Tragedia de ser mujer en el Oriente Medio

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Tragedia de ser mujer en el Oriente Medio
Tragedia de ser mujer en el Oriente Medio
En mayoría de los países del oriente medio por ser mujer no puedes:
- Tener pasaporte y viajar sola.
- Salir al extranjero para estudiar alguna carrera.
- Cantar en público.
- Nadar en una playa o piscina en bañador.
- Salir maquillada a la calle.
- Entrar en un medio de transporte público por la misma puerta que entran los VARONES, etc..
AL MARGEN DE LAS DOS CONFERENCIAS DE LA ONU SOBRE MUJER
La IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la mujer, se celebró el día 4 de septiembre de 1995 en Pekín. Un año antes, y en la misma fecha, tuvo lugar otra en El Cairo, la capital de Egipto. El tema de fondo de esta última era la Población y el Desarrollo;
en otras palabras, sobre el control de natalidad, la familia y con la misma protagonista:
LA MUJER. Esta Conferencia comenzó sus sesiones con muchos obstáculos y enormes
dificultades, debido, por un lado, a la postura reticente tomada por La Santa Sede y, por
otro, a la oposición frontal de algunos países islámicos entre ellos Irán, Arabia Saudita,
Sudán y algún otro más.
Días antes del comienzo de la Conferencia de EL Cairo, un grupo de activistas islámicos de dicho país presentó una demanda ante un tribunal egipcio pidiendo su anulación por considerarla instigadora del “libertinaje” y por “fomentar la liberalización de
las relaciones sexuales, la homosexualidad y el aborto”. Pero dicha demanda fue rechazada por el presidente del tribunal.
En el transcurso de la conferencia, y a medida que pasaban los días, aumentaba la
ira de los radicales contra ella en varias partes del mundo. Miles de manifestantes se
echaron a la calle en distintos países para expresar su indignación contra la ONU y su
conferencia. De hecho, el gobierno de Sudán amenazó con una “Jihad” (guerra santa) en
sus medios de comunicación contra la conferencia. El ministro de Planificación Social de
este país dijo que este encuentro internacional, refiriéndose a la conferencia de Cairo,
formaba parte de una estrategia orquestada por el mundo occidental y encaminado a
reducir la población musulmana. Incluso, la máxima autoridad religiosa de Arabia Sau1
dita hizo un llamamiento a todos los fieles en el mundo islámico para que boicoteasen la
Conferencia por ser de carácter contrario a los preceptos de la fe mahometana.
El Vaticano, por su parte, con su contradictoria postura que, por un lado, defiende
y respeta los valores familiares y, por otro, no permite que decenas de miles de sacerdotes
y monjas formen sus propias familias, en cierto modo compartía la opinión de los fundamentalistas islámicos, aunque, como es lógico, sin tanta agresividad.
A pesar de todas estas objeciones, protestas y tropiezos, la conferencia de EL Cairo
inició sus sesiones el día 5 de septiembre de 1994 y el día 13 fue clausurada. Aunque esta
conferencia no pudo lograr los objetivos que se esperaban de ella, por lo menos sirvió
para que la sociedad internacional tomase conciencia de la situación miserable en la que
viven, aún hoy en día, millones de mujeres en distintos puntos de nuestro planeta.
Con motivo de la celebración de dicha conferencia, y durante su desarrollo, muchos activistas pro - derechos humanos pudieron dar a conocer al mundo civilizado la
situación infrahumana en la que viven las mujeres en muchos países del oriente medio y
África, gracias a las posibilidades que les ofrecieron los medios de comunicación.
Por primera vez un cámara de la CNN pudo grabar la ceremonia de ablación de
una niña en Egipto y millones de espectadores alrededor del mundo consiguieron ver
con sus propios ojos la mutilación a la que son sometidas estas inocentes criaturas.
LA Señora Nafis Sadigh, presidenta de la Conferencia, de nacionalidad pakistaní,
aportó datos escalofriantes. Según su declaración, cada año mueren más de 200.000
mujeres embarazadas en el mundo a causa de abortos clandestinos practicados por el
personal no sanitario e inexperto; así mismo, que más de tres millones de niños mueren
cada año durante la primera semana de su vida, haciendo a los participantes la siguiente
pregunta: “¿No hay que buscar una solución a esta horrorosa situación? El silencio de las
delegaciones del Vaticano y de los países musulmanes opositores fue la única respuesta a
esta pregunta.
Desde entonces no ha cambiado nada. Los adversarios de la celebración de aquella conferencia siguen manteniendo la misma postura que tenían en septiembre 1994 y
intentaron obstaculizar la realización de la conferencia del año siguiente en Pekín, o bien
reconducirla de acuerdo con sus criterios. Las noticias que nos llegaron no podían ser
más alarmantes porque el gobierno chino negó la entrada de varios grupos pro - derechos humanos a su país por “motivos diplomáticos".
