MISIONEROS CLARETIANOS
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MISIONEROS CLARETIANOS
ENCUENTRO INTERPROVINCIAL DE MISIONEROS CLARETIANOS MADRID. 18-19 DE ABRIL MISIONEROS CLARETIANOS. DE Preparando nuestros colegios para el futuro COLEGIOS EN MISIÓN PROFÉTICA 36 111 1 COLEGIOS EN MISIÓN PROFÉTICA 2 353535 35 A la vista de las conclusiones del encuentro de representantes de Colegios Claretianos de España (Madrid, abril, 1997) y del programa de este Encuentro que estáis celebrando veo que os movéis entre la inquietud y la esperanza; entre el realismo ante las limitaciones que os envuelven y la confiada voluntad de seguir empeñando la vida por la educación cristiana a través de la enseñanza en los colegios. Mi primera palabra quiere ser de reconocimiento y gratitud por vuestro servicio misionero a través de la “palabra enseñada”1. En vuestras personas quiero agradecer a los demás miembros de las comunidades claretianas, a los profesores, al personal no docente, a los padres y a los alumnos de nuestros Colegios la colaboración que prestan en ellos. Siento una gran satisfacción por hallarme entre vosotros y poder confirmaros que la Congregación tiene la educación cristiana como un gran servicio de evangelización integral. Cuando hablamos de la educación cristiana de “re nostra agitur”; es algo que nos afecta como claretianos. La Congregación mantiene sus Colegios por exigencia intrínseca de su vocación misionera en el Pueblo de Dios. Y me alegra comprobar que vosotros os sentís serenos en ellos, a pesar de que no faltan contrariedades y problemas difíciles de resolver. Hace unos años, no tantos, el lema de un Encuentro como este hubiera sido: “¿Qué futuro les espera a nuestros Colegios?”. Tan obsesionados estábamos todos con la pervivencia de los centros que casi nos olvidábamos de cómo debíamos trabajar en ellos. Vosotros, sin embargo, sin dejar de considerar la preocupación que puede generar esa pregunta, dados los contextos y condicionamientos familiares, sociales, eclesiales y congregacionales, habéis preferido mirar hacia adelante con el decidido empeño de tener los Colegios preparados para afrontar los desafíos que tiene la educación cristiana en el umbral del tercer milenio. Por eso, con acierto, habéis puesto como lema: “Preparando nuestros colegios para el futuro”. La 34 333 3 seguridad en la propia vocación, la confianza en la misión recibida y el reconocimiento de los logros alcanzados en estos últimos años en la enseñanza, son señales de vida inequívocas para mirar el futuro con esperanza. Todos sabemos que es preciso ser lúcidos en el discernimiento de los hechos y de las situaciones por las que atravesamos y que es imprescindible tener muy claros los objetivos que queremos conseguir en la enseñanza, pero es mucho más importante tener educadores habilitados para responder a los desafíos que se nos presentan. 43 EN 80. En torno a los Colegios, la Congregación ha pasado, desde el Concilio, por estas tres etapas: 1) La necesidad de legitimar nuestra presencia en ellos. Tuvimos que justificar ante quienes, de dentro y de fuera de la Iglesia, ponían bajo sospecha nuestro servicio misionero en la educación y, más concretamente, en los colegios. 2) Posteriormente fue necesario verificar que, efectivamente, esas instituciones eran evangelizadoras. 3) Hoy la pregunta clave gira en torno al talante o modo de llevar nuestros Colegios como escuelas católicas, que ya, por su naturaleza, han de ser evangelizadoras. Sobre este tercer punto es sobre el que quisiera compartir con vosotros algunas reflexiones, tratando de responder a esta pregunta: ¿Cuándo podemos decir que preparamos nuestros colegios para el futuro? La respuesta a esta pregunta puede darse desde muchos puntos de vista. Depende donde nos situemos. Si miramos los Colegios desde la vertiente estructural, técnica, pedagógica, pastoral, económica, prestigio social, tendremos una u otra respuesta. Claro que la pregunta sobre el bienestar de un Colegio en el futuro requiere una respuesta complexiva. Sabemos muy bien que los Colegios son realidades muy complejas y en su funcionamiento se implican muchos factores. Por eso, quiero insistir en la preparación de los educadores, punto que, a todas luces, es el nuclear. El futuro de los centros educativos no dependen tanto de las leyes y reglamentos estatales, ni de los muchos medios o recursos materiales, cuanto de los buenos “educadores”. Digo educadores y 4 333333 33 la pobreza evangélica como voz profética (n.90). El adverbio proféticamente es usado dos veces (nn.23 y 57). 23 VC 73. VC 84. 25 Esta referencia es importante desde el punto de vista de que si la Congregación apuesta por abrir colegios en Africa quiere decir que aprecia el valor del ministerio de la enseñanza. 26 EMP 66. 27 EMP 3. 28 Todo lo que es verdad, justicia, belleza, bondad, altura de miras, tiene el contrapunto del sufrimiento porque no es moneda corriente entre los hombres hoy. Afirmar estos valores conlleva el sufrimiento proprio de quien va contracorriente y supone aceptar la contradicción. 29 EMP 20. 30 Cf EMP 4. 31 Cf “Hacia una escuela misionera y profética en la nueva sociedad”, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1987, y “Claretianos educadores en la misión educativa de la Iglesia”, Texto para el Encuentro de Educadores claretianos en Poio (Pontevedra, 1990. 32 Cf Aut 233. 33 Dir 111-117. 34 Cf AC, 63 (1997) 240. 35 “La utopía es como el horizonte; está allá lejos. Y yo camino dos pasos y ella se aleja dos pasos: el horizonte se aleja. Y yo camino diez pasos y ella se aleja diez pasos. ¿para qué sirve? Sirve para eso: para caminar” (Eduardo Galeano). 36 VC 110. 37 ChL 62. 38 Cf VC 73. 39 VC 63. De este tema se había ocupado el documento de la CIVCSVA: “La vida fraterna en comunidad”, (1994), nn 62-63. El Capítulo General de 1985 dijo: “tenemos que dar un nuevo rostro a nuestro ser misionero frente a la increencia, a los alejados de la Iglesia, al mundo de la marginación y de la droga y en solidaridad con los movimientos de la defensa de la vida, de los derechos humanos, de la paz, etc. Para ello promoveremos la educación de la fe en los diferentes niveles y ámbitos con iniciativas apostólicas adecuadas, o cooperando con aquellas que mejor a nuestras opciones. Esto nos va a exigir concentración de fuerzas, seria preparación y creación de nuevos proyectos misioneros (Dir. 118: MCH 182, 197, 198, 207, 208)” (CPR 81). 40 EMP 24. 41 Lc.n.21. La cita del Concilio es del GE 8. 42 VC 37. 73. 