Juventud esperanza de la familia
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Juventud esperanza de la familia
Juventud esperanza de la familia 29 TERCERA SEMANA: El diálogo con los jóvenes en la familia Año XLIII Agosto MMXII Volumen VII Para comprender la verdadera dimensión de la palabra diálogo, nos remitimos al Papa Juan Pablo II, que se refiere así a este concepto: “Jesucristo es el Hijo Eterno Verdadero”. Por eso existe una comunicación plena y permanente entre las Tres Divinas Personas. El Papa Juan Pablo II nos ha dicho que Dios no es una soledad, sino una FAMILIA DIALOGANTE DE AMOR Y DE VIDA. En Jesucristo, por ser DIOS y HOMBRE, y representante de la humanidad, se desarrolla constantemente un diálogo, una comunicación, una conversación de Dios con la persona humana y de la persona con Dios. Como podemos ver, Dios no solo es diálogo perfecto en sí mismo, sino que ha elegido el diálogo para comunicarse con nosotros, sus hijos. En esta conversación tan especial podemos distinguir entre otras, las siguientes características: 1. Es un diálogo permanente, abierto y sincero a través de la historia de la humanidad. 2. Es un diálogo de amor y de perdón, el cual tiene un propósito fundamental: que sus hijos seamos felices y tengamos vida plena como seres humanos y divinos que somos; que vivamos en El eternamente. 3. Es un diálogo que nos llama a una escucha atenta, mediante la oración y reflexión de su Palabra, lo que incluye además, la obediencia a exigencias fundamentales de toda moralidad humana (cumplir los Mandamientos y seguir a Cristo como modelo de vida); que se da en un ámbito de respeto a la libertad y dignidad del hombre, quien en definitiva decide el camino a seguir. No deja a sus hijos solos en este caminar, sino que nos da su acompañamiento e iluminación permanentes, mediante la gracia de los Sacramentos, la guía del Espíritu Santo, y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia: el Papa y los Obispos. Cristo Jesús vino a darnos verdadero testimonio de vida, de entrega, de servicio, de obediencia al Padre, de amor y resurrección como hijos de Dios. En la búsqueda de espacios propicios para el encuentro familiar a través de diálogo, surgen interrogantes que es importante tener siempre presentes, tales como: ¿Hemos comprendido los padres esta verdadera dimensión del diálogo? ¿Practicamos el diálogo amoroso, permanente, sincero y respetuoso tanto con nuestra pareja como con nuestros hijos e hijas? ¿Tenemos claro nuestro propósito como esposos y como padres de familia? ¿Comprenden nuestros hijos cuál es su propósito en la vida desde el punto de vista cristiano? ¿Somos conscientes de nuestra función como formadores de valores y principios fundamentales en nuestros hijos e hijas, y por consiguiente de nuestro deber de disciplinarlos, corregirlos, aconsejarlos y guiarlos como parte de ese proceso? ¿Comprenden nuestros hijos e hijas esta importante función de sus padres y la obediencia que deben guardar por su propio bien? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a la convivencia en familia? ¿Compartimos con ellos tiempo de calidad, y los participamos de los proyectos y decisiones que afectan a la familia? ¿Hemos aprendido a escuchar con atención y a interpretar lo que nuestros hijos nos quieren transmitir mediante palabras, gestos y actitudes? ¿Hemos fomentado un ambiente de confianza para que ellos nos comuniquen sus inquietudes, problemas, alegrías, temores, proyectos e ideales, con la misma apertura y confianza que podemos nosotros hacerlo con nuestro Padre Celestial? ¿Estamos dando un buen testimonio de vida a nuestros hijos e hijas? Las respuestas a muchas de estas interrogantes no resultan siempre positivas. Si analizamos específicamente el caso de nuestros jóvenes, vemos que muchos se han formado en Juventud esperanza de la familia 30 TERCERA SEMANA: El diálogo con los jóvenes en la familia Año XLIII Agosto MMXII familias que no comparten calidad de tiempo, donde sus miembros no dialogan y se han convertido en verdaderos extraños que únicamente comparten el mismo techo. Como lo indican los Obispos en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Aparecida, Brasil: “La familia está siendo desplazada como protagonista de la formación del joven”. Los padres hemos cedido terreno, estamos olvidando nuestra misión y como resultado nuestros jóvenes viven en soledad y desesperanza, vacíos; por lo que buscan diferentes mecanismos para llamar la atención. Se refugian en el materialismo del mundo actual y depositan su confianza en personas inadecuadas que los inducen a conductas erróneas y a la satisfacción de sus caprichos inmediatos y deseos descontrolados. ¿Seremos realmente conscientes los padres de familia de la importancia de la etapa de la juventud en la vida de nuestros hijos? El Papa Juan Pablo II dio siempre particular importancia a su encuentro con los jóvenes y cuando le preguntaban los motivos respondía: “El joven" significa la persona que, de manera especial y decisiva, está en proceso de "formación". Eso no quiere decir que el ser humano no se esté formando durante toda su vida; se dice que "la educación comienza ya antes del nacimiento" y dura hasta el último día. Sin embargo, la juventud, desde el punto de vista de la formación, es un período especialmente importante, rico y decisivo. Efectivamente, muchas de las decisiones que hoy tomen nuestros jóvenes definirán el curso de sus vidas, y como lo reconocen los Obispos en Aparecida: “En los jóvenes está el futuro de la Iglesia y de la Sociedad” y hacen un llamado a los padres cuando afirman que: “Los primeros que han de realizar su misión entre los jóvenes son los padres de familia, generando en sus hijos el amor a Dios y la vocación de servicio. Ello exige la clara reformulación del sentido de la familia, en función a la obediencia a la voluntad de Dios”. Volumen VII Nos corresponde por lo tanto a los padres de familia dar el primer paso. Abramos las puertas de nuestros corazones y de nuestras familias al amor de Dios. Abrámonos sin temor a ese diálogo incesante y amoroso que nuestro Padre nos enseña. Reedifiquemos nuestras familias utilizando la poderosa herramienta del diálogo, que es un camino rico y valioso que exige de nuestra parte un esfuerzo serio para salir de nosotros mismos y recibir al otro incondicionalmente; requiere superar obstáculos como la desconfianza, el miedo, la vergüenza, los resentimientos y la indiscreción; exige humildad para comunicarse en un plano horizontal de igualdad y para saber perdonar con la facilidad que Dios perdona; requiere fe en nosotros mismos y en el otro; confianza que se da y se merece; amor gratuito y sacrificado. Aprovechemos el enorme potencial de nuestros jóvenes; su sensibilidad hacia la vocación de amistad, su generosidad de entrega, su búsqueda permanente del sentido de la vida, para que se abran a valores más profundos, al descubrimiento de su propia vocación y a la Verdad de Cristo.