Mara Burkart - International Association of Genocide Scholars
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Mara Burkart - International Association of Genocide Scholars
9 Conferencia Bianual de la International Association of Genocide Scholars 19 al 22 de Julio de 2011 Centro de Estudios sobre Genocidio Universidad Nacional de Tres Febrero Buenos Aires, Argentina Mg. Mara Burkart FSOC, IEALC, UBA [email protected] Patotas, matones, mafiosos. Representaciones humorísticas de la “lucha antisubversiva” en HUM® En diciembre de 1982, la revista HUM® - una publicación satírica opositora a la dictadura militar-, publicó en sus páginas un cartoon que mostraba en la vidriera de la concesionaria de automóviles “José” dos anuncios, uno decía: “Compre su Falcon verde con patente por el Plan Óvalo” y estaba ilustrado con un óvalo; y el otro, “Compre su Falcon verde sin patente por el plan hexágono” y se ilustraba con un ataúd (Meiji, H. n° 95, dic. 1982: 26). El humor de este chiste no es para cualquiera, hay que saber de la cultura y de la historia reciente argentina para que este chiste de humor negro genere una sonrisa la cual si se logra, tendrá un dejo de tristeza. Este fue el primer chiste gráfico publicado en HUM® que aludió expresamente al Ford Falcon verde oliva sin patente utilizado por los grupos de tarea de las Fuerzas Armadas argentinas para llevar a cabo sus detenciones y secuestros durante la última dictadura militar. Se inauguró de este modo una nueva serie de cartoons e historietas satíricos y de humor negro realizados por diversos humoristas que se publicó a lo largo de todo 1983 en HUM®, a la par de la sociedad argentina transitaba hacia la democracia, llevándose a cabo elecciones presidenciales después de diez años. En esta serie, los grupos de tareas fueron representados como “patotas” y matones, hombres corpulentos con aspecto siniestro, vestidos de civil con sobretodo con solapas cruzadas, lentes oscuros, portando armas largas. A su vez, se nombró o mostró de modo recurrente al Ford Falcon verde sin patente, contribuyendo a transformarlo en símbolo del terrorismo de Estado. Este trabajo analiza un grupo de representaciones visuales del proyecto destructivo1 de las Fuerzas Armadas publicadas en la revista HUM® desde su primer número de junio de 1978 hasta diciembre de 1983, cuando se produjo el retorno al Estado de derecho con la asunción del radical Raúl Alfonsín a la Presidencia de la Nación. La atención se centra en las representaciones de “patotas”, matones, mafiosos y en aquellas en las que apareció el Ford Falcon como modo de aludir a la “lucha antisubversia” de las Fuerzas Armadas. De este modo, dejo de lado otras representaciones visuales como aquellas que apelaron al repertorio iconográfico de los verdugos y suplicios de la Edad Media, Temprana Modernidad y a la Revolución Francesa o las que recurrieron al Holocausto nazi2. Las representaciones de patotas, matones y mafiosos fueron escasas en HUM® hasta fines de 1982, sin embargo, tuvieron sus antecedentes en publicaciones humorísticas previas como Satiricón y Chaupinela en donde aludían a la Triple A que actuó bajo el gobierno peronista; y en la página de humor del diario Clarín (Levín, 2009). ¿Qué caracterizó a las representaciones publicadas en HUM®? ¿Qué cambios sufrieron a lo largo del tiempo? Estas construcciones visuales, ¿eran banalidades del mal o eran llamadas de atención dirigidas a un lector al cual se consideraba cómplice de un determinado modo de ver y entender la realidad? Se distinguen tres momentos entre 1978 y 1983 en los cuales HUM® publicó representaciones humorísticas de los grupos de tareas de las Fuerzas Armadas para aludir a lo que éstas denominaron “lucha antisubversiva”. Uno es a mediados de 1979, en coincidiendo con el triunfo sandinista en Nicaragua y unos meses antes de la visita al país de la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos. El segundo es a mediados de 1981 cuando la revista aludió a la golpiza que recibió el periodista del diario La Prensa, Manfred Schönfeld. Y el tercero se extiende a partir de octubre de 1982 motivado por las amenazas que recibió HUM® y que terminaron en el secuestro de su número 97 en enero de 1983. I 1 Entiendo por proyecto destructivo al plan sistemático de desaparición de personas que “se corresponde [con] el proyecto de desaparición sistemática de símbolos, discursos, imágenes y tradiciones” (Invernizzi y Gociol, 2002: 23). 