La Vida de un Coco - PDF 34.7 KB.
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“La Vida de un Coco” Un cuento escrito por: Leandro Paolini Somers. 1 Despertarme a la mañana con olor a vieja y perfume barato no me es nuevo. No es porque me guste travestirme por las noches, sino que ante la falta de mujeres lindas...tiendo a cojerme a cuanta mujer me devuelva una sonrisa. Incluso aquellas divorciadas frustradas, que se perfuman con colonias baratas luego de salir de la ducha. El salir a la disco de moda me da pereza, no porque quede lejos, sino porque está tan IN...que no puedo más que sentirme OUT. Marginado y meado por un dios cínico, es el sentimiento diario, aunque él no tenga la culpa...cuando uno no culpa a sus padres por los males del universo, se queja de dios y las desgracias a las que uno mismo se somete. O sea, jamás he visto a dios, jamás he creído en él y por consiguiente no tiene la culpa del rumbo que le doy a mi vida: El rumbo sin rumbo. Entonces, ¿Por qué evito la disco chic? Intento socializar en el bar donde me siento menos desubicado. No me malinterpreten, sigo siendo el mismo gil que se sienta sólo en la escalera a tomar su capuchino, mientras los hinchados del gimnasio y las nenas de papá se florean por los pasillos de la universidad. Considerando esa actitud, no esperen que sea el alma de las fiestas, ni el guarro más divertido. Soy una persona que siempre se siente desubicada, un tipo aburrido. La vida apesta, bienvenido, sonríe, Dios te ama. Volviendo al bar, entro a los recintos de socialización urbana más frecuentados...pero se me hace imposible socializar. Básicamente, tomo mi cerveza y me siento en un rincón mientras detesto a la gente que me rodea, viéndolos utilizar sus mascaras de felicidad, hipócritas, ignorantes. Luego, espero hasta estar medio borracho, o a que sean las 5 a.m, y me doy por vencido, vuelvo a casa solo. Entonces, seguramente se estarán preguntando cómo me acosté con esa vieja ayer. Muy fácil. Se me acercó y me preguntó: -¿Querés coger, nene? 2 A los cuarenta y tantos, y después de un divorcio y varias copas de champagne, las mujeres no tienen mucho problema en encarar así. Y yo soy hombre, solo el 8% de mi raza diría que no. Yo no pude. ¿Por qué? Ya les he dicho: Porque soy hombre. Y este puto perfume que no se me quita, no importa cuento refriegue en esta ducha que tiene una presión de agua que cae lenta y tibia como la meada de un gato. Me termino de vestir, me pongo mis kakis y mi camisa de marca, con el perfume de marca. Todos con el diminutivo de Thomas. No porque me guste, sino porque así en la oficina paso desapercibido. A los Trajes mejor pasarles bajo radar. Dios no permita que mi cuerpo de espantapájaros y mi atuendo oscuro de fin de semana sea observado por los seguidores de las celebridades de Hollywood. Al no tener una vida (la empresa es la dueña de sus vidas), hacen empatía barata y escapista viendo cine popcorn para después comentarlo a primera hora de la mañana, o durante el almuerzo. Nada más previsible que un bicho de oficina. Llego tarde al trabajo, pero soy la persona que todos detestan adorar, por ende está bien que llegue tarde. Incluso si mi jefe no ha tenido suerte con su mujer la noche anterior, se descarga gritándome. Yo, que sí tuve suerte con la vieja de perfume rancio –que, de paso, me dio una mamada espectacular-, pongo cara de samurai arrepentido ante su Shogun: cabeza baja, mirada triste... Infla su ego y me permite llegar tarde. A la hora del almuerzo, las mujeres comen su ensalada...y los hombres se comen todo. Ansiedad oral le dicen. Yo como lo que haya salado y tomo una bebida cola. El día de mañana me quitan las bebidas colas, y el ginseng, y este ser que escribe...entraría en un letargo casi reptileo. Todos tenemos una adicción: Tomar bebidas cola, alcohol, pastillas para dormir, ver películas, drogas. Todos tenemos una adicción. 