cálculo costo/beneficio, como proponen algunos defensores del Proporcionalismoxi. La valoración moral de nuestros actos no puede ser reducida a un mero balance de sus consecuencias positivas y negativas. Existen actos que —por su misma naturaleza— son siempre ilícitos. Ninguna buena consecuencia (social o económica, por ejemplo) podría justificarlos. A nadie le está permitido matar o dañar en su integridad corpóreo-espiritual a una persona inocente. En este sentido, podemos decir que el viejo aforismo médico “lo primero es no dañar” (primum non nocere) se encuentra aún plenamente vigente. Por tanto, cuando proponemos aplicar un juicio de proporcionalidad en la toma de decisiones médicas, damos por entendido que las opciones que involucran una acción intrínsecamente mala quedan absolutamente excluidas del balance. xi Para un análisis de los problemas del Proporcionalismo, en cuanto corriente ético-filosófica contemporánea, sugiero revisar Juan Pablo II (22). c) Principio del doble efecto en el manejo del dolor y la supresión de la conciencia Es frecuente que los enfermos terminales presenten dolor intenso, dificultad para respirar o síntomas como ansiedad, agitación, confusión mental, etc. Para el manejo de estos síntomas muchas veces es necesario utilizar drogas como la morfina, que puede producir una baja en la presión arterial o una depresión respiratoria, u otros fármacos que reducen el grado de vigilia o incluso privan al paciente de su conciencia. No es infrecuente que el uso de este tipo de terapias genere dudas en la familia y/o en el equipo de salud. Se teme que los efectos negativos de esas intervenciones médicas puedan implicar una forma de eutanasia. Ante esta inquietud cabe recordar que existe un principio ético (llamado voluntario indirecto o doble efecto) que señala las condiciones que deberían darse para que un acto que tiene dos efectos —uno bueno y uno malo— sea lícito. Estas condiciones son: • Que la acción sea en sí misma buena o, al menos, indiferente; • Que el efecto malo previsible no sea directamente querido, sino sólo tolerado; • Que el efecto bueno no sea causado inmediata y necesariamente por el malo; • Que el bien buscado sea proporcionado al eventual daño producido. Si aplicamos estos requisitos al tratamiento analgésico con drogas como la morfina vemos que, si lo que se busca directamente es aliviar el dolor (efecto bueno) habiendo agotado otras terapias que carecen de los efectos negativos mencionados, no habría inconvenientes éticos en administrar morfina. Las cuatro condiciones del voluntario indirecto se cumplen: se trata de una acción buena (analgesia), cuyo efecto positivo no es consecuencia de los efectos negativos, que sólo son tolerados cuando no hay otras alternativas eficaces de tratamiento. En tales condiciones, esta forma de terapia representa, por tanto, el mayor bien posible para ese paciente. 99 El Derecho a Morir con Dignidad - P. Taboada En relación a la supresión de la conciencia, que es necesaria a veces en caso de pacientes muy agitados, por ejemplo, se aplica el mismo principio. Dado que las facultades superiores se consideran un bien objetivo de la persona, no es lícito privar a nadie de su conciencia sin una razón justificada. Para que sea moralmente lícita, esta privación de conciencia tiene que obedecer a un motivo terapéutico proporcionado y no debe ser directamente querida, sino sólo tolerada. e) Principio de prevención Prever las posibles complicaciones y/o los síntomas que con mayor frecuencia se presentan en la evolución de una determinada condición clínica es parte de la responsabilidad médica (deber de previsibilidad). Implementar las medidas necesarias para prevenir estas complicaciones y aconsejar oportunamente a los familiares sobre los mejores cursos de acción a seguir en caso de que ellas se presenten permite, por un lado, evitar sufrimientos innecesarios al paciente y, por otro, facilita el no involucrarse precipitadamente en cursos de acción que conducirían a intervenciones desproporcionadas. Cuando no se conversa oportunamente sobre las conductas que se adoptarán en caso de que se presenten, por ejemplo, complicaciones como hemorragias, infecciones, dificultad para respirar, o incluso un paro cardio-respiratorio, es frecuente que se tomen malas decisiones, que después es muy difícil revertir. f) Principio de no-abandono Un último principio al que quiero hacer referencia aquí es el que algunos paliativistas han denominado principio de no-abandono. Este principio nos recuerda que, salvo casos de grave objeción de conciencia, sería éticamente reprobable abandonar a un paciente porque éste rechaza determinadas terapias, aun cuando el médico considere que ese rechazo es inadecuado. Permaneciendo junto 100 a su paciente y estableciendo una forma de comunicación empática podrá, tal vez, hacer que el paciente recapacite, si ello fuera necesario. Pero existe otra forma más sutil de abandono, frente a la que este principio ético quiere prevenirnos. Tenemos, en general, mala tolerancia para enfrentar el sufrimiento y la muerte. La atención de pacientes moribundos nos confronta, obligadamente, con estas realidades. Fácilmente podríamos caer en la tentación de evadir su trato, que frecuentemente genera una sensación de impotencia. Esta tentación se ve reforzada por la mentalidad exitista imperante. Habrá que recordar, entonces, que incluso cuando no se puede curar, siempre es posible acompañar y a veces también consolar. El acompañamiento a pacientes moribundos nos recuerda, así, nuestro deber moral de aceptar la finitud propia de la condición humana y pone a prueba la verdad de nuestro respeto por la dignidad de toda persona, aun en condiciones de extrema debilidad y dependencia, tarea que no siempre resulta sencilla. Reflexiones finales Todo lo dicho me lleva a plantear que el modelo de atención que nos propone hoy la Medicina Paliativa podría representar un profundo cambio en la cultura médica contemporánea. Frente a la lógica del “imperativo tecnológico”, que con frecuencia nos impele a considerar que es éticamente justificable —o incluso exigible— todo lo que es técnicamente posible, esta disciplina presenta un modelo de salud que podríamos denominar personalista, es decir, un ethos profesional basado en un profundo respeto por la persona, por lo que ella es y por su dignidadxii. Este potencial renovador de la Medicina Paliativa sólo podrá lograrse si la disciplina no sucumbe ante el peligro inminente de transxii Styczen (23) propone que la norma moral más básica y universal es: “Persona est affirmanda propter seipsam et propert dignitatem suam”. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 formarse en una técnica más —la técnica de controlar síntomas— se mantiene fiel a la concepción global del ser humano que estuvo en su origen. Para ello es necesario tener presentes aquellos principios éticos que resguardan la dignidad de la persona, incluso en condiciones de extrema debilidad, como suele ser la etapa final de la vida, y que pueden resumirse en dos actitudes fundamentales: respeto por la dignidad de la persona y aceptación de la finitud de la condición humana. Pienso que estas actitudes son hoy necesarias para transformar nuestros estándares de atención médica, de acuerdo con lo expresado por la fundadora del movimiento de los hospices: “Tú me importas por ser tú, importas hasta el último momento de tu vida y haremos todo lo que esté a nuestro alcance, no sólo para ayudarte a morir en paz, sino también a vivir hasta el día en que mueras” (Cicely Saunders). Referencias 1. Kuhn T. The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press: Chicago, 1962. 2. Jochemsen H, Keown J. Voluntary euthanasia under control: further empirical evidence from the Netherlands. 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Chile Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 ELEMENTOS PARA UNA ANTROPOLOGÍA DEL DOLOR: EL APORTE DE DAVID LE BRETONi Reinaldo Bustos Domínguez Resumen Resumo En este artículo se recoge el aporte de David Le Breton a la antropología del dolor, a través del cual se puede comprender la necesidad de una práctica ampliada de la medicina, que a menudo se remite a una aproximación empírica y positivista, conducente a una intervención sobre las enfermedades concebidas sólo como realidades biológicas puras. Por el contrario, el análisis antropológico del dolor nos lleva a la consideración de la enfermedad no sólo como una configuración de signos clínicos, sino que como un síndrome de experiencias vividas, cargadas de significaciones, interpretaciones y explicaciones, mediatizadas por la cultura y la subjetividad individual. PALABRAS-CLAVE: Cuerpo, Dolor, Antropología,Cultura. Neste artigo recorre-se a contribuição de David Le Breton à antropologia da dor através do qual pode-se compreender a necessidade de uma prática ampliada da medicina, já que a aproximação empírica e positivista vigente conduz a uma intervenção sobre as enfermidades construída somente sobre realidades biológicas puras. Do contrário, a análise antropológica da dor nos leva a considerar a enfermidade não só com sua caracterização de sinais clínicos, mas igualmente como uma síndrome de experiências vividas, carregadas de significações, interpretações e explicações mediadas pela cultura e subjetividades individuais. i Le Breton, D. “Anthropologie de la doleur”. Métailié, Paris, 1995. 105 Elementos para una Antropología del Dolor: El Aporte de David Le Breton - R. Bustos Abstract Résumé The paper presents David Le Breton’s contribution to the anthropology of pain, as a proposal for a better understanding of the necessity of a more comprehensive medical practice, since more often than not, it is restricted to an empirical and positivist approach leading to intervene on diseases as if they were mere biological realities. On the contrary, the anthropological analysis of pain takes us to consider illness not only as the characterization of clinical signs, but also as a syndrome of lived experiences, loaded with significance, interpretations and explanations influenced by culture and personal subjectivity. KEY-WORDS: Body, Pain, Anthropology, Culture. Dans ce texte on expose la contribution de David Le Breton à l’antrhopologie de la douleur, laquelle permet comprendre le besoin d’une pratique médicale élargie; souvent on comprend celle-ci dans une perspective empirique et positiviste ce qui conduit à une intervention sur les maladies conçues seulement comme réalités biologigues pures. Au contraire, l’analyse anthropologique de la doleur nous conduit à considérer la maladie non seulement comme une configuration de signes cliniques mais aussi comme un syndrome d’ expériences vécues, chargées de significations, interprétations et explications interprétées à l’aide de la culture et de la subjectivité individualle. MOTS CLÉS: Corps; Douleur; Anthropologie; Culture. 106 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción En un par de trabajos clásicos de sociología médica, Zborowskiii en 1952 y Zolaiii en 1966 mostraron la influencia de la cultura en la percepción y manifestación del dolor. El primero, en una encuesta con sujetos sanos y enfermos de origen italiano, judío, irlandés y americano de “viejo cuño”, demostró que los italianos y los judíos provenientes de Europa del Este tenían reacciones próximas frente al dolor, marcadas por una sensibilidad excesiva y tendencia a la emotividad y la dramatización. En los judíos particularmente, el dolor de uno de sus miembros hace participar a toda su familia, ya que no soportan el aislamiento o la impersonalidad de las relaciones. El dolor es percibido como un signo nefasto, que provoca ansiedad y miedo del futuro, congruente con la historia dolorosa y trágica del pueblo judío. Los italianos, por su parte, viven el dolor con la inmediatez de la queja, con analgésicos se tranquilizan y esperan. Los judíos, en cambio, desconfían y a menudo son críticos de los cuidados médicos. Los americanos de “viejo cuño” viven con desdén su dolor, que sólo molesta a los otros. Los irlandeses de confesión católica se parecen a los americanos. Unos y otros, testimonian una misma capacidad de resistencia: el dolor es más una molestia que un síntoma. Zola posteriormente, muestra lo mismo: los pacientes italianos, ante igual diagnóstico, dramatizan más su dolor que los irlandeses. Estos últimos viven su dolor en congruencia con el sentimiento de que la vida es dura y difícil, revelando con claridad la pregnacia de los valores culturales en la vivencia de la enfermedad. ii Zborowski, M. “Reponses culturelles au doleur” en Sociologie Médicale”. Steuder, F. Paris, Armand Colin, 1952. iii Zola, I.K. “Culture and symptoms. An anlysis of patiens´ presenting complainsts” American Sociological Rewiew, Nº31, 1966 Estos ejemplos paradigmáticos nos sirven como introducción para afirmar que la experiencia del dolor siempre es singulariv: nadie reacciona frente al dolor de la misma forma. Cada individuo responde de una manera diferente a una herida o a una afección, aunque éstas sean idénticas. El umbral de sensibilidad es diferente. La anatomía o fisiología no son suficientes para explicar las diferencias o variaciones culturales, sociales, personales o de circunstancias que afectan a un individuo con ocasión de un acontecimiento doloroso. Y ello es porque la actitud frente al dolor no es una cosa meramente mecánica o fisiológica sino que está mediatizada por la cultura, las variaciones personales y la significación subjetiva atribuida a su presencia. El dolor es el producto de un contexto, es la expresión de una educación social. El personal de servicio en las unidades de cuidados paliativos saben que una palabra amiga o su presencia en la cabecera del enfermo suelen ser los antiálgicos más eficaces, aunque no suficientes. En la tradición aristotélica (Ética a Nicómaco), el dolor era concebido como una forma particular de la emoción; era la medida del hombre tocado en lo más profundo de su intimidad. En los orígenes de la modernidad, Descartes concibe el dolor como mero disfuncionamiento de la mecánica corporal. La física corporal o la biología tendrán desde entonces el privilegio del estudio de los mecanismos del influjo doloroso, para describirlo con la objetividad que se requiere para la comprensión de sus orígenes, su recorrido, su punto de llegada. La psicología o la filosofía ocupan de ahí en adelante un lugar secundario, restringidas tan sólo a la anécdota de la subjetividad vivida del dolor. Desde Aristóteles hasta Descartes, para Le Breton, se inscribe una primera historia de transmutación del dolor, desde una forma de la emoción íntima a una concepción mecáiv Cf Le Breton, D. “Anthropologie de la doleur”. Métailié, Paris, 1995. 107 Elementos para una Antropología del Dolor: El Aporte de David Le Breton - R. Bustos nica, donde el dolor es la expresión pura y simple de una mecánica neuronal y cerebral, un hecho puramente sensorial que concierne a un conjunto de fibras nerviosas que llevan hasta el cerebro un estímulo que se procesará en el centro del dolor; el hombre, con toda la complejidad de su historia personal, no tiene nada que decir. Para nuestro autor, sólo después de Los Estudios sobre la Histeria, donde Freud y Breur develan la lógica del inconsciente, se abre una primera brecha en esta interpretación mecánica de los hechos corporales, para hacer comprender que el hombre no es un mero apéndice de una actividad autónoma de la actividad neuronal. Se inicia entonces una segunda historia del dolor, donde la dimensión afectiva empieza a ser considerada. De hecho, la investigación contemporánea, producto de la colaboración entre médicos y científicos sociales, hace justicia a la complejidad del fenómeno doloroso mostrando que entre el estímulo que lo provoca y el dolor experimentado existen numerosos filtros, que disminuyen o acentúan su intensidad. El calor, el frío, los masajes, enlentecen, amortiguan o aceleran su pasaje. Ciertas condiciones lo inhiben, como la relajación o la diversión; lo aumentan o lo difunden, como el miedo o la fatiga. Por lo tanto, no hay dolor sin comprometer la relación del hombre con su entorno, es decir, sin una significación afectiva que traduce el deslizamiento de un fenómeno fisiológico al corazón de la conciencia moral del individuo. El dolor vivido no es jamás una pura experiencia sensorial, sino más bien una percepción compleja, una manifestación que se integra a la experiencia acumulada de vida de un individuo y, en este sentido, simultáneamente sentida, evaluada e integrada en términos de significación y valor. El dolor, como experiencia humana, no es un simple hecho de la naturaleza, sino más bien una experiencia altamente simbólica, un hecho de la cultura. Pensemos en todos aquellos sujetos privados de su condición de sentir 108 los estímulos dolorosos, expuestos a todos los peligros ambientales: los leprosos, por ejemplo. La función de defensa del dolor está ausente en ellos. Pero el fenómeno doloroso, para Le Breton, no se agota en esta función defensiva del individuo frente a los peligros del medio ambiente. Él se inscribe en una presencia mucho mas compleja, más desconcertante, imposible de recoger en una fórmula simplista. Entre el dolor concebido como una herramienta virtual al servicio de la defensa del individuo y éste, se inscribe el dolor con toda la ambivalencia y la complejidad que caracteriza la relación del hombre con su mundo. ¿Reacción de defensa? ¿Contra quién? ¿Contra qué?, se pregunta René Lerichev, y con razón. No todas las enfermedades comienzan con dolor y muchas veces el dolor es la enfermedad. Antroposemiología del dolor La clínica médica y la literatura son fuentes inagotables que nos nutren de la experiencia del dolor sentido y el dolor sufrido. Un médico fránces, René Leriche, definió clásicamente la salud como “el silencio de los órganos”. En realidad, el hombre sano se vive en una armónica unidad física-mental, confiado de sus recursos, y por completo olvidado de sus raíces físicas, en un equilibrio natural que no impone ningún obstáculo entre sus proyectos y el mundo circundante. El cuerpo no le pesa, más bien, se le hace cotidianamente invisible. Cuando aparece el dolor, el cuerpo se hace extraño: la lesión, el daño de una función, se imponen penosamente a la conciencia del individuo, decrece todo interés por los otros, el individuo se repliega. Una paciente nuestra, afectada de una Mielitis Transversa, refiere que cuando su dolor perianal se hace particularmente agudo, pierde el apetito, el gusto por vivir, se hace más susceptible, apática, no puede dormir. Su dolor la induce a una renuncia parv Cit. por Le Breton. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 cial de sí misma, amenaza su identidad, la obliga a recluirse solitaria, para evitar arriesgar perder su autoestima frente a los otros. Todo dolor, incluso el más leve, induce una metamorfosis en el sujeto, nos revela nuestra impotencia y nuestra fragilidad, no tan sólo altera la relación del hombre con su cuerpo, sino que invade más allá: contamina la relación total del hombre con su mundo. La semiología médica nos enseña que existen dolores agudos y crónicos. El primero es transitorio, la ansiedad está generalmente ausente en tanto la mayoría de estos dolores se asocian a causas contingentes. Para el niño son experiencias formativas, que le enseñan de su vulnerabilidad ante el medio o de la fragilidad de su condición. Cuando se hacen un poco más intensos y permanentes, signos de un mal insidioso, recurrir al médico es necesario en tanto interlocutor obligado en nuestro mundo occidental, para que le ponga nombre y lo reduzca. Los dolores agudos no afectan mayormente las relaciones sociales, más bien despiertan la solidaridad y la protección de los otros. Son pequeños signos que, incluso, refuerzan el sentimiento del valor personal. Los dolores crónicos, en cambio, son una penosa carga. Van desde una sorda presencia hasta reagudizaciones variables en intensidad, que limitan toda forma de existencia. A menudo, son un límite al poder médico, en su comprensión y en su curación. Nuestra paciente aquejada de Mielitis nos dice que su dolor es una experiencia horrenda, que violenta los límites de su condición humana, inaugurando un modo de vida, prisionera de su dolor. Le Breton recuerda a Tolstoi, que en La Muerte de Iván Illitch nos muestra al protagonista atormentado por el dolor, dolor que olvida a veces o imagina alejado para siempre, pero que reaparece súbitamente para atacarlo. La ansiedad que nace de tal estado, el sentimiento de un suplicio que no terminará sino con la muerte, hace para Iván Illitch, como para nuestra paciente, aún más intolerable la experiencia. La depresión y el dolor crónico se alimentan mutuamente. Cuando el dolor se hace total y los pacientes se sienten sumergidos en un sufrimiento que los envuelve por entero, como en el caso de las personas afectadas de cánceres o sida, la analgesia farmacológica plantea dilemas éticos importantes para el paciente, en tanto se comprometen los últimos instantes de vida y de relación con sus seres queridos. Para los médicos no es menos difícil: a menudo se plantean dudas en torno a la sub-evaluación de la intensidad del dolor, el temor a inducir cambios secundarios o producir una dependencia de los medicamentos. Pero lo común es ver pacientes terminales con dosis masivas de analgésicos que neutralizan la conciencia del sujeto para que no sufra más; pero el remedio desborda el mal, puesto que se suprime la conciencia y la vida de relación. El paciente muere en el sopor, inconsciente de sus últimas horas de vida, privado de un último contacto con sus seres queridos, alimentando así la culpabilidad de estos. La ambigüedad del dolor y su eficacia simbólica En psiquiatría nos confrontamos a menudo con dolores y quejas somáticas que no tienen correlación orgánica. Aquí el dolor es signo de un sufrimiento que autoriza socialmente la búsqueda de ayuda médica. Las enfermedades funcionales, con su dolor y sufrimiento, son a menudo un llamado de atención a su soledad o insignificancia. Después de Freud, y más allá de la respuesta terapéutica inmediata, el médico debe ser capaz de descifrar su mensaje. El dolor como síntoma es la pantalla donde se dibujan —en el caso de la histeria, por ejemplo— la búsqueda obstinada de amor y reconocimiento. En el hipocondriaco, se refleja la vivencia compleja de un cuerpo cruzado por las experiencias dolorosas, de las cuales el individuo es un ingenioso inventor. En la actualidad es común la presencia de individuos 109 Elementos para una Antropología del Dolor: El Aporte de David Le Breton - R. Bustos que han sufrido un accidente laboral y que persisten con dolores más allá de la convicción clínica de que no tienen nada orgánico comprometido. Son “paranoias del cuerpo”, como las definió Roa. La sospecha de un trastorno psiquiátrico acentúa en ellos la idea de ser víctimas de un desprecio o de una injusticia. Ante una medicina, heredera del dualismo cartesiano que separa radicalmente cuerpo y hombre, este último vaga dividido por los diferentes servicios médicos sin que nadie lo escuche y dé respuesta a su padecimiento. La impotencia alimenta su sufrimiento, el cual se transforma en un problema de identidad, signo de una buena fe puesta en duda. Hay muchos otros ejemplos en psiquiatría que muestran con elocuencia que el dolor está siempre presente, entreverado en los vericuetos de la historia personal. Entre un mal de vida y un mal del cuerpo, oscila poniendo en relación —a veces sutilmente, en otras con crueldad y locura, como ocurre en algunos pacientes esquizofrénicos o dementes— a la carne y el espíritu. Como hemos dicho, ninguna ley fisiológica puede dar enteramente cuenta del dolor, puesto que es múltiple: garantía de una reivindicación, sustituto de amor para paliar la ausencia, modo de expiación, medio de presión, etc. En numerosos casos, el dolor cumple, evidentemente, una función de soporte de la identidad personal. Pero como también el cuerpo y el dolor no escapan a la condición de cada cosa humana, como algo construido social y culturalmente al interior de infinitas variedades, el dolor del cuerpo y el sufrimiento del hombre no escapan a la eficacia simbólica del efecto placebo, como una ilustración evidente de que la realidad corporal se enraíza en el corazón de un mundo simbólico y cultural. A la evidencia de este efecto de eficacia simbólica descrita por Marcel Mauss y Claude Levy-Strauss (recordados también en la obra monográfica de Le Breton) en las sociedades tradicionales, se agrega la constatación de que un 35% de los pacientes declara encontrar alivio tomando 110 placebos. Hallazgos no menos significativos cuando la evidencia empírica nos dice que sólo el 75% de los enfermos aquejados de dolores intensos se alivia con morfina. La eficacia simbólica nos recuerda entonces el carácter múltiple del dolor, que afecta al hombre más allá de su pura organicidad. Estudios que demuestran lo anterior abundan en la literatura médica. En pediatría es conocido el efecto controlador de la aprensión y el dolor de los niños sometidos a una intervención quirúrgica cuando están acompañados por sus madres, a las cuales se les ha explicado y calmado, a su vez, de su propia ansiedad. El placebo actúa entonces en el corazón del vínculo social, donde el dolor es una caja de resonancia de significaciones personales y sociales. Pero el dolor, desde el punto de vista antropológico, no se agota en lo anterior. La rica relación entre el mal y el dolor, tan cara a toda conciencia religiosa en los relatos bíblicos, ocupa parte importante del estudio de Le Breton. No debemos ignorar que las culturas religiosas imponen su marca en los comportamientos y valores de los individuos a la manera de un inconsciente cultural. No ocurre sólo con el cristianismo, también con otras religiones en las cuales se constatan zonas de divergencias con el catolicismo: la reforma protestante rompió, por ejemplo, la noción de un dolor pleno de gracia y de virtud legitimando la lucha contra éste. A la inversa, los musulmanes no se rebelan frente a la adversidad o el sufrimiento, no se confrontan como el cristiano a la paradoja del justo sufriente. El dolor como figura del mal, que vincula enfermedad y falta, es un constante recuerdo de nuestra fragilidad humana. La modernidad no escapa a esto; el imaginario del sida nos recuerda en la actualidad lo mismo: que una carne sufriente es una carne en falta. No en vano aquellos infectados por transfusiones sanguíneas se sienten y son percibidos como “inocentes”. Y es que la atribución dada por el Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 hombre reviste de sentido a su dolor y le permite mantener intacta la mirada sobre las cosas, rechazar el miedo, mantener su identidad. La integración del dolor en una cultura que le da sentido y valor es para los individuos un soporte simbólico que le otorga consistencia a su capacidad de resistencia: todas las sociedades, al definir implícitamente una legitimidad para el dolor, están indicando lo esperable o lo no esperable. El dolor se construye socialmente, se ritualiza socialmente. Así se explica la variabilidad de respuestas frente al dolor, su dramatización o su interiorización: el dolor no es puramente la medida de una lesión fisiológica, tal como lo destacáramos al comienzo. La fijación del dolor en la opacidad del cuerpo puede ser incluso una defensa profesional, en que el médico no renuncia a su privilegio de especialista de descubrir el origen del dolor. Así, vemos a pacientes circular por diversos servicios médicos buscando una respuesta causal que no llega, terminando presos como objetos de una relación técnica. En el caso de dolores crónicos, ésta se instala como una ilusión compartida, que se alimenta de una obstinación recíproca en las posibilidades omnipotentes de la medicina. Pero el dolor no desaparece, pues tiene usos variados, es un material inagotable y fecundo en manos de la invención de individuos-artesanos de su dolor. Unos lo eligen para dar testimonio de su fe: el dolor es una ofrenda; para otros, no religiosos, es un signo de estatus social. Ocurre a menudo en aquellos a quienes su dolor crónico los saca de su medianía social, familiar o laboral, les da una identidad, les permite negociar con los otros. En fin, el dolor es una eficaz herramienta con muchos fines. En Vigilar y Castigar, Michel Foucault nos entrega un detallado repertorio de los usos sociales del dolor como suplicio y castigo, evidencia de sus usos múltiples. Modernidad y dolor: hacia una sociedad anestesiada En las épocas pre-modernas, los principios de vida y muerte eran la guía de la vida colectiva. Las divinidades eran las referencias últimas de la vida y la muerte, del dolor y sufrimiento de los hombres; en sus manos estaba el destino. Con la modernidad desaparecen las divinidades y las referencias religiosas al orden social. Los principios que guían a la sociedad emergente son aquellos de “orden y caos”. En este nuevo escenario, la ciencia empieza a ocupar un lugar preponderante en la explicación de las leyes del cosmos. Después de la Revolución Francesa, la medicina hace su aparición como eficaz aliada del orden para desterrar al caos, de aquella parte del caos que implica dolor, sufrimiento y muerte. La evolución reciente de la medicina es testimonio de un desplazamiento de técnicas que se han difundido prácticamente a todas las sociedades occidentales, tratando de alcanzar este objetivo del progreso: desterrar para siempre del dolor, el sufrimiento y la muerte, vividos como ruidos insoportables del funcionamiento socialvi. En lo que atañe al dolor, coincidimos con Le Breton que dice que la medicina lo ve solamente como un anacronismo, no sólo cruel sino como un equivalente moral de una tortura. Pero la fantasía de su supresión total, por parte de la técnica médica, es otro sueño moderno que no tendría otras consecuencias que no fuera también la indiferencia por la vida. Precisamente, el gran aporte de la antropología del dolor presentado en esta reseña de la obra de David Le Breton, es humanizar la medicina para dignificar la vida. vi Cf. Bustos, R. “Las Enfermedades de la Medicina” Ed. Cesoc-Colegio Médico (reg. Santiago), 1998. 