2 Estos aspectos de las representaciones del terrorismo de Estado publicadas en HUM® los analicé en Burkart, 2009a; 2009b. En julio de 1979, HUM® publicó la historieta “Violencia hay en todos lados. Incomunicación también. Dos problemas mundiales” realizada por Alfredo Grondona White (H. nº 15, jul. 1979: 60) que llama la atención por representar de modo explícito un asesinato perpetrado por una patota. Este tipo de representaciones no eran habituales en este dibujante ni se correspondía con el resto de las representaciones realizadas por otros humoristas sobre la violencia estatal ilegal publicadas en HUM®. En el copete se acotaba que la historia que se iba a narrar era una “fantasía” sobre la violencia en el Líbano, Irlanda y Nicaragua, y que con ella se quería demostrar una hipótesis: “que la violencia mundial puede tener su origen en la incomunicación” (H. nº 15, jul. 1979: 61). La historieta no tenía diálogos salvo al final. Eran las imágenes las que con su impacto visual comunicaban el mensaje. El dibujo realista junto al juego de contrastes en blanco y negro que propuso Grondona White contribuían a resaltar el aspecto de realidad de lo representado. La historieta muestra a un hombre de unos treinta años, de profesión dibujante, publicista o arquitecto; sentado en un sillón, con sus anteojos puestos, leyendo en medio de una silenciosa y tranquila noche, hasta que un ruido lo distrae. El lector puede ver como unas personas fuerzan la puerta de entrada del departamento. En un montaje paralelo y cinematográfico de las viñetas, se ve, por un lado, a varios hombres vestidos de civil y armados entrar por la fuerza, y por el otro, al hombre asustado intentar escapar infructuosamente de sus agresores. El hombre es brutalmente golpeado hasta caer muerto. Una vez en la calle, uno de los agresores dice “Ahora, a llamar a los diarios...” y en lo sucesivo, se dirigen a un teléfono público que como no funciona es destruido a golpes. Otro hombre exclama: “¡Qué país de miércoles! ¡No hay un solo teléfono que funcione!” (H. nº 15, jul. 1979: 60-61). En la historieta, la violencia aparecía representada con unos anclajes espacio temporales difusos, efectivamente, engrosaba la gran categoría de “violencia mundial” pero no se correspondía con las características específicas de la violencia política de Nicaragua, el Líbano o Irlanda. Más bien esas referencias parecían procurar despistar al censor ya que lo allí representado compartía las características propias de la violencia política ejercida en los últimos años en Argentina3. De este 3 En el Nunca Más se describen secuestros y el accionar de la “patota” que coinciden con la representación de la historieta (Conadep, 1984: 15-54). También Pilar Calveiro describe el accionar las patotas de modo similar al representado en la historieta con la salvedad de que la victima aún con modo, se partía de un tipo de lector dispuesto a leer las entrelíneas, a descifrar el mensaje oculto. En este caso, el guiño que buscaba la complicidad del lector era la alusión al mal funcionamiento de los teléfonos públicos y la consiguiente crítica a la compañía estatal de telefonía. En la historieta, las únicas marcas que tornaban a la violencia en “política” eran los países mencionados como ejemplo. En las imágenes, los protagonistas, víctima y victimario, aparecían vestidos de civil, sin ningún tipo de identificación institucional. El ataque sucedía sin que medie palabra alguna, los agresores no se presentaban ni le preguntaban la identidad a su víctima, la cual no importaba o no necesitaba ser confirmada. La única marca distintiva de la víctima era su carácter de intelectual de clase media. El saber aparecía como un estigma que convertía a los sujetos en blanco de una violencia sin límites y clandestina. Y la violencia aparecía no como último recurso sino como el único. La metodología utilizada por los atacantes no era ajena al accionar del grupo paramilitar conocido como Triple A durante el gobierno peronista (1974-1976) y de los grupos de tarea de los militares argentinos bajo la dictadura. A su vez, la representación de la víctima permitía descartar que se