Familia y Maternidad: Sangre y Cuidado en Mujeres Lesbianas de

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Familia y Maternidad: Sangre y Cuidado en Mujeres Lesbianas de
Familia y Maternidad: Sangre y Cuidado en Mujeres Lesbianas de las Ciudades de
Barcelona y Santiago
Florencia Herrera Oesterheld
Resumen
La pregunta principal que se plantea este artículo es cómo las mujeres que se consideran a sí
mismas lesbianas enfrentan el tema de la maternidad y la familia. Para dar respuesta a esta
interrogante se describen e interpretan las narrativas de lesbianas chilenas y catalanas. En ambas
sociedades se mira con sospecha a las familias homosexuales, sus miembros viven bajo el supuesto
heterosexual y enfrentan cotidianamente la posibilidad de discriminación de la comunidad. Sin
embargo, en Barcelona el tema homosexual forma parte de la discusión social y se han comenzado a
tomar medidas de tipo legal 1 . En Santiago recién comienza a tener visibilidad social el tema lésbico y
su tratamiento es a través de casos controversiales presentes en medios de prensa. Este artículo se
apoya en dos investigaciones empíricas, de carácter interpretativo, basadas en metodología
cualitativa. La primera de ellas se llevó a cabo en Barcelona en los años 2001 y 2002. La segunda se
está realizando en Santiago. Comenzó el año 2002 y terminará el 2005. La principal herramienta de
ambos estudios ha sido la entrevista no estructurada en profundidad a mujeres lesbianas. La muestra
alcanza a más de 40 personas. Las entrevistas son complementadas con información de una revisión
bibliográfica que incluye textos de autores que han realizado investigaciones sobre familia y
homosexualidad en países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y Chile. Los resultados
indican que para las mujeres lesbianas, de Barcelona y Santiago, sus formas de hacer familia no se
diferencian en lo medular de los tipos tradicionales de familia. Las mujeres lesbianas tienen
conciencia que son fértiles y muchas desean construir un hogar con hijos. Sin embargo, lo propio de
las familias encabezadas por una pareja de lesbianas es el peso del cuidado por sobre la
consanguinidad, en los lazos de parentesco.
Estigma e injuria
El tema de la maternidad está inevitablemente unido al de la familia, entendida ésta de una
forma amplia, es decir como la manera en la cual cada persona satisface su propia necesidad de
cuidar y ser cuidado (Borneman 1997). Existen formas diferentes de satisfacer esta necesidad y, por
lo tanto, muchas maneras de hacer y entender la familia. También existen distintos modos de
alcanzar la maternidad y de ser madre. De acuerdo con Giddens (1992), todos estamos realizando
experimentos cotidianos para adaptarnos a un mundo en permanente cambio y construir relaciones
íntimas.
A través de sus narrativas y prácticas cotidianas las personas dotan de sentido y ordenan su
experiencia y sus relaciones íntimas (Weeks 2001). Las relaciones homosexuales cuestionan los
elementos centrales en la comprensión tradicional de la familia: la diferencia de sexo de la pareja con
respecto a la afinidad y la consanguinidad en relación con la filiación. De acuerdo con Romans (1992)
la madre lesbiana representa una amenaza porque desafía las ideologías dominantes sobre el
género, la maternidad y la familia. Por esta razón, las prácticas y narrativas que las mujeres
homosexuales construyen a partir de sus relaciones más cercanas son de gran utilidad a la hora de
comprender las transformaciones que las formas de hacer familia están sufriendo en nuestros
tiempos. Estos ‘experimentos’ permiten replantear las preguntas sobre los temas fundamentales de la
familia y el parentesco.
1
Por ejemplo la ley de parejas de hecho que incluye tanto a heterosexuales como homosexuales.
Lo que tradicionalmente se ha entendido como el único modelo posible de familia –matrimonio
e hijos 2 – ha estado históricamente fuera de las posibilidades de las personas que se han asumido
como homosexuales. Gays y lesbianas han debido cuestionar lo que para los heterosexuales se da
por hecho. Por su propia trayectoria histórica y personal, los homosexuales se han visto obligados a
reformular una y otra vez los temas relacionados con el parentesco: ¿cómo se hace familia?, ¿cuán
importantes son los lazos sanguíneos?, ¿qué posición tomar frente a la paternidad y la maternidad?
El mundo lésbico es heterogéneo. La construcción de la identidad de la mujer lesbiana es
moldeada por otros aspectos además de su orientación sexual, por lo tanto se debe tener especial
cuidado en no generalizar cuando se habla de homosexualidad. Sin embargo, por distintas que sean
las experiencias y la historia de cada mujer lesbiana, existe un sustrato común que, de acuerdo con
Eribon (2001), es la injuria 3 y de acuerdo con Goffman, el estigma 4 (1998). El estigma y la injuria
serían un común denominador en la vida de todo homosexual y, en este sentido, son ellos los que los
llevan a recorrer lo que Goffman llama ‘carreras morales’ similares 5 . Esto está relacionado con la
experiencia común de los homosexuales de vivir en un mundo donde las normas heterosexuales son
las dominantes (Weeks 2001: 8).
Actitudes hacia la Maternidad
Weeks (2000) señala que muchos homosexuales están involucrados en la paternidad de una
manera u otra. En las últimas décadas y en la pasada generación este tema ha cambiado
enormemente. Weston (1991) y Weeks (2000), afirman que existe una transformación de la actitud
hacia la paternidad y la maternidad por parte de gays y lesbianas. Si bien antes sólo se concebía la
experiencia de tener hijos dentro de una relación heterosexual con el consecuente sacrificio u
ocultamiento de la vivencia de ser homosexual, esto ha cambiado radicalmente y actualmente
muchos gays y lesbianas se plantean este tema como algo compatible con su identidad sexual.
En la narrativa lésbica catalana está muy presente la posibilidad de ser madre y, en muchos
casos, esto ha pasado de ser una ilusión a ser una realidad alcanzable. Se podría decir que la
afirmación que los homosexuales no pueden procrear ha sido desafiada. La mayoría de las mujeres
entrevistadas tienen o desean tener hijos, preferentemente con su pareja.
