La urgencia de la educación Harald Beyer Centro de Estudios
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La urgencia de la educación Harald Beyer Centro de Estudios
La urgencia de la educación Harald Beyer Centro de Estudios Públicos “...alguien nos tiene que decir lo que es importante porque hace tiempo dejamos de saberlo.” Richard Ford, A Multitude of Sins. 1. Un planteamiento inicial El énfasis lo ponemos en estas líneas en la educación básica y media. No parece haber ninguna razón estructural para pensar que nuestros estudiantes socialmente más desaventajados no puedan obtener resultados similares o superiores a los alumnos más pobres de Tailandia o Túnez1 . En la actualidad los logros académicos de nuestros alumnos más pobres están un 20 y un 15% por debajo de sus pares tailandeses y tunecinos, respectivamente. Nuestros alumnos más aventajados tampoco lo hacen muy bien. No alcanzan los promedios internacionales generales, “honor” que sólo compartimos con Filipinas. Ni siquiera podemos hablar de que en Chile exista una buena educación para los más ricos. No nos debe extrañar, entonces, que Chile coloque tan sólo a un 1% de sus alumnos en el grupo del 10% superior de rendimiento. Estos resultados, así como lo de otros estudios, sugieren que más allá de nuestra realidad económica y social los desafíos en educación son enormes. Pero se requiere abordarlos con decisión. Se ha hecho un esfuerzo significativo allegando recursos públicos y privados a educación. Entre 1990 y 2002 el presupuesto de educación habrá pasado de un 2,5% a un 4,5% del Producto Interno Bruto. Si a ello se agregan los tres puntos porcentuales del PIB que, aproximadamente, gastan los privados en educación nos encontramos con un país que gasta aproximadamente un 7,5% de lo que produce en educación, lo que nos ubica entre los 20 países que relativamente más gastan en educación en el mundo. Lamentablemente la productividad de estos recursos es poco satisfactoria. La productividad de los recursos públicos por estudiante ha caído a un ritmo anual de entre un 6 y un 11% en los 90 (el rango está dado por la estimación que hagamos respecto de lo que ha pasado con la calidad de la educación en este período). La verdad es que nadie debería esperar aumentos en la productividad de los recursos pero tampoco caídas de esta magnitud. 1 Aquí haremos fundamentalmente referencia a los resultados obtenidos por Chile en la prueba TIMSS de 1999 que comp rendió las disciplinas de matemáticas y ciencias. Una buena educación puede contribuir a la competitividad y al crecimiento económico del país a través de dos vías: elevando la productividad de nuestra fuerza de trabajo, potenciando el desarrollo de áreas de mayor valor agregado. Pero esta dimensión de la educación tal vez no sea la más importante. Una buena educación también ayuda a construir una sociedad de mejores personas y puede ayudar a reducir las significativas desigualdades económicas que afectan a nuestro país. El primero y tercero de estos temas son los que pretendo abordar de una manera relativamente informal en las líneas que siguen. Una aclaración previa parece imprescindible. Las demandas sobre nuestra educación son múltiples. Es natural que ello sea así. El sistema educacional es, al fin de cuentas, una de las instituciones que más contribuye a la cohesión social en cualquier país del planeta. Más allá de las distintas demandas que se le planteen creo que un sistema educacional no puede renunciar a satisfacer un estándar mínimo de calidad académica. Alcanzar ese estándar es algo a lo que no se puede renunciar. Los estándares de las diversas pruebas internacionales en las que Chile se encuentra participando son razonables, exigentes para nuestros actuales niveles de rendimiento, pero no imposibles de alcanzar para nuestros actuales niveles de desarrollo económico y social y de gasto público en educación. Por último, antes de comenzar, no puedo dejar de señalar que la evidencia empírica que liga a la educación con el crecimiento económico es prácticamente inexistente. Tanto es así que le ha llevado a expertos como Lant Pritchett preguntarse “¿Hacia dónde se ha ido toda la educación?”