tratara de un acto violento generado por alguna organización guerrillera. Aunque en 1979 Montoneros había lanzado la “Contraofensiva”, estas organizaciones se caracterizaron por tener como blancos a empresarios, altos mandos de las fuerzas de seguridad y no a la clase media. Por último, tampoco podía entenderse como un caso de violencia delictiva típica, ya que no había habido un robo sino un asesinato, que en todo caso, se asemejaba más a un acto mafioso. Las patotas “chupaban” a sus víctimas en la calle, en sus domicilios particulares o laborales, por lo general, se trataba de secuestros pero también podía haber un combate abierto, con espectaculares operativos. En la historieta, la agresión ocurría en un espacio privado, en el departamento de la víctima, reforzando metafóricamente lo más secreto y oscuro del accionar militar y paramilitar en la Argentina. Es decir, la parte que no se hacía pública incluso cuando el agresor podía “llamar a los diarios...”. En la prensa se publicaban noticias sobre enfrentamientos y vida era “chupada”, llevada a un campo de concentración. Además, cita a Raúl David Vilariño exponiendo a la sociedad argentina en sus límites de tolerancia hacia la violencia. Vilariño confesó: “(Nosotros) entrábamos, pateábamos las mesas, agarrábamos de las mechas a alguno, lo metíamos en el auto y se acabó. Lo que ustedes no entienden es que la policía hace normalmente eso y no le ven mal” (La Semana nº 370, 5/01/1984 en Calveiro 1998: 35) operativos militares con detenidos y muertos los cuales se presentaban como avances exitosos en la lucha contra el enemigo subversivo. Esas versiones y el modo de representar a las víctimas, por lo general, sin poner en duda su carácter de “subversivos” o “terroristas” no coincidían con la representación realizada por Grondona White. De modo elíptico, la historieta insinuaba la arbitrariedad de las versiones oficiales sobre los actos de violencia difundidas por los medios de comunicación dominantes. En ellas las víctimas eran silenciadas, su versión de los hechos no llegaban a los medios y eso no era debido a un problema técnico sino porque estaban muertas. A dos meses de la visita de la CIDH al país y cuando circulaban declaraciones como las del arzobispo de Jujuy, monseñor Medina que decía “En mi patria no hay ‘raptos oficiales’; decir lo contrario es desconocer la Argentina de hoy. No olvide que el desconocimiento no da derecho a hablar, sino que involucra el deber de informarse mejor” (en Blaustein y Zubieta, 1998: 292). Con esta historieta, HUM® develaba parte del plan destructivo de las Fuerzas Armadas y cuestionaba el discurso dominante sobre los hechos de violencia difundidos por los medios masivos de comunicación4. HUM® interpelaba al lector, lo invitaba a descifrar las entrelíneas, los niveles ocultos de la representación y llevar a cabo, como sugiere Rommens “un acto potencialmente subversivo que le da poder al intentar leer buscando significados ocultos que perturben el engañoso discurso inequívoco del régimen” (2005: 5). HUM® ofrecía otra visión de la violencia a la impuesta por los militares y los civiles a ellos aliados. Si bien no denunciaba abiertamente estos hechos ni a sus autores ni instigadores, tampoco se mostraba obsecuente ni cómplice con ellos. HUM® incentivaba a sus lectores a dudar de las “verdades” oficiales y oficialistas que circulaban en la prensa y a hacerse preguntas, aunque éstas quedaran circunscriptas al ámbito íntimo y privado de la lectura. II 4 A principios de julio de 1979, The Buenos Aires Herald también aludía a un problema de comunicación por parte de las autoridades frente al tema de los desaparecidos y al status ilegal de muchos detenidos sin cargos. Así decía: “Miembros del gobierno y representantes jerárquicos de las fuerzas armadas aluden al asunto con frecuencia creciente y en ocasiones se ven obligados a explicar lo que significan las palabras enigmáticas que suelen emplear. Si hay algunos que creen que podrían ‘solucionar’ el problema inventando la formula verbal perfecta que sirva para legitimar la captura irregular de personas años después de que fueran aplastadas las bandas terroristas, ya se habrán dado cuenta de la magnitud de su error” (TBAH 8/7/1979 en Neilson, 2001: 125) En marzo de 1981, el recambio presidencial por el