111 LA MUERTE Y EL SUICIDIO EN LA POESÍA DE R. M. RILKE Otto Dörr Zegers Profesor Titular de Psiquiatría de la Universidad de Chile. Jefe del Servicio A del Hospital Psiquiátrico. Correspondencia: Dr.Otto Dörr Zegers. Luis Thayer Ojeda 0115, Of.502. Providencia. Santiago. Chile Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 LA MUERTE Y EL SUICIDIO EN LA POESÍA DE R. M. RILKEi Otto Dörr Zegersii Resumen El suicidio sólo se puede comprender desde una reflexión previa sobre la muerte. A propósito de algunos textos de Hegel, Goethe y Heidegger, el autor recuerda la concepción de la muerte no sólo como parte de la vida, sino como lo que le da sentido. Una idea análoga, aunque expresada de un modo muy original, es la que sostiene el poeta Rainer María Rilke en una carta a su editor en polaco, W. Hulewicz, del 13 de noviembre de 1925. El autor intenta investigar más en profundidad el pensamiento del poeta respecto a la muerte, a través de un análisis de la Octava, Novena y Décima Elegías del Duino (1922), poesías en las cuales el poeta desarrolla su concepto de la “muerte propia”, anunciado en su novela Los Cuadernos de Malte (1910). Para él la vida misma consiste en “aprender a morir”, en preparar con tiempo “la obra maestra de una muerte noble..., de una muer- i Leído en las Jornadas sobre “El final de la vida”, organizadas por el Programa Regional de Bioética de la Organización Panamericana de la Salud 1999. ii Profesor Titular de Psiquiatría de la Universidad de Chile. Jefe del Servicio A del Hospital Psiquiátrico. te consumada, feliz y entusiasta, como sólo los santos supieron concebirla”. La pregunta es entonces qué puede pasar para que alguien no espere su muerte propia y destruya con su acto suicida la armonía de la vida y de la muerte. La respuesta la da el poeta en el Réquiem para Wolf von Kalckreuth (1908). El suicida no reconoce en la tierra la posibilidad de la alegría, como la que a veces se esconde detrás de los dolores. En segundo lugar, el suicida se apresura a dar a la vida y a la muerte una interpretación definitiva, sin esperar que en el camino se nos devele el sentido de la existencia. Por último, el joven suicida de Rilke, que era un poeta, no dejó madurar su obra, quizás porque no comprendió cuál era la esencia de la poesía: que a través de ella el poeta se transforme en las palabras que eternizan las cosas. PALABRAS CLAVE: Muerte; Suicidio; Poesía; Vida; Existencia. 115 La Muerte y el Suicidio en la Poesía de Rainer Maria Rilke - O. Dörr Resumo Abstract Só se pode compreender o suicídio mediante uma reflexão prévia sobre a morte. A partir de alguns textos de Hegel, Goethe e Heidegger, o autor resgata a concepção de morte como parte integrante e que confere sentido à vida. Com uma idéia análoga, ainda que expressada de maneira diversa, é a que apresenta o poeta Rainer Maria Rilke em uma carta à seu editor em polonês, W. Hulewics, datada de 13 de novembro de 1925. O autor do presente texto pretende investigar com profundidade o pensamento do poeta a respeito da morte e o faz, através da análise da Oitava, Nona e Décima Elegias de Duino (1922). Nessas poesias, Rilke apresenta seu conceito da “morte própria” que anuncia na novela Os Cadernos de Malte (1910). Para ele a vida consiste propriamente em “aprender a morrer”, em preparar com tempo “a obra-prima de uma morte nobre... de uma morte consumada, feliz e com entusiasmo, como somente os santos souberam concebêla”. A pergunta que se impõe, portanto, é o que pode ocorrer com alguém que não aguarda sua própria morte e destrua pelo suicídio a harmonia da vida e da morte. A resposta a esta pergunta, o poeta apresenta no Requiem para Wolf von Kalckreuth (1908). O suicida não reconhece a possibilidade da alegria esconder-se atrás de sofrimentos. Em segundo lugar, o suicida se apressa em dar uma interpretação definitiva sobre a vida e a morte não permitindo que se desvele o sentido da existência. Finalmente, o jovem suicida de Rilke, que era um poeta, não permite que amadureça sua obra, quiçá porque não tenha apreendido a essência da poesia, já que é através dela que o poeta se transforma, é por meio das palavras que os fatos se eternizam. Suicide can be understood only as a result of a previous reflection about death. With reference to some texts by Hegel, Goethe and Heidegger, the author proposes a conception of death, not only as a part of life but also as ‘that’ that gives meaning to it. A similar idea, though expressed in a very original way, is the one sustained by the poet Rainer Maria Rilke in a letter to his editor in Polish, W. Hulewicz, of November 13, 1925. The author tries to study more deeply the poet’s thought concerning death, through the analysis of the Eighth, Ninth and Tenth Duino Elegies (1922), poems where Rilke develops his concept of the “personal death”, announced in his novel, The notes of Malte Laurids Brigge (1910). To him, life itself consists of “learning to die”, of preparing in advance “the masterpiece of a noble death..., of a consummate, happy and enthusiastic death, as only saints were able to conceive it”. Then, the question is what could happen to induce someone not to wait for his /her own death and destroy with a suicidal act the harmony of life and death?. The poet gives the answer in the Requiem for Wolf von Kalckreuth (1908). The one committing suicide does not recognize in earth the possibility of joy, as something that, sometimes, is hidden amid pain. Secondly, the suicide hurries to give life and death a definitive interpretation, without allowing life —in its own way— to unveil the meaning of the existence. Finally, Rilke’s suicidal young, who happened to be a poet, did not let his work mature, perhaps he did not understand what was the essence of poetry: that the poet transforms himself in the words that eternalize things. KEY-WORDS: Death; Suicide; Poetry; Life; Existence. 116 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Résumé Le suicide ne peut se comprendre que par une réflexion préalable sur la mort. L’auteur, à partir de certains textes de Hegel, Goethe et Heidegger, rappele la conception de la mort non seulement comme partie de la vie, mais aussi comme ce que lui en donne du sens. Une idée analogue, même si elle est exprimée d’une façon très originale, c’est celle qu’ exprime le poète Rainer Maria Rilke dans une lettre à son éditeur en polonais, W. Hulewicz, du 13 de Novembre, 1925. L’auteur essaie de chercher la pensée du poète à propos de la mort, à travers une analyse de Octava, Novena y Décima Elegias del Duino, (1922), des poésies dans lesquelles le poète développe son idée de la “mort propre”, déjà annoncée dans son roman, Los Cuadernos de Malta (1910). Pour le poète la vie consiste dans un’ “apprendre à mourir”, préparer avec du temps “ l’oeuvre maîtresse d’une morte noble..., d’une mort consommée, heureuse et passionnée, comme seulement les saints ont su la conçevoir”. Alors, la question que se pose est celle de savoir qu’est-ce que peut arriver pour que quelqu’un n’attende pas sa propre mort et avec un acte suicide détruise l’armonie de la vie et de la mort. La réponse est donnée par le poète dans le Réquiem pour Wolf von Kalckreuth (1908). Le suicidé ne trouve pas dans la terre la posibilité de la joie, comme celle que parfois est cachée derrière les souffrances. En second lieu, le suicidé est pressé à donner à la vie et à la mort une interprétation définitive, sans attendre que dans le chemin se dévoile le sens de l’existence. Finalement, le jeune suicide de Rilke n’a pas laissé mûrir son oeuvre, peutêtre parce qu’il n’a pas compris quelle était l’essence de la poésie: Ce n’est qu’ à travers celle-ci que le poète se transforme dans des mots qu’ éternisent les choses. MOTS CLÉS: Mort; Suicide; Poésie; Vie; Existence. 117 La Muerte y el Suicidio en la Poesía de Rainer Maria Rilke - O. Dörr El suicidio significa interrumpir violentamente ese proceso natural que es el morir. La muerte es el fin de la vida, pero no al modo de un terminar cualquiera, como termina un camino o una melodía, por cuanto la muerte pertenece a la vida. No hay vida sin muerte, porque ésta nos da, entre otras cosas, la posibilidad del tiempo. El tiempo se constituye desde la finitud, desde la muerte, y su carácter central es la transitoriedad. Y, como dice Heidegger (1), “la muerte es la más propia (auténtica) posibilidad de la existencia... Es (justamente) el ser-relativamente-a-lamuerte el que abre a la existencia su más propio poder-ser.” Este concepto de la muerte como parte esencial de la vida ya lo encontramos en el principio Stirb-Werde de Goethe (2), que podría traducirse como “morir para llegar a ser” y también en todo el pensamiento dialéctico de Hegel (3). Recordemos ese famoso pasaje de la Introducción a la Fenomenología del Espíritu: “El botón desaparece con el surgimiento de la flor y se podría decir que aquél es negado por ésta; del mismo modo el fruto transforma a la flor en una falsa existencia de la planta, pues aparece en lugar de la flor como la verdadera planta...”, etc. Dicho con otras palabras, la muerte del botón significa la vida de la flor, la muerte de la flor significa la vida del fruto y así sucesivamente. Vida y muerte se entrelazan inextricablemente. Habría algo así como una muerte inmanente a la vida y que sería como su elemento transformador, eso que permite, en un sentido dialéctico, el paso a una nueva síntesis. Algo semejante encontramos en uno de los poetas que más se ha preocupado del tema de la muerte: Rainer Maria Rilke. En una carta del 13 de noviembre de 1925 a su editor en polaco, Wietold Hulewicz (4), —quien le había preguntado sobre el sentido último de las Elegías del Duino, uno de los grandes monumentos de la poesía universal— Rilke escribe: “...Las elegías conducen a la demostración de que esta vida, 118 así suspendida sobre el abismo, es imposible. En las elegías... la vida se hace otra vez posible... (pues) la aceptación de la vida y de la muerte se nos muestra como una misma cosa... la muerte es el lado de la vida apartado y no iluminado por nosotros. Tenemos que hacer el intento de alcanzar la máxima conciencia de nuestra existencia, la que está domiciliada en ambos ámbitos ilimitados y se nutre de ambos inagotablemente... No hay ni un allende ni un aquende, sino la gran unidad en la cual también habitan los seres que lo superan, los ángeles...”. Y más adelante, en la misma carta, explica con mayor detalle lo que quiere decir con su concepto de la unidad de la vida y de la muerte: “...Nosotros, los de aquí y ahora, no estamos ni un momento satisfechos en este mundo temporal, pero tampoco estamos atados a él, sino que pasamos permanentemente hacia el mundo anterior, hacia nuestro origen, como también hacia el mundo ulterior, el de aquellos que vendrán después de nosotros. En aquel máximo ‘mundo abierto’ existen todos... (Aquí) no me estoy refiriendo (estrictamente) al sentido cristiano... Con una conciencia puramente terrena, profundamente terrena, beatamente terrena, hay que introducir lo aquí visto y tocado en un círculo más amplio, en el más amplio posible. No en un ‘más allá’, cuya sombra oscurece la tierra, sino en una totalidad, en lo entero...”. Por último, el poeta le explica a su editor cuál es, mientras vivimos, nuestra relación con el resto de las cosas de este mundo, que comparten con nosotros la provisionalidad, pero que desconocen la muerte: “La naturaleza, las cosas de nuestro trato cotidiano y de nuestro uso son, mientras estamos aquí en la tierra, nuestra propiedad y nuestra amistad; ellas son consabidoras de nuestra alegría y de nuestra miseria y ya fueron los confidentes de nuestros antepasados. Así, no sólo no hay que descalificar y degradar lo de aquí, sino que precisamente por su provisionalidad... estas apariencias y estas Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 cosas tienen que ser comprendidas y transformadas por nosotros... ¿Transformarlas?, sí, porque nuestra tarea es ésta, impregnarnos de esta tierra provisional y caduca tan profundamente, tan dolientemente, tan apasionadamente, que su esencia resurja otra vez en nosotros, invisible. Somos las abejas de lo invisible… Las elegías nos muestran a nosotros en esta tarea, en la tarea de este constante transformar lo amado, visible y tangible, en la oscilación y la agitación invisibles de nuestra naturaleza; y esto va a introducir nuevas formas de vibración en... el universo…” (op. cit., p. 374 ss.). Nos hemos detenido un momento en este impresionante texto de Rilke y escrito, como toda carta, “al correr de la pluma”, porque creemos encontrar en él no sólo una visión positiva de la muerte, sino, y sobre todo, una suerte de llamado a una misión de vida que sería ineludible: el amar las cosas y, a través de la palabra, eternizarlas. Para las citas de los textos poéticos emplearemos una traducción del alemán hecha recientemente por nosotros (5). Y así el poeta nos dice en la Novena Elegía (6): “...y estas cosas que viven de la muerte comprenden que tú las elogies; ellas, las fugaces, confían en que nosotros, los más efímeros, seamos capaces de salvarlas. ¡Ellas quieren que las transformemos del todo en un corazón invisible —oh infinitamente— en nosotros!, quienquiera que seamos al final...” Y las cosas están ahí esperando que nosotros, los humanos, procedamos a transformarlas, a hacerlas invisibles, pero no sólo a la casa, el cántaro o el manantial, como dice el poeta un poco antes, al descubrir que nuestra primera misión en la tierra es el dar un nombre a las cosas, sino a todas las cosas, más aún, a la tierra entera, algo que manifiesta expresamente en el verso siguiente: “Tierra, ¿no es esto lo que tú quieres: resurgir en nosotros invisible? ¿No es tu sueño ser invisible alguna vez? ¡Tierra! ¡Invisible! ¿cuál, si no metamorfosis, es tu apremiante misión?...” Con esta hermosa misión el hombre puede ir tranquilo al encuentro de la muerte, que, por lo demás, sólo él conoce. Es cierto que este conocimiento es la fuente última de la angustia —dolorosa emoción que lo acompaña durante casi toda su existencia— pero puede que constituya también su mayor grandeza. Ni los animales ni los ángeles conocen la muerte. “El animal libre (de la muerte) / tiene tras sí su ocaso / y ante sí a Dios y, cuando camina, entonces / lo hace hacia la eternidad, así como manan las fuentes”, como dice el poeta en la Octava Elegía. Mientras los ángeles tampoco saben de ella, porque viven “en el torbellino de su (permanente) retorno a sí mismos” (Segunda Elegía). ¿Qué puede ocurrir para que alguien no espere su muerte propia y destruya con su acto suicida la armonía de la vida y de la muerte? Una posibilidad es pensar que el suicida olvida que el dolor es “nuestro follaje / invernal y perenne, nuestro verdor oscuro del sentido, / una de las estaciones del año secreto, mas no sólo tiempo, / sino lugar, poblado, campamento, suelo, residencia”. Es decir, el dolor lo es todo y es tan consubstancial a la vida humana, que es de las pocas cosas que legítimamente podemos llevarnos al más allá. Rilke expresa maravillosamente este pensamiento en la Novena Elegía, cuando dice: “...¿qué se lleva uno hacia el más allá? No el mirar, aquí lentamente aprendido, y nada de lo que aquí ocurrió. Nada. Pero sí los dolores. Sobre todo la pesadumbre, también la larga experiencia del amor: es decir, todo lo inefable...” 119 La Muerte y el Suicidio en la Poesía de Rainer Maria Rilke - O. Dörr Nuestra misión es salvar las cosas a través de la palabra, darles un sentido, eternizarlas. Pero de todo lo que hemos vivido en esta tierra, lo único que podemos llevarnos hacia el más allá, para que así nos acompañe eternamente, es para el poeta un extraño bagaje, compuesto sólo de dos elementos: el sufrimiento y el amor. El acto de suicidarse significa entonces desconocer el valor del sufrimiento y el sentido del amor. Rilke se refirió expresamente al tema del suicidio en el Réquiem para el Poeta Wolf von Kalckreuth (7). Intentaremos resumir algunas de las ideas sobre el tema que se desprenden de este maravilloso poema. No se conocen las razones que tuvo el joven poeta para suicidarse, pero Rilke le reprocha a lo largo de todo el réquiem el que no haya sido capaz de perseverar, esperando que le llegase su propia muerte. Porque Rilke no estaba en contra de la muerte de los jóvenes; por el contrario, en la muerte prematura del héroe y en el profundo misterio que encierra la muerte infantil él cree encontrar un camino legítimo para el hombre elegido. Pero el suicidio lo perturba profundamente. El primer reproche que le hace a Kalckreuth es el no haber reconocido en la tierra la posibilidad de la alegría, la que a veces se esconde detrás de los dolores; más aún, en el momento menos pensado el sufrimiento se invierte, dando paso al consuelo y aún a la felicidad: “Lo que no esperaste fue que el peso se hiciese del todo insoportable: es entonces cuando éste se invierte de repente y es tan pesado por ser tan verdadero. Ves, éste fue quizás tu momento más cercano; tal vez él se acomodaba la guirnalda en el cabello ante la puerta que tú le cerraste bruscamente.” Luego de una serie de consideraciones sobre lo poco que sabemos sobre el misterio 120 de la existencia y cómo no debemos adelantarnos a darle una interpretación definitiva, como la que resulta de un acto como el suicidio, el poeta se conduele de que no haya habido alguien en las cercanías del joven suicida que le hubiese podido hacer cambiar su decisión: “Si una mujer hubiese puesto su mano ligera sobre el comienzo aún delicado de esta ira; si hubiera habido alguien, que estando ocupado, ocupado en lo más íntimo, te hubiese encontrado quedamente cuando tú, mudo, saliste a consumar la acción; si tu camino hubiera conducido cerca de un taller despierto, donde hay hombres martillando, donde el día se realiza simplemente...” Ahora, dada su muerte prematura, muy pocas cosas dejó el joven conde: sólo algunos poemas imperfectos (“somos espectadores sólo de los poemas que hacia abajo traen / las palabras que tú escogiste”), pero en ellos Rilke reconoce al menos dos virtudes: una es la inspiración, venida casi directamente del mundo angélico (“a menudo un comienzo se te imponía como un todo / un comienzo que tú repetías como una orden”); la otra es que el joven poeta, a través de sus poemas llegó a “ver”, a “reconocer la renuncia y en la muerte tu progreso”. Aquí Rilke acepta por primera vez la posibilidad de que la muerte del joven poeta haya tenido un sentido. Hacia el final del réquiem Rilke trata de definir en apretadas palabras lo que debe ser la esencia de la vida poética. Ésta debe alimentarse fundamentalmente de los siguientes ingredientes (“tres formas abiertas”): los sentimientos verdaderos, el mirar (que mira y ve, pero que “no desea nada”) y “la muerte trabajada”, esa muerte propia que tanto nos Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 necesita. La verdadera poesía debe ser un trabajo de la propia vida y de la propia muerte y yo agregaría que quizás toda vida humana, no sólo la vida poética, debería consistir en lo mismo. El poeta adolescente no dejó brotar la vida, con todo lo que ella puede regalarnos, pero tampoco fue capaz de esperar su propia muerte. Y entonces Rilke retoma el tema de la esencia de la poesía, anunciado ya en las Cartas de un joven poeta, diciendo que éstos, en lugar de quejarse, deberían “decir” (cosas esenciales), que en lugar de juzgar tanto sus sentimientos deberían “darles forma”; que deberían, por último, transformarse ellos mismos en palabras (“como el cantero de una catedral / que con obstinación se convierte en la serenidad de la piedra”). Y esto habría sido la salvación del Conde Kalckreuth, pero él no la vio, a pesar de haberla tenido en sus manos. Habría bastado que hubiera comprendido la esencia de la poesía. Pero ahora todo esto son palabras vanas. No sea que el adolescente al escucharlas se avergüence entre los muertos y que las lamentaciones de los vivos agraven sus sentimientos de culpa. Y el réquiem termina con una recomendación a asumir el destino con todas sus consecuencias, incluyendo los errores, pues: “¿Quién habla de victorias? El resistir lo es todo”. El tema que nos ha reunido es “El fin de la vida”. Y el fin de la vida es la muerte en un doble sentido: como término de nuestra existencia en este mundo, pero al mismo tiempo, como lo que le da el sentido. En el libro Cartas a una amiga veneciana (8) Rilke afirma: “Hay que aprender a morir. En eso consiste la vida, en preparar con tiempo la obra maestra de una muerte noble y suprema, una muerte en la que el azar no tome parte, una muerte consumada, feliz y entusiasta como sólo los santos supieron concebirla...”. No sé si estas reflexiones puedan servir de algo a quien ya se encuentra con una enfermedad terminal en las proximidades de la muerte, pero quizás si la lucidez de este gran poeta nos pueda ayudar a nosotros, a los médicos llamados a asistir a estos enfermos; pues, aun cuando todavía no seamos “terminales”, desde que fuimos conscientes de lo que significa nuestra profesión, hemos tenido que acostumbrarnos a la idea de que pertenece esencialmente a nuestra condición humana el vivir desahuciados. Referencias: 1. Heidegger M. Sein und Zeit [1927]. Tübingen: Max Niemayer Verlag; 1963. 2. Goethe JF. Werke Briefe und Gespräche. Gedenkausgabe Band XVII: Naturwissenschaftliche Schriften. Zürich und Stuttgart: Artemis Verlag; 1966. 3. Hegel G F. Phänomenologie des Geistes. Hamburg: Felix Meiner Verlag; 1952. 4. Rilke RM. Briefe 2. Band [1919-1926]. Frankfurt am Main: Insel Verlag; 1999. 5. Dörr-Zegers, O. Traducción, Prólogo, Notas y Comentarios. En: Rilke RM. Diez elegías, tres réquiem y una canción de amor. Madrid: Editorial Visor. En prensa. 6. Rilke R M. Duineser Elegien. In: Sämtliche Werke. Band I. Frankfurt am Main: Insel Verlag; 1955. 7. Rilke R M. Requiem für Wolf Graf von Kalckreuth. In: Sämtliche Werke. Band I. Frankfurt am Main: Insel Verlag; 1955. 8. Rilke R M. Cartas a una amiga veneciana. Madrid: Hiperión; 1993. 121 INTERFACES LA CONSIDERACIÓN DE LOS NUEVOS DERECHOS HUMANOS EN LA LEGISLACIÓN SOBRE REPRODUCCIÓN ASISTIDA Juan José Puerto Departamento de Derecho Privado, Universidad de Salamanca. España. Correspondencia: Dr. Juan José Puerto. C/ Concejo - 17- 1º B, Salamanca, 37002, España. E- mail: [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 LA CONSIDERACIÓN DE LOS NUEVOS DERECHOS HUMANOS EN LA LEGISLACIÓN SOBRE REPRODUCCIÓN ASISTIDA Juan José Puerto Resumen Resumo Coincidiendo con la aplicación en masa de las técnicas biomédicas de reproducción humana a mediados de los años ochenta, el mundo del Derecho empezó a movilizarse para regular estas nuevas tecnologías. Las legislaciones que se realizaron en estos años, respondieron al principio de salvaguarda de los Derechos Fundamentales del Ser Humano, que en ese momento la doctrina jurídica mayoritaria identificaba desde una perspectiva individualista con derechos socio-económicos individuales (Derechos Humanos de 2ª Generación) y que encumbraron el principio de autodeterminación. Todo esto se tradujo en legislaciones que superpusieron el interés de los padres sobre los derechos del embrión y de su futuro hijo. Ya en los noventa, la evolución en el pensamiento político-constitucional ha desarrollado los Derechos Humanos de las futuras generaciones (Derechos Humanos de 3ª Generación), que rompen el individualismo anterior con la entrada en consideración de nuevos valores como el ecologismo, el respeto a la naturaleza y a sus recursos, etc. Jurídicamente se va a demandar la aplicación del llamado Principio de responsabilidad en la utilización de las nuevas tecnologías, así como el Principio de precaución, que justifican la existencia de una legislación que propugna un equilibrio en los derechos e intereses de todos los intervinientes en los tratamientos de reproducción asistida (incluido el futuro hijo). Este giro en la doctrina de los derechos fundamentales tiene sus consecuencias prácticas en múltiples cuestiones relativas a la regulación de estas técnicas reproductivas (congelación de embriones, donación de gametos, fecundaciones postmortem, consentimiento informado, ...etc.). PALABRAS CLAVE: Derechos Humanos; Legislación; Reproducción asistida; Embrión; Crioconservación. Concomitantemente com a aplicação em larga escala de técnicas biomédicas de reprodução humana em meados dos anos oitenta, o mundo do Direito começou a movimentar-se para legislar sobre essas novas tecnologias. As leis elaboradas nesses anos responderam ao princípio da salvaguarda dos direitos fundamentais do ser humano, que nesse momento a doutrina jurídica majoritária identificava com uma perspectiva individualista e direitos sócio-econômicos próprios (direitos humanos de segunda geração) e que superestimavam o princípio da autodeterminação. Tudo isto traduziu-se em legislações que impuseram o interesse dos pais sobre os direitos do embrião e das futuras gerações. Já nos anos noventa, a evolução do pensamento político-constitucional permitiu desenvolver os direitos humanos das futuras gerações (direitos humanos de terceira geração) que rompe com o individualismo prévio levando em consideração novos valores como a ecologia, o respeito à natureza e seus recursos, etc... Juridicamente começa-se a impor o chamado Princípio da Responsabilidade quando da utilização de novas tecnologias, assim como o Princípio da Precaução, que propoem uma legislação que defenda o equilíbrio entre os direitos e interesses de todos os participantes envolvidos nas técnicas de reprodução assistida (incluindo, é óbvio, o futuro ser). Esta nova apreciação de doutrina dos direitos fundamentais tem suas consequências práticas em inúmeras questões relativas à regulamentação dessas técnicas reprodutivas (congelação de embriões, doações de gametas, fecundação post-mortem, consentimento informado, etc...) 127 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto Abstract Résumé Coincidental with a large-scale application of human reproductive biomedical techniques in the middle eighties, the world of Law reacted by setting up rules for these new technologies. Legislation proposed in those years responded to the principle of safeguarding Human Being’s fundamental Rights, which by then, were viewed —by the predominant juridical doctrine— from an individualistic perspective with individual social-economic rights (2nd Generation Human Rights ) that overestimated the principle of selfdetermination. All this resulted in laws favouring parents interests over embryo’s and future generations’ rights. Placed in the nineties, the evolution of political-constitutional thinking has contributed to the development of the future generations’ Human Rights (3rd Generation Human Rights), putting an end to previous individualism by taking into consideration new values such as ecologism, respect to nature and its resources, and so forth. The Principle of responsibility as well as the Principle of precaution in the application of brand new technologies will be juridically demanded; principles that justify the existence of a legislation intended to promote a balance between rights and interests of each one of the participants in assisted reproduction treatments (including son-to-be). This shift in the doctrine of fundamental rights translates into practical consequences in a variety of issues related to the regulation of these reproductive techniques ( embryo cryopreservation, germ cells donors, posthumous reproduction, informed consent, and so forth). KEY-WORDS: Human Rights; Legislation; Assisted reproduction; Embryo; Cryopreservation. Nous coïncidons avec l’application en masse des techniques de reproduction humaine au milieu des années quatre-vingts, le monde du droit a comencé à se déplacer pour régulariser ces nouvelles technologies. Les législations, qu’ont été achèvées dans ces années, au début ont répondu au principe de sauvegarde des droits fundamentaux de l’être humain, étant donné qu’à ce moment là la doctrine juridique majoritaire identifiait depuis une perspective individualiste avec droits socio-économiques individuals, (Droits Humains de 2ème Génération) et que ceux-ci ont élévé le principe d’auto-détermination. Tout çela est traduit en législations qu’ont superposés l’intérêt des parents sur les droits de l’embryon et sur leur futur garçon. Déjà dans les années quatre-vingt dix, l’évolution dans la pensée politiqueconstitutionnelle a dévelopé les Droits Humains des futures générations (Droits Humains de 3ème Génération), qu’ont brisé l’individualisme précédant avec l’intégration de nouveaux valeurs comme l’écologisme, le respect à la nature et à leur resources...etc. Juridiquèment, on va se démander l’application du principe de responsabilité dans l’utilisation de nouvelles technologies et du principe de précaution que justifient l’existence d’une législation que défend un équilibre dans les droits et les intérêts de tous les interventionnistes dans les traitements de réproduction assistée (inclut le futur garçon). Ce changement dans la doctrine des droits fundamentaux a ses conséquences pratiques dans plusiers questions relatives à la régulation de cettes techniques réproductives (congélation d’embryons, donation de gamètes, fécondations post-morten, consentement informé, etc. MOTS CLÉS: Droits Humains; Législation; Réproduction assistée; Embryon; Cryopréservation. 