. Numerosos países han experimentado significativos aumentos en sus niveles educacionales sino que ello se haya traducido en ningún cambio apreciable en su tasa de crecimiento económico. Aquí creo que hay dos caminos para salir de esta encrucijada. La primera y más obvia es que como en muchos aspectos de la vida no importa tanto la cantidad como la calidad. Aumentos en el número de años de educación, que muchas veces se logra elevando los años de educación obligatoria, no necesariamente significan elevar las habilidades de las personas que reciben esa educación. Como son esas habilidades las que importan para el crecimiento económico la conclusión parece obvia: más años de educación no necesariamente significan más crecimiento económico. Estudios que han tratado de capturar, todavía muy imperfectamente, la calidad de la educación en sus estimaciones parecen sugerir que aquí si hay un factor que tiene incidencia en el crecimiento económico. Un segundo camino para enfrentar la evidencia que sugiere que no hay relación entre crecimiento y educación es sostener la vieja artimaña de que una buena educación es una condición necesaria pero no suficiente. Si es más rentable hacer lobby, si los precios están distorsionados, si los derechos de propiedad no están bien protegidos, en fin si los proyectos que generan riqueza no son rentables, difícilmente llegarán las tecnologías y las inversiones necesarias para aprovechar a la población educada. Sin incentivos e instituciones adecuadas una buena educación no rendirá los frutos esperados. En general, en Chile los incentivos para el crecimiento están. Por eso las reformas de la educación que eleven el rendimiento educacional de nuestros estudiantes y permitan que se expandan las habilidades de nuestra fuerza de trabajo deberían tener, en el mediano y largo plazo, un impacto significativo sobre la capacidad productiva del país y seguramente también sobre la capacidad de atraer nuevas tecnologías. Una fuerza de trabajo poco hábil no resulta atractiva para inversiones sofisticadas. 2. ¿Qué tan mala (o buena) es la educación en nuestro país? Aquí seguramente hay opiniones diversas. La verdad es que si uno mira indicadores tradicionales de eficiencia interna –egreso oportuno, tasas de repitencia o egreso total– los resultados sorprenden positivamente mente. Así, por ejemplo en los últimos doce años los tiempos de egreso de la educación básica se han reducido, en promedio, en poco más de un año. Siguen siendo, sin embargo, 9,5 años y se discute hasta qué punto esto es resultado de una mejor educación o de una creciente promoción social. La discusión no es menor porque efectivamente esperaríamos que una escuela de calidad tuviese menores tasas de repitencia pero en la medida que esas menores tasas obedeciesen a criterios formales más que pedagógicos indudablemente que nos estaríamos engañando. Cuando uno pone el peso de la prueba en los resultados que se obtienen a partir de pruebas internacionales los resultados nos comienzan a inquietar. Suficientemente conocidos son los resultados que han obtenido los adultos chilenos en la Prueba Internacional del Adulto Lector: un 82% de nuestros compatriotas no alcanzaría los niveles necesarios de comprensión lectora que requieren las sociedades modernas actuales para desempeñarse adecuadamente en el mundo del trabajo. Menos destacado es el hecho de que si uno controla por el nivel educacional a través del tiempo no ha habido ningún avance generacional. Así el nivel de comprensión lectora de una persona de 60 años con educación media no es inferior que el nivel de comprensión lectora de una persona de 20 años con el mismo tipo de educación. “¡Qué 20 años no es nada ...!” dice la canción. Pues en educación tampoco parecen serlo 40. Por lo menos en Chile. La persistencia de los resultados (mediocres) en educación parece ser una constante en nuestro país. El gráfico siguiente resume adecuadamente mi preocupación y la mis compañeras y compañeros de trabajo en el CEP. Gráfico N°1 Producto per cápita (ajustado por paridad del poder de compra) y Rendimiento en Matemáticas en el TIMSS 650 600 Singapur Corea Hong Kong Taiwan Bélgica Resultados TIMSS Matemáticas 550 Rep. Eslovaca Hungría Rusia Malasia Letonia Bulgaria 500 Moldavia 450 Japón Rumania Rep. Macedonia Lituania Finlandia Eslovenia Rep. Checa Holanda Canadá Australia Inglaterra Nueva Zelandia Tailandia Túnez Chipre EEUU Italia Israel Turquía Jordania Irán 400 Chile Indonesia 350 Marruecos Filipinas 300 Sudáfrica 250 0 5000 10000 15000 20000 25000 30000 PNB per cápita (ajustado por PPP) El gráfico N°1 muestra el rendimiento de los 38 países que rindieron la prueba TIMSS de matemáticas comparado con el producto per cápita (en dólares ajustado por el poder de compra) de esos países. La línea (roja en mi pantalla) que aparece en el gráfico refleja el mejor ajuste posible entre ambas dimensiones (se corrige por el número de alumnos en la sala de clases). La correlación entre ingreso per capita y rendimiento educacional es evidente, pero menos robusta de lo que uno podría pensar. Se explica fundamentalmente porque el grupo de países de altos ingresos tienen, en promedio, mejor resultados que los países de bajos ingresos como grupo. Si nos concentramos en los países de menos de US$10.000 de ingreso per cápita vemos que la correlación señalada prácticamente se esfuma. Lo mismo sucede si sólo consideramos a los países de ingresos superiores a ese nivel de ingreso per cápita. Esto sugiere que el rendimiento educacional de los países está sólo parcialmente afectado