Pero esto no implica que no denunciemos las vejaciones que padece una gran parte de la población mundial y que, en consecuencia, cerremos los ojos ante ellas. Hace sólo
unos días después de la celebración de la Conferencia de El Cairo - según informa el diario británico Daily Mail - una niña de 13 años perdió la vida a manos de sus padres y
hermano. Su único pecado fue aflojarse un poco el velo para mitigar el calor sofocante.
Este crimen tuvo lugar en la ciudad de Mansurrieh a unos 150 kilómetros al norte de El
Cairo. Antes de su muerte el hermano y los padres de la niña la habían tenido atada a
una cama durante dos semanas, siendo azotada con una manguera hasta que murió. En
sus declaraciones ante la policía egipcia los padres y el hermano de la víctima manifestaron que no habían hecho nada malo, excepto cumplir las reglas divinas.
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Hace dos veranos, en otro acontecimiento semejante, los miembros varones de
una familia turca en Francia, tras un juicio familiar, condenaron a muerte a la hija de la
familia, de 15 años, por vestirse al estilo europeo, ejecutándola posteriormente.
Estas noticias, que ponen los pelos de punta, sólo muestran un pequeño ejemplo
de lo mucho que ocurre con unos seres humanos cuya única culpa es nacer hembra.
Más de 45 millones, equivalente a a la totalidad de la población española, de estos
seres humanos viven actualmente en Irán.
Desagraciadamente, gran parte del pueblo español tiene una visión de la mujer
iraní que, hasta cierto punto, no coincide con la realidad; ya sea porque muchos españoles confunden a los iraníes con los árabes, que son dos pueblos completamente distintos,
con costumbres y cultura propias; ya sea porque, hablando de la mujer iraní, súbitamente aparece delante de sus ojos la imagen de aquellas mujeres que han visto en la pantalla
de televisión o en la película de “No Sin Mi Hija”. Pero en realidad y a lo largo de la historia la mujer iraní ha sido diferente.
PRE-ISLÁMICA, LA ERA DE GLORIA.
Sin duda alguna, el Islam ha jugado un papel determinante en la vida de la mujer
árabe y ha contribuido mucho al desarrollo de sus valores en el seno de la familia y sus
derechos en la sociedad.
Antes del Islam, el nacimiento de una hija – en la península arábiga - se consideraba como un signo de desgracia en la familia; por ello, en muchas tribus árabes, las mujeres, en el momento de dar a luz, se ponían en cuclillas sobre un hoyo. Si el recién nacido era un niño lo acogerían; de lo contrario, sería enterrado vivo en el mismo hoyo. Asimismo, los hombres podían casarse con un número ilimitado de mujeres a la vez. (El
Islam limitó este número a cuatro mujeres). De la misma manera las mujeres no heredaban de sus maridos. (También esta costumbre fue rectificada por el Islam al permitir que
las mujeres tuviesen parte del legado dejado por el difunto marido).
Cuando ocurría esto en la península arábiga, dos mujeres se sucedieron en el trono de Irán (entonces Persia); una de ellas se llamaba Azarmidojt, y la otra Purandojt (siglo VII). Aunque el reinado de ambas fue de corta duración, no obstante el hecho muestra el importante papel que jugaba la mujer en la sociedad pre-islámica de Irán.
Ni en el Mazdeísmo (la antigua religión de Irán) ni en todo lo que hasta ahora se
ha encontrado en las excavaciones arqueólogas e investigaciones históricas, existe prueba alguna que pruebe discriminación alguna entre hombre y mujer en la sociedad pre islámica de Irán; tampoco ha sido hallado indicio alguno de que la mujer iraní estuviera
envuelta en un pedazo de tela negra (chador).
En la primera planta del museo arqueológico de Teherán se conservaba un busto
de mármol de la Reina Moza (la mujer de Farhad IV, 37-2 años antes de J.C.) con pelo
rizado que no sólo no llevaba velo sino que mostraba incluso un pecho al descubierto.
Dicho busto, sin duda alguna estará destruido por las normas vigentes del régimen actual del referido país.
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Tras la conquista de Irán en el año 651 por los intrusos que procedían de los desiertos de Arabia con el Corán en una mano, y un sable en la otra, la vida de la mujer iraní
se transformó por completo; pero siempre en las grandes ciudades. La población que
vivía en las montañas o en lugares remotos del país, como los kurdos, no se rindieron
ante esta oleada devastadora y siguieron manteniendo sus identidades. Estos conquistadores, que carecían de cualquier tipo de cultura y civilización a excepción de la religión
que traían, al encontrarse ante cualquier fenómeno desconocido para ellos, lo aniquilaban. Prendían fuego a los palacios, obras de arte y bibliotecas. Así se puso fin al imperio
persa con toda su historia.
Al igual que en otras invasiones las mujeres son las primeras víctimas, pudiendo
ser violadas por los conquistadores o sacrificadas por sus propias familias para no caer
en las manos del enemigo. Con la conquista de Irán por los soldados mahometanos pasó
lo mismo: las tomaron como esclavas imponiéndolas un yugo que aún perdura.