128 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción Años atrás quizá nadie hubiera podido imaginar los grandes avances realizados en materia de reproducción artificial: transferencias intratubáricas, micro-inseminación... etc., son hoy técnicas cotidianamente utilizadas por la ciencia para la superación del gran problema humano de la imposibilidad de tener hijos. Parece que nuestra civilización occidental ha recibido una serie de soluciones técnicas a la infertilidad, de manera que ante cada imposibilidad de obtener de forma natural un hijo, se responde con la introducción de una sofisticada técnica biomédica. En definitiva, las nuevas técnicas de reproducción humana son una consecuencia más de esa tendencia general de nuestra sociedad a responder con la tecnología a las situaciones de crisis, tecnología que aumenta nuestro poder sobre la naturaleza, pero también nuestra responsabilidad sobre ella. No cabe duda de que esta temática goza permanentemente de una gran actualidad e interés no sólo en la doctrina científica sino también en la opinión pública en general, incluso ya hay quien afirma que el fin del siglo XX se ha visto revolucionado por las telecomunicaciones y la informática, pero que el siglo XXI será, sin duda, el siglo de la genética y la biotecnología, y de nosotros depende que sea un aporte beneficioso para la sociedad o que sea un nuevo factor de injusticia y desigualdad social. ¿Legislar? En 1978, nacía la primera niña obtenida por fecundación in vitro con transferencia de embriones (FIV-TE). Pocos años más tarde, en 1984, nace un bebé obtenido a partir de un óvulo de donante y poco después otro de un embrión previamente congelado. A partir de la década de los ochenta, se suceden con velocidad vertiginosa los avances científicos en el campo de la reproducción humana, especialmente tras la aplicación generalizada de la FIV-TE, así como también se multipli- can los problemas legales en torno a estas técnicas y proliferan los casos judiciales en torno a problemáticas socialmente nuevas como las madres de alquiler, la custodia de los embriones congelados, etc. Ante estos problemas, ciertos juristas (1) se opusieron, en un principio, a la regulación legal de estas técnicas reproductivas, encontrando suficiente la aplicación de los Principios Generales del Derecho (derivados del concepto de Equidad) para resolver con Justicia los casos que pudieran plantearse, afirmando que una tal regulación no iba a servir sino para institucionalizar estas prácticas, creando una dinámica que podría desbordar con gran facilidad las cautelas y previsiones de la ley, apoyadas forzosamente en múltiples supuestos, en pretendidas intenciones, mucho más fáciles de disfrazar que de justificar. Sin embargo, progresivamente se va a ir palpando la necesidad de regular legalmente y de una forma sistemática la aplicación de estas nuevas tecnologías biomédicas como respuesta del mundo del Derecho a una realidad social incipiente. Se va imponiendo el concepto de la necesidad de su regulación para acabar con ese vacío normativo y poder guiar la utilización de estos medios tecnológicos hacia un aporte positivo para el conjunto de la sociedad. Pero los Proyectos legales sobre reproducción asistida humana tienen siempre un largo trámite que ha durado varios años y ha sido un proceso polémico y complicado por la materia y por los valores que se ven implicados (la vida, la intimidad, la dignidad humana, la libertad), proceso que no siempre ha servido para aprobar finalmente una Ley. Así, por ejemplo, Argentina vio su primer Proyecto de Ley en 1993, después han pasado más de una docena de proyectos de todo signo y tendencia y aún no se ha aprobado ninguno en el Senado argentino; la Comisión de Salud del Senado chileno elaboró un Proyecto sobre Protección de los embriones humanos en 1997, que acabó archivándose ese mismo año. 129 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto Evolución en los derechos humanos a) Derechos humanos de 2ª generación Si nos situamos a mediados de los años ochenta, observaremos una doctrina jurídica que pretende regular estas técnicas biomédicas y toma como base para ello el respeto de los derechos humanos, que en ese momento se identifican con los llamados “Derechos Humanos de segunda generación”, esencialmente derechos socio-económicos individuales, esto es, que suponían la exaltación del Principio de autodeterminación del individuo. En estos años, existe un horizonte de sobrevaloración de las posibilidades técnicas en el que la reproducción artificial se presenta como una opción concreta al alcance de nuestra mano, de hecho, como una oferta más del mercado. En este contexto se desarrollan leyes de reproducción asistida con marcado carácter individualista y en las que se da una mayor preponderancia al interés y derechos del padre y de la madre en base al principio de autodeterminación, y una menor consideración y protección al embrión humano. Así, leyes surgidas en este contexto histórico como la Ley española de Reproducción Asistida de 1988, basándose en dos sentencias sobre la legalización del aborto, una del Tribunal Constitucional de la República Federal Alemana de 1975 y otra del Tribunal Constitucional español de 1985, y acusando la influencia de los trabajos británicos de la Comisión Warnock, adopta el término “preembrión” para designar al óvulo fecundado que no ha llegado a los 14 días, y al que se considera carente de vida humana, mientras que el término “embrión” identificará la existencia de dignidad humana a partir del día 14 a contar desde la concepción. b) Derechos humanos de 3ª generación Sin embargo, diversas instancias sociales van a empezar a crear un punto de inflexión y a demandar la existencia de un equilibrio en130 tre el interés de los padres y los derechos del hijo que está por nacer, instancias morales como la Declaración de la Iglesia Evangélica de Alemania sobre las Cuestiones de Bioética (2) o la Iglesia Católica en la Instrucción Vaticana Donum Vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, de 1987 (3), así como otras instituciones civiles como el Parlamento Europeo en su Resolución sobre la fecundación artificial in vivo e in vitro, adoptada en 1989 (4) o la ley alemana de 1991 que regula más estrictamente la reproducción asistida y ya se denomina ley sobre “protección del embrión” (Embryonenachutzgesetz). Este giro en la doctrina jurídica se va a ir imponiendo conforme se vayan asentando y aceptando los llamados “Derechos Humanos de tercera generación”, que rompen el individualismo anterior con la entrada en consideración de los derechos de las generaciones futuras, el ecologismo, el respeto a la naturaleza y a sus recursos, etc. Jurídicamente se va a demandar la aplicación del llamado Principio de responsabilidad en la utilización de las nuevas tecnologías, para que no se tengan en cuenta sólo los efectos inmediatos de éstas, sino también sus consecuencias en el futuro, así como el Principio de precaución, que justifica la existencia de una legislación restrictiva sobre la biotecnología para que la sociedad sea capaz de mantener el control sobre ellas, puesto que la propia realidad social nos muestra lo difícil que resulta revocar este tipo de legislaciones dando “marcha atrás”. A mediados de los noventa, la sociedad comienza a preocuparse ante el doble uso que puede hacerse de estas técnicas, especialmente si se las combina con prácticas eugenésicas (clonación, selección genética) y se empieza a ser consciente de que, si bien es cierto que debe respetarse la libertad fundamental de investigación científica, sin embargo, una práctica científica inadecuada y fuera de cualquier control ético o jurídico podría poner en peligro la dignidad humana Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 (5). La Carta encíclica de Juan Pablo II “Evangelium vitae” de 1995, va más allá y señala que la ley civil ha de estar, por tanto, en conformidad con la razón y la ley natural, pues de otro modo estaría privada totalmente de auténtica validez jurídica, siendo posible en estos casos el ejercicio de la objeción de conciencia (6). La transmisión de la vida humana no se va a constituir en un acto absoluto en sí mismo que pueda ser obtenido en cualquier forma y bajo cualquier circunstancia, ni el Derecho puede dejar de ordenar y dar respuesta a esta realidad social. No será posible aceptar sin más estas nuevas técnicas reproductivas escudándose en el lado amable de su finalidad (obtener un bebé) sin deternerse a considerar la problemática médica, jurídica, ético-moral o psicológica que encierran muchos de estos procedimientos. De esta forma, en los procesos legislativos de los distintos países que se vienen planteando la legislación de las técnicas biomédicas de reproducción humana, han surgido una serie de puntos o cuestiones que resultan especialmente sensibles o de especial interés social y que a continuación nos proponemos analizar someramente a la luz de esta evolución de los Derechos Humanos Fundamentales. Con este fin, añadiremos el tratamiento que han recibido estos temas en las instancias jurídicas iberoamericanas, así como en otras legislaciones y textos internacionales, utilizando en no pocas ocasiones como referencia la Ley española nº 35/ 88 sobre Técnicas de Reproducción Asistida de 22 de noviembre de 1988, que, siendo una de las leyes pioneras en el mundo y llevando más de diez años en vigor, nos permite estudiarla con una perspectiva suficiente para observar sus resultados prácticos y la evolución de los conceptos jurídicos y bioéticos desde entonces hasta nuestros días. Estatuto jurídico del embrión a) Dignidad humana del embrión La definición del estatuto jurídico del embrión y la protección de la vida humana es, tal y como hemos visto, uno de los puntos fundamentales de la evolución y del estudio jurídico de estas técnicas reproductivas. Las legislaciones que hemos denominado de corte “individualista” de finales de los ochenta consideraron que no había dignidad humana hasta pasados 14 días de la concepción. Leyes como la española van a basar esta distinción en que es ese el momento en el que se va a implantar el cigoto en el útero; mientras que otras como la uruguaya fundamentan esta distinción en que el “preembrión” pasa a ser embrión cuando aparece la cresta neural o inicio del sistema nervioso central (8-9 semanas después de la última menstruación de la madre). Sin embargo, estas legislaciones utilizaron conceptos y expresiones excesivamente vagas, demasiado genéricas y carentes de uniformidad, tales como formas biológicas, material biológico, material reproductivo, material reproductor, material embriológico, feto, embrión, preembrión, concepti, criatura concebida, etc. Según el planteamiento de estas legislaciones en las que se observa un menor nivel de protección de la dignidad humana del embrión, como las distintas fases del desarrollo humano son embriológicamente diferenciables, su valoración ética y su protección jurídica también deberá serlo. Sin embargo, ya en aquella época de los ochenta, los términos “preembrión” o “conceptus”, además de no contar con una completa aceptación entre la doctrina científica, se consideran eufemismos de “cosmética o de maquillaje jurídico”, que también fueron definidos como una subdivisión arbitraria de la vida prenatal acuñada por razones de política pública (7). A pesar de todo ello, la sentencia nº 116/1999 (Publicada en el BOE de 08-071999, con nº de registro 376/1989) del Tribunal Constitucional español, que declara in131 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto constitucionales algunas disposiciones de la Ley 35/88, señala que los no nacidos no pueden considerarse en nuestro ordenamiento constitucional como titulares del derecho fundamental a la vida que garantiza el art. 15 de la Constitución o a la dignidad humana que recoge el art. 10.1 (Fundamentos jurídicos nn. 5y 11), y que los preembriones in vitro no gozan de una protección equiparable a la de los ya transferidos al útero materno (Fundamento jurídico nº 12). Actualmente y a la luz de los Principios de responsabilidad y de precaución, así como de los valores de los llamados Derechos Humanos de Tercera Generación, se considera que las técnicas biomédicas de reproducción han de estar orientadas hacia la creación de vida y la defensa de la dignidad de la persona y, jurídicamente, a la par de leyes que regulen la reproducción artificial, se ha de definir un estatuto jurídico del embrión humano, pues el zigoto se constituye en una realidad poseedora de un genoma humano propio a la que el derecho ha de responder con un cierto tipo de garantías, no pudiéndosele abandonar a su suerte ni hacerlo sujeto merecedor de una protección de segunda clase (8), ya que el concepto de vida humana, como valor jurídico, ha de ser siempre interpretado de la forma más amplia posible. No caben interpretaciones restrictivas de un valor que es la base del resto de los derechos humanos. Así, la mera posibilidad de que, por ejemplo, ese embrión de menos de 14 días pueda dividirse de forma espontánea y natural, dando origen a gemelos monocigóticos, nos obliga, en virtud del principio de precaución, a brindarle todo tipo de protección. Incluso las leyes más individualistas, como la española o la británica, así como el tardío Proyecto uruguayo, parecen admitir (contradictoriamente) estos principios cuando se refieren a que los tratamientos de reproducción asistida únicamente deberan llevarse a cabo cuando se cuente con “posibilidades razonables de éxito y no supongan riesgo grave para la salud de la madre o la posi132 ble descendencia”. La primera deducción legal en la lectura de este apartado es que si el objeto de la ley es la lucha contra la infertilidad humana, esa lucha no se erige como un fin absoluto, sino que tiene ciertos límites, ya que el interés jurídico de la defensa de la vida humana, de su salud e integridad es prioritario sobre cualquier otro, tanto en el caso de la salud e integridad de la madre, como del futuro hijo. Estas disposiciones atribuyen al facultativo un gran poder de decisión, puesto que es él quien va a evaluar las posibilidades de éxito del tratamiento, por lo que sería aconsejable que la propia práctica médica impusiese la necesidad de que sean varios los especialistas que intervengan en la evaluación de las posibilidades de éxito del tratamiento en aquellos casos más problemáticos. Numerosas instancias morales se han pronunciado sobre el reconocimiento de la dignidad humana del embrión desde el momento de la fecundación, exigiendo el respeto sobre su patrimonio cromosómico y genético, como las citadas Declaración de la Iglesia Evangélica de Alemania sobre las Cuestiones de Bioética (2), la Instrucción Donum vitae (3) o la Carta encíclica “Evangelium vitae” (6). El Parlamento Europeo en su Resolución sobre la fecundación artificial de 1989, se declara “consciente de la necesidad de proteger la vida humana desde el momento de la fecundación”; la Ley alemana rechazó el término “preembrión” y el Proyecto de Ley de Fecundación Asistida aprobado por la Cámara de Diputados italiana el 26 de mayo de 1999 establece que el embrión creado in vitro tiene “personalidad” desde el momento de la fecundación. En Iberoamérica, por ejemplo, las Constituciones de Chile (artículo 19.1), Ecuador (artículo 25.3), Perú (artículo 2.1) y Venezuela (artículos 58 y 74) aseguran el derecho a la vida a todas las personas, entendiéndose esta protección también aplicable a la vida que está por nacer y desde el momento de su concepción. Además, la Convención Americana de Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Derechos Humanos de Costa Rica de 1969, que, como tal, tiene carácter de Tratado Internacional y que ha sido introducida en el ordenamiento jurídico de los países iberoamericanos firmantes, establece que toda persona tiene derecho a que se respete su vida y, en general, a partir del momento de la concepción. Uruguay, por ejemplo, la introdujo en su ordenamiento jurídico el 8 de marzo de 1985 (Ley nº 15.737), sin embargo el Proyecto de Ley aprobado por su Senado en 1999, contradice notoriamente el espíritu de esa LeyTratado Internacional. b) Transferencia de embriones Algunas legislaciones (Proyecto de Uruguay, Méjico, España, Francia, Austria) no establecen un número máximo de embriones a transferir al útero ni un plazo taxativo para hacerlo al considerarlo inconveniente y posible fuente de dificultades para adaptarse a los cambios y avances futuros que pueda tener la tecnología médica, estableciéndose como único límite el que subjetivamente estime apropiado el equipo médico para asegurar un equilibrio entre las posibilidades razonables de embarazo y el evitar la multigestación. Pero la limitación de embriones transferibles, es la opción de una buena parte de las legislaciones internacionales. Parece ser tres el número de embriones científicamente recomendado para transferirse en cada ciclo de reprodución artificial y es éste el límite que han tomado legislaciones como las de Alemania, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Hungría, Singapur y el Proyecto de Ley de Fecundación Asistida aprobado por la Cámara de Diputados italiana en 1999. Otros países han establecido límites mayores, como Costa Rica, que prohíbe la fertilización de más de 6 embriones por ciclo, o Brasil y Arabia Saudí que permiten hasta 4 embriones. Sin embargo, la sentencia del Tribunal Constitucional español nº 116/1999, considera que de la Constitución no se desprende la imposibilidad de obtener un número suficiente de preembriones necesario para asegurar, con arreglo a los conocimientos biomédicos actuales, el éxito probable de la técnica de reproducción asistida que se está utilizando (Fundamento Jurídico nº 11). Debiera siempre tenerse en cuenta la posibilidad de la limitación del número de embriones transferibles, ya que los avances médicos en reproducción asistida serán tales cuanto cada vez se necesiten menos para obtener embarazos de forma más eficiente, que aseguren mayores posibilidades de éxito sin provocar riesgos para la madre o para los propios embriones. Por otra parte es muy positivo que se obligue a registrar en la historia médica el número de embriones transferidos en orden a verificar la seriedad y eficiencia en el tratamiento de los embriones por parte de los centros de reproducción asistida. En aras a la consecución de un mayor número de éxitos en la implantación del zigoto en el útero materno, surgen técnicas que suponen una notable prolongación del tiempo que el embrión permanece fuera del cuerpo de la madre; técnicas como el coculture o co-cultivo, en el que se implanta el embrión obtenido de forma extracorpórea a la mujer una semana después de haberlo formado, cuando ya se encuentra en la etapa de blastocito (9)(10)(11). Leyes como la española prohíben, expresamente, mantener fuera del cuerpo de la madre los ovocitos creados in vitro por un tiempo superior a 14 días, pero otras, aunque prohíben expresamente la ectogénesis (gestaciones fuera del cuerpo humano) no determinan específicamente ningún límite máximo temporal para mantener los embriones desarrollándose fuera del claustro materno. c) Crioconservación de embriones Hay legislaciones que no establecen ningún plazo máximo de congelación de los embriones, en base a que no existe riesgo para ellos cuando la congelación se prolon133 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto ga, sin embargo esta situación provoca una clara indefinición y no legislar de forma clara, basada en criterios de prudencia, puede originar en pocos años situaciones como la vivida actualmente en España, donde se permite la crioconservación de embriones durante un período de 5 años, aunque la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida amplía el plazo máximo de mantenimiento de embriones crioconservados hasta la edad en la que la madre alcanzará la menopausia, estimada con arreglo al criterio científico comúnmente aceptado en torno a los 50 años, con dos años de margen por encima o debajo de la citada cifra. Sin embargo, nadie es capaz de decir nítidamente qué hacer con estos embriones una vez pasado este plazo temporal, por lo que quedan a disposición de los Bancos que los custodien y las clínicas de reproducción artificial españolas acumulan ya unos 25.000 embriones congelados, un número que debe llevarnos a la reflexión (12). Aunque legalmente podría llegar a ser posible eliminarlos, ética, jurídica y moralmente, esta práctica resulta reprobable. Otras instancias legislativas se han decantado por la promoción de la congelación de gametos (en la cual se ha avanzado espectacularmente) para su posterior utilización en fecundaciones, evitando de esta forma la creación de “stocks” de embriones humanos congelados. La Resolución del Parlamento Europeo de 1989 reconoce el valor de la vida y el derecho a la protección de la persona, por lo que expresa “su preocupación por el “derroche” de embriones que la fecundación in vitro puede comportar y propone el uso de técnicas y metodologías que eliminen ese riesgo” (4). La crioconservación o congelación de embriones humanos, con el grave riesgo que supone para sus vidas, es considerada por el Parlamento Europeo como una ofensa a los seres humanos, que han de ser respetados en sí mismos y no ser reducidos a un simple valor instrumental en beneficio de terceros. En esta misma línea, el Proyecto de Ley italiano 134 de 1999 prohibiría la congelación de embriones desde el momento de entrada en vigor de la Ley. También el Decreto de 1995 de Costa Rica establece que todos deben ser transferidos a la madre, prohibiendo la preservación de embriones para transferirlos en otros ciclos posteriores. La sentencia 116/99 del Tribunal Constitucional español considera como “un hecho científicamente inevitable la eventual existencia de preembriones sobrantes”, por lo que considera que la crioconservación es el único remedio para mejor utilizar los preembriones ya existentes, y evitar así fecundaciones innecesarias (Fundamento jurídico nº 11). d) Adopción embrionaria La adopción de embriones suele ser legalmente denominada “donación”, por parte de quien los entrega, aunque creo que es más apropiado enfocar la cuestión desde la “adopción embrionaria” por parte de quien los recibe, que nos remite a un instituto jurídico, el de la paternidad legal, más apropiado a estos casos que no la donación (que sí resulta apropiada para el caso de la entrega de gametos). Nunca debe utilizarse la adopción embrionaria con el fin de legitimizar prácticas comerciales con embriones humanos. Se la ha de considerar un hecho positivo como posible solución para los embriones congelados y abandonados por sus padres biológicos o en situaciones como la acontecida en 1996 en el Reino Unido, donde 4.000 embriones obtenidos por fecundación artificial y posteriormente congelados, que habían sido abandonados por 910 parejas en los depósitos del Ente Británico de Embriología Humana y de Fertilización (EFEA), iban a ser destruidos al haber transcurrido el plazo legal de cinco años previsto por la legislación británica para mantenerlos criogenizados. Ante esta situación, existieron iniciativas como la de una asociación llamada “Centro de Ayuda a la Vida”, puesta en marcha por médicos de la región italiana de Massa Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Carrara, que pidió mujeres que voluntariamente se ofrecieran como madres adoptivas de estos embriones, obteniendo más de un centenar de voluntarias en esa región de Italia. e) Experimentación con embriones Normalmente se autoriza la manipulación del embrión con propósitos terapéuticos y, también normalmente bajo la previa aprobación y vigilancia de un Comité de Ética Médica, para evitar desviaciones del sentido de “Terapéutica”. El Convenio europeo para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina de 1997, auspiciado por el Consejo de Europa, fue firmado por veinte países, prohíbe además la creación de embriones humanos con fines de investigación y exige una protección adecuada de los embriones en aquellos países que permiten la investigación en técnicas de reproducción asistida. La autorización de la experimentación en embriones no viables está permitida en algunos países y la autorización para experimentar con embriones de hasta 14 días, aunque sean viables, va a depender del estatuto jurídico que se haya dado al embrión. Otros países (Alemania, Irlanda, Polonia, Noruega, Costa Rica, Israel...) optan por no permitir la investigación en embriones. Donación de gametos La donación de gametos se encuentra generalizada en la práctica y admitida en las legislaciones iberoamericanas e internacionales. El Proyecto uruguayo lo regula de forma idéntica a la establecida en la Ley 35/88 española, autorizándola pero estableciéndose una serie de garantías mínimas como el no permitirse que de un mismo donante nazcan más de 6 hijos o su carácter (en principio) anónimo, revocable, formal (por un acuerdo escrito) y gratuito. La Ley de Costa Rica sólo las autoriza tras un procedimiento previamente autorizado por el Ministerio de Sanidad, tras el visto bueno del Comité del Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica y, además, el donante sólo puede ceder sus gametos una sola vez si con su aporte se logra el nacimiento de un bebé, a dichos efectos se le inscribe en un registro especial (sistema idéntico al de Taiwán). La limitación del número de hijos que pueden nacer de un mismo donante tiene como finalidad evitar el peligro de consanguinidad. Sin embargo, llama la atención que un país como Uruguay, de poco más de 3 millones de habitantes, limita a 6 el número de hijos por donante, tal y como lo hace la Ley española, que le sirve de referencia, pero que regula estas técnicas en un país de casi 40 millones de habitantes. Respecto al anonimato de los donantes de gametos, éste queda normalmente protegido, siendo sólo posible romperlo en circunstancias excepcionales como el supuesto de existencia de un peligro para la vida del hijo. Este principio no es una norma unánime, pues la ley sueca sobre la Inseminación de 1984 otorga la posibilidad al “hijo” de conocer la identidad de su padre biológico (el “donante”) una vez haya cumplido 18 años y sea mayor de edad. Se afirma que si estas donaciones de gametos no fueran secretas, se limitaría mucho la posibilidad de llevar adelante estas técnicas ya que disminuiría significativamente el número de donantes y sería inviable seguir adelante con ellas; pero también es cierto que la Declaración Universal de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas no acepta la discriminación de ningún niño, brindándole una protección especial contra toda forma de abandono y contra prácticas que pueden fomentar la discriminación, cualquiera que sea su índole, y el anonimato en las donaciones podría suponer un caso de discriminación respecto al resto de los niños al verse obligado a desconocer la identidad de su padre o madre biológica. Además, los artículos 7º y 8º de la Convención sobre los Derechos del 135 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto Niño, aseguran al niño el derecho a conocer a sus procreadores. En España, una buena y prestigiosa parte de la doctrina jurídica concluye que, cuando las Constituciones occidentales garantizan la investigación de la paternidad genética, están permitiendo al hijo conocer la identidad del donante, igual que el adoptado puede conocer a sus padres