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INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
Homenaje a la Mujer rural emprendedora organizado por la
Asociación Cultural Serondaya
Cenera, 18 de octubre de 2013
Empiezo con una pregunta, Queta. Dime tú, que tanto cocinaste, qué receta preparo con
estos ingredientes.
Aconséjame tú cómo amaso tanta energía y empuje y aliento como tú guardas. Dime
también, ya puesta, cuántas palabras necesito, cuál es el fuego necesario para hoy, aquí,
ante todos, servirte este homenaje.
Enriqueta Gutiérrez Tuñón, Queta, es a ti a quien interrogo. Tú, que naciste en 1928, no
me respondas con rodeos.
No me digas
que estás llena de arrugas, que estás llena de sueño*
No me contestes así, Queta, que nadie te va a creer. En Serondaya, en esta asociación
que seguramente es también el nombre de un lugar literario que existe en la geografía de
Mieres, nadie te creerá.
Así que nosotros, ciudadanos de Serondaya, esta particular república que habitamos
hoy, constituidos en asamblea decisoria bajo esta carpa, rechazamos que tú, nuestra
primera socia, puedas sentirte cansada, azorada, vergonzosa.
No digas que no puedes, que estás aquí desmayada, sin fuerzas. No lo digas porque
venimos a que nos pongas en pie una vez más.
Sabes, Queta, que el siglo pasado fue terrible. Sabes tú, sabemos todos, los nombres de
los payasos crueles que gobernaron medio mundo -y también España, y también
Asturias- durante aquellos años, cada año extendido en una obscena eternidad de miedo,
represión, oscuridad.
También sabes, y también lo sabemos todos, que aquel fue el siglo de la mujer. La gran
guerra del 14, qué paradoja, aceleró la gran revolución. Las decenas, centenares de
miles de mujeres que tuvieron que trabajar fuera de casa se convirtieron en un imparable
ejército en la conquista de los derechos laborales y sociales, en la construcción de la
propia libertad y dignidad. Luego ocurre que el relator de la historia ama los nombres
propios, la exactitud de una fecha, los lugares precisos, y en esa escritura se olvidan
millones de personas que han contribuido a una de las mayores transformaciones de la
evolución de la humanidad.
Queta, tú estás entre esos millones de mujeres que están cambiando el mundo, pero nos
negamos a regalarte el anonimato. Porque los mandos para cambiar el mundo no se
manejan sólo desde Washington o Moscú o París o sobre las maderas nobles del piso de
los grandes despachos. Esos botones llevan pulsándolos una vida entera mujeres como
tú por toda Asturias. Digamos que la historia universal también se escribe desde Cenera
o desde Pola de Lena, como desde Paniceiros.
Por eso aquí nos tienes, leyendo discursos para hacer más evidente quien eres, y así
hablamos de tu fuerza, de tu simpatía, de tu capacidad de superación, de tu talento
emprendedor.
Emprendedora, qué palabra. Fijaos que ahora se dice emprendedora, no empresaria,
como si nos diese un golpe de vergüenza al pronunciarla, sonrojados por una pacata
corrección política. Estamos en una sociedad donde ya hay escuelas y cursillos para
todo –para sentirse bien, para respirar mejor, para retorcer las articulaciones, para
amaestrar los perros, para ser escritor o hipnotizador— , pero la vida jamás se despacha
en un curso por correspondencia ni en una enumeración de la bibliografía consultada.
La vida que hace escuela al vivirla es la que a ti, Queta, te ha titulado maestra cocinera,
licenciada en energía, empresaria –con todas las letras— de la solidaridad, de la
capacidad de asociación, de la lucha afirmativa, la vida que merece vivirse entre Pola de
Lena y Cenera, que es como decir, y venga una de orgullo, en todos los mejores
rincones del mundo.
Tú, con 85 años cumplidos y todos esos títulos al hombro, sabes también que nunca
podemos darnos por satisfechos, que siempre habrá alguien al acecho preparado para
silenciarnos la palabra, aguarnos la energía, podarnos el empuje, relegar la mujer, su
cuerpo y su derecho, a un ángulo oscuro de lóbrego machismo.
Por eso queremos que estés aquí, siempre dispuesta a ponernos en pie, a defender lo que
tú, como cientos de miles de mujeres, habéis convertido en la conquista cotidiana de
toda una vida.
Un hijo recuerda en un poema a su madre. Pongamos que sea, por ejemplo, tu hijo
Valentín.
Y al evocarla dice:
Nos pararemos un momento en medio del camino,
para que tú me subas los pantalones,
y para que me suenes las narices, que me hace mucha falta*
Y lo mismo queremos nosotros, Queta. Si hace falta, sacúdenos, empújanos por el
camino, que no nos paremos ni retrocedamos.
Gracias por tu ejemplo.
* Los versos pertenecen al poema La madre, del libro ‘Hijos de la ira’ (1944), de
Dámaso Alonso (1898-1990).
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