24 32 no “profesores”. Don L. Milani, a quien le pedían escribiera su método y precisara los programas, las materias, la técnica y la didáctica, respondió: “Equivocan la pregunta. No deberían preocuparse de cómo hay que hacer para dar escuela, sino de cómo ser para poder darla”2. Desde esta perspectiva, sabiendo que sois misioneros en la enseñanza, os hago partícipes de estas reflexiones para las que voy a tener como puntos de referencia: la Exhortación postsinodal “Vita Consecrata”(VC), el XXII Capítulo General, sobre todo la declaración capitular “en Misión Profética” (EMP), y el documento de la Congregación para la Educación Católica sobre “La escuela católica en el umbral del tercer milenio”, firmado el 28 diciembre, de 1997. He escogido esta triple referencia por un dato de experiencia en el gobierno. Hoy, por suerte, los directivos de los Colegios saben muy bien cómo dirigirlos profesionalmente, qué orientación pedagógica se requiere y qué medios pueden ser los más oportunos para impartir una enseñanza de calidad. Sin embargo, y a pesar de haber logrado un alto grado de empeño en la vida misionera, donde revelan mayor grado de insatisfacción es en la carencia de personas habilitadas espiritual y pastoralmente para hacer frente a los desafíos de la increencia, del divorcio entre fe y cultura, de la desintegración familiar, del exitismo y del afán de bienestar, etc. Como si la pregunta que quedase en el aire fuera: ¿no estará faltando en nuestros educadores aquella mística y utopía evangélica adecuada a la altura de nuestra misión? I. RENOVAR NUESTRO EMPEÑO POR LA EDUCACION 555 5 1. La educación, areópago de la misión He visto que, desde que apareció la VC, apenas se ha reparado que, entre los areópagos de la misión, señala el Papa para los religiosos la educación cristiana. En los comentarios a la Exhortación este punto ha pasado desapercibido. Se ha hablado mucho de la inspiración carismática, de la fundamentación trinitaria, cristológica y eclesiológica; de la espiritualidad de comunión y del servicio a la misión evangelizadora en general. Pero la Exhortación baja también a las situaciones concretas y, por ejemplo, los nn 96, 97 y 98 son confortantes y estimulantes para los religiosos educadores. Os invito a que los leáis con detención, sin olvidar los presupuestos desde los que se dicen. Estos números responden al interés que mostraron las Iglesias particulares, los Obispos y los religiosos por la presencia y servicio de los consagrados en la educación como un modo de participar en la misión de la Iglesia. “Las personas consagradas, con este carisma, pueden dar vida a ambientes educativos impregnados del espíritu evangélico de libertad y de caridad, en los que se ayude a los jóvenes a crecer en humanidad bajo la guía del Espíritu. De este modo la comunidad educativa se convierte en experiencia de comunión y lugar de gracia, en la que el proyecto pedagógico contribuye a unir en una síntesis armónica lo divido y lo humano, Evangelio y cultura, fe y vida”3. espiritualidad se configura en torno a nuestro modo de seguir a Jesús, el Profeta poderoso en palabras y obras (SP 13) y nuestra palabra ha de ser profética (SP 20). 20 Quien más ha resaltado este caracter profético de Claret ha sido Atilano Alaiz en su obra: No puedo callar. San Antonio María Claret. Ed. San Pablo, Madrid, 1995. Antes, Juan María Lozano había escrito unas páginas en su libro. Un Místico de la acción. San Antonio María Claret. Ed. Claret, Barcelona, 1983. 2.ed., pp 173-176; 293-296. En las Semanas Sacerdotales de Vic: Sacerdotes misioneros al estilo de Claret (1985). Destaco de esta semana la intervención de APARICIO, A.: Textos bíblicos en los que se inspira la vocación sacerdotal de Claret, pp. 107-145. El ministerio de comunión eclesial de los presbíteros, según el P. Claret (1988) y Servidores de la Palabra (1990) En esta semana tuvo una valiosa y extensa intervención ORGE,M.: La predicación profética de San Antonio María Claret. Su inspiración bíblica, pp 91-133. En el volumen dedicado a PALABRA-MISIÓN: Los Profetas: para que el pueblo viva, véase el cuaderno: Carácter profético de Claret, Madrid, 1994. Cf BOCOS, A: Actualidad de la figura profética del Padre Claret. Studia Claretiana, XV (1997) 7-40. 21 Cf CALABRESE, G: (a cura): Chiesa e profezia. Roma, 1996. Véase la amplia bibliografía de los autores que colaboran y los planteamientos que hacen en este final del milenio. 22 VC en el n. 84 describe el profetismo de la vida consagrada. En este mismo n. se dice que los Padres sinodales "han destacado el carácter profético de la vida consagrada". No deja de ser importante constatar que de profecía, aplicado a la vida consagrada, habla el documento, además, en los nn.15 y 85. De profeta en general en los números 84, 85 y 108. Se hace referencia directa a dos profetas, Jeremías (n.19) y Elías (n.84). El adjetivo profético/a aparece frecuentemente. Se hace referencia a la "misión profética de todos los bautizados" (n.47) y a las voces proféticas de los fieles (n.85). La clausura de las monjas es considerada como anticipación profética (n.59). Se alude al carácter profético de la vida consagrada(n.84); a su función profética (n.84); a su misión profética (n.73), a su fuerza profética (n.80), a su índole profética (n.83), a su testimonio profético (nn.84 y 85), a su ministerio profético (n.84), a su cometido profético (n.87). Se habla también de la vida fraterna como acto profético (n.85) y de Después habla la VC de la necesidad de un renovado compromiso en el campo educativo con estas palabras: “Con un delicado respeto, pero con arrojo misionero, los consagrados y consagradas pongan de manifiesto que la fe en Jesucristo ilumina todo el campo de la educación sin prejuicios sobre los valores humanos, sino más bien confirmándolos y elevándolos. De este modo se convierten en testigos e instrumentos del poder de la Encarnación y de la fuerza del Espíritu. Esta tarea 6 313131 31 6 MCH 142-179. VC 54 y 55. 8 CC 46. 9 EC, I, 305. Sobre este tema de la colaboración como nota distintiva de nuestro carisma claretiano, véase lo que escribí en “La colaboración en el ministerio de la Palabra.”. III Semana Sacerdotal Claretiana, “Servidores de la Palabra”, Madrid, 1990, pp. 349- 439. Y, aplicado a la educación, cf “Claretianos educadores en la misión educativa de la Iglesia”, (intervención en el congreso de claretianos en Poio (Pontevedra), 1990, pp 32 y ss. 10 El n. 46 habla de la participación en la vida eclesial en todas sus dimensiones. De forma más específica, Cf nn 45. 54, 57.58. 60. 80. 83. 84. 95. 101. 102. 104. 11 Cf CC 46 y 48. 12 Cf Juan Pablo II Carta Apost. Tertio milenio adveniente, n. 58. CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA: La Escuela Católica en los umbrales del tercer milenio, Roma, 1997, n. 8. 13 Id. ib. n. 3. 14 Id.ib. n.11. 15 Cf nn. 11-12. Me parecen muy significativas estas palabras: “En este contexto se recuerda que ella realiza la propia vocación de ser experiencia verdadera de la Iglesia sólo si se sitúa dentro de una pastoral orgánica de la comunidad cristiana. (…) No obstante, es preciso señalar que, en ciertos casos, la escuela católica no es sentida como parte integrante de la realidad pastoral: a veces se la considera extraña, o casi, a la comunidad. Es urgente, por tanto, promover una nueva sensibilidad en las comunidades parroquiales y diocesanas para que se sientan llamadas en primera persona, a responsabilizarse de la educación y de la escuela”. N. 12. 16 Id. ib. n. 13, citando la ChL 62. 17 SP 21. 18 CC 48. 19 Lo primero que hay que resaltar es que en el EMP los títulos de los apartados que hablan del estilo profético de vida y del ministerio profético están tomados de las Constituciones. Lo cual quiere decir que en éstas se hallan contenidas la inspiración y formulación de nuestro estilo profético y de nuestra misión profética. El Capítulo de renovación de1967, en el Patrimonio espiritual de la Congregación, nn. 1-5.32. hace referencia al carácter profético del Fundador y del carisma que nos transmite. El decreto sobre el Apostolado, sin citar la palabra “profético”, hace una descripción del apostolado en la Congregación que se identifica con el contenido de lo que hoy se entiende por profecía. Fue más explícito el Capítulo General de 1979, en la MCH. Basta ver los nn 23. 