por el nivel de ingreso per cápita y consecuentemente por el nivel de gasto en educación. Si analizamos los rendimientos efectivos de los alumnos chilenos podemos comprobar que estos están alrededor de 70 puntos por debajo de lo que deberíamos permitirnos nuestro nivel de ingreso per cápita. Por supuesto, este ejercicio supone una meta razonable pero modesta: un rendimiento equivalente al promedio (una vez que se ajusta por ingreso per capita) de todos los países que rinden el TIMSS. Es modesta porque hay países que tienen rendimientos que están muy por encima de lo que le permitiría su realidad objetiva. Una meta ambiciosa sería alcanzar un rendimiento equivalente al de esos países. Este insatisfactorio resultado es sólo la punta del iceberg. El rendimiento de los estudiantes chilenos provenientes de hogares de alto nivel de recursos educacionales2 es inferior al promedio internacional que considera la totalidad de los estudiantes que rindieron la prueba. Malasia, en cambio y a modo de ejemplo, logra situar a los alumnos provenientes de hogares de alto nivel educacional de recursos entre los primeros seis países aunque su promedio general (como consecuencia de su menor nivel de ingresos) sólo lo ubica en el lugar 14 de los 38 países que participaron en la prueba TIMSS. Todo esto sugiere que Malasia, en igualdad de condiciones, podría estar entre los países de mejores resultados en esta prueba TIMSS. Chile, en cambio, está lejos de aspirar a un resultado como éste. Por otra parte, la diferencia de rendimientos entre alumnos de hogares de altos y bajos recursos educacionales (algo de lo que no se escapa ningún país) es la más pronunciada entre todos los países participantes en la prueba TIMSS. Así, mientras en Hong Kong (participante de menor diferencia relativa) el rendimiento del alumno promedio que proviene de hogares con bajos recursos educacionales es equivalente a un 92,5% del que proviene de hogares con alto NRE, en Chile el rendimiento proporcional es de un 74,6%. Todo esto sugiere, entonces, que tenemos un sistema educacional que está desaprovechando en forma significativa la capacidad intelectual de nuestros niños. Podríamos seguir entregando diversos indicadores que sugieren que la educación chilena está lejos de satisfacer estándares de calidad aceptables3 , pero no quiero extender innecesariamente estas líneas. Creo que sí es importante destacar que las consecuencias de una educación poco satisfactoria se hacen sentir en el mercado. El gráfico N°2 muestra lo que ha pasado con el salario relativo de las personas de educación media en Chile. No quiero negar que influye en este resultado el aumento significativo de los egresados con educación media, pero creo que parte importante de la explicación hay que buscarla en el escaso aporte que hace la educación a las habilidades de las personas. Gráfico N°2 Razón de salarios entre personas con educación media y educación básica 2.6 2.35 2.1 1.85 1.6 1.35 1.1 0.85 0.6 1958 2 1961 1965 1967 1969 1971 1973 1975 1977 1979 1981 1983 1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 La prueba TIMSS permite distinguir entre alumnos que provienen de hogares de recursos educacionales altos, medios y bajos. Antes de seguir quisiera plantear de que es posible elevar la calidad de la educación en plazos prudentes y con los recursos que actualmente disponemos. Para ilustrar esta afirmación permítanme un ejemplo. Gráfico N°3 Rendimiento de Chile y Malasia en la prueba TIMSS de matemáticas El gráfico N°3 muestra el rendimiento comparado de Chile y Malasia en la última prueba TIMSS de matemáticas. Los resultados de los alumnos malayos están muy encima de los que obtienen los alumnos chilenos, algo que como nos muestra la tabla N°1 no tendría por qué ser tan evidente. En efecto, Malasia es un país algo más pobre que el nuestro con niveles de desigualdad significativos y cuyo gasto en educación, especialmente el gasto por alumno, está por debajo del nuestro. Más aún las “desventajas históricas” parecen mayores que las chilenas. No se puede dejar de señalar, sin embargo, que “fueron testigos” de una educación de excelencia, como la educación de elite inglesa, que en líneas generales supieron adaptar a la educación pública masiva. 3 Un excelente resumen de esos indicadores se puede encontrar en Bárbara Eyzaguirre y Carmen Le Foulon Tabla N°1 Chile y Malasia: algunos antecedentes Chile a PIB per cápita 1970 (PPP 90) PIB per cápita 1998 (PPP 90)a Población más de 15 sin educación 1970b Gini Razón 5/1 Gasto público (% PIB 98)c Gasto total (%PIB 98)c Población 1998ª Matrícula primariad Gasto público alumno primaria (US$ PPP 98)c Gasto público alumno secundaria (US$ PPP 98)c 5.293 9.757 13,6% 0,519 13,5 4,2% 7,3% 14.790.000 96,4% 1.764 1.713 Malasia 2.079 7.100 41,4% 0,485 12,0 4,0% 4,7% 20.930.000 100% 1.123 1.460 Fuentes: a Maddison (2001); b Barro y Lee (2000); c OECD (2001); d UNESCO (2000). Por supuesto, no quiero sostener que tengamos que adoptar un sistema educacional como el malayo. Sólo plantear de que es posible en un lapso razonable construir un buen sistema educacional. ¿Cómo avanzamos en esa dirección? Antes de hacer algunos planteamientos muy generales permítanme plantear algunas de las causas que están detrás de este mal desempeño. 