Las lesbianas chilenas tienen una relación conflictiva con el tema de la maternidad. Muchas de
ellas han sido madres, pero a raíz de una relación heterosexual anterior. De este modo, les es más
difícil vincular la maternidad con una identidad homosexual.
Las lesbianas catalanas y chilenas se oponen a la afirmación que por tener sexo no
procreativo son infértiles. Claudia y Rosa, catalanas que han adoptado a dos niñas latinoamericanas,
2
Lévi-Strauss afirma que la familia es un grupo social que cumple con al menos tres características: “1)Tiene
su origen en el matrimonio. 2) Está formado por el marido, la esposa y los hijos(as) nacidos del matrimonio,
aunque es concebible que otros parientes encuentren su lugar cerca del grupo nuclear. 3) Los miembros de la
familia están unidos por a) lazos legales, b) derechos y obligaciones económicas, religiosas y de otro tipo y c)
una red precisa de derechos y prohibiciones sexuales, más una cantidad variable y diversificada de
sentimientos psicológicos tales como amor, afecto, respeto, temor. etc.” (Lévi-Strauss 1974: 17).
3
Eribon plantea que para los homosexuales la injuria es una posibilidad que siempre está presente y es lo que
“cualquier gay puede oír en un momento u otro de su vida, y que es el signo de su vulnerabilidad psicológica
y social” (2001: 29). “Y una de las consecuencias de la injuria es moldear las relaciones con los demás y con
el mundo. Y, por tanto, perfilar la personalidad, la subjetividad, el ser mismo del individuo” (2001: 29).
4
Goffman utiliza el término estigma “para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador; pero
lo que en realidad se necesita es un lenguaje de relaciones, no de atributos. Un atributo que estigmatiza a un
tipo de poseedor puede confirmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso
en sí mismo” (1998: 13).
5
De acuerdo con Goffman: “Las personas que tienen un estigma particular tienden a pasar por las mismas
experiencias de aprendizaje relativas a su condición y por las mismas modificaciones en la concepción del yo
– una ‘carrera moral’ similar que es, a la vez, causa y efecto del compromiso con una secuencia semejante de
ajustes personales” (1998: 45).
aclaran que ellas sí pueden tener hijos pero que optaron por adoptar. En el contexto catalán, la idea
‘que no se podrá ser madre’ sólo aparece en el inicio del planteamiento de la identidad homosexual
de cada lesbiana. Greta cuenta que cuando era adolescente y asumió que era lesbiana pensó que
nunca podría tener hijos, o que para tenerlos tendría que casarse con un hombre.
Problemas que plantea la Maternidad Lésbica
Tanto en Barcelona como en Santiago, los problemas asociados a la maternidad se perciben
como externos a la pareja homosexual. Dicho de otra forma, los principales obstáculos que enfrenta
una pareja lésbica que tiene o quiere tener hijos son sociales, producto del no reconocimiento y
discriminación por parte de la sociedad de sus relaciones íntimas. Romans señala que el lesbianismo
y la maternidad es una combinación inaceptable para la opinión pública. Las madres más aceptadas
son las heterosexuales casadas. Le siguen las madres solteras, las adolescentes y las adoptivas. Las
madres menos aceptadas son las lesbianas (1992: 98).
En el contexto catalán, para la mayoría de las lesbianas la combinación de la maternidad con
su identidad sexual no presenta ningún dilema moral. Más bien, existe la idea generalizada que una
pareja homosexual puede ser tan buena en la crianza de niños como una pareja heterosexual. La
investigación de Weston (1991), a finales de los ochenta en Estados Unidos, confirma la misma idea.
En la realidad chilena las mujeres no cuestionan directamente la capacidad de crianza de una
pareja de mujeres, pero sí ven con preocupación el futuro del niño. Esta inquietud está relacionada
con la discriminación y estigmatización que ellas creen que sufriría un niño criado por madres
lesbianas. Esta preocupación es tan grande que las lesbianas chilenas, que son madres producto de
relaciones heterosexuales, sostienen que jamás vivirán en pareja con otra mujer mientras sus hijos
aún vivan con ellas. Gloria que tiene tres hijos de un matrimonio heterosexual anterior señala
“siempre viví con ellos, y a mi vida, al mundo privado que yo tenía con mis hijos nunca entró nadie,
nadie, yo los protegí mucho del mundo de las lesbianas (...) tenía dos mundos separados”. Leonilda,
que tiene una hija pequeña, sostiene que cuando vivió con su pareja y con sus respectivas hijas:
“ellas nunca vieron nada entre nosotras, jamás en la vida nosotras hacíamos una manifestación de
ningún tipo delante de las niñitas. Nosotras esperábamos que ellas no estuvieran, en el colegio o
cualquier cosa, pero nunca delante de ellas, o sea, eso lo teníamos súper claro”. Asimismo, Carmen y
Luz, que son madres de un bebé pequeño, han decidido buscar apoyo psicológico para decidir cómo
criarán al niño, si en pareja u ocultándole su relación. Su gran temor es provocarle un trauma al niño
inducido por darse cuenta que tener dos madres no es ‘normal’ ni bien visto por la sociedad en la que
vive. Luz sostiene “nosotros queremos que nuestro niño no tenga ningún tipo de trauma ni ni una
cosa. Entonces si es necesario, yo lo he dicho, si es necesario que nosotros mantengamos distancia
frente a Miguel, incluso hasta nuestro lenguaje, tan afectuoso siempre, tiene que cambiar, yo estoy
dispuesta a todo por mi hijo, a todo. Y eso no significa que deje de amar a Carmen, yo la voy a amar,
la amo. Pero por mi hijo yo estoy dispuesta a sacrificarme, si tengo que dormir aparte, voy a dormir
aparte”.
En Barcelona los problemas que se discuten raras veces se refieren a las relaciones internas
de la familia homosexual y no se cuestiona la idoneidad de una pareja del mismo sexo para criar un
niño. Estas discusiones se centran más bien en las dificultades técnicas y prácticas que enfrenta una
lesbiana o una pareja lésbica a la hora de decidir tener un hijo. Los temas que se discuten se
relacionan básicamente con: el no reconocimiento de la pareja y por lo tanto con la negación de una
maternidad compartida legalmente; con las dificultades que enfrenta una persona al querer adoptar y
la imposibilidad de adoptar como pareja; con el no reconocimiento de la madre ‘no legal’ –en el caso
de tener un hijo en común–; con la falta de referentes de familias alternativas en las escuelas y en los
medios de comunicación, entre otros.