biológicos, aunque de dicho conocimiento no resultarían responsabilidades legales derivadas de la filiación, ni patrimoniales (13)(14). Actualmente se ha de tener en cuenta que la utilización de semen de donante tiende a reducirse, pues las técnicas de microinyección espermática son ampliamente utilizadas en los casos de infecundidad masculina grave, siendo la más conocida la llamada ICSI (Intracytoplasmic Sperm Injection), en la que se extraen óvulos del cuerpo de la mujer y cada óvulo es fertilizado en laboratorio microinyectándole un solo espermatozoide (15). También existen técnicas en las que ni siquiera son necesarios los espermatozoides para conseguir fecundar un óvulo, ya que éste se va a fecundar microinyectándole un espermátide, es decir, la célula germinal masculina que cuando madura da lugar a un espermatozoide, pero que ya cuenta con cromosomas haploides. Sin embargo, estas técnicas están contraindicadas en casos de anomalía cromosómica o genética severa en el varón (16)(17). Los pacientes a) La mujer sola Uno de los puntos más debatidos durante los respectivos procesos legislativos y que socialmente resulta más controvertido, es la posibilidad de facultar a mujeres solas su acceso a estas técnicas reproductivas. En este debate ha de tenerse en cuenta el principio de responsabilidad, que nos obligaría a tener en cuenta, como uno de los factores determinantes, el futuro social y familiar del niño. En distintas ocasiones se ha argumentado que: 136 El tener un padre no es garantía de que se vaya a criar al niño en un ambiente sano y que vaya a estar adecuadamente atendido. Se puede objetar que el hecho de que un niño se críe sin padre tampoco garantiza ese tal ambiente sano y sí asegura la falta de la referencia paterna. Que las mujeres solas y fértiles pueden engendrar vida teniendo relaciones sexuales sin que nadie pueda prohibírselo y que las solas y estériles estarían discriminadas ya que pueden tener relaciones sexuales pero no pueden ejercer su derecho a la reproducción, sin que haya razones de interés público por las que se le puedan negar a la mujer soltera estéril los derechos que tiene una mujer que vive en pareja. Sin embargo, es discutible hasta qué punto existe un derecho fundamental a tener hijos (el llamado ius filii), puesto que estas técnicas reproductivas no son terapéuticas (no eliminan las causas de la infertilidad) y si tal derecho humano existiera, nada impediría a una mujer exigir al Estado que le diera descendencia por cualquier medio y a cualquier precio, por ejemplo, a través de una clonación si fuera necesaria o cuando la mujer fuera ya menopáusica o incluso manifiestamente anciana o hubiera quedado viuda y quisiera usar el semen de su marido muerto hace años. Sí podemos defender la existencia de un derecho a desarrollar con libertad la vida sexual de la pareja, pero la existencia del ius filii o de la fertilidad como derecho fundamental sería contraria a la dignidad del hijo pues se le trataría como un objeto de propiedad, susceptible de apropiación, en vez de como un sujeto con vida y dignidad propia, como un valor en sí mismo. En definitiva, se convertiría a un ser humano en objeto de un derecho subjetivo de otro ser humano, es decir, en una cosa (1) (8). Que ya existe socialmente el caso del niño que nace en un hogar incompleto al existir madres solteras. Pero cabe objetar que ésta es una cuestión que efectivamente ya está en la sociedad y eso no quiere decir que la propia Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 ley tenga además que crear o alentar este tipo de situaciones. La falta del padre no es un valor social que la ley deba fomentar o proteger. Sí se deben proteger las realidades sociales en las que una mujer se ve compelida, por otras circunstancias, a sacar adelante a un hijo ella sola, ya que, efectivamente, el niño puede estar perfectamente criado en este tipo de unidad familiar, pero el rol del padre en la educación del hijo también resulta importante y ha de proporcionársele al niño siempre que fuera posible. Se dice que ya se permite la adopción de niños por parte de mujeres solas, pero, una vez más, estamos ante una situación de desamparo de un menor que está ahí, que ya se ha producido y a la que hay que dar solución o buscar alternativas. La ley no debe fomentar estas situaciones de desamparo y falta del padre. Normalmente se excluyen las parejas homosexuales como posibles receptoras de estas técnicas, ya que, a pesar de que no se debe investigar ni perseguir las conductas sexuales de los ciudadanos, estas situaciones tampoco se estiman acordes con un núcleo familiar adecuado para recibir a un niño. Aunque no suele permitirse el acceso a estas técnicas a las mujeres solas, aunque algunas legislaciones como las de España, Reino Unido, Sudáfrica o Dinamarca (excluye expresamente a las lesbianas) parecen permitirlas al no mencionar ningún requisito de pareja en las usuarias de estas técnicas. Otros países insisten en la necesidad de un matrimonio civil o religioso (Costa Rica, Taiwán, Turquía, Egipto, Arabia Saudí), mientras que la mayoría de las legislaciones exigen que la pareja usuaria de estas técnicas esté unida en matrimonio o al menos en una unión heterosexual fehaciente (Brasil, Méjico, Francia, Alemania, Israel, Austria, Suecia). En este último caso el problema está en determinar si esa unión de hecho heterosexual es estable o no como para brindar al niño un ambiente familiar propicio, especialmente en los países en los que no se cuenta con una regulación de esta institución jurídica (el concubinato o la unión de hecho heterosexual) o no está aún definida, ni descrita, ni reconocida legalmente. b) Examen psicológico previo Normalmente se descuida la regulación del examen previo de adecuación psicológica que deben pasar los pacientes. El hecho de recurrir a estos medios técnicos de reproducción no es aceptable para algunas parejas para las que representa una carga psicológica excesiva y que se ven incapaces de sobrellevar (18)(19)(20). El Parlamento europeo ya se había mostrado especialmente exigente en esta cuestión cuando afirmó que “la fecundación heteróloga intracorporal o in vitro no es deseable; ello vale tanto para la donación de semen y de óvulos como para su crioconservación” y pide que “en el caso de que este principio no sea acogido por cualquiera de los Estados miembros”, las parejas que vayan a recibir un tratamiento heterólogo emitan un consentimiento debidamente informado y sean previamente sometidas a un “juicio de idoneidad en el que se aplique, por analogía, lo previsto en las respectivas leyes sobre la adopción”(4). Este examen nos ayudaría a detectar parejas a las que la dureza del tratamiento, la duración de la infertilidad o cualquier otro factor, les pueda llevar a situaciones de gran tensión emocional, ansiedad o patologías psiquiátricas; situaciones bajo las cuales una técnica de reproducción asistida no debe nunca llevarse a cabo al verse disminuida o anulada en el paciente su voluntariedad/libertad, su conocimiento, o incluso su percepción de la realidad, en un grado tal que no nos encontremos ante un verdadero acto consciente, libre y jurídicamente válido. Toda la información recogida de los pacientes por medio de este reconocimiento psico-físico será incluida en una historia clínica que deberá ser tratada con absoluta confidencialidad y contará con la garantía del secreto profesional. 137 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto Se ha alegado que este examen previo de adecuación es contrario al derecho a la intimidad y un caso de abuso y discriminación de las parejas infértiles, pero este examen se realiza tradicionalmente a las parejas que quieren adoptar un niño, sin que nadie lo considere contrario a la intimidad, ni un abuso, ni una discriminación, sino una medida necesaria para la salvaguarda del bienestar del niño. En Austria la Ley Federal número 275/1992, sobre reproducción clínicamente asistida ya ha establecido la obligación del centro médico en el que se realicen estas técnicas de proporcionar a sus pacientes asesoramiento y ayuda psicológica, e incluso (si los pacientes no se niegan a recibirla) tratamiento psicoterapéutico. c) Información Normalmente las leyes de reproducción asistida tratan genéricamente los aspectos que deben cubrir la información al paciente y únicamente se señala que ha de abarcar las consideraciones de carácter biológico, jurídico, ético o económico relacionadas con estas técnicas y los posibles riesgos para la descendencia y el embarazo. Si bien también es frecuente que esta materia se desarrolle posteriormente mediante una reglamentación por medio de Decreto del Ministerio de Salud Pública o Sanidad competente. Este derecho a la información del paciente se complementa con la obligación del profesional médico de comunicar los beneficios y riesgos que ofrece el tratamiento en un lenguaje suficiente y adecuado. El Código Penal portugués (art.159) establece que el consentimiento del paciente sólo será eficaz cuando el cliente haya sido “esclarecido” sobre la índole, alcance, envergadura y posibles consecuencias de la intervención o del tratamiento. Existe la obligación del centro médico de informar al usuario del tratamiento de fertilidad y a su cónyuge o pareja por medio de personal cualificado. Aunque no suele especificarse si esta información se dará 138 sólo de forma verbal o escrita, es conveniente que conste en el posterior documento de aceptación del tratamiento todos los extremos sobre los que han sido informados los futuros pacientes. d) Consentimiento El consentimiento dado para la realización de estas técnicas reproductivas no suele exigirse que sea de “fe pública”, sino solamente la expresión de un consentimiento “libre, consciente y formal”, que no pasa de ser una mera frase bien intencionada, pero nada más (14). En Austria la Ley Federal sobre reproducción clínicamente asistida exige un consentimiento por escrito que, necesariamente, debe formalizarse en una declaración judicial o acta notarial. Esta firma ante un funcionario público protege mejor los derechos de los pacientes y también del equipo médico, garantizándose que el consentimiento prestado es, efectivamente, un consentimiento informado y, además, se eliminan otros supuestos invalidantes del consentimiento (violencia, engaño, dolo o mala fe). La realización de un tratamiento de fecundidad sin el consentimiento de la paciente se encuentra recogido como delito en países como España, donde está penado en el Código Penal y es castigado con prisión de dos a seis años, e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de uno a cuatro años. También Alemania considera delictivo este supuesto, castigándolo con penas de hasta tres años de cárcel o pena de multa. Maternidad de alquiler La inmensa mayoría de las legislaciones internacionales prohíben la existencia de madres de alquiler, pues, desde un plano ético, no es posible contratar por dinero el vientre de una mujer (madre gestante) para llevar a cabo embarazos obtenidos in vitro, con Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 uno o ambos gametos de terceros progenitores. Un contrato de estas características degrada la dignidad humana del futuro bebé y la de la propia maternidad, convirtiéndolos en meras cosas, en otras ofertas más del mercado (21) La filiación de los hijos nacidos por estas técnicas debe ser determinada por el parto, de este modo no importa qué tipo de documento legal se haya firmado, ya que, de todos modos, la madre será aquella que da a luz al bebé. Sorprendentemente, aún restan algunas legislaciones (Brasil, Hungría, Israel, Holanda, Suráfrica y Reino Unido) que contemplan casos en las que estarían permitidos estos contratos. Fecundación post-mortem En los casos en los que se prohíbe la inseminación y la fecundación de óvulos con semen del marido o concubino fallecido, suelen aducirse razones filosóficas y de ética médica, para evitar situaciones macabras, y por cuestiones sucesorias, ya que la mujer superstite pasaría a gobernar el número de su descendencia arbitrando los derechos sucesorios de los restantes hijos. El Proyecto de Ley 1997/11 del Senado chileno prohíbe la fecundación post-mortem. En Alemania se considera como delito punible, mientras que el Proyecto del Senado uruguayo señala que no se podrá determinar legalmente la filiación del hijo nacido respecto del marido o concubino fallecido a menos que el “material reproductor” no se halle en el útero de la mujer en la fecha de la muerte del varón o cuando el nacimiento se produjera después de los 300 días de su fallecimiento. La Ley española autoriza la fecundación post mortem, matizando que el cónyuge fallecido no será legalmente el padre a menos que se usen sus gametos en una técnica reproductiva en la viuda antes de los 6 meses inmediatamente posteriores a su fallecimiento. Prohibiciones Normalmente, las leyes relativas a reproducción asistida humana, en un intento de universalidad, de cubrir todos los aspectos relativos a estas técnicas, incluyen ciertas conductas tipificadas penalmente. De este modo, se abarcan no sólo sanciones administrativas, sino también cláusulas penales que castigan como delictivas conductas como creación de seres humanos por clonación u otros procedimientos dirigidos a la selección de raza, la manipulación de genes humanos de manera que altere el genotipo (elección de sexo) con finalidad distinta a la eliminación o disminución de taras o enfermedades graves, etc. Las técnicas clónicas, sea cual sea su finalidad, son unánimemente rechazadas en las legislaciones internacionales de reproducción asistida en sus aplicación a los seres humanos, al considerarse un atentado contra sus derechos más elementales de igualdad, individualidad, dignidad y libertad. Los Proyectos de Ley 1993/11 y 1997/11 del Senado chileno prohíben la clonación humana y establecen sanciones penales para quienes practicaran la elección artificial de sexo, la transformación artificial de células reproductoras humanas, la hibridación o mutación, la ectogénesis y la fecundación postmortem. Algunos países, como España, no han incluido únicamente estas prohibiciones en la Ley de Reproducción Asistida, sino que también las han introducido en el Código penal de 1995 bajo un epígrafe común: Delitos relativos a la manipulación genética. Conclusión En definitiva, respecto a las técnicas biomédicas de reproducción humana, la realidad social nos muestra cómo, una vez realizadas clínicamente, se convierten en un hecho social difícilmente reversible y dado lo duro que resulta revocar este tipo de legislaciones dando “marcha atrás”, es necesario 139 La Consideración de los Nuevos Derechos Humanos en la Legislación sobre Reproducción Asistida - J. Puerto regularlas en base a unas consideraciones éticas, jurídicas y políticas que obedezcan siempre a la búsqueda de un equilibrio entre el principio de la inviolabilidad de los derechos humanos fundamentales, encarnados en el derecho a la vida, a la dignidad humana, a la integridad física y psíquica, a la libertad, y el establecimiento de normas de un alto nivel de exigencia basadas en los principios de responsabilidad y precaución, para que se garanticen las posibilidades de control de estas técnicas y permitan a la sociedad estar en una posición que permita excluir abusos, salvaguardando los intereses y derechos de los padres, pero también los de su hijo, así como teniendo en cuenta las consecuencias sociales de los actos científicos que se van a desarrollar. Referencias 1. Vidal M J. Las nuevas formas de reproducción humana: estudio desde la perspectiva del Derecho Civil español. Madrid: Civitas; 1988. 2. Iglesia Evangélica de Alemania. Declaración sobre bioética. 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Ignacio Carrera Pinto 1025, Ñuñoa. E-mail: [email protected] Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 BIOÉTICA HERMENÉUTICA Raúl Villarroel Resumen Resumo Intentando sortear las dificultades que en la reflexión filosófica se plantean a la revitalización de un proyecto que busque hacer converger la ostensible diversidad de criterios morales característica de la época actual, se aborda una particular comprensión de la bioética a partir de claves hermenéuticas. De este modo se pretende exceder legítimamente el conjunto de dificultades ocasionadas por la tensión y la discontinuidad que se ha producido entre el desarrollo cognoscitivo y el desarrollo moral de la humanidad en dos ámbitos significativos: el de la salud y el del medio ambiente. Para ello se busca transitar desde el sistema acabado y definitivo del reduccionismo cientificista al borde diferencial interpretativo, donde ambas dimensiones enunciadas son atestiguadas, más bien, desde una condición intrínsecamente problemática, conjetural e imprevisible, siempre reticente a cualquier encapsulamiento univocista. PALABRAS CLAVE: Bioética, Hermenéutica, Interpretación, Eticismo, Salud, Medio ambiente, Texto, Ética, Tecnociencia. Tentando apreender as dificuldades que a reflexão filosófica apresenta à revitalização de um projeto que busque compatibilizar as expressivas diversidades de critérios morais característicos de nossa época, apresenta-se uma nova compreensão da bioética à partir de instrumentos da hermenêutica. Desse modo pretende-se ultrapassar as dificuldades geradas pela tensão e descontinuidade que foram produzidas pelo desenvolvimento cognoscitivo e moral da humanidade nos âmbitos da saúde e do meio ambiente. Para tanto busca-se transitar desde os limites do sistema acabado do reducionismo científico até as fronteiras da interpretação diferencial, onde ambas as dimensões são avaliadas através de uma condição intrinsicamente problematizada, conjectural e imprevisível, sempre questionando qualquer tipo de limitação interpretativa. 143 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel Abstract Résumé Trying to overcome difficulties posed by philosophical reflection to the revitalization of a project for achieving convergence among the diversity of moral criteria — typical of our epoch— a peculiar understanding of Bioethics, based on hermeneutical clues, is proposed. By so doing, we pretend to surpass in a legitimate way the totality of difficulties caused by the tension and discontinuity between cognitive and moral developments in two significant areas: health and environment. For achieving this aim we propose to pass along from the complete and definitive system of scientificistic reduccionism to the differencial interpretative border, where both dimensions are visualized rather from an intrinsically problematic condition, conjectural and unforeseeable, permanently reticent to whatever interpretative restriction. KEY-WORDS: Bioethics; Hermeneutics; Interpretation; Ethicism; Health; Environment; Text; Ethics; Technoscience. Dans le texte que suit nous tâchons d’aborder la bioéthique dans une particulière compréhension grâce à des clés herméneutiques; tout en essayant d’esquiver les difficultés que posse, dans le cadre d’une réflexion philosophique, la mise au jour d’un projet qui doit permettre la convergence des diversités de jugements moraux, caractéristique de notre temps. En agissant ainsi on prétend dépasser de façon légitime les difficulttés provoquées par la tension et la discontinuité qui s’est produit entre le devélopement cognitif et le devélopement moral de l’humanité dans deux sujets significatifs: celui de la santé et celui de l’environnement. Pour y arriver on tente de passer du système achevé et définitif du reductionnisme scientifique au domaine de l’interprétation où les deux dimensions ennoncées sont explicitées dans leur condition intrinsèquement problématique, conjecturale et imprevisible, toujours réticent à n’importe quel enfermenent univoque. MOTS CLÉS: Éthique; Bioétique; Hermenéutique; Interprétation; Éthicisme; Santé; Environnement; Texte; Technoscience. 144 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Introducción “Si en otros tiempos la medicina monopolizó las ciencias de la vida, hoy no es así, y por tanto sería un error reducir el ámbito de la bioética al de la ética médica, o convertirla en mera deontología profesional. Se trata, a mi parecer, de mucho más, de la ética civil propia de las sociedades occidentales en estas tortuosas postrimerías del segundo milenio.” “Fundamentos de Bioética”. Diego Gracia. La idea central del texto que a continuación se presenta tiene que ver con una reflexión que intenta explicar y comprender filosóficamente el discurso bioético. Busca con ello proyectar la posición que más propiamente le correspondería ocupar en el contexto de una sociedad secularizada como la presente; así llamada “moderna” y organizada en torno al predominio de una cosmovisión tecnocientífica característica y definitoria de su identidad. Aunque acá será reconocida en función de los parámetros teóricos que enuncian y describen su crisis fundamental, la del quiebre de las estructuras matrices que le dieron sustento filosófico y la de la deslegitimación creciente del conjunto de prácticas heterogéneas que la han venido caracterizando desde hace siglos. En virtud de lo anterior, esta reflexión se sitúa en la dimensión de los problemas referidos a la fundamentación bioética, según la modalidad que se ha hecho habitual hasta nuestros días para clasificar sus ámbitos de pertinencia. Lo que se pretende abordar son los conceptos y perspectivas filosóficas que puedan intervenir a modo de referencias decisivas para la expectativa de legitimidad que tiene la reflexión bioética actual. Sobre todo respecto de aquellas referencias teóricas que convergen en la meditación acerca de nuestro tiempo, como un tiempo signado por el desarrollo de un proyecto que ha mostrado en nues- tros días —conjuntamente con sus logros innegables— sus extremos y sus excesos. Desde aquí ya se puede asumir que la bioética se localiza en la encrucijada contemporánea donde convergen y se problematizan dificultades de índole moral derivadas de la intervención técnica sobre la vida (en sus múltiples expresiones) y el medio ambiente que de manera global la sustenta. Como se sabe, hoy en día es posible constatar una profunda crisis planetaria de dimensiones políticas, económicas y espirituales, que afecta en su totalidad a la vida de las personas. De hecho, la salud, el entorno, nuestra relación con los semejantes, son asuntos sobre los que la crisis repercute de manera más incisiva, al punto de convertirse en la peor amenaza que la humanidad haya debido enfrentar. Incluso, ni siquiera considerando el inminente peligro de un desastre nuclear, el solo riesgo de catástrofe para el ecosistema global y la subsecuente evolución de la vida en el planeta es en sí un fenómeno aterrador. Pensando en estos hechos —y en su filiación teórica interdisciplinaria— se piensa que la bioética puede, por una parte, realizar un aporte decisivo en cuanto a la necesidad de hacer surgir un nuevo modo de aproximación a los problemas fundamentales de nuestro tiempo, y contribuir, por otra, tanto en la búsqueda de criterios de solución para ellos como en la preparación de un nuevo arraigo para lo humano en los tiempos venideros. Se trata así de proponer delimitaciones conceptuales desde las cuales la bioética pueda configurarse como una perspectiva de articulación coherente y sistemática entre la comprensión técnica del mundo contemporáneo y la particular comprensión ética que puede hacerse presente tras la constatación de la crisis disolutiva de los referentes filosóficos fundamentales de la modernidad. Esta reflexión intenta proponer una orientación de tipo hermenéutico para el análisis de los problemas y discursos particulares que convergen en ella, y concebir a la interpreta145 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel ción como la operación de sentido que puede dar más propiamente cuenta en el presente de los complejos problemas relativos a la experiencia humana en el contexto de la sociedad actual. De esta manera, se intenta adherir a aquella definición de la bioética que la muestra como un principio regulador y guía para la deliberación y la acción en nuestro tiempo, concibiéndola como una perspectiva carente de pretensiones de hegemonía fundamentalista en el plano moral, al tiempo que abierta a un diálogo interepistémico amplio, capaz de diseñar y orientar, tanto la investigación como el conjunto de prácticas tecnocientíficas a la luz del consenso plural de todos los actores y discursos involucrados. Así se quiere pensar, entonces, que la bioética puede llegar a constituirse en una apertura auspiciosa para el próximo siglo en el plano de la explicación y la comprensión de los problemas fundamentales que aquejan a la humanidad finisecular, en la medida que, por su propia e inédita modalidad de aproximación a los hechos, representa un punto de flexión hasta ahora desconocido en el pensamiento. Una posibilidad de esta naturaleza sólo puede resultar factible a partir del reconocimiento del conjunto de transformaciones a que ha dado lugar la, así llamada, “disposición técnica del mundo” en todos los ámbitos de la experiencia. Ello implica, necesariamente, llevar a cabo un intento de ampliar el alcance de las preocupaciones bioéticas más allá de las estrictas fronteras de las ciencias biomédicas, en lo referente al ámbito sanitario en general y a la relación médico-paciente en particular —las que, aun ocupando un lugar de importancia en la problemática, no agotan el espectro de hechos conflictivos que pueden ser abordados con identidad de método y propósito—, hasta dar cuenta de otras esferas problemáticas en que se hacen manifiestas dificultades semejantes, como son, por ejemplo, las relaciones entre la especie humana y el resto de las especies naturales, o las problemáticas pretensiones de articulación de una con146 ciencia ética referida a los problemas medioambientales, demográficos, etc.; considerando, además, que este tipo de problemas constituyen sólo la parte visible de una dificultad más profunda relativa a las maneras de vivir y de ser-en-sociedad en este planeta. En efecto, en tal sentido se entenderá que la bioética puede contribuir decisivamente en la búsqueda de respuestas generales y/ o específicas para un amplio haz de situaciones conflictivas ocasionadas por el propio despliegue técnico —en relación con muchos aspectos inmediatos, concretos o contingentes que las actuales coordenadas sociales, políticas y económicas del mundo establecen—, si es capaz de promover en todos los ámbitos posibles de la interacción humana —particularmente en aquellos en que se concentran decisiones fundamentales— una especial sensibilidad moral que haga posible la contención de sus efectos y consecuencias devastadoras. Esto, naturalmente, precisará del desarrollo de una manera de abordar los problemas que, no estando transida por el mero cálculo técnico, prescinda de ciertas posiciones dominantes de la subjetividad que han caracterizado al pensamiento moderno. En esta perspectiva, la interpretación — como se ha señalado— emerge entendida en cuanto evento de naturaleza dialógica, que permite a los diversos interlocutores ponerse en juego en condiciones de igualdad y comprenderse en la medida en que son comprendidos en un horizonte ontológico no metafísico, del que en verdad no “disponen”, sino que, más bien, los dispone a ellos como tales. Por eso se propondrá que la posibilidad de articulación coherente de un pensamiento bioético pueda ser remitida a una dimensión de orden retórico, de ajuste de las diversidades, de reconstrucción de la discontinuidad y la dispersión entre los diferentes actores, como reunión de una multiplicidad de discursos (científicos, filosóficos, políticos, económicos, religiosos, etc.) y que todas estas formas simbólicas puedan consi- Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 derarse como lugares pertinentes para una posible experiencia moral. En lo sucesivo, se tendrá en cuenta la presencia persistente y constatable de la hermenéutica en la cultura actual, la que, inspirada originalmente en filósofos como Schleiermacher y Dilthey, se desarrolla hoy en diversas direcciones, abarcando o influyendo en sentido amplio a muchas posiciones filosóficas, hasta llegar a constituir por lo tanto un marco de fundamentación filosófica amplio que se considera, en este caso, pertinente para la definición de bioética que acá se propone. No obstante, se comprende que su patente actualidad entraña también riesgos teóricos de importancia y plantea problemas y exigencias al pensamiento actual —y también a esta reflexión— que son relativos, por una parte, a evitar que una bioética inspirada en estas propuestas se convierta en una simple apología de la multiplicidad irreductible de los universos culturales que se abren en nuestra época y, por otra, a evitar que pueda llegar a recaer en una suerte de nueva proposición metafísica de reconfiguración de viejos esquemas; es decir, en una simple ideología de recambio, en un proyecto moral meramente cosmético, coincidente con una suerte de lugar