3. ¿Qué explica este mal desempeño? Las diferencias en los sistemas educacionales de los países que les va bien (o mal) en el TIMSS son significativas, por lo que tratar de resumir las causas de los buenos (o malos) resultados en unas pocas variables no es una tarea fácil. Pero, si rescatamos los elementos comunes en los diversos países seguramente habremos avanzado en definir esas. Uno de esos me llama la atención, especialmente porque no aparece con fuerza en los países de bajo desempeño, este es la presión que tienen las escuelas para hacerlo bien. De los países con mejor rendimiento todos, con la excepción de Bélgica Flamenca4 , tienen exámenes externos de evaluación. Estos no son inofensivos sino que tienen efectos sobre el desarrollo escolar futuro de los alumnos. Los exámenes importan y son ampliamente difundidos y discutidos en las comunidades escolares. Las consecuencias para las escuelas de resultados poco satisfactorios tampoco se dejan esperar. Hay desde amonestaciones “La Educación Chilena en Cifras”, Estudios Públicos 84 (Primavera 2001). 4 En el TIMSS participó sólo la parte flamenca del país. hasta cambio de directores y profesores. Esos países cuentan, entonces, con una institucionalidad que garantiza que los resultados educacionales deficientes se corregirán con una probabilidad alta. En otras palabras hay rendición de cuentas y acciones asociadas a esta rendición. Sin estos elementos es muy difícil conseguir buenos resultados. Me parece que nuestras escuelas no cuentan con esta dinámica. Muchos recuerdan lo bueno que eran los antiguos liceos chilenos. Pocos recuerdan, sin embargo, que esos liceos eran medidos por exámenes externos y el prestigio, y en gran medida el futuro de los profesores de esos liceos, estaba determinado por el rendimiento de sus alumnos. Por supuesto, también ayudaba la baja cobertura de la enseñanza secundaria que, por ejemplo, en 1950 no alcanzaba un 10%. Ello permitía una concentración de buenos profesores en pocas instituciones de enseñanza secundaria. Pero, claro esos profesores por muy notables que fuesen no habrían creado esos liceos de calidad si no hubiesen tenido los incentivos para hacerlo. Curiosamente nadie recuerda una buena escuela de educación primaria. Tal vez, porque los estándares a las que estaban sujetas eran bastante más bajos. Creo que a Chile le vendría muy bien retomar esa antigua tradición en la que las escuelas rinden cuentas por los rendimientos académicos de sus alumnos. Me atrevería a decir que las escuelas, sus directivos y sus profesores viven en la actualidad en un clima de semi – impunidad en lo que se refiere al desempeño escolar de los alumnos. No están haciendo la pega y sin una rendición de cuentas más acabada difícilmente la harán. La tabla N° 2 creo que nos entrega una aproximación al descuido con el que se realiza la enseñanza en nuestras escuelas. Ella sugiere que en Chile el clima educacional es bastante poco exigente. Los alumnos parece que trabajan poco. Las clases se interrumpen frecuentemente y los profesores abordan materias en octavo básico que revelan un atraso significativo en la enseñanza de las matemáticas. Este último aspecto no puede dejar de recalcarse. Un 72% de los estudiantes tienen profesores que afirman que en sus clases enfatizan principalmente los números. Esta proporción se compara con un promedio internacional de 14% y que llega a cifras inferiores a 10% en países de alto rendimiento en la prueba de matemáticas. Mientras tanto, un promedio internacional del 74% de los alumnos concentra sus esfuerzos en la enseñanza combinada del álgebra, la geometría y los números. Un 19% de los chilenos hace lo mismo. Recuérdese que todos son alumnos de octavo básico, lo que hace difícil comprender porque los alumnos chilenos están en términos relativos tan atrasados en sus materias. Esta situación puede mantenerse indefinidamente en el tiempo si las escuelas no sienten la presión de entregar a sus alumnos la mejor educación posible. No deja de llamar la atención, por otra parte, que un 99% de los profesores chilenos adopte el discurso oficial, que ni siquiera es tan marcado, de la importancia del pensamiento creativo en la enseñanza de las matemáticas. A mi juicio se revela aquí que no han reflexionado adecuadamente sobre su trabajo, algo que es propio de personas que laboran en un ambiente relajado y poco exigente. Tabla N°2 Algunos indicadores preocupantes Interrupción clases (a menudo) Enfatizan principalmente