3 Al ver a las chicas más lindas comer sus ensaladas, me pregunto cuándo conoceré a una mujer linda que no pretenda ser una súper-model, que tenga personalidad y se pida una hamburguesa en su primera cita, que decida, sin ser caprichosa, que me acompañe en mi sillón mientras veo una película de Tim Burton y venga a escalar sin preocuparse por sus uñas. ¿Dónde esta mi mujer perfecta? Por la tarde abandono la oficina cerca de las 6 p.m. El horario de salida es a las 5 p.m, pero si salís a esa hora sos considerado un vago. No importa que tus mediocres compañeros de cubículo se queden hasta las 8 p.m paseando fotocopias por los pasillos, como quien pasea a su perro el fin de semana. Si te quedás hasta tarde sos trabajador, si terminas todo y te retiras en el horario que te corresponde, sos un vago. Me voy hasta la tienda de comida de unos pakistaníes que está cerca de casa. Me pido un sándwich de atún para compensar las toneladas de pizza que he ingerido durante el fin de semana. Al llegar a mi departamento comienzo a comer mi sándwich y al tercer mordisco encuentro un diente, no puedo más que pensar en un maldito pakistaní leproso preparándome el sándwich. Justo antes de abandonar el apartamento, para darle una paliza digna de la película “Expreso de Medianoche”, me doy cuenta que me falta un diente. No era un diente pakistaní, el diente era mío. Me río al imaginar la situación que se podría haber dado. Decido poner un canal con sitcoms en la tele para no tener que pensar cuán vacía es la vida. Entro en ese estado idiota mirando al televisor...hasta que me quedo dormido. Por la mañana me despierta la luz, ya son casi las 6:30 a.m, eso me da tiempo para darme una ducha y comprarme mi “café late jumbo” para llevar, en la cafetería cerca de la parada del colectivo. Es el lugar frecuentado por las mujeres con cara de Barbie y los 4 hombres con delirio de Vin Diesel, pero con la apariencia de Bill Gates. Bill Gates y algún que otro Stephen Hawkins. Decido pararme, y mear antes de olvidarme y tener que mear en la ducha producto del incesante repiqueteo de las gotas en el piso. Me quito el boxer y veo una mano negra sosteniendo mi pija negra. La mano negra es mi mano negra. Me miro al espejo y parezco un pariente cercano de Shaka Zulú. Siete horas atrás era tan blanco como las nubes. Si me convertí en negro ¿Será mi pasaporte africano? Me despierto 20 minutos más tarde en el suelo. Creo que me desmayé. Me da pánico verme en el espejo, pero logro tomar coraje y lo hago. Aún tengo los labios anchos y morados como dos salchichas colocadas paralelamente en posición horizontal sobre mi boca. Me vuelvo a desmayar. Minutos más tarde me doy una ducha, intentando que se me quite el espejismo, quizás producido por el sándwich de atún del pakistaní. Quizás, el diente no era suyo pero me hizo magia y ahora estoy todo negro. Encima el tamaño de mi miembro no ha aumentado. Malditas leyendas urbanas. Ni siquiera una buena. Decido sentarme en el sillón a pensar qué hacer. Aún me miro y no lo puedo creer, parezco un moretón con patas. Me visto y voy al hospital a ver a un dermatólogo. Quizás tengo la enfermedad de Michael Jackson, en un efecto reverso. Subo al autobús y confirmo que soy negro. No se me sienta nadie al lado y los que me rodean me ven como si fuera un ladrón. ¿Acaso pasan los negros por este tipo de mierdas todos los días? Creo que bajo esta condición me podría clasificar como a un coco: Como llamamos a los negros en la universidad: Negros por fuera, blancos por dentro. Es complicado, o al menos lo era, pensar en un negro educado como totalmente negro. 5 Bajo del autobús y voy hacia el hospital público, no puedo ir a la clínica privada de la compañía porque en el carné soy blanco. Espero cerca de dos horas en la sala de emergencias hasta que logran ubicar al dermatólogo de turno. Entro a su oficina y le cuento lo sucedido. El doctor me dice: -“¿Y Ud. cree que yo soy tan idiota que me voy a tragar el cuento para ir a buscar ayuda al pabellón de los locos, así puede buscar drogas en mi oficina para después venderlas? Vayasé, por favor” Tuve que salir corriendo. Me sentí como “el Fugitivo”...versión negra. Maldito cabrón de delantal, se cree que por el solo hecho de que estoy negro soy un criminal. Malditos blancos. Decido volver al departamento y llamar a un amigo. Le digo que me ha agarrado una condición en la cual soy sensible a la luz y que por eso le abriré la puerta y lo invitaré a pasar con la luz apagada. Media hora más tarde llega mi amigo. Al principio logro hablar de estupideces para romper el hielo. Finalmente le cuento mi tragedia. Cuando enciendo la luz me arroja un velador gritándome: -¿Dónde esta mi amigo hijo de puta? Le logro sujetar y al menos confirmo que los negros son más rápidos que los blancos. -Ok, sino soy tu amigo ¿Cómo es que sé cómo debutaste sexualmente? -¿Cómo lo hice negro cabrón? -Con un perro cuando tenías doce años. - Antonio... ¿Cómo mierda te volviste negro? Le llevó unos minutos aceptarlo, para después pasar a la carcajada más contagiosa que escuché en mucho tiempo. -Antonio, al menos ya tenés el disfraz para Halloween. 