Las narrativas de las lesbianas chilenas se centran con fuerza en el tema de la discriminación
–lo que Eribon y Goffman llamarían la injuria y el estigma–. La mayor parte de las mujeres
entrevistadas ni siquiera se plantean la posibilidad de ser madres; estiman que sería una
irresponsabilidad tener hijos en un ambiente tan hostil.
La ausencia del padre
Un aspecto de la familia tradicional que abiertamente es desafiado por las mujeres lesbianas
que deciden tener hijos en pareja, es el supuesto que la paternidad debe ser organizada en base a la
diferencia de sexo y de roles que esta diferencia supondría. Este es uno de los principales
argumentos que se esgrimen desde círculos heterosexuales para oponerse a la maternidad
homosexual. Se fundamenta que un niño requiere de un padre y una madre para tener una infancia
adecuada. De esta forma, se explica la obsesión que existe en torno a la existencia de una figura
paterna que debería cumplir un rol específico, como es el de la autoridad.
Al respecto, las lesbianas catalanas rebaten estas creencias y su respuesta se centra en que
la atención, el cuidado y el cariño que puede recibir un hijo de una pareja homosexual puede ser igual
o superior al que recibe un niño producto de una relación heterosexual. A su vez, se resalta la gran
variedad de familias, no homosexuales, en la que los niños están creciendo hoy que no se basan en
el modelo de dos padres de distinto sexo.
Algunas lesbianas chilenas manifiestan su preocupación por la ausencia de una figura paterna
en el marco de la maternidad lésbica. Creen que el padre cumple ciertas funciones específicas y
temen que la crianza del niño podría resentirse al no existir un padre. Al mismo tiempo, sugieren que
tal vez el rol de padre no necesariamente debe ser cumplido por un hombre. Esto es algo que
preocupa a Carola: “es un tema que no lo tengo para nada resuelto (...) hay algo fundamental que se
juega por el lado de la función paterna, aunque no necesariamente se trata de una función que está
encarnada en un personaje que tiene que ser un hombre, pero me parece que igual hay algo básico
que un niño nace de la relación de un hombre y una mujer”.
Alternativas para ser madre
Weston señala que los bebés concebidos después que una mujer ha salido del clóset exigen
una reconciliación de una identidad lésbica no-procreativa con una práctica procreativa (1991: 169).
Las lesbianas catalanas perciben que, a pesar que viven en una sociedad que no apoya ni valida su
maternidad, tienen muchas alternativas a la hora de decidir ser madres. No sucede lo mismo con las
lesbianas chilenas, quienes siguen vinculando la maternidad al marco heterosexual. En el contexto
lésbico chileno, las mujeres que han decidido tener hijos en pareja son todavía una excepción y
reciben –en ocasiones– la censura de sus pares lésbicas. Romans sostiene que la madre lesbiana
puede enfrentarse al rechazo de la comunidad lésbica pues su maternidad hace que se cuestione su
identidad homosexual (1992: 104). Cadoret (2002) identifica cuatro formas distintas para que una
pareja homosexual tenga hijos: la recomposición familiar donde uno de los miembros de la pareja
aporta hijos de una relación heterosexual anterior; la coparentalidad –por ejemplo de una pareja de
lesbianas que se pone de acuerdo con una pareja de gays para criar un hijo juntos–; la adopción y,
finalmente, la ayuda médica a la procreación.
En Barcelona, los principales caminos que han tomado las lesbianas para ser madres son la
inseminación y la adopción, casi no se consideran otras alternativas. El mantener relaciones sexuales
casuales con un hombre se percibe como la alternativa que usaban las mujeres lesbianas antes de
que existiera la inseminación artificial. La principal desventaja que se le ve a esta opción es que el
padre biológico de la criatura eventualmente reclame sus derechos.
Otra alternativa que Weston (1991) describe en su libro es la de la inseminación artificial
compartida entre una lesbiana y un gay, o entre una pareja de mujeres y otra de hombres. En este
caso la responsabilidad del cuidado de los hijos también sería compartida. Esta es una alternativa
que, si bien se considera entre las lesbianas catalanas, rápidamente se descarta. Tanto Greta como
Araceli cuando por primera vez pensaron el tema de la maternidad conversaron con algún amigo para
tener hijos en común. Pero luego, la alternativa de tener un hijo con la propia pareja les pareció
mucho más atractiva. Greta sostiene: “no, yo también, tenía un amigo que sabe que soy lesbiana y
que yo tenía necesidad y a él le gustaban los críos. Decía ‘bueno, tenemos un hijo pero tú en tu casa
y yo en la mía’. Pero luego con las familias ves los problemas que te puede llevar, que reclame la
paternidad, que te acuse de lesbiana, que puedes ir al juzgado, que te saque la criatura. Dices no voy
a pasar por todas esas historias cuando hay una manera más sencilla como la inseminación, ahora
hay clínicas, hay un montón”.
En este sentido, para las catalanas es muy importante la noción de la maternidad compartida
con la propia pareja y tienen bastante presente la idea clásica de la familia nuclear. Las familias que
describen Weston (1991) y Weeks (2001) donde amigos y amantes comparten el cuidado de los
niños están lejos de la mentalidad de las lesbianas de Barcelona. De esta forma, la adopción y la
inseminación artificial se perfilan como las alternativas más viables para las lesbianas catalanas que
quieren tener hijos en pareja, ya que estas opciones permiten vivir una maternidad compartida sin
temor a que un tercero reclame derechos sobre el niño o niña. Sin embargo, siempre existe el
problema de que una de las dos madres no es reconocida legalmente.
