reportaje - Albert Bosch
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reportaje - Albert Bosch
reportaje De un tiempo a esta parte, la percepción que muchos aficionados tienen del Dakar dista mucho de la que se tenía de esta prueba años atrás. Sin embargo, la realidad es que sigue siendo una prueba dura, agotadora, en la que sólo los más preparados resisten. Probablemente porque viendo las imágenes por televisión a uno le entran ganas de coger una moto y lanzarse por aquellas gigantescas dunas, quizás porque los favoritos dan la sensación de afrontar cada etapa como si sólo lucharan contra el crono y sin problemas para orientarse, probablemente porque pensamos que las nuevas tecnologías facilitan considerablemente la navegación y estamos convencidos de que con un GPS es imposible perderse, y también, cómo no, por la sensación de seguridad que trasmite la prueba desde que la organización decidiera llevarla a cabo en Sudamérica, ya que se interpreta que el peligro disminuye considerablemente respecto a África, donde podías quedarte tirado a 5.000 kilómetros de un punto mínimamente civilizado. Por todas estas razones, son muchos los que piensan que el Dakar ya no es aquella prueba ultradura donde llegar al final ya podía considerarse una hazaña. Eso lo piensan algunos de los que ven la carrera cómodamente sentados desde el sofá de casa, pero si hacemos caso a lo que nos explican quienes han sufrido en sus carnes la dureza de la carrera, pronto veremos que llegar a la meta del Dakar sigue siendo algo reservado a sólo unos pocos. Por algo será que más del 60 % de los participantes se quedaron por el camino, y que casi un 40 % lo hizo antes de la etapa que marcaba el ecuador al rally. el loco que pretendía llevar su Bultaco hasta la meta de Buenos Aires. Hizo muy pocas etapas, pero “acabé tan tocado que en Jama me tuvieron que enchufar oxígeno”, contaba en su regreso a España. En su caso, tiene claro que además del hándicap que suponía afrontar el rally con una moto clásica, el correr sin asistencia sentenció su carrera: “Hay que venir con un mecánico. Con una moto normal, sin caídas ni averías, el mantenimiento a final de etapa es corto y puedes descansar. Con mi Bultaco, si todo va bien, necesitas cuatro horas para revisarla, y si tienes que hacerlo tú mismo, el tiempo se te echa encima”. Jordi Arcarons, que este año descubría los secretos que esconde el terreno sudamericano, tras haber corrido 16 veces en África (15 en moto y una en coche), reconoce que le ha sorprendido la dureza de correr en posiciones intermedias-retrasadas. “Estaba acostumbrado a estar delante y al principio resultaba algo raro ir detrás, mezclado en el polvo. Tuvimos Cansancio extremo El Dakar sigue siendo sufrimiento, problemas mecánicos, caídas, esfuerzo, dormir poco, fatiga… y decepciones, muchas decepciones. Eso lo sabe, mejor que nadie, Ignacio Chivite, 70 71 reportaje Perderse con GPS La dureza de las dunas de Atacama es brutal, un pequeño descuido te complica la carrera. El pilotaje en arena es muy exigente, más cuando pilotas una moto de más 150 kg. un error de navegación en la tercera etapa y la consecuencia es que a partir de entonces salíamos demasiado atrás. Es como estar en una red de la que casi es imposible escapar. Vas todo el día detrás del polvo de pilotos más lentos, y como hay tan poca visibilidad, si intentas pasarles, tienes que asumir un riesgo altísimo”, añade Arcarons. Otra de las dificultades que implica correr atrás es que “cuando llegas a zonas conflictivas del road-book, encuentras tantas roderas en todas direcciones, y tanto polvo, que no sabes ni donde estás. Encuentras decenas de roderas extraviadas que giran sobre sí mismas confundidas, y en estas condiciones resulta muy difícil orientarse. Es absolutamente diferente a cuando ruedas en la cabeza de la carrera”, comenta Arcarons. Su alumna más aventajada, Laia Sanz, fue víctima de una de estas confusiones durante una etapa, y ello hizo que