común de la moralidad en nuestro tiempo. El horizonte teórico en el que esta reflexión busca situarse resulta estar orientado éticamente por cuanto reivindica el alcance de legitimidad de ámbitos que son irreductibles a la competencia del método científico-positivo, y se dirige preferentemente hacia un intento de esclarecimiento de lo que se podría entender como una recomposición de la subjetividad tanto individual como colectiva acontecida en el marco de un entrecruzamiento de prácticas innovadoras referidas al modus vivendi del presente. Y en ese sentido, se configura como una instancia que asume los aspectos centrales de la tradición crítica de una metafísica que se representa en nuestro tiempo por el cientificismo y la categoría particular de lo que se ha dado en llamar el “saber-poder”. Asimismo, se puede reconocer que el pensamiento hermenéutico contribuye de manera importante en esa suerte de revitalización de la moral (“rehabilitación de la filosofía práctica”, tal vez) que aparece como una de las características más sobresalientes de las últimas décadas en el mundo y que le aporta al encuadre bioético una condición propicia para su desarrollo, en cuanto se llega a entender que puede representar un recurso valiosísimo para encontrar un fundamento distinto de la fuerza a la resolución de las controversias y el disenso. Habría que convenir en este sentido que quien quiera resolver confrontaciones morales sin recurrir a dispositivos estratégicos o coactivos, con autoridad de base, tendrá que admitir el acuerdo entre las partes, la legitimidad del otro o la validez de todo interlocutor, y, en definitiva, el abandono de toda pretensión de hegemonía con respecto a la categoría de la verdad o de una concepción concreta y particular acerca de la vida buena, como los medios exclusivos para alcanzar la resolución de las disputas entre “extraños morales”. De tal manera, un reconocimiento del carácter irrebasable o insuperable de la argumentación parece ser difícil de evitar, al menos si lo que se pretende es avanzar responsablemente hacia una condición diversa de vida para el hombre. En este sentido, una nueva comprensión del conjunto de problemas asociados a la salud y al medio ambiente deberá basarse en la comprensión de las relaciones y dependencias recíprocas y esenciales de todos los fenómenos. Una visión semejante —como la que la bioética puede llegar a encarnar hoy en día— trasciende los límites disciplinarios y las rígidas categorías conceptuales de los saberes establecidos. Actualmente no hay, al parecer, estructura conceptual o institucional alguna que esté firmemente arraigada como para penetrar con profundidad las nuevas condiciones paradigmáticas de la realidad. Una disposición muy diferente a la conocida está emergiendo en medio de estos tiempos turbulentos y buscando gradualmen147 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel te alcanzar diferentes modos de pensar y organizar los hechos de la existencia. Aunque no sea posible determinar para ninguna de ellos una condición de privilegio o supremacía en cuanto a sus diversas aproximaciones al tejido polinivelado y recíprocamente relacionado de la realidad.i Es claro que la problemática general de la salud, por ejemplo, en la era de la ciencia y de la técnica, reviste un extraordinario interés en este sentido (otro tanto ocurre con los fenómenos medioambientales), porque no existe otro terreno en el cual los progresos de la investigación moderna avancen tanto hacia el campo de tensiones de las políticas sociales como en éste; los dominios de la ciencia siempre se proyectan sobre la vida cotidiana y cuando de lo que se trata es de la aplicación del conocimiento científico a nuestra salud y a todos los aspectos vinculados con ella debemos necesariamente convenir en que tales circunstancias problemáticas pueden ser abordadas desde muy diversos puntos de vista y enfoques considerando su comprensión integral, y no exclusiva o excluyentemente desde la perspectiva científico-positiva —sustentada en el paradigma cartesiano del conocimiento—, que es la que parece ser, de modo habitual, más decisiva. En cuanto a esto mismo, dado que, evidentemente, la salud tiene varias dimensioi Incluso en el propio corazón de la ciencia contemporánea, el denominado enfoque “bootstrap” de la física, propuesto a comienzos de la década de los 60 por Geoffrey Chew, marca una orientación a la misma necesidad de rebajar la validez de ciertos conceptos privilegiados que tradicionalmente han mantenido un dominio de la experiencia científica. Según se conoce, la física siempre buscó encontrar los constituyentes últimos de la materia. El principio filosófico del bootstrap rechaza la concepción física tradicional de los bloques de materia fundamentales y tampoco acepta ningún tipo de entidades básicas; es decir, no acepta constantes o ecuaciones fundamentales. Concibe al universo como una red dinámica de fenómenos relacionados entre sí y cree que la naturaleza debe concebirse, en estos términos, sólo en virtud de su autoconsistencia. 148 nes y todas ellas no surgen sino de una complejísima interacción de los múltiples aspectos físicos, psicológicos y sociales de la naturaleza humana, podemos llegar a convenir en que la concentración habitual de la práctica sanitaria desarrollada hasta la fecha sobre fragmentos cada vez más diminutos del organismo tiende inevitablemente a perder de vista la humanidad integral del paciente, con lo que la salud queda de inmediato reducida a una mera función mecánica. El modelo biomédico reduccionista, todavía predominante en la comprensión del hecho de la salud, por su profunda inspiración cartesianaii, ha conminado a los médicos a centrarse en esta supuesta “máquina” del cuerpo y a olvidar los aspectos psicológicos y socioambientales de la enfermedad. De aquí se desprende la necesidad de reformular —mejor si es hermenéuticamente— un pensamiento que contribuya a desvincular la tarea médica del perfil manipulador que le confiere su exclusiva reducción a práctica mecánica correctora de disfunciones orgánicas específicas. Se necesita, de hecho, una concepción de salud mucho más extensa, que incluya sus ámbitos individuales, sociales y ecológicos; que tenga una visión integral de los seres vivientes y, por ende, una visión integral de éstos con su entorno. El “cientificismo” médico ha sumido en el olvido, prácticamente, al “arte de curar”, que es un aspecto esencial de la medicina, porque contribuye a desencadenar la respuesta coordinada del organismo a las tensiones ambientales que lo influyen. Esta manera de comprender el fenómeno de la curación involucra toda una conceptualización que escapa a la posibiii Durante el desarrollo histórico de la ciencia en Occidente se puede constatar un marcado paralelismo entre la biología y la medicina. Por ello, resulta completamente comprensible que una visión mecanicista de la vida, originalmente surgida en el campo de la biología, haya dado fisonomía a la actitud médica ante la salud y la enfermedad. El paradigma cartesiano que influyó al pensamiento médico dio, finalmente, con el así denominado “modelo biomédico”. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 lidad de formulación exacta requerida por la estructura de las ciencias médicas contemporáneas. En ella concurren poderosamente criterios diversos, holísticos más bien, que abarcan al cuerpo y la mente del paciente, a su propia autoimagen tanto como a su dependencia del entorno físico y social; su relación con el cosmos, con sus divinidades; en fin, criterios nunca limitados de manera exclusiva a los fenómenos físico-químicos como en el caso de la concepción biomédica. Ahora, por último, considerando una convicción de marcada presencia en el pensamiento contemporáneo, según la cual los problemas bioéticos se plantean en los actuales escenarios definidos por la fragmentación moral acontecida como consecuencia de la disolución progresiva de la fe y de todos los cambios significativos que han tenido lugar en el espacio de las convicciones éticas y ontológicas de Occidente, se aspira a la posibilidad de que la bioética, concebida desde una apertura comprensiva de orientación hermenéutica, implique como único imperativo el ejercicio de la interpretación (en este caso en el sentido de una “traducción”), para conducir los discursos particulares o específicos, las diversas esferas del interés y los ámbitos de racionalidad autónomos y escindidos entre sí —los de la ética y la medicina, los de la ética y la política, los de la ética y la economía, por ejemplo—, a una relocalización en el contexto de una base común de valores que puedan ser efectivamente compartidos por una comunidad histórica viviente que se expresa mediante su lengua y que reconoce en ésta un horizonte de referencia, como ideal regulativo de una comunidad de vida que está siempre en proyecto, en vías de realización. “Queda claro que existen dos medidas: la una, en manos de la ciencia; la otra, en el todo de nuestro estar-en el mundo”. Hans-Georg Gadamer. El estado oculto de la salud. En la actualidad suele pensarse que el desencanto o el marcado escepticismo que impide unificar criterios morales obedece a la tensión y discontinuidad que se ha venido generando entre el desarrollo cognoscitivo y el desarrollo moral de la humanidad. Esta tensión representa un desafío para el pensamiento actual pues induce a considerar que a estas alturas lo que está en juego es la definición y la preparación de un nuevo arraigo para lo humano, que pueda ofrecer contrapeso a las dificultades derivadas del habitar técnico moderno. Ahora bien, existen por lo menos dos grandes dificultades para acometer filosóficamente semejante tarea. Primero, porque el pensar filosófico actualmente ya no puede cumplir con su antigua aspiración de ser el instrumento apropiado de intervención o transformación de la realidad. Y, en segundo término, por la dificultad que existe para validar un fundamento que sea capaz de sobreponerse a la impronta de la crítica al humanismo y a la ética desplegada por una cierta corriente de la reflexión contemporánea. A pesar de ello, igualmente, hoy en día se levantan propuestas que lo intentan y que podrían ser consideradas como la expresión de una suerte de revitalización del pensamiento ético en el mundo. Parece evidente que un interés de este tipo gana espacios con mucha rapidez en una multiplicidad de ámbitos de la acción humana. Al parecer, una nueva utopía de la moral se estaría instituyendo; en tanto el refuerzo del ideal de la responsabilidad, que es el rasgo más visible de esta circunstancia, obedece o coincide con el venir a menos de una particular representación determinista del progreso y la felicidad, que no es sino aquella prometida por la ciencia y la técnica. En consecuencia, si resulta ser de interés para nosotros el visualizar a la bioética como una de aquellas expresiones concretas del renacer ético de nuestros días, con una supuesta plena capacidad de hacerse cargo de las de149 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel licadas cuestiones que surgen como producto de la eclosión tecnológica en curso, habrá que reconocer que, primeramente, dicho resurgimiento de la ética en la actualidad se identifica con una cierta peculiaridad de carácter, que, en verdad, lo hace muy diferente de todo lo conocido al respecto y, en segundo lugar, que es necesario explicitar los aspectos centrales de dicha particularidad para comprender las delimitaciones específicas dentro de las cuales la bioética tendría sentido y, a la vez, posibilidad de validarse como una suerte de paradigma de comprensión de la realidad actual, según lo ha señalado Gilbert Hottois (1). En este caso, lo que debe ser necesariamente reconocido antes que todo es el hecho puntual de que la apariencia moral de la sociedad contemporánea transita de forma contradictoria entre dos extremos muy diferentes: por un lado, hacia esta reactivación innegable de la moral que avanza sobre una multiplicidad de dominios de la vida humana y, por otro, hacia la creciente descomposición social que gangrena el orden establecido y para la cual huelgan mayores descripciones en este momento. ¿De qué se trata, entonces? Se trataría de reconocer que se ha abierto una nueva fase en la historia de la ética; que no marca ni define precisamente su “renacimiento”, sino más bien sólo una diferencia en cuanto a la modalidad con que los valores se inscriben en el contexto social, o la entrada en un ámbito de moralidad donde los valores se encarnan de manera distinta. Por lo tanto, no hay vuelta alguna a etapas anteriores de la cual se pueda dar testimonio en la actualidad. Esta nueva dimensión de la moral, a pesar de que, de hecho, sigue nutriéndose del ideario humanista, en realidad no adhiere a ninguna moral específica anterior. Ni a las religiosas ni a las laicas, moderno-ilustradas. La secularización ética que se había venido cumpliendo desde el siglo XVII hasta la primera mitad del nuestro, a pesar de haber buscado emanciparse del espíritu religioso, de todas formas conservó una de sus fi150 guras centrales: la de la deuda o el deber absoluto. Así se destacaron la obligación y los deberes, toda una normatividad disciplinaria que conculcó el despliegue individual en nombre de una cierta unidad moral que se consideró necesaria para la cohesión social. Sin embargo, una lógica nueva vino a poner término a esta fase centrada en el deber incondicional. Así, todo indica que, desde mediados del presente siglo, la humanidad ha entrado en una época distinta — Lipovetsky la entiende como una época del posdeber (2)—. Ahora son los imperativos del bienestar subjetivo, expresados en modalidades de ética mínima, antes que los de cualquier sacrificio, los que configuran la particular experiencia ética del presente. La sociedad actual no consagra la grandeza moral a una renuncia al sí mismo. Esta nueva ética de la responsabilidad —así la queremos entender hoy en día— se plantea como objetivo poner límites al incremento progresivo de una lógica individualista, mediante la legitimación de nuevas obligaciones colectivas, en particular, aquellas que buscan conciliar el futuro con el presente. El problema es que, en nuestra época, hacer retroceder al individualismo irresponsable es difícil pues ya no se cuenta con modelo alguno al que se le pueda otorgar total credibilidad. Así, entonces, es como la ética llega a covertirse en un “peligroso remedio clave”; dado que no quedan referentes ideológicos capaces de alentar una salida. De tal modo, el eticismo que caracteriza a las virtuosas proclamas del presente podría constituir a la larga un recurso meramente cosmético, edulcorante, incapaz, en definitiva, de modificar el amargo panorama del presente. ¿Quién asegura que la bioética no es una expresión más de esto mismo? Cabría, en consecuencia, legítimamente, dudar de la posibilidad de considerar con seriedad a la bioética —que es nuestro verdadero interés— como un paradigma apropiado para enfrentar la presente tensión entre ética y tecnociencia con una radicalidad Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 que conduzca, efectivamente, al centro de la cuestión referente a su sentido más pleno, cuando ella inevitablemente se sitúa en el marco de esta suerte de “reduccionismo ético” característico de la actualidad que se presenta al estilo de una especie de panacea insuperable. Lo cierto es que tanto entusiasmo ético como el que puede apreciarse en la actualidad, de ningún modo es sinónimo de verdadera competencia moral para enfrentar los riesgos y abordar los problemas teóricos y prácticos que experimenta la época. Grandilocuentes declaraciones seguidas de acciones estériles sólo podrían llegar a depararnos más frustración y, consecuentemente, un creciente desaliento. No puede ser, por lo mismo, que una simple apología del altruismo y la generosidad, como la que subyace al efecto ético del que hemos venido haciendo mención, constituya el núcleo fundamental del agenciamiento requerido, porque, mientras el discurso eticista se solaza en su retórica neoindividualista, los problemas permanecerán intactos y agobiando cada vez más a las generaciones presentes y futuras. Ahora bien, tampoco se trata, como casi naturalmente puede entenderse, de la restitución de los imperativos maximalistas o absolutistas del deber, de la ética categórica —menos en un mundo donde la fragmentación de los referentes unitarios y la disolución de los sistemas valorativos son hechos indesmentibles—, porque ello conduciría directamente a tratar de poner en relevancia máxima una especie de “virtuismo” extremo, fóbico con respecto a la ciencia; que, como toda expresión fundamentalista, condenaría prejuiciosa e intransigentemente cualquier forma de desarrollo y experimentación en el ámbito del saber. Ni una ni otra perspectiva pueden dar suficiente legitimidad ni coherencia al discurso bioético en el presente. Así entendidas las cosas, así vislumbrada esta situación aporética, la bioética no resulta ser más que un terreno fértil para la proliferación de la insensatez vacía de cier- tos discursos alarmistas y catastrofistas referidos a una supuesta “deshumanización” actualmente en marcha, y para la convicción analgésica de que un pasado histórico de prácticas paternalistas y abusivas se encuentra completamente superado mediante este discurso supuestamente renovador. Concluyentemente, entonces, la bioética requiere una comprensión diferente que la que las precedentes aproximaciones pueden tener de ella. Eso es, precisamente, lo que mueve a esta investigación al atrevimiento de sostener que resulta factible —como se intentará explicitar— concebir la bioética en relación con una perspectiva de naturaleza hermenéutica, avanzando en la dirección de situar como eje central de la argumentación respectiva, la noción de interpretación, que se considerará en lo sucesivo desde la perspectiva de su dialogicidad esencial, la que, a su vez, se piensa que posibilita una experiencia moral de diferente filiación y proyección. Ahora bien, para comprender esta compleja proposición hay que señalar un antecedente decisivo y que tiene que ver con el hecho de que, en oposición al proyecto filosófico prácticamente unánime de la fundamentación, el de la tradición histórica de pensamiento metafísico —condición originaria del cientificismo positivista moderno, digamos—, desde las primeras décadas de nuestro siglo han venido apareciendo planteamientos nuevos, que marcan un verdadero cambio de paradigmas. Están, entre otras, las obras de Heidegger, Gadamer o Ricoeur como ejemplo de la emergencia y la vigencia del pensamiento hermenéutico en cuanto quiebre radical de dicha filosofía metafísica; y decimos radical porque no sólo se han limitado a discutir la validez de las distintas soluciones propuestas anteriormente sino que, de manera frontal, discuten la legitimidad misma del proyecto de búsqueda de un fundamento último, operando, en definitiva, como instancia deconstructiva de la autocomprensión objetivista de las ciencias. 151 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel Un lugar especial en este panorama tiene la obra de Paul Ricoeur, en la medida en que en su paso de la fenomenología a la hermenéutica, más que una simple negativa a la posibilidad de una fundamentación última en la filosofía, se puede advertir una dimensión crítica —con la que cree superar las limitaciones de la propuesta de Heidegger y Gadamer—, articulada en lo que él denomina su “teoría del texto” (3) y que le permitiría establecer una mediación entre la explicación (científica) y la comprensión (hermenéutica). Esta teoría del texto se convierte finalmente para Ricoeur en un modelo general para el estudio de la acción humana en cuanto acción significativa, porque ésta es concebida como una obra abierta, abierta a cualquiera que pueda leer, y por lo mismo, siempre dotada de un significado en suspenso y resistiendo a cualquier pretensión de encapsulamiento unívoco. Justamente, por abrir nuevas referencias, y recibir una nueva pertinencia de ellas, los hechos humanos están siempre esperando nuevas interpretaciones que decidan su significado. “En la misma forma en que un texto se desprende de su autor —además— una acción se desprende de su agente y desarrolla consecuencias que le son propias”. Una acción se constituye en un fenómeno social porque nuestros hechos se nos escapan y ejercen efectos que no nos propusimos. Una acción significativa es una acción cuya importancia va más allá de la pertinencia a su situación inicial. Así, se puede llegar a vincular esta comprensión de la acción como texto con la situación particular de una práctica sanitaria que, orientada por una vocación bioética, conciba hermenéuticamente el discurso científico que la fundamenta. Ello podría implicar una diferente comprensión del estatuto ontológico de la salud y la enfermedad. Pues bien, sustentándonos en lo que acabamos de señalar, hagamos el intento de analogar estas mismas nociones a la situación particular de una práctica sanitaria que mediante una vocación bioética concibe 152 hermenéuticamente el discurso científico que la fundamenta. En ella podría vislumbrarse, probablemente, una disposición más bien diversa a la habitual en relación con la comprensión del estatuto ontológico de la salud y la enfermedad. Según esto, entonces, la presuposición de una estructura de objetividad en la cual el ser de la enfermedad se agota y la enunciación de una multiplicidad visible de síntomas donde ésta adquiere sentido — que son recursos habituales sobre los que el saber médico cobra cuerpo— no hacen sino extender un orden particular de verdad en el que se ha desplegado tautológicamente un conjunto técnico y conceptual que se autoasigna un valor fundamental al elaborar sobre el individuo un discurso de estructura científica. Contrariamente, podríamos anticipar que la mirada hermenéutica es capaz de ver en la enfermedad (o la salud) las condiciones de posibilidad que nos permiten practicar una aproximación a su sentido más esencial, en términos de acción significativa. ¿Qué podría significar esto? Por ahora, digamos simplemente que su comprensión o importancia, por ejemplo, podrían ir más allá de la sola pertinencia a la situación inicial establecida a partir de la puesta en visibilidad del conjunto de síntomas por la que es abordada, involucrando otras circunstancias que explicitaremos luego. O que su propia manifestación abre todo un mundo que está alojado en su esencia y que resiste a ser objeto exclusivo de la cuantificación matemática, abriéndose mejor a la intuición de ciertos remanentes de la significación que duermen en la palabra acotada del lenguaje de la ciencia. Su significado, entonces —como acción significativa—, estará siempre “en suspenso”, abriendo nuevas referencias, esperando nuevas interpretaciones que contribuyan al esclarecimiento de su sentido, en estado de apertura a cualquiera que “pueda leer”, antes que cerrado en torno al saber específico o a la interpretación privilegiada de una ciencia positiva. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Según Gadamer (4), la salud producida por el médico como consecuencia de su arte, no constituye propiamente una obra como lo sería la resultante de la producción implicada en la habilidad representada por el sentido de la techne griega. No se trataría de algo nuevo, inexistente hasta la ocasión en que interviene el médico. Se trata, en verdad, de la recuperación o del restablecimiento de algo que existe de antemano: la salud de quien se encuentra enfermo. Por ello, situada en el contexto de la noción de naturaleza delimitada por las ciencias naturales modernas, la praxis médica se aleja del carácter de arte porque el tipo de saber establecido por tales ciencias no se subordina a lo propiamente natural, sino que, por el contrario, transforma o suplanta a la naturaleza en una construcción humana racional (una “contrarrealidad artificial”). La actividad médica, sentida en estos términos, tiende a consistir en un puro dominio de habilidades, o en la mera construcción planificada de intervenciones exitosas en cuanto su programación racional puede llegar a tornar cada vez más calculadamente dominables los fenómenos. Sin embargo, la medicina puede diferir notablemente de otras ciencias en cuanto al carácter esencial que puede reconocerse en el arte de curar cuando se define en relación con una concepción de la naturaleza como constituida por una inefabilidad esencial irreductible a cualquier cuantificación o problematización artificial. Parece ser, más bien, que la ciencia y la práctica de este arte de curar que nos ocupa se despliega y transcurre, mucho más que en la proliferación de las técnicas y los saberes específicos, en medio del estrecho corredor que deslinda el ámbito de este conocimiento propio de las ciencias que avanza sobre la naturaleza para dominarla y el inefable misterio de la realidad mental y espiritual de lo humano que enfrenta la enfermedad; es decir, aquel complejo espectro de asuntos inherentes a la experiencia humana, que resultan ser inabordables para las pretensiones de la ciencia y del profesional sanitario que no reconozca que, a pesar del aval de su saber técnico, el único órgano develador de que dispone como lector para acceder a ese “texto” que constituye el paciente —si es que aceptamos la analogía planteada anteriormente— es su propia realidad personal; por lo cual no puede sino admitir que frente a la situación de su contraparte, el enfermo, no existe una interpretación única, mejor que las demás posibles: único es sólo el paciente, cada uno en su total diversidad, la interpretación de sus circunstancias es siempre múltiple. En suma, ya sea que se trate de restablecer la salud que ha dejado de existir, o de cuidar la que ya existe, siempre estará en juego la interpretación abierta de las condiciones, porque ellas, a su vez, siempre pueden ser representadas en nuevos contextos. De todo esto estamos hablando cuando intentamos homologar la teoría del texto a la comprensión esencial del arte de curar. La clave conceptual “El paciente como texto” enuncia una disposición peculiar del pensar en la que se busca transitar desde el sistema acabado y definitivo del reduccionismo cientificista que toca al ser del hombre como objeto de un saber positivo o exacto, al borde diferencial hermenéutico —basado en el pensar interpretativo— donde lo humano es atestiguado desde su intrínseca condición problemática, inconclusa, conjetural e imprevisible, reticente a cualquier cierre conceptual. Pues, el hecho de que el paciente sea visto como un texto es sinónimo de que en su ser de enfermo pueden emerger palabras que deben ser extraídas del silencio, palabras cuyo decir es siempre múltiple y están a la espera de nuevas interpretaciones que decidan su significación, palabras que, además, estarán abiertas a los muchos que puedan leerlas, a todas las instancias sociales que pueden proveer, en mayor o menor medida, salud. De esta manera, la intervención médica se ajusta al espacio de reconocimiento de la compleja multidimensionalidad de lo humano, inaprehensible para cualquier esfuerzo 153 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel explicativo que no contemple su vastedad y pluralidad. No hay, en consecuencia, alternativa a la consideración hermenéutica de la instancia médica; el verdadero arte de curar —reiteramos— entiende al paciente en su condición de texto, de realidad abierta y multívoca; así su práctica se enmarca en las delimitaciones de la acción significativa — cuya importancia no radica en el apego irrestricto a los marcos rígidos de la situación original que le da forma; es decir a la voluntad reductivista tecnocientífica que pone a lo probable físicamente como lo único relevante— y así escapa a los fantasmas del paternalismo social y la violencia epistemológica. La pérdida de la salud no constituye de ningún modo un acontecimiento aislable dentro de variables únicamente médico-biológicas; es, ante todo, un proceso que se da en medio del tejido históricovital del individuo y su entorno social. Todo esto por una parte. Por otra, habría que reconocer que existe también otro aspecto importante de la bioética que se puede mencionar. Aquél que busca poner de relevancia un vínculo esencial entre el hombre y la naturaleza, aquél de las preocupaciones medioambientales, ecológicas — o “ecosóficas”, como las denomina Guattari (5)—. Sobre todo ahora, que el planeta vive un período de intensas mutaciones tecnocientíficas, producto de las cuales se han venido produciendo inestabilidades ecológicas que amenazan a muy corto plazo la vida sobre su superficie. Porque cada vez resulta más evidente que existe una total incapacidad en las esferas de decisión política y en las instancias ejecutivas de primer nivel mundial para ofrecer otro tipo de soluciones a los problemas del presente que no sean las que emanan de un criterio tecnocrático y economicista. Lo que lleva a suponer que sólo entrecruzamientos éticopolíticos o ético-económicos harían