números Chile Bélgica Rep. Checa Corea Holanda Japón Malasia Túnez 33% 14% 8% 5% 6% 5% 9% 14% 72% 10% 0% 6% 4% 7% 24% 8% Pensar creativamente muy importante para matemáticas 99% 40% 66% 66% 43% 79% 80% 38% Promedio 17% 14% 61% 4. ¿Hacia dónde debemos ir? Es indispensable generar un ambiente educacional en la que las escuelas se sientan presionadas a hacerlo bien me parece que es de una urgencia innegable. En esta dimensión creo que en los últimos 20 años se ha avanzado poco y se ha retrocedido mucho. El gobierno autoritario avanzó en la descentralización del sistema educacional traspasando las escuelas fiscales a las municipalidades y desregulando la oferta educacional. Se cambió, además, la forma de financiamiento de la educación desde un sistema de asignación presupuestaria por escuela a uno de subvención por alumno. Se pensaba que los padres preocupados porque sus hijos recibieran una educación de calidad iban a ir eligiendo las escuelas de mejor rendimiento, desplazando a aquellas que de mal rendimiento. Sin embargo, no se creó un sistema que informara a los padres del desempeño de las escuelas. Los padres nunca tuvieron a su disposición un instrumento efectivo para realizar comparaciones entre escuelas. Recién en 1995 se implementó un sistema de información a partir de los resultados de la prueba SIMCE. Este instrumento llega, sin embargo, a los padres en forma muy difusa. No cabe duda que se debe perfeccionar. La información debe ser mucho más precisa, clara y llegar ojalá directamente a los padres. Los informes que muchos estados norteamericanos están haciendo llegar a las familias parece un modelo a seguir. Por otra parte, la muunicipalización de la educación no ha dado los frutos esperados. En parte, por la misma carencia de información. Pero también deben agregarse factores adicionales. En primer lugar, en muchas municipalidades se repitieron, e incluso se agudizaron, los niveles de centralización que se observaban cuando las escuelas eran fiscales. Muchas de las escuelas fiscales carecen de una autonomía mínima para llevar adelante la gestión educacional. La legitimidad que les ha otorgado a los alcaldes su elección democrática ha acentuado, en algunos casos, esta centralización comunal. En segundo lugar, los alumnos muchas veces se cambian entre escuelas municipales y, por lo tanto, las finanzas municipales no se resienten. Ello diluye los incentivos a mejorar la gestión de las escuelas municipales. Además, casi un 20% de las comunas del país no tiene ningún tipo de competencia de escuelas privadas. Otro 40% enfrenta una competencia privada muy limitada. De ahí que no deba extrañar que las matrículas de las escuelas municipales y particulares subvencionadas se hayan mantenido relativamente estables en torno al 57 y 34%, respectivamente, en los últimos 15 años. Las comunas con menor presencia de opciones educacionales son precisamente las comunas más pobres. Así no es de extrañar que mientras el 75% de los alumnos del primer quintil de ingreso asisten a una escuela municipal sólo un 48 y un 39% del tercer y cuarto quintil asisten a ese tipo de establecimiento educacional. Si la educación municipal no lo hace bien estaremos, entonces, perjudicando con más fuerza a los más pobres. A estas alturas, entonces, los resultados que anteriormente presentaba y que sugerían que los más pobres lo hacen proporcionalmente peor en Chile que en otros países no nos deben extrañar tanto. En tercer lugar y, tal vez, mucho más importante que los elementos anteriores es que hemos creado un estatuto para los profesores municipales que los protege exageradamente en el desempeño de sus funciones. Tanto que un rendimiento académico sistemáticamente negativo de los alumnos de las escuelas municipales no puede esgrimirse como causal de despido, reducción salarial o amonestación de los directivos o profesores de esas escuelas. Algo que en cualquier sistema educacional con estándares mínimos de excelencia sería impensable. Y ya sabemos que estas rigideces afectan principalmente a los alumnos de menos ingresos. La tarea para un alcalde que se quiere imponer como tarea mejorar la educación de las escuelas municipales se vuelve en este escenario enormemente compleja. No es que tampoco sientan la presión de hacerlo. En una revisión aleatoria de los Planes Anuales de Desarrollo Educativo (PADEM) comprobamos que no existen objetivos de logros concretos y posibles de evaluar. Nuevamente, este es un indicador adicional de las escasas exigencias en las que se mueven los actores educacionales. (Ya quisieran este ambiente los entrenadores de fútbol.) Este estatuto docente indudablemente tiene que flexibilizarse, pero antes creo que es importante dos digresiones. La primera la resume la tabla N°3 que muestra lo que ha sido la evolución salarial de los profesores y del resto de los profesionales de la economía chilena en los últimos 20 años. El ajuste provocado por la crisis económica de 1982-3 y las posteriores transformaciones recayeron de manera desproporcionada sobre los profesores. Sus remuneraciones reales cayeron en casi un 38% en el período comprendido entre 1981 y 1990. La de los profesionales en su conjunto no sólo no cayó sino que se expandió marginalmente. Creo que es inevitable que este tipo de ajustes “dispare de vuelta”. Fue un error aprobar el estatuto docente en la forma que se aprobó, pero su origen se comenzó a sembrar en los 80. 