En Santiago el método más usado por mujeres lesbianas para ser madres es el sexo
heterosexual, generalmente en el marco de un matrimonio tradicional. Esto está relacionado con la
dificultad para asumir una identidad homosexual en Chile. Muchas mujeres al enfrentarse con sus
tendencias lésbicas intentan negarlas y siguen el camino heterosexual del matrimonio y los hijos. Este
es el caso de Leonilda que una vez que asumió su identidad sexual decidió casarse: “En ese
entonces mi amiga me decía ‘no te cases, no te cases’ (...) y yo le dije ‘pero con mayor razón,
sobretodo si tengo este problema, tengo que escapar’ (...). Me decían ‘no te cases, no te cases’ tú no
estás enamorada’. Entonces yo dije ‘bueno, pero si tengo este problema peor todavía, nunca me voy
a enamorar, entonces tengo que casarme, qué voy a hacer’ así que bueno, me casé no más”. Si bien
en Chile la gran mayoría de las lesbianas que son madres lo son de una relación heterosexual
anterior, existen casos conocidos en que se ha utilizado la inseminación artificial.
Inseminación
En España, en los últimos años, la inseminación se ha hecho accesible para las lesbianas. Si
bien implica un desembolso económico, este está al alcance de muchas de las parejas y la ley
española permite que mujeres solteras se inseminen 6 . Además, otro punto a favor de la inseminación
es que es un proceso que se puede hacer en pareja. Las parejas de lesbianas entrevistadas en
Barcelona que habían o estaban pasando por el proceso de la inseminación valoraban positivamente
el que ambas podían asistir a las reuniones con el médico y eran tratadas por el personal de la clínica
como una familia.
Muy distinto es el proceso que vivieron Carmen y Luz en sus intentos por tener un hijo. En
Chile sólo pueden inseminarse parejas heterosexuales casadas y además, la inseminación en una
clínica tiene un costo elevadísimo que pocas parejas podrían pagar. Carmen y Luz, llevan siete años
juntas y casi desde el inicio de su relación decidieron que querían tener un hijo juntas. La
inseminación les pareció el método más conveniente y no se dieron por vencidas cuando se
enteraron de su elevado costo y de la normativa que le impedía a una mujer soltera inseminarse.
Ellas investigaron por su cuenta en qué consistía una inseminación artificial y se dieron cuenta que no
tenía porqué ser realizada en una clínica y por profesionales médicos. Diseñaron un sistema para
realizar el proceso en su propia casa. Carmen sería la que se embarazaría y Luz quién haría la
inseminación. Carmen tenía un amigo gay que también quería ser padre e hicieron varios intentos
con él. Sin embargo ninguno dio resultado. Decidieron seguir intentando con donantes ‘anónimos’.
Luz se encargó de contactar hombres que quisieran donar semen a cambio de una retribución
económica. Se entrevistó con ellos y les solicitó exámenes médicos para determinar que no fueran
portadores de alguna enfermedad peligrosa. Intentaron que Carmen no tuviera ningún contacto con
los posibles donantes y, a su vez, que ellos no supieran si su donación había dado paso a un
embarazo. Esta fue la forma en que ellas resguardaron que no se supiera el origen de su hijo y se
protegieron de un futuro reclamo de paternidad.
6
A diferencia de la ley de otros países de la Unión Europea que exigen que las mujeres inseminadas estén
casadas y tengan la autorización del marido.
En el sistema ideado por Carmen y Luz para ser madres, la madre no biológica, Luz, tiene un
papel crucial en la concepción del niño. La carga simbólica que esto conlleva no pasa desapercibida
para Luz, quién se enorgullece de haber llevado a cabo el proceso de inseminación. De esta forma, si
bien en Barcelona las mujeres son tratadas como pareja por médicos y enfermeras, en Chile, Carmen
y Luz se las han arreglado para participar las dos activamente en el proceso de concepción de su
hijo.
Adopción
En Barcelona la adopción es una de las alternativas que se barajan a la hora de decidir ser
madre. A diferencia de la inseminación, el proceso de adopción sólo lo puede seguir una persona. Es
más, involucrarse en este proceso implica ocultar la identidad lésbica. Entre las mismas mujeres se
aconsejan esconder su identidad sexual por temor a reducir aún más las posibilidades de adopción.
De todas formas, en el contexto catalán, la adopción se ve como una alternativa muy
complicada y con escasas posibilidades de éxito para muchas mujeres. La opción que algunas
siguen, al parecer muy costosa, es adoptar en el extranjero –fundamentalmente América Latina–.
Esto es lo que hicieron Rosa y Claudia, quienes adoptaron a dos niñas latinoamericanas. Aún así sólo
Rosa es la madre legal de las niñas.
La sangre
Curiosamente uno de los tópicos más frecuentes en el discurso heterosexual cuando se habla
de adopción casi no está presente en la narrativa de las lesbianas catalanas: los lazos de sangre o
biológicos. Cuando se enfrenta la decisión de la inseminación versus la adopción el tema de tener un
vínculo biológico con el futuro hijo no aparece. Es decir, el clásico discurso de ‘me gustaría que se
pareciera a mí’ está ausente, y si se elige la inseminación es porque se percibe como algo más
realizable, porque ambos miembros de la pareja pueden participar en el proceso y por la fuerte carga
simbólica que tiene estar embarazada y dar pecho.
Al mismo tiempo, si se hace una distinción entre la madre biológica y la no biológica, es más
bien en términos de quién ha estado embarazada y quién ha parido y no en referencia a ‘de quién es
la sangre que el niño lleva en las venas’. Luz, madre no biológica de Miguel, afirma que se siente
totalmente madre y no le otorga ningún peso en la definición del vínculo madre-hijo a la sangre. A su
vez, las dos madres de Miguel no exponen preocupación alguna por la información genética que su
hijo ha heredado del donante. Sucede lo mismo con las mujeres catalanas que han sido madres a
través de la inseminación.
Maternidad Compartida
Así como existen muchas formas de lograr tener un hijo o una hija, también existen muchas
maneras de vivir la maternidad. Las alternativas que aquí surgen son: ser madre sola; ser madre en
pareja –compartiendo totalmente las responsabilidades y cuidados de la maternidad–; ser madre y
tener pareja –donde una mujer es la que toma la decisión y la otra acompaña y ayuda–; y también
están las alternativas, ya mencionadas, de compartir la maternidad con hombres que cumplan el rol
de padres.