posible una clarificación conveniente para esta delicada situación. Sin duda, ello atraviesa por una radical reorientación tanto de los objeti154 vos de la investigación y desarrollo científicos, como de los de la modalidad de producción de los bienes materiales e inmateriales del presente. Resulta, entonces, de crucial importancia visualizar ahora el modo como se vivirá en lo sucesivo en el planeta, en medio de las transformaciones y aceleraciones técnicas que afectan a la sociedad progresivamente y en circunstancias de un crecimiento demográfico que se vislumbra, de todas formas, problemático. Por tanto, meditar en función de una restitución de la co-pertenencia originaria de hombre y naturaleza, más allá del imperativo tecnocientífico de control y dominación de las fuerzas naturales, es una decisiva tarea del presente. Es preciso enfatizar una concreta vecindad de Hombre y Naturaleza. Ello implica el reconocimiento de que ambos existen en un frente-a-frente, que cada uno concurre inevitablemente a la proximidad del otro, que el hombre “no es esencialmente ajeno al cosmos que lo rodea”, como dice Hottois al explicitar su concepto de “solidaridad antropocósmica”. En efecto, nos interesa en este momento dar con las luces que nos orienten hacia una comprensión del entorno vital en sentido hermenéutico y poder formular algo así como ciertas “condiciones de posibilidad” de una ética para tales circunstancias; vale decir, algunas prescripciones fundamentales —aunque no de acción efectiva— que la validen como una propuesta bioética legítima y distinta de la alternativa ecológica propiamente tal, ya que deben reconocerse tanto su origen distinto y su diversidad de intereses como su condición paradigmática de comprensión y acercamiento respecto de los múltiples problemas del presente. Intentaremos, por ello, elaborar una apología del medio ambiente que se sustente en una lectura de la naturaleza como texto, asumiendo para esto la proposición ricoeuriana según la cual “la noción de texto puede ser tomada en un sentido analógico [considerando que] la Edad Media ya pudo hablar de una interpretatio Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 naturae, a favor de la metáfora del libro de la naturaleza” (6). Por lo cual, si la noción de texto puede ser ampliada, entonces, también puede serlo la hermenéutica misma, movilizando argumentos semejantes a los que empleamos con anterioridad, ahora, a la intelección de este nuevo objeto del análisis. Es claro que la “comprensión” técnicocientífica moderna del medio ambiente, su traducción en términos manipulables mediante la disposición de la naturaleza en calidad de “recursos” o stocks, así como el carácter excluyente de su actitud y el antropocentrismo avasallador que se oculta detrás de ella, corresponde en esta analogía textonaturaleza que pretendemos establecer, al desconocimiento más absoluto y radical que se pueda concebir de la emergencia de un sentido nuevo para el sujeto humano. La comprensión tecnocientífica rehúye atender al sentido y el mundo que la naturaleza despliega a partir de sí y clausura, por tanto, la salida hacia el reconocimiento de la propia dependencia humana con respecto a lo otro que el medio ambiente representa. La apercepción del hombre técnico transcurre al margen del reconocimiento de una relación que oscila entre el alejamiento y la proximidad con respecto a su medio natural. Por su carácter esencialmente subjetivo, el mundo natural, el conjunto de los seres vivientes no-humanos, asimismo como los seres inanimados, se le develan en una distancia meramente “objetiva” que le impide comprender comprendiéndose al interior de lo comprendido, no logrando por eso una comprensión radical de ese texto-naturaleza que lo determina y al cual se debe, ni una interpretación de éste que sea, en rigor, una interpretación lúcida de sí mismo. Ahora, nos parece que se puede pensar que una comprensión concebida en estos términos hermenéuticos puede llegar a propiciar una ética abierta de la experiencia humana, pero no en una apertura que tiende a disolverse en una simple apología de la diversidad irreductible de las opciones morales. Es plausible suponer que la centralidad de la hermenéutica dependa principalmente de su alejamiento del cierre característico del subjetivismo metafísico representado por el cientificismo, y, en nuestro caso, por su encarnación en la disposición técnica de la naturaleza. Cierre que se manifiesta en su pretensión de que la experiencia acontezca como reflejo de un sujeto que se quiere transparente. Una ética hermenéutica, luego, no corresponderá a ninguna descripción “neutral” de objetividades sino más a bien a un evento trans-apropiador en el que las partes (sujetoobjeto, texto-lector, hombre-naturaleza, etc.) se ponen en juego por igual y del cual salen modificadas y en el que se comprenden en cuanto son comprendidas dentro de un horizonte más amplio del que no disponen sino que las dispone. La actitud hermenéutica propicia una ética que trasciende la mera descripción y avanza hacia una particular modalidad de prescripción, que no se inscribe ni en el modelo de prescriptividad universalista de la ética tradicional “univocista” —oclusiva respecto de la alteridad—, ni en la equivocidad absoluta, apologética de la fragmentación que, a su modo, también opera como un cierre para la ética, sino en un tipo de prescriptividad más bien analógica, algo así como “de término medio” y prudencial (7) en cuanto se orienta por el reconocimiento y la consideración del otro que limita y determina el alcance de la prescripción misma. La hermenéutica es diálogo, que debe ejercerse efectivamente más allá de posiciones puramente descriptivistas que soslayen el problema de la relación entre “observador” y “observado”. Como la hermenéutica es diálogo, por tanto, conduce a una configuración dialógica de la ética que apunta al logro de un referente que transite de la dimensión poética a la argumentativa, que se instale como un tercero, como un medium que alienta la posibilidad de comprensión y relación con el otro, de identificación simpatética con la alteridad, que avale, en definitiva, la consolidación de una humanidad no más “sujeta”. 155 Bioética Hermenéutica - R. Villarroel En una bioética hermenéutica, la fundamentación de una instancia prescriptiva en los términos que se ha señalado anteriormente, capaz de constituirse en una orientación razonable y prudencial para el proceso deliberativo y la acción referida a la crisis medioambiental del presente, se debe apreciar como una cuestión posible de acometer y sostener, si y sólo si, en una concepción de realidad en la que estén incluidos como interlocutores válidos o potenciales del hombre todos los posibles participantes de un diálogo moral en el que se ha dislocado la centralidad de lo humano, y aunque ello no ha quedado exactamente remitido a una periferia insignificante, tampoco permanece en el lugar de “señorío” en el que la tradición lo ha puesto desde el relato bíblico del Génesis hasta nuestros días, porque hay en el presente una evidente fractura de la racionalidad subjetivista, porque hay una insostenibilidad del paradigma del sujeto moderno y la razón monológica que lo impide. El fenómeno de la crisis del humanismo que fuera detectado en nuestra época así lo indica y, al menos en algún sentido, implica esta pérdida de rango, esta diseminación de la jerarquía antropocentrista; la misma que se puede considerar responsable de las contingencias desesperanzadoras y riesgosas que se ciernen sobre el presente y la cotidianeidad, que se han trasuntado en la vigencia del individualismo irresponsable imperante y violentador, directamente e indirectamente, del planeta aquí y ahora. Una bioética hermenéutica, entonces, no concebirá su tarea como un asunto de prescripción normativa para la administración más racional y depurada de los “recursos”, por ejemplo, porque ello dejaría todo donde mismo; ya que el sustrato de racionalidad tecnocientífica permanece intacto en una concepción de este tipo, pues así no deja de seguir siendo instrumental y antropocéntrica y, por tanto, incapaz de impedir que el hombre continúe “pavoneándose” como Señor de la tierra. Por el contrario, el reajuste jerár156 quico del sujeto implicado en el cambio que lo conduce de su concepción en cuanto lector privilegiado o intérprete excluyente de la supuesta objetividad del “texto” natural, a la concepción hermenéutica de sujeto dispuesto a dejarse apropiar por el “mundo” del texto —al margen de explicaciones objetivas y localizaciones de superioridad—, muestra que una ética medioambiental debe ser, más que una contabilidad de datos y proyecciones cuantitativas de “explotabilidad” posible para no “agotar” las subsistencias, la comprensión de esa íntima y polifónica relación de transferencia existencial que entrecruza los diversos sentidos y las múltiples sensibilidades de lo vivo que no son admitidas en el enunciado científico-técnico. Porque la determinación de los focos de vida parciales, de aquello que puede dar consistencia enunciativa o soporte de reconocimiento en calidad de existente a la multiplicidad de lo viviente, no depende exclusivamente de una pura descripción objetiva sino de una suerte de narración cuya primera función no es engendrar una explicación racional sino una convergencia de acontecimientos; porque, además, debe entenderse que tras la diversidad de los entes no está dado ningún zócalo ontológico sino un plano reticulado de interfaces múltiples. Al mismo tiempo, en una bioética hermenéutica la actitud adecuada en función del entorno no puede ser vista ni como un retiro ni como una renuncia a salirle al encuentro en una relación de cercanía. Porque éste no es percibido en el sentido de un “todo indiferenciado”, al estilo de una unidad mística ante la cual sólo es válida la pretensión de la autorealización en el sentido específico en que la ha entendido la ecología profunda; es decir, como un holismo que termina siendo excesivo en la medida que no reconoce que las entidades naturales no son exactamente lo mismo y no pueden ser consideradas, tampoco, exactamente de igual manera. Una muestra de ello puede encontrarse fácilmente si, por ejemplo, pensamos en que a pesar del hecho Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 reconocido por la medicina de que somos simbióticamente habitados por organismos residentes microscópicos —vale decir, como si fuéramos una sola vida—, cada organismo reconoce inconscientemente la diferencia fundamental entre sí mismo y el otro y responde inmunológicamente cuando su identidad como individuo ha sido violada. Por ello, una prescripción medioambiental hermenéutica instará al reconocimiento de la individualidad en la medida que ella se entienda en mutua solidaridad con otras formas vivientes a las que se vincula y de las que también depende y que redefinen su propio estatuto vital a través de ese particular vínculo. Por otra parte, tampoco a una bioética hermenéutica se le puede concebir como aval de una acción emancipante respecto de la supuesta e idéntica desmedrada situación genérica de la mujer y la naturaleza que el ecofeminismo quiere enarbolar como estrategia político-conceptual, porque más bien la existencia virtual de dicha situación queda incluida como elemento de una condición marginalizante, irrespetuosa y avasalladora generalizada que acontece, incluso, intergenéricamente al interior de la misma realidad masculina, que no se desea bajo ninguna expresión, y que la aproximación hermenéutica (de la analogía texto-naturaleza) permite dejar atrás. Asimismo, su tarea se aleja de toda consideración ética que haga tabula rasa de la diversidad y la diferencia gradual de la sensibilidad que otorga un criterio de base para ponderar sensatamente el estatuto moral que pudiera tener cada individuo viviente. Todos estos deslindes teóricos que ponen a nuestra propuesta más allá (aunque no en total oposición) de las éticas medioambientales descritas con anterioridad, hacen que el modelo hermenéutico de la comprensión enmarque el desarrollo de una bioética referida a la acción humana desplegada en el mundo circundante, dentro de las exigencias formales planteadas, que, creemos, contribuyen a darle la solidez y legitimidad que requiere para sostener su pretensión paradigmática y su aspiración de ser expresión valedera de comprensión de los problemas de nuestro tiempo y clave de aproximación y distanciamiento hacia lo inefable, hacia lo irreductible de la naturaleza que nos alberga. Referencias 1. Hottois G. El paradigma bioético. Barcelona: Anthropos; 1991. 2. Lipovetsky G. El crepúsculo del deber. Barcelona: Anagrama; 1996. 3. Ricoeur P. Hermenéutica y acción: de la hermenéutica del texto a la teoría de la acción. Buenos Aires: Docencia; 1995. 4. Gadamer HG. El estado oculto de la salud. Barcelona: Gedisa; 1996. 5. Guattari F. Las tres ecologías. Valencia. En prensa 1990. 6. Beuchot M. Tratado de hermenéutica analógica. México: UNAM; 1997. 7. Vattimo G. Ética de la interpretación. Barcelona: Paidós; 1991: 59-62 157 RECENSIONES Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 RECENSIONES Edelstein, W. y Nunner-Winkler, G. (Editores), Moral im sozialen Kontext. Suhrkamp Taschenbuch, Frankfurt am Main, 2000. 506 págs. La contextualización del juicio moral es un asunto delicado. Bajo este concepto debemos entender una adecuación de las categorías de pensamiento a las condiciones fácticas del grupo o de la sociedad en que se aplican. No significa renunciar a principios universales ni relativizar la norma moral. Sin embargo, el terreno es escabroso, toda vez que tanto el vulgo ilustrado como el vulgo corriente desearían ver las cosas en blanco y negro. La relevancia del tema se manifiesta con frecuencia. Por ejemplo, uno de los miembros de la Comisión que dio origen al famoso Informe Belmont, recuerda que en general había acuerdo en torno a casos concretos sobre lo que procedía hacer. No bien se explicitaban los motivos por los cuales los miembros escogían un curso de acción, afloraban las diferencias. Esto quiere decir que a semejantes conductas pueden subyacer muy distintos motivos y muy diferentes emociones. Sin conocer esos fundamentos tácitos del actuar es difícil siquiera comprender la pertinencia de un determinado concepto moral. Imaginar solamente qué motivación social puede subyacer a una práctica tan poco aceptable como la infibulación o la clitoridectomía que se practica en algunas regiones de África ya supone un esfuerzo inusual. Lo corriente es que se reaccione con prejuicios, con emociones, con rechazos. Las ciencias sociales, especialmente la antropología y la etnología, han hecho un largo camino de depuración de prejuicios. Basta leer las obras de sus grandes maestros. Todavía Tylor y Frazer pueden ser sorprendidos dando por supuesto que lo “occidental” es lo “correcto” y tratando a los indígenas como versiones degradadas de lo humano. Se relegó al pintoresquismo mucho de lo que se aprendía en tierras remotas. Se descalifica hoy como “creencia” lo que no calza con los esquemas de pensamiento “científico”. Mueven a risa las convicciones y percepciones de algunos grupos. Para entender y reflexionar se necesita depurar. Y esta depuración necesaria pasa por un entrenamiento en modos de mirar y de aprehender que las diversas ciencias sociales (esas “nuevas humanidades” de la modernidad) han puesto a punto. Este libro ilustra una forma fructífera de diálogo entre filósofos y científicos sociales. Las hay probablemente más elocuentes o más claras. Pero la que aquí se presenta es útil. Los editores destacan algunos rasgos de la modernización que a su juicio justifican el diálogo interdisciplinar. Entre tales rasgos mencionan expresamente la secularización, el avance tecnocientífico, la globalización, la individuación y el pluralismo. Cada uno afecta de modo directo o indirecto tanto la justificación racional de los actos (base de la ética) como la aplicación de los principios a las situaciones concretas (base del juicio moral). Por ejemplo, la secularización obliga a pensar en responsabilidad más que en convicciones al momento de valorar las creencias, el pluralismo pone en jaque la idea de una jerarquía única de los valores, la globalización esconde el peligro de no ser sino otra forma de hegemonía encubierta. 161 Recensiones - F. Lolas En la primera parte del libro se abordan temas filosóficos pertinentes a una definición de la moral. La segunda trata de los problemas de su aplicación. La tercera analiza el influjo del contexto sobre las diferencias de comportamiento y la cuarta afronta la tríada moral, autonomía, identidad. En esta variedad de contribuciones, algunas son más legibles que otras. Especial interés reviste la fundamentación de Axel Honneth de una moral basada en el “reconocimiento” (Anerkennung), que supera la deontología kantiana y la teleología aristotélica en el marco de una realidad dialógica. En la tradición de la ética del discurso, especialmente en Habermas, no se solía prestar mucha atención a los problemas de aplicación sino más bien a la fundamentación racional. En otras contribuciones de este volumen se analiza esta situación y se proponen líneas argumentales de considerable valor. En el campo de los “usos de la moral” (no confundir con empleo o aplicaciones, sólo pensar en formas de ser), es útil distinguir entre los discursos privados, los profesionales o técnicos y los públicos. La norma se refracta y matiza en cada uno de estos “medios”. No pierde su carácter. Cambia su fisonomía. El contexto es aquello que cualifica de modo eminente el juicio y dificulta la imaginación moral. Es la antigua “circunstancia” del casuismo clásico elevada al rango de variable técnica en el análisis práctico. Para que eso se consume y sirva, es menester el “armamentarium” metódico de las nuevas humanidades junto al de las humanidades antiguas. De esa fusión cabe esperar una razonable forma de bioética, que evite el ser un mero cómputo de algoritmos morales o una abstrusa conversación sobre temas ajenos a lo cotidiano. Sería de esperar que algunos artículos de este libro fueran traducidos prontamente a la lengua española. Fernando Lolas Stepke 162 Manzanera, M., Fundamentación del derecho en la filosofía de la nostridad. BIOS 4. Instituto de Bioética, Universidad Católica Boliviana, Cochabamba, Bolivia, 1999. 78 págs. Este opúsculo del Doctor en Teología y Licenciado en Filosofía, Derecho y Economía Miguel Manzanera es recomendable por varios motivos. En primer lugar, es una exposición sencilla pero rigurosa de algunas doctrinas sobre el origen del derecho. También presenta, de modo accesible, algunas consideraciones sobre las dimensiones políticas y éticas del derecho. Y, finalmente, ofrece una perspectiva sobre el tema de la “nostridad”, que el autor califica de tendencia hacia la constitución de grupos. Especial relieve adquiere esta contribución para el estudio de las relaciones entre bioética y derecho desde una perspectiva particular, la cristiana, defendida como la más justa y natural con argumentos convincentes. Se trata, sin duda, de un texto introductorio de gran valor didáctico. Fernando Lolas Stepke SUPLEMENTO RADIOGRAFÍA BIOÉTICA DE UN PAÍS Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 RADIOGRAFÍA BIOÉTICA DE BRASIL Volnei Garrafa* En marzo de 1997, el entonces presidente de la International Association of Bioethics (IAB) Alastair Campbell, visitó Brasil por invitación de la Sociedad Brasileña de Bioética. Inicialmente se presentó en el II Congreso Brasileño de Bioética, celebrado en Brasilia, “capital arquitecturalmente proyectada y pieza representativa del diseño artístico”, según sus palabras. En seguida conoció São Paulo, donde participó en un Seminario Internacional de Bioética Clínica, desarrollado en el Hospital Público de Heliópolis, la principal villa miseria del mayor centro poblacional e industrial de América del Sur. Al volver a Gran Bretaña, escribió un emocionado editorial en el IAB News relatando lo que había visto y sentido en el viaje. Uno de los párrafos decía lo siguiente: “When I left Brazil after a too short visit, it was with a sense of gratitude to my hosts, not just for their friendship and outstanding hospitality, but for the realisation of how so differently I now perceived the nature of Bioethics. I had glimpsed what it must be like to sustain a public health service with minimal resources and massive problems of poverty. I had seen something of the environmental challenges of massive urbanization without adequate infrastructure to sustain it. In the midst of this I met people determined to find a Bioethics that makes a * Volnei Garrafa es profesor titular coordinador del Núcleo de Estudios e Investigaciones en Bioética y docente del Programa de Posgrado en Ciencias de la Salud/maestría y doctorado (área de concentración – Bioética) de la Universidad de Brasilia; vicepresidente de la Sociedad Brasileña de Bioética; miembro titular de la Comisión Nacional de Ética en Investigación, del Ministerio de Salud Pública/Brasil. genuine difference to the health of their nation and the quality of their environment”. El viaje a Brasil reforzó todavía más la convicción de Campbell de luchar por el retorno de la bioética a los rumbos inicialmente trazados por Van Rensselaer Potter, en 1971, y reforzados por el mismo autor en 1988, o sea, a los objetivos de una BIOÉTICA GLOBAL. Así como las contradicciones citadas en el párrafo anterior, los principales temas de la agenda bioética para el siglo XXI siguen referidos a dos puntos históricamente equidistantes: aquellos relacionados con la ingeniería genética, por el lado de las situaciones que llamo emergentes (o de “límites”, “fronteras”, según dice Giovanni Berlinguer); y los otros, derivados de las agudas desigualdades sociales verificadas en el planeta, por el lado de las situaciones persistentes (o “cotidianas”). De esa manera, igual a lo que sucede en escala mundial, en Brasil ese fenómeno paradójico también se reproduce, y con tintas fuertes. En el caso de la “Bioética Global”, específicamente, el tema es de singular importancia para Brasil, pues los intereses del país son grandes en los campos del equilibrio ambiental y de la biodiversidad. Nada menos que el 22% de las variedades vegetales del planeta se encuentra en el país, mientras que un gramo de selva húmeda amazónica contiene aproximadamente diez mil microorganismos. ¡Para quien no está acostumbrado con Brasil no es nada fácil entenderlo! Son aproximadamente 8.5 millones de kilómetros cuadrados de tierras planas y fértiles; 170 millones de habitantes nacidos de un mestizaje extraordinario; 9º PIB (Producto Inter165 Radiografía Bioética de un País; Brasil - V. Garrafa no Bruto) del mundo. Al lado de eso, sin embargo, sus indicadores sociales están entre los más críticos de América Latina y la distribución de la riqueza es una de las peores del planeta (el 47% de las riquezas se encuentra en las manos del 10% más rico, sobrando solamente un 0.8% para el 10% más pobre de la población). Mientras mueren más de 100 niños de cada 1000 nacidos vivos en algunas áreas de las regiones carentes del norte y nordeste, en el sur y sudeste el índice llega muy cerca del ejemplar número 10. Así, el Brasil del año 2000 es un país que vive, antagónicamente, con un pie en el siglo XIX y otro en el siglo XXI. Al lado de maravillas como trasplantes múltiples de órganos; secuenciaciones pioneras del genoma de tumores malignos de diferentes tipos y áreas anatómicas, o intervenciones quirúrgicas correctivas intrauterinas en corazones de fetos, coexisten millones de familias abandonadas a su propia suerte por los campos o periferias de las grandes ciudades. Entre conquistas y problemas, las profundas contradicciones citadas y las innumerables consecuencias derivadas de las mismas forman parte inseparable de la misión de los estudiosos e investigadores brasileños que han decidido seguir los caminos de la BIOÉTICA. La contradictoria realidad del país, por lo tanto, además de exigir ejercicios intelectuales y prácticos durísimos a sus “bioeticistas”, agudiza todavía más los conflictos verificados entre individual y colectivo, autonomía y justicia, participación y omisión, beneficencia y equidad, caridad y solidaridad, límite y control, libertad y responsabilidad... Breves referencias históricas La Bioética brasileña es tardía, habiendo surgido de forma orgánica solamente en los años 90. Antes, ocurrieron algunas iniciativas, pocas y aisladas, sin registros significativos. No existe, por otro lado, un punto de partida o momento específico de referencia 166 histórica para su desarrollo. Por el contrario, algunos episodios puntuales fueron aconteciendo y al mismo tiempo causando repercusiones positivas en el sentido de la divulgación y diseminación de la disciplina. A principios de 1993, por ejemplo, se creó la revista semestral Bioética, con un Consejo Editorial regular, patrocinada por el Consejo Federal de Medicina y con sede en Brasilia. Dicha revista fue indexada en 1998 (LILACS) y mantiene su periodicidad hasta la fecha, a pesar de que el grupo vencedor de las recientes elecciones en la principal entidad médica del País esté proponiendo modificaciones en la revista hacia intereses deontológicos más específicos de la clase médica, patrocinadora de la misma. Otra revista científica brasileña indexada y que ha estado publicando de forma regular y creciente artículos sobre bioética, es O Mundo da Saúde, patrocinada por el Centro Universitario São Camilo, de los padres camilianos de São Paulo, y que se mantiene valientemente desde los años 80. En 1995 fue fundada la Sociedad Brasileña de Bioética (SBB), que hoy congrega más de 300 asociados y ha promovido tres Congresos nacionales: en 1996 (São Paulo), 1998 (Brasilia) y en julio/2000 (Porto Alegre). La entidad cuenta actualmente con secciones regionales en varios Estados. Su dirección se elige por el voto directo de todos los asociados y tiene un mandato de tres años. A partir de 1999 empezó a publicar periódicamente un Boletín oficial que incluye informaciones generales con un denso contenido científico, y ya ha recibido artículos originales de polémicos estudiosos internacionales, como H.T. Engelhardt Jr. y John Harris, entre otros. Vale la pena realzar que la SBB es asociada a la FELAIBE (Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética) y a la IAB (International Association of Bioethics). A propósito, es oportuno dar la noticia de que el 4º Congreso de Bioética de América Latina y el Caribe, y el Sixth World Congress of Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Bioethics, paralelamente al Feminist Approaches to Bioethics, ya tiene agenda confirmada para la capital del país, Brasilia, en noviembre de 2002, con el patrocinio de la SBB y apoyo de las organizaciones hermanas antes mencionadas. En 1996, el Consejo Nacional de Salud, organismo vinculado al Ministerio de Salud Pública de Brasil, creó la Comisión Nacional de Ética en Investigación (CONEP), encargada de regular y controlar las investigaciones desarrolladas con seres humanos en el territorio nacional. Antes de ese episodio ya existía en Brasil una legislación federal con relación al tema que, sin embargo, no era debidamente cumplida. Después de la creación de la CONEP el asunto empezó a ser encarado con el rigor necesario y hoy Brasil cuenta con más de 300 Comités de Ética en Investigación (hospitalarios, universitarios, etc.) funcionando regularmente. En lo que se refiere al aspecto formal y público, conviene destacar, además, la existencia de una Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio), vinculada al Ministerio de Ciencia y Tecnología, que fue encargada por el gobierno de analizar, mediar y regular las cuestiones referentes a los organismos genéticamente modificados, incluyendo los temas de las patentes, alimentos transgénicos, clonación y otros asuntos afines. De manera aislada, diversos hospitales y universidades han empezado a crear Comités Institucionales de Bioética; los ejemplos pioneros fueron los hospitales de Clínicas de Porto Alegre y de São Paulo, además del Instituto Nacional del Cáncer, de Río de Janeiro. Por otro lado, ya se discute en el país la creación de una futura y amplia Comisión Nacional de Bioética. Panorama actual de la Bioética en Brasil En sus primeros años de vida, la bioética brasileña tomó como referencia conceptual la llamada “corriente principialista” estadouni- dense. En la medida en que se fueron implantando grupos de investigación y núcleos de estudios en las universidades y en otras instituciones, sin embargo, ese panorama empezó a cambiar. Aunque la mayoría de los centros que se dedican a la bioética aún sigan básicamente la teoría de los cuatro principios, en los últimos cuatro años empezaron a surgir nuevas propuestas alternativas a las corrientes bioéticas tradicionales. Entre otras, se pueden mencionar la “Bioética en la perspectiva de la teología de la liberación”, la “Bioética dura” o “Bioética fuerte” (hard