52. 53. 58. 85. 100. 145. 149. 155. 157. 169. 172. 223. 224. 232. El Capítulo de 1985, en el CPR 85, habla de “nuestro profetismo claretiano”. En el Capítulo de 1991, sin hacer muchas alusiones, parte del supuesto de nuestro servicio misionero de la Palabra a imitación de Jesús, el Profeta por excelencia (SP 6). Nuestra 7 30 es una de las expresiones más significativas de la Iglesia que, a imagen de María, ejerce su maternidad para con todos sus hijos”4. Un tercer párrafo que quiero citar de estos números se refiere a la necesidad de renovación que experimentan quienes quieren evangelizar la cultura: “Una disminución de la preocupación por el estudio puede tener graves consecuencias también en el apostolado, generando un sentido de marginación y de inferioridad, o favoreciendo la superficialidad y ligereza en las iniciativas. En la diversidad de los carismas y de las posibilidades reales de cada instituto, la dedicación al estudio no puede reducirse a la formación inicial o a la consecución de títulos académicos y de competencias profesionales. El estudio es más bien manifestación del insaciable deseo de conocer siempre más profundamente a Dios, abismo de luz y fuente de toda verdad humana. Por este motivo no es algo que aísla a la persona consagrada en un intelectualismo abstracto, ni la aprisiona en las redes de un narcisismo sofocante; por el contrario, fomenta el diálogo y la participación, educa la capacidad de juicio, alienta la contemplación y la plegaria en la búsqueda de Dios y de su actuación en la compleja realidad del mundo contemporáneo. La persona consagrada, dejándose transformar por el Espíritu, se capacita para ampliar el horizonte de los angostos deseos humanos y para captar, al mismo tiempo, los aspectos más hondos de cada individuo y de su historia, que van más allá de las apariencias más vistosas quizás, pero frecuentemente marginales”5. Los claretianos dedicados a la enseñanza, al releer no sólo estos párrafos sino toda la VC desde su vocación misionera, tienen que hacerse cargo de cuanto se dice sobre dar la primacía a Dios y a no anteponer nada al amor personal por Cristo y por los pobres en los que El vive; sobre la íntima unión entre consagración y misión (unidad de vida), el reconocimiento del paso de Dios por la historia, la fidelidad creativa, el testimonio profético, del que hablaré más 777 7 adelante, la inserción en las iglesias particulares y la colaboración en una Iglesia en la que se participa desde la diversidad de dones y ministerios. Renovar nuestro empeño por la educación, también desde nuestros colegios, implica continuar asumiendo y dinamizando todos estos presupuestos. Es verdad que, en estos últimos años, nuestros Colegios han cambiado de rostro. No sólo en los aspectos profesionales, sino, sobre todo, en la orientación desde las exigencias y opciones congregacionales6. Es notorio el avance que han dado en el dinamismo pastoral, la sensibilidad social, el compromiso por la justicia, la colaboración con los laicos, la atención a la familia, la pastoral de conjunto, el espíritu misionero, etc. Pero, si reflexionamos un poco en estas consideraciones de la VC, nos daremos cuenta que nos pueden ayudar a implicarnos más y más en la nueva espiritualidad, el nuevo talante eclesial, el nuevo modo de pensar, de expresarnos y de actuar que está proponiendo este documento a los religiosos. desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo, en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”43. Roma, 1 de abril, 1998. 2. La colaboración desde la “aportación coral de los diversos dones” Aquilino Bocos Merino, C.M.F. Superior General 2.1. Una persistente llamada a la colaboración La escuela es una realidad de la que se parte y a la que se llega, pero cuya razón de ser es el servicio, la preparación del hombre del futuro. Es a la vez deudora de una herencia, de unas condiciones, de unos contextos y de unos agentes, y es resultado de un esfuerzo compartido en la consecución de un ideal. Desde el Sínodo sobre los laicos y la publicación de la exhortación Chritifidelis laici se han sucedido constantemente las llamadas a la integración de los laicos en la vida y misión de la Iglesia. La misma Exhortación VC reitera esta llamada, que, para nosotros, es de capital importancia7. No por la carencia de claretianos que se puedan dedicar a la enseñanza, sino porque 8 CITAS ______________________ 1 Pío XI, en la beatificación, dijo del P. Claret: “Apóstol y maestro de apóstoles, maestro de la palabra en todas sus formas: hablada, escrita, impresa, enseñada en las escuelas, predicada en las misiones, suscitando almas de maestros y de misioneros”. L’Osservatore Romano, 5-6 marzo, 1934. 2 MILANI, L: Experiencias pastorales. Madrid, 1978, 223. 3 VC 96. 4 VC 97. 5 VC 98. 292929 29 empeño innovativo y con creatividad. El reciente documento sobre “La Escuela Católica en los umbrales de tercer milenio”, dice en la conclusión: “el empleo de personas y de medios en la escuela católica llega a ser opción profética”. Y es porque, como había indicado el Concilio, la escuela católica, “siendo tan útil para cumplir la misión del pueblo de Dios y para promover el diálogo entre la Iglesia y la sociedad humana en beneficio de ambas, conserva su importancia trascendental también en los momentos actuales”41. Evoco estas palabras, al concluir estas reflexiones, como apoyo de una convicción que condividimos y que habremos de seguir fortaleciendo. Los religiosos hemos sido invitados a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de los Fundadores como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy. También, por tanto, en la educación. En esta invitación se incluye la llamada a buscar la competencia en el proprio trabajo y a cultivar una fidelidad dinámica a la propia misión, adaptando sus formas, cuando sea necesario, a las nuevas situaciones y las diversas necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al discernimiento eclesial42. Cuando uno tiene una misión que cumplir y es responsable ante ella no puede por menos de estar continuamente vigilante para estar a la altura de lo que se le pide. De ahí, la renovación continua de los educadores. Para terminar recuerdo las palabras de Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, que valen para todos los evangelizadores y diría que, especialmente, para los educadores: “Conservemos la alegría de evangelizar con un ímpetu exterior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual, que busca a veces con angustia, a veces con esperanza, pueda así recibir la Buena nueva no a través de evangelizadores tristes y 28 nuestra Congregación nació en la Iglesia para colaborar con otros, para llevar adelante el ambicioso proyecto de evangelización que la caridad de Cristo puso en el corazón de Claret y que hemos de intentar realizar ofreciendo una estrecha colaboración a todos aquellos que buscan la transformación del mundo según el designio de Dios8. No insistiremos suficientemente en la honda y amplia expresión claretiana “hacer con otros”9. Cuando sentimos la fascinación por el éxito y la eficacia, experimentamos pavor por la inseguridad de la supervivencia, o nos apremia el deber del testimonio de unidad, etc, es fácil invocar el principio