1981 1990 1993 1996 2000 2002 Tabla N°3 Índice de Remuneraciones Reales Profesores Profesionales 100,0 100,0 62,4 101,7 84,5 114,1 115,1 149,2 165,5 132,0 143,2 147,3 Una segunda digresión tiene que ver con el hecho de que, una vez que se corrige por nivel socioeconómico de los alumnos, las escuelas particulares subvencionadas lo hacen marginalmente mejor que las escuelas municipales (aparentemente en la PAA las diferencias serían más importantes). Cabe preguntarse, entonces, cómo es que las escuelas municipales con las enormes rigideces que supone el estatuto docente tienen resultados apenas inferiores a las escuelas particulares subvencionadas. Me atrevería a sostener que esta evidencia es compatible con mi hipótesis central de que, en general, el sistema educacional chileno opera con estándares bajos. Así, no es necesario que las escuelas particulares subvencionadas tengan rendimientos mucho mejores que las escuelas municipales. Por lo demás cuentan con una marcada preferencia entre los padres. Un 60% de los chilenos prefiere este tipo de establecimientos educacionales por sobre los municipales (no deja de ser interesante que en esta materia no hay divergencia entre las distintas posturas políticas). Por supuesto, esta marcada preferencia sugiere que se le atribuye un mayor potencial a este tipo de establecimiento que a los municipales. Aquí resulta interesante comprobar que las escuelas con financiamiento compartido, aun después de corregir por nivel socioeconómico de los alumnos, tienen alumnos con rendimientos significativamente superiores a sus pares en escuelas sin financiamiento compartido. Quizás, una vez que hay un pago por medio, las escuelas están sujetas a un mayor escrutinio que aquellas que no reciben ese pago. Pero, también puede estar ocurriendo que los mejores alumnos se estén auto - seleccionando en esas escuelas. Probablemente son los padres de esos alumnos los que más dispuestos estén a pagar por su educación. Pero, más allá de estas digresiones, creo que un sistema educacional en el cual las escuelas y sus directivos y profesores son finalmente los responsables del rendimiento de los alumnos no puede mantener un estatuto docente tan anacrónico como el que Chile mantiene. Por supuesto, toda modificación de este estatuto en la dirección de lo que aquí se ha manifestado supone enfrentar al gremio de los profesores. Ello no es una tarea fácil. Es un grupo social significativo que goza de una alta credibilidad. Una encuesta reciente del Departamento de Sociología de la Universidad Católica los ubicaba entre los profesionales que más confianza despiertan en la población (hasta aquí me parece que queda la afirmación de que han perdido status). Por lo mismo sus movilizaciones son tremendamente efectivas. Está bien que sea así. No queremos acabar con ello, sí con la enorme capacidad que tienen para identificar sus propios intereses con los intereses del país. No queremos que pierdan las conquistas laborales que tanto les ha costado conseguir sino que a cambio de ellas le entreguen a sus alumnos lo mejor de sí. Para sopesar la dedicación de los profesores a su labor es indispensable que se desarrollen instituciones, políticas o mecanismos que aseguren que frente a un mal desempeño de las escuelas se hará todo lo posible para asegurar un mejoramiento en ese desempeño. Este desarrollo institucional debe recoger el hecho de que al final los cambios tienen que venir de las escuelas y de las salas de clases. Una mejor educación se logrará con mayor probabilidad si se deja a las comunidades locales ensayar con mayor libertad. Pero esos “ensayos” tienen que ser evaluados. De ahí que las escuelas deban rendir cuentas frente a la comunidad escolar. Esa rendición debe, en primer lugar, dar cuenta de los resultados académicos. Para ello deben mantenerse evaluaciones externas exigentes tipo SIMCE. Sería extremadamente importante, como sucede en casi todos los países que tienen buenos rendimientos educacionales, que estos exámenes externos afectarán de alguna manera el paso del alumno al nivel educacional siguiente de educación o que entregaran algún tipo de certificación de habilidades. Una medida modesta pero poderosa sería que esta prueba se tradujese en una nota, por ejemplo, equivalente al 25% de la nota final en la disciplina en la que se rinde el