6 Los amigos de verdad deben ser así, te aceptan como eres. No importa lo viejo, pobre, marica o lo negro. Un amigo siempre te va a ayudar. -Y decime, Tony ¿Qué tal la nueva verga? -Sigue del mismo tamaño imbécil. -Carajo, ni ahí sacaste ventaja. Decidimos hacer una “mexican night”, comiendo tacos y bebiendo tequila. Nada mejor que emborracharte, reírte del puto destino, Dios, o la magia pakistaní, y festejar el acontecimiento de que ahora soy negro. Al menos ahora me van a robar menos. La bizarra noche mejicana en la que un blanco y un negro se atoran de tacos y se bajan dos botellas de tequila duró hasta las 4 a.m. Horario en el que decidimos salir a la disco, la disco chic, la disco IN. De todas maneras así no me puedo presentar a trabajar, no hay camisa o pantalones que disimulen mi persona. Al menos ya no. Al entrar en la disco la fuerza de la costumbre hace que me compre una cerveza y me siente cerca de la barra en un rincón oscuro. Increíblemente camuflado por mi actual falta de melanina, mi amigo me recuerda que ahora que soy negro puedo bailar...y ligar mucho más. Tengan en cuenta que a veces está de moda ser negro. Al menos en la música, en la moda y para salir de putas. Para la vida real, los casamientos inter-raciales, aún son tabú. No es que realmente me importe casarme. Estoy en contra del matrimonio de todas formas. Al menos en lo que a mí respecta. Creo que los casamientos deben ser como los contratos laborales. Deben tener una fecha de expiración y una posibilidad de renovación. Si hay amor, renovás, si no...cuidate mucho y hasta luego, estaremos en contacto. Creo que es 7 poco probable que dos personas se amen para siempre. Los matrimonios son monumentos al conformismo. Regresando a la disco, decidí aceptar el legado de mi nueva máscara genética y probar si los genes que tengo comprobaban el mito de la facilidad de los negros para bailar. Las historias eran ciertas, los negros pueden bailar...el ritmo se siente diferente, no puedes parar de moverte, y por favor, no me consideren racista...digamos que no estoy en una posición para serlo. Las mujeres venían y me hablaban, todo era diferente. Supongo que ellas también se creen el cuento de los negros y la magna-verga. Ilusas. Y así fue mi vida en esos días, salir día a día de juerga, a veces en compañía de mi amigo, a veces solo. Viviendo de mis ahorros, y renunciando a la compañía para la cual trabajaba. Intentando buscar otro trabajo y visitando a especialistas que intentasen encontrar una cura para “mi enfermedad”. En su gran mayoría, me miraban como si estuviese loco y me recomendaban ir al psicólogo. Así fue que comencé a ir a uno. Al menos para intentar acostumbrarme a la idea de ser negro por el resto de mis días. Algunos psicólogos me ayudaron, aunque no dejaban de creerme loco y trabajaron sobre mi autoestima. El problema de los psicólogos es que no son sólo sus pacientes los que están locos. Ingresan en la universidad, en la carrera de psicología porque están jodidos del coco y quieren buscar respuestas para sus propios rollos. Con la excusa de que quieren ayudar al prójimo se terminan creyendo el cuento de que realmente lo pueden hacer, y así comienza el círculo vicioso de un chiflado intentando curar a otro desequilibrado. Así fue que conocí a Analía. Al salir del psicólogo. No es el lugar más auspicioso para conocer a alguien, cupido te flecha y no hay lógica que se pueda aplicar. Simplemente es así, cuando aparece la mujer de tu vida...lo sabés. ¿Cómo? No lo sé, simplemente lo sentís. Y el sentimiento es recíproco, la presión social, las recomendaciones de los amigos y 8 amigas son simplemente detalles. La primera vez que nos vimos, salimos del Instituto Jungiano donde nos analizamos y compartimos un taxi. Yo le cedí el mío y ella me dijo que lo podíamos compartir. La conversación de por qué veíamos un analista, nos llevó a entrar en un café. Tengan en cuenta que sólo le hablé de mi problema de ser negro, y el rechazo social y blabla. Ella me contó su problema, superado, debido al divorcio de sus padres cuando era adolescente. Su actual visita al psicólogo era ya casi por costumbre, para que alguien la escuchara. De todas maneras, ese café se extendió a una cena en mi departamento y a pasar la noche entera teniendo sexo. Fue una noche de esas de soft-porn. Al menos lo parecía, nunca había ligado tan fácil, ni había pasado toda la noche cojiendo como si no hubiese mañana. Más allá