cual el general Viola reemplazó al general Videla, generó en la sociedad expectativas de cambio que rápidamente se desvanecieron. Uno de los motivos de tal decepción fue la agresión que sufrió el columnista del tradicional diario La Prensa Manfred Schönfeld por parte de una patota. En 1976, este diario se había mostrado afín al golpe de Estado y a varias políticas del Proceso. No obstante, en 1981 publicó artículos con un alto contenido crítico hacia el Proceso5 que generó la decisión del gobierno de quitarle la publicidad oficial y una “advertencia” a Jesús Iglesias Rouco, uno de sus columnistas. Las amenazas verbales se tornaron agresiones físicas el 22 de junio de 1981, cuando Schönfeld fue golpeado en la puerta de su casa. Al día siguiente, La Prensa publicó en su portada una fotografía de la cara ensangrentado de su columnista y describió los hechos (La Prensa, 23/06/1981). Junto a The Buenos Aires Herald y El Día, HUM® se solidarizó con el agredido y abordó el tema en su editorial articulando texto e imagen. Un cartoon de Alfredo Grondona White mostraba a un hombre grandote, vistiendo un sobretodo, con una manopla con púas en su mano izquierda y un caño en su derecha a punto de agredir por la espalda a otro hombre, representado como un intelectual -llevaba anteojos y un libro bajo el brazo-, que exclamaba: “…lo que este país necesita es un ESTADISTA! ¡Un tipo que sepa adelantarse a los acontecimientos y no sólo reaccionar ente hechos consumados!” (H. nº 61, jun.1981: 5) ante unos jóvenes que tiemblan de miedo al ver al atacante. Desde la historieta de Grondona White de julio de 1981 la representación de la patota en relación a la “lucha antisubversiva”6 no había vuelto a aparecer en las imágenes de la revista para aludir a la realidad argentina. De hecho, desde 1980 el 5 Uno de los artículos de Schönfeld se tituló: “El Proceso debe regenerarse por adentro o, de lo contrario, arrastrará en su derrumbe al país entero” y otro “Gobernar no es un juego de niños; después de desgobernar no basta con decir : “No lo haré más, me portaré bien” donde decía: “un régimen cuyo fracaso culposo es tan obvio, debe comenzar con un amplio ‘mea culpa’ y luego optar por uno de dos caminos posibles: o reformarse radicalmente (regenerarse, como o llamamos una vez) desde el seno mismo de las fuentes de su propio poder material o espiritual; o si no es capaz de hacer eso, irse. Antes de que el país toque fondo” (La Prensa, 18/06/1981). 6 Entre una y otra representación se publicaron en HUM® la serie de chistes “…Y como por arte de mafia” de Fabregat, Ceo y Sanz (H. nº 18, ago.1979: 27-29) en alusión directa a Carmine Galante, “capo” de la mafia norteamericana acribillado en una gasolinera; y “De cómo transitar por parajes siniestros sin correr riesgos” de Fabre y Tabaré (H. nº 47, nov.1980: 30-31) una parodia de las crónicas policiales que cuentan “diariamente la actividad de ciertos núcleos sociales denominados ‘patotas’. Generalmente, está compuestos pode humanoides de la especie depredadores y se pueden encontrar ala vuelta de cualquier esquina, siempre que la citada esquina esté ubicada en sitos inhóspitos y poco concurridos. Es fácil precaverse contra estos grupúsculos. Basta con aguzar el ingenio” (Ídem). humor negro había disminuido significativamente su espacio en las páginas de HUM®, las cuales comenzaron a privilegiar la sátira política con militares. La figura del matón quedó circunscripta a la historieta “Boogie, el aceitoso”, de Fontanarrosa que ese año se sumó a los contenidos de la revista. En 1981, cuando HUM® se encontraba consolidada en el mercado y en campo de la gran producción cultural y mediática; reapareció la figura del matón para denunciar un caso concreto cuya víctima era públicamente reconocida. El editorial se anunciaba como “Congelador de sonrisas” y revelaba que había sido escrito a último momento “transpirando bronca”, con la “sangre ebullición” y con datos escasos. Igualmente, informaba al lector que Schönfeld había sido atacado “por una piara de salvajes de ésos que persisten en ensuciar la convivencia de los argentinos” (H. nº 61, jun.1981: 5). HUM® continuaba con una crítica a los discursos oficiales que hablaban de libertad de prensa y señalaba que no alcanzaba con no practicar la censura previa para garantizar