examen. Esto, además, ayudaría a las escuelas a definir más precisamente sus estándares internos. En lo que constituye una evidencia adicional de la laxitud con la que opera el sistema educacional chileno no deja de llamar la atención que la nota de presentación de los alumnos que la rinden ha subido en los últimos 30 años de un 4,7 a un 5,6 sin que ello se haya traducido en aumentos en el rendimiento de los alumnos que rinden la prueba (medida por proporción de respuestas correctas). Sólo en la medida que las escuelas se sientan presionadas a hacerlo bien se irán adoptando prácticas “positivas” en dichas escuelas. Qué esas prácticas existen lo demuestra la gran diversidad de resultados que se aprecian en las escuelas chilenas que, incluso, existe más allá del nivel socioeconómico de los alumnos. Lo que debe evitarse a toda costa es la persistencia de los malos resultados. Así, por ejemplo, no deja de llamar la atención que la mitad de los establecimientos del programa de las 900 escuelas tiene más de 70 años de vida. No me extrañaría que durante todo ese período sus resultados hayan sido tan deficientes como lo son actualmente. Un buen sistema educacional no puede permitir esta persistencia en malos resultados. Esto evidencia que se requiere un desarrollo institucional con la fuerza suficiente para generar una rendición de cuentas efectiva. Lo que no se puede permitir es una falta de respuesta de estas escuelas a las exigencias de la comunidad escolar. El estatuto docente, tal como está concebido en la actualidad, nos parece que permite esa falta de respuesta. Es aquí, entonces, que hay que intervenir con decisión en el proceso educacional chileno. Una propuesta concreta sería permitirle a los padres “intervenir” las escuelas con rendimientos deficientes. Esa intervención podría producirse, por ejemplo, cuando la escuela municipal obtiene resultados inferiores al promedio nacional o en el tercio inferior de rendimiento5 . Para materializarla la mayoría (o dos tercios de los padres) deben apoyar esta decisión. Operativamente la gestión de la escuela quedaría en manos de los padres. Ellos pueden nombrar un nuevo director. El personal directivo y los profesores perderían algunos de los privilegios que les confiere el estatuto docente: especialmente aquellos que se refieren a la inamovilidad. En este esquema el estatuto docente es un “beneficio” que se mantiene sólo si los resultados de las escuelas son positivos. En caso contrario se pierden a favor de los padres de las niñas y los niños que asisten a esas escuelas. Esta intervención de los padres en las escuelas de sus hijos se puede combinar con diversos aspectos específicos que habría que ensayar más cuidadosamente. Por ejemplo, se podría permitir a los padres delegar la administración de las escuelas en instituciones especializadas como podrían ser fundaciones, universidades o escuelas privadas. Lo importante es que esas instituciones se comprometan con metas específicas y se sometan al escrutinio público que los padres demanden. También esta propuesta general se puede compatibilizar con medidas más conservadoras. Entre éstas se puede mencionar que los padres puedan reemplazar a los directores de las escuelas intervenidas sólo con nombres que provengan, por ejemplo, de un registro de directores previamente certificados por un organismo autónomo dependiente del Ministerio de Educación. Ese registro estaría integrado por personas que cumplen ciertos requisitos estimados indispensables para ejercer como director de un establecimiento educacional. Estas propuestas si bien están pensadas fundamentalmente para la educación municipal, tendrían efectos positivos sobre el resto del sistema educacional que deberían dejarse de sentir con fuerza. Desde luego, las escuelas 5 El criterio específico puede ser otro. Lo importante es que exista, sea transparente y se aplique sin particulares subvencionadas deberán mejorar sus resultados si no quieren perder sus alumnos a manos de las “nuevas” escuelas. La rendición de cuentas se extiende, entonces, a todo el sistema educacional a pesar de que se enfatice la de las escuelas municipales. Si a esto unimos la mayor y mejor información que se hará llegar a los padres el sistema educacional nos encontraremos en un escenario diametralmente distinto al actual. Un último comentario sobre los profesores creo que es necesario. Si queremos atraer mejores profesores posiblemente es imprescindible seguir haciendo un esfuerzo por elevar sus remuneraciones. Las diferencias salariales entre algunos profesionales y los profesores son enormes, de modo que es muy difícil que los jóvenes que estén considerando esas profesiones opten por ser profesores. Pero esto no es lo mismo que sostener que los profesores ganan poco. Considerando sus estudios y sus capacidades sus remuneraciones actuales son razonables. Más bien lo que llama