LA MANO: EL TRONO DEL REY - Arquidiócesis de San José

Transcripción

LA MANO: EL TRONO DEL REY - Arquidiócesis de San José
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San José, 15 de octubre de a.D. 2012
Muy queridos hermanos en el presbiterado:
Dios es Amor nos concede el privilegio de ser instrumentos de su amor.
¿EN LA MANO O EN LA BOCA?
Este tema nos va a ocupar varias entregas, a fin de que quede clara la fundamentación
histórico-doctrinal de ambas formas, así como con la intención de que sea bien
comprendida la recuperación de auténticas tradiciones y la normativa actual al respecto.
Para iluminar el presente tema, rescato algunos elementos de un artículo que escribí en
1976, a raíz de la promulgación de las instrucciones MEMORIALE DOMINI e INMENSÆ
CHARITATIS, del Papa Pablo VI.
LA MANO: EL TRONO DEL REY
(A propósito de la Comunión en la mano)
P. Alfonso Mora Meléndez.
“Cuando te acercas, no avances con las manos abiertas, ni con los dedos separados,
sino la izquierda como un trono, sosteniendo la derecha, puesto que vas a recibir al
Rey y, poniendo tu mano cóncava, recibe el Cuerpo de Cristo, diciendo: "Amén".»
(Catequesis mistagógica V)
Con esta hermosísima y expresiva exhortación, San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén
(313-386) enseñaba, durante la semana siguiente al domingo de Resurrección, a los que
acababan de recibir los sacramentos de la Iniciación Cristiana.
Se puede afirmar, sin titubeos, que san Cirilo fue el faro que iluminó el camino de otros
grandes teólogos y pastores de la Iglesia que desde su mismo nacimiento hasta el siglo
IX, tuvo como la práctica normal, la comunión en la mano y estando de pie.
Los testimonios de santos Padres, de obispos y de Sumos pontífices de todo este largo
periodo de la vida de la Iglesia, son abundantes.
Extraemos aquí unos pocos, representativos de diversas épocas:
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
Tel. (506)2258-1015 Fax: 2221-2427 Apdo: 497-1000 San José, Costa Rica Dirección electrónica: [email protected] / www.arquisanjose.org.
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1. San Hipólito de Roma (Traditio Apostólica (a. 215), explicando el rito de la
comunión a los recién bautizados dice que "el obispo, partiendo el pan y entregándolo
(porrigens) al comulgante mientras le dice: El Pan celestial en Cristo Jesús..."
La expresión "porrigens" (alargando la mano para entregar), indica claramente que
se trata de colocar el Pan en la mano del comulgante.
2. El Papa San Cornelio, denunciando los abusos del cismático Novaciano, comenta el
texto de San Hipólito y demuestra que, efectivamente, San Hipólito hablaba de la
comunión en la mano. Veamos lo que dice el Papa:
“Hecha la oblación (Novaciano) partiendo una porción para cada uno y entregándola,
en lugar de la bendición (costumbre del tiempo a la hora de la comunión), los obligaba
a jurar, mientras retenían el Pan encerrado en ambas manos, y no les permitía
retirarse antes de jurar así: uso -dice San Cornelio- las mismas palabras: Júrame por
el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nunca te separarás de mí y que
nunca regresarás a Cornelio”.
3. San Cipriano afirma que el fiel, recibido el pan sobre la palma abierta, debía cerrarla
después, para volverla a abrir cuando, vuelto a su lugar, lo tragaba.
4. El testimonio de San Cirilo de Jerusalén, ya citado al comienzo, inspiró a otros de su
tiempo para orientar, casi con las mismas palabras, a los fíeles comulgantes. Las manos
puestas en cruz, una sobre la otra, tal como lo indicaba san Cirilo, es mencionada
también por Teodoro de Mopsuestia, y fue costumbre estable, desde el inicio del
cristianismo hasta el siglo IX.
5. Eusebio de Cesárea, historiador de la Iglesia (265-340) transmite una carta de
Dionisio, obispo de Corinto (fines del siglo II y comienzos del s. III), que éste dirige al
Papa Sixto I, a propósito de un fiel suyo que había sido bautizado por herejes y le pedía
ser re-bautizado. Dice Dionisio en su carta al Papa: «Dado que éste ha asistido
frecuentemente a la Eucaristía, ha respondido "amén" junto con los otros, se ha
acercado a la mesa extendiendo las manos para recibir el santo alimento; ha comido
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ¿cómo podría yo rebautizarlo?»
6. San Juan Crisóstomo (354-407), en su homilía n. 47, nos deja este legado:
«Acercándote, pues, no pongas las manos extendidas, sino la izquierda sea apoyo de
la derecha, teniendo ahuecada la palma, lista para acoger al Rey.» En otro lugar, el
Crisóstomo -llamado «el Doctor de la Eucaristía»-, exalta la más grande dignidad de
quien recibe con la mano el Cuerpo del Señor respecto a los mismos serafines.
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
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7. Y, en su segunda homilía sobre la Misa, Teodoro de Mopsuestia, (+ 428), nos da
esta explicación tan detallada y, a la vez, tan llena de contenido doctrinal: «entonces
cada uno de nosotros se acerca con la mirada baja y las dos manos extendidas. La
mirada baja para expresar como un deber de conveniencia, la adoración, y es como
una profesión de fe, porque recibe el Cuerpo del Rey, (...) Y por el hecho de que las dos
manos están igualmente extendidas, se reconoce verdaderamente la grandeza de lo que
se va a recibir. Es la mano derecha la que se extiende para recibir la ofrenda, pero
bajo de ella se pone la izquierda, y por este gesto se revela un gran respeto; si la
derecha se extiende y tiene un rango más elevado, es porque recibe el Cuerpo regio,
mientras que la otra sostiene y conduce a su hermana y compañera, no mirando
ofensivo un papel de "sierva" de la que le es igual en dignidad, a causa del Cuerpo
regio que lleva.»
8. San Juan Damasceno, del siglo VIII (+ 759), en su obra Sobre la fe ortodoxa, dice:
«Acerquémonos, pues, con temor, con la conciencia pura y con gran fe; nos será dado
tal como creemos, sin dudar. Acerquémonos a Él con deseo ardiente y, puestas las
manos en forma de cruz, recibamos el Cuerpo del crucificado (…)».
Como se puede ver, por este breve recorrido, en el que sólo se han invocado algunos de
los muchos testimonios, el uso de la comunión en la mano, durante los ocho o nueve
primeros siglos, fue prácticamente la única y normal forma de comulgar. Sólo se
citan excepciones en caso de enfermos muy débiles o de niños, sobre todo en Oriente,
donde antes y ahora los sacramentos de la Iniciación Cristiana se confieren al niño
infante en un solo acto.
Continuaremos en nuestra próxima entrega.
Con un cordial saludo, les invito a que continúen compartiendo con nosotros
estas breves reflexiones, y que, con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo
de Dios.
En Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
PBRO. ALFONSO MORA M.
Coordinador de la Comisión
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
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