tal derecho. Había otras formas de conculcarlo tales como la presión económica o la agresión personal. La representación textual y la visual de la agresión sufrida por Schönfeld se complementaban, aunque era el texto el que avanzaba en la precisión de los hechos y en su condena. La “piara de salvajes” del texto se transformaba en la imagen en el matón, implícitamente integrante de una patota. En cambio, Schönfeld aparecía como un intelectual anónimo. El cartoon de Grondona White no tenía marcas espacio-temporales ni personalizaba a los protagonistas. Era el texto el que ofrecía al lector estos datos concretos y sin dobles sentidos. En el número siguiente, la agresión a Schönfeld volvió a ser tratada en una historieta realizada por Horatius, que funcionó como editorial. En ella se relataba el momento en el cual el periodista de La Prensa le describía al dibujante de la policía los rasgos de su atacante para elaborar un identikit. Al finalizar, el dibujante sorprendido exclamaba: “Pero ¡No puede ser!”, “¡Esto jamás se podrá publicar!” (H. nº 62, jul.1981: 46). En este caso, el agresor no era nombrado ni mostrado pero ya se sabía que había sido una parte de una “patota”, no obstante lo que se ponía en cuestión era la identidad de quienes la conformaban y, sobre todo, la impunidad con la cual actuaban esos grupos. También quedaba en evidencia el juego constante entre visibilidad e invisibilidad; lo nombrable y lo innombrable que utilizó la dictadura militar para imponer el miedo en la sociedad. Estas imágenes sobre la “patota” no se generalizaron7, de hecho, no volvieron a ser tema de un cartoon o historieta hasta fines de 1982. III En octubre de 1982, reaparecieron en HUM® representaciones visuales de matones y patotas incluyendo elementos que permitían asociarlas inequívocamente con la actividad paramilitar y militar argentina. Uno de los primeros elementos que contribuyó a ese anclaje fue el Ford Falcon verde sin patente; luego, incluyó los nombres de los altos mandos castrenses que se sabía estaban detrás de ellas. El primer cartoon que combinó los primeros elementos mostraba en primer plano, a una patota secuestrar a un hombre en medio de la calle mientras en la vereda de enfrente había, a un costado, dos personas sorprendidas viendo el secuestro y frente a un puesto de diarios, dos militares, uno decía: “A veces me pregunto quienes son los que quieren evitar el retorno a la democracia…” y el otro le respondía “Las revistas, coronel, las revistas…” (H. nº 94, nov.1982: 5). Este cartoon era parte de un editorial en la cual HUM® explicitaba sus “Bases” (su contrato de lectura) como parte de una estrategia para impedir que la Junta Militar tomara medidas contra ella, como se rumoreaba. En el editorial HUM® condenaba el estado de sitio y exigía la institucionalización del país; condenaba la “violencia terrorista” y repudiaba la “barbarie genocida”, denunciaba los ilícitos, entre otros puntos. El “nosotros” construido por HUM® se definía entonces apelando a la libertad, la justicia, la vida, los principios éticos y políticos de la democracia. En el cartoon quedaba expuesto que HUM® se defendía y que contraatacaba ofreciendo otra respuesta a la pregunta sobre quienes quería evitar el retorno a la democracia. El obstáculo no eran las revistas sino los grupos de tarea que secuestraban a civiles en la calle. Sin embargo, en enero de 1983, la amenaza se concretó, el número 97 de la revista fue secuestrado en la imprenta impidiendo su circulación. La solidaridad de los lectores y de los principales dirigentes políticos y sociales, y un amparo judicial permitió que HUM® siguiera saliendo. La revista aumentó significativamente sus 7 Si hubo cartoons sobre la mafia, esta vez, para mofarse de Frank Sinatra quien en 1981 vino al país a dar unos conciertos gracias a las gestiones y un contrato millonario con la productora de Ramón “Palito” Ortega. ventas y en sus páginas, las representaciones visuales de patotas y matones fueron en aumento, más de cincuenta cartoons e historietas se publicaron a lo largo de 1983. El cartoon de Daniel Paz fue seguido por el chiste de Meiji con el cual se abrió este trabajo y por otros.8 Uno de ellos comparaba a la patota con el popular ser fantasmal y siniestro con el que se asustaba a los niños desobedientes