En la práctica catalana, la opción más común es ser madres en pareja. Si bien muchas de las
informantes se plantean la maternidad e incluso han decidido ser madres solas, finalmente tienen
hijos en pareja 7 . Tanto Rosa y Claudia como Araceli y Greta evaluaron la posibilidad de ser madres
antes de conocerse. Una vez emparejadas el tema de la maternidad se dio naturalmente, pues había
una coincidencia de intereses. Araceli y Greta perciben que la necesidad de ser madres es tan fuerte
que si una pareja no coincide en esto y una de ellas no quiere tener hijos, la pareja se romperá.
Araceli afirma “cuando nos conocimos las dos nos dimos cuenta que las dos compartíamos la ilusión
7
Esta decisión también está relacionada con la percepción que ser madre implica muchas responsabilidades y
sacrificios y es una tarea muy dura para una mujer sola.
(de tener hijos) ¡pues genial! Creo que si no la hubiésemos compartido al final la historia se hubiese
roto porque es que la necesidad de ser madres cada una la tenemos muy fuerte”.
Las parejas de mujeres catalanas asumen la maternidad como algo totalmente compartido.
Greta y Araceli, quienes están intentando tener un hijo por inseminación, quieren vivir la maternidad
como algo de las dos. Greta, que será la madre no biológica, afirma: “yo lo compartiré igualmente,
compartiré el embarazo, cuando nazca, o sea como si fuera realmente mío, evidentemente yo no lo
voy a sentir como lo siente ella porque es algo totalmente tuyo de dentro ¿no? pero sí la experiencia
de verle como crece la barriga, los pechos, eso sí que me hace mucha ilusión y lo podemos
compartir, compartir la educación, el criarlo, las enfermedades, todo ¿no? eso me hace ilusión, pero
me haría ilusión aunque lo pariera yo o aunque lo pariera ella”. Finalmente, si bien el embarazo lo
experimenta una sola, los cuidados pueden ser compartidos.
En el caso chileno, Carmen y Luz también han optado por un modelo de maternidad
compartida. Las dos se sienten madres de Miguel y las dos se comportan como tales. Ellas han
decidido que Luz se quedará en casa cuidando al niño y Carmen, que es la madre biológica, volverá
a su trabajo cuando finalice su permiso postnatal 8 .
Madre biológica o legal
Cadoret (2002) subraya lo difícil que es la decisión sobre quién tendrá al hijo. En el caso de
las parejas de lesbianas las dos mujeres son potencialmente portadoras de un niño. A diferencia de
las parejas heterosexuales, la entrada en la maternidad de un miembro de la pareja, no
necesariamente implica la entrada al parentesco del otro miembro (2002: 148). La decisión sobre
quién será la madre legal o biológica es, indudablemente, delicada. La madre no legal o que no ha
parido no tendrá ningún derecho legal sobre su hijo o hija. Esta decisión se toma en conjunto y se
evalúan factores prácticos, como quién es mayor o quién tendrá menos problemas en el trabajo. Otro
elemento que pesa en esta decisión es el hecho que algunas mujeres desean ser madres como
experiencia social pero no las atrae el embarazo (Dunne 2000).
En el caso catalán, Araceli y Greta decidieron que sería Araceli la madre biológica pues es
mayor que Greta y además, en ese momento, era la que tenía más deseos de estar embarazada. Por
su parte Neus y Montserrat tomaron la decisión que se inseminara Neus porque tenía un problema de
salud que podía provocar que más adelante no pudiera tener hijos. Además, ellas tuvieron que
considerar el factor adicional que Montserrat tendría graves problemas laborales si quedaba
embarazada y probablemente se quedaría sin trabajo. En ambos casos, el tema se plantea como que
la que no ha sido madre del primer hijo lo podrá ser del segundo. De esta forma, se intentaría
equilibrar la situación de desprotección en la que se encuentra la madre no reconocida por la ley.
Las mujeres chilenas que se han enfrentado a esta decisión han utilizado criterios similares.
Carmen y Luz decidieron en conjunto que sería Carmen quién se inseminaría pues es mucho menor
que Luz. Además Luz ya ha sido madre de un matrimonio heterosexual anterior. Al decidir quién se
quedaría en casa a cuidar al niño, pesó el factor que Carmen tiene un trabajo más estable y mejor
pagado.
Pequeñas y grandes elecciones
Se ha observado que a la hora de ser madres las lesbianas se enfrentan con un abanico de
opciones. Todo el proceso está lleno de pequeñas y grandes decisiones y la maternidad se vive como
una serie de elecciones. Viñuales (1999) llama la atención sobre la distinción que hace Lewin entre
madres y madres intencionales. Esta autora señala que las mujeres de baja instrucción tienden a no
8
Carrington (1999), sociólogo, realizó un trabajo de campo con docenas de parejas gays y lésbicas en Estados
Unidos, se apoyó tanto en entrevistas como en observación. Sostiene que las relaciones domésticas
homosexuales no son nunca igualitarias. Al igual que en las relaciones heterosexuales, siempre hay un
miembro de la pareja que hace más trabajo doméstico. Sin embargo, en el discurso, todas las parejas afirman
que se dividen las labores por igual. Esto también alcanza el cuidado y crianza de los hijos
percibir la maternidad como una elección sino como algo inevitable (citado en Viñuales 1999: 168).
Viñuales señala que todas las madres lesbianas entrevistadas por ella han elegido la maternidad.
Dunne (2000) sostiene que las lesbianas, al tener que justificar su decisión de ser madres frente a la
sociedad y la comunidad lésbica, se involucran en este proceso muy conscientemente. La maternidad
lésbica se transforma en un proyecto reflexivo (Dunne 2000).
Al no existir la alternativa de quedar embarazada por accidente las lesbianas perciben el ser
madres como una elección y destacan el esfuerzo que esta decisión conlleva. Esta es una de las
diferencias que se plantea con la familia y las parejas heterosexuales. Los homosexuales, de acuerdo
con Araceli, “tienen la obligación de tener todo mucho más calculado”, agrega Greta: “yo la única
diferencia que veo que el homosexual es como más pensado. Básicamente porque tu no puedes
decir ah voy a hacer el amor y luego me quedé embarazada. Claro, entonces es más calculado, es
calculado el momento del embarazo, es calculado la hora de decir bueno a qué escuela va a ir, qué
tipo de educación le voy a dar, ¿vale?”. En este sentido, a pesar que las parejas heterosexuales en
España tienen una paternidad cada vez más planificada, existe la percepción que éstas se limitan a
seguir un camino ya establecido, sin reflexionar. En otras palabras, no escogen, sólo hacen lo que se
espera de ellas.