su protector, que le seguía a cierta distancia, se separara de ella y llegara al final antes que la trialera de Corbera de Llobregat. Así lo recuerda ella: “Me perdí por no confiar en mi instinto: en un 72 cruce había muchas roderas que apuntaban hacia una dirección y casi ninguna hacia donde yo pensaba que tenía que ir. Creí estar equivocada y resultó que era completamente al revés”. No precipitarse Según explicaba la propia Laia, Jordi Arcarons le había advertido de que esto suele suceder en este rally, pero, aun así, “es muy difícil tomar la decisión correcta cuando estás metida de lleno en la carrera”. Las dudas surgen, y las consecuencias de una mala elección pueden resultar fatales. Afortunadamente, para Laia aquel percance resultó “una buena lección, ya que me enseñó que si quieres hacer algo en el Dakar tienes que ser tan autosuficiente como puedas, y eso sólo se consigue con conocimientos, experiencia y siguiendo siempre el roadbook”. En el Dakar son muchas las etapas en las que “hay más a perder que a ganar”, porque, cuando menos te lo esperas, no encuentras un punto de paso y cedes un montón de minutos. “O te comes una piedra, te caes, y rompes la moto”, aclara otro piloto. Y es que, mientras que los de cabeza tienen claro que en el Dakar siempre tienes un día malo, el resto piensa que “más que uno, muchos. Para nosotros, lo normal es que un día malo vaya seguido de otros mucho peores”. Probablemente por ello, muchos sólo buscan seguir en carrera, sin asumir riesgos, sin sufrir penalizaciones, sin padecer ninguna caída y evitando cualquier problema en la moto. Pero eso tampoco es fácil. Laia sabe lo que es rodar con resignación detrás del piloto que tenía delante durante 270 kilómetros: “Nos hemos encontrado tantos pilotos caídos en la pista, que pronto lo he tenido claro. Uno me ha pasado y 10 kilómetros después me lo he encontrado tirado en el suelo. Después he visto a otro que estaba muy mal en el suelo. Tienes que armarte de paciencia y aceptar la situación”. Lo malo es que, aún teniéndolo así de claro, las posibilidades de caerse, hacerse daño y tener que seguir mermado de facultades son muchas. Laia recuerda una en la que sufrió una contusión en un costado y algún desperfecto en el manillar. “Iba detrás del polvo y no vi una zanja. La rueda trasera rebotó y me escupió por delante de la moto”. Fue la caída más dura de su rally, aunque no la única. Dureza continuada La llaman la prueba más dura del mundo, y no extraña que sea así, porque con los problemas se prolongan y varían a lo largo de más de 9.000 kilómetros. Este año, por ejemplo, los participantes tuvieron que superar el Paso de Jama, en la cordillera de Los Andes -a 4.800 metros de altitud-, y pese a que se llegaba a ese punto por carretera, la falta de oxígeno hizo que algunos pilotos requirieran asistencia para reponerse del mal de altura. Jordi Arcarons fue uno de ellos y durante el enlace tuvo que detenerse más de 10 veces por fatiga. “Me dormía encima de la moto y no podía continuar. Después me dijeron que era por la altitud, pero casi no llego a tiempo al inicio de la especial. Sólo me quedaron 15 minutos de margen”, recuerda el de Vic. El problema es que no hace falta sufrir mal de altura para dormirse. En el caso de las motos, muchas jornadas empezaban a las tres de la madrugada, y aunque la etapa se iniciara con un enlace por carretera, la monotonía hacía que muchos acusaran el cansancio acumulado y tuvieran problemas para mantenerse despiertos. Algunos, porque probablemente apenas habían podido descansar durante la noche. Por ejemplo, José Mª García y Jorge Gómez, que pudieron tomar la salida de la 11ª etapa “por los pelos”. Llegaron al punto de partida de esa especial una hora antes de la fijada para su salida, después de haber decidido quedarse a dormir al finalizar la etapa anterior y no pasar por el campamento de Chilecito hasta el día siguiente. Llegar tan tarde les supuso hacer seguidos muchos más kilómetros