Leer - Fe y Luz
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Leer - Fe y Luz
Algunos rayos de sol en Siria Queridos amigos: Quisiera compartir con ustedes algunos momentos de vida en medio de la tensión, de las preocupaciones y de la tristeza. En Alep vivimos cada día con la esperanza de que el siguiente día sea un poco mejor. No comprendemos lo que nos sucede. Continuamos recibiendo misiles, bombas y esperamos disparos de todo tipo de armas. Todos los días nos enteramos de la muerte de nuevos mártires. Pese a ello, continuamos trabajando, visitándonos, viajando a otras ciudades. Tenemos a nuestra disponibilidad cualquier tipo de alimento, pan, frutas y verduras, pero seguimos con el sufrimiento por la falta de agua y electricidad. Los sistemas de suministro pueden parar durante varias semanas; las personas están cansadas de tener que ir a buscar agua, de llevar botellas, cargar baldes desde pozos recientemente hechos para que todos puedan tener acceso al agua. El problema de la electricidad está resuelto con generadores, pero únicamente para algunos, los más pobres no pueden aprovechar este servicio. Siria también sufre por la pérdida de jóvenes, de familias… cada semana nos despedimos de amigos, de parientes, de vecinos: las personas afrontan todo tipo de peligros para llegar a Europa. No hay señales de paz… pero seguimos escuchando, viendo y siendo testigos de alguna luz en nuestros días, entre las que puedo compartir algunas. Estaba muy impresionada por la potencia de vida de una mujer cuya casa había sido destruida parcialmente por un cohete Hawn. Ella me dijo: “mi marido fue a enterrar a nuestra hija. Yo me quedé en casa para limpiarla y quitar los rastros de sangre, ya que muy pronto nuestros otros hijos van a llegar”. Estaba tan triste, lloraba, pero la puerta de la vida quedaba abierta, disponible para vivir. Otra niña me contó que su vida estaba acelerada en medio de tantas pérdidas que sufría. Me decía que no había tenido tiempo para vivir el duelo de sus amigos, parientes y vecinos: “en una ocasión, cuando sentí que uno de mis amigos faltaba, intenté llamarlo por teléfono, luego me percaté de que había muerto hacía varias semanas”. Las comunidades inter-religiosas son muy importantes; durante las crisis, las personas con discapacidad son las más vulnerables pues son las últimas a las cuales se cuida por dar prioridad a los otros niños. Las familias están tan preocupadas, angustiadas y temerosas que tienen menos tiempo para brindarle atenciones a su hijo discapacitado, se les escucha menos, se les da menos tiempo para explicarles lo que está sucediendo. A lo largo de una reunión de una comunidad inter-religiosa una madre nos habló de su cansancio, estaba a punto de rendirse. Ella había previsto ir a ver a un psiquiatra, pero ahora que fue invitada a un encuentro de una comunidad inter-religiosa (un rayo de luz) y después de algunas reuniones, nos dijo: “ahora, ya no siento la necesidad de ir a ver al psiquiatra, me siento más cómoda, no sé lo que pasa, nada ha cambiado, pero me siento mejor; me di cuenta de que mi hijo estaba contento, me reuní con otras mujeres como yo, los amigos de la comunidad me han recibido con mi hijo, es una verdadera familia de la cual siento que formo parte”. La semana pasada, con una amiga, fuimos a ver a Serjio (mi amigo de Fe y Luz) para celebrar su cumpleaños; estaba feliz de vernos, fue una fiesta simplísima, con un pastelito y una taza de café, no éramos muchos. Platicamos, reímos, cantamos, recordamos nuestras historias en común, los momentos alegres, los momentos tristes, y como él lo acostumbra, nos invitó a rezar. Para mí, ese fue un rayo de sol, una celebración de la vida en medio de la muerte, encontrarse con amigos en medio de la división, vivir momentos pacíficos en medio de la guerra, vivir momentos de paz interior en medio del caos. También fui invitada a la ceremonia del matrimonio de dos amigos: fue a las tres de la tarde, una hora poco usual en Alep pues los matrimonios se celebran por la noche y posteriormente se lleva a cabo una fiesta que arranca a la media noche y que dura hasta la mañana siguiente. Estaba feliz de ver a esa pareja rodeada de los amigos que le quedaban. Nos esforzamos menos en los vestidos, los regalos y la fiesta. Sin embargo, estábamos ahí para festejar junto a ellos su compromiso, para apoyarlos. Fueron valientes al tomar esa decisión en tales circunstancias, una decisión fundamentada en el deseo de continuar en su fe en la vida, en la esperanza de un futuro, incluso ante la ausencia de una señal de un futuro prometedor a corto plazo. Su decisión encendió una gran luz de esperanza en medio de una juventud desesperada. Las crisis nos han recordado, a nosotros los testigos, el verdadero misterio del matrimonio. Me parece que somos como el hombre insensato del Evangelio: hemos construido nuestro sentimiento de seguridad (nuestra casa) en redes virtuales, en la arena (una bella casa, buena salud, dinero, reputación, incluso arriba de Dios, quien está detrás de todo esto). Pero cuando la crisis llega, una buena reputación (la lluvia, los torrentes, los vientos), todo se derrumba y cualquiera se siente decepcionado, perdido, desarraigado, pues piensa que la vida ya no tiene sentido, que ya no hay futuro, que ya no existe Dios. Revisé la infraestructura de mi casa y la infraestructura de mi sentido de seguridad, para ello es necesario escuchar y obedecer la palabra de Dios. Cuando mi sentido de seguridad proviene del amor de Dios, mi visión de la vida, del futuro, de mí mismo, de los demás, e incluso de mi enemigo será muy, pero muy diferente… y nada ni nadie podrá quitármelo. Una niña iraquí refugiada de diez años de edad fue entrevistada en la televisión. Ella explica cuánto había cambiado su vida, todo lo que había perdido, su escuela, su casa, sus padres, sus vecinos, sus juguetes; y pide ayuda para encontrar a su mejor amiga, pues no sabía dónde estaba. El periodista la ayuda para que pueda hacer un llamado a sus amigos. Lo que más me impresionó fue ver que no había manifestado el más mínimo odio hacia aquello que le habían causado todo aquello, ella los perdona, reza por ellos y le pide a Dios que los guíe. Por favor, recen por los sirios, por la paz y por mí. Gracias. Mirna Enero 2016 Mirna, Alaa y Ghislain, Siria 2010
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