como era el “hombre de la bolsa” (Rudy y Daniel Paz, H. nº 96, dic. 1982:11; Hermosilla Spaak (H. nº 100, feb. 1983: 85). Un cartoon de Langer parodiaba la publicidad del Ford Falcon 1982, se veía a cuatro hombres, vestidos de traje con solapas cruzadas, anteojos oscuros y armas en sus manos, bailaban y cantaban como vedettes en un espectáculo musical el jingle que decía “Ford, Ford, Falcon. Falcon, Falcon, Ford” mientras el flamante auto giraba sobre una tarima circulare a la vez que se exhibían sus modernas comodidades, las cuales eran parodiadas por Suar en su cartoon (H. nº 97, ene.1983: 29; H. nº 114, oct.1983: 41)9. En estas representaciones, el Ford Falcon aparecía asociado a la muerte, a lo siniestro. Desde su aparición en 1962 el Ford Falcon se había hecho fama de automóvil familiar, duro y aguantador convirtiéndose en símbolo del ascenso económico de la clase media urbana argentina. Simultáneamente, fue el auto de las fuerzas de seguridad. Los Ford Falcon verde oliva eran de las Fuerzas Armadas y los celestes y azules de la Policía Federal. Durante la dictadura militar los Ford verdes sin patentes identificatorias fueron los móviles en los cuales se trasladaban los grupos de tareas para efectuar sus secuestros y detenciones. El efecto cómico de estos chistes era la contradicción generada entre la imagen de auto familiar, confortable, moderno y de uso placentero que la publicidad ofrecía y el uso real que hicieron de este auto las Fuerzas Armadas durante la dictadura militar. Para HUM® el Ford Falcon había dejado de ser símbolo del ascenso económico de la clase media para pasar a ser símbolo del terrorismo de Estado. Y esta relación entre el Falcon y las Fuerzas Armadas podía llevar a interpretaciones más veladas en cuanto a la relación de la empresa Ford Motors 8 Un chiste de Lawry tenía similares características al de Meiji: “Un médico le dice al otro “Doctor, ahí trajeron a un herido que fue atropellado por un Falcon verde. ¿Qué hacemos? ¿Pedimos la internación o un habeas corpus?” (H. nº 101 mar. 1983: 6). Otras representaciones en las cuales el Ford Falcon funcionaba como símbolo de la represión ilegal fueron las realizadas por Dany Duel, H. nº 103, abr. 1983: 89; “Protección al menor” de Meiji y Tabaré H. nº 104, may.1983: 3. 9 Otros cartoons que parodian la publicidad del Ford Falcon fueron: Rudy y Daniel Paz, H. nº 99, feb. 1983: 12; Rody, H. nº 105, may. 183: 6. Company, filial argentina, y los militares que cobraba sentido real y ribetes macabros para quienes sabían que en la planta del partido bonaerense de Gral. Pacheco varios trabajadores fueron secuestrados, alojados en un espacio interno aparentemente preparado como ámbito de reclusión y tortura antes de ser trasladados a la comisaría de Tigre en calidad de “desaparecidos” (Pedro Troiani en Página/12, 24/02/2006). A medida que avanzaba el año 1983 y se acercaban las elecciones, las Fuerzas Armadas procuraron pactar su impunidad y ante el fracaso de dicha estrategia, sancionaron la Ley de Amnistía. También en ese contexto la interna militar recrudeció, los “duros” presionaron con el fin de arruinar los planes aperturistas del gobierno del general Bignogne. En este clima, se publicaron en HUM® representaciones que denunciaba a las patotas como una amenaza al retorno a la democracia. Dos cartoons lo ilustran, en uno se observa a la República, representada como una mujer con gorro frigio, manejar con angustia un pequeño auto en una carretera rumbo a “Democracia” perseguida por una patota en un Falcon sin patente (H. nº 106, jun.1983: 55). El otro, muestra el secuestro de la República por parte de dos matones, mientras a un costado un policía preguntaba: “¿Qué pasa acá, coronel?” y éste respondía “Nada agente. Un pequeño problema de tránsito… a la democracia” (H. nº 112, sep.1983: 31). Se reforzaba el hecho de que eran las patotas de las Fuerzas Armadas el principal obstáculo para alcanzar la democracia. Pero a diferencia de las representaciones de fines de 1982, las víctimas de la amenaza ya no eran la clase media o ciertos sectores de la sociedad sino el régimen republicano en su totalidad. Estas representaciones se complementaban con otras en las cuales se ofrecían respuestas cómicas a la pregunta sobre qué pasaría con esos grupos paramilitares una vez