que el resto, ya que habían salido desde mucho más atrás, y eso, de una forma u otra, siempre se acaba pagando. Algunas etapas eran verdaderamente demoledoras. Lo fue, por ejemplo, la que se disputó entre Calama e Iquique, de 423 km. Provocó tantos problemas a los participantes, que cuando arrancó la especial del día Que el GPS no lo es todo lo demuestra que cada jornada son muchos los que se pierden y tienen problemas para encontrar la ruta correcta. Incluso los candidatos a la victoria. Laia Sanz lo explicaba así al acabar una de las etapas: “En la primera parte he podido ir bastante rápida, aunque había bastante polvo y muchos pilotos delante de mí que he podido adelantar. Luego he tenido una pequeña confusión y he perdido el tiempo suficiente para que los que había superado se pusieran delante otra vez”. Total, que si te despistas, te encuentras con que has hecho todo el trabajo en balde. Que se lo pregunten, si no, a Cyril Despres. Es muy probable que el francés con residencia en Andorra recuerde durante mucho tiempo el kilómetro 97 de la 10ª especial de este rally. Ahí, precisamente, fue donde el de KTM perdió gran parte de sus opciones, si no todas, para sumar su cuarto Dakar. Tras una salida a pleno gas para tratar de desmarcarse de Coma, Despres se equivocaba de valle y encaraba un cordón de dunas equivocado que, de alguna manera, le hacía decir adiós a la victoria. ¿Y cómo es posible que se pierdan si llevan GPS?, se preguntarán algunos. Carlos Mas, segundo clasificado en este rally en 1990, nos lo resume de la siguiente forma: “La gente tiene que saber que el GPS no sirve para lo que la mayoría piensa. Básicamente, es un aparato que ha pasado a ser un elemento de seguridad. Sirve para que la organización sepa siempre dónde estás, pueda controlar las velocidades de los pilotos o localizarlos en caso de pérdida. En el ámbito deportivo, también sirve para penalizar en caso de que no se pase por los waypoints. Por lo que respecta al piloto, el GPS le sirve para ir hasta el siguiente punto de control o eje de la carrera en caso de perderse. Pero para ello tendrás que desbloquearlo mediante un código, y ello significa aceptar que serás penalizado”. Partiendo de estas premisas, el que fuera primer piloto español en subir al pódium de este rally aclara que “el road-book vuelve a ser la principal herramienta para guiarte. El GPS te marca el rumbo donde aplicar la información que te da el road-book y, evidentemente, cuando llegas al radio de 800 metros del waypoint, te reafirma que vas por el buen camino. De lo contrario, nunca tendrías el convencimiento de que has pasado cerca”. Los responsables del Safety Center (Centro de Seguridad) se encargan de la instalación, la verificación y la reparación del dispositivo electrónico en los vehículos que ha cambiado la vida del Dakar y optimizado la seguridad de sus participantes. Para velar por el buen funcionamiento del sistema Sentinel (seguridad de los adelantamientos en carrera), del GPS (waypoints, control de velocidad) y del Iritrack (localización por satélite), ASO contrata todos los años a dos empresas que movilizan respectivamente seis y siete técnicos para un trabajo que empieza ya antes del Dakar. La vida de estos vigilantes de la seguridad se resume en disponibilidad las 24 horas del día, con muchas noches en vela, a veces unas horitas para dormir y, más frecuentemente, un pequeño descanso en el traslado de un vivaque a otro. Su misión comienza al inicio de las especiales, mientras que un equipo se desplaza al vivaque siguiente, donde hay que controlar los GPS y comunicar a las autoridades deportivas de la carrera eventuales irregularidades. “Hace cinco o seis años, no los querían. Ahora dan las gracias porque saben que cuando dan al botón, el helicóptero acude rápidamente”, explica uno de su miembros. 