la atención es su escasa variabilidad, de nuevo algo que es compatible con un sistema educacional que no siente la presión por hacerlo bien. Los actuales niveles salariales ubican a los profesores en el 15% superior de ingresos en Chile. Claro que como en el 15% superior de ingresos la variabilidad de los mismos es tan alta como en el resto de la distribución los profesores se sienten mal pagados. Pero están equivocados. Tampoco es cierto que para alcanzar este nivel de ingresos tengan que laborar hasta tres jornadas. Sólo un 12% de los profesores trabaja más de una jornada. El mundo político debiera tomar nota de esta realidad y en representación de ese 85% de chilenos que gana menos que los profesores asegurarse que los aumentos salariales futuros vayan acompañados de políticas que aseguren que los profesores cumplirán su trabajo. Finalmente, quiero señalar que he pretendido abordar aquí un elemento central del desarrollo educacional chileno, pero está lejos de ser el único. Los temas educacionales no se agotan aquí, pero creo que si no damos este paso fundamental muchos de esos temas no darán los frutos esperados. Escuelas más responsables de los resultados académicos de sus alumnos son imprescindibles si se quiere generar una dinámica educacional virtuosa. Por supuesto, también involucra riesgos. Desde luego las escuelas para mostrar rápidamente resultados pueden desplazar a los alumnos de menor rendimiento. Pero hay maneras de minimizar este riesgo. Por último, los beneficios potenciales de un sistema educacional más excepciones. responsable y transparente son tan significativos que, tal vez, vale la pena correr este riesgo. 5. A modo de conclusión Pero qué tiene que ver todo esto con competitividad y crecimiento económico (y desigualdad). Para avanzar en una respuesta permítanme usar el Gráfico N° 4 que es una adaptación de la investigación que ha estado desarrollando Ed Leamer sobre patrones de comercio y desigualdad. La interpretación de la figura es algo compleja pero aquí quiero transmitir los elementos escenciales. Las áreas geométricas definidas por las letras A ... F representan conos productivos. Gráfico N°4 Simulación de posibles estructuras productivas de la economía Recursos Naturales E D F B C A Trabajo Capital Físico y Capital Humano El cono productivo en el que se encuentre un país estará determinada por su dotación de factores, esto es trabajo, recursos naturales y capital (definido ampliamente como capital físico y humano aprovechando la creciente literatura que evidencia complementariedad entre ambos). Así si me encuentro en un país que es abundante en trabajo y recursos naturales naturalmente estará produciendo más hacia la izquierda del Gráfico N°4 (digamos en el punto que une a las áreas geométricas A, B y D). A esto permítanme agregar que mientras más me acerco a los vértices de la figura menor es el precio del factor productivo que aparece en el vértice. Así en A, el salario que obtiene el trabajo es menor que aquel que obtendría en D. En cualquiera de esos conos el premio al capital es elevado (estamos muy alejados del vértice que representa al capital). Si nos mantenemos por mucho tiempo en los conos A y D indudablemente que la capacidad de crecimiento de la economía puede resentirse. ¿Qué tanto puede resistir una economía que basa su economía fundamentalmente en la extracción de recursos naturales? Mientras tanto, además, mantenemos una alta desigualdad de ingresos con elevados premios al capital. Una posición más expectante sería ubicarnos en un cono como C. Esa es, sin embargo, una economía muy distinta que ocupa mucho capital y prácticamente no utiliza recursos naturales en la producción de sus bienes. Ahí, además, los premios al capital han caído y los del trabajo han subido haciendo más igualitaria la distribución del ingreso. Se potencia, además, el crecimiento económico al crear productos de mayor valor agregado. Lo que se requiere para alcanzar ese cono productivo es mucho capital humano. Sin un buen sistema educacional no podremos lograrlo. Una fuerza de trabajo calificada atraerá nuevas tecnologías y más capital. No es casualidad que países como Suecia y Finlandia, que hasta bien avanzado el siglo 20 eran principalmente exportadores de materias primas, exhiban desarrollos tecnológicos significativos y al mismo tiempo obtengan excelentes resultados en diversas pruebas internacionales de educación. Pudieron ubicarse en un cono como C porque hicieron bien su trabajo en educación haciendo a las escuelas responsables del rendimiento de sus alumnos y manteniendo altos estándares académicos. Por supuesto, que les ayudó su cercanía con los grandes países europeos. Como nosotros estamos tan lejos la responsabilidad de hacer bien las cosas es enorme. Ello supone no dejarse vencer por consideraciones políticas de corto plazo. Sólo así construiremos un gran país.