La maternidad es planteada por las lesbianas como una elección que está compuesta de
pequeñas y grandes decisiones, no hay un camino hecho que se pueda seguir y las medidas que
parecen más adecuadas se toman sobre la marcha. Araceli representa bien este punto de vista: “es
que vamos aprendiendo un poco sobre la experiencia porque no tenemos bases hechas, porque yo
estaba pensando por ejemplo sobre la inseminación pues aprendes sobre la necesidad. A ver
queremos tener un crío, lo deseamos, en principio no queremos un padre que sepa que tiene el hijo y
que lo pueda reconocer y que tenga más derechos que la madre que no es biológica, pero lo que te
preguntas es ¿y adonde voy? porque no hay un anuncio en el periódico que te ponga así, clínica de
inseminación”.
A diferencia de muchos heterosexuales, las lesbianas que tienen hijos no están haciendo ‘lo
que se espera’ de ellas, más bien están inventando en el camino nuevas formas de dar respuestas a
sus necesidades de cuidar y ser cuidadas. Y su decisión de ser madres desconcierta al mundo
heterosexual, incluyendo a sus propias familias. Weeks señala que a pesar de la creciente tolerancia
sobre la diversidad sexual, la paternidad homosexual sigue provocando angustia en el mundo
heterosexual (2001: 158).
Las entrevistadas chilenas destacan con orgullo que las mujeres homosexuales se distinguen
de las heterosexuales porque no siguen los caminos establecidos y no hacen lo que se espera de
ellas –casarse y tener hijos–. En este sentido, la posibilidad de ser madres estaría dada por ocultar la
identidad homosexual y tener una pareja heterosexual. La paradoja es que las lesbianas que han
tenido hijos en un marco heterosexual han hecho ‘lo que se esperaba de ellas’. Sin embargo, para las
lesbianas esta también es una decisión consciente que conlleva un profundo –y generalmente
doloroso– proceso de reflexión.
Maternidad e identidad lésbica
Con relación al tema de la compatibilidad de la identidad homosexual con la maternidad,
Weston (1991: 168) señala que esta última puede hacer invisible la identidad lésbica de una mujer, ya
que la sociedad da por hecho que una lesbiana no tiene hijos. Romans sostiene que aparecer en
público con niños invoca automáticamente la presunción de heterosexualidad (1992: 99).
A las entrevistadas catalanas, la experiencia de la maternidad lésbica más bien las obliga a
salir del clóset. Si bien en la calle un transeúnte probablemente no va a pensar que una mujer que
lleva un bebé en un coche es lesbiana, en su entorno más cercano –la escuela, los familiares, los
vecinos– las madres tienen que dar un paso hacia la visibilidad. Como ellas mismas dicen, no pueden
hacer partícipes a sus hijos de un engaño o de una mentira. No quieren pedirles que en el colegio
oculten que tienen dos mamás; que digan que viven con su mamá y una amiga o que inventen un
papá. Rosa señala: “un cambio importante en el momento en que tienes un niño es que sales del
armario si o sí, no hay otra”. Y Araceli afirma: “Básico para tener hijos es ser visible, porque lo que no
puedes hacer es que tus hijos vivan en la invisibilidad. No puedes tener hijos y decirles ‘en el colegio
no expliques que vives con dos mamás, te inventas un papá’, ¡porque van a acabar con unos
problemas!” 9
La ‘salida forzosa del clóset’ que producen los hijos está enmarcada en un deseo de
protección. Es decir, mujeres que antes sentían que no le debían una explicación a nadie, comienzan
a dar explicaciones para facilitarles la situación a sus hijos. Esta situación puede ser similar a la que
enfrenta una madre soltera, sin embargo, las lesbianas, además de explicar la inexistencia del padre,
deben explicar el vínculo que las une.
Las madres chilenas viven este proceso de forma muy distinta. Para ellas el tener hijos
pequeños les da una razón poderosa para esconder su identidad lésbica ya que temen que les quiten
a sus hijos por el solo hecho de ser lesbianas 10 . Aquellas que han tenido hijos en relaciones
heterosexuales han ocultado su identidad homosexual a sus parejas hombres y a sus hijos. Luz le
contó a sus hijos cuando estos la enfrentaron y le preguntaron directamente qué relación tenía ella
con Carmen. Gloria, por su parte, habló con sus hijos cuando estos ya eran mayores de edad.
Leonilda sostiene que le explicará a su hija cuando esta tenga la edad para comprenderlo. Weeks
(2001) subraya la dificultad de ser madre y a la vez ser abiertamente lesbiana. Esta dificultad la viven
en carne propia las lesbianas chilenas que tienen hijos pequeños. Leonilda oculta su identidad sexual
hasta donde le es posible para evitar que el padre de su hija intenté quitarle la custodia. Incluso su
madre cuando supo que ella tenía una pareja mujer la amenazó con decirle a su ex marido “hubo un
tiempo que me lo pasé mal porque mi Mama me amenazó. Cuando mi Mamá se enteró y toda la
cuestión quedó shockeada. Me dijo ‘¡oh! eres una depravada’. Porque eso es lo malo, la sociedad
piensa que uno es gay y es depravado, es automático. Y nada que ver, ¡perdóname! Entonces
cuando mi Mamá supo lo mío casi se murió. ‘¡Oh! pero como va a estar tu hija ¡ah no! yo le voy a
decir a tu marido para que se lleve a la Elena’. Y empezó con eso. Al principio fue duro, por eso te
digo, fue súper duro, me amenazó con eso, y yo estaba tiritando”
Madre sin derechos
La situación que vive la madre no biológica o no legal del niño constituye una fuerte
preocupación en las lesbianas que son madres y en las que se han planteado la maternidad en
pareja. La ausencia de reconocimiento legal del vínculo de la madre y su hijo es algo que se vive
como una profunda injusticia y con mucha impotencia. Como afirma Araceli, en Barcelona: “en
nuestro caso si queremos tener hijos el vacío legal es inmenso. Porque la que no es la madre
biológica tiene poquísimos derechos sobre la criatura en estos momentos”.