73 reportaje Abandonos por etapas Probablemente, lo que más diferencia este Dakar del africano es que, a diferencia de allí, en Sudamérica siempre encuentras a alguien que pueda echarte una mano y ayudarte a seguir adelante. Eso no ha evitado, sin embargo, que el número de abandonos haya sido notable y que hayan sido muchos los que han visto como sus ilusiones se desvanecían por el camino. Y si los pilotos no dispusieran de una etapa de descanso que además sirve para que la organización reagrupe la carrera, es seguro que el número de abandonos sería muy superior. Etapa 1: Etapa 2: Etapa 3: Etapa 4: Etapa 5: siguiente todavía había vehículos atrapados en las dunas de los últimos kilómetros. Algunos prácticamente encadenaron esa etapa con la siguiente, que resultó ser tanto o más dura que la anterior. Aquel día, los 456 kilómetros de especial escondían todo lo que puede encerrar un Dakar: fesh-fesh, una zona técnica, dunas y piedras. “Fue verdaderamente extenuante”, recuerda Pedro Peñate, que, a pesar de ello, en aquel momento seguía muy motivado y para nada pensaba que una problema mecánico iba a acabar con sus ilusiones días más tarde, cuando el canario se vio obligado a retirarse por culpa de la rotura del amortiguador trasero de su moto en el transcurso de la octava etapa entre Antofagasta y Copiapó. “Los raids dependen de dos, piloto y moto, y cuando es la mecánica la que dice basta, poco se puede hacer. Con la rueda trasera a su aire era imposible seguir. Una vez comprendí la dimensión de la rotura y que realmente me podía quedar fuera, empecé a buscar soluciones. Pero para poner en práctica cualquiera de ellas necesitaba herramienta específica que allí no iba a conseguir”, recuerda apesadumbrado. Etapas de más 423 kilómetros de terreno destrozado, agrietado, con mucho fesh-fesh, arena exageradamente blanda que hace que te claves y piedras escondidas pueden con cualquiera. Y el problema no está sólo en la cresta de una duna o en un camino cubierto de fesh-fesh, sino también en los enlaces, algunos de 500 kilómetros, que se tienen que cubrir desde el campamento hasta la salida de 74 la especial. Un mismo día podías pasar de una altitud inferior a los 800 metros hasta llegar a los 4.750 metros por encima del nivel del mar. Allí el termómetro caía en picado por debajo de los 5ºC negativos, mientras que media hora después tienes que soportar los 50ºC de temperatura ambiente. En muy poco tiempo pasas de un frío intenso a un calor abrasador. “Hoy ha sido el día más duro del rally”, es una frase que los pilotos van repitiendo una y otra vez sin llegar a saber verdaderamente cuál era la etapa más dura. Autonomía insuficiente Desviarse de la ruta comporta, ante todo, perder mucho tiempo. Pero hay algo peor que puede sucederte cuando por lo que sea te desvías de la misma y tienes problemas para recuperar la traza correcta: quedarte sin gasolina. Quedarte sin combustible sí puede convertirse en un grave problema: “Yo me quedé sin y tuve que esperar a que algún buen samaritano me prestara un poco de gasolina. Luego, entre que me equivoqué de pista y tuve que dar media vuelta, la moto volvió a pararse, pero por suerte los compañeros fueron generosos y me sacaron del apuro”, recuerda Laia. El problema es que no siempre tienes la suerte de que alguien pueda dejarte gasolina, y entonces sólo te queda esperar a que pase algún camión de asistencia y te la preste. De ser así, el tiempo que tendrás que esperarte hasta que llegue el camión puede convertir el resto de rally en una pesadilla. Sobra decir que no hace falta perderse para que la autonomía sea insuficiente, especialmente en etapas cortas donde no se hace reportaje. En éstas, y especialmente en las etapas con mucha arena blanda y dunas, conviene ser conservador y regular la velocidad, porque las motos suelen consumir mucho más. Evitar las caídas Para cualquiera que quiera llegar al final, lo fundamental es no caerse y evitar errores que puedan tener un coste en el físico o en la mecánica, porque ello se traduce en una pérdida de tiempo que luego trastoca todos los planes. El problema es que, aun