bioethics), la “Bioética crítica de inspiración feminista”, la “Bioética feminista y antirracista” y la “Bioética de la reflexión autónoma”. Seguramente existe un largo camino teórico por ser construido y recorrido por las propuestas arriba mencionadas, pero es interesante verificar que todas ellas coinciden en relación al respeto por el pluralismo moral y la defensa de los intereses de los más frágiles y/o vulnerables. Esta constatación demuestra que la “nueva bioética brasileña” tiene en la contextualización de la realidad del país su mayor fuente de inspiración. Entre los principales centros académicos de reflexión bioética en Brasil no se puede dejar de citar los siguientes, en el sentido geográfico sur-norte del país: Núcleo Interinstitucional de Bioética del Hospital de Clínicas de la Universidad Federal y la Pontificia Universidad Católica, con su Hospital Universitario, en Porto Alegre, además de la Universidad del Rio dos Sinos, en São Leopoldo, Estado de Rio Grande do Sul; Núcleo de Bioética de la Universidad del Estado de Londrina, Paraná; Instituto Oscar Freire, de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo; Núcleo de Estudio e Investigación en Bioética del Centro Universitario São Camilo y el Instituto Alfonsianum de Ética, en el Estado de São Paulo; Núcleo de Estudios e Investigaciones en Bioética de la Universidad de Brasilia y ANIS —Instituto de Bioética, Derechos Humanos y Género— ambos en Brasilia, Distrito Federal; 167 Radiografía Bioética de un País; Brasil - V. Garrafa Red de Información sobre Bioética (Bioética y Teoría Feminista y Antirracista) y Universidad Católica de Minas Gerais, en Belo Horizonte, Estado de Minas Gerais; Núcleo de Ética Aplicada y Bioética de la Fundación Oswaldo Cruz y la Universidad del Estado de Río de Janeiro, en el Estado de Río de Janeiro; Núcleo de Bioética de la Universidad del Estado de Feira de Santana, en el Estado de Bahía; Núcleo de Bioética de Pernambuco, en la ciudad de Recife; Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Piauí, en Teresina. Además de los centros arriba mencionados, es imposible definir el número exacto de variadas disciplinas relacionadas con la Bioética y ofrecidas todos los semestres en los cientos de Universidades Públicas (federales, de los Estados, municipales y comunitarias) y Privadas (religiosas o laicas), además de Facultades aisladas en nivel de graduación y posgrado. De la misma manera, es grande la cantidad de eventos de las más diferentes especialidades y entidades científicas que programan conferencias, mesas redondas, cursos de corta duración y paneles, enfocando la Bioética a partir de los más diversos ángulos e intereses. En muchas de estas ocasiones, no obstante, la atención de los congresistas es dirigida equivocadamente hacia áreas de interés específico, y las discusiones acaban recayendo exclusivamente sobre los campos de la relación profesionalpaciente y de la ética profesional y sus códigos deontológicos. Un aspecto positivo, por otro lado, se refiere al creciente número de monografías de cursos de especialización (360 horas/clase por lo menos, de acuerdo con la legislación del país), disertaciones de maestría y tesis de doctorado, que utilizan la Bioética como herramienta metodológica para desarrollo y/ o comprobación de sus hipótesis. Estas investigaciones, además de aquellas naturalmente desarrolladas en los propios programas de posgrado formales que tienen la 168 Bioética entre sus “áreas de concentración”, suceden no sólo en sectores más próximos de las ciencias de la salud, como psicología, antropología, comunicación social, biología o sociología, sino también en campos que sorprenden por lo inusitado, como educación artística, química y otros. Las carreras más involucradas cuantitativamente con la Bioética en Brasil son la Medicina y el Derecho. Sin embargo, contradictoriamente, a pesar de ser las dos áreas que han mostrado más avances, también son aquellas en que las resistencias son mayores: del lado de la Medicina, principalmente debido a la confusión que un gran número de profesores y profesionales hacen entre la bioética y la ética profesional legalista y codificada; con relación al Derecho, el problema se presenta por el hecho de que algunos grupos insisten en utilizar el neologismo “bioderecho” en vez de la expresión usual que se refiere a la “Bioética y Derecho”. Como la Bioética no surgió para dar respuestas acabadas a los conflictos, con base en el respeto a la secularización y al pluralismo moral, el “bioderecho” trata de resolver todas las cuestiones por el sesgo estrictamente jurídico, lo que empobrece irreversiblemente la propuesta original de la bioética al priorizar el legalismo y el estrechamiento de las discusiones en perjuicio de la legitimidad y amplitud que el verdadero estatuto epistemológico de la disciplina generosamente proporciona. Para terminar, es importante mencionar que, además del crecimiento cuantitativo y cualitativo de los artículos publicados sobre Bioética en las revistas académicas brasileñas, está aumentando el número y mejorando la calidad de los libros relacionados con la disciplina y producidos en Brasil en los últimos cinco años. Las editoras comerciales empiezan a interesarse por el tema, ya que el mismo se está difundiendo rápidamente por medio de los eventos científicos y, principalmente, por las universidades y órganos públicos. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Consideraciones finales La contradictoria realidad social ha obligado a la “Bioética brasileña” a buscar alternativas a las teorías bioéticas tradicionales. Aunque el principialismo haya sido el resorte propulsor de la disciplina en el país y todavía ejerza una cierta hegemonía en el contexto académico nacional, ha empezado a esbozarse un movimiento de reacción intelectual a la simple importación descontextualizada de las propuestas o “paquetes” éticos importados, sin crítica alguna, de los países más desarrollados. Las propuestas teóricas brasileñas a la Bioética aún están en construcción y no deben entenderse como una “afrenta” o “desobediencia científica” a las teorías tradicionalmente constituidas, sino como un intento de búsqueda contextualizada de respuestas morales adecuadas a los problemas específicos verificados en la realidad del País. La verdadera efervescencia constatada en este momento histórico de la Bioética desarrollada en Brasil, que —como se dijo al principio del artículo— es tardía, a pesar de estar sucediendo de forma aún no orgánica, es el fruto fecundo de un proceso dinámico que trata de recuperar el tiempo perdido. En este sentido, es imprescindible el estímulo e intercambio con los países vecinos de la comunidad latinoamericana, con el objetivo de construir concretamente relaciones más próximas y factibles en la búsqueda de soluciones comunes o aproximadas a problemas que muchas veces son parecidos. Quien tal vez haya interpretado mejor la importancia de la Bioética para el Brasil del año 2000 es el teólogo Márcio Fabri dos Anjos, que recientemente produjo un valioso ensayo sobre el tema a partir de lo que él llama “contexto cultural y humanitario”. Según el autor “how Brazil in the midst of many social inequalities, finds in reflection on bioethics an important place to develop critiques and concrete proposals for creating and securing a better future. Bioethical perspectives are important in Brazil and for Brazil”. Las generosas palabras del humanista Alastair Campbell fueron proféticas. Sus reflexiones sirvieron de estímulo y seguridad para que la bioética del país empezara a buscar respuestas para los propios sueños (y pesadillas...). Bibliografía ANIS – Instituto de Bioética, Direitos Humanos e Gênero. Bioética [editorial]. Revista de Bioética e Gênero 1999 Oct 2; 1(1). Campbell, A. The president’s column. International Association of Bioethics News 1998; 7: 1-2. Diniz D, Guilhem DB, Garrafa, V. Bioethics in Brazil. Bioethics 1999; 13 (3-4): 244-248. Dos Anjos M.F. Medical ethics in the developing world: a liberation theology perspective. The Journal of Medicine and Philosophy 1996; 21: 629-637. Dos Anjos M.F. Bioética abrangência e dinamismo. O Mundo da Saúde 1997; 21 (1): 04-12. Dos Anjos, M.F. Notes on Bioethics in Brazil. Biomedical Ethics. Newsletter of European Network for Biomedical Ethics (Univ. Tübingen) 2000; 5 (1): 42-45. Garrafa V, Oselka G, Diniz D. Public health, bioethics and equity. Bioética 1997; 5 (1): 27-33. Garrafa, V. Bioethics, health and citizenship. O Mundo da Saúde 1999; 23 (5): 263-269. Garrafa, V. Bioethical reflections on science, health care and citizenship. Bioética 1999; 7 (1): 13-20. Garrafa V, Diniz D, Guilhem DB. Bioethical language and its dialects and idiolects. Cadernos de Saúde Pública 1999; 15 Supl. 1: 35-42. Garrafa V. Bioética fuerte: una perspectiva periférica a las teorías bioéticas tradicionales. 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Inicialmente, apresentou-se no II Congresso Brasileiro de Bioética, realizado em Brasília, “capital arquiteturalmente projetada e peça representativa do desenho artístico”, segundo suas palavras. Em seguida, conheceu São Paulo, onde participou de um Seminário Internacional de Bioética Clínica desenvolvido no Hospital Público de Heliópolis, a principal favela do maior centro populacional e industrial da América do Sul. Regressando à Grã-Bretanha, escreveu um emocionado editorial no IAB News relatando o que havia visto e sentido na viagem. Um dos parágrafos dizia o seguinte: “When I left Brazil after a too short visit, it was with a sense of gratitude to my hosts, not just for their friendship and outstanding hospitality, but for the realisation of how so differently I now perceive the nature of Bioethics. I had glimpsed what it must be like to sustain a public health service with minimal resources and massive problems of poverty. I had seen something of the environmental challenges of massive urbanization without adequate infrastructure to sustain it. In the midst of this I met people determined to find a Bioethics that makes a genuine difference to * Volnei Garrafa é professor titular, coordenador do Núcleo de Estudos e Pesquisas em Bioética e docente do Programa de Pós-Graduação em Ciências da Saúde/mestrado e doutorado (área de concentração - Bioética) da Universidade de Brasília; vice-presidente da Sociedade Brasileira de Bioética; membro titular da Comissão Nacional de Ética em Pesquisa do Ministério da Saúde/Brasil. the health of their nation and the quality of their environment”. A viagem ao Brasil reforçou ainda mais a convicção de Campbell em lutar pelo retorno da bioética aos rumos inicialmente traçados por Van Rensselaer Potter em 1971 e reforçados pelo mesmo autor em 1988, ou seja, aos objetivos de uma BIOÉTICA GLOBAL. Assim como as contradições mencionadas no parágrafo acima, os principais temas da pauta bioética para o século XXI continuam referidos a dois pontos historicamente eqüidistantes: aqueles relacionados com a engenharia genética, pelo lado das situações que chamo de emergentes (ou de “limites”, ”fronteiras”, no dizer de Berlinguer); e, os outros, derivados das agudas desigualdades sociais verificadas no planeta, pelo lado das situações persistentes (ou “cotidianas”). Desse modo, igualmente ao que acontece em escala mundial, no Brasil esse paradoxal fenômeno também se reproduz; e com tintas fortes. No caso da “Bioética Global”, especificamente, o tema é de singular importância para o Brasil, pois os interesses do País são grandes nos campos do equilíbrio ambiental e da biodiversidade. Nada menos que 22% das variedades vegetais do planeta são encontradas no país, enquanto 1 grama de floresta úmida amazônica contém centenas de variedades de microorganismo. Para quem não está acostumado com o Brasil, não é nada fácil entendê-lo! São aproximadamente 8,5 milhões de quilômetros quadrados de terras planas e férteis, 170 milhões de habitantes nascidos de uma miscigenação racial extraordinária, 9o. PIB (Produto Interno Bruto) do mundo. 171 Radiografia Bioética de um País; Brasil - V. Garrafa Ao lado disso, no entanto, seus indicadores sociais estão entre os mais críticos da América Latina e a distribuição da renda é uma das piores do planeta (47% das riquezas encontra-se nas mãos dos 10% mais ricos, restando apenas 0,8% para os 10% mais pobres da população). Enquanto morrem mais de 100 crianças em cada 1000 nascidas vivas em algumas áreas das regiões carentes do norte e nordeste, no sul e sudeste se aproxima exemplarmente de 10. Assim, o Brasil do ano 2000 é um país que vive, paradoxalmente, com um pé no século XIX e o outro no século XXI. Ao lado de maravilhas como transplantes múltiplos de órgãos, seqüenciamentos pioneiros do genoma de tumores malignos de diferentes tipos e áreas anatômicas, ou intervenções cirúrgicas corretivas intra-uterinas em corações de fetos, convive com milhões de famílias abandonadas à própria sorte pelos campos ou periferias das grandes cidades. Entre conquistas e problemas, as profundas contradições acima mencionadas e as inúmeras conseqüências delas decorrentes, fazem parte inseparável da missão dos estudiosos e pesquisadores brasileiros que decidiram seguir os caminhos da BIOÉTICA. A contraditória realidade do país, portanto, além de exigir exercícios intelectuais e práticos duríssimos aos seus “bioeticistas”, agudiza ainda mais os conflitos constatados entre individual e coletivo, autonomia e justiça, participação e omissão, beneficência e eqüidade, caridade e solidariedade, limite e controle, liberdade e responsabilidade... Breves referências históricas A bioética brasileira é tardia, tendo surgido de forma orgânica somente nos anos 90. Anteriormente, algumas poucas iniciativas isoladas haviam acontecido, sem registros significativos. Não existe, por outro lado, um ponto de partida ou momento específico de referência histórica para o seu desenvolvimento. Pelo contrário, alguns 172 episódios isolados foram acontecendo e ao mesmo tempo ocasionando repercussões positivas no sentido da divulgação e disseminação da disciplina. No início de 1993, por exemplo, foi criada a revista semestral Bioética, com Conselho Editorial regular, patrocinada pelo Conselho Federal de Medicina e com sede em Brasília. A referida revista foi indexada em 1998 (LILACS) e mantém sua periodicidade até o momento, apesar do grupo vencedor das recentes eleições na principal entidade médica do País estar propondo alterações na revista em direção a interesses deontológicos mais específicos da classe médica, patrocinadora da mesma. Outra revista científica brasileira indexada, e que vem publicando de forma regular e crescente artigos sobre bioética, é O Mundo da Saúde, patrocinada pelo Centro Universitário São Camilo, dos padres Camilianos de São Paulo, e que se mantém bravamente desde os anos 80. Em 1995 foi fundada a Sociedade Brasileira de Bioética (SBB), que hoje congrega mais de 300 associados e já promoveu três Congressos nacionais: em 1996 (São Paulo), 1998 (Brasília) e em julho/2000 (Porto Alegre). A entidade conta atualmente com seções regionais em diversos estados. Sua diretoria é eleita pelo voto direto de todos associados e tem mandato de três anos. De 1999 para cá, começou a publicar periodicamente um Boletim oficial que permeia informações gerais com denso conteúdo científico, já tendo recebido artigos originais de polêmicos estudiosos internacionais como Engelhardt e Harris, entre outros. Vale a pena ressaltar que a SBB é associada à FELAIBE (Federação Latinoamericana e do Caribe de Instituições de Bioética) e à IAB (International Association of Bioethics). A propósito, é oportuno noticiar que o 4º. Congresso de Bioética da América Latina e do Caribe e o Sixth World Congress of Bioethics, paralelamente ao Feminist Approaches to Bioethics, já tem agenda confirmada para a capital do país, Brasília, em Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 novembro de 2002, com o patrocínio da SBB e apoio das co-irmãs internacionais acima mencionadas. Em 1996, o Conselho Nacional de Saúde, organismo ligado ao Ministério da Saúde brasileiro, criou o Conselho Nacional de Ética em Pesquisa (CONEP), encarregado de regular e controlar as investigações desenvolvidas com seres humanos no território nacional. Anteriormente a esse episódio, já havia no Brasil uma legislação federal com relação ao tema, que no entanto não era devidamente cumprida. Após a criação da CONEP, o assunto passou a ser encarado com o rigor requerido e hoje o Brasil dispõe de mais de 300 Comitês de Ética em Pesquisa (hospitalares, universitários, etc.) funcionando regularmente. No que se refere ao aspecto formal e público, cabe ainda ressaltar a existência de uma Comissão Técnica Nacional de Biosegurança (CTNBio), ligada ao Ministério de Ciência e Tecnologia, que foi incumbida pelo governo de analisar, mediar e regular questões referentes aos organismos geneticamente modificados, incluindo os temas das patentes, alimentos transgênicos, clonagem e outros assuntos correlatos. De forma isolada, diversos hospitais e universidades começam a criar Comitês Institucionais de Bioética; os exemplos pioneiros foram os Hospitais de Clínicas de Porto Alegre e de São Paulo, além do Instituto Nacional do Câncer, do Rio de Janeiro. Por outro lado, já existem discussões no país com relação à criação de uma futura e ampla Comissão Nacional de Bioética. Panorama atual da bioética no Brasil Nos seus primeiros anos de vida, a bioética brasileira tomou como referência conceitual a chamada “corrente principialista” estadunidense. Na medida em que foram sendo implantados grupos de pesquisa e núcleos de estudos nas universidades e em outras instituições, no entanto, este panorama começou a mudar. Embora a maioria dos centros que se dedicam à bioética ainda sigam basicamente a teoria dos quatro princípios, a partir de 1998 iniciou o surgimento de novas propostas alternativas às correntes bioéticas tradicionais. Entre outras, podem ser mencionadas a “bioética na perspectiva da teologia da libertação”, a “bioética dura” ou “bioética forte” (hard bioethics), a “bioética crítica de inspiração feminista”, a “bioética feminista e anti-racista” e a “bioética da reflexão autônoma”. Com certeza, existe um longo caminho teórico a ser construído e percorrido pelas propostas acima mencionadas, mas é interessante verificar que todas elas coincidem com relação ao respeito ao pluralismo moral e à defesa dos interesses dos mais frágeis e/ou vulneráveis. Esta constatação demonstra que a “nova bioética brasileira” tem na contextualização da realidade do país sua maior fonte de inspiração. Entre os principais centros acadêmicos de reflexão bioética no Brasil, não se pode deixar de mencionar os seguintes no sentido geográfico sul-norte do país: Núcleo Interinstitucional de Bioética do Hospital de Clínicas da Universidade Federal e a Pontifícia Universidade Católica, com seu Hospital Universitário, em Porto Alegre, além da Universidade do Rio dos Sinos, em São Leopoldo, estado do Rio Grande do Sul; Núcleo de Bioética da Universidade Estadual de Londrina, Paraná; Instituto Oscar Freire da Faculdade de Medicina da Universidade de São Paulo, Núcleo de Estudo e Pesquisa em Bioética da Centro Universitário São Camilo e o Instituto Alfonsianum de Ética, no estado de São Paulo; Núcleo de Estudos e Pesquisas em Bioética da Universidade de Brasília e ANIS - Instituto de Bioética, Direitos Humanos e Gênero, ambos em Brasília, Distrito Federal; Rede de Informação Sobre Bioética (Bioética e Teoria Feminista e Anti-Racista) e Universidade Católica de Minas Gerais, em Belo Horizonte, estado de Minas Gerais; Núcleo de Ética 173 Radiografia Bioética de um País; Brasil - V. Garrafa Aplicada e Bioética da Fundação Oswaldo Cruz e a Universidade Estadual do Rio de Janeiro, no estado do Rio de Janeiro; Núcleo de Bioética da Universidade Estadual de Feira de Santana, no estado da Bahia; Núcleo de Bioética de Pernambuco, na cidade de Recife; Faculdade de Medicina da Universidade Federal do Piauí, em Teresina. Além dos centros acima mencionados, é impossível definir o número exato de variadas disciplinas relacionadas com a Bioética e oferecidas todos os semestres nas centenas de Universidades Públicas (federais, estaduais, municipais e comunitárias) e Privadas (religiosas ou laicas), além de Faculdades isoladas, em nível de graduação e pós-graduação. Da mesma forma, é grande a quantidade de eventos das mais diferentes especialidades e entidades científicas que programam conferências, mesas redondas, cursos de curta duração e painéis, enfocando a Bioética a partir dos mais diferentes ângulos e interesses. Em muitas destas ocasiões, no entanto, a atenção dos congressistas é direcionada erroneamente para áreas de interesse específico e as discussões acabam recaindo exclusivamente sobre os campos da relação profissional-paciente e da ética profissional e seus códigos deontológicos. Um aspecto positivo, e que não pode deixar de ser mencionado, refere-se ao crescente número de monografias de cursos de especialização (360 horas/aula no mínimo, de acordo com a legislação do país), dissertações de mestrado e teses de doutorado, que utilizam a Bioética como ferramenta metodológica para desenvolvimento e/ou comprovação de suas hipóteses. Estas pesquisas, além daquelas naturalmente desenvolvidas nos próprios programas de pósgraduação formais que possuem a Bioética entre suas “áreas de concentração”, acontecem não somente em setores mais próximos às ciências da saúde, como a psicologia, antropologia, comunicação social, biologia ou sociologia, mas também em campos que surpreendem pelo inusitado, como educação artística, química e outras. 174 As carreiras mais envolvidas quantitativamente com a Bioética no Brasil são a Medicina e o Direito. Contudo, contraditoriamente, apesar de serem as duas áreas que mais têm mostrado avanços, são também aquelas onde as resistências são também maiores: no lado da Medicina, principalmente pela confusão que grande número de professores e profissionais fazem entre a bioética e a ética profissional, legalista e codificada; com relação ao Direito, o problema acontece pelo fato de alguns grupos insistirem em utilizar o neologismo “biodireito” ao invés da expressão usual que se refere à “Bioética e Direito”. Como a Bioética não surgiu para dar respostas acabadas aos conflitos, com base no respeito à secularização e ao pluralismo moral, o “biodireito” tenta resolver todas as questões pelo viés estritamente jurídico, o que empobrece irreversivelmente a proposta original da bioética ao priorizar o legalismo e o estreitamento das discussões em prejuízo da legitimidade e amplitude que o verdadeiro estatuto epistemológico da disciplina generosamente proporciona. Finalizando, é importante mencionar que, além do crescimento qualitativo e quantitativo dos artigos publicados sobre Bioética nas revistas acadêmicas brasileiras, vem igualmente aumentando o número e melhorando a qualidade dos livros relacionados com a Bioética e produzidos no Brasil nos últimos cinco anos. As editoras comerciais começam a interessar-se pelo assunto uma vez que o mesmo está se difundindo rapidamente por meio dos eventos científicos e, principalmente, pelas universidades e organismos públicos. Considerações finais A contraditória realidade social tem obrigado a “bioética brasileira” a procurar perspectivas alternativas às teorias bioéticas tradicionais. Embora o principialismo tenha sido a mola propulsora da disciplina no País e ainda exerça uma certa hegemonia no contexto acadêmico nacional, começa a esboçar-se Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 um movimento de reação intelectual à simples importação descontextualizada das propostas ou “pacotes” éticos importados acríticamente dos países mais desenvolvidos. As propostas teóricas brasileiras à bioética estão ainda em construção e não devem ser entendidas como uma “afronta” ou “desobediência científica” às teorias tradicionalmente constituídas, mas como uma tentativa de busca contextualizada de respostas morais adequadas aos problemas específicos constatados na realidade do País. A verdadeira efervescência constatada neste momento histórico da bioética desenvolvida no Brasil, que - como foi dito no início do artigo é tardia, apesar de estar acontecendo de forma ainda não orgânica, é o fruto fecundo de um processo dinâmico que procura recuperar o tempo perdido. Neste sentido, é imprescindível o estímulo e intercâmbio com os países vizinhos da comunidade latino-americana, objetivando a construção concreta de relações mais próximas e factíveis na busca de soluções comuns ou aproximadas a problemas que são muitas vezes parecidos. Quem provavelmente melhor tenha interpretado a importância da Bioética para o Brasil do ano 2000 é o teólogo Márcio Fabri dos Anjos, que recentemente produziu um precioso ensaio sobre o tema a partir do que ele chama de “contexto cultural e humanitário”. Segundo o autor “how Brazil, in the midst of many social inequalities, finds in reflection on bioethics an important place to develop critiques and concrete proposals for creating and securing a better future. Bioethical perspectives are important in Brazil and for Brazil”. As generosas palavras do humanista Alastair Campbell foram proféticas. Suas reflexões serviram como estímulo e segurança para que a bioética do país começasse a buscar respostas para os próprios sonhos (ou pesadelos...). Bibliografia ANIS – Instituto de Bioética, Direitos Humanos e Gênero. Bioética [editorial]. Revista de Bioética e Gênero 1999 Oct 2; 1(1). Campbell, A. The president’s column. International Association of Bioethics News 1998; 7: 1-2. Diniz D, Guilhem DB, Garrafa, V. Bioethics in Brazil. Bioethics 1999; 13 (3-4): 244-248. Dos Anjos M.F. Medical ethics in the developing world: a liberation theology perspective. The Journal of Medicine and Philosophy 1996; 21: 629-637. Dos Anjos M.F. Bioética abrangência e dinamismo. O Mundo da Saúde 1997; 21 (1): 04-12. Dos Anjos, M.F. Notes on Bioethics in Brazil. Biomedical Ethics. Newsletter of European Network for Biomedical Ethics (Univ. Tübingen) 2000; 5 (1): 42-45. Garrafa V, Oselka G, Diniz D. Public health, bioethics and equity. Bioética 1997; 5 (1): 27-33. Garrafa, V. Bioethics, health and citizenship. O Mundo da Saúde 1999; 23 (5): 263-269. Garrafa, V. Bioethical reflections on science, health care and citizenship. Bioética 1999; 7 (1): 13-20. Garrafa V, Diniz D, Guilhem DB. Bioethical language and its dialects and idiolects. Cadernos de Saúde Pública 1999; 15 Supl. 1: 35-42. Garrafa V. Bioética fuerte: una perspectiva periférica a las teorías bioéticas tradicionales. Conferencia en el 3er Congreso de Bioética de América Latina y del Caribe; mayo 2000; Panamá. Pessini L. Bioética no Brasil. Iniciativas Institucionais. O Mundo da Saúde 1998; 22 (3): 188-190. Pessini L, Barchifontaine CP. Bioética: do principialismo à busca de uma pespectiva latinoamericana. In: Costa SI, Garrafa V, Oselka G. (edits). Iniciação à Bioética. Brasil: Conselho Federal de Medicina; 1998; 81-98. Pessini L. Bioethics; a horizon of hope for a new time. O Mundo da Saúde 1999; 23 (5): 259-262. Segre M. Editorial. Boletim da Sociedade Brasileira de Bioética 1 1999 Nov; (2): 01-02. 