El actual estado de la ley se traduce en situaciones tan dramáticas como que la madre no
legal 11 no puede hacerse cargo de su propio hijo en el caso que la madre biológica muera. Asimismo,
como plantea Montserrat, no existe ninguna norma legal que regule qué pasa con los hijos en común
en casos de separación de la pareja. Montserrat señala: “(en caso de separación) yo lo tendría muy
jodido. Lo que pasa es que tampoco le puedo exigir nada a ella nada porque no hay ninguna cosa
legal (...) Ni que ella quiera, que quiere, no podemos hacer nada”. Esto indudablemente tiene
consecuencias para la pareja. Neus le dice a Montserrat: “Claro, si tú desapareces perderías al niño”
9
Viñuales afirma que las lesbianas que deciden ser madres de común acuerdo “experimentan esta decisión
como vinculada a la revelación de su identidad a su familia” (1999: 166). Sin embargo, algunas mujeres,
como Rosa, logran desvincular en el discurso frente a sus padres su identidad lésbica de su maternidad
compartida.
10
Este temor tiene fundamento ya que hace pocos meses los medios de comunicación dieron gran cobertura al
caso de una mujer lesbiana a la que la justicia le quitó la custodia de sus hijas esgrimiendo como razón que la
madre convivía con su pareja mujer.
11
‘Madre de hecho’ es la expresión que utilizan algunas informantes para referirse a la madre no legal o no
biológica.
y Montserrat afirma: “Yo nunca voy a plantearme una separación (...) En el momento en que me
separe de ella, me separo de ella y del niño”. Las lesbianas catalanas perciben que la desprotección
legal de una de las madres es perjudicial no sólo para la madre de hecho sino para toda la familia.
Esta falta de reconocimiento legal y, muchas veces, social, se traduce también en problemas
en la vida cotidiana. Por ejemplo, Montserrat sostiene que si su hijo se enferma para ella es difícil
pedir días libres para cuidarlo. Esto sólo lo puede hacer Neus, quién es la madre biológica de Pau y a
quién en su trabajo vieron embarazada. Montserrat muchas veces necesita días libres para cuidar a
su hijo: “entonces tienes que pedir una hora pero tampoco puedes decir que es para cuidar al niño
porque se supone que no tienes hijos”.
A pesar que actualmente no existe ninguna solución a este problema, las parejas lésbicas
intentan buscar formas de suavizar la situación de desamparo en que se encuentra una de ellas con
respecto a su maternidad. Y es así como surgen temas como el lograr que los hijos en común lleven
los apellidos de ambas, el que la madre biológica nombre como tutora del hijo a su pareja y el hacer
un testamento donde se establezca quién se hará cargo del niño a la muerte de la madre biológica.
Luz y Carmen, en Santiago, han decidido que Carmen hará un testamento donde dejará estipulado
que Luz adoptará al niño en caso de muerte.
Sin embargo, estas medidas no cambian sustancialmente la situación que sólo una de ellas es
reconocida legalmente como madre. El que los hijos lleven el apellido de sus madres no pasa por
reconocer la maternidad de la madre no legal y la figura de la ‘tutora’ sólo es válida cuando la madre
biológica se ausenta temporalmente o está enferma. Del mismo modo, como afirma Montserrat, es la
madre legal la que tiene el sartén por el mango y si luego quiere cambiar el testamento puede
hacerlo. Greta señala: “pero por muchas trampas que hagas a la hora de que tu hijo tenga un libro de
familia, unos apellidos ¡puf!, cualquier cosa que le pase desde ir a un hospital, si no eres familiar no te
dejan entrar. A ver, con eso no puedes hacer trampas, es algo más serio”. Borneman (1997) nos
habla de cómo las personas cambian la interpretación legal de las normas formales de parentesco
heterosexual para adaptarlas a sus necesidades reales de cuidar y ser cuidadas. Los ejemplos que
hemos dado sobre la búsqueda de soluciones para lograr el reconocimiento de la madre no legal o
biológica ilustran muy bien esta reinterpetación 12 . Sin embargo, como afirma Greta, hay situaciones
que, de acuerdo a como está la ley actualmente, son insalvables. De esta forma, en palabras de
Borneman, el estado y su ley –que son el poder institucional más poderoso de nuestro mundo
contemporáneo con capacidad para otorgar derechos y privilegios– niega a lesbianas y gays una
necesidad humana fundamental: el cuidar y ser cuidado.
Reflexiones finales
Weeks (2001) señala que el movimiento gay lésbico ha oscilado entre la ‘trasgresión’ y la
‘ciudadanía’. La ‘trasgresión’ desafía el orden sexual existente y sus valores asociados. Asimismo,
presenta una crítica a la forma social de la familia y propone buscar alternativas a esta institución que
es percibida como asfixiante y anticuada. En la ‘ciudadanía’ se habla de equidad y justicia, retando al
orden existente a reconocer la diferencia y a redefinir el terreno para la inclusión total. Aquí hay un
énfasis creciente en el reconocimiento de los derechos relacionales para los homosexuales. Estas
reivindicaciones son expresadas en el lenguaje de la familia. Ya no se habla de reemplazarla sino
más bien de validar familias alternativas y reconocer la pluralización de las formas de vida familiares
(2001: 14 – 17). En este esquema, las mujeres lesbianas se encuentran en un movimiento de
ciudadanía, donde se reivindica el reconocimiento de las formas alternativas de familias que
representan las conformadas por parejas lésbicas. A este respecto, más que un énfasis en la
diferenciación o en el rechazo de los modelos de familia existentes, hay una exigencia de legitimación
legal y social de las familias que ellas forman. Sin embargo, esto no implica que exista una definición
de familia homosexual en oposición a la familia heterosexual. Las mujeres entrevistadas no observan
grandes diferencias entre las familias que ellas, como lesbianas, han construido y lo que se podría
12
Por ejemplo el caso del cambio legal de apellidos para que el hijo tenga los apellidos de sus dos madres.
llamar el modelo de familia tradicional o heterosexual. En otras palabras, las narrativas de las
lesbianas hablan de inclusión más que de diferenciación.