teniéndolo muy claro, no caerse en todo el rally es extremadamente complicado. En caso de que esto ocurra, y si tienes la suerte de no lesionarte, lo importante es mantener la calma y no precipitarse. La mejor prueba de ello la encontramos en Marc Coma, que tuvo el acierto de pararse cuando, tras caerse y reemprender la marcha, vio que el radiador de su moto tenía una fuga. Con los nervios, y para no perder tiempo, es probable que otro hubiera proseguido su marcha y acabado rompiendo el motor; sin embargo, Marc supo reaccionar a tiempo y se detuvo a un lado de la pista para reparar la avería y asegurarse de que podría llegar a la meta de aquella etapa. Por su parte, Peñate recuerda que “en una etapa se me averió el GPS, y pude llegar porque me serené y me limité a leer las indicaciones del road-book y a seguir las marcas de los demás pilotos”. Lo malo es que, con el rally ya avanzado, los pilotos inician las etapas muy cansados, extremadamente fatigados. Cuando llevan muchos días de carrera, el físico se resiente y eso hace que afronten las etapas mermados y sin el control de la situación que requiere una etapa de Dakar. “Lo más duro es no desconectar”, apunta Laia. “En una carrera normal, de uno o dos días, compites, te duchas y te vas a tu casa. Aquí es distinto, ya que cada día es igual al anterior: llegas al campamento, hablas con el mecánico, te duchas, te hacen un masaje, comes algo, preparas el road-book, asistes al briefing y a la cama… y te despiertan a las tres de la madrugada para iniciar el enlace”, concluye la que a la postre resultó ganadora en féminas. Que no le hablen de falta de dureza al piloto de IPDC-Cosaor-Coves de Sant Josep, Jairo Segarra, que sobrevivió a la décima etapa tras más de siete horas para realizar 176 km, haberle pasado por encima de su moto un coche cuando él se había apeado a tomar un calmante, quedarse sin gasolina, caerle la noche y no tener luz. “Fue durísimo, porque además me encontraba físicamente mermado por una vértebra que me dañé”. De alguna manera, el ejemplo de Segarra no hace más que reafirmar que los dakarianos están hechos de otra pasta. “El año pasado ya lo pasé mal, pero en esta ocasión he superado con creces todo lo que me pasó entonces. Me he quedado enganchado de la espalda, me ha pasado un coche por encima de la moto, me he perdido cuatro veces, la arena de las dunas era como harina, se ha agujerado el deposito de gasolina, al caer la noche me he dado cuenta de que la luz de la moto no funcionaba y no sé cuántas cosas más”, explicaba al concluir una de las etapas más duras para él, y aún convencido de que acabaría la carrera. En ese momento, Jairo sólo quería acabar y no le importaba en absoluto la clasificación: “Piloto en una postura extraña para intentar que me duela menos la espalda, y por ello me canso mucho más. Los médicos me dan pastillas para el dolor y la inflamación y yo intento pensar poco en ello, pero en ocasiones resulta imposible”. Tan imposible que, a pesar de estar dispuesto a sufrir, la carrera le volvió a dejar claro que, si sigues sin estar físicamente bien, el riesgo de accidente es muy alto. De ahí que no sorprendiera que Segarra tuviera que dejar forzadamente la carrera, después de que sufriera una salida de pista y arrastrara su cuerpo por el suelo hasta pararse contra unas piedras. Resultado: rotura de peroné y fuertes magulladuras. “El Dakar nunca perdona, así que en ningún momento puedes bajar los brazos. Por mucho que entrenemos, el Dakar es el Dakar”, explicaba Pedro Peñate, “y aunque disfrutes encima de la moto, llega un momento en que te tienes que frenar para guardar fuerzas”. Y conservar la mecánica, que es lo que le hizo abandonar a este canario. Si el Dakar fuera fácil, es más que probable que el de Valsebike hubiera dispuesto de tiempo para reparar su moto y seguir en carrera, pero como no lo es… Con quien no ha podido la carrera es 2 2 5 6 6 Etapa 6: 20 Etapa 7: 11 Etapa 8: 6 Etapa 9: 1 Etapa 10: 7 Etapa 11: 