de participación y de colaboración. Sin embargo, entre nosotros, claretianos, no son estas las motivaciones que nos han de mover para entrar en una seria y bien articulada colaboración. Ni siquiera debe ser el motivo principal el hecho de que la Iglesia esté pidiendo a los religiosos intensificarla en su misión universal y en las Iglesias particulares. Para nosotros, hablar de colaborar o de misión compartida en la educación, va más allá del oportunismo o de la estrategia de futuro. Es una forma de ser y de realizar nuestra vocación en la Iglesia. Nuestra identidad claretiana no se afirma por la diferencia, sino por la experiencia del don recibido que es vivido en correlación con los dones de los otros miembros del Pueblo de Dios. Por haber nacido en la Iglesia para colaborar, esta correlación vocaciona es algo que debemos cultivar, promover y consolidar. De todos modos, no deja de ser interesante repasar la VC fijándose en la cantidad de veces que se pide a los consagrados una profunda y extensa “participación”, si bien diferenciada, en la vida y misión de la Iglesia10. En el Pueblo de Dios, comunidad integrada por dones y ministerios diversos, nosotros aportamos nuestra condición de misioneros que asocian a su trabajo evangelizador a cuantos colaboran en la transformación del mundo según el designio de Dios11. 2.2. La colaboración en los Colegios, lugares de evangelización 999 9 Este tema de la colaboración adquiere especial relieve en el conjunto del discurso del documento sobre “La Escuela Católica en los umbrales del tercer milenio”, pues, aunque aparentemente no es novedoso en lo que dice, ofrece una visión sintética de la encrucijada y de la necesidad de afirmar la naturaleza específica de la Escuela Católica. En él, tras hacer un sereno análisis crítico de la situación por la que atraviesa la escuela, propone mirar hacia adelante subrayando que “el futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las nuevas generaciones que, nacidas en este milenio, alcanzarán la madurez en el próximo, el primero del nuevo milenio”12 y, por eso, debe estar preparada. Pero anteriormente había dicho que la capacidad que la Escuela Católica tiene para adecuarse sabiamente frente a los grandes desafíos que experimenta, no es cuestión de simple adaptación, sino de impulso misionero en el deber fundamental de la evangelización13. En efecto, ella comparte la misión evangelizadora de la Iglesia y es lugar privilegiado en el que se realiza la educación cristiana. En este sentido, “las escuelas católicas son al mismo tiempo lugares de evangelización, de educación integral, de inculturación y de aprendizaje de un diálogo vital entre jóvenes de religiones y de ambientes sociales diferentes”14. La escuela católica se halla en el corazón de la Iglesia; es el lugar de experiencia eclesial, de la que la comunidad cristiana es su matriz15. No es de extrañar que, como consecuencia lógica, el documento diga que “la presencia contemporánea de religiosas y religiosos, y también de sacerdotes y de laicos, ofrece a los alumnos una imagen viva de la Iglesia y hace más fácil el conocimiento de sus riquezas”16. Con estos presupuestos es fácil entender que el futuro de un colegio depende de la imagen que se tenga de la Iglesia y del modo de reflejarla en la vida de la comunidad educativa. La reflexión postconciliar en torno a la Iglesia, sobre todo a partir del Sínodo de 1985, ha estado centrada en la Iglesia Misterio, Comunión y Misión. 10 5) Integrar a los Colegios Claretianos en el proyecto misionero global de la Congregación, que sigue dispuesta a contribuir en la respuesta a las nuevas necesidades elaborando y llevando a cabo otros nuevos proyectos de evangelización38. El Papa es muy consciente de las situaciones críticas por las que atraviesan los Institutos y, sin embargo, insiste en que los religiosos “respondan generosamente y con audacia, aunque sea con intervenciones obligadas exiguas, a las nuevas pobrezas, sobre todo en los lugares más abandonados”39. 6) No olvidar la necesaria formación continua para tener los ojos bien abiertos cada día. Sabemos muy bien que la enseñanza cansa, es monótona, desgasta la originalidad. Pocos educadores han descubierto el valor del viejo dicho tomado del Zen: “ninguna semilla llega a ver la flor”. Para mantener viva esta convicción hay que asumir como programa de vida la profecía de la vida ordinaria, esa profecía que hace posible la gran profecía de los momentos extraordinarios. Esta profecía se muestra en la oración, como expresión de amistad con Dios; en la búsqueda incesante de su voluntad; en las relaciones en las que prima la ternura, la alegría vital, la compasión, la fe en el otro, el servicio.40 CONCLUSION La pregunta clave que podía uno hacerse al llegar a este Encuentro era ¿Cuándo podemos decir que preparamos el futuro de nuestros Colegios? La respuesta la habéis venido dando vosotros en las reflexiones compartidas estos días. Por mi parte subrayo que nuestros Colegios tienen futuro siempre que cuenten con educadores capaces de afrontar el paso siguiente a dar con esperanza, con 272727 27 encomienda: “Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas”36. Si hubiera de señalar en qué puntos hemos de buscar la innovación y la creatividad, apuntaría los siguientes: 1) Seleccionar bien los directores y profesores, claretianos y seglares, pues de ellos depende la orientación y calidad de enseñanza y de educación que se imparte. 2) Encontrar soluciones para que los Colegios Claretianos lleguen a funcionar con el menos personal posible de la Congregación y la máxima participación de laicos bien preparados. No se trata de cerrar colegios, siempre que podamos llevarlos con altura y competencia educativa. Pero hay que ir pensando en dejar el mayor número de competencias en manos de los seglares. Cada centro verá qué posibilidades tiene y que ritmo pone a su ensanchamiento en la necesaria colaboración. 3) Formación de los seglares para ejercer, desde la educación, su específica misión eclesial37. Formación, también, en el carisma claretiano y en la misión claretiana. Cuando se tienen personas bien preparadas desaparecen toda clase de dudas y miedos. Para esta preparación de los seglares habría que establecer a nivel interprovincial una escuela de formación, donde se dé a conocer el carisma claretiano en toda su densidad y dinamismo y cómo aplicarlo a la enseñanza. 4) Solicitud por las familias. Ellas son los responsables últimos de sus hijos. Hemos de cuidar tanto de ellas como de los hijos y haríamos bien emplear más tiempo en la escucha de los problemas que tienen para ir a una en la educación. Por otro lado, está comprobándose que la integración de las familias en las comunidades educativas, en las actividades paraescolares da muchos frutos en la formación integral de los alumnos. 