175 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 A BIOETHICAL RADIOGRAPH OF BRAZIL Volnei Garrafa* In March of 1997, the then president of the International Association of Bioethics (IAB), Alastair Campbell, visited Brazil at the invitation of the Brazilian Society of Bioethics. First, he attended the 2nd Brazilian Congress of Bioethics, held in Brasilia, “the architecturally projected capital and a representative piece of artistic design,” in his own words. Then, he visited São Paulo, where he participated in an International Seminar of Clinical Bioethics held at the Public Hospital of Heliópolis, the main slum of the largest and most industrial center of South America. On his return to Great Britain, Campbell wrote a passionate editorial in the IAB News relating what he had seen and felt during the trip. One of the paragraphs read as follows: “When I left Brazil after a too short visit, it was with a sense of gratitude to my hosts, not just for their friendship and outstanding hospitality, but for the realisation of how very differently I now perceived the nature of Bioethics. I had glimpsed what it must be like to sustain a public health service with minimal resources and massive problems of poverty. I had seen something of the environmental challenges of massive urbanization without adequate infrastructure to sustain it. In the midst of this I met people determined to find a Bioethics that makes a genuine difference to * Volnei Garrafa is a full professor, coordinator of the Nucleus of Studies and Researches in Bioethics and professor of the Post-Graduate Program in Health Sciences/ both for master and doctorate degrees (in the area of specialization in Bioethics) at the University of Brasilia; vice-president of the Brazilian Society of Bioethics; full member of the National Commission of Ethics in Research of the Ministry of Health/Brazil. the health of their nation and the quality of their environment”. The trip to Brazil strengthened even more Campbell’s conviction to fight for a return of bioethics to the paths initially outlined by Van Rensselaer Potter in 1971 and reinforced by the same author in 1988, that is, a return to the objectives of a GLOBAL BIOETHICS. Like the contradictions mentioned in the paragraph above, the main topics on the bioethics agenda for the 21st century continue related to two points historically equidistant: those related to genetic engineering, involving situations I call emergent (or involving “limits”, “frontiers”, in the words of Giovanni Berlinguer); and, the others, derived from the acute social inequalities verified on the planet, along the lines of persistent situations (or “day-to-day”). In this manner, this paradoxical phenomenon propagates in Brazil like it does on a global scale; and with strong tones. In the case of “Global Bioethics” specifically, the topic is of singular importance for Brazil, because the country’s interests are great in the fields of environmental equilibrium and biodiversity. No less than 22% of the planet’s vegetable varieties can be found in Brazil, while one gram of humid Amazon rainforest contains hundreds of varieties of microorganisms. For those who are not used to Brazil, it’s quite difficult to understand it! The country has approximately 8.5 million square kilometers of flat and fertile lands, 170 million inhabitants born out of an extraordinary racial miscegenation, the 9th largest GDP (Gross Domestic Product) of the world. At the same time, however, its social indicators are among the most critical of 177 A Bioethical Radiograph of Brazil - V. Garrafa Latin America and its distribution of income is one of the worst of the planet (47% of the nation’s wealth in the hands of the 10% richest, with only 0.8% of wealth shared by the 10% poorest of the population). While more than 100 infants die for every 1,000 live births in some destitute regions of the north and northeast, in the south and southeast this rate nears 10 in an exemplary fashion. Therefore, Brazil of the year 2000 is a country that lives, antagonistically, with one foot in the 19th century and another in the 21st century. Alongside marvels like multiple organ transplants, pioneering sequencing of the genome of malignant tumors of various kinds and of diverse anatomical areas, or intra-uterine corrective surgical interventions in the hearts of fetuses, the country has millions of families abandoned to their own fate living in rural regions or in the outskirts of great cities. Among conquests and problems, the profound contradictions mentioned above and the numerous consequences resulting from them are an inseparable part of the mission of Brazilian scholars and researchers who decided to follow the paths of BIOETHICS. The country’s contradictory reality, therefore, besides demanding very hard intellectual and practical exercises on the part of their “bioethicists”, enhances even more the conflicts verified between individual and collective, autonomy and justice, participation and omission, beneficence and equity, charity and solidarity, limit and control, liberty and responsibility... Brief historical references Brazilian bioethics is late in coming, having emerged in an organic fashion only in the 1990s. Previously, only a few isolated initiatives had occurred, without significant registers. There isn’t, on the other hand, a starting point or specific moment of historical reference for its development. On the contrary, some isolated incidents were occurring and, at 178 the same time, leading to positive repercussions in the sense of divulging and disseminating the discipline. At the beginning of 1993, for example, the biannual journal called Bioética was created, with a regular Editorial Council, sponsored by the Federal Council of Medicine and with its headquarters in Brasilia. The referred publication was indexed in 1998 (LILACS) and has maintained its periodicity up to now, though the group that won recent elections in the main medical entity of Brazil is proposing changes in the publication in the direction of more specific deontological issues of interest to the medical class, the sponsor of the journal. Another indexed Brazilian periodical, which has been publishing articles on Bioethics in a regular and increasing manner, is the O Mundo da Saúde (The World of Health), sponsored by the Centro Universitário São Camilo, of the Camilian priests of São Paulo, and which has been bravely supporting itself since the 1980s. The Brazilian Society of Bioethics (Sociedade Brasileira de Bioética - SBB) was founded in 1995, and nowadays it has more than 300 associate members and has sponsored three national congresses: one in 1996 (in São Paulo - 100 participants); another in 1998 (in Brasília - 200 participants); and one in July of 2000 (in Porto Alegre - 400 participants). The entity currently has regional chapters in various states. Its board of directors is elected through direct vote by all members and remains in office for a 3-year term. From 1999 onwards, it began periodically publishing an official Bulletin that permeates general information with dense scientific content, having received original articles by controversial international scholars, such as H.T. Engelhardt Jr. and John Harris, among others. It’s worth noting that the SBB is affiliated to FELAIBE (Latin American and Caribbean Association of Bioethical Institutions) and to IAB (International Association of Bioethics). In fact, it would be fitting to mention that it has been confirmed that the 4th Latin American and Caribbean Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Congress of Bioethics and the Sixth World Congress of Bioethics, concurrently with the Feminist Approaches to Bioethics, will be held in Brazil’s capital city, Brasilia, in November of 2002, sponsored by SBB and with the support of the international sister entities mentioned above. In 1996, the National Council of Health, a body linked to the Brazilian Ministry of Health, instituted the National Council of Ethics in Research (CONEP), which was put in charge of regulating and controlling research and testing carried out on human beings on Brazilian territory. Before this occurred, Brazil already had a federal legislation regarding this manner that, however, was not duly enforced. After the creation of CONEP, the matter began being viewed with the severity required and, nowadays, Brazil has more than 300 Committees of Research Ethics that operate regularly in hospitals, universities, etc. In regards to the official and public aspect, I should also point out the existence of a National Technical Commission of Biosecurity (Comissão Técnica Nacional de Biosegurança - CTNBio), linked to the Ministry of Science and Technology, which was entrusted by the government to analyze, measure and regulate matters regarding genetically modified organisms, including the issues of patenting, transgenic crops, cloning and other correlated matters. In an isolated manner, various hospitals and universities began to establish Institutional Committees of Bioethics; with the pioneering examples being the Hospitais de Clínicas of Porto Alegre and São Paulo, as well as the National Cancer Institute of Rio de Janeiro. On the other hand, there is already a debate underway in the country regarding the institution of a future and broad National Commission of Bioethics. With regard to this, I should mention that the current Vice President of Brazil, Marco Maciel, has shown interest in this matter since he was a Federal Senator. Current panorama of bioethics in Brazil In its first years of existence, Brazilian bioethics embraced as a conceptual reference the so-called American “principlist current”. However, as research groups and study nucleuses began being implemented in universities and other institutions —with the University of Brasilia being a pioneer in this area— this panorama began to change. Though the majority of the centers dedicated to the study of Bioethics still basically follow the theory of the 4 principles, new alternative proposals to traditional bioethical currents began to emerge in 1998. Among them, the following ones could be mentioned: the “Bioethics in the perspective of liberation theology”, “hard bioethics”, “critical bioethics of feminist inspiration”, “feminist and anti-racist bioethics” and “bioethics of autonomous reflection”. Certainly, there is a long theoretical path to be constructed and traveled by the proposals mentioned above, but it’s interesting to note that they all coincide concerning the respect for moral pluralism and the protection of the interests of more fragile and/or vulnerable people.This observation shows that the contextualization of the country’s reality serves as the greatest source of inspiration for the “new Brazilian Bioethics”. Among the main academic centers of Bioethical reflection in Brazil, the following should be mentioned, in the geographic direction of south to north: the Interinstitutional Nucleus of Bioethics of the Hospital de Clínicas of the Federal University and the Catholic Pontifical University, with its University Hospital, in Porto Alegre, as well as the University of Rio dos Sinos, in the town of São Leopoldo, in the southernmost state of Rio Grande do Sul; the Bioethics Nucleus of the State University of Londrina, in the southern state of Paraná; the Oscar Freire Institute of the Medical School of the University of São Paulo, the Nucleus of Study and Research in Bioethics of the Centro 179 A Bioethical Radiograph of Brazil - V. Garrafa Universitário São Camilo and the Alfonsianum Institute of Ethics, in the state of São Paulo; the Nucleus of Studies and Researches in Bioethics of the University of Brasilia and the Institute of Bioethics, Human Rights and Gender (ANIS), both in Brasilia, the Federal District; the Information Network on Bioethics (Bioethics and Feminist and Anti-Racist Theory) and the Catholic University of Minas Gerais, in Belo Horizonte, capital of the state of Minas Gerais; the Nucleus of Applied Ethics and Bioethics of the Oswaldo Cruz Foundation and the State University of Rio de Janeiro, in the state of Rio de Janeiro; the Bioethics Nucleus of the State University of Feira de Santana, in the northeastern state of Bahia; the Nucleus of Bioethics of Pernambuco, in the capital city of Recife; the Medical School of the Federal University of Piauí, in the capital city of this northeastern state, Teresina. Beyond the centers listed above, it is impossible to establish the exact number of the various disciplines related to Bioethics that are taught each semester in the hundreds of public universities (federal, state, municipal and community) and private universities (religious or secular), as well as isolated colleges, on the graduate and postgraduate levels. Likewise, there is a great number of events of the most varied disciplines and scientific entities that schedule conferences, roundtable, courses of short duration and discussion panels, focusing on Bioethics from the most diverse angles and interests. In many of these occasions, however, the attention of congress participants is directed erroneously towards areas of specific interests, and the discussion ends up centering exclusively on the fields of doctor-patient relation and of professional ethics and its deontological codes of conduct. A positive aspect, on the other hand, is the growing number of monographs of specialization courses (360 classroom/hours in the minimum, in accordance to the country’s legislation), master’s degree dissertations and doctorate theses that utilize Bioethics as a 180 methodological tool for the development and/ or verification of their hypotheses. These studies, as well as those that are naturally developed by official post-graduate programs that include Bioethics among “their areas of study”, are carried out not only in sectors closer to health sciences — such as psychology, anthropology, social communication, biology or sociology —, but also in fields one would not usually associate to bioethics — such as art education, chemistry and others. The careers most involved with Bioethics in a quantitative sense in Brazil are Medicine and Law. However, though they are the two areas that have shown most advancement, they are, contradictorily, the two areas where resistance is also greater. In Medicine, this is mainly due to the confusion that a great number of professors and professionals make between Bioethics and professional, legalistic and codified ethics. In relation to Law, the problem occurs due to the fact that some groups insist on using “biolaw” neologism instead of the customary expressions related to “Bioethics and Law”. Since Bioethics did not emerge to provide full-fledged answers for conflicts, based on respect for secularization and moral pluralism, “biolaw” tries to resolve all issues through strictly legal means, which irreversibly debilitates the original proposal of bioethics by giving priority to legalism and by narrowing the discussion to the detriment of the legitimacy and amplitude that the true epistemological statute of the discipline generously provides. To finalize, it’s important to mention that, besides the qualitative and quantitative leap forward provided by articles on Bioethics published in Brazilian academic journals, the number of books produced in Brazil addressing Bioethics has increased in the last 5 years, as has their quality. Commercial publishing houses are becoming interested in the topic since it is being spread rapidly by means of scientific events and, especially, by universities and government agencies. Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 Final considerations The contradictory social reality has forced “Brazilian Bioethics” to search for alternative perspectives to traditional bioethical theories. Although principlism was the springboard of the discipline in Brazil and still exerts a certain hegemony in the national academic context, there has emerged a movement of intellectual reaction to the simple discontextualized importation of proposals or ethical “packages” imported indiscriminately from more developed nations. The Brazilian theoretical proposals to Bioethics are still under construction and should not be viewed as an “affront” or “scientific disobedience” to traditionally constituted theories, but as a heroic attempt for a contextualized search for moral answers appropriate to the specific problems verified in the nation’s reality. The true effervescence observed in this historical moment of the Bioethics under development in Brazil, which —as was said in the beginning of the article— is late in coming, though it’s occurring in a manner not yet organic, is the fertile fruit of a dynamic process that attempts to make up for lost time. In this sense, incentive and interchange with neighboring nations of the Latin American community becomes vital, aimed at the concrete construction of closer and more feasible relations in search of common or proximate solutions to problems that are many times similar. The person who probably best interpreted the importance of Bioethics for Brazil in the year 2000 is theologian Márcio Fabri dos Anjos, who recently wrote a valuable essay on the topic based on what he called a “cultural and humanitarian context”. The author speaks of “how Brazil, in the midst of many social inequalities, finds in reflection on bioethics an important place to develop critiques and concrete proposals for creating and securing a better future. Bioethical perspectives are important in Brazil and for Brazil”. The generous words of humanist Alastair Campbell were prophetic. His reflections served as an impetus and protection in order to allow the country’s Bioethics to begin to dream its own dreams (and nightmares...). Bibliography ANIS – Instituto de Bioética, Direitos Humanos e Gênero. Bioética [editorial]. Revista de Bioética e Gênero 1999 Oct 2; 1(1). Campbell, A. The president’s column. International Association of Bioethics News 1998; 7: 1-2. Diniz D, Guilhem DB, Garrafa, V. Bioethics in Brazil. Bioethics 1999; 13 (3-4): 244-248. Dos Anjos M.F. Medical ethics in the developing world: a liberation theology perspective. The Journal of Medicine and Philosophy 1996; 21: 629-637. Dos Anjos M.F. Bioética abrangência e dinamismo. O Mundo da Saúde 1997; 21 (1): 04-12. Dos Anjos, M.F. Notes on Bioethics in Brazil. Biomedical Ethics. Newsletter of European Network for Biomedical Ethics (Univ. Tübingen) 2000; 5 (1): 42-45. Garrafa V, Oselka G, Diniz D. Public health, bioethics and equity. Bioética 1997; 5 (1): 27-33. Garrafa, V. Bioethics, health and citizenship. O Mundo da Saúde 1999; 23 (5): 263-269. Garrafa, V. Bioethical reflections on science, health care and citizenship. Bioética 1999; 7 (1): 13-20. Garrafa V, Diniz D, Guilhem DB. Bioethical language and its dialects and idiolects. Cadernos de Saúde Pública 1999; 15 Supl. 1: 35-42. Garrafa V. Bioética fuerte: una perspectiva periférica a las teorías bioéticas tradicionales. Conferencia en el 3er Congreso de Bioética de América Latina y del Caribe; mayo 2000; Panamá. Pessini L. Bioética no Brasil. Iniciativas Institucionais. O Mundo da Saúde 1998; 22 (3): 188-190. Pessini L, Barchifontaine CP. Bioética: do principialismo à busca de uma pespectiva latinoamericana. In: Costa SI, Garrafa V, Oselka G. (edits). Iniciação à Bioética. Brasil: Conselho Federal de Medicina; 1998; 81-98. Pessini L. Bioethics; a horizon of hope for a new time. O Mundo da Saúde 1999; 23 (5): 259-262. Segre M. Editorial. Boletim da Sociedade Brasileira de Bioética 1 1999 Nov; (2): 01-02. 181 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 GUÍA DE EXIGENCIAS PARA LOS MANUSCRITOS (Extractadas de las “Instrucciones a los Autores”) Debe ser revisada por el autor responsable, marcando su aprobación en cada casillero que corresponda. Los co-autores deben identificarse y firmar la página del reverso. Ambos documentos deben ser entregados junto con el manuscrito. Este trabajo (o partes importantes de él) es inédito y no se enviará a otras revistas mientras se espera la decisión de los editores de Acta Bioethica. El texto está escrito a doble espacio, en hojas tamaño carta. Respeta el límite máximo de longitud permitido por esta Revista: 20 páginas Incluye un resumen de hasta 200 palabras, en castellano y en inglés. Las citas bibliográficas se presentan con el formato internacional exigido por la revista. (Estilo de Vancouver.) Incluye como citas bibliográficas sólo material publicado en revistas de circulación amplia, o en libros. Los resúmenes de trabajos presentados en congresos u otras reuniones científicas pueden incluirse como citas bibliográficas únicamente cuando están publicados en revistas de circulación amplia. El manuscrito fue organizado de acuerdo a las “Instrucciones a los autores”. Se indican números telefónicos y de fax del autor que mantendrá contacto con Acta Bioethica. Nombre y firma del autor que mantendrá contacto con Acta Bioethica. Teléfonos: Fax: 183 Guía de Exigencias para los Manuscritos RESPONSABILIDAD DE AUTORÍA Cada co-autor debe firmar esta declaración, que se exigirá junto con el manuscrito y la “Guía de Exigencias para los Manuscritos”. Título del Manuscrito: Declaración: Certifico que he contribuido directamente al contenido intelectual de este manuscrito, a la génesis y análisis de sus datos, por lo cual estoy en condiciones de hacerme públicamente responsable de él y acepto que mi nombre figure en la lista de autores. Nombre y Firma de los Co-autores 184 Fecha de Firma Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 INSTRUCCIONES A LOS AUTORES Los trabajos enviados a Acta Bioethica deberán ajustarse a las siguientes instrucciones, preparadas considerando el estilo y naturaleza de la Revista y los “Requisitos Uniformes Para Manuscritos Enviados a Revistas Biomédicas” ( Estilo de Vancouver), establecidos por el International Committee of Medical Journal Editors (Annals of Internal Medicine 1997; 126:36-47): 1. Requisitos Técnicos • El trabajo será escrito a doble espacio, en hojas tamaño carta (21,5 x 27,5 cm), dejando un margen de 2,5 cm en los cuatro bordes. • Todas las páginas deben ser numeradas en el ángulo superior derecho, empezando por la página del título. • La extensión del texto no debe sobrepasar las 20 páginas. • Debe enviarse el original, acompañado de una copia para PC, en diskette de 3,5”, de preferencia en Word Perfect 6.0. • Deben entregarse 2 ejemplares idénticos de todo el texto, con sus correspondientes referencias. • Conserve copias de todo el material enviado. 1.1 Especificaciones tipográficas • FUENTE: Times New Roman • TÍTULOS: mayúsculas, negrita, centrado, 13 pt. • AUTOR: mayúscula inicial y minúsculas, regular, marginado derecha, 13 pt. • CUERPO DEL TEXTO: 11 pt. • REFERENCIAS: 10 pt. • NOTAS PIE DE PÁGINA: 09 pt. • SUBTÍTULOS DE PRIMERA CATEGORÍA: mayúscula inicial y minúsculas, negritas, marginado a la izquierda, 11 pt. • SUBTÍTULOS DE SEGUNDA CATEGORÍA: mayúscula inicial y minúsculas, cursiva negrita, marginado a la izquierda, 11 pt. • SUBTÍTULOS DE TERCERA CATEGORÍA: mayúscula inicial y minúsculas, cursiva regular, marginado a la izquierda, 11 pt. 185 Guía de Exigencias para los Manuscritos 2. Esquema Estructural del Trabajo 2.1. Página Titular La primera página del manuscrito contendrá: 1) El título del trabajo, que debe ser conciso pero informativo sobre el contenido central de la publicación; 2) El o los autores, identificándolos con su nombre de pila, apellido paterno e inicial del materno; 3) Nombre de la o las Secciones, Departamentos, Servicios e Instituciones a las que debe darse crédito por la ejecución del trabajo; 4) Nombre y dirección del autor con quien establecer correspondencia o solicitar separatas, incluyendo número de Fax y Correo Electrónico. Cada una de las secciones siguientes (2.2 a 2.8) debe iniciarse en una página nueva. 2.2. Resumen y Palabras-clave La segunda página incluirá un resumen de no más de 200 palabras que describa los propósitos del estudio o investigación, metodología empleada y las conclusiones más importantes. Al final del resumen los autores deberán agregar e identificar como tales, de tres a diez “palabras-clave” o frases cortas, que ayuden a los indizadores a clasificar el artículo, las cuales se publicarán junto con el resumen. Utilice para este propósito los términos enlistados en el Medical Subject Headings (MeSH) del Index Medicus; en el caso de términos de reciente aparición que todavía no figuren en los MeSH, pueden usarse las expresiones actuales. Consultar siguiente Web page: • http://www.nlm.nih.gov/mesh/meshhome.html Se recomienda a los autores proporcionar su propia traducción del resumen al inglés (abstract), el cual también debe consignar listado de palabras-clave (key-words). Acta Bioethica realizará dicha traducción para quienes no puedan proporcionarla. 2.3. Introducción Exprese el propósito del artículo y resuma el fundamento lógico del estudio u observación. Mencione las referencias estrictamente pertinentes, sin hacer una revisión extensa del tema. No incluya datos ni conclusiones del trabajo que está dando a conocer. 2.4. Metodología Detalle los métodos, técnicas y procedimientos seguidos para recoger u organizar la información. 2.5. Resultados En trabajos de contenido empírico, resuma los resultados en tablas o gráficos, sin duplicar, reiterar o analizar la información entregada. 186 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 2.6. Conclusión Establezca el nexo de las conclusiones con los objetivos del estudio, evitando hacer afirmaciones generales y extraer conclusiones que no estén completamente respaldadas por los datos presentados. Las recomendaciones, cuando sea apropiado, pueden incluirse. 2.7. Agradecimientos Exprese su agradecimiento sólo a personas e instituciones que hicieron contribuciones sustantivas a su trabajo, como apéndice del texto. 2.8. Referencias • Las referencias deberán enumerarse consecutivamente siguiendo el orden en que se mencionan por primera vez en el texto (Sistema de orden de mención [Citation-order system]). Identifíquelas mediante numerales arábigos, colocados entre paréntesis al final de la frase o párrafo en que se las alude. Se repetirá este número las veces que se cite la misma referencia. • Emplee el estilo de los ejemplos descritos en el punto 3, los cuales están basados en el formato que la U.S. National Library of Medicine (NLM) usa en el Index Medicus. • Al referenciar revistas científicas cítelas por su nombre completo (no abreviado). (Ver: National Library of Medicine. List of journals indexed. Full title listing. Index Medicus 1998: 111-190.) • Absténgase de utilizar resúmenes como referencias. • Las referencias de artículos aceptados pero aún en trámite de publicación deberán designarse como “en prensa” o “próximamente a ser publicados”; los autores obtendrán autorización por escrito para citar tales artículos y comprobar que han sido aceptados para publicación. • El estilo de los “Requisitos Uniformes” (Estilo de Vancouver) se basa en su mayor parte en un estilo estándar ANSI (Americam National Standards Institute) adaptado por la NLM para sus bases de datos. 3. Artículos de Revistas Científicas 3.1. Artículo estándar de revista Apellido e inicial del nombre del o los autores, en altas y bajas. Mencione todos los autores cuando sean seis o menos; si son siete o más, incluya los seis primeros y agregue “et al”. Parkin DM, Clayton D, Black RJ, Masuyer E, Friedl HP, Ivanov E, et al. Childhood leukaemia after Chernobyl: 5 year follow-up. British Journal of Cancer 1996; 73: 1006-12. 3.2. Autor corporativo The Cardiac Society of Australia and New Zealand. Clinical exercise stress testing, Safety and performance guidelines. Medical Journal of Australia 1996; 164: 282-84. 187 Guía de Exigencias para los Manuscritos 4. Libros y otras Monografías 4.1. Individuos como autores Ringsven MK, Bond D. Gerontology and leadership skills for nurses. 2nd. ed. Albany(NY): Delmar Publishers; 1996. 4.2. Directores (editores) o compiladores como autores Norman IJ, Redfern SJ, (eds). Mental health for elderly people. NewYork: Churchill Livingstone; 1996. 4.3. Capítulo de libro Phillips SJ, Whistnant JP. Hypertension and stroke. In: Laragh JH, Brenner BM, (eds). Hypertension: pathophysiology, diagnosis and manangement. 2nd. ed. New York: Raven Press; 1995. p. 465-78. 5. Material Electrónico 5.1. Artículo de revista en formato electrónico Morse SS. Factors on the emergence of infectious diseases. Emerg Infect Dis [serial online] 1995 Jan-Mar [cited 1996 Jun 5]; 1 (1): [24 screens]. Available from: URL: http://www.cdc.gov/ ncidod/EID/eid.htm. Para otros tipos de publicaciones, no incluidos en este listado básico, remítase a los ejemplos dados en el Annals of Internal Medicine 1997; 126: 36-47. Las mayoría de las revistas científicas han publicado los “Requisitos Uniformes para Manuscritos Enviados a Revistas Biomédicas”, del Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (CIERM); en la actualidad varios sitios de Internet incluyen dicho documento. Consultar las siguientes Web pages: • http://www.adm.org.mx/biblioteca/req.html • http://www.nlm.nih.gov • http://www.infmed.com.ar/REQUISPUB.htm • http://www.ijhp.org/manuscript.htm • http://www.etikkom.no/NEM/REK/vancouv.htm • http://www.facs.org/about_college/acsdept/jacs/manureq 6. Separatas Deben ser solicitadas por escrito a Acta Bioethica, después de recibir la comunicación oficial de aceptación del trabajo. Su costo debe ser asumido por el autor. 188 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1 7. Guía de Exigencias para los Manuscritos y Declaración de Responsabilidad de Autoría Ambos documentos deben ser entregados junto con el manuscrito. NOTA: Para la elaboración del presente documento el Departamento de Publicaciones y Diseminación del Programa Regional de Bioética OPS/OMS consultó las siguientes fuentes bibliográficas: • Organización Panamericana de la Salud. Manual de estilo OPS. Washington, DC: OPS; 1995. (Documento PAHO/WHO STAND/ 95.1) • International Committee of Medical Journal Editors. Uniform requirements for manuscripts submitted to biomedical journals. Annals of Internal Medicine 1997; 126: 36-47. • Day R. Cómo escribir y publicar trabajos científicos. Washington, DC: Organización Panamericana de la Salud; 1990. (Publicación Científica 526) • Sociedad Médica de Santiago. Revista Médica de Chile 1998; 126: 875-887. • National Library of Medicine. List of journals indexed. Full title listing. Index Medicus 1998: 111-190. Y los siguientes Websites: • http://www.adm.org.mx/biblioteca/req.html • http://www.nlm.nih.gov • http://www.infmed.com.ar/REQUISPUB.htm • http://www.ijhp.org/manuscript.htm • http://www.etikkom.no/NEM/REK/vancouv.htm • http://www.facs.org/about_college/acsdept/jacs/manureq 189