2 Etapa 12: 0 Etapa 13: 0 con el piloto de BMW Touratech BMA, José Mª García, ni con Jorge Gómez. Han sufrido muchísimo y enlazado etapas sin prácticamente dormir entre ellas, pero en un momento del rally decidieron unir fuerzas y proseguir juntos, y gracias a ello lograron su objetivo de llegar a la meta. En el caso del madrileño, por segunda vez en dos intentos, demostrando tener una capacidad de superación y de sobreesfuerzo increíbles. Después de la etapa de descanso, y tras sufrir un verdadero calvario, ambos decidieron proseguir juntos y ayudarse mutuamente siempre que uno de ellos lo necesitara, porque sabían que, de lo contrario, difícilmente podrían superar el cansancio acumulado tras muchas etapas con múltiples problemas. Hidratarse Otro de los problemas a tener en cuenta en una prueba como el Dakar sudamericano, que se disputa en pleno verano, es la hidratación. Las altísimas temperaturas hacen que sea necesario hidratarse continuamente, con lo que puedes encontrarte que el agua se te acabe antes de concluir la etapa. Los pilotos tienen que dosificar el agua que ingieren para no quedarse sin, y en el caso de los que luchan por las plazas de honor, no sólo por esto. Para ellos, el problema es que beber en exceso podría hacer que durante la etapa tuvieran que detenerse en más de una ocasión para orinar, con lo que ello supondría en cuanto a pérdida de tiempo. Para evitar ese problema, algunos pilotos utilizan un sistema con un tubito con una sonda para poder hacerlo en marcha y no perder un segundo en esta misión. Sea como sea, el resumen es que el Dakar de este año ha sido extremadamente duro, tanto o más que los que se disputaban en suelo africano, y que para afrontar una prueba de este tipo no basta con saber ir muy bien en moto. Al final, sólo 94 motos de las 170 que tomaron la salida en Buenos Aires llegaron a la meta, y eso significa algo. Si a eso le añadimos que entre los que llegaron, muchos lo hicieron a días del ganador, entenderemos mejor el sufrimiento de estos hombres para ver cumplido su sueño. Ellos son los héroes anónimos del Dakar. 75 reportaje Por Albert Bosch Después de haberlo hecho en siete ocasiones y pensar que no lo haría más, afronté este Dakar enfocando un objetivo muy ambicioso en cuanto a actitudes responsables y comprometidas a partir del deporte. Tras haber hecho el Dakar dos veces en moto y cinco en coche, éste era el primer Dakar en que el concepto predominante se centraba básicamente en explorar la parte más aventurera de esta prueba. En esta participación, más que buscar la competición y tener un coche con muchos caballos de potencia, enfocaba la prueba dentro de una modalidad de las más duras e inciertas de esta mítica prueba. No por nada; en los 34 años de historia del Dakar, únicamente dos pilotos habían conseguido terminarlo con un coche de sólo dos ruedas motrices y sin copiloto. De alguna forma, era la manera de poner en práctica todos los aprendizajes adquiridos tanto en mis etapas de piloto de motos en solitario como en las de piloto de coches o aventurero extremo en muchas otras disciplinas comprometidas. Tenía claro que éste sería un “De este mal final me quedo con las valiosas lecciones que esta derrota me puede aportar” 76 proyecto complicado, pero me motivaba y estaba convencido de que superaría el reto. Abandono Lo malo es que, a pesar de todo, finalmente no me fue posible llegar a la meta. Tras múltiples y variados problemas, me encontré cerrando la carrera por detrás incluso de los camiones de asistencia, con lo que pronto comprobé que era imposible avanzar por donde era evidente que había subido la mayoría de gente de la carrera. Era un paso entre dunas muy largo y vertical, y la arena estaba triturada por todos los coches y camiones que ya habían pasado. Me desvié para buscar un paso alternativo, pero me fui complicando entre dunas para intentar encontrar de nuevo el camino correcto, y mientras, mirando mi road-book, me distraje un momento