26 Ha acentuado la dimensión sacramental, la comunión orgánica y la perspectiva evangelizadora. Fruto de esta visión dinámica de la Iglesia ha sido el acento puesto en la participación y la complementariedad de los carismas y ministerios dentro de ella. Y desde estas referencias hemos de cuidar nuestra colaboración en la Escuela y por la Escuela con todos los miembros de la comunidad cristiana. Una colaboración en el interior del Colegio y una colaboración desde el Colegio en los diversos ámbitos eclesiales y sociales. Poner a todos en trance de ofrecer lo mejor de sí mismos (educadores y personal no docente, padres y alumnos) a fin de que los niños y jóvenes lleguen a ser personas adultas en la fe y responsables en la vida social y pública. Cualificarnos para la colaboración es fomentar en nosotros una mentalidad eclesial, abierta, ecuménica y dialogante, que posibilite la formación integral de los alumnos. Sin rubor, con sencillez y gratitud, hemos de ofrecer nuestro modo de ser para que otros puedan compartir nuestro mismo don y edificar, así, la comunidad cristiana. Los laicos pueden y deben participar de nuestra espiritualidad y de nuestro compromiso misionero. El carisma de Claret no se nos ha dado en exclusiva ni para nosotros mismos, sino que puede y debe ser compartido como don eclesial y para la Iglesia. Así todos juntos podremos hacer lo que solos no podemos ni debemos. Es una obligación nuestra expandir la fuerza carismática del espíritu misionero de Claret. Se participa y se colabora de forma diferenciada a la vez que complementaria. Hay una interacción mutua en la comunión que ayuda a tomar en serio lo que a todos corresponde. Para que esto sea fructuoso se requiere mucha y sólida formación y un mínimo de organización. Es preciso que las relaciones mutuas estén encauzadas por el diálogo, los encuentros, los momentos de reflexión compartida, de celebración de la fe. En esto, la escucha de la Palabra de Dios y la celebración de la Eucaristía son momentos privilegiados para sostener, animar y potenciar la colaboración. 111111 11 Sea dicho de paso que la Congregación ha estado muy atenta a no buscar la participación de los laicos en nuestro carisma un subterfugio para su instrumentalización en momentos de escasez de personal. Los laicos tienen su propia identidad y, si aspiramos a que colaboren en nuestro proyecto educativo-evangelizador, lo hacemos desde la convicción de han de cumplir su misión evangelizadora y de que pueden asumir y compartir nuestro espíritu. Los laicos, desde esta perspectiva, no son meros profesores o personal contratado. Los alumnos no son meros sujetos pasivos que modelar. Cada uno ocupa un puesto y una responsabilidad que hay que promover y fomentar a nivel humano, cristiano y misionero. Un Colegio claretiano intenta ser una comunidad cristiana viva, participativa, responsable ante los que padecen necesidad. Se colabora para que haya hombres que se entreguen a construir un mundo donde reine la verdad, la libertad, la justicia y el amor fraterno; para que haya verdaderos cristianos comprometidos en el anuncio misionero del Reino. Nuestros Colegios no dan la talla si no están dinamizados por el impulso misionero de Claret. Pensar, sentir, hacer por los otros que están “más allá”, que no tienen como nosotros tenemos, que piden y nadie les escucha. Un índice de la buena formación de nuestros centros habrá de ser la solidaridad efectiva y no sólo afectiva de los alumnos. II. LOS COLEGIOS CLARETIANOS “EN MISIÓN PROFÉTICA” 1. Por qué hablamos de misión profética 12 que se conceden para la escucha de la Palbra de Dios y para la oración. A estas alturas nadie duda de la importancia de los signos religiosos. La ubicación de nuestros centros también es significativa. Es verdad que ahora no está en nuestras manos cambiarlos de lugar. Pero siempre hemos de estar anhelando estar cerca de quienes pudieran necesitarnos más. 4. Mirando al futuro: la creatividad como exigencia y con signa Al comienzo del último Capítulo General viene a indicar que, ante una nueva época para el hombre, para la Iglesia y para la Congregación, todos hemos de implicarnos con sagacidad, competencia y audacia misioneras en todas las áreas de nuestra vida y en todos los apostolados que llevamos entremanos. Mirando al futuro, hemos de ser creativos; estratégicamente creativos ante el acoso que experimentamos. Pero la creatividad no es una cualidad que se puede adquirir con fórmulas mágicas. Nadie la logra por sí solo. Es un don del Espíritu y florece en la comunidad cuando ésta, dócil al mismo Espíritu y atenta a la realidad histórica, crea un ambiente en el que se da el estímulo y el afán de superación; en el que se hacen preguntas incitantes y se exigen respuestas comprometidas; en el que se cultiva la imaginación y se explora el futuro con mirada avizora y de largo alcance; en el que se afrontan los desafíos y se cuidan las estrategias seleccionando los lugares, los medios y los métodos34. No preparamos nuestros Colegios para un futuro de mera subsistencia, sino de calidad en el servicio evangelizador desde la enseñanza. Esto significa apostar por la utopía35 y la esperanza en tanto que visión de futuro que queremos se convierta en realidad y por la que queremos empeñarnos para que así sea. Nuestra esperanza no es ciega ni mágica, pues nace de una vocación y de una misión. Vale, pues, la pena aceptar en la educación esta 252525 25 actuar, hacer pequeños gestos, que establezcan lazos de comunión y de ayuda con comunidades del tercer mundo o con sectores de la sociedad más desprotegidos. Y, la pastoral vocacional en los Colegios, ¿no es una actividad profética? Ciertamente, pues se trata de poner de relieve que es posible vivir en este mundo consagrados en pobreza, castidad, obediencia y fraternidad; es posible entregarse a los demás ofreciendo la propia vida en el servicio ministerial. La pastoral vocacional es hoy una verdadera diaconía profética. 3) Estructuras significativamente proféticas También las estructuras pueden ser proféticas. Depende de quienes las dirijan y con qué criterios y actitudes las dirijan. En la vida del P. Claret tenemos ejemplos de ello. Recordemos cómo convirtió El Escorial en centro educativo y pastoral, la utilidad que dio a la Librería Religiosa, el servicio de las Cajas de Ahorro en favor de los campesinos. Podemos recoger su herencia humanizadora y evangelizadora, que son dos notas del profetismo. En torno a los Colegios existen estructuras meramente académicas y estructuras de apoyo en la educación. Unas y otras han de ofrecer signos de que estamos al servicio de una causa superior. Todas tienen carácter de medio para hacer crecer humana, social y eclesialmente. Hemos de pensar, pues, en su funcionalidad y en la facilidad con que los ofrecemos como plataformas de llegar al mayor número posible de gente. Apenas se entra en un colegio para uno darse cuenta de qué espíritu le está animando. Entre los signos que desvelan la preocupación, el dinamismo, el entusiasmo por los valores superiores pueden señalarse: la apertura, acogida y solicitud por quienes no cuentan ante la sociedad; la calidad de las relaciones humanas, la sencillez en la ornamentación, el cuidado de los mensajes que se transmiten en escritos y comunicaciones, el aprovechamiento del tiempo libre, la selección de las aficiones que se fomentan, etc. Especial importancia tienen los tiempos y espacios 24 “Nuestra misión”, la misión de todos los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, es el servicio misionero de la Palabra, que es “un modo de ser, de actuar y de significar”17. Para desempeñar este ministerio nos valemos de todos los medios posibles, sobre todo de aquellos que fomenten el sentido de la intuición, de la disponibilidad y de catolicidad18. El XXII Capítulo General, recientemente celebrado, ha subrayado la dimensión profética de nuestra vida misionera. No lo ha hecho por snobismo, ni por oportunismo, sino por estricta fidelidad al carisma claretiano. Claret, que se había formado en la escuela de los profetas y había seguido a Jesús, Profeta poderoso en palabras y obras delante de Dios y de todo el pueblo (Lc 24, 19), nos ha dejado en herencia un estilo de vida y un modo de ejercer el ministerio en los que queda subrayada la dimensión profética. La dimensión profética ha estado presente a lo largo de toda la historia de la Congregación, al menos en el contenido, en nuestros documentos19, pero ha cobrado especial relieve o ha crecido nuestra conciencia últimamente por diversos motivos: 1) Por el estudio más atento de la figura del P. Fundador, tanto en la espiritualidad como en el apostolado20. 