establecido el Estado de derecho. La historieta “La familia FALCON” (el uso de mayúsculas ofrecía el doble sentido de la palabra Falcon), de Meiji y Fortín aludía a los intentos de reacomodamiento de estos grupos a las nuevas circunstancias. Al apelar a la idea de “familia” se representaba a la patota en relación a la mafia italiana, lo cual se tradujo en argentina al pacto de sangre que los militares suscribieron entre sí en torno a los crímenes cometidos. Pero también aludía a lo “familiar” al asociarla con “La familia Falcón”, una popular tira televisiva costumbrista de los años sesenta. La historieta parodiaba en tono satírico un episodio de la serie en el cual la patota recibía un “trabajito” después de estar en inactividad. Uno de sus integrantes dudaba en aceparlo ya que “viejo, estas ya no son épocas para nosotros… ¡estamos rejunados!” y con nostalgia recordaba “hace cinco o seis años la cosa era distinta nunca nos faltaba actividad… siempre trabajando, de luna a luna… ¡nos sentíamos tan útiles!”. Finalmente aceptaban el trabajo pero con la condición de hacer algo con “ese auto verde, sin patente, super manyado”. La solución fue “seguir en la misma pero con otra imagen”, y en la última viñeta, se veía a la patota en el Falcon andando por la calle frente a la mirada desconcertada de los transeúntes: el auto tenía un cartel en el techo que decía “Sonríe Dios te ama”; en la puerta otro que decía “Vacune a sus hijos”; en el baúl una bandera que decía “Las Malvinas son argentinas” y en la antena llevaban una flor (H. nº 98, ene. 1983: 34-35). Es decir, estos grupos no desaparecerían sino que se reconvertirían y seguirían de algún modo siendo una amenaza para la democracia argentina si no había una decisión política destinada a su desmantelamiento. Unas semanas antes de la asunción del presidente electo Raúl Alfonsín, Lawry se preguntaba: “Nos picanea la curiosidad: ¿Qué harán los torturadores?” y el copete decía “Para esta gente, ni olvido ni traición. Porque suponemos que no serán olvidados, ni dejados en el desamparo (…) Porque suponemos que el laburo de esta gente termina, ¿no? (H. nº 117 nov.1983: 42). Nuevamente, la duda rodeaba al futuro de estos grupos. En una de las viñetas se veía a un matón diciéndole a un hombre decrépito y con muletas: “A usted lo andaba buscando. Yo lo torturé en el 77 ¿se acuerda? Bueno… a mí me despidieron sin indemnización y mi abogado me pide testigos. Por suerte no lo dejé tan mal. Se lo ve muy bien. ¿No me devolvería el favor?” (Ídem)10. Estas representaciones de la patota generaban distintos tipos de risa, una más satírica y la otra más propia del humor negro; pero en ambos caso, el futuro que se vislumbraba para estos grupos estaba lejos del ámbito de la justicia y dejaban dudas sobre la capacidad política de controlarla. La representación de la patota asociada a la tortura de sus víctimas, apareció en el cartoon de Lawry antes citado y en uno de Langer que sobresalía por la audacia al mostrar a un hombre siendo torturado con picana eléctrica por dos 10 Los cartoons de la serie son cinco. Otro de ellos mostraba en un bar a un matón tomando un café con una mujer, aquel le decía: “En la época de Videla sí que había trabajo camionetas y camionetas llenas de puntos nos mandaban. Día y noche nos pasabamos laburando. ¡Eso era lealtad! Pero el fruto de tanto esfuerzo hoy no se ve. Nadie reconoce nuestra obra” y la mujer afirmaba “Claro. Esos resultados una y mil veces se olvidan” y el hombre la corregía “No. Una y treinta mil veces desaparecieron” (H. nº 117 nov.1983: 42). matones, mientras un doctor que llevaba un brazalete nazi, auscultaba su corazón. De fondo sonaba una estrofa la canción de León Gieco, que entonces se había convertido en un himno de la lucha antidictatorial, que decía: “¡Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente!” (H. nº 115, oct.1983: 90). La insignia nazi del médico sugería las dimensiones sociales de los actos de tortura, no se trataban de “excesos” de la represión sino que se trataba de un plan sistemático de destrucción equiparable a un genocidio. Lawry colocó a las patotas argentinas junto a los torturadores en un marco mundial, como lo había hecho Langer y Grondona White en su historieta de 1979. En el “Congreso Mundial de Torturadores”, se veía en