Una pregunta que se podría plantear es en qué se diferencia una familia compuesta por una
pareja de madres y un niño de una familia conformada por un padre, una madre y un niño. ¿Son dos
modelos distintos de familia?, ¿corresponden los dos a un modelo de familia nuclear? Expuesto de
otro modo: ¿cuán desafiante es para la teoría del parentesco y para nuestra sociedad el que las
familias estén compuestas por parejas homosexuales? La respuesta inicial a este interrogante
reclama de un análisis en profundidad de la relación entre identidad sexual y significado de familia
que va más allá de los límites de este artículo. Una primera aproximación estaría dada por el hecho
que a diferencia de los entrevistados por Weston (1991) y Weeks (2001) los informantes de estas
investigaciones no suelen hablar de la existencia de una familia homosexual. Los informantes
manifiestan que no se puede generalizar al hablar de ‘la familia homosexual’ pues existe una gran
variedad de formas familiares y, también, muchas maneras de entender la noción de ‘familia’. Existe
la idea que la realidad homosexual es heterogénea y el modelo de familia que se asumirá dependerá
de cada persona o pareja, tal vez influido por su identidad sexual pero no determinado. De este
modo, hay distintas posiciones con respecto a si una pareja constituye una familia o no, o si para
conformar una familia es necesaria la residencia común. Aquí, el eje articulador no es
necesariamente la identidad sexual.
Si bien los hijos pueden estar vinculados legal y/o biológicamente a sólo una de sus madres,
las entrevistadas sostienen que sus familias no se diferencian substancialmente del modelo clásico
de familia nuclear. Más bien, ellas demandan ser reconocidas como familias ‘normales’ donde la
existencia de dos madres en vez de un padre y una madre carece de importancia. Bohannan (1992)
plantea que se debe distinguir entre la procreación, que implica los procesos biológicos de
concepción y parto de la siguiente generación, de la reproducción, que incluye la procreación y llevar
a la progenie a la edad adulta. Este último concepto incluye el acto sexual y el cuidado y
enculturación, es decir, la crianza. Por lo tanto, la procreación se considera un hecho eminentemente
biológico, mientras la reproducción incluye también ingredientes culturales y sociales. De acuerdo con
este autor, si la sexualidad está culturalmente circunscrita a la procreación, la homosexualidad será
considerada anómala porque la procreación no puede tener lugar en un acto sexual de dos personas
del mismo sexo. Bohannan aclara que las tareas de reproducción que subyacen a la procreación no
excluyen a las parejas homosexuales.
En Chile se utiliza el argumento que los homosexuales no tienen capacidad procreativa para
excluirlos del parentesco y así fundamentar la negación a los derechos de matrimonio y adopción 13 .
Hoy, en el ámbito internacional, se debate el que la familia esté basada sólo en la procreación. La
separación del sexo y la procreación ha dado más facilidades a las lesbianas para ser madres. El
discurso imperante ha negado la capacidad reproductiva de las lesbianas, argumentando que los
niños no pueden ser criados por homosexuales. Sin embargo, esto es ya una realidad y existen
muchos casos de niños que han sido adoptados o han nacido en el seno de una familia lésbica. Las
lesbianas siempre han podido procrear, ya que su identidad sexual no se los impide. Las mujeres
entrevistadas tienen conciencia que son fértiles. Éste ha sido un tema central en sus vidas. El
problema radica en la condena que la sociedad hace de la homosexualidad. Como consecuencia,
muchas mujeres han escondido su homosexualidad para poder tener hijos. Lo único que las mujeres
lesbianas no pueden hacer es tener hijos biológicos con su pareja. Pero la capacidad de las lesbianas
o parejas lésbicas para criar y cuidar a sus hijos no es distinta de la que puede tener cualquier
persona o pareja heterosexual.
En relación con la reproducción es interesante reflexionar sobre el papel que ha tenido la
inseminación artificial en la noción de familia que prevalece entre las lesbianas. Con la inseminación
13
La posibilidad de adopción por parte de parejas heterosexuales nunca se ha cuestionado. Cuando se niega el
derecho a adoptar a parejas homosexuales lo que se está cuestionando es la capacidad de gays y lesbianas
para criar y cuidar hijos.
el acto sexual se desliga de la procreación. Para las mujeres lesbianas la inseminación se ha
transformado en una herramienta poderosa para concebir hijos en pareja. Antiguamente muchas
lesbianas para quedar embarazadas tenían relaciones sexuales casuales con algún hombre. La
diferencia es que ahora no necesitan recurrir a esta estrategia para tener hijos.
Llama la atención que está ausente como tópico en las narrativas de las parejas lésbicas el
hecho de no poder tener hijos biológicos en común. La sangre, la biología, los genes, parecen
carecer de importancia; es la crianza y la socialización la que marca la maternidad compartida. Entre
las mujeres lesbianas no se habla de a quiénes pertenecen los genes del hijo o de ‘a quién se
parece’. Para estas parejas la distinción entre madre ‘verdadera’ o ‘biológica’ sólo surge en las
narrativas cuando se hace referencia a la desprotección legal de la ‘madre de hecho’. Tampoco está
presente en las narrativas el hecho que al inseminarse están recibiendo semen de un donante y por
tanto su hijo tendrá la sangre o los genes de otra persona. Este aspecto no parece relevante o, al
menos, no surge en el discurso. De acuerdo con lo anterior, a pesar que la procreación y la
reproducción están en el seno de las familias conformadas por parejas lésbicas, la biología no lo está.
La procreación y la reproducción se entienden más bien en la clave del cuidado y la socialización que
en el de la sangre. Esto permite que ambas mujeres sean madres, independientemente de cuál es la
que tiene el vínculo consanguíneo con el niño o niña. Las mujeres lesbianas, al quitarle el privilegio a
la sangre como el gran significante de las relaciones de parentesco redefinen lo que entendemos por
familia.
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