2) Por el mayor conocimiento de la Sagrada Escritura y una más asidua escucha de la Palabra de Dios en la oración, en los acontecimientos de la historia, en las culturas y en la vida de los pueblos. 3) Por la necesidad sentida en la Iglesia de recuperar la profecía en orden a reconducir a la humanidad a vivir el diseño de Dios sobre ella21 y las orientaciones de la Exhortación postsinodal “Vita Consecrata” que, al hablar de la vida y misión de los religiosos, resalta el testimonio profético como respuesta a los retos del mundo contemporáneo22. Estas claves ayudan a entender el por qué la Congregación decidió que el Capítulo se ocupase de la dimensión profética de nuestra vida misionera. Dando detengámonos llamada de la desde nuestra por supuestas las referencias al Fundador, un momento en lo que puede ser síntesis de la Iglesia para nosotros a vivir el don de la profecía, consagración y misión. La Exhortación VC tiene, 131313 13 efectivamente, varios números dedicados al carácter profético de la vida consagrada. Recuerdo solamente estos dos textos, que tienen valor de síntesis. “La vida consagrada tiene la misión profética de recordar y servir el designio de Dios sobre los hombres, tal como ha sido anunciado por las Escrituras, y como se desprende de una atenta lectura de los signos de la acción providencial de Dios en la historia. Es el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada (cf Col 2, 20-22). Para realizar adecuadamente este servicio, las personas consagradas han de poseer una profunda experiencia de Dios y tomar conciencia de los retos del propio tiempo, captando su sentido teológico profundo mediante el discernimiento efectuado con la ayuda del Espíritu Santo. En realidad, tras los acontecimientos de la historia se esconde frecuentemente la llamada de Dios a trabajar según sus planes, con una inserción activa y fecunda en los acontecimientos de nuestro tiempo” 23. “La tradición patrística ha visto una figura de la vida religiosa monástica en Elías, profeta audaz y amigo de Dios. Vivía en su presencia y contemplaba en silencio su paso, intercedía por el pueblo y proclamaba con valentía su voluntad, defendía los derechos de Dios y se erguía en defensa de los pobres contra los poderosos del mundo (cf. 1 R 18-19). En la historia de la Iglesia, junto con otros cristianos, no han faltado hombres y mujeres consagrados a Dios que, por un singular don del Espíritu, han ejercido un auténtico ministerio profético, hablando a todos en nombre de Dios, incluso a los pastores de la Iglesia. La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con él, de la escucha atenta de su Palabra en las diversas circunstancias de la historia. El profeta siente arder en su corazón la pasión por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la proclama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el mal y contra el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del 14 sencillamente de inspirar e impregnar el servicio educativo de un espíritu misionero y profético. A muchos centros educativos sólo les importa el rendimiento y el éxito y preparan para el adiestramiento y para el triunfo en la vida. Los colegios claretianos buscan formar al hombre verdadero, libre, justo y responsable de hacer partícipes a los demás de los valores del Reino. No pretenden enseñar a cómo tener más sino a cómo ser mejores y servir a los más posibles en el desarrollo integral y en el progreso espiritual. Han de fomentar una formación para compartir e integrar y no para acumular y excluir. Es preciso que en la pedagogía claretiana se fomente el sentido crítico ante la realidad en todas sus esferas y la responsabilidad en el compromiso por cambiar, por mejorar, por ayudar a quienes se hallan más desvalidos. La propuesta pedágogica profética se inspira y alimenta en la Palabra de Dios, se purifica en el discernimiento y se fortalece en los sacramentos. Los Colegios Claretianos tienen razón de ser en la Iglesia y para la Iglesia; de ahí su connatural apertura y cooperación con las otras formas de vida, sobre todo con los Pastores, y con quienes llevan distintas actividades pastorales en la Diócesis. Pero el aporte específico de nuestros centros a la pastoral de conjunto debe ser su impronta misionera al estilo de Claret, primer misionero Hijo del Corazón de María. El nos enseñó a tomar a María como Madre y Maestra y nos introdujo en un modo de anunciar el Evangelio desde la ternura y misericordia de María para con el mundo. La propuesta pedagógica del colegio claretiano tiene que inspirarse e integrar todas las opciones de la Congregaciones33, sin atenuantes y en su radicalidad. Esta ha de ser la aspiración más fuerte: llegar a hacerlas realidad en la vida de la comunidad educativa. Al subrayar la dimensión profética se pretende fomentar en los alumnos hábitos de pensamiento y actitudes de compromiso con quienes más puedan necesitarles en la vida, los pobres y marginados. No basta hablar de solidaridad; hay que ejercerla y, particularmente con quienes están más allá del propio entorno. Además de transmitir ideales y de proclamar valores, es preciso 232323 23 individualismo, el testimonio de fe compartida, profesada y celebrada en común adquiere mayor valor ante los no creyentes. Por otro lado, cuando aparece el signo de la comunitariedad en la educación, se adivina facilmente toda la constelación de valores que están debajo de la buena convivencia y de la corresponsabilidad con que llevan adelante el proyecto educativo los miembros de la comunidad educativa. 