del espectacular sexo que tuvimos, todos sabemos que no es lo principal, pero que es un pilar básico de toda relación adulta. Si el sexo no anda bien, estás hecho. Con Ana era increíble. ¿Cómo describirla? Tez blanca, pelo marrón, ojos verde-azulados y una sonrisa que humillaría a Julia Roberts. Del tipo de mujer que te abraza en la cama, pero que sabe cuando uno necesita su espacio. El tipo de mujer que no discute por tonterías, que da su apoyo como si fuera el bastón de uno, que asiste en el camino, pero que no lo marca, ni se encapricha, es de las que dicen: -¿Me amás? ...entonces no discutamos más. La especie de mujer que cuida su figura, pero se pide un milk-shake con patatas fritas porque le place. Y sin importarle que el milk-shake es más postre que bebida. La mujer que ama el cine y camina tomando café hasta la madrugada, hablando de cuán podrido está el sistema o de lo maravillosa que es la mitología nórdica. La mujer perfecta, mi mujer perfecta. 9 Por ella, logré conseguir trabajo en un bar del tipo caribeño. Siempre quise trabajar en un bar así. Pasar la música que a uno le gusta, preparar algunos tragos, escuchar historias, hablar en otros idiomas con turistas y tener a tu novia apoyada sobre la barra, mirándote y sin que tu jefe se enoje. Al carajo el cubículo y la ropa de marca. Nunca más. Ella tampoco creía en el matrimonio eterno y estaba de acuerdo en que el mundo era muy cruel para traer hijos. Al menos hasta que tengamos mucha plata para que no les falte nada y logren tener más de lo que nosotros tuvimos cuando éramos niños. Nuestros planes a futuro eran: vivir juntos, tener dos perros...y ser felices. Al menos esos eran los planes. Una mañana desperté de madrugada y decidí ir al baño a mear. Y espantado vi como una mano pálida agarraba un pito blanco. Mi mano blanca, mi verga blanca. Analía vio la luz y pasó por el baño a ver si estaba bien. ¿Cómo explicarle que su novio negro era verdaderamente blanco? Que la sobrecarga de melanina en mis células se había ido. Que la maldición pakistaní, se había disipado. Analía, asustada e histérica, abandonó el departamento amenazando con llamar a la policía acusándome de secuestrador y maniático sexual. Yo, blanco, desnudo y sollozando, en un cuadro patético, intentaba explicarle mientras ella huía hacia la puerta. Después que la vi cruzar la puerta hacia la calle, me senté solo en el sillón. Me sentí solo, en el sillón y en el mundo. Y me puse a llorar ante la broma a escala cósmica que me había enviado el destino, o el cínico de Dios. Entonces, decidí abandonar el departamento. Me mudé en un fin de semana con la ayuda de mi amigo y la gente contratada de la mudadora. Si la policía hacía caso al llamado de Analia, irían en busca de un blanco secuestrador de un negro. Quizás, hubiera terminado yendo a la cárcel, por secuestrador y nazi. Y no me gustaría entrar a la cárcel con esa fama y tener que codearme con los negros de la prisión. 10 Logré conseguir un buen departamento pero tuve que renunciar a mi trabajo. Lo hice por teléfono. Me dijeron que estaban preocupados por mí, que Ana había estado buscándome, pero, ¿Cómo explicarles? Decidí mentirles. Fue lo más fácil. Les dije que me iba a vivir al caribe, a probar suerte. No me creyeron, de todas maneras me desearon suerte. Conseguí empleo nuevamente trabajando para una multinacional. Tuve que volver a mis kakis y mi ropa de marca. Sin embargo el vacío interior era demasiado grande. Me faltaba mi vida. La verdadera, con Analía a mi lado y el trabajo que disfrutaba. Todo esto lo tuve por un breve tiempo. Paradójicamente, en un mundo gobernado por blancos, yo tuve todo lo que quería de la vida siendo negro. Intenté visitar a Analía en su departamento, algunas veces borracho, otras veces más sobrio. Jamás me contestó. Siempre me acusó de loco, y llamó a la policía. Y yo terminé corriendo con lágrimas en los ojos. Me enteré por sus vecinos que se mudó, al caribe dicen. Les creo. Y así es como definitivamente continúo mi vida. Regresando a los bares y a las discos vestido de negro, encontrando la protección que siento cuando salgo de noche y me visto con ropa oscura. Al ser el blanco espantapájaros que se viste de negro, que vuelve a trabajar vistiendo sus kakis y su ropa de marca, y se sienta en un cubículo dejando parte de su alma en una compañía extranjera. Y digo sólo una parte, porque la otra parte se fue con Ana, con la mujer que más amé en mi vida. La mujer con la que fui feliz...cuando era negro. 11