el salón unos matones -todos vestidos con el sobretodo con solapas cruzadas y cinto bien ajustado, llevando anteojos oscuros- charlar con una copa en la mano; desde la entrada adornada con cuadros que decían “SEGBA- Premio al consumo”; “Cinta adhesiva de la popularidad” y “West Point- Premio de oro” y el dibujo de una picana eléctrica; uno de ellos preguntaba enojado “¡¿Quién es el infiltrado que le pidió documentos al General Camps?!” (H. nº 119, dic. 1983: 147). El general Camps, integrante del sector “duro” de las Fuerzas Armadas, fue el jefe de la Policía Bonaerense y responsable del secuestro y las torturas de varias personas11 entre las cuales se encontraba el director del diario La Opinión, Jacobo Timerman. En diciembre de 1983, desde el balneario uruguayo Punta del Este, había dicho en un reportaje: “Personalmente no eliminé a ningún niño. […] lo que ocurre es que Occidente no tiene vocación de triunfo, nos avergonzamos de nuestras ideas y acciones. Así acabamos pidiendo disculpas por haber triunfado” (La Semana, 22/12/1983 en Novaro y Palermo, 2003: 484). No fueron muchos los cartoons que representaron a personas concretas vinculadas a los grupos de tarea de las Fuerzas Armadas, además de la acusación que se hacía de Camps también se denunció al almirante Massera quien había armado un partido político con el cual se presentó a las elecciones. Estos casos se los puede entender como actos de justicia popular simbólicos, posiblemente antecedentes de los “escarches” realizados por HIJOS, luego de las leyes de indulto de Menem. 11 En 1986, la Cámara Federal lo encontró culpable de 73 casos de tormentos seguidos de asesinato por lo cual fue condenado. A modo de cierre, en este trabajo se analizó el devenir de las representaciones de la patota y los matones en HUM® entre 1978 y 1983. Cuando estos grupos paramilitares aún concentraban poder y estaban en operaciones y la revista estaba en una etapa inicial y frágil, la representación adquirió un tono serio, articulando humor negro y dibujo realista; y apeló a desorientar al censor a la vez que confió en contar con un lector hábil en la lectura de entrelíneas. Su publicación constituyó una gran audacia para esta revista independiente y crítica con el poder y de ahí que no fueran recurrentes. En 1981, aún se mantenían estos rasgos de la representación aunque en este caso, se recurrió a ella para hacer una denuncia concreta; la cual quedó como un caso aislado si bien se aludía a la persistencia de las prácticas denunciadas. En cambio en 1982 y 1983, se combinaron representaciones caricaturescas y satíricas de la patota y los matones con otras propias de humor negro dando cuenta de los umbrales de sensibilidad de la sociedad argentina en cuanto a aquello que provocaba risa. En este caso, el poder de las patotas había decrecido, y el de HUM® había aumentado. Esta inversión le permitió incorporar representaciones que incluían aspectos autóctonos de la represión como lo fue el Ford Falcon verde sin patente así como también denunciar a militares vinculados a ellas, como el general Camps. Bibliografía citada Blaustein E. y M. Zubieta (1998): Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso. Buenos Aires: Colihue. Burkart, M. (2009a): “Horcas, guillotinas y verdugos. La representación de la “guerra antisubversiva” en la revista HUM® (1978-1983)” en Eadem Utraque Europa Año 5, Nº 9, dic. Escuela de Humanidades de la UNSAM- Miño y Dávila Editores, ISSN 1885-7221 pp.155-190. Burkart, M. (2009b): “La revista HUM® frente a los límites éticos de la representación humorística” en Diálogos de la Comunicación, nº 78, jul-dic. Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, Perú, 2009. ISSN: 1995.6630. www.dialogosfelafacs.net Calveiro, P. (1998): Poder y Desaparición. Los campos de concentración en Argentina. Buenos Aires: Colihue. CONADEP (1984): Nunca Más. Buenos Aires: Eudeba. Invernizzi, H. y J. Gociol (2002): Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura militar. Buenos Aires: Eudeba. Novaro M. y V. Palermo (2003): La dictadura militar 1976/1983. Del golpe de Estado y la restauración democrática. Buenos Aires: Paidós. Rommens, A. (2005): “C de censura: Buscavidas y el ‘terror del signo incierto’ en Camouflage comics. Dirty War Images, www.camouflagecomics.com/flash.php