2) Pedagogía profética Al hablar de pedagogía hay que hacer referencia al estilo, a los métodos y a los contenidos. Todo ello, en un Colegio Claretiano, tiene que estar impregnado de la impronta misionera y profética. Se educa para que, cada uno según su vocación, sea agente de transformación según el designio de Dios. En definitiva, para ser profetas. Nuestros colegios, a una con las instituciones educativas de Iglesia e incluso con las del Estado, están llamados a ofrecer todos sus esfuerzos para recrear -y no sólo pensar - nuevas formas de vida que ilusionen y llenen de esperanza a las nuevas generaciones. Una primera postura es de apertura, aceptación y celebración de mucho nuevo y bueno que nos llega. Han de desvelar la presencia del Señor en lo que adviene. La preocupación fundamental ha de ser que Dios Padre, el Dios de la Vida y del Amor, sea conocido, amado y servido32. Como contrapunto, ante la violencia, la droga, el paro, la explotación del sexo, el consumismo, la dependencia de la imagen, la corrupción política y administrativa, el exitismo y tantas otras lacras que repercuten en la educación, nuestros centros han de promover la dignidad de la persona como hijo de Dios y hermano universal; la gratuidad, la fraternidad y la comunión eclesial. Nuestras comunidades educativas han de respirar un clima de sobriedad y de solidaridad; de reconciliación y de perdón; de empeño por la paz, la convivencia y el bienestar social de todos. discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se manifiesta en la denuncia de todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de actuación del Evangeliopara la construcción del reino de Dios”24. Con el trasfondo de la preparación del Capítulo, hice observar al inicio del mismo, que la Congregación ha sido consciente de que estabamos viviendo un verdadero Kairós, un momento especial de gracia que había que aprovechar para reconocer el paso de Dios por nuestra historia y discernir su voz, para reafirmar nuestra identidad y misión y para buscar nuevos caminos de actuación del Evangelio en orden a construir el Reino al final de este milenio y comienzo del próximo. Muchos claretianos han captado que algo nuevo quiere decirnos el Espíritu en las actuales circunstancias en las que se dilatan, cada vez más, los horizontes de posibilidades para la vida y para la muerte. Nos movemos entre enormes riesgos, pero también contamos con grandes oportunidades para la evangelización. Lo nuevo que está emergiendo nos desafía tanto o más que lo que mortifica nuestra vida y neutraliza o distorsiona nuestro trabajo apostólico. Y esto tiene su incidencia en la educación, como bien deja entrever el reciente documento sore la Escuela Católica. Hay muchas razones para hacer de nuestra vida y de nuestro ministerio un grito profético contra los ídolos del poder, del dinero y del placer; para empeñarse en desmitificar la cultura del progreso y del éxito, de la opulencia y del bienestar; y para desenmascar las continuas ambigüedades de las modernas planificaciones y su “lógica de las exclusiones”. La profecía viene exigida hoy, sobre todo, por la necesidad de acoger lo nuevo en la explosión de los valores humanos, sociales y culturales; por la necesidad de liberar al hombre de la enmarañada complejidad, que tanto le esclaviza, y por la necesidad de devolverle la esperanza en Dios, Padre de todos los hombres. Al hacer una propuesta pedagógica profética en nuestra sociedad no se pretende acuñar una pedagogía específica. Se trata 22 151515 15 2. El mensaje del Capítulo General también se aplica a los Colegios El mensaje del Capítulo se dirige a todos los claretianos, tanto para los que se hallan en parroquias, misiones populares, pastoral indígena, centros bíblicos, dialogo interreligioso, como los que se hallan en la universidad, los colegios, educación informal, o los que sirven a las comunidades provinciales o locales en el gobierno, la formación y la economía. Todos somos herederos de un estilo de vida y de un ministerio proféticos. Urge ir creando mayor conciencia de pertenecer a una Comunidad Congregacional que ejerce el servicio misionero de la Palabra, de forma diferenciada pero complementaria, en esta dirección que nos marca el Capítulo General. Entre todos podemos y debemos hacer posible “la gran obra” de Claret y dotarla de aquella fortaleza y creatividad que precisa hoy el anuncio del Reino. No obstante, el documento capitular “En misión profética” tiene algunas referencias explícitas a la educación cristiana. En el n. 40 se dice: “Aunque nuestras deficiencias hayan sido muchas, en nuestros misioneros la Palabra se ha hecho gesto, servicio, sermón, clase, pentagrama, cuadro, escultura, libro, poema, liturgia, grito, silencio”. En el n. 58, 6, hablando de la respuesta que Africa debe dar a los desafíos de la evangelización, dice: “Procurar y realizar proyectos de formación educacional y cultural: colegios, alfabetización de adultos, promoción de la mujer”25. Y en el n. 62 se indica que se continuarán desarrollando las propuestas del SP 31, donde se indica: “orientaremos, cada vez más, la educación cristiana como ‘evangelización de la cultura’”. También el Papa, en el discurso a los Capitulares, dijo: “la Iglesia tiene en gran estima el servicio de la Palabra que realizáis … en las tareas educativas…”. Aunque las referencias explícitas sean pocas, incluso aunque no hubiera habido ninguna, esto no significa que los Misioneros Claretianos dedicados a la enseñanza no han sido tenido en cuenta en este Capítulo. Como los demás claretianos, los que se hallan evangelizando desde los colegios, han de sentir la urgencia de 16 y de su bienestar en la sociedad. Se les pide talante profético, que es tanto como decir la disposición habitual propia de quien se ha dejado seducir por Dios y siente pasión por su gloria, que es la vida del hombre. Por eso ve con sus ojos, siente con su corazón y proclama con autoridad su Palabra. Quien ha experimentado lo absoluto y definitivo de Dios, se mueve con especial sensibilidad y lucidez en los cambios históricos; acepta las nuevas formas de vida y delata las instituciones caducas; sabe adelantarse y arriesgarse; está siempre dispuesto a reiniciar nuevos sistemas educativos, aunque le cueste la renovación y la reestructuración. Quien ha acertado en la vida a conjugar la experiencia de Dios y el servicio a los “pequeños”, se expresa con libertad evangélica y busca en todo la regeneración y la esperanza; sabe enseñar a mirar con serenidad el futuro. Es preciso, pues, fomentar una sólida espiritualidad en los educadores a fin de que sean capaces de leer en profundidad, a la luz del Evangelio, los acontecimientos y estén siempre dotados de clarividencia y transparencia, de sensibilidad ante los males del mundo y de generosidad para empeñarse en seguir ofreciendo una respuesta alternativa según el plan de Dios. Su coherencia es el mejor aval de su credibilidad para alumbrar la “civilización de la verdad y del amor”. El talante profético habría que pedirlo, ante todo, en los directivos del Colegio. Sus iniciativas en orden a crear un clima de diálogo, mutuo interés, preocupación por la formación espiritual, pedagógica y pastoral, podrá hacer crecer la innovación, la creatividad, el empuje por la superación y el entusiasmo por proponer una propuesta educativa que va más allá del cumplimiento de los mínimos exigidos por los deberes de cada uno. Pero no aisladamente. Los educadores han de ofrecer el signo profético de una verdadera comunidad educativa cristiana. En ella se expresa comunitariamente la fe y no sólo en ocasiones y por algunas personas. Hoy, dada la cultura dominante del 212121 21 que esforzarnos por revivir con fidelidad, inventiva y audacia el carácter profético de nuestra vocación misionera. A quienes estáis en la enseñanza os es imprescindible la vigilancia sobre la influencia que tienen los acontecimientos sociales, culturales, políticos, económicos y religiosos para acertar con la imagen de hombre que habéis de formar y para seguir entregando la vida en esta noble misión de ayudar a ser adulto en la fe, en la esperanza y en la caridad. La pregunta ¿cuándo se halla un colegio claretiano en misión profética? habría que responderla tras un atento análisis de la situación de cada centro y de su contexto a la luz del EMP. Habría de ser objeto de reflexión compartida tanto en las reuniones comunitarias como en