Siglos antes de la invasión árabe Alejandro Magno destruyó Perspolis, pero no
quiso cambiar nada en la vida cotidiana de los iraníes por proceder de un pueblo culto y
liberal: el griego. (También Ciro el Grande respetó las creencias y costumbres de Babilonia); esto produjo una simbiosis intercultural muy rica, algo que no sucedió en absoluto
con la invasión árabe.
PASARON TRECE SIGLOS
Durante casi trece siglos no se sabe nada de la vida de la mujer iraní, excepto el
nombre de algunas poetas que aparecen en las antologías literarias. Justo fue a finales
del siglo 19 cuando se construyeron unos colegios femeninos en dos o tres capitales de
las provincias, en particular en Teherán y Tabriz. Tras la llegada de la dinastía Pahlavi al
poder y el viaje de su fundador, Reza Shah, a la Turquía de Atatürk, paulatinamente las
mujeres empiezan a dar señales de vida en la sociedad. Reza Shah, impresionado por la
vida de la mujer turca, un año después de su regreso a Irán (7 de enero de 1936), promulgó un decreto prohibiendo el uso del velo en los lugares públicos. Esto originó el primer enfrentamiento serio (y sangriento) entre el clero chiíta y el estado. Durante las manifestaciones de protesta, mucha gente perdió su vida en la ciudad santa de Mashad.
Mientras que Reza Shah estuvo en el poder ninguna mujer podía salir a la calle con velo.
Aquellas que no querían respetar la orden gubernamental, sencillamente durante el día
no salían de casa.
Después de la abdicación de Reza Shah en el mes de septiembre de 1941 y su posterior exilio en Johannesburgo, el clero obligó de nuevo a las mujeres a permanecer en
casa y a vestirse con el velo o “chador”. (Hay que aclarar que “chadorah”, vulgarmente
conocido como “chador” es un vestuario típico de irán que cubre todo el cuerpo y significa “parecido a la tienda de campaña”. Los árabes, en lugar de “chador” o velo, usan la
palabra “hijab” que en cada país o comunidad tiene una forma distinta).
Durante el régimen de Mohammad Reza Shah (el último Shah de irán), la mujer
iraní tuvo una participación en todos los establecimientos sociales e incluso llegó a for4
mar parte del gobierno y tener rango en las fuerzas armadas. Hay que reconocer que las
mujeres iraníes mostraron gran capacidad en las tareas que el régimen del Shah les permitió desempeñar, tanto en las aulas universitarias, como en los tribunales de justicia y
muchos otros campos.
En 1963 la mujer iraní consiguió el derecho a sufragio universal (derecho a votar,
elegir y ser elegido) que hasta entonces le estaba vetado. De nuevo este fue uno de los
principales puntos de conflicto entre el clero chiíta y el régimen del Shah abanderado por
el Imán Jomeini. En los consiguientes disturbios provocados por los “mullahs” contra la
libertad de la mujer en el día 5 de junio de 1963, centenares de manifestantes perdieron
la vida y miles resultaron heridos en Teherán y Qom (la ciudad santa para los chiítas en
el centro de Irán). En consecuencia la SAVAK (policía secreta del régimen del Shah)
arrestó al Imán Jomeini y le desterró a Turquía primero, y a Irak posteriormente, lugar
donde permaneció 14 años que le sirvieron para dirigir y coordinar la lucha contra el
régimen hasta su derrocamiento.
A medida que se intensificaban las protestas y manifestaciones callejeras contra
el régimen en los años 1977 y 1978, (entre los eslóganes que coreaban los participantes se
podía oír el de “ ya ru-sari, ya tu-sari” (o pañolón o coscorrón), las masa sociales, voluntaria o involuntariamente, se convertían en elementos opositores del poder establecido.
Poco a poco algunos estudiantes de tendencia religiosa empezaron a impedir la entrada
de las compañeras vestidas al estilo occidental a los comedores en las universidadess.
Parece increíble, pero entre las primeras chicas y mujeres que aceptaron llevar el velo
fueron las militantes del partido “Tudeh” - partido comunista pro-soviético de Irán. Ante
la pregunta de ¿por qué esta actitud, siendo marxistas?. Contestaban que con esto apoyaban y respetaban la postura antiimperialista del Imán Jomeini. El fusilamiento, encarcelamiento y tortura de miles de ellas y sus camaradas fue el premio que recibieron del
régimen islámico una vez instaurado posteriormente.
Con la debilidad del régimen y la eminente caída del Shah el acoso social contra
las mujeres adquirió nuevas dimensiones; hasta tal extremo que los fundamentalistas
empezaron a echar frascos de ácido sulfúrico a la cara de aquellas que no llevaban el velo
ocasionándoles a veces la ceguera, o bien las humillaban con gritos insultantes como
“jendeh jânum”, es decir: doña puta.
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