y me metí de lleno en una olla de arena, quedándome totalmente atrapado. No me alargaré explicando lo que me costó sacar el coche de allí, pues estaba absolutamente solo, apartado de la ruta, y no pasaba ni se oía a ningún otro vehículo... era complicadísimo. Tardé más de 2 h 30 min, y tuve que parar un rato a descansar debajo del coche, porque notaba que estaba a punto del colapso físico por el calor, la falta de dormir y no haber comido casi nada en muchas horas. Con todo, cuando conseguí sacar el buggy de allí, no sabía realmente dónde estaba ni hacia dónde tirar, y ya era consciente de que detrás de mí no quedaba ni mi camión de asistencia. Luego, con la intención de jugármela corriendo solo detrás del todo, y forzando la velocidad para alcanzar, como mínimo, a mi camión y hacer juntos la etapa, intenté encontrar la pista adecuada. Me hice un hartón de dar vueltas por aquellas dunas, y encontré trazas hacia diferentes direcciones, sin saber exactamente si las que seguía eran las correctas, pues el roadbook no me coincidía para nada, y el GPS no me indicaba ningún punto concreto (estaba bloqueado por la organización y sólo indicaba alguno de vez en cuando). Estaba hecho polvo y, la verdad, desbordado. Subí a un punto elevado para parar un rato a reflexionar y ver si me situaba, y escuché un ruido de motor no demasiado lejos. Eran dos motos que circulaban por allí, y me fui a alcanzarlas. Los dos motoristas estaban haciendo una excursión y no tenían ni idea de por dónde podía estar la ruta correcta del Dakar, pero sí que me podían acompañar hasta la carretera más cercana. Tenía que tomar una decisión, y tiré la toalla. Seguí a los motoristas hasta aquella carretera, para asegurar que no me quedaba tirado y que no perdería el vehículo en el desierto. Desde allí volví fácilmente al punto de salida del campamento, y fui a comunicar que estaba bien y fuera de carrera. Todavía, antes de hacerlo, pesé en volver a iniciar la ruta, pues allí sí que estaba nuevamente situado y podía empezar la etapa de nuevo. Pero la verdad es que no me atreví... lo veía imposible y demasiado arriesgado. Normalmente apuro tanto como puedo e intento no desistir por tonterías. Evidentemente no sé qué habría pasado si me hubiera vuelto a meter en la etapa. Igual me habría salido bien y tendría una historia épica con final feliz, o quizás me hubiese metido en un problema grave. Cuando uno va haciendo aventuritas por estos mundos, nunca sabe dónde tiene que poner los límites, y a menudo alcanzar o no alcanzar el éxito está precisamente en saber gestionar este equilibrio. Si hubiese abandonado por ver las cosas complicadas, no habría podido hacer cumbre en muchas de las montañas que he hecho, o no habría terminado muchos Dakar. Pero esta vez sí que he tenido que desistir, y por ello habrá sido un fracaso. Ahora a digerirlo todo y a intentar aprender todo lo que un mal final me puede enseñar. Quiero dejar muy claro que el motivo básico del grueso de problemas que sufrí para llegar “Lo que diferencia al éxito del fracaso, o a las personas que hacen cosas ambiciosas de las que no, radica básicamente en gestionar bien los momentos clave” a abandonar fueron provocados básicamente por errores míos. Fui yo el que me desvié de la ruta, fui yo el que me compliqué la vida al meterme en aquella trampa de arena de donde no podía salir, fui yo el que no supo encontrar el camino correcto después de todo, y fui yo el que desistió de continuar avanzando. Quizás si el teléfono satélite me hubiese funcionado, la batería del coche no hubiese fallado y el GPS no hubiese quedado bloqueado antes de salir, todo habría cogido otra dirección, pero al final sólo son elementos añadidos que se sumaron a mis propios errores. Ahora me tendré que aplicar aquello que siempre digo y que he escrito en muchas ocasiones: el único fracaso es el no intentarlo... pero cuando uno se lo encuentra, en aquel momento, la verdad es que te deja hecho polvo. Conclusiones