las reuniones de profesores. Hace unos años escribí algo en torno al carácter profético de nuestro servicio en la enseñanza.31. Fue antes del XXI Capítulo General que centró su atención en la escucha y el servicio de la Palabra (SP). El tema exige hoy mayor amplitud y profundización pues existen nuevos desafíos en la sociedad española y nos hallamos en el umbral de un nuevo milenio y una mayor conciencia eclesial de que es urgente avivar el don de la profecía. De todos modos, tres puntos de referencia parece que deberían ser tenidos en cuenta para verificar que un Colegio se halla en misión profética. Son los tres puntos correspondientes a los tres verbos con los que conjugamos el servicio misionero de la Palabra en tanto que modo de ser, de actuar y de significar. Son tres aspectos que van unidos, tanto por lo que se refiere a las personas y sus actividades como a las obras1) Con talante educativo profético. El primer elemento de verificación lo tienen que dar los claretianos, los profesores y el personal no docente que han de presentarse en la comunidad educativa como testigos de Dios y defensores de los niños y de los jóvenes y del futuro de su dignidad 20 vivir la dimensión profética de su vida y ministerio. El último número del EMP dice: “Queremos que este proyecto de futuro ilusione a todos los que nos hemos sentido llamados a prolongar la “grande obra” nacida en Vic hace casi 150 años. Nadie sobra. Todos tenemos algo que aportar. El futuro puede ser más grande que el pasado”26. Pero hablar de profetismo no implica simplemente de usar una nueva palabra y etiquetar con ella actitudes y comportamientos, actividades y estructuras. Los más importante de este Capítulo es haber intentado poner a la Congregación entera en perspectiva profética y suscitar en las personas un modo de proceder semejante al de los Profetas, al de Jesús-Profeta, tal y como lo vivió Claret. Mirando hacia el futuro, la Congregación ha querido inspirar y motivar su caminar con el Pueblo de Dios el programa profético de Jesús: Lc 4, 14-30. En él encontró nuestro Fundador inspiración y razón de ser para su propia misión profética y para la de sus misioneros (cf Aut 687)27. ¿Qué quiere decir esto? En la introducción del documento se nos señalan los rasgos propios de los profetas: “Los profetas son personas seducidas por Dios (cf Jer 20, 7), apasionadas por Él y su Alianza, partícipes de su compasión por los pobres y el pueblo. Ven la realidad histórica con los ojos de Dios, sienten con su corazón (cf 1 Sam 12, 7-25) y proclaman un mensaje de renovación con la autoridad de su Palabra. Ese mensaje es a la vez consolador e interpelante, por eso crea esperanza y suscita rechazo. Esta vocación altera sus vidas y las transforma en signo. Los auténticos profetas son fieles hasta las últimas consecuencias. Ungido con el poder del Espíritu, Jesús fue el profeta definitivo de Dios y la plenitud de la profecía veterotestamentaria (Lc 14, 21; Mt 5, 17; CC 3 y 40). La «dimensión profética» de nuestro servicio misionero de la Palabra debe entenderse a partir de Él”. Por muy vago que quede el sentido de palabras como profecía, profético, profetismo, siempre suscitan en nosotros 171717 17 fascinación y desafío. Es obvio, pues, que no se puede hablar de profetismo sin hacer referencia al don del Espíritu, a la experiencia de Dios y a la pasión por el Dios de la vida, al radicalismo evangélico, al misterio pascual, a la solidaridad con quienes sufren por la injusticia, la pobreza, el dolor y la marginación, a la capacidad de afrontar las situaciones de conflicto con valentía hasta el martirio, al testimonio de las palabras en la vida. No hay nada más contrario al profetismo que la insensibilidad religiosa, la inhibición ante la cultura de la muerte y el sufrimiento, la ambigüedad de vida, la incoherencia, la confusión y el individualismo. Al proponerse la Congregación estar “en misión profética”, implícitamente está queriendo evitar cualquier clase de retrasos y sacudirse todo tipo de ataduras que le impidan avanzar con soltura y agilidad en el anuncio del Año de gracia del Señor. No hay profecía sin profetas. El profeta se siente envuelto en una singular experiencia de lo divino y de lo humano y desde sí mismo ofrece el signo, el anuncio o la denuncia. Es el hombre del Espíritu y, por lo mismo, indicador de lo nuevo, promotor de comunión y heraldo del mensaje de salvación. Guiado por el Espíritu clama por superar el caos, la rutina y el pecado. El profeta es un creyente, un testigo del Invisible, y un compasivo y misericordioso. Se halla en permanente encrucijada entre la escucha del Dios que le llama y envía y el grito del pueblo que sufre; entre la pasión por la gloria de Dios y la pasión por el pueblo que clama por su liberación. Por eso no puede callar. Proclama, contesta, espolea, consuela, sostiene, conforma. Es una persona incómoda porque contrasta su punto de vista, su estilo de vida, su mnsaje con lo que no está en conformidad con el designio de Dios sobre el mundo y sobre el hombre. Llegar a ser signos proféticos del Reino desde la vida consagrada en comunidad fraterna, constituirnos en voz autorizada del mensaje de Dios y alumbrar el futuro con esperanza, son elementos de un programa de vida bastante exigente. Máxime cuando se sabe que el verdadero profeta paga con su vida el mensaje y que el Colegio se convierte para el educador en el altar de su inmolación. Proponer valores 18 supone aceptar sus dolores28. Por eso, sólo educan bien quienes están dotados de una generosidad y capacidad de sacrificio fuera de lo común. La Congregación siempre ha mirado a María como Madre y Maestra. También es modelo de profecía. El EMP lo expresa así: “Nuestro estilo profético de vida recibe del Corazón Inmaculado de María, madre de la Congregación, una impronta peculiar. Ella nos enseña que, sin corazón, sin ternura, sin amor, no hay profecía creíble. María profirió la Palabra (cf Lc 1, 38), porque antes la concibió en su corazón; proclamó un Magnificat profético (cf Lc 1, 46-55) porque antes creyó; estuvo junto a la Cruz y en Pentecostés porque fue la tierra buena que acogió la Palabra con un corazón alegre, la hizo fructificar el ciento por uno (cf Lc 8. 8, 15. 21) y pidió a los demás que lo hicieran (cf Jn 2, 5)”29. María, mostrando su corazón, no es una imagen decorativa en nuestros Colegios, sino la memoria permanente de cómo hemos de educar: con ternura y misericordia. Este es el talante profético de nuestro modo de enseñar. 3. ¿Cuándo se halla un Colegio Claretiano “en misión profética”? El título del documento capitular “En misión profética” quiso ser la expresión del modo de ejercer el servicio misionero de la Palabra. Intentaba reflejar el dinamismo y la actitud con la que debíamos vivir y trabajar. El EMP no es un recetario sobre nuestra vida y misión en cada actividad o momento. Por debajo de las 109 resoluciones o sugerencias, está un cuestionamiento de fondo sobre la “alteración” de nuestras costumbres y nuestro modo de proceder. Nos pone en dirección y nos habla del talante con el que hemos de evangelizar. La aplicación práctica nos la deja a las personas, a las comunidades y a los grupos con los que trabajamos pastoralmente. Puesto que toda profecía tiene su contexto histórico y geográfico30, en cada trabajo o ministerio, en cada coyuntura de la vida tenemos 191919 19