Bartolo - Campillanos.com
Transcripción
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Bartolo Todo un personaje. Durante los años en que yo viví en Campillo, tenía una vaca preciosa. La verdad es que la cuidaba creo que hasta con cariño. Negra sí, pero con el pelo tirando a castaño brillante, reluciente. La vaca de Bartolo tenía fama de ser bonita desde que era ternera. Supimos que estaba preñada. Bartolo, se lo contaba a todo el mundo, estaba feliz con su vaca y todo el pueblo lo sabía. ---Bartolo, ¿Ya te parió la vaca? Le preguntó un día, con “segunda” , don Balbino, un cura, descaradillo, que hubo en Campillo allá por los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado. --- ¡A mí me parió mi madre, señor cura! Respóndió Bartolo, a bote pronto, sin cortarse un pelo. Venía de casa de la tía Miguela, en la plaza. Sin detenerse, ante el cura, cruzó el puente sobre el arroyo y se metió en su casa de la Umbría. Parece que lo estoy viendo aún: el paso alegre, decidido, evidentemente ofendido por una broma tan burda, pero con un gesto digno y resuelto como si pensara: ¿Qué se habrá creído éste, que soy imbécil? O algo así. Él era así: espontáneo, independiente, sin miramientos y sin inhibiciones. Naturalmente ingenioso. Naturalmente inteligente y desenvuelto. Nada importa que no supiera leer. Era también imprevisible. Era Bartolo. Todo un personaje que ha dejado en Campillo un recuerdo perenne. Estoy seguro. Regresaba un día de la Sierra, de haber estado cuidando las cabras. Venía contento, cargado con un animal a la espalda, no era una liebre, ni un conejo, que caben en un morral y pasan desapercibidos. No era tampoco una zorra; era un bicho, grandote, muy raro de ver. --- ¿Qué has cazado, Bartolo? ¿Qué animal es ese que llevas a la espalda? Preguntábamos los chavales arremolinados a su alrededor. ---Es un tajugo, dijo Bartolo, orgulloso de su hazaña. (Hay que tener en cuenta que él no utilizaba la escopeta. Siempre cazaba a lazo). Seguía andando, mientras la comitiva de niños que le acompañaba, engrosaba por momentos. Iba triunfante, feliz. Las mujeres salían a la puerta de la casas para ver a qué se debía el alboroto. ---Buena caza, Bartolo, le decían algunas. Otras simplemente miraban. De ese modo, escoltado por una gran cantidad de muchachos, hizo su entrada triunfal. Bartolo decía que el tajugo (tejón) era un animal de buena carne para comer. Algunos, en el pueblo no estaban de acuerdo con eso, otros pensaban que sí que era comestible, sin ningún tipo de reservas. Él lo desolló. Le sacó las vísceras. Lo dejó unas cuantas noches al fresco, para que se macerara un poco, y, aunque nadie lo comprobó, Bartolo decía que poco a poco se lo había ido comiendo, frito o en guiso, y que estaba “mu rico”. Era un hombre bastante libre y desinhibido. En contra de lo que suele pasar en los pueblos, lo que dijeran los demás le traía sin cuidado. Apareció, en otra ocasión, vestido con una especie de túnica que llegaba hasta los pies. Él mismo se la había confeccionado con unos sacos de arpillera. Cuando amenazaba tormenta, se la ponía, salía de su casa dando voces, salíamos detrás de él una patolea de muchachos, hacia las eras de al lado de la iglesia, y allí, de rodillas, mirando implorante al cielo, pronunciando ensalmos y otras palabras solemnes “esconjuraba” a la nube. A veces “tenía éxito” y la nube se deshacía o se alejaba sin hacer daño. Entonces se le felicitaba y el agradecía, como un torero cuando ha cuajado una buena faena. Pero yo siempre tuve la impresión de que Bartolo no hacía aquello por que tuviera la convicción de que su conjuros fueran eficaces, si no por el gran sentido histriónico que le caracterizaba. Era un gran actor en una palabra. Aunque yo no lo he presenciado, he sabido que andando el tiempo, cuando la tía Constantina tenía el cargo de pregonera, Bartolo, que no sabía leer, como ya he dicho, a veces la sustituía y, sin papel alguno recitaba los pregones, aunque fueran complicados. Prueba evidente de su buena memoria y de su forma de actuar con libertad y sin miramientos. Seguramente los que lo han conocido mejor que yo y han convivido con él, en Campillo, durante más tiempo, conocen muchas más anécdotas de Bartolo. Desde aquí les animo a que las cuenten y creo yo que todos se lo vamos a agradecer. Javier Delgado