Desde que abandoné en el Dakar 2005, no había fallado en ninguno de los retos que había afrontado. En estos cinco años y pico he terminado dos Dakar (2006 y 2007) en buena posición; he completado el proyecto de las ‘7Cumbres’, con el Everest al final, culminando todas las montañas al primer intento; he hecho la Titan Desert, los Seis Días de Escocia de Trial, la Marathon des Sables y la Jungle Marathon, con resultados bastante dignos, y he realizado un montón de pequeños proyectos o competiciones también exigentes y sin tener ningún mal final. Evidentemente todo ello me satisface y me ha aportado mucha confianza y energía positiva; pero tantos buenos resultados quizás le hacen olvidar a uno que la derrota también forma parte del posible guión de toda aventura. He teorizado mucho sobre ello, lo he escrito, lo explico en conferencias, y ahora me toca aplicarlo. Pero cuando estás en un momento de fracaso, ¡escuece mucho, el condenado! He estado un par de días en baja forma mental después del abandono, pero ya empiezo a remontar, y espero que con mucha energía. Sin querer ahora pasarme de positivo, tengo que reconocer que le veo una parte muy buena a este final, y ahora quiero centrarme en sacar el máximo provecho del abandono en el Dakar 2011. Para ello, no quiero perder ni un segundo en quejarme y analizar las posibles excusas que me justifiquen, sino que invertiré mis energías en analizar todos mis errores por no haber gestionado bien un momento crítico en el que las circunstancias se me complicaron mucho. Lo que diferencia al éxito del fracaso, o a las personas que hacen cosas ambiciosas de las que no, radica básicamente en gestionar bien los momentos clave. Lo he visto en todas mis aventuras empresariales y deportivas, y en general me he sentido orgulloso de cómo he gestionado esos momentos. Pero aquí fallé. Y no es que sea grave fallar, pero sí sería grave no aprender de este fallo y dedicarse a buscar motivos externos a uno mismo (el coche, el GPS, el satélite, etc...) para tener una versión complaciente pero también poco enriquecedora. Siempre pienso que mis aventuras, aparte de hacérmelo pasarlo bien con la práctica del deporte y permitirme conocer gentes y tierras nuevas muy interesantes, suponen una inversión para obtener un resultado en forma de enriquecimiento y aprendizaje personal importante, que a la vez puedo compartir con mucha otra gente. Por ello, aunque deportivamente haya fracasado, espero recoger muchos resultados de esta aventura. Con toda seguridad, tanto en la vida profesional como aventurera, me encontraré con otros muchos momentos críticos en los que las circunstancias serán complicadas. Y para gestionarlos sólo contaré con mi actitud en ese instante clave. Para entonces, espero contar con la acumulación de muchas experiencias anteriores positivas y negativas que me ayuden a actuar de forma acertada para superar la situación. Y, en estas experiencias, la aportación de un buen análisis de derrotas como la que acabo de encajar deberá ser fundamental. Con todo ello, ahora toca pensar en nuevos proyectos y aventuras y, cómo no, en mi próxima participación en los próximos Tres Dies de trial de Santigosa, que este año llegan a su 40 edición y no quisiera perdérmelos por nada del mundo. *Albert Bosch, más que un piloto, es un multiaventurero que practica disciplinas extremas tan diversas como el alpinismo, las ultramaratones u otras especialidades donde la resistencia y el riesgo son un componente central. Recientemente ha participado en pruebas de ultramaratón a pie por el desierto del Sahara (Marathon des Sables), o en la selva amazónica (Jungle Marathon). Y precisamente el pasado mes de mayo hizo cumbre en el Everest, como punto culminante de su proyecto ‘7Cumbres’, que consistía en escalar las montañas más altas de cada continente. En el ámbito de motor destacan, entre otras muchas cosas, sus siete participaciones en el Dakar, y una única en los Seis Días de Escocia de Trial. 77